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CAMBIO SOCIAL
Alcanzar el futuro va mucho más allá del desarrollo de las capacidades técnicas, aunque
éstas son muy necesarias. Contar con una masa crítica de expertos en técnicas de
planeación, modelos matemáticos y econométricos, es indispensable, aunque estos no
pueden ocupar el lugar de las organizaciones sociales y de los políticos entrenados y
sensibles a las exigencias sociales y políticas.
El CAMBIO SOCIAL debe inhibir las tendencias perversas de los paradigmas de la ciencia,
religión, economía y política que condicionan nuestra visión del mundo, que dicen que es
realidad o no lo es, y crear las condiciones para abordar el futuro con energía, paso
firme y generando nuestra propia realidad, teniendo un gobierno y una clase política
responsable, sensible Y bien capacitada.
Para comprender las magnitudes de las capacidades requeridas, es esencial entender que
no hay “atajos” que puedan liberar a los gobiernos de las tareas extremadamente difíciles
del cambio social.
Por el contrario, a menos que sean cuidadosamente planeados, sus resultados son con
frecuencia y parcialmente contra productivos, pues ocasionan tensiones sociales que
dificultan sus beneficios de largo plazo.
LA CAPACIDAD DE GOBERNAR
La situación en las áreas rurales se debe mejorar radicalmente para frenar, y de ser
posible revertir la rápida migración a los centros urbanos. Esto debe acompañarse con la
elevación de los niveles de los servicios de salud y educación. Se deben asimismo incluir
“campañas” para superar el abandono que sufrieron partes de la sociedad en el pasado.
Una tercera dimensión de la reforma social democrática involucra una reducción rápida
de la “pobreza política”, o para decirlo positivamente, se requiere un rápido incremento
de la participación política, combinado con la reconstitución de la sociedad civil en el
medio urbano y rural.
Una cuarta dimensión del cambio social radical involucra una reducción rápida de la
“pobreza política”, o para decirlo positivamente, se requiere un rápido incremento de la
participación política, combinado con la reconstitución de la sociedad civil en el medio
urbano y rural.
Se debe establecer un Centro de Cursos de Acción Política, donde los políticos acudan
para estudiar con profundidad el papel de la transformación social, con la ayuda de los
colaboradores adecuados.
Realidades y Potencial
Segundo, y más fundamental, aunque no se hiciera nada para mejorar las capacidades de
gobierno, tenemos buenas oportunidades para evolucionar bien con el tiempo, gracias a
la existencia de recursos sociales y a las capacidades gubernamentales ya existentes.
LA CAPACIDAD DE GOBERNAR
Las alteraciones económicas de los últimos años han afectado profundamente las
relaciones sociales fundamentales y el pacto social implícito que rigió por muchos años.
Hoy es urgente delinear acuerdos y otro acuerdo general que amarre las voluntades y
responsabilidades de todos en torno a un proyecto de consenso.
Existe hoy un cierto consenso de que los fundamentos y alternativas que buscamos
construir tienen como contexto histórico la así llamada sociedad civil. Existe un
desplazamiento desde la sociedad política hacia la sociedad civil: espacio de relación de
las clases sociales al margen del Estado.
La sociedad civil que emerge desde abajo no está en contra del Estado, sino que ejerce
presión sobre él para una transformación de éste a largo plazo. Se busca llegar a un nuevo
Estado realmente al servicio de la mayoría y de la conservación de la naturaleza, con
nuevos actores sociales, con voces y rostros; que tenga cultura, género y ética.
Frente a este ambiente, las instituciones políticas apenas si se han modificado. Y dentro
de ellas, la capacidad de decidir no aparenta mejoría ninguna.
El resultado es evidente: un mundo más complejo enfrentado con los mismos métodos de
siempre, que en aquel mundo de alucinación eran soportables, pero que hoy se reflejan
en esa desorientación y trauma, en la creciente desconfianza en los políticos y en lo
político, en el abstencionismo.
LA CAPACIDAD DE GOBERNAR
Pero definir “vida digna” es bastante difícil. Si esto hace referencia a un “significado
moral, a condiciones materiales o a una combinación relativa al “desarrollo humano”,
definido en la constitución del 17: el constante mejoramiento, económico, social y
cultural del pueblo.
De hecho, si gobernación significa lograr una vida más digna, entonces depende
fundamentalmente de lo que pueda hacerse en la economía. Ciertamente no se agota
en ella, pero sin ella no existe. Requerimos, entonces, saber qué podemos obtener de la
economía, qué es posible y qué no lo es, porque no se puede todo al mismo tiempo, ni
siquiera con gobernación capaz.
LA ECONOMÍA
¿Qué sabemos de la economía? ¿Qué tanto podemos pedirle a este renglón de la vida
social?
En realidad, sabemos bastante poco, comparado con lo que acostumbramos oír sobre ella.
Los teóricos de la economía no han logrado aún construir un cuerpo de conocimiento que
cumpla con dos condiciones elementales: verdad y realidad.
Esto no significa que doscientos años de estudio hayan sido en vano, sabemos bastante
más sobre la economía hoy de lo que sabíamos entonces. Sin embargo, hay un punto en
el que las dudas son aún muy grandes: el papel del Estado.
Esto significa que aun con INDIVIDUOS que, más o menos, saben lo que quieren, no es
posible que la sociedad en su conjunto “quiera algo”, a menos que todos los
INDIVIDUOS sean idénticos, en sus preferencias, o que la sociedad pueda entenderse
como la voluntad de una sola persona, como un dictador.
LA CAPACIDAD DE GOBERNAR
No hay bases empíricas para decidir qué elegirían ser o hacer los seres humanos bien
informados en diferentes condiciones o cuando se enfrentan con la incertidumbre.
Cualquier reclamo en sentido contrario es arbitrario, a menos que se base en supuestos
extremadamente artificiales.
El concepto de interés público que va más allá del conjunto de preferencia individual es
peligroso y ha servido de tapadera a muchas dictaduras ominosas. También puede verse
mezclado fácilmente con el concepto de “voluntad general” tal como lo estableció
Rousseau, con los riesgos que ello conlleva.
Aun con los errores comunes de la gobernación, y de que hay una pérdida de control
tanto hacia lo local como hacia lo global, el Estado no puede ser eliminado con tanta
facilidad. Los gurúes de la estrategia de negocios parecen estar de acuerdo con una
posición totalmente distinta: los Estados se debilitan muy rápidamente y surge en su
lugar el concepto de región económica y de la empresa global.
Serían éstas las bases de la economía del siglo XXI, y la política tendría entonces que
ajustarse a ello. Semejantes opiniones están en buena medida desencaminadas y afectan
la calidad del gobierno.
En cierta forma, la pregunta es ociosa, no es una cuestión de deber, sino de poder. ¿Es
que acaso los pontífices del libre mercado creen, junto con Marx, que es la estructura
económica la que dicta la política? Las pocas respuestas que tenemos a estas preguntas
van más en el sentido de la interdependencia: no puede una esfera moverse sin la otra,
las fricciones resultan en conflictos que no tardan en reacomodarlas.
No hay que perder de vista el hecho de que las culturas políticas son el producto de
cuatro series de factores interactivos y superpuestos: la historia particular de cada
sociedad y civilización; los sistemas de creencias subyacentes; las estructuras
socioeconómicas y tecnológicas; la difusión de ideas que conduce a la imitación,
adopción o rechazo, con o sin ajustes significativos.
La autonomía del poder privado que opera en mercados libres debe en principio ser
preservada, como principal motor del crecimiento económico y principio fundamental de
una sociedad civil libre. Tiene que haber un máximo de confianza en los procesos de
acción de las organizaciones de base colectivas.
Sin embargo, los intereses y mercados de la economía privada deben estar sujetos a la
regulación y la orientación de la gobernación pública, de modo de que se enfrenten
mejor con los valores de equidad, las necesidades humanas, las exigencias ecológicas, etc.
El liderazgo ejecutivo debe ser lo bastante fuerte para enfrentar con resolución los
intereses económicos privados. El personal jerárquico de gobernación debe estar muy
familiarizado con las principales teorías de macro y microeconomía, la economía política y
la economía institucional. También debe tener experiencia en el manejo de las
organizaciones económicas.
Es deseable un sistema económico en el que los seres humanos vivan como tales, se pide
de esta “buena sociedad” oportunidades, educación, empleo, nutrición, con mortalidad
infantil reducida, con respecto a los derechos humanos más elementales.
LA CAPACIDAD DE GOBERNAR
Nunca ha habido un libre mercado en ninguna parte del mundo. El mercado se instala
en un entorno social existente, y por lo mismo en un entramado de instituciones que ya
estaban ahí. El libre mercado es una entelequia (situación perfecta que solo existe en la
imaginación) creada, primero para unos pocos, después para otros y nunca para todos.
La política económica seleccionada por el régimen que hoy gobierna al estado tiene un
esquema más o menos sencillo: libertad económica con autoritarismo político. Y libertad
en el mismo sentido que siempre: para unos cuantos.
Ya Maquiavelo había visto este fenómeno con claridad: las características para ejercer
bien el poder no son las que se necesitan para alcanzarlo. Esto lleva a una competencia
de mercadeo de imágenes políticas que, al igual que la venta de detergentes, se basa en
el manejo de atributos del producto. En este tipo de competencia, llamada a veces de
monopolio, el objetivo fundamental es convencer al consumidor de las ventajas del
producto, existan éstas o no.
No se elige más al que mejor pueda gobernar, sino al más deseado, al que más y mejor
representa lo que los ciudadanos quisieran ser: el summum del deseo, de los bajos
instintos.
No basta con elecciones libres y abierto mercadeo. Se necesita mucho más: Hay que
mejorar los procedimientos de selección para que las clases de gobernación tengan más
calidad y la idea de que los políticos y funcionarios de rango tienen que ser superiores en
virtudes y moralidad debería convertirse en doctrina fundamental de la democracia.
La decepción universal hacia los partidos políticos tiene mucho que ver con esta falta de
conocimiento por parte del público, que se traduce en un abandono de la presión que la
sociedad debe ejercer frente al gobierno y que éste aprovecha para no rendir cuentas.
No parece fácil que el gobierno esté dispuesto a aplicar las ideas de, primero, una de las
tareas de la gobernación debe ser ilustrar a los ciudadanos y promover la educación
moral para alentar la empatía hacia las necesidades de los demás, el altruismo y el sentido
de la solidaridad humana global.
Segundo, y vinculado al primer punto pero superándolo, la idea de los derechos humanos
debe ser complementada añadiendo e institucionalizando el concepto de
responsabilidades y deberes humanos.
Es la preparación del pueblo lo que garantiza la inmortalidad del Estado, y viceversa. Pero
lo importante es que este círculo virtuoso no puede iniciar desde ninguno de los puntos:
es necesaria la intervención desde la clase no gobernante para que el mecanismo empiece
a funcionar.
El Futuro Económico
Lo más difícil, sin embargo, está en los valores, las creencias, las costumbres, las reglas
del juego de la convivencia. Sabemos que de ellas, de las instituciones, depende el
desempeño económico, pero no sabemos exactamente cómo.
El ambiente turbulento es más una amenaza que una oportunidad. Por qué manejar
ambientes turbulentos requiere:
Ajuste anticipado que prediga de qué manera cambia el ambiente y qué medidas
pueden tomarse de antemano;
Ajuste rápido de los cambios que ya han tenido lugar;
La creación de membranas alrededor de la sociedad para tratar de reducir el
indeseable impacto de los cambios ambientales;
Los esfuerzos deben influir sobre el entorno, en vez de limitarse a reaccionar.
Pero tampoco existe un camino político de solución que adopte una posición lo suficiente
radical como para que el impacto de la capacidad de gobernar resulte significativo.
Alcanzar las metas en un tiempo razonable requiere, sin duda, de una orientación distinta
de la economía, la aplicación de una política económica con menos ideología y más
resultados.
Pero el problema no se restringe a construir una propuesta, sino a crear un grupo capaz
de administrar los cambios. Porque la gobernación no se agota en la clase capacitada, la
gobernación debe ser moral, condensada, dinámica, profunda, estudiosa y creativa,
pluralista y terminante.
La gobernación moral exige una actitud activa para llevar adelante estándares más
elevados. La gobernación debe ser consensuada, porque para ser moral debe basarse en
última instancia en el consenso popular; debe ser dinámica, en contraposición a una
concepción minimalista y pasiva.
La clase gobernantes de los últimos años han fallado gravemente, por problemas en su
capacitación. Unos, ignorantes de cuestiones elementales de la teoría económica y de las
razones financieras de la política internacional; otros por su ignorancia supina de la
realidad del estado. En ambos casos, las fallas han resultado extremadamente costosas
para la población.
La posición geopolítica ya fue calificada por Porfirio Díaz, demasiado cerca de Estados
Unidos. Esto, a pesar de grandes ventajas económicas, genera graves problemas políticos,
con base cultural, que no pueden resolverse con facilidad.
Hemos acabado con buena parte de nuestra dotación ambiental. El petróleo, que ha
servido para sostener al gobierno por más tiempo del necesario, también ha destruido
regiones enteras del mejor medio con que contábamos: el bosque tropical del Sureste.
El Problema
México contaba con una Presidencia fuerte y sin contrapesos, asentada en un gran
partido de Estado, un aparato estatal en expansión y con el control de los principales
procesos económicos que hacían crecer al Producto Interno Bruto al doble de la tasa
demográfica (6 por ciento anual); contaba, finalmente, con el tejido institucional
necesario para canalizar y resolver, o al menos controlar, las principales demandas y
conflictos de grupos, clases sociales y regiones.
Al final del siglo XX, la solidez y legitimidad del sistema antes descrito empezaron a ser
puestas en duda tanto dentro como fuera del Estado. La sociedad despejo la incógnita en
el año 2000, la oposición ganó las elecciones para presidente de la república. Este
acontecimiento marcó el inicio de la transición política mexicana.
EL CAMBIO DE FOCO
Es claro que la preocupación de entonces por la gobernabilidad de los estados ricos era
producto de la crisis del llamado “Estado benefactor”.
Esa supuesta crisis de gobernabilidad en las economías capitalistas más avanzadas acabó
por servir de justificación para llevar a cabo la sustitución del viejo “Estado benefactor’’
por el nuevo “Estado reducido”.
La llamada “tercera ola de la democracia” (Huntington 1991) ésa que se inició con la
“Revolución de los claveles” en Portugal en 1974, se extendió con notable rapidez por
muchas áreas del mundo subdesarrollado, en particular en América Latina.
El Problema de la Definición
Ingobernabilidad es cuando las variables decisivas escapan al control del gobierno y los
objetivos perseguidos quedan relegados por consecuencias indeseables, sin que se pueda
actuar eficazmente sobre éstas; en suma, cuando la función del gobierno de la sociedad
resulta prisionera de los mecanismos o de las fuerzas que pretenden gobernar.
Michael Coppedge, considera que la gobernabilidad es una situación de grado, que existe
sólo “en la medida en que la relación entre los actores (políticos) estratégicos logra
arreglos que son estables y mutuamente aceptables”.
LA CAPACIDAD DE GOBERNAR
Ingobernabilidad es cuando las variables decisivas escapan al control del gobierno y los
objetivos perseguidos quedan relegados por consecuencias indeseables, sin que se pueda
actuar eficazmente sobre éstas; en suma, cuando la función del gobierno de la sociedad
resulta prisionera de los mecanismos o de las fuerzas que pretenden gobernar.
Si el proceso que se ha puesto siempre como modelo para el análisis de lo político Estatal
es el capitalismo liberal el que produce al Estado, en nuestro caso en gran medida es el
Estado el que produce al capitalismo.
Cuando el parámetro que se utiliza para comparar y calificar a los Estados porfiriano y
posrevolucionario ha sido el de su carácter democrático o autoritario y despótico, si bien
se profundiza en la precisión de algunos de los rasgos políticos de ambos Estados, se
bloquea la posibilidad de penetrar en la comprensión del Estado posrevolucionario en la
medida en que el elemento político posliberal que se halla en la base de su estructuración
LA CAPACIDAD DE GOBERNAR
Esta redefinición del papel del PNR y de su relación con el Estado implicó determinar las
bases de apoyo del mismo partido:
De esta manera, al incluir a diversos grupos sociales organizados en el seno del Estado,
éste realizó su expansión, lo que lo transformó en un centro capaz de mediar los
intereses de la sociedad.
A diferencia de las anteriores alianzas entre el Estado y las organizaciones políticas, en las
que más bien se perfilaba un pacto instrumental, en el cardenismo las alianzas implicaron
una modificación en la forma del Estado, que transformó sus funciones y sus
mecanismos de relación con la sociedad, a la vez que permitió postular un proyecto
nacional institucional, por encima de intereses individuales o de grupo.
A partir de la Revolución se creó un mito político que facilitó una gran cohesión social
alrededor del Estado, bajo la dirección de una clase política disciplinada, que se
identificaba con y adoptaba los objetivos de la gran gesta: Justicia y cambio social.
Visto históricamente, la gran energía aplicada para lograr cambios significativos agravó las
injusticias y agudizó la desigualdad histórica. Los efectos secundarios de la medicina
provocaron un mal social, para cuya solución el gobierno careció de habilidades y
propuestas y le significó la pérdida del poder.
México no puede dejar de reconocer y aceptar el acomodo sin paralelo histórico reciente
en nuestra economía, sociedad y forma de quehacer político. Pero esa aceptación de
principio se ha venido concretando sin un plan rector que guíe en detalle el cambio.
Sin negar la validez o hasta la inevitabilidad del mismo, acaso podría afirmarse que se
emprendió sin escrutinio crítico de los tiempos, modalidades y fórmulas adaptativas,
que orientaran la acción, atenuaran los costos y los distribuyera con sabiduría.
Violentar los ritmos del cambio, crear vacíos institucionales, singularizar metas
específicas que pasen por alto las complejas amalgamas de la vida social, son errores
que acrecientan las cargas de ajustes y divorcian a la sociedad civil de sus autoridades.
La teoría económica más difundida suele postular que la configuración de las instituciones
de mercado es por definición estable y completa, cuando paradójicamente es ahí donde
reside gran parte del problema del cambio; muchos de los mercados son inexistentes,
otros reconocen toda suerte de imperfecciones, unos terceros están segmentados o
separados.
Por otra parte, la propia teoría reduce, hasta casi eliminar, el significado de la
remodelación de las redes institucionales al suprimir el tiempo histórico en los procesos
de transición y suponer acomodos instantáneos en las variables y estructuras económicas
y sociales.
Ese proceder puede tener méritos teóricos y lógicos innegables, pero resulta inapropiado
a la formulación de la política económica en las etapas de transición, cuando es vital influir
en los procesos transformadores en tiempo histórico y cuando la presencia de intereses
emergentes multiplica la incertidumbre y estorba la ejecución de las directrices
gubernamentales.
Mercado y Democracia son instituciones dispares, que por moverse en sentidos distintos
requieren de reacomodos periódicos que les permitan armonizar -no en la lógica, sino
mediante arreglos pragmáticos- metas tan disímbolas pero tan necesarias a la convivencia
social como las de recompensar la eficiencia mientras se persigue la igualdad.
¿Qué hacer con el pasado? Conservarlo todo es imposible. Desecharlo en paquete, por
decreto, tampoco se puede. Recordar cómo un acto de la voluntad puede tener un
propósito sano. Pero también el olvido es una forma de cura. La memoria es identidad.
Las capas sucesivas del tiempo, los nuevos recuerdos, el desplazamiento natural de la
vida, que siempre continúa, actúan como un linimento que sin preguntar sana. Así como
olvidar todo es una cara de la locura, recordar todo también lo es. En medio se encuentra
la razón. Pero para que esto sea así hay una condición insalvable, la libertad. Libertad real
que permita que la información histórica fluya. Sólo en libertad podemos luchar contra la
manipulación.
El concepto de transición está sin duda de moda, aunque sea totalmente inadecuado para
poder entender lo que sucede en estados tan diferentes como México, España, Rusia,
Alemania del Este, u otros. Es por una parte un concepto demasiado vago.
Pero así limitado el concepto de transición deja de ser útil para el análisis, ya que esta
manera no parece haber mucha diferencia entre estados que han pasado por procesos tan
diferentes como España, Chile, Polonia, Rusia y otros como Rumania y Albania.
Podría entonces llegar a afirmarse que así visto, el concepto de transición no sólo es poco
explicativo, sino que en el fondo solamente es funcional para las agencias internacionales
que quieren saber si están o no autorizadas a otorgar créditos.
Y en esa medida es un concepto equívoco para los Estados en transformación. Porque los
lleva a poner toda su atención en los mecanismos electorales y descuidar lo que sucede
al nivel de la sociedad. Entonces es necesario analizar a los estados, en cambio, desde la
dinámica social. Y desde esta perspectiva podemos identificar que todo pueblo
constituido posee un pensar político, evidentemente, más racionalizado en las
autoridades.
”México posee una filosofía política -Antonio Caso- que es parte de su cultura. Tenemos
ante el mundo una personalidad peculiar, porque peculiar es nuestra unidad étnica y
LA CAPACIDAD DE GOBERNAR
Por eso, nos negamos a las imitaciones extralógicas pero no a recibir influencias y a
comparar. Las instituciones de un pueblo sólo ese pueblo las puede idear y construir. Las
extrapolaciones son artificiales, las imitaciones son contraproducentes. Los Gobiernos de
los pueblos se los dan los pueblos de acuerdo con sus realidades, de conformidad con sus
tradiciones y en concordancia con sus ideales.
En el caso mexicano, es posible ubicar el evento fundacional del régimen político en las
Leyes de Reforma, la Constitución del 17, en 1929 cuando se pusieron de acuerdo los
intereses políticos para asegurarse que las transiciones fueran pacíficas y en 1939 cuando
el Presidente Cárdenas instauro el poder político basado en una alianza nacional popular
en la cual el Estado se comprometió a actuar como el principal agente de desarrollo
económico y a distribuir la riqueza así creada.
Este pacto se fue desgastando y cambiando de carácter a lo largo de los años. Se fue
vaciando de legitimidad y minando su efectividad.
En las búsquedas constantes, en la decisión soberana de los muchos Méxicos de ser uno,
subyace una filosofía. De contradicción a oposición, de duda a lucha armada, fue
haciéndose y estructurándose al pensar político mexicano. Y, en ese tránsito del pueblo
en busca de su personalidad, con la misma audacia que procedió los civiles, improvisados
de militares, en las batallas, tuvieron que proceder los luchadores, improvisados de
legisladores, en el Congreso Constituyente de 1917.
En el proceso histórico, las tesis de las diferentes tendencias ideológicas se van implicando
implícitamente y, al mismo tiempo, se va conformando un ideario político mexicano. Así
México llegó al Artículo 3º y a la formulación de la DEMOCRACIA SOCIAL.
La democracia es vivir todos los días, con la responsabilidad de cumplir y hacer cumplir los
valores que entraña. Es la democracia, una renovación constante de un estilo de vida. Un
estilo de vida que se finca en la búsqueda constante del mejoramiento económico, social y
cultural del pueblo. Un imperativo con el que, porque somos hombres, tenemos que
cumplir.
La soberanía, “no siendo más que el ejercicio de la voluntad general”, “única que puede
dirigir las fuerzas del Estado según el fin de su institución, que es el bien común”, “no
puede nunca ser enajenada”
Cada uno de los principios que supone la democracia genera problemas, discusiones y
criterios diversos. Así se considera que el liberalismo y la democracia liberal reivindicaron
los modos de entender la libertad únicamente para la burguesía y que la democracia
social lo hizo para todos.
La expresión clave, en esta definición, es “sistema de vida”, un estilo de vida para y por
el pueblo mexicano.
El concepto de democracia social, en que está viva la justicia como esencia del derecho,
estableció en la Constitución, constituye la consecuencia más acabada del ideario político
mexicano, es decir, de la filosofía política de México.
La vocación del pueblo mexicano, del pueblo que ante la comunidad de naciones
presenta un rostro definido, ha sido la integración. Y ese camino de nuestra
particularidad es el de la culminación de la democracia, entendida como la consumación
del esfuerzo humano para realizar en la naturaleza sus fines, insertándolos en ella,
modificándolos para la realización plena de los valores.
Cuál es el Futuro
México es un país que no se caracteriza por pensar en el futuro, más bien todo lo
contrario, sus líderes usualmente hacen referencias al pasado como fuente de inspiración.
El reto mayor consiste entonces en que el gobierno desarrolle esta capacidad, lo que
implica, en primer lugar, que reanalice a la sociedad, su relación con ella y reformule los
paradigmas de gobierno. Pero seguido, se tendrá que pensar en el futuro y en la mejor
manera de alcanzarlo con justicia y democracia.
Ningún país puede pensarse hacia el futuro aislado, pero tampoco debe hacerlo con una
apertura total y sin salvaguardar. Los países inteligentes están manteniendo las
restricciones que les convienen y están abriéndose paulatinamente y con mucha cautela
para no sufrir daños irreversibles.
La planeación del futuro debe ser muy cuidadosa. Los objetivos y las metas deben ser
fijados con base en un modelo ideal a alcanzar basado en la pregunta sobre el tipo de
país que deseamos para los próximos cincuenta años; posteriormente se deberá
determinar el contenido de las etapas intermedias.
LA CAPACIDAD DE GOBERNAR
Hasta ahora México se ha guiado por el concepto de progreso que arranca con la
Revolución Industrial y que se basa en la acumulación de bienes materiales.
El federalismo mexicano ha sido más una cuestión de definición teórica que un sistema de
ejercicio del poder, porque el país partió de un sistema colonial centralizado y la
construcción posrevolucionaria exacerbó el rol del poder central.
LA CAPACIDAD DE GOBERNAR
Qué Hacer
- Cambio de paradigmas:
- Reconstrucción simbólica:
Para mejorar la gobernación se debe, perfeccionar el servicio civil de carrera, de tal forma
que se puedan establecer planes a largo plazo que aseguren continuidad, y cuenten con
personal altamente capacitado que tengan garantizados sus puestos de trabajo.