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212 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 213

gas. Pero, a fin de cuentas, dividida por disensiones internas que y se aferra a las reglas de las tres unidades de lugar, tiem po y
llevaron a la independencia de Portugal, atacada por los france­ acción. Pocos definen con tal claridad la intención clásica, for­
ses en los Pirineos y en Italia, en lucha con los holandeses ya mal, razonable de este arte de Francia com o Boileau:
entonces independientes, fue perdiendo terreno en una larga gue­
rra que concluyó en el Tratado de los Pirineos, m ediante el cual Ama pues la razón, que siempre tus escritos de ella tomen prestado
España cedía a Francia la provincia del Rosellón y la parte sur de el brillo como el precio.22
los Países Bajos. La Paz de los Pirineos (1659) señala el m om ento
en que España deja de ser la nación dom inante de Europa. Fran­ Esta afirm ación de la razón m anifiesta una desconfianza cre­
cia, en cam bio, se afirm a com o poder m ilitar y político. ciente ante la im aginación: la loca de la casa, la llam aría Pascal;
Si Francia pudo acrecentar el poderío militar, territorial y eco­ la loca que juega a hacer la loca habrá de llam arla M alebranche.
nóm ico, prosperó de la m ism a m anera en el dom inio de las artes. Esta tendencia artística, sin duda nociva para la poesía, conduce a
El siglo xvii que es, en Italia, en España, en A m érica y en A us­ una prosa elegante, precisa y clarísim a, tal vez la prosa m ás clara­
tria, el siglo del barroco, es en Francia un siglo esencialm ente m ente escrita en el m undo m oderno. C onduce tam bién a la fun­
neoclásico. El Concilio de Trento, m anifestación m áxim a en lo dación de las academ ias (ja de las letras o A cadem ia Francesa,
eclesiástico de la C ontrarreform a, había aconsejado un arte im a­ ía de pintura, la de m edicina) y, con ellas, al academ ism o y a l a
ginativo. El barroco, en su unidad dinám ica de nuevos espacios repetición de fórm ulas y recetas abstractas. Y si este form alism o
arquitectónicos, pictóricos y escultóricos, fue por excelencia está presente en la obra de B oileau, no lo está m enos en la de los
el arte de la Contrarreform a y la expresión artística m ás im portante pintores. Poussin escribe: “Si el pintor desea despertar la adm ira­
desde el nacim iento del gótico en el siglo xvil. Al barroco pertene­ ción en otros espíritus aun cuando no trate un tem a capaz de des­
cen las obras de Caravaggio, Velázquez, Rubens y Rem brandt; la pertarla por sí m ismo, no debe introducir n ada nuevo, extraño e
arquitectura de Bem ini y Borromini, la escultura de Bem ini y Pe­ irracional, sino que debe forzar su talento de tal m anera que su
dro de M ena, la poesía de Lope de Vega, el dram a de C alderón de obra resulte m aravillosa por la excelencia de su m anera” .23 Los
la Barca o la obra de Quevedo. Es verdad que el barroco no dom inó jardines de Versalles, dom esticados por la razón y encu ad ra­
en toda Europa. La pintura de los Países Bajos, donde el protestan­ dos en las precisas geom etrías de Henri Le Nótre sim bolizan esta
tismo hacía difícil la veneración de im ágenes, vuelve la atención tendencia racional del arte de Francia.
hacia costum bres cuya expresión, a la vez geom étrica y luminosa, Idea “honesta” , cortesana, intelectual de la vida, la que expre­
se encuentra, por ejem plo, en la obra de Vermeer de Delft. sa la Francia del siglo xvil, encuentra su form ulación m ás exacta
Poca m ella hace en Francia el arte barroco. A rte de corte y en la filosofía y en el pensam iento. El terreno queda abierto para
villa -e s decir, Versalles y P arís-, el a rte francés está condiciona^ los teóricos y los m oralistas. Q ueda sobre todo abierto para el
do por eLgjisto de la c o rte , de la aristocracia y de los reyes. Es el gran genio que produjo la Francia del siglo xvil: Descartes.
arte de una m onarquía absoluta, dom inado por la form a y dirigi­
do a las m inorías. C uando el arte de España e Inglaterra se dirige
al pueblo, el arte de Francia se dirige a un público altam ente refi­ Descartes: vida y obra
nado y preparado a las vocaciones clásicas.
La poesía francesa, después de la alegría de R onsard y la im a­ Nacido en La Haye, provincia de Turena, en 1596, René D escar­
ginación a veces rom ántica de Du Bellay, im pone, en el siglo tes fue un niño débil, de salud inestable, enteco de cuerpo. M u-
x v ii, las pautas clásicas que inicia M alherbe, continúa Boileau
22 N icolas Boileau, A rte poética, I.
y expresan Racine, B ossuet o. en la pintura, N icolas Poussin. A 23 A pud Elizabelh G. Holt A D ocum entary H istorv o fA r t, Anchor, N ueva York, vol.
excepción de M olière, el teatro francés prefiere la form a al fondo TI. p. 145.
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chos pensaban que estaba destinado a m orir joven. Nacido en una to, tanto por su valor intrínseco com o por las posibilidades de
fam ilia de la pequeña aristocracia, D escartes estudió, desde los aplicación de la m atem ática al m undo físico. Decidió Descartes
diez años de edad, en la nueva escuela de La Fleche que los jesui- publicar su Tratado del mundo, pero la noticia de que Galileo
tas acababan de fundar en París. La influencia de esta escuela fue había sido condenado im pidió la publicación com pleta de la obra.
grande en su vida. Si bien D escartes no aceptaba la lógica tradi­ En 1637 salió a la luz la introducción a la misma, el D iscurso
cional aristotélica ni encontraba en la enseñanza de sus maestros del m étodo, la obra más leída de Descartes. En 1641 publicó las
la certidum bre absoluta que buscó toda su vida, aprendió en La M editaciones metafísicas, interesantes en sí e interesantes cuan­
Fleche los fundam entos de las m atem áticas y, con ellas, el deseo do se leen las objeciones que a ellas hicieron algunos de los prin­
de encontrar una ciencia exacta aplicable a todos los terrenos.24 cipales espíritus de la época y las respuestas de D escartes a estas
Salido de La Fleche. Descartes siguió la educación de un gen­ objeciones. Después de publicar los Principios de filosofía ( 1644),
tilhom bre de su tiempo: baile, esgrim a, equitación. En 1618 via­ Descartes se ocupó de la psicología y la biología. El interés por la
ja D escartes por prim era vez a Holanda con tropas de G uillerm o psicología había nacido, principalm ente, de la co rresponden­
de Nassau. Este prim er viaje es de sum a im portancia en su vida y cia con la princesa Elizabeth de Bohem ia, a quien Descartes ha­
en su pensam iento. En A lem ania, calentándose cerca de una estu­ bía dado no pocos consejos epistolares. De este interés surgió el
fa. D escartes tuvo la visión de un nuevo m étodo que perm itiría Tratado de las pasiones del alma (1649). A estos libros principa­
aplicar las m atem áticas, la “ciencia adm irable”, a todos los cam ­ les habría que añadir un diálogo inacabado {La investigación de
pos de la física. Después de varios sueños sim bólicos, que D es­ la verdad) y las conversaciones con uno de sus jóvenes discípulos
cartes creyó inspirados por la gracia de Dios, supo que su vocación alem anes: C onversaciones con Burman. La prim era obra filosó­
era definitiva: la de un m atem ático que quiere precisar las m ate­ fica de Descartes. Reglas para la dirección del espíritu (1628), es
m áticas y afinar un nuevo m étodo para llegar a la verdad absoluta im portante en cuanto contiene las principales ideas que D escar­
y necesaria. Em prendió Descartes nuevos viajes; principalm ente tes enunciará en sus libros posteriores, pero debería leerse des­
a Italia donde fue com o peregrino a N uestra Señora de Loreto pués de tener un conocim iento claro del D iscurso del m étodo y
para dar gracias por sus descubrimientos. Vivió en París entre 1626 de las M editaciones metafísicas.
y 1628 y en este año decidió residir en Holanda, país cuya quie­ En el año de 1649. Descartes recibe la invitación de la reina
tud espiritual en una época especialm ente revuelta, le perm itió Cristina de Suecia que deseaba seguir las enseñanzas del filósofo.
llevar a cabo sus m editaciones y poner por escrito sus pensam ien­ Descartes duda ante las dificultades del viaje y, en las cartas de
tos. Vivió en H olanda m ás de veinte años. Lector parco, cuéntase este periodo, se acuerda del herm oso paisaje de su Turena natal.
que una vez cuando alguien quiso ver su biblioteca Descartes Llega Descartes a Suecia en el otoño de 1649. En una de sus últi­
m ostró, en vez de libros, el cuerpo destazado de una ternera que mas cartas, escritas en pleno invierno nórdico. D escartes escribe
estaba observando y estudiando. a Bréguy. em bajador de Francia en Polonia: “Nunca oigo hablar de
Las preocupaciones de D escartes fueron sobre todo de orden nada, de m anera que m e parece que los pensam ientos de los hom ­
teórico. Su Geometría donde expone el descubrim iento de la geo­ bres se hielan aquí durante el invierno de la m ism a m anera que
m etría analítica permite, m ediante los sistem as de coordenadas, las aguas”.25 La m uerte está cercana. Víctim a de una pulm onía.
unir la geom etría y el álgebra y, prom ete calcular el universo Descartes expira el 11 de febrero de 1650. C uenta Adrien Baillet
m ediante los núm eros. El descubrim iento de la geom etría ana­ en su relación de la enferm edad y m uerte del filósofo que éste “se
lítica es uno de los grandes pasos en la historia del pensam ien- retiraba contento de la vida, satisfecho de los hom bres, lleno de
■4 Parece ser que el gran entusiasm o de su prim era juventud surgió cuando conoció
los descubrim ientos de G alileo, tanto en el cam po de la física, com o en el del conoci­
Rene D escartes, "Carta a Bréguy. ( 15 de enero de 1650)'', en Œ uvres et lettres. La
m iento de las estrellas por m edio del telescopio.
Pléiade, Gallimard. Paris, p. 1084.
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confianza en la m isericordia de Dios, y apasionado por ver al razón haga aflorar las verdades que tenemos sembradas en el espí­
descubierto y poseer una verdad que había buscado toda la vida”.26 ritu. estas “sim ientes” de verdad que en sí mismas no constituyen
todavía un fruto pero que contienen el fruto en potencia.
¿C óm o hacer para que nuestra razón se guíe por el cam ino
El m étodo cartesiano recto, para que el fuego latente en el sílex acabe por surgir en esta
suerte de frotam iento que es la reflexión? A esta pregunta respon­
Nadie com o Descartes había dado tanta im portancia al m étodo. de D escartes con las cuatro reglas del m étodo que conviene aquí
Para él, el encuentro de un m étodo preciso es la prim era condi­ analizar una a una:
ción del pensam iento. Y este m étodo no se contenta con aproxi­
m aciones, no se contenta con la experiencia dudosa; quiere llegar La primera era no recibir jamás nada por verdadero que no conociera
a la certidum bre com pleta. De ahí que una de las claves del m éto­ serlo evidentemente; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación
do cartesiano se encuentre en el deseo de superar todas las dudas. y la prevención, y no incluir nada más en mis juicios sino aquello
De la m ism a m anera que Sócrates en su tiem po, D escartes se que se presentara tan claramente y tan distintamente a mi espíritu que
no tuviera ninguna ocasión de ponerlo en duda.
opone a los escépticos dudando m ás que ellos. D udar para no
La segunda, dividir cada una de las dificultades que examinara en
dudar, tal es la esencia del pensam iento crítico que Descartes tantas partes como se pudiera y fuera requerido para mejor resolverlas.
coloca en el meollo de su razonam iento filosófico. El m étodo car­ La tercera, conducir mis pensamientos en orden, empezando por los
tesiano. con el cual se inicia una nueva etapa del pensam iento objetos más simples y más fáciles de conocer para subir poco a poco y
europeo, presupone, sucesivamente, una serie de cuatro reglas que como por grados al conocimiento de los más complejos, suponiendo
aparecen en la segunda parte del D iscurso del m étodo, una teoría incluso orden entre aquellos que no se preceden naturalmente entre sí.
de la deducción y de la intuición que aparece, sobre todo, en las Y la última, hacer por doquier enumeraciones tan complejas y revi­
Reglas p ara la dirección del espíritu y una “duda m etódica”, cuyo siones tan generales que estuviera segura de no haber omitido nada.27
fin es acabar con toda posibilidad de duda, que Descartes presenta
tanto en el Discurso com o en las Reglas y las M editaciones. La prim era de estas reglas contiene el germ en de la filosofía
cartesiana. La regla puede dividirse en dos ideas centrales: 1) si que­
a) Las cuatro reglas del m étodo remos conocer algo debemos evitar la precipitación y la prevención;
“El buen sentido es la cosa m ejor repartida del m undo”. Con estas 2) una vez evitadas ambas, debemos proceder con claridad y distin­
palabras se inicia el Discurso del método. Si por “buen sentido” ción; debemos poner en duda la realidad para alcanzar la verdad.
entendemos, com o lo hace Descartes, la razón, es decir, la capaci­ Lo que Descartes entiende por prevención es lo que hoy llam a­
dad de distinguir lo verdadero de lo falso, la afirmación de Descar­ ríam os prejuicio. Lo prim ero que debem os poner en duda es lo
tes quiere decir que existe algo innato en el pensamiento de todos que el propio Descartes llama, en las Conversaciones con B urm an,
los hombres. CormrSóerates. q san Agustín, Descartes está seguro el conocim iento de oídas, el que proviene de lo que nos enseña la
de la existencia de ideas innatas. Pero esta existencia debe interpre­ fam ilia, el grupo social en que vivimos. No que debam os renun­
tarse com o una “capacidad^ Por esencia todos los hombres poseen ciar a todo lo que la sociedad o la tradición dicen sino, más bien,
el mismo grado de razón, pero de hecho no todos los hombres pue­ que debem os analizar, individualm ente, lo que de verdadero y de
den o quieren aplicar la razón correctamente. Nuestras ideas son falso cabe en la instrucción y la educación que recibim os. Es­
innatas de la misma manera que el fuego está potencial mente en el ta tendencia cartesiana a adoptar una actitud crítica personal, esta
sílex. Solamente la meditación correcta podrá perm itir que nuestra idea de que debem os prescindir de la tradición para em pezar de

26 Iliiii. , p. 1094. 21 Rene D escartes, Discurso del método. II.


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nuevo a pensar por nosotros m ism os es acaso la más típicam ente puede ser distinto sin ser claro” .29 Y, en efecto, ¿cóm o podría
renacentista de toda la filosofía cartesiana. tener una idea distinta del dolor si este dolor no existiera clara­
Más grave aún que el prejuicio es la precipitación, pues con m ente com o idea?
esta palabra D escartes se refiere no ya a las condiciones de nues­ La segunda regla del m étodo aclara la prim era. Lo que en ella
tro pensam iento sino a la m anera m ism a de nuestro pensar. La nos dice Descartes es que. para que una idea sea clara y, sobre
precipitación significa para Descartes un género de pensam iento todo, distinta, es necesario analizar cualquier problem a que se
que atiende m ás a la voluntad que a larazéfh-L a voluntad es infi­ presente. Dividir, es decir, analizar, significa precisam ente ir al I
nita y podem os querer todo lo que se nos antoje querer, la razón encuentro de las partes que integran una cosa. Así, un triángulo
es lim itada y solam ente podem os pensar racionalm ente m ediante puede ser una figura pintada de azul, grande, pequeña, herm osa
form as de razonam ientos pausadas en las cuales no intervenga la o fea. N inguna de estas cualidades es una cualidad natural del
voluntad com o único factor determ inante. Puedo, por voluntad, triángulo. El análisis del triángulo llevará al descubrim iento de
querer estar en M arte y, en caso extrem o, pensar que estoy en estas cualidades que lo constituyen: línea, ángulos, relación entre
M arte cuando de hecho me encuentro soñando en tierra. De los lados y los ángulos, etcétera.
m anera general. Descartes piensa que la fuente de todo error en Pero el análisis no es suficiente por sí mismo. Si tan sólo tuvié­
nuestros pensam ientos surge de un desequilibrio entre nuestros ram os un conocim iento analítico nunca tendríam os un verdadero
deseos excesivos y la im posibilidad de razonar estos deseos. La conocim iento, sino una serie de hechos o de ideas desparram adas
y sin coordinación entre sí. El análisis requiere la síntesis, es de­
juicios m ás voluntarios que racio n alev es. decir, cuando nuestro cir la reconstrucción de una totalidad después de que strfTpartes
pensam iento sea claro y distinto. son claras y d i sti n tas. Sóirrm edkm te ki -sínt ésís podrem os obtener
Los filósofos clásicos consideran que la verdad es siem pre una un conocim iento cabal de las leyes generales del triángulo y no
correlación entre el concepto y la esencia de la cosa. Descartes sólo de las partes .que lo constituyen separadamente-
inaugura un nuevo tipo de concepto de la verdad que no se refiere L a cuarta regla, muy típica del pensam iento cartesiano, exacto
tanto a la cosa, com o a la coherencia interna de nuestros propios y paciente, indica que cualquier proceso de pensam iento o cual­
pensam ientos. Es esta coherencia, que volverem os a encontrar quier experim ento debe repetirse varias veces para que estem os
en el pensam iento idealista, lo que Descartes entiende por c\m u seguros de la verdad a la que se pretende llegar.
_ dad y distinción Estas reglas asientan, que el conocim iento es siem pre un aná­
¿Q ué es una idea clara? D escartes la define en los Principios lisis entre dos síntesis: la prim era síntesis oscura de quien ve por
de filo so fía com o la idea que se “presenta y m anifiesta a un espí­ prim era vez un conjunto de objetos; el análisis que lleva a enten­
ritu atento”.28 Supongam os que sufrim os un dolor. El dolor será der las partes constitutivas de este conjunto, y la síntesis clara
claro cuando se dé, por intuición, bajo la form a de un todo indivi­ que resulta de la recom posición y reestructuración de aquello que
sible. Una idea es distinta cuando puedo analizarla y alcanzar la el análisis nos ha m ostrado acerca de los elem entos del objeto
intuición de sus partes. El dolor será no sólo claro sino también que se estudia.
distinto cuando pueda saber exactam ente cuáles son sus causas, Con las reglas del m étodo tenem os el m arco general que nos
sus motivos, sus efectos. Es así natural que Descartes diga: “El perm itirá discernir entre la verdad y el error. Pero si las reglas
conocim iento puede ser claro sin ser distinto”, com o en el caso nos explican qué debem os hacer para encontrar la verdad, no aca­
de una intuición clara de dolor que no me inform a de lo que el ban de explicar claram ente cóm o debem os hacerlo ni cuáles son
dolor significa en realidad. Inversam ente, un conocim iento “no los razonam ientos que perm itirán pensar con claridad y distin-

28 Rene D escartes, Principios de filosofía, en op. cii., p. 453. 29 Loe. cii.


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ción. La teoría de la intuición y la deducción explica el significa­ otras cosas conocidas con certidum bre” .31 En otras palabras: una
do de estos dos procedim ientos que perm iten llegar a una certeza vez que. m ediante la intuición, hem os podido establecer algu­
absoluta. nas verdades absolutas podemos pasar de estas verdades primeras
a sus consecuencias m ediante largas cadenas de razonam ientos.
b) Intuición y deducción Así para volver al ejem plo de las m atem áticas, si tom am os ü n li­
Intuir significa tener la idea inm ediata de un objeto. Existen in­ bro de geom etría, podrem os ver que el libro se inicia m ediante
tuiciones sensibles, de color, sonidos, olor; existen intuiciones una serie de postulados, definiciones y axiom as que Descartes
em ocionales, intuiciones estéticas o intuiciones m ísticas. N ingu­ calificaría de intuitivos o inm ediatos. Todos los casos particula­
na de ellas entra en la definición de Descartes. “Entiendo por res (teoremas, pruebas, escolios) que deducimos de estas primeras
intuición -e scrib e D escartes- no el testim onio cam biante de los verdades son pasos sucesivos de una deducción que nos lleva de
sentidos ni el juicio engañoso de una im aginación que com pone lo general a lo particular, de los prim eros principios necesarios
m al su objeto, sino la concepción de un espíritu puro y atento, a las consecuencias necesarias de estos prim eros principios.
concepción tan fácil y distinta que no perm ite ninguna duda acer­ La intuición y la deducción se distinguen por el hecho de que
ca de lo que com prendem os.”311La intuición cartesiana, que sigue “los prim eros principios m ism os no pueden conocerse sino me-
la definición de las cuatro reglas, es una intuición racional. diante la intuición; y, al contrario, las consecuencias alejadas no~
Es fácil ver que existen intuiciones de orden racional. Así pueden ser conocidas sino por la deducción .
en las m atem áticas, ciertos principios, com o los axiom as, se ofre­ Si querem os llegar al corazón m ism o dé Ta teoría cartesiana
cen intuitivam ente, de m anera inm ediata y sin necesidad de prue­ del conocim iento debem os reco rd ar que el m étodo propuesto
ba. A lgo sem ejante sucede con las hipótesis de la física que por D escartes difiere esencialm ente del m étodo silogístico de
después vienen a com probar o a rechazar los hechos m ismos. Esta A ristóteles o de la filosofía de la Edad M edia. El silogism o ca ­
intuición es para D escartes, la que nos conduce a aquellas verda­ rece de verdadera utilidad y se reduce a una m era rep etición
des racionales, aquellas ideas innatas que existen en la mente como m ecánica. C uando decim os “todos los hom bres son m ortales,
sem illas de verdad. Sócrates es un hom bre, luego Sócrates es m ortal ’, no estam os
■ L a im portancia de la intuición reside, así, en el hecho de que descubriendo nada nuevo. Al afirm ar la prim era prem isa estába­
m ediante ella podem os llegar a estos últim os elem entos de la mos ya tácitam ente afirm ando la conclusión. El silogism o puede
conciencia, las ideas innatas. La intuición viene a hacem os pre­ servir com o m étodo para explicar, pero no es nunca un m éto­
sentes las verdades que estaban escondidas en el espíritu. G ra­ do para descubrir. Se reduce a u n a pura tau to lo g ía m ediante la
cias a ella podem os operar una suerte de m ayéutica com parable cual no hacem os sino desarro llar u na idea que estab a ya co m ­
a la que describía Sócrates. Y si querem os conectar la intuición p ren d id a en las p rem isas p re estab lecid a s. El razo n am ien to
cartesiana con el objeto que nos proponían las reglas del m éto­ m atemático, en cambio, es para Descartes, un descubrimiento crea­
do podem os afirm ar que este conocim iento de las ideas innatas dor. C uando decim os 2 + 2 = 4, el núm ero 4 añade algo nuevo
es. tam bién, el conocim iento de ideas claras y distintas. a dos m ás dos. No podem os d ecir que 2 + 2 es 4, porque una
Si la intuición es un acto inm ediato del conocim iento la de­ igualdad m atem ática no es una identidad. El 4 que predicam os
ducción im plica, en cam bio, razonam iento, este ir “com o por gra­ de la sum a 2 + 2 añade a los núm eros sum ados la idea de u n i­
dos” de que nos hablaba la tercera regla del método. dad que no estaba im plícita en ellos. Con lo cual se quiere decir
La deducción se define en efecto, com o la operación “m edian­ que las m atem áticas descubren verdades nuevas que vienen a
te la cual entendem os todo lo que se concluye necesariam ente de
31/t e /., p. 12.
30 René D escartes, Reglas para la dirección del espíritu, en op. cit., p. 11. 32 Loe. cit.
222 introducción a la historia de la filosofía D el Renacimiento a Kant 223

añadirse necesariam ente a las prem isas establecidas pero que Los argum entos que Descartes inventa para dudar son tres: el
no pueden reducirse a estas prem isas. A sí para D escartes no de los sueños, el de un dios im potente y el del “genio m aligno” .34
existe verdadera diferencia de naturaleza, sino tan sólo de uso. El argum ento a base de los sueños es, por lo m enos, tan anti­
entre la intuición y la deducción. Si hacem os la hipótesis de guo com o Platón. En térm inos cartesianos el argum ento se redu­
una m ente absolutam ente perfecta, esta m ente podría ver, in­ ce a una fórm ula bien simple. M ientras sueño tengo frente a m í
tuir, todas las verdades m atem áticas en un solo acto. Un apren­ un m undo real, tan real durante el sueño com o puede ser real el
diz de m atem ático tendrá que pasar por todos los pasos de m undo de la vigilia cuando estoy despierto. ¿Q ué me garantiza
la dem ostración, y. “com o por grados, deducir paso a paso una de m anera absolutam ente cierta que cuando estoy despierto todo
verdad de la verdad que inm ediatam ente la antecede. Pero aun lo que veo no es en verdad un sueño? Un poco antes que D escar­
en este caso, la intuición, el descubrim iento de una nueva verdad tes. Shakespeare había dicho que la vida está hecha del tejido de
que no estaba exactam ente contenida en las prem isas, deberá los sueños. C ontem poráneo de Descartes, Calderón veía que la
hacerse m ediante una intuición y un continuado descubrim iento. vida es sueño. A diferencia de ellos D escartes afirm a la posibili­
Lo que Descartes viene a decirnos es que la intuición es el m otor dad de que el vivir sea tan sólo un sueño, pero lo afirm a para
y la función m ism a de la deducción y que la deducción es, en poder negarlo, para poder dem ostrar que ni es sueño la vida ni es
cada uno de sus pasos, una form a del descubrim iento inm ediato de la tela del sueño la razón de los hom bres.
y una creación. Tanto la idea de un dios im potente, com o la de un genio m alig­
A la teoría de una lógica form al aristotélica que veía en las no son hipótesis, hipótesis que sirven a D escartes para llevar
verdades sim ples desenvolvim ientos de principios preestable­ lo más lejos posible su necesidad de dudar para no dudar. Am bas
cidos, D escartes vino a poner la idea de una deducción hecha se entienden m ejor si se piensa que. de existir un Dios perfecto
de intuiciones que, m ediante ideas claras y distintas, añade nue­ -D io s cuya existencia D escartes trata de dem ostrar después de
vos descubrim ientos y constituye, a cada paso, un verdadero des­ salir de d u d a s- este Dios bueno no querría engañam os. La nega­
cubrim iento.33 ción de un Dios perfecto nos conduciría a pensar que ya no queda
una garantía real para la verdad. Tal es el sentido de los dos argu­
c) La duda m etódica m entos que vamos a precisar.
L as reglas del m étodo indican ya que D escartes q u iere buscar Supongam os, prim ero, que existe un Dios absolutam ente bue­
u n a ce rtid u m b re ab so lu ta. P ero esta ce rtid u m b re no p o d rá no, que no tiene voluntad de engañam os, pero cuyo poder está
alcan zarse m ientras sean válidos los argum entos de los esc ép ­ lim itado o anulado. Si existiera este dios im perfecto, podría muy
ticos. P ara an u larlos será necesario dudar m ás que ellos y si bien ser que nos engañáram os siem pre que creyéram os encontrar
d esp u é s de d u d a r m ás q u e c u a lq u ie r e sc é p tic o es p o sib le la verdad y que este Dios, bueno en esencia, no pudiera impedir,
en c o n trar una verdad, ésta será indudable y escapará a todas por falta de voluntad, nuestro error.
las críticas. Pero Descartes va todavía m ás lejos. Podem os suponer, “que
hay no un Dios verdadero que es la soberana fuente de la verdad,
33 L a idea de D escartes afectó el pensam iento m atem ático de su tiem po y del siglo sino un cierto genio m aligno, no m enos astuto y engañador que
x v iii, Leibniz y K ant van a m antener la m ism a idea de una m atem ática cread o ra que poderoso, que ha em pleado toda su industria en engañarm e” .35
no solam ente descubre verdades preestablecidas, sino que realm ente crea al encontrar N aturalm ente Descartes no cree en la existencia de sem ejante
nuevas verdades. En nuestro siglo la teoría cartesiana ha caído en d esgracia entre la
m ayoría de los m atem áticos y de los filósofos de las ciencias. El positivism o lógico
(C arnap) o la filo so fía analítica (W ittgenstein) piensan que las m atem áticas son e sen ­ 34 No debe pensarse que D escartes crea en la verdad de las tres hipótesis. P ero D es­
cialm ente tautológicas. No hay que pensar, sin em bargo, que la nueva teo ría de las cartes no se conform a con creencias probables. M ediante la duda m etódica quiere ir
m atem áticas sea definitiva. A lgunos m atem áticos contem poráneos parecen volver a más allá de lo posible y de lo probable para alcanzar lo que es absolutam ente cierto.
la idea de la intuición. 35 René D escartes, M editaciones m etafísicas, en op. cit., p. 165.
Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 2 25
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sustituto de la divinidad. Pero m ientras la idea de un ser com o m enos cierta: existo. Y si, com o lo hace D escartes, tom am os la
éste sea posible, será necesario quedam os en la duda. Y si el Dios palabra pensam iento en su sentido m ás am plio (sentir, imaginar,
im potente no podía evitar que nos engañáram os, este genio m a­ percibir, reflexionar, dudar) podem os afirm ar con él '.Cogito, ergo
ligno que, en la últim a hipótesis de la duda, viene a sustituir a sum. pienso, luego existo.
Dios nos engañaría voluntariam ente. D escartes, acaso el más cla­ Esta fórm ula cartesiana puede llevar a confusiones. Es bueno
ram ente racionalista de todos los filósofos, hace la hipótesis de aclararla del todo. Im porta señalar, en prim er térm ino, que Des­
un m undo irracional guiado por un ser irracional, engañador y cartes considera que esta afirm ación de la existencia propia es
m aligno. Si este ser existiera todo lo que pensáram os no sería una intuición, un dato inm ediato en el cual no tiene por qué en­
sino error y engaño. trar una reflexión de tipo deductivo. En segundo térm ino, es ne­
Solitario, Descartes no halla todavía un verdadero punto de cesario decir que la segunda parte de la frase es explicativa, pe­
apoyo para dar un fundam ento verdadero a su método. Nuestras ro que en rigor no es necesaria. Bastaría, en efecto, con decir
ideas son claras y son distintas, pero nada nos garantizaiodayía “yo pienso” para que, im plícitam ente, quedara claro que este yo
que no estem os soñando estas m ism as ideas claras y djsüníasjo, que piensa existe. Estas consideraciones nos llevan a ver clara­
m ás radicalm ente todavía, que no estem os siendo engañados ya m ente que la relación “pienso, luego existo” no es una relación
sea a pesar de la bondad de un Dios im perfecto, ya sea p o n ías de causa a efecto. Descartes no quiere decir que mi pensam iento
activas argucias de un ser irracional e intrínsecam ente m alo. L le­ sea la causa de mi ser. idea que sería claram ente absurda. Lo que
gam os a lo más hondo de la duda. Para salir de ella Descartes Descartes afirm a sim plem ente es que el hecho de pensar r&zreve-
desarrolla su m etafísica, una m etafísica basada en la razón pura la y me muestra que existo. Com o en san Agustín, el pensam iento,
que viene a sostener la existencia del “yo” , la existencia de un la duda misma, son vivas muestras de mi existir. Ya tenemos, así, un
Dios perfecto que no puede perm itir nuestros engaños y errores, punto de apoyo, este punto de apoyo que DéscárfésT com parán­
y finalm ente, la existencia de las dos sustancias que constituyen dose a Arquím edes, buscaba para m over el m undo de su lugar.
el universo cartesiano: la extensión y el pensam iento. Pero el lector habrá notado en el curso de esta breve exposición
que no hem os podido evitar la prim era persona del singular. Y
es que D escartes ha probado esto: “yo existo”. Pero, m ás allá de
La m etafísica cartesiana él. no ha probado todavía que exista nada. Solitario, D escartes se
sabe en posesión de una verdad incontrovertible para él, o si así
a) El cogito36 se quiere, para cualquier yo a quien el pensam iento necesaria­
“Para sacar el m undo de su lugar y transportarlo a otro sitio, Ar- m ente revela la existencia. Pero si cada quien está seguro de su
quím edes solam ente pedía un punto fijo y seguro. Así tendré el yo , n adie está todavía seguro de la ex isten c ia n ec esaria de
derecho de concebir grandes esperanzas si tengo la felicidad de un tú, de un vosotros o de un mundo. Solam ente la existencia
encontrar tan sólo una cosa que sea cierta e indudable.”37 D escar­ de un Dios perfecto sería una garantía real de que: 1) el m étodo
tes encuentra este punto de apoyo indudable en el m ism o princi­ em pleado por D escartes tiene un fundam ento absoluto en nn ser
pio que había descubierto san A gustín: la existencia del yo. que no puede engañam os: 2) el mundo, y cuanto m e rodea, existe
En efecto, puede muy bien ser que yo dude, puede muy bien y esta existencia queda garantizada por la perfección y la bon­
ser que todo lo que me rodea sea tan sólo un sueño, puede ser que dad de Dios. Sólo las pruebas evidentes de la existencia de Dios
viva en el engaño, pero en todos estos casos una cosa es por lo pueden acabar de redondear el m undo filosófico de D escartes y
garantizar su verdad. Es en este sentido m uy preciso que Descar­
36 E m picam os aquí la palabra cogito (“yo pienso"), porque los textos de Descartes, tes acertaba cuando, dentro de los térm inos de su filosofía, podía
escritos prim ero en latín, la han hecho fam osa en el pensam iento occidental.
37 René D escartes, M editaciones, en op. cit., p. 166.
asegurar que quien no crea en Dios no puede ser geóm etra.
226 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 22 7

b) Pruebas de la existencia de Dios Considerem os la prim era hipótesis. Descartes piensa que es
La principal novedad de las pruebas de la existencia de Dios tal un hecho que yo tengo la idea de un ser perfecto. Con ello no
com o las presenta D escartes reside en que todas ellas parten de la quiere decir que conozcam os perfectam ente la perfección ya que
existencia del yo, de esta única realidad cuya existencia nos ha somos im perfectos por naturaleza, sino que tenem os la idea de
sido plenam ente revelada por el pensam iento. Las pruebas de que la perfección existe. A hora bien, si yo me hubiera creado a
D escartes estarán siem pre centradas en ideas y nunca en cosas, m í m ism o, si fuera yo mi propia causa, sería natural que me hu­
siem pre en el yo que piensa y no en un m undo que. hasta ahora, biera otorgado todas las perfecciones. Es, por lo tanto, im posible
es todavía dudoso o por lo m enos tan sólo probable. pensar que me haya creado a m í m ism o ya que esta autocreación
La prim era de las pruebas cartesianas se refiere a la relación supondría que tengo una perfección que no poseo.
entre lo infinito y lo finito. Para entender esta prueba, y entender Considerem os la segunda hipótesis. Sería posible im aginar, ya
a fondo las pruebas que siguen, hay que tom ar en cuenta un axio­ que no puedo ser mi propia causa, que ésta se encuentra en mis
m a que Descartes considera indiscutible: “Es cosa m anifiesta y padres o en algún ser m enos poderoso que Dios. Pero en este
evidente que debe haber por lo m enos tanta realidad en la cau­ caso estam os tam bién frente a una idea que se destruye a sí m is­
sa eficaz y total com o en su efecto” .18 En algunos casos la causa ma, porque el ser que me produce o tiene que ser causado a su
tiene la m ism a realidad que el efecto -c o m o en la relación pa- vez, y en este caso no es mi causa prim era, o su existencia proce­
dres-hijos. o en la relación árbol-sem illa-; en otros la causa tiene de de sí m ism o, de tal m anera que es entonces el ser absoluta­
m ás realidad que el efecto -c o m o en la relación carpintero-m esa m ente perfecto, es decir Dios.
o en la relación arquitecto-casa. N unca un efecto tiene m ás reali­ A estos dos argumentos Descartes añade un tercero que se funda
dad, es decir, un grado de ser superior, que la causa. A plicando en la vida m ism a de los hom bres.
este axiom a a las ideas de infinito y finito, vemos que la prim era Ha escrito A lexandre Koyré que “para Descartes podríam os
incluye m ás realidades que la segunda. Dios infinito debe ser la definir al hom bre com o el ser que tiene una idea de D ios” .39 Esta
causa de lo finito del m undo y de los hombres. idea de la existencia de Dios se transform a en cuestión de vida o
Este primer argumento se com pleta mediante la demostración de m uerte. Vivo porque Dios existe. Es m ás, sé que Dios existe por­
la existencia de Dios por vía causal. Esta prueba es la aplicación que vivo, porque existo, porque soy un ser que se conserva en su
al yo de los argum entos causales basados por Aristóteles o santo ser. Escribe Descartes:
Tomás en la contingencia del m undo. Para llevar a cabo su d e­
m ostración, D escartes procede m ediante hipótesis y su tipo de No creo que pueda dudarse de la verdad de esta demostración si se
dem ostración es sim ilar a lo que los m atem áticos llam an pruebas toma en cuenta la naturaleza del tiempo o de la duración de nuestra
por el absurdo. Si las hipótesis que se hagan resultan absurdas y vida; puesto que siendo esta duración de tal naturaleza que sus partes
queda una sola hipótesis racional, esta hipótesis será la única cierta. no dependen unas de otras y no existen nunca al mismo tiempo, no se
puede concluir necesariamente de que por ser ahora vayamos a ser
Establecidas estas ideas podem os ahora preguntamos: ¿cuál es
un momento más tarde, si alguna causa, a saber, la misma que nos ha
la causa de mi existencia? ¿C uál la causa de la existencia de este
producido, no sigue produciéndonos, es decir no nos conserva.40
yo que es indudable?
C aben tres respuestas: la causa de mi ser soy yo m ismo; la
Si concebim os el tiem po com o hecho de instantes discontinuos,
causa de m i ser son seres de la m ism a realidad que yo (mis pa­
sin relación entre sí, debem os buscar en Dios al ser que nos con­
dres); la causa de mi ser es Dios. Veamos cóm o Descartes trata de
duce y nos lleva de instante en instante. Y ello porque, com o ya
m ostrar que solam ente la últim a hipótesis es verdadera.
39 Alexandre Koyré, Entretiens sur D escartes, B rentano's, N ueva York, 1944, p. 89.
38 R ené Descartes, Respuestas, en op. cit., p. 281. * René D escartes, Principios, en op. cit., p. 21.
228 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 229

vim os, no som os capaces de producim os a nosotros m ism os y dudas y dar por cierta la existencia del m undo que lo rodea, de los
por lo tanto necesitam os de un ser absoluto que nos vaya creando pensam ientos que piensa y de la presencia de los dem ás hom bres.
en todo m om ento. La creación nó es para D escartes un acto que
Dios realiza en el principio de todas las cosas, sino un acto conti­ c) Las dos sustancias: extensión y pensam iento
nuado de providencia, mediante el cual Dios crea al mundo constan­ ¿Cuál es el mundo que la existencia de Dios garantiza? Es, natural­
temente. Resum ido el argum ento en sus elem entos más sim ples mente. el m undo variado, diverso, que perciben nuestros sentidos y
podría expresarse así: yo, ser viviente existo; mi existencia, insu­ sienten nuestros afectos. Pero es, esencialmente, el m undo hecho de
ficiente por sí misma, requiere la creación constante de mi ser. El dos sustancias que no pueden variar: la extensión y el pensamiento.
ser que m e crea constantem ente es Dios. M atem ático y más especialm ente geóm etra, D escartes no pue­
Descartes da una serie de pruebas para alcanzar la existencia de dejar de tener una idea geom étrica del mundo. De ahí que para
de Dios y mostrar, m ediante ellas, que el m étodo descrito por el Descartes el soporte real, la sustancia de todas las cosas físicas,
filósofo así com o el m undo que está m ás allá de él poseen plena sea el espacio que llam a “extensión” . A hora bien, Descartes no se
realidad. Pero Descartes insiste en distintas ocasiones sobre un contenta con afirm ar que el espacio es una sustancia; trata de pro­
hecho que estaba im plícito en su m étodo. Todas estas pruebas no barlo. Y su prueba se reduce a térm inos muy sencillos. Si consi­
son sino los desarrollos deductivos de una intuición básica. Esta deram os un pedazo de cera, verem os que puede cam biar de as­
intuición es la principal de las pruebas cartesianas de la existen­ pecto según los grados de la tem peratura am biente, y pasar de
cia de Dios. Esta prueba intuitiva es la que em pleó san A nselm o ser un sólido a ser un líquido o a dispersarse en form a de gas. La
cuan d o quiso encontrar un solo argum ento m ediante el cual cera cam bia. Pero si cam bia la cera hay una cosa que no cam ­
pudiera probarse la existencia de Dios. La diferencia entre am ­ bia; el lugar que ocupa la cera, el espacio en que la cera está. Si
bos está m ás en los m atices que en la idea central. Am bos parten, am pliam os este argum ento a todas las criaturas de este m undo
en efecto, del hecho de que la idea de un ser perfecto está en podem os, por hipótesis, pensar que todos los seres corporales
nuestro espíritu y que esta idea im plica la existencia del ser per­ desaparecen. Aun en este caso, habría “algo” que no desaparece­
fecto. El principal m atiz diferencial del argum ento cartesiano ría: el lugar, el espacio general que antes ocupaban los seres cor­
reside en su form a m atem ática así com o en su referencia constan­ porales. El espacio es algo “en sí” , algo que no necesita de nada
te a su punto de partida: el cogito. más para ser y que, a su vez, es la condición de todo ser corpóreo.
En m atem áticas puedo tener la intuición de que en un triángu­ El espacio, sin embargo, no explica a todos los seres del mundo.
lo la sum a de los tres ángulos equivale a dos ángulos rectos. Las En el m undo encontramos seres que no son espaciales, sino espi­
verdades m atem áticas son siem pre necesarias. Pero si considero rituales. A ellos podríam os aplicar un argum ento sim ilar al que
la esencia del triángulo, puedo estar seguro de sus leyes internas. em pleamos en el caso de la cera. Los pensamientos que tiene una
N o puedo, por otra parte, saber si el triángulo existe o no. La persona cambian, varían, pueden ser más o menos agudos, más o
esencia del triángulo no im plica su existencia. No sucede lo m is­ menos permanentes, estar más o menos teñidos y matizados por la
m o con la idea de la perfección. Esta idea, para Descartes com o emoción. Pero si los pensamientos varían hay una cosa que no va­
para san Anselm o, es una idea cuya m ism a esencia im plica la ría y sin la cual no existirían los pensamientos: tal es el espíritu,
existencia. que Descartes llama pensamiento. De la m ism a m anera que el es­
Este argum ento viene a decim os que Dios es el único ser que pacio es el “lugar” y la condición de los seres materiales, el espíritu
existe por definición, el único ser acerca del cual podem os tener es el centro y la condición de posibilidad de los seres espirituales.
una intuición clara y distinta, el único ser que garantiza que el Por una parte, el mundo, creado y hecho por Dios; por otra, el
m étodo descrito por D escartes sea verdadero y, que el hom bre, pensam iento de Dios que crea el m undo físico y el m undo a la
ya asegurado su conocim iento por Dios, puede salir de su m ar de vez físico y espiritual de los hom bres.
230 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 2 31

La realidad toda está hecha de dos sustancias: espacio y pensa­ desarrollan dos filosofías distintas, com plejas y nuevas. Los dos
miento. Estas dos sustancias aparecen claram ente en el hom bre y parten del problem a que D escartes dejaba abierto.
son, en él, cuerpo y alma. El cuerpo pertenece a la sustancia espa­
cial; las almas, a la sustancia espiritual.
La teoría de las sustancias es la conclusión de la filosofía car­ Baruch Spinoza
tesiana. E sta teoría plantea problem as de la m ayor gravedad.
Al tratar de separar totalm ente el espíritu y la m ateria, el alm a y Con la paz de W estfalia (1648), H olanda se independizó de E s­
el cuerpo, Descartes quería asentar que el alm a hum ana no de­ paña. Ya hem os visto que la H olanda del siglo xvn se señaló por
pende del cuerpo y que, si es una sustancia independiente, es su espíritu tolerante. L a prueba m ás clara de esta tolerancia es el
tam bién una sustancia inm ortal. Al cuerpo mortal y perecedero, establecim iento en ciertas tierras de una cantidad im portante de
Descartes quiso oponer el alm a inm ortal e im perecedera. Pero su judíos expulsados de España y de Portugal. A m ediados del siglo
m ism a lógica le condujo a una extraña paradoja: por una parte xvii. la com unidad iberojudía de H olanda era poderosa en la
D escartes decía, por definición, que el alm a y el cuerpo son entes vida com ercial del país. En cuanto a la vida espiritual, esta com u­
totalm ente aparte; por otra veía, por la experiencia, que existe nidad estaba dividida entre judíos ortodoxos que querían estable­
una relación constante entre el alm a y el cuerpo, que nuestras cer el culto de sus antepasados, y el pensam iento escéplico-de
em ociones, nuestras sensaciones, nuestras im aginaciones serían algunos filósofos y teólogos deT5r i p ñ j ñ 3Tóqüé~no creían que la
inexplicables sin la com unicación entre cuerpo y alma. Biblia debía interpretarse literalm ente. Algunos (íé~eTTos. com o
D escartes nunca llegó a resolver este problem a básico que Uriel da C osta y P e d ro PradóTse adelantaron al Tratado teológi-
planteaba su filosofía. Se afanó en describir el cuerpo com o un copolítico de Spinoza en su crítica de la interpretación textual de
m ecanism o basado en el sistem a nervioso y hecho de acciones y los textos bíblicos. Es en esta disensión interna del judaism o ibe-
reacciones muy sim ilares a lo que m ás tarde la psicología lla­ roholandés del siglo xvn donde debe encontrarse el origen del
m ará reflejos condicionados. Se em peñó tam bién en preservar pensam iento heterodoxo de Spinoza. No el único origen sin em ­
la sustancialidad del alm a y m ostrar la independencia de ésta bargo. El pensam iento de Spinoza estuvo profundam ente influi­
en relación a las operaciones m ecánicas de los cuerpos. D escar­ do por la filosofía de Descartes a la cual Spinoza dedicó un breve
tes trató de encontrar una solución a su problem a cuando supuso tratado explicativo. ¿Sería por dem ás com parar el pensam iento
que la glándula pineal es el lugar donde el alm a entra en contac­ de Spinoza al de los pintores holandeses de su tiem po y, m uy
to con el cuerpo. Sem ejante explicación era una ausencia de ex­ principalm ente, al de Verm eer de D elft? Sin duda los pintores
plicación y una de las ideas más extrañas en todo el pensam iento holandeses del siglo xvil, a excepción de R em brandt, carecen del
cartesiano. im pulso religioso de Spinoza. Pero coinciden con él en que saben
El gran descubrim iento de Descartes es el del m étodo. De él se espiritualizar la vida cotidiana. Los protestantes se in tere sa­
derivan ideas im portantes com o las del cogito, la existencia de ban poco por las representaciones gráficas de su fe religiosa por­
Dios y, en casos más específicos, su discutible explicación del que pensaban que cualquiera representación antropom órfica de
funcionam iento m ecánico del cuerpo y su indiscutible ciencia geo­ la divinidad es esencialm ente falsa. En este sentido m uy preci­
métrica. Las últim as consecuencias de la filosofía de Descartes, so. el ideal de un Frans Hals o de un Vermeer es contrario al espí­
es decir su teoría de la sustancia, conducían a un dualism o de ritu barroco, im aginativo y figurativo de la Contrarreform a. Pero
im posible solución. Así, Descartes dejaba un m étodo preciso y Vermeer sabe com binar com o nadie lo había hecho antes la geo­
un problem a abierto a la filosofía racionalista de sus suceso­ m etría precisa de las líneas y los espacios con un am biente de
res. Todos ellos em plearon en buena parte el m étodo cartesiano. espiritualidad que surge de toda su obra. También geom étrico,
N inguno de ellos pudo aceptar su dualism o. Spinoza y Leibniz tam bién espiritual será en su filosofía Spinoza.
232 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a K ant 233

N acido en Am sterdam en 1632, Baruch Spinoza fue instruido el hecho de que su objeto sea o exista; por idea indeterm inada
en las enseñanzas ortodoxas de la fe judía. Su interpretación aquella idea cuyo objeto puede existir o dejar de existir, aque­
panteísta del universo así com o su renuncia a seguir al pie de la lla idea cuyo objeto es contingente. La idea de Dios es determ ina­
letra las enseñanzas bíblicas condujeron a la com unidad ju d ía de da y verdadera: la idea de vida es indeterm inada, puesto que la
Holanda a expulsar de su seno al filósofo, tachando de inm oral a vida puede dejar de existir. Intelectualista, Spinoza espera poder
este pen sad o r esencialm ente m oralista. E sta expulsión llevó com binar el am or y las ideas y su objeto prim ordial es eLum or
a Spinoza a vivir aislado de los suyos, a sentirse más claram ente intelectual de Dios. G eóm etra. Spinoza piensa reducir toda la fi­
holandés y a desarrollar plenam ente su sistem a estoico de pensa­ losofía a una serie de axiom as, postulados, teorem as, tan claros
m iento. Pocos filósofos han alcanzado el grado de serenidad es­ en sí m ism os com o las dem ostraciones m atem áticas.
piritual - y a verem os que su filosofía es esencialm ente filosofía Lo más probable es que la form a geométrica de su razonamiento
de la serenidad- com o este pensador aislado, solitario en un mundo sea externa a su intención. Puede incluso que esta form a sea una
que considera perfectam ente equilibrado. Spinoza m urió conver­ sim ple m oda de época. Hay que ver en ella el sím bolo m ism o de
sando con sus am igos (1677). una filosofía que piensa que las verdades filosóficas son demostra­
Si la filosofía de Descartes es ante todo teórica, la de Spinoza bles, exactas y precisas com o pueden serlo las de las matemáticas.
es em inentem ente práctica. De esta tendencia moral son buenas
m uestras el Tratado teológicopolítico, la Reforma del entendi­ b) La sustancia
m iento y, muy principalm ente, la É tica dem ostrada a! m odo La Ética de Spinoza se inicia con una prim era parte que trata “De
geom étrico. Seguirem os estos dos últim os libros para explicar un D ios” . Com o todo el libro esta parte está encabezada por una se­
pensam iento de aspecto geom étrico y frío de intensidad espiri­ rie de definiciones entre las cuales la m ás im portante en cuanto al
tual pocas veces igualada.41 alcance total de la obra es la de la sustancia: “Por sustancia en­
tiendo lo que es en sí y se concibe por sí: es decir, aquello cuyo
a) La reform a del entendim iento y el m étodo concepto no necesita del concepto de otra cosa para form arse” .42
La intención del Tratado sobre la reforma del entendim iento, y Esta definición se com pleta cuando Spinoza aclara su idea de la
en general de la filosofía toda de Spinoza, se aclara cuando sabe­ divinidad: “Entiendo por Dios un ser absolutam ente infinito, es
m os que el filósofo buscaba un bien capaz de com unicarse, cu­ decir, una sustancia constituida por una infinidad de atributos de
yo descubrim iento hiciera gozar con un gozo continuo y eterno. los que cada uno expresa una esencia eterna e infinita”.4' Uniendo
El m étodo de Spinoza se asem eja, por su intención, al de los am bas definiciones entendem os el m eollo m ism o de la filosofía
tratadistas del am or de Dios, de Kempis a León Hebreo. Por su de Spinoza. Existe una sola sustancia infinita, Dios, que contiene
forma, el m étodo spinoziano se acerca al de Descartes en cuanto todo lo que hay en el universo. Esta sustancia, por el hecho de ser
afirm a la racionalidad del conocim iento y la necesidad de un infinita, contiene una infinidad de atributos definidos com o “aque­
razonam iento deductivo que parte de principios absolutam ente llo que el entendim iento percibe en la sustancia com o constitu­
claros para llegar a consecuencias necesarias. A diferencia de yendo su esencia” .44 S pinoza piensa, por consiguiente, que Dios
D escartes. Spinoza no piensa que sea útil la duda. Una idert-vefe.. - o la sustancia que es lo m ism o - contiene una infinidad de atribu-/
dadera es siem pre dcterm w ada v la idea falsa o tos que desconocem os por el m ero hecho de que som os lim itados
cam bio, indeterm inada. Entiende Spinoza por idea determ inada y finitos. Entre todos los atributos de Dios, conocem os dos: el es­
píritu y la materia. No era desacostum brado definir a Dios com o
41 Sobre la vida de Spinoza es conveniente leer el libro de Cari Gerhart, Spinoza.
L osada, Buenos Aires, 1943. En cuanto a la lectura de la Ética puede seguirse la recom en­ J; Baructi Spinoza, "De Dios", en Ética. I, iii.
dación de Bertrand Russell: leer los enunciados de cada teorem a, sin que sea necesario 4Í Ibid.. vi.
leer todas y cada una de las dem ostraciones. 44 Ibid., iv.
234 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacim iento a Kant 2 35

ser espiritual. Lo que sí es a la vez nuevo y revolucionario45 es zo que. com o todos los seres, realiza para perm anecer en su ser.
definir a Dios a la vez com o ser espiritual y m aterial. Al hacerlo Esta necesidad de seguir viviendo, de seguir existiendo, hace que
Spinoza resuelve el dualism o d e tere sustancias cartesianas. nos centrem os en nosotros m ism os y que lleguem os a pensar a
El problem a de D escartes surgía de que dos sustancias distin­ veces que todo depende de nosotros. Pero este esfuerzo de los
tas -a lm a y cu erp o - no pueden com unicarse. Pero si todo perte­ hom bres por perm anecer en su ser no es siem pre malo. En algu­
nece a una misma sustancia, si sustancialm ente y en lo más íntim o nos casos - y en este punto Spinoza se aleja de los esto ico s- las
el cuerpo y el alm a son la m ism a cosa -am b o s parten de una sus­ afecciones son buenas. Lo son siem pre que sirvan com o m óvi­
tancia que es D io s- la com unidad entre am bos deja de plantear les para la vida. Así, la alegría es una afección positiva, que nos
problem as. C oncebido com o un ser que todo lo contiene, el Dios m antiene en nuestro ser; la tristeza es. en cam bio, una afección
de Spinoza es tam bién un Dios m aterial; concebido com o un ser negativa, que anula y destruye nuestro modo de ser. La alegría es
racional, el Dios de Spinoza no perm ite la libertad puesto que la causa del am or que construye y crea: la tristeza es la causa del
todo en él es explicable por esta sustancia que se “concibe por odio que destruye y aniquila.
sí” ; concebido com o un ser perfecto, el Dios de Spinoza no con­ Pero si algunas afecciones son buenas en cuanto nos llevan a
tiene el mal. Para Spinoza no es ya que el mal sea una carencia, sobrevivir, ninguna es del todo buena porque su origen es siem ­
com o para san Agustín o santo Tom ás, sino sim ple y llanam ente pre irracional. La verdadera bondad, para Spinoza com o para Só­
que el mal no existe. ¿A qué se reduce el m al? A la lim itación de crates. está en el intelecto y en la razón. Si el m undo es racional,
las perspectivas hum anas. Según Spinoza algo es malo para no­ si Dios es racional, lo que puede acercarnos a Dios es aquello que
sotros porque no acabam os de ver el universo en su totalidad. El nos define com o oartes.integrantes de la sustancia del u n iverso:
mal es simplemente un error de perspectiva que proviene de nuestra nuestra razón. Si por nuestras afecciones, y sobre todo por nues­
fínitud y de nuestra lim itada visión de las cosas. tras pasiones destructivas, som os esclavos, por nuestra razón so­
Pero si Spinoza parece resolver el problem a del dualism o car­ mos libres. Y esta libertad se consigue m ediante una adecuada
tesiano plantea en cam bio un problem a que nunca acaba de resol­ com binación de la más positiva de las afecciones (el am or) y de
verse dentro de su sistem a m onolítico. Spinoza no puede explicar la más sustancial de nuestras facultades (el intelecto). De ahí que
la existencia de seres finitos y lim itados, de. seres individuales_y para Spinoza el sabio es el que sabe renunciar a sí m ism o y entre­
personales. Y no puede hacerlo porque si por definición todo es garse al am or intelectual de Dios. No es el am or de Spinoza por
idéntico a todo lo dem ás dentro de la unidad de una sola sustancia, la divinidad un am or sem ejante al de los místicos; es el am or in-
no existe diferencia-real entre la piedra, el hombre, o.la.nub&. L1 telectualizado de quien sabe que la única alegría, y la única vida
m undo que conocem os, el m undo sensible que nos rodea es ilu­ serena, es la de quien sabe aprovechar sus aleccione.'» positivas y
sorio. O, por decirlo con el lenguaje de Spinoza, es sim plem ente am orosas para alcanzar una idea clara y distinta de la esencia hu­
un m odo de la sustancia, es decir “afección de la sustancia” .46 m ana que es la m ism a sustancia del universo, dé la naturaleza y
El m undo concebido por Spinoza, unitario, invariable, eterno, de Dios. Podemos decir que. para Spinoza. en nuestro am or Dios
es el m arco para una m oralidad serena, estoica y contem plativa. “se am a a sí m ism o con un am or intelectual infinito” .47 Nuestro
am or v nuestro intelecto son partes integrantes del am or y del
c) Los actos hum anos intelecto universal que es esta única sustancia divina.
Spinoza concibe que el hom bre está hecho de afecciones. La pri­ La doctrina de Spinoza entraña el concepto vivido de la liber­
m era afección que encontram os en el hom bre reside en el esfuer- tad. Spinoza afirma, com o ya se dijo arriba, que si somos esclavos
45 Sólo los esioicos, entre los griegos, habían pensado que existía una sola sustancia
por nuestras pasiones som os libres por nuestra razón am orosa
y habían desarrollado teorías panteístas.
46 Ib id .. v. 45 Baruch Spinoza. Ética, v. xxxv.
236 Introducción a la historia de la filo so fía D el Renacimiento a Kant 237

que nos funde a la naturaleza m ism a de las cosas. Pero ¿cóm o D iplom ático, residió largo tiem po en Francia y viajó a Holanda
hablar de libertad si el universo está determ inado por su sustancia (donde conoció a Spinoza), a Inglaterra. Italia, Austria. Proyectó
divina y racional? ¿Q ué entiende Spinoza por libertad? “Se llam a una C ruzada contra los turcos y trató de realizar la unión de las
libre aquella cosa que existe por la sola necesidad de su naturale­ Iglesias cristianas. B ibliotecario de la Biblioteca de Hannover.
za y es determ inada a obrar por sí sola.”48 Los términos “necesidad prim er presidente de la A cadem ia de Ciencias de Berlín, murió
de su naturaleza” y “determ inada a obrar por sí m ism a” m uestran en 1716. dejando la m ayor parte de su obra inédita. Esta obra cons­
bien a las claras que Spinoza no cree que exista una verdadera ta de escritos m atem áticos, jurídicos, filosóficos y teológicos. En­
libertad de elección. Som os seres necesarios y determ inados por tre sus obras filosóficas son de prim era im portancia sus trabajos
la razón infinita de la sustancia. Ser libres quiere decir ser cons­ lógicos. El De arte com binatoria prepara un lenguaje lógico uni­
cientes, conscientes de que estam os determ inados^. versal y es el antecedente de la lógica sim bólica que se desarrolla
La libertad es la aceptación intelectual de que el universo es bue­ en nuestro siglo. Debe notarse que esta obra lógica obedecía en
no, racional, unitario y eterno. Más allá de nuestras personalidades parte a un deseo de unión entre los pueblos y, sobre todo, a un
ilusorias la libertad que es razón nos perm ite ver desde el punto deseo de verdadera com prensión. Leibniz creyó encontrar un len­
de vista de la divinidad, bajo la especie de una cierta eternidad. guaje sim bólico m ediante el cual podrían calcularse los proble­
El sistem a de Spinoza -q u e por su aspecto unitario recuerda al mas hum anos de todas las clases y evitar así las discusiones sin
de P arm én id e s- renuncia a la libertad hum ana, renuncia a la sentido. “Una vez que los núm eros característicos queden esta- *,
sustancialidad de las criaturas, reduce el m undo sensible a una blecidosr'pára la m ayoría de los conceptos -escrib e L eib n iz-, la 1
apariencia y una ilusión. Lo que sigue siendo valioso de la expe­ humanidad estará en posesión de su nuevo instrum ento que eleva-
riencia de Spinoza no es tanto el sistem a muy discutible que edi­ rá las capacidades del espíritu en grado m ucho m ayor que los
ficó el filósofo com o el m odelo de vida de este hom bre que creyó instrumentos ópticos fortalecen los ojos, y superará al microscopio
encontrar la serenidad perfecta en la renuncia al mundo. Si la y al telescopio en la m ism a m edida en que la razón es superior a
filosofía de Spinoza no puede concebirse com o una explicación la vista.”49 Leibniz llegó a pensar que esta característica univer­
clara del universo, puede pensarse en Spinoza, el hombre Spinoza, sal, este cálculo racional, conduciría a establecer en toda la faz de
habría dicho Unam uno, com o una lección viva de vida serena y la Tierra la verdadera religión, ya no objeto de palabras im preci­
de existencia guiada por la ley m oral. sas o de puras em ociones sino de cálculos matem áticos.
Tal es el aspecto de la filosofía de Leibniz que suelen destacar
los lógicos contem poráneos. No debem os olvidar, sin em bargo,
Leibniz y el esplritualism o que la lógica leibniziana está ligada a un m étodo, a una teoría
del conocim iento y a una m etafísica. El prim ero y la segunda
Muy distinta a la de Spinoza fue la personalidad de Gottfried aparecen principalm ente en los N uevos ensayos•so b re el entgudU
W ilhelm Leibniz. Nació en Leipzig en 1646. tuvo una form ación m iento hum ano, escritos en respuesta a Locke; la tercera en la
variada y casi tan universal com o la de aquel hom bre com ple­ M onadología, el D iscurso de m etafísica y la Teodicea.
to que buscaba el R enacim iento. Fue profundo su conocim iento
de los humanistas clásicos, de los teólogos modernos (Suárez), de a) M étodo y teoría del conocim iento
Descartes, Hobbes, G alileo y Kepler. A prendió m atem áticas con “Nada hay en el intelecto que no estuviera prim ero en los sen­
Huyghens y llegó a descubrir, por vías propias, el cálculo infi­ tidos” . reza un dicho clásico. Y añade Leibniz: “Salvo el entendi-
nitesim al que al m ism o tiem po descubría en Inglaterra Newton.
49 Gottfried W ilhelm Leibniz. “H acia una característica universal", en Philip P. Wiener,
18 Ibid., vii. Leibniz. Selections, S cribner’s, Nueva York, 1951, p. 23.

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