Está en la página 1de 304

Sinopsis

Tenía razón. Nunca debí volver a enamorarme de Quinn. Siempre supe que
no lo conseguiríamos. Y para empeorar las cosas, no sólo perdí a mi alma
gemela, sino también a mí misma.

Me despojaron de todo, dejándome desnuda e incapaz de respirar. Nadie me


dijo que podría doler tanto. No estaba preparada para este nivel de agonía por
el horrible peso de la pena.

Planeé amarlo infinitamente. Pero, ¿qué es el infinito cuando el amor


siempre se acaba?

Indefinite Duet Libro 2


Contenido
• Dedicatoria • Capítulo 18

• Capítulo 1 • Capítulo 19

• Capítulo 2 • Capítulo 20

• Capítulo 3 • Capítulo 21

• Capítulo 4 • Capítulo 22

• Capítulo 5 • Capítulo 23

• Capítulo 6 • Capítulo 24

• Capítulo 7 • Capítulo 25

• Capítulo 8 • Capítulo 26

• Capítulo 9 • Capítulo 27

• Capítulo 10 • Capítulo 28

• Capítulo 11 • Capítulo 29

• Capítulo 12 • Capítulo 30

• Capítulo 13 • Epílogo

• Capítulo 14 • Agradecimientos

• Capítulo 15 • Más Libros

• Capítulo 16 • Acerca de la autora

• Capítulo 17
A Melanie Harlow, gracias por hacerme escribir libros ligeros contigo para poder
volver a subirme a mi escoba para estos.
1
Ashton

Detrás de mí se escucha un pitido grave. Escucho voces, pero tan bajas


que no puedo distinguir quién habla.

—No puedo ser yo quien se lo diga...

Alguien solloza.

—Va a estar devastada.

—Sí, pero debe venir de alguien que ella ama.

Escucho un suave sollozo.

—No es como si fuera a hacerlo mejor.

—¿Y le contamos lo de Quinn? —pregunta Catherine, y mi confusión


crece mientras intento averiguar ¿por qué Catherine está aquí? ¿Qué pasa
con Quinn? ¿dónde está? ¿Dónde demonios estoy?

Suelto un profundo suspiro e imagino que es Gretchen. Ella es la que se


preocupa.

—Quizá no enseguida. —Sí, es ella. Las dos están en Nueva York, pero
no recuerdo...
Estoy muy cansada y me cuesta seguir su conversación. Todo me pesa y
siento un dolor que me recorre todo el cuerpo. Busco en mi memoria algún
recuerdo de lo que me trajo aquí. Recuerdo que estaba en el taxi y que llegué a
la oficina. Recuerdo el dolor.

Oh, Dios. El dolor.

Fue tan intenso, como si alguien me estuviera arrancando las entrañas.


Entonces los acontecimientos vuelven en flashes.

Sangre.

Tanta sangre. Estaba... por todas partes. Recuerdo gritar mientras caía
al suelo y luego… nada.

Iba a la deriva, intentando encontrar la tierra pero sin encontrar nada


que me atara.

—Vayamos paso a paso y esperemos tener respuestas cuando despierte.

Despierte.

Necesito hacerlo para saber qué me pasa. Me pesan los miembros, me


pesan y no puedo moverlos. Nada funciona y mi corazón se acelera mientras
el pánico se apodera de mí. Necesito abrir los ojos. Necesito saber qué
demonios está pasando y dónde estoy, pero no puedo hacerlo.

Se hace el silencio en la habitación cuando oigo el pitido acelerarse,


y entonces alguien enlaza sus dedos con los míos. Mi cuerpo está inerte y me
rodea una niebla que no puedo atravesar. ¿Tal vez sea un sueño?

Sí. Podría ser eso. Necesito calmarme porque no es real. Me despertaré


ahora, ¿verdad? Es una pesadilla.

¡Despierta, despierta, despierta!

—Ashton, Ashton, está bien —dice Catherine a mi lado.

Sólo que nada está bien, y si tengo razón, el sueño es una realidad.
Lucho por encontrar el camino a través de la oscuridad que me oprime. Por
mucho que no quiera ver la luz, tengo que saber lo del bebé.

—Ash, estamos aquí —dice Gretchen—. Sólo mantén la calma cariño,


necesitas relajarte.

Todo dentro de mí se siente como si estuviera siendo destrozado. Todo


lo que recuerdo es el caos. La gente corriendo hacia mí, la sangre agolpándose
a mi alrededor y la agonía absoluta mientras soportaba un dolor como nunca
había conocido.

—¡Enfermera! —La voz de mi madre se abre paso a través del pánico


que me invade.

Ella está aquí. Mi madre y mis dos mejores amigas están aquí, lo que
sólo significa una cosa...

Perdí al bebé.

La lucha abandona mi cuerpo mientras me dejo llevar por la niebla.


Que me oculte de la verdad que me espera. Mientras me alejo, me pregunto si
puedo llorar mientras duermo porque toda mi vida se ha hecho añicos y no
quiero despertar.

Los sueños son cosas curiosas. Pueden ser maravillosos y devastadores


al mismo tiempo. Ya no sé qué es verdad ni cuántas horas o días han pasado.
Sé que, en este momento, aunque pudiera abrir los ojos, ya no quiero hacerlo.

Cuando duermo, el mundo está bien. Crezco con el bebé en mi vientre,


seguro y protegido como solo una madre podría tenerlo. Mis manos frotan el
lugar donde noto una patada mientras me reclino en los brazos de Quinn.
Planificamos nuestra vida, construimos muebles para el cuarto del
bebé y el anillo de mi mano izquierda brilla a la luz del sol.

Pude imaginármelo todo.

Que Quinn me pida matrimonio es otro de mis sueños favoritos. Su


proposición es una de esas sobre las que se escriben canciones. Me lleva a
Central Park y el sol brilla sobre nosotros, calentando nuestros rostros a
pesar del ligero frío que hace. Quinn me toma de la mano hasta que llegamos
a uno de mis puentes favoritos. La vista es perfecta: una familia de patos flota
en el agua. Veo la hierba y algunas rocas en la orilla opuesta, pero la
verdadera belleza es el puente en sí. Es viejo y gris, pero las tallas son lo que lo
hacen asombroso. Son sutiles y, sin embargo, no lo son. Podría quedarme
aquí para siempre con su calor contra mi espalda y sus brazos como una jaula
de seguridad.

Quinn me da la vuelta, me acaricia la cara con las manos y me besa


suavemente. Luego se arrodilla y me pide que me case con él.

Por supuesto, lloro diciendo que sí una y otra vez porque él es mi


corazón y me ha dado lo que más quiero: nuestro hijo.

Sus labios presionan mi vientre, amando al bebé que hemos creado,


antes de deslizar el diamante en mi dedo.

—Ashton —la suave voz de mi madre irrumpe en mi paisaje onírico—.


Sé que estás ahí y que tienes miedo. Tienes que abrir los ojos ahora, mi dulce
niña.

Puedo escuchar la preocupación en su voz. Pero quiero quedarme aquí


un poco más. Es mucho mejor fingir que todo es como debería ser.

Necesito vivir en la mentira. La mentira es agradable y acogedora.


Me envuelve como las alas de una mariposa, dándome cobijo del mundo
exterior. ¿Sentir? Bueno, eso es demasiado dolor para mí, y ya he tenido
suficiente.
La mano de alguien agarra la mía, los callos ásperos me hacen
preguntarme si es Quinn.

—Necesito que vuelva mi luchadora. —Suena el timbre profundo de


papá.

No es Quinn.

Él es la voz que he estado esperando. Él es a quien necesito. ¿Dónde


está él? ¿Por qué no está Quinn aquí?

—Estoy preocupada —dice mamá—. Han pasado dos días y el médico


dijo que ya debería haberse despertado.

La mano de mi padre me echa el cabello hacia atrás e imagino cómo


debe de estar mirándome. Cuando estaba triste o dolida, había bondad en sus
ojos. Era como si mi dolor fuera suyo y él intentara absorberlo por mí.

—Ashton, mi querida niña, abre los ojos. Estamos justo aquí.

Sé que ha llegado el momento de afrontar la realidad y tengo que


averiguar qué le pasa a Quinn. Ya no siento que mi cuerpo no pueda
responder, simplemente no quiero que lo haga.

Me he quedado así, esperando que Quinn estuviera aquí o tal vez me


dijeran algo para hacerme saber cuál es la causa de su ausencia, pero no lo
hacen.

—¿Crees que puede escucharnos? —Mamá pregunta.

—Puede escuchar, está ahí dentro, y espero que escuche a su padre y


vuelva a luchar.

A mamá le tiembla la voz.

—Te quitaría todo el dolor si pudiera, mi niña. Todos estamos aquí,


sólo necesitamos que confíes en que todo irá bien.

Escucho pasos y luego una silla raspar contra el suelo.


—¿Ya se ha despertado? —La voz de Catherine resuena en la
habitación.

—No.

—¿Podrían darme un minuto con ella a solas?

Estupendo. No estoy de humor para nada de lo que Catherine


tiene que decir. Déjame dormir. Es todo lo que quiero.

Pasan unos minutos y mi cama se deprime un segundo antes de que ella


tome mi mano entre las suyas.

—Sé que puedes escucharme. Lo sé desde hace un día, pero te he dejado


que te mantuvieras en modo cerrado. Incluso la doctora Madison dijo que la
medicación había desaparecido y que te estabas conteniendo. —Su voz es
suave, pero escucho un toque de rabia—. No puedo ni imaginar lo que sea
que estés pensando y sintiendo. Siempre has sido la dura de nuestro trío, pero
ahora no tienes que serlo, Ashy. No tienes que mantenerte firme o no llorar.
Pero necesitas abrir los ojos. Necesito que lo hagas para que podamos hablar
de esto. Así que abre los ojos, Biffle.

Mi respiración se vuelve ligeramente errática. Ya he escuchado más de


lo que quería.

Sin embargo, tengo un millón de preguntas, y prefiero hacer esto con


Catherine que con mi madre. Mamá se derrumbará, y no quiero hacerle eso.

Lentamente, levanto los párpados, pero la luz es tan intensa que me


obliga a volver a cerrarlos de golpe.

—Voy a cerrar las persianas —dice mientras salta.

Escucho el roce de su deslizamiento y vuelvo a intentarlo.

Esta vez, soy capaz de ver sus ojos marrones y la lágrima que cae por su
mejilla.

—Hola. —La voz de Catherine está llena de emoción.


Tengo la garganta seca, pero balbuceo las palabras.

—Perdí al bebé, ¿verdad?

Catherine asiente mientras cae otra lágrima.

—Lo siento mucho.

Siento que la humedad se escurre por mi cara, y el dolor que creía haber
sentido antes no es nada porque aquí no hay mentiras, sólo la insoportable
agonía de perder lo que amaba más de lo que jamás creí posible.
2
Ashton

Las manos de Catherine agarran las mías y las dos lloramos. Lloro por
la pérdida del bebé. Lloro porque me duele físicamente, y lloro porque en
algún lugar de mi interior sé que hay mucho más que aún desconozco.

Siento como si me estuvieran destrozando el corazón y no hay nada


que pueda detenerlo.

Tengo que soportarlo todo y rezar para ser lo bastante fuerte para
resistirlo.

Pensaba que perder a mi primer bebé había sido malo, pero eso fue un
roce de una pluma comparado con esto. Quería este bebé. Iba a gestar el hijo
de un hombre al que amaba y que me correspondía. ¿Por qué me sigue
pasando esto?

¿Por qué no pude ser lo suficientemente fuerte para cargar con él o ella?

¿Es por algo que hice?

¿Me pasa algo?

Me duele el corazón de pena cuando intento entenderlo, pero no


tiene sentido. Se suponía que esta vez no iba a ser así. Me sentía bien. Lo
estaba haciendo todo bien. Quinn me trató con guantes de seda para
asegurarse de que no me esforzara.

¿Por qué?

¿Por qué? ¿Por qué, Dios, por qué? Dejo caer las lágrimas y no hay
nada que pueda hacer para detenerlas.

Tal vez haya alguna razón cósmica por la que no era el momento
adecuado, una razón que nunca debí entender, pero eso no significa que sea
justo o que me parezca bien.

—Quería este bebé —le digo mientras me abraza.

—Sé que lo querías.

—Estábamos... listos, ¿sabes?

—Lo siento mucho, Ash. Sé que eran felices y que había muchas cosas
buenas, no te mereces que te lo quiten todo.

Asiento con la cabeza.

—Éramos felices. —Éramos es la palabra clave, porque ahora no vamos


a ser felices.

Catherine se echa hacia atrás, pero sus manos se mueven para acariciar
mis mejillas.

—Lo sé, y estoy segura de que Quinn...

Cierro los ojos y una nueva oleada de dolor me golpea. No volveré a ser
la misma, creo que nunca volveré a ser la misma, pero Quinn sí... entonces
me doy cuenta de que no está aquí. No ha estado aquí y quiero verlo.

—¿Dónde está Quinn? —Digo su nombre mientras miro a mi


alrededor. Mi voz es tan ronca que me cuesta escucharla. Ella agarra el agua
a su lado y veo el miedo en sus ojos.

—Toma. Toma un trago.

Doy un sorbo al agua, esperando a que me cuente qué pasa.


—¿Quinn? —Vuelvo a preguntar.

Cat se lame los labios y el pánico empieza a aflorar. Dios mío, ¿me ha
dejado? ¿Vino, vio el desastre que era y se marchó?

¿Me odia como yo me odio?

—Tranquila, Ash. —Catherine intenta calmarme—. Quiero explicarte


dónde está, pero necesito que mantengas la calma, ¿de acuerdo? Cuanto más
te alteres más posibilidades hay de que empeores las cosas. Has perdido
mucha sangre, ¿de acuerdo?

Intento calmar mi respiración, pero es como tratar de calmar a una


bestia frenética. Vuelvo a sentir náuseas. No puedo soportar más malas
noticias.

—Lo intentaré.

Ella asiente, sabiendo que probablemente no será mucho mejor que


eso. Es todo lo que puedo prometer en este momento.

—Quinn ha desaparecido.

¿Ha desaparecido? Mi pulso se acelera y mi respiración se vuelve


entrecortada y esporádica cuando Catherine se acerca con cuidado.

—Cálmate, Ashton. Por favor.

Dejo la taza en el suelo después de beber unos sorbos, el agua fría me


sienta bien, pero no puedo dejar de temblar.

Catherine suelta un fuerte suspiro, se aparta la lágrima que desciende


por su mejilla y vuelve a tomar mis dos manos entre las suyas.

—El día que... todo esto ocurrió... no pudiste localizarlo. ¿Lo


recuerdas?

Asiento una vez con la cabeza, intentando reunir las fuerzas que me
quedan. Aquel día fue una locura, pero recuerdo claramente estar al teléfono
con Mark, frenética al no poder contactar con Quinn.
—Sí. Entonces, ¿dónde está?

Mira hacia la puerta y luego vuelve a mirarme.

—No lo sabemos. Los vídeos que están reuniendo son incompletos.


Jackson, Mark, Ben, Liam y el resto del equipo están trabajando en ello.
Charlie y su equipo están ayudando, así como un par de agentes federales que
conocen, otro equipo de seguridad y cualquier otra persona a la que puedan
pedir favores. Literalmente no hay un alma que conozcamos que no esté
tratando de encontrarlo. La única información que tenemos es que se lo
llevaron, y hasta ahora no ha habido contacto de los responsables.

Un sollozo amenaza con escaparse, pero lo ahogo.

—¿Por qué? ¿Qué demonios hacía para que lo secuestraran?

—Si lo supiera, te lo diría. Pero, te lo juro, Ashton, lo encontrarán. No


me dicen mucho, sobre todo porque no hablan con nadie que no esté
involucrado en la búsqueda, pero necesito que sepas que no está ausente de
tu lado por decisión propia.

Asiento con la cabeza, sabiendo que no puedo hablar, mi garganta se


está cerrando al igual que el mundo que me rodea. No hay nada que pueda
decir para describirlo adecuadamente. Ni siquiera estoy segura de estar viva
porque, seguramente, esto es un mal sueño. ¿Ningún Dios se llevaría a mi
bebé y a mi novio en el mismo día?

No hay nada que pudiera haber hecho en mi vida para merecer este
nivel de castigo. Claro, he bebido, he tenido sexo, he pecado y todo eso, pero
me gustaría pensar que soy una buena persona. He querido a mi familia y a
mis amigos, he ido a la iglesia cuando mi madre me obligaba, he ayudado a
gente a ser padres cuando todo lo demás fallaba... así que, ¿por qué?

¿Por qué un Dios que se supone que me ama, me castiga tanto?

—No puedo perderlo a él también, Cat —digo mientras cae una nueva
oleada de lágrimas.
Mueve la cabeza, con determinación en la mirada.

—Vamos a hacer todo lo que podamos.

—Lo necesito —le digo.

—Créeme, sé lo que sientes. Da miedo y es imposible encontrar la


manera de mantener la esperanza, pero Jackson no parará hasta
encontrarlo. Sé que eso sirve de poco consuelo cuando tu mundo está patas
arriba, pero tienes que mantenerte fuerte y tener fe en que volverá contigo.

Hace unos años, ella estaba en mi lugar, preocupada por perder al


hombre que amaba. Es curioso que las tornas hayan cambiado ahora.

Luego pienso en su consejo y en que si vuelve, a qué vuelve. ¿Y si está


viviendo para ese niño? ¿Y si todo en lo que piensa es en nosotros y luego
descubrirá que no hay un nosotros?

Sólo yo.

—¿Y luego qué?

—¿Qué quieres decir?

Mi corazón no puede soportar mucho más. Lo necesito ahora más que


nunca. Hemos perdido a nuestro bebé. No lo planeamos, pero nos lo
arrancaron y quiero recuperarlo. Quiero sostener al precioso niño que amé-
amamos. Nunca sucederá.

—¿Cómo voy a decirle que he perdido a nuestro bebé? ¿Cómo voy a


explicárselo cuando lo encontremos? Se va a enfadar mucho porque haya
hecho esto.

Ella enmarca mi cara con sus manos.

—Ashton, nadie te culpa.

—Sí, lo hago. —Aparto sus manos, no quiero su consuelo cuando me


estoy muriendo por dentro. Claro, podemos intentarlo de nuevo más tarde,
pero eso no ayuda en nada con el dolor de ahora. Esto no hace que perder a
este niño sea más fácil. Es demasiado.

—¿Por qué? No hiciste nada malo. Ocurrió. No siempre sabemos por


qué, pero los médicos están seguros de que no fue culpa tuya. No tienes la
culpa de nada de esto.

Llevo la mano a la barriga para tocar al bebé que no está y hago


una mueca de dolor. Empiezo a mover la mano y noto las grapas. Pensaba
que me dolían, pero no es nada comparado con la nueva oleada de ansiedad
que me invade.

—¿Qué? ¿Qué hay ahí? ¿Me han operado?

Los ojos de Catherine se llenan de tanta pena que lloro sin saber por
qué. O quizá sí. Si había tanta sangre, tanto dolor, había algo más que un
simple aborto.

—Ash. —Intenta controlar su voz, pero la escucho—. No lo hagas.

No quiero saber qué ha pasado ni por qué tengo una incisión. Si me


dice lo que creo que puede ser. . . no podré. . . No podré... No podré.

—Ashton, déjame decirte esto.

—Cat. —Necesito que todo esto pare para poder despertarme—.


Catherine, por favor. Por favor, no me lo digas.

Le ruego que me perdone, sabiendo que las palabras que está a punto de
decir no son buenas.

No lo serán. Puedo verlo en sus ojos y oírlo en su voz. Va a destrozar mi


mundo.

—Tienes que saberlo.

Ya lo sé. Ya sé que fue peor. Ya sé que las mentiras que me decía a mí


misma de volver a intentarlo han desaparecido. ¿Cuánto puede soportar un
corazón antes de rendirse?

—¿Se ha ido todo?


Ella asiente.

—Fue un desprendimiento de placenta con hemorragia severa que no


pudieron detener.

No tiene que decir nada más. Suelto un grito tan fuerte que tres
personas entran corriendo en la habitación. Los ojos de mi madre están
llenos de lágrimas, la mano de Gretchen le tapa la boca y la enfermera se
esfuerza por ocultar sus emociones.

No me importa que el dolor en el abdomen sea tan intenso o que


probablemente me haya desgarrado algo. Palidece en comparación con mi
corazón.

Una hemorragia grave significa que no pudieron detenerla. Nadie tiene


que decirme que estoy vacía.

Vací.

Me lo quitaron todo, incluso sin que Catherine ni nadie me lo dijera, lo


siento. Nunca seré madre.

Me quitaron la vida que siempre había deseado cuando me la


extirparon del cuerpo. Con tanta sangre y una cicatriz significa una cosa: tuve
que someterme a una histerectomía.

—¡No! —grito mientras mi madre y Catherine intentan mantenerme en


calma—. ¡No, no, no puede ser! No. —Me agito mientras ambos hablan en
tono suave.

—Lo siento mucho, cariño —dice mamá entre lágrimas.

—No, no puedo...

—Shh —dice Catherine contra mi oído—. Todo irá bien.

No lo hará.

—Nunca tendré un bebé. —Mi voz no es más que pena. Mi hijo me fue
arrancado. El hombre que amo ha desaparecido. La esperanza hecha jirones a
la que me aferraba hace unos momentos era que tal vez, con el tiempo, podría
volver a intentarlo, pero incluso eso ha desaparecido.

La lucha disminuye mientras sollozo, todas las emociones posibles


me consumen mientras mi vida cambia en un instante. Y me doy cuenta de
que he perdido algo mucho más grande que un bebé... He perdido la
esperanza.

Pasan seis horas más.

No pienso ni siento nada. Estoy entumecida. Algo se ha roto dentro de


mí que nunca se arreglará.

Quiero que todos me dejen en paz.

Mi madre no ha abandonado mi lecho, reza a un Dios en el que ya no


creo.

Le ruega que me vigile, pero ¿de qué sirve ahora su atención? Nadie
velaba por nada cuando yo lo necesitaba. Todo me fue robado, y nunca será
devuelto.

Catherine vino hace un rato a decirme que no hay noticias de Quinn.


Otra cosa más que no puedo manejar del todo.

Lo recuperé, sólo para perderlo de nuevo. Es como si se estuviera


jugando a un juego enfermizo y me hubieran puesto en el papel de la
perdedora que creía que por fin había ganado. Lo tenía todo. Incluso las cosas
que creía que no quería, las conseguí.

Debería haber sabido que no iba a creer que todo iba a quedar así.

—Tienes que comer, cariño. —Mamá empuja la bandeja de comida


hacia mí.
—No tengo hambre.

—Bien. —Ella suspira—. ¿Y supongo que sólo quieres dormir?

—Sí.

En mi sueño, hay esperanza. En la vida, no hay ninguna. No tengo ni


idea de dónde está Quinn, si está vivo, alimentado o sufriendo. Todo lo que sé
es que, hasta que lo sepa, no me importa nada más.

Quiero ver su cara y que sus brazos me abracen mientras lloramos la


pérdida de nuestro hijo.

Hasta que eso ocurra, que le den a todo lo demás.

Gretchen se levanta y se acerca a un lado de mi cama.

—¿Quieres que llame a Ben para que te ponga al día?

Por fin, alguien que ofrece algo que me importa una mierda.

—Sí.

—De acuerdo. —Toma su teléfono y le llama. Abro mucho los ojos y el


miedo y la preocupación invaden mi cuerpo.

Es lo primero que siento en horas.

Gretchen, bendita sea, pone el teléfono en altavoz.

—Hola. —La profunda voz de Ben llena la habitación.

—Ashton está despierta y cualquier actualización que tengas sobre


Quinn sería apreciada.

Suspira, pero no es un sonido desagradable.

—Estamos haciendo todo lo posible. Hubo una pista hace unas horas
que resultó ser nada. Uno de los amigos de Liam que trabaja en un grupo de
trabajo de aquí vio algo más, así que ahora lo estamos siguiendo. Es un
montón de piezas del rompecabezas que estamos encajando. Siento no tener
mucho más que eso. Lo encontraremos. Sólo es cuestión de cuándo.
Resoplo mientras intento contener las lágrimas.

—Gracias, Ben.

—Ash. —Hace una pausa y vuelve a empezar—: Quinn es nuestro amigo


y es de la familia. Nadie va a permitir que alguien se lleve a nuestro hermano
sin luchar, ¿de acuerdo?

Gretchen pone su mano sobre la mía.

—Gracias, cariño, por favor, avísanos si tienes alguna noticia. Sé que


Quinn es tu hermano, pero es su vida y necesita información.

—Lo sé. Lo haré lo mejor que pueda.

—Lo sabemos. Hablaremos pronto.

Asiento con la cabeza y Gretchen desconecta la llamada.

Entonces cierro los ojos y espero la siguiente ronda de noticias


devastadoras.
3
Ashton

Cuando la gente dice que el tiempo pasa rápido, yo solía pensar lo


mismo. Ahora creo todo lo contrario. El tiempo es algo lento y tortuoso. No
tiene otra cosa que hacer que pasar lentamente.

Miro el reloj de pared.

Tic. Tic. Tic.

Una y otra vez, el mismo sonido, el mismo movimiento y, sin embargo,


cada vez que pasa, algo dentro de mí cambia.

Estoy construyendo un muro. Una fortaleza tan alta y tan fuerte que
nada la traspasará jamás. Allí dentro, estaré a salvo de más malas noticias.
Sin embargo, no va tan rápido como quisiera. Tengo que mover los ladrillos
más rápido, hacer los cimientos fuertes para que no caiga ni una sola
piedrecita.

—¿Ashton? —Clara dice suavemente al entrar—. Vine a ver cómo


estabas.

Mi madre se levanta.

—Las dejo para que hablen.


Clara se adentra en la habitación y, cuando veo su piedad, giro la
cabeza. No quiero ver nada de eso.

—Ashton, yo...

—¿Fuiste tú? —Pregunto en voz baja.

Se detiene y me giro para mirarla de cerca. El corazón me late con


fuerza mientras espero a saber si ha sido mi amiga la que me ha vaciado.

—Sí, y desearía que no fuese así.

Me muerdo el labio inferior, tratando de refrenar mis emociones.

—Yo también.

Siento una mezcla de cosas al mirar a mi amiga. Ella prometió


cuidarme y ocuparse de todo.

Nunca esperé que esto resultara así.

—Necesito explicarlo —dice rápidamente—. Había tanta sangre,


Ashton. Si hubiera algo que pudiera hacer, lo habría hecho. Lo juro.
Intenté tanto controlarlo para poder salvarlo todo, pero...

—No podrías —termino por ella. Ahora que la miro, me doy cuenta de
lo mucho que le pesa todo esto. Sus ojos marrón oscuro están apagados y su
pelo, normalmente perfecto, está recogido en una coleta baja. Ella sabía, más
que nadie, lo mucho que deseaba tener un hijo. La maternidad no era solo un
deseo para mí, lo era todo.

Perder al bebé ha sido increíblemente difícil de procesar, pero perder


la capacidad de tener un hijo alguna vez es imposible.

Es una pérdida diferente a todo lo que he conocido. Ella da un


paso adelante, y en mi corazón, yo también doy uno, sólo que retrocedo.
Hay emociones que no puedo procesar, y ésta es una de ellas. Me meto en mi
fortaleza, preparada para escudarme tras lo que he podido construir hasta
ahora.
—Lo intenté.

Levanto la mano y ella se detiene.

—Lo entiendo, Clara. No creo que te tomaras nada a la ligera, y creo que
hiciste lo que pudiste para salvar lo que me importa, y al final, me salvaste la
vida.

La mirada de alivio empieza a llenar su mirada.

—Hay opciones.

Sacudo la cabeza.

—No, ahora no las hay.

No hay ni una sola posibilidad de que pueda empezar a pensar en


opciones o posibilidades. La realidad es que yo, Ashton Caputo, nunca llevaré
un niño. Nunca sentiré la patada de un bebé. Nunca sabré cómo es un parto.
Nunca sentiré una contracción ni trabajaré duro para traer a ese niño al
mundo y ser recompensado con él o ella en mis brazos. Necesito llorar esa
pérdida.

—No, supongo que ahora mismo no las hay —dice Clara con derrota
—. No estás sola, Ashton. Tienes un equipo de apoyo increíble a tu alrededor.

A mi equipo le falta un hombre, el más importante.

—¿Sabías que Quinn ha desaparecido?

—Sí, y ojalá pudiera hacer algo para consolarte.

Ahí la detengo.

—Por favor, no lo hagas. No puedo soportarlo, y no hay nada que nadie


pueda hacer o decir para mejorar nada de esto. Lo único en lo que puedo
concentrarme es en salir de este lugar y encontrarlo.

Ella asiente.

—Lo entiendo, pero tienes al menos tres días más aquí.


No quiero estar aquí ni un segundo más.

—Prefiero ir a casa y tratar de ayudar a los chicos.

—No serás de ayuda a nadie si contraes una infección o se te abre la


incisión, y no estoy dispuesta a enfrentarme a la ira de Quinn si permito que
te pongas en peligro. Necesito asegurarme de que estás bien.

De acuerdo. Esa es una palabra que ciertamente no me describe. De


hecho, soy el extremo opuesto de ese espectro. Estoy... acabada.

—Por favor, no me hagas quedarme aquí.

Los labios de Clara forman una fina línea y una lágrima cae sobre su piel
marrón oscura.

—Eres más que mi paciente, Ash. Eres mi amiga. Si te dejo ir, será una
decisión equivocada. Sólo han pasado dos noches. Con una cirugía planeada,
son al menos cinco días, y no hay forma de que ceda en esto.

—¿Así que quieres que me quede aquí sentada tres días, pensando en
el hecho de que Quinn ha desaparecido y yo ahora soy... esto? —Las lágrimas
caen mientras una parte de mi fortaleza se desmorona.

—No tengo ningún placer en esto. Necesitas descansar y curarte. Tu


cuerpo ha pasado por mucho y, aunque las transfusiones han ayudado, aún
estás agotada.

—Esto es...

Se acerca y me toca el brazo con la mano.

—¿Imposible para ti? Esto es increíblemente difícil, pero si no te


cuidas, acabarás en peores condiciones. Quinn podría necesitarte -
físicamente- y si te estás recuperando y no puedes ayudar, ¿entonces qué?

Cierro los ojos y suelto un suspiro por la nariz.

—Tres días.
—Espero que tres días, y tienes que seguir mis instrucciones.

—¿Y si lo encuentran antes?

Clara me dedica una suave sonrisa.

—Entonces ya se nos ocurrirá algo.

Fue fiel a su palabra. Estuve en ese hospital exactamente tres días, y


ahora estoy en mi apartamento, que se ha convertido en una especie de
cuartel general.

Hay equipos en casi todas las superficies, pantallas instaladas en mi


salón y gente por todas partes.

Mi madre me rogó que viniera a Jersey, pero me negué. Necesito estar


aquí. No quiero ir a su casa, comer su comida y llorar. De hecho, desde aquel
día con Clara, no he derramado ni una lágrima. Mis muros son altos, y
retienen tanto dentro como fuera.

—Ash, ¿quieres tumbarte? —pregunta Catherine mientras trae una


taza de té.

—No.

—De acuerdo, ¿quieres hablar?

—No.

—¿Tienes hambre?

Me giro y la fulmino con la mirada. Catherine siempre ha sido mi mejor


amiga. Aunque Gretchen también lo es, por supuesto, Cat es mi mejor amiga.
Ahora mismo, me gustaría que se largara. Me dio un día en el que no me
presionó para que hablara. Estaba agradecida y pensé que tal vez podría
seguir así. Debería haberlo sabido.

Catherine quiere que me descomponga. Ella insiste en que necesito


sacarlo.

Amenacé con romperle la nariz si no se callaba. Eso duró cuatro horas


enteras.

Suspira, lanzándome esa mirada que pone cuando hay algo más.

—Mira, sé que crees que eres fuerte y que no tienes emociones, pero te
conozco mejor.

—Bien por ti. Entonces debes saber que no quiero expresar ninguno de
esos sentimientos. Los he enterrado y ya está.

Coloca la taza en mi mesilla de noche.

—Sabes que puedo agotarte.

—Deberías irte a casa, Cat. Con tu bebé.

Un bebé que nunca tendré.

Ella sacude la cabeza. Erin está con la madre de Jackson. Voló hasta
aquí en cuanto se enteró de lo ocurrido. Nina Cole es un ángel. No creo que
Catherine pudiera tener una suegra mejor. Dicho esto, prefiero que se vaya
con su hija y me deje centrarme en Quinn.

Nadie tiene nada nuevo que explicar.

Todo lo que sabemos es que se ha ido. Desaparecido.

Hay algunas imágenes de él fuera de un aparcamiento, pero la persona


que se lo llevó era inteligente y sabía cómo evitar las cámaras, lo que ha
dejado a Jackson como un oso para estar cerca.

Él está preocupado, lo que significa que Catherine está preocupada, y


ninguno de los dos está haciendo que las cosas mejoren.
—Erin está bien. Está muy bien con su abuela, eres tú quien me
preocupa.

—Bueno —resoplo sobre la palabra—, no deberías estarlo. Yo también


estoy bien.

—¿Estás bien?

—Sí. —Miento.

Cat se sienta a mi lado en la cama.

—Bien. Me alegro. —Su voz está llena de alivio—. Aquí estaba yo,
preocupada porque perdiste al bebé y a Quinn y luego tuviste que someterte a
una cirugía mayor... pero estás bien, así que puedo volver a no preocuparme.

Pongo los ojos en blanco ante su teatralidad.

—Tú también puedes irte a casa.

—Pero tú estás bien. ¿Por qué iba a irme? Probablemente deberíamos


hablar del tiempo o de otra cosa que no vale para nada... ya que estás tan
bien.

Mi respiración es pesada a medida que aumenta mi frustración.

—Me gustaría dormir ahora.

—Dormir es para los que no están bien. Dormir es para los que
quieren evitar los grandes cambios vitales que les asolan, que
definitivamente no eres tú.

Me está cabreando mucho.

—Catherine —digo apretando los dientes—. Para. Sé lo que estás


haciendo y no quiero ser parte de ello.

—¿Qué estoy haciendo?

—Estás intentando cabrearme lo suficiente como para que hable. No


quiero hablar. Quiero encontrar a Quinn, ¿de acuerdo? Quiero saber dónde
está mi novio, si está herido, si está vivo, y eso es todo.

—¿Y tú?

Es una pregunta capciosa que carece de todo valor. Estoy segura y


cuidada, aparte de ser acosada por los amigos bienintencionados de mi vida.
Tengo el uso de todas mis facultades y no hay ningún gran misterio en cuanto
a lo que está pasando en mi vida. Estoy vivo, aunque ya no tenga corazón.

—Ahora mismo, no importo.

Catherine sacude la cabeza.

—Tú me importas.

—Y aprecio eso, pero aquí están los hechos. Perdí a mi bebé. Perdí
toda posibilidad de tener un bebé. Estoy... Estoy rota y lo único que me
mantiene unida es ser capaz de centrarme en encontrar a Quinn. No puedo
pensar en lo que me ha pasado, ¿de acuerdo? No puedo. No puedo pensar en
ello, Catherine, porque si lo hago… —Empujo hacia abajo las lágrimas que
amenazan con salir. Si empiezan, no pararán nunca.

Tengo que canalizar esta rabia y energía hacia algún sitio que no sea el
hecho de que me han hecho una histerectomía. No puedo hacerlo.

Sólo tengo que preocuparme por Quinn. Eso es todo.

—De acuerdo. No te presionaré.

—Gracias. ¿Puedes dejarme dormir, por favor?

Toma las medicinas de la mesilla y me da el té.

—Toma, te ayudará con el dolor.

Quiero tirárselos, decirle que no hay nada que ayude con el dolor. Sólo
hay angustia y dolor. Si hubiera una píldora que hiciera retroceder el tiempo
hasta antes de que todo esto ocurriera, me comería un puñado.

—Claro —le digo. Discutir con ella sería demasiado esfuerzo y


prefiero escabullirme para lidiar con las pesadillas.

Después de tragármelo, me arropa y se acurruca a mi lado.

Es como si fuéramos niñas pequeñas en una fiesta de pijamas, en lugar


de ella intentando protegerme y velar por mí. Tantas veces a lo largo de
nuestras vidas, yo era la que estaba tumbada con ella, intentando calmar su
agonía. Mi infancia estuvo llena de alegría y amor. Mis padres eran mi
refugio, mientras que el padre de Catherine le rompió el corazón más veces
de las que podía contar. Me pregunto si por eso su vida adulta ha sido
fantástica y la mía no. ¿Estoy siendo castigada? ¿Es una especie de cuota de
felicidad que he cumplido y Dios está intentando cobrar mis fichas?

Nos miramos y veo que se le llenan los ojos de lágrimas.

—Por favor, no empieces a llorar —le ruego.

—Estaba muy asustada. No sabía si ibas a sobrevivir a la operación. No


sé si entiendes lo malo que podría haber sido.

Cierro los ojos y reprimo las emociones que intentan abrirse paso.

—No podría ser mucho peor que esto, Cat.

Sus dedos me tocan la mejilla, echándome el pelo hacia atrás.

—Sé que te sientes así, y yo también lo haría, pero podrías haber


muerto, Ashy.

Una parte de mí lo hizo.

—Sigo viva, pero no sabemos nada de Quinn.

—Jackson lo encontrará.

Ojalá yo tuviera una fe ciega como ésa. Mis ojos vuelven a cerrarse y
todo se vuelve un poco pesado.

Estoy cansada.

Quiero respuestas, y quiero sus brazos a mi alrededor, abrazándome.


Hemos perdido algo tan precioso que nunca volveremos a tener la
oportunidad de tener, y no puedo soportar el peso de ello sola. Quinn y yo
nunca tendremos un hijo. Aunque él no quería tener hijos, era innegable su
entusiasmo por este bebé.

Entonces recuerdo que compró un anillo. Iba a proponerme


matrimonio. Íbamos a ser una familia. Todo era perfecto y ahora está
arruinado.

Mientras me deslizo en la oscuridad, noto la lágrima que me recorre


la cara. Supongo que mis muros no eran tan altos como pensaba.
4
Ashton

—¡Estoy perdiendo la puta cabeza! —Grito a Mark y Jackson—. ¡Dijeron


que lo encontrarían! ¡Ustedes dos lo hicieron salir y espiar a tu familia! —Mi
dedo se clava en el pecho de Jackson—. ¡Han pasado seis días y no estamos
más cerca de encontrarlo! ¿Cuánto más crees que puedo aguantar? ¿Cuánto
más antes de que lo pierda?

Me está costando cada gramo de energía que tengo estar frente a él,
pero ya me cansé de quedarme en la cama esperando. Ha pasado casi una
semana, y no estamos más cerca que el día que desperté a esta pesadilla.

Estoy corriendo de pura rabia. Ya he tenido suficiente.

Quiero a Quinn de vuelta. Ahora.

—Sé que estás frustrada, créeme, yo también lo estoy.

—No me importa si estás frustrado. Lo necesito. Necesito que vuelva a


casa, y lo necesito vivo. Cada día es… —Empiezo a hundirme porque soy muy
débil.

Tener a Quinn desaparecido durante seis días me ha parecido una


eternidad. Además, sigo recuperándome. He perdido mucha sangre y,
aunque la transfusión y unos días de reposo me han ayudado, no estoy ni
mucho menos curada. Cuanto más me estrese, más tardará mi cuerpo en
curarse.

Puede que la rabia me impulsara, pero no puede sostenerme.

Catherine me rodea con sus brazos y tira de mí hacia el sofá.

—Sé que estás disgustada, pero nadie se rinde. Necesitas descansar,


Ashton.

Sacudo la cabeza.

—Descansaré cuando lo encuentren. —Mi mirada se desplaza hacia


Mark y Jackson—. —Encuéntrenlo ahora. No ha desaparecido sin más. No es
un fantasma ni nada parecido.

La vergüenza llena los ojos de Jackson.

—Estamos trabajando en otra pista.

—¿Una pista? ¿Y no me lo dijiste?

Mark se acerca y se pone en cuclillas delante de mí.

—Escucha, Red, no te vamos a contar nada hasta que haya algo que
contar. No voy a volverte loca informándote de cada pista porque no te va a
servir de nada cuando la sigamos y sea un callejón sin salida.

—¿No se supone que ustedes deben protegerse unos a otros? ¿No es ese
el objetivo de esta empresa? Todos ustedes son ex SEALs, y sin embargo...
¿qué? ¿Cómo diablos está bien esto? ¿Cómo están entrenados para fracasar?
—Sé que estoy siendo una perra, pero es mi vida la que está siendo lanzada
gracias a esto.

—Ash —dice Catherine con un poco de decepción.

Me da igual. Puede enfadarse porque ataque a su marido, pero al menos


está frente a ella. Estoy lidiando con todo esto sola.

—¿Saben que lo último que le dije fue que al bebé le pasaba algo? ¿Te
imaginas... si fuera una de sus esposas... ¿qué les haría saber eso? ¿Cómo s e
sentirían sabiendo que no podrías llegar hasta ella? ¿Sabiendo que algo
iba mal pero que eras incapaz de ayudarla?

Jackson se mueve para estar junto a Mark, y su mirada ya no es triste:


es decidida.

—Yo lucharía más que nunca, y eso es lo que estamos seguros que está
haciendo. Podrías pensar que el tiempo que se escapa es algo malo, pero la
paciencia es algo que practicamos. No va a atacar hasta que sea el momento
adecuado.

Mark asiente.

—Es inteligente y ha sido entrenado para enfrentarse a situaciones


como ésta. La razón por la que no fallamos es porque confiamos el uno en el
otro. No ganamos nada precipitándonos. Si Quinn estuviera muerto, ya lo
sabríamos.

Lo que dicen tiene sentido, y si yo fuera una persona racional, podría


importarme. Pero no lo soy. Mis emociones ya están al límite, y si se estiran
más, se romperán.

—Nada de eso importa. Se suponía que tenías que velar por él. Se
suponía que debías protegerlo.

—Hacen lo que pueden —vuelve a intentar Catherine.

La fulmino con la mirada.

—Puedes decir eso mientras estás sentada en la misma habitación que


tu marido. Puedes actuar como si estuviera loco o lo que sea cuando el
hombre que amas está aquí mismo. No puedo, Cat. ¿De acuerdo? No puedo
porque estaba trabajando para tu marido. Estaba siguiendo a la antigua
familia política de tu marido, y ahora el hombre que amo se ha ido. Así que,
claro, estoy enfadada y loca e irracional. ¡Maldita sea!
Se le llenan los ojos de lágrimas. En todos nuestros años de amistad,
creo que nunca le había gritado así. Jackson se acerca a ella, pero ella levanta
la mano.

—Te quiero y sé que estás sufriendo, pero aquí nadie está en tu contra.
Todos queremos lo mismo: que esté en casa y a salvo.

No puedo aguantar ni un minuto más. Estoy sentado aquí, esperando


una señal de humo que no está en el cielo.

Mark toma mi mano entre las suyas.

—¿Quieres gritar, Red? Grítame a mí. Yo fui quien le dijo que lo


hiciera. Yo tomé la decisión, y si crees que no estoy igual de cabreado, te
equivocas. Estoy furioso igual que tú, así que adelante, grita.

Abro la boca para hacer justamente eso porque tal vez necesito sacarla.
Puedo manejar la ira. Le doy la bienvenida cuando me recorre el cuerpo. Sin
embargo, cuando miro a Mark, no puedo decir nada. Las palabras mueren en
mis labios mientras mis ojos se cierran.

Nunca me había sentido tan fuera de control.

Una respiración pesada sale por mi nariz.

—Me estoy volviendo loca.

—Eso es lo que quieren. —La voz de Jackson es tensa—. Quieren


división dentro del equipo para que cometamos un error, por eso estamos
haciendo todo lo posible para evitarlo. La persona que está detrás de todo esto
está jugando.

—Pues juega uno mejor y gana ya —digo y me pongo en pie a duras


penas, cabreada por no haber podido hacer una salida dramática.
Me despierto de la siesta, aún más cansada que antes. Me odio por
haberle gritado a Cat. Odio aún más que viniera y se quedara a mi lado
cuando creía que estaba dormida. Estaba demasiado alterada para
reconocerla y fingí hasta que me desmayé.

Fue cobarde, pero cada vez que empiezo a engañarme pensando que
estoy bien, otra cosa me aplasta.

Nadie regresó después de que ella se fue, así que asumo que no hay
actualizaciones. Todo lo que tenemos son pistas que no van a ninguna parte.

Aun así, me gustaría que alguien me lo dijera.

Cuando me doy la vuelta, veo el montón de ropa en el suelo y se me


parte el corazón. Miro fijamente la camiseta de Quinn, intacta desde el día en
que todo cambió.

Sé que en el bolsillo derecho del pantalón hay una caja para anillos. Si
la abriera, encontraría un diamante precioso y brillante que me haría mucha
ilusión encontrar. Hace sólo unos días, mi mundo parecía brillar con las
posibilidades que se avecinaban.

En lugar de que la vida me diera belleza y esperanza, me mostró el dedo


corazón y se rió mientras caía hacia el infierno.

Con cuidado, salgo de la cama y me dirijo al montón. Me escabullo


hasta el suelo y tomo la camisa con las manos. Me la llevo a la nariz e inhalo
lenta y profundamente. Mis ojos se cierran mientras la colonia que se
adhiere a la tela llena mi nariz. Ojalá pudiera rodearlo con mis brazos y tocar
su piel. La forma en que el calor de su cuerpo me permite sentirme viva.
Recorrería con mi nariz la columna de su garganta, donde su aroma
almizclado es más fuerte. Mi corazón se hincha de esperanza de poder volver
a tener eso.

Lo abrazaría tan fuerte, le suplicaría su perdón, le prometería que haría


cualquier cosa si no me deja después de contarle todo lo que hemos perdido.
Es lo único que me importa.

—Vuelve conmigo, Quinn —digo con las lágrimas cayendo con tanta
fuerza que estoy segura de que habrá un charco a mi alrededor. Me tumbo,
envolviéndome en sus cosas—. Por favor, vuelve. Por favor, lucha y vive. Por
favor, no me dejes. He perdido lo único que nos unía y necesito que te quedes
conmigo. —Me duele el pecho mientras raspo las palabras en su camisa—.
Por favor, no dejes de amarme. Sólo no te mueras... y encontraremos...
encontraremos la manera.

Mientras los demás piensan que simplemente ha desaparecido, yo


siento su pérdida por completo. El miedo a que nunca le encontremos es tan
real que me cuesta respirar. No sé cuánto tiempo más podré aguantar. Creen
que si se hubiera ido, lo sabrían, pero ¿cómo pueden estar tan seguros?

Me tumbo en el frío suelo, rodeada de todo lo que tengo de Quinn, y


lloro, deseando que mi mundo no se desmorone.

—¿Ashton? —La voz de Gretchen es suave y me abraza mientras nos


acurrucamos en el suelo—. Te tengo —jura.

Lo quiero en casa. Quiero que me consuele, pero no lo hace, así que


tengo que ser más fuerte que esto.

Llorar no lo traerá de vuelta.

—Estoy bien —digo mientras empujo para incorporarme.

Ella sacude la cabeza.

—No estás bien. Deja de decirlo.

—No empieces tú también.

—¿Empezar qué? ¿Hacerte hablar? ¿Hacerte decir otra cosa que no sea
que estás bien o gritar a la gente que te quiere?

Suelto un suspiro tembloroso.

—¿Qué harías tú?


—Hablaría con mis mejores amigos.

Ella lo dice, pero no es tan sencillo.

—¿Qué demonios va a hacer hablar? No quiero hablar de nada cuando


nada va a cambiar.

—No, nada cambiará, pero puedes dejar atrás parte del dolor. —Sus
ojos se llenan de amor y esperanza.

Podría abrir mi corazón, derribar los muros, pero entonces no sería


más que un desastre vulnerable. Todos volverán a sus vidas, maridos y bebés,
y yo me quedaré sola aquí. Es mejor que lo cierre todo y encuentre una forma
de llevar aire a mis pulmones sin ahogarme.

—El dolor que dejo ir volverá a llenarse y rebosará por el borde. No


tengo forma de liberarlo, Gretch. Esto no es nada que nadie pueda imaginar.

—No, no podemos imaginarlo, pero podemos amarte a través de ello.

—No me preocupa que me ames.

Se echa un poco hacia atrás.

—¿Estás preocupada por Quinn?

Me preocupa todo. Meto la mano en el bolsillo de sus pantalones y saco


la caja negra.

—Iba a pedirme que me casara con él.

Ella lo toma.

—Él te ama.

Me burlo.

—Se ha ido. No está aquí, y si vuelve… descubrirá que todo lo que creía
que tenía ha desaparecido. —Igual que la chica que solía ser.

—Tienes que dejar de adelantarte a los acontecimientos.

Nadie más entenderá esto. Le estaba dando una vida que él pensaba que
no quería y que luego ansiaba más que nada. Iba a tener un hijo, una mujer
que lo amara y una familia.

Explicarle esto no va a conseguir que vea las cosas como son. Una vez
más, encuentro la manera de enterrar las emociones que siento. Vuelvo a
ponerme la máscara de la comprensión y la esperanza. Si consigo aplacarla,
puede que esta conversación termine.

—Quizá tengas razón —digo con un suspiro.

Ella sonríe suavemente.

—No creo que pienses eso, pero espero que escuches esto. Cuando
Quinn vuelva, no te va a mirar como si hubiera algo malo en ti. Va a querer
asesinar a la persona que te lo arrebató cuando más lo necesitabas. La culpa
no será tuya, amiga mía.

Asiento con la cabeza y espero que vuelva el entumecimiento.

Antes de dejar que me invada, llaman a la puerta.

—¿Ashton? —Mark llama.

—Aquí dentro. —Cuando abre la puerta, tiene los ojos muy abiertos y la
energía a su alrededor es palpable.

Gretchen se pone en pie y luego ambas me ayudan a levantarme.

—¿Qué pasa?

—La pista es viable. Hemos podido sacar una cámara de vigilancia de


unas manzanas y, gracias a unos amigos, creemos que hemos localizado su
paradero.

—¿Cómo? No lo entiendo.

Me toca el hombro.

—Vamos a salir en unos quince minutos. Los chicos ya se están


preparando y esperamos una última imagen para saber a qué nos
enfrentamos.

—Quiero ir.

—¿Ir? —Gretchen grita—. ¿Ir a dónde?

—¡Quiero ir con ellos! —Digo y me vuelvo hacia Mark—. Por favor, no


me bajaré del auto, pero tengo que estar allí. Si lo encuentran... No puedo...
Tengo que verlo.

Sus miradas se cruzan y algo pasa entre ellos.

—Red, me encantaría decir que sí, pero no es...

—¡No! Ella no puede ir. ¡Jesús, Ashton, tuviste una cirugía mayor! La
única razón por la que no estás todavía en el hospital es porque te saliste de
allí a la fuerza.

La clavo una mirada tan mala que la incineraría si las miradas pudieran
matar.

—Iré, Gretchen. Puedes decir lo que quieras, pero no es tu decisión.


—Me vuelvo hacia Mark—. Que Dios me ayude, Dixon, si no me llevas a ese
sitio donde podría estar el hombre al que amo, te mataré yo misma.

Suspira profundamente.

—Veamos si Jackson tiene lo que necesitamos, y puedes intentar


convencerlo.

En el salón, encontramos a Jackson, Ben, Liam y dos tipos que nunca


había visto antes moviéndose y ladrándose órdenes unos a otros. En cuanto
me ven, se detienen. Jackson se dirige hacia mí.

—¿Te lo dijo Mark?

—Sí.

—Y quiere venir con nosotros —añade Mark antes de que pueda decir
nada—. Ya le expliqué que no era mi decisión.
—¿Así que es mía?

—No, es mía. —Cruzo los brazos—. Primero me gustaría saber qué


información tienes.

Jackson suspira.

—Estoy esperando un mensaje… —se interrumpe cuando suena su


teléfono.

Veo un destello de sorpresa en sus ojos antes de que se recupere. Luego


le tiende el teléfono a Mark.

—Esto no puede ser. —Mark suena casi asustado—. No entiendo cómo.

¿Cómo? ¿Cómo qué? Es un texto.

—¿Qué dice? —Veo cómo los dos intentan encontrarle sentido a lo que
sea que haya en su teléfono—. ¡Hola! —Digo mientras la impaciencia me
agota.

Se miran y Mark se dirige al otro lado de la habitación con el teléfono


en la oreja.

—La foto que acabamos de recibir. —Jackson duda—. Es... conocemos a


la persona que lo tiene. Si esta imagen no ha sido manipulada, que no creo
que lo haya sido, entonces tenemos que ajustar nuestro plan.

Nada de esto tiene sentido. Quien se haya llevado a Quinn los ha puesto
nerviosos a los dos.

—¿Ajustarlo por qué?

Las manos de Gretchen me rodean los hombros.

—Jackson, por favor, dile por qué esto cambia algo antes de que se
desmaye.

La mandíbula de Jackson se aprieta mientras sus manos se cierran en


un puño apretado.
—Porque es Aaron.
5
Quinn

—¿Quieres decirme qué estamos haciendo aquí? —Le pregunto a


Aaron.

Aaron, el tipo que me tiene atado después de otra encantadora ronda


de drogas.

Tal vez no me secuestró. Tal vez sea él quien me salva del idiota que lo
hizo, porque que Aaron sea quien me secuestró... no tiene ningún maldito
sentido. De hecho, me pregunto si todo esto es un juego de novatadas que
Jackson y Mark han creado.

Sería más plausible que esto.

—No, no creo que importe lo que estamos haciendo, sólo dónde


estamos.

—De acuerdo. —Mantengo la voz uniforme—. ¿Dónde estamos


entonces?

Sacude la cabeza.

—¿Nunca te has preguntado cómo es que nos metemos en estos líos? —


Los ojos de Aaron se desvían hacia la izquierda—. Salimos de la marina,
vamos a trabajar para nuestros amigos y acabamos más jodidos que cuando
estábamos en activo. Es muy interesante cómo nos funciona. Tengo todas
estas cosas que... están locas, ¿verdad?

Lo único loco ahora mismo es él. Me habla, pero mira a todos lados
como si concentrarse no funcionara.

—¿Aaron? ¿Por qué estoy aquí? —Lo intento de nuevo.

—Quería salvarte. Alguien tiene que hacerlo.

—¿Salvarme de qué?

Sacude la cabeza.

—¡No me distraigas!

Lo miro, necesitando que siga hablando a pesar de las palpitaciones en


mi cabeza.

—¿Por qué querías salvarme?

Luego, cuando sus ojos se centran en mí, hay rabia ardiendo en ellos y
sus dientes están apretados.

—Para que no tengas el mismo destino que los demás.

No tengo ni idea de lo que eso significa. ¿A quién demonios voy a acabar


pareciéndome?

Por mucho que me gustaría descifrar su enigma, mi cerebro falla, tengo


la garganta seca e intento recomponer todo esto. No recuerdo demasiado,
sólo pequeños lapsos de tiempo en los que se produjo el fallo de tiro con la
pistola, la conversación sobre el rescate, la muerte y la huida, antes de
volver a desmayarme.

A los dos nos formaron las mismas personas, así que él conoce todos los
trucos y protocolos.

Lo único que puedo hacer es preguntar y esperar a que me responda o se


equivoque.

—¿Cuántos días han pasado? —le pregunto a Aaron mientras camina.

—No te preocupes.

Sé que han sido al menos cuatro, y puedo deducir que me han drogado
durante al menos tres de ellas.

No quieren un rescate.

Aparentemente quieren mantenerme aquí.

—De acuerdo, otra vez, tienes que explicarme por qué me atrapaste y
me drogaste.

Sacude la cabeza como si yo fuera un puto idiota.

—¡Para protegerte!

—Eso es lo que dijiste, ¿pero de qué?

Se gira, sus ojos vuelven a estar desenfocados.

—¿Sabes lo que ese lugar le hace a la gente? —pregunta.

—¿Qué lugar?

—¡Cole Securities! —Aaron brama—. Te lo quitan todo. Pieza a pieza,


las pequeñas cosas se convertirán en suyas. Primero, puede ser un miembro,
me lo quitaron a mí. Pero luego, tu vida se desmantelará frente a ti. Mi
esposa, mi hijo, mi mejor amigo, que también tiene la culpa en esto. Toman y
nunca se preguntan lo que le hará a alguien. Bueno, aquí está. Esto es en lo
que te convertirás. —Su mano recorre su cuerpo—. ¿Es esto lo que quieres?
No. Nadie lo quiere. Así que te ayudo antes de que ocurra y tu mejor amigo se
folle todo tu mundo.

Se refiere a Liam.

—Entonces, ¿pensaste que era mejor llevarme lejos?

—¿Cuánto tiempo pasará hasta que alguien allí decida que Ashton debe
ser suya? ¿No lo ves, Quinn? Estamos mejor lejos de ellos. Tenemos que
permanecer juntos. Tu jodido mejor amigo me robó a mi mujer.

Nada me gustaría más que ponerle las cosas en su sitio y recordarle


exactamente quién perdió a su mujer, pero no lo hago. Está hablando, está
agitado y está armado.

—¿Crees que Liam iría tras Ashton?

Sacude la cabeza rápidamente.

—No, ya tiene a Natalie. Pero los otros son todos iguales. Encuentran a
alguien que está un poco roto, como tú y yo —sus palabras empiezan a salir
más rápido, casi frenéticas—, entonces te hacen creer que te están dando
algo, pero es un espectáculo. Todos estábamos en esa emboscada, ¡y ahora
soy yo el que no tiene nada! —Aaron se agarra las manos a los lados de la
cabeza. ¿Realmente cree que los tipos lo dejaron atrás a propósito?

—Lo entiendo —digo con calma—. Quieres recuperar tu vida.

Sus ojos se encuentran con los míos.

—No tengo nada que recuperar. Soy medio hombre que no puede
detener los sonidos. No puedo hacer que paren, y no tengo nada por lo que
intentarlo.

»¿Y tú? Tú tienes un bebé y una mujer. Somos iguales. Yo tenía una
esposa y un bebé en camino, pero luego me fui a trabajar para Jackson, y mira
a dónde me llevó. A nada.

—Tienes a Aarabelle —le recuerdo. No hay nada que no haría por mi


hijo, y eso que aún no lo conozco.

Lucharé, viviré, moveré cielo y tierra para proteger a ese niño. No


pararé hasta que vuelva con Ashton y pueda ver que todo está bien.

Ella y ese bebé son la razón por la que estoy trabajando tan duro para
llegar a él. Voy a usar a su familia como punto en común, tal vez si puede ver
que yo también voy a ser padre, se le pase lo que sea esta mierda.

—Aarabelle lo quiere más.

—Eso no es cierto, Aaron. Tú eres su padre. Ella te quiere.

Se burla.

—¡Ella es la razón por la que me he ido! ¡No puedo ser este monstruo
delante de ella! No puedo dejar que vea lo jodidamente roto y dañado que
estoy. ¿No lo ves, Quinn? Somos iguales. Nos hirieron, nos golpearon, y
luego pensamos que podíamos volver y que sería como antes. ¡Nunca es lo
mismo!

Si no me hubiera arrancado de mi vida, me sentiría mal por él. Está


claramente jodido de la cabeza por todo lo que pasó. No es un hombre
tratando de vengarse, simplemente está perdido.

—Entonces, ¿la estás protegiendo de ti?

—Alguien tiene que hacerlo.

La vergüenza y la devastación en su voz me tambalean. Luego pienso en


las conversaciones que mantuve con Mark sobre su localización. Parecían
creer que estaba bien. Está claro que no lo está.

—Aaron, ¿dónde cree todo el mundo que estás?

Mueve la cabeza hacia la puerta y yo escucho el ruido que ha captado su


atención. Ruego a Dios que quien haya aparecido esté de mi lado y no del
suyo. Sé que nunca habría adivinado esta mierda, pero... quizá.

Me pongo en pie tan silenciosamente como puedo, dispuesto a ayudar


de cualquier manera si eso significa que puedo salir de aquí.

Aaron se da la vuelta, y su cara es compungida mientras me da un


puñetazo en el estómago y desliza la bolsa sobre mi cabeza un segundo antes
de que la oscuridad no sea por la falta de luz.

Joder. Me han drogado otra vez.


Tengo que salir de aquí.

Lo único que lo impide es el hecho de que sigue drogándome. Es difícil


planear un escape cuando estás desmayado.

Así que estoy aquí tumbado en esta sucia habitación en la que llevo Dios
sabe cuánto tiempo, haciendo todo lo que está en mi mano para estar
completamente inmóvil.

Sé que estoy en un almacén. Estoy bastante seguro de que estoy en la


zona de Nueva York.

Hay sonidos y olores a los que me he acostumbrado desde que estoy


aquí con Ashton.

Ashton.

No, basta. No puedo permitirme ir por ese camino. Sólo me


desesperará, y la impaciencia no es algo que pueda permitirme.

Tengo que mantener la cabeza fría, lo que significa no pensar en ella


aunque sea la razón por la que voy a largarme de aquí.

—¿Qué piensas hacer con él?

La voz de Aaron es distante pero clara.

—Voy a hacerle entrar en razón. Si consigo hacerle ver el error que está
cometiendo, habré salvado a uno de sus garras.

—¿Y si no coopera?

—Lo hará —dice Aaron.


Todavía estoy completamente desconcertado de que sea él quien está
detrás de esto. Era uno de los mejores amigos de Jackson. Sé que ha pasado
por un infierno, pero esto es un nuevo nivel de traición. Entonces me
pregunto qué piensan exactamente Mark y Jackson que está haciendo Aaron.
¿Y Natalie y Liam? Ninguno de ellos ha dicho una maldita palabra sobre él.

Es como si hubiera estado allí y luego se hubiera ido.

—Sigo pensando que es un plan estúpido —dice el tipo.

—Estuviste en la misma guerra que yo. Viste la misma mierda. ¡Sabes


lo que significa! No puedo... dejar que esto vuelva a pasar.

Se mueven y escucho el ruido de una silla.

—Si alguien descubre que somos nosotros...

—¿Crees que soy estúpido? Conozco a este grupo. Cole es predecible.


Dixon es emocional. Dempsey es un cobarde. Cada uno de ellos fracasará
porque conozco sus debilidades.

—De acuerdo, ¿y qué pasa con este tipo?

—Es un cebo.

Está jodidamente trastornado. Eso está claro. Trato de pensar como un


lunático por un minuto. Si quisiera vengarme de alguien, le atraería y luego
le bajaría la guardia, que es exactamente lo que pasará cuando se dé cuenta de
que es Aaron.

Es su amigo.

Está claro que se preocupan por él, si no, me habrían contado lo que
demonios está pasando.

En cambio, lo protegieron.

Escucho cómo se abre la puerta. Los dos se callan y yo me quedo muy


quieto. Si creen que sigo fuera, es probable que sigan hablando.
—Entonces, ¿era tu amigo?

—Todos lo eran —responde Aaron—. Hasta que me dejaron pudrirme,


me robaron a mi mujer, a mi hijo y mi vida... así que es hora de devolverles el
favor.

Tengo que esperar que no cometan el mismo error que con Aaron y
no me dejen pudrirme.

De lo contrario, el cebo se convertirá en carnaza.


6
Ashton

—¿Aaron, como, Aaron y Natalie?

Jackson vuelve a mirar su teléfono como si fuera una pregunta de


cálculo en la que está atascado.

—Sí. Eso es lo que muestra la foto.

—¿Dónde carajo se ha metido? —pregunto con una mordacidad en la


voz casi asesina.

Aaron es un maldito SEAL como ellos. Trabaja para Jackson. Es amigo


de Jackson y Mark.

Esto es lo más ridículo que he escuchado nunca.

Gretchen me aprieta los hombros.

—Después de descubrir algunos de los problemas con el equipo legal de


Jackson, empecé a cavar más profundo. Normalmente, si encuentras algo en
la superficie, lo más probable es que haya más enterrado. Cuanto más
profundizaba, más encontraba, pero no le encontraba sentido. Muchas de las
cosas las supervisaba Aaron, pero no recordaba nada de ellas.

Jackson asiente.

—Tenía periodos en los que parecía que se desmayaba o no tenía


recuerdos. Hablaba de los sueños que tenía y todos sabíamos que algo iba
muy mal.

—Entonces, ¿se volvió loco? —Pregunto—. ¿Y nadie pensó en decírselo


a nadie?

Mark vuelve a nuestra pequeña fiesta.

—Se dio de baja o firmó el alta o algo así, pero lleva fuera unas dos
semanas.

Tesoplo.

—Me están tomando el pelo, ¿verdad? ¿Hiciste que lo internaran?

—No —responde Jackson—. Le conseguimos ayuda en uno de los


mejores centros para el TEPT y otros problemas de combate.

Sacudo la cabeza con incredulidad.

—Si esto es verdad, y ese es Aaron en esa foto, ¿qué significa?

Ese es el hombre que amo ahí dentro, y se lo ha llevado uno de sus


amigos. Aaron tiene mucha más historia con estos tipos que Quinn. No
estaban en el mismo equipo, luchando codo con codo como Aaron, Jackson y
Mark. Hay historia allí, y no estoy nada bien con cómo las probabilidades se
están apilando silenciosamente en mi cabeza.

Quinn es mi preocupación.

No un vínculo fraternal. No me importa si eso me convierte en una


zorra. Ya he perdido suficiente, y no estoy dispuesto a perder nada más.

—Significa que tenemos que ser aún más cautelosos.

—¿Cómo de cautelosos?

Mark toma mi mano entre las suyas.

—Significa que tenemos que preocuparnos de todo. Él nos conoce.


Sabe lo que haríamos en esta situación. Tendrá planes de contingencia para
todas las posibilidades porque Aaron escribió literalmente nuestros
manuales de combate. Por no mencionar, que es nuestro amigo y ha estado
en combate real con nosotros, por lo que sabrá exactamente cómo vamos a
manejar algo como esto. Tenemos que tomarnos un tiempo, recomponernos
y replantearnos las cosas.

Quiero decir algo más, pero Gretchen habla primero.

—Creo que lo que le preocupa es la seguridad de Quinn en todo esto.

—Él es nuestra primera preocupación —dice Jackson rápidamente—.


No te equivoques, iremos por él y haremos lo que sea para garantizar su
seguridad.

Mark interviene.

—Sólo tenemos que prepararnos también para el hecho de que nuestro


enemigo es también un amigo.

Mi apartamento se ha llenado de gente en las últimas veinticuatro


horas. Hombres de todo tipo de ocupaciones militares o policiales han venido
a dar consejos.

Dejé de escuchar hace unos treinta minutos, cuando hablaban del


rehén y los ángulos de los disparos. Es demasiado para mí.

Entré en mi habitación, encendí el televisor y desde entonces lo he


ignorado todo.

Planean, desplanean, planean un poco más, y nadie hace una mierda. Si


pudiera caminar más rápido, ya habría ido a rescatarlo.
Llaman a la puerta y se abre. Charlie, la mujer de Mark, esboza una
suave sonrisa.

—¿Puedo pasar?

—¿Prometes no decirme tonterías?

Se ríe una vez.

—Ni siquiera sé cómo hacerlo.

Por eso me gusta.

—Entra entonces.

—¿Cómo estás?

La observo, preguntándome cuánto quiere que le diga. Lo cortés sería


algo que le hiciera sentir que lo ha intentado y que se lo agradezco. El caso es
que a Charlie no le importa nada de eso. Ella está en las trincheras y se
enfrenta a cosas mucho peores que cualquier cosa que yo pueda decir.

—Me siento miserable.

Ella asiente.

—Me parece bien. Me alegro de que no me dijeras que estabas bien. Me


habría reído de ti.

Al menos he leído bien.

—¿Alguna novedad?

Charlie se mueve hacia la cama, tirando de la silla con ella.

—Sí y no. Definitivamente es Aaron, que es la peor noticia para los


chicos, pero creo que en realidad es algo bueno. No importa cual es el
estado mental de Aaron, esos chicos son las últimas personas a las que querría
hacer daño. Intento darles todas las alternativas para que estén informados.

—No pareces nerviosa.

—Yo no. Conozco a Mark y Jackson, no fallarán.


Juego con una cuerda en mi manta.

—Todos tenemos diferentes definiciones de fracaso.

La voz de Charlie se suaviza un poco.

—Sí, y todos tenemos cruces que cargar por nuestras decisiones. Están
luchando con todo ello y tratando de hacer las mejores contingencias...
mientras fingen que no se están ahogando en la culpa y el dolor .

—¿Porque Aaron es su amigo? —Pregunto.

Ella sacude la cabeza.

—No, porque lo eres. Mark te mira y ve la situación como si fuera yo la


que estuviera sentada en esta habitación perdiendo la cabeza. Jackson ve a
Catherine. Es horrible amar a alguien y saber que tu elección es la causante de
su miseria. No lo digo porque tengas motivos para sentirte mal, pero ya hay
suficiente culpa, emociones, tristeza y cualquier otra cosa que podamos echar
sobre esta situación.

Esta parte me confunde.

—¿Por qué están molestos?

Sus ojos se entrecierran un poco mientras ladea la cabeza.

—¿No lo ves?

—¿Ver qué?

—Te quieren, Ashton. Están destrozados por todo lo que has pasado y
porque lo único que quieren, recuperar a Quinn para ti, podría tener un coste
personal para ellos. Eres parte de su familia, y verte luchar está más allá de
las palabras para esos chicos.

No creí que estuvieran estresados por mi culpa.

—Yo también los quiero.

—Lo sé, y ellos también, lo que lo hace mucho más difícil para ellos.
Mark era… —Charlie parece a un millón de millas de distancia por un
segundo—. Él era un montón de cosas el día que perdió el bebé. No podía
encontrar a Quinn. No podía llegar a ti. No conseguía que nada funcionara.
No lo había visto tan alterado en mucho tiempo.

—Es la primera vez que alguien me habla de ello sin intentar hacerme
sentir mejor. —No hay juicios entre nosotras. Ella está de acuerdo con lo que
digo y viceversa. Charlie expone los hechos y también me ayuda a ver que
esto es duro para todos. Sabía que no era fácil, pero no pensé en cómo podría
ser para ellos.

Todavía me duele tanto que no he mirado mucho fuera de mí.

—Siempre que las cosas se ponen tensas para mí, odio cuando
otras personas tratan de hacerme... ver. —Pone la palabra entre comillas
—. Veo lo que quiero y decirme que abra los ojos no hace más que
cabrearme. Todo lo que puedo hacer es presentar la verdad tal y como la veo.

—Odio que alguno de ellos piense así.

Charlie sonríe con un deje de tristeza.

—Me alegro de que aún te preocupes por ellos. Sé que son tontos y que
todo esto ha sido más que insoportable para ti, pero lo están intentando. Te lo
prometo. No creo que Aaron sea un mal tipo, creo que sólo está perdido.

Pienso en un recuerdo lejano.

—Tú fuiste quien sacó a Aaron de allí, ¿verdad?

—Lo fui.

—¿Y creías que era capaz de esto?

Desvía la mirada y se encoge de hombros.

—Creo que la gente es capaz de cosas impensables. Miro a algunos de


los criminales y terroristas con los que he estado en contacto a lo largo de los
años. Eran padres, maridos, hijos, hijas o madres, y algo ocurrió para alterar
el curso de sus creencias. Cosas que no podemos racionalizar porque no hay
nada racional en lo que hacen. Como dije, no creo que sea él mismo ahora. Sé
todo lo que está pasando y lo mucho que los chicos están preocupados por él.
Todos pensábamos que estaba recibiendo ayuda.

Quiero tener empatía, pero no la tengo. Él hizo esto. Es su culpa que


esto esté pasando, así que al diablo con él y con la ayuda que necesita. Él causó
este daño, y tendrá que sufrir por ello. Si alguien espera que me sienta mal,
que se vaya a la mierda con él.

—¿Qué hacemos ahora?

—Ojalá lo supiera —dice Charlie con sinceridad—. Podría estar


enfadado con los chicos y por eso está haciendo esto. Si es así, Mark, Liam y
Jackson podrían agravar la situación. Si es otra cosa, podrían calmarlo lo
suficiente para sacar a Quinn. ¿Ves por qué no se mueven rápidamente?

Lo sé, pero eso no cambia el hecho de que Quinn es el que está sufriendo
por todo esto. Cuanto más tiempo perdamos, mayor será la posibilidad de que
lo pierda para siempre. No soy una experta en todo esto como ellos, pero
hasta yo sé que el tiempo lo es todo.

—¿Y en qué momento ponemos las necesidades de Quinn por delante


de las de Aaron?

Charlie enmascara cualquier reacción que una persona normal podría


haber tenido.

—Eso es exactamente lo que están haciendo.

Me reclino hacia atrás, cansada de todo.

—Entonces espero que Aaron no tenga necesidades en las que no


estamos pensando.
7
Quinn

Aaron entra llevando comida. No confío en él, pero me muero de


hambre. No he comido en las últimas veinticuatro horas porque las drogas
que me dio me están matando el estómago.

Aun así, intenta que coma.

—No te estoy envenenando —dice como si pudiera leerme la mente.

—Te lo agradezco, pero ¿puedes culparme por ser aprensivo?

Es uno de los nuestros. Es mi hermano de armas. Haría cualquier cosa


por él, incluso ahora. Una vez SEAL, siempre SEAL. Hay un código y lazo
familiar que es irrompible. Esto, sin embargo, cruza la línea.

No secuestras a tus amigos.

—Tú me conoces.

—Ahora mismo no.

Aaron deja la bandeja en el suelo.

—Soy el mismo tipo, sólo que cansado de permitir que la vida me pase a
mí.
—Entonces, ¿decidiste qué?

Está claro que está sufriendo algún tipo de crisis mental y de trastorno
de estrés postraumático. Está errático, confuso y enfadado un minuto y al
siguiente cree que somos amigos. No hay nada que pueda decir para darle
sentido, pero si puedo entenderlo, puede que me permita manipularlo.

—Todo estaba bien, ¿sabes? Estaba bien con Lee y Liam. La amaba lo
suficiente como para querer que fuera feliz. Y entonces no pude soportarlo.
Ella venía a trabajar, sonriendo, y yo sabía que... Debería haberme muerto. Si
no hubiera vuelto, nunca me habría enterado. No habría tenido que verla
feliz, criando a mi hija, amando a mi mejor amigo.

Jesús.

—¿Todavía estás enamorado de ella?

—No. No, no es así. No quiero estar con ella, pero quiero recuperar mi
puta vida. Quiero que se acaben los sueños. Quiero dejar de caminar
preguntándome si alguien se esconde en cada esquina.

Muchos vuelven a casa jodidos de la guerra. Muchos son demasiado


orgullosos para buscar ayuda. Algunos no creen que sea un problema o que
puedan manejarlo. Nunca sabré lo que fue para él. Estuvo cautivo mucho
tiempo y por gente que no se preocupaba por su comida.

Pasó días sin comer y meses sin comunicarse. Fue necesario que Charlie
descubriera quién era para que lo extrajeran.

Lo que soportó me hace querer ir allí y matarlos, pero luego recuerdo


que él me está haciendo lo mismo a mí.

Tal vez ese es el ángulo que necesito para jugar.

—Entonces, ¿por qué estás haciendo eso ahora?

—¿Haciendo qué?

—Esto —digo mientras miro la habitación en la que me tiene—. Me


tienes encerrado como si fueras tú. No lo entiendo, hombre. Somos amigos, o
al menos eso creía.

Se acerca más.

—Somos amigos. No hago esto para castigar a nadie. No puedo


sentarme y ver cómo vuelve a pasar. Empieza como una misión y luego
termina con toda tu vida desaparecida así. —Sus manos se golpean, haciendo
un fuerte aplauso.

Mientras él hablaba, yo me esforzaba por tener las manos libres.


Aunque lo último que quiero es hacerle daño, he terminado.

No puedo luchar contra él cuando estoy noqueado, pero ahora sí.

Esta es la primera oportunidad que ha surgido en la que lo tengo solo y


sin vigilancia.

—¿Qué te hace pensar que Ashton se va a ir con otro o que me voy a


hacer daño?

Aaron se burla.

—Mira a todo el mundo. Nombra a uno que no haya acabado en


problemas.

—Eso es lo que somos —le recuerdo.

Somos guerreros y luchamos. Cuando estás en una guerra, se producen


bajas y heridos, es inevitable, pero ahora no estamos en guerra y esta no es mi
lucha.

—No, es eso. —Su voz se anima—. Hay otro mundo en el que no nos
tienen que disparar ni matar. Podemos formar familias, tener vidas
normales. Quiero eso, Quinn, pero es demasiado tarde para mí. Pero no lo es
para ti.

—Voy a formar una familia y tener la vida que quiero, Aaron. ¿Pero
esto? Esto no es lo que quiero.
Se pone en pie y sus ojos se llenan de rabia.

—No sabes lo que quieres. Voy a demostrarte lo equivocado que estás.


Verás, esto es un juego largo. No se trata sólo de ti. Se trata de todos nosotros.
Una vez que el equipo se dé cuenta de que soy yo, vendrán, y entonces por fin
podré respirar, porque se habrá acabado.

—Dijiste que no se trataba de venganza.

—No se trata de eso. Se trata de justicia. Todo el mundo tiene que ver
los errores que cometimos. Todo empezó cuando nos alistamos. Nos
prometieron que la marina cuidaría de nosotros, pero no lo hicieron. Nos
enviaron a una guerra sin tener ni idea de lo que nos esperaba. Entonces
confiamos en Jackson. —Dice su nombre con desprecio—. Le di mi vida y me
dejó allí para que me pudriera. Te estoy dando la oportunidad aquí, Quinn.
Elige bien porque no sabes a lo que estás renunciando.

Aaron aparentemente se perdió la parte de entrenamiento de nuestras


vidas.

—Sabía a lo que me apuntaba.

—¿Esto? —grita—. ¿Era esto lo que pensabas que sería?

Sacudo la cabeza riendo mientras intento no abalanzarme sobre él. De


todos modos, es imposible. No sé dónde estoy ni qué trampas me ha tendido.
Está claro que lo ha pensado bien, y esperaría que yo lo hiciera. Tengo que ser
paciente, esperarle, que siga hablando para darme más esquinazos.

—No, supongo que no pensé que mi amigo me secuestraría, me


encerraría en una habitación, me drogaría y me pegaría —le espeté.

Aaron va a decir algo, pero se escucha un fuerte golpe y el polvo llena la


habitación cuando la puerta sale volando de sus goznes. Me pongo en pie
tratando de apartarme. Estoy cansado y tengo las piernas como gelatina,
pero me mantengo en pie. Cuando miro, Mark y Jackson están allí. Tienen
las armas en alto, apuntando a Aaron, que sonríe.
—Chicos, han tardado bastante. —Aaron se dirige hacia mí,
acercándose a pesar de que sus hocicos están dirigidos hacia él.

La mirada de Jackson no se aparta de Aaron, y Mark da un paso hacia


mí.

—Aaron, aléjate de Quinn.

—¿O qué? ¿Vas a dispararme, hermano?

La adrenalina llena mi cuerpo, devolviéndome la fuerza que me han


robado. Estoy atento a sus indicaciones. Cualquier cosa que me indique la
siguiente jugada. Mark mueve la cabeza de un lado a otro lo suficiente para
decirme que no me mueva.

—No es lo que ninguno de los dos quiere.

—¡Yo no quería nada de esto! —Aaron brama.

Mark da otro paso.

—Nosotros tampoco, pero no dejaremos que lastimes a Quinn.

—Y tampoco voy a dejar que le hagas daño. No dejaré que lo destruyas


como me destruiste!

Los dos no se inmutan, pero cualquiera sería tonto si pensara que eso
no duele.

Jackson se mueve hacia la derecha.

—Entonces todos estamos de acuerdo en que esto tiene que terminar.


Todos sabemos que no eres un asesino de corazón frío. Sea lo que sea esto
tiene que ver con lo que hablamos hace unos meses.

Cuando Aaron se ríe, la habitación se llena de tanta rabia que me


acobardaría si fuera menos hombre. Entonces Liam entra por la puerta.

—Es conmigo con quien estás enfadado, ¿verdad?

Algo en Aaron cambia. No puedo explicarlo, pero todo su


comportamiento cambia cuando lo ve.

Liam comienza de nuevo.

—Lo ves como si te lo hubiera quitado todo.

—No.

—¿No? Porque eso es lo que le dijiste a tu amigo ahí fuera. Que tu


mejor amigo te quitó tu vida cuando moriste.

Mi corazón late con fuerza y puedo saborear las emociones mezcladas


en la habitación. Esto es un desastre a punto de ocurrir. Aaron dejó su pistola
en el suelo, junto a la bandeja de comida de la derecha. Si yo pudiera
agarrarla, podría dispararle en la pierna. Tan cabreado como estoy por estar
aquí, la verdad es que no quiero verlo muerto. Quiero llegar a Ashton.

Ahora que me he permitido pensar en ella, mi impaciencia crece. Miro


hacia la izquierda, esperando que Mark capte mi mirada. Empieza a hablar.

—Todos sabemos que Liam no se llevó nada. Has sufrido horriblemente


y no queremos que te hagan más daño.

—¿Por eso mis tres mejores amigos me apuntan con armas? Adelante...
Te reto a que me dispares. No puedes hacerlo, joder.

Liam se acerca y suelta el arma, levantando una mano y bajando la


otra.

—No voy a dispararte —dice con voz tranquila—. No puedo hacerlo.


Tienes razón.

Me muevo de nuevo, ahora más cerca del arma, pero mi energía decae.
Estoy jodidamente cansado. He pasado por un infierno en estos últimos Dios
sabe cuántos días. Prácticamente no queda nada dentro de mí. Tengo ganas
de luchar, pero sólo por ella.

Entonces todo parpadea en un segundo.

—Bueno, yo puedo. —Aaron mete la mano por detrás, mostrando una


pistola en su cinturón, y yo me abalanzo sobre el arma en el suelo mientras el
sonido de una bala saliendo de la recámara resuena por toda la habitación.
8
Ashton

—¿Qué ha sido eso? ¿Disparos? —Grito y me dirijo hacia el almacén.


Dos pares de brazos me rodean los hombros y me detienen.

—Ashton, detente —ordena Ben—. No puedes entrar ahí. No sólo


porque no tenemos ni idea de lo que está pasando, sino también porque sería
peligroso y una distracción.

Empiezo a temblar. Tuve que rogar, suplicar, prometer la luna para


poder venir aquí, pero me gané a Jackson y a Mark. No había ninguna
posibilidad de que no viniera, y creo que ellos lo sabían. Si está herido,
necesito verlo. Si está muerto, quiero saberlo. Si está bien, tengo que tocar su
cara, su corazón, y luego romperlo.

Charlie tira de mí hacia el auto.

—Vamos, sentémonos y esperemos.

—¿Cómo puedes estar tan tranquila? Tu marido está ahí dentro.

Ella asiente.

—Sí, y confío en él. Es inteligente y bueno en lo que hace.

Ojalá pudiera tener tanta confianza. Tengo los nervios de punta y aún
me queda mucho por descubrir. Cuando Quinn esté fuera y a salvo, tendré
que contárselo todo. No puedo correr a sus brazos, besar sus labios y
agradecer que esté vivo. Apenas puedo andar y, gracias a mi arrebato, vuelvo
a sentir dolor.

La cabeza se me llena de tantas posibilidades que empieza a dolerme.

—Tengo miedo —admito. No sólo de lo que está pasando, sino también


de lo que está por venir.

Los ojos de Charlie pasan de la puerta a mí.

—No puedo imaginar lo que estás sintiendo, Ashton, pero espero que
me escuches cuando te digo que has pasado por un trauma, igual que Quinn.
A menudo lo olvidamos e intentamos ser fuertes y actuar como si estas
situaciones no nos hubieran moldeado de alguna manera, pero lo hacen. Nos
cambian. Pero no dejes que te domine. Se van a necesitar mutuamente.

Ben levanta la mano y Charlie se acerca corriendo. Quiero irme, pero


siento como si me ardiera la incisión. Lentamente, consigo ponerme en pie
mientras los dos hablan. Ella se dirige de nuevo hacia mí.

—Vamos, están saliendo.

—¿Vivo?

—No lo sé.

Las ganas de llorar amenazan con invadirme, pero me contengo. No


puedo derrumbarme. Él necesita que sea fuerte y no es el momento de
que lo pierda. Esa parte llegará, y la estoy temiendo cada vez más.

Jackson sale primero, sus ojos son ilegibles desde esta distancia, pero
su postura es suelta, casi relajada. Se detiene y se vuelve hacia el edificio
cuando Liam sale, sujetando a alguien que parece cojear. El otro brazo de
Jackson rodea el torso del hombre, y me doy cuenta de que es Aaron.
Empiezo a caminar, obligándome a ignorar el dolor. Sólo me muevo. Quinn
está en alguna parte. Está herido, muerto o perfectamente bien, y pase lo que
pase, lo necesito. Mi pulso se acelera mientras sigo moviéndome, sin
escuchar ni concentrarme en nada de lo que ocurre a mi alrededor.

Mi atención se centra sólo en lo que podría haber detrás de esa puerta


de acero.

Se abre de golpe.

Dejo de moverme, esperando, mientras siento que las piernas me van a


fallar.

Entonces lo veo.

Tiene los ojos oscuros, la piel sucia y sigue vistiendo la misma ropa con
la que salió aquel día.

Mark lo levanta y entonces su mirada se encuentra con la mía.

Quinn empuja a Mark y empieza a acercarse a mí, pero en algún


recoveco de mi cerebro recuerdo que debo controlarme y no me muevo. En
cuanto lo tengo a mi alcance, mis manos se dirigen a su cara. Dios mío, está
vivo. Está aquí y puedo tocarlo.

—Fragolina —dice como una plegaria. Nunca antes su voz había sonado
tan perfecta.

Le toco las mejillas, moviendo el pulgar por los huesos de debajo de los
ojos.

—Creí que no volvería a verte —digo las palabras con lágrimas


cayendo.

—Soy demasiado cabrón para morir.

Una media carcajada que se convierte en sollozo escapa de mi


garganta.

—Me alegro por ello. —Mi mano sigue tocando su cara, su cuello, sus
hombros—. ¿Estás herido?
—No, cariño, estoy bien.

—¿Los disparos?

Quinn se vuelve para mirar a Aaron, pero yo vuelvo a atraer su rostro


hacia mí. No quiero irme sin ver sus ojos.

—Consiguió disparar, pero yo pude hacer lo que esos tres no querían.

—¿Le disparaste? —Pregunto.

—Tengo muy buena puntería y lo incapacité. —Sus manos sucias me


acarician la cara, secándome las lágrimas—. ¿Estás bien?

Ahora es cuando debería decírselo, pero no es el momento adecuado.


Quiero sentirlo, tocarlo, quedarme en este pequeño trozo de felicidad antes
de que desaparezca. Tendremos que llorar nuestra pérdida, vivirlo todo de
nuevo. No estoy preparada.

Lo que necesitamos es tiempo.

Sólo que nos falta.

—¿Podemos hacerte un chequeo antes de hablar de todo lo que ha


pasado? —Pregunto, esperando que me dé sólo una pizca de lo que le pido.

—¿Estás bien?

Asiento con la cabeza.

—Ahora sí.

Acerca sus labios a los míos, dándome el beso más dulce, lleno de su
alivio y aromatizado con lágrimas.

Cuando se retira, Quinn me busca con la mirada.

—Entonces vamos a que nos revisen para que pueda ducharme. Luego
necesito que me asegures que no te he perdido.

Vuelvo a acercar su boca a la mía.

—No lo has hecho. —Pero hemos perdido a nuestro hijo, pienso para mí
misma, odiando las palabras mientras cae una nueva ronda de lágrimas.

Quinn no requiere tres noches de hospitalización. En lugar de eso, lo


revisaron, le hicieron análisis de sangre y le pusieron una vía porque estaba
deshidratado. Ahora estamos de camino a casa. Había un flujo constante de
gente, lo que nos dejó cero tiempo para hablar. Ni siquiera puedo esperar que
hubiera caos en mi apartamento para que sirviera de distracción, porque los
chicos me aseguraron que los desalojarían y que todo volvería a la
normalidad para cuando volviéramos.

Nos sentamos en la parte de atrás del taxi, tomados de la mano, y la


tensión aumenta a medida que nos acercamos a mi apartamento.

Pago al taxista y salimos sin dirigirnos la palabra. El silencio es la calma


que precede a la explosión. No hay duda de que él también lo sabe. ¿Cuál será
la causa de la detonación? Me lo pregunto. ¿Seré yo porque estoy rebosante
de la necesidad de decirlo? ¿Será él?

Entonces me pregunto si ya lo sabe. Quinn es demasiado observador.


Ve cosas que otros pasan por alto, y quizá mi silencio le está diciendo todas
las palabras que no quiero pronunciar en voz alta.

Después de toda la actividad de hoy, tengo un dolor insoportable. Mi


incisión, que antes me quemaba, se ha convertido en un infierno. Subimos las
escaleras y, al cruzar el umbral de la puerta, casi me doblo.

—¡Ashton! —Quinn grita mientras su brazo me agarra.

Levanto la vista, las lágrimas llenan mi mirada, desdibujando su


rostro. La única forma de sacarlo es si no veo sus ojos. Las náuseas me asaltan
y suelto las palabras, sabiendo que no hay delicadeza que haga más fácil este
golpe.

—Perdí al bebé. Espero que me perdones, pero ya no está.

Su otra mano rodea mi espalda y me atrae hacia su pecho.

—No.

Puedo ver el dolor en su mirada mientras me mira fijamente. Le


tiembla un poco el labio, pero lo reprime, tratando de ser fuerte.

Esto era lo que temía, el dolor y la tristeza de perder algo que


habíamos creado. Igual que voy a perderlo a él.

—¡Lo siento mucho! —Digo mientras caen las lágrimas—. Yo... Yo


sólo...

Su mano se apoya en mi nuca.

—No, siento no haber estado aquí para ti.

Empiezo a sollozar y dejo que el peso de todo me apriete más contra él.
Es como si lo descubriera todo de nuevo. Quiero arrancarme el corazón
porque me duele demasiado en el pecho. Todo lo que teníamos se ha ido.

Quinn me acompaña al sofá sin soltarme. Lloro tan fuerte que me


preocupa que se me desgarre una grapa. Él no dice nada, me abraza,
permitiéndome soltarlo todo.

El dolor. El miedo. La tristeza.

La rabia porque estoy jodidamente enfadado.

—Perdí al bebé, Quinn. Perdí a nuestro bebé. —Mis dientes traquetean


mientras tiemblo de agonía—. ¡No pude detenerlo!

—No llores, Ashton. No has hecho nada.

No, no hice nada. Simplemente dejé que pasara porque seguro que
olvidé algo importante y por eso pasó. No comí bien. También olvidé mis
vitaminas prenatales una o dos veces. Mi ropa era demasiado ajustada o tal
vez fue el viaje a la playa donde caminamos demasiado. Hay una razón en
alguna parte. Sé que la hay.

Estas cosas pasan, pero siempre hay algo que lo causa. Fue
claramente por mi culpa.

No lo sé con seguridad, y probablemente nunca lo sabré.

—No hice más que llorar y desear haber muerto junto con ella. ¿Qué
clase de madre habría sido de todos modos?

—¿Ella? —pregunta—. ¿Lo supiste?

Sacudo la cabeza.

—No quiero saberlo, pero... No puedo preguntar. No puedo... Yo... Me


la llevé.

—¡No hiciste nada malo! No te la llevaste ni decidiste perder al bebé,


Ashton.

Me seco las lágrimas que no merezco llorar. A la mierda. Ahora


estoy enfadada.

—¡Se suponía que tenía que protegerla! Era mi único trabajo.

Me toma suavemente las mejillas y me obliga a mirarlo.

—¡Basta ya! Para ahora mismo. Tú no hiciste esto. Amabas a ese bebé, y
no había forma de que hicieras algo a propósito.

Ojalá pudiera creerle.

—¡No estabas allí! —Me pongo en pie mientras una nueva oleada de
agonía me atraviesa—. ¡No lo viste! No... no podías... y entonces te fuiste. Lo
perdí todo. Todo. —La última palabra se quiebra en una mezcla de dolor y
rabia.

Me vuelve a tumbar, me abraza con fuerza, sus brazos actúan como


un escudo contra el dolor, y yo ahogo mi cara en su pecho. Quiero dormirme
y no despertar nunca para vivir esta pesadilla. Es demasiado.

—Debería haber estado allí. Quería llegar a ti, y me odio por


decepcionarte.

—Estabas... Dios, Quinn, ¡te secuestraron!

Me aparta el cabello de las mejillas mojadas.

—Debería haber luchado para escapar, pero no estaba segura de cómo


saldría. Tenía que ser inteligente, y todo este tiempo estuviste aquí
sufriendo.

Nos envuelve tanta culpa que uno de los dos podría asfixiarse. Me besa
la parte superior de la cabeza, dejando que me pierda mientras me quito las
lágrimas. Ya he llorado bastante y no merezco soltarlo.

—Dices que no me culpas, ¿qué te hace pensar que te culpo?

—Porque lo haría. Nunca debí seguirlo. Me dijiste que me necesitabas y


pensé que podía esperar otros dos minutos, conseguir la información y volver
aquí. Fui un tonto.

No, no es un tonto. Estaba haciendo su trabajo mientras yo no hacía el


mío. Estoy enfadada, triste, abrumada, feliz de que esté vivo, enfadada otra
vez de que hayamos tenido que pasar por esto. No tiene ningún sentido, y no
hay nada que pueda arreglarlo.

—No perdiste a nuestro hijo, Quinn. No perdiste la única oportunidad


que tendríamos. —No puedo decir la última parte porque será cuando vea que
ya no estoy entera. En vez de eso, le doy la salida que se merece—. Entiendo si
quieres irte.

Quinn se echa hacia atrás y me obliga a mirarlo a los ojos.

—¿Irme?

—Te prometí algo que no puedo darte.


Su cabeza se inclina hacia un lado como si tratara de entender lo que
digo.

—¿Qué prometiste?

—Una vida. Un bebé. Mi corazón. No me importa, elige. No puedo


darte nada de eso ahora.

—Ashton, te amo, y estoy... desconsolado por haber perdido al bebé.


Habría dado cualquier cosa por él... pero... eres tú quien es mi vida y mi
corazón. Todo el tiempo que estuve fuera, todo lo que hice fue intentar
aferrarme al hecho de que tenía que vivir para volver contigo. Tuve que
obligarme a no pensar en tu cara. —Me pasa la mano por la mejilla—. Tus
ojos. —Quinn toca mi piel, recorriendo las ojeras—. Ni soñar con tu sonrisa y
tu corazón, o nunca habría salido de allí. Siempre me dijeron que amar a
alguien te hacía débil, y se equivocaban, cariño. Muy equivocados. Yo no era
débil por quererte, era fuerte y decidido, incluso cuando me sentía derrotado.
Tú eras lo que me hacía vivir. Tenemos un largo futuro por delante y tiempo
para un bebé. No voy a dejarte. Viví para volver a ti.

Sacudo la cabeza mientras él está a punto de descubrir que no sólo estoy


rota, sino destruida.

—Nunca habrá un bebé para nosotros, Quinn.

—Sé que te duele, y no te pido que lo intentes pronto...

Empujo hacia atrás para zafarme de sus brazos, pero mi mano se queda
en su pecho para que no se acerque.

—No. Estoy diciendo que nunca tendremos un hijo. Nunca tendré un


hijo.

—No lo entiendo —su voz está llena de aprensión.

—No sólo perdí al bebé, lo perdí todo. Soy incapaz de tener un hijo.
Nunca más.
9
Ashton

Ni una sola lágrima llena mi mirada mientras observo su rostro. Espero


una reacción, pero Quinn es un hombre entrenado. No se inmuta ni cambia
de postura. Me mira con ojos de estudio y, lentamente, el hombre emerge.

Mueve la cabeza con incredulidad, la expresión se llena de tristeza.

—No lo entiendo. ¿No quieres volver a intentarlo?

Mi corazón se estremece porque no hay nada que desee más. Lo


devolvería todo -a él, mi trabajo, mi casa, mi vida entera- si eso significara
que puedo volver a intentarlo.

—No fue sólo un aborto, Quinn. Lo perdí todo. Tuve que someterme a
una… —Tengo hipo y encierro mis emociones porque necesito decirlo—.
Una histerectomía. Había demasiada hemorragia, y para salvarme la
vida... bueno, nunca podremos tener hijos... o, al menos, yo nunca podré
tener hijos.

Las palabras se filtran, veo cómo la conciencia de que no fue un trágico


aborto involuntario empieza a asentarse sobre él. Fue el fin de los sueños que
una vez tuve.

La familia que imaginé con él. Las niñas con mi cabello rojo y su
sonrisa se han ido. El niño que tenía su mandíbula fuerte, su cabello castaño
oscuro y mis ojos se desvanecen como la niebla por la mañana, evaporándose
con el sol que desearía que nunca llegara. En la luz, hay verdades que sólo la
oscuridad oculta. Aquí ya no hay oscuridad.

—Te he fallado. —La voz de Quinn me saca de mi aturdimiento.

—¿Me has qué?

¿No entiende que no fue él? No hizo nada malo. Yo lo hice todo. Yo soy
la que debería ser gritado porque soy responsable de todo esto. Sólo que él
no lo ve, y eso es lo peor de todo. Un día se despertará y me mirará con el
mismo odio con el que yo me miro. Sabrá que fui yo quien causó este nivel de
dolor a nuestra posible familia.

Sé lo que se siente cuando alguien a quien quieres te decepciona. Es algo


que te corroe y hace que el resentimiento supure.

Cuando Quinn habla, su voz está llena de dolor.

—Yo no estaba aquí. Debería haber corrido aquí, hacia ti. ¿Pasaste por
todo esto sola? ¿Honestamente pensaste que me enfadaría contigo, Ashton?

Mis respiraciones salen en pequeñas bocanadas, como si mis pulmones


tuvieran miedo de sacar el aire porque podría ahogarme con él.

—No sé. No sabía lo que serías porque estoy lívida. Estoy lívida y herida
y rota y mucho más. ¡Deberías estar enfadado conmigo!

Quinn se echa hacia delante, sus manos se mueven hacia mis hombros
antes de dirigirse a mi cuello y luego a mi cara.

—No estoy enfadado contigo, fragolina. Estoy enfadado conmigo


mismo.

—No nos la quitaste.

—Quieres decir que no estuve aquí para apoyarte cuando estabas


perdiendo algo precioso para nosotros.
Cierro los ojos, bloqueando el consuelo que me ofrece. No puede
decirme estas cosas. Ser comprensivo ahora sólo empeorará las cosas más
tarde.

—Estás en estado de shock. Has pasado por un infierno y...

—¿Y tú no? —Su voz es suave—. ¿No crees que lo que has soportado
esta última semana no ha sido horrible? Perder al bebé, no saber lo que me
pasaba, descubrir que no podías...

—Dilo —me burlo de él.

—¿Por qué? ¿Por qué importa? ¿Por qué quieres que te haga daño?

Entonces caen las lágrimas. La puta verdad del dolor que intento
ocultar. Aquí es donde parece que no puedo controlarme. No puede herirme
más de lo que ya estoy.

—¡Lo perdí todo! —Grito—. ¡Ya no tengo... nada dentro de mí, Quinn!
¿No lo entiendes? Ni siquiera soy una mujer. Estoy... Estoy hueca y
arruinada. —Resoplo y me alejo de él—. ¿Hacerme daño? No, por favor. No
puedes herir lo que ya está muerto por dentro.

La determinación de sus ojos me hace retroceder.

—¿Te estás escuchando? No estás muerta por dentro. Si lo estuvieras,


cuando salí de ese almacén, no te habría importado. Te habrías quedado sin
emociones. Diablos, probablemente ni siquiera habrías estado allí en primer
lugar. He visto muertos por dentro, cariño. He visto hombres llenos de vida
reducidos a nada. Eso no eres tú. No es lo que será de ti.

Cómo me gustaría que fuera verdad.

—Me permití la emoción, alguna pequeña semblanza de ella cuando


estabas desaparecido porque tenía mucho miedo, pero ahora estás aquí.

—¿Cómo cambia eso algo? —pregunta Quinn.


Porque ya no tengo que intentarlo. Por fin puedo permitirme ir a ese
lugar tranquilo y lleno de dolor y quedarme allí. Él ni siquiera puede empezar
a comprender el nivel de dolor que me ha estado aplastando, acercándose con
cada respiración. No puedo contenerlo más. No tengo fuerzas para luchar.

—No soy lo bastante fuerte —admito.

Quinn acerca sus labios a los míos.

—Soy lo suficientemente fuerte para los dos, Ashton. No dejaré que te


desmorones.

Llega demasiado tarde y yo estoy demasiado cansada. No lo admito


porque soy lo bastante lista para saber que no me escuchará. Intentará
convencerme de que estoy equivocada, pero sus palabras no curarán el daño
que mi cuerpo ha causado.

Después de que se me salgan casi todas las lágrimas, Quinn me lleva al


dormitorio. Él está agotado, yo emocionada y los dos nos hemos quedado sin
palabras.

Su respiración es tranquila mientras mi cabeza descansa en el pliegue


de su brazo. Lo miro y veo cómo mueve ligeramente los párpados cuando por
fin descansa. Me pregunto cuánto tiempo pasará hasta que me quede
mirando la almohada vacía. ¿Tardará semanas en aceptar lo que soy?
¿Meses? Si conozco a Quinn, lo intentará durante un tiempo, pero al final se
irá.
Nunca soñó con una familia. No vio los hijos, el amor y la vida que
podríamos tener hasta que yo se lo metí en la cabeza: el cuento de hadas que
nunca será.

Hay muchas mujeres que no tienen hijos y son perfectamente felices,


pero yo nunca seré una de ellas. Deseaba ser madre más que nada en el
mundo y estaba dispuesta a hacerlo por mi cuenta si eso era lo que tenía
que hacer.

Ahora, ni siquiera eso es una opción. Qué cruel giro del destino.

Mientras duerme, tira de mí para acercarme, casi como si supiera que


voy a la deriva en mi propia depresión.

—Duerme, Ash —su voz es un susurro.

—No puedo.

Se pone de lado. La tenue luz del amanecer empieza a colarse por las
ventanas, pero es suficiente para que pueda verle la cara.

—Puedo sentir cómo piensas.

Es todo lo que hago. Pienso, deseo, maldigo todo y pienso más. No


puedo evitar que mi mente lo repita una y otra vez. Veo como ese día se
desarrolla como una película atascada en la misma escena. La sangre cuando
me levanté del sofá. La forma en que supe que algo iba mal. La voz de Clara
cuando llamé. La cara del taxista cuando me llevó a la ciudad.

Luego, el alivio que me permití sentir.

Recuerdo la fracción de segundo en que vi que no sangraba al salir


del auto. Pensé que quizá estaba exagerando. Esperaba que fuera una señal
de que me iba a poner bien.

Y luego... el dolor al cruzar esa puerta.

La sensación de algo desgarrándome y luego la sangre. Su pulgar roza


mi mejilla.
—¿Ashton?

—Lo veo cada vez que cierro los ojos. Si hubiera... hecho algo diferente,
¿habría importado?

—Teniendo en cuenta todo lo que sabes, ¿podrías haberlo evitado? —


No hay rastro de juicio en su voz.

No.

—Eso es lo peor, no hay nada.

—¿Entonces por qué crees que podrías haberlo evitado?

Suelto un fuerte suspiro y me pongo boca arriba, con cuidado porque


estoy muy dolorida.

—Porque mi madre siempre ha dicho que no hay nada como la fuerza


del amor de una madre. Ahora me voy a dormir —digo la última parte y
cierro los ojos. Está claro que mi amor no era lo suficientemente fuerte.

—Has estado haciendo demasiado —dice Clara mientras observa mi


incisión—. Te has arrancado una grapa y parece que podrías tener una
infección en la incisión. Voy a darte antibióticos y a pedirte que te lo tomes
con calma. Tuviste una cirugía mayor hace diez días y necesitas empezar a
actuar como tal para que puedas curarte.

Quinn se pone a mi lado y me toma la mano.

—Intento que descanse, pero le cuesta dormir y ponerse cómoda. Lleva


tres días inquieta e incómoda.
Los ojos de Clara se cruzan con los míos antes de dirigirse a Quinn.

—¿Puedes salir un momento? Me gustaría hablar un rato con Ashton.

Asiento con la cabeza, haciéndole saber que está bien.

—Claro, Dra. Madison.

—Por favor, llámame Clara —insiste.

—Clara, entonces. Estaré afuera, Ash... si me necesitas.

Las últimas setenta y dos horas han sido un infierno para nosotros. Me
siento como si hubiéramos corrido un maratón y aún no hubiéramos llegado
al final. Hablamos, pero siempre acabo perdiendo el hilo. Él intenta atraerme
y yo me alejo. Es la única forma de protegerme para cuando por fin vea la
verdad de todo lo que ha pasado. Quinn hace todo lo que puede para
tranquilizarme, pero no es tan sencillo.

—Ashton, ¿cómo estás realmente?

Me encojo de hombros.

—Estoy aquí.

—¿Lo haces?

—No lo sé —admito. Estoy aquí físicamente, pero mi corazón se ha ido.

—Sabes, todo esto es normal —dice Clara—. Sería bueno hablar con
alguien. Tenemos a Sarina en plantilla, y es una psicóloga fantástica. Ha
tratado con esto muchas veces.

Estoy segura de que todo eso es verdad. Sarina es genial, pero no tiene
sentido hablar.

—Eso no cambia los hechos.

—No, pero podría cambiar tus emociones sobre los hechos.

—¿Cómo te sentirías tú? —Le devuelvo la mirada y luego miro hacia


otro lado.
—Me enfadaría.

Me río sin humor.

—Bueno, estoy jodidamente enfurecida.

Clara expulsa un suspiro por la nariz y me observa.

—Ya lo veo. Entonces, ¿estás pasando por las etapas del aislamiento y la
ira?

—Que os jodan a todos, Clara. ¿Crees que quiero esto? Recuperé a


Quinn de las garras de su amigo demente para tener que decirle que perdí a
nuestro hijo. Entonces, ¿estoy enfadada? Por supuesto que lo estoy. ¿Me
estoy aislando? Claro. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿De qué sirve hablar?
¿Me devuelve a mi bebé? ¿Me hace completa de nuevo? Para nada. Así que no
quiero hablar con Sarina ni con ningún otro médico que me diga que lo que
estoy pasando es normal. Nada es normal. He terminado, joder.

Clara tiene los ojos muy abiertos, pero también algo de arrogancia. Me
la ha jugado, y yo he ido directo a ella.

—Creo que definitivamente estás en la etapa de la ira, amiga mía.


Menos mal que he lidiado con mierdas mucho más espantosas que tú o esa
pequeña diatriba podría haberme hecho llorar.

Sacudo la cabeza y miro hacia otro lado. No debería haberle gritado.


Sólo intenta ayudarme.

—Lo siento. Estoy demasiado cansada y... han sido muchas cosas.

Clara asiente.

—Así ha sido, por eso creo que sería bueno recibir ayuda.

—Te lo agradezco, Clara. Necesito encontrar una nueva normalidad sin


que nadie intente analizar mis sentimientos. Lo conseguiré, pero me va a
llevar más de dos semanas superar perderla.

—¿Ella?
Se me aprieta el pecho porque Clara lo sabría. Habría tenido que
documentar si el bebé era niño o niña.

—Quise decir, el niño.

—¿Necesitas respuestas? —Su tono es cuidadoso y mi corazón da un


vuelco.

¿Puedo? ¿Puedo soportarlo? ¿Qué cambiaría? En mi mente, se me


permiten las desilusiones de lo que fue. Se me permite vivir la mentira que he
creado para protegerme en mi miseria. Saberlo no cambia nada y sólo hará
que el bebé sea real. Querría ponerle un nombre, darle un lugar permanente
en este mundo. Aunque nunca respiró, era nuestra.

—No. No, prefiero no saberlo. No quiero pensar nunca en esto. No


quiero hablar con nadie. No tengo planes de ahondar en mis malditas
emociones porque no tengo ninguna, así que por favor, déjame ir y llorar
como necesito.

Clara es una buena amiga que espero entienda que no me presione en


esto. No es que me oponga a la terapia, pero estoy demasiado sumida en mis
propias emociones para plantearme siquiera hablar de ellas. ¿Cómo haces
que alguien que se ha pasado toda su vida adulta creando bebés acepte que no
es capaz de hacerlo por sí mismo? No se puede. Nadie puede ayudarme a
superarlo.

Sarina es una gran terapeuta y la he visto ayudar a muchas personas en


nuestro centro, pero yo no seré una de ellas.

Cuando me independice, buscaré una vida tranquila en algún


laboratorio donde no tenga que ver a nadie ni ocuparme de nada que no sea
ciencia.

La ciencia son hechos.

La ciencia tiene definiciones y soluciones.


—¿Por qué no vuelves al trabajo dentro de dos semanas? Podrás
descansar, repasar algunas de las propuestas y ponerte al día. Sé que ibas a
media jornada, pero creo que te vendría bien volver aquí.

Miro a mi colega y amiga, sabiendo que intenta ayudarme o darme algo


por lo que esforzarme. La cuestión es que no puedo volver a hacer esto. No
puedo mirar fijamente a un embrión, sabiendo que voy a dar a otra mujer
algo tan precioso que yo casi tuve. Simplemente... no puedo.

—Dimito por completo.

—¿Qué? —Hay una mezcla de tristeza y aprensión en su voz—. Ashton,


por favor, no tomes una decisión así cuando estás de duelo.

—Voy a estar de luto durante mucho tiempo, Clara. Sé lo que digo.

—¿Y qué va a pasar después? ¿Qué vas a hacer?

—No lo sé.

Ella sacude la cabeza mientras sus cálidos ojos marrones se llenan de


compasión.

—Tienes todo el derecho a tomarte un tiempo libre si es lo que


necesitas, pero siempre has amado tu trabajo.

—Lo hice.

Amaba todo. Era maravilloso saber que podía ser un eslabón en la


cadena que conduce a la felicidad de alguien. Se me encogía el corazón
cuando escuchábamos hablar de un nacimiento. Allí había belleza.

Ahora, está contaminado.

Quizá esté siendo dramática, pero sé que no puedo quedarme ahí y


manipular un óvulo. No puedo verlo crecer hasta convertirse en un embrión
y luego verlo entrar en otra mujer que tiene todas sus partes. Por no hablar de
tener que ver cómo algunas de ellas pierden un hijo y volver a recordar mi
propia pérdida. Se acabó.
No hay nadie que pueda culparme por sentirme así.

—¿Y de verdad crees que dejar tu trabajo va a hacerlo más fácil?

—Yo tampoco puedo hacer esto, Clara. No puedo sentarme aquí y...
hacer bebés. ¿Podrías? ¿Podrías ayudar a otra mujer a hacer algo que
deseabas más que tu propia vida y no pudiste? Sólo de pensarlo me dan
ganas de llorar, y ya estoy harta de llorar.

Se acerca más, con voz suave y reconfortante, y dice—: Aún no has


terminado de llorar, Ash. No has empezado a rascar la superficie de tus
emociones, y vas a sentir más y menos y luego más. Estás de duelo por dos
pérdidas, y pasaste la primera semana de eso tratando de lidiar con la
desaparición de Quinn. Así que, en los últimos diez días, no hay forma de que
hayas lidiado con tu dolor, y mucho menos de que hayas tenido tiempo
suficiente para estar en un espacio mental para tomar decisiones como esta.

—No hace falta que lo entiendas ni que te guste, pero mañana entregaré
mi carta de dimisión.

Me levanto y me dirijo a la puerta, pero entonces ella grita—: No lo


acepto.

Giro la cabeza y me encojo de hombros.

—No tienes por qué, pero no volveré.

Y con eso, salgo de la habitación y rezo para no tener que atravesar


nunca más estas puertas.
10
Quinn

Ashton es un zombi andante. Es la única forma en que puedo


describirla. Está viva, habla y se mueve, pero no tiene emociones. Su corazón
no está en nada de lo que dice o hace.

—¿Qué ha dicho Clara? —Le pregunto mientras subimos al taxi.

—Nada.

—Estuviste ahí mucho tiempo.

Ella asiente, girando la cabeza para mirar por la ventana.

—Es viernes, ¿verdad?

No tengo ni puta idea. Estoy tan agotado y haciendo todo lo posible por
asimilarlo todo que no sabría decirte qué mes es.

—Honestamente no podría decírtelo, ¿por qué?

Sus ojos se cruzan con los míos y se encoge de hombros.

—Ya no importa más.

Me estoy devanando los sesos para saber a dónde quería llegar con eso.
No creo que hubiera nada planeado, pero de todas formas no presto mucha
atención a esas cosas. La forma en que dijo ‘más’ me lleva a pensar que tenía
algo que ver con el bebé.

Después de unos segundos, me doy cuenta.

—Ashton —digo su nombre en voz baja.

—¿Sí?

—¿Los viernes era cuando contabas una semana más?

—Por eso dije que no importa. Supongo que podría contar las semanas
desde que la perdimos.

Se me hunde el corazón cuando la miro a los ojos. Hay tanto dolor y


tristeza.

—No, no deberíamos contar eso.

Se ríe sin ningún sentimiento.

—Cierto, eso sería morboso y estúpido. No deberíamos. Estaba


bromeando.

No creo que estuviera bromeando en absoluto. Creo que lo va a contar


en su corazón y que cada semana la hundirá más en su dolor.

—De acuerdo.

Ahora mismo, el suelo está cubierto de cáscaras de huevo afiladas como


cuchillas y no importa por dónde camine, me sangrarán los pies. Tengo la
sensación de que lo que pasó en esa habitación después de que me fuera está
pesando sobre ella. No sé por qué, pero está... aún más vacía que antes.

Como si algo dentro de ella se hubiera roto.

No llora ni hace gran cosa.

Necesito que mi chica luche. No estoy seguro de cómo provocar eso,


pero tengo que intentarlo.

Llegamos al apartamento, dejamos nuestras cosas y ella se acomoda en


el sofá. Me siento a su lado y le apoyo la mano en la pierna.

—Sabes que te amo, ¿verdad?

Los ojos de Ashton se abren de par en par e intenta sonreír.

—Sí.

—Entonces, ¿confiarás en mí para hablar de lo que pasó allí?

—¿En dónde?

—En la oficina con Clara.

Ashton aparta la mirada y resopla.

—No es nada. Bueno, en realidad supongo que no es tanto como nada,


pero debería decírtelo de todos modos. He dejado mi trabajo. Me imagino
que, si terminamos, puedo volver a vivir con mis padres hasta que encuentre
algo. No estoy segura de cómo te sentirás, así que no asumo nada.

Esta revelación me da vueltas en la cabeza. Renunció a su trabajo sin


decirme una palabra, que era uno de sus problemas con nuestra relación
antes de que me desplegara. Que hicimos grandes cambios sin discutirlos. No
me enoja que haya renunciado porque no creo que lo haya pensado ni
remotamente. Le encanta su trabajo.

—¿No querías hablarme de ello?

—¿Por qué iba a hacerlo? Podemos terminar ahora, Quinn. No estoy


embarazada, así que ya no hace falta que te quedes.

¿De qué demonios está hablando?

—No me importa que estés embarazada o no, nunca volví por eso, y no
hemos terminado. —Suspira fuerte y se mueve, pero la agarro de la muñeca
antes de que pueda escaparse—. No, no hemos terminado. Vamos a hablar
porque llevo meses intentando llegar hasta aquí, y te aseguro que no vamos a
retroceder.
—No vamos a ninguna parte. Tú estás bien. Yo estoy viva. Ya no
tenemos que hacer esto. Sé que me amas, y aprecio que te estés esforzando
tanto. De verdad, pero creo que es mejor que esté sola por un tiempo.

En serio quiero estrangularla. ¿Cree que me voy a ir? ¿No escuchó ni


una palabra de lo que dije?

—Ashton, te amo. Quiero casarme contigo. Nada de eso ha cambiado


porque hayamos perdido a nuestro bebé.

—No, perdí a nuestro bebé, y ha cambiado todo.

—Sé que estás sufriendo y que no piensas con claridad.

Ella sacude la cabeza.

—No, esa es la cuestión. Anoche me eché en tus brazos y todo lo que


podía pensar era: todo esto va a terminar, así que ¿por qué no terminarlo a mi
manera?

—Entonces, ¿tienes miedo? —Pregunto, y ella arranca su brazo de mi


agarre.

Puede que esté cansado, pero de ninguna manera voy a echarme atrás.
Si cree que puedo dejarlo pasar después de todo lo que hemos pasado, no me
conoce en absoluto.

—No, me protejo porque... No puedo soportar nada más. Cualquier


cosa. ¡No puedo ni respirar! ¡Duele, Quinn! Así que, cuando realmente veas
toda esta situación y despiertes de tu negación, no importará. Ya me habré
ahorrado otra ronda de agonía porque no estaré allí.

No hay manera de que me deje.

—¿Crees que eres el único que ha perdido algo aquí? ¿No crees que me
duele perderla o perderlo? Amaba a esa niña igual que te amo a ti. Con todo lo
que soy. Así que no puedes tomar esa decisión por mí. Te amo, y no voy a
perderte, joder. No viví siete días de infierno absoluto para poder volver a ti,
sólo para verte alejarte.

Ashton cierra los ojos y le tiembla el labio antes de atraparlo entre los
dientes.

—No hagas esto.

—No hagas esto —suplico.

—¿Cuánto tiempo te quedarás, Quinn?

Levanto la mano que tiene el anillo infinito que le regalé y trazo el


símbolo.

—Por un tiempo infinito.

Ella se burla, retirando la mano.

—Eso lo dices ahora, pero qué pasará dentro de un año cuando te des
cuenta de que no soy la chica que amabas.

—¿Cómo puedes predecir quién serás dentro de un año? Y aunque


pudieras, ¿cómo no ves que eres tú? Siempre eres tú.

Pensé que se lo había demostrado. No se trataba del bebé o de que


pudiera tener bebés, sino de quién es en el fondo. Es su corazón, su fuego y su
amor. Sólo la forma en que me mira me hace sentir completo.

Ashton se levanta y camina por el salón, luego mira al techo.

—Si me amas como dices, entonces acabarás con esto antes de que te
haga daño.

—Que acabes con esto es lo que dolería —le replico.

La lucha parece desaparecer de sus ojos.

—No me amarás después de un tiempo. Estarás resentido conmigo


cuando veas cómo te robé algo siendo egoísta.

Esto es una locura. Camino hacia ella y le agarro los hombros con
ternura.
—¿Crees que quiero tanto tener hijos que me iré? No quería hijos,
Ashton, quería a nuestros hijos. Nunca pensé en nada de eso hasta que fuimos
nosotros, y eso es lo que no estás viendo. No se trata de bebés o de si puedes
concebir o gestar porque, sin ti, me importa una mierda todo eso.

Se le llenan los ojos de lágrimas y pienso que tal vez, sólo tal vez, he
conseguido convencerla. Luego las aparta y veo cómo la determinación
consume la pequeña fracción de emoción que se ha permitido.

—Quédate si quieres, pero que sepas que, con el tiempo, tu símbolo se


romperá y verás que no valía la pena el tiempo que perdiste.

Llevo mi mano a su mejilla, moviendo su cabello hacia atrás mientras


niego con la cabeza.

—Lo nuestro no tiene fin, Ashton. Empieza a aceptarlo. Si dejas tu


trabajo y tenemos que mudarnos, quizá un cambio de aires nos venga bien.
Siempre podemos ir a Virginia Beach.

Se encoge de hombros.

—Me parece bien. Podemos mudarnos allí, al menos tendría a


Gretchen.

Beso sus labios, necesitando que me sienta.

—Me tienes a mí, Ashton.

Sus ojos buscan los míos, y espero que encuentre lo que necesita.

—Te tengo a ti... por ahora.

Ahora mismo, me está alejando, y lo entiendo, pero juro que la traeré


de vuelta a mí, no importa lo lejos que vaya.
11
Ashton

—Hola —Cat sonríe suavemente mientras ella y Jackson se paran en la


puerta principal del apartamento—. Hemos venido a ver cómo están antes de
ir al aeropuerto.

La abro de un tirón y me hago a un lado. Quinn está tumbado porque


está agotado y anoche le costó dormir. Ya no sé si duermo del todo. Son
más bien momentos de media conciencia, media inconsciencia. Mi cabeza
va de un pensamiento a otro, sin detenerse nunca en nada sólido.

—Lo estamos haciendo muy bien —digo mientras dejan sus cosas
dentro, y entonces mis ojos se posan en Erin en su asiento del auto.

¿Cómo me lo he perdido?

¿Por qué no pensé que estaría con ellos?

Mi corazón da un vuelco y me odio tanto por ello que me doy la vuelta,


incapaz de mirarla. Quiero a esa niña. Es mi sobrina y mi ahijada y haría
cualquier cosa por ella. Y, sin embargo, odio no tener nunca uno propio.
Quiero gritar porque nunca tendré una silla de auto que llevar. Quiero tirar
algo, verlo hacerse añicos y romperse hasta que se parezca al desastre roto
que llevo dentro. Había un plan para que yo tuviera a mi bebé y ellos fueran
los mejores amigos. Estaba todo trazado y dejé que fracasara.
Me tomo un segundo para recomponerme e intento sonreír.

Catherine se acerca, pero su mirada no vacila, y juraría que puede leer


mi mente.

—No estás bien.

—No, supongo que no.

—Voy a suponer que Quinn tampoco —aventura.

—Él está mejor que yo.

Jackson levanta a Erin en brazos, acunándola con cuidado. Veo cómo la


protege sin siquiera saber que lo está haciendo.

—No deberíamos haber venido —dice Catherine con un deje de tristeza


al ver que el dolor se extiende por mi cara como una ola. Intento disimularlo.
Hago lo que puedo para disimularlo porque voy a ver bebés y niños. Voy a
estar rodeada de gente que se quedará embarazada. Ahora mismo, es como
si alguien me hubiera dado un puñetazo en las tripas.

—No pensé...

—No, lo siento mucho. No sabía que Erin...

No puedo dejar que piense que no quiero ver a Erin. La quiero y quiero
verla. Yo sólo... No estaba preparada.

Mis dedos tocan su brazo.

—No digas eso. — Incluso con todo mi dolor, no quiero que mis
amigos luchen con la culpa. No hicieron nada malo—. Sólo dolió un segundo,
pero no es así.

Catherine me abraza.

—Odio esto, Ashton. Lo odio, y no sé cómo ayudarte. Te quiero como a


una hermana, y haría cualquier cosa por ti.

Nos abrazamos, pero no lloro. Creo que me he roto los conductos


lagrimales porque ya no funcionan.

—Bueno, si tanto me quieres, quizá puedas conseguirme un trabajo —


digo en broma.

Se echa hacia atrás.

—¿Qué?

—He dejado mi trabajo.

—¿Por qué? Tú . . . ¿por qué demonios hiciste eso?

—Porque ya no quiero ayudar a las mujeres a tener hijos. —Las palabras


son claras y no dejan lugar a discusiones—. Así que podría abrir un
laboratorio para ustedes, y... ya saben... Estoy segura de que hay cosas con las
que necesitan ayuda que yo podría arreglar. ¿Quizás hacer pruebas de ADN o
algo con forenses sería una nueva aventura en la que podría entrar?

Jackson se acerca y yo encierro todas mis emociones mientras él se


acerca.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? ¿Qué ha dicho Quinn?

—Cree que deberíamos mudarnos a Virginia Beach, así que buscaré


trabajo allí una vez que esté técnicamente autorizada para volver a trabajar,
supongo.

Comparten una mirada, y entonces Catherine empieza.

—Ashton, ¿realmente lo pensaste bien? No digo que no lo entienda. Yo


se...

—¿Lo sabes? ¿Sabes lo que es ser tan feliz que un día estás
prácticamente bailando en el aire y al siguiente en las fosas del infierno?

Catherine me mira.

—No, pero tampoco he tenido una vida perfecta, Ashton.

—¿Has perdido algún hijo?


—Sabes que no.

—Claro, así que sabes perfectamente por lo que estoy pasando. Quiero
decir, mira, has tenido tu parte justa de mierda, pero perder no sólo un bebé,
sino también todo tu sistema reproductivo parece inclinar la balanza un poco
a mi favor.

Ella resopla.

—Jackson, ¿podrías darnos un minuto, por favor? Quizá Quinn esté


despierto y le vendría bien algo de compañía.

Maldita sea. Ahora sí que se va a meter conmigo. ¿Sabes qué? Ni


siquiera me importa. Ni siquiera me importa. Voy a decir y sentir lo que
demonios quiera.

—Claro, voy a ver. —Asiente una vez y se lleva a Erin a la parte de atrás,
donde está mi dormitorio. Estoy siendo una zorra furiosa. Y lo sé. A medida
que cada palabra escapaba de mi boca, odiaba su sabor. Hacerle daño a
Catherine no está bien, pero me cuesta preocuparme por todo.

—Tienes razón, ¿sabes? —dice ella después de perderlo de vista—. La


balanza se ha inclinado tanto hacia el lado de la mierda para ti que no sé si hay
suficiente peso para moverla hacia atrás. No te merecías nada de esto, pero
todos estamos aquí para ti. Todos te queremos. Todos queremos ayudar, pero
durante la última semana, te has negado a contestar llamadas telefónicas,
mensajes de texto, correos electrónicos... Me sorprende que hayas abierto la
puerta.

—Estoy cansada.

—Lo entiendo.

—Dices eso, pero es imposible que lo entiendas. Eres capaz de sostener a


tu hija, amarla, tocarla... Yo no tengo nada. Así que no digas que lo entiendes
porque no tienes ni puta idea.
—Tal vez no —está de acuerdo Cat—. Quizá ni siquiera pueda
imaginarme en qué clase de infierno estás, pero tú nunca has sido así. Tú eres
la que se burla del mundo mientras te pavoneas con tus Manolo. No te sientas
a sentir lástima por ti misma.

—No, has sido tú —digo y al instante me odio porque eso ha estado


fuera de lugar—. Eso fue…

Catherine no se merecía eso, y parece que no puedo obligarme a decir


nada.

—Cierto. —Catherine se encoge de hombros—. Yo era así. Me dejé caer


en la desesperación porque era mucho más fácil. Alejé a todo el mundo, sentí
que no merecía nada y casi pierdo a Jackson en el proceso. Suena familiar,
¿eh? Fui yo, pero nunca pensé que serías tú.

A mí no me rompió el corazón un tipo y me rendí como hizo ella. No


tiene nada que ver con mi pasado o algo intrascendente. Perdí mi vida y mi
futuro. Ella tiene que ver que hay una diferencia, y si no lo hace, es una
imbécil.

Sin embargo, Catherine y yo siempre hemos sido sinceras. Ella nunca


se reprime y yo tampoco. Siempre hemos sido sinceros y quizá debería haber
esperado que me llamara la atención por mi reacción. Es que nunca me había
sentido tan mal.

Perder a Quinn fue una mierda, y pensé que era bastante patético
entonces con cómo lo llevé, pero esto es más.

Es un dolor que no entiendo.

Puede juzgarme, pero sé que si los papeles se invirtieran, ella no sería


diferente.

—Nunca supe cómo se sentiría esto.

—Tienes que dejar entrar a la gente. Por favor, te ruego que hables.
—¿Y qué cambia la charla, Cat? —pregunto con una pizca de sarcasmo
—. ¿Qué me dará? ¿Eh? Nada.

—Hablar de ello te ayudará a sacarlo todo de tu propia cabeza para que


puedas procesarlo pieza a pieza. Estás abrumada por la pérdida y, aunque no
hables conmigo ni con Gretchen, deberías hablar con alguien, con
cualquiera. —Se acerca y sus ojos me suplican que la escuche.

»Eres mi mejor amiga en el mundo entero. Literalmente no hay nada


que no haría por ti. Si pudiera cargar con esto por ti, lo haría. Has pasado por
tanto y nadie te culpa por cerrarte. Me quedé mirando cómo te cerrabas
cuando no sabíamos nada de Quinn, pero está vivo, Ashton. Luchó mucho
para volver contigo. Te necesita y tú lo necesitas. Te lo pido, por favor, no lo
dejes fuera. Déjalo cargar con parte de tu dolor, no te recluyas cuando sea
innecesario.

Mi corazón se acelera mientras escucho y me permito reconocer que,


en el fondo de mi alma, sé que tiene razón. Si alejo a Quinn, no podré culparlo
cuando finalmente se vaya. El caso es que tengo que ser yo quien controle
esto. Su marcha es inevitable. Ocurrirá cuando se le pase el sentimiento de
culpa. Puede que haya aceptado ir a Virginia Beach, pero Gretchen está allí y
me dejará quedarme con ella cuando Quinn se vaya. Con suerte, tendré un
nuevo trabajo allí y todo irá bien.

No hay razón para volver a Nueva York. He terminado con esta ciudad.

—Agradezco los consejos, pero hago lo que creo correcto.

Se echa el pelo castaño oscuro hacia atrás y asiente.

—Ya veo. Entonces, ¿estás haciendo lo contrario de lo que dije?

—No me sermonees, Cat.

La respiración se le sale del pecho.

—Bien. No lo haré. Sabes, incluso contigo siendo... bueno, bastante


zorra, seguiré estando aquí para recoger los pedazos. Tendrás que hacerlo
mucho peor que esto si tu objetivo es estar sola.

Justo entonces, Jackson y Quinn salen con Erin llorando. Sus pequeños
lamentos se hacen más fuertes y la cara de Jackson muestra la preocupación,
y entonces veo a Quinn.

Tiene los ojos preocupados y la mandíbula tensa mientras la mira.


Puedo ver la tristeza grabada en su rostro. La mirada anhelante al bebé en
brazos de su amiga me rompe un poco más.

Es ese momento en el que sé que, diga lo que diga, querrá esto y yo


acabaré siendo la chica que no pudo dárselo.

—Ashton. —Quinn dice mi nombre con un suspiro mientras miro por


la ventana.

Llevo más de una hora aquí sentada, haciendo como que leo. No puedo
decir de qué trata el libro, ya que llevo en el mismo sitio desde que empecé.
Mi mente divagaba mientras miraba a la gente en la calle, cada uno de ellos
viviendo, caminando, moviéndose en una ciudad que rebosa vida mientras
yo me siento vacía. Ha pasado otra semana... otra semana sin bebé. Otra
semana en la que Quinn se preocupa constantemente y yo caigo en la
desesperación sin fuerzas para detenerla.

—¿Sí? —Respondo.

—Te he preguntado si tenías hambre.

—No —respondo y me doy la vuelta.

Se acerca y me pasa la mano por el cabello antes de posarla en mi cuello.


—Háblame, cariño.

Me lo pregunta cada día, y yo lo intento, pero no puedo hacer nada.

—Hablamos.

—No, no hablamos.

Tiene razón, pero no quiero hablar.

—Estoy cansada.

—Porque no duermes y crees que no me doy cuenta.

Mis ojos se abren un poco por la sorpresa. No creía que lo hiciera. Me


meto en la cama con él, me tumbo, cierro los ojos y hago todo lo posible por
mantener la respiración uniforme. Incluso cuando consigo dormir un poco,
suelo despertarme soñando con un niño que nunca será.

¿Por qué querría dormir y someterme a eso? Al menos, cuando estoy


despierta, puedo controlarlo y alejar a la fuerza cualquier cosa que me haga
daño. Cada día que pasa, es un poco más fácil permanecer en el
entumecimiento.

—Entonces está claro que tú tampoco duermes —le contesto.

—No, no puedo porque tengo la mente llena.

Quiero preguntarle qué lo mantiene despierto, pero veo la trampa. Si él


me da algo, entonces se espera que yo también dé algo.

Estoy bien.

Desde que Catherine y Jackson se fueron, sólo estamos nosotros.


Nosotros dos. Solos en este apartamento mientras empacamos.

Lo más triste para mí es que hemos venido hasta aquí para nada. Ayer,
mientras limpiábamos la cocina, me quedé mirándolo, preguntándome si
alguna vez encontraría a otra persona. Tiene el cabello castaño oscuro más
largo y le ha crecido la barba. Estoy segura de que, con el tiempo, el fuego
volverá a encenderse en sus ojos y volverá a encontrar la felicidad.

Al pensarlo, se me partió un poco el corazón.

Lo amo. Lo amaré hasta el día de mi muerte. Eso nunca cambiará, pero


no le haré lo que él me hizo a mí.

No lo presionaré para que sea algo que no es, como intenté hacer antes.
Es lo que hizo que nos separáramos antes, y ahora sé que fui egoísta al
pedírselo. Quería una familia cuando él no estaba preparado. Ahora, soy yo la
que no está preparada, y él no puede pedirme lo mismo.

Una vez más, estamos de vuelta en este lugar, donde uno de nosotros
está medio fuera de la puerta. Sólo que ahora es mucho peor porque sé lo que
se siente cuando nos amamos sin restricciones.

He sentido su calor, me he bañado en él, y es algo que nunca se enfría.


Quinn nunca será lo bastante cálido para derretir el hielo que rodea mi alma.

Cierro los ojos y giro la cabeza. Se dará cuenta y me dejará en paz, que es
como me ha tratado toda la semana. Como si fuera un trozo de cristal roto
que se haría añicos si me empujara con demasiada fuerza.

—Entonces, ¿eso es todo? —Quinn pregunta con un borde en su voz.

—¿Qué pasa? —Le devuelvo la mirada, confusa por el repentino


cambio.

—Esto —dice como si yo debiera saber de qué está hablando—. Te estás


rindiendo. ¿Vas a dejar que todo el amor y el infierno por el que hemos
pasado se vaya sin luchar? ¿Dejar que todo carezca de sentido?

—Bien. ¿Por qué no estás durmiendo? —pregunto.

Se hunde frente a mí.

—Porque no puedo respirar, Ashton. Te estoy perdiendo. Perdimos al


bebé. Estoy haciendo todo lo posible para que salgas de esto y te enfurezcas.
Dejaste tu trabajo. Me secuestraron, por el amor de Dios. Todo esto está
pesando sobre mí, pero lo que no puedo... manejar... es que puedas odiarme.

Separo los labios y lo miro fijamente. Ahí, en sus ojos, hay un hombre
que se está desmoronando. No debería estar triste, esa parte la tengo
controlada. Levanto la mano para tocarle la cara, la barba me araña la palma.

—Necesitas afeitarte.

Lentamente, los párpados de Quinn caen como si estuviera agonizando.

—No, te necesito, Ashton. Te necesito.

Quiero decirle que me tiene todo el tiempo que quiera. Quiero


derramar mi corazón por él, pero ya ni siquiera late. Él es todo mi mundo, y
cuando se vaya, estaré muerta por dentro para siempre. Tengo todo esto en la
punta de la lengua, pero me lo trago.

No voy a aumentar su culpa. Eso sería egoísta y cruel. No necesita


quedarse conmigo por obligación. Quiero decir, ¿qué pensaría todo el mundo
si se alejara ahora? Que abandonó a su novia después de la pérdida de nuestro
hijo, eso.

Quinn no haría eso.

No después de que pasara meses probando que me amaba. Y lo hizo.

Dios, lo hizo siempre. Me quería tanto que pensé que quizá no me


rompería. Aquellos días en los que encontrarlo me consumía, me preguntaba
si tal vez encontraría la forma de estar bien una vez que él estuviera en casa.
Había una pequeña esperanza de que sus brazos pudieran curarlo todo.
Quinn podría combatir el dolor y la tristeza.

Pero no fue así.

De hecho, una vez que lo encontré, me sentí completamente vacía.

No había nada más en lo que concentrarme que en la pérdida que


habíamos sufrido, y encontré la manera de empujarme a mí misma hacia el
olvido.
—Estoy aquí —le digo.

—No, cariño, no lo estás. Estás a un millón de kilómetros donde no


puedo alcanzarte.

—Quiero...

Quiero que todo desaparezca. Quiero sentir su calor.

No quiero que nada de esto sea realidad.

Las cosas que deseo nunca podrán ser, así que no tiene sentido
decírselo. La verdad es que quiero que me dejen en paz.

—¿Qué quieres? —me insta. Sacudo la cabeza, negándome a abrir la


boca para decir nada—. Puedo soportar el dolor de los dos, soy lo bastante
fuerte, pero tienes que dejarme —dice Quinn mientras me roza el labio con el
pulgar.

Puede que piense eso, pero no hay forma de que pueda llevar esta carga.
Es demasiado pesada. Diez hombres ni siquiera podrían levantar el peso que
vive dentro de mí. Puede que yo esté destrozada, pero no tengo por qué
hacérselo a él también.

—¿Y si te desmoronas bajo el peso de mi pena?

—Entonces tendrás que ayudarme a subir. Así es como funciona esto.


Cuando amas a alguien, asumes lo que no puede y estás ahí para levantarlo
cuando lo necesita.

La primera lágrima en más de una semana llena mi visión. Me imagino


a este hombre al que amo, encorvado mientras intenta levantarme. Lo veo
tan claramente como sus ojos azules me miran, rogándome que le ceda solo
un trozo. Lucharía, pero nunca se rendiría. Soportaría los huesos rotos y el
esfuerzo sólo para darme un centímetro.

No merezco sus esfuerzos.

Quinn mueve la mano hacia arriba, apartando la gota de humedad.


—Confía en que no te defraudaré.

Un pequeño hipo se libera de mi garganta. Intento contenerlo con


todas mis fuerzas porque tengo miedo de lo que pueda pasar si dejo escapar
aunque sea una gota.

Algunos dicen que el dolor nos baña como una ola, pero es más
parecido a un tsunami. Llega con fuerza suficiente para derribar edificios. La
marea sube, y no puedes hacer otra cosa que agarrarte a algo en terreno más
alto. Entonces el agua me llegó al cuello y pensé que eso era todo lo alto que
podía llegar. Intenté pisar el agua, patalear, mantener la cabeza hacia atrás,
pero cuando el agua retrocedió, me di cuenta de que me había arrastrado mar
adentro.

Quinn ha conseguido mantenerme a flote el tiempo suficiente para que


pueda tomar una bocanada de aire. Lo hizo el día que lo encontramos. Ese día
respiré.

Respiré cuando me besó y me dijo que me quería.

Ahora mismo, me tiene de espaldas, con la cabeza totalmente fuera y


casi con la idea de que la orilla está mucho más cerca.

—No es en ti en quien no confío —confieso—. Me preocupa que no seas


capaz de manejarlo, y si descargo algo, entonces ¿quién lo recogerá cuando te
vayas?

Sacude la cabeza.

—No me voy a ir.

—No voy a mejorar.

—¿Por qué piensas eso?

—¿Porque este... este tipo de dolor? No desaparece. Nunca volveré a ser


la misma. ¿No lo entiendes? Apenas respiro.

Quinn me levanta para que esté de pie frente a él. Me rodea la espalda
con los brazos y luego pega sus labios a los míos. Me besa tan fuerte que me
veo obligada a agarrarme a él para no caerme. Intento luchar contra el calor
que me invade. No quiero derretirme, pero Quinn no me da una oportunidad.
Entre la sorpresa de su ataque y la pasión que destila, no tengo ninguna
resistencia.

Mis dedos se hunden en su cabello, sujetando su cabeza hacia mí. Sus


labios bajan hasta mi cuello.

—Eso es, fragolina, siénteme.

Entonces sus labios vuelven a estar sobre los míos y su lengua se


introduce en mi boca. Sus dedos me aprietan la columna vertebral,
pegándome a su pecho. El ritmo acelerado de mi corazón hormiguea en mi
pecho como si hubiera recibido una descarga eléctrica.

Quinn actúa como un desfibrilador, y la corriente que me recorre me


hace jadear.

—Quinn, para —digo mientras intento apartarme.

Prácticamente ruge y me acerca a la ventana, mi espalda choca contra


el frío cristal y su cuerpo se aprieta contra el mío, tan cálido en contraste.

—No te alejes. Te daré el aliento que necesitas. Te daré calor. Haré lo


que haga falta, sólo déjame. Déjame ser tu corazón.

Él es mi corazón. Él es mi todo.

Él es la única razón por la que respiro ahora mismo, y también es lo


único que no puedo dejar entrar si tengo alguna esperanza de superar esto.

Vuelvo a levantar los muros que derribó durante ese breve tiempo y
giro la cabeza para que no pueda besarme de nuevo.

—Por favor, para.

Quinn da un paso atrás, ocultando su dolor una fracción demasiado


tarde para ocultármelo.
Luego se acerca, pero no me toca.

—Lo siento.

—Lo siento, de verdad. —Me odio, una vez más. Estaba haciendo todo
bien y entonces me di cuenta de lo lejos que había llegado—. Necesito tiempo.

—¿Es hora de alejarme más?

—Hora de... no sé. Sólo han pasado unas semanas, y hoy... hoy habría
sido nuestro ultrasonido para verla. No podemos verla, Quinn. Se ha ido, y
duele. ¿Duele? Duele mucho, y cuando creo que volveré a estar bien, llega
otro golpe. No quiero hacerte daño. No quiero hacer daño en absoluto, pero
todo lo que siento es dolor y tristeza y rabia.

Levanta la mano como para tocarme, pero luego la suelta.

—Te amo, y haría cualquier cosa para detener el dolor.

—Yo también te amo.

Desearía que el amor fuera suficiente.


12
Quinn

—Nada de lo que hago parece ayudarla —admito a Ben mientras


camino hacia el apartamento después de parar en la tienda—. No me habla.
No me deja hacer nada. Dice que está bien y no quiere hablar de ello.

Cuando me informó de que había dejado su trabajo... Me quedé


sentado, atónito e incapaz de decir nada. Era razonable, al menos en su
razonamiento de por qué ya no podía desempeñar su trabajo. Hasta cierto
punto lo entiendo. Toda su vida giraba en torno a la fertilidad y los niños. No
sé si podría soportar estar en un campo que me exigiera ver una y otra vez
algo que no podía tener.

Pero luego pienso en Ben y en cómo no dejó que su lesión destruyera su


vida. Luchó contra ella y espero que pueda orientarme.

—Está enfadada, hombre. Quiero decir, ¿puedes culparla?

—No, pero ella dejó su trabajo. Ella no es imprudente. No actúa y


piensa después. Le encanta esta ciudad, pero alquiló su apartamento al día
siguiente de hablar de mudarnos. No es propio de ella.

Suspira.

—Tal vez sabe que estarás allí para atraparla cuando caiga.
—Por supuesto que estaré.

No hay duda. Estaré aquí durante todo esto porque ella saldrá por el
otro lado. Lo sé. Claro, no podemos tener hijos y eso es un golpe, pero los
hijos siempre fueron un abstracto para mí. Hasta que no me dijo que estaba
embarazada no lo vi como una realidad.

¿Estoy triste? Joder, sí. Quería este bebé y la felicidad que le traía a
Ashton. Ese niño nos unió de nuevo de una manera que nunca pensé que
podría suceder. Ahora, tengo miedo de que la pérdida nos separe.

—Entonces sólo estate ahí para ella. Déjala llorar, enfadarse o callarse.
Sé que es duro cuando nos quitan las opciones. Si quisieras seguir siendo un
SEAL, con todo lo que eras, y luego te lo arrancaran por algo fuera de tu
control, serías como ella.

Me quedo de pie frente al edificio, mirando las ventanas de cristal,


preguntándome si estará mirando aturdida como todos los días. Se sienta en
esa silla y finge hacer algo, pero yo la veo abatida.

Cuando nos besamos el otro día, pensé que tal vez era un avance. Sentí
su respuesta. Su cuerpo cobró vida y tuve la esperanza de que estuviéramos
dando un giro. Si aún había pasión, necesitábamos tiempo y paciencia.

Pero se echó atrás y, desde entonces, está aún más lejos de mí. Por la
noche, a veces me deja rodearla con el brazo, pero ha empezado a alejarse
unos minutos después de que crea que me he dormido.

Echo de menos a la chica que literalmente me envolvía con sus


extremidades como si aferrarse a mí le diera la felicidad.

—No sé cómo ayudar.

—Tiene que ayudarse a sí misma. Sé que es un cliché y jodidamente


exasperante, pero es verdad. Ashton tiene que aceptar su situación y
encontrar una manera de superarla. Esta es su forma de afrontarlo, te guste o
no.
—La amo, Ben.

—Lo sé, hombre. Y no hay nada peor que ver sufrir a alguien a quien
quieres. Gretchen es mi puto mundo, y cuando está triste, juro que es peor
que perder mi pierna.

—Daría lo que fuera por quitárselo.

Se queda callado un segundo, parece pasar un momento de


entendimiento entre nosotros.

—Entonces ten paciencia. No es una cualidad que tengamos muchos,


pero ella necesita ver que no vas a ir a ninguna parte. Tendrá algunos días en
los que querrás huir, pero no lo hagas.

Ashton es una profesional cuando se trata de conseguir que me


doblegue a su voluntad. Es muy buena apartándome o aislándose del mundo.
No tengo ninguna duda de que esto es sólo el principio. He luchado
demasiado y la he amado demasiado tiempo como para dejarla ir.

—No creo que pueda vivir sin ella. Incluso si esta es la nueva ella.

—No será así. Se le pasará. Tal vez el traslado a Virginia Beach sea
bueno para ella. Sé que Gretchen y Catherine están preocupadas y harán lo
que puedan para ayudar.

Catherine me llamó ayer porque Ashton no devuelve las llamadas. Sólo


manda un mensaje diciendo que está ocupada haciendo las maletas.

No lo está.

Está ocupada revolcándose.

—Si la vieras, ni siquiera la reconocerías.

Ben suelta un profundo suspiro.

—A veces es así. Mira cómo Aaron lidió con su trauma. Gracias a


Dios que no te está golpeando en la cabeza, ¿verdad?
—Preferiría eso al silencio.

Haría cualquier cosa para que volviera a encontrar esa chispa.

—Ten cuidado con lo que deseas. Ahora mismo, ella puede estar en
negación o alguna forma de ella, pero la ira vendrá, y eso será todo otro lado
de la locura. Está de duelo por su vida, amigo. Es un camino duro, pero
acompáñala.

Estoy tratando de hacerlo.

—Gracias por escuchar.

—Cuando quieras —dice Ben sin pausa—. Quinn... ¿cómo lo llevas?

Guardo silencio un segundo.

—Lo llevo bien.

—¿En serio? Porque tú también perdiste un hijo. No estabas allí, y no


puedo imaginar que estés bien.

Deja que Ben me llame la atención. Liam ha estado preguntando, pero


lo deja cuando digo que estoy manejando las cosas.

La verdad es que estoy jodidamente furioso. Quiero arrancarle los


brazos a alguien y golpearlo con ellos. Estoy tan furioso que hay veces que no
puedo ver bien. Quería a ese bebé. Tenía planes para nuestras vidas. Hay un
anillo en una caja que iba a poner en su dedo. Mis planes eran perfectos.
Íbamos a ir a Nueva Jersey, a cenar con sus padres y a hacer un viaje a la
playa. Quería crear el mejor recuerdo posible para ella.

Ahora, no sé si sonreiría si se lo propusiera.

Quiero casarme con ella. Quiero darle la vida de la que hablamos. Nada
de lo que siento por ella ha cambiado.

—Todo lo que me preocupa ahora es Ashton.

Ben se aclara la garganta.


—Bueno, alguien tiene que preocuparse por ti porque toda esa mierda
que finges que no está pasando... lo está haciendo. Ella no es la única que está
sufriendo, y no le servirás de nada si tú también caes a la mierda.

Soy el único que no se está desmoronando. Si me permito sentir algo


del infierno que se ha estado construyendo dentro de mí, ¿entonces qué?
¿Quién demonios recogerá los pedazos entonces? ¿Quién la sostendrá? ¿Le
dirá que está bien? ¿Seguirá intentando convencerla de que encontraremos
una manera? Nadie.

—¿Qué quieres que te diga? — Pregunto.

—La verdad.

—La verdad es que mi secuestro pudo haber hecho todo esto, al menos
la empujó a ello. Estaba sola, lidiando con una pequeña mancha, y existe esta
culpa de que el estrés de que no pudiera encontrarme hizo que la situación
sobrepasara algún tipo de umbral. No duerme, apenas come, y está tan
jodidamente segura de que voy a dejarla que no tengo tiempo de pensar en
mí.

Ben suelta un fuerte suspiro.

—Lo entiendo. Estaba tan preocupado por mi ex mujer después de


perder la pierna que había veces que ni siquiera pensaba en mí. Era egoísta y
sólo me preocupaba por ella y por lo que significaba mi lesión, así que no hice
más que intentar aliviarla. Pero cuando no había nada más en lo que
centrarme, me golpeaba con fuerza. No quiero ver cómo te atropella ese tren
de mercancías. Hay una familia aquí en Cole que te cubre las espaldas.

Soy muy consciente de ello. Desde que volví, no he sentido que me


hayan abandonado ni un poco. Recibo correos electrónicos, mensajes de
texto, y Natalie prácticamente se ha hecho cargo de la mudanza por nosotros.
Nos encontró una casa estupenda para alquilar y se encargó de todo el
papeleo. Ella y Liam nos ofrecieron quedarnos con ellos, pero ni Ashton ni yo
queremos interponernos en su camino. Sin mencionar que vi su cara cuando
vio al bebé de Catherine.

No puedo imaginar que sea capaz de estar cerca de Aara y Shane.

—Te lo agradezco. Odio sentirme impotente. Odio no saber qué hacer y


eso es todo lo que siento últimamente.

La voz de Ben es tranquila y segura.

—Tú estate ahí y cuando ella esté lista para hablar, escúchala. Vi a
algunos médicos aquí, pero el capellán Moore me ayudó mucho. Ella necesita
una parte neutral que la apoye. Encuentre a alguien una vez que llegue aquí.
Ese es mi mayor consejo. Pero no la presiones demasiado o la cabrearás hasta
el punto de que ni siquiera lo considere.

—Gracias, hombre.

—Cuando quieras.

Si pudiera hacerle ver que no está bien. Diablos, ninguno de los dos lo
estamos, pero primero tengo que cuidar de ella, luego podré preocuparme
por mí.

Abro la puerta del apartamento, esperando verla sentada en esa


maldita silla, pero no está.

Podría llamarla, pero me preocupa que esté durmiendo la siesta. Me


muevo por el apartamento, buscándola.

Abro despacio la puerta del dormitorio, no está y el baño está vacío.


Vuelvo a la cocina para ver si ha dejado una nota, pero no hay nada.
Me pregunto si habrá salido, tomo el móvil y le envío un mensaje.

Yo: ¿Dónde has ido?

Un segundo después, el zumbido de alerta de un mensaje de texto suena


desde la mesita.

No saldría sin su teléfono, ¿verdad?

El pánico empieza a apoderarse de mí. ¿Y si se ha ido? ¿Y si se raja y


huye a alguna parte? ¿Y si Aaron volvió y se la llevó esta vez?

—¡Ashton! —Grito, rezando para que me responda.

Vuelvo a correr por el pasillo, abriendo de par en par las puertas para
ver si ha hecho las maletas y no la he visto. Luego me dirijo al otro pasillo, con
el corazón latiéndome con fuerza mientras me invade un miedo como nunca
había conocido.

La puerta de la derecha está abierta y echo un vistazo. Es entonces


cuando la veo.

Está sentada en medio del suelo, con las piernas cruzadas, mirando el
moisés que monté hace unas semanas. Fue un regalo de sus padres. Una
reliquia familiar en la que todos sus primos, sobrinos y ella dormían cuando
eran bebés. A su madre se le llenaron los ojos de lágrimas cuando la trajeron.
Luego le puso la funda de encaje y pasó de ser de mimbre a ser suave y
acogedora.

—Mi padre reforzó la base —dice la voz distante de Ashton.

—¿Sí?

Ella asiente, con el pelo rojo amontonado en lo alto de la cabeza, la


espalda encorvada mientras aprieta algo entre las manos.

—Quería asegurarse de que era seguro para nuestro bebé.

El quiebre de su voz me desgarra. Me quedo aquí, mirándola,


escuchando el dolor de la pérdida tan denso en la habitación que me duele
respirar.

—Estoy seguro de que habría sido lo suficientemente fuerte.

—No como yo.

—No digas eso. —Me arrodillo a su lado—. Eres más fuerte de lo que
crees.

Su rostro manchado de lágrimas se vuelve hacia mí. Por primera vez,


no lleva una fachada. Todo lo que siente está ahí. El dolor que irradia
incineraría a cualquiera, pero lucho contra él porque ardería a su lado si ella
lo necesitara.

Le prometí que cargaría con ello, y que me aspen si la defraudo.

—Deberíamos empaquetarlo. Ya sabes, llevárselo a mis padres


porque... no lo necesitamos y quizá alguien más sí.

—Podemos hacerlo si quieres.

Ashton solloza y se mira las manos.

—Compré esto la semana pasada —explica mientras agarra el pequeño


objeto—. Me pareció bonito y ahora... quiero...

—¿Qué quieres? —Pregunto, manteniendo la voz uniforme. Está


hablando y haré lo que sea para que siga. El sonido de su voz es como música
para mis oídos que se han sentido sordos desde que ella se apagó. Quiero
escucharla y ponerla en repetición para no olvidar el sonido.

Levanta el trocito de tela y casi lo pierdo. Hay una camiseta de bebé que
tiene una rana esqueleto sujetando un tridente, el mismo tatuaje de esqueleto
que tengo en la espalda y que simboliza a un SEAL. Debajo del dibujo dice: Mi
papi puede patearle el culo a tu papi.

—Pensé… —La voz de Ashton se quiebra—. Pensé que sería una primera
foto divertida.

Cuando gira la cabeza hacia mí, el rojo de sus ojos, normalmente


blancos, me revuelve las tripas.

—Me habría encantado.

Ella asiente rápidamente.

—Lo sé porque te habría encantado que nuestra hija supiera lo genial


que eras. Pero, ¿qué hago con ella? ¿Lo quemo? ¿Lo tiro a la basura? ¿Lo hago
pedazos?

Tomo su barbilla con el pulgar y el índice, manteniendo sus ojos en los


míos.

—Nos aferramos a ella.

—¿Para qué, eh? No hay ningún bebé que vaya a llevarlo. No tenemos
un hijo, Quinn, y nosotros nunca lo haremos.

—Aun así, nos lo quedamos.

Ella sacude la cabeza, las lágrimas caen.

—¿Por qué? ¿Para poder recordar? Quiero olvidarlo todo. Por favor,
ayúdame a olvidarlo.

Me duele tanto el pecho que me preocupa que se rompa. La miro, tan


abatida, y no puedo evitar que se hunda más en la desesperación. Le paso la
mano por la cara, secando la humedad de sus lágrimas, y no puedo
contenerme. Mis emociones están a flor de piel, mi respiración es superficial
mientras mi corazón se acelera.

—No funciona así, cariño. Nunca será algo que olvidemos. Lo único que
hacemos es recordarlo todo —digo mientras una lágrima cae por mi mejilla
—. Nos aferramos a lo mucho que queremos a ese niño y al otro. Permitimos
que ese niño siga viviendo a través de nosotros. No es fácil, pero no quiero
olvidar. Tenemos que luchar, Ashton.

Sus lágrimas caen más libremente, y otra quema un rastro por mi


mejilla. Es el dolor de perderlo todo. De tener algo a nuestro alcance, la
felicidad que estábamos tan seguros de que llegaría, sólo para que acabe en
devastación. Pienso en el hijo con el que soñé.

Imagino su cabello rojo en coletas y cómo habría sonado al llamar a su


papá. Si fuera un niño, habría aprendido a luchar y a disparar. Nos imagino
en el campo de tiro mientras le enseño lo básico.

Más que nada, escucho sus risas. El sonido de las risitas de los niños
mientras nos encantaba.

Todo estaba ahí, en la punta de nuestros dedos, pero lo perdimos.

—No puedo aguantar —admite Ashton.

Dejo que surja toda la pena que he estado sofocando.

—Tenemos que hacerlo porque amaba a ese bebé, Ash. Lo amaba y lo


quería y me niego a creer que todo esto fue por nada.

—Lo intento.

Los dos lo hacemos. Lo intentamos y fracasamos, pero no puedo


rendirme. Necesito que ella sienta lo mismo y me preocupa que no lo haga.

—Te amo y no quiero perderte, pero cada día veo cómo te me escapas de
las manos —confieso, sintiéndome débil mientras intento respirar a través
del dolor que siento en el pecho—. No puedo, cariño. No puedo perderte.

Ashton se acerca a mí y me rodea el cuello con los brazos para que la


acune. Me aferro a ella, rezando para que no me suelte.

—Duele mucho. —La voz de Ashton se ahoga en mi cuello, pero puedo


sentirlo todo.

Está agonizando. Se supone que debo protegerla, y no pude. Debería


haber estado allí, pero estaba sola porque no fui a verla.

—Lo siento mucho —le digo en el cabello—. Lo siento mucho, joder. Te


fallé, cariño. No estuve allí. No estuve allí, y yo… —Dejo de hablar porque me
estoy desmoronando.
Nos abrazamos, el dolor nos rodea mientras nuestra realidad se
adelanta. No aflojo mientras tiro de ella para acercarla. Necesito que respire.
Lo único que espero es que pueda sentir el amor que siento por ella y mi
miedo a perderlo. Está sufriendo, y lo entiendo, pero yo también.

Por primera vez, permito que esta parte de mí acepte la verdad. Estoy
enfadado, triste y quiero volver atrás en el tiempo. Lo cambiaría todo de
aquel día.

Nunca habría abandonado esa cama como ella me pidió. La habría


abrazado, me habría asegurado de que nunca estuviera asustada o estresada.
Si las cosas hubieran sucedido de todos modos, habría sido yo quien la
hubiera consolado.

Tal vez por eso nos estamos rompiendo. Yo no estaba allí.

No mantuve a salvo a la gente de mi vida, igual que no mantuve a


salvo a King en ese Humvee. Sobreviví, ¿y para qué? Para defraudar a la
gente que quiero.

No dejaré que vuelva a ocurrir. La protegeré y curaré esto. Nunca


dejaré que se pregunte si voy a estar cerca.

—Estoy aquí ahora, Ashton —le prometo—. Estoy aquí, y no me iré, no


me dejes, joder. Te necesito.

Lucho por controlarme. Hundo la cabeza en su cabello e inhalo su


aroma floral. Me aferro a su familiaridad y rezo por no saber nunca lo que es
no tener esto.

Ashton se retuerce y yo me inclino hacia atrás, temiendo aplastarla. No


puedo mirarla a los ojos y permitir que vea la vergüenza. No dejaré que
cargue con una pizca de culpa por eso. Entonces, una semilla de esperanza se
instala en mi interior.

Confió en mí para que la sostuviera mientras lloraba y me transmitió


parte de su dolor.
Entonces otra verdad me golpea, ella tenía razón sobre el peso de esto.
Es más pesado de lo que nunca imaginé, pero no me ha aplastado.

Le toco la cara, sosteniendo sus mejillas y apartando las lágrimas.

—Tengo tanto miedo de sentir.

—Tengo tanto miedo de que, si no lo haces, nunca vuelvas.

Ashton sacude la cabeza, apartando mis manos, y vuelve a mirar al


moisés. Se rodea el estómago con los brazos y cierra los ojos.

Me siento a su lado, sin saber qué más hacer. Qué distinto es este día del
día en que trajeron el moisés.

—Soy débil como lo era la base, lo perdí todo, y... me odio a mí misma.
Estoy tan vacía, tan sola y tan jodidamente triste. —Alargo la mano para
coger la suya. Nuestros dedos se entrelazan y ella solloza—. Me odio a mí
misma. Odio este mundo. Odio este moisés y que mi bebé nunca esté en él.

—Quizá nunca lo haya —le digo con cuidado. Se vuelve hacia mí, con
asombro en los ojos—. Pero no estás vacía y no estás sola. Mi corazón está
igual de oprimido, pero sé que lo superaremos. No tenemos otra opción.

Otra lágrima cae por su cara.

—Habrías sido un gran padre.

Me late el corazón y lucho contra las ganas de gritar.

—Sólo porque lo habría hecho contigo.

Se inclina a mi lado y la rodeo con el brazo, abrazándola con fuerza.


Dejo que me caiga otra lágrima en recuerdo de la niña que nunca sabrá cuánto
la queríamos y cuánto lamentamos su pérdida.
13
Ashton

—Te mudas a Virginia dentro de tres días y no has dicho ni una palabra
sobre tu trabajo —dice mamá mientras sirve el estofado de pollo en un
cuenco.

¿Qué hay que decir? Estoy en paro o, como dice Clara, en excedencia.
No aceptó mi dimisión. Me explicó que tenía que darle al menos tres meses de
baja médica antes de hablar de opciones a largo plazo. Al parecer, entre el
resto de mis vacaciones y la incapacidad a corto plazo, esto no se podía
discutir. Así que han pasado seis semanas desde mi aborto espontáneo, y una
vez que se acabe el tiempo restante, ella no puede decir una mierda.

—No tengo trabajo.

Ella resopla.

—Gracias a tu amiga, aún lo tienes. Si no lo estropeas.

—Sí, gracias a Dios por los amigos —digo mientras me meto una
cucharada en la boca.

Mamá ignora el comentario, pero la mirada que me dirige deja claro


que lo ha oído.

—¿No has traído a Quinn esta noche?

Miro el cubierto a mi lado.


—No, está trabajando.

En otras palabras, le toca a él controlar a Aaron. Como unidad,


decidieron internarlo nuevamente, sólo que esta vez, está en un centro
diferente que está entre Virginia Beach y Nueva York y tiene más opciones de
tratamientos para el TEPT. Todos pensaron que era lo mejor, y a mí...
simplemente no me importa.

Lo que sea.

Es mi nuevo lema en la vida. Cuanto más tiempo pasa, más he


aprendido a aceptar la insensibilidad.

Después de perderlo hace unas semanas, he vuelto a mi lugar seguro.


Cuando estoy allí, todo parece tranquilo. Es agradable y tranquilo y nada me
enfada. Nada me enfada. No tengo que luchar. Quinn lo ha intentado,
bendito sea su corazón, pero después de cerrar la puerta de la habitación del
moisés, volví a cerrar mi corazón.

—Al menos uno de ustedes lo hace —dice, y yo como otra cucharada.

—Sí, mamá, Quinn está trabajando y yo me estoy tomando unas


vacaciones pagadas mientras decido qué quiero hacer después.

Ella se sienta.

—En Virginia Beach.

—Sí, en Virginia Beach.

La semana pasada les contamos a mis padres lo de la mudanza. Quinn


quería decírselo antes, pero pensé que era mejor esperar. No estaba segura de
si seguiríamos juntos el día de la mudanza y quería asegurarme de que
teníamos un lugar donde vivir. Cuando estuvo claro que ambas cosas iban a
ocurrir, se lo dijimos. Mi madre lloró, mientras que mi padre parecía
realmente feliz. Dijo algo sobre seguir adelante con la vida. No le presté
demasiada atención. Quinn se encargó de la mayor parte de la discusión
mientras yo fingía comer.

Sin embargo, él no está aquí esta noche, lo que significa que tengo que
arreglármelas para al menos parecer comprometida.

—¿Viste a Clara para tu chequeo esta semana?

—Sí, dijo que me he curado bien.

Mi cuerpo, al menos. Seis semanas es todo lo que se necesita


aparentemente. Eso es todo lo que mi interior necesitaba para sanar. Ojalá mi
corazón pudiera sentirlo así. En ese tiempo, sólo me he vuelto más fría, más
triste y menos...viva.

—Qué bien. Me alegro de que no haya habido complicaciones.

Asiento una vez.

—Sí. Menos mal.

La sonrisa de mi madre decae. Me doy cuenta de que intenta guardarse


sus pensamientos.

—¿Estás feliz con la mudanza?

Me encojo de hombros. ¿Feliz? No. Ya ni siquiera sé cómo es la


felicidad. No me creería si mintiera, así que es mejor que parezca indiferente.

—Es lo que hay.

—¿Y qué eres exactamente ahora?

Levanto la vista, viéndola observarme.

—¿Qué significa eso?

—Exactamente lo que dije, cariño. Estás permitiendo que tu pérdida te


consuma. Básicamente no eres nada, así que te pregunto qué crees que eres.
¿Eres la chica que desafiantemente me diría que no y se iría? ¿Eres la chica
que lucharía hasta la muerte si alguien a quien ama estuviera en problemas?
Seguramente, no eres tan nula delante de mí, ¿verdad?
—¿Podemos no hacer esto? —Pregunto. No estoy de humor. Puede que
mi madre sea la única persona viva capaz de llegar a mí, por eso intenté
cancelarlo esta semana. Sabía que si me tenía a solas encontraría una
oportunidad. Por eso envió a mi padre a su cabaña de caza. Nunca va durante
la semana.

Nunca.

Todo esto fue una estratagema. Ahora, empiezo a preguntarme si la


visita de Quinn a Aaron no fue arreglada también.

—¿Cuándo prefieres hacerlo? ¿La semana que viene? ¿mañana?


¿Nunca?

—Nunca funciona.

Mamá no reacciona. Deja la cuchara, toma un trozo de pan y lo unta con


mantequilla antes de ponérmelo delante. Es una tarea sencilla. Una que no
significaría nada para una persona normal, pero esto somos nosotros. Mi
madre no hace nada sin propósito. Ella sabe que el pan con mantequilla es mi
consuelo. No he comido una sola rebanada desde ese día.

No quiero comodidad.

No quiero pan con mantequilla que moje en. . . sopa.

Miro el cuenco y vuelvo a darme cuenta.

—Sopa, pan con mantequilla, me sorprende que hayas elegido estofado


en vez de pasta fagioli—

—Pensé que sería demasiado obvio. —Sus ojos no se apartan de los míos
—. Han pasado semanas, y te has metido tanto en este lugar de protección que
sentí que había que tomar medidas drásticas.

—No me sacarás, mamá.

Sonríe como si no tuviera dudas de que lo hará.

—Cómete el pan.
Cruzo los brazos en señal de desafío y enfado.

—No quiero pan.

—Toma un bocado y hablaré. Si dejas de comer aunque sea una vez, te


esperaré fuera y estaremos aquí días.

Este es su plan, hacer que mi lado obstinado se levante desafiante.


Hacerme enojar tanto que haga lo que ella dice, me quiebre y vuelva a ser el
Ashton que una vez fui. Ella más que nadie debería saber que eso no sucederá.

Cojo el pan, me lo llevo a la boca y lo muerdo. Espero a que lleguen los


sentimientos porque ella conoce mi debilidad, pero no llegan.

No siento... nada.

El alivio me inunda. Soy inmune al pan, y no podría estar más feliz por
ello.

Mastico otro trozo, sonriéndole con cara de regocijo por haber


intentado jugar conmigo y no haber funcionado.

—Como te decía, no creo que pudieras luchar aunque quisieras porque


te has rendido. Nunca pensé que fueras de las que se rinden.

Algo dentro de mí se retuerce de indignación. No me rindo. Hago lo que


puedo para sobrevivir. No salté de un edificio ni acabé con mi vida porque me
doliera. No, encontré una manera de sobrellevarlo. ¿Es la mejor?
Probablemente no. ¿Voy a perder todo lo demás? Lo más probable. ¿Me
importa? Tal vez.

Dejo la comida y junto las manos delante de mí.

—Estoy aguantando. No soy perfecta ni pretendo serlo. Ahora mismo


no sé cómo ser feliz. No encuentro fuerzas para hacer nada más que esto. Me
levanto, me ducho, como y respiro.

Mi madre se acerca a la mesa, sus ojos son cálidos y hay mucha


preocupación en ellos.
—Casi te pierdo, Ashton. Imagina el dolor que sientes pero cien mil
veces peor. Imagina que amaste a esa niña, la abrazaste, la criaste y luego se
fue. ¿Puedes entender que yo también estoy luchando? No sólo porque pensé
que podrías morir, sino también porque sabía que vivir te causaría dolor. Que
Dios me perdone, pero recé para que vivieras porque no podría soportar
perderte.

Una lágrima cae por su cara.

—Mamá —susurro.

—Quiero que entiendas que todos estamos de luto contigo. Sé que no es


nada de lo que estás sintiendo, pero sé lo que es perder a un hijo. También sé
lo que es sentirse derrotado.

La torcedura se hace ahora más fuerte en mis entrañas. Mi madre no


necesita llorar. Ella lo ha hecho todo por mí.

—Quiero sentirme mejor —confieso.

No me gusta precisamente ser así. Pero no conozco otra manera. Tengo


demasiado miedo para dar un paso adelante.

—Es una elección. Puedes revolcarte en la pena o puedes luchar contra


ella. Nada de esto es fácil, pero lo que estás haciendo ahora sólo te perjudicará
a largo plazo.

—¿Cuándo será más fácil? —Pregunto, rezando para que pueda darme
una respuesta.

La mano de mi madre me toca la mejilla.

—Cuando empieces a sentirlo y a afrontarlo. Hasta entonces, te


quedarás en este purgatorio. Ahora, come.

Y entonces lo hago, pensando en lo que ha dicho. ¿Puedo vivir con ello?


Eso es lo que no puedo responder.
—¿Qué te parece? —pregunta Natalie mientras paseamos por la casa
que eligió—. Me pareció un buen reflejo de tu estilo.

Es una casa totalmente reformada en primera línea de la bahía. El


propietario supo aprovechar las vistas al optar por ventanales de suelo a
techo que dan al agua.

—Es realmente precioso —le digo mientras lo asimilo todo.

—Tú también estás a sólo diez casas de Liam y de mí. Pensé que estaría
bien... si quieres... poder tener gente cerca. Además, Gretchen y Ben también
están buscando por esta zona, así que estaríamos todos juntos.

Natalie es dulce, y aprecio que esté siendo tan amable con todo esto.

—Es genial.

Paso a la cocina, que me recuerda un poco a la del apartamento de


Nueva York. Tiene líneas limpias y armarios y encimeras blancas. Los suelos
son de pizarra gris y los conductos están a la vista.

Quinn viene detrás de mí y me rodea los hombros con los brazos.


Susurra en voz baja.

—Si no te gusta, no se enfadará.

Sacudo la cabeza e intento sonreír mientras miro hacia atrás.

—Me gusta mucho.

—Bien. —Me sonríe.

Desde la cena con mi madre, intento sentir pequeñas emociones cada


vez. Sigo sin dormir y la comida no me apetece nada, pero con Quinn intento
parecer más... humana.

Durante el viaje, le tomé de la mano y usé todas mis fuerzas para


mantener una conversación. Me preguntó qué quería hacer con mi tiempo
una vez que nos hubiéramos mudado, y traté de pensar en algo. Hablamos de
su horario de trabajo y pude ver una pizca de alivio en su cara.

Intentar seguir así durante siete horas me ha agotado.

Natalie suelta un fuerte suspiro.

—Bueno, tengo que recoger a los niños de la canguro, pero me alegro de


que te guste el sitio. Sé que no recibes tus cosas hasta dentro de unos días, así
que si necesitas algo, házmelo saber.

Me suelta y tira de ella para abrazarla.

—Gracias, Lee, pero no es necesario —dice Quinn rápidamente—.


Ashton y yo nos vamos.

—¿En serio? —Pregunto.

Se me acelera un poco el corazón porque no ha dicho nada. Sólo dijo


que íbamos aquí. No puedo seguir actuando. Quiero sentarme un rato en la
oscuridad y serenarme.

—Sí.

—Oh, tú no… —Me obligo a tragar saliva—, no dijiste nada, así que no
lo sabía.

—En ese sentido, me voy. No dudes en llamarme. —Natalie me mira


fijamente—. Sé que la gente siempre dice eso para ser educada, pero este no
es el momento. Estoy al final de la playa y pienso pasarme sin avisar porque
soy así. ¿De acuerdo?

Dios, voy a necesitar que me mediquen.

—No tengo elección, ¿verdad?


Sus labios se inclinan en una sonrisa.

—La verdad es que no.

Natalie sale por la puerta y nos saluda con la mano antes de cerrarla.

Me vuelvo hacia Quinn.

—¿A dónde vamos?

Se acerca a mí, sus ojos observan atentamente mi expresión.

—Creo que los dos ya hemos pasado bastante infierno estas últimas
semanas y necesitamos un descanso, ¿no crees?

Cómo me gustaría que fuera tan sencillo. No hay descanso que


podamos tomar que me haga olvidar cómo, si tocara mi estómago, ya no
habría un niño creciendo.

Aun así, tengo que intentar al menos hacer lo posible para que todos
crean que estoy bien y me dejen en paz.

—Supongo.

—No es la respuesta que esperaba, pero la aceptaré. —Sonríe y toma la


bolsa que le había dejado al llegar—. Vámonos.

Por favor, Dios, que sea un lugar donde pueda esconderme entre la
multitud.
14
Quinn

Estamos a unos veinte minutos de nuestro destino cuando Ashton


empieza a juguetear con las manos. No estoy seguro de que haya sido una
buena idea, pero es la única que tengo. Tenemos una semana sin muebles y le
dije a Mark que necesitábamos un tiempo fuera.

Fue Natalie quien me sugirió que llevara a Ashton a la casa que mi


abuela aún posee en los Outer Banks de Carolina del Norte, lo que espero que
acabe siendo un golpe de brillantez. Fue un lugar mágico para ella y Liam, y
espero que las tranquilas playas de Corolla sean lo mismo para nosotros.

—¿Adónde vamos?

—Mi familia tiene una casa de playa en Corolla, pensé que sería un
buen lugar para escaparnos.

Aprieta los dedos hasta que los nudillos se vuelven blancos.

—Será genial. Sólo nosotros dos.

Aprieto la mandíbula porque me estoy esforzando mucho, joder. Le he


dado espacio, la he presionado, he hablado con ella, la he esperado, y no
vamos a ninguna parte. Después de la noche en la habitación de invitados,
esperaba que hubiéramos llegado a un acuerdo, pero parece que me he
equivocado.

No es mala, ni siquiera fría. Se acurruca en mí cada noche y está


dispuesta a tomarme de la mano, pero no es ella.

Ashton era fuego. Esto es hielo.

Estacionamos en el parking de la casa y ella esboza una sonrisa. Como si


no me diera cuenta de que es falsa. He dejado que crea que me engaña, pero
no me lo creo.

Esto tiene que acabar aquí.

Tengo que conseguir que finalmente se rompa o vamos a ser lo que


hace.

Tomo las bolsas y ella me sigue. La casa de playa de dos plantas sobre
pilotes es todo lo que recuerdo. Mi abuelo se la compró a Nana y nos hizo
prometer a todos que siempre la trataríamos como una joya. Y así lo
hacemos. Cada año, mis primos o yo venimos y hacemos algo para
mantenerla en buen estado. El año pasado, volví a pintar el exterior del
mismo azul que ha tenido durante ochenta años.

—¿Qué te parece? —Le pregunto a Ashton mientras entramos.

—Es precioso.

Y es la primera vez que creo algo que ha salido de su boca en mucho


tiempo.

—Yo hice todo el trabajo de alicatado. —Mi voz resplandece de orgullo.

Entra en la cocina y pasa la mano por el granito negro. Los armarios


son blancos, a juego con las puertas que dan a la terraza. Mi prima tuvo la
idea de volar la puerta principal y convertirla en una pared de ventanas con
vistas al océano.

—Quinn, esto es increíble. La vista es impresionante.

Asiento con la cabeza.


—Espera a verlo desde el dormitorio de arriba.

Sus ojos estudian los míos antes de volver a mirar al mar. No puedo
resistir el impulso de abrazarla. Me acerco a ella y la pongo de espaldas a mí.

Todo lo que tiene que hacer es inclinarse hacia atrás, caerse un poco, y
verá que la atraparé. Espero, intentando ser lo más paciente posible.

Siento la tensión que se desprende de ella y, en lugar de hacer lo que le


ruego en silencio, se gira. Sus ojos azules son suaves, sus manos se levantan
tímidamente y se posan en mi pecho.

Mi corazón late muy fuerte mientras la dejo guiar. La última vez que la
besé, yo era el que empujaba, esta vez, estoy dando un paso atrás, pero no
significa todo el camino.

—Dime lo que necesitas y será tuyo —le ofrezco la entrada.

Observo cómo se repliega sobre sí misma. Antes de que pueda


contestar, suena su teléfono.

—Es Clara —dice.

Salgo, dejándole un poco de intimidad, y me quedo mirando el mar. Me


encantaba venir aquí cuando era niño. Era un lugar donde todo tenía sentido.
No había más reglas que venir a registrarse cuando se iban los socorristas.
Todo era tan fácil. Nada parecido a lo que es hoy para mí.

Sin embargo, no hay alegría. En su lugar, tengo un nudo en el


estómago. Quiero apartarlo, pero me han entrenado para confiar en mis
sentidos. A veces pienso que me tiene miedo. Que se ha convencido a sí
misma de algo y no ve otras opciones.

Ashton habla de que me vaya o de darse cuenta de lo dañada que está.

¿De verdad cree que no estamos todos rotos? Todo lo que podemos
hacer es mantener las piezas unidas tan fuerte como podamos y rezar para
que las grietas no crezcan.
Después de unos quince minutos, Ashton sale.

—¿Estás bien?

—No estoy segura.

La preocupación empieza a filtrarse. ¿Se hizo alguna prueba antes de


irnos y no me lo dijo?

¿Quizás había algo con el trabajo que no mencionó? Con todo lo que ha
pasado en los últimos meses, podría ser cualquier cosa.

No me preocupan las finanzas. Después de crecer relativamente sin


dinero, me negué a ser descuidado con el dinero y lo he ahorrado todo.
Mientras otros chicos del equipo se compraban camiones y demás con sus
primas, yo lo ahorraba.

Sólo he hecho dos grandes compras: mi camioneta y el anillo de


compromiso para Ashton. Por lo demás, se ha ido acumulando e invirtiendo.
Así que, si perdiera su trabajo, estaríamos bien.

—¿Qué ha dicho?

Ashton suspira y mira hacia otro lado.

—Necesitan ayuda.

—¿Quién necesita ayuda?

Sus ojos se encuentran con los míos.

—Una clínica de Virginia Beach. Su embriólogo ha dimitido y no han


podido encontrar a nadie que dirija el laboratorio. Al parecer, Clara dijo que
es una situación desesperada porque están perdiendo óvulos viables.

No sé qué decir ni qué significa todo esto, pero parece que es una
oportunidad para que vuelva a hacer algo. Sé que ya no quiere trabajar en la
FIV y, hasta cierto punto, lo entiendo, pero quiero que tenga algo que la
llene.
—¿Le diste una respuesta?

—No voy a hacerlo.

—No pensé que lo harías. —Decido presionarla un poco. La única vez


que es real es cuando está enfadada.

—¿Qué mierda significa eso?

—Justo lo que dije. No pensé que lo harías. Sé que ya no ayudas a otras


personas a tener hijos.

Ashton separa los labios y se echa hacia atrás.

—No, no he dicho eso. Ya no quiero hacer bebés. No se trata de ayudar a


la gente.

Levanté las manos como si no quisiera provocarla.

—Oye, no hace falta que me lo expliques. No quisiera que hicieras nada


que pudiera hacerte daño.

Se da la vuelta, con los brazos cruzados sobre el pecho.

—Crees que debería hacerlo, ¿no?

—Creo que deberías hacer algo.

—Y, sin embargo, hace una semana, te parecía bien que me tomara un
tiempo libre.

—No, te pareció bien no trabajar y dijiste que no querías participar en


la FIV.

—Claramente, Clara no recibió el memo.

Me pongo en pie y me dirijo hacia ella.

—O Clara ve que hace falta alguien tan inteligente y tan dedicada como
tú. Alguien que sienta que es parte de lo que es ayudar a otras personas a
tener algo que desean tanto como tú. Perder a nuestro bebé fue horrible e
injusto, pero la gente a la que ayudas está agradecida por lo que les das.
—Me hace mucho bien, ¿verdad?

Ojalá pudiera meter la mano dentro de ella y sacarle el dolor, pero no es


posible. No puedo hacer otra cosa que balancearme con ella y cogerla cuando
se inclina demasiado.

—Actúas como si lo hubieras perdido todo.

—¡Lo he hecho!

—No me has perdido a mí, a tu familia, a tus amigos... todo eso sigue
aquí, pero tú sigues apartándonos.

—Tal vez sea porque quiero que te vayas.

—Bueno, muy mal, Ash. No voy a ninguna parte.

Se muerde el labio, con los ojos llenos de tristeza.

—No, supongo que no.

—¿Qué significa eso? —Se me acelera el pulso y sé que está diciendo


algo por lo bajo.

Doy dos pasos pero ella retrocede.

—Significa que estoy cansada y necesito acostarme. Gracias por esta


charla.

Y se me rompe el puto corazón.

Ashton está profundamente dormida, y yo estoy... cabreado.

Estoy enfadado por todo y he intentado con todas mis fuerzas ser
comprensivo, pero estoy fracasando. Sólo hay dos cosas que remotamente
pueden sacarme de esto, y la primera no va a suceder cuando ella apenas
puede mirarme.

Así que a correr se ha dicho.

Me ato los zapatos, me pongo los auriculares y me voy. No he hecho


mucho ejercicio desde mi secuestro. He querido hacerlo, pero tenía miedo de
dejarla demasiado tiempo. He tenido miedo de todo con ella.

Mis piernas avanzan, mis pies mueven la arena como si le ordenara que
me abriera paso. La rabia corre por mis venas cuando paso junto a familias
que disfrutan del sol, una mujer tumbada en su toalla, un tipo que pasea
tranquilamente con su perro... todos parecen contentos.

No hay nada en mi cuerpo que diga algo parecido. Estoy furioso. He


fallado a la misma mujer una y otra vez.

Ashton es un cometa que surca el cielo. Puedo verla, es brillante,


hermosa y maravillosa, pero no puedo atraparla. Deja un rastro tras de sí,
recordándome que puedo seguir intentando perseguirla, pero nunca seré lo
bastante rápido.

Dios, cómo pensaba que podía serlo.

Estaba tan cerca, tenía mi mano allí y entonces el universo le dio más
fuerza para apartarse.

De algún modo, me encuentro de nuevo frente a la casa, con el sudor


chorreándome por la cara. Me arranco la camiseta, me limpio la cara con ella
y miro hacia arriba, preguntándome si seguirá dormida.

No sé adónde iremos a partir de ahora, pero sé que tengo que hacer algo
drástico o no habrá forma de volver a acercarme a su corazón. Se ha cerrado a
todo lo que ama, incluyéndome a mí.

Entonces veo un movimiento en las cortinas. En la pared de ventanas


que se abre hasta arriba, veo su silueta. Su cabello rojo intenso brilla contra
el blanco y no puedo respirar, joder.

La necesito. La necesito de una forma que nunca he conocido. Como si


la última parte de mí se hubiera roto y o nos recuperamos o se acabó. Tengo
que llegar a ella.

Algo dentro de mí se niega a detenerse, incluso sabiendo que esto


podría ser el final. Me empujo hacia dentro y subo las escaleras de tres en tres.
La puerta se abre de golpe y ella se vuelve, con los labios entreabiertos y una
gota de humedad bajo el ojo.

—Estabas llorando.

Ashton asiente.

—Supongo que sí.

Me acerco más, sin querer dejarle más espacio.

—¿Todavía me amas, fragolina?

Esto no es lo que debería estar preguntando, pero Dios, si no siento que


su respuesta será el precipicio de mi vida.

—Por supuesto que sí.

—¿Quieres que te deje ir?

Esta respuesta es aún más importante. Puede que me ame, y sé que yo la


amo, pero no puedo complicarle más las cosas. Pensé que esperarla era la
clave. Creí que si le daba tiempo, se daría cuenta.

La he estado alcanzando, luchando y persiguiendo, pero ¿y si la estoy


reteniendo? Perderla me mataría, pero destruirla sería un destino peor que la
muerte.

La amo desinteresadamente, lo que significa que haré lo que ella


necesite.
Ashton me observa, puedo sentir la tensión que llena la habitación, y
entonces, cuando creo que mi corazón no puede aguantar ni un segundo más,
una lágrima rueda por su cara, y conozco mi respuesta.
15
Ashton

Lo estoy perdiendo otra vez. Veo que lo estoy destrozando, y eso está
destrozando lo que queda de mi corazón. Pero ahora que está sucediendo y
estoy cara a cara con él, una nueva ola de tristeza se abate sobre mí.

No quiero dejarlo ir. Otra cosa que me quitan me dolerá,


independientemente de la coraza que he creado a mi alrededor, fui estúpida
al pensar que cuando llegara este día no me causaría dolor.

Lo vi correr con una fuerza que no había visto en mucho tiempo. Era
como si su cuerpo estuviera alimentado por algo mucho más profundo que la
necesidad de hacer ejercicio. Incluso desde mi ventana, podía ver su
mandíbula, tensa y llena de ira.

No soy tan tonta como para pensar que no tiene nada que ver conmigo.

Lloré por el hombre que amo. Las lágrimas cayeron por mis mejillas al
ver el daño que le estoy haciendo.

Con cada movimiento de sus piernas, sentía que la distancia crecía


entre nosotros.

Ahora tengo que hacer todo lo posible para acortar distancias.

—¿Es eso lo que quieres? —Pregunto con un temblor en la voz.

—Te he preguntado si quieres que te deje ir.


Intenta darme poder. Me han quitado tantas decisiones, y ojalá alguien
me quitara ésta también.

Se me agita el pecho al mirarlo. Este hombre que ha luchado contra


tantas cosas, me ha dado más de lo que jamás esperé, y me ahogo en mis
pensamientos.

La verdad es que no quiero que se vaya nunca. Quiero quedarme en sus


brazos cada día porque lo amo. Él es todo lo que quiero y necesito, pero ya no
soy la chica que lo merece.

El amor de Quinn es un regalo, y lo he descuidado.

—No quiero perderte. —Me acerco un paso más, mis ojos dejan escapar
un torrente constante de lágrimas porque sé que tengo que dejarle marchar
antes de arruinarle.

A pesar de lo egoísta que me hace necesitarlo, no puedo contenerme.


Quiero estar una vez más con Quinn, estar viva en sus brazos, tocarle y
disfrutar de su amor. Soy una persona horrible, pero dejo todo eso a un lado.

Levanto la mano hacia su cara y le toco la barba incipiente,


deleitándome con la aspereza del pelo. Es tan hermoso.

—Ashton. —Dice mi nombre con reverencia. Una oración de sus labios


que no me he ganado.

—Shh. —Mi dedo cubre su labio—. No más preguntas. No más


preguntas. Hazme sentirte, Quinn. Hazme olvidar todo menos a ti.

No lo duda. Un segundo después, me tiene en sus brazos y sus labios


están sobre los míos. Lo beso, dando tanto como recibiendo, dejando que me
llene hasta el borde con todo. Siento sus dudas, sus emociones, su amor y su
determinación.

Se arremolina entre nosotros mientras sus manos presionan mi


espalda, manteniéndome pegada a él.
El sonido del hambre brota de su garganta mientras su lengua se desliza
en mi boca. Absorbo su sabor. Su respiración es entrecortada, y no sé si es por
la carrera, por nuestra charla o por el hecho de que ambos nos estamos
entregando el uno al otro.

Todas las semanas pasadas desaparecen cuando sus labios rozan mi


piel. Atrás quedan la pérdida, el dolor y la tristeza. Todo se sustituye por él.

—Te amo, Ashton.

—Te amo.

Eso es lo único que ha sido constante. Lo amo. Pero no me quiero a mí


misma.

Sus manos se deslizan por mi pelo y, mientras sus dedos enredan los
mechones, me inclina la cabeza hacia un lado. Me deleito con el roce de su
lengua contra la mía. Ambos luchamos antes de que él se separe y se deslice
por la columna de mi cuello.

Los dientes de Quinn pellizcan mi suave piel, mordiéndola suavemente


al llegar a la base. Su lengua deja un rastro mientras se dirige a mi hombro,
bajándome los tirantes de la camiseta de tirantes.

—Dios, te he echado de menos. —Cierro los ojos, con los dedos en su


cabello oscuro—. He echado de menos tu sabor, tu olor, la sensación de tu piel
contra la mía.

Tiemblo y pataleo contra la corriente que amenaza con alejarme de él.


Esta vez, no quiero dejar que me arrastre a las aguas tranquilas y seguras
donde voy a la deriva. Puede que sea nuestra última vez, así que necesito
recordarlo, asimilarlo y saborearlo todo.

—Bésame —le ruego.

Lo hace. Me besa como si fuera un hombre hambriento y yo su última


comida. Ha pasado tanto tiempo, y él ha sido paciente conmigo, ni una sola
vez me empujó a algo que yo no podía manejar. Se ha conformado con besos
castos y acurrucamientos.

Cuando sus labios se separan de los míos, jadea.

—¿Quieres que pare?

Quinn siempre ha sido voraz cuando se trataba de nosotros


sexualmente, y ahora mismo, quiero desatar a la bestia.

—No. No, no pares. Por favor, no soy de cristal, y si lo soy, quiero que
me rompas.

Me levanta para que mis piernas rodeen su cintura. Nuestros labios


permanecen pegados mientras nos acompaña a la cama. Me agarro a su piel
húmeda y caliente mientras me baja.

Quinn se levanta y me mira. Su pecho sube y baja con el esfuerzo que le


cuesta controlarse.

He estado débil los últimos meses. La pérdida del bebé me ha abatido y


me ha dejado en un estado constante de desesperación, pero lo alejo todo.

No me dará lo que necesito si ve a esa misma mujer. Cavo tan profundo


como puedo para reforzarme. No hay forma de que me rompa
voluntariamente.

—Te deseo tanto, pero joder, Ash, tú…

—Necesito esto —digo por él.

Veo las tormentas rodar por sus ojos, y no le permito que se detenga.
Me inclino hacia él, le paso la mano por detrás de la cabeza y acerco nuestros
labios. Lentamente, se funde en el beso. Le insisto para que deje de pensar,
rezando para que deje escapar sus ataduras.

Entonces su cálida mano desciende por mi frente hasta el dobladillo de


la camisa, y lo miro fijamente a los ojos mientras me la quita. Como no quiero
que se eche atrás, me desabrocho el sujetador y lo tiro al suelo.
Quinn me bebe mientras mis pechos quedan al descubierto ante él.

—Eres preciosa.

No permito que la duda sobre mí misma se filtre en este momento. No


importa que tenga una cicatriz en el estómago o que siempre me sienta menos
mujer. Él no lo ve, y necesito que siga siendo así.

Mis dedos se mueven hacia su pecho.

—Estás buenísimo. —Recorro los planos de sus abdominales, me


encantan las crestas y los picos. Tiene una leve cicatriz en el costado y aprieto
los labios sobre ella—. Siempre me ha gustado tu cuerpo.

Me echa la cabeza hacia atrás.

—Te amo.

Sé que lo sabe, y eso es lo mejor y lo peor de todo. En algún lugar, en el


fondo de sus ojos azules, veo el miedo persistente. Me pregunto si sabe lo que
es esto y si lo detendrá.

Mis manos se deslizan hasta sus pantalones cortos y tiran de ellos. Su


polla se libera y la rodeo con mi mano.

—Ámame entonces.

Se mueve tan deprisa que no tengo tiempo de pensar. Me mete las


manos bajo los muslos y me desliza hacia el centro de la cama. Me quita los
shorts y nos deja a los dos desnudos.

—Esto no es como yo quería que fuera.

—No quiero flores ni velas —le digo, pasándole el dedo por el cabello—.
Nos quiero a nosotros, y no somos eso. Somos ira, calor y pasión.

—Joder, sí que lo somos. No voy a poder contenerme. Dime ahora que


quieres esto.

—Te quiero a ti. A todo de ti.


—Quédate conmigo, Ashton.

Su boca está sobre la mía, sellando mis labios a los suyos. No estoy
segura de si se refiere a este momento o a más, pero agradezco que no haya
exigido una respuesta.

Los ásperos dedos de Quinn bajan. Me amasa el pecho, me roza el pezón


y tira de él. Gimo en su boca, me encanta lo brusco que está siendo.

Luego se desliza hacia abajo, sin apartar los labios de mi piel, mientras
pasea la lengua por mi pezón. Cierro los ojos, dejando que mi cuerpo lo
absorba todo. Chupa, chasquea y roza la carne sensible con los dientes. Es el
paraíso y el infierno a la vez, somos nosotros.

—Dios, esto se siente tan bien.

Se ríe contra mi piel y empieza a bajar. Me besa el vientre, se queda allí,


me da otro beso en la cicatriz y me dan ganas de llorar.

Nuestras miradas se cruzan y rezo para que no diga nada. No podré


contener las lágrimas. No tiene ni idea de la vergüenza que veo en el espejo
cada día. No entiende que esa cicatriz representa tanto para mí. Entonces sus
labios vuelven a rozarla y me pregunto si entiende más de lo que creo.

La forma en que me está amando, todo de mí, incluyendo las cicatrices


es un mensaje que escucho en mi corazón.

Estoy tensa y todo dentro de mí me grita que pare, pero entonces él


baja, me levanta las rodillas y presiona su lengua contra mi clítoris. Ha
pasado tanto tiempo, y el hecho de que me permita sentir algo lo hace mucho
más intenso.

Gime y lame como si estuviera hambriento. Quizá los dos lo estemos y


lo necesitemos más de lo que creemos.

—Quinn —jadeo, pronunciando su nombre mientras su boca me


devora.
Siento cómo su dedo se desliza dentro de mí y me aprieto contra él.
Quinn no afloja el paso, no es suave ni dulce, es voraz. No hay forma de que
pueda contenerme, no me lo permite. Empiezo a llegar a la cima de la
montaña, viendo el pico justo a mi vista. Me empuja, me obliga a subir, y
cuando estoy allí, Quinn no me deja ni un segundo para detenerme, voy
directo al borde.

Caigo, sintiendo el placer más intenso mientras me retuerzo bajo él. Mi


voz es incoherente mientras lo llamo por su nombre y solo Dios sabe por qué
más.

El suelo parece tan lejano, y me siento ingrávida, pero antes de que


tenga tiempo de temer la caída, Quinn está justo ahí para atraparme.

—Te amo, Ashton. Te amo, y te necesito, joder.

Abro los ojos, se me forman lágrimas por la enormidad de lo que está


pasando.

—Yo también te necesito.

Necesito esto con él.

—Tienes que decirme que esto está bien.

Asiento con la cabeza.

—Esto es lo que quiero.

—¿Qué es?

—Tú.

Me besa profundamente, transmitiendo con su boca todo lo que hay en


su corazón. Entonces Quinn se alinea en mi centro. Siento su vacilación y me
opongo. Puede que sea la última vez que nos veamos y no podemos
contenernos.

Tomo su cara entre mis manos y lo miro fijamente a los ojos.


—Dame todo, Quinn.

Y entonces lo hace, y es hermoso y desgarrador al mismo tiempo.


16
Quinn

En cuanto entro en ella, todo cambia. Cobra vida, y en el fondo de mi


alma sé que ya nada puede separarnos. Puedo sentir que cada parte de ella
vuelve a ser mía. Es algo que he visto en las películas, pero que nunca pensé
que fuera real.

Lo es.

Es muy real, y está sucediendo, ella está aquí conmigo. He roto ese
muro que construyó a su alrededor.

Esta es mi Ashton.

La mujer que he amado por fin ha vuelto. Me cierno sobre ella, su calor
me rodea, me quema, me marca, y yo se lo devuelvo.

Empujo más hondo, llenándola y rezando para que se sienta menos


vacía. Aprieto la cabeza contra su cuello y respiro su aroma mientras me besa
la piel.

—Te sientes tan bien —le digo.

Quiero que sepa que nada ha cambiado para mí. La amaba entonces y la
amaré siempre. No hay nada que ella pueda decir o hacer para alejarme.
Quiero casarme con ella y construir una vida juntos.

Ella jadea y yo empiezo a perder la compostura. Estar dentro de ella es


como un paraíso que pensé que nunca volvería a conocer.

—Tómame —grita Ashton—. ¡Tómame y no me dejes ir!

—¡Nunca!

Quería que la primera vez tras nuestra pérdida fuera dulce para poder
demostrarle lo mucho que la quiero, pero así es como estábamos destinados a
ser. No somos dóciles, somos jodidamente eruptivos. Cada vez que la
penetro, reclamo otra parte de ella, tomando lo que es mío: ella.

No puedo contenerme, no puedo detener la brusquedad de mi orgasmo.


Me desgarra, me hace pedazos y no me importa una mierda.

Ella es mía. Siempre.

Saboreo el mordisco de sus uñas en mi espalda mientras se aferra,


gritando mi nombre mientras se pierde.

Mi corazón late con fuerza, las fuerzas están agotadas, pero me inclino
para poder mirarla.

—¿Estás bien?

Ella asiente, pero hay vacilación en sus ojos.

No. No lo volveré a hacer.

No podemos retroceder en el tiempo, y no puedo verla convertirse en el


caparazón de la mujer que era esta mañana.

—Ashton, por favor no.

—¿No qué?

—No vayas hacia atrás. —Le echo el cabello hacia atrás, mirándola
fijamente a los ojos azules que tienen un poco de vida.

—No estoy... Estoy... recuperándome.


Eso es, ella no lo es. Está revolcándose y alejándose de todos y de todo lo
que ama. Su trabajo, yo, sus amigos, su familia se han convertido en cosas
periféricas cuando solíamos estar al frente y al centro.

Pensé que era ella quien volvía a mí. Han pasado semanas, y ahora que
he vuelto a saborear su vida, no puedo ver cómo se me escapa.

—Recupérate conmigo. No tienes que hacerlo sola.

—Ojalá fuera tan sencillo. Por favor, déjame levantarme.

La esperanza y la euforia que sentía han desaparecido. Lo está haciendo


y no podré detenerla. Me aparto de ella y se dirige al baño. Pasan los minutos,
y cuanto más tarda, más empiezo a preocuparme.

Tal vez la lastimé.

Tal vez haya algo mal.

Me pongo en pie y me pongo los calzoncillos, dispuesto a ir tras ella,


pero antes de que pueda llegar, la puerta se abre. Lo que veo, me rompe el
corazón de una forma que no sabía que existía.

Se ha ido la chica que se dejaba llevar, disfrutaba de lo que somos y lo


sentía todo. Ha vuelto la mujer que apenas puede forzar una sonrisa sin
parecer que está al borde de las lágrimas.

No puedo volver a hacerlo. No hay manera de que pueda manejar esto.


Mi pecho está apretado, y juro que voy a perder la puta cabeza.

—Ashton.

Ella levanta la mano.

—No lo hagas. Sé que odias esto. Sé que te está volviendo loco, y veo
que luchas, lo que lo hace mucho más difícil para mí. Te estoy viendo...
sintiendo esto... y es mi culpa. Sé que lo es. Sé que mueres cada día, pero yo ya
estoy muerta, Quinn.

Me muevo, agarrándola de los brazos con suavidad, pero con la firmeza


suficiente para que sepa que hablo en serio.

—Si estuvieras muerta, nunca habrías sentido lo que acabamos de


sentir. Sé que estuviste conmigo todo el tiempo.

—No importa. ¡No estoy contigo ahora!

—De ninguna puta manera. Siempre estás conmigo. Te amo tanto que
me está matando. Todo lo que quiero es hacerte feliz, pero no puedo hacerlo
cuando te niegas a darme siquiera una oportunidad. Soy lo suficientemente
fuerte para aceptarlo. Estoy aquí, dispuesto y listo, pero tú estás tan cerrada a
siquiera intentarlo. ¿Qué ganas con esto? ¿Cuál es el maldito punto, Ashton?
¿Qué puedo hacer para demostrarte que estoy aquí y que no voy a ir a
ninguna parte?

—¿Puedes darme un bebé? —grita, sus ojos están llenos del dolor que
intenta ocultar—. ¿Puedes hacer que todo esto sea un mal sueño? ¿Eres lo
suficientemente fuerte como para volver atrás en el tiempo y arreglar esto?
¡No! No puedes. Así que deja de actuar como si esto fuera algo que puedes
arreglar. ¡No puedes arreglarme!

Sacudo la cabeza mientras mi corazón late con rabia y frustración.

—No quiero arreglarte, quiero amarte.

Una lágrima cae por su mejilla.

—No puedes amar a alguien que ya no existe.

Me niego a creer que esto es lo que ella quiere.

—¿Crees que no existes?

—La chica que era está muerta.

—Puede que sí. —Me encojo de hombros mientras niego con la cabeza
—. Quizá el tipo que yo era también se haya ido. Quizá ninguno de nosotros
vuelva a ser el mismo. Sé lo que es vivir sin ti, Ashton. No volveré a hacerlo.
No después de lo que compartimos. Si te hubieras ido de verdad, la chica que
estaba tan viva en mis brazos... no habría existido. —Mis manos acarician sus
mejillas, frotando las lágrimas con mis pulgares—. Estás ahí, fragolina.
Debajo de todo ese dolor que has permitido que te agobie está la mujer que
amo. Crees que se ha ido, pero la he sentido hace unos minutos.

Ashton cierra los ojos y se zafa de mi agarre.

—Esto ha sido un error. Debería haber... no te mereces esto.

Otra vez no. Ella va a estar aquí y lidiar con esto de una vez por todas.

—Tú no decides eso por mí. Yo te elijo a ti. ¡Estoy aquí porque te amo,
joder! No somos un error, lo que acabamos de hacer, no fue un error. No
vuelvas a decirme eso.

—Sabía que esto pasaría —dice mientras se seca otra lágrima—. No


pensé que sería difícil, pero ahora que te he sentido de nuevo, yo sólo...

Retrocedo en su espacio porque temo las siguientes palabras. Veo la


agitación en su postura y siento el dolor en sus palabras.

—Si estás pensando en dejarme, piénsatelo otra vez.

—Tenemos que parar esto. No puedo fingir que esto va a funcionar y


que voy a salir de esto. Tú tampoco puedes.

No acepto esto.

—¡No llegamos tan lejos para esto, Ashton!

—Estoy cansada de intentarlo. Quiero seguir adelante.

—No, no quieres —le digo—. No quieres sentir ni avanzar, quieres


quedarte donde estás.

El fuego relampaguea en sus ojos.

—¿Y qué si eso es verdad?

—¡Eso no es vida! ¡Tú fuiste quien me dijo eso! Tú eres la que me dio
esta esperanza de que podría ser más, ahora lo soy, y quieres alejarte.
Perdimos un bebé, Ashton. La perdimos y eso nunca cambiará para nosotros.
No puedes tener un bebé, lo sé, pero joder, ¡me tienes a mí! Lo estoy
intentando tanto y tú te rindes.

Ella sacude la cabeza.

—Me rendí hace semanas.

Esto no va a ser el final. No me importa lo que diga. Tengo que sacarla


de esto. Me la follaré cada hora si eso es lo que hace falta para que vuelva la
luz. Mi cuerpo vibra con la necesidad de arreglar esto. Doy un paso hacia ella,
la recojo entre mis brazos y bajo los labios. La beso, empujando la
determinación dentro de ella, rogándole con mis labios que vuelva a sentir.

Esta vez sus manos no me agarran, sino que se apartan.

Siento una opresión en el pecho y me cuesta respirar. El miedo se


apodera de mi corazón, estrangulándolo hasta que no sé si late. La estoy
perdiendo. Ya está a medio camino de salir por la puerta, y si no hago algo
drástico, la otra mitad se irá con ella.

Me apresuro hacia mi bolso y saco la caja negra con el diamante que


compré hace meses. Esto, de nuevo, no era mi plan, pero si ella ve que he
estado planeando a largo plazo, tal vez se deje de esta puta mierda. La quiero.
Ella será mi esposa, y le daré todo. No hay nada en este mundo por lo que no
luche para hacerla feliz.

Sólo tiene que quedarse conmigo. Encontraré una manera y haré que
esto funcione.

—Ashton Caputo. —Me arrodillo, levantando la parte superior de la


caja—. Compré este anillo el día que me subí a un auto para venir a verte
después del accidente del artefacto explosivo improvisado. Supe entonces
que no había nadie en este mundo a quien quisiera aparte de ti. Necesitaba
demostrar que era digno de ti. Dices que no me lo merezco, y es mentira,
porque eres tú quien se lo merece más que yo. Pero aquí estamos, todavía
aguantando, y te digo que te amo y te necesito. Quiero pasar toda mi vida a tu
lado, sea como sea. —Sus lágrimas siguen cayendo y me levanto,
acercándome a ella—. No voy a pedirte que te cases conmigo —le digo
mientras saco el anillo—. No voy a darte a elegir porque no hay nada que no
vaya a hacer para que lo nuestro funcione. Yo seré la lucha cuando tú no
tengas ninguna. Seré la fuerza cuando creas que no queda nada. Te amaré lo
suficiente cuando no puedas amarte a ti misma. Me casaré contigo, Ashton
Caputo, porque somos infinitos.

Coloco el anillo en su dedo, esperando a que diga algo, pero no lo hace.


Ashton se inclina hacia delante, con la frente apretada contra mi pecho
mientras mis brazos la rodean, y rezo para que vuelva a entrar por la puerta.
17
Ashton

Miro fijamente mi anillo, preguntándome cómo he pasado de un


extremo a otro. Juro que tengo un latigazo cervical. Estoy prometida y, sin
embargo, no tengo intención de seguir con él.

Se acerca a la cama y baja las mantas.

—Ven a tumbarte conmigo —me pide.

Hago lo que me pide porque mi mente sólo puede concentrarse en una


cosa a la vez. Cuando me siento en el borde de la cama, voy a quitarme las
joyas como hago siempre, y él me agarra la mano.

—¿Qué?

—No te lo quites.

Se me cae el estómago. ¿Él lo sabe? ¿Puede ver las ruedas de mi cabeza


en marcha? ¿He mostrado mi mano de alguna manera?

—¿Por qué no puedo quitármelo?

Quinn frota su pulgar a lo largo de ella.

—Porque he esperado mucho tiempo para encontrar una chica con la


que casarme. Quiero saber que está donde debe estar.

Me está matando. Me está destrozando en todos los sentidos. Me duele


respirar y deseo que el suelo se abra y me trague. Todo lo que puedo reunir
para salir es una palabra.

—Está bien.

Se inclina y me besa.

—¿Te gusta el anillo?

—Me encanta. —Y me encanta. Me encantó la primera vez que lo vi.


Encontró algo que era realmente perfecto para mí.

Lástima que no sea la chica perfecta para llevarlo.

—Bien. —Quinn se acomoda a mi lado y me estrecha entre sus brazos.


Aprieto la oreja contra su pecho, escuchando el sonido constante de los
latidos de su corazón.

Me tumbo aquí, inhalando su colonia amaderada con un pequeño toque


de clavo. Cierro los ojos, inhalo y lo guardo en la memoria.

—Te amo, Quinn.

Me besa la cabeza.

—Te amo. Siempre voy a estar aquí para ti, fragolina. No tienes ni idea
de lo feliz que me haces, y prometo hacer lo mismo por ti. Vete a dormir. Los
dos estamos agotados.

—Sí, lo estamos.

Se acomoda aún más, frotándome suavemente la espalda, dándome un


consuelo que no merezco.

—Duerme, cariño. Te tengo .

Mis labios no se mueven aunque mi mente le pide a gritos que pare.


Podría haberle pedido que me rompiera, pero no sabía cómo sería.

Ahora, voy a hacerle lo mismo, y me odio más de lo que podría explicar.

Hago todo lo que puedo para fingir el sueño acompasando mis


respiraciones. El cielo se oscurece, las estrellas brillan y la luna es increíble.

Proyecta luz a través del océano como un faro para todo lo que se cruce
en su camino. Pienso en cómo esa franja blanca conduce a algún lugar lejano
y en cómo, si pudiera ir allí, lo haría. Huiría a un lugar donde no hubiera
problemas ni heridas del pasado, un mundo donde las cosas fueran
diferentes.

Pasa más tiempo, pero el cielo sigue igual. Quinn se ha movido, tiene las
manos recogidas bajo la cara mientras se pone de lado y sé que está dormido
de verdad. Miro las líneas, tan tensas hace unas horas, mientras se relajan.
Cuando despierte, nunca me lo perdonará.

Antes quería discutir con él, decirle que en realidad no puede querer
todo lo que ha dicho, pero lo conozco. No lo habría dejado pasar. Está tan
empeñado en que esto funcione que no ve la verdad. Nuestros corazones
nunca podrán sanar, y con el tiempo, Quinn será como yo: borrado.

Lo amo demasiado para dejar que eso ocurra.

Si me voy ahora, él puede encontrar una manera de superarlo. Sé que


habrá una parte de él que luchará contra ello, es quien es. Mi guerrero.

El hombre que matará dragones, derribará a quien sea y vivirá un


infierno por mí. La cosa es que él no puede ver al dragón porque vive dentro
de mí y no se permitirá matarlo. Así que tengo que hacerlo.

No sabía que posiblemente me mataría hacerlo.

No se me escapa que me ha dado literalmente todo lo que le he pedido.


Ha estado a mi lado, me ha amado, me ha puesto un anillo en el dedo y me ha
ofrecido todo su corazón sin restricciones. Ojalá supiera por qué no puedo ser
feliz con eso, pero no lo soy.

Tal vez sea porque su felicidad acabará siendo el coste final.

Le rozo la mejilla con la mano, sintiendo su piel por lo que será la


última vez.

Las palabras caen de los labios tan débilmente que espero que no se
remueva.

—No es porque no te ame, es porque te amo demasiado para seguir


haciéndote daño. Sé que nunca me perdonarás, pero espero que, algún día, lo
entiendas.

Despacio y con el menor movimiento posible, salgo de la cama y me


dirijo a la puerta. No debería mirar atrás, debería seguir adelante, pero
necesito verlo una vez más. Siento que me arrancan el corazón del pecho
cuando lo veo allí. Está tan tranquilo y contento. Daría cualquier cosa por
estar así.

Por mucho que quiera quedarme, no puedo porque nunca


avanzaremos. Cada vez que miro a Quinn, veo la vida que soñamos y que
nunca podremos tener. El hijo que queríamos, la vida que planeamos, los
corazones que ahora están rotos y no se pueden reparar, eso es lo que me
sigue atormentando. Si me voy ahora, quizá pueda crear un nuevo futuro en
el que no me recuerden a cada paso todo lo que hemos perdido.

—Adiós, Quinn —susurro al viento.

Mis pies bajan las escaleras, pero mi corazón permanece allí. No lo


necesito porque nunca será de nadie más que de él.

Los recuerdos me asaltan a cada paso que doy. La primera vez que me
besó. La forma en que nos miramos la noche que nos conocimos y cómo no
podía apartar los ojos de él. Recuerdo la primera vez que dormimos juntos y
las mariposas que se enraizaron en mi estómago.

Ahora pueden volar.

Quinn siempre ha sido el hombre que sabía que nunca superaría. Se


grabó en mi alma y no soy lo bastante fuerte para borrarlo. Nadie entendería
por qué hago esto, pero no puedo pasar el resto de mi vida siendo injusta con
él. Tengo que hacer una ruptura limpia.

Llego a la puerta donde está mi bolso y me quito el anillo del dedo. Sólo
entonces me permito llorar. La primera vez que vi este anillo, era un símbolo
de esperanza y felicidad. La segunda vez, no era más que un desesperado Ave
María.

Cómo han cambiado los tiempos.

Me llevo el diamante a los labios, lo beso y espero que no venga a por mí


para que ésta sea nuestra despedida.

Lo coloco en la mesa, demorándome un momento porque, en otra vida,


no estaría subiendo a un taxi para marcharme. Estaría en la cama con él,
queriéndolo, besándolo, dándoselo todo porque es el mejor hombre que
conozco. Esta no es esa vida, y no quiero ser el blanco de su resentimiento.

Así que debo irme.

Recojo mis maletas y salgo por la puerta. Mis lágrimas caen más rápido
mientras me dirijo al taxi.

—¿Adónde? —El conductor se vuelve para mirarme.

—En cualquier sitio menos aquí.

Empieza a moverse pero se detiene al escuchar un fuerte golpe en la


puerta.

Mi corazón vacila cuando lo veo allí de pie. Tiene el cabello revuelto y


los ojos llenos de miedo.

—¡No te vayas! Dios, no lo hagas. No te vayas así, joder.

—Déjame ir. ¡Tienes que dejarme ir!

—No puedo. Te amo. Te amo, y nos comprometimos hoy. Por favor.


Resolveremos esto. ¡Quédate!

Sacudo la cabeza y me vuelvo hacia el conductor.


—Por favor, conduzca.

—Señorita, ¿está segura?

No, no estoy segura. No estoy segura de nada. La mirada de sus ojos me


persigue y me debato entre querer abrir la puerta de golpe y lanzarme a sus
brazos y correr tan lejos que no pueda encontrarme.

Quinn golpea la ventana con la mano.

—No puedo perderte otra vez. Sal del auto, cariño.

Pero entonces recuerdo todas las cosas que dijo y lo que sé que es
verdad. No puedo ir a verle ni causarle más dolor. No tengo más opciones que
ir. Cuando lo miro, veo el pasado que no puedo tener y el futuro que me
arrancó. Duele demasiado y no puedo soportarlo más.

Si quiero avanzar, tengo que dejar de mirar atrás.

Mi mano se levanta, tocando la huella de la suya presionada contra el


cristal.

—Te amo demasiado para quedarme.

Sacude la manilla y doy gracias a Dios de que esté cerrada. Si me tocara,


si pudiera alcanzarme, no me iría. Aún tiene la oportunidad de una vida
maravillosa con otra persona, y tengo que dársela.

—¡No! Si me amas te quedarás. Abre la puerta, cariño. Ábrela y deja que


te lleve dentro. —Vuelve a tirar de ella, pero no hago lo que me dice—.
¡Maldita sea, Ashton! ¡Ya hemos perdido tanto! ¡Por favor no me dejes
perderte a ti también!

Mi respiración se entrecorta mientras las lágrimas brotan. He


encontrado a alguien tan maravilloso y fuerte y lo he hecho suplicar. Me odio
a mí misma.

—Conduce, ahora —le digo al conductor entre sollozos. Cierro los ojos
para no verlo así. En todos los años que lo conozco, nunca había estado así. Yo
hice esto. Estoy haciendo esto, pero no hay otra opción. Mi mano toca el
asiento que tengo delante y, con voz estrangulada, vuelvo a darle
instrucciones. —Conduce porque no puedo más. Por favor, vete—.

—¡Ashton! —Quinn grita, corriendo al lado del auto—. ¡Alto!

No puedo parar ni dar marcha atrás, y tengo que dejar todo esto atrás.

—Lo siento —digo y suelto la mano.

Quinn deja de correr y no puedo evitar mirar por la ventanilla trasera


hacia donde está él, con los hombros caídos, mientras me alejo.

No sólo estoy rota... Estoy aplastada más allá del reconocimiento.


18
Ashton

—¿Vas a contarme qué demonios ha pasado? —pregunta Catherine


mientras me siento en su mostrador, escondiéndome de todos en mi vida.

—No.

—¿Dónde está Quinn?

Me estremezco y miro hacia otro lado.

—Donde lo dejé.

Cuando llegué hace unas cuatro horas, tenía los ojos tan enrojecidos
que apenas podía ver a través de ellos. Estoy segura de que le di un susto de
muerte, ya que no llamé ni avisé a nadie de que venía. Pero Catherine no me
presionó, me hizo entrar, me puso paños fríos en la cara y me dio un vaso de
vino… a las diez de la mañana.

—¿Te hizo daño?

—No.

—¿Se han peleado? —Ella empuja de nuevo.

—No.

Catherine me quita la copa de vino, ya que voy por la segunda, y


me impide mirarla fijamente.
—De acuerdo, entonces vas a tener que explicarme o darme respuestas
de más de una palabra.

—Me lo propuso, ¿de acuerdo? Bueno, más o menos nos consideró


comprometidos si quieres saber la verdad. Dijo cosas increíbles y
maravillosas, como si todo fuera a salir bien porque él lo declaró. —Ahora es
cuando no puedo contenerme. No puedo respirar. Todo duele demasiado—.
Él no puede simplemente decidir, Catherine. No lo entiende. ¡Ya no soy yo!

Un momento después, estoy en sus brazos, sollozando en su pecho,


empapando la camisa de algodón que lleva puesta. Me estoy desmoronando,
hice lo que creí necesario. Le di a Quinn una oportunidad de tener una vida y
una familia, así que debería sentirme mejor.

—Él te ama, Ashy. Te ama aunque no seas tú —prácticamente


canturrea.

Me aferro a ella, si la suelto, me derrumbaré al suelo. Estoy tan sola,


incluso más que antes.

¿Quién sabía que eso era posible?

En mi corazón, sé que hice lo correcto. Lo siento en lo más profundo de


mi ser, pero era lo último que quería.

Quinn me dio algo por lo que respirar. Sin eso, no sé lo que haré.

—Él no puede amarme. No puedo quitárselo todo. Nunca tendrá hijos o


una esposa que no sea esta cáscara de persona. ¿Qué crees que pasará dentro
de unos meses, cuando ya no pueda más? Ya veo que lo desgasta.

—Estás viendo cosas que no están ahí, Biffle.

—Eso es, todo lo que veo es el pasado. Todo lo que veo es todo lo que
podríamos haber sido. Cuando veo la esperanza en sus ojos, me mata. Lo amo
tanto, pero no puedo dejar de sufrir cuando está cerca.

Me frota la espalda.
—Él no está tratando de hacerte daño.

Me echo hacia atrás, pasándome las manos por el cabello.

—Y eso es lo peor. Me ama, y soy yo que nos está haciendo daño a los
dos. Así que me fui. Hice lo único que se me ocurrió. —Me odio por ello. La
vergüenza se apodera de mí, haciéndome caer más bajo de lo que ya estaba.

—¿Te fuiste?

—Sí. Tuve que irme. —No le digo cómo ni qué hice. Estoy demasiado
avergonzada. Dios, lo que daría por sentirme entumecida de nuevo.

—¿Pero nadie lo sabe?

—No, sólo tú y Jackson... y Quinn.

Catherine suspira y se muerde el labio inferior. Sé que está pensando y


tratando de encontrarle sentido a esto. Es difícil para la gente que no ha
tenido las mismas experiencias vitales pensar que tomaría las mismas
decisiones. No funciona así. Durante mucho tiempo, dije que nunca haría las
cosas hasta haber sopesado todas mis opciones.

Sé que, para ella, su propuesta era la promesa de siempre.

Yo no lo veo así. Creo que era lo que él pensaba que tenía que hacer.

Después de un momento, me toca la mano.

—Bueno. ¿Qué quieres que le diga a todo el mundo?

La miro, sin saber a qué se refiere.

—¿Sobre qué?

—Bueno, puedes esconderte aquí, pero todo el mundo estará


preocupado.

Suspiro y doy un paso atrás.

—Diles que necesito tiempo.

—¿Y vas a volver?


Sé que la respuesta no es lo que quiere oír. Soy demasiado cobarde
para volver, y si tengo que mirarle, no seré lo bastante fuerte para resistirme
a él.

—¿Puedo quedarme un rato?

—Por supuesto. Jackson y yo te queremos y nunca te diríamos que


te fueras, pero estoy preocupada.

He estado distante con ella los últimos meses, y puedo imaginar que
ella está luchando con eso. Nunca hemos sido así el uno con el otro. Nuestra
amistad siempre ha sido fuerte y sincera. Cuando hemos estado en lo más
bajo, nos hemos apoyado mutuamente. Yo no he hecho eso con nadie. He
presionado mucho.

—Gracias, Cat. Estaré bien.

—No tienes que agradecérmelo. Eres mi mejor amiga y te quiero. Si


puedo ayudar, entonces quiero hacerlo.

Jackson sale de la habitación de Erin. Los dos comparten una mirada y


luego Jackson habla.

—Quinn ha llamado dos veces. Le dije que estabas aquí y que estabas
bien.

Resoplo.

—Ahí va mi escondite.

—No va a venir aquí —dice Jackson rápidamente—. Le dije que si


pasaba algo, se lo haríamos saber. Si no le hubiera dicho que estabas a salvo,
ahora mismo estaría en un avión.

Porque no entiende una indirecta. Porque cree que puede salvarme o lo


que sea.

—Tiene su salida, desearía que la tomara.

—Parece que está preocupado y que te ama —interviene Cat.


Jackson asiente con la cabeza.

—Ha llamado a todo el mundo y ha cundido el pánico.

—Gretchen me envió un mensaje una hora después de que llegaras y le


hice saber que estabas bien.

Gruño y miro hacia arriba.

—Entonces, ¿todo el mundo sabe que estoy aquí?

Catherine pone los ojos en blanco.

—Nadie sabía adónde demonios habías ido, sólo que te largaste en


mitad de la noche. Gretchen estaba hecha un lío, igual que todos los demás.
Por si lo has olvidado, hace unos meses desapareció un amigo.

—No lo olvidé. Estuve allí para todo.

—Sí, y por eso deberías entender mejor que nadie por qué esto
levantaría algunas banderas rojas.

Empiezo a llorar de nuevo. Las emociones de las últimas veinticuatro


horas me han agotado por completo.

—¡Lo siento!

—Ashton —la voz de Catherine parece a punto de quebrarse—, por


favor, no llores.

Jackson se aclara la garganta.

—¿Por qué no llevo a Erin a dar un paseo y a tomar el sol? Quizá les
vendría bien un rato para ver películas y llorar.

—Acabas de llevarla a dormir —Lloro.

—Aún no está dormida, está bien. —Jackson parece dispuesto a


buscar a la bebé y salir corriendo por la puerta.

Catherine sonríe y yo me doy la vuelta, sintiéndome fatal.

—Suena genial, cariño. Gracias.


—No sabes la suerte que tienes —le digo.

Los ojos de Catherine se llenan de tristeza.

—Soy muy consciente del tipo de hombre que tengo. Eres tú quien no
sabe de lo que te alejaste.

No, sé lo que perdí, alguien tan maravilloso como Jackson.

—¿La despierto? —La voz de Catherine suena preocupada.

Me doy la vuelta y miro el reloj. Es la una de la tarde. Llevo aquí


tres días y no me he movido mucho. Esta mañana me he levantado para
comer, ya que Catherine estaba rondando mi cama.

A la mierda todo es mi nuevo lema.

Pensé que podría alejarme y encontrar la manera de volver a la nada...


eso era un mito. De hecho, todo apesta y duele más, así que me quedo en la
cama, llorando y odiándolo todo.

—¿Ashton? —Ella asoma la cabeza por la puerta—. ¿Estás despierta?

—No.

—Bueno, la gente dormida no habla.

Gimo y me doy la vuelta.

—Tienes que levantarte. Gretchen y yo creemos que ya te has enfadado


bastante.

—Bien por las dos.

Ella resopla y abre las persianas.


—Será bueno para ti también. Hueles mal, no has comido mucho y me
preocupa que intentes matarte de alguna manera.

—Voy a matarte si no me dejas en paz.

A Catherine no parece importarle mi amenaza.

—Está bien, puedes intentarlo, pero te estás consumiendo, así que


apuesto por mí. Siempre puedo llamar a Quinn y hacerle saber cómo estás
actuando.

Su nombre no me molesta.

No. Ese dolor punzante es del hambre.

No tiene nada que ver con él ni con lo mucho que lo echo de menos.

No es que pase la mayor parte de mis sueños imaginándonos juntos con


ese anillo en mi mano.

—No es que le vaya a importar, de todos modos. —Me tapo la cabeza


con las mantas.

—Tienes razón. —Se ríe con sarcasmo—. No es como si me hubiera


llamado a mí, a Gretchen, a Liam, a Jackson, a Mark, y a cualquier otra
persona bajo el sol para obtener actualizaciones sobre ti, que, ya sabes, son
que estás durmiendo y deprimida.

Me incorporo de golpe.

—¿Le dijiste eso?

—¿Por qué te iba a importar?

—¡No me importa! Prefiero no darle excusas para que se preocupe por


mí.

Se encoge de hombros y se sienta en la cama.

—¿Por qué iba a hacerlo? Le dejaste porque no lo amas.

—Nunca dije que no lo amaba.


—¿Entonces por qué te fuiste en mitad de la noche cuando te suplicaba
que te quedaras? ¿Por qué te metiste en un taxi con el hombre persiguiéndolo
para intentar hacerte hablar?

Mis ojos brillan al darme cuenta de que ella sabe lo que ha pasado.

—Oh, sí, me enteré de toda la historia, así que... no te escondas más,


Ashton.

Catherine gira sobre sus talones y sale de la habitación. Ojalá tuviera


más autocontrol para seguirla, pero no lo tengo. Tiene ganas de pelea y no
dejaré que diga la última palabra.

—¡No me estoy escondiendo!

—Mentira. Ahora dime qué demonios está pasando. Vienes aquí y


nunca te había visto tan destrozada, no sabía qué hacer. Pensé que darte algo
de espacio y tiempo te haría hablar, pero no lo has hecho. Te has vuelto a
meter en el caparazón en el que estabas antes.

—¡Y una mierda! Si lo tuviera, no me dolería ni lloraría. Estaría bien,


pero no, estoy aquí, con todo mi maldito dolor sin ningún consuelo.

Pone los ojos en blanco.

—Dimelo. ¿Qué demonios pasó esa noche?

¿Decírselo? Lo que sea. ¿Ella quiere saber? Sí, claro. Se lo diré y


entonces podrá ver que no estoy loca, que por fin tengo sentido.

—Lo dejé antes de que pudiera dejarme. Le salvé de toda una vida de
arrepentimientos y de esperar a que alguna vez lo superara todo.
Realmente no quiere que lleve ese anillo ya que no tiene ni idea de lo que soy
ahora, así que ¿cómo podría?

Sus ojos se llenan de asco. Catherine siempre ha sido mi mejor amiga.


Me ha llamado la atención, me ha apoyado y nunca ha rehuido una pelea.
Debería haber sabido que este no era el lugar adecuado.
—¿Quién demonios eres tú para decidir eso por él? ¿Cómo de repente
eres tan omnisciente en lo que va a pasar? Eres un desastre, y te has rendido,
¿por qué? ¿Es más fácil que luchar? Bueno, a la mierda con eso. Tienes razón
en una cosa: no eres quien eras. Has estado en el infierno, y cuando eso
sucede, tiene una manera de cambiar a una persona. Sin embargo, eso no
significa que puedas elegir lo que otros quieren.

Sacudo la cabeza, sintiendo una furia que antes no tenía.

—Que te jodan.

—No, que te jodan. Viniste aquí por una razón. Te escapaste, y yo...
Siempre voy a estar aquí para ti, pero tienes que averiguar por qué tienes
tanto miedo. ¿Es porque estás enfadada o es que te aferras a cualquier excusa
que puedas encontrar para sabotear tu vida?

—¡Lo soy todo!

—¡Bien! —Catherine grita de nuevo—. Sé todo. Sé algo. Hace tiempo


que no eres nada, y creo que por eso estás aquí en vez de con el hombre que te
quiere. ¿Realmente crees que se alejaría de ti?

En algún momento, creo que cualquiera se cansaría de estar con


alguien que ni siquiera es capaz de sonreír. Pensé que cerrarme lo haría más
fácil para ambos. Entonces, volví a sentir.

Sentí sus manos, su calor y su amor, y me dio un susto de muerte. No


quiero sentir porque entonces volveré a estar vacía. Recordaré todo lo que
perdí y todo lo que nunca será.

Jackson entra, percibiendo la habitación y claramente inseguro de


qué hacer. Al final, se pone al lado de Catherine. Ella pone su mano en la de
él, y mi estómago da un vuelco. Yo tenía eso... o podría haberlo tenido.

De repente, estoy enfadado otra vez. Yo quería eso, pero mi vida se fue a
la mierda.
—¡No! Ese es el puto problema, Cat. Se quedará por obligación o por
cualquier sentimiento equivocado que tenga, no porque me ame. Eso es lo
que hubiera sido lo más triste de todo. Se habría quedado para no ser ese tipo,
¿verdad?

—¿Qué tipo? —pregunta Jackson.

—El tipo que deja a su novia después de que ella pierde a su bebé y se
convierte en una loca. Los dos podríamos haber muerto. Él fue secuestrado.
Yo casi muero en cirugía. Fuimos estúpidos al pensar que podíamos hacer
que esto funcionara. Quinn tenía razón al principio cuando dijo que el amor
lo hacía débil.

—Basta —reprende Catherine—. Estás siendo demasiado dramática y,


lo siento, pero te voy a llamar la atención. El amor no te hace débil, y eso no te
lo crees ni por un segundo.

Creo que voy a golpear a mi mejor amiga, eso es real.

—¿Cuándo te convertiste en una perra?

—El día en que te convertiste en mártir.

Le doy la espalda y me vuelvo, con el pecho dolorido. La gente puede


juzgarme, lo acepto, pero ella no.

—Lo siento, pero antes de amar a ese bebé, ¡estaba jodidamente bien!

Catherine se acerca.

—Nadie piensa que seas débil. Pensamos que estás afligida y rendida. Se
llevaron a Quinn y estoy segura de que eso te jodió. Sé lo que es pensar que vas
a perder a un hombre al que amas.

Jackson se acerca y me pone la mano en el hombro.

—No es fácil tener una relación con tipos como nosotros. Somos
impulsivos, protectores, estúpidos y a menudo nos creemos dioses cuando
somos tan mortales como tú. Quinn se arriesgó, y fue en el momento en
que creo que más lo necesitabas.

—No se trata de su trabajo —intento tranquilizarlo.

Catherine entra.

—¿No es así? Casi lo pierdes, ¿así que crees que será más fácil regalar
algo a que te lo quiten otra vez?

Esto no es eso. No me protejo porque me preocupe perderlo así. Estoy


segura de que se irá. Sé que llegará a un punto en el que no soportará lidiar
con mi constante estado de depresión. Tal vez un día vea a una niña sobre los
hombros de su papá y desee tener eso, pero no puede.

Porque estoy jodidamente rota.

—Ya no lo sé, Catherine. Ésa es la cuestión. No sé lo que hago y no sé lo


que está bien. Me duele todo el tiempo. Quiero que pare.

Se acerca y me toca las mejillas.

—Entonces tienes que perdonarte y ver que no hiciste nada malo.


19
Quinn

Miro el mensaje de texto y lo leo por enésima vez.

Ashton: Lo siento. Sé que no merezco tu perdón, pero siento haberte hecho


eso.

Cierro los ojos, deseando que las palabras sean otra cosa. En cuanto la
tengo, tomo un avión. No hay una razón clara, y no tengo ni idea de lo que
voy a decir, pero tengo que verla. Me rompió el maldito corazón. Ahora,
estoy fuera de la casa de Jackson, preparado para obtener algunas respuestas
sobre qué es exactamente lo que ella siente.

Llamo a la puerta y la cabeza me da mil vueltas. Solo hay una persona


que puede entender esto, pero no saldrá nada bueno de mi aparición aquí.

Pasa un segundo antes de que la puerta se abra y Ashton esté de pie


frente a mí, con el cabello revuelto y los ojos hinchados. Una parte de mí se
alegra de verla así. Si estuviera sonriendo como si esto no significara nada,
me habría vuelto loco.

La conmoción en sus ojos es evidente. Catherine no le dijo que venía.

—¿Quinn? —¿Su voz es aguda por la sorpresa.


—Recibí tu mensaje.

Se balancea de un pie a otro.

—Oh, sí, yo, um... Pensé que tal vez no querías hablar conmigo.

—No voy a gritarte, pero pensé que debía responderte, y lo que


tenemos que decirnos vale más que un mensaje, ¿no crees?

Aparta los labios y asiente.

—Sí, claro. Quería llamar, pero... bueno, tenía miedo. —Da un paso
atrás y abre más la puerta—. ¿Quieres entrar y hablar? Catherine y Jackson
no están en casa, pero tienen cerveza o podemos salir y hablar.

No lo sé. Mirarla así me está jodiendo el plan. Iba a venir, decir mi paz,
y dejarla como ella hizo conmigo. Pero ya está bastante rota, no puedo
hacerlo más. Cuando me dejó, me subí a mi auto para perseguirla. Llegué a
unos kilómetros de la ciudad y me detuve. Ashton se aclaró, y allí estaba yo,
haciendo exactamente lo contrario.

Nada de lo que yo decía o hacía cambiaba las cosas. Ella ve lo que


quiere, y yo no puedo cambiar eso.

Aún así, necesito mantenerme fuerte. Ya he hecho suficiente


espeleología.

—No planeo quedarme mucho tiempo.

Después de mi llamada con Catherine anoche, me di cuenta de que no


puedo amar a Ashton lo suficiente como para hacerla mejorar. No es realista
ni justo para ninguno de los dos. Está tomando la decisión de dejar que
nuestra pérdida la consuma, y no puedo luchar esta batalla por ella.

Ashton se aclara la garganta.

—Entonces déjame empezar. Lo siento.

—¿Por qué?
Las lágrimas llenan esos ojos azules y lucho contra el impulso de
consolarla.

—Por todo ello. Nunca debí dejarte así.

—No, no deberías haberlo hecho. Hay muchas cosas que he venido a


decir, no para herirte, sino porque no puedo seguir adelante hasta que lo
diga, y me lo merezco.

—Lo sé y tienes todo el derecho a estar enfadado. —Su voz tiembla


mientras veo cómo se le escapa el control.

—¡Claro que sí! Te amo, joder, y quería casarme contigo. Me he pasado


los últimos meses intentando por todos los medios que las cosas fueran bien
entre nosotros. Te he dado espacio, amor y comprensión, pero me escupiste a
la cara. Cambié toda mi vida por ti, y no fue suficiente.

Ashton sacude la cabeza mientras da un paso adelante.

—Soy yo la que está rota. Tú lo hiciste todo, y yo... me he perdido y no


puedo manejarlo.

—¿Crees que eres la única que perdió la vida que soñaba? ¿Crees que no
experimenté el mismo tipo de dolor? Amaba a nuestro bebé. Te amo, y los
perdí a ambos, pero uno fue por elección.

El bebé no eligió dejarnos. Fue injusto y algo que nunca podré arreglar.
He luchado con eso desde el día en que ocurrió. Me persigue la culpa de saber
que no estuve allí o que quizá podría haberlo evitado si hubiera tomado otras
decisiones. La diferencia entre Ash y yo es que yo decidí no dejar que me
consumiera.

—Te merecías algo mejor que lo que hice.

—He pasado por tanto infierno como tú, Ashton. Fui secuestrado por
un tipo que se suponía que era mi amigo. Me retuvieron mientras sabía que
algo te estaba pasando. ¿Te imaginas cómo carajo me sentí? No, has estado
demasiado consumido por tu propia pena como para ver la mía.

»¿Sabes qué? Estaba luchando tanto como tú, pero dejé de lado mi
propia mierda para estar ahí para ti. Intenté tanto darte lo que necesitabas,
pero nunca fue suficiente.

Por muy furiosas que sean las palabras, hay tristeza debajo de todo eso.
Estoy cabreado, pero más que nada, la echo de menos. Odio saber que no está
ahí. Dondequiera que miro, veo un pedazo de la vida que tuvimos.

Mira al suelo y me siento como una mierda, pero ella también tiene que
oírlo y asumirlo.

—No quiero estar así. No quiero mirarte y recordar lo asustada que


estaba cuando descubrí que habías desaparecido. O revivir el viaje en taxi en
el que tenía calambres y estaba aterrorizada porque iba a perder al bebé. Me
gustaría que todo esto —se rodea la cintura con los brazos—, la pesadez... que
dejara de agobiarme. Cuando me pusiste el anillo en el dedo, sólo podía
pensar en lo mucho que lo deseé en su día y en cómo se desvanecería la
felicidad que sentiste al ponérmelo.

—He luchado todo lo que he podido por ti, Ashton. Habría luchado
hasta mi último aliento para demostrarte que la vida que perdimos no tenía
por qué significar que lo perdiéramos todo. Si pensara que me amabas, aún
lo haría. Pero dejaste claro que no soy lo que quieres. Soy el recuerdo del
pasado que no puedes tener y del futuro que te niegas a abrazar. —Cuando
doy un paso hacia ella, mi cuerpo vibra con la necesidad de tocarla.

Pero me niego a mí mismo.

Si lo hago, encontraré alguna maldita excusa para quedarme, y no


puedo hacer eso. Estoy a favor del combate, pero esta no es mi guerra, es la
suya.

—No sabes cuánto deseo que tu lucha cambie las cosas —dice, y una
lágrima resbala por su rostro perfecto.
Lucho contra todo instinto de estrecharla entre mis brazos. Incluso
ahora, después de que destruyera una parte de mí, no quiero verla sufriendo.
Quiero ser quien se lo quite y le dé alegría. He cambiado tanto, sólo para ser lo
suficientemente bueno para ella, y al final, no lo fui.

—No tienes ni idea de lo mucho que podría haber sido, si sólo lo


hubieras querido.

—Algún día me lo agradecerás.

Me río una vez porque es lo más ridículo que he escuchado en mi vida.

—No, no creo que eso vaya a ser nunca lo que haga. Llevaré tus cosas a
casa de Gretchen para que hagas lo que quieras con ellas. —Suelta un sollozo
estrangulado y hablo antes de perder los nervios—. Mandé hacer esto para
ti hace unas semanas, y tenía pensado dártelo cuando estuviéramos
instalados en la casa. —Saco del bolsillo la cajita envuelta para regalo y se la
tiendo—. Voy a hacer un trabajo con Cole que me llevará fuera del país
durante un tiempo, y quién sabe cuándo volveré a verte.

—¿Te vas?

—No hay razón para que me quede.

No puedo sentarme y suspirar por ella. Si ella no quiere seguir adelante


conmigo, entonces lo haré a mi manera. Hablé con Mark sobre volver a
donde se llevaron a Aaron para ver si había más información. Me dará algo
en que concentrarme y espero encontrar una manera de ayudarlo. Hay lapsos
de tiempo que Aaron no puede recordar, así que ha completado su versión de
lo que pasó. Me gustaría devolverle eso.

—Pero… —Ella empieza y luego se detiene—. ¿Cuánto tiempo estarás


fuera?

—Indefinidamente. —La palabra resuena a nuestro alrededor, dejando


un aire de finalidad que quizá ambos necesitemos.
Entonces le doy la caja y me doy la vuelta, dejando atrás algo mucho
más valioso que las joyas de su interior. La dejo para siempre.
20
Ashton

Miro fijamente la caja.

Ha pasado una hora desde que se fue y no he hecho más que repetir sus
palabras en mi cabeza. Se va para volver al extranjero. Después de haber
renunciado a toda su vida por mí. Salió del ejército, vivió conmigo, fue el
hombre que le rogué que fuera, y esto es lo que le he hecho.

Prefiere irse a miles de kilómetros que correr el riesgo de estar cerca de


mí. No es que lo culpe.

Dios, ¿qué he hecho? ¿Cómo puedo ser tan estúpida? Él es todo lo que
siempre he querido, y me alejé de él para no tener que sentir. Fui tan ingenua
al creer que podía controlarlo todo.

No había forma de que pudiera seguir así, y debería habérselo contado


todo. Debería haber corrido tras él. Debería haberle rogado que se quedara y
habláramos más.

Me he estado diciendo a mí misma que lo que estaba haciendo era lo


correcto, que dejarle era la única opción que tenía para que todo este dolor
cesara. Ahora me duele más que nunca y le echo de menos.

Lo echo mucho de menos.

Echo de menos la forma en que sonríe o dice mi nombre. Echo de


menos la suavidad de sus manos contra mi cara y cómo enjuga mis lágrimas.
Quiero sus brazos a mi alrededor, manteniéndome unida cuando me
derrumbo.

Lo perdí todo.

Unos minutos después entra Catherine.

—Hola.

—Hola.

—¿Qué es eso?

Toco la caja, aún demasiado asustada para abrirla.

—Mi pasado y el desastre de futuro que he hecho.

—Entonces es una caja muy importante.

Sí, así es.

—Quinn vino.

—Me imaginé que lo haría.

Miro a mi mejor amiga.

—¿Lo sabías?

Cat ni siquiera parece disculparse.

—A veces, cuando un mejor amigo ve a otro actuando como un


idiota, le toca a ese amigo poner en marcha un plan. Para que quede claro, tú
eres la idiota.

Pongo los ojos en blanco.

—De verdad.

—¿Lo has arreglado?

—No. —Suspiro—. No lo hice. Se marcha a Afganistán o Irak o donde


sea para estar lejos de mí.
Sus ojos se llenan de simpatía.

—Eso es lo que Jackson dijo anoche. Lo siento, Ash. Sabes que no es


demasiado tarde, a menos que quieras que lo sea.

Mis dedos se deslizan por la caja y me pregunto si será el anillo de


compromiso que me regaló. Si lo es, me preocupa cómo me sentiré con él.
Espero que tal vez algún día vuelva a ver ese anillo, de otra manera. Si no es el
anillo, ¿entonces qué? ¿Lo perderé? ¿Iré hacia atrás? No hay hoja de ruta
para el duelo, y no confío en mí misma. Decido que no quiero abrirlo hasta
que esté mejor.

Sea lo que sea lo que me ha dado, significa algo, y quiero que el


momento en que lo mire sea el mismo. Tengo opciones, y hasta ahora, todo lo
que he hecho es elegir mal. Entrar en ese taxi fue el mayor error que cometí.
Lo he perdido, y esta vez, se siente diferente.

Tal vez sea porque estaba convencida de que lo hacía por nosotros o
porque estoy así de destrozada, pero que se haya ido me ha provocado toda
una serie de emociones nuevas.

Lo alejé tanto que está dispuesto a poner su vida en peligro para darme
espacio. No puedo dejarle hacer eso, y sé, sin ninguna incertidumbre, que si
le pasa algo, nunca me lo perdonaré.

Quinn creía en mí. Tuvo fe cuando yo no la tenía, y mirando esta caja


queda claro que siempre pensó que yo mejoraría. Tuve que tomar la decisión.

Mi mirada se eleva hacia Catherine mientras mis emociones bullen.

—Es demasiado tarde para arreglar las cosas con Quinn, pero no es
demasiado tarde para que empiece a vivir de nuevo.

La sonrisa de Catherine es suave.

—Me alegro de que digas eso porque no puedes seguir así. Eres tan
inteligente y hermosa y, por mucho que vayas a odiar que te diga esto, un hijo
no lo es todo, Ashton. La vida lo es todo. El amor lo es todo.

—Lo perdí.

—Puede ser, pero aún puedes intentar enmendarte.

—¿Puedo?

—Si realmente estás preparada para afrontarlo todo, creo que todo
es posible. Quinn no te odia. Te ama tanto que está dispuesto a dejarte
marchar para que no tengas que preocuparte por él. Ha luchado tanto por ser
un buen hombre y merecerte, y si consiguieras mirar más allá de tu propia
herida y dolor, verías que está intentando de nuevo hacerte un regalo.

—Ni siquiera sé por dónde empezar.

Catherine toma mi mano entre las suyas.

—Empiezas por perdonar y decidir dejar atrás el pasado. ¿Puedes


hacerlo?

Siempre sentiré la pérdida de mi hijo. Vivirá dentro de mí, pero no


tiene por qué ser lo único que sobreviva.

—Realmente quiero.

El rostro de Catherine se ilumina de alivio. Me imagino lo preocupada


que ha estado. Tenía razón cuando dijo que yo no era así. No soy de las que se
revuelcan en la mierda. No suelo ser golpeada, así que cuando lo fui, no tenía
ni idea de cómo volver a levantarme. Todavía no sé si puedo, pero voy a
intentarlo.

Ahora mismo, me queda un resquicio de esperanza de que tal vez me


ponga bien, y a eso me agarro con las dos manos.

—¿Lo has abierto? —pregunta mientras su barbilla se inclina hacia la


caja.

—No.
—Lo que sea que haya ahí dentro, no te hará daño a menos que se lo
permitas.

Asiento con la cabeza.

—Me preocupa que sea el anillo.

—¿Y qué si lo es?

—Me preocupa que quiera quedármelo.

Me toca la mano.

—Me preocupa más que quieras quedártelo a él.

Se me llenan los ojos de lágrimas y me muerdo el labio inferior.

—Nunca quise perderlo. No conocía otro camino. Estaba muy asustada,


Cat, y cuando dijo que iba a ir allí, fue como si algo dentro de mí se rompiera.
¿Y si... y si pasa? ¿Y si lo matan o lo vuelve a secuestrar alguien? ¿Y si no lo
vuelvo a ver y así es como me recordará siempre? Pero, más que eso, no
quiero que toda mi vida esté definida por una tragedia.

Ahora que he dicho las palabras en voz alta, no puedo sentarme. Me


pongo en pie, sin tener un plan ni una idea, pero sabiendo que tengo que
moverme. Hay un lugar donde debería estar, y no es aquí. Es con Quinn.

—Bueno, supongo que la única pregunta que realmente importa es...


¿qué haces todavía aquí de pie?

Mis ojos se abren de par en par, me abalanzo sobre ella y le beso la


mejilla.

—Eres la mejor amiga que nadie podría pedir.

Ella sonríe.

—Lo sé, te llevaré al aeropuerto y podrás contarme lo maravillosa que


soy.

—Trato hecho.
Estoy en el auto de camino a casa de Quinn. No sé qué decir... Hola,
siento haber sido una idiota. Te amo. Quiero ponerme mejor. Por favor, no
me dejes.

Nada de eso es justo para él. Ha soportado meses de mi


distanciamiento, sólo para que yo le arrancara la única pizca de esperanza
que tenía. Ni una sola vez en todo el tiempo que estuvimos juntos me había
tratado tan mal.

Pasé el tiempo del vuelo pensando en cómo puedo cambiar. Lo primero


es que tengo que demostrar que realmente quiero mejorar. No va a ser fácil ni
rápido, y tengo que aceptar que perder a mi hijo y la capacidad de tener
hijos va a ser algo con lo que voy a luchar durante mucho tiempo.

Era lo único que siempre había querido, y me lo arrancaron.

He hecho daño a mucha gente, ahora lo veo. No sé si podré reparar el


daño que le he causado a Quinn, pero moriré intentándolo. En cuanto a los
demás, espero que vean que nada de lo que hice fue intencionado. Mi corazón
estaba tan roto y mi dolor me estaba asfixiando.

Lo único que puedo hacer es seguir adelante e intentar enmendarme.

Una de las formas en que pienso hacerlo es demostrando a todo el


mundo que estoy dispuesta a intentarlo. No puedo vivir en el pasado y hay
algo que puedo devolver para ayudar a otras mujeres a no sentir la agonía de
no poder tener lo que desean.

La persona que puede ayudarme también me debe una disculpa. No fue


culpa de Clara, pero me desquité con ella.
Me acerco el teléfono a la oreja y espero a que descuelgue.

—¿Ashton?

—Hola, Clara.

—Hola, me sorprende saber de ti, ¿va todo bien?

La última vez que hablamos, le dije rotundamente que de ninguna


manera iba a volver al laboratorio y me molestó que me pidiera ayuda en
Virginia Beach.

—Todo es... bueno, va a ser. Quiero pedirte disculpas. Has sido una
amiga increíble, y yo he sido una zorra. Una grande.

Se ríe entre dientes.

—Has tenido una razón para serlo.

—No, no la he tenido. Triste, claro. Pero no... esto.

—Agradezco las disculpas, amiga mía, y las acepto. Pero realmente


no es necesario. Me alegra escuchar tu voz. ¿Has encontrado ya un trabajo o
algo?

Aquí es donde se me revuelve el estómago. Dudo que la oferta del


laboratorio siga ahí, pero quizá haya una posibilidad.

—Sobre eso... Quería preguntarte por el laboratorio de aquí y si todavía


necesitan ayuda. No puedo comprometerme a nada a largo plazo en este
momento, pero me gustaría ayudar en el caso que mencionaste.

Clara no me dio muchos detalles, sólo que estaban teniendo algunos


problemas con los óvulos antes de la inseminación. Como nuestro
laboratorio era el único que había hecho un avance al respecto, nos pidieron
ayuda, pero yo no estaba allí. Clara les explicó que yo estaba en la zona y que
se pondría en contacto con ellos.

No es mi trabajo conocer las razones del paciente, pero es su última


oportunidad. Ahora entiendo muy bien ese sentimiento.
—¿Estás segura?

—No, pero me gustaría ayudar. Si yo no puedo tener hijos, no significa


que otros no deban.

Clara se queda callada unos instantes.

—Sabes que también hay otras opciones para ti. Era demasiado pronto
para hablar de ellas, pero cuando Quinn y tú estén listos, aquí estoy.

—Quinn y yo... rompimos y la cagué mucho.

—Lo siento mucho. El dolor y la pérdida afectan mucho a las parejas. Es


por eso que tenemos a Sarina en casa para el asesoramiento.

Sarina y yo no interactuábamos mucho, salvo una vez que una paciente


intentó asaltar el laboratorio tras descubrir que sus óvulos no eran viables.
Fue... horrible. Nos culpó de haberle quitado la oportunidad, lloró
desconsoladamente y Sarina la ayudó a calmarse.

Clara siempre señala que Sarina me habría ayudado, pero yo ni siquiera


la dejaba acercarse a mí.

—¿Crees que Sarina conoce a alguien aquí?

Juro que puedo escuchar a Clara sonriendo al teléfono.

—Le preguntaré.

—Gracias.

—Ashton —dice Clara rápidamente—. No tienes ni idea de lo mucho


que esta llamada significa para mí. He estado preocupada por ti.

Suspiro.

—Parece que he hecho un buen trabajo preocupando a todo el mundo.


Seré sincera, no estoy mejor. Pero por primera vez, siento que pase lo que
pase, encontraré la manera de superarlo.

—Es todo lo que podemos hacer.


—Gracias, Clara.

Es demasiado buena conmigo. Como todos los demás en mi vida.

—No hay problema. Te enviaré la información del Dr. Danton para que
te pongas en contacto y veas si puedes ayudar. Yo también me pondré en
contacto con él, por si pierdes su número.

—Me conoces demasiado bien.

—Sí, lo hago. Cuídate y no seas una extraña.

—Una cosa más —digo antes de que pueda colgar.

—¿Sí?

Suelto un fuerte suspiro mientras me preparo para hacer la


pregunta que creía que nunca querría saber.

—¿Puedes contarme... el bebé que perdimos?… Me gustaría —


balbuceo, intentando no derrumbarme—. Me gustaría ponerle un nombre al
bebé.

Clara se queda callada un momento y luego se aclara la garganta.

—¿Te gustaría saber el sexo?

—Por favor —digo entre jadeos.

—Era una niña.

Cierro los ojos, dejando que la lágrima caiga por mi cara.

—Gracias.

—Lo siento, Ashton. Por favor, nunca tengas miedo de acercarte a mí.
Soy tu amiga, y me preocupo mucho por ti. Nunca lo olvides.

—No lo haré —prometo.

Colgamos justo cuando el conductor estaciona delante de la casa. Hago


lo que puedo para apartar las lágrimas y aferrarme a las palabras que me dijo.
Una niña. Era una niña, como siempre pensé.

Miro fijamente la casa, intentando comprender por qué me invade una


sensación de tranquilidad. Sólo he pasado unos minutos en su interior, pero
me siento como en casa.

No es la casa, es la persona que hay dentro. Quinn es mi sitio, siempre.

Salgo y me dirijo a la puerta. No tengo llave ni plan, solo esperanza y


muchas disculpas.

Llamo al timbre, pero no contesta nadie. Podría llamarlo, pero no


quiero darle una razón para que no venga a casa, así que me siento en los
escalones, mirando el océano.

Hay familias cerca del agua, disfrutando del sol. Distingo débilmente la
casa de Natalie. Recuerdo lo que dijo de venir y que pensaba que sería bueno
estar cerca. Ella también se merece una disculpa.

Recojo mi bolso, lo pongo en la esquina del porche, donde nadie pueda


tocarlo, y bajo.

La arena me sienta bien entre los dedos de los pies y recuerdo la última
vez que estuve en la playa con Quinn. Éramos muy felices. Él estaba
entusiasmado con el bebé y yo estaba dispuesta a mudarme aquí por él.
Recuerdo las sonrisas y cómo me llevaba en brazos fuera de la playa mientras
reíamos juntos.

Un ruido me detiene y, al levantar la vista, veo a una niña gritando


mientras corre. Aarabelle está fuera de su casa mientras Quinn la persigue.
Va en círculos y luego se detiene y entonces salta con las manos extendidas
como si fuera a hacerle cosquillas, y él emprende la huida.

Me quedo mirándolos, con el corazón latiéndome con fuerza. No hay


tristeza en el momento en que él disfruta de su sobrina, y ella está claramente
feliz con su tío. Siguen su camino y entonces él empieza a correr hacia mí,
pero se detiene en cuanto nuestras miradas se cruzan.
Aarabelle sigue corriendo y luego se detiene a su lado.

—¡Tía Ashton! —Levanto la mano para saludar.

—Hola.

Se lanza hacia mí, sus rubios tirabuzones rebotan en el viento mientras


corre a toda velocidad. Me agacho y la estrecho entre mis brazos.

—Te he echado de menos —me dice mientras juega con mi cabello.

—Yo también te he echado de menos.

Me pregunto si alguien puede resistirse al amor de esta niña. Lo da con


tanta generosidad que no puedes evitar tomarlo. La estrecho contra mí y ella
lleva sus manos a mis mejillas.

—Estás muy guapa.

—No tan guapa como tú.

Quinn camina hacia nosotros, sin apartar sus ojos de los míos. Suelto
un fuerte suspiro y sonrío a Aara.

—¿Crees que podrías entrar y dejarnos al tío Quinn y a mí unos


minutos?

Lo mira y asiente con la cabeza.

—¡No la hagas llorar, tío Quinn! Las princesas necesitan sonreír y la tía
Ashton es como Ariel y volverá al océano.

Me resisto a sonreír y él niega con la cabeza.

—El tío Ben es la bestia, el tío Jackson es el príncipe azul, ¿y ahora yo


soy el príncipe Eric?

Se encoge de hombros.

—Los príncipes son agradables. Prométeme que serás amable y no la


harás llorar.

Quinn parece estar de los nervios, pero nunca será más que perfecto
para esa niña.

—Prometo no hacerla llorar. Ve a decirle a Athiar que he dicho que


necesitas helado.

—¿En serio? —Ella sonríe.

—Sí, dos cucharadas. Que no escatime tampoco en las virutas.

Aarabelle sonríe con picardía y se va.

Los dos estamos aquí de pie mientras me retuerzo las manos e intento
pensar qué demonios decir. No importa cuáles sean las palabras, se trata de la
intención.

—Hola.

—Hola.

—No sabía que estabas aquí cuando empecé a andar, pero me alegro de
que estés.

Él asiente.

—¿Y eso por qué?

Porque soy una tonta y haré lo que sea para recuperarte.

—Bueno, viniste a decirme algunas cosas y quise responderte.

Quinn mira hacia el océano y luego vuelve a mirarme.

—Parece que hablamos mejor cuando uno de los dos cruza el país en
avión.

—O uno de nosotros se da cuenta de lo estúpidos que eran.


21
Ashton

La tensión en mi cuerpo es casi tan densa como la que nos rodea. Ambos
estamos en terreno inestable y, por mucho que me asuste, intento aceptarlo.
Espero que sepa que soy yo la estúpida, no él.

Quinn no parece confiar en mí, y no puedo culparle. Espero a que me


mire y, cuando lo hace, veo que hace todo lo posible por mantener la calma.

—¿Por qué estás aquí realmente?

—Cuando perdí a nuestra hija, fue devastador para mí. Ya no sabía


quién era, porque toda mi vida ha girado en torno a esto. Es lo que soy y lo que
creía que debía ser. Hice bebés y luego no pude -y no quise- hacer más para
nadie más.

—Dijiste hija —señala Quinn.

Asiento con la cabeza.

—Era una niña.

Tiene la mandíbula tensa y me mira fijamente.

—¿Cómo? ¿Cómo pudiste ocultármelo?

—No —digo rápidamente—. No lo supe hasta hoy. Hay tanto que decir,
pero era una niña, y no estaba preparada para saberlo hasta ahora. Verás, me
sentía muy perdida, Quinn. Fue una pérdida de mí misma, y pensé que si
podía perderte, entonces sería definitivo. Sería capaz de crear esta nueva
versión de Ashton. Una que no sufriera constantemente. Una que no
estuviera siempre pensando en el bebé que nunca sería. No me atrevía a saber
si era una niña o un niño. Necesitaba seguir adelante. Si pudiera
simplemente borrar mi pasado, entonces podría tener un futuro.

—Entonces, ¿qué demonios estás haciendo ahora? ¿Intentando


hacerme saber que hemos terminado? Eso ya lo sé. Sigo adelante como
necesito ahora.

Sacudo la cabeza y le toco el brazo, pero él se aparta.

—Te digo que no quiero borrar mi pasado. No quiero hacer nada nuevo,
tú eres lo que me ha hecho completa... No puedo respirar sin ti.

Levanta la comisura de los labios y resopla.

—Ashton, no sé qué es esto, pero sólo hay un número limitado de


veces que puedo engañarme pensando que podemos funcionar. Tal vez
tenías razón cuando decías que estábamos destinados a fracasar. Estaba tan
seguro de que podría cambiar, pero sigo siendo el mismo de siempre.

—No, no lo eres. Mira lo que has hecho por mí.

—¿Hecho para ti? ¡Creo que te refieres a ti! ¡Te he fallado, joder!

Nunca me falló y necesito dejarlo claro.

—Te fallé a ti y a nosotros. Fui yo quien entró en mi profundo agujero


de depresión y trató de hundirte.

—No estuve allí. No estuve allí cuando me necesitaste.

—Y no he estado allí desde entonces. No pudiste controlar lo que Aaron


hizo, y yo no pude detenerme. No es culpa tuya, Quinn. Fue sólo la forma en
que las cosas fueron para nosotros .

Quinn se acerca.
—¿Y ahora?

Me encojo de hombros.

—Ahora voy a empezar a escalar para salir del agujero. No tenemos que
retroceder en el tiempo, bueno, no podemos, pero tal vez podamos encontrar
una manera de avanzar.

Levanta la mano y me aparta el cabello que me ha caído en la cara.

—Eso es todo lo que quiero para ti. Te escuché cuando dijiste que
mirarme te causaba dolor, y joder, Ash, es por eso que no puedo permitirme
quedarme.

Las lágrimas llenan mi mirada y me tiembla el labio. Lo único que


quiero es que se quede. Si se lo pido, sé que lo hará -y no por obligación, sino
por amor. Hay una parte muy profunda de mí que quiere ser egoísta, pero eso
es todo lo que he sido desde que perdimos al bebé. Me he centrado en mí y en
mi dolor. Olvidé que había dos personas luchando por superarlo todo.

—Lo comprendo. —Me ahogo con las palabras—. ¿Cuándo te vas?

—En dos semanas.

Suelta la mano y yo me echo a llorar. Tengo que ser fuerte por una vez.
Rebusco en mi bolso y saco la caja que me dio.

—No la abrí. Me pareció algo que no debía hacer sola. —Lo miro a los
ojos azules, rezando por poder pasar un poco más de tiempo con él—.
Esperaba que tal vez pudiéramos hablar de todo y entonces, tal vez,
¿podríamos abrirla juntos?

Aprieta la mandíbula y puedo ver el conflicto que se agita en su


interior. Está enfadado, y con razón, pero también sigue queriéndome. Igual
que yo le quiero a él. No estoy segura de cuál de mis transgresiones le ha
cabreado esta vez.

—¿De qué quieres hablar? ¿Quieres volver a vivir todo el infierno


que hemos pasado? ¿Quieres hablar de cómo me mentiste?

¿Mentir?

—¿Sobre qué mentí?

—Cuando te pregunté si estabas contenta por el anillo, no dijiste que


estabas enloqueciendo y planeando huir en mitad de la noche.

El remordimiento que me invade hace que me duelan los pulmones. Le


hice eso, es imperdonable.

—Tienes razón. Te mentí, y podría decirte que fue mi pena, que lo fue,
pero eso no excusa nada de ello.

Echa la cabeza hacia atrás, mirando al cielo. Espero a que diga lo que
piensa. Cuando vuelve a mirarme, intento mantener la compostura. Estoy a
punto de llorar y odio haberle hecho daño.

—¿Sabes qué es lo peor? Que ahora mismo, quiero tomarte en mis


brazos y decirte que te olvides de todo.

Eso ha sido lo más triste de todo esto. Nuestro amor nunca ha decaído.
De hecho, creo que le quiero más que nunca, pero me siento indigna de todo
ello. Estaba tan segura de que le perdería y esa parte me destrozaría. Los
delirios de ira, ineptitud y odio a mí misma eran tan reales que no podía
verme en esta relación.

Y aquí es donde tengo que ganarme de nuevo toda la confianza que he


perdido.

—Por mucho que lo desee, y lo deseo, creo que tú y yo ya hemos


cometido ese error antes.

Quinn asiente.

—Unas cuantas veces.

Doy un paso adelante.


—Necesito ayuda antes de hacerte pasar por algo más.

—Yo también lo he dicho varias veces.

Lo ha hecho. Ha intentado con todas sus fuerzas que me abriera a


alguien.

—No escuché, y lo siento. Llamé a Clara, y voy a ayudar en el


laboratorio aquí en Virginia Beach. Ese caso... me pesó. Creo que es lo que me
hizo enloquecer, y luego me lo propusiste y, bueno, ya sabes lo que hice. Lo
siento mucho, Quinn. —Esta vez sí caen las lágrimas. Hay tanto
remordimiento dentro de mí que no puede contenerse. He destruido lo mejor
que he tenido: a él.

—Realmente haces que sea difícil no besarte.

—Te amo, y quiero que sepas que, cuando me fui, sentí como si me
partieran por la mitad. Todo me dolía, y aún me duele, pero no era porque mi
corazón no fuera tuyo. Tienes que saberlo.

—A la mierda —murmura y luego me atrae hacia sus brazos, sin


darme un segundo para pensar. Aprieta los labios contra los míos y me
sujeta.

No me muevo. No me atrevería. Me está besando y quiero congelar el


tiempo. Si este momento pudiera continuar para siempre, estaría muy bien.
Estoy en sus brazos, sus labios están en los míos, y no hay planes de que me
vaya a ninguna parte.

Sus manos se deslizan por mi espalda y de su boca sale un gruñido


gutural. Empieza a soltarme, pero yo no lo dejo. Mis manos le sujetan la nuca
y lo mantienen ahí. No tengo fuerza suficiente para sujetarlo, lo que significa
que debe de desearlo tanto como yo.

Quinn parece darse cuenta y se echa hacia atrás, rompiendo nuestra


conexión.
—No debería haber hecho eso.

—No digas eso.

—Me voy, Ashton. Me voy, y lo sabes.

—Lo sé, y no te culpo.

Se ríe.

—No me había dado cuenta hasta ahora de que podrías entenderlo. No


puedo resistirme a ti. Podría intentarlo, y podría resistirme por poco tiempo,
pero soy incapaz de negarte. No importa cuántas veces me diga lo
contrario, eres lo único en mi vida de lo que no puedo alejarme, por eso
seguimos dando vueltas en este círculo.

Tiene razón, y por eso tuve que marcharme en Carolina del Norte. No
podía decirle que no. Lo amaba y sabía que nunca mejoraría si me quedaba.
Tiene sentido que ahora sienta la necesidad de estar lejos de mí.

Aún así, quiero que pasemos juntos el tiempo que le quede. Hemos
pasado por muchas cosas y existe la posibilidad real de que no vuelva a casa.

—¿Harías una cosa por mí?

Parece como si le doliera.

—Depende.

Sonrío. Es inteligente al no comprometerse.

—¿Quieres pasar las próximas dos semanas conmigo? Sé que te vas a ir,
y haré todo lo posible por aceptarlo, pero también me gustaría que nos
curáramos un poco. Nos hemos hecho daño, el uno al otro, y si vas a volver
donde es peligroso, me gustaría que estuviéramos en un buen lugar.

Espero durante lo que me parece toda una vida.

—¿Dónde te alojas ahora que has vuelto?

—No había llegado tan lejos, pero probablemente con Gretchen.


—Puedes quedarte en nuestra casa.

—Pero...

—No tienes por qué, pero son recién casados y yo me iré dentro de dos
semanas. Pueden usar la casa ya que pagué el alquiler del año.

—¿Y dónde te quedarás? —pregunto con miedo. No estoy segura de si


me da miedo que diga allí o en otro sitio.

Si estamos cerca, quizá pueda convencerlo de que se quede. Si no lo


estamos... ¿cómo me sentiré estando en una casa rodeada de sus cosas?

Lleva su mano a mi mejilla como si no pudiera contenerse.

—Contigo.
22
Quinn

Ella está aquí. Está delante de mí y, por primera vez desde que perdimos
a nuestra... hija, no parece desesperada. No sé qué hacer con ella, pero no
puedo dejar de mirarla.

Cuando volé a California, no tenía ni idea de cuál era el objetivo, pero si


este fue el resultado final, entonces valió la pena. Ashton finalmente está
aceptando que necesita lidiar con todo.

—¿Quieres subir a casa de Liam? —me pregunta cuando suelto la mano.

—Sí, estoy seguro de que querrán verte ya que no hay duda de que
Aarabelle se lo dijo. Diablos, no me sorprendería si vemos huellas en la
ventana de Natalie tratando de mirar.

Ashton se ríe, y el sonido me hace sentir como si me hubiera tocado la


lotería. Ha pasado tanto tiempo, joder. Me destroza que sólo venga ahora
porque hemos terminado y me voy. Liberarla era lo correcto. Podría haber
suplicado o luchado, pero eso la habría mantenido en esa jaula y nunca habría
encontrado la fuerza para salir. Ahora puede desplegar sus alas y volar.

—Bueno, asegurémonos de que no tiene la nariz chata.

Empezamos a caminar hacia la casa y yo lucho contra el instinto de


tomarle la mano, pero entonces Ashton alarga la mano y me rodea el brazo
con los dedos. Miro hacia abajo, y ella se da cuenta de lo que ha hecho y suelta
su mano.

—Ash...

—Lo siento, fue...

Dejo de caminar y le tomo la mano.

—No confundas lo que te decía. Te amo, joder, y te daría todo lo que


me pidieras, pero no quiero hacerte daño.

Jesús. Todo esto se está volviendo jodidamente complicado. La deseo


como a una droga. Ella lo es todo para mí, y antes de que se marchara esa
noche, habría seguido tomando una dosis tras otra. Habría tomado una
sobredosis si fuera la única forma de tenerla. Habría soportado la necesidad
constante que tengo cuando se trata de ella. Ella es mi adicción, pero no era
yo el que moría por ella, era ella. Y no puedo hacerle eso.

La única forma de que sobreviva es asegurándose de que no recaiga.

—Lo sé, y soy consciente de que te vas, así que no me haré ilusiones.

Asiento con la cabeza.

—Bien. —Entonces pienso en dos semanas en casa con ella y sin tocarla.

Pensé que había vivido un infierno antes, pero esto va a ser un reino
completamente nuevo.

—¿Quinn?

—¿Sí?

—¿Por qué eres tan amable?

La miro, preguntándome cómo es que aún no lo entiende.

—Porque pase lo que pase, te amo.

—Yo también te amo. —Entonces los ojos de Ashton se vuelven tristes


—. Es una pena que el amor no sea suficiente para nosotros.

Lo es y podría haberlo sido, pero no lo permitimos.

—Bueno, este es un giro interesante de los acontecimientos —dice Liam


con una sonrisa burlona.

Estamos en la terraza, las niñas están dentro jugando a las princesas o a


cualquier otro juego que Aarabelle haya pedido, y yo estoy disfrutando de
una cerveza... o, al menos, eso estaba haciendo. La cara de Liam cuando
entramos valía más que un millón de palabras. La mirada que le lancé le hizo
guardárselas para sí mismo.

Ni siquiera dos horas antes de que ella apareciera, estábamos


trabajando en su auto y yo le estaba contando todas las formas en que la había
superado.

Mentí.

—Todavía me voy.

Liam resopla.

—Claro que sí. Entonces, ¿ella se va a quedar en casa mientras tú


haces las maletas para irte a una misión que ni siquiera es una misión?

—Sí.

—¿Y no te preocupa en absoluto que acaben los dos desnudos?

—No estoy preocupado. —No es una preocupación, es una garantía. No


porque sea una buena idea, sino porque somos Ashton y yo, siempre pasa.

—Me alegro de escucharlo. Aquí pensé, oh, el idiota de mi mejor amigo


va a cometer un error pensando que no es un problema que él y la mujer con
la que quería casarse hace unos días se quede con él. Pero no está preocupado,
así que ¿por qué debería estarlo yo? No es que los dos no tengan autocontrol o
no hayan pasado por un infierno y probablemente se necesiten más de lo
normal...

—¿Te gusta escucharte hablar? —Le contesto.

—Todo irá bien. Estoy seguro de que se quedarán en habitaciones


separadas, pero espera, sólo tienes una cama y un sofá, ¿eso significa que
dormirán allí?

—Vas a dormir bajo tierra si no te callas.

Liam se ríe. El cabrón se olvida de que le he pateado el culo en todos los


entrenamientos de combate cuerpo a cuerpo que hemos tenido. No tengo
miedo de recordárselo.

—Tú y yo nunca nos hemos contenido el uno con el otro, y no sé qué


demonios decir esta vez. Si fuera Natalie, estaría haciendo lo mismo que tú,
así que ahí no puedo decir una mierda. Sin embargo, necesito recordarte que
esto es una muy mala idea. Tu cabeza no está recta desde todo el incidente, y
eres un maldito mentiroso si me dices que lo está.

¿Cómo diablos podía ser? Aaron era mi amigo, o al menos se suponía


que lo era. Me había retenido y drogado cuando más necesitaba estar con ella.
He hecho lo que he podido para perdonarle, pero la verdad es que nunca lo
haré.

—No voy a hacer otra rotación para verlo —le digo, esperando que sepa
de qué hablo.

Liam asiente.

—A mí también me cuesta llegar a ese punto. Aarabelle pregunta por él,


y me cuesta no decirle que no volverá a verlo si yo tengo algo que ver.
Les he contado a los chicos todo lo que recuerdo y cómo crié a su hija,
pero hay una parte que he omitido. No creí que todos merecieran saberlo,
pero Liam sí.

—Sabes que parte de su razonamiento era que Ashton estaba


embarazada y él estaba tratando de ayudar a asegurarse de que la historia no
se repitiera.

La botella de cerveza de Liam baja de sus labios.

—¿Eso significa su historia?

—Dijo cómo Cole se lo lleva todo. Su mujer, su hijo, su mejor amigo y


luego dijo cómo se aseguraba de que a mí no me pasara lo mismo. Ya sabes,
Lee estaba embarazada cuando le pasó lo suyo, cuando volvió ella estaba
contigo y...

—¿Y qué? ¿Iba a mudarme con tu novia embarazada?

—Supongo.

Maldice y sacude la cabeza.

—Es difícil recordar que ya no es él, ¿sabes? Aaron volvió, parecía estar
superando las cosas, y luego se volvió loco hace unos meses. Era como si no se
diera cuenta de que había pasado el tiempo. Aparecía aquí, preguntando por
su mujer, y Lee no sabía qué hacer. Pensó que seguía embarazada y que
Aarabelle no era su hija.

Odio que estuviera pasando por eso y nunca dijera una palabra. No sé
qué habría hecho yo, pero al menos le habría escuchado. Liam es un buen
hombre, cuyos valores están por encima de sus propios deseos. Hará lo
correcto sin importar cuánto le cueste. Tener que retroceder en el tiempo y
revivirlo todo tuvo que pesarle mucho.

—¿Por qué no me lo dijiste?

Los ojos de Liam se llenan de pesar.


—¿Crees que eres el único hombre en el mundo que sufre con la culpa?
Han pasado años, y todavía miro a mi mujer y me pregunto si no soy el mayor
cabrón que camina por esta tierra. Decírselo a alguien no era algo que
quisiéramos hacer, pero creo que el hecho de que viniera a casa y nos viera,
tener que explicarle lo sucedido una y otra vez, fue lo que le empujó a ello.
Aaron y yo nunca pudimos ser los mismos después de todo lo que pasó, y en
ese sentido, algunas de las cosas que me dijiste tenían razón.

—No creo que haya estallado por tu culpa, Liam. Tampoco tenía razón
en nada de lo que dije hace tantos años. Fue un maldito imbécil al hacerle lo
que le hizo a Lee antes de que lo secuestraran. Tuvo suerte de que entraras en
su vida.

—Siento no haberte hablado de sus problemas. Realmente pensé que,


una vez que lo lleváramos al centro de tratamiento, obtendría la ayuda que
necesitaba.

No tiene nada por lo que disculparse.

—No es como si supieras de su plan.

Liam se ríe una vez.

—Podría haberle ayudado si lo hubiera hecho. Lo tuviste fácil en el BUD


y no te capturaron como al resto de nosotros.

—Yo era demasiado superior de un SEAL, incluso entonces.

—Sí, de acuerdo. Pero hablando en serio, ¿estás bien después de todo?


Sé que estás bien en algunos aspectos, pero...

Este es un tema que no discutimos. No se pasa por la mierda que hemos


pasado y no tener problemas residuales, me importa una mierda lo que
digan los demás. Algunos beben. Algunos se enfadan y se largan. Algunos
joden a sus esposas porque se sienten indignos. Y algunos simplemente lidian
con ello. Me gustaría pensar que Liam y yo estamos en el último club.
Claro, a veces tengo sueños, pero aparte de eso, proceso mi mierda y
sigo adelante.

—Estoy bien. De verdad, hombre. Creo que tener que preocuparme por
Ashton me ayudó a no pensar en ello. Intentaba tanto arreglar las cosas para
ella que no tenía tiempo para centrarme en mí mismo.

—Eso es lo que me preocupa.

—Mírate siendo todo paternal y esa mierda.

Liam pone los ojos en blanco.

—No voy a perder a otro mejor amigo porque no nos ocupemos de las
cosas.

Aaron y Liam estuvieron más unidos que nosotros durante mucho


tiempo. No había nada que esos dos no hubieran hecho el uno por el otro.

—No soy Aaron.

—No, no lo eres.

—¿Recuerdas cuando se quedó atrapado bajo el alambre de espino en


ese centro de entrenamiento en Carolina del Norte?

Liam se ríe.

—La misma en la que te caíste del tronco cuando intentabas presumir y


no sabías que le habíamos puesto aceite.

Bastardos.

—Pagaste por eso cuando te pegué las botas por arriba.

—Sí, no pude conseguir que se abrieran y tuve que comprar unas


nuevas.

El ambiente cambia cuando empezamos a contar viejas historias sobre


el entrenamiento. Después de graduarnos, tomamos caminos separados.
Liam se fue a California y yo me vine a Virginia. No estuvimos en el mismo
equipo hasta mucho después. Ahora, yo estoy fuera y él sigue en activo, pero
todavía tenemos la sensación de estar librando las mismas batallas.

—Sobre Ashton… —Él trae la conversación de vuelta—. Sé que estás


empeñado en irte, pero ¿puedes hacerlo ahora que ella está aquí?

Doy un largo trago a mi bebida y me lo pienso. Mi reacción instintiva es


decirle que podría ir sin dudarlo, pero no estoy muy seguro. Esto es un puto
regalo que Jackson me hizo para que pudiera salir, no porque realmente
quieran información. Lo que creo que esperan es que vuelva en unas semanas
con la cabeza más despejada.

Sin embargo, ahora está aquí. Dos semanas de ella y yo compartiendo


espacio, y su única esperanza es que me vaya sin que nada sea incómodo entre
nosotros. Como si eso fuera posible.

Hace sólo unos días, le puse un anillo en el dedo. Claro, no fue


exactamente como yo quería y se estrelló en un pozo ardiente de mierda, pero
quería casarme con ella. Todavía quiero.

Me bastó una sonrisa suya para volver a ponerme de rodillas. Le dije


que se quedara conmigo como si fuera la única opción. Gretchen y Ben,
recién casados o no, la habrían aceptado sin dudarlo, cualquiera de nuestros
amigos lo habría hecho.

Pero la quiero cerca. Necesito verla, tocarla y verla sonreír. Quiero


saber que está a salvo conmigo.

Entonces pienso en la bomba que me lanzó: una niña. El bebé que


perdimos era una niña. Pienso en Aarabelle y en la niña pelirroja con la que
había soñado.

—¿Sabes que el bebé era una niña?

—¿En serio?

—Ashton aparentemente se enteró hoy de alguna manera.


—¿No pensaste en preguntar?

No puedo procesar muchas cosas a la vez. Su presencia frente a mí ya


era suficiente shock.

—Todavía no. De todas formas, no sé si importa. Pero... una niña.


Hubiera tenido una niña.

Liam se levanta y camina hacia mí con otra cerveza.

—Se habría echado a perder con sus tíos y su padre.

Seguro que lo habría sido. Este grupo de chicos tiene cero moderación
cuando se trata de las niñas. Aarabelle es la dueña de este equipo, pero Erin y
Makenna, la niña de Mark que todavía es un bebé, están en camino de
tenernos a todos envueltos alrededor de sus dedos. Siempre son las niñas las
que nos ponen de rodillas.

—La habría amado.

La mano de Liam se apoya en mi hombro.

—No habrías podido resistirte. Por eso me preocupa que Ashton y tú


vuelvan a hacerlo. Ninguno de los dos tienen la capacidad de resistirse el uno
al otro. Si vas a dejarla, ¿por qué hacerle más daño?

No voy a dejarla. No en el mismo sentido. Me voy por ella. Esto es lo que


ella quería en cierto modo, y es lo mejor que puedo hacer para
proporcionárselo.

—No mentiré y diré que será fácil, pero ella ha dejado claro que está
aquí para curarse, no para que resolvamos nuestras mierdas.

—¿De verdad crees eso?

Me encojo de hombros.

—¿Por qué no iba a hacerlo?

—Porque te miró toda la noche y sus ojos no dejaban de hacer eso... oh,
Quinn, te quiero, por favor, no me dejes —dice Liam imitándola
horriblemente.

—Eres ridículo.

—¿Lo soy? ¿Quieres apostar?

No voy a apostar por Ashton con él.

—Vete a la mierda.

—Si estás tan seguro, pon tu dinero donde está tu boca.

Odio su estúpido culo.

—¿Y qué gano yo?

—Si tú y Ashton vuelven juntos, te quedas con la chica. Si la pierdes,


entonces vas a donde quieres, ¿verdad? De cualquier manera, creo que ganas,
amigo.

Si no recupero a la chica, definitivamente no gano, pero seguro que no


se lo diré. Tengo que resignarme a la posibilidad de que no haya un
reencuentro entre Ashton y yo, sólo un lugar de entendimiento.

Al menos esa es la mentira con la que me voy a alimentar hasta que me


llenen las ruedas de camino al desierto.
23
Ashton

—Puedo dormir en el sofá —ofrezco.

Quinn me mira como si estuviera loca, y puede que lo esté. Todo este
plan es una locura, y está claro que no estaba pensando. Cómo voy a pasar dos
semanas con él y no acabar con el corazón diezmado, no tengo ni idea.

Terminamos de hacer nuestra rutina nocturna y caminamos hacia


nuestros respectivos lados de la cama. Una vez que nos subimos, es incómodo
como el infierno. Los dos estamos tumbados, mirando al techo, con las manos
en el pecho para no tocarnos.

Jesús, esto va a apestar.

Entonces Quinn se ríe. El sonido es tan fuerte en el silencio absoluto


que me giro para mirarle.

—¿Qué?

—Esto.

Sonrío.

—¿El hecho de que ambos estamos siendo raros?

—Sí. —Se mueve a su lado y abre los brazos—. Ven aquí. Si sólo tengo
dos semanas, pienso hacer que cuenten.
Me invade un sentimiento de tristeza, pero lo alejo. Hoy es un día para
la esperanza, no para lamentarse. Me acurruco entre sus brazos y me encanta
la forma en que me acurruco contra él. Me envuelve y cierro los ojos,
memorizando este momento.

No estoy sola ni abrumada por la depresión. Estoy luchando contra


ella, negándome a dejar que me coma viva. Estoy triste porque, si no
hubiéramos perdido al bebé, su mano estaría descansando sobre mi gran
bulto. Podríamos estar aquí tumbados, sintiendo sus patadas, podríamos
estar prometidos y planeando la boda que queremos.

Esa no es la realidad, pero podría ser peor. Uno de nosotros podría estar
muerto.

—Quinn —susurro.

—¿Sí?

—Lo siento.

—¿Por qué?

Me giro para poder mirarle y su mano se apoya en mi cadera.

—Siento haberte perdido.

—No me perdiste.

—Sonrío a medias agradeciéndole que intente decirme lo contrario. Los


dos sabemos que no es verdad. Lo perdí el día que subí a ese taxi y lo dejé.
Aunque me haya perdonado y me lo permita esta vez, ya no es mío.

—No tienes que mentirme.

Me lleva la mano a la cara y me estremezco bajo su contacto.

—Creo que aunque estuviéramos en lados opuestos del mundo,


seguiríamos perteneciéndonos el uno al otro.

No llores. No llores.
Se me escapa una lágrima y se la limpia con el pulgar.

—¿Por qué lloras?

—Porque te amo y todo esto es culpa mía.

—Creo que por eso no siento que nos hayamos perdido, Ash. No es
culpa de nadie.

—Es culpa mía que te vayas.

—No —niega—. No creo que sea culpa tuya ni mía. Quién sabe, puede
que vuelva en unos meses y por fin resolvamos nuestras mierdas y no nos
desmoronemos.

Me derrumbaré cuando se vaya. Siempre querré a Quinn y lo desearé,


eso nunca cambiará. Seamos técnicamente algo o no, él es mío y yo soy suya.
Tenía razón cuando dijo que éramos infinitos. Mi amor por él no tiene fin.
Si no podemos encontrar la manera de estar juntos, no estoy segura de que
otro hombre pueda llenar ese vacío.

—Tengo un plan.

—¿Lo tienes?

Sí, me aseguraré de que no estemos en lados opuestos del mundo en


dos semanas. Ese es mi plan.

—Tendrás que verlo, pero... empieza mañana.

Quinn me echa el cabello hacia atrás y me besa la frente.

—Bienvenida de nuevo, fragolina.

Cierro los ojos y me acurruco más. Se siente bien un poco de


optimismo.
—Y este es nuestro laboratorio —dice el Dr. Danton mientras me
acompaña a la parte de atrás.

Este laboratorio es muy diferente del de Nueva York. La mayor


diferencia es que es luminoso. No parece una mazmorra, y aunque su equipo
no es el material al que estoy acostumbrada, tampoco escatimaron. Estuve
en uno de los mejores laboratorios del país, y este es mucho más pequeño,
pero está bien hecho. A veces me preguntaba si toda la tecnología era
realmente mejor. Nuestros índices no mejoraron gracias a las
actualizaciones, mejoraron a medida que desarrollábamos una ciencia
mejor.

—Es genial. —Sonrío, esperando que vea que lo digo de verdad.

—Realmente podríamos usar tu ayuda, Ashton. El caso en el que


estamos trabajando, Clara dijo que tuviste un problema similar.

—Sí, el óvulo de esa paciente rechazaba el esperma. Llevó mucho


trabajo averiguar por qué.

—¿Estarías dispuesta a venir a bordo de forma temporal y luego, si


estás contenta y sentimos que encajas bien, podríamos hablar de algo más
permanente.

—Definitivamente estoy bien con algo temporal.

Sonríe, y veo que ha sido su último esfuerzo.

—No sabes cuánto te lo agradecemos.

El Dr. Danton empieza a informarme del caso para el que necesita


ayuda. Asiento, intentando que mis emociones no se descontrolen cuando
entra en la historia del paciente.

—Es una mujer maravillosa y quiero ayudarla.

Asiento con la cabeza.

—Es joven.

—Sí, desarrolló un cáncer de ovarios a los treinta y pocos años y acudió


a mí para que le congelara algunos óvulos. Tuvo que someterse a una
histerectomía completa. —Se me seca la garganta mientras le escucho
continuar, pero vuelvo a ponerme en modo ciencia—. Se casó con su marido
durante los tratamientos contra el cáncer, fue un momento realmente
aterrador para ambos, pero hace unos seis meses, acudió a mí con una madre
de alquiler.

Asiento con la cabeza.

—¿Pero tienes problemas con la fecundación del óvulo?

Se agarra la nuca y se muerde el labio inferior.

—Sí. Fue frustrante, y ella pidió esperar desde que nos quedamos con
un solo óvulo. Ella no quería volver a intentarlo antes de que fueran capaces
de aceptar que esta era realmente su última oportunidad .

Conozco muy bien el sentimiento de desesperación.

Hablamos más en profundidad sobre lo que han probado y los


problemas que han tenido. Creo sinceramente que con la técnica que he
desarrollado, esto podría funcionar. Por supuesto, sólo tengo un huevo para
hacer un intento, pero ... todavía tienen que hacerlo a mi manera.

Clara siempre me apoyó, me dio oportunidades que otros médicos no


tendrían. Veo las cosas de otra manera.

—Me gustaría tener unas semanas para repasar realmente las cosas, ¿si
te parece bien? Puedes hacerle saber a tu paciente que no es por falta de
confianza, sino más bien por ser extremadamente precavidos.

Él sonríe.

—A Wendy le parecerá bien. No tiene ninguna prisa. Prefiere que esto


funcione para que no tengamos que recurrir al óvulo de otra mujer.

Intento imaginar si Wendy fue como yo después de su último fracaso.


¿Tenía ganas de rendirse? ¿Pensó que las cartas estaban en su contra? Me
pregunto si dejó que su marido la abrazara mientras lloraba o si lo apartó. O
tal vez Wendy fue más fuerte de lo que yo podría haber sido y consiguió
ayuda desde el principio.

—Dr. Danton, tengo una pregunta un tanto extraña, pero ¿tiene


algún tipo de servicio de apoyo al paciente para sus clientes?

Clara me había insistido mucho para que viera a Sarina, la terapeuta de


la clínica de Nueva York, pero no le hice caso. Ahora empiezo a preguntarme
si no fue en mi propio perjuicio. No quiero pasar por la molestia de encontrar
a alguien que entienda el trauma o el duelo, y si este centro tiene una,
probablemente me iría mejor viéndola a ella. Ella sabe por lo que pasan las
mujeres durante un aborto espontáneo.

—La tenemos, ¿te gustaría conocerla?

—Realmente me gustaría.

—¿Puedo ser franco?

Sonrío suavemente y me preparo.

—Claro.

—Clara y yo somos amigos desde hace mucho tiempo, y su marido,


Mac, fue de hecho el padrino de mi boda. Cuando mencionó que estabas aquí,
sentí curiosidad. Ella no quiso divulgar nada más que habías sufrido mucho y
eso te trajo aquí.

—Tuve un aborto espontáneo muy traumático en el que tuve que


someterme a una histerectomía completa. No estaba segura de poder volver a
entrar en un laboratorio o hacer algo que sé que nunca podría hacer yo
misma.

Sus ojos se llenan de simpatía.

—Siento escuchar eso, pero ya estás aquí.

—Estoy aquí.

—¿Por qué no vamos a conocer al personal?

—Eso suena genial.

El Dr. Danton o, como él quiere que le llame, Greyson, me enseña la


clínica. Cuanto más veo la clínica, más a gusto me siento. Tiene un aire
hogareño en lugar del ambiente pijo neoyorquino al que estoy acostumbrado.
No intentan impresionar a la élite de la alta sociedad. Ayudan a la gente
corriente de la zona.

No es que uno sea mejor que el otro... simplemente es diferente. Y


necesito algo diferente.

Llegamos a un despacho y llama a la puerta. Una guapa mujer de


cabello castaño y cálidos ojos marrones sonríe al vernos. Me cae bien al
instante. No sé por qué ni qué es, pero en cuanto la veo, me siento a gusto.

—Dr. Danton, no esperaba verlo. —Su acento español suena en la


última palabra.

—Carolina, esta es Ashton, nos va a ayudar en el laboratorio como


nuestra nueva embrióloga y luego espero que de forma más permanente si
nos la ganamos.

Su sonrisa es tan brillante como el sol.

—Maravilloso, nos haces un gran servicio, mi número de casos


disminuyó cuando dejamos de aceptar nuevos pacientes hace un mes, y
aunque he disfrutado del pequeño respiro, será agradable volver a tener un
día completo.

—Estoy muy contenta de estar aquí.

—Es la antigua embrióloga de Clara y Mac Madison. Ella está aquí para
el caso de Wendy y Byron en su mayor parte, pero hay una posibilidad de más
si es de mutuo acuerdo .

Carolina aplaude.

—¡Qué maravilla! Hacen una pareja estupenda, y tú vienes de uno de


mis laboratorios favoritos. Me encanta Clara, es una doctora fantástica que
se preocupa mucho por sus pacientes.

—Sí, es fantástica y la admiro mucho. Carolina, me preguntaba si


tal vez tendrías unos minutos para hablar conmigo.

—Por supuesto. Greyson, ¿te importa si te la robo un rato?

Greyson niega con la cabeza.

—En absoluto. Estaré en mi despacho cuando termines, ¿podrías


pasarte a firmar unos papeles?

—No hay ningún problema.

Se despide y de repente me pongo muy nerviosa. Carolina me hace


pasar a la habitación y me indica que me siente.

—Dime, ¿en qué puedo ayudarte?

El gran volumen de ayuda que necesito probablemente la asustaría,


pero me he quedado sin cuerda a la que agarrarme. Así que aquí estoy,
arriesgándome a pedir ayuda. Si Carolina no se siente cómoda hablando
conmigo, tal vez conozca a alguien que sí lo esté.

Esa afirmación por sí sola me aterra, pero no quiero pasar el resto de mi


vida en esta miseria.

—Intentaba ver qué es lo que hizo que me gustaras al instante —digo


mientras jugueteo con las manos—. Pero creo que es que me recuerdas a
alguien a quien quiero mucho. Ha sido mi mejor amiga desde que estaba en
el instituto, y probablemente por eso soy capaz de estar sentada en esta
habitación ahora mismo.

Carolina se desplaza hacia delante.

—Tu mejor amiga... ¿está aquí?

—No, Catherine se mudó a California con su marido. Estuve allí hace


unos días, y ella es la razón por la que estoy aquí.

—¿Aquí en mi oficina o aquí en Virginia Beach?

—Ambas.

—Ya veo. —Su voz es suave con un poco de curiosidad en ella.

—Hace casi tres meses, sufrí un aborto espontáneo que me provocó tal
hemorragia que necesité una histerectomía. Estaba embarazada de casi
cuatro meses, y yo... bueno, ser madre era lo único que realmente quería en
mi vida. De hecho, iba a hacer que Clara se sometiera a tratamientos de
fertilidad y entonces me acosté con mi ex, al que amo mucho, y me quedé
embarazada de lo que yo creía que era un milagro. —Las lágrimas empiezan a
formarse y me cuesta hablar—. Fue... Fue... el sueño fue…

—Arrancado de ti —termina Carolina.

Asiento con la cabeza.

—No he estado bien desde entonces.

—Me imagino que no.

—Necesito ayuda. No puedo seguir viviendo así. Si no estás cómoda


porque estaré trabajando aquí, lo entiendo, pero esperaba que conocieras a
alguien que lidie con la infertilidad y la pérdida que conlleva.

Carolina se levanta y se sienta a mi lado.


—Para una mujer, enfrentarse a un aborto espontáneo es difícil, y si te
sientes cómoda hablando conmigo, estaré más que dispuesta a ayudarte. El
hecho de que estés sentada aquí ahora mismo dice mucho de tu fortaleza,
Ashton. He visto a pacientes esperar años antes de pedir ayuda, y para
entonces, lo han perdido todo.

No tardé años en perderlo todo. Pude hacerlo en poco tiempo. Tal vez
me den una galleta por haberme adelantado.

—Estaba en el plan acelerado. —Intento bromear.

—¿Por qué no me dices qué quieres decir con eso?

Suelto un fuerte suspiro y me descargo. Sin embargo, no me di cuenta


de todo lo que pasé en ese lapso de tiempo. Como expliqué aquel día, me
pregunto cómo no he acabado comprometida. En realidad, probablemente
debería haberlo estado. Luego le explico a Carolina todo lo demás. La
mudanza, el trabajo, el viaje a Carolina del Norte y lo que me trajo de vuelta
aquí.

Termino y me siento sin aliento.

—Soy un desastre, ¿verdad? Siento que soy un desastre.

—Me parece que estás más unida de lo que crees. Has pasado por un
evento traumático muy serio, uno que cambió el curso de tu vida. Me
sorprendería que no sintieras que eres un desastre.

—Quiero sentirme mejor.

Sonríe y me da un golpecito en la mano.

—Bueno, ése es el primer paso.

—¿Cuál es el segundo?

—El trabajo.
24
Ashton

Cuando dijo trabajo, no bromeaba. Es duro y me siento como si me


hubiera atropellado un autobús. En la sesión de hoy, hemos contado todo el
día en que perdí al bebé. Lo he revivido paso a paso. Repasé mis emociones
como si estuviéramos diseccionando un caso. Carolina no cejaba en su
empeño de que siguiera presionando y me decía que ‘profundizara’ cada vez
que empezaba a echarme atrás.

Ahora estoy sentada en la terraza delantera de la casa con vino,


haciendo todo lo que puedo para no retirarme de nuevo.

Que es realmente lo que quiero hacer.

—Hola. —La voz profunda de Quinn me hace dar un respingo.

—Hola.

—¿Estás bien?

Su preocupación por mí es interminable, y dejarlo marchar va a ser lo


más difícil de superar. —Sí, una sesión dura con Carolina—. Escurro la copa
de vino para enfatizar.

En los últimos tres días, ha estado genial. Me escuchó hablar de


Carolina y lo mucho que me recuerda a Cat. No recuerdo haber congeniado
con nadie como con ella. Cuando estamos en su despacho después de que
todos se hayan ido, no es la chica dulce que saluda y sonríe, es una exorcista
que está sacando los demonios de mi corazón.

Al menos, así es como yo la veo.

Quinn no me ha presionado ni preguntado, pero me ha animado a que


lo comparta con él, ya que probablemente necesite escucharlo después de
tantos meses en los que me he negado a dejarlo entrar.

Así que hago todo lo posible por ser un libro abierto.

—¿La has vuelto a ver hoy? —pregunta Quinn con un poco de sorpresa.

Me levanto de la silla y me acerco a donde está apoyado en la


barandilla. El sol está a su espalda, proyectando un cálido resplandor a su
alrededor. Si sigo mirándolo así, podría quedarme ciega... es perfecto.

Así que, para disimular el hecho de que quiero caer de rodillas y rogarle
que se quede, me pongo a su lado.

—Te dije que voy a diario hasta que ella diga que podemos reducir.

—Me alegro mucho de que te funcione.

Apoyo la cabeza en su hombro, dejando que me sostenga un poco.

—Te prometí que iba a buscar ayuda.

Apoya su cabeza en la mía.

—Lo sé, y ya estás volviendo a mí.

Mi corazón empieza a acelerarse porque eso es lo que intento hacer. Lo


necesito tanto y lo deseo aún más. Eso es algo entre lo que estoy aprendiendo
la diferencia. Puedo sobrevivir a perder a Quinn, pero no quiero. Lo elegí a él.
No es una necesidad como respirar o comer. Es un deseo que está en lo más
profundo del alma y que sólo puede calmarse estando con él.

Necesito probarlo.

Me sacudo la seriedad a la que se dirige esta conversación.


—Bueno, para que vuelva alguna vez, Carolina dice que es importante
esforzarse al principio y que debe ser intenso. Es algo así como su versión de
los BUD.

Me da un codazo en el hombro.

—No durarías ni un día. La primera vez que alguien te dijera que te


dejaras caer, lo rechazarías.

—Bueno, según todas las películas e historias que he escuchado, son


malos.

—Seguro que no es un campamento de verano.

Prefiero no volver a comer comida rápida que pasar por meses de


tortura. No, gracias. Además, se ensucian mucho. Quinn me ha contado
muchas historias sobre su entrenamiento, y cada una me ha hecho
preguntarme si era un sádico.

—Me echaron del campamento de verano. —Me encojo de hombros.

—¿En serio?

—La consejera era una zorra. No le caía bien gracias al chico consejero,
que estaba súper bueno, y quería hablar conmigo. Yo tenía catorce años,
pero... sabía coquetear y agitar lo que mi mamá me daba, y ella no.

Se echa a reír, la cabeza se le cae hacia atrás y juro que quiero pasarle la
lengua por la columna de la garganta. Necesito controlarme.

—Entonces, ¿qué hiciste?

Desvío la mirada para asegurarme de no hacer el ridículo.

—Me enrollé con él y me aseguré de que entrara.

—¿Y eso hizo que te echaran?

—No, me echaron porque ella me dijo que no fuera a nadar, pero su


equipo estaba allí, así que dije que se jodiera y fui igualmente.
Quinn me mira con una mezcla de asombro y un poco de incredulidad.

—¿Qué? No me gusta que me digan lo que tengo que hacer.

Sonríe con picardía.

—A veces lo haces.

Me sonrojo y suelto una risita suave.

—Cumpleaños y Navidad, colega. Ahí es cuando puedes darme


órdenes.

—Ya que nos vamos a perder las dos fechas… —Quinn se interrumpe, y
no necesito ser un genio para saber a dónde quería llegar con eso.

Sin embargo, desde nuestro beso, ni siquiera hemos vuelto a


acercarnos a eso. Claro, él me abraza cada noche, y anoche, vimos Lucifer en
la televisión y nos acurrucamos, pero eso es todo. Ninguno de los dos ha
hecho un movimiento en ese sentido.

Pero estar aquí al atardecer y con dos copas de vino de más hace que sea
imposible volver a meter mi necesidad en los recovecos de mi mente.

—¿Es eso lo que quieres?

—Siempre te querré, Ashton.

Al mismo tiempo, nos movemos el uno hacia el otro como si fuéramos


dos imanes que se atraen y no hay forma de parar.

Le rodeo el cuello con la mano y él me agarra de las caderas mientras


nuestros labios se encuentran en un choque de pasión. Enredo los dedos en su
pelo y nos besamos como si no hubiera más remedio.

Y no creo que lo haya.

Me agarro a él mientras empuja su lengua hacia dentro, deslizándose


contra la mía. Gimo al sentir su calor y el sabor de su boca. Los dedos de
Quinn se clavan en mis costados, me agarran con tanta fuerza que juro que
podría hacerme moratones, pero no me importa.

Quiero que me abrace, que me toque, que me empuje y tire de mí.


Intento poner todos mis sentimientos en este beso. Rezo para que sienta el
amor, el remordimiento, la pena, la esperanza y el perdón que se
arremolinan en mi interior.

—Dios, Ashton. —Él gime y luego su boca está en la mía de nuevo.

Nos besamos y mi cabeza da vueltas, los pensamientos del pasado y de


cualquier futuro posible chocan. Lo veo todo, una vida en la que quizá no
tengamos una casa llena de niños, pero estamos nosotros. Dos personas que
nadaron por aguas desconocidas para volver el uno al otro. Y entonces el
sueño que dejo construir en mi cabeza se detiene.

Se va al extranjero por Dios sabe cuánto tiempo.

Estoy jugando con fuego y acabaré con más quemaduras que me


dejarán cicatrices para siempre.

Uno de los dos tiene que protegernos del dolor. Él lo hizo por mí antes,
y ahora me toca a mí hacerlo por mí misma.

—Quinn, para —digo y doy un paso atrás—. Quiero esto. Lo deseo tanto
que literalmente no hay nada que pueda desear más porque eres perfecto. Me
dejas volver sin hacer preguntas. Me quedo en esta casa contigo, tumbada a
tu lado, hablando contigo, sintiendo que me abrazas y me mantienes unida,
pero... te vas a ir, y no puedo fingir que no me va a doler.

—No intento hacerte daño.

—Sé que no lo haces, pero por primera vez, siento que puedo respirar
un poco más tranquila, y... temo que si dejo que llenes mis pulmones, cuando
te vea alejarte de nuevo, no podré respirar después.

Se pasa la mano por la cara y empieza a moverse por el porche.

—Esto no debería ser tan difícil. Debería poder recoger mis cosas y
marcharme, como tú hiciste aquella noche.

Siento como si alguien me hubiera dado un puñetazo en las tripas.

—No fue fácil para mí.

—¿No?

—No tienes ni idea del dolor que me causó alejarme de ti.

Recuerdo lo que dijo Carolina, quédate en el dolor y supéralo. Quinn y


yo tenemos un montón de heridas que debemos superar. Si podemos superar
parte de ello, quizá no se aleje demasiado. Tal vez vuelva cuando vea que
debemos estar juntos.

—No tienes ni idea de lo que me hace saber que me voy en una semana y
media.

—Entonces quédate.

Digo las palabras y me arrepiento al instante, pero es la única respuesta


que puedo dar.
25
Quinn

Quiere que me quede.

El conflicto rueda como una bola de bolos, cada bolo es una excusa que
elimina, dejándome sólo una en pie.

¿Puedo confiar en que la única razón por la que debería subir al avión
está delante de mí, capaz de sacarme?

No lo sé, y sólo ese hecho evita que se derrumbe.

—No puedo quedarme.

Su sonrisa es pequeña y triste.

—Lo sé.

—¿Lo sabes?

Ashton asiente.

—Te empujé a esto, y entonces, sí, sé que no puedes. Hay algo que estás
persiguiendo. Algo que pareces necesitar.

Lo único que necesito es a ella, pero yo era lo que la estaba rompiendo.


Voy allí para escapar de esto y encontrar una nueva forma de vivir. Una sin
esta hermosa mujer de grandes ojos azules y boca inteligente. Ella necesita
hacer lo mismo, y mientras estemos cerca el uno del otro, esto siempre será lo
que pase.

—Todo lo que necesito es que seas feliz.

—¿Y si tú eres lo único que puede darme eso? —Ashton desafía.

—Ambos sabemos que soy el que te lo quita.

Aston separa los labios y resopla.

—Estás tan equivocado que ni siquiera tiene gracia. ¿Crees que me


quitas la felicidad? Idiota! —grita y levanta las manos—. ¡Estoy enamorada
de un idiota! —Luego se recompone—. Lo siento. Me prometí que no te
pediría nada de eso. Lo siento.

Sale corriendo del porche y escucho la puerta cerrarse mientras estoy


aquí.

Quiero sonreír, reír, estrecharla entre mis brazos y darle vueltas. Me


llamó idiota. Por primera vez en meses, vi a mi Ashton. Es la mujer que no
protegía su ira ni cuidaba su boca. Estuvo allí por un momento antes de que se
contuviera y se disculpara.

Vuelvo a la casa y la encuentro sentada a la mesa, mirándose las manos.

—Soy un idiota. —Mi voz es baja y cuidadosa. No quiero asustarla, pero


tampoco quiero pasar así el tiempo que tenemos juntos.

—Lo sé.

Esta vez sonrío.

—Tenemos un montón de mierda con la que lidiar, ¿no?

Ashton me mira.

—Sí, lo hacemos. No puedo mentirte, Quinn. No te diré que quiero que


te vayas, pero lo entiendo.

—¿Crees que es por nuestra hija?


Sus ojos brillan con lágrimas no derramadas.

—Creo que es por todo, pero sobre todo por mí. Luchas cuando me ves.
Veo tus ojos cambiar, y hay un nivel de dolor debajo de todo.

—Me dolió por ti, fragolina. Me duele porque no te di lo que


necesitabas y tuviste que dejarme para encontrarlo. Cuando te miro, veo mi
fracaso en cuidar de la mujer que prometí proteger.

—¿No es triste que ambos luchemos contra lo mismo? Siento que te he


fallado, y tú crees que me has fallado. En realidad —dice Ashton, y entonces
la lágrima cae por su cara—, ninguno de los dos tuvo nada que ver.

—Sé que no pude evitar que la perdiéramos. Pero podría haberte


tomado de la mano después. Debería haber estado a tu lado, pero no lo
estuve. A menudo me he preguntado si el tiempo que tuviste para poner tu
cara de valiente fue la razón por la que luchaste tanto después.

—No, Dios no, Quinn. Nunca fue culpa tuya. Me culpo a mí misma, a
mi cuerpo, a Aaron, pero no a ti. Nunca pensé que fuera culpa tuya que
la perdiéramos. Quizá nunca debimos tenerla.

Me siento a su lado, con las manos cruzadas sobre la mesa. No


creo que sea verdad.

—¿Piensas en ella? ¿Cómo habría sido? ¿Cómo sonaría?

Mi objetivo no es hacerle daño, pero tenemos que hablar de esto. La


pérdida de nuestra hija nos pesa a los dos.

Los labios de Ashton se entreabren y su voz está llena de dolor.

—Todos los días.

—Daría cualquier cosa por cambiar las cosas —confieso.

Sus grandes ojos azules me miran y observo sus emociones como si


fuera una película.

—Daría cualquier cosa por volver atrás y deshacer el daño que he


causado. Tantos errores que he cometido.

Ambos lo hicimos. Intenté quererla lo suficiente para que superara su


pena y, al final, nos hizo daño a los dos. Ella no afrontaba las cosas y yo seguía
pensando que si la obligaba a quedarse a mi lado, encontraríamos la manera.
Ahora veo que debería haberla dejado marchar.

—Amar a la que hubiera sido nuestra hija nunca fue un error.

—Se merece un nombre —dice Ashton, con la voz entrecortada—. Era


nuestra y nosotros... la amábamos.

Pienso en las noches que pasábamos tumbados en la cama, riéndonos


de los nombres que sugeríamos para superarnos el uno al otro. A mí me hacía
gracia y a Ashton le entraba el sentido de la competición. Dios, teníamos
algunos ridículos.

—Ninguna de las opciones que teníamos antes sería correcta.

Ella niega con la cabeza.

—No, definitivamente no. He estado tratando de encontrar algo en mi


corazón que se sienta bien. Algo que tenga esperanza y significado.

—¿En qué estás pensando?

—Iris o Rose.

No estoy seguro de qué significado tienen en nuestro mundo.

—¿Por qué?

—Iris significa arco iris y está todo el asunto de cruzar el arco iris. Pero
mi favorito es Rose. Primero, porque son preciosas y tú me regalaste rosas, lo
que contribuyó a mi embarazo. Con tu poética tarjeta no pude resistirme a
perdonarte.

Lo había olvidado. Parece que hace un millón de años le enviaba cosas


como café y flores sólo para que me hablara. Por no hablar de mi versión de
Las rosas son rojas.
Sonrío, incapaz de contenerme.

—Rose.

Mi mano busca la suya y ella me abre la palma mientras entrelazo


nuestros dedos.

—Nuestra Rose.

Los dos nos quedamos sentados durante un minuto, dejando que la


enormidad de este momento se apodere de nosotros.

Después de otro segundo, levanto nuestras manos y presiono mis labios


contra los suyos.

Necesitaba sentir su piel.

Ashton suspira y luego me dedica una suave sonrisa.

—En los últimos cuatro días, hemos recorrido un largo camino, Quinn
Miller. Míranos hablando y afrontando las cosas difíciles.

—Seguro que sí, Ashton Caputo, y con suerte, sólo estamos empezando.

—Tengo fe.

Te tengo a ti. Pienso las palabras y me muerdo la lengua para


contenerme. Puede que la tenga, pero si... cuando me vaya... la perderé.

—Eres un puto inútil. —Mark arroja algunos papeles sobre mi


escritorio.

—Buenos días a ti también, imbécil.

—¿Has leído siquiera estos archivos? No hay nada en esa región que
vaya a darte ninguna respuesta, no es que vayas allí por esa razón. Idiota.

Hago a un lado la pila de información inútil que escribí.

—Entonces, ¿por qué te importa una mierda lo que hay en los papeles?

Mark se deja caer en la silla frente a mi escritorio.

—Porque te vas a una zona de guerra hostil sin motivo.

—Tengo muchas razones.

Mis razones son porque está mejorando, pero mi permanencia va a ser


lo que la descarrile.

Ahora mismo, mi inminente marcha es lo que la empuja a seguir con


ello.

Mark se ríe y pone los ojos en blanco.

—Todas las malditas razones que tienes son estupideces, y lo sabes. Si


quieres que apruebe este viaje, dame algo que tenga sentido.

Se levanta y sale furioso de la habitación. Jackson ya firmó cuando


dijo que lo entendía y que un hombre tiene que tomar sus decisiones cuando
se trata de estas cosas. Creo que lo hizo porque me secuestraron y se siente
culpable. Mark no comparte ese sentimiento.

Desde que Ashton volvió, cosa que puedo agradecerle a Natalie que le
contara, Mark ha estado dando largas. Quería saber adónde iba y cuáles eran
mis planes. Como no tenía ningún plan ni idea de lo que iba a hacer una vez
allí, pensé que era algo bueno.

Entonces empecé a buscar y me di cuenta de que no hay una maldita


cosa que voy a encontrar.

A Aaron se lo llevaron hace años. Nadie se va a acordar de él y la gente


que estuvo involucrada hace tiempo que se fue.

Como Mark es dueño de la mitad de la empresa, necesito que él y


Jackson firmen para poder ir allí, pero no parece que vaya a ser así.

Me reclino en la silla, con las manos entrelazadas detrás de la cabeza, y


gimo. ¿Qué demonios voy a hacer ahora? Siempre puedo ir a la oficina de
California si necesito evadirme. Probablemente Jackson esté deseando
expandirse, y yo preferiría estar allí que torturándome aquí.

Luego viene la siguiente confusión emocional que sigue cuando pienso


en dejar a Ashton.

Esta última semana ha sido como en los viejos tiempos hasta cierto
punto. Está hablando, incluso cuando le molesta.

Nos reímos, vemos la televisión, y Dios... besarla me lo devuelve todo.

Anoche tuve que darme una ducha fría antes de meterme en la cama
con ella. Se colocó delante de mí, me puso la mano en el pecho y se me puso
dura al instante. La deseo tanto, pero no la tomaré. No cuando sólo la
destrozaré cuando me vaya.

Así que me masturbo cada mañana y me doy duchas frías por la noche.

—¿Trabajando mucho o poco? —Su voz me saca de mis


pensamientos.

—¿Ash?

Sonríe y entra.

—Nunca había visto tu despacho, así que pensé que podría pasarme
para preguntarte si tal vez te apetecería almorzar.

Te comería para almorzar.

—Claro, vámonos de aquí.

Si nos quedamos en este pequeño despacho, acabaré arrancándole la


ropa.

Salimos y ella saluda con la mano a Natalie y Mark. Mark le sonríe y


luego me fulmina con la mirada.

Imbécil.

—¿Adónde quieres ir? —pregunto mientras subimos a mi auto.

—¿Qué hay de ese nuevo lugar en la playa con la cubierta de la bahía?


¿El que está cerca de nuestra casa?

Nuestra casa. Ha dicho nuestra casa. No mi casa en la que está


viviendo o su casa porque sabe que me voy, sino la nuestra.

Joder. Estoy jodido.

—Suena bien. —Mi voz suena como si hubiera tragado piedras.

Ashton está callada durante el trayecto, y está claro que está pensando
en algo mientras mira por la ventana. Cuando llegamos al restaurante, diez
minutos más tarde, elegimos una mesa en la terraza, lo que me hace dar las
gracias por el tiempo inusualmente cálido. Ahora es cuando Virginia Beach
está en su mejor momento. Cuando los turistas se han ido a casa y los
lugareños disfrutan de los últimos días del verano.

—Quería preguntarte algo —dice después de que nos traigan las


bebidas.

—Me lo imaginaba.

Ashton pone los ojos en blanco.

—Olvido que eres clarividente.

—Observador es más bien. Tienes un patrón.

—Es bueno saberlo. De todos modos, iba a preguntarte si vendrías a


conocer a Carolina mañana. Tuvimos una sesión realmente... intensa hoy.
Tanto que tuve que irme temprano, y todavía estoy un poco conmocionada.

Cruzo la mesa y le tiendo la mano. Ashton no se detiene antes de


poner su palma sobre la mía.
—¿Estás bien?

—Hablamos más sobre Aaron.

Bueno, eso no es lo que esperaba que la hubiera molestado tanto. ¿Por


qué Aaron tiene algo que ver?

—¿Y por eso estás conmocionada?

—No por él, por lo que hizo.

No es la única. Aún así, quiero que se sienta segura.

—Sabes que no va a hacernos daño otra vez, ¿verdad?

—Es el hecho de que te llevó y te hizo daño.

—¿Estás preocupada por mí?

Ashton sube su otra mano y la coloca sobre la mía.

—Me preocupa que esto vuelva a suceder y que yo vuelva a sentirme


impotente.

—¿Tanto significa para ti que vaya?

Ella asiente.

—De verdad que sí.

Lo último que quiero hacer es ver a un psiquiatra. No creo en la


mayoría de esa mierda, pero estoy viendo cuánto la está ayudando. Prometí
muchas veces que haría todo lo posible para traerla de vuelta, y si esto es lo
que se necesita, estaré allí.

—Está bien. Iré.

Chilla y salta por encima de la mesa. Me toma la cara con las manos y
me planta un dulce beso en los labios.

—¡Lo siento! —Ashton vuelve a sentarse.

—No lo hagas. Eres más que bienvenida a mostrarme tu gratitud así


cuando quieras.

Y así como así, estoy duro de nuevo. Debería llevar una bolsa de hielo
cuando estoy con ella para las bolas azules.
26
Ashton

—¿Estás segura de esto? —pregunta Quinn cuando llegamos a las


instalaciones.

—Tan segura como puedo estar.

La verdad es que no. De hecho, no estoy segura de nada, pero después


de nuestra cita con la terapeuta, que básicamente consistió en que yo llorara
mientras Quinn le contaba su versión de la pérdida de nuestro hijo y su
secuestro, ella pensó que podría ser bueno que nos enfrentáramos a Aaron.

Le rogué a Quinn que olvidara que lo había mencionado. No veo cómo


mirarlo a los ojos me ayudará. Me lo quitó todo. Nunca habrá un momento en
mi vida en el que le perdone. Que Quinn nos contara todos los detalles dejó
aún más claro que es un bastardo.

Ahora se supone que debo mirarlo aunque esté jodidamente


aterrorizada. Habría pospuesto esto para siempre, pero como el tiempo no
está de nuestro lado, subimos al auto.

—No es lo que esperas.

En mi mente, ha pasado de ser un hombre a este monstruo de tres


metros de altura y tan grande como una casa. Desde el ataque, no puedo
evitar pensar que tendría que serlo para poder llevarse a Quinn, pero sé que
esa no es la realidad.

Quinn me toma de la mano y entramos. Nos registramos y la enfermera


le sonríe a Quinn con demasiada sensualidad.

En serio, estoy aquí de pie.

Mis pensamientos son confusos mientras avanzamos por el pasillo. No


suelta ni una sola vez mi mano, que no deja de temblar. Siento las piernas
como gelatina y, de no ser por Quinn, me habría desplomado.

—Estás a salvo, Ashton.

Lo miro e intento sonreír.

—Tengo miedo.

—Te prometo que no te hará daño, y me sorprendería que tuviera


fuerzas para mantenerse en pie. Aaron se ha golpeado a sí mismo más de lo
que tú podrías haberlo hecho. Está débil, triste, solo, y lidiando con más cosas
en su cabeza de las que tú y yo podríamos imaginar.

Quiero creerle, y no creo que mienta, pero Aaron ha tomado forma de


otra cosa en mi mente.

Por eso Carolina insistió en que viniera aquí. La curación adopta


muchas formas y, aunque el daño que me han hecho ha necesitado un
torniquete, estoy aprendiendo a liberar lentamente la presión para no
sangrar tan rápido.

Pasitos de bebé. Eso es lo que estamos haciendo.

—Confío en ti.

Quinn acerca sus labios a mi frente y se queda ahí.

—Bien. Recuerda que estoy aquí.

En nuestra sesión, le contó a Carolina cómo ya se ha enfrentado a la


mayor parte de esto. Ha visto a Aaron varias veces desde su secuestro y ha
encontrado la paz con lo que le pasó. No estoy segura de si es por el tema de la
hermandad o por otra cosa. Mientras hablaban, ambos coincidieron en que
podría ayudarme a dejar atrás mis temores por Quinn.

Así que aquí estoy.

Dando otro pasito de bebé y esperando no caerme.

Entramos en la habitación y encontramos a Aaron sentado en una silla,


mirando por la ventana. No parece darse cuenta de que ya no está solo, o
quizá esté dormido. Quinn da otro paso dentro, tirando suavemente de mí
con él.

—Aaron —Quinn dice su nombre.

Se gira, nos ve a los dos y se pone en pie.

—¿Qué haces aquí? No es tu día.

Mi corazón se acelera, y me pregunto si estará agitado y va a cargar


contra nosotros.

—No, no lo es, pero queríamos verte.

—Liam estuvo aquí ayer. No es tu día.

Me sudan las palmas de las manos a medida que nos adentramos en la


habitación, e intento relajarme, Quinn no dejará que pase nada. No está
drogado ni herido. Estamos a salvo.

—Cierto, pero Ashton y yo vinimos a ver cómo estabas.

—Ashton... Yo. . . Estoy… —Aaron intenta hablar.

Me golpea tan fuerte que me duelen los pulmones. Aaron no es un


maníaco que quiere destruirnos a Quinn y a mí. Está pendiendo de un hilo.
Todo lo que dijo Quinn era cierto. Está roto y triste. No hay lucha en él. No
creo que pudiera hacer nada para herir a nadie.

—Te alegras de vernos —termino su frase.


—Sorprendido.

Puedo entenderlo.

—Quinn y yo pensamos que tal vez podríamos hablar.

Aaron mueve su peso de un lado a otro.

—Estaba equivocado. No tenía que ser así. Yo... Simplemente no estoy.

—No estás bien.

Sus ojos se encuentran con los míos y me duele el pecho.

—No, no lo estoy. —Su voz se quiebra.

Por primera vez desde que ocurrió todo, puedo ver un poco de lo que
siente. En mis horas más oscuras, yo también estaba perdida y asustada.
Podría haber recurrido a la ira y aferrarme a ella, pero me retiré. Cuando el
dolor se hizo demasiado grande, hice lo único que podía... Me las arreglé.

—¿Estás recibiendo ayuda? —pregunto mientras doy un paso adelante.

Mira a Quinn y luego asiente.

—Me cuesta mucho y hay veces que no me acuerdo, pero quiero ser
mejor.

—Sé que a veces parece que no hay esperanza, ¿verdad?

Aaron vuelve a sentarse.

—Estoy trabajando para encontrarla.

—Yo también. —Me acerco a Aaron, sentándome en la silla a su lado.


Mis planes se han ido por la ventana al verlo así. No está en condiciones
mentales ni físicas de explicarse. Y, sinceramente, no cambiaría nada si yo
tuviera las respuestas.

Quinn se coloca detrás de mí y me apoya las manos en los hombros. Su


postura es protectora y me da fuerzas.

—¿Por qué estás aquí?


—He venido porque estaba dispuesta a contarte todas las razones por
las que estaba enfadada y cómo pensaba... bueno, no importa. He venido a
decirte que ya no estoy enfadada. Estoy triste por ti. Creo que pasaste por algo
horrible y necesitabas ayuda, pero no la recibiste. Durante un tiempo creí que
querías hacerme daño, pero no sé si es verdad. Creo que querías hacerte daño
a ti mismo.

Los ojos de Aaron se quedan clavados en los míos y hay algo en su


mirada con lo que me identifico, algo que me asusta. Actuó de una forma que
haría daño a los demás y me pregunto si tal vez estaba tan dolido que no se
podía hacer nada por él. Pero, en el fondo, creo que gritaba pidiendo ayuda de
la única forma que sabía.

Sentía que, al protegerme, no hacía daño a los que me rodeaban, pero


eso tampoco es cierto. El dolor puede apoderarse de todo si se lo permites.
Creo que los dos lo hemos aprendido.

—Quería ponerme mejor por Aarabelle. ¿La has visto? —pregunta con
los ojos cada vez más serios—. ¿Le dijiste que la extraño?

Quinn me aprieta suavemente los hombros.

—Estuve allí el otro día, después de que Liam viniera a verte.

—Me trajo esto. —Aaron levanta una foto que ella dibujó. En la parte
superior dice: Que te mejores pronto, Papá.

Levanto la mano y entrelazo los dedos con los de Quinn. Ahora


entiendo por qué perdona a Aaron. Quiere a esa niña, y ella no merece perder
nada más.

Toda niña necesita a su papá.

—Todos esperamos que te mejores —digo y lo digo de verdad.

—Lo siento, Ashton. De verdad que lo siento.

Asiento rápidamente y me pongo en pie.


—Sé que lo sientes. Yo también lo siento. Parece que todos estamos
dolidos y quizá necesitemos perdonarnos no sólo entre nosotros, sino
también un poco a nosotros mismos.

—¿Adónde vamos? —Pregunto mientras conducimos en dirección


contraria a Virginia Beach.

Quinn sonríe mientras golpea el volante con los pulgares.

—Norte.

—Te das cuenta de que vivimos al sur, ¿verdad?

—Sabes, he escuchado eso antes.

Pasamos por delante de la señal de Welcome to New Jersey y me


incorporo en el asiento.

—¿Vamos a Jersey?

—Ese sería el plan.

—¡Dios mío! ¿Por qué?

—¿Cuándo fue la última vez que viste a tu madre? —pregunta Quinn.

Ha pasado demasiado tiempo. Sonrío tanto que me preocupa partirme


la cara. Echo muchísimo de menos a mi madre. Hablamos un par de veces a la
semana y se ha dado cuenta de lo mucho que le gustan los mensajes de texto.
Lo juro, la mujer abusa de los emoji como si fuera su trabajo. Cada línea tiene
algún tipo de añadido porque dice que hace que los mensajes de texto
parezcan bonitos. La quiero, pero es un desastre.

Cada día me pregunta por la terapia y yo le respondo -sin emojis- con lo


que haya pasado. La cantidad de palmas que he recibido en la última
semana podría crear un bis. Definitivamente, está contenta.

—Demasiado tiempo. ¿Cuándo decidiste que íbamos a hacer esto? —


pregunto.

—Cuando decidí que esto era lo que íbamos a hacer hoy. Le envié un
mensaje a su nuevo y elegante iPhone y me aseguré de poner un montón de
emojis de comida.

—Oh, Jesús. ¿Estás alentando esto?

—Tu padre también lo está haciendo.

El hecho de que, incluso con esta extraña relación en la que no estamos


juntos, pero sí un poco juntos, siga enviando mensajes de texto a mis padres
me hace muy feliz. Podría haber manejado todo esto de forma muy diferente.
Es un testimonio de la clase de hombre que es.

—Te das cuenta de que está intentando ver si puede hablar sólo
con ellos. La mitad del tiempo, me siento como si estuviera jugando algún
juego raro donde tienes que deducir la declaración .

Quinn asiente.

—Oh, lo sé, le encanta el de berenjena.

Lo que, por supuesto, significa otra cosa.

—Es italiana y le encantan las berenjenas.

Cuando Quinn estalla en carcajadas, tengo que aclarar.

—¡Oh, Dios mío! ¡La de verdad! Como la verdura!

—Fuiste allí... Me he reído.

Le doy una palmada en el brazo.

—Culo.

Quinn se calla, pero tiene una suave sonrisa en los labios, casi como si
intentara mantenerla oculta.

—¿Por qué sonríes?

Me mira y luego vuelve a la carretera.

—Porque te ríes, sonríes, hablas y me insultas. Es como si día a día


volvieras a la vida.

Me remuevo un poco en el asiento.

—Lo intento.

—Sé que lo estás haciendo.

—A veces es duro, pero otras veces no lo es en absoluto.

Su mano se mueve hacia la mía.

—Todo lo que digo es que me hace sonreír.

—Me haces sonreír, Quinn. Estar cerca de ti, que seas tan maravilloso
como has sido... me hace sentir que hay una luz al final de este oscuro túnel.
Sé que te hice pasar un infierno, y si pudiera volver atrás en el tiempo, lo
haría. Me siento agradecida de que, cuando te vayas, al menos no habrá
animosidad entre nosotros.

Asiente y ambos nos quedamos en silencio. Veo que está intentando


averiguar qué decir y qué hacer. No paro de lanzarle bolas curvas, pero
espero que le pegue a alguna.

Carolina me ha dado un lugar seguro para explicar lo que pienso, esté


bien o mal. Soy capaz de hablar del bebé sin llorar cada vez. También soy
capaz de trabajar en el laboratorio sin sentirme deprimida. Sigo ayudando a
la gente a encontrar lo que quiere.

El caso que estoy tratando ahora está tan cerca de mi propia vida que da
miedo. He estado empezando a observar realmente el último huevo de
Wendy para asegurarme de que el método que quiero utilizar será receptivo.
Es uno de esos casos en los que me siento muy conectado.
—¿En qué estás pensando? —pregunta Quinn.

—El caso en el que estoy trabajando. Se parece mucho a mí en cuanto a


problemas médicos y... no puedo evitar pensar mucho en ella.

—¿Te arrepientes de haber vuelto al laboratorio?

Sacudo la cabeza.

—No, ha sido lo mejor que he podido hacer. No sólo he conocido


a Carolina, sino que además estoy haciendo algo que me encanta. Esta
semana he podido fecundar cuatro conjuntos de óvulos para tres parejas.
Había olvidado lo genial que es. Y no sólo la ciencia. Estoy cambiando vidas.

Quinn tuerce los labios y me toma la mano.

—Me alegro de que hagas esto y de que el caso no te moleste.

Yo también.

—Creo que... en vez de hacerme ver lo que no podía, me ha dado una


nueva perspectiva.

—¿Cómo es eso?

No estoy en absoluto preparada para pensar siquiera en seguir este


camino, pero que no pueda gestar un hijo no significa que no pueda tenerlo.
Tengo óvulos congelados. Óvulos que almacené cuando quise saber por lo
que pasaba una mujer que se los extraía. Nunca fue con esta intención, pero...
podría tener mi propio bebé.

Al parecer, Clara se lo contó a Greyson, y él me recordó sutilmente que


no toda esperanza está perdida. Esto es lo que hago para ganarme la vida, y ni
siquiera lo consideré para mí. Soy tan idiota.

—Bueno, podría tener un bebé con un vientre de alquiler.

Quinn tose y sacude la cabeza.

—Quieres un bebé.
—Ahora no —aclaro rápidamente—. Digo que, en el futuro, hay
opciones si lo hago. Antes de volver al trabajo, no quería ni pensar en ellas
porque era demasiado.

—¿Y ahora?

Me encojo de hombros y me reclino en el asiento.

—No sé. Mi futuro no es tan sombrío.

—No, fragolina, realmente no lo es.


27
Quinn

—¡Tienes que contarle lo de tu cita para el baile! — La Sra. Caputo


grita mientras lucha por recuperar el aliento—. Ese chico era tan estúpido.

—No era estúpido, estaba... confundido sobre cuál era el atuendo


apropiado.

Hemos pasado toda la noche comiendo y riendo. Vi cómo la tensión de


sus padres se desvaneció a medida que avanzaba la noche.

—No estaba confundido, calabaza, era tacaño y no quería pagar un


esmoquin.

Ashton se golpea la frente con la mano.

—¡Lo intentó!

—¿Cómo se intenta llevar un esmoquin? —Pregunto, incapaz de


mantenerme al margen.

Han estado reviviendo sus días de instituto. Nunca me di cuenta de que


Ashton no era una de las chicas populares. Siempre asumí que era la reina.
Resulta que vivimos una adolescencia muy similar.

Aunque mi cuerpo se ha rellenado, he trabajado muy duro para


conseguirlo. Voy al gimnasio todos los días, tomo suplementos y no como
nada procesado si puedo evitarlo. Cuando era niño, era todo lo contrario. Mi
cabeza no encajaba con mi cuerpo, estaba increíblemente delgado y el acné
no era mi amigo. Por la imagen que pintan sus padres, ella era muy parecida.

Ella gime dramáticamente.

—No tenía dinero para alquilar uno, así que fue a Goodwill y... bueno,
compró partes.

—¿Partes?

La Sra. Caputo se levanta riendo.

—Vuelvo enseguida.

—¡Mamá! No te atrevas a...

Vuelve antes de que Ashton pueda terminar.

—Lo hice enmarcar porque realmente es algo que una persona necesita
ver para entender.

Miro hacia abajo y veo a Ashton con un impresionante vestido azul


oscuro con una abertura lateral. Dios, si yo fuera un adolescente, habría
dado mi huevo izquierdo por una oportunidad con ella. Era hermosa incluso
en la secundaria. No entiendo cómo diablos dice que era torpe.

Entonces mi mirada se desplaza al bobo que está a su lado. Oh, sólo


puedo imaginar lo que hizo cuando lo vio por primera vez.

—¿Cuánto tiempo después de que tu cita apareciera fue tomada esta


foto?

—Oh, ¿quieres decir si nuestro dulce, tímido, pequeño Ashton tuvo un


ataque? —La Sra. C pregunta.

—No me enfadé. Me limité a decirle que podía buscarse otra cita...


probablemente una que fuera ciega porque de ninguna manera iba a ir al
baile con él con esa pinta.
—Muy dulce, fragolina. Timmy se presenta a su gran cita con la chica
más sexy de la escuela y tú lo asas.

—No se llamaba Timmy, muchas gracias. Y te aseguro que yo no era la


chica sexy.

Miro la foto y discrepo.

—Estabas buena, cariño.

—Son las tetas. Las tengo desde el último año.

—Dios bendiga la pubertad.

Los ojos de Ashton arden y juro que el corazón está a punto de salírseme
del pecho. El fuego que he amado durante tanto tiempo arde con fuerza y no
quiero apagarlo nunca.

He estado a punto de decirle que ya no voy a ninguna parte tantas veces


en las últimas horas. No quise hacerlo desde el principio, pero pensé que era
lo mejor para ella. No la escuché cuando me dijo que necesitaba espacio.
Estaba tan empeñado en arreglarla que pensé que no sabía lo que quería.

No volveré a hacerlo.

La estoy escuchando. Me pidió que me quedara, me dijo que me ama y


me necesita. Sé que la necesito.

Así que, esta noche, se lo diré, y espero que la haga feliz.

Tomo mi teléfono y envío un mensaje rápido a Jackson y Mark.

Yo: El viaje está fuera. No voy a ninguna parte.

Mark: Por fin. Has tardado bastante.

Jackson: Me alegro. Te necesitábamos aquí.

Yo: Agradezco que al menos UNO de ustedes estuviera dispuesto a dejarme


hacer lo que creía necesario.

Le hago la puya a Mark.


Mark: O que UNO de nosotros es más listo que el resto y sabía que estabas
siendo un idiota .

Yo: Realmente no sé por qué soy amigo tuyo.

Mark: Porque soy un maldito semental.

—¿Todo bien? —pregunta Ashton, y yo guardo mi teléfono. Mark no


necesita respuesta.

—Nunca mejor.

Sonríe y entonces su padre vuelve a llamar nuestra atención.

Voy a decírselo. Voy a recuperarla. Y luego me casaré con ella antes de


que tenga la oportunidad de huir de mí otra vez.

La conversación continuó hasta que sus padres se fueron a la cama.


Ahora los dos estamos aquí, sin saber qué hacer a continuación.

—Puedo dormir en la habitación de invitados si quieres tener mi cama


—ofrece Ashton.

Sacudo la cabeza. Ninguna de esas opciones va a suceder. Estaré a su


lado sea cual sea la cama.

—No lo creo.

—¿Quieres la habitación de invitados?

—No.

—Bueno, ¿piensas dormir fuera entonces?

Me acerco un paso más, sin poder apartarme de ella. Hoy ha estado


magnífica. Ha tratado a Aaron y a sus padres como si fuera una mujer nueva.
Sigue siendo la misma, pero lo que hemos vivido la ha cambiado en algunos
aspectos. Desde que volvió de California, la he visto aprender a aceptarlo, día
a día.

He estado esperando a que volviera a ser como era después del


secuestro, pero no lo ha hecho.

Al menos, no retrocede cuando se pone demasiado difícil.

Es más fuerte, más resistente, y la necesito.

—Estoy planeando acostarme contigo.

Sonríe riendo un poco.

—Mi madre te matará.

—Estoy bastante seguro de que tus padres saben que hemos tenido
sexo. —Ashton parece quedarse sin palabras mientras da un paso atrás, pero
yo no lo acepto—. Por no mencionar que me quieren.

—Puede que lo hagan, pero te aseguro que no lo permitirán.

Doy otro paso, sonriendo cuando su espalda roza la pared y queda


atrapada.

—Entonces no nos atraparán.

—¿Qué te hace pensar que quiero acostarme contigo? —pregunta ella,


con los ojos ardientes de deseo.

—¿En qué estás pensando?

Sus ojos azules brillan de anhelo.

—¿Qué estás haciendo, Quinn?

Levanto la mano, apartándole los mechones de cabello castaño de la


cara.

—Te estoy cortejando.


—¿Cortejándome?

Claramente estoy haciendo un trabajo de mierda, pero sí. Quiero


hacerla sentir todo lo que soy. Ella lo es todo para mí, y quiero que esta noche
sea un nuevo comienzo para nosotros. Hemos pasado por mucho, y hemos
hecho un desastre de las cosas. Es hora de arreglarlo.

—Sí. Tengo muchas cosas que decirte.

Una pequeña parte de ella parece desinflarse.

—¿Antes de irte? —Sacudo la cabeza.

—No voy a dejarte.

—Has dejado claro que lo harás.

—No me voy a ninguna parte, Ashton. Me quedo aquí, contigo, y espero


que tú quieras.

Las lágrimas llenan sus ojos, y eso me rompe.

—¿Te quedas?

—Me quedo.

—¿Y después qué?

Recorro su rostro, intentando descifrar lo que está dispuesta a


escuchar. Voy a hacer todo lo que pueda por ella. Le daré el mundo si ella me
da su corazón.

—¿Qué quieres decir?

—No sé cómo dejar de amarte, Quinn. No sé cómo hacer que mi corazón


no lata por ti. Eres el único hombre que quiero en mi vida, y no puedo
soportar la idea de no estar contigo. Por eso te pregunto qué pasará después
de que te quedes.

Quiero envejecer con ella. Quiero darle la vida que ella quiere.

—Entonces planeo casarme contigo y vivir el resto de mi vida a tu lado.


Se queda sorprendida, pero su mano se acerca a mi mejilla mientras sus
ojos se llenan de lágrimas.

—Te he amado con todo lo que soy, y esperaba que fuera suficiente para
recuperarte.

—Fue más que suficiente, Ashton. Lo fue todo.


28
Ashton

Mi corazón se acelera y juro que podría levantar el vuelo. Se queda, y ni


siquiera he tenido que rogárselo. Quinn me está eligiendo a mí y a nosotros y
no hay nada en este mundo que no vaya a hacer para aferrarme a él.

—Siento no poder darte el mundo ni devolverte lo que teníamos antes.

Quinn me seca la lágrima que cae.

—No quiero ese pasado.

—¿Qué quieres?

—A nosotros.

Quinn cierra los ojos y se inclina hacia delante, apoyando la frente en la


mía.

—Sólo te he querido a ti. No hay nada que no haría para hacerte feliz.

—Entonces sólo ámame.

Levanta la cabeza y sus ojos azules se clavan en los míos.

—Te amaré siempre.

Si estoy soñando, no quiero despertar nunca. Me gustaría quedarme en


este lugar, bailando alrededor de la alegría que se está acumulando en mi
corazón. El latido constante contra el que suelo luchar ha desaparecido. Todo
lo que siento es esperanza y felicidad.

—Bésame —le ruego.

No me hace esperar, y su boca es suave y sensual cuando me besa. No es


como el que compartimos el otro día, no es exigente ni forzado. Quinn me
besa como si tuviera todo el tiempo del mundo para hacerlo.

Y entonces me doy cuenta de que sí.

No estamos en un temporizador que hace tic-tac. Nuestro suelo, que


antes era inestable, cada vez tiene menos réplicas.

Se va a quedar.

Mis dedos se enredan en su cabello y lo sujetan mientras saboreo sus


labios. Nuestras lenguas danzan juntas y me sumerjo en este momento.

Al cabo de un minuto, me doy cuenta de que estamos en la cocina de


mis padres, y si papá necesita agua, Quinn va a necesitar un hospital.

Me alejo, con la mano en su pecho mientras lucho por recuperar el


aliento.

—No podemos hacer esto aquí.

Sonríe, con los ojos llenos de picardía, mientras me besa la nariz. Luego
se agacha y me coge en brazos. Mis piernas rodean sus caderas y me agarro a
él.

—¿Qué haces? —Siseo.

—Llevándote a la cama.

—Me gusta la idea, pero no puedes.

—Oh, pero yo sí puedo.

Sacudo la cabeza, sabiendo que es una mala idea y sin estar segura de
que me importe demasiado. Le deseo en todos los sentidos. Quiero
entregarme a él y que se una a mí.
Entramos en mi habitación y le doy besos en el cuello mientras nos
movemos.

—Quinn, la habitación de mis padres está justo al lado.

—Tendrás que callarte.

Me muerdo el labio mientras me tumba en la cama, apoyándose sobre


mí.

—Lucho con eso.

—Lo sé, lo que hará que esto sea aún más divertido.

Voy a decir algo, pero antes de que pueda, me sube el vestido y me quita
el tanga de encaje. Me alegro mucho de haberme afeitado esta mañana. Hay
una carga en la habitación, la electricidad fluye a nuestro alrededor,
provocando un lento ardor en mis nervios.

Y entonces me separa las piernas y me pasa la lengua por el centro.


Quiero gritar. Me siento tan bien que, si no me estuviera separando los
muslos, los estaría apretando. Sus manos me aprietan y me dan fuerza, no me
dejan ir a ninguna parte y sólo me permiten sentir.

—Quinn —susurro, necesitando soltar algo o podría explotar.

—Tranquila, fragolina. Estoy disfrutando de tu dulzura.

Mi cabeza se mueve de un lado a otro mientras él sigue haciendo girar


su lengua en los patrones más gloriosos. Me mete el clítoris en la boca y lo
suelta justo cuando estoy a punto de desmayarme. Gimo cuando mi orgasmo
está tan cerca.

Puedo saborear el alivio justo en el borde, pero él no me lo da.

Una capa de sudor cubre mi piel. Tengo calor y frío al mismo tiempo.
Mi mente se acelera porque necesito algo, todo. Luego repite el mismo
movimiento. Subo, cada vez más alto, sólo para dejarme caer justo antes del
precipicio.
—Por favor, Quinn. Por favor —suplico. Mi voz está tensa mientras
lucho por liberarme sin hacer ruido.

Gime contra mí, deslizando de nuevo su lengua, pero cuando presiona


su dedo dentro de mí y vuelve a chupar, caigo.

Desciendo sin cesar por la montaña, sintiendo una libertad y una


ingravidez mientras vuelo por el aire. Quinn sigue chupando y chasqueando
la lengua, arrancando cada gramo posible de placer de mi cuerpo.

En algún momento de mi confusión, se sube encima de mí y su cabeza


queda junto a la mía. Quería que me callara, bueno, lo que vale es lo que vale.
Le pongo la mano en el pecho y lo obligo a echarse hacia atrás. Me despojo por
completo de mi vestido y me pongo a trabajar en su ropa.

—Eres preciosa.

Sonrío.

—Y tienes problemas.

—¿Yo? —pregunta Quinn como si no tuviera ni idea de por qué.

—Oh, sí, cariño. No soy la única a la que le cuesta estar callada.

Le quito la camiseta y me encanta lo tonificado y musculoso que está.


No importa que el hombre no se coma una hamburguesa con queso porque
esta noche lo estoy devorando. Quinn me sonríe mientras le quito los
pantalones y los bóxers.

Su polla gruesa y dura está en posición de firmes, y nada me apetece


más que volverlo loco.

—Ahora —digo mientras me tiro del cabello por encima del hombro
para mirarlo—. Veamos lo callado que puedes estar.

Mi lengua se desliza desde su pecho por el valle de su abdomen.


Continúo bajando hasta la madre patria, asegurándome de lamer hasta el
final. Cuando llego a la punta de su polla, aspira. Normalmente me gusta
provocarlo un poco. Es divertido ver cómo agota su paciencia hasta hacerse
de rogar, pero esta noche no quiero que ruegue. Quiero dárselo todo sin
juegos ni reservas. Si estuviéramos en nuestra casa, sería diferente. Esta
noche, no tenemos ese lujo, pero nos tenemos el uno al otro.

Lo tomo con fuerza, sin perder un segundo, y sus manos se enredan en


mi cabello. Los músculos de sus piernas están tensos y, si pudiera sonreír, lo
haría.

—Joder, Ash.

Subo y bajo, llevándomelo hasta la garganta todo lo que puedo. Las


piernas de Quinn se crispan cada vez, y yo no aflojo. Puede que haya querido
alargar mi orgasmo, pero yo lo quiero rápido. Mi objetivo es hacerle perder el
control, sabiendo que he sido yo quien le ha dado placer tan rápido como
quería.

Hay poder en esta habitación, y lo estoy persiguiendo.

—Cariño —ronca entre dientes—. No puedo durar.

— Bien.

Sus dedos se tensan y guía mi cabeza a un nuevo ritmo. Me muevo más


deprisa, respiro por la nariz y presiono con la lengua mientras muevo la
cabeza.

Entonces, cuando tomo mi mano y masajeo sus pelotas, Quinn se


vuelve loco.

Se agarra a la almohada y se cubre la cara con ella mientras me lo bebo.


Se derrama en mi boca y no paro hasta que cae rendido.

Espero a que me mire, tiene sudor en la cara y le cuesta respirar.

—Eso fue…

—Silencio.

Sonríe.
—Sólo piensa, una vez que te lleve a casa, voy a hacerte gritar.

—Lo estoy deseando.

—¿Qué?

—Irnos a casa.

A Quinn debe de gustarle la respuesta, porque vuelve a ponerse encima


de mí. Los dos seguimos desnudos y está muy claro lo que piensa hacer.

Me encanta que siempre me desee. Ninguno de los dos parece poder


resistirse al otro. Sus ojos no se apartan de los míos y luego acerca su boca a la
mía.

—Te amo —le digo antes de que pueda unir nuestros labios.

—No tanto como yo te amo a ti.

No creo que sea cierto, pero discutir con él no es lo que me apetece


hacer ahora. Nuestros labios se encuentran en el más dulce de los roces antes
de que me bese las dos mejillas, la nariz, la frente y luego cada párpado. Le
paso los dedos por la barba áspera y luego por la barbilla, saboreando cada
momento.

No hay pensamientos de huir. Nada me atormenta más que la


necesidad de sentirlo dentro de mí.

—Hazme el amor —le digo suavemente.

Quinn se alinea y empuja suavemente. Sus ojos se cierran como si no


pudiera evitarlo y sus labios se entreabren mientras emite un profundo
suspiro. Puedo sentir su sensación de satisfacción fluyendo a través de él. Y
yo también he encontrado el camino de vuelta a casa.

Porque con Quinn es el único lugar al que pertenezco.


—Así que, nuevo trabajo, de vuelta con Quinn, no llamaste a tu mejor
amiga cuando volviste —Gretchen levanta una ceja y espera.

—Tendrás que encontrar la manera de superarlo.

Sonríe.

—Ya lo he hecho desde que perdiste la cabeza y todo eso, pero es una
mierda que mi marido fuera el que me dijera que habías vuelto.

—No perdí la cabeza.

Gretchen se echa hacia atrás en su silla.

—¿Cómo lo llamas, Ash? Eras un zombi y Catherine y yo planeábamos


una intervención.

Odio que mis amigas estuvieran preocupadas, y si hubiera sido una de


ellas, probablemente ya habría tenido la intervención o les habría pateado el
culo para que volvieran a la normalidad. En cierto modo, he aprendido que,
aunque me encanta eso de ser una chica dura y decir lo que te pasa por la
cabeza, en realidad no lo cumplo a rajatabla.

—Yo lo llamo rechazo de la realidad.

Ella sonríe y se ríe.

—¿Te lo ha dicho Carolina?

—No, me lo he inventado, gracias.

Ambas nos reímos y nos ponemos al día sobre su vida. A ella y a Ben les
va muy bien, cosa que yo esperaba, y ella está pensando en sacarse la licencia
para ejercer la abogacía aquí, cosa que yo no esperaba. Parece que le encanta
trabajar para Jackson y Mark. Realmente pensé que se quedaría allí.

—¿Crees que dejarás Cole?

—No, me encanta estar allí, pero Ben y yo trabajamos juntos todo el


día y luego volvemos a casa y no hay separación real. Me gustaría formar una
familia...

Se detiene y le tomo la mano.

—No tienes que sentirte mal por formar una familia, Gretchen.

—No quiero herir tus sentimientos.

Tengo los mejores amigos del mundo. Siempre he sabido que tenía
suerte, pero no sabía cuánta.

—No lo haces —digo con tanta sinceridad que casi se me saltan las
lágrimas. No está hiriendo mis sentimientos por querer formar su familia, y
solo ese pensamiento ya es hermoso.

—Te ves maravillosa, simplemente... feliz y, oh, Ash. Estaba tan


preocupada, y quiero que estés bien.

Me siento de maravilla. Quinn y yo llegamos a casa ayer, y se pasó todo


el día cumpliendo sus promesas de hacerme gritar. Después de un montón de
sexo realmente fantástico, empezamos a convertir la casa en un hogar.

No fue hasta que estuvimos en medio de ella cuando realmente vi lo


mucho que la necesitaba. Estuvimos viviendo en cajas en Nueva York
durante un tiempo y entonces me sentí tan perdida que no me importaba esta
casa. Viéndola con otros ojos, puedo apreciar todo lo que Natalie se aseguró
de que tuviera.

Mientras deshacíamos las maletas, sentí como si las nubes se disiparan


y el sol se colara por nuestras ventanas.

—No estoy del todo bien, ni siquiera voy a fingir que lo estoy, pero soy
feliz. Quinn y yo volvemos a estar juntos y las cosas van bien. Vuelvo a
trabajar y puedo hablar de bebés sin sentir que me arrancan el corazón. Hay
momentos en los que es duro, sobre todo en días en los que sé que habría sido
un hito para ella o si pienso en cómo podría haber sido.

—¿Ella? No sabía que lo sabías.

—Era una niña. Clara me lo dijo el otro día cuando por fin pude
preguntar.

Gretchen esboza una pequeña sonrisa.

—Bueno, si se parecía en algo a su madre, seguro que era un infierno.

—Ojalá hubiera tenido la oportunidad de saberlo —digo con un deje de


nostalgia.

—Yo también desearía eso.

Asiento con la cabeza, sabiendo que ella también odia esto por mí.

—Hablemos de cualquier otra cosa.

—¿Zapatos?

Mis mejores amigas me conocen muy bien.

—Los zapatos son siempre un buen tema.


29
Ashton

~Dos meses después~

—Ashton —Greyson me llama mientras camino hacia el laboratorio.

—Hola.

—¿Cómo estás?

Sonrío a mi nuevo jefe oficial.

—Estoy genial, ¿y tú?

—Igual. Ocupado como siempre.

—¿Tu hija ya eligió su vestido de novia?

Greyson pone los ojos en blanco y se endereza un poco. Odia


absolutamente a su prometido, así que cada vez que mencionamos la boda, se
eriza.

Lo que sólo hace que cada miembro del personal le pregunte más.

Ahora soy la embrióloga oficial de este laboratorio. Ayer firmé mi


contrato y Clara lloró en la pantalla de vídeo, ya que ponía fin a cualquier
posible relación laboral con ella. La echaré mucho de menos, pero me
encanta mi trabajo. Me encanta este laboratorio y la gente con la que trabajo.
Está lleno de amistad y cariño. Todo el mundo se conoce e incluso
comemos juntos todos los viernes como un equipo. Nunca hay discusiones,
no es que las hubiera en Nueva York, pero esto es como una familia.

No conocía a las enfermeras de Nueva York. No conocía a nadie más


que a algunos médicos y a mis técnicos de laboratorio. Se suponía que debía
sentirme separada y, en aquel momento, me gustó. A mí me iba bien, pero
aquí eso ni siquiera es posible.

—Oh, Greyson, no pongas esa cara, se te quedará así.

Me mira fijamente, pero me sonríe, así que sé que no tengo nada de qué
preocuparme.

Aunque, ni siquiera creo que Greyson sepa cómo enfadarse. Aún así,
siempre son los callados.

—Vine a hablarte de algo serio.

Pongo fin a mis burlas de inmediato.

—¿Está todo bien?

—Sí, de hecho, hablé con Wendy y su marido y están listos para seguir
adelante.

—¿En serio?

No estaba segura de que este caso fuera a llegar a buen puerto. Entonces
empecé a preguntarme si no se trataba de una treta urdida por Clara para que
aceptara este trabajo. Sabía que no podría resistirme a la llamada de la
ciencia.

Hacer algo una vez puede ser una casualidad, pero tener éxito una
segunda vez consolidaría los métodos que utilicé.

Pero si fracaso, sería devastador. Tanto depende de este huevo.

—Al parecer, investigaron sobre la embrióloga que está ayudando y,


bueno, descubrieron que era algo importante.
Pongo los ojos en blanco.

—Soy un desastre.

—A pesar de todo, es el único caso en el que ha podido tener un


embarazo satisfactorio.

Me sonrojo ante sus halagos.

—¿Tienen preguntas?

—Probablemente un millón.

—Me lo esperaría. La mayor parte son un montón de pasos y


procedimientos que nadie ajeno a un laboratorio entendería.

Greyson asiente.

—Estoy seguro, pero vienen hoy y me gustaría que te reunieras con


ella.

—Por supuesto. Cualquier cosa para aliviar sus preocupaciones.

—Genial, estarán aquí en veinte.

—¿Veinte minutos? —Básicamente chillo—. ¿No pensaste que debería


tener un poco más de antelación?

—¿Necesitas prepararte? —pregunta.

—Bueno, no, supongo que no. Pero aún así.

La verdad es que no veo pacientes, ya que describir procedimientos


científicos no es precisamente una conversación excitante que interese a
nadie. No es que vengan por eso.

Exhalo un profundo suspiro. Es hora de recomponerse.

—Lo harás bien. Son buena gente.

Asiento con la cabeza, ya que no me fío de mi voz.

Greyson se marcha y yo me dirijo al laboratorio, donde reina el


silencio.

Wendy y Byron son una dulce pareja por lo que me han contado. Una
que ha confiado en mí para darles la única cosa que más quieren. Ella ha
pasado por el infierno, lo ha perdido todo y ahora quiere un trozo de cielo.

También me da mucho miedo.

¿Y si esto no funciona?

¿Y si fracaso?

¿Me hará retroceder?

He sido muy feliz, y Quinn y yo nos hemos adaptado a nuestra nueva


vida con facilidad. Ha habido momentos tensos, pero gracias a Carolina nos
comunicamos mucho mejor.

Me ha enseñado mucho sobre mí misma y sobre lo que tengo que hacer


para superarlo. Tomo mi teléfono y le envío un mensaje.

Yo: Estoy preocupada. Por lo visto voy a conocer a la pareja del caso por el
que he venido.

Quinn: Lo harás bien.

Yo: Ojalá tuviera tu confianza.

Quinn: Sí, tienes que creerlo. Sin embargo, estoy encantado de dejar el
trabajo por un mediodía y darte toda la ‘confianza’ que tenga.

Me eché a reír.

Yo: El laboratorio es un entorno estéril.

Quinn: Tienes habitaciones para pacientes.

Sería divertido. Sacudo la cabeza, preguntándome qué demonios me


pasa. Acabo de conseguir este trabajo oficialmente y estoy pensando en
tirarme a mi novio.

Yo: Tomaré tu ‘confianza’ más tarde esta noche.


Quinn: Ahora estoy duro.

Yo: Siempre estás duro.

Quinn: Eso es porque siempre estoy pensando en ti.

Yo: Te amo.

Quinn: Estoy deseando que me muestres exactamente cuánto más tarde.

Pongo los ojos en blanco y guardo el móvil justo a tiempo para que
Carolina llame a mi puerta.

—¿Y por qué sonríes?

—Quinn.

Sonríe.

—Voy a reunirme con Wendy y Byron, ¿quieres acompañarme?

Asiento con la cabeza.

—Claro.

Aunque me encantaría creer que se trata simplemente de su dulzura y


de que no quiere caminar sola, he aprendido que todo lo que hace es un
momento de enseñanza. Ahora sólo la veo una vez a la semana, y nuestra
sesión parece más una charla entre amigas que otra cosa. Nos reímos mucho e
incluso trajo una botella de vino la última vez.

No estoy segura de poder seguir siendo paciente, ni de haberlo sido


alguna vez, pero la quiero mucho.

No se parece en nada a mis otros amigos. Es una relación mucho más


madura y, desde hace dos semanas, nuestras conversaciones son mucho
menos unilaterales.

—¿Cómo está Quinn?

—Lo está haciendo bien. Está trabajando en una nueva serie de


directrices de formación, que a mí no me importan nada, pero le escucho
zumbar durante horas y horas.

Carolina suelta una risita.

—Igual que estoy segura de que piensa de tu trabajo de laboratorio.

Me burlo.

—Soy muy atractiva.

—Claro que sí.

—¿Por qué acepté caminar contigo otra vez? —pregunto.

—Ni idea, pero aquí estás.

Llegamos a la sala de conferencias, que está dispuesta casi como una


sala de estar. Carolina y Greyson la diseñaron para que pareciera acogedora y
no tanto un despacho. Aquí es donde se dan la mayoría de las malas
noticias, así que dudo que a los pacientes les importe, pero puedo
apreciar que a nuestro personal sí.

Una chica de mi edad, con el cabello largo y rubio, se levanta de un


salto. Se mueve rápidamente hacia mí. Me doy cuenta de lo guapa que es. Me
doy cuenta de que hace ejercicio, porque sólo hay cuatro personas en el
mundo que consigan estar tan perfectas como ella sin trabajar para ello. Se
mueve con la gracia y el aplomo de una bailarina. Su rostro es delicado y tiene
unas pestañas espesas y oscuras que me dan una envidia instantánea.

Cuando se detiene justo delante de mí, su excitación es palpable.

—¿Es usted la Dra. Caputo?

Sonrío y niego con la cabeza.

—Soy Ashton, pero no soy médica.

—Oh, lo siento. —Se gira y mira a su marido, haciéndole un gesto con la


mano para que se acerque—. Este es mi marido, Byron. Estamos... bueno,
sabemos todo acerca de su trabajo, y el Dr. Danton habla muy bien de usted.
Estuvimos a punto de ir a la clínica de Nueva York cuando escuchamos que
eran los mejores con esto, y entonces… —Se le llenan los ojos de lágrimas y se
esfuerza por recuperar el aliento—. Entonces viniste aquí.

—Por favor, no llores —digo las palabras con una sonrisa—. Arruinarás
tu rímel, y todos sabemos que una mujer codicia sus pestañas.

Wendy suelta una risita y baja la voz a un susurro.

—Son extensiones porque lloro... mucho.

—Yo también.

Byron extiende la mano.

—Encantado de conocerte.

—A ti también, por favor, llámame Ashton. Sólo soy bióloga, y aunque


mi familia deseaba que me doctorara, no soy tan estirada como estos dos. —
Guiño un ojo y muevo el pulgar hacia Carolina y Greyson.

Nos sentamos todos alrededor de los sofás y empezamos a hablar de


todo. Soy lo más minucioso posible sin ser aburrido. Sobre todo, mi objetivo
es que se sientan cómodos. Pueden esperar más si quieren o seguir adelante.
Me gustaría que sintieran que mi confianza es tan fuerte como siempre,
aunque no lo sea.

Hay muchas variables que pueden afectar al porcentaje de éxito, y


quiero que entiendan que, aunque lo haya hecho antes, no significa que
vayamos a tener el mismo resultado.

—Entonces, ¿hay un cincuenta por ciento de posibilidades de que sea


así? —pregunta Wendy mientras agarra la mano de su marido.

—Sí. No hay garantías, pero el Dr. Danton y yo somos muy buenos en lo


que hacemos y haremos todo lo que esté en nuestra mano para darte la mejor
oportunidad.

—¿Pero no habías hecho esto con él antes? —pregunta Byron y luego se


vuelve hacia Greyson—. Sin ofender, Dr. D.

—Ninguna ofensa —les asegura—. Ashton trabajó en el laboratorio con


otro endocrinólogo, pero somos colegas muy cercanos, y la doctora
Madison ha compartido todas sus notas e investigaciones. Sí quiero que
ambos sepan que si no confiara en mi capacidad o en la de Ashton para
manejar esto, los derivaría a otra clínica que sí pudiera.

Wendy suspira.

—¿Crees que esta es nuestra mejor oportunidad?

Respondo con voz firme a su pregunta.

—Creo que no sólo es el mejor momento, sino que además estás en el


sitio más cuidado. Me encantaba donde estaba antes, así que no te lo tomes
como un desprecio, pero en Nueva York es clínico. Aquí tienes el apoyo de
todo el personal. Creo sinceramente que, por mucho que haya avanzado la
ciencia, hay algo que decir sobre el corazón humano. Aquí nuestro equipo
trata a cada paciente de forma única, y si no creyéramos que vamos a tener
éxito, plantearíamos las cosas de forma muy distinta. Es una oportunidad,
pero es realmente la mejor.

—Ojalá lo entendieras. He perdido tanto.

No soy de las que comparten demasiado, especialmente con un


paciente, pero la entiendo. A un nivel básico, puedo sentir su dolor y su
miedo. Ella y yo somos almas gemelas en muchos aspectos y, quién sabe,
quizá algún día me encuentre en la misma situación. Me gustaría saber que
las personas que recorren este camino conmigo realmente entienden lo que
significa.

Para mí, Wendy no es un expediente.

No es una estadística ni un premio que tratar de obtener.

Es una persona con el sueño de ser madre. Su corazón está delante de


nosotros, y nuestro trabajo es hacerle saber que nos ocuparemos de él.

Miro a Carolina con una pequeña sonrisa y ella asiente


imperceptiblemente.

—Wendy —digo con voz temblorosa—. Sufrí una pérdida inimaginable


hace unos cinco meses. Tuve un aborto espontáneo con complicaciones,
que me dejó incapaz de tener un hijo jamás. Casi me destruyó. Te lo digo
porque lo entiendo. Más que nadie. Verás, todo lo que siempre quise fue ser
madre, y no hay nada que no haría si eso significara que podría recuperarlo.
No hay nadie en esta industria que trabaje tan duro para tener éxito como yo.

Las lágrimas llenan sus ojos mientras se pone en pie.

—Gracias.

Carolina toma mi mano entre las suyas sobre la mesa y aprieta, su voz
es apenas audible.

—Estoy orgullosa de ti.

Cuando Carolina se levanta y camina hacia Wendy y Byron, me siento


cruda y expuesta, pero en el buen sentido. Puede que me apriete el pecho,
pero me alegro mucho de haberlo dicho.

Entonces una mano me toca el hombro. Levanto la vista, esperando ver


a Carolina, pero es Wendy.

—Gracias por decírmelo.

—No lo hice para ganarme tu confianza, quería que supieras que de


verdad te entiendo.

—Sabes, durante mucho tiempo pensé que nunca podríamos tener


hijos. Lo había aceptado, o al menos me lo había dicho a mí misma, pero un
día vi la mirada de Byron cuando pasábamos por un parque. No dijo nada,
pero había una... esperanza... y pensé que podría derrumbarme. Me
obsesioné con tener un bebé otra vez, y ahora me preocupo.
Intento no imaginarme a Quinn. Dejo a un lado todas las emociones
que amenazan con aflorar, no se trata de mí. Wendy es una paciente y quiero
que confíe en mí y en mi equipo para darle el hijo que desea.

—Aquí también tienes esperanza, Wendy.

Ella asiente con una suave sonrisa.

—Es duro amar tanto a un hombre que quieres compartir un hijo pero
saber que nunca serás la mujer que se lo dé. Me aterra pensar que seguiré sin
ser capaz, aunque esta vez no sea mi cuerpo, sino mi óvulo.

Me pongo en pie, sintiendo como si el suelo bajo mis pies temblara.

—Es increíblemente difícil. Decidas lo que decidas, que sepas que


haremos todo lo posible para devolverte la esperanza.

Los ojos de Wendy rebosan lágrimas no derramadas.

—Sabes, a veces me pregunto si hice algo mal, pero luego recuerdo


que no estoy sola y que ninguno de nosotros hizo nada malo. Me lo acabas de
recordar.

Respiro por la nariz para no estallar en un sollozo.

—No, no estamos solos.

Mira a su marido y suspira.

—¿Y sabes qué? A él no podría importarle menos si alguna vez tenemos


un hijo, soy yo la que quiere dárselo porque lo amo y vi sus ojos en el parque
ese día. Byron me querrá sea cual sea el resultado, pero espero de verdad que
podamos. Será un padre maravilloso.

Pienso en Quinn y en que él siente lo mismo. Le da igual que estemos los


dos solos el resto de nuestras vidas.

Yo soy el que quiere la familia completa.

—Yo soy igual.


Wendy sonríe como si ya lo supiera.

—Eso es lo curioso de querer a alguien. A menudo nos volvemos locos


pensando que sabemos lo que realmente quieren, cuando lo único que
quieren es que seamos felices.

—Bueno, para ser justos, normalmente tenemos razón.

Ambos nos reímos.

—Sabía que lo hacía cuando me casé con Byron.

Y espero que algún día pueda decir lo mismo de Quinn. Sí, tuve el anillo
y luego lo devolví, pero quizá ha llegado el momento de hacerle saber que he
cambiado de opinión.
30
Quinn

—¿La vas a llevar a cenar?— pregunta Liam mientras terminamos un


entrenamiento.

—Es una cita, no sólo una cena.

Levanta las manos con una risita.

—Lo siento, Ladykiller, olvidé que tienes unas habilidades locas para
seducir.

Lo odio.

—Lo que sea, Prettyboy. Voy a cenar con planes de declararme, pero si
su día fue la mitad de mal de lo que creo, lo pospondré.

—¿No confías en ella?

Suspiro y me tomo mi batido de proteínas.

—No es confianza, es el momento. Se reunió con la chica que también


tiene su edad y perdió sus partes femeninas.

—Se llama útero.

—¿A quién le importa cómo se llame?


Liam se encoge de hombros.

—¿A las mujeres?

—De acuerdo, Dr. Uterus... mi punto es que ella estaba nerviosa al ir a


la reunión, y me gustaría evitar otra cagada de propuesta. Sin embargo, si
vamos por ese camino, tienes que estar lista para la boda la próxima semana.

Liam se echa a reír.

—¿La semana que viene?

—Sí.

—¿Así ella no corre?

—Así que finalmente puedo hacerla mi esposa. Ha pasado mucho


tiempo. Empezamos a salir cuando tú y Lee. Ella los ve a ustedes casados y
con un bebé...

—Bueno, no soy tonto del culo.

—Sí, vamos con eso.

—Lo dice el idiota que no está casado con el bebé. —A Liam se le cae la
cara de vergüenza cuando se da cuenta de lo que ha dicho—. Eso estuvo fuera
de lugar. Lo siento.

De vez en cuando pienso en que aún estaría embarazada. Anoche,


mientras dormía, le toqué la barriga y pensé que no podría rodearla con el
brazo en este punto. Y entonces tuve que quitarme esa mierda de la cabeza y
dar gracias a Dios por poder rodearla con el brazo.

—No querías decir eso, está bien.

—Aún así.

Necesito cambiar de tema.

—De todas formas, cena, y si no está rara, le propondré matrimonio y le


diré que nos casamos la semana que viene.
—Sí, Ashton es totalmente del tipo de chica que hace lo que dice. Estoy
seguro de que le encantará tener su boda aplastado por ti.

Espero que vea la sabiduría en mi pensamiento, pero conociéndola, no


lo hará.

Mierda.

Puede que tenga razón en lo de la boda apurada.

Su madre también podría matarme si no le permito la boda con la que


ha soñado. ¿Quizás pueda convencerla de que se fugue y sólo finja por el bien
de su familia?

Ya resolveré esos detalles más adelante. Por ahora, tengo que ponerle el
anillo en el dedo y hacer que acepte verbalmente esta vez.

No volveré a cometer ese error.

—Tengo la sensación de que no le importará tanto.

—¿Por qué, porque eres un buen partido y le preocupa que te escapes?

Con amigos como Liam, ¿quién necesita gente que te insulte de verdad?

—¿Y tú eres un ganador?

Sonríe mientras una chica pasa saludando.

—Ves, ella piensa que estoy caliente.

—Me estaba mirando.

Liam me da una palmada en el hombro.

—No lo creo, pero buen intento. Volviendo al tema que nos ocupa,
¿estás seguro de que estarás bien si ella dice que todavía no?

He intentado hacerme la misma pregunta. Quiero decir, seamos


sinceros, ningún hombre quiere que le digan que no. No le pedimos a una
chica que se case con nosotros para acabar sin el anillo en el dedo. Estoy
jodidamente seguro de que no quiero volver a pasar por eso, pero la amo.
Quiero que sepa que, incluso con la mierda que hemos pasado, la veo al otro
lado.

Ashton ha cerrado el círculo. Ha vuelto a ser divertida, bocazas y voraz


en la cama, de lo que no me quejo ni un poquito.

No se parece en nada a la de antes, y eso me hace pensar que esta vez


querrá comprometerse.

—Ha recorrido un largo camino, y aunque nunca estoy seguro de qué


demonios pasa por su cerebro, estoy bastante seguro de que leo bien las
señales.

Liam asiente lentamente.

—Entonces me alegro por ti. Eres un hombre afortunado, y ella...


bueno, me preocupo por ella.

—Imbécil.

Se sube al auto y le hago un gesto mientras se marcha. El trayecto a casa


es corto, pero empiezo a ultimar un plan para que esta noche sea perfecta y
tenga un final perfecto.

Ashton está en casa cuando llego, lo cual es raro porque no suele salir
del laboratorio hasta pasadas las seis y sólo son las cuatro. Me apresuro a
entrar, preocupada porque no me ha mandado ningún mensaje después de su
reunión con la pareja y no tengo ni idea de cómo lo ha hecho.

—¿Ash?

—¡Estoy aquí! —llama desde el dormitorio.

—Hola —digo cuando la veo de pie frente al espejo con un vestido negro
ajustado.

Dios mío, es magnífica. Su larga melena pelirroja le cae por la espalda y


hay un resplandor a su alrededor. Juro que nunca la he visto más guapa.
Entro en la habitación y ella sonríe.
—Llegué a casa temprano.

—Ya lo veo.

—Quería probarme mi nuevo vestido para salir.

Levanto una ceja.

—¿Y eso por qué?

—Porque es bonito.

Sacudo la cabeza mientras me acerco a ella por detrás, mirando su


reflejo por encima del hombro.

—No, el vestido no es nada comparado con la chica que lo lleva.

Se echa hacia atrás, sin importarle que aún esté sudado y


probablemente apeste de hacer ejercicio.

—¿Te gusta?

—Me gustaría más en el suelo.

Se gira en mis brazos, sus manos suben hasta mi pecho.

—Necesitas una ducha.

—¿Te ofreces a ayudarme a limpiarme?

—Por muy tentadora que sea esa oferta, mi sexy bestia de novio, me
saltaré esta y la dejaré para otro día.

Maldita sea. Pensar en ella mojando y lavando mi espalda me ha puesto


duro como una piedra.

Creo que nunca me hartaré de ella.

—Como quieras.

—Tengo grandes planes para nosotros.

Yo también, mi amor. Yo también.

—¿Sí? ¿Qué tipo de planes?


Ashton se inclina y me da un beso rápido.

—Ve a limpiarte y lo descubrirás.

La saludo con un guiño.

—Sí, señora.

—Descanse, marinero.

Pongo los ojos en blanco, la agarro por el culo y la atraigo contra mi


pecho. Le paso la nariz por el cuello y ella se estremece.

—Dios, te deseo, joder.

—Quinn… —Su voz es ronca, y sé que ella también me desea.

Mi mano sube por su espalda y agarro la cremallera, deslizándola


lentamente hacia abajo para que el ruido resuene en la habitación.

Me encanta que no intente detenerme. Sus dedos se deslizan por mi piel


y luego sus labios tocan los míos. La beso suavemente, burlándome de ella y
disfrutando de los suaves sonidos que se escapan. A mi chica le gusta dar
tanto como recibir. Su lengua roza la mía antes de retirarse, lo que me hace
gruñir y avanzar.

No hay nada más sexy que una mujer que no teme usar su poder. Me
agarra la nuca y se acerca a mí. Le bajo la tela del vestido, dejándola en
tacones y ropa interior.

Doy un paso atrás para mirarla. La bebo, cada gota me da ganas de


vivir. Ella no sabe cuánto la necesito para respirar.

Mi boca se abre para pedírselo ahora mismo. Quiero desnudar mi alma


ante ella, pero se merece algo mejor. Su cabeza se inclina hacia un lado.

—¿Qué pasa?

—Me dejas sin aliento.

Ashton se acerca un paso y sus manos tocan mi piel, marcándome


aún más de lo que ya estoy. Sus profundos ojos azules se clavan en los míos y
juro que puedo verme reflejado en su interior. Ella siente lo mismo en este
momento.

—Cásate conmigo —dice, haciendo que me quede helado.

—¿Qué?

Estoy bastante seguro de que me robó la frase.

—Quiero casarme contigo.

Al menos eso aclara cualquier duda que tuviera sobre si esta noche era
la adecuada.

—¿Te llamó Liam?

—¿Liam?

Sacudo la cabeza.

—Estaba... Pensaba pedírtelo esta noche. Por eso íbamos a cenar y


luego tenía planeadas algunas sorpresas.

Sus labios se convierten en la sonrisa más impresionante.

—¿En serio?

Me río y la estrecho entre mis brazos.

—Así es. Verás, tengo un problema con el que esperaba que pudieras
ayudarme.

—¿Qué puede ser?

—Estoy perdidamente enamorado de ti y no puedo imaginar una vida


sin ti en ella.

—Hmm, eso sí que parece un problema —dice Ashton mientras pasa


sus dedos por mi nuca—. Puede que tenga una solución.

—¿Implica que aceptes ser mi esposa?


—Eso podría ser un comienzo.

La suelto y me acerco al cajón que tiene el mismo anillo de diamantes


que le regalé una vez.

—Ashton Caputo, pensaba hacer esto de forma mucho más digna que
tú en ropa interior y yo en ropa de gimnasia, pero entonces no seríamos
realmente nosotros, ¿verdad? Somos un poco desordenados, muy fogosos y
la pareja menos convencional. Contigo a mi lado, me resulta imposible
preocuparme por nada de eso porque tú lo haces perfecto. —Le tomo la mano,
rozando con el pulgar la parte superior, y me arrodillo—. La última vez que
me declaré no te lo pregunté. Tenía miedo de la respuesta, pero ahora ya no.
Así que, mi fragolina, ¿quieres casarte conmigo?

Se inclina, tomando mi cara entre sus manos mientras caen sus


lágrimas.

—Sí, sí, sí, mi increíblemente maravilloso hombre al que nunca volveré


a soltar.

—¿Me lo prometes? —pregunto mientras le limpio las lágrimas que


reposan en su mejilla.

—Te amo mucho.

La tiro al suelo mientras suelta una risita, pero la cojo cuando cae,
como siempre haré.

—Te amo más que a nada en el mundo.

—¿Sí? Demuéstralo.

Y entonces lo hago. Mis labios están sobre los suyos, depositando un


beso abrasador en su boca. Después de un minuto, me retiro.

—¿Cuánto me amas?

Sus ojos se llenan de tanto amor que si no estuviera ya de rodillas, lo


estaría ahora.
—Infinitamente.

—Bien, porque ese es el tiempo que planeo pasar amándote.


Epílogo
Ashton

~Cuatro años después~

—¡Me lo debes! ¡Me debes tanto, joder! —Gretchen grita con otra
contracción.

—No deberías maldecir tanto cuando traes al mundo a mi hijo —le


digo.

Su mirada me hace callar, pero no me afecta. Ha estado un poco


irritable durante todo el embarazo. Al parecer, incluso en el útero, nuestro
hijo es difícil. No es que me sorprenda, es mitad Quinn y mitad yo.

—Yo tendría cuidado, Ash, podría morderte. —Catherine se frota el


brazo donde los dientes de Gretchen la alcanzaron.

—Estabas intentando comer delante de mí. Llevo dieciséis horas de


parto, ¡quiero comer!

También han sido dieciséis horas muy largas. Ella tiene que ser la
mujer más hostil en trabajo de parto que he jamás conocido. Catherine
afirma que ella no era nada de eso y está claro que el dramatismo de Gretchen
sale a relucir con toda su fuerza.

—Mira, por esto no siempre es bueno que hagas listas —le explico
mientras cruzo las piernas en la silla junto a ella.

—Eres una imbécil.

—Otra vez con el lenguaje. Mi hijo va a salir diciendo palabrotas.

—Si tu hijo alguna vez decide salir.

Me encojo de hombros.

—Está cómoda.

Catherine se ríe.

—Sabes que podría ser un niño.

—Sabes que la mayoría de la gente se entera —reprende Gretchen


mientras echa la cabeza hacia atrás—. El suspenso me está matando.

Teniendo en cuenta que Quinn y yo no podíamos llevarnos ni una sola


sorpresa, me negué a averiguarlo. Implantamos cuatro embriones -dos niñas
y dos niños- y uno salió adelante. No tengo ni idea de cuál fue, pero estoy
convencida de que es una niña, igual que la hija que perdimos.

Quinn está convencido de que... es un bebé. Dice que no le importa si es


niño o niña, pero está loco desde que descubrimos que Gretchen estaba
embarazada.

Estoy bastante segura de que Ben quiere matarlo, pero también lo


entiende. Tratar de encontrar un sustituto fue un infierno. Absolutamente
un infierno. Hay tanto riesgo para los padres y la mera idea de que la madre
de alquiler quisiera quedarse con el bebé me volvió loca.

Quinn insistió en que buscáramos a una amiga o a un familiar.


Gretchen o Catherine eran las únicas dos a las que consideraría. Como
Catherine vive al otro lado del país, realmente dependía de Gretchen. Nadie
podría haber esperado su reacción. Ni siquiera necesitó un momento. Aceptó
de inmediato y estaba muy contenta de estar embarazada sin tener que lidiar
con la infancia.
Ahora, estoy bastante segura de que se arrepiente de todo.

Llevar a mi hijo aparentemente no se parece en nada al último.

Catherine se mete una patata frita en la boca, lo que le vale una mirada
fulminante.

—Ya has tenido dos hijos, ¿qué te importa?

Me levanto y limpio la frente de Gretchen con el paño frío.

—Déjala descansar, Cat. Está agotada.

—Sí, déjame descansar —dice y me saca la lengua.

Llaman a la puerta y Gretchen murmura.

—¿Cómo está? —pregunta Quinn.

Y entonces gruñe.

—Así de bien, entendido.

Catherine se acerca.

—Oh, ella me mordió. Es un melocotón.

Pobre Quinn, está muy nervioso y Gretchen le ha dicho que no puede


entrar hasta que llegue el momento del parto. Además, sólo puede estar junto
a su cabeza. Me he reído mucho. Quiero a mi mejor amiga y nunca podremos
pagarle lo que ha hecho por nosotras. Si la mayor exigencia que hace es que se
quede fuera y junto a su cabeza, la aceptaremos.

Yo, sin embargo, no he tenido tanta suerte. No, tengo que estar aquí
todo el tiempo, y ella ha aprovechado cada minuto para recordarme lo mucho
que me odia.

Al menos ahora sé por lo que pasan algunos chicos.

—No debería tardar mucho más —le digo—. El Dr. Danton dijo que por
fin estaba progresando, así que te mantendremos informada. ¿Cómo está
Ben?
Quinn mira hacia el cielo.

—Ben y yo estamos teniendo un concurso para el más preocupante.

—¿Va ganando? —pregunta Gretchen.

—No lo creo.

—Maldita sea, dile que intensifique su juego. ¡Soy su mujer, por el amor
de Dios, y estoy haciendo todo el puto trabajo!

Gretchen pidió que Ben no estuviera aquí, ha visto a su mujer dar a luz a
dos niños, y le preocupaba que no pudiera soportar saber que este bebé no
sería suyo. Así que Catherine está aquí por Gretchen.

Sonrío cuando los ojos de Quinn se abren de par en par.

—Ves, es un melocotón con boca de orinal.

—Lleva a nuestro bebé —la excusa.

—Sí, es verdad. —Deslizo distraídamente mi colgante en la cadena, y


cuando me mira, sus ojos se suavizan y parece que decimos tanto en estos
segundos.

Abrí la caja negra el día que supimos que Gretchen estaba


embarazada. No quise abrirla antes, sin ningún motivo real, pero Quinn
también parecía conformarse con no tocarla hasta que decidiéramos si
íbamos a hacerlo o no. Meses de espera y de preguntarnos si debíamos
intentarlo. Luego agonizamos sobre las posibilidades y finalmente decidimos
intentarlo.

Los dos primeros intentos fracasaron, e hice la promesa de que si no


funcionaba al tercer intento, dejaría de intentarlo y sería feliz. Lo dije en
serio, al menos en teoría.

Cuando Gretchen se hizo la prueba de embarazo y dio positivo, fuimos


a nuestro dormitorio, sacamos la caja de la caja fuerte y, como habíamos
prometido, la abrimos juntos. Dentro, había un precioso collar con dos alas
de ángel con un rubí rojo en el centro. La rosa está simbolizada por la piedra y
las alas, dijo, reflejaban a cada uno de nosotros.

Me lo puse ese día y no me lo he vuelto a quitar. Rose está con nosotros


ahora mismo, puedo sentirlo.

—¿Estás bien? —susurra.

Asiento con la cabeza.

—Estoy lista.

—Yo también, fragolina.

Sonrío y entrelazo mis dedos con los suyos.

Otra contracción y Gretchen gime.

—Ohhh, este bebé me odia. Tengo que empujar.

—¡No! —Catherine y yo gritamos al mismo tiempo.

Aunque mi trabajo es hacer bebés, nunca los atiendo, y preferiría que


este no fuera el primero.

Si tiene que empujar significa que está mucho más avanzada de lo que
pensábamos. Giro la cabeza hacia Quinn mientras corro hacia Gretchen.

—¡Llama al médico!

Sale corriendo de la habitación y Catherine y yo cogemos a Gretchen de


la mano.

—No puedes empujar todavía, no hay nadie para recibirlo —le digo—.
Viene el médico.

Me mira exasperada.

—¡Pues vete allí con una cesta porque ya viene! No puedo pararlo.
Tengo que empujar.

—¿Yo?
—¡Bueno, es tu hijo!

Mierda. Joder. De acuerdo. Tengo algo de formación médica, aunque


sea de ver Anatomía de Grey. Debería ser capaz de hacer esto, ¿verdad? Quiero
decir, recibir al bebé o fingir que lo hago mientras espero a que Greyson y el
maldito equipo de enfermeras lleguen.

Llego a donde sus piernas están abiertas y seriamente no quiero mirar.

—¡Ashton! —Catherine grita—. ¡Deberías mantener tus malditos ojos


abiertos!

Gretchen me mira fijamente.

—¡Dios mío! Mis dos mejores amigas van a dar a luz a un bebé, ¡y ni
siquiera es mío! Esto es una mierda muy jodida. Quiero decir, este niño está
jodido si estos son los primeros momentos que llega a tener.

—Ella —corrijo.

—Tranquila, Gretch —dice Catherine mientras gira la cabeza para no


reírse—. Todos necesitamos estar tranquilos.

—Lo dice la chica que está de cabeza.

Quinn vuelve corriendo con Greyson y dos enfermeras. Gracias a Dios.


Sin embargo, Quinn se queda mirando porque hace un ruido y luego se tapa
los ojos.

—Quemado en tu retina, ¿eh? —Catherine se ríe.

—Sí.

—Necesita empujar —explico, sin preocuparme por esos dos imbéciles.

Greyson sonríe y se acerca con toda la confianza del mundo.

—Muy bien, vamos a ver si el bebé Miller está listo para venir al
mundo.

Retrocedo dos pasos, sin saber adónde ir. ¿Me quedo aquí abajo?
¿Vuelvo a subir junto a la cabeza de Gretchen?

Entonces Quinn ocupa su lugar a su izquierda y la puerta se abre de


nuevo, trayendo otra cama de hospital.

La enfermera capta mi expresión y sonríe suavemente.

—Cuando nazca el bebé, Gretchen quería que sintieras esos primeros


momentos, así que vamos a traer una cama para que esté junto a la suya.
Sostendrás a tu bebé como lo haría cualquier madre primeriza.

Miro a mi mejor amiga mientras los ojos se nos llenan de lágrimas.

—Ponte una bata, mamá.

Esto es demasiado. No puedo respirar, pero casi sin pensarlo, hago lo


que me dice. Me quito la camiseta y el sujetador, y me pongo la bata, que se
abre por detrás. Ella hace mucho ruido, así que me apresuro un poco más
para volver a salir.

—Gretchen, cuando llegue la próxima contracción, quiero que empujes


—le dice Greyson mientras rodeo la segunda cama y cojo su mano extendida.

—Puedes hacerlo, Gretch.

Está cansada y sudorosa y, sin embargo, cuando me mira, hay


determinación en sus ojos.

—Te quiero, Ash.

—Yo también te quiero.

Ella nunca entenderá el regalo que me hace. Nunca podré


agradecérselo lo suficiente, quererla más o ser capaz de recompensárselo.

Es... la cosa más desinteresada que nadie ha hecho nunca.

Quinn está detrás de mí, una mano en mi hombro y la otra en el de


Gretchen.

—Gracias. —Sonríe, y entonces llega otra contracción, borrándosela de


la cara.

A Gretchen le cuesta superar los dos siguientes, cada uno de ellos


agotando un poco más sus fuerzas, pero entonces da un fuerte empujón y
oigo el grito.

El llanto perfecto y más desgarrador.

Ruidoso, fuerte, enojado, y todo mi mundo se detiene porque ese es mi


bebé.

Un bebé que es un milagro.

Un niño que pensé que nunca sería está vivo.

Se me caen las lágrimas y ni siquiera he visto ni esuchado nada de lo


que está pasando. Sólo puedo concentrarme en el sonido de nuestro hijo.

—Ashton —Greyson dice mi nombre—. Métete en la cama y te


traeremos al bebé.

Asiento con la cabeza y miro a Gretchen.

—Ve a conocer a tu bebé, Ash.

—Tú...

—Estoy bien. —Ella sonríe—. Estoy cansada, pero estoy bien.

Catherine está a su lado, con lágrimas en los ojos.

—Estás más que bien, mi increíble amiga.

Quinn y yo nos subimos a la cama y su brazo me rodea el hombro.


Luego traen al bebé. La enfermera sonríe.

—Le presento a su hijo.

—¿Un niño? —Me ahogo con las palabras—. Siempre supe que mis
chicos eran fuertes.

Antes de que pueda responder, la enfermera me baja la bata y lo coloca


sobre mi pecho desnudo, su pequeño y cálido cuerpo descansa sobre el mío, y
no puedo detener el constante torrente de lágrimas.

—Hola, cielo. Soy tu madre y este es tu padre.

Quinn le toca la cara, acariciando la mejilla de nuestro hijo con


reverencia.

—Es perfecto.

—Lo es.

Lo estrecho contra mí y le susurro cosas que ni siquiera creo que


tengan sentido mientras dejo caer suaves besos sobre su frente.

—¿Cómo está? —pregunta Gretchen desde la otra cama.

Miro a Quinn y él asiente.

Me levanto, cargando con un niño al que ambos amamos. Puede que sea
mi óvulo y el esperma de Quinn, pero sin Gretchen no estaría aquí.

—¿Quieres tenerlo?

Le tiemblan los labios y sé que tiene que ser muy difícil para ella. Llevó
un niño durante nueve meses, sólo para entregarlo, y me duele un poco el
corazón. Lo supiera o no, lo quería. Lo sintió dar patadas, escuchó sus latidos
y se enfrentó a las partes no tan agradables. También está hormonal y
agotada. Ojalá pudiera hacer esto más fácil para ella. Ojalá no tuviera que
sufrir para darme una alegría.

—Me gustaría mucho si te parece bien.

Lo pongo en sus brazos y una sensación de alivio la invade.

—Hola, pequeño. Soy tu tía Gretchen y me alegro mucho de conocerte.


Espero que les des muchos problemas a tus padres. Como dibujar en sus
paredes, orinarles en la cara cuando te cambien el pañal y vomitarles
también en la espalda, ¿de acuerdo?

Me río y le toco la cara.


—Nunca podré agradecértelo lo suficiente.

—Oh, Ashton, no hay nada que no haría por ti. Sólo prométeme que
nunca volverás a pedirme que haga esto.

Me inclino y beso su mejilla.

—Te lo prometo.

Gretchen le besa la parte superior de la cabeza, una lágrima rueda por


su cara y me lo devuelve.

—Toma, creo que alguien quiere a su papá.

Quinn está a mi lado, con los ojos clavados en nuestro hijo.

Lo levanto y lo pongo en sus brazos. Los ojos de Quinn se empañan al


sostener a su hijo por primera vez.

—¿Sigue siendo ese el nombre que quieres? —pregunta.

—Por favor —se queja Catherine—. El suspenso nos está matando a


todos. Tuvimos que esperar para saber el sexo, no nos obligues a hacerlo con
el nombre.

Lo miro y sonrío.

—Gabriel Burke Miller.

Gretchen jadea.

—¿Burke?

Queríamos honrar a Gretchen de alguna manera. Después de mucho


hablar, Quinn y yo encontramos la manera de hacerlo independientemente
de que el bebé fuera niña o niño.

—Si fuera niña, habríamos elegido tu nombre de pila, pero pensé que tu
apellido de soltera sería el segundo perfecto para un niño.

—Yo... Ni siquiera puedo pensar —dice mientras una lágrima cae por su
mejilla.
—Es perfecto —dice Catherine—. Todo esto es perfecto, y no puedo
decirles cuánto las quiero a las dos. —Sus ojos se empañan mientras mira a
Gretchen y luego a mí—. Lo que hiciste...

—No empieces, Cat —advierte Gretchen—. Si empiezas a llorar nunca


conseguiremos que pares.

Miro a mis dos mejores amigas con tanta gratitud en el corazón que me
cuesta respirar.

Han estado ahí para Quinn y para mí de una forma que nunca podré
agradecer.

Mis dedos rozan la delicada mata de cabello rojo de la cabeza de Gabriel.


Mi hijo, mi precioso hijo que está aquí y en brazos de mi marido. Quiero
estrecharlo contra mí y no soltarlo nunca. Lo amo mucho más de lo que creía
posible.

—Nos gustaría llevarlo a la guardería y darle a Gretchen algo de tiempo


para que descanse —explica Greyson mientras se acerca.

Quinn me mira con absoluto horror en los ojos.

—¿Qué?

—No puedo caminar con él, ¿verdad?

—¿Caminar con él?

Asiente y el miedo en esos ojos azules hace que se me retuerza el


estómago.

—Es demasiado pequeño para que lo muevan así. ¿Y si se me cae? ¿Y si


tropiezo? ¿Y si alguien tropieza con él?

Sonrío tranquilizadora, un poco mareada al ver cómo mi corpulento y


duro marido se arrodilla ante nuestro bebé.

—No se te caerá ni tropezarás. Nunca dejarías que le pasara nada,


¿verdad?
—Nunca.

—No, porque eres su padre y proteges las cosas que amas.

—Te amo, Ashton.

—Te amo más.

Mira a Gabriel antes de bajar los labios a su frente.

—Te amo, hijo.

La enfermera sonríe y nos tiende la mano para acompañarnos a la otra


habitación que hemos pagado para que Gretchen descanse y tenga intimidad.
Aunque me alegro, no puedo evitar sentir que la abandono.

Miro hacia atrás y hay una sensación de comprensión que pasa entre
nosotros.

—Ve a estar con tu hijo —dice suavemente—. Y tráeme a mi marido.

—Lo haré. Gracias.

Salimos de la habitación y mis dedos rodean el gran brazo de Quinn


mientras acuna a nuestro pequeño bebé. Antes de entrar en nuestra
habitación privada, me giro para ir a la sala de espera a buscar a Ben, pero él
ya está de camino cuando salgo al pasillo antes de que pueda dar un paso.

—¿Es él?

—Este es Gabriel —el orgullo de Quinn brilla en su voz.

Se inclina y le toca suavemente la parte superior de la cabeza.

—No tienes ni idea de cuánta gente te quiere, Gabriel.

—¿Están todos en la sala de espera? —pregunta Quinn.

—Todos y cada uno de ellos.

—Bueno, es hora de que nuestro hijo conozca a su loca familia —digo


mientras nos acercamos al cristal que da a la zona de observación.
Quinn me toca el codo, me vuelvo y lo miro, sintiendo esa sensación de
plenitud que sólo esperaba que existiera. Allí está el hombre al que amo más
que a nada, sosteniendo al niño que no creíamos que sería.

No hay nada en el mundo más hermoso que esto.

—¿Sientes que por fin tienes todo lo que querías?.

Sacudo la cabeza.

—Tengo eso cuando te tengo a ti, esto es más. Mucho más.

Sus labios rozan los míos en el más dulce de los besos, y aquí mismo,
sosteniendo a nuestro bebé y sabiendo que tengo al marido más maravilloso,
una paz con la que sólo había soñado se instala a mi alrededor y sé que todo es
exactamente como tenía que ser.

Fin
Escena Extra
Quinn

—¡Uf, estoy tan cansado! —Le grito a Ashton mientras ella me mira.

—¿Estás cansado?

Entonces me doy cuenta de mi error. Sí, estoy cansado. Muy cansado.


Sin embargo, mi esposa está agotada. Ha estado despierta con Gabriel
durante las últimas tres noches mientras él estuvo enfermo. He ido a
trabajar, he dormido la siesta en mi escritorio, cosa que nunca admitiré,
mientras que ella ha estado en casa con él todo el día.

De hecho, estoy bastante seguro de que Ashton no ha dormido desde


que llegó a casa hace un año.

—No tan cansado como tú, pero. . .

—¿Pero?

—Pero nada. No había pero allí. Fue un pero equivocado. —Trato de


retroceder antes de que ella lance algo a mi cabeza.

Ya lo ha hecho dos veces. Las dos veces fueron merecidas, pero la


última casi me la da. Dije que deberíamos cancelar la fiesta por hoy, y fue
entonces cuando la botella de agua casi me corta la cabeza. Ha planeado sin
descanso el primer cumpleaños de nuestro hijo y ha gastado más dinero del
que me gustaría saber para asegurarse de que tuviera la fiesta del año. No es
que él recuerde nada de eso, pero la hace feliz, así que he aprendido a dejarme
llevar.

—Me alegra escuchar eso. Ahora, ve a cuidar a tu hijo y asegúrate de


que nada lo despierte para que pueda ducharme por primera vez en cuatro
días antes de que todos nuestros amigos comiencen a llegar.

—Sabes que te ves hermosa incluso sin la ducha —felicito, realmente en


serio.

Los labios de Ashton se convierten en una sonrisa.

—Eres un encanto, Quinn Miller.

—Y tú eres perfecta, Ashton Miller.

Ella toca su mano en mi mejilla.

—No vas a jugar al golf mañana.

Maldita sea.

Su padre ya debe haberle preguntado a su madre, quien le contó a


Ashton nuestro plan. Pops se dedica a jugar al golf cuando está aquí. Ya que
Gabriel es mimado con la atención de su nana, no hay razón para que los
chicos no puedan ir y divertirse.

—Sabes que tu padre culpará a tu madre. . .

Ella se encoge de hombros.

—Mi padre es libre de ir a jugar al golf, pero vas a tener que llevar a
Gabriel contigo porque planeo no salir de mi cama. Estoy exhausta, me veo
como una mierda y necesito un descanso.

Hmm, ¿llevar al bebé conmigo? Podría hacer eso. Él es uno, ¿qué


posible problema podría causar el niño?
Un plan comienza a formarse, y Ash se ríe por la nariz como si supiera
exactamente lo que estoy pensando.

—Eres un idiota.

—Sabes, considero que es un término cariñoso.

—Que no lo es.

—Semántica.

Ashton pone los ojos en blanco y luego se dirige al dormitorio para


ducharse. Gabriel está dormido en el suelo, te juro que el niño es
narcoléptico, excepto por la noche. No, ahí es cuando se despierta pensando
que el mundo es suyo para explorar. Lo hemos intentado todo. Está
completamente decidido a asegurarse de que nadie en esta casa duerma
nunca.

Lo miro, tan dulce y tranquilo, y me pregunto cómo alguna vez pensé


que conocía el amor hasta él. Ashton y yo no podríamos tener más suerte. Es
un buen chico, menos el sueño. Está feliz, sonríe todo el tiempo, está
empezando a caminar y te juro que está diciendo Dada . No me importa lo que
diga Ashton.

También es la viva imagen de mi esposa. Si no supiera a ciencia cierta


que él era mío, pensaría que ella lo hizo todo sola. Él tiene ojos azules, cabello
castaño oscuro y su nariz. Juro que estoy allí en alguna parte, solo que aún no
lo he encontrado.

Mi mano empuja su cabello hacia atrás mientras le sonrío. Me quedo


aquí no sé cuánto tiempo, simplemente maravillándome del milagro de mi
hijo mientras está en silencio.

—Es muy dulce cuando está durmiendo —dice Ashton en voz baja
detrás de mí.

Me giro y cuando lo hago, mi corazón se detiene. Ella es impresionante.


A veces olvido lo perfecta que es la mujer que amo. Seguimos con nuestros
días, trabajando, tratando de funcionar en el caos, y luego momentos como
este me ponen de rodillas. Ashton se encuentra allí, con la toalla justo sobre
la hinchazón de sus senos y una en su cabeza. Está enrojecida por la ducha,
pero eso solo aumenta su belleza.

—Dios, eres hermosa.

Sus labios se curvan en una sonrisa.

—Necesitas que te revisen los ojos.

Comienzo a moverme hacia ella.

—No tienes idea de cuánto te amo, ¿verdad?

Ella se queda allí, con una sonrisa seductora tirando de sus labios.

—Tal vez necesites recordármelo.

Oh, se lo recordaré, está bien.

—¿Cómo te gustaría que hiciera eso, esposa?

No le doy la oportunidad de responder antes de fusionar mis labios con


los suyos. Su cuerpo se funde con el mío, mientras la pasión fluye entre
nosotros. Nuestras lenguas se encuentran, dando y tomando mientras mis
brazos la abrazan. Me encanta la forma en que se siente contra mí. Ninguna
cantidad de tiempo disminuirá lo que compartimos.

La amo.

La necesito, y nunca la dejaré ir.

Dios, esta mujer me enfurece la mayoría de los días con su boca


inteligente y su falta de voluntad para hacer las cosas fáciles, pero no lo haría
de otra manera.

Es fuerte, resistente y decidida, que es exactamente lo que me hace


amarla.
Ashton gime en mi boca y tiro la toalla. La empujo de regreso al
dormitorio, incapaz de detenerme. Mis manos ahuecan sus pechos y sus
dedos agarran mi trasero, acercándome a ella. Ha pasado más de una semana
desde que la tuve. Siete días de mantener mis manos quietas y estar celoso de
un niño pequeño mientras se acurrucaba contra sus pechos mientras dormía.

Ese es mi lugar y Gabriel definitivamente no está entre nosotros en este


momento.

—Te deseo.

—Yo también te deseo —admite.

Me agacho, levantándola para que sus piernas se envuelvan alrededor


de mi cintura y empiezo a moverla hacia la cama, pero antes de que pueda
dejarla caer, escucho golpes en la puerta. Y luego el sonido de los gritos de
Gabriel llena la casa.

Excelente.

—Esos serían mis padres —dice Ashton mientras cierra los ojos.

Un montón de bloqueadores de pollas. Todos ellos.

La miro, los labios hinchados, los ojos llenos de lujuria.

—Esta noche, no habrá interrupciones. Te voy a follar, duro.

Ella me sonríe y mueve las cejas.

—Bueno, ahora estoy emocionada.

—Deberías estarlo.

Suelto las piernas de Ashton y espero a que se estabilicen. Se inclina


para agarrar la toalla y le doy una palmada en el culo desnudo. Ella me mira
con una mirada sensual.

—Tomaré algo de eso esta noche también.

Matándome. Ella me está matando.


Me dirijo a la puerta, la abro para que sus padres puedan entrar y luego
me muevo para buscar a Gabriel. Ya se está arrastrando hacia mí cuando me
acerco.

—Oye, amigo, ¿tuviste una buena siesta?

Se frota los ojitos y apoya la cabeza en mi hombro.

—¡Gabriel! —Mama C exclama al entrar con las manos extendidas—.


Ven con Nana.

Se va sin dudarlo. Aunque la familia de Ashton técnicamente vive en


Nueva Jersey, no lo sabrías teniendo en cuenta cuánto tiempo pasan aquí. Le
doy otros dos meses antes de que anuncien que se mudan al lado.

Estrecho la mano de mi suegro y él sonríe.

—¿Golf?

—Ella me matará.

Él resopla.

—Hijo, quédate conmigo y aprenderás que manejar a las mujeres


Caputo se trata de delicadeza.

—¡Escuché eso, papá! —Ashton sale de la habitación con un vestido azul


y se ha retorcido el cabello en un nudo extraño en la cabeza—. Si mamá te
escucha, tendrás que manejar sus patadas y puñetazos.

Le sonríe a su hija.

—Hola, mi dulce niña.

—Sí, no me hagas eso de la niña dulce.

Pero ahí va ella, arrojándose a su abrazo, y él guiña un ojo por encima


de la cabeza. El hombre es un maldito genio, y ahora lo llamaré Yoda.
—Bueno, bueno, las pandillas todas aquí. —Sonrío cuando llegamos a la
tienda instalada en la playa frente a la casa de Liam. Ashton, Natalie y
Gretchen hicieron todo lo posible. Hay comida en un lado, un pastel que
vamos a comer durante un año en el otro y una barra completa, para un niño
de un año.

Mi esposa es una fuerza de la naturaleza.

—Mira quién decidió presentarse en la fiesta de su propio hijo —


bromea Mark.

—Me sorprende que puedas estar aquí sin tu bastón, abuelo.

La ira brilla en sus ojos, pero la oculta rápidamente.

—Tomaré tu confesión mañana, hijo mío.

Aquí vamos. Alguien tiene que averiguar cómo anular ordenanzas en


línea.

—Jackson —le digo mientras le doy la mano—. Me alegro de que


pudieras hacerlo.

—¿Como si Catherine lo hubiera hecho de otra manera?

Verdadero.

—Me alegro de que nuestras esposas nos jodan a todos.

Todos nos reímos, sabiendo que es verdad.

—A mi no —interrumpe Mark—. Mi esposa sabe quién es el jefe.

Me burlo.
—Charlie es dueña de tus nueces, amigo.

—Tal vez sea así, pero yo estoy a cargo.

Liam levanta una ceja.

—¿En realidad? ¿Quieres que la llame para confirmarlo?

—No le tengo miedo. Adelante ...

Ben niega con la cabeza.

—Esto va a ser muy malo.

Mark es un estúpido. Charlie se lo comerá vivo, pero será divertido


verlo. Al menos no tenemos que preocuparnos por el entretenimiento a este
ritmo.

—Oye, Char… —Liam es interrumpido cuando Mark lo golpea en el


brazo.

—¿Estás tratando de hacer que me maten? Esa mujer me disparará.

Hasta aquí todo su asunto de estar a cargo. En el último año, mi amistad


con estos hombres solo se ha vuelto más fuerte. Somos una familia más que
una empresa. Ben, Mark, Liam, Jackson y yo nos entendemos de una manera
que hace que las cosas funcionen sin problemas. Hay días en los que
queremos estrangularnos, pero en su mayor parte, todo es amor fraternal.

El único punto oscuro en nuestra unidad es Aaron. Luchó con sus


elecciones y sintió que era mejor seguir su propio camino. Me rompe el
corazón por Aarabelle, que no parece entender la desaparición de su padre,
pero Liam y Natalie hacen todo lo posible por explicárselo. Jackson supo de él
hace unos meses. Dijo que estaba bien y que estaba feliz de haber seguido
adelante y empezar de nuevo.

Aún así, no importa el infierno que causó en nuestras vidas, odio ver a
un hermano luchar.

Liam me da una palmada en el brazo.


—¿Qué hay de ti, Quinn? ¿Tu mujer es la dueña de tus bolas?

—¿Qué opinas?

Miramos alrededor de la fiesta y empezamos a reír. Ningún hombre


haría esta mierda. Si fuera yo quien estuviera organizando la fiesta, le daría a
Gabriel una caja de cartón, ya que ese parece ser el único ‘juguete’ en el que el
niño muestra interés de todos modos, y lo llamaría día.

—Hablando de… —Jackson dice por lo bajo.

—¿Qué están haciendo idiotas? —mi hermosa esposa pregunta


mientras nos mira.

—Nada, fragolina . Solo estamos admirando la fiesta.

—Y las mujeres que lo lanzaron —agrega Liam.

—Bien. —Ella cruza los brazos sobre su pecho.

—De hecho, estábamos hablando de lo afortunados que somos de tener


mujeres como ustedes —dice Ben.

Ashton nos mira a todos.

—Bueno, todos ustedes necesitan reunir a sus hijos para que podamos
comer.

—Cualquier cosa que digas, cariño. —Doy un paso adelante,


acercándola a mi costado y presionando un beso en su sien.

—Awww, mira lo lindo que eres. —Mark junta sus manos frente a él y
pestañea—. Son como una dulce pareja que se aman mucho.

Ashton le da la vuelta mientras ella se aleja, gritando—: Chúpalo,


Twilight —por encima del hombro.

—Y por eso amo a tu esposa, Quinn.

—No lo sé. —Me río.

Todos nos dirigimos hacia el agua donde juegan los niños. Aarabelle los
está ‘observando’ desde que tiene diez años y siente que tiene la edad
suficiente para cuidar niños. Por supuesto, es solo la ilusión que tiene ya que
mi suegra, el padre de Liam y la madre de Jackson también están allí.
Ninguno de nosotros la dejaría a ella y a esos niños en el agua sin supervisión.

No somos tan tontos. . . la mayor parte del tiempo

Jackson llama a gritos a sus chicas, y ellas ni siquiera dudan en salir


corriendo del agua. Lo juro, sus hijas son las más educados de todos.

Liam hace un fuerte silbido que hace que sus hijos vengan corriendo.
Sus hijos creen que colgó la luna, por lo que siempre intentan impresionarlo.

Los hijos de Ben simplemente los siguen, pero luego están los dos de
Mark. Su hija corre hacia él, con los brazos abiertos mientras él la levanta.
Sin embargo, no hay nada que pueda acorralar a su hijo. Observo a Cullen
mientras hace una finta a la derecha y luego a la izquierda. Justo antes de que
Mark lo atrape, el niño se echa a correr por la playa riéndose.

Baja a Makenna y nos grita.

—¿Un poco de ayuda?

Liam grita de vuelta.

—¡Estamos bien, tienes esto!

Todos nos reímos, pero Ben avanza para ayudar a Makenna a subir a
donde estamos todos.

Mi suegra me trae a Gabriel.

—Toma, llévatelo para que pueda ayudar a Ashton.

—Gracias mamá.

Lo sostengo cerca mientras todos miramos a Mark. Sabía que


tendríamos una cena y un espectáculo.

—Diez dólares si Cullen se va al agua —apuesta Liam.


—Veinte que Mark tiene que ir detrás de él —subo la apuesta.

Jackson se ríe.

—Cincuenta dice que Charlie tiene que ir detrás de los dos.

Ben toma esa apuesta y le sube uno.

—Cien dólares dicen que Cullen lo supera todo el tiempo.

Efectivamente, Cullen se dirige directamente al agua.

—¡Mierda! —grita Mark—. ¿En serio, Cullen?

Y luego Mark está en el agua.

Mi alegría se interrumpe cuando Charlie aparece a mi lado. Voy a


comprarle un cascabel a la mujer y haré que se lo ponga, espera. No, esa es
una idea terrible.

—¿Están todos parados viendo esto?

—Es la fiesta de mi hijo, no me meto al agua. —Diablos no. Mi esposa


me matará si me mojo antes de tomar fotos. Ni siquiera se me permite sudar
demasiado porque no es verano y puedo controlarlo, pero aun así, Ashton lo
exigió.

Charlie gime.

—Lo juro, los hombres en ese linaje son todos cabeza dura y me duelen
el culo.

El resto de las mujeres desciende hasta donde estamos. Ashton


envuelve sus brazos alrededor de mí por detrás. Su barbilla descansa sobre mi
hombro y se ríe.

—En serio, nuestros amigos están locos.

—Sí, lo están. Aún así, lo mantienen interesante y no lo querría de otra


manera.

—Yo tampoco. Me alegro de que esta sea nuestra vida. —Giro mi cabeza
ligeramente, y ella besa mi mejilla—. Soy muy feliz.

—Yo también.

—Bien —dice Ashton con un suspiro—. Dado que estamos atrapados el


uno con el otro por la eternidad, también podríamos estar felices por eso.
Esto es vivir nuestra mejor vida.

Asiento con la cabeza y miro a la gente reunida a nuestro alrededor.


Tengo mi esposa, mi hijo, una familia y amigos por los que daría mi vida.

—Sí, fragolina , esto definitivamente lo es, y me alegro de estar viviendo


contigo.

Maldita sea, me alegro porque sin ella, no sería una vida que valiera la
pena vivir.
Agradecimientos

A mi marido y a mis hijos. Sacrifican tanto para que yo pueda seguir


viviendo mi sueño. Días y noches ausente incluso cuando estoy aquí. Estoy
trabajando en ello. Se los prometo. Los quiero más que a mi propia vida.

Mis lectores. No hay forma de agradecerlo lo suficiente. Todavía me


sorprende que lean mis palabras. Se han convertido en parte de mi corazón y
de mi alma.

Blogueros: Creo que no entienden lo que hacen por el mundo del libro.
No es un trabajo por el que te pagan. Es algo que les encanta y lo hacen por
eso. Gracias de todo corazón.

Mi lectora beta Melissa: Dios mío, no sé cómo sigues hablándome


después de todo el infierno por el que te he hecho pasar. Tu aportación y tu
capacidad para entender mi mente cuando ni siquiera yo lo hago me deja
boquiabierta. Si no fuera por nuestras llamadas telefónicas, no puedo
imaginar dónde estaría este libro. Gracias por ayudarme a desenredar la
telaraña de mi cerebro.

Mi ayudante, Christy Peckham: ¿Cuántas veces puede una persona ser


despedida y volver? Creo que se nos están acabando las veces. No, pero en
serio, no podría imaginar mi vida sin ti. Eres un grano en el culo, pero gracias
a ti no me he venido abajo.

Sarah Hansen por hacer una vez más que estas cubiertas sean perfectas.

Melanie Harlow, gracias por ser la bruja buena de nuestro dúo o Ethel
para mi Lucy. Tu amistad significa mucho para mí y me encanta escribir
contigo. Me siento bendecida por tenerte en mi vida.

Bait, Stabby, y Corinne Michaels Books - Os quiero más de lo que nunca


sabréis.

Mi agente, Kimberly Brower, estoy muy contenta de tenerte en mi


equipo. Gracias por tu orientación y apoyo.

Melissa Erickson, eres increíble. Me encanta tu cara. Gracias por


hablarme siempre de la cornisa que es muy alta.

A mis narradores, Andi Arndt y Jason Clarke, que dan vida a estos
personajes como sólo vosotros dos podéis hacerlo. Andi, tu amistad a lo largo
de estos últimos años no ha hecho más que crecer y quiero tanto a tu corazón.
Gracias por cubrirme siempre las espaldas.

Vi, Claire, Mandi, Amy, Kristy, Penelope, Kyla, Rachel, Tijan,


Alessandra, Meghan, Laurelin, Kristen, Devney, Jessica, Carrie Ann,
Kennedy, Lauren, Susan, Sarina, Beth, Julia y Natasha. Gracias por seguir
esforzándose por ser mejores y por quererme incondicionalmente. No hay
mejores hermanas autoras que ustedes.
Sobre la autora
Corinne Michaels es autora de varios bestsellers del New York Times,
USA Today y Wall Street Journal. Es una emotiva, ingeniosa, sarcástica y
divertida madre de dos preciosos hijos. Corinne está felizmente casada con el
hombre de sus sueños y es una ex esposa de la Marina.

Tras pasar meses alejada de su marido mientras éste estaba desplegado,


la lectura y la escritura fueron su vía de escape de la soledad. Disfruta
sometiendo a sus personajes a intensos desengaños y encontrando la forma
de curarlos a través de sus luchas. Sus historias están llenas de emoción,
humor y amor implacable.
Más libros de Corinne Michaels

The Salvation Series


Beloved

Beholden

Consolation

Conviction

Defenseless

Evermore: A Salvation Series Novella

Indefinite

Infinite

Return to Me Series
Say You’ll Stay

Say You Want Me

Say I’m Yours

Say You Won’t Let Go: A Return to Me/Masters and Mercenaries Novella
Second Time Around Series
We Own Tonight

One Last Time

Not Until You

If I Only Knew

Escritos junto a Melanie Harlow


Hold You Close

Imperfect Match

También podría gustarte