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Julie

johanamancilla Jadasa Ana_V.U


Miry Lisseth Nickie
Ivana Anna Karol Valentine Rose
Julie Beatrix AnnyR'
Gesi Jeenn 05

Julie
Pame .R.

Julie

Bruja_Luna_
Sinopsis Capítulo 16
Capítulo 1 Capítulo 17
Capítulo 2 Capítulo 18
Capítulo 3 Capítulo 19
Capítulo 4 Capítulo 20
Capítulo 5 Capítulo 21
Capítulo 6 Capítulo 22
Capítulo 7 Capítulo 23
Capítulo 8 Capítulo 24
Capítulo 9 Epílogo
Capítulo 10 Tis the Season
Capítulo 11 Beware of Maverick
Capítulo 12 Dear Worthy
Capítulo 13 Adelanto de Insta-Family
Capítulo 14 Sobre la Autora
Capítulo 15
Gracen Lowe tiene una nueva teoría de la vida: Lo que no sabes no
puede hacerte daño.
Por eso decide no decirle a su hermana gemela, Bella, que se está
enamorando accidentalmente de la mujer que ella más odia, la misma
que supuestamente estuvo con el último novio de Bella y los separó.
Puede que Bella sea su mejor amiga y confidente por excelencia,
pero le cortaría de verdad su parte favorita del cuerpo si supiera a qué
mujer ha estado deseando. Así que, aunque su teoría esté totalmente
equivocada, quedarse callado lo mantendrá más seguro.
Sin embargo, se siente muy culpable por todo ello.
Mientras tanto, Bella está calentando las sábanas con uno de los
mejores amigos de Gracen, y parece que ella tampoco puede revelar ese
pequeño detalle a su hermano, debido a —ya saben— ciertas razones.
Cuando la verdad sale a la luz, todas las apuestas se acaban. Los
secretos desvelados liberarán a todos o arruinarán sus relaciones para
siempre.
Traducido por johanamancilla, Miry & Ivana
Corregido por Pame .R.

Bella
Beber nunca había sido una buena idea para mí. Tendía a olvidar
todo lo que hacía y a tomar decisiones estúpidas e imprudentes cada vez
que participaba, como entrar en Internet y comprar una docena de pares
de zapatos nuevos o pedir treinta y ocho paquetes de chicles de una vez.
Una historia real.
Así que prácticamente había eliminado todo el alcohol de mi vida,
excepto hoy, cuando no pude evitarlo.
Había empezado antes con las chicas para ayudar a Haven a
superar una nueva ruptura. Y después de que Gracen me dejara en casa,
me dirigí a mi propia reserva de alcohol y me serví otro.
Porque la situación de mi pobre primita se parecía demasiado a la
mía.
Verán, Haven había descubierto a su novio engañándola.
Y yo también.
Más o menos.
Es decir, fue a la mañana siguiente y nadie había estado en medio
de la acción como en su caso. Pero aun así se encontraban desnudos y
acurrucados en la cama juntos, desmayados después de una noche de
infidelidad ruidosa. Y yo me había comprometido oficialmente con mi
perdedor infiel. Haven no. Así que fue igual de traumático, si querían mi
sincera opinión.
Sin embargo, ningún miembro de la familia se lo mencionó hoy a
Haven cuando intentaron consolarla.
Nada de: Oye, Bella entiende completamente; pregúntale cómo lo
superó.
Ni: Oye, Bella acaba de pasar por esto, así que tú también puedes
superarlo.
Nada de nada.
O quizás todas sabían que en realidad aún no lo había superado,
que seguía atascada en algún lugar del fango de la miseria implacable.
Aunque, sinceramente, parecía más bien que todos se olvidaron de
que yo también tenía el corazón roto. Claro, ya pasaron casi seis meses y
había superado totalmente a ese imbécil infiel. Pero la parte del engaño
y la traición seguía pareciéndome como si fuera ayer, especialmente
después de ver a Haven llorar hoy.
Habíamos tratado de convencerla de que se vengara con otro chico.
En realidad, yo había estado más en el equipo vibrador y antihombre,
pero qué más da. Al final me puse del lado de los demás y la animé a que
intentara meterse debajo de un hombre para superar a otro. Es decir, no
podía perjudicarla más de lo que ya le estaba perjudicando desear a su
nuevo y atractivo compañero de piso, porque Wick era superguapo. Y
súper macho. Y como ahora vivía con él, de súper fácil acceso.
Era realmente una lástima que no tuviera a mi propio Wick para
ayudarme a superar a Ethan, no al propio Ethan, sino a lo que pensaba
que había tenido con él. Porque, que se joda Ethan, ¿saben? Ese imbécil
estaba muerto para mí desde el momento en que encontré a la zorra en
la cama con él, mientras la foto de nuestro compromiso se encontraba en
la mesilla de noche, justo al lado de su cara de desmayada y traidora.
Pero no podía superar esta nueva incapacidad para confiar en nada, ni
siquiera en mí misma. Mi confianza cayó en picado desde entonces. Y ni
siquiera fui capaz de desear el sexo con otra persona. Lo que me hacía
sentir rota.
No quería estar rota.
Estar rota me hacía estar irritable. ¿Y quién quería estar irritable?
Hice una mueca de disgusto ante el consolador que tenía en la
mano y lo metí en el cajón de la mesita de noche, que seguía abierto,
antes de cerrarlo. El plástico frío no sonaba apetecible. Además, todo era
culpa de la maldita Teagan. El embarazo debía de disparar las hormonas
hasta límites insospechados, porque T había hecho que el sexo con una
persona viva sonara bastante apetecible hacía un par de horas en la
cocina de Haven, algo que yo ya no creía posible.
Pero ahora...
Ahora, no podía sacarme de la cabeza la idea de unas manos
calientes y urgentes, una boca húmeda y buscadora, y unos abdominales
firmes y esculpidos. Pero el pánico se apoderaba de mi garganta cada vez
que intentaba imaginar un rostro relacionado con cualquier tipo de
placer.
¡Argh! Odiaba estar así de jodida.
Tal vez debería intentar lo que Haven intentaba en ese momento y
obligarme a volver a subir a ese caballo. Sí, entonces me daría cuenta de
que el sexo no equivalía a que te pisotearan y destrozaran la confianza y
el orgullo. No significaba que fuera una idiota rota e ingenua. Y todo
volvería a estar bien.
Sí, podría hacerlo. Solo tendría que encontrar un tipo dispuesto y...
Oh, claro.
Chicos.
Sí, lo sé, no importa.
No quería tener nada que ver con un portador de penes. Salvo tal
vez uno. Pero era mi hermano, así que no contaba. Porque los hermanos
ni siquiera tienen partes masculinas reales y funcionales. O al menos, no
deberían. Eso sería raro. Y yo iba a dejar de pensar en cosas raras y
extrañas de borrachos.
Sabiendo que siempre podía contar con mi Gracen, me dirigí a la
mesita de noche y cogí el teléfono que tenía encima, derribando por
accidente el vaso de bourbon con Coca-Cola que tenía al lado.
—Mierda.
Vaya, ¿cuánto había bebido? Mi visión era un auténtico desastre.
Intentando apartar la niebla de mis ojos, me arrastré hasta el borde de la
cama y me coloqué a un lado, tratando de alcanzar el vaso volcado. No
se había roto, gracias a Dios, pero un charco de alcohol y hielo derretido
manchaba mi alfombra.
Ah, a la mierda. Mis dedos no llegaban. Ya me encargaría de limpiar
esa mierda mañana.
Volviendo a prestar atención a mi teléfono, le di a la pantalla una
sonrisa tonta para despertarla, solo para resoplar ante la aplicación de
mensajería que aún tenía abierta, revelando un mensaje de grupo con las
chicas.
Haven: Entonces, ¿qué se supone que haga?
Bentley: Cuando él vuelva de comprar, solo trata de nuevo. Y
si te acercas tanto que trata de escapar…
Lucy: No lo dejes.
Bella: No lo dejes.
Teagan: Chica, ¡no te atrevas a dejarlo!
La pobre Haven se echó atrás a la hora de seducir a su compañero
de piso, pero la habíamos animado a intentarlo de nuevo, de todas
formas.
Si todo estaba bien en el mundo, Haven y Wick se lo pasaban muy
bien en su casa.
Lo que hizo que la miseria retumbara en mi estómago. Yo también
quería pasarlo bien. Pero de una manera completamente diferente. Ergo,
necesitaba a mi Gracen. Mal.
Saliendo de los mensajes de texto, me metí en mi agenda para
llamarle. En cuanto vi la G, pulsé su nombre. Al menos, creo que era su
nombre.
Casi.
—¿Hola? —respondió unos segundos después.
Eh, sonaba raro. O tal vez eran mis oídos borrachos los que oían
cosas raras. Lo que sea. En cuanto estuviera aquí, acurrucado en el sofá
conmigo, atiborrándome de chocolate caliente y palomitas mientras
veíamos juntos las repeticiones de nuestra serie favorita, podía sonar tan
gracioso como quisiera.
Así que le dije: —¿Puedes venir? ¿Ahora? Realmente te necesito
esta noche.
Y colgué el teléfono antes de que pudiera contestar.
Era todo lo que necesitaba decir cuando hablaba con mi gemelo.
Siempre aparecía, como sabía que lo haría esta noche.
Porque me entendía. Éramos como... bueno, imagínenme cruzando
los dedos ahora mismo. Sí, éramos así juntos. La gente decía que nuestro
estrecho vínculo de hermanos era raro y antinatural. Pero no nos
importaba. Éramos los mejores amigos del otro, y estábamos contentos
con eso.

***

Veinte minutos después, mi timbre sonó.


—Ya era maldita hora —me quejé, frunciendo el ceño por el hecho
de que hubiera tocado el timbre. ¿Por qué llamaba Gracen al timbre? Por
lo general, entraba directamente cada vez que pasaba por aquí. Incluso
si el lugar estaba cerrado, tenía una maldita llave—. ¿Por qué tocas el…?
¡Oh! —Parpadeé cuando vi quién se hallaba parado en el otro lado de la
puerta.
Definitivamente no era mi hermano gemelo.
Mis hombros se hundieron. Fruncí el ceño al invitado no deseado.
—¿Qué estás haciendo tú aquí?
—Eh… —Sus cejas se levantaron con sorpresa—. Tú me llamaste.
—No. —Sacudí la cabeza—. No es cierto.
—Sí —replicó—. Me llamaste. —Pasó por delante de mí a la sala de
estar sin esperar a que le dejara entrar, y miró a su alrededor como si
buscara a más gente, ya que siempre que venía había otras personas.
Pero esta noche solo estaba yo.
Y Jim Beam.
Además, ahora él.
Qué raro.
Dándose la vuelta, añadió: —Me pediste que viniera, diciendo que
realmente me necesitabas.
—No. —Mi ceño se frunció de confusión. Seguí negando con la
cabeza. ¿Y era solo yo, o parecía que estaba sacudiendo mucho la cabeza
aquí?—. Llamé a Gracen. Se lo dije a Gracen.
Atrapando mi cara entre sus manos para que dejara de mover la
cabeza, me miró directamente a los ojos y respondió: —Me llamaste.
Entrecerrando los ojos, aparté su mano de un manotazo y gimoteé.
—Pero no te quiero.
No era mi dulce y fiable hermano gemelo tonto.
—Vaya. —Inclinó la barbilla lo suficiente como para sombrear sus
ojos bajo la visera de su gorro. Era una mirada que lanzaba a la gente
cuando creía que habían dicho algo increíblemente estúpido—. Gracias a
Dios que tengo una sana autoestima. Eso podría haber dolido.
—Pensé que estaba hablando con Gracen —dije—. Tu nombre está
cerca del suyo en mi teléfono. Fue un estúpido error de marcación.
—Bueno, me tienes aquí de todos modos, muñeca. —Frotándose
las manos, se dirigió a la cocina—. Por favor, dime que hay algo de comida
decente por aquí. Me muero de hambre.
—¿Qué crees que estás haciendo? —le dije, totalmente atónita—.
No puedes quedarte. No has sido invitado.
A lo que él respondió desde la cocina: —En realidad sí.
—Ugh. —Echando la cabeza hacia atrás, miré al techo por un
momento, luego bajé los hombros y seguí el rastro de mi invitado no
deseado, que era un dolor de cabeza, hasta la cocina.
Me envolví con la bata que llevaba puesta alrededor de mi camiseta
manchada y mis pantalones deportivos, porque no estaba vestida para
recibir visitas que no fueran de Gracen, y me dejé caer en una silla y
crucé las piernas para poder mover un pie descalzo de un lado a otro para
mostrar mi enfado.
Ignorándome por completo, el imbécil siguió husmeando en mi
nevera. Así que suspiré (en voz alta) y observé con irritación cómo la tela
de sus vaqueros se ceñía a su trasero mientras se agachaba, buscando
Dios sabe qué.
Estuve a punto de quejarme de que se sintiera como en casa en mi
cocina, pero me distraje un poco con el agradable paisaje, así que acabé
simplemente parpadeando y preguntándome cuándo había conseguido
un culo tan bonito.
Entonces, como estaba borracha, solté: —¿Cuándo has conseguido
un culo tan bonito?
Se enderezó sorprendido y se giró, lanzándome una mirada de
sorpresa. Pero un segundo después, resopló indignado. —¿De qué estás
hablando? Siempre he tenido un buen culo.
—Da igual. —Puse los ojos en blanco.
Su trasero no había sido tan atractivo cuando era pequeño. De eso
puedo dar fe. Cuando éramos niños, él y Gracen, junto con un par de
otros chicos, corrían desnudos por el patio trasero y se peleaban con el
agua. Las chicas, que éramos unas mironas, los espiábamos a través de
las ventanas y nos reíamos a escondidas. Todos estábamos de acuerdo,
excepto su hermana, en que Beau tenía el culo más bonito en esos días.
Volviendo a mi nevera, mi invitado me ignoró y cerró la puerta,
obviamente no encontrando nada de interés allí. A continuación abrió el
congelador.
Casi me quejo de decepción porque su trasero se veía mucho mejor
cuando se agachaba. No es que fuera horrible cuando estaba de pie, pero
los vaqueros le quedaban demasiado holgados para ver bien la curvatura
impresionante que se veía antes.
—Sabes, esas paletas congeladas que compras son realmente las
mejores —decía desde las profundidades del aire frío—. Mi sabor favorito
es el de melocotón.
—¿Sí? Hmm. Bueno, ya no me quedan —me alegré malamente de
informar. Se lo merecía por irrumpir sin invitación y no agacharse más
delante de mí.
—¿No? ¿De verdad? —Con una amplia sonrisa, se apartó del
congelador para poder girarse y sostener triunfalmente una paleta de
melocotón.
Me quedé con la boca abierta. —¿Dónde demonios has encontrado
eso?
—Debajo de una bolsa de guisantes congelados. —Me guiñó un
ojo—. Justo donde lo escondí la última vez que estuve aquí.
—La última vez... —Frunciendo el ceño, negué con la cabeza—.
Pero seguramente haya pasado un año desde la última vez que estuviste
aquí.
—Lo sé. —Desenvolviendo su golosina, movió las cejas con
picardía—. Demuestra lo mucho que sé que no te comes las verduras.
Lo miré mal y murmuré: —Probablemente ya se haya estropeado
en el congelador. —Al menos, esperaba que fuera así. Eso era lo que debía
conseguir por esconderme una de mis golosinas favoritas para poder
acapararla para sí mismo.
Pero en cuanto se metió un extremo en la boca, cerró los ojos y
gimió de placer. —Mmm. No, no se estropeó en el congelador. Es perfecto.
Mm-hmm.
—Eres un imbécil —gruñí.
—¿De verdad? ¿Lo soy? Entonces supongo que eso significa que
debo hacer esto a continuación. —Procedió a deslizar lentamente su
lengua por la paleta y de nuevo hacia abajo para restregar su victoria en
mi cara. Le habría dicho otro insulto desagradable, si no fuera porque me
distraje, concentrándome demasiado en la trayectoria de su lengua.
Cuando mi cerebro ebrio se dirigió hacia allí, preguntándose qué
más podría hacer con una lengua como esa, un revoloteo de conciencia
me hizo cosquillas en los lugares más sorprendentes.
Me sobresalté, sin esperar ese tipo de reacción, sobre todo porque
había sido causada por él de entre todas las personas.
Ajeno a mi vergonzosa respuesta, sonrió y continuó chupando mi
paleta mientras cogía una silla al otro lado de la mesa con la mano libre,
la hacía girar y se sentaba en ella hacia atrás para poder apoyar los
antebrazos en el respaldo mientras comía.
Fijando sus profundos ojos marrones en mí, suspiró. —Muy bien,
suéltalo. ¿A qué se debía tu llamada de angustia?
Elevé la barbilla con altivez. —No tengo idea a qué te refieres.
Puso los ojos en blanco. —Oh, vamos. —Elevó la voz en un ridículo
falsete, que de ninguna manera se parecía a mi voz real, imitó—: ¿Puedes
venir? Como, ya mismo. Realmente te necesito esta noche.
—No es así como lo dije —gruñí—. Y, además, esa llamada no era
dirigida para ti.
—Sí, siempre fui completamente consciente de eso. Pero… —Se
encogió de hombros—. Aquí estoy. Así que muy bien podrías hablar.
Lamió el caramelo de nuevo. Mi mirada siguió el camino lento y
lánguido de su lengua, incapaz de apartar la mirada hasta que volvió a
meterse todo en la boca y rompió el hechizo en el que me tenía.
Amigo, ¿qué me pasa esta noche?
Alejando mentalmente los pensamientos lujuriosos, parpadeé y
fruncí el ceño. —Si todo el tiempo supiste que había llamado a la persona
equivocada, ¿por qué demonios viniste?
Se encogió de hombros de nuevo. —No lo sé. Aburrido, supongo. Y
ansioso. En fin... —Sus ojos marrones sondearon los míos—. ¿Por qué no
puedo ayudarte tan bien como cualquier otra persona? Somos familia;
eso es lo que hacemos.
Resoplé. —Amigo, tú y yo no estamos relacionados de ninguna
manera.
—Sabes a que me refiero. —Su voz era seca y poco impresionada—
. Somos parte del grupo. El círculo interior. A nuestros padres los une
algo más fuerte que la sangre. Enfréntalo. Somos familia, cariño.
Tenía razón, así que puse los ojos en blanco y permanecí
tercamente en silencio.
Terminó el dulce con un suspiro de satisfacción, arrojó los restos
del recipiente vacío al otro lado de la habitación hacia mi bote de basura
abierto. Cuando hizo el tiro perfecto, se volvió hacia mí, sonriendo con
orgullo.
Hasta que mi mirada lo hizo vacilar.
—Vamos, Bells —me animó—. Puedes hablar conmigo. Soy un
profesional, ¿recuerdas? Mi trabajo es ayudar a la gente.
Resoplé sobre su definición del término profesional. Pero cuando
siguió mirándome con esa mirada fija e implacable, me retorcí en mi
asiento.
—Me encuentro hinchada y tengo calambres horribles —murmuré,
esperando que eso lo asustara y dejara el tema—. De hecho, podría estar
pasando por el peor período de la historia de todos los períodos. Y deja
de llamarme Bells. Es un... es un apodo estúpido.
Excepto que me gustaba.
Casi tanto como me gustaba la forma en que lo decía.
Alborotaba las mariposas en mi vientre.
Lo que fue peor, el bastardo solo guiño un ojo ante mi demanda
quejumbrosa. También tenía que verse súper ardiente cuando guiñaba
un ojo.
—Buen intento —dijo, su voz ronca, profunda y masculina—. Pero
tengo una hermana. Los problemas de las mujeres no me inquietan. Y,
de todos modos, tienes que admitir; Bells es muchísimo mejor de como
solía llamarte.
Fruncí el ceño, incapaz de recordar cómo solía llamarme, así que
hiso un gesto con la mano. —Isabella —cantó en voz baja—. Tiene mal
olor. Da diarrea y zurra Nutella.
—¡En serio! —jadeé—. ¿Eres el cretino malvado al que se le ocurrió
ese horrible cántico?
Cuando agarré una naranja que se encontraba en una canasta en
la mesa entre nosotros y se la arrojé, se rio y la esquivó, desviando la
fruta de su musculoso antebrazo.
—¿Qué? —preguntó con falsa inocencia—. Tú eras una chica de
doce madura contra mis diez. Tuve que nivelar el campo de juego entre
nosotros de alguna manera.
—Tenía trece años cuando tenías diez —discutí porque necesitaba
algo para discutir.
—Doce y medio —admitió.
Negué con la cabeza. —Eras una pequeña mierda.
Asintió con satisfacción como si estuviera orgulloso de la etiqueta.
—Sí, totalmente. Buenos tiempos.
—Y tampoco has mejorado mucho —aguijoneé—, ocultándome mis
malditos caramelos helados. Eso es inaceptable, lo sabes.
—¿Qué tal esto? —Pestañeó las pestañas juguetonamente—. Te
compraré una caja nueva de caramelos helados si me dices qué sucede.
Me eché hacia atrás por la sorpresa, dándome cuenta que quería
saber de verdad qué me molestaba. Gracen no habría fisgoneado así. Él
ya lo sabría, o sería paciente, se relajaría y esperaría a que le dijera
cuando me encontrara lista.
No estaba segura de cómo manejar el hecho de que me presionaran
para abrirme. Hizo que mi pecho se sintiera caliente y adolorido.
Tragando saliva, me sentí tentada pero también extremadamente
insegura.
—Bueno, ese es el problema —admití finalmente mientras tomaba
otra naranja para arrojarla entre mis manos y combatir la repentina
ansiedad que retumbaba en mi estómago—. No pasa nada malo. Ni
siquiera estoy en mi período. Me sentía, no sé, de mal humor, sola y
deprimida, supongo, y reviviendo malas decisiones. —En hombres. Lo
miré al otro lado de la mesa—. Gracen lo habría entendido.
—Vale —dijo, dando una palmada con sus manos y frotándolas en
preparación—. Puedo trabajar con esto. ¿Qué estaría haciendo Gracen
por ti ahora? Veremos cómo me comparo.
Arrugué mi frente. —¿De verdad quieres ayudarme? ¿Como lo haría
él?
Levantando un hombro, dijo: —Claro. ¿Por qué no? Como dije, yo
mismo estaba aburrido y ansioso. Necesito algo que me distraiga.
Notando que, de hecho, parecía un poco desanimado, me enderecé.
Siempre se hallaba desaliñado, pero su ropa parecía más arrugada, el
vello facial más grueso y las líneas debajo de sus ojos eran más profundas
de lo que nunca habían estado antes. ¿No dormía bien?
De repente, preocupada y lista para patear el trasero de cualquiera
que lo hubiera angustiado, le pregunté: —¿Qué diablos? ¿Qué te ha
convertido en un malhumorado?
—Ah, nada. —Hizo un gesto con la mano y susurró algo desdeñoso
al tiempo que deslizaba la mirada hacia el techo como si tratara de restar
importancia a sus problemas—. Angie no para de llamarme, eso es todo,
pidiéndome que vaya.
—¿Angie? —Hice una mueca—. Creí que rompiste con ella hace
meses.
—Lo hice. —Suspiró y se frotó la cara—. Es mala e inestable y,
honestamente, no puedo soportarla. Solo quiero que todo esté terminado.
Pero luego llama a veces, sonando gruñona, sola y deprimida... —Arqueó
las cejas en mi dirección mientras repetía mis propias palabras—. Y… no
sé, empiezo a sentirme culpable.
Cuando su teléfono comenzó a sonar en su bolsillo, fruncí el ceño.
—¿Es ella?
Se encogió de hombros, luciendo miserable. —Probablemente.
Elevé la mano. —Dámelo.
Me dirigió una mirada de desconfianza. Así que ondeé los dedos
con insistencia. —Vamos. No me estoy volviendo más joven. Dame el
teléfono.
Con un suspiro, me lo entregó. —No seas demasiado mala. Está
sufriendo.
—Oh, no voy a hablar con ella —le aseguré. Nunca soporté a Angie,
y escuchar que ella aún jugaba con su cabeza me hizo aun menos fan.
Era imposible que pudiera decirle algo productivo en este momento.
Así que apagué el celular por completo. Ahí. Ahora ninguno de los
dos tenía que escuchar el timbre.
Sus hombros se desinflaron inmediatamente de alivio. Eso me hizo
sentir un poco mejor. Lo ayudé. Lo que me llenó de ganas de ayudarlo
aún más.
Dejando el teléfono sobre la mesa, lo miré con lástima. —Realmente
debiste estar desesperado si yo fui el menor de dos males.
—Oye, no digas eso —gruñó, tocando un nudo de madera en el
respaldo de la silla en la que se hallaba sentado—. No eres tan mala. Me
asociaría contigo por sobre Gracen en el beer pong cualquier día de la
semana. Y créeme, eso es algo importante. Me tomo mi beer pong en serio.
Excepto que no había ningún juego de borrachera para jugar esta
noche, así que me encogí de hombros. —Supongo. —Luego le envié una
sonrisa forzada—. Al menos puedo evitar que vayas con tu ex y hagas
algo de lo que te arrepentirás.
Hizo una mueca. —No iba a ir.
—Ajá. —Arqueé las cejas—. ¿Por eso te ves tan tentado?
Me miró con un ceño fruncido indignado. —No lo estaba.
Elevé las manos. —Bien, bien. —Suspirando, miré alrededor de la
cocina y dejé caer mis palmas sobre la mesa mientras me volvía hacia mi
reacio invitado—. Qué par hacemos, ¿eh?
Se encogió de hombros malhumorado y tiró del nudo con más
intensidad, como si realmente tratara de sacar un fragmento de madera.
De repente, decidí que podía quedarse y dije: —Gracen me habría
hecho palomitas de maíz y chocolate caliente.
—¿En serio? —Inmediatamente se puso de pie y anunció—: Puedo
hacerlo.
—Y luego se habría acurrucado en el sofá conmigo para que
viéramos Gilmore Girls juntos por el resto de la noche.
Eso le hizo hacer una pausa. —¿Gilmore Girls? —me preguntó
lentamente. Cuando asentí, gimió—. Tienes que estar bromeando. No. No
es posible. Me niego.
Le pestañeé varias veces. —Gracen no se habría negado.
Resopló. —Es posible que a Gray no le guste Gilmore Girls. Todo lo
que hacen es hablar. Constantemente. Bla, bla, bla, todo el tiempo. Es
suficiente para darme dolor de cabeza.
—Le gusta Rory —discutí—. A lo grande.
—Maldita sea. Debí haberlo sabido. A tu hermano siempre le han
gustado las caras bonitas e inocentes. —Otro gemido más tarde, rodó la
cabeza sobre los hombros como si tratara de forzarse a entrar en modo
Gilmore Girl. Pero no debió haber sido necesario porque de repente me
preguntó—: ¿Qué pasa con las repeticiones de Supernatural? U, oye, sé
que te gusta Stranger Things. ¿No? —Elevó las cejas de manera sugerente
para que las alternativas parecieran más atractivas que Gilmore Girls.
Excepto que me encontraba en un sólido humor de GG.
—No importa —murmuré, tirando mi naranja y poniéndome de
pie—. No lo entiendes, así que me ocuparé de mí. Probablemente apestas
en los abrazos, de todos modos.
Y salí de la cocina.
—Oye. —Corriendo detrás de mí, tropezó en su camino hacia el
pasillo para alcanzarme. Luego casi me derriba en su prisa por agarrarme
del codo, darme un tirón y arrojarme a sus brazos—. Me han dicho que
tengo excelentes habilidades para abrazar. Ves.
—¿Quién? —pregunté, mi voz apagada contra su pecho duro como
roca mientras intentaba asfixiarme con la fuerza de los músculos de su
brazo solamente. —¿Tu loca ex psicópata? Córtalo. —Empujé su codo—.
No puedo respirar. Este es el peor abrazo de mi vida.
Sin embargo, el torpe no me liberó. Simplemente nos reposicionó
hasta que pude girar la cara lo suficiente hacia un lado para aspirar
grandes bocanadas de aire.
—Solo relájate, ¿quieres? Esto es como abrazar un cactus.
Le di un golpe en las costillas con el dedo. —No ayuda.
Se rio entre dientes, y el sonido reverberó a través de mí, haciendo
que las cosas se estremecieran y revivieran en mi interior. Me quedé
totalmente quieta, preguntándome por qué seguía teniendo esta reacción
tan intensa.
A él.
El alcohol. Tenía que ser el alcohol. O la semilla que Teagan plantó
antes con su alabanza sexual. Porque nada, y quiero decir, nada, me
había hecho desear intimidad últimamente. Al menos, no intimidad
sexual con un hombre real y vivo.
—Solo dame una oportunidad aquí, Bella. Te haré compañía y te
ayudaré a distraerte de tu mala noche si me ayudas a distraerme y evitar
que haga algo épicamente estúpido a cambio. ¿Bien?
Hice una pausa.
Eh, ya saben, él tenía razón en eso. Podríamos unirnos y ayudarnos
mutuamente.
Y tal vez, juntos, podríamos arreglárnoslas de alguna manera para
recuperarnos de nuestros ex novios esta noche.
Justo como Haven hacía con su nuevo compañero de cuarto.
Mis ojos se agrandaron. De repente, mi mente pensaba en todo tipo
de formas creativas en las que podíamos hacernos compañía. Oh, sí, esto
podría funcionar.
Relajándome en sus brazos, hundí la mejilla con más fuerza contra
los latidos de su corazón, apreciando el golpe constante contra mi
mandíbula.
Respirando en su firme presencia, puse una mano a lo largo de su
costado. Murmuró un sonido de consuelo, y cerré los ojos, quedándome
completamente deshuesada mientras lo dejé soportar mi peso.
Tal vez no abrazaba tan mal después de todo. Era realmente cálido.
Y sólido.
Y tan masculino.
Pero lo mejor de él: sabía que podía confiar en que nunca jamás me
haría daño.
Me hallaba a salvo. Él era sólido. Era confiable. Prácticamente era
de la familia.
Había un nivel de familiaridad entre nosotros que nunca tuve con
nadie con quien salí antes. Y ahora mismo, eso se sintió muy atractivo.
Se sentía confiable. Casi como volver a casa.
Sí. Hogar.
Mis párpados se abrieron mientras miraba la fuerte columna de su
garganta. Se sentía como en casa. Además, maldita sea, creció bien.
Hacía demasiado tiempo que no me sentía tan femenina, cómoda y
segura en los brazos de un hombre sexy y capaz. Me acurruqué aún más
en su embriagadora masculinidad y suspiré. Seguro que podría cuidarme
perfectamente, de todo tipo de formas deliciosas y diferentes.
—Ahí tienes —murmuró apreciativamente en mi oído en tanto me
acariciaba el cabello. Su voz baja hizo que los músculos de mi vientre se
tensaran—. Finalmente te estás relajando. Ves, esto no es tan malo,
¿verdad?
No. No, no lo era.
¿Sería demasiado espeluznante decirle que sentía como si su voz
me estuviera haciendo el amor? Porque, lo juro, sentí legítimamente un
eco de él acariciando dentro de mí cada vez que hablaba. Su tono exacto
vibraba contra mi clítoris y hacía que mi cuello uterino se contrajera.
Sí, tienen razón. Probablemente sea mejor no mencionar ese detalle
súper extraño.
—Hueles bien —admití, en cambio, a medida que frotaba mi mejilla
contra su camiseta como gata en celo.
Con otra risa, besó mi sien. —Sí, hoy me duché. A veces lo hago.
Oh, entonces ahora bromeábamos, ¿verdad? Siguiendo su ejemplo,
llevé mis labios a su garganta. —Deberías ducharte todos los días.
Conmigo.
Tarareando de placer, presioné mi boca contra el pulso a un lado
de su cuello antes de dejar que mi lengua pasara por su carne.
Mmm. También sabía bien.
Contra mí, se quedó quieto. Sus músculos se tensaron.
Lo mordí con los dientes. No duro, solo lo suficiente para llamar su
atención.
—¡Guau! —Echándose hacia atrás, me miró boquiabierto un
momento, solo mirándome.
Oh, sí. Ahora tenía su atención.
—Uh... —comenzó, pero no salió nada más hasta que frunció el
ceño y dijo—: ¿Bella?
—¿Sí? —murmuré, mordiéndome el labio al tiempo que miraba su
pecho grueso y musculoso antes de elevar la mano y pasar los dedos por
su camiseta donde se amoldaba perfectamente a sus pectorales definidos.
Maldita sea, pero estaba construido a la perfección.
Agarró mi muñeca como para detenerme, solo para detenerse y
alejarse de nuevo. —Um... —dijo en su lugar, luciendo extremadamente
inseguro—. ¿Qué haces? —preguntó finalmente.
Elevé la mirada hacia la suya. Sus ojos marrones se encontraban
muy abiertos por la conmoción, el miedo y quizás un poco de interés.
—¿Qué? —pregunté juguetonamente, con una sonrisa enorme—.
Dijiste que podíamos distraernos.
—Pero no quise decir... eso es... —Frunció el ceño confundido—.
¿Qué pensaste que quería decir?
Como parecía tener problemas para leer mis intenciones, bajé la
mano y lo agarré entre las piernas.
—¡Mierda! —chilló.
—Quise decir... —Acercándome hasta que mi cara se encontraba a
centímetros de la suya, comencé a masajearlo con valentía, aprendiendo
cómo se sentía a través de sus vaqueros—. No te irás de aquí hasta que
esta noche cada uno tenga los orgasmos que obviamente necesitamos.
—Joder, Bells —suspiró.
Sus pestañas se agitaron hasta cerrarse cuando el bulto debajo de
mis dedos comenzó a crecer y endurecerse. Sus labios se separaron y su
cabeza cayó ligeramente hacia atrás, como si todo lo que pudiera hacer
por un momento fuera simplemente disfrutar de mi toque y dejar que las
sensaciones lo arrastraran.
—Tú... —comenzó, sonando drogado, pero luego abrió los ojos y se
centró en mi rostro—. Maldita sea. —Soltándose de mi agarre, levantó las
manos para mostrarle al mundo que no me tocaba a la vez que me
acusaba—: Estuviste bebiendo.
Le di un encogimiento de hombros y una sonrisa vidriosa. —Tal vez
un poco.
—O mucho —afirmó, poniéndose a un costado lejos de mí y bajando
su mano para reajustar sus pantalones—. Cristo, no puedo creer que
yo... ¡Oye!
Cuando extendí la mano para deslizar mi mano sobre su culo firme,
se apartó aún más, luego me enfrentó, con las piernas ligeramente
preparadas como si se encontrara con una amenaza.
—No. —Levantó un dedo, agitándolo en reprimenda—. No lo
haremos… estás ebria.
—No tan ebria —discutí.
—Bella —advirtió, retrocediendo de nuevo cuando di un paso hacia
adelante—. No te acerques. Lo digo en serio.
—Oooh —murmuré con un estremecimiento y sonreí de oreja a
oreja a medida que me acercaba aún más, lo que hizo que retrocediera
hasta la pared del pasillo, donde no tenía ningún lugar para escapar—.
¿Lo dices en serio? Eso suena intenso. Y tan malditamente sexy. Ahora,
¿por qué no te metes en serio dentro de mí?
Sus ojos se arremolinaron con calor antes de tragar saliva, sacudir
la cabeza y levantar las manos más alto, negándose a participar. El sudor
rociaba su frente. —Dije que no, Bella. Tú y yo no vamos a tener sexo. Ni
ahora. Ni nunca. ¿Lo entiendes?
Bien.
Guau.
Nunca, ¿eh? Eso fue bastante definitivo. Y grosero, si querían mi
ebria opinión.
Reduje la velocidad hasta detenerme y tragué saliva, tratando de
saborear algo más que un agudo rechazo.
Con el ceño fruncido, dejó caer las manos y avanzó. —Oye, no —
advirtió—. No me mires como si te estuviera rechazando.
Entrecerré los ojos. —Pero eso es exactamente lo que acabas de
hacer.
—No, no —comenzó, acercándose en tanto negaba enfáticamente
con la cabeza—. No lo hice. Lo juro.
Dejé caer mis manos en mis caderas y lo nivelé con una mirada
fulminante. —¿Así que esta es tu forma de aceptar mi invitación, diciendo
que no, que jamás vamos a tener sexo juntos?
—No. Jesús. —Apretando los dientes, tironeó de su gorra y la bajó—
. Yo solo... tú y yo... nosotros… Demonios, Bells. No me hagas esto ahora.
Vas a hacerme desear haber respondido a la llamada de Angie en primer
lugar.
Mi boca se abrió. Levantando mis cejas, siseé: —¿Disculpa?
—¿Qué? —Se reunió con mi mirada como si estuviera confundido
por mi tono ofendido. Pero tan pronto como vio el dolor en mi expresión,
puso los ojos en blanco—. Vamos. Ella es un error que podría manejar.
Tú no.
Eso realmente no ayudó.
—Guau. —Se me llenaron los ojos de lágrimas y tuve que parpadear
rápidamente para secarlas. Luego, di un paso atrás y miré hacia el techo
porque parpadear no funcionaba tan bien—. ¿Así que soy un error aún
mayor que la psicópata Angie? Siempre es agradable escucharlo.
—¿Qué? No. Guau. —Sus dedos agarraron mi codo—. Eso no es lo
que quise decir.
Sorbí y lo miré a los ojos, para descubrir que parecía sinceramente
preocupado por mí. Limpiándome la cara, traté de calmarme y pregunté:
—¿Qué quisiste decir entonces? ¿Eh?
—Quiero decir, eres mucho más importante para mí de lo que ella
nunca fue. Y ahora estás ebria. Así que, sé exactamente cómo avanzaría
esto si tú y yo... bueno, ya sabes. Te arrepentirías por la mañana y vas a
comenzar a evitarme hasta que nunca volviéramos a hablarnos. Lo que
me mataría. Entonces, no. Esto no va a pasar. No te voy a perder así. A
Angie, podría perderla. A ti no.
—Bueno, demasiado tarde —anuncié, dándole una sonrisa llena de
lágrimas—. Ya lo he echado a perder. Porque si no hacemos esto, estaré
tan avergonzada por la manera en que descaradamente me arrojé sobre
ti y me rechazaste, que nunca podré volver a mirarte a los ojos, de todos
modos.
Su boca se abrió cuando una expresión inmensamente destrozada
cruzó sus rasgos. —¿Hablas en serio? —preguntó en voz baja—. ¿De
cualquier manera estoy jodido?
—Lo siento —dije sin una pizca de disculpa—. Pero sí, yo diría que
sí.
—Bueno, mierda. —Se quitó el gorro y se pasó la mano por la
cabeza—. No me digas eso. No quiero estar jodido. No quiero perderte. Me
gustas. Eres una de las chicas más geniales del grupo. ¿A quién diablos
se supone que debo robarle los caramelos si las cosas se ponen raras
entre nosotros?
—Déjame preguntarte esto... —dije, sorbiendo las últimas de mis
casi lágrimas—. ¿Seguirías rechazándome ahora si no hubiera bebido
nada de alcohol?
—Yo... —Soltó un largo suspiro, perplejo por la pregunta, y luego
lentamente sacudió la cabeza—. Honestamente, no sé. Pero tal vez... no.
Mientras se estremecía como si temiera haber respondido mal, yo
exhalé un suspiro de alivio. —¿En serio? —Eso debe significar que por lo
menos de algún modo se sentía atraído por mí.
Bien. Podría trabajar con eso.
Se encogió de hombros, sonrojándose levemente. —Quiero decir,
sí. Solo porque nunca hayamos explorado ese camino no significa que no
me haya preguntado cómo sería estar contigo. Porque sí me lo pregunté.
Más de una vez. Pero…
Puse un dedo contra sus labios, habiendo escuchado lo suficiente.
—Entonces no deberías rechazarme.
—Bells —dijo con voz ronca, quitando mi dedo de sus labios y
apretando mi mano. Sus ojos buscaron los míos con desesperación—. No
tienes idea de lo que dices. Si hacemos esto, cambia todo. O sea, todas
las malditas cosas. Lo entiendes, ¿verdad?
Abrí la boca, ni siquiera segura de cómo iba a responder, tal vez
ignorando sus preocupaciones, pero sacudió la cabeza, conociéndome
demasiado bien. —No, esto es muy importante. Nunca podríamos tener
una aventura de una noche o una conexión ocasional intermitente. No
con lo unidas que son nuestras familias. Tendría que ser permanente,
desde el principio. Y lo siento, pero no eres capaz de tomar ese tipo de
decisión en este momento. Demonios... —Me soltó para agarrar la visera
de su gorra con ambas manos y escudriñar mis ojos—. Yo no estoy en
una posición lo suficientemente estable como para tomar ese tipo de
decisión con sobriedad. Así que no podemos... —Dejó caer los brazos
pesadamente a los costados y dio un paso atrás, dejando espacio entre
nosotros. Espacio que dolía—. Simplemente no podemos. ¿De acuerdo?
Al darme cuenta de que tenía razón, no podíamos tratar de tener
nada entre nosotros de manera descuidada o apresurada, asentí y me
abracé, sintiéndome repentinamente grosera por haberlo mencionado.
—Está bien —susurré. Contra mi voluntad, mi barbilla tembló y un
sollozo me desgarró la garganta—. Lo siento.
—¿Qué? No. —Dando un paso hacia mí, me tomó en sus brazos y
me abrazó—. Maldita sea, no hagas eso, Bells. No te disculpes. Yo lo
siento. Por favor, no llores. Lo siento.
—No, es... —Hipé y agarré la tela de su camiseta con fuerza en
tanto escondía mi cara en su pecho—. No es tu culpa. Estás siendo
increíble, honorable y dulce, tratando de hacer lo correcto. Y yo estoy...
—Sorbiendo por la nariz a medida que más lágrimas caían, incliné mi
rostro avergonzado y apreté los ojos con fuerza. Puede que no estuviera
demasiado ebria para decidir si quería sexo o no, pero al parecer me
encontraba demasiado ebria para controlar mis emociones—. He sido un
desastre desde que terminé mi compromiso. Por lo que me hizo en la
cabeza. Nunca supe que era el tipo de persona que se dejaría engañar tan
fácilmente. No soy una persona astuta y perspicaz que puede detectar a
un mentiroso e infiel desde el principio, como siempre pensé que sería.
Solo soy una idiota crédula. Y yo... simplemente no lo sé. Lamento haber
estropeado todo entre tú y yo. Yo…
—No, no —insistió—. No eres idiota en absoluto. Y no hay ninguna
manera de que puedas estropear algo entre nosotros. No por una noche
de borrachera. —Echándose hacia atrás para poder ver mi rostro, puso
un dedo debajo de mi barbilla y me instó a que lo mirara. Cuando me
negué a abrir los ojos, me besó la frente con suavidad—. Escúchame.
Esta noche no afectará de ninguna manera lo que siento por ti. Demonios,
en todo caso, probablemente me gustes aún más ahora.
Sorprendida de escuchar eso, abrí los ojos. —¿De verdad?
La gente solía irse cuando se acercaban demasiado y se enteraban
de lo patética que era en realidad.
Pero parecía tan serio como un ataque al corazón. No lo había
asustado en absoluto.
—De verdad —confirmó con unas palabras solemnes—. Porque
para mí, sigues siendo astuta y perspicaz. Pero verte cuestionarlo y
dudarlo en este momento te da un elemento humano que es realmente
accesible. Y dulce.
La esperanza se encendió en mi pecho. Quizás no era una causa
perdida. Quizás la gente podría amarme tal como era.
Me encontré con su mirada y respiró profundo. —Maldita sea —
susurró—. Eres tan hermosa y trágica cuando estás así de triste. Lo juro,
nadie llora tan perfectamente como tú.
Sonreí a través de mis lágrimas y puse mi palma contra su cálida
mejilla. —Gracias. —Cuando cerró los ojos y se estremeció bajo mi toque,
murmuré su nombre y presioné mi frente contra la suya.
Soltó un suspiro antes de tomar mi mejilla a cambio. Su mano era
grande, cálida y masculina, y cuando su pulgar acarició distraídamente
mi mandíbula, secándome una sola lágrima, suspiré y me relajé más
contra él.
En cambio, se tensó. Sus dedos se movieron para arrastrarse con
embriagadora lentitud por mi cabello. Inclinando mi rostro más cerca,
me estremecí de placer cuando su aliento pasó por mis labios.
Levanté mi mirada hacia la suya.
Estudió mis ojos durante un momento antes de decir entre dientes:
—Mierda, mierda, mierda. —La tentación se arremolinaba en su
expresión incluso cuando agregó—: Tal vez solo un beso.
—Sí. —Asentí estúpidamente y me acerqué a él. Soltó un suspiro y
puso sus labios en los míos.
Fue tan suave, simplemente una pizca de calidez contra calidez.
Luego, un gemido hambriento resonó en su garganta y movió la boca
experimentalmente, como si probara para ver cómo reaccionaría.
Imité sus acciones, abriéndome lentamente en el instante en que
lo hizo. Sin embargo, en el momento en que su lengua tocó la mía, un
relámpago recorrió mis venas. Me sacudí de sorpresa y él capturó mi
rostro entre sus manos para estabilizarme.
Agarré sus muñecas e incliné mi boca hacia un lado, obteniendo
más acceso, más calor.
Se acercó.
Me acerqué.
Nuestras frentes se rozaron accidentalmente y luego a propósito,
hasta que estuvimos presionando tan fuerte como pudimos. Sus manos
vagaron por mi rostro en tanto sus labios continuaban moviéndose
contra los míos. Se le cayó el gorro, o tal vez lo tiré para poder enterrar
mis dedos en su abundante y suave cabello.
Cuando sus caderas se acercaron, sentí su erección, dura y lista,
contra mi estómago. Lo quería dentro de mí. Y no quise hacerlo, pero me
aplasté contra él, montando la dureza e imaginándola pulsante, caliente
y profunda, moviendo y estirando cosas por dentro que de repente se
sentían demasiado tensas, hinchadas y doloridas para ignorarlas.
—Jesús. —Se sacudió, apartándose y jadeando al mismo tiempo
que sacudía la cabeza.
Me sentí demasiado drogada en el momento para responder. Así
que simplemente lo miré con una visión borrosa.
Hizo una producción de limpiarse la boca, luego se frotó la cabeza
con las manos y soltó un largo suspiro.
Entonces, sin una palabra, se fue, caminando por el pasillo lejos
de mí.
Me dejé caer contra la pared, respirando con dificultad, queriendo
llamarlo o perseguirlo o hacer algo para atraerlo de nuevo a mis brazos,
pero sabía que eso no sería inteligente. Así que me abracé y bajé la
mirada, solo para ver su gorra en el suelo.
Él nunca iba a ningún lado sin su gorra, así que me apresuré a
agarrarla de la alfombra, llamándolo por su nombre. —¡Fox! Tu gorra.
Llegó a la puerta y la abrió de un tirón cuando entré en la sala de
estar. Pero ante la mención de su gorro, se detuvo e inclinó la cabeza
como si estuviera debatiendo qué hacer. Luego me miró donde me hallaba
encogida en la abertura del pasillo, abrazando la gorra contra mi pecho.
—Maldita sea —murmuró para sí mismo antes de cerrar la puerta
y volverse hacia mí por completo.
Como un chorro de agua fría en la cara, me di cuenta de lo que
acababa de hacer. —Lo siento —dije, mi cara enrojecida y mi respiración
entrecortada—. Lo siento. Yo… —Sacudiendo la cabeza, cerré los ojos—.
Lo siento. Te puedes ir. De verdad.
Pero no se iría a ninguna parte y ambos lo sabíamos.
Cuando Fox no respondió, abrí los ojos para ver cómo estaba. Se
encontraba de pie junto a la puerta cerrada, con la mano todavía en el
picaporte, mirándome. Compartimos una larga mirada antes de que
dejara caer su mano, se lamiera el labio inferior con la lengua y se
dirigiera hacia mí.
—Está bien —aseguró en voz baja—. Va a estar bien.
Extendiendo la mano, tomó su gorro de mi mano. Lo miró por un
momento, luego pasó el pulgar por la visera deshilachada antes de
mirarme y arrojarlo ciegamente sobre la mesa de café detrás de él.
—Estará más que bien —juró.
Y mis bragas se empaparon.
Sus fosas nasales se ensancharon como si pudiera oler la humedad
acre, y sus ojos se cerraron con fuerza.
Dios, creo que podría hacer que una chica se corra con solo mirarla.
—Así que esto es lo que va a pasar —dijo, tomando suavemente mi
mano—. Te acompañaré a tu habitación, te quitaré toda la ropa y te
follaré por el resto de la noche. Y luego, en la mañana... —Sus cejas se
arquearon significativamente—. No te vas a arrepentir de una sola cosa
que hicimos juntos. —Apretando mis dedos, preguntó—: ¿Te parece bien?
Santa mierda.
—Sí —respondí, bastante segura de que ya me encontraba a la
mitad de mi primer orgasmo—. Me parece bien.
Asintió. —Perfecto. Entonces sígueme.
Y lo hice.
Traducido por Julie
Corregido por Pame .R.

Gracen
Llegué temprano para conseguir el mejor lugar en el cine: la
penúltima fila, asiento de pasillo para poder sentarme lo más cerca del
centro de la sala. Y vaya que sí. Y el lugar tampoco se estaba llenando
tan rápido, lo que significaba que probablemente tendría toda la fila para
mí con mucho espacio para extenderme, poner mi bebida en el soporte
de un lado y mis palomitas en el del otro.
Si la noche iba bien y nadie se sentaba delante de mí, tal vez podría
incluso levantar los pies en ese asiento y relajarme de verdad.
Esto era la vida, hombre, se los digo.
Ahora bien, si tuviera un poco de compañía para disfrutarla.
Acomodando artísticamente las cajas de caramelos que acababa de
comprar sobre mi pecho, saqué mi teléfono del bolsillo y me hice una
selfie sonriendo antes de enviársela a Bella.
¿Seguro que no quieres acompañarme? Tengo todo: palomitas,
refrescos de cereza, caramelos de todo tipo y mentas Junior Mints.
Si el atractivo de pasar tiempo con su gemelo favorito no la
convencía, entonces tal vez mis Junior Mints sí.
Pero la agravante mujer no se dejó convencer.
Esta noche no, cariño. Solo quiero quedarme en casa.
¿Quedarse en casa? ¿Un viernes por la noche después de la
estresante semana de trabajo que sabía que había tenido, cumpliendo un
gran plazo?
¿Con quién demonios hablaba?
Me di cuenta que era una tontería. Podía detectar sus mentiras tan
pronto como las soltaba, incluso a través de un texto. Había compartido
un vientre con ella, por el amor de Dios, y luego había pasado toda mi
vida como su otra mitad, siendo su primera opción de confidente desde
que supimos que los secretos eran una cosa. Conocía a Bella. Y estaba
mintiendo.
Sinceramente, últimamente me ha estado ocultando algo.
Aún no había descubierto cuál era el gran misterio. Pero tampoco
me preocupaba demasiado. Se abriría eventualmente. Siempre lo hacía.
Nunca nos ocultamos nada por mucho tiempo.
Sin embargo, esta noche, con o sin secretos, necesitaba su
compañía. Odiaba ir al cine solo. Siempre me hacía sentir... ¿cuál era esa
horrible y patética palabra que detestaba usar?
Sí.
Solitario.
Odiaba sentirme solo. Pero nadie en nuestro gran conglomerado de
familia extendida tenía el mismo gusto cinematográfico que yo. Quiero
decir, ellos se lo pierden; yo tenía un paladar increíble para las películas.
Pero el hecho de que todos tuvieran un apetito aburrido e insípido no me
hacía sentir menos desamparado cuando pasaban los créditos iniciales.
Pero Bella sentía empatía, así que normalmente se aguantaba y me
seguía la corriente, que era exactamente la razón por la que empezaba a
darle un enorme viaje de culpabilidad, intentando que cambiara de
opinión y trajera su culo aquí ya para hacerme compañía.
No era como si tuviera un novio o algo para ocupar su tiempo.
Podría dedicar un momento a su persona favorita.
Pero estoy solo. No vas a hacer en serio que tu único hermano
gemelo...
No terminé de escribir.
Alguien pasó junto a mí en el pasillo central, justo al lado de donde
me encontraba sentado. Un perfume floral me envolvió, y el olor fue
agradable.
Así que, por supuesto, tuve que levantar la vista.
Quienquiera que fuera, también se encontraba sola, y se veía bien
desde atrás. Muy bien. Con el cabello claro recogido en una coleta alta y
descuidada, y con los mechones al viento cayendo a la moda por el cuello,
caminaba con un hipnótico vaivén que me hizo fijarme demasiado en su
culo con esos vaqueros.
Una de mis cejas se levantó con interés. Qué bien.
No llevaba ninguna bebida ni ninguna golosina, solo un bolso
colgado de un hombro, lo que me hizo pensar que no podía estar sola;
seguramente su acompañante ya estaba sentado o se retrasó comprando
sus aperitivos, porque ¿quién podría ver una película sin sustento? Pero
no miraba a su alrededor como si estuviera buscando a alguien o
planeando un buen lugar para que se sentaran varias personas;
caminaba con un propósito, sabiendo exactamente a dónde quería ir.
Al igual que yo, tenía su asiento favorito en la casa.
Respeto.
Me hizo preguntarme si esta mujer también era como yo en el
sentido de que no había sido capaz de encontrar a nadie más que la
acompañara al cine, o si simplemente era del tipo segura de sí misma que
se sentía cómoda yendo sola. Decidí que era del tipo segura porque me
gustaba más esa versión.
Cuando llegó a la fila de su elección, demasiado abajo y cerca de la
pantalla para mi gusto, pero daba igual, se giró y arrastró los pies para
llegar a su lugar deseado.
Sin embargo, algo familiar en su perfil lateral me hizo fruncir las
cejas.
Creo que la conocía (tal vez) pero no me encontraba seguro, hasta
que alguien desde el otro lado de los pasillos y más arriba silbó, gritando:
—Oye, nena. No hace falta que te sientes sola ahí abajo. ¿Por qué no
vienes a plantar ese buen culo a mi lado?
Hice una mueca porque, ¿en serio? ¿Plantar ese buen culo? ¿Qué
clase de idiota dice realmente una mierda como esa en voz alta?
Una cosa era comprobar el culo en silencio y apreciarlo en tu propia
mente. Otra cosa era compartir esos pensamientos con la verdadera obra
maestra que admirabas. Compartir tus pensamientos requería un talento
suave que solo unos pocos podían reunir en este tipo de situaciones, y
que él no tenía.
Culo-Lindo miró a su interlocutor, y fue entonces cuando recibí
todo el impacto de su cara.
Y ah, mierda. ¡¿Qué demonios?!
¿Acababa de mirar el culo de Yellow Nicksen? No era bueno.
Lo opuesto a eso, de hecho.
Bella me desollaría vivo si supiera lo que acababa de hacer.
Y hablando de Bella...
Preocupado por si cambiaba de opinión y se apresuraba a venir a
ver la película conmigo después de todo, miré la pantalla de mi teléfono
y borré rápidamente mi mensaje, antes de volver a escribir uno nuevo.
No te preocupes. Cuídate. Te llamo por la mañana.
Enviar.
Nada arruinaría más la noche de mi hermana que encontrarse
atrapada en la misma sala con la misma mujer que se había acostado
con su prometido el año pasado, provocando su ruptura.
Volví a mirar hacia Yellow, entrecerrando los ojos y buscando algo
que me disgustara esta vez para poder volver a ponerme en el estado de
ánimo adecuado al mirar a la némesis de mi gemela.
Cuando no pude encontrar ningún defecto visual inmediato en el
que fijarme, porque, maldita sea, Yellow Nicksen tenía un claro atractivo
estético, me volví superficial y desmenucé mentalmente su nombre.
Es decir, claro, era único, y me gustaba lo único. Pero, en serio,
¿Yellow? Me pregunté cómo se le había ocurrido ese apodo. Tal vez había
mojado mucho la cama cuando era pequeña. O todavía lo hacía. Sí. Me
gustaba ese escenario para alguien que había hecho daño a mi gemela.
Sin embargo, eso fue todo lo que llegué a decir, porque me distraje
observándola de nuevo.
Era una pena que tuviera una cara tan bonita; probablemente así
fue como atrajo a Ethan para que se alejara de Bella en primer lugar.
Incluso la forma en que hizo una mueca de incomodidad ante el tipo que
acababa de invitarla a sentarse a su lado era adorable. Tenía una bonita
nariz de botón que se arrugaba como un conejito irritado, unos labios
carnosos que se fruncían con delicioso desagrado y unos ojos oscuros y
exóticos que...
No es que su apariencia signifique nada. La lealtad me exigía
odiarla. Había hecho daño a mi mejor amiga. Solo alguien directamente
malintencionado y malvado podía hacer una cosa tan terrible.
Resoplando amargamente, la vi responder al tipo.
—N-no gracias. Yo, eh, estoy esperando a alguien.
Mientras se hundía nerviosamente en su asiento, suspiré con
disgusto y negué con la cabeza. Mentía tan mal como Bella. Yellow no
esperaba a nadie, y su nuevo admirador también lo sabía.
—Esperándome a mí, seguro. —Sonriendo, se levantó de su silla y
se pavoneó hacia ella.
Ah, diablos. Tienes que estar bromeando. No estaba aquí para ver
esta mierda; solo quería ver mi película e irme a casa, maldita sea.
Pero iba a suceder, me gustara o no.
Tal vez debería advertirle al hombre pésimo para ligar que no se
molestara. Si se acercaba a esa mujer venenosa, se iba a liar con una
tramposa destructora de hogares. Pero hubo algo en su arrogancia que
me desanimó, así que decidí dejar que aprendiera por las malas el error
que estaba cometiendo.
El señor No Tan Cortés se acercó a Yellow y se inclinó sobre ella,
apoyando las manos en los respaldos de los asientos, tanto detrás como
delante de ella, para poder atraparla en la fila, lo que no era en absoluto
bueno por su parte.
—¿Qué pasa, cariño? —le preguntó—. No muerdo. Ven y siéntate a
mi lado.
Puse los ojos en blanco porque, vaya. El más lamentable de los
rompehielos de la historia. Perdería todo el respeto por Yellow si fuera
víctima de eso. Pero, espera, ya no la respetaba, ¿no? Así que sí, tal vez
iba a seguirlo como la sanguijuela infiel que era.
Sin embargo, me sorprendió. Se inclinó hacia otro lado, y tanteó
torpemente. —No. Uh, no, gracias.
Tampoco fue para nada sarcástica y maliciosa con el desprecio.
Bella le habría dicho al idiota que se perdiera de una manera mucho más
creativa y violenta que esa. Tampoco habría sonado tan inocente e
intimidada como lo hizo Yellow.
Entonces, ¿por qué no se reía en la cara del tipo y le decía que se
perdiera, ya? Obviamente no le gustaban sus insinuaciones. ¿Por qué no
amenazaba con darle una patada en las pelotas? ¿Por qué no se defendía
en absoluto?
Fue entonces cuando me di cuenta...
Joder. El idiota la había asustado. Prácticamente podía sentirla
temblando de miedo paralizante desde aquí atrás.
Asustar a una mujer estaba mal, por muy malvada que fuera, así
que el malestar instantáneo se espesó en mi estómago.
—Vamos —repitió su acosador, alcanzando su hombro—. Sabes
que quieres hacerlo.
Apretando los dientes, le advertí en silencio que se detuviera.
Pero no lo hizo.
Con un jadeo, Yellow se apartó de un tirón y se puso en pie a
trompicones para poder retroceder más en su fila lejos de él. —No, de
verdad. Estoy bien aquí.
—¿Qué? ¿No te gusto, cariño? —desafió, siguiéndola hasta que
estuvo aún más atrapada que antes.
Cuando su espalda chocó con la pared, gritó con sorpresa y se
estremeció ante él, con la cara llena de miedo. —Disculpa. —Intentó
rodearlo—. Me gustaría pasar. —Pero el tipo se interpuso en su camino,
impidiéndole escapar.
—No se puede, nena. —Se rio—. No hasta que me digas por qué no
quieres sentarte conmigo.
—Por favor —intentó ella, girando la cara hacia un lado para
alejarse de él cuando se inclinó demasiado—. Solo quiero ver la película
en paz.
—Yo también —replicó—. Junto a ti.
—Yo... yo... —Jesús, ¿iba a llorar?
Creo que iba a llorar, joder.
Miré a mi alrededor. Nadie más en todo el cine hizo nada para
intervenir y ayudarla. Lo juro, era como si no hubieran visto a la mujer
de la esquina a punto de tener un ataque de pánico mientras un imbécil
la acosaba.
Sin embargo, deseé que lo hicieran. Para no tener que hacerlo yo.
Porque desesperadamente no quería ayudar a esta mujer.
A cualquiera menos a ella.
Excepto que el imbécil le puso una mano encima, agarrando su
hombro. El miedo de ella era tan visceral que debía estar a un segundo
de desmayarse.
Y por eso, estallé.
—Maldita sea. —Murmurando un suspiro de disgusto, recogí mis
cosas y me levanté, para luego marchar por el pasillo hacia ellos, muy
molesto por verme obligado a estar en esta situación. ¿Por qué el idiota
no la había dejado en paz?
En serio. ¿A qué ha llegado el mundo? Bella me mataría si supiera
que me encontraba a punto de salvar el culo de su archienemiga.
Pero qué culo.
Un segundo. Mierda. No, ya no estaba pensando en su culo.
—Siento llegar tarde —dije al alcanzarlos, haciendo que mi voz
sonara sin aliento, como si llegara con prisa—. El maldito jefe no me dejó
salir antes. Sin embargo, nos compré todo.
Cuando tanto Yellow como su espeluznante admirador me enviaron
miradas sorprendidas, levanté mi atención del montón de golosinas en
mis brazos y salté como si me sorprendiera ver que tenía compañía.
—Um... ¿hola? —le dije al hombre, sonando confuso, antes de
ladear la cabeza con curiosidad—. ¿Qué pasa?
Levantó las manos como para demostrar que no la había estado
tocando, lo que honestamente solo lo hizo parecer más culpable. —Nada
—contestó con un tono algo desafiante, aunque se echó para atrás—.
¿Estás aquí con ella?
Levanté las cejas y miré los bocadillos en mis brazos antes de
devolverle la mirada. —¿Qué te parece? —Luego incliné la barbilla hacia
ella, pero mantuve la mirada en él—. ¿Hay algún problema aquí?
—No. —Negó con la cabeza y se puso de lado para salir de la fila y
entrar en el pasillo sin rozarme—. No hay ningún problema.
—Bien —dije, mirándole fijamente y girando con él a medida que
me rodeaba para que pudiéramos mantener el contacto visual—. Porque
parecía que la estabas arrinconando contra la pared y tocándola contra
su voluntad.
—Bueno, no era así —espetó, entrecerrando los ojos antes de
alejarse para volver a su propio asiento—. Cómprate unos lentes,
hombre. Y la próxima vez no dejes a tu chica sola en un teatro así.
—Sí, gracias por el consejo —gruñí tras él, fulminándolo con la
mirada hasta que encontró su antiguo sitio. Entonces me dejé caer con
pesadez en el asiento contiguo al que había ocupado Yellow y susurré—:
Imbécil.
A mi lado, ella también se hundió lentamente en su silla.
Me hallaba demasiado ocupado mirando a su acosador como para
prestarle mucha atención. Pero tuve la delicadeza de inclinarme hacia
ella y sisearle: —Qué jodido bicho raro. Tiene que tomar una clase para
aprender a leer el lenguaje corporal porque estabas lanzando muchas
señales para que se aparte. ¿Estoy en lo cierto?
Cuando por fin me digné a mirarla en busca de una respuesta, me
había olvidado por completo del hecho de que era impresionantemente
guapa. O tal vez no me había dado cuenta de que era mucho más bonita
de cerca.
Pero, maldita sea. Mi corazón dio un gran vuelco en mi pecho en el
instante que nuestras miradas chocaron, y me quedé momentáneamente
sin sentido.
Y lo que es peor, aún temblaba por su encuentro con el acosador.
Le temblaban los labios, sus hombros se agitaban y tartamudeó cuando
soltó un suspiro asustado.
Había estado a punto de caerme mal por eso. Solo alguien débil y
sin carácter habría manejado la situación tan mal como ella. No se
defendió en absoluto.
Excepto...
En lugar de degradarla en mi mente, todo lo que podía pensar era:
Estarás bien. Estoy aquí. Nadie te va a hacer daño, no en mi guardia.
Estúpidos instintos de protección. Me daban ganas de estrecharla
entre mis brazos y abrazarla hasta que dejara de temblar, luego tal vez
besar su sien y alisar el pelo de su cola de caballo antes de acercar mi
nariz al lado de su garganta para inhalar ese embriagador aroma suyo
directamente desde la fuente.
Parpadeó con sus grandes ojos marrones y confiados, y respondió:
—Sin duda tienes razón.
¿La tenía? Un segundo, ¿de qué habíamos estado hablando?
Maldita sea. ¿Por qué tenía que parecer tan inocente y esperanzada
cuando me miraba? Algo dentro de mí debe estar mal conectado porque
esta corriente eléctrica de deseo se disparó directamente a mi núcleo, y
mis miembros se volvieron pesados y líquidos en tanto los impulsos
primarios se agitaban.
—Yo, eh... —Maldita sea, esto era malo. Esto era muy, muy malo.
Me aclaré la garganta, abrí los ojos y levanté las cejas antes de sentarme
más erguido en mi asiento para obligarme físicamente a volver a pensar
con lógica. Entonces pregunté—: ¿Estás bien?
—Yo... —Negó con la cabeza y luego exhaló un suspiro—. Sí, estoy
bien —respondió finalmente con desgana antes de lanzarme una sonrisa
que me habría hecho caer de culo si no hubiera estado ya sentado—.
Gracias. Por ayudar. Estaba fracasando a lo grande, ¿no?
—No —solté inmediatamente, sin querer que se sintiera cohibida.
Pero luego me encogí de hombros porque a veces era demasiado sincero
para mi propio bien—. Quiero decir, sí, eres muy mala rechazando a los
chicos.
Bueno, mierda. Ahora era yo el que apestaba. En animar a las
damiselas oprimidas a sentirse mejor con ellas mismas. No tenía nada
motivador que añadir.
No es que deba aumentar su confianza. Ella era la enemiga.
¿Verdad?
Jesús, me estaba confundiendo.
Necesitaba abortar esta misión pronto antes de pensar una cosa
más buena sobre ella.
Me envió una sonrisa amable e indulgente. —Probablemente no te
des cuenta, pero en realidad he estado entrenando para esto mismo.
¿Qué cosa?, quise preguntar.
¿Rechazar a los hombres?
¿Hablar con el hermano de su némesis?
Convertir a un tipo en papilla con una simple sonrisa. Porque, sin
duda, sobresalía en el número tres.
Con un encogimiento de hombros lamentable, confesó: —Es un
trabajo en progreso, supongo.
Asentí estúpidamente. ¿Qué demonios tenía ella que me hacía
sentir tan inepto? ¿Y a la vez vivo?
Rechinando la parte posterior de mis dientes, señalé con un pulgar
sobre mi hombro. —Debería, eh, probablemente debería volver a mi
asiento.
Pero no me moví, y después: —Espera —dijo ella, agarrándome el
antebrazo, todos los músculos de mi cuerpo se tensaron con anticipación.
No podría haber ido a ninguna parte, aunque quisiera. La ligera
presión de sus dedos me dejó inmóvil. Fue como si me hubiera marcado.
Ahora le pertenecía, me gustara o no.
Completamente ajena al hechizo al que acababa de someterme,
Yellow se encogió y sus grandes ojos marrones me suplicaron. —¿Crees
que podrías...? Es decir, ¿estaría bien que te quedaras? Aquí. Durante el
resto de la película. Ese tipo... —Miró por encima de mi hombro hacia él
y la recorrió un escalofrío horrorizado—. Me asustó mucho.
—Sí —murmuré, asintiendo. Luego me aclaré la garganta, sacudí
la cabeza y volví al presente—. Quiero decir, sí. Podría quedarme. No hay
problema.
Pero tan pronto como dije las palabras, me estremecí internamente.
Porque, ¿qué demonios hacía?
No debería quedarme cerca de esta mujer, nunca. Así que añadí
rápidamente: —Pero esto es un asunto de una sola vez. ¿De acuerdo?
Cuando me miró de forma extraña, casi gemí y me di un golpe en
la frente. —Quiero decir... —Extendí una mano para que entendiera—.
No puedo volver a ayudarte. Porque yo... ya sabes. Porque tú y yo somos...
Jesús, ¿hacía calor aquí? Tiré del cuello de mi camisa, pensando
que todo lo que decía solo parecía hacerme parecer cada vez más idiota.
Así que hice una pausa, por completo, y empecé de nuevo: —Es
probable que no te acuerdes de mí.
—Eres Gracen —respondió inmediatamente—. Lowe. El hermano
de Isabella, ¿verdad? Nos conocimos cuando me la quitaste de encima
mientras intentaba literalmente sacarme los ojos.
—Sí —dije lentamente. Así que sí se acordaba—. Soy ese mismo.
—Así que en realidad —me dijo con una sonrisa entristecida—, esto
es más bien un asunto de dos veces, ¿no crees?
—¡¿Qué?! —jadeé horrorizado—. ¡No! No, no, no, no. Yo no hago
dos veces. Nunca he hecho dos veces en mi vida. —Y en absoluto iba a
empezar con ella, la mujer que se había acostado con el prometido de
Bella, aunque no tuviera una novia con la que pudiera hacerlo dos veces.
Sería una traición a mi hermana. Lo que sería peor.
Mucho peor.
Eso estaba totalmente descartado.
—Yo, eh... —Parpadeó como si hubiera perdido la cabeza. Luego se
sonrojó un poco y sacudió la cabeza—. Me refería a dos ocasiones. No el
tipo de dos veces de infidelidad. Ya que, ya sabes, esta era la segunda vez
que intervenías y me ayudabas.
Me quedé boquiabierto, totalmente perdido.
—Me salvaste cuando evitaste que tu hermana me diera una
patada en el culo —me recordó—. Y luego otra vez ahora con ese tipo.
—Oh —murmuré, solo para enderezarme—. ¡Oh! —Sí—. Bueno,
yo... —Agité una mano despectivamente porque estaba decidido; esta era
la noche más humillante e incómoda de mi vida—. La primera vez fue
más para salvar a Bella, para evitar que fuera a la cárcel por agresión, ya
sabes. Pero supongo que...
—A mí también me benefició —conjeturó con un movimiento de
cabeza.
—Bueno, bien —murmuré, solo para hacer una mueca.
Porque, no, eso no era bueno. Se suponía que no debía hacer nada
en beneficio de Yellow Nicksen. ¿Qué demonios me pasaba?
—Así que tu hermana... —murmuró, pasando la mirada más allá
de mí—. ¿Va a venir a ver la película contigo?
Fruncí el ceño ante la pregunta y quise preguntar por qué. ¿Quería
intentar seducirme para que me alejara de Bella? ¿Igual que había
seducido a Ethan para que se alejara de ella?
Pero su expresión estaba llena de tanto miedo que me di cuenta de
que solo se hallaba preocupada por enfrentarse a la ira de mi gemela. Así
que me encontré teniendo piedad y negando con la cabeza. —No. Esta
noche estamos solos tú y yo.
Solo yo. Y ella. Y sin asientos entre nosotros.
En serio, ¿era solo yo, o estaba hirviendo en este lugar? O tal vez
eso era simplemente el infierno, golpeando mi alma y dándome una
muestra de mi futuro, porque ciertamente ardería allí algún día por todos
estos pensamientos erróneos y traidores que tenía ahora mismo.
Bella nunca me perdonaría que me sintiera atraído por su némesis.
Sin embargo, el alivio relajó los hombros de la mujer a mi lado, que
desplazó su mirada por el cine con una especie de indulto. —Oh, gracias
a Dios.
No es que la culpara. Si yo fuera ella, tampoco querría ver a Isabella
Lowe ahora mismo, ni nunca más.
Pero la forma en que parecía tan jodidamente aliviada por no tener
a Bella cerca me tocó la fibra sensible.
—Sí —murmuré secamente, recuperando por fin mi verdadera
lealtad—. Solo me queda sentarme a tu lado durante el resto de la
película. Eso es simplemente fantástico, ¿no?
Giró su mirada sorprendida hacia mí, solo para hacer una mueca.
—Oye, lo siento. Seguro que esto te pone en un aprieto con tu hermana,
¿no? Sinceramente, no tienes que quedarte aquí conmigo si no quieres.
Estoy bien.
Tenía razón. Solo un hermano horrible y malo querría quedarse
sentado junto a ella.
Y yo era un hermano increíble. Así que me iba a disgustar Yellow
aunque fuera lo último que hiciera.
Aunque, realmente ayudaría si dejara de actuar tan malditamente
dulce y comprensiva.
Tenía una seria debilidad por las cosas dulces.
—Me quedaré, pero tienes la razón. —Me incliné para susurrar—:
Bella probablemente me castraría si supiera que estoy hablando contigo.
Y es la persona más importante del mundo para mí, así que no puedes
caerme bien. ¿De acuerdo?
Cuando se limitó a parpadear, tanteé e intenté de nuevo, esperando
revisar mi declaración lo suficiente como para no sonar como si Bella
fuera mi dueña y controlara todo lo que hacía, cosa que no era así.
—Quiero decir, que tengo que ser malo contigo. —Entonces fruncí
el ceño porque eso no sonaba nada mejor. Sonó un poco peor. Así que
solté un suspiro de disgusto y añadí—: Sabes lo que estoy diciendo,
¿verdad?
—Yo... supongo que sí —respondió lentamente.
—Bien. —Asentí—. Bien, entonces. Genial. Me alegro de que lo
hayamos aclarado. —Levanté el cubo manchado de mantequilla que
había entre nosotros y pregunté—: ¿Palomitas?
Miró hacia abajo y luego hacia arriba, frunciendo el ceño con
confusión. —Um, ofrecerme palomitas no es realmente ser tan malo —
explicó.
—Mierda. Tienes razón. —Al acercar el cubo a mí, le ofrecí una
mueca de disgusto—. Oye, ser malo es un trabajo en progreso para mí.
Repetir su propia frase la hizo sonreír.
Dios, tenía una hermosa sonrisa. Iluminaba toda su cara.
—Así que... —Me aclaré la garganta y abracé el cubo hacia mí
posesivamente—. No acerques tus malditas manos a mis palomitas,
señorita.
Soltó una pequeña carcajada. Me dio cierta emoción saber que la
estaba entreteniendo (lo que tenía que estar mal) así que me aclaré la
garganta y me incliné más cerca.
—Por otra parte, compartir las palomitas no significa que esté
proponiendo matrimonio ni nada por el estilo. Así que agarra un poco si
quieres. —Volviéndome para mirarla directamente, agité las palomitas
hacia ella de forma burlona en tanto añadía—: Además, no estarías
interesada en mí de todos modos; no tengo una novia a la que pueda
engañar contigo.
¡Listo! Ese era el tiro de gracia que debía haber apuntado desde el
principio.
Endurecí mis hombros, orgulloso de mí mismo.
Con un jadeo ofendido, Yellow apartó la mano que había estado
levantando para aceptar algunas palomitas de maíz como si yo hubiera
dicho lo impensable. Pero, oh, había mucho más de donde había salido
eso.
Empujando el cubo hacia mí, siseó: —Quita tus palomitas de mi
cara.
—Bien. —Volví a colocarlo en mi regazo—. Más para mí, entonces.
Por el rabillo del ojo, la vi cruzar los brazos con fuerza sobre el
pecho y mirar la pantalla para ver los anuncios que se estaban emitiendo.
Sonreí, dándome cuenta de que me daba la misma emoción
enfadarla que divertirla.
Así que me incliné hacia ella mientras me llenaba la boca con un
puñado de genialidad con mantequilla. —Mmm —gemí de placer—. Tan
bueno.
La mirada iracunda que me lanzó parecía decir: “¿Me estás
tomando el pelo?”
Me alegré de que su atención volviera a centrarse en mí, tragué
saliva y dije: —Por cierto, tu gusto por las filas es una mierda. Tenía el
mejor asiento del lugar antes de que tuvieras que empezar tu pequeño
espectáculo dramático y me obligaras a bajar aquí e intervenir.
—¿Perdón? —gruñó y levantó las cejas—. Yo no empecé nada. Y no
tenías que bajar...
—¿Y por qué demonios estás aquí sola? —añadí, ignorando su
réplica—. ¿No conseguiste que ninguna de tus amigas te acompañara
esta noche? ¿O también te has acostado con todos sus novios?
Se quedó con la boca abierta mientras farfullaba un momento
antes de gruñir: —¿Sabes qué? Vete a la mierda. Hacer sentir como una
puta no es atractivo para nadie, amigo. Puedes irte, ahora.
El calificativo me hizo retroceder sorprendido. Luego sacudí la
cabeza al instante para negar tal afirmación. —Vaya. No. No te estoy
haciendo sentir una puta —insistí—. Estoy... estoy haciéndote sentir una
destructora de hogares. Hay una gran diferencia.
Cuando me lanzó una mirada incrédula, levanté las manos en
señal de rendición. —De verdad. Me importa una mierda cuál sea tu
número de compañeros de cama. Es la parte de arruinar la vida de mi
hermana lo que me amarga. —Apreté una mano contra mi propio pecho
y añadí—: Porque soy yo quien tuvo que recomponerla después de que le
jodieras el mundo con lo que hiciste. Le hiciste mucho daño, ¿sabes?
Una multitud de expresiones cruzaron su rostro. Sorpresa, horror,
culpa, humillación, desesperación, indignación, y luego rabia. —Eso es
todo —dijo, mostrándome los dientes apretados—. Tenía muchas ganas
de ver esta película, pero si no dejas de hablarme, me voy.
Tragué saliva, dándome cuenta de que había ido demasiado lejos.
Diablos, probablemente la estaba acosando más que el último tipo.
Levantando la barbilla para que pareciera que no sentía ningún tipo de
vergüenza por mis palabras, anuncié: —No te preocupes; me callo. No
tengo nada más que decirte, de todos modos.
—Gracias a Dios —siseó para sí misma y volvió a ponerse de frente
al cine, mirando con determinación los anuncios que aparecían en la
pantalla.
Yo también miré al frente, dispuesto a ignorarla.
Pero el sentimiento de culpa me invadió. Me había pasado de la
raya. Empecé a mover la rodilla, incapaz de soportarlo.
A nuestro alrededor, las luces se atenuaron y los anuncios se
desvanecieron para que comenzaran los adelantos. La vista que tenía de
Yellow en mi visión periférica se ensombreció, pero seguía sintiéndola allí,
junto a mí, más brillante de lo que había sido consciente de nada en
mucho tiempo.
Contra mi voluntad, me giré para mirarla. Las luces de los
preestrenos se reflejaban en su cara, mostrándome lo bien que sabía que
la miraba. Levantó la barbilla desafiantemente y apretó los labios para no
reaccionar.
—Yo también quiero ver esta película —me incliné para susurrar,
esperando que pudiera sentir la disculpa oculta en mis palabras.
Como continuó ignorándome obstinadamente, suspiré. —Siento
haber sido un imbécil. Supongo que tengo más talento para ser malo de
lo que pensaba.
Entonces, solamente para ver qué hacía, levanté las palomitas,
ofreciéndoselas en silencio una vez más.
Resopló con disgusto mientras levantaba la mano y agarraba un
puñado sin ni siquiera mirarme.
Mis labios se movieron mientras luchaba contra una risa. Sea cual
sea la razón por la que el otro imbécil la había hecho encerrarse y
apagarse, desde luego no era así conmigo. Era genial saber que podía
sacar el fuego que llevaba dentro y convencerlo de que saliera para sisear
y arañar donde otros no podían. Me hizo sentir una especie de triunfo.
Exclusivo.
Especial.
Y aunque sinceramente había estado esperando esta película, me
costó concentrarme en ella cuando empezó. No dejaba de preguntarme
por la mujer sentada a mi lado.
En serio, si no estuviera tan obligado a que no me gustara, quizá
querría conocerla un poco mejor. Había una interesante profundidad de
contradicciones en ella que no me importaría explorar.
Pero Bella me cortaría las pelotas por siquiera entretener la idea.
Así que sí, no importaba eso. No me interesaba en absoluto.
Traducido por Gesi & Jadasa
Corregido por Pame .R.

Yellow
Buscando en mi bolso, sorbí y saqué un paquete de pañuelos de
papel para poder limpiarme la humedad de los ojos.
Vale, bien. No estaban húmedos y ya. Patéticamente mojados con
interminables charcos de lágrimas podría ser una descripción más
adecuada.
—No puedo creer que esté muerta —pronuncié, todavía aturdida y
horrorizada en tanto los créditos finales se desplazaban por la pantalla.
—Lo sé —dijo a mi lado una voz hueca—. No lo vi venir. —Dándome
vuelta, me encontré con la mirada aturdida de Gracen Lowe mientras
sacudía la cabeza y agregaba—: Supongo que entonces la serie realmente
ha terminado, ¿no?
Un sollozo me sacudió los hombros. —Pero no estoy lista para que
termine. Ha sido tan genial. Demasiado épica. Necesito más.
Asintió, coincidiendo, antes de sisear una maldición. —Es decir,
¿qué demonios? ¿Cómo se supone que continúe con mi vida ahora?
No tenía idea.
Tampoco parecía poder ver más allá de esto.
Sorbiendo, me soné la nariz.
A nuestro alrededor, los otros espectadores, los seis, se pusieron
de pie y comenzaron a salir de la sala. Incluso el raro que me asustó
hasta la muerte antes y me hizo conseguir mi indeseado compañero de
película salió como si estuviera ansioso por volver a sus cosas.
No es que Gracen siguiera siendo tan indeseado. Después de
inclinarse para susurrarme sus comentarios sobre la película en los
primeros cinco minutos y yo no pudiendo evitar admitir algunos de los
míos, decidí que no era tan malo mirar una película con él. Regularmente
me expresaba pensamientos o ideas, como si simplemente no pudiera
evitarlo. Y porque me encontraba igual de involucrada en la trama como
él, me vi obligada a responder, hasta que fui la que soltaba la mayoría de
las predicciones.
Y ahora se sentía como si hubiéramos sobrevivido juntos a ese
desastre galáctico a través del tiempo.
Sacudiendo las cabezas con confusión, observamos al resto de la
sala irse en tanto nos quedábamos sentados allí, esperando que alguien
comenzara la verdadera película, donde nuestra amada heroína no moría
al final.
¿Por qué éramos los únicos dos que estábamos tan obviamente
afectados? ¿Nadie más tenía corazón? ¿O algún tipo de gusto por ver
películas? Esta era una tragedia desgarradora.
Colocándose una mano sobre el estómago, hizo una mueca. —Creo
que voy a vomitar. En serio, no puedo creer que se haya muerto.
Sacudiendo la cabeza para quitarme las lágrimas, guardé el
pañuelo en mi bolso, determinada a dejar de llorar. —Al menos siempre
tendremos las repeticiones.
La mirada que me envió fue incrédula. —¿Es una broma? Nunca
nada se comparará con verlas por primera vez.
Tenía razón, así que suspiré, insegura de cómo animarnos. —Es
verdad.
—Mierda —siseó y se puso de pie para recoger su bote de palomitas
de maíz, bebida y cajas de dulces vacías—. Esto apesta. —Cuando una
de las cajas se le resbaló de la pila que tenía en los brazos y cayó al piso,
murmuró—: Maldición —e intentó inclinarse para recogerla, solo para
que se le cayeran más cosas.
—Oh, espera. Yo lo recojo —ofrecí.
—Gracias. —Se enderezó y esperó a que levantara todo antes de
salir de la fila para que pudiéramos caminar lado a lado hasta el final del
pasillo—. Tal vez podrían regresar en el tiempo y hacer algunas precuelas
de ella cuando era más joven —opinó conversacionalmente a medida que
nos dirigíamos a la salida.
Sacudí la cabeza. —Pero entonces probablemente utilizarían una
actriz más joven y diferente, y no creo que me guste otra persona en ese
papel. Al menos, ahora no.
—Sí —concordó, sus hombros se encovaron cuando se detuvo ante
el cesto de basura y suspiró lastimosamente mientras tiraba todo lo que
tenía en brazos—. Realmente se ha acabado, ¿verdad?
—Tal vez no está muerta, después de todo —sugerí con esperanza,
aunque no había ninguna porque…
—Vimos como quemaron su cuerpo en el mar —me recordó.
Arrugué la nariz. —Sí, bueno… —Después de tirar las cajas que
tenía en mis brazos, acomodé más firmemente la correa de mi bolso en
mi hombro y atravesé las puertas de la sala para ir hacia la entrada
principal del edificio—. No puedo darme el lujo de pensar que todo ha
terminado, por lo que simplemente seguiré esperando que suceda algún
extraño milagro.
Asintió, considerando mis palabras. Luego respondió suavemente:
—Creo que yo también haré eso. —Solo para jadear—. Ooh. —Chasqueó
los dedos y me señaló—. Una melliza idéntica que aparece de la nada y
lleva a cabo su misión. ¿Eh? Eso es factible, ¿verdad?
Excepto que mencionar a una melliza me hizo pensar en la suya.
Regresando a mis cabales porque había pasado las últimas dos horas con
mi hombro presionado contra el del hermano de Bella Lowe y realmente
había disfrutado su compañía, me aclaré la garganta discretamente.
—Eso… sí, podría funcionar, supongo.
Nos estábamos llevando bien, lo que era malo. No podía ser
amigable con él.
Lo que significaba que debía dejar su compañía, de inmediato.
—Puedes apostar tu culo a que funcionaría —dijo—. Es brillante.
Será mejor que tomen esa ruta si saben lo que es bueno para ellos. De lo
contrario, me rebelaré. —Una vez que llegamos a las puertas, abrió una
y la sostuvo para que pudiera salir antes que él.
Conmovida por su consideración, lo miré tímidamente y murmuré:
—Gracias —solo para detenerme horrorizada cuando me di cuenta de que
el tipo espeluznante de adentro, el que se me insinuó antes de la película,
se encontraba inclinado contra la pared justo afuera del edificio, como si
estuviera esperando a que saliéramos.
Apenas pude mirarlo boquiabierta, preguntándome por qué seguía
rondando, cuando Gracen me chochó por detrás.
—Ups. —Su grande y cálido cuerpo chocando contra el mío me hizo
tambalear hacia adelante. Por lo que me tomó por la cintura para
estabilizarme—. ¿Qué…? —comenzó, solo para también ver al raro. Luego
se puso rígido y me acercó protectoramente—. ¿Qué mierda, hombre?
Sonriéndonos, el raro sacó una goma de mascar de su bolsillo.
Mientras la desenvolvía, dijo: —Hola allí. Solo tenía curiosidad por saber
si ustedes dos seguirían con el ardid de la pareja hasta sus autos o no.
—¿Ardid? —Gracen resopló como ofendido por la palabra. Me rodeó
para poder enfrentarlo—. ¿Cuál es tu problema, amigo? Incluso si no
estuviera conmigo, que lo está, no quiere nada contigo. ¿Entendido?
—Sí, bueno… —Se metió la goma de mascar en la boca, arrugó el
envoltorio y lo dejó caer al piso a su lado con un espectáculo, como si
tirar basura fuera algún movimiento rudo—. Nunca la escuché decirlo.
Poniéndome de puntillas de pie para poder verlo sobre el hombro
de Gracen, dije: —No, él tiene razón. No quiero nada contigo.
Se giró con una risa, como si me permitiera participar en la
conversación, entonces hizo un gesto con la mano de mí al otro chico,
diciendo: —Ahí lo tienes, amigo, directo de la boca de la dama. No está
interesada. —Ofreciéndome su codo, preguntó—: ¿Vamos a otro lugar
donde no esté este psicópata?
Asentí y me agarré de su bíceps. —Vamos.
Me sonrió atentamente antes de transferir su sonrisa al hombre.
—Señor —dijo con amabilidad antes de seguirlo con— síguenos y
te romperé la puta cara.
Luego me giró en la dirección opuesta y nos hizo bajar a la acera.
—Oh, Dios mío, gracias. —Suspiré, agarrándome a su brazo con
todas mis fuerzas antes de agregar en voz baja—: Me acompañarás hasta
mi coche, ¿verdad?
—Demonios, sí —gruñó—. Realmente necesito tu protección ahora
mismo, porque ese tipo me está dando mala espina. —Cuando me reí
suavemente de su broma, se inclinó más cerca—. Por favor, dime que
sabes algún tipo de artes marciales.
Hice una mueca y decidí no mencionar la única clase de
autodefensa que tomé. —Podría pegarle una patada en la entrepierna por
ti.
Alzó las cejas con un asentimiento. —Eso servirá. De todos modos,
ese movimiento siempre me ha puesto de rodillas.
Mirándolo cuando comenzó a desviarnos de donde se encontraba
estacionado mi auto, apreté mi agarre en su brazo y nos llevé de regreso
al camino correcto. —¿Te han pateado muchas mujeres? —le pregunté.
Me hizo sentir un poco incómoda saber que acosó a alguien lo
suficiente como para hacer que tomara represalias de una manera tan
desesperada y violenta.
—Solo Bella —respondió con una sonrisa cautivadora mientras
fácilmente seguía mi guía—. Pero créeme que seguro que no tuvo piedad.
—¿Qué le hiciste? —Todavía recelosa, tenía que saberlo.
—Nada —gritó con fingida inocencia al tiempo que se presionaba
una mano en el pecho—. Lo juro. Aunque debo decir que nunca en mi
vida volveré a cortarle todo el cabello a una de sus muñecas Barbie.
Me reí, aliviada de escuchar que no era tan amenazante como
estaba empezando a preocuparme.
Por el único encuentro que tuvimos antes de este, nunca habría
adivinado que era tan ingenioso y gracioso.
Sin embargo, el brillo alegre se desvaneció de sus ojos cuando miró
sobre su hombro y luego otra vez hacia adelante antes de decir: —Sí. Aún
nos está mirando.
—¿En serio? —Estremeciéndome al recordar por qué pasaba el rato
conmigo, me acurruqué más cerca—. Y ni siquiera sé qué hice para
alentarlo.
—No tuviste que hacer nada —me aseguró con suavidad, su mirada
se hallaba llena de simpatía.
Me detuve en seco. —¿Qué?
Se detuvo a mi lado, con los ojos entrecerrados en interrogación.
—¿Qué? —repitió.
—¿Crees que hice algo para atraer su loca atención?
—¿Eh? —espetó incrédulamente—. No, no lo creo.
Pero estaba ese tono en su voz. Lo creía totalmente.
Me crucé de brazos. —Claro. Entonces, ¿qué hice?
—¡Nada! —Sacudió la cabeza, pareciendo bien desconcertado—. Vi
todo y no hiciste absolutamente nada para fomentarlo. ¿De acuerdo? El
tipo era un raro que no sabía cuándo detenerse. Y tampoco puedo decirte
por qué es un raro. Así que deja de mirarme como si pudiera.
—Lo miré accidentalmente, ¿verdad?
—No —insistió—. No miraste a nadie. Eso fue lo que me hizo pensar
que eras tan atractiva.
Atónita, parpadeé repetidamente. —¿Cómo es atractivo ignorar a
todos?
—¡No lo sé! —admitió, comenzando a parecer desesperado, como si
pensara que se encontraba acorralado—. Simplemente caminaste por el
pasillo con propósito, ya sabes, como si estuvieras totalmente preparada
para reclamar tu asiento.
—Porque lo estaba —murmuré, incapaz de entender por qué eso
era algo malo.
—Y te hizo lucir confiada —explicó—. Lo que de por si solo es
atractivo, pero súmalo a tu apariencia… —Sacudió la cabeza y agitó una
mano, como si el resto de sus pensamientos deberían explicarse por sí
mismos.
Tragué saliva y me miré antes de volver a mirarlo, que fue cuando
las cosas en mi interior cobraron vida.
¿Pensaba que era linda?
—¿Qué hay con mi apariencia? —Me encontré preguntando,
sintiendo esta extraña y tentadora anticipación en tanto aguardaba su
respuesta.
—Bueno… —Entrecerró los ojos, pensando—. Te ves muy bien en
esos vaqueros —me dijo al mismo tiempo que me echaba un vistazo
rápido, solo para detenerse en mi cabello—. Y luego está la coleta.
Levanté una mano y me toqué el cabello. —¿Qué está mal con mi
coleta?
—Ni una maldita cosa. Ese es mi punto. Es tierna y descarada,
dándote una pizca de diversión, inocencia y vulnerabilidad. Además de
que olías asombroso cuando pasaste a mi lado. Lo que me hizo que te
mirara una segunda vez. Junta todo eso con tu apariencia y tu caminata
confiada, y no sé por qué no atraparías la atención de todos los hombres
heterosexuales en la faz de la tierra.
—Entonces, ¿dices que todo esto es culpa mía? ¿Por cómo me veo?
—pregunté con curiosidad, haciendo una pausa cuando llegamos a mi
auto para poder desenterrar mis llaves.
—¿Qué? —Sonaba confundido—. No. Eso no es lo que dije en
absoluto.
Pero cuanto más pensaba en esa idea, más me irritaba.
Una vez que tuve mis llaves en la mano, le fruncí el ceño y levanté
el llavero de mi auto amenazadoramente. —Vamos a aclarar una cosa,
señor. No lo invité a coquetear conmigo porque me encontraba sola con
una coleta de caballo y usando un maldito par de pantalones vaqueros
conservadores, ¿sí? Me coqueteó porque es un hombre espeluznante que
no puede controlar sus propios estúpidos impulsos.
—¡Oye! Bien. —Levantó las manos inocentemente—. Entiendo. Y
estoy totalmente de acuerdo. Estoy de tu lado en esto. Y, para que conste,
ya dije que no era culpa tuya y que no hiciste nada para llamar su
atención. Deja de convertirme en el chico malo solo porque te dije cómo
te vi yo cuando entraste.
Oh.
Eso estuvo bien. Solo describía su reacción en el momento que yo
ingresé al cine, no la de mi rarito. Y por alguna razón, eso cambió todo.
El calor inundó mis venas.
Pero, ¿por qué no me importaba atraer a Gracen?
Es extraño cómo los pensamientos muy similares de dos hombres
hacia mí me provocaron dos efectos muy opuestos.
Aclaré mi garganta, sin saber cómo lidiar con eso. De manera que
le fruncí el ceño y murmuré: —Pero tú no intentaste coquetear conmigo.
Había sido grosero y desagradable durante un par de minutos, pero
completamente asexual. Y eso pareció marcar la diferencia en el mundo.
—Eso no significa que el pensamiento no cruzara por mi mente —
respondió con arrogancia. Pero un momento después, sus ojos mostraron
sorpresa, como si de repente se diera cuenta de lo que admitió. Mirando
hacia otro lado con sentimiento de culpa, carraspeó antes de darse la
vuelta y agregar—: Quiero decir, antes de que me diera cuenta de quién
eras y de que te odiaba, por supuesto.
¿Me odiaba?
Ay. No me gustaba mucho que la palabra odio saliera de sus labios
cada vez que se refería a mí.
Intentando ocultar el fragmento de dolor que causó, fruncí el ceño
y murmuré: —Odio, ¿eh? Guau. Gracias.
Hizo una mueca. —Oye, no soy quien traicionó a Bella y trazó esa
línea en la arena entre nosotros.
Un terror frío se apoderó de mi estómago y puntos negros bailaron
en mi visión. Pero en serio, ¿por qué tenía que seguir mencionando ese
evento en particular? Siempre me hacía sentir náuseas con la necesidad
de defenderme para que dejara de pensar lo peor de mí.
No me gustaba saber lo horrible que él suponía que era yo. Sin
embargo, no estoy segura de por qué me importaba. Debería odiarlo
también a él.
Pero en algún lugar entre el principio y el final de la película, y toda
esa parte en la que me ayudó a salir de la situación incómoda, estábamos,
no lo sé, unidos, supongo.
Al menos pensé que lo habíamos hecho.
Así que no, no me gustaba la idea de que me odiara. De hecho,
apestaba mucho.
Pero tenía razón. Con todo lo que sucedió entre Bella y yo, y ese
monstruo-que-no-debe-ser-nombrado, probablemente era mejor no tener
ningún tipo de familiaridad con Gracen.
Incluso si él tenía un gusto increíble en películas.
Y probablemente era el hombre más hermoso que había visto en mi
vida, con los ojos azul grisáceo tormentosos más bonitos y cabello oscuro
sedoso.
Y tenía un heroico sentido del honor.
Y era fácil hablar con él.
Y me hacía sentir segura.
Nada podría ir a ninguna parte entre nosotros. No quería tener
nada que ver con nadie que pudiera recordarme la peor época de mi vida,
que es exactamente lo que haría este hombre.
Así que, asumí una mueca de desprecio y le escupí en respuesta:
—Bueno, yo tampoco te aprecio demasiado, ya sabes. Diciéndome que
tengo un gusto pésimo por los asientos para ver películas.
Su boca se abrió antes de farfullar. —Está demasiado cerca de la
pantalla. ¿Cómo puedes ver la imagen completa cuando estás tan cerca?
No respondí, solo seguí acusando: —Y avergonzándome.
—¡Oye! —Levantó las manos—. No…
—Me llamaste destructora de hogares.
—Bueno, eso es solo constatar un hecho.
—Decir que invité la sórdida atención de ese tipo.
—Ahora, sabes que yo no…
—Acusándome de acostarme con los novios de mis amigas.
—¡Bien, de acuerdo! —Señaló mi nariz con un dedo severo—. Eso
fue algo insensible e idiota. Lo admitiré libremente. Y me disculpo. De
nuevo. Pero solo lo dije porque somos enemigos, y se supone que los
enemigos se hablan mal entre ellos. Por lo general, soy un tipo muy
agradable.
Puse los ojos en blanco. —Sabes, los hombres que tienen que
decirte que son un tipo muy agradable suelen ser los mayores idiotas del
planeta.
—No soy un… —interrumpiéndose, respiró hondo y literalmente
dio un paso lejos de mí—. No puedo creer que compartí mis palomitas de
maíz contigo —murmuró, pasando una mano por su cabello antes de
fruncirme el ceño nuevamente—. Y te ayudé esta noche. ¿Qué tiene que
ver eso con ser un idiota?
Con un resoplido, crucé las manos sobre mi pecho. —Porque te
metiste donde no debías y no te querían allí —repliqué, sin creer mi
acusación, pero lanzándola de todos modos, para poder crear un abismo
más amplio entre nosotros.
Se acercó y entrecerró los ojos. —¿Es por eso que me pediste que
me sentara contigo durante el resto de la película y luego te acompañara
a tu auto?
Maldita sea. Me tenía ahí. Pero cuando sus ojos brillaron con
triunfo, entrecerré los míos en respuesta y admití: —Solo un ligero desliz
en mi cordura, te lo aseguro.
Lo cual fue una respuesta tan débil que resopló y retrocedió un
paso. Mi estómago se hizo un nudo con una tensión instantánea, pero no
porque acabara de perder la batalla. Porque sentía como si mi patética
respuesta lo hubiera decepcionado.
Oh cielos. ¿Qué me pasaba? No trataba de impresionarlo con mis
ingeniosas habilidades para discutir.
¿O sí?
Dios, esto se estaba volviendo extraño. Frunciéndole el ceño, le hice
un gesto con el dorso de los dedos y lo ahuyenté. —Vete ahora, Gracen
Lowe. Ya he terminado contigo.
Tenía que hacerlo.
Sonrió, mostrándome una mueca tan superior que la reverencia
que siguió fue francamente burlona. —Como desees, Yellow Nicksen. De
todos modos, no puedo imaginar por qué seguía aquí, aguantando esta
mierda.
Se enderezó y se giró, solo para detenerse y murmurar: —Maldito
infierno. —Girándose hacia mí, negó con la cabeza, sus ojos brillaban con
ira y molestia—. El raro todavía nos está mirando.
Un salto de miedo atravesó mis entrañas. —Imposible. —Traté de
mirar más allá de él, pero Gracen se acercó, bloqueando mi vista. Luego
presionó su mano contra el techo de mi coche, sobre la puerta del lado
del conductor, y se inclinó, directo en mi espacio personal.
Lo juro, esto era lo más cerca que había estado de mí antes. Aspiró
el aire directamente de mis pulmones.
—Apóyate en mí también —instruyó en voz baja, sonando mucho
más sensual que exigente—. Con nosotros detrás de mi brazo así, va a
parecer que nos estamos dando un beso de buenas noches.
—¡¿Qué?! —grité, ya retrocediendo—. No voy a…
—Yellow. —Su gruñido contundente no dejaba lugar a discusión
cuando me agarró por la cintura y me arrastró de nuevo.
Con un grito ahogado, levanté mis manos y las presioné contra su
pecho para evitar que chocáramos.
—Algo no está bien con este tipo —murmuró contra mi oído—. No
probemos su locura, ¿de acuerdo?
Su cálido aliento bañó el costado de mi cuello, provocando que el
cabello corto en la base de mi nuca hormigueara y disparara un escalofrío
de conciencia por mi columna. Inhalé, luchando por respirar porque de
repente sentí como si no tuviera nada.
Al principio, pensé que experimentaba pánico y miedo. Pero luego
lo miré a los ojos y sentí que algo caliente se asentaba profundamente en
la boca de mi estómago. Dentro de mi sostén, mis pechos se tensaron
dolorosamente, y mis bragas de repente se sintieron demasiado sensibles
contra mí.
Bajo el chorro de las luces del estacionamiento, Gracen se veía
hermoso e impresionante.
Me di cuenta de que deseaba que me besara. Como que de verdad
me besara.
Cuando inconscientemente me lamí los labios, preparándome para
ello, su mirada se posó en mi boca.
Y así, el terror se apoderó de mí con una oleada de frío, temiendo
que él fuera a hacer exactamente lo que yo deseaba que hiciera. O quizás
temía que no lo hiciera.
Por lo que rápidamente moví la cabeza para romper el contacto y
retrocedí un paso. —Está bien —dije, apartando la mirada de sus ojos,
solo para que aterrizaran en su boca—. Yo… yo seguiré el juego. Pero me
estoy quedando sin cosas malas que decirte.
—Espera. —Uno de sus ojos se movió—. Entonces, ¿realmente no
creías las cosas que acabas de decir?
Puse los ojos en blanco. —Fuiste quien dijo que teníamos que ser
enemigos y hablarnos mal.
Sonrió, una sonrisa cálida y auténtica. —Bien. —Luego, cambiando
su expresión a un ceño sombrío, se aclaró la garganta—. Entonces, buen
trabajo, Nicksen. Rendimiento muy creíble. —Inhalando lentamente,
levantó la mano libre que no usaba para ocultarle nuestras caras al
hombre que nos observaba y metió un mechón de cabello detrás de mi
oreja—. ¿Quieres que te siga a casa para asegurarme de que él no lo
haga?
Sí. Y luego quería que me siguiera adentro y...
Guau, ¿en qué pensaba? Estar tan cerca de él me volvía loca.
Armándome de valor contra su atractivo erótico, negué con la
cabeza y tragué. —No. Yo, eh… no, gracias. Estaré bien.
Pareció momentáneamente decepcionado antes de despejar su
expresión y asentir. —Bien, entonces. —Presionó un breve y casto beso
en mi frente y apartó la mano de mi coche antes de dar un paso atrás.
El frío de la noche inmediatamente se apoderó de mí, haciéndome
temblar y abrazarme.
—Probablemente me quedaré un par de minutos después de que te
vayas —me informó, deslizando las manos casualmente en sus bolsillos,
incluso en tanto me miraba con una intensidad que mantenía mis
pezones duros—. Para asegurarme de que no te siga.
—De acuerdo. —Asentí—. Gracias, Gracen.
—Sí.
Volviéndome hacia mi coche, abrí la puerta, sintiéndome muy
robótica y rígida con cada movimiento que hacía.
Una vez que abrí la puerta, dijo detrás de mí: —Buenas noches,
Yellow.
Cuando lo miré por encima del hombro, me frunció el ceño antes
de levantar la mano cerca de su pecho para que nadie más pudiera ver
que me mostró el dedo del medio, haciéndome saber que recordaba por
completo que se suponía que éramos adversarios.
Sin embargo, en lugar de ofenderme por eso, solté una suave risa.
—Buenas noches —dije, sacudiendo la cabeza a medida que me deslizaba
en mi vehículo.
El hombre cumplió su promesa. Se quedó allí, inmóvil, mientras yo
retrocedía desde mi lugar y me dirigía hacia la salida del estacionamiento.
Cuando miré por el espejo retrovisor antes de salir a la calle, su silueta
aún permanecía fielmente, asegurándose de que me mantuviera a salvo.
Me invadió calidez y algo que se parecía mucho a la emoción.
Probablemente nunca lo volvería a ver, pero una parte dormida en
mi interior comenzaba a despertar y no parecía importarle.
Gracen Lowe se acababa de convertir en mi tipo favorito de
enemigo.
Traducido por Lisseth & Anna Karol
Corregido por Pame .R.

Fox
Desperté con un cálido y muy femenino culo desnudo acurrucado
contra mi erección matutina. Simplemente como a cualquier hombre le
gustaría despertar. Literalmente.
Una sonrisa iluminó mis labios.
Manteniendo mis ojos cerrados, encontré la cadera conectada a ese
trasero y pasé mis dedos por las suaves curvas antes de sumergirme en
su cintura. Con pechos firmes como mi objetivo, deslicé mi palma hacia
arriba por el costado de su caja torácica, moviéndome lentamente para
no perderme ni un centímetro de toda la belleza en medio.
Sin embargo, justo antes de que llegara a esos deliciosos bultos,
un gemido reverberó a través de ella, y no uno de esos gemidos de “sí,
dámelo”. No, esto era claramente un gemido de “argh, quiere sexo otra
vez”. Incluso se alejó un centímetro.
Maldita sea. Al parecer hoy iba a tener que trabajar por mi
desayuno.
Cambiando la trayectoria porque conocía a esta mujer como la
palma de mi mano, aborté mi misión y evité sus pechos por completo,
junto con cualquier cosa que pudiera parecer de alguna manera sexual.
Las caricias sensuales solo la apagarían aún más en este momento. Así
que deslicé mi mano por su brazo, de una forma muy afectiva. Platónico.
Oye, compañera, amiga mía. No estoy siendo seductor, en lo más mínimo.
Solo quiero abrazarte.
Ahora ella pensaría que no tenía nada más en la cabeza que
acurrucarnos. Lo que era una completa mentira.
Cuando alcancé el costado de su garganta, suavemente aparté su
cabello hacia atrás y le di un casto beso justo debajo de la oreja, en donde
esta mujer más lo disfrutaba.
—Buenos días, cariño —murmuré. Muy amistosamente.
Gruñó un resoplido que me dijo que no la engañaba en absoluto
con mi artimaña, probablemente porque me conocía tan bien como yo la
conocía a ella, y que aún no se hallaba dispuesta a darme sexo en el corto
plazo.
Supongo que no podía culparla, anoche la mantuve despierta hasta
tarde. Probablemente se encontraba más que exhausta y dolorida esta
mañana. Simplemente quería dormir.
Sin embargo, no había sido capaz de evitarlo. Habían sido dos
semanas desde la última vez que la vi. Estaba hambriento por recuperar
todo ese tiempo perdido. Necesitaba todo de ella. Demonios, aún quería
tener tanto de ella como pudiera esta mañana antes de tener que irme al
trabajo otra vez.
Sin embargo, esta mierda de escabullirnos y mantener nuestra
relación en secreto comenzaba a desgastarme. No me gustaba esperar
hasta que nadie sospechara que estaríamos juntos antes de enrollarnos.
Me estaba volviendo adicto. No quería esconderme más.
Nunca fue mi idea ocultar lo que hacíamos en primer lugar. Pero
sabía que ella era cautelosa con la idea de salir con alguien después de
lo que le había hecho pasar el último idiota con el que había estado. He
tratado de ser comprensivo y paciente. Lo que sea que se encontrara
dispuesta a darme era mejor que nada en absoluto.
Excepto que, ocho meses después, mi paciencia se agotaba. Quería
más. Nunca había deseado a una mujer como deseo a esta. Me estaba
poniendo inquieto y ansioso, preguntándome si alguna vez se animaría a
la idea de un nosotros.
Pero no iba a pensar en eso en este momento. Justo ahora, el
objetivo principal era conseguir que cambiara de opinión sobre el sexo
antes de que tuviéramos que separarnos en menos de una hora porque
quién sabía cuándo me estaría permitido verla otra vez después de eso.
Sabiendo que nunca podría resistirse a reaccionar ante un golpe a
su orgullo, acaricié su hombro suavemente y me apoyé sobre un codo
para poder ver su reacción cuando pregunté: —¿Qué sucede, muñeca?
¿Fui muy duro contigo anoche? ¿Te encuentras demasiado cansada para
desempeñarte esta mañana?
Y justo en el clavo, giró su cuello para perforarme con una dura
mirada.
—¿Demasiado cansada? —siseó. Nadie se atrevía a llamarla
demasiado cualquier cosa que tuviera una connotación negativa detrás.
No si querían sentir su ira, de todos modos.
Sonreí inocentemente, complacido de tener su atención ahora, y
acaricié hacia abajo por su brazo con el más ligero de los toques. —Está
bien, estás demasiado cansada —agregué suavemente, asegurándome de
repetir una vez más la temida frase demasiado—. Y acabas de tener una
larga y estresante semana en el trabajo. No debería haberte agotado de
la manera en que lo hice.
—Da igual —dijo, comenzando a estrechar los ojos—. No me
agotaste.
—No, de verdad, nena —dije, comenzando a alejarme—. Entiendo.
Solo necesitas un poco de recupera…
Atrapó mi brazo y me empujó de nuevo hacia ella. —No entiendes
una mierda. No estoy demasiado cansada.
Levanté mis cejas y sonreí ante sus ceñudos ojos azul grisáceo.
—Oh, ¿en serio? No estás cansada en absoluto, ¿eh? Simplemente
estás llena de energía y con muchas ganas de hacerlo, ¿cierto?
—Si —contestó—. Lo estoy.
Simplemente levanté las cejas, desafiándola a que demostrara que
estoy equivocado. Luego, me acerqué y susurré: —Mentira.
Sus labios se separaron, y sabía que acababa de darse cuenta de
lo que yo estaba haciendo exactamente. Pero no jugaba. Si burlarme de
ella para que me diera sexo era un movimiento bajo y sucio, entonces yo
era el más sucio de todos.
—Simplemente admítelo, muñeca. No puedes seguir el ritmo de tu
hombre más joven, ¿cierto?
—Oh, imbécil —siseó, negando con la cabeza suavemente.
Pero no podía evocar la culpa para preocuparme por lo horribles
que eran mis inescrupulosas tácticas. Porque me encontraba a punto de
tener mucha suerte debido a ellas, tal vez incluso lo suficiente para que
ella se subiera arriba para demostrarme cuánta energía tenía todavía.
—Eres un idiota, ¿lo sabías, Foxbecil? —susurró, incluso mientras
rodaba sobre su espalda y agarraba mi oreja, así podía forzarme a rodar
con ella y aterrizar sobre su cuerpo con mis caderas perfectamente
encajadas entre sus piernas.
Realmente estaba molesta. Usó el apodo que se le había ocurrido,
que era una mezcla entre mi nombre e imbécil. Eso solo salía cuando se
encontraba más irritada.
—Lo sé —dije con voz ronca, presionando mi pene contra ella y
moviéndome ligeramente, con la esperanza de despertar su libido—. Sin
embargo, no puedo evitarlo. Tenía que tenerte.
—Hacer trampa para conseguir lo que quieres está mal —continuó
quejándose, incluso mientras se frotaba contra mí y arrojaba la cabeza
hacia atrás para gemir, su coño humedeciéndose contra la longitud de
mi pene—. Me debes dos orgasmos por esto.
—Sí, señora. —Agarré la parte de atrás de su cabello con una mano
y la miré a los ojos incluso en tanto presionaba un poco más fuerte—.
Cualquier cosa que necesites. Pero para que quede claro, no tienes que
demostrarme que no estás agotada. Si quieres parar en este momento,
está bien.
Frunció el ceño. —No, no lo está —murmuró, agarrando mi trasero
y asegurándose de que sus afiladas uñas se clavaran en mi piel mientras
me sostenía más fuerte contra ella—. Nunca me dejarías olvidarlo si no
te demostrara que puedo ir al paso de cualquier cosa que me ofrezcas.
—Cierto —jadeé—. Todo es cierto. —Pero solo de una manera
completamente amorosa y bromista.
Luego suspiré mientras me empujaba en su interior. Cerrando los
ojos, dejé mi cabeza caer hacia atrás en tanto simplemente disfrutaba
este momento de sus gloriosos músculos internos apretándome fuerte.
—Maldición, te sientes bien.
Comencé a rodar mis caderas, moviéndome lánguidamente dentro
de ella, y soltó un sonido de placer, arqueándose debajo de mí y tratando
de tomar más de lo que le estaba dando en este momento.
Separando las pestañas, bajé la mirada hacia ella y sonreí de forma
agradecida. —Eres absolutamente la mejor, ¿lo sabías?
—Por supuesto que lo sé.
Sonriendo, me incliné y besé la punta de su nariz. —Solo hago
trampa porque nunca puedo tener suficiente de ti. Soy total y plenamente
adicto. Así que, básicamente, toda esta astucia que me inspiras es tu
culpa.
—Entonces que Dios me bendiga —gimió, lanzando su cabeza
hacia atrás y frotándose contra mí—. Sí. Allí. Justo ahí. Oh por Dios.
—¿Aquí? —pregunté, golpeado el punto de nuevo, y luego una vez
más por si acaso.
—¡Sí! Sí… —Jadeando, se mordió el labio y apretó más fuerte a mi
alrededor.
Gemí y me hundí en su interior más fuerte. Su cuerpo abrazó el
mío incluso más, y mis ojos se cruzaron. Sí, definitivamente ella podía
mantener el ritmo esta mañana.
Pero, mierda. Si nos manteníamos con este ritmo, no iba a durar
mucho.
—Nena —traté de advertirle, con mi voz sin aliento y un poco
desesperada.
Pero ya había alcanzado su frenesí. Sus muslos se aferraron a mis
caderas y los talones de sus pies se clavaron en la base de mi espalda.
Agarrando mi cabello, gimió al tiempo que sus músculos internos tenían
espasmos y se contraían alrededor de mi longitud.
Era demasiado gloriosa cuando acababa. Era más de lo que podía
soportar. Inclinando mi rostro hacia la curva de su cuello, me adentré y
me quedé profundo mientras me liberaba en su interior.
Nos abrazamos el uno al otro hasta el final, y luego colapsé sobre
ella, bastante seguro de que, después de todo, no había tenido la energía
para eso esta mañana; pero, mierda, esa sensación temblorosa y de bajo
nivel de azúcar ondeando a través de mí valía la pena.
—Rueda —me instruyó un momento más tarde en tanto me daba
golpecitos al costado de mis costillas para conseguir que me quitara de
encima de ella.
Soltando un gruñido de agotamiento, obedecí hasta que aterricé en
mi espalda, dejando caer mis brazos flojos a mis lados, y ella se apoyó
sobre mí. Sedosos mechones de cabello oscuro se esparcieron sobre mi
pecho durante un microsegundo antes de que se sentara y se alejara de
mí inmediatamente, saltando de la cama con una exuberancia que era
obvio que yo no tenía. Después desapareció en el baño para limpiarse.
Casi me había dormido otra vez para el momento en que salió, pero
me desperté de un sobresalto debido al sonido del cajón de su cómoda
abriéndose.
—Oye —murmuré somnoliento, viéndola sacar un par de ropa
interior limpia—. ¿Qué crees que haces? Vuelve aquí. Me exigiste dos
orgasmos esta mañana y, según recuerdo, solo has tenido uno hasta
ahora.
Me envió una mirada divertida por encima del hombro. —No te
preocupes por eso, campeón. Hiciste tu mejor esfuerzo. —Y se puso las
bragas, subiéndolas por las piernas.
Arqueé las cejas. —¿Hice mi mejor esfuerzo? —repetí lentamente,
incluso mientras me sentaba—. Oh, ahora lo has hecho.
—¿Hacer qué? —preguntó, su voz distraída a medida que se recogía
el cabello en una cola de caballo justo antes de dirigirse hacia la puerta
para abandonar la habitación.
Extendí la mano y la agarré por la cintura antes de que pudiera
alejarse demasiado de la cama. Con un grito de sorpresa, agitó los brazos
y las piernas cuando la tiré hacia el colchón y la arrojé sobre las sábanas
deshechas junto a mí.
Después de un pequeño rebote, aterrizó de espaldas y se rio
triunfalmente. —Admítelo. —Cargó a medida que le bajaba de nuevo las
bragas por las piernas—. Tampoco puedes manejar la provocación, ¿no
es cierto? Tienes que afrontar cualquier desafío igual que yo.
—Abre más las rodillas, muñeca —instruí—. Dame algo de espacio
para trabajar aquí.
Alzando una ceja, apretó las piernas con más fuerza. —Admítelo
primero —se mofó.
La miré a los ojos. —Por supuesto. Lo admito. Somos tal para cual.
Es por eso que juntos somos tan explosivos. —Colocando las palmas de
mis manos en sus rodillas, la empujé suavemente para abrirla y por fin
me dejó—. Ahora, agárrate de algo. Esto podría ponerse intenso.
Su pecho se elevó. —Me encanta cuando dices eso.
Prestando atención a mi advertencia, extendió la mano sobre su
cabeza y se sostuvo de las barandillas de metal de la cabecera. Sonreí,
mi pecho hinchándose con orgullo. Esa cabecera tenía apenas dos meses
y era algo que había adquirido una semana después de que le confesara
que siempre había tenido una fantasía que involucraba barandillas de
metal en el dormitorio.
Inclinándome hacia abajo, soplé suavemente sobre ella, haciendo
temblar sus muslos. Luego, me di un banquete; mi lengua acariciando
con largos y lentas lamidas para empezar las cosas.
Su sabor llenó mi boca, y respiré profundo antes de gemir con
apreciación. Había algo tan satisfactorio en descender sobre ella. Era
como su momento más vulnerable y, sin embargo, más poderoso, todo en
uno, en donde ella estaba abierta y confiando totalmente, pero también
tenía todas las cartas. Para mí, se sentía como el más grande honor que
me permitieran estar aquí en este lugar sagrado, inclinado ante ella y
sirviéndola. Cada sonido de necesidad y jadeante que hacía era una
victoria porque todos me pertenecían.
Alrededor de mi cara, los músculos de sus piernas se tensaron. Su
placer aumentó. Rodeé su entrada con un solo dedo al tiempo que mi
boca se cerraba más insistentemente alrededor de su clítoris.
Justo en el instante que empujé el primer dedo hacia dentro, una
voz llamó desde el frente de la casa.
—¡Oye, Bella! ¿Ya estás despierta?
—Oh, mierda —siseó ella, tratando de sentarse mientras empujaba
mi cabeza—. Es Gracen.
Levanté mi boca incluso mientras introducía un segundo dedo
dentro de ella. —Pero todavía no te he dado el segundo orgasmo.
—¡Fox! —gritó en un susurro, con los ojos abiertos y desesperados,
llenos de miedo cuando se escucharon pasos en el pasillo—. Él va a entrar
por esa puerta en unos dos punto cinco segundos.
—Entonces será mejor que lo detengas —advertí—. Porque voy a
terminar lo que comencé.
Y puse mi boca de nuevo en ella, lamiendo su coño y bombeando
mis dedos en ella sin compasión.
Su cuerpo se inclinó debajo de mí, incluso cuando me golpeó en el
hombro y murmuró: —Maldito seas. —Luego su voz se elevó, aguda y
desesperada—. ¡No vengas aquí! No, eh… no estoy vestida.
Los pasos se detuvieron inmediatamente, seguido de su gemelo
hablando a través de la puerta cerrada: —Comenzaré a preparar algo de
desayuno, entonces. Te veo en la cocina.
—S-suena bien. —El sudor bajaba por su rostro al mismo tiempo
que se mordía el nudillo cuando levanté la mirada hacia ella.
Le di un pulgar arriba con mi mano libre y apreté un dedo más en
su interior con la otra.
—Dios —oí su gemido ahogado. Y luego se corrió en grandes
oleadas, con las piernas rígidas y el cuerpo tenso en tanto luchaba por
contener los ruidos que quería hacer.
Cuando terminó, se hundió en el colchón y miró al techo.
—No puedo creer lo que acabamos de hacer. Mi hermano está en
la maldita casa.
—Locamente increíble, ¿no? —Asentí, dejándome caer a su lado sin
poder dejar de sonreír.
Su mirada fue fulminante, pero se ablandó en cuanto se encontró
con la mía. Entonces, sus labios se convirtieron en una sonrisa reticente
antes de rodar hacia mí para besarme en la boca.
—Estás loco —replicó. Pasamos otro par de segundos con nuestras
lenguas en duelo hasta que se liberó para preguntar—: Entonces, una
pregunta. ¿Quieres esconderte aquí en mi habitación hasta que se vaya,
o lo mantengo ocupado en la cocina mientras te escabulles por el pasillo,
pasando por la cocina y saliendo por el frente?
Le alisé un mechón de pelo revuelto. —O… —Elaboré una tercera
opción al encontrarme con sus ojos—. Podríamos entrar juntos en la
cocina. Me parece bien que Gray lo sepa.
Hizo una mueca, y ya sabía que esa idea iba a ser rechazada.
Implícitamente.
El problema fue que no fui capaz de ocultar completamente la
decepción de mis ojos, y ella lo vio.
Se mordió el labio. —Todavía no —contestó, solo para acariciar mi
mejilla a modo de disculpa y hacerme un mohín al añadir—: Fox. Es que,
si Gracen lo supiera, todo el mundo va a saberlo, y aún no estoy preparada
para eso. Solo…
—Todavía no —terminé por ella y asentí—. Bueno. Está bien.
Intenté apartar la mirada, fingiendo buscar mi ropa, pero ella me
conocía demasiado bien. Me sujetó suavemente la cara. —Cariño —
susurró, apretando su frente contra la mía—. Por favor, no te enfades.
—No me enfado —aseguré, acariciando su cadera. Podía acostarme
con esta increíble mujer cada vez que teníamos la oportunidad de vernos.
No había forma de que eso me enfadara.
—Es que me gusta tenerte como mi secreto especial —admitió,
acariciando mi pelo—. ¿No te gusta esto? No hay estrés ni drama y es
agradable. —La preocupación y la incertidumbre aparecieron en su
expresión—. ¿No crees?
—Sí —coincidí, besando el lado de su garganta—. Es lo mejor. —
Probablemente por eso quería hacerlo tan vinculante, permanente y
público.
Quería etiquetarlo y empaquetarlo como mío.
Como nuestro.
—Bien. —Como si pensara que estábamos en la misma página, se
apartó, sonriendo con picardía—. Será mejor que salga antes de que
intente venir a verme.
Mientras se apresuraba a vestirse, yo tardé más en encontrar mi
ropa y ponérmela.
—Esperaré aquí hasta que se haya ido —decidí finalmente.
Hizo una pausa después de ponerse una blusa. —¿Estás seguro?
Creía que tenías que reunirte con un cliente esta mañana.
—Así es. —Consulté mi teléfono—. Pero todavía tengo algo de
tiempo. —No podía irme todavía. El mundo se sentía mal cada vez que
tenía que dejarla.
Podía quedarme unos minutos más.
Sonriéndome, me tomó la cara entre las manos y tarareó con
felicidad. —Bien. —Me besó ligeramente en la boca—. Entonces podré
despedirme como es debido.
Se apartó y abrió la puerta, lo que permitió que el aroma del tocino
cocinado entrara en la habitación.
Oh, maldición. Se me hizo la boca agua inmediatamente. —Oye. —
Agarré su muñeca antes de que pudiera irse—. Guárdame un poco de
tocino —pedí con un guiño.
Puso los ojos en blanco, luego sonrió y me lanzó un beso por
encima del hombro al tiempo que decía: —Hecho —y cerró la puerta.
Suspiré y me senté de nuevo en la cama. Luego sacudí la cabeza y
terminé de vestirme.
Sin saber qué hacer a continuación, me paseé por los límites de su
habitación durante un minuto y luego le hice la cama. Una vez hecho
esto, me paseé un poco más y miré la hora.
Probablemente Gracen también había hecho huevos con el tocino.
Con suerte, Bella habría guardado algunos para mí también.
Me rugió el estómago.
Me moví un poco más.
Me di cuenta de que Gray no se iba a ir pronto. Malditos gemelos.
Esos dos podían hablar durante horas.
¿Por qué dije que esperaría? Revisé mi reloj y rechiné los dientes.
Todavía tenía que ir a casa, ducharme y cambiarme. Si me iba ahora,
aún podría llegar a tiempo. Pero entonces no tendría mi despedida
completa de Bella.
Maldición, no podía quedarme. Me limitaría a comprar algo para
desayunar de camino al trabajo. Abriendo sigilosamente la puerta de la
habitación de Bella, me esforcé por escuchar en qué parte de la casa se
encontraban los gemelos.
Por suerte, se habían movido de la cocina y ya estaban de vuelta
en el salón. Gracen debía estar preparándose para salir. Sí. Después de
todo, iba a tener mi despedida especial.
Salí corriendo al pasillo, me metí en la cocina y, mejor aun, todavía
quedaban dos tiras de tocino en lo que supuse era el plato de Bella,
además de suficientes huevos para satisfacerme. Me senté en la mesa y
devoré la comida en unos treinta segundos, y luego volví a asomar la
cabeza al pasillo.
—Bueno, llamaré —decía Bella, obviamente tratando de ahuyentar
a su hermano.
—Sí —empezó él. Solo para hacer una pausa—. Oye. —Un segundo
después, añadió—: ¿No es esa la gorra de Fox?
Fruncí el ceño y me palmeé la cabeza descubierta.
Mierda.
Bella me había quitado la gorra anoche como medio segundo
después de atacarme en la puerta y envolverse en mí como un mono
araña.
Preguntándome cómo iba a interpretar esto, me acerqué a la
abertura del pasillo mientras ella respondía evasivamente: —¿Lo es?
Me asomé a la habitación delantera justo a tiempo para ver cómo
Gray le dirigía una mirada increíblemente extraña.
—Tiene el emblema de la marca Fox —dijo señalándola—. Como la
que siempre lleva Fox. ¿A quién más podría pertenecer?
—Oh. Hmm. —Hizo una pausa para aclararse la garganta—. Pues
no lo sé. Debió dejarla aquí la última vez que salimos todos.
Su hermano la miró de nuevo con incredulidad. —Qué raro —
murmuró—. Nunca lo he visto ir a ningún sitio sin su gorra. No puedo
creer que la haya olvidado aquí por tanto tiempo.
Con un encogimiento de hombros, dobló la visera por la mitad y se
la metió en el bolsillo trasero.
Desde el pasillo, me morí un poco por dentro y cerré la mano en un
puño. Pero, vamos, hombre, quería aullar. Tómatelo con calma con mi
nena allí. ¿En serio tenía que doblarla así? Esa gorra se estaba haciendo
demasiado vieja y quebradiza para manejarla con tanta brutalidad. Y era
una pieza demasiado fiel a la cabeza como para que yo renunciara a ella
todavía para comprar una nueva.
—Puedo devolvérsela esta noche —decía Gracen, completamente
ajeno a mí, muriendo en el pasillo—. Los chicos van a salir de copas más
tarde. Estoy seguro de que estará allí.
Bueno, definitivamente estaría allí ahora, solo para recuperar mi
gorra de ese maníaco abusador de ropa.
Mirando con inquietud hacia el vestíbulo y observando cómo me
agarraba la cabeza con angustia y le pedía a gritos que me guardara la
maldita gorra, Bella se giró hacia su hermano y asintió. —Eso… sí. Suena
genial. Gracias.
¿Qué? No. Eso no era genial. Para nada.
—Sí. —Gracen abrió los brazos y la atrajo en un abrazo—. Cuídate.
Hablaré contigo más tarde, ¿de acuerdo?
—Claro. —Le dio una palmadita en la espalda y me envió una
mirada de advertencia por encima de su hombro para que me callara.
La ignoré y apunté mi dedo insistentemente hacia el bolsillo trasero
de Gray. Pero ella no tiró accidentalmente de la gorra mientras él se
alejaba. No. Se limitó a sonreírle antes de que se fuera, cerrando la puerta
tras de sí.
Con mi gorra todavía con él.
Apenas se cerró el pestillo tras su marcha, salí disparado a la sala
de estar.
Bella se giró inmediatamente hacia mí, frunciendo el ceño. —¿No
te pareció que se veía extraño…?
—Se llevó mi gorra —acusé inútilmente—. ¿Por qué demonios
dejaste que se llevara mi gorra?
Parpadeó. —¿Qué querías que hiciera? ¿Que lo tirara al suelo y le
quitara la maldita cosa de sus garras?
—¡Sí! —grité—. No puedo pasar un día entero sin mi gorra. Mi
cabeza se sentirá desnuda.
—Oh, Dios mío. —Apretando una mano contra su frente, sacudió
la cabeza y suspiró antes de levantar la vista y alzar las cejas—. La
recuperarás esta noche.
—Si es que pasa —resoplé—. Ya sabes lo olvidadizo que es Gray.
¿Quién sabe cuándo se acordará de devolvérmela? Y tampoco puedo
pedírsela directamente. Va a saber que estuve aquí, contigo, cuando la
encontró. ¿Y has visto cómo la dobló? Joder, dobló mi gorra. Después se
la metió en el bolsillo trasero. Mi gorra, que llevo en la cabeza todos los
malditos días del año, ha tocado ahora el culo de tu hermano. Eso no
está bien.
—Oh, pobrecito bebé —arrulló, acercándose para agarrarme la cara
suavemente y besarme el costado de la garganta—. ¿Quieres que te
compre una gorra nueva?
—No —murmuré petulante, solo para inclinar mi cara hacia un
lado, dejando que me besara más—. Quiero recuperar la mía. Me llevó
años ponérmela para que se ajustara perfectamente a mi cabeza. Tiene
mi olor y siempre está ahí para mí. Una gorra nueva sería un puto error.
Con un gemido, se apartó. —De acuerdo, bien. ¿Qué tal esto?
Recogió su teléfono de la mesita y escribió un mensaje rápido. Un
segundo después, mi propio teléfono vibró en mi bolsillo trasero, donde
se supone que se guardan los teléfonos. Y las carteras. ¡Pero no las putas
gorras!
Saqué el teléfono y me di cuenta de que Bella me había enviado un
mensaje de grupo, junto con su hermano.
Oye, Fox. Gracen acaba de encontrar tu gorra en mi casa.
Asegúrate de que no se le olvide esta noche, ya que dijo que quedó
con ustedes para tomar algo, ¿de acuerdo?
Le envié una mirada de confusión. —Um. ¿Qué?
Extendió una mano. —Te acabo de decir oficialmente que mi
hermano debería devolverte la gorra esta noche, así que ahora puedes
atosigarle sobre…
—¡Santo cielo! Tienes razón. —Una amplia sonrisa se extendió por
mi cara mientras me inclinaba para darle un sonoro y agradecido beso
en la mejilla—. Eres una genio, muñeca. Gracias.
Luego respondí inmediatamente al mensaje.
Será mejor que no te olvides de mi maldita gorra esta noche,
culo de mula. He estado buscando esa cosa por todas partes. Y no la
DOBLES como sé que lo haces. Es vieja y frágil. Necesita cuidados
especiales.
—Dios mío —murmuró Bella, poniendo los ojos en blanco al leer el
mensaje—. ¿Tu gorra es una ella?
—Diablos, sí, es una ella. Nunca me pondría tan íntimo y
permanente con otro tipo.
Se rio al tiempo que su hermano respondía con algo. Pero ninguno
de los dos prestó atención a lo que tenía que decir.
—A veces eres tan asquerosamente lindo. —Se ocupó de decírmelo
en tanto me rodeaba el cuello con sus brazos y me sonreía a los ojos.
—Ah, ¿sí? —pregunté, chocando mi nariz con la suya a la vez que
le enviaba una mirada acalorada—. ¿Qué tan lindo?
—Lo suficientemente lindo como para hacerlo aquí mismo en el
sofá —tarareó y deslizó su mejilla a lo largo de la mía para pellizcarme la
oreja con sus dientes.
Gemí. Mi cuerpo se agitó, completamente de acuerdo con ese
pensamiento. Pero…
—Maldita sea. Tengo un cliente esperando. No debería llegar tarde.
—¿No deberías? —preguntó, introduciendo sus dedos en mi pelo al
mismo tiempo que pasaba su nariz por el lado de mi cuello—. ¿O no
puedes?
—Ah, diablos —gemí—. No debería. Definitivamente no debería.
—Odio que tengas que trabajar todos los sábados por la mañana
—se quejó conforme sus dedos bajaban por mis hombros y a lo largo de
mis costados, yendo hacia la cremallera delantera de mis vaqueros—.
Parece que nunca tengo suficiente de ti.
Estuve completamente de acuerdo. —Pero ahora ya me tienes —
aseguré—. Así que toma todo lo que quieras.
—Oh, lo haré —prometió—. Lo haré.
Cuando se bajó la cremallera, estuve acabado.
Traducido por Beatrix & johanamancilla
Corregido por Pame .R.

Yellow
Miré la hora en mi muñeca mientras usaba la otra mano para
levantar el pie y llevarlo hacia atrás hasta que presionaba el talón de la
zapatilla contra mi trasero y daba un profundo estiramiento a mis
cuádriceps.
No estaba segura de cuánto tiempo debía quedarme antes de poder
dar por perdido a Parker, pero empezaba a sentirme como una tonta por
la cantidad de tiempo que había estado entretenida en mi calentamiento,
esperándole.
Estaba a punto de salir sola por el sendero cuando levanté la vista
y finalmente vi su figura familiar trotando en mi dirección.
Me saludó con la mano y me envió una sonrisa de pesar. —Hola.
Siento llegar tarde. Pero gracias por esperar.
Dejé caer el pie y me encogí de hombros como si no fuera gran cosa.
—No pasa nada. Siempre que haya valido la pena.
Hizo una pausa para enviarme un parpadeo de sorpresa.
Yo también me congelé, sin saber por qué acababa de decir eso. En
serio, nunca me burlé de él. Al menos no sobre cosas sexys y coquetas.
Qué inapropiado.
Pero justo en el momento en que abrí la boca para retractarme
incómodamente de mis palabras, él esbozó una sonrisa muy satisfecha y
se dejó llevar. —Créeme, lo valió.
Me quedé con la boca abierta cuando lo acompañó con un guiño.
—Yo... —Sacudí la cabeza, desconcertada, antes de soltar—: No
puedo creer que acabes de admitir eso.
Se encogió de hombros, pero contestó: —Oye, tú lo has sacado a
colación, y no me lo puedo creer. —Entonces ladeó la cabeza y entornó
los ojos como si estuviera sondeando mi mente—. ¿Por qué has dicho eso?
—Um... —Sin saber qué responder, me froté la nuca con inquietud
mientras la cara me ardía. Luego me evadí completamente, demasiado
asustada para explorar las razones por mí misma—. ¿Estás listo para
correr o necesitas estirar primero?
Me observó fijamente durante otro largo e incómodo momento,
viendo más de lo que yo quería. Luego me hizo un gesto para que siguiera
adelante, dejándome tranquila sin forzar el tema. —Estoy listo para
empezar —dijo—. Así que ve delante, chica de mente sucia.
Puse los ojos en blanco, pero empecé a correr, con la sensación de
estar tratando de escapar del momento más que de hacer ejercicio.
Me siguió el ritmo con facilidad cuando empezamos a bajar por el
sendero, manteniéndose a mi lado, sin quedarse atrás ni precipitarse, y
me encontré mirando de reojo a mi entrenador de vida, observándolo de
pies a cabeza.
Tenía más o menos mi edad, el pelo oscuro y grueso, y llevaba un
pantalón corto negro para correr, suelto en la cintura, que se deslizaba
por las caderas cuando hacía ejercicio, y una camiseta gris con cuello en
V que le quedaba lo suficientemente ajustada como para revelar que
estaba repleto de músculos. No era nada del otro mundo, pero la forma
en que la llevaba le daba un aspecto elegante.
Con la mente en blanco, traté de visualizar cómo debía ser su novia.
No la mencionaba mucho, pero cuando lo hacía, me daba cuenta de que
estaba totalmente interesado en ella, lo cual era dulce, pero también me
hacía pensar que tenía que ser alguien bastante llamativa.
Con lo guapo y simpático que era, podía ser tan exigente como
quisiera, así que deduje que probablemente ella era bastante atlética.
Segura de sí misma, hermosa, intuitiva pero también práctica y sensata.
Apuesto a que era una versión femenina de él. Sí, definitivamente una
versión femenina de él. Había algo abrumadoramente espectacular en él.
Cuando la agencia me asignó a Parker por primera vez, yo había
pedido inicialmente otro entrenador. Había sido demasiado atractivo,
demasiado viril, demasiado masculino para mi gusto. Era exactamente lo
que no quería, porque me intimidó inmediatamente y me hizo sentir
claramente angustiada. Pero no había nadie más disponible, así que nos
habíamos quedado juntos a menos que quisiera perder todo el pago que
invertí en conseguir ayuda; o más bien, el pago con el que había rogado
a mis padres que me ayudaran. Pero odiaba pedirles ayuda monetaria,
así que me parecía aún más importante dar un buen uso a esa plata.
Así que...
Sufrí la incomodidad inicial y, un año después, no podía pensar en
nadie mejor que Parker para guiarme a través de mis problemas.
Honestamente, el hombre se había convertido en mi mejor amigo.
Sin hablar, dimos una vuelta al sendero que rodeaba el complejo
deportivo y luego entramos por una puerta lateral, encontrando nuestra
sala reservada como siempre. Mis sesiones de los sábados por la mañana
con él siempre incluían un circuito rápido alrededor del campo para
calentar y luego un juego de baloncesto uno a uno.
Al principio no habíamos planeado que mis sesiones giraran tanto
en torno a la actividad física, pero en cuanto se dio cuenta de cuál era mi
verdadero problema, lo adaptó todo hasta exponerme a todo el contacto
cuerpo a cuerpo con alguien que pudiera soportar.
Tuve que interrumpir la primera hora de baloncesto porque me
entró un sudor frío y empecé a tener un ataque de pánico cuando Parker
se acercó a menos de medio metro de mí. Pero ahora, todos estos meses
después, podía chocar con él durante el partido sin ni siquiera parar.
Era un progreso.
Eso es lo que afirmaba, de todos modos.
Sabía que aún me quedaba un largo camino por recorrer.
—¿Has calentado y estás lista para otra media hora de derrota? —
me preguntó con su habitual sonrisa maliciosa y burlona en tanto me
lanzaba la pelota para comenzar en la ofensiva.
Hoy me sentía lista.
Sin esperar a que se pusiera en una posición defensiva, me lancé
hacia adelante, dribleando con fuerza hacia la canasta y haciéndolo
correr para esquivarme frente a mí. Pero tan pronto como lo hizo, me eché
hacia atrás y realicé un tiro en suspensión, anotando dos puntos en los
primeros tres segundos de juego.
—Sí —le dije mientras la pelota se comía nada más que la red—.
Estoy lista. —Luego lo señalé—. Para tu derrota.
Su boca se abrió al tiempo que su mirada seguía el camino de la
pelota. Luego se volvió hacia mí lentamente, arqueando las cejas.
—Oh, así es como va a ser, ¿verdad? —Luego sonrió ampliamente,
listo para asumir el desafío—. En ese caso... —Sacó su teléfono y puso
un poco de música.
Cuando “What's Up, Danger” de Blackway y Black Caviar se oyó
por los altavoces, recuperó la pelota y anunció: —Ahora, juguemos de
verdad.
Durante la siguiente media hora, nos esforzamos mucho. De hecho,
le choqué la cadera una vez y le hice fallar un tiro, lo que me valió otra
mirada de sorpresa. Pero no pude evitarlo. Me encontraba encendida esta
mañana.
La vida corría por mis venas y sentía la necesidad de conquistar
esta sesión.
A partir de ese momento, él tampoco tuvo piedad. No tardé en
darme cuenta de que todo este tiempo, Parker solo había sido benévolo
conmigo. Nunca me dejó ganar, pero hoy sacó la artillería pesada. Aun
así, le hice trabajar para la victoria. Empezamos a jugar de forma más
sucia, golpeando al otro en las tripas, en las caderas y en los costados, y
agarrando los brazos para hacer faltas como locos.
En un momento dado, me empujó con el codo y me quitó de en
medio con tanta fuerza para hacer un tiro de tres puntos que perdí el
equilibrio y caí al suelo.
—Oh, mierda —dijo, dándose cuenta de que había sido un poco
demasiado agresivo—. Lo siento. ¿Estás bien? —Hizo una pausa en el
juego para sostener una mano hacia mí, y por alguna razón, cuando miré
hacia arriba, lo primero que vi no fue su mano sino la parte delantera de
sus pantalones cortos negros, donde pude distinguir la clara impresión
de su calzoncillo abultado ligeramente en el frente.
Una mancha enrojeció inmediatamente mis mejillas. Pero nunca,
en todo el tiempo que Parker y yo habíamos trabajado juntos, nunca me
di cuenta de eso. Quiero decir, esta fue probablemente la primera vez que
estaba ahí en mi cara, pero aun así...
Curiosamente, no me asustó.
Peor aún, sentía una curiosidad vergonzosa.
Oh cielos.
¿Qué me pasaba? Evitando su mano extendida, me puse de pie,
solo para darme cuenta de que me había visto boquiabierta ante su bulto.
Señor, mátame ahora.
Levantó una ceja, pero no dijo nada excepto: —¿Estás bien?
Absolutamente no. Pero me aclaré la garganta y me froté la nuca
para ocultar el sonrojo detrás de mi brazo levantado. —Sí —respondí—.
Sí. Bien.
Asintió y tomó la pelota antes de tirármela. —Tu turno.
A partir de ese momento, retrocedí un poco, asustada por mi
propia reacción. Y Parker terminó venciéndome por dos puntos.
—Buen juego. —Jadeó tan pronto como terminó y se derrumbó en
el piso del gimnasio junto a mí, donde ya me hallaba sentada y bebiendo
grandes cantidades de agua. Luego me robó la botella y se echó una
buena cantidad en la boca—. Pero tengo que saberlo —preguntó, solo
para levantar un dedo y hacer una pausa para recuperar el aliento antes
de dejar salir—: ¿Qué diablos te ha pasado esta mañana?
El calor estalló en mi piel, pero traté de mantener la cara seria,
aunque probablemente estaba tan roja como una fresa cuando murmuré
un muy evasivo: —¿Qué quieres decir?
—¿Qué quiero…? —Su boca se cayó abierta—. ¿Hablas en serio?
Primero, haces la broma sexual tan pronto como aparezco. Eso no es
propio de ti. En absoluto. Luego corres como un kilómetro y medio en dos
minutos, juegas a la pelota como un atleta rudo o algo extraordinario, y
luego... luego miras mi maldito pene.
—¡Oh, Dios mío! —grité, cubriéndome la cara con ambas manos—
. No… no, no lo hice.
—Sí —respondió lentamente—. Claro que sí.
—No a propósito —gemí con completa humillación—. Por favor,
¿podemos dejar de hablar de esto? Lo siento mucho. Pero estaba justo
ahí. En mi cara. No pude evitar… yo solo... yo solo... yo... yo...
—No te preocupes —aseguró, riendo entre dientes al mismo tiempo
que me daba un codazo en el hombro para detener el disco rayado en el
que me había convertido—. No estoy enojado. De hecho, estoy un poco
orgulloso de ti. No reaccionaste con horror como si pensaras que saltaría
de mis pantalones y te atacaría o algo así. Eso es un progreso. —Volvió a
tocarme el hombro—. Esto es bueno, El. Reconócelo.
Bueno. Entonces pensó que mirar el pene de un chico era bueno.
Era oficial. Tenía el entrenador de vida más extraño de todos. Por otra
parte, probablemente también había contratado a un entrenador de vida
por la razón más extraña de mi vida.
—Supongo que la tarea de anoche salió bien —concluyó, finalmente
sacando su cuaderno de su bolsa de deportes. Después de devolverme la
botella, pasó las páginas, solo para hacer una pausa cuando llegó a la
que buscaba—. Veamos, se nos ocurrió el objetivo de que fueras al cine
sola, ¿verdad?
Respiré profundo y asentí. —Verdad.
Cuando no dije nada más, finalmente alzó la vista. —¿Entonces?
¿Cómo te fue? ¿Aguantaste toda la película?
—Yo... —Sonrojándome cuando los ojos grises azulados y la
sonrisa ingeniosa de Gracen Lowe revolotearon por mi cerebro, asentí un
poco más—. Sí, yo, um, la aguanté entera.
Hurra por mí.
A mi lado, las cejas de Parker se arquearon con confusión antes de
señalar. —Espera... conociste a un chico allí, ¿no es así?
—Oh, Dios mío —gemí con mortificación y enterré mi rostro en mis
manos—. ¿Cómo lo adivinaste?
—Porque estás nerviosa. Y los hombres son lo único que te pone
nerviosa. Pero esto es diferente de lo habitual... —Hizo una pausa un
momento antes de jadear—. Mierda. Te gustó.
En serio, Señor, ¿por qué no me sacaste todavía de mi miseria?
—Por favor, detente —rogué.
—¿Por qué? —presionó, sonriendo como un loco cuando bajé las
manos lo suficiente como para fruncir el ceño—. Esto es bueno. Esto es
para lo que estamos trabajando, ¿no es así? ¿Combatir tu miedo a los
hombres? Bueno, si te gusta uno, entonces probablemente no le tenías
miedo. ¿Cierto? Espera, no le tuviste miedo, ¿verdad?
Suspiré. —No, no le tuve miedo —admití—. Pero... —Hice una
mueca—. Todo estuvo mal. Solo me sentí segura con él porque comenzó
la velada salvándome de un asqueroso, y luego... luego dijo algunas cosas
verdaderamente horribles e imperdonables. Pero eso fue solo porque
estamos...
—Espera, espera —interrumpió—. Tendrás que retroceder allí y
explicar un par de cosas primero. ¿Qué diablos te dijo? ¿Y qué es esto de
un asqueroso?
Al darme cuenta de que necesitaba explicar más de lo que quería,
gemí, preguntándome si de alguna manera podría librarme de tener toda
esta conversación. De repente, no quise revelar nada más. Parker se iba
a dar cuenta de lo mucho que no había progresado después de todo.
—El —presionó—, no puedo ayudarte si no me dices lo que pasó.
Puse los ojos en blanco. —Oh, lo que sea —murmuré, evadiendo el
tema por completo y agregando—: Solo quieres todos los detalles jugosos.
—Demonios, sí, quiero los detalles jugosos —exclamó y chasqueó
los dedos—. Ahora suéltalo, mujer. ¿Qué sucedió? ¿Quién es este chico?
¿Y cómo te puso tan ruborizada y activa esta mañana? Jesús, no es de
extrañar que estuvieras tan llena de energía. ¡Vaya! ¿Te acostaste con él
anoche?
—Está bien, detente allí mismo. —Levanté una mano—. Porque no,
no me acosté con él. No pasó nada entre nosotros. Y ni siquiera lo volveré
a ver nunca. El hombre es territorio completamente prohibido.
—¿Prohibido? —Frunció el ceño—. Ahora estoy aún más intrigado.
¿Cómo está prohibido?
Lo miré durante un momento. Luego exhalé un suspiro. —Déjame
empezar por el principio.
Poniendo los ojos en blanco a medida que comenzaba sus ejercicios
de estiramiento, estirando las piernas frente a él y tocándose los dedos
de los pies, respondió: —Brillante idea.
Suspiré por su sarcasmo, incluso cuando comencé: —Llegué al
cine, muy nerviosa, ¿verdad? Nunca había ido sola.
—Está bien, te estoy siguiendo. —Hizo un circulo con el dedo en el
aire—. Sigue hablando.
Asentí. —Quería pasar por el puesto de comida porque no hay
nada mejor que las palomitas de maíz del cine, pero no lo sé. —Sacudí
mis manos y traté de controlar los latidos repentinamente avanzados de
mi corazón. El hecho de pensar en mi ansiedad hizo que mi respiración
se volviera inestable—. No dejaba de pensar que si necesitaba correr o
luchar, necesitaría tener las manos libres. No podía llevar una bebida o
palomitas a todas partes y tener las manos libres. Así que pasé por alto
el puesto.
—Maldita sea, El —exhaló, lanzándome una mueca de simpatía—.
Odio que tu cerebro piense automáticamente de esa manera.
—Por favor, deja de mirarme así —rogué patéticamente.
Como había accedido a no tenerme lástima nunca, levantó las
manos. —Bien. Lo siento. Continúa.
—Bien —susurré, con la voz temblorosa—. Pero fue algo bueno que
tuviera las manos libres porque ni siquiera me senté en mi silla antes de
que un tipo... —Solo pensar en él me daba náuseas. Sacudí la cabeza y
solté un suspiro—. Un tipo comenzó a coquetear conmigo, y sabía que
me encontraba sola, así que cruzó el pasillo hacia mi asiento y él... él...
—El. —Parker me alcanzó, luciendo preocupado. Pero me aparté
antes de que pudiera tocarme, y doblé ambas rodillas hacia mi pecho
para poder abrazarlas.
—No, estoy bien —le aseguré—. Estoy bien.
Pero en realidad no lo estaba. Y ambos lo sabíamos.
—¿Qué hizo? —instó, con la voz baja y tensa.
—Me asustó —admití al tiempo que mis ojos comenzaron a llenarse
de agua—. Fue atrevido y persistente, y cuando traté de defenderme y
apartarme de él, me arrinconó contra una pared para que no pudiera
escapar.
—¿Él hizo qué? —exclamó mi entrenador de vida, que parecía
dispuesto a cometer daños corporales.
Asentí. —No voy a mentir. Me asustó. Mi mente se quedó en blanco
y olvidé todo lo que habíamos practicado y entrenado. Y me refiero a todo.
Solo… fracasé completamente.
—Maldición, El —susurró—. Lo siento. ¿Estás bien? ¿Por qué no
llamaste…?
—Estoy bien —repetí con rapidez—. Quiero decir, probablemente
habría tenido un completo colapso y un ataque de pánico, pero otro tipo
apareció y lo ahuyentó.
Parker dejó escapar un suspiro aliviado. —Menos mal.
Fruncí el ceño de forma petulante. —No, menos mal no, porque yo
debería haber sido capaz de deshacerme de él por mi cuenta. Se marchó
en cuanto apareció mi héroe, así que estoy segura de que podría haberlo
rechazado solo con algunas palabras fuertes. Pero no lo hice. No pude.
Maldita sea. ¿Cuándo voy a superar esto de una vez?
—El —dijo Parker en voz baja—. Te violaron.
Como siempre, la simple palabra hizo que me ahogara y tensara
dentro de mí misma hasta que solo estaba la oscuridad y yo, juntas solas
en una habitación sin fin, donde tenía que tratar de calmarme y no caer
en un millón de piezas. Sentí como si me costara un milenio solo respirar.
Pero finalmente lo hice, y poco a poco me di cuenta de que estaba bien.
Me encontraba a salvo. No estaba en peligro. Todo marchaba bien.
Cuando volví al mundo exterior de nuevo, en realidad no había
pasado ningún tiempo. Parker seguía allí y seguía observándome a la vez
que añadía: —No vas a superar eso pronto.
Las lágrimas inundaron mis mejillas. Cerrando los ojos, apreté las
cuencas en las rotulas de mis rodillas y abracé las piernas con más fuerza
contra mi pecho. —Pero estoy cansada de estar siempre tan asustada y
débil.
Cuando Parker me tocó suavemente el hombro, me estremecí de
sorpresa. Y su mano se retiró inmediatamente.
Me dejó llorar durante un par de minutos sin decir nada. Luego
suspiró. —Sé que has rechazado esta idea las últimas cinco docenas de
veces que te lo he sugerido, pero quizá necesites ver a un terapeuta. Esta
no es mi especialidad. Sí, ayudo a la gente con algunos problemas
personales, pero sobre todo estoy acostumbrado a organizar estrategias
de pago de facturas, a redactar currículos y cartas de presentación para
trabajos, a compaginar malditas chequeras. No estoy cualificado para...
—Por favor —le rogué, levantando la cara—. No me hagas acudir a
nadie más. He tardado un año en crear tanta confianza contigo. No puedo
empezar de nuevo con alguien nuevo.
Nunca tuve la intención de que él se enterara de mis problemas
personales. Simplemente estaba cansada de ser un manojo de nervios
todo el tiempo. Pensé que un entrenador de vida podría aumentar mi
confianza en otras áreas para poder lidiar con esto por mi cuenta. Pero
Parker siempre fue muy intuitivo y persistente; solo en las tres primeras
sesiones había descubierto de dónde provenían mis problemas. Y no
había tenido piedad; se le ocurrieron ideas para afrontar mis miedos
directamente.
—Oye, sabes que estaré aquí para ti mientras me necesites —
aseguró suavemente—. Solo digo que un terapeuta además de estas
sesiones podría...
—Lo pensaré —interrumpí rápidamente, haciéndole saber que no
quería seguir hablando del tema. Luego le envié una breve sonrisa de
disculpa—. Y de todas formas, creo que me has ayudado bastante para
no estar cualificado como dices.
—Claro que sí —me animó—. Esta misma mañana, de hecho,
habría jurado que estabas completamente recuperada... Oye. —Frunció
el ceño—. Estabas llena de ánimo esta mañana. Y después de la noche
que has tenido. ¿Qué...? —Su ceño se frunció antes de sonreírme—. Creo
que voy a querer escuchar más sobre ese héroe que mencionaste.
—No hay mucho que decir —murmuré, volviendo a sonrojarme y
evitando el contacto visual—. Porque resulta que ya lo conocía. Él, eh, es
hermano de ella.
Parker hizo una mueca. —¿Ella?
Abrí los ojos. Solo había un “ella” del que le había hablado. Un
momento después, se dio cuenta y asintió. —Ah, vale. Te refieres a la otra
mujer.
Me encogí. —Técnicamente, creo que yo sería considerada la otra
mujer.
Arrugó la nariz y negó con la cabeza, totalmente en desacuerdo.
Luego dijo: —Así que este tipo era...
—Su hermano —terminé por él—. Sí.
—Vaya. —Lo asimiló un momento antes de inclinar la cabeza hacia
un lado, como si estuviera confundido—. ¿Así que te ayudó? Y sabía
quién eras, ¿verdad?
—Sí. Extraño, ¿no?
Con un encogimiento de hombros, Parker murmuró: —No sé. Me
parece algo decente.
—Pero él cree que su hermana y yo somos...
—Si un hombre tiene un solo hueso bueno en su cuerpo, demonios,
va a intervenir y ayudar si ve que una mujer es acosada, le agrade o no.
—Me recordó mucho a ti, en realidad —decidí de repente.
—¿A mí? —Eso despertó la atención inmediata de mi entrenador
de vida. Alzando las cejas, dijo—: Ah, así que dices que era increíblemente
guapo, ¿eh?
Me reí y negué con la cabeza. —Tenías que ir allí, ¿no?
—Espera, espera. —Entrecerrándome los ojos y tratando de leer
mis pensamientos, su boca se abrió con un jadeo horrorizado—. Mierda,
¿crees que es más atractivo que yo? ¡El! ¿Qué diablos?
Puse los ojos en blanco. —Es… oh Dios. Eres ridículo. Compararlos
a los dos sería como comparar manzanas y naranjas, porque tú eres todo
natural, fuerte y masculino, mientras él es…
—¿Femenino? —dedujo con indiferencia.
—No —me quejé con horror—. Es como… no sé… sofisticado, y
tranquilo.
Gracen era como arte pura.
—Ah… —siguió Parker lentamente—. Quieres decir, que es un niño
bonito.
Suspiré con derrota por la conversación entera y solo me rendí al
responder: —Sí, seguro. Él es un niño bonito.
—Bueno —Levantó las manos como si no hubiera esperanza para
mí—, supongo si te interesan de ese tipo, eso está bien. —Luego levantó
una ceja—. Pero, en serio, en una escala del uno al diez…
—Él es un doce —solté en un apuro—. Definitivamente un doce.
Con las cejas arqueadas como si estuviera impresionado, Parker
asintió. —De acuerdo, entonces, el chico lindo es un doce, y también un
héroe caballero. ¿Cómo demonios eso te recuerda a mí?
Sonreí por su genuina confusión. —Supongo que fue más mi
situación con él lo que me recordó mis sesiones contigo. No su aspecto.
Es como un ambiente controlado entre nosotros, aquí, ¿verdad? Tratas
de aclimatarme al contacto físico con otros y ayudarme a acostumbrarme
a estar cerca de los hombres, pero no es para nada sexual. Y siempre sé
que si cualquier contacto va más allá de lo que estoy preparada o si
alguna vez me siento abrumada o empiezo a asustarme, pararás. De
inmediato.
—Correcto —asintió Parker con un movimiento de cabeza.
—Anoche también fue así. Desde que empezó con él interviniendo
y asustando al otro tipo, y luego sentándose a mi lado durante toda la
película para mantener alejado al pervertido... —Sacudí la cabeza—. No
sé, parecía que se había puesto una red de seguridad bajo nosotros. Y
cualquier cosa que pasara con él estaba bien. Si alguna vez necesitaba
parar, sabía instintivamente que él se apartaría. —Haciendo una pausa,
fruncí el ceño—. ¿Es posible saber eso sobre una persona cuando uno la
conoce? ¿Saber que son seguros de esa manera?
Parker se encogió de hombros, pero luego respondió: —Me gustaría
pensar que sí. Y como se hizo el héroe, parece que fue una buena
suposición, de todos modos.
—Pero también me dijo algunas cosas muy groseras y horribles.
—¿Cómo qué?
—Oh... —Agité una mano despreocupada—. Ya sabes, cosas sobre
mi carácter. Porque él piensa en mí como la otra mujer debido a su
hermana. Y por alguna razón, incluso mientras decía algunas de esas
cosas, yo... —Sacudí la cabeza—. No lo sé. Era como si ya lo hubiera
perdonado porque solo lo decía en defensa de ella. Todo lo que hizo
anoche fue por preocupación por mí o por compasión por su hermana.
Es difícil seguir enfadada con un tipo que es así.
Cuando me di cuenta de que Parker se limitaba a mirarme, me
sonrojé. —¿Qué?
Sacudió la cabeza. —Nada —respondió, solo para sonreír—. Solo te
miro y veo a una mujer muy diferente de la que conocí hace un año. Quizá
te vaya bien solo con mi ayuda.
—Más vale que sí —dije—. Porque no quiero pagar a nadie más
para que arregle mi ser jodido. —No podía permitírmelo, de todas formas,
y de ninguna manera iba a rogar a mis padres por un terapeuta. Querrían
saber por qué necesitaba uno, y no iba a ir por ese camino con ellos.
Jamás.
Poniendo los ojos en blanco, volvió a mirar su cuaderno. —No estás
jodida. Y voy a marcar el objetivo de anoche como una victoria. —Anotó
algo—. Aunque no le dijeras al primer hombre que se largara como
querías, fuiste al cine sola, te quedaste durante todo el tiempo que duró,
e incluso interactuaste con alguien del género masculino. Levantando su
bolígrafo como si quisiera detenerme antes de que pudiera discrepar,
añadió—: Aunque supieras, o sintieras, o lo que fuera, que era seguro
con él, voy a marcarlo como un nuevo encuentro. Lo que significa que no
solo alcanzaste tus objetivos, sino que los superaste. Un punto para El.
—Sonrió de manera alentadora—. Ahora pasemos al lado profesional y
aburrido de las cosas. ¿Solicitaste algo nuevo?
Me mordí el labio y asentí. Ahora tenía un trabajo temporal. Pero
no era lo que quería hacer el resto de mi vida, lo que había hecho que
Parker me presionara para que persiguiera mi sueño y presentara
solicitudes en nuevos lugares, aunque pensara que no tenía ninguna
posibilidad de conseguir un puesto.
Y de hecho había seguido su consejo. —Una agencia me dio una
oportunidad —admití, sonrojándome de nuevo—. Tuvimos una breve
entrevista telefónica. Si mis referencias son correctas, creo que lo
siguiente será una reunión en persona con ellos.
—¿En serio? Vaya. —Mi entrenador de vida silbó con asombro—.
Así se hace, El. Estoy impresionado. —También escribió eso en su
cuaderno.
Ahora llegaba la parte en la que discutíamos los nuevos objetivos a
alcanzar. Mi estómago siempre se revolvía durante este momento. Temía
que quisiera que hiciera algo de lo que no era capaz o para lo que no
estaba preparado. Pero Parker era un profesional de la lectura de sus
clientes. Nunca hacía las cosas demasiado difíciles, solo las estiraba lo
suficiente como para hacerte sentir un poco de sudor incómodo y, sin
embargo, lo suficientemente cerca como para pensar: “Puedo hacer esto”.
Siempre llegabas más y más alto por él.
Después de que nos planteáramos unos cuantos objetivos nuevos
que cumplir, empezamos a guardar todo y salimos juntos del gimnasio.
—Nos vemos la semana que viene. A la misma hora —añadió,
arqueando las cejas hacia mí—. Aunque espera perder por mucho más de
dos puntos.
—Sí, ya lo veremos —le respondí, solo para señalar y decir—: Y por
favor, ponte la gorra la semana que viene. Tu cabeza se ve rara sin una.
Su mano buscó inmediatamente su pelo, donde hizo una mueca de
dolor. —No me hagas hablar de eso. Pero sí, se supone que lo recuperaré
esta noche si el imbécil de mi amigo no lo olvida.
—Sinceramente, no tenía ni idea de que tuvieras tanto pelo —le
dije, sacudiendo la cabeza lentamente y sin poder dejar de mirar—.
Siempre me imaginé que debías estar quedándote calvo porque escondías
mucho la cabeza.
—Puff —resopló—. Claro que tengo pelo. Pero tengo que esconder
mi deliciosa melena del resto del mundo, ya ves. Solo mi Bea puede
manejar toda esta maravilla.
Mientras sonreía y dibujaba un halo alrededor de su cabeza con la
mano, sonreí. Me encantaba que mencionara a su novia. Los hombres
que adoraban abiertamente a sus parejas eran lo mejor de lo mejor.
Solo la llamaba Bea cuando hablaba de ella, pero supuse que
probablemente se trataba de la primera letra de su nombre, ya que
hablaba de todos los miembros de su familia y de su grupo de amigos,
así como de cualquiera que yo mencionara en clave para preservar la
privacidad. Pero como que siempre me gusta deletrearlo en mi cabeza
como B-E-A, solo para hacerla sentir más como una persona real para
mí.
—Bien pensado —le dije con una sonrisa y un saludo antes de
darme la vuelta y ponerme en marcha.
Pero un segundo después, me llamó: —Oye, El.
Haciendo una pausa, miré hacia atrás.
—Sé que nuestra sesión ha terminado —me dijo, con cara de
preocupación—, pero no quiero que te estreses por ninguna de las
reacciones que tuviste anoche, ¿vale? Estás progresando. Concéntrate en
eso. Piensa en todas las cosas que puedes hacer ahora y que no podías
hacer hace un mes. No dejes que un pequeño contratiempo te desanime.
Lo estás haciendo muy bien.
Y se preguntaba por qué no quería acudir a nadie más con mis
problemas.
Era porque ya tenía la mejor ayuda, aquí mismo.
—De acuerdo —dije con un asentimiento—. Gracias, Parker.
,

Traducido por Gesi & Lisseth


Corregido por Pame .R.

Fox
Después de trabajar hasta tarde con un cliente, conduje a casa, me
quité el traje y la corbata que solía usar en la oficina y comencé a buscar
comida en mis alacenas, solo para hacer una pausa y decidir que, a la
mierda, simplemente vería lo que tenía para comer Bella en su casa.
Por lo que tomé mi teléfono, llaves y billetera y volví a salir por la
puerta menos de cinco minutos después de atravesarla. Sabía que no
tenía planes, así que ni siquiera me molesté en llamar.
Después de la primera vez que estuvimos juntos, sucedió justo lo
que temía que sucediera.
Todo se volvió incómodo.
Me evitó.
Puede que también la haya evitado porque me encontraba asustado
y jodidamente preocupado de que se arrepintiera. Por lo que retrocedí y
le di la oportunidad de dar el siguiente paso.
Excepto que nunca lo hizo, y pasaron cinco semanas… sí, las conté.
Exactamente treinta y ocho días sin nada. Y luego hubo una gran reunión
familiar a la que no fue. Incluso Gracen hizo acto de presencia. Y si él iba
a algún evento, ella también.
Cuando le pregunté a su hermano, se encogió de hombros y dijo
que esa noche había tenido ganas de quedarse en casa.
Claro, ajá. Quedarse en casa, mi culo. Lo sabía bien. Me estaba
evitando.
Me fui de la fiesta temprano y conduje furioso hasta su casa. Luego
de aporrear la puerta innecesariamente fuerte hasta que la abrió con el
ceño fruncido y un ¿qué demonios?, la encontré con una camiseta,
pantalones de pijama y el mismo jodido albornoz manchado con gelatina
que le quité la primera noche que estuvimos juntos.
Me provocó una maldita erección.
Lo que me enojó aún más. —Tú… —gruñí, señalando a la vez que
entraba a su casa y cerraba la puerta con fuerza—. Mentirosa.
Con las cejas alzadas, se colocó las manos en las caderas y me
fulminó con la mirada. —¿Perdona?
—Me escuchaste. Te llamé mentirosa.
—Yo…
—Dijiste que no enloquecerías y comenzarías a evitarme. Bueno,
¿dónde mierda estabas esta noche?
—No tenía ganas…
—¡Tonterías!
—Oh, Dios mío. ¿Podrías dejar de interrumpirme?
—Seguro. Cuando dejes de evitarme.
—No estoy… —Esta vez se quedó callada y levantó la vista al techo
en busca de ayuda en tanto murmuraba maldiciones sobre mí. Una vez
que estuvo más tranquila, me miró a los ojos—. No te estoy evitando, Fox.
La razón por la que no fui esta noche no tenía nada que ver contigo.
Me le acerqué con los ojos ardiendo. —Oh, ¿sí? Demuéstralo.
Tragó con dificultad, completamente asustada por mi proximidad,
y luego dio un paso hacia atrás.
Creo que eso rompió algo en mi interior. Bella nunca debería tener
miedo de estar demasiado cerca de mí. Se sintió como el principio del fin.
Iba a perderla.
Pero cuando tuvo su espacio, me disparó fuego con los ojos, para
nada intimidada. —¿Demostrar qué? —me gritó con un bufido de
incredulidad—. Que no fui esta noche porque…
—Demuestra que no me estás evitando —clarifiqué.
Se rio incómodamente. —¿Cómo diablos se demuestra algo así?
Me encogí de hombros. —No es mi problema. Solo hazlo. Ahora.
Abrió los ojos de par en par. —Ahora…
—Ya. Sí.
—¿Ahora? —repitió, mirándome como si me hubiera vuelto loco.
Me llevé la mano a la oreja. —¿Hay eco aquí? —Entonces miré mi
reloj—. El tiempo está corriendo, muñeca.
—Oh, Dios mío —explotó. Soltó otra risa ruidosa. No podía darme
cuenta de si disfrutaba de mi terquedad o si se encontraba seriamente
cabreada—. Eres un dolor en el culo.
—Sí —respondí—. Un dolor en el culo que estás evitando.
Estrechó los ojos. —Esto se está volviendo ridículo. —Mirando a su
alrededor, probablemente en busca de algo pesado con lo que golpearme,
se quejó—: No puedo creer que me estés haciendo hacer esto.
Bostecé e informé: —Aún no estoy convencido.
—Oh, eso es todo —gruñó, harta de mis payadas. Acercándose,
agarró el frente de mi camisa—. Quieres estar convencido de que me
gustó estar contigo, ¡bien! Te convenceré.
Abrí la boca para decirle que no, no había mencionado nada de
necesitar un comentario sobre mi desempeño. Simplemente no quería
que me odiara. Pero me acercó a ella antes de que pudiera decir algo y
estrelló su boca contra la mía.
A partir de ese momento perdí el hilo de mis pensamientos y toda
la ira que había estado sintiendo.
Y luego toda mi ropa.
Terminé follándola otra vez. Esa noche. Justo allí, contra su puerta
de entrada.
Me envió un mensaje tres días después.
Esta es Bella, la chica con la que te acostaste recientemente.
Solo para asegurarle a tu irritante e inseguro ser que no me
arrepiento de nada y que NO te estoy evitando, idiota.
Sonreí.
Golpeé su puerta veinte minutos más tarde.
Tan pronto como respondió, arqueé una ceja con condena. —Idiota,
¿eh?
Entrando, cerré la puerta detrás de mí e inmediatamente nos
atacamos sin decir otra palabra.
Y así continuó. Al principio me aparecía en su casa dos o tres veces
al mes cuando sabía que estaría sola. Y siempre dejaba que me quedara
a dormir.
Aproximadamente tres meses después, finalmente tuve el coraje
para preguntar: —Entonces, ¿estamos saliendo?
Me miró de una forma que me dijo que pensaba que era la pregunta
más estúpida que había oído en su vida antes de responder con un muy
claro y conciso: —No.
De acuerdo, entonces.
No volví a sacar el tema.
Algunas noches yo cerraba su refrigerador con un puchero y decía:
—No hay nada para comer aquí. Salgamos a comer algo.
Pero siempre respondía con un: —Ordenemos a domicilio.
Se aseguraba de que no hiciéramos nada que pudiera interpretarse
como una verdadera cita, nunca salía conmigo a solas en público, o me
decía cómo se sentía por mí, ni dejaba que la familia se enterara de que
nos habíamos convertido en amigos que follaban. Nunca lo hizo oficial.
Ni siquiera le contó sobre nosotros a Gracen. Y no estoy seguro de
por qué, él era su mejor amigo y confidente. Le contaba todo. Al menos
solía hacerlo. No me pareció que fuera a ponerse en plan hermano mayor
macho conmigo ni nada por el estilo. Es decir, habría bromas. Muchas.
Pero no sería gran cosa. Así que, honestamente, ¿por qué no se lo había
dicho?
Sabía que su separación con Ethan fue bastante amarga. Destruyó
su confianza en los hombres y las relaciones, así que decidí no presionar
ni tomármelo como algo personal. Ella tenía problemas que resolver y no
estaba lista para algo más. Pero, en fin, dolía un poco que no pudiera
confiar en mí. Debería haber sido diferente conmigo. Nos conocíamos de
toda la vida.
Sin embargo, si lo único que necesitaba era tiempo, podía dárselo.
Valía la pena la espera.
Por Bella sería paciente.
Mientras tanto, el sexo era asombroso. Lo que significaba que estos
días casi que iba a su casa en cada momento libre que teníamos. Por lo
que podía pasar de una semana entera quedándome a dormir todas las
noches a no poder verla durante casi dos semanas. Pero de todas formas
nos mandábamos mensajes todos los días, así que ya sabía que esa noche
no tenía planes.
Cada vez que comenzaba a quejarse de que le comía toda su
comida, me presentaba la siguiente vez con la compra, y generalmente
comíamos paletas en la cama durante el resto de la noche.
Me preguntaba si debería ir a un autoservicio cuando sonó mi
teléfono.
Probablemente era ella, preguntando dónde demonios estaba.
Sí, mi mujer era demandante porque nunca podía saciarse de mí.
Era épico.
Pero me sorprendí cuando descubrí que era mi cuñado al otro lado
de la línea.
—Oye, ¿crees que podrías venir a quedarte con Braiden durante las
próximas horas? Bentley no se siente muy bien e iremos a que la revisen,
¿de acuerdo?
Su voz sonaba rara y estaba siendo evasivo. Beau nunca era
evasivo. Generalmente era un poco demasiado directo. Por lo que me
puse en alerta de inmediato.
—Por supuesto —respondí, doblando en la siguiente intersección
para cambiar mi rumbo y dirigirme a su casa—. ¿Qué sucede?
Era demasiado tarde para que cualquier consultorio médico normal
estuviera abierto. Eso significaba que irían a alguna sala de emergencia,
lo que también significaba que…
Mi hermana necesitaba ayuda inmediata.
—Solo… —Dejó escapar un sonido agravado, como si estuviera
estresado, preocupado y molesto—. Todo estará bien —agregó—. Pero
todavía no le hagas a ella ninguna pregunta ni le digas a alguien sobre
esto. No está lista para eso, ¿sí?
—Um… —Eso no ayudó en lo más mínimo a aliviar mis
preocupaciones.
¿Qué demonios le pasaba a Bentley?
—Vale —fue todo lo que dije y pisé el acelerador, conduciendo un
poco más rápido para llegar allí.
Cuando llegué, corrí por el camino de entrada y toqué el timbre.
Pasos sonaron al otro lado, y escuché la voz apagada de Beau a través de
la puerta. —…Embarazo ectópico, sí, exacto. Pero creo que es demasiado
tarde para salvar…
La puerta se abrió. Beau se veía como el infierno mientras hablaba
por el teléfono y me hacía un gesto para que entrara.
—¿Entrar por la puerta este? Bien, entendido. Estaremos ahí en
breve. Gracias.
Apenas me dedicó una mirada al tiempo que colgaba y se giraba
hacia la apertura del pasillo.
—Nena —llamó—. Fox está aquí. —Luego, finalmente, se giró para
dirigirse a mí—. Debería ser una travesía suave para ti, hombre. Braiden
ya está dormido, y esperamos estar de regreso antes de que despierte por
la mañana, así que en realidad no tendrías que hacer nada.
¿Esperaban estar de vuelta por la mañana?
Maldición, ¿qué diablos pasaba?
Entonces Bentley entró a la sala de estar caminando con dificultad,
su bolso colgado sobre su hombro. Con el rostro pálido por el dolor, los
ojos enrojecidos con lágrimas y una mano pegada a su estómago, se veía
como la muerte.
—¿Bent? —Di un paso hacia ella, pero Beau pasó corriendo a mi
lado para alcanzarla, tomándola del brazo para que pudiera apoyarse
pesadamente en él a medida que caminaba.
Las preguntas surgieron en mi lengua, pero Beau me advirtió que
no preguntara, además, Bentley todavía estaba llorando un poco, y estoy
bastante seguro de que ya había escuchado suficiente de la conversación
telefónica de Beau a través de la puerta para entender la situación, así
que me tragué lo que sea que iba a decir y simplemente les abrí la puerta.
—Gracias, bubba. —Logró decir mi hermana con voz ronca. Hizo
una pausa cuando ambos me alcanzaron como si quisiera decir más.
La acerqué y le di un suave abrazo para que no tuviera que hablar.
—Ve a ponerte mejor. —Le urgí suavemente.
Ahogó un sollozo y me apretó más fuerte. —De acuerdo. Te amo.
—Yo también te amo —murmuré, alejándome.
Cuando encontré la mirada de Beau, se veía como si fuera a
comenzar a llorar. Poniendo la mano en un puño, me palmeó el hombro
y asintió con respeto. —Gracias, de nuevo.
Después de que su fueron, cerré la puerta detrás de ellos, y me
quedé allí por un momento, tratando de controlar mi preocupación.
Luego, fui a ver cómo se encontraba el hombrecito.
Mi sobrino de seis años se hallaba profundamente dormido en su
cama, durmiendo boca abajo con una pierna colgando fuera de sus
sábanas.
Sonreí suavemente y retrocedí de la puerta, donde me retiré a la
sala de estar, saqué mi teléfono e inmediatamente busqué en Google
todos los detalles que pude encontrar sobre embarazos ectópicos.
Así que, aparentemente, un óvulo fertilizado no había llegado hasta
el útero como se suponía que debía.
Niño terco, ya sonaba como su papá.
Pero, ¿qué era esto?
—Oh, hijo de puta —susurré, con la piel fría.
La madre podría sufrir una hemorragia potencialmente mortal.
El aborto espontáneo era extremadamente común.
—No… —murmuré, recordando a Beau diciendo creo que es
demasiado tarde.
No es de extrañar que hayan querido mantener esto en silencio y
no le hayan dicho a la familia que estaba embarazada. No había nacido
ningún bebé en nuestro grupo después de Braiden hasta hace poco.
Luego, Teagan y JB habían tenido a Harper hace unos cuantos meses, y
después de eso, fue como si se hubiera roto un sello. Nuestro grupo se
convirtió en una central de fabricación de bebés.
Julian y Nia estaban esperando su primer bebé, al igual que Skylar
y Dominic. Luego, Rory y Tucker estaban a punto de entrar en su tercer
trimestre, mientras que la hermana de Beau, Lucy Olivia, sorprendió a
todos la semana pasada cuando anunció que ella también se encontraba
embarazada. Nadie tenía idea de quién era el padre de ese bebé, y no ha
salido con nadie desde hace mucho tiempo, así que, honestamente, era
una incógnita.
Con cuatro niños en camino en nuestro gran conglomerado de
seres queridos, tal vez podría entender por qué Beau y Bentley no habían
querido asustar a ninguno de los demás con su historia de aflicción.
Además, seguramente sería difícil hablar de eso si ya estaban bastante
seguros de que el bebé no iba a lograrlo.
Aun así…
Si la vida de mi hermana se encontraba en peligro, me gustaría
saberlo.
Antes de que hiciera clic para salir de las cosas perturbadoras que
estaba leyendo, una notificación de un mensaje de texto entrante cayó
desde la parte superior de mi pantalla.
¿En dónde estás?
Siguió la pregunta con una imagen de una naranja junto a un
teléfono.
Abandoné mi investigación y la llamé.
—¿Un teléfono y una naranja? —pregunté, entrecerrando los ojos
por la confusión en cuanto descolgó.
—¡Es un durazno! —corrigió—. Y el teléfono se supone que significa
llamada, no teléfono.
—Uh… —Fruncí el ceño, aún confundido.
—Era una llamada sexual —me gruñó—. Te estaba enviando una
llamada sexual, ¿está bien? Dios. Discúlpame por intentar ser sexy y
juguetona con emojis divertidos.
Con una risa repentina, negué con la cabeza. —¿Querías ser sexy
y juguetona, y por eso me enviaste un durazno y un teléfono? Oh, nena,
eso es tan caliente. —Di una risotada incluso más fuerte—. Sabes cómo
excitar a un chico.
—Idiota —murmuró—. Pensé que era lindo.
—Un corazón y una cara sonriente serían lindos —contrarresté—.
O un beso y un pulgar arriba. Una berenjena y gotas de lluvia harían
entender totalmente el objetivo. ¿Pero un durazno?
Me reí incluso más.
Sin embargo, uno tenía que amar el horrible sentido de seducción
de Bella. Era simplemente tan ella.
—Todavía no entiendo la comparación de la berenjena con el pene
—informó sin humor—. Más allá de que ambos tengan forma fálica, te
estoy diciendo en este momento que si tu pene se vuelve morada y le
comienza a brotar mierda verde de la punta, nunca volveré a acercarme
a él.
Arrojando la cabeza hacia atrás, me reí a carcajadas. —Oh, Dios,
eso es graciosísimo —informé—. Pero buenas noticias: a mi pene no le ha
brotado mierda verde.
—Gracias a Dios —murmuró, antes de demandar—: Entonces,
¿por qué no estás aquí, sirviéndome?
Maldición, me encantaba cuando hablaba así. Bella Directa era la
más seductora de todas. Y como mi pene disfrutaba servirle sin fin, solté
un suspiro deprimido porque no iba a acercarse a ella por el momento, el
pobrecito.
—Lo siento, muñeca —me lamenté—. No puedo ir a jugar esta
noche.
—¿Qué? —Sonaba increíblemente decepcionada—. Pero pensé…
—Lo sé. Literalmente iba camino a tu casa cuando Beau llamó,
necesitando un niñero. Así que aquí estoy, relajándome, mientras el niño
está profundamente dormido en su habitación.
—¿Un niñero? —Sonaba confundida cuando dijo—: ¿Por qué
necesitarían un niñero de último minuto tan tarde un jueves por la
noche?
—Yo, eh… —Me rasqué la nuca e hice una mueca. Beau me había
dicho que no le dijera a nadie, pero se trataba de Bella. Ella me negaría
todas las formas de diversión a la hora de dormir (y mi pene seguramente
se volvería púrpura por la desatención) si finalmente le decían a todos lo
que estaba pasando y Bella se diera cuenta de que yo tenía algún indicio
y no había compartido nada con ella. Así que dejé salir un gruñido antes
de admitir a regañadientes—: Creo que Bentley podría estar teniendo un
aborto espontáneo.
—¿Que ella qué? —gritó.
Hice una mueca y alejé el teléfono unos cuantos centímetros de mi
oreja antes de inmediatamente añadir: —Pero no le puedes decir a nadie.
¿Entendido?
—¿Por qué no empezaste con esto? —replicó—. ¿Qué está pasando?
¿Siquiera sabías que estaba embarazada? Oh, por Dios. Voy a llamarla.
—¡No! Bells, mierda. Detente. —Agarré el borde de mi gorra y me
encogí—. Ni siquiera sé si estoy en lo correcto. Todo esto es solo una
especulación de mi parte. Cuando llegué, Beau hablaba por teléfono y
dijo las palabras ectópico y embarazo, y estoy bastante seguro de que no
se suponía que yo escuchara eso.
Soltó un siseo de dolor. —¿Un embarazo tubárico? ¡Dios mío, no!
Pobre Bentley. Tengo que llamarla.
—No —le dije con severidad—. Me dijeron que no le contara a nadie,
y ni siquiera me dijeron realmente lo que pasaba. Beau solo dijo que
mantuviera toda esta noche en silencio, junto con el hecho de que vigilara
a Braiden, mientras ellos se fueron a algún lugar para que revisaran a mi
hermana que lloraba mientras ella estaba encorvada, sosteniendo su
estómago.
—¿Estaba llorando? —Sonaba devastada—. Listo. Voy a llamar.
Solo para pescar información y ver si me dice algo.
—Bella —gruñí con impaciencia— No la molestes en este momento.
Está bien. Por favor. Si pasa algo malo, no será capaz de contestar, de
todos modos.
—Si pasa algo malo, entonces yo debería estar ahí. No me pidas
que no haga nada. Maldito seas, Fox. Bentley es una de mis mejores
amigas en la tierra. Si está pasando por algo malo, tengo que estar con
ella.
—No, no es así. Beau está con ella.
—¿Beau? —Farfulló su nombre como si no significara nada—. Beau
no es un candidato ideal a la compasión.
—Bueno, es su esposo, y ella lo eligió como su compañero de vida,
así que lo tiene a él. Hablo en serio, si llamas en este momento, sabrá
que sabes algo. Apestas en pescar información, Bells. Eres demasiado
obvia y directa. Y se dará cuenta de que obtuviste tu información de mí.
Entonces va a sumar dos más dos y sabrá que te has estado acostando
con su hermano menor a sus espaldas durante más de medio año, lo
cual… —agregué forzosamente porque sabía que tendría algo que decir al
respecto—. Me parece perfecto que lo hagas público, si ese es tu deseo.
Pero Bentley aún lo verá como un engaño de ambas partes, por lo que
quizás hacer la gran revelación mientras ella está teniendo un aborto
espontáneo no sea una buena idea, si, de hecho, un aborto espontáneo
es lo que está teniendo. Porque podría estar totalmente equivocado sobre
todo esto.
Bella resopló. Pero no dijo nada durante un buen minuto, lo que
me dijo que le había dado un excelente punto que no podía refutar.
—Está bien —murmuró y dejé caer la cabeza hacia atrás hasta que
estaba viendo el techo y articulé la palabra gracias.
—No la llamaré esta noche —agregó—. Pero recuerda mis palabras,
descubriré qué está sucediendo y no seré obvia al respecto. Llámame si
te enteras de algo nuevo, ¿de acuerdo?
—Por supuesto —concedí.
—Bien. Cuida de Braiden.
—Lo haré.
Terminó la llamada, y solté un suspiro, seguro de que había
cometido un error al decirle.
Maldición. Me hundí en el sillón de Beau y Bentley para cerrar los
ojos y enterrar la cara en mis manos. Esta era una de las razones por las
que no me gustaba mantener en secreto mi romance con Bella. Todos a
los que más amábamos y conocíamos estaban conectados entre sí; iban
a pensar que les hemos estado mintiendo si no les decíamos lo que
pasaba. Además, no me gustaba esconder el hecho de que me estaba
enamorando totalmente de una de mis mejores amigas en la tierra.
Por Bella, esperaría. Pero, por alguna razón, tenía el mal
presentimiento de que esto no terminaría como esperaba.
Traducido por Julie
Corregido por Pame .R.

Gracen
Esta vez ni siquiera llamé a Bella para rogarle que me acompañara
porque sabía que tenía una noche de chicas. Simplemente conduje hasta
un cine diferente al otro lado de la ciudad y me compré una entrada
cuando salió una nueva película que quería ver.
Y, sí, de acuerdo, fui a un nuevo lugar específicamente para evitar
cruzarme con ella, no con Bella, sino con la otra ella. Yellow. Aunque las
posibilidades de que me cayera un rayo eran quizás mayores que las de
volver a encontrarme con Yellow en el antiguo lugar, las probabilidades
parecían demasiado cercanas para mi comodidad.
Últimamente había pensado demasiado en ella (de nuevo, no me
refiero a Bella) y eso ya me hacía sentir el peor hermano de la historia.
Así que cuando fui a ver una nueva película y una partecita de mí se
preguntó: “¿Crees que podré volver a verla?”, aplasté esa estúpida parte
de mí de plano dirigiéndome a un nuevo cine.
Tardé una hora más en llegar que al otro lugar, pero para seguir
siendo un hermano gemelo leal, fiel y bueno, mereció la pena.
En el momento en que entré en el aparcamiento, sonó mi teléfono.
Al ver que la palabra Papá aparecía en la pantalla, sonreí cariñosamente.
—Hola, viejo —contesté—. ¿Ya has pensado qué regalarle a mamá
por su cumpleaños?
La familiar risa de papá me llenó el oído. Apagué el motor y me
quedé sentado para hablar con él justo cuando dijo: —Sabía que eras mi
favorito.
—Vaya. —De inmediato levanté una mano, aunque esas palabras
siempre eran agradables de escuchar—. Vaya, vaya, para justo ahí. —Al
darme cuenta de su estratagema, negué con la cabeza—. Si vas a intentar
embaucarme para que te diga qué regalarle, va a ser un no rotundo.
—Oh, vamos, hijo —se quejó—. He estado casado con esta mujer
durante casi treinta años.
—Entonces deberías ser capaz de resolver esta mierda tú solo.
—Jesús, suenas como tu hermana.
Hice una pausa, sospechando al instante. Luego jadeé. —Llamaste
a Bella primero, ¿no?
Cuando lo oí maldecir en voz baja, porque lo habían pillado, acusé:
—¡Lo hiciste! —Inmediatamente se desató la indignación de la justicia
propia—. ¡Pero si soy mayor!
Por derecho, siempre debía llamarme a mí antes que a Bella cuando
iba a tratar el mismo tema con cada uno de nosotros. Era justo. No había
respirado en este mundo once minutos más que ella para nada. Debería
recibir algunas ventajas por ello.
—Bueno, ella es mujer —comenzó lógicamente—. Pensé que podría
tener alguna idea que tú...
Como no me gustaba la lógica de Mason Lowe, dije: —Ni siquiera
termines esa frase. Puede que no comparta la misma tubería que mamá,
pero tengo tanto conocimiento de sus gustos como Bella, maldita sea.
Algunos dirán que tengo más conocimiento porque me parezco mucho
más a ella que Bella. Deberías haberme llamado primero.
—Bueno, si tienes más conocimiento de ella que tu hermana,
entonces deberías ser capaz de decirme...
—Oh, diablos, no. No te voy a decir nada. Si estabas tan empeñado
en llamar a Bella primero, entonces puedes usar lo que te dijo para ideas
de regalos.
Prácticamente pude oírlo poner los ojos en blanco a través del
auricular. —Tú y tu hermana son demasiado competitivos sobre algunos
asuntos muy superficiales y triviales, ¿lo sabías?
Parpadeé. —¿Y?
¿A dónde quería llegar?
—Y... —gruñó—. Déjalo ya y céntrate en mis problemas aquí. Y
como estaba diciendo, antes de que me interrumpieras, llevo casi treinta
años casado con Reese y ya le he conseguido todo lo que ha pedido. Le
he hecho fiestas, la he llevado de viaje, le he construido una casa nueva,
le he dado joyas, ropa, tarjetas de regalo y todo lo que hay debajo del sol.
Diablos, incluso estamos al día con todos los electrodomésticos, por el
amor de Dios. Y la mujer no me ha dado ni una sola pista sobre lo que
quiere. Y lo que es peor, dice que no a todo lo que le sugiero. Está bien,
me dice. No, gracias. Quiero decir, ¿qué demonios, Gray? ¿Qué se supone
que debo hacer con “No, gracias, estoy bien”?
Teniendo piedad porque el pobre tipo sí que sonaba desesperado,
pregunté: —¿Has considerado la posibilidad de que no quiera nada nuevo
este año? Quizá no quiera hacer nada extravagante ni ir a ningún sitio
grande, ni siquiera quiere que le recuerden lo vieja que se está poniendo.
Puede que prefiera una noche sencilla y acogedora. Como has dicho, ya
lo tiene todo. Así que has hecho tu trabajo; mamá está satisfecha. Date
una palmadita en la espalda.
—Muérdete la lengua —gruñó—. Tengo que hacer algo. Este es un
día importante para mí. Es el aniversario de cuando mi persona favorita
en la tierra llegó a este mundo. No voy a dejarlo pasar como si nada.
Reese se merece...
—Papá —dije en voz baja—. ¿Te das cuenta de que acabas de decir
que es un día importante para ti?
—Yo... —Hizo una pausa—. Es cierto —admitió finalmente—. Santo
cielo, lo dije, ¿no es así?
Asentí. —Sí, así es. Así que tal vez deberías dejar de hacerlo sobre
ti, y pensar en ella por un minuto.
Cuando no contestó, me estremecí, empezando a preocuparme por
haberlo ofendido. Pero entonces, un suspiro desinflado sonó a través del
teléfono. —Pensé que estaba pensando en ella —murmuró—, pero puede
que tengas razón.
—La mimas como un loco, papá. Y eso es algo bueno. Creo que la
ha dejado sin necesidad de nada más durante un tiempo. Y sinceramente,
sé que nada la haría más feliz que pasar una tarde tranquila con su
persona favorita en la tierra. Y me refiero a ti, no a mí, si tienes
curiosidad.
—¿De verdad crees que eso es todo lo que quiere? —Su voz se
hallaba llena de dudas pero también de esperanza de que por fin llegaba
a algo.
Me reí y abrí la puerta de mi coche. —No lo sé, papá. Tú la conoces
mejor que yo. ¿Qué opinas?
—Creo que he criado a un hijo bastante brillante.
Sonriendo, respondí: —Claro que sí. —Dirigiéndome a la entrada
del teatro, miré hacia un grupo de gente que se encontraba delante de
mí, ya en las puertas y entrando. Una mujer solitaria se acercaba por la
derecha, y al principio, pensé que estaba con su grupo, simplemente
rezagada, pero cuando me centré en ella, pude ver que ralentizaba su
paso para mantenerse alejada de ellos.
¡Y maldita sea!
Reconocería esa alegre cola de caballo rubia y ese andar familiar
en cualquier lugar.
Deteniéndome en seco, solté: —Tienes que estar bromeando.
Por supuesto, ella aparecería aquí. Esa era mi suerte.
—¿Qué? —me preguntó papá al oído.
Me sobresalté porque olvidé que había estado hablando con él.
—¿Qué? —repetí estúpidamente, dándome la vuelta y poniéndome
detrás de una enorme furgoneta para que Yellow no me viera si por
alguna razón miraba en mi dirección.
Pero, en serio, ¿qué demonios hacía aquí? Se suponía que no debía
estar aquí. Este era mi cine ahora.
—¿Gracen? ¿Estás bien, amigo?
—¿Eh?
Mierda. Papá. Cierto.
Sacudí la cabeza, volviendo a ponerme en marcha. —Lo siento. Yo,
eh, sí. Estoy bien. Solo vi a alguien que quería evitar. No es gran cosa.
—Hmm —murmuró, sonando curioso pero no preguntó—. Muy
bien entonces. Te dejaré volver a tu evasión. Buena suerte, chico.
—A ti también, papá —dije, totalmente distraído—. Te quiero.
Sonó divertido, como si se diera cuenta de que mi mente ya estaba
lejos de discutir el cumpleaños de mamá. —Yo también te quiero.
Una vez que colgó, maldije y me agarré el pelo.
Realmente tenía muchas ganas de ver esta película.
Ese era el problema de ser un cinéfilo. Tenías que ver lo que se te
antojaba en la noche del estreno; si no, no valía para nada. Es decir, ¿qué
pasaba si veías un spoiler en algún lugar por accidente, y lo arruinaba
todo?
¿Quién podría arriesgarse a eso?
Pero Bella era más importante que un estreno. Sin lugar a dudas.
Y yo había disfrutado accidentalmente, para nada a propósito, de ver esa
película con Yellow la última vez. Parecía entender mi manía por el cine.
Lo cual era peligroso. La señorita era una zona absolutamente prohibida.
Así que tenía que cortar de raíz esta pequeña fascinación y mantenerme
lo más lejos posible de ella.
Me di la vuelta, me dirigí a mi coche y abrí la puerta. Pero al abrirla,
eché un vistazo y vi la valla publicitaria a la entrada del estacionamiento,
con la película que quería ver.
Joder.
Volví a cerrar la puerta de golpe, sin entrar en el vehículo.
¿Qué hacía? Esto era una estupidez. Perderme algo que me gustaba
solo para evitar a una persona con la que probablemente no me cruzaría
dentro, de todos modos. Eso era patético.
Además, otras siete películas se proyectaban en ese edificio esta
noche. ¿Qué posibilidades había de que estuviera viendo exactamente la
misma que yo?
E incluso si era así, ¿qué importaba? Era un lugar público.
Podíamos ver la misma película en la misma sala enorme y ni siquiera
reconocer a la otra persona. Diablos, desde donde ella se sentaba, en la
parte delantera, probablemente ni siquiera sabría que yo me encontraba
allí.
Bien. Estaba decidido.
Iba a entrar. Era un adulto. Podía manejar esto.

***

Eligió totalmente la misma película que yo. Después de la última,


supongo que debería haberlo sabido. Teníamos gustos similares.
Genial, pensé con toda la alegría y el sarcasmo de un hombre que
recibe su comida favorita antes de visitar la silla eléctrica.
Estaba condenado.
Exhalé un suspiro de asco y me adapté a la disposición de este
nuevo lugar. Los pasillos no corrían por el centro como en mi cine, sino
que tenían dos pasillos que subían y bajaban a cada lado, lo que hacía
que no supiera exactamente dónde estaría mi asiento favorito. Pero eso
no importaba porque (gran jadeo ofendido) un montón de gente ya se
había reunido en torno a la sección donde me sentaría. Obviamente, no
sabían que era ahí donde debía sentarme, probablemente porque era mi
primera visita a este lugar. Pero aun así...
Todo el mundo debería saberlo. Gracen Lowe tenía su asiento
favorito, y nunca debían tomarlo.
Esta noche se ponía cada vez mejor, lo juro.
Rechinando los dientes, miré hacia donde se hallaba Yellow, sola,
y la observé un momento. No había nadie más sentado allí porque, quiero
decir, por qué habrían de hacerlo, pero eso me hizo empezar a sentirme
mal por ella. La chica necesitaba una compañía para ver películas. Igual
que yo.
A la mierda. No había ningún delito en sentarse junto a otra
persona en un cine público. Agarrando mi bebida, mis palomitas y otros
aperitivos variados, me acerqué a ella.
Debería enfrentarme a mis miedos, de todos modos. El hecho de
que me gustara un poco no significaba que me fuera a enamorar de ella
después de ver una sola (o una segunda) película con ella. Este era el
momento de demostrar que ese hecho era cierto.
—Sé sincera —dije mientras me sentaba a su lado—. ¿Has probado
alguna vez un asiento que esté más atrás que éste?
Al oír la pregunta, se giró y me observó con los ojos muy abiertos
mientras yo me acomodaba y colocaba mis bocadillos donde quería.
—O sea, ¿no te duele el cuello, al tener que estar constantemente
inclinándolo para poder ver de un lado a otro de la pantalla?
Cuando me encontré con su mirada, se limitó a parpadear, miró
mis bocadillos y volvió a levantar la mirada. —¿Dónde te sueles sentar?
—preguntó finalmente.
Señalé con el pulgar por encima de mi hombro. —En la parte de
atrás. Como un ser humano normal.
Con una arruga de su nariz, hizo una mueca de desagrado. —¿No
necesitas prismáticos para ver desde tan lejos?
—Oye. —Recogí un puñado de palomitas—. No lo critiques hasta
que lo pruebes.
—¿Qué haces sentado aquí, entonces? —replicó, arqueando una
ceja en señal de censura.
—Porque toda la maldita gente normal de ahí atrás me ha quitado
mi sitio habitual. —Con un gesto de fastidio, volví a prestar atención a la
parte delantera, donde leí la pregunta del concurso de cine que aparecía
en la pantalla.
Señalando con el dedo, respondí: —Harrison Ford —dije y volví a
prestarle atención—. ¿Así que es una coincidencia encontrarte aquí? —
pregunté, señalando a nuestro alrededor con otro puñado de palomitas—
. ¿O me estás acechando?
—Sí —dijo secamente—. Me has pillado. Te estoy acosando. Por eso
aparecí antes que tú.
—Todos los mejores acosadores se presentan antes que sus
objetivos —acepté, solo para suspirar y sacudir la cabeza, poniéndome
serio—. En serio, sin embargo, ¿por qué estás en este teatro?
Si hubiera sabido que ella iba a estar aquí, me habría quedado en
mi viejo y confiable lugar cerca de casa.
Donde nunca nadie ocupaba mi maldito asiento.
—¿Por qué crees? —replicó, con amargura—. Estoy evitando... —
Haciendo una pausa repentina, me miró, haciéndome pensar que había
venido aquí por la misma razón que yo: para evitarnos el uno al otro. Me
acaloré bajo la camisa hasta que terminó simplemente con—: Hombres
espeluznantes —lo que me recordó que la última vez había sido acosada
por ese maldito espeluznante.
Sí. Debería haber considerado eso antes de venir aquí.
Asintiendo y disimulando todo lo posible, acepté: —Ah, sí. Yo
también.
Alzó las cejas como si estuviera intrigada. —Tú también evitas a
hombres espeluznantes, ¿eh? —Metió la mano en mi cuenco de palomitas
antes de que pudiera ofrecérselas, recogió su propio puñado y se lo llevó
a la boca, solo para hacer una pausa y decir—: Bueno, si no fueras tan
guapo, ya sabes, probablemente no ligarían tanto contigo.
Touché. Quería felicitarla por eso. Pero me limité a soltar un suspiro
y a responder: —No lo sé. —Luego choqué mi codo con el suyo e incliné
la cabeza hacia la pregunta en la pantalla antes de decir—: Terminator 2.
Puso los ojos en blanco. —Solo respondes a las fáciles, así que aún
no me han impresionado tus conocimientos cinematográficos.
Le lancé una mirada de soslayo. —Oh, así que es así, ¿no? Bien. —
Mirando hacia delante para leer las siguientes preguntas, añadí—: Te
toca.
—Um. No recuerdo haberte retado a una competición.
—Entonces no estabas prestando atención. —E inmediatamente
dije—: Days of Thunder.
—Far and Away —contraatacó.
Resoplé, solo para que la respuesta apareciera en la pantalla como
Days of Thunder o Far and Away como respuesta correcta.
Con el ceño fruncido, miré. —Empate.
Puso los ojos en blanco, concentrándose ya en la pantalla antes de
chasquear los dedos y decir: —Tom Hanks.
Leí la pregunta y resoplé. —Qué fácil.
A partir de entonces, fue una carrera para ver quién respondía
primero, no solo quién respondía correctamente. Y cuando las preguntas
cesaron y el cine se oscureció, me irritó un poco el inicio de la película.
Esto estaba empeorando. Creo que mi pequeño flechazo acababa
de hacerse no tan pequeño.

***

Cuando los créditos del final pasaron, salimos juntos.


—Gracias a Dios que esta ha ido mucho mejor que la anterior —
comentó Yellow en tanto hacíamos una pausa para tirar la basura—.
Porque si hubiera terminado como la otra película, iba a tener que
culparte por gafar a toda la industria del cine.
—¡Eh! —grité—. ¿Cómo iba a ser mi culpa? No elegí el final de la
última película porque, déjame decirte, habría sido totalmente diferente
si yo hubiera podido opinar.
Con los ojos brillando pícaramente, me miró y elevó una ceja. —Si
la película se torna amarga cada vez que te sientas a mi lado, eso es mala
suerte. Tendría que culparte a ti. Quiero decir, ¿a quién más habría que
culpar?
—A ti —respondí de inmediato—. Podría ser totalmente tu culpa.
Su cara se sonrojó con un brillo feliz para hacerme saber que se
hallaba tan involucrada en nuestras bromas y disfrutándolas tanto como
yo, y me envió una mirada descarada bajo sus pestañas entrecerradas
que hizo que mi cuerpo se agitara con un calor loco.
—Excepto que yo no soy la que siempre abandona mi lugar favorito
para sentarse a tu lado —replicó—. Tú siempre te sientas a mi lado. Ergo,
todo recaería sobre ti. Eres el que provoca un cambio en el equilibrio.
—Oh. —Dejé escapar una carcajada incrédula y eché un vistazo al
oscuro aparcamiento a medida que salíamos a la calle—. Vas a ser así,
¿eh? Bueno... —Sacudiendo la cabeza, la seguí con naturalidad hacia su
coche—. Supongo que, gracias a Dios, esta película terminó mejor que la
anterior, entonces.
Sonriendo, porque me di cuenta de que no esperaba que le diera la
razón tan rápido, se detuvo junto a su automóvil y me miró mientras
rebuscaba a ciegas en su bolso para encontrar las llaves. —Vaya, qué
bien que entres en razón por una vez.
Cuando una ráfaga de viento pasó por delante de ella y le revolvió
el pelo de la coleta en la cara, me entraron ganas de estirar la mano y
ayudarla a apartarlo, pero me metí las manos en los bolsillos.
Levantando los hombros y manteniendo los codos rectos mientras
fingía un escalofrío, di un paso atrás, haciéndole saber que debía irme.
Se apartó el pelo con la mano libre y sacó la otra mano del bolso,
con las llaves bien sujetas en la palma. —Bueno... —Exhaló un gran
suspiro—. Gracias. Por, ya sabes... —Señaló vagamente a nuestro
alrededor—. Por acompañarme a mi auto otra vez.
Mis ojos se abrieron de par en par. —Oh, ¿es eso lo que pensabas
que estaba haciendo? Mierda, lo siento. —Con una mueca, negué con la
cabeza—. No, en realidad lo hice por mí.
Cuando su ceño se frunció con confusión, asentí. —Eso fue para
mi protección. Sí. Verás, esperaba que sacaras tu fiel rodilla y le dieras
un golpe a algún asaltante si alguien salía a robarme.
Sonriendo, puso los ojos en blanco ante mi tonta explicación y se
dio la vuelta para abrir el coche. —Buenas noches, Gracen.
—Buenas noches —murmuré, observándola un momento mientras
se preparaba para irse. El pánico inundó mi sistema. No quería que se
fuera todavía. Esta podría ser la última vez que la viera.
Debería ser la última vez, pero aun así...
¿Y si realmente era la última maldita vez que la veía?
Me dije a mí mismo que me diera la vuelta y me fuera ya. Pero me
quedé mirando cómo abría la puerta del vehículo.
—Oh, oye —dije, haciendo una mueca de dolor cuando se volvió
inmediatamente, con las cejas levantadas en señal de pregunta.
Estúpido, estúpido, estúpido yo; debería haberla dejado ir. Pero no
pude.
—Entonces... —Me metí el labio inferior entre los dientes antes de
señalar a nuestro alrededor; un segundo, ¿cuándo se me habían
escapado las manos de los bolsillos? ¿Deberían estar libres de esa
manera? Esto no parecía seguro.
Me aclaré la garganta, ignorándolas en tanto prestaba atención a
Yellow. —¿Se va a convertir este en tu cine permanente? Porque si es así,
supongo que volveré a mi antiguo lugar.
Me miró sin moverse durante cinco segundos. Luego cerró la puerta
de su coche y dio un paso en mi dirección.
Mierda. ¿Qué estaba haciendo? Parecía animada mientras se
acercaba. Brillando con interés. Le quedaba bien. Demasiado bien.
Me tropecé con un paso en reversa, incluso cuando mi corazón
comenzó a latir con fuerza en anticipación.
—Tú... —Sin aliento, se detuvo un momento, tragó audiblemente,
y luego se sonrojó antes de sonreír—. ¿Estás diciendo que has venido
aquí esta noche solo para no encontrarte conmigo?
Maldita sea, acababa de admitirlo, ¿no?
Sin embargo, con un resoplido de total desdén, le envié una mirada
incrédula. —¿Qué? No.
Dentro de mi camisa, un sudor nervioso se deslizó por el centro de
mi columna vertebral.
Yellow hizo una pausa, pareciendo repentinamente insegura, pero
luego estudió mi rostro un poco más y dio otro paso decidido en mi
dirección. —Sí, fue así. Te gustó ver la última película conmigo pero te
sentiste culpable por tu hermana, así que intentaste evadirme yendo a
este cine para ver esta película y así evitar que nos divirtiéramos más
juntos.
Dejando escapar una risa nerviosa, dije: —Te equivocas otra vez —
incluso mientras retrocedía un poco más antes de estrellar por accidente
mi trasero contra el lateral de una camioneta aparcada junto a su coche.
Atrapado, solo pude ver cómo se acercaba aún más y observaba mi
mirada desesperada.
Sus ojos brillaban de conquista. —¿Te intimido, Gracen Lowe?
—¡Sí! —Solté porque, Jesús, ¿no era increíblemente obvio a estas
alturas? Pero entonces, mierda, probablemente no debería anunciarlo
tan descaradamente—. Quiero decir, no.
Maldita sea, era un imbécil tan torpe. No es de extrañar que todos
los chicos se burlaran constantemente de mí, diciendo que nunca habría
perdido la virginidad si no tuviera una cara tan bonita. Sabía que no tenía
juego. Era muy humillante. Pero, los niveles de ineptitud que exudaba
alrededor de Yellow eran peores que los habituales.
Frente a mí, de pie demasiado cerca para que yo tuviera que mirar
hacia abajo mientras ella me miraba, Yellow sonrió. También olía muy
bien.
—Sí —susurró, absolutamente resplandeciente al darse cuenta—.
Te intimido.
Mi angustia la complacía.
Sudé más, esta vez bajaba por mi sien. Ella se acercó aún más. Me
olvidé de respirar. Llevando las manos hacia atrás para no alcanzarla,
susurré: —Para. Por favor.
Lo hizo, solo para aspirar un largo suspiro como si estuviera
encantada de tener todo ese poder sobre mí. —¿Pero por qué? ¿Cómo es
que yo, de entre todas las personas, te intimido? Soy la persona menos
intimidante que conozco —preguntó.
—Sí, claro —resoplé ante la broma, solo para darme cuenta de que
no bromeaba. Sinceramente, no lo entendía. Arrugando el ceño, le
pregunté—: ¿De verdad no lo sabes?
—Por supuesto que no.
—Porque sí —empecé, solo para detenerme, sintiéndome como un
idiota. Entonces lo solté de golpe—. ¿No es perfectamente obvio? Quiero
cosas que no debería de ti.
Tan pronto como las palabras salieron de mi lengua, me tapé la
boca con la mano.
Dios. ¿Qué demonios me estaba haciendo esta chica? ¿Por qué
seguía soltando todos los malditos pensamientos que tenía en la cabeza?
Y lo que era peor: ella seguía sin entenderlo. Con el ceño fruncido,
negó con la cabeza. —¿Qué?
—Empiezas a gustarme —expliqué, haciendo rodar la mano a la vez
que hablaba—. Me gustas de verdad. No solo para ver películas juntos. Y
tal vez no estás sintiendo lo mismo que yo, pero...
—Lo estoy sintiendo —se apresuró a decir.
Tragué saliva. Mierda.
—Está bien. —Asentí, incapaz de mantener el contacto visual, para
no hacer algo de lo que me arrepentiría. Como besarla—. Bueno, es tentar
al destino —dije—. Querer que pase algo entre nosotros está mal. Incluso
si nunca hacemos nada más juntos, que no lo haremos, es suficiente para
que Bella se moleste si se entera. Y me niego a hacer cualquier cosa que
pueda molestarla remotamente. Así que, no. No hay futuro aquí. —Hice
un gesto con un dedo entre nosotros—. Esto, sea lo que sea, termina aquí
y ahora.
Con los ojos llenos de incertidumbre, se alejó un paso y negó con
la cabeza. —Pero todo lo que hicimos fue ver una película juntos —
intentó.
Dejé caer despacio la mano, lanzándole una mirada de desacuerdo.
Poniendo los ojos en blanco, corrigió: —De acuerdo, dos películas.
—Es más que eso —dije suavemente—. Y lo sabes.
Su expresión decayó tan rápido que parecía totalmente abatida.
—Bien. Lo sé. Es que... —Tragando con fuerza, hizo una mueca de
dolor—. No hemos hecho nada malo. Lo nuestro ha sido extremadamente
inocente.
—Y seguirá siendo así —insistí—. Así que paremos ahora antes de
que algo pase de inocente.
Sus hombros se desplomaron. Sus ojos se volvieron vidriosos como
si fuera a empezar a llorar en cualquier momento, asintió y comenzó a
alejarse, solo para detenerse, hacer una pausa y volver hacia mí. —Así
que si no voy a volver a verte nunca más. —Se apuró a decir las palabras
como si tuviera que decirlas rápido o perdería el valor de decirlas—.
¿Puedo pedirte un pequeño favor antes de que te vayas?
Mirándola con recelo, suspiré porque ya sabía que no me iba a
gustar lo que fuera que me pidiera, al igual que sabía que probablemente
le concedería el deseo, de todos modos.
—¿Qué cosa? —pregunté, con la voz baja y tensa.
Con los ojos enormes y asustados, se pasó la lengua rápidamente
por los labios secos antes de soltar: —¿Puedo abrazarte?
—¿Abrazarme? —Sí, debería haberme dado un puñetazo en las
tripas. No me habría afectado menos la respiración y habría sido mucho
más fácil de soportar.
¿Pero un abrazo? ¿Un puto abrazo?
Eso era casi peor que preguntar si podíamos tener un rapidito en
el asiento trasero de su coche. El sexo podía ser impersonal, manos que
se manosean, besos hambrientos, cuerpos que chocan. Solo se satisfacía
una necesidad básica.
Los abrazos contenían afecto, consuelo, emoción, una sensación de
buena voluntad ofrecida entre ambas partes. No se podía ser impersonal
con un abrazo.
—¿Qué? —dije, para prolongar lo inevitable.
Pero maldita sea, empezó a repetir la pregunta. —¿Puedo...?
No soportaba oírla preguntar por segunda vez, así que solté: —¿Por
qué?
Se quedó inmóvil y me miró fijamente, su respiración empezó a
acelerarse. —Yo, eh, prefiero no decírtelo —murmuró finalmente. Cuando
mis cejas se fruncieron en señal de confusión, suspiró—. Es solo una
prueba. Para mí —se apresuró a añadir—. Es una especie de autoterapia,
así que no tiene nada que ver contigo. Solo quiero descubrir algo sobre
mí cuando lo haga. Y entonces dejaré de hacerlo. ¿De acuerdo?
—Um... —Parecía importante para ella averiguar lo que fuera que
quería saber. Así que me encontré diciendo—: Está bien, pero no te
devolveré el abrazo.
Su mirada brilló con esperanza al tiempo que me observaba. En
todo caso, mi falta de voluntad de participar la complació aún más. —No
pasa nada —aseguró rápidamente—. Yo me encargaré de todo. Quédate
ahí y déjame hacer mi prueba.
Entonces se acercó a mí, pero se detuvo con inquietud cuando,
como prometí, no hice nada para cooperar con sus planes. Alcanzando a
ciegas mi espalda, me aferré a la puerta trasera del vehículo contra el que
seguía apoyado y observé cómo ella levantaba los brazos, luego los dejaba
caer ligeramente y fruncía el ceño mientras contemplaba mi cuerpo.
—Eh... —Pude leer cada pensamiento en su cabeza en tanto decidía
cómo hacer esto. Luego murmuró—: Dios mío, es como si hubiera
olvidado cómo se hace o algo así.
—Lo de abrir los brazos fue un buen comienzo —comenté.
Me frunció el ceño con irritación porque, sí, la había estado
molestando. Entonces se lanzó hacia mí, chocando contra mi pecho al
mismo tiempo que sus brazos me atrapaban, inmovilizándome contra la
camioneta.
—Ohhh... —Balbuceé, habiendo perdido momentáneamente el
aliento.
Pero entonces ella se relajó, relajando los músculos y aflojando su
agarre a medida que giraba la cara hacia un lado para presionar su oreja
contra la base de mi garganta y meter la cabeza debajo de mi barbilla.
Su pulso era rápido, como el de un pájaro asustado, y sus brazos
temblaban ligeramente, pero parecía decidida a seguir aferrándose a mí.
Pasó un segundo más antes de que empezara a relajarme contra
su calor, disfrutando de la presión de sus pechos contra mis costillas y
del hueso de su cadera en mi muslo.
Finalmente, incliné la cara hacia abajo lo suficiente para exhalar
contra la parte superior de su cabeza. El aroma de su champú se agitó
en mis fosas nasales.
Cerrando los ojos, apoyé mi mejilla en su pelo. Y antes de darme
cuenta, mis manos habían soltado la camioneta y mis brazos la rodeaban
lentamente.
Ella suspiró contra mí, sin decir nada mientras me decía lo
contenta que estaba.
Lo que siguió fue el abrazo más largo conocido por la humanidad.
Puede que el Guinness se haya dado cuenta. Probablemente duró quince
minutos o más, y no hicimos nada más que abrazarnos, tal vez a veces
balanceándonos suavemente de un lado a otro o deslizando una mano
por la espalda del otro.
No se dijeron palabras ni se hicieron promesas.
Simplemente... nos abrazamos.
Cuando terminó, soltó un suspiro, me dio dos palmaditas en la
espalda en señal de agradecimiento y soltó los brazos que me rodeaban
antes de dar un paso atrás.
Mis brazos se sintieron inmediatamente vacíos sin ella.
La miré, sin saber cómo lidiar con esta extraña sensación de
vulnerabilidad y exposición que me invadía. Pero lo único que hizo fue
sonreír suavemente, como si lo entendiera.
—Gracias, Gracen.
Luego se dio la vuelta, subió a su auto y se fue.
Me quedé de pie, mucho después de que se fuera, preguntándome
qué acababa de pasar.
Me sentí cambiado.
Y extrañamente, no lo sentí como un cambio malo, engañoso, del
tipo “acabo de traicionar a mi hermana”.
Me sentí una persona mejor por dentro.
,

Traducido por Jadasa, Anna Karol & Lisseth


Corregido por Pame .R.

Bella
Bentley jamás le contó a la familia sobre algún embarazo o aborto.
Y esperar a que compartiera alguna noticia me estaba matando, de modo
que organicé una noche de chicas improvisada e invité a todas las mamás
también, lo que significaba que Bentley no tendría excusas para no venir
sin revelar algo.
Con veinte personas listas para llegar en menos de una hora, mi
mamá llegó temprano para ayudarme a prepararlo todo.
—Me alegra tanto que hicieras esto. —Me dio unas palmaditas en
la espalda con aprobación—. Estoy más que lista para pasar un rato con
las chicas. Tu padre ha sido implacable al intentar hacer un regalo de
cumpleaños. Ni siquiera estoy cumpliendo un número importante. Así
que no tengo idea de cuál es su idea. Honestamente, preferiría olvidar
que soy tan vieja.
—Vamos, mamá. Papá todos los años sabe qué regalarte. Excepto
por este, y no lo estás ayudando.
—Porque no puedo pensar en nada que quiera.
—Entonces inventa algo —le dije—. Porque nos está volviendo locos
a Gray, a mí y a ti. Sácanos a todos de esta miseria y di algo. Quiero decir,
después de todos estos años, el hombre solo quiere darte regalos y adorar
el suelo sobre el que caminas. Yo digo que dejes que lo haga.
Me miró fijamente un momento, hasta que por fin dijo: —¿Sabes
qué? Tienes razón. —Colocando un brazo alrededor de mis hombros, me
atrajo con fuerza para darme un abrazo—. Crié a una hija tan sabia y
maravillosa.
—Sí, lo sé —dije asintiendo, luego tuve que reírme de mí misma
porque lo último que sentía que fuera la mayor parte del tiempo era sabia
o maravillosa—. Ahora vayamos al grano y tratemos de recordar dónde
escondí mi colección de tinas de masajes para pies y mascarillas faciales
después de ser la anfitriona de la última noche de chicas.
Media hora después, tenía la casa llena, incluida Bentley. Cuando
su mamá, Felicity, llegó antes que ella, me sentí muy indiferente y
relajada al decir: —Oh, ¿Bentley no vino contigo? —Todo el tiempo,
pensaba: ¿Qué diablos? Más vale que se presente. Hice toda esta maldita
fiesta solo para traerla aquí.
Felicity se encogió de hombros y respondió: —La llamé, pero quería
cenar con Beau y Braiden primero, por lo que supongo que estará aquí
pronto.
Sin embargo, cuando finalmente llegó Bentley, se coló cuando no
la alcancé, justo después de que aparecieran Teagan y Caroline. Y esas
dos trajeron a la bebé de Teagan, Harper, quien se robó la atención de
todos por un minuto.
De manera que me sorprendió cuando miré a mi alrededor, y bum,
ahí se hallaba Bentley, pasando el rato en la parte de atrás, sin hablar,
solo observando a todos los demás chismear y parlotear.
Muy poco parecida a Bentley.
Cuando no respondía la pregunta de alguien o jugaba a ser la
anfitriona, la observaba.
La mujer era hermosa. Tenía el color de cabello rojo oscuro de su
madre y ojos azules brillantes, y no muchos de los rasgos de su padre.
Fox era quien se parecía a su padre.
Knox Parker era un ex luchador de ring, ex convicto, ex guardia de
seguridad, pero actualmente es un tipo grande y de aspecto aterrador.
Cabello y ojos oscuros, le había pasado su color y solo una parte de su
volumen a su único hijo. Y tenía que decir que no me importaba en lo
más mínimo. Felicity y Knox habían hecho un hombre devastadoramente
atractivo. A veces, Fox podía mirarme con esos intensos ojos marrones
que tenía y me sentía abrumada por la sensación.
Jamás nadie alguna vez me miró al igual que él.
Pero esta noche él no tenía mi concentración.
Su hermana sin duda actuaba de manera diferente. Demasiado.
Justo iba a acercarme sigilosamente y simplemente abrazarla, excepto
que mamá me pasó al bebé, sabiendo que quería un turno, y me distraje
de nuevo con grititos de la pequeña Harper, y jugando con la enorme
diadema de lazo rosado que llevaba, hasta que la tía Julianna me la
arrebató, diciendo que necesitaba más tiempo ya que nunca sería abuela,
a menos que su hijo, Cress, adoptara.
Me habría movido hacia Bentley entonces, pero Teagan apoyó un
codo en mi hombro y se inclinó pesadamente sobre mí antes de hablar
en voz alta a través de la habitación: —¡Entonces, Luce! Tengo que saber
más sobre tu pequeño bambino.
—¿M… mío? —Los ojos de Lucy Olivia se abrieron ampliamente con
temor cuando se acercó más a su madre, Aspen, y puso su mano sobre
su estómago de manera protectora—. Pero todavía no hay nada que
saber. Hasta ahora, ni siquiera podría decirte si es un niño o una niña.
Aspen rodeó la cintura de Lucy con un brazo, apoyándola. —Sin
embargo, todo parece normal y saludable —anunció—. Tuvimos nuestro
primer ultrasonido el otro día, y tenía siete semanas y dos días.
Miré de reojo al otro lado de la habitación hacia Bentley, quien se
puso pálida y se hundió más cerca de la pared a medida que abrazaba su
propia cintura. Ni siquiera Felicity pareció notar el movimiento, ni su
suegra.
Sin darse cuenta, Aspen seguía rondando protectoramente cerca
de Lucy Olivia en tanto agarraba un mechón de cabello de su hija y lo
apartaba. —Sin embargo, Lucy está muy bien. Sin náuseas matutinas
todavía.
Quizás por eso Bentley no hablaba. No quería desviar la atención
de un nieto, mientras que el otro quizás ya no estuviera aquí.
—Entonces, ¿por qué no nos dices quién es el papá de este bebé?
—preguntó Caroline, inclinando la cabeza con curiosidad.
—¿De qué estás hablando? —Lucy Olivia palideció incluso cuando
afirmó—: Ya te lo dije.
—Todo lo que dijiste fue que el tipo estaba muerto —intervino
Skylar desde el otro lado de la habitación.
—Sí —manifestó Ayden, de dieciséis años—. Y ni siquiera nos
dijiste su nombre. Hace que parezca que todo el asunto de su muerte es
algo inventado.
—Ayd. —Su hermana mayor, Rory, le dio un codazo en el brazo en
reprimenda por ese comentario, pero su otra hermana, Riley, estuvo de
acuerdo—: Bueno, no dio muchos detalles sobre él. Si hubiera tenido
relaciones sexuales con alguien, y él se hubiera muerto, ¿qué fue?... siete
semanas después, probablemente...
—¡Oh, Dios mío! —explotó Lucy Olivia, agarrándose la cabeza—. No
estoy mintiendo sobre esto. El hombre está muerto. ¿Quieren que les
muestre su obituario?
—¡Sí! —coreó de inmediato una habitación llena de mujeres,
jóvenes y viejas.
—Oh, Jesús —murmuró Lucy poniendo los ojos en blanco—. Bien.
Esperen. —Sacudiendo la cabeza y murmurando para sí misma, sacó el
teléfono del bolsillo y comenzó a buscar—. Son unos dolores en el culo,
lo juro.
—Pero nos amas, de todos modos —respondió Chloe con una
sonrisa, moviendo las pestañas y acercándose para ver la pantalla del
teléfono sobre el hombro de Lucy.
Lucy le dio un codazo, incluso cuando se rio y advirtió: —Mujer,
deja de respirar en mi cuello.
—Nos amas, amas, amas —se rio Chloe, besando el costado de su
mejilla, lo que hizo que Lucy Olivia se riera aún más y pusiera la cara
contra su hombro hasta que encontró lo que buscaba—. ¡Ja! —Levantó
el teléfono triunfalmente, mostrándolo para que todas lo viéramos—. Aquí
lo tienen. Así que chúpenla, perras.
Tomé el teléfono antes de que nadie más pudiera tenerlo en sus
manos. —Greggory Duke Merrill —leí su nombre en voz alta, antes de
enviarle una mirada arqueando la ceja—. Greggory, ¿eh?
Se sonrojó y puso los ojos en blanco. —Se presentó como Duke —
murmuró antes de bajar la mirada con tristeza—. Trabajaba con él.
Asentí y volví a leer. —Veintidós años. ¡Cielos! —Mis ojos se
ensancharon. Murió a los veintidós años. Parecía tan joven.
—¿Atrapaste a un hombre más joven, Luce? —animó Skylar—.
¡Guau, así se hace! Mi heroína.
Lucy Olivia sintió vergüenza. —No era mucho mayor que él —
argumentó—. Solo por unos años.
—...perdió su lucha contra el cáncer —seguí leyendo en voz alta,
haciendo que todas las sonrisas y risas se apagaran cuando se dieron
cuenta de que este hombre, de quien hablábamos, ya no se hallaba vivo,
y seguía siendo su obituario el que leíamos—. En el Hospital Ingall
Memorial. Fue a la escuela primaria Roosevelt, North Central High, y
aceptó un trabajo en Beriss International la primavera pasada. Le
precedieron en la muerte sus padres, Jim y Melissa Merrill. Y le sobrevive
su hermano, Vaughn Merrill.
Hmm, no era una familia grande. Hice una mueca más, en tanto
leía los arreglos del funeral, que nos hacía saber que el tipo había muerto
hace apenas cuatro semanas, lo cual fue apenas una semana antes de
que Lucy se diera cuenta de que se encontraba embarazada.
—De manera que ni siquiera sabías que estabas embarazada de su
hijo cuando murió —supuse.
Lucy Olivia negó con la cabeza con tristeza. —No. Fui a su funeral
y todo. No tuve ni idea en todo el tiempo.
—Dios, Lucy. —La tía Sarah acercó su silla para tomar la mano de
su sobrina—. Lamento tu pérdida.
—Yo también dulzura. —La tía Eva le dio unas palmaditas en la
espalda—. ¿Cómo lo has estado llevando?
Lucy se encogió. —Yo no... quiero decir, no fue... —Levantó las
manos—. De acuerdo, bien. Si todas deben realmente conocer la historia
completa, así es como se desarrolló. Dios. —Se llevó una mano a la cara
y murmuró—: No puedo creer que vaya a admitir esto en voz alta.
—Solo dinos, niña —alentó mamá—. Estamos aquí para ti.
—Bueno, está bien. —Exhaló un suspiro y dejó caer las manos—.
Todos sabíamos que Duke tenía leucemia cuando empezó a trabajar con
nosotros la primavera pasada. Siempre se ausentaba para ir a las citas
con el médico, a la quimioterapia y demás. Cuando entró al hospital de
enfermos terminales y decidió renunciar, le organizamos una fiesta de
despedida. Era lo menos que podíamos hacer. —Se encogió de hombros—
. El tipo era un coqueto mujeriego total. Era bastante dulce e inofensivo,
pero no era para nada mi tipo. Aunque creo que se hallaba decidido a
acostarse con toda la población femenina antes de dejar este mundo.
Hizo una pausa para poner los ojos en blanco, irritada. —Y sí —
murmuró en un gemido—. Por fin me consiguió en la fiesta de despedida.
Me lo puso muy difícil, jugando la carta del cáncer y captando toda mi
simpatía. Luego casi empezó a llorar, diciéndome que probablemente
sería la última vez que tendría sexo con alguien, y muy seguro de que
también sería la última vez que lo vería vivo. Y así fue. Insistió en que le
diera una despedida adecuada y le concediera un último deseo porque
nunca volvería a estar con una mujer. —Levantó las manos y murmuró—
: ¿Cómo diablos iba a decir que no a eso?
—Vaya —suspiré con sorpresa—. ¿Así que te quedaste embarazada
por darle sexo de simpatía a un hombre moribundo?
Me miró mal. —No fue mi mejor momento, ¿sí? Me preocupaba
tanto hacerle daño de alguna manera, que ni siquiera pensé en la
protección.
—Mierda, Lucy —jadeó la tía Caroline. Luego sacudió la cabeza—.
Esa es toda una historia. ¿Fue bueno?
—¡Madre! —gritó Teagan horrorizada, luego le dio un codazo a su
mamá y sonrió—. Iba a preguntar eso.
Cuando la mitad de la sala las miró con extrañeza, Teagan exclamó:
—¿Qué? Al tipo le faltaba un mes para morir. Me impresiona que todavía
fuera capaz de levantarlo.
—Bueno, yo diría que funcionaba bien —anunció la tía Eva,
frotando una mano sobre el estómago de Lucy—. Dado que le puso un
bollo en el horno a nuestra chica aquí.
Lucy Olivia resopló mordazmente. —Conociendo a Duke, tal vez
murió con una erección. Excepto… —Se abrazó a sí misma e hizo una
mueca de dolor—. ¿Y si estar conmigo es lo que, ya saben, lo mató?
—No —la tranquilizó Sarah—. No es posible. Si alguien realmente
estuviera tan enfermo, no iba a sobrevivir mucho tiempo de todos modos.
—Tiene razón. —La tía Zoey le acarició el brazo con simpatía—. De
todos modos, me temo que lo ibas a perder.
—Pero… —Lucy sacudió la cabeza, incapaz de aceptar sus
explicaciones—. Ese es el problema. No me molesta perderlo. Y eso me
hace sentir una persona terrible porque no lo estoy llorando, y puede que
esté muerto por mi culpa.
Toda la sala empezó a protestar. —No está muerto por culpa de…
Pero Lucy tenía más que decir: —No era el amor de mi vida y ni
siquiera éramos tan amigos. Seguro habría acabado odiándole si hubiera
estado sano, y hubiera vivido, y hubiéramos tenido un hijo juntos. Era
tan irresponsable y descuidado que habría sido un padre horrible y
siempre ausente. Pero siento que debería haber estado más cerca de él,
de todos modos. Quiero decir, soy la que se supone que debe continuar
con una parte de su legado. Y no estoy… no sé. Es tan raro que se haya
ido. Así como así. Y fue aún más raro hacerlo con un tipo que sabía que
se estaba muriendo. Eso fue… —Se estremeció y sacudió la cabeza—. En
ese momento, él iba cuesta abajo. Tuve que hacer la mayor parte del
trabajo.
—Dios mío, entonces, ¿fue malo? —gritó Teagan.
Con un aspecto completamente culpable, Lucy se cubrió la cara
con ambas manos y admitió: —Muy malo. Y me siento absolutamente
desalmada por admitirlo y por no estar destrozada por su muerte, aunque
probablemente haya contribuido a precipitarla.
—Oh, cariño, lo siento mucho. —Haven la atrajo en un gran
abrazo—. Pero tú no lo mataste. Lo juramos.
Lucy empezó a llorar entonces. —¿Y qué se supone que le voy a
decir a este niño cuando pregunte por su padre algún día? Todo lo que
sé es que nunca entregaba los trabajos a tiempo, que pensaba que los
chistes de pedos eran divertidos, que siempre tiraba el pan de abajo
cuando se comía una hamburguesa, y le gustaba perseguir mujeres,
como acostarse indiscriminadamente con cualquiera que estuviera
dispuesta a aceptarlo. Y eso es todo. Pero, ¿quién podría decirle eso a un
niño?
—Me toca a mí —dijo la tía Remy, apartando a Haven de Lucy para
poder abrazarla a continuación—. Cariño, dile a este niño que su papá
murió antes de que lo conocieras, porque esa es la verdad.
Mientras todas las demás se dedicaban a la tarea de hacer que Lucy
se sintiera mejor, yo retrocedí para ponerme al lado de Bentley, que
normalmente habría estado allí en el centro de la escena, tratando de
calmar a su cuñada tanto como todas las demás.
Que no se note sobremanera que estoy a punto de sonsacar, me
ordené en silencio, justo antes de murmurar: —¿Bentley? —Y entonces
solté el susurro—: ¿Has tenido un aborto?
Sus ojos se abrieron de par en par. Me miró con la boca abierta
durante cinco segundos antes de agarrarme del brazo y arrastrarme por
el pasillo hasta mi habitación.
—¿Cómo lo supiste? —siseó en cuanto cerró la puerta y se volvió
hacia mí, con la cara pálida y las mejillas un poco hundidas.
—Oh, querida —le dije con simpatía, alargando la mano para
apartarle el pelo de la cara—. Se te nota mucho. Te quedas atrás, no
hablas con nadie, te pones blanca como una sábana cada vez que se
menciona la palabra bebé y parece que te vas a desmayar en cualquier
momento. Aquí. Siéntate.
La conduje a la cama, donde se sentó e inmediatamente frunció el
ceño al ver algo en la maraña de sábanas que tenía a su lado.
—Oye. —Tomó un jersey y se giró hacia mí—. Esto es de Fox.
Tragué saliva, congelándome momentáneamente, antes de negar
con la cabeza. —Eh, no. Creo que es la vieja camiseta de Gracen.
—¿Gracen tiene una camiseta como la de Fox? Eh. Eso es raro.
—Chicos —murmuré poniendo los ojos en blanco y agitando con
nerviosismo la mano—. Probablemente por eso Gray tiene la suya.
Dios, no me creía que le estuviera mintiendo tan descaradamente
en este momento.
Tratando de dejar atrás ese tema para no tener que inventar otra
falsedad, le quité la camiseta de la mano y la arrojé hacia mi baño antes
de que fuera a olfatearla o algo así y oliera a su hermano en lugar del mío
en la tela. Luego tomé sus manos y las apreté con simpatía. —En serio,
¿cómo estás?
—Estoy… oh, ya sabes. —Levantó una mano y trató de reírse, pero
sus ojos se llenaron de lágrimas—. Solo estoy… —Le temblaron los
hombros y volvió a sorber las lágrimas—. Estoy…
—¿Triste? —Finalmente hablé por ella.
Se desplomó y se apoyó fuertemente en mí. —Sí.
—Yo también lo estaría. —Comenzando a balancearme con ella,
añadí—: Pero está bien no estar bien durante un tiempo. ¿Cómo estás,
médicamente?
—Mi cuerpo se está curando físicamente, si eso es lo que
preguntas.
—Así es.
Asintió. —Sucedió la semana pasada, así que he tenido un poco de
tiempo para recuperarme.
—¿Cuánto tenías?
—No mucho más que Lucy. Un poco más de ocho semanas.
Apoyando mi mejilla en su hombro, comencé a frotar su brazo.
—¿Por eso no se lo has dicho a nadie todavía? ¿Por Lucy Olivia?
Dejó escapar un largo suspiro antes de responder: —Sí. Me enteré
que me encontraba embarazada apenas unos días después de que ella lo
anunciara. Pero desde el principio supimos que era un embarazo
ectópico, así que… —Se encogió de hombros—. Los padres de Beau se
volcaron en su hermana y su bebé, y deberían hacerlo; necesitará ayuda
para criar a un niño sola. Nosotros, Beau y yo, decidimos no…
—Lo entiendo —susurré con tristeza—. Pero aun así… —Mirándola
de reojo, tuve que añadir—: Ojalá hubiera podido estar a tu lado cuando
ocurrió. No deberías haber pasado por eso sola.
—No estuve sola. —Sonrió con dulzura—. Beau estuvo conmigo. —
Cuando la miré con incredulidad, se rio—. ¿Qué? Él fue increíble y me
apoyó.
Levanté las cejas y negué con la cabeza. —Si tú lo dices. Solo
recuerdo cuando teníamos trece años, y demostró su amor eterno por ti
poniendo chicles en tu pelo y bichos en tu silla. Y no olvidemos cómo
reclutó a tu propio hermano para que lo ayudara a arruinar tus citas con
otros chicos cuando eras…
Interrumpiéndome con otra risa, Bentley se limitó a negar con la
cabeza. —Créeme, ha mejorado en revelar sus verdaderas emociones
significativamente desde entonces.
—Dios, eso espero —murmuré, todavía sacudiendo la cabeza.
Chocando su hombro contra el mío, siguió riendo antes de soltar
un largo suspiro de satisfacción. —Gracias —dijo por fin, poniéndose
seria de nuevo—. No me hallaba segura de cómo iba a volver a reír.
—Bueno, siempre soy buena para recordarte con qué clase de
bufón te casaste, si eso es todo lo que hace falta.
Sonrió, solo para sorber y limpiarse los ojos. —Es que me duele en
el alma. ¿Comprendes? Tanto. Cada vez que miro a Braiden, no puedo
evitar preguntarme cómo habría sido este.
Nunca había tenido un aborto espontáneo; no podía imaginarme
por lo que debía estar pasando. Pero sí que tuve algunos momentos en
los que miraba a los hijos de otras personas y experimentaba un triste y
nostálgico qué pasaría si.
Mi época de hacer bebés aún no terminaba, pero ya llevaba una
buena parte del camino recorrido. A veces sentía un poco de ansiedad al
preguntarme si alguna vez llegaría a tener mi propio bebé. O si me casaría
en algún momento. Porque creo que no me importaría tener ambas cosas.
Pero ¿y si nunca superara mis complejos? No llegaría a experimentar esas
cosas que estoy segura que quería experimentar.
Una persona podría perderse en la madriguera del qué pasaría si.
—Era una niña —anuncié, con decisión—. Y ustedes la hubieran
llamado… Briar.
Bentley hizo una mueca. —¿Briar?
Asentí con la cabeza —Sí. —Porque iba bien con Fox—. Y ella tendría
tu cabello rojo, por supuesto, porque tu cabello es genial, pero tal vez
tendría los profundos ojos marrones de su tío Fox.
Enarcando las cejas con interés, emitió un sonido con la garganta.
—Oh, así que te gustan los profundos ojos marrones de mi hermano, ¿no
es así?
No tienes idea de cuánto, quería decirle.
Pero hice un gesto con la mano con desdén, con la esperanza de
dejar atrás ese tema. —Es solo para agregar algo de variedad, ya que tú,
Beau y Braiden tienen ojos azules.
Podía imaginar totalmente los ojos conmovedores de su hermano
en un bebé de cara regordeta mientras alzaba la mirada hacia mí y
levantaba sus brazos para que lo sostuviera, balbuceando mamá todo el
tiempo.
Genial, ahora me estaba hundiendo de nuevo en mi propio hueco
de qué pasaría si.
—Está bien —concordó—. Estoy comenzando a verla. Ella es muy
linda.
—Es hermosa —coincidí—. Un poco rebelde. Súper curiosa, con
más energía de la que debería tener cualquier niño, pero está tan llena
de vivacidad y dice las cosas más entretenidas, usualmente es el alma de
la fiesta.
—Es perfecta —decidió Bentley, apretando mi mano.
—Sí. Definitivamente lo es —murmuré.
—La voy a echar de menos. —Presionó su mejilla contra mi
hombro, y la abracé con fuerza en tanto nos tomábamos de la mano y
llorábamos juntas.
—Yo también.

***

Bentley y yo nos quedamos en mi cuarto, hablando y sollozando


juntas durante unos veinte minutos, agregando más detalles a su bebé
perdida hasta que estuvimos satisfechas con la versión que habíamos
creado.
Para cuando nos reunimos con las demás mujeres en la sala
principal, Bentley se veía mejor, menos retraída o tan pálida, y sonreía
más, incluso uniéndose a un par de conversaciones aquí y allá. La pillé
una vez frotando la barriga de embarazada de Skylar y riendo cuando
sintió una patada.
Un hoyo de calidez se extendió por mi pecho. Me hallaba tan feliz
de poder estar ahí para ella.
Pero tampoco podía esperar para restregarle en la cara a Fox que
mi intromisión en realidad había funcionado en beneficio de su hermana.
Tan pronto como la última mujer se fue, cerré la puerta y busqué
de inmediato mi teléfono. Ya era más de medianoche, pero le envié un
mensaje de texto de todos modos.
Tenías razón; Bentley tuvo un aborto espontáneo.
Estoy segura de que lo había despertado a esta hora de la noche,
pero de igual manera respondió después de un minuto.
Jesús, Bells. ¿Qué demonios hiciste?
Levantando la nariz en extrema irritación, respondí.
Resulta que, después de todo, no apesto en pescar información.
En realidad soy realmente genial en eso. Y Bentley me lo contó todo.
Fue un embarazo ectópico, como habías supuesto. Tenía unas ocho
semanas de embarazo y tuvo un aborto espontáneo la semana
pasada, probablemente la noche que cuidaste a Braiden por ellos.
Mierda. ¿Ella está bien?
Ahora sí. Hablamos. Conseguí que llorara, que abrazara y que
riera, mayormente burlándome de su esposo.
Bueno, eso no es difícil de hacer; Beau es como una broma
andante. Pero buen trabajo, nena. Me alegro de que estuvieras ahí
para ella. ¿Y qué hay, ya sabes, en cuanto a salud?
Mis cejas se levantaron mientras leía la segunda y tercera línea.
¿Me estaban engañando mis ojos, o me había felicitado por meter la nariz
en donde él pensaba que no debía? Hmm, interesante. Mordiéndome el
labio, tuve que responder.
Dijo que se estaba recuperando, pero se movía terriblemente
lento y la pillé un par de veces haciendo una mueca. Creo que sigue
bastante adolorida, pero creo que probablemente está mejorando y
pronto estará bien. Pero vamos a rebobinar un segundo aquí. ¿Acabas
de decirme BUEN TRABAJO? ¿¿¿Incluso después de que hice justo
lo que me pediste que no hiciera???
Cuando aparecieron los puntos, diciéndome que él me respondía,
dejé escapar un suspiro y pasé mi dedo sobre el pequeño animoji de jabalí
que le había dado como foto de perfil. Todos siempre le asignaban el
animoji de zorro porque ese era su nombre, lo que significaba que yo tenía
que ser diferente. Incluso había cambiado su nombre a Warthog1 en mi
lista de contactos. Cada vez que él veía su jabalí, ponía los ojos en blanco
y me decía que era rara incluso mientras pasaba su brazo alrededor de
mi cintura y me acercaba para besarme como loco.
Así que supongo que le gustaba mi tipo de rareza.

1 Jabalí en inglés.
Cuando los puntos desaparecieron y apareció su respuesta, mi
corazón dio un saltito de emoción. Sin estar segura de por qué mandarle
mensajes de texto me causaba tal emoción. Pero había estado haciendo
eso mucho últimamente.
Era… extraño.
Sí, te estoy felicitando. Hiciste que mi hermana sonriera
después de haber pasado por un infierno. Te debo mucho por eso.
Pero no te acostumbres. Estoy seguro de que pronto volverás a hacer
algo para fastidiarme.
Resoplé, sabiendo que solo bromeaba para irritarme. Mordiendo el
anzuelo, respondí con una sola palabra.
Idiota.
Y ahí está. ¿Es demasiado tarde para retractarme de mi
cumplido?
Sí. Lo tengo por escrito; ahora nunca podrás retractarte.
Maldición.
Pasó un momento de silencio entre nosotros. Sabía que era mi
turno de decir una broma (probablemente algo sarcástico) en respuesta,
pero ya no tenía ganas de ser juguetonamente cruel. Un dolor comenzó
en el centro de mi pecho. Ya no quería que él fuera solo palabras en una
pantalla. Lo quería aquí, cálido y vivo junto a mí, donde pudiera presionar
mi nariz en su camisa y oler a mi Fox en persona, o donde podría tocar
su mandíbula sin afeitar y pasar mis dedos por su cuello.
Había estado con el hombre justo anoche, y aun así lo echaba de
menos.
Antes de que pudiera detenerme, escribí algo de lo que me arrepentí
de inmediato.
Entonces, ¿vendrás mañana por la noche?
Siempre me sentía débil, necesitada y patética cuando le pedía
vernos de nuevo, así que usualmente dejaba ese tema en específico para
que él lo cubriera. Excepto que me encontré a mí misma pidiéndolo cada
vez más últimamente.
Con demasiada frecuencia.
No estaba segura de qué me pasaba. No quería que nada entre
nosotros se volviera demasiado peligroso. No quería que ninguno de los
dos quedara atrapado en alguna clase de asunto serio, lleno de cadenas,
emociones, confianza y responsabilidad. Él había intentado escapar de
eso cuando nos habíamos enganchado la primera vez.
Lo que teníamos en este momento era perfecto. Sumergirse en algo
más profundo solo terminaría en un desastre. Lo había intentado antes;
y apestó. Así que esta vez era más sabia. No iba a arruinar nada con Fox
al darle demasiado de mí y abrumarlo con el desastre que era yo. Él
comenzaría a necesitar espacio para respirar, al igual que Ethan, y luego,
saldría corriendo y tendría sexo con alguien más.
No sería capaz de soportarlo, es decir, me rehusaba a ser pegajosa.
Sintiéndome ansiosa y preocupada mientras miraba los puntos en
mi pantalla, mordí mi labio inferior e ignoré el malestar que me roía el
estómago al tiempo que rezaba para que no respondiera con algo sobre
necesitar más espacio o que me acusara de asfixiarlo. Esas eran dos
grandes señales que me había perdido la última vez y no me encontraba
a punto de volver a cometer ese error.
Su respuesta apareció.
O podría ir ahora.
Solté un suspiro de alivio. Oh Dios. Gracias, gracias, gracias. Me
había dado la respuesta perfecta.
Inmediatamente quería decirle: sí, trae tu sexy trasero aquí AHORA.
Lo estaba deseando mucho.
Pero sabía que no debía hacerlo. Tal vez ni siquiera se daba cuenta,
pero él necesitaba algún tipo de espacio. Tenía que mantenerlo deseando
más. De lo contrario, se aburriría, buscaría a alguien más y se iría.
No podía rendirme a mis deseos; eso solo lo alejarían al final.
Así que me tragué mi respuesta instintiva y le di la respuesta
inteligente. La respuesta lógica.
Ya es pasada la medianoche. Probablemente estaré dormida
para el momento que llegues.
Entonces solo haremos cucharita y podemos abrazarnos toda
la noche, para que nos despertemos juntos para un polvo matutino.
Maldición, eso sonaba agradable. A pesar de lo musculoso y fuerte
que era, Fox realmente era el mejor abrazando. Pero me mantuve fuerte.
Resistí.
Mañana en la noche.
Prácticamente pude escucharlo suspirar con pesar.
Bien. Sé una aguafiestas. Te veré mañana. Hasta entonces,
buenas noches, hermosa.
Listo. Todavía lo tenía interesado. No lo estaba asfixiando, sino que
lo dejaba con algo prometedor que esperar.
Para endulzar aún más la situación, le respondí con mis propias
buenas noches, incluyendo una selfie mía en camisola y ropa interior. Me
llamó provocadora por eso y me acusó de intentar matarlo, pero me di
cuenta de que le gustó la foto, y supe que ambos nos fuimos a dormir con
una sonrisa, igualmente ansiosos por el día siguiente.
Traducido por johanamancilla & Anna Karol
Corregido por Pame .R.

Gracen
Tal como lo había hecho hace dos semanas, la culpa me hizo visitar
a Bella la mañana después de ver otra película con Yellow.
E irme a la cama pensando en Yellow.
Para también despertarme todavía pensando en Yellow.
Es evidente que me pasa algo malo. Unos encuentros tan pequeños
con una sola mujer no deberían consumir tantos pensamientos. Pero
cada vez que me encontraba en la misma habitación que ella, parecía ser
lo único en lo que podía concentrarme, y siempre me iba envuelto en
sueños de volver a verla, incluso mientras me decía a mí mismo lo idiota
que había sido por pasar algún tiempo con ella en primer lugar.
Yellow podría haber dicho que no hicimos nada malo o inapropiado,
pero sí lo habíamos hecho. Unas cincuenta veces diferentes, de veinte
formas distintas, y todo en mi cabeza.
Mentalmente, había traicionado mucho a mi hermana.
Suspirando, entré por la puerta principal con mi llave. Seguro que
Bella seguía durmiendo; el lugar estaba tan silencioso como una tumba.
Tras cerrar la puerta tras de mí, encendí la luz del salón y me detuve en
seco.
Oh, vaya.
Olvidé por completo que Bella había organizado una noche de
chicas la noche anterior.
Colocando las manos en las caderas, sacudí la cabeza y suspiré. Lo
triste era que sabía que todas las mujeres presentes anoche seguro se
ofrecieron a ayudar con la limpieza. Pero Bella las rechazó a todas con
un: “No, no. Yo me encargo de esto”.
Excepto que eso nunca pasaba.
Por lo general, ella limpiaba una media hora antes de llamarme y
pedir ayuda. A cambio, yo hacía que valiera la pena, asegurándome de
que me pagara a lo grande antes de que se me ocurriera aceptar ir a echar
una mano. Pero esta vez, ni siquiera esperé a que empezara a rogar. Me
puse a trabajar y ya.
El sentimiento de culpa era un cabrón asqueroso. Hacía que un
hombre hiciera todo tipo de cosas que normalmente no haría. Como
limpiar la casa de su hermana.
Cuando Bella entró a trompicones en la cocina, ya había terminado
en la habitación delantera y limpiaba los restos de vino de la mesa de la
cocina con una toallita desinfectante. Al detenerse en la entrada, dejó
caer la mano de los ojos que había estado frotando y me frunció el ceño.
Levantando las cejas, levanté dos botellas vacías. —Parece que la
noche de chicas fue un éxito.
Gimiendo y gruñendo, entró arrastrando los pies y se dejó caer en
una silla de la mesa. Su albornoz estaba abierto, revelando la camisa
holgada y los pantalones cortos con los que había dormido, y el pelo
desordenado sobresalía como si hubiera sido poseído por los años
ochenta.
—Uff —murmuró, añadiendo algo que no pude ni siquiera empezar
a entender mientras su frente se golpeaba miserablemente contra el
tablero de la mesa.
—¿Hmm? ¿Qué fue eso? —pregunté, haciéndola saltar y hacer una
mueca de dolor cuando tiré las botellas a la basura. El estruendo que
siguió fue más de lo que sus sensibles oídos pudieron soportar.
Levantó la vista y me miró fijamente. —He dicho que por qué estás
aquí tan temprano.
Culpa fue la respuesta inmediata que me vino a la mente. Anoche
me senté junto a Yellow, disfruté de una película con ella, dejé que me
abrazara y la deseé como hacía tiempo que no deseaba a una mujer.
Quizá nunca.
—Me imaginé que necesitarías ayuda con el desorden —respondí,
quitándome el polvo de las manos en los muslos—. ¿Quieres desayunar?
La sospecha entró en su mirada, pero dijo: —Claro —solo para
hacer una pausa y levantar una mano—: Espera. ¿Qué quieres a cambio
esta vez?
Me encogí de hombros, ocupándome de abrir su nevera y buscar
los ingredientes. —Llamaremos a esto un “te lo debo”. ¿Prefieres huevos
con tocino, tortitas, gofres o galletas con salsa?
Su ceño se frunció y supe que había ido demasiado lejos. Pero no
pude evitarlo. Tenía que recordarme a mí mismo que ella seguía siendo
mi persona número uno en el planeta.
Me vino a la cabeza una visión de todas las veces que había tenido
los ojos hinchados y las mejillas manchadas de lágrimas tras su ruptura.
Sinceramente, nunca la vi tan destrozada. Y tardó una eternidad en
seguir adelante. Ni siquiera estaba segura de que lo hubiera superado del
todo, para ser sincero.
Yellow fue parte de esa miseria. Ayudó a destrozar a mi hermana
de una manera que nunca pensé que podría destrozar. Bella siempre
había sido tan fuerte. Pero todo ese asunto la hizo caer en picado.
El ácido me llenó el estómago. Nunca debí dejar que la cara bonita
de Yellow y su aire de dulce inocencia me afectaran. Incluso Bella había
hablado de lo engañada que estaba por la actuación de Yellow. Yo era
más consciente.
Se acabó. De aquí en adelante, iba a dejar de pensar en cosas
buenas sobre Yellow.
Como lo linda que lucía su sonrisa. O cuan divertido era su sentido
del humor. O su muy buen gusto en películas clasificadas. O solo en lo
refrescante que se sentía estar cerca de ella.
A partir de este momento, me retiraba oficialmente. Se acabó. Se
terminó.
En la mesa de Bella, su teléfono sonó con un mensaje entrante. Los
dos nos inclinamos hacia adelante para leer.
Buenos días.
Solo piensa, ahora mismo podríamos estar teniendo sex…
Arrebataron el teléfono de la parte superior de la mesa antes que
pudiera leer más. Levantando las cejas, miré a Bella quien agarraba el
dispositivo contra su pecho.
¿Qué demonios?
—¿Quién es Warthog? —pregunté.
Me frunció el ceño. —Nadie.
—Mmm —dije, sin insistir, pero aún sumamente curioso—. Bueno,
si no quieres hablar de ello…
—No quiero.
Está bien, entonces. Guau.
Parecía asustada. Definitivamente no quería que supiera quien le
enviaba mensajes de texto. Por lo tanto, señales de alarma se activaron
en mi cabeza. Pero no presioné. Tendría que revelar mis propios secretos
si la empujaba a revelar los suyos. Además, ella me lo contaría cuando lo
necesitara. No me preocupaba demasiado. No tenía los ojos hinchados ni
las mejillas sonrojadas.
Bueno, de todos modos, no por llorar.
Se encontraba bien.
Me di la vuelta, ignorando el calambre en mi estómago que trataba
de decirme que su reticencia a compartir en realidad dolió. —¿Decidiste
sobre el desayuno?
Se decidió por gofres.
Mientras se encontraba sentada, enviando mensajes a escondidas
a alguien en su teléfono cuando creía que yo no me daba cuenta, cociné
y le pregunté por la noche de chicas.
Sus ojos se abrieron de par en par como si tuviera grandes noticias
pero no pudiera decírmelas, excepto que luego me contó lo de Lucy Olivia
y el difunto papá.
—Mierda —murmuré, poniendo una bandeja de gofres entre
nosotros y tomando asiento frente a ella—. No puedo creer que realmente
se haya acostado con el tipo solo porque se estaba muriendo.
—Lo sé, ¿verdad? —Bella apiló su plato y empezó a untar los gofres
con mantequilla—. Pero en serio, ¿qué habrías hecho tú en su situación?
Lo pensé un momento y luego se me escapó una sonrisa. —Tal vez
me habría acostado con la pobre chica moribunda.
—Exacto. —Apuntó su cuchillo hacia mí con un guiño y luego lo
dejó para poder cubrir sus gofres con jarabe—. Sabes, tú y Luce son muy
parecidos en ese sentido. Son unos blandos de corazón. De hecho... —
Dejó caer el frasco con un golpe, y se inclinó hacia mí a través de la mesa,
con los ojos brillando como lo hacían siempre que tenía una idea loca—.
No se me ocurre nadie mejor para ayudarla a criar a ese bebé.
Me detuve con un tenedor de gofres a medio camino de mi boca
abierta. —¿Eh?
Asintió animada. —Serías un gran padre.
Con un bufido, negué con la cabeza. —Oh, sé que no sugieres lo
que creo que estás sugiriendo.
—¿Qué? Es la mejor idea. Tú y Lucy Olivia juntos serían tan...
—¡Uh, no! —corté—. No es cierto. Luce es como una hermana para
mí. Maldita sea, Bella, eso está muy mal.
—¿Pero es así? —replicó—. Las cosas podrían sorprenderte si les
dieras una oportunidad. Que hayamos crecido con ella toda la vida no
significa que no puedas formar otro tipo de sentimientos. Mira a Teagan
y JB. O Beau y Bentley. Ellos...
—Son raros —terminé abruptamente, levantando una mano—.
¿Qué demonios te pasa? Amo a Lucy Olivia, claro. Ya lo sabes. Es de la
familia, y estaré ahí para ayudarla en todo lo que necesite con este bebé.
Al igual que todo el mundo lo hará. Pero no me voy a casar con ella y
convertirme en un padre sustituto de su hijo. Dios mío. Eso sería como
si yo te sugiriera que te enrollaras con Luke o con Trick... o con Fox.
Su cara palideció, y por un momento pensé que iba a ponerse a
llorar.
No tenía ni idea de qué era eso, y empecé a preguntar.
—Bien. Da igual —dijo luego y apuñaló su gofre, murmurando—:
No seré yo quién sugiera la idea. Quiero decir, Lucy Olivia podría ser tu
alma gemela por lo que sabemos, pero ni siquiera consideras la idea
porque fue criada como de la familia. Testarudo e irritante.
Parpadeé mientras despotricaba, y supe que lo que decía no tenía
nada que ver conmigo y con Lucy Olivia. Solo se ponía así cuando algo le
molestaba personalmente en su propia vida.
Pero no sabía cuál era su problema personal. Y empezaba a
preocuparme.

***

Una semana después seguía preocupado por la extrañeza de mi


hermana en el trabajo. Acababa de enviarle un mensaje, preguntándole
si quería salir esa noche. Pero me había rechazado.
Sin decirme por qué.
Era como si ya tuviera planes, lo que significaba que ocultaba algo,
y yo estaba casi seguro de que era un nuevo hombre en su vida. Pero,
¿por qué diablos me iba a ocultar una relación?
Yo no tenía una gran némesis como ella. Sinceramente, no me
importaba con quién saliera mientras el tipo la tratara bien.
A no ser que el imbécil no la tratara bien, y eso me hacía
preguntarme quién demonios era ese Warthog.
Mierda, Bella, quería exigir. ¿En qué te has metido?
Mordiendo el extremo de un bolígrafo, entrecerré los ojos ante los
números que corrían por la pantalla de mi ordenador cuando mi asistente
personal irrumpió en la puerta abierta de mi despacho.
—Draper va a contratar a una nueva chica —anunció con prisa.
Levanté la vista de la pantalla de mi ordenador para encontrar a
Price dando una palmada silenciosa y manteniéndola cerca del pecho
mientras daba saltitos.
Señalando con un pulgar por encima de su hombro en dirección a
la oficina de mi socio Art Draper, al otro lado del edificio, añadió: —Está
allí siendo entrevistada ahora mismo.
—¿Ah, sí? —Poniendo los ojos en blanco, volví al trabajo. No era
exactamente una novedad que Art estuviera buscando una asistente.
Después de que su mujer le pillara a su último ayudante chupándosela
bajo el escritorio tres semanas antes, había estado buscando una nueva
ayuda.
—Déjame adivinar. —Introduje los últimos datos en mi hoja de
cálculo y pulsé el botón de guardar antes de volver a prestar atención a
mi propio ayudante—. ¿Es rubia, de veintipocos años, con grandes
pechos, cintura pequeña y piernas larguísimas?
Price puso los ojos en blanco. —Por supuesto. Bueno, las tetas no
parecen tan mejoradas, pero, maldita sea, su culo está bien. Incluso yo
lo miré dos veces. Podrías hacer rebotar una moneda en ese culo. Esa
chica hace mucho yoga, déjame decirte.
Finalmente, impresionado porque a Price no le interesaban las
mujeres en lo más mínimo, me recosté en mi silla, me sostuve de los
reposabrazos y silbé mientras empezaba a balancearme. —Eso es nuevo.
Normalmente le interesan más las tallas de sujetador que los traseros.
Mi asistente me lanzó una mirada como diciendo: exactamente.
—Lo que te dice lo bonito que es el resto de ella, ¿verdad? Así que
ya hay dos apuestas dando vueltas: una sobre cuánto va a durar y la otra
sobre cuándo empezará a ocuparse de Draper. ¿Quieres entrar?
Fruncí el ceño. —¿Ya la contrató?
—Oh, cariño. —Sacudió la cabeza con tristeza y chasqueó la lengua
decepcionado al mismo tiempo que me hacía un gesto de desestimación
con la mano—. No hay duda de que la contratará. ¡Ooh! Aquí vamos. Hora
del juego. —Después de mirar por encima del hombro, se apresuró a
volver a la puerta y se asomó a la sala de trabajo principal—. Están
saliendo —susurró en voz alta.
Puse los ojos en blanco y volví a enderezarme en mi silla para poder
volver al trabajo. Price se involucraba demasiado en el drama de la oficina
a veces.
—Hmm. Sabes, tal vez no la contrató. No parece tan feliz.
—¿No lo parece? —murmuré distraídamente en tanto escuchaba
con solo medio oído y abría una nueva cuenta en mi pantalla—. Oye, ¿me
arreglaste una reunión con los Winston?
—¿Qué? ¿Los Winston? Sí, creo que sí. Si lo hice, puse la hora en
tu calendario.
—¿Crees que sí? —Frunciendo el ceño, hice clic en mi calendario y
escaneé la página hasta que finalmente localicé la cita que buscaba para
dentro de casi tres semanas. Eh. Me pregunté por qué la querían para
dentro de tres semanas. Oh, bueno, al menos seguían interesados en
reunirse.
—La ha contratado —susurró Price de forma conspiratoria desde
su puesto de espía en la apertura de mi oficina—. Parece demasiado
engreído y feliz, y además, acaba de ponerle la mano en la espalda. La
parte baja de la espalda. Se fijó en su trasero. Ese hombre va a meterse
en sus bragas más rápido que una ardilla abriendo una lata de maníes.
Pobre Melissa, me compadecí en silencio, aunque poco a poco
empezaba a sentir menos simpatía por la esposa de Art ante cada nueva
mujer con la que lo pillaba.
Suspiré y envié a mi asistente una mirada molesta. —¿Crees que
podrías encontrar algo mejor que hacer que escuchar a escondidas a Art
y su…?
—¡Shh! —Agitó una mano insistente, haciéndome callar—. Hará un
anuncio.
Oh, Señor. Puse los ojos en blanco hacia el techo justo cuando la
voz apagada de Art se filtró en mi despacho. —Todo el mundo —dijo—.
Solo quería presentarles a una nueva cara que verán en la oficina. Acabo
de contratar a El Nicksen aquí, y ella será mi…
—¿Nicksen? —Me erguí y fruncí el ceño, sin escuchar el resto de lo
que Art tenía que decir.
¿Acababa de decir Nicksen? ¿O Nixon? ¿O alguna otra cosa que
sonara similar al apellido de Yellow? ¿Quién sería El Nicksen, de todos
modos?
Me levanté de la silla y me dirigí con curiosidad hacia donde Price
acaparaba todo el espacio de la puerta. Al apretarme junto a él, eché un
vistazo a la nueva contratación.
—Hijo de puta —siseé inmediatamente cuando la vi de perfil. Me
agaché de nuevo en mi despacho, me pasé los dedos por el pelo y me
agarré la cabeza.
Pero, ¿qué demonios se creía que hacía, viniendo a trabajar aquí?
¿En mi empresa? ¿Sabía que yo era uno de los socios propietarios? ¿Por
eso se hallaba aquí? ¿Era por mí?
No, eso sería estúpido. ¿Por qué haría eso?
Pero aun así…
Si hubiera investigado un poco sobre la empresa para la que se
entrevistaba, no sería difícil saber que yo era uno de los socios de su
nuevo jefe. ¿Qué la llevaría a buscar empleo donde yo trabajaba?
Entonces, probablemente no lo sabía.
A menos que lo supiera.
Empecé a crujir los nudillos en tanto me paseaba.
Al descubrir que ocurría más drama dentro de mi oficina que fuera
de ella, Price se alejó de la puerta para parpadear antes de que sus ojos
se abrieran de par en par.
—Mierda —jadeó—. La conoces.
—¿Qué? —Parpadeé hacia mi asistente, de repente ni siquiera lo
veía. Solo veía a Yellow, junto a Art, con su mano en la espalda y esa
sonrisa autocomplaciente de “me la estoy tirando” en su cara. Y me sentí
mal del estómago.
No, de hecho, me sentí como un estúpido. Probablemente había
estado acercándose poco a poco a mí para tentarme a hacer cosas que no
debía para poder fastidiar a Bella una vez más. Aunque no tenía ni idea
de por qué se ensañaba con mi gemela hasta ese extremo de maldad. O
tal vez quería fastidiarme porque le había dicho que no podíamos ir más
allá de ese abrazo. Y el hecho de que se acostara con Art definitivamente
me molestaría.
—Oye. —Price chasqueó sus dedos frente a mi cara—. Querido,
tienes que respirar para mí, de acuerdo.
Regresando al presente, entrecerré los ojos y suspiré. —Estoy
respirando —respondí finalmente, con voz dura—. Y no la conozco.
Me engañé al pensar que la estaba conociendo. Pero, sinceramente,
esa mujer de ahí fuera era una completa desconocida para mí.
Mi asistente resopló. —Bueno, eso es una mentira si alguna vez
escuché una.
Como no quería ser la fuente de cotilleos calientes y jugosos en la
oficina, no profundicé en cómo conocía exactamente a Yellow. O El, como
supongo que se llamaba.
En serio, ¿siempre le llamaban El, o era algo nuevo? Únicamente
había oído a Bella referirse a ella como Yellow, y se conocían desde un
par de años antes de que ocurriera el incidente con Ethan.
Las tripas me dieron otra sacudida enfermiza.
—Me he cruzado con ella exactamente en tres ocasiones diferentes
—informé a Price—. Así que realmente no sé mucho de ella más allá de
su nombre.
Y ni siquiera eso, ya que no tenía ni idea de que se llamaba El.
Excepto que también sabía que tenía un gusto impresionante en
películas, que le gustaban los abrazos largos, las palomitas de maíz y los
caramelos de mantequilla de maní, y que se reía de mis chistes de mal
gusto.
Además, olía bien.
Y se había acostado con el novio de mi hermana.
Últimamente había olvidado mucho este último detalle. Pero al
verla allí, junto a Art, todo se me vino a la cabeza.
Mi hermana y Yellow eran parte de un grupo de amigos porque
Bella estuvo saliendo con Ethan y Yellow con Liam, uno de los amigos de
Ethan. Pero luego, supongo que rompieron, y entonces Chad, otro chico
de su círculo, la invitó a salir.
Recuerdo que Bella me lo contó, y que en aquel entonces defendió
a Yellow porque dijo que ésta había intentado rechazar las insinuaciones
de Chad, pero que él le insistió hasta que Liam le prometió que le parecía
bien, así que todo salió bien.
Algunas de las otras mujeres de su grupo empezaron a hablar mal
de la chica por pasar de un tipo del grupo a otro. Sin embargo, Bella la
respaldó.
Pero, al parecer, lo de Yellow y Chad tampoco resultó. Después de
una cita juntos, no volvieron a salir. Así que pasó a otro miembro del
grupo. Siguió con Ethan.
Bella fue una mañana a su apartamento para sorprenderlo y los
encontró a los dos en la cama juntos. Mi pobre hermana se volvió loca,
sollozando en mis brazos, confesando lo sorprendida que se encontraba.
Yellow le parecía tan dulce e inocente. Incluso la defendió cuando las
otras chicas del grupo le dieron la espalda.
Tenía que admitir que yo también me encontraba familiarizado con
el lado amable e inocente de Yellow. Me engatusó, al igual que a mi
gemela. Y me hizo olvidar la primera vez que la conocí en el apartamento
de Ethan.
Una semana después de que Bella lo sorprendiera engañándola y
rompiera con él, la acompañé a su apartamento para recoger las cosas
que tenía allí. Pero en cuanto llegamos a su puerta, y antes de que
pudiéramos tocar, se abrió para mostrar a una rubia desaliñada, con el
pelo revuelto y la ropa arrugada, y un sujetador agarrado al pecho con
fuerza.
Al vernos, se detuvo bruscamente, con el rostro pálido y los ojos
aturdidos y desorientados. Parecía muerta de miedo y retrocedió aterrada
cuando enfocó a Bella.
—Oh, perra —se quejó Bella—. ¿Otra vez?
Se abalanzó físicamente sobre Yellow, sus manos se curvaron en
garras mientras gritaba viles acusaciones. Tuve que moverme con rapidez
para rodear con un brazo la cintura de mi gemela y retenerla.
A su vez, Yellow tomó aire y nos miró boquiabierta. Su mirada se
encontró con la mía por primera vez. Parecía tan asustada e insegura que
pude leer sus pensamientos al mirarme.
¿Qué hago? ¿Qué hago?
—Vete —gruñí, sin saber cuánto tiempo podría retener a mi
hermana.
Y así se fue, pasando a toda velocidad por delante de nosotros, sin
que volviera a saber de ella hasta que me la encontré en el cine más de
un año después.
Me resultó fácil olvidar la destrucción que ocasionó con Ethan
cuando actué como su héroe y la ayudé a salir de una situación
incómoda. Fue imposible recordar que no se podía confiar en ella cuando
jugó conmigo a las trivialidades del cine y compartió mis palomitas o me
abrazó como si nadie la hubiera abrazado en toda su vida.
Pero ahora todo volvía. Por algo mi hermana la odiaba. Hacía creer
a la gente que era una cosa cuando en realidad era otra. Te engañaba
para que te gustara. Te embaucaba.
Y en mi caso había funcionado. También empezaba a gustarme.
Excepto que no caería como víctima como lo hizo Bella. No más ser un
tonto. La mujer estaba destinada a los Arts y a los Ethans de este mundo.
Para mí no.
Traducido por Gesi & Jadasa
Corregido por Julie

Fox
—Vamos, nene —canté en voz baja mientras me subía a mi coche
después del trabajo—. Es tu cumpleaños. Festejaremos como si fuera tu
cumpleaños.
Sonriendo, encendí el motor y aflojé mi corbata. Una vez liberada
de mi cuello, la colgué en el asiento del pasajero y comencé a retroceder
de mi lugar de estacionamiento, solo para que llegara un mensaje.
Pensando que era de Bella, presioné el freno, encendí la radio para
escuchar a 50 Cent en vez de cantarlo y revisé mi teléfono.
¡Feliz cumpleaños! Espero que sea uno bueno.
Deseos de cumpleaños de El. Lindo, pero no exactamente de quien
esperaba oír. De todos modos, sonreí.
Gracias. Si lo deseas, te daré todos los gloriosos detalles,
jugada por jugada, durante nuestra sesión de mañana, ya que en
estos estás repentinamente interesada en mi vida sexual.
Me envió el emoticón del dedo medio, así que le respondí con uno
de una cara riéndose. Esta noche sería una buena, lo sentía vibrando por
mi torrente sanguíneo.
Ya que tanto deseaba que el mensaje fuera de Bella, la llamé
cuando puse la camioneta en reversa.
Tardó uno cuantos tonos más de lo habitual en responder, pero la
efervescencia me consumió cuando por fin lo hizo. Simplemente había
algo en escuchar su voz que me hacía gozar.
—Sé lo que quiero de ti por mi cumpleaños —dije, dando saltos en
mi asiento como si estuviera bailando mientras conducía.
—¿De verdad? —Sonaba divertida—. ¿Y qué te hace creer que
planeaba darte algo?
—Solo el hecho de que me hayas regalado algo para mi cumpleaños
todos los años —respondí con sarcasmo, incapaz de dejar de sonreír.
—Bueno, entonces estarías en lo correcto. Salvo que ya te compré
algo. De hecho, es de parte de Gracen y mía.
Hice una mueca porque, eh, no.
Lo que quería de ella no tenía nada que ver con la participación de
su mellizo.
—Muy bien, entonces —corregí—. Quiero algo extra de ti por mi
cumpleaños, entonces, ya que, ya sabes, soy muy generoso al dejarte
usar y abusar de mi cuerpo cuando quieras.
—¿Abusar? —gritó con incredulidad—. Lo que sea. Amas las cosas
que le hago a tu cuerpo.
—Así es —tuve que admitir con una sonrisa maliciosa—. Realmente
me gustan. Pero sería descuidado si no mencionara el moretón que me
diste. Ya sabes, ese en mi muñeca después de que me esposaras al…
—¡Oh! Ese es el argumento para el abuso más tonto que he oído en
mi vida. Especialmente porque las esposas fueron tu idea.
—Sí, ¿verdad? —Me reí—. Maldición, se me ocurren las mejores
ideas. Como esta noche —continué— para mi cumpleaños. Tengo todo
planeado. Te involucra a ti desnuda toda la noche. Y a mí besando,
lamiendo y básicamente amando cada milímetro de tu cuerpo desde el
atardecer hasta el amanecer. Tendrás tantos jodidos orgasmos que no
podrás distinguir cuándo termina uno del final del…
—No puedo.
—Siguiente. Quiero decir, en serio. ¿Puedes pensar en algo mejor
que…? Espera. ¿Acabas de decir que no?
—Lo siento —dijo efusivamente—. Lo siento mucho, mucho. Pero
tengo planes. Gracen está en camino, en realidad, para recogerme.
¿Gracen?
¿Pasaría mi cumpleaños con su hermano?
Mi boca se abrió de par en par y me quedé boquiabierto ante la luz
roja en la que me había detenido. —¿Cómo puedes tener planes? —le
pregunté antes de que pudiera controlarme—. Es mi cumpleaños.
La risa ronca que llenó mi oído me produjo cosas. Creo que me
estaba obsesionando demasiado con ella. —Lo haces sonar como si
nunca fuéramos a volvernos a ver —arrulló—. Y, además, pensé que
dijiste que ya harías algo esta noche. ¿Recuerdas? Cenarás en casa de
tus padres. —Hizo una pausa, entonces espetó—: Oh, Dios mío. No lo
olvidaste, ¿verdad?
—No. —Fruncí el ceño y murmuré con petulancia—: No lo olvidé.
Pero esperaba poder irme temprano y verte después.
Excepto que eso tampoco era del todo verdad, porque me di cuenta
de que ya casi llegaba a su casa. Había estado conduciendo hacia ella
todo el tiempo que estuvimos hablando. Por lo que supongo que no había
querido verla más tarde. La quería en ese mismo momento.
Y después.
Y cada minuto entre medio.
Pero ella tenía planes.
Estacioné a una cuadra de su casa y me froté la cara con las manos
para recuperar el control.
Sin embargo, no funcionó, porque un momento después solté: —O
mejor aún, ¿por qué no vienes conmigo? —Asentí alentadoramente,
aunque no había forma de que me viera—. Sí. Uno de los dos podría fingir
dolor de estómago o algo así justo después de la cena y regresar directo
a tu casa y…
—Fox —interrumpió en voz baja.
Joder. Había dicho demasiado. Después de hacer una mueca y
apretar un puño contra mi boca, dejé caer mi mano y levanté las cejas
inocentemente murmurando: —¿Hmm?
Siguió una pausa. Contuve la respiración, esperando. Sabía que
probablemente era estúpido de mi parte buscar más, pero, maldición. Era
mi cumpleaños. Quería pasarlo con ella.
Bella se aclaró la garganta brevemente. —Te das cuenta de que
acabas de invitarme a ir a la casa de tus padres contigo, ¿verdad? Como
una pareja. Si lo hiciera, básicamente le estaríamos diciendo a todos que
nosotros, ya sabes, estamos juntos.
Sí, algo en mi interior suspiró ante la idea. Juntos. Eso era justo lo
que quería.
Pero era obvio por su tono que ella no quería tal cosa y me estaba
dando una salida para que retrocediera con la sugerencia y dijera algo
como: tienes razón, no importa. No estaba pensando. Solo ignórame.
Excepto que eso era todo lo que estuve haciendo últimamente.
Pensando. Y ya no quería seguir siendo su secretito sucio.
—Sí, bueno… —Forcé una sonrisa, tratando de sonar juguetón, no
tan desesperado y suplicante—. Ese podría ser mi regalo de cumpleaños.
Decirle al mundo que estamos juntos.
—¿Qué?
—¿Por qué simplemente no les decimos a todos que estamos, ya
sabes, juntos?
—Pero… —Titubeó por un momento, claramente no preparada para
no recibir ningún retroceso de mi parte.
—Somos exclusivos —dije lentamente—. ¿Verdad?
—Sí. Por supuesto. Pero aún ni siquiera se lo he dicho a Gracen.
—Entonces, díselo a Gracen —alenté—. Dijiste que él llegaría en
cualquier momento, ¿verdad? Puedes darle la noticia, saltearte lo que sea
que hayan planeado juntos y venir conmigo.
Gray entendería. Era un tipo comprensivo.
Pero Bella sonaba como si estuviera encogiéndose cuando comenzó
vacilantemente: —Fox. Yo… esto… es tan repentino. Ni siquiera sabía que
tú querías…
Excepto que sí lo sabía y por eso no terminó la oración.
—Quiero —dije igualmente, y mi voz tranquila quedó suspendida
en el aire entre nosotros—. Quiero que seamos públicos. Quiero dejar de
esconderme. Estoy cansado de mentirle a todos en la familia. Yo no soy
así. Y odio hacerlo.
Soltó un suspiro agudo y tembloroso.
Esperé, dándole el tiempo que necesitaba para responder, porque
no había prisa. No necesitaba presionarla para que hiciera declaraciones
inmediatas. Estaba en esto para el largo plazo. Pero también comenzaría
a hacerle saber qué quería.
Ahora era un año mayor. Más sabio y toda esa mierda. Y nunca
conseguiría lo que quería si ni siquiera le dejaba en claro qué era lo que
deseaba. Así que…
Lo dejé en claro.
—Quiero tener una relación de noviazgo abierta, romántica y
comprometida contigo. Una de la que todos sepan.
—Oh… —dijo entrecortadamente.
Y eso fue todo. Ninguna declaración de su parte que me hiciera
saber si se sentía igual o no. Solo…
Oh.
Cerré los ojos y apoyé la frente contra el volante, seguro de que lo
había jodido y la había asustado.
Al comienzo de nuestra aventura entendí por qué se mostraba
reticente a que la gente supiera lo que estábamos haciendo. Era fresco y
nuevo, ¿quién podía decir si encajaríamos bien? No necesitábamos que
nuestras familias se metieran en nuestros asuntos en cada paso del
camino, haciendo que fuera diez veces más difícil navegar el principio de
una relación.
Pero eso había sido hace meses. Y seguíamos juntos. Había llegado
a amar a Isabella Lowe como nunca amé a otra persona. Era ella. No me
importaba quién sabía lo que sentía por ella. Y ocultarlo se volvía molesto.
Muy molesto.
Por lo que ya no entendía su razonamiento para mantener lo
nuestro en secreto.
Quiero decir, ni siquiera se lo había contado a Gracen.
Esos dos eran espeluznantemente unidos. Habían compartido todo
desde que nacieron. Amaba a Bentley y todo eso, pero de ninguna forma
era mi confidente, y nunca lo sería. Nueve de cada diez veces confiaría
primero en su marido que en ella. Pero para Bella y Gracen ser mejores
amigos y los guardianes de secretos del otro era como respirar. Y si ni
siquiera podía contarle a él sobre mí, entonces…
Entonces no estaba verdaderamente seguro de qué significaba. Tal
vez su razón para mantenerlo en secreto no eran nuestras entrometidas
familias. Quizás ni siquiera era lo temerosa e insegura que estaba consigo
misma después de que su prometido la engañara y le diera problemas de
confianza. Tal vez solo era yo. Quizás no me amaba de esa forma. Tal vez
no quería lo mismo que yo. Quizás solo estaba tonteando conmigo porque
el sexo era bueno y eso era todo lo que necesitaba hasta que alguien más
llegara y la enamorara profundamente y…
Jesús. Comenzaba a entrar en pánico.
Esta conversación no terminaría como yo quería. ¿Era demasiado
tarde para abandonar el barco? ¿Usar la salida que me dio hace minutos?
Tal vez si yo dijera, simplemente olvídalo, ella diría, de acuerdo, y
nunca tendríamos que volver a hablar sobre el asunto y podría dejar de
ser un maldito idiota.
Dios, odiaba dudar de mí mismo y la falta de autoconfianza. Todo
el día ayudaba a que la gente destruyera esas cosas. ¿Por qué de repente
me permitía sufrir por eso?
Me di cuenta de que por miedo.
Sabía que necesitaba mantenerme firme para que ella al menos
supiera dónde estaba parado en la situación, pero estaba tan asustado
de que mi revelación de alguna forma fuera a hacerla sentir presionada y
la alejara, y no podía perderla.
Sin embargo, Bella nunca había hecho nada que sugiriera que no
me amaba. De manera que quizás, simplemente necesitaba tiempo. Y solo
necesitaba calmarme y...
—Mierda —siseó a través del auricular—. Yo... lo siento mucho,
pero Gracen está aquí. —Su voz bajó de repente—. Hablaré contigo más
tarde. ¿De acuerdo? Lo juro. Solo…
—Bells —comencé, con mi voz ronca por el arrepentimiento. Quería
disculparme por presionarla como sabía que lo hice.
—Feliz cumpleaños. Te veré más tarde. Lo prometo —susurró.
Justo cuando escuché una voz masculina en el fondo, me colgó.
Agarrándome el gorro a la cabeza, maldije furiosamente dentro de
la cabina de mi camioneta y seguí sentado allí, preguntándome qué me
pasaba. No debería haber presionado. No debería haber provocado una
disputa entre nosotros. Era mi puto cumpleaños, y ahora iba a sentirme
miserable toda la noche, preocupado de que comenzara a evitarme.
Maldita sea.
¿Por qué no pude mantener la puta boca cerrada?
Me senté en mi camioneta, inquieto y estresado, preguntándome
cómo arreglar esto mucho después de que vi pasar el auto de Gracen con
Bella en el asiento del pasajero. Ninguno de los dos me vio al costado de
la calle; se encontraban demasiado ocupados hablando. No de mí, estoy
seguro, sino de algo completamente diferente.
Seguí sentado allí hasta que recibí un mensaje de texto de mi
hermana, exigiendo saber dónde me encontraba, que todos me esperaban
en la casa de nuestros padres y que la comida se enfriaba.
Así que conduje hasta la casa de mis padres, sin prestar mucha
atención a nada en el camino. Un auto me tocó la bocina una vez cuando
casi pasé una señal de alto, y casi paso de largo la calle donde viven mis
padres. Pero logré llegar vivo, si no totalmente distraído.
Cuando abrí la puerta principal, no esperaba oír una andanada de
gente gritando: “¡Sorpresa!”, pero eso es lo que obtuve de todos modos.
Deteniéndome bruscamente, levanté la mirada para encontrar
mucho más que las cinco personas que esperaba para una tranquila cena
de cumpleaños en casa de mis padres.
Junto con mis padres y la familia de mi hermana se hallaba todo
el clan de Gamble de Beau: su hermana, padres, tías, tíos y primos. Luego
estaban los Ryan con Pick y Eva y su tribu, junto a Mason y Reese y...
Me congelé ante Mason y Reese, dándome cuenta de que, si los
padres de Bella se encontraban aquí, probablemente ella también.
Mirando rápidamente ahora, por fin la encontré en la parte trasera,
apoyada contra su hermano con su brazo sobre su hombro casualmente.
Él le decía algo y ella lo escuchaba, sin prestarme atención. Pero estudié
su rostro un segundo más, de todos modos, preguntándome qué estaría
pensando.
Entonces alguien se movió frente a mí, bloqueándola de mi vista, y
recordé que todos los demás me miraban. Parpadeé ante Bentley para
enfocarme en tanto sonreía en mi cara y me sacaba el gorro para colocar
un cono de papel cursi sobre mi cabeza.
—Sonríe —me dijo—. Es tu cumpleaños. Luces como si te dirigieras
a una ejecución o algo así.
—Lo siento, yo... —Le sonreí con tristeza, me concentré en sus
rasgos, feliz de ver que se veía mucho mejor esta noche que la última vez
que la vi tras su aborto espontáneo—. Simplemente no esperaba todo
esto.
—Toma. —Beau apareció a su lado y me arrojó una botella de
cerveza abierta—. Esto ayudará.
Sí, lo haría. Mirándole con agradecimiento, tomé la botella y bajé
la mirada cuando Braiden estiraba de la pernera de mi pantalón.
—¿Tío Fox? —dijo y levantó una hoja de papel con un dibujo—. Te
hice un dibujo.
—¿Sí? —Inclinándome, alcé al niño sobre mi cadera—. Entonces,
veamos esto.
—Este eres tú —ya explicaba el niño de seis años—. Y este soy yo.
Y esta es tu camioneta en la que viajamos.
Asentí. —Genial. Gracias, amigo —murmuré—. Tengo un lugar en
mi refrigerador donde se verá genial colgado.
—¿De verdad? —Braiden sonrió como si le acabaran de decir que
su obra de arte se exhibiría en el Louvre.
—Por supuesto. La gente no suele andar dibujándome. Esto es
especial.
—¿De qué hablas? —gritó Luke indignado desde el otro lado de la
habitación—. Una vez te hice un dibujo.
—Y... Luke está hablando —murmuró Bentley mordazmente en voz
baja cuando se inclinó para recoger a su hijo de mis brazos—. Las cosas
están a punto de ensuciarse. Vamos, chico —le anunció en voz alta a
Braiden—. Ayúdame a colocar las velas del pastel de cumpleaños del tío
Fox en la cocina, ¿quieres?
Mientras tanto, el hermano mayor de Luke dijo bruscamente desde
el sofá: —¿Te refieres al dibujo de ti cortándole la pierna con una
motosierra después de que te ganó cuando eran niños y corrían?
—Si Luke está tan sucio —escuché a mi sobrino decirle a su mamá
mientras ella tomaba su mano y lo sacaba de la habitación—, ¿por qué
no se baña?
Bebía de la botella cuando escuché eso y me atraganté con la
cerveza para contener una risa
—¡Guau! —Beau golpeó mi espalda a medida que mis ojos se
llenaban de lágrimas, y tosí un poco más para recuperar el aliento—.
¿Estás bien, amigo?
—No lo sé —dijo Luke de nuevo—. No se ve tan bien. Puede que no
sobreviva. —Luego se rio y gritó—: ¡Lucy, rápido! —Cuando hizo un gesto
hacia mí y movió las cejas hacia la hermana de Beau—. Ya que el sexo
por simpatía por los moribundos es lo tuyo ahora, es mejor que te subas
sobre eso y le des a nuestro chico Fox una despedida adecuada.
—¡Dios mío, Luke! —gimió Lucy, cubriendo su rostro, mortificada,
con ambas manos en tanto su padre, Noel, explotaba—: ¡Qué diablos! —
y el resto de la habitación jadeó o le gritó a Luke por desubicado. Algunas
personas incluso le arrojaron vasos de papel y servilletas.
Cerrando los ojos y negando con la cabeza, me despedí de Luke en
silencio porque probablemente no iba a sobrevivir a la noche.
Abriendo mis ojos, me concentré en Noel cuando su rostro se puso
de un rojo lívido y una vena apareció en su frente. Junto a él, su esposa,
Aspen, abrazaba a Lucy con fuerza.
—Controla a tu hijo, Hammy —ordenó Noel—. Antes de que lo borre
de la faz del planeta.
Quinn, que había estado de pie a unos metros detrás de Luke junto
a su esposa, Zoey, se inclinó y agarró la parte trasera de la camisa de su
hijo y lo arrastró hacia su costado donde arqueó una ceja y dijo: —¿En
serio?
Luke se sonrojó, luciendo lo suficientemente castigado, incluso
cuando soltó una risa nerviosa. —¿Qué? Solo bromeaba. Ella sabía que
no lo dije con mala intención.
Su madre parpadeó. —No le veo lo gracioso. Para nada.
No muy lejos, Trick resopló. —Me pareció un poco gracioso —dijo
hasta que su propio padre lo golpeó en la nuca.
—No, no fue así —le dijo Pick.
Y Trick rápidamente cambió su sonrisa a un ceño fruncido,
sacudiendo la cabeza. —No. No, no fue gracioso.
—Luke, tienes el peor sentido del humor de todos —dijo en voz alta
Gracen, desde donde se desplomó sobre una sola silla con Bella y tenía
un brazo envuelto alrededor de sus hombros mientras ella descansaba la
cabeza en su hombro.
Una ola de celos se apoderó de mí. Ojalá pudiera abrazarla
abiertamente de esa misma manera.
—Oh, cállate, Lowe —le respondió bruscamente Luke a Gray y
frunció el ceño—. Tu hermana todavía elige qué ropa te pones, por lo que
tu opinión es inútil.
Gracen enarcó las cejas. —Ella no elige lo que me pongo, idiota.
Elige lo que compro. Porque uno, me importa una mierda la moda. Dos,
odio ir de compras y tres, a ella le encanta ir. Pros por todas partes,
amigo. Ahora discute eso.
—Ignóralo, Gracen —le aseguró Chloe desde otro rincón—. Le da
celos no tener una hermana que lo ayude a tener un mejor guardarropa.
Luke entrecerró los ojos en su dirección. —¿Qué hay de malo con
mi guardarropa?
—Te vistes como un idiota —dijo Lucy. Lo que hizo que Chloe
señalara en su dirección y respondiera—: Exactamente.
Luke miró entre las dos chicas, antes de entrecerrar la mirada en
Chloe y murmurar: —Grosera —antes de mirar a Lucy—. Luce, tienes
permitido ese golpe porque te molesté primero.
—Muy bien —dijo en voz alta mi mamá, aplaudiendo para llamar
la atención de todos—. Ahora que todo eso, sea lo que sea, está fuera del
camino, ¿qué les parece si volvemos a celebrar el cumpleaños de Fox,
¿eh?
—Sí —animó Ten—, antes de que el hijo de Ham me desplace como
el idiota designado del grupo con toda la mierda inapropiada que dice. —
Lo miró con una expresión severa—. Nadie me destrona, muchacho. —
Luego se reclinó en el sofá en el que se hallaba sentado con su familia y
miró a Teagan, quien se encontraba acurrucada junto a JB—. Gracias de
nuevo por no casarte con ese hermano.
—No hay problema, papá. —Teagan sonrió e inclinó la cabeza para
apoyarla contra su esposo, mientras JB le sonreía triunfalmente a Luke
a medida que la acercaba más contra él.
—Tenemos pastel y helado —continuó diciendo mamá—. Pero
primero, cenamos el servicio de catering del restaurante favorito de Fox.
Llamó mi atención, haciéndome saber que quería que la siguiera y
fuera el primero en la fila para conseguir mi porción de la comida, pero
me quedé atrás y papá terminó quedándose detrás de ella. Entonces
comenzó un éxodo masivo de la habitación, cuando la horda regresó a la
gigantesca cocina de mis padres. Dejé que la mayoría de la gente pasara
junto a mí mientras esperaba para interrumpir y unirme a ellos cuando
fuera que pasaran los gemelos, y en el proceso, convertí las cosas en una
línea de recepción, donde comencé a agradecer a todos por venir.
La mayoría de la gente me deseaba un feliz cumpleaños o un
puñetazo cariñoso en el brazo al pasar. Atrapé el de Lucy Olivia cuando
pasó con sus padres.
—Oye, por cierto, felicitaciones —le dije, ofreciendo una sonrisa de
pesar. No la había visto desde que se supo que estaba embarazada.
Su sonrisa de respuesta fue un poco sonrojada y avergonzada, pero
murmuró: —Gracias. —Y me dio un abrazo, susurrando—: Mantente
siempre dulce —en mi oído antes de alejarse.
El hermano de Noel, Colton, fue el siguiente. Vi a Reese y Mason
detrás de él, con sus hijos siguiéndolos. Mi ritmo cardíaco se aceleró. No
tenía idea de lo que le iba a decir a Bella, pero tenía que acercarme a ella.
Asegurarme de que nuestra llamada telefónica anterior no la asustó tanto
como a mí.
Demonios, tal vez ya lo olvidó. Quizás, era el único que se
preocupaba.
Dios, eso esperaba.
Levantó la mirada encontrándose con la mía, y supe de inmediato
que se sentía tan nerviosa como yo.
Joder.
Jamás debería haberla invitado a la casa de mis padres y pedirle
que fuéramos públicos. ¿Y si ella huía ahora porque la presioné? ¿Y si la
pierdo?
Me asaltó una ola de mareo. No podía perderla.
—Entonces, Fox —dijo Colton, deslizando un brazo alrededor de
mis hombros y tirándome en la fila con él—. Me preguntaba si me darías
un pequeño consejo profesional.
Asentí, incapaz de negarme a ayudar a alguien en nuestro grupo
cada vez que recurrían a mí. Y al hacerlo, probablemente perdí la única
oportunidad que iba a tener esa noche de siquiera hablar con la mujer
que amaba.
Mirando hacia atrás, traté de llamar su atención, pero ahora estaba
ocupada hablando con su madre. Tomé un largo trago de mi cerveza en
tanto Colton comenzaba sobre un problema personal que tenía uno de
sus amigos, y tragué saliva hasta que se me humedecieron los ojos.
Iba a ser una noche larga.
Traducido por Ivana & johanamancilla
Corregido por Julie

Bella
Esta maldita noche nunca iba a terminar.
Incapaz de evitarlo, mi mirada se desvió al otro lado de la sala hacia
Fox.
Se veía absolutamente miserable. Oh, él sonreía y reía lo suficiente
durante toda la noche. Actuó como cualquier caballero en la celebración
de su cumpleaños, agradeciendo a todos los que le dieron un regalo o le
desearon un buen año. Puso empeño en charlar con todos los que se
detuvieran delante de él. Incluso hizo la noche de su sobrino poniéndolo
en su regazo y dejando que Braiden sople las velas cuando llegó la hora
del pastel.
Pero conocía a este hombre. Entre las sonrisas y las risas, se
mordió la comisura del labio, como siempre hacía cuando se encontraba
absorto en sus pensamientos, y siguió jugueteando con su gorro, que se
puso a escondidas a cambio del cono de fiesta en cuanto su hermana no
lo miró. Y solo hacía eso cuando se sentía incómodo en una situación.
Esto fue mi culpa.
Estuve tan atascada en asegurarme de que tuviera el espacio
adecuado que necesitaba para que no se perdiera, que mi instinto inicial
fue alejarlo cuando me desconcertó con el anuncio de que quería menos
espacio. Simplemente no esperaba...
Es decir, sabía que estaba de acuerdo con que Gracen se enterara
hace un mes cuando casi nos atraparon en mi casa, pero saber que él en
realidad odiaba mantenerlo en secreto y que de verdad quería hacernos
públicos, oficiales y tan serios como se podía llegar a ser con las liosas
ataduras y condiciones solo...
Me hizo caer de culo.
Y luego tuve que arruinar todo lo que siguió.
Así que, durante toda la noche, cada vez que nuestras miradas
parecían chocar, habitaba esta cualidad suplicante en sus ojos. La peor
parte fue que no me hallaba segura de lo que pedía. ¿Que me encontrara
con él en algún lugar tranquilo para que pudiéramos hablar? ¿Que me
levante y anuncie que él y yo éramos algo? ¿Qué deje de encadenarlo y lo
libere? No sabía lo que quería. Solo sabía que lo estaba decepcionando y
no hacía lo que fuera que él necesitaba que hiciera para arreglar las cosas
entre nosotros otra vez.
Me sentí aún más horrible cuando con entusiasmo sacó el regalo
que le trajimos con Gracen de su bolsa de regalo. Luego hizo una pausa,
mirando el gorro nuevo con un parpadeo perplejo, y supe que lo arruiné
del todo. Su expresión era tan solemne y dura mientras pasaba el pulgar
lentamente por la visera y lo estudiaba. Era casi una réplica exacta del
que llevaba. La única diferencia era que éste era nuevo.
Me di cuenta que estuvo esperando algo más...
Algo significativo, probablemente.
Un maldito gorro no era algo que recibieras de un amante. Pero no
pude anunciar exactamente que tenía un camisón envuelto como regalo
esperándolo en mi casa para abrir más tarde.
—Es solo un repuesto —anuncié, sintiéndome estúpida e insegura.
Miró sin decir nada.
—Sí —agregó Gracen a mi lado—. Ahora no tienes que enviarme
mensajes desagradables la próxima vez que pierdas el tuyo.
—Un mensaje que te mereces —respondió Fox, enviándole una
mirada irónica.
—Bueno, pruébatelo ya —exigió la tía Eva, y como se encontraba
sentada lo bastante cerca para alcanzarlo, se inclinó hacia adelante y le
arrancó el gorro actual de la cabeza por él.
—Oye. —Se extendió para agarrar a su bebé, pero el tío Pick le
arrebató el gorro a la tía Eva, y comenzó a moverlo, alejándolo cada vez
más de Fox.
Después de un par de insistencias más para probarse el nuevo
gorro, Fox finalmente suspiró y se lo pasó por la cabeza. Ajustó un poco
la correa trasera, luego levantó las manos y anunció: —Va bien.
—Gracias a Dios —susurró Bentley, tomando su viejo gorro de
manos de la tía Sarah y poniéndose de pie—. Porque voy a tirar esta cosa
vieja. Apesta a muerto.
La alarma entró en los ojos de Fox. —No apesta —argumentó, pero
no hizo nada para perseguirla y recuperarlo.
Cuando abrió deliberadamente la tapa de la basura y dejó caer el
gorro dentro, mi estómago dio un vuelco de pavor. Porque ¿qué diablos
estaba haciendo? Ese gorro era su tesoro más querido. ¿Cómo se atreve
a tirarlo?
Cuando él ni siquiera se puso de pie para recuperarlo, el estrés se
acumuló dentro de mí. La verdad, compré el estúpido repuesto por esos
días en que accidentalmente dejaba su verdadero gorro en mi casa. No le
gustaba tener su cabeza descubierta. Solo quería ayudar a llenar el vacío
pequeño que atravesaría sin su antiguo y confiable gorro hasta que lo
pusiera en sus manos nuevamente. Nunca quise que este lo reemplazara.
Tenía que recuperar su gorro de la basura. De algún modo.
—Oye. —Gracen me dio un codazo en el brazo, haciéndome saltar—
. Trabajo a la mañana, así que tengo que irme. ¿Estás lista para irte ahora
o quieres que te lleve otra persona?
Abrí la boca para hablar, pero no tenía idea de cómo responder.
Quería hablar con Fox, salvo que tenía mucho miedo de hablar con él.
Mis nervios se dispararon; solo quería meterme en la cama y cubrirme la
cabeza con las mantas. Fui muy mala en sociabilizar con alguien esta
noche. Casi siempre me aferré a Gracen y fingía estar involucrada en
todas las conversaciones que tenía con las personas. Pero marcharme
ahora se sentía mal.
Mi gemelo me envió una sonrisa divertida. —¿Fue una pregunta
tan difícil?
Oh Dios, tenía razón. Estaba pensándolo demasiado. —Estoy lista
ahora —dije, poniéndome de pie.
Quizás Fox se sentiría menos miserable si me iba.
Reuniendo mi chaqueta y mi bolso, miré en dirección a Fox porque,
por alguna razón, había estado al tanto de su ubicación exacta durante
toda la noche. Actualmente se hallaba absorto en una conversación con
Cress y el nuevo novio de Cress, Maverick. Mientras Cress hablaba con
exagerados movimientos de brazos y animadas expresiones faciales,
Maverick lo miraba con asombro.
Sonreí, feliz de ver que Cress encontró a alguien que parecía tan
enamorado de él.
Fox echó la cabeza hacia atrás y se rio de todo lo que Cress le decía,
y mi corazón se partió en dos. Oh Dios, hablando de obsesionados. Me
gustaba tanto que ni siquiera era gracioso.
—Creo que podemos pasar por acá —decía Gracen en tanto tomaba
mi mano para ayudarme a guiarme a través de la multitud hacia la salida.
Lejos de Fox.
Cuando llegamos a la entrada del vestíbulo principal, no pude
evitarlo, miré hacia atrás por última vez.
Beau refrescaba a Fox con una cerveza nueva, por doceava vez esa
noche, y Fox miró en mi dirección justo cuando cambiaba su botella vacía
por una llena. Sus ojos brillaron cuando se dio cuenta de que me iba, y
se tambaleó hacia adelante, empujando a su cuñado del camino para que
pudiera correr hacia mí.
—Uh... —Me resistí al tirón de Gracen cuando entramos en el
vestíbulo vacío.
Hizo una pausa y miró hacia atrás. —¿Qué ocurre?
Señalé. —Creo que... —Mierda. ¿Cómo iba a decirle que iba a venir
Fox y que no podía irme sin al menos decirle adiós?
Pero luego escuchamos un estruendo detrás de nosotros.
Mi hermano y yo nos dimos vuelta y descubrimos que Fox se estuvo
abriendo paso doblando la esquina tan rápido para alcanzarnos que
calculó mal y se golpeó el costado del hombro con el borde de la moldura
que conducía al vestíbulo.
—Auch —murmuró a medida que se enderezaba, solo para darse
cuenta de que derramó un poco de cerveza de su botella llena cuando
tropezó—. Mierda. —Frunció el ceño al ver el pequeño charco en el suelo
mientras Gracen se separaba de mí para acercarse a él.
—¿Estás bien, amigo?
Fox levantó la mirada. Sus ojos se encontraban un poco inyectados
en sangre, lo que hacía que pareciera que estuvo llorando, aunque sabía
que solo se encontraba ebrio.
—Sí, sí —dijo arrastrando las palabras en tanto su mirada iba
hacia mí, luego volvió a mi hermano—. ¿Se van? ¿Ya?
—Sí, tengo que trabajar temprano —decía a medida que palmeaba
el costado del brazo de Fox con simpatía—. Pero feliz cumpleaños. Ya un
cuarto de siglo, ¿eh? Maldita sea, creo que mi primer recuerdo de ti fue
cuando te enseñaban a ir al baño y cagabas en la alfombra de la sala de
mis padres.
Fox lo miró parpadeando y luego frunció el ceño. —Pensé que fue
Trick.
Gracen inclinó su cabeza pensativo. —¿Lo fue?
—Sí —dije detrás de los hombres. Mamá había contado la historia
una docena de veces y siempre había sido el nombre de Trick lo que
usaba.
—Oh. Mi error. —Con una sonrisa burlona, Gracen golpeó la parte
delantera del pecho de Fox con el dorso de la mano—. Supongo que no
tengo idea de cuál es mi primer recuerdo de ti, entonces.
Fox negó con la cabeza, lo despidió y se volvió hacia mí. —Gracias
por venir —dijo como si hubiera sido el anfitrión y hubiera planeado esta
fiesta solo. Luego abrió los brazos para abrazarme y despedirse.
Al principio me detuve, insegura. No creo que me hubiera abrazado
en un evento familiar. Pero los abrazos eran tan comunes en nuestro
grupo que tampoco estaban del todo fuera de lo común. Así que di un
paso adelante y lo abracé.
Me acercó más y enterró su rostro en mi cuello antes de agarrar la
parte trasera de mi camisa y apretarla como si se aferrara a mí como si
su vida dependiera de ello. Su olor me abrumó y mi cuerpo se volvió
hipersensible, preparándose ya para el asalto sensual que solía causar
cada vez que olía esa fragancia tan familiar.
Mis pestañas revolotearon a la vez que mis muslos temblaron,
torpemente le di unas palmaditas en la espalda y traté de parecer que no
disfrutaba la sensación de tener su cuerpo fuerte y viril en mis brazos
porque también estaba muy consciente de que mi hermano se hallaba de
pie allí, mirándonos.
—Feliz cumpleaños —dije.
Fox se estremeció antes de que su mano se aplastara contra la
parte baja de mi espalda y se deslizara por mi columna. Luego susurró:
—Solo quería pasar la noche contigo.
Tragué y sentí que las lágrimas me picaban en los ojos.
Busqué con la mirada a mi gemelo desesperadamente en tanto Fox
se aferraba a mí como si nunca pudiera soltarme, y entré en pánico,
preguntándome qué estaría pensando Gracen.
Si sospechaba...
—Está bien, entonces —dijo, extendiendo la mano y apartando a
Fox de mí—. Eso es suficiente. Ponte sobrio, amigo.
Bueno, supongo que mi hermano no sospechó nada, después de
todo. Había estado demasiado ocupado confundiendo mi mirada con la
idea de que le había suplicado que me salvara del asfixiante abrazo de
Fox.
Con el corazón latiendo con fuerza, levanté la vista hacia un par de
ojos marrones atormentados. —Lo siento —murmuró y se acercó para
tocarme el cabello. Pero yo sabía que no se disculpaba por haberme
abrazado demasiado tiempo.
—Ve a salvar tu gorro de la basura —le dije—. No pretendía
sustituirlo, solo conseguirte uno de repuesto.
Pero negó con la cabeza mientras levantaba lentamente la mano
para deslizar los dedos por los bordes nuevos y crujientes de la gorra que
llevaba. —No —dijo, sus ojos brillando con intensidad mientras añadía—
: Ahora tengo una nueva amante.
Mis oídos empezaron a zumbar y sentí que mi cara perdía todo el
color inmediatamente, preguntándome si hablaba con doble lenguaje
para decirme que había terminado conmigo y que estaba listo para seguir
adelante o si realmente solo se refería a la gorra.
A mi lado, Gracen resopló y sacudió la cabeza. —Amigo, eres muy
raro. Los gorros no son amantes.
Fox se limitó a sonreírle. —El mío sí.
—Sí, bueno, entonces los dejamos solos. —Agarrando mi mano, mi
hermano tiró de mí hacia la puerta. Observé a Fox mientras salíamos de
la casa, y su mirada volvió a dirigirse a mí con solemnidad mientras
levantaba la mano y agitaba una triste despedida.
No le devolví el saludo, diciéndome que yo estaba exagerando y que
esto no era el final de nada.
—Vaya. —Gracen sacudió la cabeza y emitió un silbido bajo en
tanto caminábamos entre un rocío de luces de patio hacia su coche—.
¿Qué tan borracho crees que estaba Fox?
Me aclaré la garganta y pregunté evasivamente: —¿Qué quieres
decir?
—Oh, vamos —se rió—. ¿Cómo pudiste pasar por alto la forma en
que coqueteaba contigo?
Resoplé y miré culpablemente hacia otro lado. —Como si eso fuera
posible.
—Pensé que iba a tener que sacarlo de tu pierna porque iba a
empezar a montarla o algo así.
—¡Gracen!
Mi hermano solo se rió un poco más mientras me abría la puerta
del lado del pasajero. —¿Qué? Ni siquiera lo niegues. Tuviste que sentir
su mano prácticamente en tu trasero cuando te abrazó. Te acarició el
pelo, por el amor de Dios. Y te miró como... —Sacudiendo la cabeza, soltó
un silbido bajo y levantó las cejas como si aún no pudiera creer lo que
había visto.
—¿Cómo qué? —Tuve que preguntar esperanzada, mi corazón
empezaba a bombear con fuerza.
—Como... no sé. Si no lo supiera, diría que el pequeño Fox está
enamorado. Hombre, pero se va a arrepentir de haber bebido tanto
mañana, eso seguro.
—¡Oye! —grité, dándole un puñetazo en el hombro—. Muchas
gracias, joder.
—¡Ay! —Me envió una mirada incrédula—. ¿Por qué demonios fue
eso?
—Acabas de sugerir que alguien solo puede estar borracho para
ligar conmigo. —Puse los ojos en blanco—. Imbécil.
—Eso no es...
—Y luego… luego —recalqué, mirándolo mal—. Dijiste que una
persona se arrepentiría severamente después de estar sobria si realmente
se me insinuaba. No soy tan repulsiva, sabes. Y además, él no coqueteó
conmigo.
—No estoy diciendo que eres repulsiva. Dios, la gente sí que pone
un montón de palabras en mi boca últimamente.
—¿Quién más puso palabras…?
—Solo quise decir… —Fue su turno de interrumpirme con un
irritado ceño fruncido—. Eres como familia. Probablemente se volverá
loco cuando esté sobrio y se dé cuenta de lo que ha hecho.
Desestimándolo, entré al auto, y él cerró la puerta por mí. Me puse
el cinturón de seguridad, y tan pronto como él había llegado al lado del
conductor y se deslizaba al volante, tuve que murmurar: —Él no es
familia.
—Es por eso que dije que era como de la familia —contrarrestó en
tanto encendía el motor.
—Bueno, actúas como si nadie en el grupo hubiese empezado a
salir antes.
—Sí, pero todos vieron venir a Beau y Bentley desde un kilómetro
de distancia. Nacieron para ser pareja. Aunque tengo que admitir que lo
de JB y Teagan fue definitivamente una sorpresa. —Sacudió la cabeza
como si tratara de despejarla antes de concentrarse en salir del estrecho
espacio en el que nos encontrábamos. Luego me miró—. Quiero decir,
hacen que funcione de alguna manera. Nunca he visto a ninguno de los
dos tan contentos. Pero aun así. No lo vi venir.
—¿Con quién me verías? —pregunté a modo de experimento, con
curiosidad por conocer sus pensamientos.
La forma en que me miró me dijo que la pregunta le sorprendió.
—¿Te refieres a alguien del grupo?
Asentí y me mordí el interior del labio.
—Hmm. —Se quedó pensativo un momento mientras salíamos a la
calle. Luego asintió—. Probablemente Luke.
—¿Luke? —chillé, arrugando la nariz con consternación—. Luke es
un imbécil.
—Sí —asintió, encogiéndose de hombros—. Pero es un imbécil
simpático. Tiene tanto maldito encanto y carisma con sus frases crudas
e inapropiadas, que la gente no puede evitar perdonarlo inmediatamente
y amarlo de todos modos.
—¿Y ese es el tipo de futuro que quieres para mí? ¿Luke? —Era
oficial; mi hermano estaba loco.
—Nunca dije que lo quisiera para ti. —Me envió una mirada
extraña—. Preguntaste quién parecía la opción más lógica para ti de
nuestro grupo, y yo respondí.
—¿Pero por qué no cualquiera de los otros?
—No sé. —Empezaba a sonar a la defensiva. Probablemente porque
me estaba volviendo muy agresiva con mis preguntas—. Es el único que
queda del grupo que es mayor que nosotros, supongo. ¿Qué importa?
Me quedé boquiabierta. —¿Por qué importa la edad?
—¡No importa! —Su voz empezaba a ser más fuerte—. ¿Por qué
diablos me atacas? Me hiciste una pregunta y te respondí con el primer
nombre que me vino a la cabeza. No me paré a pensar por qué. Jesús.
¿Cuál es tu problema?
Mierda. Tenía razón. Me estaba molestando sin razón.
—Lo siento. Tienes razón. Solo estabas siendo tan...
—Espera. ¿Estás diciendo que soy yo el que se está comportando
de forma extraña aquí? —Apretó una mano contra su pecho y luego
sacudió la cabeza y se rió—. Vaya.
Sabía que me equivocaba. Estaba siendo completamente hostil por
algo que no era en absoluto culpa de mi gemelo.
Todo esto era culpa mía.
Mi culpa.
Me sentía tan mal.
Fox me había enviado una mirada suplicante y devastada como si
hubiera arruinado todo su cumpleaños.
Solo quería pasar la noche contigo.
Dios, ¿qué me pasaba? Podría haberme quedado más tiempo. No
había necesitado ir con Gracen. No debería haber dejado que lo que Fox
había dicho antes por teléfono me perturbara tanto.
¿Y si dejaba de presionar ahora?
¿Y si dejaba de intentarlo por completo? ¿O de preocuparse? ¿O de
venir?
El pánico me subió a la garganta.
No quería que se rindiera conmigo. Que se fuera. Solo necesitaba
algo de tiempo y espacio para pensar en esto y ordenarlo en mi cabeza.
Oh Jesús, yo había sido la que necesitaba espacio todo este tiempo.
No Fox.
Mi teléfono sonó en mi bolso. Ya sabía que era él. Necesitaba saber
qué había escrito, así que tanteé para liberarlo y ver el mensaje. Pero solo
me había enviado dos emojis. Un durazno y un teléfono.
Se me aguaron los ojos y se me abrió la boca con una sonrisa de
alivio.
Después de todo, no había terminado.
—¿Una naranja y un teléfono? —preguntó Gracen a mi lado.
Saltando, golpeé la pantalla del teléfono contra mi estómago,
ocultándolo de su vista. —Disculpa —murmuré—. Es de mala educación
leer los mensajes de otras personas por encima del hombro.
Levantó su mirada hacia mí y parpadeó confundido porque siempre
habíamos fisgoneado abiertamente los mensajes del otro.
—¿Desde cuándo te importa tanto que no vea tus mensajes? ¿Y qué
significa ese mensaje? —Su voz se volvió sospechosa—. ¿Qué me estás
ocultando, Bella? ¿Quién diablos es ese tal Warthog?
—No es nadie —insistí—. No es nada.
—¿Alguien te ha estado acosando? —insistió.
Suspiré y puse los ojos en blanco. —No.
—¿Entonces estás saliendo con alguien nuevo?
El estómago se me apretó de miedo. Probablemente sabía que le
mentía cuando dije “No”, porque suspiró con impaciencia.
—No tengo ni idea de por qué me ocultarías algo, pero ahora mismo
solo se me ocurren razones muy malas. Y todas acaban con que te hagan
daño. Me buscarías si estuvieras en problemas, ¿no?
—Por supuesto. —Como parecía realmente preocupado, extendí la
mano y le toqué el brazo—. No te preocupes, bubba. Estoy bien. Te lo
prometo. La gente puede tener algunos secretos con los demás, ¿no?
Se quedó sospechosamente callado antes de murmurar: —Sí,
supongo que sí.
Pero en cuanto dijo eso, empecé a preguntarme qué me ocultaba.
Y empecé a arrepentirme de haber puesto la frontera que acababa de
crear entre nosotros, porque me parecía que acababa de perder una parte
esencial de nuestra relación.
Maldita sea, esta noche no podía dejar de estropearlo todo, ¿no es
cierto?
Traducido por Jenn 05 & Anna Karol
Corregido por Julie

Yellow
Desde el momento en que me desperté, deseaba que llegara el día.
Mi jefe me había dado permiso para ir esta tarde a reorganizar su sistema
de archivos. No tenía ni idea de quién había sido su ayudante antes que
yo, pero estaba claro que archivar no era una prioridad para ellos.
Además, sería bueno salir de su control por unas horas. No sabía
si el señor Draper era un microgestor o qué, pero me dificultaba mucho
hacer mi trabajo cuando me llamaba constantemente a su despacho para
hacerme preguntas sin sentido y se acercaba a mi mesa para hablar. Era
bastante agradable, claro, pero siempre estaba...
Ahí.
Sería un alivio tener algo de paz y tranquilidad donde orientarme y
simplemente respirar para poder hacer algo de trabajo. Lo que me llevó a
otra razón por la que me entusiasmaba trabajar en sábado.
Y esa razón era Gracen Lowe. Me sentía como idiota, pero no me di
cuenta de que también era un empleado de aquí (tampoco sabía que era
un maldito jefe) hasta mi primer día de trabajo, cuando el señor Draper
me acompañó para presentarme a todo el mundo. Pero, al parecer, el
señor Draper, Gracen y una mujer llamada Jada Batrick eran los dueños
del negocio y todos eran socios.
Sí, fui un desastre al investigar la empresa para la que me estaba
entrevistando. Casi se me cae la mandíbula al suelo cuando el señor
Draper golpeó la puerta antes de abrirla para descubrir la cara de Gracen
en el interior, donde había estado sentado detrás de un escritorio,
trabajando en su ordenador.
Gracen tampoco parecía muy sorprendido de verme. Sabía que me
habían contratado.
A partir de ahí, fue educado pero bastante distante conmigo,
saludándome como si fuera nuestro primer encuentro y asintiendo
rígidamente antes de darme la bienvenida al equipo y volver a sus
asuntos.
Desde entonces no hemos vuelto a cruzarnos. Él tenía su propio
secretario, y yo trabajaba únicamente para el señor Draper. Aunque solía
echarle un vistazo o dos cada día desde el otro lado de la gran sala de
trabajo donde el resto de los empleados que no eran propietarios se
sentaban en cubículos.
Era difícil concentrarse en el trabajo cuando constantemente
buscaba incluso un atisbo de él. Así que estaría bien poder centrarme
únicamente en archivar y organizar las cosas.
En cuanto terminó mi sesión con un Parker bastante tranquilo y
apagado (probablemente también con resaca por su cumpleaños), me
apresuré a ir a la oficina y abrí mi ordenador, dejando que se iniciara
mientras guardaba mi bolso.
Podía oír a uno de los agentes en un cubículo al otro lado de la
habitación, y alguien andaba revolviendo en la sala de descanso. Aparte
de eso, el lugar se encontraba tranquilo. Perfecto para trabajar en serio.
Aunque una buena taza de café me pareció una buena manera de
empezar el día. Podía olerlo en la sala de descanso, así que cogí mi taza
y abandoné mi escritorio, que se hallaba situado justo delante de la
puerta del despacho del señor Draper, durante unos minutos para poder
pasear hacia la sala de descanso, solo para detenerme y quedarme
boquiabierta cuando pasé por el despacho de Gracen y encontré la puerta
abierta con la luz encendida.
No. Él no puede estar trabajando también hoy, ¿o sí? El destino no
puede ser tan cruel.
Pero por supuesto que podía.
El corazón me dio un vuelco y mis labios se separaron cuando dirigí
mi atención a la puerta de la sala de descanso. Tenía la sensación de
saber quién estaba allí ahora mismo.
Preguntándome cómo me trataría, ralenticé mi paso y me debatí
sobre si debía volver a mi escritorio hasta que saliera o simplemente
pasearme por allí con él.
Demonios, estoy siendo una tonta. Ambos somos adultos. Podemos
hacer esto.
Giré en la entrada de la habitación de descanso y me detuve.
Querido Dios, ¿cómo voy a hacer esto?
Llevaba un traje gris y unos pantalones a juego, de espaldas a mí,
y daba una imagen sorprendentemente profesional, pero también lucía
increíblemente hermoso, mientras se hallaba de pie junto al mostrador
agitando un paquete de edulcorante para lograr que todas las partículas
de su interior se desplazaran al otro extremo y poder abrirlo sin ensuciar.
Tenía una taza delante de él mientras sostenía un teléfono con la
otra mano y miraba la pantalla entrecerrando los ojos, a la misma vez
que murmuraba: —Teléfono y naranja. Teléfono y naranja. O durazno.
Supongo que podría ser un durazno.
Curiosa, me acerqué hasta ver la pantalla donde tenía dos emojis
uno al lado del otro, intentando descifrar su significado.
—Teléfono y durazno. Teléfono y durazno...
—Es una llamada sexual —solté, haciéndolo saltar y dejar caer su
paquete de edulcorante sin abrir...
Justo en su taza llena de líquido humeante y oscuro.
—¡Dios mío, lo siento! —exclamé mientras me tapaba la boca con
las manos mientras él maldecía y se apresuraba a sacar el paquete
empapado de su bebida con la punta de dos dedos.
Siseando por lo caliente que estaba el líquido, levantó los restos
que goteaban antes de tirarlos a una papelera cercana.
Cuando se volvió lentamente hacia mí, con la mandíbula rígida y
una expresión de irritación, solté una carcajada y dije: —Vaya. No era mi
intención asustarte para que dejaras caer eso. Lo siento mucho.
No respondió, solo parpadeó un momento antes de fruncir el ceño
y mirar a su alrededor. —¿Qué haces aquí?
—Oh. —Parpadeé y me aparté porque parecía muy disgustado por
mi presencia—. Le pregunté al señor Draper si podía venir hoy a archivar
algunas cosas. ¿No está bien? Dijo que estaría bien, pero...
—Está bien. —Sacudió la cabeza y cerró los ojos, haciendo una
mueca, lo que me hizo saber que no estaba bien en absoluto—. Solo pensé
que hoy me libraría de él. —Exhalando un suspiro, volvió a abrir las
pestañas y me dedicó una de esas sonrisas tensas que en realidad no era
una sonrisa—. Esa es la razón por la que trabajo mucho de martes a
sábado. Así puedo tener más días libres de él.
—¿Sí? —No me había dado cuenta de que trabajaba los sábados.
Qué mal. Podría haber replanteado mi idea de venir hoy si hubiera sabido
que estaría aquí. No es que no quisiera verlo; había pensado mucho en él
desde que lo abracé en el cine. Pero estaba bastante segura de que él no
quería verme. Su frialdad hacia mí durante las últimas semanas en la
oficina lo hacía bastante evidente.
Tampoco sabía qué había hecho mal. Se comportó agradable y bien
durante toda la película e incluso cuando me acompañó al coche más
tarde. Y el abrazo había sido épico. Pero ahora...
Si supiera lo que ocurría, tal vez podría arreglarlo.
—Sí —me decía ahora Gracen—. Sí.
Me llevó un momento ponerme al día y recordar lo que habíamos
estado discutiendo. Y cuando lo hice, parpadeé, sorprendida al saber que
no le importaba mucho su copropietario si trabajaba a propósito ciertos
días de la semana solo para evitarlo.
Vaya.
El señor Draper también me daba una sensación espeluznante a
veces, pero hasta ahora había sido muy amable y comprensivo conmigo,
así que no podía quejarme de él.
Sin embargo, fue un shock saber que a Gracen no le gustaba
alguien. Siempre pareció una de esas personas que se llevaban bien con
todo el mundo.
—Oh —murmuré, sintiéndome idiota—. Bueno, no creo que tengas
que preocuparte de que venga el señor Draper. Solo estoy organizando
algunas cosas en mi propio escritorio. El sistema de archivo de mi
cubículo era un completo desastre. Así que no hay razón para que él...
—Confía en mí —dijo Gracen con ira—. Si sabe que estás aquí, no
estará muy lejos.
Me aparté, alarmada y confundida por sus palabras. —¿Qué
significa eso?
—Nada —murmuró y cogió un nuevo paquete de azúcar para darle
un chasquido salvaje antes de abrirlo y echarlo en su bebida. Pero en
cuanto cogió un palillo para remover, volvió a mirarme, con una ceja
alzada.
—¿De verdad crees que esos emojis se refieren a una llamada
sexual?
Me encogí de hombros e hice una mueca, esperando a que
terminara de remover y recogiendo su taza para que yo pudiera tener mi
oportunidad en la estación de café. —¿Qué otra cosa podría significar?
—Buen punto. —Expulsó un largo suspiro—. Está saliendo con
alguien, entonces —murmuró para sí mismo antes de centrarse en mí—.
Mi hermana —explicó.
—Ah... —Asentí, tratando de ser cortés antes de añadir—: Bien por
ella.
Me preocupaba por cómo Bella había afrontado todo y había
seguido adelante después... bueno, después. Era bueno escuchar que
encontró a alguien más.
Sin embargo, Gracen me miró con el ceño fruncido. Debía ser difícil
para él creer que realmente me importaba su felicidad.
—No —gruñó—. No está bien. Me está ocultando a este imbécil.
¿Por qué demonios iba a ocultar una relación? Nunca he hecho un
escándalo por ningún tipo con el que haya salido antes. ¿Qué hay de
malo en él que piensa que ni siquiera yo lo aprobaría? Yo apruebo a todo
el mundo.
Excepto, obviamente, al señor Draper.
¡Oh! ¿Y si su hermana estaba saliendo a escondidas con el señor
Draper?
Como si leyera el pensamiento en mi cara, Gracen dijo: —¿Qué?
Le dirigí la mirada, sin querer compartir mi teoría. Con una sonrisa
inocente, levanté mi taza. —Nada. Solo he venido a tomar un café.
—Oh. —Parpadeó y se hizo a un lado, fuera de mi camino—.
Mierda, lo siento. Estoy bloqueando tu camino, ¿no? Creo que Conner
preparó algo de café. Huele a eso, de todos modos. Aquí tienes.
—Gracias —le dije mientras pasaba—. Pero no había necesidad de
apresurarse. Hoy parece un día perezoso y relajado, así que no tengo
prisa.
Frunció el ceño y respiró lentamente cuando pasé por su lado, para
detenerse e inclinar la cabeza cuando algo en mi pelo le llamó la atención.
—¿Tienes mechas rosas?
—¿Qué? —Parpadeé ante la pregunta aleatoria y me llevé la mano
a mis mechones rubios—. Eh, sí —respondí vacilante, echándome un
poco hacia atrás cuando se adelantó para fruncir el ceño mientras los
inspeccionaba como si le disgustara lo que veía—. ¿Por qué? —Entonces
palidecí—. Oh, Dios. ¿Hay un código de vestimenta contra las mechas
rosas?
Eso sería mi suerte.
—No. No hay código de vestimenta. —Sus ojos se entrecerraron
más—. Y también hay algunas verdes, ¿no?
—Azules —corregí, luego me sonrojé y puse los ojos en blanco—.
Se supone que son azules, pero empiezan a parecer verdes cuando
empiezan a desteñirse.
—Se desvanecen —repitió en un murmullo pensativo. Esto pareció
molestarle aún más—. ¿Así que los tienes desde hace tiempo?
—Sí, supongo. ¿Por qué? —repetí.
—¿Ya las tenías en el cine?
Parpadeé, sorprendida de que fuera a mencionar el cine. Cuando
me lo habían presentado el primer día, uno pensaría que no recordaba
en absoluto nuestros dos encontronazos en el teatro.
—Creo que sí —dije, solo para volver a decir—: ¿Por qué? ¿Qué
sucede?
—Nada. Son... —Buscó a tientas una palabra antes de decidirse
por—: Bonitas. Es que...
—¿Qué?
—No las vi antes —confesó finalmente como si eso fuera un gran
problema.
—Probablemente porque estaba oscuro —permití ya que parecía
tan molesto por no notar mis mechas.
—Y tenías el pelo recogido las dos veces —añadió suavemente.
Asentí. —Sí. Eso también.
—Hmm. —Tiró de su labio inferior entre los dientes y sacudió la
cabeza antes de darse la vuelta como si fuera a salir de la sala de
descanso.
—¿Tienes algún tipo de problema con el pelo teñido? —le pregunté
a su espalda en retirada.
Hizo una pausa y se dio la vuelta, apoyándose en la jamba de la
puerta mientras me miraba especulativamente. —No. En absoluto —dijo
finalmente—. Solo pensé que eras diferente, eso es todo. Me pareciste un
poco diferente. Y ahora me entero de que no eres así en absoluto. Y me
parece que he estado... —Se encogió de hombros y miró alrededor de la
habitación—. No sé... embaucado.
—¿Embaucado? —Fruncí el ceño, pensando que era una palabra
muy fuerte para sorprender a alguien por accidente sobre un nuevo color
de pelo. A no ser que se refiriera a algo totalmente distinto, como la razón
por la que se había vuelto tan frío conmigo. Así que me acerqué a él y le
pregunté sin rodeos—: ¿En qué crees exactamente que te he engañado?
—Nada —murmuró y se dio la vuelta—. Olvida que dije algo.
Lo agarré del brazo. —Oye, si pensabas algo de mí y te enteraste de
que no era cierto, es culpa tuya por suponerlo. Nunca me propuse
embaucar a nadie.
Exhaló un suspiro entre dientes y lo convirtió en un gemido antes
de echar la cabeza hacia atrás y contra la jamba de la puerta, para luego
admitir de mala gana: —Sí, probablemente tengas razón.
Sabía que tenía razón. Solo había una cosa que no le había dicho
que podría cambiar su percepción de mí, pero dudaba seriamente que le
diera este tipo de reacción.
—Entonces, ¿me vas a decir de qué hablas? Y no me digas que del
pelo. Sé que eso no tiene nada que ver.
Sonrió y bebió un trago de su taza, sus ojos azul grisáceos brillaban
con picardía. Sin embargo, cuando bajó la taza, dijo: —No. No voy a decir
nada más. —Y salió de la sala de descanso para escapar y desaparecer
por el pasillo lejos de mí.
—Cobarde —murmuré en voz baja.
Pero, por alguna razón, también me sentí mejor porque ahora sabía
que había una razón específica por la que me hacía la ley del hielo. Y que
estaba dispuesto a admitir que yo no había hecho nada malo para
merecerlo. Mmm.
Ahora, si volviera a hablarme como lo hizo en el cine, la vida sería
buena.
Aunque probablemente era demasiado pedir.
Oh, bueno. Todavía iba a celebrar el buen humor en el que me
encontraba. Mi confianza en mí misma y el hecho de haberme enfrentado
a él sin retroceder. Diablos, en todo caso, lo hice retroceder. Parker iba a
estar muy orgulloso de mí. Lo llamaría progreso, sabía que lo haría.
Todavía resplandecía de triunfo cuando volví a mi escritorio con la
taza llena.
—¿Eh, El?
Me sobresalté y casi derramé el café sobre mi blusa cuando mi jefe
salió de su despacho.
—Dios mío —jadeé, llevándome una mano al pecho.
Porque, Dios mío, ¿cómo podía saber Gracen que iba a aparecer?
—Lo siento —dijo, dando un paso adelante para agarrar mi brazo
con preocupación—. ¿Estás bien?
—Sí, por supuesto. —Liberé mi brazo porque ciertamente no había
sido un susto tan grande—. Lo siento, es que no sabía que vendría hoy.
—Ah. Bueno, sorpresa. —Mostró otra gran sonrisa y abrió los
brazos de par en par.
Le mostré una sonrisita vacilante a cambio.
Sí. Sí, sorpresa.
—En fin, me preguntaba si tenías el archivo de Zimle contigo.
—Sí, lo tengo —le dije, pasando a toda prisa para dejar mi café en
el borde de mi escritorio antes de corretear a su alrededor para empezar
a ordenar el lío que había encima—. Lo siento, lo tengo por aquí, lo sé. —
Le ofrecí una sonrisa tranquilizadora para que no pensara que era
incompetente—. Por eso quería venir hoy, para poder poner un poco de
orden en este caos.
—Oye, no hay problema —me dijo con naturalidad—. Tómate tu
tiempo.
Ven, Gracen se equivocaba totalmente con él. El señor Draper era
un buen tipo.
Me apresuré, queriendo complacerlo con mis increíbles habilidades
de secretaria. Pero después de revolver todo en mi escritorio, y no hallar
el archivo que buscaba, supe que no daba la impresión de ser muy
competente en absoluto.
Mierda.
Levanté un dedo, esperando que se mantuviera paciente y sin
prejuicios un momento más. —Tal vez es uno de los que ya he archivado.
Me di la vuelta y estudié el archivador un segundo antes de darme
cuenta de que necesitaría el cajón de abajo. Así que me agaché para
abrirlo y pasé las uñas por las pestañas con nombre a lo largo de la parte
superior, solo para saltar cuando alguien me abordó.
O eso pensé.
—¡Oh! —Me levanté de golpe y me giré porque sentí como si alguien
me hubiera pellizcado la parte trasera de la falda. Pero cuando volví a
mirar a mi jefe, todavía se encontraba a unos metros de distancia.
Con el ceño fruncido, miré a mi alrededor antes de volver a
centrarme en él.
—Acaba de…
Oh, Señor, ¿cómo le preguntabas a tu jefe si se había metido con
tu culo?
—¿Hmm? —preguntó, levantando las cejas en forma de pregunta
inocente.
Un poco demasiado inocente para mi tranquilidad.
—Nada —murmuré, frunciendo el ceño porque sentía que perdía la
cabeza—. Lo siento. Es que...
Empecé a girarme de nuevo hacia el archivador, pero el señor
Draper levantó un dedo. —¿Sabes? Puede que tenga el archivo en mi
despacho después de todo. ¿Por qué no vamos allí y lo buscamos?
Um…
¿Qué?
Uno: estaba segura de haber visto el archivo en mi escritorio esta
mañana.
Pero dos: los dos no necesitábamos buscarlo en su despacho. Con
las extremidades inundadas de frío temor, hice una pausa, sin saber qué
responder. ¿Era correcto decirle a tu superior que no a una petición tan
simple? ¿Y si me preguntaba por qué me negaba? No podía decirle que
era porque me daba un repentino y grave ataque de nervios. Eso sería
una grosería.
Oh, Dios. No sabía cómo manejar esto.
Al leer el pánico en mi cara, se adelantó y suavizó su voz, diciendo:
—Oye, oye. Relájate. No pasa nada. —Extendió la mano y me acarició el
costado del brazo—. Todo está bien. Te cuidaré.
¿Cuidarme?
Las campanas de alarma sonaron en mi sistema. No quería ni saber
lo que eso significaba.
Empecé a retroceder, pero su agarre en mi brazo se hizo más fuerte,
manteniéndome allí.
No está bien. No está bien en absoluto.
—Nadie tiene por qué saberlo —susurró mientras levantaba la
mano libre para tocarme la mejilla—. No lo diré si tú no lo dices.
¡Asqueroso!
Reaccioné por instinto, golpeando con el puño cerrado y apuntando
a su cara. Pero fallé y le di en la tráquea, golpeándole tan fuerte como
pude.
Inmediatamente me soltó, ahogándose y agarrándose la garganta,
tratando de encontrar aire.
—¡Oh, Dios mío! —grité a la vez que me tapaba la boca con las
manos, esperando no haberle matado accidentalmente.
Desde detrás de mí, una voz cercana gritó: —Mierda.
Me giré, completamente atrapada en el acto, y me limité a mirar
con culpa a Gracen, incapaz de formular palabras mientras intentaba
explicar lo sucedido. —Él… él…
Oh, genial. El pánico me llenó la garganta.
Un ataque parecía inevitable.
Manchas negras bailaron en mis ojos. Creo que me costaba tanto
intentar respirar como a mi jefe. Le señalé con el dedo, esperando que
eso aclarara las cosas de alguna manera.
Gracen se recuperó primero de su sorpresa. Se quitó la impresión
de su expresión, se puso muy serio y me señaló con un dedo, haciéndome
un gesto para que me acercara.
—Señorita Nicksen. —Sonaba como un director al que han llamado
para reprender a un niño—. Venga conmigo. —Luego lanzó una mirada
letal hacia el señor Draper—. Y tú —lo señaló amenazadoramente—, no
te vayas lejos.
Me lanzó otra mirada dura antes de darse la vuelta. Le seguí el paso
mientras regresaba a su despacho, llamando a alguien por teléfono a la
vez que avanzaba.
Cuando contestó la persona que estuviera al otro lado de la línea,
dijo: —Tienes que entrar. Ahora mismo —y volvió a colgar.
Respiré con fuerza cuando Gracen abrió la puerta de su despacho
y me indicó que entrara antes que él. Luego me siguió y nos quedamos
solos dentro.
Tragué saliva, segura de que me iban a despedir por golpear a mi
jefe. Antes de que pudiera detenerme, me giré hacia él y solté: —No ha
sido culpa mía. Él… él…
—Vi lo que hizo —dijo Gracen con firmeza—. Vi toda la maldita
situación.
De acuerdo.
Aunque tampoco sabía muy bien qué significaba eso. Se lo notaba
bastante enfadado con el señor Draper. Pero tampoco parecía estar muy
contento conmigo. ¿Estaría en problemas o no?
—Bueno, si vas a reprenderme por haberle hecho daño, entonces
acaba con ello de una vez —murmuré irritada, incapaz de soportar la
espera de su reacción—. Porque puede que no tuviera intención de
pegarle tan fuerte, pero no me arrepiento de lo que hice. No debería
haberse puesto a tocarme. No me importa si crees que me lo merecía por
agacharme estúpidamente delante de él. Yo…
—¿Por qué, en nombre de Dios, iba a pensar que te lo merecías? —
gritó Gracen con incredulidad.
—Me dijiste que mi aspecto hacía que los hombres…
—¡Y una mierda! Eso no está ni siquiera en el rango de lo que dije.
No tengo ni idea de por qué los imbéciles son así de imbéciles. Y Art
Draper es un imbécil americano de grado A. No importa si llegas al trabajo
en tanga y con putas borlas en los pezones y te pones a hacer yoga
delante de él. No tenía derecho a tocarte el culo. En absoluto. Y para tu
información, la única razón por la que te traje aquí fue para preguntarte
si estabas bien. No para reprenderte.
Para cuando terminó de despotricar estaba furioso y parecía que le
iba a saltar una vena en el cuello. Pero, extrañamente, no me asustó. Por
el contrario, me sentí mal por tratar de meterlo en la misma categoría que
el señor Draper. Sabía que no era como los imbéciles del mundo. Mi
instinto siempre supo que no era más que seguro y compasivo, sin
importar de qué lo acusara.
Así que crucé los brazos con fuerza sobre mi pecho mientras mi
barbilla empezaba a temblar incontroladamente. —Por supuesto que no
estoy bien —murmuré—. Mi jefe me acaba de meter mano, joder.
Entonces se me cerró la garganta y las lágrimas anegaron mis ojos.
—¿Qué estoy haciendo mal? ¿Por qué sigo atrayendo a estos idiotas a mí
y permitiendo que se salgan con la suya pensando que pueden... que
pueden...?
—Eres demasiado amable —respondió suavemente, sus ojos por fin
se llenaron de simpatía—. La cortesía está tan arraigada en tu sistema
que prefieres implosionar a ser grosera con alguien y mandarlo a la
mierda cuando se lo merece. Así que presionan tus límites y siguen así
hasta que consiguen lo que quieren.
—Bueno… —Fruncí el ceño y lo miré amotinadamente—. Eso es
una mierda. ¿Por qué tengo que ser yo la que cambie y se convierta en
otra cosa… en algo duro y maleducado y todo el mundo lo consiente, solo
porque ellos son acosadores y desconsiderados y...?
Sacudí la cabeza y me estremecí, secándome las mejillas, odiando
por completo esto. ¿Por qué algunas personas te ponen a propósito en
una situación incómoda solo porque pueden hacerlo? Eso no debería
estar bien. Me gustaba ser amable. No debería tener que sentirme como
una mierda y débil por ser simplemente como quería ser.
—Espero que no cambies —murmuró suavemente Gracen—. Me
gustas como eres. Y si mal no recuerdo, tampoco dejaste que Draper te
pasara por encima. Le diste un puñetazo en la garganta al imbécil.
Una risa enloquecida brotó de mí. —Oh, Dios, realmente lo hice,
¿no? —De verdad que no pretendía hacerlo. Ni siquiera era mi intención.
Pero en cierto modo también admiraba lo que acababa de hacer.
Gracen asintió. —Lo hiciste. Fue épico.
—Estuvo muy lejos del ataque de pánico que casi tuve con el
imbécil del cine, ¿eh?
—Creo que mi mandíbula golpeó el suelo en el momento en que se
derrumbó frente a ti.
Me reí de nuevo porque lo logré. Por fin me había defendido para
mi propia satisfacción. Parker estaría muy orgulloso.
Pero entonces los efectos posteriores finalmente golpearon, y un
temblor se apoderó de mí, seguido de otro. Antes de darme cuenta, me
hundía en la silla y lloraba incontroladamente.
Traducido por Jadasa & Lisseth
Corregido por Julie

Gracen
Yellow me dijo que no me preocupara por ella mientras lloraba.
—Es mi forma de desestresarme —intentó explicarme mientras le
caían las lágrimas y le chorreaba la nariz.
Sus mejillas estaban moteadas con manchas rojas y sus ojos se
encontraban hinchados. Sin embargo, su principal preocupación era
tranquilizarme.
—Algunas personas se enfurecen, otras beben, otras lo entierran
profundamente. Pero lloro al estresarme. Sin embargo, una vez que lo
saco de mi sistema, me sentiré bien y estaré lista para lidiar con la vida
nuevamente. ¿De acuerdo?
Hice un gesto con la mano y respondí: —De acuerdo, está bien. No
te preocupes por mí. Solo haz lo que necesitas hacer. —Y yo retrocedí
para sentarme en una silla contra la pared para mirar y esperar.
Pero iba en contra de todos los instintos que tenía no ofrecer algún
tipo de consuelo. Me encontraba acostumbrado a abrazar y acariciar el
cabello, murmurar palabras suaves de aliento y buscar comida o bebida
cada vez que lidiaba con una persona que lloraba. Eso es lo que Bella
solía exigirme, de todos modos. Sin embargo, ya sabía que eso sería lo
incorrecto para Yellow.
Necesitaba sentirse fuerte por algo ahora mismo. Apoyarse en mí
no la ayudaría a lograr eso. Además, me acababa de decir que se sentía
cansada de que los hombres siempre pensaran que tenían derecho a
tocarla cuando quisieran. Y tuve la sensación de que, en este momento,
incluso ofrecer un abrazo de apoyo entraría en esa categoría.
De manera que, tras entregarle una caja de pañuelos, me senté a
unos tres metros, apoyé los antebrazos en las rodillas y esperé. Escuché.
Y observé cómo se desmoronaba por completo antes de volver calmarse.
Me sentí destrozado cuando terminó y se enderezó, sorbiendo las últimas
lágrimas en tanto se secaba la cara y se concentraba en mí.
—Está bien, creo que ya he terminado.
Negué con la cabeza y agité una mano porque todavía necesitaba
un minuto para lidiar con ser testigo de todo eso. —No te detengas por
mí —le dije con voz ronca—. Tómate el tiempo que necesites.
Pero ella ya no quería llorar. Poniéndose de pie, alisó su falda y
blusa, luego su cabello, antes de levantar la barbilla y decir: —Necesito
volver al trabajo.
—Mmm no. No —le dije, permaneciendo exactamente en el lugar
que me encontraba—. No vas a volver a ese escritorio.
—¿Qué? —Su rostro perdió el color y el terror llenó sus facciones—
. Entonces, ¿qué… qué esperas que haga? Tengo un trabajo que necesita
ser terminado. Oh Dios, no me vas a despedir, ¿verdad?
—¡¿Qué?! No. Simplemente… —Antes de que pudiera estropearlo
por completo, sonó un golpe en mi puerta. Gracias a Dios—. Momento
perfecto —anuncié antes de decir en voz alta—: Adelante.
La puerta se abrió y mi otra colega, Jada, entró en la habitación.
Era su día libre, pero nadie se daría cuenta por el conjunto, fresco y
almidonado de traje pantalón, que usaba con tacones y su cabello
plateado peinado como si acabara de venir de un estilista. Para mí, se
parecía a la reina Leah de Descendants.
Jada dominaba cualquier habitación en la que entraba, y pude
verla evaluar la situación a medida que me ponía de pie lentamente y
deslizaba las manos en mis bolsillos. Su mirada me recorrió brevemente
antes de desviarse hacia la bonita y joven rubia del otro lado de la oficina
con los ojos llenos de lágrimas y la nariz roja.
Un profundo suspiro escapó de sus pulmones. —Art ha vuelto a
golpear, ¿verdad?
Contuve mi diversión amarga. —Oh sí. Excepto que esta vez, la
señorita realmente rechazó sus avances.
—¿Realmente? —Las cejas de Jada se arquearon con sorpresa en
tanto miraba a Yellow con curiosidad. Luego se volvió majestuosamente
hacia mí—. Bueno, supongo que hay una primera vez para todo.
Prestando atención a nuestro intercambio, Yellow abrió mucho los
ojos antes de decir: —¿Quieres decir que ya ha hecho esto antes?
—Con cada una de las secretarias que ha contratado —respondió
Jada con total naturalidad. Su mirada recorrió con desdén la forma de
Yellow como si desaprobara lo que veía. Luego agregó astutamente—:
Pero aparentemente, te mereces una calcomanía dorada, querida. Eres la
primera en rechazarlo.
Yellow parpadeó como si no entendiera. Entonces su expresión se
llenó de horror. —Entonces, todas las personas que han trabajado en ese
puesto antes que yo...
—Tuvieron aventuras con él, sí —confirmó Jada.
Con la boca abierta de incredulidad, dijo con voz ronca: —¿Y nadie
pensó en advertirme sobre esto? —Su mirada se desvió en mi dirección,
haciéndome saber que pensaba que ese debería haber sido mi trabajo.
Abrí la boca para defenderme, pero no sabía con certeza qué decir.
De repente me di cuenta de que probablemente debería haberle advertido.
Pero Jada me salvó de lo que probablemente hubiera sido una disculpa
verdaderamente patética.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer al respecto? —preguntó, mirando
entre Yellow y yo—. Supongo que antes que nada deseas presentar cargos
en su contra.
—¿Cargos? —La espalda de Yellow se enderezó con alarma—. Yo,
eh, no. No, no creo que sea necesario.
—¿A qué te refieres con no? —grité—. Tu jefe te acaba de acosar
sexualmente, Yellow. Por supuesto que vas a presentar cargos en su
contra.
—¿Yellow? —murmuró Jada sorprendida en tanto Yellow fruncía el
ceño con irritación.
—Si todas las asistentes que ha tenido antes que yo, han tenido
voluntariamente relaciones sexuales con él; entonces ni siquiera yo
puedo culparlo por suponer que también podría hacerlo conmigo. No es
realmente un crimen hacerle saber a alguien que estás interesado, y eso
es básicamente lo que hizo. Pero ahora que sabe que no le correspondo,
¿no sé si me dejará en paz?
¿Art? ¿Dejar en paz a una mujer? Mmm. No parecía probable. Pero
Jada acababa de decir que había una primera vez para todo.
—Lo que sea que te dijo hizo que le dieras un puñetazo en la
garganta —le recordé—. Parece que hizo más que hacerte saber su
interés.
—¿En la garganta? —repitió Jada con admiración—. Guau. Eso es
impresionante.
Pero Yellow solo se sonrojó de mortificación. —Yo… creo que podría
haber sobre reaccionado un poco con el puñetazo en la garganta. Lo
siento. No debería haber ido tan lejos. Probablemente solo intentaba
compensar lo mal que reaccioné la última vez que lo hicieron.
—¿La última vez? ¿Quieres decir que esto ha sucedido antes? —le
preguntó Jada indignada mientras nos miraba.
—Un tipo diferente, un lugar diferente —respondí, ignorando su
pregunta en tanto seguía estudiando a Yellow—. Y no importa si sobre
reaccionaste o no. Lo que importa es que te puso en una situación íntima
e incómoda que te hizo llorar por toda mi oficina durante veinte malditos
minutos seguidos. Eso no se puede tolerar en ninguna empresa, y mucho
menos en una que yo dirijo parcialmente. Ni Jada ni yo tenemos fondos
suficientes para comprar su parte, de manera que la única forma en que
puedo pensar en hacer que este hijo de puta pague es presionando si
presentas una demanda.
—Estoy confundida —comentó Jada—. ¿Ustedes dos se conocen
íntimamente?
Tanto Yellow como yo la ignoramos en tanto nos estudiábamos, mi
expresión decidida y la de Yellow llena de pánico.
—¿No podemos esperar? —susurró suplicando, sus pestañas se
humedecieron por las lágrimas—. Él no sabía que no le correspondía.
Pero ahora que lo sabe, al menos debería tener la oportunidad de
comportarse y dejarme en paz, antes de que nos veamos envueltos en un
gran escándalo de oficina de “él dijo ella dijo” que en realidad no fue nada
del otro mundo.
—No es una situación de él dijo ella dijo —argumenté—. Porque yo
fui testigo de todo. ¿Y cómo puedes decir que no es un gran...?
—Él se sobrepasó, fue evidente mi negativa, por lo que ahora se
merece la oportunidad de respetar mis deseos. Hasta el momento en que
él no los respete, realmente no quiero convertirme en un chisme caliente
en el que todos opinan sobre lo puta que soy o no. Por favor, no me hagas
pasar por eso de nuevo.
¿De nuevo?
Mis labios se separaron. ¿Hablaba del asunto entre ella y Bella? ¿O
algo más?
Fruncí el ceño mientras me preguntaba si había más en la historia
de mi hermana que no conocía. Tal vez era solo mi corazón esperando
que ella fuera menos culpable en la situación de Ethan-Bella de lo que
siempre pensé que era, pero ¿era menos culpable de lo que siempre había
pensado que era?
—Si estás totalmente segura de que no deseas presentar cargos...
—comenzó Jada, hablando directamente con Yellow e ignorándome
cuando la miré con una expresión de incredulidad—. Entonces tengo una
idea de cómo engañarlo para que con suerte se comporte cuando se trata
de ti.
—Acepto —le dijo Yellow, moviendo la cabeza enfáticamente.
Resoplé. —Ni siquiera has escuchado cuál es su idea.
Yellow frunció el ceño en mi dirección. —Si me ayuda a mantener
mi trabajo y se maneja con discreción lo que sucedió hoy, entonces estoy
totalmente de acuerdo.
—Eres imposible —murmuré, en tanto Jada abría la puerta de mi
oficina.
¿A quién carajo le importaba la discreción? Le hicieron daño.
Merecía justicia.
—Oh, Art —llamó Jada, simplemente para retroceder y agregar—:
Ah. Ahí tienes. ¿Podrías reunirte un minuto con nosotros, por favor? —
Extendió una mano de bienvenida a medida que mantenía la puerta
abierta de par en par.
Un segundo después, Art (el imbécil) Draper entró, fulminando con
la mirada a Yellow antes de tocar brevemente la base de su garganta.
Nadie se molestó en preguntarle si se encontraba bien.
Instantáneamente se puso a la defensiva. —Mira, no sé qué te dijo
que hice, pero...
—¡Cállate! —siseó Jada cuando cerró la puerta detrás de él y juntó
las manos frente a ella—. De manera que esto es lo que va a pasar —
anunció en tanto entrecerraba los ojos hacia Art—. La señorita Nicksen
acordó no presentar ningún cargo en tu contra si...
—¿Contra mí? —dijo bruscamente con incredulidad. Clavándose
un dedo en su propio pecho, lloriqueó—. Ella es quien me atacó.
—Se defendió después de que le pusiste tus putas manos encima
—gruñí, dando un paso amenazante hacia él.
Se echó hacia atrás y me miró con recelo antes de volverse hacia
Jada. —No hice nada malo.
—Claro que sí —respondió Jada—. Pero ya estamos más allá de ese
punto. Entonces, dime, ¿quieres gastar todo tu dinero en batallas legales
en las que esencialmente perderás y te verás obligado a ceder tu parte de
la empresa a Gracen y a mí? ¿O preferirías mantener esto en silencio
después de permitir algunos cambios menores en la lista de asistencia?
—¿Qué tipo de cambios? —preguntó con recelo.
—Para empezar, la señorita Nicksen necesitará un nuevo puesto.
Despedirla por tu comportamiento lascivo está fuera de discusión, pero
tampoco sería prudente que la siguieras teniendo como tu secretaria. Y
después de lo que has hecho, no podemos confiarte legítimamente con
ninguna mujer como ayudante, así que...
Cuando miró en mi dirección expectante, supe exactamente lo que
quería que le ofreciera.
—Trabajarás con el mío —dije, ya lamentando tener que dejar ir a
Price como mi asistente personal. Era la mejor ayuda que alguna vez
obtuve.
Pero por Yellow, ni siquiera era una pregunta. Se harían sacrificios.
—¿El maricón? —explotó Draper horrorizado.
Apretando los dientes, negué con la cabeza lentamente. —Insúltalo
de nuevo, y tendrás dos demandas en tu plato, amigo.
Draper inmediatamente cerró la boca y lo fulminó con la mirada.
Yellow me miró con ojos marrones grandes y preocupados como si
pensara que la condenaría a un destino peor que la muerte, así que decidí
anunciar su nuevo puesto. —Nicksen se irá con Jada —agregué—. Y yo
tomaré a la asistente de Jada, Magda.
—Espera. ¿Qué? —Jada se enderezó confundida, parpadeándome
como si me hubiera vuelto loco. Sabía que ella quería que intercambiara
a dos asistentes en la junta, pero eso significaría que Yellow se convertiría
en mi secretaria, y no había forma de que pudiera manejar eso, así que
simplemente los intercambié a los tres.
Jada no contradijo mi anuncio, pero tampoco parecía muy
complacida. La manera en la que entrecerró los ojos me dijo que le debía
mucho por esto. Pero, oye, ella me debía por hacer que perdiera a Price.
Tampoco podía decir que estaba completamente complacido por el
arreglo. Acababa de terminar con una bisabuela que debería haberse
jubilado hace una década, que ya no podía escuchar muy bien, que
estaba atrasada en todas las formas de tecnología y que hacía todo a la
velocidad de un perezoso.
Iba a echar mucho de menos a Price.
La única persona en la habitación que parecía de alguna manera
complacida con toda la situación era Yellow. Y ella era la única a la que
me interesaba ayudar en este momento. así que eso era todo lo que
importaba.
—Y si alguna vez vuelves a acercarte a ella, o hablas con ella, o la
miras de alguna manera que encuentre ofensiva… —comencé, dando un
paso intimidante hacia Draper de nuevo.
Pero él levantó las manos antes de que pudiera continuar. —No lo
haré. Jesús. Está bien. Acepto esos términos. Ustedes ganan. Llévense a
la perra y denme al maricón.
—Genial —respondió Jada con un asentimiento asiduo, eligiendo
ignorar su crudo lenguaje—. Entonces todos estamos de acuerdo. El
intercambio de asistentes comienza de inmediato. Buen día, caballeros.
—Su atención se desvió hacia Yellow y luego entrecerró los ojos con
frialdad—. Señorita Nicksen —agregó—. La veré a las ocho en punto el
lunes por la mañana. No tolero la tardanza y espero encontrar una taza
humeante de café solo con cafeína en la esquina noroeste de mi escritorio,
precisamente a quince centímetros de cada borde, cuando llego a mi
oficina.
—Sí, señora —murmuró ella, haciendo una reverencia—. La veré
entonces.
Cuando Jada se dio la vuelta y salió de la habitación, Draper hizo
una cara de desprecio hacia mí y Yellow antes de también apresurarse a
escapar, siguiendo detrás de ella.
Yellow se quedó después de que se fueron. Luego, sin mirarme, dijo
un silencioso y sincero: —Gracias.
Bufé. —Todavía no me agradezcas. Jada es una rompe pelotas. No
será fácil contigo.
Se giró hacia mí, sus ojos castaños intensos. —Siempre y cuando
no me acose sexualmente, puedo manejarlo. De hecho, estaba calificada
para el puesto en el que fui contratada.
Le envié un asentimiento de respeto. —Es bueno saberlo.
Ella me estudió un poco más. Creo que esperaba que dijera algo.
Me sentía como una decepción en muchas formas; ni siquiera
estaba seguro por dónde comenzar, así que permanecí en silencio.
Al darse cuenta de que no iba a hablar, ella asintió y se dio la vuelta
para marcharse.
Pero, justo cuando llegó a la puerta, cerré los ojos con fuerza y
susurré: —Espera.
Casi esperaba que no me hubiera escuchado, pero cuando abrí los
ojos, ella se había detenido y estaba regresando, con los ojos muy abiertos
y esperanzados.
Respiré hondo. —¿Segura de que estás de acuerdo con todo esto?
Si cambias de opinión y quieres presentar una demanda…
—No lo haré —me aseguró—. Me gustó este resultado.
—Está bien. —Asentí y finalmente dije—: En otras noticias, te debo
una disculpa.
Su ceño se frunció en confusión. —¿Por qué?
—Asumí erróneamente que ya sabías lo que pretendía Art cuando
te contrató. Pensé que serías igual a todas sus otras secretarias. Quiero
decir, después de todo lo que pasó entre tú, Bella y ese imbécil, no pensé
que te opondrías a…
—Pero el señor Draper está casado —escupió con incredulidad,
mirándome boquiabierta como si estuviera loco por siquiera sugerir lo
que estaba sugiriendo.
Me estremecí incluso mientras me encogía de hombros. —Y Bella
estaba comprometida —fue todo lo que pude pensar en responder—. ¿Por
qué asumiría que sería diferente?
Su cara de inmediato se drenó de color, inclinó la cabeza y presionó
las manos en su estómago. —Supongo que entiendo tu razonamiento.
—El punto es… —Hice énfasis, bajando la mirada a mis manos
avergonzadamente—. Si hubiera sabido que no estabas al tanto de sus
intenciones, si hubiera sabido que no recibirías con agrado sus avances,
te lo habría advertido. Mierda, debí haberte advertido de todos modos. Y
lo siento. Pero cuando saliste de su oficina después de tu entrevista, y él
anunció que ibas a ser su secretaria, todo me vino a la mente otra vez.
Todo lo que hiciste con Ethan, cómo afectó a Bella, y yo simplemente…
—Incliné la cabeza y cerré los ojos avergonzado—. No tengo problemas
con lo que la gente hace con sus vidas. Pero contigo, Cristo, comenzabas
a gustarme, estaba comenzando a olvidar que tú… que así es como eres.
Y cuando recordé, me sentí muy traicionado. Porque estuve pensando en
ti como algo que no eres, como algo que quería que fueras. Lo cual es mi
culpa, no tuya. Y no debería haber hecho eso. Lo siento.
Suspirando profundamente, me alejé y apoyé las manos en el
alféizar de la ventana mientras miraba afuera sin ver. —Es por eso que
te he estado tratando con frialdad desde que comenzaste aquí. Estaba
enojado. Enojado contigo. Enojado conmigo mismo. Enojado con toda la
situación. Y me sentía un idiota por percibirte como esta clase de persona
amable que deseaba que fueras cuando no debería haberlo hecho. Así
que también lamento eso; me arrepiento de no haberte advertido sobre
Art. Podría haberte ayudado a evitar todo este espectáculo de mierda por
el que pasamos hoy si solo hubiera dicho algo.
—Nadie más me advirtió tampoco —respondió como si eso me
excusara.
Miré al otro lado de la habitación hacia ella. —Pero yo debí hacerlo.
Y quiero disculparme por eso.
Me estudió por un momento. Luego dijo: —Está bien.
Así como así, ella me perdonó.
No respondí, solo metí una mano en mi bolsillo e incliné la cabeza,
sabiendo que no lo merecía. Sin embargo, ella no salió de la habitación.
—Gracen —susurró.
Levanté la mirada.
Retorciendo las manos en su cintura, respiró profundo, incluso
cuando parecía que iba a desmayarse en cualquier momento. —Solo…
quería que supieras que tal vez… tal vez no soy tan diferente de lo que
crees que soy. Lo que tu hermana supone que le hice, yo… no lo hice. No
hice lo que ella cree que hice.
Parpadeé. —¿Qué?
Su voz tembló y bajó la mirada. —Yo-yo no… ya sabes… no....
—Pero ella te atrapó —dije bruscamente, parpadeando en asombro
ante el hecho de que me dijera esto—. Desnuda. En la cama de él.
Levantó la cara, y sus ojos se volvieron desesperados mientras
negaba con la cabeza. —Ella no sabe lo que vio.
—Pero él estaba ahí contigo. Desnudo también. Demonios, después
te vi con mis propios ojos, saliendo de su apartamento con tu jodido
brasier en la mano. ¿Cómo puedes decir que no…? ¿Yellow?
Salté hacia adelante preocupado cuando ella se tambaleó como si
fuera a desmayarse. Pero luego me detuve cuando respiró profundo y
cerró los ojos antes de abrirlos de nuevo. Cuando di un paso hacia ella
más cautelosamente, levantó una mano para detenerme y negó con la
cabeza, tragando aire fresco.
—Tienes razón; no debí haberte dicho nada. —Se atragantó antes
de darse la vuelta para escapar.
Pero esquivé frente a ella para poder golpear la puerta con la mano
y mirarla boquiabierto. —Bueno, dijiste algo —acusé con incredulidad—.
Así que no puedes detenerte ahí. ¿Qué diablos pasó realmente entre tú,
Bella y Ethan?
Yellow negó con la cabeza, su respiración se volvía inestable. La
estaba haciendo hiperventilar, pero no podía retroceder.
—Solo dime —exigí con impaciencia.
—Yo… —Intentó entre respiraciones entrecortadas a la vez que
presionaba una mano contra su pecho—. Yo no… no la traicioné. Nunca
le haría eso a Isabella.
—Entonces, ¿qué estás diciendo? —Mi corazón palpitaba contra el
interior de mi caja torácica. Porque si no había apuñalado a Bella por la
espalda, entonces yo no tendría que odiarla—. ¿Él te mintió? —preví—.
¿Te dijo que habían terminado o algo así? ¿Qué?
—Oh, Dios —dijo en voz baja antes de arañar frenéticamente mi
brazo, haciéndome retroceder y desbloquear la salida.
—Oye —susurré suavemente para calmarla—. Está bien. Me estoy
moviendo. Mira. —Levantando las manos para que ella no se sintiera
atrapada, agregué—: Pero no puedes decir todo esto y luego simplemente
irte.
—¿Por qué? —respondió enojada, mirándome. Sus ojos ardían con
terror, frustración y rabia. Haciendo un puño con la mano, repitió más
fuerte—. ¿Por qué no me puedo ir? Ya estás negando todo antes de que
incluso pueda decir una sola palabra, así que no es como si fueras a
creerme.
—¿Creer qué? —grité, lanzando las manos al aire—. No me has
dicho lo que sucedió. ¿Solo lo que no sucedió? Y si no sucedió, entonces,
¿por qué nunca le dijiste a Bella? Jesús, eras su amiga. Y ella cree que la
traicionaste.
—Bueno, se equivoca, y yo… —Sacudió la cabeza salvajemente—.
La mantuve a salvo porque a veces es mejor creer una mentira.
Parpadeé, luego negué con la cabeza antes de explotar. —¿Qué? —
En el nombre de Dios, ¿Qué significaba eso?
Yellow parecía encogerse bajo mi mirada de incredulidad. Negando
con la cabeza, se alejó de mí. —No… no debería haber dicho nada.
Pero no se fue. Su pecho palpitaba y su respiración se había
acelerado. Las lágrimas brillaban en sus ojos mientras se inclinaba hacia
delante y apoyaba la frente en la puerta.
No tenía ni idea de lo que estaba pasando, pero fui víctima de toda
la inocencia que quería creer que tenía.
—Habla conmigo —le supliqué, tocando suavemente su espalda—.
Quiero ayudarte. Quiero entender. Solo necesito saber lo que no estás
diciendo aquí. Y te creeré. Lo prometo.
Inhaló y las lágrimas corrieron por sus mejillas. —No debí haber
dicho nada —comenzó, con su voz casi demasiado temblorosa para ser
reconocible—. Pero no puedo soportar que pienses de mí de esa manera.
No puedo soportar que pienses que soy una… que soy una… —Cerró los
ojos con fuerza y negó con la cabeza—. Porque no lo soy. Lo juro.
—Yellow. —Mi toque se trasladó a su hombro y luego bajó por su
brazo hasta su mano. Cuando llegué a sus dedos, ella entrelazó los suyos
con los míos y apretó con fuerza, incluso mientras se estremecía y se
negaba a mirarme—. Te creo —dije.
Esta vez, no pedí detalles. Lo dejé así. Todos tenían sus secretos.
Debería permitirle tener los de ella.
Ella hipó un sollozo y se dio la vuelta, rompiendo nuestro agarre
para tambalearse hacia mí. Poniéndose de puntillas y rodeándome con
los brazos, me abrazó con fuerza mientras hundía la cara en mi pecho.
—Gracias.
La abracé, ahuecando la parte posterior de su cabeza en la palma
de mi mano y acariciando su espalda suavemente con la otra mano.
Ninguno de los dos habló. Ella mantuvo sus pensamientos para sí misma,
y yo la abracé de todos modos.
Después, se apartó en silencio y me miró. Luego extendió la mano
y ahuecó mi mejilla por medio segundo, agradeciéndome en silencio con
la mirada, antes de alejarse y salir de la habitación.
Sintiéndome extrañamente desconsolado por su ausencia, me dejé
caer en una silla y acuné mis manos en mi cabeza. Soltando un suspiro
largo e inestable, me senté de nuevo y me limpié la cara con las palmas
de mis manos.
Ya no sabía qué pensar sobre Yellow Nicksen. Solo sabía que no
podía odiarla, sin importar lo que había hecho o lo que no. Y no podía
creer en absoluto que hubiera engañado con el prometido de mi hermana,
sin importar cuánta evidencia había acumulada en su contra.
Traducido por Ana_V.U & Jenn 05
Corregido por Julie

Fox
Después de emborracharme en mi fiesta sorpresa de cumpleaños,
no tenía ganas de volver a beber nunca más. Así que, cuando recibí un
mensaje de Julian diciendo que íbamos a tener una noche improvisada
para chicos, instantáneamente quise rechazarlo. Pero sabía que todos me
preguntarían por qué si no aparecía. No quería tener que responder eso,
además, parecía más seguro simplemente irme.
Siempre había tanta charla y conversación sobre estas cosas, que
nadie se daría cuenta si me mantenía al margen y simplemente existía
en el grupo durante unas horas sin participar en nada.
De todos modos, no era como si tuviera otra cosa que hacer, salvo
sentarme en casa solo y sentirme mal.
Había sido demasiado cobarde para llamar a Bella durante toda la
semana. Después del mensaje que envié borracho de sexo casual al que
ella nunca había respondido, sentí que me había equivocado más allá de
arreglar cualquier cosa. Si llamaba ahora, solo la incitaría a dejarme libre
permanentemente.
No estaba preparado para eso, así que había hecho mis propias
cosas estos últimos días.
Y ella no había intentado contactarme ni una vez.
Tratando de no pensar en lo que eso probablemente significaba,
pedí una cesta de hamburguesas y Coca Cola mientras encontraba un
lugar entre JB y Beau en la mesa donde Julian había reservado la sala
VIP trasera para nosotros en el bar de su padre.
—Te perdiste la apuesta del juego de esta noche —me informó mi
cuñado, apenas capaz de apartar la vista de la gran pantalla que cubría
la pared trasera mientras se metía un puñado de nueces de cerveza en la
boca—. Pero Dominic tiene el bote si todavía quieres entrar.
No tenía idea a qué estaban jugando o incluso qué deporte estaban
planeando ver, así que negué con la cabeza y agité una mano. —Nah.
Estoy bien.
Se encogió de hombros y murmuró: —Como quieras —mientras
tomaba un largo trago de su botella.
Lo miré un momento, estudiando el apretado pliegue alrededor de
su boca y las sombras profundas debajo de sus ojos. Tampoco parecía
que le estuviera yendo muy bien esta noche.
Inclinándome hacia él, bajé la voz lo suficiente para que solo él me
escuchara. —¿Cómo está Bentley?
Inicialmente, se estremeció ante la pregunta. Pero cuando miró en
mi dirección, asintió con la cabeza como para asegurarme que ella estaba
bien. —Algunos días no son tan buenos —admitió, manteniendo la voz
baja y mirando a los demás mientras giraba su rostro en mi dirección
para responder—. Pero sigue mejorando. Ella y Braiden fueron a casa de
tus padres esta noche para comenzar a planificar las vacaciones o algo
con tu mamá. Creo que un poco de tiempo de mamá le sentará bien.
Asentí. —Sí, probablemente tengas razón—. Solo las mamás tienen
ese efecto calmante, lo juro. Además, mantenerse ocupada y distraída
tampoco le vendría mal.
Beau asintió conmigo. —Sí —coincidió, a pesar de que tuvo que
mirar hacia abajo y tocar la etiqueta de su cerveza mientras lo decía—.
Estaremos bien.
Antes de que pudiera preguntarle nada más, Julian le llamó la
atención desde el otro lado de la mesa y preguntó por su hermana, ya
que el embarazo de Lucy Olivia parecía ser el tema candente del grupo en
estos días.
Cuando respondió a esa pregunta, volví mi atención a mi otro lado,
pero Dominic había llamado la atención de JB, y hablaban de esposas
embarazadas.
Frente a mí, Trick le contaba a Gracen una historia que estaba
causando que Gray frunciera el ceño con confusión, y más allá en la
mesa, Luke señalaba entre Cress y Maverick y les ordenaba que dejaran
de besarse porque —como él decía— no se permitían lenguas en la noche
de chicos. Pero interrumpió su sermón cuando una linda camarera entró
en la habitación, cargando una enorme bandeja de servicio que contenía
nuestra primera ronda de comida. Y por la forma en que la miró, tuve la
sensación de que le parecería bien la lengua en la noche de chicos si ella
ofrecía la suya.
—Dame, Becca. Déjame ayudarte con eso. —También un empleado
del club aquí (pero actualmente en su noche libre), Luke se apresuró a
levantarse de su silla para ayudarla y ayudarla a repartir los platos.
Trick no se quedó atrás, apareciendo a su otro lado para ayudar
también. Los dos la hicieron sonrojar y reír mientras los tres distribuían
la comida juntos en poco tiempo.
Julian apoyó un codo en el respaldo de la silla de Beau y se inclinó
hacia él mientras señalaba con el dedo a la chica que se iba. —Fíjate que
fueron todos los solteros del grupo los que se tropezaron entre sí para
ayudar a la camarera bonita.
Beau se rio disimuladamente mientras asentía con la cabeza. —Los
perdedores deben pensar que tienen una oportunidad.
Luke le mostró el dedo corazón mientras se volvía a sentar. —Ella
es una compañera de trabajo, muchas gracias —explicó a la defensiva
mientras tomaba una botella de kétchup y la desenroscaba—. Solo estaba
siendo amable.
—Yo también —coincidió Trick, volviendo a su lugar junto a Gray
y robando una fritura de su plato—. Ella es la empleada de mi padre. —
Luego sonrió y movió las cejas en dirección a Luke—. Y además, ya me
enganché con ella el mes pasado.
—¡¿Qué?! —gritó con incredulidad Luke—. Al diablo con eso. He
estado coqueteando con ella durante más de un año, y apenas ahora está
empezando a sentir simpatía por mí.
Trick se encogió de hombros con una risita de autocomplacencia.
—Oye, no puedo evitarlo si la chica tiene buen gusto.
—Hijo de puta —siseó Luke, todavía boquiabierto de incredulidad
antes de preguntar—: ¿De verdad te la has clavado?
Con un estremecimiento, Trick negó con la cabeza. —Clavar es un
término tan feo.
—Apestas —aulló Luke—. No puedo creer que me haya esforzado
tanto en alguien, solo para que tú vengas y me la robes.
—Amigo, lo siento. —Trick empezó a parecer arrepentido y se
encogió de hombros—. Pero si la quieres ahora, ella y yo estamos…
—¡No quiero tus malditas sobras! ¿Me estás tomando el pelo?
Antes de que pudieran discutir más, JB habló, señalando entre
Gray y yo. —¿Por qué estos dos no se dieron cuenta de la camarera?
Todavía están solteros, ¿no?
—Oye, así es —dijo Beau de repente, volviéndose hacia mí con
interés—. ¿Hay algo que necesites compartir con la clase, Fox?
—¿Qué?
Bueno, mierda. Cuando todos los chicos de la habitación volvieron
su mirada hacia mí, tragué saliva con inquietud. No podía mentirles, pero
tampoco podía romper la confianza de Bella. Especialmente si no estaba
seguro de si todavía teníamos algo.
Así que me eché hacia atrás, mirando a todos los hombres que de
repente me miraban antes de murmurar: —No.
Así que se volvieron hacia Gray, quien finalmente pareció darse
cuenta de que él era el único foco de la sala. Alzando la mirada desde la
pantalla del teléfono al que le fruncía el ceño, nos parpadeó. —¿Eh? —
dijo.
—¿Qué te pasa esta noche, Lowe? —le preguntó Julian.
—Yo, eh... —Se encogió y miró de nuevo a su teléfono como si no
estuviera seguro de si debía decir algo. Luego soltó—: Creo que Bella
podría estar saliendo de nuevo con su ex.
—¿Qué? —reclamaron indignados algunos, mientras yo casi me
atraganto con la bebida que estaba tomando.
Mientras tosía y farfullaba, Julian preguntó: —¿Te refieres al idiota
que la engañó?
Mi cuñado finalmente se acercó y me dio una palmada en la
espalda. —¿Estás bien, Fox?
Con los ojos llorosos, asentí y murmuré: —Sí. Bien. Simplemente
bajó por la tubería equivocada.
Mi mirada se desvió de nuevo a Gracen cuando respondió a Julian
con un asentimiento. —Sí. Ella ha estado enviando mensajes de texto a
un hijo de puta que se llama Warthog, y no me dice una mierda sobre él.
De inmediato bajé la vista, sintiendo que me expondría y rompería
la confianza de Bella si alguien notaba la expresión de culpa en mi rostro.
Pero mierda, Gray estaba seriamente preocupado por ella. Y era como un
maldito hermano para mí. Como todos los hombres aquí. Sin embargo,
yo les mentía a todos al guardar silencio mientras se hacían muecas y
murmuraban: —¿El Warthog?
—¿Por qué ella me escondería una relación? —prosiguió Gray—. A
menos que sea tóxico.
No éramos tóxicos, quise defender de inmediato. Ella era lo mejor
que me había pasado. O sea, aparte de sentirme tan mal como ahora por
mentirles a mis hermanos y perder la confianza en mí en tanto me
estresaban las razones por las que ella se resistía tanto a comprometerse
conmigo, y bebía hasta el olvido en mi cumpleaños porque estaba tan
asustado por perderla. Y…
Santo cielo.
¿Nos habíamos vuelto tóxicos?
¿Por un secreto?
Pasándome una mano por la cara mientras los hombres a mi
alrededor intentaban pensar en las razones por las que Bella no se abría
a Gray, me sumergí en un sudor frío.
—Tal vez se dio cuenta de que le gustaban las mujeres en lugar de
los hombres —adivinó Cress mientras la camarera regresaba con otra
ronda de comidas.
Ni Luke ni Trick se levantaron para ayudarla esta vez, mirándose
el uno al otro con cautela mientras ella distribuía la comida y Gracen
sacudía la cabeza, murmurando: —Como si eso me importara.
—Seguro que hablará contigo cuando esté lista —respondió Julian,
la voz de la razón.
Gray asintió, aunque parecía preocupado mientras la conversación
a nuestro alrededor avanzaba y la mesera terminaba su tarea. Levanté la
mano antes de que pudiera salir de la habitación y pedí una cerveza.
Creo que necesitaba un trago después de todo.

***

Dos horas después, no podía ver bien.


—Oye, ¿estás bien? —preguntó Beau, agarrándome del brazo para
estabilizarme cuando todos nos pusimos de pie para irnos a casa y de
inmediato tropecé con mi maldita silla. Lo que probablemente habría
hecho si hubiera estado sobrio.
Estúpida silla.
—Estoy bien —balbuceé, apartando su mano, excepto que fallé mi
puntería.
—Sí, no. No estás bien —me dijo, con la voz divertida antes de
llamar—. Oigan, ¿alguien puede llevar a Fox a casa? Su casa no me queda
de paso.
—Su casa me queda más lejos que a ti —dijo Luke, renunciando a
toda responsabilidad.
—Tengo que pasar por la tienda y comprar un poco de helado y
encurtidos —respondió Dominic con una mueca de dolor—. Al parecer,
Skylar está teniendo antojos.
Puaj.
Con el estómago gorgoteando ante la idea de mezclar helado con
pepinillos, gemí y negué con la cabeza antes de golpearme el estómago
con una mano. O tal vez había demasiado alcohol dando vueltas por ahí.
—Amigo, no va a viajar conmigo —anunció Trick—. Parece que va
a vomitar en cualquier momento.
Otro puñado de rechazos se lanzaron rápidamente después de eso
antes de que una voz reacia respondiera: —Maldita sea, supongo que
puedo llevarlo. Su casa me queda de paso.
Al reconocer al hablante, hice una mueca.
No, quería quejarme. Cualquiera menos...
Una mano pesada me dio una palmada en el hombro. —Parece que
estás conmigo, Parker. Vomita en mis asientos de cuero y me pagas por
los daños.
Estupendo. Esto fue simplemente genial.
Abrí los ojos y suspiré ante Gray. Tenía el mismo pelo oscuro y los
mismos ojos azules grisáceos que su hermana, y me dolía muchísimo
mirarlo. Este dolor me atravesó con una violenta ráfaga que me hizo
querer berrear.
Cuando parpadeé, viendo primero a Bella y luego a Gracen, me
tambaleé sobre mis pies, y él me sujetó los hombros entre sus manos
mientras decía: —¿Vas a poder caminar solo o necesitas ayuda?
Con el ceño fruncido, me alejé de él y me dirigí hacia la salida de la
sala VIP. —Puedo caminar perfectamente por mi maldita...
Siseando una descarga de dolor, fruncí el ceño ante la esquina de
una mesa que había saltado en mi camino y me había golpeado en el
maldito muslo.
Malditos muebles violentos.
—Mira por dónde vas —le gruñí a la mesa, apartando de un codazo
a la obstructora de mierda de mi camino.
—Sí, creo que será mejor que te eche una mano —anunció Gray
mientras rodeaba con sus dedos la parte superior de mi bíceps y me
guiaba para alejarme de la mesa antes de que los dos volviéramos a las
andadas.
Hice una cara en la mesa antes de olfatear en dirección a Gracen.
—Aun así, me habría tropezado con ella, incluso si hubiera estado sobrio.
—Esta sala era como un campo de minas; no estaba seguro de cómo
alguien podría navegar por ella.
—Cierto —convino Gray en un tono engatusador—. Por supuesto
que sí. Pero vaya, ¿cumplir veinticinco años te ha afectado tanto o qué?
Ya son dos fines de semana seguidos en los que no has podido aguantar
el alcohol.
Eso es porque el licor no estaba hecho para ser retenido; estaba
hecho para ser bebido. Hola.
—Es que no lo entiendes. —Intenté girarme hacia él y explicarle
mientras caminábamos, solo para chocar con su hombro.
—¡Amigo! ¿Qué te pasa? —Apretando su agarre sobre mí, Gracen
trató de enderezarme de nuevo, pero seguí enfrentándome a él hasta que
alcancé con ambas manos y apreté su cara entre mis palmas.
—Eres como un hermano para mí, ¿lo sabes? —le pregunté.
—Eh... —Su ceño se frunció con absoluta confusión—. Sí —añadió
finalmente antes de tocar brevemente el lado de mi cabeza y añadir—: Tú
también eres como un hermano para mí, amigo. ¿Podrías dejar de
asustarme con esa mierda de tocarme? Es muy raro.
—Sí —dije con un movimiento de cabeza y dejé caer lentamente mis
manos—. Sí. Puedo hacerlo. —Pero cuanto más lo miraba, más mierda
me sentía. Sabía que estaba preocupado por Bella, y yo podía aliviar su
preocupación con probablemente tres simples palabras.
Soy su secreto.
Pero no dije nada.
—Lo siento —murmuré, disculpándome por más de lo que él podría
saber.
Me dio una palmadita en la espalda en señal de perdón. —No pasa
nada. Ahora vamos a llevarte a casa.
No recuerdo mucho del resto del viaje hasta su coche. Solo puedo
esperar que no haya vomitado en su asiento de cuero. No pueden ser tan
baratos de limpiar.
Lo siguiente que recuerdo es una mano tocando mi hombro. —Oye,
Fox. Despierta, hombre. Estás en casa.
—¿Qué? —Mi cabeza se inclinó sobre el asiento contra el que había
estado durmiendo y abrí los ojos para mirar por la ventanilla del lado del
pasajero en la noche oscura.
Por alguna razón, esperaba ver la casa de Bella, pero cuando vi mi
propio edificio de ladrillos, gemí de tristeza.
Este no era mi hogar. Ella era mi hogar.
Pero era lo suficientemente consciente como para saber que no
podía decirle a Gray que eso era lo que quería, así que tanteé el pomo de
la puerta, murmurando un sombrío: —Gracias.
—¿Vas a ser capaz de llegar a tu puerta bien?
—Sí. —El aire fresco se derramó en el interior mientras yo me
lanzaba a la noche—. Cuídate.
—Tú también —exclamó justo antes de que le cerrara la puerta en
las narices. Me enderezó hasta alcanzar mi altura máxima lo mejor que
pudo, miré hacia el edificio y avancé a trompicones.
No sé cómo llegué a mi apartamento de una sola pieza, pero incluso
conseguí desbloquear la puerta y abrirla antes de desplomarme dentro y
cerrarla tras de mí para poder apoyarme en ella.
Suspirando por las piernas que se extendían ante mí, junté las
botas y luego me las quité.
Esto era bueno, decidí. No había nadie para sermonearme sobre lo
mucho que bebí. No había nadie a quien guardarle secretos. Nadie que
rompiera mi maldito corazón.
Solo la tranquilidad...
Eso estaba a punto de volverme loco.
Con una maldición, me reajusté el gorro en la cabeza y me dije a
mí mismo que no lo hiciera justo antes de ceder con un gruñido y sacar
mi teléfono del bolsillo.
Marqué antes de poder detenerme e inmediatamente me dirigieron
al buzón de voz.
—¿Te da vergüenza estar conmigo? —solté tras el pitido—. ¿Lo que
tenemos es tóxico? ¿Deberíamos hacer lo más sano y dejarlo? —Resoplé
burlonamente después de todas las preguntas y colgué antes de dejar
caer el teléfono en mi regazo.
Sin saber si me sentía mejor o peor después de eso, dejé que un
largo suspiro saliera de mis pulmones mientras cerraba los ojos.
Estaba a punto de volver a desmayarme cuando el teléfono empezó
a zumbar y a sonar desde mi regazo. Me sobresalté, con los ojos abiertos
de golpe, y maldije antes de conseguir cogerlo y contestar.
—¿Aló?
—¿Estás borracho? —fue lo primero que acusó—. ¿Otra vez?
—Define borracho —dije, levantando un dedo astuto.
—Oh, Dios. —Gimió, y pude imaginarla sentada en la cama, con el
cabello revuelto y sexy por el sueño mientras lo apartaba de sus ojos y
parpadeaba, tratando de despertar—. Por favor, dime que estás en casa,
y que uno de los chicos te llevó.
Por supuesto, ella sabría que salí con los chicos esta noche. No se
lo había dicho, pero estoy seguro de que consiguió la información en
algún lugar.
Y, no, no estaba en casa.
No estaba con ella, ¿verdad?
Frunciendo el ceño, murmuré: —Gray me llevó a mi apartamento,
que es donde estoy ahora.
—Menos mal —respiró, sonando aliviada antes de que su voz se
volviera grave y seria, y añadiera—: Ahora. ¿De qué diablos iba ese
mensaje?
Me encogí de hombros, sintiéndome bastante desafiante con todo
el valor líquido que corría por mis venas. —¿Qué? Solo estaba haciendo
preguntas.
—Bueno, ¿qué clase de preguntas eran esas? No llamas durante
toda una semana y luego, zas, ¿me avergüenzo de ti? ¿Me tomas el pelo?
—Pensé que era una pregunta legítima. Y sabes, hay una cosa
interesante que aprendí sobre los teléfonos cuando empecé a usarlos. —
Apretando el puño, gruñí—: Funcionan en ambos sentidos.
Se quedó callada al instante, y yo cerré los ojos antes de golpear
dolorosamente mi cabeza contra la puerta. Mierda. Intentar avergonzarla
por no llamarme tampoco era inteligente.
—Entonces, ¿lo estás? —pregunté, con la voz quebrada porque no
podía soportar el silencio.
—¿Qué cosa? —preguntó, sonando recelosa.
Apretando los dientes, siseé: —Estás... avergonzaba... de...
—Dios, Fox. Por supuesto que no. ¿Por qué sugerirías siquiera...?
—¿Entonces por qué no puedes decirle a nadie que estamos
juntos? —grité—. ¿Ni siquiera a Gracen? Cree que has vuelto con Ethan,
sabes.
—¿Qué?
Asentí, haciendo rodar la mandíbula, antes de explicar: —Ha visto
tus mensajes de Warthog y sabe que has estado saliendo con alguien.
Pero no puede entender por qué no le dices nada, así que todos decidieron
esta noche que tenía que ser alguien tóxico, como tu ex.
—Vaya —siseó—. Y ustedes dicen que las chicas no somos más que
cotillas. Estoy tan contenta de haber podido proporcionarles algunos
rumores calientes y jugosos esta noche. Eso es genial.
—Gracen está preocupado por ti —espeté—. Y no dije nada. Miré a
mi maldito hermano a los ojos y le mentí con mi silencio.
—Te refieres a mi hermano —contrarrestó.
—También es mi hermano —rugí—. Cada uno de los hombres en
esa habitación es mi hermano. Y les mentí a todos. Por ti. Por Dios. —Me
arranqué el gorro para pasarme la mano por el pelo—. No puedo seguir
haciendo esto. Todos estaban preocupados por ti, Bella, y yo solo dejé
que se preocuparan.
Siguió otro bloque de tenso silencio antes de que Bella exhalara al
otro lado de la línea y dijera en voz baja: —Lo siento; no me había dado
cuenta de que esto te estaba agobiando tanto.
—Bueno, sí —le dije—. Me está desgarrando en dos. Y aguantaría
cualquier cosa por ti, de verdad. Mantendría nuestra relación en secreto
por el resto de la eternidad, y sí, tenemos una relación, no importa lo que
digas, pero necesito entender por qué. ¿Por qué te resistes tanto a que
alguien lo sepa? Porque la única razón que se me ocurre es que no puedes
confiar en mí lo suficiente como para que no sea como él, para que no te
haga lo que te hizo. ¿No confías en mí?
—Por supuesto que confío en ti, Fox. Yo...
—O... —seguí, hablando por encima de ella—. La otra conclusión a
la que he llegado es que el que lo hagamos público sería básicamente
admitir que sientes algo por mí, y no puedes hacerlo porque no lo sientes.
Tal vez para ti, lo único que sucede aquí es una aventura sexual.
—¿Qué? No. Eso no es en absoluto lo que pienso.
—¿Entonces qué diablos piensas? —gruñí—. Porque sinceramente
no lo sé. ¿Qué sientes por mí? ¿Soy el único que se ha enamorado todo
este tiempo?
—Fox —jadeó sorprendida, haciéndome caer en la cuenta de lo que
acababa de admitir.
—Oh, joder —dije con dificultad.
Con el corazón palpitante, me apresuré a desconectar la línea antes
de arrojar el ofensivo teléfono al suelo junto a mí.
—Mierda. —Jadeando, me llevé la mano al pecho y me desplomé
contra la puerta.
Cuando el teléfono volvió a sonar, casi me sobresalto. Hice una
mueca de dolor cuando lo miré. Era demasiado cobarde para contestar y
escuchar un posible rechazo. Así que me quedé sentado, mirando hasta
que dejó de sonar. Entonces suspiré de alivio, solo para maldecir cuando
empezó de nuevo.
Cogí el teléfono y eché un vistazo a mi apartamento antes de ver el
sofá. Me levanté tambaleándome, cogí un cojín y metí el teléfono debajo
del cojín, amortiguando el timbre.
Listo.
Me quité el polvo de las manos y me alejé mientras dejaba de sonar
para recibir un mensaje de texto.
Me di vuelta y me dirigí hacia el pasillo, apoyando una mano en la
pared como soporte mientras avanzaba, hasta que llegué a mi dormitorio.
Me derrumbé con gratitud sobre el colchón, cogí una almohada, me
acurruqué alrededor de ella y cerré los ojos.
El estado en el que me encontraba tenía sus pros y sus contras.
La mayor desventaja era que nunca habría hecho esa estúpida
llamada de teléfono en primer lugar ni lo habría jodido todo. Tenía la
sensación de que lo lamentaría hasta el final de mi vida.
Pero ahora que lo había hecho, el mejor pro de todos iba a ser el
hecho de que podría dormirme en un momento, y no estaría despierto
toda la noche, paseando, estresándome y aterrorizándome en un ataque
de pánico por lo que viniera después. Sea lo que sea.
Y eso es exactamente lo que hice. Me dormí, bloqueando todas mis
preocupaciones y miedos.
Traducido por Miry
Corregido por Julie

Yellow
—¡Ay!
Parpadeo para eliminar las lágrimas que se formaron de inmediato
en mis ojos, toqué mi nariz lastimada y luego me revisé los dedos en
busca de sangre.
—Mierda, El. Lo siento. —Parker se acercó, tratando de ver el daño
que causó después de darme un codazo accidentalmente antes de hacer
su último disparo, pero luego hizo una pausa e hizo una mueca en lugar
de acercarse demasiado—. ¿Está sangrando?
—Nop —anuncié—. Todo está bien. Pero, eh… —Suspiré y lo miré
de arriba abajo. Su cabello estaba hecho un desastre, sus ojos inyectados
en sangre, y parecía como si hubiera dormido con esa ropa toda la
noche—. ¿Tú estás bien?
Su expresión se volvió tan dura como la piedra. —Estoy bien —dijo
antes de darse la vuelta para buscar la pelota de baloncesto—. Volvamos
al juego.
Oh, infiernos, no. No jugaría contra él durante esta sesión, no con
el estado de ánimo salvaje que llevaba. Había estado temperamental y
agresivo desde que apareció durante nuestra hora juntos. Probablemente
debería considerarme afortunado de que el único daño que sufrí fuera un
dolor de nariz.
Algo lo devoraba desde adentro, y trató de liberarlo a través de su
forma de jugar. Pero si esa era honestamente su intención, entonces tenía
el tipo de compañero de entrenamiento equivocado. Porque acá lo dejaba
oficialmente.
—¿Qué tal si nos sentamos? —ofrecí, señalando nuestras bolsas y
botellas de agua que yacían en un montón en el suelo a un costado.
Echó un vistazo a nuestras cosas y luego volvió a mirarme. —Estoy
siendo demasiado intenso, ¿no?
Elevé los dedos, separando dos a unos tres centímetros del otro.
—Solo un poco.
—Maldita sea. —Cerró los ojos brevemente y negó con la cabeza,
con las manos en las caderas. Finalmente, dijo—: Sí. Deberíamos pasar
a la parte de la conversación.
Después de acomodarnos en el suelo y sentarnos con las piernas
cruzadas, uno frente al otro, me aclaré la garganta con inquietud.
—¿Quieres, eh, quieres hablar de eso?
Resopló con una sonrisa divertida. —Son tus sesenta minutos, El.
No los míos.
—No me importa —dije rápidamente—. Y, además, hoy me siento
bien. Después de cambiar de jefe, no he tenido absolutamente ningún
problema, preocupación ni estrés esta semana. Así que, sinceramente,
prefiero ayudarte.
Elevando las cejas, dijo: —¿Cambio de jefe?
—Oh, claro —espeté sorprendida y golpeé la palma de mi mano
contra mi frente—. Fue el sábado pasado, justo después de nuestra
reunión, que sucedió todo. No te he actualizado, ¿verdad?
—No. —Sacudió la cabeza, frunciendo el ceño—. No, no lo has
hecho. ¿Qué pasó el sábado pasado?
Agitando una mano, traté de decirle: —No es gran cosa. Prefiero
escuchar lo que sucede con...
—El —cortó con severidad. Dejé de hablar y lo vi cerrar los ojos
como si tratara de resolver algo antes de que sacudiera la cabeza y
levantara la mano—. Por favor, déjame hacer mi trabajo aquí. Dime qué
te pasó el sábado pasado.
Lo miré parpadeando, preguntándome qué demonios estaba mal.
No actuaba en absoluto como Parker. Esto se volvía preocupante. —Está
bien —dije de todos modos, con la esperanza de que tal vez un poco de
distracción le ayude a dejar de pensar en lo que sea que lo torture—. Así
que mi nuevo jefe, el señor D, se me insinuó y le di un puñetazo en la
garganta, frente a Doce, lo que hizo que me cambiaran a trabajar para
otra persona en la empresa por completo. La llamaremos señora B.
Parker parpadeó dos veces en rápida sucesión y luego volvió a
sacudir la cabeza, como uno de esos temblores al despertar.
Finalmente, respondió: —Sí, sin dudas bebí demasiado anoche
porque no hay forma de que dijeras lo que pareció que acabas de decir.
Con un suspiro, me estremecí. —Oh, me escuchaste bien. —Y
procedí a contarle todos los detalles. Luego terminé diciendo—: Sin
embargo, podría haber sido lo más afortunado que me pasó. De hecho,
me encanta trabajar para la señora B. Es desafiante y dura, y es muy
gratificante sorprenderla con lo bien que hago un trabajo. Tiene esta
arruga entre los ojos como si estuviera molesta por no poder quejarse de
nada de lo que hice mal. Luego asiente con rigidez, levanta la barbilla
majestuosamente y dice “muy bien”, antes de continuar como si no la
hubiera dejado boquiabierta con mis locas habilidades de asistencia
administrativa.
En serio, me alegraba el día cada vez que sucedía.
Pero Parker parecía estar estancado en dos detalles muy diferentes.
—¿Realmente le pegaste a ese imbécil en la garganta? Mierda, El. Esto es
increíble. Y dices que no tienes ninguna habilidad defensiva.
Me sonrojé. —No quise golpearlo en la garganta. Tengo muy mala
puntería. Y no tenía la intención de atacar en absoluto. Honestamente,
no estoy segura de dónde vino.
—Bueno, es impresionante, venga de donde venga. Y además has
empezado a abrirte a Doce. —Lanzando un silbido de admiración, se
sentó y me miró con aprecio—. Estoy orgulloso de ti. Has necesitado
mucha confianza y fe para contarle todo lo que le has dicho. Es un gran
progreso. Maldita sea... —Se pasó las manos por la cara y negó con la
cabeza—. Desearía tener algo de tu valentía en este momento.
Tanta miseria se apoderó de sus rasgos que mi corazón se partió
en simpatía. Inclinando la cabeza, murmuré: —Ojalá me dijeras lo que te
sucede. Odio verte así de destrozado.
—Sí, bueno... —Con un movimiento de su mano resignado, empezó
a tirar de un hilo suelto en el dobladillo de su calcetín—. Me merezco
exactamente la cantidad de sufrimiento que padezco en este momento,
así que no te sientas tan mal por mí. Me equivoqué bastante.
Tenía esa expresión deprimida y enamorada en su rostro, así que
me sentí segura al adivinar. —¿Algo pasó con Bea?
Miró hacia arriba, la sorpresa y la culpa se superpusieron a la
angustia en sus rasgos. —Eso es obvio, ¿eh?
Me encogí de hombros. —Bueno… —Sí.
Suspiró y se quitó la gorra para pasar una mano rudamente por su
espeso y oscuro cabello. —No sé qué me pasa. Últimamente sigo soltando
esta mierda que no quiero decirle y, Dios mío, terminará haciendo que la
pierda. Sé que será así.
—¿Qué tipo de cosas le has dicho? —Parpadeé hacia él, totalmente
atónita porque no podía imaginarme al hombre frente a mí destruyendo
verbalmente o hablándole mal a nadie, y mucho menos a la novia a la
que adoraba tan descaradamente.
Él había sido tan asombroso, edificante y comprensivo conmigo,
una mujer que tenía miedo de acercarse a un metro y medio de los
hombres cuando lo vi por primera vez. ¿Cómo podía no ser exactamente
eso para su Bea?
Me estudió durante un momento como si considerara mi valor
antes de juntar las manos e inclinarse hacia adelante, hablando en voz
baja. —¿Puedo ser completamente confidencial contigo?
—Pues ciertamente eso espero —balbuceé, parpadeando—. Desde
que he compartido cosas contigo que no querría que se le repitieran a
nadie.
—Claro. —Una risita de autocrítica resonó en él como si se hubiera
olvidado por completo de eso, luego se puso la gorra en la cabeza—. Bea
y yo no somos exactamente... eh... abiertos sobre nuestra relación. —
Resopló, puso los ojos en blanco—. Diablos, dudo que incluso ella nos
clasifique como en una relación.
Mi mandíbula se aflojó mientras lo miraba boquiabierta. Porque
eso era lo último que esperaba que dijera. Luego negué con la cabeza,
seguro de que entendí algo mal. —Estoy tan confundida. ¿Qué quieres
decir exactamente con abiertos?
Soltó otra de esas risas secas y sin humor, antes de aclarar: —La
relación es un secreto. Nadie sabe de nosotros. Ni su familia. Ni mi
familia. Ninguno de nuestros amigos, y tenemos… como… todos nuestros
amigos en común. La conozco desde que vivo, y nos hemos conectado
indiscriminadamente en secreto durante los últimos nueve meses más o
menos.
—¿Hablas en serio? —susurré en total conmoción.
Asintió y luego dijo: —Parece que esto te sorprende por completo.
—¡Porque me sorprende! —Junté las manos en la cabeza y tratando
de darle sentido a todo, pronuncié—: Hablas de ella como si fuera tu todo
y la amas como a nadie más.
Tragó saliva dolorosamente antes de decir con voz ronca: —Porque
la amo, y ella lo es todo.
Fruncí el ceño. —¿Entonces por qué lo escondes?
—No es mi idea... —comenzó a la defensiva, solo para interrumpirse
y rechinar los dientes como si no quisiera revelar esa parte. Pero ya me
había dado cuenta de la esencia de lo que decía.
—Ella es la que no quiere que nadie lo sepa —concluí.
Elevó un dedo a modo de advertencia. —No hagas que sea la mala
aquí. No lo es. Simplemente no creo que se haya curado por completo
aún de una ruptura muy grave cuando nos juntamos por primera vez, y
todavía es muy sensible con palabras como citas, pareja y relaciones. Se
suponía que seríamos algo casual cuando comenzamos.
Haciendo una pausa, hizo una mueca de dolor ante sus propias
palabras y luego retrocedió. —No. Casual no es la palabra adecuada.
Nunca fuimos casuales.
—Se suponía que sería sin ataduras. Sin etiquetas. Sin angustia —
completé suavemente—. Seguro.
Me señaló. —Sí. Eso, exactamente. Creo que eso es lo que ella
necesitaba. Y eso es lo que siempre he intentado darle. Pero últimamente,
yo... joder. No sé qué me pasa, pero sigo encontrándome presionando. Y
no quiero hacerle eso. No quiero empujar, asustar o presionar. Pero todas
las mentiras y los secretos empiezan a afectarme. No sé qué hacer aparte
de no volver a beber nunca más para no soltarle más estupideces como
lo hice anoche.
—El beber no es el problema —dije.
Me miró con el ceño fruncido.
—Es un síntoma —le corregí—. El problema es que tratas de tener
una relación unilateral y eso no es algo. Para que dos personas hagan
cualquier cosa juntas, hay que tener en cuenta las necesidades de ambos.
Y solo has pensado en satisfacer los de ella. Lo cual es asombroso, noble
y dulce de tu parte, pero también eres humano con tus propios deseos y
anhelos, y solo podrás seguir por este camino durante un tiempo antes
de que tus necesidades comiencen a revelarse de la manera en que lo
están haciendo, una que no apruebas. Como en formas desagradables,
dolorosas y malsanas. Cuando todo el tiempo, podrías haberle dicho lo
que querías de una manera mucho más constructiva y amorosa. No es
justo para ninguno de los dos que mantengas tus necesidades en secreto.
Solo va a retrasar una separación inevitable o retrasar el comienzo de
cualquier cambio que ella pueda estar dispuesta a hacer para ayudarte
a conseguir lo que quieres también.
—Maldita sea. —Exhaló un largo suspiro antes de presionar un
puño contra su boca y reír secamente. Luego dejó caer su brazo—. ¿Estás
segura de que no quieres convertirte en entrenadora de vida?
Me pavoneé. —Bueno, cuando aprendes de los mejores, sin dudas
aprenderás un par de trucos del oficio.
Esta vez, su risa fue más genuina. Pero luego se puso serio muy
pronto. —Joder, El —murmuró, sacudiendo la cabeza—. Sé que tienes
razón. Solo tengo que tener una conversación sincera con ella. Pero estoy
muerto de miedo. —Cuando me miró, sus ojos marrones se encontraban
llenos de confusión—. No puedo perderla. Estoy completamente perdido
por esta mujer. Pero, ¿y si resulta que no me quiere como yo la quiero?
—No. —Agité una mano indiferente—. No puedo imaginarla siendo
tan estúpida, de lo contrario no estarías tan interesado en ella en primer
lugar. Por supuesto que te corresponde.
E incluso si ella no lo hiciera, él aun necesitaba averiguarlo más
temprano que tarde. No es que le fuera a contar esa parte; seguro que se
acobardaría. Lo que más necesitaba de mí en este momento era una gran
dosis de confianza exagerada.
—Todo estará bien —aseguré, extendiendo la mano para darle una
palmadita en la suya.
Me envió una mirada dudosa. —No escuchaste lo que dije cuando
estaba borracho y la llamé anoche. Recibí su correo de voz y le dejé un
mensaje con esas preguntas estúpidas, básicamente preguntándole si
pensaba que deberíamos terminar las cosas cuando eso es lo último que
quiero. Luego, volvió a llamar para confrontarme y solté que la amaba.
Fruncí el ceño. —¿Es la primera vez que se lo dijiste?
Asintió. —Sí.
—¿En serio? —Me eché hacia atrás, considerando eso. Por la forma
en que siempre hablaba, pensé que su relación siempre fue muy sólida.
Naturalmente, me lo imaginé despertando a su lado y diciéndolo todas
las mañanas—. Eh.
—¿Qué? —preguntó, mirando mi expresión de desconcierto.
—Nada. —Me aclaré la garganta—. Es extremadamente evidente
para mí que estás loco por ella, así que no puedo imaginar que no tuviera
ni idea. ¿Cómo reaccionó?
Parker hizo una mueca. —Eh, uh, no estoy seguro. Me asusté y le
colgué antes de que ella pudiera decir algo.
Guau. Estaba muy aterrorizado de ser rechazado. —¿Y no intentó
devolver la llamada?
—Oh, sí. Me llamó. Repetidamente. Y luego envió un mensaje de
texto. Pero oculté mi teléfono. Demonios, incluso podría haber venido a
ver cómo estaba, pero me dormí antes de eso. Estoy bastante seguro de
que había alguien ahí; me quitaron los zapatos, porque ciertamente no
recuerdo habérmelos quitado, y los dejaron ordenados junto a la puerta
de mi habitación, donde nunca los puse.
—Ves. —Me animé, empujando su brazo—. A ella sí le importas.
—Sé que le importo —admitió a regañadientes—. No sé si es tanto
como quisiera.
—Bueno, nunca lo descubrirás a menos que le preguntes.
Gimió y echó la cabeza hacia atrás. —Pero estoy tan...
El timbre de un teléfono de su bolsa de deporte lo interrumpió.
Llevó su mirada hacia allí y palideció.
—Responde —animé.
Se volvió hacia mí, respirando superficialmente. —¿Y si es ella?
—Entonces definitivamente respóndelo. —Al ver su teléfono metido
en un bolsillo lateral, me volví espontáneamente audaz y me lancé hacia
adelante, agarrándolo.
—Oye…
—Es ella —dije, mostrándole la pantalla, donde aparecía la letra B
como la persona que llamaba. Al parecer, dado que era tan secreta, ni
siquiera podía escribir su nombre completo en su libreta de direcciones.
—¡Mierda! —Se pasó las manos por la cara, temblando de manera
visible—. No estoy listo. No sé qué decir.
—Empieza con hola. —Y deslicé el pequeño botón de llamada,
respondiendo por él.
Sus ojos brillaron con incredulidad. Si me matara por esto después,
valdría la pena. Pero no podía quedarme sentada y no hacer nada en
tanto él perdía a Bea.
Manteniendo su mirada, sostuve el teléfono.
Cerró los ojos brevemente y luego lo tomó de mi mano.
—¿Hola? —Su voz se quebró tanto que ni siquiera pudo decir toda
la palabra. —Escuchó por un momento antes de mirarme presa del
pánico—. ¿Quieres que vaya ahora mismo?
—¡Sí! —susurré, agitando las manos para instarlo a aceptar su
oferta—. Ve.
Cerró los ojos con fuerza y asintió. —Está bien. Sí. Puedo estar ahí
en unos minutos.
—Ves. —Le di un codazo en el hombro mientras colgaba—. Quiere
verte. Esto es bueno.
—O simplemente quiere terminarlo para siempre en persona. —Su
tez se encontraba teñida de verde; me pregunté si realmente vomitaría.
—Todo irá bien —le aseguré. O sea, ¿qué más puedo decir? ¿Que
todo podría irse fácilmente al infierno? Ese tipo de actitud no ayudaría
en absoluto. E incluso si las cosas se derrumbaran, no importaría si
hubiera sido tranquilizador de antemano o no; todavía tendría que lidiar
con las consecuencias de la misma manera sin importar qué tipo de
tópicos le hubiera ofrecido—. Puedes hacerlo.
Asintió como si aumentara su propia confianza. Y luego se puso de
pie. —Está bien. Te veré más tarde, entonces.
—La semana que viene —prometí.
Pero ya no formaba parte de su universo. Corrió hacia la puerta de
nuestra habitación reservada y desapareció justo antes de que me diera
cuenta de que olvidó por completo su bolso, botella de agua, portapapeles
y todo.
—¡Oh! —Lo recogí todo rápidamente, lo metí todo en la parte sin
cremallera de su bolso y me puse de pie para perseguirlo. —Al verlo en la
entrada del gimnasio, grité—: ¡Parker! Tus cosas.
Miró hacia atrás y se detuvo. —Mierda. —Volviendo a mí, puso los
ojos en blanco con una sonrisita de agradecimiento y dijo—: Seguramente
olvidaría mi cabeza ahora mismo si no fuera por ti.
—No, te las arreglarías bien —le dije con una sonrisa cálida y
afectuosa mientras tomaba sus cosas—. Buena suerte.
Observó mi expresión, luego se acercó y me abrazó. —Gracias, El.
Nunca nos habíamos abrazado antes. Si me hubiera encontrado en
el estado de ánimo adecuado, ni siquiera lo hubiera intentado. Hace un
año, abrazar probablemente me hubiera provocado un ataque de pánico.
Pero ahora, lo abracé por completo. Porque sabía que podía confiar
en él, y también porque Gracen Lowe me enseñó que, después de todo,
aún podía abrazar.
Incluso después de una noche de borrachera, y luego seguramente
saltarse la ducha esta mañana antes de correr y tener un breve partido
individual de baloncesto conmigo, Parker no apestaba. Su desodorante
se mantenía fuerte y, en realidad, olía bastante bien. De lo contrario,
podría haber sugerido que se limpiara un poco antes de ir a ver a Bea.
Pero creo que estaba listo para irse, así que le di unas palmaditas
en el brazo y me aparté. —Ahora sal de aquí y consigue a esa chica.
Taducido por Betrix
Corregido por Pame .R.

Bella
Fox tardó menos de diez minutos en llegar a mi casa desde el
momento en que colgamos el teléfono hasta que se detuvo en la acera,
pero me paseé todo el tiempo.
Me sentía tan nerviosa.
Cuando me desperté por primera vez anoche con mi teléfono
sonando, me volví a dormir con un gemido, negándome a levantarme y
contestar. Pero entonces alguien había dejado un mensaje y comencé a
preguntarme y preocuparme de que pudiera pasar algo malo.
El corazón comenzó a acelerarse cuando vi que era de Fox, temí lo
que pudiera decir después de una semana completa de silencio. Y casi
sufrí un colapso cuando presioné el auricular contra mi oído y escuché
las palabras: Deberíamos hacer lo más sano y dejarlo.
Porque, en serio, ¿qué significaba eso? Para mí, sonó muchísimo
como si quisiera romper las cosas. Pero me había negado absolutamente
a creer eso. Había estado tan confundida. Y asustada.
Reproduje el mensaje para, con suerte, ganar algo de perspectiva,
solo para escuchar lo arrastradas que eran sus palabras.
¡Mierda! Se encontraba borracho. De nuevo.
Fue entonces cuando el miedo se convirtió en ira. Le devolví la
llamada y, a partir de ese momento, todo se convirtió en una tormenta de
mierda.
Siempre supe que estaba de acuerdo con tener una relación abierta
conmigo. Pero también pensé que le había parecido bien mantenerlo en
secreto durante un tiempo. De todos modos, nunca presionó. Hasta hace
poco.
Pero anoche…
Anoche, no reprimió lo que realmente pensaba. Y cuando me colgó
después de soltar todo eso de estar enamorado, sentí que me noqueó con
un palo de golf.
Llamé de nuevo.
Por supuesto, había vuelto a llamar. No podía dejar que acabara
con eso. Incluso le envié un mensaje de texto, exigiendo que contestara
su teléfono. Pero me alegró un poco de que no lo hiciera porque no me
encontraba muy segura de lo que le habría dicho anoche si lo hubiera
hecho.
Me preocupé después de eso. ¿Y si se había caído y realmente se
lastimó? Era obvio que no se hallaba sobrio en absoluto. Lo cual era un
hecho preocupante en sí mismo. Beber en el cumpleaños, está bien, lo
pude entender. ¿Pero sobrepasarse dos fines de semana seguidos?
Eso no era propio de él en absoluto.
Yo misma descendí a ese agujero hace unos años. Todavía había
espacios en blanco en mi pasado porque bebí tanto que no recordaba lo
que hice. Fue una época aterradora y espantosa, y no quería en absoluto
ese tipo de arrepentimiento de “qué demonios me metí anoche” para Fox.
Esta era una señal de que algo andaba muy mal en su vida, y ese
algo era yo.
Me estremecí y me abracé en tanto lo veía salir de su camioneta y
rodear el parachoques delantero antes de subir por la acera.
Llamé a su cuñado anoche cuando Fox no respondió a ninguna de
mis llamadas. Y le dije a Beau que Fox me llamó borracho (lo que hizo)
probablemente por accidente (oye, yo era la prueba viviente de que era
posible), y que nos desconectamos abruptamente, así que me preocupaba
que pudiera necesitar ayuda. Y me las arreglé para convencer a Beau de
que fuera allí y verificara que Fox estuviera bien.
Me preocupaba tanto que incluso estuve dispuesta a arriesgarme a
revelar nuestra relación con el mundo si un Fox borracho terminaba
descargando todos sus problemas sobre mí cuando Beau llegara.
Pero Beau me devolvió la llamada veinte minutos después, diciendo
que todo estaba bien. Fox había estado en su cama, dormido y todavía
usaba sus zapatos, acostado envuelto alrededor de su almohada como si
estuviera abrazando a un osito de peluche.
Una parte de mi corazón se rompió en ese momento, imaginándolo
borracho y solo, consolándose a sí mismo con una maldita almohada.
Inclinando la cabeza para que la visera de su nuevo gorro le
cubriera los ojos de la brillante luz del sol, Fox se dirigió hacia mi puerta
principal ahora, con paso rápido.
Solo necesité echar un vistazo a la camiseta y los pantalones cortos
con zapatillas que llevaba para recordar...
—Mierda —anuncié, abriendo la puerta antes de que él siquiera
subiera al escalón de entrada—. Es sábado por la mañana. Estabas con
tu único cliente en el gimnasio, ¿no? Te hice salir del trabajo.
—Está bien —me aseguró, mirando hacia arriba para perforarme
con esos penetrantes ojos suyos de color marrón oscuro—. Podemos
reprogramar más tarde.
Asentí y di un paso atrás, manteniendo la puerta abierta para que
entrara. Cruzó el umbral, pero se detuvo solo unos metros adentro, donde
se frotó con inquietud la nuca y se volvió hacia mí.
No dijo nada, dejándome en mis manos iniciar la conversación, lo
cual estaba bien. Lo invité aquí porque practiqué qué decir y estaba lista
para esto. Pero ahora que se encontraba aquí, me asusté un poco.
Así que comencé con: —¿Recuerdas haberme hablado anoche?
Un músculo de su mandíbula saltó. Pero luego asintió. —Sí. La
mayor parte, de todos modos. Lo suficiente para saber que te debo unas
mil disculpas.
Entrecerrando los ojos, lo señalé con un dedo amenazador. —Si te
disculpas una vez, legítimamente te daré un puñetazo en el estómago.
Con una risa seca, levantó las manos con impotencia. —¿Así que
no puedo arrepentirme de ser un completo imbécil contigo?
—Creo que lo que hiciste —comencé despacio—, fue ser totalmente
sincero conmigo. Por primera vez en casi nueve meses. ¿Verdad?
La culpa se entrelazó en su expresión mientras se metía las manos
en los bolsillos y endurecía los hombros antes de admitir: —Supongo. Sí.
Creo que lo fui.
Asentí, comprendiendo, pero luego las lágrimas llenaron mis ojos.
—Maldita sea —murmuré, levantando mis brazos para presionar el dorso
de mis palmas contra el centro de mi frente—. No se suponía que esto
sucediera. Se suponía que iba a ser sin ataduras, sin preocupaciones, sin
complicaciones. Simplemente... la situación perfecta. Donde nadie pueda
salir lastimado. No se suponía que me hiciera daño. Por supuesto que no
se suponía que debías salir lastimado. Pero mírate. —Extendí mis manos
de manera agresiva, mirando sus ojos inyectados en sangre y su ropa
deportiva arrugada—. Te he vuelto absolutamente miserable.
Sus ojos se llenaron de compasión, y las lágrimas en mis ojos se
derramaron por mis mejillas cuando dio un paso hacia mí. Negué con la
cabeza, rechazando el consuelo que ya sabía que me iba a ofrecer. No me
lo merecía. No de él.
Pero me atrajo a sus brazos de todos modos. Me estremecí y me
hundí en él con gratitud, absorbiendo con avidez su calor, aunque sabía
que no era digna de ello.
—Te amo —murmuró en mi cabello, haciéndome cerrar los ojos con
fuerza y agarrar la pechera de su camisa con todas mis fuerzas—. Y
aceptaré las ataduras, las preocupaciones y las complicaciones, y todas
las tristes desventajas que vienen con preocuparme por alguien. Porque
tú lo vales. Pero primero tengo que preguntarte una cosa.
Me aparté lo suficiente para mirarlo.
—Y no mientas, ¿vale? —pidió firme, mirándome directamente a
los ojos—. No te contengas porque te preocupan mis sentimientos o cómo
te hará ver. Sientes lo que sientes, y sé que eso no es algo que puedas
controlar. No es algo de lo que tengas que avergonzarte o tener miedo.
Está bien, no importa cómo respondas. Necesito saber, de acuerdo, así
puedo lidiar en consecuencia con lo que sea que contestes. Por favor...
—Tomó mi rostro entre sus manos—. Solo dime qué está pasando aquí.
Mis ojos se humedecieron de nuevo. —Lo que está pasando aquí es
que estoy muerta de miedo. —Me atraganté—. Me asustas.
Entrecerró los ojos, confundido, luego negó con la cabeza. —¿Cómo
te asusto?
—Por... porque eres demasiado. —Lo aparté de mí y di un paso
atrás para poder pensar y no sentirme tan abrumada por su asombrosa
presencia. Me dejó, mirándome todo el tiempo mientras me abrazaba—.
Eres demasiado.
El dolor atravesó su expresión. Gemí y clavé la palma de mi mano
en mi frente. —Maldita sea. Estoy arruinando esto.
—No entiendo —admitió finalmente con voz ronca, parpadeando
rápidamente como si fuera a empezar a llorar conmigo—. ¿Soy demasiado
qué?
—Todo. —Lloré, retrocediendo y agarrándome mi cabeza, con la
respiración entrecortada por el pánico—. Eres solo...
—Bells —susurró, levantando las manos en un gesto de calma—.
Respira, cariño. Está bien.
—No —grité—. No lo está. Nunca antes había estado tan asustada.
Y lo odio.
Una lágrima se deslizó por su mejilla. Apretó su mano y la puso
contra su boca antes de susurrar: —¿Qué estoy haciendo mal?
—Ese es el problema —espeté, agitando mi mano dramáticamente
para mostrárselo al mundo—. ¡Estás haciendo todo bien! Todo sobre ti es
tan jodidamente correcto. Y perfecto. Y asombroso.
Sus manos cayeron flácidamente a sus costados al tiempo que
ladeaba la cabeza en confusión. —¿Y eso es algo malo?
—¡Sí! Lo que sentí por Ethan es solo una fracción de lo que siento
por ti, y casi me destruyó. Si lo que me pasó allí volviera a pasar, contigo,
no me recuperaría. Esto, nosotros, es mucho más que cualquier cosa que
haya tenido con nadie. Nunca te di tanto poder sobre mí a sabiendas,
pero parece que lo tienes de todos modos. Y yo… maldita sea. Todavía no
estoy lista para dejar el secreto, ¿de acuerdo? No estoy... no estoy... Dios.
Me limpié la cara, tratando de tranquilizarme, pero todos los
sentimientos, frustraciones y miedos volvieron a acumularse dentro de
mí.
—Todavía no sé cómo lidiar con ello, cómo darle sentido en mi
cabeza. No puedo soportar que personas ajenas a mí, aunque sea la
maldita familia a la que amo con locura, lo sepan y se metan en el medio,
den sus opiniones y puntos de vista y... es algo tan grande. Todavía no
estoy preparada.
Fox estuvo tan callado después de eso que me convencí de que se
daría la vuelta y saldría por la puerta, rindiéndose por completo porque
todavía no podía darle lo único que quería.
Pero luego levantó un dedo y abrió la boca durante un segundo
antes de decir finalmente: —Déjame aclarar esto. Estás diciendo que todo
está muy bien entre nosotros. Crees que soy perfecto y probablemente
podrías soportar que te hiciera el amor todo el día, todos los días. ¿Pero
tenemos que esperar para contárselo a la familia hasta que tengas los
suficientes ovarios para admitir que también me amas?
Parpadeé. Luego suspiré y puse los ojos en blanco. —Me ofende
mucho lo que acabas de decir, pero, sí. Básicamente. Todo eso.
Asintió lentamente. —Bien entonces. Bueno, genial. Puedo lidiar
con eso.
Mi nariz se arrugó. Luego levanté las cejas cuando no agregó nada
más a su respuesta. —¿En serio? —espeté finalmente—. ¿Eso es todo lo
que vas a decir? Porque anoche, tenías mucho que decir.
—Sí —respondió lentamente—. Exacto. Anoche dije todo lo que
quería decir, así que, ¿qué más puedo decir ahora?
—¿Qué hay de lo mucho que odiabas guardar secretos a la familia
y mentir a tus hermanos? Sé que eso no desapareció en una noche.
—No —coincidió, dando un paso hacia mí—. Todavía odio tener que
mentirles. Y no puedo esperar hasta poder adorarte adecuadamente a la
luz del día donde todos puedan ver. Pero ahora que he escuchado tus
razones y estoy seguro de que el secreto es temporal, puedo soportarlo
durante un tiempo más. Y quién sabe, tal vez para cuando empiece a
impacientarme de nuevo, finalmente estés lista para sincerarte.
Puse una mano en mi cadera y arqueé una ceja en tanto él daba
otro paso deliberado más cerca. —¿Y si no lo estoy? —contraataqué.
Sonrió con una de sus sonrisas de “sé que estoy a punto de tener
suerte”. —Entonces supongo que tendré que volver a llamarte borracho y
estallar hasta que tengamos otra de esas conversaciones esclarecedoras
en las que prácticamente me dices lo increíble que soy.
Resoplé y negué con la cabeza. —No hagas que me arrepienta de
haber dicho nada que se parezca a eso, Parker.
—Ya es muy tarde. —Sonrió, extendiendo la mano para pasar un
dedo por el costado de mi brazo—. Lo dijiste; nunca te dejaré olvidarlo.
—Oh Dios. —Me estremecí incontrolablemente cuando su dedo
comenzó a trazar lentamente un camino hacia la parte exterior de mi
brazo. Pero joder, mi codo nunca estuvo tan sensible antes. El hormigueo
se extendió a través de mis puntos calientes antes de latir con necesidad.
Pasó una semana desde la última vez que estuvo dentro de mí, y mi
cuerpo decidió que era una espera demasiado larga.
Pero exteriormente me mantuve firme y le envié una mirada severa.
—Nunca volveré a abrir la boca —le dije.
Soltó un sonido divertido y se acercó. —¿Recuerdas esa vez que
vine y me mostraste el paquete de anticonceptivos que acababas de
comprar y me hiciste saber que podíamos dejar de usar condones?
Mientras sus dedos se movían deliberadamente sobre mi clavícula,
solté un suspiro y sentí mis pechos tensarse debajo de mi camisa. —Sí
—dije con voz ronca—. Lo recuerdo.
—Esa fue la primera vez que lo hice sin protección —admitió,
alcanzando el punto más bajo de la camiseta con cuello en V que llevaba,
justo donde comenzaba mi escote—. Creo que duré unos diez segundos
después de que me metí en tu interior esa noche.
Negué con la cabeza y le arrugué la nariz. ¿A dónde diablos iba con
esto?
—Sin embargo, si tienes suerte —agregó, levantando la otra mano
para poder agarrar el cuello en V con ambas manos—, podría durar veinte
segundos esta vez.
Y rasgó la camisa por el centro, partiéndola con un gruñido salvaje.
—¡Fox! —Jadeé en estado de shock cuando se sumergió, besando
mi garganta, hasta las copas de mi sostén—. ¿Qué...?
—Odias esta camiseta —dijo contra la parte superior de mi pecho
izquierdo—. Te quejas de lo incómoda que es cada vez que la usas.
Cierto. Pero… —Hace que mis senos se vean bien. —Que era
exactamente por qué me la puse después de que accediera a venir esta
mañana.
—Mmm. —Los besó como si estuviera de acuerdo conmigo—. Sí, lo
hace. Te conseguiré una nueva.
Fue mucho más amable con el sostén, probablemente consciente
de que era mi favorito, y me quitó los tirantes por los hombros antes de
soltar un pecho y succionar el pezón con la boca.
Sollocé y me arqueé, agarrando sus hombros a medida que se daba
un festín. Y sus manos seguían moviéndose, desnudándome al mismo
tiempo que me quitaba los pantalones de yoga junto con las bragas por
mis piernas, sin siquiera notar, o probablemente importarle, que había
estado usando un conjunto de ropa interior a juego por una vez, solo para
impresionarlo.
Hombre despistado.
Pero luego empujó un dedo dentro de mí, acariciando ese lugar
perfecto, y decidí que tampoco me importaba mucho.
Maldita sea, tenía unos dedos muy talentosos.
Luché con la banda elástica de sus pantalones cortos de gimnasia
en tanto él chupaba y acariciaba, y los tiré hacia abajo con satisfacción
salvaje antes de empujar su pecho lo suficientemente fuerte como para
hacerle perder el equilibrio y caer hacia atrás.
Arañó aire por un momento antes de aterrizar con un rebote en el
asiento acolchado de mi sillón reclinable. Entonces su mirada brilló con
satisfacción cuando me sonrió.
—Quítate la camisa —le ordené.
Tanteó en su prisa por obedecer. Cuando estuvo tan desnudo como
yo, me hundí en su regazo y gateé de rodillas para sentarme a horcajadas
sobre sus caderas y colocarme encima de él.
Posicionando sus manos en mis caderas como para ayudarme a
guiarme, cuando en realidad me dejó hacer todo el trabajo, Fox observó
con asombro cómo me bajaba sobre su pene, llevándolo entero dentro de
mí. Con la cabeza cayendo hacia atrás sobre el respaldo, gimió y arqueó
las caderas hacia arriba al tiempo que sus dedos se apretaban alrededor
de mi cintura. —Dios.
Hice una pausa una vez que estuvo instalado profundamente.
Luego, observando la tensión en su mandíbula, me moví, bombeando
hacia arriba y hacia abajo.
Cautivó mi mirada y me envió una sonrisa desgarradora. —Te
extrañé muchísimo. Nunca más. Nunca.
Al besarlo, le prometí con mis labios y mi cuerpo que siempre sería
abierta y honesta sobre el estado de nuestra relación. Él me devolvió el
beso, prometiendo su amor y devoción de la misma manera. Luego me
rodeó con sus brazos y se aferró a mí mientras nos inclinábamos juntos
sobre el lado del olvido. Todavía abrazaba su cara contra mis pechos,
donde él la había plantado, cuando él ahogó un suspiro de satisfacción y
me sonrió.
—Maldita sea, creo que podríamos haber llegado hasta los cuarenta
y cinco segundos esta vez.
Eché la cabeza hacia atrás y me reí. Amaba a este hombre.
Pero cuando volví a mirarlo, aún podía ver los ojos inyectados en
sangre a pesar de que todavía me sonreía. Y la piel de su mandíbula era
más lanuda de lo que solía mantenerla. Había sido una semana difícil
para él. Por mí.
Y todavía no hice lo que sabía ahora que él necesitaba que hiciera.
Tomando su mejilla en mi mano, murmuré: —No resolvimos todo
hoy, ¿verdad?
—Por supuesto que no. —Volvió la cara para besar mi palma—.
Siempre tendremos problemas. Como cualquier pareja normal. Pero nos
ocuparemos de cada uno a medida que surja, y luego tendremos sexo de
reconciliación increíble antes de trabajar en solucionar el otro problema
que deba abordarse.
—Bien. —Asentí para tranquilizarme—. Me gusta esa respuesta.
—Supuse que sí. —Alisó sus manos para hundir sus dedos en mi
cabello, tomó mi rostro y dijo—: Todo estará bien, Bells. Tenemos esto
bajo control.
Por alguna razón, le creí absolutamente al cien por cien.
,

Traducido por Nickie & AnnyR’


Corregido por Pame .R.

Yellow
Me encontraba trabajando diligentemente en mi escritorio cuando
Jada se acercó volando de su oficina con su iPad en la mano.
—¡Nicksen!
Poniéndome en pie porque sonaba tan brusca y enfadada que me
encontraba segura de que iba a meterme en un lío por algo, me metí en
la boca el último trozo de panecillo que me quedaba por desayunar y
exclamé: —¿Sí, señora?
Hizo una pausa y parpadeó mientras me miraba con ojos de lince
masticando y tragando. Luego levantó su iPad para mostrarme la
pantalla. —Quiero reformular este comunicado para que suene menos...
amable. Estos imbéciles tienen tres pagos atrasados y estoy empezando
a perder la paciencia.
—Eh, está bien. —Agarré un bolígrafo y un bloc de notas y le
pregunté—: ¿Qué cambios quiere que…?
No me dejó ni terminar la pregunta antes de empezar a soltar
correcciones, señalando secciones en tanto hablaba, lo que me obligó a
mirar de reojo la pantalla para descubrir a qué partes se refería.
Para cuando terminó todas sus instrucciones, había llenado tres
páginas de notas y mi cabeza comenzaba a dar vueltas, pero sabía que
podía hacer esto, así que asentí y le dije: —No hay problema.
Me miró con desconfianza por un momento antes de asentir con
rigidez. —Muy bien. Ve si puedes hacerlo antes del mediodía.
—Lo haré.
Lo tendría listo antes de las once. Quizás las diez.
—Buenos días, señoritas —saludó contento una voz dolorosamente
familiar detrás de mí, haciéndome casi salirme de mi cuerpo—. ¿Alguien
quiere un pastelito?
Jada arqueó una ceja con curiosidad por mi reacción antes de que
nos volteáramos juntas para enfrentar a Gracen.
Y casi solté uno de esos patéticos suspiros de enamorada cuando
lo vi acercarse. Su sonrisa era amplia y amistosa, como si se hubiera
despertado después de un sueño perfecto, renovado y listo para afrontar
el día. En el momento que levantó una canasta que tenía tres pastelitos,
simplemente continué mirándolo a la cara, extasiada de estar tan cerca
de él de nuevo.
Se veía tan bien, alegre y contento. Simplemente mirarlo hizo que
todo mi día se sintiera mejor.
—Esta mañana tengo unos con sabor a banana y nueces —nos dijo
a ambas—. Ayer eran de arándano y el día anterior, chispas de chocolate.
Magda no para de traerme un lote nuevo todos los días. Y parece que no
puedo seguir el ritmo. Qué opinan, ¿ya me está saliendo barriga?
Cuando se volteó hacia un lado y arqueó los hombros hacia atrás
al mismo tiempo que mostraba su vientre plano, Jada puso los ojos en
blanco y lo golpeó en el diafragma con el dorso de la mano.
—Deja de contener el aliento y tal vez podamos darte una respuesta
sincera.
Cuando gruñó por el contacto, su antiguo ayudante Price pasó por
delante, deteniéndose para recoger los tres pastelitos de la canasta de
Gracen. Entornando los ojos a su antiguo jefe, levantó uno mientras
apretaba los otros dos contra su pecho. —Me debes esto. Y más. —Luego,
desafiante, le dio un gran mordisco a uno y se alejó, masticándolo.
Lo vimos marcharse antes de volvernos el uno al otro.
—¿A qué te refieres con un nuevo lote cada mañana? —le preguntó
Jada, como si no hubiera ocurrido nada con Price—. ¿Me dices que esa
perra te trae pastelitos todos los días? ¿Y en una jodida cesta de mimbre
forrada con servilletas de tela, nada menos? Nunca en todos los años que
trabajó para mí me trajo un solo pastelito.
Gracen hizo una pausa. —¿No? —Luego se aclaró la garganta y se
sonrojó a la vez que se encogía y se frotaba la nuca ansiosamente—.
Bueno, eh… —Debió haber pensado que era hora de un cambio de tema
porque me señaló y soltó—: ¿Qué hay de Yellow? ¿Las cosas funcionan
entre ustedes dos?
Contuve la respiración, preguntándome qué diría mi nueva jefa de
mí, y mis esperanzas se desplomaron cuando frunció el ceño. —¿Te
refieres a cómo soporto a la pequeña porrista alegre y complaciente? —
Poniendo los ojos en blanco, respondió—: Es una molestia constante. Me
sonríe y me saluda cada puta mañana. Y hoy, tuvo el descaro de traerme
una docena de donas. Que sin duda son cien veces mejores que tus
repugnantes pastelitos.
Parpadeé, sin saber si me acababan de felicitar o insultar.
Mientras tanto, Gracen jadeó y se tapó la boca con ambas manos,
haciendo que el asa de su canasta colgara del hueco de su brazo. —Ese
demonio —exclamó—. Di que no es cierto. —Me dio una falsa mirada de
superioridad antes de levantar la nariz con aire presumido—. Es decir, el
descaro de algunas personas.
—Oh, cállate —se quejó por sus bromas—. Sorprendentemente, la
chica no es tan mala asistente. Escribe y archiva muchísimo más rápido
de lo que Magda alguna vez lo hizo.
¿En serio? Me alegré, atónita al escuchar cualquier tipo de elogio
de su parte.
Sin embargo, Gracen la miró con el ceño fruncido. —Oye, Magda
puede ser una tortuga, pero mantiene el barco en rumbo. Price también
tipeaba como una liebre, pero nunca pude mantenerlo en su escritorio.
Siempre estaba saltando de una estación de chismes a la otra. Así que,
honestamente, ambos terminan el trabajo que les asigno casi al mismo
tiempo.
—Bueno... —Jada levantó la cara con altivez—. Tengo lo mejor de
ambos mundos. Yellow tipea rápido y evita los chismes.
—¿Sí? —murmuró, enviando una mirada especulativa en mi
dirección. Me sonrió cálidamente antes de arrugar la nariz—. Debí haber
sabido que eras una santurrona.
Levantando la barbilla, respondí: —Prefiero considerarlo ordenada
y competente, muchas gracias.
Soltó una sonrisa mientras Jada murmuraba abatida: —La chica
definitivamente me ha hecho darme cuenta de unas cosas desagradables
sobre mí, eso es seguro.
—¿Ah sí? —Se apartó de mí para observarla con el ceño apenas
fruncido—. ¿Qué cosas?
—Creo que asumí lo mismo sobre ella que el idiota de Draper
cuando la contrataron por primera vez. Que solo era una cara bonita sin
mucho cerebro. Solo la contrató por su apariencia, y yo nunca en un
millón de años la hubiera contratado por exactamente la misma razón.
—Sacudiendo la cabeza con tristeza cuando me miró, dijo—: De verdad
no tienes la menor posibilidad de que te traten con justicia, ¿verdad? La
gente va a ser ignorantemente demasiado amable contigo o demasiado
grosera. Nadie va a ver más allá de toda esa brillante belleza rubia y llegar
a conocer tu esencia. También es una pena. —Volviéndose hacia Gracen,
terminó con—: Es una chica tremendamente dulce.
—Me he dado cuenta —dijo asintiendo forzosamente, solo para
mirar en mi dirección y agregar—: Pero yo diría que parece que terminó
exactamente donde tenía que estar para tener éxito.
—Mmm —murmuró Jada, prestándole atención—. Me parece que
tienes razón. Lo que me hace sentir curiosidad por saber por qué no la
intercambiaste con Draper directamente cuando tuviste la oportunidad.
Arqueó una ceja. —¿Acabas de decir intercambiarla? ¿En serio,
Jay? No es una cosa.
Jada suspiró. —Sabes a lo que me refiero.
Él también suspiró antes de encogerse de hombros con descuido.
—Bueno, entonces supongo que esa es la pregunta del día. —Levantó las
cejas para hacerle saber que iba a dejar las cosas así, luego me miró e
hizo una pequeña reverencia—. Señoritas —anunció—. Qué tengan un
buen día.
Y se alejó dando la vuelta antes de volver a caminar por el pasillo
entre los cubículos y la pared hacia su oficina, silbando en voz baja y
balanceando alegremente su canasta vacía.
—Bueno... —murmuró mi jefa, mirándome de reojo—. Creo que se
siente atraído por ti.
Me sonrojé de inmediato y me aclaré la garganta antes de mirarla
con extrañeza y repetir: —¿Atraído?
Frunció el ceño. —No te burles de mi arcaica elección de palabras.
La frase aún se aplica. Y no intentes negar que el sentimiento es mutuo.
Vi la manera en que le devolviste la mirada. Los dos están claramente
enamorados el uno del otro. Así que suéltalo. ¿Cuál es la historia ahí?
—¿La historia? —chillé, sintiendo que me ardía la cara—. ¿Qué
historia? No hay tal cosa. —Pero me miró con los ojos entrecerrados, así
que tragué saliva, sintiéndome culpable—. Es decir, lo conocía, apenas,
antes de venir a trabajar aquí. Mediante su hermana. Habíamos hablado
dos o tres veces. Pero eso… eso es todo.
Mayormente.
Me miró fijamente durante un par de segundos antes de soltar un
indistinguible: —Ajá. Bueno, si dices que eso es todo, supongo que te
creeré. Envíame esa nota por correo electrónico cuando hayas terminado.
—Sí, señora —murmuré, parpadeando a medida que se alejaba,
cruzaba el pasillo para regresar a su oficina y cerraba la puerta detrás de
ella.
Aclarándome la garganta, miré a mi alrededor para asegurarme de
que nadie había estado escuchando nuestra conversación, pero todos los
demás parecían estar absortos en otras cosas, conversando con otros
empleados, hablando por teléfono, observando con el ceño fruncido las
pantallas de sus computadoras. Básicamente, nadie había escuchado a
Jada desafiarme.
Gracias a Dios.
Alisándome la falda, regresé corriendo a mi escritorio y volví a
trabajar.
Arreglé el anuncio y le envié el borrador a Jada aproximadamente
una hora y media antes del mediodía. No respondió, pero volvió a salir de
su oficina cuarenta y cinco minutos después.
—Me voy a comer algo —anunció en el momento en que levanté la
vista. Después de poner la correa de su bolso sobre su hombro, deslizó
su dedo medio por la comisura de su boca para asegurarse de que su
lápiz labial rojo brillante recién aplicado se hallaba perfectamente en su
lugar—. Me reuniré con un amigo, así que probablemente tardaré.
—Está bien. —Le di una sonrisa brillante—. Diviértase.
Asintió, solo para hacer una pausa y levantar una ceja. —Ah, y
muy bien hecho con esas revisiones del anuncio. ¿Podrías imprimir una
copia y llevarla a la oficina de Gracen para que lo apruebe? No tengo
ganas de desviarme de mi camino.
—Eh... —Parpadeé—. ¿Darle una copia?
Aquí eran muy estrictos con la sostenibilidad y nunca imprimían
páginas innecesarias. La mayoría de los documentos se gestionaban de
forma electrónica. Así que tuve que preguntarme por qué no me pidió que
simplemente le enviara la nota por correo electrónico. O mejor aún, ¿por
qué no le había enviado ella misma la copia?
Y Jada nunca fue del tipo perezoso que no podía desviarse quince
metros de su camino solo porque no tenía ganas.
Así que la sospecha de que estaba jugando a la casamentera era
bastante fuerte.
Arqueando una ceja de forma inocente, preguntó: —¿Tienes algún
problema con eso?
—Eh, no —me apresuré a responder. No iba a hacer nada para que
me acusara de insubordinada. Y además, dejar pasar la oportunidad de
ver a Gracen dos veces en un día no formaba parte de mi composición
química—. No hay ningún problema —le dije a mi jefa—. Le llevaré la
copia, de inmediato.
—Bien. —Luego sonrió, delatándose totalmente cuando agregó—:
Que tengas un buen almuerzo tú también. —Y se alejó.
La vi irse antes de dejarme caer de nuevo en mi asiento y abrir el
archivo antes de imprimir una copia. Compartía una impresora con
media docena de personas más, así que tuve que rodear mi escritorio y
atravesar un pasillo entre cubículos hacia el centro de la habitación, y
luego murmurar un con permiso a dos mujeres y a Price que charlaban
justo en frente, antes de poder poner mis manos en esas dos páginas.
Luego regresé a mi escritorio para prepararme.
Hoy había traído el almuerzo y la oficina de Gracen se encontraba
de camino a la sala de descanso, así que me pareció buena idea pasar
por allí de camino a comer.
Mi estómago se retorció de ansiedad a medida que me ponía de pie,
me arreglé a más no poder, planchando mi ropa con mis manos, pasando
ambas palmas sobre mis caderas para alisar la falda que usaba, y luego
mirando alrededor antes de reajustar un poco mis senos en mi sostén,
para a continuación peinarme el cabello con los dedos.
Pero incluso mientras lo hacía, gemí para mí misma porque, en
serio, estaba siendo tan ridícula. Probablemente él ni siquiera lo vería. La
puerta de su oficina sin duda estaría cerrada, como solía estar cuando
pasaba de camino a la sala de descanso, y solo le dejaría el anuncio a su
secretaria.
No es que importara si alcanzaba a verlo a través de una puerta
posiblemente abierta porque, de todos modos, nunca sucedería nada
entre nosotros.
Así que, honestamente, no importaba cómo lucía si él me veía. Y,
sin embargo, inconscientemente me mordí los labios para iluminarlos y
rellenarlos al tiempo que exhalaba lentamente y forzaba a mis pasos a
calmarse mientras me dirigía allí.
Pero luego vi que su puerta se hallaba abierta.
Y Magda no se encontraba en su escritorio.
Oh, mierda. Iba a hablar con él. De nuevo.
Mi cerebro se quedó sin oxígeno, dejándome mareada. Me balanceé
una vez antes de cerrar los ojos e inhalar profundamente para relajarme
un poco. Podía hacer esto. Solo era un hombre.
Uno en el que no podía dejar de pensar.
Pero probablemente eso solo significaba que mi imaginación había
aumentado su atractivo en mi cabeza mucho más de lo que realmente
era. No era posible que fuera tan espectacular como lo imaginaba. Estaba
casi segura de que me decepcionaría enormemente en el instante que lo
volviera a ver. Quiero decir, de ninguna manera podría tener el mismo
efecto en mí que me había convencido de que tenía.
Al llegar a la puerta, eché un vistazo y me paralicé.
No. Mis ensoñaciones no habían exagerado nada. En todo caso,
mis recuerdos habían restado importancia al aumento de mi pulso, la
respiración entrecortada, la emoción absoluta que corría por mis venas
simplemente con mirarlo.
Estaba tan lleno de movimiento y energía. Su cabeza inclinada se
balanceaba levemente en tanto escuchaba una canción que se reproducía
en su propia mente a la vez que golpeaba el extremo de su bolígrafo contra
su escritorio y leía un informe impreso. Incluso su cabello oscuro agitado
por el viento, o tal vez despeinado con los dedos, se balanceaba y flotaba
al mismo ritmo.
Anhelaba acercarme lo suficiente a él para absorber algo de esa
calidez y la vida cinética y agradable que exudaba.
—Oye. —Golpeé su puerta abierta, después mantuve los dedos
cerrados en un intento de evitar que temblaran. En el momento en que
levantó la vista, mi corazón dio un vuelco.
Sintiendo que mi cara se calentaba incontrolablemente, le ofrecí
una mueca de disculpa, incluso cuando entré vacilante a su oficina. —Lo
siento, tu asistente no estaba aquí.
—No te preocupes —me respondió dándome la bienvenida con una
sonrisa—. Magda se fue a casa temprano. Dijo que su artritis en las
rodillas la estaba molestando. Así que entra. ¿Qué pasa?
—Oh, mmm. —Levanté sin convicción las dos hojas de papel que
tenía en la mano—. Jada quería que te las trajera. Es un anuncio que
quiere que revises, supongo.
—Eh... está bien. —Al parecer confundido por eso, se puso de pie
de todos modos y dijo—: De acuerdo. Gracias. —Rodeando su escritorio
para encontrarme a mitad de camino, extendió la mano y tomó las hojas
mientras yo me inclinaba hacia adelante y estiraba el brazo.
—De nada.
Y aquí estaba ese momento en el que se suponía que debía dar la
vuelta y salir de su oficina. Excepto que no lo hice. Me quedé allí, parada
como una acosadora. Lo que era peor, tampoco dije nada. Solo lo miré,
empapándome todo lo que podía antes de tener que irme.
Finalmente, se volvió lo suficientemente incómodo y frunció el ceño
confundido.
—¿Había algo más? —preguntó, mirando el comunicado como si
buscara más instrucciones.
Mis ojos se agrandaron. —¡No! —respondí rápidamente, con la voz
ronca por la vergüenza—. Eso era todo. Gracias. —Me di la vuelta,
mortificada—. Que tengas un buen día.
—Sí —murmuró en respuesta, sonando confundido—. Tú también.
Corrí hacia la puerta, pero me sentía tan ansiosa por salir de ahí,
para poder morir de vergüenza en privado en otro lugar, que mi campo
visual se acortó y no vi la silla para las visitas que tenía frente a su
escritorio hasta que tropecé con ella y se cayó al suelo.
—¡Guau, oye! —Su mano salió disparada para agarrar mi brazo,
excepto que ya había recuperado el equilibrio y me había enderezado, así
que básicamente envolvió sus cálidos dedos alrededor de mi antebrazo
desnudo sin una buena razón.
Excepto para enloquecer a mis hormonas.
Mirándome a los ojos con preocupación, preguntó: —¿Estás bien?
Asentí estúpidamente durante unos buenos dos segundos antes de
que pudiera encontrar algo parecido a las palabras. —S-sí, estoy bien.
Gracias. Yo... lo siento. Soy tan torpe.
Su hermosa y conmovedora sonrisa me encandiló de nuevo. —No
—dijo, soltando su agarre de mi brazo para mi pesar y dando un paso
respetable hacia atrás—. Esa silla tenía algo contra ti. Se interpuso en tu
camino. Yo lo vi todo.
Le ofrecí una miserable sonrisa de agradecimiento. Pero me sentí
tan estúpida porque me comportaba tan tonta. Ni siquiera me encontraba
segura de por qué hacía esto. Yo solo…
Lo extrañaba.
—¿Yellow? —Inclinó la cabeza hacia un lado, con una expresión
repentinamente preocupada—. ¿Segura que todo está bien? No solo con
el tropiezo, sino, ya sabes, en general. —Su mirada se llenó de horror—.
Oh, Jesús. Art no te ha vuelto a molestar, ¿verdad?
Tragué y negué con la cabeza. —No. Para nada. En realidad, me
evita como la plaga.
Dejó escapar un suspiro de alivio y asintió. —Bien. Eso es bueno.
¿Qué pasa con Jackson, entonces?
—¿Jackson? —Solté, sin esperar escuchar ese nombre.
Jackson era un empleado que trabajaba en el lado del marketing.
Había coqueteado conmigo un par de veces e incluso me invitó a cenar
una vez. Pero lo rechacé.
Gracen se sonrojó. Lo que me hizo parpadear confundida porque
¿de qué diablos tenía que sonrojarse él? Debía haber alguna iluminación
extraña en esta oficina.
Pero luego extendió la mano y se frotó con inquietud la nuca e hizo
una mueca como si estuviera incómodo antes de explicar: —Sí. Yo, eh…
—Tosiendo una risita avergonzada, agitó una mano—. Lo vi invitarte a
salir el otro día.
—Oh Dios. —La vergüenza me inundó. Cerré los ojos y negué con
la cabeza—. ¿Todos vieron eso?
Me ofreció una pequeña sonrisa mortificada. —Probablemente. Sin
embargo, no te está haciendo pasar un mal rato, ¿verdad? ¿Después de
que lo rechazaras?
Negué con la cabeza lentamente, mi mirada se desvió hacia su
rostro al mismo tiempo que buscaba tal vez, posiblemente un indicio de
celos o posesividad en su expresión. Pero no encontré ninguno.
—No —murmuré finalmente, mi voz apenas audible—. También me
está evitando como una plaga después de eso.
Los labios de Gracen se arquearon con diversión. —Es extraño. No
he notado ni una sola vibración parecida a la de la peste procedente de
ti.
Después de soltar un sonido divertido, me miré las manos.
—¿Acaso…? —Pero la pregunta se estancó en mi lengua. Cuando
alcé la mirada, levantó las cejas, haciéndome saber que estaba esperando
pacientemente el resto de la pregunta.
Aclaré mi garganta, ni siquiera segura de lo que quería preguntar.
—¿Has escuchado hablar del nuevo lanzamiento de la próxima película
de Venom que saldrá este viernes?
—Eh… —Hizo una pausa por un momento en blanco antes de
conformarse con un simple asentimiento como respuesta—. Sí. Estoy
muy emocionado por esta.
Asentí también, mucho más lentamente que él. —Yo también —dije
en voz baja.
Entrecerró los ojos, mirándome con sospecha.
Probablemente tratando de averiguar si solo conversaba con él o si
le decía que quería encontrármelo “accidentalmente” allí, como sucedió
en las dos últimas películas. Y, la verdad, tampoco me hallaba tan segura
de lo que trataba de lograr.
Bajo la mirada y luego la subió. —Si puedo ser tan atrevido, ¿por
qué rechazaste a Jackson? —preguntó por fin; la pregunta contundente
hizo que mis ojos brillaran.
Luego pareció darse cuenta de lo mucho que acababa de revelar al
preguntarlo, y rápidamente agregó: —Yo… quiero decir, él… —Agitando
una mano, se aclaró la garganta e hizo una mueca—. No es un mal tipo.
Probablemente sería una cita decente.
Asentí estúpidamente antes de susurrar: —Lo sé. —Jackson, en
verdad, parecía un buen tipo—. Yo solo…
Cuando solté un suspiro de tristeza, completamente sin palabras,
Gracen se acercó con curiosidad. —¿Tú qué?
Bajando la mirada porque no podía seguir mirando esos ojos azul
grisáceos demasiado intensos, me di cuenta que nunca traje mi almuerzo
como tenía la intención de hacer. Estuve tan emocionada de verlo otra
vez que olvidé por completo que se suponía que dejar el comunicado con
él era algo secundario que iba a hacer de camino a la sala de descanso
para el almuerzo.
Miré hacia arriba de nuevo y resoplé decididamente, sabiendo que
necesitaba responder a su pregunta. Para poder responder a una de las
mías sobre él. —Yo, eh… bueno, ya sabes, él…
Gracen arqueó las cejas con curiosidad. —¿Él…?
—Él es solo… —Negué con la cabeza antes de soltar—: No es en
quien pienso antes de quedarme dormida cada noche.
Haciendo una pausa allí, encontré su mirada. Cuando sus labios
se separaron antes de cerrarlos y tragar saliva de manera audible, hallé
el valor para continuar.
—No es para quien me visto todas las mañanas cuando me preparo
para el trabajo —añadí, viendo que sus ojos brillaban con esperanza—.
No es a quien quiero echar un vistazo al otro lado de la oficina. O en quién
parece que no puedo dejar de pensar. Simplemente… no es tú.
Listo.
Lo dije.
Oh Dios, ¿por qué lo acababa de decir?
Esto no podría terminar bien. ¿Verdad?
Gracen permaneció congelado durante unos buenos diez segundos.
Luego, el aire salió rápidamente de sus pulmones y sacudió la cabeza en
negación antes de susurrar: —Oh, mierda…
Bueno, eso no sonó bien.
El pánico llenó mi pecho.
¡Abortar!, sonó mi alarma interna. ¡Abortar! Esto definitivamente se
dirigía directamente al desastre.
—Yo… yo… —Girando con total mortificación, me abalancé hacia
la puerta abierta—. Lo siento, no debería haber dicho eso. Debería irme.
Voy a…
—¡No! —Se lanzó frente a mí, manteniéndome allí. Cerró la puerta
de un golpe y se hundió contra ella, bloqueando mi salida a la vez que
respiraba con dificultad y me miraba boquiabierto.
Me congelé frente a él, sintiéndome como un hámster acorralado
en una jaula.
Gracen se cubrió la boca con ambas manos, negó con la cabeza y
me miró.
Mi rostro se drenó de todo color y mis dedos temblaron de forma
incontrolable mientras me agarraba la cabeza.
—No sé por qué te dije eso —confesé—. No debería haberlo hecho.
Soy tan…
—Pero, ¿es verdad? —interrumpió rotundamente, acercándose.
Avergonzada, retrocedí y me negué a responder, pero él podía ver
la verdad en mis ojos.
—Yo tampoco puedo dejar de pensar en ti —admitió finalmente, su
voz tan baja que era apenas audible.
Con los ojos llenos de esperanza, lo miré parpadeando. —¿En
serio?
Con un asentimiento, se alejó cautelosamente de la puerta. Parecía
estar sorprendido por sus propias acciones, incluso cuando aproximó su
rostro, acercándose para un beso, solo para detenerse y hacer una pausa,
enfocándose en mis ojos como para asegurarse de que no iba a arruinar
algo.
—¿Qué demonios estoy haciendo? —se susurró a sí mismo en tanto
continuaba mirándome boquiabierto, su boca a solo unos centímetros de
la mía—. No puedo besarte. Eres una empleada. No mi empleada. Pero
una empleada del edificio en el que soy un superior. Intentar algo contigo
sería…
Harta de escuchar sus dudas sobre sí mismo, me puse de puntillas
y yo intenté algo con él, aplastando nuestras bocas con una urgencia
febril.
Gracen gimió y me tomó el rostro entre sus manos, ansioso por
recibirme. —Dios, gracias —dijo con voz ronca alejándose, solo para
volver cada pocas palabras para besarme de nuevo—. Tenía muchas
ganas de hacer eso, pero no pensé… ¡umm!
Lo interrumpí agarrando su cabello oscuro y sedoso y sellándonos
de manera más permanente.
A partir de ahí, no hubo una introducción suave. Nos lanzamos con
lengua y dientes, chocando nuestros cuerpos y tomando exactamente lo
que queríamos mientras nos devolvíamos todo el uno al otro.
Mis dedos recorrieron el camino desde su cabello hasta su cuello y
luego agarraron sus hombros al mismo tiempo que me hacía retroceder
hasta el borde de su escritorio. Antes de que me diera cuenta, me estaba
subiendo para sentarme en la superficie plana y presionando entre mis
muslos, haciendo que mi falda se amontonara indecorosamente en mi
cintura.
La emoción se apoderó de mí, envolviendo mis sentidos. Golpeé con
mis manos el escritorio y me incliné hacia atrás en tanto él se apiñaba
encima de mí. Mi barbilla se elevó y sus labios hallaron el camino hacia
mi garganta mientras cubría mis dedos con los suyos en el escritorio,
sosteniendo prisionera mi mano.
Cuando mordió la tierna carne de mi cuello, ahogué un gemido y
arqueé mi pecho, ansiando que él…
Me mordió el pezón, a través de la tela de mi sostén y blusa.
—Oh Dios —grité, jadeando por el placer en tanto los dedos que
cubrían los míos se apretaban, y la palma de su otra mano acariciaba la
parte exterior de mi pierna desnuda, incitándome a levantar mi rodilla a
la vez que él avanzaba hasta que la presionaba contra su costado.
Una vez que levantó mi pierna donde la deseaba, apretó mi rodilla
brevemente, luego deslizó sus dedos hacia abajo y a lo largo de mi muslo
hasta que alcanzó el dobladillo de mi falda. Todo el tiempo, había estado
besando hacia arriba, sobre mis pechos y a través de mi clavícula, a lo
largo de mi garganta hasta que levantó su rostro y me miró a los ojos,
haciendo una pausa cuando su mano se detuvo en la línea de mi falda.
—¿Sí? ¿No? —preguntó, buscando mi mirada.
Mi garganta se hallaba demasiado seca para hablar de inmediato,
así que tragué, me lamí los labios y moví la cabeza, jadeando: —Sí.
Siseó con alivio. —Por Dios. Gracias.
Sonriendo, presionó su frente contra la mía y pasó la línea de mi
falda. Mis propios dientes se hundieron en mi labio inferior mientras
miraba sus ojos, saboreando la forma en que se oscurecieron con pasión
cuando su palma ardiente y caliente se deslizó por mi muslo hasta que
llegó a mis bragas. Luego ahuecó mi trasero con fuerza y me deslizó más
cerca del borde del escritorio justo cuando arqueaba las caderas hacia
adelante para que pudiéramos quedar al ras donde estoy segura de que
ambos palpitábamos más.
—Maldita sea, mierda —suspiró en tanto su garganta se esforzaba
para tragar saliva—. Eso se siente bien.
Estuve de acuerdo con un gemido y me moví, tratando de frotar el
bulto grueso e hinchado.
—Yellow —comenzó, su mano en mi trasero presionándome más
fuerte contra él—. Yo… ¡mierda! —Levantó la cara de repente para mirar
hacia la puerta—. ¿Esa es la risa de Bella?
Cuando se quedó paralizado sobre mí, contuve el aliento, exigiendo
los oídos por la sangre corriendo a través de ellos hasta que, sí, escuché
la voz apagada de su hermana justo afuera de su puerta, hablando con
alguien.
Nuestros ojos se abrieron como platos al tiempo que nos miramos
culpables.
—Oh, Dios mío —jadeé finalmente y me alejé, rodando por un lado
del escritorio para salir de debajo de él, chocando con su brazo y casi
haciendo que se derrumbara encima de mí cuando avancé.
—Cristo —murmuró, tratando de recuperar el equilibrio mientras
aterrizaba en el suelo a cuatro patas en cuclillas. Eché un vistazo a su
oficina frenéticamente justo cuando alguien llamó a la puerta.
No la había cerrado con llave. Estaba segura de recordar que no la
cerró.
Actuando por instinto, rodeé corriendo el escritorio para ocultarme
debajo justo cuando la puerta comenzaba a abrirse sin esperar a que
Gracen la invitara a entrar. Lo último que vi antes de esconderme fue su
expresión de ojos salvajes mientras se daba vuelta para enfrentarla.
—Hola —jadeó como si intentara sonar casual, pero en realidad
estaba encubriendo algo crucial—. ¿Qué haces aquí?
—Oh, Dios mío —espetó Isabella, sus pasos entrando rápidamente
en la habitación—. ¿Estás bien?
—Oh, sí. —Por su tono, me di cuenta completamente qué tipo de
expresión le estaba dando. Y lo siguió con uno de esos “por supuesto que
estoy bien, por qué no estaría bien”, lleno de escepticismo—. Estoy bien.
¿Por qué?
—Estás todo enrojecido, sudoroso y respirando con dificultad.
Debajo del escritorio, me encogí y cerré los ojos, sintiendo mi cara
calentarse unos diez grados más de lo normal. Iba a poder adivinar lo que
acababa de hacer sin ningún problema.
Solo esperaba que no mirara hacia su regazo. Hacía dos segundos
que había sentido su erección presionando contra mí; era imposible que
hubiera bajado del todo. Sería muy incómodo que viera cómo se le notaba
en los pantalones.
—No vas a tener un ataque al corazón, ¿verdad?
—Por supuesto que no. ¡Oye! No es necesario que toques mi frente
para ver si tengo fiebre. De verdad.
—Entonces, ¿qué es…?
—Burpees —espetó.
Su hermana hizo una pausa y luego dijo lentamente: —¿Qué?
—Ya sabes… —Su voz entrecortada se torció un momento antes de
agregar—: Esas cosas de calistenia que hacen en todas las películas de
entrenamiento militar. Sí. Yo estaba haciendo… esos.
—¿Por qué en el nombre de Dios estabas haciendo burpees en tu
oficina? ¿Usando traje?
—Yo, eh…
Debajo de su escritorio, hice una mueca. Sin embargo, el pobre era
un mal mentiroso.
—Pastelitos —dijo—. Sí. Mi nueva secretaria, Magda, te conté cómo
Art, Jada y yo rotamos a los asistentes, ¿verdad?
—Sí. Ese idiota de Art contrató a alguien que no quería acostarse
con él, por lo que todos tuvieron que cambiar a todos. Lo recuerdo. ¿Qué
tiene eso que ver con esto?
—Sí, cierto. Magda, bendita sea, no deja de traerme una canasta
llena de malditos pastelitos todas las mañanas —trató de explicar Gracen
entre todos sus jadeos sin aliento—. Y te juro que van directo a mis
caderas.
Presioné una mano sobre mi boca para evitar soltar una carcajada.
Pero en serio, si agregaba otra de sus bromas cursis, como algo sobre
tener que cuidar su figura de niña, probablemente iba a perder la cabeza
y reír a carcajadas.
Lo que sería malo.
Pero Isabella no parecía tan entretenida. —No tienes remedio —dijo
con un gemido—. Lo juro. ¿Por qué no intentas conseguir una membresía
para un gimnasio, cariño?
—Sí —murmuró pensativamente—. Tal vez lo haga.
—Dios mío. Nadie se casará contigo, ¿verdad? Y así nunca voy a
tener sobrinitos o sobrinitas a quienes mimar, hacer rebotar en mi rodilla
y enseñar a decir tía Bella.
—Si tienes tanta ansia por los bebés —le contestó secamente su
hermano—. ¿Por qué no tienes los tuyos?
Su hermana resopló ante la sugerencia y luego la hizo a un lado
con un bien redactado: —Demasiada responsabilidad —antes de aplaudir
con fuerza—. Ahora, si has terminado con tu entrenamiento, o lo que sea
que hacías, ¿por qué no llevas a una chica hambrienta a almorzar, eh?
—Quieres que te lleve a almorzar —respondió tontamente—. ¿En
este momento?
—Bueno, es la hora del almuerzo —le recordó con dulzura—. Y me
detuve aquí únicamente para invitar a mi extraño hermano gemelo a
unirse a mí. Entonces, sí, eso es exactamente lo que me gustaría.
—¡Oh! Eh… —Se detuvo un momento antes de murmurar un
reacio—: Sí, supongo. Podría hacer eso.
—Bueno, no tienes que hacerlo si no quieres —murmuró su
hermana, oyendo claramente la falta de entusiasmo en su respuesta.
—No —le aseguró rápidamente—. No, está bien de verdad. Eh, solo
déjame… déjame agarrar mi billetera del cajón superior de mi escritorio.
Un segundo después, apareció en mi lado del escritorio, donde me
encontraba escondida. La pernera de su pantalón se detuvo frente a mí,
y me asomé lo suficiente para encontrarme con su mirada a medida que
abría el cajón.
Sus ojos azul grisáceos se llenaron de disculpa y pesar mientras
buscaba la billetera tan despacio como pudo sin parecer demasiado
sospechoso.
Sintiéndome mal por él porque parecía tan miserable, articulé las
palabras: está bien.
A cambio, resopló, cerró los ojos y asintió.
No me encontraba segura de qué le molestaba más: mentirle tan
descaradamente a su hermana o abandonarme aquí sin ningún tipo de
despedida o fin de nuestra… umm… conversación. Pero ciertamente lo
atormentaba.
Pero no podía decirle a Isabella lo que acababa de interrumpir.
Ninguno de los dos quería eso. No deseaba otra confrontación violenta
con ella, y definitivamente me atacaría. No necesitaba ser destituido por
ser un hermano traidor, y ninguno de nosotros quería que ella resultara
herida. Y esta clase de descubrimiento en el acto sería la forma más
brutal, con diferencia, de decirle que Gracen y yo éramos algo.
Si éramos algo.
Supongo que eso tampoco se había decidido exactamente. Así que
sí, necesitábamos descubrir si esto era solo un desliz o en realidad el
inicio de algo más serio antes de discutir si Isabella necesitaba saberlo.
—¿Gracen? —murmuró su hermana, sonando preocupada—. ¿Qué
ocurre?
Abrió los ojos y levantó la mirada. —Nada —le dijo, enviándole una
sonrisa tensa al mismo tiempo que guardaba su billetera y cerraba el
cajón del escritorio—. Creo que estoy listo.
Sin embargo, antes de alejarse, me dio un golpecito a ciegas con el
dedo del pie antes de frotar la punta de sus mocasines por mi espinilla a
modo de despedida.
Luego se fue, y un segundo después, escuché cerrarse la puerta de
su oficina.
Permanecí escondida allí un buen minuto después de que él y su
hermana se fueron, procesando lo que acababa de suceder.
Casi ser atrapada por su gemela fue malo. Besarme en la oficina
probablemente no fue mejor, pero una sonrisa comenzó a curvar mis
labios de todos modos cuando me llevé los dedos a la boca. Todavía podía
sentir un eco de él allí, mordiendo la tierna esquina antes de seguir su
camino hacia mi garganta.
No había reprimido la pasión, ni siquiera un poco, y no me asustó
ni una vez. Sus manos estuvieron sobre mí, mis pechos, caderas y
muslos. Su erección presionó con mucha insistencia el núcleo de mi coño
palpitante a través de una tira muy delgada de ropa interior húmeda, y
ni siquiera había considerado tener un ataque de pánico o alejarlo.
No me encontraba segura de si esto significaba que finalmente me
estaba recuperando y mejorando, o si era solo Gracen Lowe quien parecía
no poder asustarme sin importar lo que hiciera. Pero fue bueno. Era una
muy, muy buena noticia.
Por primera vez en casi un año y medio, sentí que tal vez podría ser
una mujer normal y experimentar una vida sexual saludable nuevamente
y vivir libre de miedos. Era una emoción tan agradable que ni siquiera
podía importarme nada más todavía.
Para mí, esto fue una victoria e iba a tomarme el momento para
disfrutarlo.
Traducido por Ana_V.U
Corregido por Pame .R.

Bella
Casi le había contado a Gracen sobre Fox y yo el otro día cuando
lo invité a almorzar. Había estado en la punta de mi lengua soltarlo en el
momento que se sentó en la mesa frente a mí y frunció el ceño ante su
menú, tratando de decidir qué pedir.
Pero entonces mi corazón había comenzado a latir con fuerza, y un
zumbido silbante llenó mis oídos mientras mi cabeza se volvía muy ligera.
Casi me llevé a mí misma a un maldito ataque de pánico con lo ansiosa
que me encontré por decirle la simple verdad, y así como así...
Me acobardé.
Además, algo ocurría con él y lo hacía actuar de manera extraña.
Me pregunté si se encontraba molesto conmigo porque me negué a decirle
quién era el tal Warthog en mi teléfono o si era algo más por lo que estaba
molesto, pero había estado tan distraído durante toda la comida que creo
que solo escuchó el veinte por ciento de todo lo que le dije.
Sin embargo, me preocupó la forma en que se veía cuando entré
por primera vez en su oficina. ¿Y si tuviera problemas de salud de los que
no quisiera hablarme porque me asustaría? Esperaba que me confiara si
algo andaba mal. Pero solo pensar en él posiblemente enfermo hizo que
mi culpa por no confesar mi relación con Fox se triplicara.
Así que hoy pasé por el centro comercial después del trabajo para
hacerle un gran favor. La familia iba a tener un baby shower colectivo
para todas las parejas que iban a tener bebés en los próximos nueve
meses, además de Lucy Olivia. Seguramente solo le quedaban tres meses,
pero Rory iba a explotar en cualquier momento, así que las mamás de los
grupos decidieron celebrar juntas todos sus próximos nacimientos.
Lo que significaba que tenía que comprar cuatro regalos para bebés
en la próxima hora.
Como ya sabía que mi gemelo nunca se acordaría de conseguir sus
propios regalos para ellos, dupliqué lo que normalmente pagaba por cada
pequeño bambino para poder poner su nombre en la tarjeta y que me
pagara luego. Después de enviarle un mensaje de texto con lo que hice,
sonreí ante el mensaje de agradecimiento de “eres la mejor hermana” que
envió. Y mientras conducía mi carrito lleno de parafernalia infantil hacia
la caja de pago más cercana en la tienda, me detuve cuando pasé por el
departamento de lencería femenina.
La forma en que Fox siempre (y quiero decir, siempre) apreciaba
cada vez que me ponía algo nuevo en la cama, sin embargo, nunca me
pedía o exigía nada específico, me hacía querer comprarme algo nuevo
para él. Simplemente porque sí.
Así que miré la hora, me di cuenta de que todavía me quedaban un
par de minutos antes de tener que ir al baby shower, y dirigí mi carga
entre un estante de camisones dominatrix y camisones blancos de encaje
transparente para echar un vistazo.
Fox parecía apreciar igualmente todo lo que me ponía para él, así
que, honestamente, no importaba lo que eligiera: seguro le encantaría.
Recorrí con la mirada toda la sección, buscando algo que llamara mi
atención cuando la vi.
Parpadeé, atónita e inmóvil mientras miraba la alegre coleta rubia
que llevaba con el elegante traje de pantalón.
Yellow se veía perfecta. Como siempre.
El odio amargo mezclado con el arrepentimiento doloroso hirvió al
instante en mi estómago, haciéndolo agitar con dolor. No podía quitarme
de la cabeza el recuerdo de haberla hallado en la cama de mi ex prometido
más de lo que no podía borrar todos los buenos momentos que habíamos
pasado juntas. Ella era mi mujer favorita en ese grupo de personas. Los
amigos de Ethan, sus esposas y otras parejas siempre fueron demasiado
autoritarios y egoístas para mi gusto. Pero Yellow tenía ese lado dulce,
inocente y extravagante de la diversión, y había hecho que las noches con
ese grupo fueran soportables. Nunca me hubiera imaginado que sería la
peor y más engañosa traidora de todos.
Me tembló la barbilla mientras la miraba, observándola desde atrás
en tanto se mordía la uña del pulgar como si estuviera nerviosa y extendía
la mano vacilante para tocar un camisón sedoso, corto y azul oscuro. Se
parecía mucho a la Yellow de antes. La que era amable y simpática. Me
dolía muchísimo siquiera mirarla.
Lo que me cabreó.
—A Ethan le gustan más los camisones rojo escarlata, en caso de
que te lo estés preguntando —me burlé, incapaz de contenerme a medida
que la ira y el dolor aumentaban dentro de mí.
Yellow se dio la vuelta con los ojos marrones muy abiertos por la
sorpresa, al mismo tiempo que presionaba la mano contra su pecho.
—Isabella —dijo con voz ronca.
—A menos que ya no estés con Ethan —continué maliciosamente,
entrecerrando los ojos en tanto dejaba que mi mirada la recorriera con
sorna—. Pero sería una lástima que ustedes dos ya no estuvieran juntos.
O sea, después de todo ese trabajo por el que pasaste para robármelo...
—Hice una pausa para chasquear mi lengua con tristeza y negar con la
cabeza lentamente—. Uno esperaría que pudieran sobrevivir… ¿qué ha
sido… aproximadamente un año y medio? Yo estuve con él durante más
de dos años. Así que seguramente podrías retenerlo más tiempo, ¿eh?
El rostro de Yellow palideció de todos los colores mientras me
miraba sin hablar. Luego se las arregló para aclararse la garganta con
discreción y murmurar un silencioso y respetuoso: —¿Cómo has estado?
Me cabreó que ni siquiera pudiera responder a mi pregunta. Era
obvio que no tuvo las agallas para admitir que ella y Ethan seguramente
ya habían terminado hace mucho tiempo.
Mmm.
Perra infiel. Apuesto a que en este momento estaba eligiendo algo
para ponerse para un chico casado. Casi le sugerí que intentara llamar a
la esposa del hombre para que la ayudara a averiguar qué tipo de lencería
le gustaba más a él. Pero su mirada bajó y accidentalmente aterrizó en el
contenido de mi carrito.
—¡Oh! —exclamó sorprendida, boquiabierta ante las cosas de bebé
por valor de más de trescientos dólares que estaba a punto de comprar.
La atención se reflejó en mi rostro, tartamudeó un momento antes de
soltar—: Fe-felicitaciones.
Puse los ojos en blanco, pero no me molesté en corregirle que nada
de esto era para mí. —No puedes parar con el acto de “soy tan inocente y
perfecta”, ¿verdad? Quiero decir, sé lo que eres en realidad. Ya puedes
mostrar tu verdadero rostro.
Hizo una mueca y dejó escapar un largo suspiro.
Su expresión se tornó dolorosa y arrepentida, pero extrañamente,
parecía más bien que se sentía apenada por mí, no culpable y arrepentida
por todo lo que me había hecho. —Sinceramente, solo te deseo lo mejor,
Isabella. De verdad. Ahora, si me disculpas...
Con eso, se dio la vuelta y comenzó a irse, negándose a entrar en
ningún tipo de discusión o altercado conmigo.
Qué perra. ¿Cómo se atrevía a tomar el mejor camino mientras yo
trataba de ser tan desagradable y mezquina cómo era posible? Haciendo
que parezca toda decente y amable.
Yo sabía la verdad.
Yo sabía que ella era lo más alejado de la decencia que había. Ella
arruinaba vidas.
Había arruinado mi vida.
—Ni siquiera me vas a pedir perdón, ¿verdad? —grité detrás de ella.
Hizo una pausa y luego se volvió lentamente. Sacudiendo la cabeza,
dijo con voz ronca: —Oh, lo siento. Lo siento por tantas, tantas cosas.
Pero dudo que alguna de ellas sea lo que crees que debería ser.
Fruncí el ceño. —¿Qué diablos se supone que significa eso?
No respondió, permaneciendo irritantemente equilibrada y esquiva.
—Solo espero que el hombre con el que estás ahora te trate como
a una reina. Porque eso es lo que te mereces.
—Bueno, sí me trata como a una reina —le respondí bruscamente
incapaz de contenerme—. Es el mejor hombre que he conocido. Cien
veces mejor que Ethan. Y él me ama sin dudarlo.
Yellow asintió, sonriendo con una calidez genuina. —Bien. Eso es…
bueno. Que tengas una buena vida, Bella.
Esta vez no la detuve cuando se fue. En fin, no era divertido discutir
con ella. La mujer simplemente se negaba a morder mi anzuelo. Me hizo
sentir como la mala aquí, y yo no era la mala en esta situación. Yo era la
maldita víctima, maldita sea.
Pero ya no quería ser una víctima. Había estado tratando de
liberarme de esa rutina, lo que hizo que algo que Yellow dijo resonara en
mi cabeza.
Me merecía un hombre que me tratara como una reina.
Gracias, Yellow. Imbécil, mentirosa, falsa. Supongo que incluso un
reloj roto acertaba dos veces al día, y tú tuviste sorprendentemente razón
en una cosa.
Era bueno que tuviera un hombre tan maravilloso en mi vida ahora.
Debería sentirme agradecida de que Yellow haya sacado a Ethan de la
ecuación por mí. No hubiera intentado nada con Fox si ella no lo hubiera
hecho. Y Fox era, por mucho, lo mejor que me ha pasado.
Lo que me hizo pensar en el único deseo que él más ansiaba
últimamente, y era el permiso para que el resto del mundo supiera que
me amaba.
Dios. Había sido horrible con él, ¿no? Mis propias inseguridades
estúpidas y miedos lo habían herido.
Bueno, no más.
Sabiendo exactamente lo que quería hacer al respecto, sonreí. Mi
corazón comenzó a latir con fuerza, tal vez de ansiedad, tal vez de miedo,
o tal vez de anticipación vertiginosa, pero creí que era la misma emoción
aterradora pero estimulante que experimenta una persona cada vez que
se ata una cuerda elástica antes de saltar de un puente.
Hoy iba a saltar.
Me apresuré a comprar mi carrito lleno de cosas y envolverlas para
regalo, luego salí corriendo a mi auto.
Un ruido desde mi teléfono me hizo revisar la pantalla de Bluetooth
en el tablero tan pronto como me deslicé detrás del volante y encendí el
motor, donde apareció un puntito rojo de notificación, haciéndome saber
que tenía un nuevo mensaje.
Luego de llamar al asistente de voz de mi teléfono, dije: —Pon mis
mensajes —y una voz computarizada con acento australiano me dijo que
tenía un nuevo texto de mi Warthog.
La calidez se extendió a través de mí mientras escuchaba el informe
por los altavoces de mi coche: —Warthog dice: “¿Dónde estás? Ya te estás
perdiendo algo de entretenimiento en serio.” ¿Te gustaría responder?
—Sí —casi grité, más que lista para decirle a Fox cómo me sentía.
Y casi agregué: “Te amo”, al final de mi respuesta cuando le dije que iba
en camino; solo tenía que comprar algunos regalos antes de ir. Pero me
contuve porque no quería avisarle de mis planes. Quería ver la absoluta
conmoción en su rostro cuando hiciera exactamente lo que planeaba
hacer.
—Bueno, date prisa —me dijo Siri que fue su respuesta—. Hay una
pelea épica de abuelos en curso. Y, por cierto, nunca entenderé cómo
puedes esperar siempre hasta el último minuto para comprar regalos y
aun así elegir los regalos perfectos. Es una especie de superpoder.
¿Una pelea de abuelos?
Debía ser entre el padre de Beau y Lucy, Noel, y el padre de Teagan,
Ten. Lo juro, el tío Noel y el tío Ten casi llegaban a las manos cada vez
que se juntaban. Discutían y reñían por todo; a veces era difícil creer que
habían sido mejores amigos durante más de treinta años. Pero una cosa
siempre era cierta: era totalmente entretenido verlos juntos. Sin dudas
iba a tener que conseguir un resumen jugada por jugada de Fox cuando
llegara allí.
—A cinco cuadras —le avisé, mordiéndome el labio por los nervios
que surgían. Probablemente iba a poner en evidencia a todos los futuros
padres con mi impactante movimiento, pero no parecía importarme. Ya
no iba a esconderme más de mis propios sentimientos.
Después de encontrar finalmente un lugar para estacionar a casi
dos cuadras de la casa del tío Pick y la tía Eva, arrastré mis cuatro bolsas
cargadas de regalos hasta la puerta principal, rompiendo en el proceso el
asa de una de ellas porque el contenido era muy pesado.
Mi gemelo se reunió conmigo en la puerta, se apresuró a quitarme
las bolsas y me susurró: —Gracias por incluirme. Solo le iba a dar dinero
a cada madre.
—No te preocupes, te cubro —le dije, solo para reírme mientras lo
veía luchar por hacerse con la mitad de los paquetes—. Tu nombre ya
está en todas las tarjetas. Así que dame el dinero cuando sea.
—Genial. Eres un salvavidas. Te debo una.
—Lo tendré en cuenta —le contesté levantando las cejas como una
advertencia antes de separarnos para poner nuestras respectivas bolsas
de regalo en diferentes mesas de acuerdo con los nombres de los padres
de los bebés que colgaban de un letrero decorado encima de ellos.
Estaba muy organizado. La tía Julianna debe haber participado en
la planificación de este evento, lo cual tenía mucho sentido ya que era
dueña de un negocio de planificación de fiestas.
Tan pronto como dejé mi último regalo en el lugar asignado, me
froté las manos y me volví para inspeccionar la habitación. Mamá estaba
junto a la tía Eva, rondando entre los cuatro grupos de nuevos padres,
donde parecían encontrarse sentados en un tipo de asientos de honor,
manteniéndolos mimados y cuidados antes de que comenzara el evento
principal. Papá charlaba con el tío Brandt y el tío Colton. Riley, Haven y
Chloe estaban agrupadas, hablando con avidez sobre algo. Y Gracen se
hallaba desempolvando sus propias manos junto a otra mesa, luciendo
satisfecho y feliz consigo mismo por entregar con éxito todos los regalos
que no intervino en elegir. Podría haber marchado hacia cualquiera de
esas direcciones e insertarme en sus diferentes conversaciones y haber
estado perfectamente contenta y bienvenida.
Pero cuando mi mirada se fijó en Fox y lo encontré mirándome con
una expresión divertida, me dirigí hacia él. Lo que más quería ahora era
abrazar a mi novio y sentir sus brazos alrededor de mí, tal vez incluso
saludarlo con un beso. Así que eso es lo que fui a hacer.
Como si leyera la intención en mi rostro, Fox parpadeó y su sonrisa
entretenida se transformó en una expresión de sorpresa y esperanza.
¿Sí?, preguntó con los ojos.
Sí, respondí, con una sonrisa cada vez más grande.
Esto seguramente provocaría algún tipo de reacción en todos en la
habitación, pero no me importaba. Me encontraba lista para reclamar a
mi Fox.
Traducido por Jenn 05 & Gesi
Corregido por Pame .R.

Fox
Se suponía que los baby showers no debían ser tan malditamente
graciosos, pero nada terminaba siendo como era típico en los eventos de
mi familia. Por lo que de hecho no tenía problema con asistir a lo que se
denominaba una fiesta de chicas. Sabía que iba a divertirme bastante.
Ni siquiera hablaba con nadie en particular en ese momento. Es
decir, había saludado a mis padres, a mi hermana y a otros familiares no
relacionados con ella. Pero en ese momento estaba apoyado en una
pequeña sección de la pared, fuera del camino, y bebiendo de un vasito
de plástico de ponche azul extra dulce, asimilándolo todo.
Era un misterio para mí si las madres habían pensado bien las
cosas cuando decidieron poner a las cuatro mujeres embarazadas juntas
en el centro de atención, pero la pobre Lucy Olivia parecía que prefería
estar en cualquier otro lugar de la tierra que sentada al frente con las
otras tres parejas. Ni siquiera tenía una barriga, mientras que Nia, Skylar
y Rory parecían tener trillizos cada una.
Era tan obvio que ella era la única que no tenía un padre de bebé
presente también. Su madre agarraba el brazo de su hermano y siseaba:
—¿Por qué no vas a sentarte allí junto a tu hermana? Parece estar sola.
—Mamá —gimió Beau a Aspen. Estaban a un metro y medio de mí,
así que pude escuchar todo el relato—. No. Solo empeoraría las cosas, y
ella se vería aún más patética. Además, si quisiera o necesitara a algún
hombre sentado a su lado durante el embarazo, ya lo tendría.
—Sabes que él murió. No es su culpa que ella...
—Además —cortó insistentemente Beau—, ya he pasado por todo
ese horror del baby shower cuando Braiden llegó. No voy a pasar por eso
otra vez.
—A menos que tú y Bentley decidan por fin tener otro —replicó
Aspen y levantó las cejas como si exigiera saber por qué no le había
proporcionado todavía otro nieto.
Su rostro palideció de todo color antes de que apareciera una
arruga en la frente y levantara la cara para escudriñar repentinamente la
habitación.
—¿Dónde se encuentra Bentley, por cierto? —preguntó, empezando
a mostrarse preocupado, como si intuyera que a ella le costaba lidiar con
un baby shower de cuatro niños. Alzando la voz, llamó—: ¿Alguien ha
visto a mi mujer? —Y se marchó, buscándola, dejando a su madre allí de
pie, abandonada.
Si Bentley estaba teniendo problemas, esperaba que la encontrara
pronto. No quería que estuviera desdichada.
Hablando de personas importantes, sin embargo, Bella no había
llegado todavía. Sus padres y su hermano ya estaban aquí.
Saqué mi teléfono del bolsillo y le envié un mensaje rápido
preguntándole dónde estaba.
Y apenas lo había enviado cuando se produjo un alboroto en la
habitación.
—¡Ten! —gritó indignado Noel—. En nombre de Dios, ¿qué le estás
leyendo?
Levanté la vista para encontrar a Ten recostado y relajado en un
sillón reclinable con los pies levantados y Braiden acurrucado en su
regazo. Lo que parecía ser un libro infantil de aquí estaba abierto frente
a ellos, donde Braiden parecía estar escuchando ávidamente la historia.
Ten incluso tenía unas gafas de lectura colocadas en la nariz mientras
leía.
Noel le arrancó el libro de la mano, exclamando: —¡No le vas a leer
esto a mi nieto!
No tuve que preguntarme durante mucho tiempo de qué libro se
trataba. Me llegó el rumor de que se titulaba “Duérmete de una puta vez”.
Justo cuando mi teléfono me hizo saber que Bella había respondido
a mi mensaje, mi propio padre apareció al lado de Noel para fulminar
también a Ten. —¿De verdad, amigo? —exigió mientras se inclinaba para
alzar a mi sobrino y sacarlo del regazo del ofensivo lector de libros.
—¿Qué? —gritó Ten en defensa mientras yo le decía a Bella que se
diera prisa o se perdería toda la diversión—. Solía leerle esto a Teagan
todas las noches.
Noel resopló. —Sí, ¿y cuántas llamadas recibiste de su preescolar,
quejándose de su lenguaje?
Ten sonrió con orgullo. —Rompimos récords. ¿Verdad, pequeña?
—Alzó la voz para preguntar a su hija, que estaba al otro lado de la
habitación.
—Seguro que lo hicimos, papá —respondió Teagan con un puño de
logro levantado en el aire, solo para que JB, que acunaba a su hija
dormida en sus brazos se inclinara hacia ella y dijera—: Uh, no le va a
leer eso a Harper, ¿verdad?
—¿Cuál es tu problema, abuelo Noel? —desafió Ten a su amigo—.
El niño lo estaba disfrutando.
—Sí —intervino Braiden desde la cadera de mi padre—. ¿Cuál es
tu maldito problema, abuelo Noel? Me gustaba.
Noel parpadeó hacia su nieto, después se giró hacia Ten. —¿Dijo
maldito?
—Sí —confirmó Ten al tiempo que señalaba el libro que Noel aún
sostenía—. Porque ese es el título del libro: “Lleva al maldito a dormir”.
Supongo que, no soy tan horrible después de todo, presuntuoso agujero
de aire. —Pateó el posa pies para levantarse y enfrentarse a Noel—. Y si
Teagan tiene una boca sucia probablemente lo aprendió de tu hermana.
—Oh, eso es pura mierda —respondió Caroline desde algún lugar
de la habitación.
Ten señaló en su dirección, diciéndole a Noel: —A las pruebas me
remito. —Luego le guiñó un ojo a su esposa y sonrió ante su respuesta.
Así que los dos abuelos de Braiden dejaron a regañadientes que
Ten terminara de leerle “Lleva al maldito a dormir”, y me tomé otro vaso
de ponche, probando el rosado esta vez antes de regresar a mi posición
contra la pared.
La sentí en el momento en que Bella entró. El aire de la habitación
cambió, o algo parecido, porque simplemente lo supe: ella estaba aquí. Y
miré para encontrarla luchando con cuatro de las bolsas de regalo más
grandes que había visto.
Todos mis instintos me pedían a gritos que me acercara a ella y la
ayudara con su carga, pero Gray apareció pronto para ayudarla. Sin
embargo, seguí observándola, deseando ir hacia allí de todos modos
porque quería estar cerca de ella.
Pero no estaba preparada para eso, así que me contenté con mirar.
Pero entonces terminó de entregar sus regalos a las mesas de recepción
que la esperaban, y miró a su alrededor, deteniendo su búsqueda cuando
me encontró.
Cuando empezó a acercarse, me enderecé con sorpresa. Luego me
alarmé. Si estaba dispuesta a acercarse a mí en público de esta manera,
algo debía de estar terriblemente mal. Y parecía que se dirigía directo
hacia mí.
Había otras personas reunidas lo suficientemente cerca de mí;
supongo que podría haberse acercado a ellas, pero me miraba, y entonces
sonrió, joder. A mí.
Era la sonrisa más increíble que había visto, gritando: sí, te deseo.
Mierda, en serio se dirigía hacia mí.
Por alguna razón, entré en pánico, preocupado por haber leído mal
las señales, pero sabiendo que no era así. Di un paso adelante para
encontrarme con ella a mitad de camino, y luego me detuve. No, este era
su espectáculo. Le seguiría la corriente, donde ella quisiera que fuera, ya
fuera un saludo casual y platónico de “¿qué te parece el nuevo gorro?” o
un saludo de sesión de besuqueo. Ella quería estar cerca de mí, delante
de todos. Fue un progreso increíble.
Y la parte del progreso era en lo que les decía a todos mis clientes
que se concentraran.
Le devolví la sonrisa, tratando de no inquietarme en tanto esperaba
impacientemente su llegada para ver qué hacía cuando su padre, de entre
todas las personas, apareció a mi lado y me echó un brazo por encima
del hombro antes de preguntar: —¿Quién era la rubia bonita con la que
estuviste en el gimnasio el fin de semana pasado?
Vi a Bella detenerse en seco. Sus ojos se abrieron de par en par con
horror, poniendo fin al hermoso momento que vivíamos juntos.
Y todo se fue al traste a partir de ahí.
—¿Qué? —Giré hacia Mason con una mirada horrorizada.
¿De qué demonios hablaba?
Con un asentimiento cómplice, me dio una sonrisita. —El sábado
pasado por la mañana —aclaró—. Pasaba por allí y la vi persiguiéndote
hasta la puerta del gimnasio para darte algo.
Oh...
El.
Exhalé un suspiro de alivio. —No, no —le dije, haciendo un gesto
con la mano para aclarar su suposición. Y miré a Bella para asegurarme
de que no pensaba lo mismo que su padre. Pero cuando vi que su cara
se había quedado sin color, casi lloré.
¡No! Ella también se había acercado a verme.
Esto no podía estar pasando.
Mi madre tuvo que empeorar las cosas apareciendo de la nada y
mirándome con curiosidad. —¿Estás saliendo con alguien, Fox? —me
preguntó.
Idiota de mi parte, hice una pausa en la respuesta porque,
técnicamente, eso era una zona gris. Pero definitivamente no salía con
nadie que fuera rubia, eso era seguro. —Solo era una clienta —intenté
explicar.
Mamá frunció el ceño en señal de confusión. —¿Te encuentras con
clientes en el gimnasio?
—Me reúno con ellos en cualquier lugar donde necesiten reunirse
—expliqué, solo para que Mason resoplara.
—Esta chica sin duda no necesitaba entrenamiento físico, Felicity,
te lo aseguro —le dijo, solo para levantar las cejas hacia mí—. Y tampoco
parecía una clienta cuando la abrazaste.
Ah, joder. Apreté los dientes, deseando poder estrangular a Mason.
Solo había abrazado a El porque me ayudó a saber qué hacer con Bella,
pero no podía decírselo a nadie aquí.
Maldita sea.
—Yo abrazo a los clientes que necesitan abrazos —dije irritado—.
Y si parecía que estaba en tan buena forma, es porque soy un maldito
entrenador de vida, muchas gracias.
—¿Alguien te contrató para ser su entrenador personal? —preguntó
otra persona con incredulidad. Ni siquiera me molesté en comprobar de
quién se trataba porque otra voz siguió con—: ¿Por qué no contrató a un
entrenador personal de verdad?
Cuando los demás tuvieron que intervenir con sus opiniones y
especulaciones entrometidas, fruncí el ceño y me di cuenta de que Bella
había desaparecido. No se la veía por ninguna parte.
—La gente me contrata para cualquier necesidad que tenga —me
defendí—. También la ayudé a encontrar un trabajo, ya que todos ustedes
son tan curiosos. Y sí, nuestra relación no es más que profesional, no es
que los problemas de mi cliente confidencial sean asunto suyo, de todos
modos. Ahora, si me disculpan...
Pasé por delante de Mason y mi madre para ir a buscar a Bella.
Definitivamente ya no estaba en esta habitación. Luego revisé los
otros cuartos y el comedor. Luego la cocina. Después de mirar por la
ventana para asegurarme de que no se encontraba en el patio trasero,
empecé a husmear por todas las habitaciones del pasillo. Ninguno de los
hijos de Pick y Eva vivía ya en casa, pero pude saber qué habitación había
usado cada uno en cuanto me asomé al interior. Todas seguían decoradas
de la misma forma que cuando vivían aquí, como si estuvieran esperando
a que volvieran.
Vaya. Creo que papá convirtió mi habitación en su despacho
personal en cuanto me mudé. No es que nada de eso importara.
Finalmente encontré a Bella en la suite principal, en la parte de
atrás, paseando por la habitación de Pick y Eva y murmurando para sí
misma.
—Cálmate —se ordenó con firmeza—. Deja de exagerar. Seguro no
significa nada.
—No significa nada —le prometí mientras entraba y cerraba la
puerta tras de mí.
Bella saltó y se giró hacia mí.
—¿Cuánto oíste? —le pregunté, acercándomele—. Escuchaste que
solo es una cliente, ¿verdad?
Asintió. —Sí. Es por la que me dejas todos los sábados por la
mañana, ¿verdad?
Cuando asentí y le tomé las manos, tragó con fuerza y asintió
conmigo, apretándome los dedos. —Solo… nunca me di cuenta de que…
quiero decir, nunca mencionaste que ese cliente en específico era una
mujer. Una mujer hermosa y aparentemente en forma a la que abrazas
todo el tiempo.
—No la abrazo todo el… —Me detuve, dándome cuenta por la
expresión de su rostro que esta línea de explicaciones no me ayudaba.
Así que hice una pausa, respiré y volví a comenzar—: Estuvo de acuerdo
con que me fuera antes para ir a tu casa, y luego me olvidé de mi bolso
de deportes, por lo que salió corriendo a dármela y yo solo… la abracé en
agradecimiento. Es todo, lo juro. Y no hablo de ninguno de mis clientes,
sus géneros, nombres ni nada, con nadie. Simplemente es una cosa de
cortesía y confidencialidad.
—¿Es tan bonita como papá la hizo parecer?
Me estremecí y gimió antes de tomarme la camisa con las manos.
Entonces se inclinó para presionar su rostro contra mi pecho. —Al menos
dime que es vanidosa y molesta con un grave caso de halitosis o algo así.
Con una risa suave, le tomé el rostro con ambas manos y le besé
la frente. —Lo siento, muñeca, pero El es un total encanto. Seguramente
también sea mi cliente favorito, porque es un caso muy especial. Tenía
algunos problemas serios cuando la conocí. Pensé que sería una causa
perdida. Era tan frágil y temerosa, que la verdad yo no estaba seguro de
cómo podría superar sus complejos. Pero ha hecho grandes avances.
Cada vez que tenía un retroceso, se esforzaba aún más. Me enseñó lo que
es la verdadera fuerza y perseverancia. Pero nunca, y repito, nunca, ha
habido nada siquiera mínimamente romántico o sexual entre nosotros. Y
la conocí quizás tres o cuatro meses antes de que tú y yo comenzáramos
a enrollarnos, por lo que tuve muchas oportunidades de intentar algo con
ella, si realmente hubiera querido hacerlo.
Exhaló hondo, incluso cuando me miró con ojos tristes y dijo: —De
acuerdo.
Fruncí el ceño. —Me crees, ¿verdad?
No pudo decirlo en voz alta, pero después de un segundo asintió
lentamente.
—¿Estás segura? —pregunté—. No pareces tan segura.
—Estoy segura —dijo en voz baja—. Te creo.
Sin embargo, me di cuenta de que todavía no le sentaba bien la
situación. Quería asegurarle que trataría de asignar a mi cliente a un
entrenador de vida diferente en la agencia, pero no podía hacerle eso a
El. Dependía de mi apoyo.
Presionando mi frente contra la de Bella, volví a tomarle las manos
y me las llevé a la boca para poder besarle los nudillos. —Por un minuto
en la sala del frente parecía que te acercabas a mí.
—Lo hacía —admitió.
—Sí, pero pensé que le dirías a todos que estamos juntos.
Bajando la mirada, murmuró: —No. Aún no. Lo siento.
Cuando levantó la vista con disculpas, parpadeé confundido. —¿Tú
lo sientes? ¿Qué? No tienes nada por lo que disculparte. Yo soy el que
lamenta que hayas tenido que oír a todos molestándome con otra mujer.
Eso no estuvo bien.
—Sí, pero no tendría que oírlos si les hubiera dicho hace mucho
tiempo que estamos juntos
—Lo haremos público cuando estés lista, ni un momento antes, y
eso está perfectamente bien —le aseguré con firmeza—. No te sientas
culpable por eso. ¿De acuerdo?
—Pero no tendríamos este problema si tan solo pudiera superar
esta estúpida inseguridad y miedo al compromiso.
—Shh. —Le rodeé la cintura con un brazo y la jalé en mi contra
para poder volver a besarla—. No tenemos ningún problema. Después de
nuestra charla, estoy de acuerdo con todo, y mi opinión es la única que
importa en esta situación. ¿Bien? No dejes que esto te preocupe.
Asintió en silencio y se puso de puntas de pie para devolverme el
beso, tomándome por la nuca y sosteniéndome cerca.
Nuestras respiraciones se mezclaron y nuestras lenguas se
batieron a duelo. Se elevó más en sus puntas de pie y se arqueó en mi
contra, provocando que sus pechos empujaran insistentemente contra el
mío. Gemí y me aferré a su boca con necesidad.
Justo cuando las cosas se volvían interesantes, se separó con una
risa sin aliento. —No podemos hacer esto aquí.
—Solo un ratito más —rogué, besándole un costado de la garganta
y haciéndola tararear en agradecimiento.
—Fox. —Suspiró como si fuera a ceder, pero entonces me empujó
el pecho—. No. Probablemente ya estén abriendo los regalos. Y esa es la
razón por la que estamos aquí.
—Solo les di a todos una tarjeta con dinero —discutí—. No necesito
estar presente para ver cuando abran eso.
—¿Dinero? —Exclamó con indignación—. Ay, suenas como Gracen.
—Si te refieres a que sueno como un hombre normal, entonces sí,
apuesto a que es así.
Sonrió incluso mientras se alejaba evasivamente. —Tenemos que
regresar. Pero no podemos salir juntos. La gente sospechará.
Asentí con respeto, incluso cuando deseaba que no tuviéramos que
ser discretos, que pudiéramos ser una pareja abiertamente.
—Adelante, ve primero. Te has ido por más tiempo y probablemente
se den cuenta de tu ausencia antes, de todos modos.
—Vale —aceptó sin discutir. Entonces se lanzó hacia adelante para
robarme un último acalorado beso antes de alejarse con una sonrisa—.
Nos vamos allá afuera.
—Sí.
Probablemente desde el otro lado de la habitación, pero era mejor
que nada. —Nos vemos —susurré, tomándole la mano y sujetándola lo
suficientemente floja como para que tuviera que ser ella la que rompiera
el contacto mientras se alejaba de mí.
Mantuvimos el contacto visual durante un segundo más después
de que la conexión entre nuestras manos se rompiera. Entonces se giró
y salió rápidamente.
Me llevé las manos a las caderas y suspiré pesadamente.
Y casi tuve un infarto cuando una voz desde detrás dijo: —Bueno,
bueno, bueno. Así que nuestro pequeño y astuto Fox nos ha estado
ocultando cosas, ¿eh? —Un Beau sonriente salió del baño privado de Eva
y Pick—. ¿O ahora deberíamos llamarte Warthog?
—Maldición. —Apreté los dientes y solté un suspiro a la vez que me
presionaba los dos puños sobre la frente, entonces los dejé caer e intenté
darle la vuelta diciendo—: ¿No deberías estar buscando a mi hermana en
este momento?
—Oh, me encontró —respondió Bentley, saliendo del baño detrás
de su esposo y cruzándose de brazos en tanto me miraba con las cejas
alzadas.
—Ah, mierda —murmuré, echando la cabeza hacia atrás. Ahora
tenía que mantener calladas a dos personas, aunque para ser justos, si
uno sabía algo el otro lo sabría pronto, de todos modos.
—Beau trataba de consolarme cuando Bella entró al dormitorio,
completamente molesta y murmurando para sí. No queríamos molestarla
porque…
—Porque estaban ocupados con otras cosas —terminé secamente
por ella—. Sí, me doy cuenta.
—No estábamos…
Elevé una mano. —Tal vez deberías limpiarte el lápiz labial corrido
y abrocharte la blusa correctamente, hermana.
Bajó la vista, entonces murmuró una maldición al tiempo que se
giraba para acomodarse la blusa. También tenía los ojos inyectados en
sangre, lo que significaba que Beau debió haberla consolado.
Y luego indudablemente se dejaron llevar.
—Solo para que lo sepan. Mientras ustedes dos estaban allí atrás…
no enrollándose —les informé—. Ten estaba en la sala leyéndole historias
sucias a su hijo.
—Genial —murmuró Beau con un suspiro mientras su esposa se
giraba para fruncirme el ceño, con la camisa en orden.
—Oh, no intentes cambiar de tema —acusó, señalándome—. Esto
explica muchas cosas. Por fin entiendo cómo supo que tuve un aborto.
Tú se lo dijiste.
—Y por qué me llamó para que vaya a ver cómo estabas después
de la noche de chicos —murmuró su esposo con un movimiento de cabeza
pensativo.
—¿Fuiste tú? Sabía que alguien había estado en mi apartamento.
En vez de responderme, dejó que mi hermana se adelantara y exigió
saber: —¿Por qué lo han mantenido en secreto, Fox?
—Eh… —Levanté las cejas con incredulidad—. ¿No acabas de
oírnos? Bella todavía no está lista.
—Pero ¿cómo es posible que no esté lista? —Bentley sacudió la
cabeza con confusión—. Estamos hablando de ti. Es imposible que vayas
a hacerle daño, el resto de la familia te asesinaría. Eres como la persona
más segura de todas con la que podría empezar una relación.
—Y ese hijo de puta de Ethan rompió algo vital en su interior
cuando se separaron —contraataqué—. Aún no está lista, ¿de acuerdo?
Así que los tres mantendremos las bocas cerradas hasta que lo esté. No
me joderán esto abriendo sus grandes bocas y empujándola a hacernos
públicos antes de que esté lista. Porque podrían llevarla a que huya. Y no
voy a perderla. ¿Entendido?
—¿Entonces ni siquiera Gracen lo sabe? —preguntó con conmoción
Beau.
—No.
—Mierda, vaya —murmuró. Entonces una sonrisa le iluminó el
rostro—. Entonces sé algo sobre su melliza que él no. Oh, es un clásico.
—Mientras él se frotaba las manos con deleite, Bentley parpadeó y se me
acercó.
—Espera, en serio la amas —murmuró con fascinación—. ¿Verdad?
—Por supuesto que la amo —espeté con irritación—. ¿Por qué crees
que me estoy aguantando toda esta mierda? Porque ella lo es todo.
—Oh, vaya. —Con los ojos llenos de lágrimas de felicidad, se me
lanzó y me abrazó con fuerza—. ¡Esto es tan increíble! ¿Tú y Bella? Nunca
hubiera pensado en esa pareja, pero me encanta. Estoy tan feliz por los
dos. Aunque, oh Dios mío, era tu camiseta en su habitación. ¡Lo sabía!
Fruncí el ceño. —¿Qué camiseta?
—No importa. —Se alejó sacudiendo la cabeza.
—Lo mantendrán en secreto hasta que esté lista, ¿verdad? —
insistí.
Bentley asintió, respondiendo por ambos. —Por supuesto. Lo que
sea que haga falta para que sea mi cuñada. Oh, Dios mío. Podría ser la
dama de honor y Beau tu padrino. Esto será tan divertido.
Cuando chilló de placer, arqueé las cejas. —¿Qué te hace pensar
que Beau será mi padrino?
—Porque yo lo digo —respondió con simpleza.
Cruzándome de brazos, contraataqué: —¿Y estás segura de que
Bella te pedirá que seas su dama de honor? Podría elegir a Gray, sabes.
Jadeó con horror. —Él lo haría, esa rata bastarda. —Agarrando a
su esposo de la mano, dijo—: Vamos —murmuró con determinación—,
tengo que comenzar a trabajar para endulzarla ya mismo. Ningún hombre
tomará el lugar que justamente me corresponde.
Sonreí cuando se dirigió a la puerta, solo para decir: —Oye —lo que
la hizo mirarme—, no pude decir nada antes porque se suponía que no
debía saber lo que sucedió, pero realmente lo lamento. Por el bebé. ¿Estás
segura de que estás sanando bien?
Con una sonrisa suave, asintió y regresó para darme otro abrazo.
—Sí. Gracias. Y gracias por no decírselo a nadie… más que a tu pareja,
claro, lo que no cuenta.
—Entiendo por qué querían guardárselo.
Asintió y me tocó la mejilla. —Y no entiendo por qué Bella no quiere
que el mundo sepa que está con el mejor hombre que podría tener, pero
de todos modos respetaré su privacidad.
—Gracias.
Y con eso protegí el secreto de Bella por un día más.
Tenía la esperanza de que así fuera.
Traducido por Julie
Corregido por Pame .R.

Gracen
Me escapé de la fiesta antes de tiempo, en cuanto se abrieron todos
los regalos y se sirvió la tarta. Después de sufrir la agonía de todos los
“oohs” y “aahs” y “eso-es-tan-adorable”, me merecía un maldito trozo de
tarta, así que no podía perderme esa parte. Solo podía agradecer que a
los cuatro padres se les permitiera abrir sus regalos simultáneamente.
Me habría derrumbado si hubiera tenido que esperar a que los abrieran
de uno en uno.
Acababan de empezar una ronda de juegos en la que todos tenían
que adivinar qué tipo de barra de caramelo recubierta de chocolate
derretido se había doblado dentro de un pañal cuando entré en la cocina
para tirar mi plato de tarta vacío, solo para seguir saliendo por la puerta
de atrás hacia mi coche.
Nadie me echaría de menos, no creo.
No importaba si me extrañaban; no iba a volver. Tenía que ver una
película.
Me había perdido todas las matinales, y si no me ponía en marcha,
también me perdería la primera función nocturna. No es que supiera a
qué hora planeaba ir Yellow, ni siquiera a qué cine, pero mi instinto me
decía que tenía que ir ya.
No habíamos vuelto a hablar de películas después del beso en mi
oficina. O sobre el beso.
Me había parecido mal dejarla allí, escondida bajo el escritorio, pero
necesitaba sacar a Bella de la oficina y, sí, supongo que podría haberme
sincerado con mi hermana y haberle dicho que ahora trabajaba con
Yellow (o, al menos, en el mismo edificio que ella) y que estaba interesado
en ella, pero allí mismo, en la oficina, era el peor lugar para tener esa
conversación. Además, tampoco parecía que Yellow estuviera dispuesta
a volver a verla, sobre todo cuando se escabulló bajo el escritorio para
evitar a Bella.
En fin...
Lo que había sucedido, ya había sucedido, y cuando volví de
almorzar, le eché un vistazo a esa nota de Jada y la devolví al escritorio
de Yellow, entregándosela con una nota amarilla en el frente.
—Oye, eh, le eché un vistazo a esto como me pidió Jada. Y aquí
tienes... —Se lo entregué a Yellow con torpeza—. Puedes decirle que a mí
me parece bien.
Miró hacia abajo y luego abrió los ojos cuando leyó la nota que yo
había escrito.
¿Estás bien? ¿Todo bien? ¿He metido la pata dejándote así?
—Está bien, genial —respondió, sacando un bolígrafo de su taza y
garabateando algo debajo de mis preguntas—. Se lo haré saber. —Luego
despegó la nota y me devolvió el resto.
Y así...
Habíamos vuelto oficialmente a la escuela primaria, pasándonos
notas secretas a escondidas cuando nadie miraba. Si no fuera tan raro,
sería casi adorable.
Sin importarme lo inmaduro que era, leí inmediatamente lo que
tenía que decir.
Estoy maravillosa. ¡No puedo dejar de sonreír! No lo has estropeado
en absoluto. ¿Estás bien?
Incluso lo terminó con una alegre carita sonriente.
Después de soltar un suspiro de alivio, levanté la vista y le sonreí
tanto que me sorprendió que las comisuras de la boca no se me salieran
por los lados de la cara.
—Estoy genial —dije, y luego me encogí—. Es decir, eso es genial.
Gracias. —Luego levanté la nota y añadí—: Avísame si algo cambia.
—Lo haré.
Me di la vuelta y silbé todo el camino de vuelta a mi oficina. Durante
el resto de la semana, nos cruzamos de alguna manera cada vez que uno
de los dos se hallaba en la sala de descanso, rellenando nuestras bebidas.
Nunca hablamos de nada importante, ni demasiado personal, ni siquiera
del cine.
Probablemente nunca bebí tanto té caliente ni había hablado del
tiempo con tanta intensidad en toda mi vida. Pero los breves momentos
en que me cruzaba con ella eran mis momentos favoritos de cada día.
Y esta noche, iba a ver esa película aunque fuera lo último que
hiciera.
Volví a mi cine original. Probablemente debería haber comprobado
primero el que se encontraba más lejos, ya que ahora tenía una razón
para ir allí. Pero no habría llegado a tiempo... si es que esta era la hora
en que ella estaría allí. O la noche.
Lleno de la sensación de que estaba en el momento y el lugar
correctos, compré mi entrada y me dirigí directamente a la sala grande.
Cuando me detuve justo dentro de las puertas dobles, mi mirada
rastreó primero los niveles inferiores, buscando esa familiar cola de
caballo rubia. Pero no había nadie sentado en su lugar habitual.
Maldita sea.
Un momento de frustración me invadió. Me equivoqué de lugar.
Y había estado tan seguro de que todo estaría perfectamente
alineado.
Qué idiota fui.
Tuve la tentación de marcharme, de volver a intentarlo para la
función de última hora, o de correr al otro teatro para ver si se encontraba
allí, pero un tipo que acababa de entrar antes que yo, se detuvo junto a
alguien sentado en el pasillo cerca del fondo y preguntó: —¿Está ocupado
este asiento?
—Sí —respondió una voz conocida.
Mis cejas se alzaron, sorprendido por la asertividad de su voz. Pero
luego murmuró rápidamente un “Lo siento”, porque no estaba en su
composición química ser grosera con nadie.
Pero el tipo ya se estaba alejando y la daba por perdida.
Gracias a Dios.
Exhalé un suspiro de alivio y me acerqué al asiento vacío que ella
había estado guardando, con una sonrisa más amplia que nunca.
Sin embargo, ella estaba probando mi lugar. Creo que ya es oficial:
esta mujer me ha conquistado.
Yellow gritó cuando me dejé caer a su lado.
—Muy bien, Nicksen —la felicité con un gesto de satisfacción
cuando se giró para mirarme. Levantando los dedos con la señal del visto
bueno, añadí—: Ese rechazo recibe un diez por mi parte. Fue breve, firme,
directo al grano y muy definitivo. Ah, y esta vez no hubo golpes en la
garganta, así que probablemente también evitarás cargos por agresión.
Me ha gustado.
Soltó una carcajada y abrió la boca para responder, pero mi mirada
se posó en sus golosinas antes de que pudiera decir nada.
—Ooh, bien. Has comprado bocadillos. Llegaba tarde y la cola del
puesto de comida era demasiado larga para arriesgarme. —Agarré un
gran puñado de palomitas sin preguntar—. Siento llegar tarde, por cierto.
Tuve que ir a un baby shower.
Yellow alzó las cejas de forma acusadora cuando tomé su refresco
de cereza y di un gran trago. —¿Y qué te hace pensar que te esperaba
aquí? —replicó burlona; al menos, creo que bromeaba—. Técnicamente
no hicimos ningún plan para encontrarnos esta noche, sabes. No tenías
ni idea de a qué hora o incluso a qué cine iba a ir.
Hice una pausa para beber y le guiñé un ojo. —Bueno. El hecho de
que estuvieras probando mi sitio aquí, en la impresionante parte de atrás,
era un indicador bastante grande de que me esperabas. Que, por cierto,
mi lugar es técnicamente una fila más atrás, pero estás lo bastante cerca
como para que te conceda este. Y por supuesto, elegimos la misma hora
y lugar. El destino quiso que tuviéramos compañía mientras veíamos esta
película. —Robé otro puñado de palomitas, solo para notar—: Oh, oye.
Esas son para mí, ¿no? Sí, definitivamente son para mí. No te comiste
ninguna menta la última vez. Así que... —Hice un espectáculo de llegar
más allá de ella para agarrar la caja de caramelos—. Toma estos. Gracias.
Yellow se limitó a mirarme todo el tiempo, con las cejas arqueadas
en señal de censura, pero sus labios se apretaron en una sonrisa
divertida.
Hice una pausa masticando las palomitas, el refresco todavía en
una mano, su caja de mentas en la otra.
—Oh, mierda —dije en voz baja—. ¿Estabas guardando este asiento
para otra persona que no sea yo? Porque esto se acaba de poner incómodo
si es así.
Se rio justo cuando las luces del cine empezaron a atenuarse y los
anuncios previos a la película se detuvieron para que pudieran empezar
los avances.
Yellow se inclinó hacia mí y confesó: —Sí, te estaba reservando el
asiento.
Exhalé, sin darme cuenta de lo bien que me sentaría su confesión
hasta que la escuché. Me hizo sentir algo indeciblemente agradable en el
corazón.
Colocando la bebida en el soporte entre nosotros, extendí la mano
recién liberada y apreté sus dedos. Nos estudiamos el uno al otro un
momento más, y luego nos giramos para mirar juntos a la pantalla.

***

...
—Maldita sea, ha estado bien —tuve que admitir con un silbido
bajo a medida que acompañaba a Yellow por el aparcamiento después de
la película.
—Sí —coincidió ella en voz baja—. Definitivamente fue mi favorita
de la serie.
—Sí.
Me metí las manos en los bolsillos y me quedé quieto cuando
llegamos a su coche, golpeando ociosamente la punta de mi zapato contra
la rueda trasera para hacer algo al tiempo que esperaba a que sacara las
llaves de su bolso.
Cuando las tuvo en la mano, suspiró y levantó la vista.
La miré y no se me ocurrió nada que decir.
Dios, qué pareja hacíamos. Sabíamos que nos atraíamos y que
disfrutábamos de la compañía del otro, y solo queríamos estar juntos,
pero no parecíamos tener ninguna idea de cómo iniciar la siguiente parte.
En medio de mi intento de pensar en la pregunta más sorprendente
para iniciar un diálogo impresionante y atractivo con ella, frunció el ceño
de repente.
—¿Dijiste que llegaste tarde por un baby shower?
Levanté las cejas, sin esperar ese tipo de pregunta. —¿Eh?
—Cuando llegaste al cine, te disculpaste por llegar tarde porque
habías estado en un baby shower. —Sus cejas se fruncieron—. ¿No es
así?
—¡Oh! —Sí, claro. Qué pronto lo había olvidado—. Sí, un par de
mis primos están por tener bebés, así que tuvimos este enorme baby
shower cuatro en uno para todos ellos. Fue una especie de locura, y todo
el mundo está básicamente obligado a ir. Quiero decir... —Me encogí de
hombros y puse los ojos en blanco—. Probablemente la asistencia no sea
tan obligatoria, per se, pero entonces nuestras madres nos llamarían y
preguntarían por qué no estuvimos allí, y probablemente acabaríamos
escuchando un sermón de tres horas sobre lo importante que es la
familia. Y sí, es más seguro ir. Además, hay pastel. Y barras de caramelo
derretidas en pañales, así que ¿quién podría perderse eso?
Yellow sonrió divertida ante mi resumen del evento, solo para
asentir y murmurar: —Un baby shower cuatro en uno, ¿eh? Eso tiene
mucho más sentido.
Levanté una ceja, confundido. —¿Lo tiene?
—Sí, yo, eh, vi a tu hermana en los grandes almacenes antes. Se
topó conmigo en la sección de lencería femenina, precisamente. —Yellow
puso los ojos en blanco como si nada pudiera ser peor—. Y su carrito
estaba lleno de cosas de bebé. Pensé que estaba embarazada.
—No, no. —Agité una mano—. Tuvo que comprar el doble porque
yo colaboré en el pago, y no sé elegir los regalos para un baby shower ni
para salvar mi vida. Pero retrocede un segundo. ¿Acabas de decir que te
la encontraste en la sección de lencería femenina?
—Lo sé. —Sus ojos se abrieron de par en par—. Tenías razón; está
saliendo con alguien nuevo. Pero no tuve la sensación de que fuera
alguien malo para ella, si eso te hace sentir mejor.
—Probablemente lo haría —admití con un movimiento pensativo de
la cabeza—, si pudiera superar el hecho de que tú también te encontrabas
allí. —Incapaz de controlar la sonrisa que siguió, le pregunté—: ¿Qué
compró en la sección de lencería femenina, señorita Nicksen?
El rubor que se extendió por sus mejillas me alegró el corazón.
Había ido a comprar algo.
¿Algo para que yo la viera vestida, tal vez?
Maldita sea. Creo que se me puso el pene duro al instante en ese
mismo momento.
—No… quiero decir, me fui antes de poder elegir algo —contestó
torpemente.
Me detuve a medio camino de dar un paso hacia ella. Ah, diablos.
—¿Por algo que te dijo Bella?
Mierda. Si Bella la había molestado para que se fuera de la tienda,
eso no era bueno.
Se movió nerviosamente, pareciendo extremadamente incómoda,
sin querer responder.
Con un suspiro, extendí la mano y deslicé un mechón de cabello
detrás de su oreja. —Déjame adivinar, no se lo has dicho, ¿verdad? No le
dijiste que nunca la traicionaste.
Se encogió de hombros sin poder evitarlo. —No salió el tema.
—Oh. —Sacudí la cabeza—. Y aquí, tenía el presentimiento de que
era lo único que surgía entre ustedes dos.
—Sigue bastante enfadada conmigo —confesó con una mueca de
dolor.
—Podrías arreglar eso, sabes. —Acerqué mi cara a la suya hasta
que mi mejilla apenas rozó su sien—. Simplemente diciéndole la verdad.
—Puede que lo haga —susurró, levantando la barbilla e inclinando
su cara hacia la mía para que nos rozáramos de nuevo—. Algún día. Tal
vez. Pero probablemente esta noche no.
—Genial. —Llevé mi mano a su cadera, con los dedos enroscados
justo por encima de la cintura. Cuando su respiración se detuvo, besé
ligeramente la parte superior de su oreja—. Y justo después de que se lo
cuentes, le hablaré de nosotros.
—¿Nosotros? —Su mirada se levantó esperanzada hacia la mía—.
¿Qué... qué pasa con nosotros?
Hice un sonido de decepción antes de responder: —Bueno, si no lo
sabes, supongo que voy a tener que mostrarte lo que hay que contarle
sobre nosotros, ¿no?
Entonces mi boca se halló en la suya, y mi mano se había movido
a la parte baja de su espalda para atraerla hacia mí hasta que estuvimos
apretados el uno contra el otro. Pero en el momento en que mi erección
chocó con ella, jadeó y se apartó.
La solté al instante, preocupado por haber presionado demasiado
rápido.
Pero cuando le pregunté: —¿Estás bien? —asintió con la cabeza y
me miró, tocándose la boca como si aún pudiera sentirme allí.
—Sí —respondió. Luego lo repitió como si se respondiera a sí
misma por segunda vez—. Sí. Yo solo... —Una sonrisa apareció en su
rostro—. No quiero que la noche ya termine.
Yo tampoco quería. Pensando en que tenía que esperar a la parte
de los besos y las caricias, sugerí: —Podríamos ir a algún sitio a tomar
algo.
—Me parece bien —aceptó inmediatamente, moviendo la cabeza
arriba y abajo lentamente—. Hay una gran cafetera... —Hizo una pausa
y tomó aire, luego soltó—: En mi cocina.
Y… mi mente fue directamente hacia allí.
—Uh... —Llámenme un tipo típico, pero no era posible quitarme el
sexo del cerebro cuando ella sugería una mierda como esa. Pero acababa
de alejarse del contacto personal, así que probablemente no tenía sexo
en el cerebro.
Pero la forma en que me miraba después de invitarme a su casa
decía que lo estaba pensando. Sus ojos se encontraban muy abiertos, un
poco asustados, pero con mucha esperanza. Y la forma en que se mordía
tímidamente el labio...
Bueno, digamos que mi erección no iba a bajar pronto.
—¿Estás segura? —pregunté de todos modos, sin estar seguro de
cómo leer todas las señales mixtas que estaba recibiendo.
Lo pensó un momento y luego asintió con firmeza y decisión. —Sí.
O sea... ¿Crees que te parece bien seguirme a casa?
No tenía ni idea de si estaríamos sentados frente a la mesa de la
cocina, compartiendo platónicamente una bebida y hablando del tiempo,
o si las cosas estaban a punto de volverse extravagantemente sexy, pero
la verdad que me hallaba a bordo para cualquier resultado. Solo quería
estar con ella.
Así que asentí inmediatamente. —Definitivamente estoy de acuerdo
con eso. Solo... —Señalando con mi pulgar sobre mi hombro, me alejé de
ella—. Iré a buscar mi coche y lo traeré por aquí. Te seguiré desde allí,
¿está bien?
Asintió, aferrando con fuerza sus llaves a su pecho. —De acuerdo.
Los siguientes veinte minutos me parecieron los más surrealistas
de mi vida. Sabía que todo debía estar bien y arreglado con Bella antes
de ir más lejos con Yellow, y habitaba una culpa que me carcomía el
estómago todo el tiempo que seguía las luces traseras rojas y brillantes
delante de mí.
Sin embargo, la emoción y la expectativa de pasar más tiempo con
Yellow hacían que mi corazón latiera con fuerza y que mi mano temblara
literalmente al agarrar el volante.
Yellow también vio todos los nervios que experimentaba. En cuanto
encontré una plaza de aparcamiento junto a su edificio y me apresuré a
reunirme con ella en su coche, me echó una mirada a la cara y me
preguntó: —¿Todo bien?
Asentí. —Sí. —Entonces tomé su mano. Cuando sus fríos dedos
rodearon los míos, subimos juntos una serie de escalones exteriores
hasta el segundo piso, y luego tres puertas más abajo a la derecha hasta
que se detuvo frente a una puerta con una letra N de metal negro dentro
de un círculo colgante decorado.
Mirando por el balcón a su barrio mientras abría la puerta, asentí
con la cabeza. Este lugar se parecía a ella. Tranquilo, silencioso, estable,
seguro. Cuando la puerta se abrió detrás de mí, me volví para encontrarla
apartándose para dejarme entrar primero.
Lo primero que noté fue el olor a melocotón. Entonces Yellow
encendió la luz y levanté las cejas.
—Maldita sea, eres limpia.
Todo estaba decorado en tonos azules y tostados y colores rosas
empolvados. Y todo parecía estar en su sitio, salvo una manta arrugada
en su sofá con un mando a distancia al lado, una taza vacía pero
claramente usada en la mesa de centro, y un par de zapatillas de correr
tiradas en el suelo junto a una bolsa de deporte con cremallera.
No diría que era un vago, pero desde luego nunca había ordenado
tan bien, sobre todo cuando no tenía ni idea de que iba a tener compañía.
—Es bonito —dije a medida que me volvía hacia ella.
Se quedó allí, con las manos apretadas en la cintura. —Gracias.
Con una pequeña sonrisa, me acerqué a ella. —Pagaría mucho
dinero ahora mismo por saber en qué estás pensando.
Parpadeó y luego dijo: —Eleanor Roosevelt.
Me reí. —Vale. —Con una inclinación de cabeza complaciente,
añadí—: No es en absoluto lo que esperaba que dijeras. ¿Por qué ella?
—Tiene algunas citas increíbles —respondió Yellow, bajando su
mirada a mi cuerpo y luego levantándola de nuevo a mis ojos—. Una de
mis favoritas dice algo así como que todo el mundo debería hacer una
cosa cada día que le asuste. Así que estaba pensando que ahora mismo,
lo único que me da miedo eres... tú.
Mis labios se separaron y la anticipación rugió a través de mí. Pero
en lugar de hacerle saber que podía hacerme lo que quisiera, murmuré:
—¿Doy miedo?
Su cabeza se inclinó inmediatamente. —Oh, definitivamente. Pero
el tipo de miedo seguro y emocionante.
—Ah... —murmuré—. Doy miedo pero soy seguro. Bien. Bueno, eso
no me aclara absolutamente nada.
Soltó una risa silenciosa. —Tú eres, ya sabes, el tipo de emociones
seguras y de ambiente controlado que la gente busca, como las montañas
rusas, las casas encantadas o el paracaidismo. Las personas pagan por
experimentarlas, hambrientas de ese repentino subidón de endorfinas,
sin saber si van a morir en el momento siguiente mientras saben que en
realidad estarán bien. Ese tipo con la maldita motosierra no intentará
realmente cortarte en un millón de pedazos, así que vuelves a por otra
ronda porque es así de adictivo hacer que tus latidos se aceleren y tu
presión sanguínea se dispare. Es el mejor tipo de miedo que existe.
—Hmm. Creo que empiezo a entender lo que estás diciendo. —Me
acerqué lo suficiente como para que ella tuviera que mirar mi cara para
verla—. ¿Así que tus latidos están acelerados?
Sus ojos se arrugaron divertidos bajo las pestañas curvadas.
—¿Por qué no lo averiguas?
Tomando mi mano, la levantó hacia su corazón, justo por encima
de la hinchazón de un pecho. En cuanto mi palma presionó la tela de su
blusa, el calor se filtró para recibirme.
Cerré los ojos e incliné la cabeza, sintiendo la aceleración del ritmo
cardíaco.
—Necesito ser sincera contigo —susurró.
Cuando abrí las pestañas, elevé las cejas, preparado para escuchar
algo horrible como que, después de todo, se había acostado a sabiendas
y de buena gana con el prometido de mi hermana, y que no se arrepentía
ni un segundo.
Pero lo que dijo fue: —En realidad no tengo café en mi apartamento.
Sonreí, aliviado. —Está bien. No me gusta el café.
—¿Qué? —Su ceño se frunció—. Pero me he estado encontrando
contigo en la sala de descanso por café, como toda la semana.
—No estoy seguro de a qué prestaba atención en esa sala de
descanso, señorita Nicksen —le dije, sin poder dejar de sonreír—, pero
desde luego no era lo que he estado poniendo en mi taza. Porque he
estado bebiendo té toda la semana.
Se quedó con la boca abierta. —Oh, Dios mío. ¿De verdad?
Solté una risa divertida antes de decirle con seriedad: —Y aquí
podría decirte exactamente cómo te tomas el café. Extra oscuro, dos de
azúcar y una cucharada de crema de vainilla francesa.
—Oh, Gracen. Lo siento mucho —murmuró, con cara de horror
mientras se ponía las manos en las mejillas—. Me siento como si te
hubiera estado objetivando porque, no, definitivamente no me di cuenta
de que estabas bebiendo té en lugar de café.
—Bueno, ya sabes la mejor forma de arreglar eso, ¿no? —pregunté,
tomando su mano—. Acompáñame a tu habitación y saca todos esos
hábitos desagradables de objetivarme de tu sistema, así tal vez mañana
por la mañana, puedas mirarme a los ojos y averiguar cuántos paquetes
de azúcar pongo en mi té.
—Uno —respondió, mirándome a los ojos—. Le pones un paquete.
Ahora, sígueme.
Girándose, me condujo a su dormitorio.
Este espacio se encontraba decorado en blanco y negro con pizcas
de amarillo brillante. Como su nombre. Todo lo que necesitaba era un
toque de Gray.
Pero esperaría hasta más tarde para eso. Por ahora...
Miré a mi alrededor con asombro, aprendiendo más cosas sobre
ella hasta que nos detuvo junto a la cama y se volvió hacia mí. Aplastando
sus manos sobre mi pecho, observó cómo sus propios dedos se extendían,
moviéndose por mis pectorales, antes de levantar la vista.
—No te vas a enfadar si no llego al orgasmo, ¿verdad? —preguntó
con una voz apresurada y muy nerviosa.
Parpadeé, sin esperar que dijera eso. —¿Qué?
—Es decir... —Sacudió la cabeza y agitó una mano—. Es probable
que no lo haga. En realidad, sin dudas no lo haré. Pero eso no te hará
sentirte deficiente de ninguna manera, ¿verdad? ¿Es algo que te importe
mucho?
Eh... —¿Te refieres a cuando yo acabo pero mi pareja no lo hace?
Asintiendo, se mordió el labio.
Sí, eso era algo importante para mí.
Sin embargo, parecía tan preocupada por mis sentimientos al
respecto, que me tomé un momento para parpadear y pensar en todo
esto. Entonces levanté un dedo y dije: —Pregunta. ¿Qué te hace pensar
que no te vas a correr?
—Porque nunca lo he hecho. Quiero decir, no durante, al menos. Y
Liam, un novio que tuve durante más de un año, lo intentó de todas las
formas imaginables. Simplemente no es posible para mí.
Oh. Definitivamente, esta no era la conversación que pensé que
tendría esta noche.
Pero me limité a observarla, dejando que lo explicara todo antes de
preguntar: —Pero has tenido orgasmos, ¿verdad?
—S-seguro. —Con un tímido encogimiento de hombros, se sonrojó
y se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja—. Quiero decir, cuando
él... cuando él me daba sexo oral, o yo... yo me ocupaba de mí misma.
Pero nunca cuando usaba su... ya sabes... su pene.
Apostaría mucho dinero a que era la primera vez que Yellow
pronunciaba la palabra pene. Casi me parto de risa al ver cómo su cara
se ponía roja al hablar de algo que le resultaba claramente incómodo, y
además lo hacía de una manera tan seria y profesional.
Era adorable.
—No es que te esté pidiendo que me des sexo oral solo para poder
acabar —se apresuró a decir—. De hecho, voy a prohibir eso esta noche
dado que lo mencioné. Es solo que no quería que te fueras sintiéndote de
ninguna manera decepcionado, en caso de que fueras uno de esos tipos
que necesitan que la mujer también sienta placer. Y tú me pareces uno
de ellos, así que...
—Yellow —interrumpí suavemente, agarrando sus hombros para
calmarla y conseguir que me mirara a los ojos—. Respira.
Obedientemente, inspiró y se estremeció cuando enfocó mi rostro.
—Oh Dios, tienes esa mirada desafiante en tu cara. No tienes que intentar
demostrarme nada, Gracen. Por favor, no pienses que todos los demás
hombres se han equivocado y que por fin vas a ser tú quien encuentre mi
punto G. Te irás insatisfecho. Te lo prometo. Y eso es lo que no quiero.
—Oh, no me iré insatisfecho —prometí—. Y tú tampoco.
—Uff —gimió y se llevó la palma de la mano a la frente—. Debería
haber mantenido mi gran boca cerrada. Lo siento. Olvida que he dicho
algo. ¿De acuerdo?
—No. —Para nada iba a olvidarme de esto—. Lo siento, no puedo
hacerlo —le dije—. Tengo una misión.
—Gracen —gruñó con el ceño irritado—. Escúchame. Conozco mi
cuerpo mejor que tú, de acuerdo.
—Y no discutía eso —le respondí con un dedo levantado—. Pero te
escuché claramente decir que había dos maneras de hacer que acabaras.
Y acabas de prohibirme expresamente que ponga en práctica una de esas
formas esta noche, así que... —Golpeando mis manos y frotándolas en
preparación, pregunté—: ¿Dónde está?
Me paseé por su cama, levantando almohadas y mirando debajo de
ellas antes de abrir su cajón de la mesita de noche y hurgar en su interior.
—¿Dónde está qué? —preguntó, sonando confusa—. ¿Qué diablos
estás buscando?
—Tu vibrador —aclaré—. La herramienta mágica que te ayuda a
darte placer.
Tras abrir el cajón superior de su cómoda, levanté las cejas al ver
toda la ropa interior de seda y encaje que encontré dentro.
Maldita sea. Si llevaba algo debajo de la ropa que se pareciera a
alguna de estas bragas, probablemente no iba a durar mucho esta noche.
Sacudiendo la cabeza para no pensar en ello, metí la mano en el lago de
seda y encaje y rebusqué, dando con la clave un segundo después.
—¡Ajá! —Saqué triunfalmente un estimulador de clítoris de color
verde lima.
Yellow parpadeó, sin ninguna gracia. —Bueno, eso no ha sido nada
intrusivo.
Hice una mueca de dolor, al darme cuenta de que acababa de
revisar todas sus cosas sin pedirle permiso. Pero ella me lo iba a
agradecer dentro de media hora. Lo juro.
—Puedes atarme y azotarme por mi forma de fisgonear más tarde
—le aseguré a medida que me acercaba. Luego le mostré el vibrador—.
Pero por ahora, tengo un plan épico. Toma, agarra esto. —Alargando la
mano, alcancé la suya y la giré manualmente hasta que su palma quedó
en posición vertical y lista para sostener algo. Entonces le puse el
vibrador en su poder—. Y date placer con él como lo haces habitualmente.
Entonces me deslizaré por detrás, o por delante, como prefieras, y bam,
mi nuevo compañero verde y yo te follaremos hasta que los tres tengamos
un buen final feliz.
—Así que... —Con el ceño fruncido, Yellow miró la varita de plástico
que tenía en la mano y luego me miró a mí—. ¿Quieres hacer un trío?
¿Con mi vibrador?
—¡Sí! —animé con entusiasmo y una gran sonrisa—. Me encanta
esa idea. Bien pensado. Y apuesto a que a él también le gusta.
Alargando un dedo, pulsé un botón en el lateral, haciendo que el
vibrador cobrara vida. —Mira. —Señalé, con las cejas levantadas—. Sí
que quiere participar en esta acción; está literalmente temblando de
anticipación.
Yellow sacudió la cabeza antes de estallar en una risa nerviosa y
una sonrisa incontrolable. —Dios mío, Gracen. ¿Por qué nunca he
conocido a nadie como tú?
—Porque solo hay uno como yo —le dije mientras me acercaba y
tomaba su cara entre mis manos.
—Entonces, ¿cómo he tenido la suerte de conseguir al único tú? —
susurró, sus ojos luchando con el sufrimiento, como si pensara que no
merecía este momento entre nosotros.
Besé sus labios suavemente. —Siempre estuvo destinado a ser.
Solo teníamos que esperar el momento adecuado.
Volví a besarla, y esta vez, ella se acercó a mi boca con entusiasmo.
Una de sus manos agarró la parte delantera de mi camiseta al mismo
tiempo que se ponía de puntillas y se acercaba.
Nuestros cuerpos se juntaron, calor por calor, y nuestros dedos se
hallaban de repente por todas partes, luchando por quitarnos la ropa y
acariciar la piel recién expuesta. El tercer miembro de nuestra fiesta cayó
al suelo entre el montón de camisetas y pantalones desechados.
Ninguno de los dos se dio cuenta cuando la hice retroceder hacia
la cama y ella se sentó cuando la parte posterior de sus rodillas golpeó el
colchón. Mientras se movía hacia atrás, hacia el cabecero de la cama, yo
enganché mi boca a la suya y la seguí, arrastrándome sobre las manos y
las rodillas por encima de ella hasta que encontró un lugar cómodo.
Entonces bajé primero las caderas, estremeciéndome cuando mi dolorido
pene rozó el vello púbico.
Yellow emitió un sonido debajo de mí. No podía decir si era de
placer o de nervios, así que separé mi boca de la suya y apreté nuestras
frentes para poder preguntar: —¿Todo bien?
—Definitivamente —respiró, rodeando mi cintura con sus piernas
y enganchando sus tobillos en la base de mi columna vertebral. Luego
bajó sus manos por mi espalda, con sus dedos agarrando los músculos
a medida que avanzaba, hasta que me agarró el culo—. Dios, te sientes
tan bien.
—Tú también. —La besé a lo largo de su cuello y apoyé la base de
mi pene en su coño—. Ahora, ¿qué debería explorar a continuación? —
murmuré una vez que llegué a la base de su garganta—. Hmm. Yo digo
que vamos a... —Me separé de ella lo suficiente para mirar hacia abajo y
fijar mi atención en su pecho—. Esa montaña. No me preguntes por qué,
es solo una corazonada, se siente bien.
Frunció las cejas. —¿Acabas de citar The Croods? ¿En medio de
esto?
Sonreí inocentemente. —Tal vez.
Yellow echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. Aproveché
el momento para cerrar la boca en torno a un pezón, y ella rompió su
diversión con un grito de sorpresa.
A partir de ahí, me dejé llevar un poco por la apreciación. Su cuerpo
se encontraba listo como una fruta madura; jadeaba y gemía con cada
nueva porción de piel que exploraba. Y yo me sentía como un hombre
hambriento. Después de chupar sus pechos, bajé dejando besos hasta
detenerme en el lugar húmedo entre sus piernas. Me dolía la mandíbula
y se me acumulaba la saliva en la boca en tanto imaginaba que mi lengua
se sumergía para probarla.
—Apuesto a que sabes muy bien —gimoteé, mirándola con ojos
suplicantes. Su mirada era vidriosa y aturdida; estaba completamente
excitada. Probablemente podría hacer que se corriera con unos cuantos
lametones bien dados. Pero yo era un buen chico.
Por ahora.
—Por desgracia —gemí dramáticamente—, estoy prohibido. Lo que
significa...
Me senté de golpe y me lancé por un lado de la cama en busca del
tercer miembro de nuestra fiesta. ¡Ajá! Sosteniéndolo, volví al colchón y
se lo entregué.
Pero Yellow parecía muy insegura mientras lo aceptaba de mala
gana. —¿Lo decías en serio?
—Claro que sí —dije—. Realmente, realmente necesito que te corras
conmigo esta noche porque no quiero ser el único aquí despertando a
todos tus vecinos con mis gritos. Tengo que ser capaz de culparte a ti.
—¿Así que en verdad quieres que...? —Se sonrojó y miró hacia otro
lado, agitando la mano—. ¿Me dé placer? ¿Aquí mismo, delante de ti?
—Eso es exactamente lo que quiero, sí. Sabes cómo trabajar con
ese tipo mejor que yo. Esta ronda, al menos. La primera vez se trata de
aprender y explorar, y necesito que me enseñes cómo se hace bien. Así
que... —Hice un gesto con la mano—. Haz lo tuyo.
Sus ojos se calentaron con afecto mientras me miraba, y luego, al
parecer muy insegura, bajó el estimulador entre sus piernas.
Vi cómo sus ojos se encendían al primer contacto. Luego sus fosas
nasales. Una bocanada de aire salió de sus pulmones y comenzó a
arquearse y a moverse contra su amante verde lima.
—Oh. Guau —respiré, incapaz de dejar de mirar—. Eso es tan sexy.
Yellow se sonrojó, pero cuando empecé a acariciarme, su mirada
se dirigió audazmente a mi pene. —Oye, eso es lo que iba a decir de ti.
—Por supuesto que sí —susurré con un asentimiento cómplice—.
Porque eres una imitadora de frases de Gracen al que no se le ocurre su
propia frase.
Resopló ante mi broma. Luego dijo: —Sí, debe ser eso —en tanto
su mirada se dirigía de nuevo a mis atenciones sobre mí mismo—.
Maldita sea, pero eres una obra maestra.
—Ahora, espera un segundo. —Fruncí el ceño—. No se te puede
ocurrir algo que haga saltar por los aires mi elocuente guau, eso es sexy.
No es justo.
Se regodeó. —Acéptalo. Yo gano. —Pero entonces se mordió el labio
y gimió, obviamente habiendo dado con un punto dulce.
—Pero se supone que no puedes ser más lista que yo —le dije
mientras abría el paquete de un condón y lo colocaba en su sitio—.
¿Cómo se supone que voy a impresionarte ahora?
Se lamió los labios con avidez al tiempo que miraba mi pene.
—Tengo la sensación de que se te ocurrirá alguna manera. —Luego
su mirada se dirigió a la mía—. Muy pronto, de hecho.
—Hazme un favor, ¿sí? —le pedí cuando separé sus rodillas y me
metí entre sus muslos—. Al menos finge estar totalmente deslumbrada y
abrumada, aunque no lo estés. —Permaneciendo erguido mientras ella
seguía zumbando al señor Verde contra su clítoris, me tomé en mi mano
y posicioné mi pene justo debajo del otro tipo para poder presionar en su
entrada. Yellow aspiró un poco en el momento en que empecé a empujar
dentro.
—Oh, Dios. Eso es... ¡oh! —Sus ojos se pusieron en blanco mientras
trabajaba el vibrador con más diligencia y empujaba sus caderas para
encontrarse conmigo cuando me hundía en su interior—. Mierda. Joder...
Observé la sorpresa, la confusión y el placer absoluto en su rostro
al mismo tiempo que luchaba por contener sus reacciones, golpeando su
mano libre en el colchón y agarrando un puñado de sábanas mientras
apretaba los dientes y parpadeaba repetidamente.
—Ahora estás fingiendo, ¿verdad? —No pude evitar burlarme.
—Sí —jadeó en tanto me movía más profundo—. Totalmente. ¡Oh,
Dios mío!
Sonreí. —Me lo imaginaba.
—Gracen —jadeó—. Creo que voy a...
—Oh, me doy cuenta —le hice saber con suficiencia.
Frunció el ceño por mi burla, pero luego se soltó, gritando cuando
la primera ola de su orgasmo la golpeó.
Fue tan espectacular verlo que perdí el control de toda la increíble
autocontención que creía que debía tener y empecé a penetrarla, llegando
al orgasmo con ella y experimentando algo que nunca antes había vivido.
Creo que acababa de entregar mi maldita alma a esta mujer. Y me
encantó cada momento.
Traducido por Ana_V.U & Valentine Rose
Corregido por Pame .R.

Yellow
Me sentía demasiado abrumada para hablar correctamente luego
de que Gracen se apartara de mí y soltara el suspiro más satisfecho que
jamás había oído a un hombre.
Pero en serio…
Giré mi cabeza para mirarlo en estado de shock. —No quiero volver
a tener relaciones sexuales de otra manera.
Sonrió. Luego tomó el vibrador que había dejado a mi lado. —¿Oíste
eso, amigo? —le preguntó a la varita verde—. Lo hicimos bien esta noche.
Gran trabajo de equipo. Qué manera de darlo todo. —Después le dio a la
hinchada cabeza de plástico un pequeño choque de manos. Y un choque
de puños. Seguido de un golpe de codo con el codo del vibrador… eh,
donde estaría el codo, si lo tuviera—. Pero creo que sigo yo desde aquí. —
Y arrojó al tipo verde por el lado de la cama antes de rodar hacia mí y
sonreír ampliamente. —Solo para que él haga una pausa y levante un
dedo—. En realidad, no. Déjame que te lo limpie muy rápido. Eso me
molestaría si lo olvidara.
Salió de la cama con una velocidad que me hizo parpadear.
Después de encontrar el vibrador en el suelo, desapareció en el baño. Oí
el golpe en la basura cuando se quitó el preservativo y luego corrió el
agua. Un segundo después, asomó la cabeza por la puerta. —¿Necesitas
algo?
La pregunta era tan dulce que sonreí y negué con la cabeza antes
de responder: —Solo a ti.
Levantó las cejas. —Un Gracen Lowe, entonces, entregado justo en
tu cama. —Y se paseó por el suelo hacia mí, completamente desnudo.
Y vaya. En serio, era tan... guau.
Abrí los brazos para recibirlo, y se metió en la cama, acurrucándose
contra mí con un gemido de satisfacción.
—No me importa si esto me hace raro —dijo en voz baja desde la
almohada de mis pechos—. Pero me encanta acurrucarme después del
sexo: piel contra piel, miembros enredados, besos lentos y perezosos,
cuerpos dóciles y cálidos, dispuestos a amoldarse el uno al otro. Y los
suspiros felices seguidos de sonrisas drogadas y contagiosas. No me
canso de hacerlo.
Levantó la cabeza para mirarme con una sonrisa somnolienta y
satisfecha, así que le di un beso lento y perezoso. —De acuerdo —dije.
Nuestras piernas se enredaron bajo las sábanas y los cuerpos se
entrelazaron hasta que salimos a tomar aire para suspirar felizmente
mientras nos girábamos para mirar al techo como si fuéramos uno solo.
—Perfecto —admití, acariciando su pelo antes de soltar una risa
repentina—. Aunque no puedo creer que te hayas inventado un apretón
de manos secreto con mi vibrador.
Giró la cara para mirarme. —¿Qué? ¿Demasiado cursi?
Arrugué la nariz y levanté los dedos, manteniéndolos abiertos con
solo un par de centímetros de espacio entre ellos. —Solo un poco.
Soltó un largo y triste suspiro, haciéndome saber que era muy
consciente de lo desesperado que estaba. —Sí, técnicamente nunca crecí.
Pero espero que no esperes que madure demasiado. Me gusta ser un niño
eterno.
—No —estuve de acuerdo—. No quiero que cambies. Me gustas
exactamente como eres.
—Genial. —Resplandeciente, me dio un pico en la punta de la nariz
con sus labios—. Así que sinceramente... —Me empezó a acariciar el
brazo—. ¿Cómo fue tu viaje, mi señora? El maldito tipo de la motosierra
no te asustó demasiado, ¿verdad? ¿El cinturón de seguridad funcionó
bien? ¿El paracaídas se abrió como se suponía?
Me reí. —Oh, mi paracaídas se abrió definitivamente.
Se quedó con la boca abierta.
—¿Acabas de...? —Le faltaron las palabras y siguió con la boca
abierta, atónito—. No puede ser —murmuró por fin, sacudiendo la cabeza
lentamente—. No acabas de hablarme con doble sentido.
—¿Qué? —Me encogí y repetí sus palabras—. ¿Demasiado cursi?
Meneando la cabeza lentamente, susurró: —Sin dudas demasiado
cursi. Fue tan cursi que, de hecho, es exactamente algo que yo diría.
Pero, ¿podría haber...? —Apretando una mano apasionada contra su
corazón, ahogó un grito antes de añadir dramáticamente—: ¿Otro como
yo?
Negué con la cabeza, amando su estupidez.
Entonces me dejó perpleja al rodear mi cintura con un brazo y
preguntarme: —¿Es demasiado pronto para proponerte matrimonio?
Mis ojos se abrieron de par en par. —Um, sí. Definitivamente.
—Vale, entonces esperaré hasta mañana. —Y aflojó un poco su
agarre en mi cintura.
Me reí y negué con la cabeza. —En serio, no puedo saber si estás
bromeando o no.
—Sabes —contestó, inclinando la cabeza, como haría un filósofo al
pensar—, yo tampoco lo sé. Vamos a seguir con esto por ahora.
—De acuerdo. —Me divertía demasiado como para hacerle parar,
de todos modos.
—Aunque tendremos que hacer algo con tu nombre —me dijo.
Mis cejas se alzaron. ¿Qué dijo? —¿Qué tiene de malo mi nombre?
Arrugó las cejas. —¿De verdad? ¿Yellow Lowe? ¿No crees que hay
algo malo en eso? La gente siempre pensaría que está escuchando un
eco. Estarían como: “Lo siento, ¿podrías repetir eso? No puedo escuchar
tu nombre completo por la maldita acústica de aquí”. Yellow Lowe Low
Lo...
Sacudí la cabeza lentamente antes de responder secamente: —
Supongo que tendré que quedarme con Nicksen.
—Hmm. Tal vez —aceptó vagamente antes de levantar las cejas—.
¿Debería cambiar mi nombre a Nicksen, crees? ¿Gracen Nicksen? No. No.
Tampoco me gusta eso. ¿Y si usamos los dos? Yellow Nicksen-Lowe no
suena nada mal. —Moviendo las cejas, asintió alentadoramente hacia
mí—. ¿Eh? ¿Eh?
Torciendo la boca en una mueca pensativa, consideré su
sugerencia, y luego dije: —Gracen Nicksen-Lowe —para probarlo en voz
alta—. Hmm. No, no es tan horrible.
—Totalmente factible —estuvo de acuerdo—. De todos modos, ¿de
dónde viene el nombre de Yellow? Quiero decir, ese es tu nombre legal.
Comprobé tus registros después de que te contrataran. No podía soportar
no saberlo. Y está en la copia de tu licencia de conducir.
Esperen, ¿qué?
—¿Revisaste mi registro? ¡Qué acosador!
—O simplemente un hombre normal e interesado que tiene un
enamoramiento obsesivo por ti y se mete en tu información privada para
poder aprender todo lo que pueda sobre ti y luego te sigue en todos tus
recados. Y se sienta fuera de tu casa algunas noches con un par de
prismáticos, esperando que tú... —Cuando le di un codazo en las
costillas, se rió—. ¿Qué? ¿Demasiado lejos?
—Um, sí. Demasiado lejos.
—Lo siento. —Se acurrucó de nuevo contra mí y apoyó su cara
contra la mía—. No debería haber husmeado en tus archivos. Eso estuvo
mal. Estoy de acuerdo. Y también lo fue revisar tus cajones para hallar
al señor Verde. Tiendo a desbocarme cuando me descontrolo así, pero sí
respeto los límites cuando se me presentan, por lo que asegúrate de
ponerlos donde los necesites y cuidaré mis modales, lo juro.
Le acaricié el pelo y luego le besé la frente. —Trato hecho.
Suspiró felizmente, dejando que lo acariciara durante unos dos
segundos antes de que levantara la cabeza. —Pero, de verdad. ¿Yellow?
Tiene que haber alguna historia detrás de eso.
—La hay —murmuré con un gemido irritado—. Una muy estúpida.
Mi madre se llama Violet y mi padre Rusty.
—Vale —murmuró, frunciendo el ceño cuando eso no le ayudó a
entender nada.
—Ambos son nombres de color en español. —Extendí la mano—.
Al parecer, según ellos al menos, querían que yo también llevara el
nombre de un color.
—Me estás tomando el pelo —dijo, con los ojos muy abiertos por la
incredulidad—. ¿Y eligieron Yellow? ¿De entre todos los colores que hay?
¿Yellow?
Con un suspiro, me lamenté: —Lo sé.
—Quiero decir, ¿Yellow? —insistió incrédulo.
Fruncí el ceño. —Oye, para mí no era raro cuando era pequeña.
Era solo mi nombre. Nunca nadie me hizo sentir como un bicho raro por
ello hasta que empecé el colegio. Así que, vaya, gracias por todos los
bonitos recuerdos de acoso que me traes. Te lo agradezco.
Sus ojos se abrieron de par en par con horror. —Mierda, lo siento.
No quería...
Me reí, haciéndole saber que nunca estuve molesta con él. Cuando
sus ojos se entrecerraron por mi burla, me puse sobria. —Si te molesta
tanto, puedes llamarme...
—Oh, no. —Sacudió la cabeza con insistencia y extendió la mano—
. Me quedo con Yellow. Es único. Como tú. —Sonriendo, me besó la punta
de la nariz—. Sinceramente, ya no me imagino llamarte de otra manera.
—Y volvió a tumbarse a mi lado, para decir—: Aunque Rose es un nombre
de color perfectamente aceptable. O Jade, Coral, Lavender...
Suspiré. —¿Quieres que llame a mis padres y les pregunte por qué
eligieron Yellow?
—Amber —murmuró para sí mismo, ignorándome—. Marigold
podría ser incluso un nombre de color. Y es un bonito tono amarillo.
—El —grité riendo—. Puedes llamarme El. Así me bautizó mi
consejero.
—No. —Sacudió la cabeza—. Te llamas Yellow. Te voy a llamar
Yellow.
Y eso pareció ser todo. Hasta unos veinte minutos más tarde,
cuando yo estaba medio dormida y solo disfrutaba de estar a su lado en
un apacible silencio.
—Scarlett —murmuró Gracen, despertándome—. Scarlett es un
buen nombre de color. O Peach.
—Dios mío —gemí, arrancando la almohada de detrás de mi cabeza
y utilizándola para golpearle en el pecho.
Gruñó una carcajada sorprendida y luego me agarró por la cintura,
arrastrándome sobre él para poder enterrar su cara en el hueco entre mi
hombro y mi garganta.
—Sin embargo, debe parecerte gracioso que te hayas enrollado con
un Gray —dijo finalmente, mirándome con adoración.
Parpadeé una vez antes de que mis ojos se abrieron de par en par.
—Dios mío —jadeé—. Tu nombre se puede acortar con el nombre de un
color, ¿no?
Sonrió. —Y es así, muy a menudo, de hecho, por la familia y los
amigos.
—No. —El horror contorneó mis rasgos.
—Sí —contestó con una sonrisa muy jovial—, me temo que sí.
—Se acabó. —Arrugando la nariz con desdén, sacudí la cabeza e
intenté alejarme, pero siguió abrazándome, manteniéndome allí—. Creo
que tendremos que terminar ya mismo. No hay forma alguna que pueda
continuar con la loca tradición de nombres de colores y salir con un Gray.
—Oh, vamos —me persuadió, pasando con suavidad una mano
sobre mi cadera y besando mi clavícula para hacerme ceder. Lo que
funcionó—. Juro que no seremos como ellos. Le pondremos un nombre
normal a nuestros hijos. —Luego guiñó el ojo y agregó—: Como Vermilion,
Burnt Sienna, o… escucha: Razzmatazz.
Eché la cabeza hacia atrás y solté una carcajada. —Me encanta —
decidí, subiendo los dedos hasta el centro de su pecho para rodear su
cuello con ellos—. Es un trato.
Con los ojos brillando de felicidad, preguntó: —¿Lo sellas con un
beso?
—De acuerdo —le contesté en lo que descendía mi boca hacia la
suya.
Y nuestro futuro fue decidido.

***

La mañana llegó demasiado temprano. En especial cuando fue el


molesto tono de llamada de mi teléfono lo que me despertó.
Aun así, Gracen estuvo insaciable. Me despertó a medianoche,
diciéndome que era un nuevo día así que tenía permitido el sexo oral
ahora, y luego procedió a hacer justamente eso hasta que me retorcía por
otro orgasmo.
Luego estuvimos un rato con el señor Verde un par de veces más,
para finalmente caer rendidos a tempranas horas de la mañana.
Y ahora, solo quería dormir todo el día.
Pero ese maldito teléfono…
A mi lado, Gracen gruñó, quejándose de lo mismo. Luego estiró el
brazo, y un segundo después, susurró: —¿Hola? —Un segundo después,
poco impresionado, carraspeó—: ¿Hablas en serio, hombre? Esta no es la
mañana para llamar por error. Idiota.
Y colgó antes de arrojar el teléfono de vuelta a la mesita de noche.
Un segundo después, fruncí el ceño. En realidad, sonó como el tono
de llamada de mi teléfono. ¿Gracen tenía el mismo tono de llamada? ¿O
acaso…?
—¿Acabas de contestar mi teléfono? —pregunté, parpadeando y
observando el techo, confundida, en tanto que, de mala gana, comenzaba
a despertar cada vez más.
—¿Ah? —gruñó, rodó hacia mi lado e hizo un gesto de dolor con un
ceño fruncido y ojos entrecerrados—. Nah —contestó por fin—, no podría
ser posible. Era mi amigo en la otra línea.
—Oh —contesté y eso fue todo, hasta que comenzó a sonar otra
vez. Esta vez, fui yo quien se levantó y lo comprobó—. Está bien, este es
sin dudas mi teléfono. —Pero cuando vi el nombre Parker en la pantalla,
jadeé—. ¡Mierda! Estoy atrasada. Hola —contesté, colocando el celular
entre mi oreja y el hombro al tiempo que salía rápido de la cama—. Me
quedé dormida. Lo siento mucho. Pero llego en cinco minutos. Lo juro.
—No te preocupes —habló mi entrenador de vida—. Estaré un rato
acá y practicaré mi tiro brincado hasta que llegues. A menos que tengas
que cambiar de fecha.
—No, voy en camino —prometí—. Solo… dame diez minutos. —Ya
me colocaba las bragas y alcanzaba mi sostén, así que puede que logre
llegar en cinco minutos, como prometí originalmente.
—De acuerdo entonces. Nos vemos.
Una vez que colgué, mi atención volvió a la obra maestra desnuda
en mi cama, las sábanas arrugadas cubriéndolo hasta su cintura.
Descansando su rostro en la mano, me miró con curiosidad. —¿Así
que te vas?
—Sí. Lo siento muchísimo. Me junto con mi consejero cada sábado
en la mañana.
—Está bien. —Hizo un gesto con la mano sin moverse de la cama—
. Me gusta ver cómo te vistes de prisa. Es bastante ardiente. Aunque tus
calzas de yoga están al revés.
Bajé la vista. —Demonios.
—Y… puedo verte colocártelas dos veces —vitoreó de buena gana—
. ¡Y anota!
Le dediqué una mirada irónica. —¿Te vas a quedar hasta que yo
regrese? Solo nos juntamos por una hora, y hoy mucho menos ya que
estoy atrasada, así que no debería tardar mucho.
La calidez entró en su mirada. —¿Quieres que me quede?
Asentí y me mordí el labio. —Sí.
—Entonces me quedaré —prometió, su mirada calentándose con
interés—. ¿Tienes algún problema con que curiosee por tu cocina? Podría
prepararnos un buen desayuno para que comamos juntos cuando
vuelvas.
—Claro. Si es que quieres. Espera. ¿Hoy no trabajas?
Se encogió de hombres. —Iré el lunes para compensarlo. De todas
formas, hay una rubia sexy en la oficina con la que me gusta encontrarme
en la sala de descanso.
Vaya. Me quitaba el aliento cada vez que decía cosas tiernas como
esa. Sentándome en el suelo para colocarme los calcetines y los zapatos,
le dije: —Sé de qué hablas. También hay un moreno devastadoramente
hermoso en la oficina, del que no puedo dejar de pensar. Estos romances
de oficina, ¿eh? Nunca es suficiente.
—Oh sí —concordó, solo para fruncir el ceño y admitir—: Aunque
en realidad esta será mi primera vez, así que ten cuidado conmigo, ¿sí?
Resoplé y sacudí la cabeza, divertida por su humor. Cuando me
puse de pie, lista para irme, me acerqué primero para darle un beso de
despedida. Pero nuestros labios apenas se tocaron cuando su teléfono
sonó con un mensaje entrante.
Rompimos el beso repentinamente para revisar la pantalla. Con
una maldición y un gruñido, volvió a recostar su cabeza en la almohada.
—Mierda. Es Bella. Me mandó un S.O.S.
—¿Un S.O.S.? —pregunté, frunciendo el ceño.
—Sí. Eso significa que tendré que ir allá y consolarla por un mal
drama. Maldita sea, sabía que se involucró en una relación peligrosa. —
Apartó las sábanas y me dedicó un gesto de dolor—. ¿Podemos posponer
el desayuno hecho en casa? Mi trabajo de gemelo me llama.
—No hay problema. De verdad. Pero ¿vas a …? —Hice una pausa
sin certeza, luego pregunté—: ¿Vas a contarle? ¿De nosotros?
Se detuvo, también, agrandando los ojos. —¿Hoy? ¿Mientras tiene
una crisis S.O.S.? —Luego hizo un gesto de dolor, y continuó—: ¿Querías
que lo hiciera?
—No —contesté apresuradamente—. Digo, sí, algún día. De seguro
ambos odiamos la idea de ocultarle el secreto, pero…
Era tan nuevo. Y bueno. ¿Quién sabría cómo reaccionaría Bella?
¿O qué haría para intentar separarnos?
—No creo poder decirle hoy —admitió Gracen.
Asentí, aliviada. Gracias a Dios. —Tan solo avísame antes de
hacerlo, ¿vale? ¿O querías que estuviera contigo cuando lo hicieras?
—Nah. Quizás debería contarle solo. Pero sin duda te avisaré antes.
—Me parece bien. Pero ahora de verdad tengo que irme.
—Yo también —dijo.
Nos acercamos por un beso final, sonriéndonos tontamente cuando
nos separamos.
—Nos vemos más tarde —se despidió.
—Nos vemos —susurré, luego giré para salir volando de casa.

***

Parker ya se encontraba en nuestra sala reservada en la cancha de


baloncesto, lanzando a la red cuando entré apresurada, jadeando y
jalando mi bolso sobre mi hombro.
—Lamento mucho llegar tarde —anuncié, soltando el bolso y
acercándome a él.
Encogió los hombros, sin tener problemas. —Siempre y cuando él
valga la pena —dijo y sonrió, repitiendo cada palabra que le había dicho
hace unos meses atrás luego de la noche que vi por primera vez una
película con Gracen.
Dándome cuenta lo lejos que habíamos llegado con Gracen desde
entonces, me sonrojé más de lo normal.
Parker se detuvo, frunciendo el ceño al ver mi rostro. Luego abrió
la boca con sorpresa, y soltó la pelota que sostenía entre sus manos.
—No me digas —exclamó, acercándose—, dime que no tuviste sexo
anoche.
Abrí la boca, pero no salió ni una palabra.
—Mierda —prorrumpió, agarrando su cabeza y mirándome con la
boca abierta—. ¿Lo hiciste? ¡Oh, Dios mío, El! Esto es importante. Es
increíble. Es, como… ni siquiera lo sé. ¿Podemos decir que ahora estás
curada? Mierda. Estoy tan feliz por ti.
Cuando sonreí, aceptando su entusiasmo, agarró mis manos y las
apretó, sacudiéndolas. —Felicidades. ¿Fue…? Digo, mierda. Ni siquiera
sé cómo preguntar. Pero fue bueno, ¿verdad? ¿No tuviste problema
alguno? ¿Nada que detone algo? ¿Ningún miedo?
—Fue… —Me detuve solo para asimilar todos los recuerdos. Luego
suspiré y le sonreí—. Perfecto. Fue absolutamente perfecto.
—Demonios, vaya —suspiró, tirando de mí para abrazarme—. Es
increíble. Estoy tan orgulloso de ti. Maldición, lo siento. —Me soltó y se
alejó, haciendo un gesto de dolor—. Olvidé que no das abrazos.
—No, está bien —dije—. Creo que eso también lo estoy superando.
La semana pasada me abrazaste, de todas formas, y no tuve problemas.
—Tienes razón. —Me apuntó—. Lo que me recuerda. De todas las
personas, el papá de Bea nos vio abrazándonos la semana pasada cuando
pasó conduciendo por el gimnasio o algo así, y me preguntó por ti. Frente
a ella. Luego toda la familia se unió, insinuando que eras mi novia.
—Oh, no. —Agrandando los ojos, me cubrí la boca—. ¿Acaso Bea
creyó que tú y yo…?
Hizo un gesto de dolor. —No estoy muy seguro. Aunque no lo tomó
muy bien. Digo, lo hablamos, y dice que me cree, pero… —Sacudió la
cabeza y soltó un suspiro—. La expresión en su rostro cuando escuchó a
su papá describiéndote… —Suspiró—. Me rompió el puto corazón. Odio
con toda mi alma provocar que tenga que dudar si soy de confianza o no.
—Lo lamento mucho, Parker. Desearía poder ayudar. Hablar con
ella por ti y explicar que no hay nada de qué preocuparse por mí.
Ladeó la cabeza, estudiándome con curiosidad. Veía su cerebro
zumbando antes que alzase un dedo. —En realidad, no es una mala idea.
¿Te importaría encontrarte con ella?
Me enderecé, contenta. —¿De verdad? No, no me importaría. Me
encantaría, en realidad. Siempre me pregunté cómo era.
Inmediatamente, Parker me mostró aquella sonrisa soñadora de un
hombre enamorado de su mujer. —Oh, ella es grandiosa. Creo que se
llevarían perfecto. Y oye, podríamos hacer como una cita doble si quieres.
Trae a Doce y… —Deteniéndose abruptamente, hizo un gesto antes de
agregar—, eso es si Doce es el hombre con quien estabas anoche…
—¡Sí! —Solté, sintiendo que enrojecía mi rostro—. Estuve con Doce
anoche.
Asintió. —Genial, entonces. Podríamos divertirnos muchísimo, solo
los cuatro. ¿Qué te parece?
En realidad, nunca antes había ido a una cita con Gracen. Pero tal
vez podríamos hacerlo ahora que, ya saben, tuvimos sexo. Él nunca había
hecho nada para hacerme creer que nunca más quería verme. Hacía
referencias sobre hacer cosas conmigo en un futuro, mucho más de lo
que esperaba, así que probablemente no le molestaría la idea. Creo.
Y como que quería que Parker lo conociera. No solo quería escuchar
su opinión sobre Gracen, sino que honestamente también creía que los
dos podrían llevarse bien.
—Me encanta la idea —respondí, sintiendo que la vida iba muy,
pero muy bien. Y esperaba con ansias el futuro.
Traducido por Julie
Corregido por Pame .R.

Bella
Cuando Gracen por fin me devolvió la llamada del S.O.S., contesté
al primer tono.
—Hola —dije, sonando sin aliento, a pesar de que no había hecho
nada que me hubiera dejado así.
—Hola —respondió—. Siento haber tardado un minuto. Acabo de
despertarme.
—¿En serio? —Frunciendo las cejas, negué con la cabeza—. Pensé
que ya estarías en el trabajo. ¿No es este uno de los sábados que vas a la
oficina?
—Hoy decidí dormir hasta tarde —replicó, con la voz distorsionada
por un sonido de fondo que me indicaba que estaba usando el altavoz—.
¿Y qué pasa?
—Yo, eh... —Haciendo una pausa, tomé aire. Ya que no se hallaba
en la oficina, esto podría funcionar aún más a mi favor. Así que me
lancé—. Necesito tu ayuda.
—Me lo imaginaba, con el mensaje de S.O.S. y todo eso. ¿Qué
necesitas que haga esta vez?
—Bueno... ¿Por casualidad escuchaste a papá anoche en el baby
shower cuando hablaba con Fox sobre la chica con la que lo vio fuera del
gimnasio la semana pasada?
—Uh, sí. Creo que sí. —Sonaba totalmente confundido y seguro se
preguntaba a dónde quería llegar con esta línea de preguntas—. Todo el
mundo empezó a preguntarse si estaba saliendo con alguien nuevo, pero
él dijo que ella era solo una clienta, ¿verdad?
—Sí. —Asentí, contenta de que al menos hubiera escuchado todo
eso—. Así que lo que necesito es que vayas al gimnasio y la compruebes,
tal vez le saques una foto, y luego me informes. ¿De acuerdo?
Gracen se quedó sospechosamente callado durante un segundo
antes de hacer la temida pregunta: —¿Y por qué tendría que hacer esto?
—Porque... —Cerré los ojos y gemí con pesar antes de admitir—: Si
no lo haces, probablemente lo haré yo, y realmente, realmente no creo
que deba hacerlo.
Soltando un fuerte suspiro porque sabía exactamente lo que iba a
ocurrir a continuación, me incliné hacia delante y apoyé la frente en el
volante de mi coche, donde me hallaba sentada con el motor apagado en
la entrada de mi casa, intentando hacerme entrar en razón y no ir al
gimnasio ahora mismo. Pero sabía que estaba perdiendo la batalla, así
que había llamado a mi gemelo para que me apoyara, aunque sabía lo
que tendría que confesar cuando lo hiciera.
Cuando se produjo otro rato de silencio, me di cuenta de que se
encontraba atando cabos.
Y entonces: —Isabella Teresa Lowe —gruñó con severidad—. ¡Qué
demonios! ¿Fox es la persona con la que has estado saliendo a
escondidas? ¡Santa mierda!
Hice una mueca de dolor y me llevé una mano a la boca. Pero,
maldita sea, no le había costado mucho tiempo darse cuenta.
—Creía que habías vuelto con Ethan o algo así.
Puse los ojos en blanco. —¡Sí, cómo no!
—Bueno, ¿por qué demonios no me ibas a hablar de alguien con el
que te estabas liando a no ser que fuera alguien con el que intentara
impedir que te vieras porque te hacía daño? Pero Jesús, Fox nunca te
haría daño. ¿Por qué ibas a ocultar a Fox? Santo cielo... —respiró—.
Ahora su manoseo en su fiesta de cumpleaños tiene mucho más sentido,
y... —Jadeó con indignación—. ¡Ese idiota! Se sentó al otro lado de la
mesa en la noche de chicos y me escuchó preocupado por un chico nuevo
que tenías escondido, y ese imbécil no dijo nada. Solo me dejó seguir
estresándome y...
—Yo no quería que nadie lo supiera —interrumpí con severidad—.
Lo del secreto fue decisión mía. Así que no lo regañes por estar callado;
solo respetaba mis deseos. ¿De acuerdo?
—No —exclamó Gracen—. No está bien. Nada de esto tiene ningún
maldito sentido. Porque, ¿por qué demonios me ocultarías a Fox? Santo
cielo, ¿por qué le ocultarías eso a alguien? Pero lo más importante, a mí.
Creía que nos contábamos todos nuestros más profundos y oscuros... —
Se interrumpió con una maldición—. Joder. Sabía que no me estabas
contando algo. Así que adivina qué; yo también empecé a ocultarte cosas.
Y ahora míranos. Ya no nos contamos nada. ¿Y todo empezó porque te
enrollaste con Fox? Un hombre que es como un hermano para mí, y que
te apoyaría completamente para salir con él. ¿De verdad?
—Tenía miedo, ¿está bien? —Lloré, luego rechiné los dientes y miré
por el parabrisas delantero hacia mi casa. Ese dolor seco que siempre
precedía a las lágrimas me subió a la garganta—. ¿Sabes qué? No
importa. Olvida que llamé.
Me había metido en esta situación; tenía que salir de ella.
Pero mi hermano me gruñó. —No. No te atrevas a colgar. Habla
conmigo, Bella. ¿De qué tienes tanto miedo? No puede ser a Fox, porque
eso sería una auténtica estupidez. Tiene que ser el hombre más confiable
y digno de confianza con el que te puedas relacionar.
—Lo sé, pero... —Sintiendo que el pánico se apoderaba de mis
pulmones, hice una pausa y respiré profundamente.
Gray debió darse cuenta de que empezaba a enloquecer porque dijo
más suavemente: —¿Hermana? Maldita sea, lo siento. Siento haberme
puesto nervioso. Solo estoy tratando de entender.
—Pero no sé de qué tengo miedo —intenté responder, aunque sabía
que eso no era una respuesta en absoluto. Mis extremidades empezaron
a temblar incontroladamente, y también mi voz cuando confesé—: Solo
sé que estoy petrificada. —Cerrando los ojos y odiando la debilidad que
estaba exponiendo, murmuré—: Y siempre ha sido de diferentes cosas en
diferentes momentos. Al principio, la idea de exponerlo cuando era tan
nuevo y frágil me asustaba. No quería que las opiniones de otras personas
de la familia lo enturbiaran. Vi lo que Beau y Bentley y luego Teagan y
JB tuvieron que soportar de nosotros cuando empezaron a salir. No me
hallaba preparada para lidiar con eso cuando ni siquiera me encontraba
segura de si Fox y yo íbamos a...
Oh, ¿a quién quería engañar? Desde el momento en que nos
besamos por primera vez, supe en algún lugar de mi interior que sería él.
Para el resto de mi vida.
—Pero luego pasó el tiempo, y empecé a conocerlo en un nivel
completamente diferente, y, mierda, Gracen. Él es... él es simplemente...
Apreté los dientes, totalmente enloquecida porque le decía todo esto
en voz alta, a mi hermano.
—¿Él es qué? —presionó suavemente.
—Increíble —solté—. Es tan... no sé cómo decirlo. Pero me asustó
de otra manera. Cuando todo se vino abajo con Ethan, me arruinó. Y
luego Fox construyó todo eso de nuevo, pero también me hizo pensar, ya
sabes. Si lo que pasó con Ethan sucediera entre Fox y yo, me mataría. Lo
amo mucho más de lo que jamás pensé en amar a otro hombre, y eso...
—Te asustó tanto que te escondiste —conjeturó con un suspiro—.
Y en efecto, también escondiste tu relación a todos los demás.
—Sí —asentí miserablemente.
—Jesús —murmuró antes de preguntar—: ¿Cuánto tiempo llevan
juntos?
Hice una mueca, segura de que mi respuesta no le resultaría
favorable, antes de admitir: —Probablemente desde hace más de nueve
meses.
—Vaya. —Resopló, y pude imaginarlo sacudiendo la cabeza con
decepción—. ¿Y ahora te has puesto nerviosa en un arrebato de celos e
inseguridad porque papá lo vio abrazando a una rubia en el gimnasio?
Pues no, no vas a ir allí a espiarlo. Y yo tampoco. Vas a confiar en tu
maldito novio porque Fox es digno de confianza. ¿Lo entiendes?
—Lo sé —dije, haciendo una mueca—, pero...
—No —cortó con severidad—. Aquí no hay peros porque ambos
conocemos a Fox. Lo conocemos desde que nació, carajo. Y no vas a dejar
que un mal pasado que tuviste con otro hombre arruine lo que tienes con
el que probablemente sea el mejor hombre que haya existido.
—En verdad lo es —susurré, sintiendo que una lágrima recorría mi
mejilla—. Y tienes razón. Lo arruinaría todo por no confiar en él ahora.
Así que no iré. Y tampoco te pediré que lo hagas.
—Bien. —Exhaló un suspiro de alivio—. Y yo también tengo que
decirte algo. Pero tal vez no hoy. No estoy seguro de que podamos manejar
dos enormes bombas de información como esa a la vez.
Fruncí el ceño, curiosa por su evasiva explicación. Pero dije: —Vale
—antes de preguntar—: ¿Va a ser algo que no me guste? —Cuando hizo
una pausa, me enderecé en el asiento del conductor—. ¿Gracen?
—Quizá no sea tan malo como creemos —se apuró a calmarme—.
Sin embargo, primero quiero obtener un poco más de información. Creo
que aún no sé toda la historia, y tengo la sensación de que me faltan
algunos detalles claves, así que en cuanto lo sepa todo, lo compartiré
contigo. ¿De acuerdo?
Asentí lentamente. —De acuerdo.
—Bien. Te llamaré o visitaré en un par de días, entonces. Te amo.
—Yo también te amo —le dije mientras terminaba la llamada.
Luego exhalé un suspiro y apreté las manos alrededor del volante frente
a mí.
Estaba decidido, entonces. No iría a espiar a mi novio. Tampoco
reclutaría a nadie más para que lo hiciera. Iba a confiar en un hombre
en el que lógicamente sabía que podía confiar, e iba a entrar ahora y a
olvidarme de este pequeño arrebato de paranoia loca.
Sí.
En cualquier momento.
Solo abre la puerta del coche, Bella. Y sal.
Abre la puerta.
¡Abre la maldita puerta!
Puse en marcha el motor, y mi corazón dio un vuelco, sabiendo que
era lo absolutamente incorrecto.
Pero un pequeño vistazo no mataría a nadie. Ni siquiera sabría que
estuve allí. Apaciguaría mi curiosidad, mi paranoia moriría de forma
rápida e indolora, y el hombre al que amaba nunca se enteraría de que
tenía un problemita insignificante para creerle sobre una bonita rubia. Y,
bum, problema resuelto.
Sin embargo, a medida que retrocedía con el coche desde la
entrada, la otra parte de mi psique gritó: ¿Qué estás haciendo? ¡Idiota!
Regresa. ¡Vuelve a casa!
Mi conciencia también dijo eso durante todo el camino al gimnasio.
El mismo gimnasio que sabía que a Fox le gustaba frecuentar. Después
de hacer una rápida pasada por el aparcamiento y divisar su camioneta,
me detuve en un lugar discreto no muy lejos de la puerta principal en la
dirección opuesta a la que él había estacionado.
No tendría ninguna razón para mirar hacia aquí cuando saliera. Y
yo tendría una buena toma clara de ella. Entonces sabría de una vez por
todas que nuestra relación se encontraba a salvo.
Acababa de ponerme cómoda en el modo de vigilancia, y mis ojos
empezaban a arder por la intensidad con la que observaba la salida del
edificio cuando un golpe en la ventanilla del conductor me hizo gritar de
sorpresa y casi saltar.
Me tapé el corazón con una mano para mantenerlo dentro del pecho
y eché un vistazo, para encontrarme con Gracen fulminándome con la
mirada con las cejas alzadas y una expresión severa.
Suspiré y bajé la ventanilla. —¿Cómo has...?
Levantó su teléfono. —Deberías haber dejado de compartir tu
ubicación conmigo si no querías que supiera dónde te encontrabas, y
además, la única vez que me has llamado para que fuera tu conciencia y
te disuadiera de hacer algo estúpido fue después de haberlo hecho. Ahora
enciende tu coche, vete a casa y olvida que has intentado esto.
—Pero...
—Nada bueno puede venir de espiar a tu novio por celos, Isabella.
No puedo creer que tu autoestima haya caído tanto que ni siquiera
puedas confiar en Fox… Fox de todas las personas. Dios mío. ¿Tan mal
te ha dejado el engaño de Ethan?
—¡Sí! —Gruñí—. Lo hizo. Y Fox entendería que necesito...
—Fox quedaría destrozado si supiera que estás aquí fuera, sin
poder convocar ni un ápice de fe en él.
Mi barbilla tembló y mis ojos se aguaron. —Pero tengo que verlo
con mis propios ojos, Gray, por favor. No puedo... Algún día seré capaz
de lidiar con esto mejor. Pero todavía no. Hoy no. ¿No escuchaste cuando
papá la describió? Dijo que era una rubia hermosa e impecable con la
sonrisa más bonita. Dios mío, se siente como Yellow Nicksen de nuevo.
Gracen se estremeció al oír ese nombre, y yo solté una carcajada
sin humor. —Y Fox admitió sin tapujos que era guapa y probablemente
su cliente favorita. El es especial —añadí, bajando la voz y tratando de
imitar lo que había dicho anoche—. Es un encanto. —Sorbiendo por la
nariz, sacudí la cabeza y me centré en mi hermano—. ¿Puedes creer que
me dijo eso?
—¿El? —repitió Gray con el ceño ligeramente fruncido.
—No sé. —Puse los ojos en blanco y agité una mano distraída—.
Así es como la llamó.
—El... —murmuró de nuevo, hablando para sí mismo esta vez.
Levantando la mirada hacia el complejo deportivo, Gracen frunció
los labios y enarcó las cejas como hacía siempre que se concentraba.
Luego dejó caer su mirada hacia su teléfono e hizo algo.
—¿Qué estás...? —Entrecerrando los ojos, me enderecé más para
ver mejor. Pero lo único que parecía estar haciendo era revisar su lista de
llamadas recientes.
—Él no me ha llamado esta mañana —se dijo a sí mismo, sonando
aturdido—. Hijo de puta, no lo hizo... —Volvió a prestar atención al
gimnasio al mismo tiempo que sus ojos se abrían con algún tipo de
comprensión—. Mierda.
—¿Qué? —Me giré para mirar pero no vi a nadie saliendo del
edificio.
—Papá nunca la conoció, ¿verdad? —murmuró, todavía hablando
para sí mismo.
—¿A quién? —pregunté.
Pero Gracen seguía ignorándome mientras respondía a su propia
pregunta. —No. ¿Por qué habría de hacerlo? Yo ni siquiera la conocí
hasta... Jesús. —Volviéndose hacia mí de repente, metió la mano por la
ventana y me agarró del brazo bruscamente, haciéndome saltar.
—Escúchame, Bella —me dijo, con la voz más seria que jamás
había escuchado—. Necesito que te vayas. Ahora.
—¿Qué? —espeté, sacudiendo la cabeza con total confusión—. ¿Por
qué? ¿Qué acabas de descubrir?
También sacudió la cabeza. —Te lo contaré más tarde. Te lo juro.
Ahora ten un poco de fe en mí, y por favor, haz lo que te digo.
—¿Qué demonios pasa? —pregunté, empezando a alarmarme—.
¿Qué sabes?
—Diablos, incluso te seguiré a tu casa, te haré un chocolate
caliente, haré palomitas y hablaremos. ¿De acuerdo? Si quieres, podemos
invitar a Fox después de que termine su sesión, y todos podemos hablar
de esto. ¿Qué te parece?
La inquietud se extendió por mi piel en ondas espeluznantes. Me
estremecí y sacudí la cabeza con desconfianza. —No. Me estás asustando,
bubba. Así que lo que tengas que decir, dímelo ahora.
Pero él se negó. —Aquí no. Por favor, solo necesito un momento
para... —Lanzando una mirada hacia la entrada del gimnasio, se
interrumpió, palideciendo hasta quedar blanco—. Mierda.
Volví a prestar atención y exhalé un suspiro cuando vi salir a Fox,
con unos pantalones cortos para correr y una camiseta con zapatillas de
deporte. Llevaba una bolsa deportiva sobre un hombro mientras sonreía
a la mujer que salía del edificio con él y se reía de algo que había dicho.
Mi corazón se paró en seco en mi pecho y mi visión vaciló.
Papá tenía razón: era hermosa. Cola de caballo rubia y alegre,
cuerpo de infarto, sonrisa atractiva. Incluso mientras se esforzaba un
poco por cargar con su enorme bolso al hombro, parecía absolutamente
perfecta. Era como...
Un segundo.
Parpadeé e incliné la cabeza hacia un lado. No era como Yellow
Nicksen en absoluto. Porque era Yellow Nicksen.
En carne y hueso.
Y sin embargo, mi cerebro seguía intentando negarlo. Señalándola,
miré a Gracen. —¿Esa es...?
Su expresión se arremolinó de culpa.
—No —susurré, sacudiendo la cabeza a medida que el dolor y la
traición me atravesaban—. ¿Y tú lo sabías?
Levantó las manos para liberarse de toda culpa. —Me di cuenta
hace treinta segundos, lo juro.
Bueno, treinta segundos fue una espera demasiado larga para que
no lo compartiera conmigo, en mi opinión.
—Rata bastarda —me quejé, alcanzando el pomo de la puerta y
empujando—. No puedo creer que no me hayas avisado.
—¡Oye! —Volvió a cerrar la puerta de golpe antes de que apenas
pudiera abrirla—. ¿Qué crees que estás haciendo?
—Voy a matar a la perra, de una vez por todas —gruñí, empujando
en respuesta y tratando de abrir la puerta de nuevo, pero mi hermano
traicionero puso todo su peso contra ella, prohibiéndome salir del
vehículo—. Apártate de mi camino, Gracen.
—¡No! —exclamó—. No estás pensando con claridad. Ella es solo
su cliente; no te está engañando. Te lo prometo. Vete a casa, Bella.
—¡Sí, claro! —No había manera de que me fuera a casa hasta que
dejara calva a esa zorra—. Puede que no me esté engañando. Pero eso no
significa que ella no lo esté intentando. Quiero decir, ¿por qué demonios
elegiría a mi novio para que sea su entrenador de vida? Está tratando de
robar otro; lo sé.
Y no iba a tener éxito. No iba a volver a hacerme daño. Ya no iba a
ser su objetivo de destrucción.
Gracen se inclinó, poniendo su cara directamente frente a la mía.
—Te lo ruego; no hagas esto.
Le siseé, incapaz de creer que no pudiera entender la agonía que
había dentro de mí, e inmediatamente solté el pomo de la puerta del lado
del conductor para lanzarme por el interior del coche hacia el lado del
pasajero.
—¡Bella! —gritó, corriendo alrededor del capó delantero—. ¡No!
Espera. Solo...
Pero llegó demasiado tarde. Abrí de golpe la puerta del coche y me
choqué con él.
—Mierda —gimió, cayendo al suelo y agarrándose el estómago.
Me detuve, preocupada por haberle hecho daño de verdad. Pero
cuando levantó la vista, vi que iba a estar bien, y volví a marcharme,
dejándolo allí para que se cuidara. Salté a la acera y corrí hacia Fox y la
zorra infiel. Todavía no se habían alejado mucho de la entrada.
—¡Oigan! —grité, avanzando a toda prisa.
Al verme, tanto Fox como Yellow se detuvieron.
—¿Bella? —exclamó Fox sorprendido, dando un paso hacia mí,
entonces—. ¿Qué estás...?
—Tú —siseé, ignorándolo y centrándome únicamente en ella.
Ya me encargaría de disculparme con Fox más tarde por mi
espionaje. Por ahora, la perra intrusa y ladrona de novios debía morir.
Sus ojos se abrieron de par en par por el miedo, dejó caer su bolsa
deportiva del hombro y dio un paso temeroso hacia atrás. —¿Isabella?
Oh, sí. Más vale que tenga miedo. Más vale que tenga mucho miedo.
—Esta vez no te vas a salir con la tuya —prometí, sacudiendo la
cabeza lentamente antes de atacar, abalanzándome sobre ella, preparada
para atacar con cada gramo de rabia que tenía dentro.
Pero un brazo me enganchó por la cintura, tirando de mí, a unos
treinta centímetros de arrancar la piel de Yellow de su perfecto rostro.
Grité con furia y luché contra el agarre de Fox, hasta el punto de
que tuvo que rodearme con ambos brazos para mantenerme en su sitio.
—Dios mío —murmuró en mi pelo—. ¿Qué demonios, Bells?
—¿Cómo te atreves? —rugí, mirando a Yellow—. ¿Cómo te atreves?
No sé por qué me odias tanto que sigues haciendo esto, pero se acaba
ahora. No puedes tenerlo; ¿me escuchas? Ya fue bastante malo cuando
robaste a Ethan. Pero, no. A él también no. No puedes llevártelo.
—¿Ethan? —repitió Fox sorprendido, el brazo que me rodeaba se
estrechó más—. ¿Qué tiene que ver Ethan con todo esto?
Mientras tanto, Yellow se había vuelto hacia Gracen, que seguía
ligeramente doblado mientras venía cojeaba sin aliento hacia nosotros,
acunando con su antebrazo su abdomen.
Las lágrimas brillaban en sus ojos a la vez que le parpadeaba como
si la hubiera traicionado. —Creí que me ibas a avisar antes de hablarle
de nosotros —dijo, con la voz ronca por el dolor.
—Yo... —Gray vaciló cuando me giré para fruncir el ceño y se
encontró con mi mirada. Sus ojos preocupados se encontraban llenos de
disculpas. Luego volvió a prestar atención a Yellow y sacudió la cabeza
lentamente—. No se lo he dicho.
¿Qué demonios?
¿Decirme qué?
¿Por qué nada tenía sentido?
Dirigí una mirada fulminante hacia Yellow porque si algo era cierto,
era que ella era la mala aquí.
—¿Por qué diablos estás mirando a Gracen? —pregunté, aunque
un lugar muy dentro de mí ya sabía la respuesta y solo la negaba porque
no podía aceptar esa posibilidad ahora mismo. No después de verla salir
de un edificio con mi novio—. Hablaba de Fox —espeté.
—¿Fox? —repitió confundida, moviendo la cabeza lentamente como
si no tuviera ni idea de quién era. Pero entonces sus ojos se alzaron hacia
el hombre que se hallaba detrás de mí, que todavía me retenía, lejos de
ella. Y lo señaló—. ¿Te refieres a Parker?
—Sí —solté—. Parker. Fox Parker. Mi novio. Podrías robarme a
Ethan un millón de veces, pero no te vas a llevar a Fox.
—Pero, yo... ¡Dios mío! —Boquiabierta de espanto, levantó su
mirada hasta justo por encima de mi hombro una vez más y sacudió la
cabeza con fuerza—. ¿Isabella Lowe es tu Bea? —le preguntó.
—Sí —le contestó, para luego añadir—: Entonces espera. Entonces
Gracen es tu... ¿Doce?
¿Doce? ¿Qué diablos significaba eso? Me provocó una sensación
desagradable y celosa al escuchar a esos dos hablar en su propio idioma.
¿Qué tan unidos eran? El dolor me retorció las tripas y me ahogó el
aliento de los pulmones. Un sollozo salió de mi garganta.
Gray había tenido razón; ella definitivamente parecía ser solo su
cliente, pero qué tal si... qué tal si...
Es decir, parecían tan cercanos y amigables. No tendría que ser un
infiel para que ella le gustara más que yo y disfrutara de su compañía lo
suficiente como para desear que fuera suya.
Ethan obviamente lo había hecho. ¿Por qué no lo haría Fox
también?
¿Y si Fox quería estar con Yellow pero no podía averiguar cómo
romper las cosas conmigo primero sin hacerme daño porque eso me haría
mucho daño? Y él nunca podría herir a nadie.
Oh, Dios. ¿Y si me había convertido en la Angie pegajosa e incapaz
de dejar ir con la que él había salido antes que yo, y solo le hacía pasar
por la misma desdicha que ella?
Me volví hacia mi gemelo, necesitando su apoyo, pero él se limitó a
fruncir el ceño mirando a Fox y a Yellow, pareciendo confuso mientras se
apretaba la muñeca herida contra el pecho. Así que volví a prestarles
atención también a ellos.
Los ojos marrones de Yellow se abrieron de par en par con
preocupación en tanto observaba a Fox.
—Pero eso significaría... —Sin terminar el pensamiento, dejó que
sus brazos se aflojaran a mi alrededor mientras retrocedía lentamente
alejándose de todos nosotros.
Me giré para ver que el horror llenaba sus rasgos.
—No —dijo, encontrando mi mirada y agarrando su gorro. Luego
pasó lo más desconcertante de todo, las lágrimas le llenaron los ojos.
Sacudió la cabeza, jadeando, y gruñó con firmeza—: No.
—Parker —susurró Yellow con simpatía a medida que se acercaba
a él.
Pero yo levanté una mano para alejarla. —No te acerques a él.
Se paró en seco, aunque me lanzó una mirada suplicante. —Pero
necesita ayuda.
—¿Ayuda con qué? —grité—. ¿Qué le has hecho?
—Yo no... —Sacudiendo la cabeza, se negó a responder y se limitó
a pasar junto a mí para poder agarrar el brazo de Fox—. Parker. Mírame.
Respira. Respira. Solo respira.
—No puedo... —Su cara era de un rojo tomate brillante, y sus
lágrimas empezaron a derramarse y correr por sus mejillas.
Me acerqué a él, queriendo ayudar también. Pero cuando levantó
la vista, era Yellow de quien buscaba consuelo, y me detuve, tragando
con dificultad.
—No puedo... —repitió, sacudiendo la cabeza y mirándola fijamente
a los ojos—. No puedo creer esto. No. Mi Bells no. Ella... ella ni siquiera
lo sabe. No tiene ni idea.
¿Saber? ¿Saber qué?
Me giré hacia mi hermano. —¿Qué está pasando?
Gracen parecía tan alarmado y confundido como yo. —Yo no... —
Negó con la cabeza y se acercó a nosotros lentamente, extendiendo la
mano para agarrar mi brazo en señal de comodidad al mismo tiempo que
observaba a Fox con la otra mujer—. ¿Yellow? —preguntó en voz baja.
Ella lo miró, pareciendo asustada.
Fox aprovechó ese momento para separarse de ella y dirigirse hacia
el aparcamiento.
—¡No! —gritó ella, saltando tras él—. Gracen, ayúdame.
Mi gemelo me sobresaltó cuando obedeció sin rechistar, corriendo
con prisa tras los dos justo cuando Yellow alcanzó a Fox y esquivó delante
de él para poder ponerle las dos manos en el pecho y preguntarle: —¿Qué
haces? ¿A dónde vas?
Él no respondió, solo trató de moverse alrededor de ella. —Apártate
de mi camino.
—No. —Volvió a meterse en su camino, agarrándose a su camisa.
Él gruñó y trató de marchar en dirección contraria a ella. Se produjo un
breve forcejeo hasta que Yellow gritó—: ¡Para!
Él lo hizo, mirando y gruñendo: —No. No se saldrá con la suya. Voy
a matar al hijo de puta.
—¡Guau, oigan! —Esta vez, fue Gracen quien se interpuso en su
camino y lo detuvo con una mano en el pecho de Fox—. ¿A quién vamos
a matar y por qué?
Fox parpadeó antes de sisear: —¡Sí! —Extendiendo la mano, agarró
a Gray por la parte delantera de la camisa—. Podemos acabar con él
juntos. Valdrá la pena. Vamos, hombre. Ven conmigo.
—Eh... —Mi hermano solo pudo parpadear en tanto Yellow sacudía
la cabeza con locura.
—Esa es una idea horrible —aseguró—. No estás pensando con
claridad. Solo tienes que calmarte y...
—También lo hago por ti —le espetó Fox con el ceño irritado.
Pero ella solo puso los ojos en blanco. —Mentira. Porque no lo
quiero. Solo vas a meterte en problemas y probablemente te metan en la
cárcel, y eso me molestaría más que nada. Así que no, no te atrevas a
decir que estarías haciendo algo por mí. O por Isabella.
Fox se estremeció ante eso y finalmente me miró. Estaba tan
atormentado y molesto, que di un paso hacia él, incapaz de mantenerme
alejada.
—¿Fox? —Levanté la mano con inseguridad—. Me estás asustando.
¿Qué pasa?
Ahogó un sollozo y tomó mi mano, sujetando mis dedos con fuerza
a medida que las lágrimas inundaban sus mejillas. —Lo siento. —Se le
quebró la voz cuando se acercó a mí, rodeándome con sus brazos y
enterrando su cara en mi pelo—. Lo siento mucho. No sabía que eras tú.
Todo este tiempo, yo... Cristo. Esto no puede estar pasando.
Cuando no pudo continuar, le acaricié la espalda con suavidad.
—Está bien —le aseguré. Puede que no tenga ni idea de qué pasaba,
pero me hallaba segura de que nunca me había sido infiel. No con Yellow.
Ni con nadie. Lo que sea que lo afligía ahora no tenía nada que ver con
nada de eso—. ¿Pero qué está pasando? —pregunté en voz baja—. No lo
entiendo.
Se estremeció y sorbió por la nariz, luego se apartó para poder
pasarse el dorso de la mano por la nariz mientras me miraba. Pero en
lugar de responderme, cambió su atención hacia Yellow.
—No puedo ocultarle esto. A ninguno de ellos. Bella y Gray son
mis... lo siento. Simplemente no puedo.
El rostro de Yellow palideció y sus rasgos se volvieron demacrados
por el miedo, pero luego asintió y susurró: —Está bien. De acuerdo,
entonces se lo diré.
Fox soltó un suspiro de alivio, y luego se ablandó contra mí.
—Gracias —dijo—. Porque no creo que ocultárselo le haya ayudado
como tú esperabas.
Yellow asintió con tristeza, y luego miró a Gray. Mis ojos se
estrecharon por la mirada que pasó entre ellos. Entonces él tomó su
mano, y el fondo de mi estómago se cayó.
—¿Hay algún lugar donde podamos ir a hablar? —le preguntó.
Gracen asintió inmediatamente. —Podemos ir a casa de Bella.
Todos sabemos dónde vive.
—Está bien, de acuerdo. —Yellow inspiró profundamente, como si
ganara confianza y valor solo con la mirada de mi hermano—. Sí,
recuerdo dónde vive. Eso estará bien.
—Nos reuniremos todos allí, entonces —decidió Gracen—. En diez
minutos. —Y finalmente me miró como si me pidiera permiso ahora
después de que ya había hablado para que yo organizara una especie de
gran fiesta de revelación.
Bueno, que se joda.
—No. —Retrocedí y sacudí la cabeza con fuerza—. No estoy
interesada en escuchar cualquier mentira que esa mujer quiera
alimentar.
—Bella —regañó Gracen con decepción.
Pero tampoco me sentía muy contenta con él ahora mismo. —Ni
siquiera me hables, imbécil. —Luego, porque no podía evitarlo, gruñí—:
Te acostaste con ella, ¿no? ¿Tuviste sexo con Yellow Nicksen?
El agarre de Fox sobre mí se hizo más fuerte. —Bells —dijo en voz
baja, intentando que me calmara.
Pero un dolor desgarrador me astilló al darme cuenta de que mi
propio gemelo me había engañado. Ni en un millón de años habría
esperado esa clase de bomba. Hizo que todo mi organismo se
estremeciera de horror y que un aullido de agonía resonara entre mis
oídos. Sollocé un jadeo seco.
Gracen suspiró y sacudió la cabeza con tristeza. —Esa es una
conversación totalmente diferente para otro momento. Así que, ¿qué tal
si nos ocupamos de lo que sea que esté ocurriendo aquí, y hablamos de
ella y yo más tarde? ¿De acuerdo?
—Es una simple respuesta de sí o no, hermano —le dije—. ¿Te
acostaste o no con la mujer que me engañó con...?
—Me gusta, está bien —me espetó, acercándose a mí con una
mirada dura, y sin molestarse en parecer lo más mínimo culpable por lo
horriblemente que me estaba machacando el alma ahora mismo. El muy
imbécil—. Y no creo que haya estado con Ethan. Así que quiero escuchar
lo que tiene que...
—¿Me tomas el pelo? —grité, ahogando un sonido incrédulo—. Tú
mismo la viste con tus propios ojos saliendo de su apartamento con su
puto sujetador en la mano. Yo la vi desnuda en la cama con él.
—Por eso realmente quiero escuchar lo que ella tiene que decir al
respecto —insistió.
—No —contraataqué con un resoplido degradante—. Solo quieres
tragarte cualquier mentira que nos cuente para poder seguir follando con
ella con una conciencia tranquila.
—Bells —dijo Fox de nuevo, tocando mi codo suavemente y
haciéndome estremecer.
Me dolía mirarlo. Estaba tan destrozado y molesto. Solo quería
llevarlo a algún lugar privado y lamer mejor sus heridas mientras
olvidaba el hecho de que mi hermano (mi mejor amigo desde que nació)
me había traicionado.
Pero lo miré, de todos modos, y no fue mi intención, pero se me
escapó otro sollozo. Genial. Las lágrimas no podían estar muy lejos.
Me tocó la cara, pareciendo tan dolido como yo. —¿Confías en mí?
—me preguntó.
Tragué con una mueca de dolor y asentí.
—Bien. —Su sonrisa tembló cuando añadió—: Entonces confía en
mí ahora, y olvídate de Gracen por un minuto, ¿de acuerdo? Porque yo
necesito que escuches lo que tiene que decir. No puedo permitir que esto
quede entre nosotros, y tampoco puedo ser yo quien te lo cuente. Es su
historia confidencial. Y si todavía no le crees después, está bien. Los tres,
tú, yo y Gracen, la sacaremos de nuestras vidas por completo.
—Oye —dijo Gracen con inquietud, no le gustó que lo incluyeran
en esa declaración, pero Fox le lanzó una mirada dura.
Gracen le frunció el ceño pero cerró la boca después de mirarme a
la cara.
Fox se volvió hacia mí y apretó su frente contra la mía, añadiendo:
—Sin embargo, creo que vas a creerle.
Sacudí la cabeza y una sola lágrima recorrió mi mejilla mientras
todo mi cuerpo se enfriaba. Un extraño miedo a lo desconocido se apoderó
de mí. —No estoy segura de querer escuchar esto —admití, con la voz
temblorosa.
—Estoy aún más segura de que no quieres —confirmó Yellow con
simpatía—. Pero el pasado parece haber alcanzado al presente, y no va a
desaparecer. Esta vez no.
Fox me tocó la mejilla y me hizo devolverle la mirada. —Eres fuerte
—me aseguró con un asentimiento firme y creyente—. Lo superarás.
Oh, Jesús. Me sentí repentinamente mal del estómago.
—De acuerdo —accedí, de todos modos, mirando hacia los tres, mis
ojos se entrecerraron cuando se deslizaron sobre la adúltera y mi
hermano traidor—. Hagamos esto, entonces.
Traducido por Ana_V.U & AnnyR’
Corregido por Pame .R.

Fox
—¿Puedo ir contigo? —le pregunté a Bella a la vez que Gracen
escoltaba a Yellow para acompañarla a su auto.
No quería estar separado de ella, ni siquiera por un minuto en este
momento. Me sentía demasiado afectado y destrozado por lo que acababa
de saber. Y además, me preocupaba que pudiera cometer una violenta
matanza del tipo de un solo hombre si me alejaba de ella.
—¿Qué? —preguntó, mirando a su hermano alejándose con El.
Negué con la cabeza, todavía tratando de adaptarme al hecho de
que Gray era el Doce de El. Había tenido razón al describirlo como un
niño bonito. Y tenía razón al pensar que él le recordaba a mí. Nos habían
criado juntos; seguro teníamos muchos valores e ideas fundamentales
similares. Demonios, incluso cantábamos en el coche las canciones de la
radio.
Maldita sea, debería haberme hecho una idea cuando me dijo que
lo había conocido en el cine. Era el mayor nerd del cine que conocía.
Había habido tantas pistas, y yo nunca me había dado cuenta.
Me sentí como una idiota por no haber atado cabos.
—No puedo creer que me haya ocultado esto —espetó Bella con voz
ronca, su barbilla temblaba mientras veía a Gracen abrazar a El antes de
dar un paso atrás para dejarla subir a su coche.
Me encogí de hombros, sin sentir la misma traición. Porque yo
sabía más que ella. Tocando su codo para que apartara su atención de
ellos, murmuré con pesar: —Tú tampoco has sido del todo franca con él
últimamente. —Se sacudió como si acabara de abofetearla, por lo que
suspiré de dolor y agregué de manera más brillante pero avergonzada—:
Pero, oye, parece que ahora sabe lo nuestro.
—Se lo conté —admitió asintiendo—. Cuando intenté que viniera
aquí a espiarte a ti y a tu… —Tragó saliva con una mueca de dolor antes
de agregar—: Clienta. Pero se puso de tu lado y se negó, así que...
—Así que viniste aquí para espiarme tú misma —concluí, tratando
de ignorar la punzada en el centro de mi pecho por su falta de confianza
en mí. Sin embargo, había confiado en mí lo suficiente como para acceder
a reunirse con El, así que me iba a centrar en eso.
Con los ojos llorosos, alcanzó mi brazo. —No es que no te creyera
—trató de explicar.
Cubrí su mano con la mía, comprendiendo. —Era que no podías
creerle a nadie en esa situación. Lo sé.
—Lo siento.
Negué con la cabeza, incapaz de enojarme con ella. —No, no lo
sientas. Está bien. No pasa nada. Vámonos.
Asintió, luciendo abatida, y la seguí hasta su vehículo.
Una vez que estuve en el asiento del pasajero y Bella detrás del
volante, nos detuvimos en la carretera antes de que preguntara: —¿De
verdad es tu clienta?
Incliné la cabeza. —Desde hace poco más de un año.
Soltó un fuerte suspiro. —Así que no pudo haberte contratado solo
para llegar a mí —se dio cuenta como si se sintiera decepcionada al
escuchar eso—. Fuiste su entrenador de vida antes de que empezáramos
lo nuestro.
—Sí —respondí—. Y también me contó su historia antes de esa
fecha, así que no vas a poder decir que lo inventó para tratar de influir
en el afecto de Gray. Lo escuché antes de que ella y él empezaran lo suyo.
Yo solo... por Dios. Nunca me di cuenta de que estaba hablando de ti.
Siempre nombrábamos a las personas en código. Pensé que hacer eso
sería respetar la privacidad de completos desconocidos, pero si lo hubiera
sabido desde el principio...
Me volví para mirar a mi hermosa e increíble Bella. Era tan dura y
feroz, pero esto la había afectado sin que se diera cuenta. Podríamos
haber conseguido ayuda para ella hace un puto año si tan solo...
—¿Qué me va a decir, Fox?
Sus dos manos estaban envueltas en el volante y su mandíbula
estaba muy tensa. Las grietas en su compostura eran cada vez más
amplias.
Suspiré. —Sabes lo que te va a decir —dije—. En algún lugar, tienes
que haberlo sabido siempre. Solo lo estás ocultando y escondiéndote de
ello como haces cuando te asusta algo, fingiendo que no existe porque no
quieres creer que es verdad.
Su barbilla comenzó a temblar más rápido y su mirada se mantuvo
firme en la carretera cuando dijo: —Son las noches en blanco, ¿no? Las
noches que no recuerdo. Cuando pensé que había bebido demasiado.
Ahí estaba la chica dura que sabía que podía ser, enfrentándolo
con todo.
Sin embargo, verla enfrentarlo sin desmoronarse me dio ganas de
desmoronarme. Por ella.
Empecé a llorar de nuevo porque no pude evitarlo. Odiaba esta
impotencia. No había nada que hacer por ella, todos estos meses después
del hecho. No habría justicia lo suficientemente buena para corregirlo, ni
palabras lo suficientemente puras para curar sus heridas de inmediato.
Quería enfurecerme e infligir dolor y de alguna manera hacer que todo
desapareciera para ella. Pero eso no iba a ser posible.
—Lo siento —me atraganté, tratando de controlarme—. Lamento
mucho que tengas que pasar por esto.
No dijo nada a medida que ingresaba en su entrada y apagaba el
motor. Luego se volvió hacia mí. —¿Todavía tengo que escucharla?
Sonreí suavemente. —Sí. Si no es por ti, entonces por El. Y por
Gray también. Creo que realmente se gustan. Así que no puedes seguir
odiándola después de esto.
Gruñendo con molestia, puso los ojos en blanco. —Pero ser grosera
y desagradable con ella ha ayudado a mantener a raya todo el dolor y la
inseguridad que hay dentro de mí. Odiarla ha sido lo único que me ha
mantenido a flote.
—Entonces, supongo que yo tendré que ser lo que te mantendrá a
flote de aquí en adelante —ofrecí con las cejas levantadas.
Eso pareció derretir su resistencia. Se inclinó hacia mí y me rodeó
la nuca con la mano al tiempo que presionábamos nuestras frentes.
—¿Estás decepcionado por lo mala que fui con ella en el gimnasio?
El temblor vulnerable en su voz casi me mató. Acariciando sus
mejillas con mis manos, me aseguré de que me mirara a los ojos antes de
decir: —Creo que te invadió una emoción extrema que no pudiste
controlar, y explotó fuera de ti de la manera más rápida y fácil que sabía
posible. Todo el mundo las experimenta. Nos pasa a todos. Pero es cómo
vas a responder a ello ahora lo que va a marcar la diferencia. Y tengo toda
la confianza de que me harás sentir orgulloso de ser quien esté a tu lado.
—Dios —exclamó con voz ronca, sus ojos llenos de lágrimas a la
vez que sonreía a lo grande—. No te merezco. Eres, por mucho, el mejor
hombre con el que he estado. Te amo tanto.
Un segundo, ¿qué?
Me eché hacia atrás para mirarla a los ojos. —¿Estoy imaginando
cosas, o acabas de decir...?
—Sí —confirmó poniendo en blanco sus ojos llorosos y soltando
una risa nerviosa—. Te amo. De hecho, le dije a Gracen que te amaba
primero, lo siento por eso, así que ya no veo la necesidad de esconder la
verdad. Te amo y, extrañamente, es lo más fácil de admitir. Quiero que el
mundo lo sepa, y no tengo ni idea de por qué me escondí de esto durante
tanto tiempo, pero...
—No importa —le aseguré—. Lo estás diciendo ahora. Eso es todo
lo que me importa. —Literalmente temblando de alegría, le dije con voz
ronca—: Yo también te amo.
Nuestros labios se juntaron sobre la consola central, y ahuequé su
rostro entre mis manos en tanto ella me quitaba la gorra para enterrar
sus dedos en mi cabello. —Por siempre y para siempre —juré entre cada
beso acalorado.
Pero el momento se rompió demasiado pronto cuando un molesto
par de nudillos golpeó la ventana del lado del pasajero. Me volví para
fruncir el ceño a Gracen.
Él se limitó a arquear una ceja, haciéndome saber que tampoco se
encontraba muy contento conmigo, probablemente por ocultarle mi
relación con su hermana. Pero lo único que me dijo a través del cristal
fue: —Termínenlo. Tenemos cosas que arreglar.

***

Bella preparó el té. Después de decirnos a los demás que nos


sentáramos a la mesa, se puso a trabajar, dando vueltas por la cocina
para no pensar en lo que iba a pasar.
—¿Puedo ayudar? —preguntó El, con suerte, pareciendo necesitar
algo que hacer para ocupar su tiempo también.
Pero Bella negó con la cabeza. —No, yo me encargo. —Ya no se veía
llena de rabia o despecho cada vez que se encontraba con la mirada de
la otra mujer. Así que Yellow asintió y se sentó en silencio junto a Gracen,
quien había apoyado los codos en la mesa y entrelazó las manos de mal
humor al mismo tiempo que me miraba con el ceño fruncido.
—Tienes una pinta de mierda —dijo finalmente sin mucha simpatía
en su tono.
Le envié una mirada seca. —Gracias. Me siento peor.
Con un resoplido, miró hacia su hermana, que sacaba cuatro tazas
del armario. Luego, inclinó la barbilla hacia ella mientras se dirigía de
nuevo a mí. —Se lo has dicho. En el coche. ¿No es así? Ahora está plácida
y tranquila. Ella tiene que saber algo.
No respondí, pero no tuve que hacerlo.
—Genial —se burló, lanzando sus manos al aire y cayendo hacia
atrás en su asiento—. Eso es genial. Supongo que eso significa que soy
el único aquí que no tiene ni idea de lo que sucede en este momento.
Siempre es encantador escucharlo.
Se arrojó hacia delante para apoyar el antebrazo sobre la mesa y
golpear con impaciencia la superficie de madera con los dedos.
Apreté los dientes, más molesto por el sonido de lo que habría
estado en cualquier otra situación.
Como si percibiera la creciente ansiedad de todos por sus golpecitos
nerviosos, El extendió silenciosamente la mano de Gray y la cubrió con
la suya. Él la miró, con una mirada llena de preocupación, luego giró la
muñeca y le agarró los dedos antes de llevárselos a la boca y besarle los
nudillos.
Desvié la mirada hacia Bella. Ella los observaba desde el otro lado
de la habitación con una especie de aceptación cansada.
—Está bien, entonces —dijo, levantando las dos primeras tazas y
llevándolas a la mesa.
Tan pronto como las dejó frente a Gray y El, su hermano agarró la
suyo y tomó un trago largo, como si fuera un trago de alcohol. El resto
nos detuvimos para mirar mientras vaciaba la taza y la dejaba sobre la
mesa.
Cuando se dio cuenta de que tenía toda nuestra atención,
murmuró: —¿Qué?
Bella suspiró y se fue para regresar con las otras dos tazas. El
buscó un poco de edulcorante, Bella tomó un pequeño sorbo y yo me
quedé sentado, sabiendo que mi estómago no podía soportar nada en este
momento.
Gray finalmente estalló: —¿Ya podemos empezar?
El se sonrojó y se aclaró la garganta antes de dejar el paquete de
edulcorante. —Lo siento. Sí, podemos…
—Te violó, ¿no? —espetó Gracen—. Te violó, carajo. Las señales
estuvieron allí todo el tiempo, mirándome directamente a la cara, y nunca
las vi. Pero, ¿cómo diablos sucedió dos veces? Y por qué…
—Lowe —gruñí, frunciendo el ceño—. ¿Podrías callarte y dejarla
hablar?
Cerró los ojos y soltó un suspiro para calmarse. —Bien —accedió,
abriendo las pestañas para enfocarse en El—. Lo siento. Lo siento. Yo
solo... demonios, no puedo sentarme para esto. Necesito caminar.
Después de ponerse en pie, rodeó la mesa antes de cruzar la cocina
y volver con nosotros. El le observó dar una vuelta antes de dirigir su
atención a Bella.
—La primera noche —comenzó—. Me envió un mensaje de texto,
pidiendo que nos reuniéramos para tomar algo en nuestro lugar habitual
de reunión. —Su rostro palideció cuando lo agachó con vergüenza y
admitió—: Pensé que ambos estarían allí. Pensé que me ibas a dar un
poco de apoyo ya que todas las otras mujeres del grupo hablaban mal de
mí por salir con Chad después de que Liam y yo rompimos.
—Te apoyé en eso —admitió Bella en voz baja.
El le envió una sonrisa agradecida y acuosa. —Gracias. —Luego
suspiró y puso los ojos en blanco—. Debería haber sabido que no verte
allí cuando me presenté era la primera bandera roja. Incluso revisé mis
mensajes de texto más tarde al día siguiente y vi que escribió: reúnete con
nosotros, incluyéndote. Así que tenía todas las razones para esperarte.
Cerrando los ojos, se tomó un momento para decidir qué decir a
continuación. Luego abrió las pestañas y estudió la pared cuando habló.
—Ya estaba borracho cuando llegué allí… al menos, pensé que sí. Y se
encontraba molesto, diciendo que habías roto con él y que no sabía qué
hacer.
Hizo una pausa para mirar a Gracen que se había acercado a la
mesa para agarrarse al respaldo de su silla como si fuera el cuello de
Ethan lo que retorcía.
Su mirada se deslizó hacia Bella. —Bueno, pensé que yo era la
última persona a la que debería haber llamado. Si hubiera sentido que
me encontraba en buena posición con cualquier otra persona del grupo,
los habría llamado en ese momento para que vinieran a cuidarlo. Y
obviamente, no podía ponerme en contacto contigo porque pensé que lo
habías dejado. Me ofrecí a llevarlo a casa porque no podía quedarse allí
así en su estado. Me convenció de tomar una copa con él, y luego accedió
a regresar a su casa conmigo.
—Hijo de puta —insultó Gracen, soltando su agarre en la silla y
enderezándose tan rápido que hizo que se tambaleara después de su
ausencia. Se pasó una mano agravada por el cabello y comenzó a caminar
de nuevo.
—No… no recuerdo nada más después de eso —admitió El en voz
baja a Bella—. Hasta la mañana siguiente cuando me desperté con tus
gritos.
Bella no dijo nada. Simplemente dejó escapar un largo suspiro y
apoyó los codos en la mesa para cubrirse la boca. Permanecí en la misma
pose que había estado en todo este tiempo, desplomado hacia atrás en
mi silla con mi gorra inclinada hacia abajo para ocultar mis ojos de todos
los demás, pero aun así ver hacia afuera. Con las rodillas ligeramente
separadas, entrelacé las manos tan fuerte como podía, apoyándolas sobre
mi estómago.
—Me sentía tan confundida —confesó El—. Estaba segura de que
no bebí tanto, pero me convenció de que me había emborrachado una vez
que llegamos a su apartamento, y que yo me insinué a él. Cuando le
pregunté sobre la historia que me contó en el club de ustedes, se encogió
de hombros, diciendo que habían tenido una gran pelea, y asumió que se
había terminado. Pero todo seguía sin cuadrarme. Así que volví a su casa
una semana después para enfrentarlo con más preguntas.
—Ah, mierda —murmuró Gracen desde el otro lado de la habitación
y comenzó a mover el cuello de un lado a otro para aliviar la tensión que
parecía estar experimentando.
—Esa vez, recordé un poco más. Me ofreció una copa cuando llegué
porque estaba muy nerviosa. No era alcohólica, y aun pensaba que había
bebido demasiado la primera vez, así que acepté porque tenía la garganta
muy seca. Y luego comencé a interrogarlo sobre nuestra noche juntos,
pero las cosas comenzaron a ponerse borrosas y me sentí mareada. Me
acuerdo de la mirada lasciva que me envió cuando se dio cuenta de lo
que me pasaba. Decía cosas como: “Oh, ya están haciendo efecto, ¿no es
así? Sientes las drogas, ¿verdad, Yellow?”
—Hijo de puta —siseó Gracen en tanto Yellow se estremecía de
disgusto.
Lentamente se pasó las manos por la cara como si tratara de borrar
todas las imágenes mentales que debía tener, y Bella cerró los ojos y
apretó los labios con fuerza.
—Yo decía: “¿drogas? ¿Qué drogas?” —prosiguió Yellow—. Y luego
me volví loca, dándome cuenta de que me había dado una droga de
violación. Recuerdo que intenté correr hacia la puerta, pero cuanto más
trataba de alcanzarla, más parecía alejarse. Luego todo se inclinó y, de
repente, él se encontraba detrás de mí, justo contra mí, y parecía que no
podía ir a ninguna parte. Creo que lloraba, pero me dijo que me calmara
y que todo iba a estar bien, que no recordaría lo que pasó en la mañana.
“Bella nunca se acuerda”, me aseguró.
—¡¿Qué?! —gritó Gracen, girándose para mirarla boquiabierto—.
¿Qué diablos quieres decir con que Bella nunca se acuerda?
Se volvió hacia su hermana, sus labios se separaron en estado de
shock, pero ella solo se dobló sobre sí misma y comenzó a llorar.
—Oye, oye —murmuré, alcanzándola—. Ven aquí.
Rápidamente se subió a mi regazo y la abracé, acariciando su
cabello mientras lloraba.
Su gemelo simplemente la miró boquiabierto con incredulidad,
antes de que se girara hacia Yellow en busca de respuestas. —¿También
violó a Bella? ¿Violó a mi hermana?
El asintió levemente. —Seguramente la drogó más de lo que incluso
me drogó a mí.
Gracen soltó un gemido de dolor antes de cubrirse la boca y darse
vuelta, solo para volverse y acusar con ojos furiosos y encendidos: —Pero
te vimos. Te vimos a la mañana siguiente, saliendo de su apartamento.
Con tu sostén… —Maldiciendo salvajemente, se agarró la cabeza—. Por
Dios, realmente parecía como si te hubieran drogado y violado. Había una
mirada salvaje y horrorizada, pero pensé que era solo porque le tenías
miedo a Bella.
—Bueno… —Se encogió de hombros y soltó una risita—. También
le tenía miedo a ella.
—Pero ¿qué… por qué… por qué diablos no dijiste nada entonces?
Estuvimos ahí. Podrías habérselo dicho. Podrías haber… —Sacudió la
cabeza y tragó saliva, pareciendo perder el hilo de sus pensamientos—.
Te hubiéramos ayudado.
—No lo sabía —admitió El, con los ojos llenos de lágrimas—. Pensé
que Bella me odiaba. Y además, estaba en estado de shock. Cuando me
desperté a su lado y recordé esas partes, mi instinto de lucha o huida se
activó. No podría haberle dicho nada a nadie en ese momento ni siquiera
si lo hubiera intentado. Solo tenía que correr y escapar de todo. Lo siento,
Bella. Siento mucho no habértelo dicho en ese momento.
—Está bien —dijo Bella con voz ronca, levantando la cara de mi
hombro para limpiarse la nariz—. ¿Quién sabe? Muy bien podría haber
hecho lo mismo en tus zapatos. No estoy segura.
—Es posible que te lo hubiera dicho después —admitió El—. Pero
luego comencé a tener pesadillas y ataques de pánico. Me volví bulímica
en un momento y súper deprimida, padecía de agorafobia y hafefobia2.
Las cosas se pusieron mal para mí. Y no quería que tú también tuvieras
que pasar por eso. Como ya habías roto con él, pensé que estabas a salvo.
Eras libre. Podrías pensar que yo fui la mala y simplemente, ya sabes,
seguir viviendo el resto de tu vida en paz sin ni siquiera saber lo que yo
sabía.
—Pero no funcionó así —respondió Bella, acurrucándose más cerca
de mí—. Mis instintos aún sabían que algo malo había sucedido y mis
emociones respondieron en consecuencia. Si no fuera por Gracen, y luego
por Fox, probablemente me hubiera descarrilado por completo a estas
alturas y hubiera terminado peor que tú.
Yellow asintió, sonriendo con tristeza en comprensión antes de
mirarme a mí, luego a Gray. —Parker y Gracen son los mejores. También
son las dos personas que más me ayudaron a superarlo.
Los hombros de Gray se desinflaron y sacudió la cabeza con dolor
al tiempo que se acercaba a ella. —No veo cómo te ayudé en absoluto. Te
dije cosas horribles. —Cayendo de rodillas, levantó la vista como pidiendo
perdón—. No sé cómo puedes soportar mirarme.
Poniendo los ojos en blanco, Yellow extendió la mano y le revolvió
el cabello con amor. —No fuiste tan malo.
—Fui un idiota —murmuró, arrastrándose hacia adelante para
apoyarse contra sus rodillas.
—Pero todo lo que me dijiste fue para mostrar tu apoyo a Bella.
Solo estabas siendo un buen hermano.

2 Agorafobia: Miedo a los lugares y las situaciones que pueden ocasionar pánico,
impotencia o vergüenza.
Hafefobia: Miedo a ser tocado físicamente por otras personas.
—Y probablemente también gatillé todos los desencadenantes que
tenías en el proceso —argumentó, apoyando la cabeza en el muslo de ella
y suspirando—. Debiste mandarme a la mierda.
—Uh, creo que lo hice una vez —le recordó, luciendo divertida—.
En el cine, ¿recuerdas?
—Oh sí. —Levantó la cara y sonrió, asintiendo a sus buenos
momentos—. Eso fue épico.
—Ustedes dos son raros —anunció Bella desde mi regazo, donde
todavía se encontraba acurrucada a mi alrededor como si nunca fuera a
soltarme.
Cuando se volvieron al unísono para mirar en nuestra dirección,
estuve de acuerdo: —Sí, lo son. Pero parece funcionar para ellos, así que
me gusta.
—Quieren saber qué es extraño —respondió Gracen—. Verlos a
ustedes dos juntos. El resto de la familia va a perder la cabeza cuando se
enteren. Las mamás probablemente organizarán otro baby shower con la
mera anticipación de que ustedes se reproduzcan.
Bella levantó la cara de mi hombro para poder mirarme cuando
respondió: —Está bien; estamos listos para ello.
Sí, lo estábamos.
Cuando se inclinó para presionar su frente contra la mía, Gracen
se aclaró la garganta. —Entonces, ¿has decidido si me repudias o todavía
no?
Su hermana lo miró. —¿Umm?
Miró a El. —Por el hecho de que no voy a renunciar a Yellow.
Bella exhaló un largo suspiro. Luego murmuró con pesar: —Sabes
lo que eso significa, ¿no? ¿Si insistes en mantenerla en nuestras vidas?
Entonces tendré que humillarme, mucho, para que ella me perdone por
la forma en que la he tratado durante el último año.
—No tienes que disculparte —insistió El—. Desde tu perspectiva,
tenías todo el derecho a…
—No, no —interrumpió Gray, agitando la mano—. Deja que se
arrastre. Rara vez lo hace, y es una de mis cosas favoritas de ver.
Su hermana frunció el ceño y le mostró su dedo corazón, solo para
volverse hacia Yellow, poniéndose seria. Sin embargo, cuando abrió la
boca para hablar, se atragantó con las palabras.
Se le llenaron los ojos de lágrimas y negó con la cabeza. —He sido
una idiota —admitió, sorbiendo mientras sus hombros comenzaban a
temblar.
—No —argumentó El en voz baja, su expresión preocupada al
tiempo que se inclinaba sobre la mesa con ambas manos—. Pensaste que
te había traicionado. Tú…
—Aun así no tenía que ser una idiota —interrumpió, inclinándose
hacia adelante para tomar sus manos y apretarlas con fuerza—. Y lo
siento por eso. Más de lo que nunca sabrás. Por favor perdóname.
—Hecho —dijo El fácilmente, sonriendo alegremente cuando se
alejó—. Estás perdonada.
—Guau. —La voz de Bella era seca cuando respondió—: Podrías
hacerme retorcerme un poco más que eso, sabes. Me lo merezco. Y más.
Con una mueca de disgusto, El se encogió de hombros. —Lo siento.
Pero ya te había perdonado antes de que cada palabra hiriente hubiera
terminado de salir de tus labios.
Soltando un suspiro de irritación, Bella negó con la cabeza como si
estuviera disgustada por la pronta clemencia de El. —Dios, me gustaría
poder ser tan dulce y amable como tú —dijo luego.
El resopló. —No. No, no quieres. La gente se aprovecha de ello
constantemente. Ojalá pudiera ser más como tú, en realidad.
—Señor, ayúdanos a todos si lo fueras —murmuró Bella. Le froté
el brazo para hacerle saber que me gustaba tal como era. Suspiró de
nuevo y añadió—: Pero gracias, Yellow. Algún día voy a compensarte por
todas mis estupideces contigo y en realidad voy a merecer tu perdón. Lo
juro.
—Solo espero que podamos volver a ser amigas —dijo El.
Esta vez fue el turno de Bella de responder: —Hecho.
Mientras compartían una mirada cálida y afectuosa, Gracen me
señaló con la barbilla para llamar mi atención y poder decir: —No esperes
que diga que me gustaría ser más como tú porque no va a suceder, idiota.
Mi resoplido le dijo que no contenía el aliento. —Como si alguna
vez pudieras ser tan increíble, imbécil.
—Ja, ja —se burló Bella secamente mientras tiraba ligeramente el
codo hacia atrás para pegarme en las costillas—. Ustedes dos son tan
divertidos.
Riendo, me incliné para apoyar la frente en la parte posterior de su
hombro. —Lo intentamos —murmuré con una sonrisa, solo para apretar
los dientes en el momento que su cuerpo se estremeció cuando uno de
esos sollozos que quedaron de sus lágrimas recientes la recorrió, una vez
más recordándome por qué estábamos aquí, teniendo esta conversación.
—Solo me gustaría que hubiera alguna manera de hacer que ese
bastardo pague por lo que hizo —gruñí, queriendo algo de justicia para
mi mujer.
—Me estoy preparando para tu plan de acabar con el hijo de puta
juntos —anunció Gray.
Asentí hacia él, a bordo para comenzar de inmediato. Pero El se
aclaró la garganta discretamente.
—Yo, um, podría conocer una manera. Después, eh, después de la
segunda vez, me fui a casa, me preparé para ducharme y limpiarme de
todas las pruebas, pero… no lo sé. Por alguna razón, me detuve y fui al
hospital. Hicieron pruebas, armaron un informe y lo único que nunca les
dije fue su nombre.
—¿Qué? —explotó Gray con incredulidad—. ¿Porque diablos no?
Cuando se puso de pie para mirarla con el ceño fruncido, El se
encogió y empezó a retorcerse las manos. —Empecé a recibir todos estos
mensajes de texto de odio de las otras mujeres del grupo quienes debieron
haber oído hablar de, ya sabes, la segunda vez.
—Mierda. —Bella levantó la mano e hizo una mueca, admitiendo—
: Eso podría haber sido mi culpa.
El hizo a un lado sus preocupaciones. —Sabía por qué lo hiciste,
pero me hizo detenerme, preguntarme si alguien me creería si de repente
saliera con la historia de que fui drogada. Y luego, en la sala donde estaba
esperando para hacer todas las pruebas, tenían una televisión encendida
para entretenerme, salvo que la noticia era sobre una actriz famosa que
acusó a una de sus directores de agresión sexual. Y observé a todas estas
personas que no habían estado allí y no tenían idea de lo que realmente
había sucedido sentadas alrededor de una mesa, discutiendo si creerle o
no. Algunos lo hicieron sin dudarlo, y otros la insultaron de las formas
más feas y viles. Me sentí mal del estómago, preguntándome qué dirían
todos de mí. Salí corriendo del hospital antes de terminar mi denuncia.
Una detective me llamó una semana después y me dijo que había dado
positivo para Rohypnol en mi sistema. Quería que volviera a hablar, que
le diera más información y que presentara cargos, pero yo ya no podía
hacerlo, así que me dijo que dejaría el caso abierto y que podía acudir a
ella cuando estuviera preparada.
—Bueno, diablos. Vamos a llamarla —le dije, sentándome erguido.
Pero Bella me agarró la muñeca y me envió una mirada suplicante.
—Pero todo el mundo lo sabrá. Me preguntarán por qué no lo descubrí y
pensarán que soy una idiota por…
—Bells —me ahogué, ahuecando su mejilla—. No. Nadie pensará…
—¿Cómo lo sabes? —acusó—. Diablos, yo lo estoy pensando. ¿Por
qué los demás no?
—Bueno, a la mierda todos los demás. Sus opiniones no importan.
—Pero sí importan —interrumpió El suavemente—. Ya sea de un
amigo o de un completo extraño, los comentarios negativos te devoran, te
hacen cuestionarte y te envían a un declive desagradable. Y cuando ya
estás lidiando con algo tan personal y traumatizante, es demasiado. No
quería difundirlo y convertir mi experiencia más horrible en una especie
de circo mediático solo para hacer justicia. No podía soportar ese tipo de
atención. Y no puedo culpar a ninguna mujer que quiera mantenerlo en
privado.
—Sin embargo, tienes que admirar a las que se defienden —asintió
Bella.
El miró con complicidad en su dirección. —Sí.
—Entonces, ¿qué? —discutí, sacudiendo la cabeza, boquiabierto
entre ellas—. ¿Se saldrá con la suya por lo que hizo? Joder, no. No puedo
aceptar eso. Y piensen en todas las otras mujeres que han sido víctimas
desde ustedes dos. Y antes de eso. Se siente como si le permitiéramos
seguir haciendo esto si no decimos nada.
—Seguro que no hablaste así la primera vez que te conté mi historia
—murmuró El, mirándome pensativa.
—Sí, lo hice —discutí con el ceño fruncido—. Lo primero que te dije
fue que debías denunciarlo a la policía y luego buscar un consejero, no
un maldito entrenador de vida. Y dijiste que no, así que no presioné. Te
ayudé lo mejor que pude. Pero ahora tengo un nombre y una cara que
acompañan a este hijo de puta, y luego me entero de que también lastimó
al amor de mi vida, así que sí, lo siento pero de repente quiero que pague.
Mucho.
—Nos ayudaste a curarnos, Parker. Ese es tu propio estilo de
justicia. Él podría habernos convertido en víctimas, pero no teníamos que
quedarnos así. Y tú… tú nos diste la mano que necesitábamos para volver
a levantarnos.
—Sí —concordó Bella, presionando sus dedos sobre mi corazón y
mostrando su agradecimiento por eso con su mirada—. Y también… —
Pero cuando levantó la vista, su sonrisa murió—. ¿Chicos? ¿Dónde está
Gracen?
—Oh no —jadeó Yellow, poniéndose de pie. Se tapó la boca con las
manos al tiempo que miraba alrededor de la cocina—. Pero estaba aquí.
—Se giró hacia Bella y hacia mí—. ¿No creen que él…?
Excepto que todos sabíamos que sí.
—Joder —murmuré, sin saber si estaba más molesto por el hecho
de que no me había llevado con él en su misión de asesinato o que iba a
tener que evitar que matara a alguien que no quería que viviera.
Traducido por Valentine Rose
Corregido por Pame .R.

Gracen
Ethan no se encontraba en casa. El bastardo.
Estuve de pie afuera de su puerta, frunciéndole el ceño, con las
manos en las caderas, preguntándome qué hacer después. Aunque en
realidad no podía esperar hasta que volviera para matarlo. Ya se había
escabullido con lo que había hecho por casi un año.
Suspirando con enojo, saqué mi celular del bolsillo e ignoré los
mensajes entrantes de Bella y Fox. No me llegó ninguno de Yellow, seguro
porque no habíamos llegado al punto donde intercambiábamos celulares.
Sin duda necesitábamos hacerlo.
Pero más tarde.
Escribiendo en la barra de búsqueda en mis contactos, siseé: —Sí
—cuando entré el nombre del hijo de puta. Sabía que ser flojo y olvidar
eliminar a ciertas personas de mi lista de contactos serviría algún día.
Cliqueé en su perfil y resoplé cuando vi los últimos mensajes que
nos habíamos enviado. Él me preguntó si seguiríamos siendo amigos pese
a que lo de él y mi hermana no había funcionado.
Mi respuesta fue: Vete a la mierda.
Sonriendo, le di clic en su información. Una vez me compartió su
ubicación cuando con Bella fueron invitados a una boda en un lugar
remoto y bizarro. Bella había trabajado hasta tarde y no pudo irse con él,
así que la llevé hacia allá más tarde y tardé muchísimo en encontrarlo,
así que…
¡Sí! Aún lo tenía.
Así que actualmente se encontraba en Goldman’s Bar and Grill,
¿eh? Bueno, de repente me dieron ganas de una jarra de cerveza y papas
fritas con chile. Tal vez debería detenerme en mi camino a casa. Ponerme
al día con un viejo amigo. Cometer un pequeño homicidio.
—Mama —canté para mí mismo en lo que guardaba el celular y
trotaba de vuelta al auto—, just killed a man. Put a gun against his head,
pulled my trigger, now he’s dead…
Freddy Mercury, hombre. De repente aprecié la letra de “Bohemian
Rhapsody” como nunca antes.
—Scaramouch, Scaramouch, will you do the Fandango? —seguí
cantando cuando me puse detrás del volante y prendí el motor, deseando
venganza—. Thunderbolt and lightning, very very frightening me. Gallileo,
Gallileo, Gallileo, Figaro.
Por decir lo menos, para el momento que llegué al bar, estaba más
que listo para enfrentarme con este hijo de perra.
Un partido aparecía en todas las pantallas cuando entré al pub, y
casi todos los presentes parecían absortos mirándolo. La mitad de la
habitación celebraba mientras la otra se quejaba y se agarraban las
cabezas por una jugada en cuanto entré. Comencé a avanzar, echando
un vistazo por el lugar, solo para detenerme en seco para dejar pasar una
apresurada mesera diminuta, cargando una gigantesca bandeja con tres
jarras de cerveza.
Una vez que desapareció, solté un suspiro y continué mi búsqueda.
Y allí estaba, en una alejada esquina con un grupo de rostros familiares,
la mitad, recordaba, rodeándolo cuando él y Bella tuvieron algo. Había
creído que eran pretenciosos e imbéciles de mentes estrechas, así que
nunca pasé mucho tiempo con ellos por voluntad propia. Pero comencé
a acercarme a ellos.
Ethan me daba la espalda y acababa de acercarse a una mesa alta
redonda con dos cervezas en mano. Cuando le dio una a la mujer que lo
esperaba allí, resoplé y sacudí la cabeza.
—No bebería eso si fuera tú —le aconsejé fríamente.
Ella había estado alzándolo a su boca, pero se detuvo y me observó
con grandes ojos mientras Ethan se daba vuelta y parpadeaba antes de
dedicarme una sonrisa confundida y enfadada.
—Gracen —dijo amistoso, con un rostro que juraba nunca haber
drogado a una mujer antes. Sucio mentiroso—. Hola, ¿qué estás hacien…?
—¿Es verdad? —pregunté, entrando a su espacio personal.
—Guau, oye. —Se alejó tambaleándose y levaentó las manos para
protegerse antes de reír nerviosamente—. ¿Qué es verdad? —Luego echó
un vistazo a sus amigos con una molesta mirada superior como diciendo:
¿Pueden creer a este tipo?
Observé su expresión en lo que contesté: —¿Drogas a las mujeres
y luego te acuestas con ellas? ¿Incluso con las que sales?
La mujer que seguía sosteniendo la cerveza que le había dado
Ethan, rápidamente la bajó y la alejó al otro lado de la mesa.
Ethan se volvió hacia mí, su sonrisa de suficiencia se le borró.
—¿Qué dices? —Se tomó un segundo para pensar en la acusación
antes de alzar las manos otra vez, manteniéndolas alejadas esta vez tal
como haría un político antes de entregar falsas promesas de mierda a sus
votantes—. Mierda. No sé qué te habrá dicho Bella, pero…
—¿Bella? —Lo miré, incrédulo de que siquiera mencionara su
nombre—. Bella no me dijo una mierda. ¿Por qué? ¿También la drogaste?
En aquellas noches que se negó, que no estaba de humor, ¿no pudiste
aguantarlo? Mierda, ¿violaste a mi hermana? —Me acerqué hacia él,
tensando mi mandíbula—. ¿Y también a Yellow Nicksen?
Sus ojos estallaron ante la mención de Yellow. Pero por supuesto,
escupió: —¿Qué? ¡No! Mierda, no. Esto es ridículo. Sal de aquí, hombre.
Yellow no puede mantener las piernas cerradas, y tu hermana no puede
beber ni para salvar su vida. Pero, oye —Alzó las manos en un gesto de
rendición—, si quieres creerle a una puta mentirosa y una borracha
patética, adelante.
Oh, eso fue todo.
La furia que me abrazaba ardía. En realidad, podía sentirla quemar
un camino desde mi cabellera y escurrir por mi cara hasta el cuello. Mi
mano se empuñó a mi costado en lo que intentaba elegir el lugar perfecto
en su rostro para golpear. ¿Debería ir directo al lugar más doloroso? ¿O
algún otro lugar que lo dejaría más tiempo desfigurado? Demonios, las
dos opciones eran demasiado tentadoras como para elegir una.
Eso es todo; tendré que golpearlo dos veces. Al menos.
Pero justo cuando alzaba mi brazo, una mano lo agarró con
firmeza, deteniéndome.
—No.
Alcé la vista, quedando cara a cara con Fox.
Maldición. Debieron haber usado el mismo truco de mi locación en
mi contra.
—No es lo que las chicas quieren —me dijo con firmeza.
Le mostré los dientes, listo para informarle que la gente rara vez
consigue lo que quiere. Porque de seguro que no quise despertar esta
mañana y enterarme que dos de las mujeres más importantes de mi vida
fueron abusadas por el mismo hombre. Deseaba despertar abrazado a mi
hermosa rubia con mechas rosas y azules, y pasar el resto del día en
cama con ella.
No había querido cuidar de mi hermana de las secuelas de algo que
ni ella sabía que le había pasado tampoco.
Y no quería que estuviera tan afectada y dañada emocionalmente
como para que sintiera la necesidad de esconderme una relación que
comenzó con uno de mis mejores amigos del puto mundo.
Así que, ¿por qué alguien obtendría lo que querían ahora?
Pero Fox siguió mirándome fijamente, así que suspiré, sabiendo
que tenía razón.
—¿Quién mierda te crees que eres? —le preguntó Ethan a Fox,
frunciéndole el ceño.
Fox le echó un vistazo lentamente. —¿En serio? Probablemente nos
hemos encontrado una mitad de decenas en todos los eventos familiares
que Bella te llevó.
Ethan entornó los ojos un segundo antes de decir: —Oh, cierto.
Eres de esos primos que en realidad no son primos. Mierda, qué suerte
tengo de haber escapado de ese circo de…
Se detuvo en seco cuando Fox entrecerró los ojos y dio un paso con
enojo hacia él. Callándose instantáneamente, Ethan se alejó un poco y lo
quedó mirando.
—De verdad piensas que puedes seguir saliéndote con la tuya, ¿no?
—murmuró Fox, sacudiendo la cabeza con desconfianza—. ¿Que todas
esas pobres mujeres seguirán negándose a sí mismas que no les harías
algo así a ellas? Crees que seguirán asumiendo que se emborracharon,
que fue su tonta culpa, y por eso no recuerdan qué ocurrió.
—Oh Dios —dijo una de las tres mujeres en la mesa.
Todos nos giramos para verla aferrar su rostro entre ambas manos
a tiempo que el color abandonaba su rostro.
—No fue mi culpa, ¿verdad? —le preguntó a Ethan, su voz sonando
con asombro aturdido.
El hombre junto a ella le lanzó con rapidez un incrédulo vistazo,
exclamando: —¿Cómo dices?
—Yo-yo… —comenzó a llorar—. Nunca te engañaría. Lo juro. Te
amo. Pero él… dijo… me dijo que yo…
—¿Dijo qué? —exigió el hombre, lentamente levantándose mientras
la observaba boquiabierto.
—Desperté desnuda a su lado —explicó—, pero no recuerdo cómo
llegué allí o qué pasó entre nosotros.
—¿Estás jodiendo conmigo?
—Lo siento mucho —sollozó, alterándose cada vez más e incapaz
de mantenerse de pie, una de sus amigas tuvo que acercarse para
rodearla con el brazo y enderezarla, apoyándola—. N-no podía contarte.
No quería pe-perderte.
—Hijo de puta —se giró hacia Ethan—. Joder, ¿acaso tocaste a mi
esposa?
Los ojos de Ethan se agrandaron y comenzó a retroceder. —Yo…
¿qué? No. Nunca lo haría. Esa perra está mintiendo. Ella se lanzó a mí.
—Crystal no miente —dijo su esposo entre dientes a medida que
empuñaba sus manos—. Y no es una perra.
Fox agarró mi camiseta y me quitó del camino justo cuando el
esposo de Crystal se abalanzaba a Ethan y comenzó a golpearlo sin
compasión.
—Voy a hacer que revisen esto —anunció la mujer con la jarra,
agarrándola y quitándola del camino justo antes que el par se estrellara
en una mesa y la voltearan. Dos de las mujeres gritaron de sorpresa. Y
uno de los chicos que no peleaba agarró una billetera del centro de otra
mesa y la abrió, sacando los contenidos antes de detenerse y levantar un
paquete de burbujas de diez píldoras alargadas de color verde oliva.
Faltaba una.
—Es verdad —murmuró, mirando boquiabierto la prueba en sus
manos—. Mierda, hermano, cargas drogas ahora mismo. Eres un puto…
Pero nunca terminó la acusación, estaba muy ocupado viendo a su
otro amigo golpear a Ethan hasta convertirlo en una pulpa sangrienta,
mientras todos los otros miembros del club dejaron de ver el partido para
agruparse, y para grabar el caos o llamar a alguien por ayuda.
Fox y yo nos lanzamos un vistazo.
—Creo que nuestro trabajo aquí está hecho —anuncié.
Asintió, estando de acuerdo.
Nos dimos vuelta y abandonamos el bar de deportes, sintiéndonos
bastante bien. Al menos, yo me sentía bien. Fox parecía sentir lo mismo,
así que cuando me dedicó una sonrisa satisfecha, lancé un brazo por
sobre su hombro y nos abrimos paso hacia el exterior, donde dos mujeres
de inmediato me taclearon, rodeándome con los brazos y abrazándome
con fuerza.
Fox se alejó un paso así podía abrazarlas y respirar dos olores
familiares.
Mis chicas.
—Estás bien —exclamó Bella, aliviada.
—Estábamos muy preocupadas —agregó Yellow.
Encontrándome con la mirada de Fox sobre sus cabezas, fruncí el
ceño. —¿Cómo demonios conseguiste que se quedaran acá afuera?
—¿Bromeas? —gruñó Bella, alejándose para fruncirme el ceño—.
Como si quisiera estar cerca de ese imbécil.
Yellow sacudió la cabeza, concordando. —Yo tampoco.
—¡Y qué demonios! —Mi hermana me golpeó el pecho—. ¿Qué
pensabas que hacías yendo a buscarlo?
—Um, creí que te estaba vengando —contesté. Obvio.
—Pudiste haberte metido en problemas o salir lastimado o que te
arrestaran. ¿Acaso crees que Yellow o yo queríamos eso?
—No queríamos eso —me dijo Yellow, luciendo igual de molesta—.
Estábamos mucho más preocupadas de que estuvieras a salvo que de
que él pagara por sus crímenes.
—Pero no lo maté —discutí—. Ni siquiera toqué al maldito imbécil.
—De haberlo hecho, probablemente habría dejado una mancha grasosa
permanente detrás—. Y miren. —Apunté por la ventana donde una
gigantesca multitud se había reunido alrededor de la mesa de Ethan.
Parecía que si alguien separó la pelea, pero sí, el hombre no lucía muy
bien. Con su rostro sangriento e hinchado, necesitó la ayuda de alguien
más para permanecer de pie. Pero aun así…—. Se ha hecho justicia —
anuncié.
O se haría.
En la distancia, podíamos escuchar la baliza de las sirenas de la
policía.
Si el karma estaba de humor, tal vez Ethan pasaría algo de tiempo
detrás de las rejas, comenzando hoy.
Uno podía tener esperanza.
—Vamos —dijo Fox—. ¿Qué tal si salimos de aquí y vamos a
celebrar a algún lado?
Bella le arrugó la nariz. —Uh, ¿celebrar qué?
—Que se ha hecho justicia. Y el hecho que tengo permitido hacer
esto en público ahora —le respondió, tomando su mano y alejándola de
mí para besarla ahí mismo, fuera del bar.
Yellow se giró hacia mí, sonriendo. —Me gustaría celebrar el hecho
de que soy capaz de hacer esto en cualquier lado ahora.
Cuando se alzó sobre las puntas de sus pies para juntar su boca
con la mía, la besé.
Pero las sirenas que se hacían más fuerte como que arruinaban el
momento.
Me aparté, mirando hacia allí antes de volver a dirigirme a Yellow.
—Sabes, te debo un desayuno.
Soltó una risa porque ya era entrada la tarde a esta altura. Pero
solo se encogió de hombros y admitió: —Tengo bastante hambre.
—Entonces está decidido —anuncié, girándome a los otros dos que
seguían besándose porque eran obviamente raritos que podían besarse a
pesar del estruendo de la fuerza de la ley aproximándose—. Sé donde ir.
Síganme. No, esperen. Tú ven conmigo —le dije a Yellow, guiñándole el
ojo cuando tomé su mano. Luego le eché un vistazo a Fox y Bella, quienes
finalmente dejaron de besarse—. Ustedes sígannos.
Mi gemela frunció el ceño y colocó una mano en su cadera, en tanto
más abajo en la cuadra, un coche patrulla giraba en esta calle, sus luces
azules y rojas parpadeando. —Haber nacido once minutos antes que yo
no te hace el líder del grupo.
Resoplé. —Sí, sí lo hace.
—Ya quisieras.
Juntos, los cuatros, nos giramos al unísono y caminamos hacia el
estacionamiento en tanto la policía se detenía en la acera detrás de
nosotros.
—Me gustaría ver donde está escrito que el apenas hermano mayor
hace todas las reglas —decía Bella.
—Claro —le contesté en lo que rodeaba a Yellow con el brazo—.
Encontraré donde está escrito. Solo obsérvame.
Inclinándose sobre mí, Fox le alzó las cejas a Yellow. —¿Segura que
estás lista para involucrarte con esta familia?
Pero todo lo que hizo fue sonreír y mirarme. —Sí —afirmó—, estoy
lista.
Y eso es todo lo que un hombre necesitaba escuchar.
Traducido por AnnyR', Julie & Ivana
Corregido por Pame .R.

Fox
Verifiqué la hora en mi muñeca y fruncí el ceño. ¿Dónde diablos
estaban? Los gemelos Lowe rara vez llegaban a tiempo a algo, pero
esperaba que llegaran esta noche a una hora respetable al menos.
Todos los miembros de la familia no dejaban de lanzarme miradas
curiosas y eso empezaba a asustarme. Quiero decir, estoy seguro de que
tuvo mucho que ver con el hecho de que les había dicho a mis padres que
planeaba tener una cita aquí, pero aun así...
¿No había algo más sobre lo que pudieran chismear y preguntarse
por un minuto? Me sentía como un maldito insecto bajo un microscopio.
Teníamos otra reunión familiar en la trastienda del bar de Pick y,
sinceramente, me había olvidado de lo que celebrábamos esta vez. Solo
sabía que no tenía que llevarle a nadie un regalo, o dinero en efectivo que
fuera suficiente como regalo, así que fue un alivio.
Oh, esperen. Cuando vi a Haven y a su nuevo prometido, Wick, al
otro lado de la habitación mientras mostraba su anillo a Eva, recordé, por
supuesto. Esta era su fiesta de compromiso. Agh. Mi mente se encontraba
tan fuera de sí en este momento. Seguía preocupándome de que Bells se
acobardara y no hiciera la gran revelación como dijo que haría.
Miré mi reloj de nuevo, tentado a enviarle un mensaje de texto, pero
una presencia a mi lado me hizo levantar la mirada. Luke asintió a modo
de saludo y luego tomó un trago de la botella de cuello largo que sostenía.
—Entonces, ¿dónde está esta chica que todos dicen que se supone que
vendrá y será tu cita de esta noche? ¿Te dejaron plantado o es invisible?
—Cállate, idiota —murmuré, frunciendo el ceño—. Ella estará aquí.
—Ajá —murmuró, sin creerme en absoluto, solo para detenerse en
medio de llevarse la cerveza a la boca y mirar boquiabierto a la puerta—.
Santo infierno.
Echando un vistazo, sonreí.
Parecía una oveja perdida que se había adentrado en una cueva de
lobos mientras miraba vacilante en la trastienda del club nocturno ante
todo el ruido y la conmoción que hacía nuestro grupo. No éramos un
grupo tranquilo y contenido exactamente.
Teniendo lástima, levanté el brazo y grité: —¡Oye, El!
Su mirada se dirigió hacia mí y se iluminó de alivio al ver un rostro
familiar antes de acercarse.
—De ninguna manera —soltó Luke, parpadeando antes de volverse
hacia mí en trance—. De ninguna maldita manera ella está aquí por ti.
Esa hermosa diosa de la perfección nunca te daría la hora del día. Ella no
puede ser tu cita esta noche. Dime que no es tu cita.
Me encogí de hombros. —Está bien. No es mi cita.
—Hola —dijo, deteniéndose ante nosotros y lanzándole a Luke una
sonrisa a modo de saludo antes de volverse hacia mí.
—Oye —le respondí, inclinando la cabeza una vez en señal de
bienvenida—. Parece que encontraste el lugar fácilmente.
—Oh, sí. De hecho, he estado aquí antes. Siempre me encantó el
ambiente.
—Sí —respondió Luke, sintió la necesidad de hacerlo, insertándose
en la conversación para poder llamar la atención—. Forbidden tiene un
gran ambiente.
Esa fue probablemente la primera vez que usó la palabra ambiente
en su vida. Tuve que preguntarme si siquiera sabía lo que significaba.
—De hecho —continuó, empujándome a un lado para acercarse a
El—. Trabajo aquí, diablos, soy prácticamente el propietario, así que si
quieres un recorrido, puedo llevarte a todos los cuartos traseros y pasajes
ocultos. Mostrarte lo que el cliente promedio nunca llega a ver.
Sus ojos se abrieron con curiosidad. —¿De verdad hay pasajes
ocultos?
Puse los ojos en blanco y dije secamente: —No. —Crecí explorando
todos los cuartos traseros, rincones y recovecos de este edificio, tal como
lo habían hecho Luke, Gray y todos los demás, y lo más interesante que
habíamos hallado fue una puerta que se abría a una pared de ladrillos.
—Dirigiendo mi pulgar hacia mi primo, que en realidad no era un primo,
dije—: Este es Luke, por cierto. Es como el perro callejero de la familia al
que alimentas un par de veces porque te sientes muy mal por eso, pero
ahora simplemente no se irá.
La sonrisa de Luke se volvió dura. Manteniendo su atención en El,
pasó un brazo alrededor de mis hombros como si fuera amistoso y afable.
Pero luego apretó su agarre y transfirió el movimiento a una llave de
cabeza antes de inclinarme hacia adelante y frotar agresivamente sus
nudillos en mi cabeza. —Y yo sé todas las cosas vergonzosas que Fox ha
hecho aquí desde que nació —anunció.
El simplemente se rió, viendo como luchaba por liberarme. Pero
nos enderezamos cuando la mamá de Bella apareció ante nosotros.
—Chicos. Compórtense —regañó Reese, solo para mirar a El con
una gran sonrisa—. No les hagas caso. Pueden ser un poco rudos, pero
te juro que ambos tienen corazones de oro macizo. —Extendió la mano
con un poco de entusiasmo—. Por cierto, soy Reese.
Me pareció muy curioso que Reese hubiera sido la primera madre
en presentarse. O tal vez simplemente fue la más cercana.
Sí, eso sonaba más probable.
—Ella es Reese Lowe —le expliqué a El con las cejas levantadas al
tiempo que me encogía de hombros para librarme del agarre de Luke y
coloqué irritadamente mi ropa en su lugar.
Los ojos de El se ampliaron en comprensión, y se volvió hacia la
madre de Gray con un poco más de concentración. Reese me envió una
mirada extraña por poner tanto énfasis en su apellido antes de volverse
a El con una de sus clásicas sonrisas “por favor, quiéreme”.
—Sabes, cuando mi esposo te describió por primera vez —admitió,
acercándosele confidencialmente—, creí que tenía que estar adornando
tu apariencia. Pero tú eres simplemente adorable. —Luego miró entre
nosotros y asintió con una sonrisa de satisfacción—. Ustedes dos hacen
una linda pareja.
—¡Oh! —Negué con la cabeza y agité las manos mientras El y yo
intercambiamos miradas recelosas—. No —le dije a Reese mientras me
volvía hacia ella—. No, no somos pareja. Para nada. El es solo mi clienta.
—¡Lo sabía! —Luke se carcajeó a mi lado, mientras Reese frunció
el ceño confundida.
—Pero te juro que tu madre dijo que ibas a tener una cita aquí esta
noche.
—Así es —respondió una voz detrás de ella. Reese se giró para
descubrir a su propia hija parada allí, sonriendo—. Soy yo, mamá —
anunció Bella—. Yo soy su cita.
—¿Qué...? —comenzó Reese, parpadeando confundida.
Pero Bella se limitó a pasar por delante de ella para poder acercarse
a mí y levantar los brazos para rodearme el cuello. Estoy seguro de que
toda la sala estalló en una andanada de jadeos escandalizados cuando
nuestros labios se juntaron, pero yo estaba demasiado concentrado en
saludar a mi novia como para darme cuenta. O para preocuparme.
—Oh, Dios mío —fue lo primero que escuché cuando finalmente
me aparté para sonreír a esos hermosos ojos azul grisáceos—. Oh, Dios
mío —repitió Reese, solo para agarrarse la cara con ambas manos—.
Oh... me encanta esta unión aún más. Es decir... —Con los ojos abiertos
de par en par por el horror, se volvió hacia El—. Lo siento. Estoy segura
de que tú también eres adorable. Yo solo... o sea... —Arrugando la nariz,
inclinó su rostro—. Estoy tan confundida. ¿Quién eres tú, exactamente?
—Es mi cita —dijo su hijo, apareciendo detrás de El y envolviendo
los brazos alrededor de su cintura para poder frotar su mejilla contra la
de ella y luego darle un beso cariñoso.
—¿Tu...? —La expresión de Reese no tenía precio cuando vio a El
hundirse de nuevo en los brazos de Gray y levantar su mano detrás de
ella para acariciar su sedoso y oscuro cabello. Entonces giró de nuevo
hacia Bella y yo abrazados. Parpadeando rápidamente entre las dos
parejas, digirió los hechos antes de murmurar asombrada—: ¿Mis dos
hijos están saliendo? —Luego abrió mucho los ojos y aplaudió, gritando—
: ¡Mis dos hijos están saliendo! ¡Por fin! ¡Voy a tener nietos!
—¡Mamá! —siseó Bella con sorpresa incrédula.
—Bien, lo siento. —Se aclaró la garganta, tratando de calmarse al
tiempo que dejaba de saltar y enderezó su expresión—. Tienes razón, por
supuesto. Es demasiado pronto para eso. Pero algún día... —Aplaudió de
nuevo, una vez más perdiendo el control de su entusiasmo—. Tal vez
nietos. Y uno con Fox también. Oh, Bella, qué buena elección. Lo amo
como si fuera uno de mis hijos.
Tiró de mí para darme un abrazo inesperado, y me reí, recuperando
el equilibrio cuando me dio un beso feliz en la mejilla, solo para tomarme
con la guardia baja una vez más cuando me soltó abruptamente y se
volvió hacia El y Gracen. —Ni siquiera supe tu nombre. Pero también
necesito abrazarte.
El parecía un poco alarmada cuando fue arrojada a los brazos de
Reese, pero no se asustó ni tuvo un ataque de pánico como podría haber
tenido un año antes. Solo se sonrojó y soltó una risa nerviosa cuando la
madre de Gray se retiró para finalmente saber quién era.
—Oye. —Luke golpeó mi brazo, llamando mi atención—. Bella, ¿eh?
Extraño. —Luego su mirada se desvió hacia El, y una ceja se levantó con
interés—. Pero en serio, ¿tienes más clientas?
Y así fue cómo la familia finalmente supo que Bella y yo estábamos
juntos.
Yellow
El sudor goteaba por el costado de mi sien a medida que doblaba
la última curva de mi recorrido del sábado por la mañana por el complejo
deportivo. A mi lado, la respiración constante de Parker me hacía
compañía.
Pero, eh, no se suponía que deberíamos estar haciendo esto solos.
Juntos, miramos hacia atrás con curiosidad.
No había señales de los gemelos Lowe detrás de nosotros.
¿Se habían quedado tan atrás?
Desvié mi mirada hacia Parker y arqueé mis cejas en pregunta. Solo
se encogió de hombros.
Aunque ya no era su clienta porque ambos habíamos acordado que
ya no necesitaba la ayuda de un entrenador de vida (sobre todo después
de lo bien que me había manejado durante mi testimonio en el juicio de
Ethan, donde fue declarado culpable de múltiples cargos de violación y
se hallaba actualmente en prisión) aún nos gustaba hacer juntos algunos
entrenamientos los sábados por la mañana. Y cuando Bella declaró que
quería unirse a nosotros, Gracen decidió acompañarnos también. Pero
desaparecían casi inmediatamente después de que comenzáramos la
carrera de calentamiento.
Parker de repente me dio un codazo en el brazo, luego inclinó la
barbilla, haciéndome mirar hacia adelante. Y ahí se encontraban. Bella
se sentaba erguida en el banco más cercano a las puertas de entrada y
se reclinaba, apoyando su peso en sus manos con su rostro levantado
hacia el cielo, como haría alguien sentado en una toalla en la playa para
absorber más vitamina D.
Mientras tanto, Gracen yacía sobre su regazo, pareciendo como si
estuviera dormido.
Parker y yo trotamos hacia esa dirección, decidiendo dar por
terminado el calentamiento frente a su banco.
—¿Qué demonios? —preguntó Parker, levantando los brazos en
tanto se reía de su novia y reducía la velocidad hasta detenerse frente a
ella—. Pensamos que querían entrenar con nosotros.
Bella hizo un gesto con la mano hacia su rostro, refrescándose
antes de anunciar: —Sí, pero Gracen y yo decidimos que no nos gusta
correr.
Ante la mención de su nombre, abrió los ojos y se sentó, bostezando
antes de chasquear los labios y sonreírme cariñosamente. —Oh, hola.
¿Ya se acabó? Buena carrera, chicos. Qué manera de darlo todo. —Luego
juntó las manos y miró a su alrededor—. ¿Qué sigue?
—¿Por qué no se van ustedes dos a casa? —sugirió secamente
Parker—. Si no pueden dar una simple vuelta alrededor del edificio, de
ninguna manera van a querer sudar en la cancha de baloncesto.
—Puaj, ¿hay sudor involucrado? —Bella arrugó la nariz mientras
se ponía de pie, gimiendo y estirándose a medida que lo hacía—. Sudar
es tan asqueroso.
—Ah, ¿de verdad? —respondió Parker agarrándola por la cintura y
jalándola contra él para darle un beso acalorado. Cuando se apartó para
sonreírle, le guiñó un ojo—. No dijiste eso anoche.
—Puaj. Eso es repugnante —les dijo Gracen, echando la cara hacia
atrás con una mueca de dolor—. En serio. Ustedes dos son suficientes
para hacer que una persona se ahogue. —Luego apareció a mi lado y
sonrió alegremente—. Hola. No te preocupes, me gusta el sudor. Sobre
todo tu sudor. —Y lo demostró lamiendo una gota que bajaba por el
costado de mi cuello.
Por decir algo, cuando llegamos a nuestra habitación reservada,
todo el mundo se había besado a fondo.
—Está bien —anunció Parker, recogiendo una pelota y golpeándola
entre sus palmas para llamar nuestra atención—. Formemos un equipo.
El, vas conmigo.
—Guau, oye. Espera un segundo —objetó Gracen—. No puedes
tomar a mi novia como tu compañera de equipo.
—¿Qué? —le preguntó Parker inocentemente—. Voy a dejar que
formes equipo con mi novia. Además, podemos ser los Lowe contra los
que no son Lowe.
Los gemelos compartieron una mirada sospechosa antes de que
Bella negara con la cabeza. —Ajá. Huelo una conspiración.
—Oh, sí —estuvo de acuerdo Gracen, cruzando los brazos sobre el
pecho y volviéndose para arquear una ceja—. Están tramando algo.
—No estamos tramando nada —insistió Parker, levantando las
manos y riendo de su paranoia—. Nunca antes había jugado en el mismo
lado que El. Siempre han sido sesiones uno a uno, así que hemos sido
oponentes. Esta es mi primera oportunidad de ser su compañero de
equipo.
—Bueno, yo tampoco nunca he jugado del mismo lado que tú —
argumentó Bella, poniendo sus manos en sus caderas—. Entonces, ¿qué
pasa con eso?
Él movió las cejas hacia ella. —Cariño, formamos equipo todas las
malditas noches.
—Dios —gimió Gray, echando la cabeza hacia atrás y clavando las
palmas en las cuencas de los ojos—. ¿Pueden dejar de decir ese tipo de
mierda? Voy a crecer con serios problemas mentales.
Parker resopló. —¿Tú? ¿Crecer? Sí, claro. Además, ya tienes
problemas. —Luego dribló el balón una vez antes de volver a agarrarlo—
. Ahora, sigamos, ¿vamos a jugar o no?
Bella frunció el ceño hacia su hermano. —Nos van a patear el culo.
—En realidad sí —coincidió. Pero entonces me miró, y la expresión
de su mirada se suavizó al instante—. Pero no puedo imaginarme perder
contra alguien más sexy —anunció—. Así que acabemos con esta paliza.
—¡Genial! —animó Parker e inmediatamente me lanzó el balón.
Dispuesta a pasarlo bien, me lancé hacia delante, regateando hacia
la canasta. Bella gritó desesperada y se lanzó tras de mí, perdiéndome
por completo y tropezando en algún lugar a un lado detrás de mí. Gray
también se lanzó hacia mí, pero mi compañero de equipo se interpuso en
su camino, bloqueándolo con éxito.
Me detuve antes de lanzar la pelota, porque los tiros en suspensión
eran mi especialidad, y apunté con cuidado.
Un momento después, el balón se hundió en el aro, nada más que
la red.
—¡Sí! —Aplaudí, alzando las manos en señal de triunfo y girando
para mirar a los demás, encontrando a Bella gimiendo de derrota en el
suelo y a Fox gritando sus felicitaciones antes de trotar tras el balón para
recogerlo.
—Ella es increíble —cantó Gracen.
Me giré hacia él y puse los ojos en blanco. —Citando otra vez Los
Croods, ¿eh?
—Lo sé, ¿verdad? —Movió las cejas de forma sugerente—. Y esta
vez ni siquiera estamos juntos en la cama.
Su hermana emitió un sonido de sorpresa en medio del esfuerzo
por ponerse de pie, y miró inquisitivamente entre nosotros. Luego sacudió
la cabeza como si no quisiera estar al tanto de lo que eso significaba y
anunció: —Ustedes dos son tan extraños.
Realmente lo éramos, ¿no? Pero a mí me encantaba.
Apreciando la vida en general, eché la cabeza hacia atrás y me reí.
—¿No es genial? —le dije.
Gracen se detuvo a observarme. Parecía tan absorto por la escena
que veía que mi risa se convirtió en un rubor avergonzado hasta que ladeé
la cabeza con curiosidad, preguntándole en silencio qué pensaba.
Una sonrisa apareció en su rostro. —Yo... —dijo, alzando la voz con
cada palabra—. Soy... un... hombre... de... las... cavernas.
Y cargó, viniendo directamente hacia mí hasta que me atrapó por
la cintura con un brazo y me levantó, haciéndome chillar en señal de
protesta y aferrarme a él con una carcajada.
Mientras nos hacía girar en círculo, tratando de imitar a un
cavernícola, supongo, Fox se detuvo junto a Bella y apoyó el balón de
baloncesto contra su cadera con un brazo mientras nos observaba
también.
—¿Sabes, Lowe? —dijo, con la voz apagada—. Si quieres ayuda,
conozco a una persona a la que podrías consultar sobre esas tendencias
cinéfilas agudas que tienes.
Gracen entrecerró los ojos. —Las palabras difíciles me enfadan —
replicó él, todavía citando la película—. Sigue hablando.
—Ooh, esa fue buena —elogié, ahuecando su cara en mis manos
para mirar sus ojos con adoración.
Me guiñó un ojo. —Podría hacer esto todo el día —dijo, todavía
citando Los Croods.
—Hazlo durante el resto de mi vida —le ordené y lo rodeé con mis
brazos, apretándolo fuerte y sin querer soltarlo.
Suspiró y apoyó la cara en mi hombro, murmurando: —Esto es
bueno. ¿Cómo se llama esto?
Acariciando su pelo, terminé la frase: —Lo llamo abrazo.
—Dios mío —murmuró Bella, apoyándose en Fox a la vez que
ambos seguían escudriñándonos—. Son asquerosamente dulces juntos.
—Luego sacudió la cabeza con tristeza y miró a su novio—. Siempre supe
que él sería más feliz en una de esas relaciones enfermizamente dulces,
en las que todo es maravilloso.
—Película equivocada —dijo Gracen, que ni siquiera la miró en
tanto seguía abrazándome.
—“Todo es maravilloso” es de La Película Lego, no de Los Croods —
expliqué.
Parker y Bella se miraron. —Sí, tú lo has dicho —le dijo él—. Son
la pareja perfecta, nerd y dulce, juntos. —Le pasó el brazo libre por los
hombros y chasqueó la lengua—. Ahora, ¿vamos a volver a este partido,
para que El y yo podamos patearles el culo, o ya están renunciando los
gemelos?
—¡Oh, lo que sea! —contestó Bella, dándole un codazo en las
costillas para apartarlo—. Está en marcha, amigo. Prepárate para
sangrar.
—Sabes... —Gracen también le frunció el ceño—. He querido
deshacerme de ti desde que te conocí.
Parker arrugó la frente en señal de confusión antes de mirarme.
—Por favor, dime que eso no era otra frase de la película.
Sonriendo, asentí con la cabeza. —Lo fue. Totalmente.
—Señor. —Gimiendo, puso los ojos en blanco y me lanzó una
mirada interrogativa—. ¿Y afirmaste que este imbécil inmaduro era un
doce? ¿De verdad?
—¿Eh? —Gracen dirigió su atención hacia mí—. Espera. ¿Es eso lo
que significa mi apodo de Doce? ¿Le dijiste que yo era un doce? ¿De diez?
Me mordí el labio y sentí que me sonrojaba. —Puede ser.
Sonrió. —Definitivamente. —Luego apretó su frente contra la mía
y me dijo—: Pero para que conste, yo también creo que eres un doce sobre
diez. —Rodó su frente cariñosamente contra la mía y suspiró—. Joder,
pero si esto no es amor, no sé lo que es.
Y así fue como Gracen me dijo por primera vez que me amaba.
Gracen
—¡Ya vienen! Ya vienen. —Yellow dio un salto en su asiento y
aplaudió con entusiasmo al mismo tiempo que miraba al otro lado del
restaurante.
Desde mi silla en la mesa con el mantel blanco desplegado sobre
ella, una vela encendida y un pequeño arreglo floral en el centro, miré
para ver a Fox y a Bella uniendo sus manos a medida que se abrían paso
a través de otras mesas igualmente dispuestas con personas para llegar
a nosotros.
—Sí —dije.
—¿Crees que sospecha? —Yellow se inclinó hacia mí para
preguntar en voz baja—. No parece que sospeche.
Esbocé una pequeña sonrisa y la miré, viendo que su mirada seguía
fija en ellos. —No tiene ni idea —murmuré.
—Cielos. —Tomó mi mano y la apretó antes de mirarme—. No
puedo esperar a ver la expresión de su cara cuando le pregunte.
Oh, no podía esperar a ver la cara de todos ellos.
—Hola, chicos —saludó Bella una vez que nos alcanzaron. Fox le
acercó la silla, y en cuanto estuvo sentada y acomodada, se inclinó hacia
nosotros, siseando—: Este lugar es muy bonito. ¿Han visto la entrada?
—Era difícil no verla —respondí secamente—. Ya que tuvimos que
atravesarla para llegar aquí.
—¡Lo sé! —le contestó Yellow a mi hermana, al tiempo que me daba
un codazo para que me comportara—. Solo ese candelabro debe costar
tanto como nuestra casa.
Nuestra casa.
Todavía me encantaba que dijera nuestra.
Habíamos conseguido un lugar juntos hace unos cuatro meses, y
era increíble. Existieron los habituales contratiempos, por supuesto.
Habría sido absolutamente aburrido si nos hubiéramos llevado bien y
hubiéramos estado de acuerdo en todo. Pero el desafiante choque de
personalidades y estilos diferentes mantenía las cosas interesantes y
entretenidas.
Mientras las damas hablaban de las molduras y los apliques, miré
a mi izquierda.
Fox se hallaba sentado con rigidez, parecía tenso e incómodo.
Le di un codazo en el brazo y desplacé la parte superior de mi
cuerpo hacia él.
—Ya sabes... —me burlé—. Podría ayudar si consideraras respirar
cada par de minutos.
Me envió una mirada dura. —Lo pensaré. Después. ¿Cuándo se
supone que empieza, de todos modos?
—Después de las bebidas y los aperitivos —murmuré, mirando
hacia las mujeres para asegurarme de que no estaban escuchando—. Y
antes del plato principal. —Luego me reí y levanté las cejas en tanto me
volvía hacia él—. Más te vale que diga que sí, o esto va a ser una comida
condenadamente incómoda.
Me miró con los ojos entrecerrados. —Eres un imbécil.
Nuestro camarero llegó antes de que pudiera responder, cargando
una botella de vino para que nos sirviéramos. La apoyó contra la servilleta
que llevaba en el antebrazo mientras nos mostraba la etiqueta y nos
explicaba sus atributos.
Yellow y Bella se encontraban dispuestas a probarlo, así que
observamos toda la producción de él sirviendo a cada uno de nosotros.
—No sé por qué, pero los lugares súper sofisticados como éste
siempre me hacen reír de nervios —anunció Yellow, llevándose una mano
cuando levantó su copa de vino.
—Siempre me preocupa que vaya a eructar al final de la comida —
confesó Bella.
—O tirarme un pedo —añadí, haciendo que las chicas pusieran los
ojos en blanco.
Fox me lanzó una mirada aguda, probablemente reprendiéndome
por decir la palabra pedo en voz alta en su gran noche.
Me encogí de hombros y gesticulé: ¿qué?
—¿Te encuentras bien, cariño? —preguntó mi hermana de repente,
haciendo que él se girara hacia ella con una expresión culpable y los ojos
muy abiertos. Su ceño se frunció en señal de preocupación—. Has estado
muy callado toda la noche. ¿Has tenido un mal día en el trabajo?
—Dios mío, eso me recuerda —soltó mi chica, logrando que Bella
dejara de concentrarse demasiado en su novio nervioso—. No vas a creer
lo que Jada me hizo hacer hoy en el trabajo...
Me incliné hacia mi chico y siseé: —Tienes que relajarte, amigo.
Apretando los dientes, se volvió hacia mí, siseando: —¿Cómo?
—No sé. —Él era el maldito entrenador de vida aquí. No yo—. Bebe
más.
Resopló y puso los ojos en blanco antes de recoger su vaso y
beberse el contenido de un solo trago. Yellow mantuvo a Bella ocupada
durante todo el tiempo en que se sirvieron los aperitivos y las ensaladas.
Cuando un hombre con una camisa negra medio desabrochada y
metida dentro de unos pantalones negros, con el pelo oscuro peinado en
un estilo ochentero, irrumpió en la sala y se acercó a una mesa de la
esquina, tanto Bella como Yellow dieron un respingo y dejaron de hablar
entre ellas para mirar con curiosidad cómo se detenía frente a un hombre
mayor y anunciaba: —Nadie pone a Baby en un rincón.
Luego, le tendió la mano a una mujer más joven que llevaba un
sencillo vestido rosa.
—¡Dios mío! —exclamó Bella, llevándose las manos a las mejillas—
. ¿Esto es un flash mob? ¡Creo que es un flash mob! ¡Vamos a ver una
actuación de flash mob! ¡Oh! Siempre he querido ver uno de estos.
Fox le dirigió una mirada y una gran sonrisa cuando el imitador de
Johnny Castle guio a su Baby a través de la sala, y alguien en otra mesa
se puso de pie, cantando: —Now I’ve... —Se llevó una mano al pecho
mientras extendía la otra—. Had...The time of my life.
Una mujer de otra mesa se levantó para añadir: —And I’ve never
felt this way before.
—Mierda. Esto es increíble —dijo Bella.
La miré y sonreí cuando la vi a ella y a mi novia dándose la mano
y balanceándose juntas, incapaces de controlar sus sonrisas en tanto
veían el espectáculo.
Cuando el espectáculo terminó con la escena en la que el chico
levantaba a la chica en el aire por encima de su cabeza, casi la mitad de
la sala se había unido, cantando la acústica o bailando con ellos.
Le di un codazo silencioso en el brazo a Yellow, y ella, de mala gana,
apartó su mirada de la representación para mirarme. Inspirando, levanté
el anillo entre nosotros, haciendo que la luz brillara en el enorme
diamante engastado en su banda de platino.
Se quedó con la boca abierta cuando su atención cayó a él. Luego,
sus ojos se abrieron de par en par. Volvió a levantar la mirada, se inclinó
hacia mí y siseó: —Pero pensé...
Me llevé un dedo a los labios para callarla. —Esto también es para
ti —susurré—. Siempre fue para ti también.
Parpadeó y negó con la cabeza. —¿Quieres decir que ayudé a
planear mi propia propuesta?
Con un encogimiento de hombros, admití: —Oye, ¿qué mejor forma
de asegurarme de que tienes exactamente lo que quieres? Y además, no
se me ocurrió otra forma de mantenerlo en secreto.
—Oh, Gracen. —Sus ojos brillaron con lágrimas—. Todo esto es tan
increíble. Es que...
Al otro lado de la mesa, Fox estaba llamando la atención de todo el
mundo al hacer una escena de levantarse de su asiento y sacar una cajita
azul de Tiffany de su bolsillo.
—Oh, mierda —siseé, agarrando la mano de Yellow y metiendo el
anillo en su dedo—. Está empezando. Maldita sea. Ni de broma se van a
comprometer antes que nosotros.
Soltó una risita y enterró la cara en el cuello de mi chaqueta del
traje para amortiguar el sonido, pero ni Fox ni Bella nos prestaban
atención mientras él se arrodillaba galantemente ante ella y abría la tapa.
Mi hermana se tapó la boca con las manos y sus ojos brillaron con
lágrimas a medida que alternaba la mirada entre el anillo que había
dentro y la expresión seria de su novio.
Yellow se enderezó lo suficiente como para apoyarse en mí y verlos
en tanto Fox pronunciaba las palabras correctas y adecuadas que omití
por completo cuando yo le propuse matrimonio. Entonces Bella se lanzó
hacia él, abrazándolo al mismo tiempo que gritaba: —¡Sí! ¡Dios mío, sí!
La sala estalló en vítores, y mi prometida y yo intercambiamos una
sonrisa privada antes de unirnos a ellos, aplaudiendo también.
—¡Chicos! —Bella finalmente se volvió hacia nosotros, lista para
compartir su momento—. Miren. Oh, Dios mío, ¿pueden fijarse en esto?
—Déjame ver —gritó Yellow, saltando de su asiento para abrazar a
mi gemela—. Ay Dios mío. ¡Felicidades!
Sin embargo, cuando comenzó a alejarse, Bella parpadeó y se
detuvo antes de agarrar la mano izquierda de Yellow y arrastrarla hacia
su rostro para verla más de cerca.
—Mierda. ¿Tú también? —susurró, levantando la mirada para
mirar a su futura cuñada antes de mirarme en estado de shock.
Sacudí la cabeza, sonriendo con aire de suficiencia, en tanto Yellow
respondía: —Sí. Hace un momento.
—Espera. ¿Qué? —Fox se inclinó sobrepasando a mi hermana para
tener un vistazo del anillo de mi prometida que ya se hallaba en su dedo.
Luego se volvió incrédulo hacia mí—. Pero estuviste de acuerdo en que
yo podría hacerlo primero.
Con un encogimiento de hombros, carente de culpa, dije: —Mentí.
—¿Qué demonios, amigo? Toda esta noche fue mi idea. Solo accedí
a dejarte participar apenas porque juraste que a las chicas les encantaría
un compromiso doble. Pero se suponía que yo debía ir primero.
—Oye. Once minutos, hijo de puta —le dije sin pedir disculpas, sin
ningún tipo de arrepentimiento.
—¿Qué? —espetó, sin comprender del todo.
—Nací primero —le recordé—. Once minutos antes de Bella. Ergo,
yo me comprometo primero.
—¿Es broma? —gritó, todo su rostro se tornó de un brillante rojo
tomate—. ¿Eclipsaste mi propuesta por tu estúpida rivalidad de once
minutos entre gemelos?
—No te eclipsé en absoluto —dije—. Nadie se dio cuenta de mi
propuesta. Ustedes fueron los que recibieron todos los aplausos.
Que era exactamente la razón por la que fui furtivo con el mío en
privado. Aunque Bella adoraba la atención, Yellow se habría sentido muy
avergonzada de conseguir tal espectáculo. No obstante, le encantó ver el
flash mob tanto como a Bella, así que ambos lo hicimos exactamente
como lo necesitábamos.
—Ignóralo, mi amor —le dijo Bella, tomando su brazo y forzando
su atención hacia ella—. Puede quedarse con esto. Se lo devolveremos
más tarde. Tal vez podamos casarnos antes que ellos.
Resoplé. —Sí, buena suerte con eso.
Yellow suspiró y se inclinó hacia mí. —Nos casaremos mañana, ¿no
es así?
Ah, mi amor. Me conocía tan bien. —Probablemente —admití.
Y así fue como me anticipé a Fox y propuse matrimonio antes que
él pudiera.
Bella
—Once minutos, mi trasero —murmuró mi esposo con deleite a mi
lado—. ¿Qué piensas de tus once minutos ahora, imbécil? —prosiguió,
burlándose de mi hermano que ni siquiera se encontraba cerca.
—Fox —siseé, abrazando a la bebé que sostenía con más fuerza
contra mi pecho y tratando de cubrir sus oídos—. No maldigas delante
de la bebé. Solo tiene veinte minutos. Dios mío. No podemos empezar tan
rápido como malas influencias.
—Mierda, lo siento. Tienes razón. —Su voz se quedó en silencio en
tanto sacudía la cabeza. Luego su mirada fue a su hija recién nacida que
descansaba en mi pecho en la cama del hospital, y pareció derretirse—.
Entonces, ¿ya puedo cargarla?
Se veía tan ansioso y esperanzado que no pude decir que no, a
pesar de que me sentía muy apegada a la bebé. Era tan cálida, pequeña
y absolutamente perfecta. No quería dejarla ir. Pero supongo que la
compartiría si tuviera que hacerlo.
Siguió el proceso de intercambio habitual que seguramente pasaba
entre cada pareja de padres primerizos.
Cuidado.
Con calma.
¿La tienes?
La tengo
Bueno, bien. Solo sigue sosteniendo su cabeza.
Y luego Fox cargaba a su bebé.
—Hola, preciosa —susurró, iluminándose a medida que le hacía
cosquillas gentilmente con un dedo en el pecho—. Mírate. Eres tan dulce
y perfecta. No puedo creer que sea tu papá.
Sonreí con cansancio, comenzando a sentir los efectos agotadores
del parto a medida que la adrenalina comenzaba a desaparecer.
Después de cruzar la habitación, Fox se sentó en una silla para
visitantes y miró a su hija. —Tu mamá dijo que yo podría ser quien te
diga el origen de tu nombre, así que aquí va. Érase una vez, la abuela y
el abuelo Parker tuvieron un bebé. Ese era yo, por cierto. Y aún no habían
decidido cómo llamarlo, hasta que el abuelo Ten, no te preocupes; lo vas
a conocer muy pronto, dijo: “¿Por qué no unifican sus nombres?”, y como
Knox mezclado con Felicity es Fox, se quedó. Entonces, cuando tu mamá
y tu papá intentaron inventarte un nombre para ti, decidimos seguir su
patrón. Y así es como te convertiste en Bex: un poquito de Bella y un
poquito de Fox para crear mucho amor.
La única respuesta de Bex fue llenar su pañal con un sonido muy
desagradable.
Y apestoso.
Solté una carcajada. Y Fox se puso de pie para devolvérmela.
—Ten, ya puedes recuperarla.
—No, no —dije—. Tienes que aprender a hacer esto.
—Sin embargo, escuché que su primera evacuación intestinal es
como alquitrán negro. Entonces, ajá, no. No me voy a acercar a esa
mierda.
—¡Fox!
—Popó. Lo siento.
Fruncí el ceño y luego dije: —Ooh. Tal vez podamos esperar a que
aparezca una de las abuelas. Estoy segura de que se tropezarán una con
la otra en su prisa por cambiar el primer pañal.
—Demonios, sí. Buena idea. No pueden estar demasiado lejos.
Para demostrar que tenía razón, un ligero golpe sonó en la puerta
de nuestra habitación del hospital. Fox y yo intercambiamos sonrisas de
complicidad y emoción. —Sí —siseó antes de llamar—: Adelante.
Estábamos tan salvados.
No fueron solamente ambas parejas de abuelos los que entraron en
grupo, sino también cada uno de nuestros hermanos y sus cónyuges.
Tan pronto como Fox dijo: —Ella acaba de llenar su primer pañal.
¿Quién la quiere? —tanto mi madre como la suya, además de Bentley
también, dijeron—: ¡Yo la quiero!
En tanto las tres mujeres se deleitaban por los preciosos que eran
los dedos de las manos y de los pies de Bex mientras la colocaban en el
moisés y procedían a desenvolverla y cambiarle el pañal, Gracen y una
Yellow embarazadísima, que caminaba como un pato, se dirigieron hacia
mí. En realidad, llevaba tres días de retraso y yo me había adelantado
una semana, así que podría dar a luz en cualquier momento.
Supongo que también iban a tener una niña. Su nombre iba a ser
Sienna, algo que Gray afirmó que eligieron en su primera noche juntos
porque era un color. O algo así. No sé; nunca tuvieron muy claro el origen
de su nombre, pero me gustó, así que eso era todo lo que importaba.
Porque Sienna y Bex iban a ser las mejores amigas y las confidentes más
cercanas. Ya lo sabía.
—Oh, Dios mío, lo lograste —animó Yellow, tomando mis manos y
apretándolas—. ¿Cómo te sientes?
—Bien. —Sacudí la cabeza y le di una sonrisa de oreja a oreja—.
Exhausta. Quizás un poco drogada con los analgésicos.
Mi cuñada se rio. —Bueno, te ves genial.
—¿De qué hablas? —le preguntó mi gemelo con incredulidad—. Su
cara está hinchada como una sandía demasiado madura.
—Gracen —espetó su esposa, mirándolo al tiempo que le daba un
codazo en el estómago—. No le dices eso a una mujer que acaba de dar a
luz.
—Sí —le advertí, señalándolo—. Así que no te atrevas a decirle eso
a Yellow en unos días cuando esté toda hinchada y manchada de haber
parido a tu hijo. Te patearé el trasero.
—Sí —acordó—. Por favor, no digas eso. Definitivamente lloraría.
—Nunca lo haría —prometió, tomando su mano y besando su
mejilla—. Uno, porque no eres mi hermana. Y dos, te verías hermosa ya
sea si estuvieras hinchada o no.
—Eh, perdón —gruñí. ¿Acaba de insinuar que no me veía hermosa
en este momento?
Como si sintiera que mi hermano se estaba metiendo conmigo, mi
esposo me miró.
—Entonces. Gracen —dijo, alejándose de nuestros dos padres y de
Beau, que se hallaban reunidos a su alrededor así podía acercarse a
nosotros. Sonriendo a mi hermano, abrió los brazos y anunció—: Mira
quién tuvo al bebé primero. ¿Eh? ¿Eh?
Gracen resopló y miró al frente, murmurando con tristeza: —Y ahí
lo tienes.
—Tienes toda la razón, ahí lo tienes. ¿Crees que lo voy a olvidar?
Diablos, no —dijo Fox, refregándoselo—. He estado esperando vengarme
de ti durante casi dos años. Y mira... —Extendió la mano hacia mi madre,
que susurraba locamente en tanto levantaba a una Bex recién cambiada
en sus brazos y apoyaba al bebé contra su hombro para arrullarla y darle
palmaditas en la espalda—. El primer nieto Lowe. Cómo te quedó el ojo
con esos once minutos.
—Sí, sí. Está bien —gruñó Gray, luciendo un poco arrepentido en
tanto veía a mamá arrullar suavemente a su nieta—. Tú ganas. Esta vez.
Y así fue como Fox finalmente se vengó de Gracen por engañarlo
con nuestras propuestas.
Un gran abrazo a todas las supervivientes de acoso y agresión
sexual. Es tan doloroso, indignante e injusto cuando nos suceden cosas
que están fuera de nuestro control. Pero sí tenemos control sobre cómo
reaccionamos ante ellas. Ahí es donde reside nuestro poder. Espero que
nunca te presionen, avergüencen o culpabilicen para que respondas de
una manera específica que no quieres responder cuando te enfrentas a
tu trauma, ya sea para perdonar, olvidar y seguir adelante en silencio o
para levantarte y gritar por la justicia. No quiero que te quedes atrapada
como una víctima. Este es tu momento. Así que quiero que seas capaz de
usar el poder de tu reacción para hacer lo que es mejor para TI para sanar
y tal vez incluso salir de esto más fuerte de lo que eras antes. Tampoco
tienes que pasar por esto sola.
Te deseo lo mejor, Linda Kay.

Mientras tanto, aquí hay un vistazo a un par de descendientes más


del clan de los Forbidden Men.
Skylar
—Toma, cariño. Tengo más adornos y guirnaldas si quieres seguir
colgando algo aquí.
Desde el segundo peldaño de la escalera en el que me encontraba,
sonreí a la tía Felicity mientras entraba en el vestíbulo con una caja de
la que colgaba espumillón como una cola.
—Claro —le dije—. Casi se me acababan.
—Impresionante. —Dejó la caja para poder recuperar la vacía que
yo le tendía, y luego pasó una nueva provisión de adornos.
—¿Quieres saber un secreto? —le pregunté, llena de espíritu
navideño, mientras rebuscaba vertiginosamente en la nueva caja de
adornos hasta dar con un hombre de jengibre que olía a canela. Los
botoncitos rojos de su barriga titilaron en señal de saludo como si fueran
rubíes.
Perfecto.
—Por supuesto que quiero saber un secreto —contestó tía Felicity,
inclinándose ansiosamente, luego agarrando la escalera como una madre
típica, como para mantenerla firme para mí cuando me estiré para colgar
el hombre de jengibre de una cadena de luces que ya había colgado de
los ganchos alrededor del techo.
—En realidad, este es mi lugar favorito para venir en Navidad —
confesé, bajando la voz para que nadie más pudiera oír por accidente y
posiblemente se ofendiera.
Miré casi con culpabilidad a mi tía, que en realidad no tenía ningún
parentesco conmigo, para descubrir que se llevaba la mano al corazón y
casi lloraba.
—¿De verdad? —dijo antes de soltar una sonrisa—. Es increíble.
Gracias. Y yo que pensaba que me ibas a decir que el chico que tu
hermano trajo a casa por Navidad te parecía guapo.
—Oh. —Un calor instantáneo inundó mi cara.
Porque hablaba de Dominic. Fue compañero de dormitorio de
Julian en su primer año de universidad, y como Julian y yo habíamos ido
a universidades distintas, nunca lo conocí. Pero supongo que sus padres
y su hermana pequeña habían muerto en un accidente de coche al volver
a casa de una fiesta de Nochevieja el año pasado, así que este año no
tenía ningún sitio al que ir para las vacaciones, excepto la casa de un tío
en California, pero no podía permitirse un viaje tan largo, lo que llevó a
Julian a arrastrarlo a casa de mamá y papá durante las vacaciones de
invierno.
Traer a casa a los desamparados era algo familiar, así que tenía
sentido. Pocos de nosotros éramos verdaderos parientes de sangre. Las
únicas personas de la casa con las que compartía el ADN eran mamá,
mis dos hermanastros menores, Chloe y Trick, la prima de mi madre, la
tía Reese, y sus dos hijos, Gracen e Isabella. Ni siquiera mi padre o mi
hermano, Julian, eran técnicamente parientes míos. Mamá ya estaba
embarazada de mí cuando ella y papá se conocieron, y Julian era su
hijastro de tres meses en ese momento. Lo que hizo que nuestra loca
mezcla de familia fuera aún más fuerte, creo, ya que habíamos elegido
estar juntos y no estábamos obligados por el destino.
La mayor parte del grupo empezó como compañeros de trabajo en
el club nocturno de mi padre, y a partir de ahí había crecido. Ahora
éramos treinta y nueve, o al menos, ése era el número de medias que
Chloe se había quejado por verse obligada a colgar esta noche con la tía
Remy; los más nuevos en nuestro grupo eran Jocelyn, la madre de la
novia de Julian, a quien también había invitado este año, y Dominic, el
mejor amigo de Julian de la universidad.
Pero pensar en Dominic me hizo sentir extraña y cohibida, así que
rápidamente le respondí a la tía Felicity: —Uh, no. Quiero decir, sí, por
supuesto que se ve bien. —Sobre todo esta mañana, cuando me lo
encontré accidentalmente en el baño, donde solo llevaba una toalla—.
Pero...
—¿Solo bien? —bromeó, levantando una ceja y enviándome una
sonrisa cómplice.
Al darme cuenta de que me sonrojaba como una idiota, me aclaré
la garganta e ignoré el comentario. —Pero… sí, me encanta venir aquí,
porque no se decora hasta que todos llegamos, y entonces, todos lo
hacemos. Hace que todo sea mucho más... ya sabes... festivo.
Cada hogar se turnaba para acoger una fiesta, así que era raro que
pudiéramos venir aquí por Navidad, pero eso lo hacía sentir aún mejor.
La tía Felicity comenzó a reírse. —Sabes, solo empecé esa tradición
porque Ten se quejó mucho de ello la primera vez que fui anfitriona. Aquel
año no tuve tiempo de decorar, así que cuando todos se presentaron, se
apiadaron de mí y se lanzaron a decorar hasta que, pum, el lugar quedó
más bonito de lo que yo lo hacía por mi cuenta. También había sido la
actividad perfecta para mantener a la gente ocupada. Pero Ten me acusó
de utilizarlo como mano de obra gratuita toda la noche, así que, por
supuesto, me aseguré de volver a hacerlo la próxima vez que fui
anfitriona, solo para irritarlo. Y, bueno... —Se encogió de hombros—. Se
convirtió en una tradición.
Me reí. —Bueno, me encanta, sea como sea que haya empezado.
—Bien. —Me guiñó un ojo—. Me aseguraré de seguir haciéndolo,
entonces.
Radiante porque había tenido en cuenta mis preferencias, colgué
un muñeco de nieve no muy lejos del hombre de jengibre justo cuando el
grito de una niña se elevó sobre el resto de las voces que entraban por la
abertura arqueada que daba paso al resto de la casa.
—Beau Gamble —gritó—. ¡Te odio! Devuélvelo ahora.
—Oh, no. Esa es Bentley —gimió la tía Felicity un momento antes
de que la niña añadiera—: ¡Mamá!
Una versión en miniatura de la tía Felicity, con el mismo pelo rojo
y los mismos ojos azules, entró en el vestíbulo y se detuvo cuando vio a
su madre junto a mi escalera. Poniendo las manos en las caderas,
anunció: —Beau se llevó mi gorro de Papá Noel otra vez.
La tía Felicity suspiró con cautela y se encontró con mi mirada
como si quisiera compadecerse de mí antes de responder: —Sabes, solo
te molesta así porque le gustas, cariño.
—Uy, mamá. Qué asco. —Bentley, de trece años, arrugó la nariz en
una mueca—. Y no me importa. Solo quiero que deje de hacerlo.
—Bueno, entonces deberías decírselo a su madre. No estoy
exactamente en posición de regañarlo.
—¿No puedes decírselo? —se quejó Bentley—. Es tu mejor amiga.
No quiero que la tía Aspen piense que es una mala madre solo porque su
hijo es una pesadilla. Quiero decir, Lucy Olivia es la más dulce, pero Beau
es un completo imbécil.
—Vale, vale —interrumpió la tía Felicity—. Iremos juntas a hablar
con Aspen. ¿Qué te parece? —Tomando la mano de su hija, me miró—.
Hazme saber si necesitas algo más, ¿de acuerdo, Skylar?
—Lo haré —dije, sacudiendo la cabeza y sonriendo mientras veía a
las dos desaparecer, dejándome sola una vez más en el vestíbulo.
Tarareando en voz baja, colgué unos cuantos adornos más hasta
que se me acabaron los lugares a los que llegar. Entonces bajé la escalera,
llevando con cuidado la caja de adornos conmigo, para reposicionarme a
otros metros y decorar un nuevo sitio vacío del techo.
El murmullo de la conversación volvió a flotar hacia mí, las risas
ocasionales y las voces elevadas me hicieron sonreír con las partes que
pude escuchar. Era agradable volver a ver a todos. No me di cuenta de
que los echaría tanto de menos cuando me fuera a la universidad. El año
pasado, mi nostalgia fue tan fuerte que casi abandoné el primer semestre.
Pero después de una sola llamada a papá, me hizo superar la ansiedad,
y después de eso, él y mamá se aseguraron de llamarme al menos dos
veces por semana y de visitarme en mi dormitorio una vez al mes. Eran
los mejores, lo juro. La única razón por la que superaba este año tan bien
era gracias a ellos. Supongo que era una persona muy hogareña.
Volví a subir la escalera y seguí tarareando para mí, feliz de estar
aquí y de volver a mi ciudad natal. Estaba desenredando un adorno de
ángel de un pequeño tambor cuando llamaron a la puerta principal a un
metro y medio desde donde me encontraba.
—Está abierto —grité, preguntándome quién llegaba tarde.
Pensé que todos habían llegado ya. Tal vez alguien había salido
corriendo a su coche a buscar algo y había salido por la parte trasera de
la casa para volver por la delantera.
Liberando finalmente al ángel, levanté los brazos para colgarlo,
concentrándome en mi tarea mientras la puerta se abría.
Un momento después, una voz que no reconocí murmuró: —Vaya,
vaya, vaya. Feliz Navidad para mí.
Sin esperar recibir lo que parecía una clara insinuación, dirigí mi
mirada hacia la puerta aún abierta, donde un hombre de la edad de mis
padres me sonreía lobunamente, y su mirada recorrió mis leggings a
cuadros rojos y verdes hasta posarse en el dobladillo de mi falda vaquera
e iluminarse sobre la parte de piel desnuda que se veía en mi cintura,
donde se había subido el jersey porque tenía los brazos levantados.
Rápidamente bajé mis manos e instintivamente las moví para
proteger todas las partes que él miraba. —Eh... hola. ¿Puedo ayudarte?
Su mirada finalmente se encontró con la mía. —Eso espero. No
esperaba encontrarme con una cosita tan bonita como tú cuando vine
aquí.
Se pavoneaba hacia delante, como si se creyera atractivo. Y
supongo que podría haberlo sido... hace veinte años, veinticinco kilos
menos y con todo su cabello. Pero ahora, se veía como algo usado en
exceso. Las bolsas de los ojos tenían bolsas y su… Un segundo. Había
algo extrañamente familiar en la forma de su nariz y su boca. Como si lo
hubiera visto antes. En otra vida.
Oh. Qué raro.
Cuando se acercó, bajé de la escalera para no sentirme tan
atrapada, pero en mi apuro, tropecé y casi me caigo.
—Alto ahí, cariño. —Extendió la mano, como para atraparme, pero
la idea de que me tocara era más espantosa que aterrizar mal y romperme
un tobillo o algo así.
Y yo iba a la universidad con una beca de baile. Un tobillo roto no
era nada por lo que encogerse de hombros.
—Estoy bien —dije, recuperándome en el último momento y
levantando las manos para alejarlo, pero también con la esperanza de
que pareciera que le estaba transmitiendo lo bien que me encontraba.
Enviándole una risa nerviosa, me enderecé y me pasé el pelo largo
y oscuro por encima del hombro para ponerme en orden.
Así que estaba atrapada en el vestíbulo con un tipo espeluznante y
viejo; podía manejar esto. Sin problemas. Me aseguré de que, si me
mantenía en calma y evitaba el contacto, saldría bien.
Se detuvo y se quedó mirándome. Su ávida atención era extrema y
espeluznante y me puso la piel de gallina, porque no había forma de pasar
por delante de él para ir a otra parte a menos que lo atropellara o que él
decidiera apartarse de mi camino.
Tenía el mal presentimiento de que no se iba a mover pronto.
Mierda.
Cuando retrocedí otro paso, pareció darse cuenta de que me estaba
asustando, porque levantó ambas manos y dijo: —Oye, tranquila. No
muerdo. —Sus dientes se convirtieron en una sonrisa, y parecían dientes
que realmente morderían mucho. Luego añadió—: Al menos no en el
primer encuentro.
Cuando se rió de su terrible e inapropiado chiste, me encogí. Pero
Dios mío, este tipo era simplemente asqueroso y patético.
Pasando por delante de él, con la esperanza de que alguien más
entrara en el vestíbulo en cualquier momento y me salvara de quedarme
a solas con ese bicho raro, pregunté: —¿Has venido a ver al tío Knox o a
la tía Felicity? —ya que era la casa de ellos.
La pregunta pareció hacerle retroceder. —¿Tía Felicity? —preguntó,
frunciendo el ceño al enfatizar lo de tía—. ¿Eres pariente de Felicity?
—¡Oh! Uh, no. No técnicamente, supongo. —Entonces me puse de
puntillas y grité—: Tía Felicity. Tienes una visita.
Su invitado se acercó a mí y yo retrocedí otro paso.
Un par de movimientos más como este, y me tendría literalmente
contra la pared. Mierda.
—¿Qué eres técnicamente, entonces? —presionó.
—Eh... —La respuesta era larga y enrevesada, y tenía la sensación
de que al tipo no le importaban mucho las razones, de todos modos. Ni
siquiera estaba segura de por qué se molestaba en pedir una aclaración.
De repente, mi padre entró en el vestíbulo. —¿Skylar? —dijo—.
¿Qué pasa? Usaste tu tono nervioso… —Se interrumpió abruptamente
cuando su mirada se posó en el otro hombre.
Después de ver lo cerca que se encontraba el tipo de mí y cómo me
inclinaba obviamente hacia él, papá entrecerró los ojos y señaló. —Oye.
Aléjate de mi hija, amigo.
El invitado levantó inmediatamente las manos y dio tres enormes
y significativos pasos hacia atrás.
Qué bonito, quise decir con una risa de disgusto. Ignoró por
completo todas las señales que le enviaba para que se mantuviera alejado
de mi espacio personal, pero una palabra de otro hombre, y fue todo:
vale, me retiro.
Qué imbécil.
Reclamando mi libertad, me abalancé sobre papá, que me atrapó
inmediatamente, sujetando mi cara entre sus manos y estudiando mis
ojos.
—¿Estás bien? —murmuró en voz baja.
—Sí, por supuesto. —Moví la cabeza con insistencia, sintiéndome
tonta por haberme preocupado en primer lugar. Estaba en el lugar más
seguro del mundo: con mi familia.
De todos modos, papá me abrazó contra su pecho y me acarició el
pelo con dulzura. —¿Podemos ayudarte en algo? —preguntó duramente
al recién llegado, hablando por encima de mi hombro. La tensión que
percibí en sus músculos me dijo que seguro miraba amenazadoramente
al otro tipo, solo porque me había asustado.
—Sí, hombre. Tranquilo. Todo está bien. Solo estoy aquí para ver a
Felicity un par de minutos, y luego estaré fuera de tu... —Su voz se detuvo
antes de decir—: Espera. ¿No te conozco?
—Creo que sí, amigo —dijo papá con displicencia, enganchando su
brazo sobre mis hombros y haciéndonos girar como para sacarme de la
habitación, lejos del recién llegado.
Pero el otro hombre se adelantó, con los ojos entrecerrados.
—Mierda. Tú eres el imbécil que intentó matarme.
Papá se rió y negó con la cabeza. —No —respondió—. Creo que te
has equivocado... —Pero cuando volvió a mirar, se detuvo y parpadeó
antes de que el reconocimiento iluminara su mirada—. ¿Qué carajo? —
respiró, boquiabierto como si mirara a un fantasma.
Y sin más, me empujó detrás de él. —¿Qué demonios haces aquí?
Alarmada por la reacción de papá, me levanté en puntas de pie
para ver por encima de su hombro y encontrar a aquel otro hombre
poniéndose en posición de defensa como si estuviera dispuesto a tirarse
al suelo y pelear con mi padre allí mismo, en el vestíbulo.
En serio, ¿de qué iba eso?
Sin embargo, antes de que ninguno se moviera, una tía Felicity sin
aliento volvió a entrar en el vestíbulo. —Lo siento, yo... —Se detuvo a
trompicones al ver al otro hombre, solo para mirarlo con el mismo horror
y reconocimiento que papá.
—Alec —dijo finalmente—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Alec.
Oh, Dios mío. Mi cerebro giró cuando ese nombre pasó por él a gran
velocidad. Y de repente me di cuenta de por qué ese tipo me resultaba
tan familiar. Mamá me había enseñado una foto suya hace años. Había
envejecido mucho desde entonces, pero sin duda era el mismo Alec por
el que le había preguntado.
Mi padre biológico.
—¿Conoces a este imbécil? —Papá cargó contra la tía Felicity, su
voz acusadora como si la culpara de la presencia de Alec.
—Yo… —La confusión se extendió por sus rasgos antes de sacudir
la cabeza y decir—: Quiero decir, sí. Apenas. Es mi primo de Florida. Pero
hace más de veinte años que no lo veo.
—Debería haberse quedado en Florida, maldita sea —gruñó papá,
dirigiendo una mirada a Alec.
—Espera —contraatacó la tía Felicity, extendiendo la mano para
agarrar el brazo de papá—. ¿Cómo lo conoces?
Papá se limitó a sonreír. —Oh, ya sabes. Intenté matarlo.
—¿Qué?
—Pero solo porque intentaba matar a mi madre... y a mí —solté
rápidamente para que la tía Felicity no pensara que papá se había
convertido en una especie de maníaco homicida.
Papá me miró de nuevo, con ojos tristes y cómplices. —Descubriste
quién era, ¿eh?
Me encogí. —Ahora mismo —respondí con sinceridad.
Papá asintió con un solo movimiento de cabeza. —¿Se metió
contigo?
Sacudí la cabeza. —¡No! No, él... solo intentó ligar conmigo.
Papá hizo una mueca. —¿En serio? Qué asqueroso.
Casi me reí, totalmente de acuerdo con él.
Pero entonces la gravedad de la situación pareció abordarme y volví
a mirar a mi donante de esperma.
Alec Worthington.
Era la primera vez que veía en persona al tipo que dejó embarazada
a mi madre veinte años atrás o que estaba en la misma habitación que
él. No había sentido curiosidad por él, no desde que le pedí a mamá la
historia completa y ella me lo contó todo hace años, cuando yo tenía doce.
Por lo que contó, él no había sonado tan atractivo, y yo sentía que mi vida
estaba completa con el padre que ya tenía. Nunca necesité a este tipo en
mi esfera. Y mirándolo ahora, no lo quería en ella.
Pero, joder, era mi padre biológico.
Todo era tan... extraño.
—¿Todo bien aquí? —preguntó el tío Knox, apareciendo en la
apertura del vestíbulo. Al ver a Alec, señaló con el dedo—. ¿Quién diablos
es él?
—Um. —La tía Felicity le tomó el brazo con nerviosismo—. Cariño,
este es mi primo, Alec. Del lado de los Worthington. Él, eh... bueno, en
realidad no tengo ni idea de lo que está haciendo aquí, o incluso cómo
supo dónde encontrarme.
—Tu hermano Max me dijo que probara aquí —dijo finalmente Alec,
desviando su mirada de mí y de papá como si tratara de descifrar de qué
habíamos estado hablando.
—¿Max? —balbuceó la tía Felicity, poniendo una mano contra su
corazón—. Vaya, hace años que no lo veo. Tampoco estaba al tanto de
que sabía dónde estaba. ¿Está... quiero decir, está bien?
—Supongo —respondió Alec encogiéndose de hombros—. Parecía
el mismo imbécil de siempre.
—Ah —murmuró la tía Felicity—. Sí, eso suena típico. Entonces...
¿por qué te envió aquí?
—Necesito un préstamo —dijo Alec, haciendo una mueca—. Solo
un par de miles de dólares para pasar...
—No —interrumpió el tío Knox, alejándose de la tía Felicity y
acercándose a Alec—. Ya he oído suficiente. Tienes que irte ahora.
Alec frunció el ceño hacia mi padre como si lo culpara, pero luego
dirigió la mirada hacia el tío Knox. —No estaba hablando contigo, amigo.
Ahora si te haces a un lado y me dejas dirigirme a mi prima...
—Bueno, tu prima es mi esposa, y su dinero es nuestro, así que
digo que no. Ahora piérdete antes de que te eche.
Alec debería haberse acobardado. El tío Knox no era un tipo
pequeño. Estaba lleno de músculos y solía ser un boxeador en su día.
Pero Alec se limitó a resoplar antes de volverse suplicante hacia la
tía Felicity. —Vamos, Felicity. Somos familia.
La tía Felicity levantó la barbilla. —Toda mi familia se encuentra al
otro lado de esa puerta. —Señaló hacia la entrada que conducía al resto
de la casa—. Lo siento, pero no eres nada para mí, Alec.
Cuando empezó a discutir con ella, Ayden, de dos años, la persona
más joven de la casa, entró caminando en la habitación. Preocupada por
si se veía envuelta en el enfrentamiento entre adultos, me adelanté y la
cogí en brazos.
Apareció el tío Mason, con aspecto frenético hasta que me vio
sosteniendo a la niña. —Oh, gracias a Dios —respiró—. Asher me puso
al cuidado de los niños pequeños, pero vaya, esta pequeña puede moverse
más rápido que...
Empezó a acercarse a Ayden, solo para notar finalmente la tensión
en el aire. Mirando de papá a la tía Felicity y al tío Knox, posó su mirada
en Alec y se detuvo. —¿Qué está pasando?
—¿Mason Lowe? —dijo finalmente Alec, entrecerrando los ojos.
El tío Mason entornó los ojos hasta que sus cejas se dispararon.
—Mierda —exclamó—. ¿Qué demonios hace aquí? —le preguntó a
papá.
—¿Por qué no llevas a Sky y a Ayden a la otra habitación? —le dijo
papá al tío Mason en voz baja.
El tío Mason me cogió inmediatamente del brazo, pero Alec
entrecerró los ojos y señaló entre él y papá. —Espera un segundo. La
última vez que los vi juntos, ustedes...
Se le cortó la voz y se quedó con la boca abierta antes de que su
cara se volviera de un rojo intenso y furioso. —Maldita sea —gruñó—.
Esa perra, Eva, está aquí, ¿no?
—En tu lugar, yo vigilaría cómo hablas de mi mujer —advirtió papá,
con la voz cada vez más baja y tranquila, como solía hacer cuando estaba
más enfadado.
—Tu... —Alec empezó a repetir antes de hacer una pausa para
echar la cabeza hacia atrás y reírse—. ¿Te has casado con esa puta inútil?
¡Qué partido!
—¡Eh! —Empecé a dar un paso adelante, pero el tío Mason me cogió
del brazo.
En ese momento empezó a llegar más gente a la apertura del
vestíbulo, ya que se había difundido la noticia de que ocurría algo.
Cuando la tía Remy me vio con su hija, se apresuró a recogerla.
En cuanto mis brazos se vaciaron, me sentí expuesta y me acerqué
al tío Mason, que me rodeó los hombros con un brazo protector. Mientras
todos murmuraban entre sí, hice contacto visual accidentalmente con
Dominic, que estaba de pie junto a Julian. Algo en su mirada pareció ver
que pasaba por un momento traumático y se compadeció de mí en
silencio.
Fue una mirada tan fuerte e intensa que aparté la vista, incapaz de
soportarla en ese momento, solo para ver aparecer a mi madre y tratar
de asomarse entre los demás para ver qué pasaba.
—Mamá —dije con pánico, antes de pensar bien mis acciones. Solo
quería advertirle de alguna forma lo que estaba a punto de experimentar.
Pero en lugar de buscar el peligro a su alrededor, vino directamente
hacia mí como si quisiera protegerme.
Alec clavó al instante su mirada en ella, entrecerrando los ojos
cuando llegó hasta mí y me cogió la mano. —¿Mamá? —repitió, mirando
entre nosotros, antes de conformarse con mirarme con asombro.
Apreté los dedos de mamá y se me revolvió el estómago. Ella por fin
siguió mi mirada, solo para tropezar de nuevo contra mí.
De repente, papá se encontraba delante de las dos, dirigiéndose a
mamá y murmurando suavemente: —¿Campanita?
—Estoy bien, estoy bien —aseguró ella, sacudiendo la cabeza y
parpadeando hacia él antes de transferir su mirada sorprendida a Alec.
—¿Qué diablos? —dijo, sacudiendo la cabeza lentamente mientras
parpadeaba a mamá. Luego a mí. Luego a mamá de nuevo—. Tú no eres...
—Después volvió a quedarse boquiabierto mirándome—. No es... No. Ese
bebé murió. —Volvió a mirar fijamente a mamá—. ¿No fue así? ¿Cómo
pudo sobrevivir después de...?
Cuando mamá se negó a responderle, el vestíbulo, ahora lleno de
cuarenta personas, se quedó en silencio.
Entonces oí el silencioso murmullo de Julian: “Oh, joder”, antes de
que de repente estuviera a mi lado y me agarrara del brazo como si
quisiera protegerme. Con mamá pegada a mí en el otro lado y papá
delante de nosotros, me sentía como una sardina.
—Dios mío —jadeó la tía Felicity, tapándose la boca con ambas
manos. Se giró hacia Alec, solo para decir—: ¿Tú eres ese Alec? ¿Por qué
nunca conecté los puntos? Maldita sea. ¿Cómo pudiste golpear a una
chica que habías embarazado, esperando que abortara tu bebé?
—¿Esperando que abortara? —repitió Alec indignado. Se giró hacia
mamá—. ¿Estás diciendo que sobrevivió? Que... ella... —Su mirada se
encontró con la mía, y se puso un poco verde de miedo y probablemente
por las náuseas—. No es mi hija, ¿verdad?
—Es mi hija —respondió papá con firmeza.
Alec parpadeó, claramente confundido por eso. Entonces mamá
suspiró. —Intentaste matarla antes de que naciera. Ahora no es nada
para ti.
—Pero, sabes, gracias por la donación de esperma —le dije
encogiéndome de hombros—. Agradezco que me hayan creado y todo eso.
Así que ya puedes irte.
Un par de personas detrás de mí se rieron.
—Tiene razón. Deberías irte —le dijo el tío Knox a Alec.
Alec sacudió la cabeza vagamente, con los ojos pegados a mí.
—Pero...
—Vete a la mierda antes de que termine lo que empecé hace veinte
años —gruñó papá—. Nadie aquí te va a dar dinero.
Alec dio un salto y se dio la vuelta, sin mirar atrás ni discutir.
—Váyanse a la mierda entonces —gruñó—. Espero que ardan en el
infierno. —Luego cerró la puerta de golpe tras de sí.
Y estaba bastante segura de que sería la última vez que vería a mi
padre biológico.
Unas veinte personas se abalanzaron sobre mí, preguntando si me
encontraba bien, examinándome como si estuvieran seguros de que
hallarían daños físicos. Mis padres y mis tres hermanos no se apartaban
de mí. Y la historia de mi nacimiento se repitió para todos en caso de que
algunos no hubieran oído hablar de la noche en que Alec Worthington
golpeó a mi madre repetidamente en el estómago para matarme y le había
provocado un parto prematuro, dándome a luz a las treinta semanas.
Creo que lo manejé todo bien. Es decir, esta familia siempre tenía
una forma de hacer que las cosas parecieran divertidas o no tan molestas
cuando sucedían cosas malas. Pero por mucho que tranquilizara a cada
persona que preguntaba, diciéndoles que me encontraba bien, un raro
zumbido permanecía en mi cabeza. Me sentía como si estuviera viviendo
un sueño, como si nada de esto fuera real y no hubiera ocurrido en
realidad.
Salvo que todo lo demás era tan ordinariamente real. Como cuando
nos sentamos a comer y Teagan, de doce años, armó un escándalo porque
quería sentarse en la misma mesa que los hermanos Hamilton, o cuando
Cress, de cinco años, derramó su bebida sobre el regazo de su abuelo
Radcliffe, o cuando el tío Ten le dio un beso con lengua a la tía Caroline
bajo el muérdago.
Así que seguí adelante durante toda la comida, charlando con Nia
sobre las clases de la universidad, bromeando con Fox, el hermano
pequeño de Bentley, sobre cuántos panecillos se había comido, y
escuchando a Isabella cuando me recitaba sus líneas de su programa de
invierno en la escuela.
Todo el mundo siguió como si no hubiera pasado nada importante,
así que yo también lo hice.
Y de vez en cuando miraba hacia Dominic. Ocultando una sonrisa
cuando me di cuenta de que estaba atrapado sentado entre el tío Brandt
y el tío Noel, que discutían sobre los pronósticos de fútbol y seguían
intentando que Dominic eligiera un bando, me sonrojé cuando me miró
y me pilló mirando. Cuando sonrió, rápidamente dirigí mi atención a mi
comida.
No sé por qué lo hice. No es que supiera mucho de él como para
formar algún tipo de enamoramiento. Ni siquiera habíamos tenido una
sola conversación juntos. Siempre había estado con Julian cuando lo veía
y lo poco que le dije era parte de una charla de grupo. Y esta mañana, en
el baño, había estado demasiado ocupada disculpándome y tratando de
no mirar tanta carne perfecta que no nos habíamos puesto a charlar del
tiempo ni de nada.
Sintiéndome tonta por mi reacción, y repentinamente insegura, me
limité a remover mi comida hasta que todos los demás terminaron de
comer y llegó el momento de abrir los regalos.
La gente notó mi falta de apetito, por supuesto. La tía Reese se
abalanzó sobre mí en cuanto me levanté de la mesa y me rodeó los
hombros con un brazo, preguntándome si estaba bien. Luego se acercó
mamá, mirándome a los ojos como hacen las madres para ver si en serio
manejaba bien la velada o si reprimía algo de forma insana. Pero entonces
Trick se la llevó a rastras, exigiendo que fuera con él a la gran sala donde
estaban el árbol y los regalos. Pillé a papá mirándome desde el otro lado
de la habitación, pero solo me guiñó un ojo como para hacerme saber que
él también estaba preocupado pero que me iba a dar el respiro que
parecía necesitar. Le devolví un beso, pero me sobresalté cuando la tía
Felicity enganchó su brazo en el mío y anunció lo feliz que se sentía al
saber que, después de todo, era mi tía, o mi prima hermana, o lo que
fuera que fuéramos ahora.
La asfixia continuó cuando Chloe e Isabella se sentaron a mi lado,
una a cada lado, tan apretadas contra mí que casi se encontraban en mi
regazo. Sinceramente, era un poco difícil respirar con tanta atención y
preocupación. Pero sabía que era porque me amaban, así que lo soporté,
aunque tenía ganas de escabullirme a algún sitio y solo... procesar.
Había conocido a mi donante de esperma esta noche. Ese
pensamiento se repetía una y otra vez en mi cerebro.
No me quedé impresionada con él, pero entonces, podría haber sido
peor. Es decir, el tipo había intentado golpear a mi madre embarazada en
el estómago hasta el punto de que me abortara porque no quería ser
padre. Así que, sinceramente, me esperaba un tipo bastante terrible. Un
monstruo. Pero solo había sido... humano. Un hombre falible, de carne y
hueso. Fue una decepción y un alivio al mismo tiempo.
Me sentí aliviada de no llevar el ADN real del monstruo, pero
entonces, no podía odiarlo tanto como quería. No sentía nada hacia él, lo
que me hizo preguntarme y preocuparme de que tal vez debería hacerlo.
¿Estaba bien ser totalmente indiferente al hombre que te ayudó a nacer?
No estaba segura, así que me mordí el labio mientras todos los que
me rodeaban destrozaban sus regalos y hacían un desastre en el estudio
del tío Knox y la tía Felicity. Una vez que la generación más joven expuso
todos sus regalos, se pusieron a jugar e inspeccionar su botín, mientras
que los mayores parecían desplomarse como si estuvieran demasiado
agotados para moverse un centímetro más.
—¿Qué te ha comprado Julian? —Escuché a la madre de Nia
preguntarle. Estaba sentada junto al padre de la tía Julianna, que estaba
tan soltero como ella y no paraba de coquetear con ella.
Nia parpadeó y miró el papel de regalo esparcido por su regazo y el
de Julian. —Sabes... —empezó con el ceño ligeramente fruncido—. Creo
que todavía no he recibido nada de él.
Mi hermano se volvió hacia ella como si se sorprendiera al saber
esto. —¿No? —Frunciendo el ceño, comenzó a palparse como si buscara
su regalo en su persona—. Hmm. Juraría que lo puse bajo el árbol.
Entonces se delató completamente (o lo hizo a mis ojos, al menos)
cuando miró hacia Dominic, que se encontraba sentado en otro sofá,
junto a la tía Zoey. Cuando los labios de su amigo se apretaron en una
sonrisa de complicidad, de repente lo entendí.
—¡Oh, Dios mío! —jadeé, moviéndome hacia delante en mi asiento
para poder ver el espectáculo—. ¡No puede ser! ¿No lo hiciste?
Entonces fruncí el ceño. Un segundo. Nunca le había comprado
nada a Nia sin hacerme ir de compras con él para ayudar a elegirle el
regalo o al menos aprobar su elección. Pero este año no lo había hecho.
Le compró algo por su cuenta, lo que me hizo pensar que era mejor que
no le hubiera comprado lo que de repente sospeché que le compró.
Estaría súper enfadada si me hubiera mantenido al margen de la elección
de un maldito anillo de compromiso.
—¿No hizo qué? —preguntó Nia, mirándome sin comprender con
las cejas fruncidas.
Por encima de su hombro, Julian me lanzó una mirada matadora,
lo que significaba: ¡Mierda! De verdad le compró un anillo. Sin mí. Y estaba
a punto de proponerle matrimonio.
Vaya.
—¿De qué habla? —preguntó Nia, volviéndose hacia Julian.
Sacudió la cabeza e hizo una mueca como diciendo: “No sé de qué
va. Esa chica está loca”, justo antes de animarse. —Oh, oye. Aquí está.
Simultáneamente, sacó la caja del anillo de su bolsillo al mismo
tiempo que se deslizaba del sofá junto a ella para arrodillarse en el suelo
frente a ella.
Mientras Nia se quedaba con la boca abierta, su madre empezó a
abanicarse la cara y a murmurar: —Oh, Señor mío. Oh, Señor mío. Mi
bebé se va a casar.
—¡Esperen! ¿Qué está pasando? —Oí gritar a la tía Reese—. ¿Se
está declarando Julian? Quiero ver, quiero ver.
—Yo esperaría al menos dos quilates, Nia —dijo Ten.
—¡Así se hace, Julian! —gritó Luke—. Ponle un anillo.
Julian miró por encima del hombro con exasperación, frunciendo
el ceño hacia la sala. —Lo haré —gritó—. Si todos se callan y me dejan
preguntar.
Nia echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír. Cuando Julian se
volvió hacia ella, encogiéndose tímidamente, le cogió la cara con las dos
manos y le besó.
—Sí —dijo mientras se separaba, con lágrimas brillando en sus
ojos—. No me importa la manera bonita en que quieras pedirlo, la
respuesta es sí. —Luego extendió una mano temblorosa y Julian deslizó
el anillo en su lugar.
Y dos de mis personas favoritas en la tierra iban a casarse entre sí.
Esperé en la fila detrás de todos los demás para dar un abrazo de
felicitación a la afortunada pareja, pero una vez que lo hice, me di cuenta
de que nadie me prestaba atención. Era mi mejor oportunidad para
escabullirme y tener por fin ese momento a solas para despejarme.
Encontré mi abrigo en una pila de unos treinta más en la cama de
la habitación de Fox, y luego me escabullí por la puerta trasera y me
adentré en la tranquila noche.
La luz de una media luna brillaba en la nieve del patio trasero. El
patio carecía de viento, lo que habría hecho que la atmósfera invernal se
sintiera más como si estuviera viendo un cuadro si no fuera porque el frío
besaba instantáneamente mis mejillas.
Saqué los guantes del bolsillo, me los puse y me acerqué a un
banco donde me dejé caer con gratitud. Una capa de hielo en la madera
empapó instantáneamente el asiento de mis vaqueros y la niebla que mi
aliento creó flotó alrededor de mi cara de forma mística.
Sin embargo, me gustó el silencio, la quietud y la frialdad. Me dio
un momento para pensar y para obligar a mi cerebro a agudizarse y
concentrarse, y no a saltar de un lado a otro como lo habían hecho mis
pensamientos desde que me di cuenta de que estaba en la misma
habitación que mi donante de esperma.
Me encontraba bien, me dije. Tenía una gran vida, una gran familia.
Me iba bien en la escuela, cumpliendo con las exigencias de la danza y
los trabajos de clase. No tenía ningún motivo para sentirme mal. No
faltaba nada en mi vida; tenía al mejor padre del mundo en Pick Ryan. Y
sin embargo... me sentía... rechazada. No deseada. No querible.
Sabía que era una estupidez. Seguramente incluso demasiado
mezquino para mencionarlo a alguien. Ni siquiera quería una relación
con Alec, el imbécil Worthington. Quiero decir, yo había sido la que le dijo
que se fuera, después de todo. Pero el hecho de que era evidente que él
tampoco quería una conmigo, simplemente... dolía.
¿Quién más en mi vida no me querría algún día?
Antes de que pudiera sumergirme demasiado en la madriguera de
la miseria, la puerta trasera se abrió y Dominic salió. No me vio y, en
cuanto cerró la puerta, la luz del lavadero dejó de proyectarse hacia el
patio, por lo que volví a quedar envuelta en las sombras.
Pensando que estaba solo, se frotó las manos y siseó: —Mierda,
hace frío aquí fuera.
Me pareció descortés dejarle continuar suponiendo que estaba
solo, así que le dije: —¿A ti también te resultó un poco agobiante estar
ahí dentro?
Levantó la cabeza y, de alguna manera, pude ver su mirada a la luz
de la luna. La sorpresa y la intensa atención dominaban su expresión
mientras murmuraba: —Hola.
—Hola —respondí con tristeza, simplemente.
Pasó un momento de silencio, luego dio un paso atrás y levantó el
pulgar sobre su hombro. —Si necesitas un momento a solas, puedo volver
a entrar...
—No, no —interrumpí, agitando una mano para evitar que se
retirara, ya que obviamente él también necesitaba un momento lejos del
caos—. Tranquilo. No tienes que irte. Me sentía un poco claustrofóbica
con tantos allí. Pero una persona a mi lado sería realmente... agradable.
—Sí —asintió Dominic en voz baja, metiendo las manos en los
bolsillos de su abrigo, lo que hizo que su hombro se levantara de una
manera casi tímida, excepto que lo hizo ver más sexy—. Sé exactamente
lo que quieres decir. Es una locura ahí dentro.
Cuando se acercó al lugar donde me sentaba, me desplacé en el
banco para hacerle sitio, aunque ya había mucho espacio en el banco a
mi lado.
Dominic reconoció la invitación sin palabras como lo que era y se
sentó tranquilamente a mi lado, con las manos aún en los bolsillos, lo
que hizo que sus codos sobresalieran más de lo habitual hasta que uno
de ellos apenas rozó mi manga.
—¿Diferente a lo que estás acostumbrado en Navidad? —pregunté,
inclinándome hacia él para darle un codazo a propósito.
Me sonrió, solo para que su expresión se volviera solemne y
pensativa. —Sí —aceptó—. Y sin embargo, muchas cosas son iguales,
también.
—¿Es más difícil o más fácil de lo que pensabas pasar las fiestas
sin ellos? —pregunté, tratando de ser reflexiva y con tacto pero también
abierta a escuchar si quería hablar de su familia.
—Ambos —dijo finalmente después de un momento—. No me estoy
revolcando en la pena como creí que lo haría. —Levantando las cejas, me
miró significativamente—. Tu hermano me ha evitado con éxito cualquier
acción de este tipo. Pero luego los pequeños pensamientos me asaltan
desprevenidos y me sorprenden con una puñalada de arrepentimiento.
—¿Cómo qué? —pregunté, observándolo con la cara ligeramente
inclinada.
Mirando hacia el oscuro patio trasero, exhaló un suspiro, arrastró
las manos de su regazo a las rodillas y contestó: —Yo no... tonterías al
azar, como tu tío, Asher, creo...
—Sí —lo animé.
Asintió con la cabeza. —Estaba tarareando mientras ayudaba a tu
hermana a llenar las medias. Y solo... —Con una pequeña risa, sacudió
la cabeza—. Recuerdo que mi madre también solía hacer eso. Cuando me
di cuenta de que no iba a volver a oírla hacer eso, yo... Fue duro.
Con el corazón roto por él, extendí el brazo y puse mi mano con
guante en su rodilla, directamente sobre la suya desnuda. —Lo siento —
dije—. Por tu pérdida.
—Gracias. —Colocó su otra mano sobre la mía enguantada, de
modo que mis dedos quedaron atrapados entre los suyos. Estuvimos
sentados así, sin hablar, durante un minuto más, antes de que me mirara
de reojo y pareciera desprenderse de él algo de picardía—. ¿Quieres saber
un secreto? —preguntó.
Sentándome más derecha y dispuesta a seguir su cambio de
humor, me animé. —Por supuesto. Me encantan los secretos.
Su sonrisa se amplió. —En realidad te he seguido hasta aquí.
Me quedé con la boca abierta, porque inmediatamente pensé que
me había seguido porque estaba interesado en mí, pero entonces... no.
Probablemente solo quería ver cómo estaba. Como todos los demás esta
noche.
—Oh, Dios —gemí, encogiéndome y cubriendo mis orejas con
ambas manos antes de dejarlas caer sobre mi regazo y murmurar—: Tú
también no. Estoy bien, de verdad. Lo juro. Quiero decir, vale, ha sido
extraño ver a mi padre biológico por primera vez. Y a quién le importa si
no quiere tener nada que ver conmigo. Lo que sea. Eso me hace la vida
más fácil, ya sabes, porque yo tampoco quería nada con él.
—Pero probablemente habría estado bien que al menos hubiera
actuado con cierta curiosidad por ti —murmuró con la voz más lógica que
nunca.
—Sí, claro. —Extendí mi mano, reconociendo eso—. Sin dudas,
pero no lo hizo, así que... genial. Lo que sea. Puedo vivir con eso. Ya tengo
el mejor padre de la historia. No necesito otro.
—Excepto que uno debía preocuparse, pero no lo hizo, lo que hace
que te preguntes qué tienes de malo.
—Oye, eso no es para nada lo que estaba pensando —grité antes
de morderme el labio porque era una mala mentirosa.
—¿De verdad? —Su ceño se frunció pensativo—. Oh. Lo siento. Es
que eso es lo que yo habría pensado si hubiera estado en tu situación.
Como él actuaba de forma tan sensata, tranquila y disculpándose
por ello, me tranquilicé un poco y admití de mala gana: —Vale, puede que
se me haya pasado por la cabeza, pero sinceramente no soy tan insegura.
No necesito su aprobación.
—Bueno, bien. —Bajó las manos a la parte superior de sus muslos
como si la situación estuviera resuelta entonces—. De todos modos, no
he venido a ver cómo estás.
—Bueno, bien, porque no necesito... espera, ¿qué? ¿De verdad?
—No. Quiero decir, estaba un poco preocupado, pero esa no era mi
intención principal.
—Entonces... —Miré a mi alrededor con absoluta confusión—. ¿Por
qué me has seguido hasta aquí?
Dominic no respondió. Volví mi atención hacia él y se quedó
mirándome hasta que la bombilla se encendió de repente en mi cabeza.
—¡Oh! —solté. Oh, mierda.
—¿Eso te asusta? —me preguntó. Su mirada era cautelosa pero
intensamente buscadora, como la de un león que espera pacientemente
en la hierba alta una invitación de su presa para abalanzarse.
Mis labios se separaron, mientras le devolvía la mirada. Este tipo
se estaba volviendo más interesante por momentos.
—No —dije lentamente, sacudiendo la cabeza—. No estoy asustada
en absoluto. Solo... tengo curiosidad. Ni siquiera nos hemos hablado
mucho. No pensé...
—Ergo, la razón por la que te he seguido fuera. —Extendió la
mano—. Porque me gustaría hablar contigo y conocerte mejor.
Mi sonrisa resurgió con fuerza. —¿De verdad?
Se rió. —¿Por qué pareces tan sorprendida? Eres preciosa y dulce
mezclada con algo de ingenio. Eso es como los ingredientes de la chica de
mis sueños, justo ahí. Por supuesto que quiero saber más. Quiero saberlo
todo. Incluso Julian sabía que me fascinabas. Me dijo antes de salir de la
universidad que no podía coquetear contigo.
Con un jadeo indignado, me presioné un guante en el pecho. —¿Él
hizo qué?
Dominic sonrió. —Dijo que sería demasiado raro ver a su hermana
y a su mejor amigo enrollarse, así que... —Se encogió de hombros—. Se
puso firme y me dijo que ni siquiera lo pensara. Pero creo que voy a tener
que decepcionarlo y coquetear contigo, de todos modos.
Una risa brotó de mí por la forma en que lo dijo, como si estuviera
confundido y sorprendido por su propia revelación. —Oh, eso harás,
¿verdad?
Se encogió de hombros. —Bueno, sí. Es decir, estamos sentados
bajo el muérdago. Me parece apropiado que te bese.
—¿Qué? —exclamé, levantando la vista para ver por encima de
nosotros, y luego fruncí el ceño cuando no vi absolutamente nada sobre
nuestras cabezas más que la luz de la luna—. No estamos sentados bajo
el muérdago.
Con una sonrisa, el mejor amigo de mi hermano se inclinó hacia
mí. —Supongo que tendremos que improvisar y fingir que está ahí,
entonces.
Cuando me besó, respiré sorprendida. A pesar del frío, sus labios
se sentían muy cálidos y suaves cuando se apretaron suavemente contra
los míos. Me hundí en él y le devolví el beso.
Un gemido hambriento retumbó en el fondo de su garganta. Me
acerqué más. Él se acercó más. Su dedo se enredó en mi pelo en la nuca,
apretando mientras abría la boca. Cuando mi lengua se encontró con la
suya, agarré la parte delantera de su abrigo con las dos manos y me
aferré con fuerza mientras me llevaba a lugares en los que nunca había
estado con un solo beso.
Cuando por fin nos separamos, respiramos con dificultad,
enturbiando el aire con nuestra pasión, apoyamos nuestras frentes entre
sí como si necesitáramos el apoyo extra.
—Vaya —dije finalmente.
Hizo un sonido de placer y me tocó el pelo. —Feliz Navidad, Skylar.
—Feliz Navidad, Dominic.
No tenía ni idea de lo que saldría de esto, o si algo saldría, pero por
ahora era perfecto: nuestro pequeño momento robado en una noche de
tristeza y celebración, diciendo adiós a una temporada de nuestras vidas
y dando la bienvenida a otra.
Era exactamente lo que ambos necesitábamos.
Y entonces sonreí.
Feliz Navidad, en efecto.
.
Cress
Desgracia.
Era una palabra tan extraña, ¿no? Era tan triste, deprimente, y
bla, bla, bla.
Pero la desgracia era yo. Desgracia era el amor. Desgracia era el
mundo entero.
Todo se sentía tan desesperado y sin brillo. ¿Qué sentido tenía
seguir adelante?
Suspiré y dejé caer la mejilla sobre el cojín del sofá en el que estaba
tumbado mientras volvía a mirar la pantalla de la televisión al otro lado
de la habitación, viendo a dos chicos que intentaban impresionar a una
chica insistiendo en que no les gustaban los tacos.
Idiotas. ¿No sabían que mentir no funcionaba?
Yo ya había probado esa vía. Muchas veces. Quiero decir, tenía que
hacerme parecer atractivo, ¿verdad? Asegurar una pareja. No quería
envejecer solo y convertirme en un viejo malhumorado como el miserable
de la película. Tenía que hacer todo lo posible para conseguir algo de
amor.
Así que había mentido un poco. Pero nadie me había querido, ni
siquiera entonces.
Entonces, probé la filosofía de mi compañero de piso. Sé tú mismo,
había insistido Trick. Muéstrale a algún tipo tu verdadero yo. Créeme, la
persona adecuada lo apreciará.
Pero la cosa era que el auténtico Trick era un tipo genuinamente
genial. Tenía esa forma de ser que te hacía sentir relajado y tranquilo y
como en casa cuando estabas en su compañía.
Yo no era de ninguna manera relajado o tranquilo.
Imaginen a una persona relajada y tranquila, y luego denle unas
veinte tazas de espresso. Con cobertura batida. Luego un poco de jarabe
de chocolate rociado sobre eso. Con chispas. Y esa era mi versión de la
calma.
Es decir, me amaba a mí mismo, pero incluso tenía que admitir que
era un poco hiperactivo. Algunas personas están conectadas de esa
manera. Y tendía a molestar a los que no lo estaban.
Pero me aguanté las reservas y probé a ser yo de todos modos.
Cuando conocí a Derek, desaté todo el poder de Cress sin adulterar. Todo,
a tope, sin frenos, ya saben. Y parecía que le gustaba.
Así que me enamoré de él. Obviamente.
Tres semanas después, decidió que había tenido suficiente del
expreso de Cress, y...
Se bajó del tren sin esperar a que llegara a la siguiente estación.
Así que aquí nos encontrábamos, ahora, más de un mes después,
y yo seguía sintiéndome usado y abandonado, como una servilleta sucia
y arrugada que se había metido detrás del cubo de la basura y había sido
olvidada para siempre, generando polvo y moho. Ni siquiera era lo
suficientemente bueno para un vertedero.
Sabía que debería estar estudiando para los exámenes finales. Mi
primer año de universidad llegaba a un final muy repentino, y había
tenido buenas notas.
Hasta que Derek me había dejado.
Pero ahora...
¿Qué sentido tenía la educación superior? ¿Qué sentido tenía todo?
Cuando la puerta principal se abrió de golpe y una figura llenó la
entrada antes de entrar, aspiré un poco y levanté la cabeza.
¿Derek?
Pero no, solo era Trick.
Suspirando decepcionado, volví a dejar caer la mejilla sobre el
cojín.
—Oye, chico —empezó, solo para mirar hacia la televisión y gemir
cuando se detuvo—. ¿Hablas en serio? ¿Monster House? ¿Otra vez?
—¿Qué? Deja de molestarme. Es una película épica.
—De acuerdo. Ya está. —Se acercó a mí y me dio una palmada en
los pies en el otro extremo del sofá.
Lo sé. Grosero, ¿verdad?
—Levántate y ponte los zapatos —me ordenó mi primo, que no era
realmente un primo—. Vas a venir conmigo.
—¿Qué? ¿Por qué? —Me quejé. ¿No se daba cuenta de que solo
quería quedarme aquí tumbado y sufrir?—. ¿A dónde vamos?
—A por un helado. A comer una hamburguesa. No me importa. Solo
tienes que alejarte del apartamento por un rato, hombre. ¿Has ido a clase
esta semana?
No.
Pero arrugué la nariz y respondí: —Creo que sí.
Suspiró y se puso las manos en las caderas mientras miraba al
techo, seguramente buscando la guía divina antes de volver a enfrentarse
a mí. —Eso significa que no. Jesús, Cress, vas a arruinar todo tu futuro
si sigues así, y luego tus padres me echarán la culpa a mí porque se
supone que soy responsable de ti.
Puse los ojos en blanco. Y él dijo que yo era el dramático. —No eres
responsable de mí.
—Sí —argumentó, levantando las cejas—. Más o menos lo soy.
Este era el problema de vivir con un tipo que era como de la familia
y que era cinco años mayor que tú. Se convertía en un hermano mayor y
asumía que tenía que cuidar de ti, mientras que yo había pensado que
seríamos más bien compañeros de piso para divertirnos.
Ambos nos equivocamos.
—Da igual —refunfuñé mientras me ponía en pie de mala gana y
me movía por la habitación para coger unos zapatos—. Acabemos con
esto.
Ni siquiera me planteé decirle que no. Conociendo a Trick, solo se
quejaría hasta que hiciera algo que le satisficiera.
—De acuerdo —le dije, sabiendo exactamente lo desarreglado y
desaliñado que parecía—. Estoy listo.
Me miró de arriba abajo y arrugó la nariz. —¿Qué demonios tienes
en la camisa?
Miré hacia abajo, vi manchas rojas y levanté esa parte de la camisa
hacia mi cara, oliendo. —Kétchup —declaré.
—Uff. —Levantó ambas manos, apartándome mientras hacía una
mueca de dolor—. Solo... Ve a cambiarte. No, mejor aún, date una
maldita ducha y luego busca ropa limpia. Y date prisa, ¿quieres? No tengo
todo el día.
—Uy. Eres tan mandón. —Pero, de todos modos, salí al pasillo para
hacer lo que él decía.
Ir a por un helado no me pareció tan mala idea, la verdad. Y cuando
el chorro de agua caliente de la ducha me golpeó por primera vez, suspiré
en agradecimiento.
De acuerdo, tal vez las duchas eran una razón para vivir.
Cuando terminé la mía, salí y cogí una toalla para secarme, solo
para que mi estómago refunfuñara.
La comida podría ser otra razón para seguir adelante. Sobre todo
si se trataba de un batido y una hamburguesa.
Para cuando volví con Trick, extrañamente me sentía listo para
salir un rato.
Estaba leyendo algo en su teléfono cuando me detuve ante él y abrí
los brazos de par en par, dispuesto a recibir una nueva crítica.
Al notar mi presencia, levantó la vista y realizó una lenta inspección
de hermano mayor, y luego asintió. —De acuerdo. Vamos.
Y así nos fuimos.
—Sabes, chico —empezó a hablarme en cuanto estuvimos en su
coche con el motor rugiendo y los neumáticos rodando por la calle—. Sé
que ser abandonado duele. He pasado por ello. Las rupturas nunca son
divertidas. Pero qué importa si no funcionó contigo y con como se llame.
El tipo no te merecía. Ahora es el momento de salir y buscar a alguien
nuevo. Ya sabes... —Dio un codazo en el asiento en mi dirección y movió
las cejas—. Estás en la universidad, por el amor de Dios. Esta es la época
en la que exploras y-y...
Le miré mientras buscaba a tientas la siguiente oración. —¿Y qué?
—Y... —Siseó una maldición y extendió una mano—. Y sales a
explorar, maldita sea. ¿Te parezco un póster de una cita inspiradora? ¿O
mi padre?
—Bueno, en realidad... —Entorné los ojos hacia él—. Sí te pareces
mucho a tu padre, ya que, ya sabes, es tu padre.
—El caso es que... —recalcó, hablando por encima de mí—. Si tengo
que ver a ese viejo cascarrabias de Nebuchadrezzar besándose con su
casa una vez más en esa estúpida película que no dejas de ver...
—Se llama Nebbercracker.
—Voy a volverme loco y a herir a alguien —añadió, empezando a
levantar la voz—. Y ese alguien probablemente serás tú. Así que por tu
propia salud...
—Sí, no haces las chalas profundas como tu padre, en absoluto.
—¡Tienes que superar esto ya! —terminó con un grito.
Hice una mueca de dolor y me tapé los oídos. —Vale. Vaya. Te he
oído.
—Jesús. —Sacudiendo la cabeza, Trick redujo la velocidad del
coche y se detuvo en la acera frente a una casita de estilo bungaló, de
color azul claro con adornos blancos.
—Umm... —Miré por la ventanilla del pasajero—. Esto no parece la
heladería.
—No lo es. Constance vive aquí.
Mis cejas se alzaron con interés mientras me giraba para mirarlo.
—¿Constance? ¿Te refieres a Constance la sexy que está en un proyecto
de grupo contigo en una de tus aburridas clases de posgrado de la carrera
de Derecho?
Frunció el ceño. —Sí. Y deja de llamarla así. Nunca debí mencionar
que era atractiva. Ahora quédate aquí, pórtate bien, y ya vuelvo. Acaba
de enviar un mensaje, así que sé que está en casa. Voy a entrar
rápidamente y buscar unos apuntes porque me perdí la clase esta
semana. ¿De acuerdo?
—De acuerdo. —Le guiñé un ojo de forma obvio—. Me quedaré aquí.
Tú coge los apuntes. —Hice comillas en el aire alrededor de la palabra
apuntes.
Puso los ojos en blanco mientras abría la puerta. —Eres un imbécil.
Quédate aquí, ¿vale? ¡Oh! —Hizo una pausa antes de salir para poder
chasquear los dedos y señalarme con un dedo—. Y ten cuidado con
Maverick.
—¿Maverick? —Levanté las cejas—. ¿Quién es Maverick? ¿Tiene
Constance la sexy un perro?
—No. Constance, solo Constance, no tiene perro. Maverick es un
ser humano, y Constance se ha quedado con él durante unas semanas.
Es grande, malhumorado y exaltado. Y probablemente desayune cositas
dulces como tú, así que... —Sacudió el dedo con el que señalaba e hizo
una mueca—. Bueno, ya sabes —terminó. Luego salió del coche, cerrando
la puerta del lado del conductor tras de sí.
—Sí —dije al interior vacío—. Definitivamente no tienes la forma de
hablar del tío Pick, amigo. Ni siquiera un poco.
Lo cual era triste. Era simplemente triste.
Al ver que Trick se acercaba a la puerta principal y llamaba antes
de ser admitido en el interior, suspiré.
Es hora de hacer de vigía, supongo.
A los cinco minutos de estar esperando, estaba silbando “Itsy-Bitsy
Araña” cuando una camioneta de gran tamaño con tracción a las cuatro
ruedas ingresó en la entrada de la casa de Constance la sexy.
Me detuve antes de que la lluvia pudiera llevarse la araña, fruncí
el ceño y me incliné hacia delante para mirar por el parabrisas delantero.
—Bueno, ¿a quién tenemos aquí? —murmuré para mis adentros.
El tipo que bajó del camión llevaba una camiseta gris, vaqueros
negros, chaqueta de cuero negra y botas de obrero de construcción color
canela. Asentí porque, oh sí, parecía que podía ser un obrero de la
construcción. De complexión grande y tosca, sin afeitarse pero tampoco
con barba, con el pelo oscuro en punta y una mirada de no me jodas.
Mmm. Sí. Había algo absolutamente delicioso en los trabajadores
de la construcción. Eran tan físicos. Tan duros. Tan masculinos.
Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo mientras apreciaba la
vista.
Entonces él hizo lo impensable. Levantó la mano para rascarse la
nuca, mostrando un dobladillo lo suficientemente elevado como para
mostrar los ojales plateados que rodeaban su cinturón negro. Le restaban
importancia a su aspecto de obrero de la construcción y le daban un aire
más de chico malo y metrosexual. Lo cual, para mí, era aún más sexy.
Un sonido de necesidad se abrió paso desde el fondo de mi
garganta. Pero si este era Maverick, yo quería uno.
Un segundo.
¿Maverick?
Oh, mierda. Se suponía que debía estar atento a Maverick, ¿no?
Quiero decir, Trick no había dicho esas palabras exactas, pero si estaba
dentro de la casa de Maverick, intercambiando apuntes actualmente con
la chica que vivía con Maverick, entonces tenía la sensación de que no
quería que le pillaran con todas sus páginas expuestas.
—Maldita sea, maldita sea, maldita sea —murmuré, tanteando el
pestillo de la puerta para salir del antiguo coche de Trick.
Estúpidos coches viejos. El pestillo de la puerta siempre se
atascaba en esta trampa mortal. ¿Por qué Trick tenía que heredar de su
padre su amor por los coches clásicos?
Hubiera sido mucho mejor que recibiera la sabiduría del tío Pick y
su habilidad para dar buenos consejos.
Quiero decir, maldita sea.
—Ya voy, amigo —gruñí, empujando mi hombro tan fuerte como
pude contra la puerta mientras accionaba la manija, casi dislocando la
articulación en el proceso, y cayendo del coche para derrumbarme en el
bordillo sin gracia—. Cress al rescate.
No iba a dejar que este obrero de la construcción metrosexual
hiciera daño a mi primo favorito. No, señor.
—¡Oye, uh, Maverick! —grité, levantándome del suelo, quitándome
la hierba y los escombros que se me pegaron.
Pero no hacía falta que gritara. Ya había captado la atención del
bombón.
Se había detenido en el momento en que salí disparado del coche
como en una caja de sorpresas, y ahora estaba inclinando la cabeza y
parpadeando como si estuviera tratando de averiguar qué era yo.
Cuando nuestras miradas se encontraron, se me cortó la
respiración. Pero, vaya, era realmente guapo.
No es que pudiera concentrarme en eso en ese momento. Trick me
necesitaba.
Le mostré a Maverick mi sonrisa más brillante y encantadora.
Tal vez podría practicar un poco el coqueteo de “este es el verdadero
Cress” mientras lo distraía para que no entrara, si es que no era
homófobo y trataba de patearme el trasero por ello.
—Eres Maverick, ¿verdad? —pregunté, levantando la barbilla en
señal de saludo mientras me acercaba.
No me devolvió la sonrisa. En todo caso, frunció más el ceño.
Aunque honestamente, nunca había visto un ceño fruncido tan
sexy. Quiero decir, guau. Quería trazar cada hendidura mágica de ira en
su cara con las yemas de los dedos.
Pero aun así...
Coquetear parecía ser un no definitivo aquí. Comprobado.
Me aclaré la garganta, dejando caer la sonrisa.
—Sí —contestó finalmente, bajando la mirada a mi cuerpo y luego
volviendo a mi cara—. ¿Te conozco?
Su voz era grave y rasposa, lo que hizo que mi abdomen se tensara
de necesidad.
Instintivamente quise responderle que podía conocerme si quería.
Pero no. No, no iba a coquetear con él. Obviamente, estaba con Constance
la sexy.
Constance la sexy que en ese momento se encontraba dentro con
Trick.
Mierda. ¡Trick! Sí, claro. Tenía que evitar que este bombón se
metiera dentro hasta que Trick saliera.
—No. Todavía no hemos tenido el placer —dije, deteniéndome
finalmente frente a él para poder extenderle la mano—. Pero soy Cress.
Cress Gamble.
Frunció el ceño ante mi mano, sin tocarla, y luego volvió a mirarme.
—¿Y?
¿Y? ¿Y qué? Oh Dios, no tenía ningún “y”. Mi mente se vació por
completo de todo pensamiento. No podía pensar en una sola cosa que
decir para mantenerlo aquí y distraído.
—Maldita sea, lo siento —solté—. Sé que estoy arruinando todo
esto, pero no puedo recordar lo que iba a decir. Eres tan atractivo, y no
puedo pensar con claridad.
—Oh, cielos —murmuró con un resoplido de disgusto—. Otra vez
no.
Dio un paso intimidatorio hacia mí y levantó un dedo amenazante,
haciéndome retroceder a trompicones para alejarme de él.
—Mira. No sé quién los sigue enviando a mi casa, imbéciles. Pero
esto ya empieza a molestarme. Así que vuelve y dile a quienquiera que
esté moviendo tus hilos que se vaya a la mierda y me deje en paz. ¿De
acuerdo?
Le parpadeé, totalmente perdido. —¿Eh?
Puso los ojos en blanco y se alejó. —Adiós.
Mientras subía los escalones hacia la puerta principal, mis ojos se
abrieron de par en par. —¡No! Espera.
Lo rodeé y me coloqué entre él y la puerta sin apenas dejar espacio,
justo cuando empezó a coger el pomo de la puerta. Me hizo aterrizar,
como, prácticamente contra él, nuestras caras a solo centímetros de
distancia. Y lo que es peor, no se apartó para salir de mi espacio. Y
compartir un espacio tan cercano con él se me subió a la cabeza.
Porque se veía aún mejor así de cerca. Tenía los ojos marrones
como el chocolate y unos labios muy suaves y besables.
Pero no parecía tan atraído por mi magnetismo como yo por el suyo.
—¿Qué carajo? —Su definida mandíbula se endureció y sus ojos se
entrecerraron mientras siseaba—: Apártate de mi camino.
Estuve a medio segundo de convertirme en un panqueque.
—Vale, uno —empecé, apenas consiguiendo levantar un dedo entre
nosotros—, por favor, no me des una patada en el culo. Dos, lo siento
pero no tengo ni idea de lo que estabas hablando ahí abajo, y tres...
Aclarándome la garganta, traté de no pensar en lo agradable que
era estar tan cerca de él. Pero, diablos.
—Hueles muy bien —terminé soltando, de todos modos.
Mierda, no. Debería haber dicho cualquier cosa menos eso.
Con una mueca de dolor, corregí: —No, espera. Quiero decir, no se
suponía que eso fuera el número tres. En realidad era solo una
observación al margen. A veces me desvío de lo que estoy hablando, ya
ves, y...
—He dicho que te muevas —me ordenó.
—Bien —dije como si estuviera de acuerdo porque a la gente parece
gustarle más que se le dé la razón—. Pero la cosa es...
Me estremecí cuando su rostro se ensombreció de manera
amenazadora. Sí, este tipo tenía unas habilidades de intimidación
impresionantes. Excepto que Trick era mi amigo. No iba a defraudarlo.
—Me gustaría poder apartarme de tu camino porque no quiero
morir —empecé, intentando sonreír pero probablemente encogiéndome
demasiado para hacerlo creíble—. Pero se supone que ahora mismo soy
el tipo que vigila. Al menos, creo que lo soy. Sinceramente, no estoy muy
seguro. Pero para estar seguro, no puedo dejarte entrar.
—¿El que vigila? —repitió, solo para echar un vistazo al patio y
volver a fruncir el ceño hacia mí—. ¿Alguien me está robando?
—¿Qué? No. Por supuesto que no. —Quiero decir, a menos que él
pensara que si alguien se quedaba con su chica era básicamente como
ser robado.
—Entonces, ¿hay alguien dentro con Connie? —contraatacó con
demasiada perspicacia, leyendo totalmente mi expresión facial.
Tuve que detenerme un momento en la palabra Connie. Y, eh,
saben, ese era probablemente un mejor apodo para ella que el de
Constance la sexy. Iba a empezar a llamarla Connie de ahora en adelante.
—¿Connie? —repetí con un pequeño respingo.
La cara de Maverick se volvió de un rojo intenso y furioso. —¿Se
está metiendo con otro puto perdedor? Le advertí...
—Oye —interrumpí—. No es un perdedor. Te haré saber, Tri...
—Apártate de mi camino.
Cuando pasó por delante de mí y agarró el pomo de la puerta, me
presioné contra la puerta con todo mi peso. —¡No! Por favor, no le hagas
daño. Es uno de los pocos amigos que tengo. Diablos, es como de la
familia.
Pero Maverick era más grande y más fuerte y consiguió abrir la
puerta unos centímetros, impulsándome hacia él antes de que pudiera
clavar los pies y empujar la puerta para cerrarla de nuevo. Entonces
empecé a golpearla como un loco, para alertar a Trick de la inevitable
interrupción.
Acaba y ponte los pantalones, amigo. Tienes compañía.
—Es un tipo muy bueno, lo juro. Oye, podría pagarte. ¿Te gusta el
dinero?
Detrás de mí, la puerta se abrió de golpe desde dentro.
Con Maverick empujando desde este lado y quienquiera que
empujara desde el otro, me desplacé hacia adelante, directo a su pecho
con un ruido sordo.
Perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, y caímos juntos, aterrizando
en el suelo del porche, con él en la parte inferior y yo en la superior.
Mi posición favorita.
—Lo siento, lo siento —solté inmediatamente.
Me levanté para ver cómo estaba antes de molestarme en bajarme
de la montaña de su cuerpo, e intenté ignorar lo excitante que era para
mí estar presionado contra él, pero no lo conseguí. Porque, vaya.
¿Podemos decir músculo sólido, damas y caballeros? Quiero decir, creo
que sus músculos tenían músculos.
Quería tocar cada uno de ellos.
O lamerlos.
De cualquier manera.
Pero tal vez más tarde. En mis sueños.
Por ahora, sin embargo...
—¿Estás bien? —Por fin tuve la claridad mental para preguntar.
Todo lo que hizo fue una mueca de dolor hacia el techo del porche
y murmurar un irritado: —Auch.
—¿Qué demonios? —Oí detrás de mí—. ¿Chico?
Era totalmente la voz de Trick. Con una mueca de disculpa, miré
por encima de mi hombro a él y a una mujer que estaba de pie en la
puerta abierta, mirándonos. Sin duda, se trataba de la sexy Const... eh,
quiero decir, Connie.
—Oh, hola —empecé a conversar, y finalmente me bajé del hombre
de la montaña. Solo para darme cuenta—: ¡Gracias a Dios! —Exhalé un
suspiro de alivio y sonreí a mi amigo—. Estás vestido.
—¿Por qué demonios no iba a estar vestido? —preguntó Trick
mientras salía y me agarraba del brazo, ayudándome a pararme.
—Gracias —le murmuré, solo para volverme hacia Maverick y
extender la mano para ayudarle a levantarse.
Me apartó la mano y se puso en pie para poder exigir: —¿Quién
demonios es ese hijo de puta parecido a Patrick Mahomes que intenta
impedirme entrar en mi propia casa?
Vaya. ¿Pensó que me parecía a Patrick Mahomes? ¡Por fin! Alguien
se había dado cuenta de a quién le copiaba el peinado. Eso fue tan
increíble. Aunque, para ser justos, yo era probablemente un tono más
oscuro y no estaba en tan buena forma como el famoso mariscal de
campo.
—Dato interesante sobre mí y Mahomes —dije conversando,
levantando un dedo—. Él tiene una madre blanca con un padre negro, y
yo soy lo contrario. Madre negra, padre blanco. Genial, ¿no?
Maverick frunció el ceño en mi dirección, y luego se giró hacia la
mujer. —¿Connie?
—No tengo ni idea de quién es —gritó ella, levantando las manos
libres de toda culpa.
Trick soltó un suspiro antes de hacer una mueca de dolor y
confesar: —Lo siento, Mav. Está conmigo.
Un segundo. ¿Por qué Trick le llamaba Mav como si se conocieran?
¿No se suponía que debía esconderse de este tipo?
—Vale —dijo Maverick lentamente, aún mirándome con recelo—.
Entonces, ¿por qué demonios me bloqueaba la entrada a la casa?
—Eh... —Trick entrecerró los ojos mientras se rascaba la nuca—.
Sí. Lo siento, no tengo idea. —Girándose, levantó sus cejas hacia mí—.
¿Cress?
—Yo... —Parpadeando a los tres pares de ojos que se concentraban
en mí, empecé a pensar, ya saben, que tal vez había interpretado mal
toda esta situación—. Bueno, yo... —Hice un gesto hacia el sexy dios de
mi derecha, luego hacia Trick y me dirigí a él—. ¿No se suponía que yo
era tu vigilante para él?
—¿Mi vigilante? —Negó con la cabeza—. ¿Por qué?
—Bueno, pensé que tú y Constance la sexy estaban... —Cuando
los tres me enviaron miradas similares de indignación, hice una pausa—
. Lo siento. Connie. Quise decir, Connie. Pero pensé que tú y ella estaban,
ya sabes, enrollándose juntos, y no querías que te pillara su novio.
Añadí esa parte final con una mueca de disculpa hacia Maverick.
—¿Qué? —gritó Trick.
Maverick alzó las cejas y sacudió la cabeza antes de decir: —Connie
es mi hermana.
—Y mi compañera de laboratorio —añadió Trick—. Ninguno de los
dos se enrolla con ella.
Oh...
Bueno, eso me hizo sentir mejor. No me había sentido muy cómodo
pensando que mi chico Trick era un tramposo. Pero ahora que sabía que
no lo era... ¡Uff! Gracias a Dios.
Pero solo para asegurarme, lo miré. —¿Así que no tratabas de
meterte en unos momentos sensuales con la chica de otro tipo?
—¡No! —gritó Trick, arrugando la nariz con disgusto por la sola
idea—. ¿Por qué iba a hacer eso, y por qué iba a hacer que tú hicieras de
vigía si lo hacía? Jesús, chico. Me estás matando.
—De acuerdo, entonces. —Asentí antes de añadir—: Uy, fallo mío.
Pero espera. —Sacudí la cabeza, confundido—. ¿De qué iba todo eso de
la advertencia, cuando dijiste que tuviera cuidado con Maverick?
Maverick se giró para fruncir el ceño hacia Trick. —¿Le advertiste
que se mantuviera alejado de mí?
—Sí, quiero decir... —Trick se aclaró la garganta con inquietud—.
Acaba de salir de una relación y está todo sensible y vulnerable. Y tú...
—Agitó una mano sobre Maverick—. Te falta un poco de sensibilidad.
El tipo grande y rudo solo entrecerró más los ojos.
Pero Trick no se dio cuenta de que debía ir con cuidado o podría
salir herido, porque añadió: —Le romperías el corazón más rápido que
ese tonto de Derek. Y además, me imaginé que era demasiado alegre y
vivaz para tu gusto, de todos modos.
—Como si eso fuera a importar. —Resoplé, dirigiendo mi pulgar
hacia Maverick—. Este tipo es tan hetero como el que más.
—No, no lo soy —dijo Maverick como si yo fuera idiota por haber
pensado lo contrario.
Me giré hacia él y tragué saliva. —¿No lo eres?
En ese segundo, juro que toda mi vida cambió.
Porque... ¿Derek? ¿Alguien me había dicho el nombre Derek?
¿Quién era Derek? Ahora solo existía Maverick en el mundo.
—Amigo. —Trick se rió y me dio una palmada en la espalda—.
Necesitas que te revisen tu radar de gay. Ahora, ven, vamos a buscarte
ese helado que te prometí.
¿Helado? ¿Qué era un helado? Solo quería lamer a Maverick.
Era una broma, por supuesto. Ningún hombre podría hacerme
olvidar el helado. Pero aun así...
Me sonrojé y le ofrecí a Maverick una mueca de disculpa cuando
empezó a fruncir el ceño por mis intensas (incluso espeluznantes)
maneras de comérmelo con los ojos.
—Ha sido un placer conocerte —le dije mientras Trick me
arrastraba. Seguí mirándole por encima del hombro mientras añadía—:
Siento otra vez haberte abordado y eso. No es que no lo haya disfrutado;
lo disfruté por completo, pero probablemente tú no, así que sí... lo siento.
Finalmente, me di la vuelta y miré hacia delante, suspirando sin
ganas por tener que dejarlo.
Trick me llevó a buscar comida, y esta seguía siendo rancia e
insípida, pero al menos había dejado de lamentar la pérdida de Derek.
Sinceramente, no pensé que volvería a ver a Maverick después de
aquel primer encuentro mortificante. Pero el mero hecho de mirar sus
increíbles ojos marrón chocolate me había ayudado a salir de mi letargo.
Tal vez Trick era más parecido a su padre de lo que me imaginaba,
porque tenía razón. Había más peces en el mar. Mi vida no se terminó. Y
había superado lo de Derek.
Incluso superé el flechazo instantáneo que tuve con Maverick
después de conocerlo. Y dejé de pensar en lo inmediato y necesario que
era encontrar el amor. Si llegaba, llegaba, y eso sería genial. Pero si no
llegaba, seguiría estando totalmente bien.
Volviendo a centrarme en los estudios, en el trabajo y en mí mismo,
terminé a toda velocidad los exámenes finales y empecé a empaquetar
mis cajas para volver a vivir con mis padres durante el verano, cuando
llamaron a la puerta del apartamento de Trick.
Como no estaba en casa, tiré la cinta de embalar que tenía en la
mano sobre mi cama, a la que volvería en otoño cuando empezara el
siguiente semestre, y fui a ver quién era.
Se me cortó la respiración cuando abrí la puerta y miré a un par
de ojos marrones familiares con los que estuve soñando.
—Dios mío, eres tú —solté, sintiendo que todo en mi interior
cobraba vida. Entonces me di cuenta de lo completamente obvio que
estaba siendo, así que me aclaré la garganta y sacudí la cabeza,
señalándole e intentando ser relajado. Como Trick—. Quiero decir, eres
Maverick, ¿verdad?
Levantó su mano y me mostró un juego de AirPods en su palma.
—Trick los dejó en mi mesa de café la semana pasada. Y Connie ya
ha encontrado otro lugar para vivir, así que dudo que se los devuelva.
Parecen de los caros, así que... —Me los lanzó con un gruñido incómodo—
. Toma.
—¡Oh! Gracias. Creo que son de los caros. —Extendí la mano para
cogerlos—. Los ha buscado por todas partes.
Cuando los auriculares cayeron en mi palma abierta, Maverick
levantó su mirada hacia mí e inmediatamente retiró su mano.
Nos miramos fijamente durante un momento incómodo. Le sonreí
para ocultar los nervios que me recorrían las entrañas, y luego le ofrecí:
—¿Quieres entrar?
Porque, ¿qué tiene de malo ofrecerlo? En el peor de los casos, diría
que no, se daría la vuelta y saldría de mi vida para siempre.
Pero en el mejor de los casos...
Hizo una pausa y luego movió la cabeza lentamente. —De acuerdo.
Mi corazón dio un vuelco. Seguía pareciendo que iba a darme una
patada en el culo en cualquier momento, pero cuando abrí la puerta de
par en par y me aparté para dejarle entrar, cruzó el umbral.
—Trick está fuera ahora mismo —le expliqué, sosteniendo los
auriculares mientras retrocedía hacia la mesa que se encontraba en el
amplio arco entre el salón y el comedor—. Así que voy a dejarlos aquí, y
estoy seguro de que los verá cuando llegue a casa.
Maverick asintió y pasó su mirada por encima de mí. —Yo también
quería pedir perdón.
Levanté las cejas con sorpresa. —¿Perdón? ¿A Trick?
Preguntándome qué jugosa historia tenía que haber detrás de ese
anuncio, me llevé una sorpresa aún mayor cuando dijo: —A ti.
—¿A mí? —Parpadeé repetidamente y me llevé un dedo al pecho.
Pero, ¿por qué demonios iba a disculparse conmigo? Yo había sido el que
lo había abordado.
—Trabajo con una panda de imbéciles —intentó explicar.
—Um... —Sí, eso no aclaró mucho en el asunto de comprensión—.
Vale.
Hizo una mueca, haciéndome saber que no quería dar más
explicaciones.
Pero luego gruñó, frunció el ceño y volvió su atención a la
habitación delantera, mirando lentamente a su alrededor. —Piensan que
tendría mejor disposición en el lugar de trabajo si echara un polvo, así
que algunos han pensado que sería divertido pagar a estos profesionales
que creen que me atraerían y... —Sin terminar la explicación, puso los
ojos en blanco y levantó una mano, dejándome usar mi imaginación a
partir de ahí.
Y vaya que mi imaginación se disparó. —¿Así que pensaste que era,
qué, un prostituto?
Cuando me frunció el ceño con miseria, haciéndome saber que eso
era exactamente lo que había pensado, eché la cabeza hacia atrás y solté
una carcajada. —Dios mío, vaya. Ahora no me siento tan mal por mi
suposición sobre ti. Eso es increíble. Tal vez debería replantearme mi
carrera. ¿Tú crees? Pero espera... —La diversión murió rápidamente,
parpadeé antes de preguntar—: Para que pienses eso, ¿no tendría que
ser del tipo que realmente, ya sabes, te atrae?
Hizo una mueca ante la pregunta, como si odiara que se le
expusiera ese pequeño detalle, pero entonces la mirada que me dirigió
hizo que todo mi sistema se pusiera en marcha. Le gustó lo que vio.
Santo...
Vaya.
Se aclaró la garganta para revelar su evidente incomodidad, y agitó
una mano con dificultad por la sala de estar mientras apartaba su mirada
de mí. —No parece de tu estilo.
Levanté las cejas, sin entender, todavía atascado en el hecho de
que me encontrara de alguna manera atractivo. —¿Hmm?
Volvió a señalar el espacio que nos rodeaba. —La habitación. Las
paredes. La decoración. No eres tú.
—Oh. —Me reí—. Sí. Supongo que no. —Especialmente el póster de
esa modelo de Sports Illustrated que estaba clavado en la pared sobre el
sofá—. Pero esta es la casa de Trick, no la mía, así que por qué iba a ser
así, ¿eh?
Maverick se dio la vuelta para mirarme de forma interrogativa.
Me encogí de hombros y me metí las manos en los bolsillos,
preguntándome qué podía hacer para atraerlo un poco más. —Solo me
quedo con él durante el año escolar. De hecho, ahora estoy haciendo las
maletas para ir a casa en verano.
Entrecerrando los ojos, se acercó intimidatoriamente como si al
enterarse de esto se sintiera ofendido y necesitara golpear a alguien para
aliviar la ira. —¿Te vas?
Asentí lentamente. ¿Significaba esto que no quería que me fuera?
—Sí. Pero volveré en otoño para enriquecer la vida de todos una vez más
con mi chispeante personalidad. No es que vaya a ir tan lejos. Mis padres
viven en las afueras de la ciudad, a unos veinte minutos. Mamá quería
un jardín, ya ves, así que papá acabó comprándole una maldita granja.
Compró un lugar con mucha tierra para que ella plantara un jardín tan
grande como quisiera. Pero luego decidieron que necesitábamos gallinas
para que comieran todos los bichos que molestaban a sus flores y las
plantas. Pero los coyotes seguían matando a las gallinas, así que tuvieron
que conseguir una llama para mantener alejados a los depredadores, y
aquí estamos ahora, ¡casi granjeros! Qué locura, ¿eh?
Maverick parpadeó. Luego dijo: —Hablas mucho.
Mierda. Acababa de matar el encanto, ¿no? Así se hace, idiota, me
dije. Solo tenías que ser TÚ, ¿no?
—Sí, lo sé. —Hice un gesto de “qué vas a hacer”—. A veces vuelvo
loca a toda la familia con ello, pero mi madre siempre me dijo que me
ayudaría a eliminar a la gente que no debía estar en mi vida en primer
lugar. A los que realmente importan no les molestará.
—No me importa. —Maverick dio un paso más—. Me gusta —dijo.
Fue entonces cuando me tragué la lengua.
—¿Te... te gusta? —Hice la pregunta a tientas.
Asintió y vaciló al llevar una mano a mi pelo. Su mirada buscó la
mía como si pidiera permiso. Cuando asentí con la cabeza, hundió sus
dedos en los rizos y aspiró antes de agarrar los mechones y volver a
mirarme a los ojos.
Maldita sea, era uno de esos amantes intensos; ya lo sabía.
Definitivamente podía soportar la intensidad.
Sí, hazme daño, casi supliqué en voz alta.
—Siempre deseé poder hablar tan bien como algunas personas —
admitió, su voz se volvió áspera—. Como tú.
Parecía repentinamente vulnerable y vacilante con su admisión.
Levanté la mano y la puse contra su pecho, sintiendo los latidos de su
corazón bajo mis dedos.
—Hablas muy bien —dije.
Pero él negó con la cabeza. —No. No como tú. Siempre sabes qué
decir.
Resoplé. —No. No, no lo sé.
Asintió, discrepando, antes de que su mano abandonara mi pelo
para acariciar mi mejilla con ternura, donde su pulgar acarició mi
mandíbula y me hizo sentir un cosquilleo. —Cada vez que hablas, solo
quiero besarte.
—¿De verdad? —Mis labios se separaron con asombro. Pero en
serio...
¿Había dicho ya “guau”? Porque esto era tan guau.
—Vale, me parece bien —respondí. Pero luego fruncí el ceño,
sintiéndome repentinamente inseguro, esperando no haber leído mal lo
que había dicho. Así que señalé el suelo entre nosotros—. Por ejemplo,
ahora mismo, ¿quieres...?
Asintió con la cabeza y se acercó. Se lamió los labios mientras me
observaba atentamente.
Mierda. De verdad quería besarme.
—Vale —repetí, susurrando esta vez. Deslicé mi mano por su pecho
hasta su hombro y sonreí triunfante cuando se estremeció con un gemido
por el contacto—. Pero si vamos a hacer esto... —Empecé. Hizo una pausa
y frunció las cejas en señal de confusión. Así que terminé—: Quiero que
seas verdadero y puro conmigo. ¿De acuerdo? No te retengas.
Eso hizo que soltara un suspiro tembloroso y sacudiera la cabeza.
—Soy bastante franco y directo —advirtió—. Y físico.
Sonriendo, asentí. —Sí, me doy cuenta. Sin embargo, eso me
parece muy caliente y excitante.
Su mirada se iluminó con esperanza. —¿En serio?
Asentí.
Soltando un suspiro de alivio, como si realmente hubiera tenido
dudas de que yo lo rechazara, deslizó su mano desde mi mejilla hasta el
lado de mi cuello.
—Odio hablar —continuó, explicándose. Su pulgar acarició
suavemente la laringe en la parte delantera de mi garganta—. Me gusta
más que sea otro el que hable. Me encanta escuchar palabras, muchas
palabras. Pero no me gusta crearlas. Prefiero mostrar que decir.
—Bueno, entonces, estás en... ¡oh cielos! —Jadeé cuando se inclinó
y puso su boca en el lado de mi garganta donde acababa de tocarme.
Agarrando su hombro, incliné la cabeza hacia atrás, dejando que siguiera
haciendo exactamente lo que estaba haciendo.
—No dejes de hablar —me ordenó, deteniendo el beso para mirarme
a los ojos—. Tú serás las palabras; yo seré la acción.
Sonreí. Sí, definitivamente podría intentar salir con este hombre.
—De acuerdo —dije con voz ronca, sabiendo con todo mi interior
que nos llevaríamos bien—. Bien. Entonces, como decía antes, estás de
suerte porque me 6 hablar. Puedo mantener una conversación entera
conmigo mismo, y odio competir por el tiempo de emisión cuando hay
otro gran hablador en la habitación. Diablos, se sabe que hablo mientras
duermo, así que si no te importa, puedo... ¡Mierda!
Me arrinconó contra la pared más cercana y me arrancó el
dobladillo de la camisa de los pantalones. Gimiendo de placer cuando me
arrancó la tela por encima de la cabeza para dejar mi pecho al
descubierto, también alcancé su camisa. Y él me dejó.
—Sí, parece que no te importa —respondí por él.
Sonrió y negó con la cabeza, luego pegó sus firmes labios a los míos.
Gemí y me apreté contra él, enroscando las manos en su pelo esta vez y
agarrando con fuerza.
Sí, lo había anunciado. Definitivamente era del tipo intenso. Y un
torbellino total también.
Cuando fui absorbido por la tormenta que era Maverick St. James,
solo podía agradecer a la película Monster House por proporcionarle a
Trick suficiente irritación para que me arrastrara fuera de la casa y me
llevara directamente a la puerta de este hombre.
Porque acababa de encontrar mi nirvana.
Beau
—Son unos completos imbéciles, lo saben, ¿verdad? —preguntó
Gracen desde la terraza de sus padres, donde estaba de pie junto a la
barandilla con los brazos cruzados sobre el pecho y nos observaba a mí,
a Trick y a Fox rastrear su patio trasero.
—Nadie te ha pedido tu opinión —repliqué, frunciendo el ceño
mientras caminaba, deteniéndome cuando encontré algo que parecía
prometedor, solo para darme cuenta de que era un excremento de perro
seco y petrificado. Le di un empujón con la punta del zapato, para
asegurarme, y le di la vuelta. Sí, eso no serviría para nada.
—Oye, tú eres el que ha venido a pedirme un poco de la mierda de
mi perro —replicó Gracen con una sonrisa de superioridad—. Creo que
eso me da mucho derecho a exponer mi opinión.
—¿Por qué no traen tú y tu opinión sus culos perezosos hasta aquí
y nos ayudan a buscar? —soltó Trick desde el otro lado del patio.
Gracen resopló. —Porque no soy uno de los secuaces ciegos de
Beau como ustedes, idiotas.
Lo ignoré mientras tanto Fox como Trick le llamaban a su vez con
nombres igualmente sucios pero creativos por separado.
Detrás de él, la puerta trasera se abrió y su hermana gemela salió
para unirse a nosotros. Gruñí y seguí buscando, sabiendo que estaba a
punto de comenzar una nueva ronda de burlas. Pero no me importaba lo
suficiente como para detenerme. Tenía una misión importante aquí.
Ninguna broma estúpida iba a despistarme.
Paseando hasta el borde de la cubierta, Bella se detuvo junto a
Gracen y se subió a la barandilla para sentarse al lado de donde él se
apoyaba y así poder apoyar un codo en su hombro mientras empezaba a
observarnos también.
—¿Acaso quiero saber qué hacen estos bichos raros que se pasean
por nuestro patio y miran el suelo? —le preguntó por fin a su hermano.
—Están buscando sus cerebros —le dijo Gracen.
Justo cuando Trick gritó: —¡Eh, tengo un montón de mierda de
perro fresca por aquí!
—Y... han encontrado sus cerebros —anunció Bella, haciendo que
los dos gemelos se rieran y se chocaran los puños.
Les señalé con el dedo antes de correr hacia donde Trick y Fox ya
se reunieron. Pero ni siquiera había llegado hasta ellos cuando supe que
teníamos un ganador.
—Oh, Dios, eso es apestoso. —Haciendo un gesto de dolor por el
olor, me detuve antes de acercarme, y giré la cara para ocultar mi nariz
en el interior de mi codo—. Sí, eso servirá. —Tosiendo y con los ojos
llorosos, le pasé a Trick la bolsa de plástico y el recogedor de caca que
tenía—. Embólsalo, ¿quieres?
Trick cogió las provisiones con entusiasmo, solo para empezar a
tener arcadas en el momento en que intentó recoger el montón.
—Dios mío —juró mientras se alejaba, jadeando—. Tu perro hace
la mierda más maloliente de la historia.
Esa era exactamente la razón por la que había venido aquí, a
rogarles. Juraban que utilizaban algún tipo de comida para mascotas
diseñada para perros de interior que les hacía cagar menos. Y a cambio,
sus heces olían así.
Pero maldita sea, creo que Bonzo debe tener algún tipo de problema
en el tracto digestivo además de eso, porque este tipo de hedor no estaba
bien.
Trick volvió a tener arcadas mientras los gemelos se reían de
nosotros desde el porche.
—Jesús —gimió Fox—. Eres un llorón. Dame la maldita pala.
Trick le empujó todos los suministros con gratitud, y Fox se
agachó, haciendo el trabajo rápida y ordenadamente.
—¡Sí! —Apreté la mano en señal de triunfo cuando ató el extremo
cerrado y me lo entregó.
Todavía podía oler todo a través de la bolsa sellada, así que la
mantuve tan lejos de mí como pude cuando me di la vuelta para salir del
patio, obligado a pasar junto a los gemelos mientras avanzaba.
—Oye, Beau —llamó Bella, su sonrisa cómplice me hizo entrecerrar
los ojos hacia ella porque ya sabía que no me iba a gustar lo que tenía
que decir.
—¿Qué?
—Aquí tienes una idea menos apestosa —me ofreció—. ¿Por qué no
le dices que te gusta?
Mi estómago se revolvió ante la pregunta. El sabor amargo del
pánico me llenó la boca, y un escalofrío recorrió mi cuerpo de repente
demasiado caliente.
El miedo visceral a la exposición siempre me hacía creer que iba a
enfermar físicamente cada vez que alguien mencionaba mis sentimientos
hacia cierta persona.
Así que levanté la barbilla con astucia y anuncié: —No tengo ni idea
de lo que estás hablando.
—¿Ah, sí? —Bella me resopló antes de volver su atención a Trick y
Fox y preguntar—: ¿Y con quién tiene Bentley una cita esta noche?
—Ridgely Thornberger —respondió Fox inmediatamente.
—¿Ridgely? —Bella arrugó la nariz—. Qué asco. Pues más poder
para ustedes. Arruinen esa cita. Yo tampoco quiero que su perversidad
ronde ninguna de nuestras funciones familiares. El mes pasado se le cayó
un libro delante de mí, con el único propósito de que me agachara delante
de él cuando lo recogiera.
—¿Qué? —Gracen se giró hacia ella indignado—. ¿Por qué diablos
no me lo dijiste? Le habría dado una paliza.
Bella se limitó a encogerse de hombros. —Acabo de recordarlo.
—Oigan, ¿por qué no se toman su dulce venganza contra él y vienen
a ayudarnos a sabotear esta cita? —preguntó Trick, corriendo hasta el
borde de la cubierta y subiéndose a ella—. Será divertido —añadió a la
vez que rodeaba con sus brazos las cabezas de sus dos primos en un
extraño abrazo grupal que hizo que Bella y Gracen gritaran en señal de
protesta y se retorcieran lejos de él.
—Porque en realidad tenemos vidas —respondió Gracen, dándole
unas palmaditas en el pelo para que volviera a su sitio.
—¿Por qué lo ayudan ustedes dos es la mejor pregunta? —preguntó
Bella, mirando entre Trick y Fox mientras se enderezaba la camisa.
Trick se limitó a sonreír. —¿Qué, y dejar pasar una oportunidad de
causar travesuras y caos? Nunca.
Bella resopló y miró hacia Fox. —¿Y tú? ¿Cuál es tu excusa?
Se llevó una mano al corazón. —¿Por qué no puedo preocuparme
de que mi hermana se enrolle con un cara de idiota?
—Uh. —Bella sacudió la cabeza—. No me lo creo. ¿Cuál es tu
verdadero motivo?
—La autopreservación —corrigió inmediatamente—. Beau va a ser
mi cuñado algún día, y necesito caerle bien ahora, o podría gastarme una
de esas bromas de mierda.
Mi corazón tartamudeó al oír el término cuñado, y ese mismo
sentimiento ansioso y enfermizo, pero esperanzador, me invadió otra vez,
tomando el control de mis sentidos hasta que pude volver a la normalidad
y enviar a Fox un ceño fruncido antes de darle un golpe en la nuca con
la mano libre.
—Basta ya —murmuré—. No voy a ser tu cuñado.
—Sí —coincidió Bella, asintiendo a Fox—. En realidad tendría que
dejar de ser un imbécil con ella y hacer algo bonito para que dejara de
odiarle a muerte para que eso ocurriera.
—Oye, yo no soy un...
Pero nadie me escuchaba. Fox se encontraba demasiado ocupado
desafiando a Bella. —Cinco dólares a que terminan casados. Antes de los
veintiún años.
—Oh, por supuesto. —Mientras se inclinaba por la barandilla de la
cubierta, Bella le tendió una mano para estrecharla.
Gracen levantó sus propias manos, con las palmas hacia fuera, y
retrocedió lentamente. —No cuenten conmigo en esta apuesta. Digo que
podría ir absolutamente en cualquier dirección.
—Si todos ustedes han terminado de apostar por cosas estúpidas
—dije secamente, empezando a sudar por la mera idea de estar casado
con Bentley en menos de tres años—. ¿Podemos irnos? Podrían volver en
cualquier momento, y esta mierda apesta hasta el cielo.
—Se fueron, como, hace solo quince minutos —argumentó Fox,
incluso mientras se alejaba de la cubierta y se giraba para seguirme.
Trick saltó del borde de la cubierta para ponerse a su lado, y nos
despedimos de los gemelos Lowe con la mano antes de seguir nuestro
camino.
—Sí, sería la peor cita de la historia si ya la estuviera trayendo a
casa —coincidió Trick.
—Razón de más para que estemos preparados —argumenté—.
Porque realmente se merecería esto si la cita saliera tan mal.
—Dios, te tiene loco, ¿no? —se burló Trick.
No me tomaba bien las burlas sobre este tema, así que estiré mi
brazo hacia atrás como si fuera a lanzar mi bolsa de heces a su cara.
—¿Quieres que use esto contigo? —le amenacé.
Se ahogó y levantó las manos para protegerse. —¡No! No. Dios mío,
me detendré, lo juro. Solo mantén esa cosa lejos de mí.
Bajé el brazo y, juntos, los tres nos dirigimos a la casa de Fox, que
estaba a unas seis manzanas de la de los Lowe.
Allí, acampamos en el columpio del porche delantero y jugamos con
nuestros teléfonos, haciendo bromas juntos sobre las cosas que veíamos
en Internet. Trick encontró un coche viejo en venta que quería arreglar
con su padre, y Fox comprobó sistemas de sonido que quería instalar en
su habitación, mientras yo acechaba las cuentas de redes sociales de
Bentley y Ridgely para ver si alguno de ellos actualizaba con posts sobre
su noche. Pero todo estaba tranquilo en sus páginas, y eso me volvía loco
porque no podía decidir si eso significaba que lo estaban pasando bien
juntos o no.
En un momento dado, el padre de Fox llegó a casa del trabajo.
Knox se detuvo después de subir los escalones de la entrada al
porche y arrugó la nariz ante el olor al que los tres debíamos habernos
acostumbrado ya porque yo había dejado de olerlo hacía tiempo.
—¿Acaso quiero saber qué están tramando ustedes tres? —nos
preguntó.
—Hola, tío Knox —dijo Trick con buen humor—. Aquí te cubrimos
las espaldas; no te preocupes. Vamos a evitar que Bentley reciba un beso
de buenas noches al final de esa cita en la que está ahora mismo, fácil.
—Eh, bueno, gracias por cuidar de mi chica, pero... —Sacudió la
cabeza lentamente—. ¿Alguno de ustedes ha considerado la posibilidad
de que ella nunca los perdone si siguen haciéndole esto?
—Pero Beau dice que este tipo es un verdadero idiota.
Knox suspiró. —¿Por qué no le dices de una vez que te gusta? —
preguntó acusadoramente, levantando las cejas mientras se giraba para
mirarme directamente.
—¿Quién? ¿Yo? —grazné en total negación, presionando un dedo
en mi pecho e intentando parecer completamente inocente.
Había una muy buena razón por la que nunca le diría eso. Porque
si sabía lo que realmente pensaba de ella, existía la posibilidad de que
me rechazara.
Y toda mi existencia dejaría de vivir si eso sucediera. Ergo, era
mucho más seguro que siga odiándome, donde no podía recibir un
rechazo legítimo ya que nunca había hecho un intento legítimo con ella.
Además, era como de la familia. Parecía como si debiera ser raro
que te gustara alguien que había crecido siendo criado como un primo
tuyo. Parecía como si debiera sentirse como incesto. Y eso era raro. Me
negaba a reconocer un extraño enamoramiento hacia alguien.
Así que le dije categóricamente a su padre: —No me gusta.
Puso los ojos en blanco. —Lo que sea. Pero no vengas a llorarme
cuando te ponga un ojo morado. —Y entró.
Unos minutos más tarde, la madre de Fox salió y nos ofreció
bebidas para nuestra espera, mirando sospechosamente la bolsa de
mierda todo el tiempo. —No irán a echarle eso a nadie, ¿verdad?
—Ma, vamos. ¿En serio? —Fox resopló—. Eso sería asqueroso. Solo
vamos a hacer las cosas bien y olorosas para que no haya posibilidad de
un beso de buenas noches. No querrás que tu hija bese a alguien que ni
siquiera se ha molestado en conocerte antes de salir con ella, ¿verdad?
—Bueno, si realmente le gusta... —Felicity comenzó con inquietud.
Pero la idea de que Bentley besara o incluso le gustara otra persona
hizo que mi pecho se sintiera mal, así que hablé. —Nos aseguraremos de
que nadie salga herido, lo juro.
Y eso cerró cualquier tipo de conversación acerca de que a Bentley
le gustara el imbécil con el que estaba ahora mismo.
La mejor amiga de mi madre me envió una mirada comprensiva.
—De acuerdo, pero limpien cualquier desorden que hagan, y
asegúrense de que ese olor desaparezca de mi porche antes de que
termine la noche, ¿vale?
—Sí, señora —dije, enviándole una gran sonrisa.
Trick negó con la cabeza. —Espera, ¿en serio te parece bien que
saboteemos la cita de Bentley?
La madre de Bentley suspiró. —Oh, no van a sabotear nada. —Su
voz estaba llena de advertencia—. Porque todos ustedes se meterían en
muchos problemas si ocurriera algo inadecuado. Lo aseguraría con sus
padres. ¿Entendido?
Todos refunfuñamos con comprensión.
Luego se encogió de hombros de forma descuidada. —Aunque si
ocurriera algo, no sé, inesperado, posiblemente podría ver algún valor en
observar los resultados, así podríamos conocer el verdadero temple de
este joven y ver cuán dispuesto está a soportar un poco de adversidad
con tal de estar con nuestra Bentley.
Una gran sonrisa se dibujó en mi cara. Sí, me encantaba esta
mujer.
Felicity nos señaló, entrecerrando los ojos. —Pero nada de
travesuras, ¿oyeron?
—Sí, señora —coreamos esta vez, aunque ninguno de nosotros se
lo creyó, especialmente ella.
Cuando entró y nos dejó disfrutar de nuestras bebidas, Trick soltó
un largo suspiro. —Oh, las cosas que hacemos por ti, Gamble. Más vale
que acabes casado con Bentley después de esto.
—Cállate —refunfuñé, sintiendo que mi cara se calentaba.
Era muy embarazoso que todo el maldito grupo familiar, excepto la
propia Bentley, supiera que me gustaba, pero sería peor si ella también
lo supiera. Así que aguanté sus burlas porque todos guardaron silencio
por mí, pensando que debía ser yo quien se lo dijera.
Aunque eso nunca iba a suceder.
—Eh, se acercan los faros —anunció Fox de repente.
Al unísono, él, Trick y yo nos bajamos del columpio y nos
agachamos detrás de la barandilla del porche, fuera de la vista de la
carretera.
—¿Cuánto tiempo han tardado? —pregunté mientras el coche
frenaba y se detenía en la acera frente a la casa de los Parker.
—Uh, dos horas y cuarenta y cinco minutos —informó Fox después
de consultar su reloj.
—¿Es una buena o mala señal? —susurró Trick.
Al diablo si lo sabía. Me había pasado todo el instituto demasiado
ocupado soñando con Bentley Parker como para molestarme en pedirle a
otra chica una cita de verdad. ¿Cómo iba a saber la hora apropiada para
una cita?
—Shh —siseé cuando la puerta del conductor y la del pasajero del
Camaro de Ridgely se abrieron.
Mi ex amigo llegó corriendo al lado de Bentley, con su pelo rubio y
rizado resaltado bajo el haz de las farolas, justo cuando Bentley se subió
a la acera.
—Oh, cielos —refunfuñó decepcionado al ver que ella se ocupaba
de sí misma—. Iba a abrirte la puerta.
Bentley se congeló como si fuera culpable antes de reírse y taparse
la boca, diciéndole un “Lo siento” entre dientes.
Los músculos de mi estómago se anudaron dolorosamente cuando
esa risa llenó mis oídos y los hizo zumbar de agonía. No podía creer que
le hubiera regalado una de sus increíbles risas. Además, era del tipo
genuino, no la falsa y educada que reservaba para la mayoría de la gente.
Quería reajustar la cara de él solo por eso. Pero Dios...
¿Y si realmente le gustaba? ¿Y si quería volver a verle? O, diablos,
¿besarlo esta noche?
El mareo me asaltó, y el sudor frío del miedo me cubrió el cuerpo,
formando gotas en el labio superior. No creía que pudiera esconderme
aquí y verlos enamorarse juntos, ante mis propios ojos.
Fox se acercó a mí en la oscuridad y susurró: —¿Cómo vamos a
hacer a esto?
Negué con la cabeza, luchando contra las raras ganas de berrear
como un bebé grande. La cara se me puso caliente cuando Ridgely cogió
la mano de Bentley y la acompañó hacia el porche.
Se me heló el cerebro al verlos juntos y abrí la boca para contestar,
pero no me salieron las palabras.
Cuando Ridgely me informó, como amigo, de que iba a invitar a
Bentley a salir, le dije rotundamente que no. Así que añadió que no lo
había preguntado. Y yo le respondí que se arrepentiría si se acercaba a
ella.
El idiota estaba obviamente dispuesto a tirar por la borda nuestra
amistad por ella; eso tenía que significar que le gustaba, ¿no?
Además, ella no se veía miserable.
¿Y si él podía hacerla feliz? ¿Y si eran el uno para el otro? ¿Para
siempre?
Se me revolvió el estómago y sacudí la cabeza mientras los ácidos
se revolvían.
—No lo sé —le siseé al hermano de Bentley mientras mis ojos
permanecían fijos en ella. Ya no estaba tan seguro de querer arruinar su
noche. Quiero decir, estaba sonriendo.
Nunca la había hecho sonreír así.
Apretando los dientes, me puse un puño contra la boca e intenté
no llorar.
A mi lado, Fox me golpeó el brazo. —Oye, te cubro las espaldas,
amigo —me dijo con firmeza.
Le envié una mirada aturdida, pero lo único que hizo fue asentir
con la cabeza como si lo entendiera. Luego cogió la bolsa de mierda de
perro.
Acercándose a la abertura del porche, se mantuvo fuera de la vista,
oculto por la barandilla mientras abría el saco y empezaba a moverlo
delante de él, sacando el olor de su interior y haciendo que todo el porche
apestara.
A mi lado, Trick comenzó a tener arcadas de nuevo.
Lo agarré de la manga y lo acerqué, murmurando en su oído: —Te
juro por Dios que si me vomitas encima, te haré daño.
Asintió con la cabeza, pero siguió con arcadas.
—Oh, Señor —dijo Bentley de repente, llegando al borde de los
escalones y deteniéndose de golpe antes de subirlos para poder girar la
cara hacia un lado—. ¿Qué es ese olor?
Ridgely exhaló un suspiro y sacudió la cabeza. —Creo que tu perro
se ha cagado en el porche.
—No tenemos perro —respondió Bentley, con la voz tensa.
—Supongo que tendremos que darnos las buenas noches aquí
abajo, entonces —le dijo Ridgely con una sonrisa mientras le tiraba de la
mano y conseguía que se girara hacia él.
Oh, Dios. ¿Iba a besarla de todos modos?
¿Qué imbécil seguía intentando besar a una chica cuando el
momento se había estropeado por esa clase de hedor?
Esto no estaba bien. Bentley se merecía algo mejor.
Indignado por ella, y tal vez asustado porque no podía presenciar
lo que bien podría ser su primer beso, reaccioné por instinto, corriendo
hacia Fox y arrancándole la bolsa de la mano.
Mi padre no era el entrenador de mi equipo de fútbol y yo no era el
quarterback titular por nada, saben. Tenía un buen brazo para lanzar,
muchas gracias. Lo impulsé hacia atrás y lancé la bolsa hacia el imbécil
sin pensar en mi decisión en el mismo momento en que él intervino para
hacer su jugada.
Le había advertido al cabrón que se mantuviera alejado de ella.
Ahora era el momento de que pagara.
Di en el blanco, una diana perfecta. El único problema que no
había tenido en cuenta era la proximidad de Bentley a él y cómo ella
también recibiría un poco.
Los dos gritaron de sorpresa y asco.
—¿Qué demonios? —gritó Bentley, estirando inmediatamente los
brazos y mirando las salpicaduras en su pecho. Luego se giró, dirigiendo
una mirada hacia el porche, decidida a averiguar quién era el culpable.
Me agaché junto a Fox, que siseó un incrédulo: —Mierda, amigo,
¿estás loco? —mientras Trick se escondió junto a nosotros, animando en
voz baja—: Eso ha sido increíble.
Mientras tanto, Ridgely exclamaba: —Bentley. Oh Dios, Bentley,
ayúdame, creo que voy a... —justo antes de vomitarle encima.
—Oh...oh... —jadeó ella y empezó a tener arcadas también como si
probablemente fuera a vomitar junto con él.
—Oh, mierda —dije, empezando a ponerme de pie para poder ir y,
no sé, ayudar o algo así.
Pero tanto Trick como Fox me agarraron de los brazos, jalándome
hacia abajo.
—No puedes ser tan estúpido —me advirtió Trick—. Si sales ahora
mismo, te matará por la fuerza.
—Um, nos va a matar a todos nosotros —conjeturó Fox—, lo que
significa que tenemos que correr. Ya mismo.
Era el único plan lógico que teníamos para extender nuestra vida.
Gracias a Dios que los Parker tenían un porche envolvente. Los tres
nos dirigimos hacia la esquina de la casa para poder escapar por el lado
opuesto.
Nos apartamos en el patio trasero, y a partir de ahí, nos separamos
para que ninguno de nosotros pudiera verse implicado en conjunto.
No volví a respirar con normalidad hasta que estuve de vuelta en
casa, a otras siete manzanas en dirección contraria a la casa de los Lowe.
Seguro de que Felicity iba a llamar a mis padres en cualquier
momento y hacer que me castigaran por una eternidad, traté de parecer
lo más inocente posible.
Siempre existía la esperanza de no meterme en problemas por esto.
Es decir, era una esperanza escasa, del tipo “solo un milagro te salvará”.
Pero era razón suficiente para quitarme los zapatos para que pareciera
que había estado en casa toda la noche. Luego me subí a la cama, cogí la
bolsa de los libros sobre la marcha y empecé a hacer los deberes.
Como un buen chico que nunca le tiraría mierda a un imbécil que
se acercaba a su chica.
Y a partir de ahí, esperé las consecuencias.
Bentley
Alguien iba a morir esta noche. Y yo iba a disfrutar asesinándolo.
Media hora después de darme una ducha larguísima y ponerme
ropa limpia y bonita (y aún jurando que olía a caca de perro y a vómito),
subí los escalones hasta la puerta de los Gamble y la abrí de un tirón sin
llamar.
Entré sin vacilar y solo encontré a un ocupante en la habitación
delantera: un hombre que no tenía ningún parentesco conmigo, pero que
siempre se había sentido como un segundo padre.
Casi me sentí mal por él. No solo había terminado con Satanás
como hijo, sino que el pobre hombre no tenía ni idea de que yo estaba a
punto de borrar a su único hijo de la faz del planeta en unos momentos.
—Hola, tío Noel —dije con una voz bastante agradable mientras
cruzaba la sala de estar y pasaba junto a él.
Estirado en un sillón con los pies levantados mientras leía algo en
su iPad, lo bajó lo suficiente como para enviarme una sonrisa a modo de
saludo.
—Hola, Bent... —Pero yo seguí adelante. Ya había llegado al pasillo
cuando le oí añadir un tardío y confuso—: ...¿Lee?
Al final del pasillo, la puerta de la habitación de Beau estaba
abierta un par de centímetros.
Bien. Eso significaba que al menos estaría vestido y decente.
En cuanto llegué a ella, la abrí de golpe con toda la fuerza que pude,
haciendo el mayor ruido posible cuando la palma de la mano golpeó la
superficie y la hizo chocar contra la pared.
El chico que estaba dentro, tumbado en la cama con vaqueros,
calcetines y una camiseta, dejó de revisar algo en su teléfono y se
sobresaltó al levantar la vista.
Cuando vio que era yo quien había irrumpido en su habitación con
la mirada perdida, saltó de la cama y gritó: —¿Qué demonios? No puedes
irrumpir así en mi habitación.
—Como sea —me burlé, poniendo las manos en mis caderas con
actitud—. Como si realmente fueras a estar aquí masturbándote o algo
así con la puerta medio abierta.
—Eso no significa que puedas invadir mi intimidad —replicó,
jadeando como si hubiera perdido la cabeza.
Pero lo único que había perdido era mi maldita paciencia.
Con él.
—Bueno, ¿quieres saber lo que no se te permite hacer? —respondí,
señalando con un dedo puntiagudo en su dirección—. No puedes
sabotear mis citas, imbécil. Quiero decir, ¿mierda de perro? ¿En serio?
Su cara se quedó completamente en blanco mientras se callaba;
una clara señal de que estaba a punto de mentir. —No tengo ni idea de
lo que estás hablando —juró.
Oh, eso fue todo.
Al ver sus zapatillas de deporte en el suelo, las recogí para lanzar
una. Justo a su gorda y mentirosa cabeza. —¡Arruinaste mi blusa
favorita!
—¡Oye! —Levantó los brazos para desviar el golpe. Rebotó en su
codo y se golpeó contra la pared—. ¡Para ya!
Y como me dijo que parara, me sentí totalmente justificada para
lanzarle la segunda talla trece.
—Dios mío —bramó, esquivando por completo el segundo zapato—
. ¿Cuál es tu problema?
—Tú. No vuelvas a mentirme —siseé—. Porque también sabes
exactamente de qué estoy hablando. Ya conseguí que Fox lo soltara todo.
Tú instigaste no solo el pequeño episodio de esta noche, sino también
todos los demás. Todas las malditas citas en las que he estado. ¿Cómo
pudiste hacerme eso? Me gustaba Ridgely, idiota. Ahora no volverá a
hablarme.
—Bien —resopló—. Porque Ridgely es un idiota.
—¡Es uno de tus mejores amigos!
—Ya no —gruñó Beau.
Parpadeé, preguntándome qué había pasado entre ellos para que
Beau estuviera tan enfadado. Porque se notaba que lo decía en serio.
Pero luego decidí que no me importaba.
—Solo... —Levanté una mano en su dirección, bloqueándolo de mi
vista—. Aléjate de mí. No me hables. No me mires. De hecho, a partir de
este momento, estás muerto para mí. ¿Entendido?
Solo resopló como si yo estuviera siendo ridícula y excesivamente
dramática. —Sí, buena suerte para evitarme en esta familia.
Levanté las cejas ante el desafío. —¿Oh? ¿Crees que no puedo
evitarte durante el resto de mi vida? Bueno, que empiece el juego, amigo.
Esta es la última vez que vuelvo a hablar contigo. Porque odio tus viles y
viscosas tripas.
Me giré para salir de la habitación, solo para recordar. —Y otra cosa
—ordené, girando de nuevo hacia él mientras agitaba un dedo en el aire—
. Aléjate también de mi hermano.
Sonrió. —Vaya, eso no duró mucho. Pensé que habías terminado
de hablarme para siempre.
Gritando con frustración entre los dientes apretados, agarré su
cartera que vi cerca, apoyada en la parte superior de su tocador, y se la
lancé, finalmente golpeándolo en la cara.
—¡Ay! —Me miró fijamente, se agarró la mejilla izquierda con una
mano y me señaló con la otra—. Juro por Dios que si vuelves a hacer
eso...
—¿Qué vas a hacer?
Como no tenía una amenaza preparada para respaldar su
advertencia, puse los ojos en blanco.
—Aléjate de mi hermano —repetí—. No necesita tu mala influencia
en su vida. Además, ¿por qué de repente sales tanto con él este año? Es
un maldito estudiante de primer año. Tú estás en el último año. Eso solo
te hace parecer mucho más patético de lo que ya eres, sabes.
—Oye, lo estoy tomando bajo mi ala —espetó, todavía secándose la
mejilla y metiendo la lengua en el lugar desde el interior, probando su
dolor.
Esperando no haber dañado permanentemente sus facciones
bonitas, hice una mueca de dolor, luego me regañé por preocuparme
aunque fuera un segundo, y contraataqué con: —Bueno, no tomaste a
Trick bajo tu ala el año pasado cuando era alumno de primer año.
Me frunció el ceño. —Trick no necesitaba que lo guiaran.
—Fox tampoco. —Con un bufido, añadí—: Estaría mejor guiado por
una virgen ciega de cuarenta años que ni siquiera ha ido al instituto.
—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó—. ¿Insinuas que
no tengo juego con las chicas?
Eso parecía el santo grial de los insultos para él, así que iba a
continuarlo tan rápido como pudiera. Pero me di cuenta de que su cartera
estaba en el suelo donde se había caído y dejó al descubierto una de las
fotos que tenía en las fundas de plástico.
Parpadeando, incliné la cabeza y me acerqué, sin poder verla
claramente desde aquí. Pero se parecía a mi foto del último año. El color
del pelo parecía correcto, así como la ropa y una de las posturas en las
que había posado.
—¿Eso es...? —Di otro paso adelante.
Al notar la dirección de mi atención, Beau miró hacia abajo. Sus
ojos se abrieron de par en par con horror.
—Mierda. —Se lanzó en mi dirección, levantó una mano para
bloquear mi vista y gritó—: ¡Fuera! —Luego se agachó, cogió la cartera y
la cerró de golpe, donde la apretó contra su estómago para ocultármela.
Cuando me limité a parpadear, explotó—. ¿Estás sorda? He dicho que te
vayas.
Confundida y aturdida, tropecé un paso hacia atrás. Al chocar con
su cómoda, giré y salí corriendo de su habitación, cerrando la puerta tras
de mí.
Respiré de forma extraña y sentí el pecho apretado y confinado. Mis
pasos eran apresurados, pero no corrí del todo.
Cuando llegué al salón, el padre de Beau estaba exactamente
donde lo había visto por última vez, pero esta vez ni siquiera fingía mirar
su iPad. Sus cejas se alzaron expectantes cuando aparecí, probablemente
con un aspecto tortuoso y asustado.
—Adiós, tío Noel —le dije mientras me apresuraba a pasar.
—Adiós, Bentley —dijo, sonando divertido.
No fue hasta que estuve fuera de nuevo, que pude respirar por
completo. Pero cuando lo hice, sentí el pecho apretado y constreñido. Me
llevé una mano al esternón, preguntándome qué pasaba.
Sin embargo, no podía quitarme de la cabeza la foto que había visto
en la cartera de Beau.
Quiero decir, ¿en serio? ¿De verdad llevaba una foto mía en su
cartera?
Ni siquiera sabía qué pensar sobre eso. Solo sabía que me producía
un cosquilleo en la piel, un calor y un escalofrío, casi todo al mismo
tiempo. Me estremecí y me abracé a mí misma, mirando hacia atrás como
si todavía pudiera sentirlo allí en su habitación, sosteniendo su cartera
para ocultar la prueba de sus sentimientos.
Oh, Señor.
Volví a girar y caminé un poco más rápido, asustada por qué los
pensamientos e ideas en mi cabeza me hacían sentir tan extraña.
Beau
Ya había devuelto mis zapatos a su sitio, junto con mi cartera, y
me encontraba tumbado en mi cama de nuevo cuando un curioso
golpeteo llegó a mi puerta. Sabía que no era Bentley, ya que obviamente
ya no creía en llamar a la puerta.
—Adelante —grité con un suspiro desinflado, imaginando que
ahora tendría que responder a preguntas incómodas.
La puerta se abrió y papá se asomó cautelosamente por la entrada.
Cuando me vio, suspiró y se apoyó despreocupadamente en el marco de
la puerta. Luego se metió las manos en los bolsillos y preguntó: —¿Todo
bien?
Levanté las cejas como si no tuviera ni idea de lo que hablaba.
—Sí, claro. ¿Por qué?
Se rió ligeramente y negó con la cabeza. —No pude evitar escuchar
la riña en la que te metiste con Bentley.
Se me apretaron las tripas solo con oír su nombre. Pero dije con
indignación: —¿Te refieres a la riña que tuvo conmigo? Sí. Debe ser ese
momento del mes, ¿no?
—Oh, hijo... —Papá levantó las manos, librándose de toda culpa.
Incluso dio un paso atrás con recelo mientras soltaba un silbido bajo—.
Más vale que te alegres de que tu madre y tu hermana estén fuera y no
te hayan oído decir eso; si no, estarías pidiendo una conmoción cerebral.
Me encogí de hombros, bastante seguro de que no lo habría dicho
si mamá y Lucy Olivia estuvieran en casa.
Papá suspiró de repente, sin dejar de observarme. —¿De verdad
saboteaste su cita con Ridgely? —preguntó finalmente—. ¿Con mierda de
perro?
—Tal vez —murmuré con una mueca de dolor.
—Maldita sea, hijo. Eso no fue muy brillante. ¿Y qué pasa con
Ridgely de todos modos? Pensé que tú y él eran amigos. ¿No era uno de
esos chicos que estuvo aquí la semana pasada?
Sí, lo era. Y fue entonces cuando me dijo que iba a invitar a Bentley
a salir. Ningún amigo de verdad me haría eso. Así que entrecerré los ojos
hacia papá y murmuré: —Bueno, ya no lo somos.
Con un suspiro, papá se pasó una mano por el pelo. —Sé que es
una sugerencia descabellada, pero ¿has pensado en decirle a Bentley que
te gusta?
Resoplé, seguro de que el viejo había perdido la cabeza antes de
murmurar un muy decidido: —No.
¿Por qué iba a hacer eso?
¿Se perdió la parte en la que ella había gritado que me odiaba a
muerte y que no quería volver a verme?
—La comunicación es la clave, hijo. Y puede que no lo parezca, pero
en realidad sé de lo que estoy hablando. Me quedé con tu madre, ¿no es
así?
Tenía razón en eso. Tuvo que tener algunas habilidades locas en
su día para enganchar a mi madre. Como un niño de mamá, no creo que
ninguna mujer pueda superar a Aspen Gamble en mi corazón.
Salvo que últimamente no podía quitarme de la cabeza unos ojos
azules brillantes y un pelo rojo intenso.
Era como si Bentley hubiera infestado mis pensamientos. Estaba
totalmente harto de pensar tanto en ella; empezaba a molestarme.
Pero, en serio, ¿por qué ella era lo único que parecía importar estos
días?
Desde que podía recordar, había hecho cosas radicales y locas solo
para llamar su atención. Ni siquiera importaba si la enojaba o la hacía
sonreír. Simplemente anhelaba que su atención estuviera en mí y en
ningún otro lugar. Siempre había sido así.
Pero en el último año, más o menos, la necesidad de estar cerca de
ella, de hacer todo lo que tuviera que hacer para ganar su atención, se
había duplicado. Se convirtió en una maldita obsesión y sentía que nunca
me libraría de esta necesidad de estar cerca de ella.
Cada vez era más difícil conformarse con simples miradas o
sonrisas de ella también. Ahora, quería más. Algo físico. Así que tenía
que provocarla para que me golpeara o me diera una bofetada, cualquier
cosa para que me tocara, porque nada era mejor que tener sus manos
sobre mí. Incluso me había dado un subidón cuando me tiró los zapatos.
Lo sé; estaba desquiciado. Y no tenía ni idea de cómo curarme.
Gimiendo, me di una palmada en la frente y me dejé caer de nuevo
en la cama.
—Confía en mí —aseguró papá desde la puerta—. Solo intenta
hablar con ella. Como un ser humano normal. —Levantó las cejas de
forma significativa—. Puede que te sorprendan los resultados.
Suspiré derrotado. —Sí, vale. De acuerdo —acepté, dispuesto a
intentar cualquier cosa en este momento. Porque no podía seguir así. Ya
no solo estaba volviendo loco a Bentley y a todos los demás; también me
volvía loco a mí.

***

Así que a la noche siguiente, después del colegio, respiré hondo


mientras abría la puerta trasera de la casa de los Parker y entraba. Knox
y Felicity estaban trabajando juntos para poner los platos de la cena en
el lavavajillas y limpiar la mesa.
—Oh, hola, Beau —me saludó Felicity con una sonrisa de
satisfacción—. Gracias por volver anoche y limpiar el patio delantero.
Hice una mueca de disgusto por haber sido yo quien lo estropeó en
primer lugar. —Sí, lo siento. Yo... —Miré alrededor de la cocina, buscando
a alguien, y luego me atreví a preguntar—: ¿Está Bentley en casa? —
Levantando la bolsa de regalo que llevaba, dije—: Regalo de disculpa.
Felicity se animó como si le hiciera ilusión mis esfuerzos por hacer
las paces, y yo sentí que la cara se me ponía roja como un tomate. Pero
Dios, esto era muy embarazoso.
—Está en su habitación —me dijo su madre.
Asentí y empecé a pasar por delante de ellos, solo para que Knox
levantara las cejas como si me advirtiera que me comportara, para luego
murmurar: —Buena suerte.
Tragué saliva con inquietud y giré por el pasillo. Su puerta estaba
completamente cerrada.
Cuando llamé, su voz apagada gritó: —¿Quién es? —en lugar del
“pasen” que esperaba.
Maldita sea. Puse los ojos en blanco hacia el techo y apreté los
dientes, odiando su parte. Entonces me aclaré la garganta y me acerqué.
—Soy Beau.
Se hizo el silencio. Un silencio absoluto.
Un minuto después, volví a llamar a la puerta. —¿Bentley?
Nada.
Sinceramente no iba a decirme nada. Ni vete. Ni, no me interesa.
Ni, vete a la mierda.
Nada.
Volví a llamar a la puerta. —Vamos. Sé que estás ahí.
Dos minutos después de eso, me golpeé la frente contra la puerta
y suspiré, luego miré a ambos lados para asegurarme de que nadie
miraba antes de bajar la mano y probar experimentalmente el pomo de
la puerta.
Estaba cerrado.
—Maldita sea. —Golpeando mi mano contra el portal ofensivo que
me mantenía alejado de ella, la fulminé con la mirada y dije—: Estoy aquí
para disculparme. ¿Puedes al menos dejar que me disculpe?
Cuando ni siquiera respondió a eso, mi corazón se hundió.
—Bueno, no me voy a ir a ningún sitio —afirmé con obstinación—.
No hasta que abras la puerta y hables conmigo.
Y me dejé caer allí mismo en el suelo para apoyar mi espalda contra
su puerta. Acababa de sacar mi teléfono para hacerme compañía cuando
Fox sacó la cabeza de su propia habitación al final del pasillo.
—No hubo suerte, ¿eh?
—¿Qué te parece? —murmuré, frunciendo el ceño con irritación.
Se limitó a sonreír y a encogerse de hombros. —¿Quieres jugar a
las cartas mientras esperas?
Suspiré porque, no, no quería jugar a las cartas. Quería ver a
Bentley. Pero dije: —Claro.
El hermano de Bentley desapareció en su habitación antes de
volver con una baraja de cartas.
Jugamos a War, Go Fish, Rummy, Kings in the Corner, Black Jack
y a Hearts.
Alrededor de una hora después de la maratón, Fox recibió un
mensaje en su teléfono.
Tras leerlo, sonrió, levantó la cara y gritó: —Sí, sigue aquí. Justo
delante de tu puerta.
Un segundo después, recibió otro mensaje que le hizo reír. —Me ha
llamado imbécil.
Me encogí de hombros. —Bueno, no se equivoca.
Otra hora más tarde, Knox apareció en el hueco del pasillo. —Beau,
chico. Tienes que irte a casa ya. No puedes quedarte aquí toda la noche
esperando a que cambie de opinión.
—Pero está aquí para jugar a las cartas conmigo —intentó
argumentar Fox en mi favor.
—No, no es cierto —dijo su padre antes de centrarse en mí y añadir
con pesar—: No quiere hablar contigo. Vete a casa.
Exhalé un fuerte suspiro, luego bajé la cara y asentí. El regalo
seguía ubicado a mi lado. Cuando lo miré, me dieron ganas de llorar.
—¿Tienes un papel y algo con lo que pueda escribir? —le pregunté
a Fox.
Asintió de inmediato, recogió las tarjetas y corrió a su habitación
para volver con los materiales que le había pedido.
No tenía ni idea de qué decirle. Tenía ganas de enfadarme con ella
por haberme dejado plantado de esta manera, pero luego, sabía que me
lo merecía.
Así que simplemente escribí: Lo siento.
Y metí la nota en la bolsa con su regalo antes de irme a casa.
A la mañana siguiente, en la escuela, me frené cuando me acerqué
a mi casillero para ver algo que parecía un trapo destrozado colgando de
la puerta.
—¿Qué...? —Me detuve frente a él, levantando una de las tiras de
tela hecha jirones para fruncir el ceño con confusión antes de darme
cuenta de lo que era. El regalo de disculpa que había dejado frente a la
puerta de Bentley en la bolsa: una blusa nueva para reemplazar la que
había arruinado con la caca de perro, había sido cortada y desgarrada en
una docena de pedazos.
Mientras las secciones de la blusa se escurrían sobre mis dedos
temblorosos, sacudí la cabeza con incredulidad.
Ella no me perdonó. En serio me iba a echar en cara esta broma
para siempre, ¿no?
—Hola, Beau. ¿Estás bien? —preguntó una voz familiar.
Levanté la vista y me encontré con que Bella, que pasaba con una
pila de libros, se detuvo y me dirigió una mirada curiosa y preocupada.
—Te ves tan blanco como un fantasma. —Luego, su mirada se dirigió a
lo que todavía tenía en la mano—. ¿Qué es eso?
—Nada —murmuré—, no es nada. —Entonces pasé por delante de
ella, dirigiéndome a la taquilla de Bentley—. Disculpa.
Quería enojarme. Es decir, estaba enfadado. Esto era simplemente
cruel.
Pero un lugar dentro de mí se rió, ¿y nunca has sido cruel con ella?
¿Peor con ella?
Lo había sido, por supuesto. No merecía su perdón. No era digno
de él. Pero lo quería, de todos modos.
Cuando la vi delante de mí en su taquilla, me adelanté, pero fue
como si me hubiera sentido llegar o algo así. Miró, con los ojos encendidos
cuando nuestras miradas se cruzaron, y luego cerró la taquilla de golpe,
se giró en la dirección opuesta y se fue rápidamente, quedando tan
atrapada en el tráfico peatonal que no fui capaz de alcanzarla.
No compartimos ninguna clase, ni siquiera el mismo descanso para
comer, así que fue bastante fácil para ella evitarme el resto del día.
Esa noche, volví a visitar su casa pero me dijeron que había ido a
ver a Chloe.
Bueno, supongo que eso significaba que tenía que visitar a mi muy
buen amigo Trick, el hermano de Chloe. Pero cuando llegué a la casa de
los Ryan, me enteré de que Chloe y Bentley habían ido al centro comercial
a comprar.
Durante más de una semana, se mantuvo alejada de mí. La veía de
lejos en la escuela, pero eso era todo. Y no era suficiente. Me volvía loco.
No me había tocado en nueve días, no me había mirado mal, no me había
dejado oír su voz ni siquiera llamándome cerdo o imbécil. No soportaría
mucho más de esto. Podía sentir cómo me desmoronaba internamente.
Así que la noche siguiente, le dije a mi madre: —Oye, deberíamos
invitar a los Parker a cenar.
Felicity era la mejor amiga de mi madre y hacía tiempo que no se
reunían a charlar. Podría ser una buena velada para todos.
Levantó la vista y parpadeó sorprendida antes de decir: —Um. De
acuerdo.
Sonreí. —¡Genial! Gracias. —Luego le di un beso de agradecimiento
en la mejilla y me apresuré a ir a mi habitación para ponerme algo bonito.
Me puse un poco de desodorante extra y me pasé un peine por el pelo
antes de volver a la cocina para ayudar con la cena, para que sirviéramos
a nuestros invitados la comida perfecta.
Para cuando los Parker llegaron casi dos horas después, yo era un
desastre tembloroso de anticipación.
—¿Hola? —exclamó Felicity, golpeando la puerta principal a la vez
que la abría—. Ya estamos aquí.
—Hola —saludé alegremente, entrando en el salón para hacer de
anfitrión antes de que nadie más en mi casa pudiera hacerlo—. Pasen.
—Hemos traído el postre —anunció, sosteniendo un plato lleno de
sus famosos brownies cuando entró, seguida por Knox—. Sabía que eran
tus favoritos.
—Oh, Dios te bendiga —dije, tomándolos de ella—. Me encantan
estas cosas. Además, huelen tan bien. —Todo el tiempo, mi mirada pasó
por delante de su marido, solo para aterrizar en Fox cuando entró a
continuación.
Lo que dejaría a Bentley en la retaguardia.
Pero Fox cerró la puerta tras de sí como si fuera el último en entrar.
Parpadeé confundido, preguntándome qué pasaba aquí. Bentley no podía
saltarse una cena familiar con su maldita familia.
Excepto que nadie más abrió la puerta y cruzó el umbral. Mamá
entró en la sala para saludar a todos, seguida de papá y luego de mi
hermana.
Me quedé de pie sosteniendo el plato de brownies como un tonto
mientras los otros seis charlaban y se reían, sin que ninguno de ellos
preguntara dónde estaba Bentley o pusiera excusas de por qué no había
venido o incluso dijera que solo llegaba tarde. Era como si simplemente
no existiera.
El problema era que no podía ser yo quien se lo preguntara.
Entonces todos sabrían que esta noche había sido arreglada simplemente
porque yo quería verla de nuevo.
Quiero decir, estoy seguro de que todos sabían básicamente eso de
todos modos. Pero de ninguna manera iba a anunciarlo y a afirmar mi
estúpido anhelo por ella preguntando dónde estaba.
Así que le di una patada a mi hermana en el tobillo.
—Ay. —Lucy Olivia se apartó de Fox, con quien había estado
hablando, y me frunció el ceño.
Ensanché los ojos ante ella de forma significativa mientras mamá
empezaba a llevarnos hacia el comedor.
—¿Qué? —siseó.
Suspiré y puse los ojos en blanco antes de lanzarle una mirada
fulminante.
—Vaya, está bien —refunfuñó y finalmente se apiadó de mí al
preguntarle a Felicity—: ¿Y dónde está Bentley esta noche? —mientras
siete personas se reunían alrededor de una larga mesa preparada para
ocho.
—Oh, dijo que tenía que escribir un trabajo —anunció su madre y
su mirada se dirigió con simpatía hacia mí mientras lo decía.
Tragué saliva, tratando de no reaccionar.
Pero, ¿en serio? ¿No iba a venir? ¿Tanto me odiaba como para evitar
algo así solo para no tener que verme?
Mientras me quedaba allí, intentando no derrumbarme ni dejar que
nadie supiera que me estaba derrumbando, oí a mamá decir: —Está bien.
Prepararemos un plato para que se lo lleven a casa. —Entonces me tocó
el brazo.
Di un respingo y miré a unos ojos llenos de compasión.
—Beau, ¿por qué no traes las bebidas de todos?
Asentí, solo para darme cuenta de que todos se habían sentado ya,
y probablemente se preguntaban por qué seguía allí de pie, mirando a la
nada.
Estar ocupado sirviendo a todo el mundo fue una agradable
distracción, aunque Lucy Olivia tuvo que ser una molestia y sonreírme,
diciendo que no quería hielo en su vaso después de que se lo hubiera
llenado con el té dulce que había pedido.
La comida pareció durar una eternidad. No podía dejar de mirar el
plato vacío que tenía enfrente. Y cada vez que alguien me hacía una
pregunta, tenía que repetirla de nuevo después de conseguir por fin mi
atención.
—No estás comiendo mucho —dijo mamá inclinándose hacia mí
para susurrar.
La miré con tristeza. —No tengo hambre —dije y no la tenía. Ni
siquiera podía comer uno de los brownies de Felicity, y normalmente me
comía dos o tres más de los que me correspondían.
—Déjenme preparar un plato para Bentley antes de que se vayan
—dijo mamá cuando los Parker se preparaban para irse.
Finalmente me animé lo suficiente como para decir: —Yo lo haré,
mamá.
Ella me sonrió y me tocó la cara. —Gracias. Probablemente sabes
lo que le gusta más que yo, de todos modos.
Y era cierto. Conocía todos los gustos de Bentley.
Preparé el plato, esperando complacerla, luego lo cubrí con cuidado
con papel de aluminio y se lo entregué a su madre, que esperaba junto a
la puerta, deslizando su bolso sobre el hombro mientras Fox se dirigía al
exterior y Knox rondaba a medio camino en la salida.
—Aquí tienes, Felicity. —Le pasé el plato para que lo tomara.
—Gracias, querido. —Pero en lugar de agarrar el plato, me cogió la
cara con las manos y me miró a los ojos, añadiendo—: Siento lo de esta
noche. Pero algún día volverá en sí. No pierdas la esperanza.
Asentí, aunque no creía ni una palabra de lo que decía. Había
metido la pata una vez más. Bentley nunca me iba a perdonar.
Bentley
—Te traje algunas sobras —anunció mamá, entrando a toda prisa
en mi habitación y haciendo que levantara la vista con interés.
—¿De verdad? —Sentada, estiré los brazos y salté vertiginosamente
sobre el colchón de mi cama—. Gracias a Dios. Me muero de hambre.
¿Qué ha cocinado Aspen esta noche?
—Tu favorito. Puré de patatas y pastel de carne con una guarnición
de guisantes.
—Vaya. —Me llevé el plato a mi regazo y arranqué el papel de
aluminio, solo para parpadear de sorpresa—. Es como si lo hubiera hecho
especialmente para mí o algo así. —Incluso las proporciones eran
increíblemente astutas de su parte. Tenía mucho más puré de patatas y
salsa de lo que probablemente me serviría yo misma, y más de lo que
estoy segura de que me daría Aspen o cualquier madre. Pero, en secreto,
era la cantidad que siempre quería servirme, porque nada supera a un
montón de puré de patatas.
—Hmm —murmuró mamá con conocimiento de causa mientras
observaba mi reacción—. Sí. Parece exactamente así, ¿no?
Alcé la vista, sintiendo un hilillo de culpabilidad que me remordía
la conciencia por haberme saltado la comida con los demás.
Mamá levantó las cejas y me tendió un tenedor. Lo cogí dócilmente.
Luego, como no podía evitarlo y me moría de hambre, tomé el primer
bocado de puré de patatas.
Esperando a masticar bastante para volver a por una segunda
ronda, mamá finalmente dijo: —Beau es quien te ha preparado el plato.
Tosí un poco, atragantándome a mitad del bocado, y tuve que
golpearme el pecho, con los ojos llorosos, antes de murmurar: —Genial.
Gracias por avisarme. Seguro que lo ha escupido.
Mamá puso los ojos en blanco. —Sabes que no lo hizo.
Estuve tentada de colocarlo a un lado y dejar de comerlo por
completo, solo para fastidiarlo, pero entonces...
Tenía hambre, y él nunca sabría si realmente me había comido la
comida o no, así que ¿qué sentido tenía? Y además, Aspen era muy buena
cocinera. Así que me comí el segundo bocado.
Mamá suspiró con tristeza y sacudió la cabeza. —Esta noche le has
roto el corazón a ese chico, ¿lo sabías?
Le fruncí el ceño. —Ya te dije que tenía que escribir un trabajo.
Se sentó a mi lado. —No sé qué está pasando esta vez entre ustedes
dos, pero será mejor que lo resuelvan porque no puedes evitarlo para
siempre.
—Sí —gruñí—. Sí puedo. —Y lo haría.
—Bentley...
—¿Y cómo puedes decir que no sabes de qué se trata? Nos tiró caca
de perro a mí y a Ridgely. Caca de perro, mamá.
Hizo una mueca de dolor. —Sí. Eso estuvo bastante mal.
Puse los ojos en blanco. —¿Tú crees?
—¿Tanto te gustaba? —preguntó con tristeza.
Mi mirada se elevó, el corazón palpitando de ansiedad, los ojos
abriéndose al doble de su tamaño habitual. —¿Qué?
Era imposible que ella supiera que soñaba en secreto con Beau
Gamble. Siempre me había asegurado de mantener ese detalle pequeño
y humillante completamente oculto a todo el mundo.
Pero no podía evitarlo. Él notaba cosas de mí. Más de lo que nadie
parecía notar en mí. Por lo general, utilizaba sus agudos poderes de
observación para irritarme de alguna manera, claro, pero era bastante
halagador recibir ese tipo de atención inquebrantable, de todos modos.
Si alguna vez decidiera ser cortés con su atención en lugar de
burlarse, probablemente estaría completamente perdida para él.
Pero está claro que mamá no se refería a Beau: —¿Ridgely? ¿Te
gustaba tanto?
Oh.
Ridgely.
Mis hombros se hundieron. No pensé en Ridgely desde aquella
noche. No había hablado conmigo en la escuela, ni me envió mensajes de
texto, ni se puso en contacto conmigo de ninguna manera, pidiéndome
otra cita o incluso diciéndome nunca más. Y honestamente, había estado
muy preocupada por tratar de esquivar a Beau como para considerar a
Ridgely a cambio.
—Eh, bueno, en realidad no —admití arrugando la nariz. Ridgely
emitía una sensación espeluznante cada vez que estábamos solos. No
habría tenido ningún interés en volver a verlo, incluso si no hubiéramos
estado untados en heces de perro juntos.
—¿Entonces no vas a perdonar a Beau?
—No merece ser perdonado —le espeté a mi madre con el ceño
fruncido.
—Oh, vamos, cariño. Lo siente...
—¿Lo siente? —grité incrédula—. Bueno, tal vez debería haberse
arrepentido hace mucho tiempo porque ya me he cansado. Lleva una cita
demasiado tarde. Y ahora simplemente no me importa. Podría vivir o
morir, y no me importaría. He terminado con Beau Gamble para siempre.
—Eso no puede ser cierto. Conoces al chico desde que nació. Él...
—Lo odio, mamá. Lo. Odio.
—Eso es ridículo. Es un dulce...
—¿Dulce? —grité incrédula—. Sí, para ti tal vez. Pero nunca ha sido
dulce conmigo.
Tristemente, dudo que pueda serlo. Parecía haber algo en mí que
despreciaba.
—¡Puedes ir ya a hablar con él! —murmuró ella, cada vez más
irritada—. No lo odias. Y va a estar en tu vida durante mucho tiempo, así
que la única persona a la que perjudicas con este comportamiento es a ti
misma.
Y a Beau, quería gruñir. A la única persona a la que quería hacer
daño. Porque eso era exactamente lo que se merecía por hacerme siempre
daño.
Sacudí la cabeza obstinadamente. —No voy a ir allí.
—Ve allí, o estás castigada. Ni siquiera estoy diciendo que tengas
que perdonarlo, o que te guste, o lo que sea que estés tratando de hacer
ahora. Pero haz las paces con él. Por tu bien y el del resto de la familia.
—No. No voy a volver a hablar con él.
—Oh, Dios, chicas —gritó Fox, irrumpiendo en la habitación con
los ojos muy abiertos y preocupados mientras levantaba su teléfono como
si acabara de recibir una llamada—. Beau ha tenido un accidente de
coche.
—¿Qué? —gritamos mamá y yo juntas, arremolinándonos hacia él.
Salí volando de la cama, volcando el plato que había estado en mi
regazo y haciendo que la comida volara por todas partes.
—¿Está bien? —pregunté, presionando mi mano contra mi corazón
como si eso ayudara a regularlo porque de repente golpeaba fuera de
control—. Oh Dios, todavía está vivo, ¿no?
Fox parpadeó y luego sonrió. —Pensé que no te importaba —se
burló, dejando caer el teléfono a su lado y resoplando—. Pensé que podría
morir ahora mismo y no te importaría en absoluto.
Parpadeé una vez antes de darme cuenta de que me tomaba el pelo.
Beau no había sufrido ningún tipo de accidente y mi intrigante hermanito
estaba a punto de morir.
Chillando de indignación por conseguir que revelara cualquier tipo
de preocupación, cargué. —¿Cómo has podido, pequeño fisgón? Voy a...
—No —dijo mamá, saltando de la cama para cogerme del brazo y
evitar que asesinara a su hijo con mis garras—. Nada de sangre en una
noche de colegio. Y Fox acaba de demostrar mi punto de vista totalmente,
aunque va a ser castigado de por vida por asustarnos a los dos de esa
manera —añadió bruscamente, dándole una mirada de muerte.
Sus ojos se abrieron de par en par. —Y me voy —anunció mientras
salía rápidamente de la habitación.
Mamá señaló hacia la puerta mientras me miraba. —Vete tú
también —dijo—. Directamente a la casa de los Gamble.
Resoplé y negué con la cabeza. —Bien.
Esto era tan estúpido e injusto. Pero me encontré marchando de
nuevo hacia la casa de los Gamble, de todos modos.
Aunque sabía que Fox había mentido, necesitaba comprobar con
mis propios ojos que Beau se encontraba bien.
Esta vez, sus padres estaban en el salón, acurrucados en el sillón
reclinable, con la tía Aspen en el regazo del tío Noel, con los brazos de
éste rodeándola y la cara de ella apoyada en su hombro.
Me detuve en seco, sin esperar verlos así.
—Yo... ¡lo siento!
El tío Noel se limitó a reírse de mi vergüenza y a inclinar la barbilla
hacia el pasillo. —Está en su habitación.
—Gracias —murmuré humildemente, y luego añadí con retraso—:
Y gracias por la cena.
La tía Aspen asintió. —Gracias por venir finalmente. Ha tenido una
semana dura.
No quería sentirme mal por eso; todo este asunto ni siquiera habría
empezado si él hubiera sido un poco amable conmigo. Pero me sentí mal
de todos modos. No me gustaba la idea de hacerle daño.
Asentí en silencio e incliné la cabeza, luego me apresuré hacia la
habitación de Beau.
Sin poder admitirlo ante nadie, le había echado de menos estos
últimos días. Nadie me enojaba como Beau, pero tampoco nadie me hacía
bombear la sangre y sentirme tan viva como él. Estaba tan mal, pero
siempre sentía esa emocionante sacudida cada vez que le daba un golpe
en el brazo y sus ojos se iluminaban como si quisiera que lo hiciera de
nuevo.
Pero no iba a pensar en eso porque era raro.
La puerta de su habitación estaba abierta del todo esta vez, así que
entré sin anunciarme. Se encontraba sentado en la cama, con la espalda
apoyada en la pared, los pies estirados delante de él y una rodilla doblada
hacia arriba mientras lanzaba un largo suspiro y se apoyaba las palmas
de las manos en las cuencas de los ojos.
Un dolor compasivo me recorrió, queriendo abrazarlo o algo así.
Siempre experimentaba una extraña e inquieta angustia cada vez que
estaba herido. Antes, solo se trataba de huesos rotos o rodillas raspadas,
pero ahora, aparentemente, se extendía también a un alma herida. Y esta
agonía que experimentaba ahora se sentía particularmente peor que
nunca desde que supe que yo era la fuente de la misma.
Y eso me enfureció.
¿Por qué diablos era yo la que se sentía culpable? Todo esto era
culpa suya.
Centrándome en mi enfado y decidida a seguir enfadada, me crucé
de brazos sobre el pecho.
—Bueno, es oficial —anuncié, haciendo que se sobresaltara y
soltara las manos para parpadear—. Has caído a un nuevo nivel. Me has
echado encima a mi propia madre. Así que felicidades... —Levanté los
brazos y los extendí—. Tú ganas. Estoy aquí para resolver todos mis
problemas contigo o estoy castigada de por vida. Entonces, ¿qué era tan
importante que tenías que llegar a medidas tan extremas para que
volviera a hablar contigo?
—Sabes qué —dijo con voz cansada—. Olvídalo. —Miró hacia su
ventana como si no pudiera soportar mirarme—. Vete a casa, Bentley. No
quiero hablar más.
—Bueno, lo siento, pero ¿no me escuchaste cuando dije que estaba
aquí bajo coacción? No puedo irme a casa hasta que estés contento y
animado de nuevo o lo que sea.
—¿Por qué no puedes mentir, entonces? —espetó, frunciendo el
ceño hacia mí—. Dile a Felicity que estoy bien. Que estamos bien. Que
nuestros problemas están resueltos. Desde luego, no le diré lo contrario.
Suspiré. Realmente estaba mal, ¿no? Mamá no había mentido al
respecto.
—Mira —dije, frotándome el centro de la frente—. Estoy aquí. Más
vale que lo hablemos.
Sacudió la cabeza y resopló. —He dicho que no tengo ganas de
hablar.
—Beau Clayton Gamble —gruñí, fulminándolo con la mirada—.
Empieza a hablar ahora, o te lanzaré otro zapato.
—No —dijo—. Has dejado muy claro lo que sientes, y por fin lo he
entendido. ¿De acuerdo? Te dejaré en paz. Ahora vete a celebrar o lo que
sea que quieras hacer.
Tenía unos extraños anillos rojos alrededor de los ojos, como si se
hubiera quedado despierto hasta muy tarde, estudiando.
O si estuviera a punto de llorar.
Mis hombros se hundieron en la derrota. —Estoy muy confundida.
Dices que le diga a mi madre que todos nuestros problemas están
resueltos. Pero ni siquiera sé cuáles son nuestros problemas.
—¿En serio? —preguntó secamente antes de resoplar y sacudir la
cabeza—. ¿Ya te has olvidado de la cita con la mierda de perro? ¿O de la
cita anterior a esa? ¿Y la anterior a esa? O prácticamente todas las veces
que hemos tenido algún tipo de encuentro. Soy malo contigo. Soy una
persona horrible, desagradable. ¿Quieres una lista de todas las cosas
insensibles que he hecho contra ti?
—Sé que eres malo conmigo —murmuré—. Pero no eres una
persona horrible. Y además, yo tampoco soy precisamente amable
contigo.
—Solo porque yo empecé primero —argumentó acaloradamente.
—Ese es mi punto —siseé—. ¿Por qué empezaste toda esta guerra
entre nosotros? No eres así con nadie más. Solo conmigo. Y eso duele.
Su barbilla tembló, y la tristeza llenó sus ojos. —Nunca quise... —
Intentó decir más, pero las palabras se le atragantaron, así que sacudió
la cabeza y apretó los ojos—. Joder, no puedo hacer esto.
—¿Hacer qué? —pregunté—. Nunca quisiste... ¿qué? Dime qué te
he hecho para que me odies tanto.
Sus ojos se abrieron con sorpresa. —No te odio.
—¿Entonces cuál es el problema? Porque has dejado muy claro que
ciertamente no te gusto.
El pánico inundó su mirada. —No —susurró—. Eso no es... Eso no
está bien en absoluto. —Sacudiendo la cabeza, salió volando de la cama
y se puso una mano sobre la boca.
Entrecerré los ojos. —¿Qué no está bien?
—N-nada. —Su atención recorrió la habitación como si se sintiera
atrapado. Luego trató de dirigirse a la puerta como si quisiera escapar de
toda la conversación—. Olvídalo, ¿de acuerdo?
—A la mierda. —Me interpuse en su camino, haciendo que se
detuviera y me mirara como si tuviera miedo. De mí. Le mostré mis
dientes apretados—. Será mejor que empieces a hablar, y a decirme la
verdad, o te daré una patada en el trasero.
Negó con la cabeza. —No voy a hablar contigo.
—¿Por qué no?
—Bentley. Maldita sea.
—¿Maldita sea qué?
—Sal de mi puto camino —gruñó.
—¡Eso es! —Fui a darle una patada en la espinilla, pero me esquivó
con éxito, levantando la rodilla y desplazándose hacia un lado para
protegerse.
—Para —ordenó.
—Entonces habla —le ordené.
Cuando intenté patearle de nuevo, y volví a fallar, grité de
indignación y me conformé con golpearle el brazo. El satisfactorio escozor
que sentí en la palma de la mano al hacer contacto me impulsó a
golpearlo de nuevo, pero él atrapó mi mano la segunda vez. Me agarró la
muñeca con los dedos y me mantuvo el brazo suspendido por encima de
nosotros.
Cuando vi la agonía en sus ojos azules, me detuve. —¿Beau?
Aspirando con fuerza, pasó el pulgar suavemente por el pulso de
mi muñeca y se acercó.
Su expresión se volvió suplicante, pero no estaba segura de lo que
pedía. Solo sabía que su mirada me hacía sentir un peso caliente en el
estómago, casi entre las piernas, y sentí que mis pestañas temblaban
mientras me movía hacia él.
Sus labios se separaron y solo pude observar, hipnotizada, cómo
se acercaba aún más, hundía su cara y luego presionaba su boca contra
la mía.
Aturdida, estupefacta y completamente abrumada, me quedé allí,
cómodamente inmóvil, mientras él me soltaba el brazo para sujetar mis
mejillas con las manos e inclinar mi cara hacia arriba para encontrarme
mejor con él. Cuando sus labios se ablandaron, su agarre se hizo más
fuerte y sus palmas se desplazaron hacia mi pelo para poder apretar los
mechones con pasión. Me aferré a la parte delantera de su camisa, sin
estar segura de si intentaba evitar que se acercara o asegurarme de que
no se alejara de nuevo.
Solo sabía que en algún momento empecé a devolverle el beso, y
todo lo que parecía saber en ese momento era Beau. El latido de su
corazón. Su calor.
Sus verdaderos sentimientos.
Cuando sentí su lengua contra mis labios, buscando la entrada, la
sorpresa me hizo retroceder y jadear.
Respiró y abrió los ojos antes de centrarse en mí. Y cuando lo hizo,
su rostro perdió todo el color mientras sus ojos se dilataban por la
sorpresa.
—Oh, joder —respiró, abriendo la boca con horror.
Retrocedió un paso. Y lo siguiente que supe fue que salía corriendo
de su propia habitación tan rápido como podía, abandonándome
completamente allí sola.
—¡Beau! —grité sorprendida, pero nada menos que la mano de Dios
iba a detenerlo.
Probablemente me quedé allí durante cinco minutos, tratando de
entender lo que acababa de pasar antes de salir también de su
habitación. Luego caminé por el pasillo aturdida, levantando las puntas
de mis dedos temblorosos hacia mis labios hormigueantes mientras
avanzaba.
Cuando llegué a la sala de estar, sus padres seguían allí, pero ya
no estaban abrazados en la silla tan íntimamente como antes.
Ambos parecían preocupados mientras me observaban.
Dejé caer la mano de mi boca y susurré con una voz extrañamente
ronca: —¿Se fue?
El tío Noel asintió. —Salió de aquí como si su cola estuviera en
llamas hace unos minutos. —Luego entrecerró los ojos y me preguntó—:
¿Estás bien, niña?
Inmediatamente asentí con la cabeza. —Sí. Por supuesto. Estoy bi-
bien. —Pero mi voz se quebró en la última palabra y un pequeño hipo
quedó atrapado en mi pecho.
La tía Aspen se dirigió inmediatamente hacia mí. —Oye, ¿por qué
no te preparo una bebida caliente antes de que te vayas? Esta noche hace
frío.
—Vale. —Para cuando llegué a responder, ya me había cogido por
los hombros con un suave y maternal apretón y me había girado hacia la
cocina.
Me sentó en la mesa y me quedé allí, recordando todo lo que había
pasado en la habitación de Beau.
Cuando se sentó frente a mí y deslizó una taza humeante ante mí,
parpadeé, pensando que no había tardado mucho. O tal vez sí tardó lo
normal y me había alejado de la realidad más de lo que creía.
Cogí la taza y di un sorbo automático.
—Oh, Bentley —dijo la tía Aspen, moviendo la cabeza con tristeza.
Y de repente me sentí mal al pensar en ella como tía Aspen, ahora que
había besado a su hijo—. Te ves absolutamente triste en este momento.
Suspiré y me restregué la cara. —Es que no lo entiendo. Quiero
decir, sé que no es un mal tipo. Lo sé. Lo he visto ser perfectamente
amable con otras personas. Con todos los demás. Solo se mete conmigo.
Aspen se mordió la comisura del labio como si tratara de controlar
su expresión. Luego miró el fondo de su propia taza. —¿Por qué crees que
es así?
—No lo sé —murmuré mordazmente—. ¿Porque me odia? —Esa era
la única explicación lógica, excepto que acababa de decirme que no me
odiaba.
Justo antes de besarme.
Se me revolvió el estómago y se me disparó el pulso.
Beau me había besado. Y yo le había devuelto el beso.
Dios, besé a Beau.
Beau Gamble. El que normalmente me enfadaba tanto que quería
estrangularlo, pero también el chico que secretamente siempre había
esperado que fuera mi primer beso.
Ahora lo era. Y me había gustado. Quería intentarlo de nuevo.
—Oh, no creo que te odie —murmuró Aspen con conocimiento,
como si pudiera ver la misma escena que yo reproducía en mi cabeza.
Me sonrojé. Luego apreté los dientes, irritada por la confusa mezcla
de sentimientos que había en mí.
Nadie me confundía como Beau. Y eso me molestaba.
—Bueno, seguro que tiene una forma curiosa de demostrarlo si no
me odia —murmuré.
Esta vez, se rió de inmediato. —Sí. —Asintió—. Definitivamente
estoy de acuerdo con eso. —Luego sacudió la cabeza y suspiró—. Pero,
por alguna razón, a Beau siempre le ha costado dejar que alguien sepa lo
que siente de verdad, sobre todo cuando la emoción lo incomoda.
—¿Lo incomoda? —solté, arrugando la nariz—. Pero lo conozco de
toda la vida. —¿Cómo podría hacerle sentir incómodo de alguna manera?
Excepto que no me sentía precisamente cómoda pensando en ese
beso. Me sentía hipersensible, excitada, ansiosa y nerviosa. Pero cómoda
no.
Su madre me dio un encogimiento de hombros evasivo. —Cuando
era pequeño y se negaba a decirme lo que le pasaba, ¿sabes lo que hacía?
Me enderecé esperanzada. —No. ¿Qué?
Tal vez podría utilizar su método.
—Le escribía cartas. Siempre le ha resultado más fácil expresarse
a través de la palabra escrita que hablada. —Luego se sonrojó y admitió—
: Quizá porque su madre es profesora de literatura, no estoy segura. Pero
siempre que no conseguía que dijera algo en voz alta, conseguía que lo
escribiera.
—Hmm. —Mis cejas bajaron con escepticismo—. ¿De verdad? —
Dudé de lo que estaba diciendo, aunque sabía que no mentía de ninguna
manera. Todo parecía demasiado bueno para ser verdad.
—Siempre. Y siempre se trataba de algo que le daba demasiada
vergüenza admitir en voz alta, como que había tenido una pesadilla o que
estaba nervioso por empezar la escuela secundaria o que todavía le daba
miedo la oscuridad. Cosas que no creía que un chico duro debiera sentir
nunca —respondió, sonriendo.
Se me derritió el corazón al imaginar a un pequeño Beau
escribiendo todos sus miedos y preocupaciones a su madre.
Aspen sonrió con cariño y suspiró. —Sabes, leer palabras puede
ser algo mágico. Me enamoré del padre de Beau después de leer algo que
había escrito.
Eso me hizo retroceder un poco sobresaltada. Las meras palabras
“enamorarse” y “Beau” mezcladas hacían cosas extrañas y aún más
incómodas en mi interior.
Pero me hallaba decidida, así que ignoré todo eso. —¿Crees que me
respondería si le escribiera? —pregunté
Levantó las cejas, optando por no responder, y en lugar de eso dijo:
—Solo hay una manera de averiguarlo.
—Bueno, intentaré cualquier cosa para que deje de molestarme.
¿Tienes un bolígrafo y algo de papel?
—Por supuesto. Mira con quién estás hablando.
Resoplé con una sonrisa, y ella inmediatamente me trajo lo que
necesitaba.
Mientras apretaba el bolígrafo en la mano y miraba el papel en
blanco que tenía delante, recordé la nota que Beau metió en la bolsa de
regalo con la blusa de repuesto que me había regalado. La blusa que
había destrozado.
Ese simple “lo siento” me convenció más que nada. Si aún no
hubiera estado tan molesta, probablemente habría roto mi resistencia allí
mismo. Así que decidí ser tan simple como él. Escribí:

Querido Idiota,
¿Por qué?
¿POR QUÉ?
Sinceramente,
Bentley.

Al terminar, dejé el bolígrafo en la mesa de al lado y doblé la nota


en tres.
Aspen sonrió con cariño al otro lado de la mesa. —Adelante, déjala
en su almohada, donde la encontrará.
Asentí con la cabeza y le di las gracias antes de hacer exactamente
lo que me había sugerido.
Luego me dirigí a casa con un estado de ánimo mucho más
pensativo y sobrio que el que tenía cuando había llegado.
Al día siguiente, en el colegio, encontré una nota en mi taquilla
nada más abrir la puerta, como si la hubieran metido por las rejillas de
ventilación de la parte superior. Supe que era de él en cuanto la vi, así
que ni siquiera me molesté en abrirla. La metí en el bolso para leerla
cuando llegara a casa.
Y, por supuesto, luego tuve que vivir el día de clases más largo de
la historia. Lo que me pareció cinco años más tarde, después de que
sonara el timbre, me apresuré a llegar a casa y me metí en mi habitación,
cerrando la puerta tras de mí para poder leer en privado.
—Lo juro —murmuré para mí misma mientras me arrastraba a la
cama para ponerme cómoda—. Si solo me respondió: ¿por qué, qué?, voy
a su casa ahora mismo y le hago daño.
Una vez situada y lista para leer, comencé a desdoblar la nota con
cuidado.
—Santo... —Empecé, con los ojos desorbitados al ver que tenía dos
páginas, llenando tanto el anverso como el reverso.
El aire aliviado salió de mis pulmones. Pero menos mal. Se había
tomado en serio la pregunta. Esperar a leer su carta hasta ahora había
merecido la pena, después de todo.
Tragando una vez, me sumergí en ella.

Querida Bentley,
No estoy seguro de a qué se refiere tu pregunta, pero intentaré
responder a todas las que pueda. Te debo eso, al menos.
Tal vez quieras saber por qué siempre te he tratado de forma
diferente a los demás.
Eso es porque SOY un idiota. (Y para que quede claro, TODOS los
porqués pueden responderse realmente con esta explicación, pero también
te daré las respuestas largas). También es porque siempre has destacado
para mí, de forma diferente a todos los demás. Tampoco es solo porque
seas la chica más guapa que he visto o porque tu pelo rojo y tus ojos azules
brillantes me llamen de inmediato la atención. Es que soy ultra consciente
de TI siempre que estás ahí. Es como un subidón de cafeína sin beber
cafeína. Y probablemente el doble de adictivo. Tu voz no suena como la de
nadie más en mis oídos. Tu sonrisa, tu risa, tu olor. No sé cómo describirlo
más que diciendo que simplemente ERES diferente, y soy incapaz de
tratarte como si fueras otra persona.
Entonces, ¿por qué siempre he sido tan malo contigo?
Seguramente porque todas las emociones diferentes que despiertas
en mí me dan mucho miedo. Es como un punto débil y vulnerable dentro
de mí que no puedo controlar ni arreglar, y eso me irrita. Así que me rebelo
contra ello siendo malo contigo. Creo que también soy malo contigo porque
una pequeña parte de mí está enfadada contigo por tener ese poder sobre
mí que nadie más tiene. Sé que no es justo para ti y que no es en absoluto
culpa tuya lo importante que te he hecho en mi propia cabeza, así que
siempre intento ocultar la mortificante verdad. Creo que pensé que si podía
mantenerte enfadada conmigo, entonces nunca te darías cuenta de que
podrías hacerme mucho más daño del que yo podría hacerte a ti. Lo peor
que creo que podría pasarme es que me rechazaras. Pero si siempre te alejo
antes de que tengas la oportunidad de rechazarme, entonces es como si yo
ganara. Ni siquiera tienes la oportunidad de odiarme de verdad.
Sí, ese es un razonamiento muy estúpido, ¿no? No estoy orgulloso
de mí mismo, pero es por lo que te trato como lo hago.
O quizás querías saber por qué te besé.
Dios, Bent. Ojalá lo supiera. Tal vez sea porque pienso en ello todo
el tiempo, y cuando mi cabeza se quedó en blanco de algo que decirte,
simplemente reaccioné e hice lo que siempre he querido hacer. No sé. Pero
lo siento. Lo siento mucho. Te prometo que no tenía intención de hacer eso.
Solo se me escapó.
Pero si quieres saber por qué corrí después...
Bueno, eso es fácil. Porque soy un maldito cobarde. Sé que no soy
digno de ti. Soy un imbécil, y tú eres tan dulce e increíble. Sé que no hay
manera de que tenga una oportunidad contigo. Y solo tenía que escapar
del rechazo antes de que pudieras darlo. Como siempre hago.
Espero que no me odies para siempre por esto. Realmente lo siento.
No sé qué más decir sino que lo siento. Ojalá pudiera ser mejor. Ojalá
pudiera ser normal. Ojalá pudiera ser digno de ti.
Sinceramente,
Idiota.

Las lágrimas se derramaron por mi cara mientras terminaba de


leer. Me temblaban las manos cuando saqué un bolígrafo y un cuaderno
de mi mochila, pero cuando intenté pensar en qué responderle, no pude.
No tenía el talento de Beau para escribir los sentimientos. Tenía
que decirlos en voz alta tal y como me venían en el momento. Pero no
había forma de dejar esto sin respuesta. Así que aparté el bolígrafo y el
papel de mi regazo y me levanté de la cama. Dos minutos más tarde, grité
a mis padres al otro lado de la casa para decirles que estaría en casa de
los Gamble durante un rato, y me apresuré a salir por la puerta trasera.
Beau
Entré en mi habitación luego de llegar a casa tras el entrenamiento
de fútbol, agotado y con los huesos cansados de estar estresado todo el
día, preocupado por cómo respondería Bentley a mi carta.
Dios, tal vez había escrito demasiado.
Vale, definitivamente escribí demasiado. Es decir, le había dicho de
plano cómo destruirme si quería. ¿Quién hacía una estupidez como esa?
Yo, supongo, eso es.
Pero tenía la esperanza de que tal vez, posiblemente, le gustara más
a cambio. O al menos que me entendiera lo suficiente como para no
odiarme del todo. Pero ahora me preguntaba si mis palabras harían lo
contrario. ¿Y si la asustara totalmente y no quisiera volver a verme? O
peor aún. ¿Y si sentía pena porque me gustaba, y yo no le gustaba a ella?
Maldita sea, ¿qué había hecho?
Tal vez, si mis estrellas se hallaban alineadas, ella ni siquiera había
encontrado la carta.
Dejé caer mi bolso deportivo en el suelo, junto a la cómoda, y de
inmediato empecé a quitarme los zapatos y a coger el botón superior de
la camisa con la intención de deshacerme de ella y encontrar algo más
cómodo, mientras pensaba que debía escribir otra carta para dar marcha
atrás y desmentir de algún modo todo lo que ya le había dicho.
De hecho, tardé un momento en darme cuenta de que había
alguien sentado en mi cama.
—¿Qué...?
Casi me sobresalto cuando Bentley se llevó un dedo a los labios,
haciéndome callar.
—¿Qué estás haciendo aquí? —siseé en un susurro, volviendo a
abrochar lo que acababa de desabrochar, mientras ella se levantaba de
la cama y venía hacia mí.
—Necesitaba hablar contigo.
—¿Y no podía esperar hasta...?
Diablos, cualquier otro momento. Como cuando tuviera el valor de
soportar realmente escuchar un rechazo de ella.
—No —dijo, y luego hizo lo impensable. Se acercó, justo en mi
espacio personal—. Necesito sacar esto ahora.
Tragué saliva y retrocedí un paso incómodo. —De acuerdo.
—¿Lo decías en serio? —preguntó—. ¿Todo lo que escribiste en la
carta?
No pude saber por su expresión si le gustó lo que había escrito o
no. Era imposible saber si estaba contenta, disgustada o algo así. Lo que
me volvía loco.
—¿Por qué iba a escribir algo que no decía en serio? —Me evadí.
—No lo sé. —Se encogió de hombros—. ¿Porque estabas dispuesto
a decir cualquier cosa para que te perdonara, tal vez?
Me limité a retroceder de nuevo cuando se acercó más a mí. —No
me importa si no me perdonas. Haz lo que quieras. Es tu vida.
Hizo una pausa y ladeó la cara con curiosidad. —¿No quieres que
te perdone, entonces?
—No he dicho eso —murmuré con el ceño fruncido.
—¿Entonces sí quieres el perdón? —conjeturó.
Dios mío, me empezaba a doler la cabeza. —Yo solo... —Me callé
frunciendo el ceño hacia ella—. No me importa si tú...
—Pero mira... —Agitó un dedo en mi cara—. Creo que sí te importa.
Creo que te importa mucho.
—Qué demonios —murmuré, sacudiendo la cabeza, confundido—.
¿Qué estás tratando de hacerme decir aquí?
—Intento que respondas a la maldita pregunta que te hice en mi
carta. ¿Por qué? ¿Por qué no puedes decirme de una vez que te gusto?
—¡Porque no me gustas! —le respondí con un rugido—. Por Dios.
—Agarrándome la cabeza, me aparté de ella y encorvé los hombros,
luchando contra la batalla de miedo e inseguridad que se libraba en mi
interior.
Frente a mí, Bentley parpadeó como si acabara de abofetearla.
—¿No te gusto?
Solté una risa áspera y amarga. —¿Cómo podría? —Los ojos se me
humedecieron y añadí—: Gustar es una emoción agradable y educada,
cómoda. Y lo que siento por ti no es en absoluto agradable, ni educado,
ni cómodo. Es como una violenta tormenta que me consume y que no
puedo controlar. Un picor obsesivo que nunca puedo aliviar. A veces, creo
que te odio por hacerme desear tanto algo como quiero cada sonrisa, cada
mirada, cada ceño fruncido, risa, grito, o susurro, o cada maldita lágrima
que tienes que dar. Nunca he deseado nada como te deseo a ti. Y eso es
terrible. Y maravilloso. Y confuso. Y muy aterrador. Ahora dime, ¿cómo
hay lugar para el agrado en todo eso?
Parpadeando, Bentley aspiró y soltó un suspiro antes de negar con
la cabeza y susurrar: —Beau.
Se acercó a mí, pero levanté la mano, apartándola, demasiado
sensible para recibir algo en ese momento.
—No —gruñí, apartándome—. No te atrevas a darme ninguna
simpatía.
—No estaba...
—Ves. —La señalé—. Esto es exactamente por lo que nunca quise
que lo supieras. Porque solo te sentirías mal por mí. Nunca serías capaz
de preocuparte por mí de la forma en que yo me preocupo por ti, y tu
rechazo te haría todo simpática y miserable. Nada sería peor que eso, así
que lo escondí e hice que me odiaras para que nunca lo supieras, para
que nunca pudieras mirarme como me estás mirando ahora. Oh, Dios.
Agarrándome la cabeza, me alejé de ella. —Pensé que todo el anhelo
que hay en mi interior podría desaparecer con el tiempo si era lo bastante
frío, impersonal y cruel contigo. Pero no se va para nada. Y creo que me
muero cada vez que te molesto. Pero parece que no puedo parar. No sé
qué más hacer. —Tuve hipo y cerré los ojos, sintiendo que mi control se
rompía. Porque ella lo tenía todo. Ella tenía todo el poder—. ¿Por qué no
desaparece? —exclamé.
—Oye —dijo suavemente, poniéndose delante de mí y agarrando
suavemente mis manos para quitarlas de mi cabeza.
Empecé a respirar de manera errática, sabiendo que este era el
momento. Ahora me rechazaría de verdad.
Antes de que pudiera detenerlos, mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Lo siento. —Inclinándome, presioné mi cara hacia delante hasta que
nuestras frentes se tocaron—. Lo hice todo mal, ¿verdad?
Bentley soltó una pequeña y tierna carcajada mientras me limpiaba
las mejillas húmedas, haciéndome gemir y cerrar los ojos, preparándome
para el impacto cuando dijo: —Sí, más o menos. Pero hasta ahora, no es
nada que no se pueda arreglar.
¿Arreglar?
Vale, no me esperaba esa palabra. Abrí los ojos de golpe y la miré
mientras la esperanza me llenaba el pecho. —¿Qué?
Esta vez, cuando me acarició la mejilla, no fue para limpiar las
lágrimas; creo que solo quería tocarme.
—¿Cómo lo arreglo? —pregunté.
—Bueno, para empezar —dijo, cogiendo un mechón de mi pelo
entre sus dedos y jugando con él—. Podrías intentar ser amable conmigo
de vez en cuando.
Solté una extraña carcajada. —No sé. Si lo hiciera, probablemente
me pasaría y me volvería pegajoso, patético y cursi. ¿De verdad quieres
que invada tu espacio todo el tiempo, que adore el suelo que pisas? ¿Que
nunca te deje en paz porque no me canso de ti?
Se sonrojó y se encogió de hombros como si no le importara la idea.
—No te preocupes; te avisaré si te pasas de la raya —dijo.
—Pero...
—Beau. —Colocando un dedo sobre mis labios, sonrió—. Estoy
bastante segura de que me gustaría que fueras pegajoso, patético y cursi.
—Sus ojos se entrecerraron mientras asentía—. Así que inténtalo, ¿vale?
Exhalé un suspiro repentino, dándome cuenta de lo que pasaba
aquí. Creo que lo entendí.
A cambio, Bentley se estremeció antes de soltar su dedo de mi boca
y acunarlo contra su pecho, como si sentir mi aliento sobre ella la hubiera
puesto nerviosa.
Sacudí la cabeza, aturdido. —¿Significa esto que...? —empecé a
preguntar, para luego sentirme tímido—. ¿Estamos...?
Se mordió la comisura del labio y se sonrojó. —¿Quieres que lo
estemos?
—Sí. —Solté otro suspiro y hundí mi cara en su pelo—. No tienes
ni idea de lo mucho que quiero estar contigo.
Tragó saliva, haciéndome saber que estaba tan nerviosa e insegura
como yo. Luego soltó: —Te respondí. Una respuesta a tu carta. Mientras
esperaba que llegaras a casa del entrenamiento de fútbol. ¿Quieres
leerla?
Parecía tan esperanzada y hermosa. —Sí —dije.
—De acuerdo —respondió, luego me sonrió y buscó una nueva nota
que había dejado sobre mi cama.
Exhalé un largo suspiro y luego me encontré con su mirada azul,
firme y brillante, antes de dejar de prestar atención para desplegar la
nota y leer lo que decía.

Querido Beau,
Tú también eres digno. Porque yo digo que lo eres.
Con amor, Bentley.

Con amor. La miré, dándome cuenta de que esa era la palabra que
siempre había sentido y nunca había entendido cuando estaba cerca de
ella. Amaba a esta chica.
Dejando caer la nota, le sonreí y di un paso adelante, encontrando
mi boca con la suya mientras ella saltaba hacia mí para devolverme el
beso.
,
Lucy Olivia

La primera vez que me encontré con Vaughn Merrill, fue un


completo imbécil.
Quiero decir, allí estaba yo, tratando de hacer el paseo de la
vergüenza lo más silencioso y discreto posible. Pero cuando abrí la puerta
del dormitorio del tipo del que me estaba escabullendo, pum, esta enorme
pared de pecho cubierta con un Henley granate bloqueó mi camino.
Me asustó muchísimo. Así que, por supuesto, grité.
A su vez, el hombre retrocedió, dejando caer la mano levantada que
había empuñado como si hubiera estado a punto de golpear, y parpadeó
una vez antes de decir atronadoramente: —¿Qué demonios?
—¿Eh? —refunfuñó otra voz desde la cama detrás de mí,
haciéndome estremecer porque genial. Esto era simplemente genial.
Habíamos despertado al rollo de una noche.
Ahora iba a tener que hablar con él y darle los buenos días y
despedirme y toda esa mierda incómoda que no quería hacer porque
nunca había tenido un rollo de una noche, así que no tenía muy claro el
protocolo adecuado para lo que pasaría después, por lo que decidí, ya
saben, renunciar a todo el paso de la mañana siguiente y salir corriendo
mientras estuviera bien.
Pero gracias al hombre amenazante que tenía delante, mi hermoso
e ingenioso plan se había estropeado por completo.
Maldito seas, hombre amenazante. Ahora este momento iba a
apestar aún más de lo que ya lo hacía.
¿Pero se lo dije a él en voz alta? No. En realidad era una adulta y
mantenía la calma. A diferencia de él.
—Oh, Dios, lo siento —jadeé, todavía agarrándome el pecho. Toda
una disculpa amable, educada y que sonaba humana—. No esperaba que
hubiera alguien ahí de pie cuando abriera la puerta.
Ni siquiera había sido consciente de que Duke tenía un compañero
de piso.
Ahora si se preguntan si el compañero de cuarto me perdonó por
gritar en su cara o incluso ofreció su propia disculpa por asustarme en
primer lugar.
Sí, eso sería un no rotundo.
Entornando los ojos como si mi mera existencia le ofendiera, señaló
más allá de mí en la habitación y preguntó: —¿Acabas de pasar la noche
con él?
—Uh...
De acuerdo, uno: ¿la respuesta no era realmente lo suficientemente
obvia como para que tuviera que preguntarlo y hacerlo de manera tan
hablada y pública? Llevaba mis zapatos en las manos, por el amor de
Dios. Era muy vergonzoso.
Pero dos: ¿qué era esa actitud? En realidad no había hecho nada
malo. Duke y yo éramos adultos con consentimiento, sin vínculos con
nadie más. El hecho de que yo me considerara estúpida en diez formas
diferentes ahora mismo por ceder ante él, no significaba que el Señor
Amenazante pudiera hacerlo también. Así que sí...
¿Cómo se atreve a juzgar?
Y por último, tres: ¿cómo era de su incumbencia lo que yo hiciera,
incluso si algo de lo anterior era cierto? Fue un error que cometí con otra
persona; no con él.
Bastante segura de que nadie me creería si mentía y contestaba
que no, que no pasé toda la noche con Duke, parpadeé a Amenazante,
preguntándome por qué parecía tan jodidamente enfadado, y decidí ser
sincera encogiéndome de hombros para disculparme, porque me miraba
como si debiera disculparme por algo.
—Eh, ¿sí?
No estoy segura de por qué planteé mi respuesta como si fuera una
pregunta, pero era por la mañana, aún no había tomado mi café, acababa
de despertarme después de una noche llena de decisiones lamentables, y
ahora simplemente quería ir a casa y enfurruñarme en un baño caliente
con vino, pero este tipo me bloqueaba el camino, impidiéndome mis
nobles objetivos con todas sus preguntas acusadoras. Me revolvió el
cerebro. Y así, salió un sí muy incierto.
—¿Cómo has podido? —siseó, cerniéndose sobre mí como la rabia
pura personificada—. ¿No te das cuenta del estado en que se encuentra?
¿Lo frágil que es su sistema inmunológico? Dios mío, tener relaciones con
una mujer en este momento podría matarlo.
—Yo... —Bueno, maldita sea.
Al principio —y no puedo creer que esté admitiendo esto porque es
sencillamente horrible de mi parte, pero— quería reír y resoplar por la
palabra relaciones. En serio, ¿quién usaba “relaciones” para describir el
sexo? Qué extraño.
Pero entonces el resto de su acusación se impregnó en las viejas
neuronas, y esta masa floreciente de culpabilidad acabó con todo rastro
de humor. Sin embargo, ¿había sido tan peligroso para Duke estar
conmigo?
Genial. Ahora era una asesina.
—Lo-lo siento. No lo sabía.
—Bueno, para ponerte al día —gruñó el siempre solemne Señor
Amenazante—, Duke tiene un linfoma en fase cuatro, ya está en un
hospicio, y lo más apremiante de todo es que está a punto de llegar tarde
a una cita vital con el médico esta mañana, gracias a ti.
—Oh, mierda —murmuré, haciendo una mueca—. No tenía ni idea.
Sobre la cita, quiero decir. Sabía el resto; estuve en su fiesta de despedida
anoche en el trabajo, y...
—¡Entonces deberías haberlo sabido!
Parpadeé. —Bueno, él no dijo nada sobre lo peligroso que sería...
—¿Y no se te ocurrió preguntar? —Señor Amenazante resopló con
incredulidad y me miró como si fuera estúpida.
—Bueno… supongo que no —respondí, perdiendo finalmente la
calma—. Siendo que es un hombre adulto, y supuse que podía decidir
por sí mismo si era capaz de tener sexo o no, ¿por qué iba a cuestionar
su aptitud? —Resoplé y puse los ojos en blanco—. Esa no es la forma
número uno de hacer que un chico tenga problemas de rendimiento ni
nada por el estilo. Y estaba tratando de hacerlo sentir mejor, no peor.
—¿La parte del cáncer no te hizo pensarlo un poco?
—La parte del cáncer fue la única maldita razón por la que no lo
rechacé de plano en primer lugar —grité.
—Y para tu información —continuó, ignorando mi respuesta—, no
es un hombre adulto; es un maldito niño grande.
Abrí la boca para replicar porque me apetecía mucho discutir con
ese imbécil y ponerlo en su sitio, pero tenía un argumento muy válido.
Duke era definitivamente el epítome de un niño grande.
Pero aun así...
—Escucha. ¿De verdad crees que ese mujeriego irresponsable,
inmaduro e inapropiado de ahí dentro es realmente mi tipo? Ajá. Quiero
decir, es un tonto bastante dulce, pero le habría dicho que se lo metiera
donde no brilla el sol si no me hubiera echado en cara todo el rollo de me
estoy muriendo. Dame un último buen momento antes de que me vaya, me
rogó. Quiero decir, realmente, ¿cómo se puede decir que no a eso?
El hombre frente a mí parpadeó. Su expresión había pasado del
desdén a la sorpresa y tal vez a un poco de simpatía, pero estoy bastante
segura de que me he imaginado todas esas emociones, porque ahora me
estaba lanzando un desprecio altivo.
Acercándose, inclinó su rostro hacia mí y habló en voz baja pero
concisa. —Solo tienes que decir que no.
Tragué saliva, sintiendo que se me helaba la piel con un miedo
horrible. Mirando petulantemente a sus ojos oscuros, casi negros, ignoré
el pánico y el miedo por lo mucho que había empeorado las cosas para
Duke al estar con él. —Bueno, entonces, supongo que la he jodido, ¿eh?
—gruñí.
Si tuviera la amabilidad de hacerse a un lado para que yo pudiera
ir a casa a llorar por lo terrible que fui, se lo agradecería mucho.
Desde detrás de mí, oí unos pies descalzos arrastrándose hacia
delante.
Oh, maldición.
Entonces me estremecí al ver la cara del hombre que me miraba
fijamente mientras mi rollo de una noche murmuraba con sueño: —¿Por
qué demonios se discute aquí?
—¿Acabo de darte una sentencia de muerte por no decir que no
anoche? —pregunté, dándome la vuelta para arquear las cejas señalando
que me había puesto en esta situación incómoda. Pero en cuanto me
enfrenté a él, grité—: ¡Oh, Dios mío! —Y levanté la mano para bloquear
mi visión de él—. ¿Dónde está tu ropa?
Duke se rió. —¿Cuál es el problema? No es que no hayas visto todo
anoche.
Cerré los ojos y gemí, preguntándome cómo mi vida descendió a
esto. Probablemente porque era una sensiblera que no podía decir que
no. Oh, ¿te estás muriendo? ¿De cáncer? ¿Y probablemente no tendrás
la oportunidad de experimentar placer con una mujer nunca más? Vale,
está bien. Puedes tomar prestado mi cuerpo por un minuto. Vale. Ya está,
ya está. Y, claro, me quedaré toda la noche y me acurrucaré, solo porque
necesitas sentirte completo de nuevo.
Dios, fui una estúpida. Y lo que era peor; no sabía a qué hombre
creer: al que decía que yo había empeorado todo o al que actuaba como
si todo estuviera absolutamente bien y normal. Porque Duke no parecía
ni actuaba tan mal como todos decían que estaba.
Cuando bostezó con fuerza y empezó a rascarse las pelotas, emití
un sonido angustiado y agravado en el fondo de mi garganta y me tapé
los ojos con ambas manos. —Si hubiera sabido que estar conmigo iba a
empeorar las cosas para ti —empecé, pero su bufido me cortó.
—Cariño, no hay nada peor que esto. Tendré suerte si sobrevivo al
mes. ¿A quién diablos le importa si consigo satisfacerme antes de irme?
—Exhalé un suspiro de alivio mientras él añadía—: No dejes que mi
preocupante y sobreprotector hermano mayor te convenza de otra cosa.
No has empeorado nada para mí. Y te agradezco mucho lo que has hecho,
¿vale?
Lentamente, me quité las manos de los ojos y parpadeé. —Vale.
Pero...
—No hay peros. —Levantó un dedo para silenciar mis
preocupaciones—. Solo dime que anoche fue genial y dame un abrazo de
despedida.
Hice una horrible pausa, incapaz de decir algo así sobre la noche
anterior. Porque fue incómodo, embarazoso, y absolutamente nada de lo
que sucedió me había gustado mucho. Pero no podía molestar a Duke
con la verdad.
Por alguna razón, miré hacia Amenazante. Levantó una ceja como
si me retara a admitir lo que realmente sentía.
Fruncí el ceño y me acerqué a Duke para abrazarlo. —Gracias por
lo de anoche —dije contra su frágil pecho.
Independientemente de lo que pensara sobre los acontecimientos
reales, había sido una experiencia de aprendizaje que no olvidaría pronto.
Y aunque él no se comportaba como alguien que se estuviera muriendo,
no podía dejarlo con ningún tipo de negatividad.
Duke suspiró agradecido y me devolvió el abrazo, murmurando en
mi oído: —Gracias. Y no hagas caso a Vaughn. Normalmente lo hago.
Solo está celoso porque tú hiciste algo por mí que él no pudo.
Me encogí por esa parte de inoportunidad, pero tuve que admitir
que el bufido burlón de respuesta que vino detrás de mí del hombre que
debía ser el hermano mayor Vaughn fue bastante satisfactorio.
—Cuídate, ¿quieres? —le ordené suavemente—. Y mantente en
contacto. Durante todo el tiempo que puedas.
Asintió y me besó la mejilla. —Por supuesto.
Le toqué el hombro al separarme y le susurré: —Adiós.
Cuando me di la vuelta, casi me topé de nuevo con su hermano,
que seguía con el ceño fruncido y rondando por ahí.
No se despidió de mí. Me limité a devolverle la mirada y a rodearlo,
murmurando: —Disculpa —mientras me iba.
No volví a ver a Duke con vida. No se puso en contacto conmigo, y
yo nunca me puse en contacto con él.
Tres semanas después de aquella mañana, asistí a su funeral.
Y una semana después, me hundí entumecida en el asiento cerrado
del inodoro de mi cuarto de baño, parpadeando conmocionada por el
resultado positivo de la prueba de embarazo casera que temblaba en mi
mano.

***
¿Así que no era de extrañar que temiera absolutamente hacer mi
segundo viaje a la casa de los Merrill?
Supongo que no había necesitado ir allí, pero después de confesar
a mi familia todos los humillantes detalles de los orígenes de mi embarazo
y de recibir todo su apoyo y su oferta de ayuda, empecé a pensar en lo
que crecía dentro de mí como un niño de verdad.
Y me di cuenta de que algún día ese niño probablemente iba a
hablar. Y a hacer preguntas. Muchas preguntas. Al igual que mi sobrino
de seis años, Braiden. Y ya podía imaginarme a él o ella preguntando lo
primero.
Pero, mamá, ¿quién es mi papá?
Sinceramente, no sabía mucho sobre Duke Merrill. Ergo, aquí
estaba yo. Otra vez.
Al recordar la última vez que había estado aquí, me estremecí de
repulsión y luego hice una mueca de culpabilidad porque no estaba
siendo muy respetuosa con los muertos. El pobre Duke no pudo evitar
ser tan malo en la cama. Solo se había conformado con un último
orgasmo. Y yo debería conformarme con haberle regalado una sonrisa en
su partida.
Si tan solo no hubiera terminado con que me convirtiera en una
futura madre.
Dios mío, hasta la palabra madre me hacía sudar. No estaba
preparada para ser madre.
Pero eso no importaba. Estaba aquí por una razón completamente
diferente. O quizás era por esa misma razón por la que estaba aquí. Una
parte de mí ya actuaba como una madre y se esforzaba por darle a mi
hijo lo que creía que necesitaba.
Reforzando mi decisión antes de volver a ver al hermano de Duke,
me llevé las manos a los costados, exhalé un largo suspiro y lo hice.
Llamé a la puerta.
Se me aceleró el pulso y los nervios se apoderaron de mí cuando oí
pasos que se acercaban desde el interior. Luego me estremecí cuando el
pestillo hizo clic y la puerta comenzó a abrirse.
Vaughn apareció antes de que yo estuviera preparada para ello,
alto e imponente, con unos ojos oscuros que se encontraron con los míos
y me enviaron un golpe de intimidación y atracción.
Un segundo. ¿Acabo de decir atracción? Sí, tachen eso. Esa palabra
no debía salir de mis pensamientos. Porque no me sentía atraída por
Vaughn Merrill. Quiero decir, solo porque una persona sea atractiva no
significa automáticamente que una tenga que formar algún tipo de
relación sexual...
No, sexual no. Jesús, ¿por qué seguía pensando en palabras que
no quería? Esto se estaba poniendo mal. Y todo el tiempo, él se quedó
allí, esperando que yo hablara, mientras mi cerebro tanteaba palabras
que no quería que pensara.
Ahora tenía una gruesa capa de vello facial y las ojeras me
indicaban que no había dormido bien. El pobre hombre seguía de luto.
No habían pasado ni dos meses desde que enterró a su hermano.
Maldita sea, tal vez debería haber esperado un poco antes de hacer
esta visita a la casa.
Oh, bueno. Ya es demasiado tarde. Ya se encontraba de pie allí,
todavía mirándome. Esperando.
Con el estómago revuelto por la compasión, me despojé de todo el
rencor y el resentimiento y, bueno, la atracción que había sentido por él,
y solté un gran suspiro. —Hola —dije con toda la energía que pude.
Sus ojos se movieron mientras me miraba confundido.
Como estaba segura de que no me reconocía, junté las manos y
dije: —Probablemente no te acuerdes de mí, pero...
—Me acuerdo —me interrumpió.
—O-oh. —Por alguna razón, no esperaba que dijera eso, así que
ahora me sentía desequilibrada y no recordaba lo que había planeado
preguntar en primer lugar—. Bueno, eh, bien. Quiero decir...
Ay, realmente apestaba en esto.
Sacudiendo la cabeza y dedicándole una trémula sonrisa de
disculpa, añadí: —No tuve la oportunidad de hablar contigo en el
funeral...
Porque puede que aquel día le evitara a propósito a toda costa.
Pero había ido al servicio con un par de mis compañeros de trabajo,
y ninguno de ellos sabía que yo —ya saben— tuve relaciones con Duke.
Tampoco quería que ninguno lo supiera, así que había evitado cruzarme
con Vaughn mientras estaba con los demás porque tenía el temor
irracional de que me echara por completo, señalando con el dedo cuando
me viera y gritando delante de todos los dolientes: “Oye, ¿no eres esa
mujer que tuvo una aventura de una noche con mi hermano?” O peor
aún. ¿Y si me señalara y dijera: “Tú eres la razón por la que Duke se ha
muerto”?
Así que sí, de ninguna manera podía acercarme a él ese día y
potencialmente hacerme culpable de por vida.
—Te vi allí —me dijo Vaughn, haciéndome sentir aún peor por
haberlo evitado.
—Oh —repetí—. Bueno, solo quería expresar mis condolencias.
Siento mucho tu pérdida. Solo conocí a Duke de Beriss durante los pocos
meses que trabajó allí, pero, eh, era un tipo muy memorable. Creo que
llenaba la oficina con más vida que todos los demás juntos.
Cuando hice una pausa —porque éste era el punto en el que la otra
persona solía agradecer tu compasión y tu oferta de consuelo—, Vaughn
Merrill no me dio las gracias en absoluto. Y ciertamente no apaciguó mi
mayor temor de que mi encuentro con Duke hubiera sido lo que lo mató.
Entornando los ojos con desconfianza, se limitó a decir: —¿Y?
¿Y?
—Uh... —Vaya, no paraba de sacudirme con sus inesperadas y
bruscas respuestas. No es que no las mereciera; saben, por posiblemente
haber matado a su hermano, pero aun así.
—Bueno... —Me aclaré la garganta antes de llegar a la siguiente
parte, y asentí, reafirmándome. Entonces—: Me preguntaba si tendrías
una o dos fotos de él que me pudiera quedar y, eh, si hay algo sobre él
que estuvieras dispuesto a compartir conmigo. Solo datos aleatorios,
curiosos, que alguien podría poner en, no sé, un álbum de recortes
familiar o... o algo así. Cualquier cosa. Sería muy útil.
Vaughn no respondió durante un momento incómodo. Luego
sacudió ligeramente la cabeza, revelando su confusión. —Creí que habías
dicho que no lo conocías tan bien.
—Sí... —Comencé, frunciendo mi propio desconcierto—. Por eso te
pido un par de cosas que me ayuden a hacerme una mejor idea de quién
era en mi cabeza.
—¿Por qué? —preguntó sin rodeos.
Oh, cielos. Realmente no quería decirle por qué.
Fue en ese momento cuando me di cuenta de que nunca me había
invitado a entrar. Pero no era su falta de modales lo que me molestó. Era
yo, de pie, a la intemperie, para que cualquiera me oyera confesar los
errores de mi vida, de los que no era muy fan.
Apretando los dientes, retrocedí, bajé el primer escalón de la
entrada y miré a la izquierda, luego a la derecha. Ningún vecino parecía
estar en su patio para escuchar. Así que me armé de más valor y me volví
hacia Vaughn, subiendo de nuevo las escaleras.
—Así que el asunto es... —empecé apresuradamente—. Estoy
embarazada y pensé que sería bueno tener a mano algo de información
sobre el papá del bebé por si, ya sabes, algún día el pequeño bambino
pregunta por él. —Me froté la barriga y le envié a Vaughn una mueca de
disgusto mientras terminaba el torbellino de explicaciones, seguramente
juntando horriblemente las palabras para sacarlas todas lo más rápido
posible—. ¿Así que puedes ayudar a una chica?
Se quedó mirándome. Otra vez.
Luego parpadeó. —¿Estás embarazada?
Me negué a decirlo de nuevo, así que me mordí la comisura del
labio con nerviosismo y asentí.
—¿Y estás segura de que es de él?
Realmente tuve que esforzarme y recomponerme con Jesús para no
ofenderme con esa pregunta.
Pero una vez que por fin me calmé lo suficiente como para
responder racionalmente, asentí. —Sí.
—¿Cómo?
Lo siento, ¿qué?
—¿Me acabas de preguntar cómo? ¿Cómo estoy segura de que Duke
es el padre? ¿En serio?
De acuerdo, a la mierda la calma.
Vaughn Merrill necesitaba una lección de buenos modales. No se
presiona a una mujer sobre si estaba absolutamente segura de saber
quién era el padre de su bebé si ella respondió con un sí explícito y claro
la primera vez.
Imbécil.
—Bueno, sabes. Ahora que lo mencionas, estoy un poco insegura.
Porque o es el bebé de Duke o el último tipo con el que estuve... hace dos
putos años. Así que, ya sabes.... —Levanté ambas manos y las moví
alternativamente hacia arriba y hacia abajo como si estuviera sopesando
mis opciones—. Supongo que podría ir en cualquier dirección. Pero me
alegro de que me lo hayas preguntado, y de que me hayas hecho sentir
como una súper zorra en el proceso. Te lo agradezco.
Como no le gustó mi sarcasmo, resopló y negó con la cabeza. —No
quería... —Pero debió saber que no podía salvarse en ese momento, así
que dejó de lado cualquier excusa, disculpa o explicación que hubiera
estado a punto de dar, y mi propia culpabilidad llegó a un punto de
ruptura.
—Mira. Lo siento. ¿De acuerdo? —Las lágrimas aguaron mis ojos—
. Sé que es mi culpa que haya muerto. Y si pudiera retractarme, lo haría
totalmente, pero eso no niega el hecho de que...
—No es tu culpa que haya muerto —interrumpió, entrecerrando los
ojos como si le confundiera que hiciera tal afirmación.
Parpadeé, igualmente confundida por su confusión. Entonces
estallé: —Pero dijiste que si estaba con él en su estado de debilidad...
—Murió porque tenía cáncer —dijo con seguridad, y luego negó con
la cabeza—. No hay otra razón.
—Pero...
—No —gruñó, con los ojos brillantes—. Entiendo tu culpa. Lo
entiendo. Se suponía que yo era el que cuidaba de él. El que lo mantenía
sano. Y fallé, joder. Así que entiendo todas tus preocupaciones.
Cuando hizo una brusca pausa para controlar sus propias
emociones, parpadeé, sin saber qué decir.
Pero después de un momento de tragar con fuerza y respirar
profundamente, se encontró con mi mirada con ojos firmes. —Pero
ninguno de nosotros lo mató. El cáncer lo hizo.
Asentí, moviendo la cabeza como una idiota, sin palabras en mi
arsenal para ayudarle en este momento, que obviamente parecía duro
para él.
Sin embargo, no necesitaba que yo hablara. Un momento después,
frunció el ceño y preguntó: —¿Estabas embarazada en el funeral?
Parpadeé, segura de haber escuchado mal esa pregunta. Luego
sacudí la cabeza y resoplé con diversión. —Um, no estoy segura de cómo
Duke pudo dejarme embarazada después de eso.
—Quiero decir... mierda. —Su cara se sonrojó al darse cuenta de
lo idiota que había sido, y cerró los ojos brevemente como si necesitara
aclarar sus pensamientos. Luego se tocó la frente, restableciendo su
cerebro, y pareció volver a funcionar cuando dejó caer la mano y abrió
las pestañas—. ¿Lo sabías entonces?, es lo que estaba preguntando.
—Oh. —Vale, eso tenía más sentido—. No. Me enteré poco más de
una semana después.
—Dios. —Agarrándose la cabeza, soltó una carcajada amarga y
murmuró—: Así es él. Sigue haciéndome limpiar sus malditos líos,
incluso desde la tumba.
—Um, perdona. —Levanté un dedo indignado—. Pero aquí no hay
ningún lío para empezar. Puede que haya hecho algo que desearía no
haber hecho, y ahora hay consecuencias con las que lidiar. Pero mi hijo
no es un desastre. Tampoco esperaría ni querría que tú, de entre todas
las personas, lo limpiaras si lo hubiera porque no es asunto tuyo.
—¿Cómo pudiste ser tan irresponsable? —gruñó como si no me
hubiera escuchado—. ¿Nunca has oído hablar de la maldita protección?
Jadeé, incapaz de creer a este tipo. Quería golpearlo tan fuerte.
Justo en la mandíbula. Pero también tenía razón. Me había olvidado por
completo de la protección esa noche. Me sentía tan nerviosa por ser
cuidadosa y no lastimar a Duke sin querer, que la idea de los condones
y todas las demás formas de prevención se me olvidaron por completo.
Obviamente, Duke no se había preocupado (porque, sinceramente,
¿por qué tendría que hacerlo?), así que recordarlo había recaído en mí.
Pero aun así...
—Mira —gruñí, acercándome al hermano de Duke con cara de
imbécil y mirándolo fijamente—. Solo he venido aquí por una maldita
foto, no para que me juzguen y me den lecciones sobre mis cuestionables
decisiones vitales, ¿de acuerdo? Ya me estoy castigando bastante por
todo ello, tal y como está. Sé que podría y debería haber hecho muchas
cosas de manera diferente esa noche, pero no puedo retractarme ahora,
¿verdad? Así que déjame en paz. Si algún día decides ser un ser humano
real con algo de corazón y quieres darme algún tipo de información que
pueda compartir con tu futura sobrina o sobrino sobre Duke, entonces
genial. Aquí tienes mi tarjeta.
La empujé contra su pecho y la solté tan bruscamente que tuvo que
moverse para evitar que cayera al suelo.
—Pero si no... —Le resoplé con sorna y me encogí de hombros antes
de darme la vuelta y alejarme—. Pues que te vaya bien en la vida, imbécil.

***

Estaba bastante segura de que no volvería a ver ni a saber nada de


Vaughn después de aquello.
Así que casi me caigo de la cama del hospital de la impresión que
me produjo la mañana siguiente al nacimiento de Ava Grace, cuando
apareció en la puerta de mi habitación de paciente, con una bolsa de
regalo a su lado.
Mi hermano y su mujer estaban conmigo, mis primeras visitas del
día. Bentley me había robado inmediatamente a la niña y estaba sentada
con ella en la mecedora, arrullándola felizmente, y Beau revoloteaba
alrededor de mi bandeja de desayuno que acababa de ser entregada. Al
parecer, Bentley lo había traído a toda prisa desde su casa para dejar a
Braiden con sus padres y llegar aquí antes de que pudiera desayunar, así
que miraba con hambre toda mi comida cuando se oyó un golpecito en la
puerta.
—Pasen —exclamó Beau por encima de su hombro como si fuera
su habitación, no la mía, y alcanzó un tallo de apio en mi tazón de
verduras.
Le di un golpe en la mano y fruncí el ceño. —¿En serio?
—¿Qué? Ni siquiera te gusta el apio. —Y lo mojó rebeldemente en
mi aderezo ranchero antes de metérselo en la boca.
Detrás de él, la puerta se abrió y una enfermera asomó la cabeza
dentro. —Tienes una visita. Dice que es el tío del bebé.
—¿Eh? —Beau se giró con la boca llena—. No, yo soy el tío del bebé.
Marchó hacia la puerta con indignación y la abrió de un tirón para
dejar ver parte del hombre que se hallaba de pie detrás de la enfermera.
—¿Quién demonios eres?
—Soy Vaughn Merrill.
Mi pulso se aceleró cuando escuché su conocida voz, pero tal vez
eso se debía a que mi sistema se estaba preparando para que mi presión
arterial se disparara por la ira, como siempre ocurría en compañía de
Vaughn.
—¿Merrill? —repitió Beau—. ¿Eres el hermano del muerto,
entonces?
—¡Beau! —siseé. Pero, Dios mío, ¿cómo había estado emparentada
con ese bufón desconsiderado toda mi vida? Aunque, ya saben, su
influencia en mí era probablemente la razón por la que accidentalmente
tenía mis propios momentos desconsiderados más a menudo de lo que
quería.
Me miró encogiéndose de hombros. —¿Quieres que lo deje entrar?
¿Quería? Me daba un poco de miedo tener otro asalto con Vaughn;
todavía me sentía agotada por haber dado a luz menos de veinticuatro
horas antes. Pero era el tío de Ava. Sería de mala educación rechazarlo.
Además, tenía curiosidad por saber por qué estaba aquí, para empezar.
No había visto ni un pelo de él desde que le pedí una foto a Duke. Y,
extrañamente, estaba algo ansiosa por el extraño golpe de dopamina de
la vitalidad enfurecida que me invadía cada vez que me encontraba en su
presencia.
¿Eh? ¿Era yo tan adicta a discutir con la gente? Era un bicho raro.
Levantando una mano, hice un gesto de asentimiento a Beau.
—Quiero decir, sí. Lo que sea. Es su familia.
La enfermera, y luego Beau, se apartaron y tuve mi primera vista
completa de Vaughn en meses. La bolsa de regalo que sostenía tenía un
arco iris de colores pastel en el lateral con un oso de peluche deslizándose
hacia un montón de nubes. Tenía un aspecto muy extraño en su posesión
tosca y malhumorada.
Parpadeé al verlo entrar en la habitación con inquietud.
—¿Cómo supiste...? —Empecé, sacudiendo la cabeza con asombro.
—Llamé al hospital para ver si estabas aquí —respondió antes de
tragar saliva y hacer una mueca de culpabilidad cuando añadió—: Todos
los días desde hace tres semanas.
No sé por qué escuchar eso me afectó tanto, pero una ola de
emoción me recorrió. No podía imaginar que alguien se preocupara tanto
y pasara por...
Aunque sí, tienen razón; probablemente le preocupaba conseguir
información por Ava, no por mí.
Así que creo que oculté bastante bien mis sentimientos cuando
puse los ojos en blanco. —Oh, cielos. Podrías haberme llamado, ya sabes,
si querías información sobre la bebé. ¿O has perdido mi tarjeta de
contacto? —murmuré.
—No. —Sacudió la cabeza y soltó un fuerte suspiro—. Todavía la
tengo. Es solo que no estaba seguro de que quisieras volver a verme
después de la última vez, ya que fui un poco...
Cuando le faltaron las palabras y bajó la cara con vergüenza, le
contesté: —¿Un imbécil? Fuiste un imbécil.
Levantó la mirada y su voz se quebró cuando dijo: —Sí. Lo siento.
Me encogí de hombros, dándome cuenta de que ya no estaba
enfadada por su comportamiento anterior, o incluso si alguna vez lo
había estado. —No pasa nada —le dije, sin querer que se sintiera mal por
nada de eso. Todo era agua pasada—. Continuabas en medio del duelo.
Y podría haber sido mucho más empática y paciente contigo.
Entorné los ojos hacia su rostro, preguntándome cómo estaría en
estos días, en lo que respecta al duelo. Pero era difícil saberlo; era un tipo
tan cerrado. Tan diferente de cómo había sido su hermano.
—¿Qué pasó la última vez? —preguntó el entrometido Beau,
haciendo comillas al hablar.
—No es asunto tuyo —le espeté, antes de volver a prestar atención
a Vaughn—. Este es mi hermano, Beau, por cierto. Y su mujer, Bentley.
Vaughn levantó la barbilla en silencio hacia Beau, y luego arrastró
la mirada por la habitación hacia la mecedora donde Bentley seguía
sentada. Empezó a asentir respetuosamente, pero entonces la bebé en
sus brazos hizo un ruido, y él se sobresaltó, prestando atención al bulto
al instante.
El aire salió de sus pulmones y yo contuve la respiración, ansiosa
por su reacción. Desde el momento en que la enfermera me puso a mi
hija en los brazos, me sentí aturdida por una extraña sensación de
asombro. Era tan...
Ni siquiera se me ocurrían las palabras adecuadas para describir
la humilde sensación de honor que experimenté al saber que era mía para
criarla, cuidarla y pasar el resto de mi vida amándola. No sentía que
debiera merecer tal premio.
Quería que todos los demás experimentaran esa misma sensación
abrumadora de paz y alegría en su presencia. Y parecía que Vaughn era
el candidato perfecto, duro y sentencioso, para poner a prueba su poder
de influencia. Si él estaba impresionado por ella, entonces mi propia
evaluación sería validada.
Separando los labios, Vaughn dejó la bolsa de regalo al lado de
donde se encontraba en el centro de la habitación, y se dirigió hacia la
mecedora como si una cuerda lo arrastrara contra su voluntad.
—Y esa es Ava Grace —dije en voz baja.
—¿Ava? —Me miró—. ¿Es una niña?
Asentí con la cabeza.
Volviendo su atención a la mecedora, miró hacia abajo mientras
Bentley abría una solapa de la manta que envolvía a la bebé para que
pudiera verla mejor.
—Mierda. —Aspirando un poco, puso un puño contra su boca y
susurró—: Jesús, se le forma su mismo pico en el nacimiento del cabello.
Parecía tan absorto en observarla, que Bentley me envió una
mirada interrogativa como preguntando qué debía hacer.
Sin embargo, yo estaba demasiado ocupada intentando no llorar
para saber qué diablos hacer, así que me encogí de hombros, despistada,
deseando que hubiera algún tipo de manual que ayudara a guiar a una
persona en este tipo de situaciones.
Por fin, me aclaré la garganta. —¿Quieres... quieres sostenerla?
Me miró con incrédulidad como si fuera una pregunta horrible,
pero luego se lamió los labios, pareciendo tentado, y graznó: —Yo... —
Sacudió la cabeza—. Nunca he tenido un bebé en brazos.
—¡Oh! —Dios bendiga a Bentley; fue ella la que se animó—. Es
sencillo. Toma. —Se levantó de la silla, aún sosteniendo a Ava mientras
lo hacía, y Vaughn retrocedió un paso preocupado—. Siéntate tú —le
ofreció ella—, y yo la pondré en tu regazo, tranquilamente.
Parecía inseguro mientras me miraba. Moví la cabeza para
animarle.
Entonces exhaló un suspiro y se sentó. —De acuerdo.
—Y aquí viene —murmuró Bentley con suavidad, dándole un aviso
justo porque él parecía lo suficientemente nervioso y tenso como para
necesitarlo.
La observó con atención y luego acercó los brazos para cobijar a la
niña en cuanto fue su responsabilidad. Unas manos grandes la rodearon
por la cabeza, haciéndole de almohada, y luego le pasó lentamente el
pulgar por la frente.
Cuando ella abrió los ojos, pareció mirarle directamente.
Ya sé que los bebés tienen una visión de mierda cuando nacen,
pero siendo su madre, tenía que pensar que Ava Grace tenía un contacto
visual increíble cuando se molestaba en abrir las pestañas. Y en ese
momento, Vaughn parecía estar totalmente absorbido y encerrado en su
mirada directa.
—Hola —susurró, pareciendo que le acababan de dar un puñetazo
en el diafragma—. Soy tu tío Vaughn. Y tú... —Sacudió la cabeza y cerró
los ojos. Cuando los volvió a abrir, le temblaba la barbilla—. Eres la única
familia que me queda.
Mientras esas palabras salían de su garganta, su rodilla empezó a
tambalearse. Resopló y sacudió la cabeza, luchando contra una batalla
interior. Pero debió decidir que el balanceo seguramente había molestado
a Ava, así que se detuvo bruscamente. —Lo siento —murmuró solo para
que un sollozo explotara desde la base de su garganta—. Ah, diablos.
Otro sollozo surgió. Su rostro se tiñó de un rojo intenso mientras
dos regueros de lágrimas caían por sus mejillas. Luego emitió un sonido
ronco e indistinguible y se mordió el labio.
Pero no sirvió de nada. Perdiendo el control de sus emociones, se
encorvó sobre la niña, con sus grandes hombros temblando, y lloró.
Vaughn tampoco era un llorón fácil. Intentaba constantemente
contener el dolor, lo que solo provocaba que esos peores estallidos de
dolor explotaran violentamente cada vez que se liberaban.
Cuando finalmente se dio por vencido en su intento de evitarlo,
levantó a Ava hasta su hombro, donde enterró su cara en su manta y se
meció, aferrándose como si solo ella pudiera calmar su alma herida.
Al darse cuenta de que Ava Grace era la única parte viva de su
hermano que le quedaba, me cubrí la boca con mi propia mano al sentir
que las lágrimas brotaban.
—Maldita sea —murmuró Beau a mi lado mientras se quedaba
boquiabierto, viendo cómo el pobre hombre perdía completamente la
cabeza. Le di una palmada en el brazo y me miró con el ceño fruncido,
murmurando—: ¿Qué?
Bentley apareció entonces a su lado, tomando su mano. —Creo que
ahora vamos a ir a la cafetería a desayunar —me dijo, sorbiendo por la
nariz porque sus propios ojos estaban sospechosamente húmedos—.
Volveremos luego.
Les asentí con la cabeza agradecida, pensando que Vaughn estaría
agradecido por ese poco de intimidad.
De hecho, habría salido de la cama en la que estaba y me habría
dado un paseo por los pasillos en ese mismo momento, para darle un
poco de tiempo para él, pero había sido una noche muy larga, al dar a
luz a mi hija, y todavía no me había cambiado la bata del hospital, así
que tampoco me apetecía enseñar mi culo desnudo a todo el hospital.
Así que me senté allí y fui testigo de todo.
Cuando Vaughn se recompuso, me sentí muy afectada. Me limpié
frenéticamente los ojos, esperando que no se diera cuenta de lo mucho
que había llorado con él.
—Lo siento —murmuró con voz ronca y quebrada, negándose a
encontrar mi mirada mientras se ponía en pie para traerme a Ava Grace.
—No, no —le aseguré—. No te preocupes. Esto es algo intenso. Lo
entiendo. —Entonces le envié una sonrisa acuosa mientras ponía a Ava
Grace en mis brazos con suavidad—. Siento mucho lo de Duke.
Asintió y se apartó para arrastrar el dorso de la mano por la nariz.
—Gracias. Sé que era un listillo fastidioso, pero era todo lo que tenía,
¿sabes?
—Lo entiendo —le aseguré, mirando a mi pequeña—. Pero al menos
ya no es así.
La mirada de Vaughn se elevó interrogativamente hacia mi rostro.
Luego parpadeó y se aclaró la garganta antes de señalar la bolsa que
seguía en medio del suelo. —Yo... te he traído algunas de las cosas que
me pediste. Son algunas fotos y álbumes de recuerdos familiares y cosas
así.
—¿Sí? —Me iluminé con una sonrisa de felicidad—. Eso es genial.
Gracias. Pero, ¿estás seguro de los álbumes de recuerdos? No quiero
quitarte nada demasiado sentimental.
—No te preocupes por eso —dijo, retrocediendo un paso como si se
preparara para salir corriendo—. Deben quedarse con la hija de Duke.
Miré el rostro angelical de la bebé en mis brazos. Luego, de nuevo
hacia arriba. —Te diré una cosa. ¿Por qué no te quedas con los álbumes
y te mantienes en contacto con nosotras? Así podrás contarle a Ava Grace
todo sobre Duke cuando sea mayor.
Me miró con asombro durante un momento y luego sacudió
ligeramente la cabeza. —¿Estás segura? ¿No te importaría que la visitara
de vez en cuando?
—Por supuesto. Eres un familiar bien intencionado, ¿no? Bueno,
la buena familia se mantiene unida. —Entonces esbocé una sonrisa y
puse los ojos en blanco—. Es decir, créeme, si pensara que los familiares
son tan desechables, me habría deshecho de Beau hace años. —Pero
luego levanté un dedo, pensativa, y añadí—: Pero mantendría a su mujer
y a su hijo, seguro.
Él sonrió vagamente por mi intento de broma, pero volvió a ponerse
serio. —Gracias. Yo... —Sacudió la cabeza, pareciendo que iba a echarse
a llorar de nuevo, pero se las arregló para contenerse aclarándose la
garganta y dándome una sonrisa tensa—. Te lo agradezco. —Retrocedió
un paso y se metió las manos incómodamente en los bolsillos—. Bueno...
—Miró hacia la puerta y se volvió—. Todavía tengo tu tarjeta, así que...
¿me mantendré en contacto?
Como lo había convertido en una pregunta, asentí con ánimo.
—Me parece un buen plan.
—De acuerdo entonces. Genial. —Se arriesgó a echar otro vistazo
a Ava Grace y luego se encontró con mi mirada—. Gracias —murmuró
antes de dar la vuelta para salir de la habitación, olvidando por completo
la bolsa de regalo llena de álbumes de la familia Merrill.
Exhalé un fuerte suspiro cuando se marchó, pensando que ya le
devolvería sus cosas más tarde. Porque definitivamente parecía que
habría otro momento entre nosotros.
Lo cual era extraño. Vaughn Merrill iba a ser un elemento
permanente en mi vida a partir de ahora. Y, sinceramente, no estaba
segura de si temía nuestro siguiente encuentro o lo esperaba con ansias
porque, vaya, puede que costara un par de intentos congraciarse con el
tipo, pero una vez que lo hacías...
Santo cielo. Dejaba un gran impacto.

-
Linda se crió en una granja lechera en el Medio
Oeste como la más joven de ocho hijos. Ahora vive
en Kansas con su esposo, su hija y sus nueve
relojes de cucú. Su vida ha sido bendecida con
una gran cantidad de personas de las que
aprender y amar. Escribir siempre ha sido una
gran parte de su mundo, y está tan feliz de
compartir por fin algunas de sus historias con
otros amantes de los romances.
Por favor visita su sitio web:
http://www.lindakage.com/

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