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LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA

2º BACHILLERATO

TRADICIÓN Y RENOVACIÓN EN EL TEATRO DE LOS SIGLOS XX Y XXI.


EL TEATRO DE LAS ÚLTIMAS DÉCADAS DEL SIGLO XX.
JUAN MAYORGA

I. EL TEATRO A PARTIR DE LA DÉCADA DE LOS 80

Tras el fin de la dictadura se registraron dos corrientes en el teatro: la primera optó por montar obras
de autores consagrados, mientras que la segunda se proponía recobrar los textos silenciados del pasado
inmediato.

La expectación que en este ámbito levantó la llegada de la democracia fue enorme: por fin se podía hacer
teatro en libertad. Sin embargo, y sorprendentemente, el público no asimila los cambios, abandona las
salas y rechaza los montajes vanguardistas que se hacen de Lorca, Valle o Alberti.
Como reacción, se regresa a un tipo de teatro más convencional y accesible al público. Entre los autores
destacados se encuentran:

▪ Antonio Gala (1936), quien alterna el simbolismo con dramas realistas o recreaciones históricas.
Sus protagonistas son generalmente mujeres, y aborda conflictos individuales (el amor, la
soledad) en obras como Anillos para una dama (1973) o ¿Por qué corres, Ulises? (1984).
▪ Fernando Fernán Gómez (1921-2007), también dentro de la concepción realista, alcanzó el
triunfo con Las bicicletas son para el verano (1982).
▪ José Luis Alonso de Santos (1942) cultiva una comedia que refleja aspectos de la sociedad del
momento en La estanquera de Vallecas (1981) o Bajarse al moro (1985).
▪ José Sanchís Sinisterra (1940) es el autor de ¡Ay, Carmela! (1986), protagonizada por dos actores
de revista durante la Guerra Civil.

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En el panorama actual, podríamos apuntar como principales tendencias las que se mencionan a
continuación:

• El teatro de las compañías institucionales, como el Centro Dramático Nacional o la Compañía de


Teatro Clásico, que realizan montajes de obras consagradas y contribuyen a difundir el patrimonio
teatral histórico.
• El teatro comercial, que continúa con la tradición de la comedia burguesa, con obras de esquemas
formales anticuados (en la línea de las compañías de Arturo Fernández o Pedro Osinaga, ambos
ya fallecidos).
• El teatro del humor, que ha venido incorporando nuevos formatos -como el monólogo cómico-.
• Los nuevos autores, entre los que destaca la presencia de mujeres como Yolanda Pallín o Angélica
Liddell, u hombres como Juan Mayorga, Alfredo Sanzol, Pablo Remón...
• Los grupos teatrales independientes, que salvo excepciones (como la de Ron Lalá), sobreviven en
condiciones difíciles, representando obras propias o de autores poco conocidos en salas pequeñas
y, en muchos casos, dependiendo de subvenciones de comunidades autónomas y
ayuntamientos.
• El teatro musical, género poco habitual en España, pero que en la actualidad prolifera con éxito.
Los escenarios se han llenado tanto de adaptaciones internacionales (Cats, Los miserables, El rey
león, Dirty dancing o Billy Elliot) como de títulos de nueva creación (Los cuarenta principales,
Hoy no me puedo levantar…).

2. LA ESCENA ESPAÑOLA EN LOS AÑOS NOVENTA: JUAN MAYORGA

Juan Mayorga aparece en el panorama del teatro español al iniciarse la década de 1990, cuando se perfila
una generación de autores y autoras que rompe algunos de los esquemas utilizados por sus inmediatos
antecesores, aunque, dada la juventud de unos y otros, convivan en el tiempo y con frecuencia coincidan
en el espacio. De igual modo, todos participan de una situación generalizada desde los ochenta por la que
los autores teatrales surgen, en buena medida, de los talleres de escritura impartidos por dramaturgos
con mayor experiencia que enseñan modelos constructivos, técnicas y estéticas. Asimismo, desde

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mediados de esos años, numerosos premios de autoría joven se consolidan, o comienzan, estimulando a
los nuevos creadores y favoreciendo la abundancia y difusión de los textos. Uno de esos premios, el
Marqués de Bradomín, instaurado en 1984, ha quedado como denominador de quienes se inician en la
escritura teatral al filo de los noventa, a los que se les conoce, a pesar de sus protestas, como Bradomines.

No obstante, la juventud de los autores y la tendencia a experimentar no privan a algunos textos del
compromiso que deriva de la contemplación del propio entorno o de la consideración política de la
realidad en la que les ha tocado vivir. Tampoco carece esta etapa de cultivadores de la modalidad de
teatro histórico, entendiendo por tal no el que cuenta objetivamente la historia, añora proezas o se recrea
en la repetición de lo que fue, sino el que basa sus argumentos en cualquiera de los aspectos del pasado
con intención crítica. Tal teatro adquiere sus frutos más granados en los autores que, como lúcidamente
expuso Antonio Buero Vallejo, utilizan el ayer para “iluminar” el presente.

En este marco generacional podemos colocar los inicios del autor madrileño Juan Mayorga, quien obtuvo
a los veinticuatro años un accésit del Premio Marqués de Bradomín con su obra Siete hombres buenos
(1988), un texto de teatro histórico en el sentido menos restrictivo del término, que se puede inscribir
dentro de la línea más comprometida de la dramaturgia finisecular y en el que van impresos ya muchos
de los caracteres propios de un autor que en 1996 afirmaba: “No hay arte sin crítica. […] En cada obra de
teatro se hace o se deshace conciencia, se construye memoria o se destruye”.

3. LA PRODUCCIÓN TEATRAL DE JUAN MAYORGA

Juan Mayorga (Madrid, 1965) realiza estudios superiores de Filosofía en la UNED y de Matemáticas en la
UAM. Se licencia en ambas disciplinas en 1988, y en 1997 se doctora en Filosofía con una tesis sobre
Walter Benjamin por la que recibe el premio extraordinario.

Impartió Matemáticas en institutos de Madrid y de Alcalá de Henares durante cinco años. Es también
profesor de Dramaturgia y de Filosofía en la Escuela Superior de arte Dramático de Madrid, y actualmente
dirige la Cátedra de Artes Escénicas de la Universidad Carlos III de Madrid. El 12 de abril de 2018 fue
elegido para el sillón "M" de la RAE.

Sus primeras obras nacieron al amparo del grupo El Astillero, que fundó, junto con otros dramaturgos, en
1993. Se trataba de un espacio de reflexión teatral, abierto al intercambio de ideas nuevas y a la agitación,
del que Mayorga se desvinculó en 2006. En 2011 fundó la compañía La loca de la casa.

Como discípulo de Benjamin, entiende que el pasado fallido puede guiar al ser humano en el combate con
las injusticias presentes; su teatro es histórico, aunque huye del maniqueísmo de autores anteriores
e intenta mover a la reflexión. Mayorga considera, de hecho, que el conflicto más relevante no es el que
se presenta sobre las tablas, sino aquel que se da entre el escenario y el patio de butacas.

Aunque hay asuntos que aparecen de forma recurrente en su producción (la pulsión dominadora del
hombre por el hombre, por ejemplo), sus temáticas son muy variadas: así, se ocupa de la pederastia
(Hamelin, 2005), el terrorismo (La paz perpetua, 2007) o la fe y la duda representadas en la figura de Santa
Teresa de Jesús (La lengua en pedazos, 2010). Buena parte de sus obras presentan, asimismo, el choque
entre realidad y ficción: es el caso de su primer drama, Siete hombres buenos (1990) -que escenifica las

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fricciones entre un grupo de exiliados republicanos que dicen ser el legítimo gobierno español- o de
Reikiavik (2013), en el que dos ajedrecistas aficionados rememoran el campeonato mundial que enfrentó
a Spassky y Fischer. Entre sus últimos títulos sobresalen El chico de la última fila (2006), El cartógrafo
(2010), Intensamente azules (2017) o El mago (2018). Sus piezas breves han sido reunidas en el volumen
Teatro para minutos.

A lo largo de su trayectoria, Mayorga ha obtenido varios premios Max, el Premio Nacional de Teatro (2007)
y el de Literatura Dramática (2013) y el prestigioso Premio Europa de Nuevas Realidades
Teatrales (2016). Sus obras han sido puestas en escena en gran cantidad de países, tanto de Europa como
de América, y traducidas a más de treinta idiomas.

4. EL CHICO DE LA ÚLTIMA FILA

Desde la última fila nadie te ve, pero tú ves a todos.

1.- ARGUMENTO:

Germán y Juana son un matrimonio maduro sin hijos; él es profesor de instituto y ella trabaja en una
galería de arte contemporáneo que sus dueñas están a punto de cerrar, ya que no es un negocio rentable.
Durante las primeras semanas del curso, Germán manda a sus alumnos hacer una redacción que narre
qué han hecho durante el fin de semana, y entre todos los escritos sobresale con diferencia el de Claudio,
que se sienta en la última fila. Cuenta cómo, proponiéndole un intercambio de clases particulares, ha
conseguido entrar en casa de su compañero Rafa Artola y conocer a su familia, algo que le había tenido
obsesionado durante todo el verano mientras los observaba desde el parque. A Juana no le parecen bien
ni el hecho ni el tono utilizado, e insta a su marido a hablar con el alumno; Germán lo hace, pero se siente
atrapado por la capacidad de Claudio, que, como en un juego, decide continuar la redacción y por tanto
su relación con la familia de Rafa. El profesor lo permite, movido por la admiración y por el deseo de sentir
que sus enseñanzas sirven para algo, y trata de manipular la narración para que responda a los
requerimientos de una buena novela (personajes complejos, sorpresas, conflictos, un buen título, un final
necesario e imprevisible…). Lo que no sabe Germán, pese a la inquietud de Juana, es que
inconscientemente ha entrado en un juego en el que él es un peón más del afán de Claudio por inmiscuirse
en las vidas ajenas y reescribirlas, y que este no solo está interesado en la historia de los Artola sino
también en la del profesor.

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2.- TEMAS:

Los principales son la relación entre maestro y discípulo, el interés que generan las vidas de otros y,
sobre todo, la manipulación. Claudio moldea la existencia de los Artola a través de su obra narrativa y a
Germán por la misma vía. Los Artola no se sienten manipulados, pero Germán sí; sin embargo, él se
considera más bien un cómplice hasta que al final se da cuenta de la realidad.

Se platea también un tema secundario, el de las concepciones del arte que tienen Germán y Juana. La del
profesor es trágica; la de ella, lúdica y moderna, y ambos se ven enfrentados a una tercera visión, la del
negocio que supone.

Además de estos temas, Mayorga aprovecha para introducirnos en otros: la escuela como lugar de
encuentro de dos generaciones; la necesidad de que nos cuenten historias, de aparecer en ellas, de
imaginar; las interacciones entre las clases sociales (media, trabajadora, intelectual) o la soledad de un
muchacho que proviene de una familia desestructurada y enferma.

3.- ESTRUCTURA:

Aunque la historia avanza cronológicamente, en ella conviven dos tramas: la real y la narrada. De este
modo Mayorga aprovecha para reflexionar desde la ficción sobre la creación literaria.

El chico de la última fila es una obra escrita de forma continua, sin escenas. Además, se registran saltos
constantes entre unos personajes y otros, entre unos espacios y otros, que incluso se entremezclan, lo
que da como resultado una estructura muy dinámica. La primera vez que se produce un salto causa cierto
extrañamiento, pero el autor logra que los lectores se habitúen rápidamente.

Los conflictos principales surgen cuando Claudio entrega la segunda redacción, momento en que Germán
entra conscientemente en el juego y la trama se va complicando.

Podemos destacar además que hay tres recurrencias: a) las continuas referencias a las obras clásicas
(Germán va proporcionando a Claudio material para que aprenda); b) China (el padre de Rafa viajó a
China, su cliente es chino, el plato que cocina es chino...); c) Alemania (los cuadros que cuelgan de la
pared del pasillo de los Artola son de Paul Klee, el padre de Claudio vivió en Berlín, las instrucciones del
nuevo televisor de la familia están en alemán...).

4.- PERSONAJES:

Según su importancia en la historia:

Claudio García es un chico de 17 años, inteligente, solitario, enigmático y manipulador; de extracción


social baja, es hijo de una familia desestructurada, su madre le abandonó de pequeño y su padre está
enfermo. En clase se sienta en la última fila, donde puede ver sin ser visto; no crea problemas, no destaca.
Tiene una extraña seguridad en sí mismo y su escritura refleja su ambición. Posee un talento natural para
la literatura y un agudo sentido para la narración, que funde con su propia vida y con las de los demás.
Germán piensa que está cabreado con el mundo, que es un tío raro. Rafa Padre opina que es prudente y
tímido.

Germán es profesor de Literatura en un instituto de enseñanza secundaria. Maduro y culto, está cansado
de su profesión. Se queda fascinado con la literatura de su alumno, y a medida que pasa el tiempo le va
cogiendo más cariño. De él dice Rafa Hijo, a través de una narración de Claudio, que es un hombre
amargado y extraño. Dos ideas nos ayudan a definirlo: piensa que la peor literatura se hace en los
catálogos de arte contemporáneo y que la clase media es fea, banal y estúpida.

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Juana es el alter ego de Germán, su voz de la conciencia. No coincide con él en lo que atañe a la valoración
de las redacciones de Claudio ni en su gusto por el arte: piensa que la literatura no enseña nada, que el
arte en general no enseña nada.

La familia Artola, de carácter mucho más simple que los anteriores, está compuesta por Rafa Artola Hijo,
Rafa Artola Padre y Ester, la madre. A ellos los conocemos a través de la mirada irónica de Claudio:
De Rafa Padre sabemos que le gusta el baloncesto (verlo y practicarlo), que está harto de la empresa
donde trabaja y que quiere montar su propio negocio; tiene una vena violenta, ya que quema el coche de
su jefe; se preocupa más por los chinos y el baloncesto que por su mujer y sus intereses.
Ester es una buena mujer, entrañable y un poco anticuada; su única distracción son las revistas de
decoración y su proyecto de reformar la casa.
Rafa Hijo es un compañero de clase de Claudio del que sabemos poco: no lo muestra apenas porque no
le interesa, pero al final nos hace descubrir en él cierta furia que lo acerca a la personalidad de su padre.
Es solo un medio del que se vale Claudio para entrar en su casa.

Eliana y Luba son las criadas de la casa de los Artola: solo sirven para reforzar la imagen que se ofrece de
Ester.

Hay también algunos personajes ausentes:

Bruno, que acaba de fallecer, era el dueño de la galería de arte donde trabaja Juana. Sus herederas son
sus hijas, las mellizas, que en opinión de Juana son retrógradas, provincianas y palurdas; sin embargo, a
Germán le parecen inteligentes, pues saben -al igual que él-, que el arte contemporáneo no tiene valor.

Marta es la otra hija de los Artola: está viviendo en Irlanda y parece que no mantiene relación con la
familia. Las muñecas de su habitación están mutiladas, lo que confirma la inclinación violenta de su
estirpe.

También se menciona a los compañeros de trabajo de Rafa Padre y a su proveedor chino; su relación con
ellos es la que le lleva a querer independizarse laboralmente.

5.- TIEMPO:

No está delimitado con precisión: la obra se inicia durante la segunda semana del curso y finaliza antes
de que este termine, pero el espectador ignora si es hacia la mitad o hacia el final (porque no hay ninguna
referencia temporal que lo indique). En el desarrollo cronológico de las acciones, los avances temporales
no se explicitan, sino que se deducen de los diálogos. Solo en el tramo final de la obra aparecen un par de
alusiones de Germán a los días que pasan.

6.- ESPACIO:

Como la acción narrada y la real se combinan constantemente, los espacios también lo hacen. Podríamos
hablar de tres escenarios principales: La casa de Germán y Juana, el instituto y la casa de los Artola. Hay
también un cuarto espacio, el parque, desde donde Claudio observa a la familia; allí le nace el deseo de
entrar en la casa y observarlo todo desde dentro, y allí se produce el desenlace.

7.- DISCURSO Y LENGUAJE:

También en el diálogo se pueden diferenciar el hecho real y el narrado. El hecho real se desarrolla
únicamente mediante conversaciones entre dos personas (Germán y Claudio, Germán y Juana, Germán y
Rafa Padre). En el hecho narrado, en cambio, los diálogos tienen más variantes, y reúnen a dos, tres y

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hasta cuatro interlocutores. En el hecho real, las acotaciones las marca el autor, y son escasas y muy
distantes; en el hecho narrado, por el contrario, todo se muestra a través del punto de vista de Claudio.

El lenguaje utilizado por todos los personajes es coloquial, aunque Germán y Juana emplean a menudo
un sociolecto culto.

El director de cine francés François Ozon llevó esta historia a la pantalla con la película En la casa, que
ganó la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián de 2012.

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