Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Para hacer frente a las grandes crisis se necesita la grandeza humana en todos los
rubros. Los políticos suelen ser mezquinos y fallar ante las citas históricas y es ahí donde
se requiere gente de acción y de pensamiento que pueda compensar las carencias de los
líderes políticos. Filósofos, artistas, académicos y periodistas que estén a la altura de la
crisis. Mucho hemos analizado el trabajo de los líderes políticos ante la pandemia, ¿y el rol
de nosotros?
Aquellos cuyo rol es ayudar a la sociedad a informarse, pensar, analizar y decidir, han
optado por el activismo político. El espacio para el pensamiento es mínimo porque
todos los que deberían participar en él, están muy ocupados en la militancia.
Nueva paradoja: cuando los políticos más tendrían que refugiarse en el pensamiento, es
el pensamiento el que se está refugiando en la política. La intelectualidad se identifica a
sí misma por el bando político al que pertenece. No buscan generar ideas sino ganar
argumentos, aunque el triunfo de sus argumentos represente una derrota para la
sociedad: el pensamiento rebajado a intereses personales y políticos. El pensamiento
confinado al maniqueísmo simplista de la politiquería y la militancia.
1
Confrontados a una enorme crisis, los políticos y la sociedad debieran encontrar salidas
a través de sus pensadores y sus ideas; ¿Qué pasa si no las hay?
A la mayoría de los que debieran ejercer el rol del pensamiento, la crisis les ha quedado
muy grande. Se encuentran enfrascados en una batalla intrascendente por lo que
sospechan es el poder político; como niños jugando a jalar la cuerda para su lado.
Las redes sociales se vuelven un campo futil de batalla, no solo por la intrascendencia de
lo que se dice ahí ante la monstruosa inmensidad de la crisis, sino porque finalmente es
una conversación ante el espejo. Cada uno predica a sus propios apóstoles, confirma
prejuicios, fobias, filias y nociones que ya se tenían. Entre los que piensan igual se dan
palmadas en la espalda, retuits, y mensajes que empiezan con “Ojo”, “Lo que no
entienden”, “lo que tienen que entender”; la moralina discursiva: la intelectualidad
derrotada ante el lenguaje de la emocionalidad y el puritanismo moral.
Los periodistas ansiosos por encontrar una inconsistencia con qué golpear a sus
adversarios, no por afán de informar sino de ganar.
Los columnistas y analistas destruyéndose unos a los otros no por una idea sino por un
prejuicio o una agenda; luchando por los aplausos y el RT de sus coequiperos y no por la
valentía o profundidad de su pensamiento.
Los hombres y mujeres cuyo trabajo es pensar y analizar están muy ocupados
twitteando sus agendas y sus militancias para poder atender las necesidades de una
sociedad paralizada ante una crisis.