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Staff
Moderadora
Ivana 4

Traductoras
Ivana Gesi Jadasa
AnnyR’ Sofía Belikov Pame .R.
Auris Lisseth Jasiel
SamJ3 Julie mimi_jm
Miry Umiangel VeroMG

Correctoras
Julie
Ivana
Pame .R.
Jadasa
Dayi Cullen

Diseño
Bruja_Luna_
Índice
Sinopsis Capítulo 20 5
Capítulo 1 Capítulo 21
Capítulo 2 Capítulo 22
Capítulo 3 Capítulo 23
Capítulo 4 Capítulo 24
Capítulo 5 Capítulo 25
Capítulo 6 Capítulo 26
Capítulo 7 Capítulo 27
Capítulo 8 Capítulo 28
Capítulo 9 Capítulo 29
Capítulo 10 Capítulo 30
Capítulo 11 Capítulo 31
Capítulo 12 Capítulo 32
Capítulo 13 Capítulo 33
Capítulo 14 Capítulo 34
Capítulo 15 Capítulo 35
Capítulo 16 Capítulo 36
Capítulo 17 Epílogo
Capítulo 18 Sobre la Autora
Capítulo 19
Sinopsis
Una vida de drogas, sexo y rock and roll era un demonio que Dean Finlay aceptó 6
como su destino. La suya no es una historia de amor. Es un paseo y las cosas están a punto
de distorsionarse...
Dean Finlay se hallaba listo para una vida más fácil. Estaba cansado de la
fama y había terminado con las mujeres más jóvenes. Cuanto más envejecía, más
jóvenes se volvían. Era un maldito bucle en el que le hartaba estar atrapado.
Brielle McGinnis fue expulsada de su hogar adoptivo el día que cumplió
dieciocho años. El embarazo que trató de ocultar le quitó la poca juventud que
había logrado conservar. Bri creció de la noche a la mañana.
La vida la hizo fuerte y aprendió a sobrevivir. Ahora, a los veintiocho años,
tenía un buen trabajo con seguro médico trabajando en admisiones de la
universidad local.
Cuando la leyenda del rock Dean Finlay entró en la oficina de la
universidad, quiso un autógrafo para su hijo, pero su arrogancia la hizo cambiar
de opinión. Al igual que cualquier otro hombre, fue una decepción.
Hasta que... ya no lo es.
Rosemary Beach, #13.5
Cronología
1990 7
Dean 21 años: nace Rush Finlay (mencionado en Kiro’s Emily)
2014
Dean 45 años: nace Nate Finlay (hijo de Rush, nacido en Never Too Far)
2022
Dean 53 años: Going Too Far
2037
Dean 68 años: Like a Memory (la historia de Nate tiene lugar cuando él tiene
23 años)
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Traducido por Ivana
8
Corregido por Julie

Dean
Necesitaba un porro cuando tenía que soportar el almuerzo con el
presidente de la universidad a la que asistí durante un semestre antes de que
formara Slacker Demon, la banda de rock en la que fui el baterista. La mejor
marihuana que el dinero podía comprar haría que esto sea soportable.
Cuando mi contador me dijo que necesitaba otra deducción de impuestos,
opté por donar a mi única alma máter. Siempre pedían donaciones. Supuse que
lo necesitaban. Además, si iba a regresar al Estado de Florida, entonces necesitaba
invertir en el área.
No esperaba que me invitaran a almorzar y pregunté si hablaría en la
ceremonia de graduación del próximo año. ¿Por qué diablos querían hablar con un
tipo que no tenía un título? No lo sabía.
De todos modos, ¿qué demonios les diría a los chicos? Buena suerte con
esas carreras. Tomen algunas drogas, pero no demasiadas. Sigan así.
Inhalé el poco alivio que me quedaba antes de quitarme las gafas de sol y
dirigirme a la oficina principal del campus. El aire acondicionado no parecía
bombear tan fuerte como para enfriar el edificio. Mantener cómodo al personal
de la oficina durante los meses de verano no debe estar en el presupuesto. Con
suerte, el almuerzo no iba a ser aquí. Si tuviera que soportar a un hombre maduro
lameculos, entonces al menos preferiría estar cómodo.
Abrí la puerta etiquetada como Oficina, entré y una brisa me golpeó la cara.
Suspiré aliviado, girándome para ver tres turbo ventiladores a máxima potencia.
No hacía que se sintiera fresco precisamente, sino un poco más llevadero.
—Cuando te envío un mensaje de texto, espero que respondas, Cam. —
Una frustrada voz femenina me llamó la atención.
Me giré para ver la espalda de una mujer con abundante cabello castaño
recogido en un desordenado moño con un lápiz atravesado en la parte superior
de su cabeza. Tenía una mano en la cadera y el vestido azul que llevaba puesto
se aferraba a sus curvas. Seguramente por el sudor. Aunque los tres ventiladores
apuntaban en su dirección, no eran suficientes contra este calor de Florida.
—Esa no es una excusa —le espetó al pobre tipo por teléfono—. No me 9
importa —dijo—. Luego, suspiró pesadamente—. De acuerdo. Te amo. Llámame
tan pronto como llegues.
Hice una mueca. Mantenía al tipo bajo su control. Luché contra las ganas
de gritar: ¡Corre, hombre! ¡Corre como el viento! ¡No hay un coño que valga ese
comportamiento controlador!
Miré a mi alrededor para ver si alguien más podía llevarme a la oficina del
rector, pero estábamos solos. Tendría que esperar a que terminara de asfixiar al
tipo con el que hablaba. Entonces, se me ocurrió que tal vez podría salvarlo de
esta llamada telefónica. Yo necesitaba indicaciones, y Cam necesitaba acabar con
esa llamada.
Me aclaré la garganta ruidosamente.
—Me tengo que ir —dijo, luego se dio la vuelta y sus ojos se clavaron en
los míos. Los vi ensancharse un poco cuando dejó su teléfono en el escritorio
frente a ella.
—Hola, señor Finlay. Lamento eso. No lo oí entrar. Espero no haberle
hecho esperar demasiado.
Hubo dos cosas que noté en ese momento. La primera, era sexy en una
suerte de bibliotecaria traviesa. Sus ojos eran tan grandes y de un azul brillante que
tenías que mirarlos un momento antes de continuar. Sus labios eran carnosos y
maquillados de un rosa pálido, y tenía un par de tetas difíciles de ignorar. La
segunda, entendía un poco mejor al pobre Cam. Probablemente tenía más o
menos su edad, y ella era joven, supongo que tendría veintitantos. Para un chico
de esa edad, un coño caliente era una fuerza poderosa en su vida. Tal vez siempre
lo sería. La vida que llevé me insensibilizaba ante el poder que brindaban las
mujeres. Conocía el engaño que podían enmascarar tan bien. La madre de mi hijo
fue una lección que no necesitaba aprender dos veces.
—¿Terminaste con él? ¿O necesitas gritar más órdenes antes de ayudarme?
—pregunté, queriendo señalar su defecto. Me gustaría decir que fue para hacerle
pensar en cómo le hablaría a su novio la próxima vez, pero fue por razones
egoístas.
No quería que ella me atrajera. No importaba lo tentadora que fuera,
renuncié a las mujeres más jóvenes. Yo era demasiado viejo para esa mierda. Era
hora de que empezara a salir con mujeres que no querían reproducirse y tener
familias. Yo tenía una familia. La familia de mi hijo. No quería criar a otro niño.
No fui tan bueno con eso la primera vez.
Esos ojos que parecían tan angelicales se entrecerraron ligeramente, y sus
bonitos y carnosos labios se afinaron. La ofendí con bastante facilidad. Supuse
que se necesitarían más comentarios groseros para ponerla en mi contra. En
general, se necesita mucho más daño para que una mujer me mire de esa manera.
10
Incluso después de que terminaba con las fanáticas, sonreían y me agradecían
cuando se iban. Ya no era un hombre joven, pero era Dean Finlay. Mi fama me
permitió salirme con la mía en muchas cosas. Las mujeres y la mayoría de los
hombres me perdonaban cualquier cosa. Un lameculos era algo que esperaba.
—Sí —dijo en un tono frío, y sus hombros se enderezaron en tanto sostenía
mi mirada, sin suavizar ni una sola vez la mirada que me lanzaba—. Por favor,
sígame —agregó.
Luego, se giró tan rápido que el lápiz se resbaló de su moño desordenado,
y más cabello del que esperaba cayó en rizos sueltos casi hasta su cintura. Me
recordó a un río de chocolate, o tal vez me afectó la marihuana. De cualquier
modo, esa mierda era hermosa. Quería pasar mis dedos por él y ver si era tan
sedoso y suave como parecía.
Levantó el lápiz y murmuró algo en voz baja, después se dio la vuelta al
escritorio y me lanzó una última mirada molesta antes de dirigirse hacia otro par
de puertas al otro lado de la sala. Disfruté la vista de su trasero balanceándose a
medida que caminaba delante de mí.
Oh, sí, Cam, entiendo por qué soportas su boca.
Caminamos en silencio, y las ganas de ver hasta qué punto podía enfadarla
me invadieron.
—¿Eres un ayudante estudiantil? —le pregunté, sabiendo que era muy
poco probable.
—No. Trabajo en admisiones —dijo secamente.
No recordaba la última vez que una mujer me habló con tan poco interés.
Era una leyenda del rock. Ella conocía mi nombre; sabía quién era yo.
—Debe ser un trabajo de mierda —dije—. ¿O eres siempre así de...
agradable?
Se detuvo y dio la vuelta para mirarme, balanceando su cabello con el
movimiento repentino. Me gustó la manera en que lo hizo. Sin embargo, acababa
de hacerle enfadar aún más. Ni siquiera había una sonrisa fingida en su rostro.
Dejaba en claro que no le caía bien y que mi fama no tenía importancia para ella.
Maldita sea si no me gustaba eso. Esto era algo nuevo.
—Disfruto de mi trabajo —respondió ella bruscamente, luego llamó dos
veces a la puerta a su izquierda.
No hizo ningún comentario sobre lo otro, y estaba claro que nadie la criticó
por su actitud. Probablemente por la forma en la que lucía. Me encontraba seguro
de que se salió con la suya la mayor parte de su vida. Decidí presionarla un poco 11
más. A ver si podía hacerla estallar.
—¿Tu mamá te dijo alguna vez que la belleza es solo superficial? —le
pregunté mientras apoyaba un hombro contra la pared y la estudiaba.
Levantó las cejas ante esa pregunta.
Un profundo “Adelante” vino del otro lado de la puerta cerrada.
—¿La tuya alguna vez te dijo que te metieras en tus propios asuntos? —
respondió. Entonces, una sonrisa apareció en su rostro cuando abrió la puerta y
dio un paso atrás—. Que tenga un día maravilloso, señor Finlay.
No me encontraba listo para que esto terminara. Fue entretenido. Lo
disfrutaba. Sería divertido joderla. Literal y metafóricamente.
—¡Señor Finlay! —retumbó una voz, y supe que mi tiempo con la pequeña
y valiente descarada había terminado.
Mantuve mi mirada fija en la suya cuando pasé junto a ella y entré en la
oficina que tenía que estar al menos a dieciocho grados. Parecía que aquí era
donde se gastaría el presupuesto de aire acondicionado de la universidad este
verano.
—Gracias, Brielle —le dijo a la morena, y ella asintió, luego cerró la puerta
y se fue.
A regañadientes, entré en modo actor y dirigí mi atención al hombre frente
a mí. —Por favor, llámame Dean.
El rostro del hombre me sonrió. Era una mirada a la que me hallaba
acostumbrado. La que esperaba. La que Brielle no me dio. Ni una sola vez.
2
Traducido por AnnyR’
12
Corregido por Julie

Brielle
Silencio. No era algo a lo que estaba acostumbrada. Ahora, en el momento
en que llegué a casa del trabajo, me encontré rodeada por eso. Se hundió y me
dolía el pecho. El tipo de dolor profundo que hacía un poco difícil respirar. La
vida cambiaba, y esto era solo el comienzo. Si ya daba trabajo, ¿cómo manejaría
el día que lo viera alejarse en un automóvil sin mí? ¿O el día que tendría que
marcharme, dejándolo en la universidad que eligiera?
Me forcé a respirar profundo y me hundí en la silla de la cocina más
cercana a mí. Colocando una mano sobre mi corazón, me di un momento para
recuperarme. Cam acababa de irse al campamento por seis semanas. Trabajó muy
duro para ayudarme a pagarlo. Este fue su sueño durante todo el año, y lo estaba
consiguiendo. Debería estar feliz por esto. El campamento de música era todo de
lo que hablaba el último año. En agosto pasado, su profesor de música en la
escuela mencionó que Cam se beneficiaría de eso, y éste se encontraba decidido
a lograrlo.
—Eres más que la madre de Cam, Brielle. Eres una mujer fuerte e
independiente que tiene un buen trabajo y necesita aceptar que su hijo está
creciendo. También necesitas una vida —me dije en voz alta. No estaba segura
de estar escuchándome. Suspirando, me puse de pie y me acerqué a la nevera—.
Tampoco necesitas comer helado de chocolate, sentarte sobre tu trasero y ver
Netflix. Tienes que salir a correr. Organizar el armario del pasillo. Leer uno de los
libros que compraste que están amontonados, intactos, al lado de tu cama —me
dije mientras buscaba el helado en el congelador.
No me sentía de humor para escucharme a mí misma esta noche. Esta
mañana, puse a Cam en un autobús, en dirección al campamento a trescientos
ochenta kilómetros de distancia de mí. Necesitaba este helado. Y posiblemente
una botella entera de vino. Nunca estuve lejos de Cam tanto tiempo. Él nunca se
había alejado de mí por más de una noche, e incluso entonces, fue solo en la casa
de un amigo.
Luego, añádanle el hecho de que me había suplicado una cosa antes de
irse: conseguir el autógrafo de Dean Finlay. Él fue su ídolo desde el momento en
que Cam se enamoró de la batería. Slacker Demon fue una vez mi banda favorita,
pero la vida había pasado y yo cambié. Era de esperarse que mi hijo idolatrara a
Dean Finlay. Hoy estaba lista para pedirle un autógrafo, pero entonces el idiota
13
arrogante abrió la boca. Le había fallado a Cam, pero necesitaba un nuevo héroe.
El que tenía en este momento apestaba.
Quitándome los tacones altos, los pateé hacia la puerta y llevé mi helado
a la sala de estar. Había una nueva temporada en transmisión de Sea Breeze, y la
iba a ver mientras comía para olvidar mis sentimientos. Justo antes de hundirme
en el sofá, mi iPhone empezó a sonar. Volví a mirar hacia la cocina. Lo había
dejado sobre la mesa. Normalmente, lo ignoraría, pero no ahora que Cam no está.
Podría ser una emergencia.
La idea de que podría necesitarme me hizo volver corriendo a la cocina
para sacar mi teléfono de la mesa de fórmica azul descolorida que compré hace
tres años en una tienda de segunda mano.
Clara, el nombre de mi mejor amiga, iluminó la pantalla. Sabía que Cam
se había ido esta mañana, y esta era su llamada de control. A diferencia de mí,
ella vivía como la mayoría de las mujeres solteras de veintiocho años que conocía.
Por ejemplo, se hacía la manicura regularmente, iba a comprar ropa y tenía citas.
Si no le respondía, estaría aquí en menos de veinte minutos, trayendo su
personalidad burbujeante a mi apartamento. Necesitaba revolcarme sola, así que
decidí responder.
—¿Hola? —saludé, poniendo el teléfono en mi oído y girándome para
regresar a la sala de estar.
—Está bien, escúchame —comenzó, lo que significaba que estaba a punto
de sugerir algo que yo no quería hacer—. Puedo ir a ayudarte a arreglarte, y luego
iremos a Chandelier esta noche. Nunca vas a los clubes conmigo, y lo entiendo
porque quieres estar en casa para Cam, incluso cuando pasa la noche en casa de
un amigo, pero no importa. Esta noche, tienes que sacar tu culo sexy de ese
apartamento e ir a divertirte. Conoce a un chico. O chicos. ¡El cielo es el límite!
Metí mi cuchara en el helado, esperando a ver si ella iba a seguir hablando.
Después de un momento de silencio, supe que era mi turno de hablar.
—Ha sido un día largo —dije, y Clara gimió al otro lado de la línea—. Es
verdad. Estoy emocionalmente agotada. El trabajo… —Hice una pausa porque
contarle sobre mi muy negativa experiencia con Dean Finlay la haría enloquecer.
Era una gran fan de Slacker Demon. Su pasado y el mío no eran lo mismo—.
Estuvo horrible, y luego, por supuesto, Cam se fue. Solo necesito una noche para
adaptarme.
—Entonces, ¿estás diciendo que mañana por la noche saldrás conmigo? —
Se aprovechó de eso rápido, y supe que no iba a dejarlo pasar.
14
—Sí, tal vez —respondí, sin querer decirlo realmente.
—No puedes mentirme. Lo sabes. Vas a salir conmigo mañana. No puedo
recordar la última vez que tuviste una cita, Brielle. Han pasado muchos años.
¡Literalmente años! ¿Cuál era su nombre, Jonah or Noah? No lo recuerdo. No
importa. Saliste con él dos veces. Es hora de vivir. Sal. Diviértete este verano.
¡Verano de chicas guapas!
Puse los ojos en blanco y me metí la cucharada de helado en la boca. Lo
hacía parecer tan divertido. ¿Acaso no sabía lo divertido que era el helado y ver
mi serie de televisión favorita? Seguramente no. Clara era mi opuesto, y también
era la razón por la que éramos amigas. Cuando se empeñaba en algo, se agarraba
y no lo soltaba. Por alguna razón, hace ocho años, ese algo al que se había
aferrado era yo. Yo necesitaba una familia, y ella se había convertido en eso.
—Está bien, saldré mañana por la noche, pero no presiones. El verano de
chicas guapas suena agotador y molesto. Me gusta mi vida, Clara. No necesito
un hombre. Tengo a Cam.
Clara suspiró dramáticamente. —Cam es tu hijo. Y eres la mejor madre
que conozco, pero, Brielle, tienes que buscarte una vida. Cam está creciendo. Va
a empezar a querer hacer cosas sin ti. Cuando eso suceda, te derrumbarás porque
olvidaste cómo ser tú. Encuéntrate. Eres más que su mamá.
Abrí la boca para argumentar que era consciente de ello cuando un fuerte
estruendo procedente del pasillo de nuestro apartamento llamó mi atención.
Volviendo a levantarme, me dirigí a la puerta, sin escuchar nada de lo que decía
Clara. Había voces ahí fuera y más golpes.
—¡Este piso no! ¡Se supone que debemos comenzar desde arriba! —gritó
un hombre cuando debatía sobre la seguridad de abrir la puerta.
Mi mano tomó el pomo de la puerta, y la abrí lentamente, asomándome al
ruidoso pasillo. Mis vecinos no eran gente ruidosa. La señora Jo vivía a nuestra
derecha, y en diez días celebraría su septuagésimo octavo cumpleaños. Iba a
hacerle un pastel, como siempre. Damar y Jim vivían al otro lado del pasillo
frente a mí. Trabajaban muchas horas y rara vez estaban en casa. Probablemente
no los vería hasta el cumpleaños de la señora Jo.
Los ojos marrones con pestañas gruesas y largas, que deberían haber
hecho que sus ojos parecieran femeninos, pero de alguna manera no lo hicieron,
se encontraron con los míos y me congelé. La puerta estaba entreabierta y la voz
de Clara en mi oído, llamándome por mi nombre, me recordó que seguía allí.
—Eh, sí, lo siento. Había ruido en el pasillo. ¿Puedo llamarte después? —
respondí. 15
—¿Ruido? ¿Qué clase de ruido? ¿Te encuentras bien? ¿Tengo que llamar a
la policía? —preguntó, su voz cada vez más aterrorizada.
—No. Está bien. Parecen de mantenimiento o algo así. Te llamaré luego —
repetí, luego terminé la llamada antes de que pudiera hacer más preguntas.
Mi curiosidad era más fuerte que mi aprecio por un hombre con grandes
pestañas, me di cuenta, mientras apartaba mi mirada de la suya y observaba el
resto de la situación. Un hombre pelirrojo con barba a juego se encontraba de pie,
sosteniendo una escalera con el ceño fruncido.
—¿Por qué importa en qué piso empecemos? Esta maldita escalera es una
mierda para subirla —dijo el pelirrojo.
—Es importante para el hombre que escribe nuestro cheque de pago. Yo
llevaré la escalera. Pero estas latas de pintura no son mucho más ligeras —le
respondió Ojos Marrones.
—Al menos no son tan voluminosos, joder —dijo el hombre, dejando caer
la escalera al suelo con un suspiro de alivio.
—El equipo que está colocando el suelo de madera y las baldosas de
mármol ya está allí. Deberíamos haber llegado primero. Vamos —dijo Ojos
Marrones, su voz mezclada con frustración. Volvió a mirarme—. Lo siento si te
molestamos.
—No me di cuenta de que se realizaban remodelaciones en el edificio —
comenté, pensando que el propietario debería haber avisado a los residentes. ¿Y
quién diablos compraba pisos de baldosas de mármol?
—Solo el piso del penthouse en este momento. Una vez que esté
terminado, se remodelarán la entrada, los ascensores y la estructura exterior —
me dijo.
—Guau —murmuré, preguntándome qué había provocado esto.
El señor Halston tenía casi ochenta años. Era dueño de este edificio de
apartamentos junto con otros cuatro en la ciudad, algunas estaciones de servicio,
una o dos tiendas de comestibles y el edificio de la oficina de correos. Nunca hizo
remodelaciones, pero este era un edificio más nuevo y estaba en la mejor parte
de la ciudad. Lo había elegido para que Cam pudiera asistir a las escuelas de esta
zona. Eran lo mejor que podía ofrecerle.
—El nuevo propietario está convirtiendo este edificio en algo realmente
agradable. Elegante y esa mierda —me informó el chico pelirrojo.
—¿El nuevo propietario? —pregunté, confundida. ¿Cómo no sabía que el
edificio tenía un nuevo dueño? 16
—Sí, Halston lo vendió. Una maldita sorpresa. Ese viejo se aferra a todo —
agregó el tipo.
La puerta contigua a la mía se abrió y la señora Jo salió al pasillo con el
ceño fruncido. —¿Qué es todo el alboroto aquí? No puedo escuchar mi programa
en el televisor —gritó, luego me miró—. Brielle, cariño, ¿cómo estás? ¿Cam se fue
bien al campamento? Iba a hacerte un pastel de cerezas para animarte, pero
olvidé ir a la tienda hoy.
Ambos hombres comenzaron a moverse de nuevo hacia la escalera. Los
miré brevemente, preguntándome quién había comprado el lugar y decidiendo
que lo buscaría en Google cuando volviera a entrar en mi apartamento.
—Parece que el último piso está siendo remodelado —le dije—. Y estoy
bien. No hay necesidad de preocuparse por el pastel. Sin Cam aquí para
ayudarme a comerla, engordaría cinco kilos —le dije con una sonrisa.
Ella negó con la cabeza y me señaló con el dedo. —No harías tal cosa. Eres
demasiado pequeña como estás. A los hombres les gusta que sus mujeres tengan
algo de carne en los huesos. Al menos, les gustaba en mi época. Curvas. Todos
queríamos curvas y chocolate. La vida era buena en ese entonces —reflexionó,
luego se dio la vuelta, regresó a su apartamento y cerró la puerta.
No tenía ninguna duda de que mañana tendría un pastel esperándome
cuando llegara a casa del trabajo.
3
Traducido por Auris
17
Corregido por Julie

Dean
—Podrías haber comprado una casa —dijo Rush, mi hijo, mientras entraba
a mi nuevo penthouse.
—Tengo una casa —respondí, yendo al refrigerador para sacar dos
cervezas.
—En Los Ángeles. Podrías haber comprado uno aquí.
Le entregué la cerveza. —Vivo solo. No necesito una maldita casa aquí.
Este lugar tiene tres dormitorios, sauna, jacuzzi y una gran vista.
Rush se rio entre dientes. —Sí, después de que lo renovaras por completo.
Lo que sea, papá.
—¿Qué? Es un gran edificio, y necesita algo de trabajo. Me da algo que
hacer. Conseguí este lugar para poder estar cerca de mi familia. Los niños están
creciendo y quiero estar aquí para eso, pero también necesito una jodida vida.
Este es un proyecto. Me mantendrá ocupado.
Sonrió. —Por ahora.
Me acerqué al sofá seccional de cuero blanco y me hundí en él, luego apoyé
los pies en el taburete. —Cuando termine esto, encontraré un nuevo proyecto —
respondí.
Tomó un largo trago de su botella, luego me miró fijamente. —Eso no es
lo que quise decir. Kiro se aburrirá y querrá salir de gira de nuevo, y luego
volverás a la carretera.
Esa siempre era una posibilidad, pero esta vez, no estaba tan seguro. Kiro
parecía haber terminado. Cuando no vivía su vida de estrella de rock, se hallaba
en Rosemary Beach, visitando a su hija y nieta. Incluso si él quisiera volver a
hacer una gira, aquí sería donde yo estaría por ahora.
Me encogí de hombros. —¿Quién sabe? Podríamos hacer algunos
conciertos aquí y allá, pero creo que podríamos haber terminado con las giras.
—Ya he oído eso antes —dijo alargando las palabras.
No iba a discutir. Vio todo eso en su vida. No me encontraba seguro de lo 18
que le deparaba el futuro a Slacker Demon, pero ya no me controlaba. La fama,
las mujeres, la música, todo perdió la novedad. Quería algo más que esa vida.
—¿Conoces a tus inquilinos? —preguntó con un tono divertido.
Negué con la cabeza. —No.
Lo había pensado, luego cambié de opinión. Tarde o temprano sabrían que
estaba viviendo aquí. No podía mantener eso oculto por mucho tiempo. Incluso
con mi entrada y cochera privada, me verían.
—No puedes ocultar el hecho de que estás viviendo aquí. Se sabrá.
—Lo sé.
—Deberías haber comprado una casa en Rosemary Beach. Están
acostumbrados a las celebridades. No te hubieran molestado.
Rush vivió en Rosemary Beach desde que era un niño. Le compré una casa
allí y permití que su madre viviera en ella con su media hermana hasta que Rush
tuviera la edad suficiente para decidir si se quedaban o se iban. Era un pequeño
pueblo costero de élite y me alegraba que mis nietos crecieran allí, pero yo no
quería estar allí también. No tan cerca. Quería ser parte de sus vidas, pero no
estar completamente insertado. Ellos necesitaban su espacio y yo necesitaba el
mío.
—Me gusta aquí. Siempre me ha gustado. Es más grande que Rosemary
Beach, pero no demasiado. También queda más cerca del aeropuerto.
Comencé a decir más cuando sonó su teléfono y lo miró antes de contestar.
—Hola —dijo, levantándose y caminando hacia la mesa, donde dejó las
llaves—. Estoy en el nuevo departamento de papá, pero ya me estoy yendo.
Estaré allí en treinta minutos. Te amo.
Lo miré, sabiendo que era su esposa, Blaire. —¿Todo bien?
Rush se detuvo en la puerta. —Sí. Nate golpeó a un chico en el club de
campo.
Sonreí. —¿Qué hizo el niño?
Negó con la cabeza. —Blaire dijo que el niño llamó a Lila Kate por un
apodo o alguna mierda así. No sé. Solo tengo que ir a ayudarla a lidiar con eso.
Lila Kate era la nieta de Kiro. La que adoraba. Nate y Lila Kate estaban
creciendo juntos en Rosemary Beach, como familia.
Levanté una mano para despedirme, pero no me levanté. —No seas
demasiado duro con mi nieto. Solo actúa como lo hizo su padre.
19
Rush soltó una breve carcajada. —Adiós, papá.
—Adiós —respondí y tomé otro trago de mi cerveza.
El silencio se instaló una vez que se fue, y me quedé sentado allí. Esto era
nuevo para mí e incómodo a veces, la mayor parte del tiempo. Nunca estuve solo
mucho tiempo. Mi vida estuvo llena de los chicos de la banda. Siempre había
vivido con Kiro en la mansión que teníamos en Beverly Hills. Cuando tu vida
había estado llena de ruido y gente, no se era bueno con la soledad.
Pasé los siguientes diez minutos tratando de equilibrar mi botella de
cerveza en mi rodilla. Una vez que tuve éxito con eso, me puse de pie y me
acerqué a la ventana. La piscina necesitaba trabajo. Una reforma completa. Me
estuve reuniendo con un contratista para instalar una cascada de rocas y un
tobogán, pero tal vez debería derribarla por completo y agrandarla. Agregarle
más cosas. Algo que mis nietos disfruten.
Con ese pensamiento en mente, decidí dirigirme allí. Cogí una gorra de
béisbol negra y un par de lentes de sol. Si mantenía la cabeza gacha, normalmente
esto me disfrazaba lo suficiente. Podía llegar a la piscina desde mi ascensor
privado que conducía a mi propia cochera, pero era una larga caminata desde el
exterior hasta la puerta. Entonces, en cambio, cuando salí por la puerta, me dirigí
al ascensor principal del edificio para usarlo por primera vez desde que me
mudé.
La pintura fresca se veía bien junto con los nuevos espejos del ascensor. Le
daba algo de profundidad. El ascensor no se detuvo en ninguno de los otros pisos
y suspiré aliviado cuando llegó al piso inferior y no había nadie esperando al otro
lado. Era más difícil pasar desapercibido si te encontrabas cara a cara con alguien.
Pasé a algunos de los paisajistas que contraté, trabajando en las palmeras
que ordené que bordearan el camino hacia el área de la piscina. Uno de ellos me
vio y asintió, pero no dijo nada. Levanté la barbilla en un saludo silencioso y
continué hasta llegar a la puerta blanca que rodeaba la piscina. Al entrar, vi las
instalaciones. Ya las había visto una vez cuando hice una oferta para comprar el
edificio. Entonces supe que iba a necesitar trabajo.
La única mejora que hice hasta ahora fue reemplazar las tumbonas de
plástico baratas con tumbonas de teca que tenían portavasos incorporados en los
reposabrazos y cojines para acostarse. No hice contacto visual con nadie mientras
miraba los sillones reclinables que no estaban en uso. Mi mirada, sin embargo,
me traicionó cuando se topó con un culo suave, redondo y bronceado, apenas
cubierto por un bikini rosa chillón. Observé las piernas, los tobillos delgados y
los pies delicados antes de dejar que mi mirada subiera por la espalda desnuda.
Una vez más, tuve que ceder y mirar el culo de nuevo antes de subir para ver el
cabello castaño oscuro recogido en la parte superior de su cabeza. 20
Un niño gritó y salpicó agua en mi dirección, interrumpiéndome mientras
memorizaba la vista de mi banco de azotes. Eso apartó mi atención de la mujer,
pero solo lo suficiente para que me quitara los lentes de sol y los secara. Cuando
volví a mirarla, ya no se hallaba boca abajo, sino sentada y recogiendo sus cosas.
Tenía su teléfono presionado contra su oído mientras sonreía, escuchando a
quienquiera que fuera con quien hablara.
Se puso de pie y volvió a colocarse los lentes de sol en la cabeza mientras
comenzaba a buscar algo, y una sonrisa se dibujó lentamente en mi rostro. Era
ella La oficinista de la semana pasada. La de la universidad. Su nombre era...
Brielle.
Me quedé allí, mirándola detrás de mis lentes de sol oscuros, esperando
hasta el momento en que me notara. La conversación que tenía por teléfono tenía
toda su atención. Comenzó a caminar hacia la puerta para irse, sin mirar ni una
sola vez en mi dirección. Di un paso atrás, bloqueando su camino. Entonces se
detuvo y levantó la vista hacia la mía. La molestia era clara en su ceño fruncido.
Le tomó un momento. Mis lentes de sol y mi gorra de béisbol funcionaban
bien si alguien no me buscaba o me esperaba. Sin embargo, tenía la esperanza de
que me recordara lo suficiente de la semana pasada para ver más allá del
semidisfraz. Lo vi en sus ojos cuando se dio cuenta de quién era yo.
Una miríada de emociones cruzó por su rostro antes de asentarse en lo que
yo llamaría insegura y confundida. Apartó los ojos para mirar al resto de los
residentes en el área de la piscina para ver si alguien miraba en esta dirección
antes de volverse hacia mí.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó
—¿Qué haces tú aquí? —le respondí.
Suspiró y puso los ojos en blanco. —Vivo aquí —dijo con los dientes
apretados.
Entonces, me reí. No pude evitarlo. Ya había deducido que probablemente
era residente, pero siempre existía la posibilidad de que estuviera visitando a
alguien y usando la piscina. Saber que vivía en mi edificio era jodidamente
divertido.
—¿Encuentras eso divertido? —preguntó, luego inclinó la cabeza hacia un
lado y me miró—. Tú no vives aquí. ¿Por qué estás…? —Entonces, se detuvo y
sus ojos se abrieron como platos. Ese labio inferior lleno cayó cuando un jadeo
salió de ella—. No —suspiró, luego cerró los ojos con fuerza y murmuró algo por
lo bajo que no entendí del todo
La observé, completamente entretenido por su reacción. —Voy a suponer 21
que te diste cuenta tú sola de por qué estoy aquí —dije alargando las palabras,
cruzando los brazos sobre el pecho, incapaz de dejar de sonreír.
—Tú —dijo—. ¿Tú compraste este lugar?
Asentí.
—¿Por qué? ¿No tienes una...? —Hizo una pausa y miró a su alrededor
otra vez, luego susurró—: ¿Una mansión en Beverly Hills o algo así?
Sabía dónde vivía. Estaba impresionado.
—Si sabes eso, probablemente sepas que tengo un hijo que vive en
Rosemary Beach. Nietos también.
Levantó las cejas. —Sí, pero esto no es Rosemary Beach.
—¿Qué te parece la piscina? —le pregunté en cambio—. Necesita un
cambio de imagen, ¿no crees?
Me miró fijamente, sin decir nada. Debo admitir que me estaba aburriendo
antes de venir aquí y encontrarla. Disfrutaba viendo su molestia conmigo. Era
interesante, y aunque ya había terminado de follar con mujeres de su edad, eso
no significaba que no pudiera hablar con ella.
—La piscina se encuentra bien como está —replicó.
—Pero te gustan los reclinables nuevos —le dije, sabiendo que estaría
mintiendo si decía que no.
—Sí, me gustan esos —reconoció, pero la mirada amarga en su rostro dejó
en claro que odiaba decirlo.
—¿Cómo está Cam? —le pregunté, sorprendido de haber recordado el
nombre del pobre hombre que controlaba con su vagina mágica.
—Se encuentra bien —espetó—. Tengo que irme —agregó, luego me rodeó
para irse.
Así como así, iba a alejarse. ¿Alguna vez una mujer se alejó de mí cuando
hablaba con ella?
Mi mirada la siguió mientras se iba, y cuando me miró antes de abrir la
puerta, le guiñé un ojo. Brielle acababa de mostrar una pequeña grieta en su
actitud molesta al mirar hacia atrás. No era completamente inmune a mí. Incluso
si deseaba como todas sus fuerzas serlo.

22
4
Traducido por SamJ3
23
Corregido por Julie

Brielle
Cerrando mi puerta con más fuerza de la necesaria, dejé caer mi bolso en
el suelo y gruñí en frustración. Era un idiota, un imbécil y seguía apareciéndose
en mi vida y recordándome todas esas cosas. ¿Qué había hecho mal yo para que
el Cosmos lo trajera no solo a mi edificio sino que además lo hiciera el dueño?
Esto no importaba, rara vez lo vería. Dudaba que siquiera se apareciera en
el lugar. Obviamente había estado tratando de ocultar su identidad en la piscina.
Como si la gente no fuera a notar a un hombre usando vaqueros rotos y botas de
piel de serpiente en una alberca en florida durante el verano. Sin mencionar, su
camisa negra desabotonada que mostraba sus tatuajes. Iba a resaltar.
—Que Dios me ayude si Cara se entera —murmuré en voz alta.
Nunca se iría.
Un golpe en mi puerta irrumpió mis pensamientos y me di la vuelta para
caminar hacia ella y abrirla. Esperaba que fuera la señora Jo, dado que sabía que
Clara no vendría y la señora Jo era la única otra persona que me visitaba. Más
que nada para dejar algo que había horneado y que yo no necesitaba comer.
El trabajador de los ojos marrones de la construcción a quien había visto
algunas veces afuera la semana pasada estaba parado ahí. Me sonrió, y sus ojos
bajaron a mi pecho. Cerré mi pareo, el cual se había abierto. Sus ojos subieron a
mi rostro cuando se dio cuenta de que lo había atrapado mirando.
—Solo quería hacerte saber que esta semana vamos a trabajar en tu piso.
Pintando, martillando un poco, pero no demasiado. No debería ser muy ruidoso.
Otra molestia, gracias al arrendador. Aunque una capa nueva de pintura
no haría daño. Nuevas luces también serían lindas. Tal vez pintura nueva en las
puertas.
Asentí. —Gracias por avisar —respondí.
Se aclaró la garganta, luego movió sus pies nerviosamente. —Sí y, uh, me
preguntaba… digo, te he notado porque es difícil no hacerlo. Quiero decir, este,
¿te gustaría cenar conmigo algún día? ¿Tal vez unos tragos? ¿Café? Soy Gavin,
por cierto. 24
Oh. Vaya. Me estaba invitando a salir. Vale, um… ¿quería salir con él? Era
atractivo. Tenía un buen trabajo, o eso parecía.
Mi última cita había sido al menos hacía dos años. Fue increíblemente
aburrida. Habló sobre sus años de fútbol en la universidad, y tenía treinta y dos.
—Los tragos suenan bien, y soy Brielle —respondí antes de que pudiera
convencerme de no hacerlo. No iba a acceder a cenar con él en caso de que esta
cita apestara. Un compromiso menos largo significaba que más pronto podría
escapar.
Me sonrió y me di cuenta que tenía una gran sonrisa. No había prestado
mucha atención a eso antes.
—Sí, lo sé. Escuché a tu vecina llamarte así la primera noche que te vi —
replicó—. Mañana es mi día libre. ¿Es muy pronto?
Había recordado mi nombre. Eso era lindo.
—Mañana suena bien —respondí.
—¿Siete? ¿O más temprano? ¿Más tarde? —preguntó.
—A las siete está bien —le dije, dado que probablemente comería a las
cinco y media.
—Genial. Te recogeré a las siete.
Me detuve. No estaba segura de querer estar en un auto con un hombre
que no conocía.
—¿Podemos encontrarnos allí? —le pregunté.
Asintió. —Sí, claro —dijo—. Debí preguntar si querías hacer eso. Lo siento.
Carmines está a la vuelta de la esquina. No tendrías que ir lejos. Si te parece bien,
¿o tienes alguna sugerencia? —preguntó.
Conocía bien Carmines. Tenían unos cupcakes de red velvet excelentes.
—Carmines me parece bien.
—Genial. Bueno, de acuerdo. Yo, uh, te veré ahí. Si no es que antes, dado
que —asintió hacia el pasillo— estaré trabajando aquí el resto del día.
—Sí, es probable que te vea al menos una vez más hoy —le dije.
Empecé a decirle adiós y a cerrar la puerta cuando otra voz me detuvo.
—Brielle, ¿qué opinas de un azul muy tenue para las paredes? Para
alumbrar un poco el lugar. Este verde oscurece demasiado —inquirió la voz
suave y profunda de Dean, causando que la cabeza de Gavin se girara en su
dirección. 25
Ya no llevaba su gorra y lentes de sol, y se encontraba ahí mirando hacia
los accesorios del techo que habían pasado de moda hacía veinte años. —Estos
también hay que sacarlos —dijo.
No dije nada porque me di cuenta de que ahora sabía el número de mi
apartamento. Aunque él era el dueño del lugar y podría haber buscado en los
archivos. O quizás ya lo había hecho y por eso estaba aquí.
—Lo que usted elija estará bien, señor Finlay —replique.
—Mierda —murmuró en voz baja Gavin.
Seguramente no conocía a su jefe. Permaneció parado con la boca abierta,
claramente en estado de shock. Quería decirle que no gastara su emoción en el
hombre.
Dean levantó una esquina de su boca en una media sonrisa. —Vamos,
Brielle. Vives aquí. Debes tener una opinión.
—Azul claro suena genial —dije—. Tengo que irme —añadí y miré a
Gavin para decirle adiós pero él estaba enfocado en Dean, quien aún no lo había
visto.
Cuando empecé a cerrar la puerta, oí a Dean reírse. ¿Por qué su risa tenía
que ser sexy? Tenía toda la fama y el dinero del mundo. Seguía siendo un
rompecorazones mundial a sus cincuenta años. ¿No podía su risa ser al menos
molesta?
Me alejé de la puerta, sin querer oír sus voces, y me dirigí al baño para
darme una ducha. Clara iba a venir esta noche, trayendo tacos de nuestro lugar
favorito en West Beach, e íbamos a ver una película. Ella había querido salir, pero
yo me había negado a hacerlo de nuevo tan pronto. El día que Cam se fue, ya
habíamos salido y yo lo odié. Clara se conformó con una noche sin hombres aquí.
Solo esperaba que Dean Finlay mantuviera su culo arriba, donde debía
estar. No tenía intención de que Clara se enterara de que vivía aquí. Ella querría
algo más que un autógrafo. Cam quería su autógrafo, pero le fallé en esa parte.
Después de que Dean fuera un completo idiota desde el momento en que abrió
la boca, no pude pedirle nada ese día. Por qué había esperado algo más de Dean,
no lo sabía. Él era quien era.
Amaba a mi hijo, pero tendría que vivir sin tener ese autógrafo. No era
posible que alimentara más el ego de ese hombre.
Una vez, no deseaba nada más que ver a Slacker Demon en concierto. Mi
novio me había comprado un boleto para su concierto y me escapé de mi casa de
acogida para encontrarlo dado que no apareció para recogerme. Cuando llegué, 26
descubrí que había estado liándose con mi mejor amiga y aparentemente le dio
mi boleto a ella. Esa noche marcó el rumbo de mi vida, y yo ni siquiera lo sabía.
Un mes después, cumplí dieciocho años y me echaron de mi casa de acogida.
También fue la mañana en que no me vino el periodo.
Justo cuando el agua corriente se calentó lo suficiente como para entrar,
mi teléfono sonó para avisarme de un mensaje. Me giré para mirar y asegurarme
de que no era Cam. Un número extraño aparecía en la pantalla y lo cogí.
Me alegro de que te guste el azul claro. -D
El idiota había sacado mi número de teléfono de mi contrato de alquiler.
Dejé caer el teléfono sobre el lavado y me metí en la ducha. No iba a responder.
Tal vez pensaría que había cambiado mi número.
5
Traducido por Miry & Gesi
27
Corregido por Ivana

Dean
Una llamada rápida a Maegan, la administradora del edificio que contraté,
y me dio la lista de residentes, los números de sus apartamentos y sus números
telefónicos. No necesitaba todos. Solo el de Brielle. Porque tenía curiosidad. Ella
me entretuvo. No haría nada al respecto debido a su edad, pero podría divertirme
un poco.
El pobre Cam no sabía que mientras él estaba aparentemente fuera de la
ciudad, ella tenía una cita con uno de los hombres del equipo de construcción
que contraté. Claro, ella podría quejarse de Cam por no enviarle un mensaje de
texto, pero lo engañaría muy fácilmente.
Negué con la cabeza ante la idea. Eso era una vergüenza. Esperaba que
ella pudiera ser diferente, pero no lo era.
La puerta de mi entrada privada se abrió y me giré para ver a Kiro
entrando en mi penthouse. Llevaba una camiseta rota, pantalones de cuero negro
y botas de combate. No lo esperaba. Elevó la mano y se quitó las gafas de sol de
diseñador mientras me miraba.
—¿Por qué diablos vives en este infierno? —preguntó, luego escaneó el
área—. ¿Dónde está el whisky? Ni siquiera hay un bar adecuado en este lugar.
—No hay whisky, pero hay cerveza en la nevera —respondí.
Elevó las cejas. —¿Por qué diablos no tienes whisky? Jesús, hombre,
vuelve a Hills, donde perteneces.
Kiro se encontraba en Rosemary Beach más de lo que estaba en Beverly
Hills en estos días. Sabía por qué se hallaba aquí, y era la misma razón por la que
seguía regresando. Su nieta, Lila Kate, y su hija, Harlow. Tenía más nietos y dos
hijos más, que supiéramos, pero no era tan cercano a ellos. Harlow fue la niña
que dio a luz la única mujer que Kiro amó. Ella era la hija que más le importaba.
—¿Vienes a verme de camino a Rosemary Beach? —pregunté mientras me
sentaba en el sofá.
—No jodas señalando eso. Visitar a la familia es diferente a mudarse a esta
parte infernal de los Estados Unidos. No puedo respirar aquí. El aire es
demasiado denso —dijo mientras pasaba junto a mí—. ¿Dónde está la maldita 28
cocina? —preguntó mientras se dirigía en dirección al dormitorio principal.
—Por el otro lado —dije.
Le preguntaría cómo me encontró a mí, a mi entrada privada y cómo sabía
el código para entrar, pero ya sabía la respuesta: Maegan. Folló con Kiro en Los
Ángeles, pero luego se aburrió de ella y le ofrecí este trabajo. Ella no era una
groupie. Ella fue nuestra administradora de bienes hasta que Kiro decidió que
terminó con ella y la quería fuera.
Lo escuché maldecir mientras se quejaba de que mi cocina era demasiado
pequeña y sonreí. Siempre sería Kiro Manning, leyenda del rock, cantante
principal de Slacker Demon. Ni siquiera la dulce y pequeña Lila Kate pudo
cambiar su personalidad. Su nieta, a quien adoraba. Se parecía mucho a su madre
a esa edad. Cuidaba no maldecir alrededor de Lila Kate, pero eso era todo.
Cuando regresó a la sala de estar, elevó la cerveza con el ceño fruncido.
—Puedes hacerlo mejor que esta mierda —dijo, luego se sentó frente a mí.
—Supongo que hablas con Maegan otra vez —dije.
Dejó escapar una risa corta. —Diablos no. Estaba demasiado apegada. Ese
es un puto libro cerrado.
—Pero la llamaste para obtener mi información —señalé—. Y ella te lo dio.
Se encogió de hombros. —¿Y? Tú y yo hemos vivido juntos desde que
teníamos veinte años. Somos dueños de una casa juntos. Ella lo sabe. ¿Por qué no
me daría el código de tu penthouse?
Porque él no era dueño de este lugar. Pero no dije nada. No era como si
Kiro fuera a venir a menudo. Odiaba el calor y la humedad de Florida. Además,
con él aquí, no estaba solo.
—¿Quieres ir a Rosemary conmigo? ¿Visitar a los chicos? —preguntó.
Negué con la cabeza. —Rush acaba de irse hace unas horas. Le dije que
estaría ahí en algún momento de la próxima semana.
Kiro agitó su cerveza alrededor. —¿Qué diablos harás aquí?
Estuve debatiendo si ver a Brielle McGinnis en las redes sociales. Ver si
tenía Instagram o incluso TikTok. Estaba más intrigado por ella de lo que
necesitaba, pero ¿quién diablos podría culparme? Su trasero apenas cubierto en
la piscina se burló de mí. Me gustó su descaro y actitud. Luego, estaban sus
pechos. Maldita sea, me gustaban los pechos grandes, y ella tenía un conjunto
excelente. Incluso si fuera una infiel... pero entonces tal vez no lo fuera. Quizá
ella y Cam tenían un acuerdo abierto. ¿Quién era yo para juzgar? Especialmente
después de la mierda que hice.
29
—Tengo que reunirme con el equipo de construcción. Noté algunas
renovaciones más hoy que deberían hacerse —dije.
—¿No contrataste a Maegan para esa mierda? —preguntó.
Contraté a Maegan para administrar el edificio, no la construcción, pero
no se lo explicaría a Kiro. No tendría idea de lo que eso significaba. El último
trabajo que tuvo, aparte de entretener a millones de personas con su voz, fue en
un restaurante de comida rápida cuando teníamos dieciocho años. Mi renovación
de este lugar era trabajo para él. No comprendía mi deseo de hacerlo.
Una fuerte alarma sonó de repente, y me puse de pie, reconociéndola. Una
alarma de incendios. ¡MIERDA!
—Santo infierno, ¿qué es ese ruido? —preguntó Kiro , sin moverse de su
posición relajada.
—Alarma de incendios —dije, dirigiéndome hacia la puerta que conducía
al ascensor principal.
Las escaleras se ubicaban en la entrada privada. Necesitaba llegar a la
fuente del humo más rápido que eso.
Mi teléfono comenzó a sonar y el nombre de Maegan iluminó la pantalla.
—¿Dónde está? —pregunté cuando las puertas del ascensor se abrieron.
—El sistema de seguridad dice que el tercer piso. —Sus palabras fueron
apresuradas—. Pero solo dice humo detectado. Los aspersores solo se han
disparado en el tercer piso. Tal vez ni siquiera todos los apartamentos. No puedo
estar segura. Esto es nuevo y todavía estoy trabajando en cómo leer las alertas
del sistema.
—Me dirijo hacia ahí ahora —espeté, luego terminé la llamada mientras
entraba en el ascensor.
Kiro se paró en mi puerta abierta, mirándome.
—En un incendio, se supone que debes tomar las malditas escaleras —
gritó.
—Toma las escaleras y sal —fue mi respuesta.
Dejé que el ascensor se cerrara y bajé al tercer piso, el piso de Brielle. No
sabía si era su apartamento, pero sí sabía que solo había tres apartamentos en el
tercer piso.
Brielle y el apartamento contiguo al suyo eran más pequeños, pero el
apartamento frente al suyo tenía tres dormitorios y tres baños con el doble de 30
metros cuadrados que Brielle. Los apartamentos del primer y segundo piso eran
del tamaño de Brielle o más pequeños. El cuarto piso tenía dos de los
apartamentos más grandes, y luego estaba mi piso.
Cuando se abrieron las puertas del ascensor, la primera voz que escuché
fue la de Brielle. Hablaba con alguien en un tono reconfortante. El sonido de su
voz me calmó, pero no quería pensar demasiado en eso.
No corrí hasta aquí para asegurarme de que ella se encontraba a salvo. Me
preocupaba por todos mis inquilinos y mi inversión.
Mi mirada pasó de la puerta de Brielle a la de su vecina, donde le encontré
con el brazo alrededor de la señora mayor mientras le hablaba. La puerta de la
anciana estaba abierta y humo salía de dentro. También podía ver los aspersores
encendidos dentro del apartamento. Eso sería un maldito desastre que limpiar.
—Está bien, señora Jo. Todo está bien. Solo fue un poquito de fuego en el
horno. Ya está bajo control y todas sus cosas se secarán. Ahora, respire hondo y
relájese. Está a salvo —le dijo Brielle a la señora que claramente estaba nerviosa,
pero respirando hondo, justo como le dijo que lo hiciera.
—Olvidé configurar el temporizador. Nunca lo olvido. Siempre recuerdo
cuando tengo un pastel en el horno. —Le temblaba la voz.
—Todos nos olvidamos de cosas a veces. Ayer me olvidé de poner la leche
en el refrigerador y quedó afuera toda la noche. Esta mañana estaba
completamente arruinada. Sucede. Pero estás bien. ¿Quieres que llame a
Andrew?
Asintió.
—Entonces vamos hasta mi apartamento para que puedas sentarte en el
sofá mientras lo llamo —dijo justo cuando los aspersores se apagaron.
Se giró para mirar hacia la puerta cuando me vio parado allí.
—Los bomberos y el administrador están en camino.
Asintió, entonces suspiró. —Fue un accidente. —Su tono me dejó en claro
que lucharía en nombre de la anciana si era necesario.
—¿Está todo bien?
Volvió a asentir. —La señora Jo solo está conmocionada. Estaba en su
balcón, regando las plantas, cuando se disparó. La sobresaltó.
Miré a la mujer que me miraba con curiosidad. Dando un paso en su
dirección, extendí la mano. —Soy Dean Finlay. El dueño del edificio. Es un placer
conocerla, señora Jo. 31
Hizo un escaneo rápido de todo mi cuerpo, como si me estuviera
evaluando. Entonces, colocó su mano pequeña en la mía. —Tienes una horrible
cantidad de tatuajes.
Sonreí y asentí. —Sí, señora, los tengo.
Sacudió la cabeza, como si estuviera decepcionada, entonces me soltó la
mano. —Es una pena que un hombre tan apuesto como tú le haga eso a su cuerpo.
podría haber sido un pecho bonito el que estás mostrando, pero fuiste y lo
coloreaste todo. —Bajó la mirada a él y jadeó—. Buen Señor, ten piedad. —Señaló
con un dedo torcido la perforación en mi tetilla.
Junté los extremos de mi camisa desabotonada justo cuando oí una risilla.
Moví mi mirada a Brielle, que estaba sonriendo. Maldición, tenía una sonrisa
increíble. Incluso si actualmente lo hacía porque se reía de mí. Jodidamente no
me importaba. Me gustaba verla.
Le regresé una sonrisa divertida y pude ver el destello de inquietud en su
mirada cuando lo hice. Quería odiarme… y me gustó. ¿Qué tan jodido era eso?
—Vamos, señora Jo. Vamos a llamar a Andrew. —Me miró—. Andrew es
su hijo. Puede llevarla a su casa hasta que esto esté listo para que regrese.
Me alegró que tuviera un sitio al que ir hasta que pudiéramos limpiar su
apartamento. El incendio no fue mi culpa ni era mi responsabilidad reemplazar
lo que se había dañado, pero podía y quería hacerlo.
—¿Puedo ayudar con algo? —le pregunté a Brielle, simplemente porque
no quería que terminara nuestra conversación.
Hizo un gesto con la cabeza hacia el hogar de la señora. —Haz que su
apartamento sea habitable tan pronto como puedas. No le gusta quedarse con
Andrew.
Estaba a punto de sugerir que se quedara con ella cuando abrió la puerta
de su departamento y la oí jadear audiblemente. Comencé a moverme en su
dirección.
—Oh, cariño, lo siento mucho. Todo esto es mi culpa —exclamó la señora,
sonando más molesta que antes.
Cuando llegué detrás de ellas, vi el apartamento mojado. Había agua
acumulándose en varias áreas del piso. Pero no era tan malo como el de la
anciana. Sería más fácil de limpiar y secar.
—Será mejor que llame a Damar y Jim. Puede que su apartamento también
esté mojado y no lo sabrán hasta más tarde esta noche cuando lleguen a casa. —
Le di una palmadita en el brazo a la señora Jo—. Está bien. Secaré en mis cosas 32
en un santiamén. No te preocupes. Todos estamos a salvo. Eso es lo que importa.
Esto —Gesticuló con la mano hacia su vivienda—, solo son cosas.
—Supongo que ese es el apartamento de Damar y Jim —dije.
Se giró para mirarme. Ya no sonreía. Simplemente asintió. —Si mi teléfono
no se mojó, debería poder llamarlos y decirles que vengan a comprobar.
Busqué mi teléfono para escribirle a Maegan. Tenía un juego de llaves
maestras y podía revisar por ellos. —Haré que mi gerente lo revise. No hay
necesidad de preocuparlos si no es necesario. —Entonces alcé mi mirada a la
suya—. Los iPhones son resistentes al agua ahora —agregué para aliviar un poco
de su preocupación.
—Sí, estoy segura de que lo son, pero el mío no lo es. No es una versión
nueva —dijo con un leve dejo de diversión en su tono.
—Hace varios años que son resistentes al agua —le aseguré.
Sonrió. —No lo eran hace ocho años atrás. —Entonces entró en su
apartamento mojado.
La observé caminar, disfrutando de la vista. Los pantalones cortos que
tenía eran pequeños y, maldición, me gustó demasiado.
—No es tu tipo, estrella de rock —dijo la señora Jo, recordándome que
estaba allí.
Me giré para mirarla. —¿Perdona?
Señaló la dirección en la que se había ido. —Brielle es una buena chica. No
es una grupie de estrellas de rock.
Estreché los ojos y una sonrisa se extendió por mi rostro. —Sabes quien
soy.
Enderezó los hombros para parecer más alta y puso los ojos en blanco.
—Por supuesto que lo sé. Soy vieja, no estoy muerta. Y esa chica no
necesita una estrella de rock tatuada y con la tetilla perforada en su vida. Tiene
algo bueno. Déjala en paz.
La estudié por un momento. —¿Y si estuviera buscando cambiar mis
formas? Convertirme en un tipo normal. Vivir una vida normal.
Suspiró y me señaló con un dedo. —No puedes. Al igual que no puedes
quitarte toda esa tinta del cuerpo, no puedes recuperar tu pasado. No puedes
decidir eso a los… ¿qué? ¿ya tienes cincuenta? 33
Asentí. Tenía cincuenta y tres, pero no necesitaba señalarlo.
—Un hombre de cincuenta años no cambia sus formas. Está establecido en
ellas. Y eres peor que la mayoría. Estás dañado por tu fama y éxito. Mi Brielle no
está para nada estropeada. Lo más alejado de eso. Ustedes dos no encajarán. Ella
ve a través de ti. Aunque a ese Cam seguro que le encantará conocerte. También
es un baterista, ¿sabes?
Sabía sobre Cam, entonces. Me pregunté si sabía que el baterista sería
engañado mañana por la noche por la virtuosa Brielle. No sería el que fuera a
darle pistas. Si quería protegerla, que así fuera.
—No tengo ningún interés en Brielle. No es mi tipo, tienes razón en eso.
—Andrew está en camino. Te ayudaré a empacar algunas cosas para que
te quedes en su casa por unas noches —dijo, y moví la mirada de la señora Jo a
Brielle.
Estaba enojada, pero intentaba ocultarlo. La observé detenidamente, y no
miró ni una vez en mi dirección. Era como si fuera jodidamente invisible. Estaba
enojada porque dije que no era mi tipo. Seguí observándola cuando acompañó a
la señora dentro de su apartamento, y el bombero llegó por las puertas de las
escaleras. Tenía que lidiar con ellos, pero regresaría más tarde a la sexy y enojada
Brielle.
6
Traducido por Sofía Belikov & Lisseth
34
Corregido por Ivana

Brielle
—No me interesa Brielle. No es mi tipo.
Fruncí el ceño mientras las palabras se reproducían en mi cabeza. Intenté
no preocuparme. No era como si quisiera ser su tipo. Dean Finlay no era el mío.
Para empezar, era viejo. Como si me fuera a gustar un hombre de su edad. Tal
vez, en alguna época, cuando era una adolescente tonta y con un enamoramiento,
su edad no hubiera importado. Pero ahora era una mujer adulta y con sentido
común, ¡y él no era mi tipo!
Me quedé viendo el apartamento mojado, y me quejé. Era un desastre.
Tuve suerte de que los aspersores no se hubieran activado en cada habitación.
Solo en las que compartía pared con el apartamento de la señora Jo. Que incluían
la sala de estar y mi habitación. La de Cam se veía seca, y sus baterías se
encontraban a salvo. Era el alivio más grande. Tenía un seguro de arrendataria,
pero era un plan básico. No creía que las baterías estuvieran incluidas. Me pasé
meses trabajando de noche, repartiendo comestibles después de un día entero en
la universidad, para pagar por el conjunto usado de Cam. Pero la alegría en su
rostro la mañana de navidad hizo que cada momento agotador valiera la pena.
Un golpe en la puerta interrumpió mis pensamientos y me volteé para
abrirla. Lo que fuera por algo me distrajera de la situación actual. Una rubia
atractiva se hallaba de pie del otro lado, con un iPad en las manos, sonriéndome.
Antes de que cualquiera pudiera decir algo, Dean apareció detrás de ella.
—Brielle, esta es Maegan. Es la encargada del edificio, y necesita revisar el
daño del agua en tu apartamento —dijo.
Eché un vistazo al departamento. —Tengo un seguro de arrendataria —
dije, sin estar segura de porqué necesitaba comprobar el daño.
—No necesitas llenar un reclamo con tu aseguradora. No es tu culpa, y el
seguro del edificio lo cubre —me informó Dean.
Me llené de alivio. Odiaba que hubiera dicho algo que aligerara mis
preocupaciones. No quería ayuda alguna de Dean, pero era dueño del edificio, y
si quería que esto quedara cubierto por el seguro, no era lo suficientemente
estúpida como para discutir. Podría no ser mi tipo, pero era el propietario. 35
El destino tenía una manera de cambiar la vida de formas que nunca
esperabas. Que se joda el destino y su mal sentido del humor.
—Está bien —respondí, haciéndome a un lado para que Maegan entrara.
Por suerte, Dean no la siguió—. ¿Necesitas que me quede o espero afuera? —le
pregunté.
—Haz lo que te acomode. Solo quiero cerciorarme de anotar todo el daño,
así todo queda cubierto —dijo.
Me planteé quedarme allí mientras trabajaba, o tal vez ir a la habitación
afectada, o apartarme de su camino. No creía que mis cosas estuvieran en peligro
de ser robadas.
Tomando una decisión rápidamente, me acerqué a la puerta.
—Te dejaré tranquila. Si me necesitas, estaré aquí afuera.
—Excelente —respondió.
Cuando me volteé, mis ojos se encontraron con los de Dean, y me percaté
de que había tomado una decisión apresurada. Habría sido mejor esperar en mi
habitación. O incluso en la de Cam.
Me observaba de cerca. Aparté la mirada de la suya y eché un vistazo por
el pasillo cuando pasé a su lado. No salí para hablar con él o discutir algo acerca
del daño. Maegan parecía capaz de lidiar con ello sola. Era una rubia hermosa,
en la mitad de sus treintas, con labios tan llenos que no podían ser naturales y
piernas kilométricas. No tenía duda alguna de que era el tipo de Dean, y por
ahora, su trabajo se encontraba a salvo. Hasta que se aburriera de ella.
—Todo —dijo, y lo miré de nuevo: tenía la vista puesta en Maegan.
—Por supuesto —respondió.
Crucé los brazos sobre mi estómago y me quedé viendo las paredes verdes
que pronto serían celestes. Lo necesitaban más que nunca. El humo dañó la
pintura cerca de la puerta del departamento de la señora Jo. La mayor parte de
él necesitaría una capa fresca de pintura. Fruncí el ceño, planteándome el tiempo
que llevaría y que no estaría aquí para su cumpleaños la próxima semana. Tenía
pensado hacerle un pastel y comprar algunos sombreros de fiestas, bocinas y
velas de estrellitas para celebrar, como todos los años. Y ahora no estaría aquí.
—Está bien. Todo será reemplazado —dijo Dean, de pie junto a mí.
Le eché un vistazo y asentí. Tenía razón. Nadie salió lastimado. La señora
Jo no resultó herida. Las cosas podían ser reemplazadas. No me molestaba
aquello, y no iba a desperdiciar mi tiempo contándole acerca de la pequeña fiesta
que tenía planeada para el cumpleaños setenta y ocho de la señora Jo. 36
No éramos amigos. Incluso podríamos ser enemigos. No sabía bien cómo
categorizarnos. No era como si tuviera que hacerlo. Mantener a Dean fuera de mi
vida era mi meta principal. No era una estúpida que necesitara y quisiera su
atención.
—Ven conmigo —dijo Dean.
Levanté la cabeza de golpe para mirarlo. —¿Disculpa?
Sonrió. —¿Por favor? ¿Ven conmigo?
Volví a mirar la puerta abierta del apartamento.
—Maegan lo tiene bajo control. Se asegurará de que se considere todo. Si
hay algún problema, me llamará. Has vivido una experiencia estresante. La
señora Jo le contó a un bombero cómo fuiste a su apartamento y utilizaste un
extintor para apagar las llamas, y que luego la sacaste de allí. Es un montón. Ven
conmigo. Tengo cerveza o bebida, si lo prefieres. Solo ven y relájate. Tómate un
momento. Esto podría llevar un tiempo.
Me sentía dividida. Tenía curiosidad de ver su penthouse. Y una bebida
también sonaba bien. Pero, ¿no acababa de pensar en él como un enemigo?
Miré mi apartamento. Era un propietario bastante considerado:
asegurándose de que todo quedara reparado. Era arrogante y egoísta, pero
bueno, era famoso. Era solo una bebida y un lugar donde esperar. No era como
si me estuviera pidiendo ser amigos. No sería parte de mi vida. No arruinaría
nada.
Encogiéndome de hombros, regresé mi atención hacia él. —Está bien.
Claro —respondí.
Sus cejas se arquearon, como si le sorprendiera mi respuesta, y no podía
culparlo. A mí también me sorprendía. Podría ser un error.
—Quiero ver tu penthouse. Es solo curiosidad —admití.
No quería que pensara que tenía miedo de que pudiera estar intentando
llevarme a su apartamento para seducirme. Sabía que no lo tenía programado.
Dean se rió. —Es justo —respondió—. El ascensor no funcionó durante
unos minutos, pero ya está bien. Podemos usarlo.
Lo seguí al elevador, y el olor a humo se sentía incluso allí.
—¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí? —me preguntó.
—Tienes mi contrato de arrendamiento y toda mi información personal —
37
respondí.
Se encogió de hombros. —Sí, supongo que sí. Pero preferiría saberlo de ti
antes que husmear. Se llama charlar.
Está bien. No tenía sentido ser maleducada. No podía estar siempre
molesta con él. De momento, era agradable.
—Por casi cuatro años —le dije.
No profundicé en el hecho de que el conseguir el trabajo en la universidad
era el motivo de que fuéramos capaces de mudarnos a este lado del pueblo. Antes
vivíamos en un área complicada, donde compartía una habitación con Cam. La
mayoría de las noches podía oír disparos y sirenas de policía. En ese entonces,
me acomodaba tener a Cam en la misma habitación. El mudarnos aquí nos
cambió la vida. Le dio a Cam algo de independencia y privacidad. Y por encima
de todo, le dio una mejor educación.
—¿Desde dónde te mudaste? —me preguntó.
—Desde el otro lado del pueblo —fue la única respuesta que recibió.
Las puertas del ascensor se abrieron, y salimos a una entrada elaborada
con un piso de mármol y luces fijas con una llama a gas y que parpadeaba. Las
puertas dobles y negras eran amplias y brillantes. Lo absorbí todo a medida que
lo seguía lentamente hacia la entrada. Presionó un código, y la puerta derecha se
abrió.
—Mi cocina es eléctrica —dije.
Me echó un vistazo. —Si está dañada, Maegan se asegurará de que sea
reemplazada.
Negué con la cabeza. No me refería a eso. —Mi cocina no es a gas. Y
tampoco el calefactor. Pero tienes lámparas a gas. ¿Cómo es que…? ¿Desde
cuándo el edificio tiene gas? —¿Y tiene detectores de monóxido de carbono?
—Ya tenía las redes de gas. Es solo que estaban cerradas y no se utilizaban
—respondió, y luego se apartó para dejarme entrar al penthouse.
—¿Qué diablos te llevó tanto tiempo? Tengo hambre y no tienes nada para
comer —dijo una voz masculina.
Dean suspiró con pesadez, como si estuviera molesto o se hubiera
olvidado de que tenía compañía.
Antes de que pudiera responder, Kiro Manning apareció en la entrada,
sosteniendo una cerveza en una mano y una bolsa de patatas en la otra. Levantó
ambas. —Esto es una mierda de comida, Dean. Aclárate las ideas, hombre.
—Brielle, este es Kiro, el invitado al que no invité —dijo Dean, y luego me 38
hizo un gesto para que lo siguiera mientras caminaba hacia él.
Mi mirada regresó hacia Kiro Manning, y lo encontré observándome con
interés. Kiro no envejecía. Era de esos hombres que, al parecer, detenían el
proceso de envejecimiento alrededor de los cuarenta.
—Ya entiendo. Ahora tiene sentido esa necesidad de comprarte un
complejo de apartamentos en el infierno —pronunció sugerentemente.
—No. —El tono de Dean era duro, y la advertencia en él clara.
Sin embargo, la sonrisa divertida en el rostro de Kiro indicaba que no le
importaba. No parecía tomarse muchas cosas en serio. Tenía una imagen pública
que daba a entender que mantenía su carrera entera en el mercado. Kiro era el
chico malo.
—Podría ser parte de este tipo de crisis de la mediana edad —dijo Kiro y
me guiñó un ojo.
Luché contra la urgencia de poner la mirada en blanco. Tenía la certeza de
que esperaba que me volviera loca o lo idolatrara. No conseguiría ninguna. Mis
días de quedar deslumbrada por cosas así habían terminado.
—Ignóralo. Acompáñame. Tengo cerveza o bebidas de las que puedes
elegir —me dijo Dean.
Me acerqué a Dean, sintiendo de repente que era el menor de dos males,
incluso aunque, en lo profundo, sabía que eran iguales. La única diferencia era
que Dean se acercaba con más delicadeza. Kiro parecía amenazador de una
manera que no conllevaba violencia, pero que podría ser desconcertante. Ya no
me gustaban los hombres mayores, pero como cualquier mujer en el mundo,
tenía mi opinión de quién era el más guapo de los Slacker Demon. Desde la
preparatoria prefería a Dean Finlay. Por supuesto, en ese entonces, no lo conocía
y no tenía idea de lo idiota que podría ser. Clara era fanática de Kiro. Sería un
sueño hecho realidad para ella.
Clara los había visto en concierto siete veces. Una vez, cuando casi había
conseguido entrar pero no lo hice, fue lo más cerca que había estado de verlos en
concierto. Esa noche fue suficiente para mí. Las cosas cambiaron para mí después
de aquello. Mi vida se había alterado y nunca volvería a ser la misma. Con ella,
mi percepción de Slacker Demon también había cambiado. Ya no me interesaba
su música. Los recuerdos que me traía eran algunos que quería dejar atrás.
Dean me condujo a una cocina del tamaño de mi apartamento y abrió la
puerta de una nevera que tenía un televisor en la parte delantera. Me quedé
mirando asombrada. Había visto anuncios de frigoríficos así, pero nunca había
39
visto uno en persona.
—Sírvete —dijo Dean, retrocediendo y señalando con la mano el
refrigerador.
Estaba lleno de comida. Kiro dijo que no tenía nada, pero había más
comida aquí de la que yo compraba para Cam y para mí en un mes.
Me acerqué al refrigerador y saqué una soda dietética, luego di un paso
atrás. —Gracias. —Le dije a Dean.
—¿Quieres algo más? —preguntó.
Negué con la cabeza. —No, gracias.
Agarró una botella de agua y cerró la puerta.
—Lo siento por Kiro. Con toda la mierda de abajo, olvidé que estaba aquí.
Debería haberte advertido —dijo.
—Gracias por la bebida, pero puedo volver abajo. No me importa esperar
ahí —dije.
Frunció el ceño. —No. Necesitas sentarte y relajarte. Kiro es inofensivo…
la mayor parte del tiempo.
Quería responder “¿Qué? ¿Tampoco soy su tipo?” Pero simplemente asentí
bruscamente. No había razón para insistir en ese comentario o hacerle saber que
me importaba que lo hubiera dicho.
—La vista es bonita. Ven a la sala de estar y relájate. Maegan me avisará
cuando haya terminado.
—Gracias —respondí y, en contra de mi buen juicio, lo seguí a la siguiente
habitación.
Kiro estaba sentado en un sofá de cuero blanco tan grande que ocupaba
casi toda la habitación. Tenía los pies apoyados en una gran otomana redonda,
lo bastante grande como para que varias personas pusieran los pies encima.
Tenía las piernas cruzadas por los tobillos y una cerveza apoyada en un
muslo de cuero.
Mientras que Dean parecía un rockero, Kiro gritaba estrella de rock por su
elección de ropa, pelo, contoneo, todo. Nunca podría parecer normal. El hecho
de que fuera abuelo salía regularmente en las revistas y las noticias. Kiro no
parecía ni actuaba como un abuelo. Su ropa era llamativa y no se parecía a nada
que pudiera llevar una persona normal.
—¿Fue tu apartamento el que tuvo el incendio? —preguntó Kiro mientras 40
me sentaba en el extremo opuesto del sofá seccional.
Negué con la cabeza. —Era el de mi vecina.
Kiro miró a Dean. —La vecina no debe ser un pedazo de culo caliente.
Dean puso los ojos en blanco. —No empieces.
Kiro parecía ofendido o sorprendido. —¿Qué?
—Sabes qué —dijo Dean arrastrando las palabras, inclinándose hacia atrás
y descansando el tobillo izquierdo sobre su rodilla derecha.
—Joder, no. Simplemente estaba declarando hechos —respondió,
apuntándome con su botella de cerveza—. Ella es atractiva, y tiene unas buenas…
—Kiro —espetó Dean, su voz más fuerte ahora.
—Tetas, cariño. Tienes unas tetas realmente bonitas, y a Dean le encantan
las tetas grandes.
—Jesús, ¿no puedes ser normal alguna vez? —preguntó Dean, disgustado.
—Esto es normal. Es la vida. Ella es una pieza caliente de culo jóven con
grandes tetas, y tú quieres tanto estar enterrado entre esos muslos…
—Vete —dijo Dean, poniéndose de pie y señalando hacia una puerta
diferente a la que habíamos entrado—. Ahora. Ve a ver a Lila Kate. Ve a ser un
maldito abuelo normal. Solo vete.
Kiro se rió y se puso de pie lentamente. —Bien. Sé alguien que no eres.
Finge que no buscas solo sexo. Ella lo descubrirá pronto. Maegan también lo hará.
Mejor vigila las garras de Maegan. Tengo pruebas de que son tan afiladas como
unos jodidos cuchillos.
Dean suspiró y sacudió la cabeza. —Adiós, Kiro.
Kiro me guiñó un ojo de nuevo.
—Nos vemos, cariño. —Luego se dirigió hacia la puerta que Dean había
señalado sin mirar atrás.
Me preguntaba si Dean era la única persona en el mundo que podía salirse
con la suya al hablarle a Kiro Manning de esa forma.
Miré a Dean, quien estaba frunciendo el ceño y usaba una mano para
masajear sus sienes antes de encontrar mi mirada por un breve momento, luego
se sentó de nuevo en el sofá.
—Lo siento. Así es él.
—Es una estrella de rock —dije.
41
Dean se rió entre dientes después de un momento, luego me miró.
—¿Y yo no lo soy?
Levanté un hombro. —Sí, pero no es tu personalidad. Kiro es el tipo malo.
La cara de la banda. Es conocido por su comportamiento grosero. Tú no. Eres
conocido por tu talento en la batería y por ser un buen papá a pesar de tu trabajo.
Aunque estoy segura de que has tenido tu propio mal comportamiento, no haces
alarde de ello.
Me sorprendió haber dicho todo eso. Era cierto, pero casi sonaba como si
lo estuviera defendiendo. No lo hacía. Tampoco quería que supiera lo mucho que
sabía sobre Slacker Demon. Sobre él.
Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas mientras me
estudiaba.
—¿Eres fanática de Slacker Demon, Brielle? —preguntó.
Mi mirada se posó en mi soda, y jugueteé con la parte superior. ¿Cómo iba
a manejar esto? ¿Con honestidad? ¿Mentiras? ¿Decir parte de la verdad?
Después de un breve debate interno, levanté la mirada para encontrarme
con la suya. —Lo fui una vez. —Ahí. Esa era la verdad.
La comisura de su boca se elevó. —Una vez, ¿eh? —preguntó—. Estoy
asumiendo que nuestro primer encuentro cambió eso.
No tenía nada que ver con ese día en la oficina. Ya me había formado una
opinión sobre Dean. Él lo confirmó esa mañana. No había sido fanática antes de
ese momento. Sin embargo, Dean necesitaba hacer sus propias suposiciones, y no
iba a negar o admitir nada. Mientras más lo hiciera, más curioso se volvería.
—Crecí —dije simplemente.
Dean puso una mano sobre su corazón. —Auch.
Me las arreglé para sonreír entonces. —Mis gustos musicales cambiaron.
—Tengo miedo de preguntar cuál es tu banda favorita ahora —dijo.
No tenía ninguna. No realmente. Sin embargo, no le dije eso.
Me encogí de hombros.
Entonces sonó el teléfono de Dean, él se puso de pie y lo sacó del bolsillo
de sus vaqueros.
—¿Hola? Bien. ¿Estás segura de que lo tienes todo? Está bien. Continúa y
comienza el proceso. Es tu máxima prioridad. Sí.
Luego deslizó el teléfono en el otro bolsillo de sus vaqueros y levantó sus
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ojos para encontrar los míos. —Maegan consiguió todo lo que necesitaba. El
dormitorio principal está mojado, pero probablemente ya sabías eso. Necesitas
un colchón nuevo. Podemos ir ahora, o si lo prefieres, Maegan puede llevarte.
Negué con la cabeza y me puse de pie. —Oh, no, supuse que podría
secarse al aire. Tal vez en el sol en el balcón.
Dean negó con la cabeza. —No. Vas a comprar uno nuevo.
No quería ir a comprar un colchón con él o con Maegan. No es que no me
gustara Maegan, pero no le tenía mucho cariño. No tenía ninguna razón real para
sentirme así. Sin embargo, tenía razones para que no me gustara Dean. Puede
que no me desagrade tanto como antes, pero si entendí las palabras de antes de
Kiro, entonces él y Dean se habían acostado con Maegan. Ew.
De repente, la frase de Hamlet me vino a la mente. La dama protesta
demasiado, me parece.
Y me estremecí. Ya no era esa chica. La vida me había cambiado. La
maternidad me había cambiado.
—Cualquier colchón servirá. No soy exigente. Créeme —dije.
No había dormido en un colchón hasta los veinte años. Dormía sobre
mantas en el suelo, dormía sobre heno, incluso había dormido sobre pisos de
concreto desnudo. Podría dormir en cualquier lugar si lo necesitara.
—¿Sin preferencias por la firmeza o la suavidad? —preguntó.
Negué con la cabeza. —He dormido en lugares que hacen que cualquier
colchón sea agradable. —No tenía intención de decir eso, pero lo dejé escapar.
Los ojos de Dean se entrecerraron. —¿En serio? —preguntó— ¿Por qué?
No. No íbamos a hablar de mi pasado. Eso estaba detrás de mí. Era mi
secreto. Había construido una nueva vida, y eso era todo lo que él necesitaba
saber.
—Eh, ya sabes, los niños y los adolescentes duermen en lugares locos —
dije—. Gracias por la soda y por la oportunidad de sentarme y esperar. Pero si
ella terminó, quiero regresar y comenzar a secar el piso.
—Ya está hecho. No tienes que ir allí. Al contrario de lo que dijo Kiro,
tengo comida en la cocina. Puedo hacerte algo de comer.
No, no, no, no, no. No iba a hacer esto. No me iba a poner cómoda y
amistosa con este hombre. Él era suave y encantador cuando quería serlo, pero
ya me he dado cuenta de que la falta de filtro de Kiro era más acertada con los 43
pensamientos internos de Dean. Puede que no sea su tipo, pero era una mujer y
estaba en su apartamento, sola con él. Una gran bandera roja, y lo sabía.
—Me sentiría mejor si estuviera allí. Con mis cosas —respondí.
Dean asintió con la cabeza. —Entendido. Puedes llamarme o enviarme un
mensaje de texto si necesitas algo. —Hizo una pausa y luego sonrió—. Deberías
tener mi número ahora.
El mensaje de texto de antes me recordó que él también tenía mi número.
También me recordó que se suponía que Clara vendría en una hora. ¡Mierda! Lo
había olvidado. Tenía que llamarla. Me tenía que ir.
—Sí —dije, luego me dirigí en dirección a la puerta.
—Nos vemos, Brielle —gritó justo cuando abrí la puerta.
Levanté una mano para saludar, pero no miré hacia atrás, luego salí y cerré
la puerta detrás de mí. Esperaba que nos viéramos muy poco.
Esto no era algo que planeé que sucediera alguna vez. La vida continuaría
como de costumbre y no cambiaría nada. No había razón para hacerlo.
7
Traducido por Gesi & Ivana
44
Corregido por Pame .R.

Dean
Esperé a que pasaran dos días antes de escribirle a Brielle. No se había
contactado conmigo ni con Maegan. Sabía que su colchón nuevo fue entregado
una hora después de que llegara a su apartamento el día que vino conmigo. Yo
mismo lo ordené. Uno idéntico al mío, solo en un tamaño completo para que
encajara en el marco de su cama, a diferencia del mío que era tamaño King. No
me llamó ni escribió tras recibirlo. Maegan dijo que apenas había estado allí ayer,
por lo que asumí que estuvo trabajando.
Lo más frustrante de todo era que no debería importarme ni una mierda.
Ella no era lo que buscaba, si es que siquiera buscaba algo. Aún no me había
decidido al respecto. Las relaciones eran pegajosas y nunca logré tener una.
Parecía demasiado trabajo. Hasta hace un par de años. Una parte de mí quería lo
que Kiro tuvo con Emily, su difunta esposa. Estuvo tan jodidamente feliz por un
tiempo. Antes de su accidente. Antes de que la alegría de la vida fuera
completamente absorbida de él cuando la perdió.
¿Amar como amó valía la pena el dolor que podría seguir? No me hallaba
seguro de poder arriesgarme. Lo vi completamente envuelto en ella, y envidié
esa conexión con otra persona. Entonces, estuve allí cuando se desmoronó por la
agonía de perderla. No creía poder sobrevivir a ello. Harlow era lo único que le
impidió hundirse.
No. Lo que necesitaba era alguien más cercano a mi edad. Una mujer.
Alguien que hubiera vivido la vida y fuera madura. Alguien a quien pudiera
respetar, apreciar y disfrutar de estar cerca. Si iba a tener una relación, tendría
que ser real. Tendría que haber profundidad.
No podía ser con una veinteañera frívola e infiel con un cuerpo que me
pusiera dura la polla. Necesitaba más que una jodida polla dura. Brielle era
simplemente una inquilina y nada más. Tenía que empezar a fijarme en mujeres
de mi edad, o al menos dentro de los quince años de mi edad. Tenía nietos, por
el amor de Dios. Mi hijo no debería ser mayor que mi novia.
Mi teléfono sonó con un mensaje de texto y bajé la vista para ver la
respuesta de Brielle.
Es como si nunca hubiera habido ningún daño por el agua. Gracias por 45
solucionarlo.
Eso era todo. Nada más. Como debería ser. Volví a guardarme el teléfono
en el bolsillo y me dirigí a la salida privada de mi casa cuando hubo un golpe en
la otra puerta antes de que se abriera.
—¿Dean? —llamó la voz de Maegan.
Me di la vuelta y regresé a la sala de estar justo cuando entraba. Hoy, su
falda era de alguna forma más corta que la de ayer. Pronto, su trasero colgaría
fuera. Sabía que trataba de obtener mi atención. Tuvo puesta la vista en Kiro,
pero se aburrió de ella después de unas folladas. Le di un trabajo para sacarla de
aquí. No para follarla. Comenzaba a creer que ella tenía otras ideas.
—Hola, Maegan.
Me dedicó una sonrisa que se parecía más a una invitación que a una
profesional. —Buenos días, Dean. ¿Puedo conseguirte algo?
Sacudí la cabeza. —No. Estaba a punto de irme. ¿Hay algún problema con
el edificio? —pregunté, recordándole cuál era su trabajo y por qué se encontraba
aquí.
Negó con la cabeza. —Todo está genial. Los muebles nuevos se trasladarán
hoy al apartamento de la señora Jo y la pintura se ve fantástica. Cuando hablé
con ella, estaba muy emocionada de verlo.
Me alegraba que la señora Jo estuviera feliz, pero si era honesto, me
preocupaba más su vecina, y eso estaba mal. Me dije que Brielle se hallaba fuera
de discusión. Fuera de cuestión. Demasiado malditamente joven.
—Puedo prepararte el almuerzo, si quieres. —Dio un paso en mi
dirección—. Estoy a tu completa disposición.
No tenía dudas de que lo estaba. Tenía que salir de aquí.
—Estoy bien. Gracias. Ya me iba. Cierra cuando te vayas. Asegúrate de
que Brielle McGinnis también esté contenta con sus muebles nuevos. —No podía
contenerme. Tenía que saberlo.
Frunció el ceño. —No recibió muebles nuevos.
—¿Qué? —Mi voz sonó más dura de lo necesario.
—Dijo que los suyos estaban bien. Que se secaron. Le dije que eligiera lo
que quisiera, dentro de lo razonable, pero no lo hizo. —Sonaba levemente
asustada.
—¿Qué tan mojados se encontraban sus muebles?
Hizo una mueca. —Bastante mojados. Un poco empapados, pero los puso
46
en el balcón los últimos dos días y dijo que todo se secó bien.
—¿Puso el sofá en el balcón? —pregunté, no creyéndomelo.
¿Por qué está siendo terca?
—Solo los cojines.
—Maldición —murmuré y giré la cabeza hacia el ascensor del edificio.
—¿A dónde vas?
—A revisar los muebles de mi inquilina.
—Pero ya lo hice. Están bien.
La ignoré y seguí hacia el elevador.
Me enojé más con cada segundo que me tomó llegar a su piso. Los muebles
tenían que oler mal. ¿Cómo podía vivir así? Tuve que reemplazar la mayoría de
los de la señora Jo. No era como si lo hubiera hecho para poder meterme en su
cama, y tampoco reemplazaría los de Brielle con ese objetivo. Jesús, era muy
jodidamente obstinada.
El ascensor se abrió y di varias zancadas hasta su puerta. Con un golpe
fuerte, esperé e intenté tranquilizarme. Me encontraba furioso, y no estaba seguro
de por qué. Esta clase de mierda normalmente no me molestaba. Normalmente,
no me involucraba y dejaba que mis ayudantes se ocuparan.
Quería comprarle los malditos muebles. Era así de simple. ¿Por qué no me
dejaba hacerlo? ¿Por qué era así?
La puerta se abrió y Brielle estaba allí, con un vestido de punto rosa sin
mangas que ni siquiera le llegaba a la mitad del muslo. Llevaba el cabello en otro
moño desordenado y parecía estar levemente sudada. Su pecho se veía húmedo
y… joder, no llevaba sujetador.
—¿Dean? —dijo mi nombre como una pregunta y, de mala gana, moví mis
ojos de sus tetas hermosas a su cara.
Maldita sea. Maldita sea. Maldita sea. ¿Por qué tenía tantas ganas de
follarla? ¿Por qué ella? ¿Por qué no Maegan? O, demonios... no sé... alguien unos
años mayor que mi hijo. ¿Por qué esta chica, que era demasiado joven y no era
para nada lo que necesitaba?
—No elegiste muebles nuevos —dije, pasando junto a ella y entrando al
apartamento.
—No lo necesitaba —dijo detrás de mí.
Me acerqué al sofá que había visto tiempos mejores. Tenía que ser tan viejo 47
como ella. De hecho, me hallaba dispuesto a apostar que era mayor que ella.
—Sí, los necesitas —espeté, mirándola—. Lo necesitas urgentemente. Lo
necesitabas antes del daño del agua. Jesús, Brielle, este sofá es antiguo.
Entonces se puso rígida, y vi que su modo defensivo se hizo cargo. —Mis
muebles están bien. Es cómodo y a nosotros nos gusta.
¿Nosotros? ¿Quién carajo son nosotros? ¿Cam? ¿El tipo al que engañaba?
¿Cómo estuvo la cita con el obrero de la construcción? ¿Le gustaba ser infiel?
—Es una mierda —respondí—. También lo son la maldita mesa de café y
esa silla. Consigue muebles nuevos. Lo necesitas.
No dije que ellos lo necesitaban porque me negué a aceptar que dejara a un
hombre vivir aquí con ella. Eso significaba que la follaba y la veía desnuda.
Enterraba su polla en esas tetas.
—Creo que tienes que irte —dijo enojada.
Caminé hacia la puerta, pero no me fui. La cerré. Entonces, me giré hacia
ella y la seguí hasta que su espalda estuvo contra la pared. Olía a vainilla y
lavanda. Me gustaba. No, me enloquecía. Inhalando profundamente, incliné mi
cabeza hacia abajo hasta que mi boca tocó su oreja. La sentí temblar, y ese
pequeño movimiento fue directo a mi maldito pene.
—Tienes razón. Tengo que irme. Tengo que salir corriendo de aquí —dije
en voz baja en su oído, luego pasé la punta de mi nariz por su hombro—. Estar
aquí es una idea terrible. Solo quería que compraras los muebles. Eso es todo.
Vine aquí para hacerte ver eso —aseguré, levantando la cabeza y mirándola a los
ojos—. Pero abriste la puerta, vestida así. Toda sudada y sin un maldito sostén.
—Pasé un dedo por el escote de su vestido—. Ahora, en todo lo que puedo pensar
es en arrancarte la ropa del cuerpo y llevarte con fuerza contra esta pared. Hasta
que grites mi nombre y te rompas contra mí. Y ambos sabemos que esa es una
mala idea.
Su pecho subía y bajaba con rapidez, haciendo que sus pesados senos
rebotaran ligeramente. Quería mis manos sobre ellos. Su hinchado pezón en mi
boca. Dios, ¿alguna vez quise tanto follarme a una mujer en mi vida?
—Dean. —Susurró mi nombre, y mi pene latió en mis pantalones
vaqueros.
El sonido entrecortado de su voz me volvió ligeramente loco. Podía
imaginármelo. Ella desnuda y mi polla enterrada en su interior. Lo anhelaba y...
En ese momento, el timbre de un teléfono rompió el silencio. Se tensó 48
debajo de mí y luego me empujó hacia atrás, apresurándose hacia el celular que
se hallaba sobre el sillón ofensivo que quería que desapareciera.
—Cam —respondió, sonando feliz y nerviosa.
Ese era el balde de agua fría que necesitaba. No la escuché decir nada más.
Caminé hacia la puerta, la abrí, salí y la cerré detrás de mí. Kiro tenía razón. Ella
era un pedazo de culo caliente y nada más. Podría reemplazarla con cualquier
otro pedazo de culo caliente. Nunca dejé que uno significara algo para mí antes.
¿Por qué empezar ahora? Tenía cincuenta y tres años y era obstinado.
Cuando regresé a mi penthouse, Maegan salió de la cocina con un delantal.
Ni siquiera sabía que tenía un jodido delantal.
—Te hice el almuerzo. En caso de que tengas hambre —dijo.
—Necesito follar. No quiero ataduras ni drama. Solo tengo que correrme
—respondí.
Entonces, sonrió. Una sonrisa seductora. —¿Dónde quieres follar?
Pasé junto a ella y agarré su mano, llevándola de regreso a la cocina.
—Quítate las bragas —ordené.
—No estoy usando ninguna —respondió.
Le di la vuelta, la miré y luego miré la falda corta que llevaba puesta.
Quería esto. Estar disponible. Tal vez planeó agacharse en algún momento para
darme una vista. Cualquiera que sea la razón, lo apreciaba en este momento.
—Pon tus manos en la isla —ordené.
Así lo hizo, sacando el culo sin dirección. Ella sabía la partitura y cómo
joder.
Caminé detrás de ella y pasé mis manos por sus muslos desnudos antes
de tirar del pequeño pedazo de tela que cubría su trasero hasta la cintura. Luego,
lo abofeteé fuerte. Tan fuerte como quería abofetear el culo jugoso y bronceado
de Brielle.
Maegan gimió y lo meneó hacia mí. Le di una palmada en el otro lado,
luego me moví de un lado a otro hasta que ambas mejillas se encontraban rojas y
ella jadeaba y gemía.
Busqué en el cajón de la isla y saqué un condón. Maegan no parecía
sorprendida de que tuviera condones aquí. Era la razón principal por la que la
traje aquí. Me desabroché los vaqueros y los bajé hasta mis rodillas, luego deslicé
el condón sobre mi dura polla. Agarrando su cintura, tiré de ella hacia atrás y
sobre mi longitud con un fuerte empujón.
49
Gritó mi nombre. Sabía que era ruidosa durante el sexo. La escuché a ella
y a Kiro haciéndolo más de una vez. Una noche, incluso me senté y los observé
en la alfombra frente a la chimenea. Entonces me sonrió con picardía, como si
quisiera que me uniera. Consideré acercarme y meterle el pene en la boca, pero
no lo hice. Quería límites.
Hoy, no me importaba. Solo necesitaba liberación. También lo iba a
conseguir. Justo aquí, en este coño dispuesto y disponible.
—¡Más duro, Dean! ¡Fóllame más fuerte! —gritó.
No quería oírla hablar. Solo quería su cuerpo.
Extendiéndome, cubrí su boca y luego continué penetrándola. Cerré los
ojos y pensé en pelo castaño oscuro y brillantes ojos azules, mirándome por
encima del hombro a medida que la follaba. Tetas grandes y pesadas
balanceándose y rebotando en tanto nuestros cuerpos chocaban.
Saqué mi mano de la boca de Maegan mientras ella gritaba mi nombre y
se retorcía debajo de mí por el orgasmo. Después me vine, pero el alivio que
esperé no llegó. Solo culpa y disgusto conmigo mismo.
8
Traducido por Julie & SamJ3
50
Corregido por Ivana

Brielle
No había muebles nuevos ni se hablaba de muebles nuevos. No apareció
nada, salvo el colchón, y yo dejé de esperarlo.
Había pasado una semana desde que Dean entró en mi apartamento,
insultando a mis muebles y haciendo que mis bragas se mojaran directamente
después. Me quedé dormida, pensando en la forma en que su voz sonó en mi
oído y en cómo olía tan completamente masculino. Era una pendiente muy
peligrosa y resbaladiza por la que estaba dispuesta a caer. En el calor del
momento, nada más importaba. Debería haber importado. Debería haber
importado mucho.
Entonces, Cam llamó.
Dean se fue.
No había habido mensajes, llamadas, o vistazos de él desde entonces.
Esto era algo bueno. Era lo que tenía que pasar. Me alegraba que hubiera
puesto distancia entre nosotros. Tenía que seguir así. Lo sabía. Pero en mis
sueños, a menudo olvidaba todo eso.
Maldito sea él y su voz sexy, oscura y tentadora. Seguí cubriendo el pastel
de la señora Jo con pequeñas flores de rosa que había aprendido a hacer en un
vídeo de YouTube. Tenía otras cosas que hacer que pensar en Dean Finlay todo
el tiempo.
Gavin llamó para invitarme a salir de nuevo. Tuve que cancelar nuestra
última cita por los daños causados por el agua y porque no me sentía de humor
para salir. Me había preguntado si podíamos volver a intentarlo la semana que
viene y se ofreció a ayudarme con cualquier cosa en mi apartamento que pudiera
necesitar su experiencia.
Debería haberlo dejado venir y ayudarme a trasladar todo el armazón del
sofá al balcón para que se secara al sol. Porque empezaba a oler mal. Lo había
comprado hace años en una tienda de segunda mano por veinticinco dólares. Era
más de lo que podía pagar, pero también necesitaba un lugar donde dormir. La
cama individual que Cam y yo compartimos se estaba quedando pequeña para
los dos. Tenía casi seis años y yo quería que tuviera su propia cama. Algo que
nunca tuve de niña.
51
Ahora, era muy probable que el armazón de madera estuviera podrido y
no aguantara mucho más. Podía permitirme otro sofá usado, pero admitirlo
significaría que Dean tenía razón. No quería que tuviera razón. Tal vez era terca,
pero quería tener razón.
Terminé con el pastel, y aunque no era profesional, pensé que quedó
bonito. Busqué las velas en la bolsa de artículos que había comprado para la fiesta
de la señora Jo. Mientras colocaba la vela número siete y la vela número ocho en
el pastel, me di cuenta de que podía celebrarlo con ella gracias a Dean. Él había
acelerado la mudanza. Tenía muchos muebles nuevos y se encontraba encantada
con todo. Me enseñó la casa con orgullo el día que se mudó de nuevo. Incluso él
le había sustituido la vieja lámpara del salón por un ventilador de techo. Por la
forma en que hablaba de Dean, uno pensaría que él había reinventado algo.
Un golpe en mi puerta fue seguido por el sonido de una llave en la
cerradura. Miré por encima de mi hombro para ver a Clara, a quien esperaba.
Llevaba una minifalda corta de cuero blanco y un crop top amarillo. La envidiaba
por poder llevar ese tipo de tops. Las tetas pequeñas eran mucho más fáciles.
Podías llevar todos los tops elegantes y parecías más delgada.
—Si alguna vez quieres dejar la universidad, podrías dedicarte a la
decoración de pasteles —dijo mientras miraba el pastel—. Es precioso.
—Gracias, pero creo que me quedaré con mi trabajo de día —respondí.
Clara no podía tostar el pan sin quemarlo. Se impresionaba fácilmente.
Podría haber puesto mantequilla de cacahuete en una tostada y haber colocado
un malvavisco encima con una vela, y a ella le habría parecido genial.
—Probablemente sea lo mejor. Viene con seguro médico —aceptó, y luego
me sonrió—. Entonces, dime, ¿vas a salir con Gavin o no? ¿Te has decidido?
Desde que le conté a Clara lo de Gavin, me había estado volviendo loca,
presionándome para que tuviera una cita. Era como si su misión en la vida fuera
conseguir que tuviera sexo este verano.
Pensaba que el sexo lo arreglaba todo. Tal vez para ella sí, pero yo no lo
veía así. El sexo complicaba las cosas. Hacía que la gente actuara de forma
diferente. Yo me conformaba con mi vibrador y los recuerdos de Dean Finlay
empujándome contra la pared. Pero eso era algo que nunca admitiría. Admitirlo
significaría que era idiota. No, yo era una idiota por excitarme, por pensar en el
hombre. Admitirlo sería compartir mi idiotez con los demás.
—Quiere salir mañana por la noche. Creo que voy a ir —le dije en su lugar.
Levantó los brazos. —¡Anotación! —gritó, como si se tratara de un partido 52
de fútbol y ella siguiera siendo una animadora.
Sacudí la cabeza y le entregué la bolsa con las cosas para la fiesta de la
señora Jo. —Toma esto, y pongámonos en marcha. Damar y Jim van a volver
pronto de la oficina para acompañarnos. No quiero que se nos adelanten allí.
—Estoy tan celosa de Jim. Damar está tan bueno. ¿Por qué, oh por qué
tiene que batear para el otro equipo?
Puse los ojos en blanco y me dirigí a la puerta con el pastel. —No coquetees
con él, por favor. Hace que los dos se sientan incómodos.
Clara se encogió de hombros. —Está bien. Lo dejaré en paz. Aunque no
sabe lo que se pierde.
—Sí, lo sabe. Recuerda que estuvo casado con una mujer durante dos años
en la universidad. No está interesado en lo que hay entre tus piernas.
—Es que probó la vagina equivocada —dijo Clara—. Eso es todo.
—Qué asco. Por favor, cállate ya y sé normal —le dije.
—Lo normal no es divertido. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? —
respondió y abrió la puerta de mi apartamento de un tirón con más energía de la
necesaria.
La seguí, y luego la cerró con llave detrás de nosotras. Justo llegamos a la
puerta de la señora Jo cuando se abrió, y ella estaba de pie con un vestido rosa
brillante, cubierto de rosas. Incluso se rizó el pelo. Uno de los ruleros seguía en
la parte de atrás. Podía verlo asomando por detrás de su cuello. Dudo que ella lo
sepa. Se lo arreglaría antes de que llegara alguien más.
—¡Feliz cumpleaños! —exclamé, y ella aplaudió mientras tomaba el pastel.
—¡Es precioso! Nunca he tenido un pastel tan bonito —dijo contenta.
—El pastel del año pasado sabía bien, pero tiene razón, señora Jo; este es
preciosa. Definitivamente compensa el aspecto que tenía el del año pasado —dijo
Clara, entrando y depositando un beso en la mejilla de la señora Jo.
Siempre se iban a burlar de mi intento de hacer un pastel con forma de
rosa. Lo vi en Pinterest y estaba muy segura de poder hacerlo. Al final, la decisión
unánime había sido que se parecía más a un pene y a unas bolas.
—Oh, no sé —comentó la señora Jo—. Toda mujer necesita un pastel de
pene una vez en su vida. Dios sabe que un pene de verdad no sabe bien. —Hizo
una mueca—. Cosas desagradables.
Clara echó la cabeza hacia atrás y se rió.
—A mí sí me gusta el sabor del pene, pero estoy de acuerdo en que el del 53
pastel era delicioso —dijo Damar desde la puerta.
La señora Jo se echó a reír y luego fue a abrazar a los dos hombres. Jim
llevaba una bolsita de regalo Tiffany Blue, y sabía que tenía una pieza de joyería
que deleitaría a la señora Jo. Ella les hacía tartas y galletas todo el año, pero a
cambio, ellos le compraban los mejores regalos de cumpleaños. Ojalá hubiera
tenido dinero para hacer lo mismo, pero lo mejor que podía hacer era preparar el
pastel y conseguir los artículos para la fiesta.
—Mira este lugar —dijo Jim al entrar—. Maldita sea, ojalá se hubiera
disparado el aspersor en nuestro apartamento —añadió.
La señora Jo sonreía de orgullo. —¿No es maravilloso? Vayan a sentarse
en ese sofá. Es la cosa más suave en la que me he sentado. Podría dormir ahí toda
la noche y ni siquiera estaría dolorida a la mañana siguiente.
Una pequeñísima parte de mí tenía envidia del sofá ahora que el mío
probablemente estaba en las últimas. Y el olor no iba a desaparecer. Pero ya había
tomado la decisión de no necesitar un mueble de repuesto, y tenía que
mantenerla.
Metí la mano en la bolsa de la fiesta y saqué los sombreros que compré,
luego los pasé a todos antes de ponerme uno en la cabeza. Había comprado una
diadema de papel para la señora Jo, y fui a ponérsela en la cabeza. Le quité el
último rulero del pelo y le guiñé un ojo, luego lo metí en el bolsillo para guardarlo
más tarde.
—¿Cómo son tus nuevos muebles, Brielle? —preguntó Damar.
—No ha comprado ninguno —respondió Clara por mí, y luego puso los
ojos en blanco—. Es muy terca.
—Odio esa palabra, Clara —le recordó la señora Jo.
Clara se disculpó, y entonces Damar dirigió su mirada hacia mí.
—¿No te has llevado los muebles nuevos? Pero, cariño, tus cosas son...
bueno...
—Viejas y asquerosas —terminó Clara por él.
—No son asquerosas —defendí mis muebles. Aunque eran un poco
asquerosas. Al menos la estructura del sofá.
—Esa cosa ha visto días mejores, amor —dijo Jim con más dulzura que
Clara.
Tenía razón, pero no iba a darle la razón. En lugar de eso, saqué las bocinas
de fiesta y las repartí. Todos tomaron una mientras seguían hablando de los
nuevos muebles y del color de pintura que había elegido la señora Jo. Aquello 54
parecía más luminoso y alegre que antes.
Llamaron a la puerta y Damar me miró.
—No puede ser la comida. Acabo de pedirla. ¿A quién más esperamos? —
preguntó.
Negué con la cabeza. —A nadie.
La señora Jo pasó junto a nosotros y se dirigió hacia la puerta.
—Es mi cumpleaños. Uno nunca sabe lo que aparecerá en la puerta.
La abrió sin mirar antes por la mirilla. Algo en lo que normalmente estaba
muy atenta.
Dean estaba allí de pie con un jarrón lleno de las rosas rosas más brillantes
que había visto nunca.
La señora Jo chilló como una niña y las agarró. Después de eso, una serie
de acontecimientos empezaron a sucederse rápidamente.
Clara me agarró el brazo con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en mi
piel mientras repetía “Dios mío” una y otra vez.
Damar se quedó en silencio, conmocionado, y Jim se tapó la boca con la
mano después de gritar: —¡Santo cielo!
Yo me quedé donde estaba, sin decir nada. Excepto una mueca de dolor
por el dolor que me infligía en el brazo en ese momento. Sin embargo, no le dije
nada al respecto. El dolor me mantenía centrada. Porque Dean estaba allí de pie
con flores para la señora Jo, y debían de costar una fortuna. Era dulce. Era amable.
Era considerado. Se suponía que él no era ninguna de esas cosas. Dean Finlay era
arrogante, egocéntrico y estaba acostumbrado a conseguir lo que quería. Este
gesto no era lo que esperaba de él.
—Pasa, pasa. Ven a conocer a todos. Bueno, excepto a Brielle. Ya la conoces
—le dijo la señora Jo, al parecer ajena a los asombrados presentes—. Tenemos
mucho pastel. Brielle hizo uno precioso. El del año pasado parecía un pene, así
que estamos muy impresionados con lo lejos que ha llegado su habilidad para
decorar tortas en un año.
Cerré los ojos, deseando que no hubiera sacado ese tema. Cuando volví a
abrirlos, Dean me miraba divertido. El maldito pastel de pene nunca
desaparecería.
—Nunca he comido un pastel de pene —me dijo.
—Iba a ser una rosa, pero fue una falla de Pinterest —dije, sintiendo que
mis mejillas se calentaban. 55
—Voy a necesitar una explicación —interrumpió finalmente Damar—.
Dean Finlay está en este apartamento. No solo lo conoce la señora Jo, sino
también tú —preguntó mirándome.
La señora Jo se dirigió hacia la cocina para colocar las rosas en el centro de
la mesa, ignorando las preguntas. Entonces, la mirada de todos giró hacia mí.
—Yo, eh, bueno... —Miré a Dean.
No estaba segura de si debía decirles que era el propietario del edificio y
que vivía en el penthouse. ¿Era un secreto? Había estado muy visible el día del
incendio, pero parecía que había vuelto a esconderse.
—El edificio es mío. —Le tendió la mano a Damar.
Damar le estrechó la mano mientras lo miraba con asombro. —Damar
Helter. Encantado de conocerle, señor Finlay —le dijo.
—Solo Dean —respondió.
Luego se dirigió a Jim, que me preocupaba que no fuera capaz de hablar.
Parecía demasiado nervioso, pero consiguió presentarse.
Clara no pudo esperar más y se levantó y se acercó a Dean en cuestión de
segundos. Estaba de espaldas a mí, pero ya sabía que le mostraba su sonrisa de
imán masculino. También me regañaría por no haberle dicho antes que vivía en el
penthouse. Sobre todo porque estaba claro que ya le conocía.
No quería ver cómo Clara atraía a Dean. Lo haría fácilmente. Tenía fe en
sus habilidades. Así que me di la vuelta y me dirigí a la cocina con la señora Jo.
Arreglaba sus rosas y sonreía alegremente. Cuando me vio, sonrió aún más.
—¿Le has dado a Dean un sombrero de fiesta? —preguntó, como si eso
fuera algo que realmente se pondría en la cabeza.
—Es Dean Finlay —dije, como si eso lo explicara todo.
La señora Jo se encogió de hombros. —Eso no significa que quiera que lo
dejen de lado.
No iba a discutir esto con ella. Simplemente lo dejé pasar.
Ocupándome de agarrar los platos de fiesta y los tenedores de plástico que
había traído, casi no pensé en Clara en la otra habitación, flirteando con Dean.
Casi.
Sin duda era su tipo. Le gustaban ricos y mayores. Dean sería su santo
grial. La idea me revolvió el estómago, y no quería sentir nada en absoluto
cuando se trataba de él. Oí reír a Clara. Era su risa sexy de “ven a buscarme”. Era
mi mejor amiga, pero el sonido me hizo poner los ojos en blanco. 56
Sí, tenía que ir a esa cita con Gavin. Si pudiera meterme a otro hombre en
la cabeza, sería genial.
La señora Jo sacó un sombrero de fiesta de la bolsa y volvió al salón con
él. La idea de que Dean llevara el sombrero me hizo sonreír, incluso cuando Clara
volvió a reírse. Dean no me parecía especialmente gracioso. ¿Por qué se reía
tanto?
Me volví hacia la nevera para sacar el té dulce que sabía que había allí.
Dean estaba de pie en la puerta, mirándome. Me sorprendió que estuviera solo y
que Clara no estuviera colgada de su brazo. El sombrero de fiesta se posaba
orgulloso en su cabeza y, esta vez, tuve que taparme la boca para no reírme. La
risa de Clara ahora tenía sentido.
—¿Qué? —me preguntó con una sonrisa torcida en la cara—. ¿No me
queda bien?
Conseguí reprimir la risita y negué con la cabeza. —No. Creo que te queda
bien.
Entonces sonrió satisfecho. —Claro que sí.
Lo estudié un momento y luego miré las rosas. —¿Cómo supiste de su
amor por las rosas rosas? —le pregunté.
—Se lo pregunté.
Volví a dirigirle la mirada. —¿Se lo preguntaste? —repetí, permitiéndome
asimilarlo.
Tenía una imagen de Dean Finlay en mi cabeza. Una que tenía desde hacía
mucho tiempo. Cuando Dean hacía cosas como ésta, me resultaba más difícil
aferrarme a esa imagen.
—Por supuesto que lo hice. Mencionó lo contenta que estaba de mudarse
antes de su cumpleaños y que siempre le hacías un pastel y le organizabas una
fiesta. Me invitó y le dije que iría solo si me decía cuál era su flor favorita.
La señora Jo había sabido que iba a venir. Esa soplona no había dicho ni
una palabra.
—Son unas rosas impresionantes. Nunca había visto ninguna de ese tono
de rosa —le dije.
Se encogió de hombros. —Ser yo tiene sus ventajas.
Estaba segura de que tenía todas las ventajas.
—Ahí estás —dijo Clara alegremente al pasar junto a Dean y entrar en la
57
cocina.
Se veía radiante con su preciosa sonrisa blanca como el peral, y yo no
estaba segura de si me hablaba a mí o a Dean. Yo creía que era Dean, pero ella
quería que pareciera que me miraba a mí.
Sonó el timbre y tuve mi excusa para alejarme del próximo flirteo de Clara
con Dean.
—Probablemente sea la comida tailandesa —dije y rodeé a Dean para
dirigirme a la puerta.
Damar y Jim siempre pagaban la comida tailandesa, y yo hacía el pastel
todos los años. Sin embargo, quería salir de la cocina, y ésta era mi oportunidad.
Damar ya se encontraaba en la puerta, pagando al repartidor por la
comida, mientras Jim se dirigía hacia mí con las bolsas.
Genial, ahora volvemos a la cocina. Acabo de escapar de esos dos.
—Dios, me encanta cómo huele esto. Damar nunca quiere pedir comida
tailandesa. Esta es la única vez al año que puedo comer pad thai, y disfruto cada
momento —dijo Jim.
Forcé una sonrisa y esperé a que pasara por delante de mí, casi hasta la
cocina, antes de darme la vuelta para ir a ayudar a preparar la mesa. Cuando
entré en la habitación, Clara estaba casi pegada a Dean, inclinada hacia él y
mirándole con sus largas pestañas mientras hablaba.
Sí, esta noche iba a ser la bomba.
9
Traducido por Ivana
58
Corregido por Pame .R.

Dean
Eran una familia. Era evidente por la forma en que se hablaban, sus
sonrisas, el sonido de su risa y cómo realmente se preocupaban por la vida de los
demás. En el centro de esta familia se hallaba su núcleo: Brielle. Era la que
organizaba la comida, conseguía bebidas para todos, cortaba el pastel y les servía
a todos.
Me encontraba jodidamente fascinado con ella. Cada movimiento que
hacía. Nada en ella era como otras mujeres jóvenes con las que salí. Clara era el
tipo de mujer que me había hartado y ya no tenía ningún deseo de perder el
tiempo. Brielle también debería serlo. No tenía veinticinco años. Tenía
veintiocho. Su cumpleaños era en noviembre y Damar ya planeaba su fiesta, que
él y Jim iban a organizar en su apartamento.
Por lo demás, se habló poco sobre la vida de Brielle. Damar habló sobre la
aplicación de citas por Internet que inventaron. Clara habló sobre los conciertos
a los que asistió, mencionando a Slacker Demon más de una vez. La señora Jo
habló sobre Andrew y su nuevo novio. Todos parecían aliviados de que Andrew
hubiera terminado con su último novio, y se encontraban de acuerdo en que fue
controlador.
Presté atención, esperando saber más sobre Brielle. Cuando finalmente se
puso de pie y comenzó a limpiar la mesa, esperé a ver quién la ayudaría. Clara
acercó su silla a la mía y me preguntó qué hacía esta noche. Ni una sola vez miró
a Brielle para ver si necesitaba ayuda. La señora Jo y Damar se hallaban en una
conversación profunda sobre la clase de yoga que ahora se realizaba en el parque
al amanecer. Jim salió de la habitación para atender una llamada telefónica.
Moví mi silla hacia atrás y me puse de pie. No respondí a la pregunta de
Clara, pero tomé mi plato y los otros artículos vacíos en la mesa, luego me
acerqué al fregadero, donde se hallaba Brielle, llenando el lado izquierdo del
fregadero con agua jabonosa.
—Tú lavas; yo enjuagaré y secaré —le dije.
Sus ojos se encontraron con los míos y vi un toque de sorpresa allí. Luego,
los estrechó ligeramente. —¿Sabes cómo hacer eso? —preguntó.
Me encogí de hombros y seguí el juego. —Estoy seguro de que si me 59
confundo, podrías ayudarme.
Una pequeña sonrisa levantó las comisuras de sus labios, y quise pasar mi
dedo sobre ellos. Eran carnosos y siempre rosados. Incluso después de comer y
beber, permanecían de un bonito color rosa sin la ayuda de lápiz labial o brillo.
—No tienes que hacerlo —dijo—. Estoy segura de que preferirían hablar
contigo.
—Pero prefiero ayudarte —respondí.
Un rubor tiñó sus mejillas. —Está bien —susurró, luego volvió su atención
al fregadero.
La observé a medida que comenzaba a lavar el cuchillo con el que cortó el
pastel. Me gustaba el esmalte rojo en sus uñas. Era audaz y sexy.
Damar, Jim y la señora Jo se trasladaron de la cocina a la sala de estar. Una
parte de mí quería volver a estar a solas con Brielle, y otra parte no se encontraba
seguro de poder tomar las decisiones correctas si así fuera.
—Los muebles de la señora Jo se ven bien —me dijo en tanto me entregaba
el cuchillo.
Lo tomé. —Tú también podrías tener muebles nuevos y bonitos —le
recordé.
Bajó la mirada de nuevo al agua. —Sí —fue todo lo que dijo.
La observé y esperé, pensando que iba a decir más. Lavó dos tazas más y
me las entregó en silencio.
—¿Has cambiado de opinión sobre los muebles? —pregunté.
Entonces suspiró, pero no me miró. —No. Está bien.
—Su sofá está en muy mal estado. Incluso apesta. Aunque no te lo va a
decir. Es demasiado orgullosa, pero el daño causado por el agua no le hizo
ningún favor. —La voz de Clara vino detrás de nosotros.
Brielle se dio la vuelta y miró a la otra mujer. —Está bien, Clara —espetó.
Su amiga puso los ojos en blanco y coloco una mano en su cadera, luego
me miró. —No, no lo está. Lo compró hace años en una tienda de segunda mano.
Los rociadores lo estropearon poniendo a esa cosa de mal estado a simplemente
repugnante.
Se me hizo un nudo en el estómago. Observé cómo sus mejillas ardían de
un rosa brillante y me di cuenta de que se sentía avergonzada. Por mucho que
necesitara esta información, también quería que Clara se callara. La molestaba a 60
Brielle.
—Termina los platos —le dijo Brielle a medida que se secaba las manos—
. Tengo que irme. Se supone que Cam llamará en unos minutos. Debería volver
a mi apartamento.
Maldito Cam. No fue mencionado en toda la noche. Pero Clara no discutió
con ella. Simplemente ocupó su lugar y Brielle me miró con una pequeña sonrisa
antes de salir de la cocina.
—Si quieres, puedo elegir un sofá que le guste y hacer que lo acepte. Tengo
una llave de su apartamento. Puedes sacar ese pedazo de mierda que tiene ahora
e instalar el nuevo mientras está en el trabajo —ofreció Clara.
Pensé en su sugerencia por un momento. Brielle estaría furiosa, pero esta
era su mejor amiga. Sabía cómo hacerle entender.
—¿Hace cuánto tiempo la conoces? —le pregunté.
Hizo una pausa y apretó los labios. —Uh... déjame pensar... ya pasaron
ocho años —dijo—. Ni siquiera teníamos la edad legal para beber cuando nos
hicimos amigas.
—¿Se conocieron en la universidad? —pregunté, queriendo saber más
sobre Brielle.
Seguía sorprendiéndome. Sabía muy poco sobre ella, y no ofrecía mucho.
Era evidente que no quería que la conociera.
Sacudió la cabeza. —No, estuve en una universidad privada y religiosa.
Era la única universidad que pagarían mis padres, y Brielle fue a la universidad
en la que trabaja ahora. Mi mamá insistió en que consiguiera un trabajo. Se
encontraba tan enojada por eso, pero luego conocí a Brielle. Fue lo mejor que mi
madre hizo por mí.
—¿La conociste en el trabajo? —pregunté para aclarar.
Clara asintió con la cabeza. —Sí.
—¿Dónde trabajaron ustedes? —pregunté.
—Una boutique llamada Luxe. Brielle era la gerente allí y me contrató.
Candace, la dueña, le confiaba todo. Candace salió con el rector de la universidad
durante un tiempo; es la razón por la que Brielle consiguió el trabajo allí. Por
mucho que a Candace le encantara tenerla como empleada, quería más para
Brielle, y la universidad podría brindarle un seguro médico y pagarle más.
Me entregó el último plato en el fregadero y dejó salir el agua jabonosa,
luego se giró para mirarme en tanto lo enjuagaba y lo secaba. Cuando terminé, 61
me encontré con su mirada y me di cuenta de que el brillo coqueto en sus ojos
había desaparecido. Se veía seria.
—Brielle es especial. No me importa quién eres; te lastimaré si la lastimas
a ella —me informó.
—Tengo casi el doble de su edad. No tengo la intención de hacerle nada
—respondí, sin estar seguro de creer mis propias palabras.
Existía una buena posibilidad de que le hubiera hecho bastante si Cam no
hubiera llamado la semana pasada cuando estábamos en su apartamento. Estuve
muy cerca de hacer más.
Clara levantó la ceja izquierda. —Por supuesto que no. No puedes alejarte
de ella. Te aferraste a cada palabra que dijo. No te culpo. Si me gustaran las
mujeres, ya la habría reclamado y llevaría mi anillo. Pero debajo de todo ese duro
exterior, tiene mucho dolor y sufrimiento del pasado. Cam es lo que la salvó.
Allí se encontraba ese maldito nombre otra vez. Un hombre al que aún no
había visto, pero cuando la gente hablaba de él, actuaban como si fuera un
maldito héroe. Brielle no era tan perfecta. Ella engañaba a Cam. ¿Su club de fans
lo sabía?
Estaba dejando que un pedazo de culo caliente con algunas cualidades
buenas nublara mi juicio. Claro, Brielle era una buena amiga y considerada, pero
no era inocente. Se equivocaba como el resto de nosotros. Debería pensar en ser
tan considerada con su novio como lo fue con el resto de las personas en su vida.
—Tal vez alguien debería preocuparse más por que Cam no salga herido
—dije antes de que pudiera detenerme.
Clara frunció el ceño. —¿Qué quieres decir con eso?
Este no era mi problema. Brielle no me hizo nada. No necesitaba
entrometerme en su mierda personal. El hecho de que siguiera teniendo una
erección por ella no significaba que podía ser cruel y compartir sus trapos sucios.
Sacudí la cabeza. —Nada.
—Oh, no. No puedes hablar de Cam y no explicar —dijo, su tono
ligeramente enojado.
¿Qué estaba mal con ella? Malditas mujeres, eran muy confusas.
—No sé qué tipo de relación tiene con Cam. No puedo decirlo porque ni
siquiera he visto al hombre con ella. Este no es mi problema.
Se quedó allí en silencio durante varios minutos, y me di la vuelta para
irme, sin querer ser atormentado con más preguntas. Por fortuna, me dejó ir sin
más molestias. La señora Jo abrazó a Damar, luego a Jim, agradeciéndoles por su 62
regalo mientras se hallaban de pie en la puerta abierta de su apartamento.
Brielle se había ido. Yo también me encontraba listo para irme.
El silencio en mi apartamento ahora parecía un amigo bienvenido. Lo
necesitaba para pensar y procesar. Para volver a enderezar mi cabeza en lo que
respecta a Brielle.
10
Traducido por Umiangel & Jadasa
63
Corregido por Pame .R.

Brielle
—Será mejor que tu culo esté despierto —gritó la voz de Clara, y luego oí
cerrarse la puerta principal.
Salí de la bañera y me envolví en una toalla.
—¡En serio! ¡Tengo que decirte algo y quieres oírlo! —dijo, su voz
acercándose.
Entré en mi habitación justo cuando Clara entraba por la puerta del pasillo.
—Bien. Estás despierta —dijo, pareciendo aliviada—. Probablemente iba
a despertarte si no lo estabas.
No esperaba que volviera aquí esta noche. Después de dejarla con Dean
para lavar los platos, pensé que terminarían juntos. Tal vez lo hicieron, y venía a
contarme los detalles. Aunque no estuvo fuera tanto tiempo, así que no podía
haber muchos detalles. De cualquier manera, no quería oírla hablar de eso. Había
algunas cosas que no compartiríamos. Los detalles sexuales de Dean Finlay eran
uno de ellos.
—¿No te fuiste con Dean? —pregunté, tratando de sonar como si no me
importara. Porque no debería importarme. Era peligroso interesarme.
Se dejó caer en el borde de mi cama. —No, no me fui con Dean. Eres la
única mujer con la que el hombre quería irse. Jesús, Brielle, ¿no viste la forma en
que te miraba? Como, él vigiló cada uno de tus movimientos. No podía apartar
los ojos de ti.
No quería creer eso porque hacerlo me arruinaría la cabeza.
—Es viejo —fue mi respuesta. Era una respuesta estúpida y algo que no
me importaba. La edad era solo un número, o al menos, eso fue lo que alguien
me dijo una vez.
—Cállate. Es el maldito Dean Finlay. Estará caliente cuando tenga setenta
años. Además, cincuenta y tres no es ser viejo. Solo está sazonado —respondió
Clara.
Me encogí de hombros porque no tenía la energía para argumentar en
contra de algo con lo que me encontraba de acuerdo. 64
—Él piensa que Cam es tu novio, o que estás en alguna relación con él —
dijo, sonriendo alegremente, como si fuera la mejor noticia de todas.
—Lo sé —respondí.
Su sonrisa cayó. —¿De verdad? —preguntó.
Asentí. —Sí. Me vio hablando con Cam por teléfono. Asumió que hablaba
con un chico con el que salía. Cam no me había llamado durante su viaje al
campamento. Le dije que se comunicara cada dos horas. Entré en pánico. Dean
hizo un comentario sarcástico sobre mi control o algo así. Me molestó. Me
desagradó a primera vista.
Me miraba como si estuviera loca. —Está bien, espera. En primer lugar,
sabes que Dean Finlay vive en este edificio desde el día que Cam fue al
campamento, ¿y no me lo dijiste? ¿Y por qué no le dijiste quién era Cam?
Me encogí de hombros y me acerqué a mi tocador para conseguir un
camisón. —No sabía que vivía aquí desde ese día. Tenía una reunión en la
universidad. Y no, no vi una razón para explicarle mi llamada telefónica.
—Está bien, volveremos a toda esa reunión con Dean Finlay y no me decirme
nada. Pero por ahora, concentrémonos en las cosas importantes. Veo una razón
para hablarle de Cam. El hombre está loco por ti. No está seguro de si le gusta
cómo tratas a tu novio, pero está casi al punto de que no le importe. Él quiere tu
culo caliente. Puedo verlo en toda su cara.
Saqué uno de mis camisones favoritos y me lo deslicé por la cabeza.
—Estás leyendo mucho más en esto de lo que hay. Es Dean Finlay. Puede
tener a cualquier mujer en la tierra que quiera. Soy asistente de admisiones
universitarias. No hay nada especial en mí. Él no me quiere.
Gruñó de frustración y se puso de pie, levantando las manos en el aire.
—¡Por el amor de todo lo que es santo! ¿Me escucharías cuando te digo
que eres hermosa, inteligente, considerada, amable, dura, la mejor madre que
conozco y que tienes una personalidad fantástica? ¿Por qué no te querría?
Me acerqué y la abracé con fuerza. —Yo también te quiero —dije, luego la
solté—. Pero ahora mismo, quiero meterme en la cama. Tengo trabajo mañana y
una cita con Gavin mañana por la noche. Lo llamé justo después de colgar el
teléfono con Cam. Decidí que necesitaba salir con alguien este verano. Tienes
razón sobre eso. —Porque fantaseaba con Dean Finlay, y eso era terreno
resbaladizo.
—¿Estás saliendo con un lindo trabajador de construcción cuando una
estrella de rock caliente está interesada en ti? ¿En serio? ¿Esto es la vida real? —
Parecía tan decepcionada.
65
—Sal con Dean Finlay si crees que es tan bueno —le dije. Incluso si, en el
fondo, no necesariamente lo dije en serio. Porque entonces tendría que oír hablar
de ello, y no tenía la seguridad de poder hacerlo.
—Oh, lo hice con toda mi fuerza. Usé todas mis habilidades. Pensé que era
difícil de conseguir hasta que entramos en la cocina y me di cuenta de que el
hombre se hallaba interesado, pero no en mí. Fue lo suficientemente inteligente
como para atrapar a mi sexy mejor amiga —me dijo.
—Te equivocas. No importa de todos modos. Ahora, necesito dormir. Vete
a casa —le dije suavemente.
Suspiró ruidosamente, se puso de pie, luego se dio la vuelta y se dirigió a
la puerta. —Bien. Todos mis sueños de ser la mejor amiga de la novia de Dean
Finlay se desvanecerán. Me los arrebataste. Deberías de estar avergonzada. No
soy más que una mujer rota ahora. Destrozada sin posibilidad de reparación —
dijo dramáticamente a medida que caminaba hacia el pasillo.
—Mañana será otro día —le dije—. Tal vez puedas hacerte amiga de la
novia de otra estrella de rock.
Empecé a mencionar que Kiro Manning visitaba a Dean a veces o que lo
hizo la única vez que subí a su penthouse. Sin embargo, decidí que era una mala
idea. Acababa de saber que Dean vivía aquí. Haría eso otro día.
—¿Tienes helado en tu congelador? —me preguntó.
—Sí —respondí.
—Bueno. Cerraré cuando me vaya. Pero necesito helado para superar esto
—dijo, y luego se dirigió por el pasillo.
Supuse que el helado también la llevaría a ver Netflix, así que fui y cerré
la puerta de mi habitación antes de meterme en la cama.
El sueño no vino tan rápido como esperaba, pero cuando lo hizo, también
vinieron los sueños. Dean Finlay apareció en todos ellos.
***

Lograr no pensar en Dean al día siguiente en el trabajo fue fácil ya que me


dieron la tarea de tomar los archivos en papel y convertirlos a formato digital. La
computadora falló dos veces porque había que reemplazarla hace cinco años.
Había archivos incompletos y faltantes. Se me rompió el tacón derecho. Comencé
mi período y olvidé traer un tampón, y para colmo, hacía veintiocho grados en 66
la sala de archivo.
Cuando entré en mi apartamento, donde el aire acondicionado mantenía
la temperatura a veinticinco grados, dejé caer mi bolso en el suelo y disfruté del
fresco... hasta que mis ojos se posaron en mi sofá.
No. No mi sofá, sino un sofá.
Lentamente, caminé hacia el otro lado del sofá y lo miré. Los cojines eran
tan grandes y llenos que parecía que podías hundirte en ellos. Los reposabrazos
cuadrados eran lo suficientemente anchos para colocar cosas, y el color estaba
más cerca de un gris oscuro que de un azul. En el centro había un único cojín de
felpilla amarilla que iluminaba la pieza. No me moví. Solo miré. Era nuevo y lo
mejor que tenía en este apartamento. Los otros muebles de la sala se veían tristes
en comparación.
Después de que pasó el sobresalto inicial, comenzó la ira. Vino a mi
apartamento cuando yo no me encontraba. Se llevó mi viejo sofá y lo reemplazó
sin mi permiso. El hecho de que fuera el dueño del edificio no significaba que
pudiera decorar las casas de otras personas. Pagaba el alquiler de este
apartamento. Era mío. No tenía derecho a venir aquí cuando yo no me
encontraba en casa. Podía ver cosas. Fotos. La habitación de Cam. Este era mi
lugar privado. No debió estar en mi apartamento.
Caminé hacia la puerta y la cerré de golpe en tanto me dirigía al ascensor.
Iba a traer mi sofá de vuelta y llevar este... este... reemplazo muy lujoso. En el
momento que entré en el ascensor, me di cuenta de que no había ningún botón
para su piso. El piso del penthouse requería un código especial para que el
ascensor subiera a ese nivel.
Saqué el teléfono de mi bolsillo para enviarle un mensaje de texto.
Necesito hablar contigo. Ahora.
Lo envié y esperé. No pasó más de un minuto antes de que respondiera.
¿No te gusta?
Maldito sea. A cualquiera le gustaría el estúpido sofá. Era fabuloso. Ese no
era el punto.
Ahora, Dean.
Ve al ascensor. Presiona 3, 2, 1, luego presiona el número 3 dos veces muy
rápidamente. Confío en que no compartirás eso con nadie.
Presioné los números de la manera que me dijo, y las puertas se cerraron
de inmediato. Cuando el ascensor empezó a subir, mis manos se cerraron en
puños a mis costados. Era tan prepotente. No me importaba su estúpida fama. 67
No necesitaba su dinero. ¡Mi sofá estaba bien! No le pedí uno nuevo. Ningún
seguro pagaría ese tipo de reemplazo. Él estuvo en mi casa sin que yo estuviera
allí. Tantas cosas se hallaban mal en esta situación.
Las puertas del ascensor se abrieron y allí, al otro lado, se encontraba
Dean, en la puerta abierta, apoyado contra el marco con los brazos cruzados
sobre el pecho. El cual se hallaba desnudo. Todos sus gloriosos tatuajes y su
pezón perforado en exhibición.
No me distraería.
Miré fijamente en su dirección, sin mirar más abajo que sus ojos. Me sentía
enojada, maldita sea. No estoy aquí para verlo semidesnudo.
—Intenté decidirme por uno color perla o crema, pero Clara insistió en que
no podía ser de color claro —dijo encogiéndose de hombros.
Hice una pausa y puse una mano en mi cadera. ¿Clara? ¿Ella se encontraba
metida en esto? ¡Maldita sea!
Ahora, no podía estar completamente enojada con él. Tenía que compartir
esa ira con mi mejor amiga, quien tenía buenas intenciones, pero cruzó un límite.
Lo cual no me sorprendía. Siempre lo hacía. Debería haber sabido que no lo
querría en mi apartamento. Eso tenía sentido. Privacidad y todo.
—Me ocuparé de ella luego —dije—. No pagó por eso, y no se permitió
entrar en mi apartamento sin mi permiso.
Arqueó sus cejas e hizo un chasquido con la lengua. —Ah, no es
exactamente cierto. Usó la llave que le diste y estuvo allí para las personas que
recogieron tu sofá y para quiénes entregaron el nuevo. Personalmente, no he
visto el interior de tu apartamento. Después de todo, eres una inquilina. Respeto
tu privacidad.
Maldije por lo bajo. —Voy a recuperar mi llave —murmuré.
Entonces, me sentí aliviada de que no hubiera estado en mi apartamento.
Que Clara se encargó de todo incluso si se pasó de la raya al hacerlo.
Se rio entre dientes. —¿Puedo ofrecerte un refresco? ¿Un trozo de pastel
de cerezas delicioso que me hizo la señora Jo? ¿O quizás una cerveza?
Dejé caer la mano que tenía apoyada en mi cadera y pasé la otra por mi
cabello con un suspiro. En este momento, todo lo que podía pensar era que Dean
era culpable de comprarme un sofá que no pedí. Parecía que mi mejor amiga era
quien debería ser el receptor de mi ira. Al menos la mayor parte.
Se suponía que me reuniría con Gavin en dos horas en Carmines.
Negué con la cabeza. Entrar en ese penthouse con un Dean sin camisa era 68
una mala idea.
—Tengo que irme. Pero el sofá es demasiado. Solo... ¿puedes devolverlo?
¿Recuperar tu dinero? Sé que el seguro no cubrió eso.
Se encogió levemente de hombros. —Supongo que podría. Pero entonces
te quedarías sin sofá. El otro se desmoronó en la base y se rompió antes que lo
subieran al camión. Actualmente se encuentra en varios pedazos en el basurero.
Mierda. Me mordí el labio para no gemir. Por supuesto que se cayó en
pedazos. Había estado a punto de desmoronarse bajo el peso de cualquiera que
se sentara sobre él. La cosa pertenecía a un basurero.
—Está bien, entonces tal vez podrías conseguir un sofá menos costoso que
cubra el seguro. ¿O puedo encontrar uno en una tienda de segunda mano y
traerte el recibo, y me puedes reembolsar? —Cualquiera de esas ideas me sentó
mejor que el fabuloso sofá de mi sala de estar.
—Lo pensaré —dijo, y luego se enderezó de estar apoyado contra el marco
de la puerta—. Pero primero, debes entrar, tomar un trago y comer un poco de
pastel. Hablaremos de ello entonces. Creo que ayer Maegan llenó mi vinoteca.
Me olvidé de eso. Incluso te dejaré elegir la botella. Podemos tomar una copa.
Debería irme, pero había una parte de mí, la estúpida parte que no piensa con
claridad, que quería entrar. Dijo que yo no era su tipo. Podría haber querido decir
eso.
Volví a mirar hacia el ascensor.
—Solo veinte minutos, máximo —prometió.
Veinte minutos. Podría con veinte minutos. Entonces, quizás me
compraría un sofá menos lujoso y no pensaría en el hombre cada vez que me
sentara en él. De cualquier manera, eso era poco probable; pero tenía esperanzas.
—Veinte minutos —estuve de acuerdo.
Me sonrió y deseé que no fuera atractivo. Ojalá pareciera anciano. Ojalá
no fuera mi casero. Deseaba muchas cosas, pero ninguna de ellas se hacía
realidad.
Dio un paso atrás y me dejó entrar. Olía bien. Casi como el aroma ideal de
la playa. Como aire fresco del océano, coco, era muy tropical. No olía así la última
vez que estuve aquí.
—Te mostraré la vinoteca —dijo y comenzó a caminar en dirección
opuesta a la sala de estar. 69
Lo seguí por un pasillo que no había visto antes que conducía a un gran
comedor. La mesa era lo suficientemente grande para acomodar a dieciséis
invitados con una araña negra gigante que colgaba sobre ella.
Había un rincón con un estante de madera empotrado del piso al techo,
repleto de botellas de vino. Se acercó a él con los vaqueros colgando de sus
caderas. Los músculos de su espalda se movían a medida que caminaba. Sus
anchos hombros eran más notorios cuando estaba sin camisa. Su estrecha cintura
también se hallaba a la vista. Intenté no admirar la vista, pero era difícil.
Especialmente con el tatuaje de Slacker Demon que cubría la mayor parte de su
espalda. Era bien sabido que todos los integrantes de la banda tenían el mismo
tatuaje. Una vez vi todos sus tatuajes en una foto en la portada de una revista en
la caja del supermercado.
Era un recordatorio de que era famoso. No solo en Estados Unidos, sino
en todo el mundo. Era legendario. La revista Rolling Stones lo había considerado
el mejor baterista del siglo. No había ninguna banda más joven que se hubiera
acercado a su fama.
—No he mirado las selecciones. Siéntete libre de sacar tantas botellas como
necesites —propuso cuando se dio la vuelta para mirarme.
Mis ojos saltaron de su pecho desnudo a su rostro. Capté una sonrisa de
complicidad curvándose en sus labios.
—Tu tatuaje —comencé, intentando explicarme. No quería que pensara
que lo estuve comiendo con los ojos, aunque de hecho precisamente eso fue lo
que hice—. Nunca he visto un tatuaje de Slacker Demon en persona. —Ese fue
un comentario tonto. Uno que utilicé para justificarme. Mi cara se sentía caliente.
—¿Quieres una mirada más cercana? —preguntó, todavía sonriendo.
Negué con la cabeza, sintiéndome aún más avergonzada. —Eh, ¿andas por
ahí con el torso desnudo a menudo? —pregunté, intentando centrar la
conversación en él y posiblemente hacer que se pusiera una camisa.
—Sí. Me encontraba en ropa interior antes de que me enviaras un mensaje.
Me puse los jeans para tu beneficio. ¿No te gusta estar cómoda en tu casa?
Me reí suavemente. —Sí, es así —admití—. Pero mi idea de comodidad es
un par de pantalones de pijama y una camiseta grande y holgada.
Sus ojos se posaron en mi pecho. —Pero sin sostén —agregó.
Inhalé profundo, deseando no haberlo hecho porque seguía mirando mis
pechos. —Eso no es asunto tuyo —dije, esperando haber sonado más molesta y
menos sin aliento. 70
Me sonrió. —Las mujeres odian los sujetadores. Son confinadores. Era una
afirmación, no una pregunta.
No iba a hablar de sujetadores con él. Lo hacía para ponerme nerviosa e
incómoda.
—Quizás debería irme —dije, pensando que esto había sido una muy mala
idea.
—No —dijo, moviéndose en mi dirección—. Prometo portarme bien. Lo
siento. Estoy seguro de que usas sostén en casa todo el tiempo. Dejaré de pensar
en ti sin sostén y te dejaré elegir un vino.
Luego pasó junto a mí, deteniéndose solo un segundo en cuanto llegó a mi
lado antes de salir de la habitación. Me giré y lo vi alejarse, pensando que
posiblemente era el hombre vivo más sexy. Incluso con cincuenta y tres años.
11
Traducido por Auris & AnnyR’
71
Corregido por Jadasa

Dean
¿Por qué la invité a entrar? Claramente se hallaba molesta por el sofá, pero
una vez que descubrió que fue Clara quien se hallaba en su departamento, su
temperamento se calmó rápidamente. Debí haber accedido a comprarle algo
menos costoso y dejarla ir.
En cambio, la invité a elegir una botella de vino para que bebiéramos y le
ofrecí un poco del pastel que me dio la señora Jo. Brielle tenía una relación. Ya lo
había engañado una vez desde que la conocí. Tenía veintiocho años. Esos tres
hechos por sí solos eran suficientes para que dejara de encontrar razones para
estar cerca de ella.
Recogí una camiseta que tenía puesta antes, tirada sobre el taburete en la
sala de estar, y me la pasé por la cabeza. También hice eso antes. Elegir no
ponérmela cuando venía aquí. Sabía que mi cuerpo tenía un aspecto atractivo.
Tenía que mantenerlo así en caso de que Kiro quisiera hacer un concierto o salir
de gira nuevamente. Mi maldita vanidad quería mostrarle lo bien que me veía.
—No sé mucho sobre vinos. O al menos, no sobre el tipo que tienes ahí.
Compro mi vino en el supermercado y la mayor parte del tiempo, es el que está
en oferta. Pero sé que me gusta Zinfandel —dijo, tendiéndome una botella de
vino.
Esa botella en particular no venía de una tienda de comestibles. Tenía
razón en eso. Tenía buen gusto. Incluso si no se daba cuenta.
Tomé la botella y le guiñé un ojo.
—Buena elección. —Me dirigí hacia la cocina—. Abriré la botella y serviré
el vino. Puedes cortar el pastel y ponerlo en platos. Te mostraré dónde encontrar
las cosas.
Me siguió a la cocina, abrí el cajón de los cuchillos y señalé el armario con
los platos dentro.
—Allí —dije simplemente, luego me concentré en el vino y no en la forma
en que olía o se veía con la blusa sin mangas y los pantalones cortos de lino azul
marino que llevaba puestos. 72
Trabajamos en silencio durante unos minutos antes de que la mirara.
—El pastel estuvo bueno anoche. Olvidé mencionarlo.
Sonrió suavemente y colocó una rebanada de pastel en un plato. —
Gracias. Pero no tanto como este. Puedo ver que ya comiste un poco, así que sabes
que es delicioso —dijo.
Asentí. —Por supuesto.
—La señora Jo demuestra amor con este pastel. Ya que te dio uno, eso
significa que has llegado a su corazón. De lo contrario, no habría hecho esto para
ti. Con ella, un pastel de cerezas significa que te ama. Que te has convertido en
familia. Considérate afortunado —me dijo, luego me dirigió una mirada
significativa.
—Me alegra escucharlo. Es una dama agradable —contesté, llevando las
dos copas de vino a la mesa y dejándolas allí—. ¿Hace cuánto la conoces? —
pregunté.
Brielle sonrió, como si tuviera un recuerdo agradable. —Desde que me
mudé aquí. Fue la primera persona en el edificio que me habló. En realidad, vino
y, eh... —hizo una pausa, como si no estuviera segura de si debía continuar.
Esperé, sintiéndome más curioso que antes.
—Se presentó. Me hizo sentir bienvenida. —Luego, se detuvo y no dijo
nada más.
Se calló algo. Eso era claro. Era bueno leyéndola. Cuanto más la observaba,
mejor la entendía. Brielle tenía un rostro expresivo.
—Está muy emocionada con tu nuevo sofá. Esa podría ser la razón por la
que me dio este pastel —admití.
Se rio y me miró a través de sus pestañas. —Hay una buena posibilidad
de que tengas razón.
La sonrisa que se extendió por mi rostro fue fácil. Quería sonreír.
Demonios, quería jodidamente reírme. Brielle me hacía sentir… feliz. ¿Por qué
mierda era eso? ¿Por qué me hacía sentir algo más que lujuria?
Le dio un mordisco y la vi tragar y luego tomar un sorbo del vino. La mía
fue olvidada delante de mí. Preferí la vista a la comida y la bebida.
Brielle me miró de nuevo y se sonrojó. —¿Por qué me miras? ¿Tengo pastel
en la cara? —me preguntó.
Podría mentirle y decirle que sí, pero no lo hice. Decidí que ser sincero era 73
lo mejor. —Es difícil no mirarte.
Sus grandes ojos azules se abrieron ampliamente y me miró fijamente. Mi
mente se fue a otras cosas entonces. Cosas desnudas. Brielle desparramada sobre
esta mesa. Mi pene se endureció y presionó contra la cremallera de mis pantalones.
—Yo, eh, probablemente debería irme —dijo, moviendo su silla hacia
atrás.
—No has terminado tu vino ni tu pastel —señalé.
Me miró nerviosa, luego cerró los ojos un minuto y respiró hondo antes de
abrirlos. —Lo siento. Esto, nosotros, eso… creo que no debí haber entrado —dijo,
poniéndose de pie.
La vi luchar con algo más que decir antes de irse.
Traté de obligarme a permanecer en mi silla. Déjala ir. Hacía bien en
marcharse. Ambos necesitábamos que se fuera.
Pero no pude.
Levantándome con un salto de mi silla, di varios pasos largos hasta que
estuve detrás de ella. Alargué la mano, la agarré por la cintura y la atraje contra
mi pecho, envolviendo un brazo alrededor de su cintura para mantenerla allí.
Cerré los ojos con fuerza e inhalé su aroma. ¿Por qué esta mujer me volvía tan
jodidamente estúpido?
—Quédate —dije contra su oreja, se estremeció en mis brazos. Disfruté la
sensación. La quería tan afectada como yo. No quería estar solo en esta completa
locura.
Inhaló profundamente y luego dijo en un susurro—: No soy tu tipo.
—Que me jodan si no lo eres. ¿Qué sabes sobre mi tipo? —pregunté,
sonriendo cuando besé el lóbulo de su oreja.
Era exactamente mi tipo. O al menos, lo había sido una vez.
Soltó un suspiro tembloroso. —No sé cuál es tu tipo —admitió—. Pero le
dijiste a la señora Jo que yo no era tu tipo.
Maldición.
Pasé el dorso de mi dedo por su cuello lentamente. —¿Alguna vez dijiste
una mentira, Brielle? ¿Una que querías que fuera verdad? —le pregunté a medida
que trazaba el escote de su blusa.
Se estremeció de nuevo y luego asintió.
74
—Eres joven. Rechazo a las mujeres más jóvenes —susurré contra su
oído—. Cambiaba mis costumbres.
Moví mi mano derecha hacia abajo para ahuecar su pecho a través de la
suave tela de su blusa. Contuvo el aliento, pero no se alejó de mí.
—Pero haces que eso sea muy difícil.
Se quedó tan quieta que sus rápidas inhalaciones fueron los únicos sonidos
que hizo. Tomé su otro seno con mi mano izquierda y lo apreté suavemente. Se
sentían increíbles. Más de un puñado, y yo tenía unas jodidas manos grandes.
Un suave gemido escapó de sus labios y quise verla. Quería mirar su rostro. Ver
esos grandes ojos mirándome. Llenos de la misma necesidad que bombeaba a
través de mí. De poseerla.
Dejé caer mis manos y agarré su cintura, luego la giré hasta que su espalda
quedó contra la pared. Dejó caer la cabeza hacia atrás cuando me miró. Allí
estaba. El mismo deseo que me enloquecía. El querer saber qué tan bueno podría
ser esto.
Estirándome, agarré su barbilla entre mi pulgar y mi índice y la mantuve
quieta. Estudiándola antes de bajar la cabeza para reclamar esos dulces labios. La
suavidad era mejor de lo que soñé, y cuando abrió la boca para mí, me encontraba
perdido. Agarré su cabeza con ambas manos, enterrando mis dedos en sus
gruesos mechones castaños.
Sabía a vino y cerezas. Una combinación perfecta.
Saqué una mano de su cabello y la deslicé debajo de su blusa hasta que
pude bajarle el sostén, liberando sus senos. Cuando la carne suave y cálida llenó
mi palma, gemí y rompí el beso. La blusa tenía que desaparecer.
—Quítatela —gruñí, mirando de ella a la blusa.
Movió sus manos hacia los botones y comenzó a desabrocharlos
lentamente, como si en cualquier momento pudiera detenerse. Me volvía loco.
Luché contra el impulso de arrancarla. Cuando se desabrochó el último botón,
sus pechos seguían siendo sostenidos por el sostén. Parecían un puto buffet que
me era ofrecido.
Los toqué con reverencia. Sus grandes pezones rosados eran aún más
hermosos de lo que imaginé, y lo hice más veces de lo que quería admitir. Los
apreté suavemente antes de bajar la cabeza para meter un pezón dulce como un
caramelo en mi boca.
Los gemidos de Brielle avivaron el fuego en mi interior. Iba a follarla.
Nadie más lo haría. Tenía que ser ella. En este momento, no me importaba si 75
estaba comprometida con Cam, quienquiera que fuera.
—Dean —dijo sin aliento—, por favor.
Tenía miedo de preguntar qué significaba ese por favor. Si era ella quien
me pedía que me detuviera, terminaría de rodillas frente a ella, rogándole. Esto
no podría ser todo lo que me dejara tener.
Besé su estómago y me puse de rodillas, luego comencé a desabrochar sus
pantalones cortos.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó.
Le bajé sus pantalones cortos hasta los tobillos y levanté la cabeza para
mirarla a medida que bajaba también sus bragas de satén rosa. Tomé su pierna
derecha y la puse sobre mi hombro. Sus ojos se abrieron y jadeó.
—¿Dean? —dijo mi nombre como una pregunta.
—¿Umm? —pregunté, pasando mi nariz por el interior de su muslo.
—¿Qué… qué estás haciendo?
Pasé mi mano por su pierna hasta que mis dedos se deslizaron a lo largo
de su abertura húmeda.
—Oh, Dios —jadeó, y su rodilla se dobló.
Presioné su espalda para que tuviera más apoyo de la pared y le di una
sonrisa maliciosa antes de presionar un beso en la parte superior de su muslo,
luego moví mi cabeza entre sus piernas. Con una larga lamida de mi lengua, gritó
mi nombre y tembló.
La sostuve firme por la cintura mientras comenzaba a darle placer con mi
boca. Sabía fresca y dulce. El olor de su excitación me hizo palpitar en mis
vaqueros, pero por el momento, esto era todo sobre ella. Era sobre darle un
orgasmo. Mostrarle lo bien que podía hacerla sentir.
Tiró de mi cabello, una de sus manos empuñándolo. Me gustó el dolor
agudo y gruñí contra su clítoris antes de chasquearlo suavemente varias veces
con mi lengua. Su rodilla se dobló de nuevo.
La miré y lamí mis labios. —Sabes como el jodido cielo —le dije antes de
volver por más.
El cuerpo de Brielle temblaba cuando la probé y la provoqué con mi
lengua. Empezó a suplicarme y a gemir. Me encantaba el sonido de su voz.
Sabiendo que la tenía tan malditamente cerca. Cuando no sabía con certeza que 76
pudiera soportar mucho más, chupé su clítoris hinchado y explotó en mis brazos.
Mi nombre fue un grito de sus labios y su cuerpo se sacudió varias veces
mientras el orgasmo la inundaba. Cuando estuve seguro de que terminó, me
levanté para sostenerla, pero luego escuché algo detrás de mí.
—Oh Dios. ¿La trajiste para que se uniera a nosotros? Me encantan los tríos
—dijo Maegan.
Vi el segundo en que el placer de Brielle se convertía en horror en sus ojos.
Parecía afligida cuando me empujó y agarró sus pantalones cortos, subiéndolos
por sus piernas antes de abotonarse la blusa
—¿Qué mierda? —le dije bruscamente a Maegan, apenas conteniendo mi
furia.
Parecía tan sincera en su confusión, pero la conocía mejor. Maegan esperó
el momento perfecto para hablar. Para hacer huir a Brielle. Follar a Maegan fue
uno de los peores errores que he cometido.
—Me tengo que ir —dijo Brielle, alejándose de mí.
La alcancé, pero se apartó de mí. Incapaz de siquiera mirarme.
—¡NO! —gritó, luego se dio la vuelta para correr hacia la puerta.
—Brielle, escúchame —rogué, yendo tras ella.
Negó con la cabeza y abrió la puerta. —Solo déjame ir —dijo con voz
suplicante—. Soy tan estúpida —agregó—. ¡Solo déjame ir!
La perseguí y, cuando llegó al ascensor, la agarré del brazo.
—Brielle —dije con severidad—, tienes que escucharme.
—No —dijo en tanto empezaba a presionar el botón una y otra vez, como
si eso lo apresurara—. No puedo creer que te dejé… —dijo, luego se cubrió la
cara—. Nadie me ha hecho eso nunca. Y simplemente te dejé… —Se le escapó un
sollozo cuando las puertas del ascensor se abrieron.
Comencé a seguirla adentro, pero me tendió una mano. Lágrimas sin
derramar en sus ojos.
—No lo hagas —dijo con fuerza—. Déjame ir. Por favor.
Las puertas comenzaron a cerrarse.
—Tengo que explicarte —le dije.
—No me importa —respondió y luego se fue.
Me quedé allí, enojado con Maegan por arruinarme esto. Enfadado 77
conmigo mismo por contratarla y follarla. Y enojado con Brielle. No me dio la
oportunidad de explicarme.
Golpeé ambas manos contra las puertas cerradas del ascensor. —¡Maldita
sea! —rugí.
Entonces, di media vuelta y caminé hacia la puerta abierta del penthouse.
No me detuve a mirar a Maegan, que se hallaba de pie allí, esperando.
—Estás despedida. Toma tu mierda y vete. Tendrás noticias de mi
abogado. Rompiste el contrato —dije y continué dirigiéndome a mi habitación.
—¡Dean! No lo sabía —gritó detrás de mí.
—¡A la mierda eso! Sabías exactamente lo que hacías. Tienes veinte
minutos y luego llamo a la policía. Lárgate. —Cerré la puerta detrás de mí.
Mi próximo administrador del edificio iba a ser un hombre. Uno
heterosexual.
12
Traducido por Julie
78
Corregido por Jadasa

Brielle
El resto de la semana transcurrió sin incidentes. Fui a trabajar, llegué a
casa, me preparé una cena sencilla y me puse a leer la pila de libros que tenía al
lado de la cama. Una vez más, cancelé mi cita con Gavin; pero después de lo que
hice con Dean, no era posible que tuviera una cita y pudiera mantener una
conversación.
Esa chica, en la que me convertí en su penthouse, no era alguien que
quisiera volver a ser.
Dean creyó que hui porque apareció la administradora de su edificio e
hizo ese comentario. Pero no fue exactamente por eso. Sabía que ese era el tipo
de estilo de vida que tenía Dean. Probablemente tuvo orgías con la banda y las
fanáticas. Un trío sería sano comparado con las cosas que había hecho. No era
ingenua. Era más sensata... pero en ese momento no importó. Dean Finlay me
volvía estúpida.
La voz de Maegan me sacó del hechizo en el que me encontraba. Dejé que
Dean me quitara las bragas y me lamiera ahí abajo. En su pasillo, contra la pared.
¿Quién era yo? ¿Cuándo empecé a actuar así? No era una fanática salvaje.
Tenía un hijo. Era madre.
Dean esperaba esas cosas de las mujeres. Exactamente en lo que me
convertí. Pero no era esa chica, y como no intentó volver a hablar conmigo desde
que hui de su penthouse, supuse que también debía haber llegado a esa
conclusión.
Después de todo, no era su tipo. Algo que ambos sabíamos, pero que
ignorábamos. Mis acciones fueron tan ajenas a mi forma de ser que ni siquiera
podía contarle a Clara lo que hicimos. Lo que le permití hacer.
Afortunadamente, Clara tenía una cita esta noche y no me vería
presionada a salir con ella. Era viernes por la noche y se me antojaba una velada
con helado, comida china y televisión sin sentido. Ya había hecho el pedido de
comida, de manera que me senté con medio kilo de helado de chocolate y empecé
a pasar por los canales de mi televisión.
79
Extrañaba a Cam. Ayer me dijo que no podría volver a llamar hasta el
domingo. Se preparaban para una batalla de bandas en el campamento. También
sentía que necesitaba que le diera más independencia. Tener que llamar a tu
madre a diario tenía que ser aburrido.
Me metí otro bocado de helado en la boca justo cuando llegué al canal de
entretenimiento. Hice una pausa. Conocía esa espalda. Me apoyé en los cojines
extra acolchados de mi sofá, que aún no fue sustituido por algo menos costoso y
miré.
La mano de Dean se apoyaba en la parte baja de la espalda de una rubia
alta y voluptuosa que llevaba un vestido de ensueño. La alfombra roja bajo sus
pies y los fans que gritaban a ambos lados, siendo retenidos mientras caminaban
hacia el gran telón de fondo del estreno de la película a la que asistían, hacían
que Dean pareciera intocable. Me pregunté si usó esmoquin alguna vez. Incluso
ahora, iba vestido con unos vaqueros negros que le colgaban de las caderas, un
chaleco de cuero negro sin nada debajo, una fina cadena de plata alrededor del
cuello y unas botas negras.
Observé a la rubia que llevaba del brazo. Era mayor que yo, del tipo de
belleza despampanante que uno esperaría ver del brazo de Dean, y sentí celos.
No debería sentirlos, pero los sentía. Nunca me vería así del brazo de él. Por
supuesto, nunca estaría en su brazo.
La parte inferior de la pantalla decía que su nombre era Helena Noble, y
por supuesto que era modelo. Metí otro bocado grande de helado en la boca.
Quería cambiar de canal, pero necesitaba ver esto. Obviamente, era algo que me
permití olvidar. Esta era la vida de Dean. Su mundo. No el edificio de
apartamentos en el que yo vivía.
El locutor habló de que Dean fue visto con esta mujer dos veces esa semana
en Beverly Hills. Así que, regresó a California. No sabía que se fue. ¿Maegan se
encontraba aquí? No quería volver a verla. Ya me sentía muy humillada por
haber sido atrapada de esa manera. Era la única testigo de mi momento de
debilidad. Prefería no volver a cruzarme con ella.
La rubia le dijo algo y él se rio, luego se inclinó y le dio un beso en la sien.
Sin embargo, se notaba algo en sus ojos. Algo que nunca había visto.
Dejé el helado sobre la mesa y me incliné para mirarle de cerca.
Estaba actuando. Era falso. Había visto a Dean cuando se reía. Se reía de
verdad. Esto no era así. La risa no se encontraba realmente con sus ojos. No volví
a mirar a la mujer. Mantuve la mirada fija en Dean hasta que se fueron y apareció
la siguiente pareja.
Pulsé el botón de apagar del mando a distancia y me quedé mirando la 80
pantalla negra.
En dos semanas, Cam estaría en casa. Tendríamos que empezar a preparar
las cosas para el nuevo curso escolar. Mi vida volvería a girar en torno a ser
madre. Era lo que sabía. Se me daba bien ser madre. Me encantaba ser la madre
de Cam.
Dean probablemente nunca me volvería a hablar. O tal vez, con el tiempo,
se olvidaría de que hui de él. Si nos encontrábamos en el edificio, podíamos
entablar una pequeña charla y luego seguir con nuestras vidas. Cuanto más lejos
lo mantuviera, mejor.
Sin embargo, la idea me entristecía. No quería sentir nada, pero lo sentía.
Sonó el timbre y supe que llegó mi comida. Me comería mis sentimientos
o lo haría en tanto intentaba dar sentido a mis sentimientos. Agarrando mi
dinero, abrí la puerta, pagué al repartidor y recogí mi comida. Volví a cerrar y
me dirigí a la cocina para abrir la botella de vino de la tienda de comestibles que
acompañaría al pollo kung pao y la guarnición de albóndigas.
Miré de reojo mi teléfono y consideré la posibilidad de enviarle un mensaje
de texto a Cam, pero luché contra el impulso. Tenía que dejar de estar tan
pendiente. Se hacía mayor. Era difícil de aceptar.
Una vez que tuve mi comida en un plato y una copa de vino, me dirigí de
nuevo a la sala de estar. Esta vez iba a intentar ver la televisión por streaming.
No había posibilidad de ver a Dean y que mi cabeza enloqueciera. Me decidí por
uno de mis programas favoritos y me puse a comer mientras empezaba la tercera
temporada de Downton Abbey.
13
Traducido por Pame .R.
81
Corregido por Jadasa

Dean
Fueron inútiles los intentos de Kiro de que me quedara en Beverly Hills.
Diez días allí y me hallaba listo para regresar a la costa este. Mostré mi rostro en
varios eventos y cumplí con mi deber con la banda.
Ahora, estaba de regreso en Florida, donde el sol calentaba más y la vida
se movía más lentamente.
Pasaron dos semanas desde la última vez que vi a Brielle. El espacio me
ayudó. Follar con Helena no, pero fue una distracción por un momento. Las
strippers que Kiro trajo a casa también fueron entretenidas, pero al final, fue solo
una liberación superficial y sin sentido. El tipo del que mi vida había estado llena
y que ya no deseaba. Por eso me fui de California. Quería normalidad.
Pasar por la universidad en la que trabajaba Brielle era tentador. Podría
detenerme allí y entrar a la oficina. Estaría allí, incapaz de huir de mí esta vez.
Tendría la oportunidad de explicar o disculparme por Maegan, pero eso quedó
atrás. Intentaba superar a Brielle. De todos modos, fue una terrible idea.
Aparqué en mi garaje privado, luego me dirigí al ascensor que me llevaba
a mi penthouse. Rush vino a revisar las cosas y contrató por mí una nueva
administradora para el edificio. No era un hombre, sino una mujer. Rush me
aseguró que no estaría interesada en mí sexualmente. Ella tenía una esposa que
trabajaba en el Kerrington Country Club y vivían en Rosemary Beach.
Todo se hallaba limpio y en orden. También se encontraba tranquilo, y
acepté eso después de diez días de vivir nuevamente con Kiro. Mi mirada, sin
embargo, se dirigió al pasillo. En el que le había comido el coño a Brielle mientras
ella gritaba mi nombre.
Se sentía como un asunto pendiente, y odiaba ese sentimiento. Iba a
perseguirme en mi propio maldito lugar. Pero traerla de regreso aquí para
terminarlo y seguir con mi vida tampoco me parecía una gran idea.
Me quedé allí, mirando el pasillo, recordando lo bien que sabía, lo sexys
que habían sido sus sonidos de placer, y deseé haber alguna forma de borrarlo
de mi memoria.
—¡A la mierda! —exclamé con frustración y saqué mi teléfono celular,
luego presioné su número. 82
Sonó tres veces, y pensé que iba a ser enviado al correo de voz cuando—:
¿Hola? —llenó la línea. Excepto que no era un hola que sonaba normal. Algo
andaba mal.
—¿Brielle? —pregunté.
Hubo una pausa. Silencio. Empecé a pensar que llamé a la persona
equivocada o que tal vez cambió su número.
—Sí —dijo, seguido de un ataque de tos.
—Estás enferma —dije.
—Sí —respondió, y luego escuché un sonido de traqueteo en su pecho.
—¿Has ido al médico? —pregunté, preocupándome más por segundos.
—Sí. Clara me llevó ayer —contestó.
—¿Te dieron medicamentos? ¿Qué ocurre? —pregunté en tanto
comenzaba a caminar hacia la puerta.
—Es COVID. Estoy tomando medicamentos. Suena peor de lo que es —
dijo, y volvió a toser.
—¿Estás sola? —pregunté, presionando el botón del elevador.
—Sí. Estoy en cuarentena.
—A la mierda con eso — murmuré en el teléfono y presioné el botón del
tercer piso.
—¿Perdón? —preguntó.
—Voy a bajar allí. Necesitas que alguien te cuide —le dije.
—Dean, tengo COVID. No puedes venir aquí, o también tendrás que
ponerte en cuarentena. Clara usó una máscara cuando vino y todavía tiene que
estar en cuarentena durante cinco días en su casa. —Dejó de hablar y empezó a
toser de nuevo.
Parecía que no podía respirar.
Maldita sea, ¿por qué el ascensor está tardando jodidamente tanto?
Finalmente, se abrió y salí corriendo hacia su puerta. No tenía una llave
conmigo, me di cuenta.
—Abre tu puerta. Me haré una maldita prueba de COVID más tarde, pero
me quedo contigo. Podría bajar el nivel de saturación de tu oxígeno. Necesitas
mantenerte hidratada y alimentada.
83
Entonces se rio débilmente. —¿Y vas a hacer todo eso por mí?
—Sí. Ahora, abre tu puerta.
Terminó la llamada y esperé. Justo cuando me hallaba a punto de volver
a llamarla y amenazarla con ir a buscar una llave y entrar yo mismo, la puerta se
abrió y ella dio un paso atrás. Llevaba un tapabocas, un par de pantalones de
chándal y una sudadera de gran tamaño. Hacía treinta y ocho grados afuera y
bastante calor en su apartamento.
¿Cómo no se está quemando?
Entré e inmediatamente puse mi mano contra su frente. —Tienes fiebre —
noté.
—¿Te perdiste la parte donde te dije que tengo COVID? —preguntó.
Agarré un lado del tapabocas y se lo quité. —Me han vacunado y he
recibido un refuerzo —dije.
Suspiró. —Igual que yo.
—No me importa. No puedes respirar lo suficientemente bien como están
las cosas. No usarás un maldito tapabocas —dije.
Entonces se tambaleó y extendió la mano para agarrarme del brazo y fui a
atraparla.
—Me siento mareada —murmuró.
Me agaché y puse una mano debajo de sus rodillas, luego la tomé en mis
brazos.
—Bájame —exigió en un susurro ronco al tiempo que cerraba los ojos.
—Lo haré. Tan pronto como te lleve a la cama —prometí—. ¿Cuándo fue
la última vez que comiste?
Parpadeo. —Esta mañana, creo. —Luego, hizo una pausa—. Oh, no, fue
anoche. Comí algunas galletas.
Cuando llegué a su habitación, la acosté en el lado de la cama que no se
encontraba tan desordenado, luego acomodé las sábanas del otro antes de
moverla y cubrirla apropiadamente.
La taza junto a su cama tenía muy poca agua o era hielo derretido de otra
cosa que estuvo bebiendo.
—Acuéstate allí. Regreso en un momento —dije, luego me dirigí a la
cocina.
Fui directamente al refrigerador y abrí el congelador para sacar hielo. No 84
había en la máquina, y parecía que no había habido en mucho tiempo. Tampoco
había señales de hielo en la cubetera. Cerrando el congelador, miré alrededor y
noté cuatro bandejas de hielo vacías en su fregadero.
¿Por qué no usaba la máquina de hielo?
Abriendo la puerta del refrigerador, encontré una jarra de agua y me sentí
aliviado de que tuviera algo frío. Llené su vaso y encontré una pajilla nueva en el
cajón debajo del microondas. Revisando sus gabinetes y refrigerador, encontré
muy poco para llevarle de comer. Me decidí por galletas saladas y mantequilla
de maní. Hice varios bocadillos pequeños con las galletas saladas y la
mantequilla de maní, luego los puse en un plato y volví a su habitación con ellos.
Tenía los ojos cerrados cuando entré, pero cuando dejé el vaso y el plato
en la mesa junto a ella, abrió los ojos y me miró.
—Apenas tienes comida —dije.
Luego recogí las almohadas del suelo y las puse detrás suyo para que
pudiera sentarse y comer. Una vez que estuvo acomodada y sentada, puse el
plato a su lado y le entregué el vaso de agua.
—Voy a hacer que me entreguen algunos comestibles. ¿Te gusta la sopa?
¿Pollo con fideos? ¿Tomate? —pregunté.
Tomó un sorbo de agua y miró el plato. —Los fideos con pollo son buenos
—respondió—. O quizás solo sopa. No tengo apetito —respondió. Su voz sonaba
débil.
—¿A qué médico fuiste? ¿Era uno bueno? ¿Dónde están tus
medicamentos? —pregunté a medida que buscaba botellas de algo para poder
leer lo que le recetaron.
—Fui a urgencias. Mis medicamentos están en el baño —dijo, señalando
el baño conectado a su dormitorio.
—Come —ordené. Luego, me dirigí al baño para encontrar lo que le
dieron.
Mi mirada se posó en el sostén de color rosa fuerte que yacía en el suelo y
el par de bragas de encaje negro sobre la canasta de ropa sucia. Me regañé
mentalmente y aparté las imágenes de mi mente en tanto buscaba su medicación.
Se hallaban junto al fregadero. La primera era una mierda que ni siquiera
podía pronunciar, pero escuché hablar de ella. Había visto al CDC hablando de
eso en las noticias. El otro era para el dolor y la fiebre. Llevé ambas conmigo de
regreso a la habitación.
Brielle masticaba, pero su cabeza se encontraba apoyada contra la pared 85
ya que no tenía una cabecera de verdad y sus ojos se hallaban cerrados. Se veía
pálida y su respiración era superficial. No debería haber estado sola.
—¿Cuándo enfermaste? —le pregunté, caminando hacia la cama para
sentarme en el borde. Necesitaba mantenerla despierta el tiempo suficiente para
que comiera.
—Hace dos días. Empecé a sentirme mal y pensé que era la comida china
que sobró y comí en el almuerzo. Pero siguió empeorando y, a la mañana
siguiente, no me sentía bien —dijo.
Tomé el sándwich de galleta salada a medio comer de su mano y se lo
acerqué a la boca.
—Come —dije con firmeza—. ¿Tomaste tu medicina hoy? —pregunté
después.
Asintió y le dio un mordisco sin discutir. Me acerqué y tomé su agua, luego
se la acerqué a los labios para que bebiera un trago. Repetí el proceso hasta que
terminó con todos. Retiré las almohadas que estaban de más y la ayudé a volver
a sentarse en la única almohada en la que estuvo recostada antes.
—Descansa. Me encargaré de todo lo demás. No te levantes sin mí. Podrías
caerte.
Me estudió y esperé a que dijera algo. Cuando no lo hizo, me di la vuelta
y me dirigí a la puerta.
—¿Dean?
Volví a mirarla. —¿Sí?
—¿Por qué estás haciendo esto?
—Necesitas ayuda — respondí, luego la dejé descansar.
Decirle que verla enferma así me asustaba muchísimo no iba a ayudar en
nuestra situación. Era humano, así que debería preocuparme por ella, pero era
más que eso.
Y no tenía las palabras correctas para explicarlo cuando yo mismo no
entendía lo que era. Simplemente no quería que estuviera enferma.

86
14
Traducido por Jasiel
87
Corregido por Jadasa

Brielle
Mis ojos se abrieron lentamente y esperé sentir las punzadas en mi cabeza
junto al dolor en mi pecho por la tos interminable. Cuando no sentí ninguna de
las dos cosas, miré a mi alrededor y luego decidí intentar sentarme lentamente.
Lo logré y, aun así, nada. Ni siquiera tenía náuseas.
Miré mi teléfono y la hora indicaba que eran las ocho de la mañana.
Dormí toda la noche. No me desperté con espasmos de tos.
Apartando las sábanas, me levanté y comencé a caminar hacia el baño para
hacer mis necesidades cuando mis ojos se posaron en Dean. Se encontraba debajo
de un edredón del armario, y su cabeza sobre una de las almohadas con fundas
que puse sobre mi cama cuando la arreglé. Lucía exhausto.
¿Cómo puede dormir en ese suelo duro? ¿Y por qué?
Anoche durmió en el caro sofá. Sabía que allí era mucho más cómodo.
Entré en silencio al baño y cerré la puerta detrás de mí.
Si no hubiera aparecido cuando lo hizo, no sabía lo que habría hecho. Me
compró comestibles y me mantuvo alimentada. Se aseguró de que tomara a
tiempo mis medicamentos. Era imposible deshidratarme con él constantemente
llevándome Gatorade o agua. Hubo un momento en que mi fiebre subió tanto que
estuve segura de que era una alucinación que estuviera allí conmigo.
Me acerqué a la ducha, la abrí y esperé hasta que el agua estuviera tibia
antes de quitarme la ropa y entrar. El agua se sentía maravillosa. Los últimos
días, no había podido estar de pie por mucho tiempo y mucho menos tomar una
ducha. Retrocedí y me senté en el pequeño banco empotrado. Si el agua se
mantuviese caliente sin llegar a enfriarse, podría quedarme aquí todo el día.
Había tantas cosas que necesitaba hacer hoy. Llamar a Cam era lo primero.
Recibí un par de mensajes suyos y solo pude responder que no me sentía
bien y que lo llamaría una vez que mejorara. Clara me llamó una vez y no pude
contestar, me dolía la cabeza. Después me envió un mensaje de texto y logré
ponerla al tanto de cómo estaba. Sin embargo, no le dije que Dean se hallaba aquí
conmigo. Pensaría demasiado en ello. Diablos, yo pensaba mucho en eso. Al 88
menos en mis sueños, lo tenía. Seguía apareciendo.
Cuando tuve momentos de claridad, me convencí de que se comportaba
como un amigo, aunque era muy extraña la idea de que Dean Finlay fuera mi
amigo. Adaptarme al hecho de que mi arrendador era famoso ya fue lo
suficientemente difícil. Que él me cuidara mientras tenía COVID fue tan
inesperado.
Levantándome, comencé a bañarme y lavarme el cabello. Necesitaba
afeitar mis piernas, al igual que otras partes, así que me tomé mi tiempo para
hacerlo todo. No quería exagerar y terminar de nuevo en la cama. Sabía que había
facturas en el buzón esperándome. Mis facturas de electricidad, así como por el
automóvil y agua debían llegar esta semana. Cuanto más pensaba en todo lo que
tenía que hacer, más estresada me sentía.
Terminé de ducharme antes de lo previsto y me estaba secando cuando
llamaron a la puerta del baño. No la había cerrado y rápidamente envolví mi
toalla a mi alrededor antes de que se abriera lentamente. Dean se quedó allí,
viéndose sexy y despeinado.
Eso no era justo, pero ¿la vida alguna vez realmente lo era? El hombre
tenía cincuenta y tres años. Durmió en el suelo, posiblemente toda la noche. ¿Por
qué no tenía arrugas de almohada en la mejilla o los ojos hinchados? ¿Por qué su
cabello no se veía como si un pájaro se hubiera instalado en él?
—Buenos días —dijo con una voz profunda y ronca por el sueño.
—Buenos días —respondí, sosteniendo la toalla con fuerza.
Mi cabello se encontraba mojado y goteaba por mi espalda, pero no me
sentía dispuesta a alzarla para secarlo con Dean de pie, allí, mirándome.
—Debes sentirte mejor —dijo y luego bostezó mientras pasaba una mano
por su cabello perfectamente desordenado.
Asentí. —Lo hago. Pero dormiste en el suelo. ¿Estás bien?
Sonrió. —Sí. Mi espalda podría castigarme por eso hoy, pero sobreviviré.
—¿Por qué no volviste a dormir en el sofá? —pregunté.
Se encogió de hombros. —Estuviste demasiado callada. Sin tos. Nada. Me
preocupó. Me quedé cerca por si necesitabas algo.
No tenía palabras para eso. Lo miré, tratando de averiguar por qué se
preocupaba tanto por mí. Podría haber pagado a alguien para que viniera y se
quedara conmigo. Tenía gente a su entera disposición.
—¿Por qué te quedaste? —pregunté.
89
Arqueó las cejas ligeramente. —¿Qué? ¿Nada de gracias, Dean?
Suspiré. —Por supuesto que te lo agradezco. Simplemente no entiendo por
qué lo hiciste.
Permaneció en silencio un momento, luego finalmente negó con la cabeza.
—Estabas enferma. Me preocupé. Necesitabas a alguien. Me quedé. Eso es todo.
—Pero tú eres Dean Finlay —dije intencionadamente—. No puedo
imaginar que cuidar gente enferma sea algo que hagas a menudo.
—Crie a mi hijo. Su madre no fue una gran madre. Cuando se enfermaba,
ella siempre me lo enviaba. Sé lo que tengo que hacer.
Había leído artículos sobre él y su hijo cuando era más joven. Siempre fue
algo que a los medios les encantaba cubrir.
Dean Finlay, el rudo baterista de Slacker Demon, es un padre excepcional cuando
no está en el escenario. Una de las muchas cosas que habían dicho sobre él.
Fue algo que siempre me pregunté, y luego me sentí culpable por dudarlo.
Cuidar de su hijo era una cosa. Yo solo era... ¿una inquilina? ¿Una chica
que conocía? No sabía lo que era para este hombre. Éramos algo que nunca
tendría una etiqueta.
—También soy muy bueno con los panqueques. Son mi especialidad.
¿Lista para comer algo que no sea sopa?
Iba a hacerme panqueques. Puede que siguiera durmiendo. Esperaba que
no. En serio, en serio esperaba que no.
—Eso suena maravilloso —respondí.
Sonrió, obviamente complacido. —Te dejo para que te vistas. —Luego,
hizo un escaneo rápido de mi cuerpo cubierto con la toalla, me guiñó un ojo y
cerró la puerta.
Respiré hondo, luego me acerqué al espejo para ver lo ridícula que me
veía. Mi cabello mojado caía lacio, lo cual era mejor de lo que lucía cuando me
desperté. Mi cara se hallaba sonrojada y ya no se veía pálida. No era tan malo
como imaginé.
Abriendo el gabinete, saqué una segunda toalla y comencé a secarme el
cabello.
Ya llevaba aquí unos días y sabía que vio las fotos en la casa, posiblemente
incluso la habitación de Cam, pero nunca preguntó nada. Me pregunté si no
habría husmeado en absoluto. Eso sería impresionante, si era así. No sabía con
certeza si podría hacer lo mismo en su posición. Había muchas cosas que no 90
quería que viera, pero estuve tan enferma que nada de eso importó. Sabía, ahora,
que podría importar mucho.
Cepillé mi cabello y continué secándolo. Me preocuparía por eso más
tarde. Tenía que secarme el pelo y vestirme. Después de todo, Dean Finlay estaba
en mi cocina preparándome el desayuno. No necesitaba hacerlo esperar.
15
Traducido por Jadasa
91
Corregido por Pame .R.

Dean
Ella se encontraba mejor. Me aseguraba de que tuviera algo para comer y
luego me iba. Quedarme aquí me llevaría a hacer cosas de las que me
arrepentiría. Dos veces, cuando su fiebre subió y comenzó a dar vueltas mientras
dormía, había preguntado por Cam. Eso fue lo único que me mantuvo conectado
a tierra.
Sin embargo, dónde diablos estaba Cam, no lo sabía. ¿Por qué no llamó?
¿Por qué no se presentó? No era mi puto asunto.
Lo admitiría, me importaba demasiado todo lo que concernía a Brielle. Era
más que lujuria, y lo sabía. Esta era la primera vez para mí. Querer algo que no
era bueno para mí. Por lo general, el único deseo que tenía era una follada sexy.
Con ella, disfrutaba de su compañía, cuando no era una sabelotodo. Oh, ¿a quién
engañaba? Me gustaba eso de ella. No tenía ningún problema en ponerme en mi
lugar.
Me afectaba quedarme aquí y ver cómo hizo que este pequeño
apartamento fuera tan cómodo y hogareño. Eso era jodidamente estúpido, y lo
sabía, pero me hacía sentir una calidez que necesitaba superar. Sus pinturas
coloridas, las fotos de su familia, o al menos, su hermano menor, las velas con
aroma a vainilla y los patrones de porcelana que no combinan no deberían
hacerme sentir nada.
Cuanta más distancia pusiera entre nosotros, mejor. Ella tenía a Cam,
donde diablos sea que estuviese, y yo tenía mi vida. Una muy diferente a este
apartamento. De su mundo.
Terminé de colocar el último panqueque de arándanos en el plato y puse
un poco de mantequilla encima antes de acercarme a la mesa y dejarlo. Podía
comer esto y continuar con su vida otra vez. Haría mi salida y sacaría a esta mujer
de mi sistema.
Oí el secador de pelo y decidí salir ahora en lugar de volver a hablar con
ella. No sabía con certeza si podía confiar en mí mismo para irme si tuviera que
verla una vez más. Querría preguntarle cosas. Averiguar acerca de su hermano
menor. Dónde se encontraba el resto de su familia. Dónde creció. Si el amarillo
era su color favorito, se hallaba en casi todo lo que la rodeaba.
92
Coloqué un tenedor y una servilleta junto a su plato, me acerqué al sofá y
agarré mi bolsa de lona. Luego, me dirigí a la puerta. Mejor me voy y detengo
esto ahora. No llevaría a ninguna parte. Cuanto menos supiera sobre Brielle
McGinnis, mejor.
Tras una ducha y desayunar, me hice una prueba de COVID para
asegurarme de que estaba bien antes de dirigirme a Rosemary Beach. Se suponía
que iba a cenar con Rush y su familia anoche, pero llamé y le expliqué mi
ausencia. Hoy, iría a pasar tiempo con mis nietos en su piscina. Salir del edificio
de apartamentos parecía una prioridad. No quería que Brielle subiera al
penthouse y me preguntara por qué desaparecí, pero ¿y si lo hacía? No sabría
con certeza si podría tomar las decisiones correctas. No todavía, de todos modos.
Rosemary Beach seguía igual. Nunca parecía cambiar. Conduje por la
autopista 30A hasta que llegué a la entrada que conducía a la casa de Rush y
Blaire.
Cuando compré este lugar para mi hijo, cuando era un niño, fue para que
tuviera un lugar decente en el cual vivir, no lo imaginé creciendo y formando una
familia allí. Resultó mucho mejor de lo que podría haber esperado. Hubo un
tiempo en que vi que su vida iba en una dirección muy diferente. Me preocupé
por él. Pensé que mi estilo de vida y la forma en que lo habían criado lo arruinó
para una vida normal.
Blaire entró en su mundo y cambió todo eso. Mi chico se enamoró. Claro,
enfrentaron momentos difíciles, obstáculos que parecían demasiado grandes de
superar, pero al final, el amor había ganado.
Rush tenía la vida que yo jamás tendría. Una esposa que lo amaba,
viviendo en una casa con sus hijos y los criaban juntos. Aquí en Rosemary Beach
tenían una comunidad de amigos que eran como una familia.
Aparqué mi Harley justo detrás del Tesla de Blaire y me quité el casco justo
cuando se abría la puerta principal y Nate, mi nieto, salió corriendo directamente
hacia mí.
El niño era la réplica de su padre. Incluso tenía sus ojos.
—¡Dean! —gritó Nate en tanto corría hacia mí—. ¡Dame un aventón!
Me reí entre dientes en el momento que se detuvo frente a mí.
—Las chicas me llaman G-man, ya sabes. Debería conseguir algo más que
Dean si tu otro abuelo se llama Grandpop.
—Pero tú eres Dean —dijo moviendo las cejas—, el Finlay.
Me reí y lo agarré, acercándolo para darle un abrazo. —Bueno, Dean el 93
Finlay se siente aterrorizado por tu mamá, y no hay forma de que te lleve en mi
motocicleta. Sabes que no quiere que te subas en ella.
Suspiró ruidosamente. —Maldita sea.
—Lenguaje, niño. ¿Quieres que tu mamá nos arranque la piel?
Me lanzó una sonrisa divertida. —Mamá no le hace eso a nadie.
—La molestas, y tu papá lo hará.
Se encogió de hombros. —Realmente no. Se hace el duro, pero en realidad
no da miedo.
Apreté su hombro. —No dejes que sepa eso.
Asintió. —Sí, no lo haré.
La puerta se abrió de nuevo y Phoenix, de tres años, salió con un traje de
baño de lunares rosa que tenía destellos, su pelirrojo cabello revuelto con rizos.
Me saludó. —¡G-man! —gritó.
—¡Ahí está una de mis princesas favoritas! —dije a medida que me dirigía
a la puerta principal.
—Ophelia está en casa de Lila Kate. Tuvieron una fiesta de pijamas —
contó Nate, sonando disgustado con la idea.
Ophelia era la hija del medio y, a menudo, la más difícil. Pero me
encantaba su coraje y su descaro. Nunca se quedaba quieta y siempre estaba llena
de energía.
—¡Ven a nadar conmigo! —exclamó mi nieta cuando la alcancé.
Me agaché y la levanté para darle la vuelta. Chilló de placer.
—¡Entra, Dean! —dijo Blaire desde el interior de la casa—. Tengo las
manos cubiertas de masa para galletas.
Seguí a Nate a la casa con Phoenix todavía aferrada a mi cuello. Este lugar
una vez había parecido tan frío cuando Rush era un niño. Odiaba la forma en que
su madre lo convirtió en un lugar de exhibición en vez de un hogar. Blaire era lo
opuesto a su madre. Ahora era un hogar con olor a galletas horneadas, juguetes
en el piso de la sala, música sonando por toda la casa, huellas mojadas en el piso
de mármol y risas. Siempre risas.
Cuando la vida parecía difícil o sentía que se me escapaba, venía por aquí
de visita. Este lugar y la gente que lo habitaba hacían que cada día que había
vivido valiera la pena. Hoy, sacaría de mi mente a cierta morena que era
demasiado joven. Me recordaría quién era yo. Un abuelo, un padre, alguien a
quien mi familia amaba y respetaba. Tenía que mantener eso como mi enfoque.
94
En esta casa, no era Dean Finlay, la estrella de rock. Era G-man, el abuelo.
Y me sentía jodidamente feliz por eso.
16
Traducido por mimi_jm
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Corregido por Pame .R.

Brielle
Antes de que saliera el sol, me duché, vestí, sacudí y aspiré la habitación
de Cam, preparé sus brownies favoritos con glaseado encima y cambié las
sábanas de su cama a pesar de que no lo necesitaba. Los últimos once días habían
sido confusos y decepcionantes. Desde el momento en que salí de mi habitación
para encontrar un apartamento vacío y panqueques de arándanos en la mesa sin
un adiós o una nota, había sido una mezcla de emociones.
Sin embargo, la llegada de Cam a casa hacía que mi mundo volviera a estar
bien. Este verano había sido extraño, y me encontré ansiosa por la rutina que
traería el nuevo año escolar. Saber qué esperar y no ser confundida por mi
arrendador. Ni siquiera me hallaba segura de que siguiera viviendo arriba. No lo
había visto desde la mañana en que abrió la puerta de mi baño para preguntarme
si quería panqueques.
Esos pocos días que me había cuidado mientras estaba enferma ahora
parecían un sueño. Casi como si me lo hubiera inventado. Cam haría la vida
mejor de nuevo. Lo necesitaba aquí. Incluso si iba a decepcionarse porque no
había conseguido el autógrafo de Dean.
Eché un vistazo al reloj, salté de la mesa, donde había estado bebiendo mi
tercera taza de café, y me acerqué a la ventana para mirar afuera. Mi hijo debería
estar aquí en cualquier momento. Treinta minutos antes, había enviado un
mensaje de texto diciendo que se encontraba de vuelta en la ciudad y que el padre
de su mejor amigo, Jeremy, estaba allí temprano y lo llevaría a casa.
Me entristeció porque no había estado allí para verlo bajar del autobús,
pero me habían dicho que no llegarían hasta las diez. En cambio, habían
regresado a las ocho cuarenta y cinco. No podía esperar para rodearlo con mis
brazos. Su llegada temprano solo significaba que podía verlo antes.
Miré el apartamento una vez más para asegurarme de que se encontraba
perfecto para su regreso a casa, luego bajé a esperarlo afuera. La señora Jo me
había hecho prometer que le diría cuando llegara a casa, pero primero lo quería
a solas por un rato. Tenía que oír todo sobre su verano. Las cosas sobre las que
no me había enviado un mensaje de texto o me había dicho en una llamada.
Cuanto mayor se hacía, menos me dejaba entrar en su vida.
96
Esa era la parte más difícil de ser madre, decidí. El momento en que tu hijo
quería su independencia. Cuando ya no te sentías tan necesitada. Dolía, aunque
no tenían la intención de que lo hiciera. Era solo parte de la vida. Lo sabía, pero
no lo hizo menos doloroso.
Salí del edificio justo cuando el padre de Jeremy, Pete, llegaba en su vieja
camioneta Ford azul. Pete y Nora se habían divorciado hacía dos años y, la
primavera pasada, el hombre me invitó a tomar un café una mañana. Le di una
excusa. Luego, se sentaba a mi lado en los juegos de béisbol de los niños. Seguí
siendo amable, pero también dejé en claro que no me interesaba más.
Eventualmente, me había dejado paz.
Cuando el vehículo se detuvo y la puerta del pasajero se abrió de golpe,
Cam saltó del asiento y me sonrió. Apenas el año pasado, habría corrido a mis
brazos por un abrazo. Pero no ahora. Tanto había cambiado en un año. En
cambio, caminó hacia mí y me dejó abrazarlo. Me devolvió el abrazo, pero no tan
fuerte como yo lo hacía. Sabía que lo estaba avergonzando frente a Jeremy, y traté
de pensar en eso, pero me hallaba tan feliz de que él estuviera aquí que fue difícil.
—También te extrañé, mamá —dijo, alejándose de mí.
—Te has vuelto más alto —le dije, sosteniendo sus brazos y mirándolo en
busca de cualquier otra señal de cambio.
—Mamá —dijo con un suspiro—. Estuve fuera por seis semanas.
Quería reírme de eso. Solo seis semanas. Parecía más como doce semanas.
—Creciste —repetí, luego le di un beso en la frente.
Iba a ser más alto que yo antes de darme cuenta. El pensamiento hizo que
mi garganta se obstruyera por la emoción.
—Aquí está su maleta —anunció Pete, acercándose y poniéndola a su
lado—. Parece que tuvieron un buen verano. Espero que tú también lo hayas
tenido. —Sonrió. Era la sonrisa demasiado amistosa que quería evitar.
—Lo tuve, y lo mismo para ti. Gracias por traerlo a casa —le dije.
—No hay problema. Siempre que necesites ayuda, tienes mi número —
dijo.
No había necesitado ayuda hoy. Simplemente no sabía que llegarían tan
pronto. Siempre estuve disponible para recoger a mi hijo. Pero no le dije eso. Solo
trataba de ser amable.
Me las arreglé para simplemente asentir.
—Hasta luego —llamó Cam a Jeremy, quien levantó la vista de su teléfono
celular y saludó. 97
Puse mi mano en la espalda de mi hijo, él agarró el asa de su maleta y la
hizo rodar a medida que caminábamos de regreso a la entrada del edificio.
—Voy a necesitar escucharlo todo desde el principio, pero primero, te hice
brownies.
—¿Con glaseado? —preguntó.
—Oh, ¿querías glaseado?
Hizo una pausa y me miró como si estuviera loca. Me las arreglé para
mantener una expresión seria por unos momentos, pero me quebré y me reí.
Sonrió.
Mi chico se encontraba en casa. La vida era buena otra vez. Yo estaría bien.
No más tiempo para pensar en hombres... o en un solo hombre. El verano de la
estrella de rock había terminado. Además, es posible que nunca lo vuelva a ver.
Existía una buena posibilidad de que se hubiera mudado de vuelta a Beverly
Hills.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron y salimos al pasillo, mi hijo se
detuvo y dejó escapar un silbido bajo. —Guau. ¿Qué le pasó a este lugar?
Me había olvidado del hecho de que él no sabía sobre la pintura nueva, las
luces, las maderas. Cuando habíamos hablado, hablábamos de su día, no de lo
que pasaba aquí.
—Deberías ver las nuevas tumbonas en la piscina —le dije—. El nuevo
propietario compró el edificio y arregló las cosas.
Omití quién era ese nuevo dueño. Eso no era algo que necesitara saber.
Cam acecharía el lugar hasta que viera a Dean.
—¿A quién le importan las tumbonas? ¿Qué tal un tobogán? —respondió.
—Sin tobogán. Lo siento, niño —dije en tanto abría la puerta de nuestro
apartamento.
Antes de que pudiéramos entrar, la puerta del apartamento de la señora
Jo se abrió.
—¡Creí haber escuchado esa voz familiar! —Sonrió brillantemente—. ¡Y
mira lo alto que te pusiste! —añadió.
Mi hijo me miró, y yo le di una mirada de te lo dije.
—Hola, señora Jo —respondió.
—Te hice un pastel de Oreo. Espera ahí e iré a buscarlo —dijo.
98
Ni siquiera tuve que darle un codazo; se dirigió en su dirección para ir a
buscar su pastel.
—¡Apuesto a que no tenían pasteles como este en el campamento de
música! —exclamó mi vecina desde el interior de su apartamento.
—Seguro que no —coincidió Cam cuando ella regresó a la puerta y le
entregó el pastel, luego le dio unas palmaditas en la mejilla.
—Tan guapo —le dijo—. Ahora, ve a darle a tu mamá toda la atención.
Ella te ha extrañado ferozmente.
—Sí, señora —respondió—. Y gracias por el pastel.
Ella le sonrió. —Cada vez que quieras uno, ya sabes a dónde ir.
Cam me sonreía cuando regresó a nuestra puerta. Ahora era más alto, pero
cuando sonreía así, todo lo que veía era al niño pequeño que quería tomar mi
mano, seguirme por la casa en tanto limpiaba, agarrarme del brazo por la noche
mientras dormíamos. Ya no hacía ninguna de esas cosas. La vida cambiaba todos
los días. Pero nos teníamos el uno al otro, y eso era lo que importaba. No podía
seguir siendo un niño pequeño para siempre.
17
Traducido por VeroMG
99
Corregido por Pame .R.

Dean
Kiro se encontraba aburrido. Esperaba esto de él. Cuando se aburría, nos
íbamos de gira. Cada maldita vez. Nuestro manager había tratado de convencerlo
de que esperara hasta el próximo verano, pero lo mejor que pudo hacer fue este
invierno. Kiro no esperaría un año para subir al escenario y sentir el poder que
venía con los fans gritando su nombre.
Sentarme en reuniones en nuestra casa de Beverly Hills con el resto de la
banda había sido tedioso. Una semana era molesta, pero dos semanas eran
brutales. Kiro y su vida social se habían ralentizado con los años, pero cuando
pasaba por mierda mental, tendía a llenar el vacío con gente. En su mayoría
mujeres. Muchas de ellas.
Una vez que se decidieron las cosas y se eligieron las paradas de la gira,
Kiro tenía algo en lo que concentrarse y yo estaba libre para regresar a Florida.
Lo único bueno que resultó de todo fue que había estado lo suficientemente
ocupado como para mantener a Brielle fuera de mi cabeza. No del todo, pero en
su mayor parte.
El calor de agosto era como caminar en un sauna. Consideré ponerme un
traje de baño y meterme en la piscina, pero me notarían. No había forma de
esconderse detrás de unas gafas y un sombrero en la piscina. Mi tatuaje de Slacker
Demon sería un claro indicio, al menos.
Quedarse adentro en el aire acondicionado era la única forma de
aligerarlo. Justo cuando decidí que estaría solo en mi penthouse todo el día, mi
teléfono me alertó de un mensaje de texto. Miré hacia abajo y vi que el contratista
general de las renovaciones del edificio me preguntaba sobre la palmera muerta
en el extremo sur de la propiedad. No me hallaba seguro de cuál estaba hablando,
así que le respondí que me reuniría con él allí en diez minutos. Luego, me puse
de pie, agarré mi sombrero y anteojos antes de dirigirme a la salida privada.
El clima sofocante me abofeteó en la cara en cuanto salí del ascensor y
atravesé la puerta que conducía del garaje a los terrenos del apartamento.
Esperaba que esta mierda no tomara mucho tiempo. Eché un vistazo a la piscina
y la imagen del trasero cubierto por el bikini de Brielle apareció en mi cabeza,
aparté la mirada del área de la piscina y seguí caminando hacia la parte sur de la
propiedad.
100
No iba a pensar en ella. Lo estaba haciendo bien. Fuera de la vista, fuera
de la mente. ¿Cierto?
—Santa mierda.
Hice una pausa y me volví hacia la voz.
De pie en la acera al lado del camino en el que me hallaba había un niño.
Era mayor que Nate, pero joven aún. El cabello castaño era lo suficientemente
largo como para llevarlo detrás de las orejas. Mi mirada se dirigió a las baquetas
en sus manos. Él solo las estaba cargando. Dándoles vueltas. Posiblemente
tocando cosas distintas a la batería cuando sentía el ritmo. Una vez había hecho
lo mismo.
El chico me reconoció y, curiosamente, me resultó familiar.
Le sonreí. —Hola.
Su mandíbula cayó ligeramente. —De ninguna manera— murmuró, y
luego negó con la cabeza—. De ninguna manera.
—Lindas baquetas —le dije, preguntándome qué tenía el niño que era tan
familiar.
Era claro que nunca nos habíamos conocido. Su reacción lo había dejado
claro.
Miró las baquetas que tenía en la mano y luego me miró a mí. La mirada
de asombro en su rostro hizo que la mierda mala en esta vida valiera la pena.
Para este chico y otros como él, yo era importante. Yo significaba algo.
—¿Tocas? —pregunté.
Asintió. —Sí. Yo, eh, acabo de regresar del campamento hace unos días.
Campamento de música —dijo, y luego entrecerró los ojos y me estudió con
atención—. ¿Eres realmente él?
Incapaz de evitar que mi sonrisa se extendiera, me encogí de hombros.
—Si quieres decir, ¿soy Dean Finlay? Entonces, sí, soy realmente él.
—Estás aquí. En mi edificio de apartamentos. Aquí. Tú. —Volvió a negar
con la cabeza y siguió mirando fijamente—. Mamá dijo que no viniste a la oficina.
Pensé que tal vez habías cambiado de opinión.
¿Qué? ¿Conocía a su mamá? Tal vez eso era todo. ¿Pero qué oficina?
—Tu autógrafo. Se suponía que ella me lo conseguiría. De hecho, en mis
viejas baquetas. Se las dejé para que las firmaras. Fueron mis primeras baquetas.
Con las que aprendí. Ahorré suficiente dinero cortando el césped y haciendo 101
mandados el año pasado para ayudarla a pagar el campamento y comprar estos
mejores palos.
Yo también corté una vez el césped para pagar mis baquetas. El niño
quería tocar. Quería ser el mejor. Lo deseaba lo suficiente como para que
sucediera. Para él no era algo pasajero. Se encontraba decidido a eso. Ya no veía
mucho de eso.
—Entonces, ¿vives aquí? —pregunté, agitando una mano hacia el edificio
de apartamentos. Tal vez lo había visto desde la distancia alguna vez y lo había
olvidado.
Asintió. —Sí. Si pudieras esperar un segundo, podría correr e ir a buscar
un rotulador. ¿Tal vez podrías firmar estos palos? —me preguntó con tanta
jodida esperanza en su voz que hizo que mi pecho doliera.
—Te diré qué. Tengo que ir a ver a este hombre por unos minutos para
manejar una situación. Puedes caminar conmigo, y es muy probable que tenga
un marcador en su camioneta. De esa manera, puedes contarme sobre este
campamento al que fuiste. No tenían campamentos de música cuando yo era
niño. Podrías mostrarme lo que aprendiste. Podríamos tocar una canción juntos.
La forma en que sus ojos se iluminaron con total alegría me hizo querer ir
a sentarme y tocar algunos arreglos con el niño en este momento. Darle algunos
consejos. Mostrarle cómo desarrollarlo. Esperaba por Dios que tuviera talento.
Por su bien.
—¡Por supuesto! —respondió.
—Por aquí —dije, y caminó a mi lado.
—¿Cuánto tiempo tienes tocando? —pregunté.
—Hace tres años, el profesor de música de la escuela nos dejó elegir un
instrumento que quisiéramos aprender. Elegí la batería. Pensé que eran geniales.
Mamá dijo que había estado tocando la batería desde que era pequeño. Aprendí
lo básico ese año, pero quería mi propia batería. Mamá ahorró y trabajó en
algunos trabajos extra para conseguirme un set. Piensa que creo que eran de
Santa, pero no tengo el corazón para decirle que no he creído en Santa durante
años. Sé que ella trabajó duro para comprármela. Era usada, pero era la que yo
había elegido. No podemos pagar las lecciones, pero mi profesor de música me
ayuda en la escuela durante el año. Sin embargo, él no es tan bueno como tú.
¿Dónde estaba el papá del niño? ¿Por qué su mamá pagaba por todo?
Malditos padres holgazanes. Odiaba esa mierda. Había tenido mi propio grupo
de padres jodidos. La madre de Rush también tenía sus problemas. Cuando
eliges traer vida a este mundo, debes poner a tu hijo primero.
102
—¿Qué hay de tu papá? — pregunté, ya sabiendo que la respuesta me iba
a cabrear.
El niño se encogió de hombros. —No sé. Nunca lo conocí. Mamá quedó
embarazada joven y él no quería ser papá. Intentó ponerse en contacto con él
varias veces. Aunque ella no sabe que yo lo sé. La escuché hablar con su mejor
amiga al respecto.
Sí. Estaba enojado. El pobre chico sabía que su padre no lo quería. Nadie
debería sentirse así. Especialmente un niño.
—Señor Finlay—Norton, el contratista general, gritó mi nombre y dirigí
mi atención al hombre que me esperaba.
—¿Dónde está? —pregunté.
Señaló una palmera que parecía que se estaba muriendo. La estudié por
un momento.
—¿Crees que se puede salvar si llamamos a alguien que sepa algo sobre
estas cosas?
Se encogió de hombros. —Lo dudo, pero puedo intentarlo.
Odiaría cortarla si tenía una oportunidad. —Prueba —respondí—. No está
completamente muerta. Podría haber esperanza.
Norton asintió. —Además, ¿qué pasa con la piscina? ¿Ya tomaste una
decisión sobre su renovación?
—Te lo haré saber al final de la semana —respondí, y luego agregué—:
¿Tienes un marcador indeleble?
El hombre rebuscó en un bolsillo de su cinturón de trabajo y luego sacó
uno negro—. ¿Este funciona? —preguntó.
—Perfecto —dije, luego me volví hacia el niño, dándome cuenta de que
nunca me había dicho su nombre.
Me tendió sus palos. Los tomé y firmé cada uno, luego los devolví.
—¡Gracias! Esta es la mejor cosa de todos los tiempos. Mamá no lo va a
creer —exclamó, mirando mi firma como si fuera el santo grial.
—Estoy seguro de que hay algunas cosas mejores en la vida —respondí.
Sacudió la cabeza enfáticamente.
—¡No! No las hay, tengo que ir a mostrárselo —dijo—. ¿Hablas en serio
acerca de tocar una canción conmigo alguna vez? —preguntó nervioso.
103
Asentí. —Sí. Pero primero, podría ayudar si supiera tu nombre —
respondí.
Sonrió brillantemente. —Cam. Cam McGinnis —dijo—. ¿Quieres nuestro
número de apartamento? —preguntó.
Cam. McGinnis. Este era Cam. Las fotos. Lo había visto en las fotos.
Pensé… pensé que era su hermano. Supuse que eran hermanos. Me quedé allí,
reproduciendo cada conversación, cada momento, cada mención de su nombre.
Las palabras no surgieron de inmediato, y sabía que tenía que decir algo. Pero el
hecho de que acababa de recibir una bofetada en la cara con información que
nunca había esperado me había dejado sin palabras.
—También tengo un teléfono. Se supone que solo debo usarlo para hablar
con mamá y mi mejor amigo, Jeremy, pero a ella no le importará si te lo doy.
Mamá solía ser una gran fan de Slacker Demon. Estuvo a punto de ir a tu
concierto hace mucho tiempo, pero su madre adoptiva no la dejó ir.
Continuó hablando. Para decirme cosas. Cosas que debería haber sabido.
Cosas que no había preguntado.
Todas las suposiciones que había hecho... ¡joder!
¿Tu mamá te dijo alguna vez que la belleza es solo superficial?
¡Jesús! Ella era una niña del sistema de adopciones. ¡Jódeme! Maldita sea,
tuve suerte de que me hablara de nuevo. Yo era un idiota de verdad.
—Eh, sí —me las arreglé para decir—. Sé el número de tu apartamento.
Parecía confundido, pero no discutió. Agitó los palos hacia mí. —¡Gracias
de nuevo! ¡Te veo pronto! — Luego, dio media vuelta y corrió hacia la entrada
del edificio.
Me quedé allí y lo miré fijamente. ¿Cómo no me di cuenta en el momento
en que me miró con esos ojos? Eran sus ojos.
¿Qué edad tenía ella cuando lo tuvo? ¿Y era una chica del sistema? ¿Cómo
diablos se las había arreglado para mantenerlo? ¿Cuidar de él? Ella había
trabajado extra para enviarlo al campamento de música. Ahí era donde había
estado. Esa conversación telefónica en la que pensé que estaba molestando a un
tipo, había sido una madre preocupada.
Era un estúpido hijo de puta.
Y me di cuenta de que no conocía a Brielle McGinnis en absoluto.
104
18
Traducido por Miry
105
Corregido por Julie

Brielle
El olor a lasaña llenó el apartamento. Con Cam en el campamento, no hice
comidas de verdad solo para mí. Ahora que él regresó a casa, cocinaba todos los
días. Ayer, fueron tacos. El día anterior fue pollo frito con puré de patatas y judías
verdes. El día que llegó a casa, fue fettuccini Alfredo con camarones frescos del
Golfo. Echaba de menos tener un motivo para cocinar.
Terminé de doblar el resto de la ropa y la dejé en pequeños montones por
todo el sofá para ir a sacar la lasaña del horno. Cam regresaría a las cinco para la
cena, y le pediría que guardara la ropa para que pudiéramos sentarnos en la sala
de estar después de la cena y ver la nueva película de Marvel que él quería ver.
Se encontraba disponible para transmitir y ya la había comprado como sorpresa.
La puerta se abrió, sorprendiéndome ya que era al menos treinta minutos
antes de lo que Cam dijo que regresaría de reunirse con Jeremy en el parque. Me
di la vuelta y mi hijo entró corriendo al apartamento con una gran sonrisa en su
rostro. Llevaba las baquetas en su mano izquierda. Rara vez iba a ningún lado
sin esas cosas. Era así desde que tocó por primera vez. Era como si se hubieran
convertido en parte de él.
—¡MAMÁ! —gritó más fuerte de lo necesario debido a que ya tenía mi
atención—. ¡No vas a creer esto! —agregó con pura emoción en toda su cara.
En ese momento, lo supe. No tuvo que decirme nada más. Lo sabía. Había
pocas cosas en este mundo que excitaran a Cam de esa manera, y sabía, sin lugar
a dudas, de qué se trataba. Pero no dije nada, y dejé que me lo dijera. Sonreiría y
actuaría tan feliz como él. Fingiría por él. Porque la verdad era que, en este
momento, el hombre que hacía tan feliz a mi hijo, hacía exactamente lo contrario
por mí.
Me tendió sus baquetas. —Mira eso —dijo con asombro en su voz—. Solo
míralo muy de cerca.
La firma de Dean no estaba en uno, sino en ambos. El hecho de que me
sacudiera emocionalmente y me jodiera la cabeza no parecía importar en este
momento. Firmó las baquetas de Cam. Nunca lo vi tan feliz en mi vida. Excepto
posiblemente en la Navidad en que recibió su batería. Pero incluso entonces, él 106
no brillaba así.
—Guau, amigo, eso es increíble —respondí.
—¡Es una locura! Mamá, lo encontré afuera. Justo afuera del apartamento.
Me hallaba ahí parado, y él pasó caminando con un sombrero y anteojos, pero lo
reconocí. Primero vi el tatuaje en su brazo derecho y lo supe. Simplemente no
puedo creerlo. Habló conmigo. Dijo que tocaría un rato conmigo. ¡¡Quería ver lo
que aprendí en el campamento!!
¿Pero Dean le daría consejos una vez que supiera de quién era hijo? Sentí
un nudo enfermizo en el estómago. No quería que Cam se sintiera decepcionado
y todo por mi culpa. Tal vez podría prometer que no estaría aquí cuando llegara
Dean si me estaba evitando. Este era un momento que no quería quitarle a mi
hijo. Incluso si eso me asustaba.
—Eso es… es… guau, Cam.
Tendría que hablar con Dean. Asegurarme de que no haya cambiado de
opinión.
—¡CIERTO! Tengo que llamar a Jeremy —anunció mientras corría desde
la sala de estar hasta su dormitorio.
No lo llamé para que guardara su ropa. No dije nada en absoluto. Me
quedé ahí, mirando la pared. Tratando de decidir cómo manejar esto. Qué hacer.
Si pudiera hacer algo. ¿Era mejor dejar que siguiera su curso?
Como si permaneciera en piloto automático, fui al horno, saqué la lasaña,
la puse en el plato caliente que tenía en la encimera, apagué el horno y luego miré
la lasaña de la misma manera que miré la pared.
¿Qué tengo que hacer? ¿Por qué no le dije a Dean quién era Cam? Después del
día en la oficina, podría habérselo dicho y dejar de lado el orgullo obstinado.
Sonó el timbre y cambié la mirada de la lasaña a la sala de estar. Cuando
no escuché los pasos de Cam corriendo por el pasillo, me moví hacia la puerta.
No esperaba a nadie, y si era Clara, no me sentía de humor para escucharla hablar
de trivialidades. Yo tenía mis propios problemas.
Miré a través de la mirilla, luego me congelé. Colocando una mano en la
puerta, me estabilicé. No perdió tiempo en cumplir su promesa a Cam. ¿O estaba
aquí para confrontarme? Es decir, no hice nada malo exactamente. Los errores
que cometí, él no los conocía. Simplemente le ocultaba información, pero no era
asunto suyo. Mi vida personal nunca fue asunto suyo.
Respirando profundo, abrí la puerta, y luego salí y la cerré detrás de mí. 107
Necesitaba hablar con él un momento sin que Cam nos escuchara.
—Hola —dije, sin saber cómo empezar.
Arqueó una ceja. —¿Así es como vas a empezar esto? —me preguntó.
—Uh, sí, eso, y gracias por firmar las baquetas de Cam. No tienes idea de
lo feliz que lo hiciste.
Listo. Se lo merecía. Fue amable cuando no estaba obligado a serlo. Lo
aprecié. Más de lo que jamás se daría cuenta.
—Entonces, Cam —dijo—, no es tu novio.
Suspiré ruidosamente y negué con la cabeza. —Nunca dije que lo fuera.
Esa fue tu suposición.
—Tienes veintiocho años. ¿Qué más se suponía que debía pensar? —dijo
intencionadamente.
—No vi una razón para corregirte —respondí.
—¿Dejarme hacer un completo ridículo con mis comentarios fue una mejor
idea? —preguntó.
Me encogí de hombros. —No era asunto tuyo quién era él. —Esa no era
una respuesta justa, y lo sabía.
Dean dio un paso hacia mí y retrocedí hasta que estuve presionada contra
la puerta. —La vez que tuve mi cara entre tus piernas, habría cambiado todo si
hubiera sabido que no eras infiel.
Me puse rígida. No estaba segura de lo que me molestaba: el recuerdo de
mi orgasmo en su rostro o que me trató de infiel, lo cual claramente no era.
Probablemente ambos.
—Sabes, mencionó que eras una gran admiradora —dijo Dean, inclinando
la cabeza hacia abajo para que su rostro estuviera más cerca del mío—. Que nunca
pudiste ir a un concierto. Que yo era tu Slacker Demon favorito.
Cerré los ojos mientras mi cara se calentaba. —Imagina muchas cosas —
susurré.
La mano de Dean tomó un lado de mi cara y luego la deslizó en mi cabello.
—No lo creo. Me parece que Cam me dijo la verdad.
Maldita sea, Cam. ¿Por qué tenías que hablar de mí?, ¿con él?
—Lo fuiste una vez. Tal vez por un tiempo —respondí.
—Hmm —dijo, pasando la punta de su nariz por mi cuello e inhalando
108
profundamente—. Lo admitiste. Esa fue una conjetura esperanzadora.
Sabiendo que Cam podría abrir esta puerta en cualquier momento, puse
mis manos planas contra el pecho de Dean y lo empujé hacia atrás. Apenas se
movió.
—Cam está dentro. Estoy cocinando la cena. Me tengo que ir —expliqué,
sonando sin aliento y odiándolo.
Dean asintió, luego llevó la mano detrás de mí, hacia el pomo de la puerta.
—Excelente. Me muero de hambre.
Cubrí su mano con la mía, evitando que abriera la puerta. —No te invité.
Inclinó la cabeza hacia un lado y sonrió maliciosamente. —Pero, ¿qué
querría Cam? Me querría aquí para la cena. Podría verlo tocar y darle algunos
consejos. ¿Le ocultarías eso? ¿Después de lo feliz que estaba de conocerme?
Maldito sea. Tenía razón, y lo sabía. Respiré profundo.
Esto era lo que temía que no hiciera. Tenía miedo de que defraudara a
Cam, pero estaba aquí, haciendo exactamente lo que prometió. Me comportaba
de manera ridícula y egoísta.
—Tienes razón. Gracias —dije y comencé a girar hacia la puerta.
Me detuvo. —Tengo otras ideas sobre cómo puedes agradecerme. Muchas
ideas. Tantas, joder.
Mis ojos se encendieron, y quería abofetearlo, empujarlo, posiblemente
besarlo hasta que mis piernas estuvieran débiles, pero no iba a detenerme en eso
último. Ese era un camino que nunca necesitábamos seguir.
—No me necesitas para todas tus ideas —dije enojada.
Se rió. —Oh, sí te necesito, Brielle. Te necesito tanto.
Abrí la puerta para alejarme un poco de su cuerpo duro y cálido.
Necesitaba aire. Claridad. Para calmarme.
Cuando entré, mi mirada se dirigió directamente a la ropa limpia que
seguía en el sofá.
—No esperaba compañía —dije, acercándome y recogiendo rápidamente
mis bragas y sostenes. Eso fue lo que recibía por no guardarlo de inmediato.
—No los muevas por mí. Disfrutaré revisándolos —dijo, parándose
demasiado cerca de nuevo.
Me giré para mirarlo. —Espacio personal. Es algo. Que debes respetar.
109
Sonrió. —¿Pero realmente quieres eso? Tu boca me dice una cosa, pero tu
cuerpo me dice algo diferente.
Su mirada se posó en mis pechos. Mis pezones estaban duros y murmuré
una maldición.
—Muévete y ya. Quédate de pie o siéntate ahí. Llamaré a Cam —dije.
—Hazlo —respondió en un tono divertido.
¿Qué hacía?, ¿por qué se comportaba raro? Me ignoró la mañana que me
dejó panqueques. Habían pasado dos semanas. Nada. No es que tuviera que
ponerse en contacto conmigo, pero sentí que había una conexión o un vínculo la
mañana en que me desperté con él dormido en el piso de mi habitación. Entonces,
desapareció. Puf.
¿Ahora esto?
—¡Cam! —grité.
—¿Qué? —respondió.
—¡Tienes visita! —dije.
Volví a mirar a Dean, que permanecía de pie junto a la televisión, mirando
las fotos en el estante encima de ella.
—Dios, tú misma eras una niña —susurró.
La foto en su mano era el primer cumpleaños de Cam. Fuimos al zoológico
ese día porque mi antiguo empleador me dio pases. Le encantaron los elefantes.
—¡Estás aquí! —La voz sorprendida de Cam se quebró.
Dean dejó la foto y se volvió hacia mi hijo. —Te dije que quería que me
mostraras lo que aprendiste.
Cam asintió con la cabeza. —Sí, es verdad —coincidió.
—Déjame ver esos tambores —dijo.
Cam le sonrió y asintió de nuevo. —¡De acuerdo! Está al lado. Está en mi
habitación. Los compramos usados, recuerda, pero son muy buenos.
—Mi primer conjunto también era usado. Un conjunto muy querido hace
uno muy bueno —afirmó Dean.
Desaparecieron por el pasillo. Aparté las toallas del camino y me senté en
el sofá. Este día dio un giro. Otro emotivo. En lo que se refería a Dean Finlay, mis
sentimientos y mi cabeza se dispersaron por todas partes. Él podría arruinarme
tan fácilmente. Simplemente no quería que se metiera con las emociones de Cam. 110
No esperaba que volviera a visitarlo, pero esta vez podría ser mágica. Cam
podría recordarlo por el resto de su vida. Cenaríamos juntos. Diablos, incluso
invitaría a Dean a ver la película con nosotros. Luego, cuando se fuera, sería un
adiós. Eso sería todo.
19
Traducido por AnnyR’
111
Corregido por Julie

Dean
Cosas que no sabía sobre Brielle.
Sabía cocinar, había sido madre soltera desde los dieciocho años, nunca
había salido con nadie, al menos, que Cam supiera, tenía un trabajo extra como
repartidora de comida para una de esas aplicaciones cuando necesitaban dinero
extra para algo, y era una gran madre. Cada palabra que salía de la boca del niño
decía que lo era. Elogiaba a su madre al contar todo esto en la conversación.
Brielle se levantó para empezar a recoger la mesa, y Cam se levantó de un
salto y empezó a ayudarla sin que se lo pidieran. Era un buen chico. Me uní a
ellos y Brielle me quitó el plato de las manos y lo llevó al fregadero.
—Cam ha querido ver la nueva película de Marvel. La compré para
transmitir esta noche —me dijo.
—¡¿En serio?! —exclamó Cam—. ¡Gracias, mamá!
—De nada —le dijo, sonriéndole.
No estaba listo para irme. No quería insistir demasiado en eso, pero quería
estar cerca de ellos. Observarlos. Una parte de mí pensaba que si los observaba
con suficiente atención, vería algo en ella que no era perfecto. Que me mostraría
sus defectos. Todos los tenemos. Solo me costaba hallar los suyos. Probablemente
porque acababa de descubrir que los defectos que tenía contra ella eran todas
mentiras.
Por un momento esta tarde, me imaginé follándola de la manera que yo
deseaba. Follándola hasta que ambos estuviéramos satisfechos con esta atracción
entre nosotros.
Saber que no era infiel y estar con ella estaba bien. Pero luego al verlos, al
verla ser mamá, supe que no podía. No iba a jugar con esto. Con ella. Se merecía
más. Más de lo que le ofrecía.
Eché un vistazo a su pequeño televisor y luego volví a mirar a Brielle.
—¿Qué tal si la vemos en nuestro propio cine privado? —pregunté.
Frunció el ceño, insegura de lo que quería decir.
—¿Dónde? —preguntó Cam.
112
Subí la mirada. —En mi casa.
—¿Tienes un cine allí también? —preguntó Brielle.
Tenía muchas cosas que quería mostrarle. Comenzando por el sauna.
Desnudos. Pero eso había sido antes… antes de que supiera todo esto sobre ella.
Era madre soltera. Una joven madre soltera. Necesitaba un futuro, y yo no era un
futuro para ella.
—Sí, lo tengo —respondí.
—Ay Dios mío. ¡Mamá, por favor! ¿Podemos? —Cam la agarró del brazo
con una mirada suplicante.
Estaba claro en su rostro que quería decir que no. Ella sabía que yo no era
bueno para ellos.
—Pero lo compré en nuestra cuenta de Amazon Prime —le dijo.
—Puedes iniciar sesión en tu cuenta en mi sistema —le dije, pero ella ya lo
sabía. Necesitaba cerrar la puta boca. No lo hacía más fácil para mí.
Ella me miró fijamente, y así, quise reírme de su expresión frustrada. Me
gustaba hacer que sus ojos brillaran de ira. Ya que ya no me permitiría hacerlos
brillar con pasión o lujuria.
—¡Ves! Podemos hacerlo. Hagámoslo, mamá —animó.
Pude verla ceder antes de que finalmente asintiera. —Bien vale.
—Tenemos palomitas de maíz para microondas —me dijo Cam.
—Podríamos usar eso o usar mi máquina de palomitas de maíz del cine —
le dije.
En realidad, todavía no la había usado. Maegan la compró para cuando
vinieran de visita mis nietos.
—¡Demonios, sí! —respondió Cam.
—Camden Dace McGinnis —dijo Brielle con voz severa. Incluso era sexy
en modo mamá.
Parecía avergonzado. —Lo siento mamá.
Asintió. —Ve a ponerte los zapatos —dijo.
—Sí, señora —respondió.
Cuando estuvo fuera del alcance del oído, me incliné hacia ella. —Te das
cuenta de que probablemente dice cosas peores que eso cuando no estás cerca. Es
113
un niño. Será un adolescente antes de que te des cuenta.
Me miró. —Tal vez sea así, pero en mi presencia, lo corregiré.
Porque a ella le importaba. Sabía que Blaire no permitiría eso ni de Nate
ni de las chicas cuando crecieran un poco y lo intentaran. Rush maldecía como
un marinero cuando tenía ocho años. Su madre no se dio cuenta ni le importó.
Yo no fui mucho mejor. Criarlo en mi mundo fue un desastre.
—Si quiere ponerse el pijama o con lo que sea que duerma para estar
cómodo, solo vamos a subir al ascensor. En realidad ni siquiera necesita zapatos.
Miró hacia atrás en la dirección en la que se había ido Cam. —Eso estaría
mejor. De esa manera, puede irse a la cama cuando volvamos. Iré a decírselo —
dijo.
La vi alejarse, deseando poder apagar mi atracción por ella. Era peor ahora
que sabía sobre su pasado. Le tenía respeto después de escuchar a su hijo hablar
sobre ella y todo lo que había sacrificado por él. Lo cambiaba todo. Incluyendo
mis planes para llevarla a mi cama. Eso ya no iba a pasar. No iba a ser el hombre
en la vida de Cam, y eso era lo que necesitaba. Alguien que pudiera estar al lado
de Brielle y ayudarla a criar a su hijo. Un hombre que quería una familia. Ese no
era yo.
Cuando Brielle salió de la habitación de su hijo, había una sonrisa en su
rostro que no había visto antes. Era una sonrisa feliz, contenta, tal vez incluso
esperanzada. No necesitaba ser yo quien la hiciera sonreír así. Esta noche sería
de una sola vez. Cam era un admirador y yo haría esto por él. Luego, me iría por
unas semanas. Volvería a Beverly Hills hasta que Kiro me molestara. Darnos un
descanso a todos.
—¿Estás planeando una segunda cita con el trabajador de la construcción?
—le pregunte.
Pareció sorprendida por mi pregunta antes de encogerse de hombros.
—Nunca llegamos a nuestra primera cita. Surgieron cosas.
Maldita sea. Necesitaba obstáculos en mi camino. Sería más difícil para mí
ceder y tomar lo que quería.
—¡Estoy listo! —exclamó Cam con entusiasmo mientras salía saltando de
su habitación.
Iba a hacer esto por el niño. Nada más. Tendría algo que contarles a sus
amigos. Esto no tenía nada que ver con su madre.
Tenía que seguir diciéndome eso hasta que me lo creyera.
114
—Vamos arriba —dije mientras me dirigía a la puerta.
Podía agradecer que Brielle no llevara su pijama. Había un límite en lo que
un hombre podía soportar.
Mantuve la puerta abierta cuando salieron, y todos nos dirigimos hacia el
ascensor.
—Esto es una locura —dijo Cam una vez allí—. Nadie me creerá jamás.
—Tomaremos algunas fotos. No podrán discutir —le dije.
Sus ojos se iluminaron una vez más, y me sonrió. Tenía la sonrisa de su
madre, me di cuenta.
—¿En serio? ¿Me dejarías hacer eso?
Asentí. —Siempre es mejor tener pruebas.
Mi mirada se dirigió a Brielle, que me miraba.
Gracias, articuló en silencio.
Sabía que lo decía en serio. Por mucho que la molestara, me perdonaría
cualquier cosa por Cam. Sin embargo, no era por eso que lo hacía. Me agradaba
el niño. Podía darle esto sin ningún esfuerzo real de mi parte. Tal vez algún día,
en unos años, encendería la televisión y él estaría tocando la batería en algún
grupo nuevo y atractivo. Esperaba que eso sucediera.
20
Traducido por Sofía Belikov
115
Corregido por Ivana

Brielle
Era una experiencia que Cam nunca olvidaría. Se la contaría a sus hijos
algún día. Era una oportunidad única y lo sabía. Había un montón de razones
por las que debería odiar al arrogante que en ese momento le mostraba a mi hijo
las baterías que tenía en una habitación a prueba de sonidos, con paredes rojas y
acolchadas, pero en ese instante, ninguna de ellas importaba. Cam vivía un
sueño.
Un calor se asentó en mi pecho mientras miraba a Dean; era peligroso, y
lo sabía. No podía permitir que algo así arruinara las verdades que sabía sobre
este hombre. Era bueno con los niños, amable cuando se trataba de sus fanáticos
más jóvenes, y se enfocaba en Cam. Era como si no estuviera allí. Sin comentarios
sugerentes o miradas. Le respetaba eso. Incluso aunque esta escena que se
reproducía frente a mí me rompía un poco. Era algo que nunca me imaginé que
Cam viviría. Compartía su amor con su héroe. Con el hombre al que se quería
parecer. Dean no tenía idea del impacto que tenía en la vida de Cam.
—El cine está del otro lado del apartamento —dijo Dean, finalmente
mirándome.
—Si ambos están listos, yo también —respondí.
Muy respetuosamente, Cam tocó las baquetas que Dean dejó junto al set
de baterías y levantó la mirada hacia él. —Estoy listo.
Dean asintió hacia los palillos. —Llévatelos. Los he ablandado, pero
necesitan más uso del que les he dado estos días.
Eso era todo. El hombre había descubierto una forma de hacerme olvidar
todos sus errores. Sentía el pecho tan apretado que pensé que podría llorar.
Los ojos de Cam se abrieron de par en par al mirar las baquetas y luego de
nuevo a Dean. —¿En serio? —preguntó, asombrado.
Dean asintió. —Sí. Necesitan un buen hogar.
Cam los cogió y los apretó con las manos. Me preguntaba si algún día los
soltaría. También temía que, en algún momento, despertara y que esto fuera un
sueño. No podía ser la vida real. Especialmente considerando que sentía cosas 116
por Dean Finlay que no debería sentir. Cosas que provocarían dolor… y no solo
el mío.
Vi a Cam acercarse a Dean y mirarlo.
—Gracias —dijo con simpleza, pero la expresión en su rostro dejaba en
claro lo mucho que esto significaba para él.
Dean le apretó el hombro. —Solo cuídalos —dijo.
Cam asintió. —Lo haré. Lo juro.
Permanecí en silencio, sin estar segura de que pudiera hablar con el nudo
en la garganta, y los seguí al cine. Para ese punto, no deberían sorprenderme las
comodidades de ese penthouse, pero aun así, me impactaba. La habitación era
algo salido de una revista. Quince butacas reclinables de cuero negro. Una
sección que contenía una máquina de bebidas, una de palomitas y una vitrina de
vidrio con otros refrigerios. La pantalla era tan grande como la de un cine real, y
las paredes tenían carteles enmarcados de los conciertos de los Slacker Demon,
que databan hasta los principios de los noventa.
Cam fue directo al póster más antiguo. Se lo quedó mirando, y luego
recorrió el resto. De alguna manera, esta tarde seguía mejorando para él.
Señaló uno y luego se volteó hacia mí. —Este es del tour que no pudiste
ver, mamá —dijo, sonriendo—. Fue el año que nací.
Sentí la mirada de Dean sobre mí, y las mejillas me ardieron. Una parte
pequeña de mí sintió el pánico, pero nadie podría leer mis pensamientos. Mis
secretos eran míos.
—¿Quién quiere palomitas? —pregunté, cambiando el tema.
Dean se rió; moví la vista hacia él y sonreí.
—¿Feliz? Era una fanática —le dije.
Sonrió y no dijo nada.
Lo miré caminar hacia la máquina de palomitas y observarla como si no
estuviera seguro de qué hacer con ella. Me percaté de que, en realidad, nunca la
había utilizado por su cuenta. Antes de que pudiera llamar a Maegan y hacer que
viniera, me acerqué.
—Me las puedo ingeniar si quieres poner la película. Cam puede ayudarte
a entrar con mi cuenta —le dije.
Parecía aliviado. —Claro —respondió.
Pude descifrar el proceso, y cuando el sonido de los granos comenzó, la 117
pantalla también se iluminó. La risa de Cam hizo eco a través de la habitación, y
les eché un vistazo para ver a Dean sonriendo. Había dicho algo que divirtió a
Cam. La forma en que miraba a Dean, con una adoración de héroe, era nueva
para mí.
No estuve con muchos hombres en mi vida, y ninguno de ellos conoció a
Cam. Nunca confiaba demasiado en alguien.
Esta era la primera vez que confiaba en que hubiera un hombre alrededor
de mi hijo. Y sí, se debía a que era un famoso al que mi hijo idolatraba, pero aún
así, era un gran paso para mí. Confiaba en que Dean estuviera con Cam, y no me
percaté de eso hasta ese momento.
¿Era un error?
—¡Mamá! ¿Quieres una bebida? —me preguntó Cam.
Negué con la cabeza. —Un agua está bien.
—¿Puedo sacar algunos dulces? —me preguntó.
Miré a Dean, quien me veía con una expresión de: claro, deja que el chico
saque algunos dulces.
Asentí. ¿Por qué no? Ya permitía que todo esto sucediera, sin pensar en las
repercusiones. ¿Qué daño podrían hacer unos cuantos dulces?
Llené tres bolsas con palomitas y se las entregué antes de buscar un
asiento. Cam se sentó en una butaca en la fila frente a mí, y Dean a dos asientos
del mío. Estábamos todos separados. De alguna manera, no me lo esperaba.
Un parte de mí pensó que Dean se sentaría junto a mí. Me negaba a admitir
que era porque quería que lo hiciera. Mis sentimientos hacia él dieron un giro esa
noche, o tal vez se trataba de que me encontraba dispuesta a aceptar cómo me
hacía sentir ahora que vi a Cam tan feliz. Antes, luchaba y negaba cualquiera
sentimiento por él. Después de todo lo que hizo por Cam, me sentía expuesta.
Dean, por otro lado, parecía más cerrado. Le eché un vistazo, y lo observé
darle un trago a la bebida y comerse un puñado de palomitas. Ni siquiera me
miraba. Sus ojos se encontraban fijos en la pantalla frente a él. Con tanta fijeza
que parecía forzado. ¿Intentaba no mirarme? ¿De qué me perdí? Por lo general,
hacía todo lo que podía para que hablara con él. Incluso me provocaba para
llamar mi atención.
Esa noche parecía diferente. ¿Era por Cam?
La película comenzó, y deslicé la mirada hacia la pantalla. Conocía lo 118
suficiente acerca del mundo de Marvel como para entenderla. Cam me hizo ver
todas las películas, pero aun así, la verdad era que no me importaban. Solo las
veía para hacer algo con Cam.
Me sentía más consciente de Dean que de cualquier cosa. Las veces en que
lo miré, parecía absorto en la película. Luego, se encendió su teléfono y salió del
cine. Me llevó un tiempo difícil en concentrarme en lo que sucedía en la pantalla
cuando el tiempo siguió y Dean no volvió. Justo cuando los créditos comenzaban,
regresó a la habitación. Lo observé estirarse y bostezar.
Cam saltó, emocionado con el final, y no pareció percatarse de que Dean
no estuvo en toda la segunda parte de la película. No dije nada mientras Cam
conversaba alegremente con Dean acerca del mundo Marvel y lo que acabábamos
de ver. Dean hizo un trabajo excelente, siguiéndole el juego.
Nos llevó hasta la puerta y hacia el elevador mientras hablaban. No me
miró o dijo algo. Parecía que me había vuelto invisible. Cuando las puertas del
ascensor se abrieron y entramos, Dean permaneció donde se encontraba.
—¡Gracias, Dean! ¡Buenas noches! —le dijo Cam justo cuando las puertas
se cerraron.
No dije nada, pero de nuevo, Dean ni siquiera me miró.
21
Traducido por Lisseth
119
Corregido por Ivana

Dean
No había regresado de California ni un día completo cuando la señora Jo
me llamó para decirme que tenía un pastel para mí y que tenía que ir a buscarlo.
Cuando regresé, tenía la intención de recuperar el sueño que perdí mientras
estaba bajo el mismo techo que Kiro. Sin embargo, decirle a la señora Jo que no
podía ir en ese momento tampoco era una opción.
Cogí una camisa desechada de la silla de mi dormitorio y me dirigí al
apartamento de la señora Jo. Eran las once de un jueves, lo que significaba que
Brielle no estaría cerca. Ella estaría trabajando. No sabía con seguridad adónde
iba Cam cuando trabajaba o si estaba en su apartamento... o ¿había vuelto a la
escuela? No sabía cuándo comenzaban la escuela aquí, pero sabía que Nate había
regresado la semana pasada. Sin embargo, no importaba. Ver al niño no era un
problema, pero mantenerse alejado de su madre sí lo era.
No había podido sacarla de mi cabeza mientras estaba en California, pero
la distancia me ayudó a pensar las cosas. Yo no era lo que ella necesitaba, y ya no
era la cogida caliente que quería en mi cama. Ella era una mamá con un gran niño
que estaba criando sola.
¿Quién diría que respetar a una mujer podría joderte la cabeza? No estaba
seguro si alguna vez me habría tomado el tiempo de respetar a una mujer con la
que había follado o planeado follar. Todo esto era nuevo para mí, y no sabía cuál
era la mejor manera de lidiar con eso. Por eso fue tan vital salir la mañana después
de nuestra noche de cine.
La había sentido mirándome en el cine. Sabía que quería que la mirara. Si
me hubiera sentado a su lado, no le habría importado. Se había ablandado
conmigo después de que le di a Cam un poco de tiempo y atención. Pero maldita
sea si me iba a aprovechar de ella porque estaba agradecida conmigo. Salir de ese
cine había sido lo único que podía hacer. Si me hubiera mirado una vez más, no
estaba seguro de haber podido mantener la distancia.
La puerta de la señora Jo se abrió incluso antes de que llamara.
—Adelante, adelante —dijo alegremente.
Su apartamento olía a tarta de manzana y vainilla. La seguí adentro, y ella
cerró la puerta detrás de nosotros. 120
—Cuando escuché esa motocicleta tuya afuera esta mañana, pasé directo
a cortar las manzanas que había comprado en el mercado de agricultores. Te
fuiste por demasiado tiempo. Supuse que necesitabas un buen pastel sureño para
recordarte lo bueno que es aquí. Si tuviera que elegir una costa y no hubiera
vivido aquí toda mi vida, aún elegiría la costa este. La vida es simplemente mejor
aquí. No sé por qué te quedarías fuera tanto tiempo.
Se apresuró a la cocina y yo me paré en su sala de estar entre los muebles
nuevos que le había comprado. El lugar se veía mucho mejor con la pintura fresca
y las lámparas.
—Por la forma en que mirabas a Brielle la última vez que te vi, pensé que
te quedarías más por aquí. Pero supongo que descubrir que es mamá puede
asustar a un hombre. Ella es un paquete completo —dijo la señora Jo mientras
caminaba de regreso, sosteniendo un pastel con una toalla de mano debajo del
plato.
Abrí la boca para decir algo, aunque no estaba seguro de qué responder a
ese comentario. Sin embargo, la señora Jo no parecía necesitar una respuesta de
mi parte. No había terminado de hablar.
—No importa. Todo funciona como se supone que debe hacerlo. El destino
tiene su plan, y así es como funciona. Ese hombre apuesto que ha estado saliendo
con ella incluso se llevó a Cam anoche. Fueron a ese lugar de mini golf a lo largo
de la franja. Creo que el destino tiene a Brielle yendo en otra dirección, aunque,
por un tiempo, pensé que estarías allí —dijo, y luego tendió la tarta hacia mí.
—¿Brielle está saliendo con alguien? —pregunté, sorprendido por esta
información.
Hacía tres semanas que me había ido, pero por la forma en que hablaba la
señora Jo, Brielle había estado saliendo mucho con este chico. ¿Qué, comenzó a
salir de nuevo el día después de irme? ¿Había leído más en su comportamiento
la noche en el cine?
—Oh sí. Ese agradable trabajador de la construcción. Es un buen hombre.
Le trae flores y fue a nadar con ellos el último día antes de que Cam regresara a
la escuela —dijo la señora Jo—. Toma este pastel y agrégale un poco de helado
de vainilla. Es la mejor manera de comerlo.
El trabajador de la construcción. Finalmente habían tenido esa cita, y
parecía que fue bien. Por lo que había dicho la señora Jo, el hombre estaba detrás
del culo de Brielle. ¿No tenía trabajo? ¿Trabajando para mí? ¿Cuándo tuvo
tiempo para toda esta natación y mini golf?
121
Me las arreglé para agradecer a la señora Jo por el pastel mientras me
acompañaba a la puerta. Salí al pasillo y esperaba que se despidiera y cerrara la
puerta, pero me estaba observando. ¿Se suponía que debía decir algo más sobre
la tarta? Ya le había dado las gracias.
—El destino es lo que hacemos de él. Podemos dejar que suceda, o
podemos manipularlo. Todo depende de lo mucho que lo quieras. Ver el futuro
no es un regalo que nos dan. A veces, solo tienes que escuchar tu instinto, tomar
el manillar del destino y dirigir. Pero todo depende de ti ahora, ¿no es así? —dijo
la señora Jo, luego me sonrió antes de cerrarme la puerta en la cara.
Miré mi pastel y me pregunté si realmente me había hecho esto porque
pensó que lo necesitaba o si había sido una manera de traerme aquí para que
pudiera contarme todo eso. ¿Qué pasó con su discurso sobre que yo no era lo que
Brielle necesitaba?
Empecé a llamar a su puerta, pero me detuve y dejé caer mi mano a mi
costado. Este no era mi asunto. Debería estar aliviado. Debería estar feliz por
Brielle. Interponerme en su camino y jugar con sus vidas no estaba bien.
Al darme la vuelta para regresar al ascensor, escuché que se abría una
puerta detrás de mí y miré hacia atrás para ver si la señora Jo había decidido que
necesitaba decir más. Pero no era la puerta de la señora Jo. Era de Brielle.
Ella se quedó allí, mirándome con esos grandes ojos azules, y sentí algo en
mi pecho apretarse. Maldita sea, ella me afectaba.
—Hola —dijo con un pequeño movimiento de su mano para saludar.
—Hola —respondí, luego levanté un poco el pastel—. La señora Jo me hizo
un regalo de bienvenida.
Sonrió, pero no llegó a sus ojos. —Ella es buena en eso.
Quería decir más. Preguntarle sobre el trabajador de la construcción.
Preguntarle cómo fue la primera semana de Cam en la escuela. Preguntarle cómo
estaba. Solo escucharla hablar. Pero no hice ninguna de esas cosas.
—Dile a Cam que dije hola —dije, luego me incliné para presionar el botón
del elevador.
—Lo haré. —Fue su suave respuesta.
Miré las puertas del ascensor hasta que escuché que la puerta se cerraba.
Mirando hacia atrás, la vi dirigirse a las escaleras. Se iba y había decidido no usar
el ascensor por mi culpa. Podría ir tras ella y disculparme. ¿Pero por qué me
disculparía exactamente?
No habíamos estado saliendo. Tuve un momento caliente con ella en el 122
que pensaba demasiado. Eso fue todo. Aparte de un divertido combate de ida y
vuelta con nuestras palabras, no había nada más.
Cuidarla cuando estaba enferma solo había sido porque ella necesitaba un
amigo. Necesitaba ayuda. Y yo tenía miedo de que le pasara algo. Me había
importado.
Las puertas del ascensor se abrieron y entré.
Todavía me importaba. Demasiado.
22
Traducido por Jasiel, mimi_jm & Gesi
123
Corregido por Julie

Brielle
—¡Subamos! —dijo Clara cerca de mi oído mientras se deslizaba hacia
atrás en el taburete a mi lado.
Eché una mirada por encima del hombro justo cuando anunciaban a una
chica con el pelo rojo, corto y rizado. Ella iba a cantar “¡Oops! … I Did It Again."
Qué sorpresa. El primer karaoke de la noche era una canción de Britney
Spears. Puse los ojos en blanco y volví a mi bebida frente a mí en la barra. Toda
esta noche era un error. Debería estar en casa, viendo televisión. Posiblemente
comiendo helado o tal vez haciendo brownies para cuando Cam volviera a casa
mañana después de su pijamada con Jeremy.
—¿Qué canción deberíamos escoger? —me preguntó Clara.
Los tipos del otro extremo de la barra se levantaron y comenzaron a venir
hacia nosotras. Noté al rubio mirándome cuando Clara fue al baño. Solo había
sido cuestión de tiempo antes de que hicieran un movimiento. Me bebí el resto
de mi vodka y soda, luego me levanté.
—No me importa. Solo trata de ser más original que Britney —le dije—.
Voy al baño.
Clara frunció el ceño. —Acabas de decir que no tenías que ir.
—Eso fue antes de que aquellos chicos se dirigieran hacia acá —respondí.
Clara miró a mi alrededor y sus ojos se iluminaron. —Oh, pero son lindos.
Sobre todo el rubio.
Bien. Ella podía tenerlos a ambos. Yo no estaba interesada. Las cosas iban
bien con Gavin, o así había sido. Incluso a Cam le había gustado ser incluido en
algunas de nuestras citas. Debería estar feliz por eso. En cambio, le di una excusa
cuando me invitó a salir esta noche simplemente porque me sentía desubicada.
Dean estaba de vuelta. Era fácil dejarlo a un lado y no pensar demasiado
en él cuando no lo veía. Entonces, estuvo en las noticias de entretenimiento con
el resto de Slacker Demon cuando se anunció su gira. Saber que no se hallaba en
el piso de arriba hizo que fuera más fácil compartimentarlo en mis pensamientos.
Volvió a ser una estrella de rock.
124
Verlo ayer me había trastornado la cabeza. No esperaba que regresara, al
menos, no pronto. Tal vez cuando viniese a visitar a su familia.
Cuando Clara me llamó para pedirme ir al karaoke el sábado por la noche
en Chandelier, acepté. Fui débil y necesitaba una distracción.
Gavin se merecía más que eso. Me gustaba. Era un buen hombre. Le
gustaba, y yo lo sabía. Lo dejó claro y nunca me mantuvo en vilo. Trabajaba duro.
Me traía flores.
No era Dean. Pero entonces eso era injusto. Nadie era Dean Finlay. Nadie
lo sería jamás.
Alcancé el destornillador de Clara y lo agarré, justo antes de que los dos
tipos se acercaran a cada lado de nosotras.
Clara comenzó a hablar y le sonreí brillantemente a los dos hombres,
sintiéndome un poco mareada porque me había bebido rápido dos tragos. Mi
necesidad de ir al baño ya no era una mentira para escapar. Le hice un gesto a mi
amiga con la mano y caminé hacia la fila que conducía al baño de mujeres. La
canción de Britney terminó y suspiré aliviada. Eso había sido brutal. No es que
no me gustara Britney, me gustaba. Era solo que, esta noche, sabía que otras diez
chicas cantarían una canción de Britney y apestarían, como lo hizo esa.
Casi llegué a la fila cuando una mano se envolvió alrededor de mi brazo,
e instantáneamente tiré de él, tratando de liberarlo mientras me giraba para ver
quién me tocaba. Tenía una lata de gas pimienta en el bolso, pero no podía sacarla
y usarla en un bar lleno de gente. Justo cuando la idea cruzó por mi mente, mis
ojos se clavaron en unas gafas de sol familiares y una gorra de béisbol.
Mis ojos se agrandaron cuando me di cuenta de quién tenía mi brazo. Eché
un vistazo rápido a mi alrededor para ver si alguien más se daba cuenta de quién
era. En un lugar como este, causaría un completo frenesí.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté, inclinándome para que me escuchara
por encima de una versión no tan mala de “Truth Hurts” de Lizzo.
—¿Dónde está el trabajador de construcción? —fue su respuesta.
Frunciendo el ceño, tiré para liberar mi brazo, pero él mantuvo sus dedos
envueltos firmemente alrededor de él. —Te das cuenta de que si alguien te ve, se
desatará el infierno —señalé.
—¿Dónde está Cam? —preguntó esta vez.
Me reí. Debería estar enojada. Él desapareció y no me dijo una palabra en
casi un mes. Pero ahora me estaba riendo. Tenían que ser las bebidas.
125
—Está en la casa de su amigo. Pijamada —respondí, luego miré la fila del
baño—. En serio necesito usar el baño. ¿Puedes soltarme?
La mano de Dean sostuvo mi brazo. —Ven conmigo. —Parecía una orden,
no una petición.
—No estoy bromeando. Necesito orinar.
Me dio una sola inclinación de cabeza y comenzó a llevarme hacia la parte
trasera del club. ¿Adónde íbamos? Tenía que hacer la fila para ir al baño. Maldito
sea. Mirando hacia la barra mientras me arrastraba, me encontré con la mirada
de Clara. Desvió su mirada de mí a Dean, y luego me devolvió la sonrisa.
¿En serio? Se suponía que ella cuidaría de mí. Ese era el acuerdo cuando
salíamos. Cuidarnos entre nosotras. ¿Dejaría que me llevara y solo sonreiría?
Traidora.
Al acercarnos, un guardia abrió una puerta negra que se confundía con las
paredes y luego asintió hacia Dean. Atravesamos la puerta y no estaba segura de
dónde nos encontrábamos. Esta no era una parte de Chandelier que hubiera visto
antes.
—¿A dónde vamos? —le pregunté—. Por favor, dime que hay un baño allí
—agregué con énfasis.
Apareció una amplia escalera cuando doblamos una esquina, y Dean me
guió hacia arriba, sin soltarme el brazo ni una sola vez. En este punto, tenía más
curiosidad que nada. Vine a este club más veces de las que podía contar desde
que cumplí veintiún años, y ni una sola vez había visto esta parte. Carteles de
conciertos que se realizaron aquí estaban alineados en las paredes. Sabía que
organizaban espectáculos más pequeños para artistas menos conocidos, pero
nunca había pagado el precio de entrar en uno de esos.
Llegamos al escalón superior y Dean finalmente me soltó. Me tambaleé,
sin esperar eso, y él me frunció el ceño.
—¿Estás borracha? —preguntó.
Le devolví el ceño fruncido. —No.
Pasó junto a mí y abrió una puerta alta plateada. —Ve a orinar —dijo.
Aliviada, me apresuré a cruzar la puerta y me detuve. Era un elegante
baño para una sola persona. La puerta se cerró detrás de mí y la cerré, luego me
miré en el espejo antes de ocuparme de mis asuntos. Mi maquillaje era más de lo
que solía usar. Dejé que Clara me maquillara esta noche.
El vestido rojo corto apenas cubría mi trasero. El escote bajo y los tirantes
finos hacían imposible llevar sostén. Era uno de los muchos que Clara había 126
traído y el único que remotamente cubría mis senos. Incluso los tacones que tenía
puestos eran de ella. Eran tan plateados como la puerta que había atravesado, y
me gustaba la forma en que brillaban bajo las luces del club. Nunca me vestí así,
pero esta noche quería ser otra persona. Clara me convirtió en alguien que no era.
Era mi noche para escapar.
Y entonces, Dean había aparecido.
Fruncí el ceño ante mi reflejo. ¿Por qué se hallaba aquí? ¿Vino a buscarme?
No le había dicho a nadie adónde iba.
Terminé en el baño, luego volví a salir por la puerta para encontrar a Dean
sin la gorra ni las gafas de sol, apoyado contra la pared opuesta con los brazos
cruzados sobre su pecho, esperándome. Estaba vestido como una estrella de rock
con sus vaqueros negros rotos y una chaqueta de cuero, sin camisa debajo. Se
veía sexy en algo que se vería extraño en cualquier otro hombre abajo en el club.
—¿Qué haces aquí y por qué estamos de vuelta... aquí? —pregunté para
distraerme del pequeño aro plateado en su pezón izquierdo.
—¿Dónde está el trabajador de construcción? —me preguntó de nuevo.
Suspirando, negué con la cabeza. —No sé dónde está Gavin. No le
pregunté cuáles eran sus planes para esta noche. ¿Por qué te importa? ¿Ahora te
interesa él?
Dean sonrió y se apartó de la pared con la espalda mientras sus brazos
caían a los costados.
—Dios, extrañé tu boca de sabelotodo —dijo.
No debería importarme que haya extrañado algo de mí. Debería seguir
frunciéndole el ceño y exigirle que me llevara de vuelta con Clara. Tenía una
canción para cantar. No debería estar aquí arriba con él.
Lo que debía hacer y lo que ya sabía que iba a hacer eran dos cosas
diferentes. Y luego culparía de mi decisión al alcohol.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté de nuevo.
Se dirigió hacia mí, y fue injusto, la forma en que podía hacer que
simplemente caminar pareciera genial. Como si fuera un deporte. Uno en el que
se destacaba.
—Necesitaba salir. Despejar mi cabeza —dijo—. Pero tengo tanta suerte,
que mientras intentaba despejar mi mente, el objeto que no sale de ella, apareció
en el bar.
Traté de no insistir en el hecho de que hablaba de mí. Que hizo que mi 127
interior hormigueara y se calentara. También le echaría la culpa al vodka.
—¿Y si alguien te hubiera reconocido? —le pregunté.
Puso una mano en mi espalda baja y me condujo hacia otra puerta.
—Improbable —respondió—. No aparecí allí hasta que tuve que estarlo.
Hasta que vi algo que necesitaba ir a buscar.
Dean empujó la puerta y entré. Había una vista clara de todo el club desde
la ventana del piso al techo, que tenía al menos tres metros de largo. Fruncí el
ceño, tratando de pensar en cómo nunca me había dado cuenta de esto. ¿Había
sido porque nunca miré hacia arriba, o era un espejo de dos vías? Si se pudiera
ver a la gente aquí arriba desde abajo, alguien ya lo habría notado.
—¿Quieres una bebida? —me preguntó.
Me giré para mirarlo mientras caminaba hacia una barra llena contra la
pared derecha. También había ocho sillas de cuero rojo alrededor de la habitación
y una gran alfombra de piel de oso en el centro de las cosas. Esperaba que fuera
falso. La iluminación aquí era tenue con solo dos lámparas de pie en la pared del
fondo.
—¿Qué es esto? —le pregunté.
—Es el salón del propietario, donde deja que sus invitados favoritos pasen
el rato —explicó.
—Por supuesto que conoces al dueño —dije.
Se acercó a mí con un vaso de agua helada. —Bebe esto. Hidrátate.
Miré el agua y comencé a discutir, pero supuse que tenía razón. Debería
beber agua. Tomé el vaso y luego bebí profundamente antes de pasearme para
estudiar el club de abajo. Tardé unos momentos antes de encontrar a Clara en la
pista de baile con el chico rubio del bar. El karaoke estaba en un descanso y una
banda en vivo tocaba música.
—¿Cómo conoces al dueño? —le pregunté sin volver a mirarlo.
—Jimmy es amigo de mi hijo y mi nuera —respondió.
No esperaba esa respuesta. Pensé que tenía que ver con Slacker Demon o
su fama.
—Entonces, ¿te encontrabas aquí arriba y me viste? —le pregunté, por fin
apartándome de la escena de abajo para mirar a Dean.
Se había sentado en una de las sillas y me miraba mientras bebía lo que
parecía whisky en su vaso.
128
Él simplemente asintió.
—¿Por qué viniste a buscarme? —indagué entonces.
Tomó un trago y luego no dijo nada por un momento. —No me gustó —
respondió cuando ya pensé que no iba a hacerlo.
—¿No te gustó qué?
No dudó esta vez. —Eso —dijo, agitando su mano en mi dirección.
Me miré a mí misma y luego a él. —¿No te gusta mi vestido? —le pregunté
para que me aclarara.
Se puso de pie, luego dejó su vaso en la mesita al lado de su silla. Sus ojos
se hallaban fijos en los míos. —Me encanta el maldito vestido. No me gustó que
todos en ese bar te vieran en él. ¿Es eso lo que quieres oír? ¿Quieres que lo admita,
Brielle? ¿Que te diga que no quería que otros miraran tu cuerpecito sexy? ¿Que
no quería que los hombres fantasearan con ponerte las manos encima?
Negué con la cabeza.
Dean dio un paso hacia mí, inclinando la cabeza mientras se acercaba y
luego sonrió. —Sí lo es. Eso es exactamente lo que querías oír.
Luchaba por encontrar las palabras mientras permanecía allí, mirándolo.
Sí, escucharlo decir eso me hizo sentir cosas por dentro que no debería. Este era
Dean. Un hombre del que debería mantener mi distancia. Podría confundir mi
futuro. Podría destruir la vida que había construido para mí y Cam. Esta era una
mala idea por más razones de las que él creía.
Pero al igual que en las veces anteriores, mi cuerpo no estaba de acuerdo
conmigo. Mi corazón se aceleró cuando se acercó a mí, y quería cosas que era
mejor dejar en paz.
Dean se detuvo cuando me alcanzó, y observé con fascinación mientras se
quitaba la chaqueta de cuero. Los músculos acordonados de sus brazos eran los
de un hombre más joven. Los tatuajes que cubrían su cuerpo solo acentuaban su
pecho bien definido.
Puso su mano izquierda en mi cintura, luego miró mis pechos mientras
me acercaba a él. —Lo intenté —dijo en un susurro ronco—. Incluso me fui de la
ciudad. Hice tonterías que no quiero admitir. Nada de eso funcionó. —Levantó
los ojos para encontrarse con los míos—. No sales de mi cabeza, Brielle. ¿Por qué
no puedo dejar de pensar en ti?
No pensé que quisiera una respuesta. Tampoco es que tuviera una. Lo
único que pude hacer fue mirarlo fijamente. Esto era diferente. No era como
antes. Podría ser un gran error. Era un error y no habíamos hecho nada.
129
Levantó una mano y pasó su dedo índice a lo largo de mi clavícula, luego
rozó la protuberancia de mis senos con el pulgar. —Necesito follarte con la
misma necesidad que necesito respirar. —Movió sus ojos de mis pechos a mi
rostro—. Tienes un poder sobre mí, y no me gusta, pero estoy comenzando a
aceptarlo.
Nuevamente, sin palabras. No tenía palabras. ¿Qué decía ante eso? ¿No?
No era lo suficientemente fuerte para negarme. No aquí. No en este momento.
No después de cuánto había pensado en él durante semanas. No cuando había
pasado días tratando de quitarlo de mi mente, solo para oír una de sus canciones
o ver… algo que me recordara a él.
—Más tarde, te quiero desnuda en mi cama. Quiero horas para saborearte,
explorar tu piel, hundirme en tu interior. Pero no puedo esperar. —Me apartó el
cabello del hombro—. Te voy a follar ahora. Este vestido, estos malditos tacones
—dije en tanto envolvía su mano en la parte superior de mi brazo y me jalaba en
su contra—. Necesito ese coño agarrando mi polla, Brielle. Quiero acabar contigo
gritando mi nombre.
Temblé. Todo mi cuerpo me delató. Sus palabras me hacían sentir débil y
necesitada, todo a la vez. Me alegraba que me estuviera sosteniendo con tanta
fuerza porque no estaba segura de poder mantenerme en pie sin tambalearme.
Deslizó su otra mano en forma ascendente por mi costado, entonces me
acunó un pecho. —Tú también lo quieres, ¿verdad, cariño? —me preguntó,
complacido con la forma en que mi cuerpo le respondía.
Su pecho olía al cuero que llevaba puesto. Quería sacar la lengua y
probarlo. Ver si estaba salado gracias al sudor. Inhalar hondo su aroma. Me dolía
la carne tierna entre mis piernas.
Era una mala idea que no podía detener.
—Joder —maldijo, tomándome por la cintura y dándome la vuelta para
que enfrentara la multitud de abajo.
Entonces, sus dedos encontraron la parte inferior de mi vestido y subió la
tela hasta mi cintura. Había muchas cosas por las que debería preocuparme en el
momento. Sin embargo, mi elección de bragas no era una de ellas. Llevaba las
más pequeñas que poseía para que no hubiera marca de ropa interior bajo mi
vestido.
—Jesucristo —maldijo al acariciarme las nalgas desnudas.
Cuando deslizó una mano en mi entrepierna y debajo del trozo de tela que
estaba allí, jadeé y se me debilitaron las rodillas. 130
Extendí ambas manos y toqué el cristal que tenía en frente. Miré a la gente
bailando debajo mientras hundía un dedo en mi interior.
—Empapada —gimió—. Eso es, nena. Monta mi mano. Dame ese coño
dulce y caliente.
Era el único hombre que me había dicho esa clase de palabras. Escuchar
su voz diciendo cosas sucias hizo que me desesperara más. Me encantaba. No
debería. Debería estar huyendo. Pero era Dean.
Mis bragas fueron bajadas por mis piernas hasta que las sentí en mis
tobillos. Sus manos me recorrieron la parte posterior de las piernas.
—Termina de quitártelas, pero no te quites los tacones.
Levanté mi pie izquierdo para que lo liberara, luego el derecho. Giré la
cabeza para verlo arrodillándose detrás de mí con mi ropa interior en la mano, lo
observé cuando se las llevó a la cara e inhaló hondo. Sus ojos se encontraron con
los míos y sentí que todo mi cuerpo se ruborizó con calor. No por vergüenza, sino
por pura necesidad sexual.
Entonces se puso de pie y se las guardó en el bolsillo antes de ocuparse del
botón de sus vaqueros. Paralizada, lo observé desprenderlo y luego bajarse los
pantalones, junto a sus calzoncillos, hasta los muslos. El eje grueso y duro que se
liberó no me asustó. Me lamí los labios, que estaban secos por mi respiración
pesada.
—Más tarde —dijo, sonriendo, entonces me agarró por la cintura con la
mano derecha y me volvió a jalar en su contra.
Su mirada bajó al espacio entre mis piernas y pasó la punta de su polla a
lo largo de mi área hinchada y necesitada. Me moví, abriendo más las piernas, y
me incliné hacia adelante, presionando las manos contra el cristal.
Entonces, con un movimiento de sus caderas, me llenó.
—Jesús —gimió.
Un grito de placer y dolor salió de mi garganta. Era un dolor bueno. Ser
estirada para acomodar su tamaño.
—Joooooder, este coño apretado. —Retrocedió hasta salir completamente
antes de volver a hundirse con una embestida fuerte—. Joder, Brielle —gruñó—.
Sabía que este coño sería bueno, pero, maldición, bebé, esto es… —Se calló al
empezar a bombear con fuerza.
Gemí y llorisqueé su nombre, lo que hizo que se volviera más salvaje e
intenso. 131
—El coño más caliente que he tenido en mi vida. —Se estrelló en mí a
medida que mi cuerpo escalaba hacia un orgasmo que sabía que me pondría de
rodillas—. Eso es, nena. Aprieta esta polla. Acaba sobre ella.
Si seguía hablando de esa forma, lo haría en cualquier segundo. Apreté las
manos en puños contra el vidrio y grité su nombre. Mi cuerpo comenzó a temblar,
y entonces, la construcción en mi interior explotó cuando me sacudí en su contra
varias veces. Se me debilitaron las rodillas y su brazo se envolvió a mi alrededor
a la vez que embistió un par de veces más antes de salirse.
—¡JODER! —gritó, entonces gimió cuando su calor me golpeó la espalda
baja y el trasero—. Mierda. —Sonó como si se le dificultara respirar.
Cerré los ojos y apoyé la cabeza en el cristal. Nada sería igual. Nada.
23
Traducido por Ivana
132
Corregido por Julie

Dean
Ni siquiera pensé en un condón. Siempre usé un condón. Había uno en mi
billetera, pero no lo consideré. Nada importó una vez que eché un vistazo a su
culo desnudo, excepto estar dentro de ella. Ahora, mientras miraba mi semen por
todo su hermoso trasero, esperaba que no estuviera enojada porque, maldita sea,
tenía que hacer eso una y otra vez.
Su edad ya no importaba. No me importaba que fuera una madre soltera.
Demonios, que mude a Cam a mi penthouse. Solo la quería en mi cama. Tenía
que follarla de nuevo. Si la follaba lo suficiente, entonces podría sacármela de la
cabeza.
Empezó a ponerse de pie y puse mi mano en su espalda.
—Espera —le dije, manteniéndola allí, luego me subí los vaqueros antes
de caminar hacia la barra para tomar una toalla de mano.
La vista de ella apoyada contra el vidrio con las piernas abiertas y mi
semen sobre su cuerpo fue la mejor pornografía que jamás he visto. Jesús, iba a
matarme, y yo iba a disfrutar cada minuto.
La limpié y luego tiré de ese ajustado vestido rojo sobre su culo desnudo.
Me iba a quedar con las bragas. Olían a su excitación, y no estaba dispuesto a
renunciar a ellas. Eran mías ahora.
Dejé caer la toalla en la silla a mi lado, luego la atraje hacia mi pecho y
envolví ambos brazos alrededor de su cintura.
—Estoy limpio —le dije—. Nunca lo hice sin protección, y me controlo
anualmente.
Asintió con la cabeza descansando contra mi hombro. Podía sentir su
corazón aún latiendo rápido. —Yo también —dijo, un poco sin aliento—. Es decir,
estoy limpia. No he tenido sexo en… un tiempo, y me han revisado desde
entonces.
Esta no era la conversación que quería tener con ella después del sexo
increíble. Quería hacer que me prometiera cosas. Por ejemplo, cómo volveríamos
a hacer esto esta noche en mi cama, mi sauna, el jacuzzi, la ducha, ese tipo de
cosas. Pero quería que supiera que me importaba. No solo era un polvo.
133
—Eso no va a ser suficiente —le dije—. Lo sabes, ¿verdad?
Se quedó inmóvil y luego respiró profundo. —¿Qué quieres decir?
—Me acabas de dar algo de lo que voy a necesitar más —dije.
Entonces se movió y giró un poco para poder mirarme. —¿Sexo?
—Eso no fue solo sexo —le dije, colocando un mechón de pelo detrás de
su oreja—. Eso fue una follada superior. Tu coño podría ser adictivo.
Se rio entonces, y sus mejillas ya sonrojadas se volvieron más brillantes.
Brielle no solo era hermosa. Era impresionante. El tipo de belleza que
debilitaba a los hombres. Los controlaba. Sin embargo, tenía veintiocho años y
era soltera. ¿Cómo diablos sucedió eso? ¿Por qué un hombre no la probó y la
reclamó?
La puerta detrás de nosotros se abrió y miré hacia atrás para ver entrar a
Jimmy.
Me sonrió y luego sacudió la cabeza. —Vine a tomar un trago. No sabía
que habías traído algo de compañía —dijo.
Brielle se liberó de mis brazos y se dio la vuelta, alisándose el vestido. Vi
el momento en que recordó que ya no tenía bragas. Sus ojos se dispararon hacia
los míos, luego de regreso a Jimmy. Se sonrojó con un tono más profundo de rosa,
luego sonrió nerviosamente.
Jimmy era un hombre atractivo. Lo sabía, y lo usó a su favor en la vida.
Una vez, cuando era más joven, fue mesero en el Kerrington Country Club.
Luego, entabló una relación con un hombre rico y mucho mayor. Aunque nunca
se casaron, le compró a Jimmy este club, que cambió de nombre y lo convirtió en
el club más popular de Florida. Hace cinco años, el hombre murió de un ataque
al corazón y le dejó todo a Jimmy.
Mis nietos lo conocían como el tío Jimmy y era un residente muy respetado
en Rosemary Beach.
Yo, sin embargo, conocía su lado oscuro. Disfrutaba de algunas cosas
hard-core en la suite privada que tenía aquí. Había látigos, cadenas y otras
locuras que usaba con sus dispuestos juguetitos sexuales. Dijo que no volvería a
sentar cabeza hasta que tuviera que hacerlo.
—Brielle, él es Jimmy. Jimmy, ella es Brielle —dije.
Jimmy le guiñó un ojo. —Está bien, cariño. No luzcas como si tu mamá te
hubiera atrapado en el acto. Él está para comérselo —le dijo Jimmy.
Brielle dejó escapar una risa sorprendida. Jimmy le dedicó su sonrisa más 134
encantadora.
—Dime que es tan bueno como lo he fantaseado —dijo, moviendo las
cejas.
—Cuidado —le advertí.
Me miró y luego se encogió de hombros. —Bien. Llévate mi diversión.
—Te diviertes mucho —respondí arrastrando las palabras—. Gracias por
dejarnos... visitar —dije, extendiendo la mano para tomar la mano de Brielle—.
Pero es hora de irse.
Jimmy me dio una sonrisa astuta y cómplice. —Ajá —dijo—. Ya veo.
Recogí mi chaqueta y me la volví a poner, pero dejé mis vaqueros
desabrochados. Acerqué a Brielle a mi lado, deslizando una mano alrededor de
su cintura.
—Fue un placer conocerte, Brielle. Espero volver a verte —gritó Jimmy en
tanto caminaba hacia una silla y se sentaba en ella, luego cruzó las piernas.
—Igualmente —respondió ella.
—Nos vemos —dije, levantando una mano a medida que caminábamos
hacia la puerta.
Quería sacar a Brielle de aquí y volver a mi penthouse. El mañana llegaría
demasiado pronto, y tenía que ver si esta noche podía sacarla de mi sistema.
Después de lo que probé en esa habitación, dudaba que un mes con ella encerrada
en mi habitación fuera suficiente.
—Es amable —dijo simplemente mientras bajábamos las escaleras hacia la
entrada de empleados.
—Sí —coincidí, sin querer hablar de Jimmy. Tenía otras cosas de las que
quería hablar. La mayoría de las cuales eran cosas descriptivas que quería hacer
con ella.
—Necesito decirle a Clara que me voy o dónde estuve —dijo, haciendo
una pausa, como si acabara de recordar que su amiga se hallaba aquí.
—Ella lo sabe —le dije.
Brielle dejó de caminar y me miró con duda en sus ojos. —¿Cómo?
—Cuando iba a buscarte a la fila del baño, envié a una de las camareras
para decirle que te encontrabas conmigo —le expliqué.
Un ceño se formó entre sus cejas. —¿Le dijiste antes de encontrarme?
135
—Sí —respondí.
—¿Asumiste que iría contigo?
Me incliné y le di un beso en la sien. —No asumí nada. Lo sabía —susurré
cerca de su oído—. ¿Alguna vez montaste una motocicleta? —pregunté entonces.
Se puso rígida, luego sacudió la cabeza.
La moví hacia la salida en tanto procesaba esa pregunta y lo que
significaba. Llegamos a mi Harley, tomé mi casco y se lo puse en la cabeza.
Prefería protegerla a ella que a mí mismo.
—No creo que esto sea seguro —dijo, mirándome.
—Estás a salvo conmigo, lo juro —le aseguré a medida que subía la
cremallera de mis vaqueros. Me subí a la motocicleta y le tendí la mano—.
Vamos. Abre esos hermosos muslos y envuélvelos a mi alrededor.
Tragó saliva con nerviosismo, luego puso su mano en la mía y se subió el
vestido para poder abrir las piernas. La escuché jadear y me di cuenta de que su
coño desnudo presionaba contra mis vaqueros. Esta vez, era yo quien tragaba
saliva.
Volví a mirarla y sonreí. —Estoy a punto de hacer que ese coño se moje de
nuevo.
Sus ojos se abrieron cuando encendí el motor, luego pasé mi mano por su
muslo desnudo. Este iba a ser un juego previo que no había planeado. Terminaría
follándomela en el maldito garaje antes de poder llevarla a mi cama.
Moviendo las manos hacia las barras, traté de concentrarme en conducir y
no en el hecho de que ella se encontraba sentada a horcajadas sobre mí sin ropa
interior. Era imposible no pensar.
24
Traducido por AnnyR’
136
Corregido por Pame .R.

Brielle
Cuando Dean entró en un garaje escondido debajo del complejo de
apartamentos, me hallaba tan cerca de un orgasmo que mi corazón latía contra
mi pecho y mi respiración era fuerte y rápida. Un segundo más en esa cosa con
su vibración mientras estaba presionada contra el trasero de Dean, y habría
alcanzado mi clímax.
Me tendió la mano para que la tomara y bajara, pero todavía no me hallaba
segura de poder moverme. Estar tan cerca de correrme y luego que no sucediera
me tenía un poco fuera de lugar. Tomé su mano, pero no me moví. Me miró, y
luego fue él quien se movió. Se bajó de la motocicleta y luego me levantó y me
sacó de la máquina.
Aunque no me dejó de pie. Me sentó en la moto, frente a él, me quitó el
casco y lo tiró a un lado. Luego, abrió mis piernas antes de interponerse entre
ellas. Apenas se hallaba iluminado aquí, y las sombras sobre su rostro me
dificultaban ver su expresión.
Su mano se deslizó entre mis piernas y pasó las yemas de los dedos por
mi zona demasiado excitada.
—¡AH! —grité, cerrando los ojos con fuerza. No tomaría mucho, y estaría
allí.
—Niña traviesa —dijo en un susurro ronco—. ¿Estabas a punto de correrte
en mi motocicleta? —preguntó, empujando un dedo dentro de mí.
Apenas podía respirar. Jadeé, y agarré sus brazos para estabilizarme.
—Si te vas a correr en mi motocicleta, será conmigo. No del todo sola —
prometió, y luego escuché la cremallera de sus vaqueros y quise gemir de alivio—
. Ábrete más para mí —ordenó.
Entonces, su mano se fue, y sentí su calor espeso presionando mi abertura.
Hice lo que me dijo, y nuestros cuerpos chocaron uno contra el otro,
resonando en el garaje a medida que él se hundía profundamente dentro de mí.
—¡SÍ! —grité en voz alta, amando lo bien que se sentía. Haciendo que me
llenara con el olor de su chaqueta de cuero mientras se presiona contra mí. 137
—Estás poniendo tu humedad por todo mi asiento —dijo, golpeando
dentro de mí rápido y duro—. Qué chica tan mala. Tu trasero desnudo en mi
moto.
Me aferré a él e incliné la cabeza hacia atrás para mirarlo en la oscuridad.
Me subió más el vestido hasta que mi estómago quedó desnudo y me pasó la
mano por encima.
—Te iba a follar desnuda. En mi cama. Para poder verte —dijo con un
gruñido al final—. Pero ni siquiera puedo llegar allí sin necesitarte de nuevo.
Levanté mis rodillas ligeramente, tratando de acercarlo aún más, y lo hizo
gritar una maldición. Le había hecho hundirse más profundamente. Mi cabeza
cayó hacia atrás, y me escuché suplicarle. Le rogué que me follara más fuerte. Le
dije cosas que no sonaban como yo en absoluto. Cada vez que decía algo, hacía
que me tratara con más rudeza y fuera de control.
—Córrete para mí, nena. —Era una demanda, y mi cuerpo respondió al
tiempo que gritaba su nombre.
Empecé a sacudirme contra él en tanto cada ola de placer me recorría.
—¡MIERDA! ¡ARRRRRRR! —rugió, y se apartó de mí. Sosteniendo mi
brazo para evitar que me cayera mientras su otra mano agarraba su polla,
disparando su liberación por mi muslo y al suelo.
Todo lo que se podía oír era nuestra respiración entrecortada. Me encontré
agradecida por la oscuridad. Me dio un momento para recuperarme. Para
procesar lo que acabábamos de hacer. Otra vez.
Pasaron varios minutos antes de que Dean se moviera. Se limpió la mano
en los vaqueros y luego se los subió con una mano al mismo tiempo que seguía
sosteniéndome con la otra. No se molestó en abrocharlos. En cambio, me alcanzó
y me levantó de la motocicleta, luego me paró frente a él en tanto me bajaba el
vestido.
—Gracias —dijo, sorprendiéndome.
Lo miré, confundida.
—Esa era una fantasía que no sabía que tenía —respondió.
Una pequeña risa brotó de mí entonces, e incluso en la oscuridad, pude
verlo sonreír.
—A ver si puedo llevarte a mi apartamento sin follarte en el ascensor —
respondió con tono divertido.
No me hallaba segura de que me importaría. Nunca había tenido sexo en
138
un ascensor, pero tampoco lo había tenido nunca en un club o en una motocicleta.
Esta noche fue una noche de muchas primicias. En el fondo de mi cabeza, sabía
que podría arrepentirme de todo esto mañana, pero esta noche, no iba a dejar que
eso arruinara el momento. Incluso si este era un momento que nunca debería
haber sucedido. Muchos momentos que debí haber detenido.
Su mano se deslizó hasta la parte inferior de mi espalda y me condujo
hacia un ascensor. Este no iría al resto del edificio. Estaba en el lado equivocado
para empezar. Esta era su forma privada de entrar y salir de su penthouse. Nadie
nos atraparía si tuviéramos sexo en el ascensor.
Cuando la idea me hizo sentir un hormigueo entre los muslos, me
preocupé por mi comportamiento repentino. Acababa de tener sexo con el
hombre. Mi orgasmo había sido increíble. Debería haber estado exhausta.
—¿Qué estás pensando? —me preguntó cuando las puertas del ascensor
se abrieron, y la luz hizo que sus rasgos fueran claros por primera vez desde que
habíamos llegado.
Negué con la cabeza. —Nada.
—Mentirosa —dijo, presionando sus dedos en mi espalda mientras nos
movíamos al ascensor.
No discutí con él porque tenía razón. Era una mentirosa. En más de un
sentido. Incluso si nunca había sido intencional.
Las puertas se cerraron y Dean me dio la vuelta para quedar de cara a la
pared. La emoción por conseguir lo que había estado esperando hizo que mi
ritmo cardíaco se acelerara nuevamente. Entonces, la cremallera de mi vestido se
deslizó hacia abajo. Dean me rodeó para tirar de la parte delantera hacia abajo
sobre mis pechos, y luego tiró hacia abajo de nuevo hasta que cayó al suelo,
formando un charco a mis pies.
Me encontraba desnuda por completo. Cerré los ojos, sintiéndome
repentinamente vulnerable. No había nada que me cubriera. Estaba desnuda
para él bajo las luces brillantes y poco atractivas del ascensor.
Pasó una mano por mi costado lentamente, justo cuando las puertas del
ascensor se abrieron. Su mano derecha se deslizó sobre mi estómago y se apoyó
allí en tanto se inclinaba más cerca de mí y respiraba profundamente.
—Puedo follarte aquí mismo, o podemos entrar. A mi cama.
—Tu cama —respondí.
Mi fantasía de ascensor podía esperar. Estar en su cama era algo que
deseaba más.
139
—Joder —murmuró.
Luego, me agarró de la mano y me sacó del ascensor, a través de la puerta
que conducía a su penthouse, y sin detenerse, me condujo de regreso por un
pasillo y a través de puertas dobles que estaban pintadas de azul marino.
No tuve muchas oportunidades de disfrutar de la enorme habitación. La
cama tamaño King que se hallaba en el centro de la habitación estaba deshecha y
tenía sábanas de satén negro. Eso fue lo único que noté antes de que Dean me
girara para mirarlo, luego agarró un puñado de mi cabello antes de cubrir mi
boca con la suya. Igualé el hambre que sentí en sus acciones con el mismo deseo
palpitando a través de mí.
El beso pasó de excitado a salvaje cuando mordió mi labio inferior y luego
chupó mi lengua en su boca. Maldijo cuando apartó su boca de la mía y me miró
fijamente. No dijo nada, y nos quedamos así durante varios minutos antes de que
retrocediera y se quitara la chaqueta de cuero, arrojándola al suelo, luego se quitó
las botas y los vaqueros. Ni una sola vez rompiendo nuestro contacto visual.
—Súbete a mi cama —ordenó.
Retrocedí y me senté en el extremo, luego me deslicé hacia atrás.
—Todo el camino. Acuéstate. Quiero verte sobre mis sábanas, desnuda.
Me he masturbado, pensando en ello lo suficiente. Necesito verlo hacerse
realidad. Porque ninguna de mis jodidas fantasías está a la altura de la realidad.
—Sus ojos se posaron en mis pechos—. Esas tetas. Jesús, Brielle.
El brillo de aprecio y deseo en sus ojos hizo que cualquier preocupación
que tuviera sobre mi cuerpo se evaporara. Le gustó lo que vio. No parecía darse
cuenta de mis defectos. Me deslicé hacia atrás, luego me recosté lentamente sobre
las frías sábanas.
Dean no se movió al principio, y mi mirada se deslizó por su cuerpo. Más
allá de su estómago plano y tonificado a la parte de él que nunca parecía cansarse.
Me hallaba agradecida por eso.
—Te juro que te daré de comer después —prometió.
—No tengo hambre —le dije. Al menos, no de comida.
—Necesitas tu energía. Esta va a ser una noche larga —respondió.
Mordí mi labio inferior para no decir más. No quería que esta noche
terminara. Por la mañana, las cosas se verían diferentes. Dean vería las cosas de
otra manera. Esta noche, él me deseaba, pero sabía que no era suficiente para
satisfacerlo por mucho tiempo. Yo había elegido hacer esto. Ceder y hacer lo que
quería, no lo que era bueno para mí.
—Dobla las rodillas —dijo, deslizando su mano por mi pierna desde mi 140
tobillo y deteniéndose a la mitad del muslo mientras hacía lo que me había dicho.
Cuando bajó la cabeza entre mis piernas, no tuve tiempo de responder
antes de que su lengua rozara mi clítoris y luego comenzara a recorrer la tierna
carne.
Mis manos encontraron su cabello y ensarté mis dedos a través de sus
cortos mechones. —Dean —gemí, y él deslizó un dedo dentro de mí mientras aún
me daba placer con su boca.
Su otra mano se deslizó por mi estómago hasta cubrir mi pecho, y
comenzó a pellizcar mi pezón y rodarlo entre sus dedos. Mis manos se movieron
hacia las sábanas al mismo tiempo que las apretaba en tanto me retorcía. No
quería correrme todavía, pero de alguna manera, él me estaba trayendo de
nuevo. Tres veces en una noche. Iba a batir el récord de mi vibrador después de
esto.
Justo cuando la burbuja estalló dentro de mí y grité mi liberación, Dean
estuvo sobre mí y me penetró. Una vez más sin condón. Nada entre nosotros.
Sabía que tenía condones aquí, pero no me importaba. Quería el contacto. Él
había dicho que estaba limpio y yo tenía un DIU.
Sus brazos se flexionaron mientras se sostenía, y me miró fijamente,
lamiendo mis jugos de sus labios a medida que lo hacía. Comenzó a moverse más
lento esta vez, y levanté mis caderas para encontrar sus embestidas. Nuestras
miradas permanecieron bloqueadas, y algo muy dentro de mí se apretó.
Reconocerlo significaría abrirme a un mundo de dolor. Ya no era una niña. Tenía
un hijo, un trabajo, una vida que me había hecho.
Dean no pidió ser parte de eso, y de todos modos nunca encajaría. Esta era
una noche de libertinaje. No podía sentir algo más que lujuria y deseo.
—Usaré un condón la próxima vez —prometió con voz tensa.
Toqué su brazo, envolviendo mis dedos alrededor de él. —Tengo un DIU.
Sus ojos brillaron, y gruñó cuando comenzó a moverse más rápido. Sus
embestidas se hicieron más duras.
—Levanta las rodillas —dijo, inclinándose sobre mí en tanto su pecho
rozaba el mío—. Voy a marcar este coño. Descargarme dentro de ti y luego
follarte un poco más —dijo cerca de mi oído, y gemí ante la idea—. Eso es. Toma
mi polla —dijo en tanto su cuerpo golpeaba contra el mío.
El olor a sexo llenó la habitación. Sudor, excitación y siempre cuero.
141
25
Traducido por AnnyR’
142
Corregido por Pame .R.

Dean
Bebí de mi café mientras estoy de pie en la puerta de mi habitación. Brielle
dormía profundamente, acurrucada cerca del centro de la cama. Su cabello se
hallaba esparcido sobre mi almohada y la de ella. Me había ido a dormir,
abrazándola contra mí como si tuviera miedo de que se fuera. No había forma de
que pudiera haberse ido después de todo el sexo que tuvimos. Incluso mis
piernas se sentían débiles esta mañana.
La deseé, y la tuve… ocho veces anoche. Eso debería ser suficiente.
Habíamos follado por todo este maldito penthouse. Debería estar listo para darle
una taza de café y enviarla de vuelta a su apartamento. Era lo que ambos
necesitábamos que hiciera. Era lo que Cam necesitaba que hiciera.
Pero, que me jodan, no me encontraba listo para dejarla ir. Hacía mi cama
tan malditamente atractiva que quise enroscar mi cuerpo alrededor del suyo y
abrazarla hasta que se despertara. Iba a hacerlo, pero podía entrar en ella
fácilmente. Lentamente deslizarme hacia adelante y hacia atrás dentro de ella
mientras nos llevaba a ambos a otro orgasmo.
—Jesús —juré por lo bajo y pasé una mano por mi cabello despeinado.
¿Qué tenía? ¿Por qué no podía tener suficiente de ella? No era una groupie
o una aventura. Era mamá. Tenía un hijo. Tenía casi la mitad de mi edad. Tenía
que meterme esa mierda en la cabeza.
Me corrí en su interior sin protección. Claro, ella tenía un DIU, pero aun
así. Había perdido la maldita cabeza.
Quería que me tuviera en su interior. Se me vino una mierda de
cavernícola, y la idea de llenarla con mi liberación me volvió loco. Tuve que
hacerlo una y otra vez.
Me hacía actuar como alguien que no era.
Regresar a Beverly Hills había pasado por mi mente cuando abrí los ojos
y la vi acostada a mi lado. Mi pene se había endurecido al instante, y tuve que
levantarme de la cama antes de despertarla y follármela. Cam estaría en casa hoy.
No podía mantenerla aquí para que fuera mi propio banco personal de semen. 143
Hice una mueca cuando mi polla se sacudió ante el pensamiento. Era un bastardo
enfermo.
No estaba huyendo de nuevo. Por mucho que no quisiera admitirlo, no iba
a poder huir de ella esta vez. Con solo mirarla tirada allí, me sentí posesivo. No
quería que otro hombre la tocara. El sonido de sus gritos cuando llegaba al clímax
era mío, maldita sea.
Eché un vistazo a la taza en mi mano y consideré ponerle whisky.
Necesitaba algo.
El sonido de su bostezo atrajo mi atención, y me alejé de la puerta y caminé
hacia la sala de estar. Ella no necesitaba que al despertar me descubriera viéndola
dormir. Le daría ideas. Se daría cuenta de que se encontraba en mi cabeza. Esas
eran cosas con las que me ocuparía, pero ella no necesitaba saber.
Me hundí en el sofá y levanté las piernas antes de tomar otro sorbo de mi
café. Se levantaría pronto, y yo me encontraba ansioso por cómo reaccionaría.
Una parte de mí quería que saliera corriendo para salvarme de más decisiones
estúpidas. La otra parte de mí la quería desnuda y en mi regazo mientras yo
adoraba sus tetas y ella rodeaba mi pene.
Sí, necesitaba un maldito whisky.
—¿Sabes dónde está mi vestido? —Su voz se hallaba espesa por el sueño.
No me moví. Me encogí de hombros y luego la miré. Estaba envuelta en
mi sábana. ¡Jesús! Aparté la vista.
—Creo que nos deshicimos de él en el ascensor, ¿quizás? —respondí,
luego tomé un sorbo de café para evitar mirarla de nuevo.
—Está bien —dijo, luego se movió a través de la habitación hacia la puerta
que conducía al ascensor.
Cerré los ojos con fuerza y respiré hondo. No me levantaría e iría a tocarla.
No le ofrecería algo de comer. Se estaba vistiendo y saliendo. No había
expectativas de mañana después de ella. No trataba de incrustarse en mi vida
haciéndome el desayuno o caminando en mi camisa. Se estaba yendo. Chica
inteligente.
Cuando la puerta volvió a abrirse y entró, estaba vestida y llevaba mi
sábana en los brazos. —Iré a guardar esto y buscaré mis cosas —dijo, apenas
mirando en mi dirección.
Maldita sea. Se encontraba nerviosa. Insegura. La había tenido en todas las
posiciones que conocía por todas partes anoche. Tenía que estar dolorida en algo
más que entre sus piernas. La estaba tratando como una groupie. 144
Dejé caer mis pies al suelo y miré hacia el pasillo por un momento,
tratando de decidir qué era lo mejor. No quería que la lastimaran. me importaba.
Allí, jodidamente lo admití. Me importaba. Me gustaba. Mi polla la amaba. No se
merecía esta incómoda mierda del día después.
Cuando regresó a la sala de estar, tenía el bolso sobre el hombro y los
tacones en la mano derecha. Me dio una sonrisa tensa, luego comenzó a caminar
hacia la puerta.
—Brielle, espera —dije, deteniéndola.
Entonces, me puse de pie en tanto ella se giraba para mirarme. Había una
tristeza en sus ojos que se sentía como si me estuviera abriendo el pecho.
—Estoy tratando de descubrir cómo hacer esto bien —expliqué.
Su sonrisa se suavizó, pero la tristeza en sus ojos permaneció. Necesitaba
eso para irme. Mi pecho no podía soportar eso. No quería verla triste.
Especialmente por mi culpa.
—Está bien. Sabía… lo que hacía anoche. Sabía lo que llegaría en la
mañana.
No. Negué con la cabeza. Eso no era lo que ella debería saber. No debería
haber esperado que la trataran así. Como esto.
—Necesitamos hablar. Ven a la cocina. Te prepararé algo de comer.
Entonces una verdadera sonrisa tocó sus labios, y me sentí aliviado al ver
que sus ojos brillaban divertidos.
—¿Vas a hacer el desayuno? —preguntó en broma.
Esto era mejor. Podría volver a respirar hondo.
—Puedo hacer huevos y tostadas. No es lujoso, pero es bueno —le
prometí.
Se rio suavemente, luego negó con la cabeza.
—Por mucho que me encantaría tener algunos de tus huevos y tostadas,
tengo que irme. Tengo que recoger a Cam en una hora y tenemos que ir a comprar
zapatos. Sus pies han crecido otro tamaño en un mes.
No quería que se fuera. Quería retenerla aquí. Pero, era una mamá.
Asentí. —De acuerdo. En otro momento entonces.
Se sonrojó un poco, luego asintió, pero no dijo nada antes de volverse hacia
la puerta para irse. Quería decir más. Preguntarle si ella y Cam querían venir a
ver otra película. Una en la que no me iría. Pero no dije nada. Simplemente la 145
dejé ir.
26
Traducido por SamJ3
146
Corregido por Pame .R.

Brielle
Intenté mantenerme concentrada en zapatos en tanto Cam se probaba
diferentes pares. Los que él quería superaban mi presupuesto. Acababa de
comprarle un par el mes pasado, pero había tenido un estirón de la noche a la
mañana, así que de nuevo necesitábamos otro par.
Mis pensamientos seguían yendo hacía esta mañana. La incomodidad. El
arrepentimiento en los ojos de Dean. Eso había sido la parte más difícil. El cambio
de anoche a esta mañana había sido doloroso. El nudo en mi garganta seguía ahí
hasta que miré a Cam y recordé todo lo que tenía que agradecer.
Mi teléfono vibró con un mensaje y lance una mirada para ver el nombre
de Gavin. Mi hijo y yo debíamos ver una película con él esta noche.
No tenía corazón para cancelar y desilusionar a Cam, pero ¿cómo iba a
mirar a Gavin a los ojos después de anoche? No que fuéramos exclusivos, él
nunca lo dijo.
Solo habíamos estado saliendo por un par de semanas. Él no llamaba ni
enviaba mensajes diarios. No era una relación. Yo no había hecho nada malo…
al menos a él. Aunque había tomado una ducha, todavía sentía que olía como
Dean. ¿Era correcto tener sexo toda la noche con un hombre y luego salir con otro
al día siguiente? No sabía si había una respuesta para eso.
—¿Mamá? —llamó Cam y mis ojos fueron del mensaje hacía mi hijo.
—¿Sí? —pregunté sonriendo.
Frunció el ceño, y luego levanto los tenis en el aire — ¿Puedo tener estos?
Tomé la caja para mirar el precio y aunque estaban por sobre el límite de
cincuenta dólares decidí ceder. No iba a obtener el par de doscientos dólares que
tanto quería, los cuales miraría, pero nunca me pediría. Sabía que no podía
costearlos, pero con estos me las arreglaría.
—Claro, podemos comprar estos —accedí y el vendedor tomo los zapatos
y los puso de nuevo en la caja.
—Iré a pagar —dije y seguí al vendedor al mostrador.
Mi teléfono vibro de nuevo y suspiré, mirando hacia abajo para ver otro 147
mensaje de Gavin. Lo desbloqueé y leí su mensaje, preguntando si a las seis era
una buena hora para que nos recogiera en la noche. Antes de que pudiera
pensarlo más, simplemente respondí que sí y guarde mi teléfono en la bolsa
mientras sacaba la cartera para pagar.
Una vez pagué, tomé la bolsa para mi hijo, quien se hallaba junto a la
puerta mirando algo.
—¿Qué miras? —le pregunté mientras le entregaba la bolsa.
Su mirada volvió a mí y se encogió de hombros. —Nada, solo a alguien
que conozco de la escuela —respondió.
Miré hacía donde había estado viendo y vi a un niño de su edad con un
hombre que debía ser su papá. Estaba enseñando al niño a cambiar un neumático.
La camioneta en la que venían tenía una llanta baja. El hombre le dio una
palmada al chico en la espalda y él le sonrió. Era un momento de padre e hijo.
El nudo en mi garganta volvió. Ni una sola vez en su vida Cam había
mencionado algo acerca de no tener papá. Incluso cuando era niño y todos sus
amigos tenían padres, nunca lo mencionó. Pero hacía mayor. Había notado eso,
con Gavin, Cam se colgaba de la atención que le prestaba. No lo miraba como a
un héroe, como lo hacía con Dean, pero Gavin no era su héroe. Gavin era un
hombre que podría ser un papá. ¿Cam quería eso? ¿Ya no era yo suficiente? No
me necesitaba tanto como antes. Estaba creciendo y con eso quería más.
Yo sabía cambiar neumáticos, podía enseñarle, pero sabía que eso no era
lo que había llamado su atención. Era el momento padre e hijo que pensó que
nunca tendría.
Caminamos hacía el auto en silencio. No me encontraba segura qué decir
o si debía solo dejarlo ir. No hablar de ello. Él no había querido que yo supiera lo
que miraba. Lo sabía, en su cabeza, me protegía. Quería que creyera que yo era
suficiente. Ahora, solo quería abrazar a mi pequeño y detener el tiempo.
Una vez dentro del vehículo, lo miré.
—¿Quieres ir por pizza? — propuse, sabiendo que su lugar de pizza
favorito se hallaba a la vuelta de la esquina.
Sus ojos se movieron hacía mí. —Mamá acabamos de comprar zapatos. No
podemos permitirnos pizza también. Me conformo con un sándwich de queso en
casa. Además, ¿no saldremos con Gavin hoy?
Había habido un tiempo cuando él no había entendido de dinero, y
hubiera saltado a cualquier oportunidad de tener pizza. No sabría que tendría
que estirar el dinero después de gastar setenta dólares en zapatos. Otro signo de 148
que estaba creciendo. El verano parecía haberlo envejecido varios años.
—Gavin tal vez quiera llevarnos por pizza —acordé al tiempo que giré
hacia nuestro departamento.
—¿Te gusta Gavin? —me preguntó.
No había esperado esta pregunta de él. Pensé en ella un momento. Me
gustaba Gavin. Era lindo. Era atractivo. Le parecía bien que tuviera un hijo. Sin
embargo, nunca sentiría algo más por él. No había mariposas ni momentos llenos
de lujuria.
—Es un buen hombre —respondí.
—Ya lo sé. Pero te pregunté si te gusta, de gustar —dijo.
Lo miré y fruncí el ceño. —Eh, bueno…
—¿Te gusta Dean? —me preguntó antes de que pudiera pensar en la
respuesta correcta.
Sentí mis mejillas calentarse y tartamudeé, insegura de por qué lo trajo a
colación cuando no había visto a Dean desde la noche en su pent-house.
—Eso es lo que pensé —dijo.
—No dije nada —repliqué a la defensiva.
—No necesitaste hacerlo. Tu cara me lo dijo.
Me concentré de nuevo en el camino. —Estoy segura de que a la mayoría
de las mujeres les gusta Dean —hice notar.
—Probablemente. Es famoso —estuvo de acuerdo.
—Es más seguro enfocarse en Gavin —expliqué, tal vez más a mí misma
que a Cam. Él no había preguntado quien era más seguro.
—Sí. Gavin no es famoso —respondió.
No, no lo era. Tampoco había protagonizado nunca alguna de mis
fantasías. Esas se centraban todas en Dean. Ahora más que cuando era más joven.
— ¿Crees que podamos ir a ver a Slacker Demon en concierto este invierno
cuando tengan alguna fecha cerca de aquí? —me preguntó—. Siempre he querido
ir a un concierto y seria súper genial si pudiera ver a Dean en el escenario. Podría
ser mi regalo de Navidad, no pediría nada más.
Esos boletos serían difíciles de conseguir. Tendría que prometer algo que
tal vez no podría hacer. Sí, podría pedirle ayuda a Dean para conseguir dos
boletos, pero se sentía raro, pedirle algo ahora. Después… de anoche.
—No sé si Santa compre boletos de conciertos —repliqué no queriendo 149
decirle que no.
Dejó salir un suspiro y creí que diría más pero solo asintió como si
entendiera. No lo hacía. Sabía que no lo hacía. Trabajaría algunos turnos
repartiendo comida hasta que tuviera suficiente para dos boletos. Haría que
sucediera.
27
Traducido por Gesi
150
Corregido por Pame .R.

Dean
Disminuí la velocidad de mi motocicleta a medida que giraba para
atravesar los autos estacionados en el frente para llegar a mi camino privado que
conducía al garaje cuando vi a Cam sentado en un banco con sus baquetas,
tocando un ritmo en sus rodillas a la vez que miraba el estacionamiento. Su
mirada se encontró con la mía y alzó una baqueta a modo de saludo. Le devolví
el gesto, entonces conduje mi vehículo a donde se encontraba sentado.
Salí a dar un paseo para ver si podía despejarme la mente de los
pensamientos sobre su madre. No funcionó. Estaba a punto de no importarme
una mierda y dejarlo ser. ¿A quién le importaba la edad? Nunca antes me
importó. Claro que ella tenía un hijo, pero me agradaba. Amaba tocar la batería.
Teníamos una conexión. ¿Qué tenía de malo la idea? Dios, me estaba volviendo
loco. Después de todo, la mujer tenía una vagina mágica.
Me detuve frente a él y apagué la motocicleta, entonces me quité el casco
para que pudiera verme la cara. —¿Cómo va?
Me sonrió y se encogió de hombros. —Bien. Estuve trabajando en ese riff
que me mostraste. Creo que lo tengo.
Sentí culpa por no mostrarle más. Prometí que lo haría y luego
simplemente me fui. Era un imbécil. —Tendré que venir a oírlo. Hay un ritmo de
fondo que puedo mostrarte.
Abrió los ojos de par en par. —¿En serio? Eso sería asombroso.
—¿Por qué no llamo a tu madre? Pueden venir esta noche. Podemos tocar
un poco y luego ver una película. —Y ahí estaba. Lo iba a hacer. Quería a Brielle.
Quería todo de ella. A la mierda las buenas decisiones.
Su expresión se desmoronó y me detuve, no esperándomelo. ¿Brielle había
dicho algo de no volver a verme? A la mierda esa mierda. Iría a ver su trasero
sexy en este momento. Lo aclararíamos realmente rápido.
—No podemos esta noche. Tenemos… una cosa. —Parecía decaído.
¿Qué cosa? 151
—¿Cuánto durará? Podrían venir después.
La quería esta noche en mi cama. La habitación de invitados se hallaba al
otro lado del penthouse. Se encontraba arreglada para la visita de Nate. A Cam
le gustaría. Incluso había una de esas estaciones de juegos nueva con una pantalla
plana.
—Será tarde. Vamos a la película de las ocho.
—La película en mi sala es gratis. Hablaré con tu madre —le aseguré.
Sus hombros se alzaron y cayeron con otro suspiro profundo. —Sí, bueno,
la película a la que vamos también es gratis. Gavin pagará.
Gavin. El contratista. ¿Qué demonios? Apreté las manos en puños ante la
idea de Brielle estando cerca de él, o cualquier hombre, para lo que importaba. Y
una mierda que saldría con él esta noche. Pagaría por siquiera considerarlo. Le
daría nalgadas a su trasero hasta que estuviera rojo, entonces le lamería el coño
y luego la follaría hasta que ambos acabáramos.
Me volví a poner el casco. —Hablaré con tu mamá —volví a decirle,
incapaz de quedarme por más tiempo y dejar que Brielle pensara que iría a
alguna parte con otro hombre.
¿Anoche la follé suave y esta noche saldría con otro tipo?
Arranqué la motocicleta, entonces entré innecesariamente rápido al garaje
y aparqué. Bajándome, miré el asiento en el que ella había estado menos de
veinticuatro horas antes y volví a maldecir. Tomando mi teléfono, no me molesté
en escribir. La llamé.
—¿Hola? —Su voz fue insegura al responder.
—Ven aquí —dije, haciendo todo lo posible por contener mi ira.
—¿Disculpa?
—Brielle, trae tu trasero a mi casa en este momento o iré a buscarte —hablé
con los dientes apretados.
Vaciló. —De acuerdo. —Terminó la llamada.
Apreté con fuerza el botón del ascensor, entonces entré mientras se me
endurecía la polla en los pantalones. La jodida cosa sabía que ella estaría aquí en
un minuto y estaba excitada. Maldita sea su vagina mágica y sus bonitos ojos
azules. Era demasiado viejo para esta mierda.
Cuando se abrieron las puertas, entré a mi penthouse y me dirigí a la
puerta de entrada, la que abrí justo cuando Brielle salía del ascensor. Se detuvo y
me miró. Lucía nerviosa. Debería estarlo. Debería estar preocupada por su dulce 152
culito, porque lo azotaría.
Retrocedí un paso y le hice un gesto para que entrara. Se acercó con
reticencia. Me aferré a pomo de la puerta con fuerza para evitar agarrarla.
Mía. Eso era mío. No iría a ninguna cita con un jodido contratista. Él no
obtendría una probada de su coño. Yo lo reclamaría como el jodido cavernícola
en el que me convirtió.
Cerré la puerta con más fuerza de la que pretendí, provocando que saltara
y se girara para mirarme con esos ojos grandes e inocentes. Como si no hubiera
hecho nada malo.
—Quítate los pantalones. Las bragas también —ordené.
—¿Qué? —Dio un paso hacia atrás cuando avancé uno.
—Me has oído —dije en tanto retrocedía hasta chocarse con la pared.
—Dean —comenzó, y le puso un dedo sobre la boca.
—No hables. Solo quítate los pantalones —demandé.
Tragó saliva, pero no se movió. —¿Por qué? —Su tono fue un susurro.
Me incliné hasta que nuestras bocas casi se tocaron. —Porque si no te azoto
el trasero hasta hacerte gritar, comenzaré a romper cosas.
—Oh —susurró—. Estás enojado.
Le coloqué el cabello detrás de la oreja. —No. Estoy malditamente furioso
—respondí con calma—. Quítate los pantalones, Brielle.
Seguía sin moverse.
Jodida mujer obstinada.
—¿Por qué quieres golpearme?
—Azotar. No golpear. Es azotar —corregí.
—Bien, entonces. ¿Por qué quieres azotarme?
Extendí la mano y la deslicé entre sus piernas, y jadeó. —Porque este es mi
coño. Disparo mi carga dentro. Una y otra vez. Sin embargo, ¿dejarás que otro
hombre te lleve al cine? Quítate los pantalones —repetí.
La compresión cruzó lentamente su expresión. —Pensé… quiero decir…
no creí… —Hizo una pausa y se lamió los labios—. Pensé que era cosa de una
vez.
Incapaz de seguir esperando, tomé sus pantalones cortos y se los bajé,
gritó, sorprendida ante el movimiento repentino. Cayeron hasta sus tobillos y 153
pasé un dedo por el encaje de sus bragas blancas.
—Necesitaba tiempo para pensar. Me jodiste la cabeza.
Tomé los lados de sus bragas y jalé con fuerza, desgarrándolas y dejando
que cayeran hasta el piso con sus pantalones. —Acababa de despertarme y mi
polla ya se hallaba dura, queriéndose hundirse nuevamente en tu interior. Las
mujeres no se meten debajo de mi piel de esa forma. Fue algo nuevo. Confuso.
Pero he tenido tiempo para pensarlo bien.
—Oh.
—No compartiré —le advertí.
No dijo nada. La alcé y lancé sobre mi hombro, provocando que chillara
con sorpresa.
—¡Dean! —Me golpeó la espalda con las manos.
Me detuve junto al sofá, entonces la bajé. Me senté en el sillón y la tomé de
la muñeca para jalarla sobre mi regazo.
—¡Dean! No puedes estar hablando en serio —dijo entrecortadamente.
Se encontraba excitada. No podía ocultarlo.
Pasé mis manos por su trasero y su espalda. Tembló bajo mi toque. Moví
una mano hasta su cabello y luego lo jalé a un lado hasta que me miró.
—Mía —repetí, entonces solté su cabello y alcé la mano para dar el primer
golpe sobre su piel suave.
Gritó e hice lo mismo en el otro cachete. Ambos tenían un lindo color
rosado, y mi polla palpitó. Me turné para azotarle cada lado a medida que sus
gritos de sorpresa se transformaban en gemidos. Haciendo una pausa, moví la
mano a su entrepierna y me encontré con su coño inundado. Maldición, era
perfecta.
Esta vez, llorisqueó mi nombre cuando hundí mis dedos en su interior.
Había recibido sus azotes y ahora la haría acabar.
—Te gustó. La chica traviesa se excita con su culo siendo azotado —dije
sin dejar de follar su coño con mis dedos.
Estaba jadeando y balaceándose contra mi mano.
—Fóllame los dedos. Acaba sobre ellos.
Dijo mi nombre a medida que se mecía con más velocidad.
—Eso es. Monta mi mano como montarás mi polla esta noche.
Gritó mi nombre en el momento en que su cuerpo se tensó y su entrada 154
cálida me apretó los dedos. Pasé mi otra mano por su culo desnudo, acariciando
la piel rosada en la que aún persistía la huella de mi mano. Cuando se tranquilizó,
la moví para que estuviera acunada entre mis brazos. Cerró los ojos con fuerza y
sonreí ante la expresión de su rostro.
—No puedo creer que haya hecho eso.
Le acaricié el labio inferior con mi pulgar. —Fue sexy. Tan malditamente
sexy que estás perdonada. Ahora ve a cancelar tu cita. Dile a Greg que ya no estás
disponible. Nunca.
—Es Gavin.
—Me importa una mierda que sea Dios. Termina con esa mierda. —
Suavicé mi demanda besándole la parte superior de la cabeza.
Suspiró en mi contra. —De acuerdo.
Y en ese momento, todo estuvo bien en el mundo.
28
Traducido por Miry & Gesi
155
Corregido por Pame .R.

Brielle
Había algunas cosas que no sabía cómo explicarle a mi hijo. Mis elecciones
de hoy eran una de ellas. No me preguntó ni se molestó por el cambio de planes.
Estuvo encantado de poder pasar tiempo con Dean otra vez. Podía escuchar la
batería cuando terminé de limpiar nuestra cena. Entraron ahí después de que
comiéramos pizza, que fue ordenada en el lugar favorito de Cam y entregada en
el penthouse de Dean.
Limpié la mesa y puse el resto de los platos en el lavavajillas, pero no lo
encendí porque no había botones. Sin controles en absoluto. No me hallaba
segura de cómo hacer que funcionara. Le preguntaría a Dean más tarde. Incapaz
de mantenerme alejada por más tiempo, seguí el sonido de la música hasta la sala
de batería.
Dejó la puerta abierta, y me pregunté si eso era para que yo pudiera
escucharlos o él podía escucharme.
Esta tarde no fue lo que esperaba de él. Me preparé para que se fuera de
la ciudad de nuevo, no para que me ordenara subir a su departamento y
azotarme. Mi cara se calentó, y me mordí el labio inferior ante el recuerdo.
Me detuve justo antes de llegar a la puerta y les eché un vistazo por la
esquina. Cam se encontraba sentado en el taburete y Dean permanecía detrás de
él, mostrándole algo que él llamaba riff. Escuché a mi hijo hablar de eso antes. Se
hallaba completamente absorto en todo lo que decía el hombre.
¿Nunca noté lo mucho que se parecía a su padre cuando se concentraba?
Era inconfundible en este momento.
Di un paso atrás y cerré los ojos.
Dean cambió el juego hoy. Hizo que mis decisiones fueran más difíciles.
Verlo con Cam lo hizo aún más difícil. No había un libro de instrucciones sobre
cómo salir con una estrella de rock... ¿o sí? Debería buscarlo en internet.
La voz de Dean, mientras elogiaba a Cam, hizo que mi corazón se sintiera
como si fuera a explotar.
No lloraría. No lloraría
156
Respiré hondo y me calmé antes de entrar en la habitación donde podía
ser vista. Ambos pares de ojos me miraron. Miré de Cam a Dean.
—¡Mamá, escucha! —dijo mi hijo a medida que comenzaba a tocar lo que
su ídolo le enseñó.
Estuvo bien. No, fue excelente. Tenía talento. No era experta en batería,
pero incluso yo podía decir que tenía talento en esto
—El chico es talentoso —comentó Dean, apretando su hombro—. Le lancé
algunas cosas avanzadas solo para ver qué podía hacer, y es natural. Viene a él
como si fuera parte de él. Naces con eso. No se enseña.
El nudo en mi garganta era tan grande que se sentía como si otros
pudieran verlo.
—¡Escucha esto! —exclamó Cam y comenzó a tocar algo que sonaba
familiar.
Me tomó un momento darme cuenta de que tocaba una canción de Slacker
Demon. Elevé la mirada hacia la de Dean, y él me miraba. Me guiñó un ojo y supe
que todo el sentido común, la autoconservación y las promesas que me hice a mí
misma se desvanecieron.
Me había enamorado de Dean Finlay, pero no sería un cuento de hadas.
Lo sabía. La verdad lo cambiaría todo.
—¿Lista para esa película? —me preguntó una vez que Cam terminó.
—¿Qué veremos? —preguntó Cam.
—Lo que quieras ver —dijo Dean.
—Impresionante —respondió, poniéndose de pie y entregándole las
baquetas a Dean.
Pasó corriendo a mi lado y se dirigió hacia el cine.
Dean estuvo a mi lado entonces, y su mano se deslizó alrededor de mi
cintura. Luego, presionó el rostro en mi cuello e inhaló profundamente.
—Ve a quitarte las bragas —susurró en mi oído.
Giré la cabeza para mirarlo.
—Cam se sentará en la primera fila de nuevo. No mirará hacia la última
fila para ver dónde están mis manos —susurró.
Negué con la cabeza. No haría cosas con él al mismo tiempo que mi hijo
se hallara en la habitación.
Me sonrió a sabiendas. —¿Sujetador entonces? —preguntó.
157
Negué con la cabeza de nuevo y empujé su pecho antes de caminar en
dirección al cine. Aunque esperaba que Cam no eligiera una película larga. Mi
cabeza ya se encontraba en la habitación de Dean con él.
Eligió Thor, y aunque disfrutaba viendo a Chris Hemsworth tanto como
cualquier chica, tenía a un Dean Finlay de la vida real sentado a mi lado en la
oscuridad con su mano entre mis muslos. Me sentía lista para terminar con esta
tortura y estar a solas con él.
Cam se durmió antes de que terminara. Se quedó despierto hasta tarde la
noche anterior jugando videojuegos en casa de Jeremy. Me sorprendió que
hubiera superado la primera mitad antes de quedarse dormido. Cuando su
cabeza cayó hacia adelante, Dean se puso de pie y fue a recogerlo.
Lo seguí detrás. Cuando lo acostó en la cama de invitados, me hice cargo
y lo arropé. Había una luz de noche de Superman y la miré, sabiendo que esta
habitación estaba destinada a su nieto. Dean caminó hacia la puerta y me esperó.
Una vez que ambos estuvimos en el pasillo, cerró la puerta.
—Necesito una ducha —dijo.
Eso no era lo que esperaba que dijera.
—Está bien —respondí, esperando que tomara una rápida.
—Contigo en ella —agregó—. Quiero follarte bajo el agua caliente, luego
lavarte.
Sí. Yo también lo quería.
—Solo si puedo bañarte a ti también —respondí.
Agarró mi mano y casi me arrastró a través del penthouse a su dormitorio.
—Desnúdate —demandó en tanto cerraba y aseguraba la puerta detrás de
nosotros.
Le di una sonrisa descarada, luego caminé hacia el baño principal.
Completo con la ducha más grande que jamás vi.
El mármol blanco se mostraba por todas partes. En el suelo, las paredes, la
ducha. Comencé a desabotonar lentamente la parte superior de mi vestido
camisero mientras él se quitaba la camisa y luego la tiraba al suelo antes de pasar
a sus pantalones.
—Será mejor que te muevas más rápido, cariño, o arrancaré todo de tu
cuerpecito caliente —me advirtió.
Me gustaba mi vestido, y aunque sonaba emocionante que me arrancara
la ropa, tenía un presupuesto limitado, destruir mi ropa no entraba en ese 158
presupuesto. Detuve el desvestir burlón y me moví más rápido. Dean ya se
hallaba desnudo, caminando hacia la ducha para abrir el agua. Me distraje con
su trasero desnudo. Era firme y musculoso. También bronceado, lo que
significaba que se acostaba afuera desnudo o iba a una cama de bronceado.
Observé el tatuaje debajo de su hombro izquierdo y me invadieron los
recuerdos de la primera vez que lo vi.
Se giró y me atrapó mirándolo. —Se acabó el tiempo. —Dio tres zancadas
hasta mí. Sus manos estuvieron en mi vestido camisero que aún no había
terminado de quitarme.
—No, espera —rogué—. Me gusta este vestido.
Hizo una pausa y luego lo empujó para que se deslizara por mis brazos.
Luego por mis caderas y salí de él.
—¿Cuánto te gustan estas bragas?
Ya robó unas y rompió otras.
—Mi cantidad de bragas ya está disminuyendo por tu culpa.
Reemplazarlas constantemente no está en mi presupuesto. —Sonreí.
Movió las manos a los costados de la pieza y la rasgó, entonces me la quitó.
Las miré y luego a él.
—Te comparé todas las jodidas bragas que quieras.
A continuación, me tomó y jaló en su contra, y su boca cubrió la mía. Me
alcé en puntas de pie, inclinándome en él a medida que sus manos comenzaron
a desabrocharme el sujetador. Cuando quedó suelto, dio un paso hacia atrás y
me lo quitó.
Señaló la ducha. —Entra y ponte mirando a la pared.
Lo hice, presionando mi frente contra el mármol, esperando que estuviera
frío, pero me sorprendí porque ya se encontraba caliente. Coloqué las palmas
planas contra la superficie y giré la cabeza hacia un lado para poder verlo
acercándoseme.
Me acarició el trasero. —Te azoté demasiado fuerte —dijo con suavidad—
. Aún está la huella de mi mano.
—No me estoy quejando. —Me gustaba la idea de su marca en mí.
—La huella de mi mano en tu culo, mi semen en tu interior. —Se movió
hasta que su erección estuvo contra mi espalda—. Hace que mis tendencias
territoriales contigo empeoren.
—Bien —suspiré entrecortadamente.
159
Quería que me marcara. Lo amaba.
Se agachó y me tomó la pierna, entonces colocó mi pie sobre el banco
incorporado a nuestro lado. Lo observé sobre mi hombro cuando bombeó
lentamente su polla dentro de mí a la vez que me miraba abierta para él. Quería
rogarle que me follara, pero aguardé, paralizada por la forma en que se veía su
mano frotando su grosor.
—Pídemelo.
Levanté la mirada a la suya. Me había estado viendo observándolo. —Por
favor —rogué.
Sacudió la cabeza. —¿Por favor qué?
—Por favor, dámelo. —No me hallaba exactamente segura de qué quería
que dijera.
—¿Darte qué?
—Tu polla.
—Buena chica —elogió, entonces pasó su mano por mi espalda antes de
acunarme el trasero—. Esta tarde me masturbé dos veces oliéndote en mis dedos.
—Se movió a mis espaldas hasta que su punta se rozó en mi contra—. ¿Estás
adolorida? Te he follado tanto que tienes que estarlo.
Me estremecí. —Lo estoy, pero me gusta.
Se presionó dentro de mí, pero solo la punta. Nada más. —¿Te gusta estar
adolorida por mi pene? —me preguntó al oído.
Asentí y jadeé, deseando que hiciera más.
—¿Piensas en mí cuando estás caminando con el coño adolorido? ¿Piensas
en la cantidad de semen con el que te he llenado?
Volví a asentir, pero esta vez, también gemí.
—Quiero follarte tan duro hasta romperlo. ¿Quieres que lo rompa?
No sabía qué significaba romperlo, pero de todos modos asentí.
—¡Dios! —siseó entre dientes en el momento en que se estrelló en mí—.
¡Amo este coño! —gimió.
Su mano se deslizó a mi alrededor y la presionó contra mi estómago,
entonces la bajó para frotarme el clítoris. Nuestros cuerpos mojados chocaron
entre sí con cada entrada. Grité ante el placer de que me estuviera llenando y
tocándome al mismo tiempo. Era demasiado. Me estaba ahogando en la
sensación. Escalando a algo que no me encontraba segura de que pudiera 160
sobrevivir.
—¿Se siente bien, nena? —preguntó al pellizcarme el clítoris, entonces lo
frotó con su pulgar e índice.
Gemí su nombre. Golpeé el mármol mojado con las palmas. Mis pechos se
balanceaban con cada embestida y no me hallaba segura de que mis piernas
fueran a sostenerme cuando encontrara la explosión que se estaba construyendo
en mi interior.
—Mi coño. Mío —expresó al acelerar el ritmo.
Gritó cuando el primer disparo de calor me llenó y acabé con él en ese
momento. Mi cabeza cayó contra su hombro y me sacudí contra su pecho
mientras mi mano cubría la que usó para complacerme. Sus brazos me
sostuvieron en el momento que cada músculo de mi cuerpo pareció ceder. Volví
a estremecerme y gemí en el instante que la última ola me inundó.
Me sostuvo por la cintura al salir de mí. Quise protestar. Cuando
estábamos unidos, nada más importaba. No temía amarlo, al futuro, a la verdad.
Era cuando el orgasmo se desvanecía y mi cuerpo se sentía frío que esas
cosas regresaban a mí. Burlándose de mí. Recordándome que, eventualmente,
todo esto cambiaría.
29
Traducido por Gesi
161
Corregido por Pame .R.

Dean
Sabía que no estaría en mi cama cuando abriera los ojos. Explicó que tenía
que estar durmiendo en la tercera habitación cuando Cam se despertara. No
estuve de acuerdo. El chico necesitaba saber la verdad sobre nosotros, pero Brielle
se negó. Dijo que era demasiado pronto. Sentí que intentaba decir que no confiaba
en que esto duraría. Esa fue la parte que más me costó.
Eso y que me desperté duro y quería enterrarme en su interior.
Me esperaba en la sala de estar cuando entré. Se encontraba vestida y
tomando una taza de café. Eché un vistazo alrededor en busca de Cam, pero no
lo encontré.
—Buenos días —saludó, poniéndose de pie cuando me le acerqué.
La jalé en mi contra y presioné un beso largo y hambriento en su boca.
Parecía sonrojada cuando me aparté. —Buenos días. —Entonces le saqué la taza
de la mano para dejarla en la mesa.
—No puedo quedarme. Ya envié a Cam abajo para que se vistiera. Tengo
que ir a darle de comer y luego enviarlo al autobús.
—Luego regresa a mí —agregué.
Sonrió y presionó una mano en mi pecho. —No. Luego tengo que ir a
trabajar.
Joder. Trabajar. Me había olvidado de eso. Tenía que trabajar.
—Llama y diles que estás enferma.
Se rio y se alejó de mí, poniendo espacio entre nosotros. —No puedo. Ya
no son horas de verano. El campus está lleno de estudiantes y me necesitan.
—Yo te necesito.
Suspiró y caminó hacia la puerta. —No podemos… ya sabes… todo el
tiempo.
—¿Follar? —pregunté cuando no pudo decir la palabra.
Volvió a sonrojarse y asintió con la cabeza.
162
—Oh, nena, pero puedo. Cuando se trata de ti, mi pene no parece necesitar
un descanso.
Se rio y giró hacia la puerta. —Tengo que irme, Dean.
Odiaba el trabajo. La quería aquí. Conmigo. Todo el tiempo.
Vaya… tenía que detenerme y procesarlo. ¿Realmente quería eso? ¿Estaba
completamente dominado? ¿Así era como lo llamaban?
No fui a la puerta cuando la abrió. La observé salir y saludarme con la
mano. —Te veo más tarde.
Asentí y la miré cerrar. Parado allí, viendo la puerta, esperé para ver cómo
me sentía. Qué era esto exactamente. Bajé la vista a mi polla y se encontraba dura.
Eso era un hecho. Entonces, volví a mirar la puerta y sentí… sentí… joder. La
extrañaba. Extrañaba su sonrisa. El sonido de su voz. Maldición, la extrañaba a
ella y no solo su cuerpo. La extrañaba.
Eché la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y volviendo a maldecir.
—Hijo de puta.
Pasé de decirle que su coño era mío durante el sexo a querer reclamarla
por completo. Todo el tiempo.
¿Cómo diablos llegué aquí?
Mierda.
Me dirigí a las ventanas de la cocina que daban a la calle principal.
Me quedé allí y esperé. Finalmente, vi a Cam cruzar el estacionamiento
corriendo con su mochila en la espalda justo cuando el autobús escolar se detenía
fuera. Se giró y saludó con la mano. Brielle lo había acompañado. La observé
adentrarse más en el estacionamiento. Le gritó algo y él asintió, entonces se subió
al autobús.
Mi mirada regresó a ella. Esperó hasta que el vehículo se alejó por
completo antes de girarse y regresar al edificio.
Era una gran madre. Cam era un niño especial. Tenía talento. Un talento
verdadero. Me impresionaba, y eso no tenía nada que ver con mi obsesión por su
madre. Era jodidamente dotado con la batería. ¿Me encontraba listo para esto?
¿Para ser el padre suplente de un niño? ¿Quería hacerlo?
La quería a ella. La deseaba tanto que pensaba a largo plazo.
Nada que decidir en el momento. Era reciente. Podía volverse viejo o
aburrirnos. Podía no ser amor. Claro que amaba tener mi polla enterrada en su
coño, pero eso no era estar enamorado. Pensaba con demasiada antelación. 163
Teníamos tiempo para dejar que se desarrollara.
Me dirigí a la ducha. Tenía que masturbarme y vestirme. Había una
reunión de la junta de Kerrington Country Club por la tarde y había estado en la
junta durante los últimos nueve años. Podía ir a visitar a Rush y ver a mi nieta
menor, que aún no iba a la escuela. Haría que no pensara en Brielle.
¿Se la presentaría a mi familia? Era más joven que Rush y Blaire. No es que
fuera a sorprenderse de que me follara a una mujer de su edad, pero nunca salí
con una. No llevaba mujeres con mi familia. Nuevamente pensaba con
antelación. Había mucho tiempo para resolverlo. No había razón para hacer que
todo encajara en este momento.
30
Traducido por Umiangel
164
Corregido por Ivana

Brielle
—¿Viene Dean a cenar? Tengo buenas noticias, pero quiero decírselas a los
dos al mismo tiempo —anunció Cam mientras saltaba a la cocina, lleno de
energía.
—Sí, viene —respondí, sabiendo ya sus buenas noticias. Recibí una
llamada de su profesor de banda hoy.
No le dije a Dean sobre eso. Quería guardar eso para Cam. Sabía que Dean
estaría aquí esta noche.
Durante las últimas dos semanas, él había estado viniendo aquí a cenar, o
yo estuve cocinando la cena en su penthouse. Habíamos pasado todas las noches
juntos. Incluso aprendimos a tener sexo tranquilamente en mi dormitorio.
Aunque, la mayoría de las veces, Dean me tapaba la boca con la mano.
Seguí esperando que Dean se aburriera de mí... de nosotros... de la rutina
que era nuestra vida. Aún no lo había hecho.
Mientras me encontraba en el trabajo, me enviaba mensajes de texto a
menudo. La mayor parte del tiempo, me dejaba sonrojada y sonriente. Eso no
pasó desapercibido para los demás en la oficina. Cuando me preguntaban quién
era, siempre decía que era solo un amigo. ¿Qué más podría decir? No podía
decirles la verdad.
La mayoría de los días, Dean hacía que Cam subiera a su penthouse para
trabajar en la batería hasta que yo llegara a casa. Cam rara vez terminaba una
oración últimamente sin el nombre de Dean.
Eso era algo con lo que lidiaba internamente. No esperaba que llegara este
día, y ahora que Cam vivía en un mundo con Dean en él, me ponía más ansiosa
con cada minuto que pasaba. ¿Qué pasaría cuando esto terminara? ¿Cómo
explicaría las cosas? ¿Debería? ¿Le causaría más daño del que debería a Cam?
Tener a tu madre saliendo con tu ídolo era un sueño hecho realidad para
un niño, pero ¿en qué se convirtió cuando descubrió que su ídolo era su padre?

165
***

16 de octubre de 2012
Bradley no me esperó. No sabía si debía estar herida o no, pero no era culpa de mi
novio que no tuviera teléfono. No fui capaz de llamarlo y hacerle saber que llegaría tarde.
Mi madre adoptiva, Gail, se negó a dejarme ir esta noche. Habría tenido que cocinar la
cena de los niños y prepararlos para ir a la cama. El cielo no permita que ella los ayude
con su tarea. Era la única razón por la que no pensé que me echaría el próximo mes cuando
cumpliera los dieciocho.
Gail se ganaba la vida con el estado. Ella era una madre adoptiva y los cheques
que recibió eran los que pagaban sus cuentas. En este momento, tenía cinco hijos menores
de diez años, y tres de ellos tenían menos de cinco años. Ella me necesitaba para cuidarlos.
Le pedí que me dejara ir esta vez a un concierto.
Bradley consiguió entradas para Slacker Demon e iba a llevarme como regalo de
cumpleaños anticipado. Nunca me habían dado un regalo de cumpleaños, y este era el
mejor regalo de todos. Hoy actuó de forma extraña, pero, de nuevo, lo estuvo haciendo
durante las últimas semanas. Era frío o cariñoso. Era confuso.
La mayor parte del año pasado me persiguió. Me rogó que saliera con él. Cuando
finalmente me rendí y comencé a sentarme en su mesa durante el almuerzo, las cosas
progresaron rápidamente. Bradley era popular y, de repente, yo también lo era. El
problema era que yo no tenía una vida como la de los demás miembros de su grupo. Se
esperaba que fuera a casa y trabajara. No hubo padres que me compraran un teléfono o un
automóvil.
Escuché a Jilly Connor, quien se suponía que era mi amiga, decirle a Hannah
Matthews que la única razón por la que Bradley salía conmigo era por mi cuerpo. Le
gustaban mis pechos y ella no veía por qué. Dijo que eran demasiado grandes y que me
vestía vulgar. Me puse la única ropa que tenía y, sí, me quedaba pequeña, pero Gail no
iba a reemplazarla con una que me quedara bien. Tendría que gastar dinero para hacer
eso, y ahorró su dinero para sus cigarrillos y vino.
La única amiga de verdad que tenía era Natalie Brock. Ella fue mi amiga durante
años. Mucho antes de que empezara a salir con Bradley. Ella era la única que entendía
cómo era mi vida. Natalie no era una niña de acogida, pero vivía con su madrastra y su
padre a menudo estaba ausente. Ella también luchó por encajar. Los demás nunca lo
entenderían.
Podía escuchar la música desde afuera de la entrada al coliseo al aire libre donde 166
Slacker Demon tocaba esta noche. Bradley ya se encontraba adentro, y me sentí mal
porque desperdició dinero en un boleto sin usar. Si pudiera encontrar a alguien que
pudiera ir a decirle que estuve aquí, entonces él podría venir a buscarme.
Aquí no había nadie más que seguridad. Caminé por el malecón que rodeaba el
lugar. Cada entrada estaba vigilada por policías, y consideré que uno de ellos fuera a
buscarlo. Sabía nuestros números de asiento. Ni siquiera sabía qué hora era ahora. El
concierto comenzó dos horas antes de que pudiera escabullirme, pero siempre había
teloneros. No me preocupaba por ellos de todos modos. Era Slacker Demon a quien quería
ver.
Me jalé el vestido de punto negro sin mangas que llevaba puesto. Me había
quedado bien hace dos años cuando Natalie me lo regaló para que me lo pusiera en una
fiesta de cumpleaños. Ahora, si lo jalaba hacia arriba para cubrir mi escote, era demasiado
corto para mis piernas. Si tiraba hacia abajo para evitar que fuera demasiado corto, mis
senos parecían estar a punto de salirse.
Me detuve y miré alrededor del estacionamiento. Había miles de vehículos en la
propiedad. ¿Podría siquiera encontrar el coche de Bradley entre todos ellos? Podría dejarle
una nota. Explicándole lo que había sucedido.
Una risa me llamó la atención y me giré hacia el sonido, esperando que fuera
alguien que conocía. Como si Dios hubiera escuchado mis oraciones, allí estaban Hannah
y Jilly con un chico que no conocía. Estaban con otras chicas del grupo de amigos de
Bradley.
—Lo juro por Dios, él está en los barrios bajos. Creo que es la presión que le pone
su padre. Tiene que rebelarse en algún momento de su vida —dijo Jilly.
Me acerqué a ellos. —¡Hola! —dije para llamar su atención ya que se alejaban de
mí.
Todos se volvieron y, cuando los ojos de Jilly se clavaron en mí, sonrió. No era una
sonrisa amistosa. Fue aterrador. Del tipo que venía con problemas.
—Ah, mira, su última despedida —dijo Jilly, tirando su cabello detrás de su
espalda y colocando una mano en su cadera.
No tenía la seguridad de lo que hablaba, pero lo ignoré. Necesitaba un favor, y esta
era mi única oportunidad. —¿Puedes enviarle un mensaje a Bradley de mi parte? —
pregunté tan dulcemente como pude.
Por favor, deja que Jilly esté de buen humor. Por favor, Dios.
Ella rió. —Por supuesto.
El alivio me inundó. —Hazle saber que estoy aquí. Llegué tarde, y él tiene mi
boleto adentro. ¿O podrías llamarlo desde tu teléfono? Eso estaría mejor.
167
Ella se rió más fuerte esta vez. Esa no era una buena señal.
—Oh, cariño, él no tiene tu boleto. Lo usó para llevar a Natalie, ya sabes, tu mejor
amiga, al concierto con él.
¿Natalie? ¿Él la llamó, y cuando yo no pude ir, le ofreció mi boleto? Eso
tendría sentido. No quería que se desperdiciara.
—Oh, bueno, ¿puedo llamarlo al menos? Por favor. Necesito disculparme y
agradecerle por dárselo a Natalie.
Jilly no fue la única que se rió esta vez. Todos lo hicieron. Una niña incluso se tapó
la boca y comenzó a irse.
¿Qué era tan divertido? Pedí prestado un teléfono. ¿Por qué todos tenían que
actuar tan ridículos?
—Puedes llamarlo, pero la última vez que lo vi, su lengua se encontraba en la
garganta de Natalie, y su mano estaba en su trasero. No le dio tu boleto porque no te
presentaste. Él la invitó hace semanas. Simplemente no te lo dijeron. Ups —dijo, y luego
se tapó la boca con la mano, como si estuviera sorprendida.
Me quedé allí, tratando de procesarlo todo. El grupo siguió riéndose y riéndose
mientras se daban la vuelta y se alejaban, de regreso al concierto, mientras yo estaba de
nuevo sola, luciendo como una tonta con un vestido que esperaba que le gustara a Bradley
aunque no me quedaba bien.
Empecé a caminar. No sabía hacia dónde caminaba. Yo estaba en shock. Cuanto
más caminaba, más me daba cuenta de que era Natalie por quien estaba herida. Ella había
sido mi mejor amiga durante años. Bradley acababa de ser un novio. No estaba enamorada
de él, pero le di mi virginidad. Me suplicó por sexo hasta que cedí hace unos meses, y
comenzamos a hacerlo cada vez que había una oportunidad. No conseguimos muchos
momentos. No siendo capaz de salir de casa cuando Gail se hallaba despierta.
No estaba segura de cuánto tiempo caminé cuando me detuve y noté que los autos
se habían ido y que la iluminación no era tan buena. No sabía adónde había girado, y
parecía que estaba en la parte trasera de las instalaciones principales en lugar de en el
frente. Tenía que volver a casa de Gail, pero primero tenía que averiguar dónde me
encontraba. Podría lidiar con mi angustia por la traición de Natalie más tarde.
—Sexy y valiente —dijo una voz profunda desde algún lugar en las sombras.
Me di la vuelta hasta que vi una bocanada de humo bajo una luz que venía del
interior. Me quedé allí, incapaz de ver una cara, pero tenía la seguridad de que debía
correr o gritar.
—Buscaba a alguien —dije apresuradamente.
168
—Como dije, valiente —dijo la voz de nuevo.
Retrocedí cuando el brillo anaranjado del final del cigarrillo se acercó.
—Me encontraste, cariño. ¿O buscabas a Kiro ?
Fue entonces cuando el dueño de la voz salió a la luz de la luna, y el rostro de Dean
Finlay apareció antes de que él le diera otra calada a su cigarrillo, oh, espera. El olor…
eso no era un cigarrillo.
Negué con la cabeza para despejarla. ¿Era esto real?
El baterista de Slacker Demon acababa de estar aquí, donde cualquiera podía
encontrarlo.
—Se supone que debes estar en el escenario —solté.
Él se rió. —¿En serio?
Asentí, mirándolo fijamente, todavía tratando de entender el hecho de que hablaba
con Dean Finlay.
—El concierto terminó, cariño. ¿No estabas ahí? —me preguntó.
Negué con la cabeza. —Yo, eh… no tenía boleto.
Esa era la verdad. Nunca tuve un boleto, al parecer. Natalie sí.
—¿Entonces solo viniste a buscarnos? Inteligente. La mayoría de las groupies ya
están adentro. ¿Por qué no te uniste a ellas antes? —Su mirada se posó en mi pecho—.
Deet te habría dejado entrar. Conoce mi tipo.
No sabía quién era Deet ni de qué hablaba, pero Dean Finlay miraba mis pechos.
Mi vestido ya no se sentía como una mala elección.
—Me dirigía al autobús. No tenía ganas de compañía esta noche, pero me hiciste
cambiar de opinión —dijo, cerrando la distancia entre nosotros. Me tomó la cara con la
mano y me estudió—. ¿Cuantos años tienes?
No pensé. No sopesé las consecuencias. Dean Finlay coqueteaba conmigo, y si le
decía que tenía diecisiete años, dejaría de hacerlo. No me seguiría hablando. Esto
terminaría.
Nunca esperé mucha emoción en mi vida. Hasta ahora, estuve llena de decepciones
y luchas. Solo por esta vez, tenía la oportunidad de que me sucediera algo excepcional.
—Veintiuno —respondí.
Él sonrió. —Siempre elijo a las jóvenes —dijo, luego agarró mi teta izquierda y la
apretó—. Pero, joder, eres dulce.
Estaba segura de que me olvidé de respirar.
Dean se movió entonces, colocando una mano en mi espalda y llevándome con él.
169
Pasamos junto a dos autobuses grandes antes de que él se detuviera en uno y golpeara la
puerta una vez con la palma abierta.
Se abrió, y Dean tomó mi mano y me empujó adentro.
—Vete —le dijo a un hombre alto y delgado con una barba extraña.
El hombre asintió. —Sí, señor. —Luego, se movió hacia la puerta por la que
acabábamos de entrar.
—Han sido unos largos meses. Estoy cansado, cariño. Ayúdame y quítate ese
vestido. Quiero ver esas tetas grandes —dijo Dean mientras se sentaba en un sofá de
cuero negro.
Me quedé helada. Quería que me desnudara. ¿Eso significaba que quería... tener
sexo conmigo? ¿Dean Finlay? Solo había tenido sexo con Bradley. No tenía la certeza de
querer volver a tener sexo nunca más. No lo había disfrutado. Pero este era Dean Finlay.
Yo me encontraba en su autobús.
—Bebé, no tienes que hacerte la tímida. Estoy jodidamente excitado. Esos grandes
ojos azules y esa cremallera que tienes me tienen listo para follar. Ahora.
En la vida, no siempre se nos dio tiempo para tomar decisiones con cuidado.
Teníamos que actuar o seguir adelante. Sabía que este era uno de esos momentos. Podría
quitarme el vestido para el baterista más famoso del mundo, o podría salir caminando de
este autobús.
Sus ojos gris plata me observaron mientras alcanzaba el dobladillo de mi vestido.
Tragando saliva, respiré hondo, lo levanté, me lo pasé por la cabeza y lo dejé caer al suelo
de su autobús.
—Jesús —murmuró, poniéndose de pie y caminando hacia mí.
Sus manos se sentían ásperas contra mi piel, pero me excitaba. Me atreví a esto
Esta noche, perdí a mi mejor amiga y a mi novio. No estaba segura si tendré un lugar
para vivir el próximo mes. Cuando cumpla los dieciocho dudaba que Gail deje quedarme.
Pero ahora mismo, tendría sexo con una estrella de rock. No cualquier estrella de rock,
sino la que me obsesioné desde que escuché su primera canción.
Solo por esta vez, iba a ser la groupie de Dean Finlay.
Cuando rodó fuera de mí, luego se desmayó rápidamente, me puse de pie y noté
que el condón roto todavía se encontraba en su pene. Me agaché para tocar entre mis
piernas y sentí más humedad de la que debería haber estado allí. Extendiendo mi mano,
vi la evidencia en mis dedos.

170
31
Traducido por Julie
171
Corregido por Ivana

Brielle
Que el padre de Cam viniera un día a reclamarlo o a luchar contra mí en
los tribunales por la custodia nunca fue un temor con el que viviera. Decirle a un
hombre que se acostó con una mujer diferente cada noche durante la mayor parte
de su vida adulta que tu hijo era suyo parecía un cliché.
Había intentado contactar con Dean cuando era más joven. Cuando no
tenía dónde vivir y un bebé en camino. Dejé algunos mensajes en la página de
contacto de la banda en su sitio web. También utilicé la dirección de correo que
había para los fans para contarle lo del embarazo.
El último intento que hice fue cuando Cam tenía un año y no tenía dinero
para comprarle leche. Entonces era joven e ingenua. Con el tiempo, me di cuenta
de que Dean, junto con el resto de la banda, debía de recibir cartas y acusaciones
como esa todo el tiempo. Dudaba que recordara aquella noche o el condón roto.
Nunca imaginé que volvería a verlo.
Cuando me dijeron que iba a venir a la universidad a almorzar con el
presidente después de hacer una enorme donación, quise conseguirle a Cam su
autógrafo. El hombre cuyo ADN era la razón por la que amaba tanto la batería
iba a estar a mi alcance. Cam lo deseaba porque ese mismo hombre se había
convertido en su ídolo.
El giro que tomó todo este verano no era algo para lo que pudiera haberme
preparado. Ahora, dejé pasar tanto tiempo que no estaba segura de cómo
empezar a decírselo a Dean. O a Cam. No sabía si sería bueno para alguno de
ellos. Les había estado mintiendo a ambos. Ocultándoles una verdad. Algo que
sabía con absoluta certeza.
Cam era el hijo de Dean Finlay.
Pasaron más de dos meses desde que tuve sexo con Bradley cuando me
acosté con Dean en su autobús. Bradley usó un condón, y no se había roto.
Nueve meses, tres semanas y un día después de acostarme con Dean
Finlay, Cam llegó a este mundo. Lloré porque no sabía cómo iba a cuidar de él y
porque no sabía que podía amar con tanta fuerza. Nunca había amado a nadie
así. Su manito me agarró el dedo con fuerza y entonces supe que haría todo lo
posible para mantenerlo a salvo. 172
La enfermera de partos, Janie Meadows, acababa de cumplir sesenta y tres
años el día antes de que naciera Cam. Nos llevó a su casa y allí vivimos los
primeros diez meses de vida de Cam. Janie se portó bien con nosotros. Me ayudó
a encontrar mi camino y a obtener mi certificado de estudios. Me enseñó a
conseguir cupones de comida y ayuda del Estado. Cuando murió de un cáncer
que yo no sabía que escondía, nos dejó a Cam y a mí el poco dinero que tenía.
Había sido lo único que nos mantuvo alejados de las calles.
Durante años, le conté a Cam historias sobre Janie. Le decía que había sido
nuestro ángel de la guarda. A menudo me preguntaba si estaría orgullosa de mí
ahora. Me gustaba pensar que sí.
Una cosa que sabía con certeza era que Janie me diría que Cam tenía
derecho a conocer a su padre. No importaba cómo se tomara Dean la noticia.
Incluso si convertía cualquier sentimiento que Dean pudiera tener por mí en odio.
Posiblemente asco. Que no se lo dijera a él y a Cam era egoísta. Lo sabía.
Simplemente no sabía cómo empezar. Por dónde empezar.
Cuanto más tiempo pasaba con Dean, más difícil parecía esa conversación.
La puerta se abrió y mi lucha interna se detuvo ante el rostro que había
llegado a amar. Nunca quise enamorarme de él. De todos los hombres del
mundo, él era el último al que debería haber entregado mi corazón. Era el que
podía destruirme. Destruirlo todo.
—Esperaba una mirada más feliz en tu rostro al verme —dijo Dean,
cerrando la puerta tras de sí mientras me estudiaba.
Aparté todos esos pensamientos y le sonreí.
—Lo siento. Un día largo. Tenía la cabeza en otra parte.
—Claramente, me necesitan aquí —dijo, cerrando el espacio entre
nosotros.
Cuando sus manos tocaron mi cintura, levanté la vista hacia él y supe que
aunque perdiera esto, que me mirara como si me quisiera, como si le importara,
lo amaba demasiado como para seguir mintiendo. Cam necesitaba conocerlo por
lo que era, pero primero tendría que decírselo a Dean. Que él decidiera cómo
decírselo a nuestro hijo.
Bajó su boca hasta la mía y me permití disfrutar del beso como si fuera el
último. Me aferré a él, deseando que fuera diferente. Que la vida no me hubiera
puesto en esta situación. Sabía que acercarme demasiado era peligroso, pero lo
hice igualmente. Bajé la guardia y me enamoré de él. Se apartó lentamente y me
miró.
173
—Por favor, dime que estamos solos —dijo con voz ronca.
Sacudí la cabeza y él gimió.
Sonriendo, di un paso atrás justo cuando oí los pasos de Cam corriendo
por el pasillo.
—¡Dean! —gritó alegremente—. ¡No vas a creer esto! El instructor de la
banda de música de la escuela secundaria ha venido a escucharnos tocar hoy, ya
que vamos a ascender el año que viene, y me ha preguntado después del ensayo
de la banda si quería ascender este año. Me dijo que podía marchar esta
temporada en los juegos JV.
Dean se acercó a él y le chocó los cinco. —¡Esto es jodidamente increíble!
—le respondió—. ¿Cuándo es el primer juego?
—Me están encargando un uniforme. Dijo que podría empezar el próximo
jueves. Dijo que si seguía mostrando este tipo de talento, pasaría a la banda
universitaria incluso antes de llegar a la secundaria.
Oírlo de Cam y ver la emoción en su cara me hizo llorar de nuevo. Me
había emocionado después de hablar con su profesor de la banda. Pero ahora
estaba más cerca de las lágrimas, al ver a Cam tan orgulloso mientras se lo
contaba a Dean.
—Mamá, ¿estás llorando? —me preguntó con una sonrisa.
Me encogí de hombros, luego moqueé y me limpié la lágrima perdida que
se escapó. —Quizá un poco —dije, y luego me acerqué a él y lo abracé—. Estoy
muy orgullosa de ti —añadí mientras lo abrazaba más fuerte de lo que él quería.
Sobre todo delante de Dean. No era genial que tu madre te abrazara.
Odiaba cómo había cambiado eso y cómo la vida iba demasiado rápido y
daba giros para los que una no estaba preparada.
32
Traducido por Pame .R.
174
Corregido por Ivana

Dean
Brielle había estado diferente la noche anterior. No sabía qué era, pero algo
no estaba bien. El sexo todavía había sido increíble. Todavía se había quedado
dormida en mis brazos. Simplemente no podía tener una sensación fácil acerca
de las cosas. Nos habíamos estado llevando tan malditamente bien.
Me desperté, emocionado por mi día, por ver a Brielle, trabajando con
Cam en la batería. Eran la parte más importante de mi vida ahora, y no me hallaba
seguro de cuándo sucedió todo eso.
Pasé de querer follar a Brielle sin parar a necesitarla cerca de mí todo el
tiempo. Odiaba cuando se encontraba en el trabajo. La extrañaba. Contaba las
horas hasta que llegara a casa.
Iba a subir al penthouse tan pronto como Cam se fuera con Jeremy a un
campamento al que los llevaría el padre de Jeremy. Cam había estado hablando
de eso toda la semana. Lo había llevado a buscar un buen saco de dormir y
algunos otros suministros. Brielle se había ofrecido a devolverme el dinero, y la
incliné sobre el sofá y la follé hasta que ambos gritamos nuestra liberación.
El golpe en la puerta antes de que abriera siempre me hacía sonreír. Ella
conocía mi código. Sabía que no tenía que llamar. Lo hacía de todos modos. No
podía decidir si iba a desnudarla y llevarla al sauna primero o hacer que me
hablara. Sacar de su pecho lo que fuera que la había estado molestando.
Cuando entró en la sala de estar, pude ver en su rostro lo que estaríamos
haciendo primero. Se encontraba lista para hablar. Fuera lo que fuera, quería
sacarlo del camino. Este era nuestro tiempo a solas, y quería cada segundo de él.
—¿Qué es? —Le pregunté, acercándome para tomar su mano—. Sácalo.
Algo ha estado en tu mente desde ayer. Te he visto distraerte antes, pero no así.
Escuchémoslo, así puedo follarte.
Se rio entonces, pero no llegó a sus ojos. ¿Qué diablos estaba mal? Qué
podría ser esto... Mierda.
Entonces la agarré del brazo y la miré a los ojos. —No estás embarazada,
¿verdad? —pregunté.
Le había disparado tanto semen que no estaba seguro de que el DIU 175
pudiera manejarlo todo. Tenía cincuenta y tres años. Era demasiado mayor para
un bebé.
Se rio a carcajadas y luego se tapó la boca con la mano. Esos grandes ojos
azules mirándome. Dejé escapar un suspiro de alivio. Claramente no era eso.
—Está bien, lo tomo como un no —respondí, sonriendo ante su diversión.
—¿Podemos sentarnos? —me preguntó entonces.
Esto parecía serio. Parecía un: Ya no puedo hacer esto, necesitamos espacio. Eso
no iba a suceder.
Miré al sofá y de nuevo a ella. —No vas a terminar con esto —le dije.
Me dio una sonrisa triste y sacudió la cabeza. —No, Dean, no voy a
terminar con esto. —Pero la forma en que lo dijo sonaba como si quedaran
palabras no dichas en el aire.
Me acerqué al otro lado del sofá y me senté. Extendí los brazos sobre el
respaldo del sofá y apoyé los pies en la otomana. —En ese caso, escúpelo, para
que podamos ir a follar —dije, luego le guiñé un ojo.
Se acercó como si fuera a sentarse, luego se detuvo. La vi tomar una
respiración profunda.
—Está bien, necesito volver en el tiempo. Ten paciencia conmigo —dijo.
Asentí, esperando que dijera más.
Abrió la boca para decir algo, luego sacudió la cabeza y cerró los ojos. —
No sé por dónde empezar exactamente. Lo siento. Pensé que sí, pero ahora, no
estoy segura.
—Solo habla, cariño. Tienes toda mi atención —le aseguré.
—Ese concierto tuyo al que no fui —comenzó.
Asentí con la cabeza en señal de aliento.
—Bueno, no entré, pero caminé afuera. Me encontraba tan perdida en mis
pensamientos, tratando de aceptar que mi mejor amiga estaba adentro con mi
novio y que habían estado jugando a mis espaldas por un tiempo. —Agitó una
mano, como si eso no tuviera importancia—. De todos modos, me perdí. Estaba
oscuro, y luego un hombre habló. Me puse nerviosa al darme cuenta de que me
había alejado de los autos y la seguridad hacia la parte trasera del coliseo.
»El hombre se hallaba solo y fumando un porro. Me habló un momento y
luego caminó hacia la luz de la luna. Estaba sin palabras. Ante mí estabas... tú.
176
¿Yo? Fruncí el ceño y esperé por más. ¿Por qué solo ahora me hablaba de
esto? Parecía extraño. Quería preguntar, pero necesitaba escuchar más.
—Hablamos. Pensaste que yo era una groupie. No te corregí. Yo era joven
—dijo.
—¿Qué tan joven? —pregunté.
—De diecisiete.
Se me hizo un nudo en el estómago y juré. —Por favor, dime que no te
follé.
Respiró hondo y su mirada se posó en la mía. Tuve mi respuesta. Me había
follado a una chica de diecisiete años.
—Te dije que tenía veintiún años —dijo—. Me lo preguntaste y mentí.
Sabía que no me seguirías hablando si supieras mi edad.
—¿Y yo te creí?
Asintió. —Sí.
Me pasé una mano por el pelo y dejé caer los pies al suelo, inclinándome
hacia delante con los codos en las rodillas. Necesitaba escuchar todo esto, pero
había una parte de mí que quería que dejara de hablar ahora. Quería terminar la
hora del cuento e ir a follarme a la adulta Brielle.
—Fuimos a tu autobús. Me hiciste quitarme el vestido por ti. Luego, me
llevaste a una cama y tuvimos sexo. Te desmayaste justo después de llegar al
clímax y rodar fuera de mí. Me puse de pie para irme.
Se detuvo entonces y cerró los ojos. Su cuerpo se encontraba tan tenso que
tenía miedo de escuchar qué más tenía que decir. Esta no iba a ser una historia
graciosa. No era algo de lo que nos íbamos a reír y luego ir a follar. Estaba a punto
de cambiarlo todo. Podía sentirlo. La tensión en la habitación era demasiado
espesa.
Mis manos se apretaron en puños a medida que esperaba, aterrorizado de
lo que iba a decir.
—El condón se rompió. Había semen entre mis muslos. —Tragó saliva y
luego me miró, con los ojos ahora húmedos por las lágrimas no derramadas—.
Nueve meses después… —dijo y luego se tapó la boca con un sollozo.
Me senté allí, entumecido. Entendí lo que me estaba diciendo. Las
preguntas comenzaron a acumularse en mi cabeza. Pero no salió nada. Solo me
senté allí. Mi mirada cayó de ella a la pared detrás de ella.
Finalmente, después de varios momentos, no me hallaba seguro de cuánto
tiempo nos habíamos quedado allí, en silencio, le pregunté—: ¿Estás segura de 177
que es mío? —No la miré cuando le pregunté. No seguro de cómo me sentía
acerca de esto. No estaba seguro de lo que sentía por ella. Las mentiras. Todo lo
que había creído sobre ella ya no se sostenía. Me cuestionaba todo.
—Sí —susurró.
Me las arreglé para asentir, luego me pasé una mano por la cara. Me
encontraba aturdido. Nunca había estado tan aturdido en mi vida.
—Necesitaré que me hagan una prueba de paternidad —dije entonces.
Dejó escapar un suspiro tembloroso. —No te estoy pidiendo nada. No
quiero manutención infantil, Dean…
Entonces me puse de pie, la ira creciendo lentamente dentro de mí. Volví
mi mirada hacia ella. —Esto no se trata de ti, Brielle. Se trata del hecho de que
afirmas que tengo un hijo que no sabía que existía. Un niño que necesitaba
conocer a su papá. Quiero una maldita prueba de paternidad. Si es mío, necesita
saberlo. Necesito saber. Nos quitaste nueve años.
Las lágrimas corrían por su rostro ahora. No podía consolarla. No ahora.
No después de esto.
—Prepararé la prueba. Troilo aquí mañana al mediodía. Lo haremos
entonces —le informé.
Quería preguntarle si había intentado ponerse en contacto conmigo.
Quería saber por qué había esperado hasta ahora para decírmelo. ¿Había tenido
la intención de succionarme con su cuerpo y mi necesidad de ella primero? ¿Todo
eso había sido parte de su plan?
—Tienes que irte —dije en lugar de preguntarle algo más.
En este momento, ella era la última persona que quería cerca de mí.
No dijo nada a medida que se giraba para irse. Ningún intento de
explicación. Sin disculpas. Simplemente se fue en silencio mientras yo miraba por
la ventana, recordando cada conversación que había tenido con Brielle desde que
entré en esa oficina.
Si hubiera sido la mujer que pensé que era, me habría hablado de Cam.
Habría encontrado una manera de llegar a mí. No me habría ocultado eso. Kiro
tenía varios hijos, y todas las mamás de sus bebés habían podido comunicarse
con él. Para hacerle saber que su hijo existía. Brielle no había hecho nada.
Nada.

178
33
Traducido por Jasiel
179
Corregido por Pame .R.

Brielle
De pie frente al espejo en mi baño, miré fijamente mi reflejo. Mis ojos
hinchados por llorar hasta dormirme anoche. Levanté la mano para cepillarme el
pelo mojado. Esperaba que una ducha me hiciera lucir menos desordenada.
Cuando Cam regresara a casa, no podía verme así. Se preocuparía. Haría
preguntas. Haría preguntas de todos modos cuando subiéramos al penthouse de
Dean para una prueba de paternidad.
Apreté el cepillo contra mi pecho, y mis ojos se llenaron de lágrimas de
nuevo ante la idea de que Cam podría alejarse de mí también. Quería un padre.
Lo sabía. ¿Cómo reaccionaría cuando descubriera que el hombre al que adoraba
era su padre y se lo había ocultado durante nueve años? ¿Él también me odiaría?
Una lágrima rodó por mi rostro y la sequé. Tenía que controlarme. Cam
necesitaba que fuera fuerte y sensata. Tenía que protegerlo. Era mi trabajo,
aunque en este momento me sentía como un completo fracaso.
Dean ni siquiera pudo mirarme después de que le dije. Cuando obtuviese
los resultados y viera que Cam era su hijo, ¿entonces qué? Lo tendría cada dos
fines de semana, y nos sentiríamos incómodos, apenas hablándonos.
No quería eso, pero tampoco quise enamorarme del padre de mi hijo. Tan
loco como sonaba, lo sabía mejor. Luché contra eso. Y, aun así, me hizo amarlo
de todos modos.
Esto ya no se trataba de mí. Se trataba de Cam. Se trataba de Dean. Yo solo
era la mujer que los vinculaba.
Me lavé la cara con un paño y juré que había terminado de llorar. Luego
me sequé el cabello, me lavé los dientes, me vestí y fui a la cocina a buscar bolsitas
de té para mis ojos. Necesitaba algo que los ayudara a lucir mejor y me estaba
quedando sin tiempo.
Cuando mi hijo entró, ya tenía algo de maquillaje para disimular un poco
las cosas. Sin embargo, hizo una pausa y me estudió.
—¿Qué ocurre? —me preguntó.
Sonreí y sacudí mi cabeza. —Nada. Háblame de tu viaje. —Esperaba que 180
su entusiasmo por el viaje fuera suficiente para distraerlo.
Frunció el ceño un momento, tratando de decidir si decía la verdad, luego
comenzó a hablar sobre todo lo que habían hecho. Escuché, o traté de escuchar,
en tanto me preocupaba por lo que iba a suceder a continuación. Cuando Cam
terminó de hablar, lo atraje hacia mí y lo abracé con fuerza.
—Te amo —dije con fiereza.
—Uh, sí, yo también te amo —respondió, sonando confundido, pero
devolviendo el abrazo.
—Todo lo que he hecho desde el día en que naciste es porque te amo.
Cometí errores porque era joven, pero siempre te he amado y siempre te amaré.
No importa lo que la vida nos depare, aquí estoy.
Se echó hacia atrás y me miró. —Mamá, no estás enferma, ¿verdad? —
preguntó con miedo en sus ojos.
—No, no estoy enferma.
—¿Lo juras? —preguntó.
Asentí.
Entonces se relajó. —Está bien, entonces solo eres tú haciendo cosas raras
de mamá. Puedo lidiar con eso.
Sonreí ante su comentario, pero por dentro, quería llorar.
—Tenemos que subir al piso de Dean —comencé.
Sonrió ante la mención del nombre de su ídolo. —¡De acuerdo!
Quise agarrar su brazo y explicarle primero, pero ¿cómo haría eso?
¿Debería hacerlo sin Dean?
Se dirigió a la puerta antes de que pudiera detenerlo, y no tuve más
remedio que seguirlo.
—¿Cuáles son los planes? —preguntó en tanto las puertas del ascensor se
cerraban.
No teníamos planes. Tal vez algún día, él y Dean tendrían planes, pero ya
no habría un nosotros.
—No estoy segura —fue todo lo que pude decir.
Ojalá hubiéramos hablado de esto ayer. Dean no había dicho cómo quería
proceder con Cam. Quería sentarlo y sincerarme con él también, contarle todo,
pero no me hallaba segura de si eso fuese bueno para él. ¿Qué pasaría si Dean 181
decidiera que no quería ser parte de la vida de Cam? No podía permitir que su
propio padre lo rechazara.
Cuando se abrieron las puertas del ascensor, Cam saltó hacia la puerta del
departamento, emocionado de ver a su héroe. Comenzó a teclear el código para
entrar, y avancé para detenerlo cuando la puerta se abrió y una mujer rubia
deslumbrante se paró allí. Me resultaba familiar, pero no recordaba por qué.
¿La había visto con Dean en fotos? ¿Esta era una de sus novias anteriores?
—Hola —saludó, sonriéndole a mi hijo y luego levantando la mirada hacia
mí. Pude verla estudiándome, pero mantuvo su sonrisa en su lugar antes de
volver a mirar a Cam—. Tú debes ser Cam. Pasa —dijo, retrocediendo.
Cam la estaba mirando, curioso. Podía verlo pensando. Sabía que Dean y
yo habíamos estado saliendo, así que esta mujer lo estaba confundiendo. Esto era
solo el comienzo de su confusión. Quería protegerlo de todo. Continuó
caminando hacia el penthouse y lo miré a medida que observaba su entorno.
Cuando llegué a la puerta, la mujer me miró y su sonrisa era genuina.
Amable incluso. No es algo que esperaba encontrar hoy. Al menos, no en este
apartamento.
—Soy Blaire Finlay —dijo, y el nombre me aclaró donde había visto su
rostro antes.
Esta era la esposa de Rush. La nuera de Dean. Era incluso más hermosa en
persona que las fotos que había visto de ella en las revistas cuando se casó con
Rush.
—Encantada de conocerte —respondí sinceramente—. Ya que estás aquí,
supongo que sabes quién soy.
Me dio una sonrisa comprensiva. —Sí —respondió—. Rush pensó que
sería más fácil para ti si hubiera otra mujer aquí.
Eso fue considerado por parte de su marido. Me sorprendió.
Principalmente porque Dean le había contado a su hijo y también porque había
permitido que Rush lo aconsejara. No parecía muy propio del hombre.
—Dean ya dejó su muestra. Él no está aquí —dijo suavemente.
Saber que no lo enfrentaría de nuevo fue un alivio y una angustia, todo a
la vez. Me estaba evitando. No quería estar en la misma habitación que yo.
—Entiendo —me las arreglé para decir por encima del nudo que se había
formado en mi garganta. 182
—Por aquí —indicó Blaire, y caminamos hacia la sala de estar.
Cam tenía el ceño fruncido. —Dean no está aquí.
—Tuvo que ir a hacer algunos recados —aclaró Blaire.
—Oh —dijo Cam, desilusionado—. ¿Quién eres tú? —le preguntó luego.
—Soy la nuera de Dean, Blaire —respondió.
Eso pareció apaciguar a Cam. Asintió, luego caminó hacia mí.
—¿No sabía que íbamos a venir? —me preguntó.
Un hombre mayor con una bata blanca de laboratorio salió de la cocina.
—Oh bien, están aquí.
Blaire le echó un vistazo a Cam y luego a mí. Pude ver por su expresión
que había asumido que mi hijo sabía sobre la prueba de paternidad. Maldito
Dean por no discutir este proceso conmigo. Cam era un niño. No se podía esperar
que manejara este tipo de información a la ligera.
—Doctor Moses, uh… —comenzó Blaire.
El hombre mayor le sonrió a Cam. —No creo que esto sea necesario, y me
sorprende que Dean lo exija. El parecido entre Rush a esa edad y Cam es
asombroso. Dean está ciego —comentó, luego me miró—. O estaba preocupado.
—El hombre me guiñó un ojo y luego volvió su atención a Cam.
—Solo necesito un pequeño frotis en la mejilla y luego me iré —le dijo el
doctor Moses, y luego miró a Blaire—. Ese sándwich estuvo excelente, querida.
Gracias.
Ella asintió, pero su atención se hallaba en Cam. Se encontraba
preocupada. Se veía en su cara. Quise llorar porque en ese momento me sentía
sola y esta extraña me estaba haciendo sentir como si tuviera apoyo. Como si le
importara a alguien más.
El médico abrió un maletín y se sentó en el sofá. Sacó un hisopo
esterilizado. —Está bien, Cam, abre.
Cam hizo lo que le habían dicho sin dudar, pero la incertidumbre en su
rostro era obvia. El hisopo tomó solo unos momentos, y luego el doctor Moses se
encontraba guardando sus cosas y levantándose. Mi hijo observó al hombre
mayor, y luego miró a Blaire y por último a mí. Esperaba una explicación. Nadie
le dio una. Me dolía el corazón por la conversación que íbamos a tener tan pronto
como volviéramos a nuestro apartamento. Tendría que decírselo. No era así como
quería hacerlo. Pero Dean lo forzó con sus acciones.
183
Vi a Blaire acercarse y hablar en voz baja con el doctor.
—Es hora de irse —le indiqué a Cam.
—¿Vas a decirme lo que acaba de pasar? —me preguntó.
Asentí. —Sí. Lo explicaré una vez que estemos en nuestro apartamento.
Hizo una pausa y volvió a mirar al doctor. —No estoy enfermo, ¿verdad?
Negué con la cabeza, odiando que se preocupara por algo así. —Estás
perfectamente bien.
Parecía que quería decir más, pero caminó hacia mí y, por primera vez en
mucho tiempo, mi hijo deslizó su mano en la mía. Ya no era algo que hiciera.
Sostener mi mano era para bebés. O al menos, eso fue lo que dijo la última vez
que intenté tomar su mano. Ahora, necesitaba mi seguridad. Yo era su lugar
seguro, y el hecho de que buscara esa seguridad hizo que mi culpa me
carcomiera.
Empezamos a caminar alrededor del sofá y encontré la mirada de Blaire.
—Gracias —le dije—. Tenemos que ir a hablar de algunas cosas. Fue un
placer conocerte.
—Fue agradable conocerlos también —respondió.
Nos encontrábamos casi en la puerta cuando escuché tacones golpeando
el piso de mármol. Haciendo una pausa, miré hacia atrás y apareció Blaire.
Miró a Cam y luego a mí. —Los hombres Finlay pueden ser… difíciles,
pero… cuando aman, es para siempre.
No supe qué decir a eso. Porque Dean Finlay no me amaba. Ella entendió
mal la situación.
Simplemente asentí y abrí la puerta para salir. Libre de los confines del
apartamento en el que nunca volvería a pasar otro momento feliz. Esa puerta se
cerró para mí. Oré para que, un día, pudiese encontrar una manera de seguir
adelante.

184
34
Traducido por Jadasa
185
Corregido por Pame .R.

Dean
Durante las últimas cuarenta y ocho horas, el whiskey en mi mano había
sido mi amigo. Me quedé de pie, mirando fijamente por la ventana de mi sala de
estar, mientras Rush se sentaba en el sofá, esperando que respondiera su
pregunta. No tenía una respuesta para él. Seguiría esperando por un rato.
—¿Dean? —repitió mi nombre una vez más.
Me di la vuelta para mirarlo. —¿No puedes dejarme esperar en maldito
silencio? —pregunté.
—Te he dado silencio, y tu tiempo se acabó —dijo—. Esto no se trata solo
de ti. No te afecta solo a ti. Hay un niño. Tu hijo. Según Blaire y el doctor Moses,
se parece a mí a esa edad. Eso significa que tengo un hermano. Un niño. Uno que
no solo se parece a un Finlay, sino que también tiene tu talento.
Estas eran cosas en las que ya había pensado. La primera vez que vi a Cam,
pensé que me resultaba familiar, y creí que se debía a las fotos en su apartamento.
Ahora, lo sabía. Se parecía a Rush a esa edad. Tenían la misma sonrisa. ¿Cómo
diablos no me di cuenta? Además, estaba el talento del chico en la batería. Era
asombroso. Fuera de lo usual. Tenía un don. Amaba la batería como yo lo hice
una vez. Era lo que él más deseaba hacer en la vida. Yo había sido igual.
¡Joder! Tenía nueve años.
—Nueve años, Rush. Me quitó nueve malditos años.
Mi hijo no dijo nada, y me di la vuelta para mirarlo.
—¿Por qué siento que estás poniéndote de su lado? Primero Blaire y ahora
tú —dije acusadoramente.
Se encogió de hombros. —No llegué a conocerla. Pero confío en mi esposa.
Es excelente juzgando el carácter. Además, tenía sus razones.
—¡A la mierda sus razones! —rugí—. Si este es mi hijo, ha vivido una vida
de pobreza. No creció en una mansión en la playa. Vivía en Dios sabe dónde
cuando nació. Ha conocido el hambre. Mi hijo ha tenido hambre. Ha tenido una
vida dura. ¡Él no tuvo la vida que te di!
La ira comenzó a surgir de nuevo al pensar en el tipo de vida que una
adolescente habría hecho pasar a mi hijo. Mientras yo había estado viviendo en 186
el lujo y lo mejor que el dinero podía comprar, él estuvo viviendo sin nada.
—Crecí en un hogar con una madre que era mental y emocionalmente
dañina. El único amor de un padre que recibí fue de una estrella de rock que a
menudo se encontraba drogado o borracho cuando me hallaba cerca de él. Tenía
todo lo que el dinero podía comprar, pero lo que realmente quería era una
maldita madre. Una que me arropara por la noche. Que estuviera allí para
abrazarme cuando lloraba. Alguien en quien pudiera confiar. No tuve eso, Dean.
Pero... mi hermano sí. Pobreza o no, el niño tiene una muy buena madre.
Tampoco me baso solo en la evaluación que Blaire hizo. Me guío por lo que nos
dijo el investigador privado que hiciste que la siguiera desde hace dos días. La
elogió, Dean. Dijo que era una excelente madre. Entonces, enójate con ella. Si te
hace sentir mejor, siéntete furioso; pero recuerda, follaste a una chica de diecisiete
años. Una huérfana. Y no lo recuerdas. Ella no tenía a nadie. Era una niña. Sin
embargo, aquí está, diez años después, con su hijo. Quien es saludable, feliz y
jodidamente talentoso.
Se levantó entonces y me señaló con el dedo.
—Si es mi hermano, y creo firmemente que lo es, entonces Brielle será
bienvenida en mi casa. Será invitada a las fiestas de fin de año. Se convertirá en
amiga de mi esposa porque Blaire querrá eso. No será excluida. No merece eso.
—Podría haber contactado conmigo —lo interrumpí.
¿Por qué no le importaba que mi hijo me hubiera sido negado?
—¿Cómo diablos se suponía que iba a hacer eso? ¡Era una niña! ¡No tenía
hogar! Jesús, papá, míralo desde su lado. ¿Cómo se suponía que iba a hacer eso?
¡Y a la mierda! Deberías haber pedido su identificación. Asegurarte de que era
mayor de edad.
—¿Qué pasó cuando me volvió a ver? No me lo dijo entonces. ¿Cuál es tu
excusa para ella? ¿Mmm? —pregunté.
—Habían pasado nueve años —dijo—. Fue su única madre durante nueve
años. Era una adulta y protegía a su hijo. Eres Dean Finlay. Se sentía asustada.
Tenía miedo de que cambiarías su mundo.
—Ella me dejó entrar en su vida. Me dejó follarla. Que me importara —
contesté, repentinamente sintiéndome muy cansado.
—¿Y le estás echando eso en cara? Deberías considerarte afortunado de
que confió en ti lo suficiente como para permitirte acercarte a él. No te lo ocultó.
Te dejó entrar en su vida. Pero primero, ella era su madre. Tenía que asegurarse 187
de que era seguro. Que te la follaras fue su propio error de juicio —dijo, y luego
negó con la cabeza—. A veces, olvido lo diferente que ves el mundo. La mayor
parte de tu vida, has vivido en la fama. Bueno, Dean, bienvenido al mundo real,
donde la gente tiene que pensar en sus elecciones. Tienen que sopesar los
resultados. No pueden simplemente tomar una decisión y saber que, si es una
mierda, alguien lo arreglará por ellos. No todos somos estrellas de rock.
Mi teléfono sonó en ese momento, silenciándonos a ambos. Metí la mano
en mi bolsillo y lo saqué. Conocía el número. Había estado esperando esta
llamada.
—¿Hola? —dije en tanto Rush me miraba de cerca.
—El niño es tuyo, Dean —confirmó el doctor Moses desde el otro extremo
en la línea—. No llegué a cuestionarlo en mi mente después de verlo, pero esta
es una prueba. Es un Finlay. Es tu Finlay.
—Gracias —dije y terminé la llamada.
Cuando mis ojos se encontraron con los de mi hijo, él asintió, sin necesidad
de escucharlo de mí.
—Tienes una semana. Una. Decide lo que vas a hacer. Porque en una
semana conoceré a mi hermano contigo o sin ti.
Me quedé allí, sosteniendo mi vaso de whisky vacío, mientras mi hijo
mayor caminaba hacia mi entrada privada antes de dejarme solo.
Cam era mi hijo.
El niño era mío.
Y su mamá… no sabía cómo pasar de esto.
Todo lo que sabía era que los extrañaba. A ambos. A Cam y a Brielle.
35
Traducido por mimi_ jm
188
Corregido por Jadasa

Brielle
Hoy, fuimos con Cam a la playa. Hicimos un picnic. Nos tomamos el
tiempo para procesarlo todo. Dejé que hiciera preguntas y las respondí todas con
la verdad. Era él mismo a veces riendo y jugando con las olas. Luego, en otras
permanecía en silencio y sabía que estaba pensando.
Era mucho para procesar que te dijeran que la estrella de rock que
idolatrabas era tu padre. Especialmente para un niño de nueve años.
En tanto comíamos nuestros sándwiches de pavo, me preguntó si Dean se
enojó conmigo. Me juré a mí misma que le diría la verdad. Incluso si era difícil
hacerlo.
Asentí. —Lo está. Pero porque siente que le robaron. La oportunidad de
conocerte.
Cam frunció el ceño. —Intentaste hablarle de mí. Es una estrella de rock.
¿Cómo esperaba que le dijeras?
Me encogí de hombros. —Creo que se trata más de no decírselo antes.
Desde que se mudó a nuestro edificio.
Cam no dijo nada durante mucho tiempo. Cuando finalmente lo hizo, se
deslizó más cerca de mí.
—No estoy enojado contigo, mamá.
Esas simples palabras fueron suficientes. Podría sobrevivir a todo,
sabiendo que me perdonó. Él entendió.
En casa, hablamos sobre su campamento y su ascenso a la banda de música
de la secundaria. Dean no volvió a ser mencionado y no sabía con certeza si eso
era algo bueno o malo. Quería que Cam se sintiera libre de hablar conmigo sobre
cualquier cosa que le molestara. No tenía que protegerme de Dean. Yo era su
madre Quería saber cómo se sentía acerca de todo esto.
Tras llegar a casa y cenar, guardé las sobras y lavé los platos, y Cam fue a
bañarse. No volvió a mencionar a Dean. Sabía que hoy o mañana llegarían los
resultados de la prueba de paternidad. Esperaba una llamada de Dean o quizás
de Blaire. Posiblemente incluso de su abogado.
189
Cuando llamaron a la puerta, me sequé las manos con una toalla y luego
caminé para abrir la puerta. Mirando a través de la mirilla, vi a Dean parado allí.
Di un paso atrás y respiré hondo varias veces, luego alcancé la cerradura y la
desbloqueé antes de abrir la puerta.
Los ojos de Dean se clavaron en los míos, y me preparé para lo que fuera
que vino a decirme. Yo era fuerte. Podía manejar esto. Nada de lo que dijera
podría destruirme. Había sobrevivido a cosas peores.
—Él es mío —dijo Dean.
—Sí —respondí. Nunca tuve ninguna duda.
—¿Lo sabe? —me preguntó Dean.
¿Hablaba en serio? ¿Qué pensaba que iba a pasar después del hisopado de la
mejilla en su apartamento?
—Es inteligente. La prueba de paternidad no fue algo que no notó —dije.
Dean hizo una mueca. Como si no hubiera pensado en eso.
—¿Puedo entrar? —me preguntó.
Miré hacia atrás para ver que Cam no estaba allí y volví a mirar a Dean.
—Está bien —respondí, dando un paso atrás para dejarlo entrar.
Pasó a mi lado y odié que su cercanía me afectara. No pasó por mi mente
que él mismo vendría a decirme los resultados. No después de la forma en que
actuó desde que se lo conté. Me preparé para algo más formal.
—¿Está aquí? —preguntó Dean.
—Pasamos el día en la playa. Se está duchando —respondí, cerrando la
puerta.
—¿Cómo le dijiste? —preguntó.
Me giré para mirar a Dean.
—De la mejor manera que pude. Le expliqué, omití los detalles sexuales y
dejé que me hiciera preguntas.
Dean asintió, luego suspiró a medida que miraba alrededor de la
habitación. —Manejé mal las cosas —dijo—. Simplemente no me hallaba
preparado.
No iba a decirle que no había problema y ofrecerle perdón. Aún no sentía
que pudiera hacer eso. Necesitaba tiempo.
—Brielle —dijo mi nombre en tanto extendía una mano hacia mí. 190
Retrocedí. No quería que me tocara. Esto no era algo que podía dejar pasar.
Sin embargo, la mirada afligida en su rostro era difícil de ver. Aparté la mirada
hacia la televisión. Las noticias locales seguían pasando.
—¿Qué es lo que quieres que diga? —preguntó.
No lo miré. No sabía con certeza si podría tomar decisiones inteligentes.
—¿Qué quieres decir? No quiero nada de ti. Cam es nuestro hijo. Podemos
discutir cómo quieres involucrarte en su vida.
—No digas eso —dijo en voz baja.
Mis ojos se movieron hacia los suyos por propia voluntad. —¿Decir qué?
—Que no quieres nada de mí —dijo—. Porque tengo una lista de cosas que
quiero de ti.
Negué con la cabeza. —No. No puedes decir eso ahora. Tú... tú... —Me
alejé de él—. Eres el padre de Cam. Dime de qué parte de su vida quieres ser
parte e iremos viendo desde ahí.
Entonces Dean se movió y su mano se envolvió alrededor de mi muñeca.
—Brielle —dijo en tono suplicante—, me arrojaste esto de la nada. Me sentí
engañado. Traicionado. Robado. ¿No puedes ver eso? Mi mundo se puso patas
arriba y necesitaba procesarlo.
—Suéltame —dije, intentando no ablandarme por él.
Tenía que proteger mi corazón y este hombre ya lo había aplastado una
vez. No había superado eso, y era una herida grande y abierta que ni siquiera
podía reconocer. Primero tenía que pensar en mi hijo.
—Brielle —dijo mi nombre de nuevo, y odié cómo escucharlo decir eso
hizo que mi corazón se contrajera en mi pecho.
—Suelta a mi mamá —gritó Cam con fuerza.
Me giré para mirarlo y lo vi fulminando con la mirada a su padre.
Me protegía. Algo que no debería sentir la necesidad de hacer.

191
36
Traducido por VeroMG
192
Corregido por Dayi Cullen

Dean
Entonces lo vi. La fiereza en su rostro. El fuego en sus ojos mientras mi hijo
estaba allí, mirándome. ¿Cómo no lo había visto antes? Excepto por los ojos, se
veía exactamente como Rush a esa edad. Incluso más que Nate.
—Está bien— dijo Brielle en un tono tranquilizador mientras soltaba su
brazo de mi agarre.
Entonces ella se movió hacia él. Su mirada fue de mí a su madre. Estaba
preocupado por ella, y en ese momento supe que se enfrentaría a cualquier cosa
para mantenerla a salvo.
El orgullo se hinchó en mi pecho. No esperaba que me golpeara tan fuerte.
Fue casi doloroso.
—¿Por qué estaba sosteniendo tu brazo? —preguntó, luego lanzó una
mirada de advertencia en mi dirección.
—Él solo estaba tratando de hablar conmigo. Estaba siendo testaruda. Ya
sabes cómo soy —le dijo.
—No eres testaruda —dijo, y luego me miró—. No hagas llorar a mi mamá
otra vez.
Entonces miré a Brielle. Ella no reconoció su amenaza. Estaba totalmente
enfocada en él. Ella había llorado. La había hecho llorar. Sentí como si alguien me
hubiera clavado un cuchillo en el pecho y lo hubiera torcido.
—Cam —dijo su voz suave con severidad—, esto no es necesario. Dean está
aquí para hablar con los dos.
—¿Por qué? ¿A caso su evaluación volvió? ¿Él sabe que no estás mintiendo?
—La acusación en su tono era clara. Confiaba en su madre sin dudarlo.
Las palabras de Rush volvieron a mí. Recordándome todo lo que le había
dado, pero no era una madre. No era lo que más deseaba. Le había dado a Rush
todo lo que el dinero podía comprar, pero eso no había sido una madre que lo
amara. Una a la que él defendería y protegería.
Cam tenía eso. No le habían dado las ventajas que mi riqueza podría haberle
brindado, pero había tenido algo más grande que el dinero. Tenía algo que el 193
dinero no podía comprar. Tuvo una madre que sacrificó todo por él. Una madre
que lo crio con la seguridad de que él la tenía. Ella estaría allí para él, sin importar
qué. Y en ese momento, me estaba mostrando lo que ella le había enseñado. Que
protegías a los que amas.
—Me equivoqué —dije—. Cometí un error.
Cam desvió la mirada hacia su madre y luego de nuevo hacia mí. Pude ver
la incertidumbre en sus ojos. No estaba seguro de qué hacer con esto. Brielle puso
una mano en su brazo. Ese pequeño toque le dio la respuesta que necesitaba.
—Porque sabes que mi mamá no estaba mintiendo —me contestó.
Asentí.
—Eso, entre otras cosas. Lastimar a tu madre fue uno de esos. Me
sorprendió. Conmocionó. Reaccioné mal, desearía poder regresar y hacerlo de
nuevo. Lo manejaría de manera diferente.
Miró a su madre. Ella asintió hacia él. No necesitaban palabras. Fue
fascinante verlos hablar entre ellos con gestos. Rush no había tenido eso con su
madre. Demonios, él no tenía eso conmigo. Eso era algo que venía de la
confianza, el respeto y el amor. Un amor diferente a cualquier otro que haya
experimentado.
Brielle había criado a mi hijo... nuestro hijo... mejor de lo que yo podría
haberlo hecho, y lo había tenido cuando era una niña.
La amaba. No era su belleza, el tamaño de su pecho, la forma en que se
sentía cuando yo estaba muy dentro de ella. Estaba enamorado de la persona que
era. La forma en que pensaba en los demás. Su amabilidad. Su determinación y
espíritu. La forma en que su suave sonrisa podía hacer que un momento oscuro
fuera más fácil.
La amaba porque, incluso a los dieciocho años, había sido la mejor maldita
madre que podría haberle pedido a mi hijo. La amaba porque nuestro hijo era
inteligente, leal, valiente y talentoso, y todo porque su madre le había enseñado
cómo ser con sus propias acciones.
—No te quiero aquí si eso va a molestar a mi mamá —dijo.
—Cam —Brielle dijo su nombre y él la miró—. Esto no se trata de mí y Dean.
Se trata de ti y... —Hizo una pausa y me miró un momento—. Se trata de ti y tu
padre. Nunca imaginé que tendrías la oportunidad de conocerlo. Te han dado un
regalo. Quiero que lo abraces. Estaré bien. No te preocupes por mí.
—Eso no es exactamente cierto —dije, dando un paso en su dirección—.
Esto siempre se tratará de ti también. Eres su mamá. Eres su lugar seguro.
Empezó a decir algo y levanté la mano para detenerla. 194
—También eres la única mujer a la que he amado, y eres la única a la que
amaré. Sé que la cagué, Brielle, pero pasaré cada maldito día que me quede en
esta tierra mostrándote cuánto te amo. Cuánto lamento haberte lastimado. Solo
dame una oportunidad. Por favor.
Sus grandes ojos azules se agrandaron mientras me miraba. Pude ver las
diferentes emociones cruzar su rostro. Esa cara hermosa y expresiva. Incluso
cuando quería odiarla, no podía. Ella estaba en mi cabeza, estaba debajo de mi
piel y estaba en mi corazón.
—¿Me amas? —preguntó en un susurro, como si decir las palabras en voz
alta las hiciera falsas.
—Demasiado —respondí.
Brielle parpadeó, luego levantó la mano y se secó una lágrima de la mejilla.
—¿Mamá? —preguntó Cam, mirándola—. No creo que haya querido
hacerte llorar al decir eso.
Presionó un beso en la frente de Cam. —Lo sé —dijo ella—. Solo… no
esperaba eso —dijo, mirándome.
—¿Puedes perdonarme? ¿Dame la oportunidad de hacer que me ames? —
le pregunté, dando un paso en su dirección.
Ella se rió, y Cam me miró, con los ojos muy abiertos por la confusión, y
luego volvió a mirar a su madre.
—Lo siento —me dijo.
Por un momento, mi corazón se hundió.
—Es solo que una parte de mí te ha amado desde la noche en que
concebimos a Cam. Pero… luego conocí al hombre, el verdadero Dean Finlay, y
me enamoré de él con demasiada facilidad.
No esperé a que ella dijera más. Fui hacia ellos. A mi hijo y su madre.
La agarré de la cintura y la atraje hacia mí antes de cubrir su boca con la
mía. Ella me devolvió el beso, aferrándose a mis brazos como yo tanto amaba.
Como si tuviera que agarrarse a mí para no caer.
Brielle me hacía sentir como un hombre. Me hacía sentir necesitado por algo
más que mi dinero y mi fama.
Cam se aclaró la garganta ruidosamente y Brielle se apartó. Miré a nuestro
hijo. Me estaba mirando de nuevo.
—Listo —dijo—. Esa es mi mamá. 195
La risa de Brielle llenó la habitación y mi mundo estaba bien, estaba lleno,
estaba completo.
Epílogo
Traducido por Miry
196
Corregido por Jadasa

Brielle
Un año después…
Le devolví el saludo a Cam mientras me paraba a través del techo
corredizo de la limusina. Clara se hallaba a su lado, sosteniendo su mano y
secándose las lágrimas a medida que sonreía. Me hizo reír la vista de la señora Jo
parada junto a Kiro Manning en los escalones en tanto nos miraban irnos. Todos
los que amamos se encontraban ahí, afuera de la mansión Slacker Demon en
Beverly Hills. Parecía surrealista, incluso después de un año de entretejer el
mundo de Dean y el mío.
—Mejor baja. Los medios están justo afuera de la puerta —dijo en voz alta
Dean cuando me agarró los tobillos.
Saludé con la mano una última vez antes de hundirme en la parte trasera
de la limusina. El techo corredizo se cerró cuando me acurruqué contra el costado
de Dean.
—Hoy todo fue perfecto. Gracias —dije, reclinando la cabeza para mirarlo.
Dean agarró mi mentón con el índice y el pulgar y la sostuvo mientras
fijaba su mirada en la mía. —Prométeme una cosa —dijo, su tono repentinamente
muy serio.
—¿Qué? —pregunté.
—Hablar conmigo. Si ser la señora de Dean Finlay alguna vez se vuelve
difícil, dímelo. Nos mudaré a una maldita isla privada si es necesario.
Simplemente no me dejes.
Este era su mayor miedo. Durante este año, no era la primera vez que lo
mencionaba. Cuando me pidió que me casara con él me dijo que no podía vivir
sin mí. Que movería cielo y tierra para mantenerme feliz. A menudo tenía que
impedirle ir demasiado lejos en su necesidad de complacerme. Solo estar con él
era suficiente.
—Nunca volveré a guardar secretos —aseguré—. Hablaremos de todo.
Se inclinó y puso sus labios sobre los míos. Fue más suave y dulce de lo
que fue frente al ministro, nuestros amigos y familiares. Tras nuestro sí, acepto 197
Dean agarró mi rostro y me besó como si me necesitara para respirar. Kiro y el
resto de los miembros de la banda lo animaron, haciendo reír a todos.
Elevé la mano y toqué su rostro suavemente. Este era mi esposo. Estaba
casada. Esta vida no resultó como la imaginé. Dean me hizo creer en los cuentos
de hadas. Me mostró cómo confiar, cómo ser amada por un hombre y lo que
significa necesitar a alguien.
Me sobresalte cuando una mano golpeo la ventana y Dean maldijo por lo
bajo.
—Malditos medios —dijo—. Los pasaremos pronto.
Recosté la cabeza en su brazo, sintiéndome tan contenta con la vida que
casi daba miedo. Cam pasaría una semana con su nuevo sobrino y sobrinas en
casa de Rush y Blaire. Se sentía emocionado por eso y no tenía que sentirme
culpable de que nos dirigiéramos a Grecia sin él. Rosemary Beach se convirtió en
uno de sus lugares favoritos para visitar.
—Cuando regresemos, debemos comenzar a buscar una casa —dijo Dean.
Levanté la cabeza para mirarlo.
Cam y yo estuvimos viviendo en su penthouse durante los últimos cuatro
meses. Cuando mi contrato de arrendamiento se acercaba a su fecha de
finalización, estuvimos de gira con Dean y se negó a dejarme renovarlo. Nos
quería con él. No discutí con él porque rara vez usábamos mucho nuestro
apartamento.
Esperaba que siguiéramos viviendo en su penthouse tras casarnos.
—¿Quieres una casa? —pregunté.
—¿No la quieres tu? —respondió.
Me encogí de hombros. No lo había pensado. —Te quiero a ti.
Sonrió. —Y me tienes. Pero, ¿y una casa? Una grande. Podrías tener un
patio propio. Una piscina.
—A Cam le encantaría eso —admití.
Nunca antes vivió en una casa.
—A Cam le encantaría estar donde estés. Eres su hogar. ¿Qué quieres tú?
—me preguntó Dean.
Por un momento, pensé en un jardín con flores y un árbol con un
columpio. Todas las cosas que soñé de niña. Ser adoptada por una familia con un
hogar que se sintiera seguro. Una casa a la cual decorar para las fiestas y un árbol
de Navidad que necesitaba una escalera para poner la estrella encima. 198
—Una casa estaría bien —admití.
Dean presionó un beso en la cima de mi cabeza. —Entonces, compraremos
una maldita casa.
Me reí y sonrió en tanto me observaba.
Este hombre tenía dos personalidades. Era la estrella de rock y el hombre
de familia. Cuando tenía que ser Dean Finlay, baterista de Slacker Demon,
actuaba. Entretenía a las multitudes. Lo vi con asombro desde detrás del
escenario cuando estuvieron de gira el invierno y la primavera pasados. Luego,
en el momento en que las cámaras se apagaban y los fanáticos ya no se
encontraban cerca, él era Dean, padre, abuelo y ahora esposo.
Amaba a las dos personalidades. Porque ambos eran míos. El rockero que
me buscaba mientras se hallaba en el escenario, luego me guiñaba un ojo, y el
hombre que me abrazaba por la noche en tanto dormía.
—El día que entré en esa oficina y te vi parada ahí con tu moño
desordenado, luciendo como una bibliotecaria sexy, no tenía ni puta idea del
regalo que el destino me daba. El hecho de que casi cancelé esa cita me atormenta.
Puede que nunca te haya encontrado ni supiera sobre Cam —me dijo, poniendo
un rizo detrás de mi oreja.
—Creo que habría tratado de contactarte de nuevo algún día. Una vez que
descubriera la manera correcta de hacerlo. No eres un hombre fácil de contactar
—respondí.
Él sabía cómo intenté ponerme en contacto con él cuando no tenía hogar y
me encontraba embarazada. Le conté todo. Pero eso no hizo que el tiempo que
perdió con Cam fuera más fácil. Deseaba más que nada que hubiera tenido ese
tiempo con Cam, pero ¿estaríamos aquí ahora? Yo misma había sido una niña. El
tiempo y las dificultades me convirtieron en la mujer que era ahora.
Fuimos afortunados. Nuestros caminos podrían haberse cruzado tarde o
nunca más.
La vida no siempre fue buena conmigo; pero en este momento, no sabía
con certeza si podría mejorar. Era como si el universo estuviera recuperando el
tiempo perdido.
Dean tomó mi mano y entrelazó sus dedos con los míos.
No dijo nada más sobre los años que no supo de Cam. Ya habíamos
hablado de eso.
Nuestra historia no era fácil. No comenzó con el romance. Comenzó con
mentiras y lujuria. 199
Pero en el camino, a través de los giros y vueltas, se convirtió en algo
hermoso.
Sobre la Autora
Abbi Glines es la autora de las series Rosemary Beach, 200
Smoke, Sea Breeze, Vincent Boys, Field Party y Existence,
número uno en ventas del New York Times, USA
Today y Wall Street Journal. Nunca cocina, salvo en
Navidad. Cree en los fantasmas y tiene la costumbre
de preguntar a la gente si su casa está encantada antes
de entrar en ella. Toma el té de la tarde porque quiere
ser británica, pero ahora vive en Nueva Inglaterra y
eso es lo más cerca que va a estar. Cuando le
preguntan cuántos libros ha escrito, tiene que pararse
a contar con los dedos. Cuando no está encerrada
escribiendo, está leyendo, viendo Netflix y todas esas
cosas de introvertida.
Puedes conectar con Abbi en Internet de varias maneras. Utiliza las redes
sociales para procrastinar.

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