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Libro 05 de la

Serie The Nannies

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Traducción realizada por Traducciones Cassandra
Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro.
Traducción no oficial, puede presentar errores.

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Sinopsis
Cuando su mujer lo deja con una niña de cuatro años, Drew
Gold no sabe cómo afrontar la situación. Su casa es un desastre,
duerme cuando su hija lo hace y no ha trabajado. Su hermano le
sugiere que contrate a una niñera.
¿La persona que responde a su llamada? Callie Stewart, una
chica de su pasado. A la que solía hostigar, y que ahora está aquí
ofreciéndole la salvación.
Ella debería alejarse de él, pero no es cruel. Cuidar de
su hija será pan comido, pero ¿podrá ella soportar la
convivencia con su hostigador?
A Drew le gustan sus curvas, su sonrisa, su risa. No sabe
cómo no se fijó en ella antes, pero no hay duda de que la desea.
Cuando una discusión entre ellos se intensifica, el fuego arde más
que nunca.
Un toque es todo lo que se necesita para que ambos se
quemen.
Todo lo que Callie creía saber sobre Drew se derrumba a su
alrededor cuando la esposa de éste vuelve a la ciudad. Ahora Callie
necesita luchar más que nunca por el amor de su hombre.
Él debe levantarse y luchar, pero ¿se dará cuenta de que
no está solo en esto?

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Capítulo 1
—No voy a contratar a cualquiera para que cuide a mi hija—, dijo Drew
Gold, mirando fijamente a su hermano mayor, que se limitaba a sentarse en el
sofá, con cara de aburrimiento. Por supuesto, Callum Gold se aburría. El tipo
no sabría ni entendería las complicaciones ni siquiera si éstas lo golpearan en
el trasero. Por otra parte, Callum también se había casado con su novia de la
infancia y tenían cinco hijos, y su hermano sólo era cinco años mayor que él.
—No te digo que contrates a cualquier mujer. Hay un servicio. Es el mejor
del país—. Callum sacó una tarjeta del bolsillo de su chaqueta. —No te estoy
ofreciendo un servicio deficiente. Te estoy ofreciendo lo mejor de lo mejor. Son
increíbles. Incluso he estado en contacto con un par de sus clientes a los que
recomiendan y se han ofrecido a dar consejos. Pruébalo. Hay una niñera en la
mayoría de las zonas, y todas están investigadas.
Drew tomó la tarjeta y se quedó mirando el nombre del negocio. —Es
una mala idea. He visto todos esos programas de terror de lo que significa tener
una mujer que no conoces en casa.
—No seas tan machista. En los tiempos que corren, podrías tener a un
chico y tal vez él podría poner en orden este lugar.
No necesitó mirar a su alrededor para saber de qué hablaba su hermano.
La ropa estaba por todas partes. Los platos también habían empezado a
apilarse. Estar solo con una niña de cuatro años era difícil. La tentación estaba
ahí, pero nunca había sido alguien que admitiera la derrota. Cuando perdió sus
posibilidades de dedicarse al fútbol profesional tras romperse la rótula, se había
puesto las pilas y había estudiado duro en Derecho. Había pasado del fútbol
universitario a una beca académica.

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No importaba lo que se propusiera, lo conseguía. Era su forma de ser. No
se rendía. —Puedo hacerlo.
—No, Drew, realmente no puedes. Mira, lo entiendo. Toda tu vida has
conseguido todo lo que te has propuesto. Eres un gran hombre. Crees que
puedes conquistar el mundo, pero no puedes. No con esto. Tienes que afrontar
los hechos. Tilly no va a volver, hombre.
Al oír el nombre de su ex-esposa, Drew quiso golpear algo. No lo hizo.
Meghan, su pequeña, dormía profundamente en su habitación.
—No la menciones.
—Sé que es un tema delicado.
—Déjalo, Callum. Lo digo en serio. No quiero escuchar nada de eso...—
Quería maldecir, pero viendo que su niña estaba en la edad de copiar todo lo
que decía, tuvo que detenerse.
No era bueno cuando tu hija de cuatro años empezaba a decir cosas
como ‘joder’, ‘mierda’ e ‘imbécil’ con regularidad.
—Si te hace sentir mejor, estoy haciendo esto por mis propias razones
personales. Eres uno de nuestros mejores abogados, Drew. Todos esos años
de estudio y no deberías estar aquí, echándote a perder.
—Cuidar a un hijo no es echarse a perder.
—Estás enfadado. Abochornado. Avergonzado. Como mierda quieras
llamarlo, Drew. Tiene que parar. Llama al número, interroga a quien te refieran,
encuentra a alguien y vuelve al trabajo. No hagas que esto acabe así. No por
culpa de... ella.
Callum se puso en pie, se abrochó la chaqueta y se dirigió a la puerta. En
el momento en que la abrió, Drew casi tuvo un ataque de pánico. —No des un
portazo. Ella no ha estado dormida mucho tiempo.

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—El hecho de que no hayas dormido en días, tal vez incluso meses, y
tengas miedo de un pequeño ruido, te dice lo mucho que necesitas esto. —
Callum cerró la puerta en silencio.
No iba a decirle a su hermano que dormía cuando Meghan dormía.
Después de sacar el vigilabebés de su bolsillo trasero, colocó la señal
para abrir la cámara dentro de la habitación.
Sonrió.
Ella dormía profundamente.
Quitándose los zapatos, se desplomó en la cama y se tapó la cara con
un brazo. No necesitaba pensar en una niñera ni en nadie más en este
momento. Todo lo que necesitaba ahora era dormir, no pensar.
¿Qué demonios has hecho, Tilly?
Odiaba a la mujer que había sido su esposa. Había sido la animadora
principal en el instituto. La que la mayoría de los chicos del equipo se habían
tirado. A Tilly le había parecido divertido enfrentar a un jugador contra otro,
pero él no había jugado el juego.
Entonces, una noche de borrachera hacía cuatro años, había cometido
un error y había pagado el precio por ello. No es que Meghan fuera un precio
demasiado alto. Ella lo era todo para él. Nunca había querido tener hijos y, para
su vergüenza, le había pedido a Tilly que se deshiciera de ella cuando se enteró.
Tras hablar con su hermano, había acabado casándose con Tilly. Había
sido una boda precipitada. No había querido casarse con ella, y había querido
esperar hasta que naciera el bebé. En cuanto nació Meghan, se hizo una prueba
de paternidad y se confirmó que era suya.
Nunca olvidaría el alivio que sintió, pero luego el shock. Tilly se acostaba
con todo el mundo. No tenían un buen matrimonio. En su mayor parte, había
sido tóxico. Incluso con ella como esposa, él no quería tener nada que ver con
ella. Sus discusiones se prolongaban durante horas. Incluso había momentos

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en que Tilly lo atacaba. Intentaba golpearlo con sartenes o bates. Era durante
esas noches que él agarraba a Meghan y la llevaba a casa de su hermano.
Sacó la tarjeta del bolsillo trasero. El último año desde que Tilly se había
marchado había sido una locura, pero pacífico. No tenía que dejar a su hija en
casa de su hermano ni preocuparse de que su mujer lo matara a golpes.
Ni una sola vez había golpeado a Tilly. Probablemente podría haberlo
hecho, pero no lo hizo.
En lugar de eso, había aceptado todo lo que ella tenía para repartir, había
mantenido un techo sobre su cabeza, se había matado trabajando y había
vuelto a casa. Preparaba su propia cena, cuidaba de Meghan y vivía una vida
tan separada de ella como podía.
El trabajo había pasado a un segundo plano, al menos mientras aceptaba
ser padre soltero. Ya había enviado los papeles a Tilly para su divorcio, pero la
zorra se negaba a firmarlos. Vivía en la ciudad e intentaba triunfar como actriz
o algo así. Él no lo sabía, ni le importaba. Todo lo que quería era que ella firmara
el papeleo y terminara con esta farsa de vida.
Pasándose los dedos por el pelo, intentó pensar en otra cosa, pero no
sirvió de nada. Su hermano tenía razón. La casa era un desastre. Meghan
necesitaba a alguien y si no volvía a trabajar pronto, iba a estar jodido. Sus
ahorros estaban casi agotados y no quería arriesgar continuamente su trabajo
por ser tan malditamente terco.
Tenía que ponerse las pilas de una forma u otra.
Levantando el teléfono, decidió hacer la llamada. Si no funcionaba,
despediría a la niñera y pensaría en algo, pero por ahora, iba a tener esperanzas.
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Al volver a casa después de doce años de ausencia, Callie Steward, una
niñera cualificada, no esperaba recibir una llamada tan pronto sobre un nuevo

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trabajo. No le dieron el nombre del hombre, sólo la dirección del lugar donde
debía reunirse con él.
Constance, la mujer del teléfono de la empresa que ayudaba a encontrar
trabajo a las niñeras de todo el país, le había dicho que era un tipo muy dulce
y que incluso se había quedado dormido mientras hablaba con ella por
teléfono.
Se detuvo frente a la casa y sonrió. Era una casa preciosa con una valla
blanca. Sin embargo, el césped no estaba cortado y había mucha maleza en el
jardín.
Bajándose las gafas, comprobó en el pequeño espejo que el maquillaje,
que se había puesto modestamente, no se había corrido ni parecía excesivo.
Una vez que tomó su bolso, volvió a comprobar la dirección.
Este era un nuevo comienzo para ella. Había sido niñera durante diez
años después de dejar la universidad. Uno de sus profesores le había dejado
muy claro que si no le daba lo que él quería, iba a destruirla. Sabía que los
estudiantes y los profesores se acostaban todo el tiempo, no tenía duda de
que eso ocurría, pero no tenía ningún interés en acostarse con sus profesores.
Lo que no esperaba era que uno de esos profesores quisiera utilizarla, y cuando
ella no accedió, la chantajeó.
Al no ver otra alternativa, dejó la universidad, aceptó un trabajo de niñera
y estudió por Internet para estar cualificada para cuidar a niños de todas las
edades. Le encantaba su trabajo y ayudar a la gente, sobre todo cuando
intentaban reconducir su vida.
En la mayoría de las situaciones, la llamaban ‘salvavidas’ o, en el peor de
los casos, ‘rompedora de hogares’. Ella nunca había dañado la relación de
nadie. Nunca persiguió a un marido. Su única función era ayudar a los niños y
a sus vidas, ni más ni menos.

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Con eso en mente, subió los escalones, sabiendo que quien iba a ver la
necesitaba. Al acercarse a la puerta, estaba claro que ese tipo la necesitaba. No
tenía toda la historia, pero ya llegaría el momento y el lugar en que la conociera.
Por ahora, sólo tenía que conseguir este trabajo.
Levantó la mano y llamó a la puerta. Sintiendo una sonrisa en sus labios,
esperó. Este iba a ser un gran día.
La puerta se abrió. Se giró hacia la persona que estaba en el umbral y se
quedó helada.
Esto no podía estar pasando.
Al volver a la ciudad, sabía que existía el riesgo de encontrarse con él,
pero ¿trabajar para él? No, no podía ser.
Drew Gold, el tipo que la había hostigado implacablemente. En sus
brazos había una niña. Su pelo parecía no haber sido cepillado aún. Él no llevaba
camisa, pero tenía una colgada del hombro, como si hubiera llevado una y se
estuviera cambiando mientras ella llamaba a la puerta.
Eres una profesional.
Deja de quedarte mirando boquiabierta.
—Hola, soy Callie Steward. ¿Usted necesita una niñera?—, dijo ella.
—Sé quién eres, Callie. Espera, ¿qué? ¿Eres la niñera?
Manteniendo la sonrisa pegada a sus labios, no parpadeó, ni se quejó, ni
mostró ningún miedo. Este tipo le había hecho la vida imposible en el instituto.
Él y todos sus compañeros, así como el equipo de animadoras.
No pienses en ello.
La gorda Callie.
Callie la ballena.
No, no se iba a permitir pensar en todos los nombres que le habían
puesto. Drew había sido particularmente brutal. Tirándole comida, volcando su

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bebida en su mochila, destrozando sus deberes. Incluso habían llenado su
taquilla de condones.
Qué divertido.
—Sí, soy la niñera. Recibí una llamada de que necesitaban mis servicios—
. Rápidamente sacó su legajo. —Aquí hay una copia de mi currículum, así como
varias referencias—. Le tembló la mano.
Él no hizo ningún comentario mientras aceptaba el legajo.
La niña en sus brazos le sonrió. —Eres muy bonita.
—Gracias, cariño. Soy Callie—. Le tendió la mano. La niña se retorció de
los brazos de su padre. Se dio cuenta de que la niña no llevaba pañal, así que
no tendría que añadir el entrenamiento para ir al baño si Drew decía que sí.
Bien podría decir que no.
—Meghan. Me gusta tu nombre.
—Me gusta tu nombre.
—¿Qué es una niñera?— preguntó Meghan.
—Es alguien que cuida de la gente—. Callie se agacho para estar a la
altura de Meghan y poder mirar a la niña a los ojos.
—Papi cuida de mí.
—Tienes que entrar mientras yo llamo a esta gente—, dijo Drew. Tomó la
mano de su hija, llevándola consigo.
Al cruzar el umbral, ella vio inmediatamente por qué Drew estaba en
apuros. Las tareas domésticas se habían apoderado de él. Ella no sabía cuál era
la situación con él, pero sabía que quería ayudar.
—Juega conmigo—, dijo la niña, y Callie ni siquiera dudó. Se sentó junto
a la niña, levantó una de sus muñecas y se puso a jugar mientras esperaba que
Drew hiciera las llamadas.
No podía creer que él tuviera una hija. Drew Gold era padre.

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Echando un vistazo a la habitación mientras Meghan se distraía
poniéndole un vestido a la muñeca, no vio ninguna señal de una esposa, ni
ninguna foto que dijera que había una esposa en casa. Drew estaba solo, lo que
era completamente diferente a cuando eran niños.
Frotándose la sien, se obligó a reprimir su ansiedad. No había necesidad
de poner nerviosa a Meghan, y no quería causarle ningún tipo de angustia.
Pasaron los minutos. Tal vez incluso horas.
Drew regresó y no parecía feliz por ello.
—Tengo que ir a hablar con tu padre—. Le ofreció a la chica una sonrisa
tranquilizadora antes de ponerse en pie.
Caminó hacia él y él sacudió la cabeza. —¿Has encontrado a alguien
más?— Ella no tenía ninguna duda de lo que él había estado tratando de hacer.
De ninguna manera iba a llorar. Él no quería que cuidara de su hija y ella no
podía entender por qué. Nunca había hecho nada que le hiciera daño a él o a
un niño en su vida y, sin embargo, la trataban como si ella hubiera sido la
hostigadora, cuando en realidad había sido al revés.
—No, no tienen a nadie más. Eres la persona más cercana que puede
cumplir todos los requisitos que necesito—. Se pasó los dedos por el pelo. Miró
a Meghan y, sin extender una invitación, se alejó.
Callie tuvo que seguirlo. Apretando los dientes, lo siguió hasta la cocina,
donde él agarró una tetera y la llenó de agua.
—Mira, sé que me odias, pero te necesito. La situación, como puedes ver,
es grave. Necesito una niñera. La agencia dijo que eres la única más cercana
que puede vivir conmigo, cuidar de Meghan y limpiar este basurero.
—Esos son los servicios que ofrezco.
—También me dieron un par de referencias que comprobé. Eres la mejor.
Ella no dijo nada. No había razón para decirle qué era lo que podía ofrecer
cuando sus anteriores empleadores ya lo habían hecho más que bien. No

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estaba dispuesta a hinchar el pecho y reclamar algún tipo de victoria cuando
no era necesario.
Él golpeó con los dedos la encimera. El calor de la estufa ya estaba
calentando el agua. —¿Vas a hacerle daño?
—¿Hacer daño a quién?
—A mi hija.
—No—. Ella retrocedió ante la sola idea. —¿Por qué piensas eso?
—Mira, sé que fui un completo bastardo contigo durante el instituto.
—Detente ahí mismo. No me importa. Ni se me ocurriría desquitarme con
una chica joven y menos con una niña. No soy esa clase de persona.
—Tilly es su madre.
—Vaya—, dijo ella. —Eso sigue sin cambiar el hecho de que la jefa de
animadoras y el deportista que me hicieron la vida imposible nunca me llevarán
a hacer daño a una niña. No soy una hostigadora, ni lo seré nunca. Puedo cuidar
de tu hija y tener este lugar inmaculado en poco tiempo. Depende de ti si
confías en mí. No tengo ninguna razón para causarle a tu hija ningún tipo de
dolor.
Se acomodó el pelo detrás de la oreja antes de meter la mano en el
bolsillo de sus vaqueros para sacar su información de contacto. —Si te decides,
ya sabes dónde encontrarme. Meghan es maravillosa. Para que lo sepas—.
Sin esperar a que la dejaran salir, se despidió de Meghan antes de
dirigirse a la puerta, subir a su coche, conducir hasta su apartamento, sentarse
en el sofá y entrar en pánico.
¿Qué carajo acababa de pasar?

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Capítulo 2
—Podría haber cocinado—, dijo Drew varias horas después mientras su
hermano, aparentemente su único amigo, descargaba varias cajas de comida
china.
—Lo sé, pero no vas a hacerlo, no por mí. Vi el estado de la cocina la
última vez que estuve aquí, y prefiero vivir una vida larga y próspera que morir
una lenta y dolorosa. No has limpiado este lugar. Pensé que tenías una niñera
a la que entrevistar.
—Lo hice.
—¿Qué pasó? ¿No fue bien?— Callum se zambulló en un cartón de fideos,
aparentemente desprovisto de preocupación por lo que estaba pasando.
—Es Callie Stewart.
Callum se atragantó con algunos de sus fideos. Inmediatamente buscó
una botella de agua y comenzó a beber a sorbos. —¿Me estás tomando el pelo?
—No.
—Fuiste un monstruo con ella.
—Lo sé.
—Vaya.
—No me jodas—, dijo Drew. —Sabes que había dejado de maldecir por
culpa de que Meghan lo copiara y ahora parece que lo convierto en un hábito.
—Esta chica ya te hace cometer errores.
—Callie ya no es una chica.
—¿No?
—No, es toda una mujer—. Y tampoco iba a decirle a su hermano cómo
había respondido a ella. Esta chica, no, mujer, que él había atormentado
durante la escuela secundaria. Ella había sido más grande que las otras chicas

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de su año. Caderas más anchas, tetas más grandes. Él se juntaba con las
animadoras que la odiaban. Callie era inteligente, dulce, amable. Tenía un gran
corazón, y por eso, se había convertido en un objetivo.
Follándose a Tilly y a la mayoría del equipo de animadoras de forma
habitual, había adquirido el hábito del hostigamiento. Había lastimado a Callie
para ganarse las risas. Había sido un completo imbécil y no le había importado
que ella fuera la persona a la que había utilizado para atormentar.
Ahora, ella había aparecido en su puerta, sin llevar ropa cara, pero con
un aspecto práctico como si fuera una madre. Su largo y abundante pelo
castaño le caía por la espalda, sus ojos marrones tenían más profundidad de la
que él recordaba, y esos labios. Estaban diseñados para ser besados y envolver
la polla de un hombre.
Quería follarla.
Probarla.
Tenerla.
El golpe instantáneo de la lujuria lo había tomado por sorpresa y en lugar
de tratar de coquetear con ella, había sido un imbécil. Era propio de él actuar
así. Era un jodido imbécil de primer nivel.
Pasándose los dedos por el pelo, trató de mantener a raya sus agitadas
emociones, pero nada lo ayudaba. Necesitaba aclarar su mente.
—Ah, toda una mujer. Conozco ese tipo de mirada.
—No lo hagas.
—¿Que no haga qué? ¿Apuntar lo obvio de que claramente quieres
follarte a la chica? No soy estúpido.
—Yo tampoco lo soy—, dijo él. —Y baja la voz. Lo último que quiero es
que Meghan vaya a gritar esa palabra mientras estoy en la tienda.
—Mira, toda la mierda del instituto ha quedado atrás. ¿Has contratado a
Callie?

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—No.
—¿Por qué no?
—¿Y si es una perra con mi hija?
—¿Has comprobado sus credenciales? ¿Puede hacer el trabajo?
—Sí, lo hice. También intenté encontrar a otra persona.
—¿Y?
—Nada. No hay una niñera que pueda vivir y cuidar a mi hija las
veinticuatro horas del día mientras consigo recomponerme.
—Creo que es seguro decir que vas a tener que contratar a esta mujer.
Ten un poco de fe.
—¿Tener un poco de fe?— Drew sacudió la cabeza. —Sólo quieres que
vuelva a trabajar.
—Sí, lo hago, pero también quiero que mi hermanito se dé cuenta de que
no cometió un error.
—Oh, ¿te refieres a casarme con Tilly?
—No, ella fue un error. No hay manera de disfrazar su existencia en tu
vida. La jodiste, a gran escala. Ella fue la peor decisión que has tomado. Lo
siento y no te ofendas.
—No me ofendo—. No podía mentirle exactamente a su hermano sobre
sus sentimientos cuando se trataba de Tilly. Ella fue un gran error. Habían
estado equivocados el uno con el otro desde el principio.
—Pero Tilly aparte, Meghan es una niña hermosa y dulce. Aunque fuera
una mocosa o algo así, sigue siendo parte de ti. Ahí es donde nunca puedes
arrepentirte de lo que pasó. Si por un momento deseas no haberte metido en
la cama con Tilly, piensa que no tendrías una razón para sonreír cada día.
—¿Alguna vez te arrepientes de tus propios hijos?

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—No. Ni siquiera por un momento. A veces me gustaría que me dieran
un respiro para poder disfrutar de mi mujer, pero no, los amo
completamente.— Callum volvió a comer sus fideos.
—Entonces, ¿por qué estás sentado conmigo comiendo comida para
llevar y no con ellos?
—Mi esposa me envió. Ella quería que me asegurara de que estabas bien
y manejando las cosas por tu cuenta.
—Ah, Leah siempre tuvo una debilidad por mí.
—Ni siquiera empieces con eso. Sabes que me dan ganas de darte una
paliza.
—Sí, y tú eres un maldito buen abogado. Argumentarías que necesitaba
la paliza.
—Sí. Que he ayudado a la sociedad poniéndote en tu sitio. Deja de ser
un imbécil y contrata a Callie. ¿Alguien te dio alguna pista, siquiera una pizca,
de que ella sería un problema?
—No, todo lo contrario. Según ellos, parece una especie de santa.
—Si mi memoria no me falla, ella siempre hacía cosas buenas en la
escuela. Puede que sea una buena persona por naturaleza. Ya sabes, el tipo de
persona que hace cosas buenas desde la bondad de su corazón. Créeme, lo
necesitas. Creo que este lugar está empezando a cultivar cosas especiales,
¿sabes?
—Eres un imbécil—, dijo.
—Y me quieres por ello. Siempre me querrás por ello—. Callum le sopló
un beso. —Vamos, llámala. Hazle saber que quieres que trabaje
inmediatamente.
—Tendré que preparar la habitación de invitados—, le dijo.

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—Entonces, no voy a ninguna parte. Si puedo decirle a Leah que todo
está controlado, que tienes una niñera y alguien que te ayude a organizar tu
vida, seré un hombre feliz esta noche.
—Qué asco, hombre. Hay algunas mierdas que no necesito saber.
—Tienes que dejar de maldecir. Meghan te copiará—, se rió Callum.
Tras ponerse en pie, agarro su móvil del pasillo, donde también había
dejado la tarjeta de Callie. No quería hacer esta llamada. No porque no la
necesitara, sino porque algo no encajaba.
Callie no debería cuidar de su hija. Él debería ser capaz de estar al tanto
de todo, sólo que había demostrado más de una vez que no podía hacerlo todo.
Después de teclear su número, sonó. Esperaba que saltara el buzón de
voz y que tuviera una pequeña razón para no hacer la llamada. Dar alguna
excusa sobre que ella no era la adecuada. Si ni siquiera podía responder a una
llamada, ¿qué podía hacer realmente para ayudarlo? Nada. Así de simple.
—Hola—, dijo Callie.
Típico.
—Callie, hola, soy Drew.
—Hola, Drew.
—Sí, he estado pensando y me preguntaba, ¿cuándo podrías empezar?
Tengo una habitación libre que puedo limpiar para ti. No sería ninguna
molestia.
—¿Habitación libre?
—El puesto es para vivir aquí—. Por favor, di que no puedes hacerlo.
—Sí, por supuesto. ¿Me estás ofreciendo el trabajo?
—Sí, en cuanto puedas empezar.
—¿Qué tal si me paso mañana? Puedo empezar. Puedes mostrarme la
rutina de Meghan.
¿Rutina? Él no tenía una para ella.

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—Y podemos establecer un horario de cómo quieres que esto funcione.
—Sí, eso suena genial.
—Genial. Estoy deseando verte.
Y él también. —Adiós.
—Adiós.
—Sabes, parecía que querías decir mucho más en ese momento—, dijo
Callum.
Se giró para ver a su hermano todavía comiendo fideos, apoyado en el
marco de la puerta.
—No empieces.
—No estoy empezando. Simplemente estoy constatando el hecho de
que parecía que tenías hambre. Esto me tiene intrigado. No he visto a Callie en
años, así que tengo que preguntarme, ¿ya quieres follar con tu niñera?
—Te sugiero que comas y te vayas a casa con tu mujer. No voy a discutir
esto contigo.
—De acuerdo, pero para advertirte, Callie va a estar aquí cada hora de
cada día, a menos que esté saliendo con alguien. Estará en pijama o con la ropa
que lleve. Tu casa no es demasiado grande, así que vas a estar mucho con ella.
¿Serás el patrón perfecto o la pondrás en su lugar?
—¿Sabes qué, Callum? Puede que seas el mayor, pero eres el más joven
de corazón.
—Tengo una manera de mantenerme joven. Es estar enamorado y tener
una familia con la que quiero volver a casa. Hablando de eso, mi trabajo aquí
ha terminado. Viene la niñera y yo tengo una familia en casa.
—Dijiste que me ibas a ayudar con la habitación libre—, le digo.
—¿Dije eso? Culpa mía. Ya he hecho mucho, y ya sabes, siendo un padre
y todo, tengo que ir a leer a mis hijos—. Callum ya estaba caminando hacia la
puerta. —Recuerda, hermano, mantenlo en tus pantalones.

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—Vete a la mierda.
—Lo haré.
Cerró la puerta detrás de Callum.
—¿Qué es irse a la mierda, papi?—, dijo Meghan.
Debería haber sabido que su hija no estaría dormida. —Hola, pastelito.
¿Cómo estás?
—Tengo sed.
—Vamos. Te conseguiré una bebida, pero luego tienes que irte a la cama.
—¿Por qué?—, preguntó ella.
—Tengo que arreglar la habitación de invitados.
—¿Por qué?
—Para la simpática señora—, dijo él, pensando en Callie.
—¿La simpática señora de la melena?
—Sí.
—Bien.
—¿Te cayó bien?—, le preguntó.
—Sí, me gustaba. Era bonita.
—Lo era, ¿verdad?
—Sí. ¿Se va a quedar con nosotros?—, preguntó ella.
Él asintió con la cabeza.
—¿Como una niñera?
—Será tu niñera, sí. ¿Te gusta?
Meghan asintió, tomando la taza de él. Le entregó su osito de peluche
para poder beber. Se lo bebió todo, se limpió la boca y se lo devolvió. —¿Puedo
tomar otra?
—No, te despertarás toda la noche para ir al baño y necesito que mañana
te levantes bien temprano para poder mostrarte para Callie.
—Me gusta su nombre.

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—Es un nombre bonito, ¿no?
—Sí, le gusta mi nombre. Le parece bonito.
—Es un nombre precioso—. Él había elegido el nombre de Meghan. Tilly
ni siquiera quiso sostener a su hija después de dar a luz. Todo lo que quería era
dormirse y que la dejaran en paz. Todos habían hecho exactamente lo que ella
quería. Él había abrazado a su hija y se había ocupado del resto. Siempre cuidó
de ella. Ahora, permitía que otra persona, una simple desconocida, cuidara de
ella.
Inspirando profundamente, levantó a Meghan en brazos y la llevó a la
cama. Se aseguró de leerle varias páginas del último cuento que quería leer y,
cuando estuvo profundamente dormida, se dirigió al dormitorio de invitados.
Esperaba realmente no estar cometiendo un error.
****
—¿Sólo tienes una maleta?
Callie miró la maleta en su mano y asintió. —Viajo ligera.
—¿No vives cerca?
—Alquilé una casa totalmente amueblada. Me aseguro de poder ir y venir
lo más rápido posible—. Ella ofreció una sonrisa.
Drew se frotó la cabeza.
—No ha pasado mucho tiempo desde que mi último empleador dejó de
necesitar mis servicios. Hasta que deje de ser niñera, no veo la razón de
comprar un lugar para mantenerme. Puedo estar en un solo empleo hasta
dieciséis años—. Le había sorprendido recibir su llamada, la verdad. Ella no creía
que fueran capaces de llevarse bien. Hasta el momento, él no la dejaba pasar
el umbral y lo único que había visto era su maleta.
—¿Cuánto duró tu último empleo?—, le preguntó él.
—¿Tienes toda la información en mi legajo?
—Sólo como referencia.

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—Tres años. Se iban a trasladar a Inglaterra y yo no quería, así que no
tuve más remedio que despedirme. Sé que querían que me fuera con ellos, pero
yo quería volver a casa al menos alguna vez. Si me iba a Inglaterra, existía la
posibilidad de no volver nunca. Ahora sí.
Sujetó el asa entre sus dos manos. Pesaba mucho. Había aprendido a
empacar todo en una gran maleta.
—¿Has cambiado de opinión?
—No. Maldita sea, es una grosería por mi parte. Lo siento. Entra. Meghan
todavía está durmiendo.
—¿A las nueve de la mañana?
—Sí, ha tenido una noche larga.
—Oh—, dijo Callie. No iba a decirle que había una razón por la que él
sufría de privación de sueño. Tendría que conseguir que Meghan tuviera la
misma rutina que su padre. Además, no faltaba mucho para que empezaran las
clases, y entonces ella necesitaría considerar seriamente a qué hora se
acostaba y se levantaba.
—Sí, no te preocupes por eso.
—No lo estoy.
—Déjame mostrarte tu habitación primero—. Él bostezó.
Era extraño ver a Drew Gold con un aspecto casi humano. En el instituto,
había sido una presencia feroz a la que nadie podía tocar o acercarse. Ahora,
simplemente parecía tocable.
Extraño.
Ella mantuvo una sonrisa en sus labios. Después de su llamada, se había
ido a la cama ya que sabía que una vez que pisara la casa de Drew, iba a tener
una gran tarea en sus manos.

20
Siguiendo las escaleras, se desvió a la derecha y abrió una puerta. Era la
única habitación de la casa que parecía limpia. —Puedes dormir aquí. No hay
baño en suite. Sólo el dormitorio principal tiene uno.
Ella asintió.
—Tendrás que usar el baño del otro lado del pasillo.
—Está bien.
Al menos no tendría que preocuparse de encontrarse con él desnudo. Él
estaría fuera de su camino para cuando ella se diera una ducha o un buen y
largo baño.
Colocó su maleta en la cama, que estaba hecha. También se dio cuenta
de que habían limpiado el polvo de todas las superficies, pero no lo habían
hecho a fondo. ¿Drew había preparado la habitación anoche? Vio el contorno
en el que había repasado las cosas de la mesita de noche.
La limpieza nunca la molestaba. Estaba más que feliz de realizarla.
—Bien, bajemos las escaleras. Puedo revisar todo contigo. Hoy me
quedaré contigo, pero mañana me iré a trabajar.
—¿Cuánto tiempo has estado sin trabajar?
—Sólo un par de meses desde que Tilly se fue.
Ella asintió. —¿Volverá tu mujer?
—No si consigo que firme los malditos papeles del divorcio.
—¿Te casaste con Tilly?
Se detuvo en la escalera. —¿Eso va a ser un problema?
Ella negó con la cabeza. —Tu vida amorosa no es de mi incumbencia.
Mantuvo la sonrisa profesional que había adoptado en sus labios.
—Bien.
Lo siguió hasta la cocina, donde él agarró una barra de pan. Ella observó
cómo la abría, la olía y procedía a colocar un par de rebanadas en la tostadora.
Buscó una cafetera manchada y sirvió dos tazas.

21
Tomó nota de todo lo que tenía que hacer.
Limpiar, hacer la compra y reponer a este hombre. Parecía un desastre.
Bueno, no del todo. La ropa que llevaba estaba limpia, pero estaba claro que el
hombre no estaba del todo arreglado. Esta no era una forma real de vivir y ella
necesitaba arreglar eso y arreglar esto.
—¿Cuál es la rutina de Meghan?
—No hay más rutina que la habitual. Cuando se levanta, usa el baño, la
visto...
—¿No se viste sola?
—No. Desayuna. Pasamos el rato. Si quiere ir al parque, lo hacemos. Si
se queda a ver películas, lo hacemos. Ya sabes.
—Ella dice lo que hay que hacer.
—Más o menos.
Ella siguió asintiendo. —¿Y la escuela?
—Er, ¿el próximo septiembre?
—¿Así que faltan un par de meses?—, preguntó ella.
—¿Qué?
—Estamos en abril y faltan unos meses para septiembre. Poco más de
cinco meses.
—Mierda, sí.
—No te preocupes. Puedo establecer una rutina.
—Bien, pero nada que la perturbe, sin embargo. ¿Sabes? Creo que
necesita que la cuiden. Su madre no está cerca.
—Y tú estás compensando eso.
—Haces que parezca un problema.
—No es un problema.
—Me ha ido muy bien por ahora.
—Lo entiendo. Me disculpo.

22
—No soy como cualquier otra familia para la que hayas trabajado. No
necesito que critiques la forma en que hago las cosas.
—No lo hago.
—Bien.— Él se aferró al borde de la mesada. —Lo siento.
—Está bien.
—No, no debería haberte hablado así. Mira, sé que meto la pata a diario.
Sé que digo muchas palabrotas y que no es bueno. Puede que oigas a Meghan
decir muchas palabrotas también. Esto no tenía que pasar, ¿de acuerdo? No
anticipé nada de esto. Lo estoy intentando.
—Lo entiendo.
—¿Lo entiendes? Porque no creo que lo entiendas realmente—, dijo él.
—Sí lo entiendo. Los niños son muy difíciles y puede ser difícil
proporcionarles un entorno estable. Si no te gusta que yo esté aquí, por favor,
dilo.
—Has renunciado a tu apartamento—, dijo.
—Entonces, hay otros apartamentos. Sólo quiero lo mejor para Meghan.
Si no te gusta que esté aquí, entonces dímelo. Puedo, ya sabes, irme—. Ella no
sabía por qué lo estaba tranquilizando.
No se lo merecía. Él sabía claramente que estaba cometiendo errores.
Sin embargo, lo estaba intentando.
Ella lo vio. Lo último que quería hacer era molestarlo u ofenderlo. Él sería
su empleador y ella ya se había prometido a sí misma que dejaría el pasado
atrás. El pasado estaba donde debía estar. En el pasado. Lejos del ahora.
—Quiero que te quedes. Yo sé... he leído un par de libros. No debería
dejarla estar al mando y todo eso. La he cagado. Es sólo que no sé nada sobre
cómo criar a un niño por mi cuenta. Se suponía que Tilly estaría aquí.
—Lo siento.

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—No está muerta, sólo que ya no quiere ser madre, ni hacerse cargo de
sus responsabilidades.
—Todavía lo siento. No tengo hijos y no conozco tu situación. No estoy
aquí para guiarte, Drew. Estoy aquí para ayudar. No quiero que pienses que te
estoy presionando o controlando.
—No lo estás haciendo.
—¿Qué te parece si me invento una rutina mientras veo cómo haces la
tuya hoy? La repasaré contigo y luego veremos cómo ponerla en práctica.
Siempre te propondré cualquier idea primero. Meghan también necesitará
alguna estructura para la escuela.
—Tienes razón—. Se frotó la nuca.
La tostada ya estaba ardiendo. Rápidamente se lanzó a por ella y empezó
a untar mantequilla sobre el pan ennegrecido. Él dio un mordisco, arrugó la
nariz y dio otro mordisco.
—¿Quieres que te cocine algo?
—No. Estoy bien. Me he acostumbrado a comer cualquier cosa con tal
de que me mantenga sano, ¿sabes?
Ella sonrió. —Me parece justo—. Ella también cocinaría para él y se
levantaría temprano para hacerle el desayuno.
—¿A qué te dedicas?
—Soy abogado.
—¿Lo eres?
—No suenes tan sorprendida.
—En el instituto, lo tuyo era el fútbol.
—Las lesiones cambian las cosas. Me lesioné lo suficientemente pronto
como para cambiar a Derecho. Tuve suerte. Algunos no la tienen. No soy sólo
una cara bonita. ¿Cómo es que eres niñera?
—Una mala experiencia en la universidad.

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—¿No terminaste?
—No en la universidad a la que fui. Abandoné los estudios. Terminé la
carrera hace unos años. Me llevó tiempo, pero lo conseguí. También hice varios
cursos en universidades locales en línea sobre cómo cuidar a los niños.
—¿Por qué siento que hay una historia ahí?
—Siempre hay una historia. Sólo que algunas son mejores que otras—.
Ella se encogió de hombros. No iba a hablar de eso, ni ahora ni nunca.
Su vida privada seguiría siendo así.

25
Capítulo 3
Tras meses de ausencia, Drew se sentó por fin detrás de su escritorio.
Pasó las manos por la madera de caoba. Era un escritorio adecuado para un
buen abogado. También estaba lleno. De vuelta al trabajo, con un desayuno
completo, y con su hija siendo cuidada.
Mientras Callie lo observaba ayer cuidando de Meghan, se había
inventado un horario de trabajo completo que también incluía limpieza masiva,
actividades de aprendizaje, salidas al aire libre y, en general, llevar a Meghan
hasta el agotamiento, pero del tipo divertido. No creía que funcionara. A
Meghan sólo le gustaba hacer lo que quería. Era uno de los pocos rasgos que
le recordaban a su madre.
Tilly, incluso en el instituto, sólo hacía lo que quería. También le gustaba
herir a mucha gente en el proceso. Sin embargo, él no iba a pensar en eso.
—Pensé en venir a verte en tu primer día. ¿Cómo lo llevas?— preguntó
Callum, tomando el asiento frente a él.
—Estoy detrás de mi escritorio. No he llamado a Callie. Esta mañana he
tomado un buen desayuno cocinado, que ha sido un buen respiro de las
tostadas quemadas. Yo también creo que estuve comiendo moho, pero no
puedo confirmarlo. Estoy sentado aquí.
—Bien. Enciende tu ordenador. Ponte a trabajar. Tienes clientes
esperándote y no hay un momento que perder. Te hemos echado de menos.
Drew asintió a su hermano.
Llevaba mucho tiempo sin trabajar. Se sentó en su silla, cerró los ojos y
luego los abrió.
Anoche fue la primera vez que se durmió completamente. Cuando había
ido a la cocina esta mañana, a la caza de los olores que enloquecían su

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estómago, Callie había estado cocinando, con un aspecto renovado en un
pantalón de chándal y una camiseta que parecía ceñirse a todas sus curvas en
los lugares adecuados.
¿Se había tomado alguna vez el tiempo de mirar ese jugoso par de tetas
que suplicaban ser agarradas, ser tocadas?
La deseaba. No tenía ninguna duda de que la deseaba, y era una puta
locura.
La había hostigado por ser gorda. Se burló, se mofó, le hizo la vida
imposible, y ahora veía esas curvas y ella lo hacía doler. Ninguna mujer le había
hecho sentir así en mucho tiempo.
Extrañaba eso.
Quería eso.
Ella le había proporcionado un desayuno digno de un rey. Nunca había
estado más lleno en su vida.
Ahora necesitaba poner su cabeza en el juego.
Apartando todos los pensamientos de Callie de su mente, dejó la maleta,
encendió el ordenador y accedió a sus correos electrónicos. El primer correo
que tenía que atender era el de la vuelta al trabajo. Al hojear las páginas, se
aburrió por completo, pero terminó todo lo que tenía que hacer. Le recordó lo
que se requería de él. La ley. Las condiciones de su regreso. Lo normal. Después
de ocuparse de eso, se metió de lleno en los casos.
Le encantaba el derecho. Era una de las razones por las que lo había
estudiado incluso con una beca de fútbol. Había tantas lagunas y trucos para
entender la forma en que estaba escrita una ley. Le parecía un reto, y le
encantaban las complicaciones y las situaciones complejas. Eran su debilidad.
Después de descolgar el teléfono para llamar al juzgado, se atascó
preparándose para atender a varios clientes. Algunos de ellos estaban en la
cárcel del condado, y organizó entrevistas con ellos.

27
Justo cuando había terminado la última llamada, levantó la vista y vio a
Meghan y Callie fuera de su despacho. Se levantó y se abotonó la chaqueta,
sintiéndose él mismo más que nunca.
Callie aún llevaba un pantalón de chándal. Llevaba el pelo largo y grueso
recogido en la nuca. Meghan llevaba el pelo en dos colas de caballo que le
llegaban hasta el pecho. Tenía una enorme sonrisa en la cara y también estaba
vestida con ropa de verdad. Un vestido, un par de medias y unos zapatos.
—¿Es un buen momento?— preguntó Callie, en la puerta.
Drew vio que un par de personas observaban. Callie sostenía la mano de
Meghan.
—Te hemos traído el almuerzo, papi—, dijo Meghan, sosteniendo una
bolsa de papel marrón.
—He visto que no has tomado el almuerzo que te preparé y, como hace
un día tan bonito, he pensado que Meghan y yo podríamos traértelo.
—¿Han venido caminando hasta aquí?
—Sí.
—A Meghan no le gusta caminar.
—Sí me gusta, papi. Cuando lleguemos a casa, vamos a hacer
magdalenas. Puedo mezclar la masa. Callie lo prometió. ¿No es así?
—Sí, lo hice. Aquí está tu almuerzo.
—¿Me has hecho la comida?
—Lo hice.
—No lo había visto.
—Lo pondré junto a tu maletín a partir de ahora—. Ella le sonrió.
¿Siempre fue así de guapa en el instituto? No, no podía ser posible, si lo
hubiera sido, habría tenido a los chicos encima, y eso simplemente no había
ocurrido. Nadie había querido a Callie.

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—Oye, Drew, ¿cómo va todo?— preguntó Callum, invitándose a entrar
en el despacho.
Callie se giró para ver a Callum.
—Vaya, vaya, vaya, si es Callie Stewart. Me enteré de que habías asumido
la espantosa tarea de cuidar a mi hermano.
—Y de Meghan—. Callie levantó un poco la mano.
—Ah, mi descarada sobrina. ¿Te estás portando bien?
—Lo mejor.
—No me lo creo. Eres una pequeña diablilla—. Callum empezó a hacerle
cosquillas.
Drew observó a su hermano, que siempre había tenido mucha facilidad
con los niños.
—Será mejor que nos vayamos. Creo que ya te hemos robado demasiado
tiempo—, dijo Callie.
Meghan le tomó la mano a ella y él lo vio como la reacción más natural
del mundo. Su hija ya confiaba en Callie.
—Puedes pasarte cuando quieras. Ten en cuenta que es un vago, así que
encontrará cualquier excusa para no trabajar. Aunque entiendo que quiera
quedarse en casa—. Callum le guiñó un ojo a Callie.
Callie se sonrojó. —Bien, de acuerdo, sí, creo que es hora de que lleve a
Meghan a casa. Esperamos que disfrutes del almuerzo, ¿verdad, Meghan?
—Sí, disfruta del almuerzo, papi.
Se sintió tentado de olvidar su almuerzo más a menudo para ver a Callie
y a su pequeña. Las vio salir de la oficina y caminar por la calle.
—Vaya—, dijo Callum.
—Estás casado.
—No decía wow para mí, pero puedo entender por qué estabas luchando
con esa decisión. Ella es caliente.

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—No lo hagas—, dijo Drew.
—Sabes, cuando lo pienso, Callie era caliente en el instituto.
—Era gorda.
—No seas idiota, Drew.
Se pasó las manos por la cara. —Estoy empezando a preguntarme lo
mismo, ¿de acuerdo? No estoy del todo contento con cómo estoy pensando
las cosas ahora mismo, ¿de acuerdo? Quiero decir, ella es... Callie—. Sacudió la
cabeza. Al abrir la bolsa marrón, vio un par de sándwiches, una bolsa de patatas
fritas, e incluso parecía haber un par de galletas envueltas. No era mucho, pero
era algo.
Se le hizo la boca agua.
—¿Qué te parece todo?—
—Bien. Ningún problema hasta ahora, aunque no esperaba ninguno—.
Dio un mordisco al sándwich. Queso y pepinillos. Le encantó. Devoró todo el
almuerzo en menos de cinco minutos. Tenía mucha hambre.
—¿Así que la niñera está trabajando para ti?— preguntó Callum.
—¿Estás jugando a la rutina del hermano mayor?
—Sí.
—No hace falta.
—¿Ya ha firmado Tilly el papeleo?
—No.
—¿Realmente crees que alguna vez lo firmará?
—Lo hará.
—¿Cómo lo sabes?
—Conozco a Tilly. Sé que va a encontrar a alguien que pueda ofrecerle
algo mejor. Eso es todo lo que Tilly ha hecho siempre. No me hice ilusiones
cuando me casé con ella. Probablemente sabrás que cuando se quedó
embarazada de mí, pensó que yo ya era rico.

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Callum sonrió. —Me alegro de que te divorcies de ella. Ya sabes lo que
significa.
—No voy a ir a la búsqueda.
—¿Por qué ir a buscar cuando tienes una candidata perfecta trabajando
contigo?
—Te ocupas de casos de acoso sexual. Si de alguna manera hago que
Callie se sienta incómoda, puede tener mi trasero por esa pequeña tontería.
No va a suceder.
—A menos que ella sienta lo mismo. La mujer te está haciendo el
desayuno y el almuerzo. Creo que es seguro decir que algo está pasando allí.
Callum lo dejó solo. Drew terminó su café, arrugó la bolsa de almuerzo
vacía y se sentó. Tenía que ponerse las pilas y bajar al juzgado para ocuparse
de un delincuente al que le gustaba hacer grafitis en la propiedad pública. El
chico tenía algunos problemas importantes. Estaba en el sistema ya que no era
su primer delito.
Sin embargo, a pesar de que el enfrentamiento que sin duda iba a tener
lo llenaba de anticipación, cierta morena lo había llenado de necesidad. Hacía
mucho tiempo que no se sentía así por nadie. Era una experiencia totalmente
nueva para él. Una que quería disfrutar, aunque fuera su empleador.
****
Drew había llamado con antelación para avisar que llegaría tarde.
Había bañado a Meghan después de comer, la había vestido y le había
leído. La pequeña se había desmayado en cuestión de minutos.
Había sido un día largo y productivo. Todavía le quedaba mucha ropa por
lavar.
El salón por fin parecía un lugar para relajarse y no un vertedero de ropa
y platos. La cocina también estaba impecable. No iba a hornear o cocinar nada
sin limpiarla primero.

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Había conseguido que Meghan la ayudara. Juntas se ocuparon del polvo
y la suciedad. Mañana, tenía la intención de ocuparse de los jardines. Cortar el
césped, quitar las malas hierbas.
Como regalo para Meghan por su duro trabajo, y para que fuera a la
oficina de su padre y volviera, habían horneado una tanda de deliciosas
magdalenas. Estaban en la encimera, bajo una cúpula de cristal.
Terminó de doblar lo que parecía la ropa de un mes y cambió la ropa por
otra. Había utilizado el tendedero exterior para secar la ropa, pero ahora estaba
oscuro, así que mantuvo la secadora a baja potencia.
Al final se dio cuenta de que sólo utilizaría el tendedero durante el
verano, la primavera y algunos meses del otoño.
Se duchó para quitarse el sudor y se puso unos vaqueros y una camisa.
Bajó el cesto de la ropa sucia justo cuando se abrió la puerta.
Al detenerse en las escaleras, observó cómo Drew examinaba el lugar.
Con la llave en la mano, salió y probó la cerradura, y atravesó la puerta.
Callie no pudo evitar una risita. —Esta es tu casa. Puedes entrar en paz.
—Tú... limpiaste.
—Pregunté antes de que te fueras si estaba bien.
—Pensé que sería, ya sabes, cosas básicas. ¿También limpias?
—En algunas de las familias anteriores, tenían una persona encargada de
la limpieza y mi única tarea era cuidar de sus hijos. Meghan y yo no teníamos
nada que hacer en todo el día, así que limpiamos esto. Me imaginé que
necesitabas una mano. Espero que te parezca bien—, preguntó.
Él cerró la puerta. —Estoy bien. Estoy sorprendido, pero estoy contento.
Este lugar se había convertido en una especie de basurero y sé que fue mi culpa.
—No fue tu culpa.
—No soy un tonto. Realmente lo fue.

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Presionó los labios mientras bajaba los últimos escalones. —Nada está
fuera de lugar. He lavado tu ropa. No he dejado tu habitación ni tu baño. A
menos que quieras que me encargue de ellos, serán tu responsabilidad.
—Eres realmente un regalo del cielo, ¿no? ¿Cómo le fue a Meghan con
todo esto?
—Ella ayudó mucho. La hice llevar la ropa a la lavandería. Hice que la
pusiera en códigos de colores. Blanco, rosa, verde, ese tipo de cosas. Ella ha
sido de gran ayuda. ¿Tienes hambre?
—Me muero de hambre.
—Bien. He preparado una lasaña caliente para ti también.
—¿Quién eres tú?—, preguntó él.
Ella soltó una risita. —¿Qué quieres decir?
—Has limpiado, me has acercado la comida, has hecho la cena.
Pastelitos. Veo que has cumplido tu parte del trato.
—Y Meghan caminó todo el camino a casa, así que no te preocupes.
—¿Dónde está mi hija?
—Está durmiendo. ¿Por qué no te refrescas mientras te sirvo algo de
comida?
Se miró a sí mismo. —Sí, lo haré.
Ella puso el cesto de la ropa sucia en la habitación, cerró la puerta y fue
a la cocina. Era tarde. Se preparó un chocolate caliente. Meghan ya se había
tomado uno con malvaviscos y nata montada.
No era una chica de nata montada y malvaviscos. Sólo un simple
chocolate caliente. Después de verter la mezcla de chocolate caliente en su
taza, sacó la lasaña del horno y una rápida ensalada verde que había preparado
de la nevera.
Una vez que sirvió la comida, la llevó a la mesa. Ella se había asegurado
de dejarle un lugar. Drew entró en la habitación segundos después, y parecía

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que ya se había duchado. Las gotas aún se pegaban a su pelo y parecía
renovado.
—La cena—, dijo ella.
Fue a alejarse pero él le agarró la muñeca. —Quédate conmigo.
—¿No quieres relajarte?
—Y me gustaría tener compañía. He estado rodeado de un par de
adolescentes llorones durante la mayor parte de la tarde. Me gustaría un poco
de compañía adulta.
—Voy a por mi chocolate caliente—. No le gustaba la forma en que su
corazón se aceleraba ni los sentimientos que se agitaban en su vientre. Esto
no debería pasarle a ella. Mordiéndose el labio, tomó su taza. Durante todo
este tiempo, había tenido tantas razones para decir que no. Y para subir a su
habitación. En cambio, se sentó a la mesa mientras Drew probaba su lasaña.
Él gimió.
Ella sonrió, soplando por encima de su chocolate caliente. —¿Te gusta?
—Me encanta. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de una buena
comida caliente—. Parecía hambriento. Bocado tras bocado, terminó el plato.
No pudo evitar el orgullo que la llenó al ver cómo se comía su comida.
Sorbiendo su chocolate caliente, supo que había hecho una lasaña increíble.
—Joder, ¿dónde has estado toda mi vida?—, preguntó él.
—Tenías razón, a Meghan le gusta copiar, ¿verdad?
Él gimió. —¿Ha estado diciendo mis malas palabras?
—Ha estado dejando escapar algunas cosas—. Ella se rió. —Ella disfruta
diciendo mierda. Caminaba hacia la pared y decía, oh, mierda.
—Soy un mal padre.
—No, eres un muy buen padre, en realidad.
—¿Eso crees?

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—Lo creo.— Meghan hablaba sin parar de su padre y de lo mucho que lo
quería. Ni una sola vez mencionó a su madre.
—Gracias por esto—, dijo él. —Todo esto. No esperaba que fuera tan...
malo. Pensé que podría manejarlo, ya sabes. Es mi hija.
—Los niños son muy difíciles de manejar.
—Dímelo a mí. No me había dado cuenta de cuánto—. Se pasó una mano
por la cara, de repente parecía cansado.
Llevaba una camisa blanca sin manchas y un pantalón de chándal. La
ropa se ceñía a su cuerpo muy musculoso.
No pienses en eso.
Ni siquiera lo pienses.
—Será mejor que empiece a limpiar.
Ella agarró el plato y se dirigió a la cocina. El resto de la lasaña lo puso
en un plato para llevarlo a la nevera. Después de terminar los platos, se giró
para verlo apoyado en el marco de la puerta observándola. ¿Cuánto tiempo
llevaba allí?
—Sabes, no sé nada de ti.
—No hay mucho que saber.
—¿Tendré que preocuparme por un novio? ¿Un marido? ¿Un ex?
Ella se rió. —No en todos esos aspectos. No tengo ningún ex del que
tener que preocuparse.
—¿Siempre has estado soltera?
—No he tenido muchos novios a largo plazo. Si lo hubiera hecho, no
habría considerado el puesto de interna, Drew. ¿O quieres que te llame, Sr.
Gold?
—Drew está bien.

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—¿Volverá Tilly?— No quería encontrarse con Tilly nunca más. Esa chica
era lo peor de lo peor. Ella había hecho de su vida una miseria y se deleitaba
con ello.
—Nunca. Odiaba estar casada conmigo. Yo tampoco la soportaba. El día
que ella firme los papeles del divorcio, seré libre.
No era su lugar para hacer preguntas o curiosear. Meghan no había
hablado de ella, y la verdad era que no quería saberlo.
Secó los platos y los puso en la encimera antes de terminar. Drew entró
en la cocina y ella se dio cuenta de su presencia. Esto era malo.
Antes de Drew, nunca había tenido un cliente con el que hubiera
compartido un pasado. Se reía con algunos de los otros padres. Ella nunca
olvidó su lugar y no empezaría ahora.
Tomando el último de los platos, lo guardó y se giró sólo para chocar con
una pared de ladrillos.
Él estaba cerca. El aroma de su jabón le provocó las fosas nasales.
—Gracias, Callie, por salvarme aquí.
—No necesitabas ser salvado, no realmente. Tenías esto en la bolsa—.
Ella inclinó la cabeza hacia atrás para mirarlo. Él tenía los ojos más hermosos.
Un azul intenso.
Apartándose, mantuvo la sonrisa en sus labios incluso cuando sus
pezones se tensaron. —Me voy a la cama.
—¿Te despertaste por Meghan anoche?
—Sí. Ella estaba lloriqueando. La ayudé a dormir de nuevo. Tuvo una
pesadilla sobre un monstruo. ¿Preferirías que no lo hiciera?
—No, está bien. No tengo ningún problema en que la cuides. Ha sido la
primera vez que he dormido bien.
—Para eso estoy aquí. Estoy aquí para ayudar—. Ella le asintió, giró sobre
sus talones y subió a su dormitorio.

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Eres una profesional.
Es tu antiguo hostigador.
Ni se te ocurra sentir algo por él.
Ha sido sólo un día.
Eso es todo. Un maldito día.
Es sólo un cliente.
Drew no significaba nada para ella, y lo mantendría así.

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Capítulo 4

Un mes después

Drew maldijo mientras colgaba el teléfono.


Hacía un mes que había regresado y ya tenía un millón de razones por
las que odiaba la abogacía y todo lo que implicaba. Un cliente estaba haciendo
exactamente lo que él le pedía. El otro, no, estaba haciendo alarde de los
términos de la fianza y como era un bastardo rico, mamá y papá querían a Drew
en el caso, para mantener su pequeño rayo de sol fuera de las rejas.
—Sabes, un cliente que paga no necesita escuchar ese tipo de lenguaje.
—No he hablado en voz alta, joder—, dijo, mirando hacia su hermano. Se
sentó de nuevo en su silla, con la mirada fija.
—Se te ve tenso.
—Tengo que lidiar con un imbécil engreído que piensa que no soy más
que un esclavo.
—Recuerdo a un imbécil engreído de hace tiempo.
—Oh, dame un respiro. Mamá y papá nunca tuvieron que pagar la fianza
para sacar mi culo de la cárcel por darle una paliza a un camarero por negarme
una bebida—. No debería defender al pequeño imbécil, pero no tenía otra
opción. El cliente estaba en sus libros, ya que acudían a Callum para asuntos
de derecho mercantil, por lo que era lógico que acudieran a él.
La verdad era que haría encerrar al chico con la intención de darle una
lección, pero eso no le iba a dar dinero a ellos.
—Ha pasado un mes. ¿Cómo estás encontrando las cosas?— preguntó
Callum, cerrando la puerta tras de sí.

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—¿Tienes algún problema con mi productividad?
—Ni uno solo. Nuestros clientes están contentos y has conseguido una
acción rápida con el chico de acogida con el acuerdo de servicios comunitarios.
En cuanto al trabajo, eres genial. El mejor abogado que tengo.
—Corta el rollo, Callum. ¿Qué pasa?
—Tu estado de ánimo se ha vuelto agrio las últimas dos semanas. ¿Cómo
es tu vida en casa?
—Bien.
—Vienes a trabajar de un humor horrible. No he oído que Tilly haya
vuelto. ¿Quieres replantearte todo? ¿Callie no está funcionando?
—¿Por qué tantas preguntas? He dicho que estoy bien.
—Y tú eres un maldito incompetente mintiendo.
—Ahora tú mientes porque sabes que soy el mejor—. Necesitaba su
bolígrafo y estaba escondido bajo una montaña de trabajo.
—¿Callie se está metiendo bajo tu piel?
—Vete a la mierda, Callum.
—¿No le gusta a Meghan? ¿Tienes que buscar otra niñera? ¿O estás
pensando en follarte a la niñera con regularidad y lo que estamos sufriendo son
las bolas azules con las que estás tratando?
Miró fijamente a su hermano. —Vete a la mierda.
—Le he acertado, ¿no? Mi pequeño hermano hostigador por fin se
enfrenta a las consecuencias de su comportamiento pasado. Así que, supongo
que tener a Callie cerca, y que sea la mejor clase de madre falsa, es todo lo que
siempre quisiste. Ella te trae el almuerzo todos los días con Meghan, lo que
crea el vínculo. Apuesto a que también tiene la cena lista, la ropa lavada, la casa
completamente limpia. A tu hija perfectamente bien educada. ¿Lo estoy
haciendo bien hasta ahora?

39
Renunciando a su bolígrafo, se sentó y miró con odio a su hermano. —
¿Por qué te comportas como un imbécil?
—Soy tu hermano. Se supone que debo hacerlo.
—Pensé que se suponía que me apoyabas.
—Oh, se supone que debo ser eso también, pero por ahora, estoy
interpretando el papel de un idiota gigante.
—Lo estás haciendo muy bien. De la mejor clase.
Su hermano se rió. —Estoy más que feliz de complacerte—. Callum se
inclinó aunque estaba sentado. —Anda, entonces. Dime cuál es el problema.
—No hay ningún problema. Meghan es feliz. Por fin tiene una rutina. No
se despierta por la noche a menos que sea un mal sueño. No pide películas a
altas horas de la noche. Los fines de semana, pasamos el rato, y Meghan
siempre está hablando de Callie.
—¿Y qué hace Callie?
—Ella cocina y me ayuda si lo necesito. Siempre está ahí.
—¿Y eso es algo malo?
—No.
—Dímelo sinceramente, Drew, porque ahora mismo no veo ningún
problema.
Se pasó los dedos por el pelo. Antes de ir al juzgado, iba a tener que
ponerse un poco de gel para que nadie viera que estaba pendiendo de un puto
hilo. ¿Qué decirle a su hermano para no parecer un imbécil?
Anhelaba a Callie.
La deseaba más que nada.
Pasaba las noches pensando en ella.
Anhelándola.
Desesperado por ella.

40
La veía con su hija y la imaginaba embarazada de su hijo, y eso lo volvía
loco porque lo único que quería hacer era deslizar su polla dentro de ella, y
follarla tan fuerte y rápido todo el maldito tiempo.
En cambio, se guardó sus pensamientos para sí mismo. Callie no se veía
afectada por él. Él la observaba mientras estaban sentados juntos frente al
televisor, Meghan acurrucada entre ellos. Su pequeña roncando, llenando el
silencio.
—Tengo que terminar este trabajo—, dijo.
Callum suspiró. —Bien. En realidad, he venido aquí por otra razón. A Leah
le gustaría que Meghan se quedara a dormir. Hace tanto tiempo que no la
tenemos.
—Sé lo que estás tratando de hacer—, dijo Drew.
—No, Rebecca la echa de menos—. Rebecca era la hija menor de Callum
y Leah. Era dos años mayor que Meghan.
Soltó un suspiro.
Antes de que pudiera decir nada, llamaron a la puerta. No necesitó
levantar la vista para ver que era Callie y su pequeña.
La puerta se abrió. —¿Es un mal momento?—, preguntó ella.
Callie le ponía el almuerzo junto a su maletín todas las mañanas, pero él
le pedía que le llevara a Meghan a la oficina. Aunque le encantaba su trabajo, y
se sentía más él mismo al estar de vuelta aquí, no podía evitar echarla de
menos. Había pasado mucho tiempo con su pequeña, y ahora nada. La echaba
de menos a diario.
—No, no es un mal momento.
—Hola, Meghan—, dijo Callum.
—Tío Callum—, gritó Meghan, corriendo hacia él.
—Estaba hablando con tu padre. A Rebecca le encantaría que te
quedaras a dormir. ¿Te gustaría?

41
Meghan lo miró y luego a Callie.
Callie se limitó a sonreír.
—Depende de tu papá. ¿Qué dices, papá, puede tener una pijamada de
chicas?— preguntó Callum.
Odiaba a su hermano. Algún día encontraría la manera de vengarse de él
y hacérselo pagar. —Sí, puede tener una pijamada.
—¿Qué tal esta noche? Podemos ir a buscarla.
—¿Qué va a necesitar?— preguntó Callie. —Le prepararé una bolsa.
Meghan rebotó por la habitación hacia él, sentándose en su regazo.
La rodeó con sus brazos y le besó la sien. —Hola, cariño—, dijo él.
—Callie te ha hecho galletas de mantequilla de cacahuete—, dijo
Meghan. —Ayudé con la cuchara y plop.
—¿Con la cuchara y plop?
—Sí—. Ella hizo la acción. Ella sostuvo una cuchara, y luego se movió
hacia su escritorio y dejó que su mano se abriera, diciendo el plop mientras lo
hacía.
—Ah, ya veo.
—Me estoy volviendo buena. Callie dice que voy a ser una maestra
panadera algún día.
—Apuesto a que tiene razón.
—Yo quiero ser como tú, papi—, dijo ella.
Él se rió. —No soy un maestro panadero.
—No, pero eres un maestro papi.
—Tú no puedes ser papá.
—Sí puedo. Callie dijo que todo lo que los chicos pueden hacer, nosotras
también. Un chico en el parque me empujó. Me dijo que era una gorda
perdedora y que no podía hacer lo mismo que él, pero Callie dijo que sí podía.

42
Dijo que algunos chicos son simplemente malos y no pueden ver lo increíbles
que son las chicas.
Él sonrió y luego pensó en su pasado. Callie no le había dicho que un
chico había hecho daño a su niña.
Esta noche, tendría unas palabras con ella sobre eso. No quería que fuera
al parque si había niños malos que hostigarían a su niña. Eso no sucedería.
Demasiado pronto, su almuerzo había terminado. Callie y Meghan se
habían ido. Callum había conspirado para sacar a su hija de la casa, y tenía que
ir al juzgado en un intento de mantener a una niña rica privilegiada fuera de la
cárcel.
Conduciendo hacia el juzgado, pensó en Callie.
Había sido una niña tranquila. Había crecido con ella. Nunca habían
estado cerca. Ella siempre había estado en el mismo año que él, y sus clases
eran las mismas. Ella se quedaba en el frente, él en la parte de atrás. Él solía
lanzarle bolas de papel. Maldita sea, era una basura. Hubo una vez en el
preescolar que incluso la golpeó con un libro porque ella le había prestado más
atención al libro que a él.
Maldita sea.
Ni una sola vez, mientras estaba siendo cruel, pensó realmente en lo que
estaba haciendo. Simplemente había reaccionado y ahora estaba viviendo las
consecuencias. ¿Qué haría si alguien tratara a su hija como él lo había hecho
con Callie?
No podía pensar en ello. No ahora. Ni nunca. No dejaría que ocurriera.
****
Callie saludó a Callum, Leah y Meghan mientras se alejaban. Meghan
parecía muy emocionada por ir a casa de su tío y había hablado sin parar de
ello.

43
Después de cerrar la puerta, levantó un par de juguetes de Meghan y los
subió a su habitación.
Drew no estaba en casa. Callum le había hecho saber que había tenido
un par de problemas de última hora y que volvería a casa en cuanto terminara.
Esperaba que no volviera hasta que ella se hubiera acostado. Era la primera vez
que estaban solos. No le tenía miedo ni nada por el estilo. Sólo estaba nerviosa.
La tensión entre ellos había aumentado.
No sabía si se estaba volviendo loca imaginando algo que no existía
realmente, o si era la única que lo sentía. Drew no había hecho ningún
movimiento inapropiado ni había dicho nada que la preocupara.
Volvió a bajar las escaleras y se detuvo cuando se abrió la puerta. Drew
entró cuando ella llegó abajo.
—Callum ya ha venido a buscar a Meghan.
—Apuesto a que estaba emocionada—, dijo él.
—Sí. Hizo dos maletas para ir a pasar una noche—. Ella se rió. No
importaba lo que intentara decirle a Meghan sobre que era una noche, la joven
sabía lo que pensaba y lo que quería. ¿Quién era ella para negarse? —¿Cómo
estás?—, preguntó.
—Ha sido un día largo. Necesito algo de comer.
—Iré a servirte.
—En realidad, hay algo de lo que quiero hablar contigo.
—De acuerdo—. Entró en la cocina y sacó la cazuela de pasta que había
mantenido caliente. Era sólo una cazuela pequeña y se había comido su
porción.
—No quiero que vuelvas a llevar a Meghan al parque.
De todas las declaraciones que podía hacer, esa no era la que ella
esperaba.
—¿Perdón?

44
—Ya me has oído. No la quiero allí. No es seguro.
Ella hizo una pausa para servirle. —¿Cómo que no es seguro? Yo estaba
allí—.
—Y está claro que no la cuidabas si permitiste que un chico la hostigara.
—El chico no la hostigó. Meghan se levantó y se acercó a mí. Iba a hablar
con los padres del chico, pero ella me pidió que no lo hiciera.
—¿Y recibes órdenes de una niña de cuatro años?
—Sí, soy la niñera.
—Error. Yo soy tu jefe. Recibes órdenes de mí. No llevarás más a mi hija
al parque. De ninguna manera permitiré que la hostiguen.
No pudo evitarlo y se echó a reír. —En serio, ¿te vas a poner a la defensiva
porque tu hija se encontró con un hostigador? ¿Siquiera sabes lo que ella hizo
para vengarse?
—No me importa.
—Bueno, qué pena, porque viendo que todavía estoy tratando con una
clase de hostigador en este momento, te lo diré. Se acercó a ese chico, y se
subió a las cuerdas, demostrándole que no podía empujarla hacia abajo. Él le
pudo decir que no podía hacer nada, pero con la cabeza bien alta, ella le
demostró que sí podía. No hay que echarse atrás ante los hostigadores, ni
esconderse de ellos. Les demuestras que lo que dicen y lo que hacen no
significa nada para ti.
—¿Es eso lo que intentas decirme ahora? ¿Eh, que no significo nada para
ti?
—¿Cómo es eso, Drew? Un día tendrás que comprender que habrá tipos
como tú, sólo que esta vez, tu hija podría ser el objetivo. ¿Cómo se siente
eso?— preguntó Callie.
Dio un paso alrededor del mostrador, avanzando hacia ella.

45
Ella dio un paso atrás hasta chocar con la pared, lo que dificultó su huida.
¿Qué estaba haciendo? Esto no era profesional. Era su pasado el que le nublaba
el juicio. Enfadándola. No debería permitir que se metiera en su camino, pero
lo hacía.
Lo odiaba. Joder.
Drew apoyó los brazos a ambos lados de su cabeza. —¿Y qué pasa si mi
chica es la próxima Tilly, y es alguien como tú con quien se mete? ¿Qué pasa
entonces?
—Eres un imbécil.
—Sí, bueno, déjame seguir la tradición—. Antes de que ella supiera qué
demonios estaba pasando, sus dedos estaban en su pelo, él tiró de los
mechones hacia atrás, y sus labios estaban en los de ella.
Al principio, ella no hizo nada.
En el fondo de su mente, se gritó a sí misma que lo apartara. No había
manera de que ella quisiera este beso, o a él.
Era un monstruo. Un hostigador. El pasado que ella quería mantener allí.
Pero no lo hizo.
Ella envolvió sus brazos alrededor de él, recibiéndolo. Besándolo de
vuelta. Esto no era apasionado. Esto era un castigo. Sus dientes chocaron y él
le mordió el labio. La humedad inundó su núcleo.
Él agarró una de sus manos, presionándola por encima de su cabeza,
manteniéndola sujeta con fuerza. En cuestión de segundos, tenía las dos
manos allí mientras recorría su cuerpo.
Ella jadeó cuando, por encima de la camiseta, él le chupó los pezones,
tomando cada uno por separado.
—Joder, son tan grandes.
Quería gritarle que se detuviera, pero su cuerpo lo deseaba. No, ella lo
deseaba. —Te odio.

46
—Bien. Puedes odiarme todo lo que quieras—. Él sujetó las dos manos
de ella con una de las suyas mientras introducía su mano por la parte delantera
de sus pantalones. —Porque si esto es lo que se siente con el odio, entonces
inscríbeme para más.
Ella abrió las piernas mientras él le metía dos dedos, arqueándose contra
él. Él bombeó sus dedos, sacándolos para rodear su nódulo. Ella gritó, pero él
no se detuvo.
—Tan mojada. Quieres mi polla, ¿verdad, Callie?
Su nombre salió de los labios de él como una burla. —Que te follen.
—Oh, lo harás—. La soltó sólo para poder agarrarle las caderas. La
presionó sobre el mostrador, bajándole los pantalones de deporte y las bragas.
El aire fresco rozó su carne desnuda.
—He pensado en lo bien que te verías.
Sus manos pasaron de las caderas de ella a su culo. Ella sintió los labios
de él al recorrer cada una de las mejillas redondeadas, besándolas. Le abrió el
culo y ella oyó el inconfundible sonido de su cinturón al abrirse. El
deslizamiento de la cremallera parecía resonar en todos sus sentidos.
Cuando la punta de la polla de él recorrió su entrada, tuvo una fracción
de segundo de cordura que se desvaneció inmediatamente.
Ella no quería esto, pero lo quería. Lo odiaba, pero aún así quería su polla.
Él se lanzó hacia delante, penetrando en ella, follándola con fuerza. Fue
una embestida profunda, poseyéndola en cuestión de segundos. Ella gritó ante
la repentina plenitud. No era virgen desde hacía mucho tiempo, pero tampoco
había estado con un hombre desde hacía tiempo.
Cerrando los ojos, se deleitó con la plenitud. Sintió que su propia
necesidad aumentaba cuando él se retiró repentinamente de ella, sólo para
llenarla una vez más. Su agarre en las caderas de ella era casi violento.
Excitante. Las sensaciones se mezclaron y se fundieron.

47
No era ella misma. Perdió toda la concentración. Lo único que sentía era
la necesidad de correrse. De ser follada, de ser llenada. De tener todo lo que
era Drew.
Habría moretones en sus caderas donde él la sostenía, pero no le
importaba. El placer era intenso.
Él metió la mano entre sus piernas abiertas y comenzó a acariciar su
clítoris. En círculos, hacia adelante y hacia atrás, le trabajó el coño al mismo
tiempo que se movía dentro de ella, aumentando su necesidad, llenándola con
su polla. Su otra mano pasó de la cadera de ella a su teta.
—¿Qué mierda me has hecho?—, preguntó él. —No quiero quererte.
—Entonces para.
—Dime que pare.
Estaba en la punta de su lengua hacer que él parara mientras se burlaba
de su clítoris. Ella quería correrse más de lo que quería que él parara. El impulso
de apartarlo no era lo suficientemente fuerte.
Necesitaba esto más que nada.
—Por favor, no pares—, dijo en su lugar, odiándose a sí misma al ceder a
su debilidad.
Drew se burló de ella hasta hacerla explotar. Ella gritó su nombre. El eco
de los sonidos se burlaba de ella mientras él la follaba con más fuerza, tomando
lo que quería. Fue implacable, golpeando profundamente dentro de ella hasta
que se corrió. Cuando lo hizo, gritó su nombre. Ella sintió cada ondulación y
pulso mientras él la inundaba.
No habían usado condón. Ella no tomaba nada. También era su
empleada.
No deberían haber follado.

48
Cuando la niebla de la excitación se desvaneció, todo lo que quedaba era
el conocimiento de que había metido la pata. Esto iba en contra de todas las
reglas. La polla de Drew no debería estar dentro de ella.
Cerrando los ojos, jadeó en busca de aliento, de cordura, con la
esperanza de poder volver atrás.
¿Qué le pasaba? Se había dejado follar por su hostigador y ahora tenía
que vivir con eso.
¿Qué iba a hacer?

49
Capítulo 5
Drew nunca había estado con una mujer que huyera de él
inmediatamente después del sexo, no en toda su vida, ni siquiera cuando
estaba en el instituto y no sabía qué demonios estaba haciendo. Callie, sin
embargo, huyó. Se subió los pantalones de deporte y no lo miró.
—Callie—, dijo él, llamándola por su nombre.
Ella no respondió.
Siguiéndola hacia arriba, encontró su habitación vacía, pero la puerta del
baño estaba cerrada. La puerta no tenía cerradura. En lugar de abrirla e invadir
su intimidad, llamó a la madera, esperando.
Ella permaneció en silencio.
—Vamos, Callie, los dos queríamos hacerlo ahí abajo. No actúes así—.
Empezaba a sentirse como si la hubiera forzado y esa no era precisamente la
sensación que buscaba. Apretando los dientes, trató de no pensar en lo que
acababa de suceder. En ningún momento ella le pidió que se detuviera. Había
sido muchas cosas en su vida pero un violador no era una de ellas. Ni una sola
vez había utilizado la fuerza para conseguir que una mujer abriera las piernas.
Poniendo la mano en la puerta, se cansó de esto. —Si no abres esta
puerta, lo haré yo. No voy a dejar que huyas de esto.
La puerta se abrió y ella lo miró fijamente. —¿Qué es lo que quieres?—
No había ningún brillo en su cara, y estaba un poco pálida.
—Callie, ¿por qué has huido?
—¿Qué por qué me huí? Déjame pensarlo, porque acabo de tener sexo
con un cliente. ¿Sabes lo poco profesional que es eso?
—Soy tu empleador, así que sí, lo entiendo. Créeme, toda la oficina hace
unos años recibió un montón de formación debido a eso.

50
—No quiero hablar contigo ahora mismo.
—¿Por qué te avergüenzas de haber sentido algo? ¿Sólo quieres ser un
bloque de hielo por el resto de tu vida?
—Eres increíble—. Ella fue a cerrar la puerta pero él la detuvo
manteniendo la mano en la puerta. De ninguna manera iba a dejar que ella lo
excluyera. Ni ahora, ni nunca y, desde luego, no hoy. —No vas a hacer esto.
—Sí, lo voy a hacer. Debería presentar mi dimisión ahora mismo. Podrías
reportarme.
—¿Qué te parece esto? Si cierras esta puerta, te reportaré y pondré una
carta muy descriptiva en internet sobre el tipo de servicios que ofreces—. No
lo haría, pero no le importaba chantajearla para que hiciera lo que él quería.
¿Por qué ella siempre se resistía a él?
—¡No lo harías!
—¿Quieres probarme? Nunca has ganado contra mí, Callie. ¿Por qué
empezar ahora?
—Te odio.
—Me importa una mierda que me odies. No vas a cerrar esta puerta.
Ella retrocedió hasta que la puerta de la ducha la detuvo.
Avanzó hacia ella. Realmente no sabía qué mierda estaba haciendo, pero
no podía controlarlo. Envolviendo un brazo alrededor de su cintura, la acercó.
Ella no se resistió. Incluso cuando puso las manos en su pecho, no trató de
apartarlo.
Hundiendo los dedos en su pelo, le echó la cabeza hacia atrás,
arqueando su cuello. No podía creer lo sorprendentemente hermosa que era y
que nunca se hubiera dado cuenta. Iba a tener que encontrar algunas fotos del
instituto porque la forma en que la había tratado nunca se lo había merecido.
Nunca habría pensado en lastimarla si hubiera sabido lo perfecto que se sentía
su coño envuelto en su polla.

51
Ella era realmente la perfección. La deseaba más que nada.
—¿Qué estás haciendo?
—Lo que ambos queremos.
—No.
—¿No? ¿Me estás diciendo que tu coño no está mojado para mí ahora
mismo? ¿No estás pensando en lo bien que se siente mi polla deslizándose en
ti? Yo sé que quiero hacerlo de nuevo.
—¿Me vas a chantajear para que lo haga?
—No, no necesito usar ese método para conseguir lo que quiero. No me
engañas, Callie—. Se inclinó hacia delante, rozando sus labios con los de ella.
Ella dejó escapar un leve gemido. Tan suave, tan dulce, tan sutil, pero él lo
detectó.
Esta mujer podía hacerse la dura todo lo que quisiera, pero no era la
verdad. Él sabía que ella lo deseaba y había sentido lo mojada que se ponía. La
forma en que sus pezones se marcaban cuando él la besaba por el cuello.
—Si necesitas que te hostigue para que lo hagas, lo haré. ¿Quieres que
te diga que si no te abres de piernas para mí, te reportaré? Me aseguraré de
que nadie te contrate. Destruiré toda tu puta vida.
—Basta.
Deslizó su mano desde la cintura de ella, dentro de sus pantalones de
deporte, y encontró su dulce centro. Estaba mojada, empapada de hecho.
Después de meterle dos dedos, los retiró para acariciar su ya sensible clítoris.
Hacía mucho tiempo que no deseaba tanto a una mujer. No se le
escapaba que la única mujer que deseaba de verdad era la única a la que había
hostigado en su vida. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para
conservarla.
—Lo haré, Callie. Si no me follas, voy a hacer de tu vida un infierno—. Le
mordió la oreja, apartando la ropa que aún llevaba puesta.

52
Acababa de correrse, pero la deseaba de nuevo.
Ella se quitó el pantalón de deporte y esta vez, él se tomó su tiempo para
mirarla. Era más grande que cualquier otra mujer con la que había estado.
Drew no sabía que podía ser tan adicto a las curvas. Recorriendo su
cuerpo con las manos, le encantó su volumen. La rodeó y le agarró el culo, que
era más que un bocado, atrayéndola hacia sí. La movió para que estuviera
contra la pared. No quería romper la puerta de la ducha.
Después de arrodillarse, agarró una de sus piernas y la colocó sobre su
hombro.
—¿Qué estás haciendo?—, preguntó ella.
—Voy a probarte. Quiero que te corras en mi boca. Grita mi nombre tan
fuerte como puedas. Quiero oírlo.
—Yo... esto es...
—Esto es lo que tienes que darme para que no te reporte—. Él seguía
insistiendo en ese punto.
Ella se mordisqueó el labio y él separó los labios de su coño. Tenía el
clítoris bien hinchado. Aunque ya se había corrido, estaba lista para un poco
más, y eso estaba bien para él porque quería comerle el coño.
Presionando su lengua contra su clítoris, la acarició de un lado a otro
antes de bajar a su entrada. Parte de su semen ya había goteado por su pierna
y, aunque no tenía ningún deseo de saborearse a sí mismo, seguía queriendo
tenerla en su lengua.
Su aroma almizclado lo inundó.
Unas pocas caricias y ella se corrió con fuerza en su lengua. Le agarró el
culo y la miró. —¿Nunca has hecho que un hombre devore este coño?
Ella negó con la cabeza, las palabras le fallaban, claramente. A él le
gustaba poder dejarla sin palabras.

53
—Está bien, te vas a acostumbrar conmigo—. Se puso de pie, y su polla
ya estaba dura y lo estaba desde que empezó a saborearla únicamente.
La levantó, usando la pared como palanca.
—Soy muy pesada.
—Cállate—, dijo él. Encontró su entrada y la bajó sobre su polla para
poder sostenerla mientras empezaba a trabajar su coño. Hacia abajo y hacia
arriba, hacia abajo y hacia arriba. Sintió que su calor resbaladizo lo envolvía, y
fue jodidamente glorioso. Ella era un sueño hecho realidad. Un fuego del que
él estaba desesperado por obtener más. —Eres increíble—.
—Por favor—, dijo ella.
—¿Quieres mi semen?
Ella gimió.
—Vas a ser mía, Callie. A partir de hoy, cuando tus tareas con Meghan
hayan terminado, vendrás a mi cama y me atenderás. Si no lo haces, habrá
consecuencias.
—Cállate.
Él cerró sus labios sobre los de ella, silenciando su protesta. Él era el que
mandaba, no ella. Él tenía que decir lo que hacía o no, no ella. Ella le pertenecía
ahora y se sentía jodidamente increíble por ello.
Sea lo que sea que su hermano pensara que hacía, iba a tener que
agradecérselo.
Una y otra vez, empujó dentro de ella. No se permitió correrse, no hasta
que su mujer se corrió. Ella gritó su nombre cuando se corrió y cada onda se
disparó a través de su polla, provocando su propia liberación. Nunca había
sentido a una mujer correrse con tanta fuerza.
No podía creer lo fácil que se había vuelto adicto a Callie y eso era lo que
era.

54
No quería dejarla ir. Incluso cuando le dolían los brazos de sostenerla,
sabía que había encontrado algo precioso. Sólo esperaba no arruinar esto.
****
A la mañana siguiente, Callie se despertó de cara a la ventana. Esta no
era su habitación. Había intentado dejar a Drew después del baño y la ducha,
donde habían follado por tercera vez.
Tres veces en una noche. Para ella, eso era un récord. Nunca había estado
con un hombre tantas veces en una semana. Su vida había sido lamentable
durante mucho tiempo.
De todos los hombres que rompían su ayuno de sexo y hombres, tenía
que ser Drew. ¿Por qué tenía que ser él?
No era justo. No tenía sentido para ella.
Se acurrucó cerca. Cerró los ojos, contó hasta diez y los volvió a abrir.
Una de sus manos estaba en su estómago, la otra en su teta.
Cuando se metieron en la cama, más bien se desplomaron sobre ella, no
habían estado abrazados. Ahora lo estaban.
A ella le gustaba.
Incluso sus amenazas de anoche.
No sabía si las decía en serio o si eran para conseguir lo que él quería.
Una parte de ella no creía que él la delatara. Él tenía una hija ahora, y hacer algo
así, no había manera de deshacerse de eso.
—Sabes, puedo oírte pensar—, dijo Drew.
Ella se quedó congelada.
—Sé que no estás dormida. Hacerte la muerta es algo nuevo para ti—. Él
levantó la cabeza. —En el instituto, nunca te hacías la muerta—. Le acarició el
pelo de la cara y viendo que no tenía sentido fingir, se dio la vuelta y lo miró.
—No estamos en el instituto y tampoco tuvimos sexo en esa época.

55
—Lo sé, qué pena. Creo que se puede decir que los dos somos unos
perdedores.
—No lo hagas.
—¿Qué no haga qué?—, preguntó él.
—No finjas que tuvimos algún tipo de amistad en el instituto.
—No la tuvimos, y no voy a fingir que lo hicimos. Créeme, ya aprendí de
mi error.
—¿Esto es por Tilly?
Se puso tenso. —Ni siquiera menciones su nombre.
—¿La amabas?
—Maldita sea, Callie. Somos adultos ¿y crees que para que las personas
estén juntas necesitan amor?
—Sé que te fuiste. Me enteré de tu lesión en la pierna. Mis padres me lo
contaron—. Sus padres estaban disfrutando de un año de vacaciones por
Europa. Durante mucho tiempo, eso era todo lo que querían hacer. Cuando ella
decidió volver a casa, se habían ido unos días antes de viaje. Fue su suerte.
Habían alquilado su casa a una pequeña familia.
A ella no le importaba, pues ya había alquilado ese apartamento hasta
que empezó a vivir con Drew como su niñera.
—¿Quieres saber de mi vida?
—Yo... no, no importa—. Ella apartó su brazo y se dirigió hacia el borde
de la cama. No llegó muy lejos.
Él le rodeó la cintura con un brazo y tiró de ella hacia atrás.
—¡Oye!
—No vas a ir a ninguna parte. Tú empezaste esta conversación. Lo menos
que puedes hacer es terminarla.
—No quise empezar nada.
—Lo sé, pero ahora la terminarás. Tan simple como eso.

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—Eres de no creer.
Él se encogió de hombros como si no fuera el peor insulto que había
escuchado. En su profesión, probablemente no lo era.
Drew mantuvo un brazo alrededor de ella. —Empiezo a pensar que estás
acostumbrada a huir, y no te lo voy a permitir. No, no amaba a Tilly. Si quieres
saberlo, ella fue el mayor error que he cometido. Sabía de su reputación. Nunca
creí que fuera mía. Cuando se quedó embarazada de Meghan, en cuanto nació
mi bebé, la hice analizar para asegurarme de que era mía.
—¿No es eso peligroso?
—En el útero, sí, fuera de él como un bebé perfectamente sano, no. Me
aseguré de proteger a Meghan. Tilly ni siquiera se molestó en sostenerla.
—¿No podía?
—No. Ella no tocó a nuestra pequeña. Ella simplemente, no sé, no se
molestó. Yo cuidé de Meghan.
—¿Y cuándo ibas a trabajar?
—Creo que Tilly lo intentó, pero una vez más, venía a casa y lo hacía todo.
No ha sido una vida fácil, si eso te hace feliz.
—No, no lo hace.
—No toqué a Tilly durante mucho tiempo.
—¿Por qué me dices eso?
—Por si necesitas saberlo—. Se encogió de hombros. —No tengo ni puta
idea de por qué te lo cuento—. Su mano se movió desde su estómago hasta su
cara. —Ahora que he revelado algo de mi pasado, ¿por qué no me hablas del
tuyo?
—¿Qué quieres saber?
—¿Por qué no terminaste la universidad? He visto tu currículum. Es
impresionante, pero no terminaste tu primera universidad. Cambiaste de
universidad, una carrera de educación, y luego hiciste todo por internet.

57
—No necesitas saber todo sobre mí, Drew.
—Voy a follar mucho contigo. Necesito saber algo.
Odiaba cómo sus palabras autoritarias la estremecían.
Quería darle un puñetazo y negar que la pudiera volver a tener, pero
sabía en su corazón que era una puta mentira. Él se había metido bajo su piel,
y ahora, ella estaba hecha un desastre. —Abandoné los estudios porque no
quería acostarme con un profesor—. Las palabras hicieron que sus mejillas se
calentaran. Decirlas en voz alta era una completa humillación.
—¿Qué?
—Ya me has oído. No quería acostarme con mi profesor. Me chantajeó.
Prometió que si no hacía lo que me pedía, me reportaría—. Ella frunció el ceño.
—Me pregunto si lo conoces.
—No lo conozco.
—De todos modos, no quería acostarme con mi profesor, ni quería entrar
en las mentiras y en la denuncia de él, así que abandoné. Me fui sin ningún tipo
de título. Hice trabajos esporádicos, de alguna manera me convertí en niñera,
obtuve las certificaciones necesarias y lo hice por la vía segura y fiable de
Internet.— Se encogió de hombros. —Por eso abandoné.
—Podrías haberlo denunciado.
—Era un profesor que llevaba veinte, quizá treinta años dando clases. Se
lo consideraba el mejor en su campo. No había nada que pudiera hacer.
Él le acarició la mejilla, con el pulgar recorriendo sus labios de un lado a
otro. —¿Qué voy a hacer contigo?
—¿Te sientes culpable?—, preguntó ella. —Anoche me diste más o menos
el mismo ultimátum. Ahora me pregunto sobre ello. Creo que fue una cortina
de humo. Dudo que tú, Drew Gold, vayas a anunciar que te rebajaste a follar
con la gorda.

58
Su agarre en la mejilla de ella se tensó. No era doloroso, pero había una
nota de advertencia en la forma en que la sostenía.
Sus pezones se tensaron ante el agarre. Se lamió los labios y lo miró
fijamente a los ojos. —¿Tal vez no quieres que le cuente a todo el pueblo cómo
te gusta follar con tu niñera?—, le preguntó.
No tenía ni idea de dónde venía esto. Era casi como si se estuvieran
burlando el uno del otro con los juegos preliminares. Esta era la clase más
extraña de iniciación al sexo que ella había experimentado.
—Eres una maldita droga de la que no puedo despegarme.
—Sólo has probado un par de veces. Tal vez te aburras de mí.
—Eso no va a pasar, y lo sabes. Sabes lo que me pasa.
—Me hago una idea.
La acercó a ella y estampó sus labios en los de ella. Ella gimió su nombre
mientras él saqueaba sus labios. Ella le devolvió el beso con una pasión que
rivalizaba con la suya.
Rodeando su cuello con los brazos, no sabía si él seguía amenazándola
o si habían hecho una tregua silenciosa. En cualquier caso, él se movió entre
sus muslos y ella los abrió, gritando cuando él se acomodó entre ellos.
No podía saciarse de él. La lujuria la llevó al límite. Estaba al borde.
La polla de él encontró su entrada una vez más. Le dolía y se sentía
irritada, pero nunca demasiado como para recibirlo dentro de ella. Para sentirlo,
para desearlo.
Mientras él empujaba dentro de ella, ella se levantó, gritando su nombre
mientras él la llenaba.
Él le agarró las manos y las apretó contra la cama por encima de su
cabeza. La utilizó como palanca cuando empezó a penetrarla, follándola con
más fuerza, profundizando, consumiéndola. Ella jadeó, aceptando lo que él le
daba y dejando que utilizara su cuerpo para su propio placer.

59
No había ningún propósito para ella, sólo la necesidad de follar, de estar
el uno con el otro. No había nada bueno o malo en esto. No le importaba que
él intentara chantajearla. Todo lo que le importaba era ser una con él.
Ser follada por él.
Eso era todo lo que quería.
Nada más.
Él se detuvo tan repentinamente como había empezado, retirándose
para poder tocar su clítoris, llevándola al orgasmo. Después de que él le diera
tantos anoche, ella no creía que fuera posible encontrar la liberación tan
pronto. Él le demostró que se equivocaba de nuevo.
La llevó al límite y la lanzó a una liberación que la hizo gritar antes de
que él se uniera a ella. Esta vez, Drew no se guardó nada. La tomó con fuerza
y profundidad, y le mostró lo que realmente significaba ser follada por Drew
Gold. Ella realmente creía que no se iba a recuperar nunca.

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Capítulo 6
—Tengo las mejores ideas—, dijo Callum, apoyándose en el marco de la
puerta de su despacho.
Drew se sentó en su silla, completamente relajado, mirando a su
hermano. —¿Y eso por qué?
—No hace falta ser un científico de cohetes para saber lo que pasó este
fin de semana. Al dejar a Meghan el domingo por la mañana, vi la mirada en tu
cara, por no mencionar el rubor en la de Callie. Los dos se habían pasado todo
el fin de semana follando mientras yo trabajaba como un esclavo para cuidar
de tu niña.
—Baja la voz. Cierra la puerta, ¿quieres?— No quería que toda la oficina
oyera lo que él y Callie habían hecho.
—¿Qué? ¿Me estás tomando el pelo ahora mismo?— preguntó Callum,
cerrando la puerta. —¿Estás avergonzado?
—No.
—¿Entonces por qué no puedo hablar de esto en público?
—Para ser un abogado, eres muy tonto. Callie sigue siendo mi empleada,
¿recuerdas? Es mi niñera.
—Oh, por favor. Divórciate de Tilly, cásate con Callie. En ese caso se
espera que te acuestes con tu mujer.
—Ni siquiera quiero saber por qué estás en mi oficina, ¿verdad?
—Sí quieres, pero tengo cosas más importantes de las que hablar. En
primer lugar, eres feliz, y eso me hace a mí también estar feliz. Es agradable ver
que mi hermanito se divierte.
—Quiero matarte ahora mismo—. No iba a decirle a Callum que estaba
investigando la antigua universidad de Callie, con la esperanza de localizar al

61
imbécil que se había atrevido a chantajearla. Un tipo que hacía eso tenía...
sentimientos. Y con Callie, no había sentimientos. Por supuesto, había lujuria,
pero amor, no.
La había tratado como una mierda en el instituto. No creía ni por un
segundo que fuera a haber algo más entre ellos. Eso era una puta locura, del
más alto nivel.
—Mátame todo lo que quieras, sabes que tengo razón.
—No sé nada—. Lo único que quería era terminar su trabajo, que Callum
saliera de su oficina para poder rastrear a ese tipo.
No pienses en la razón por la que lo estás haciendo, sólo sabes que
quieres hacer lo correcto.
Lo correcto no es cazar a un viejo.
—¿No vas a darme las gracias?—, preguntó su hermano. Callum se echó
hacia atrás en su silla, con los dedos bloqueados detrás de la cabeza,
sonriendo.
—¿Por qué iba a darte las gracias?
—¿Crees que no he visto cómo mirabas a Callie cada vez que entraba en
esta oficina? Por no hablar de cómo le mirabas el culo cuando se alejaba. Te he
visto con mujeres, Drew, y ninguna te hace comportarte así. Estabas muy
baboso.
—No lo estaba. Estás tan jodidamente lleno de ti mismo. Ni siquiera ves
lo que tienes delante de ti.
—Lo que estoy viendo ahora mismo es un hombre feliz porque consiguió
follar con la mujer con la que había estado viviendo durante cuatro semanas, y
estaba desesperado por estar dentro de ella.
Drew golpeó su mano en el escritorio. —Lo que ha pasado no es de tu
incumbencia, ¿de acuerdo?

62
Callum frunció el ceño. —Pensé que apreciarías tener una pequeña cosa
para ti.
—Lo que agradezco es... ¿tienes idea del problema que has causado
ahora? ¿Lo que has... hecho?
—Te he hecho echar un polvo.
—No, sabes que solía hostigar a esta mujer en el instituto. Solía
insultarla, meterme con ella por ser más grande—. No se atrevió a decir la
palabra gorda. No, no lo haría. Se pasó una mano por la cara y negó con la
cabeza. No iba a contarle a su hermano cómo había utilizado tácticas de
hostigamiento para llevársela a la cama. Ella lo había deseado y él la había
deseado a ella, pero... no, no iba a llegar a eso.
—Y supongo que con la forma en que la miras, y ahora la has tocado,
estás deseando que esas curvas te envuelvan a diario. ¿Por qué no lo admites?
—No lo niego, pero te estás metiendo con la vida de la gente.
—No, me estoy metiendo en tu vida, que como tu hermano mayor,
puedo y voy a hacerlo—. Callum dejó de sonreír, poniéndose muy serio. —Lo
digo en serio, Drew, te mereces algo de felicidad después de lo que te hizo
pasar Tilly. No me refiero a la niña o al divorcio. Sino a los moretones.
—Hombre, no lo hagas.
—No, no me digas que pare. Podías haber denunciado su culo, pero no
lo hiciste.
—No voy a denunciarla porque le gustaba pegar.
Callum suspiró. —Sabes que la violencia doméstica también les ocurre a
los hombres. No hay vergüenza en eso.
—Mira, sé lo que dices, y lo entiendo, de verdad. No tienes que
preocuparte. No me avergüenzo, y no estoy en peligro. Tengo un investigador
privado vigilando a Tilly, y ella firmará los papeles.
—¿Cuándo ella esté bien y lista?

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—Ella no me controla.
—Tienes que aprender a recuperar tu propio control. Ahora mismo, estás
fallando, mucho—. Callum se puso de pie. —Bueno, mira que tenemos aquí—.
Abrió la puerta a Meghan y Callie. —No puedo creer que ya sea la hora de
comer. Callie, ¿me harías el honor de acompañarme?
—Eh, estoy con Meghan.
—Mi hermano puede encargarse de Meghan—, dijo él. —¿No es así,
hermano?
—¿Callum?
Callie miró hacia él. —Creo que debería quedarme con Meghan.
Drew sabía que si no dejaba que su hermano hiciera esto ahora, sólo iba
a ser cuestión de tiempo antes de que encontrara alguna forma incómoda de
hacerle un favor a él.
—No, está bien. Meghan y yo podemos comer juntos. ¿No es así,
pastelito?
—¡Sí!— Meghan se rió mientras rebotaba sobre su rodilla.
—Si estás seguro—, dijo Callie.
—Estoy seguro.
Ella asintió.
Él quería exigirle que entrara y le diera un beso. En lugar de eso, besó la
cabeza de su hija y vio cómo Callum cerraba la puerta y acompañaba a su mujer
fuera de la habitación.
Ahora estaba enojado. Tenían la norma de no sacar nunca a colación los
abusos que Tilly solía hacerle, ni ahora ni nunca. Él ya lo había terminado.
Estaba enojado. Pero no había nada que pudiera hacer.
Callum quería ser el hermano mayor y aunque sabía que eso iba a
morderle el culo, lo dejaría.
****

64
Callie se había debatido toda la mañana en llevarle la comida a Drew.
Ahora, mientras estaba sentada frente a su hermano en la cafetería, deseaba
haberse quedado en casa y haber puesto alguna excusa poco convincente
sobre el cuidado de Meghan.
Su rutina era bastante básica, y ella disfrutaba llevándole la comida a
Drew. No siempre se cuidaba a sí mismo y, aunque se dijera a sí misma que lo
odiaba, no quería verlo mal. Era el padre de Meghan. Era justo que lo cuidaran
de la mejor manera posible.
Después de pedir unas patatas fritas con queso y chile, se sentó a
esperar.
Callum se decidió por una hamburguesa con patatas fritas.
—¿Cómo estás, Callie?— preguntó Callum.
—Estoy muy bien. Meghan también está de maravilla. No paraba de
hablar de su tiempo contigo y los niños esta mañana. Le encanta quedarse
contigo.
—Dejémonos de tonterías, sé que te has follado a mi hermano.
La sonrisa encantadora había desaparecido y en su lugar había un
hombre que iba al grano. Su corazón se aceleró. No sabía qué clase de abogado
era este hombre, pero estaba claro que era bueno en su trabajo porque ahora
mismo la estaba aterrorizando.
—Yo... er... no sé, se suponía que no debía ocurrir.
—Pero sucedió. Sé que Drew fue un idiota contigo en el instituto. Y
tampoco me importa una mierda, la verdad—, dijo. —Que lo ocurrido en el
pasado se quede ahí. Tampoco voy a llamar a tu agencia para decir lo que sé o
para denunciarte.
—¿Qué quieres?
—Quiero que sigas haciendo lo que haces. A Drew le gustas. Sé que está
un poco confundido ahora mismo, pero le gustas. No lo he visto tan feliz en

65
mucho tiempo. No llevas mucho tiempo en la ciudad, pero déjame explicarte
sobre la mierda que pasó con Tilly, no fue bueno. Ella era... es... la peor clase de
mujer.
Callie mantuvo los labios cerrados.
Callum estaba furioso y no quería que volcara en ella su rabia, claramente
reprimida, cuando se trataba de su hermano. Quería salir ilesa de esto. Si es
que eso era posible. Parecía un hombre dispuesto a herir, a mutilar, a vencer, y
si no tenía cuidado, iba a ser ella la que acabara quemada.
No mientras ella pudiera evitarlo. Nunca.
—Quiero lo mejor para mi hermano.
—Si quieres, entregaré mi renuncia. No tengo intención de hacer daño a
nadie.
—Si hubieras sabido que era mi hermano para quien ibas a tener que
trabajar, ¿habrías seguido?—, le preguntó él, tomándola por sorpresa.
—¿Qué?
—Mi hermano. Sé que la historia de los dos no es la mejor. Quiero saber,
si hubieras sabido desde el principio que Drew era el que necesitaba una niñera,
¿lo habrías ayudado?
—Sinceramente, no lo sé—, dijo ella. —Yo... yo no... yo creo que lo hubiera
ayudado, sí. — Quería creer siempre que sería una buena persona y eso
significaba no echarle en cara a nadie su pasado.
Ella y Drew eran complicados. No sabía exactamente en qué punto se
encontraban, sólo que eran diferentes. Todavía no sabía si era bueno o malo.
Llegó la comida. Ella tomó su tenedor y se lanzó a comer el chile.
—¿Amas a mi hermano?
Se atragantó con una patata frita. Tomando su vaso de agua, se lo tragó.
—¿Perdón?

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—Quiero saber tus sentimientos con respecto a mi hermano. Esta
conversación está siendo un poco como el hermano mayor protector.
—De acuerdo—, dijo ella. —Lo entiendo. No, ugh, él no me gusta la mitad
del tiempo. Es mandón y malo—. Apretó los dientes. —Es un padre increíble. Lo
he visto con Meghan. Preguntarme si amo a tu hermano es realmente injusto.
Ni siquiera lo conozco, no realmente.
—¿Entonces es sólo sexo?
Ella lo mandó a callar mientras miraba alrededor del comedor.
—¿Te da vergüenza?
—No, mi trabajo es importante para mí, así como mi reputación. Esta
conversación es muy extraña. Creo que no deberíamos hablarnos durante un
momento. Comamos y luego podemos volver—. Tenía más ganas de estar en
compañía de una niña de cuatro años que de este hombre.
—Bien. Te voy a advertir ahora, si haces daño a mi hermano, te lo haré
pagar. Nunca conseguirás un trabajo, nunca. Nadie te contactará. Haré de tu
vida una miseria. ¿Me explico?
—Perfectamente.
—Tengo que hacer esto. Soy su hermano mayor y le he fallado antes. No
voy a fallarle de nuevo—. Él inclinó la cabeza.
La profundidad de su voz. El dolor.
Ella se dio cuenta.
Fuera lo que fuera lo que hubiera pasado entre Tilly y Drew, Callum se
consideraba de alguna manera responsable, pero ¿por qué? Ella no lo entendía.
Había muchas cosas de Drew que no entendía.
¿Por qué Callum sabía que tuvieron relaciones sexuales? ¿Era tan obvio
o habían estado hablando de ella cuando apareció?
Terminó su comida y para cuando llegó de nuevo al despacho de Drew,
éste estaba al teléfono mientras Meghan caminaba en círculos por su oficina.

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No había tiempo para hablar y ella estaba más que contenta con la rápida y
afortunada huida.
Había sido hija única, así que no había nadie que pudiera ofrecer a Drew
el mismo tipo de advertencia. Sin embargo, había algo más en la advertencia
de Callum. ¿Una pizca de dolor, de arrepentimiento? ¿Estaba leyendo más de
lo necesario en su encuentro? En cualquier caso, iba a averiguarlo.

68
Capítulo 7
Drew le había leído todo el libro a Meghan, incluso después de que ella
se durmiera. Para evitar bajar las escaleras, había leído el libro por segunda vez.
Luego, durante unos diez o veinte, tal vez incluso treinta minutos, había
observado a su niña mientras dormía.
Parecía tan tranquila mientras dormía, encantadora.
La quería mucho. Sin despertarla, la besó en la frente y no vio ninguna
otra razón o excusa para mantenerse alejado de la mujer que ocupaba sus
pensamientos.
La encontró en la cocina, sentada junto a la encimera, con una taza.
—¿Chocolate caliente?—, le preguntó. A ella siempre le gustaba tomar
uno por la noche. Era su debilidad.
—Sí, un chocolate caliente. ¿Cómo está Meghan?—, preguntó.
—Dormida.
—¿Tanto tiempo tardó en dormirse?
Tuvo la tentación de mentir. No lo hizo. —No, te estaba evitando.
—Oh, de acuerdo. Al menos eres honesto.
—Mi hermano es un padre increíble, abogado y un imbécil de grado A.
—Tu hermano te quiere, mucho.
—Pero puede ser un grano en el culo y no es el más sutil cuando se trata
de ser protector. No tuve la oportunidad de hablar contigo después de que te
llevara—. Sacó una cerveza de la nevera, quitó la tapa y tomó asiento frente a
ella. —Bueno, ¿qué dijo?
—Sólo estaba siendo muy protector contigo. Creo que se siente culpable
por algo. No lo sé—. Ella se cruzó de brazos. —Él insinuó cosas entre tú y Tilly.
¿Pasó algo entre ustedes dos?

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Mentir sería más fácil. Se llevó la botella a los labios y la observó. —
¿Quieres la verdad o la mentira?
—Quiero lo que sea que puedas darme.
Respiró profundamente. Miró fijamente su fría botella que ya tenía gotas
de condensación. —Tilly y yo estábamos condenados desde el principio. No la
amaba. Acostarme con ella fue el mayor error que he cometido—. Se pasó una
mano por la cara. —Creo que ella pensó que teníamos mucho dinero. Cobro un
buen sueldo, pero con el tiempo que he estado fuera, mis ahorros han
disminuido. Ella quería la gran vida que se ve en las películas con abogados.
Beber champán, estar en la lista de fiestas de los famosos. Yo soy un abogado
de pueblo. Una vez que tuvimos a Meghan, no había manera de que me mudara
a la vida de la ciudad. A Tilly no le gustaba eso.
No había hablado de esto con nadie. Ni con un médico, ni con nadie. —
Nuestra relación nunca había sido buena, incluso en la escuela secundaria. Nos
utilizábamos mutuamente. Después de Meghan, no sé, Tilly se volvió mala. Se
volvió resentida. Odiaba tener una hija. Cuando llegaba a casa, yo tenía que
limpiar y cocinar. Hacía lo que podía, ya sabes. De todos modos, se volvió mala.
Nos peleábamos mucho, pero Tilly no se limitaba a gritarme. No, le gustaba
usar sus puños.
—¿Te pegaba?
—Sí. Me pegaba. Una vez fui a trabajar con un ojo morado. Había veces
que tenía que llevar a Meghan a casa de mi hermano, o me quedaba con él.
Una vez se me acercó con una sartén. Evité que me golpeara. Era una mujer
violenta.
—Vaya, lo siento mucho.
—De todos modos, por todo eso, mi hermano cree que debería haberla
denunciado.
—¿Violencia doméstica?

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—Sí, pero no iba a hacerlo.
—Drew, tal vez deberías haberlo hecho. Estás intentando divorciarte,
denunciarla podría haber jugado a tu favor.
—No voy a hacer esa mierda. Puedo manejarlo—. Él no era una persona
débil. Era el doble de grande que Tilly. Si realmente hubiera querido, podría
haberle roto el cuello. Cuando ella se ponía realmente violenta y no funcionaba
ningún tipo de restricción, si seguía con sus puños y patadas, él la dejaba para
que se calmara.
Sabía en el fondo de su mente que había actuado mal. Eso no lo hacía
menos hombre por aguantar la paliza, pero, maldita sea.
Callie apartó su silla y se acercó a la encimera. Su mano se apoyó en la
superficie y él vio sus nervios. El temblor de sus dedos. Su vacilación.
Se giró hacia ella, mirándola a los ojos.
Durante el instituto, algunas veces había mirado fijamente esas
profundidades marrones y había visto lágrimas. Ella nunca había llorado
delante de él. Siempre había huido de él y ahora mismo, él quería volver atrás
en el tiempo y darle una paliza a su yo del pasado.
Esperaba que ella le diera una palmadita en el hombro y se marchara.
Pero a Callie siempre le gustaba sorprenderlo. En lugar de marcharse, lo
rodeó con sus brazos, hundiendo los dedos en su pelo y besándolo.
Le estaba ofreciendo consuelo.
Él rodeó su cintura con los brazos.
—Creo que entiendo por qué Callum estaba tan preocupado. Con
nuestra historia, cree que puedo ser como Tilly. No lo soy. No voy a hacerte
daño.
Apretó la cara contra su pecho, respirando su aroma a vainilla. Sus tetas
eran bonitas y grandes. Un colchón para su cabeza. La respiró, sin querer
soltarla. —No me compadezcas—, le dijo.

71
—No lo hago. Te estoy ofreciendo un abrazo, Drew. No estoy
compadeciéndote. ¿Le has contado a alguien lo que pasó?
—No.
—¿Sólo lo has compartido conmigo?
—Callum ni siquiera sabe el alcance de todo.
Ella se apartó y lo miró fijamente. —¿Por qué yo?
—¿Por qué no tú?
—No lo sé. Soy una extraña. Callum es tu hermano. Te quiere y quiere
protegerte.
—¿Y qué hay de ti? ¿Qué quieres hacer?
—No lo sé—, dijo ella.
Él bajó las manos a su culo, apretándole las mejillas. —No te reportaré.
—Lo sé.
—No porque no quiera que la gente sepa que follamos.
—¿Por qué entonces?—, preguntó ella tras un segundo de vacilación.
—Porque lo que ocurre a puerta cerrada es cosa nuestra. Si te quiero en
mi polla, eso es entre tú y yo. No voy a destruirte para conseguir lo que quiero.
—¿Entonces qué vas a hacer?—, preguntó ella.
—Sencillo, te voy a decir que dejes de darle vueltas a todo. Tú me deseas
y yo te deseo. Podemos hacer que esto funcione entre nosotros o podemos
convertir esto en una pesadilla. Realmente depende de ti.
—Estás muy seguro de ti mismo, ¿verdad?—, preguntó ella.
Él le pasó una mano por la espalda, hundiéndola en su pelo y acercándola
a él. Frente a frente. La respiró.
¿Cómo podía desear su aroma, amarlo? Se le hizo la boca agua.
—¿Qué estás haciendo?

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—Te estoy besando. Te estoy demostrando que puede que tu cabeza no
quiera esto, ni tu corazón, pero sé que tu cuerpo sí. Somos dos adultos que
están de acuerdo. ¿Por qué no ceder?
—Me odias.
—No, no te odio. Pero tú me odias.
—No, no te odio.
Sonrió. —Entonces, si no nos odiamos y los dos queremos follar, ¿por
qué no cedemos y tomamos lo que tanto ansiamos los dos?—, preguntó él.
Había terminado de luchar contra esto entre ellos. Los dos lo deseaban
claramente, aunque siguieran negándose el uno al otro. No podía seguir
luchando contra esto. Tirando de ella hacia abajo, la besó con fuerza. Se
levantó y la apretó contra el mostrador. Ella le rodeó el cuello con los brazos,
gimiendo mientras él le saqueaba los labios, saboreándola. La levantó sobre la
encimera, le abrió las piernas y se metió entre ellas.
Ella susurró su nombre y él la acercó al borde del mostrador.
Todavía estaba muy arriba.
Cuando la levantó en sus brazos, ella rompió el beso, dejando escapar
un grito ahogado mientras él la llevaba al salón.
—¿Qué estás haciendo?
En lugar de decírselo, se lo mostró. La besó antes de hacerla girar para
que su estómago quedara presionado contra el borde del sofá. Se colocó
delante de ella y le quitó el cierre de los vaqueros, abriéndolos para él.
Deslizando una mano dentro, encontró sus bragas de encaje. Metiéndose
debajo de ellas, empezó a explorar su coño.
Estaba mojada. Los finos pelos ya estaban empapados.
—Puedes decir que no deberíamos hacer esto, pero ambos sabemos lo
que nuestros cuerpos anhelan, y estoy cansado de negarlo, Callie. Te quiero en
mi cama cada noche. Quiero explorar esto contigo—. Le bajó los vaqueros y

73
admiró el patrón de sus bragas de encaje antes de bajárselas también.
Acomodó su coño para que estuviera a su altura, y entonces, se soltó los
pantalones y sacó su polla dura.
Una gota de semen se derramó por la punta y ni siquiera se molestó en
buscar un condón. Ya tenía muchas ganas de entrar en ella. No habían utilizado
ningún preservativo y, mientras acercaba la punta de su polla a la entrada de
ella, se tomó su tiempo para deslizarse hasta el fondo. Cerrando los ojos, sintió
cada centímetro mientras se hundía dentro de ella,
Pulgada a pulgada, ella apretó su polla y él vio cómo su coño lo recibía.
Separó las mejillas de su culo para poder tener una buena vista, ya que no
quería perderse ni un momento.
Soltando su polla, la agarró por las caderas y le metió los últimos
centímetros, para luego sacarla antes de volver a entrar. La embistió,
observando cómo ella lo recibía.
—Juega con tu coño. Quiero que te corras sobre mi polla. Vamos, nena.
No me correré, no hasta que me lo des. Déjame sentir cómo te corres sobre mi
polla.
Empezó a burlarse de su clítoris y, al hacerlo, el placer se intensificó en
torno a su polla. Le dolían los huevos por el simple contacto.
Una y otra vez, ella lo ordeñó, y él saboreó la sensación de su estrechez.
No se dio por vencido. La folló con más fuerza aún y, cuando se corrió,
lo hizo con fuerza, inundando su vientre con su semen. En el fondo de su
mente, se preguntaba si ella utilizaba algún tipo de protección o si iba a dejar
embarazada a la mujer que alguna vez había hostigado.
****
Durante la semana siguiente, todo fue normal. Se levantaba en la cama
de Drew, esa era la única parte de su rutina matutina que no había permanecido
normal. Ella bajaba las escaleras, le preparaba el desayuno y atendía a Meghan.

74
Como siempre, Drew se negaba a tomar el almuerzo. Ella y Meghan limpiaban,
y cultivaban el jardín, o iban a las tiendas. Después, tomaban el almuerzo, se lo
llevaban a Drew y se sentaban con él o lo dejaban, dependiendo de lo ocupado
que estuviera. Por la tarde, empezaba a enseñar a Meghan ortografía y la
ayudaba a aprender a leer. Más tarde, preparaban la cena, ella bañaba a
Meghan y comían con Drew si éste llegaba lo suficientemente temprano, o la
acostaba y bajaba cuando Drew llegaba. Él iba y acostaba a Meghan, le leía el
tiempo que necesitara, bajaba, cenaba y luego las noches no eran tan
normales. El apetito de Drew por ella era insaciable y ella tampoco podía
escaparse porque parecía no tener suficiente de él.
Ambos estaban hambrientos del otro, y ningún intento de convencerse
de que era la última vez funcionaba. Cada noche, terminaba completamente
follada y en la cama de Drew. Cada mañana, se despertaba en sus brazos y,
durante unos breves minutos, entraba en pánico, se relajaba y se permitía
desear, pensar que aquello era algo más que un polvo amistoso.
¿Podría ser realmente algo más?
No lo sabía. No había forma de pensar que fuera otra cosa.
Entonces, por supuesto, esta era la primera mañana de sábado en la que
Drew se había despertado primero. Había hecho el desayuno de tostadas, esta
vez no quemadas, pero también había pedido que le llevaran un picnic a la casa.
—¿Crees que es prudente que vaya con ustedes?
—Eres mi niñera.
—Y eres perfectamente capaz de cuidar de tu hija.
—¿No quieres venir?
—Sí quiero, por supuesto que sí—. Exhaló un suspiro. —Es con la gente
de fuera con la que tengo un problema.

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—No recuerdo que te preocupe realmente lo que piense la gente. No te
preocupes por ellos. Ellos tienen sus propias vidas que joder y nosotros las
nuestras. ¿Realmente vas a defraudar a Meghan?
—Estoy tratando de pensar en forma práctica.
—¡Meghan!— Drew le sonrió pero no era una mirada agradable. No, era
la mirada de alguien que tenía un plan, y ella sabía que no le iba a gustar.
Meghan bajó las escaleras. Llevaba un par de pantalones cortos de
mezclilla y un top de cultivo amarillo brillante.
—¿Sí, papi?
—Dile a Callie que quieres que venga al parque con nosotros. La
queremos con nosotros. Ella no cree que la queramos.
—La queremos. Te queremos mucho—, dijo Meghan. —Tienes que venir.
Por favor, Callie, por favor.
Puso los ojos en blanco. —Eso fue malo.
—No, eso ha sido combatir el fuego con fuego y, oh, sí, he ganado
totalmente este round.
Sin discutir, los siguió fuera de la casa y se subió al coche. El parque
estaba a poca distancia, pero estaba claro que Drew no quería cargar con el
picnic. Todavía había muchas plazas de estacionamiento, y vio que el parque
estaba ocupado. Las familias ya habían llegado.
Drew se bajó del coche. Ella tomó la mano de Meghan mientras él llevaba
la cesta de picnic hacia su destino. Ella levantó la mano y miró a su alrededor,
tratando de encontrar un buen sitio.
Drew tomó la iniciativa y Meghan levantó los brazos y luego los bajó.
—Hoy estás muy bonita, Callie—, dijo Meghan.
—Gracias, cariño. Tú también—. Llevaba un vestido de verano azul pálido
con pequeñas flores amarillas. Era ligero, aireado y, con el sol que les daba, era
agradable y refrescante.

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Drew encontró un lugar cerca de la sombra. Había mucho espacio. Abrió
la cesta y dejó la manta en el suelo. Siguiendo a Meghan, se sentaron en el
suelo.
Callie no pudo evitar mirar si alguien les prestaba atención. Había estado
en picnics con familias antes, pero esto era diferente. Esto era íntimo. Sólo
estaban ellos tres. Ninguna madre a la vista. Después de la revelación de Drew
de la noche anterior, se alegró de que no se viera a Tilly. La había odiado en el
instituto y ahora aún más.
Drew la sorprendió cuando sacó un libro para colorear y lápices de
colores para Meghan, que los aceptó y se puso a colorear inmediatamente.
Se echó hacia atrás, observando a Meghan, colocando su vestido
modestamente sobre sus muslos. —¿Vienes a menudo a los picnics?
—No, éste es el primero. Antes de que llegaras, Meghan disfrutaba
viendo películas toda la noche.
—Ah, eso explica por qué estaba tan cansada.
—Sí, en poco tiempo has puesto orden en mi caótico mundo—, dijo. Se
acercó y apoyó su mano en la de ella.
Ella levantó la vista, esperando ver unos ojos juzgadores, pero no había
nada.
—Deja de preocuparte. Tienes que aprender a relajarte.
—Es más fácil decirlo que hacerlo—. Ella se mordisqueó el labio. —Lo
siento, no debería decir nada.
—No, puedes decir lo que quieras. No me importa. Te relajarás de una
forma u otra.
—¿Cómo puedes estar tan tranquilo?
—Fácil, sé que no estoy rompiendo ninguna regla.
—Pero yo sí.
—No, no lo estás haciendo.

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—Esta es mi vida, Drew.
—¿Y qué pasa si quiero formar parte de esa vida?—, preguntó él. —
¿Pasarás la tuya yendo de casa en casa, encariñándote con los niños sólo para
que te los quiten? ¿Es ese el tipo de vida que quieres?
—No quiero hablar de esto.
—Ese profesor te quitó mucho.
—Soy una buena niñera.
—Pero no era lo que querías ser—, dijo.
—No sé lo que quería ser.
—Yo sí lo sé. Lo busqué en el anuario.
—¿El anuario?
—Sí. Querías ser consejera. Querías ayudar a los niños, y supongo que
querías proporcionar a la siguiente generación la ayuda que tú no recibiste.
—¿Puse eso en el anuario?
—Sí. Dime el nombre de ese profesor.
Ella negó con la cabeza. —Está en el pasado. No voy a dejar que afecte a
mi futuro.
—Pero lo hace. Ahora mismo no estás en una escuela ayudando a esos
niños que te necesitan.
—No necesito estar en una escuela para ayudar a los niños. Ahora mismo
estoy ayudando a tu hija—. Meghan estaba en su propio mundo sin una sola
preocupación en su mente. Deseaba poder estar así. Perdida, sola en los
pensamientos, y no aquí, con Drew, donde era imposible ignorarlo.
Él unió sus dedos. —¿Qué harías si te besara ahora mismo?
—No lo hagas.
—¿Qué no haga qué?—, preguntó él.
—No me beses. No hagas esto más difícil de lo que ya es.

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—¿Cuándo vas a aprender, Callie? Es tan difícil como tú lo hagas. Puedes
besarme.
—Me despedirán.
—Y yo me ocuparé de ti.
—¿Pero qué pasará cuando te aburras? Cuando superes a la chica de
rebote, ¿qué pasará entonces? No olvides que aún estás casado. Lo que
estamos haciendo, afectará a tu divorcio.
—No, no lo hará.
—No seas tan iluso, Drew. Hay más en juego de lo que crees—. Se puso
de pie. —Meghan, creo que es hora de que vayamos a jugar a los columpios.
¿Quieres?—, preguntó.
Callie tenía que alejarse. La tentación que él le ofrecía era muy fuerte y
ella tenía que ser más fuerte, para no caer rendida ante él, para no caer rendida
ante las posibilidades de un futuro con él.

79
Capítulo 8
Drew no estaba contento.
Había encontrado al profesor.
Golpeando su bolígrafo sobre el escritorio, consideró el número de
contacto que tenía delante. El teléfono estaba cerca del borde de su escritorio.
Podía descolgarlo, hacer la llamada y se pondría en marcha.
Callie lo deseaba.
Lo veía en sus ojos, pero también tenía miedo, y él lo entendía. Lo
comprendía.
Esta química entre ellos, lo sacudía a él también. Si hubiera sabido lo que
se sentiría si ella le perteneciera, habría estado encima de ella en el instituto.
—Parece que eres un maldito buen abogado—, dijo Callum. —Se
retiraron todos los cargos a tu delincuente. No hay caso que resolver. Sus
padres llamaron. Un buen bono para ti, créeme—. Su hermano se sentó. —¿Por
qué no estás contento?
—Sabía el resultado, Callum. No hay nada de qué alegrarse. Conseguí
que un imbécil tuviera vía libre para volver a ser un imbécil. Nada que celebrar.
—¿Cuál es tu problema?— preguntó Callum.
—Nada.
Su hermano se levantó y caminó alrededor del escritorio. Drew no hizo
ningún movimiento para impedirlo. —¿Por qué estás mirando la foto de un
profesor?
—Porque es el que echó a Callie de la universidad—. Las palabras se le
escaparon de la boca.
—Este asunto con Callie, se está poniendo serio.
Drew no dijo nada.

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—Drew, habla conmigo.
—No hay nada que hablar.
—¿Qué hizo este profesor?
Le dio una versión reducida de lo que sabía.
Callum silbó. —Quizá quieras pensar por qué deseas arrancarle la cabeza
a este hombre—, dijo.
—Sé por qué quiero hacerlo. No necesito que me analices ahora mismo.
—¿Qué necesitas de mí entonces?
—No sé, que me digas que no debería ir a darle una paliza a este tipo.
—Realmente no deberías. Para empezar, eres abogado, y segundo, ya no
estás en el instituto. ¿Crees que no te mereces que te den una paliza por lo que
has hecho?
—No discuto eso, pero vamos, este tipo se lo merece. ¿Y si está haciendo
daño a otras chicas?
—Dice que está retirado—. Callum se sentó de nuevo en su silla.
Drew golpeó con el dedo el escritorio.
—Esta mujer ciertamente no es como Tilly.
—No, no lo es—. Se pasó los dedos por el pelo.
—¿Quieres que ella se vaya?
—¡No!— gruñó la palabra y fulminó con la mirada a su hermano. —Déjate
de tonterías profundas y significativas. No voy a perder a Callie.
—Si le das una paliza a este profesor, lo harás.
—Me hará sentir mejor.
—Voy a picar. ¿Por qué?— preguntó Callum.
Drew se quedó en silencio.
—Hice un curso de psicología en la universidad. Hace mucho tiempo,
pero me ha servido mucho con mis hijos. Voy a impartir algo de mi sabiduría
aquí.

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—No eres psiquiatra, Callum. No necesito que me hagas tu vudú ni nada
parecido—. Se desplomó en su silla.
—Sí, y no te escucho, así que voy a seguir adelante con esto—. Callum
se aclaró la garganta. —Vas detrás de este profesor por tu propia culpa. Callie
se ha metido bajo tu piel. Ustedes dos no son extraños. Son enemigos, al
menos lo eran en el instituto. Ella era la nerd, y tú eras el deportista. Eras un
imbécil con ella. Quieres golpear al profesor porque no puedes golpearte a ti
mismo.
Drew miró con odio a su hermano.
—Tengo toda la razón. Ya ves, por eso soy increíble.
—¿Cómo te aguanta Leah?—, preguntó.
—Simple, su cabeza es mucho más grande que la mía. Nos
complementamos.
Drew sacudió la cabeza. —No necesito que le des vueltas a esto de
ninguna manera. Necesito que dejes esto en paz.
—Puedo hacerlo, pero no te va a servir de nada.
—¿Por qué?
—Simple, tienes que poner el pasado a dormir. Apuesto a que Callie está
trabajando en eso.
—Estoy seguro de que pasa cada minuto de su día tratando de encontrar
una razón por la que no debería estar trabajando para mí.
—¿La amas?
Drew miró fijamente a su hermano.
—¿Has estado alguna vez enamorado?— preguntó Callum.
—Sabes que no lo he estado.
—Quizá debas considerar tus sentimientos por Callie antes de tomar
más decisiones precipitadas—. Callum se puso en pie. —Te dejaré con tus

82
pensamientos. Voy a volver a mi oficina donde puedo hablar con una pared de
ladrillos con más conversación que tú.
No tenía ninguna duda de que Callum iba a hablar con Leah. Cuando no
se le ocurría cómo solucionar algo, su hermano siempre recurría a su mujer.
Drew no se movió durante mucho tiempo. Golpear a un hombre mayor,
no le gustaba. En lugar de descolgar el teléfono, cerró el ordenador, tomó sus
archivos y dio por terminado el día. Últimamente rara vez salía de la oficina
antes de las siete. Se había sentido culpable con todo el tiempo que había
tenido libre y estaba demostrando a sus compañeros que podía seguirles el
ritmo, dejarse la piel y ser uno de ellos. Incluso con una hija de la que ocuparse.
Meghan todavía estaba en el baño cuando volvió a casa. Dejó su maletín
junto a la puerta y se dirigió al piso de arriba, donde Callie estaba bañando a su
hija. Ella se sentaba en el inodoro mientras Meghan jugaba en la bañera.
Ninguna de las dos lo vio observándolas.
—¿Callie?— dijo Meghan.
—Sí, cariño.
—¿Me quieres?
Callie se rió. —Te quiero mucho, cariño.
—¿Puedes ser mi mamá?
Su corazón se encogió ante las palabras de su pequeña y la necesidad
que había en su voz.
—Cariño, no puedo ser tu mamá. Ya tienes una mamá.
—Mi mamá me odia.
Callie se movió desde su posición en el inodoro hasta el borde de la
bañera. Puso las manos sobre la bañera, apoyando la barbilla en ellas. —Estoy
segura de que eso no es cierto.
—Ella me lo decía todo el tiempo. Decía que yo era mala. Lo recuerdo.

83
—Eres maravillosa, Meghan. No permitas nunca que nadie te diga lo
contrario.
—Me gustaría que fueras mi mamá. Tú también puedes ser de papi, ¿no?
Callie suspiró. —Hablaremos de esto cuando seas mayor.
—¿No te vas a ir?
—No hasta que tu padre considere que no me necesita.
—No quiero que seas mi niñera. Quiero que seas mi mamá.
Drew dio un paso atrás y se aclaró la garganta.
—Creo que papá está en casa—, dijo ella.
—Voy a ir a empezar la cena—, dijo Callie.
—Ya he terminado, papi—, dijo Meghan.
Oyó movimiento y entonces su niña salió disparada del baño, con dos
toallas. Una en el cuerpo y la otra en la cabeza. Lo apretó con fuerza.
—¿Necesitas ayuda para cambiarte?
—No, puedo hacerlo. Ya soy una niña grande. Callie dijo que las niñas
grandes se cambian solas—. Meghan se apresuró a irse. En unas pocas
semanas, Callie había sido capaz de impedir que su niña gobernara esta casa.
Regresó su mirada hacia Callie.
—¿Supongo que has oído lo que ha dicho?
—Sí, lo he oído.
—Lo siento.
—No lo sientas. Debería haber sabido que Tilly no se guardaría sus
pensamientos para sí misma—. Agarró la mano de Callie, acercándola.
—¿Qué estás haciendo?
—Estoy en casa después del trabajo. Quiero un beso.
—Meghan.
—Ya la has oído. Ella quiere que me quede contigo.
—No lo hagas, Drew.

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—¿Que no haga qué?
—No hagas promesas que no puedas cumplir.
—No voy a hacer promesas que no pueda cumplir. Yo lo quiero también.
Vas a seguir siendo mía.
—¿Y cuando llegue el momento de irme?
—No va a haber momento para que te vayas. Te vas a dar cuenta de que
te vas a quedar conmigo, te guste o no.
—Te estás volviendo muy mandón.
—Yo soy el jefe—. La apretó contra la puerta. —Y te encanta que te
mande. Cuando te hago hacer lo que quiero—. Él apretó sus labios sobre los de
ella, y ella no se resistió.
Le rodeó el cuello con los brazos y él le pasó las manos por el culo,
acariciando la carne.
—No puedo tener suficiente de ti.
—Meghan va a terminar pronto.
—Le va a encantar vernos besándonos.
—Podría confundirla.
—No me importa.— Estaba cansado de luchar.
Callie se tensó en sus brazos y él supo que el momento estaba perdido.
—Eres un auténtico grano en el culo. Lo sabes, ¿verdad?
—Sí.
—Te deseo, Callie.
—Lo sé y yo también te deseo.
—Entonces esta excusa es sobre tu trabajo. Se está agotando muy
rápido. No voy a dejar que sigas escondiéndote de mí. No cuando sé lo bueno
que puede ser entre nosotros—. Había terminado de esconderse y fingir. Lo
que él y Callie tenían, era real, y no estaba dispuesto a dejarlo pasar, por nadie.
****

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Callie miró fijamente su carta de renuncia. Era lo correcto. Había cruzado
los límites de lo aceptable.
Drew se merecía una niñera mejor que ella. Pero esta no era una carta
de renuncia para Drew, sino para la empresa.
Después de que su conversación con Drew le recordara lo que quería ser,
se dio cuenta de que no iba a ninguna parte. Su vida se basaba en las vidas de
otras personas. Durante mucho tiempo, había sido feliz, se había conformado
con cuidar y no cuestionar.
Él había abierto su mente a las infinitas posibilidades y ahora, estaba tan
perdida.
—Meghan está profundamente dormida—, dijo Drew, entrando en la
habitación.
Ella no lo había oído bajar. Dobló rápidamente la carta y la metió en el
bolsillo de su jersey. —¿Está dormida? Qué bien.
—¿Qué escondes?—, preguntó él.
Se acercó al sofá y ella negó con la cabeza. —Nada. No estoy ocultando
nada.
—Estás ocultando algo. Quiero saber qué.
Antes de que ella pudiera protestar, él la tenía sujeta contra el sofá, sin
dureza, y empezó a hacerle cosquillas. —Drew, para. Estás loco. Suéltame.
Él no lo hizo y mágicamente le quitó el papel, sosteniéndolo como si
fuera una especie de victoria.
—Dámelo—, dijo ella.
Se apartó el pelo de la cara y él la apartó de ella. —Drew, en serio.
No tenía sentido luchar ahora. Ella observó sus ojos mientras leían la
carta.
—¿Tu renuncia?—, preguntó él.
Ella jadeó por el cansancio de mantenerlo al margen. —Devuélvela.

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—No va a suceder. ¿Vas a dejar la agencia?
—Me lo estoy pensando.
Drew se sentó en el borde de la mesa de café.
—Esto es culpa tuya—, dijo ella.
—¿Consideras que renunciar es mi culpa?
—Sí, me has recordado lo que quería ser. En quién quería convertirme
antes de que me lo quitaran. Ser niñera me ayudó a esconderme. Tienes razón
en eso, y odio el hecho de que tengas razón. No es justo y no estoy de acuerdo
contigo en nada más.
—No estás sola—, dijo él.
—Lo sé.
—No tienes un apartamento.
—Lo sé.
—No tienes ningún otro sitio al que ir.
—También lo sé. Para ser un abogado, realmente sabes cómo decir lo
obvio.
Él se rió. —No quiero que te vayas.
Ella respiró profundamente. Su corazón se aceleró. Le sudaban las
palmas de las manos. Se sintió un poco mal del estómago. —Yo... esperaba que
quisieras que me quedara aquí—, dijo. —No estoy tratando de reemplazar a
Tilly.
—No hay manera de que puedas reemplazarla. Ella era una maldita perra,
Callie, y tú no lo eres. ¿Qué pasa?
—Tengo miedo.
—¿De qué?
—De lo que esto significa. No sé qué esperar. Nunca he estado en una
situación como esta.
—¿Te refieres a una relación?

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—Sí.
—No eras virgen cuando te follé.
—Lo sé.
—¿Qué pasa?
—Esta es la carta para mi agencia.
—Estás renunciando.
—No lo sé. Esperaba que pudieras decírmelo porque ahora mismo estoy
confundida. ¿Doy esta carta o no? ¿Qué hago?— Ella odiaba pedirle cualquier
tipo de ayuda o claridad. Ninguno de los dos había hablado realmente de nada
de esto. No era que se hubieran preparado para una relación. Ni mucho menos.
Todo esto era nuevo para ella, para ellos, y no sabía qué esperar.
Él le quitó la carta de renuncia de la mano, la desdobló y volvió a leerla.
Ella lo observó, esperando a ver si podía saber lo que estaba pensando sólo con
mirarlo, pero nada.
Se mordió el labio y esperó.
Todavía nada.
Esto era jodidamente difícil.
Volvió a doblar la carta y la sostuvo.
—Me prometí a mí mismo que después de Tilly no dejaría entrar a otra
mujer en mi vida.
—Lo entiendo—. Ella fue a quitarle la carta pero él la mantuvo fuera de
su alcance.
—Tú no eres Tilly. Nunca vas a ser ella. Meghan te adora y por mucho
que odie admitirlo, creo que Tilly nunca la quiso. Nunca quiso a mi hija y odio
pensar en lo que le habría hecho si la hubiera dejado sola.
Respiró profundamente y finalmente le entregó la carta de renuncia. —
Si se la das a tu agencia, me encantaría que vinieras a vivir conmigo. ¿Para qué
lo intentemos?

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—¿Y tu divorcio?
—Lo resolveré. Siempre lo hago. No pasará mucho tiempo antes de que
mi investigador privado la encuentre y consiga que firme la maldita cosa. Ni
siquiera sé por qué me molesté en utilizarlo. Estoy bastante seguro de que
podría haber hecho un trabajo mucho mejor.
Ella miró la carta de renuncia. —¿Qué significa esto exactamente?
—Significa que vas a tener que acostumbrarte a que te tome de la mano,
te bese y te reclame en público. Ya no eres mi niñera. Serás mi mujer—. Le
agarró la mano y tiró de ella.
Ella soltó una risita mientras se movía para sentarse a horcajadas en su
regazo.
—Tienes que empezar a usar faldas o vestidos. Esto no va a servir.
Callie puso los ojos en blanco. —Tu cabeza siempre está en la cuneta.
—Siempre está donde tiene que estar—. Él hundió los dedos en su pelo,
tirando de ella hacia abajo. En el momento en que se besaron, Callie supo que
no había otro lugar en el que quisiera estar.
Él gimió y volvió a besarla, esta vez más profundamente. Su otra mano
bajó por su espalda hasta llegar a su culo. Ella apretó su coño contra la dura
cresta de su polla. Sus manos pasaron de los hombros de él al respaldo del sofá.
—Quiero follarte ahora mismo.
Utilizando el sofá como palanca, ella se apartó, y sin pensar en lo que
estaba haciendo, y por puro instinto, se bajó los vaqueros junto con las bragas.
Después de quitárselos, se puso a horcajadas sobre su cintura. Mientras ella se
deshacía de la ropa de la cintura para abajo, Drew también se había sacado la
polla y estaba trabajando su longitud, pasando la mano de arriba a abajo.
Sentada en su regazo, se sostuvo mientras él presionaba la punta de su
polla en su entrada. Lentamente, ella comenzó a deslizarse hacia abajo,
sintiendo su polla mientras la tomaba cada centímetro. La profundidad la

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sorprendió cuando él la agarró por la cintura y tiró de ella hacia abajo, follando
con fuerza dentro de ella.
Ella cerró los ojos y gritó, y Drew atacó su camisa.
Se la abrió y le quitó el cierre del sujetador, con lo que sus pechos se
derramaron. Acarició cada montículo antes de chuparlos en su boca.
Ella gritó cuando él mordió con demasiada fuerza, apretando los labios
en un intento de ocultar sus gritos. No quería despertar a Meghan, no mientras
él seguía machacando en su interior.
La sujetó por las caderas, con tanta fuerza que ella sabía que le saldrían
moretones. Con cada empuje hacia arriba, él tiraba de ella hacia abajo,
metiéndose aún más adentro. La sensación era increíble.
Rodeando su cuello con los brazos, lo besó, queriendo ahogarse en cada
partícula de él. Una locura.
Este hombre había convertido su vida en el instituto en una pesadilla.
Temía verlo en los pasillos, o incluso estar cerca de él en clase. Sin embargo,
aquí estaba, follando con él en su sofá. Estaba claro que había perdido la
cabeza, aunque no le importaba. Estar con él era el mejor lugar para estar
ahora.
—Vas a tener que hacer que te corras, nena. Si no lo haces, voy a hacerlo.
Tocó su clítoris, acariciando el capullo hinchado. El primer toque la hizo
jadear, deseando más de él. Él no detuvo sus implacables embestidas. Se sentía
increíble. Cerró los ojos y, en unos instantes, estuvo a punto de liberarse. Drew
continuó chupando sus pezones mientras la empujaba cada vez más alto hasta
llegar a la cima. Cuando se corrió, lo hizo gritando su nombre y deseando que
aún le quedara algo de cordura, pero ya no la tenía.
Drew había sido muy suave con ella. Ahora, la empujó hacia el sofá, le
levantó los pies y la penetró con fuerza, haciéndola tomar cada centímetro de

90
él, metiéndoselo más profundamente, con más fuerza, con su deseo
sorprendiéndola mientras trabajaba su coño.
Esta vez, cuando se corrió y la llenó, sintió cada uno de los impulsos que
le llegaban al interior. Iba a tener que decirle que no estaba tomando la píldora.
Justo cuando recuperó el aliento, y abrió la boca para decírselo, una
vocecita muy cercana dijo el nombre de Papi.
Desde la posición en la que se encontraba, esperaba estar
completamente cubierta, de lo contrario, su hija pequeña acababa de verla
desnuda.
—¿Qué pasa, cariño?— preguntó Drew.
—Tengo sed.
—Bien, ve a la cocina y estaré allí.
—¿Callie está bien?
—Sí, sí, está bien. Sólo quería ver si tenía cosquillas en todo el cuerpo.
—¿Las tiene?
—No, no tiene demasiadas cosquillas. Anda ahora, cariño, voy en un
momento.
Callie se escondió contra su pecho, intentando con todas sus fuerzas no
mortificarse. —¿Se ha ido?
—Sí.
—Espero que no haya estado mirando mucho tiempo.
—No, probablemente habría gritado con la forma en que te estaba
sujetando las piernas—. Le besó la punta de la nariz. —Ve a mi habitación. Yo
me encargaré de esto.
—Todavía es temprano.
—Exactamente y no voy a perder el tiempo viendo una película que
podemos ver con mi hija. Creo que es justo que me familiarice contigo.

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Capítulo 9
Drew terminó su llamada al juzgado sobre un cliente que había
conducido bajo los efectos del alcohol en demasiadas ocasiones y que
posiblemente debía cumplir una condena en la cárcel. Se había librado de varios
servicios comunitarios, pero ahora necesitaban que aprendiera una lección y,
sinceramente, Drew no quería que alguien condujera bajo los efectos del
alcohol en esta ciudad. Su pequeña iba a crecer, y un día, iba a salir a la calle
por su cuenta. Nunca se perdonaría a sí mismo si permitiera que un hombre se
saliera con la suya infringiendo la ley y acabara matándola.
Callum asomó la cabeza por la puerta. —¿Es un mal momento?
—No, está bien—. Terminó de revisar un par de sus casos e hizo las
últimas anotaciones en el último. —¿De qué se trata?
—Nuestros padres quieren que los visites y que lleves a Meghan y a tu
niñera.
Drew se sentó. No había visto a sus padres desde que se casó con Tilly.
Le habían pedido que no lo hiciera y, al hacerlo, habían mantenido bastante
distancia. Por eso nunca había llevado a Meghan a sus padres cuando él y Tilly
estaban pasando por la peor de las peleas. Sólo se habrían regodeado de tener
razón, y eso no le gustaba.
—No lo creo.
—¿Sigues guardando rencor después de todos estos años?
—¿Sigo guardando rencor? Ya no tengo doce años, Callum. No va a
suceder.
—Sabes, he oído un rumor por la ciudad—, dijo él.
—Callum, estoy bastante seguro de que tú difundes todos los rumores.
—Se refiere a ti y a la niñera.

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—Callie ya no es mi niñera. Ella entregó su carta de renuncia hace unos
días. Ya han cortado los lazos. He estado en contacto con ellos, y me
preguntaron si quería esperar a una nueva niñera. Les dije que sus servicios ya
no eran necesarios.
—Así que Callie se ha convertido en algo más permanente—, dijo Callum.
—Sí.
—¿Y no quieres que conozca a nuestros padres?
—Se lo has dicho, ¿no?— preguntó Drew.
—En realidad, no lo hice. Escucharon el rumor de Bob en la floristería.
—No va a suceder.
—¿Por qué no?— preguntó Callum.
—No voy a hacer pasar a Callie por eso.
—Vamos, Drew, sabes que se han sentido fatal por todo lo que ha
pasado. Ni siquiera han visto a Meghan.
—Eso es cosa de ellos. No es culpa mía. Si Tilly siguiera en la foto, sabes
de sobra que no querrían tener nada que ver conmigo—, dijo Drew.
—No, sé que querrían tener algo que ver con su hijo, pero no con el
hombre que fue agredido por esa mujer.
—No lo hagas.
—No puedes admitir que te equivocaste—, preguntó Callum.
—No me equivoqué. Hice lo que tenía que hacer por mi hija. Como padre,
estoy seguro de que lo entiendes.
—Lo hago, pero incluso yo creo que hay límites a los que debes atarte.
Drew se levantó y se dirigió a su ventana. Las oficinas estaban en la
planta baja del edificio, y estaba cerca de la comisaría, y el juzgado no estaba
demasiado lejos. Era pequeño, sencillo, perfecto.
Se pasó los dedos por el pelo. —Me gusta Callie—, dijo. —Me gusta
mucho.

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—Y cenar con nuestros padres no cambiará eso.
—Pero lo hará porque ellos juzgan a la gente antes de conocerla.
—Conozco a Callie. Es un encanto. La van a adorar.
—Incluso aunque haya roto las reglas de su trabajo sólo para estar
conmigo y como ella dice, probablemente sea inempleable—. A él no le
importaba. Ahora que volvía a trabajar a tiempo completo, podía permitirse con
creces cuidar de ella. Quería hacerlo.
Si con esto podía compensar todas las veces que había sido un bastardo,
lo haría.
—Dales una oportunidad. No se equivocaron con Tilly. Les gustaría
conocer a su nieta, y ver a su hijo de nuevo.
—Lo pensaré.
—Eso es un sí.
—Callum, en serio, ya no somos niños.
—Lo sé, pero sigue siendo lo mismo. Totalmente voy a tener que tratar
con esto. Vas a venir, vas a traer a Meghan y a Callie. Será divertido.
—Sí, y si mi mujer me deja de lado, ¿entonces qué?
—La contrataré. Sé que es buena con los niños y a Leah le vendría bien
el descanso—. Callum le guiñó un ojo.
—No hay manera. Tú y Leah se enamorarían de ella y no la compartirían.
—¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo? ¿Me estás diciendo que
estás enamorado de ella?
—No seas idiota—. Hizo una bola con un papel y se lo lanzó a su
hermano, que lo esquivó.
—Creo que estás protestando demasiado, pero ya veremos—. Callum le
guiñó un ojo. —Nos vemos el domingo—. Su hermano lo dejó solo.

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No había abordado el tema de los padres con Callie. Ella ni siquiera había
mencionado a los suyos, pero estaba seguro de haber oído que los Stewart
estaban disfrutando de unas vacaciones por Europa.
Al terminar su jornada de trabajo, salió de la oficina sobre las seis y media
y se dirigió a casa. Era tarde y con todo el trabajo extra que hacía Meghan,
normalmente estaba en la cama a las siete. Callie se había aferrado a la rutina
y, aunque a él le parecía que las siete era muy temprano, Meghan no había
hecho más que prosperar.
Ella estaba bajando las escaleras, llevando la ropa sucia como todas las
noches. —Está esperando su cuento y su beso de buenas noches.
Cuando llegó al final de las escaleras, le sujetó la cara y la besó con
fuerza. A esto, podría acostumbrarse.
—Bienvenido a casa—, dijo ella con una risita.
—Iré a atender a Meghan. Bajaré enseguida.
—Terminaré la colada y te prepararé la cena.
La observó alejarse, prestando mucha atención al movimiento de sus
caderas. Maldita sea, le encantaba su culo.
¿Por qué nunca lo había admirado en el instituto? Tenía la sensación de
que si hubiera prestado atención a Callie, habría hecho el ridículo. En cambio,
había estado más interesado en las chicas que lo habían deseado, y que
estaban dispuestas a irse a la cama con él. Había sido una persona inestable.
Al entrar en la habitación de Meghan, vio que su niña ya estaba a punto
de dormirse.
—¿No ibas a esperarme?
—Hoy estoy muy cansada. Quería irme a la cama.
—¿Estás bien?— Le tocó la cabeza, sin fiebre.

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—Sí. Fuimos al parque. Ese horrible niño malo estaba allí. Le demostré
que podía columpiarme en las barras del mono y trepar igual de alto. Ahora
estoy cansada.
Se le pusieron los pelos de punta. Le había pedido a Callie que no la
llevara al parque.
Él la hostigó. Pero ella era fuerte.
—¿Te gusta ir al parque?
—Sí. Me encanta—. Meghan se acurrucó. —Esta noche no hay cuento,
papi. Tengo sueño.
Incluso mientras pronunciaba las últimas palabras, parecía que ya se
había dormido. Él sonrió, observándola. Pasándole los dedos por el pelo, ni
siquiera se agitó para regañarlo. —Eres una de las mejores cosas que me han
pasado—. Se inclinó hacia delante, besando su cabeza.
Se dio una ducha rápida y bajó las escaleras.
Callie estaba en el comedor. —Sé lo que vas a decir. Me suplicó que
fuéramos al parque y hasta me dijo que ningún chico horrible iba a impedir que
lo disfrutara. Se defendió por sí misma. Es una verdadera guerrera feroz.
Inclinó la cabeza de Callie hacia atrás y rozó sus labios con los de ella. —
Te he echado de menos.
—¿No vas a gritarme?
—¿Por qué?
—Por llevarla al parque y tener un encontronazo con ese chico.
—Iba a hacerlo, pero ella parecía feliz. Con sueño, pero feliz.
—Oh, bien.
—No soy un monstruo. Además, no puedo juzgar la forma en que lo
manejaste. Te enfrentaste a mí, y míranos ahora. Por lo que sé, ese chico podría
ser el primer amor de Meghan.
Ella puso los ojos en blanco. —¿Cómo fue tu día en el trabajo?

96
—Sin incidentes. Lo mismo de siempre—. Se encogió de hombros. —
Callum dijo que mis padres quieren que los visitemos para la cena del domingo.
—¿Esta semana?
Asintió con la cabeza. —Voy a tratar de evitarlo.
—¿Cómo es eso?
—Mis padres y yo no nos llevamos bien desde lo de Tilly. Dijeron un
montón de cosas que en ese momento no me di cuenta de que eran ciertas.
Tenían razón en todo.
—Lo siento.
—Sí, no hay razón para sentirlo. Sucedió, ya sabes.
—Lo sé. No quieres ir.
—No quiero llevarte conmigo.
—Oh.
—No de esa manera. Maldita sea, no quiero que destruyan lo que hemos
construido. Lo que hemos empezado.
—¿Crees que voy a decir algo?
—No, no, nada de eso. Mis padres son muy críticos.
—¿Quieres que pretenda seguir siendo una niñera?
—No. No voy a entrar en esto mintiéndoles.
Ella le tomó la mano, uniendo sus dedos. —Si quieres ir, entonces iré. Sin
dudarlo. No deberías alejarte de tu familia.
—¿Los tuyos están en Europa?
—Sí. Dijeron que si los necesitaba, estarían en casa en un abrir y cerrar
de ojos. Me quieren. Lo sé. Estoy más que feliz de ir contigo a conocer a tus
padres—. Se inclinó y le besó los labios. —Ahora come y deja de estresarte
tanto.
****
Callie no debería haberle dicho que dejara de estresarse tanto.

97
Había conocido a muchos padres en su carrera. Es cierto que todos bajo
el pretexto de ser la niñera. La gente estaba contenta de estar cerca de ella. No
representaba ninguna amenaza real. Mantenía a los niños a raya y felices, pero
eso era todo.
Esto era diferente. Ella había horneado un pastel. Así de nerviosa estaba.
No iba a ir como la niñera de Drew. No, iba a ir como la novia de Drew.
No estaba segura de cómo llamarse a sí misma. ¿Querida? ¿Amante? Él no
estaba divorciado, así que tenía que ser una amante. Vaya, ese pensamiento
era muy deprimente.
Mientras subía al coche de Drew, dejó que Meghan sostuviera el pastel
por ellas.
—Pensé que me habías dicho que no me estresara—, dijo Drew.
—Lo hice y no deberías.
—¿Por qué siento que te estresas lo suficiente por los dos?
—Porque eso es totalmente lo que está pasando. Deberías saber eso de
mí.
—Mis padres no muerden.
—Oh, lo sé. Son completamente inofensivos, pero ... ugh, no estoy
realmente feliz ahora—. Respiró profundamente. —Sin embargo, debería ser
feliz, ¿no? ¿Y si me odian? He conocido a muchos padres y el pastel es bueno,
pero ¿parece que me estoy esforzando demasiado?
—Tienes buen aspecto. Mi madre es una buena cocinera. Ya vas a estar
en su lado bueno. Siempre dijo que sería feliz con cualquier mujer que pudiera
cocinar para sus hijos.
Ella asintió. —Claro, eso suena totalmente razonable. Un poco sexista tal
vez, pero todo bien.
Drew se rió. La sostuvo de la mano todo lo posible mientras conducía
hacia la casa de sus padres.

98
Como él era su hostigador y nunca se habían llevado bien durante el
instituto, nunca había tenido una razón para visitar su casa, así que cuando
estacionaron frente a la casa de su infancia, se maravilló de la belleza de la gran
casa.
Callum y Leah ya estaban allí, con sus hijos correteando.
—Hora del espectáculo—, dijo Drew. Salió del coche.
Callie lo siguió, tomando el pastel de las manos de Meghan mientras
ambos se acercaban. Drew le sujetó la mano, que estaba húmeda. Se rió. —
Relájate.
—Ves, te dije que lo haría venir de visita. Aquí está, tu hijo menor.
Una mujer mayor, con el pelo canoso en las sienes pero de color negro
intenso, se precipitó hacia delante. Drew no tuvo más remedio que soltar su
mano cuando la mujer lo abordó para darle un abrazo.
Ella le agarró la cara y comenzó a besarlo con fuerza.
—Te he echado de menos, hijo. Te he echado tanto, tanto, tanto de
menos. Ya era hora de que te deshicieras de esa mujer avispa. Era una víbora.
Me alegro de que hayas entrado en razón.
—Técnicamente, ella se fue—, dijo Callum.
—Cállate. Tilly está fuera de la imagen.
—¿Pero ella todavía no ha firmado los papeles del divorcio?—, preguntó
el hombre mayor que parecía una versión más envejecida de Callum. Vio que
Drew se parecía más a su madre.
—Veo que alguien te ha mantenido al tanto de todo.
—Nos preocupamos—, dijo su madre.
—Tilly firmará los papeles.
—Cuando ella esté bien y lista. Eso no es suficiente. Tienes que ser capaz
de seguir adelante.
—Podemos discutir sobre esto, o pueden saludar a Meghan.

99
Callie ya le había dado a Meghan la tarta para que se la entregara.
—Hemos hecho tarta—, dijo Meghan. —Es de chocolate.
Ella sonrió mientras miraba a la mujer mayor que se agachó. —Es un
placer conocerte por fin, Meghan. Hemos perdido mucho tiempo y has crecido
mucho.
—¿Significa esto que puedo llamarte abuela?
—Sí, me encantaría.
—¿Puedo llamarte abuelo?
—Claro que puedes, cariño.
Drew le tomó la mano, uniendo sus dedos.
—¿Puedo ir a jugar?— preguntó Meghan.
—Sí—, dijo Drew. —Pero acuérdate de lavarte las manos cuando haya que
cenar.
Salió corriendo para estar con Rebecca. Callum y Leah se quedaron
cerca. La pareja se acurrucó.
—Drew, hijo, ¿hay algo que quieras contarnos?—, preguntó su padre.
—Callie, estos son mis padres, Killian y Jane. Mamá, papá, esta es mi ex
niñera Callie.
Sus mejillas estaban ardiendo. Estaban tan calientes que probablemente
alguien podría freír un huevo en ellas. —Encantada de conocerlos—. Ella decidió
llenar el silencio.
—Hijo, ¿qué estás haciendo?
— s simple, he encontrado una mujer que me importa y sé que ella se
preocupa por mí.
—Ella era tu empleada.
—Y ahora no lo es. Presentó su carta de renuncia.
El suelo podría abrirse y tragársela ahora mismo, por favor.
—¿Te estás escuchando?

100
—Callie no es como Tilly—, dijo Callum, hablando.
—¿No fuiste al instituto con Callie?— preguntó Jane.
—Sí—, dijo Drew. —¿Y sabes qué?, yo era el mayor jodido imbécil con ella.
La hostigaba, junto con Tilly.
—Drew, realmente no creo...
—Bueno, lo hago. Necesitan saber que soy feliz, y lo soy. Tan feliz que es
una locura. No creí que fuera posible ser tan libre. Le hice daño entonces, y en
lugar de dejarme desamparado con una hija con la que estaba fallando
claramente, me apoyó. Me ayudó.
—Ella estaba contratada para hacerlo, hijo.
—No, no lo estaba. No tenía que serlo. Podría haber hecho mi vida un
infierno, la vida de mi hija un infierno, pero ¿sabes qué? No lo hizo. Callie es mía
ahora. Me está dando una oportunidad, y si no pueden aceptar eso, si quieren
opinar sobre cómo vivo mi vida, entonces tomaré a mi mujer y a mi hija y me
iré ahora mismo. No los necesito. He venido a hacer las paces, no a pelear.
Drew le apretó la mano y ella también lo abrazó un poco más fuerte, con
la esperanza de mantener la cordura el mayor tiempo posible.
—Killian, por favor—, dijo Jane. —No más peleas. Ya has dicho lo tuyo
sobre Tilly. Ahora no.
—¿Pretendes causar algún daño a mi hijo?— preguntó Killian, mirándola
directamente.
—No.
—¿Por qué estás con él?
—Bueno, no es asunto suyo—. Su vergüenza era total. —No lo he
obligado a nada, si es eso lo que lo preocupa.
—Papá, déjalo estar. O nos aceptas o no, pero deja de intentar hacer lo
que sea que esperas hacer.
Miró a Drew. Tenía los dientes apretados.

101
—Bien, es bueno tenerte de vuelta, hijo—. Killian acortó la distancia, le
estrechó la mano y lo atrajo para darle un abrazo.
Con eso, Jane agarró su mano y la hizo entrar en la habitación. Esto no
era lo que ella esperaba, pero la llevaron a la cocina.
—Lo siento mucho. Killian sólo quiere lo mejor para sus hijos, siempre, ya
sabes. Realmente le molesta cuando piensa que uno de sus hijos está siendo
herido.
—No tengo intención de herir a Drew. Ni siquiera creo que sea capaz de
hacer algo así.
—Ya lo veo. Eres buena, Callie, lo veo. Mi marido, el padre de Drew,
después de Tilly, tuvo que adaptarse mucho. Tuvimos que renunciar a nuestro
hijo, y eso no fue fácil. Callum nos ayudó durante mucho tiempo.
Cruzó los brazos bajo sus pechos. Esto era incómodo. En realidad
prefería ser la niñera cuando se reunía con los padres.
—¿Así que Drew te hostigaba?
—Sí, lo hacía.
—¿Y no estás enfadada por nada de eso?
—El pasado se queda ahí. Drew no es el mismo tipo de persona. Todo el
mundo merece una segunda oportunidad.
—Y Tilly, ¿qué pasa con ella?— preguntó Jane.
—¿Qué quieres decir?
—Drew ha tratado de hacer lo correcto cuando se trata de Meghan. Una
de las razones por las que no nos hemos puesto de acuerdo es que se casó con
ella y le aconsejamos que no lo hiciera. Era un hombre muy testarudo, incluso
de niño—. Se encogió de hombros. —¿Qué vas a hacer cuando vuelva?
—No lo sé—. En realidad no había pensado tanto, pero al mirar a Jane, vio
que claramente lo había hecho.
—Lo siento, no quiero arruinar un día perfectamente bueno.

102
—Está bien—. Ella mantuvo una sonrisa en sus labios. —¿Quieres que te
ayude con esas patatas?— Mientras se mantuviera ocupada, no tendría que
preocuparse por la posibilidad de ser reemplazada.

103
Capítulo 10
—Quiero que dejes a Callie en paz. Es una buena mujer—, dijo Drew.
—Puedo ver eso—, dijo Killian. —¿La amas?
—Papá, somos un poco mayores para hablar de nuestros sentimientos.
—Lo tomaré como que no sabes lo que sientes por Callie. Es así de
nuevo—.
Asintió con la cabeza. No tenía sentido negarlo.
—Has criado a una buena hija—, dijo Killian, mirando hacia el patio donde
Meghan estaba huyendo de Rebecca, que había sido elegida para eso.
Cualquier persona a la que marcara ahora tenía que sentarse en la esquina.
—Independientemente de nuestros desacuerdos de los últimos tiempos,
tuve un buen modelo a seguir.
—Aquí estás, encantándome.
—Tuve una buena infancia, papá. No tengo remordimientos ni
resentimientos. No me gusta la forma en que manejaste mi situación con Tilly,
pero de nuevo, eso está en el pasado.
—No deberías haberte casado con ella, hijo.
—Ya lo sé.
—Pero hiciste lo que creías correcto.
—Hice lo que tenía que hacer. Siempre me dijiste, papá, sé el mejor
hombre que puedas ser. Arregla tus errores. Asúmelos. Hice lo que me pediste.
—Lo que no añadí fue que te hicieras cargo de tus errores no perdiéndote
en el proceso. Eso fue lo que hiciste.
—No era mi intención. Sólo hacía lo que me parecía correcto.
—Eso ya pasó. No dejes que ocurra con Callie.
Drew se rió. —Callie no es nada como Tilly.

104
—¿No lo es?
—No, para empezar, resulta que le encanta pasar tiempo con mi hija.
—Recuerda que ella rompió las reglas de su contrato al acostarse
contigo.
—Papá, no fue así. No es asunto tuyo y no sabes cómo me siento cuando
estoy cerca de ella. Ella es... poderosa. Su sonrisa me hace olvidar lo que me
molesta. Me hace reír, y no quiero hacer nada más que cuidarla. Créeme, Callie
no es nada de lo que piensas. Es buena. Te lo prometo.
—Creo que es bastante simple lo que sientes por ella, Drew. Dejaré que
encuentres las respuestas a eso tú mismo—. Su padre le dio una palmada en la
espalda y se fue a sentar con su mujer. Todos habían disfrutado de un gran
almuerzo.
Meghan estaba acurrucada en el suelo y Callie estaba sentada con su
cabeza en el regazo. El sol se ponía lentamente. Habían estado aquí mucho
más tiempo del que pretendía.
Acercándose a su mujer, amortiguó la cabeza de Meghan con una
chaqueta y agarró la mano de Callie. —Vamos.
—¿A dónde vamos?
—Quiero estar unos minutos contigo.
La arrastró hasta la parte trasera de la casa. Sabía que Callum vigilaría a
Meghan por él, y a sus padres.
—¿A dónde vamos?
Se dirigió al fondo del jardín, pasando por el pequeño río que corría al
fondo. No era profundo, ya que sólo le llegaba a los tobillos, pero había estado
allí toda su vida. Al abrir la verja, extendió el brazo hacia un vasto bosque. Su
padre había amado este lugar porque su madre le había dado el sí cerca de esta
misma casa y él le había prometido comprarla.

105
Encontró el viejo árbol que debía tener cerca de doscientos años. De él
colgaba un viejo columpio de neumáticos. Había pasado muchos días y noches
en este columpio, reflexionando sobre su vida.
Soltando su mano, sujetó el columpio de neumáticos. —Súbete.
—¿Qué? No.
Se rió. —¿Tienes miedo?
—No.
Tocó el columpio de neumáticos.
—Súbete. Confía en mí.
—¿Qué edad tiene esta cosa? Esto nunca podrá sostenerme—. Ella
agarró la gruesa cuerda seca. —No, por supuesto que no.
—Vamos. Me encantaba columpiarme en esto cuando era un niño.
Créeme.
Ella puso los ojos en blanco. —Bien, pero si me pasa algo, te hago
responsable—. Se subió al neumático y arrugó toda la cara. —¿Ya está?
Él se acercó a su espalda y comenzó a mecerla lentamente de un lado a
otro. Al principio, ella soltó un chillido.
—Confía en mí. Abre los ojos.
Con la puesta de sol, la vista ante sus ojos era impresionante. Campos
kilométricos dominaban el horizonte. Algunas casas dispersas aquí y allá. Era
una vista realmente hermosa. Lo hizo darse cuenta de que él no era nada en el
esquema de las cosas. La naturaleza lo era todo.
—Vaya—, dijo ella. —¿Y solías venir aquí regularmente?
—Sí. Me ayudaba a poner mi vida en perspectiva. Ojalá hubiera venido
aquí más a menudo. Podría haber cambiado mi forma de ser contigo en el
instituto.
—No tienes que seguir pensando en eso, Drew. Te perdono.

106
Él sujetó la rueda, impidiendo que se balanceara. Ella inclinó la cabeza
hacia atrás y él la miró fijamente a los ojos. —¿Me perdonas?
—Sí.
Le sujetó la cara, pero no tuvo suficiente agarre. La soltó y ella soltó un
pequeño grito. Fue muy bonito.
—Pensé que habías dicho que podía confiar en ti.
—Puedes—. No pudo evitar la risa que se le escapó de los labios. No había
querido soltarla, pero lo había hecho. —Uy—. Volvió a capturar el neumático. —
Te tengo. Ves, no hay razón para el pánico—. Agarró la parte posterior de su
cabeza. —Siempre te capturaré.
Ella se apartó. Era la primera vez que dudaba y se congelaba en sus
brazos.
—Callie, ¿qué pasa?
—Tilly—, dijo ella.
—¿Qué pasa con ella?
—Tu madre, dijo algo.
—Ugh, ¿ahora qué?
—Que si Tilly volvía, harías lo correcto. Que harías que funcionara para
Meghan.
—Callie, mis padres y yo no nos hemos puesto de acuerdo en muchas
cosas. No los escuches. Tilly será encontrada cuando ella quiera, ni un instante
antes. He decidido dejar que el investigador privado se retire.
—Pero piénsalo. ¿Y si es verdad? Es la madre de tu hija. Si Tilly vuelve,
¿dónde me deja eso?
—Te deja a ti como mi mujer porque no te lo volveré a decir, no voy a
renunciar a ti, por nadie. No ahora. No haré la elección equivocada. No haré la
elección que creo que es correcta. Te quiero a ti, Callie. A nadie más. Sé que
puede ser difícil de creer para ti, pero es a ti a quien quiero. Eres lo único en lo

107
que puedo pensar—. Le sostuvo la cara, le besó los labios y le permitió sentir
todo lo que sentía por ella.
No sabía si esto era amor, o qué era, sólo que no quería dejarla ir.
Besando su sien, miró hacia el horizonte. Nunca había compartido esto
con nadie, y le parecía bastante apropiado poder compartirlo por fin con su
mujer.
****
La reunión con sus padres no había sido tan desastrosa. Meghan pudo
conocer a sus abuelos y ella pudo ver la más hermosa puesta de sol. Era difícil
creer que hacía tan sólo unas semanas había conocido a los padres de Drew.
En una videollamada a Europa, habló con sus padres y les presentó a
Drew. Nunca les había confesado a sus padres el alcance del hostigamiento, y
mucho menos el nombre de Drew. Sus padres lo adoraban.
Resulta que Drew también adoraba a sus padres. Era una situación en la
que todos salían ganando.
Ahora, a falta de unas pocas semanas para el primer día de clase de
Meghan, tenía que hablar con Drew sobre cómo quería abordar la situación.
Callie dobló la ropa mientras Meghan hablaba sin parar de su día en el
parque. El chico que seguía hostigándola estaba allí, pero esta vez, Meghan lo
había ignorado. Callie seguía de cerca la situación mientras se desarrollaba,
pero hasta el momento no veía ninguna razón para separarlos.
Durante la escuela, Meghan tendría que aprender a cuidar de sí misma.
—Estoy en casa—, llamó Drew, y como cada vez que llegaba a casa antes
de tiempo, Meghan corrió hacia él.
Le encantaba ver a padre e hija. Su vínculo estaba bien unido y era dulce.
Con la colada bien doblada, se dirigió a encontrarlos charlando. Drew se
sentó en las escaleras mientras Meghan le enseñaba su corte.
—Fui muy valiente, Callie lo dijo.

108
—Ella estaba corriendo hacia el camión de los helados antes de que
pudiera detenerla.
—¿Conseguiste un helado de todo esto?
—Sí, sabía muy bien, papi. Quería llevarte uno pero Callie dijo que estaría
completamente derretido para cuando llegáramos a tu oficina.
Él arrugó la nariz. —Helado derretido. Totalmente asqueroso.
—Muy asqueroso—, dijo Meghan.
Callie se rió. —Déjenme pasar para que pueda guardar esto.
Drew levantó a Meghan, colocándola en su regazo al pasar. Sus manos
se enroscaron alrededor del tobillo de Callie, y sólo ese toque le produjo un
escalofrío.
Cuando llegó al final de la escalera, sonó el timbre. —¿Quieres atender,
Drew?—, dijo ella. —No sé quién puede ser. Voy a empezar la cena en breve.
Entró en la habitación de Meghan. Colocó toda la ropa bien doblada en
la cómoda. A medida que avanzaba, levantó los juguetes e hizo su cama. Había
una bonita arruga en el extremo de la cama donde claramente había estado
leyendo.
Tarareando para sí misma, llevó la ropa a la habitación de Drew. Colgó
un par de sus camisas, todos los trajes de Drew y guardó su ropa interior. Con
todo bien hecho, volvió a poner el cesto en el cuarto de baño, donde lo había
utilizado para recoger todo lo que se había tirado en el piso de arriba. Por eso
prefería hacer la colada a diario. No le gustaba pasar todo el día con la ropa.
Lavar, secar y planchar era un trabajo aburrido.
—¿Quién estaba en la puerta, Drew?—, dijo, bajando las escaleras y
deteniéndose al ver quién estaba de pie en el salón de Drew. Meghan estaba a
su lado, pero reconoció a Tilly. Hacía años que no veía a la mujer que la había
herido repetidamente durante el instituto, pero allí estaba en el salón.
—Vaya, tienes a la ballena Callie viviendo aquí.

109
—Basta, Tilly.
—¿Qué? Esta era mi casa la última vez que lo comprobé.
—No, esta casa es mía. Para tener un hogar, tienes que vivir en él.
—¿Y adivina qué, cariño? He vuelto. No hay manera de que me quites mi
casa y mi hija. Quiero decir, en serio, ¿vas a reemplazarme con la gorda del
instituto? Ni siquiera podías mirarla entonces sin que se te encendieran los
ojos, ¿recuerdas? Estaba tan gorda con sus muslos de trueno. Uf, me da asco
pensar en tu fealdad en mi casa. Lárgate.
Callie no sabía qué hacer.
Meghan se separó de su padre y corrió hacia ella. Por instinto, levantó a
la niña, abrazándola, queriendo protegerla.
—¿Crees que vas a quitarme a mi hija? Tienes que estar bromeando. Esto
es una puta risa—. Tilly se abalanzó sobre Drew e intentó arrancar a Meghan
de los brazos de ella. Cuando la niña rodeó el cuello de Callie con sus brazos,
Tilly vio claramente rojo.
Levantó la mano como si fuera a golpearla y fue entonces cuando Callie
entró en acción. Con la palma de Tilly levantada, Callie se movió, agarrando la
muñeca de Tilly.
Nadie sabía lo violenta que podía llegar a ser Tilly.
Callie recordaba las muchas veces que había salido del baño y se había
encontrado con que Tilly la estaba esperando. Tilly había creído que, por ser
gorda, tenía un colchón extra. Utilizaba las manos o los puños para herirla. Pero
nunca con patadas. Había aguantado los golpes porque la violencia le
repugnaba, pero cuando quiso abofetear a Meghan, Callie no estaba dispuesta
a permitirlo.
Tilly le dirigió una mirada sorprendida.
—No vuelvas a levantar la mano para golpearla. Pégame todo lo que
quieras, pero no vuelvas a pegarle a ella—. La apartó de un empujón.

110
—Tilly, tienes que parar.
—De ninguna manera voy a firmar este pedazo de papel, no hasta que
saques a esa zorra de mi casa.
—Callie, ve a casa de Callum, lleva a Meghan.
—¿Drew?
—Sólo, por favor, ve. Vigila a Meghan. Puedo solucionar esto.
—¿Pero?— Ella quería discutir el dejarlo a solas con Tilly.
—No te preocupes, gordita, puedo solucionar esto.
Miró de Drew a Tilly. Meghan se estremeció en sus brazos.
Cuida de ella.
Le suplicó Drew. Aunque quería discutir, no lo hizo. Con Meghan en
brazos, tomó su bolso y las llaves del coche de Drew.
Después de poner a Meghan en la parte trasera, abrochó el cinturón de
seguridad del coche. Se detuvo, mirando hacia la casa, pero no oyó ningún
ruido.
Su corazón se aceleró.
Le temblaban las manos.
Se puso al volante, encendió el motor y arrancó hacia la casa de Callum.
Ya estaba oscureciendo. Meghan lloraba en la parte de atrás.
—Oye, cariño, está bien.
—No lo está. A mamá le gusta hacerme mucho daño.
Se le rompió el corazón. Al escuchar los gritos de Meghan, al recordar la
mirada de Drew. Sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas. No las dejó caer.
Meghan necesitaba que fuera fuerte y Drew también. —Nunca dejaré que eso
ocurra, cariño. ¿De acuerdo? Estás aquí conmigo. Vamos a ir a casa del tío
Callum ahora mismo. Podrás ver a Rebecca y todo estará increíble por la
mañana. Lo prometo.

111
Ella esperaba no romper esa promesa. La idea de herir a esta niña, de
darle falsas esperanzas, la destrozaría.
¿Qué iba a hacer Drew?
Llegó a la casa de Callum. Todas las luces seguían encendidas. Después
de estacionar el coche, se bajó y fue al lado de Meghan. La niña se tambaleó al
salir del coche. La tomó en brazos, se precipitó hacia delante y llamó a la puerta.
Incluso su mano apretada temblaba.
Callum abrió la puerta con una gran sonrisa en la cara, que rápidamente
se convirtió en un ceño fruncido al mirarla. —¿Qué pasa?
—Drew me pidió que viniera aquí.
—¿Pero por qué?
Leah apareció por la esquina, al igual que Rebecca.
—Meghan—, dijo Rebecca.
Dejó en el suelo a Meghan, que salió corriendo con su prima.
Pasando los dedos por su pelo, Callie lo miró. —Tilly, ella... ha vuelto. Eh,
ella, ella iba a hacer daño a Meghan. La detuve. Drew me dijo que viniera aquí
contigo.
Callum cerró la puerta. Le puso una mano en el hombro, pero ella se
apartó de su contacto.
—Drew me dijo cómo solía ser ella. ¿Sabes lo que solía hacer?
Callum asintió, metiendo las manos en los bolsillos.
—¿Ella podría hacerle daño?
—Drew puede defenderse.
—¿Pero nunca golpearía a una mujer?
—No.
Sacudió la cabeza. —Es demasiado arriesgado. No podemos dejar que...
—No—, dijo Callum. —Drew puede manejar esto. Él las envió a ti y a
Meghan aquí. Es nuestro trabajo protegerlas.

112
—¿Pero quién va a protegerle a él?
—Drew puede cuidarse a sí mismo. Sólo vas a tener que confiar en él.
Ella no quería que Drew se cuidara a sí mismo ni que se pusiera en ningún
tipo de peligro. Esto era jodidamente enfermizo.
Miró a Leah, que se acercó inmediatamente. —Todo va a estar bien.
Las palabras eran bonitas, pero también se sentían vacías.
¿Por qué había vuelto Tilly a la ciudad?

113
Capítulo 11
Ver a Callie alejarse molestó a Drew. No quería obligarla a marcharse.
Tilly las vio irse, girando sobre sus talones y desplomándose en el sofá
donde hace unos días se había follado a Callie.
Al ver a esta mujer, se sintió furioso.
Durante un año, no había tenido noticias de ella, ni de su investigador
privado. Llegó a casa y encontró la casa destrozada, la ropa de ella
desaparecida, y tuvo que averiguar cómo cuidar de una niña, mantener una
casa y su trabajo. Envió los papeles del divorcio. No quería estar casado con
esta mujer.
—Realmente te has dejado llevar si crees que estar con eso es un paso
más arriba que yo. Vamos, Drew, la odiabas.
—¿Por qué estás aquí?
—Quieres el divorcio y viendo que te acuestas con ella, y arruinas mi
reputación por eso, no veo una razón por la que deba concedértelo. Adulterio
y todo eso.
—Adulterio—. Se rió para sí mismo. —Durante todo el tiempo que
estuvimos casados no me acosté con nadie. Sé a ciencia cierta que te acostaste
con una docena de hombres. Todos ellos se pondrán gustosamente de mi parte
y dirán a los tribunales exactamente la clase de zorra que eres.
—Sí, y yo tomaré la custodia de Meghan.
—Inténtalo, Tilly. Por la forma en que reaccionaste en aquel momento,
nadie en el mundo te daría la custodia. La gente de aquí te conoce. No tienes
trabajo, no eres estable, y estoy bastante seguro de que la gente sabe qué clase
de persona eres.

114
—Oh, quieres decir porque me enfrenté a ti. Porque no dejé que me
hicieras daño—. Tilly se puso de pie. —Siempre hay formas de conseguir que la
verdad se vea tal y como yo la necesito. No quería que me hicieras daño, Drew,
así que te hice daño para que no me atacaras—. Se cubrió la cara. —No me
hagas daño, por favor, no me hagas daño.
—No puedo creer que me haya casado contigo.
—Si no terminas esta farsa con esa perra, te haré pagar. Haré que todo
el pueblo crea que eres un golpeador y que yo soy la víctima.
—Realmente te importa tanto con quién salgo.
Ella se estremeció. —Por favor, no uses ese término—. Tilly se encogió.
—Es horrible. Me refiero a toda esa grasa.
—Es más mujer de lo que tú nunca serás.
Debería haber visto el puñetazo. No lo dejó fuera de combate, pero se
tambaleó hacia atrás, ahuecando su cara.
—No, no es más mujer que yo. Soy la mejor que has tenido, Drew. Haz lo
que te digo o te arrepentirás del día en que la tomaste a ella en lugar de a mí—
. Tilly se puso en pie. —No puedo quedarme aquí. Cuando termines de
deshacerte de la suciedad, limpia este lugar de ella.
Tilly salió de la casa y él se tocó el ojo. Iba a tener moratones mañana.
Joder. Nunca había denunciado los abusos de Tilly.
Ahora estaba jodido.
Tilly podría hacerse la víctima.
No quería perder a Callie, ni quería tener que pasar por una batalla por la
custodia para tener a su pequeña.
La puerta se abrió.
—Drew, ¿dónde estás?— dijo Callum, el pánico en su voz era claro.
—Estoy aquí. Estoy aquí. No voy a ninguna parte.
Callum cerró la puerta de golpe. —¿Dónde está la puta?

115
—Se ha ido. Ha hecho su daño y ahora se ha ido.
Se desplomó en el sofá. Todo lo que quería era que Callie lo envolviera,
que lo abrazara, pero en su lugar, tenía el vacío.
—¿Callie fue a verte?
—Sí, está a salvo.
—Bien. No quería que le pasara nada. Tilly quiso golpear a Meghan.
Deberías haber visto a Callie. Ella estuvo... increíble—. Hizo una mueca de dolor.
—¿Te golpeó en el ojo?— preguntó Callum.
—Sí. Supongo que después de un año de no esquivar sus puños, olvidé
cómo le gusta atacar cuando menos lo espero.
—Traeré algo de hielo.
—Está bien. Puedo manejarlo.
—No seas un idiota. Te traeré un poco de hielo.
—Demasiado como para ser un buen hermano mayor.
—Estoy siendo un buen hermano mayor. Te voy a traer un poco de hielo
para que puedas controlar los moretones. Ya parece que te va a dejar un bonito
ojo morado en la cara—. La voz de Callum se apagó. —Vas a tener que llamar a
la policía.
—¿Y decirles qué? ¿Que siento no haber podido cuidarme, que me ha
pegado una chica?
—Esto no es el instituto, Drew. En cualquier otro caso, tú les dirías que
denunciaran su culo a la policía. Es hora de que te tomes este asunto en serio.
Ella ha vuelto y supongo que por el ojo golpeado, no vas a tener un divorcio
fácil.
—Ella quiere que me deshaga de Callie. Si no lo hago, va a alegar que fui
yo quien la hirió y que ella sólo se defendió. Entonces me quitará a Meghan.
—Tienes que denunciarla—, dijo él.
—Callum, ¿de qué serviría?

116
—Me importa una mierda. No voy a escuchar más esta mierda.
—¿Quién la trajo aquí?— preguntó Drew.
—¿Qué?
—Tilly, ha estado fuera un año entero. ¿Por qué ahora? ¿Por qué iba a
aparecer cuando yo estaba siguiendo adelante? Ella ya sabía lo de Callie. Vino
aquí con una misión. Ya sabía lo que iba a hacer. ¿Cómo lo sabía?
—No lo sé.
—Alguien se lo dijo.
—¿Quién crees?— preguntó Callum.
—¿Fuiste tú?— preguntó Drew.
—Joder, no. Odiaba a esa zorra. Yo era el que tenía que lidiar con las
consecuencias cada vez que su temperamento estallaba. No te haría eso a ti.
—No, pero tal vez mi madre lo haría—, dijo él.
—No. Mamá no haría esto.
—Le preguntó a Callie qué haría si Tilly volvía y yo hacía lo correcto.
—Venga, ¿nuestros padres?
—No nuestros padres. Mamá. Ella lo hizo. Sé que ella lo hizo.
—Yo...— Su hermano no podía negarlo. —Mira, nos ocuparemos de eso
en otro momento. Por ahora, voy a llamar a Michael.
—¿Por qué?
—Va a informar de tu ojo, y luego nos ocuparemos de esto a partir de
ahí.
Drew apretó la bolsa de guisantes congelados en su ojo y trató de no
entrar en pánico. Hablar con alguien de esto lo perturbaba. Esto no era lo que
él quería hacer, y no quería que nadie lo supiera.
Callum colgó. —Michael está en camino.
—Yay.
—Drew, en serio, estoy aquí, ¿de acuerdo?

117
Las lágrimas llenaron los ojos de Drew. —Estás aquí. Si estuvieras aquí,
le dirías a Michael que no se molestara en venir.
—No hay vergüenza en ésto.
—Callum, para.
Su hermano tomó su mano, apretándola con fuerza. —Estoy aquí por ti.
Has hecho lo suficiente. Has pagado lo suficiente. Meghan es una chica
hermosa. Tilly no es parte de eso. Tú lo eres. No tienes que seguir luchando y,
por mi parte, no voy a dejar que ella venga a arruinar tu vida. No vas a tener
que elegir entre Callie o Tilly. No es una elección que vayas a tener que hacer.
—Me golpeó una chica. ¿Sabes cómo suena?— No podía... no quería... él
no era este tipo de persona. —No le tengo miedo a Tilly.
—Lo sé. No te golpeó una chica, Drew. Has sido agredido físicamente por
Tilly durante años. Has sido atacado, herido, y no tienes que sufrir esto nunca
más.
—Pero no soy mejor que ella. Le hice daño a Callie.
—¿Alguna vez golpeaste a Callie? ¿Alguna vez la atacaste con una sartén?
¿Con una plancha? ¿Alguna vez la hiciste acurrucarse en una esquina,
meciéndose? Te vi después de que te golpeara con la plancha, Drew. Te
sentaste en la guardería mientras Meghan dormía. Creíste que no te había
visto, pero lo hice. Te meciste y sollozaste, y no pude ayudarte. No eres un
monstruo. Fuiste un adolescente imbécil, pero ya no. No tienes que sufrir así.
Ni ahora, ni nunca más. Vas a volver a estar completo. Te lo prometo.
Llamaron a la puerta.
—No me iré de tu lado después de abrir esa puerta.
Callum se fue y escuchó a Michael. Había tratado con el sheriff unas
cuantas veces. Sin embargo, nunca había tenido problemas con él.
Michael entró en la habitación. —Hola, Drew.
Bajó los guisantes.

118
—Callum me ha puesto al corriente. Creo que es hora de que empieces
a hablar y no quiero que te dejes nada.
—¿Aunque me haga parecer un marica?
—No eres un marica, hijo. Empieza por el principio y no te dejes nada—.
Callum se sentó a su lado. La presencia de su hermano le proporcionó la
fuerza que necesitaba. Apretando los dientes, las lágrimas cayeron, abrió los
labios y empezó a hablar del infierno que había sido su vida antes de este último
año.
****
—Menos mal que Callum aún no ha vuelto, ¿verdad?— preguntó Callie.
Se sentó con Leah, tomando una taza de chocolate caliente humeante
mientras Leah daba un sorbo a su vino.
—Así es. Si hubiera algo de lo que preocuparse, te prometo que Callum
habría llamado. No me dejaría preocupada por nada.
Eso no la llenó de alegría. —¿Has conocido a Tilly?
—Un par de veces, pero Callum sabía que yo no era su mayor fan. No me
gustaba cómo ignoraba a Meghan. Fuimos al parque un par de veces. Sabía
que los padres de Drew no querían saber nada de ella, así que intenté mantener
la unión familiar, pero no funcionó. Tilly siempre estaba más interesada en los
hombres que iban y venían. Nunca tuvo tiempo para Meghan. Unas cuantas
veces me pareció ver moretones en ella, se lo dije a Callum. ¿La conocías?
—La conocí. Era una zorra de primera clase en el instituto. La odiaba.
Ella... no era agradable. Me siento mal diciendo eso porque ella es parte de
Meghan. Amo a Meghan—. Apretó los labios.
—Creo que es seguro decir que tienes algunos sentimientos muy fuertes
por su padre.
—Me importa mucho Drew—. Respiró profundamente. —Lo siento. Me
siento un poco asustada. ¿Qué pasa si él la acepta de nuevo?

119
—No va a pasar.
—¿Tan segura estás?
—Sí.— Leah tomó su mano. —Tienes que aprender a creer.
—Ojalá compartiera tu entusiasmo.
Leah se rió.
La puerta principal se abrió y Callie se puso en pie. Se dirigió a la entrada
y vio a Callum con Drew. No sabía si debía ir hacia él o no. La puerta se cerró y
Drew levantó la vista.
—¿Qué ha hecho?— dijo Callie. A la mierda lo que era correcto o no, o
incluso su propio dolor. Estaba furiosa. Se apresuró a acercarse a Drew y le
tocó la cara.
—Está bien.
—¿Te ha pegado?
—No es nada.
—Creo que ustedes dos deberían hablar—, dijo Callum. —Leah y yo
estaremos en la cocina.
Drew asintió.
Su estómago se retorció en nudos. ¿Era ahora cuando le decía que la
dejaba? ¿Que no quería saber nada más de ella?
Mordiéndose el labio, lo miró y esperó.
—¿Qué pasa?—, le preguntó él.
—No es nada.
—Es algo, habla conmigo—, dijo él, sosteniéndole el rostro.
—Estás rompiendo conmigo, ¿verdad? Porque ella ha vuelto.
—Diablos, no. Al diablo con eso. No—. Él estampó sus labios en los de
ella. Ella gimió su nombre mientras él recorría sus labios con la lengua. —Tú y
Meghan, no puedo renunciar a ustedes. No quiero perderlas nunca—. Le

120
acarició la cara. —Me has dado tanta felicidad. No voy a dejarte ir—. La besó de
nuevo. —Tilly hizo algunas demandas.
—¿Ella lo hizo?
—Ella quiere que me deshaga de ti. Si no lo hago, va a hacer creer a todo
el pueblo que la golpeé. Que la única razón por la que me pegó fue para
defenderse y que una mujer tiene que aprender a cuidarse.
—No, no lo haría, ¿verdad?
—Si no hago lo que me pide, hay más.
—¿Qué más podría querer?
—Ella tomará la custodia completa de Meghan.
—Pero ella iba a golpearla. Su bofetada no iba dirigida a mí.
—Lo sé. Sin embargo, está bien.
—¿Vas a hacer lo que ella quiere?
Negó con la cabeza. —No. Callum llamó a Michael.
—¿El sheriff Michael?
—Sí.
—¿Por qué?
—Le conté todo. Le conté todo el maltrato. La violencia. No dejé nada
fuera. No tengo más pruebas que un ojo morado—. Apretó los labios. —No voy
a dejar que se interponga entre nosotros, Callie. Puede intentarlo, pero eres la
única mujer que quiero.
Las lágrimas llenaron sus ojos. —Pensé que volverías con ella.
—Nunca. No quiero a nadie más.
Lo rodeó con sus brazos y lo estrechó. —Estaré aquí. Te lo prometo. No
dejaré que haga daño a Meghan. Sé que no es mi lugar. Ella es su madre y sé
que no debo interferir.
—Callie, has sido más madre para Meghan que ella. Ibas a protegerla
aunque podría haberte golpeado en el proceso.

121
—Puedo manejar los golpes de Tilly, créeme, lo he hecho durante mucho
tiempo—. Se encogió de hombros.
—¿Qué?
—En el instituto. Tilly solía seguirme al baño. Creo que lo hacía. Siempre
estaba sola. Le gustaba pegarme. Golpearme. Nunca me defendí. Ni una sola
vez—. Respiró profundamente. —Sé lo que es tener miedo de ella—. Le acarició
la cara.
—Lo siento muchísimo.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Yo estaba con ella. Fui parte de todo esto. Te hice daño y debería
haberte protegido.
—Drew, no lo sabías.
—Pero aún así, yo te hostigaba.
—Te perdono.
—No deberías.
—Puedo hacerlo si quiero, y lo hago. Te perdono—. Se puso de puntillas
y depositó un beso en sus labios. —No puedes devolver mi perdón. Tienes que
aceptarlo.
Él la rodeó con sus brazos, apretando su cara contra su cuello. —No sé
qué he hecho para merecerte, pero no voy a dejarte ir nunca, Callie. Quiero
quedarme contigo para siempre.
Como había sido niñera durante más de diez años, sabía lo que se sentía
cuando un niño le decía que la quería, que no quería que se fuera nunca. Pero
las circunstancias cambiaban. Se hacían mayores. No se derramaban lágrimas.
Sólo un simple adiós, y sus servicios ya no eran necesarios. Nadie había querido
conservarla más tiempo del necesario.
Estando en los brazos de Drew, se sentía en paz y completa.
Él la quería, al igual que ella a él. Estaban seguros juntos, unidos.

122
En ese momento, supo que amaba a este hombre. Su hostigador del
pasado se había convertido, de alguna manera, en el amor de su vida.

123
Capítulo 12
Al día siguiente, Drew llevó a Callie y a Meghan de vuelta a casa. No iba
a esconderse de su pasado ni de la mujer que había hecho de su vida un
infierno. Al estar a merced de Tilly durante tanto tiempo y finalmente liberarse
diciendo la verdad, había llegado a ver que no se equivocaba por haber sido
golpeado. No, Tilly estaba equivocada por hacerle daño.
Él no era débil.
Era fuerte.
No iba a permitir nunca más que esa mujer lo manipulara, ni que
arriesgara su felicidad por sus malditos caprichos. No ahora. Ni nunca más.
Casarse con Tilly fue su error y él se encargaría de recoger los pedazos, sin duda
alguna.
Sus padres habían tenido razón desde el principio y ahora necesitaba ir
a verlos.
Al estacionar su auto frente a la casa de sus padres, vio a ambos de
rodillas, desmalezando un terreno demasiado crecido.
Sus padres nunca habían visto las consecuencias del trabajo de Tilly. Esta
vez, no se escondió de ellos.
Su padre lo vio primero y se levantó de sus rodillas. —Hijo, ¿está todo
bien?
No miró a su padre. En cambio, miró a su madre. —Esto es por tu culpa.
—¿Drew?— preguntó Killian.
Jane se puso en pie y se acercó.
—Para alguien que decía odiarla, ¿por qué la has llamado?—, preguntó
Drew.

124
—Mira, hijo, no sé exactamente qué está pasando aquí, pero no me
gustan tus acusaciones. No nos gusta Tilly y de ninguna manera habríamos
hecho esa llamada.
—Tú no lo hiciste—, dijo Drew. —Ella lo hizo. ¿Saben? Los dos tenían
razón con respecto a Tilly. No me atrevía a admitirlo. No quería estar de
acuerdo con ustedes en que arruiné mi vida. Por primera vez, pienso con
claridad y no me avergüenza admitir que mi vida con esa mujer fue un infierno.
Nunca le levanté la mano, pero esto, esto era algo habitual—. Señaló su ojo. —
Claro, no siempre era el ojo. A veces eran mis costillas, mis piernas, incluso mi
polla. Me pegaba, me abofeteaba. A veces me dejaba moretones. Una vez tuve
que defenderme porque me atacó con una cacerola, una sartén. Durante un
año, me alejé de ella. Encontré a otra persona. Encontré a Callie. La chica a la
que hostigaba en el instituto es la única persona que tiene la capacidad de
poner una sonrisa en mi cara. Me despierto junto a ella y sé lo que es la
verdadera felicidad. Sé por qué papá es tan posesivo contigo. Te ama. No puede
imaginar la vida sin ti—. Se detuvo. —Supongo que eso significa que amo a
Callie.
Se rió. —Todavía no se lo he dicho. Lo haré—. Miró a su madre. —¿Por
qué la has llamado para que venga?
A su madre le corrían las lágrimas por la cara.
—Dime que no es cierto, Jane—, dijo Killian.
—No sabía que te había hecho daño, hijo. Nunca haría nada que te hiciera
daño. Tienes que creerlo.
—¿La llamaste?— preguntó Killian.
—Vi la forma en que Drew miraba a Callie. Esa chica es un encanto y no
quería que esa zorra lo estropeara. Pensé que si venía a la ciudad, vería que
estaba haciendo daño a mi hijo. Pensé que ella haría lo correcto. No tenía idea
de que esto pasaría—.

125
—Tilly no tiene un hueso bueno o decente en su cuerpo. No sabe cómo
ser buena. Puede intentar quitarme a Meghan. Si no fuera por Callum, podría
haber tenido el poder de destruirme. Ya no. No quiero que se acerque a mí.
—Drew, no era mi intención que esto sucediera.
Levantó la mano, sin querer escuchar más. Su madre, sin importar sus
intenciones, le había causado dolor y ahora, no quería ser parte de ellos.
Necesitaba tiempo para recuperarse, para aceptar, para perdonar.
Su padre negó con la cabeza. —No lo creo.
Drew giró sobre sus talones y se fue. Volvió a subir a su coche y condujo
hasta su casa. Callum había insistido en que no fuera a trabajar ese día y se
quedara con Callie y Meghan. Su hija había tenido una pesadilla la noche
anterior y él había acabado durmiendo a su lado. Sin embargo, Callie había
venido con él. Ahora mismo, su apoyo era todo lo que necesitaba. Cuando se
trataba de sus padres, tenía que ocuparse él mismo de la situación.
Conduciendo de vuelta a la ciudad, con todo lo que había pasado en las
últimas veinticuatro horas, se sintió libre. Ya no llevaba un secreto, ni mentía a
la gente. Tilly estaba en la ciudad y esta vez no iba a ganar. No permitiría que
se llevara a su hija ni que ganara. Su tiempo para ceder ante ella había llegado
a su fin. Sin embargo, había llegado a una conclusión. Callie no estaba para un
poco de diversión. Ella era más. Lo era todo.
Se había enamorado de ella y ahora, no iba a dejarla ir. Había llegado a él
como niñera, pero se había convertido en algo más que eso.
Al entrar en su casa, oyó las risas de Meghan y se dirigió a la cocina,
donde las encontró haciendo galletas.
—Papi—, dijo Meghan mientras Callie le daba un codazo en el hombro
para avisarle de que estaba aquí.
—Hola, mi pequeña panadera—. Le besó la mejilla, entrando en la cocina
para besar la mejilla de Callie. —¿Cómo están?

126
—Estamos bien. Nos estamos encargando de la alimentación de todos,
¿verdad, Meghan?
—Sí. Voy a llevar estas galletas a la escuela para gustarle a todo el
mundo.
—¿La escuela?—, preguntó él.
—Tiene una introducción mañana. Te lo dije.
Apretó los labios, ya que con todo lo que había pasado, se había
olvidado.
—¿Te has olvidado, papi?
—No, no, estaré allí y lo recuerdo todo.
Callie sonrió. —Pequeñas mentiras blancas—, dijo para que él la
escuchara.
—Son necesarias. He tenido muchas cosas en la cabeza.
—Bueno, espero poder aclararlo para ti.
Él la miró fijamente, completamente sorprendido de que nunca la
hubiera mirado realmente. —Te amo—, le dijo él.
Esto hizo que ella se congelara. —¿Qué?
—Ya me has oído. Estoy enamorado de ti, Callie Stewart.
Su boca se abrió.
Meghan no les prestó ninguna atención.
Le encantaba que fuera capaz de hacerla callar. Extendiendo la mano, la
sujetó y la acercó. Rodeando su cintura con los brazos, la miró fijamente a los
ojos. —Estoy completa y totalmente enamorado de ti y cuando me divorcie,
quiero casarme contigo.
—¿Esto es una propuesta?
—Lo es.
—Tienes una forma extraña de demostrarlo.

127
—Lo sé.— Le echó la cabeza hacia atrás y presionó su boca contra sus
labios. Ella se abrió, sin resistirse a él. Él continuó besando hasta llegar a su
oreja. —No creas que no sé que también tenemos que hacer una prueba de
embarazo.
Ella se tensó.
—Es muy posible que estés embarazada de mi hijo—. Él se apartó para
mirarla a los ojos.
—¿Cómo lo has sabido?
—Nunca te he visto tomar ninguna protección y bueno, siendo el imbécil
que soy, yo tampoco lo hice.
Meghan seguía perdida en su pequeño mundo, tarareando para sí
misma. No tenía motivos para sacarla de él.
Después de apartar el pelo de Callie de su cara, se lo agarró.
—Yo... también te amo—, dijo ella. Su cara estaba muy roja.
—¿Te da vergüenza?
—Un poco.
—No te avergüences, porque te amo y finalmente decirte las palabras se
siente increíble—. La besó de nuevo y ella gimió, rodeándolo con sus brazos.
—Todavía tienes que conseguir ese divorcio.
—Trabajaré en ello. Mientras tanto, tenemos que averiguar si tengo
razón o no sobre tu embarazo.
—Probablemente no lo esté—, dijo ella.
Él le pasó la mano por la espalda, yendo hacia su estómago, para
ahuecarla. —Ya veremos.
—Callie, ¿cómo se ve esto?— preguntó Meghan, apartando la atención
de ella.
La dejó ir, pero se quedó en la cocina. Parecía que Meghan había
garabateado sobre una galleta.

128
—Tiene un aspecto precioso. Aunque creo que la próxima vez tenemos
que hacer un contorno—. Callie besó la mejilla de Meghan.
No pudo evitar mirarla. Tenía un talento natural. Meghan prosperaba a
su alrededor y él por fin había sabido lo que significaba enamorarse.
—Voy a salir. Volveré en un rato—. Iba a conseguir esa prueba de
embarazo porque esta noche quería saber si finalmente había reclamado a
Callie como suya.
****
—Nunca he hecho uno de estos—, dijo Callie más tarde esa misma noche.
Sostenía la prueba de embarazo con Drew a su lado. —Es bastante
sencillo. Orinas en un palo y todo estará bien.
—¿Y qué pasa si no lo estoy?—, preguntó ella. —¿Y si es negativo?
—Entonces seguimos intentándolo hasta que estés embarazada.
—¿Y si es positivo?
—Me casaré contigo.
—Todavía estás casado.
—Es un tecnicismo. Estoy trabajando para tener mi libertad.
—¿Estás seguro de que no la echarás de menos? Te casaste con ella. ¿No
la amabas?
—No, no la amaba. Me casé con ella por Meghan. Hice lo correcto por
ella.
—¿Eso significa que harás lo correcto por mí?
Negó con la cabeza. —Me casaré contigo porque estoy enamorado de ti
y no puedo imaginarme compartiendo mi vida con nadie más. Nunca me había
sentido así—. Le tomó la mano, uniendo sus dedos. —Tienes que creerme.
—Lo hago. Te creo—. Ella le besó la mejilla. —Voy a ir a hacer esto.

129
Saliendo de su dormitorio, ella se dirigió al baño que compartía con
Meghan pero Drew se aclaró la garganta. —Hay un baño que funciona
perfectamente por ahí.
—Claro, por supuesto—. Ella se rió. —La fuerza de la costumbre.
—Es una de la que te voy a sacar.
Ella ya no dormía en la habitación que él le había dado. Todas sus noches
las pasaba en su cama, amándolo. Tras entrar en el baño, dejó la prueba sobre
la encimera y respiró profundamente varias veces. —Puedo hacerlo.
Al abrir la caja, le tembló la mano, pero a ella no le importó. Se sentó en
el inodoro y esperó y esperó.
Después de al menos cinco minutos, Drew se acercó a la puerta,
apoyándose en ella. —¿Qué pasa?
—Nada. Sólo, ya sabes, esperando.
Él se rió.
—No creo que el hecho de que me mires vaya a ayudar.
—Es algo retorcido.
—Por favor, déjame hacer esto.
Él asintió y se alejó. Ella no dudaba de que estaba cerca.
Respirando profundamente, ella orinó en el palo. Estaba hecho. Su
destino estaba ahora en manos de la prueba de embarazo. Tras dejar la prueba
en la encimera, se lavó las manos y tiró de la cadena. En el momento en que el
inodoro se apagó, Drew llegó a su lado. Deslizó los dedos en su pelo y empezó
a masajearle las sienes. —¿Estás bien?
—Sí, ya me conoces, estoy bien. Puedo soportar totalmente estar
embarazada.
—¿Nunca te has hecho una prueba?
—Nunca lo he necesitado. Mi cuerpo es como un reloj.
—¿Cómo te sientes?

130
—Nerviosa. No sé si quiero que sea positivo o negativo. Me da un poco
de miedo—. Apoyó la cabeza en su hombro. —¿Y si es positivo y Meghan me
odia?
—Meghan nunca podría odiarte. Cuando sea una adolescente quizás.
Podría ser malhumorada.
Ella se rió. No pudo evitarlo. —¿Vas a mantenerme cerca para verlo?
—Callie, cuando me divorcie de Tilly y me case contigo, no tengo
intención de divorciarme de ti. Eres la mujer adecuada para mí, y espero que
esa prueba me diga lo que necesito oír—. Besó sus labios.
—Creo que es el momento.
—Voy a mirar—, dijo él.
Ella se apartó mientras él avanzaba. Tomó la caja, leyendo el lado del
paquete y luego recogiendo la prueba. No dio nada a conocer. Era un abogado
hasta la médula.
—¿Qué dice?
—Dice que eres toda mía.
Ella se llevó una mano al estómago. —¿Estoy embarazada?
—Sí. Estás embarazada. Vamos a tener un bebé—. Se precipitó hacia ella,
la levantó en brazos y la hizo girar. Ella no podía dejar de reír. La felicidad la
consumía.
Le rodeó la cintura con los brazos y lo besó con fuerza.
—Tengo que hacerte el amor—, dijo él, llevándola de vuelta a la cama.
Antes de que ella pudiera pronunciar una sola palabra, él le levantó la ropa por
encima de la cabeza y la tiró a un lado. Le arrancó los vaqueros hasta dejarla
completamente desnuda. Le dio un beso en el estómago y luego se alejó. Ella
observó como él se deshacía de toda su ropa. Era un hombre sexy y hermoso.

131
Mientras ella retrocedía para recostarse contra las almohadas, él se unió
a ella, abriendo sus piernas mientras se acomodaba entre ellas. Le besó el coño
y ella gritó, arqueándose contra él, queriendo más, mucho más.
—Voy a pasar años amando este cuerpo, recuperando el tiempo perdido.
—¿Tiempo perdido?
—Podría haberte tenido en el instituto si hubiera abierto los ojos. No
volveré a cometer ese error. Eres mía, Callie, por ahora, para siempre, y me
aseguraré de que sientas mi amor cada día—. Besó todo el cuerpo de ella,
tomándose su tiempo en cada uno de sus pechos, chupando sus pezones y
luego tomando un beso de sus labios.
Presionó su pelvis contra ella. El calor de él se instaló en su coño cuando
empezó a acariciar su clítoris. No había prisa.
Después de haberle devorado los labios, bajó, besando todo el camino
hasta su coño. Le agarró el culo, y sus labios estaban sobre ella, lamiéndola y
chupándola. Gritó su nombre mientras la mordía, acariciando su clítoris antes
de chuparlo entre sus dientes.
—Sí—, dijo ella.
—Quiero que te corras en mi cara y luego te voy a follar, Callie.
Él continuó lamiendo su coño y no pasó mucho tiempo antes de que ella
sintiera las primeras espirales de liberación. Cada una de ellas se convirtió en
una fiebre mientras él la lanzaba al éxtasis. Gritó su nombre y amortiguó el
sonido tomando una almohada y colocándola sobre su cabeza.
Drew se la quitó de la cara mientras se movía entre sus muslos. La abrió
y su polla le acarició la entrada. Ella se abrió para él, rodeando su cintura con
las piernas mientras él empezaba a penetrarla lentamente. Aumentó el ritmo,
profundizando y retirándose, y luego un poco más. Al mismo tiempo, le
acariciaba las tetas mientras ella seguía sintiendo las réplicas de su propia
liberación.

132
Mordiéndose el labio, gimió su nombre, desesperada y hambrienta de
más.
Él se lo dio. Jadeó cuando él penetró profundamente, golpeando dentro
de sus paredes, haciéndola doler. Estaba hambrienta de él, de todo él.
—Por favor, por favor—, dijo ella.
—Lo sé. Te siento, Callie. Eres jodidamente increíble. No puedo tener
suficiente de ti—. Se tragó sus gritos y gemidos mientras seguía haciéndole el
amor.
Bajaba la velocidad, aceleraba, y cuando capturó sus manos, sujetándola
a la cama, ella supo que él iba a buscar su liberación. Lo observó mientras él
encontraba ese punto álgido y se lanzaba sobre el borde antes de desplomarse
sobre ella.
La cabeza de él se acurrucó entre sus pechos. Ella le acarició el pelo hacia
atrás, contenta, saciada y enamorada. Lo besó.
—Lo siento, Callie, y voy a compensarte.
Ella sonrió. —Tienes que dejar de disculparte. Te amo y te perdono. No
habría dicho que sí a tu propuesta si no lo dijera en serio.
Él levantó la cabeza. —¿Dijiste que sí?
—¿No te lo había dicho?
Él sacudió la cabeza.
—Culpa mía. Sí, Drew Gold, me casaré contigo.

133
Capítulo 13
—¿Crees que va a estar bien?— preguntó Drew. Era la primera vez que
dejaba a Meghan. Durante la primera hora, se había quedado con ella, pero
luego los profesores habían pedido a los padres que dieran a los niños la
oportunidad de explorar. Era la hora de comer y Callie le había preparado a
Meghan un almuerzo.
—Sólo tenemos que esperar una hora más y luego podemos ir a
buscarla—. Callie le sujetó la mano.
—¿Estás nerviosa?— preguntó Drew.
—Sólo por Meghan. Sé que está en buenas manos.
—Has visto al hostigador allí, ¿no?
—Estaba allí en la misma clase, pero todo estará bien—, dijo ella.
—No está bien. Quiero estrangular a un niño que ni siquiera conozco
porque ha hecho daño a mi hija.
—No está bien pero no lo vas a hacer. Tiene cuatro años y nunca viste a
mis padres ir a hacerte daño—, dijo ella.
—Eso es diferente. Nunca les contaste a tus padres lo horrible que era
yo.
—Eso es cierto. Olvidemos esto—. Ella se metió otra patata frita en la
boca y él rodó las manos.
Él no le ocultaba sus sentimientos. El anillo de compromiso que había
encontrado para ella ya estaba en su bolsillo, y estaba esperando el momento
adecuado para pedírselo finalmente y hacerla suya. Ahora mismo, estaban
sentados juntos, disfrutando del almuerzo mientras esperaban el momento de
ir a buscar a Meghan.
—¿Ella va a estar bien?

134
—Meghan es increíble. Va a ser una luchadora muy fuerte. No tienes
nada de qué preocuparte cuando se trata de ella y sus habilidades. Te lo
prometo.
—Tienes razón—. Él tomó otra patata frita. Realmente no podía saborear
su comida.
—¿Acaso recuerdas cómo fue tu primer día?
—Joder, no, fue hace tanto tiempo. ¿Y tú?
—No realmente... Recuerdo haber coloreado mucho, creo. Ahora
estamos aquí y lo superamos. Meghan es una luchadora. Es fuerte. Es sólo el
primer día de introducción. Cuando llegue septiembre, tendremos que aceptar
que va a estar allí a tiempo completo—. Ella apretó su cabeza contra la de él y
él ahuecó su mejilla, besándola allí mismo en el comedor.
Se apartó cuando alguien golpeó algo sobre la mesa. Tilly había entrado
en la cafetería y tenía una mirada asesina.
Se hizo el silencio en la sala.
Miró hacia abajo y vio que era una orden de alejamiento. —Estás
infringiendo la ley.
—¿Es una especie de broma? Me están investigando por maltrato
doméstico. ¿Eres tan jodidamente cobarde que ni siquiera puedes aguantar un
puñetazo?
La mano de Callie se apretó alrededor de él.
—Te sugiero que te vayas. Ahora mismo estás infringiendo la ley, Tilly.
Ella agarró su bebida, se la tiró a la cara y fue a lanzarle el vaso justo a la
cara. Callie, de alguna manera, le agarró la muñeca una vez más. Su mujer tenía
unos reflejos sorprendentes. ¿Eran todos los años cuidando niños, impidiendo
que se cayeran?
Ella sujetó la muñeca de Tilly y le quitó el vaso. —Eso no es muy
agradable.

135
—Suéltame, puta gorda. Eres una rompehogares, eso es lo que eres.
Callie permaneció de pie.
—Tilly, vete de aquí y firma los malditos papeles del divorcio, o me
aseguraré de que los cargos se mantengan—, dijo él.
—Cargos. Por favor, nadie va a acusar a una mujer de golpear a un
hombre. Somos más débiles que tú.
—En eso te equivocas—. Él se levantó. No iba a dejar que ella lo atacara,
no ahora. Esta mujer había drenado la última pizca de felicidad de su vida y no
permitiría que le quitara ni una pizca más de su dignidad. Lo que había vivido
estaba mal, ahora lo sabía, y no iba a dejar que ella le quitara nada de nuevo.
—Michael lo sabe todo.
—Voy a buscar a Meghan.
—No, no lo harás. No vas a ganar aquí, Tilly.
—¿Quieres decir que realmente estás eligiendo a esta perra gorda antes
que a mí?
—Estoy eligiendo a la mujer que amo. Me voy a casar con Callie, y tú,
fuiste el mayor error de mi vida.
Tilly atacó y fue a golpearlo, pero antes de que pudiera dar un solo golpe,
Callie la sujetó.
Observó conmocionado cómo Callie agarraba a Tilly con un candado de
contención.
—Veo que te gusta usar mucho los puños, pero sólo cuando crees que
nadie va a verte. En una habitación llena de testigos, te han visto. Pueden
testificar contra ti.
—No habrá necesidad de eso—, dijo Michael.
El sheriff había estado sentado en la parte trasera de la cafetería. Drew
ni siquiera lo había visto. Sólo esperaba que alguien lo hubiera llamado, pero
parecía que también había estado disfrutando de su almuerzo.

136
—Presentarás cargos y Tilly firmará los papeles del divorcio. Si sigue
negándose, sé que podemos pedir al tribunal que la obligue a hacerlo. Su
maltrato termina ahora.
Michael sacó las esposas y se las colocó en las muñecas, silenciándola.
Se llevaron a Tilly. Ella abandonó la lucha y Callie se metió en sus brazos.
—¿Estás bien?
—Sí, lo estoy. Creo que por fin ha terminado.
—No retires los cargos, Drew. ¿Y si le hace esto a otro hombre y se pone
peor? ¿Qué le dirías a una mujer en tus circunstancias?
—Ya sabes lo que diría.
—Entonces no dejes que se salga con la suya. Tú vales mucho más de lo
que crees—. Lo besó en los labios. —Y te amo. Aunque no lleguemos a casarnos.
—Me casaré contigo, Callie Stewart, tan pronto como pueda. Ahora,
vamos a por nuestra hija.
****
Tres meses después

—Estás preciosa—, dijo la madre de Callie, Doreen.


—Gracias, mamá—. Puso la mano en su redondeado vientre mientras
Leah le sonreía.
—¿Se mueve?
—Sí, un montón hoy—. El vestido de novia que había elegido estaba
diseñado para ocultar el bulto del embarazo que ahora tenía. Tilly había firmado
los papeles del divorcio con la esperanza de cumplir con los servicios
comunitarios. Finalmente admitió la agresión y ya no se le permitió entrar en
la ciudad. Tenía que mantenerse alejada de Drew. También se había negociado
para que una trabajadora social la ayudara si deseaba pasar tiempo con

137
Meghan. Tilly había dicho a todos que no tenía una hija. En el momento en que
salió de la ciudad, no habían tenido noticias de ella. Callum se había asegurado
de que firmara un documento legal en el que renunciaba a su derecho de
paternidad en la vida de Meghan.
Era su propia elección, y lo había firmado sin ningún problema.
—Estás muy bonita. Como una princesa—, dijo Meghan.
La niña de Drew estaba de pie con un vestido rosa, con un aspecto muy
dulce. Hoy llevaba los anillos y lanzaría flores mientras caminaba por el pasillo.
—No tan hermosa como tú. Tú eres la especial aquí—. Le besó la mejilla.
—Gracias, mamá—, dijo Meghan.
Meghan llevaba un par de meses llamándola mamá. A Drew no le
importaba y Callie quería a la niña como si fuera suya.
—¿Estás preparada para esto?
—Sí, creo que sí—, dijo ella.
Su madre le entregó las flores. —Tu padre está esperando, y también tu
prometido. Es hora de enseñarles a todos cómo se hace.
Leah le besó la mejilla y Meghan la abrazó con fuerza.
Todos salieron delante de ella, y salió de la habitación para ver a su padre,
Jim, esperando.
—Siempre imaginé este día. Hay que reconocer que el novio siempre
estaba muerto antes de que llegaras a él.
—¿Papá?
—Sé que tú y Drew tienen mucha historia juntos. He oído rumores, pero
dime, ¿haces esto porque quieres?
—Sí. Lo amo, papá, más que nada.
—Bien, eso es lo que necesitaba oír—. Su padre le ahuecó la mejilla, le
inclinó la cabeza hacia delante y la besó. —Te quiero.

138
Ella lo tomó del brazo y caminaron hacia la entrada de la iglesia. Ella no
miró a los invitados. Su mirada se fijó en Drew, vestido de esmoquin. Sonrió.
Estaba muy elegante.
La canción de boda comenzó y ella caminó por el pasillo hacia su alma
gemela, el amor de su vida.
Su padre la entregó. Las mariposas de su estómago se calmaron y,
cuando estuvieron uno frente al otro, unidos, supo que esto era lo que siempre
debía ocurrir. Sus votos eran hermosos. Él le ofreció su vida y, a cambio, ella
hizo lo mismo. Estaban unidos y cuando llegó el momento de ser marido y
mujer, ella estaba más que preparada para su beso.
—Ahora eres mía, preciosa, para siempre.
—No me parece mal—. Ella ahuecó su cara y lo besó de nuevo con más
fuerza.

139
Epilogo

Diez años después

Drew entró en su casa y se desató el caos. Esto era lo que más le gustaba
de llegar a casa. No importaba la hora del día, siempre había alguien esperando.
Él y Callie llevaban casados diez dichosos años, y cuatro hijos después,
bueno, si conseguían un momento libre para llamarlo suyo, eran afortunados.
Al menos podía dejar a sus hijos con Callum para poder hacer el amor con su
mujer sin interrupciones.
Al entrar en la cocina, vio a su mujer de pie en la puerta con vistas al
jardín. Tenía un aspecto impresionante y él no se cansaba de verla. Ella no tenía
ni idea de que había perseguido a su profesor y había conseguido que el
hombre respondiera por los crímenes que había cometido contra ella y sus
compañeras. Ninguna mujer de la universidad debería ver resentida su
educación por culpa de un imbécil como él. En cuanto a su mujer, trabajó
durante un corto periodo de tiempo como consejera, pero prevaleció su amor
por ser ama de casa. Ayudaba a sus hijos y siempre estaba en casa para ellos y
para él.
—¿Quién es esta vez?
—Meghan, por supuesto.
Su malcriada hija adolescente, con gafas y aparato dental, estaba
sentada en los escalones del porche.
—¿Está llorando otra vez?— Rodeó a su mujer con los brazos, respirando.
Joder, la amaba tanto.
Mientras le besaba el cuello, se giró hacia él. —Ve y habla con ella.

140
—Ese es mi trabajo—. La besó de nuevo y salió al porche.
—Vete, papá.
Hacía tiempo que había perdido el título de papi. Meghan creía que era
demasiado mayor para llamarlo así. A los quince años, él podía imaginar por
qué.
Mientras él se sentaba a su lado, ella se limpió los ojos. En el proceso, se
subió las gafas por la nariz.
—¿Quieres decirme qué pasa?
—Jasper. Es un imbécil.
Dejó pasar eso.
—Sigue diciendo a todo el mundo que tengo cuatro ojos, y se burla de
mis aparatos. Es tan malo.
—¿Lloras delante de él?
—No. Por supuesto que no.
—Entonces ignóralo. Es un hostigador y una cosa sé con certeza, no le
hagas caso.
—¿No se enfadará?
—Probablemente, pero también puede hacer que se dé cuenta de que no
importa lo que diga o haga, no va a ganar. Eres más fuerte que él.
—¿Viste eso en Callie?
Nunca habían mentido a Meghan. Cuando ella había preguntado cómo
habían sido en el instituto, él había sido brutalmente honesto, y ahora, su hija
estaba experimentando los mismos problemas.
—No, no vi nada en Callie hasta que regresó. No te digo que vayas a tener
una gran historia de amor con este chico, pero no dejes que te afecte. Es un
imbécil y necesita madurar. Tú, querida, eres hermosa. Eres inteligente,
divertida, amable. Sí, incluso con tus aparatos y tus gafas.
Meghan se rió. —Gracias, papi.

141
Sonrió. Su niña seguía en algún lugar.
—Tengo que ir a terminar mis deberes.
Meghan volvió a entrar y segundos después, Callie se le unió. —¿Es un
imbécil?
—No sabía qué más decir.
—Creo que llegaste a ella.
—Sí, bueno, si resulta que este Jasper en realidad la ama, no voy a ser tan
indulgente como tu padre.
Callie se rió y se acurrucó contra él. —Te amo, Drew.
—Te amo más que a nada, mi amor.
Observaron cómo el sol empezaba a ponerse. En la casa, oyeron a sus
hijos mientras hacían ruido. Esta era su vida. Con su amor en sus brazos, no
quería nada más.

Fin

142

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