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TEMA 4.

TEATRO ESPAÑOL DESDE LA POSGUERRA HASTA NUESTROS


DÍAS

Terminada la Guerra Civil y consumado el golpe de Estado por el general


Franco, toda la cultura española sufre un colapso del que tardará en
recuperarse. En teatro, las tendencias novedosas lo padecen especialmente,
pues han muerto los grandes maestros (Valle-Inclán y Lorca, este último
asesinado) y otros se exiliaron para evitar represalias (Max Aub, Alejandro
Casona, Rafael Alberti…).
De este modo, la escena quedó en manos del llamado teatro de la
apariencia, protagonizado por la comedia burguesa de Jacinto Benavente y
la tragicomedia de Carlos Arniches, además de los representantes de un
teatro humorístico de todo tipo (sainete, vodevil, costumbrismo folclórico…) y
autores que ensalzaban el régimen dictatorial y defendían los valores
tradicionales.
Sin embargo, hay que destacar también la presencia de un teatro renovador
que huye del humor castizo y del humor grueso para optar por una comicidad
más sutil y poética que juega con la fantasía y el absurdo. Estos autores
estrenaron sus mejores obras a mediados de siglo, aunque las habían escrito
antes. Destacan los siguientes:

Enrique Jardiel Poncela, quien optó por obras de intriga con tramas
enrevesadas y temas amorosos que evitan lo sentimental. Eloísa está debajo
de un almendro y Cuatro corazones con freno y marcha atrás son sus obras
más conocidas.
Miguel Mihura, influido por las vanguardias, mostró en Tres sombreros de
copa (1932) una vía interesante de humor reflexivo y mordaz, unos contenidos
críticos impregnados de humor absurdo y un tono desencantado en el mensaje
final. Pero fue estrenada en 1952 y no fue comprendida, por lo que a partir de
ahí rebajó su tono crítico. Además de su citada obra maestra, destacan Ninette
y un señor de Murcia, El caso de la mujer asesinadita y Maribel y la extraña
familia.

Realismo social y existencial

A pesar de la represión y la férrea censura que impone la dictadura, algunos


autores no son ajenos a las tendencias artísticas que se dan en Europa. Se
inicia así una línea artística que se aleja del teatro de la apariencia y de la
renovación humorística para tratar temas comprometidos con la situación de
los españoles de la época, a partir de situaciones cotidianas en una
ambientación realista. Destacamos los siguientes autores:
Antonio Buero Vallejo (1916-2000). Se convierte en el dramaturgo clave de la
escena española con su obra Historia de una escalera (1949), con la que se
abre el camino al tratamiento de temas de carácter social. Después
evolucionará hacia enfoques más críticos en los que sobresalen la denuncia y
la deshumanización de la persona en la sociedad de su época. Destacan sus
obras Un soñador para el pueblo, El concierto de San Ovidio, El tragaluz, El
sueño de la razón y La fundación.
Alfonso Sastre (1926). A pesar de su influencia en muchos autores, su obra
obtuvo poca difusión por la presión de la censura. Concibe el teatro como

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instrumento de agitación y concienciación política. Sus obras más conocidas y
representadas son La taberna fantástica y Escuadra hacia la muerte, un
alegato contra la guerra.
Entre los seguidores realistas destaca Lauro Olmo, con su obra sobre la
emigración La camisa.
Sin embargo, durante estos años anteriores a la muerte de Franco, el
público más convencional sigue prefiriendo el teatro de evasión, en el que
sigue triunfando Miguel Mihura y, sobre todo, Alfonso Paso y Antonio Gala.

Teatro experimental a partir de los años setenta

A mediados de los sesenta varios autores inician la búsqueda de nuevas


fórmulas dramáticas sin abandonar los contenidos político-sociales. Destacan
Fernando Arrabal, influido por el teatro del absurdo y con un claro carácter
provocador (Pic-Nic, El triciclo y El cementerio de los automóviles) y Francisco
Nieva.
A partir de 1975, tras la muerte del dictador y al compás de los cambios
socio-políticos en España, el teatro se vio favorecido por diversos factores:
-La desaparición de la censura franquista.
-Las subvenciones de la Administración Central y de los Gobiernos de las
Comunidades Autónomas.
- La revitalización y desarrollo de Escuelas de Arte Dramático, Festivales de
Teatro y la creación de editoriales y revistas especializadas en el fenómeno
dramático.
De entre los autores que iniciaron o consolidaron su carrera en estos años
de transición destacan Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el
verano), y José Sanchis Sinisterra (Ñaque y ¡Ay, Carmela!), quienes
mezclaron técnicas innovadoras con esquemas tradicionales del sainete,
la farsa, el esperpento, la comedia de costumbres, el drama naturalista y el
realismo poético y fantástico.
Buena parte del desarrollo experimentado en las últimas décadas se debe a
la labor de los grupos de teatro independiente, algunos de ellos creados en
plena dictadura y aún supervivientes, que siguen creando sus propios textos y
realizando sus montajes colectivos. Destacan Els Joglars, La Fura dels Baus,
La cubana, Dagoll Dagon, La cuadra…

Teatro del siglo XXI

Ya entrados en el siglo XXI, llama la atención la vitalidad de la escena española


a pesar de la asfixia económica que padece agravada por la crisis. La
coexistencia pacífica –y mutuamente enriquecedora– de diferentes
generaciones ha sido habitual en las últimas décadas. Conviven dramaturgos
que llevan escribiendo durante décadas con nuevos autores que están
obteniendo notables éxitos. También conviven espacios escénicos
“tradicionales” con pequeñas salas o incluso habitaciones de casas, o bares y
cafés en los que dar cabida a un subgénero muy en boga como es el
microteatro.
Tras unos años, sobre todo a finales del siglo pasado, en los que
predominó tal vez un exceso de vanguardismo, el teatro “de texto” ha vuelto a
dominar la escena, alcanzando grandes éxitos de público y crítica. Entre estos

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autores y directores (Miguel del Arco, Andrés Lima, Alfredo Sanzol, etc.)
destaca el recién nombrado académico de la lengua Juan Mayorga, con títulos
como El chico de la última fila o Hamelin.
Como contrapunto, el teatro transgresor y vanguardista de Angélica
Liddell, quien, tras haber dejado de trabajar en España durante una temporada
para expresar su rechazo hacia las políticas culturales del país, ha vuelto de
nuevo con su radical propuesta escénica.
Algunos grupos veteranos, como La zaranda, mantienen un alto nivel de
calidad, similar al de algunas compañías surgidas en los últimos años, como la
excelente Ron Lalá, creadoras de éxitos como En un lugar del Quijote o
Cervantina. También, en estos últimos años, ha cosechado gran éxito un tipo
de teatro documental y de denuncia basado en escándalos de corrupción
política o de violencia machista. Un ejemplo lo tenemos en la obra Jauría,
montaje de Teatro Kamikace dirigido por Miguel del Arco, basada en el
lamentable caso de “la manada”.
En este resurgir de un teatro en el que, sin abandonar otros lenguajes
característicos de las artes escénicas más innovadoras, se potencia el poder
de la palabra habría que situar la obra del murciano Miguel Galindo Abellán
(Malas).

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