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Once consejos para mantener tu ego a raya

Escrito a las 8:43 am


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Mi primo Alberto Prieto Velasco, autor de la foto, dice que deben de tener mucho
trabajo porque no son pocos aquellos que dejan flotar a su ego bajo una sábana de
impostura.
Cuando me levanto por las mañanas y me miro por primera vez en el espejo
habitualmente me veo menos feo de lo que soy (el cuerpo me pedía decir «más guapo
de lo que soy», pero he preferido aplicar una dosis de humildad para controlar a mi yo
interior). En ese instante pongo en marcha dos mecanismos cerebrales muy
importantes: la autoconsciencia y la autoestima.
La capacidad de reconocerse a uno mismo o self mirror recognition es una función
de autoconsciencia que solo poseen nueve especies animales, entre ellas, el homo
sapiens sapiens. Visto de esta forma no hay mucho espacio para el ego cuando
piensas que estás en el mismo nivel cerebral que un chimpancé, un bonobo, un delfín
de nariz de botella, un elefante, un gorila, una orca, una urraca o un orangután.
Sin embargo, la autoestima hace que el espejo nos devuelva un mensaje
esperanzador: «Realmente no eres tan feo o tan fea». Incluso en mi caso acudo a una cita
de la película de Disney «La bella y la bestia» para reconfortarme: «La belleza está en el
interior».

Dado que nuestras relaciones pueden ser entendidas como una lucha de egos, el
inicio en la gestión de nuestra imagen se encuentra en el control de nuestro propio
yo. La primera capacidad que hemos de desarrollar es cómo tener a nuestro ego
enjaulado; la segunda es cómo ampliarle la jaula.
Al servicio de este doble objetivo he reunido los siguientes consejos:
1.Ríete de ti mismo. Reírse de los demás es un síntoma de que tu yo circula crecido. Hay
que reírse mucho con los demás, no de los demás, y un poco de ti mismo. El humor
provoca que la mirada depure las tensiones que provoca la necesidad de
reconocimiento. Deja que la ironía juegue con tu ego.
2. Escucha más y habla menos. Serás más sabio cuanto más y mejor escuches. Atender a
los demás, escuchar sus palabras y sus emociones es una fantástica manera de limitar
el espacio de esa voz interior que te proporciona respuestas para casi todo.
3. Introduce la humildad en tu lenguaje. El principio esencial del coaching ontológico,
cuyo principal referente es Rafael Echeverría, sostiene que «el lenguaje crea realidad». Si
introduces la humildad en tus palabras acabarás contagiando a tu ser. Incluso la
humildad impostada es menos dañina que la ausencia de modestia.
4. No hables de lo que fuiste, sino de lo que te gustaría ser. Comparte sueños, objetivos y
destierra el «yo fui». Si fuiste ya no eres, lo cual no implica que no te reconozcan tus
méritos. Deja que los que demás te atribuyan los logros ya pasados. Al compartir tus
deseos, esperanzas y objetivos estás dando a los demás la oportunidad de contribuir
a ellos. Tu pasado interesa muy poco a los otros, salvo que puedan aprender algo de
él.
5. Minimiza tus conocimientos. Es posible que seas un experto en algo, pero no lo
muestres, demuéstralo con tus competencias técnicas. Piensa que cuando formes
parte de un grupo grande siempre habrá alguien que sepa más que tú, lo haya
realmente o no. El deseo de aprender es una expresión de humildad y de ambición
(en forma de desarrollo personal) al mismo tiempo. Recuerda que el conocimiento es
una herramienta, no un fin.
6. Busca los aprendizajes. Si cuentas tus historias como aprendizajes podrán interesar a
la audiencia. Y aprende de los que aprenden. La jactancia es un sabelotodo que
derrapa con facilidad en las curvas del conocimiento.
7. Cásate con tu vanidad cuando pongas la cabeza en la almohada y divórciate de ella cuando
te despiertes. No es mala práctica reflexionar sobre las cosas que has hecho bien
cuando termina la jornada. Ahora bien, esa concesión a la vanagloria debe
desaparecer en cuanto te despiertes. Vuelve a hilvanar tu relato con los episodios del
nuevo día.
8. Celebra tus victorias morales. Recréate internamente en aquellos lances en los que
hayas actuado como debías. Deja que tu ego repose sobre el esfuerzo realizado para
sobreponerte a un deseo que rodeaba los límites de tu ética. Dale espacio a la voz de
tu conciencia.
9. Elige a tus Pepito Grillo. Pide feedback a aquellas personas cuyo criterio te ayuda a
construir tu persona. Es clave que identifiques a los mentores y coaches que pueden
aconsejarte y acompañarte, respectivamente. No te enfades cuando te digan lo que
no has hecho bien. Su opinión es un regalo.
10. Alégrate de los éxitos ajenos. La envidia es compañera habitual del egocentrismo.
Cuando reconoces a otras personas estás siendo generoso y creando un estímulo
que, cual boomerang, volverá a ti.
11. Reconoce tus límites. Aunque el discurso social triunfante nos susurra que no hay
imposibles lo cierto es que sí los hay. Cuanto antes los reconozcas antes reducirás los
niveles de frustración ante las imposibilidades que se manifiesten en tu vida. Por
ejemplo, soy montañero, pero tengo que reconocer que las montañas por encima de
6.000 metros no están a mi alcance. Este reconocimiento me duele porque me
recuerda mis limitaciones, entre otras mi edad, pero también me reconcilia con la
realidad. Puedo entrenarme para elevar mis límites, pero no para superarlos. Cuando
se topa con la realidad el ego tiende a huir.

Si aplicas estos consejos cuando te mires al espejo por las mañanas verás a una bella
persona, un yo en equilibrio. Y, lo que es más importante, cuando salgas a la calle los
demás reconocerán a la persona que eres. Autenticidad.
Nota: Tal vez el lector se pregunte por qué once consejos y no diez, siendo el decálogo un formato
más redondo. La respuesta es sencilla: no quiero que este artículo tenga la más mínima dosis de
soberbia intelectual y once es un número menos grandilocuente que diez.

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