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3
Staff
Adriana ElyCasdel MaryLuna
Andreani Jan Cole Moni
Annabelle Julieyrr

Adriana Maryluna Jessy Belu


Andreeapaz Daniela Jane ElyCasdel
Annabelle Algrafojo Anelynn* Mary Haynes
Lauu LR Pau_07 Val_17 Majo Villa
Jan Cole Evanescita Mel Wentwoth Annie D
CrisCras Issel Kells Vani
Pachi Reed15 Mire Paltonika NnancyC
Moni Dannygonzal Jadasa Fany Keaton
Sandry Julieyrr Miry GPE Ann Farrow
Kyda Florbarbero Estilavi

Beatrix Itxi GypsyPochi


Daniela Agrafojo Pau_07 JanCole
Gabbita Helena Blake MariaE.
Vane hearts Anakaren Eli Mirced
Mary Laurita PI Elycasdel
Sandry Anty Amélie
Alessandra Wilde Mire Val_17
Miry GPE Florbarbero SammyD
Paltonika Fany Keaton Adriana

Hansel Victoria.
Majo Villa Jan Cole
Sahara

Yessy

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Índice
Sinopsis Capítulo 18: Girando
Playlist Capítulo 19: En la mañana
Capítulo 1: Trabajo soñado Capítulo 20: Esta noche
Capítulo 2: Nueva Capítulo 21: Amorío.
investigación Capítulo 22: Excitación,
Capítulo 3: Mensaje éxtasis y emoción
Capítulo 4: Lunes Capítulo 23: Estado
Capítulo 5: Camisa Capítulo 24: Las madres
saben más
Capítulo 6: Club
Capítulo 25: Necesitando a
Capítulo 7: Sueño
Saint
Capítulo 8: Citada
Capítulo 26: Amigos y
Capítulo 9: Yate fantasías
Capítulo 10: Acampada Capítulo 27: En el borde
Capítulo 11: La oficina Capítulo 28: Honestidad y
Capítulo 12: Jueves lealtad

Capítulo 13: Inauguración Capítulo 29: Investigación


de Interface Capítulo 30: Después de la
Capítulo 14: Después de la tormenta
fiesta Capítulo 31: Cuatro
Capítulo 15: Un cambio de Manwhore +1
imagen
Agradecimientos
Capítulo 16: Túnel
Sobre el autor
Capítulo 17: Noche

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Sinopsis
¿Es posible exponer al jugador más ardiente de Chicago, sin ser
tocada?
Esta es la historia que he estado esperando toda mi vida, y su
nombre es Malcom Kyle Preston Logan Saint. Pero no se dejen llevar por el
apellido. No hay nada santo en el hombre, excepto el infierno que sus
fiestas hacen. El empresario más sexy de Chicago siempre ha sabido, que
es el hombre que todos quieren ser con tanto dinero para gastar y tantas
mujeres rivalizando por su atención.
Misterioso. Privilegiado. Legendario. Toda su vida ha estado rodeada
por la prensa mientras cavan por cositas para ver si su vida de cuento de
hadas es real o todos los espejos y los medios mienten. Desde que salió a
escena, sus secretos han sido suyos y solo suyos para guardar. Y es donde
yo entro.
Asignada a investigar a Saint y revelar su elusiva personalidad, estoy
determinada a hacerlo la historia que va a cambiar mi carrera.
Pero nunca a imaginé que él cambiaría mi vida. Poco a poco,
comienzo a preguntarme si soy la que lo descubre... O si él me descubre a
mí.
¿Qué pasa cuando el hombre al que llaman Saint, te hace querer
pecar?
Manwhore, #1

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Playlist
Addicted — Saving Abel
Undisclosed Desires — Muse.
Superheroes — The Script
Climax — Usher
Stay With Me — Sam Smith
Peace — O.A.R
I Believe In you — Kylie Minogue
Kiss You Slow — Andy Grammer
Talking Body — Tove Lo
My Heart is Open — Maroon 5
Broken — Lifehouse
Need You Now — Lady Antebellum

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Trabajo soñado
Traducido por Beluu & Andreeapaz
Corregido por Beatrix

Entré en la oficina de Helen esta mañana segura de que iba a


despedirme. En realidad, no es el trabajo de mi jefa despedirme. Es el
trabajo de recursos humanos. Pero ese departamento fue recortado. Edge,
la revista que he amado y para la que he trabajado desde que me gradué
de la universidad, cuelga de un hilo.
Doy tres pasos dentro de la abarrotada habitación llena de pilas de
revistas viejas, tanto nuestras como de nuestros competidores, y mi
desayuno, café con dos cucharadas de azúcar y una tostada de trigo
integral con mermelada de fresa, se transforma en una piedra dentro de mi
estómago.
Helen hace señas hacia la silla en frente de ella sin ni siquiera
levantar la vista de la carpeta en sus manos.
—Rachel, siéntate.
Me siento silenciosamente, mil pensamientos se precipitan hacia mi
lengua: Puedo hacerlo mejor. Puedo trabajar más. Déjame trabajar más, dos
artículos a la semana en vez de uno. Incluso, trabajaré gratis hasta que nos
estabilicemos.
Pero no puedo permitirme trabajar gratis. Tengo que pagar la renta,
mi préstamo de la universidad, y tengo una madre a la que amo que tiene
problemas de salud y no tiene seguro. Pero también amo mi trabajo. No
quiero tener que irme. Nunca quise ser nada más que lo que soy ahora, en
este momento, mientras mi destino yace en sus manos.
Así que es con miedo y un inminente sentimiento de pérdida que me
siento y espero a que Helen baje la carpeta y me mire. Y me pregunto,

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cuando nuestros ojos se encuentran, si la próxima historia que contaré en
mi vida será una en la que me despide.
Me encuentro enamorada de las historias. Cómo le dan forma a
nuestras vidas. Cómo marcan a gente que ni siquiera nos conoce. Cómo
pueden impactarnos incluso cuando un hecho no ocurrió en nuestras
propias vidas.
Las primeras cosas de las que me enamoré en mi vida fueron de las
palabras que mi madre y mi abuela me contaron sobre mi padre. En esas
palabras obtuve lo que no tenía en la vida real, un papá. Acostumbraba
coleccionarlas en grupos, memorizar las historias que contaban. El lugar
al que había llevado a mi madre en su primera cita (un restaurante
japonés), si su risa era contagiosa (lo era), cuál era su bebida favorita (Dr.
Pepper). Crecí enamorada de las historias y de todos los hechos y detalles
que me permitieron darle forma, en mi mente, a los recuerdos de mi padre
que estuvieron conmigo toda la vida.
Mis tías dijeron que soñaba cuando dije que quería hacer de las
palabras mi carrera, pero mi madre sólo citó a la madre de Picasso: “La
madre de Picasso le dijo que si entraba al ejército, terminaría siendo un
general; si se hacía monje, se convertiría en Papa; en su lugar, se hizo pintor
y se convirtió en Picasso. Esa es la manera en que me siento por ti. Así que,
Rachel, haz lo que amas”.
“Sería más feliz si también tú estuvieras haciendo lo que amas” le
respondía siempre, triste por ella.
“Lo que amo hacer es cuidarte” me replicaba cada vez. Es una gran
artista, pero nadie más piensa eso a parte de mí y una pequeña galería que
quedó en la quiebra unos meses después de comenzar. Por lo tanto, mi
madre tiene un trabajo normal y el Picasso que hay en su interior se ha ido
ocultando.
Pero ha sacrificado tanto para poder proporcionarme una educación
y otras cosas. Como soy un poco tímida con los extraños, no tuve el apoyo
de muchos de mis profesores. Ninguno de ellos creyó que tuviera el
estómago para los artículos más fuertes, así que hice lo que pude con lo
único que tenía: la motivación única de mi madre y su confianza en mí.
Ahora, he trabajado en Edge por dos años. Los recortes en el trabajo
empezaron hace tres meses y mis compañeros y yo hemos estado
preocupados por ser el próximo. Todos, incluyéndome, estamos dando el
ciento diez por ciento de lo que podemos dar. Pero para un negocio
agitado, eso no es suficiente. No parece haber ninguna manera de salvar
Edge, excepto con una gran inversión que nadie ve venir o con historias
mucho más grandes que las que hemos estado publicando.
En el momento en que Helen abre la boca para hablar, temo
escuchar las palabras tenemos que dejarte ir. Ya estoy pensando en una

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historia, una idea, cualquier cosa que pueda lanzar en mi próxima
columna, algo que haga que nuestro nombre vuelva a resaltar y que de
alguna manera me permita continuar con mi trabajo por un tiempo más.
—He estado pensando en ti, Rachel —dice—. ¿Sales con alguien?
—Mmm. ¿Salir con alguien? No.
—Bueno, ¡eso es justo lo que quería escuchar! —Mueve todo el
papeleo hacia un lado y toma una de las revistas del estante, dejándola en
el escritorio entre nosotras—. Verás, tengo una propuesta para ti. Al final,
creo vas a beneficiarte de ella. —Me muestra una vieja revista con una
sonrisa triste en los labios—. Este fue nuestro primer número. Quince
años atrás.
—¡La amo! —digo.
—Sé que la amas. Siempre te has mostrado interesada en nuestros
comienzos. Y es por eso que me gustas, Rachel —dice sin ningún afecto.
Simplemente es un hecho, al parecer—. Sabes, Edge solía representar
algo. Hace años atrás, no nos asustaba romper las reglas, tomábamos
riesgos que otras revistas no tomarían. Tú eres la única que parece haber
mantenido ese espíritu. The Sharpest Edge es siempre la columna con más
comentarios. Te centras en las tendencias y das una opinión cruda, sin
filtros. Incluso cuando las personas no concuerdan con tu opinión, te
respetan por el hecho de que la compartas tan honestamente.
»Supongo que por eso te encuentras en mi oficina en este momento,
en lugar de Victoria. —Inclina la barbilla en dirección a los cubículos de
afuera, donde Victoria, mi más grande competidora, debe estar ocupada.
Vicky, es la otra empleada destacada de Edge, y de alguna manera,
siempre logra destacar más que yo. En realidad, no quiero ser su rival.
Pero se siente como si hubiera un concurso de popularidad aquí para el
que no me anoté. Siempre se ve tan jodidamente feliz cuando Helen se
disgusta por algo que yo escribí. A veces no puedo escribir ni una palabra
simplemente porque me preocupa lo que Victoria va a presentar.
—Verás, estoy pensando en agitar algunas plumas. Si queremos
seguir en el negocio, es más que claro que debemos hacer algo drástico.
Algo que haga que la gente vuelva a fijarse en Edge. ¿Estás conmigo?
—Concuerdo. Si hay algo que le pueda devolver la vida a Edge…
—Estamos haciendo todo mal, tenemos miedo. Hacemos nuestros
artículos desde lugares seguros, temerosos, asustados de pulsar el botón
en caso de que explotemos. Nos marchitamos. Necesitamos escribir sobre
temas que nos asusten, que nos fascinen… y nadie fascina más en esta
ciudad que nuestros solteros billonarios. ¿Sabes de quién hablo?
—¿De los mujeriegos?

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Sus labios se tuercen. —Del peor de todos. —Saca otra revista.
Observo la portada que dice ¿Saint o pecador?1
—Malcolm Saint —susurro.
—¿Quién más, sino?
El hombre mirándome desde la portada tiene un rostro
perfectamente estructurado, hermosos labios y los ojos más verdes que el
fondo de una botella de cerveza. Tiene una sonrisa traviesa. El artículo
dice que le gusta causar problemas y, más que nada, le gusta salirse con
la suya. Pero hay algo reservado y frío en sus ojos. Oh, sí, esos ojos verdes
se encuentran hechos de hielo verde.
—He escuchado de él —admito, empezando a ponerme nerviosa—.
No estaría viva en Chicago si no supiera quién es.
Implacable, dicen.
Un completo mujeriego, dicen.
Y tan ambicioso, que dejaría a Midas en vergüenza. Oh, sí. Dicen
que Saint no descansará hasta que sea dueño del mundo.
—Victoria piensa que eres muy joven e inexperta para tomar un
proyecto tan arriesgado, Rachel. Pero eres soltera y ella no.
—Helen, sabes cuánto disfruto escribir sobre tendencias; pero
también sabes que lo que verdaderamente quiero escribir son historias
más grandes, historias sobre los hogares de las personas, su seguridad.
Quiero ganar esa oportunidad, y si esta es la manera en la que puedo
hacerlo, entonces no te decepcionaré. ¿Qué clase de historia tienes en
mente?
—Una expositiva. —Sonríe—. Una en la que podamos oír los detalles
jugosos sobre Saint. Pienso en cuatro cosas, específicamente: ¿Cómo hace
para mantenerse tan calmado y en control todo el tiempo?, ¿cuál es el
problema con su padre?, ¿qué rol juegan todas esas mujeres en su vida?
¿Y por qué, oh, por qué tiene esta obvia afinidad por hacer las cosas de a
cuatro? Ahora —da un golpe en la mesa para hacer énfasis—, para poder
conseguir esa información… Seamos honestas, Rachel, debes intentar
acercarte. Miente, di pequeñas mentiras piadosas. Entra en su mundo. No
es fácil acercarse a Saint, es por eso que nadie ha sido capaz de descifrar
ninguna de esas cosas, mucho menos las cuatro.
He estado escuchando. Mi curiosidad se halla plenamente
comprometida. Pero empiezo a retorcerme. Miente. Di pequeñas mentiras
piadosas. Es cierto, he mentido alguna vez. Soy humana. He hecho cosas
correctas e incorrectas; pero preferiría quedarme en el lado de lo correcto.

1 Juego de palabras con el apellido de Malcolm Saint, que en español significa santo.

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Disfruto de poder dormir, muchas gracias. Pero esta es la oportunidad que
he estado esperando desde la universidad.
—Y si Saint quiere hacer un movimiento contigo —continúa Helen—,
entonces tienes que estar preparada. Podrías tener que devolverle la
jugada. ¿Puedes hacer eso?
—Ya lo creo —digo; pero sueno mucho más confiada de lo que me
siento. Y simplemente… no me encuentro segura de cuántas
oportunidades como esta conseguiré. Nunca podré llegar a hacer artículos
importantes para mí si no hago un mejor esfuerzo para ser escuchada.
Abordar un tema que le fascina tanto al público me dará una voz, y
realmente, realmente quiero esa voz.
—¿Crees que puedes hacer esto? O… —Mira hacia afuera.
No. No puedo permitir que Victoria se lleve esta historia. Sería como
una píldora que no quiero tragar. De hecho, es francamente amarga y no
quiero tragarla.
—Lo haré. Estoy hambrienta. Quiero una buena historia. —Le
aseguro a Helen.
—Siempre podemos esperar y encontrarte otra buena historia,
Rachel —dice, jugando al abogado del diablo ahora.
—Lo haré. Saint es mi historia ahora.
—Es la historia de Chicago. Y es el adorado de Chicago. Tiene que
ser tratado con cuidado.
—Es la historia que quiero contar. —Le aseguro.
—Eso es lo que quería escuchar —ríe—. Rachel, eres completamente
hermosa. Eres una muñeca. Eres divertida, trabajas duro, das todo lo que
tienes; pero aún con todo lo que has vivido, eres inocente. Has estado aquí
por dos años, e incluso antes de graduarte estabas trabajando en eso. Pero
todavía eres una joven jugando en un mundo de adultos. Eres demasiado
joven para saber que hay protocolos con los ricos de la ciudad.
—Sé que por lo general satisfacemos a los ricos.
—Sólo recuerda, Saint podría aplastar esta revista. No debe verlo
venir. Para el momento en que lo haga, verá su rostro en un puesto de
revistas.
—No me atrapará —mascullo.
—De acuerdo, Rachel, pero quiero revelaciones íntimas. Quiero todos
los detalles. Quiero sentir como si estuviera en sus zapatos y dar sus
pasos diarios. ¿Qué se siente ser él? Se lo vas a decir a toda la cuidad. —
Sonríe feliz y prende su computadora con un movimiento del ratón—.
Espero con interés escuchar todo. Así que ve ahora, Rachel. Encuentra la
historia dentro de la historia y escríbela.

12
Santa mierda, Livingston. ¡Tienes tu historia!
Me hallo tan aturdida y llena de júbilo, me encuentro eufórica,
mientras me dirijo a la puerta, temblando bastante con la necesidad de
empezar a trabajar.
—Rachel —dice en voz alta mientras abro la puerta de cristal, mi
estómago se encuentra todo revuelto. Asiente—. Creo en ti, Rachel.
Me quedo ahí, completamente asombrada de que por fin, por fin
tengo su confianza. No esperé que viniera con un gran temor al fracaso en
mis hombros. —Gracias por la oportunidad, Helen —susurro.
—Ah, y una última cosa. Saint no es normalmente accesible a la
prensa. Pero ha habido excepciones, y puedo pensar en una manera que
podrías tener suerte. Revisa su nuevo sitio de las redes sociales, Interface.
Úsalo como una aproximación. Puede que no le guste la prensa, pero es un
hombre de negocios y nos usará a su favor.
Asiento con algo de confianza en mí y una tonelada de dudas
también, y cuando me encuentro afuera, exhalo nerviosamente.
Bueno, Livingston. Enfócate y hagamos esto.

***

Tengo tanta información de Saint que me envío por correo


electrónico docenas y docenas de enlaces para seguir investigando esta
noche en mi departamento. Hago una llamada a su oficina y hablo con
una representante, solicitando una entrevista. Me asegura que me dejará
saber. Cruzo los dedos y digo—: Gracias, estoy disponible en cualquier
momento. Mi jefa se encuentra muy emocionada por publicar un pedazo
de la última aventura del señor Saint.
Terminando por el día, me dirijo a casa. Mi departamento se halla
cerca de la compañía de chocolate Blommer, en el distrito Fulton River. Me
despierto con el olor del chocolate en el aire. Mi edificio tiene cinco pisos
de altura, en el límite del centro de la cuidad.
A veces es difícil creer que vivo mi sueño, o por lo menos la mitad de
este; yo quería un maletín, un teléfono móvil, tacones y chaquetas con
faldas a juego. Quería ser autosuficiente para comprarle a mi madre el
auto de sus sueños, y su propio hogar donde no sería desalojada porque
no podía pagar el alquiler. Todavía quiero esas cosas.
Desafortunadamente mi mercado es duro. Era una trabajadora
independiente antes de que me graduara de la universidad, no tenía
ingresos estables. Tu vida es tu musa, y esta no siempre se halla llena de
ideas para ti. Entonces respondí a un anuncio en el Chicago Trinune. Edge

13
buscaba columnistas semanales para temas como moda, sexo, citas,
innovaciones, consejos de decoración, e incluso descubrimientos de
mascotas de lujo. La oficina ocupa dos plantas en el antiguo edificio del
centro, y apenas representaba el ambiente corporativo que me había
imaginado.
La planta superior está llena de periodistas en escritorios. Los suelos
son de madera, las oficinas editoriales salpicadas de colores brillantes y
cojines de raso, siempre llenos de teléfonos sonando y gente charlando. En
lugar de trajes de negocios que había imaginado vestir cuando trabajara,
escribo usando camisas demasiado grandes y un par de calcetines que
tienen escritos Yo creo en los dedos de los pies. Es una revista loca, tan
loca como algunas de las historias y columnas que sacamos, y me
encanta.
Pero los blogueros nos están dejando sin trabajo, nuestra circulación
desciende a cada segundo. Edge necesita algo de vanguardia, y me hallo
desesperada por demostrarle a mi jefa que puedo dársela.
—Gina —llamo a mi compañera cuando entro a nuestro
departamento de dos dormitorios.
—Estamos aquí. —Oigo decir a Gina.
Se encuentra en su dormitorio, con Wynn. Son mis mejores amigas.
Wynn es pelirroja, pecosa, rosada y dulce, muy diferente a la oscura y
sensual Gina.
Somos como un helado napolitano. En altura, Gina y yo somos las
más altas, mientras que Wynn es un elfo. Gina y yo tratamos de usar la
lógica; Wynn es siempre muy sentimental. Soy la chica de carrera, Wynn
es la naturista y Gina es la sexy quien todavía no se da cuenta de que
puede usar a los hombres como consoladores personales (si quisiera). No
quiere, en realidad.
Dejando caer mi bolso en la puerta, me siento en su enorme día de
campo de comida china y me les uno en el suelo.
Ven en línea un viejo capítulo de Sexo en la ciudad.
Comemos en silencio y vemos un poco, pero ni siquiera presto
atención a la pantalla. Me hallo demasiado ansiosa y finalmente dejo
escapar—: Tengo mi historia.
—¿Qué? —Ambas dejan de comer.
Asiento. —Tengo mi primera historia completa. Podría ser de tres
páginas, cuatro, infiernos, de cinco. Dependiendo de la cantidad de
información que obtenga.
—¡Rachel! —gritan al unísono y vienen hacia mí.
—¡No me derriben con sus abrazos! ¡Mierda! ¡Derramaste el arroz!

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Chillan y luego retroceden, y Wynn va a traer la aspiradora de mano.
—Entonces ¿de qué se trata? —pregunta Gina.
—Malcolm Saint.
—¿Malcolm Saint?
—¿Qué pasa con él? —pregunta Wynn.
—Es… casi encubierto. —Prácticamente se mueren de la
anticipación—. Me tengo que reunir con él.
—¿Cómo?
—Trato de conseguir una entrevista para preguntarle sobre
Interface.
—Ajá.
—Pero también lo estaré investigándolo en secreto. Voy a estar…
espiándolo —bromeo.
—¡RACHEL! —Gina me golpea el brazo, sabiendo que por lo general
soy mojigata.
Wynn niega con la cabeza. —¡Ese hombre es caliente!
—¿Qué es lo que ustedes dos saben de Saint? —pregunta Gina.
Saco mi portátil. —Estaba en línea buscando todas sus redes
sociales, y el tipo tiene más de cuatro millones de me gustas en Instagram.
Saltamos de un sitio a otro y echo un vistazo a su cuenta de Twitter.
No me encuentro impresionada por lo que he leído.
—Su representante no quiso darme una cita, me puso en una lista.
Me pregunto si tendría más suerte en acercármele por las redes sociales.
—Vamos a buscar una foto sexy de perfil en caso de que la vea.
—Eso no va a pasar —digo.
—Vamos Rachel, tienes que hacerte lo más atractiva posible. Esta es
la indicada. —Apunta a una imagen de uno de mis viejos álbumes en las
redes sociales donde visto una falda con una blusa de secretaria, pero los
tres botones entre mis pechos se hallan a punto de estallar.
—Odio esa blusa.
—Porque resalta lo que tienes. Venga, vamos a hacerlo.
Cambio mi foto de perfil, luego le envió un mensaje.
Sr. Saint, soy Rachel Livingston de Edge. Me encantaría obtener la
oportunidad de una entrevista personal con respecto a su nueva estrella en
ascenso, Interface. He mandado una solicitud a través de su oficina. Estoy
disponible en cualquier momento…

15
Incluyo todos mis datos y aprieto enviar.
—Muy bien, crucemos los dedos —murmuro con mariposas en el
estómago.
—Y los de los pies.
Más tarde, después de que Wyn se va a casa y Gina se va a dormir,
me dirijo a mi cama. Me acuesto en mi almohada, con mi ordenador
portátil en el regazo, chupando un dulce. —Interesante lectura —le digo a
la imagen en línea del hombre. Me quedo despierta hasta la media noche
leyendo más y más. Ya he desenterrado bastante suciedad sobre Saint.
Malcolm Kyle Preston Logan Saint. Veintisiete años. Su familia es de
las familias ricas más antiguas de Chicago, obtuvo un titular el día que
nació. A los cinco años, estuvo en el hospital con meningitis, y el mundo
estaba a la espera a ver si se sanaba.
A los seis años ganaba un cinturón negro en karate, los fines de
semanas volaba con su madre, miembro de la alta sociedad, de un estado
a otro en uno de los jets de su padre. A los trece años, besó a la mayoría
de las niñas en la escuela. A los quince, era el mujeriego más grande del
mundo y el mentiroso más zalamero. A los dieciocho era un perfecto
bastardo, y rico hasta vomitar. A los veinte perdió a su madre, pero estaba
muy ocupado esquiando en un pueblo de los Alpes Suizos para llegar al
funeral a tiempo.
A los veintiuno, él y sus dos mejores amigos, Callan Carmichael y
Tahoe Roth, se convirtieron en los más notorios bebés con fondos
fiduciarios de nuestra generación.
Es el dueño de cuatro Bugattis: con placas BUG 1, BUG 2, BUG 3 y
BUG 4. Tiene casas en todo el mundo. Autos de lujo. Decenas de relojes de
oro, incluyendo uno de calendario perpetuo de oro rosa que compró en
una subasta por dos millones trescientos mil de dólares. Es un
coleccionista, se podría decir. De empresas, juguetes y aparentemente,
mujeres.
Malcolm es hijo único, y después de heredar millones de su madre y
mostrar un instinto sobrenatural para los negocios durante los años
siguientes, se convirtió no solo en billonario sino en un símbolo absoluto
del poder. No poder político, sino del buen y antiguo poder que viene con el
dinero. Saint no se halla vinculado a los negocios turbios de la política de
Chicago, pero puede presionar botones de dicha maquina si quiere. Todo
político sabe eso, lo cual es la razón por la que estar en el lado bueno del
mujeriego es el mejor interés.
No respalda a cualquiera. El público, de alguna manera confía en
que a Saint le importa una mierda lo que piensen, que no respaldará nada
que no planee poseer, así, indirectamente, nada respaldado por Saint
puede ser propiedad de nadie más. Es el defensor de los oprimidos.

16
Usando su sustancial herencia, se convirtió en capitalista de riesgo a una
edad muy joven, financió los proyectos tecnológicos de muchos de sus
amigos en las escuelas de la Ivy League, muchos de los cuales tuvieron
éxito, haciendo a Saint unos cientos de dólares más rico que su propio
padre. Todavía gestiona las inversiones de capital de riesgo dentro de las
oficinas de M4. Llamado así por su inicial y su número favorito, M4 es una
empresa que creó en sus primeros años, cuando varias de sus inversiones
terminaron cotizadas en Nasdaq2, una por un par de billones de dólares,
para arrancar.

Últimas portadas del periódico Enquirer:


Malcolm Saint: nuestro nuevo chico malo favorito, revelado.
¿Con cuántas mujeres se ha acostado?
¿Por qué no está interesado en el matrimonio?
¿Cómo se convirtió en el mujeriego soltero más caliente de América?

Y más.
Twitter:
@MalcolmSaint ¡Ojalá nunca hubiera puesto los ojos en ti!
#comemierdaymuere
¡ESTÁS JODIDAMENTE MUERTO! @MalcolmSaint te follaste a mi novia,
estás jodidamente MUERTO.
¿Bebidas gratis para todos? ¡@MalcolmSaint paga en el Bar Blue en el
centro!

Muro de Facebook:
Hola Mal, ¿me recuerdas? Te di mi número la semana pasada. ¡Llámame o
envíame un mensaje!
Saint, bebidas el próximo fin de semana, estoy en la ciudad con mi
esposa. (No la llevaré. Ya te ha adulado suficiente.) MP para establecer el lugar.
Te ves bien en las fotos en el yate, Saint. ¿Tienes espacio para un poco
más? ¡A mis amigas y a mí nos encantaría ir de fiesta contigo otra vez! Besos.

***

2NASDAD es la segunda bolsa de valores electrónica y automatizada más grande de los


Estados Unidos

17
Guauu. —Eres una verdadera joya, ¿no es así? —susurro, cerrando
mi portátil alrededor de la medianoche. Apuesto a que la mitad de las
cosas en internet son completamente exageradas y falsas, por lo que por
supuesto necesito investigación de primera mano, investigación más fiable.
Sonrío y compruebo la hora, dándome cuenta de que es demasiado tarde
para decirle a mi madre que finalmente tengo mi historia.

18
2
Nueva investigación
Traducido por Annabelle
Corregido por Gabbita

Twitter:
@MalcolmSaint Por favor, sígueme en Twitter!
@MalcolmSaint hará el lanzamiento inaugural en juego de los Cachorros.

Mi mensajería personal:
VACIA.

Ya tengo una carpeta de cinco centímetros de grosor con información


de Malcolm Saint, pero ninguna llamada de su relacionista pública.
Los planes de hoy con mi madre tampoco sucederán.
Se suponía que nos reuniríamos para mostrar nuestro apoyo por la
campaña Fin a la Violencia de nuestra comunidad, pero me llama para
decirme que no vendrá. Su jefe le pidió que cubriera el turno a alguien
más. —Lo lamento, cariño. ¿Por qué no le pides a una de las chicas que
vaya contigo?
—No te preocupes, madre, lo haré. Aplícate tu insulina, ¿de
acuerdo?
Sé que se la aplica, pero no puedo evitar mencionarlo cada vez que
hablamos. Me obsesiono de esa manera con ella.
De hecho, me preocupo tanto por mi mamá, que a Gina y a Wynn les
preocupa que me enferme por eso. Quiero obtener una gran caja de
ahorros para así poder ocuparme de su seguro y asegurarme de que tenga
un buen hogar y comida saludable, también buenos cuidados. Quiero

19
darle a mi mamá todo lo que me ha dado a mí, para que pueda jubilarse y
finalmente hacer lo que ama. Todos merecen hacer lo que aman. Su amor
por mí y su deseo de darme todo lo que pudo la frenaron. Quiero ganar lo
suficiente para que ahora ella pueda seguir sus sueños.
Esta historia podría representar muchas más oportunidades, sería
una puerta abierta a una gran cantidad de cosas nuevas.
Me encuentro abriendo enlaces de Malcolm Saint como una loca,
cuando Gina finalmente sale de su dormitorio usando su ropa más
cómoda.
—Te dije que tenía que ser algo que no te importara ensuciar con
pintura —le recordé—. ¿Esos no son tus pantalones favoritos?
—¡Oh, joder, sí escuché eso! ¿Por qué se me olvidó cuando fui a mi
armario y vi estos? —Vuelve a meterse a su habitación.
Una hora antes del mediodía, en una esquina del parque cerca de
las canchas de basquetbol, Gina y yo, junto con lo que parecen ser
docenas de personas, finalmente nos reunimos a estampar nuestras
manos cubiertas de pintura en un lienzo del tamaño de un mural.
—Todos hemos perdido a alguien en esta lucha. Nuestros seres
queridos, el señor de la tienda, un amigo… —dice uno de los
organizadores.
Tenía dos meses cuando perdí a mi papá.
Todo lo que sé, gracias a mi madre, es que era un hombre
ambicioso, trabajador, y lleno de grandes sueños. Le juró que yo nunca
tendría que trabajar… le obsesionaba darnos una vida ideal. Nosotras no
la pedimos, pero eso no le importaba a mi papá.
Todo lo que hizo falta fue un arma, y nada de eso ocurrió.
No llegué a tener recuerdos de sus ojos grises, supuestamente como
los míos. Nunca escuché su voz. Nunca supe si era malhumorado en las
mañanas como el papá de Gina o dulce como el de Wynn. Recuerdo a los
vecinos traer, durante años, pastel mientras crecía. A sus hijas viniendo a
jugar conmigo. También recuerdo jugar con los niños de otras personas, a
mi madre llevándome a jugar con otros niños que habían perdido a alguien
debido a la violencia.
Ahora, veintitrés años después de la muerte de mi padre, cada vez
que algo malo pasa deseo que podamos detenerlo, y no quiero olvidar cómo
se siente este deseo de que las cosas paren.
Hemos sido criticados por nuestros métodos para solicitar una
ciudad más segura, algunos dicen que somos muy pasivos, otros que esto
es inútil, pero creo que incluso las voces más bajas merecen ser
escuchadas.

20
Siguiendo las instrucciones de los organizadores, vierto dos
centímetros de pintura roja en mi bandeja de plástico demasiado grande, y
luego planto la mano en la superficie. La pintura espesa y roja se esparce
por las puntas de mis dedos.
—Pondremos nuestras manos en este enorme mural como símbolo
para detener la violencia en las calles, en nuestras comunidades, en
nuestra ciudad, en nuestras urbanizaciones —continúa el organizador.
Mi teléfono vibra en el bolsillo de mi nalga izquierda.
—De acuerdo, es hora —grita la mujer.
A la cuenta de tres… ¡uno, dos, tres! Presiono la mano contra la
pared, mientras Gina hace lo mismo, su mano es roja como la mía y un
poco más grande.
Una vez que todos dejamos nuestras huellas, nos apresuramos a las
fuentes de agua a lavarnos. Gina se inclina sobre mi hombro y grito,
intentando apartarme.
—Oye, ¡me estás llenando de pintura! —lloriqueo, riéndome mientras
me seco las manos y me aparto para dejar que se lave. Mientras frota sus
manos para quitar la pintura, saco mi teléfono.
Y mi estómago cae en picada porque tengo una respuesta.

21
3
Mensaje
Traducido por Lauu LR & Mary
Corregido por Itxi

Malcolm Saint
Señorita Livingston, soy Dean, el coordinador de prensa del señor Saint.
Tenemos un hueco de diez minutos hoy a las doce del mediodía.

Recibo esa notificación justo ahora, sábado, a las once y dieciocho


de la mañana.
—¡Mierda, lo conseguí! —le digo a Gina mientras le muestro el
mensaje. Pero en lugar de darme los cinco porque increíblemente conseguí
esto y soy genial, mira fijamente mi overol.
—Oh, no —gimo—. ¡No puedo verlo así!
—De acuerdo, toma mi cinturón.
—Oh, Dios Mío, ¿de verdad? ¡Me veo ridícula!
Lo amarra alrededor de mi cintura y lo aprieta. —Rachel, enfócate.
No hay tiendas alrededor, no tienes tiempo para ir a cambiarte.
Compartimos miradas de pánico, entonces ambas analizamos mis
ropas. Uso un overol de trabajo con una camiseta de tirantes debajo y un
cinturón rojo, con manchas de pintura aquí y allá. —¡Me veo como una
completa golfa en un día de lavado!
—Tienes pintura en la mejilla —dice, haciendo una mueca de dolor
en mí nombre.
Gimo y susurro al universo: la próxima vez que hagas que uno de
mis sueños se haga realidad, ¿puedo, por favor, estar vestida para la
ocasión?

22
Como si leyera mi mente, Gina intenta animarme. —Vamos, la ropa
no hace a la chica. Oye, por lo menos no te encuentras desnuda.

***

He tratado de recoger mi cabello de todas las maneras posibles, y no,


mi apariencia apenas mejora. Odio apasionadamente toda esta situación
mientras me dirijo hacia allí en la parte trasera del taxi, sentada de lado
porque sospecho que, cuando Gina se lavó las manos detrás de mí, me
salpicó algo de pintura en la espalda. Solo hace unos segundos la sentí
pegándose al vinilo del taxi, y ahora odio tanto esta situación, que me
duele el estómago. Le pido al conductor que baje el espejo del pasajero, y
miro fijamente mi rostro.
—Oh, por Dios —digo.
Y ahí estoy. Mi largo cabello rubio atado en coletas, una mancha de
pintura a lado de mi cuello, luciendo como sangre contra mi pálida piel. —
Oh, por Dios —gimo.
¿Esta es la mujer que el renombrado Malcolm Saint va a ver?
Y, si pensaba en la parte trasera de un taxi que realmente aborrecía
esta situación, no tenía idea de cuándo más la odiaría cuando llegara al
edificio corporativo de M4.
El edificio por sí mismo intimida con sus sofisticadas ventanas de
espejo casi tan altas como la torre Sears, ahora supuestamente se llama
Willis pero que se joda ese nombre. Pisos de mármol y granito se extienden
bajo mis pies en el vestíbulo. Estructuras de acero sostienen escaleras de
cristal que llevan al segundo piso mientras elevadores transparentes
zumban arriba y abajo.
M4 se encuentra casi tan lleno como un club nocturno pero tan
silencioso como un museo. Me siento como una chica que entrega globos
que se olvidó de ellos, mientras camino por las puertas giratorias hacia la
recepción. Oh, jódeme, esto no es ideal en este momento. Todos en el
vestíbulo me miran.
No puedo hacer esto, no puedo hacer esto, no puedo hacer esto.
¡Livingston! Enfócate. SÍ. Puedes.
Levanto la barbilla y camino orgullosamente hacia la recepcionista.
—Rachel Livingston para Malcolm Saint.
Me evalúa silenciosamente. Inspecciona mi identificación. Frunce el
ceño un poco.

23
Con mi metro setenta y cuatro, no soy pequeña para ningún
estándar. Pero me siento más y más pequeña. Me estoy encogiendo, justo
aquí, mientras espero. Humillada silenciosamente.
—Último piso —dice, mirando mis zapatillas Converse.
Jódeme.
Me dirijo al elevador con tanto orgullo como puedo reunir.
El elevador sube hacia la planta alta, dejando a mis acompañantes,
todos ellos en elegantes trajes de ejecutivos blanco y negro, a lo largo del
camino hasta que quedo solo yo. El nudo de nervios se aprieta más y más.
Juro que Victoria no sería atrapada ni muerta usando esto. Ni siquiera si
le pagaran.
Pero Victoria no se encuentra aquí, Rachel. Tú sí.
El elevador suena y salgo.
Hay cuatro escritorios, dos a la derecha, dos a la izquierda, y una
enorme puerta de cristal nublado que llevan a… su guarida. Sé que es
suya por como las puertas nubladas dan la impresión de ser una fortaleza
de cristal audaz y extrañamente sencilla. Señala accesibilidad a la vez que
se encuentra completamente fuera del alcance del mundo.
Una mujer rodea un escritorio y me gesticula para que tome asiento
en la sección de la izquierda.
Agradeciéndole en voz baja, me siento en el borde de una silla por
algunos minutos, viendo a sus cuatro asistentes, todas inteligentes y
atractivas en diferentes formas, recibiendo llamadas. Trabajan en una
sincronía absolutamente perfecta.
Un elevador se abre, y la visión de un llamativo y alto hombre me
golpea con una sacudida de puro asombro femenino, mientras sale con
una multitud de hombres de negocios detrás de él. Hombros muy amplios,
cabello negro corto, elegante traje de diseñador, camisa blanca como la
nieve, dando zancadas para comerse el universo. Toma la carpeta que uno
de los otros hombres le extiende y, después de emitir algún tipo de orden
que envía a sus seguidores a dispersarse con la velocidad de una bala,
sigue adelante. Me pasa con la fuerza explosiva de un huracán y
desaparece dentro de la cueva de cristal, dejándome mareada y
aferrándome frenéticamente al último vistazo de cabello oscuro, espalda
amplia y el más caliente trasero de hombre que alguna vez he visto
caminando en Chicago.
Por un segundo me siento como si el mundo se moviera más rápido,
como si de alguna manera diez segundos fueran embutidos en el espacio
de uno, ese en el que ese hombre pasó a mi lado. Como un rayo luminoso.
Una de las asistentes se levanta y entra a la oficina de cristal donde
el hombre desapareció, mientras las otras tres miran la puerta como si

24
desearan que el rayo luminoso hubiera golpeado un poco más cerca de
casa.
Entonces me golpea.
La tormenta era Malcolm Saint.
Si, el huracán era Saint.
Siento una punzada de terror.
Miro hacia mis zapatillas. Y sip. Siguen siendo zapatillas. Aish.
Me doy cuenta de que la asistente deja la puerta entreabierta, y no
puedo evitar inclinarme hacia adelante, esforzándome por escuchar sus
susurros.
—Su cita de las doce ya llegó. Tiene diez minutos.
No puedo escuchar la respuesta a través de los nerviosos latidos de
mi corazón.
—Oh, y señor Saint, esta… reportera… viste de manera poco
convencional.
Dios, todavía no puedo escuchar.
—De Edge, una revista de baja circulación. Dean creyó importante
usar cualquier oferta que pudiéramos conseguir para promocionar el
nuevo Facebook.
Mi piel se eriza cuando escucho una baja y terriblemente profunda
voz de hombre murmurar algo ininteligible.
—Rachel Livingston —responde la asistente.
Siento escalofríos cuando el inentendible pero profundo sonido de su
voz me alcanza de nuevo. Los escalofríos corren desde la cima de mi
columna hasta mi coxis.
Nunca me había estremecido de esta forma antes, ni siquiera
cuando estuve congelándome el trasero afuera. ¿Es por los nervios?
—Sí, señor. Saint… —dice finalmente la asistente.
Ella sale y no puede ocultar el hecho de que se halla nerviosa.
Mierda, y yo soy la que sigue. Luzco como si acabara de caer en una
licuadora con un bote de pintura y fuese el resultado de esa pequeña y
divertida expedición.
Me llama hacia la puerta. —El señor Saint realmente está justo de
tiempo hoy. Disfrute de sus diez minutos —dice mientras abre la puerta.
Trato de responder, pero me encuentro tan nerviosa que solo me sale
un pequeño “gracias” como un graznido mientras entro. Tableros de
cotizaciones se desplazan por la pared en docenas de pantallas diferentes.

25
No hay plantas vivas, nada más que tecnología y suelos de piedra natural,
y un montón de espacio, como si este hombre lo necesitara.
Las ventanas tienen una vista abierta de la ciudad de Chicago, pero
no puedo absorberla por mucho tiempo porque lo veo —tranquilo, intenso
como una tormenta usando Armani— caminar hacia mí con esa fuerza
huracanada que casi es de otro mundo.
Guau. Guau a cada una de sus partes. Su rostro, su presencia, sus
hombros, sus ojos. Sus ojos son verdes brillantes, vivos y profundos, como
ríos en movimiento, pero no hay manera de perderse esas pequeñas
sombras de hielo destellando dentro, casi gritándome para que las
caliente.
—Señorita Livingston.
Extiende la mano, y es cuando deslizo mis dedos en su cálido agarre
que me doy cuenta de que no puedo respirar.
Asiento, trago y plasmo una estúpida sonrisa en mi rostro mientras
retiro la mano, y lo miro con mudo asombro.
Una vez sentado en su silla se inclina hacia atrás cómodamente, en
una pose claramente casual, pero puedo sentir la energía saliendo de su
ser.
—Señor Saint —murmuro por último, nunca antes más consciente
de mi vestimenta y cuan fuera de lugar debo parecer entre tanto lujo.
También me mira, de modo tranquilo y ligeramente desconcertado.
Apuesto a que soy la única mujer a la que ha visto alguna vez en overol de
trabajo. En zapatillas. Apuesto a que todos visten sus mejores ropas
cuando van a verlo.
Mierda.
Mira su reloj, asombrándome cuando habla. —El reloj corre,
señorita Livingston, así que mejor comience a disparar. —Señala la silla
frente a su escritorio y… ¿puedo decir que su voz es realmente toda una
experiencia?
Su presencia es toda una experiencia. No hay duda de porque las
personas hablan de eso en línea a, bueno, quien sea que quiera escuchar.
Su mandíbula es delgada, sus cejas son dos barras oscuras encima
de un conjunto de ojos enmarcados por gruesas pestañas. Sus labios son
sensuales, ligeramente inclinados en las esquinas. El tipo de labios que
Gina llama “comestibles”.
—Gracias por recibirme, señor Saint —digo.
—Saint está bien. —Se inclina hacia atrás en su silla.

26
Adrenalina pasa a través de mí mientras finalmente no tengo otra
opción más que intentar sentarme en la silla que me indicó, todo mi
esfuerzo se encuentra enfocado en mis movimientos. Intento no
recargarme para evitar manchar la tela de pintura, y un poco rígidamente
saco las preguntas que escribí en mi teléfono de camino hacia aquí.
—Así que mi principal interés es, por supuesto, su nueva plataforma
de redes sociales, la primera que realmente ha competido con Facebook…
No puedo evitar darme cuenta de que se halla distraído por mi ropa
mientras me siento frente a él. Puedo sentir sus ojos en mí,
examinándome. ¿Le disgusta mi atuendo? Puedo sentir sus cálidos ojos en
mí, y estoy a punto de retorcerme.
Se mueve en su silla y se cubre el rostro con una mano. ¿Esconde
una sonrisa? Oh, por Dios, ¿su pecho se mueve un poco? ¡Se ríe de mi
ropa! Porque me encuentro rígida como un maniquí, nerviosa y
preguntándome frenéticamente si tengo pintura en mí o no.
—Como usted sabe. —Me fuerzo a mí misma a continuar, pero Dios,
estoy mortificada—. Los inversores no solo se han estado preguntando si
permanecerá en privado…
Me detengo cuando se levanta y camina hacia la esquina más lejana
de su oficina. Camina de una forma en la que solo los hombres seguros
caminan. Es inquietante cuando vuelve hacia mí, extendiendo lo que luce
como una camisa de hombre limpia.
—Aquí. Ponte esto encima.
Santa mierda. ¿Es esa su camisa? —Oh, no.
Sus ojos se hallan extraordinariamente cerca, mirándome con una
curiosidad que no había visto antes.
—Insisto —dice, con el indicio de una sonrisa.
Mi corazón se acelera. —De verdad —protesto, sacudiendo la cabeza.
—Estarás más cómoda. —Hace un gesto hacia mí, y siento que me
caliento. Se limita a sonreír, con un brillo en los ojos.
Parándome para tomar la camisa, desabrocho cada botón con dedos
temblorosos, entonces deslizo los brazos en las mangas. Empiezo a
abotonarla mientras se dirige de vuelta a su escritorio, sus zancadas son
lentas esta vez, casi depredadoras… ya que no aparta los ojos de mí
mientras camina hacia allá.
Mientras más rápido intento mover los dedos, más ineptos se
sienten. La camisa cae hasta por la mitad de mis muslos; una camisa que
ha tocado, que su pecho, su piel han tocado, y de repente no puedo dejar
de ser consciente de todo lo que hace; baja lentamente el cuerpo
masculino más codiciado de Chicago a su silla.

27
—Bien —anuncio.
Pero no está bien. Nada se halla bien ahora mismo.
Estoy ruborizada hasta la punta de las orejas, y sus ojos destellan
sin piedad, como si lo supiera. —A ti te queda mejor que a mí —asegura.
—Me toma el pelo, señor Saint —digo en voz baja, sentándome de
nuevo. Su camisa huele a jabón, almidonada, floja alrededor de mi cuello.
Dios. Mis rodillas se sienten flojas. No podría sentirme más vulnerable si
me hubiera desnudado en frente de él—. Muy bien, ahora que ha
conseguido vestirme apropiadamente —digo riendo, luego me reprendo por
mi familiaridad. Saca tus preguntas, Rachel. Y mientras te encuentras en
ello, concéntrate en tus objetivos, también.
Su celular suena. Lo ignora, y me doy cuenta de que sonríe por mi
comentario. Sus labios se curvan seductoramente en las esquinas, sus
dientes son perfectamente uniformes y blancos contra su bronceado.
Su. Sonrisa.
Oh.
Mi estómago cae de forma inesperada. —¿Le gustaría contestar?
—No —dice francamente—. Sigue. Este es tu momento.
Suena de nuevo. Mira la pantalla, estrechando los ojos.
—Por favor, atienda —aliento.
En serio necesito que mire algo más por un caliente segundo.
¿Qué diablos ocurre?
¡Estoy usando su camisa!
Finalmente murmura—: Discúlpame. —Toma la llamada y gira su
silla un poco mientras escucha al receptor.
Exhalando mientras veo las preguntas de mi teléfono de nuevo,
levanto las pestañas y veo su perfil mientras escucha atentamente.
Absorbe todo el oxígeno de la habitación simplemente sentado allí sin
hacer nada aparte de contestar una llamada. Grita clase, dinero,
sofisticación, y cosas puramente poderosas.
Dicen que una vez saltó desde lo alto de su edificio de oficinas.
Le han llamado audaz y atrevido, tanto en los negocios como fuera
de ellos.
No creí todo lo que leí anoche.
Ahora no me hallo muy segura de que todo sea una mentira.
Hay toda una energía bajo esa ropa de negocios.

28
Usa esas ropas como una segunda piel, demonios, como si en
ocasiones durmiera con ellas. Bajo su camisa blanca, puedo ver el
impresionante tono muscular de sus brazos y pecho. Ninguna foto que vi
en la web capturó el efecto de ese bronceado y buen estructurado rostro en
persona. Absolutamente ninguna. Su rostro es demasiado impresionante,
y ni siquiera voy a hablar de su cuerpo, pero ahora entiendo por qué su
cama es el lugar más codiciado en la ciudad.
Cuelga y baja el teléfono, y nos miramos de nuevo por un momento.
—¿Quiere continuar ahora, señorita Livingston? —Indica, señalando a mi
teléfono.
—Le divierto —dejo escapar.
Alza una ceja y parece dar vueltas a la pregunta en su cabeza,
juntando los dedos por delante. —Me intrigas, sí. ¿Pintas?
—Me encontraba en un parque de vecindario esta mañana.
Miembros de mi comunidad se reúnen algunas veces; intentamos
mantenernos activos contra la violencia en las calles, peleas de bandas,
venta de drogas en general.
—¿En serio? —dice, sin inflexión.
No me hallo segura si en serio se encuentra intrigado o simplemente
ha decidido que no quiere permitirme entrevistarlo después de todo.
Vuelvo a pensar en mis preguntas y en como necesito sacar la mayor
información posible, abro la boca para tratar sacar su lado bueno, ¿tal vez
con un poco de adulación?, pero una de sus asistentes interrumpe.
—Señor Saint, la llamada de China —dice mientras se asoma a
través de la puerta—. Y el auto se encuentra listo.
Se levanta de su silla, y sus músculos se mueven bajo su camisa
mientras mete los brazos de nuevo en su reluciente chaqueta negra.
Agarra la gorra de los Cachorros de Chicago colocada al lado de su
escritorio, y mientras la mira, un músculo salta en la parte posterior de la
mandíbula, como si de repente algo le irritara.
No quiero prolongar mi bienvenida por lo que me fuerzo a ponerme
de pie.
Levanta la cabeza para darme una breve y última mirada. —Fue
interesante, Rachel —agrega.
Una horrible sensación de pérdida cae sobre mí, aumentando
rápidamente con cada sonido de sus seguros y constantes pasos
dirigiéndose hacia la puerta. ¿Oh dios, esto es todo?
—Señor Saint, ¿podría verme de nuevo…? —empiezo.
Ya se halla en el umbral con las puertas abiertas. Su asistente le
tiende un par de notas amarillas, inclina la cabeza oscura mientras

29
rápidamente le echa una ojeada. Tiene una espalda extremadamente
tonificada, un triángulo invertido de sus anchos hombros hasta la cintura
cubierta perfectamente por esa chaqueta negra de diseñador. Cuando otra
de sus ayudantes va a pedir uno de los ascensores, uno de sus empleados
le alcanza con una pelota.
Una pelota de béisbol. Por supuesto. O hará que la firmen los
jugadores o lanzará la pelota en el Wrigley Field 3.
Miro a sus asistentes. Una se encuentra transcribiendo. Otra espera
el elevador. Y la que siempre flota a su lado se halla… flotando a su lado.
Todos los ojos se hallan puestos en él mientras sube. Parece que nadie
respira hasta que se va, ni siquiera yo.
Cuando el ascensor se lo lleva, sus asistentes regresan a sus
escritorios. Aparte de mí, nunca había conocido personas más dispuestas
a volver a sus trabajos.
Sonrío mientras me acerco a quien me dejó entrar en su oficina. La
placa con su nombre dice CATHERIN H. ULYSSES. —Tiene un efecto, ¿no?
—lanzo. ¿Duerme con alguna de ustedes, chicas? Es lo que realmente
quiero saber.
Ella frunce el ceño un poco. ¿Protectoramente? —¿Puedo ayudarte?
—Sí, me gustaría ver la posibilidad de reservar otra cita con el señor
Saint. No pudimos cubrir el tema que me interesa. Me encantaría al menos
una hora con él, incluso dos, si no es mucho pedir.
Dice que me mantendrá informada, y las cuatro miran la camisa que
uso y ninguna luce feliz. Suspiro.
Sus asistentes me odian, y Saint probablemente me prohibirá entrar
a M4 de por vida.
Me siento tan decepcionada cuando tomo el taxi de vuelta a mi
departamento que reproduzco la escena una y otra vez, intentando
encontrar algo que pueda usar. Me toma esfuerzo alejar mi vergüenza
primero, busco profundamente la esencia de la reunión.

Apunto:
Puntual
Respetado por su personal = ¿buen jefe?
Incluso cuando sentado parecía que siempre pasaba algo en su
cabeza (¿En qué pensaba? ¿Fusiones?)

3 Parque de béisbol del equipo los Cachorros de Chicago o en inglés, los Chicago Cubs.

30
Su mirada es… la más profunda que he visto (¿indica que es un
hombre que puede leer a las personas?)
Me dio su camisa.

Bajo la mirada a su camisa y estudio los botones, la solapa. Que me


diera su camisa fue un gesto inesperado. Inesperado. Sí, eso es Saint. Frio
y tranquilo, ejerciendo control con su estimulante energía huracanada,
ocultando algo profundo e interesante en su interior.
Ruedo las mangas hasta mis codos y las enrollo. Algunas veces mis
historias comienzan con una lista de palabras. Termino con esta lista de
cinco cosas. ¿Así que esto es lo que saqué de la reunión? Cinco cosas con
muy pocas pruebas concretas para respaldarlas, y un nudo extraño en mi
estómago. Y el increíblemente agradable olor de su camisa.

***

—¿Qué hace la camisa de un hombre aquí? Este es un espacio


femenino sagrado —protesta Gina cuando llega del trabajo.
—Estuvo avergonzado por mí y me dio su camisa.
Me encuentro sentada frente a la pantalla en blanco de la
computadora, y no me encuentro emocionada. Por lo general, me encantan
las pantallas de computadora en blanco; son como mi patio de juego. Pero
un patio de juego con un solo tema y sin información para jugar, me pone
de mal humor. Tengo una bolsa de pretzels de yogur del supermercado
colocada justo a mi lado, y ni siquiera eso me levanta el estado de ánimo.
—¿Te cubrió en vez de decirte que te quitaras el overol? ¿Qué clase
de mujeriego es?
—¡Gina! Nos hallábamos en su oficina. Tiene buena ética de trabajo.
Claramente no mezcla negocio con placer.
Se acerca para cavar en mis pretzels de yogur. —Saint vive para el
placer; es el emperador del placer… ¿Por qué tienes el ceño fruncido?
Gimo, coloco mi portátil a un lado y me lanzo en la cama. —Necesito
regresarle la camisa, y la mancha en el interior de tu maldita huella de la
mano no se sale.
—¿Por qué necesitarías regresársela?
—Porque nunca he… ya sabes. Recibido regalos de un chico. Me
hace sentir incomoda.

31
—Te perdiste de un padre que te diera regalos. O un hermano. O
incluso un novio. Sin embargo, necesitas aceptar cosas cuando puedas
porque, confía en alguien que sabe de esta mierda, no vienen muy a
menudo.
—No me voy a quedar con su camisa. ¿Qué dice eso de mí? —Niego
con la cabeza y chasqueo la lengua.
Se come otro pretzel y se quita los zapatos con los pies. —Es
billonario, probablemente tiene una docena más aun con las etiquetas
puestas. ¿Estabas pensando en ir a entregársela? ¿Tienes un pase
permanente de la corporación M4, o qué?
—No —admito, y extiendo la mano hacia la mesa para coger mi
teléfono, abrir internet y que pueda ver por sí misma el mensaje que recibí.

Malcolm Saint
Señorita Livingston, soy Dean, otra vez. El señor Saint puede verla el
lunes. Si no le importa reducir la entrevista para ponerla en medio de alguna de
sus otras obligaciones, puede verla a las tres de la tarde.

—¡Rachel! —dice, jalando mi brazo—. ¡Ve, chica!


Sonrío y miro a su camisa colgando detrás de la puerta de mi cuarto
de nuevo.
Dicen que cuando quieres algo, debes visualizarte consiguiéndolo y
se hará realidad. Bueno, esta es la primera vez en mi vida que he querido
tanto algo, para demostrarme que valgo la pena, que mi sueño finalmente
toma forma.
Me dio otra entrevista. Tiene otras obligaciones, pero me verá de
nuevo. Incluso después del primer desastroso encuentro. Es más que
perfecto y no puedo detener la nueva ola de emociones que ascienden
sobre mí, hasta que finalmente llegue el lunes a las tres de la tarde.

32
4
Lunes
Traducido por Mel Wentworth
Corregido por Vane hearts

Un Rolls-Roys negro y brillante se halla estacionado en el centro del


acceso a M4, el sol brilla sobre el techo. El momento en que me bajo del
taxi, un conductor uniformado se acerca. —¿Señorita Livingston?
Muda, asiento. Inclina formalmente su sombrero hacia mí y
rápidamente abre la puerta trasera del auto. Diviso a Saint dentro,
emitiendo una serie de órdenes impacientes a alguien a través del teléfono.
Ups. Creo que no se encuentra de buen humor hoy. No grita, pero no
parece el tipo de hombre que necesite gritar para ser escuchado. Su voz es
exactamente como la recordaba, pero las palabras hoy son más filosas,
mezcladas con absoluta autoridad y acabadas en acero. Inhalo
bruscamente cuando me doy cuenta de que se supone que me meta al
auto con él. Oh, cielos.
Ignorando la repentina debilidad en mis piernas, me deslizo dentro.
Al instante en el que el conductor cierra la puerta detrás de mí, el auto
parece encogerse. Saint parece ocupar todo el espacio con su no tan sutil
cuerpo esparcido en el asiento frente a mí. Usa una camisa blanca
parcialmente abierta que revela una lisa extensión de su pecho. Su
chaqueta se halla tirada a un lado junto con algunas carpetas y un iPad.
—No inventes excusas y no hables sobre eso. Hazlo —gruñe con
impaciencia. Cuelga, luego parece contestar otra llamada rápidamente—.
Santori, háblame.
Acariciándose el mentón, me contempla atentamente mientras
escucha al otro hombre. Me acomodo para el viaje mientras el auto se
mete en el tráfico. Intentando no hacer ruido o distraerlo, saco el teléfono y
me envío por correo algunas notas mientras habla. ¿Negocios? ¿Compra o
venta? Nombres… ¿son nombres o apellidos?

33
Todo este tiempo lo observo disimuladamente, intentando que no me
atrape mirándolo. Extrañamente, sin embargo, a veces cuando se queda
en silencio y escucha lo que sea que la persona del otro lado de la línea
dice, sus ojos se deslizan por el largo de mi asiento y se… adhieren como
pegamento a mí.
Rápidamente bajo la mirada a mi teléfono, poniéndome caliente de
repente. Este hombre es tan intenso. Tiene un enloquecedor toque de
arrogancia aferrándosele con todo lo que hace.
Deben haber habido legiones de mujeres que han estado con él en la
cama; es un desafío y un premio, lo he visto. Pero en toda la búsqueda de
anoche, no encontré nada relacionado con aventuras de oficinas que lo
involucren con alguien de M4. ¿Saint no mezcla negocios con placer?
Escribí anoche.
Sentada en la parte trasera de un Rolls-Royce ahora, me doy cuenta
de que este hombre no parece mezclar nada con negocios. Se sienta frente
a mí y me da la vista perfecta de su rostro mientras se involucra en
múltiples transacciones. En verdad es bastante hermoso, incluso cuando
frunce el ceño, y parece tener un ceño pensativo ahora mismo mientras…
Uh, me mira.
—En negocios, no no es una respuesta —dice bajo y profundo, en su
teléfono—. No es simplemente una invitación para negociar.
Sonriendo ante la frustración en su voz, miro por la ventana
mientras murmura algo a su empleado.
No se ha detenido ni por un segundo, por lo que no puedo preguntar
nada, pero no me quejo. Tengo un asiento en primera fila para ver el
laberinto que es su mente, y el impacto completo de su personalidad.
Pensaba que yo era una adicta al trabajo, pero en verdad no hay
forma de describir el tipo de acuerdos que maneja Saint mientras hace
algo tan pasivo como sentarse en la parte trasera de su auto. Pasivo, no
creo que esa sea una palabra en el diccionario de este hombre. El tipo
logra que las cosas se hagan, voy a emularlo y usar esta misma presión
para conseguir mi historia
Quedo atrapada en el drama de una guerra de ofertas. La adrenalina
bombea en mis venas mientras Saint sigue diciendo números,
disparándolos. ¿Compra una compañía? ¿Algo de en una casa de
subastas? Escribo el nombre de la persona con la que habla: Christine. Y
los números que recita. Sube su oferta a cien mil y termina un poco más
arriba de los dos millones. Murmura—: Bien. —Y a juzgar por la sonrisa
deslumbrante y maravillosa que aparece en su rostro, asumo que obtuvo
lo que quería.

34
Casi me pierdo el ajetreo cuando, al final, hay silencio y el sonido de
su teléfono golpeando el asiento de cuero.
Apartando la mirada de las calles de Chicago, miro su teléfono,
ahora yaciendo junto a su chaqueta y luego, con el extraño nudo en el
estómago con el que me envió a casa la última vez, noto que toda su
atención se halla sobre mí.
Un extraño calor se extiende por mi cuello porque finalmente va a
hablar conmigo. —¿La luna ya es suya? —pregunto.
Toma una botella de agua del bar en un lado, la abre, y toma un
trago. —Todavía no. —Sonríe ante eso, luego frunce el ceño y se estira por
otra botella de agua, extendiendo el brazo hacia mí para alcanzármela—.
Ten.
Cuando la tomo, se recuesta hacia tras un momento, ladea el
cuello… tamborilea los dedos en el apoya brazos… y me pone nerviosa.
¿Algo va mal?
Ya no estoy usando overol. Llevo puesto… instantáneamente vuelvo
a examinarme porque su mirada me pone nerviosa. Pantalones de vestir
negros, camisa blanca abotonada, una linda chaqueta blanca, el cabello
hacia atrás atado con una banda de color negro. Luzco profesional y
decente, lista para los negocios. ¿O no?
—¿Está bien si le hago algunas preguntas?
—Dispara —dice, distante.
Mientras saco mis tarjetas, toma un trago de agua, su mirada
descansa en mí. Su rostro es una completa distracción, intento alternar
entre estudiar mis tarjetas y mirarlo de una forma profesional. —¿Cuándo
se originó la idea para Interface?
—Cuando Facebook jodió su sistema.
—¿Sus debilidades se convirtieron en su ganancia?
Por el más breve de los momentos, una luz apreciativa brilla en sus
ojos, rodeada por una extraña pero exhilarante oscuridad. —Las
debilidades de todos son las ganancias de alguien. Su sistema podría ser
mejorado. Mejores juegos, mejor acceso, descargas más rápidas, y tengo el
equipo más capaz en el continente para hacer eso.
—¿Cuántos empleados se encuentran actualmente a bordo?
—Cuatro mil.
—¿No es una gran sobrecarga para empezar?
—Considerando que ya logramos nuestra meta inicial de registrados,
no, no lo es.

35
Sonrío y hojeo mis tarjetas sólo para evitar un poco la intensidad de
su mirada. Cuando levanto la mirada, está bebiendo de su botella de agua,
aun observándome.
—Tiene que saber que es el hombre más deseado de la ciudad. ¿Eso
le sorprende?
—Más deseado —lo repite con una sonrisa en los labios como si el
concepto fuera casi entretenido—. ¿Por quién? —Extiende las piernas y se
recuesta cómodamente, extiende la mano sobre su rodilla mientras deja
caer la botella de agua en el portavasos a un lado y me contempla con ojos
curiosos.
Tiene una mano enorme. Del tipo que ves en jugadores de
baloncesto o pianista.
—Los medios. Las admiradoras. Incluso inversores —especifico.
Parece pensarlo en silencio y nunca llega a responder.
—Creció bajo el escrutinio público. No puedo imaginar a nadie
disfrutando eso. ¿Alguna vez de se cansa de ello?
Su mano se extiende sobre su rodilla más ampliamente. Tamborilea
el pulgar contra su pierna de forma nerviosa, pero su mirada aun no me
abandona. Ni por un segundo. Ni siquiera mientras se estira por su agua
de nuevo. —Siempre ha sido así para mí.
Esa mirada suya realmente afecta mi concentración. —Todos sus
actos de rebeldía —comienzo, intentando ser profesional y mantener la
mirada en él, también—, ¿intentaba mostrar su punto de que no podrían
controlarlo? ¿Esperaba que eso hiciera que la gente lo quisiera más?
Un momento. Dos.
Esa pequeña sonrisa en sus labios de nuevo.
Esa mirada todavía sobre mí.
—No hago que la gente me quiera, señorita Livingston. Diría que la
gente responde a mí en cuatro niveles y sólo cuatro niveles: quieren rezar
por mí, ser yo, acostarse conmigo o matarme.
Sorprendida por su franqueza, dejo salir una pequeña risa; luego me
ruborizo por la forma en que sus ojos se oscurecen cuando me escucha
reír. —Discúlpeme por las preguntas personales. Estoy interesada en
Interface y en la mente detrás de ello… aunque el artículo se enfoca en
Interface.
El auto baja la velocidad mientras se acerca a un camino de entrada.
Rápidamente miro hacia afuera, veo que estamos aparcando en un centro
de negocios de alta gama, y me golpea que puede que hayamos llegado a
nuestro destino. Noooo. ¿Tan pronto? Me giro de nuevo hacia Saint, pero

36
no parece compartir mi ansiedad. Es la encarnación de la relajación justo
ahora, recostado contra el asiento, todavía mirándome.
—Creo que hemos llegado, y quería preguntarle más cosas
impertinentes —bromeo.
Me sonríe, una sonrisa genuina que lo hace lucir más joven, más
accesible. —Te diré una cosa. —Se mueve hacia adelante en el asiento con
una expresión traviesa en el rostro—. Dime algo sobre ti, y te diré una cosa
más sobre mí.
Salto ante la oferta, sin siquiera dudarlo. —Soy hija única.
—Soy hijo único.
Volvemos a mirarnos el uno al otro de la misma forma que lo
hicimos en su oficina.
De repente quiero mil y una respuestas como esa. Personal. Precisa.
—¿Puedo ofrecer una más de las mías a cambio de una de las suyas? —
pregunto.
—Ah. Tengo una negociante en mis manos. —Se recuesta en el
asiento, su risa es rica y sabrosa.
—¿Eso es un sí? —Me río también.
—Verás, la cosa con las negociaciones es que tienes que tener algo
que el otro quiera.
Lo miro, sin saber si bromea o no.
Sus ojos son oscuros, pero sus labios sonríen.
Sus ojos, parece que no puedo mirarlos lo suficiente. La energía
pulsante de su ser parece agitarse en sus profundidades. Es un ser
oscuro. Oscuro como su cabello. Oscuro como el pecado. Oscuro como lo
que sea que gira a su alrededor. Algo magnético. Imparable. Irresistible. Se
sienta allí evaluándome, y ni siquiera sé qué hacer, cómo responder, que
es lo que intenta obtener de mí. Es un poderoso hombre de negocios que
obtiene lo que quiere y se encuentra acostumbrado a que las cosas se
hagan a su manera. También es un jugador que siempre obtiene a quién
quiere. Quería saber algo sobre mí, y yo estúpidamente salté y le ofrecí
más. Pero quería saber una cosa sobre mí, no dos.
—Pensaré en ellos, Rachel —dice cuando no respondo, como para
aliviar el golpe, sus ojos son oscuros y sorpresivamente líquidos mientras
me miran.
¡Dios! Podría simplemente golpearme a mí misma.
—Parece que siempre arruino mis entrevistas con usted. —No sé por
qué susurro, pero es un hombre tan atento, pareciera que hablar más
fuerte podría ensordecer a alguien tan avispado como él.

37
Agacho la cabeza para esconder el rubor en mi rostro. Cuando me
arriesgo a mirarlo, me inspecciona en silencio.
Intentando no mirar fijamente ese atractivo rostro más de lo
necesario, miro por la ventana y exhalo, frotándome las palmas sobre los
pantalones mientras el auto finalmente aparca frente a la entrada del
edificio.
Hay una nueva tensión en el aire después de mi estúpido fracaso.
Mientras su chofer sale y parece invocar al equipo de relaciones públicas
de Saint, este tamborilea la mano sobre su rodilla, busca el teléfono,
marca un número y habla en voz baja con el receptor. —Hola, llama a las
tropas para el viernes en la noche. Vamos a pasar el rato en Ice Box. Envía
las invitaciones para la lista de siempre. —Mira por la ventana esperando
la señal del chofer, y aunque quiero preguntar más sobre Interface, puedo
decir que ya lo perdí.
Estoy completamente abatida cuando sale del auto y me hace saber
que su chofer estará feliz de dejarme donde sea que necesite.
—Gracias por su tiempo, señor Saint. —Es todo lo que puedo decir.
Creo que me dice algo que suena como “cuídate”, pero su equipo lo pasa a
buscar y desaparece tan rápido que, si no fuera por la botella de agua
vacía junto a su asiento, difícilmente creerías que se hallaba ahí.
De camino a casa, finalmente noto otras cosas sobre lo que me rodea
ahora que no está. El interior silencioso y hermoso del auto me recuerda
que esta no es mi vida, ni yo. Mi mirada sigue vagando hacia la ahora
vacía botella de agua donde se encontraba sentado. ¿Por qué de repente
estoy tan obsesionada con una botella de agua vacía?, no lo sé. Me obligo a
apartar la mirada e intentar escribir algunas impresiones en mi teléfono en
un correo para mí misma.

Insaciable y demandante en los negocios/extremadamente


ambicioso.
Realmente… directo (este tipo no endulza nada)
*soltó la bomba J (me gusta que sus respuestas no fueron ensayadas
y que simplemente improvisó); ¿La razón por la que Chicago está tan
obsesionada con él? NO es falso, eso es seguro.

Intento pensar en algo más, pero no puedo siquiera capturar los


pensamientos y preguntas en mi cabeza. Paciencia, me recuerdo. Ninguna
historia es contada en un día. Ningún secreto es revelado en una hora.
Nada que dure se construye en un solo momento.

38
***

Esa noche busco mi camiseta de Northwestern mientras me preparo


para dormir y diviso su camisa en mi armario. La miro por tanto tiempo
que pierdo la noción del tiempo. Estiro la mano y paso un dedo sobre ella.
Siento cuán fuerte es el cuello, paso el dorso de mis nudillos por la manga.
Es enorme, clásica y claramente una camisa muy cara, y de alguna forma
parece abarcar mucho más espacio del que en verdad ocupa. Miro cada
botón, los puños perfectamente doblados, tocarlos me hacen sonreír y
fruncir el ceño, hace que el nudo regrese con toda sus fuerzas a mi
estómago.
Y entonces, de repente, sé cómo hacer que me vuelva a ver.

39
5
Camisa
Traducido por Mary Haynes
Corregido por Mary

Señor Saint, Rachel Livingston de Edge. Me encantaría devolverle su


camisa, si es posible. Y si tuviera la bondad de darme una oportunidad más para
discutir Interface, no podría estar más agradecida. A la espera de saber de
usted.

Señorita Livingston, Dean de nuevo. El señor Saint irá a una obra benéfica
esta tarde. Si usted puede llegar al vestíbulo del edificio a las cinco de la tarde,
la verá entonces.
P. D. Dice que puede quedarse la camisa.

—Me va a ver de nuevo. Oh, Dios. Me va a ver de nuevo ¡y no puedo


permitirme el lujo de fallar esta vez! Necesito hacer preguntas claras.
Sacar su lado bueno para que me vea de nuevo, tal vez. Gina,
es imperativo que use la ropa adecuada. Ayúdame a elegir.
—¿Qué buscamos?
—Buscamos…
Me quedo mirando una falda blanca y una blusa blanca, femenina y
pura.
—Yo diría que vayas por algo más fuerte que diga: “Aquí estoy y soy
seria sobre esto.” —Gina hace un gesto hacia una falda gris, una apretada
chaqueta gris corta y unos tacones rojos.
—Pero yo quería lucir pura y vulnerable —me quejo.
—Vamos, esto hará el trabajo.

40
—Está bien. —Concuerdo—. Esto y ropa interior bastante linda para
confianza.
***

Le digo a Helen que tengo una entrevista para poder salir temprano
del trabajo el jueves.
—¿Vas a usar eso? —Señala al atuendo que Gina y yo elegimos.
Asiento.
Frunce el ceño. —Es un poco demasiado… de secretaria. ¿Podemos
ir por algo un poco más sexual? ¡Queremos que su interés sexual se
despierte!
—Desabrocharé unos pocos botones y dejaré ver un poco de escote.
—Apaciguo.
—He oído que hay una gran fiesta este fin de semana en el Ice Box.
¿Obtuviste información sobre eso?
No, pero lo oí hablar de ello en el coche. —Trataré de entrar. —Le
aseguro.
Llego temprano a M4 y pregunto si puedo verlo antes de irnos. —
¿Cinco minutos para poder regresarle esto? —pregunto, levantando la
percha con la camisa lavada en seco cubierta de plástico.
Una de sus asistentes coge el teléfono, susurra algo en el receptor,
luego asiente y me pide que me siente.
Me siento y, después de un minuto, ligeramente levanto la mano
libre a mi blusa, haciendo que se abra un botón superior.
Entonces abro un segundo, un poco de aire acaricia la piel entre mis
pechos.
Exhalando, considero abotonarme de nuevo por lo menos una
docena de veces para el momento en que se me permite ir a su oficina. Y
luego me olvido de ello cuando lo veo de pie detrás de su escritorio,
retirando su chaqueta del respaldo de la silla.
Un metro noventa y dos centímetros de refinado empresario, corbata
negra y la mandíbula suavemente afeitada. Nunca llegué a ver a mi padre
vestirse para el trabajo, o a un hermano. Eso tiene que ser por lo que
encuentro la vista de Malcolm Saint recogiendo su chaqueta usando esa
camisa blanca almidonada tan completamente inquietante y seductora.
Soy incapaz de evitar mirarlo fijamente. Capto su expresión en el
momento que obtiene un vistazo de mí y, en silencio, me devuelve la
mirada. Dios. Me inquieta en todos los sentidos. No soy ciega a su

41
atracción. Siento como un puño en el estómago, cada mirada me pega más
profundo.
Sus cejas se levantan con curiosidad, cuestionando. —¿Qué es esto?
Es evidente que se da cuenta de lo que llevo, lleva su chaqueta hacia
atrás y asume una amplia postura, simplemente mirándome por el
momento más largo. Mis piernas se sienten líquidas.
No creo que siquiera eche un vistazo “ahí”; pero un poco de escote
nunca me ha hecho sentir tan expuesta.
—Señor Saint. —Me aclaro la garganta y un silencio se extiende
entre nosotros mientras mete los brazos en la chaqueta.
—Rachel —dice con una sonrisa tan misteriosa, me gustaría saber lo
que pensaba.
Doy un paso hacia adelante y coloco la camisa en la parte superior
de su escritorio bien organizado. —Creo que esto es tuyo. Siento que me
tomara un tiempo devolverla. Tuve que lavarla en seco dos veces, una en
un lugar ecológico, la otra en uno normal, sólo para tratar de sacar una
pequeña mancha de pintura.
Mira su camisa como si se divirtiera al verla de nuevo, y todo lo que
puedo preguntarme es ¿por qué, si ni si quiera me mira el escote, aun me
siento tan desnuda en este momento? —Le dije a Dean que podías
quedártela —me dice.
—Parecía inapropiado de mi parte.
Se inclina sobre su computadora y presiona varios dígitos,
bloqueándola. —¿Por qué?
Finalmente toma el gancho de metal; sus dedos se enroscan sobre
los míos, su agarre es fuerte cálido y largo, cuando toma la camisa de
nuevo. Cruza el enorme espacio de su oficina para colgarla con el resto y
yo rápidamente abotono los dos botones que desabotoné, finalmente soy
capaz de tomar un respiro.
—¿Nunca antes has recibido un regalo de parte de un hombre,
Rachel? —pregunta.
Es demasiado perspicaz, demasiado observador. —Bueno, en
realidad, yo… no. En realidad no…
—¿Ni siquiera flores?
Con un toque en la pared, abre el armario oculto y sigue mirándome
desde el otro lado de la habitación. No puedo imaginar por qué es
importante o por qué si quiera le importa, pero me las arreglo para
contestar.
—No —le digo.

42
Mete la camisa de nuevo en el interior con docenas de otras, pero
por el brillo en sus ojos, se ve fascinado por esta noticia y no puedo
empezar a comprender por qué. Me quejo. —Vas a burlarte de mí por eso,
¿no es así?
Levanta una ceja cuestionadora. —¿Yo? ¿Burlarme de ti?
—Creo que te gusta molestarme. Tus ojos se ríen de mí en este
momento —acuso, apuntando a su rostro mientras regresa con esa
zancada larga y segura de sí, y la sonrisa más hermosa que alguna vez ha
usado en frente de mí.
—Tal vez porque me gusta la forma en que te sonrojas.
Estoy bastante ruborizada ahora.
Su mirada no es tan helada como la recuerdo. Me siento tan caliente
como se ven sus ojos.
—¿Qué hay de tu padre? —Se mueve hacia las puertas y salimos de
su oficina.
Quiero encontrar algo divertido y ligero que decir en respuesta, pero
nunca encuentro nada divertido y ligero que decir acerca de mi padre que
realmente me haya pasado. Esperamos el ascensor. —Murió antes que
fuera hora de hacer regalos —murmuro finalmente.
El ascensor llega y hace una señal para que entre. Mientras paso,
baja el rostro hasta que siento su aliento en mi oído. —No era mi intención
hacerte sentir incómoda, Rachel.
Cuando abordamos, todas sus asistentes y todos en el piso parecen
estar en espera, alertas a lo que Saint hace. Me quedo en silencio a su
lado, igual de alerta. —No lo hiciste —le susurro para que tan sólo él
pueda oír. Pero, oh. Realmente no tiene que hacer mucho para hacerme
sentir incómoda. ¿Por qué es importante mi vida personal? ¿Pensará que
soy muy inmadura, no lo suficiente experimentada, para poder
entrevistarlo de la forma en que un hombre de su posición se merece?
Una asistente dice—: Oh, Señor Saint. —Y se mete en el ascensor
antes de que podamos irnos.
—¿Sí, Cathy?
Ella abre una carpeta y apunta a algo escrito allí.
—Así es —responde este en voz alta.
—Muy bien —dice—. ¿Y esto?
No usa demasiada colonia. Huele a loción de afeitar y jabón. Sus
labios me distraen un poco mientras continua contestando cualquier
pregunta que la asistente parece estar escribiendo. Eso labios de repente
me enfrentan y se inclinan hacia arriba ligeramente y cuando subo la

43
mirada unos escasos centímetros más arriba, me doy cuenta de que me
pilló mirando.
Me pongo roja mientras llegamos al vestíbulo. —Gracias, Cathy —le
dice.
—De nada, señor Saint.
Cathy es, al menos, una o dos décadas mayor y claramente se
encuentra enamorada de él. ¿Cuánto tiempo ha estado aquí? Me pregunto
y me mando un pequeño recordatorio por correo electrónico.
—¿Estás bien? —Me entrega una botella de agua una vez que
estamos en el auto. Sentado frente a mí, el hombre llena el asiento de
cuero de color hueso con hombros anchos que lucen de un kilómetro y
medio de ancho. Se ve relajado, con el cabello negro y sedoso; corto en los
lados, un poco más generoso y juguetón en la parte superior, hoy peinado
hacia atrás revelando su frente lisa y rasgos cincelados. El verde de sus
ojos nunca es el mismo todos los días. ¿Tal vez por eso nunca puedo
alejar los míos?
—Sí, gracias por recibirme —le digo finalmente.
Saco mis tarjetas de notas, porque no voy a estropearlo esta vez.
Toma agua silenciosamente mientras empiezo a realizarle mis preguntas.
Me entero de que:
Interface también ofrecerá vídeos de Tumblr, gifs y vídeos de
YouTube.
El sitio tendrá una alta capacidad de intercambio de archivos.
Las suscripciones de los usuarios superan las estimaciones iniciales
por el ciento sesenta por ciento todos los días.
—Así que ¿Interface es la trigésima quinta empresa que has
comenzado desde cero?
—Trigésima quinta, trigésima sexta… El número es irrelevante. Cada
una se siente como la primera.
Cuando llegamos, el evento ocurre en un gran jardín en la parte
trasera de una mansión. Hay varias docenas de mesas con manteles
blancos, un podio y arreglos florales de sobra. Un enorme dosel protege las
mesas tanto del sol y la lluvia, el efecto es elegante y hermoso.
SALVA A UN ANIMAL, declara el gran estandarte sobre el podio en
letras azul marino. Me siento confundida cuando Saint se detiene en una
mesa para conseguir una paleta para la subasta.
—¿Pensé que hoy ibas a dar un discurso? —pregunto mientras lo
sigo a través de las mesas.
—Voy a dejar que mi billetera dé el discurso.

44
—Saint —dice un chico acercándose con una cámara—. Pensé que
no recibías a los periodistas.
No recuerdo el nombre del chico, pero de repente me acuerdo de que
trabajó por sólo unos pocos días en Edge. Es alto, rubio, joven y me mira
con todo tipo de envidia profesional.
Saint me toma por el codo, ignora al tipo y lo pasamos a medida que
dice—: Ocúpate de lo que te incumbe, Gregg. —En una baja advertencia.
—¡Tú eres de incumbencia, Saint! —grita Gregg.
Callada y curiosa en cuanto a su reacción, le echo un vistazo para
leer su ilegible perfil. Me impresiona rápidamente la facilidad con que
desestima al chico de sus pensamientos. Debe estar acostumbrado por
completo a tal escrutinio, hasta el punto de que todos pudiéramos ser
moscas, compitiendo por su atención, esperando a que haga un
movimiento que decir es de interés. A veces nos obliga; a los medios de
comunicación, ha sido imprudente anteriormente. ¿Qué tanto debieron ser
empujados sus límites como para perder la cordura?
Me doy cuenta de que ignora a casi todo el mundo o sólo les saluda
amistosamente, pero la actitud que irradia es de “me importa una mierda”.
La gente, por otro lado, no puede resistir su magnetismo. Parecen gravitar
en su dirección en el momento que lo avistan. No puedo explicar el tipo de
miradas venenosas que recibo de las mismas mujeres que luego le dan
miradas adoradoras a Saint.
Me sienta en una mesa en la parte frontal.
En cada lugar hay un pequeño catálogo de fotos con los animales
salvajes más bellos que jamás hayas visto. —¿Qué dices? —me pregunta
en un frio y empresarial tono a mediad que hojeo uno.
—¿Vas a salvar a uno de estos animales? —pregunto, perpleja
cuando asiente—. No puedo elegir uno.
—Ellos estaban en el circo. Serán sacrificados si no encuentran un
hogar, y para hacer eso, necesitan un patrocinador que ayude a ponerlos
bajo el cuidado de un zoológico local.
—Estoy tan triste en este momento —Miro la lista de animales y me
detengo en uno—. El elefante. Creo que es uno de los animales más
nobles. Cómo son entre sí, tan maternales, tan fuertes y tan gentiles.
—¿Esa es tu apuesta? —pregunta, como si no estuviera entretenido.
—No, solo estoy empezando —le digo, con el orgullo picado—. Los
elefantes son afortunados. Apuesto a que si salva a este elefante hoy, su
suerte te salvará un día.
—Soy absolutamente insalvable, señorita Livingston, pero vayamos
por el elefante. —Me da la tablilla numerada para poder hacer la licitación,

45
luego se sienta allí con su teléfono, contestando correos electrónicos
mientras sigo levantando la paleta.
Empiezo a enloquecer cuando el precio sube. —Saint…
—Continúa hasta que sea tuya.
—Tuya —corrijo.
Se encoge de hombros. —Si te hace sentir mejor.
Salvamos a la elefanta llamada Rosie, quien ahora tendrá un hogar
de por vida. Además me quitó la paleta y ofertó por cada uno de los otros
animales, lo suficiente para hacer que sus precios se elevaran y que los
demás paguen mucho dinero. No dijo que haría esto; me di cuenta sobre el
cuatro animal que ofertaba en todos, presionando a todo el mundo hasta
el límite hasta que se sentía satisfecho.
Es como si el mundo fuera su patio de recreo. Me encuentro
asombrada y también un poco asustada.
Saint podría aplastar a la revista…
Acababa de ver su lado calmadamente despiadado que espero nunca
ver desde el lado opuesto.
De regreso se encuentra al teléfono hablando en otro idioma, trato
de no notar cómo el sonido de su voz que acaricia los tonos extranjeros
hace que me mueva en mi asiento. Escribo notas en mi teléfono para
enviármelas por correo electrónico, especialmente la que está más en mi
mente.

No le importa lo que los demás piensen. Elevó los precios tanto como
pudo. ¿Por qué? Desafía a sus colegas y a sus colegas no les gusta——>
¿Cuántos enemigos tiene?

Empiezo a sonrojarme cuando pienso en la forma en que parece


disfrutar burlarse de mí, exhalo y lo miro mientras habla con alguien que
me hallo bastante segura es Tahoe Roth. Es diferente con sus amigos. Más
relajado, menos intenso. Pienso en sus llamadas de negocios, en sus
acciones de hoy.

Es determinado e implacable, absolutamente inconquistable.

Cuando lo dejo en M4, donde su brillante BUG3 lo espera con


alguien de pie con las llaves, dice buenas noches. Le agradezco por hoy y

46
luego me siento allí, torturada, preguntándome si ese fue mi última
entrevista.
Cuando llego a casa me pregunto cómo voy a conseguir que me
reciba de nuevo. Me siento inquieta incluso pienso que esto terminó. Me
pregunto luciría demasiado desesperada si pido otra entrevista. Tal vez voy
a seguir en contacto y luego llamar más tarde en la semana.
Abro mi bandeja de entrada de Interface y comienzo un nuevo
mensaje, busco la subasta y encuentro una hermosa imagen del elefante.
Añado una leyenda diciendo: Tú sí que sabes cómo tratar a una chica; mi
héroe, y luego escribo un mensaje:
Sr. Saint, no sólo disfruté aprender acerca de Interface sino que voy a
dormir mucho mejor sabiendo que Rosie también lo hará.
Me quedo mirando las palabras y me pregunto si voy un poco
demasiado lejos. Lo estoy molestando un poco ya que se burló de mí hoy.
Quiero apelar a su lado humano para que pueda compartir un poco más
conmigo, pero no quiero que sienta que soy poco profesional. Le pregunto
a Gina lo que piensa acerca de que le envié una imagen del elefante.
—¿Qué tiene que ver un elefante con todo esto?
Decido que es algo que sólo él entenderá, por lo que reúno mi coraje
y la envío. Luego me gimo. ¿En serio? Ni siquiera me encuentro segura de
que se vaya a reír, qué tipo de estado de ánimo tiene. Acabo revisando mis
mensajes compulsivamente, y mientras espero una respuesta, desvío mis
energías en leer sus entrevistas. Leo y leo, sin estar realmente interesada
en las preguntas, pero si en las respuestas y, más que eso, en cada
pequeño espacio en blanco entre las palabras de sus respuestas, como si
alguna palabra que no dijo me fuese a ayudar a llegar a conocerlo mejor.
Horas después y todavía no hay respuesta a mi mensaje.
Por lo general hay paz en mi habitación, pero me parece que la envié
junto con la imagen del elefante. Me muevo y doy vueltas toda la noche.

47
6
Club
Traducido por CrisCras & Pachi Reed15
Corregido por Sandry

Miro hacia el techo de nuestro departamento, terriblemente


confundida.
¿Cometí un error enviando la imagen del elefante?
Dejé que la emoción me ganara y tal vez crucé una línea profesional.
No he oído nada de Saint hoy, ni de Dean, ni de nadie. Ahora no sé qué
hacer, pero sé que esta noche tiene una fiesta lujosa en el Ice Box.
Necesito entrar de algún modo. Su vida parece perfectamente
compartimentada; negocios por un lado, ¿y qué sobre lo otro? Si el hombre
trabajaba arduamente, tiene la reputación de ir de fiesta igual de arduo, o
imposible; pero sí, incluso más arduo.
Los medios de comunicación adoran enfatizar sus costumbres de
mujeriego, ¿pero puedes culparle? Se ve increíble, al caminar a su lado
cuando llegamos a la subasta, no había ni una sola mujer cuyos ojos no
me miraran a mí y luego se arrastraran anhelantemente ascendiendo
hasta su hermoso rostro. ¿Puedes culparle por participar en lo que las
mujeres le ofrecen cuando es un hombre tan joven y saludable?
Saint podría pensar que solo nos da material de promoción, pero
últimamente ha hecho más por Edge que nadie más, cooperando mucho
más de lo que alguna vez imaginé. Me ha dado más tiempo que nadie ni la
mitad de importante ha estado dispuesto a dar a una revista en aprietos
como nosotros.
Puedo decir que es un jefe duro, pero mi instinto me dice que no es
uno injusto. Interface y todo el conglomerado M4 son ejemplos de visión y
ambición; pero no codicia. Solo por sus llamadas de teléfono puedo decir
que es un extraordinario hombre de negocios, un hombre de negocios tan

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extraordinario como dicen que es como amante.
Durante la primera entrevista en el auto, cuando pensaba en el Ice
Box, ¿a quién llamó? ¿A uno de sus amigos? ¿Roth o Carmichael?
Agarrando el teléfono de nuestro departamento junto al sofá de la
sala de estar, llamo a Valentine, uno de mis compañeros de trabajo quien
trabaja en la sección de sociales, conoce a todo el mundo, y si no, sabe lo
suficiente sobre ellos para mentir. —¿Puedes meterme en la fiesta en el Ice
Box de Malcolm Saint de esta noche?
—Puedo conseguirte cualquier cosa, mujer. La verdadera pregunta
es, ¿qué consigo yo a cambio?
—Di el precio… hombre.
—¡Ah, me encanta mi Rachel mordaz! Déjame volver a llamarte.
Minutos más tarde, me vuelve a llamar y dice—: Estás en la lista.
—Con Gina, ¿verdad?
—Amiga, puedo hacer muchas cosas; pero no milagros. De nada. Me
debes una.
—Y pagaré —prometo felizmente, pero Gina no se encuentra tan feliz
con las noticias.
—¿Qué quieres decir con que no puedo ir contigo? —se queja
cuando se lo digo—. Wynn va a salir, ¿y yo tengo que quedarme en casa
un viernes?
—Lo siento, Gina. —Hago una mueca mientras busco frenéticamente
algunas opciones de ropa—. ¿Y si viene Valentine?
—Oh, no —gime—. No confío en ese hombre. Es como el tipo calvo
chismoso de Juego de Tronos, jugando con todo el mundo. —Luego
empieza a escribir un mensaje—. Bueno, le mandé un mensaje a Valentine
porque es como el chismoso tipo calvo de Juego de Tronos. Podríamos
tomar unas copas después de que me despida de ti.
Todavía uso mi bata de baño, recién salida de la ducha, con Gina y
Wynn intentando ayudarme a encontrar el conjunto perfecto, cuando hay
un golpe. Wynn se levanta de un salto como si acabara de caer un rayo.
Corre al baño para ahuecar sus rizos, y luego cruza la sala de estar para
responder la puerta.
Wynn abre la puerta para revelar a Emmett, chef en un prometedor
restaurante. Su último hombre. Su bufanda se sacude por la brisa
generada por haber abierto la puerta, y Emmett agarra los bordes y la jala.
Alto y rubio, la besa en la boca, un beso tan perfecto y de tipo
película que espero que en cualquier momento comience la música de
fondo.

49
Nunca he estado atraída hacia un hombre de esa manera. Nunca he
sido lanzada en el aire como un avión, como Wynn mientras crecía, ni
besada en la frente por mi padre cada noche, como lo fue Gina.
Wynn siempre ha sido la más suave de las tres. Quiere casarse, y es
experta en usar su feminidad para conseguir lo que quiere. ¿Qué quiere
siempre? Un hombre. Yo no he querido un hombre en toda mi vida. Crecí
queriendo que mi padre estuviera vivo, y todos mis deseos se han agotado,
ese poso hace tiempo se secó.
Gina también los observa, y en el momento en el que Wynn cierra la
puerta al salir, ambas nos miramos la una a la otra con una mirada que
dice “¿Nos estamos perdiendo algo genial porque llegamos a hastiarnos
demasiado?”
Gina es la cínica entre nosotras. Salió con un tipo llamado Paul un
par de años durante la universidad. Paul es un nombre tan agradable y
modesto. Nunca pensarías que alguien llamado Paul mentiría entre dientes
cuando decía que te amaba. Nunca imaginarías que tendría otras dos
novias con las cuales discutía sobre ti. Nunca pensarías que el primer tipo
del que te enamorabas haría que estar soltera durante el resto de tu vida
fuera algo que esperar con ganas.
Gina y yo estamos casadas con nuestros trabajos, y ambas
deseamos que permanezca así. Gina trabaja en una tienda por
departamentos y vive por su descuento de empleada. Yo vivo por mi
columna.
—Pareces nerviosa —dice mientras añado algo de rubor a mis
mejillas—. Tranquilízate, Rachel. Es solo un hombre, no importa que
parezca un dios.
—No digas eso, ya estoy lo suficientemente nerviosa así. Los clubs ni
siquiera eran mi escena cuando empezamos a tener permitido entrar.
—Nadie sabrá que no es tu escena. Solo asegúrate de verte
conveniente.
Ambas miramos las opciones que he sacado.
Considerando que me ha visto en overol y luego vestida con un traje,
quiero dar un mensaje completamente diferente con lo que sea que lleve
esta noche. Sus fiestas son conocidas por ser decadentes, y no quiero
llevar ropas que digan que soy una chica trabajando. Quiero parecer
alguien que va de fiesta con la gente de su entorno. Quiero parecer
seductora, moderna, vanguardista, para que lo último que recuerde si me
ve esta noche es que soy la misma chica entrevistándole para un artículo
de Interface.
—¿Qué piensas? —le pregunto—. Opción Uno: una linda falda
blanca con un delgada blusa blanca; opción dos: vestido rojo hasta las

50
rodillas muy ajustado; opción tres: un vestido negro muy ceñido al cuerpo.
—A los hombres les encantan las mujeres de blanco —dice Gina—.
Es ese demonio dentro de ellos que no puede resistirse. El demonio de
Saint es el más salvaje de todos. También les encanta el rojo.
—Pero el negro es infalible —digo—. No quiero gritar “no he tenido
sexo en un tiempo”. No quiero que diga “ven aquí”. Solo quiero estar allí y
decir, “aquí estoy”.
Asiente con aprobación, así que voy al baño, me pongo la ropa
interior de encaje negro y el vestido, y salgo descalza para ponerme mis
tacones.
Gina deja caer la revista que estaba leyendo mientras asimilamos mi
apariencia en el espejo de cuerpo entero que hay dentro de la puerta de mi
armario.
Soy alta y delgada, mis pechos son pequeños pero firmes y
sobresalientes. Mi piel lechosa es de un tono albaricoque y mi cabello
rubio platino, por la herencia escandinava de mi madre. Por alguna razón
la gente halaga las curvas de mis hombros y cuello, así que el vestido de
corte bajo los muestra. Enfatiza mi esbeltez, mis caderas estrechas y mi
pequeña cintura; la tela negra resalta lo translúcido de mi rostro y cuello.
Mi cabello brilla como oro metálico. Mis ojos son grises con reflejos de
azul. El vestido me abraza en todos los lugares correctos.
—Como salida de una pasarela —asegura desde la cama, asintiendo.
—Definitivamente mejor de lo que me veía cuando le conocí usando
zapatillas de deporte —confirmo.
Me paso un cepillo por el cabello, luego lo seco durante unos
minutos. Cuando he acabado, suelto un suspiro mientras encuentro mi
mirada en el espejo. —Lista o no, Rachel.
—¡Por supuesto que te encuentras lista! —exclama Gina.
Me río y me giro para mirarla, deseando que pudiera venir. Es
absolutamente mi mejor amiga. Es mi hermana adoptiva en mi corazón.
Sostuve su mano cuando Paul rompió con ella. Le pasé los pañuelos de
papel. Juré que nunca permitiría que nadie le rompiera el corazón otra
vez. Juré que estaría a su lado hasta el final, y que no dejaría que nadie
rompiera el mío. Prometí que seríamos felices y solteras, porque ¿quién
necesita a un hombre? Y ambas comíamos helado y repetíamos ese mantra
todo el tiempo. Y ya siento que voy a ir al club esta noche como un ángel
sin mis alas.
—Ve por ello —me dice con esa singular emoción suya.
Trago, agarro mi bolso e intento decirme a mí misma que puedo
hacer esto. Que quiero hacer esto. Que cuando —no si, cuando— escriba
esta historia reveladora, finalmente silenciaré cada duda en mi cabeza de

51
si tengo la capacidad de hacer lo que es necesario.

***

Luzco muy diferente de la chica que Saint conoció en su oficina. Pero


no me siento nada diferente. Los nervios empiezan a fallarme mientras doy
mi nombre al seguridad en la entrada y me permiten la entrada al club,
cada parte de mi cuerpo abrigado y apretado en mi vestido mientras mis
tacones negros golpean el suelo.
En donde M4 era como un museo, el Ice Box es pura decadencia
oscura. Esculturas de hielo colocadas en pedestales en torno a la sala.
Jaulas con bailarines con el cuerpo pintado cuelgan del techo. Una barra
con luces blancas y azules se extiende de una pared a otra.
Luces estroboscópicas destellan a través del lugar mientras soy
empujada por la multitud. El bajo resuena mientras la canción de Mr.
Probz, “Waves”, suena en la pista de baile. Las bebidas pasan en brillantes
bandejas de plata, se hallan tan adornadas, por frutas, aceitunas, brillo de
sal o remolinos de líquidos coloridos, que son como obras de arte. Este no
es un club elegante normal. Es el club de chicos ricos, y en todas partes en
donde mires, hay gente hermosa llevando cosas hermosas.
—¡Le conocí! ¡Dios! ¡Cuando dijo hola pensé que me desmayaría…!
Mis nervios me comen cuando oigo eso, porque sé con seguridad que
hablan de él. Intentando respirar, me adentro más en el club, deseando
que Gina estuviera aquí tanto que duele. La sala se encuentra repleta de
mujeres, algunas claramente a la caza, otras ya emparejadas con alguien,
unas pocas pasando el rato con sus amigos. Respiro lentamente, dentro y
fuera, diciéndome a mí misma que puedo hacer esto. Eso solo un club.
Puedo divertirme un poco. Ha pasado un tiempo desde que fui a un club, y
nunca a uno como este, pero no importa. Puedo entrevistar a gente, y si
tengo suerte, puedo hacer más que eso.
Después de escanear el área y encontrar el mejor punto para espiar,
voy al nivel superior, y es entonces cuando consigo un mejor vistazo de lo
que sucede en la planta baja en la esquina más concurrida.
Y hablando del diablo. Mi corazón se detiene un latido cuando veo
su oscura cabeza, y ese detestable y ardiente nudo en mi estómago se
aprieta con fuerza. Lo juro, nadie en mi vida me ha puesto así de nerviosa.
Se encuentra sentado con los brazos extendidos por detrás, con un
copa de vino y dos mujeres compitiendo por su atención mientras habla
con sus amigos. Su masculino rostro es iluminado en ciertos ángulos
cuando destellan las luces, su belleza es sin precedentes.
Está bien. Respira. ¿Quiero que sepa que estoy aquí o no?

52
Una sensación acuosa parece extenderse por mis miembros
mientras me fuerzo a bajar al piso de abajo. Me encamino al aseo de las
mujeres y serpenteo la multitud de cuerpos hacia un gran espejo por
encima de un conjunto de modernos lavabos flotantes. Un grupo de
mujeres se acicalan y se jactan mientras yo miro nuestros reflejos. A mi
derecha, una mujer hace un puchero con sus labios rojos, y a mi
izquierda, su amiga hace un puchero con los suyos rosas. ¿Yo? Todavía
soy yo, pero luzco extravagante, como si hubiera nacido aquí. Parezco muy
diferente de la chica joven en overol que conoció Saint. ¿Me reconocerá
siquiera así?
—¿Vas a ir a la fiesta de después? —pregunta Labios Rojos a Labios
Rosas mientras se retocan los labios.
—Todavía no tengo llave.
—Mira, mira. —Labios Rojos sacude una tarjeta llave en el aire.
Hay gritos en la habitación, y luego mete la llave en su sujetador. —
¡Mía!
—Así que, ¿hay una fiesta después? —les pregunto.
—En el penthouse de Saint —dice una, asintiendo.
—¿Cómo conseguiste que te invitaran?
—Un centenar de llaves son distribuidas durante la noche.
Un pensamiento repentino de robar la misma llave que acababa de
meter en su sujetador atraviesa mi mente. Quiero decir, es sólo una llave.
No podría ser un delito grave.
—Cariño —me dice—, ¡deja de mirar mi llave! He estado esperando
tres años para obtener una llave como esta. Ve y esfuérzate si quieres una.
Sólo los mejores culos la consiguen.
—Gracias —digo, girándome para mirar mi trasero en el espejo. Gina
dice que tengo un buen culo. Es firme y redondo, dirían algunos. ¿Pero
Saint diría eso?
Suspiro y me apoyo en la pared, y luego veo todos los pequeños
escritos en la puerta abierta de un cubículo. Entrecierro los ojos para ver
mejor.
Malcolm para padre de mi bebé
Le chupe la polla a Saint.
Tahoe me embistió aquí.
Callan lame coños como un hombre de las cavernas.

***

53
Me dirijo de nuevo al ruido y trato de encontrar un buen lugar para
espiar cuando lo veo de nuevo. Las dos mujeres no dejaron su lado, y
ahora mi estómago, por alguna razón, se siente nervioso; y me molesta.
Una de las rubias toma un trago de un camarero, lame el borde, y luego
agrega sal.
Saint se echa hacia atrás y la observa con una expresión de casual
aburrimiento; pero sus labios se curvan, como si se estuviera divirtiendo
un poco.
Estoy tan absorta viéndolo, un poco fascinada y un poco disgustada,
que no me doy cuenta que un guardia se acercó a mí hasta que se para
justo frente a mi rostro. Señala el fondo de la sala donde los mejores
amigos de Saint me están mirando ahora. Saint ni siquiera ha mirado en
mi dirección. Oh, no, se encuentra demasiado ocupado siendo entretenido,
todavía con esa sonrisa casi aburrida. Tal vez ellas deberían quitarse las
blusas para excitarlo.
Los tres hombres se integran perfectamente en el entorno de lujo,
pero no puedo mirar a los otros dos. Sólo a Malcolm. La buena apariencia
oscura de Malcolm se mezcla con las sombras, como Hades en su propio
rincón del infierno.
De pronto se ríe de algo que una de las rubias hace y se voltea un
poco, sus ojos aterrizan directamente en mí, se detienen allí.
Siento su mirada como un golpe de adrenalina. Quiero mirar hacia
otro lado, pero no puedo, me siento atrapada. No sé si inventé esto, pero
podría haber jurado que su pecho se sacudió como si contuviera el aliento.
¿Me reconoce?
¿Quiero que me reconozca?
De repente, la atmósfera es tan pesada que no puedo respirar. Mis
pulmones se sienten como rocas y realmente no puedo respirar. Mientras
me da un rápido y completo barrido de ojos que me pone nerviosa, me
observa, desde mis tacos hasta mi largo cabello rubio, y me siento muy
consiente de mi vestido abrazando la parte superior de mis muslos,
caderas, abdomen, senos, y hasta mi trasero. Oh, Dios. Me obligo a seguir
el camino del guardia, cada paso acelera mis latidos. En ese traje negro y
sin corbata, el primer botón de su camisa abierta y el cabello un poco
despeinado, Saint es la encarnación de decadente lujo y pecado. Es el
pecado mismo, y me siento como una… virgen.
Extiende sus largas piernas delante de él con la mirada fija en la mía
sin ninguna aparente inclinación a apartarla.
—Señor Saint. —El guardia se aclara la garganta—. Los caballeros
me hicieron llamarla.

54
Aunque su sonrisa no vacila, la expresión de su rostro es
completamente remota e ilegible.
—Aquí está, señores —le dice el guardia a los otros dos, al rubio y al
hombre de cabello cobrizo mirándome como si yo fuera el almuerzo.
—Tahoe —dice el rubio.
—Callan —dice el hombre de cabello cobrizo.
Saint simplemente acaricia el trasero de las rubias y las envía en
otra dirección, luego se estira para tomar mi codo en un gesto de alguna
manera instintivo que me da una extraña sensación de confort. No conozco
a nadie más aquí, así que cuando me lleva hacia su lado, me siento junto a
él en el gran mueble.
Y es entonces cuando inclina su cabeza oscura hacia mí y
murmura—: Malcolm. —Su voz es tan profunda y retumbante que me
estremezco.
—Rachel —ofrezco tontamente.
Levanta la ceja y me mira. ¿Qué haces aquí, Rachel?, parece
preguntar.
Me pregunto qué decir, cuando Tahoe levanta su copa y la vacía. —
Ya pasó tu hora de dormir. —El bebé tejano del petróleo. Rezuma
atractivo, arrastrando las palabras.
No sé por qué, pero soy muy consciente de la posición del cuerpo del
Saint con el mío. Simplemente se enderezó plenamente en mueble y de
alguna manera se movió, así que su brazo se halla muy notablemente
estirado detrás de mí.
—Como dicen, no hay descanso para los malvados —le contesto a
Tahoe con una sonrisa muy amplia, mi corazón late con fuerza por la
cercanía de Saint.
De repente, lo puedo oler. Sólo a él. Entre todos los olores
mezclándose en la habitación, el de Saint se metió de alguna manera en
mis pulmones con cada respiración. Irradia una vitalidad que me atrae
como un imán. Me pone nerviosa su presencia, tan cerca de mí, pero me
alivia, también.
—Al parecer hay un código de vestimenta, Saint tuvo que dejar su
cola y cuernos en la puerta —bromea Callan mientras el camarero pone
una copa delante de mí.
—Oh, sí. —Estiro el dobladillo de mi falda conscientemente—. Tuve
que dejar la mitad de mi vestido.
—¿Oh, en serio? —pregunta Tahoe.
—T.

55
Una palabra, una letra, de parte de Malcolm.
—¿Si, Saint? —responde Tahoe, levantando las cejas.
—Dibs.
Casi escupo la bebida. Toso y me llevo la mano al pecho, y Saint se
estira tranquilamente para tomar la bebida de mi mano y ponerla a un
lado. —¿Te encuentras bien? —pregunta, agachando la cabeza y
mirándome a la cara.
Suelto una última tos, cierro los ojos y asiento, y cuando los abro,
Saint es lo único veo. Lo encuentro mirándome de una manera tan
penetrante que puedo sentir la mirada en mis huesos.
—¿Acabas de entrar a la fiesta, Rachel? —pregunta.
Mientras espera mi respuesta, toma mi cóctel y me extiende el vaso.
Su muñeca es gruesa y se ve tan fuerte, tan dorada, su piel suave, su
brazo cubierto con un poco de vello mientras acepto la bebida, nuestros
dedos se rozan.
Tahoe mete la mano en el bolsillo de su abrigo y ondea lo que sea
que haya sacado. —¡Saint! ¿Puedo?
La emoción salta en mi pecho cuando me doy cuenta que es, ¡una
llave!
—No va a pasar, ese no es su escenario —murmura Malcolm a mi
lado.
—¡Oh! Vamos, déjame darle una llave. Es súper guapa, hombre —
dice Tahoe.
Estoy tan incrédula que ni siquiera respiro mientras Malcolm
lentamente se levanta. Lo sigo, mirándolo al rostro con confusión.
—¿Qué quieres decir con que no es mi escenario? —exijo. Siento
como si no hubiera gravedad cuando se halla tan cerca de mí. Estoy
mareada. Confundida. E inesperadamente herida.
Por primera vez desde que nos conocimos, me mira como si estuviera
a punto de perder los estribos… conmigo. Se acerca más y pone los labios
contra mi oído. —Confía en mí cuando te lo digo, ese no es tu escenario.
Vete a casa —susurra. Me envía una fuerte mirada de advertencia y se
aleja, mezclándose entre la multitud.
Tahoe y Callan me miran fijamente, sin habla. —Esa es la primera
vez —murmura Tahoe y se aleja.
Siento mis mejillas arder por la humillación y confusión. Peor aún es
que, cuando voy fuera, el mismo hombre que nos llevó ayer por ahí, se
acerca a mí.
—Señorita Livingston, es un placer llevarla —dice, colgando el

56
teléfono como si Saint acabara de llamarlo. Es un hombre enorme con una
cabeza calva y sin expresión. Un segundo más tarde, se encuentra
abriendo la puerta del Rolls para mí.
¿En serio?
¿Saint acaba de llamarlo ahora y pedirle que me llevara a casa?
Consciente de la gente mirando y viéndome ser guiada hacia el auto
de Saint, me subo a la parte trasera del Rolls y murmuro mi
agradecimiento, simplemente porque no es culpa de este hombre.
El auto huele a nuevo y caro, y a él. Una botella de vino y botellas de
agua se encuentran a mi lado. Hay música en el fondo y la temperatura es
la correcta. El lujo perfecto de todo esto me tienta a pasarme las manos
sobre el vestido y bajar la mirada a mí misma, confundida. ¿Qué está mal
conmigo?
Siento como si Saint acabara de tirar de la alfombra debajo de mí y
me recordara a lo que me enfrento. Lo mejor de la especie. Alguien
despiadado.
No puedo disminuir el calor en la parte trasera de mis orejas y en
mis mejillas. Me hundo en el asiento de atrás y pongo la frente en la
ventana. ¡Concéntrate, Livingston! Exhalando, agarro mi teléfono y trato de
anotar todos los detalles de lo que vi, pero en este momento no puedo. No
puedo hacer otra cosa que estar aquí, en su auto, preguntándome por qué
me siento tan vulnerable.

***

A eso de las once y cincuenta y cinco de la noche entro de puntillas


a mi departamento, haciendo una mueca cuando la puerta se cierra un
poco más fuerte de lo que había planeado. Voy a la cocina para buscar un
poco de agua y Gina aparece con el cabello hecho un enredo. —Hola —digo
en tono de disculpa. Frunce el ceño y mira de reojo la luz de la lámpara—.
Lo siento, G, no quise despertarte. Vuelve a la cama.
—¿Cómo estuvo la fiesta?
—Bien. —Es lo único que puedo decir—. Te contaré todo mañana
por la mañana.
Se frota los párpados. —Aish, ya es demasiado tarde o temprano. Sí.
Vimos Juego de Tronos.
Se va de nuevo a su habitación y yo me voy a la mía, me quito el
maquillaje, y luego el vestido. Cuando busco mi camiseta de Northwestern,
diviso el lugar libre en mi armario donde su camisa solía estar y lo miro
fijamente. Debería estar contenta de que no esté aquí, pero su ausencia

57
me lastima aún más, porque ni siquiera puedo recordar si me inventé las
veces que fue amable conmigo. Cerrando de golpe la puerta de mi armario,
me deslizo en la cama usando bóxeres de chico, llevando mi bloc de notas
conmigo, me obligo a escribir. Una palabra, por lo menos. Sólo una,
porque bloquearme esta noche no me ayudará a continuar con mis metas
de ninguna forma. Escribo:

Territorial

Y entonces busco en internet, simplemente porque todavía no puedo


creer que lo dijera…
Dibs: reclamo de derechos
Sí. Significa exactamente lo que yo pensaba.
Con el ceño fruncido, me acomodo en la cama y me quedo mirando
el techo. Livingston, ¿y qué? No le gustó verte en su club, eres reportera.
¿Esperabas que lo hiciera? ¿Sabes lo que esto significa? ¡Todo esto
significa que tienes que indagar más profundamente!

58
7
Sueño
Traducido por Jan Cole
Corregido por Alessandra Wilde

Profundo. Su cuerpo está encima del mío, duro en todos los lugares.
Empuja y me gusta tanto que grito y arqueo mi cuerpo. —Por favor —
susurro—. Más profundo. Oh, por favor, más profundo.
Sus labios cubren los míos en un beso descontrolado. Sus manos
aprietan mis pechos, sus palmas acarician mis pezones. Mi nuca es
tragada por la almohada mientras el peso de su cuerpo me hunde
profundamente en el colchón.
Agonizo. Agonizo porque no he tenido sexo en mucho tiempo
y nunca se sintió así, y me besa otra vez, con hambre cruda. Curva sus
dedos en uno de mis pechos y succiona la punta. Me curvo y estiro mi
cuerpo lascivamente, mis muslos se separan bajo sus caderas para que
pueda entrar en mí, tan profundo como pueda… Por favor,
porfavorporfavorporfavor… Nunca suplico, pero no puedo dejar de decir por
favor.
Mordisqueo con hambre sus labios carnosos y dejo que mis dedos se
arrastren por los surcos de su espalda. Se siente igual como se ve: Duro,
firme. Pero su cuerpo es tan cálido, no hay ni un una pisca de frio
en este cuerpo. Si abro mis ojos, ¿los suyos serían verde hielo o verde
fuego? Por favor que sea fuego, por favor, deséame. Más profundo, por
favor, pienso, lanzado la cabeza hacia atrás mientras su siguiente empuje
poderoso lo lleva más profundo, cada centímetro de su dura carne se
encuentra presionada dentro de mí, cada centímetro mío es tomado.
Empieza a moverse: Fuera, dentro, fuera, dentro…
Me levanto sudando y rodando las caderas a un pelo del orgasmo,
jadeando rápidamente. Gimo y ruedo de costado. Una y ocho de la

59
madrugada. Debe estar en su fiesta posterior a la del Icebox. Teniendo un
trío. Un cuarteto. Dios.
¡En serio, Livingston! Me reprendo. Estoy temblando y no se
detendrá. Ya me encuentro en el borde, simplemente esperando caer.
Gimiendo con miseria. Deslizo la mano entre mis piernas, donde me
encuentro adolorida. No lo hagas, Livingston, me advierto, pero me siento
caliente. Aprieto los ojos y deslizo el dedo entre mis muslos y luego, porque
no puedo evitarlo, trato de imaginar a un actor caliente en vez de a él. Pero
mientras el placer regresa, unos ojos verde hielo me regresan la mirada.
Me muerdo el labio y quiero morder los suyos. Caliente, siento sus manos
entre mis piernas y no es suficiente, quiero más que sus dedos, quiero que
su peso me aplaste. Saboreo lo que le hace a mi cuerpo y me digo a mi
misma que no diré su nombre cuando me venga. No lo diré. Porque él no
es quien me hace estas cosas lentas, dulces, sexys en este momento.
Quien me besa. Quien me aprieta. Quien se mueve dentro de mí mientras
yo…
—Saint.
Después de un orgasmo trascendental, me tiendo en la cama,
aturdida. Sorprendida.
—Dios, soy una puta. —Enciendo mi lámpara y voy a lavarme las
manos, luego me lavo el rostro y me frunzo el ceño a mí misma en el
espejo.
Suspirando mientras regreso a mi habitación, abro mi portátil y abro
más enlaces sobre él, poniéndome a trabajar. Me viene a la mente que
ahora mismo probablemente se encuentra con una, dos, tres o cuatro
chicas, teniendo el sexo alucinante y duro por el que es conocido. Espío
sus redes sociales y me digo que exponerlo es la única razón por la que
quiero conocerlo.
Su página de Instagram está llena de fotos extremas.
Saint en una pista de esquí categoría negra4, vestido de negro contra
una montaña blanca, unos surcos en zigzag detrás.
Saint haciendo paracaidismo, arrojándose de espaldas desde un
avión, caliente como siempre, el mundo es un pequeño borrón a sus
espaldas.
Pero no hay nada, absolutamente nada, de la fiesta posterior a la del
Ice Box a la que no quería que asista.

4 Pista para de mucha dificultad, solo para esquiadores experimentados.

60
8
Citada
Traducido por Moni
Corregido por Miry GPE

—Saint nunca está en nada bueno —declara Gina la tarde del


domingo desde su lugar en el asiento junto a la ventana en la sala de
estar—. Puedes contar con problemas luego de esta pequeña fiesta
posterior a la de Ice Box. ¿Me escuchaste?
—Mmm… —Navego por internet, tratando de encontrar algo de
información sobre la fiesta.
—Rachel Livingston. ¿Hola? ¿Rachel Dibs? ¿Puedo llamarte Rachel
Dibs ahora? —Chasquea los dedos para apartar mi atención de la portátil,
y cielos, me ha molestado bastante con la parte de “dibs”—. Guau. Hay un
auto afuera. Un auto enorme. Afuera de nuestro humilde departamento.
¿Lo copias? Planeta Tierra a…
—¿Qué quieres decir con ‘un auto enorme’? —Salto del sofá y me
apresuro hacia donde se sienta Gina. Abro la otra cortina semi
transparente, y allí se encuentra el enorme Rolls-Royce que me trajo a
casa el pasado fin de semana.
¿Qué rayos?
Tomo mi teléfono y mi corazón se detiene cuando miro su nombre en
mi correo electrónico.

Me gustaría reunirme contigo hoy. Enviaré un auto a esperarte en tu


departamento.
M

Oh, Dios mío.

61
¿El mismo Malcolm me escribió?
—Oye, chica, ¿a dónde vas? —grita Gina cuando me ve corriendo
hacia mi habitación.
Me siento tan nerviosa que me cierro y no puedo hablarle sobre esto.
Me cambio a unos pantalones blancos que se curvan alrededor de mi
trasero, una blusa diminuta y sandalias plateados de tacón alto. Me rocío
una nube de perfume y le grito—: Te contaré después. ¡No me esperes
despierta!
Coloco un bolso de mano bajo mi brazo y tomo el elevador para
bajar. Cuando salgo a la acera, noto que las personas de hecho le toman
fotos al auto.
El chofer me mira y abre la puerta rápidamente. Me deslizo dentro
antes de que también puedan tomar una foto de mí, el recuerdo de la
última vez que estuve aquí me hace sentir un poco incómoda. Pero no visto
nada que se encuentre fuera de mi zona de confort hoy. Mi ropa dice
moderna y sexy, pero no seductora. Más determinada que nunca, estoy en
busca de información, y ningún par de ojos verdes me distraerá.
—¿Hacia dónde vamos? —le pregunto al chofer.
—Al puerto DuSable —me dice.
Conduce durante un rato, y durante todo ese tiempo no puedo
siquiera imaginar lo que Saint quiere de mí. Aún estoy incómoda sobre lo
que pasó la última vez que nos vimos, pero tampoco puedo dejar que mis
sentimientos personales dañen mi historia.
El auto vira bruscamente en el estacionamiento y se estaciona junto
al yate más lujoso en el puerto. Es lo suficientemente compacto para caber
en el muelle, pero lo suficientemente grande como para sobresalir entre los
demás. Brilla, blanco prístino bajo el sol. EL JUGUETE está escrito con
letras azul marino cerca de la proa.
La puerta se abre antes de que siquiera pueda cerrar la boca.
Mientras salgo, miro al hombre de cabello oscuro en la cubierta, y mi
corazón se acelera. Lentamente, obligo a mis piernas a moverse, una parte
de mí se pregunta si esta en realidad soy yo dirigiéndome a este yate, hacia
el hombre esperándome arriba. Mi mundo se inclina un poco y siento
como si alguien se hubiera equivocado y me hubiera puesto en el lugar
erróneo mientras abordo.
—Señor Saint.
Camina hacia delante usando un bañador holgado y una camisa de
vestir abierta, y sus abdominales se ven lisos y tan marcados que podría
trazar las hendiduras con un dedo. Sus piernas son absolutamente
musculosas y el viento mueve su cabello juguetonamente.

62
Viste sus trajes como si la perfección los hubiera hecho para él, pero
justo ahora, su apariencia sorpresivamente casual, tan sexy, tan excitante,
y aún imponente, sólo me recuerda mi sueño y me hace desear no haberlo
soñado. A la luz del sol, es mucho más impresionante de lo que recordaba.
Su cuello bronceado es grueso y fuerte, su manzana de Adán se ve sexy
cuando dice con voz profunda—: Rachel.
Me sonrojo.
—Espero a unos amigos. Pensé que te gustaría venir.
—¿Por qué pensarías eso?
Da unos pasos más, casi dentro de mi burbuja personal. Quiero
agacharme, es tan poderoso. Pero no lo hago. —Tengo el presentimiento de
que te enojaste por la manera en que terminaron las cosas la última vez.
—Me observa con una mirada cautelosa que no pierde ni un solo detalle.
No quiero sentir el dolor y la confusión por lo que hizo, pero emergen
sin esfuerzo. —¿Que me enojé porque me reclamaste como tu pertenencia
como si tuvieras doce años? ¿Y luego tuviste el descaro de despacharme?
Su expresión aún no cambia.
Y tampoco lo hace mi enojo.
—¿Querías que viniera aquí para poder recordarme mi lugar? ¿O
pensaste que iba a postrarme a tus pies y rogar perdón por molestarte?
—No, quería hacerte una pregunta. —Su normalmente intensa
mirada verde logra lo imposible, se intensifica un poco más—. ¿Qué hacías
allí el viernes?
—Un amigo me invitó.
Se acerca más.
—La verdad —me advierte.
Un caliente sonrojo sube por mi cuello, y lo nota. Su voz baja. —
Dime que me buscabas, y luego déjame compensártelo.
—¿Oh, en serio? ¿Cómo es que Malcolm Saint compensa a alguien?
Algo me dice que un simple café no es tu estilo.
—¿Te gusta el café?
—Con dos cucharadas de azúcar, de hecho.
—Anotado. —Me estudia mientras sus labios forman una sonrisa
persuasiva—. Quédate y conoce a mis amigos esta noche.
Su sonrisa es pequeña pero tan persuasiva, mi estómago se siente
caliente, como si hubiera tragado una cucharada de miel caliente. No sé
cómo esos ojos suyos pueden ser tan inquietantes y reconfortantes al
mismo tiempo.

63
—¡Saint! ¡Mi hombre! —Un grito suena cercano.
Callan, Tahoe y un montón de chicas suben al yate, exhalo
temblorosamente y me aparto unos pasos de Malcolm mientras lo saludan.
—Rachel —dice, llamándome, y me presenta a sus amigos.

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9
Yate
Traducido por Sandy & Kyda
Corregido por Pau_07

He aquí la razón por la que apesto hoy en mi trabajo: Saint.


Saint descansando en una tumbona.
Saint practicando esquí acuático.
Ver a Saint pavoneándose en su yate.
Saint llamando a otros chicos que pasaban en otro yate.
“¡Saint! ¿Escuchaste que destrozaron a los Cachorros?”
“Eso es tan malo, amigo. Eso es tan jodidamente malo.”
Luego, Saint charlando con sus amigos.
Hemos estado mirándonos el uno al otro en un desconcertado
silencio durante un rato, Saint y yo. Hay un armario lleno de trajes de
baño y bikinis, y yo terminé poniéndome uno pequeño y blanco y mirando
a las otras mujeres sumergirse en el lago.
Me he puesto una gran cantidad de protector solar, suficiente para
conseguir un buen bronceado; pero espero que me proteja de quemarme.
Mi piel pica bajo el calor del sol. Puedo sentir el aire del lago Michigan, el
viento jugando con mi cabello, los suaves movimientos del balanceo del
barco que se desliza a través del agua. Los motores zumban suavemente,
arrullándome en un sueño inmediato. Pero estoy demasiado consciente
para dormir, no quiero perderme nada. Su trabajo lo requiere. De modo
que se relaja, pero todavía, de algún modo, se encuentra alerta para sus
negocios.
Saint se ha estado sumergiendo en el agua todo el día. Sé que se
encuentra fría, porque también me metí una vez. Ha estado nadando un
poco y buceando cada media hora, sin importar si sus amigos nadan o

65
practican esquí acuático. Me he quedado en mi cálida y acogedora
tumbona bajo el sol poniente, pero Saint siempre se encuentra haciendo
algo. Es como si no se relajara. Emana fuerza, no es de extrañar que
siempre esté activo. Esquiando en una pista categoría negra, haciendo
paracaidismo, volando... Toma los riesgos de alguien que no tiene nada
que perder. Toma más riesgos que cualquier otra persona que haya
conocido.
Tengo puesto mi diminuto bikini blanco, rodeada de un oasis de
comida, cuando sus amigos, Tahoe y Callan, se unen a mí.
Permanezco con ellos y trato de evitar a Saint porque parece que
hemos llegado a una tregua, pero estoy un poco fuera de lugar. En su
espacio, con sus amigos.
El interés en sus ojos cada vez que miro a mi alrededor para
encontrarlo mirándome, me pone más nerviosa de lo que nunca he estado
en mi vida.
Cuando roza mi brazo con el suyo, me encuentro instintivamente
avanzando poco a poco hacia un lado. Cuando viene a mi lado, me encojo
ante la calidez de su toque. Estoy inquieta y no sé por qué. Termina yendo
al extremo opuesto de la fiesta. Desaparece en uno de los camarotes, por
negocios, según dicen sus amigos, hasta que un par de mujeres van y lo
convencen para que se "siente" con ellas. Cae sobre un sofá, con los brazos
extendidos sobre el respaldo. Puedo sentir su mirada sobre mí como si se
tratara de un toque.
Intento concentrarme en las historias que sus amigos comparten con
el grupo. Pero por el rabillo del ojo, no puedo dejar de ver a las chicas
sentadas a cada lado de Saint parloteando mientras tratan de llamar su
atención.
Nos quedamos en la sala de estar de la cubierta con el grupo
mientras Malcolm vacía lentamente una copa de vino. Y luego otra.
Terminamos contando historias de borracheras, historias de amigos,
historias de chicas que acechan a Malcolm.
—Su viejo nunca sabía lo que iba a llevar a casa después de Kalina
—explica Callan.
—¿Llevaste a casa una chica desnuda? —pregunta una de sus
fulanas, haciendo pucheros celosamente.
El inicio de una sonrisa levanta las comisuras de su boca. —Era una
artista, y su ropa era pintada. Muy bonita, en realidad.
Siento que mi boca también sonríe. Su mirada se fija en mí y su
sonrisa se desvanece, su mirada es cada vez más pensativa.
—Te extrañamos en la fiesta después de la del Ice Box —me dice
Tahoe.

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—Apuesto que sí. —Lanzo una mirada en la dirección donde Saint se
encuentra recostado, distante, y me doy cuenta de que una de las chicas
sostiene uvas en su mano y trata de meter una uva en sus labios. Este me
mira, me observa. Lo miro mientras distraídamente abre la boca para
masticar la uva pero nunca, ni por un segundo, me quita los ojos de
encima.
—Una más —susurra la chica en su mandíbula, empujando otra uva
dentro de sus hermosos labios.
Los músculos de su mandíbula se flexionan mientras la aplasta con
los molares, y me pregunto cómo sabrá ahora. Dulce. Jugoso. Sus ojos
brillan cuando ve mi reacción, y todo mi cuerpo comienza a vibrar con
sentimientos que no puedo ni siquiera procesar. Mis mejillas se encienden
con el mismo calor que se propaga a través de mi piel como pólvora. La
noche sólo le da un aspecto más oscuro.
Peligrosa y primitivamente más oscuro.
No puedo soportar el nudo en mi estómago, completamente cruel
cuando se halla cerca. Me muevo a un lado y le pregunto a sus amigos—:
¿Qué hicieron? Si son tan famosos por sus fiestas, no puedo imaginar lo
que sucede en las fiestas posteriores a esas.
—Nadé desnudo. —Sonríe Tahoe—. Callan se pasó un poco con sus
copas para que lo recuerde.
¿Y SAINT?
—Saint y yo pasamos un buen rato —dice una de las mujeres que
adula a Malcolm.
Siento que mis mejillas arden. No lo mires. No lo mires.
—Le dimos un gran espectáculo —dice la otra con un pequeño
ronroneo que hace que mi bilis se incremente.
Esta información es de oro. Realmente. Este es el tipo de material
del que están hechas las revelaciones más picantes. Pero parece que no
puedo obligarme a quedarme y oír el resto. Las paredes de mi estómago
parecen estar cediendo, y sin poder detenerme, silenciosamente me pongo
de pie y pregunto si puedo entrar en un camarote para descansar un poco.
Ni siquiera espero a que alguien dé permiso; me dirijo al área de
descanso, evitando la mirada todos, evitando su mirada. Dado que
repentinamente ansío aire, acabo yendo a la cubierta superior. En la proa,
me apoyo en la barandilla y miro hacia el lago. Al horizonte. A un pequeño
trozo de luna.
Saco mi teléfono y trato de escribir algo. Escribir siempre me hace
sentir mejor. Completa.
Pero no puedo concentrarme.

67
Lo pongo a un lado y miro hacia el lago.
Minutos después, fuegos artificiales estallan en el cielo mientras el
grupo los observa y grita desde abajo. La vista es fascinante. Exhalo y veo
las luces dispersándose desde el Muelle de la Armada y estallado en lo
alto. Aun así se siente tan bien estar aquí, en el lago por la noche. Siempre
he querido encontrar un lugar agradable, cálido, donde nada se mueva,
donde todo sea como debe ser, y quiero quedarme aquí, quieta y en
silencio, en este lugar. Es gracioso encontrar ese sitio cuando tu mundo
gira fuera de control.
Escribo una palabra en mi teléfono para sentirme mejor. La primera
que me viene a la mente cuando veo el lago y el cielo tocándose en el
horizonte.

Interminable.

El viento despeina mi cabello, y lo ato en un moño en la nuca


mientras me dirijo a la sala descanso en la cubierta superior. Es entonces
cuando lo veo. Se encuentra sentado con el torso estirando ligeramente su
camisa, el brillo de su teléfono ilumina su perfil. No lo oí acercarse. ¿Por
qué no se encuentra abajo? ¿Por qué este estúpido nudo en mi interior no
me deja en paz?
—Encargarse del mundo es un trabajo a tiempo completo para ti,
por lo que veo —susurro.
Se pone de pie lentamente, la camisa de botones que lleva
casualmente se abre para revelar bañador y sus abdominales duros y
lisos, el pecho y el cuello. Parece más alto y más grande de cerca. El aire
cambia rápidamente de temperatura, o tal vez soy yo, calentándome y
sonrojándome porque estuvo aquí todo el tiempo. Y es tan hermoso. Es la
primera cosa hermosa que he visto en mi vida que realmente duele a la
vista.
—Lo siento, no fue mi intención romper tu concentración. Te dejaré
con ello —susurro.
—Quédate.
La abrupta orden impide que me vaya. Mi rubor parece extenderse
hasta la médula de mis huesos debido a la forma en que me mira ahora.
Su respiración mueve el cabello en la parte superior de mi cabeza mientras
susurra—: Quiero hacerte sonrojar, de aquí —toca mi frente y brevemente
mira al suelo—, hasta la punta de los pies.
Me sonríe, su pecho se halla tan cerca que puedo sentirlo
calentándome contra la brisa. Me siento como si él fuera un huracán y yo
el lago, calmado en el exterior, guardando mil y un secretos dentro.

68
—¿Por qué no pudiste mirarme, allá abajo? —murmura, su voz se
quiebra roncamente mientras levanta su gran mano y me pasa el dorso de
los dedos por la mejilla.
Un dolor caliente aumenta en mi interior. —Saint. No.
Levanta el teléfono y me muestra una imagen en la pantalla. —Me
gusta esta foto tuya. Te ves suave y reflexiva. Puedo ver tu barbilla, una de
tus orejas de duende que sobresale de tu cabello.
—¡Me tomaste una foto!
—Lo hice. —Su pulgar acaricia la imagen en la pantalla y mi
columna se tensa porque casi puedo sentir el tacto.
—Bórrala —digo, sorprendida
—Ah. Negociando de nuevo.
—Saint. No. Elimina esa foto. No estoy interesada en ti de esa
manera. En estar en tu teléfono.
Se echa para atrás buscando mi rostro. —Ven aquí, siéntate
conmigo.
Se dirige hacia el sofá y coloca su gran cuerpo justo en el centro.
Guau. ¿Así que espera que lo siga?
Con una respiración profunda, me obligo a ir allí, a ese sofá que
ahora se halla totalmente ocupado. Me siento en el borde mientras Saint
sigue ocupando el centro. Nos miramos el uno al otro, yo frunciendo el
ceño, él con diversión, y luego giramos la cabeza para mirar los últimos
fuegos artificiales en la distancia.
—¿Te encuentras enfadada conmigo porque hice que mi chofer te
llevara a casa? —dice, con los ojos brillando despiadadamente.
—Tú dijiste eso, no yo —respondo.
Se ríe en voz baja, el sonido es bajo y masculino, distractor. Al igual
que su gran cuerpo, que de alguna manera absorbe el espacio a su
alrededor como un vórtice.
—Podría haberte dejado venir a la fiesta posterior a la del Ice Box si
hubieras aceptado mi regalo. —Arrastra el pulgar pensativamente a lo
largo su cuadrada y rasposa mandíbula—. Un hombre tiene su orgullo,
Rachel. ¿Cómo crees que me siento cuando veo mi camisa de vuelta en mi
oficina?
—Aaay, ¿Te sientes abandonado por una chica entre tu millón de
novias?
Su voz baja, su hermoso rostro se encuentra marcado por la
perplejidad. —¿Por qué?

69
—¿Qué?
—¿Por qué la devolviste? Te dije que te la quedaras. Nadie devuelve
mis regalos. ¿Soy repulsivo para ti?
Mi mirada se fija en los gruesos tendones de su garganta, porque no
quiero que vea que no es repulsivo, es demasiado atractivo para dejarme
pensar la mayoría de las veces. —Prefiero no aceptar regalos de hombres o
de extraños. —Levanto la barbilla una fracción, entrecerrando los ojos y
advirtiéndole en voz baja—. Y si sigues burlándote de mí, voy a irme a
casa.
Se inclina hacia delante. —Sabes, Rosie no me tiró mi regalo al
rostro. Me llamó héroe... y me gustó mucho.
Me provoca. Yo solía bromear mucho mejor cuando no me estaba
revolviendo la cabeza.
—A: Los agradecimientos de parte de elefantes son bastantes raros,
así que espero que aprecies el gesto. Y B: Imagino que te han dado cosas
toda la vida —digo.
Su sonrisa se vuelve triste, y se inclina hacia delante. —Todo.
—¿Todo?
Asiente.
—No lo creo.
—¿Qué podría haber querido que no tuviera? —se ríe en voz baja—.
Lo tengo todo, Rachel. Al menos solía tenerlo. —Se acerca y pasa el dorso
de un dedo a lo largo de mi mejilla, despertando cada terminación nerviosa
de mi cuerpo.
Mi garganta se siente apretada repentinamente. Su mirada se vuelve
oscura y llena de hambre, y ningún hombre que tiene todo puede estar así
de hambriento.
A medida que nos quedamos en silencio, la brisa pasa a través de
nosotros, el aire entre nosotros es diferente, ¿a qué juega conmigo? La
fotografía que tomó fue realizada mientras estaba tan vulnerable, mi perfil
enseñaba mi confusión. No puedo soportar que me viera así.
Está viendo mi fotografía ahora, serio.
—Me doy cuenta de que la compañía que tengo es especial. Aprecio
que me des la oportunidad de recompensarte —dice sobriamente, viendo el
cielo oscuro donde los fuegos artificiales solían estar. Cuando se vuelve
para enfrentarme, tengo que luchar para no apartar la vista de esa mirada
verde inquisitiva.
—Gracias por invitarme… Lo he pasado bien —digo con voz tan
ronca como nunca la he escuchado.

70
Repentinamente, también me siento hambrienta.
De que se burle de mí de nuevo, que me haga sonreír, y obtenga ese
destello en los ojos que tanto me enfurece como también me hace sentir
pequeñas burbujas en las venas. Siento necesidad de saber por qué me
eligió, por qué quiere que tenga su camisa.
Sonríe amistosamente y me señala.
—Negociaré contigo ahora, Rachel. Si quieres preguntarme algo, te
daré una respuesta, y te haré una pregunta —dice, observándome.
—¿En serio? —Me animo, y cuando asiente indulgentemente, le hago
una seña—. Tú primero.
—Muy bien. —Se inclina hacia adelante, sus músculos se estiran
debajo de la camisa abierta que usa—. ¿Por qué no podías verme allá
abajo, Rachel?
—¿A qué te refieres?
—Allá abajo. ¿Por qué no podías verme? Aún ahora, ¿por qué no
miras hacia aquí? —Sigo su dedo a donde lo golpea suavemente sobre uno
de sus parpados.
Pienso en mi respuesta.
Antes de que pueda contestar, murmura, casi advirtiendo—: La
verdad.
Me sonrojo. Dios, siempre quiere la verdad. ¿No confía en nadie,
entonces?
—Tenías razón con respecto a mí, este no es mi ambiente —digo
encogiéndome de hombros—. Eres bueno leyendo a las personas, puedo
verlo.
—Puedo ver que tú también lo eres.
Espera. Supongo que es mi turno. Quiero preguntarle cosas
personales, como por qué no podía ir a su fiesta, pero necesito enfocarme
en la entrevista. Así que me concentro en él. —La duda que todo el mundo
tiene en: ¿crees que ella se encuentra ahí afuera? ¿Una mujer que encarne
todos tus deseos?
Hago una rápida apreciación de sus rasgos, pero no revela ni un
atisbo de sus pensamientos en lo absoluto. —¿Realmente es eso lo que le
gustaría saber a todo el mundo?
—Respondes con una pregunta.
—Y tú no haces las preguntas correctas.
Frunzo el ceño y agarro la bandeja de frutas que su personal del yate
también puso aquí arriba.

71
—Así no es como se hace —dice. Recuerdo la manera en la cual le
dieron de comer uvas abajo.
—¿Disculpa? No soy parte de tu harén —me río—. Aquí tienes tu
uva.
Le arrojo una uva. Esta rebota en su pecho. Siento una sacudida
cuando su muslo roza el mío mientras se mueve y agarra una uva
también. —Me enseñaron a no jugar con la comida, sino a comérmela.
El simple toque de su mano haciendo círculos en mi nuca envía una
pequeña calidez extraña a través de mis venas.
—¿Qué ha…?
—Shuuu.
Mi cuerpo hace corto circuito a medida que se inclina para
acercarse. La esencia a jabón alcanza mis fosas nasales a mientras lleva la
uva hacia mí, sus pupilas se hallan tan dilatadas que son todo lo que veo.
—Abre la boca —persuade.
El suave roce de la uva a través de mis labios envía una corriente a
través de mi cuerpo.
Me contempla con una sonrisa malvada, y entonces lo siento rozar la
uva sobre mis labios de nuevo. Instintivamente, sensualmente, abro la
boca y lo dejo dármela, respirando pesadamente. Para el momento en que
trago, su sonrisa se ha ido.
Nuestros ojos se quedan en los del otro por los segundos más largos.
Entonces, gentilmente, siento el roce de su pulgar en mis mejillas.
Un temblor me recorre mientras baja la cabeza. Y entonces, oh,
Dios. Coloca un único beso en la comisura de mis labios. Me estremezco
de pies a cabeza.
El temblor se intensifica mientras Malcolm toma mi barbilla y me
voltea para que así sus ojos muy verdes miren los míos. Son cautelosos y
aun así tan hambrientos. ¡Me digo a mi misma que esto no puede ser real!
¡No es posible que pueda desearte de esta manera!
Tengo miedo de ser besada. Me asusta desearlo. Huele aún mejor
que en mis sueños, se siente aún mejor, y lo quiero mucho más, más que
más.
Está respirando rápido, claramente luchando por control. Y quiero
que lo pierda.
No. No, la única con todo que perder soy yo.
—Mmm. Guau —digo, aguantando el dolor en mi estómago mientras
me enderezo—. Vaya, sí sabe diferente cuando te dan de comer. Puedo
saborear tus gérmenes en ella.

72
Se sienta allí, con una pequeña sonrisa iluminando sus labios como
el sol.
—¡Saint! —gritan los chicos. No les responde.
—¿Ustedes dos se encuentran dispuestos a ir a nadar desnudos? —
Esa es la primera cosa que Tahoe dice cuando aparece en la cubierta.
—Rachel y yo estamos hablando, pero adelántate. —Lo despide, sin
siquiera voltearse. Se recuesta para ocupar la mayoría del sofá. Me apoyo
inquieta, y toma un poco de mi cabello para jugar con él.
—¿Estás dispuesto a hacer una travesura, eh? —me río.
—Si te unes a mí, sí. —Muestra mi fotografía en la pantalla de su
teléfono celular, su voz baja—. Si borro esto… me dejas llevarte a casa esta
noche.
—Me has estado llevando a casa por días.
—Mi chofer te ha estado llevando a casa, no yo. —Su voz es baja
pero firme, rotunda—. Hay una gran diferencia, te lo garantizo, Rachel.
Mi sonrisa se desvanece por el aire depredador rodeándolo. Estoy
tan seducida por ello como asustada.
—Necesito ir a casa temprano. Me hallo segura de que prefieres estar
con tus amigos.
—Si lo hiciera, no te lo estaría pidiendo. —Su pulgar se cierne por
encima del ícono de “eliminar”, su mirada expectante sobre mí—. ¿Rachel?
—Insiste.
—Si la borras, lo pensaré —ofrezco.
Su mandíbula dura parece apretarse reflexivamente en desafío, y en
un lento segundo, baja su pulgar y presiona “eliminar”.
—Listo —dice, sus ojos brillan felizmente en la oscuridad—. Ahora te
llevaré a casa.
El solo pensarlo me enerva. Mi departamento es mi cielo seguro.
Imagino su presencia cerca de todas mis cosas con volantes, femeninas.
¿Qué quiere allí? Si su camiseta invadió mis pensamientos y espacio, no
puedo imaginar lo que Saint en persona hará. Asiento, sólo porque quiero,
necesito, dejar una opción abierta, pero especifico—: Sí, pero no esta
noche.
Y entonces sólo necesito algo de distancia, de sus ojos, de la forma
en la que mi cuerpo se siente sobrecargado, mi corazón acelerado, cada
parte de mi sobrerreacciona a su sonrisa, su mirada, su olor.
Así que me dirijo a la cubierta de abajo sin siquiera decirle a donde
voy, y salto al agua fría en el minúsculo bikini. ¡Bam! ¡Frío! Y entonces
salgo nadando, vitoreando cuando lo hago.

73
Tahoe nada cerca, y parpadea hacia mí, su sonrisa se torna traviesa.
—Bueno, bueno, bueno…
—Córtalo, T.
Al escuchar la voz, miro hacia arriba. Saint se inclina sobre la
barandilla con esa pequeña sonrisa, observándome.

***

Esa noche me siento a tomar notas febrilmente.


Muy bien, concéntrate en los hechos, Livingston. Exhalo y trato de
quitarme una pequeña uva verde de la cabeza. Esos ojos verdes pidiendo,
deseando, que lo deje traerme a casa. Y no puedo creer que casi le dije sí.

Es un solitario, parecía desapegado del grupo. Siempre un paso


adelante, en algún otro lugar.
Se halla acostumbrado a que las mujeres vayan a él. (¿Son algo
adicional? ¿Un ruido de fondo? No parecía especialmente atento con nadie,
¡pero ellas bailaban en el tubo y se besaban para entretenerlo!).

Voy a cepillarme los dientes y me dirijo a la cama. Me acuesto bajo


mis sabanas. Intento ir a dormir. Pero otras cosas siguen volviendo a mí.
El hecho de que cuando me dio de comer la uva podía sentir su duro
pecho contra mis senos y su aliento en mi rostro.
El hecho de que siempre parecía poder olerlo cuando el aire me
llegaba de cierta manera, y que lo escuchaba por encima de todos los
demás.
Trato de alejar estos pensamientos, pero mientras más lo intento,
más vienen a la superficie. Dios, no quiero obsesionarme con esto. No
quiero. Pero si quiero que esta historia sea buena, no puedo bloquear
partes. No puedo hurgar y elegir con lo que me es más conveniente lidiar y
que no. Agarro mi bloc de nuevo y empiezo con una palabra.

Eléctrico.
Electrifica el aire.

Entonces escribo unas pocas más.

74
Consumidor.
Si está alrededor, difícilmente notas a alguien más.
Terco.
Es imposible negociar con él.
¡¡¡¡¡AÚN LE ENCANTA BURLARSE DE MÍ!!!!!

Me pinchó y molestó con respecto a la fotografía, las uvas, la camisa,


hasta por ser el héroe de Rosie…
Coloco el bloc a un lado y apago la lámpara, pero incluso en la
oscuridad, todavía lo veo observándome en el agua desde arriba. Y aún
siento sus dedos en mis hombros cuando subí a bordo del yate de nuevo
sólo para sentirlo envolver una toalla tibia a mi alrededor.

75
10
Acampada
Traducido por MaryLuna
Corregido por Sandry

Durante las últimas veinticuatro horas, he estado navegando por la


red y accediendo a todas sus nuevas fotos etiquetadas. También hay
algunas fotos antiguas de chicas en bikini jugando al mini golf en su casa.
Y fotos de Saint saliendo de un helicóptero con chicas pilotos vistiendo
nada más que diminutos pantalones cortos.
—De verdad me molesta ver todas estas fotos, porque muchas de
estas chicas van a él, no les pide que vayan a aferrársele —le digo a Gina.
—Amiga, Saint es un gran mujeriego. Debe ser toda la atención que
nunca tuvo cuando era niño.
—Más bien es que es un hombre sano y las mujeres simplemente se
le lanzan. He visto videos de YouTube dedicados a él, de mujeres
desnudándose o lavando sus autos, ofreciéndole ir para lavar el suyo. De
hecho, mira esto...
Vemos un video de una mujer sin sujetador mojándose la camiseta y
sonriendo. —Saint, iré a lavar tu auto cualquier día, y también limpiaré tu
tubería.
Nos echamos a reír.
—Tiene una colección enorme de autos, aparentemente. Hay una
foto, ¿ves? Hay como treinta autos aquí. Muy raros. Tiene mil y un
juguetes. ¿No te dice algo?
—¿Qué? —pregunta Gina.
—¿Cuando tienes todo y nada nunca es suficiente?
—¿Cómo deberíamos saberlo? Apenas pagamos el alquiler este mes.

76
—Vamos, en serio. Cuando nada nunca es lo suficiente, en algún
nivel oculto de su psique hay algo acerca de la vida de este hombre que
está absolutamente vacío. Lo veo trabajar, Gina; es como si estuviera...
obsesionado con ello. Como que le ayuda a bloquear otra cosa.
—¿Qué?
—Olvídalo.
Se ríe. —Eres tan profunda, Rachel. Tal filósofa. Envíele la cuenta y
ahórrale el terapeuta.
Sigo con los enlaces y termino viendo un video en el que sale junto a
su padre, tomado cuando su padre negaba el último deseo de su madre de
darle a Saint un puesto en el consejo de la compañía de su padre.
—Lo único bueno que tiene a su favor es su nombre —le dice su
padre a un periodista que le preguntó por qué a Malcolm no se había
permitido entrar en la empresa familiar. Malcolm no se inmuta. Sonríe
irónicamente, no dice nada, simplemente se mantiene controlado. Este
vídeo hizo que todos apoyaran a Malcolm en lugar de a su padre. Aun así,
¿no dañó su psiquis de alguna manera?
—Que imbécil —dice Gina esa tarde cuando veo el video una vez
más, esta vez sólo viendo la expresión de Saint, que no revelaba nada,
como si esperara el golpe y estuviera preparado para ello.
—No es de extrañar que Saint sea un idiota, fue criado así.
—No es un idiota.
—¿Disculpa?
—No es un idiota —digo a la ligera.
—¿Quién se encuentra susceptible?
—No estoy susceptible. Sólo establezco un hecho.
—Bueno. No te gusta lo que tenemos en la nevera, cuando era tu
turno de abastecernos para la semana; estás obsesionada con ese
ordenador; tienes ojeras debajo de los ojos; llevas una E de exposición en la
frente y una X en el culo gritando que Saint te folle justo allí. Te estás
enamorando Saint, ¿no es así?
—No.
—Muy bien, porque has querido esto tu vida entera. Mira todas las
fotos de mujeres sobre él. Infiernos, con las tetas casi en su rostro. ¿Ese es
el chico que te gusta?
Me quedo mirando el video de YouTube. —Me gusta este —murmuro
mientras se va, entonces frunzo el ceño. No, no te gusta, Rachel. Necesitas
ser imparcial, tienes que ser veraz.

77
Agarro mi saco de dormir para ir al campamento del grupo Fin a la
Violencia.
Mis amigas piensan que un campamento no logrará mucho por sí
mismo, en realidad, pero me siento bien cada vez que lo hago, así que lo
hago a menudo, y cuando mi vida es inestable, lo hago aún más porque
me siento más segura haciéndolo. Centrarme en otra persona es la única
forma que conozco para olvidar los pequeños dolores propios, aunque no
tuve muchos de esos dolores. Tuve una gran vida. La tengo.
Mi educación fue diferente a la de Saint. No me dijeron: "Eres
imprudente; lo único bueno que tienes a tu favor es tu nombre”. Mi madre
me dio tanto amor que aquí estoy, tomando proyectos que podrían ser un
poco demasiado grandes para mí, sólo porque me hallo lo suficientemente
loca como para pensar que puedo manejarlos.
Me encuentro tan preocupada por hacer justicia al artículo, necesito
hablar con ella ahora mismo. —Hola, mamá.
—Oh, hola, cariño. ¿Qué haces? ¿Vas en camino a la acampada?
—Sí, sólo quería ver que hacías tú. ¿Necesitas algo?
Siempre me doy cuenta cuando mi madre se siente bien o cuando
finge. Me siento aliviada de que hoy suene genuinamente feliz.
—Me hallo bastante bien, Rachel. Que yo sepa, todavía soy la madre
en esta relación. —Incluso se burla de mí—. Pero, ¿cómo se encuentra mi
niña?
—Estoy bien. —Puedo oír su disco favorito de Cat Stevens sonando
en el fondo—. Te mandaré un mensaje mañana desde el trabajo. Inyéctate
la insulina, ¿de acuerdo? —Espero a que diga bien, y luego le susurro en
voz baja—: Te quiero, mamá.
—¡Rachel! Espera. ¿Ocurre algo?
Vacilo. —¿Qué quieres decir? —Oh, guau, ¿así que ahora mi voz
suena afectada? Siempre le digo que la quiero, por lo que eso no pudo
haber causado su preocupación.
—No hay nada malo, me encuentro genial. Estoy escribiendo un
nuevo artículo, te contaré todo sobre eso pronto.
Hay silencio. —¿Te encuentras segura?
Mierda, sospecha algo.
Es inútil decirle que no se preocupes por mí, porque entonces me
dirá que no me preocupe por ella, y la quiero demasiado como para hacer
eso. Pero detesto preocuparla por nada.
—Sí —le aseguro riendo—. Te quiero. Te veré pronto. —Entonces
cuelgo y exhalo.

78
Pese a que mi madre se había puesto tan curiosa al final, realmente
necesitaba esa llamada. Necesitaba recordarme a mí misma que ella es lo
que más quiero y que mi sueño es conseguirle una bonita casa, un buen
auto, buena atención hospitalaria, seguridad. No puedo darle de vuelta a
mi padre, pero me gustaría darle lo que pueda. Me gustaría darle las cosas
que papá quería. En mi corazón, esto significa que lo honraré, donde
quiera que esté, haré lo posible para obtener para nosotras las mismas
cosas que nos quería dar. Mi madre es diabética. Ha estado bajo control
durante años, pero su buena salud sigue siendo una preocupación para
mí, incluso si se niega a admitir que es una preocupación para sí misma.
El parque no se halla muy lleno esta noche. Mucha gente se salta
estos eventos y opta por las caminatas u otro tipo eventos de Fin a la
Violencia, pero me gusta venir aquí con mis libros, una mezcla en mi iPod,
mis meriendas, e instalarme.
Reconociendo algunos rostros, camino por ahí hasta que encuentro
un buen lugar bajo un árbol.
Extiendo el saco de dormir, saludo a la joven pareja cerca cuyos
nombres no sé; pero a la que he visto antes, y levanto la mirada a un
manojo de ramas de árboles y hojas extendiéndose hacia el cielo.
Raramente me las arreglo para dormir aunque sea una hora cada vez que
acampo aquí; pero aun así lo hago sólo porque no quiero estar tan cómoda
con las cosas hasta el punto de no querer cambiarlas para mejor.
Después de comer algunas bayas y escuchar música, me quito los
auriculares, preparo mi almohada del campamento, y me quedo dormida,
soñando que me pierdo en la noche en el interior de un bosque verde,
corriendo con una camisa de hombre, y cuando Gina, Helen, y mi madre
gritan para que salga, nunca puedo encontrar el camino para salir de las
profundidades.

***

Me despierto con un sobresalto, sudorosa, sin aliento y mirando


alrededor confundida. Estoy en el campamento. Temblando, saco mi
teléfono y luego parpadeo cuando veo que tengo un mensaje.
Si aún no te puedo llevar a casa, entonces al menos deja que te recoja
y te lleve a algún lugar.
Me quedo mirando el mensaje de un número desconocido con el
corazón golpeando salvajemente y una maraña de nervios dentro de mi
estómago. Sé que es él, tiene que serlo. Pienso en él, en sus camisas, sus
miradas y sus vinos. Pienso en su yate, en sus secretos, en el hielo en sus
ojos y en la forma en que me mira como si quisiera que yo fundiera todos

79
esos témpanos misteriosos en su interior. Pienso en lo inquieta que me
siento y cómo no puedo concentrarme en nada más... y luego pienso en la
revelación y lucho para centrarme en esa meta, en ese deseo. Exhalando,
le contesto:
No me opondría a un recorrido por la sede de Interface.
Hecho.
Me muerdo el labio, cosas que se sienten como mariposas me
invaden ahora. Estas tienen que ser mariposas por las historia, porque
nunca las he sentido de esta manera. Antes de que pueda detenerme,
envío:
¿No duermes?
No cuando no quiero.
Me sonrojo. Dios, ¿anda de mujeriego en este momento? Podría ser
un gran tipo para una chica especial, es deprimente que permita que cada
una tenga un pedazo de él de alguna manera.
¿Y tú? ¿Por qué te encuentras despierta ahora, Rachel?
Tu mensaje me despertó. Escribo.
Dulces sueños entonces, Rachel.
Cierro los ojos y pienso en su rostro en el vídeo de YouTube, su
rostro en el club después de que me vio, siempre tan cerrado y misterioso,
como si se negara a dejar que nadie vea y sepa quién es realmente o lo que
realmente quiere de ellos.
Lo mismo digo, si quieres soñar, quiero decir.
Oh, sueno tan tonta. Uish. Bajo el teléfono, como si de repente se
tratara de un cocodrilo que acabara de encontrar en mi aterrador sueño
del bosque verde, no duermo ni parpadeo.

80
11
La oficina
Traducido por Jan Cole
Corregido por Paltonika

Por lo menos mi escritura se ha beneficiado por mi creciente


obsesión con esta tormentosa fascinación que no tiene a donde ir. Esta sed
de información se vierte en mi escritura, a cualquier cosa que le doy mi
atención. Soy como una glotona antojada de algo en particular; pero que
se satisface con lo que sea que le caiga en las manos mientras tanto.
Incluso si es información de algo más.
—Este artículo es fenomenal —dice Helen—. Como fuego. No puedo
esperar a ver lo que harás con el artículo de Saint. ¿Qué significa dibs en
esto?
Jadeo—: ¿Qué?
Sonríe y tamborilea el bloc de notas en mi escritorio con una
palabra, subrayada hasta que la página se rompió.
DIBS.
Descansa la cadera en mi escritorio, y siento que Victoria está cerca
de caerse de la silla en su afán de oír lo que tengo que decir.
—Nada —digo, tomando la libreta y poniéndola a un lado. En serio,
¿Ahora garabateo “dibs”?
—Oh, ¿qué quieres decir con nada? —Se voltea—. Victoria, Victoria.
—Dobla un dedo y Victoria se levanta, acercándose tan casualmente como
puede.
—¿Helen? —dice—. Hola, Rachel. —Sonríe.
—Ayúdame a llevar a Rachel con ese estilista que siempre hace que
luzcas tan espectacular. Con ese rostro —levanta mi barbilla—, no hay

81
manera en la que Saint se contenga de cazarla. Gracias, Vicky —dice,
entrando a su oficina.
Con Victoria cerca, de repente deseo haber dicho que hice progresos
moderados. Me hubiera gustado haber dicho cualquier cosa que me evite
ver su enorme y satisfecha sonrisa. Casi puedo oírla pensando en que ni
siquiera puedo escribir un artículo sin su ayuda. Que no puedo conseguir
a un hombre sin su ayuda.
—No es necesario, en serio —le digo.
—Oh, tonterías, sé lo que necesitas. Voy a tomar prestado esto por
un segundo —dice, señalando mi teléfono fijo. Llama a su estilista y
tararea mientras espera, y tengo que guardar y cerrar mi archivo, porque
nada puede meterse con mi atractivo al igual que nadie puede echar un
vistazo a mi pantalla.
Me siento, sintiéndome como una perdedora y mirando mi teléfono
cuando veo el mensaje de Dean.
El señor Saint quisiera darle un recorrido por las sedes corporativas
de Interface. Hágame saber si le interesa, desea verla.
Mis dedos se doblan y mis mejillas se ponen rojas. Maldición.
Respondo:
Estoy deseando verlo.
Oh, Dios. ¿Verlo? Voy a reunirme con él, no a verlo.
Profesionalmente. Eso es todo. ¿Qué voy a hacer cuando lo vea de nuevo?
Saco una foto de Saint que descargué en mí celular y la miro. Su
perfil es tan perfecto. Es el único hombre del que he tenido una foto en mi
teléfono, es de una de las chicas que lo etiquetaron, y ya que logré
descargarla, de alguna manera se quedó en mi teléfono. No he sido capaz
de borrarla.
Considerando que Saint borró mi foto, debería hacer lo mismo, pero
una parte de mí disfruta de ser capaz de mirarlo mientras no me ve. Y esta
foto… estoy bastante segura que esta foto fue tomada aquel día en el yate,
y lo que mira a la distancia soy yo. Algo sobre su expresión indescifrable
exige que lo averigüe.
Victoria cuelga de golpe el teléfono de mi oficina. —Hecho. Conseguí
una cita para ti el viernes de la próxima semana. ¡Prepárate para hacer
llorar a Saint! —declara, palmeando la cima de mi cabeza y dejándome
para mirar el nuevo mensaje de Dean en mi teléfono.
Genial. Enviaremos un auto a su casa el jueves a las cuatro de la
tarde.

82
12
Jueves
Traducido por MaJo Villa & pau_07
Corregido por Helena Blake

Jueves.
Son las cuatro y uno de la tarde, voy saliendo de mi edificio.
—Oh, sostendré la puerta para usted, señorita Sheppard.
Nuestra vecina del tercer piso (quien hace unos estupendos pasteles
de café para cada fecha festiva) parece haber estado afuera paseando a su
perro, con su gato acurrucado en su brazo. —Rachel, luces encantadora
con el cabello suelto. —El gato ronronea mientras ella le acaricia la parte
de atrás de la oreja—. No puedo siquiera pensar en una actriz tan rubia y
tan flaca como tú. ¿Quién te maquilla? Es tan natural.
—Gina, mi compañera de departamento. —Le sostengo la puerta—.
Trabaja en una tienda por departamentos, en cosméticos, y estamos
probando diferentes estilos en mí.
—Ah, sí. El día en que tenga un baile y un lindo vestido, iré a
visitarla.
Su perro ladra en mi tobillo y me estremezo un poco pero me
mantengo firme, luego giro de nuevo hacia la calle una vez que se
encuentra adentro. Me congelo. En lugar de los Rolls, el BUG 1 negro y
brillante de Saint se halla estacionado justo afuera.
Él se inclina contra el auto, mirándome. Y está sonriendo. A mí. Da
un paso hacia adelante y dice—: Hola. —A mí. Y me olvido de todo. Incluso
de mi nombre. Incluso de que se supone que hoy estoy trabajando. Mi
estómago se contrae, y también lo hace mi garganta.
—Hola —digo, mirando su traje negro mientras abre la puerta del
pasajero para mí.

83
Oh, Dios, ¿qué es esto?
Me ofrece la mano, y la miro con temor y anticipación antes de
deslizar mis dedos en los suyos. Me agarra los dedos suavemente al tiempo
que me acomodo en el asiento, el contacto se prolonga hasta mucho
después de soltarme y cerrar la puerta.
Luego se mete en el auto, cerrando su puerta de un golpe y
encerrándonos en el espacio más confinado en el que hemos estado desde
que nos conocimos. Su aroma me envuelve junto con el cuero del auto, y
mis pulmones empiezan a doler con cada respiración que tomo.
Mientras me vestía, seguía diciéndome a mí misma que no
necesitaba lucir perfecta porque no sucedería nada. Pero en realidad pasé
más tiempo que nunca pensando en lo que iba a usar y preguntándome
cómo se sentiría Saint con respecto a eso.
Dean me envió un mensaje dándome instrucciones de usar algo
cómodo porque partes del edificio todavía se encontraban en construcción.
Terminé usando mi par de pantalones gastados favoritos, un suéter suelto
sin forma, y mis botas cálidas, porque amo tener cómodos los pies. Soy
una fanática de las medias gruesas, de las botas acolchadas, y de meter
los pies en algo suave y cómodo. Pero no importa si le gusta, ¿verdad?
Porque nada puede salir de esto. Estoy trabajando, y Saint… bueno, es
más agradable conmigo al darme un recorrido de lo que jamás imaginé en
primer lugar.
—Espero estar bien vestida —susurro.
Sus ojos verdes recorren mi cuerpo de arriba abajo, y de repente algo
más que mis pies se calientan mientras una sonrisa pequeña aparece.
Extiende un brazo detrás de mi asiento y me enfrenta por completo. —Esto
me gusta casi como me encantó lo que usaste el día que nos conocimos.
Me cubro el rostro y río. —No lo dices para nada en serio.
Cuando me obligo a mí misma a dejar caer las manos, veo que me
mira. De verdad, jamás he sido observada de la forma en que él me
observa, con ese brillo de malicia en su mirada, sensual, oscuro, y
profundo, rodando con las promesas más exquisitas. Cuando se burla de
mí de esta manera, mi piel se calienta y las cosas que me suceden sólo
podrían ser explicadas por las colisiones, las partículas, la energía y la
química. No puedo soportarlo.
Sin tranquilizarme más acerca de mi apariencia o cuánto le gusta o
no le gusta, enciende el motor, revisa los espejos, y hace que los
neumáticos chillen mientras entra en la calle. Al siguiente segundo, me
encuentro pegada al asiento del auto sin respirar.
—Este auto se encuentra destinado a ser conducido como si lo
hubieras robado —dice.

84
Toma una curva un poco imprudentemente y empieza a reírse entre
dientes, el sonido es bajo y divertido. —¿Todo bien, Rachel? —Sonríe y me
aprieta el muslo, y lo miro, el hormigueo de la adrenalina y la lujuria que
siento se vuelven campanas repicando muy alto en mi interior.
Sonrío y asiento; pero añado—: Aunque eres el demonio.
Baja la velocidad y empieza a conducir como una persona normal
por las siguientes cuadras, hablando bajo, con una mirada de soslayo y
curiosa hacia mí. —¿Más demonio que santo?
—No podrías ser santo ni aunque te pusiéramos un halo.
Sus labios se curvan hacia arriba; pero hay algo en esa sonrisa que
no llega a sus ojos, al tiempo que se gira de nuevo hacia la carretera.
Desde el momento en el que lo conocí, el aire entre nosotros se ha sentido
diferente de la forma en la que es cuando no estamos juntos. Más pesado,
más eléctrico, cada mirada, cada sonrisa o cada palabra causan ondas en
la atmosfera. Pero justo ahora, dentro de su auto con aroma a cuero y a
hombre, siento su presencia con cada respiración. Con cada pensamiento.
Con cada movimiento, esos movimientos suyos, mientras gira el volante,
cambia de marcha. Y esos movimientos míos; poniendo mi cabello hacia
atrás, pasándome las manos por el suéter.
Cuando llegamos al estacionamiento subterráneo de Interface, se
mete en el primer espacio vacío, y me digo a mí misma olvídate de una
buena vez de sus deliciosos y suaves besos, mientras se quita la chaqueta
y la lanza a su asiento. Pero no sirve de nada; la visión de músculos
ondeando por debajo de la tela de su camisa blanca de algodón no ayuda a
que mis rodillas vuelvan a funcionar normalmente. Se desanuda la corbata
y la suelta, sus bíceps se flexionan debajo de la camisa. Mis ojos, no puedo
apartarlos de él. Siento su llamada visceral, justo en el centro de mí ser. Lo
observo, notando el cabello que le caía por encima de los ojos mientras se
pasaba los dedos a través de éste.
Una bola de cables enmarañados se establece en mi estómago al
tiempo que lo sigo al elevador y nos dirigimos a la planta superior.
De repente su voz ronca pasa como una pluma por mi columna. —
¿Deseas hablar acerca de Interface ahora?
Quito la atención de ese hermoso par de labios para encontrarlo
observándome. Su mirada es demasiado aguda y conocedora como para
que poder sostenerla por mucho tiempo; pero tampoco puedo apartar la
mirada. —No lo sé.
—Entonces, ¿no quieres discutir acerca de Interface?
Su voz es ronca, más profunda de lo usual y la sonrisa repentina en
sus labios es absolutamente sensual.

85
Me muerdo el labio inferior, sin saber qué decir mientras da un paso
hacia adelante, mirándome inquisitiva y también… expectativamente. Mi
corazón empieza a latir fuertemente. Siento que algo sucede. Un huracán
llamado Malcolm Saint está ocurriendo. He estado soñando con él, con
nosotros. Extremidades, piel, toqueteos, el roce de sus labios justo en la
comisura de mi boca…
Una punzada de nerviosismo tensa cada centímetro de mi cuerpo
mientras mueve su cuerpo para estar frente a mí. Extiende el brazo a lo
largo de la pared a mis espaldas, le brillan los ojos. Se encuentra tan cerca
que puedo ver las motas de hielo en esos iris, recordándome otros tiempos,
cuando esas motas parecían haberse derretido por el calor.
—Oye —dice, pasándome el pulgar por la mandíbula mientras, de
repente, me sonríe.
Huele a jabón. Su cercanía enciende mis nervios como un árbol de
navidad.
—Oye —susurro, queriendo sonar casual; pero fallando
miserablemente.
Su cercanía es inquietante.
Toma mis dedos en una mano caliente y tira de mi brazo hacia
arriba, mira sus dedos entrelazados con los míos mientras sostiene mi
mano entre nosotros, al nivel de nuestras gargantas. —Rachel,
pregúntame todo lo que quieras —dice, frotando el pulgar en el dorso del
mío, el toque electrifica mis terminaciones nerviosas.
Extiende la mano libre y acaricia las tarjetas a las que me aferro con
mi otra mano. Echa un vistazo a la primera tarjeta. —Despiadado. —Lee
en voz alta.
Sorprendida, salto a la acción y tomo las tarjetas con ambas manos.
Sus labios se curvan; me observa mientras, nerviosa, meto las tarjetas en
mi pequeño bolso.
¡Livingston de verdad te encuentras desenfocada! No sé qué hacer, o
qué decir, sólo que esto no es bueno para Edge, para mi carrera. Para la
exposición. Oh, mierda.
—¿Crees que soy despiadado? —murmura.
Mientras busco frenéticamente una respuesta en mi cerebro, lo
encuentro mirándome con una expresión sombría.
—Soy mucho peor que eso —murmura.
El ascensor se detiene.
Mira a la parte de arriba. —Ya llegamos. —Nos dirigimos hacia
afuera. Mármol, ventanas, todo es nuevo y recientemente aseado. De un
lado se hallan latas de pintura, el olor de la pintura seca mezclado con

86
yeso y plástico. Los techos tienen cables expuesto. Es una obra maestra en
curso, un edificio visionario para personas visionarias.
—Oye, ven aquí, quiero mostrarte algo —me dice Saint, mirándome
caminar hacia donde se encuentra de pie.
Me dirige a una sala de conferencias enorme.
Observo todo. —Es hermoso.
Me doy cuenta de que sólo me mira a mí. Me observa como si
quisiera algo de mí, como si deseara mucho algo, y como si lo quisiera
desde hace tiempo.
Consciente de que me estoy sonrojando bastante, me aparto de su
mirada y me distraigo con la enorme obra de arte en la pared a su
izquierda. La pared es tan grande, que no reconozco las manchas de color
mientras las asimilo todas, pero cuando me concentro en cada una de
ellas, lo hago.
Aquí, cubriendo una de sus paredes de un extremo a otro, se
encuentra el enorme mural de lienzo que Gina y yo hicimos en el parque,
junto con alrededor de un centenar de personas.
Aturdida, camino hacia adelante, escaneando todas las manos. Ahí
se encuentra la de Gina. Y sí, ahí se encuentra la mía.
—¿Qué piensas de esto?
Lo miro, sin poder creer lo que veo. En un impulso, me vuelvo hacia
el mural, levanto la mano y la hago coincidir con la huella roja de mi
mano, dedo con dedo.
¿Cómo lo supo? Cuando fui a su oficina, me hallaba manchada de
pintura roja, y le dije dónde había estado. Oh, vaya. Miro nuestras manos,
todavía sin poder creerlo mientras doy un paso hacia atrás.
Recuerdo viajar en uno de sus autos mientras hacía una oferta en
una subasta.
Recuerdo todas las cosas de las que se encargó en el espacio de unos
pocos minutos.
Y no puedo creer que una de esas cosas, uno de esos momentos en
los que se encontraba al teléfono, uno de esos días, tenía relación con esta
cosa que significa el mundo para mí.
—Ves, estoy corrigiendo una injusticia —dice a mis espaldas—.
Interface ha contribuido a la causa en la que tanto crees… y no puedes
devolver esto.
Me río y lo enfrento, mis rodillas se sienten más y más débiles. —De
verdad herí tu orgullo al devolverte la camisa, ¿no?
—Me encuentro herido de muerte.

87
No sonríe.
Su llamado es más fuerte que nunca.
Su mirada es más verde que nunca.
—Las donaciones hechas por las instituciones que adquieren esto
van a las familias de las víctimas. Estas donaciones de verdad ayudaron a
mi madre cuando mi papá murió. —Me escucho admitir, con una bola de
emoción en las entrañas—. Es un gran gesto. Gracias por ayudar.
Sus ojos se ponen vidriosos, como si todo lo que deseara fuera este
pobre agradecimiento que acabo de darle.
Sonríe y asiente con su cabeza oscura, y de repente no es suficiente.
No lo suficiente en absoluto. No puedo creerlo, este gesto vale un centenar
de gestos. En un impulso, me acerco, mis botas acolchadas son silenciosas
en el mármol. Luego me levanto de puntillas y beso su firme mandíbula.
Mueve la cabeza, así que termino besando la comisura de su boca.
Sorprendida, me alejo de nuevo, boquiabierta.
Sus ojos se hallan oscuros… pero resplandecientes de alegría. Como
si deseara el agradecimiento; pero como si fuera a tomar cualquier otra
cosa que pueda.
Me doy cuenta de varias cosas. Ha tomado mi cintura para evitar
que camine hacia atrás. Sus manos se encuentran sobre mis caderas. Me
estremezco ante su toque. También noto la mirada inconfundible y
determinada de un cazador en su rostro, como si no planeara dejarme ir, y
me mareo con su olor. Rápido. No imaginé que el cuerpo humano pudiera
desear tan rápido y tanto de un instante a otro.
—Coloca tus brazos a mí alrededor —dice, su voz es un susurro
ronco en mi oído.
Mi estómago se aprieta fuertemente ante la sorpresa, pequeñas
mariposas explotan desde su foso hasta las puntas de mis dedos. Su mano
cálida y de largos dedos se curva alrededor de mi cadera, sosteniéndome
más cerca.
—Coloca tus brazos a mí alrededor —repite, observando mi reacción
mientras toma mis muñecas, me levanta los brazos y une mis manos en
su nuca. Me mira al tiempo que agacha la cabeza y, oh, la anticipación, la
exquisita tortura, de desear esto y no querer desearlo.
—No puedo respirar —susurro, de alguna forma haciendo la cabeza
hacia atrás mientras Saint se mueve hacia adelante.
Sus ojos empiezan a cerrarse, sus pestañas oscuras hacen sombras
en sus pómulos mientras sus labios se hallan a unos centímetros de los
míos. —No quiero que respires.

88
Me besa la comisura de la boca; mi cuerpo se tensa ante el contacto.
Retrocede, no mucho, como si no quisiera dejarme ir o apartarse más de
un centímetro, y me mira como si yo fuera absolutamente nueva y
preciosa, y deseara tanto jugar conmigo, no parece estar seguro de si
desea jugar conmigo por completo o tal vez guardar un poco de mí para
jugar después. Y, ¿yo…?
Me quemo por dentro.
No puedo pensar en este momento.
Lo deseo tanto que terminaré rota. Quiero olvidar que hay múltiples
razones por las cuales esto no es una buena idea, porque no importa si es
bueno o correcto, solo que le daré a mi cuerpo lo que desea. Y lo que deseo
en estos momentos me mira como si quisiera darme eso también.
Me encuentro asustada, pero eso no me detiene de inclinar la cabeza
en ofrecimiento, mis labios se abren con total imprudencia. —Haz eso de
nuevo —susurro. Sus ojos brillan mientras me observa, su mirada es de
alguna forma masculina y de deleite, mientras me lamo los labios y me
retuerzo un poco debajo de su cuerpo—. Saint… hazlo de nuevo… —
Intento otra vez.
Inclina la cabeza, y el segundo beso en la comisura de mi labio es
tan cercano al centro de mi boca que puedo saborearlo. Oh, Dios, quiero
saborearlo. Ahora se burla de mí. Juega con besos y el deseo, del tipo que
jamás he sentido, y funciona; me siento adolorida, palpitante, deseosa,
muriendo.
—¿Te gusta eso?
Asiento con rapidez, respirando con dificultad. —De nuevo… por
favor. —Inclino la cabeza más hacia atrás. Asimila mi reacción con sus
ojos oscuros entrecerrados, y permanezco aturdida, luchando por
mantener funcionando mis pulmones. Inclina mi cabeza hacia atrás en el
ángulo que desea.
El aire entre nuestros cuerpos se siente como fuego, los lugares
donde sus muslos rozan los míos me queman, las puntas de mis pechos se
encuentran aplastadas y calientes contra su pecho plano.
Inclina la cabeza y toma mis labios, ahora de frente y en el centro. Si
hubiera sido quemada en la hoguera, el impacto habría sido menor que la
sensación caliente de su lengua abriendo mis labios. Estallo en llamas, y
me presiona más cerca con un ruido sordo mientras su lengua se adentra
y acaricia la mía, dominándola, probándola, besándola.
—¿Te gusta eso también? —Mete la lengua, caliente y húmeda, en
mi boca, entonces me agarra la nuca con una mano curvada, separa sus
labios y me besa más profundo, más duro. Un torrente de sensaciones me
acuchilla, y cuando cambia el ángulo de su cabeza para conseguir otra

89
profunda y minuciosa saboreada de mí, separo más los labios para que
siga haciendo lo que hace, para que siga frotando su lengua a lo largo de la
mía y me alimente con su indescriptiblemente y delicioso sabor.
—Sí —gimo suavemente, inhalando su aliento con avidez—. Puedo
saborearte en cada centímetro de mí.
El sonido de sus manos deslizándose a lo largo de mis brazos, por
encima de mi ropa, es decadente y delicioso. Inclinamos nuestras cabezas
y no besamos un poco, luego un poco más. Entonces sus labios van más
despacio... se retiran...
Un temblor me atraviesa mientras roza los labios sobre mis labios
suaves y húmedos, la sombra de un toque seductor.
Cuando finalmente nos alejamos, mi boca hormiguea, y puedo verlo
perfectamente de cerca. Noto los cambiantes matices de verde en sus ojos,
las manchas de cobre dispersas en el interior, ya no son fríos, no tienen ni
un gramo de frialdad en este momento.
Siento sus dedos rozar mis sienes mientras me retira el cabello de la
frente para mirarme. Sus manos permanecen allí por lo que se siente como
un instante y, al mismo tiempo, una eternidad. Parpadeo mientras retiro a
regañadientes las manos de su nuca y las llevo, temblando, a mi lado, mis
ojos se centran en su impresionante rostro viril.
—Yo... esto no puede suceder.
—Ha sucedido. Está sucediendo, Rachel.
Su mirada es pesada, sus pestañas espesas, mientras observa su
obra: Mis labios, mojados. Hinchados, al menos así es como se sienten. Me
encuentro a mí misma tocando sus hombros, nerviosa. —Saint...
Dios. Ni siquiera sé qué es lo que pido.
Es el tipo de hombre que nunca estaría en la zona de amigo o
hermano de ninguna mujer. Es el tipo de persona con quien fantaseas
tener de amante, y me desea. Cuando agacha la cabeza, me pongo de
puntillas para que nuestros labios se encuentren de nuevo. Entonces nos
probamos, nos exploramos lentamente, y cuando quiero hacer que vaya
rápido porque mis dedos se contraen y mi cuerpo tiembla, me frena con la
boca, con la lengua. Perfectamente en control, se da un festín conmigo y
no quiere apresurarse. Mi boca se ha convertido en su expedición, y quiero
ser explorada, justo así.
Se aleja y tengo que tragarme una protesta.
Me mira fijamente. Ojos, labios, ojos, labios, prolongando la mirada
cada vez un poco más. Estoy en agonía. De repente inclino la cabeza y le
beso el cuello. Gime en voz baja, haciendo un puño alrededor de mi cabello
inclina mi cabeza hacia atrás. Y allí, sus labios esperan los míos. Nuestras
bocas se funden como si de alguna manera se hubiesen estado esperando

90
la una a la otra por un largo tiempo. El tacto, el calor, es tan eléctrico, me
echo hacia atrás con un jadeo asombrado.
Nuestras miradas se encuentran de nuevo. Estamos jugando a este
juego, besando, parando... Puedo ver por la curvatura de su labio que lo
disfruta. Pero yo no. Estoy adolorida por el deseo, jadeando mientras lucho
contra el impulso de frotarme contra Saint como un gato, por quitarle la
camisa del pecho. Quiero comerlo vivo, tanto y tan rápido, que tengo que
doblar los dedos de mis manos para no hacer precisamente eso.
Su mano acuna mi mandíbula y me mantiene quieta. Me mira hasta
el último momento y sus labios descienden a la míos. Me prueba, me
saborea; entonces su sabor embriagador me golpea de nuevo,
derritiéndome. Percibo el roce de su mandíbula contra mi mejilla, el calor
húmedo de su lengua en la mía. Cuando dejó escapar un gemido que me
asusta, se retira por otro momento para mirarme de nuevo.
Oh, Dios. Temblando por lo mucho que nos hemos besado y lo
mucho que quiero seguir, me quedo mirando su boca. Cada vez que
retrocedía, regresaba para besarme más duro. Más Fuerte. ¿Su boca…
acaba de estar realmente sobre mí? Me siento de una manera extraña,
como si lo siguiera estando. Mis labios hormiguean de lado a lado, del arco
superior a la curva inferior. También los está mirando. Entonces sus
manos me aprietan los brazos y su boca se estrella en la mía, con fuerza
esta vez. Me pongo rígida ante el ataque, con miedo del cataclismo que me
supera. Trato de alejarme y liberarme, pero su boca se mueve cada vez que
lo hago, y siempre se halla allí, dispuesta a probar de nuevo, la punta de
su lengua roza mi boca para abrirla.
Excitación pasa por mis venas mientras me atrevo a abrir la boca lo
más que puedo, y entonces me saborea. Me da un beso con toda la boca
que me para el corazón y me hace sentir mareada, inestable y sorprendida.
Mis manos se encuentran en sus brazos, mi cuerpo se apoya en el suyo
tan fuerte que mi senos duelen contra su pecho, y también lo pruebo. No
de forma lenta ni deleitante; más bien de una manera que significa que
nunca seré besada así otra vez y que muestra que quiero que me devore
tanto como quiero devorarlo
Este es Malcolm Saint, mi historia soñada y la salvación de Edge, y
debería haberlo alejado. Pero de repente me encuentro desesperada. He
estado prestando atención a cada signo visual, cada palabra que
intercambiamos, tratando de silenciar lo que sea que me hace sentir.
Algún tipo de necesidad. Ansia desvergonzada. Pero su boca se halla en la
mía, y me siento más ansiosa que nunca.
Desprendemos nuestros labios, y su boca inmediatamente busca
hacer un camino por mi garganta. Giro la cabeza y tiro del lóbulo de su
oreja entre mis dientes, pasando las manos por su cabello. Nunca he
tocado a un hombre como este, con el cabello espeso y sedoso, oscuro

91
como el hollín. Gime bajo mis caricias lentas pero impulsivas, y el sonido
me recorre como una onda erótica. Sus besos lentos en mi cuello me
vuelven loca, pero aun anhelo su boca; mi boca se halla dolorida, y parece
que la única manera de no ser consciente del dolor es que ponga la boca
de nuevo en la mía, complaciéndome con desespero.
Vuelvo la cabeza. Se encuentra allí, como si también necesitara de
mi boca. Nuestros labios se abren y fusionan de nuevo. Gime, yo gimo. Nos
probamos el uno al otro febrilmente. Su lengua se encuentra caliente y
húmeda contra la mía, y este único beso me tiene más encendida, como
nunca nada en mi vida ha logrado encenderme.
Pero... ¿quién te crees que eres, Rachel? ¡Vamos! ¿Elizabeth Bennett?
¿Jane Eyre, tal vez?
Alejándome con esfuerzo, me estremezco en mi lugar, inclinando mi
frente en la de suya al tiempo que mi aliento regresa tambaleante.
—No podemos hacer eso otra vez. —Me hago para atrás, pasándome
las manos por el cabello—. ¿Puede alguien...? ¿Puedes llamar un taxi para
mí?
No dice que no, sólo se queda mirándome, luego mira hacia sus
manos, luego a mí. Mira mi boca con los párpados pesados.
—Te llevaré a casa. Sólo dame diez minutos para que me enfríe.
—No, voy a tomar un taxi. También necesito enfriarme. No puedo
verte excepto... para las entrevistas. —Se ve tan sexy, caliente, y de
repente tan alcanzable, no puedo soportar la idea de estar aquí nunca
más. Llevo mi bolso cerca de mí y me adelanto hacia la puerta.
—Encuéntrame afuera en diez minutos —dice, su voz todavía es
espesa por el deseo—. Sólo deja que me enfríe —repite.
Pero si te veo afuera, voy a ser la puta que vendió su alma por tu
historia.
Niego con la cabeza, sin darme la vuelta para verlo seguirme a los
ascensores. —Me tengo que ir.
—Rachel. Veámonos para ir por unos tragos mañana —dice.
Aprieto el botón de "bajar" varias veces y, gracias a Dios, la puerta
del ascensor se abre de inmediato. —No puedo... Saint —digo, y me deslizo
en el interior.
—¡Malcolm! —grita con brusquedad mientras subo al ascensor.
De camino a casa me encuentro entumecida.
Malcolm.
Ni siquiera puedo pensar en su nombre; parece tan íntimo, después
de lo que hicimos.

92
¿Qué hicimos? Me tocó la mano. Besó la comisura de mi boca. Y
luego me besó, me lamió, puse los brazos alrededor de su cuello, y se
sentía tan fuerte, alto, sólido, poderoso, y me sentí tan débil, tan líquida,
tan vulnerable que quería que me hiciera más cosas, cosas que me hacen
sentir más y menos completa, que me hacen sentir como el aire, como una
piscina de deseo
No tuvimos sexo, pero difícilmente hacía falta; básicamente dejé
que me comiera viva.
Exhalando ruidosamente, intento centrarme en los edificios por
delante, en las personas que caminan por la acera. Deja de pensar,
Livingston. No, deja de pensar con las hormonas. Usa esto para la
exposición. Saint se siente desafiado o intrigado por ti, y pronto vas a
terminar y tendrás todo lo que necesitas, todo lo que el mundo quiere
saber.
Me doy una charla motivadora todo el camino a casa, pero nada me
da paz.
Es el mejor trabajo que me han dado en mi vida, y perdí un pedacito
de mí misma. No puedo soportar pensar en qué tamaño va a ser el
fragmento que voy a perder para el momento en que termine con la
exposición.
Estoy caliente, y mi calentura se debe al hecho de que Saint quiere
tener sexo conmigo. Es tan obvio: su cuerpo estaba vibrando, sus ojos
estaban entreabiertos, y contra mi cuerpo sentí cómo me deseaba. Es
evidente que es un mujeriego. Utiliza el sexo para... algo. Yo no puedo ser
usada así. Soy una profesional. Tengo que mantener las defensas arriba,
cosas como esta no pueden suceder. Mientras ponga barreras entre
nosotros de nuevo, estará bien. Tiene que estarlo.

***

Durante los cócteles a la noche siguiente, Gina se halla indignada


por la anécdota de Wynn.
—Se los digo, entró en la tienda y me pidió que posara para él —
asegura Wyn.
—¿Por qué, Rachel? Dime por qué Wynn tiene un novio y ahora tiene
otro chico caliente para ella. Haciendo fila. ¡Y no hizo absolutamente nada
más que preguntarle si buscaba algún aceite especial o una vela de su
tienda!
Tomo mi cóctel, con la mente en otro lado. Tal vez no en otro lado,
simplemente no aquí. Se halla en la sala de conferencias del piso superior
del Interface.

93
—¿Rachel? Quiero decir, en serio, ¿por qué atrae a todos los
hombres? Y que quede claro que yo no quiero uno, pero sería bueno si
alguien me deseara, ¿sabes?
Dios, Me. Besó. DURO. Le di un beso igual de duro. Nos besamos.
—Entonces, ¿era caliente, por lo menos? —pregunta Gina a Wynn.
—Oh, definitivamente era caliente, pero estoy con Emmett,
¡posiblemente no podría!
Bueno, así que el chico sabe besar. Es un mujeriego, por supuesto
que sabe. Pero eso no quiere decir que vaya a suceder de nuevo. De hecho,
significa que realmente no debería permitir que suceda de nuevo.
—En serio, Rachel, ¿estás escuchando?
Debido a que mis amigas se ven tan perplejas, intento regresar al
tema que estamos tratando. Wynn, sí. Y su habilidad para atraer a más y
más hombres, incluso mientras se encuentra felizmente en una relación
con uno. —Los iguales se atraen, supongo. Los ricos se hacen más ricos,
los pobres más pobres, ¿cómo dice el dicho? Dale a un chico pobre mil
dólares y regresa con un par de pantalones de diseño; dale a un chico rico
mil y regresa con diez mil.
—Dale mil a Saint y vuelve con un millón.
Saint, bueno, sí. —Él tiene el toque —admito.
—¿Y conoces este toque? —pincha Wynn con una pequeña sonrisa.
No hay manera de que vaya a divulgar mi más oscuro secreto sobre
beso en la oficina, así que me tomo mi cóctel.
—Ah, conozco esa mirada, la mirada de “ella ha estado soñando con
su toque” —dice Wynn.
Cierro la boca y tiro la llave invisible, entonces bromeo—: Todos
saben que es de mala suerte si hablas de tus sueños. —Me encojo de
hombros—. Además, los sueños tienen que quedarse en la cama, ya que
no van a hacerse realidad. Quiero decir, es ridículo pensar en renunciar a
una gran oportunidad en mi carrera sólo por una aventura con un
reconocido mujeriego. ¿Verdad?
—¿Encontraste algo extra jugoso?
—¿Quieres decir además de él? —Arqueo una ceja. Se ríen, pero por
dentro, estoy dolorida. Mi cuerpo duele en lugares que ni siquiera deberían
doler. No sabía que los senos podrían doler así sin tener nada que ver con
el síndrome premenstrual. Muy dentro, entre las piernas, donde lo
quiero, duele.
—Voy a terminar temprano esta noche —dice Wynn con una rápida
mirada a su reloj, tratando de alcanzar el abrigo en el respaldo de la silla.

94
—No, vamos, es noche de chicas, ya no te vemos —se queja Gina.
—Bien, porque tengo a Emmett. Las relaciones necesitan ser
nutridas. ¡Como pequeñas plantas! —Sonríe.
—Estoy en una relación seria con Chris Hemsworth, simplemente no
lo sabe todavía. —Gina saca la lengua y luego chupa su pajita.
—Ustedes dos, de verdad. A veces simplemente no puedo aceptar
como son. —Con las manos plantadas en la cintura, Wynn nos dispara
una mirada de “ni siquiera sé por qué las amo”.
—¿Qué? ¿Qué pasa con nosotras? —pregunta Gina.
—Bueno, ¿no quieren? ¿Realmente no quieren encontrarlo? Porque
allá afuera, la mitad de las personas lo tienen, y los otros lo buscan, otros
sólo lo perdieron, pero está ahí. No se puede ignorar lo que es.
—Suena como la gripe —se queja Gina.
Wynn niega. —Ustedes dos pueden decir lo que quieran sobre mí,
pero voy por ello. Y a ustedes dos, cobardes, les digo que deben ir por esto,
también. Encuentren un tipo que pueda amarlas como loco y ámenlo
también. ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué necesitemos un par de
cócteles de más cuando nos encontremos la próxima vez?
Cuando ninguna de las dos dice nada, Wynn agrega—: Les diré algo,
van por mi cuenta.
—¿Los chicos o las bebidas? —pregunta Gina.
En el momento en que Wynn deja caer con furia un billete y se va,
Gina se vuelve hacia mí. —Creo que le dijo a Emmett que lo ama y este
todavía no le ha respondido.
Pienso en lo humillante que debe ser decirle eso a un tipo por el que
te arriesgaste y del cual te enamoraste y que no lo diga de regreso
mientras agito mi cóctel.
El resto de la noche Gina y yo discutimos sobre todo, excepto la
masculina e implacable cosa que se halla en mi cerebro.

***

Mi camiseta se siente especialmente fina mientras voy a la cama esa


noche, y de alguna manera mi piel se siente más sensible debajo de ella.
Así que cuando despierto en medio de la noche otra vez, sudando y
gimiendo, ni siquiera me sorprende con quien he estado soñando.
Mi sangre es lava en mis venas, el deseo corre por mi cuerpo hasta el
punto que cada centímetro de mí tiembla bajo las sábanas. Me gustaría

95
que sólo fuera deseo canalizado; el deseo de saber más sobre el tema, las
cosas profundas, tontas, cosas que nadie más sabrá, incluso cosas que no
podría incluir en mi artículo simplemente porque necesito saciar esta
necesidad de saber. Pero también es deseo de otro tipo, incontrolable,
irracional, no planificado y no deseado. Es deseo desde el fondo de mi ser y
no de mi intelecto, sino de algo más primitivo y antiguo dentro de mí, algo
que nunca realmente ha respondido a nada ni a nadie.
—Oh, Rachel —gimo cuando mi mano vaga entre mis muslos—. No
lo hagas, Rachel —digo, deteniendo la mano en el interior de mi muslo. Por
un momento creo que voy a ganar, hasta que recuerdo cómo me besaba,
recuerdo cómo ninguno quería parar, y, porque esta es la única manera en
que puedo dejar que me tenga, deslizo mi mano más profundo entre mis
muslos y le digo a Saint cuán profundamente y que tan profundo lo quiero.

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13
Inauguración de Interface
Traducido por evanescita & Issel
Corregido por Anakaren

Ven conmigo a la inauguración de Interface esta noche.


M.S.

¿Quieres decir cómo prensa?


Rachel.

Podemos discutirlo cuando llegues, Otis te recogerá a las ocho de la noche.


M.S.

Me encantaría ir como prensa. Gracias por la oportunidad de hacer noticia.


Rachel.

—El color plateado te queda sensacional —dice Gina con aprobación


mientras giro para recibir su veredicto. Sigue asintiendo y asintiendo,
obviamente complacida—. Impresionante, Rachel. Saint no tiene ninguna
oportunidad.
—No me encuentro segura sobre este vestido de Wynn, es demasiado
sexy. —Miro a lo largo de las largas y sedosas curvas de mi cuerpo en el
espejo de cuerpo entero del armario—. Si no tiene ninguna posibilidad, yo
tampoco —me río, luego me pongo seria y siento mis mejillas sonrojarse.
Recuerdo la forma en la que no podíamos dejar de besarnos la
última vez que estuvimos juntos y me pregunto qué hará cuando me vea

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usando esto. El material es liso, brillante y fresco. Apto para una sirena y
la tela se aferra a cada una de mis curvas como los labios y manos de un
hombre podrían.
—¿Qué quieres decir? —contrarresta Gina—. Es un jugador. ¿Hola?
No te gusta ese tipo de hombres. Tú y yo somos chicas inteligentes,
¿recuerdas?
Inspecciono mis pies, luego busco la cartera y me la meto debajo del
brazo. —Me tengo que ir.
—¡Rachel! —grita Gina—. Solo piensa en la historia. Eres de carne y
hueso, pero trata de dejar la carne, los huesos, el corazón y a la mujer, en
casa. Lleva tu cerebro contigo, eso es todo.
Me muerdo el labio y asiento, deseando sentirme más confiada.
Necesito una vacuna para ser inmune a Malcolm Saint, y la necesito
ahora. —¿Qué vas a hacer esta noche? —le pregunto a Gina.
—Voy con Wynn y Emmett a ver una película de estreno.
—De acuerdo, diviértete.
La noche es fría y un poco lluviosa cuando me deslizo en el Rolls-
Royce, el chofer me protege con un paraguas y mi corazón se agita cuando
el olor a cuero del interior del auto, que asocio tanto a Saint, llega a mi
nariz otra vez. Tengo mariposas en el estómago, en el pecho, en todas
partes. Me gustaría poder dejar toda esta emoción en casa.
Cuando el Rolls se adentra en el tráfico, mentalmente me prevengo a
mí misma de pensar demasiado esta noche. Obviamente voy a fingir que
no nos besamos. Definitivamente no le preguntaré. Entonces me doy
cuenta de que nunca he tenido el valor de hablar con su chofer, así que
esta vez me aclaro la garganta y comienzo preguntando—: ¿Cómo estuvo
su día, señor?
—Bien, señorita Livingston.
—Me doy cuenta que no nos han presentado formalmente.
—Otis.
—Encantada de conocerlo, Otis. ¿Cuánto tiempo ha estado
trabajando con el señor Saint? —pregunto, tratando de volver al modo de
investigación.
—Lo siento, señorita, pero no puedo decírselo.
—Oh, vamos —me río un poco; pero no digo más.
»¿Es usted quien transporta a todas sus citas por la ciudad?
Sacude la cabeza.
—Deme una respuesta, por lo menos —insisto.

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—De acuerdo. No —dice.
—¿Sólo a sus empresarios?
—Ese sería Claude.
Ruedo los ojos. —Tiene varios choferes, por supuesto.
Asiente.
—¿A quién transporta?
—¿Por lo general? A Saint.
—¿Y por qué me está transportando?
—Por Saint —responde.
—¿Y quién transporta a Saint al evento si usted no lo hace?
—Saint.
Diversión curva mis labios. —¿Lo ha conocido por mucho tiempo?
Duda.
—Muy bien, sé que dije una. Sólo deme una más. Su jefe es tan
evasivo.
—Lo conozco desde que tenía catorce y el señor Noel me contrató
para mantenerlo fuera de problemas.
Me sorprendo y guardo silencio ante esto.
—Oh, sé lo que viene. ¿Qué buen trabajo hice? —pregunta.
—No he dicho eso. Todo el mundo sabe que su jefe tiene mente
propia. No creo que nadie podría haberlo controlado.
—Mientras más lo intentaban, menos controlable se volvía. —Sacude
la cabeza—. He hablado demasiado. —Me mira por el espejo retrovisor—.
Pero él confía en usted... y yo confío en su juicio.
—¿Qué le hace pensar que confía en mí?
—Corazonada. —Se encoge de hombros—. Lo conozco más de una
década. Es la primera de sus chicas a la que transporto.
Me sonrojo. —Oh, no soy una de sus chicas. —Y nunca lo seré.
Sonríe a sabiendas y me ayuda a salir del auto, paso por un
suntuoso vestíbulo más tarde, entro y soy acogida por el absoluto y
completo lujo. Fuente de agua. Candelabros de cristal brillantes.
Me pongo un poco más nerviosa con cada paso que doy, camino por
un largo pasillo fuera del salón de baile y voy directamente a la entrada de
prensa, donde espero mi turno para dar mi nombre a una de las damas a
cargo.

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—Hola, Rachel Livingston de Edge, por favor.
—Buenas noches, Rachel, deja que te encuentre aquí en mi lista...
Ummm. Bueno... vamos a ver... No pareces estar bajo la L. ¿Algún segundo
nombre bajo el cual también pueda comprobar?
Cuando niego, ella se acerca a una de sus compañeras de trabajo.
Susurran un poco, comparando sus listas, hasta que finalmente,
entendimiento parece golpear a la mujer con la que hablaba. Su expresión
cambia de un gesto de preocupación a una sonrisa radiante mientras
regresa de nuevo hacia mí. —Oh, bueno, ¡misterio resuelto! Estás con el
mismo Saint, ¡esta es una gran revelación! —susurra emocionada,
apuntando hacia la entrada de invitados. Dios, ¿en serio? Más conmoción.
Pego una falsa sonrisa en mi rostro como si estuviera contenta con
esto, bueno, ¿lo estoy?, camino por un largo pasillo y sigo el sonido de la
música pasando por inmensas columnas y por debajo de techos
abovedados. Me atrevo a introducirme en la multitud, caminando en medio
de su ecléctico grupo de amigos y empleados. Tomo conciencia de las
mujeres y de cómo al instante me clasifican como competencia por el
interés de Saint. Los hombres me miran también, con miradas
apreciativas. Tengo piernas largas, estupendo cabello y ojos interesantes...
tal vez no soy una rubia pechugona, pero tengo un gran trasero. Oh, dios,
mírenlo. Casi me tropiezo cuando lo descubro al otro extremo, cerca de
una fuente de chocolate.
Se encuentra de espaldas a mí, tan impresionante, que mi boca se
seca. Puedo ver la definición de su espalda y sus brazos en el saco que
lleva, sus pantalones negros abrazan el mejor cuerpo masculino que he
visto nunca.
Callan señala a Saint en mi dirección y me fuerzo a mí misma a ir
hacia delante otra vez cuando se da la vuelta. Sus ojos capturan los míos y
todo ese tiempo me acerco con pasos inquietos, ellos me incapacitan. Su
pecho se eleva como si estuviera inhalando un profundo suspiro, y yo no
puedo respirar.
Lleva una corbata negra y un traje diabólico, tiene las manos a los
costados. Se encuentra serio, su mandíbula se tensa cuando se da cuenta
que otros hombres me miran.
Veo que dos mujeres lo flanquean, y soy golpeada por una ola de
celos tan profundos que tiemblo.
Nos besamos, eso es todo. No me importa lo que haga. No me
interesa de una manera íntima, sigo recordándome a mí misma. No como
mujer, sólo como reportera.
Es solo un hombre, un jugador, un Don Juan, demonios, un
mujeriego, simplemente necesito almacenar toda esta información, luego

100
escribir un artículo para que la gente pueda experimentar lo que estoy
experimentando.
No importa que se encuentre con dos mujeres. Ellas no lo van a
tocar pero, oh, las expresiones en sus rostros me dicen que lo han hecho
antes. Las ha utilizado. Y lo han utilizado. Pero no importa si la gente lo
utiliza, o si la gente ni siquiera lo entiende o si conocen su verdadero yo,
porque todo lo que me importa es hacer correctamente esta exposición.
¿Cierto?
Esto no se trata de mí, se trata de la historia sobre el hombre.
Aun así, mi estómago duele con posesividad desconocida mientras
me paro delante de él. Me mira fijamente a los ojos y miro fijamente a los
suyos.
—¿Pensaste que te saldrías con la tuya usando la entrada de
prensa? —me pregunta, arqueando los labios. Mmm. Me atrapó, ¿verdad?
—¿Disfrutaste no escribir mi nombre en la lista y hacer que todos se
esfuercen por casi echarme de las instalaciones antes de que se dieran
cuenta de que escribiste mi nombre al lado del tuyo? —Bromeo de regreso,
levantando una ceja.
Se ríe, realmente disfrutando. —Discúlpenos —le dice al grupo,
ganándome un par de miradas venenosas de ambas mujeres cuando toma
mi brazo y lo desliza en el hueco del suyo y me aleja.
—Ese es un gran vestido —susurra con un brillo en los ojos,
mientras agacha su oscura cabeza para decírmelo al oído.
—¿Qué quieres decir?
Sonríe y me lleva a la mesa donde Callan y Tahoe se hallan
sentados, cada uno con una chica impresionantemente hermosa. Saint
jala mi silla, luego se sienta a mi lado mientras la sala se sigue llenando.
—¿Invitaste a todos los nuevos empleados de Interface? —le
pregunto, mirando alrededor.
Asiente, mirándome fijamente. —Hay varias habitaciones
comunicadas para adaptarse a todos los gustos. Esta habitación es
principalmente para los directores y miembros de la junta. —Cuando sólo
sonrío, extiende el brazo el respaldo de la silla y se inclina hacia adelante
para que su voz sea todo lo que pueda oír, sin la música clásica de fondo o
la conversación. Sólo su voz en mi oído—. ¿Por qué te empeñas en
etiquetarte a ti misma cómo prensa?
—Soy prensa. No puedo retrasar más escribir la historia de
Interface, mi revista necesita que la entregue.
—No necesitas una credencial de prensa para captar mi atención.
Tampoco te hace falta un distintivo para entrevistarme.

101
—¿Por lo menos aun levantas, Carmichael? No lo creo. —Tahoe
hostiga a Callan en la mesa. Ya que me siento tan nerviosa y es extraño
tener la atención de un hombre, como la atención que Saint tiene sobre
mí, trato de distraerme con sus payasadas.
—Sí levanto —argumenta.
—No lo he visto desde la última vez que alimenté a mi unicornio —
dice Tahoe lentamente.
—Es cierto, hermano —responde.
—Saint, ¿te molesta si propongo algo para después? —le pregunta
Tahoe mientras Saint se mueve en su asiento para enfrentarlo, el
movimiento lo acerca más a mí. Al instante me siento más derecha.
Saint sorbe su bebida perezosamente y sus labios sonríen. —Me
apunto para lo que sea.
—Bien. Porque sabes lo que debemos hacer… —dice Tahoe.
Saint dice—: Eso siempre precede a una idea terrible. Así que,
naturalmente, juego.
—Vamos a ir a la piscina en el nivel superior.
Se ríe y luego solo me mira, su atención atrae mi propia impotente
atención. —Me gustan tus amigos mucho más que tú —le digo en voz baja,
para que sólo él escuche.
En las cálidas luces, su mirada brilla como algo líquido. Su voz es
tranquila. —¿Realmente?
—Sí. Realmente.
Silencio. Mi corazón late más rápido. Levanta la mano y me aparta el
cabello detrás de la oreja, y mi lóbulo arde, cuando oímos de cerca a una
mujer decir—: Saint, dejé mis zapatos en tu casa el otro día. ¿Aun puedo
hablarte acerca de la obra caridad, esperaba que tú…?
—El lunes en M4 —dice sin inflexión, con su atención fija en mí.
La mujer me lanza una mirada de puro odio y luego se va. Me
pregunto si duerme con estas mujeres. Me pregunto…
—Por lo menos sé lo que quieren. Mi cama o mi billetera. O las dos
cosas —dice, como si leyera mis pensamientos. Sus labios se curvan
adorablemente en las esquinas, me estudia. ¿Qué quieres de
mí? preguntan sus ojos.
—Deberías levantar con Saint en algún momento. Probablemente te
patearía el culo. Sería divertido para ustedes dos —le dice Tahoe a Callan
desde la distancia.

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Mientras Sin me mira, siento el deslizamiento de su mano por debajo
de la mesa en busca de la mía. Da el roce más elemental con el pulgar
cuando encuentra mis dedos y luego escuchamos la voz de un hombre de
avanzada edad en el podio.
—Señoras y señores, gracias a todos por venir hoy, estamos muy
entusiasmados con la cena inaugural de la primera y única Interface. Sé
que todos se encuentran muy emocionados, como yo, de ser parte de esta
innovadora familia. Y aquí, con nosotros, se encuentra el genio detrás de
todo, un hombre conocido por su perspicacia, ingenio e increíble
entusiasmo por la vida. Los dejo con, ¡Malcolm Kyle Preston Logan SAINT!
—Ya regreso —susurra, con su caliente aliento en mi oído.
Me ruborizo de un rojo brillante por el toque de su mano, impreso en
mi espalda mientras se levanta y me acaricia debajo de la caída del
cabello. Cuando se dirige hacia el podio, no soporto las miradas que vienen
hacia mí y lo caliente que me siento bajo mi vestido, la humedad entre mis
piernas, me hallo tan completamente afectada que decido que no puedo
estar a su lado esta noche. No puedo sentarme aquí y pretender ser su
cita. Está muy mal y es demasiado trabajo para mí.
Me quedo en silencio mientras lo escucho saludar a la multitud con
esa voz autoritaria que tiene. —Buenas noches y gracias por esto, Roger.
Mientras salgo por la entrada y asomo la cabeza a donde se
encuentran las credenciales para los pases de prensa, veo a su asistente,
Cathy.
—Cathy, hola, ¿me recuerdas? Te conocí en...
—Señorita Livingston, por supuesto. —Hace un gesto hacia el salón
de baile—. ¿Se encuentra todo bien con su mesa?
—Oh, es la mejor mesa, por lo que realmente no puedo sentarme
allí. Me hallo aquí como prensa, verás. Creo que hubo un malentendido y
el señor Saint se halla tan ocupado…
Me sorprende la forma en que su rostro básicamente florece cuando
lo menciono. —Entiendo —dice en voz baja—. Me preocupa que una buena
chica como usted pueda estar preocupada por su reputación.
—No, quiero decir... bueno, sí, es exactamente por eso que necesito
mi credencial. No quiero que nadie se lleve una mala impresión.
—¿Especialmente él? —Me mira y me sonrojo—. Le puedo dar mil
credenciales, señorita Livingston, pero si la quiere, va a venir a buscarla.
Tiene la paciencia de un santo cuando se trata de conseguir lo que quiere.
Y estás enamorada de él, pienso, pero no digo nada porque, por
suerte, imprime mi credencial. —¿Eres feliz de trabajar para él? —
pregunto.

103
—No estaba trabajando en absoluto hasta que empecé a trabajar
para él. Fue el único que me dio una oportunidad. —Sonríe y me entrega
la credencial.
Silenciosamente, vuelvo a la habitación, y cuando escucho su voz en
el micrófono, corrientes de electricidad bajan por mi columna. Una ola de
aplausos se extiende por el salón cuando todo el mundo aplaude
emocionado.
De pie en la parte de atrás, volteo mi distintivo en búsqueda de un
clip cuando me doy cuenta que docenas de cabezas se giran en mi
dirección. Saint ya no se halla en el podio.
Porque avanza entre la multitud, su amplio torso abre un camino
mientras viene directo por mí.
—¿Terminaste? —No suena enojado o impaciente pero... casi.
—Yo... sí. —Rápidamente, levanto la credencial y trato de adherirla a
mi vestido.
Toma mi mano en la suya. —Me encantan esas orejas tuyas, pero no
parecen escuchar muy bien —murmura divertido—. No necesitarás esto.
—Arranca la credencial de mis dedos.
—¿Qué? ¿Por qué?
—¡Saint! —dice una voz cercana. Es un miembro de los medios,
pidiendo una foto, la cual Saint niega con un gesto de la mano.
Luego mete mi distintivo en el bolsillo de su saco y coloca mi mano
de vuelta en la curva de su brazo. —Ven —me susurra al oído, ya
guiándome a un lado de la habitación, a las puertas que llevan hacia
afuera, a una terraza con vista a un campo de golf. Sale hacia la terraza
conmigo, y solo entonces consigo sacar la mano de la calidez de la curva
de su brazo.
—Creo que no deberíamos estar aquí. Todo el mundo vio eso.
—¿Y? —Levanta las cejas, y yo me quedo ahí, perdida. Sus ojos
resplandecen a la luz de la luna, y luce suculento. Comestible. No solo sus
labios, sino cada parte de su cuerpo.
Lentamente, su mirada se desliza hacia abajo. Irradia una vitalidad
que me atrae como un imán. Esto me pone nerviosa, pero algo en su voz
me calma—. ¿Me culpas por quererte solo para mí por unos minutos,
Rachel? —pregunta, con voz ronca.
Tengo miles de fotos de Malcolm, pero ninguna como esta. El rostro
que veo ahora mismo no es para ninguna cámara; no es para que nadie lo
vea. Ni siquiera yo. Hay una emoción pura, orgánica, sin filtros grabada en
sus facciones, enturbiando sus ojos.

104
Me aprieta la mano para evitar que siga alejándome, y luego me
arrastra más cerca, con sus labios forman una sonrisa porque ofrezco un
poco de resistencia.
—Ven aquí —persuade, finalmente arreglándoselas para hacer que
mi cuerpo se relaje lo suficiente para que vaya a donde me quiere. Cerca
de él.
Es tan magnético, tan hermoso mientras me mira y me acerca lo
suficiente para olerlo. Imagino alzar la mano para tocar su dura
mandíbula, pasar la lengua por su broceado pecho en camino hacia esa
boca risueña.
Daría cualquier cosa por saber lo que piensa. Porqué sonríe de esa
manera. Hay sonrisas que solo te hacen querer sonreír de regreso,
pero esta sonrisa te hace querer besarla muchísimo.
Es el primero en moverse, levanta la mano solo una fracción para
posarla en mi rostro. —Luces hermosa —murmura, y roza mis labios con
la yema del pulgar. Me estremezco involuntariamente—. Podría darme un
festín con tu boca... incluso por más tiempo que la última vez.
—No, nada de besos —exhalo, pero por un segundo me permito
absorber el sentimiento de estar cerca de alguien que es mucho más
grande y fuerte.
Pasa la mano a través de mi cabello, y la sensación es tan dulce y
cautivante, que me quedo ahí. Nos quedamos de esa forma.
Obviamente sabe que me afecta. Pero también luce afectado, su
cuerpo es como una piedra y zumban con tensión. Ambos estamos
afectados. Pasa la punta de los dedos por la parte desnuda de mi vestido,
la calidez de su mano envía escalofríos por mi cuerpo, estamos en un
rincón, y hay esta intensa vibra de “solo tú y yo”.
Intensa vibra de solo tú y yo...
—Nunca hago esto. —Trato de desenvolver su brazo de mí
alrededor—. Devuélveme mi credencial, por favor.
—¿Para qué? —murmura, frunciendo el ceño suavemente.
—Necesito mi credencial. Yo… Esto no es…
—No —dice suavemente
—Me siento desnuda sin mi credencial.
Sonríe. —Aún sigue siendo no.
Gruño y me doy la vuelta, y cuando lo miro, me observa con perfecta
diversión.

105
—¿Puedo hacerte algunas preguntas? —digo, alargando la mano
rápidamente, tomándolo fuera de guardia y sacando mi distintivo de su
bolsillo.
Se ríe cuando rápidamente doy un paso atrás para que no pueda
recuperarlo; luego se pone serio y recupera la distancia que perdió, sus
pasos son lentos y medidos. —¿Quieres hablar sobre Interface?
Siento que el ¿quieres hablar sobre interface? se ha convertido en un
código para algo más.
—Sí —digo remilgadamente, colocando el distintico en mi vestido.
Me mira. —Pregunta. —Parece bastante contento de ser
entrevistado, así que exhalo de alivio, finalmente.
—¿Cuáles son tus metas para Interface?
Mete un mechón suelto de cabello detrás de mi oreja. Esta quema
cuando aparta de nuevo la mano. —Que sea número uno en el mercado,
dejar a la competencia atrás.
Lo observo, escucho su ambición, su determinación, y sus efectos
solo se hacen más fuertes en mí.
—¿Tú...? —Me aparto cuando levanta la mano, acariciando mi
mejilla con los nudillos.
—¿Nunca dejas de trabajar verdad? —interrumpe, frunciendo un
poco el ceño—. En ese sentido, eres como yo.
Frunzo también el ceño. —Respondes con una pregunta.
—No haces las preguntas correctas.
—¡Dios, Saint! ¿Por qué te gusta tanto molestarme?
Riendo, se inclina más cerca, hasta que su rostro queda a nivel del
mío y puedo oler el jabón en su piel. Me sostiene por la barbilla con la
punta del pulgar y el dedo índice. —¿Por qué te sonrojas cada vez que lo
hago?
—Mi piel es blanca, casi traslúcida. Me sonrojo con facilidad.
—Solo te veo sonrojarte conmigo.
Sus ojos son tanto perturbadores como confortables, calientes y
fríos, cerrados al mismo tiempo que parecieran estar desnudándome. —
¿Piensas en mí, Rachel?
—En el trabajo, sí. Pienso en ti en la oficina. ¿Era eso lo que querías
escuchar?
—En parte, sí. También pienso en ti en la oficina, pero también lo
hago en la cama.

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—Saint, al comisionado le gustaría hablar contigo. Señorita
Livingston, soy Dean.
Estoy tan caliente en este momento, que me mortifica conocer al
relacionista público de Saint de esta forma, pero estrecho su mano de
todas maneras y trato de lucir calmada y tranquila, para nada afectada. —
Dean, oh, sí, un gusto conocerte.
Malcolm extrae el distintivo de mi agarre. —El tiempo de la prensa
ha terminado —me informa. Toda la frialdad deja sus ojos; lucen más que
cálidos, flameando como olas de fuego mientras me mira—. Cuida de ella,
Dean.
—Lo haré.
Se va adentro.
Dean y yo pronto lo seguimos.
Le pregunto a Dean por cuánto tiempo ha trabajado en M4, como fue
el proceso de contratación. Estamos hablando de su trabajo, y cuan
impresionada me siento con Interface, de pronto diviso un rostro familiar a
través de la habitación. Me tenso cuando la nariz de águila, pequeña y
puntiaguda y el largo cabello oscuro se registran en mi cerebro. ¿Victoria?
Sus ojos se agrandan desde el otro lado de la habitación, y me
señala, para mi completo y profundo horror. Comienza a acercarse.
—¿Rachel? —dice.
Dios, veo una colega de Edge, una en la cual no confío y una que
sabe exactamente lo que hago aquí, no esperaba sentirme tan pequeña.
Me preparo por un segundo, y luego me levanto para saludarla.
Actuando perfectamente inocente, parece absolutamente encantada
mientras hago una rápida y superficial presentación con Dean.
—Dean, guao, y ¿tú eres el relacionista público de Saint?
—Victoria... ¿me acompañas al baño? ¿Dean, nos disculparías?
Trato de parecer calmada mientras me encamino en dirección a los
baños, manteniendo la mirada adelante mientras Victoria camina con aire
de suficiencia a mi lado.
Incluso la manera en que camina es como si estuviera teniendo sexo
con el suelo o algo.
—Saint te come completamente con los ojos. ¿Por qué no te hallas
colgada a él, hablándole? —dice cuando finalmente llegamos al baño.
Me aseguro de que todos los cubículos estén vacíos, luego voy al
lavamanos y abro el grifo.
—No es de esa forma.

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—¿Qué? ¿No es cómo? Como si ese vestido no estuviera rogando por
ser quitado…
—¡Shuu! —Miro alrededor a los cubículos, verificando por segunda
vez que estén vacíos.
Ella hace lo mismo e inspecciona cada uno por sí misma. —No te
preocupes, no lo diré. Helen me mataría si esto explota.
Me froto las sienes y suspiro. —¿Puedes explicarme que haces aquí?
—Llamé a varios contactos cuando escuché que no estabas en la
lista de prensa. Quería conseguir los detalles.
—¿Los detalles de qué, Victoria? Estoy aquí. Este es mi... me
encuentro aquí. Y todo se halla bajo control.
Me mira dudosa. —De acuerdo. Bueno entonces. —Se lava
ceremoniosamente las manos. Luego mira su maquillaje—. Te sugiero que
salgas y uses tus encantos femeninos. Eres una mujer, una muy linda. Y
en caso de que no te hayas dando cuenta, cada una de las otras mujeres
ahí afuera le lanzan miraditas a Saint, menos tú.
Se va.
Me quedo ahí de pie, mirándome en el espejo. He perdido toda
semblanza de color en el rostro. Me siento físicamente enferma. Estoy
segura de que si salgo, Saint verá a través de mí. Sabrá lo que quiero de él,
que quiero todo, incluyendo sus secretos, y sabrá por qué no debí haberlo
besado de la manera en que lo hice en el edificio de Interface. Lo que
hicimos ahí se sintió tan íntimo para mí, tan... tan poco profesional de mi
parte, considerando lo que tengo que hacer.
Con todas mis inseguridades saliendo a la superficie, llamo un taxi
desde mi celular. Espero unos minutos, y luego salgo del baño y encuentro
a una de las mujeres de la mesa de las credenciales de prensa.
—¿Podría, por favor, decirle al señor Saint que la mujer de quien
tiene la credencial en su bolsillo tuvo que irse, que no se estaba sintiendo
bien? —le pregunto, agradecida cuando acepta.
Afuera, mi taxi me espera cruzando la calle, salto sobre algunos
charcos y me subo, con la parte de abajo del vestido completamente
arruinada. Le doy las gracias al chofer cuando llego a casa, y luego me
quito la ropa y los zapatos, me coloco la camiseta de Northwestern, y me
siento en la cama, sin moverme, pensando y sintiéndome vacía y
adormecida.
Nunca pensé que haría algo para lastimar a alguien. Siempre pensé
que me hallaba del lado de los chicos buenos, del lado de lo correcto. Ver a
Victoria hoy mientras estaba tanto trabajando como no haciéndolo, me
hizo ver lo que soy. Lo que estoy haciendo.

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Soy una hipócrita. Soy... una mentirosa.
Ese pequeño juego que los intimidadores tratan hacerte jugar
cuando eres un niño pequeño… ¿si fueses forzado a matar a uno para
salvar a otro, a quien escogerías, a tu mamá o tu papá? A veces en la vida
tienes que tomar decisiones como esa, una decisión tan difícil que no
puedes tomarla, que preferirías sacrificarte tú misma. Aun así eso significa
que Edge se va en picada.
Me asomo en la habitación de Gina, pero aun no regresa. Regreso a
mi posición fetal en la cama y enciendo el programa local de chismes en la
televisión, tratando de distraerme.
—Esta noche en la inauguración de Interface, Malcolm Saint
hablando...
Un extracto de hace un rato aparece, y mi estómago se tambalea
como si estuviera en una caída empinada en una montaña rusa. El video
da paso de nuevo al presentador de noticias y a una imagen de nosotros,
de Saint y de mí, mientras tomaba mi mano y me guiaba a la terraza.
¡OHDIOSMIO!
—La llegada temprana de una joven está causando confusión entre la
prensa; esta es la imagen tomada más temprano de Saint con ella,
levantando muchas especulaciones sobre si Saint tiene sus ojos en ella. Lo
que se dice es que es miembro de una pequeña revista en el área pero que
no se halla en la escena como prensa. Es la primera vez que Saint ha sido
ligado a una reportera. Será interesante observar el desarrollo futuro.
—Concuerdo —dice el copresentador.
—¡Ohdiosmio! —apago el televisor, lanzo el control a un lado, y me
cubro el rostro con las manos. Estoy respirando y exhalando, respirando y
exhalando, cuando mi teléfono vibra. Es Helen.
Estás en las noticias. Me escribió Vicky. Decía que parecía
completamente ¿enganchado? Estoy impresionada.
Gruño. —Voy a vomitar ahora.
Enferma con odio hacia mí misma sobre mi asquerosa falsedad,
tomo una almohada y entierro allí la cabeza. No le respondo a Helen. En
vez de eso borro su mensaje, luego busco mi salvavidas, la única cosa que
me ha mantenido en pie cuando las cosas se han puesto duras:
Te amo, mamá.

109
14
Después de la fiesta
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Laurita PI

Mi madre probablemente duerme. No ha respondido. Todavía me


siento como una mierda. Diablos, soy una mierda. Gimiendo, jalo la
camiseta sobre mis rodillas y envuelvo los brazos alrededor de mis piernas;
luego entierro el rostro allí. Llevo así un rato cuando escucho el timbre
abajo. No voy a responder. Realmente no.
La tercera vez que suena, me rindo y voy a responder desde la
cocina. —¿Sí?
—Soy yo.
Malcolm.
Miro frenéticamente alrededor del departamento que comparto con
Gina. Es una fábrica de Chicago convertida en un edificio de
departamentos. Las puertas hacia nuestros dormitorios se encuentran en
un pequeño pasillo, una del lado derecho, otra en el izquierdo. Tenemos
entre la cocina y la sala de estar estanterías de madera pintada y
estructuras de columnas de metal. Hay un agujero en la pared entre el
comedor y la despensa, y la alternativa más barata que pudimos pensar en
aquel momento fue colgar una enorme pizarra sobre el agujero del lado del
comedor, donde escribimos cosas cuando nos emborrachamos o
simplemente cuando nos apetece. Solía ser mi pizarra de ideas, pero las
chicas la secuestraron.
Es… casa. Mi casa. ¿Qué pensará de ella?
Este departamento es mi orgullo, mi pequeño lugar de paz, y ahora
ÉL estará aquí, y será intenso. Ha pasado un tiempo desde que mis amigas
y yo tuvimos esta conversación, pero ningún hombre ha cruzado la

110
sagrada barrera del umbral de mi departamento. Nunca. Es el primero.
Realmente el primero.
Me pone nerviosa que vea mi casa, mi zona segura, mi orgullo y
alegría, a través de ojos que han visto demasiado del mundo. Mucho más
que yo. Lo que es bonito para mí, le puede ser simple y poco interesante.
—Sube —murmuro y lo dejo entrar, luego voy deprisa a mi
dormitorio, me pongo unas mallas y cambio mi camiseta por una blusa
larga, revisando mi reflejo en el espejo del baño.
Suspiro con desesperación por mis párpados hinchados, restriego mi
rostro con jabón y me dirijo hacia la puerta. Cuando la abro, se encuentra
esperando afuera, apoyado contra la pared con una mano en el bolsillo,
mirando fijamente sus zapatos, con las cejas fruncidas.
Levanta la mirada hacia mí. Mis piernas se sienten paralizadas,
como si no recibieran suficiente sangre. No sabe cuán monumental es para
mí dar un paso atrás e invitarlo a entrar. Dios, luce tan bien, tan bien
como lucía hace minutos u horas, que casi me tropiezo con la alfombra.
—¿Quieres café?
Mira alrededor de mi departamento con un asentimiento.
Su corbata está desatada y cuelga alrededor de su cuello, los
botones superiores de su camisa se encuentran desabrochados. Su cabello
se enrosca en el cuello de la camisa, y cuando lo toca y sigue evaluando mi
departamento, sobresale de toda su cabeza, oscuro y hermoso. Tengo que
luchar con el impulso de extender una mano y tocarlo. En su lugar, llevo
dos tazas a la mesa del centro. Me siento en el sofá y lo observo doblarse
en mi sillón de lectura favorito, ese en el que tengo mis mejores ideas.
Estoy un poco asustada ahora porque no voy a volver a usarlo sin recordar
que estuvo sentado justo ahí.
—Lamento haberme escapado —murmuro, deslizando una taza a
través de la mesa y retirando la mano antes de que pueda alcanzarla.
—Escuché que no te sentías bien. —Se inclina hacia adelante,
ignorando el café. Ignorando mi departamento y todo, excepto a mí.
Su mirada analítica me hace bajar el rostro y exhalar. —Sí, supongo
—concuerdo.
—¿Alguien te lastimó, Rachel?
—Tal vez… —Levanto la cabeza ante el tono protector de su voz y
cruzo los brazos sobre mi pecho. Una figura masculina nunca se ha
preocupado por mí. Me gusta tanto que sonrío con un poco de diversión—.
¿La golpearás por mí?
—¿La?

111
—Yo —especifico, sacudiendo la cabeza—. Me refiero a mí, ella es
quién me lastimó. —Aprieto mis brazos porque verlo en mi casa hace que
mi mente se vaya a otra parte, a otro momento, a la cima del edificio
Interface. No puedo creer que haya besado esos labios. No puedo creer que
me besara por tanto tiempo.
Se ríe suavemente, pasando una mano por su cabello. —Entonces
no, no la golpearé. —Hace una pausa y me mira intensamente.
Entonces bésala de nuevo, pienso imprudentemente.
Gimiendo por dentro ante el pensamiento, me llevo el rostro a las
manos por un momento.
En este instante, Saint parece sentirse más que desconcertado por
mí.
—¿Es una cosa de chicas? —Su voz me hace levantar la cabeza, su
tono es una mezcla de confusión y diversión que, viniendo de un hombre
tan duro y cerrado, es inesperadamente dulce.
—Es una cosa sobre mí —admito—. Vi a alguien anoche, trabaja
donde trabajo. Siempre da en el clavo. Todo lo que escribe es oro absoluto.
Sus tópicos, sus metáforas, ¡sus analogías!
Su risa llena la habitación —un sonido rico y hermoso— y luego se
reclina más en el sillón, la personificación de un hombre de negocios
relajándose.
—Personalmente, soy un fan de tu trabajo, Rachel.
Mi… ¿¡qué!?
—Siempre expones tus tópicos con refrescante honestidad.
—¿Has estado leyéndome? —Estoy segura de que mi voz y mis ojos
muy abiertos traicionan mi sorpresa.
Me da esa pequeña sonrisa de nuevo, combinada con un ceño esta
vez. —¿Crees que le concedo entrevistas a cualquiera?
—¿Honestamente? —pregunto.
Cuando asiente, bajo la cabeza. —Creí que viste mis senos
presionando esa camiseta en mi foto de perfil y le dijiste a Dean que me
recibirías.
Sus ojos se arrugan con humor, pero luego nos miramos por largos e
incómodos minutos, y nuestras sonrisas desaparecen.
—Leí tu columna antes que la entrevista fuera concedida.
—Debí haber sido una gran decepción en persona. ¿Esa primera
entrevista? Es la más embarazosa que he tenido —admito.
Nos miramos de nuevo.

112
Quiero que diga algo, así que espero.
—Pensé que eras adorable.
Me sonrojo.
No es conocido por dar grandes elogios, o por ser un gran adulador.
Es conocido por ser franco, su honestidad casi hace que las personas se
sientan incómodas.
Ahora me encuentro incómoda porque lo siento mirándome con
nueva intensidad, y cuando habla de nuevo, la chica dentro de mí se
siente eufórica.
—Me dio un enorme placer verte salir con mi camisa. Parece que
cada uno de mis empleados que te vio sabía que te deseaba. Todo el
mundo sabía excepto, quizás, yo.
Mi respiración se atora.
—Oh —digo, cuando me las arreglo para hablar.
—No lo sabía entonces —especifica, su mirada es inquebrantable.
El deseo que siento es tan absoluto, tan poderoso, que no puedo
pensar en nada más que en Saint y el hecho de que no puedo tenerlo.
Soy extremadamente consciente de la distancia entre nosotros, de
exactamente cuántos metros hay entre nosotros en mi sala de estar.
Enciendo una lámpara, y el cuarto se vuelve más vivo; toda la luz parece
amarlo, a los ángulos de su rostro.
—¿Por qué estás aquí, Saint? Si es por lo que pasó en Interface,
cometí un error.
—Entonces cometamos otro. Uno más grande.
Me río nerviosamente. —¿Qué es esto? ¿Ahora soy un desafío para
ti?
Sus labios se curvan. —Un desafío es algo que dejas de querer una
vez que lo obtienes. No puedo saber si eres un desafío hasta que te haga
mía.
No puedo creer cuán sexy es esa pequeña palabra, mía, cuando el
hombre que deseo la utiliza. Quiero escucharlo decirla muchas veces más,
en mi oído, cerca de mí. Oh, Dios. Livingston, contrólate.
Pero, ¿cómo puedo hacerlo? La tensión en el aire es demasiado
espesa. Inhalo su esencia con cada aliento; cada aliento me recuerda que
mi cuerpo se encuentra tenso y palpitante, cada aliento duele por su
culpa.
Me observa como si quisiera descifrarme. —Así que, tú amiga…

113
—Victoria. Es de mi edad, pero ya tiene historias cortas publicadas,
escribe un libro de educación sexual para niños, hace que el éxito parezca
muy fácil. Nunca puedo hacer lo mismo, pensar en las ideas que se le
ocurren.
—Úsalo, úsalo para volverte mejor. Haces tu mejor esfuerzo cuando
alguien se encuentra justo ahí tratando de derrotarte. Yo era… —
Comienza, luego se ríe suavemente como si estuviera divertido consigo
mismo—. De acuerdo, intentemos esto. —Se echa hacia adelante en su
asiento—. Era una decepción para mi padre —habla casualmente, pero me
observa como si quisiera asegurarse de que sus palabras tienen efecto—.
No estoy seguro si ha sido desde que nací, o después… cuando me
enfermé. Papá nunca me perdonó esa debilidad. Seguro de que mi madre
había tenido un amorío, pidió una prueba de paternidad esperando probar
que no era su hijo. Me volví más grande, más rápido, más fuerte, solo
porque el único hombre ante el cual quería probarme me subestimaba.
—¿Era un papá duro?
—Duro como una roca. Nada de lo que nadie hacía era suficiente
para satisfacerlo.
—¿Es por eso que nada de lo que consigues es lo suficientemente
bueno, por lo que siempre persigues más?
—No por él. Es porque nunca se siente suficiente. Nunca me detengo
a menos que quiera que alguien me alcance.
—Eres duro como una roca, también.
Se ríe y sacude la cabeza, pasando una mano inquieta por su
cabeza. —¿Estás bien ahora?
Asiento. —Gracias —susurro.
—¿Por qué?
—Porque el que estés aquí en este momento me contiene de ir a un
infierno bastante desagradable.
Se levanta, y mi corazón deja de latir mientras se acerca y se deja
caer junto a mí. Tiemblo cuando me jala hacia el hueco de su fuerte brazo.
—Ven aquí. —Me abraza por un rato, su brazo me rodea. No es suave en
absoluto; su pecho es duro, sus hombros firmes, pero siento su calor y el
latido de su corazón, y de pronto me doy cuenta de que me encuentro
presionando mi boca contra su garganta.
Rodea mi cintura con su brazo y me atrapa contra su pecho. Me
acaricia cuello desde la clavícula hasta el borde de la mandíbula.
Deslizo la mano hacia arriba por su pecho.
Encuentra mis ojos con una fuerza abrasadora, y comienzo a tratar
de respirar con rápidos jadeos mientras inclina la cabeza.

114
Besa el borde de mi boca. Mis pestañas se cierran con placer, y no
me atrevo a mover ni un músculo.
Enmarca mi rostro con las palmas de sus manos y lentamente roza
sus labios contra los míos. Retrocede un centímetro, mirándome otra vez,
asegurándose de que me encuentro bien antes de inclinarse de nuevo y
abrir sus labios contra los míos.
Mientras beso su boca, me sostiene ligeramente, como si me diera
espacio, dejando que me acostumbre a él. Todo en su cuerpo es duro. Su
mandíbula. Su pecho. Sus brazos. Sus manos. Pero, oh, por Dios, sus
labios. Su lengua. Sus labios son tibios y suaves, y me besan con hambre.
Su lengua se desliza sutilmente a través de mis labios, haciendo que me
derrita contra él.
Nos hundimos en el sofá y lo dejo besarme porque es lo más
exquisito que jamás he sentido. Abro más la boca, saboreando cada
minuto, cada segundo que sus labios se posan sobre los míos. Me besa por
bastante rato, una y otra vez, hasta que me encuentro sin aliento. No
quiero detenerme nunca. Podría hacer esto por horas. Se siente perfecto.
Increíble.
Se retira y frota el pulgar a lo largo de mi labio inferior.
Mi cerebro piensa tantas cosas a la vez que no razona nada en
absoluto. Respiro con fuerza, mirando su cabello despeinado, ojos
entornados, y labios ligeramente hinchados, y me observa como un tigre a
su presa. Nos movemos, y me siento a horcajadas sobre su regazo. Me
besa la mandíbula. Aprieto sus bíceps, grandes y fuertes. Besa la comisura
de mi boca de nuevo, asegurándome de que estoy bien, mientras separa mi
blusa con sus manos. Luego se inclina y planta un beso justo bajo mi
garganta.
Bajo la mirada a su cabello negro azabache, sintiendo su cálida boca
a lo largo de la clavícula. Coloca otro beso justo entre mis pechos, luego
por todo ese camino hasta mi mandíbula. Me besa la garganta de nuevo.
Succionando un poquito ahí, lamiendo un poco allá, besando un poco
más. Miro el techo, tratando de memorizar la sensación de sus labios
sobre mí. Siento como si estuviera separada de mi cuerpo. Si alguien me
hablara, probablemente no lo escucharía. Todo lo que quiero en este
momento es que nunca se detenga.
Regresa a mis labios, dándome otro suave beso. Abro la boca
inmediatamente y enrollo los brazos alrededor de su cuello para sostenerlo
contra mí. Sus manos son grandes y tibias en mis muslos, sin ellas
probablemente flotaría hacia algún lugar cerca del Séptimo Cielo. O en
este caso, cerca de todo el paraíso.

115
Me derrito cuando escucho su voz caliente contra mi piel. —Sigo
pensando en ese día. Y posiblemente no podrías haber tenido un sabor tan
dulce…
Abro la boca, y de repente lo beso con todo. Es exquisito. Me besa
con ternura, y luego me besa con hambre. El olor de su colonia me rodea,
el calor de su cuerpo me calienta, y sus caderas lentamente me vuelven
loca. Esta pequeña sesión de besuqueo va a terminar conmigo en un
hospital psiquiátrico.
—No te detengas —jadeo, moviendo las caderas con el repentino
dolor de acercarme más, de sentir su piel sobre la mía.
Mi cuerpo vibra. Levanta la cabeza y besa la comisura de mi boca,
empieza a mordisquear. Gime, y puedo decir que realmente está en esto. —
No te detengas —ruego.
—No me detendré hasta mañana. —Se aleja y acuna mi rostro con
ambas manos. Miro en sus brillantes ojos verdes, que me miran con una
luz que no puedo describir. Me mira como si fuera una diosa. Como si
nunca hubiera podido imaginarme. Me mira con tanta necesidad y ternura
que siento que mi garganta se tensa de nuevo. No estoy lista para esto.
Estoy asustada. Nerviosa.
—¿Qué dem…?
Las luces del techo se encienden y me enderezo confundida,
cubriéndome el rostro caliente con las manos.
Gina parpadea.
Saint aprieta los ojos, luego los abre, y se ve tan perfectamente
caliente, tan masculino, tan furioso y tan corrompido por mí, que extiendo
la mano y en seguida comienzo a abotonar su camisa, demasiado celosa
como para dejar que Gina mire su pecho, sus abdominales, los que había
estado tocando como loca.
—Espero que lo que pasaba aquí no estuviera ocurriendo realmente.
—Gina frunce el ceño con sus manos plantadas en las caderas.
—No —espeto; luego miro a Saint mientras me mira con completa
confusión, y las cejas inclinadas hacia abajo. Su cabello se halla levantado
de forma adorable, pero su expresión se encuentra más que contrariada.
—Tu compañera —maldice en voz baja, como si hubiera debido
recordar que tenía una.
Mortificada, lo empujo, con mucho esfuerzo, para ponerlo de pie y
luego para que vaya hacia la puerta. —Eso… fue mucho más que un error.
No sé qué se me metió.
Su mirada es oscura como la noche y su voz es áspera con deseo. —
Sé qué se te metió, lo mismo que se me metió a mí.

116
—No. —Voy hacia el pasillo, llamo el elevador, y luego lo empujo
hacia allí con mucho esfuerzo—. Adiós, Saint.
—Te llamaré, Rachel —murmura mientras me agarra el rostro y me
besa la boca, frotando la lengua un poco sobre la mía y haciéndome gemir
antes de liberarme y que el elevador se vaya.
Oh. Por. Dios. ¿Qué he desatado?
—¿Qué fue eso?
—Me decía adiós.
—Soy Gina, recuerdas. Tú mejor amiga. Puedo decir cuando
mientes. ¿Estaban… durmiendo juntos en el sofá como pareja?
—Tenía unos tragos encima. Él también. Teníamos esta… cosa.
Estoy más allá de… no pensar bien.
—De acuerdo. Porque sabemos muy en el fondo que es Lucifer,
¿cierto? ¿El propio Arch Douche5? No dormimos con el bastardo, ¡no
dejamos caer nuestros muros!
Asiento y voy a mi cuarto. Me froto la boca con el reverso de la mano
y me cepillo los dientes, luego miro mi rostro en el espejo.
¿Qué estoy haciendo? Le abrí mi corazón. ¿Por qué simplemente no
le dije que escribía un artículo para exponerlo?
Esto no era parte de mi plan. Se supone que escriba una historia
reveladora sobre él, no que deje que me exponga a mí.

***

No puedo dormir. Recuerdo la frustración en el rostro de Saint


cuando Gina entró. Un poco más tarde, enciendo mi lámpara y tomo el
teléfono.
Lamento la forma en que me despedí, escribo, pero antes de enviar el
mensaje, marco el número y me pregunto si responderá. No me lo
pregunto por mucho tiempo: escucho el sonido que hace al responder, su
voz diciendo hola.
—Lamento la manera en la que me despedí.
Hay una sonrisa en su voz cuando responde, aliviándome. —Eso es
lo que hace falta para conseguir que me llames.

5 Título dado a alguien en lo alto de la escalera corporativa, en una posición de autoridad,


etc., que también es un idiota.

117
Me río, luego me calmo y me acurruco en la cama con el teléfono en
la oreja, susurrando tímidamente—: Eres diferente conmigo a cómo eres
con los demás.
—Es por la señal que llevas que dice “frágil, manejar con cuidado”.
—No soy frágil.
—Eres tan frágil que te metiste tú misma en una caja para no
quebrarte.
—Me gusta mi zona de seguridad.
—Nada sucede en la zona de seguridad.
—Ese es el punto, controlas todo y es predecible y… seguro.
Hay un largo silencio.
Luego, dice—: Cuando salgas de tu caja, estaré esperando.

118
15
Un cambio de imagen
Traducido por Vane hearts
Corregido por GypsyPochi

¿Qué significaba eso?


No quiero no estar segura. Es el gran objetivo de mi existencia.
Siempre me gustó nunca ser imprudente.
El viernes, me pongo a pensar distraídamente en un artículo que
Helen quería para esta semana. No puedo pensar. No puedo dejar de
pensar o voy a empezar a ahogarme en mis propios miedos y confusiones.
Me digo que debo ser indiferente y mantener los ojos en el premio, y eso es
todo lo que una reportera sensata haría. Y soy sensata. Por lo menos, lo fui
por veintitrés años antes de conocer a Malcolm Saint.
Estoy escribiendo furiosamente cuando mi teléfono vibra y miro
distraídamente la pantalla, sólo para tener un ataque al corazón al ver la
palabra con que lo guardé en mis contactos. SIN.
¿Nos vemos esta noche en el Túnel?
¿Qué hace mi corazón ahora mismo? Hace volteretas en mi pecho.
Me he convertido en esta clase chica, esta ridícula clase chica. El Túnel es
un club conocido por sus oscuras y serpenteantes habitaciones, su música
a todo volumen. Casi nadie sale sobrio o sin ser un lío del Túnel. Rachel,
no puedes ir con Saint al Túnel a menos que estés totalmente preparada
para tener tu libido bajo control, y has estado haciendo un pésimo trabajo
con eso.
—Así que, ¿estás lista?
Bajo mi teléfono cuando Victoria intenta mirar por encima de mi
cubículo. —¿Lista? —repito—. ¿Para qué?

119
—¿No te acuerdas? ¡Tú día de belleza! Para prepararte para el
trabajo de este fin de semana.
—Yo… eh. Correcto. ¿Cómo podría olvidarlo? Cambio de imagen
cliché. La chica normal se corta el cabello, consigue al chico, blablabla —
digo mientras agarro mis cosas.
—Sí —se ríe.
Agarro mi teléfono y cierro el archivo que tenía abierto en mi
computadora con unos pocos demasiados enlaces, pero nunca suficientes,
con lo que Malcolm hizo esta semana. En todas las imágenes había chicas
también, pero parecía indiferente. No parecía que estuviera divirtiéndose,
pero es difícil de leer.
Una vez que apago mi computadora, sigo a Victoria a los ascensores
y nos dirigimos a un spa. Pedicura, manicura, un corte.
—Mechas.
—Soy rubia platino, Vicky, eso no se hace más claro.
—Rayas ligeramente más claras y unas rayas ligeramente más
oscuras para dar luz a tu cabello.
—Me quedaré con el corte de cabello, no me dejaré esclavizar por
pintarme el cabello hasta que éste se vuelva gris. Es un consejo que
aprendí de mi madre.
—Lo que a Saint le gusta es una linda chica fácil. No está
acostumbrado a trabajar por eso, siempre se encuentra disponible para él,
y eso es lo que probablemente le gusta. A pesar de que realmente pareció
muy enganchado por ti, Rachel.
Mi teléfono vibra. Me quedo mirando el identificador de llamadas, mi
cuerpo entra una vez más en acción. SIN. Sonrojándome sólo al pensar en
él, pongo el teléfono a un lado y veo los dedos de mis pies recibir una
buena capa de color rosa.
—Después de los dedos de los pies, depilado del área del bikini
completo —anuncia Victoria desde su asiento junto al mío.
Me pregunto si podría hablar un poco más fuerte para que no sólo
todo el spa, sino también el mundo exterior, pueda escuchar.
Me inclino hacia delante y susurro—: No, gracias.
—Mmm. ¿Hola? No es una pregunta.
Me río. —Chica, lo tengo perfectamente arreglado. ¡Déjalo!
—Bien. —Cierra de golpe la revista que estuvo leyendo y la deja a un
lado—. Pero a tipos como Saint les gustan los depilados brasileros. —
Sonríe sigilosamente—. Y, por supuesto, todas esas bellas chicas de Brasil
también. —Escoge una nueva revista y continúa con su papel de asesora,

120
como si fuera una experta en ello—. A los donjuanes les gustan todas las
chicas. Es parte de su encanto. Son especímenes perfectos, y no podemos
dejar de estar atraídas a eso. —Sonríe—. Sabes, esa sencillez en ti, esa
fiereza suave, puede sentirse atraído hacia ello. Vi que se sintió atraído por
eso. Bajo esa capa, eres más dulce y suave, y Saint es más como el fuego,
más fuerte, más ambicioso. Saint juguetea, pero es duro, como todo el
mundo que ha hecho negocios con él sabe.
Mi teléfono vibra, y esta vez es por una llamada. SIN.
Fuerza y fuego.
Duro.
Quiero responder. Quiero escuchar su voz.
También quiero no querer estas cosas.
Juro que si el nudo en mi estómago se hace un poco más apretado,
voy a colapsar.
Estoy mirando el teléfono cuando otro texto aparece.
¿Qué tiene que hacer un hombre para que digas que sí?
Mordiéndome la mejilla interna, me quedo mirando mi teléfono por
lo que se siente como una eternidad. ¡Sí! ¡Sí! ¡SÍ! Pero también NO. No
podemos. NO. NO. NO.
Por último, me concentro en el trabajo, diciéndome a mí misma que
es un sí con un no emocional y físico adjunto, y respondo:
Nos vemos allí
Mi mano tiembla mientras vuelvo a apartar el teléfono y trato de
volver al presente. Spa. Cambio de imagen. Victoria. Oh, sí, Victoria. Algo
muy interesante se desarrolla aquí. La escudriño con confusión, luego
digo—: Por lo que acabas de decirme, estoy empezando a pensar que en
realidad quieres que tenga éxito.
Para ser honesta, no me molesto en ocultar mi sorpresa porque,
bueno, he quedado sorprendida por Victoria en gran cantidad hoy.
—Quiero que tengas éxito, ¿por qué no habría de hacerlo? Me
encanta trabajar en Edge. ¿Dónde se supone que iré? —Una mirada de
perplejidad cruza su rostro—. Todos sabemos que es nuestro último
aliento. Nadie toma el mando. Nuestro tiraje se hace más pequeño por
segundo. Todos vamos a terminar sin trabajo. —Sacude la cabeza—. No
quiero eso —suspira—. Quiero ser considerada favorablemente por
nuestros jefes, pero para ser honesta, no estoy segura de que es lo que
haría con Saint si alguna vez lo tuviera.
—Oh, ese chico simplemente no puede ser tenido —me río a la
ligera, pero en el interior, me entristece. Que Saint esté tan apartado de la

121
multitud puede hacer que le resulte más difícil sentir que “pertenece" a
alguna parte. Que nunca pertenecerá a nadie en absoluto.
—¿Qué quieres decir con “no puede ser tenido”?
—Simplemente no puede ser tenido, no de alguna manera que le
importe. Nadie ha tenido más que una pequeña pieza de Saint. Ni su papá,
ni siquiera su madre. Ninguna mujer. Ni sus amigos o sus empresas. Se
esparce a sí mismo, incluso en sus intereses. Nada realmente lo reclama.
Mantiene eso para sí mismo, todo ese fuego. Sólo te da un vistazo de la
chispa.
—Bueno. —Ventila su rostro con sus manos—. ¡Ya tienes una mejor
comprensión de él que yo!

***

Un poco antes de las ocho de la noche, entro en mi departamento,


recordando que le prometí a Victoria ponerme un vestido. —Trata de no
revelar demasiado. La gente siempre se saca las blusas para Saint. En vez
de ello, podría gustarle preguntarse lo que hay debajo.
—No va a llegar a verlo, por lo que puede preguntárselo hasta la
muerte —dije frívolamente.
Pero me sorprende que mi lengua no se haya incendiado, porque no
me siento frívola. Siento anticipación del tipo que te no te deja
concentrarte en nada. Que hace que intentes hacer diez cosas a la vez y
que falles en todas ellas.
No lo he visto desde que me besó con lengua fuera de mi
departamento justo antes de que las puertas del ascensor se cerraran.
Para el momento en que Gina llega a casa, tengo ropa esparcida por
toda mi habitación. Le había enviado un mensaje: ¡Sin va a estar en el
Túnel esta noche y nosotras vamos a ir!
Mientras yo estuve deliberando qué ponerme desde antes de abrir la
puerta, ella entra con todo y se hace cargo instantáneamente.
—¿Qué haces todavía en sujetador y bragas? ¡Vístete! Usa esa genial
y moderna blusa azul y blanca que dice MI NOVIO ES MARINERO, sólo
porque deseas aparentar estar con alguien y que no te has esforzado
mucho.
—¿Qué no me esforcé mucho? Pasé cuatro horas en un spa. Pagué
por mi tonto cambio de imagen.
—De todos modos, usa esa que dice que tu novio es marinero. Si
quiere entrar en tus pantalones, va a odiar eso.

122
Saco la blusa de mi armario y la miro, mis nervios se hallan por las
nubes mientras los segundos pasan. Decido que tal vez usaré una falda y
la blusa del “novio”. No es tan seductor como un vestido, pero aun así,
Saint puede tener un vistazo de mis piernas largas ahora que están suaves
y aceitadas perfectamente. Y, ¿por qué estás esperando mostrarle tus
largas piernas, Rachel?
—¿Es esta una buena idea, G? —Me pongo la falda dando saltitos.
—Es una jodida gran idea, ¡es exactamente lo que querías!
—Mmm, no, no lo es. Quería investigación, pero esto es casi como
una cita.
—No, no lo es. Saint no tiene citas. Solo liga.
Dios, estoy deseando que babee por mí.
Deseo que, al menos, una noche, una noche en su existencia, tenga
un sueño húmedo por mí.
Pero sigo tan insegura. Me giro y le pregunto a Gina—: ¿Es esto
correcto? Estoy pisando una línea tan delgada…
—Rachel, sólo recuerda que él te está usando, tú lo estás usando; no
tienen una relación, ni la tendrán nunca. Sólo haz el trabajo y no te
involucres.
—Bien —concuerdo rápidamente, sólo para hacer que deje de decir
la palabra usando.
Me trago de nuevo una bola de nervios del tamaño de un limón tan
amargo como la cáscara, luego agarro mi bolso y me digo que puedo hacer
esto, que quiero hacer esto, que quiero hacer esto más de lo que quiero
hacerlo con él.

123
16
Túnel
Traducido por Dannygonzal & Beluu
Corregido por florbarbero

—Bien, vamos a mezclarnos. Ayúdenme a encontrar a Emmett.


Wynn, Gina y yo deambulamos por las habitaciones en forma de
laberinto del Túnel, el olor de las paredes de barro y sudor llenan nuestras
fosas nasales junto con perfumes, colonias y alcohol. Las luces
intermitentes y la música nos golpean mientras nos dirigimos hacia el
corazón de Túnel, el “pozo”. Wynn lidera el grupo y yo voy detrás, girando
la cabeza mientras lo busco.
—Apuesto que se encuentra allá. —Gina señala la habitación de la
derecha, la cual se encuentra completamente llena, así que ni siquiera
puedo ver más allá de la pared de vestidos brillantes y piel en el exterior.
—¿Por qué ahí?
—¿Hola? ¿Dónde hay humo hay fuego? Donde se encuentra Saint,
hay chicas.
Frunciendo el ceño ante eso, me acerco a la esquina más ocupada, y
mi corazón trastabilla porque allí se encuentra el chico al que le
pertenecen mis hormonas. Mientras que Callan y Tahoe se ven bien, Saint
podría estar usando un letrero que dice TRAE BRAGAS EXTRA.
Dos mujeres se sientan en los regazos de cada uno de sus amigos, y
una linda rubia de alta sociedad se encuentra hablando con Malcolm,
mirándolo completamente embelesada.
La música palpita por los altavoces. Los cuerpos se sacuden y se
empujan al tiempo que me tomo un momento para observarlo mientras no
me mira. Bronceado, con el cabello un poco parado, la camisa enrollada en
los codos como siempre se usa en los clubes, en donde se pone caliente y
loco. Dios, mariposas.

124
Está riendo cuando se gira, escaneando bastante casualmente la
habitación, y entonces sus hombros se tensan. Mi corazón se detiene y
hace una voltereta, porque me ha notado. Luego soy sometida por la
incómoda presión de su escrutinio.
Levanta una ceja, y una vez más curva sus labios. ¿Vas a quedarte
allí toda la noche? Casi puedo escucharlo decir.
Saint pone su bebida a un lado de la mesa y se acerca. Cada paso
hace latir mi corazón más y más rápido. Me mira, comenzando desde mis
pies y va subiendo. Sus ojos no pierden ningún detalle.
—Rachel. —Me lleva a sus fuertes brazos y presiona un beso en mi
mejilla, el roce de sus labios es tan increíblemente suave que no puedo
creer cómo un gesto tan pequeño puede hacerle tantas cosas a mi cuerpo.
Tengo una guerra interna mientras intento regular mi respiración, me
toma la mano y me jala hacia su mesa en la parte trasera. Nací como una
chica, lo demuestra mi certificado de nacimiento. Pero nunca me sentí
tanto una como en este momento, cuando mi mano se siente pequeña y
frágil en su fuerte agarre.
Callan y Tahoe me saludan por encima de la música. —¡Hola,
Rachel! ¡Hola, Rachel!
Me deslizo dentro del apartado y Malcolm se sienta a mi lado, su
camisa se ciñe en tantos lugares que no puedo evitar sentirme restringida
en mi propia piel solo ante la visión.
Ordena una bebida para mí, luego se recuesta, viéndose tan relajado
como yo tensa. Algo pasó cuando visitó mi departamento. El hecho que le
importara si me sentía bien o no, me tocó un punto sensible, pero
también, que se abriera ante mí de una forma que me sorprendió, e,
incluso más sorprendente, que me abriera a él. Los dos compartimos
cosas, cosas reales. Ahora, la intimidad entre nosotros es tan palpable que
cada pulgada de mí duele por estar más cerca, tan cerca como lo sentí esa
noche.
Su brazo se extiende detrás de mí, sus amigos continúan hablando y
haciéndoles cosas traviesas a las perras con sus bebidas. —¿Cómo estuvo
tu semana, Rachel? —Ante la pregunta de Saint, un rubor cálido de
excitación fluye por mis venas, porque en su mirada hay interés real.
—Bien. Mi trabajo va bien. Mi madre se encuentra bien. Yo… bueno,
no quiero aburrirte. —Pero sonrío. No puedo recordar cuándo alguien se
vio tan atento escuchándome describir cómo fue mi semana.
Luego le pregunto sobre su viaje a Londres porque, por supuesto, leí
que estuvo allí durante cuarenta y ocho horas, y dice que estuvo “bien”,
entonces el tema vuelvo a ser yo.
—¿Sobre qué escribes en este momento? —susurra.

125
Siempre tan enfocado en todo lo que digo, las personas pasan y
golpean su espalda o dicen su nombre, y ni una vez levanta la cabeza para
reconocer a alguien además de mí. Igual de absorta en él y teniendo
problemas en desviar los temas peligrosos, le doy una evasiva y digo—:
Estoy pensando qué hacer para la columna de la próxima semana.
Noto uno de sus brazos estirados detrás de mi asiento, y pienso, “Mi
tema eres tú”.
Un doloroso anhelo me golpea en mi centro adormecido. Guau. ¿De
dónde vino eso?
Bajo la mirada a mi regazo mientras intento recomponerme. ¿Por
qué, oh, por qué estos sentimientos de inestabilidad emocional tienen que
pasarme contigo?
¿Es porque quiero sonsacarte cuando te pones tan serio y no bromeas
conmigo?
¿O es porque realmente quieres saber, por alguna inexplicable razón,
las cosas que me motivan?
¿O quizá es porque me pones tan nerviosa… o tal vez, simplemente,
porque lo preguntaste?
Tomo una respiración, consciente de estar siendo observada por
esas pestañas abundantes, por esos ojos profundos e infinitos, verdes
como los árboles, escondiendo todos los secretos de alguien que en
realidad nunca revela sus cartas hasta que el juego está ganado. Ojos
astutos. Ojos masculinos. Ojos interesantes. Quiero cerrarme y no seguir
abriéndome mientas que él apenas me responde algo en absoluto, pero no
puedo evitar querer responderle cuando me pregunta algo. Miro la pista de
baile y lentamente me levanto, jalando su mano.
—Baila conmigo —le digo.
Estoy enferma y cansada de cuestionarme, de estresarme, de querer
y de luchar. Me encuentro harta de pensar, de tratar de no sentir. De
repente todo lo que quiero es bailar con él. Una hora de diversión, una
hora de ser solo una chica con un chico.
Levanta una ceja, no dice nada… pero se pone de pie. Se para
lentamente, como una serpiente desenroscándose. Me río y jalo su mano
un poco más para llevarlo a la habitación contigua, en donde se halla la
pista de baile. —Baila conmigo, Saint.
Su mano es grande y sus dedos largos cuando los entrelazo con los
míos mientras lo jalo hacia adelante, me permite llevarlo, como un animal
salvaje y perezoso que se deja enredar por su presa antes de
abalanzársele. Cuando entra a la pista de baile conmigo, sus manos van a
mis caderas. Un fuego se agita dentro de mí cuando levanto la mirada para
ver una malvada inclinación en la comisura de sus labios.

126
Me observa mientras me muevo sensualmente bajo sus manos,
arriba y abajo y a los lados, usándolo como un tubo. Un tubo que quiero
besar, como cualquier otra chica, porque resulta que después de todo, soy
muy humana. Deja que sus manos deambulen de arriba a abajo por mis
lados, sus ojos destellan como los de un demonio. Tomo sus manos y las
coloco en mi nuca para que me sostenga más cerca. Mi estúpida cabeza no
puede pensar, mis ideas se hallan en blanco. Lo quiero desnudo, sudoroso,
fuera de su elemento, sin una sonrisa de suficiencia, sin distracciones,
definitivamente sin control.
—¿Es lo mejor que puedes hacer? —me burlo, sorprendida cuando
me jala más cerca.
Entonces, con mis caderas en sus manos, me mueve. Guau. Está
duro. Por. Todas. Partes. Las personas saltan a nuestro alrededor, se
sacuden contra nosotros. Malcolm baila como si su cuerpo fuera una
extensión del mío. Me jala contra sí con muy poco esfuerzo de su parte, y
la barba incipiente de su mandíbula raspa contra mi nuca mientras pone
mi cabello a un lado y pasa los anillos plateados de su mano por mi cuello.
Me encuentro tan conmocionada por la ligera sensualidad de sus
movimientos y su toque, la cautela y la ondulación de sus músculos
contra los míos, lo segura y excitada que me siento en sus brazos, me
hallo en las nubes por este sentimiento. Por él. Por esta noche. Doy
sigilosos toques que definitivamente podrían estar cerca del fuego, pero
mis manos tienen mente propia. Parte de mí se encuentra enloquecida.
Sus labios fueron hechos para besar, sus manos para tocar; este es el
único propósito de su grueso cabello: ser agarrado por las mujeres
mientras las folla duro. Sus ojos parecen ofrecer vistazos del cielo y de
alguna clase de fiesta en el infierno, y me vuelvo loca por todo ello.
Paso los dedos por su camisa, rodeo sus hombros cuadrados,
saboreando la sensación de dureza de sus músculos. No podría detenerme
de tocarlo ¡incluso si me amarrara a mí misma!
La canción termina, toma mi mano y me guía de regreso a la mesa.
Gotas de sudor ruedan entre mis pechos. Decenas de miradas vienen
hacia nosotros, casi cada mujer en la habitación me inspecciona de la
cabeza a los pies, la mayoría con expresiones que me dicen que quieren
desgarrarme la piel.
Casi hago una mueca.
En el apartado, Callan le cuenta las anécdotas de Saint a las perras
de clase alta.
—Oh, sí, pero Saint destrozó esos rumores.
—¡Destrozó! —repite con orgullo Tahoe, empuñando la mano.
Ignorándolos, Malcolm me empuja al apartado y vuelve a la posición
anterior, con su brazo en el respaldo de mi asiento, su cabeza baja en mi

127
dirección, por lo que puedo sentir su cálido aliento detrás de mi oreja. —
Oye… mírame —me persuade mientras desliza la mano sobre mi muslo, y
mis pensamientos se dispersan.
El toque enciende todos mis nervios receptores, todo mi deseo. No sé
si ha estado aumentando por minutos, horas, días, semanas, o toda mi
vida, pero sí sé que nunca soy consciente de esto a menos que él se
encuentre cerca. Ahora, guiada por mi impulso, doy la vuelta y me inclino
un poco contra Saint. Se mueve, por lo que ahora su brazo se siente flojo
alrededor de mis hombros, y tiemblo al mismo tiempo que sus dedos vagan
bajo la caída de mi cabello. Sus amigos se encuentran hablando. Saint
susurra en mi oído—: Te ves muy linda.
De repente mis mejillas arden y mi estómago se convierte en una
cosa con vida.
La música se detiene y “Kiss you Slow” de Andy Grammer comienza.
Acuna mi rostro, sus pestañas se hallan medio cerradas. Besa la comisura
de mis labios.
El aire se siente como un lametón de fuego sobre mi piel.
Me abraza más fuerte y me acerco más a su lado, luego arrastra sus
cuatro dedos anillados por un lado de mi rostro, sus ojos siguen ese
camino. —Esta noche estoy con la chica más caliente del Túnel —
murmura al tiempo que con su pulgar me quita el brillo de labios de la
forma más sensual que pudiera imaginar.
Y ahí, en sus hermosos ojos, un deseo salvaje refleja el deseo dentro
de mí. Un anhelo que no se parece a nada que haya conocido obstruye mi
garganta, me lleva a morder suavemente su dedo. No debería hacer esto,
pero no puedo parar. La canción habla sobre besar lentamente…
Mi visión periférica se abre un poco, y me vuelvo consciente de sus
amigos enrollándose con sus zorras en la esquina justo mientras Saint lo
hace conmigo. De mis amigas mezclándose allí, en algún lado. De las
personas bailando, otras mirando en nuestra dirección. Y de mi vida,
cambiando, justo en este momento, de alguna forma, mientras mira mi
rostro, los colores en sus ojos cambian como un caleidoscopio mientras
parece batallar con las mismas emociones confusas que yo.
Toma mis caderas y con lentitud me guía a su regazo. Voy
demasiado dispuesta, relajando mi cuerpo para que pueda sentarme de
lado mientras me aferro a su cuello.
—¿Quieres esto? —susurra al tiempo que mete la mano por debajo
de mi falda y siento la calidez de su mano acariciándome el interior del
muslo.
Mi corazón palpita violentamente en mi pecho, las puntas de mis
dedos se deslizan por su cuello mientras trato de acercarme. Su cuello es

128
duro y grueso, y agacho la cabeza para olerlo. Luego le susurro
temerariamente al oído—: Estoy con el chico más guapo.
—Jodido perro astuto. ¡Probablemente más tarde también vas a
tener algo de acción con Rachel! —grita Tahoe desde su asiento,
levantando su copa de vino hacia nosotros mientras su zorra trata de
reajustarse el vestido.
Las manos de Saint salen de mi falda, pero aprieta mi muslo
mirándome a los ojos tristemente. —Ocupado, T —gruñe. Le lanza una
mirada a Tahoe que podría quitar la piel de sus huesos.
Dejo salir un suspiro, recordando las imágenes y los rumores que ya
me rodean, volviendo mi trabajo un poco más riesgoso.
—Aquí no —le digo cuando recobro al menos un poco de mi cerebro.
¿Enrollarse en un club? ¿En serio, Rachel? ¿Con Saint?
Malcolm me agarra de las caderas y me ayuda a bajar de su regazo.
—Oye, en verdad le gustas —me grita Tahoe, moviendo las cejas
mientras Malcolm llama a un mesero y le pide algo que lo hace salir
corriendo, solo para regresar y asentir.
—Señor Saint, sígame —dice el mesero.
Malcolm agarra su chaqueta del asiento y me toma por el codo,
murmurándome al oído—: Ven conmigo, Rachel.
Somos guiados a una habitación privada. Hay una mesa al final con
pequeñas velas eléctricas. Una cubeta de vino, dos copas, un vaso con un
único tulipán rosa, luces tenues. Suena la misma canción afuera pero
mucho más íntimamente.
—¿Necesita algo, señor Saint? —dice el mesero, y cuando Malcolm
mete en la mano lo que parecen varios billetes, casi se cae.
—Gracias —dice Saint. Me lleva de la mano hacia el sofá, y el mesero
cierra la puerta con un pequeño y suave clic.
Mis piernas apenas pueden sostenerme; pero gracias a Dios, Saint
me sienta. Mueve su hermoso y tonificado cuerpo para poder mirarme.
Dios. Sus ojos. Ni siquiera puedo sostener su mirada por más de unos
pocos segundos, mi corazón palpita en mi pecho, mi cráneo, entre mis
piernas adoloridas.
—Malcolm… —Comienzo.
Parece tener un solo pensamiento en este momento mientras nos
recostamos sobre el sofá, baja la cabeza y presiona sus labios sobre mi
cuello. Gimo y deslizo los dedos en su cabello, sintiendo lo abundante y
suave que es mientras una ardiente necesidad circula por mis venas.

129
Me estremezco cuando sus labios se presionan contra mi pulso.
Entonces me prueba con la lengua, explorando lentamente la piel expuesta
de mi cuello, mis pies se enroscan y mi cuerpo tiembla cuando me acuna
un seno con la mano y con suavidad lo aprieta, mientras que con sus
dedos libres me acaricia el brazo desnudo, arriba y abajo. —¿Te
encuentras bien con esto?
Se inclina hacia atrás, con los labios curvados mirándome, y cuando
asiento, total y completamente sin respiración, me sostiene la nuca y
presiona un beso lento en la comisura de mi boca. Es tierno. Demasiado
tierno. En un minuto me hallo demasiado ebria, ebria de deseo, ebria de
Malcolm, para hacer cualquier otra cosa además de existir. Besos. Toques.
En mi oreja. En las comisuras de mi boca.
De nuevo desliza una mano bajo mi falda. —¿Qué llevas ahí abajo?
—dice.
—Algo. —Mi voz tiembla con deseo.
—¿Algo que quieres mostrarme? —Sus labios se curvan de nuevo.
Me hallo indefensa bajo su mirada exploratoria mientras me sube la
falda para revelar mis bragas. No quiero respirar, ni siquiera quiero vivir
después de este momento cuando me mira de la forma en que lo hace.
—Malcolm —suplico, sintiéndome lasciva y nerviosa al mismo
tiempo.
—Shh —dice suavemente mientras hecha un buen vistazo a mis
pequeñas bragas de encaje semitransparentes—. No te lastimaré. Todo lo
que quiero es mirarte.
—¿Sólo mirar? —No sé si quiero que diga sí, no, no sé… qué.
—Y tocar —me convence. Sube mi pierna hasta su cadera y me jala
más cerca así que medio lo monto al tiempo que sus dedos rozan la parte
interior de mi rodilla. De repente miles de nervios receptores despiertan,
tan sensibles a la presión más ligera de sus dedos, gimo contra su cuello.
Cuando sube mi cabello, baja la cabeza y usa la lengua, gimo más
profundo…
Por lo general esperaría que fuera directo a mi lugar más caliente y
húmedo, pero este es un chico experto que no hace nada de lo que espero
que haga. Sus labios se presionan contra mi sien mientras roza los dedos
en la parte trasera de mi pierna y luego me roza los muslos internos con
sus pulgares, mi respiración se entrecorta, mis pezones se clavan en mi
blusa de seda y en su pecho.
Arqueo el cuello, tomando profundas y rápidas respiraciones que
aspiran su colonia y me intoxican. Creo que acabo de gemir su nombre.
Usando una mano, desliza los dedos a lo largo de mi entrepierna por
encima de las bragas.

130
—Dime que quieres mis dedos aquí —susurra. Sonríe contra mi sien
con obvio placer masculino debido a que ya me encuentro completamente
mojada. Cierro los ojos y envuelvo los brazos alrededor de su cuello
mientras nos imagino desnudos, moviéndonos juntos.
Con una mano sigue acariciándome el muslo interno y la parte
posterior de mi pierna mientras desliza la otra mano debajo de mi blusa.
Un moderado apretón en mi centro y puedo decir que se está poniendo
serio. Ya puedo sentir un estremecedor orgasmo construyéndose y empiezo
a pasarme de mi cuota de miedo.
—Saint... mmm, Malcolm... no pares de tocarme, simplemente...
necesito desacelerar...
Se inclina hacia atrás y nos separamos por un momento, respirando
audiblemente. Mis pupilas no pueden enfocarse, parece una mancha a
través de mis ojos. Un borrón del que se supone debo escribir, no con
quien acostarme.
—Dame tu mano —susurra. Se inclina ligeramente y toma mi mano
en su fuerte agarre. Puedo sentir sus ojos, verdes y líquidos, observando
mi reacción mientras sumerge los dedos en mi palma. Inmediatamente soy
consciente de cada una de las cuatro mil terminaciones nerviosas en esta
palma. Acaricia entre las bases de mis dedos y nudillos, estimulándome
como electricidad.
Lo observo paralizada mientras entrelaza nuestros dedos y usa el
pulgar para masajear desde mi palma hasta la base de mis dedos en lentos
círculos. Mis vasos sanguíneos prácticamente saltan de mi piel. Un fuego
se construye en mi cuerpo mientras me sostiene la mano y lentamente me
acerca el brazo. Suavemente besa la parte interior de mi codo, pasando la
lengua en mi piel y bañando ese punto con su respiración. Lo que hace se
siente como una droga, una que nunca quiero que pare de administrarme.
Lentamente desliza mi blusa hacia arriba y la acomoda en el tirante
de mi sujetador para que se quede allí.
He leído que el plexo solar es un poderoso grupo de nervios, pero
nunca he experimentado sentirlo antes. Empieza debajo de mis pechos,
acariciando hacia arriba, recostándome sobre el sofá para besarme
suavemente alrededor del ombligo. Cuando gimo, me tranquiliza y
susurra, relajo mi cuerpo, mis abdominales se sueltan, así que toda la
sangre se dirige al sur, a la parte entre mis piernas que está
incendiándose. Quema y hormiguea ante la perspectiva de ser tocada. Se
halla tan cerca y al mismo tiempo tan lejos. Acaricia arriba y abajo por mis
costillas. Inclinando la cabeza, pasa la lengua alrededor de mi ombligo y
luego se sumerge allí, caliente y mojado, dentro del pequeño hueco. Una
docena de zonas erógenas se despiertan. Terminaciones nerviosas que
nunca antes habían sido estimuladas así, hormiguean y gritan, mis zonas

131
calientes vuelven a la vida. Cada parte de mí se siente viva. Estoy excitada
mental, física y emocionalmente.
—No tienes idea de lo mucho que me excitas. —Me oigo a mí misma
admitir mientras paso las manos por su cabello, levanta la cabeza, y tira
de mi sujetador por debajo de uno de los hinchados pechos, enroscando
los dedos alrededor de este y suavemente succionando el pezón con un
sonido hambriento.
—Te quiero debajo de mí esta noche, Rachel. —Sus pestañas se
levantan lentamente y me observa, el anillo de oro alrededor del verde de
sus ojos brilla con decisión. Cada respiración, cada movimiento ondulante
de mi cuerpo debajo del suyo mientras me succiona, todo me deshace
desde mi centro hacia el exterior—. Retorciéndote —dice—. Jadeando.
Mojada.
Toma el endurecido y sensible pezón en su boca de nuevo. Me
deslizo hacia abajo en el asiento, abro las piernas y trato de empujarlo
para que quede arriba de mí. En cambio, deja que su mano se deslice
entre mis piernas. Mis brazos sostienen sus hombros tan fuertemente que
puedo sentir los músculos tirantes flexionarse debajo de mis dedos,
mientras lentamente tira de mis bragas hacia un costado con el pulgar y
desliza un dedo dentro de mí.
Su toque desencadena una cascada de placer a través de mi cuerpo.
Me arqueo, soltando un bajo sonido de necesidad y éxtasis. Puedo ver la
máscara de control que siempre lleva puesta deslizarse mientras me
observa, sus labios se curvan en una sonrisa suave. —Para mí... Rachel.
Quiero que te vengas para mí.
Otro roce de su pulgar en mi clítoris. Un hábil dedo dentro de mí.
Esos ojos masculinos brillando, observando. Esa voz, persuadiéndome. Me
vengo, retorciéndome con un grito suave, incapaz de detenerme, incapaz
de decirle que quiero que se venga para mí, también.
Suspiro y jadeo por un largo momento. Mueve su gran cuerpo y me
observa con esa suave sonrisa mientras vuelve a bajarme la falda y deja
que mi blusa caiga y me cubra, usando la mano para ponerla en su lugar
mientras me susurra al oído. —He querido hacer eso desde el día en que
irrumpiste en mi fiesta en el Ice Box.
Se burla de mí. He llegado a conocer ese tono. Así que le respondo la
burla. —Mis amigas me desafiaron. Supongo que ahora puedo decir que te
conocí y que eres el bastardo sin corazón que todas dicen que eres.
—¿Quiénes son todas?
—Tus exnovias.
—No tengo novias.
—Tus examantes, lo que sea.

132
—Tengo algo que decir acerca de eso, también.
—¿Oh, sí? ¿Y qué tienes que decir?
—¿Soy inocente? —Sonríe.
Me río. Quiero besarlo, besarlo duro y follarlo todavía más duro. Oh,
Dios, quiero darle lo que acaba de darme, ¿pero entonces qué? —¿Te
diviertes conmigo?
—En realidad, ese era yo intentando que la señorita tuviera un poco
de diversión conmigo.
Pongo la mano en su muslo juguetonamente. —Haces que mi mundo
gire un poco más rápido.
—Me gustaría sacudirlo incluso más —ronronea, haciéndome reír.
Me observa, su sonrisa, sus ojos, todo en él es misterio a la décima
potencia. Misterio y pecado.
—¿Cuál es tu idea de sacudir el mundo de una chica?
—Tú dime. —Arrastra los ojos hacia abajo por mi cuerpo.
—¡¿Yo?! —grito— ¿Qué tengo que ver con eso?
—Nunca he querido sacudir el mundo de una mujer de la manera en
que quiero sacudir el tuyo.
Es como si mis pulmones se hubieran congelado al respirar.
Se inclina hacia adelante en su asiento, y en lugar de hacer lo que
esperaba que hiciera, que era burlarse de mi conmoción, luce
absolutamente serio. —Tienes que saber esto sobre mí —dice mientras
ahueca mi rostro en su mano—. Obtengo todo lo que quiero. No soy del
tipo que se niega a sí mismo lo que quiere. Tampoco soy del tipo que le
niega a los que se encuentran a su alrededor lo que sea que ellos quieran.
Soy tuyo si me quieres, Rachel.
Me observa en silencio.
—No encajamos —digo—. Sólo quiero encontrar un lugar seguro,
más caliente que frío, con una linda vista, y quiero parar de ir de un lado a
otro y quedarme allí, en ese lugar. Y tú nunca te quedarás quieto.
Sus ojos se oscurecen todavía más. No responde.
Pasa el dedo por la curva de mi mejilla, observándome como si
quisiera algo de mí. Como si quisiera más que algo, todo. O quizás
cualquier cosa, así de hambrientos se ven sus ojos. —Creo que encajamos
perfectamente —murmura al final.
La puerta se abre y mi mejor amiga aparece. —¿Por qué no me
sorprende?

133
Gimo y me pongo de pie, intentando inútilmente ocultar la evidencia
de que nos estuvimos liando: mi cabello enredado por rodar sobre el sofá,
el labial corrido, ropas arrugadas. Me encuentro bastante sonrojada y
Malcolm se encuentra claramente divertido por mi vergüenza. Dios, debo
lucir ridícula con el cabello rubio y mi rostro rojo. Me giro en su dirección
y lo señalo en advertencia. —Y no creas que te doy un pase libre, vas a
tener que contarme esa historia más tarde —le digo, por el bien de Gina.
—Oye, tú te vas a quedar conmigo esta noche —dice, confundido.
Me quedo allí, parada, mirándolo mientras Gina tira de mi mano. —
Lo siento —digo finalmente, haciendo una mueca—. Tengo que irme.
Saint se levanta y toma su chaqueta y mira a Gina mientras la dobla
sobre su brazo. —¿Qué tal si la llevo a casa?
—¿Qué tal un “no”? —sonríe esta.
—Soy Malcolm, por cierto.
—Te vi en nuestro departamento, ¿recuerdas? También he visto tu
rostro en cada revista y, dejando de lado el hecho de que eres más caliente
en persona, soy completamente inmune. Dile adiós a Rachel ahora.
Ella toma mi brazo y Malcolm dice—: ¿Quieres irte conmigo esta
noche, Rachel?
Su rostro tiene una expresión inescrutable, pero deja salir grandes
oleadas de molestia.
—No, lo lamento. Tengo un campamento en unos días, así que de
verdad debería dormir un poco. Adiós —digo incómodamente mientras me
doy la vuelta para irme con sus ojos siguiéndome. Oh, mierda, mierda,
¡eso fue peor de lo que esperaba!
Me paso las manos por las mejillas calientes antes de que Gina me
arrastre por uno de los largos pasillos del Túnel. —Nada ha pasado —
murmuro en respuesta al gran signo de interrogación en negrita plasmado
en su frente.
—De acuerdo, voy a decirlo. —Empieza—. Saint no es más que
malas noticias. Tanto en el trabajo como en sus relaciones, no podrías
haber elegido a un tipo peor que Paul excepto por Saint... y sus dos
asquerosos amigos. Rachel, no tienes que decirme lo que sucedió, ya
puedo ver que te tiene acorralada contra la pared. Estás sonrojándote
como una zanahoria.
—¿A qué te refieres con que me estoy sonrojando como una
zanahoria? ¿Estoy naranja? —Mis ojos se abren, empiezo a enloquecer.
—Rachel, no lo sabes todavía, pero ¡no tienes ni una posibilidad! Y
ese tipo, Tahoe, totalmente me folló con los ojos hace unos momentos
cuando te busqué en la mesa de Saint.

134
—¡Yo no me sonrojo naranja, Gina!
—Juro que Tahoe me folló con los ojos y mi corazón todavía no se ha
recuperado.
—¿Naranja? ¡Debe ser por las luces del Túnel! Por favor, dime que
quisiste decir cereza. Por lo menos cereza es un color mucho más lindo
para sonrojarse que el maldito naranja, ¿verdad?
—¡Te encuentras roja! ¿De acuerdo? Relájate, Saint no se acordará
de tu nombre en unos días, cuando se despierte con cuatro putas
desnudas.
Mi boca se abre para responder, pero todo lo que puedo decir,
mientras me encuentro en estado de felicidad orgásmica, es—: Si Saint no
es nada más que malas noticias, también lo es Tahoe, ¿bien? No quiero
que juegue contigo.
—No me gusta que ninguno de estos mujeriegos juegue contigo. Este
proyecto empieza a disgustarme. —Me agarra por los hombros y me
sacude—. Dime que no te gusta Saint.
—Yo... —No sé qué decir. No quiero herirla, y tampoco quiero
mentirle, pero ni siquiera sé qué es lo que hago, por lo que digo—: A mis
ovarios les gusta —agrego—: Un poco. —Cuando su boca se frunce
tristemente.
—Oh, no. —Sacude la cabeza salvajemente—. No, Rachel.

***

Nada sirve. Me vine en sus brazos en el club. Me muevo en la cama a


la noche y puedo sentir su olor en mi piel. Todavía puedo oírlo
invitándome a estar con él hasta que encuentre mi lugar seguro. Quiero
saber qué se siente el estar a su lado sin nada entre nosotros. Tengo miles
de preguntas flotando en mi cabeza y un particular dolor entre las piernas.
Más que nada, quiero mandarle un mensaje y decir Lo pasé bien esta
noche. Pero... ¿tengo el valor para abrirme de esa manera? Quizás si
tuviera una historia diferente. Quizás si fuera un tipo normal. Quizás si yo
no estuviera más concentrada en mi trabajo que en buscar una pareja. Tal
vez en otra vida.

***

El lunes pasa a ritmo de tortuga. Levantarse. Café. Trabajo. Correos.


Editar los borradores de ayer. La interrogación de Helen sobre cómo van

135
las cosas. Victoria acercándose con los ojos muy abiertos. —Funcionó, ¿no
es así? ¡Escuché que Saint fue visto con una rubia platino en su regazo!
—Shuu —me río y la acerco, y luego no quiero hablarle más sobre
Saint. A veces cuando escribo no quiero hablar sobre mi tema: lo protejo y
lo cuido en mi corazón antes de entregar las llaves y que salga.
Es diferente con este hombre. No puedo soportar compartirlo en lo
absoluto. Ni siquiera con mis amigas. No entiendo por qué me siento como
si estuviera poniendo una burbuja alrededor de nosotros donde nadie
puede dar su opinión y nadie puede llevárselo. Sin putas, ni su estilo de
vida, y sin mis amigas. —Sí, tuve suerte, pero nada sucedió. Ya sabes
cómo son esos tipos, sólo coquetean.
—Oh, bueno, coquetea todavía más. —Me guiña y sigue caminando.
Mierda. Gimo y me desplomo en mi escritorio cuando Valentine se
acerca con la misma cantaleta.
—¿Rubia platino? La gente está preguntando en sus redes sociales.
Sólo conozco a una rubia platino... así que habla ahora, rubia platino. De
hecho, dame unos consejos para la cita de esta noche.
—Valentine, ¿tienes una cita? Guau, el amor está en el aire. ¿Chico
o chica?
—Mujer. La voy a llevar a comer comida china grasienta para
asegurarme de que sepa cómo comer hasta reventar apropiadamente. Odio
cenar con flaquitas. Y eso es el por qué es tan caliente cenar con un
hombre. Nada me calienta tanto como el buen apetito.
Sigo buscando en internet, investigando.
—¿Sabías que los pingüinos son monógamos? —pregunto.
—Sí, fui parte de esa tribu una vez, pero me rebelé. Verás, ya no
quiero que las reglas tradicionales de las citas me restrinjan, y tampoco
deberías quererlo tú. Oh, espera, tú no tienes citas. ¿O sí?
Sonrío. —Sólo porque tú no me hiciste cambiar de parecer no
significa que nadie más pueda.
—¡Ves! Tú ESTÁS saliendo con él.
—¡NO! ¡NO! Sólo... cállate, por favor. Necesitas irte y... meditar. A tu
escritorio. ¡Shu!
Esquivo preguntas todo el día, haciendo de cuenta que la noche
anterior no le dio a mi pequeño mundo una gran sacudida.

136
17
Noche
Traducido por Mire & Estilavi
Corregido por Jan Cole

Este domingo, en otro campamento de vecindario, todavía sigo


pensando en el club mientras miro mi teléfono por nuevos enlaces sobre
él. Raro. Ha estado socialmente tranquilo últimamente. Casi no ha habido
ninguna gran fiesta con la que se le haya vinculado desde la fiesta después
del Ice Box, a la que se negó a dejarme asistir.
Inconscientemente, noto que ha habido unos cinco tipos entrando y
saliendo del parque, instalando, lo que creo que es, la tienda de campaña
más grande que he visto en mi vida. Todo el mundo se está metiendo en
sus bolsas de dormir, comiendo nueces, bayas o malvaviscos. Me giro para
mirar a la gran tienda de campaña de nuevo, y me pregunto qué demonios
ocurre.
—Oye, ¿sabes de quién es esa tienda? —le pregunto a la chica que se
halla junto a mí, una campista frecuente llamada Rio, quien organiza sus
cosas junto a su bolsa de dormir.
Se gira para mirar a la gran tienda situada en el borde del
campamento y se encoge de hombros, ligeramente. —No tengo idea, pero
quienquiera que se encuentre allí, realmente quiere exhibirse.
Me río un poco y vuelvo a mi bolsa de dormir. Los hombres no han
vuelto en como diez minutos, así que creo que terminaron.
Pongo mi bolsa de dormir al lado de la de Rio. El sol se está
poniendo y todo el mundo parece relajarse. Decidiendo que necesito
desconectarme de ellos y tratar de relajarme y prepararme para cazar a ya
sabes quien el próximo fin de semana, tomo mis auriculares y escucho un
poco de música, me acuesto sobre mi espalda y observo al sol ir a la deriva
a través de las hojas de los árboles. De vez en cuando una ráfaga de viento
viene y siento que enfría mi piel y mueve mi cabello.

137
Respiro profundamente, disfrutando de la sensación de la hierba
debajo de mi delgada bolsa de dormir. La he tenido desde hace años. La
llevé a mi primera fiesta de pijamas en el séptimo grado y la he usado en
estos campamentos, por lo que con los años ha perdido mucha de su
espuma, pero me niego a deshacerme de ella.
Rio me golpea ligeramente un costado y me siento por un momento,
estirándome para coger un malvavisco de su mano y a lo lejos veo una
figura oscura. Me giro y veo a Malcolm Saint salir de su auto, balanceando
una bolsa de lona sobre el hombro. Siento que mi corazón se dispara
dentro de mi pecho. Giro para mirar a Rio y veo que todo el mundo lo mira
y se susurran al oído unos a otros. Genial.
Rio mira fijamente. —Este no es el tipo de dulce que se espera tener
en el campamento.
Trago y me concentro en masticar el estúpido malvavisco en mi
boca.
Malcolm camina hacia su tienda, admirando el trabajo de sus
empleados y coloca su bolsa de lona en el suelo. Explora la multitud,
buscando a alguien y siento mi corazón latir de nuevo. Todo el mundo
trata realmente de actuar con normalidad, pero puedo sentir que su
atención se encuentra centrada en el hombre de más de metro noventa en
pantalones negros y camisa blanca parado junto a su gran tienda de
campaña para diez personas. Al igual que el de Rio, sus rostros muestran
asombro abierto mientras especulan y probablemente comienzan a captar
quién es ese hombre.
Una joven de cabello rubio rojizo tropieza. —¿Saint? ¿Qué haces
aquí? —pregunta mientras su pecho comienza a exhalar un poco
demasiado rápido.
La mira. Parece que trata de identificarla, cuando la rubia vuelve a
hablar.
—¡Tammy! —le dice, casi riendo y lista para explotar—. Tammy del
Ice Box, ¿recuerdas? Estabas allí con tus amigos, yo me encontraba allí
con mis amigas...
—Oh, cierto —murmura sin inflexión y luego levanta la mano en una
despedida casual—. Me alegro de verte, Tammy.
La deja con la boca abierta, con nostalgia por su retirada, y se dirige
directo, directo hacia mí. Oh, Dios. ¿Desde cuándo me notó?
Débilmente me escucho decir—: Estaré de vuelta —a Rio, o tal vez a
mí misma, mientras lanzo mi bolso sobre mi pecho, me paro y me quito el
polvo. Siento varios pares de ojos seguirme hacia la dirección de Malcolm y
su gran tienda.

138
Puedo oír la hierba y las hojas crujir bajo mis pies mientras
caminamos el uno hacia el otro. Me sonríe y una vez más, siento que me
sonrojo un poco.
—¿No te encuentras un poco fuera de tu elemento, Saint? —me
río. Viste su traje negro con comodidad, esos pantalones negros cubren
sus largas piernas y una camisa blanca que se amolda perfectamente a su
pecho tonificado.
Sonríe y me mira de arriba a abajo. —Te buscaba.
—¿Cómo sabías que me encontraría aquí? —pregunto.
Entonces recuerdo lo que dije en el Túnel. Mi corazón se calienta un
poco porque vino a buscarme esta noche. ¿Por qué?
Señalo hacia su tienda de campaña. —Bonita casita la que tienes
allí.
Se ríe. —¿Casa?
—Sí, puedes meter como diez personas allí.
—Solo pensaba en dos —dice, con voz profunda.
Levanto una ceja. —¿Dos?
—Sí —añade—: Tú y yo.
Mi respiración se queda atascada en mi garganta.
—Mmm, dormiré con Rio, por el roble. —Señalo a nuestras bolsas de
dormir.
Frunce el ceño. —¿Dónde está tu tienda?
—No tengo, mi bolsa de dormir es todo lo que necesito.
Me mira como si estuviera loca.
Me río. —¿Siempre tienes que ser el centro de atención? Sabes que
todo el mundo dormirá en bolsas de dormir como yo, ¿no?
—No me importan los demás, me importas tú. —Me mira con esos
ojos verdes asesinos—. Así que dormirás en mi tienda.
Antes de que pueda protestar, toma mi mano y me lleva a ella.
—Espera, tengo que traer mi bolsa de dormir.
—No la necesitas, traje una —dice sobre su hombro mientras sigue
jalándome dentro de la tienda.
Una vez que me encuentro adentro, puedo ver que esta tienda no es
para diez personas; probablemente es como para veinte. El techo es de
unos dos metros de altura. O tal vez un poco más bajo, ya que tiene que
agacharse un poco para entrar. Ya hay una enorme bolsa de dormir en el
interior que, para mí, se ve más como un colchón.

139
No puedo evitar reírme.
—¿Qué? —Me sonríe y se ve tan delicioso que me río más fuerte.
—Nada.
Me siento en el colchón/bolsa de dormir y palmeo el asiento a mi
lado. Se sienta, su enorme cuerpo calentando el mío solo por lo cerca que
se encuentra. No nos tocamos, pero puedo sentir que su mano está cerca
de la mía. Puedo ver su perfil por el rabillo del ojo: Su fuerte mandíbula,
sus malditos y sexy labios y sus pestañas negras y puntiagudas. Es tan
hermoso. No tengo idea de cómo es biológicamente posible lucir así.
Me quedo pensando en su pelirroja. Y sus piernas largas.
Sus labios.
Sus pechos.
Y si se acostó o no con ella.
—Apuesto a que fue una gran novia —susurro.
Me mira, con los ojos brillantes. —Yo no beso y fanfarroneo.
—Solo besas.
—Exactamente. —Dios, se burla de mí, de nuevo.
Y soy un gran nervio palpitante de deseo y obsesión.
Me pregunto sobre esos besos que da. He leído un poco sobre ellos,
en realidad. Sus actividades. Su día, mañana y noche, cuatro mujeres al
día, a veces. ¿Y por qué no? La energía sexual corre por sus venas. Su
cuerpo zumba con ello.
—¿Es cierto que solo duermes cuatro veces con una mujer, como
mucho, porque tu número favorito es cuatro...?
—También como bebés.
—¡Malcolm! En serio.
—¿Pierdes toda esta energía pensando en mí?
Parpadeo.
—¿Lo haces?
—No —le digo—. De hecho, me encuentro muy cansada después de
tan solo dos minutos de tratar de entenderte.
—No trates de entenderme —sugiere amablemente.
Abro un paquete de malvaviscos. Me giro y lo veo recostado sobre su
codo, mirándome con curiosidad.
Saco un malvavisco y lo coloco en su mano. Pongo uno en mi
boca. —Es para comer —lo molesto. Se ríe, porque mi voz se halla

140
amortiguada por el enorme malvavisco. Me río también y se mete a la boca
el malvavisco que le di.
Sus labios. Su boca...
La lujuria me golpea como un tren a toda velocidad y de pronto me
encuentro tratando de pensar en otra cosa que no sea en lo cerca que nos
hallamos.
Las voces se acallan afuera, ya está oscuro. El viento hace crujir los
árboles y bostezo.
—¿Estás cansada? —Me acuesto de costado y miro a Malcolm, quien
me mira con una expresión en sus ojos que no puedo describir mientras
espera que le responda.
—Sí... Creo que el día ha terminado para mí. —Miro detrás de mí, a
la bolsa de dormir y luego de nuevo a Malcolm.
El aire parece cambiar y me aclaro la garganta, metiéndome otro
malvavisco a la boca.
¿Se supone que debo ponerme el pijama ahora? ¿Solo debería
meterme en la bolsa y dormir? ¿Y si no quiere dormir todavía?
Mis preguntas se detienen cuando desabotona su camisa y la lanza
a través de la tienda de campaña.
Lo siguiente que mis ojos ven son kilómetros de pecho bronceado y
musculoso y un duro paquete de seis.
Se quita los zapatos, pero se deja los pantalones. Los músculos de
su espalda se ondulan mientras me da la espalda y se acomoda dentro de
su bolsa. De por sí, la noche es caliente; pero Malcolm Saint sin camisa me
hace sentir como si estuviera en una especie de sauna.
Señala la bolsa de dormir; quiere que me una a él. Esta comprensión
hace que mi corazón lata casi al triple de velocidad y puedo sentir que mi
estómago comienza a girar por la emoción. O tal vez por miedo. O tal vez
por ansiedad. Quiero decir, ¿qué esperaba cuando me dijo que quería la
tienda para los dos? No sé. Todo lo que sé es que me siento como la
siguiente en la fila para subir a la gran montaña rusa y quiero subir, lo he
esperado por un tiempo, pero parece que no puedo moverme. Quiero
quedarme en la fila un poco más. Excepto que esta gran montaña rusa
tiene las manos enganchadas detrás de su cabeza y me observa con una
mirada tan penetrante que, en realidad, me da una descarga de
adrenalina.
Respiro profundo y camino hacia mi bolso, desato la tira de mi
vestido atado al cuello y lentamente lo deslizo por mi cuerpo hasta que me
quedo en sujetador y bragas. Alcanzo mi bolso y me pongo mi gran camisa
de algodón para dormir. Malcolm aún me mira, invitándome a entrar en su

141
bolsa de dormir. Camino lentamente, con los pies descalzos, sintiendo la
hierba crujir suavemente bajo el suelo de la tienda.
Abre la solapa de la bolsa. Me deslizo dentro, asegurándome de que
haya algo de distancia entre nosotros, porque no quiero parecer
ansiosa. Me instalo en la sorprendentemente cómoda bolsa de dormir,
mirando hacia el techo. Puedo oír la charla suave en el exterior. Los grillos
grillando. El viento crujiendo las hojas. Y puedo sentir su cuerpo a mi
lado. Su calor. Su colonia. No me atrevo a mirarlo porque sé que si lo
hago, cualquier cosa puede suceder. Nos hallamos rodeados por unas dos
docenas de personas, pero en el interior de nuestra pequeña tienda, de
nuestra pequeña burbuja, solo somos los dos. Nadie más. Y eso me asusta
mucho.
En ese momento lo siento moverse y su mano se abre camino a
través de mi estómago hasta mi cintura y me atrae contra sí hasta que mi
espalda se encuentra contra su pecho.
Mierda, le estoy haciendo cucharita. O él me hace cucharita. Santa
mierda.
Me concentro en respirar. Mi nuca se encuentra escondida debajo de
su barbilla y puedo sentir su pecho expandirse con cada respiración. Su
calor fluye a través de mí camiseta de algodón, calentando mí estómago y
espalda. Su rostro se halla tan cerca del mío, que si diera la vuelta; mis
labios tocarían los suyos.
Nerviosamente, muevo el brazo para cubrir el suyo; y gira su mano
para entrelazar nuestros dedos.
Todo lo que puedo oír es mi corazón golpeando contra mi pecho y el
pulso zumbando en mis oídos. Solo estar cerca de Saint me hace sentir
pérdida. Me hace sentir mil cosas diferentes, así que me acurruco un poco
contra su cuerpo. Mi yo atrevida, me dice que no hay nada de malo en
querer un poco de calor. A pesar de que no hace frío aquí. Acaricia mi
cabeza, refuerza su agarre en mí y coloca un pequeño beso en la cima de
mi cabeza. La sensación que tengo cuando hace eso es indescriptible.
Siento mariposas en el estómago y mi garganta se cierra. Quiero girarme y
envolver los brazos a su alrededor y quiero darle un beso, porque sentir su
enorme pecho contra mí me enloquece. Me envuelve por completo,
sosteniéndome en sus brazos, sus brazos grandes, fuertes y cálidos. Siento
atraída contra su pecho, con sus brazos sosteniéndome contra sí. Es lo
más segura me he sentido jamás.

***

142
Abro los ojos, escuchando voces afuera. Oigo movimientos, alguna
risa y la luz del sol brilla a través del techo de la tienda.
El techo de la tienda.
El techo de la tienda de Malcolm Saint.
Malcolm Saint, quien yace debajo de mí.
SANTAAAA MIERDA.
Mi brazo se encuentra sobre su pecho y mi cabeza en el hueco de su
hombro.
Mi pierna se encuentra sobre su cuerpo, descansando entre las
suyas.
¿Qué mierda está mal conmigo? Mierda.
La segunda cosa que noto: Se siente muy fuerte contra mí.
De acuerdo.
Mi corazón late muy rápido, amenazando con estallar y escaparse de
mi pecho.
Empiezo a desenrollarme de Malcolm y lo siento moverse, apretando
su brazo alrededor de mí. Se queja un poco y puedo sentir que su brazo se
mueve un poco más abajo.
Vuelvo a tratar de liberarme y su mano termina extendida en mi
nalga. Es enorme y la cubre toda. Trato de contener el pánico y otras
emociones hirviendo dentro de mí mientras intento acostarme de espaldas.
Se mueve otra vez. Me arrastra contra su cuerpo y jadeo. El bastardo se
encuentra despierto, ¿no?
Su rostro se halla entre mis senos.
—Malcolm —grito ahogadamente.
Sigue en silencio.
—Malcolm, lo juro por Dios, alguien puede entrar aquí en cualquier
minuto, saca tu rostro de mis tetas.
Se ríe y levanta la cabeza, mirándome tranquilamente.
Mi garganta se cierra. Luce hermoso. Su mirada relajada, su cabello
desordenado, su cuerpo deliciosamente caliente sosteniendo el mío. Siento
que algo se revuelve en la boca mi estómago. Vuelve a bajar la cabeza.
—No te enojes conmigo —susurra en mi cuello. Su voz suena aún
más ronca en la mañana. Gimo interiormente porque mi ira se desvaneció
al minuto que abrió los ojos y me sonrió.
No respondo, porque sé que mi voz me traicionará.

143
Me mira, otra vez. Frunzo el ceño y trato de lucir enojada, pero no
creo que funcionara muy bien, porque me sonríe y vuelve a bajar a mis
pechos, luego se mueve un poco más abajo. Planta un beso en mi
estómago, sube y coloca otro beso en mí cuello.
—¿Te encuentras molesta? —dice, otra vez.
Ni siquiera sé qué me preguntó.
—¿Qué? —pregunto.
Coloca un beso en mi hombro, luego me toma la mano y besa el
interior de mi muñeca. Mantiene mi mano en la suya, sus dedos juegan
con los míos. —¿Te encuentras molesta conmigo? —bromea, poniéndome
el cabello detrás de la oreja, un movimiento que, repentinamente, me llena
de deseo.
—Sí, estoy enojada, enojada porque… ¿Qué haces aquí? No puedo
dormir contigo.
Se ríe.
—No puedo dormir contigo, Saint. No lo haré.
Su mirada se enciende mientras me recorre el brazo con el pulgar.
—Lo harás, Rachel —Promete.
—No lo haré —Le prometo.
Toda la risa se desvanece de sus ojos y no dice nada. Me examina,
casi puedo escuchar las ruedas girando en su cabeza mientras trata de
averiguar cómo romper mis muros.
—¿Hay un hombre en tu vida?
—¡No!
—Entonces, no veo el problema.
—El problema es… —Señalo con el dedo en dirección a la enterada
de la tienda—. Tammy… y todas tus putas. No quiero ser una de ellas.
—Entonces no lo seas —me susurra al oído.

***

Cuando me ofrece un viaje a casa para que me pueda cambiar la


ropa para ir a la oficina esta mañana, ni siquiera bromeamos el uno con el
otro.
—Ven aquí para poder besarte —me persuade desde el asiento frente
al mío en el Rolls. Me siento vulnerable y expuesta, como si alguien
hubiera abierto y mirado mi interior. Sabe que lo deseo y por la mirada en

144
sus ojos, puedo decir que no me dejará hasta que me tenga. Me
estremezco—. Rachel —dice, cuando nos acercamos a mí casa.
—No podemos seguir haciendo esto.
—Rachel, no hay nada que no haré para tenerte en mi cama —dice,
con los ojos ardientes y hambrientos.
Mi cuerpo responde, toma todo mi esfuerzo no saltar a través del
auto, envolverme a su alrededor y dejar que me bese y volverme estúpida
como siempre lo hace.
—Gracias, Saint —murmuro mientras el auto se detiene afuera de
mi edificio.
—Malcolm —murmura mientras salgo.
Me detengo para mirarlo. Siento como si lo estuviese besando otra
vez cuando cedo y murmuro—: Malcolm.
Mira mis labios como si realmente pensara en besarme, de nuevo.
Como si escuchar su nombre de mi boca lo hubiera tocado en alguna
parte… tal vez en su hermosa, perfecta polla, OhMiDios, ¿Qué estoy
pensando?
Me aparto y me apresuro a subir las escaleras.

***

El jueves me invita a cenar.


Mi corazón salta, como diciendo: te desea, Rachel, constantemente te
persigue, pero mi cerebro pone fin a la ridiculez. No puedo arriesgarme a
ser vista por más prensa, mi verdadera historia puede ser descubierta.
También me asusta darle algún significado a la cita de nuevo. Mira lo que
pasó la última vez.
Le digo que me encuentro ocupada y me responde: “De acuerdo.”
Me pregunto si se siente tranquilo o frustrado por mi rechazo. Mi
propia frustración sexual es tanta, que les digo a las chicas que salgamos
a nuestro restaurante japonés favorito, ya que necesito terapia de chicas.
Distraerme. En realidad, solo necesito dejar de pensar en él.
Pero parece que se enteraron, de boca de otros y el mejor amigo de
todos, el internet, que Saint estuvo en el campamento Fin a la Violencia,
no podían creer que fuera a buscarme después de mi mención casual en el
Túnel.

145
—Bien. Déjame ver si entiendo. Este chico, un mujeriego que no te
conoce de verdad, ¿se encuentra dispuesto hacer lo que Wynn y yo no? —
dice Gina.
—No luzcas sorprendida. Están conmigo cuando pinto murales, son
un gran apoyo.
—Quiere follar, esa es una gran motivación. Wynn y yo, por otro
lado, no queremos más que tu amistad.
—¿Quiere follar? Siempre lo hace. Es del tipo cuyo cuerpo ruega por
eso. —Me sonrojo—. Lo consigue en cualquier lugar.
—Sal y emborráchate, diviértete, folla, también —dice Gina.
Me encuentro desvelada y cansada, gruño—: No estoy para eso.
—Te encontrarás mejor después de unos cocteles.
—¿Te preocupa que le gustes? —pregunta Wynn.
—No. Esto no es una relación, solo me preocupa que sea más que un
mujeriego. Es bastante agradable.
—Es tan estresante, pero emocionante, no saber lo que piensa en
estas, las primeras etapas de enamoramiento —dice Wynn.
—Oh, créeme, todo lo que piensa es en su polla en tu boca —dice
Gina.
—Cuando dices que te preocupas —dice Wynn—. ¿Quieres decir que
te preocupa que el hombre te desee o que tal vez no seas lo
suficientemente fuerte para resistirte, cómo pensabas?
—Me resisto. De otra manera esa noche podría haberle arrancado la
ropa y follado.
—¡Rachel! —Frunce el ceño Wynn—. Rechazarlo físicamente solo
hace que te obsesiones más. Solo fóllatelo y mantén tu cabeza despejada
para el artículo, se involucrará y te dará mucha información.
—Cierto. —Concuerdo.
—Pensarás más claramente —dice.
La idea de hacerlo con Malcolm causa estragos en mí. —Se siente
peligroso.
—Es una misión suicida. No me gusta —dice Gina.
—Es más peligroso seguir prolongando lo inevitable cuando se
involucre, solo termina con eso y con tu artículo —dice Wynn.
Sexo con Malcolm. Me estoy obsesionando más con eso.
Esto es por lo que se esfuerza Gina, solo encuentros sexuales. Es
raro como las circunstancias que le ocurren a la gente a mí alrededor,

146
como Gina, podrían tener un efecto profundo en mi vida amorosa. Pero lo
tiene. Me he resistido a empezar algo con cualquier hombre toda mi vida.
¿Y ahora elijo dormir con este?
¿En serio?
Es como despertarse de una siesta cuando estás cayendo del
precipicio más grande del mundo.
Tengo trabajo que hacer, quería hacerlo, no planeé dormir con
Malcolm para descubrir qué lo motiva.
Mi vida ha sido todo sobre mis estudios, trabajo, mi madre, un gran
empleo, Gina y Wynn. ¿Con las chicas? Hemos sido amigas desde la
preparatoria, toda la secundaria, incluso logramos sobrevivir a los años de
universidad, cuando Wynn se fue. Cada navidad, acción de gracias y
veranos nos reuníamos y nos poníamos al día.
Todas “vivimos” el problema de Paul. Era muy agradable y se
encontraba muy enamorado de Gina. Solía fantasear con conocer a mi
propio Paul. Era a lo que Wynn y yo aspirábamos. Hasta que hizo una
jugada y nuestra mejor amiga quedó rota, no solo con el corazón roto, nos
costó ayudarla a salir adelante. Wynn lo superó, sigue pensando que hay
un buen hombre afuera, como Emmett. Yo, por otro lado, desarrollé un
miedo al amor que hizo que me determine a evadir la angustia y los
corazones rotos a cualquier costo. También, en cierto modo, me ha hecho
evadir el sexo y enfocarme en mi trabajo.
A Gina y a mí nos gustan los hombres, pero no los queremos los
suficientemente cerca para herirnos. Y nos sentimos afortunadas de
saberlo. Nos hallamos del lado de chicas inteligentes, donde van todas las
que no quieren que les rompan el corazón nunca. ¿Verdad?
Cierto, cuando Emmett nos demuestra que nos equivocamos un
poco y Wynn viene al almuerzo sonrojada y excitada, es un poco
decepcionante. Pero todo lo que necesitamos para recordar que nos
encontramos en lo correcto, es otro cuento de un chico como Paul, y
nuestras metas se refuerzan. Nuestras carreras, nuestras mamás,
nuestros amigos, son lo que importan.
Ahora no me encuentro muy segura.
Ahora pienso en el cuerpo de Saint todo el día. Tal vez escogí la
carrera equivocada. Debería haber sido química, doctora. Ya que
sigo preguntándome por qué me atrae tanto. Sigo esperando volverme loca,
estar con él, verlo dejarme y luego escribir sobre eso.
—Rachel se encuentra callada, creo que formula un plan —dice
Gina, con preocupación.
Gruño y sacudo la cabeza.

147
—No duermas con él, Rachel. No con Saint —murmura.
La miro y asiento.
Lo bueno de tener amigas tan cercanas como Wynn y Gina es que
nos hallamos determinadas a arreglar la vida de las otras. Ahora se
encuentran determinadas a arreglar la mía. Y si no pueden, parece que se
encuentran listas para emparejarme con un chico.
—Bien, no con Saint. Sé con quién. Es el primo de Emmett y es
perfecto —insiste Wynn—. La razón por la que te atrae Saint ahora
mismo…
—Es porque es Saint —gime Gina.
—Bueno, es cierto. —Concuerda—. Pero te has enfocado por tanto
tiempo en el trabajo. Todo en exceso es malo, incluso en la dieta, el sexo o
la abstinencia.
—Chicas, paren. No quiero tener citas, ¿bien? Primero quiero
sentirme segura en mi trabajo, antes de dejar que algún tipo que me lleve
a dar una vuelta… Miren, no se preocupen —les aseguro—. Esto es trabajo
para mí hasta que termine —prometo.
Imagino su piel contra la mía, lo imagino deslizándose dentro de mí,
su boca en mí, su gemido de éxtasis y deseo que las cosas sean diferentes,
que realmente lo pudiera tener. Pero esto, esta historia, es todo lo que
puedo tener. ¿No es así?
No es un hombre que confíe en alguien más y yo no soy el tipo mujer
que cambia toda su vida por un salvaje sueño de amor. Pero ¿qué pasaría
si solo por una noche, una noche, me permito pasarla con él?

148
18
Girando
Traducido por Fany Stgo. & Daniela Agrafojo
Corregido por Anty

Más tarde esa noche estoy febril, recopilando más información a


medianoche. De repente parece imprescindible terminar el artículo lo más
antes posible porque, a pesar de lo que le aseguré a mis amigas, tengo
miedo de que haya desarrollado un enamoramiento.
Miro embobada sus fotos en internet.
¿Qué diablos pasa con eso?
Me topo con otro video en YouTube de su padre. Saint no se
encuentra en el video, pero su padre despotrica sobre su propio hijo en
televisión. —Ha tenido suerte en los negocios, tiene una mente astuta y la
herencia de su madre, pero mi hijo no tiene ni idea de la responsabilidad
que se necesita para dirigir una empresa de mil millones de dólares.
—Bueno, te probó lo contrario, ¿o no? —le murmuro al hombre.
Es un hombre guapo, tal vez de cincuenta y cinco años de edad. No
se parece en nada a Malcolm, excepto en que es alto y viril. Malcolm sacó
eso de su padre, pero obtuvo la belleza de su madre y su sonrisa
deslumbrante.
Cuando busco información sobre ella y su muerte, encuentro varias
cosas. Catherine H. Ulysses, una de las asistentes de Malcolm, la que me
encuentro segura se encuentra enamorada de este, parecía estar en el
entierro, de pie, cerca de un joven Malcolm, lo que confirma que lo ha
conocido por bastante tiempo. Y segundo, descubro algo sorpresivo sobre
su madre. La madre de Saint, Juliette, parecía ser una amante a los
animales, y cada año hacía grandes donaciones a grupos de activistas. El
día en que Saint rescató a Rosie, era el aniversario su muerte —vuelvo en
el tiempo, y descubro que cada año desde que ella murió Saint rescató o

149
adoptó un animal. Cada año visita su tumba después de eso (sus autos
han sido vistos en el estacionamiento del cementerio anualmente).
Mi corazón da un tirón. Lo vi ese día, y tal vez sufría tanto como yo
lo hago en el aniversario de la muerte de papá. Recuerdo que dejamos a
Saint en M4 y que su auto esperaba, y nunca esperé que se dirigiera al
cementerio, pero me hace desear haberlo sabido antes. Me hace desear
saber lo que lo motiva. Podría haber estado con él esta noche. Podría
haberlo dejado llevarme a algún evento sofisticado y luego… ¿luego qué,
Rachel? ¿Luego hacer la cosa más imprudente que alguna vez has hecho al
dormir con él? ¿Incluso con tu historia más preciada en juego?
Absolutamente en conflicto, sigo abriendo enlaces, especialmente
aquellos sobre Saint y sus padres.
Gina come cereal, en un esfuerzo por deshacerse del mareo por los
tragos que aún tiene, cuando tocan la puerta, y todo lo que escucho,
después de que va a abrirla son las palabras—: …departamento Tres C…
muerta…
Mi sangre se congela y observo mientras Gina cierra la puerta, se
lleva las manos al rostro y se echa a llorar.
—¡Gina! —jadeo.
—La señorita Sheppard —dice ahogadamente.
Una imagen de su sonrisa, justo el otro día, con sus mascotas
afuera, me golpea. En un segundo mi rostro se encuentra seco y al otro,
mojado con lágrimas. Esta escena, este miedo, de una enorme e
inesperada pérdida, me ha perseguido toda la vida. Ha estado allí desde la
muerte de mi padre, incluso antes de que tuviera suficiente razonamiento
para saber que se hallaba allí. Un sentimiento de completa vulnerabilidad.
De tener tu mundo siempre girando y que nunca se quede quieto para
orientarte, ni por un minuto.
Resulta que Lindsey Sheppard, nuestra vecina de unos pisos más
abajo, fue asesinada a tiros por un grupo de jóvenes conduciendo un
vehículo hace apenas una hora.
La señorita Sheppard no llegó al hospital con vida.
Gina y yo estamos tan sorprendidas que después de llorar
apasionadamente durante diez minutos y abrazarnos la una a la otra,
encendemos el televisor y vemos las noticias. Yo lloriqueo, ella lloriquea,
ambas lloriqueamos. Llamo a mi madre y le pregunto si se encuentra bien.
Ella me pregunta si me encuentro bien. Miento y digo que lo estoy.
—Te juro que moriré feliz el día en que no vea todo esto en las
noticias —suspira Gina cansada, tomando el control remoto y apagando el
televisor. Abre mi portátil y se acomoda a mi lado para que ambas
podamos ver las noticias en línea.

150
Cuando la información que encontramos es una repetición de lo que
observamos en las noticias, se rinde y se va a la cocina.
Tengo un montón de nuevas alertas en Google, las que activé con la
clave de Malcolm Saint. Impulsivamente, abro unas cuantas y soy llevada a
un popular blog de noticias y chismes. Exploro el título y la fecha de hoy y
reproduzco el video. Luego de un anuncio de unos quince segundos, veo el
rostro de Saint destellar en la pantalla, y suavemente, un dolor leve
comienza a crecer en mi pecho cuando aparecen varias fotos de él en la
pantalla del video. Lleva un traje negro, corbata negra, el cabello peinado
hacia atrás, va caminando a través de una multitud de personas. Se ve
intocable y mentalmente en otro lugar.
Los vídeos son aparentemente de esta noche, más temprano, cuanto
estuvo presente en una función de negocios, “y el tiburón corporativo se
hallaba solo”, dice una voz en el fondo. “Las especulaciones de si se
encuentra en su primera relación seria y conocida con una joven reportera
ha asaltado las redes…”
—Tal vez estuvo solo en la función, pero apuesto a que ahora no —
dice Gina a la vez que vierte un poco de agua y toma rápidamente sus
pastillas para dormir.
Dado que mi enamoramiento puede estar convirtiéndose en uno
grande, sus palabras no me sientan bien. De hecho, luego de lo que le
sucedió esta noche a la señorita Sheppard, no puedo sentirme nada más
que miserable ahora.
—No te vayaaas —me quejo, sujetando su brazos mientras se dirige
a la cama—. Gina, quédate, no podré dormir.
—Oh, pobre bebita. —Me da una palmada sobre la cabeza y dice—:
Buenas noches.
Sorbo por la nariz un poco más y trato de recordar la última vez que
vi a la señorita Sheppard. Iba de salida, lista para mi recorrido por el
edificio de Interface. Caminaba con su perro… y fue linda conmigo, como
siempre. Me siento mal por su perro, su gato. Me siento mal por todo el
mundo por quedarse sin la señorita Sheppard.
Entonces sigo viendo las noticias y los escucho hablar sobre M4
aventurándose en productos farmacéuticos.
Me doy cuenta de que Saint es un sexy temerario y yo soy una
insegura y miedosa adicta al trabajo que vive con el corazón en la mano y
por lo tanto siempre es vulnerable. Cuando salgas de tu caja, estaré
esperando.
Oh, Rachel, ¿qué haces?
Me dirijo al baño y entro a la ducha, atando mi cabello para que no
se moje. La culpa es una cosa volátil. Siempre me siento culpable cuando

151
alguien muere así. Culpa por no hacer nada más; culpa por seguir viva.
Utilizamos muchos mecanismos de defensa para enfrentar la situación.
Ira, negación, lágrimas, pero mi mecanismo siempre ha sido la acción.
Muchas de las medidas que he tomado en mi vida han sido tomadas para
luchar en contra de mis miedos y adormecer el dolor.
Nunca, nunca esperé que me llevaran a un hombre. Mucho menos a
este hombre. Escojo mi ropa interior teniéndolo en la mente. Blanca,
porque sé que es experimentado, pero yo no… y quiero que sea cuidadoso.
¿Mi vestido? teniéndolo en la mente. Mis tacones negros también.
Infiernos, ahora mismo respiro teniéndolo en la mente. Me cepillo el
cabello rápido y fuerte, hasta que reluce y cae por mi espalda, mientras
tomo las lleves de mi tocador y miro mi reflejo en el espejo, me pregunto
quién es esa persona hambrienta de sexo mirándome.
He oído que Saint tiene varios departamentos en Chicago, pero el
único que sé con certeza que ha usado últimamente es su gran pent-house
coronando la cima de un rascacielos de cristal de un billón de dólares que
tiene vista tanto al lago Michigan como a la Avenida Michigan. Le dejo una
nota a Gina diciéndole que estaré fuera esta noche, solo en caso de que se
despierte y se preocupe, luego bajo al vestíbulo y salgo a buscar un taxi.
Tal vez siga en la recaudación de fondos, Rachel, me reprendo. Tal
vez se vaya a otro lugar después de eso, y no solo.
Pero nada de lo que pueda decir se filtra en mí lo suficiente para
cambiar de idea mientras subo al taxi. Siento como si hubiese estado en
un extremo de una banda de goma estirada hasta el punto de ruptura y
que ahora vuelo por el aire, sin saber en dónde aterrizaré.
Solo quiero verlo.
Me digo que eso es todo lo que quiero.
No me encuentro borracha.
Me hallo en plena posesión de mis sentidos, pero al mismo tiempo,
los he perdido todos.
Desde la parte trasera del taxi, observo los altos edificios, las
ventanas brillantes, las calles bulliciosas, y entonces, con el gran nudo que
tengo sobre cualquier cosa relacionada a Saint, el lujoso rascacielos donde
se supone que vive mientras consigue un lugar más “grande”, aparece a la
vista.
La inquietud acompaña cada clic de mis tacones en el suelo
cristalino mientras cruzo el vestíbulo. —Hola. —Me acerco al conserje,
preguntándome que dirá Sin cuando me vea aquí—. Soy Rachel
Livingston, vengo a visitar al señor Saint. No me espera.
Me dice que no me preocupe y marca con rapidez un número de
teléfono.

152
A juzgar por la rapidez con que maneja esto, supongo que sucede a
menudo.
Me anuncia, luego me indica—: Por favor. Directo hasta arriba. —Un
miembro del personal desliza una llave en el elevador, supongo que para
asegurar el acceso al nivel superior, luego sale y me envía de camino.
Oh, guau, ¿qué estoy haciendo?
Por favor, Dios, no dejes que se encuentre con una puta…
O déjalo estar con una, de esa manera puedo regresar a casa y
olvidarme de que alguna vez quise esto…
O si esto es una mala idea entonces que el elevador se malogre hasta
que recupere el sentido, y nunca volveré por el miedo que tendré y la
claustrofobia…
Cuando el elevador abre directamente en su departamento, escucho
música. Oh, no, joder, en realidad no lo decía en serio.
Probablemente debería marcharme, pero siento un poco natural
ataque de celos apoderarse de mí. No me voy. En cambio, obligo a mis
piernas a funcionar, su minimalista, pero aún así lujoso como un palacio,
departamento me envuelve de tal forma que casi me siento como en otro
mundo.
Su chaqueta se encuentra en la parte trasera del sofá en forma de L.
Trato de identificar la canción que suena de fondo. Clásica, he escuchado
antes. Chopin, creo. Una sola copa de vino se encuentra en la mesa de
café, vacía. Me pregunto si tiene visita. Tal vez Dios contestó tus plegarias y
no se encuentra solo, Rachel. Tal vez, tiene un trío, y el conserje piensa que
serás la cuarta. Por alguna razón eso me molesta, y realmente quiero llorar
ahora. Llevo puesto un vestido negro precioso, pero el rostro con ganas de
querer llorar, y eso no es un buen combo. ¿No? No es una manera de
atraer a un mujeriego. Contemplo seriamente irme cuando aparece por el
pasillo, abotonándose una camiseta blanca. Dios santo. Es tan hermoso.
Parece distraído, su cabello revuelto. Se halla descalzo… y tan caliente.
Finalmente, veo la portátil abierta en la mesa de café junto al vino. ¿Se
hallaba trabajando?
Sí.
—¿Pasa algo, Rachel? —Me escanea, de la cabeza a los pies.
Repentinamente, me siento más que vulnerable por estar aquí. Estoy
vestida para seducir a un hombre, para seducir a este hombre. Este
hombre que me pone adolorida, revuelta y hace correr mi corazón.
—¿Estás solo? ¿Interrumpo? —Muero de nervios. Muero por tocarlo.
Besarlo.
Sus ojos se reducen a rendijas. —¿Qué sucede?

153
—Una de mis vecinas del edificio murió esta noche. —Me froto las
manos sobre los brazos, fría hasta los huesos—. Era divorciada. Vivía con
un gato y un perro, y era agradable. ¿Sabes? Solitaria. Solitaria y
agradable.
Se pasa una mano por el cabello en un signo de inquietud y la deja
caer. —Lo siento. Ven aquí.
Dios, quiero esos brazos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco pasos
después, me deslizo en sus brazos y envuelvo los míos alrededor de su
cintura mientras me jala más cerca, presionando mi mejilla contra su
pecho con una mano en la parte posterior de mi cabeza.
Oh, Dios. ¿Desde cuándo me convertí en esta chica? ¿Esta chica que
necesita ser mimada por el chico en el que no puede dejar de pensar?
Todas las veces en que vi a Wynn siendo abrazada por su padre, por sus
novios, realmente anhelé algo así. Pero nunca supe cuánto hasta que
mueve las manos de arriba a abajo por mi espalda con movimientos
suaves. Me sostiene como el otro día, en mi casa. Pero había estado
demasiado asustada; realmente no lo disfruté hasta ahora.
Presiono la nariz en su pecho, y huele absolutamente fabuloso.
—Lo lamento —susurra ásperamente en mi oído.
Toma mi rostro en sus manos y se ve realmente afligido, sus ojos
son tiernos y feroces. Y algo sucede cuando besa la comisura de mi boca.
Casi un beso fraternal. Un beso reconfortante, un beso de Lo siento, estoy
aquí. Un segundo mi cuerpo se encuentra dormido y al siguiente se
encuentra funcionando a máxima capacidad, reconociendo esos deliciosos
y suaves besos que solo él me da. Mis nervios cosquillean en mi vientre, y
todo desaparece excepto esta sensación de mi corazón golpeando, la
sangre corriendo a través de mis orejas. Esta increíble, asombrosa
sensación donde un segundo todo es aburrido y al siguiente es brillante y
salvaje. Un segundo me encuentro asustada, al siguiente siento como si
pudiera hacer lo que sea. Gritar. Saltar. Besarlo.
—¿Todavía quieres tener sexo conmigo? —susurro, formando un
puño con los dedos en su camisa.
Sus cejas bajan. —¿Ahora? Tienes que estar bromeando —murmura.
Aprieto los dientes, tomo un cojín de gamuza de apariencia costosa
del sofá, y lo golpeo en el brazo mientras retrocede. —¿Quieres? —grito.
Su mandíbula es absoluto granito mientras camina a la esquina de
su departamento y presiona alguna especie de código de alarma en el
receptor de la pared. Luego toma un teléfono inalámbrico, presiona dos
números, y susurra—: Sin visitantes.
Cuelga, y con zancadas decididas, regresa hacia mí.

154
—Soy un bastardo, Rachel, pero no voy a ser el bastardo que tomará
ventaja de ti esta noche.
—No vas a tomar ventaja. No tomarás ventaja para nada.
—Sí, lo haré. Mírate. Mira tu rostro, Rachel. Si tan solo te vieras de
la manera en que yo te veo en este momento, lo último que necesitas es
una follada. —Se ríe de sí mismo, maldice en voz baja, luego me toma en
sus brazos y me levanta el rostro hacia el suyo. Nuestras narices chocan, y
jadeo por la sensación de sus labios tan cerca.
—Saint —susurro, tomando su mandíbula—. Por favor.
—Dime por qué viniste esta noche.
—Sabes por qué.
—¿Por sexo? —pregunta con voz áspera, frotando el pulgar a través
de mi mejilla.
Trago y presiono de nuevo el rostro en su pecho. —¿Por qué no
haces algo? —gimo.
Sus brazos se sienten increíbles.
—Eres lo más cercano a un dios que tenemos en la ciudad —
susurro—. Muchas personas despiertan un día para encontrar que sus
vidas cambiarán para siempre, que tratarán de vivir intentando llenar ese
vacío… tú tienes todo ese poder, puedes hacer algo. Hablar sobre eso.
Hacerlo notar a la gente.
Se queda callado. Luego me toma de la mano.
—Ven aquí. —Nos dirigimos por un pasillo, pasamos varias puertas,
y luego entramos a un enorme dormitorio moderno hecho mayormente de
madera oscura y telas finas—. Ponte cómoda.
Me extiende una camisa de hombre de su armario y desaparece en
un baño del tamaño de un spa, cerrando una puerta de caoba de gran
tamaño cuando entra. Mi corazón duele mientras tomo la camisa y la
huelo impulsivamente. Escucho el agua de la ducha, y deseo tener las
bolas para simplemente desnudarme, entrar ahí, y unírmele.
En cambio, después de oler la camisa para satisfacer mi corazón,
remuevo mi vestido y me pregunto brevemente si debería quitarme la ropa
interior. La dejo puesta, de lo cual me alegro segundos después, porque
nada me prepara para la intimidad y el sentimiento moja bragas de
deslizarme en su camisa.
Siento una extraña familiaridad hormiguear cuando me envuelve. No
me había dado cuenta de cuánto extrañé su maldita camisa. Una parte de
mí todavía espera poder hacerlo cambiar de opinión, trato de pasarme
dedos a través del cabello, me limpio las lágrimas, y me deslizo en su

155
cama. El colchón es enorme, del tipo que se siente como si estuvieras
acostada en el cielo.
Cuando Malcolm sale de la ducha, mi estómago se retuerce con
todos los tipos de calidez y necesidad. Lleva pantalones y el pecho
desnudo. Su cabello se encuentra húmedo, y se halla descalzo mientras se
acuesta en la cama y se estira a mi lado. Me presiono contra él, más cerca.
La esencia de su jabón me alcanza cuando me acuna incluso más
apretadamente a su lado. Su piel tiene una esencia y me vuelvo adicta,
presionando la nariz en ella. De pronto, quiero dejarlo sin aliento y
gimiendo, sentir su enorme cuerpo contra mí, sentirlo temblar por mí.
Está en la cama conmigo.
Dios, es como un sueño hecho realidad. Todas esas noches que pasé
soñando.
Inclino la cabeza hacia atrás.
Me mira silenciosamente, con los labios arqueados. —Livingston, si
pudieras leerme la mente, comenzarías a sentirte realmente tímida a mí
alrededor.
No. Posiblemente no puede saber lo que quiero. Cuán loca me siento.
Cuanto lo deseo. Cómo no puedo dejar de pensarlo. Pero la intensidad en
sus ojos me desconcierta, y el aire cruje con tanto deseo, que es duro yacer
aquí y no hacer nada más que mirarlo, quererlo y sentirme loca de deseo
por él. No se acerca, pero tampoco se aleja, me sostiene en el mejor abrazo
que alguna vez me ha rodeado. Sus labios están ahí, tan cerca, a cinco
centímetros de mi boca, mientras me estudia con una expresión de total
determinación.
—Entonces, cuéntame de esos planes tuyos —dice, y a pesar de que
su voz es baja con deseo, también puedo oír sinceridad.
—No tenemos que hablar, podemos ir por la otra opción —susurro.
Pero cuando solo me sonríe tristemente, suspiro y me acurruco más contra
su pecho—. Nunca en mi vida me las he arreglado para sentirme segura de
ninguna manera. Pero tú no tienes miedo de moverte, siempre te
mantienes en movimiento…
Silencio.
—¿Por qué? —pregunto pensativamente—. ¿Por qué siempre estás
detrás de algo?
Se ríe. —No lo sé. Porque quiero. Lo quiero todo.
—¿Incluso mujeres?
No retrocede, responde con una suave presión de sus labios contra
mi sien que hace que me derrita. —Algunas veces mujeres.

156
Celos atacan mis entrañas, pero trato de no dejar que permanezcan
allí. —Siempre estás rodeado, Malcolm, por muchas personas. Estoy
sorprendida de encontrarte solo esta noche.
Duda. De nuevo, sus labios rozan mi sien. Mueve su cuerpo, así que
casi estoy extendida sobre su cuerpo, mi pierna desnuda doblada sobre su
muslo cubierto de negro, su mano extendida sobre mi espalda, sobre la
camisa que llevo. —La compañía que he estado manteniendo ya no me
satisface —susurra en mi oreja.
Si sigo derritiéndome así, ni siquiera sé si quedará algo para
mañana. Rozando los labios sobre su pequeño pezón marrón, murmuro—:
¿Por qué te rodeas de tantas personas?
—Por la meningitis. ¿Recuerdas que mi padre no podía soportar que
me hubiera enfermado? A los cinco, era un niño en el hospital con
meningitis. Mi madre pasaba por una hora diaria antes de su clase de
tenis. Los días pasaban tan malditamente lento. Tan malditamente lento
que miraba el reloj y un minuto parecía pasar por gotero. Luego otro.
Esperaba a que lo último de mi intravenosa se acabara para que alguien
viniera y la cambiara.
Se sentía solitario. En una habitación privada. Solo. Aislado.
Lo miro, y es grande y poderoso. Pero aun así, siempre está allí la
sensación de estar rodeado pero solo.
Cerrando los ojos, lamo su pezón, lo succiono, lo beso, y cuando lo
siento tensarse y levantar la mano hacia mi cabello, listo para alejarme y
detenerme, me alejo, luego levanto la mirada con un dolor feroz en mis
entrañas.
—Con Fin a la Violencia, a veces visito a los miembros de la familia
de las víctimas, y algunos de ellos se encuentran tan solos. Las personas
no se dan cuenta de que incluso si no tienen dinero para donar, muchos
de nosotros solo queremos compañía.
Otra sonrisa triste, pero no hay nada triste acerca del crudo deseo
en su rostro mientras me mira. —Ven aquí, Rachel. —Me jala de nuevo a
su pecho, donde me acaricia el cabello con una mano y susurra contra mi
sien—: De verdad lo lamento lo de tu vecina.
Mi cerebro se halla confuso por su cercanía, por su aroma único a
hombre y jabón, y por su champú, colonia y loción de afeitar. Es un combo
tan poderoso, un afrodisíaco para mis sentidos. Cierro los ojos y paso los
dedos por su pecho, solo un poco. No quiero ser tortuosa sobre ello, pero
no puedo evitar tocar su piel y músculos; no puedo evitar que mi corazón
lata rápido, que mi pecho se sienta anudado por lo que acaba de decirme.
Quiero

157
Quiero pasar los dedos sobre el rastrojo de su mandíbula. Quiero
presionar los labios en el arco superior y la curva inferior de sus labios.
Quiero, quiero, quiero.
Querer es una palabra tan corta, y aun así puede abarcar tantas
cosas infinitas.
Saint es impulsivo. Activo. Es un hombre que siempre avanza, que
presiona por más.
No va a quedarse quieto hasta que posea el mundo, y yo solo quiero
encontrar mi lugar en este.
Esto no podría ser más erróneo.
Es un mujeriego. Ninguna mujer apaciguará jamás la sed que tiene
de más, más y más.
El amor es para románticos; soy una periodista.
Aun así, me hallo acostada en la cama de un hombre por primera
vez en mi vida y no puedo evitar querer… por una noche, ser alguien más.

158
19
En la mañana
Traducido por Julieyrr
Corregido por Mire

Nos despertamos, su se encuentra cabello revuelto, su rostro


totalmente descansado, tiene una barba rasposa en la mandíbula. Estaba
mirándome y siento que me sonrojo porque dormí tan bien. Me siento
suelta y relajada. —Hola.
Me toca. Me acerco más y muevo la cabeza hacia su mano. Es un
gesto muy tierno y me preocupa que esté empezando a desearlos.
Su camisa aún abraza mi cuerpo, la sensación de la tela rozando
contra mi piel, la misma tela que también tocó su torso desnudo, me
calienta hasta los pies. Es una lucha mantener mis reacciones bajo
control. Me encuentro en la cama con él, mi cabello cae más allá de mis
hombros, nuestros cuerpos están solo parcialmente vestidos, nuestras
miradas igualmente inquietas y voraces. Todo el hielo dentro de sus ojos
ha desaparecido, ha sido reemplazado por un calor térmico que provoca
una acumulación de material volcánico en mi interior.
—Nos haré el desayuno —murmuro.
Me dirijo a su cocina con su camisa y, después de algunos tropiezos,
consigo hacer funcionar su costosa cafetera. Luego hago unas tostadas.
Viene completamente vestido con pantalones de vestir y una camisa
blanca y cuelga su chaqueta en el respaldo de una silla. Su cabello brilla
por la ducha, húmedo, oscuro y peinado hacia atrás alejado de su frente
lisa, sus rasgos definidos y bronceados.
Hay intimidad entre nosotros mientras me acurruco en el sillón y
tomo el desayuno. Saint se sienta y lee las noticias en su iPad. No quiero
quitarme su camisa. Echo de menos tenerla en mi armario. Nunca me di

159
cuenta de lo mucho que la quiero. —¿Está bien si me quedo con tu
camisa? Voy a lavarla y la traeré de regreso…
—No me la regreses. —Coloca su iPad a un lado. Se inclina hacia
delante, su camisa de negocios cubriendo sus músculos de la forma en
que yo quiero hacerlo. Extiende su gran mano sobre mi mejilla, mientras
me aparta el cabello y me besa con una cuidadosa gentileza—. Rachel.
Es todo lo que dice. Esa última palabra suena frustrada, excitada,
molesta, confusa, casi dolida. Antes de que pueda conseguir que me dé ese
beso, toma mi rostro entre sus grandes manos y me mira con sus ojos
verdes como el hielo que se graban en mi alma. —No soy el chico al que
alguien viene en busca de consuelo, Rachel. Pero me gusta que hayas
venido a mí.
Me doy cuenta de que esta mañana luce más tosco, con los nervios
de punta, sus ojos no están entrecerrados o fríos como de costumbre. Se
ve… como si se estuviera ardiendo por dentro. Trago la mermelada de fresa
y me lamo la comisura del labio, finalmente dándome cuenta de cuán
difícil debió ser anoche.
—No dormiste, ¿no? —susurro.
Me acerca más hacia sí, su aliento es caliente contra la parte
posterior de mi oreja mientras me coloca en su regazo. Se siente tan bien y
al mismo tiempo no puedo dejar de temblar.
—No he tenido a nadie en la cama conmigo por un tiempo. Es más
difícil para cualquier otra persona presionar mis botones de compromiso.
Es por ti. —No puedo evitar notar lo pesados que parecen haberse vuelto
sus parpados. Me lamo los labios, ansiosa.
Su atención cae en mis senos presionándose contra su pecho, y mi
cuerpo se centra en lo bien que se siente este contacto, cuán sensibles se
encuentran las puntas de mis pezones.
—Saint… —Me quedo sin habla.
Cubre mi nuca; luego me silencia presionando su boca contra la mía
e introduce de forma precipitada su lengua en mi boca.
—Estoy obsesionado contigo —dice.
Sabe a pasta de dientes y a café mientras juguetea con mis labios
para abrirlos, una de sus manos se encuentra plantada en mi nuca. Mis
manos parecen alejarse de mí y antes de darme cuenta, acarician su
cabello. —Saint —gimo, presionando mis senos.
Gime, me atrae hacia sí, colocando mi cuerpo en una posición a
horcajadas, con sus manos en mi trasero.
Soy consciente de la fricción embriagadora de nuestra ropa mientras
lo dejo posicionar mi cuerpo de forma en que los dos encajemos

160
perfectamente; si la ropa no se encontrara entre nosotros, él estaría en mi
interior.
Y esa es la forma en la que me besa por un largo rato. Una
necesidad me invade, el tipo de anhelo que nunca antes había conocido.
Abre mi boca con una separación firme de sus labios; entonces me prueba,
su lengua es implacable contra la mía, empujándose con avidez por
encima y alrededor de ella. El calor y la humedad seductora de su beso me
hacen temblar deseando más, cada golpe me lleva más y más hacia un
torbellino que gira y se centra enteramente en él, Malcolm Saint, el único
que hace que mi corazón se acelere, que mi vida gire cada vez más rápido,
que ahora mis pensamientos al despertar se centren en lo que hace, con
quién está, en lo que le gusta, en quién es…
No rompe el beso mientras me mantiene en su regazo, a la vez que
su boca codiciosa me mantiene unida a él.
Lo monto mejor, moviéndome encima de él, tratando de acercar la
dureza más grande y más deliciosa que he sentido tanto como puedo; es
tan grande y grueso, casi salto por la sorpresa pero en vez de eso me
muevo contra él, deseándolo. Necesitándolo. Un gemido de dolor retumba
de su pecho mientras me sostiene por las caderas, balanceándome con
más fuerza contra su duro regazo, su respiración es áspera y desigual en
mi oído.
—Vuelve esta noche. Enviaré a alguien para que te vaya a buscar
después del trabajo. Podemos cenar algo…
—¡No! Nada de cena.
—¿Por qué nada de cena?
Porque no puedo soportar estar disponible como una de tus putas.
Presiono las manos contra la piel suavemente afeitada y el hueso duro de
su mandíbula y le susurro al oído, jodidamente cachonda—: Porque sabes
lo que deseo. —Suspiro. Se presiona entre mis piernas. Me está mirando.
Está tocándome. Huele bien, sabe bien—. Porque —digo—, te deseo a ti.

161
20
Esta noche
Traducido por florbarbero & NnancyC
Corregido por Fany Stgo.

Estoy en mi escritorio, editando, cuando un ramo de flores casi más


grande que el chico que lo lleva se detiene junto a mi silla. —Es para ti —
dice el tipo detrás del bosque de orquídeas.
La conmoción me congela por un segundo. Echo un vistazo a mi
alrededor, entrecerrando los ojos. ¿Alguien en la oficina decidió jugarme
una broma? Todos escriben, pero algunos me miran con curiosidad.
Entonces me doy cuenta de que el pobre chico está a punto de
desmayarse por el agotamiento. Me apresuro a hacer un poco de espacio
para el florero y dejo que lo apoye. Entonces me quedo mirando fijamente
el arreglo de orquídeas más grande que puedas imaginar. Quito la tarjeta
acomodada entre todas esas bellas flores blancas y moradas, y mi corazón
se estremece con tanta fuerza que necesito sentarme.

No parecía justo que pases otro día sin el lujo de un regalo de un


hombre que piensa en ti.
M. S.

Sacudo la cabeza y bajo la tarjeta. Sandy, una de mis compañeras


de trabajo, se detiene a verlas. —Vaya. ¡Un hombre va por del corazón de
Rachel!
Valentine se asoma en mi cubículo. —Confía en mí, apunta más
bajo.

162
Victoria y Helen quieren saber cómo va todo. —Tengo tantas
carpetas —les digo, evadiéndolas, pero tratando de no aparentar que lo
hago.
Me digo que el tiempo que pase con Saint esta noche será solo mío.
Solo mío y él.
Estoy engañando, y eso me hace una pecadora, pero me encuentro
ansiosa por Sin6. Palpitando por hacerlo.
Gracias, le envío un mensaje de texto.
Agradéceme esta noche en persona.
Lo sabe; ambos sabemos lo que va a suceder. No puedo esperar a
que ocurra. Me siento ansiosa porque el día termine, no puedo comer o
pensar en nada sin que se presente en cada pensamiento en mi cabeza.
Todos en la oficina parecen tener a Saint en la mente; no pueden
dejar de hablar de lo fresca y exótica que es la explosiva combinación de
flores, lo bien arregladas que se encuentran, de lo mucho que debieron
haber costado.
Victoria se acerca a mirarlas a mi cubículo y trata de abrir la tarjeta.
Se la quito y la guardo rápidamente en mi bolso.
—Vaya. ¿Demasiado protectora? —Sus cejas se fruncen, pero luego
se ríe ligeramente y acaricia los pétalos de una pequeña orquídea fucsia
con los dedos y sonríe—. Son de la mejor calidad.
—Me encuentro ocupada, Vicky —suspiro.
—No te veías ocupada. —Se cruza de brazos y apoya la cadera en el
borde de mi escritorio—. Mirabas el espacio. El espacio de estas flores. —
Las señala felizmente.
—¿Necesitas algo? —pregunto.
—Sí. Dime. ¿Saint normalmente le envía flores a las mujeres a las
que seduce? —Golpetea la comisura de su boca y pretende pensar—.
Mmm. Nunca antes escuché de eso. ¿Cuál es el secreto? —Sonríe con
travesura—. Andas manejándolo muy bien, ¿verdad?
Pienso en cuán seducida me siento. En cuánto lo deseo. Su beso. Su
toque. En cómo no puedo dormir. En cómo no puedo respirar. En cómo no
puedo seguir sin sentirlo en mi interior al menos una vez. Y no puedo dejar
de sentir que quién es manejada expertamente podría ser yo...
Me encuentro tan abrumada, no puedo respirar.

6 Juego de palabras, dice estar ansiosa por pecar. Pecar es Sin, el apodo que Rachel le dio
a Malcolm

163
Pero me pongo de pie y la aparto ligeramente sacando los archivos
de debajo de su trasero, y le digo—: Secreto profesional. Ahora vete,
respiras mi aire fresco y florido. Ve a buscar tus propias flores.
Cuando se va, las miro. Majestuosas y sin complejos, perfumando
todo mi oxígeno de una forma que adoro, y me prometo lucir y oler así de
bien para Malcolm esta noche.

***

Esa noche me engalano para él. Con ropa interior de encaje de color
rosa con un pequeño lazo en la parte superior, idéntico a uno en el medio
de mi sujetador de encaje. Me pongo una falda línea A que se mueve un
poco cuando camino, y una blusa con tirantes color marfil que permite ver
la tira rosa de mi sujetador asomándose por debajo. Grita te deseo en la
forma más descarada que conozco.
Me envía un mensaje de texto diciendo que se encuentra afuera de
mi edificio.
Gina no ha regresado del trabajo, así que le dejo una nota del tipo
que dejo cuando voy a los campamentos Fin a la Violencia, diciendo:
Dormiré fuera esta noche. Besos y abrazos, R.
Después, lo que parecer ser tanto una eternidad como un segundo,
subo a la parte trasera del Rolls y lo veo. ¿También se engalanó para mí?
Se ve demasiado guapo, usando una camisa negra y pantalones de vestir
negros, que parece que el aire no lograr pasar más allá de mi garganta. Su
cabello luce mojado por una ducha reciente, el botón superior de su
camisa desabrochado y los puños enrollados hasta sus codos. La visión de
su cuerpo dorado bajo su ropa hace que mi corazón lata más rápido. El
vidrio de privacidad se encuentra en su lugar, y susurra, como para mi
beneficio—: No puede oírnos ni vernos. —No sabía que estaba tan
desesperada, pero cuando extiende la mano, acerca mi cuerpo más al suyo
y desliza la mano debajo de mi blusa, tocando la piel desnuda de mi
espalda, me aproximo un poco más.
Otro beso en la comisura.
Me estremezco.
Ahora roza la segunda comisura, sus labios son cálidos pero firmes.
Deslizo la mano por su muslo, queriendo saber que tan duro se
encuentra, sin saber si tengo el valor de dejar que mi mano vague más
hacia arriba. La piel debajo de su ropa se siente tan caliente. Sus ojos son
tan verdes y tan oscuros.
—¿A dónde vamos? —susurro.

164
—A mi casa —murmura. Roza mis labios con los suyos, los mira, y
luego se aleja para poder mirarme por completo.
Empiezo a poner un poco de distancia entre nosotros, tratando de
mantenerme bajo control.
—Ven aquí, te quiero cerca de mí.
Desliza la mano alrededor de mi cintura, y presionando un poco los
dedos en mis costillas, me acerca. El calor burbujea en mis venas mientras
presiono los labios en su gruesa garganta. Me deja hacerlo. Paso los dedos
sobre su camisa y desliza la mano debajo de mi blusa.
Nos movemos hasta que monto sus muslos.
Lamo sus labios.
Me atrae sobre su regazo para que su erección se aloje justo entre
mis piernas. —Estoy tan caliente por ti —jadea.
El placer me atraviesa cuando siento la dura erección debajo de mí.
¿Quería saberlo? Ahora lo sé. Late. Enorme y perfecto, duro como el acero,
su deseo se presiona entre mis muslos. Por el contrario, sus labios son
suaves y los desliza lentamente contra los bordes de los míos, de forma
increíblemente suave. —Quiero probarte ahora, aquí mismo. Tomarte toda
la noche. Dios mío, estás deslumbrante —susurra, comiéndome con la
mirada y saboreándome con sus manos.
Mis respuestas son espontáneas. No planificadas. Me mordisqueo el
labio, con deseo.
Compartimos una mirada, ojos, labios, ojos, labios, labios. Labios.
Baja la cabeza, y la idea de no degustarlo repentinamente es intolerable.
Nos besamos. Primero solamente los labios. Un roce, una presión, luego
retrocedemos, respirando con dificultad.
Pasa la mano por mi espalda. —¿Cómo lo quieres? ¿Duro? ¿Suave?
—Me mira como si fuera alguna especie diosa.
—Duro. No. Suave. Suave, y luego duro.
Me siento muy emocionada y nerviosa.
Me come con los ojos mientras nos sirve vino, y bebemos,
mirándonos uno al otro, y cuando hago mi copa a un lado, hace lo mismo
y me acerca para saborear mis labios con su boca y degustar el delicioso
vino tinto. Sonríe cuando llegamos a su edificio de departamentos. Nos
dirigimos hacia el vestíbulo, y siento miradas cómplices viniendo desde
todos los rincones.
Saint envuelve la mano alrededor de mi brazo y me mete en los
ascensores.

165
—¿Cuántas mujeres has traído aquí? —pregunto. Atrae tanta
atención. No puedo imaginarme jamás acostumbrarme a eso.
—No he traído a una en algún un tiempo —admite mientras las
puertas se cierran y subimos solos—. Desde que te vi.
Me río. —No tienes que decirme eso.
—¿Por qué te mentiría ahora? —Me acerca más a su cuerpo duro,
mis senos duelen mientras se presionan contra su pecho—. Te encuentras
aquí, ¿no? —Pasa una mano por mi cabello, y de repente me siento tan
preciosa bajo esos brillantes y conocedores ojos—. Tienes toda la intención
de dejarme hacer lo que quiera contigo —me susurra al oído.
—¿En verdad no has traído a nadie?
Parece que no puedo hacer que mi voz aumente más allá de un
susurro. Mi cuerpo se siente tan tenso por el deseo, es un esfuerzo estar
aquí y no dejar que mis dedos y lengua empiecen a realizar una expedición
en su cuerpo. Dios, mi atracción por Malcolm no tiene nada que ver con la
razón. Nada.
Sacude la cabeza, su mirada es profunda mientras mira mi rostro y
básicamente admite ser célibe por lo que tiene que ser un tiempo récord.
Me encuentro tan deshecha por el pensamiento, que dejo caer la mirada
hacia su garganta, con repentina timidez.
—¿Qué pasa con la fiesta después del Ice Box a la que no pude ir?
¿Recibiste un espectáculo de... esas chicas? —pregunto en voz baja,
acariciando uno de los botones de su camisa con la punta del dedo. ¿Por
qué me hace sentir tan tímida? Me temo que verá que siento celos, pero
tengo que preguntar.
Se siente como si este ascensor fuera nuestro propio capullo y nada
pudiera interponerse entre nosotros en este momento, nada en el mundo
fuera de este perfecto espacio.
Su garganta es tan masculina. Miro los tendones gruesos y cómo se
mueve su manzana de Adán cuando contesta, su voz es cálida, su aliento
mueve los mechones a lo largo de mi cien. —Ir al Ice Box esa noche fue
una manera de distraerme… tuve toda la intención de acostarme con
alguien. Pero apareciste tú, precisamente la razón por la que quería
distraerme, y no pude seguir adelante después de la forma en la que me
miraste esa noche.
El ascensor se detiene, y me ruborizo cuando me toma de la mano y
me lleva al interior, mi cerebro se halla casi inundado de placer por lo que
acaba de decir.
Llamó a sus amigos cuando viajaba en el auto conmigo en nuestra
segunda entrevista. Entones se sentía atraído por mí, mientras yo había

166
estado fascinada con el agua que había bebido, casi deseando beber de la
botella que dejó, sin siquiera entender lo que me pasaba.
Saint me vería para otra entrevista, me aseguré de ello, pero nunca
supe si, mientras me quedé deseándolo esa noche, fue y enterró su deseo
por mí entre las piernas de otra mujer.
Me alegra saberlo; no necesitaba decírmelo, y sin embargo lo hizo.
—¿Haces eso a menudo? —susurro—. ¿Tomar a cualquier mujer en
lugar de la que deseas?
Deja caer la cabeza hacia atrás y aúlla de risa, apretándome la
mano. —Rachel, nunca lo hago... ni en los negocios, ni en el placer. Ibas a
ser la excepción porque eras una reportera. Nunca mezclo negocios y
placer.
—Terminé siendo esa excepción. La de no mezclar los negocios con el
placer —digo, casi para mí, ruborizándome de nuevo cuando pienso en la
manera en la que también he mezclado totalmente las cosas. Me alejo más
por un momento y miro por las enormes ventanas que dan a Chicago,
admirando las mil pequeñas y parpadeantes luces que se encienden en la
ciudad después del atardecer—. Tus vistas son increíbles. Tienes una
visión completamente diferente del mundo... tanto desde la oficina como
desde aquí.
—Me gusta mi vista en este momento —habla detrás de mí, e inhalo
bruscamente, saboreando las mariposas en mi estómago, la sensación de
debilidad en mis rodillas. Su voz ahora es como la corteza de un árbol,
rasposa, firme y constante, firmemente arraigada. Cuando su lengua juega
con el lóbulo de mi oreja, siento que levito, y me recuesto contra su
cuerpo.
Separo los labios solo para respirar, notando la gran erección
prominente contra la parte baja de mi espalda. Oh, cómo deseo eso. Lo
deseo tanto. Me gira el rostro hacia sí. Desliza una mano para acunar mi
pecho.
—Estoy muy lista, podemos omitir el juego previo —suspiro.
Frunzo el ceño un poco cuando su mano se queda quieta. Mmm, no
es la reacción que esperaba. Giro un poco el cuello.
Sus labios se curvan, hay un destello de picardía en su mirada. —
Me tomaré mi tiempo, Rachel.
Oh, no. ¿Más juegos previos? ¿Cuán húmeda quiere que esté? Me
encuentro tan hinchada que temo que podría correrme en este momento.
—¡Saint, no seas idiota! Te deseo…
—También te deseo. —Me besa la comisura de la boca; a
continuación, se dirige a una enorme barra de granito negro y nos sirve a
cada uno una copa de vino.

167
Se sienta en el sofá y me mira. Para mí es demasiado fácil perderme
en la forma en la que me mira. Demasiado fácil no hacer nada excepto
desearlo. Desear, desear, desear.
—Ven aquí. —Me ofrece una copa—. Quiero saber si te gustó mi
regalo.
—Bebí lo suficiente en el auto. ¿Tú no?
Bebe con calma.
Frunzo el ceño.
De pronto, quiero simplemente mandar al diablo su juego del gato y
el ratón y volver a casa, pero algo en su expresión me detiene. Es tan
masculino. Tan completamente concentrado. De alguna manera hace que
me humedezca más. Lo que sea que veo ahí, la energía y el poder de un
hombre estableciendo su dominio sobre una mujer, tiene más fuerza que
mi orgullo. Nunca tuve una relación. Nunca me sentí atraída por un
hombre tan exasperante, imposible, y extremadamente sensual como
Malcolm.
Pelearía físicamente con una mujer en este momento, desnuda y en
el barro, por estar con él esta noche.
Así que me bajo la blusa por los brazos y la dejo caer en el suelo,
apenas suprimiendo la urgencia de taparme cuando mira por primera vez
mi cuerpo. Oh, mierda, ¿acabo de desnudarme como una puta? ¿Ante
Saint? Sí, lo hice.
Su voz es gruesa. —Si vas a hacer eso, baila un poco, al menos.
—Jódete —murmullo.
—Preferiría joderte a ti.
Abro los ojos, y bebe su vino, devorándome con una pequeña
sonrisa. Es tan viril, la testosterona nos rodea. Quiero arrancarle la
camisa. Dios, quiero ser imprudente y salvaje. De alguna manera, dentro
de la imprudencia, me da una sensación de seguridad.
—En caso de que no lo entiendas, me encuentro dispuesta a tener
sexo contigo —le digo, alejando mi timidez.
Se ríe en voz baja, haciendo lentamente el vino a un lado.
Empiezo a enojarme. —¡Saint! ¡Te odio! ¡Estoy lanzándome a ti! Al
menos podrías jodidamente darte…
Me atrae hacia sí de un tirón y presiona su boca contra la mía. —
Shuu. Creo que me gustas cuando te enojas. —Luego mete la lengua en mi
boca. Me coloca encima, acomodándome con sus manos en mi trasero.
Succiona mi lengua, y el sonido bajo que hace junto con su codiciosa
succión me produce las sensaciones más emocionantes y deliciosas.

168
—Sí me deseas —suspiro.
Me levanta en brazos como si no pesara nada, y enredo mis
extremidades alrededor de su cuerpo mientras me lleva a su habitación.
Me baja en la cama y me hundo en toda esa suavidad. Entonces se hace
para atrás, su respiración es tan desigual como la mía. Sus ojos parecen
lava verde. Todo el deseo reprimido de las últimas semanas está a punto
de explotar en mi interior.
—Malcolm —ruego mientras abro y desabotono su camisa. Se para
en el borde de la cama y me permite ponerme de rodillas y retirársela del
pecho. Entonces rápidamente se la quita por los hombros y la deja caer al
tiempo que paso los dedos por los surcos de sus abdominales, su pecho
plano, presiono los labios por donde sea que puedo. Me las arreglo para
desabrochar su cinturón y también lanzarlo a un lado. Aleja el cabello de
mi frente y me recuesto en la cama, colocando las manos en su nuca para
que no tenga otra opción más que seguirme. Baja la cabeza y sus labios se
encuentran calientes, saboreando mi boca mientras sube las manos por el
costado de mi cuerpo. Su boca desciende y sus manos suben.
Me mordisquea los pechos y usa una mano para desabrocharme el
brasier, su aliento es caliente sobre mi piel y su lengua húmeda y cálida.
—Dios, ¿hiciste eso con una mano? —jadeo.
Siento su sonrisa contra mi piel al tiempo que extiende la mano
entre nosotros y frota un pezón con la yema del pulgar. Y entonces su
sonrisa desaparece y también la mía, nuestra respiración comienza a
cambiar mientras el aire entre nosotros se calienta.
Mi cabeza rueda un poco sobre la cama cuando me lame un pezón y
luego el otro, olas y olas de placer pasan a través de mí.
—Dibs —dice y pasa la lengua por mi ombligo. Sus caricias suaves y
húmedas me hacen cosquillas en la barriga. Me río un poco, luego gimo
cuando sube más para lamer mi pezón de nuevo. Luego me quita las
bragas por las piernas. Sus ojos se vuelven incluso más oscuros cuando
me abre los muslos y visualmente admira embelesado mis pliegues
húmedos. Me quedo allí, memorizando la necesidad pura en su rostro
mientras me mira, mis senos suben y bajan, mi coño se encuentra
hinchado, mi cabello extendido detrás de mí.
—Relájate —dice cuando intento cerrar las piernas, y desliza una
mano más arriba por mi muslo—. Relájate —dice de nuevo al tiempo que
mete el dedo medio en mi interior. Se siente tan bien que casi brinco de la
cama, pero en lugar de eso me arqueo y dejo que un gemido de éxtasis
escape de mí.
—No seas tímida conmigo, quiero mirarte. Quiero escuchar que te
dejas ir —me murmura con voz ronca al oído mientras frota su dedo

169
dentro de mí y luego chupa un pezón con su boca. Me recorren escalofríos
de placer.
Sonríe, me arrulla y me acaricia el coño con el dedo medio una vez
más. Unos sonidos resbaladizos se mezclan con mis respiraciones
mientras mete con facilidad ese dedo. —Tan hermosa, no puedo esperar a
estar ahí adentro.
Frota pequeños círculos sobre mi clítoris con la yema del pulgar, y
mis caderas comienzan a mecerse ante su toque.
Atrapándome labio inferior con los dientes superiores, veo el bulto
bajo sus pantalones. Lo deseo con tantas ganas, en mis manos, en mi
interior, es tan hermoso. Quiero ponerme de rodillas y sacarlo, verlo y
tocarlo, inclinarme y besar la punta, luego abrir la boca, tomar todo lo que
pueda, la longitud completa. Quiero que gima, quiero que nunca se olvide
de mí.
Pero la excitación que Saint aviva en mí es tan poderosa, que me
encuentro casi paralizada por las sensaciones, temblando.
Sus ojos son de un verde con el que ninguna planta viva puede
competir. Besa mis pechos, se amamanta de mí, me succiona. Acaricia y
me frota el clítoris, es un placer alucinante. Me corro rápidamente entre
sus dedos. Me sostiene en sus manos. —Dios, mírate corriéndote por mí —
dice con voz áspera—. Eres hermosa, ¿sabes cuán hermosa eres?
—Ahora mismo me siento hermosa.
Cuando extiende las manos hacia sus pantalones, susurro algo
alentador como “por favor”; Dios, soy tan poco original. Pero no puedo
pensar. Palpito con necesidad, desesperada porque me llene.
La frustración de todas esas noches y días, el conocimiento de que
este es solo un momento robado, temporario, solo me hace ansiarlo mucho
más.
Baja la cremallera de sus pantalones, y me quedo en completo
silencio. Luce como si hiciera ejercicio cada día de la semana, su pecho es
moldeado, tonificado, gloriosamente definido y perfectamente en forma,
sus músculos se mueven con cada tirón. Un sonido de necesidad me
abandona cuando se baja los pantalones y consigo verlo. Una tormenta de
deseo me arrasa mientras se acerca. Su polla es más grande de lo que
imaginé. Me lamo los labios, impaciente, mis ojos suben por su longitud,
hasta la cabeza hinchada y la gota brillante de semen en la punta.
No puedo… no puedo esperar. Quiero cada centímetro de eso dentro
de mí. Cada centímetro de él.
Sonríe cuando se da cuenta de mi sonrojo y se cierne sobre mí,
acariciándome la vagina. Sus dedos aceleran y luego los reemplaza con el

170
pulgar, la yema rueda por mi clítoris en pequeños círculos mientras
saborea mi boca. Galopeo de nuevo hacia el abismo.
—Eres tan sensible, Rachel, te humedeces con una mirada, te
empapas antes de que llegue a tocarte. —Lentamente se encaja a sí mismo
entre mis muslos.
Araño sus brazos. —Saint —gimo sin aliento, meciendo las caderas a
medida que abre el paquete de un condón y se lo coloca.
Curva los dedos alrededor de mi cintura y me sujeta las caderas,
metiendo los primeros centímetros de su polla dentro de mí. Grito, y me
sostiene a la cama, observándome mientras mete un par de centímetros
más. El éxtasis me invade. Balanceo las caderas, codiciando tener más de
él en mi interior, palpitando. Flexiona las caderas, introduciendo su polla
más profundamente. Coloco los tobillos en la parte baja de su espalda,
aferrándome a su cuerpo. Me siento estirada. Llena. Late dentro de mí.
Agarro con mis dedos su cabello, queriendo más, temerosa de más, y hace
un sonido que retumba en su pecho y puedo sentirlo contra mis pechos.
En mi oído—: ¿Ahora puedes respirar? —dice con voz rasposa.
Un sonido sale de ambos al tiempo que se retira de inmediato,
prolongando el momento, observándome con aquellos ardientes ojos
verdes; luego me embiste por completo, nuestros estómagos chocan,
nuestros cuerpos se arquean. Un sonido retumba en su pecho, bajo e
intenso. Ahí está el hambre. Esta necesidad de sentirlo, de conectar con él.
No hay nada más. Solo los dos moviéndonos. Los sonidos de sábanas
crujiendo debajo de nosotros. Nuestros alientos. Nuestras bocas mientras
succionamos, saboreamos: labios, pezones, piel.
—Un poco. Oh, Dios, Saint.
Con cada embiste me siento tan llena, mi columna se arquea, mis
uñas se clavan en la piel firme y los músculos de sus hombros.
Me encuentro entre gritando y suplicando, entre risas y lágrimas. No
sé qué pensar, decir o hacer. Se siente como un sueño, o una pesadilla.
Poderosa… la atracción que siento por Malcolm es innegable. Me siento
totalmente asustada y al mismo tiempo es inútil resistirme. Quiero más.
Le muerdo el cuello. Araño su espalda. Saint, Saint, Saint, grito, pensando
incoherentemente que nada es suficiente, nada hasta que conozca cada
uno de sus secretos, todos los nombres de sus amantes, sus miedos, sus
sueños, su corazón, hasta que se venga por mí, en mí.
Mis pechos se balancean entre nosotros, su cuerpo es potente y más
preciso mientras prolonga cada embiste. —¿Y ahora? —Haciéndome
asentir mientras me lleva más y más alto. Sus músculos se hinchan. Baja
la cabeza y saborea las puntas de mis senos de nuevo, tirando de ellas con
los dientes, acariciándolos con la lengua.

171
La breve provocación que hemos disfrutado, el pequeño coqueteo
juguetón y el juego previo, aquellas eran preguntas dubitativas, nacidas de
la curiosidad en ambas partes. Esta es una avalancha de deseo asolador.
Embiste otra vez, con su boca en la mía, su cuerpo es implacable, ninguno
de los dos deja que el otro respire, piense o se detenga. No duraré otro
minuto. ¿Cómo pude haber vivido por años sin esto?
—¿Y ahora, Rachel? —gruñe a través de sus respiraciones bruscas.
Arqueándome, hundo las uñas en su nuca. —Por favor, Saint —
gimo.
Me acaricia el clítoris un poco más con la yema del pulgar, y mis
ojos se cierran por el gozo mientras mi orgasmo estalla. Mi piel se derrite;
salgo volando, el éxtasis me recorre. Me aferro a él y le siento gruñir en mi
cabello mientras se corre, su cuerpo tensándose y flexionándose
poderosamente contra mí.
Después de unos minutos de yacer juntos, me encuentro
obsesionada. Soy una adicta. Me siento desconcertada. Quiero saber a
cuántas chicas ha besado. Quiero ser clasificada como una de las mejores.
Quiero hacerlo otra vez. Quiero tocar su cuerpo. Quiero dejarlo hacer lo
que sea que desee conmigo. Quiero dejar de respirar por siempre. —¿Qué
te gusta? ¿Las mamadas? ¿Los besos…? —susurro en su cuello—.
Enséñame, Saint.
—¿Sabes que me gusta? —me susurra con voz ronca al oído—. Te
mostraré lo que me gustaría hacer ahora mismo.
Es un hombre guapo, con un trasero hermoso y musculoso que me
hace agua la boca mientras desaparece en su baño tipo spa. Me siento en
la cama, estudiando la habitación. Antes no le presté atención. Es
bastante minimalista. Simple. Casi impasible. Casi gélida, como sus ojos.
No hay fotografías, ni siquiera de su mamá o de sus amigos. Pero
hay imágenes de autos de carreras por todo el cuarto, Ferraris antiguos.
Supongo que para un chico que crece con más juguetes que personas, de
algún modo los juguetes se vuelven importantes.
—Deberías conseguir alguna especie de sábana lujosa como de piel
para esta cama —digo, lo suficientemente fuerte para que pueda
escucharme en el baño, espero, temblando mientras tiro de la sábana
hasta mis pechos. Cosas que te hagan el amor.
De repente lo veo en el umbral y luce como un hombre que necesita
que le hagan el amor a menudo. No porque sea sensual, sino porque ahora
que me ha hecho el amor, su energía es más calmada, más tenue.
Me gusta ese aspecto perezoso, con los párpados pesados que tiene
cuando sale desnudo del baño y sonríe cuando me ve en la cama con el

172
cabello suelto por debajo de mis hombros y el resto de mí, bastante
desnuda, bajo las mantas.
—Te sentiste bien, Rachel —dice, sus ojos… Dios, mi corazón, sus
ojos se ven más hambrientos que nada de lo que he visto en mi vida,
jamás.
Me sonrojo completamente.
—Apostaría cualquier cosa a que sabes igual de bien —dice.
Oh, mierda, realmente no quiso decir…
Baja la mirada a mis piernas. Comienzo a derretirme bajo las
sábanas. Sus pupilas se encuentran oscuras y cristalinas con una extraña
mezcla de ternura y necesidad, y su polla se encuentra… oh. —Yo... no
sabría, no me gusta que me… ya sabes.
Levanta una ceja y se aventura hacia adelante, de vuelta a la cama.
De acuerdo, no quiero que me eche a patadas ni nada, así que salgo de
debajo de las sábanas, me arrastro por el piso para buscar mis bragas, me
las coloco mientras explico nerviosamente. —No me hallo segura del
porqué, pero nunca pude hacerlo. Me siento demasiado expuesta.
Se detiene frente a mí cuando me pongo de pie, solo para pasar el
pulgar sobre mis bragas; por arriba, por abajo y alrededor. —No es muy
diferente a cuando te toco así. Excepto que te acariciará mi lengua.
—¿Por qué quieres hacerlo? ¿Por qué a los hombres les gusta?
Se ríe y me guía de regreso a la cama. —No necesitarás preguntarme
eso cuando lo haga. —Me baja las bragas, y ya me siento tan nerviosa por
lo que puedo predecir que quiere hacer, que mis pulmones han comenzado
a trabajar en exceso.
—Prométeme que te detendrás si te lo pido.
—No lo pedirás —me asegura, pasando una mano por el interior de
mi muslo.
—Promételo.
—No me hagas prometerlo.
—¿Por qué?
—Porque he roto cada promesa que he hecho en mi vida, y
prometerlo solo hará que quiera romperla.
—¿Por qué rompes tus promesas?
—Porque puedo. Abre las piernas. —Me insta a separar las rodillas.
Me retuerzo por dentro de los nervios y la anticipación. Se inclina entre
mis piernas y agarra mis muslos suavemente entre sus manos,

173
abriéndolos. Se lame los labios cuando me ve, y no creo que se dé cuenta
que me está saboreando de esa forma.
—¡Oh, no! —me río cuando comienza a bajar la cabeza. Aprieto las
piernas y lo detengo, agarrando un puñado de su cabello negro—. ¡Es
demasiado íntimo! No puedo.
Pasa una mano por mis curvas, con los ojos brillando, pero no con
una sonrisa, sino con desafío. —Déjame saborearte —dice, con voz ronca y
sensual.
Me quedo callada y me derrito mientras sus labios se presionan en
mi abdomen, mi ombligo, más abajo.
—Malcolm —protesto al principio, manteniendo el cuerpo rígido
sobre la cama.
Con la primera lamida me pongo tensa, mis manos van a su cabello
listas para detenerlo. —¿Qué pasa si no tengo buen sabor? —suspiro.
Pasa la punta de la lengua por mi clítoris y la mete en el interior,
para completar la masacre de mis sentidos. —Mmm. Sabes bien. —Su
mano pasa por mi ombligo. Me lame lentamente, saboreándome. Espío
entre mis piernas y veo que sus ojos se encuentran cerrados, sus pestañas
son dos media lunas. Comienzo a relajarme y dejo que mis dedos vaguen
por los músculos abultados de su espalda, entonces gimo suavemente
cuando me pasa la lengua allí, con más fuerza, como si fuera mi boca.
—Eres muy bueno en esto —digo de forma ahogada. De repente
apenas puedo formular una palabra audible, mucho menos varias.
Me acaricia con un dedo el interior del muslo y me frota el clítoris
con la yema del pulgar mientras me silencia y me dice que deje de hablar.
El techo se vuelve borroso y me lamo los labios, jadeando mientras el
placer se intensifica. Agarro el edredón y lo aprieto mientras me vengo y
me retuerzo.
Guau.
Me hallo deliciosamente entumecida.
Sigo jadeando mientras me sigue besando allí. En lugar de subir
rápido, escala por mi sexo, después va hacia mi ombligo, y luego se dirige
entre mis pechos. Para el momento en que se coloca un condón y embiste
de forma experta mi interior, su cuerpo se encuentra hecho para esto, para
tomarme así, para hacerme temblar de esta forma, soy un gran desastre
tembloroso. Un gran desastre tembloroso que está encantada con eso,
mientras me sostiene contra su cuerpo, me dice las cosas más pervertidas
y calientes.

***

174
Me tengo que ir.
Saint se ve tan delicioso en la cama mientras reúno mis ropas, que
casi no puedo soportar mirar atrás cuando finalmente me encuentro
vestida y en la puerta. Lo que sea que sucedió aquí, no creo que alguno de
nosotros quiera lidiar con ello. Especialmente él. Una vez me dijo que no
pasa la noche con nadie… y aunque dormimos juntos antes, esto fue tan
diferente, no podría soportar que se arrepienta porque… yo no lo hago.
Sentí que levantó un enorme muro tan pronto como terminó de
correrse. Rugió mi nombre, con fuerza y profundidad, como un grito de
guerra que me hizo explotar en el lugar. Después de eso nos quedamos
mudos. Cuando volvió a la cama después de deshacerse del condón, no me
tocó mientras garabateaba en su teléfono.
Silenciosamente comienzo a vestirme, ansiosa de ir a mi cama, en
donde puedo procesar mejor esto. O intentar olvidar. Simplemente cruza
los brazos detrás de su cabeza y me mira, y lo escucho llamar a su chofer
para que me vaya a buscar a la puerta.
—Adiós, Saint.
Lo veo asentir y a medida que me dirijo al ascensor le escucho
murmurar—: Hazme saber cuándo llegues a casa, Rachel.
—Lo haré —murmuro.
Y una vez en mi habitación, le envío un mensaje.
Llegué a casa.
Todavía puedo saborearte.
Sonrío y me meto en la cama, gruñendo en mi almohada, pensando
en esa parte grande, dura y hermosa de él. —También quiero saborearte.

175
21
Amorío
Traducido por Jessy., Jane' & Anelynn*
Corregido por Anty

Muro de Facebook:
Saint, vi esas fotos tuyas con una nueva chica en El Juguete. Apuesto que
es una cosa de fin de semana

Twitter:
@MalcolmSaint Oye, no estoy segura, ¿perdiste mi número? Soy Deenah
del Ice Box, llámame.
¡Por favor sígueme @MalcolmSaint!

Instagram:
¿Quién es la chica en El Juguete, Saint? ¿Es el sabor de turno?

Después de revisar las actualizaciones de Twitter de Sin, lanzo mi


teléfono a un lado, giro en la cama, deseándolo de nuevo. La pálida
mañana aparece. Atraviesa las persianas y cae en mi segunda almohada.
Lo imagino acostado en ella, las sábanas envueltas en sus caderas. Yo
aquí, cerca, por lo que podría meter el rostro en el hueco de su cuello como
lo hice ayer.
Sí, como si alguna vez fuera a dejar que una mujer lo viera así.
No importa, probablemente no sucederá otra vez. ¿Recuerdas que se
volvió distante un instante después de todo el fuego? Aun así, anoche se
sintió como un sueño. Un sueño increíble. Probablemente debiera sentir
remordimiento, porque seguramente no deberíamos haber hecho lo que

176
hicimos. Pero no puedo. Me derrito cuando lo recuerdo. Ni siquiera puedo
creer esta sensación. Si solo pudiera embotellarla y drogarme cuando me
hallo lejos de Saint. Rezumaba confianza. La forma en la que me llevó al
frenesí. La manera en la que me hizo gritar. La forma en la que se controló.
El modo en que me dio sexo oral.
Puf. Me siento tan cómoda en este momento. Podría quedarme aquí
todo el día recordando. Pero debo. Luchar. ¡Contra la gravedad de la cama!
Me las arreglo para salir de la cama, me lavo los dientes, y me dirijo
a la cocina. Miro en derredor cuando Gina entra caminando lentamente.
Sé que en el fondo lo que hago es tan malo e inherentemente riesgoso.
Prueba de ello es que no les dije a mis amigas que dormí con Saint.
Hablamos de las cosas más frívolas. Hablo con Gina y a Wynn todos
los días, incluso si no hay nada de qué hablar. Normalmente ni siquiera
tenemos algo importante que decir excepto—: Acabo de atiborrarme de
helado.
Y yo diría—: Oh, eso es rico.
Y—: Vi Sintonía de Amor otra vez; no puedo creer lo buena que sigue
siendo esa película después de tantos años.
—Oh, me encantan Meg Ryan y Tom Hanks. ¿En dónde se
encuentran esos dos, de todas formas? ¿En dónde está Meg? La extraño…
El dormir con un chico después de un periodo de sequía de tres años
—y solo habiendo dormido con otros dos chicos en mi vida, ninguno de
ellos algo por lo que alardear— definitivamente clasifica como algo digno
de atención. Dormir con Malcolm Saint es un diez en la escala de Ritcher.
Merece despertar a las chicas, si fuera necesario. Merece gritos, regaños y
más gritos, merece un día de soñar despierta, ¿qué pasa si realmente le
gusto? ¿Y qué pasa si sucede otra vez?, pero porque es él, y porque soy yo,
y porque todo es más complicado, no puedo decirlo. No puedo compartirlo,
no puedo soportar la idea de compartirlo o escuchar el consejo u opinión
de alguien cuando me encuentro tan confundida sobre todo esto.
—¿Qué pasa contigo? —pregunta Gina.
—Nada. Voy a escribir —murmuro sin convicción.
Me dirijo a mi portátil y me quedo mirándola, sin escribir ni una sola
cosa en absoluto, mis dedos solo acarician las teclas mientras observo mi
teléfono.
Oh, Dios, soy una maldita puta. Me obligo a exhalar el aliento que
he estado conteniendo y leo el mensaje de texto que le acabo de enviar:
¿Esta noche?

***

177
Esta noche, había contestado.
Estamos regresando de una noche afuera con Callan y Tahoe. No
puedo creer lo excitada que me puse observando a Saint tener un
deporgasmo cuando los Medias Blancas ganaron. Sus amigos también
tuvieron uno. Gritaron en el departamento de Tahoe. Tahoe comenzó a
correr como un loco, golpeándose el pecho. Callan abrió una botella de
champaña y nos bañó a todos. Los músculos de Malcolm le dieron a mis
glándulas salivares bastante entrenamiento cuando se sacó la camisa, la
hizo una bola, y la lanzó hacia la televisión. —¡JODER, SÍ!
Seguía mirándome mientras yo iba y venía.
—Oye, estamos pasando un buen rato. ¿Por qué no llamas a las
chicas? —dice Tahoe.
—No, gracias. Puedes alejar tus garras de mis chicas —digo.
—De hecho, nos vamos a ir —dice Malcolm. Lo miro, y me doy
cuenta de que me observa de forma significativa.
—Oh, Saint. Oye, ¿podemos pasar por tu casa más tarde?
—Más tarde —dice.
No sé porque, pero ya estoy temblando como loca.

***

Quince minutos más tarde nos encontramos en su habitación, y


ruedo sobre su cuerpo para sentarme a horcajadas, deseando su boca, nos
besamos nuevamente. Estamos desnudos, con mis pechos al descubierto
para que pueda jugar con mis pezones y pasar las manos por mis brazos y
luego por mi columna. Nuestros cuerpos se mueven mientras se levanta y
jala de mis piernas alrededor de sus caderas. Me siento tan excitada por
sentir que se encuentra grueso debajo de mí, que no puedo dejar de besar
su mandíbula y sus labios. Está tan duro que gruñe cuando muevo un
poco las caderas.
Dios, realmente me desea…
—Esto no significa nada, ¿cierto? —pregunto, jadeando y lista, tan
empapada que me avergüenzo un poco por ello, porque sus dedos ya se
van arrastrando por ahí.
—Claro. —Pasa la lengua por mi oreja, su mano se desliza por mis
labios vaginales.

178
Observo la dura expresión de su rostro cuando me muevo
lentamente sobre su regazo, burlándome de su dureza con mi humedad,
hasta que me dice con voz ronca al oído—: Un chico mataría por vivir
aquí.
Me agarra las caderas y me urge a bajar sobre su cuerpo; en esta
posición me llena por completo. Nuestros ojos se encuentran y nos
miramos fijamente. Me lamo los labios, y dirige su voraz atención
masculina sobre cada una de mis partes por las que puede. Desliza la
mano por mi trasero, por la parte posterior de mis piernas, para envolverla
sobre mis tobillos, sus pulgares frotan los huesos de mis tobillos mientras
hago el resto del trabajo.
Mis pechos rebotan. Se acuesta en la cama, observando, al tiempo
que pasa una mano por la parte plana de mi abdomen y acaricia mi
clítoris. —Mírate —canturrea con voz ronca, agachando la cabeza para
chupar mis senos de una forma que me hace colocar los ojos en blanco.
Simplemente pierdo el control.
—Malcolm —gimo, envolviendo los brazos alrededor de sus hombros,
saboreando como se flexionan.
Escuchamos la puerta.
Dejo de montarlo por un segundo, pero se encuentra tan grande y
tan dentro de mí, que no quiero detenerme.
—Shuu. —Se sienta, con las manos en mis caderas, asegurándome
sobre su cuerpo—. Solo son los chicos, no entrarán aquí.
Succiona la punta de mi seno con la boca. Mi cabeza cae hacia atrás
con el más puro placer al rojo vivo mientras me muevo otra vez.
Más ruido.
—Mmm —gimo, saboreándolo. Cada latido en su cuerpo, también lo
siento.
—¡Saint! —gritan.
Levanta la cabeza. —¡¡¡OCUPADO!!!
Oh, Dios, no puedo. Me levanto sobre mis muslos y lo saco de mí,
demasiado nerviosa por ser escuchada como para continuar.
—No, ven aquí. —Sus brazos se envuelven a mi alrededor, jalándome
gentilmente de regreso hacia sí.
—¡Van a ver que me encuentro aquí contigo! —siseo mientras me
retuerzo y empiezo a juntar mi ropa.
—¿Y? —Cuando me coloco la pequeña tanga y el sujetador de nuevo,
su actitud se vuelve más seria.

179
—Y de verdad no quiero ser tu nueva puta para todos. Esto es
solamente entre tú y yo.
Me coloco la blusa y la falda, y se pone sus vaqueros de un salto,
todavía duro, su rostro ahora es completamente distante. Se acerca y
envuelve los brazos alrededor de mi cintura. —Quédate aquí, y me desharé
de ellos.
Cierro los ojos, su toque es firme y persuasivo, invitándome a
quedarme y abrirme camino por su cabello, sus labios, por él.
—De acuerdo —susurro.
—¿Segura? —El simple toque de su mano en mi barbilla hace que
un cálido escalofrió me atraviese, y asiento.
Salimos en silencio. Me consigue una taza de café y luego trae una
botella de vino de la vinoteca.
—¡Oye, hermano! —Los chicos chocan los cinco, y Saint les da una
mirada silenciosa que claramente dice mucho. Algo así como: ¿Por qué se
encuentran aquí?
—Bueno, hola, Rachel. —Tahoe menea las cejas mientras Callan y él
se acomodan en los enormes sofás de cuero de la sala de estar—. Sabes,
Rachel, la genta me ha estado preguntado sobre ti. Especialmente los
viejos conocidos de Saint —me dice.
—Me lo puedo imaginar. Últimamente experimenté un aumento de
amigos en Instagram, Facebook, y en Twitter desde la inauguración de
Interface —respondo.
—Callan incluso ha recibido más preguntas que yo —añade.
—Porque tú eres medio bestia, las chicas en parte se asustan de ti.
—Callan le hace un gesto con la cabeza y me mira—. La pubertad no lo
golpeó, Tahoe la molió a palos.
Me río.
Ambos me miran como si esperaran que explique la situación, pero
no lo haré. Creo que esos dos tienen demasiado miedo de indagar en los
asuntos de Saint. Así que los chicos comienzan a hablar.
Intento tomar notas mentales, pero principalmente hablan de los
Medias Blancas.
Me acurruco en el sofá y hago a un lado mi copa, agarrando una
pequeña almohada. Sin se sienta frente a mí, quizás porque le dije que no
quería que pensaran que era su puta. Le sonrío en silenciosa gratitud.
Me sonríe y le da un sorbo a su vino.
Trato de convencerme de que es mejor que vaya a casa, aunque mi
cuerpo proteste ante el mero pensamiento de no verlo hasta no sé cuándo,

180
cuando escucho a Tahoe decirle a Malcolm casualmente—: Sus chicas van
a venir.
Mi taza de café baja con un estrépito. —¿Qué?
—Sí. Las invité.
—¿Tú? ¿Cómo siquiera conoces a mis amigas, Tahoe?
—¿A la Suculenta Gina? —Sonríe—. Saint te reclamó. Y tiene tu
teléfono fijo.
Me quedo mirando fijamente a Malcolm, sonrojada cuando me
devuelve la mirada clavándome los ojos directa e impávidamente.
Y fiel a la afirmación de Tahoe, en quince minutos Wynn y Gina
aparecen en la casa de Saint, vestidas para impresionar. Miran un poco
boquiabiertas en derredor, y casi me avergüenzo por ellas por lo mucho
que tardan en recuperarse. Los chicos las instan a entrar en la sala de
estar con la gran pantalla de tamaño cine. —¿Qué pasa, chicas? —les
pregunta Tahoe, mirando directamente a Gina—. ¿Qué discutían tan
acaloradamente saliendo del ascensor?
—Mmm… —dice Wynn dudando—. Hablábamos de la vida amorosa
de Rachel —deja escapar—. Cómo vivió perfectamente bien sin un hombre
toda su vida. Ni siquiera un novio, nunca, de verdad.
—¿De verdad? —pregunta Tahoe—. ¿Así que es como, una virgen, o
qué?
El silencio alrededor de Malcolm se siente pesado, y luego gruñe—:
Amigo, Rachel y yo…
Se queda en silencio por mi mirada, y luego el silencio aumenta sin
parar.
—¿Ustedes qué? —pregunta Tahoe.
Levanta las cejas y me mira cuestionadoramente.
—¡¿Ustedes qué?! —repite Gina.
Malcolm sigue mirándome, como si acabara de darse cuenta de que
yo no quería que tampoco supieran mis amigas. Me desespero
preguntándome qué demonios les dirá que hacemos. Bueno. ¿Qué estamos
haciendo?
—¡Ustedes están durmiendo juntos, mierda, podría meter un
calcetín en mi boca ahora mismo! —dice Wynn.
—Podría hacer eso por ti si te gusta eso —ofrece Tahoe.
—No es nada, de verdad —digo rápidamente, para apaciguar a mis
conmocionadas amigas—. Nos enrollamos, dos veces. O algo así.

181
Soy consciente de la forma en la que mis amigas me miran con
confusión, Malcolm evalúa la situación de forma tranquila.
—¿Solo dos veces, amigo? ¡Y parece que podría no haber una
tercera! —se ríe Tahoe.
—Cállate, idiota. Tengo esto bajo control. —Malcolm llega a mi sofá y
se deja caer a mi lado, se acerca y besa mi sien, su voz es baja y ronca de
manera que solo yo pueda escucharlo—: Este bombón es todo mío.
—Malcolm. —Juro que me sonrojé desde las raíces de mi cabello
hasta la punta de los dedos de mis pies.
—Mira ese rosa en tu piel —se ríe en voz baja, claramente divertido,
con una sonrisa en su rostro, sus ojos oscuros y brillantes.
—¿Dos veces? —explota Gina en respuesta retardada por la
sorpresa—. ¿Y no pensabas decírselo a tus mejores amigas?
Saint se dirige a la vinoteca, un espacio frío encerrado con un vidrio
cerca de la parte trasera del bar, saca una botella de vino y un puñado de
copas, todo el tiempo mirándome con curiosidad. —Simplemente no
parecía importante. —Doy evasivas incómodamente.
—Teniendo en cuenta… —Gina frunce el ceño—. Teniendo en
cuenta. —Hace un gesto hacia Sin—. Era importante.
Lo mira.
Luego a mí.
—No es importante —repito.
—Oooooooh, eso es malo, hombre —se burla Callan.
—Jodido perro astuto —dice Tahoe. Dios, ese hombre se encuentra
obsesionado con las referencias de perros, lo juro—. Se han acostado todo
este tiempo. Apuesto a que lo hacían justo ahora cuando llegamos.
Los ojos de Malcolm caen sobre mí evaluándome tranquilamente y
luego susurra en voz baja—: Rachel es una dama.
Me vuelvo rojo tomate.
Los ojos de Malcolm me hablan. ¿De qué va esto?
—Diablos, ¡apuesto a que te enrollarás con la dama cuando nos
vayamos!
—Déjalo, T —murmura Saint, bebiendo su vino, aún mirándome con
esa tranquila preocupación. Trata de saber qué hacer; puedo decir que
quiere que le dé una pista, pero ahora ni siquiera puedo pensar en qué
pista darle. Oh, diablos.

182
—Vamos a apostar —le dice Tahoe de repente a Callan y luego se
vuelve hacia Malcolm—. Si haces que la dama quede bajo tus encantos, te
daré mis ruedas. Si no lo haces, me das uno de tus insectos.
Saint baja la copa, y lo miro fijamente, esperando.
Mis amigas también lo miran de forma persistente.
Parece que la única pregunta que todos se hacen es ¿Saint y yo
dormimos juntos? Y será respondida ahora mismo.
Saint me mira, una mirada que es en parte un desafío, en parte una
tranquila orden, y dice—: De acuerdo. Tendré ambos vehículos cuando lo
haga.
Los chicos gritan.
La sangre corre por mi cuerpo, caliente por la excitación, y también
caliente por la humillación.
—¡Saint! ¡Dijiste que era demasiado buena para ti! —Tahoe apunta
un grueso dedo en su dirección—. Le ganaste por cansancio, típico de
Saint.
Me quedo mirando a Malcolm, todavía me observa, tiene una
pequeña sonrisa de victoria en los labios mientras sirve una nueva copa de
vino y lo bebe. Como si ahora todo estuviera bien en el mundo, porque se
encuentra en la cima una vez más.
Exploto.
—De verdad no acabas de apostar tus autos a que vas a… —me
quedo callada, y cuando asiente, voy en busca de mi bolso—. Bien,
suficiente. Nos vamos. Gracias por el gran momento, Saint —murmuro,
dirigiéndome a los ascensores.
Se acerca. —Vuelve aquí, Livingston. Todo el mundo se irá, excepto
tú…
Avanzo, y mueve su gran cuerpo para que no pueda marcharme. —
¿No escuchaste lo que acabo de decirle a los chicos? —pregunta en voz
baja. Sus ojos tienen curiosidad y se ven completamente desconcertados
por mí, como si debería sentirme extática porque vaya a reclamarme de
esa forma.
—Lo hice, y es eso exactamente por lo que me voy.
Me alejo, y en el ascensor me giro y lo miro por última vez, y sus ojos
se hallan tan cerrados e ilegibles como su expresión.

***

183
Las chicas me siguen al ascensor. —Rachel, te encuentras en
problemas. Ya le prometiste la historia a Helen.
—Lo sé, Wynn. —Niego, porque mis dos amigas lucen tan
preocupadas por mi situación. Me acabo de dar cuenta de cuán
imprudente me volví.
Camino de un lado a otro. Sufriendo por la forma en la que me fui.
No puedo creer cómo estos poderosos hombres de negocios, en el
fondo, también son unos niños. Pero aún así me gusta muchísimo uno de
esos niños: el despiadado, quien es demasiado ambicioso para su propio
bien. A quien no le gusta perder. Me gusta ese chico; quería estar con él
hoy, y antes de que sus estúpidos amigos llegaran para pasar el rato, sé
que solo quería estar conmigo.
—Realmente se portó como un idiota contigo, ¿no? —dice Gina como
si pudiera leer mi mente, dándose la vuelta para ver si Wynn concuerda
con ella—. Es una mala idea, Wynn. ¿Piensas lo mismo?
Ni siquiera dejo responder a Wynn. —Ustedes dos siempre me andan
presionando para que me enrolle con alguien. Bueno, lo hice con Saint.
—Quien es también tu material de investigación —añade mi
compañera de departamento.
—Gracias, Gina, por recordármelo. Muy bien, tuve un momento de
debilidad. O… varios. Es tan fácil estar con él. Es diferente a lo que
esperaba, y me tiene hecha un lío. —Frunzo el ceño—. Mira, no es nada
malo. Es soltero, ¿no?
Las dos se quedan en silencio.
Entonces Gina susurra—: ¿Te acostaste con Saint y no me contaste?
Me siento tan herida en este momento, Rachel.
—¿Qué puedo decir? ¿El poder de Sin me obligó?
—Pasaron toda la metiéndose mano y ¡no sabíamos nada!
Gruño mientras recorremos el vestíbulo, y luego me doy cuenta de
que no quiero irme. Me detengo y digo—: Voy a volver.
Nos amontonamos junto a los ascensores. —Rachel, apruebo
totalmente que te acuestes con alguien, pero hay una razón por la que
siempre lo hace tres veces… —dice Wynn.
—Cuatro, en realidad. Es un gran admirador del número cuatro.
—Y no hago esto para ser una idiota —dice Gina—. Lo hago porque
eres mi mejor amiga y te quiero. No tienes muchas citas, nunca quisiste
hacerlo, pero te lo digo ahora mismo, nunca, jamás quiero que te sientas
como yo cuando Paul me dejó. No me gustaría ni que mi peor enemiga se

184
sintiera tan usada, tan sin valor, tan pequeña, fea, y completamente tonta
como yo por haberlo amado.
Las dos nos miramos.
—Sabes que si haces esto con Saint, estaré allí para alcanzarte los
pañuelos, como tú lo hiciste conmigo. Pero espero que sepas que me
importas lo suficiente como para que cuando vayas y consigas que te
rompan el corazón, también romperás el mío.
Mis ojos pican un poco. Existe el tipo de apoyo que pides, y el tipo
que simplemente está ahí. Nos abrazamos un poco y prometo que lo
entiendo y subo en el ascensor hasta el pent-house de nuevo.
Entro. Mi cuerpo pica por todas partes cuando una mirada verde
particularmente atractiva se levanta de lo que parece ser el comienzo de
un juego de póquer y se enfoca en mí. Deja caer sus cartas y se pone de
pie, aparece un destello de pura necesidad primaria en sus ojos. Lo siento
en mi centro.
Mi voz es ronca cuando digo en voz baja—: Señores. —Me dirijo a los
dos aturdidos hombres—. Si no les importa, dejen las llaves con el
conserje.
La sonrisa diabólica de Saint: Nunca la olvidaré.

***

Mis partes de chica gritan por misericordia cuando Malcolm les dice
a los chicos que tienen que irse. —Ahora.
Mis partes de chica gritan por misericordia, por él. Gritan cuando
me señala hacia la habitación mientras observa los ascensores llevándolos
hacia abajo y luego pulsa un código de alarma para que nadie nos pueda
interrumpir mientras nos encontramos aquí. Mis sentidos siguen gritando
cuando me sigue al cuarto, y cuando retrocedo en dirección a la cama,
camina directamente hacia mí.
No dice nada, simplemente me mira, desliza una mano alrededor de
mi cintura y me acerca. Primero siento el roce ligero como una pluma de
sus labios, calientes, ligeros, luego presiona a medida que los coloca sobre
los míos, encajando a la perfección, por lo que perfectamente se traga mi
“Dios”… Es un beso que va de seco a húmedo, de lento a rápido, de ligero
a profundo…
Empiezo a jadear, deslizando los dedos hasta la solapa de su camisa.
Y sigue besándome, de forma más larga y húmeda. Un beso
ardiente. Un beso en el que puedo decir, pone todo de sí. Me acuna el
seno, lo acaricia, pasa el pulgar sobre mi pezón, frotándolo suavemente, su

185
toque experto prometiéndome que nadie nunca me va a saciar, a tomar, o
a complacer de la forma en la que él lo hace.
—¿A cuántas mujeres has besado? —pregunto contra su boca, su
gloriosa boca. Me siento celosa de todas las mujeres andando por ahí,
preguntándole a sus amigos por él. Cuando solo ve mis labios húmedos,
enrojecidos y besados por Saint, me libero y empiezo a retroceder hacia la
cama.
¿Cuántas mujeres preguntan por Saint…?
Me muerdo el labio inferior y siento ascender el dolor entre mis
piernas. Me pregunto si alguna de estas mujeres ha hecho lo que me
sorprendí queriendo hacer en secreto cuando lo conocí, lo que era
simplemente romperle la camisa por completo. Exuda todo tipo de
feromonas sexuales, y tengo este gran dolorcito y quiero oler, tocar, probar
ese ancho y plano pecho, esos enormes brazos fornidos, esa boca
masculina y carnosa. Apuesto que aquellas mujeres probaron más de lo
que yo alguna vez me atrevería. Apuesto…
—Ven aquí.
Toma mi mano entre la suya y me impide retroceder más. Y me
quedo sin aliento. Me mira con esos brillantes ojos verdes y los párpados
entrecerrados… ven mi cabello, mis ojos, mis labios, y nuestras manos
unidas.
—¿Besar a quién? —pregunta finalmente. Su pulgar acaricia la parte
superior de mi mano lentamente mientras me acerca y pasa los labios por
mi frente.
—¿Besar a quién, en dónde? ¿Aquí? —se burla de mí suavemente
con una voz áspera.
—No —gimo y me río a la ligera, entierro el rostro en su pecho. Huele
a limpio, a menta, y… simplemente varonil. Su mano todavía sostiene la
mía, sus dedos siguen entrelazados con los míos. Extiende la otra mano y
me agarra la mejilla, besándome la punta de la nariz.
—¿Qué hay de aquí? —Agacha la cabeza y empieza a besarme el
cuello, probándome ligeramente con besos que van desde mi clavícula
hasta el borde de mi mandíbula.
—No —susurro. Mi pecho sube y baja rápidamente, estoy
temblando. Solo quiero que siga tocándome, abrazándome, besándome.
—¿Cuántos hombres han besado esto? —Su sonrisa se desvanece,
sus ojos arden con intensidad a medida que pasa el anillo de plata de su
pulgar por mis labios.
Inclino más atrás la cabeza y le ofrezco la boca. —Dos… y tú.

186
—¿Pero nadie ha estado aquí? —En un movimiento sinuoso,
sumerge el pulgar en el interior—. Nadie se corrió en esta boca.
—No… —lo insto a sacarse la camisa de la cintura de los
pantalones—. Quiero que tú lo hagas.
Levanto la tela hasta su pecho y se la quita por la cabeza de un
tirón. Su cabello termina despeinado y glorioso cuando la descarta,
dándole una apariencia desordenada que lo hace aún más hermoso ante
mis ojos porque parece accesible. Poderoso pero humano. Tan humano
que puedo sentir el calor de su cuerpo. Aguanto la respiración mientras
me acerco y acaricio los duros planos de sus pectorales y de su pecho,
chupo su pezón. Paso los dedos por sus bíceps.
Las palmas de sus manos levantan mi rostro para besarme. Cedo mi
boca sin protesta, dejando que la mueva a voluntad.
Su beso me hace sentir como si mi sangre fuera gasolina corriendo
por mis venas. Y los labios de Saint son el fuego, encendiéndome.
Dejo que me acaricie, su lengua roza suavemente la mía, y entonces
besa apasionadamente mi garganta, los picos de mis pechos. Mis pechos
se agitan, y no puedo creer todo el dolor que siento entre las piernas.
Deja un beso justo entre mis pechos, y luego juguetea con la punta
de un pezón por encima de mi blusa. Siento que el lametón me enciende.
Temblando, no muevo ni un músculo, para que no se detenga.
Regresa a mis labios. Abro la boca inmediatamente y envuelvo los
brazos alrededor de su cuello. Le devuelvo el beso con abandono, sin
ocultar nada, mientras sus manos se meten bajo mi blusa.
Abrazándome, retrocede hacia la cama y se deja caer, llevándome
consigo. Rápidamente nos mueve, de modo que se encuentra sobre mí. Se
apoya en los codos a mi lado y me mira. Hermoso. Levanto la mirada, sus
párpados se encuentran bajos y sus ojos oscuros por el deseo. Levanto la
cabeza y enredo la lengua con la suya, la mía haciendo círculos,
presionando, degustando. Se encorva sobre mí intentando no aplastarme
pero estar cerca, tan deliciosamente cerca. Se siente tan bien, y sabe como
el cielo. Extiendo la mano y deslizo los dedos a lo largo de sus
abdominales, necesitando tocarlo.
Su polla fue hecha para chupar y para follar; su polla, siento su
dura longitud entre mis dedos. Entonces su mano se mete entre mis
piernas, me provoca con sus dedos, y pregunta—: ¿Lo quieres?
Moviendo las caderas ante sus caricias, jadeo—: Sí.
Me mordisquea los labios lentamente, tomándose su tiempo. —
Hueles bien —me susurra al oído. Me desea, la lujuria vibra entre
nosotros. Huelo como una mujer que se encuentra lista para ser tomada,

187
mi perfume, mi champú y mi jabón mezclado con el aroma de Saint me
vuelven loca.
Jadeo en busca de aire: cada respiración tiene su olor, cada parte de
mí recuerda lo que se siente cuando se encuentra en mi interior. Ahora en
este momento, deslizo las manos por su cabello y abro las piernas para
poder sentirlo justo en donde más lo necesito. Me levanta contra su cuerpo
por el trasero y toma mi boca sin premura, y me doy cuenta de que esta
vez va a tomarse su tiempo, va a tomarse toda la noche, hasta que haya
terminado conmigo. Cuando me doy cuenta de que seré torturada
sexualmente un poco más, gimo con ansiosa miseria.
Inclina mi cabeza hacia atrás de tal manera que hacemos contacto
visual. Acuna mi nuca mientras su mano libre se curva alrededor de mi
cuello y acaricia mi punto de pulso con el pulgar. —¿Qué quieres, Rachel?
—susurra en voz baja—. Dime cómo lo quieres. ¿Lo quieres ahora?
Observándome, desliza la mano a lo largo de mi garganta, mi
clavícula, me abre rápidamente el sostén, y lo descarta fácilmente. —Eres
tan receptiva cuando te toco, me excita ver cómo te desarmas. —Lleva la
mano a la pretina y me abre rápidamente la falda; entonces la baja por mis
piernas. Aparentemente no tiene prisa, pero yo sí. Tengo tanta prisa por
verlo desnudo que me quito la falda de una patada y extiendo las manos
como una ninfomaníaca frenética, me tiemblan los dedos mientras bajo la
cremallera de sus pantalones.
—Desnúdate, desnúdate, Saint —ruego con un suave suspiro.
Cuando su piel súper cálida y suave conecta con la mía, me
encuentro en el cielo y en el purgatorio, paso las manos por su espalda,
agarro su duro trasero para atraerlo hacia mí. Pasa la lengua, caliente y
húmeda, a lo largo de mi pezón. Gimo. Su olor me fascina, y la esencia de
su sabor permanece en mis labios. Si esa no es la forma más deliciosa de
tortura, no sé qué lo es.
Baja la cabeza y desliza la lengua sobre mi otro pezón, me
estremezco y separo las piernas cuando pasa de forma provocadora dos
dedos a lo largo de mis pliegues, y digo—: Por favor. —Mete la punta firme
de su dedo medio pero lo saca inmediatamente. Un deseo feroz inunda mis
muslos mientras levanto las caderas, y, ansiosa, trato de seguir la retirada
de su pulgar. Me mantiene ahí, en donde quiere. Debajo de su cuerpo,
indefensa y temblorosa. Me mordisquea el labio inferior, alejándolo del
superior. Terriblemente suave.
Ronroneo suavemente y se mueve debajo de mí de manera que su
duro cuerpo se encuentra alineado con el mío. Que Dios me ayude, me
posee. —Sin… Sin… —Mis pensamientos se dispersan mientras hunde su
lengua sinuosamente en mi oído. Este hombre convertirá a todo el mundo
en un pecador.

188
Me mira los pezones enrojecidos. Gimo cuando se agacha para
humedecerlos y probarlos mientras acaricia mi sexo con dedos suaves y
conocedores. Primero pasándolos por fuera. Pasa el dedo medio por mi
longitud. La punta del pulgar da pequeños círculos; luego su pulgar me
frota y su dedo medio se hunde dentro de mí y me deshago.
Jalo para abajo su rostro, temblando con deseo mientras lo beso,
inclinando la cabeza y succionándole la lengua con fuerza. Gime cuando lo
dejo deslizarse entre mis piernas. Me encuentro tan hambrienta que si
entra en mí, llegaré al límite antes que él. Pero disfruta lo que me hace, y
parece que quiere hacerlo durar. La cabeza de su polla masajea la parte
exterior de mi sexo.
Es hermoso, desenfrenado y poderoso, y quiero que se venga en mi
interior. Pero sé que sería arriesgado, así que jadeo y lo observo colocarse
un preservativo y mirarme, su pecho se sacude por sus profundas
respiraciones.
Sostenemos las miradas al tiempo que abro las piernas y se frota
contra mi cuerpo de nuevo. Se extiende sobre mí otra vez. En un rápido
movimiento, dobla una de mis piernas alrededor de su cadera,
abriéndome, y me penetra. Gimo y clavo las uñas en sus músculos.
Observa mi rostro mientras comienza a introducirse en mí. Su cuerpo se
estremece, y el aliento me abandona cuando saca su polla y entonces la
mete, toda mojada de mí, y tan dura. No puedo pensar ni hablar, solo lo
miro, miro su boca, veo la emoción por la forma en la que me observan sus
ojos. Cada uno de mis movimientos, cada gemido, cada gimoteo de
abandono.
Extiende la mano entre nosotros y frota la punta del pulgar justo un
poco por arriba de mi clítoris, y observa, respirando con dificultad, con el
mínimo roce de su pulgar mientras presiona su polla tan dentro y tan
profundo como desea, listo para disfrutar las ondulaciones tirando y
soltando mi cuerpo.
Un orgasmo. Feroz y salvaje. Me atraviesa como un fuego
incontrolado, ningún rincón de mi cuerpo queda sin ser tocado. Saint me
sujeta las caderas y me lleva a través de este, manteniendo mi orgasmo
con el más delicioso de los embistes de mi vida mientras me retuerzo, mi
boca busca la suya. Me da un beso demoledor, y puedo sentir cuando
alcanza ese punto, el punto mágico, porque la energía parece envolverse en
su cuerpo, el cual se pone más y más tenso con cada empuje.
Sigo disfrutando de las réplicas cuando su cuerpo se tensa y siento
las sacudidas de su polla mientras se corre dentro de mí. Me agarra por
las mejillas, sujetándome el rostro mientras reduce el ritmo. Compartimos
un beso lento pero profundamente apasionado mientras nuestros cuerpos
se relajan.
—Vaya —digo, jadeando.

189
—Sí —dice. Una suave risa le sigue, y viene junto con un brillo de
satisfacción en sus ojos. Se ve complacido con mi sinceridad. O tal vez
solo… del sexo conmigo.
Se gira de manera que queda mirando el techo y me acurruco en su
costado, uno de sus brazos me sujeta, el otro se halla doblado debajo de
su cabeza, su pecho sigue agitado. Baja la mirada y me quita un rizo de
cabello mojado de la frente. —Me encuentro casi listo para hacerlo de
nuevo. ¿Y tú?
No puedo respirar, pero ¿quién necesita del aire? —Yo también.
¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy haciendo? ¿QUÉ HACES,
RACHEL?
—Una vez más antes de que me vaya —digo, rodando sobre su
cuerpo. Y, oh, Dios, es tan bueno, lo conservaría si pudiera.

***

Un maratón de sexo con múltiples orgasmos después…


—¿Por qué no le dijiste a tus amigas sobre mí? —pregunta Malcolm.
Titubeo mientras me visto.
Su expresión no es molesta, pero tampoco puedo decir que se ve
contento. Luce un poco cerrado, sus párpados pesados por su último
orgasmo, su miranda impasible.
—Por la misma razón por la que no quería que supieran tus amigos.
—¿Cuál razón? —pregunta.
—Solo estamos jugando. No significa nada. —Subo la cremallera de
la falda y entonces me quedo allí de pie, mirándolo—. ¿Estás enojado?
—Tengo curiosidad.
Lo miro. —Te hallas acostumbrado a hacer desfilar a tus amantes, y
ellas aman presumir el hecho de que se acostaron contigo; yo no hago eso.
—¿No estamos un poco viejos para jugar al escondite, Rachel?
—¿No estamos muy viejos para apostar que puedes tenerme?
Sus labios se tuercen, pero la sonrisa no llega a sus ojos.
—No puedes soportar que piensen que me deseabas y no me tuviste.
—Eso es cierto, no puedo.
—¿Por qué?
—Porque te reclamé primero.

190
—No te entiendo, Malcolm. Ves, esta es la razón por la que no quiero
una relación. Me mataría tratar de descifrar a mi hombre.
—A él le mata tratar de descifrarte a ti.
Parpadeo.
Continúa, como si lo que hubiera dicho no fuera algo monumental.
Como si mi corazón no se encontrara algo congelado con una extraña
esperanza y miedo en mi pecho.
—Ves —continúa—, normalmente a las chicas les gusta que la gente
sepa que terminaron en mi cama. Algunas chicas claman haber llegado ahí
y jamás las conocí. Tú eres la primera que estuvo ahí pero no quiere
estarlo.
Agacho la cabeza mientras una fea sensación de traición y
deshonestidad me invade. —Si no quisiera encontrarme aquí, no lo estaría
—murmuro—. Me hallo aquí a pesar… a pesar del hecho de que no debería
estarlo absoluto —explico, levantando la mirada hacia la suya. No debería
encontrarme aquí, Saint, pienso miserablemente.
Pero solo me observa fijamente con la misma mirada confundida que
pone cuando trata de descifrarme. Agarro mi blusa y lo siento mirándome
mientras me visto. Este es el tipo de conversación que no esperas tener
con una aventura de una noche. Pero Saint no es una aventura de una
noche. ¿Qué es? —No quiero ser un número en esa lista. Solo pensar en
todas las mujeres con las te has acostado me hace querer registrarme en
un curso de baile del tubo.
Se ríe. —¿Por qué?
—Porque soy vainilla. Solo soy una chica… normal. Y tú eres tú.
Y soy adicta.
Son pasadas las tres de la madrugada. Ambos nos sentimos
molestos y se supone que deberíamos estar relajados después de la
manera en la que follamos como locos. Pero hay rigidez en su mandíbula, y
mis músculos se tensan debido a eso. Quiero saltar sobre su cuerpo otra
vez y deshacerme de esta tensión de la manera en la que lo hemos estado
haciendo, pero comienzo a asustarme de esta adicción. Tengo miedo de él.
Me paro en la puerta y me giro para decir adiós, pero ya se está colocando
su sexy bóxer negro y luego el pantalón.
—No es seguro allá afuera a esta hora de la noche —murmura.
—Nunca es seguro allá afuera —murmuro.
Con el pecho y los pies desnudos y todavía haciéndome sentir
mariposas incluso después de que tuvo las manos sobre mi cuerpo
desnudo, me acompaña al elevador y espera junto a mí mientras llega.
Cuando suena, me gira para mirarlo. Lo dejo besarme en los labios y le

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devuelvo el beso, envolviendo los brazos a su alrededor solo por un
segundo. Dos. Y entonces me alejo y tomo el elevador. —Adiós.
Hay algo íntimo en su mirada mientras me observa, manteniendo
contacto visual justo hasta que las puertas se cierran entre nosotros.
Dios, nunca pensé que un hombre pudiera mirarme así.
Voy saliendo del edificio cuando veo que su chofer sale del Rolls.
—Señorita Rachel —saluda, y abre la puerta.
—Oh, Sin, ¿en serio? —levanto la mirada hacia la cima de la torre
pero ni siquiera puedo verlo. Me encuentro a punto de discutir con Otis,
pero son las tres de la mañana.
Mientras me deslizo en la parte de atrás del auto, escucho a alguien
decir detrás de mí—: Señor Saint, buenas no… buenos días. —Apenas me
he sentado cuando veo su rostro y eso pasa; esa forma en la que mi
corazón sigue saltando cuando lo veo.
—Rachel —dice mientras me toma del brazo y me saca del auto.
—¿Qué… qué haces?
—Algo que debería haber hecho antes.
Me rehúso a dar un paso mientras me toma de la mano y me atrae
hacia sí. Mis ojos se abren bastante. —Has perdido la cabeza.
—Así es —dice concordando, entonces levanta una ceja—. ¿Vas a
subir, o quieres que te cargue?
—Por favor, no me cargues —ruego, consciente de la mirada de Otis
absolutamente pasmada.
—Entonces ven conmigo.
Doy un paso hacia adelante, sus dedos se entrelazan fuertemente
con los míos, y entonces nos encontramos de vuelta en el elevador.
Cuando las puertas se abren, cuando nadie más puede vernos, me levanta
en sus brazos y me dobla sobre su hombro.
—¡Saint! ¡Malcolm SAINT! Bájame, ¿qué haces?
—Pronto te bajaré. —Me quedo inmóvil y me derrito un poco por
dentro, mi corazón se encuentra perdido.
—No vas a hacer esto —digo con extasiada incredulidad mientras me
deja caer en la cama.
—Sí, lo voy a hacer. Te quedarás a dormir. Pasarás esta noche aquí.
Luciendo bastante serio sobre eso, me saca la blusa por encima de la
cabeza para ponerme cómoda, y sé que probablemente no debería
quedarme, sé que no debería gustarme tanto estar justos, y sé que no
pienso correctamente ahora mismo, no, no pienso en absoluto, pero eso no

192
me detiene de desabotonarle la camisa con una velocidad imprudente,
hasta que rápidamente se la quito del pecho, suspirando cuando extiende
su cuerpo encima de mí.

***

@MalcolmSaint ¿es verdad que tienes novia? #EstoyTriste


#PorFavordDiQueNo

Dos horas después, bajo mi teléfono y me giro en la cama para mirar


al hombre dormido junto a mí.
Extiendo la mano para tocarle la mandíbula. Observo su boca
sensual, completamente inmóvil mientras duerme. Me quedé dormida
después de las salvajes sesiones de sexo caliente. Yo. Durante toda mi vida
mi miedo por el rechazo y por ser herida por un hombre me hizo
enfocarme solamente en cosas que podía controlar. Mis estudios, mi
carrera. Mi cuerpo y sus necesidades han sido dominados por mi cerebro
durante años, es verdad. Pero ahora no, no esta noche, no con este
hombre.
La manera en la que me desea… me quita el aliento.
Antes de darme cuenta de lo que hago, le acaricio el rostro con los
dedos, primero trazando los contornos de su firme mandíbula,
maravillándome por la sensación correosa de su barba de una noche.
Sus labios son gruesos, firmes y tan rosados que mi pulso se acelera
al tiempo que mis propios labios hormiguean con envidia de las puntas de
mis dedos.
Sin ni siquiera pensarlo, contengo la respiración y trato de estar lo
más quieta posible mientras inclino la cabeza. Haces que mi mundo gire
con tanta fuerza y rapidez. Las palabras vibran en mi corazón mientras
acuno su mandíbula con ambas manos y presiono los labios tan
suavemente como puedo sin despertarlo.
Algo pegajoso y cálido me inunda. Oh, Dios, Malcolm…
Acerco más el cuerpo, sintiéndolo, mirándolo. Nunca pensé que lo
vería así, dormido conmigo, después de haber tenido sexo. He admirado
sus sonrisas, el brillo que tiene cuando me provoca o se divierte a mi
costa, y cuán protector se pone cuando sus amigos quieren hacerme una
payasada. Nunca pensé que conectaría con un hombre así.
Amo que sea centrado y sensato, pero con sus amigos, algunas veces
solo es un adolescente, un adolescente muy grande y muy guapo con
juguetes muy caros y muy poderosos. Amo trabajar en un artículo sobre

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Sin y entrevistarlo porque siento hambre por cada hueso que me lanza.
Amo ser parte de solo una pequeña porción de su vida, y justo ahora,
viéndolo de una manera que nunca pensé que lo haría, desnudo, en la
cama, durmiendo, me siento mucho más atraída hacia Sin de lo que jamás
pensé posible.
Así que cuando sus brazos se envuelven a mi alrededor, y su boca se
abre bajo mis labios, desliza su cálida y húmeda lengua en mi interior, y
cientos de aleteos de placer corren a toda marcha por mis terminaciones
nerviosas, lo único que puedo hacer, lo único que deseo hacer, es dejar
que tanto su lengua como él, me tomen.

194
22
Excitación, éxtasis y exposiciones
Traducido por Val_17 & Vani & Mary
Corregido por MariaE.

Pasamos el domingo con los chicos viendo otro juego de los Medias
Blancas.
Tenía toda la intención de escribir notas en mi teléfono para seguir
añadiendo a mi archivo, pero me siento tan relajada, que me permito
calmarme por un rato.
Empiezo a sentirme cómoda con ellos, son como los ruidosos
hermanos mayores que nunca tuve. Ambos parecen haber ido a algún tipo
de reunión porque visten trajes, sus corbatas se encuentran descartadas a
un lado, una de las chaquetas cuelga sobre una silla, la otra sobre el sofá.
La voz del locutor dice algo sobre un gol, o tal vez fue una anotación
o lo que sea, y los chicos se encuentran pegados a la pantalla de la
televisión. Estoy sentada junto a Malcolm, quien lleva una camiseta de
algodón azul claro que se aferra a sus hombros y vaqueros claros. Se ve
cómodo y dominante, tumbado en su sofá. Callan y Tahoe dicen algo
acerca de algún jugador y Malcolm sigue con los ojos en la televisión,
tomando ocasionalmente un sorbo de vino. Es correcto, nada de cerveza
para estos chicos. Miran sus juegos con Pinot Noir.
Un día en la vida de Malcolm Saint. Me río internamente y trato de
enfocarme en el juego, pero en lo único que puedo pensar es en el brazo de
Malcolm detrás de mi espalda. Se ve tan atractivo en esa camiseta, todo lo
que quiero hacer es acurrucarme más cerca, enterrar el rostro en su pecho
y que me abrace con sus fuertes brazos. En su lugar, hay cerca de siete
centímetros de sofá entre nosotros, el cual deliberadamente puse ahí por la
misma razón por la que quiero arrastrarme en su regazo. Necesito
calmarme.

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Justo en ese momento, Malcolm deja caer el brazo alrededor de mis
caderas, y me acerca con un movimiento rápido. Termino con el muslo
tocando el suyo, y su brazo a mí alrededor.
—Así está mejor —dice, satisfecho de sí mismo mientras se vuelve a
recostar y sigue viendo el juego. Otro sorbo de Pinot Noir.
Tahoe parece haber visto el pequeño movimiento de Malcolm, porque
comienza a reír. Malcolm le dispara una mirada y me acerca más.
Hombres. Ruedo los ojos y me muerdo el interior de la mejilla para
no reírme. Me giro para ver a Malcolm mirándome los labios, los cuales se
encuentran fruncidos y ligeramente curvados en una sonrisa apenas
controlada.
—Esta boca —dice, agachándose y utilizando la yema del pulgar
para separarme los labios. Continúa mirándome los labios mientras retira
la mano. Se inclina para besarme, me asusto y aparto la cabeza. Sólo se
ríe y pone un gran beso en mi mejilla.
—Maldita sea, nunca antes vi eso —dice Callan.
—¿Qué? —pregunto.
Hace un gesto hacia Malcolm. —El rey siendo rechazado por una
mujer.
—¡No lo rechacé! —digo rápidamente. Me encuentro bastante segura
de que me estoy sonrojando. Me giro para mirar a Malcolm, y tiene una
ligera mueca en el rostro. Me encuentro segura de que hace una nota
mental para patearle el culo a Callan después.
—Lo hiciste —insiste Callan—. Vas a tener que cuidar esa herida
más tarde. —Me guiña el ojo, y siento a Malcolm tensarse a mi lado.
—¿Qué? ¿Qué me perdí? —dice Tahoe, con los ojos aún pegados en
la televisión.
—Oh, nada, sólo que nuestro chico aquí acaba de ser…
—¡¡OOH!! ¡DEMONIOS SÍ! ¡¡¡ASÍ ES!!! —Tahoe se levanta de su silla y
aplaude—. ¡Vamos, vamos, vamos!
Creo que algo bueno acaba de ocurrir. Callan y Malcolm ven hacia la
pantalla otra vez y se unen a la pequeña celebración de Tahoe. Siento
vibrar su pecho con su profunda voz, y mi cabeza instintivamente se
acerca un poco más.
Inclina la cabeza hacia mi oído y explica lo que sucedió. Asiento,
pero en lo único que puedo pensar es en cómo suena su voz. Profunda y
varonil. Y sólo quiero arrastrarme en su regazo de nuevo.
Planta un beso en mi sien y vuelve a mirar la pantalla.

196
Esto es demasiado. Trato de alejarme, pero solo aprieta el brazo a mí
alrededor. Mierda.
En realidad no me gustaba tanto el béisbol, y a pesar de que me
siento tan relajada como para poder desconectarme de esto, Malcolm sigue
recordándome que sabe que me hallo aquí con sus estúpidos toquecitos. A
veces es un beso en la cima de mi cabeza, la mano en mi muslo o el pulgar
frotando todo el interior de mi muñeca. Todos y cada uno de los toques me
hace disolverme, y disolverme y disolverme. Son pequeños toques
insignificantes, pero hacen que mi cabeza gire y mi estómago dé una
voltereta.
Me prometí que no lo haría, pero al final del juego mi cabeza
descansa en su pecho y su brazo me sostiene en contra su cuerpo. Callan
y Tahoe siguen mirándonos A) como si fuéramos una especie de
dinosaurio/animal extinto que no pueden creer que realmente se
encuentra allí delante de sus ojos, y B) como si fuéramos una especie de
visión mágica que podría desaparecer en un abrir y cerrar de ojos. Les
puedo asegurar que no acostumbran a ver a Malcolm así. Y siento que
juego con fuego. Siento que cuanto más me acurruco contra su cuerpo,
mientras más me relajo, mientras más dejo que mi cabeza se acomode en
el hueco de su hombro, más fuerte me voy a quemar después.
En un momento del juego, me pongo de pie para tomar un poco de
aire porque siento que hago algo que realmente no debería hacer. Se
necesita cada pizca de auto-control que poseo para alejarme del enorme
pecho de Malcolm e ir a la cocina. Es como dejar la cama en una mañana
de domingo, Malcolm siendo mi propio colchón personal extra-grande. Al
momento en que me voy extraño su calidez, sus brazos, el sonido de su voz
junto a mi oído cuando habla. Recuerdo que incluso pude sentir sus
abdominales moviéndose bajo mi cabeza. Su estómago es duro como una
roca. Me estremezco y me enfoco en calmarme otra vez.
Cuando vuelvo, me siento con unos veinte centímetros de sofá entre
nosotros otra vez, esperando que le esto esté enviando un mensaje. Ni
siquiera lo piensa esta vez, sólo me mira como si estuviera haciendo algo
divertido, y envuelve el brazo alrededor de mis caderas para arrastrarme
de regreso a mi lugar. El cual, en su opinión, es bajo su brazo y contra su
pecho. Y así nos quedamos durante el resto del juego. Tahoe realmente se
levanta en un momento y le da un pequeño empujón a mi pierna porque al
parecer me estoy durmiendo.
Bromean diciendo que es hora de mi siesta de la tarde, y Malcolm
simplemente les dice que cierren la puta boca y vean el juego. El hecho es
que en realidad me estaba quedando dormida. Tiene un pecho muy
cómodo, el idiota. No me gusta que me esté haciendo sentir estas cosas.
No me gusta sentirme desnuda si no estoy a su lado. No me gusta sentir
que una parte de mí ha sido arrancada si no me encuentro tumbada en su

197
pecho o si sus brazos no me rodean. Y odio cómo la culpa se arrastra y
empieza a corroerme.
—¿Saben tus padres que estás aquí? Barman, es posible que quieras
volver a comprobar la identidad de esta chica —dice Tahoe.
Le doy una mirada fulminante. —¿Por qué insistes en bromar acerca
de mi edad?
—T.
Tahoe sonríe. —¿Si, Saint?
—Déjala en paz.
Giro mi cabello y lo levanto en un moño, de repente sintiéndome
muy femenina bajo la actitud protectora de Saint. La química sexual
saltando entre nosotros es innegable. Cuanto más trato de reprimirla, más
consciente soy que se encuentra ahí.
Tahoe se ríe y se estira para tocarme el hombro, presumiblemente
queriendo decirme algo.
—No la toques, Roth —dice Saint.
Tahoe se recuesta. —Amigo, ¿tienes que tenerlas a todas?
—Puedes elegir a cualquiera.
—Bueno, entonces…
—Excepto a ella —dice, ni siquiera me mira para ver si concuerdo—.
No lo repetiré.
Se pone de pie para ir a buscar más vino y Tahoe sonríe, mientras
Callan se inclina sobre la mesa de café. —Se encuentra de mal humor.
—¿Por qué?
—El viejo va a hacer un acto conmemorativo para su madre. Si Saint
tiene un botón, ese es.
—¿Su madre? ¿O el papá?
—La combinación —dice Callan.
No le puedo preguntar nada más porque Saint vuelve y me mira con
toda la concentración de un torpedo. Se sienta, pone su brazo a mí
alrededor, pasa su pulgar por un lado de mi cuello y me sonrojo
profundamente, mi cuerpo se calienta. —Me gusta tu cabello recogido —
me dice.
—Gracias.
Sonríe y pasa el dedo por mi mandíbula mientras lo hace.
Exhalo a través de mis labios; no puedo creer con qué facilidad me
provoca. Todo de mí. Todos mis sentidos; oído, vista, olfato, gusto, tacto.

198
—Deja de hablarle dulce, Saint, se le va a caer la oreja. —Molesta
Tahoe.
Estudio la sombría expresión melancólica de Malcolm mientras se
sienta en silencio a mi lado. —¿Verdad? Su charla es tan barata, pero
muy, muy sexy —le digo a Tahoe, tratando de hacer que Saint saque su
hombre de las cavernas—. No tiene que preocuparse. Estoy tan poco
disponible emocionalmente en este momento, no tiene idea —digo
dramáticamente.
—¡Confía en el hombre! Conoce todas las cerraduras y tornillos que
hay que atravesar para conseguir que una chica como tú se abra.
—No soy una bóveda regular.
Malcolm no dice nada. Lo miro, luego me inclino y susurro, mientras
arrastro los dedos por su pecho—: Quiero animarte, Malcolm.
Todo lo que consigo es que me dispare un ceño fruncido. —¿Quién
dijo que necesitaba animarme?
—No suenas enojado. Puedo distinguir la diferencia cuando
simplemente estás tranquilo y relajado, y tranquilo y enojado.
Toma mi barbilla en su mano. —No me encuentro enojado contigo.
Sí, supongo. Aun así, quiero ver esa sonrisa alcanzar sus ojos,
quiero besar sus heridas para hacerlas sentir mejor, pero sé que hay
algunas que ninguna bandita puede tocar. ¿Qué tipo de heridas lo volvió
un hombre tan duro y sin emociones?
Reflexiono en silencio cuando me lleva a casa esa noche. —Tengo
algo que hacer mañana. ¿Te veo otro día? —me dice mientras me
acompaña en silencio a la puerta de mi departamento.
Realmente me duele un poco. Quiero que comparta, pero es un
hombre, y estamos teniendo una… ¿qué? ¿Una prolongada aventura de
una noche?
—Claro, buenas noches —susurro.
Pero antes de irme, me recuesto contra la puerta, deseando que me
bese.
Así que cuando curva la mano alrededor de la parte trasera de mi
cuello, al instante me pongo de puntillas, envolviendo los brazos alrededor
de sus hombros, y lo encuentro a mitad de camino. Sus besos son mi
adicción número uno. Un minuto se convierte en dos, luego tres, hasta que
se aparta y me mira. —Me tengo que ir. —Pasa la mano inquietamente a
través del lio sexy de su cabello y se aleja.
Quiero llamarlo para que regrese. Se ve tan tenso, como si no
confiara en sí mismo para estar conmigo y controlarse como solía hacerlo.

199
—Saint —grito mientras se mete en el auto. Considero pedirle que se
quede a pasar la noche, pero no me escucha.
Frunzo el ceño y entro, luego me froto la mano sobre el pecho.
¿Querías que se quedara a pasar la noche, Livingston? Ningún hombre ha
pasado la noche aquí, y Gina enloquecería. Era mejor que se fuera,
¿verdad?
Así que, ¿por qué los sentimientos de tristeza? ¿Realmente
esperabas que te invitara mañana, Rachel? ¿En serio? ¿Al acto
conmemorativo de su madre?
Bueno, tal vez sí lo esperaba. Y odio que al día siguiente me sienta
como una voyeur viendo su dolor a través de fotografías en Internet. Saint,
su padre, sus rostros, la tensión. El evento se celebra en memoria de su
madre, quien murió de leucemia; su padre realiza la gala anual para
recaudar fondos para una fundación en su nombre.
Noel y Malcolm Saint, como podemos ver, todavía no se hablan entre
ellos…
Cierro mi portátil de un golpe y voy a hacer algo productivo en su
lugar. Empiezo a escanear todas las revistas de moda de Gina. —No
despliegues las esquinas dobladas. —Advierte desde donde se encuentra
con su computadora portátil, escuchando música en el sofá de la sala de
estar. Desdoblo una esquina y me pregunto por qué marcó la página. ¿Tal
vez por el bonito bolso bohemio? ¿O los zapatos amarillos que usa la
modelo? Volteo las páginas distraídamente, cuando veo su mensaje de
texto.
¿Estás ocupada?
Mi corazón salta con tanta fuerza en mi pecho que me olvido de las
reglas primordiales de no regresar los mensajes de texto demasiado rápido.
Le respondo al instante: No
Espero, mi pulso se acelera en mi cuerpo cuando la imagen de Saint
parado tensamente junto a su padre idiota me viene a la mente.
¿Puedo recogerte?
¿A dónde vamos?
A cualquier lugar
Dame 5 minutos
Me pongo de pie y me apresuro para ir a cambiarme de ropa. —Oh,
no —gime Gina desde la sala de estar.
Me pongo ropa interior más sexy, de encaje blanco. Encaje blanco
para Malcolm. Luego selecciono una linda falda y blusa. Sé que Saint es
cerrado. No hay ningún indicio real de su psique interior, además de su
naturaleza rebelde, en nada que he leído en línea. El hecho de que me

200
enviara un mensaje cuando sé que ha tenido una noche difícil me hace
sentir protectora hacia él de una manera que nunca he sido con nadie,
excepto mi madre, Gina, y Wynn. Apenas puedo controlar los nervios
cuando diviso el Rolls fuera de mi ventana.
—¡Te veré mañana! —le digo a Gina.
—¡Rachel! —grita detrás de mí con preocupación, pero trato de no
escuchar. No puedo. No hay ningún lugar en todo Chicago en el que
preferiría estar en vez de al lado de Sin, y eso es todo.
Me subo en el auto, mis ojos duelen al verlo al frente de donde me
encuentro sentada. Se halla envuelto en sombras, pero algunas luces fuera
de la ventana caen en su cuello, su mandíbula cuadrada. Sus labios.
Mientras me acostumbro a la oscuridad, estudio lentamente los claros
cortes de sus rasgos. Es tan apuesto, con esos ojos verde esmeralda y una
expresión secreta, y de repente el frio hielo en sus ojos se derrite cuando
caen sobre mí. —Te ves comestible.
Su voz ondula por mi cuerpo. Tranquila, pero no fría como de
costumbre… es cálida. Inesperadamente cálida, como si acabara de
calentar toda su existencia.
—¿Sí? Tengo noticias para ti —digo con una sonrisa seductora.
Valoro las palabras, pero Saint es un hombre que valora la acción y quiero
tener algo de acción esta noche. Levanto los dedos y tiro de mi manga
hacia un lado para revelar una extensión cremosa de hombro—
. Soy comestible.
—Y quiero un bocado.
Inundada por mi propia desesperación, creciendo, arañando la
necesidad, lo provoco más, su rostro se encuentra absolutamente lívido
por la lujuria.
—¿Dónde? ¿Aquí? —pregunto en un susurro sensual mientras rozo
los dedos por encima de mi hombro. Ni siquiera puedo encontrar palabras
para describir lo mucho que me gusta cuando su voz se pone áspera como
la corteza de un árbol.
—Justo ahí. Voy a pasar la boca por tu cuello, por tus hombros, tu
brazo.
Mi respiración se ha ido.
Como si estuviese vivo, listo para devorarnos, el deseo salta entre
nosotros, haciendo un arco de Sin a mí, de mí hacia Sin. —¿Qué más vas a
hacer? —Hay necesidad en mi voz: excitación. No puedo ocultarlo, no a él.
—Voy a hacerte el amor duro, y luego te tomaré con suavidad.
Muéstrame tu otro hombro, Rachel.
Lo hago.

201
El auto va por la calle, pero si me preguntas, el universo entero se
encuentra en este auto, mirándome.
Mis venas zumban alegremente por su mirada mientras dejo caer la
manga tanto como se puede, desnudando al máximo posible mi hombro.
Cada día mi deseo por Malcolm se profundiza y se intensifica, aumentando
mi atracción a un nivel que nunca hubiera imaginado. Ahora lo conozco de
memoria, los diferentes ángulos de su boca torcida para crear cada una de
sus sonrisas...
—Voy a pasar la lengua sobre esa curva, mojarla justo donde tu
pulso late rápido —dice el Universo—. Muéstrame más. —Engatusa.
—Mmm. Eres codicioso. ¿Algo en tu vida será suficiente, Malcolm
Saint?
Niega con la cabeza muy despacio, como en aviso, hay un dejo de
diversión en su voz. —Nada es suficiente y es especialmente cierto cuando
se trata de ti. Muéstrame más, pequeña.
Tiro de mi blusa hacia abajo un centímetro, lo suficiente para que
pueda ver el oleaje superior de mi pecho por debajo del sujetador de
encaje. Gruñe desde la garganta, me sonrojo y me caliento cuando me
enderezo. —Me alegró oír de ti, grandote.
Se ríe. Entonces, hay más corteza de árbol, raspando sobre mi piel.
—Estaba feliz de que pudieras verme esta noche...
Tuerzo la cabeza y lo estudio, la energía turbulenta da vueltas a su
alrededor. Su sed, su deseo, su frustración es evidente en los puños a sus
costados.
Mi corazón da tumbos por llegar hacia él.
—¿Noche difícil? —pregunto en voz baja.
—Va mejorando.
El hielo que se encuentra por lo general en sus iris se halla
completamente apagado mientras llega a mi lado, me tira al otro lado del
auto sentándome lo más cerca posible a su lado, y empieza a besar mi
boca, recorriendo un camino hacia el hombro que desnudé, corriendo sus
dedos sobre la curva. El calor, la humedad, la suavidad de sus labios con
los fuertes movimientos de su boca. —Definitivamente mejorando —ruge—
. ¿Y tú? —Hace un camino de mordiscos hasta mi boca—. ¿Qué hacías
antes de llamarte?
—Mmm. Déjame pensar —digo, fingiendo pensar mucho en ello—
¿La respuesta verdadera? ¿O la que te va a gustar más?
Desplazándome para poder ver mis dedos deslizándose hacia arriba
por su garganta, los paso por su mandíbula cuadrada, una mandíbula que

202
es tan obstinada, tan obstinada como él, y me gusta demasiado que me
deje tocarlo así.
—Ambas. —Mientras me acaricia los hombros con las manos, sus
pulgares se sumergen en mi blusa, trazándome lentamente la clavícula.
—Estaba trabajando. —Mis propios pulgares se extienden sobre el
rastrojo de su mandíbula ahora—. Pero mientras hacía eso,
estaba ansiosa esperando que me enviaras un mensaje y me invitaras a
alguna parte.
—A cualquier parte —corrige, ronco.
—Exactamente. —Presiono la boca en la comisura de su boca, sin
siquiera pensar en lo que hago, actuando por puro instinto—. ¿Ya
llegamos, para poder atiborrarme de ti?
Sus brazos se aprietan a mí alrededor, y una de sus manos se
desliza debajo de mi blusa para explorar el hueco de mi espalda. —
Rachel... no quería que me vieras cuando no estoy en mi mejor momento.
—Por el contrario, quiero verte así. Te deseo, te anhelo, quiero
consolarte y darte lo que quieras.
Labios calientes mordisquean mi hombro. —Entonces te quiero.

***

“Cualquier parte” resulta ser El Juguete. Estar lejos de las miradas


indiscretas y de la opinión pública —para mi completo alivio y deleite— se
siente como si estuviéramos en otro mundo. El yate se halla atracado y la
tripulación no se halla a bordo, así que sólo somos Malcolm y yo sentados
en silencio en la cubierta superior, ambos todavía un poco sudorosos por
la dura, y luego lenta follada que me dio.
Lleva pantalones negros, pero nada cubre su pecho, mientras yo uso
la camisa que él llevaba puesta no hace mucho tiempo. Se encuentra
melancólico y silencioso, y nunca me he sentido tan protectora hacia algo
tan grande y fuerte antes.
—M4 —susurro, con la mejilla apoyada en su pecho, mientras que el
resto de mi cuerpo se ajusta a sus líneas duras—. Haces las cosas de a
cuatro muchas veces, me he dado cuenta. ¿Por qué cuatro?
Ya casi es nuestra cuarta vez juntos. ¿Terminamos, entonces?
Exhala y sorbe lo último de su vino, pone la copa vacía a un lado, y
miramos fijamente el horizonte de Chicago. —Soy irascible. —Mira en la
distancia, su perfil es reflexivo.

203
Tomo la mano que tiene en la rodilla y enlazo los dedos con los
suyos.
Mira hacia fuera, con la voz baja y ronca, casi arrepentido. —Era
peor cuando era pequeño. Controlarme es algo que siempre me ha tomado
un poco de esfuerzo. El personal siempre renunciaba porque nadie podía
mantenerme bajo control; cuanto más lo intentaban, más enojado me
ponía. Pero mi madre era la encarnación de la paciencia. Supongo que es
por eso que podía tolerar a mi padre. Era paciente, mucho más
comprensiva de lo que nadie probablemente debería ser. Cuando yo
enloquecía, mi madre decía que contara hasta tres, y yo decía que lo había
hecho. Que había contado hasta tres, que no funcionaba. Así que un día
me llevó a un lado, preocupada porque mi padre también es irascible, ella
podía predecir lo peor de mí y las maneras en que yo parecía presionar los
botones de mi padre. Y me dijo que necesitaba contar hasta cuatro. Y eso
era lo que hacía. Más que cualquier otra cosa, eso es lo que viene con ser
un Saint. Si te pedían tres minutos, dabas cuatro. Si tenías que contar
hasta tres, contabas cuatro. Hago las cosas en cuatro.
—Incluso cuarteros.
Levanta las cejas. —No contigo. Me gusta tomarme mi tiempo
contigo. —Pasa la mano por mi columna vertebral, debajo de su camisa.
Me estremezco.
Estremecerse, desear y derretirse
Y sobre todo, me estoy desmoronando en pedazos y siendo comida
viva por la culpa de saber un detalle tan íntimo de él.
Cargando el peso de sentimientos que no puedo siquiera procesar,
ruedo para poner un poco de distancia entre nosotros. Saint se apoya
sobre un codo y abre el botón de mi camisa, y oh, que Dios me ayude, pero
definitivamente hay más derretimiento, derretimiento, derretimiento. No
protesto, no me muevo, sólo lo miro, sin poder hacer nada, estallar un
segundo botón. Luego tres. Cuatro. Mientras que el cuerpo debajo de la
camisa que desabrocha tiembla en cada centímetro.
Quiero hacerle una broma, para aligerar la intensidad del dolor
salvaje construyéndose en mí. Susurro, apenas logrando decir, en un
aliento—: Tómate tu tiempo conmigo. No me aburre ni un poco.
Cuatro botones. Cinco. Y seis. Hasta que la parte superior se halla
abierta y se inclina hacia delante para besar el centro de mi garganta. El
centro de mis pechos. El centro de mi abdomen. Y el centro de mi sexo.
Cuatro besos, entonces me acaricia entre las piernas. —Tampoco me
siento ni un poco aburrido de ti, Rachel.
Recuerdo ser tan tímida antes. Esta vez, cuando chasquea la lengua
por mi clítoris, gimo y abro los muslos, meciendo las caderas
desenfrenadamente mientras susurro—: Malcolm, Malcolm, Malcolm...

204
***

—Mmm —susurro una hora más tarde mientras me mordisquea la


oreja, despertándome de la pequeña siesta que tomaba en el camarote.
—Tu oreja —dice rasposamente contra el objeto de sus deliciosas
atenciones—. Tengo debilidad de ella, y eso que es igual a la otra.
Me estiro con una sonrisa, y se hace para atrás para bajar la mirada
y verme.
—Me encanta estar aquí en tu yate, es tan tranquilo —digo, pasando
los dedos por su bronceado pecho.
—Nunca vengo solo aquí. Es demasiado tranquilo. Puedo oír mis
pensamientos demasiado bien. —Frunce el ceño mientras se levanta de la
cama y se dirige a su ropa. Soñadoramente, ruedo de lado y me quedo
mirando su físico absolutamente fascinante mientras se pone los
pantalones—. ¿Eres feliz en Edge?
Sacudo la niebla del sueño, luego me siento, con una sábana
aferrada a mi pecho mientras palmeo la cama en busca de mi ropa
interior. —¿Por qué lo preguntas?
—Los rumores son que se viene abajo. —Mete los brazos en las
mangas de la camisa, midiendo mi reacción cuando comienza lentamente
a abotonársela.
—Espero que no. Me gusta mucho Edge. —De alguna manera me las
arreglo para encontrar mis bragas y sujetador, y tengo que dejar caer la
sábana para ponérmelos—. ¿Por qué? ¿Te estás aventurando en la
industria editorial…? —pregunto, con miedo.
Se queda callado mientras mete la camisa en los pantalones, añade
su cinturón, y se convierte en Malcolm Saint delante de mis ojos.
—No, no voy a comprar la revista, no es allí donde veo ir el dinero.
Las empresas requieren de tiempo y visión. Revivir las empresas no es
dónde está mi pasión. —Me mira por un momento—. ¿Ser dueña de tu
propio negocio es uno de tus sueños?
—No, quiero escribir. Quiero conseguir una buena vida para poder
escribir más. Más de más.
Sonríe. —Eres tan pequeña. Me cuesta imaginar esas pequeñas
manos escribiendo tus grandes ideas.
El hecho de que piense en mí en absoluto me hace mantequilla.
Me mira vestirme. —Así que ves tu futuro en esa revista, ¿incluso si
tuvieras una gama más amplia de opciones? —pregunta.

205
Estoy sorprendida. Un grano de preocupación cae repentinamente,
como un pequeño, pequeño e incómodo alfiler, en mi vientre. Pienso mi
respuesta cuidadosamente.
—Supongo... En un sentido general, mi futuro ideal es sentirme
segura en mi carrera y, supongo, en mi vida. Quiero que mi mamá esté y
se sienta segura, y si pudiera ayudar a hacer la ciudad más segura
físicamente para otros también, sería un sueño. Ese es el tipo de cosas que
quiero escribir. Pero ese tipo de periodismo toma tiempo, y Edge me ha
dado mejores oportunidades que cualquier otra. Me siento vinculada a ello,
de alguna manera. Si creciera y yo pudiera crecer con ello, sería un sueño,
realmente —admito.
Viene a sentarse en la cama y se acerca lentamente, su expresión es
intensa. —¿Qué te gustaría hacer por la ciudad? ¿Cuál es tu idea? —Me
aparta el cabello de la frente con una mano grande, buscando mi rostro.
—No lo sé. El cambio no sucede a menos que haya un enorme
esfuerzo colectivo, a menos que seas muy poderoso.
Sus labios se tuercen y sus ojos brillan con una luz depredadora que
nunca deja de emocionarme. —Duermes con un hombre muy poderoso.
Me muerdo el labio. —Sí, lo hago. —Río y me siento sonrojar. Me
acaricia la mejilla, y una vez más, coloco el rostro en su mano, en busca de
su toque—. No eres como imaginé, y tengo una buena imaginación —
susurro.
—Eso es porque tú eres todo lo que está bien. Cosas terribles me
volvieron lo que soy.
—Oh, no —río, pero él no lo hace. Se queda quieto—. Todos estamos
hechos de cosas buenas y terribles.
—¿Lo estamos? —Me estudia de nuevo—. ¿Qué ves en mí?
Frunzo el ceño. —¿Qué quieres decir?
—Soy un hombre difícil, no soy fácil de manejar, algunos podrían
argumentar que me niego a ser manejado. Nunca me comprometeré con
nadie, nunca lo he hecho, y creo que jamás podría. No quieres mi dinero,
no quieres ir de fiesta conmigo, no de la manera en que otros quieren. Casi
no duermes conmigo. Pero luego vienes a mí como si quisieras mi
protección, y me dan ganas de ser ese hombre.
Lo miro, tranquila.
Siempre ha dicho que lo confundo, y se ve tan confuso en este
momento que también me siento confundida por su perplejidad.
—Malcolm —comienzo, pero ¿qué puedo decir? Tantas verdades, y al
final, pensará que todas son mentiras. De repente, me rompe pensar sobre
ello.

206
—Cuando mi madre fue diagnosticada... —Hace una pausa—, le
prometí que estaría allí para ella. A su lado. Le dieron dos años. Todavía le
quedaba un año y medio por vivir... —Hace una pausa de nuevo, pero
nunca me quita los ojos de encima—. No quería que yo supiera que la
leucemia regresó. Y cuando sólo era cuestión de horas, mi padre se negó a
dejar que alguien me lo diga. Pensó que debía ser castigado por dejar el
país para el cumpleaños de Tahoe. —Puedo sentir palidecer mi rostro—.
¿Así que lo ves? No soy bueno con las promesas. Pero tomaré tu causa
como si fuera mía.
—Lo siento mucho. Yo... cuando mi padre murió, era demasiado
joven. Pero tengo pesadillas a veces sobre la forma en que murió, solo.
Compartimos una mirada.
—Murió preguntando por mí. —Mira hacia otro lado, y luego se
dirige a sus celulares y otros artículos, con la mandíbula completamente
flexionada.
—Sabía que la amabas —susurro.
—¿Lo sabía?
—Las mujeres saben esas cosas. Mi madre dijo... que sabía incluso
antes que mi padre, que este la amaba. Las mujeres saben esas cosas. Tu
género no fue hecho para sutilezas, necesitan ser golpeado en la cabeza y a
veces el amor sólo entra sigilosamente aun cuando todas sus puertas y
ventanas están cerradas a él. —Me mira fijamente y agrego—: Todo el
mundo nace con un amor natural por sus padres.
—Tú sobrepasas ese amor. No hay razón para amar. La honestidad,
la lealtad, esas son cosas que duran.
Me quedo sin palabras, no me hallo segura de si me encuentro más
sorprendida por sus palabras o el tono casual que usó, me hace
comprender que ese sentimiento le es tan completamente natural.
El hecho de que no tenga ninguna confianza en el amor, ningún tipo
de amor, me asombra.
Dejo caer mi rostro un poco para ocultar la emoción tierna que me
hallo segura que va a ser capaz de ver reflejada en mis ojos. Mi pecho se
siente repentinamente hinchado con eso.
Pero tenemos tantas cosas en común, Saint y yo. Amamos trabajar.
Trabajamos duro, echándole un poco de diversión, pero no mucho más.
Los dos somos orgullosos, quizá cerrados. Yo también pensaba que no
creía en el amor, no en el amor romántico como Wynn lo hace. Entonces,
¿por qué de repente siento como si estuviese cambiando de opinión?
Termino de vestirme, incapaz de mirarlo de nuevo.

207
***

Después del comentario "la honestidad y la lealtad" he estado


tranquila, muy atenta ya que, naturalmente, me cuestiono qué demonios
hago con él ahora mismo. ¿Qué creo que va a salir de este asunto?
No pensaba, supongo. Sólo deseaba. Deseaba, me obsesionaba, y
tenía que tenerlo, como una joven y temeraria chiquilla. Como una
chiquilla que él saca a relucir, alguien que nunca había sido hasta ahora.
Soy muy consciente de sus efectos sobre esta chica mientras me lleva a
casa.
Debería sentirme saciada, contenta, y feliz ahora. En vez de eso no
quiero decir adiós, y cuando le dice a Otis que lo espere mientras me
acompaña, me siento frenética porque no va a quedarse. Porque no soy
honesta y leal, y porque pronto se irá.
—Tengo que trabajar mañana —digo, para darle una fácil salida.
—También tengo que trabajar —dice, pero continua siguiéndome a la
puerta, esperando detrás de mí mientras la abro.
Me estremezco cuando me muerde la parte de atrás de la oreja, su
mano sube por mi brazo desnudo para acariciar el hombro con el que me
burle de él horas atrás cuando me recogió.
—¿Quieres entrar?
—Sí. —Me besa la oreja.
No puedo siquiera explicar la forma en cómo mi corazón se acelera
en mi pecho, poniéndome toda cálida.
Sin querer toparme a Gina así, presiono los dedos en mi boca, meto
el dedo meñique en la suya, y lo empujo a mi cuarto. Cerramos la puerta.
Luce grande y hermoso.
—Siéntate. —Hago señas a la cama, mis hormonas ya saltando a la
fiesta.
Empieza a desabotonarse la camisa mientras yo me pongo mi
camiseta de los Linces. Camino de vuelta a mi cama. Me mira con esa
curva depredadora en sus labios, y por la expresión en su rostro pensarías
que soy la cosa más sexy que ha salido de mi universidad. Me veo tan
normal, mientras Sin luce tan exquisito, su camisa se aprieta en todos los
lugares correctos.
Tranquilamente me subo a horcajadas en su regazo y desabotono el
resto de su camisa mientras mete las manos debajo de mi camisa,
apretando la carne de mi trasero.
—Malcolm, no tengo condones…

208
Me besa lentamente, profundo, saboreándome. —No te preocupes, lo
tengo cubierto.
En menos de un minuto estamos listos, desnudos, y lo estoy
empujando para que se acueste en mi cama, encantada de que me deje
montarlo. Paso las manos hacia su masivo pecho. Lo veo observarme
moverme sobre su cuerpo. Lo tomo en mi cuerpo, y mis pechos se sienten
llenos con necesidad, sensibles por sus dedos mientras los acaricia, alza la
cabeza, los lame y deja las puntas sensibles. Se sienta conmigo, entonces,
viéndonos a los ojos, nos movemos juntos. Me balancea con sus caderas,
haciéndome bajar más duro para encontrarlo. Se viene fuertemente, mi
orgasmo rasga a través de mí al mismo tiempo.
Nuestros alientos se encuentran acelerados. Luce confundido,
sobrecogido, agradecido. Quería romperme, pero casi pude ver una grieta
en su grandes, enormes paredes mientras hacíamos el amor. Porque así
fue como se sintió. Extraños que debieron estar follando y de alguna forma
terminaron dando más y abriéndose más de lo que planearon. Contenta,
descanso contra las duras, cálidas líneas de su cuerpo por un largo
tiempo, sus manos perezosamente hacen un lento camino hasta la línea de
mi columna vertebral.
Me voy por las ramas y susurro. —Me gusta estar así contigo.
—¿Si? —pregunta, su es mirada suave y burlona, tierna.
Asiento.
Palmea su pecho. —Entonces vuelve aquí.
Coloco las manos alrededor de su cuello y me enrollo en su pecho.
Huele a seguridad. A fortaleza. Como su camisa que ahora tengo guardada
en mi armario. Huele a control y poder, y también huele como sexo,
conexión y felicidad para mí. Doy vueltas a estos sentimientos en mi
interior y luego en mi cabeza, pero no voy a escribir estas palabras en mis
tarjetas de nota. Esas solo mías, y a pesar que dejarán mi mente, los
sentimientos detrás de ellas, sé que se quedarán.
Dice—: Espera. —Agarra su teléfono, entonces envía un mensaje—.
¿Está bien si paso la noche aquí?
Sonrío y asiento. —¿Le dijiste a Otis que te quedas?
—Lo hice. ¿Segura que está bien? —Sus ojos centellean—. No
dormiremos mucho si nos quedamos.
—¿Quién necesita dormir contigo en la cama? —Sonrío, entonces
hace chirrear la cama mientras rueda de lado para observar sus mano
acariciarme desde el abdomen hasta arriba. Observo mi propio dedo
arrastrarse hacia su garganta, su mandíbula, y le susurro al oído—:
Ayúdame a mantenerme callada. No quiero que hagamos ruido.

209
Me rueda de espaldas y hunde sus caderas entres mis muslos,
expande las manos sobre mi pecho. Presiona el pulgar entres mis labios y
lo pasa contra mi lengua para que lo succione en lugar de hacer ruido.
Hay tanta necesidad cruda en sus ojos. De repente estoy celosa de pensar
que le haga esto a alguien más. Me siento tan celosa que no puedo estar lo
suficientemente cerca. Un gemido sale de mi boca mientras presiono el
cuerpo hacia arriba. —Acércate. Acércate más y dime lo quieres, dilo sucio
—ruego en su oreja.
—¿Decirte? —dice con voz tranquila—. Voy a mostrártelo.
Observándome, desliza el puño sobre la longitud de su erección
hasta que agarra la base; lento, introduce la cabeza en mi cuerpo. —¿Cuán
sucio? —engatusa, ojos brillan a la luz de la lámpara—. ¿Rachel? —El
deseo en su voz me excita incluso más. —¿Cuán sucio lo quieres? ¿Cuán
duro?
Se desliza, centímetro a centímetro, entres mis piernas, y se detiene
a mitad de camino. Manos cálidas toman la parte trasera de mis rodillas, y
entonces me levanta las piernas sobre sus hombros cuadrados. El
movimiento me abre como una flor, mi vagina queda expuesta. Sus
caderas establecidas en mis muslos, quedan más profundo esta vez, y
entra totalmente, y lo tomo con un largo y erótico gemido, la presión de su
polla entrando en mí me roba la respiración.
Ardiendo con exquisito placer, mi cuerpo palpita por él. Ambos
empezamos a movernos al unisonó, buscando una mayor cercanía.
Mis uñas se hunden en su nuca mientras mis piernas se aflojan, por
lo que me puede doblar y entrar más profundo en mí. Su poderoso cuerpo
se mueve sobre el mío en una ondulación de músculos y una flexión de
caderas y brazos. Dios, la fricción. La fricción conduce sus bolas más
profundo. Cada empuje hace que su cuerpo me estimule el clítoris.
Lentamente, pero con experto control y poderosas embestidas, se mueve
sobre mí. Dentro de mí.
El placer es una exquisita tormenta: mis sentidos se hallan en
sintonía con su aliento, su calor y peso, no quiero que termine.
Me folla duro, cada empuje controlado lleno de poder, sus gruñidos
son una vibración baja en su pecho hasta que no tiene más remedio que
agachar la cabeza y enterrar los roncos sonidos contra mi cabello, y yo en
su garganta. Nos movemos juntos, tratando de acercarnos, y se siente tan
bien, tan correcto, que en vez de disminuir, dejo a mi pequeña y virgen
cama gritar por misericordia.

***

210
Hay algo tan intensamente bueno, una conexión fiera —invisible
pero intima— en despertar para encontrar a un hombre observándote
dormir. No es la primera vez que pesco a Malcolm observándome, pero es
la primera vez que no lo empiezo. La primera vez que abro los ojos,
encuentro su tranquila mirada, y siento una piscina de calor en mi
estómago construirse y construirse mientras lentamente empiezo a
sonreír.
—Hola —digo.
—Hola. —Ahueca mi mejilla, y el roce de su pulgar sobre mis labios
me hace girar la cabeza ante el toque y lo saboreo un poco—. Mmm —digo,
admirando cuán adorable luce recién levantado.
Oficialmente hemos llegado a la digito “cuatro” en el departamento
del sexo, y una parte de mí se pregunta si esto es todo.
Me mira con respeto esta mañana, como si le gustara todos los lados
de mí que le mostré ayer, y no puedo perderme ese destello en sus ojos que
de alguna forma silenciosa me dice, sé que te gusto. Perezosamente, me
pregunta sobre el trabajo, especialmente me pregunta en lo que trabajo. Es
la segunda vez que me ha preguntado, la primera vez fue en el Túnel. Mi
corazón salta un poco, pero se encuentra demasiado relajado después de
toda la noche de sexo para notarlo.
Cambio el tema con un ceño fruncido y una sonrisa. —¿No tienes
trabajo también? ¿Qué haces en la cama conmigo?
—Poniéndome duro.
Me río.
Con una sonrisa torcida, alza la barbilla. —La pasé genial anoche. —
Me besa suavemente, sin lengua, y se siente tan intenso como si me
hubiera besado con lengua.
Cuento hasta diez. Luego gimo en protesta mientras me zafo de su
brazo. —Sé buen chico y espera —le digo—. No quiero que Gina tenga un
ataque al corazón.
Aparto las sabanas, me pongo una bata, y voy a la cocina para hacer
café. Vuelvo a la habitación para lavarme los dientes y el rostro, entonces
me planteo si debo ponerme algo de maquillaje. Miro mi reflejo. Luzco
desnuda… mi piel pálida, mis tristes ojos de panda todos oscuros y
cansados después de anoche. Pero mis iris destellan brillantemente y no
puedo, en serio, evitar que mis labios se curven en las esquinas. Agarro un
lápiz labial y una brocha, pero entonces me detengo. No es como si esto
fuera a ir a algún lado, ¿no? no es como si quisiera que se enamore de mí,
fue solo un acostón. Por lo que me fuerzo a bajar la brocha y dejar el labial
a su lugar. Sacudiendo la cabeza para mí misma, no me molesto en

211
arreglarme cuando salgo para comprobar el café y entonces regreso a mi
cuarto con una taza para cada uno en las manos.
En una forma verdaderamente masculina, Sin se halla acostado en
la cama, completamente inútil y claramente agotado por follar a esta
señorita. El edredón se encuentra en sus tobillos, cada centímetro de su
cuerpo se encuentra desnudo, un musculoso brazo detrás de su cabeza, el
otro extendido debajo de la almohada donde yo estaba. Santo Dios, es
glorioso. Quiero catalogar cada detalle de él; sé que Gina querrá oír todo
sobre ello… también Wynn… pero se halla en mi cama, y no quiero
siquiera compartir los detalles sobre cómo luce en ella con mi periodista
interna.
—¿Qué es eso?
Comprobando las cosas que traigo, se sienta, los músculos de sus
brazos se ondulan con el movimiento, y me sonríe. Cuando
automáticamente le devuelvo la sonrisa, me siento vulnerable, real… y
humana. Por qué escojo abrirme a un chico como este, escapa de mi
comprensión. Pero siento que mis paredes aún no se hallan erguidas. No
quiero alzarlas aun.
—¿El café, o yo? —Alzo la taza de café y la ceja al mismo tiempo.
Su risa es suave y rasposa mientras arrastra una mano a través de
arrugado cabello, luciendo incluso más guapo mientras chasquea la
lengua y sacude la cabeza. —¿No lo sabes ya?
—¿Cuán goloso eres? Tienes razón, lo sé. Apuesto a que quieres
ambos.
Destella toda una sonrisa traviesa mientras palmea el lado de la
cama, llamándome para que vuelva a su lado.
Avanzo con el café, y cuando toma su taza, me deslizo en la cama
con él. Tomamos café en silencio.
Antes de terminar con el mío, toma mi taza y la coloca en la mesa de
noche a su lado. En un suave, fuerte movimiento, me presiona en la cama
y caigo de espaldas, sin aliento mientras se sostiene encima de mí, con los
brazos largos y tensos. Me saca los mullidos calcetines. Sus dedos rozan
mis empeines, y no puedo reprimir una risita ahogada. —¿Tienes
cosquillas en los pies, Rachel? —Se divierte. Me encanta cómo dice Ray-
chel.
Asiento, cada vez más y más sin aliento.
Presiona sus labios en los míos, duro, sin forzarme a abrirlos, solo
suaves, cálidos, exigiendo que los míos se presionen. Me siento rendir; y
me encanta la forma en que suaviza el beso el momento en que siente mi
resistencia desaparecer. Y amo lo que hace ahora, le da un poco de amor
al lóbulo de mi oreja, lamiendo, tirando y besando mi lóbulo, con su cálido

212
aliento en mi oreja. —Eres una devoradora de hombres, Rachel. Sin
embargo, me siento decepcionado porque no hayamos roto la cama.
Se para, y es hermoso, viril y comestible mientras se viste. —¿Qué
tal te viene el sábado? —pregunta.
—¿Disculpa?
—¿Te tal te viene el sábado?
—Yo, mmm. ¿Para romper mi cama? Podría estar libre el sábado.
Se ríe perezosamente, completamente relajado esta mañana, toda la
tensión del evento de anoche con su padre desapareció por completo. Lo
sacó totalmente de su interior. —¿Te recojo al mediodía? Usa algo cómodo.
—Espera. ¿Qué? ¿A dónde vamos?
—Ya verás.
Tengo mariposas en el estómago. Seguido de sogas anudadas,
recordándome que no puedo sentirme así. Ya no soy una chiquilla, no soy
libre de enamorarme de un chico como este. No de este chico. No podría
haber elegido un peor momento, una circunstancia peor, o un hombre más
difícil de alcanzar para enamorarme. —Sin, no, me acabo de acordar que
no puedo. Simplemente no puedo.
Me estudia; entonces asiente tranquilamente. —Te llamaré,
entonces.
—Estaré ocupada toda la semana —miento.
Necesito espacio entre ambos, tengo que volver a la rutina de
trabajo. Se detiene junto a la puerta y ya lo extraño, la distancia entre mi
cuerpo y el suyo de repente es demasiado. Dios, ¿qué pasa conmigo?
Un minuto después se marcha a su oficina, supongo, y cuando me
parece que no puedo trabajar, saco el teléfono del toma corriente, lo
enciendo, y como una adicta ya preocupada por cuando conseguirá su
próxima dosis….
Por otra parte, acabo de mover algunas cosas. Sábado me viene genial.
Me paro en la ducha, luego compruebo su mensaje cuando salgo y
me envuelvo en una toalla.
Bueno.
Oh, típico. ¡Es tan limitado con las palabras! Rápidamente envuelvo
una toalla sobre mi cabello húmedo y respondo:
Sabes, me gustan las palabras. Puedes usar un par más.
Buena chica.
Jajaja De acuerdo.

213
Lo pasé genial.
Yo igual. Ya te extraño.
Oh, no. ¿Dije eso? Me tenso por ello. Entonces, antes que pueda
contestar o sentirse obligado a decir algo como eso, le escribo rápidamente:
Bien, debo volver al trabajo. Besos.
Coloco el teléfono a un lado y tomo mi bloc de notas, tratando de
escribir algo, pero me encuentro garabateando su nombre.

Malcolm Saint

214
23
Estado
Traducido por Kells & *~ Vero ~*
Corregido por Eli Mirced

Cambió su estado.
En serio cambió su estado en Interface, Facebook, y en todas las
redes sociales.
Siento que debería haber una alerta, algo como en un terremoto. Si
mi acoso me ha dicho una cosa, es que Saint nunca había hecho esto
antes. Dice, en una relación. Y considerando que la mía aún dice soltera,
me pregunto si Malcolm habla de mí.
Es el fin de semana después de dormir juntos, sábado, para ser
exactos, cuando le envío un mensaje a Gina. ¿LO VISTE?
No me responde. Así que le llamo.
—¿Lo viste?
—Mmmm.
—¿Dónde estás? —demando.
—Rachel, estoy durmiendo. Al lado.
—¿Te encuentras sola?
—Claro que me encuentro sola —dice.
—Voy para allá.
Abro mi portátil y cruzo el departamento hacia su habitación, me
acerco rápidamente, salto a su cama, y se lo muestro. Lo lee, frunciendo el
ceño como si no pudiera entender cuál es la emergencia, entonces su boca
se abre.

215
—Guau.
—Vamos, es más que solo guau.
—Doble guau.
Me mira, frunciendo el ceño sombríamente. —¡Guau! —explota—.
Este es todo un nuevo nivel de juego, es… tan parecido a Paul. —Frunce el
ceño, se halla agitada y enojada. Normalmente concordaría con ella. Este
es un movimiento estúpido. Pero no sabe los detalles, que Sin también es
un ser humano. Que, increíblemente, no ha sido aceptado por sus padres.
Ella no ve las cosas a través de mis ojos, la manera en que él tiene
esa sonrisa realmente, realmente, genuina y una totalmente diferente
cuando lo divierto.
—¿No estás indignada? —explota Gina.
—Yo… bueno. Yo…
—Rachel. Rache. No me vengas con lo de Wynn.
—Wynn es adorable. Siempre obtiene a los chicos. ¿Sabes por qué?
Porque cree que los mereces, y puede que sea posible. —Saco mi teléfono,
mi corazón hace cosas. Excitantes, cosas extrañas—. Le enviaré un
mensaje.
—¿Qué le dirás? Ha de estar en la cama con la chica con la que tiene
una relación.
—Entonces lo voy a llamar.
Oprimo llamar y espero que responda con su usual y cortante hola.
—Así quiero salir contigo esta noche. Pero como vi que estás en una
relación, quiero verificar si aún te encuentras disponible.
Se ríe.
Dios, su risa.
Mariposas.
—¿Dónde estás?
—Jugando golf con los chicos.
—¿Cuándo cambiaste tu estado?
—¿Qué?
—De Facebook.
—Yo no lo cambié. Una de mis asistentes debió hacerlo.
—Ah.
Se ríe y me siento como una idiota.

216
—¿Estás decepcionada, Rachel?
—No, no esperaba monogamia de tu parte. —Supongo que lo pruebo
con ese comentario. Estoy haciendo cosas de chicas, necesitando que lo
confirme, necesitando escuchar que defina que va a pasar con nosotros.
No me da mucho, pero dice—: Yo sí. De tu parte.
—¿Qué? ¿Crees que puedo estar con otro chico al mismo tiempo que
estoy contigo? —le pregunto.
Oh, mi corazón.
—Tahoe está tonteando con el carrito de golf… te llamaré luego.
—Maldito Tahoe —murmuro para mí mientras cuelgo.
—Tahoe. Juro que necesita algo que hacer —dice Gina.
—Como tú. Solo digo.
—Nunca.
—Es el producto de cada una de tus fantasías.
—Es un animal.
—Cree que eres suculenta.
—¿Qué?
—Sí, me pregunto tu nombre. “La suculenta de tu amiga”
—No lo hizo. ¡Hijo de puta!
Me siento allí, observando malhumoradamente mi estado de
“soltera”.
Gina se sienta allí, perpleja porque Tahoe cree que es suculenta.
Ella se recompone primero. —Me siento mal por ti, pero te metiste en
esto con los ojos y, aparentemente, las piernas abiertas, Rachel.
Ruedo los hombros para poder enfrentarla. —Gina, simplemente
tener sentimientos por él me hace sentir como si nos estuviera
traicionando a ti y a mí. Dijimos que no haríamos esto.
—Y ahora tienes que tomar una decisión, Rachel: el trabajo o el
hombre.
—¡No hay opción! Si lo escojo, volará lejos como un halcón salvaje
antes de que siquiera pueda atraparlo.
Sonríe. —Entonces reza porque termine pronto.
—Duele rezar por algo que no quieres.
—Entonces termínalo tú. Olvídalo y termínalo.
Suspiro.

217
—Rache, ¿En serio dijo eso?
—¿Tahoe?
—No, su polla. Claro que Tahoe. Bueno, Tahoe y su polla.
—Sí, pero no lo quiero cerca de ti.
Frunce el ceño. —Espero que se mantenga lejos de mí el próximo
mes… es el aniversario de cuando Paul se deshizo de mí, y siempre me
siento particularmente vulnerable.
Gimo y caigo sobre la cama, frotándome el rostro. —¡Gina! ¿Qué nos
pasó?
—Hombres, raza humana. Mujeriegos.
Suspiro.
—Tú y Saint. —Me estudia dudosa—. ¿Alguna vez te preguntaste si
podrían tener una relación épica?
—Querrás decir un desastre épico.
—No, quiero decir —se encoge de hombros—, es excitante, y podrías
atraparlo. Sería una relación épica si él no lo arruinara… o a ti.
—¿Eso es para ti? Estoy impresionada Gina.
—Solo pregunto. Tienes que haberte preguntado. Ya sabes. Como
una fantasía sexual; pero sin sexo.
—Lo hago —admito—. Me pregunto si podría ser parte de su vida, no
solamente de su cama. Sé que fui yo la que estableció la relación de esa
manera… sin esperar ser parte del escrutinio público. Pero también sabía
en el fondo que no funcionaría. No puede ser tomado, G. —Sacudo la
cabeza—. Saint nunca será tomado. —E incluso si pudiera ser, un
escenario de cómo sería viene a mi mente—. Además, viviría temiendo de
cualquier otra mujer soltera por ahí y de la naturaleza de Malcolm para
arruinarlo solo porque puede.
—Entonces solamente disfruta, Rache —suspira y me acaricia la
cima de la cabeza, diciendo exageradamente—: Tienes mi bendición, chica.
—¿En verdad lo dices en serio, Gina?
Sonríe. —Desearía que no lo hicieras, pero estás muy metida.
Además, si digo que no, seguirás haciéndolo a mis espaldas. Y por favor,
eso no. Soy tu amiga, para eso se supone que estoy.
—Gracias. —Dios, es como si un enorme peso fuera retirado de mis
hombros. Es una tortura estar en una montaña rusa, incapaz de gritar, y
así es exactamente cómo se siente embotellar la experiencia que has
tenido.
Miro en blanco hacia el techo, y entonces sonrío porque…

218
Bueno. Su asistente cambio su estado en Facebook. ¿Cathy, tal vez?
Oh, cómo desearía tomar un café con Cathy y enterarme de todo.
Todo.
Tomo mi teléfono y le envió un mensaje:
Mis manos estarían muy ocupadas si estuvieras a mi lado en este
momento.
Mi madre responde.
Hola cariño. ¿Qué quieres decir?
Le envió un mensaje a Sin:
OPD, le envíe un mensaje sucio a mi madre.
Luego a mi madre:
Sí, mamá, me encantaría masajear tu cuello. He aprendido nuevas
técnicas.
Sin me responde:
Envíamelo.
Yo:
¡SIN! Eso mató por completo mi humor. Solo tienes que preguntarte que
decía ;)

***

Al día siguiente, me siento cansada por ir de excursión con él.


También me quedé a dormir en su casa. Levantando el brazo, hago el
inventario.
Cada cincelado rasgo de su bronceado rostro. ME GUSTA.
Su perversa boca. ME GUSTA.
Sus hermosas y pequeñas tetillas marrones. ME GUSTAN.
Oh, Dios, me GUSTA demasiado.
Suspirando, me deslizo de nuevo en sus brazos. Me GUSTA
demasiado, esto también.

***

Me recoge en el Rolls dos días después. Otis me abre la puerta y


Saint se halla allí sentado, de regreso de alguna conferencia muy

219
importante en Nueva York. Es la personificación de un dios sexy y cabello
dorado en traje.
PECADO, EN UN TRAJE.
Me muevo en el asiento y lentamente me deslizo al suelo del auto,
avanzando entre sus duros muslos, sonriéndole cuando deja de hablar por
teléfono. Porque sí, está hablando por teléfono. Haciendo negocios. ¿Cuán
extraño? Ja ja.
Froto la mandíbula en su muslo y deslizo las manos hacia su duro
musculo. —Sí, Charles —continúa. El misterio en su mirada mientras me
mira me llama. Sonriendo con la travesura, froto la mejilla en su otro
muslo, luego los labios, entonces acaricio con la nariz hacia arriba, hasta
que mi boca y mandíbula se frotan contra su erección. Se halla duro como
una roca bajo mis labios mientras suavemente los pasó sobre la fina tela,
el engrosamiento de su voz me emociona—. La venta corta…. —lo escucho
decir, y al levantar la mirada para verificar si le gusta lo que hago, sus ojos
brillan hacia mí como vidriosas rocas volcánicas.
El sonido de mi respiración hace eco en el silencio mientras Saint le
permite a este chico, Charles, hablar, entonces bajo el cierre. Bajo
lentamente el cierre de Saint, luego abro el cinturón, sin quitar la mirada
de su rostro. Su hermoso rostro. Sus parpados parecen pesados mientras
observa cada movimiento, y su mirada es caliente y tierna mientras lo
saco. Es todo carne suave como terciopelo, todo él, duro y grueso. Tan
fuerte. Tan vital. Tan listo.
Lo lamo, de la base a la punta. Rodeo su pene con la boca, mi lengua
vaga, presiona, degusta mientras paso los labios por la cabeza. Sabe
exquisito. Su pene fue hecho para lamer y follar, y en este momento nada
podría convencerme de que no fue hecho para mí.
Sus dedos se deslizan por mi cabello mientras su pene se hace
incluso más grueso y largo entre mis labios.
Succiono fuertemente, la cabeza de su pene masajea mi garganta.
—Eso suena grandioso —dice en voz baja en el teléfono. Mientras
habla, lleva mi cabello hacia atrás de mis hombros. Quiere verme el rostro,
me doy cuenta.
Quiere ver el mío, y yo realmente quiero ver el suyo.
Prolongando nuestro contacto visual, continúo saboreándolo,
perdiéndome en el momento, y aprieta la mano en mi cabello. Me vuelco en
eso. Quiero que esta mamada sea la más memorable, así como yo amo
repetir mentalmente las veces que me ha dado sexo oral.
Es enorme, carne rosa esforzándose por estar dentro de mí, por ser
complacida. Y en este momento solo tengo un objetivo: hacer que Saint se

220
venga dentro de mí. Es hermoso, controlado, poderoso, y quiero que se
venga en mi boca.
Mi sexo palpita, escucho su voz mientras le dice a Charles que lo
mantenga informado; entonces cuelga y tira el teléfono a un lado.
—Rachel —dice con completa aprobación, ahuecándome el rostro
con ambas manos, sonriéndome con puro calor. Pasa los pulgares sobre
mis mejillas mientras hala mi rostro y lo inclina para besarme—. ¿Te
gusta? —pregunta.
Asiento. Acariciándole los muslos, yendo hacia sus abdominales,
susurro—: Quiero probarte… —Me pone más que feliz cuando pone las
manos a los lados y me deja volver hacia él.
Paso los dedos por la longitud de su eje y beso la humedad de la
punta, mi cuerpo es un solo nervio palpitante mientras saboreo el cambio
de su respiración, una de sus manos se extiende y desliza los dedos por mi
cabello, las palabras que me susurra mientras empieza a empujar y a
perder el control. Eso es, Rachel… Dios, eso es… ¿Te gusta…?
Ni siquiera me doy cuenta cuando mis propias manos empiezan a
actuar salvajemente, acariciando su pecho, arañándolo, subiendo hacia su
cuello, a su nuca, mientras trato de acercarme más para intensificar la
mamada, para darle el tipo de placer que me da.
Mientras succiono con más vigor, susurra, con voz cruda y baja—:
Quiero venirme contigo, Rachel. —Y me levanta con sus manos en mi
rostro, entonces me urge a sentarme en el asiento del auto mientras
empiezo a bajarme los pantalones en velocidad record. Me los saca de las
piernas, entonces sus labios hambrientos hacen un camino de mordiscos
por mi estómago hacia mi pecho mientras empuja la blusa hacia arriba y
me baja el sostén, liberando mis pezones. Un suave gemido me abandona
mientras arqueo el cuerpo, ofreciéndole todo lo que tengo y más.
—Oh, sí —gimo, paso las uñas por su espalda, deseando sentir su
piel en la mía.
Reclama mis labios. No me hallo segura si podremos lidiar con esto,
con cómo nos sentimos. No. Quizá solo yo me siento de esta manera, pero
él también siente algo por mí, puedo sentirlo en sus manos, en su mirada.
Así que esto es lo que hacemos. Me mordisquea los labios, urgiendo a mis
piernas a abrirse con sus palmas. Detengo mi respiración cuando baja la
cabeza. Me prueba. Con firmes trazos de su lengua.
Me convierte en un desastre burbujeante, torturándome,
empujándome al borde del orgasmo y luego… me hace esperar mientras
desgarra un paquete de condones y lo enfunda en su gloriosa polla.
Me cubre con su cuerpo, y al segundo estamos unidos, gruñendo de
alivio. Su tortura no termina allí. Va profundo y despacio, forzándome a

221
saborear cada pulsante y delicioso centímetro de cada lenta y perfecta
penetración. No puedo quedarme quieta. No puedo retener la feroz
sensación de algo construyéndose dentro de mí, esforzándose por
liberarse. Mi boca succiona sus hermosos labios, su oreja, su cuello, su
barbilla raspa bajo mis labios.
Tengo miedo de sopesar qué es esto. Tengo miedo de que me lastime.
Tengo miedo de lastimarlo. Trago un silencioso sollozo mientras me
empiezo a venir, sacudiéndome y temblando por tanto placer y silencioso
dolor interno.
Se me nublan los ojos. Escucho su fuerte gruñido cuando se viene,
siento las largas y profundas pulsaciones de su cuerpo viniendo sobre el
mío, y aprovecho para aclararme los ojos y besarlo en cada parte que
puedo.

***

Saint me invita a cenar a un lugar elegante, de primera categoría,


difícil de conseguir reserva, pero le digo que no quiero una multitud. Así
que hace algo que no espero; nos mete en Muelle de la Armada después de
horas. Recorremos el largo camino silencioso que usualmente es
bullicioso; esta noche está calmado y vacío, excepto por nosotros. A un
lado se encuentran las tiendas, juegos, pequeños negocios, y al otro lado,
el muelle.
—¿Cómo pudiste hacer esto?
—Otis conoce a uno de los guardias nocturnos —se ríe.
—Entremos a uno de esos. —Apunto hacia una rueda de la fortuna,
y entramos a uno con asientos vacíos, protegido por el viento mientras me
pregunta si alguna vez vine cuando era pequeña.
—Algunas veces, con mi madre —digo—. ¿Y tú?
—Mi madre no podría ser atrapada aquí ni muerta.
—Pero aquí estás. Te ves hermoso tanto con esos vaqueros como en
traje. —Toco los botones de su camisa blanca—. Amo estas camisas tuyas.
A veces quisiera ver mi labial en una, solo porque sí.
Se ríe, el sonido es lleno y rico. Traviesa, me inclino y presiono la
boca en su cuello. Su sonrisa desaparece. —Tienes una vena rebelde en ti,
Rachel. —Sus ojos me admiran, llenándome de calor.
—Tú la sacaste… —acuso, riéndome mientras retrocedo, y juro que
luce mucho más poderoso, más inalcanzable, y más guapo con mi labial
en su camisa. Solo un poco mío.

222
***

Me pide que lo visite en su oficina, provocándome por teléfono


diciéndome que tenía un momento libre. ¿Quiero hablar sobre Interface?
pregunta.
¿Por qué? Sí, digo.
Llego a la hora que indica, y se halla allí, de pie, llevándome a
dentro, con la camisa hasta los codos; como si hubiera estado hasta las
rodillas de trabajo, con el cabello desordenado. Su voz suena cansada
mientras pide a Cathy que nos deje, entonces me pregunta—: ¿Cómo te
encuentras, Rachel?
—Ahora bien —susurro, y empezamos a besarnos, los papeles en su
escritorio son empujados a un lado por uno de sus brazos mientras me
apoya ahí como si fuera su asunto más urgente, y se fuese a ocupar de
ello.

***

Le envío un mensaje en la tarde, preguntándole qué va a hacer esta


noche. Justo en ese momento, aparece dentro de Edge, para sorpresa de
todos. Mis ojos se abren, me hallo segura de que mi estómago simplemente
voló a mi garganta, y echo un vistazo a ver si Helen lo ha visto. Se
encuentra pálida y a la vez ruborizada. Me apresuro a preguntarle. —
Helen, ¿puedo...?
—¡Ve!
Tomo mi bolso y salgo de mi cubículo. —Oye —digo.
Me sonríe, sobre todo a mi bolso. —Espero que esto signifique que
vienes conmigo —dice, con los ojos brillantes, toda la oficina se derrite
junto conmigo. Incluso Valentine.
—¡Adiós, Rachel! —dice emocionado.
—Adiós, Valentine —digo, deslizando el brazo entre la curva del
brazo de Malcolm.
—¿Amigo? —pregunta Malcolm sobre Valentine. Evaluándolo. La
chiquilla dentro de mí se estremece mientras me pregunto si se encuentra
celoso.
Asiento. —Un fan tuyo —susurro.
Levanta una ceja. —¿No es heterosexual?

223
—No del todo. Más como bi.
Se echa a reír, un sonido que es rico y hace que mis rodillas se
pongan débiles, le agarro el rostro y lo beso en el ascensor, poniendo esa
risa dentro de mí. —Me gusta oírte reír —susurro.
No dice nada, pero me siento muy querida cuando me mira, con los
labios sonriendo, pero con los ojos calientes y llenos de admiración.

***

Miro a la pantalla de mi computadora.


Cada enlace sobre Saint al que le hago clic habla de que tiene una
posible relación CONMIGO.
La especulación es feroz.
De alguna manera, la gente se halla más interesada en preguntarse
si tiene o no una relación de lo que alguna vez lo estuvieron por si era un
mujeriego.
Su cuenta de Twitter se encuentra llena de preguntas sobre su
novia.
Me estoy estresando por ello, preguntándome en lo que me he
metido, hasta que veo un nuevo tuit de Tahoe aparecer en mi inicio.
De hecho, el tipo me etiquetó.
Voy a salir esta noche c/mis chicos a menos que la novia de
@MalcolmSaint @RachelLiv se niegue.
Mieeeerda.
Una docena de respuestas le siguen en los próximos segundos:
Le doy una semana.
Saint no podría ser monógamo incluso si quisiera, necesita variedad.
¡Ella no es lo suficientemente bonita!
¿Es esto real? Creí que era una especie de truco publicitario. ¿Saint
realmente tiene novia?
Horas más tarde, veo que Tahoe borró el tuit, y apostaría mi vida a
que Malcolm lo obligó.

***

Más tarde esa semana, Saint me invita a salir.

224
—No puedo, tus redes sociales ya se encuentran en llamas sobre
nosotros.
Termina llevándome a El Juguete, y vamos al lago por la tarde.
Se pasa toda la primera hora haciendo negocios. —¿Cuántas horas
puedes estar al teléfono, con quién hablas? —Desde mi tumbona, intento
tomar su teléfono, y lo sostiene por encima de su cabeza, fuera de mi
alcance.
—¿Ves a la rubia en ese otro yate? —Señalo, distrayéndolo.
Lleva lentes de sol, así que no puedo ver lo que mira, pero mantiene
el teléfono en la mano y se inclina hacia atrás casualmente sobre un brazo
doblado. El sol realmente ama a este hombre. Se encuentra bronceado,
con el cabello brillante, mi propio reflejo en un bikini azul me devuelve la
mirada en sus lentes de espejo. No se molestó en dar la vuelta para buscar
a las chicas en el otro yate cercano. —Veo a la que se encuentra delante de
mí —murmura con voz ronca.
—Las rubias son tu tipo, ¿no? —La señalo de nuevo, se halla en la
cubierta superior del otro yate, con un bikini azul marino y blanco a rayas,
sin duda mirándonos—. Mírala. Bella. Justo tu tipo.
Lanza su teléfono bajo la tumbona. —No tengo un tipo, no
realmente.
—¿Soy tu tipo?
—Eres la primera de ese tipo.
Me río. —Tú eres el primero de tu tipo. Por desgracia, no creo que
haya otro que se parezca a ti. —Miro a las chicas de nuevo—. La otra es
hermosa también. ¡Malcolm! ¡Míralas!
Se sienta ahora, bajando los codos sobre sus rodillas mientras se
acerca más a mí, la línea de su boca se curva un poco. —Las cosas que me
solían gustar en una mujer han perdido parte de su encanto.
—¿Por qué?
Le quito los lentes. Sus ojos brillan bajo el sol y chispean con
secretos, y mi estómago se hunde y mi respiración desaparece cuando se
encuentran con los míos. —Las miro y veo un defecto evidente en todas —
dice seriamente, chasquea la lengua y niega con la cabeza, su piel dorada
reluce bajo el sol—. Una lástima, de verdad.
—¿Qué?
—No son la rubia que quiero.
Lo miro fijamente.
El nudo es tan apretado como siempre.

225
—No son tú, Rachel —especifica.
Se inclina hacia adelante para tomar mi barbilla, obligándome a
mirarlo.
—Ahora, ¿por qué quieres que las mire? ¿Te gustan las chicas?
Me echo a reír y empujo su mano. —Malcolm —lo reprendo.
—¿Te gustan? —se ríe, tomando mi barbilla de nuevo, bromeando.
—¡No! ¡Nunca compartiría a mi hombre!
Con una risa baja, se inclina hacia atrás en su tumbona, tomando
los lentes de sol de mi mano y probándolos en mi rostro. Me río y poso; se
ríe y me pone la piel de gallina cuando las quita y las envuelve en sus
grandes manos.
—Eso debe sonar terriblemente aburrido para un hombre como tú —
digo—. Eso de que no voy a compartir mi hombre.
—No voy a contestar eso.
—¿Lo de la parte de aburrida?
—La segunda parte.
—¿Serías monógamo por una chica?
—Me gustaría serlo, por mi chica. —Se inclina hacia adelante de
nuevo—. Mira, nunca he tenido una chica que viera como mía. Todas han
sido propiedad pública. —Sonriendo, pone los lentes de sol al lado de su
teléfono bajo la tumbona, entonces me mira con los mismos ojos brillantes
con gruesas pestañas que han estado apareciendo sin parar en mis
sueños—. Pero está esta chica. Mi propiedad privada.
—No sé de quién hablas; pero si tiene un poco de juicio, habría
huido tan rápido como le sea posible. No es sexy ser considerado
propiedad de alguien, Malcolm.
—Ven aquí. Sabes que hablo de ti. —Extiende el brazo y me agarra
por la cintura.
—No, no lo sé, porque dijimos que sólo dormíamos juntos, sólo...
Me retuerzo un poco mientras me atrae hacia su regazo. —¿Por qué
luchas contra mí respecto a esto? —Sonríe y frunce el ceño, las dos cosas
al mismo tiempo, entonces me sienta en su regazo y se queda mirándome
fijamente, muy serio—. Soy bueno en eso de una sola noche —dice—. Soy
excelente en andar por ahí con mujeres. Nací para follar con todas. Si
alguien puede decir la diferencia entre sólo coger y algo real, soy yo.
Oh, Dios. Me estoy derritiendo.
Extiendo las manos a los lados de su mandíbula. —Fuiste hecho
para grandes cosas. Todo el mundo puede ver eso.

226
—Quieres estar conmigo —murmura—. Veo la forma en que te
sonrojas, te escucho dejar de respirar, y me gusta ser la causa de ambos.
—Me mira con seriedad, y estoy asustada. Muy asustada, tiemblo en sus
brazos, en su regazo.
—No soy tu chica, Saint. Probablemente soy la única chica que
conoces que no quiere ser tu novia. Creo que sufres del síndrome de
“querer lo que no puedes tener”.
Me mira, sus ojos sin tiernos, como si entendiera la batalla en mi
interior. Como si ya hubiera estado allí o supiera instintivamente que voy a
perder, pero aun así no tendrá piedad de mí. —No lo creo, Rachel. Te tengo
justo donde quiero.
—En tu gran yate. —Ruedo los ojos.
—Nah. A mi lado. —El comentario hace que mi estómago se hunda y
la parte posterior de mis orejas se caliente.
—Bromeas.
—Te sonrojas.
—Es el bronceado. Estoy bronceándome en este momento. Ya sabes.
En tu gran yate. Has perdido la capacidad de hacerme sentir tímida. Ya no
me sonrojo.
Abre la parte superior de mi bikini, y grito—: ¡Malcolm!
—No es el bronceado —dice, con su mirada caliente en mis pechos
mientras me apresuro para atar la parte de arriba de nuevo—. Te estás
sonrojando toda, cada centímetro —dice con aprobación.
Antes de darme cuenta, estamos besándonos, caliente y
perezosamente, por lo que se siente como un minuto y una hora. Estamos
tan calientes en el momento en que separamos nuestros labios, que me
hallo segura de que tratará de seguir esto en el dormitorio, pero tiene una
cena, y tenemos que ir a los muelles antes de que podamos hacerlo.
—¿Segura de que no quieres venir? —Me despeina cuando camina
por mi lado.
—¿Y ser el festín de todos esos reporteros? No, gracias —murmuro,
echándole un vistazo mientras cubre ese cuerpo de dios con sexy ropa de
negocios.
Se sube la cremallera de los pantalones, luego comienza a
abotonarse con dedos ágiles y rápidos. —¿Te molesta que estén detrás de
ti?
Me encojo de hombros mientras me obligo a ponerme los ajustados
vaqueros. —¿Cómo vives con ello?

227
—No tengo elección. —Me mira, observándome a mí y a mis
pantalones batallar—. Es algo nuevo para ellos, porque eres nueva para
mí. ¿Te incomoda, Rachel?
—Un poco. No los pantalones, esos idiotas que andan detrás de ti y,
ahora, de mí.
Se ríe deliciosamente, luego sacude la cabeza y se pasa los dedos por
el cabello. —Entonces me encargaré de ello.
—No, se desvanecerá junto con tu interés —digo a sus espaldas.
—No sucederá en corto plazo —afirma rotundamente, fuera de la
habitación ya.

***

En la noche tengo varios mensajes de Helen.


Rachel necesito algo esta semana.
Llámame cuando puedas.
Espero que todo esté yendo bien
Y tengo el peor caso de bloqueo de escritor. Tengo un ladrillo en la
cabeza en lugar de cerebro, y se encuentra absolutamente silencioso. Me
quedo mirando la pantalla, incapaz de escribir ni una sola frase. Nada.
Abro el cajón de tarjetas de nota y anotaciones, y luego vuelvo a mi lista de
enlaces.
Todavía nada.
Me siento tan inquieta, no puedo escribir, y mi fecha límite se ve
como si tuviera un letrero de CALLEJÓN SIN SALIDA delante. Pensé que
las cosas se habrían enfriado con Saint para ahora, pero en su lugar...
¿dónde van?
Para distraerme, me pongo a buscar nuevos enlaces cuando veo un
artículo en línea.

Un Tigre No Puede Cambiar Sus Rayas — Saint vuelve a sus viejas


usanzas después de rumoreado rompimiento con posible novia

Y veo una imagen de Sin, en un traje, con el cartel del evento detrás.
El cartel del evento de hoy, para ser exactos. Y una hermosa rubia que
luce como yo, a su lado, mirándolo con adoración.

228
Mi rostro simplemente palidece, y mi estómago duele. Levanto el
dedo hacia su rostro. Luce tan distante y remoto. No puedo creer que este
sea el mismo hombre que estaba bromeando conmigo hace sólo horas.
Me siento ahí y la veo con el brazo agarrado al de él, luce hermoso.
Es el lugar más codiciado en Chicago, ese brazo suyo. ¿Quién no estaría
feliz y orgullosa de estar al lado de Saint?
Tú, porque ese no es tu lugar; tu lugar se halla en Edge, en tu propia
vida segura, no en el torbellino de su locura. Cerrando de golpe la portátil,
me dirijo a la sala de estar, sin dejar espacio en esta noche para celos o
algo que no sea el bloqueo de escritor. No, gracias. Ponerse posesiva por
un hombre que ha demostrado ser inalcanzable por años no es lo que
necesito ahora.
Lo que necesito es dejar que mi cerebro descanse para que mi musa
pueda volver.
Lo que también necesito ahora mismo es empezar a centrarme en mi
proyecto, no en el sexo y en Sin.
—¿Qué ves? —Voy a sentarme al lado de Gina.
—Moulin Rouge —dice, sollozando.
—Oh, ¡no puedo ver Moulin Rouge ahora mismo! —Golpeo el puño en
el asiento debajo de mí; toda la ira que siento burbujea con esa frase, y
termino yéndome a mi habitación con la canción "Come What May"
siguiéndome.
Me hundo en la cama con mi teléfono en la mano, mirando fijamente
su nombre. No le envíes un mensaje, Rachel. Se encuentra con otra chica,
el perfecto escape para que puedas dejar de verlo y volver directamente al
trabajo.
Me acuesto un poco después de la medianoche y luego veo:
SIN
¿Puedo ir?
Frunzo el ceño. No respondo, pero me quedo con el teléfono en la
mano, incapaz de alejarlo.
Vibra.
SIN parpadea en la pantalla.
Mi corazón salta mientras me siento, inhalo, luego respondo con
tanta naturalidad como puedo. —Oye, pensaba que tenías algo esta noche.
—Para ti, lo tengo —gruñe en voz baja, ronca por la lujuria—.
¿Puedo ir?
QUIEROOOOOOOO.

229
Lo quiero, lo quiero. LO QUIERO A ÉL. Sólo su voz en el teléfono
corre por mis venas como una inyección de excitación. —Estoy durmiendo.
—Suertuda.
—¿Tuviste un buen rato esta noche? —pregunto.
¿Ella va a ser tu favorita ahora?
—Estuvo bien.
—Oh.
—Puse fin a los rumores acerca de nosotros. La prensa debería estar
fuera de tu espalda por un tiempo.
—Oh. —Una encantadora revolotea a través de mí. ¿Es por eso que
estaba con ella?—. Gracias, supongo.
—Tal vez ahora vayas conmigo alguna vez a uno de estos eventos,
Rachel.
—No puedo —digo, mi cama chilla mientras me muevo de lado y me
siento más cómoda—. ¿Pero qué hiciste esta noche? Dime lo que me perdí.
—Subo el cobertor sobre mí, esperando que su voz me calme como lo hace.
—Lo mismo de siempre. Lo más interesante de la noche fue
encontrar a uno de mis empleados. Un hombre que estaba en coma,
despertó capaz de hablar varios idiomas.
Me río. —¡Eso es increíble! Me encanta oír hablar cosas tan
inexplicablemente fascinantes.
—Pensé que lo ibas a encontrar interesante —dice con placer.
Escucho el sonido de la puerta de un auto. ¿Acaba de llegar a su casa
justo ahora?
—¿Cuáles? Idiomas, quiero decir.
—Alemán, francés y ruso. —Hay silencio. Luego... ¿el sonido del
ascensor?—. Mira, Rachel —un tono burlón aparece en su voz—, lo
habrías disfrutado. Me habría ocupado de ti esta noche.
—Oh, me hallo segura de que lo habrías hecho. Además, tengo algo
por otros idiomas. Un hombre que habla alemán, uf.
—Te puedo hablar alemán al oído esta noche.
Me río, luego me pongo seria. Oigo pasos, luego la puerta. Me lo
imagino en su habitación, deseo estar allí con cada centímetro de mí. —No,
realmente no podemos —suspiro.
Oigo un crujido.
¿Acaba de saltar en la cama?
—Podemos, es sólo que tienes miedo —murmura.

230
—¿No lo tienes tú? ¿Miedo? ¿Preocupación?
—No me siento preocupado, me encuentro fascinado por esto. Por
nosotros.
Siento toda mi timidez regresar. Saint es tan perspicaz.
¿Siente esta atracción tan fuerte como yo lo hago?
Cuando lo escucho de nuevo, su voz me sorprende con ese timbre
profundo, casi tranquilizador, su tono de voz es tan espeso como el jarabe.
—Teniendo en cuenta que nunca me esperaba tener una adicción como tú,
y mucho menos que dure toda la semana, no voy a dejar pasar esto,
Rachel —susurra.
Ardiendo desde la punta de la cabeza a la punta de los pies, me
quedo mirando el techo, cálida y temerosa, sin saber qué decir y a dónde
iríamos si admitiera cuando me gusta realmente. Todavía lo siento en mi
cuerpo. Aun lo siento dentro de mí. En lugares que no puedes tatuar. En
lugares en los que nadie jamás se ha aventurado.
—Un desafío, entonces —digo—. Soy un desafío.
—Tal vez —dice, todavía ronco—. El desafío de mi vida.
Río. —Ahora me tomas el pelo.
No se ríe.
Nos quedamos en silencio por un tiempo, es tan silencioso que casi
puedo oír su corazón latiendo a través del teléfono. Su respiración lenta. —
Buenas noches, Saint.
—Malcolm —corrige en voz baja.
—Malcolm.
Se ríe y luego, por fin dice—: Buenas noches, Rachel. Piensa en mí.
Oh, mierda. Gimo.
¿Qué quiere de mí? ¿Qué quiero de ÉL?
Necesito hablar con alguien que no me recuerde cómo he liado las
cosas.

231
24
Las madres saben más
Traducido por Paltonika
Corregido por Daniela Agrafojo

Necesito ver a mi madre. En primer lugar, porque tengo que


asegurarme de que luce un color saludable, y que no pierda o gane peso
debido a la inestabilidad del azúcar en su sangre. En segundo lugar,
porque sé que tendrá algo sabio para decirme, algo que me ayudará a ver
que tal vez haya algo positivo que rescatar de este maldito lío en el que me
he metido. Les pido a las chicas que me acompañen. Necesito un tiempo
de chicas, lo cual, por lo general, me hace sentir maravillosa. Té,
carbohidratos, hablar sobre tienda de aromaterapia de Wynn y sobre
Emmett, las anécdotas de Gina sobre la tienda de departamentos, mi
madre diciéndome que se ha tomado algo de tiempo para pintar en la
habitación que solía ser mía, y temas para mi columna.
Mi madre se ve perfectamente estable. Me jura que su insulina
funciona como un reloj y que no ha tenido subidones recientes de azúcar
en la sangre, y nada de episodios de hipoglucemia.
Disfruta de las actualizaciones de las chicas con una gran y amplia
sonrisa y sus ojos, casi al instante, se abren y se amplían más que su
sonrisa.
—Así que ahora va a derribarlo. —Termina de contarle Wynn a mi
mamá.
Mi madre me mira con sorpresa, luego se ríe. —Oh. Pero esos
muchachos solo se están comportando como niños. Son ellos mismos,
ciertamente no son malvados. Malcolm Saint ha sido una especie de
soltero codiciado desde que nació con ese diablo como padre.
—No he dicho que sea malvado —digo rápidamente, saliendo en su
defensa—. Esta historia… es un trabajo, es como correr el telón de algo, o
revelar algo nuevo sobre un tema a personas que se encuentran locas por

232
ello. ¡Ciertamente, no voy a escribir que es malvado! —Me estoy poniendo a
la defensiva, por lo que frunzo el ceño—. No soy una persona mala, madre,
solo trato de hacer mi trabajo.
—Entonces, ¿qué vas a decir? ¿Qué es un mujeriego? Esas chicas tal
vez quieran tomar ventaja de eso. Sé que yo lo hice. Tu padre…
—¡Basta!
Sus ojos se amplían por mi arrebato.
—Tengo que escribir este artículo y, ¿sabes por qué? Porque si no lo
hago, me despedirán, y no sé cómo me las arreglaré. Y aunque no me
despidan, Edge se halla al borde del colapso, y decenas de personas se van
a quedar sin empleo. Y esta, madre, es mi oportunidad de conseguirte una
casa, una casa propia para que puedas pintar por el resto de tus días y tal
vez poder apoyarte. Así que escribiré este artículo porque soy una
profesional, y luego Edge tendrá una nueva faceta y mi trabajo se
estabilizará, o incluso me catapultará a otro nivel, y luego voy a comprarte
un gran maldito auto y una enorme y jodida casa con el dinero que llegue,
y Saint estará en su yate con una docena de amantes y ni siquiera le
importará una mierda. —Mi voz se quiebra y mis ojos comienzan a
aguarse. Gina y Wynn, quienes habían estado ocupadas hojeando las
revistas de mi madre, de repente levantan las miradas y bajan las revistas.
El rostro de mi madre se suaviza. —No quiero una casa, Rachel —
dice, bajando lentamente una caja de té que sacaba del gabinete.
Una lágrima perdida se me escapa por el rabillo del ojo, por lo que le
doy unos toques para secarla. —Bueno, tendrás una. Te la mereces,
mamá.
—Rachel, ¿tanto extrañaste el no haber tenido un padre? ¿Te duele
tanto? —Se acerca y se sienta a mi lado, y me toma la mano en un cálido y
suave gesto.
—No me afectó. Te tenía a ti —le aseguro, parpadeando porque
nunca, nunca, tuve un episodio como este.
—Entonces, ¿por qué necesitas hacer algo que claramente no es
completamente de tu agrado? —continúa, preguntando de una manera
muy compresiva.
Una lágrima, del otro ojo, se escapa. Quito la mano de la de mi
madre y la limpio, consciente de que Wynn y Gina permanecen calladas,
todo el mundo se halla en silencio a excepción de mí, que respiro
rápidamente mientras trato de no llorar más fuerte que esos míseros
sollozos. —Bueno, ¿no es eso de lo que se trata la vida? —le pregunto—.
¿De tomar decisiones difíciles? ¿No es por eso que escogiste dejar de pintar
para poder conseguir un trabajo? Fue una elección que te rompió el

233
corazón, pero había que hacerlo porque no existía otra alternativa. No
realmente. ¿La hubo?
—Este joven, ¿qué siente por ti?
—No está enamorado de mí, madre. Él no es papá. No fue amor a
primera vista, no fue una conexión de almas gemelas. No quiere estar
conmigo como mi padre lo hizo contigo. No me vio y pensó: “esa es mi alma
gemela, esa es la mujer con la que quiero pasar el resto de la vida, ¡no
importa cuán corta sea!”.
No puedo seguir. Mi garganta se aprieta y me duele el pecho. —Soy
un reto para él —agrego en voz baja—. Solo soy un desafío. No es un
hombre capaz de sentir amor por una mujer, no se encuentra hecho para
eso. Nosotros… —Algo en mi pecho sigue apretándose, como un nudo, y
mis ojos arden—. No duraríamos ni una temporada. Y al igual que papá,
en un segundo, puf, se habrá ido, y seremos solo tú y yo. Yo y tú, mamá.
Como siempre.
No creo que pueda soportar oír una respuesta, de ningún tipo, ya
sea para calmar, tranquilizar, o incluso estar de acuerdo, lo que podría
lastimar aún más, y porque soy contemplada por las tres como si me
hubiesen salido mil gusanos por la cabeza, porque soy mala y eso es lo que
le sucede a las perras malvadas como yo, me levanto, voy por el pasillo
hacia mi antigua habitación y cierro la puerta, respirando mientras me
siento es un taburete frente a un lienzo sin terminar de mi madre, y se me
escapan algunas lágrimas de los ojos. No sé por qué lloro. No debería ser
tan difícil. Nunca esperé que fuera tan duro. Pero mis amigas y mi madre
comienzan a pensar que cometo un error.
Gimo y me acuesto en el piso donde solía estar mi cama, mirando
hacia arriba. Miraba el techo cuando era una niña pequeña que quería un
papá, que tenía sueños, que quería marcar la diferencia, que quería
escribir porque escribir hacía algo… hacía algo de la nada.
Solía acostarme aquí como una niña, y antes de conocer a Gina y
que esta conociera a Paul, me preguntaba si alguna vez me enamoraría de
un hombre como mi madre se enamoró de mi papá. Mi madre amaba a mi
papá ante que este incluso tuviera la oportunidad de decepcionarla o
romperle el corazón. Mi madre tiene la opinión más pura de los hombres
en el mundo, piensa que son inherentemente buenos, el yang en el mundo,
el complemento perfecto para nuestro yin. Y yo solía ser una chica que se
preguntaba quién sería mi yang. Qué haría. Cómo se vería. Cuánto me
amaría.
Nunca imaginé unos centelleantes ojos verdes y decenas de sonrisas,
y un hombre que me desafía, que se burla de mí, que es tan imperfecto
como perfecto, y que hace que quiera conocer cada uno de sus
pensamientos.

234
Mi chica...
Dios. He cometido un gran error.
Al enfrentarlo, solo lo he intrigado más.
Al ceder ante él, solo me he condenado al dolor.
Mi error no fue aceptar la asignación para escribir la exposición, fue
dejar caer mis paredes y acercarme a él hasta el punto en que se siente
como parte de mi alma. Mi error fue tomar su camisa, ir a su club, y a su
yate, mover los labios debajo de los suyos, e ir a su casa y rogarle que me
hiciera el amor, incluso después de prometerme a mí misma que nunca
sucedería.
Tengo que poner fin a esto, pero no puedo racionalizar ahora mismo.
Pensar que tengo que terminar esto me hace anhelar verlo aún más.
Impulsivamente saco mi teléfono y marco. Responde su correo de
voz. Probablemente está follando a otra chica, me digo negativamente. Le
dejo un mensaje—: Hola, soy yo. Supongo... nada realmente. Llámame. O
no. Adiós.
Cuelgo. Luego me limpio las lágrimas y me calmo. Tengo un objetivo,
la oportunidad de escribir una exposición, de hacer conocido mi nombre,
avanzar en mi carrera, revelar al verdadero Saint y no a la leyenda. Tal vez
pueda abrirle los ojos a una chica y evitar un corazón roto. Tal vez puedan
darse cuenta de que Saint no las amará. Nadie va a amarlas excepto ellas
mismas, si trabajan duro en ello. Y sus amigos, si eligen sabiamente. Y sus
familias, si tienen suerte. Esta es mi versión de los hechos, la versión de la
niña que creció preguntándose cómo sería vivir con el amor de un hombre,
y luego creció decidida a demostrarse a sí misma que no lo necesitaba. Sé
que hay un montón de chicas como yo por ahí. Aquellas que no tuvieron al
chico a los siete años, ni a los trece, ni a los quince, ni siquiera tuvieron al
chico cuando nacieron. ¿Por qué vamos a obtener al chico ahora, cuando
ya hemos crecido? No lo necesitamos ahora.
Me regresa la llamada. —Hola. ¿Te encuentras bien? —pregunta.
—Yo... —Algo se desenreda en mi estómago al oír el sonido de su
voz. Nunca me he sentido tan conectada con un chico. Cuando puedes
escuchar la preocupación en su voz, y estás segura de que puede oír la
tristeza y la frustración en la tuya. ¿Cómo puede ser eso? Me limpio los
rabillos de los ojos. Odio, odio, odio llorar—. Sí, estoy bien. Solo quería
hablar contigo.
Me aclaro la garganta, odiando que mi voz flaqueara un poco al final.
Hay un tenso silencio. Así se hace, Rachel. Dile adiós a Saint ahora.
¿Crees que quiere lidiar con una llorona en este momento?
—¿En dónde estás? —pregunta.
—Estoy donde mi mamá. Voy a regresar a mi departamento.

235
—Otis estará allí. Pasa la tarde conmigo.
Mi voz se vuelve tímida y admito—: Me encantaría, Malcolm.
Se queda callado, como sorprendido por lo vulnerable que sueno. Y
entonces, también me sorprende, su es voz tan baja, ferozmente ronca y
tierna—: A mí también. Nos vemos pronto.
Cuelgo y me quedo mirando el teléfono, con el corazón, literalmente,
doliendo dentro de mi pecho. ¿Estoy enamorada de él? ¿Por qué estoy tan
consumida y tan confundida? Parece que mi cerebro me apunta en la
dirección de mi lógica y mi carrera de ensueño de toda la vida, pero el
resto de mí no quiere ir allí si eso significa tener que dejarlo.
Echo un vistazo a la pintura de mi madre y me llama la atención por
su cruda belleza. No es como nada de lo que haya pintado antes, como si
todos estos años que no pudo pintar simplemente se hubiesen cocido a
fuego lento en su interior, creando una fuerza poderosa que, una vez
puesta en libertad, se encendió y se hizo cargo del lienzo. Incluso de la
habitación en sí.
Al igual que el amorío con Saint se está apoderando de mí.

236
25
Necesitando a Saint
Traducido por Jadasa
Corregido por Eli Hart

Dos horas después llegó a los muelles, y cuando lo veo esperándome


en la cubierta de El Juguete, inhalo, largo y lento. Llevo puesto un vestido
amarillo bastante informal, porque no planeaba verlo hoy, y tengo que
pasarme las palmas por los muslos para evitar que el vestido se levante
cuando el punto es que se caiga.
El viento me agita el cabello mientras subo, también empuja la tela
de su polo blanco contra los planos de su pecho. Lleva pantalones cargo
cortos holgados de color blanco y una camisa, veo sus piernas gruesas y
musculosas.
Me levanta, me hace girar y me pone sobre la cubierta, luego me
toma de la mano y me lleva a la cubierta superior. Ni siquiera nos
saludamos. No hay necesidad. No me había dado cuenta de que estábamos
a ese nivel telepático en el que solo había estado con mi madre y mis
amigas, en donde sabes lo que el otro necesita sin decir nada, solo te
quedas allí y ahí está. Y eso es exactamente lo que hace por mí mientras
me sostiene los dedos en sus fuertes dedos y me lleva al área de descanso.
Me siento frágil, como si me fuera a romper si me toca más. Así que me
libero, me siento en la silla frente al sofá, y simplemente me quedo ahí en
silencio mientras los motores del barco zumban y nos adentramos en
aguas abiertas.
—¿Quieres hablar de ello? —pregunta Malcolm desde donde se
encuentra sentado frente a mí, extendiendo la mano para apartarme el
cabello hacia atrás. Sus ojos son como cuchillas que cortan mis paredes.
Malcolm es como un dios del sexo. Es un mujeriego y un jugador,
pero nadie ve más allá. Que es divertido. También, en cierto modo, muy
reservado. Es amable... lo he visto de primera mano. Es amable conmigo,

237
con sus amigos, nunca puede negarse a una solicitud de caridad. Por
nada. Y si no quiere dormir conmigo nunca más, es un hombre del que
estaría honrada de llamar mi amigo. He llegado a respetarlo mucho.
También me siento muy celosa, saber que tengo que dar un paso a
un costado para que otros puedan tenerlo, me mata.
—Estoy teniendo uno de esos días cuando mi familia... bueno, con
mi madre y mis amigas no concordamos —susurro.
Ahora mismo, la preocupación en sus ojos es casi demasiado para
mí; es en este momento cuando me odio por mi trabajo. Por lo que he
estado haciendo.
—Malcolm. —Su nombre escapa de mis labios en un suave gemido.
Extiende la mano y me jala entre sus rodillas ampliamente
extendidas. —En mi familia nunca concordábamos —ofrece, sentándome
sobre sus muslos, y me sorprende que esté dispuesto a hablar de eso de
nuevo. Por su cuenta. Una pequeña voz en mi mente me dice: Lo hace por
ti, Rachel. Para conectar contigo—. Me hacía sentir muy jodido. Como si
hubiera algo malo en mí. No importa lo que ellos piensan. ¿Qué crees tú?
¡Que apesto! Quiero llorar. Bajo la mirada a su mano sobre mi
cadera, deslizo la mía sobre la suya, solo porque no quiero que la quite, y
sé que cuando entregue el artículo, nunca sentiré esa mano grande y
fuerte sosteniendo mis caderas de nuevo. ¿Realmente puedo hacer esto?
—No concordábamos en nada —continúa. Me mete el cabello detrás
de las orejas cuando el viento lo agita, entonces lo agarra en un puño y lo
mantiene en mi nuca para que podamos mirarnos el uno al otro—. Nada
de lo que hacía era lo suficientemente bueno. Nunca podía estar a la altura
del apellido Saint.
—Entonces, ya que no podías vivir a la altura, ¿le diste toda una
nueva reputación?
Sus ojos brillan y se hacen más verdes. —No. Solo hice lo mío,
intenté ser feliz, a pesar de eso.
Me observa como preguntándose por qué no soy feliz.
No. Me observa intensamente como si estuviera preguntándose qué
puede hacer él para hacerme feliz.
—La mayoría de las veces, soy feliz —admito—. En otras es como si
siguiera esperando algo. Siento como si hubiera vivido con este pequeño
agujero toda mi vida.
—Conozco ese agujero.
Cuando asiente, lo provoco un poco, trato de darle un golpe. —Pensé
que todos tus juguetes lo llenaban bastante bien. Y tus rubias.

238
—Los juguetes no. —Se ríe, entonces me agarra brazo antes de que
pueda ponerme de pie y termina bajándome hacia su regazo con un tirón
fuerte. Cuando aterrizo en su regazo, bueno, digamos que no es un
aterrizaje suave—. Solo una rubia.
Me desea.
Su pene se halla tan duro que palpita prominentemente contra mi
trasero. Un calor sube en mi interior mientras desliza los dedos en mi
cabello. Me susurra al oído—: Te ves muy estimulada y lista para ser
amada.
—Y tú no desperdicias una erección —bromeo.
Se ríe, y nuestras sonrisas comienzan a desvanecerse cuando nos
miramos el uno al otro.
—Vi... cómo hiciste desaparecer los rumores sobre nosotros —digo
finalmente.
Me mira, como esperando la pregunta.
Quiero preguntar, pero no puedo. Sería hipócrita de mi parte
preguntar si durmió con ella cuando, al mismo tiempo, quiero mantener
nuestra relación como algo temporal.
—No, no lo hice —responde, observándome, y me hallo segura de
que puede ver en mis ojos el tumulto de sentimientos que tengo por él.
Soy consciente de que me estoy enamorando, me estoy enamorando
tanto que me duele el estómago. Juego con fuego, pongo mi corazón
directamente en la vía del tren para que pronto pueda ser aplastado. Pero
ni la amenaza de ser quemada, ni el tren que se aproxima, pueden
detenerme.
—Realmente, podrías hacerlo —digo, tan indiferentemente como
puedo.
—Sí, lo sé. —Sus labios tiemblan, sus ojos brillan tiernamente, como
si lo divirtiera.
Con el corazón latiendo aceleradamente, envuelvo los brazos
alrededor de su cuello y susurro—: Me alegra que no lo hicieras. —Y
deposito lentos y profundos besos ansiosos hasta su grueso cuello
mientras le saco la camisa de la cintura de los pantalones cortos.
—No lo haré —dice con voz ronca, y para ser un hombre que no hace
promesas, esa se sintió como una, como una promesa caliente contra mi
oreja mientras mis dedos se deslizan por sus abdominales. Me desarma a
mí, y a todos los nudos en mi interior, tan duro y tan rápido que un
temblor estremece mi cuerpo, lo nota y sonríe ante ello.
—Malcolm —suspiro, de repente tan húmeda como jamás he estado,
sintiendo que ahora mismo es mío, completamente mío. Me deja guiar el

239
beso por un momento mientras hunde la nariz en mi cabello a medida que
sus manos se enredan a lo largo del mismo.
Deslizo los dedos debajo de su camisa y la levanto para besar sus
abdominales, cada centímetro cuadrado, revelado para mí, hasta sus
pezones marrones. Luego hago un camino de lametazos hasta su pezón
mientras Sin me levanta el vestido alrededor de la cintura y agarra mi ropa
interior en una mano, tirándola hacia abajo. Me pongo de pie para
sacármela de una patada; y se aprovecha de eso para desabrocharse los
pantalones cortos y bajárselos.
El deseo me hace estremecer cuando se coloca el condón. Extiende
la mano hacia mí, y yo levanto las piernas y las curvo a sus costados,
bajando, la falda de mi vestido cae sobre nosotros para que ningún yate o
barco que pase pueda ver, exactamente, lo que estamos haciendo.
Es tan grande, gimo cada vez que entra completamente en mi
interior, pero le gusta, le gusta hacerme gemir.
Le gusta hacerme el amor.
Lentamente, nuestros cuerpos se conectan, nuestras bocas se
buscan, el placer aumenta. Nuestras ropas se encuentran entre nosotros,
pero su carne está en mi interior, y yo lo agarro fuerte y vehementemente,
cada sacudida de mis caderas lo lleva más profundo.
Murmura algo sexy y sucio en la cima de mi cabeza, y asiento sin
siquiera tener la certeza de a qué concuerdo, solo digo que sí.

***

Después de una deliciosa comida, nos dirigimos al camarote.


Duerme completamente desnudo, y eso hace que dormir con Sin se
convierta en mi primera adicción. Me deslizo debajo de las sábanas y
presiono la mejilla contra su pecho y escucho su corazón mientras curvo la
pierna y la engancho alrededor de su largo y duro muslo.
Ni siquiera puedo decir cuán a salvo me siento ahora mismo.
—¿Te sientes mejor? —me pregunta al oído.
—Mucho —admito.
Empiezo a relajarme y a pensar en lo que me preguntó Gina. Si
podríamos tener futuro. Si podríamos tener algo remotamente parecido a
un romance. No quiero tener esa esperanza, incluso si resolviera mi tema
de trabajo, no tenemos nada. Pero es difícil convencerme a mí misma a
medida que arrastra la mano arriba y abajo de mi espalda y nos quedamos
en silencio, cómodos, como si hubiéramos hecho esto mil veces, y
pudiéramos hacerlo mil veces más.

240
Me siento agotada, pero al mismo tiempo, no puedo dormir esta
noche. No importa cuánto me mentalicé. Cuántos chalecos antibalas
emocionales intenté usar. Cuánto luché conmigo misma. Cuántas
“historias” sobre Malcolm Saint utilicé como munición contra la realidad.
No soy inmune. Me afecta como nadie. Conocer los defectos de Malcolm no
hizo nada para evitar que me apegara a él. En vez de eso, se ganaron mi
cariño.
Me conecto a él. Me conecto con él.
Mi exposición... ¿qué sacaré a la luz ahora? Vine con la intención de
descubrir y desenmascarar a una leyenda, pero lo que encontré ahora
descansa sudoroso y saciado en mis brazos, de carne y hueso, imperfecto e
irresistible. Y este —a su lado, aquí— es el primer lugar de verdad en el
que he estado en toda mi vida en donde quiero quedarme.

***

Tuvimos una exhaustiva maratón de sexo en la noche, por lo que


hemos dormido esta mañana mientras El juguete se desliza suavemente a
través del agua. Mi piel cosquillea bajo el calor del sol, el viento juega con
mi cabello, el yate se balancea con suaves movimientos. Los motores
zumban suavemente, me adormecen a un sueño cercano.
Saint acaba de colgar el teléfono de otra llamada de negocios. Ahora
descansa justo a mi lado.
La luz del sol da en el lago, haciendo que la sombra del yate brille a
través del agua. Me extiendo y me doy la vuelta, desatando la parte de
arriba del bikini para no tener una línea de bronceado.
Instantáneamente Malcolm acaricia ese lugar, extendiendo la mano
sobre mi espalda desnuda. —¡Voy a broncearme con tu gran mano en mí!
—me río.
Se ríe y la mueve y la curva alrededor de mi cuello, luego la sube
hasta mi cabello. Su teléfono suena de nuevo, y se levanta, camina de un
lado para el otro mientras habla. Observo el destello de una sonrisa en su
rostro.
Se pasa los dedos a través de su sexy y desordenado cabello. —¿Sí?
Bien.
Sonrío como una boba, adicta a verlo trabajar, preguntándome qué
hace. Cuando me encuentro con este hombre, no puedo pensar en nada,
excepto en todo lo que lo hace ser quien es.

241
Me mira de reojo con su celular en la oreja, doblando un dedo, me
llama. Dios, es tan mandón. Frunzo el ceño, pero me enderezo y trato de
atar la parte superior de mi bikini, curiosa en cuanto a lo que pasa.
Camino lentamente y cuelga. Susurra—: Tengo que mostrarte algo.
Ven aquí. —Engancha un dedo en el cordón lateral de la parte inferior de
mi bikini y lo utiliza para hacer que lo siga. Vamos a la sala de estar en la
cubierta donde están el bronceador y las frutas, junto con su portátil y sus
artefactos tecnológicos. Abre el ordenador portátil y escribe algunas
contraseñas.
Me siento de costado sobre su muslo para permitirle escribir. Inicia
sesión en alguna página administrativa, luego hace clic en un botón y se
abre una ventana con la imagen de una calle.
—¿Qué es eso? —Frunzo el ceño y miro más de cerca la pantalla.
—Algo —dice en voz baja—, que creo que a la dama le va a gustar.
Mira la pantalla.
La pantalla muestra varias imágenes, la entrada de la tienda de
abarrotes, la esquina de una calle. —Fin a la Violencia ha estado
presionando por vigilancia ciudadana —explica.
Conmoción revolotea a través de mí.
—Lo sé.
—Yo financié su movimiento. El gobierno ya tiene varios satélites
establecidos, con unos cuantos más por venir.
Me encuentro tan aturdida, una de mis manos cubre mi boca
abierta, mi evidente incredulidad hace que los ojos de Malcolm se llenen de
diversión.
—¿No dices nada? —incita.
Obligándome a cerrar la boca, lo miro fijamente con ojos bien
abiertos: él, un misterio constantemente y cambiante. Sorprendiéndome
siempre. Provocándome. Molestándome. Seduciéndome. Encantándome.
—Esto me lleva un paso más cerca de esa luna codiciada que dices
que quiero. —Me provoca suavemente cuando no puedo hablar, cuando
todavía sigo impresionada.
Me está mirando, una sonrisa retuerce sus labios mientras pasa los
nudillos por mi mentón. —Sacas un lado de mí que pensé que no tenía. —
Su voz es baja y de alguna manera, reverente, al igual que sus ojos,
conocedores y agradecidos—. Me han dicho que soy imprudente, que no
podía ser de confianza, que no podría marcar la diferencia para los demás,
solo para mí mismo. Mi padre me miraba como si fuera el culpable de
todo, y mi madre, como si me estuviera matando a mí mismo. La gente me
ve como si pudiera conseguir la luna, pero tú me miras como si ya lo

242
hubiera hecho. Como si todo lo que necesitara hacer es existir, y serías
feliz —murmura, trazando el pulgar debajo del lóbulo de mi oreja mientras
me sonríe, parpadeando feliz—. Me gusta, Rachel.
—Contigo me siento tan viva —susurro, sin poder siquiera pensar en
mis palabras antes de susurrarlas—. Contigo me siento tan viva, haces
que todo estalle para mí, que todo destaque.
—Ahh. —Hecha la cabeza hacia atrás y se ríe deliciosamente, luego
se pasa la mano por la barba de su mandíbula, su sonrisa es a la vez sexy
y divertida—. Ves, eso me hace sentir bien en una manera completamente
diferente.
—Porque eres arrogante y nada es suficiente para ti, ninguna
cantidad de admiración o respeto. Lo… amo. Amo esto, Malcolm.
Bajo la cabeza, sonrojándome porque pensé en la palabra te antes de
la que realmente dije, que fue lo. Me vino a la cabeza, tan real y sin filtro,
me sonrojo a medida que trato de suprimirla. —Me encanta esto —agrego,
concentrándome de nuevo en la pantalla.
Gira mi cabeza y me mira los labios, frotándolos un poco. —Bien. Mi
novia quiere cambiar el mundo, y yo quiero ser el dueño de este.
—¿Por qué insistes en que sea tu novia? —me quejo, pero cuando
sus ojos se despegan de mi boca para encontrarse con los míos, esa típica
timidez que saca a relucir, sale con fuerza.
—¿Por qué queremos algo? —me pregunta, arqueando una ceja.
—Porque nos da placer, satisfacción, nos hace felices.
—Entonces ¿cuándo puedo llamarte mi novia? —insiste.
¡Es tan terco! Me río porque su pregunta es “cuándo”.
En la mente de Saint, nada es imposible. Sabe que está ocurriendo,
trabaja activamente para hacer que suceda, y solo siente curiosidad por
ver cuánto tiempo tiene que esperar.
Siento anhelo de decir: ¡Ahora! Pero no puedo. —Vamos a hablar
sobre ello de nuevo más tarde. —Propongo en su lugar.
Me toma el rostro con una mano abierta. —La próxima semana.
Nudos, nudos, nudos en mi estómago, mi pecho, mi garganta.
—Puede que necesite más de una semana para salir de la caja. —
Empiezo cuando la flexión en su mandíbula y el tumulto en sus ojos tiran
de mis fibras sensibles. Junto con mi propio corazón dolido, resistirme me
mata—. Pero... ¿esperarás?
—Estoy esperando, Rachel —me asegura, su tono es firme, como si
no hubiera duda de que esperará todo el tiempo que necesite. Se inclina y
me da el beso más caliente y dulce en la comisura de la boca.

243
Suspiro por dentro, un suspiro que no escucha, ni siquiera lo nota.
Su atención regresa a la computadora mientras comienza a revisar el
software, y usa el teclado con esos largos y contundentes dedos que
teclean, me doy cuenta, que son tan rápidos como los míos, y eso que
escribo como el viento. Me encuentro sentada entre sus brazos,
observándolo mostrarme, de manera segura ahora mismo. Su aroma
penetra mi nariz y se arrastra en mi interior, humedeciéndome entre las
piernas, feliz en mi corazón. —Te deseo de nuevo —susurro contra su
oreja.
Levanta una mano para acunar mi coño y me muevo, empezando a
acariciarme. —Ese fue el objetivo de todo esto —susurra, acariciándome la
oreja.
Me doy la vuelta y su nariz se presiona contra la mía, mi aliento se
halla en sus labios cuando hablo—: Estoy muy húmeda —admito—.
Déjame arreglarme. Quiero verme tan bien para darle un nuevo significado
a “tu tipo de chica”.
Cuando me pongo de pie, me tira hacia abajo como si estuviera
siendo tonta, riéndose. —Ven aquí.
—¡No, en serio! —Me río, entonces digo—: Ya regreso. —Y me dirijo
rápidamente al baño para arreglarme un poco. Veo mis mensajes de texto.
Wynn: ¡Oye estamos preocupadas, llámanos!
Gina: Rachel ¿dónde estás? ¿Te encuentras bien? Estamos preocupadas.
Les respondo a ambas:
Físicamente estoy bien, pero estoy completamente metida en
problemas.
Lanzo el teléfono a un lado, y cuando salgo, Saint se halla recostado
sobre la cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, las sábanas
hasta su cintura, ya se encuentra desnudo, sus ropas se hallan arrojadas
a un costado. Mi estómago se hace nudos por el hambre, por el deseo feroz
arañando mi interior, pidiendo liberación. Rogándome por Saint.
Mis manos tiemblan por el calor ya corriendo por mis venas
mientras lentamente tiro del cordón de mi bikini y empiezo a desnudarme
para Malcolm. Prolongo el momento, en contra de cada latido exigente de
mi cuerpo, es una tortura cada segundo que no me encuentro en la cama
con Sin, cada poro en mí tiembla bajo la mirada oscura y tumultuosa en
sus ojos, ojos que me hacen sentir suya, querida, absoluta e
injustificablemente sexy.

244
26
Amigos y fantasías
Traducido por Miry GPE
Corregido por Val_17

Gina y Wynn se encuentran preocupadas porque exploté en casa de


mi madre ayer por la mañana.
Después de que Malcolm me lleva a casa, le pido a Gina que me dé
media hora para ducharme y cambiarme. Me meto en la ducha, soñando
despierta un poco mientras froto mi cuerpo y siento lo sensible que estoy
entre las piernas. Gina frunce el ceño, claramente preocupada cuando
salgo.
—¿Qué sucede? Háblame. —Presiona mientras vamos a
encontrarnos con Wynn esa tarde—. ¿Estuviste con Saint todo este
tiempo?
—Sí —admito.
—¿Y? ¿Terminaste con eso? ¿O llamaste a Helen? ¿Qué pasa? He
estado deliberando y no creo que renunciar a tu carrera por un hombre
sea un buen movimiento. Especialmente por un hombre con su
reputación. ¡Cuando te rompa el corazón, ni siquiera podrás decir que no
lo viste venir, Rachel!
Me desconecto un poco mientras continúa, porque en este momento,
mi estómago vacío se llena con bilis por mi propia decisión, la que tengo
que tomar pronto.
Cuando no concuerdo o rechazando sus sugerencias, Gina cambia
de mecanismo y de repente no puede dejar de hablar de lo maravilloso que
es estar soltera. ¿Quiere hacerme sentir mejor, porque obviamente, Saint y
yo no vamos a ninguna parte? ¿O se encuentra preocupada y piensa que,
de hecho, me atrevería a salir públicamente con Saint y me expondría al
mismo escrutinio al que está sometido?

245
No. Ella está completamente en modo de protección, y quiere que
termine con eso, y que lo termine ahora.
—Planeo vivir mi vida comiendo pastel sin que me juzguen,
pintándome las uñas de colores extravagantes, gastando el dinero a mi
manera, y olvidando las deudas. Ese es el camino que quiero seguir.
Significa que tomé riesgos —dice Gina.
—Enormes riesgos, Gina —dice Wynn sarcásticamente. Hoy, parece
argumentar el lado opuesto mientras nos sentamos en nuestra cabina de
siempre—. Pintarte las uñas, comer pastel y gastar dinero; el riesgo real es
salir incluso después de que el imbécil de Paul rompió contigo.
»Desde hace tiempo, el único contacto que has llegado a tener es el
de tu manicurista. Así es como Rachel y tú se dejan tocar, sólo para
conseguir que alguien las toque de alguna forma.
—Para tu información, Rachel y yo hemos estado teniendo sexo
hasta volar nuestros sesos. Ves, Rachel apenas puede dejarlo. Está
enamorada de un hombre que apuesto a que duerme con alguna camarera
por ahí o algo así. Y puede que incluso con algunas más. ¡Puede que
incluso con una de nosotras!
—¡Gina! —grito.
—¿Con quién tienes sexo tú? —reta Wynn.
—¡Con mi consolador!
—Yu-ju.
Entrecierra los ojos. —¡Me rompió el corazón, Wynn! Tú eres quién
siempre desecha a tus chicos. Ambos pierden la energía y les terminas. ¡Yo
amo con todo mi corazón! Se llevó mi corazón, todas sus camisetas cálidas
con las que me encantaba dormir, toda mi confianza. Incluso mi cafetera
salió por esa puerta con él.
—Chicas, está bien. —Trato de calmarlas.
Gina se levanta. —Pensé que no nos juzgábamos entre nosotras. Iré
a que me hagan un masaje, y a seguir viviendo mi vida ideal, ¡te guste o
no!
—Wynn, eso fue duro —reprendo cuando Gina se aleja.
—¡No la juzgo, Rachel! Discutía mi punto, al menos yo salgo y me
expongo, ustedes no.
—Todas lo hacemos. ¿Qué hay de malo si algunas veces es tan
aterrador que queremos hacerlo en privado en caso de que lo arruinemos?
A veces salimos de nuestros caparazones queramos o no.
—Nunca he sabido de nada que te saque del tuyo. Tienes tus ideas,
tu zona de seguridad y eso es todo.

246
—Estoy enamorada, Wynn.
Me quedo sentada aquí, y una vez que las palabras salen, el
sentimiento —dentro de mí por un largo tiempo— de repente tiene nombre,
y es real. Y duele. Toda esta charla sobre las camisetas de hombre y
cafeteras me hizo comprender que duermo con su camiseta, pero haría
cualquier cosa por dormir en sus brazos más de un par de veces. Tener
más que una camiseta para dormir. No comparto una cafetera pero haría
cualquier cosa por despertar una mañana a su lado y tomar un café
mientras su cabello se encuentra despeinado.
—Estoy enamorada de Saint —digo en voz baja.
Wynn me mira con completa preocupación y confusión, con sus ojos
azules muy abiertos, en estado de conmoción. Un mechón de cabello rojo
cayó sobre su ojo hace unos minutos, y de repente tiene que extender la
mano y empujarlo hacia atrás para poder mirarme directamente.
—Me enamoré por completo. Tan espectacularmente. Si quieres un
asiento en frente para el desastre, estoy segura de que habrá sangre.
Wynn suspira, luego me toma la mano. —Nunca hay un momento
adecuado para enamorarse. Es por eso que lo llaman caer7. Es un
accidente. En un segundo. Sólo reza para que dondequiera que aterrices,
no te encuentres ahí sola.
—Wynn, ni siquiera sabía que quería eso. Que quería ser adorada de
esta manera. Incluso sin maquillaje y totalmente desnuda. Nunca quise
que alguien me tocara en cada oportunidad que tuviera. Nunca quise
poner excusas para tocar a alguien más y poder sentir su calidez, su
solidez, y sé que no lo imagino. Mi vida ha estado dentro de una caja, y
luego llega, es real y se encuentra ahí, y me hace sentir algo incesante…
Pensé que sabía lo que quería. Luego lo conocí, y ya no sé nada más.
—Quieres algo más y eso está bien —dice Wynn, como si fuera tan
fácil como cambiar el color de uñas.
—No está bien. ¿Comprendes quién es? ¡Me puse en una situación
difícil! Quiero lo imposible. Hombres como él no cambian.
—¡No estoy de acuerdo! La gente siempre cambia, es la ley de la
evolución; cambiamos. Para mejor. Para sobrevivir.
—¿Quién cree que es para mejor?
—Él lo creerá. Porque estar contigo significa algo, significa que puede
ser un buen tipo. Puedes darle un propósito. Saint puede darte seguridad.
Una chica que te desafía y saca lo mejor de ti, eso es lo que un hombre
inteligente valora… aunque no lo sepa hasta que la conoce. Y Saint es

7En inglés la frase para referirse a enamorarse sería literalmente: caer en el amor.

247
inteligente, Rachel. ¿Crees que no sabe lo que el noventa y nueve por
ciento de las personas que lo rodean quieren de él? Eres una buena chica.
No puedes cocinar ni aunque lo intentes mil veces, pero cualquier hombre
sería afortunado de tenerte. —Hace una pausa—. ¿Lo sabe?
Niego con la cabeza y suavemente digo—: Aún no. —Tengo una
granja completa de bichos en mi estómago sólo de pensar en decirle, y el
más grande de ellos se llama miedo—. Como acabas de decir… tengo
miedo de salir y luego encontrarme de pie ahí afuera sola.
—¿Ve a otras personas? —pregunta, su expresión es preocupada.
Espero que la camarera deje una cesta de pan italiano y un pequeño
plato con aceite de oliva al lado, antes de continuar—: Nunca quise tener
alguna expectativa de que esto sea exclusivo, pero… no creo que esté
viendo a nadie más. Aún pasa el rato con zorras pero… estamos teniendo
mucho sexo. Mucho sexo, Wynn.
Sus ojos se iluminan. —Para un animal no monógamo como él, ¡esto
es enorme! ¿Sexo sólo contigo?
Me siento ruborizar acaloradamente; toda la charla sobre sexo sólo
me recuerda la poderosa adicción de tener a Saint dentro de mí.
—No te dejes restringir por las reglas —reprende a continuación—.
Sólo guíate por tus emociones. Los grandes romances no son planificados,
solo suceden.
—Esa es la cosa, no importa qué tan loco suene, quiero ser
arrollada. En serio. Quiero creer que eso me puede pasar a mí por una vez.
—¿Y? —desafía—. Ya te diriges por ese camino. ¿No sería mejor
seguir con eso que luchar una guerra que ni siquiera quieres ganar?
—No es tan simple, Wynn. —Me reclino en el respaldo de mi silla con
un agotado suspiro—. No sé cómo lo tomará Helen cuando le diga que no
haré esto. Edge se encuentra dando su último aliento. Incluso si Saint
puede cambiar y quiere algo real conmigo, ¿estaría poniendo mi propia
felicidad antes que el empleo de muchas personas? Esto me mata.
—Edge morirá de todos modos.
—No. —Niego instintivamente—. Esto inyectaría nueva vida…
—¿Y tú, Rachel? —Me mira como si, para ella, mi bienestar valiera
mucho más que el bienestar de las decenas de personas que trabajan en
Edge. Me mira como si una carta baja —yo— triunfase sobre el resto—. Y
mi amiga Rachel, ¿qué pasa con ella?

248
27
En el borde
Traducido por Annie D
Corregido por Amélie.

La respuesta a la pregunta de Wynn me elude… pero sé que para la


mañana siguiente habrá algunas cosas de las que seremos capaces, y
algunas de las que no. Hay velocidades a las cuales no podemos correr. Y
situaciones que jamás podremos resolver. Tenemos límites dentro de
nosotros mismos, y finalmente reconocí el mío. Crecí amando historias, a
veces amando más a las historias que a las personas. Amando a las
personas en las historias, o debido a las historias.
Pero hoy amo a un hombre más de lo que amo la
historia, su historia.
Así que camino a la oficina de Helen segura de que me va a despedir.
Despedirme de verdad esta vez. No sólo eso, sino que no puedo soportar
ver a nadie a los ojos hoy. Valentine se halla en su escritorio, buscando el
suministro de imágenes perfecto. Victoria no se encuentra en su escritorio
hoy, y me siento casi aliviada de que no la tendré mirándome cuando
tenga que asumir que he fallado. Que quiero fallar.
Helen levanta la mirada desde su escritorio, y sus ojos lucen
cansados detrás de sus lentes. Su cabello está un poco más desordenado
de lo normal. Puedo ver todo el estrés en ella y puedo sentirlo a nuestro
alrededor mientras tomo asiento.
Ni siquiera me saluda. Creo que sabe.
—Este artículo sobre Malcolm —comienzo.
—¿Malcolm? —repite, su expresión es una de total y absoluto
desconcierto. Se quita los lentes de lectura y se pellizca el puente de la
nariz, luego exhala—. Rachel, he sido muy paciente contigo. Me pediste
una oportunidad…

249
—Es diferente a lo que pensamos que sería.
—¿Lo es? No lo creo. —Me observa con una dura mirada—. Mira,
creo que es exactamente lo que pensábamos que era. Y creo que al igual
que cientos de mujeres antes de ti, te has enamorado. Piensas que debajo
de todo ese rico chico malo hay un buen hombre, que cambiará cuando se
le dé la oportunidad.
—No tiene por qué cambiar. Los medios han usado su imagen para
su ventaja pero no es quien pensamos que es, lo que todo el mundo piensa
que es.
—Oh, y sabes eso porque has… ¿qué? ¿Dormido con él? ¿Bebido
unos cócteles con él? Lo has conocido, ¿qué? ¿Unas pocas semanas,
Rachel? ¿Cómo es eso suficiente para conocer a un hombre?
—Puedes conocer a un hombre con una acción, solo una. No se trata
del tiempo.
—Ah, eres tan profunda —dice sarcásticamente, luego suspira—. La
respuesta es no. Me debes una exposición. Tu trabajo ha sufrido durante
semanas, necesito el material, y lo necesito en mi escritorio para mañana.
—No puedo escribirlo —admito—. No puedo siquiera comenzar. Me
enfermo físicamente al sentarme en mi computadora ahora.
—Sólo escríbelo, Rachel. No es un hombre de una sola mujer. Tiene
demasiadas oportunidades para ser infiel y ser malo, y puede salirse con la
suya. Puede tener una rubia tonta al lado a la que no le importe si es
infiel. Quién lo anime a tener otras mujeres.
—Es muy inteligente. Puede jugar con la tonta pero no será feliz con
una. Necesita a alguien real —susurro.
—Lo que necesita no es de tu incumbencia… lo que tú necesitas
hacer es tu trabajo. Eso es todo.
Estoy sentada aquí temblando. Renuncia. Renuncia. Solo renuncia.
—Helen, pensé que esta exposición me daría una voz para hablar
sobre lo que las personas querían escuchar, para después ser escuchada
cuando hable de otras cosas. Esto era también por mi papá y para decirme
a mí misma que todos tenemos los mismos problemas, subidas y bajadas
en nuestras vidas, que a nadie le va mejor en todos los aspectos. Me he
sentido subestimada y quería demostrar que podía hacer algo más. Puedo,
me encuentro segura de ello, pero no, no lo haré.
»Conocí a un hombre poderoso y he aprendido que sólo
porque puedes hacer algo no significa que esté bien. Saint podría hacer un
millón de cosas con su poder. No lo hace. Lo utiliza para empujar la acción
de los otros, lo he visto hacerlo. No es el villano aquí. Da lo mismo que
recibe. Eso es lo que llamo intercambio. No es todo un santo, pero no es
todo pecador.

250
—Bien, muy bien, escribe todo eso. Lo necesito en mi escritorio.
—Renuncio —exhalo.
Helen me mira y suspira—: No puedes renunciar, Rachel.
—Acabo de hacerlo. Helen, lo lamento.
—Te estoy diciendo, no puedes renunciar.
—¿Por qué?
—Porque Victoria acaba de hacerlo.
—Helen, lamento que…
—Lo lamentarás más si no sigues con eso ahora. Victoria renunció.
Se ha ido a nuestra competencia. Están imprimiendo una historia sobre la
novia de Saint trabajando en secreto para exponerlo. Se nos están
adelantando.
—¿QUÉ? —Me quedo congelada.
—Así que ya ves, si renuncias ahora, cada uno de tus colegas pronto
se quedará sin trabajo. Edge recibirá el último golpe necesario para acabar
con la revista de una vez por todas. ¿Quieres vivir con esto, Rachel? A los
veintitrés años, ¿quieres vivir con eso en tus hombros? Te he pedido una
cosa especial. Una. Hacer tu trabajo.
—Helen —ruego.
—Si alguna vez pensaste que podías echarte para atrás y que todo
sería olvidado… no lo será. Tu novio sabrá lo que has hecho para la
próxima semana. Si pensaste que podías salvar tu propia imagen ante sus
ojos mediante el sacrificio de Edge… —suspira y se aleja—. Pensaste mal.
Victoria usará todo a lo que accedió a través de nuestros sistemas, las
cámaras de seguridad la captaron fotocopiando cosas de tu escritorio,
Rachel. ¿Querías una voz? Tienes una. La necesito en mi bandeja de
entrada el lunes para tratar de coincidir con su horario de impresión. Si
queremos tratar de salvar la revista, necesitamos este artículo, y lo
necesitamos ahora.

***

Todo lo que oigo mientras dejo Edge, recojo las notas que Victoria
puede que haya fotocopiado y mi bolso, apago la computadora y tomo el
ascensor a la planta baja, todo lo que escucho es mi propia voz, diciéndole
a Malcolm que no era Interface lo que investigaba.
Era él.

251
***

Me encuentro en las calles. Caminando sin rumbo. ¿Cuánto tiempo


he estado mirando a la palabra Sin en mis contactos? No lo sé. El viento
me hace doler las mejillas. Mis dedos se encuentran fríos alrededor de mi
teléfono. Camino... pero no me dirijo a ninguna parte.
Me quedo mirando el nombre de Sin y me doy cuenta de que es el
último contacto que marqué.
Es apenas de tarde, tiene mil cosas que hacer en M4 e incluso tiene
que volar a la ciudad de Nueva York, pero presiono "marcar" y levanto el
auricular a mi oreja. Ni siquiera sé lo que voy a decir. Sólo sé que necesito
oír su voz en este momento.
Atiende, sus labios suenan cerca del receptor, como si estuviera con
personas. —Hola.
Que Dios me ayude, su voz nunca dejará de afectarme.
Mis ojos se cierran cuando una serie de sensaciones fluyen a través
de mí hasta la punta de mis pies. Sin es toda una experiencia. Es curioso
que sea conocido por ser directo, un hombre de pocas palabras.
Esto parece fascinarle al mundo, y en contraste, el mundo habla de
él casi demasiado.
Y ahora, Victoria va a hablar sobre nosotros.
—Hola —susurro a toda prisa—. Sé que estás ocupado. Sólo quería
escuchar tu voz. —Dejo de caminar, me apoyo en un poste de luz mientras
me pongo roja como un tomate, y bajo la mirada a mis pies y a las grietas
en la acera—. ¿A qué hora sale tu vuelo?
—Tan pronto como termine aquí, dos horas como máximo.
Espera un segundo, como si esperara que explicara por qué lo llamo.
—¿Pasó algo en el trabajo? —pregunta.
—Sólo soy yo, con ganas de llamarte. Lo estoy haciendo un hábito,
¿verdad?
—No me quejo —dice en un murmullo—. Pero tengo algunas
personas esperando.
—Por supuesto. Ve a conquistar el mundo. Mejor aún, ¡ve a
conquistar la luna! —Ahora no es momento para tener esta conversación,
Rachel. Sólo di adiós, di adiós y pide verlo pronto—. Déjame saber cuándo
vuelvas. Tenía la esperanza de que pudiéramos hablar.
—Claro.
—Adiós, Sin —susurro.

252
—Adiós.
Después de recomponerme por un minuto, miro a mi alrededor, y
aunque sé perfectamente dónde me encuentro, estoy perdida.
Estoy perdida, y no puedo encontrar mi camino a casa.

***

Yazco en la cama, sin dormir, cuando mi celular vibra en mi mesita


de noche y aparece un número no identificado. Veo que es casi
medianoche, y por poco no contesto, pero lo hago, y ahí es cuando lo oigo.
La voz de Saint, algo rasposa, gruesa y baja, a través del fondo de los
motores de jet. —¿Qué…? —me quejo y sacudo para despertarme—. Creía
que estabas volando
Hay placer en su bajo susurro—: Lo estoy.
—Por supuesto —gimo—. Tu avión tiene un teléfono. ¿Qué más?
¿Asistentes de vuelo desnudas?
—Te aseguro que se hallan perfectamente vestidas.
—Oh, pero apuesto a que tú no —bromeo.
Rodeada por únicamente la oscuridad de mi habitación, su voz es...
todo.
Su voz, su suave risa.
Me da tanto placer que no puedo dejar de sonreír. —Me alegra
divertirte —digo en voz baja.
—También me alegra.
Es mi turno de reír.
Pero esta vez, Saint no se une.
—Dijimos una semana, ¿verdad? —me pregunta.
—Una semana para... —Me siento confundida por un momento, pero
luego recuerdo nuestra conversación en El Juguete, acerca de él… y de mí.
Y sé exactamente lo que quiere decir—. Oh, eso. —Una ola de calor se
arrastra a lo largo de mi cuerpo, extendiéndose hacia abajo, abajo, y más
abajo, hasta llegar a mis pies—. Sí, eso fue lo que dijimos —admito.
—¿Y ahora? —Me sorprende diciendo.
Hormigueos y relámpagos recorren mi sangre. La sensación cubre mi
cuerpo de punta a punta. Trato de suprimirla; está mal sentirla. Pero no
puedo detenerla, no puedo detener lo que Sin me hace. —¿Qué pasó con
tu legendaria paciencia?

253
—¿Y ahora, Rachel? —insiste.
Toda la culpa, mis inseguridades, y temores de repente me agobian.
Es realmente muy difícil hablar mientras niego con la cabeza en la
oscuridad. —Soy un desastre, Saint. —Me ahogo.
—Sé mi desastre, entonces.
Una risa verdaderamente triste se me escapa, y por un momento,
temo que vaya a convertirse en un sollozo. —Oh, Dios. —Tomo una
respiración profunda y parpadeo para alejar la humedad de mis ojos—.
¿Cuándo podemos hablar de esto en persona?
—Cuando aterrice en Chicago. El sábado. Ven a quedarte.
Asiento. —Dios, necesito verte. —Me limpio las esquinas de los
ojos—. Necesito verte —digo, y luego me río para ocultar la forma en que
mi voz tiembla y cielos, realmente, desesperadamente quiero llorar y
derramar la verdad—. Realmente necesito verte, Malcolm.
—Te enviaré una foto.
¿Está bromeando?
Bromea y me encanta, siempre lo ha hecho.
—¡Saint! —Gracias a Dios mi voz no se rompió hace un momento,
porque el resto de mí realmente quiere hacerlo.
Oigo su risa, baja y con disfrute.
Lo peor de todo, puedo decir que disfruta hablar conmigo. Y de
hacerme bromas. Cierro los ojos dolorosamente fuerte, disfrutándolo
también. —No cuelgues todavía, di algo largo e importante... ¡Di tu
nombre! Tu ridículamente largo nombre...
—Malcolm. —Me complace. Luego, lentamente dice—: Kyle —luego—
, Preston —luego—, Logan —luego—, Saint. —Luego, con mayor
intensidad—: te extraño, Rachel.
Me limpio una lágrima perdida y tenso la garganta para decir algo en
respuesta. —Bien.
—¿Eso es todo lo que consigo? —Se ríe, incrédulo.
—Te amo —digo. La emoción saca lo mejor de mí, y repito—: Te amo,
Saint. —Y antes de que pueda responder, cuelgo y me cubro el rostro.
Oh, Dios. Oh, Dios, oh, dios, solo lo dije. ¡Y no tengo ni idea qué
efecto tuvo! OH, DIOS.
Temblando de adrenalina, coloco el teléfono en la mesita de noche y
lo miro por unos minutos.
¿Qué. Acabo. De. Hacer?

254
***

Caigo en la cama sintiendo una mezcla de emoción y miedo e...


incredulidad. Bueno, le dije: "Te amo" a un hombre por primera vez en mi
vida. Solo así, ¡saz!, por teléfono. A Malcolm Saint.
Que tonto debe haberle parecido.
Debo haber parecido... ¡Ash! ¡Estúpida!
¿Por qué no podías esperar hasta que hablaran en persona, Rachel?
¿¡Por qué!?
Deseo no haberme perdido ver su rostro, su expresión. Quiero decir,
debe haber estado completamente estupefacto. Aturdido. ¿Le sorprendió
escucharlo? ¿Gratamente? O, ¿no tan gratamente? Bueno, ¿se rio? O,
¿frunció el ceño?, ¿lo desconcertó? Joder, ¿qué hice?
Me quedo despierta por un tiempo, completamente estresada,
usando su camisa, con mi cuerpo ansiándolo, atormentada por sus ojos y
por la última vez que estuvimos juntos y por cada momento en el medio.
Atormentada por el temor de PERDERLO antes de poder ser realmente su
novia.
Dibs… Recuerdo.
Soy hijo único…
¿Vas a subir, o quieres que te cargue?
Estoy inundada de él.
Recordando la forma en que casi podía jurar que contuvo el aliento
cuando me vio en Ice Box.
La forma en que besaba la comisura de mi boca primero, siempre,
llevándonos a su beso más intenso.
La forma en que salvó a un elefante.
La forma en que me salvó.
La forma en que me dio de comer uvas.
La forma en que se abrió para mí.
Por favor, regresa a Chicago y déjame explicarte, déjeme decirte por
qué no te merezco... y dame tu consejo. Dame tu sabio consejo sobre qué
hacer. Debería haber acudido a ti antes que a nadie más. Debería haber
confiado en que me ayudarías porque eso es todo lo que he visto de ti, solo
que nunca había confiado en un hombre antes.
Oigo el sonido de un mensaje y leo:
Voy a tomar eso como un sí.

255
28
Honestidad y lealtad
Traducido por Ann Farrow
Corregido por Itxi

—Despierta, Livingston.
Hundo el rostro en la almohada mientras alguien, que suena mucho
como Gina, sigue llamando a mi puerta. Gruño—: Voy a patear tu trasero
cuando salga de esta cama.
—Estarás muy ocupada.
—¿Ocupada con qué?
—Rachel, la puerta está jodidamente cerrada.
—¿Y?
—Así que abre.
Mmm. No lo creo. Mi vida es un desastre. Mi vida es un desastre y
necesito arreglarlo, y tengo que pensar cómo hacerlo. Y el único placer que
puedo obtener es pensar y recordar, recordar hablar por teléfono hace sólo
un par de noches; soñar que dijo algunas cosas, y que yo dije algunas
otras, entonces me acuerdo de que, sí, creo que es verdad; le dije que lo
amaba.
Santa mierda.
—Raaaa-chel —se queja Gina. Golpea duro en la puerta—. Abre,
Livingston. ¡Tienes que ver esto!
—No quiero ver nada hoy. Voy a ver a Saint cuando vuelva de Nueva
York y quiero un poco de sueño de belleza, ¿de acuerdo? Es sábado —me
quejo, pero sigue golpeando, así que salto de la cama y abro la puerta de
golpe, luego me meto de nuevo bajo mis sábanas calientes—. ¿Qué es?
Wynn y Gina caen sobre mi cama.

256
¿Wynn también se halla aquí?
Soy consciente de un tenso silencio mientras Wynn va a abrir las
cortinas y vuelve. Sus miradas… lucen ominosas.
Una sombra de temor se cierne sobre mí. —¿Qué?
Sus expresiones solo disparan las alarmas sonando en mi cabeza.
Saltando de la cama, abro mi portátil y empiezo a navegar por la red, y
todo lo que puedo pensar es no, no, no, nooooooooo.
En cuestión de segundos, decenas de resultados con las palabras
exposición, encubierta, mentira y traición saltan, vinculando a Sin, mi
glorioso Sin, conmigo.
—Rachel, sales en todos los sitios de chismes —dice Wynn.
Los resultados vienen a mí como garras. Uno tras otro.
—Mira aquí. —Gina apunta a un sitio web.
Mis manos nunca han temblado con tanta fuerza en el panel táctil.
Fuerzo el cursor a que se mueva y vaya al sitio, y mi estómago cae. Veo la
firma de Victoria y me doy cuenta de que se adelantaron y lanzaron su
historia en forma de blog antes de ir a la prensa.
No puedo ver a través de las lágrimas.
—¡Esa PERRA! —grita Gina.
Como si otra persona estuviera hablando por mí, sin emoción, con
mi propia voz y con mis propios labios, oigo—: Hace lo que tiene que hacer.
Quiere tener éxito, como yo… —y mientras hablo, mis lágrimas siguen
reuniéndose en mis párpados.
—¡Ella puede chupar mi polla! —grita Gina.
Me agacho para leer.

ENGAÑADO: ¡La Nueva Novia De Malcolm Saint Realmente Es Una


Reportera Encubierta!
Si usted ha estado esperando noticias sobre una de las “relaciones” más
inesperadas que surgieron con uno de nuestros solteros, prepárense para
asombrarse aún más cuando les cuente todo. Al menos, todo sobre la novia de
Malcolm Saint...

No puedo seguir. Cada palabra se encuentra ahí para que Malcolm


la lea. Sarcástico, como las palabras de una Gossip Girl real, divirtiéndose
mientras que mi mundo se desmorona.
Mis ojos se llenan. —Está leyendo esto ahora, Oh, Dios.

257
—Rachel, cálmate...
—¡No entiendes! ¡La honestidad y la lealtad son importantes para él!
Son tan importantes para él… No puedo. —Me cubro la cabeza con las
manos mientras empiezo a hiperventilar—. Voy a vomitar.
—Rachel. —Intentan consolarme, ambas lanzan sus brazos
alrededor de mis hombros, pero nada me puede consolar.
Mi celular vibra locamente. Inhalo respiraciones profundas, y
cuando mi teléfono se queda callado, el teléfono fijo empieza a sonar. Gina
sostiene en el aire el teléfono de la cocina. —Es Helen, Rachel.
Cuando no pasa nada, ondea el teléfono hacia mí.
—Helen está llamando.
—No hables con ella —susurra Wynn.
Gina cubre el altavoz. —¿Hola? ¿Wynn? Es su JEFA.
Sé lo que quiere, lo que dirá. Agarro el teléfono mientras mi mano
tiembla y el resto de mi cuerpo empieza a entumecerse. He decepcionado a
todos en mi vida. —¿Viste? —pregunta.
No puedo contestar.
Helen gruñe—: Manejaremos esto aunque nos mate. Ponte a
trabajar.
Apenas cuelgo el teléfono cuando Gina coloca mi celular delante de
mí, con los ojos muy abiertos y pesarosos. —Es tu madre.
Con un gemido de angustia, disparo una mirada de “ayúdame” a
Gina. ¿Qué le diré? Bien, veamos. Que perdí mi corazón y mis sentidos con
esto. Que perdí al hombre que amaba antes de tener el coraje de dejarme
realmente tenerlo. Que perdí una historia por mi colega. Que podría, si no
encuentro mis bolas pronto, perder mi trabajo.
Que he perdido todo sentido de dirección. De lo que es correcto y lo
que es incorrecto. De lo que soy y lo que quiero…
—¡Holaaaaa, madre adoptiva! —responde en mi nombre finalmente
Gina—. ¡Sí! ¡GINA! Oh… ¿Rachel? Se encuentra súper ocupada escribiendo
el artículo que dejará este otro en el polvo. ¡Oh, puf! ¡Es sólo un artículo en
un blog! El de Rachel estará IMPRESO, y es mucho más importante en ese
formato… —Empieza a entusiasmar a mi mamá con el tema mientras voy
de nuevo a la computadora, a las redes sociales de Saint.
Exploro unas cuantas fotos.
Ahí está.
Veo una foto en la que sale de su Rolls y entra a M4. Una foto
sacándole el dedo a un reportero.

258
Unos lentes de aviador protegen sus ojos.
Se ve fuerte y en la cima del mundo cuando sale del auto y, justo
así, le saca el dedo al reportero. Y una leyenda debajo de la imagen dice—:
Cuando un periodista le preguntó, afuera de sus oficinas, lo que pensaba
de su novia siendo una reportera encubierta, esto es lo que Malcolm Saint
tenía que decir.
Saint ha vuelto a Chicago. Ha vuelto de su viaje de negocios. Y se
encuentra esto.
Está siendo etiquetado. Está siendo BOMBARDEADO.
@malcolmsaint ¡¡Mereces muchísimo ms que un coño cm ese!!
—Voy a ir a hablar con él.
Corro a mi habitación y me cambio tan rápido como es posible a un
par de pantalones negros y una blusa blanca con botones de aspecto
profesional; luego me recojo rápidamente el cabello en una cola de caballo
y, a pesar de las reservas de Wynn y Gina, tomo un taxi hacia M4.
Cruzo el prístino vestíbulo. Si pensé que era difícil caminar hasta los
recepcionistas detrás del escritorio ovalado la primera vez, es aún más
terriblemente doloroso ahora.
Sé que saben lo que pasa, puedo decirlo por sus miradas afiladas.
Mi pulso es peligrosamente alto. No puedo imaginar lo que sentiré
cuando lo vea.
—Rachel Livingston para el señor Saint, por favor.
Me llama la atención, después de varios segundos, que nadie me
quiere contestar.
—Pedimos disculpas —dice finalmente la del medio, la que tiene un
moño—. Pero el señor Saint acaba de llegar a la ciudad.
—Sí, lo sé. —No puedo creer lo tranquila que sueno, considerando
cuan retorcido se halla mi estómago—. Esperaré.
—¡Señorita! —grita mientras camino hacia los ascensores—. Nadie
tiene permitido subir hoy al último piso sin autorización.
Me detengo a medio paso, perpleja. —Oh. —Dudo, y noto que la
banca del ascensor se halla, de hecho, bastante vacía hoy—. Entonces
esperaré aquí. —Trato de mantener la calma mientras camino de regreso
en su dirección. ¿Acaso Saint canceló todas las reuniones en su día
“ocupado”? Siento la ansiedad incrementándose por esto—. Por favor, sólo
dígale que a Rachel Livingston le encantaría verlo. Es terriblemente
importante.
—Como dije, se encuentra extremadamente ocupado.

259
—Esperaré —le digo, suave pero firme.
Me dirijo a uno de los salones cerca a la ventana. Me acurruco en mi
asiento, y espero, sintiéndome fría, recordando la completa tormenta de
chismes en línea. Me remuevo con inquietud, mirando los ascensores y los
autos afuera.
Hay dos o tres personas fuera del edificio intentando mantener sus
cámaras ocultas, pero de vez en cuando toman instantáneas del edificio.
¿Así que también quieren un pedazo de Saint? Molestia estalla dentro de
mí. Molestia, impotencia y odio a mí misma por haber causado esto. La
recepcionista se acerca momentos más tarde, y hay un guardaespaldas
intimidante con ella.
Lentamente, me pongo de pie.
—Lo siento, pero no podemos tenerte aquí —dice la recepcionista—.
Se encuentra ocupado, acaba de llegar a la ciudad. —Veo la ira en sus
ojos. Mi atención se dirige al gran hombre y… no puedo creer que haya un
guardaespaldas. No puedo creer que Malcolm haga que me escolten
afuera.
—Dile que vine —murmuro. Entonces les hago un favor a todos y
salgo, utilizando mi cabello como cortina para evitar ser reconocida. —
Contenta de que mi cabello también pueda ocultar la mirada
absolutamente abatida en mi rostro. Me dirijo directamente a casa, donde
Gina y Wynn parecen haber estado esperando en la puerta.
—¿Cómo te fue? —Gina me toma por los hombros y me obliga a
sentarme en el sofá.
Todavía estoy entumecida con incredulidad. Me toma un momento
responder. —Se ha encerrado. No lo pude ver. Ellos… fui escoltada afuera.
—¿Qué? —grita Wynn, indignada.
Y Gina—: ¿No me dijiste que su personal es leal cuando alguien
comete un error? Por supuesto que serían sobreprotectores con su Saint.
—¿Pero sabía que Rachel estaba allí? —quiere saber Wynn.
Empiezan a discutir sobre si Saint les dio las instrucciones para
echarme o no, pero no puedo unirme a la especulación. Me siento cada vez
más desesperada mientras miro mi teléfono. Mi silencioso teléfono.
Encerrándome en mi habitación, llamo a su teléfono celular y me
paseo de un lado a otro mientras dejo un mensaje:
—Holaaaaaa. Oye… ¿me devolverías la llamada, por favor? Necesito
hablar contigo. —Tengo problemas con qué decir a continuación, mis
pensamientos se aglomeran, uno tras otro.
—Malcolm… —Me callo, pero mi voz se quiebra con tanta fuerza, que
cuelgo. Me limpio las lágrimas y marco de nuevo—. Lo siento —le susurro.

260
Nunca he querido tanto oír su voz—. Quiero decir que… no lo sé… sólo
quería escuchar tu voz. —Pienso en qué más decir cuando termina el
tiempo en su correo de voz.
Marco de nuevo. —Valoras la honestidad y la lealtad, y yo… Necesito
hablar contigo, Malcolm, necesito que me permitas explicarte. Si de verdad
lo valoras, por favor, permíteme explicarte.

***

Me mata. No puedo dormir. No puedo comer. Tengo una constricción


en mi pecho y, literalmente, no puedo respirar. Esta vez no es en una
buena manera. Sigo esperando tener noticias de Malcolm, sigo esperando
que me responda el mensaje.
Entro apresuradamente al dormitorio de Gina. —¿Crees que se ha
terminado?
Salta en la cama. —Me asustaste demasiado. ¡Pensé que teníamos
un intruso!
—¿Crees que se ha terminado? El no hablar y que toda esta mierda
pasara, significa que se acabó, ¿cierto? ¿A quién engañó? Ni siquiera era
su verdadera novia. Ni siquiera por un día. No hay nada que terminar. —
Me río con tristeza y lucho contra mis lágrimas, y con mi conciencia y mi
desesperada necesidad de él.
—Me siento mal por ti, pero Saint es un hombre poderoso. Cuando
Paul me traicionó, no podía mirarlo, ni siquiera a una sola posesión suya.
Me destrozó. Y esto es… esto es público, Rachel. ¿Cómo te sentirías? ¿Si él
saliera con algo así, desconcertándote por completo? Dale tiempo para
asimilar lo que se dice. Tal vez lo único que quiere es racionalizar.
Tal vez sólo necesita contar hasta cuatro, me digo a mí misma.
Soy irascible…
En un instante estoy tratando de sentirme positiva diciéndome que
eventualmente tendré un momento para explicarme, y al siguiente estoy
cargada de dolor. Al siguiente, soy un gran nudo gigantesco de
remordimientos. Recordar los pocos y raros momentos cuando se abrió
completamente ante mí me pone aún más ansiosa por estar a su lado en
este momento, por explicarle. Por hacer esto bien. Por abrazarlo. Por
ROGARLE que ME abrace. —Rachel, ¿qué vas a hacer con tu artículo? —
pregunta Gina preocupada.
A mi lado, en la pantalla de mi teléfono, por enésima vez, veo su foto
llegando a M4 después de un viaje de negocios. Luciendo como un
verdadero multimillonario de primera clase… pero sacándole el dedo a

261
quién sea que le tomó la foto. Todo ese vidrio y tecnología en el fondo, y él,
con ese traje asesino, con la cabeza oscura inclinada, sus ojos protegidos
detrás de sus lentes. Sin comentarios, dice la leyenda. Pero el dedo, dice
mucho.

262
29
Investigación
Traducido por Fany Stgo.
Corregido por SammyD

Poco después entro en mi habitación y me quedo de pie, visto unas


medias y su camisa, y miro mi portátil.
Inhalando, la tomo, junto con mi caja de zapatos llena de notas,
llevándola a la pequeña alfombra al lado de mi cama. Me siento
cruzándome de piernas en el suelo y leo mis notas, una por una. Notas
sobre Malcolm.

Honestidad y lealtad, había escrito.


Rasgos que probablemente admira en sus mejores amigos. Rasgos
que puede que nunca haya encontrado en las mujeres que lo persiguen.
Honestidad y lealtad…
Eso es todo lo que puedo escribir de él. El resto de lo que aprendí es
demasiado crudo como para compartirlo.
Pero honestidad y lealtad.
Son cosas que Saint valora por encima del amor.

Cosas que no encontraría en mí. Leo la parte posterior de la tarjeta,


mi nota garabateada, hablando de mí.

SOY UNA MIEEERDA.

263
Se había quedado allí hablando sobre la honestidad y lealtad
mientras me sentaba allí conmovida por todo lo que decía, sabiendo
completamente que me estaba enamorando de él, incapaz de detenerlo.
Y aun así, tomaba notas. Lo estudiaba como una rata de laboratorio.
Como si no fuese humano. Como si no fuera motivado por las mismas
cosas que los demás: un corazón, una mente, un cuerpo, hormonas; como
si no necesitara aire y agua, y tal vez ni siquiera amor; como si fuera un
robot para ser examinado y desmontado en piezas para diversión del
mundo.
¿En serio?, ¿qué importa que haya estado con miles de mujeres?,
¿qué importa que sea la obsesión de la ciudad y ahora también la mía? Es
humano. Tiene derecho a la poca intimidad que tiene. Es una persona tan
malditamente cerrada, raramente se abre ante alguien, y sé que es porque
siempre es tan juzgado y escrudiñado.
Mis ojos empiezan hacerse agua, y de repente tomo las notas y
comienzo a romperlas, una por una. Luego me acuesto con todas las notas
dispersas a mí alrededor y lloro un poco. Luego miro al desastre disperso.
¿Qué acabo de hacer? Oh, Dios.
Si quiero salvar la revista, necesito entregar algo.
Inhalo y exhalo.
—¿Rachel? —Oigo llamar a Gina.
Se asoma y mira el desastre de notas rotas, y luego a mí. Tan rota
como el papel a mí alrededor.
—Oh, Rachel.
Comienzo a llorar.
—Necesito escribirlo.
—Rachel, dile la verdad. Dile la verdad. Si te conoce un poquito bien,
lo entenderá.
—¿Qué?, ¿qué soy una mentirosa?
—Dile que lo amas —dice.
—No quiere mi amor. Valora… la verdad y honestidad, cualidades
que yo no poseo.
—Las posees en abundancia. Eres leal y honesta con todo el mundo.
—Pero no con él.
—Desde el momento en que hables con Saint y le digas la verdad, lo
serás. Hazle verlo a través tus ojos. Tal vez lo puedas tener todo.
—¿Quién lo obtiene todo, Gina? Nadie. Nadie, ese es quien.

264
—Pero aun así todos creemos que podemos. ¿No es ese el punto de
todo lo que hacemos? Lo queremos todo. Así que escribe este artículo. Y si
todavía lo quieres, deberías ir detrás de él.
Hago una pausa. —Sí lo quiero —susurro, secándome el rostro con
el dorso de la mano—. Hay un millón de cosas que, sumadas, me dicen
que no hay nadie en este mundo, jamás, que tendrá este increíble efecto
en mí excepto Saint. A veces simplemente no puedo visualizarnos juntos,
me siento tan perdida en él. —Me limpio los ojos—. Es el único hombre
con el que sueño en las noches, y el único hombre con el que quiero
despertar en la mañana. Todo el mundo se encuentra detrás de su fama o
de su dinero, pero lo amo, no por alguna cosa que posea, sino porque me
tiene a mí…
—Oh, Rache. No llores. Tal vez haya esperanza para ustedes dos.
—¿Cómo puede haberla? Ya no quiere tener nada que ver conmigo.
—¡Está herido, Rachel, maldita sea! Incluso yo puedo notarlo,
porque no existe una foto sin que unos lentes negros le cubran los ojos.
Debe haber un infierno en ellos, Rachel. No puedo creer que en verdad me
sienta mal por Saint.
—Porque yo fui el Paul en nuestra relación. Yo fui la mentirosa.
—Paul me engañó. Tú nunca se lo hiciste. Tus sentimientos fueron
reales.
Gimo y entierro el rostro en mis manos. Recuerdo cómo Helen me
advirtió desde el principio. Que era demasiado joven para jugar con los
adultos. No vi venir nada de esto. Ella tenía razón. No estaba lista para
esto en absoluto.
Pero tomo el pañuelo desechable que Gina me ofrece, limpio mis
lágrimas, conecto la portátil, la enciendo y escribo con el corazón.

***

El día que lo entrego, Helen me dice que los servidores de Edge se


encuentran llenos de correos de odio hacia mí, y me aconseja que me tome
la semana para trabajar desde casa.
El día que es publicado, no salgo de la cama. No respondo mi
teléfono. Mi madre me visita, pero termina hablando con Gina porque no
quiero que me vea de esta manera; hoy me siento demasiado triste como
para fingir, y ella me conoce bien. Antes de irse me dice—: Me voy a pintar.
Me dice que debería hacer lo mismo. Me dice que soy libre para salir
y hacer algo que amo.

265
Pero lo que amo me odia.

***

Twitter:
¿Leíste el artículo de tu novia? @malcolmsaint

En su Instagram:
¡¡De ninguna manera @malcolmsaint le dará una segunda oportunidad a
esa perra!!

Y el grupo feminista en línea:


Reachel Livingston, ¡nuestra heroína! ¡Venganza hacia los mujeriegos!
¿Quieren jugar con nuestros corazones? Cuidado cuando encuentren su propia
debilidad. ¡La venganza es dulce!

***

Más tarde en esa semana encuentro energía suficiente como para


salir de la cama e ir al trabajo, y soy llamada de inmediato a la oficina de
Helen.
Hay tensión entre nosotras. Helen no estaba feliz cuando le envié el
artículo. Dijo—: No es lo que pedí.
—No. —Concordé.
Helen lo tomó y lo imprimió de todas maneras.
Hoy, me sorprende que luzca complacida de verme, genuinamente
complacida. —Es un circo allí afuera —me dice, haciéndome un gesto con
la mano desde detrás de su escritorio desordenado para que ingrese.
—No me encuentro en línea. ¿Puedes culparme?
—No. Pero déjame informarte. —Señala la silla frente a su escritorio
pero me quedo de pie—. Tu novio —comienza con obvia alegría—, quitó el
artículo de Vicky. Ahora no pueden volver a publicarla sin repercusiones
legales. —Me mira con un nuevo brillo de respeto y admiración, y añade—:
En caso de que no me hayas entendido dije “tu novio”. —Se ríe contenta—.
Malcolm Saint quitó todas las impresiones de la publicación de Victoria… y
fue removido del blog. —Asiente, tanto lenta como sombríamente.

266
Mis ojos se agrandan. —¿Qué? —digo finalmente.
—El artículo de Victoria. Tu novio es dueño de los derechos. Ya no
puede ser publicado… no sin su aprobación.
—¿Qué? ¿Cómo?
Se encoje de hombros, después se reclina en su silla con un pequeño
crujido de las ruedas. —Parece que Saint no lo quiere en la red.
OhporDios, ¿hizo desaparecer la historia de Victoria? —Si restringió
a Victoria, ¿por qué no a nosotros? ¿Por qué no restringió el mío? —¡¿Por
qué no leyó el mío?!
Mi corazón se encuentra apretado en mi pecho, al igual que mis
pulmones.
—Supongo que no te odia tanto. —Se encoje de hombros
casualmente, pero se detiene cuando nota, finalmente, que estoy
destrozada. Mi cabello es un desastre, mi rostro es un desastre, soy un
desastre—. Tal vez si le gustes, Rachel —dice en voz baja—. Estoy
impresionada, ¿sabías? No soy la única impresionada. El mundo también
parece estarlo. No ha sido visto… confraternizando con ya sabes qué tipo.
—Golpea ligeramente el lápiz en su escritorio y entrecierra sus ojos hacia
mí—. Pero lo han visto haciendo paracaidismo diariamente. Pensarías que
tiene un deseo de muerte o algún fuerte hechizo que desea sacarse del
sistema.
Apenas la escucho. Necesito alejarme. De Edge, de ella, de esta
oficina. —¿Está bien si trabajo desde casa hoy, Helen?
A pesar de que siento su desacuerdo, accede. Tomo las cosas de mi
escritorio, sintiéndome dolorida.
Saint haciendo paracaidismo.
Saint comprando el artículo de Victoria.
Saint pensando que lo traicioné.

***

Afuera, esa tarde, me detengo cuando Edge me devuelve la mirada


desde un quiosco, una copia aún quedan de este lado, unas cuantas en el
otro.
—¿Ya leíste eso? —El hombre detrás del quiosco silba y se ríe—. Esa
reportera retorció sus bragas8 por ese chico.

8 Ponerse demasiado emocional.

267
Levanto la cabeza, lista para gritarle al hombre, En cambio, examino
la foto de Saint que Helen usó para la portada, esos helados ojos verdes
mirándome. Y sí, el hombre tiene razón. Si retorcí mis bragas por Saint. No
solo mis bragas, mi cuerpo entero. Mi vida completa.
Lo echo de menos como a nadie.
Quiero besarlo.
Quiero abrazarlo. Con mis brazos. Y mis muslos. Con todo mi cuerpo
hasta que me ROMPA o él me rompa, y eso está bien, mientras me siga.
—Mujer inteligente —susurro finalmente, la emoción engrosa mi
voz—. Creo que lo llevaré a casa.
Compro la copia solo por la foto de Malcolm. Corbata elegante, cuello
perfecto y esa atenta mirada penetrante, gritando por ser calentada, eso
me atrapa. Es una maravilla cómo me pueden derretir tan fácilmente esos
ojos de hielo verde.
Me siento en una banca con la revista en mi regazo, pasando los
dedos sobre sus ojos, preguntándome por enésima vez si leerá alguna vez
lo que le escribí.

268
30
Después de la tormenta
Traducido por Adriana Tate
Corregido por Laurita PI

Se acabó.
No hubo lluvia o truenos cuando terminamos. Simplemente
terminamos como comenzamos. No hubo destellos que me dijeran que me
enamoraría, que conocería al único hombre que me desafiaría, que me
volvería loca. Ahora se ha acabado, mi proyecto está terminado.
Completado.
Mis mañanas han regresado a la normalidad. Aun almuerzo con mis
amigas los fines de semanas. Aun visito a mi mamá los domingos. Mi
mundo ha regresado a la normalidad, es casi el mismo que era antes de
que escribiera el artículo. No me había dado cuenta de cuán deprimente
era. Tengo miedo de agarrar el periódico y que esté allí… con una chica. O
con tres.
Los episodios de llanto son malos. Sales y accidentalmente hueles
vino y ups, lloriqueas. Y no me hables de elefantes, eso me lleva a un
nuevo nivel de desesperación. Pero el miedo se ha ido. Tenías miedo de
salir y de repente te encuentras justo allí, retando al universo a que te
quite eso o rogándole que hoy te dé una excusa para sentirte como una
mierda. Gina me pasa los pañuelos desechables.
Algunas de mis compañeras de trabajo… algunas me envidian.
—Desearía que me hubiesen pedido ir tras Malcolm Saint —me dice
Sandy, mi compañera de trabajo, debido a los trabajos que me están
ofreciendo, pero más importante debido a—: Ser llevada a pasear en un
yate y ser perseguida de esa manera… —dice soñadoramente.
—Escúpelo, ¿el sexo fue fenomenal? —pregunta Valentine.
Creo que intentan animarme… pero soy un caso perdido.

269
Aun acoso su Twitter. No puedo evitar acosarlo, querer saber cómo
está. Aunque las redes sociales a su alrededor han estado más activas que
nunca, Saint ha estado… callado.
Lo han interrogado sobre mí, los reporteros en televisión en vivo y en
internet. Y dice: “sin comentarios” o los ignora. De la misma forma en la
que me ignora.
—No iba a durar —me asegura Gina cuando me nota deprimida—.
Fue un rollo de una noche. Es un mujeriego de otra categoría.
Pero me mata que nunca lo sabré. Nunca sabré si todas las veces
que dijo que era su chica, lo decía para conservarme.
Tengo todos estos correos sin enviar dirigidos a Saint, y muy poco
coraje de hacer algo con ellos, cuando sé que no me merezco de él ni la
hora del día.

Para: Malcolm Saint (Borrador)


Estado: No enviado
Tengo mil y un correos iguales a este que tampoco te enviaré. Solo
necesitaba escribirte.
Por favor, perdóname.
¿Alguna vez piensas en mí?
Reclamo tu boca, reclamo tus ojos, reclamo tus manos y tu corazón.
Incluso tu terquedad porque me la merezco. Incluso tu ira. Lo quiero todo.
Reclamo a mi hombre. ¿Ves? #¡¡¡Tambiénsoymuycodiciosa!!!

Gina me dice que si ella pudo sobrevivir a una decepción amorosa,


yo puedo sobrevivir a romper mi propio corazón.
—Cariño, sé que duele. Cuando descubrí lo de Paul, quería que un
meteoro cayera en mi cabeza para poder estar adormecida dentro de un
ataúd.
—Dios, Gina, lo sé. Simplemente quiero una oportunidad.
Esta mañana miro por la ventana hacia la calle. No hay ningún Rolls
Royce brillante esperando afuera los sábados por la mañana para llevarme
a “algún sitio”.
Sin embargo, es curioso ¿no? Que siga esperando verlo. Qué
despierte esperanza todos los días, de un mensaje de texto, un mensaje de
voz, una llamada, el auto, un destello de una oportunidad
Deja de tener tantas esperanzas, Rachel… para esta altura, ya lo
habrá leído.

270
Quizás lo hizo y simplemente no le importa hacerte saber lo que pensó
al respecto.
Descubrí muchas cosas sobre él durante todo este tiempo que
pasamos juntos, pero en realidad no descubrí si podía llegar a amarme. Si
sería demasiado orgulloso como para perdonarme alguna vez. Si buscaría
aliviar el dolor de mi traición con otras mujeres, o si se encerraría en sí
mismo, como yo lo hago. Descubrí docenas de cosas sobre él, pero no la
docena que podría darme algún tipo de consuelo en estos momentos.
Salvamos un elefante, apoyó mi lucha por una ciudad más segura,
pero todo lo que tengo físicamente para recordar nuestro tiempo juntos es
su camisa.
Su camisa, la cual se encuentra como un trofeo invalorable doblada
en una bolsa de plástico, dentro de una caja, en la parte más profunda de
mi armario, porque, ahora mismo, apenas puedo soportar mirarla. Ahora
no puedo soportar usarla. Pero a veces cuando la melancolía me invade,
voy hacia el armario y la saco; muy blanca, grande, completamente
masculina en contraste con mis artículos femeninos, y todavía con su
perfume en el cuello. En esos días, la autocompasión me inunda, y me
toma un segundo, dos, tres y luego pienso en él, y también me tomo
cuatro. Cuatro segundos antes de permitirme respirar de nuevo.

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REVELANDO A MALCOLM SAINT
Por R. Livingston
Voy a contarte una historia. Una historia que logró destrozarme
completamente. Una historia que me trajo de vuelta a la vida. Una historia que
me ha hecho llorar, reír, gritar, sonreír, y luego llorar de nuevo. Una historia
que me sigo contando a mí misma una y otra vez, y otra vez hasta que he
memorizado cada sonrisa, cada palabra, cada pensamiento. Una historia que
espero conservar para siempre.
La historia comienza con este artículo. Era una mañana normal en Edge.
Una mañana que me traería una gran oportunidad: Escribir un artículo revelador
sobre Malcolm Kyle Preston Logan Saint. Él es un hombre que no necesita
presentación. Multimillonario. Mujeriego, amado picaflor, fuente de muchas
especulaciones. Este artículo me abriría puertas, le daría a una joven y
hambrienta reportera una voz.
Me lancé de cabeza hacia ello, arreglándomelas para conseguir una
entrevista con Malcolm Saint para discutir Interface (su increíble y estupenda
competencia de Facebook) y su inmediato ascenso a la popularidad. Tan
obsesionada como la ciudad ha estado con su persona durante años, me
consideré afortunada de encontrarme en esta posición.
Estaba tan enfocada en exponer a Malcolm Saint que bajé mi guardia,
inconsciente de que cada vez que él se abría, en realidad me estaba exponiendo
a mí. Cosas que nunca quise de repente eran todo lo que quería. Me sentía
determinada a descubrir más sobre este hombre. Este misterio. ¿Por qué era tan
cerrado? ¿Por qué nunca nada era suficiente para él? Pronto descubrí que no era
un hombre de muchas palabras, sino un hombre de palabras correctas. Un
hombre de acción. Me dije que cada pizca de información que cazaba era para
este artículo, pero el conocimiento que ansiaba en realidad era para mí misma.
Quería saber todo. Quería absorberlo. Vivirlo.
Pero lo más inesperado de todo, Saint comenzó a perseguirme.
Genuinamente. Sinceramente. E implacablemente. No podía creer que se
sintiera en verdad interesado en mí. Nunca fui perseguida de esa manera,
intrigada de esa manera. Nunca me había sentido tan conectada con algo… con
alguien.
Nunca esperé que mi historia cambiara, pero lo hizo. Las historias tienden
a hacer eso; sales en busca de algo y regresas con algo diferente. No buscaba
enamorarme, no buscaba perder la cabeza y el sentido común por los ojos verdes
más hermosos que he visto en mi vida, no buscaba volverme loca de lujuria. Pero
terminé encontrando una pequeña pieza de mi alma, una pequeña pieza que en
realidad no es tan pequeña en absoluto: Es aproximadamente de un metro
noventa centímetros de alto, con hombros aproximadamente de un kilómetro
ancho, manos dos veces el tamaño de las mías, ojos verdes, cabello castaño, y es
inteligente, ambicioso, amable, generoso, poderoso, sensual y me ha consumido
completamente.

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Me arrepiento de mentir, a ambos, a mí misma y a él. Me arrepiento de
no tener la experiencia para reconocer lo que sentía en el momento en el que lo
sentí. Me arrepiento aún más de no saborear cada segundo que tuve con él,
porque valoro esos segundos más que cualquier cosa.
Sin embargo, no me arrepiento de esta historia. Su historia. Mi historia.
Nuestra historia.
Lo haría todo de nuevo para tener otro minuto con él. Lo haría todo de
nuevo con él. Saltaría ciegamente al aire si siquiera hubiera una posibilidad de
cero punto cero uno por ciento de que todavía estuviera allí, esperando para
atraparme.

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31
Cuatro
Traducido por Eli Hart
Corregido por Adriana Tate

Es sábado.
El cuarto desde la publicación del artículo.
Aún hay docenas de mensajes en mi carpeta de borradores que
nunca le enviaré.
Aún sigo, más que nunca, viviendo en la tierra de “lo que pudo haber
sido” y créanme, es un lugar muy triste donde vivir. En el código postal de
los perdidos, inspiras arrepentimiento en cada respiración, la tristeza se
impregna en cada espacio en el que se encuentra tu cuerpo.
De todas las cosas que hacen que la gente cambie, la mayor causa
es la desesperación y el dolor.
La tristeza es tan debilitante. El enojo, por otro lado, demanda
acción y fortalecimiento. Pero no puedo enojarme cuando fui yo quien me
colocó justo en donde estoy.
He pasado fines de semanas en la ventana de mi departamento,
intentando convencerme de salir y en realidad sintiéndome sin ganas.
Nunca dejes que nadie te diga que tu vida va a regresar a la
normalidad luego de un huracán.
Tengo carpetas y carpetas con fotos que no puedo abrir.
Un número que no puedo marcar.
Una camisa que no puedo usar.
Un nombre que no puedo pronunciar en voz alta.
El recuerdo de un par de ojos que me seguirá por siempre.

274
Vivo con miedo de nunca volver a ver esos ojos. Y con mucho más
miedo de lo que veré en ellos si lo hago…
Helen se ha quejado porque no era lo que había deseado.
Dijo que era “una carta de amor para Saint”.
Pero todos sabemos que las historias son así. Las historias cambian.
Al igual que las personas. Cambiamos cuando sufrimos, cuando
aceptamos, cuando damos, cuando amamos. Cuando pierdes al amor de
tu vida, tu normalidad será perennemente cambiada; ya no hay vuelta
atrás a lo que eras. Tienes que reconstruir paredes más fuertes, cambiar
tus expectativas y esperar la luz del sol.
No hay nada igual a las puestas de sol en Chicago, con la luz
anaranjada brillando sobre los edificios reflejándose en las ventanas. He
mirado puestas de sol y amaneceres, y he visto lluvias por esta ventana.
He observado a Gina marchándose, y he mirado a los autos pasar, sin
estar realmente enfocada en los colores que tienen, solo en que ninguno de
esos autos le pertenece a él.
Mi portátil se encuentra cerca. Gina salió a almorzar con Wynn, pero
aún parece que no tengo energía.
Intento trabajar en una nueva historia. Una historia con cosas
buenas. Cosas sobre la gente. La pérdida. Y la esperanza. Y… el perdón.
Me estoy sirviendo una taza de té cuando mi teléfono vibra. El número no
está guardado.
Me detengo y hago mi taza a un lado, luego contesto.
—Señorita Livingston, le habla Catherine Ulysses.
Me paralizo.
Es la asistente de Saint.
—¿Se encuentra allí?
Mi corazón. Mi corazón literalmente se me va a salir del pecho.
—Sí, aquí estoy.
—A él le gustaría verla en su oficina.
Cierro los ojos.
—¿Debería decirle que se negó?
—¡NO! Yo… ¿A qué hora? Estaré allí. —Mis dedos tiemblan mientras
escribo la hora y comienzo a garabatear en la hoja nerviosamente cuando
cuelgo.
El mundo se inclina un poco cuando me obligo a soltar el bolígrafo.
Miro la hora. El día. El signo de interrogación. El corazón. Y el nombre que
escribí, Malcolm, con todo eso.

275
Finalmente voy a verlo. No tengo ni idea de lo que le voy a decir, por
dónde comenzaré, qué puede siquiera arreglar las cosas.
Me imagino besándolo, teniendo el coraje de decirle que lo amo.
Me imagino también llorando, tal vez, porque este ha sido el peor
mes de mi existencia.
Lo imagino en toda su gloria, y mi pecho no puede soportarlo sin
retorcerse como una cuerda viva.
Su oficina.
M4.
Saint.

***

Me cepillo los dientes, me baño, luego me apresuro a ir a mi armario


y abro las puertas de un tirón, miro mi ropa, esperando que algo, el
atuendo correcto, salga y grite: ¡ÚSAME, NO PUEDE DECIR QUE NO A
ESTO! En su lugar, veo un montón de mangas y nada, nada encaja para
este momento. Escondida en el armario se encuentra su camisa. Cómo
amaba dormir en su camisa. Me envolvía como sus brazos lo hacían, y
tenía el mejor de los sueños, a veces incluso eran eróticos, incluso luego de
regresar de sus brazos, recientemente satisfecha. La saco y la miro,
extrañándola con dolor, luego la oculto impulsivamente en la sección de
vestidos largos otra vez.
Me decido por algo blanco, un suéter blanco con cuello de tortuga,
un par de vaqueros claros, mis botas de piel de cordero.
Me siento expuesta, todas mis paredes se derrumbaron. Pero me
cepillo el cabello, añado lápiz labial de color durazno claro, y me miro, mis
ojos grises me devuelven la mirada, tan vulnerables como nunca los he
visto.
Porque le diré la verdad, toda la verdad.
Y me merezco lo que sea que me diga, lo merezco, cada cosa.
En M4, tomo el ascensor, temblando.
Nuestras complejas emociones humanas se enfrascan en nuestros
cuerpos, nuestras almas, nuestras mentes y corazones.
Cada miembro de cada etnia, cada humano en el pasado y el
presente y cada uno en el futuro quiere sentirse así. De la manera en la
que me siento ahora, solo una chica esperando y añorando, muriendo por
verlo, rogando que el hombre que ama también la ame.

276
Mi garganta se siente tan apretada que no puedo hablar cuando
salgo. Sus cuatro asistentes levantan las cabezas de las pantallas de sus
computadoras. —Estoy… aquí para ver…
—Un momento —me dice Catherine.
Me encuentro de pie aquí preguntándome si olerá como lo recuerdo,
si me mirará como lo recuerdo. Si me sonreirá o fruncirá el ceño, si me
odiará para siempre, si piensa en mí en absoluto. Si siquiera me extraña.
No importa cuánto mientras me vea ahora mismo. Es todo lo que
quiero, mirar su rostro de nuevo. Escuchar su voz.
Finalmente Catherine cuelga y me hace señas mientras camina
hacia la puerta y la abre para mí, y entro.

Continuará en el siguiente libro de Manwhore…

277
Agradecimientos
Este libro no habría sido posible sin el apoyo de mis admiradores,
cuyo continuo amor, apoyo y entusiasmo por mi trabajo y mis personajes
continúa impulsándome, día tras día. ¡Todo mi amor y gratitud va para
ustedes!
Muchas gracias a los lectores de los borradores de mis proyectos.
Amy, iluminas mi camino, Dana, quien me llevó a Chicago. CeCe, me
entiendes a cada momento. Mi amada hija, tú me inspiras, mi amor. Kati
D, como siempre tan inteligente e iluminadora, nunca está “terminado”
hasta que lo lees. Monica Murphy, quien no solo lee los primeros
borradores, sino que conoce lo mejor y lo peor de mí. Jen Frederick, desde
el momento que salieron REAL y Undeclared nos conocimos en línea y nos
volvimos amigas, gracias por esa amistad. Gracias a las señoritas mega
talentosas, Lisa Desrochers y Angie McKeon, algunas de mis amigas
autoras más cercanas. Y a mi amiga desde la adolescencia, Paula, quien
almuerza conmigo para hablar de libros cada vez que me encuentro en la
ciudad. Sylvia Day, te he admirado desde hace mucho tiempo, gracias por
la lectura y por la propaganda, me siento súper honrada de que mi
portada la tenga.
A la maravillosa Kelli por prestarme su ojo de águila, y a Anita S. por
ayudarme a corregir y a pulir a mis bebés, pero solo hasta el punto en
donde mi voz permanece lo más natural posible. :)
Y también quiero agradecer a todos los blogueros que me han
apoyado desde el momento en que salió al mundo mi libro debut, REAL.
Su entusiasmo por cada trabajo que ha seguido, sus reseñas, y su ayuda
en conectarme con lectores le han dado a mis libros una plataforma que
no podrían tener sin ustedes. ¡Con todo mi corazón, gracias!
A mis asistentes, Lori y Gel, quienes me ayudan a mantenerme
enfocada cuando me encuentro en mi cueva de escritura.
Gracias a la agente más maravillosa que podría haber pedido, Amy
Tannenbaum, me entiendes, me inspiras, ¡y me sigues maravillando con
tus habilidades de súper heroína! Y gracias a todos en Jane Rotrosen,
están entre las personas más entusiastas y talentosas que conozco.
Y hablando de un equipo maravilloso y talentoso, gracias a mi
minucioso, ingenioso y dedicado editor, Adam Wilson, a su grandioso
asistente, Trey, y a la inolvidable Laura McKenna. A Jen Bergstrom, por

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creer en mí, a Kristin, quien es un genio en publicidad, y al departamento
de arte de Gallery Books, a los correctores, y a cada gran persona que dio
su mejor esfuerzo para entregarles este libro tan pronto y en la mejor
forma que humanamente se pudo. También, a Gregg Sullivan, de Sullivan
y Compañía, gracias por ser parte del equipo.
Al grupo de Facebook de mi serie REAL, lectores que son tan devotos
y de gran apoyo, ellos tocan mi corazón todos los días. A todos mis lectores
que me han enviado correos electrónicos, tuits y se han sentado a leer una
de mis historias. Como ustedes, siento nudos y mariposas cuando veo
enamorándose a dos personas. Como ustedes, lloro, sonrío, sufro por más
y quiero gritar. Es la satisfacción más grande del mundo saber que
ustedes disfrutan de mi trabajo de la misma que yo cuando los descubrí…
A mi hermosa familia, que son pacientes y amorosos, incluso cuando
se ríen de mí cuando tarareo al escribir. Los amo con todo mi corazón.
A mi musa… delicada como una mariposa. Una vez pensé que podría
perderte. Que nunca sería capaz de volver a escribir. Pero volviste, libro
tras libro, una y otra vez. Y aunque probaste que estaba equivocada, ese
miedo a perderte nunca se va, así que me despierto cada día con la
esperanza de tener una cita, tú y yo, y que aparecerás porque nuestros
personajes esperan. No puedo agradecerte lo suficiente por lo que me das.
Me traes alegría como solo podrían las mejores coas en la vida.
Y por último, pero no menos importarte, gracias a ti, justo en este
momento, por tomarte el tiempo de leer mi historia. Besos y abrazos.

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Manwhore +1
¿Playboy multimillonario? Comprobado.
¿Despiadado hombre de negocios? Comprobado.
¿Absolutamente pecaminoso? Comprobado.
Malcolm Saint era una misión. Una historia. Un
hombre hermoso y difícil que se suponía que
descubra por exposición atrevida.
Intentaba ponerlo al descubierto, sus secretos,
su estilo de vida, no dejarlo exponerme. Pero mi
cabeza fue superada por mi corazón y de repente
nada podía detener la caída. Me enamoré de él, y
caí duro.
Malcolm Saint es pecado absoluto, y me he
convertido en una pecadora sin esperanza.
Ahora que la misión ha terminado, Saint quiere algo de mí, algo
inesperado, y yo quiero el corazón de este malvado playboy. Pero, ¿cómo
puedo demostrarle al hombre que no confía en nadie que soy digna de
volverme en su más uno?

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Sobre el autor
Katy Evans está casada y vive con su esposo
y sus dos hijos, además de tres perros
perezosos en el sur de Texas. Algunos de sus
pasatiempos favoritos son hacer senderismo,
leer, hornear y pasar tiempo con su familia y
amigos. Para más información sobre Katy
Evans y sus próximos lanzamientos, visita los
sitios de abajo. Ella ama oír de sus lectores.

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