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Traducción realizada por Traducciones Cassandra


Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro
Traducción no oficial, puede presentar errores
Mira Davencourt vendió su cuerpo al diablo...
Cuando las deudas de juego de su único hermano se salen de
control, recurre a Drake Eastwood para que lo saque de apuros. Él
es un bully de su pasado, el que ella ha intentado olvidar durante
años. El despiadado hombre de negocios paga las deudas de Nigel,
pero quiere algo a cambio: Mira. Exige su vida, su cuerpo y, al
parecer, su vientre, pero nunca tendrá su corazón.
Ella firma a regañadientes el contrato para salvar a su
hermano.
Drake quiere demostrar a Mira que es una persona diferente al
bully que era en el instituto. Se ha abierto camino hacia el éxito sin
ayuda de nadie, sólo que no se había dado cuenta de lo solitaria que
sería la cima. Ahora que Mira ha firmado su contrato, no hay manera
de que la deje ir. Ella tendrá sus hijos y se convertirá en su esposa.
A cambio, él acabará con las deudas de su hermano y hará realidad
todos sus sueños.
Parece perfecto sobre el papel, pero la vida rara vez se
ajusta a los planes.
Mira Davencourt sabía que él lo hacía a propósito. Drake le
había dicho que se reuniera con él a las doce en punto. Ya habían
pasado veinte minutos. Su asistente personal no dejaba de sonreírle,
diciendo que él sólo tardaría un minuto. Respiró hondo y se echó un
mechón rubio hacia atrás. Sus nervios estaban a flor de piel.
Inspirando y exhalando, trató de usar sus respiraciones de
yoga. No se le daba muy bien el yoga, a pesar de que llevaba casi un
año haciéndolo. En todo caso, su cuerpo era mucho más ágil. Todavía
no había perdido mucho peso, pero no le gustaba el cardio.
¿Por qué estoy pensando en hacer ejercicio ahora mismo?
Odiaba estar aquí.
Mira no había visto a este hombre en mucho tiempo. Drake
había hecho de su vida en la escuela una completa pesadilla.
No entendía por qué su hermano había hecho esto, pero se
trataba de la familia. Desde que su padre murió, Nigel había estado
tratando de hacer que la casa de empeño se mantuviera a flote. El
mayor problema era que ninguno de los dos sabía nada de productos
raros. Nigel había invertido mucho dinero en productos que no tenían
ningún valor. Corrió riesgos innecesarios. Luego tuvo que ir a pedir
un préstamo nada más que a Drake Eastwood. El hombre que la
había atormentado durante todo el instituto, que era uno de los
peores hombres de la ciudad con los que estar relacionado.
Puedo hacer esto.
Había ido a la tienda para hablar con Nigel sobre el alquiler de
la casa de empeño, sólo para encontrar el lugar destrozado y a su
hermano con dos piernas rotas. Si él no pagaba una gran suma de
dinero a Drake para el final de la semana, sus manos serían las
siguientes. Seguirían rompiendo cosas hasta que no quedara más que
su cuello por romper. Esto había ocurrido el lunes.
Así que, el jueves a la hora de comer, el único hueco disponible
que tenía Drake, se sentó a esperar para hablar con él. Ella no tenía
ni idea de cómo proceder. Ellos no poseían nada de valor. La casa de
empeños estaba tan endeudada que venderla les haría deber aún más
dinero. El legado de su padre se había convertido en un obstáculo.
La migraña que había comenzado en el momento en que
encontró a su hermano había empeorado hasta el punto de hacerla
sentir mal. No podía digerir la comida. Nigel había intentado hacerse
el gracioso, como si tuviera el control absoluto, pero ella sabía que no
era así. Una vez que terminaran con su hermano, la deuda le
pertenecería a ella.
No importaba lo que su hermano intentara hacer para
protegerla, él no podía salvarla.
Respirando profundamente, intentó no pensar en todo lo que
perdería. Sabía que a su padre le había encantado su casa de
empeños, y que había tenido buen ojo para las antigüedades, pero
ella no lo había hecho. Había pasado de un trabajo a otro en los
últimos diez años. Había sido camarera, había trabajado en una
panadería, en una agencia de viajes y en muchos otros sitios. Ahora
mismo, trabajaba como contable. El horario era extraño, pero el
dinero era bueno.
Realmente pensaba que era feliz, pero ahora su hermano le
quitaba todas las decisiones de las manos. No importaba lo que
ganara, no podía cubrir las seis cifras que él le debía a Drake.
Después de cuarenta minutos, estuvo tentada de irse e incluso
se levantó para hacerlo, pero de repente, la puerta del despacho de
Drake se abrió. Ella esperaba que estuviera solo, pero salieron tres
hombres, todos los cuales le estrecharon la mano.
Por fuera, parecía un hombre de negocios elegante, pero ella
sabía la verdad. No todos sus negocios eran legales. No se le podía
atribuir nada, pero su nombre hacía temer a todo el mundo.
Su mirada, de color marrón oscuro, captó la de ella. Él ladeó la
cabeza, pero ella no se quejó, ni delató su molestia por la espera.
—La señorita Davencourt está aquí para verlo —dijo su
asistente personal.
—Desde luego. Sin interrupciones, Glenda. —Él mantuvo la
puerta abierta.
No entres ahí.
Es un monstruo.
Todo lo que necesitó fue un pensamiento, Nigel, para ponerse
en movimiento. Un paso delante del otro, entró en su despacho,
caminando hacia la única silla frente a su escritorio.
¿Dónde se habían sentado los otros dos hombres?
—Por favor, tome asiento, señorita Davencourt.
¿Se acordaba de ella? Sus días como estudiantes habían sido
hace mucho tiempo.
Ella observó cómo él rodeaba su escritorio. La chaqueta del traje
le quedaba bien, mostrando sus hombros anchos. Cuando se sentó,
la flexión de sus músculos delató lo fuerte que era realmente. El
hombre hacía ejercicio. En el puño de la chaqueta, ella detectó el más
mínimo indicio de tinta, pero no pudo distinguir qué era.
—¿Qué puedo hacer por usted? —le preguntó.
Ella juntó las manos con fuerza, odiando lo nerviosa que se
sentía de repente. Esto no era bueno. Drake no tenía ningún control
sobre ella, no realmente.
—Estoy aquí para hablar de mi hermano.
Drake se inclinó hacia atrás en su silla, con las puntas de los
dedos unidas. —¿Qué pasa con Nigel?
Él no había dado ningún indicio de saber quién era ella.
—Tengo entendido que le debe un pago.
—Me debe mucho más, Mira. Lo sabes o no estarías aquí.
Él sabía su nombre.
—Dejémonos de tonterías, Drake —dijo ella.
—¿Sin formalidades con lo del Sr. Eastwood?
—¿Qué quieres?
—Según mi última estimación, tu hermano me debe cerca de
un cuarto de millón —dijo. —Podemos empezar con eso, y estoy
siendo generoso al no añadir los intereses.
No tenía ni idea de qué pretendía hacer su hermano con tanto
dinero. La tienda ni siquiera valía eso. Cerró los ojos mientras otra
oleada de malestar la inundaba.
Puedo hacerlo. No estoy alterada. No voy a ceder.
—¿Por qué le prestaste el dinero? ¿Para qué demonios lo quería
él?
—No me corresponde cuestionar los motivos de mis clientes. Me
limito a darles lo que quieren y espero un pago a cambio.
—¿Eres estúpido? —preguntó ella.
Su ceño se levantó.
—No tiene sentido comercial prestar dinero a cualquiera que lo
quiera. Nigel no podía permitirse devolverte el dinero.
—¿Y crees que yo no sabía eso? —preguntó él.
Mira cerró la boca y observó a Drake por si hacía algo. Había
sido una serpiente en el instituto y el tiempo no había impedido que
esa crueldad se manifestara. Ahora era aún más sanguinario.
Drake era rico, poderoso y temido.
Ella tenía que tener cuidado.
—Si sabías que no tenía medios para cumplir con el pago, ¿por
qué se lo prestaste?
—¿Quieres un trago? —preguntó Drake.
—Por favor, me has hecho esperar. No quiero una copa.
—El negocio se alargó más de lo que esperaba, pero como
siempre, conseguí lo que quería. —Drake se puso de pie y se dirigió a
su gabinete de bebidas en la esquina.
Ella quería gritarle, pero en lugar de eso, mantuvo la calma.
—Sabes, todos en este mundo tienen deseos. Siempre quieren
algo en la vida que tal vez no puedan adquirir. Algunas cosas son
valiosas y tienen un coste. Yo tengo mucho dinero, pero lo que quiero,
puedo decir honestamente que no se puede comprar.
—Lo que dices no tiene sentido.
—En realidad, lo que quiero se puede comprar, pero me hacerlo
con mi propia impronta. —Sonrió, y no era una sonrisa agradable.
—Drake, sólo dime lo que quieres. Sabías que Nigel era mi
hermano. Claramente, querías hacer negocios conmigo. Deja de
evitar el asunto. Sólo dime lo que quieres. Sabes que no quiero que
le hagan daño. Dos piernas rotas ya es demasiado.
—Mis hombres sí saben cumplir instrucciones. Les dije que le
hicieran daño. —Drake volvió a tomar asiento y continuó mirándola
fijamente. —Eras bonita en el instituto, pero ahora eres
absolutamente impresionante.
El calor llenó sus mejillas y se lamió los labios secos. Los
cumplidos le resultaban extraños. Se apartó el pelo de la cara.
—Dime, Mira, ¿qué estás dispuesta a hacer para salvar la vida
de tu hermano?
—Cualquier cosa.
—¿No quieres tomarte un minuto para pensar en eso? —
preguntó.
—Drake, tú no tienes hermanos, así que entiendo que no
entenderías esto, pero yo quiero a mi hermano. Haré lo que sea para
mantenerlo a salvo. ¿Qué quieres?
Él no respondió de inmediato.
Apretó los dientes para mantener los ruegos y las súplicas en
su interior. Esto era una pesadilla. La vida de Nigel pendía de un hilo.
Su hermano se enfadaría si descubriera que estaba aquí, luchando
por él, pero no había nada que pudiera decir o hacer que la detuviera.
Drake se apoyó en los codos, sonriéndole. —Quiero que lleves a
mi hijo —dijo.
—¿Perdón? —Ella debía de haberlo escuchado mal.
—Quiero un hijo. Un heredero. Tú, Mira, eres a quien quiero
follar para conseguirlo. Es simple, voy a borrar todas las deudas de
tu hermano. También me encargaré de la casa de empeño e incluso
me aseguraré de que tu hermano pueda empezar una vida por su
cuenta. A cambio, me pertenecerás. Tu coño es mío para llenarlo.
Quiero bebés y quiero que seas la madre de mis hijos.
Drake observó la reacción de Mira. A simple vista, nadie habría
sospechado lo que estaba sintiendo. Todo estaba en los movimientos
sutiles, el ligero fruncimiento de los labios, el jugueteo con las manos.
No estaba contenta con lo que él le había pedido.
De todas las mujeres con las que había follado a lo largo de los
años, Mira seguía siendo la más apetecible, y nunca la había visto
desnuda. Su única interacción había sido en la escuela, pero en esos
días, él había vivido para todas y cada una de sus discusiones. Donde
la mayoría de las mujeres se arrojaban a sus pies, Mira luchaba
contra él.
No se dejaba llevar fácilmente.
A lo largo de los años, mientras construía su imperio y su
reputación, siempre volvía a pensar en la que se había escapado.
Estaba indignada pero se contenía.
Inteligente.
Él podía hacer que la hirieran y nadie lo tocaría. Esa era la
ventaja de ser quien era.
Golpeando los dedos contra su muslo, esperó. Ella era
increíblemente hermosa, y él no podía esperar a abrir esos jugosos
muslos y probar su dulce coño. La búsqueda de antecedentes que
había hecho sobre ella antes de este encuentro no había revelado
demasiado. No sabía si había otro hombre en su vida, o si alguien se
había atrevido a conquistarla. Ella había trabajado en tantos lugares
diferentes que nadie sabía quién era la verdadera Mira.
—Estás loco —dijo ella, poniéndose en pie.
—¿Lo estoy?
En el momento en que Nigel había entrado en su despacho
pidiendo dinero, había visto una oportunidad que no podía
desaprovechar. El dinero era sin duda una mala inversión, pero no
era suficiente para quitarle el sueño, sobre todo porque había
conseguido lo que quería. A Mira en su oficina.
—¿Quieres que tenga tus hijos? —le preguntó ella.
—Sí. —Se abrió la chaqueta y rodeó el escritorio para situarse
más cerca de ella. Puede que Mira lo odiara, y eso le parecía bien,
pero su mirada no dejaba de desviarse. Ella se sentía atraída por él,
y en lo que a él se refería, estaba más que feliz con eso. Quería
follársela, y esto llevaba años gestándose. La tendría.
Se apartó el pelo. Los largos mechones nunca se dejaban
domar, y a él le encantaba que ella nunca se los hubiera cortado. Se
moría de ganas de pasar los dedos por su longitud o de tenerlo
extendido sobre una almohada, o mejor aún, envuelto en su puño
mientras la penetraba.
Follarla iba a ser un placer. Estaba deseando que su nombre
saliera de sus labios.
—Esto es una locura.
—O es un salvavidas. Tú y yo sabemos que esa casa de empeños
no va a salir adelante. Nigel fue a otras personas por dinero. Sólo mi
nombre y mis conexiones lo mantienen vivo.
—Ordenaste que le rompieran las piernas.
—Todavía tengo una reputación que mantener. —Le guiñó un
ojo.
Ella se agarró la cabeza con ambas manos. —Dios, esto no está
pasando.
Él la observó. La falda lápiz se amoldaba a sus bien formadas
caderas y trasero. Había estado con mujeres delgadas y con curvas.
Ninguna de ellas se comparaba con Mira. No podía esperar a ver qué
clase de tesoros guardaba debajo.
—Dijiste que estabas dispuesta a hacer cualquier cosa para
salvarlo.
—No tener a tus hijos. Te odio.
Él sonrió y acortó la distancia entre ellos. Ella dio un paso atrás
y él la siguió. No había forma de escapar de él.
Cuando la espalda de ella chocó con la pared, él golpeó con las
palmas de las manos a ambos lados de su cabeza. —Puedes luchar
contra mí todo lo que quieras, pero tú y yo sabemos que te excito.
—No sabes de lo que estás hablando.
Su oficina tenía una agradable temperatura cálida y, sin
embargo, sus pezones se asomaban en la parte delantera de su
camisa. La chaqueta que llevaba estaba abierta, y él sabía que ella lo
deseaba.
Puso sus dedos en la rodilla de ella y comenzó a deslizar
lentamente su mano hacia arriba. Ella no lo detuvo, y él se desplazó
hasta tocar su coño.
Sus bragas estaban empapadas. —¿Necesito ir más lejos para
demostrarte lo mojada que estás?
—¿Drake?
—No creo en las mentiras, Mira. —Deslizó las bragas a un lado
y encontró su coño mojado. —Mira eso. Empapada.
Ella puso las manos en su pecho, pero él acarició su clítoris.
Usando sus dedos, se movió hacia arriba y hacia abajo, preparándola,
sin penetrarla, pero acostumbrándola a la sensación. La cabeza de
ella cayó contra la pared.
—Sé lo que quiero, Mira. Quiero hijos, y te quiero desnuda en
mi cama. Dame lo que quiero y tu hermano será libre. Tú eres la
responsable de su felicidad. —Apretó su nariz contra el cuello de ella
mientras le saqueaba el coño con dos dedos. Ella estaba
increíblemente apretada.
Ella gimió y el sonido resonó en la habitación.
—Te odio.
—¿Crees que me importa si me odias o no? Quiero lo que quiero,
y lo voy a conseguir por cualquier medio. —Le mordió el cuello,
disfrutando de sus gritos.
Ella comenzó a empujar contra su mano, y él gimió. No podía
esperar a reemplazar sus dedos por su polla, pero por ahora, sólo
necesitaba darle una pista de cómo podría ser.
Besando su cuello, no le importó que la ropa le estorbara.
Chupó su pezón y lo mordió.
Cuando pensó que la tenía al borde, se apartó, sacando los
dedos de su coño y la boca de su teta.
Quería hacer más. Inclinarla sobre el escritorio y tomarla fuerte
y rápido. Eso sucedería pronto.
Una vez que ella aceptara pertenecerle, su vida, tal y como la
conocía, terminaría. No habría espacio para que ella estuviera en otro
lugar que no fuera a su lado.
Tenía un apetito insaciable, y había estado anticipando
reclamar a Mira durante algún tiempo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella.
Él se llevó los dedos a la boca, lamiéndolos, saboreándola.
Retrocediendo, mantuvo su mirada en ella.
Su polla se apretaba contra la parte delantera de sus
pantalones, y jodidamente le dolía. No era un hombre pequeño, pero
años de contención y control le permitieron sentarse. —He
demostrado un punto. Me deseas, y te digo que puedes tenerme, pero
tiene un precio. Todo en la vida tiene un precio.
—¿Mi libertad por la de mi hermano?
—Y él está recibiendo mucho más de lo que otros le darían,
créeme. Estoy siendo más que generoso.
—Me estás pidiendo que me ate a ti de por vida. De ninguna
manera te daría un hijo y lo dejaría.
—¿Crees que espero sólo un hijo de ti? —preguntó. —Quiero
cuatro como mínimo. —Tenía la intención de atar a Mira a él en todos
los sentidos.
La chica que recordaba en la escuela era igual de apasionada
ahora. Tenía que esperar, aguardar su momento, pero podía tenerla.
Él era el que tenía todo el poder. Ella no tendría más remedio que
someterse a su voluntad, y joder si eso no lo excitaba aún más.
La deseaba más que nada en el mundo. Estar cerca de ella sólo
servía para recordarle todo lo que quería.
Juntando los dedos, esperó mientras ella se esforzaba por
recuperar la compostura.
Intentó cerrarse la chaqueta, pero la mancha húmeda que él
había dejado en su boca aún era visible en su camisa.
—¿Cuándo? —preguntó ella.
—¿Perdón?
—¿Cuándo quieres que empiece?
—Inmediatamente.
—¿Tengo la oportunidad de pensar en esto?
—Con cada hora que te tomas, más altas son las deudas. Como
dije, Nigel debe mucho dinero.
Ella se frotó la sien y él vio lo pálida que estaba.
Abrió el cajón superior de su escritorio, sacó dos pastillas para
el dolor y luego sacó una botella de agua de su nevera. Se las ofreció.
—¿Qué son? —preguntó ella.
—Un analgésico legal. Te aliviará el dolor de cabeza.
—¿Cómo lo sabes?
—Sé mucho, Mira. Sé que estás desesperada. Sé que quieres
encontrar a alguien más que a mí para salvar a tu hermano. También
sabes que aunque te cueste tu cuerpo y tu vientre, te vas a entregar
a mí.
—Estás tan seguro de todo. ¿Por qué simplemente no lo
tomaste? —preguntó ella.
—Hay una condición con todo esto —dijo Drake.
—¿Más condiciones?
Drake sonrió. —Soy un hombre de negocios.
—Dime —dijo ella.
—Espero que estés dispuesta.
—¿Qué?
—Ya me has oído. Espero que vengas a mi cama como una
participante dispuesta. No quiero un cadáver en mi cama, y no violo.
Vendrás a mi cama y jugarás al igual que yo. Cualquier cosa menos
y la vida de tu hermano termina. —Esto era suficiente por hoy.
Comprobó la hora aunque no tenía otra reunión, pero necesitaba a
Mira desesperadamente.
Esperaría una respuesta, pero ambos sabían cuál iba a ser.
—No tienes ni idea de la posición en la que me has puesto. —
Mira había estado despotricando durante la última media hora. Había
pasado por el apartamento de su hermano una vez que éste llegó a
casa del hospital. Era difícil enojarse cuando sus dos piernas estaban
enyesadas. Parecía tan patético e indefenso.
Pero ella lo consiguió.
—Olvídate de él. Ya me las arreglaré.
—No, Nigel. No es así como funciona nada de esto. Drake me
contó todo. Lo sé todo.
Su hermano se frotó ambas manos por la cara. —Lo siento,
Mira.
—¿Lo sientes? ¿Qué te ha pasado, Nigel? Entiendo que estés
triste por lo de papá, pero ¿qué pasa con su legado? ¿Ni siquiera te
importa la tienda? ¿Por mí?
—Me he metido en un lío. Tengo un problema.
Ella se burló. —Y me lo dices a mí. Ahora tengo que vivir en la
cama de ese sociópata y parir a sus hijos sólo para salvar tu culo.
—Mira...
—No lo hagas, Nigel. No hables más. No tenemos opciones y lo
sabes. —Se pasó una mano por el pelo mientras se paseaba frente a
él. Sonó el timbre de la puerta.
—¿Quién es?
—El hospital me ha enviado a alguien como ayudante personal
durante unas horas al día. No puedo hacer nada con esto. —Señaló
los dos grandes yesos blancos desde su asiento en la silla de ruedas
prestada.
Necesitaba salir de allí. Por muy furiosa que estuviera con Nigel,
no quería entorpecer su recuperación. Y no podía dejar de
obsesionarse con la oferta poco ortodoxa de Drake.
—Te veré más tarde. No hagas ninguna otra estupidez —dijo
antes de salir de su apartamento. Pasó por delante de la ayudante de
camino al ascensor.
Su teléfono móvil sonó poco después de entrar en su coche. Era
Drake de nuevo. Había ignorado sus llamadas los dos últimos días.
Su mente era un desastre. Él representaba años de malos recuerdos
cuando iban juntos a la escuela. Todo eso no podía ser olvidado y
borrado. Por otro lado, Drake la atraía innegablemente, en todos los
aspectos. Una parte de ella quería decirle que rechazaba su oferta y
la otra quería firmar en la línea de puntos, y no tenía nada que ver
con Nigel.
Pero como Nigel era un factor importante, podía culpar de su
elección a su hermano. Ella estaba haciendo lo correcto. Nada más.
Drake no necesitaba saber que ella disfrutaba de la idea de ser
poseída por él. La forma en que la había tocado en la oficina era lo
más lejos que había llegado con cualquier hombre en su vida. A los
treinta años, eso era patético. Y nadie creería que era virgen.
Eso estaba bien para ella.
Le daba vergüenza admitir que no tenía vida social ni
experiencia con los hombres. Cada vez que intentaba acercarse a un
chico nuevo, sus nervios se disparaban tanto que hacía el ridículo.
Drake le resultaba familiar, aunque fuera de forma negativa, por lo
que no se sentía tan avergonzada. Él había asumido el control, así
que ella no tuvo que hacer nada más que seguirle la corriente.
Apagó el móvil en el siguiente semáforo en rojo. Quizá si
ignoraba a Drake, todos sus problemas desaparecerían por arte de
magia. Mira suspiró, golpeando con los dedos mientras esperaba a
que cambiara el semáforo. Cuando el semáforo se puso en verde, el
coche que tenía delante no se movió. Le dio un bocinazo de cortesía,
pero siguió sin hacer nada.
Tienes que estar bromeando.
Mira tocó el claxon dos veces y comprobó su ángulo muerto para
ver si podía esquivar el coche de él. Pero el tipo de delante se bajó del
vehículo. Era enorme y tenía un tatuaje en la cara. ¿Por qué había
tocado el claxon tantas veces? Su corazón empezó a bombear con
fuerza en su pecho mientras él se acercaba a la ventanilla del
conductor.
Se quedó allí, esperando a que ella lo bajara. ¿Debía ignorarlo?
¿Llamar a la policía?
Bajó la ventanilla un par de centímetros.
—Tengo una llamada para ti —dijo él, mostrando un teléfono
móvil.
Mira entrecerró los ojos, completamente confundida. Agarró el
teléfono por la rendija del cristal.
Tentativamente, se acercó el teléfono a la oreja. —¿Hola?
—Es difícil localizarte, cariño. —Era Drake. Su voz profunda,
tranquila y controlada.
—¿Qué está pasando ahora? ¿Quién es este tipo y cómo sabía
dónde estaba?
—Te he seguido. ¿Qué harías tú en mi lugar? Me juego mucho
dinero con tu hermano —dijo. —Tienes poca memoria.
—Me acuerdo.
—Han pasado dos días. Espero una respuesta hoy a las ocho, o
cobraré mi deuda.
Ella debería haber respondido a sus llamadas. Esconderse de
sus problemas no los haría desaparecer. —De acuerdo. —Mira miró
su reloj. Eran las cuatro. Sólo cuatro horas más de libertad. —Te
llamaré antes de eso.
—No, vendrás a mi oficina antes de eso. No hago negocios por
teléfono, Mira.
—Bien. —Colgó y le pasó el teléfono por la ventana al secuaz de
Drake.
Él regresó a su coche y se alejó justo antes de que el semáforo
volviera a ponerse en rojo.
Esto era todo. Esta noche, tendría que entregar su vida a Drake
Eastwood y convertirse en su recipiente de reproducción personal.
Nunca había pensado mucho en tener hijos hasta que había
cumplido recientemente los treinta años. Sus días para la maternidad
eran cada vez más escasos y eso la hacía sentir que la vida se le
escapaba. No había nacido para trabajar, dormir y estresarse por el
dinero.
En un último intento de salvarse de este destino, pasó por el
banco. Esperó a que alguien la recibiera, con el pie en movimiento y
las palmas de las manos sudadas. Cuando llegó su turno, se
tambaleó al ponerse de pie. Sus nervios estaban destrozados por todo
este estrés.
—Sra. Davencourt. —El hombre abrió un brazo, indicándole
que se sentara en la silla vacía frente a su escritorio.
—Señorita —corrigió ella.
—Por supuesto. —Empezó a teclear algo en un ordenador. —
¿En qué puedo ayudarle?
—Quería solicitar un préstamo.
—¿Puedo saber la naturaleza del préstamo y cuánto necesita?
Tragó con fuerza. —Necesito unos doscientos cincuenta mil.
—¿Es para una casa? Probablemente usted debe recurrir al
departamento de hipotecas —dijo él.
Mira negó con la cabeza. —No, sólo un préstamo.
Él sonrió. —¿La naturaleza del préstamo?
Su hermano se había jugado la herencia familiar y se había
involucrado con un bully de su pasado. Ahora necesitaba dinero en
efectivo para evitar ser su juguete personal.
—Una deuda personal —dijo ella.
Él entrecerró los ojos. —No veo ninguna garantía registrada bajo
su nombre. ¿Posee alguna propiedad? ¿Tiene alguna inversión?
—No. Nada. —Ella empezó a levantarse. —Siento haberlo
molestado.
—Señorita Davencourt. ¿Ha considerado un préstamo privado?
Los requisitos son mucho menos estrictos que los del banco. —Le
entregó una tarjeta de visita justo antes de que se fuera. Mientras
salía del banco, miró la tarjeta. Decía Eastwood Enterprises.
Estaba muy jodida. Incluso el universo conspiraba contra ella.
Después de dirigirse a su apartamento para ducharse y
cambiarse, se dirigió a la oficina de Drake en la ciudad.
Su asistente personal estaba en el vestíbulo de su oficina,
hablando con la secretaria. Ella ya odiaba a su asistente personal.
Era bonita y delgada y siempre la miraba de arriba a abajo como
hacían las chicas populares en el instituto. Mira odiaba sentirse
pequeña, pero era la historia de su vida.
—Necesito ver a Drake —dijo.
—¿Tienes una cita?
—No, pero él me está esperando.
La asistente social le dirigió una mirada de desaprobación y
empezó a hojear una agenda. —Él tiene la agenda llena hoy. Lo siento
mucho.
—¿Puedes decirle que Mira está aquí?
La asistente personal descolgó el teléfono, dándole la espalda
mientras hablaba. En cuestión de segundos, la puerta del despacho
de Drake se abrió y allí estaba él. Llevaba un traje negro, esta vez sin
corbata, y los primeros botones de la camisa desabrochados. Eran las
siete de la tarde, así que probablemente había terminado con el
trabajo del día. Le sorprendió que su despacho siguiera abierto a esas
horas.
—He llegado a tiempo —dijo ella.
—Lo hiciste. Con una hora de sobra. —Él se acercó a ella. —
Pero recuerdo haberte dicho que la deuda crecía a cada hora. Han
pasado dos días. —Fingió contar con los dedos, sumando su creciente
deuda.
—No hay nada más que pueda darte. Ya has pedido todo lo que
tengo.
—Pensaré en algo. —Se acercó hasta estar frente a ella. —
¿Estás lista para firmar?
—No tengo otra opción. Ya lo sabes.
Ella le entregó la tarjeta de visita que le había dado el banquero.
Él la miró.
—¿Intentaste conseguir un préstamo bancario?
Ella ignoró su pregunta. —Por qué razón me darían la tarjeta
de un prestamista, eso es lo que quiero saber.
—Soy un hombre de negocios, Mira. Y siempre consigo lo que
quiero. Tengo acuerdos con la mayoría de los principales bancos de
la ciudad.
—Por supuesto que sí.
Le acarició la cara. —Me alegro de que estés dispuesta a firmar.

Drake sintió una sensación de alivio cuando vio a Mira de pie


en su despacho. Ya sabía que ella volvería, pero la duda persistente
ahora se había disipado. Su pelo rubio parecía ligeramente húmedo,
cayendo pesadamente por su espalda. Qué belleza tan inocente. La
había querido desde los tiempos de la escuela. Debería haber actuado
antes.
Ella lo miró fijamente con esos grandes ojos azules. Mira se
había convertido en una mujer preciosa, y ahora era toda suya. Sin
esta deuda, él sabía que ella nunca tendría nada que ver con él. Una
mujer como ella no se dejaba impresionar por la riqueza o el poder.
—¿Dónde firmo?
—¿Ahora tienes prisa?
Ella no dejaba de mirar hacia su asistente personal, así que él
se dio la vuelta.
Glenda se encontraba sentada en el borde del escritorio de su
secretaria. Ella siempre intentaba besarle el culo, pero él no tenía
ningún interés en ella desde el punto de vista romántico. Nunca
mezclaba los negocios con el placer, excepto en el caso de Mira.
—Drake, estoy haciendo esto por mi hermano. Nada más.
—¿Y la parte en la que vienes por voluntad propia? ¿No
recuerdas esa cláusula?
Ella se mordió el labio inferior. —Estoy aquí. Eso es lo único
que importa. —De nuevo, miró a Glenda por detrás de su espalda. —
La próxima vez me acordaré de pedir una cita. Seguro que no soy tu
única conquista.
¿Estaba Mira celosa?
Interesante. Tenía que importarle para estar celosa.
—Hago negocios todo el día, todos los días, pero sólo tengo una
conquista. —Entonces rastrilló sus dedos en su pelo y la besó con
fuerza en la boca. Sus labios sabían a cerezas. Quería que ella
entendiera que no estaba ocultando nada, y que ella iba a ser la única
mujer de su vida.
Pronto, ella estaría madura con su hijo.
Necesitaba herederos, pero todo el tema del matrimonio y la
familia no era para él. Este acuerdo con Mira era lo más cercano a
una relación real. No era capaz de ofrecer más.
—Glenda, asegúrate de que no nos molesten. —Agarró la mano
de Mira y la llevó a su despacho.
—¿Qué pasa con su cita de las ocho con el señor Stein? —
preguntó Glenda.
—Cancélalo. Cancela todo. He terminado por esta noche.
Cerró la puerta del despacho y rodeó a Mira. Llevaba una
especie de traje de falda en un tono morado intenso. Nada de lo que
hacía podía ocultar esas curvas completas: caderas grandes y
redondas, muslos jugosos y tetas para ahogarse.
—¿Cuál es tu color favorito? —le preguntó.
Ella frunció el ceño. —¿Es eso importante?
—Deja de ser difícil, Mira. Era sólo una pregunta.
—No lo sé. Rosa.
—¿Y a qué te dedicas?
Ella se cruzó de brazos. —¿Sabes qué, Drake? Estoy bastante
segura de que lo sabes todo sobre mí. Dejémonos de juegos, ¿de
acuerdo?
—Trabajas como contable en la parte trasera de un restaurante
chino en mal estado. Apenas ganas más que el salario mínimo, y estás
atrasada en el pago de tu auto.
—Qué bien. ¿Eso te hace feliz? Tú lo hiciste a lo grande y yo
estoy en lo más bajo. Ríete, Drake. Ciertamente no te contenías en la
escuela. —Sus ojos se llenaron de lágrimas no derramadas. El tono
azul le recordó el agua de Turcas y Caicos.
Él le descruzó los brazos, manteniéndolos a los lados. —No
estoy tratando de ser un imbécil. Supongo que estoy fallando en eso,
pero me esforzaré más.
Entonces Drake sacó los papeles de su gabinete antes de que
ella cambiara completamente de opinión. Los agitó para que los viera
y los colocó en su escritorio junto a un bolígrafo.
Ella resopló y se dirigió al escritorio, tomando el bolígrafo. Lo
que le sorprendió fue que firmara antes de leer el documento de
cuatro páginas.
—Ya está, está hecho. ¿Y ahora qué?
No era así como quería que empezara su relación, pero suponía
que se merecía toda su ira y amargura. Ella no era como las mujeres
con las que solía estar, y de eso se trataba. Él tenía todo lo que quería
antes de hoy, excepto a ella.
Agarró los papeles firmados y los guardó en su gabinete. —Toma
asiento. Haré algunas llamadas y me encargaré de que tu hermano
quede fuera de la lista.
Mira exhaló, tomando asiento. Parecía visiblemente más
tranquila. —¿Puedes arreglar sus piernas rotas a la vez?
No se molestó en contestarle. La chica estaba llena de rencor y
lo estaría durante algún tiempo, imaginó. Poco sabía ella lo mucho
que eso lo excitaba.
Mientras ella escuchaba, Drake hizo las llamadas para
asegurarse de que sus sicarios ya no siguieran a Nigel. Sus deudas
estaban liquidadas en su totalidad e incluso se hizo cargo de las
deudas de la casa de empeños.
Se frotó las manos cuando todo estuvo hecho. —Ya ves, yo
cumplo mis promesas. —Había sido un maldito y largo día, y sólo
quería llegar a casa. Pasaba demasiadas horas en la oficina, pero
mantenerse ocupado era lo que hacía para mantener los demonios a
raya.
Drake se puso la chaqueta y tomó su maletín y su portátil.
—Es hora de irse, Mira.
—¿Adónde vamos?
—A casa. A mi casa. Es hora de que empieces a pagar esta
deuda conmigo. —Le guiñó un ojo, pero a ella no le hizo gracia. Fuego
y hielo, una combinación jodidamente sexy.
Bajaron en el ascensor hasta el nivel del estacionamiento. Ella
se mantuvo cerca, pero no demasiado.
Él mantuvo abierta la puerta de su Bentley plateado. Ella lo
miró fijamente antes de entrar y sentarse en el asiento del copiloto.
—Tengo modales —dijo él. —No soy el animal que crees que soy.
Una vez detrás del volante, puso en marcha el motor y comenzó
el corto trayecto a casa. El interior del coche estaba increíblemente
silencioso. Él sabía que ella tenía mucho que decir, pero se negaba a
hablarle.
Después de conducir un rato, ella finalmente se decidió a
hablar. —¿Por qué fuiste tan malo conmigo en la escuela?
Se sorprendió al escuchar su voz.
—Eso fue hace mucho tiempo, Mira.
—Bueno, eso me ha convertido en lo que soy hoy. Puede que no
haya significado mucho para ti, pero a mí me hizo mucho daño. Ser
disléxica era una pesadilla para mí. Tú lo hiciste mucho peor.
—Yo era un idiota en aquel entonces. Tenía mucha rabia
acumulada.
—¿Cómo es que eso era culpa mía?
Tomó aire, sintiéndose como una mierda. —No era tu culpa.
Drake no quería compartir los detalles de mierda de la historia
de su vida. Tenía que asumir su comportamiento ahora que era un
adulto. Había dejado de culpar a su infancia hacía mucho tiempo.
Pero por aquel entonces, se dedicaba a difundir el odio y el dolor
porque era lo único que recibía en casa. Sus padres disfrutaban
usándolo como saco de boxeo cuando estaban borrachos. Nunca
dejaban de estar borrachos. Los Servicios Sociales lo sacaban
constantemente y lo volvían a meter dentro. Nadie se preocupaba de
investigar demasiado. No había nadie que lo salvara. Sus padres sí
que lo jodieron, y fue esa la razón por la que juró no tener nunca una
familia propia. En su mente, familia no era una buena palabra.
Representaba sufrimiento, confinamiento, ira... y tristeza.
—No tenías derecho —dijo ella.
—A veces la gente se comporta como un imbécil porque no sabe
ser buena gente. Nadie les enseñó a distinguir el bien del mal.
Entró en el estacionamiento subterráneo de su vivienda y apagó
el motor. El silencio cubrió el interior del coche.
—¿Qué quieres decir?
—Estoy diciendo que si pudiera volver a hacer las cosas, te
habría tratado como una reina, Mira. Estaba jodido. La mayoría de
los días en la escuela estaba funcionando con un par de horas de
sueño, sin comida, y llevando un montón de maldito equipaje de la
noche anterior.
—¿Tus padres te trataban mal?
—Deberíamos ir arriba.
Ella miró su regazo. —No sabía nada de eso.
—Lo reprimí todo, pero después, ese sufrimiento me impulsó a
hacer algo de mi vida. Quería el poder que nunca tuve. Dinero. Bienes
raíces. Mujeres.
Ella asintió. —Lo has conseguido. Eres la envidia de la mayoría
de los hombres.
—No, te equivocas, Mira. —Se giró para mirarla, poniendo un
dedo bajo su barbilla para captar toda su atención. —Se está muy
solo en la cima. He estado tan ocupado tratando de ser el mejor en
todo que me he olvidado de las cosas realmente importantes.
—¿Oh?
—Te busqué. Descubrí lo de tu hermano. Sé que estaba mal,
pero lo único bueno que podía recordar en mi vida eras tú, Mira.
—Ahora eres mi dueño. ¿Y qué sigue? Los hombres como tú
nunca están satisfechos.
—Lo que realmente quiero, no puedo comprarlo.
—¿Qué es eso? —preguntó ella.
—Tu amor. Utilicé a tu hermano para que firmaras mi contrato
porque sin él, nunca estarías aquí.
—Tienes razón, no lo estaría.
Ya había hablado bastante. Mantener las cosas reprimidas
siempre le había funcionado mejor, empujándolo a triunfar.
Se dirigieron a los ascensores privados. Él pulsó el botón de la
suite del ático.
—Ya que estamos compartiendo, supongo que deberías saber
algo sobre mí.
El ascensor sonó y salieron a su planta. Sólo había cuatro
unidades en el ático. Desbloqueó su apartamento y le abrió la puerta.
—¿Cuándo me lo vas a decir?
Ella entró en su amplio vestíbulo, mirando a su alrededor con
asombro. Luego se detuvo frente a él. —No has investigado muy bien.
Si buscabas una máquina de hacer bebés, probablemente deberías
haber elegido a otra mujer. Sé que tengo treinta años, pero no tengo
mucha experiencia en lo que respecta al sexo.
—Eso es normal.
—No, me refiero a no tener experiencia. Soy virgen, Drake.
Drake la empujó contra la puerta cerrada, agarrando sus
manos y presionándolas por encima de su cabeza. Cualquier otra
persona se habría asustado, pero ella no. Mira miró fijamente sus
ojos marrones, completamente sorprendida por lo oscuros que
parecían de repente. Cada centímetro de su cuerpo estaba contra el
de ella. Sintió la dura forma de su polla contra su estómago. No se
podía negar.
Saber que lo excitaba la complacía. Esto estaba muy mal. Claro,
Drake era caliente y sexy. Tenía ese aire peligroso que lo rodeaba, lo
cual estaba bien justificado, pero eso no significaba que ella tuviera
que enamorarse de él. No importaba que él hubiera tenido una vida
dura. Se había desquitado con ella, y si le hubiera dado la hora, ella
podría haberle dado la paz en aquel entonces. Ella nunca lo había
odiado, no al principio. Sus sentimientos hacia él habían cambiado
con cada día que había sido malo con ella, que la había humillado.
Ahora lo odiaba, pero al sentir la dureza de su cuerpo, un pulso de
respuesta se despertó dentro de ella.
—Estás mintiendo.
—¿Por qué crees que estoy mintiendo?
—No creo que nunca hayas tenido un hombre.
Ella se burló. —Está claro que no me conoces tan bien como
crees. Nunca he estado con un hombre. Soy virgen. Sólo he
intercambiado algunos besos.
Sus labios se posaron sobre los de ella. Mantuvo las dos manos
de ella por encima de su cabeza, bloqueándolas juntas mientras
hundía su otra mano en su pelo mientras le devoraba la boca. Ella
cerró los ojos y abrió los labios mientras él los recorría. Cuando rozó
su lengua con la de él, no pudo contener el gemido por el simple
contacto. Se sentía tan íntimo, tan envolvente.
—¿Ningún hombre? —preguntó él, jadeando.
—Ningún hombre. No tengo experiencia. Si buscas placer, no sé
qué hacer. Vas a querer un reembolso.
Él gimió. —Debería haber pagado jodidamente el doble por ti.
Ella se tensó. —No soy una puta. —Luego se echó a reír. —Qué
es exactamente lo que soy. —Ella gritó mientras el agarre de él se
apretaba alrededor de sus muñecas.
—No te llames así. No eres una puta.
—¿No? Me voy a acostar contigo por dinero.
—En eso te equivocas. Soy el único hombre que va a saber lo
jodidamente apretado y dulce que es tu coño. Eres toda mía. Nadie
más sabrá cómo de bien te sientes. —La agarró de la mano, y antes
de que ella supiera lo que estaba pasando, la arrastró por su
apartamento. Él era demasiado rápido. Ella no tuvo la oportunidad
de ver el lugar donde vivía.
Abrió una puerta que daba a su dormitorio. La cama era
enorme, con cuatro postes. No había cortinas, sólo postes de madera.
Drake se quitó la chaqueta y se subió las mangas.
Su corazón se aceleró, pero no tuvo miedo. En todo caso, su
cuerpo traidor estaba deseoso de más.
Él acortó la distancia y la apretó contra uno de los postes. Sus
manos estaban por todas partes, tocando su cuerpo. Ella mantuvo
las manos a los lados, sin saber qué hacer. ¿Podía tocarlo? ¿Debía
tocarlo? Era su enemigo.
¿Lo es?
¿O puedes divertirte un poco?
Drake le había quitado la posibilidad de elegir. Ella estaba a su
merced para todo.
Cuando sus labios arrasaron con los suyos, ella se entregó
voluntariamente a él. Sus besos eran altamente adictivos. Apretó la
mano contra la parte delantera de su falda, pero estaba demasiado
apretada para poder agarrarla bien.
—¡Joder! —La giró bruscamente y bajó la cremallera, aflojando
el cierre.
Se quedó sin aliento cuando él se agachó, empujando la falda
hacia el suelo. La falda se acumuló en sus tobillos y ella esperó a ver
qué hacía él. Sus dedos recorrieron sus piernas, deslizándose hacia
arriba hasta llegar a la curva de su culo. Recorrió las bragas que
llevaba.
—¿No hay tanga?
Ella negó con la cabeza. —No me gusta sentir algo pegado a
mi...—Sus mejillas se calentaron ante lo que iba a decir.
Él se rió. —Oh, nena, tienes que saber que voy a querer
reclamar este culo. Necesito saber lo inocente que eres.
—¿Qué quieres decir?
—¿Sabes cómo follar? —preguntó él.
Ella giró la cabeza para mirarlo y asintió. —Sé cómo follar. Sé
que vas a querer que te chupe la polla, y sé de... sexo anal. —No había
estado con un hombre, pero eso no significaba que no pudiera
disfrutar viendo porno. Para su vergüenza, había intentado disfrutar
de algunos de los libros más eróticos, pero le costaba leer. Era una
de las razones por las que no había leído el contrato que tenía delante.
Su dislexia seguía siendo una maldición. Sólo podía trabajar con
números, por lo que eligió la contabilidad.
Podía leer, pero le llevaba tiempo y las palabras siempre se
confundían. Era una lectora lenta. Era mucho más fácil para ella ver
una película.
Él apretó con fuerza la mejilla de su culo y gimió. —¿Tienes idea
de lo que me estás haciendo?
Negando con la cabeza, cerró los ojos mientras su mano se
movía entre sus muslos, tocando sus partes más íntimas. Se sentía
mal, pero también muy bien.
—Ya estás mojada para mí. —Sus labios le rozaron el cuello.
Era mucho más alto que ella. Contra él, se sentía pequeña.
Le frotó el coño a través del fino material de sus bragas mientras
su otra mano recorría la curva de la mejilla de su culo, siguiendo el
camino del borde de su ropa interior.
—Mírame —dijo.
Abriendo los ojos, ella esperó a que él hablara.
—Dime quién tiene una mano en tu coño.
—Tú lo haces.
—¿Y quién soy yo?
—Drake.
—Eso es. —Se deslizó por debajo del borde, y ella gritó cuando
la tocó, piel con piel. Un solo dedo contra su clítoris. Acarició de un
lado a otro. El placer recorrió su cuerpo y ella cerró los ojos, apoyando
la cabeza en el poste de madera.
Drake se separó de ella. —Quítate la ropa y súbete a la cama.
Ella quiso negarse, pero entonces la imagen de su hermano
entró en su mente. Apretando los dientes, siguió sus instrucciones.
Después de quitarse la chaqueta, seguida de la blusa, se quitó
el sujetador. Se mantuvo de espaldas a él. No sabía por qué se había
molestado en intentar mantener el pudor al quitarse las bragas.
Mirando fijamente la imponente cama, se subió, y entonces, no tuvo
más remedio que mostrar su cuerpo al colocarse en el centro del
colchón. Mirando al techo, oyó que él se movía, pero no cedió al
impulso de mirarlo.
Puedo hacerlo.
Es fácil.
Al menos se sentía atraída por Drake, aunque le molestara que
así fuera.
Cuando no pudo aguantar más, echó un vistazo a la habitación
y encontró a Drake de pie al final de la cama. Tenía el pecho desnudo,
y cuando su mirada bajó, supo que estaba tan completamente
desnudo como ella.
—Separa los muslos —dijo él.
—¿Drake?
—Hazlo.
Agarrando la sábana debajo de ella, desvió la mirada mientras
abría los muslos para que él pudiera verla. No sabía lo que él estaba
buscando.
Se congeló cuando la cama se hundió y no pudo evitar mirar
hacia donde él se arrodillaba en el borde de la cama. Una de sus
manos rodeaba su impresionante longitud mientras trabajaba desde
la base, subiendo el puño hasta la punta y volviendo a bajar.
La visión era embriagadora. No había otra palabra para
describirlo. Se relamió los labios y quiso pedirle que fuera más
despacio, pero eso sería ceder ante él.
Él quería que ella estuviera dispuesta, y lo estaba, pero ella no
tenía que darle a entender que sentía curiosidad por el asunto. Ni
mucho menos.
Ella jadeó cuando él le tocó la rodilla. Un toque tan simple y a
la vez tan sensual.
—Tócate.
Ella dudó.
—Ahora.
No sabía si le gustaba su actitud mandona. Metiendo una mano
entre sus muslos, intentó cerrar las piernas, pero él la detuvo,
agarrando una de sus rodillas y manteniéndola abierta.
—Quiero ver.
Sus mejillas estaban al rojo vivo. Tenía que estar ardiendo, no
había otra forma de que no lo estuviera. Mirándolo fijamente, se tocó
entre su hendidura, sintiendo su clítoris. Ella gimió y luego hundió
los dientes contra su labio, tratando de no darle nada.
Cuando su mano cubrió la de ella, se sorprendió cuando él
consiguió que usara dos dedos, acariciándose.
—¿Se siente bien? —le preguntó él.
Ella asintió.
—Entonces dime.
—Se siente muy bien —dijo ella.
—Necesito que estés bien mojada. Te va a doler cuando te meta
la polla, pero una vez que te acostumbres, te va a encantar.
Ella no podía creer que esto estuviera sucediendo.
A los treinta años, se había resignado a no tener nunca sexo. A
sólo ver sobre ello y sentir algo de envidia de los hombres y mujeres
en la pantalla. Esto era diferente. Drake tomaba lo que quería, y con
lo dura que estaba su polla, no había duda de que la deseaba.
Ella se tensó cuando él se arrastró por la cama, introduciéndose
entre sus muslos. Él la sorprendió aún más cuando se movió para
que su cara estuviera directamente sobre su coño.
—¿Drake?
—¿Crees que voy a dejar pasar una oportunidad como ésta?
Llevo dos días imaginando cómo sabrías, por no hablar de cuando
estábamos en el instituto. Ningún hombre te ha probado, ¿verdad?
Ella negó con la cabeza.
—Bien. Tendría que matar a cualquier hombre que se hubiera
atrevido a tocar lo que es mío.
Mira no tuvo tiempo de preguntarse a qué se refería cuando su
lengua bailó sobre su carne caliente, y perdió toda voluntad de pensar
correctamente.

Drake no estaba decepcionado en absoluto. Llevaba más de dos


días imaginando a su mujer en su cama. No era conocido por su
paciencia, pero el trato con el hermano de ella, y el esfuerzo por
manipular las circunstancias para satisfacer sus propias
necesidades, habían sido pura tortura. Sobre todo porque no había
querido hacer otra cosa que reclamarla, hacerla suya. Ahora que la
tenía, no había posibilidad de que ella se fuera. Quería tenerla sólo
para él, e iba a hacer exactamente eso.
Rodeando su clítoris con la lengua, succionó el capullo en su
boca, escuchando sus gemidos. No esperaba que fuera virgen.
Era una mujer hermosa, y no dudaba de que los hombres
estuvieran interesados, pero claramente, ella no estaba interesada.
Estaba tan jodidamente feliz. Aunque la habría aceptado sin saber
que era virgen, algo primario lo golpeó.
Necesitaba que fuera suya. Presionando su cara contra su coño,
lamió y chupó, teniendo cuidado de no penetrarla. Cuando tomara su
virginidad, quería que ella tomara su polla, sintiéndola envuelta
alrededor de él.
—Por favor —dijo ella. Sus gemidos desesperados lo excitaban.
Metiendo las manos debajo de ella, le acarició el culo mientras
le comía el delicioso coño. Podría hacer esto todo el día, y había estado
fantaseando con esto durante mucho tiempo. Esto era mucho mejor
de lo que podría haber imaginado.
Usando sus dientes, mordisqueó, chupó, lamió y simplemente
la devoró. Ella estaba tan cerca, y él no quería parar.
Le provocó el cuerpo, llevándola a un precipicio pero
conteniéndose, permitiéndole encontrar el placer con cada golpe y
pulso hasta que finalmente ella se corrió en sus brazos. Él se tragó
su crema, queriendo más.
Después de besar su clítoris al descubierto, tan rosado y
maduro, recorrió con sus labios su cuerpo, besando su estómago.
Luego chupó cada pezón antes de acomodarse entre sus muslos.
Mantuvo un firme control sobre sus piernas abiertas mientras se
apoderaba de su boca. Agarrando su polla, la colocó en su centro, y
ella se tensó inmediatamente.
Drake rompió el beso para mirarla a los ojos mientras
atravesaba su barrera virgen. Ella gritó, y él no pudo soportar
escuchar el dolor en su voz.
Cerrando la distancia entre ellos, se apoderó de sus labios
mientras la penetraba completamente, sin prolongar su dolor. Ella lo
empujó por los hombros y él le agarró las manos, fijándolas a la cama.
Se sentía tan jodidamente apretada y deliciosa alrededor de su polla.
Drake la observó mientras las lágrimas salían de sus ojos. Ella
apretó los labios, claramente tratando de no decir nada.
—Lo siento. La primera vez no es la mejor. —No quería causarle
dolor, pero estaba tan jodidamente contento de ser su primero.
Su coño lo ordeñó, palpitando alrededor de su polla. Se sentía
como un maldito adolescente, y sólo quería penetrarla y correrse,
pero se contuvo. No podía hacer nada más que esperar.
De nuevo, tenía que ser paciente.
—Sabía que iba a doler —dijo ella.
Él se inclinó y le quitó las lágrimas con un beso, lamiéndolas de
sus mejillas. —Te tengo.
—Supongo que debería estar acostumbrada a que me hagas
daño —dijo ella.
Él apretó los dientes al escuchar su dolor. Iba a compensarla.
La rodeó con sus brazos y le besó el hombro y el cuello.
—Te tengo —repitió.
Y nunca la dejaría ir.
El tiempo pasó. Seguía duro como una piedra, pero no se atrevía
a moverse.
Mira no lo tocó. Sus manos estaban a los lados.
Sabía que le iba a llevar tiempo conseguir que ella le
respondiera como él quería. Con Mira, estaba aprendiendo a tener
paciencia.
Ella se retorció.
Drake se congeló.
Su pelvis se movió, empujando hacia arriba. Fue una pequeña
acción, pero tan repentina, que no se podía confundir.
Esperó a que volviera a suceder, y así fue. Se levantó y la miró
fijamente. Ya no había lágrimas.
Se hizo el silencio entre ellos.
Él se quedó perfectamente quieto dentro de ella.
—Yo... el dolor ha desaparecido —dijo ella. Sus mejillas tenían
un hermoso tono rojo.
—¿No te duele?
—Creo que no.
—Si te duele, dímelo. —Él esperó y ella asintió. Le tomó las
manos mientras salía de su apretado calor para que sólo quedara la
punta de su polla. Hizo una pausa antes de empujar dentro de ella.
Ella jadeó y él se detuvo. —¿Duele?
—No, no me duele. Es... diferente.
—¿No te duele?
—No. Me siento llena. —Ella frunció el ceño. —¿Podrías hacerlo
de nuevo?
Él se deslizó fuera de ella y lo repitió, empujando en su interior.
Esta vez, su gemido fue más claro para él. Ella quería que esto
sucediera.
—No te detengas —dijo ella cuando él disminuyó la velocidad.
Él levantó una ceja, pero ella no lo vio. El empujó con fuerza y
profundidad, haciendo que ella lo tomara rápidamente. Ella se arqueó
y él quedó hipnotizado al ver cómo sus grandes pechos rebotaban con
cada embestida.
Inclinándose, capturó un pezón para poder chuparlo. Notó que
sus manos se aferraban a las sábanas, su agarre era casi blanco de
lo fuerte que las sostenía.
Ella no lo tocó. Sólo sus piernas rodearon su cintura,
incitándolo a seguir.
Su orgasmo estaba tan cerca, demasiado cerca. No quería que
esto terminara y, sin embargo, no encontraba la forma de detenerse.
Ella gimió su nombre.
Eso fue todo lo que necesitó. Su nombre en sus labios. Con un
último empujón hacia adelante, él se metió hasta las pelotas y se
corrió con fuerza, derramando su liberación dentro de ella.
Ella volvió a gemir su nombre y él no pudo evitar querer más.
Una y otra vez, su orgasmo se prolongó. Cerró los ojos, disfrutando
de cada segundo. No era exactamente como había imaginado la
primera vez que se acostaran, pero sabía que iba a disfrutar mucho
enseñándole cómo disfrutar del sexo. Tenían mucho tiempo que
recuperar.
Besando sus labios, se levantó. —Voy a preparar un baño.
Quédate aquí. —Salió de su coño y vio su semen mezclado con sangre
en las sábanas.
Drake fue directamente al baño, preparó la bañera, añadió unas
sales calmantes, que utilizaba después de las peleas, y volvió con un
paño. Limpió las pruebas, la tomó de las manos y la sacó de la cama.
Ella trató de ocultar su desnudez, así que él atrapó sus dos
manos entre las suyas, sin dejar que ocultara ninguna parte de sí
misma. Ella era preciosa, no se podía ocultar.
—Vas a tener que quemar las sábanas —dijo ella.
No tenía intención de quemar nada.
La sangre en la manta sería un recordatorio de a quién
pertenecía. Mira había dicho que no tenía nada más que darle por la
deuda adicional que había contraído al esperar a decidirse. Ella tenía
mucho más que dar. Su cuerpo y su vientre eran un pago. Su
virginidad suponía mucho más. Pero había una cosa más que él
quería, y ella aún no se la había dado.
Su amor.
Era todo lo que quería. No quería forzarlo, sino ganárselo.
Por algunas de las fotos que le había hecho tomar sin que ella
lo supiera, sabía que era capaz de amar. Quería ser la persona que
ella quisiera, la persona a la que mirara. La persona a la que acudiera
para todo.
Esto era lo que él quería de ella más que nada. El bebé, el
dinero, todo eso era discutible. Sí, la quería preñada, pero eso era
para tenerla a su lado el resto de sus vidas.
—Me encargaré de las sábanas —dijo él.
—Sólo quémalas —dijo ella. —Son inútiles.
Él no dijo nada mientras la conducía al baño. El agua estaba en
un buen nivel, y él comprobó la temperatura. La ayudó a entrar en la
bañera y le ordenó que se relajara, sin saber si seguiría sus
instrucciones. Lo dudaba.
Volviendo al dormitorio, enrolló las sábanas y se las llevó a su
despacho para que se ocuparan de ellas. Ella nunca sabría que las
guardaba. Cambió las sábanas rápidamente y se dirigió al baño, un
poco sorprendido al encontrarla todavía en la bañera independiente.
Ella no abrió los ojos mientras descansaba en el borde, y él se
sació de ella.
Tan hermosa y abierta.
No sabía cuánto tiempo la había amado. Había sido durante
mucho tiempo, pero había sido demasiado testarudo, esperando el
momento adecuado para conquistarla por completo.
Algunos hombres habrían empezado con una cena y un baile,
pero él no. Sabía que la única manera de ganar en la vida era poseer
a la persona por completo, que era lo que hacía ahora con Mira.
Ella abrió los ojos y se levantó de golpe.
—¿Te duele? —le preguntó él.
—Un poco. —Ella se aclaró la garganta y repitió la respuesta.
—Eso debería desaparecer —dijo él.
—No usaste condón —dijo ella.
Él sonrió. —No hace falta. Me perteneces, ¿recuerdas? Eso no
va a cambiar. —Se acercó a ella y cuando ella se inclinó hacia delante,
él se puso justo detrás suyo.
Al final conseguiría lo que quería. Cuando se trataba de Mira,
el 'no' no era una respuesta adecuada.
Mira ya no era virgen.
No estaba segura de cómo debía sentirse. Aunque nunca lo
admitiría, el sexo había sido increíble. Eso la enfurecía, ya que se
suponía que lo odiaba. Ella había intentado por todos los medios no
satisfacerlo ni participar, pero era casi imposible con la forma en que
Drake la tocaba.
Él había conseguido lo que quería. Y ella había ayudado a Nigel
a salir de los problemas.
¿Y ahora qué?
No era tan sencillo como tener sexo y marcharse. Drake quería
más, todo. Esperaba que ella tuviera sus hijos. Como no habían
usado preservativo, no se sabía si estaba embarazada. La idea la
asustaba mucho. Los niños deben ser criados en una familia
amorosa, no por dos personas con un contrato para reproducirse.
Gente que se odiaba desde el instituto.
—Tenemos que salir de aquí en menos de una hora, Mira.
Se sentó en la cama, con el pelo revuelto. ¿Qué hora era? —¿A
dónde vamos?
—Al trabajo, por supuesto. —Él ya se había duchado y vestido.
El hombre parecía comestible en traje. Caminó por el amplio
dormitorio preparándose para el día. Ella lo observó mientras
abrochaba el cierre de su Rolex.
—¿Me vas a dejar en mi trabajo? —No estaba segura de los
detalles de su futuro. Nada era seguro.
—¿Ese trabajo de contabilidad? Eso ya está terminado. Vas a
venir a trabajar conmigo.
—Pero no trabajo para ti.
Se ajustó la corbata. —Paso mucho tiempo en el trabajo, Mira.
No voy a perder todas esas buenas horas de hacer bebés estando lejos
de ti.
¿Iban a tener sexo en su oficina? Una vez el bully, siempre el
bully. Cualquier esperanza de que Drake fuera el hombre que ella
necesitaba, se esfumó rápidamente. Ella era su recipiente de cría y
nada más.
—¿Qué debo ponerme?
—Bien, no tienes nada aquí. Iremos de compras más tarde —
dijo él. —Hoy tendrás que ponerte lo mismo. Sin bragas.
Una vez que él salió de la habitación, ella se dirigió al lavabo de
la habitación y se dio una ducha rápida. Luego se puso el traje
púrpura y puso las bragas en la basura. Se sentía perversa, sobre
todo porque él sabría que no llevaba nada debajo de la falda.
Se arregló el pelo en el espejo. Era difícil sentirse cómoda
cuando no tenía nada propio. Aquí no había nada suyo, ni siquiera
maquillaje. Usó un poco de su desodorante en spray. Olía a él, y se
encontró cerrando los ojos y saboreando el aroma.
Hasta que lo pensó mejor.
¿Por qué su cuerpo y su corazón estaban en conflicto?
Cuando salió de la habitación, Drake acababa de agarrar sus
llaves de la mesa del vestíbulo. Levantó su maletín y le hizo un gesto
para que se acercara.
—Espero que hoy te esfuerces al máximo en el trabajo. Que
haya pagado las deudas de tu hermano no significa que no pueda
ponerle las cosas difíciles si te retractas de tu parte del trato.
Puso los ojos en blanco. —Por si no te has dado cuenta, he
cumplido mi parte del contrato. Ayer me quitaste la virginidad.
Drake sonrió y se acercó a ella. Con las manos llenas, rozó su
frente con la de ella, inhalando profundamente cerca de su cuello.
Sus labios rozaron su mejilla y luego se apartó. Ella ya respiraba por
la boca, el momento había elevado su presión sanguínea a niveles
críticos. ¿Por qué tenía él tanto poder sobre ella?
Condujeron en silencio hasta el edificio de su oficina. Ella iba a
pasar mucho tiempo en su suite del ático. ¿Esperaba él que ella
aprendiera el negocio o sólo estaba allí como su juguete sexual?
—Debería llamar a Nigel. Está solo en casa con dos piernas
rotas.
—Tu hermano está cuidado.
—¿No se me permite tener contacto con mi familia?
—La familia está sobrevalorada, Mira.
Apretó los dientes. Una cosa era robarle la vida, pero arrancarle
a su hermano no era parte de este trato. La muerte de su padre había
destruido a Nigel. Perderla a ella sería demasiado. Lo único que les
quedaba era el uno al otro.
—Relájate, Mira. Puedes llamar a tu hermano desde mi oficina.
Exhaló, contenta de no tener que pelear con Drake por esto. Ya
era bastante duro tratar con su antiguo bully todos los días. Era un
recuerdo constante de una infancia que prefería olvidar.
La ciudad pasó de largo mientras conducían por las calles del
centro. Habían pasado muchas cosas en los últimos días. Todo era
surrealista.
Él entró en el estacionamiento subterráneo de su edificio, el que
tenía su nombre en letras grandes y brillantes. Drake Eastwood se
había hecho billonario, ¿o era trillonario? Y ella acababa de vender
su cuerpo porque Nigel se estaba ahogando en deudas. ¿En qué se
había equivocado en la vida?
Subieron en el ascensor de cristal. Él mantenía constantemente
una mano posesiva en la parte baja de su espalda. Tenía que admitir
que se sentía bien que un hombre tan poderoso la eligiera. Su mente
y su cuerpo estaban en constante conflicto. Cuando entraron en el
vestíbulo de su oficina principal, lo primero que notó fue la ausencia
de Glenda.
—¿Cuándo empieza tu asistente personal? Estoy segura de que
no se alegrará de que yo esté aquí.
—¿Quién? ¿Glenda? Ya no trabaja aquí. —Drake tomó la pila
de correo de una bandeja en el escritorio de su secretaria mientras se
dirigía a las puertas dobles de su oficina privada. Ella lo siguió.
Después de cerrar las puertas tras ellos, tiró el correo sobre su
escritorio.
—¿Renunció?
Entrecerró los ojos como si estuviera confundido sobre lo que
ella estaba hablando. O tal vez simplemente no le importaba. —La
despedí.
—¿Qué? ¿Por qué?
—No te gustaba. Ya que estarás aquí conmigo todos los días,
eso no estaría bien, ¿verdad?
Se quedó sin palabras. ¿Cómo sabía él lo que ella sentía por
Glenda? Y el hecho de que la despidiera sólo para que ella no
estuviera disgustada era casi... encantador. Este no podía ser el
Drake Eastwood que ella conocía.
—Entonces, ¿sólo despides a la gente por capricho? Estoy
segura de que ella tiene facturas que pagar como todos los demás.
—Mira, ella era una perra. No permitiré que nadie contradiga a
mi mujer.
Esta vez tragó con fuerza, con un cosquilleo en el coño. Era tan
difícil fingir que se sentía insultada cuando él no hacía más que
excitarla.
Las vistas desde los grandes ventanales eran impresionantes.
Se paseó por el enorme despacho, contemplando las vistas y saciando
su curiosidad por Drake. No había fotos, algunos premios, pero nada
demasiado personal.
—Eras contable. ¿Te gusta trabajar con números?
Se giró hacia él. Estaba preparando su escritorio y abriendo su
portátil.
—Bueno, ya sabes que tengo problemas con la lectura y la
escritura. Los números son algo natural para mí.
—Lo compensaste —dijo él.
—¿Perdón?
—Cuando alguien es débil en un área, es natural que destaque
en otra. Ya sabes, como cuando los ciegos tienen mejores sentidos.
Tal vez sea la forma que tiene Dios de compensar.
—No sé nada de eso —dijo ella. —Pero llevo mucho tiempo
haciendo contabilidad.
—Después de todos estos años, me sorprendió encontrarte
soltera. No es que me haya decepcionado.
—No soy como tú, Drake. No se me da bien conocer gente nueva,
pero me conformaba con vivir sola.
—Yo no —dijo él.
Eso despertó la curiosidad de ella. Se sentó en la silla frente a
su escritorio. —¿Cómo es eso?
Tecleó un rato y luego cerró la tapa del portátil. Drake la miró
fijamente. —He centrado mi vida en tener éxito. En hacer algo por mí
mismo. Me llevó mucho tiempo, pero finalmente me di cuenta de que
hay muchas cosas que el dinero no puede comprar —dijo. —No puede
comprar la felicidad. No puede comprar el amor. Después de una
década de trabajar sin parar, en el momento en que di un paso atrás,
me di cuenta de lo jodidamente solo que estaba.
Ella se burló. —Podrías tener la mujer que quisieras, Drake.
Él negó con la cabeza. —No la clase de mujer que quiero. ¿Crees
que es halagador que alguien te quiera sólo por tu cuenta bancaria?
No, estoy harto de las cazafortunas.
—¿Es ahí donde entro yo? Acabas de decir que el dinero no
puede comprar el amor. ¿Crees que es diferente en el caso del
chantaje?
Él se rió, recostándose en su silla. A continuación, se
desabrochó los puños de la camisa y se subió las mangas por encima
de los gruesos antebrazos. —Eres real, Mira. Y luchadora. Eres la
clase de mujer con la que podría sentar cabeza.
—Creía que sólo querías hijos. ¿Ahora quieres todo el asunto de
la valla blanca?
—No, sólo hijos.
Él entrecerró los ojos, visiblemente cohibido. Dijo sentirse solo.
Mira pensó que era allá donde ella debía llenar el vacío. Debía de estar
leyéndolo mal.

Esto estaba yendo demasiado lejos.


Necesitaba mantener su armadura. Parecer débil frente a Mira
no era una opción. La valoraba, la respetaba y planeaba conservarla.
El contrato encerrado en su gabinete era su garantía.
No podía confiar en que nadie lo amara por voluntad propia.
Eso nunca ocurriría. Tenía que atrapar a Mira, obligarla a
preocuparse, aunque todo fuera una ilusión.
—Tal vez podamos conseguirte algo de ropa en nuestra hora de
almuerzo —dijo.
—¿Cuándo es eso? —preguntó ella.
—Cuando me apetezca almorzar. Soy el jefe, ¿recuerdas?
Ella jugueteó con sus dedos. Era condenadamente bonita. Y
muy sexy.
—¿No desayunas?
Se levantó y caminó alrededor de su escritorio, apoyándose en
el borde delantero, de cara a ella. —Si tienes hambre, ¿por qué no me
lo has dicho? Quiero que estés cómoda. No soy el monstruo que crees
que soy.
Ella se removió en su asiento. —Puedo esperar hasta el
almuerzo. No es gran cosa.
—Eso no es lo que estoy diciendo —dijo él. —Quiero que
expreses tus necesidades. No puedo jugar a las adivinanzas
eternamente. —Buscó su teléfono y marcó a su secretaria. —¿Qué
quieres comer?
Mira se encogió de hombros.
—Pídeme un desayuno surtido, Lynda. Sorpréndeme. —Él
nunca pedía desayunos, así que ella se quedaría descolocada. Lynda
había sido su secretaria durante seis años y hacía bien su trabajo.
Sabía que él exigía lo mejor y siempre seguía sus instrucciones al pie
de la letra.
Utilizó un pie para separar los pies de Mira por los tobillos. Su
ajustada falda limitaba la apertura de sus piernas.
—¿Llevas bragas?
—No.
—Qué bien. Siempre te quiero así. —Se puso de pie y regresó a
su silla de oficina, palmeando la parte superior de su escritorio. —
Ven aquí, Mira.
Ella hizo lo que le dijo, acercándose a donde él estaba sentado.
—Siéntate aquí en mi escritorio. Tengo que hacer algunas
llamadas de negocios. Me mantendrás entretenido para que no me
duerma tratando con todos estos imbéciles.
Ella se contoneó en el borde de su escritorio, con sus gruesas
piernas llenando la falda. Él recorrió sus muslos con las manos, cada
vez empujando la falda hacia arriba.
—Retrocede un poco. —Una vez que ella estaba a medio camino
en su escritorio, él le separó las rodillas. —Quítate los tacones y
levanta las piernas. Ábrelas para mí.
Su polla se puso a tono. Mira estaba sentada en su escritorio,
sujetando sus tobillos, con las piernas abiertas, su brillante coño rosa
justo delante de él.
Cuando respondió la llamada, casi se olvidó de quién era y
dónde estaba. Su boca salivaba por probar a Mira, pero eso tendría
que esperar. Ella se mantuvo en silencio mientras él hablaba con este
contacto.
Drake se inclinó sobre un codo, presionando dos dedos
profundamente en su coño, manteniéndolos en su lugar. Mira echó
la cabeza hacia atrás, mordiéndose el labio inferior para no decir
nada. La penetró con los dedos, y los jugos de ella lo cubrieron.
Después de limpiárselos en los pantalones, agarró su grueso
rotulador amarillo y le empaló lentamente el coño hasta que sólo
sobresalió la punta.
Le dijo: —No te muevas.
Las llamadas se alargaron, pero Mira lo mantuvo entretenido.
Utilizó una mano para desabrocharle la blusa. No se había puesto
sujetador, lo que le sorprendió. Mientras su cliente hablaba, él se
inclinó y chupó sus grandes pezones. Estaba en el puto cielo.
Terminó su última llamada cuando vio que Lynda lo llamaba.
El desayuno debía de haber llegado. En cuanto colgó el teléfono y se
puso de pie, Mira habló.
—¿Te das cuenta de cuánta gente puede ver esto, Drake? Toda
tu oficina tiene ventanas. La gente tiene prismáticos.
—Pueden mirar. Pero no pueden tocar. —Sacó el resaltador y lo
dejó caer en el cajón de los bolígrafos. —No te muevas. Tu desayuno
está aquí.
—¿Qué? No puedo quedarme así.
Él se dirigió a la recepción y regresó con una gran bandeja
cubierta. Después de dejarla en la barra de la esquina, volvió a por la
segunda.
—¡Drake!—susurró Mira con fuerza exagerada. —¡Alguien me
va a ver!
A decir verdad, todo el edificio de oficinas, Lynda y cualquier
otra persona interesada podía asomarse a las puertas de su despacho
y ver a Mira sentada allí como un juguete erótico. A él no le importaba
porque ella le pertenecía.
Cerró la puerta de una patada y fue a ver qué propuesta le había
traído Lynda. —Se ve delicioso, Mira. No sé por dónde empezar. No
eres exigente, ¿verdad?
—¡Drake! ¿Puedo moverme ya?
Se giró para mirarla pero negó con la cabeza. —Es hora de
comer. —Primero preparó un pequeño plato y luego volvió a su
escritorio, dejándolo en la mesa. —No me has dicho lo que te gusta,
así que ten paciencia conmigo. —Le tendió una rodaja de fresa y se
la dio. Fue inesperadamente satisfactorio verla comer.
Luego le dio un pequeño trozo de melón.
—Ese estaba dulce. —Ella sonrió y abrió la boca para pedir más.
Él quería verla tomar su polla, pero eso tendría que esperar a otro
día. Drake le ofreció algunos arándanos, luego unas frambuesas.
Lo que realmente despertó su interés fue el bol de nata montada
guardado para el chocolate caliente. Mojó un dedo en la nata, y luego
la extendió por su montículo desnudo.
Las manos de ella se apretaron alrededor de los bordes del
escritorio. Sabía exactamente lo que le esperaba. Drake había soñado
con comerle el coño desde que llegaron a su oficina esta mañana.
Apoyó ambos brazos en el escritorio y se inclinó para acariciar sus
pezones con la lengua, luego bajó, chupando la crema que había
chorreado hasta su clítoris. Mira gimió, moviéndose sobre el
escritorio.
—Quédate quieta, Mira. Deja que disfrute de mi coño. Tomaré
esto como desayuno cualquier día de la semana.
Recorrió con la lengua su coño, comiendo la crema mientras se
burlaba de su clítoris. Quería que ella se retorciera, que llorara para
que la dejara correrse. —Eres perfecta, Mira. Bonita y dulce. Tan
receptiva. Adictiva. —La folló con su lengua, deslizando ambas manos
bajo su culo para mantenerla en su sitio. Los negocios y el placer eran
una mezcla deliciosa cuando se trataba de Mira.
—Drake...
Le encantaba que ella gritara su nombre. Ella peinó su mano
en su cabello, estimulándolo, pero se apartó con la misma rapidez.
Parecía que ella seguía conteniéndose, incluso cuando ansiaba
entregarse a él. Él estaba decidido a establecer esa conexión. Que
Mira lo deseara tanto como él a ella.
—¿Quieres correrte, cariño? —Se apartó, admirando sus
mejillas sonrosadas y sus ojos dilatados. Ella estaba muy obediente
hoy, pero él la había contratado para jugar. Él quería que ella
estuviera aquí por su propia voluntad, pero ella misma dijo que
nunca querría tener nada que ver con un bully como él. Sus días de
adolescente habían quedado muy atrás. Quería que Mira lo viera
como el hombre en el que se había convertido. Uno que la merecía,
que podía cuidarla y hacerle la vida fácil.
—Drake, deja de ser cruel.
—Ayer, eras virgen. Hoy, me suplicas que entierre mi cara entre
tus piernas. Es increíble lo que pueden hacer veinticuatro horas.
Ella frunció el ceño.
—Relájate, me ocuparé de ti. —Drake lamió sus pliegues con la
parte plana de su lengua, observando sus reacciones. Sus labios se
separaron mientras jadeaba. Sus grandes tetas caían ligeramente a
cada lado. Cerró los ojos y se aferró a su pequeña y apretada perla,
chupando y lamiendo hasta que todo su cuerpo se estremeció, su
coño palpitando contra su boca. Gritó su nombre como un mantra,
lo suficientemente alto como para que Lynda la oyera. Era una
música preciosa.
Él besó el interior de sus muslos mientras se alejaba.
—Voy a follarte después de comer, aquí en mi despacho. Sólo
para que lo sepas.
—¿Estas ventanas tienen persianas? —Ella cerró las piernas,
sentándose en el borde del escritorio, con la blusa aún abierta.
Él se relamió los labios. —Vas a quitarte toda la ropa. Voy a
presionar tu cuerpo desnudo contra el cristal y te voy a follar por
detrás. —Se aferró a un pecho. —Estas hermosas tetas se extenderán
contra la ventana para que toda la ciudad las vea.
—¿No te importa la reputación de tu negocio?
—No debería importarte la opinión de los demás, Mira. Por eso
eras un blanco tan fácil en el instituto.
Ella frunció el ceño. —Sí, eras el peor de ellos.
—Y voy a compensarte. —Quería decir más pero no podía
arriesgarse a decir demasiado. —No me comporté como un bully
porque te odiara. No quería decir nada de lo que dije.
—¿Entonces por qué?
¿Qué podía decir? Que sólo había aprendido lo que le habían
enseñado en casa. Que el amor equivalía a golpes e insultos en su
casa de los horrores. Se había sentido atraído por Mira, había
deseado conectar con ella, pero sólo sabía cómo alejar a la gente.
Había dejado de utilizar su retorcida infancia como excusa hace
muchos años, pero seguía teniendo una necesidad de control muy
arraigada. Un subproducto de que le arrancaran cualquier rastro de
identidad y elección hasta que finalmente se marchó y nunca volvió
atrás. Había construido todo lo que tenía desde los cimientos. Drake
había empezado sin nada, y ahora que había llegado a donde estaba,
le faltaba la satisfacción que esperaba sentir. No estaba persiguiendo
nada. Nada.
Lo que necesitaba era a Mira. Vivir una vida auténtica sin
máscara. Era más fácil decirlo que hacerlo. Esperaba no alejarla por
segunda vez por no saber cómo amar.
Mira sabía que debía odiar todo lo que Drake le hacía. El pasado
se olvidaba fácilmente mientras lo veía trabajar. Él era... increíble. No
aceptaba tonterías de nadie y sabía lo que estaba haciendo. En varias
de sus llamadas telefónicas, ella podía escuchar cuando las ponía en
altavoz. Imaginó que lo hacía para poder tocarla más a fondo. A ella
no le importaba en absoluto porque disfrutaba de sus manos por todo
el cuerpo.
Era sucio, pero en lugar de disgustarla, la excitaba.
Algunas de las llamadas telefónicas la molestaban porque
intentaban tratarlo como a un idiota, pero Drake no era ningún tonto.
Llamaba la atención, exigía respeto y, poco a poco, la gente no tenía
más remedio que ceder ante el hombre.
Sin embargo, no se la folló ni una sola vez.
La alimentó, jugó con ella, y para cuando llegó el almuerzo, la
ayudó a vestirse.
—¿Podemos quedarnos en la oficina? —preguntó ella.
—Necesitas algo de ropa. Me encanta el traje, pero creo que
necesito algo que me permita llegar más fácilmente a ti.
Mira miró hacia la puerta. Sacudió la cabeza. —No puedo salir
ahí fuera.
—¿Por qué no?
—Vamos, Drake. Me has oído. Todos me han oído.
—Sí, y si mis empleados saben lo que les conviene, mirarán para
otro lado. —Extendió la mano, agarrando su cuello, y la acercó. —No
olvides a quién perteneces, Mira. Eres mía, y nadie puede dañar lo
que es mío. Cada ruido que has hecho hoy me pertenece. Ellos no
pueden hacer una mierda. ¿Me entiendes?
—No es tan fácil.
—Si alguien te hace sentir incómoda, se quedará sin trabajo.
Has disfrutado esta mañana. Puedes seguir odiándome y lo acepto,
pero un día te vas a dar cuenta de que no soy del todo malo. —Apretó
un beso en sus labios. —Ahora, vamos a comer.
—No despidas a nadie —dijo ella.
—Entonces no dejes que te afecten. —Él le guiñó un ojo, y ella
apretó los dientes, queriendo gritarle.
Ella no era como él.
La agarró de la mano y, juntos, salieron de su despacho. Ella
miró al frente, siguiendo sus pasos. Él no se apresuró, aunque ella
quería que el suelo se abriera y la tragara. Había disfrutado de la
mañana. No podía negarlo. Él era sucio, sin complejos. Le encantaba
su perversión en la oficina, ansiaba más. Nunca había sabido que
tenía unos deseos tan pervertidos hasta que Drake los sacó a la
superficie.
Drake era mucho más de lo que ella podría haber imaginado.
No es que hubiera pasado mucho tiempo pensando en él. No lo había
hecho. Su vida se había centrado en cumplir con su trabajo sin que
la gente descubriera su debilidad. Después de salir del instituto,
estaba en un trabajo de banquera cuando alguien había descubierto
que tenía problemas con las palabras. Se burlaron de ella,
cuestionaron su capacidad y convirtieron su vida en un infierno hasta
el punto de que renunció. Ahora, sólo trabajaba con los números.
Eran fáciles. Eran fríos, sin vida, y se dio cuenta de que mucha
gente tenía problemas con ellos, pero ella no hacía que los demás se
sintieran como un tonto. Los ayudaba en todo lo que se refería a los
cálculos. La mayoría de las veces, ellos se alegraban de que ella
pudiera ayudar.
Una vez dentro del ascensor, soltó un suspiro. —Lo he
superado. —Se aferró un poco más a su mano.
Drake la giró hacia la esquina del ascensor y la aprisionó.
—¿Qué estás haciendo?
—Tienes que dejar de preocuparte por lo que los demás piensen
de ti. Si dejas que alguien vea lo débil o necesitada que te sientes, lo
explotarán. Es la naturaleza humana.
—¿Como tú?
Se rió. —Nena, a mí no me pareces débil ni necesitada. Tu
hermano te puso donde estás ahora. —Apretó su cara contra su
cuello y ella jadeó cuando su lengua le rozó el pulso. Le soltó las
manos, sus dedos fueron a sus rodillas y se deslizaron lentamente
hacia arriba.
—Drake, ¿el ascensor? —
—Lo sé. Llegará pronto. ¿Qué tan mojada estás para mí? —
preguntó él.
—¿Por favor?
Le subió la falda lo suficiente para poder meter la mano entre
sus muslos. —Joder, nena, estás empapada. Justo como te quiero.
¿Tienes idea de lo que me estás haciendo? —Tomó su mano y la
colocó justo sobre su polla dura como una roca.
Ella sintió su longitud. ¿Por qué tenía que excitarla tanto?
Anoche mismo, él estaba hasta las pelotas dentro de ella, y ella
lo deseaba de nuevo, aunque estaba un poco adolorida.
El ascensor se abrió y él retiró su mano, tomando la de ella, y
salió del ascensor.
La gente esperaba para subir. Varios de ellos saludaron a
Drake. Él levantó la mano, indicando un hola, pero eso fue todo.
En pocos minutos, ella estaba sentada en el asiento del pasajero
de su coche.
—¿No crees que eres un poco grosero con tus empleados?
—Si me paro a hablar con todos los que trabajan para mí, nunca
conseguiré hacer nada. No estoy siendo cruel. Lo que hago es
necesario.
Ella frunció el ceño. —¿Y siguen queriendo trabajar para ti?
—Mira, todo el mundo sabe que para poder conservar sus
puestos de trabajo, yo tengo que estar en la cima del juego. Esto es
lo que hago. —Salió del estacionamiento subterráneo y se
incorporaron al intenso tráfico de la ciudad.
Ella lo miró. Él golpeaba con los dedos el volante.
—Después de comer, tenemos una cita en una boutique. Nos
enviarán ropa a mi ático.
—Gracias. —Ella se pasó las manos por los muslos, tratando de
pensar en qué decir. —Este contrato tuyo fue precipitado, ¿no crees?
Sé que querías el pago por lo de mi hermano, pero no estoy segura de
que hayas pensado muy bien todo esto. ¿No crees que te vas a aburrir
conmigo?
Estaban detenidos en un semáforo, con varios coches por
delante, y aún estaba en rojo. Drake la miró. —¿Aburrirme?
—Sí. Ya sabes que la distancia puede hacer que el corazón se
vuelva más cariñoso. ¿Y si te aburres de follar conmigo?
Él se rió.
—¿O tu intención es dejarme embarazada y pasar a la siguiente
mujer?
—No habrá otra mujer.
—No puedes esperar que me crea que has vivido como un monje
—dijo ella.
Drake suspiró y comenzó a moverse cuando el semáforo se puso
en verde. —No, no he vivido como un monje. He estado con muchas
mujeres, Mira. ¿Quieres que te hable de todas las mujeres con las
que he estado?
Ella negó con la cabeza, odiando la idea de que alguien más
supiera cómo era él en la cama. ¿De dónde venían estos sentimientos
de celos?
—¿Has estado alguna vez enamorado? —preguntó ella.
—No. Nunca. Las mujeres con las que he estado sabían lo que
pasaba. A algunas no les gustaba que mi corazón no estuviera
involucrado. Ese no era mi problema.
—¿Las mujeres se enamoraron de ti entonces? —¿Iba a tener
competencia por su afecto?
¿Por qué diablos te importa si hay competencia?
Él no es tuyo.
Nunca será verdaderamente tuyo. Pon tu cabeza en el juego. Eres
una máquina reproductora. Nada más. Niños. Eso es todo lo que él
quiere de ti.
Sin embargo, todavía dolía. Ella no quería ser sólo otra mujer
en una larga fila.
—No. No lo hicieron.
—¿Cómo puedes saberlo con seguridad? —preguntó ella.
—Sé cuándo una mujer está enamorada de mí y cuándo no. Lo
único que querían de mí eran los ingresos que podía proporcionarles.
Eso es lo único que les importaba. Sí, se abrían de piernas e incluso
intentaban negociar para salirse con la suya.
Esto la hizo fruncir el ceño. —¿Qué?
—Realmente no quiero hablar de esto —dijo él.
—Inténtalo por mí.
—Bien. Quieres mantenerme como el imbécil en tu mente. ¿Qué
te parece esto? Una de las mujeres intentó que le pagara cien mil
dólares cada vez que le metía la polla. Así es, dijo que debía pagar por
un coño tan bueno como el de ella. Otra mujer dijo que si quería sexo
anal, iba a tener que pagar. Cada mujer tiene un precio.
Ella no sabía por qué, pero eso no la hacía odiarlo. Drake
acababa de demostrar que ninguna mujer lo había deseado.
Sólo estás con él por tu hermano.
La culpa la inundó.
—Sabes que tengo ropa en mi casa —dijo ella. —No necesitamos
ir de compras.
—Hice que uno de mis hombres consiguiera tus cosas. La
mayoría tienen manchas o agujeros. Quiero que tengas lo mejor,
Mira. El hecho de que tu hermano estuviera demasiado ocupado
acumulando deudas en lugar de cuidar de ti me enfurece.
Ella lo observó mientras entraban en el estacionamiento de un
restaurante italiano muy elegante y caro. A ella le encantaba la
comida italiana. La pasta era uno de los mejores placeres de la vida.
—¿Qué pasó con esas mujeres? —preguntó ella.
—Terminé la relación que teníamos. Cuando algo no funciona,
lo termino. Lo mismo en los negocios que en el placer. —Drake salió
del coche y se dio cuenta de que el restaurante tenía un aparcacoches
esperando para llevárselo.
Estaba a punto de abrir la puerta cuando Drake llegó primero,
tendiéndole la mano para que la tomara.
Por alguna razón, sintió pena por él. Las mujeres sólo lo habían
utilizado. Se sintió mal del estómago. ¿Ella lo estaba utilizando? Ella
no lo había pedido, pero en cierto modo, también lo estaba utilizando.
Sé amable con él.
No pelees con él.
Enséñale cómo puede ser una relación de verdad.
Era completamente irrisorio que ella pudiera darle algo,
especialmente porque ella misma nunca había tenido una relación
real.

Su cita para comer fue más que agradable. Él esperaba que Mira
pidiera una ensalada y que hiciera lo que otras mujeres hacían
siempre en sus citas. Su mujer no, ella había ido directamente a por
una pasta al pesto, con mucho aliño en su ensalada, mientras que él
había ido a por el filete.
A lo largo de su comida, Mira mantuvo la conversación,
hablando de su trabajo, de algunas partes de su vida. Se enfadó
cuando ella le reveló lo que había sucedido en su primer trabajo en
un banco e hizo una nota para comprobar dicho banco y así poder
hacer pagar a la gente.
Tener dinero y poder siempre tenía sus ventajas. Abría puertas
y caminos en la vida de la gente donde nada más podía hacerlo. Mira
no tenía a nadie cuidando de ella, y él pretendía cambiar eso.
Él podía ofrecerle una vida con la que no muchos podían soñar.
Llegaron a la boutique. Según su petición, ya había prendas de
vestir listas para que Mira se las probara.
Una mirada a la dependienta, y fueron llevados a los probadores
con la promesa de estar cerca en caso de necesidad.
Drake tomó asiento mientras Mira, con la mano en la cadera,
miraba a su alrededor.
—Vaya —dijo.
—¿Qué?
—Estoy acostumbrado a las cabinas del tamaño de un retrete
para cambiarme de ropa. Esto es como un dormitorio.
Él se rió. —Hay muchos... placeres que se pueden tener cuando
se tiene dinero. No puede comprar la felicidad, pero ciertamente hay
beneficios.
—Puedo ver eso. No hace falta ser un genio para saber cuáles
son. —Se colocó el pelo detrás de la oreja. —¿Quieres que me los
pruebe?
—Nadie nos molestará.
—Drake, estamos en un vestuario.
—Lo sé, y quiero ver lo que vas a elegir.
Ella abrió la boca y la cerró antes de dirigirse al estante de las
prendas. Eligió un vestido negro que todavía tenía la etiqueta del
precio. —Tienes que estar bromeando.
—No pienses en el precio.
—Drake, mira, sé que estás acostumbrado a que las mujeres
obtengan lo que puedan de ti, pero esto es simplemente... es un poco
demasiado.
—¿En serio? Porque en lo que a mí respecta, no es suficiente.
—Se inclinó hacia atrás, observándola. —Compláceme, Mira. Quítate
la ropa y déjame ver.
—Sabes que no llevo nada debajo de esto.
—Haré que la señora nos traiga algo de lencería. —Se levantó y
se excusó. Habló rápidamente con la dependienta y le indicó que
llamara a la puerta antes de entrar.
Drake vio que Mira ya había empezado a despojarse de su ropa
mientras él tomaba asiento. Estaba de espaldas a él y admiró las
flexibles curvas de su culo. Le encantaba que tuviera uno bien jugoso
al que agarrarse para poder follarla como era debido.
El vestido pasó por encima de su cabeza y se deslizó por su
cuerpo, terminando en su rodilla. Se levantó del sofá e hizo una
prueba rápida. Podía tocarla sin que el vestido le estorbara. —Ese se
queda.
—No pensé que fuera posible convertir la compra de ropa en
algo pervertido. —Ella se quitó el vestido y él la rodeó con sus brazos,
ahuecando sus tetas mientras la atraía contra él.
Con sus labios en el cuello, le pasó la lengua por la curva. —
Puedo convertir cualquier cosa en pervertida. Sólo tienes que decirlo.
Después de pellizcarle los pezones, deslizó una mano para
acariciar sus muslos. Ella jadeó y se arqueó contra él.
—Ves, eso es todo lo que se necesita.
La soltó y se lamió los dedos, observando cómo ella intentaba
recuperar la compostura.
—No necesito tanto, Drake.
—Necesitarás todo lo que pueda darte. Pantalones, vaqueros,
están todos prohibidos.
Ella lo miró por encima del hombro. —¿Prohibidos? ¿Por qué?
—Fácil acceso, nena. No quiero que lleves nada que te oculte.
—Él observó su cuerpo.
—Sabes que algunos hombres encontrarían en mi peso un
problema.
—Ese es su problema, no el mío. Me encanta lo que veo, y pienso
verlo mucho.
Pasó por un par de pares de faldas y algunos vestidos más. Una
de las faldas lápiz era demasiado ajustada y no podía subírsela por
los muslos, así que eso estaba en la pila del no. Le gustaban los
vestidos, especialmente los que tenían una falda fluida.
La dependienta llamó a la puerta, y entonces llegó el momento
de probarse la lencería. Su polla amenazaba con salírsele de los
pantalones, su excitación se hacía más dura a cada segundo que
pasaba. Cuando ella le dio una vuelta, vestida con un sujetador que
le ofrecía las tetas hacia arriba, y un tanga, estuvo a punto de perder
la cabeza.
—Gira para mí.
Ella le dio la espalda.
—Inclínate.
—Drake, vamos.
—Inclínate. No me gusta repetirme.
Él vio que ella ponía los ojos en blanco y sonrió. Puede que ella
hiciera el papel de odiar esto, pero él la conocía. Mira amaba la
atención. Tenía un lado sucio.
Él se alegraba de ello.
El tanga se metía perfectamente entre sus nalgas. Quería follar
su culo. Maldita sea, quería tomar cada parte de ella, poseerla. Se
puso de pie y cerró la distancia entre ellos. Le sujetó la cara y le
hundió los dedos en el pelo. Tirando de ella para acercarla, le puso
los labios encima. Cuando le saqueó la boca con la lengua, la sintió
gemir.
Rompió el beso primero, acercándose a su oreja. —Quiero que
tu boca rodee mi polla. —La empujó por los hombros hasta que se
arrodilló ante él.
Con su mirada en la de ella, se soltó el cinturón, se desabrochó
los pantalones y bajó la cremallera. Con rápidos movimientos, tenía
la polla en la mano y envolvía el pelo de ella con el otro puño.
—Abre la boca.
Ella hizo lo que le pidió y él le dio su polla, deslizándola por su
lengua.
—Chúpala —le dijo.
Ella cubrió su longitud y sus ojos se fijaron en él mientras lo
chupaba en su boca.
Él le sujetó el pelo y empezó a empujar. La inexperiencia de ella
comenzaba a notarse, pero él no tenía ningún problema con eso
mientras la observaba. Eso solo lo hacía más excitante para él.
—No uses los dientes. Eso es. Bien. Muy bien.
Ella gimió alrededor de su polla y él comenzó a empujar más
fuerte en su boca, haciéndola atragantarse al golpear la parte
posterior de su garganta.
Una o dos veces, él se quedó en su garganta, haciendo que lo
sintiera allí, tomando la mayor parte de él.
—Eso es, nena. Chúpala. Déjame ir un poco más profundo.
Las lágrimas se filtraron por las esquinas de sus ojos, pero ella
lo tomó.
—Joder, me voy a correr muy fuerte —le dijo.
Entró y salió, sintiendo la tensión en sus pelotas mientras se
acercaba a su liberación. Apretando los dientes, se corrió con fuerza
en su boca. La garganta de ella se esforzó por tragarlo todo. Gimió
alrededor de su longitud mientras lo hacía.
Unas cuantas gotas de semen se le escaparon por la comisura
de la boca. Él se retiró de su boca y utilizó el pulgar para recuperar
las gotas. —Abre. —Las deslizó por su lengua. Ella lo lamió hasta
dejarlo limpio. —¿Es la primera polla que chupas?
Ella asintió.
Se arrodilló frente a ella, le sujetó el rostro, le inclinó la cabeza
hacia atrás y le tomó los labios una vez más. No tenía suficiente de
ella. Todo lo que quería hacer era consumirla.
Le dio un beso en la nariz. —Me gusta este conjunto.
—A mí también —dijo ella.
Se dio cuenta de que, una vez más, ella no lo había tocado, ni
había iniciado el beso. Se mantenía alejada de él. ¿Qué haría falta
para que se relajara para él? Que quisiera tocarlo. Que iniciara un
beso.
Pasando el pulgar por el labio de ella, la miró a los ojos, tratando
de entenderla. Podía leer a muchas personas porque eran un libro
abierto. Pero Mira era difícil. Tenía la sensación de que el dinero no
la impresionaba. Sólo había acudido a él por su hermano. Era
humilde, a diferencia de otras mujeres que había conocido.
Ella no ponía precio a su cuerpo, no realmente. Era él quien lo
había hecho. Todo lo que ella quería era la seguridad de su hermano.
Esta era otra razón por la que él quería su amor, anhelaba su
aceptación y sumisión.
No sabía con qué reglas jugar con esta mujer. Se le había metido
bajo la piel.
Drake la soltó y dio un paso atrás, luego otro hasta que volvió a
estar en el sofá. —Continúa —dijo.
Por la forma en que ella apretó los muslos, él se alegró de que
estuviera excitada. Quería que estuviera desesperada por él. Pronto
tendría cada parte de ella para él.
Mira esperó al ascensor, dando golpecitos con el pie y
consultando su reloj. El edificio de Nigel no era nada comparado con
la casa de Drake. Si el ascensor no estaba roto, era ridículamente
lento. Después de esperar cinco minutos, decidió tomar las escaleras.
Una vez sola en el pasillo de la escalera, rodeada de hormigón,
tuvo una sensación de inquietud. Las alegrías de ser una mujer
soltera en la ciudad. Después de haber sufrido bullying la mitad de
su vida, sus nervios estaban permanentemente alterados. Cuando
oyó que se abría una puerta por encima de ella, esperó que no se
tratara de un tipo espeluznante. Su corazón empezó a acelerarse. Si
tenía que gritar, el sonido probablemente sería ahogado por el espacio
cerrado.
Debería haber esperado al maldito ascensor.
Cuando el sonido de los tacones en las escaleras resonó a su
alrededor, sus nervios se calmaron. Era otra mujer. Mientras Mira
seguía subiendo las escaleras, la otra mujer bajaba. Finalmente se
cruzaron, y ella recordó la cara de antes. Era la ayudante personal de
Nigel, o se parecía a ella.
Cuando se cruzaron, la otra mujer habló en voz alta. —Ya era
hora de que visitaras a tu hermano, Mira. Estoy segura de que Drake
está feliz de tenerte fuera de su vista por una vez.
—¿Perdón? —Mira se detuvo en seco en las escaleras, girándose
para mirarla. ¿Cómo sabía ella quién era Mira? ¿O que tenía una
especie de relación con Drake?
—Sé que te has estado quedando en casa de Drake. Incluso
siguiéndolo al trabajo todos los días. Es patético, si me preguntas.
¿No te das cuenta de que está tan fuera de tu alcance que es gracioso?
Tragó con fuerza, sintiéndose acorralada e incómoda. Esta
mujer no parecía estar en sus cabales, y sabía demasiado para ser
una desconocida.
—¿Quién eres?
—Soy la mujer con la que Drake debería estar. Con la que
estará.
Nada de esto tenía sentido. —¿No estás trabajando con mi
hermano?
—Conveniente, ¿no? Dicen que hay que tener a los amigos cerca
y a los enemigos aún más cerca.
Ella se congeló, el miedo subiendo por su columna vertebral. —
Aléjate de Nigel —susurró. Luego se apresuró a subir las escaleras,
aterrorizada por la seguridad de su hermano.
—¡Y tú no te acerques a Drake! —gritó la voz. —Vuelve al barrio
de donde vienes.
Irrumpió en la puerta del piso de Nigel y corrió hacia su
apartamento. Estaba abierto. Nada más entrar, vio a su hermano
descansando en el sofá, con el mando a distancia en la mano.
—¿Estás bien? —preguntó ella, casi sin aliento.
—Sí. ¿Por qué?
—¿Tu ayudante personal acaba de salir de aquí?
Él asintió. —Sí, ¿la encontraste en el pasillo?
Ella exhaló, dejó caer su bolso y se sentó en la silla vacía cerca
del sofá. —Algo acaba de pasar. Esa ayudante personal tuya está
loca. Quiero decir, clínicamente loca. Tienes que llamar al hospital y
denunciarla.
—¿De qué estás hablando? —Se sentó más recto.
—Ella me amenazó, Nigel. Me dijo que me alejara de Drake. Fue
el encuentro más loco que he tenido. —Bueno, aparte de venderse
para pagar las deudas de Nigel.
—Eso es imposible. ¿Estás segura de que estamos hablando de
la misma mujer? —Nigel entrecerró los ojos. —No me has visitado en
semanas, Mira. Mi ayudante viene todos los días. Nada fuera de lo
normal, y desde luego ninguna charla sobre ti o Drake.
Se levantó de nuevo y empezó a pasearse. ¿Se estaba volviendo
loca? Estaba muy confundida. ¿Cómo podía conseguir que Nigel se
deshiciera de su ayudante cuando estaba claro que él no creía ni una
palabra de lo que ella decía? Él siempre había sido fácil de engañar,
siempre había caído en estafas y esquemas piramidales. Ella
imaginaba que sería aún más fácil para una mujer bonita jugar con
su cabeza.
—Sólo pide un nuevo ayudante.
—No, ella me gusta.
—¿Le has contado algo sobre mí?
Se encogió de hombros. —No mucho.
—¿Qué le has contado exactamente sobre nosotros?
—No lo sé. Le hablé de la casa de empeños, y le mencioné lo
buen contable que eres.
—¿Y Drake?
—Ni una palabra, Mira. No soy tan chismoso.
No se quedó mucho tiempo. Drake había estado en una reunión
toda la mañana, así que aprovechó para ver cómo estaba Nigel. Las
visitas eran lo último que tenía en mente ahora. Al menos él tenía
buen aspecto y se estaba recuperando.
Si Nigel no la escuchaba, tal vez Drake sí. No quería que esa
ayudante volviera al apartamento de su hermano, aunque él no
estuviera de acuerdo.
Esa misma tarde, estaba sentada en la silla del escritorio de
Drake cuando éste regresó de su reunión.
Exhaló después de cerrar la puerta tras él. —Eso fue brutal.
Drake parecía mentalmente agotado. En lugar de permanecer
neutral, como siempre, se preocupó de verdad. ¿Estaba empezando a
gustarle su bully? Cuanto más tiempo estaba con él, menos resentida
se sentía. Ansiaba consolar a Drake pero se negaba a iniciar cualquier
tipo de intimidad, no cuando todavía era su mujer contratada.
—Odio molestarte con más, pero hay algo de lo que quería
hablar —dijo.
—Siempre tengo tiempo para ti, Mira.
Ella se levantó de su silla y él ocupó su lugar, recostándose con
un gemido. Luego le dio una palmadita en el muslo y ella obedeció,
sentándose en su regazo.
—Hoy he visitado a mi hermano.
Frunció el ceño. —Nigel. Es un problema, Mira. Ya lo sabes. Por
no hablar de dónde vive. ¿Al menos te has llevado a mi chófer?
Ella negó con la cabeza. —Fue rápido y estuve bien.
—¿Entonces cuál es el problema?
—Había una mujer. Bueno, ella es la ayudante personal que el
hospital envió para Nigel. Ella sabía mucho... sobre nosotros. Sobre
todo. —Tomó aire. —Me amenazó.
—¿Qué aspecto tenía?
—No lo sé. Una rubia alta. Nigel aparentemente está enamorado
de ella porque se negó a creerme. No quiere pedir un nuevo ayudante,
y eso da miedo. Siento que ella le hará daño a él o a mí.
—¿Dijo que te haría daño?
—Ella sabía de ti Drake, dijo que ella es mejor para ti que yo y
me advirtió que me mantuviera alejada.
Se quedó callado y Mira se preguntó en qué estaría pensando.
La energía de la habitación pareció cambiar, haciéndola tensar.
—Eso no va a suceder. Nunca te dejaría. —Se pasó una mano
por el pelo y luego golpeó con los dedos el escritorio. —Hasta que esto
se solucione, quiero que te mantengas cerca. No te alejes más por tu
cuenta. No es seguro.
—¿Qué pasa con Nigel?
—Yo me encargaré de todo.
Mira no discutió. Ella le creía. Drake era competente en todas
las cosas, desde los negocios hasta hacer el amor. Sus nervios se
calmaron ligeramente, creyendo que él sería capaz de proteger a su
hermano.
—Ahora —dijo él. —He estado atrapado en reuniones la mitad
del día. Lo único que quiero es olvidarlo todo y disfrutar de mi mujer.
Él quería sexo. Quería criarla. Ese era el objetivo final. Ahora
mismo, ella ni siquiera se quejaba.
—¿Qué tienes en mente?
—Algo diferente. —Le guiñó un ojo.
—¿Me lo vas a decir?
—Es una sorpresa —dijo.
Drake se levantó y comenzó a apagar su equipo. Eso solía
significar que había terminado el día. Rara vez terminaba la jornada
laboral antes de tiempo, así que ella se interesó por sus planes. Ella
sabía exactamente lo pervertido que podía llegar a ser.
Él no dejó escapar nada. Incluso durante el trayecto en coche
desde el edificio de la oficina.
Ella no reconoció la ruta que él había tomado. Entonces vio el
agua en la distancia cuando él pasó por una puerta de seguridad
hacia un puerto. Cuando bajó la ventanilla para mostrar su carné de
identidad, el olor del mar llenó el coche. Ella lo respiró todo.
Estacionó y se acercó para ayudarla a salir. En lugar de alejarla,
la apretó contra el lateral del coche. Drake le acarició la cara. —No sé
cuántas veces tengo que pedirte perdón, Mira. Parece que nada de lo
que hago te llega. Me esfuerzo por enmendar la situación... para
demostrarte que soy diferente. —Besó sus labios una vez. —¿Crees
que alguna vez serás capaz de perdonarme? ¿De amarme?
Sintió el peso del mundo sobre ella. Drake ya no era un bully,
no con ella, al menos. No como en el instituto. Nigel la había metido
en esta situación. ¿No debería odiar a Drake para siempre por
chantajearla para que tuviera sus bebés?
¿Pero qué pasaba si ella quería ser de él ahora? ¿Acaso eso lo
hacía mejor?
Su conciencia jugaba constantemente en su cabeza hasta el
punto de que ya no sabía cómo debía sentirse.
Mira quería enamorarse, ser feliz para siempre. ¿Podría suceder
eso con Drake cuando su relación había comenzado con un contrato?
—No lo sé —dijo con sinceridad. —Hago lo que puedo.
Él asintió, y la decepción en su rostro la entristeció. Drake le
tomó la mano. Caminaron hacia el agua. El sonido de las olas
golpeando el muelle era hipnotizante.
—Ahí está —dijo él.
Se refería al hermoso yate atado al extremo del muelle. Parecía
sacado de una revista o quizá de una película de James Bond.
—¿Qué estoy viendo exactamente?
—He diseñado un yate... para nosotros. Está totalmente
abastecido. —Entonces le agarró la otra mano, sujetando ambas
mientras se enfrentaban. —Deja de alejarme, Mira. Quiero ser todo lo
que necesitas.

Aunque Mira le permitía jugar con ella, follarla, su corazón no


estaba en ello. Ahora estaba en el punto de que el sexo no era
satisfactorio, no cuando no había reciprocidad. Sí, deseaba a Mira,
pero ahora necesitaba más. El contrato original había ido mucho más
allá de la cría y la propiedad. Lo quería todo. Y lo más importante,
quería que ella lo amara.
Lo intentaba, pero ella lo alejaba a cada paso. Hoy, iba a ir a
por todas, para intentar establecer una conexión con su mujer. Se
habían perdido todo el cortejo natural, así que esperaba que este
fuera el elemento que faltaba. Si ella quería romance, él se lo daría.
—Sinceramente, no creo que haya estado nunca en un yate. Y
menos en uno como este.
—Será divertido —dijo él.
La ayudó a subir a bordo, su mano se apretó alrededor de la
suya cuando el barco se movió ligeramente sobre las olas. Drake se
había esforzado al máximo, asegurándose de que todo fuera perfecto.
Esperaba que esto fuera suficiente para ganarse su corazón.
Había mucho que solucionar en la oficina después de su
reunión, y más aún con esa zorra de Katherine. Tenía unas cuantas
mujeres que lo acechaban, las ávidas de dinero que no aceptaban un
no por respuesta. Había salido tres veces con Katherine hace más de
un año, y ella seguía apareciendo en su vida a pesar de que él había
dejado claro que no estaba interesado. Ella se había tirado a algunos
de sus clientes y amigos de alto nivel. Si era para ponerlo celoso,
seguro que no estaba funcionando. Ya no podía soportar el verla.
No le cabía duda de que la mujer con la que Mira se había
cruzado hoy era Katherine. Ahora ella había ido demasiado lejos. Era
más que una molestia, y se arrepentiría de haberse metido con su
mujer. No había forma de que comprometiera la seguridad de Mira.
Tomaron asiento en el sofá de la parte trasera del barco, y Drake
indicó al capitán que estaban listos para salir. Mira se aferró a su
brazo mientras el barco se ponía en marcha y se dirigía al mar. No
había dejado de pensar en ella en todos estos años. Tenerla a su lado
hacía que su vida se sintiera completa.
Su larga melena rubia se agitaba con el viento. La sonrisa en su
rostro la hacía aún más hermosa. Quería verla más a menudo. Había
sido tan imbécil, pero cuando quería algo, estaba acostumbrado a
salirse con la suya. Los negocios eran una cosa, pero ahora sabía que
las relaciones debían manejarse con más tacto.
—¿Te gusta? —dijo.
—Me encanta. Es tan hermoso aquí.
El agua era como un cristal azul con el ligero viento, apenas
una nube en el cielo. Ahora que habían puesto distancia entre ellos y
el puerto, las islas boscosas adornaban el paisaje.
Observó a Mira, saboreando el inocente asombro de sus ojos.
Su vida había sido demasiado dura y él quería cambiarla.
—¿Tienes hambre? —preguntó un rato después.
—Sólo he tomado un café esta mañana temprano —dijo ella. —
Me muero de hambre. —Ella soltó una risita.
—Bien, porque el chef tiene nuestro almuerzo listo arriba.
—¿El chef?
—Sólo lo mejor para ti, Mira.
La ayudó a subir a la cubierta superior, donde la mesa estaba
preparada, con una única rosa roja en un jarrón, según su petición.
—Vaya —dijo. —No sé qué decir.
Drake le ofreció su silla antes de sentarse frente a ella. —Ya te
ha dado el sol. Tienes las mejillas sonrojadas.
—¿De verdad? —Ella se tocó la cara y frunció el ceño.
Él tomó su muñeca, bajando su mano. —Te queda muy bien.
Ella lo miró a los ojos, algo que rara vez hacía. —Me confundes
—casi susurró.
—No te confundas. Sé que empezamos con el pie izquierdo, pero
ahora lo estoy intentando. Quiero más que bebés de ti, Mira.
—¿Lo haces?
—¿Quieres saber lo que realmente quiero?
Ella asintió.
Tomó aire antes de hablar. Drake odiaba con pasión la
sensación de ser vulnerable. Eso permitía que la gente lo hiriera, lo
utilizara, lo destruyera. Había aprendido a cerrarse, a tomar lo que
quería. Con Mira, estaba tratando de cambiar su forma de ser.
—Quiero que quieras estar aquí. Conmigo. —Se recostó en su
silla, odiando lo débil que se sentía. —Si no hubiera un contrato,
¿seguirías sentada aquí conmigo ahora mismo?
No quería saber la respuesta. Normalmente, no le importaría
una mierda. Todo lo que importaba era el hecho de que tenía lo que
quería. Mira había cambiado todo eso porque ya le había robado el
corazón.
—No quiero retroceder el reloj —dijo ella. —Sigo diciéndome que
desearía que nada de esto hubiera sucedido. Que Nigel no hubiera
metido la pata, que no me hubieras pedido que firmara el contrato.
Pero todo son mentiras. Quiero estar contigo, pero quiero ser algo
más que un negocio o una figura adicional.
—Lo eres —dijo él. —Dios, créeme, cariño. Todo el dinero del
mundo no puede comprar la felicidad, lo sé. Llevo toda la vida
intentando demostrar algo y sigo sintiéndome vacío.
—No tienes nada que demostrar, Drake. Puedo amarte por lo
que eres. —Ella tocó su mano. —No me importa tu dinero ni siquiera
este yate. ¿No lo entiendes?
—Y por eso eres la mujer que quiero, Mira. —Entrelazaron los
dedos. La intimidad era nueva para él, pero la ansiaba con ella. —El
contrato... Sé que son mis propias inseguridades las que juegan
conmigo. Una gran parte de mí espera el rechazo. Igual que cuando
era niño.
Sus padres lo habían maltratado de niño. La vida no había sido
buena, y él había prometido hacer algo mejor con su vida. Lo había
hecho todo por su cuenta, pero se sentía solo en la cima.
—Bueno, no tienes que comprarme, Drake.
Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta. Este era un gran
día, que temía y saboreaba a la vez. Sólo llevaban unas semanas
juntos, pero ya sabía que no había otra mujer para él.
Drake puso la pequeña caja negra en el centro de la mesa, junto
al jarrón de flores.
—¿Qué es? —preguntó ella.
—Ábrela.
Ella se movió con vacilación. Él observó todos sus movimientos
y reacciones. En cuanto abrió la caja, lo miró directamente. Se quedó
congelada en el lugar y una verdadera sensación de miedo se apoderó
de él.
Sacó el anillo de la caja y se levantó para poder arrodillarse ante
ella. —Mira, ¿quieres ser mi esposa? —Drake le tendió la ofrenda, la
puta piedra más grande que podía comprar.
Ella tocó el anillo con la punta de un dedo, y luego su cara. Mira
sólo asintió. Volvió a respirar, sin darse cuenta de que había
empezado a contener la respiración. —Sí —dijo ella mientras él
deslizaba el anillo en su dedo.
Él la abrazó por la cintura, todavía de rodillas. Ella le acunó la
cabeza y él sintió que todo en su mundo era perfecto. Cuando
finalmente levantó la vista hacia ella, sus ojos brillaban con lágrimas
no derramadas.
—Todavía quiero tener bebés contigo, Mira. Pero quiero ser una
familia. Una familia de verdad, no como la que tuve.
Todavía tenía miedo de cagarla siendo padre, de que el abuso
hubiera quedado arraigado en su ADN. Pero no quería ser nada
parecido a sus padres, y no podía imaginar una madre más dulce que
Mira para sus hijos.
—Eso es lo que yo también quiero, Drake.
Oyó que alguien subía por las escaleras exteriores. Tenía que
ser la cena. El sol ya empezaba a ponerse, con toques de color
decorando el cielo del atardecer. Se puso en pie y volvió a sentarse.
La comida estaba dispuesta en bandejas de plata con forma de
cúpula. Todo olía delicioso. Una vez que el personal los dejó solos de
nuevo, puso la servilleta de tela en su regazo. Mira lo imitó.
—No estoy acostumbrada a la buena mesa —dijo.
—Acostúmbrate. —Él se acercó a la mesa y le acarició la cara
con el dorso de los dedos. Estaba completamente fascinado por ella.
—Sé que no te importa el dinero, pero pienso mimarte.
—Supongo que podría acostumbrarme a ello.
Él le sonrió. Dios, ella lo hacía feliz.
—¿Qué puedo ofrecerte, Drake? No tengo nada. Creo que mi
cuenta bancaria está sobregirada.
—Tengo todo lo que el dinero puede comprar. Tú eres lo que
quiero, nena. Tu cuerpo, tu mente, tu amor. Todo ello.
—Ya es tuyo. Vendí mi alma al diablo, ¿recuerdas?
Ella estaba bromeando. Él notó el tono juguetón de ella. Ni una
sola vez habían hecho realmente el amor o habían conectado más allá
de los increíbles orgasmos. Ahora que Mira estaba dispuesta y no lo
alejaba, las cosas cambiarían por fin entre ellos.
Esta noche la haría sentir como una princesa. Quería que ella
recordara el día en que le propuso matrimonio. Mañana, tendría que
ocuparse de esa perra de Katherine. Ella sabía demasiado. Podía ser
sensible con Mira, pero era frío como el hielo con todos los demás, y
rara vez mostraba piedad.
Drake estaba ocultando algo. Mira estaba segura de ello, lo que
no tenía sentido. Él no tenía nada que ocultar. Desde que ella había
mencionado a la ayudante de la que su hermano se negaba a
quejarse, él había estado... diferente. No distante, sino pensativo. Ella
no podía poner el dedo en la llaga. Incluso con la propuesta, él estaba
distraído.
La propuesta había sido dulce, y ella no dudaba de que él lo
decía en serio, pero claramente algo rondaba su mente.
—¿Fue un día muy duro? —preguntó ella, con la curiosidad a
flor de piel.
—Ha sido una lucha.
Ella asintió, sin saber cuál era la mejor manera de responder.
La comida estaba deliciosa y el postre aún más. No había nada
de qué quejarse. Disfrutaba comiendo.
El vino también estaba bien, pero después de una sola copa,
optó por el agua disponible. Se hizo el silencio entre ellos y aunque el
anillo de compromiso no había parecido gran cosa, con el brillo que
tenía en el dedo en ese momento y sus inseguridades aflorando, lo
sentía como la cosa más pesada de su cuerpo.
—Sabes, creo que nunca he estado en un yate en el mar —dijo.
Por la forma en que él seguía mirándola, ella no sabía si tenía
algo en la cara.
—Mira, no tienes que estar nerviosa.
—¿Parezco nerviosa?
—Sí.
—Oh. Bueno, realmente no quiero estarlo. —Parecía que habían
pasado muchas cosas en un corto espacio de tiempo. Había pasado
de ser una mujer soltera a estar repentinamente comprometida y ser
propiedad del mismo hombre que había hecho de su vida un infierno
mientras crecía. Se estaba dando a sí misma un latigazo mental con
lo confusa que se había vuelto.
Drake se levantó y le tendió la mano para que la tomara. Ella
dudó sólo una fracción de segundo, pero incluso entonces, vio el
destello de decepción en su mirada y rápidamente deslizó su mano
dentro de la de él, esperando que no estuviera molesto.
Al ponerse de pie, los alejó un poco de la mesa. Con el rabillo
del ojo, vio a un par de hombres retirando los platos mientras Drake
la estrechaba entre sus brazos.
—Relájate.
—Lo estoy.
—No voy a hacerte daño.
Ella soltó un suspiro y le sonrió. —¿Así? —preguntó, apretando
su cuerpo contra el de él.
—Sí. No fue tan difícil, ¿verdad?
—Fue aterrador. No sé lo que estoy haciendo. —Ella soltó una
risita.
—Estás conmigo. No tienes que hacer nada más que disfrutar.
—Es fácil para ti decirlo.
—Muy fácil.
Su mirada se posó en los labios de él y rápidamente desvió los
ojos. No quería pensar en sus labios, ni en lo que podían hacer en su
cuerpo.
Drake se inclinó hacia abajo. Sus labios rozaron su mejilla. —
Tienes que dejar de esconderte de mí, cariño. Vas a ser mi esposa.
Eso significa que no se me va a esconder ni una sola parte de ti. Voy
a apreciarte durante todos los días de nuestra vida.
—¿Y si te arrepientes de esta decisión? —preguntó ella.
No sabía de dónde venían esos pensamientos, ni siquiera por
qué los tenía. Ninguno de ellos tenía sentido para ella. Apretó los
labios, tratando de no asustarse. Era difícil para ella aceptar el amor
incondicional sin sospechar.
—¿Te arrepientes de haber dicho que sí?
Mira negó con la cabeza. —No. ¿No crees que las cosas van
demasiado rápido entre nosotros?
—No creo que vayan lo suficientemente rápido.
—Oh.
—Sí, oh. —Pasó su mano por su espalda, agarrando su culo. —
Te deseo, Mira, todo el tiempo. No pasa un momento en el que no
piense en ti. En el que no imagine cómo puede ser nuestra vida
juntos. Es todo lo que quiero contigo, pero va a requerir que dejes
algunas cosas en el pasado. Ya no importan. Lo único que importa
somos tú y yo. Nadie más.
¿Ella podía realmente confiar en él?
¿Tenía alguna opción?
Él era su dueño, pero no la había obligado a ponerse el anillo
de diamantes.
Drake dejó de bailar con ella. Tomándola de la mano, la condujo
bajo la cubierta. Se negó a mirar a nadie más por miedo a que la
juzgaran y eso no lo podría soportar.
Por la forma en que la sostenía, ella sabía sin duda su intención.
Él abrió una puerta y ella entró con cautela.
En las películas en las que había muchos barcos, las
habitaciones se mostraban pequeñas sin ningún lujo real. Lo que vio
ahora era pura extravagancia. La cama era enorme y en ella podían
entrar al menos cinco personas, si no más. Se frotó los brazos y Drake
se acercó a ella después de oír el clic de la puerta.
Su cara se presionó contra su cuello y gruñó. —Nunca dejo de
trabajar. Normalmente, nunca quiero dejar de trabajar, pero al verte
cuando volví a la oficina, me dieron ganas de ser rebelde.
—Trabajas demasiado.
—Y ahora, voy a aprender a disfrutar de mi recompensa. —La
rodeó con sus brazos y comenzó a abrir el botón de su camisa. Ella
no se resistió. Sus movimientos fueron rápidos al abrir la blusa. Sus
manos en los hombros la hicieron girarse hacia él.
Mordiéndose el labio, lo miró fijamente, esperando.
Él recorrió su cuerpo con las manos, empujando la camisa
hacia atrás hasta que cayó al suelo.
Con un movimiento de sus dedos, liberó el cierre de su
sujetador y, a continuación, se ocupó de su falda.
Drake la había desnudado en tan poco tiempo mientras que él
aún estaba completamente vestido.
—Joder, esto sí que es algo por lo que luchar durante una
reunión. —Extendió la mano para acariciar cada uno de mis pechos,
pasando el pulgar por cada uno de los pezones, acariciando el duro
capullo.
Ella cerró los ojos y soltó un gemido cuando su contacto provocó
una explosión en su interior. Un pulso de respuesta se dirigió
directamente a su clítoris. Apretando las manos en un puño, abrió
los ojos en cuanto él dejó de tocarla. No quería que se detuviera.
Se quitó la chaqueta y luego la camisa. Le encantaba su cuerpo
duro. Cuando se dirigió al cinturón de sus pantalones, ella no pudo
evitarlo. Tomó el relevo, tirando del cinturón. A continuación, tiró del
cierre y bajó la cremallera.
Arrodillándose ante él, le bajó los pantalones y se dio cuenta de
la posición en la que se encontraba. De un empujón él se bajó los
calzoncillos y su polla saltó hacia delante. Ya estaba dura como una
roca y con humedad en la punta.
Se le hizo la boca agua para probarla. Mirándolo fijamente, se
mordió el labio, esperando.
De repente, sin ninguna instrucción, rodeó su polla con los
dedos y le acarició la punta. En el momento en que lo tocó, él gruñó,
un sonido gutural profundo, como si no tuviera suficiente con su
tacto, y ella estaba más que contenta con eso.
Bajando por la larga vena, no cubrió la cabeza de él todavía,
sino que humedeció su longitud, lamiendo, mordisqueando, y luego
se movió y lo llevó lentamente a su boca. Drake la agarró por el pelo,
apretando el puño mientras la sujetaba contra su erección.
Golpeó la parte posterior de su garganta, pero en lugar de
apartarse, ella se mantuvo perfectamente inmóvil, esperando.
Él gimió y luego comenzó a usar su agarre en la cabeza de ella
para crear un ritmo que lo hiciera disfrutar. Ella lo miró fijamente y
gimió profundamente, lo que hizo que él bombeara un poco más
rápido, claramente queriendo llegar lo más profundo posible. Ella
esperaba que la utilizara, pero no lo hizo.
Se contuvo hasta que finalmente se retiró de su boca, y en
cuestión de segundos, la tenía de espaldas, con las piernas abiertas,
y su boca entre ellas. Su lengua pasó por su clítoris, rodeando su
capullo antes de deslizarse hacia abajo para sumergirse en su
interior.
Drake la mantuvo abierta. El placer era casi demasiado. Ella no
podía soportarlo, pero él no se detuvo. Trabajó en su coño, llevándola
al límite. Sabía exactamente lo que le gustaba y la llevó al cielo. En el
momento en que ella se corrió, él no se demoró.
Acomodó su fuerte cuerpo entre sus muslos y ella jadeó cuando
él presionó la dura longitud de su polla contra ella. La penetró de
golpe y ella gritó de placer.
La repentina presión la tomó por sorpresa cuando él no le dio
la oportunidad de acostumbrarse a su enorme tamaño. No era
extraño que las mujeres no tuvieran suficiente con Drake. Estaba
hecho para el sexo.
Se retiró sólo para volver a entrar de golpe.
Ella gimió. —Por favor —dijo.
—¿Quieres que pare?
—No. Nunca. —Ella no podría soportar que él parara. El placer
estaba fuera de este mundo.
—Sí, sí, sí —dijo ella.
Él le agarró las manos, sujetándolas a la cama mientras la
montaba con fuerza, haciendo que ella lo tomara todo.
—Míranos —dijo él. Se levantó y ella miró hacia abajo, viendo
su polla brillar con su liberación. Ambos gimieron y ella se arqueó,
sin querer parar.
Él la sujetó y golpeó dentro de su coño.
Sus gemidos se combinaron, y ella se empujó contra él, pidiendo
más.
Él se lo dio.
Ella lo aceptó.
El hecho de que el resto del personal del barco probablemente
pudiera oírlos follar fue sólo una idea de último momento.
La cara de él se hundió en el cuello de ella y luego se sacudió.
Todo su cuerpo se tensó mientras su polla palpitaba. Ella sintió cada
oleada de su semen mientras inundaba su cuerpo.
¿Sería esta la que la dejaría embarazada? Él había dicho que
quería que ella tuviera muchos hijos para él.
Se lamió los labios repentinamente secos mientras él se
desplomaba sobre ella. Su peso la reconfortaba.
Apretando su mano alrededor de la de él, sintió de nuevo el peso
del anillo de compromiso. Su hermano quizás estaría enojado con
ella, a pesar de que ella había hecho todo lo posible para salvarlo,
para protegerlo.
De hecho, Drake había hecho todo lo posible para que ella
tuviera que proteger a su hermano.
Casarse con él... eso era algo totalmente distinto, y la verdad
era que estaba demasiado asustada como para considerar siquiera
qué emoción era esa.
Mordiéndose el labio, dejó escapar un pequeño gemido.
Drake se levantó y, para su sorpresa, ya se le estaba poniendo
dura de nuevo.

El yate había sido todo un éxito.


Había mantenido a Mira debajo de él durante el resto del día y
toda la noche. No habían salido de la habitación, y había hecho que
el camarero llevara la comida a la puerta y él la había hecho entrar.
Ninguno de los dos se había cambiado. Habían disfrutado de la
comida sin nada entre ellos.
Ahora, sin embargo, era un nuevo día, y él estaba enojado.
Todo lo que había necesitado eran unas cuantas llamadas
telefónicas, y había conseguido la información que necesitaba. Una
de sus ex, Katherine, en efecto, trabajaba como ayudante de Nigel.
Ella iba a ver al hermano de Mira todos los días. La perra escarbó en
busca de información y utilizó sus conexiones en el hospital para
conseguir el trabajo para acercarse a él.
Con ese conocimiento, él había hecho una verificación de
antecedentes. Con todas las mujeres que había utilizado para el sexo,
había dado a algunas de ellas un acuerdo decente para mantenerlas
calladas, y Katherine tenía un gran problema de compras.
Le encantaba gastar dinero que no era suyo.
Su apartamento estaba en un barrio de mierda, pero las
facturas de las tarjetas de crédito, y la montaña de deudas, eran
extremas. Se sorprendió de que ella hubiera sido capaz de trabajar
como ayudante. No le importaba nadie más que ella misma.
Para tratar con ella, había enviado a Mira con su hermano. Él
había sido el encargado de conseguir un nuevo ayudante en el
hospital y, dado que él se encargaba de la factura, nadie parecía tener
quejas. Si las tenían, se las guardaban para ellos.
Hizo que uno de sus hombres fuera a recoger a Katherine.
Esta mujer había sido un gran dolor de cabeza, y eso era decirlo
de forma amable. Era una mujer insoportable. Le gustaba hacerse la
víctima cuando en realidad había sido una perra rencorosa y viciosa
desde el principio.
Incluso había tratado de manipularlo para que la dejara
embarazada.
Él nunca había estado con nadie más que con Mira sin condón.
En el momento en que la sorprendió intentando romper el
preservativo, terminó con ella, le pagó y no volvió a pensar en ella.
Su nuevo asistente personal le avisó de su llegada y se levantó
de su escritorio. Con los brazos cruzados, se apoyó en él, esperando.
Katherine entró en su despacho. Llevaba un vestido corto que
apenas le cubría el trasero. —Lo siento, cariño. Habría venido antes,
pero quería elegir el traje adecuado.
Con un movimiento de cabeza él saludó a su hombre, quien se
marchó sin decir una palabra.
Drake captó la lástima en los ojos del hombre. Claramente, la
incesante charla de Katherine no había desaparecido durante el
tiempo que estuvieron separados.
—Siéntate —dijo.
Hizo una pausa y la sonrisa en su rostro se borró. —Puedo
sentarme donde quieras.
Él señaló la silla que tenía delante.
Ella hizo una mueca. —Sabes, siempre supe que volverías a
llamar.
—¿De dónde obtienes la información? —preguntó él.
—¿Perdón?
—Katherine, tienes una opción aquí. ¿Crees que no sé lo
endeudada que estás? ¿Con quién estás endeudada? ¿Cada detalle
de tu puta vida? —Esta vez, él hizo una mueca. —Tengo que decir
que tienes pelotas, yendo a mi enemigo, consiguiendo un préstamo
de él. ¿Te ha dicho el importe de la devolución con él? ¿Cómo, si una
mujer no paga, terminan convirtiéndose en putas para él?
—Tenemos un acuerdo especial, pero no significa nada. Él no
es como tú.
Drake sintió náuseas.
—Vamos, Drake, cariño, sabes cómo te hago sentir. Sabes lo
que puedo hacerte. Cómo te gusta.
Ya había escuchado suficiente. —Vas a mantenerte alejado de
Mira y su hermano. Pagaré tus deudas, para que dejes la ciudad. Ve
a cualquier otro lugar. No te quiero aquí.
Katherine hizo un mohín.
Esta era una oferta única en la vida, pero él debería haberlo
sabido.
—¿Dónde está tu pequeña puta, de todos modos? Nigel me
contó todo sobre ella. Nunca pensé que tendrías que rebajarte a follar
con la mujer a la que atormentaste de niño.
—Ten cuidado —dijo él.
Katherine se puso de pie y se acercó a él. Le puso la mano en el
muslo. —¿Recuerdas cómo era lo nuestro? ¿Recuerdas lo que podía
hacerte? ¿Lo duro que podía ponerte? Conmigo no hay límites.
Puedes tenerlo todo, Drake.
La agarró del cuello, acercándola, y ella jadeó. Él vio la chispa
de victoria en su mirada, cómo su sonrisa parecía profundizarse como
si hubiera ganado.
No había ganado nada.
Él la acercó. Sus labios apenas se rozaron con los de ella.
—Y todo ese tiempo, estaba pensando en Mira —le dijo.
Ella trató de retroceder.
La puerta de su despacho se abrió y él se giró. Todo sucedió
muy rápido. Mira entró en su despacho y Katherine, aprovechando
que estaba sorprendido, se lanzó sobre él, besándolo con fuerza,
gimiendo y frotándose contra él.
Fue ofensivo, y él se enfadó.
En la fracción de segundo en que fue incapaz de reaccionar,
Mira ya había salido corriendo por la puerta.
Lanzó a Katherine lejos de él y ella tropezó con el suelo. El
vestido que llevaba se le subió por el cuerpo, revelando que ni siquiera
llevaba bragas. Perra asquerosa.
—Me das asco. Si vuelves a intentar algo aunque sea por un
segundo, te arrepentirás de lo que hayas hecho. Vete de la ciudad y
paga tus putas deudas.
Salió corriendo de su oficina. —Mantén mis llamadas. —Se
dirigió a su asistente personal mientras se dirigía hacia donde
esperaba Mira.
Ella le devolvió la mirada e inmediatamente corrió hacia las
escaleras. Estaban en la planta del ático y él nunca había entrado en
el pasillo de la escalera.
En todo el tiempo que habían estado juntos, ella rara vez le
había mostrado alguna emoción que le diera un solo indicio de que
se preocupaba por él. Con las lágrimas que vio brillar en sus ojos,
tenía que ser una señal. Se negó a ignorarlo.
—Mira —dijo.
Ella estaba un par de escaleras por delante de él. —Déjame en
paz. —Ella no se detuvo.
Bajó corriendo las escaleras, avanzando hacia ella. En el
momento en que llegó al último peldaño de otro medio tramo, él le
agarró el brazo, empujándola contra la esquina de la pared,
atrapándola.
—Suéltame. —Ella trató de luchar contra él, pero no lo miró.
Eso, él no lo podía soportar. Tenía que tener su mirada sobre él
en todo momento. —Mira, por el amor de Dios, detente.
—¿Que me detenga? ¿Por qué no te vas a la mierda? —Ella puso
sus manos en el pecho de él y trató de empujarlo, pero él no cedió.
Era más fuerte que ella.
Intentó hacerlo de nuevo, y aún así, él no se movió.
Su pequeño gruñido fue lindo, y él capturó sus manos por
encima de su cabeza, presionando su cuerpo contra ella.
Mira cerró los ojos, y él odió que intentara bloquearlo.
—No lo hagas —dijo él.
—No quiero mirarte. Te odio.
—No quieres decir eso. Lo que acabas de ver no fue nada.
—No. ¿El culo de Katherine no fue nada? ¿Qué demonios estaba
haciendo aquí la ayudante de mi hermano? ¿Es una forma de
humillación? ¿Es eso? ¿Quieres romperme, Drake? ¿Hacerme daño?
No te he hecho nada. Nunca lo hice.
—Estaba tratando de sacar a Katherine de tu vida. Lo que viste,
yo estaba... amenazándola.
Mira se rió, sus ojos finalmente se abrieron. —En serio, ¿la
estabas amenazando? Tus besos causan mucho miedo. Imagínate si
no hubiera aparecido.
—No la estaba besando, ¿de acuerdo? Yo nunca... joder, Mira.
Siempre eres tan rápida en creer lo peor de mí. La quería fuera de tu
vida. Está jodidamente loca. Lo entiendo. Sí, tuve una relación con
ella antes, y no quería que lo supieras. Sólo fue un polvo. Eso fue
todo. Nada más. Lo que siento por ti no tiene comparación, ¿de
acuerdo? Eso fue sexo. Esto es... más.
Las lágrimas se derramaron por sus mejillas, y eso lo destrozó.
Quería hacer desaparecer su dolor.
—Por favor, no, Mira.
—Necesito tomar aire.
—No. No voy a dejar que te vayas. Esto entre nosotros no va a
cambiar.
Ella suspiró. —Drake, acabo de entrar en tu despacho y he visto
a una mujer que me ha amenazado sobre ti. Piensa en cómo te
sentirías si fuera yo. —Se relamió los labios. —Si fuera un hombre al
que no pudieras soportar, abrazándome, besándome...
Ni siquiera le dio tiempo a terminar. La sola idea hizo que su
mano se apretara, y la golpeó contra la pared a un lado de su cabeza.
Ella soltó un pequeño grito y Drake se arrepintió
inmediatamente de su reacción. Se estaba volviendo loco. Estaba
realmente jodido cuando se trataba de esta mujer. —¡No!
Mira se quedó perfectamente quieta. —¿Y todavía esperas que
te dé tiempo? ¿Que acepte tus labios en otra mujer?
—Entonces admite, Mira. Admite que me deseas, que esto no es
sólo para mantener a tu hermano a salvo.
Su mandíbula se apretó. Lo miró fijamente. —Necesito un poco
de aire.
—Ni siquiera puedes admitirlo.
Intentó tirar de sus manos, pero él no la dejó ir, y eso la hizo
gruñir. —¿Sabes qué, Drake? Sí, me importa. Sí, estoy aquí por algo
más que para mantener a mi hermano a salvo, y eso me convierte en
una tonta. Sabía que ibas a hacerme daño, y lo has demostrado. No
puedo soportar la idea de que otra mujer te bese. Quiero borrar el
recuerdo de mi mente. ¡Eres un maldito matón, Drake, y me duele
saber que quiero entrar y hacerle daño por pensar siquiera que podía
tocar lo que es mío!
Mira llevaba días evitando a Drake. Él despotricaba
continuamente sobre su inocencia. ¿Debía creerle? Ella sabía lo que
había visto con sus propios ojos. El mundo entero se había detenido
bruscamente cuando entró en su despacho, y el dolor y el trauma de
su pasado volvieron con fuerza. Durante todo este tiempo, se había
creído todas las mentiras y sus declaraciones de devoción. Él incluso
le había propuesto matrimonio, lo que sólo podía significar que
planeaba tener muchas amantes. Ella nunca sería suficiente mujer
para un bully playboy como Drake.
¿Qué era lo que esperaba? Su relación había comenzado con un
chantaje. Él siempre conseguía lo que quería.
Miró por las ventanas de su apartamento, sintiéndose
completamente sola. No había nadie en quien pudiera confiar, ningún
lugar al que llamar hogar. Incluso su hermano la veía como un
problema. Luchó contra las lágrimas, recordando fragmentos de su
infancia, el acoso escolar e incluso el trato con crueles compañeros
de trabajo cuando ya era adulta. ¿Por qué las cosas no podían ser
fáciles para ella? La vida era una lucha constante. Incluso ahora,
rodeada de lujo, era un falso paraíso.
El timbre de la puerta sonó, sacándola de su ensueño. Atravesó
el apartamento vacío para contestar. Se había negado a acompañar a
Drake al trabajo durante toda la semana, demasiado ocupada
sintiendo lástima de sí misma y sin querer entrar en sus juegos.
En cuanto abrió la puerta, fue bombardeada por más flores de
las que había visto en su vida. Mira sabía que había un repartidor
detrás del enorme ramo, pero las docenas y docenas de rosas arco
iris lo ocultaban a la vista.
Se esforzó por quitarle la carga de flores, llevándolas al interior
y colocándolas en la isla de la cocina antes de volver a la puerta.
—Lo siento —dijo ella.
—No hay problema. Firme aquí, por favor.
Después de que ella firmara su formulario de entrega, él le
entregó una tarjeta con un sello dorado.
Ella cerró la puerta e inmediatamente comenzó a abrir el sobre,
medio aturdida. La tarjeta era de Drake Eastwood. Se disculpaba de
nuevo por lo ocurrido y juraba por su vida que no había sido lo que
ella pensaba. Dios, ella quería creerle más que nada. Pero no iba a
hacer la vista gorda sólo porque se estaba enamorando de su bully.
A diferencia de sus anteriores mujeres, ella no podía ser
comprada. Ni con dinero, ni con palabras dulces, ni con estas
hermosas, hermosas rosas. Aunque tuviera que volver a su
apartamento de mierda y a su aburrido trabajo, sería mejor que estar
atrapada en un falso matrimonio sin amor. Ella quería todo o nada
cuando se trataba de amor. Sólo que la situación no era tan sencilla.
Si tenía que quedarse para siempre por el contrato y por el bien
de Nigel, lo haría, pero se negaba a poner su corazón dentro de algo.
Ella existiría, nada más.
Mientras dejaba la tarjeta, no podía dejar de mirar las flores.
Toda la habitación estaba perfumada con su dulce aroma. Suspiró,
deseando tener un final de cuento de hadas. Cuando un par de brazos
la rodearon por detrás, chilló tan fuerte que se asustó.
—¿Te gustan las flores? —susurró la voz de Drake junto a su
oído, oscura y deliciosa.
Se giró entre sus fuertes brazos. —¿Qué haces aquí? Me has
asustado. Ni siquiera te he oído entrar. —Su corazón seguía
acelerado.
—Quería ver tu reacción.
—Bueno, son hermosas, obviamente. —Ella trató de alejarse,
pero él la tenía inmovilizada entre sus brazos contra la isla. —Estás
tratando de comprar mi perdón. Pero las flores no pueden cambiar lo
que pasó.
—No pasó nada.
—Eso sigues diciendo.
¿Por qué estaba mintiendo? Él podía conseguir cualquier mujer
que quisiera. El hombre era rico, poderoso, sexy y adictivo. No tenía
sentido andar a escondidas cuando muchas otras mujeres lo
aceptarían a él y a su manera de actuar.
—¿Tengo que demostrártelo, Mira? ¿Qué es lo que te hará volver
a mi lado?
Ella exhaló. —Hemos pasado por esto mil veces. No puedes
cambiar los hechos, Drake. He visto lo que he visto.
Metió la mano en la chaqueta del traje y le entregó su teléfono
móvil, el que nunca le faltaba. —No tengo secretos para ti, Mira.
Comprueba los mensajes de Katherine.
Ella agarró el teléfono con dudas. Si todo esto fuera un rumor,
trataría de confiar en él, pero ella misma había visto el incidente. —
¿Qué estoy buscando?
Él no contestó, esperando a que ella lo comprobara por sí
misma. Había una tonelada de mensajes de Katherine, minuto tras
minuto, y en ninguno de ellos había respuestas de Drake, excepto en
el último. Mira entrecerró los ojos al leer los mensajes del día en que
los había visto juntos. Ella se había disculpado con Drake por lo que
había hecho, diciéndole que estaba desesperada porque la aceptara
de nuevo. Veía a Mira como una enemiga y la quería fuera de la
escena. Los mensajes confirmaban todo lo que Drake había dicho.
Mira continuó recorriendo los mensajes antes de leer la última
respuesta de Drake.
—¿Le dijiste que se fuera de la ciudad?
—No permitiré que una perra loca amenace a mi mujer. Tú eres
lo único que me importa ahora. —Acarició su cara, haciendo contacto
visual con ella. —Haré cualquier cosa para protegerte. Nunca he
tenido a nadie, Mira. Quiero formar una familia contigo.
Ella tragó con fuerza. Era como un hermoso sueño, y tenía
miedo de creerlo.
—Gracias por las flores. —Su voz apenas superaba un susurro.
—No hay otras mujeres. Ninguna. El día que firmaste ese
contrato fue mi último día como hombre soltero, en mi opinión.
—¿Lo prometes?
Él asintió antes de besar sus labios. Parecía que hacía toda una
vida que no tenían un momento físico o emocional. Su tiempo en el
yate había sido como un sueño, y luego todo se había derrumbado.
—Llevo toda la semana pensando en formas de demostrar mi
inocencia. Si tuviera una cámara dentro de mi oficina, lo verías por ti
misma. Pero necesito que confíes en mí, Mira. Tengo muchos
enemigos y un pasado oscuro. Pero tienes que creer que mis
sentimientos por ti, mi lealtad por ti, es sólida.
—¿Por qué no me lo mostraste antes?
—Esperaba que llegaras a confiar en mí sin tener que probarme
constantemente.
Se mordió el labio inferior. —¿Está mal sentirme tan celosa? No
eres realmente mío.
Su sonrisa era tan sexy, sus ojos arrugados en las esquinas. —
Me gusta que estés celosa. Es un gran paso. Significa que te importa
—afirmó. —Pero definitivamente soy tuyo.
Ella levantó la mano con el anillo de compromiso que no se
atrevía a quitarse. —¿Qué pasa con esto? ¿Qué pasa con nosotros?
—Cariño, nada ha cambiado. Todo fue un malentendido. Esa
mujer lleva más de un año detrás de mí y lo único que he hecho ha
sido rechazarla.
Mira recordaba a Katherine en la escalera, y tenía que estar de
acuerdo en que no era nada estable. Si esa mujer perseguía a Drake,
probablemente sería más una pesadilla para él que otra cosa.
Tomó un respiro tranquilizador. Esto era lo que ella esperaba,
un verdadero malentendido. Mira no quería ser la segunda opción de
Drake. Con suerte, Katherine había abandonado la ciudad y los
dejaría a los tres solos para siempre.
—Quiero creerte. De verdad que sí.
Él pasó el dorso de sus dedos por su mejilla, y ella saboreó su
tacto. Desde la firma del contrato, había evitado tocarlo. Se sentía
como una mercancía. Un vientre de alquiler. Estaba en un constante
estado de lucha, incluso cuando deseaba ceder. Para tener una
conexión real, necesitaba más: compromiso, confianza y amor.
Sí, había empezado a enamorarse de Drake. Él estaba
demostrando ser mucho más de lo que era en su juventud.
Continuamente intentaba cortejarla, ganar su corazón.
Y estaba funcionando.
—Créeme, Mira. Cuando escuché tu nombre durante los
encuentros con Nigel, mi corazón no dejaba de latir. Pensé que era la
oportunidad perfecta. He estado pensando en ti durante años. Eres
la única mujer para mí.
—Entonces, ¿por qué el contrato?
—No podía arriesgarme a perderte.

Drake estaba jodido. Tenía problemas, y lo sabía, pero estaba


tratando de superarlos. Se había dado cuenta de los errores que
había cometido con Mira al principio y quería conquistarla de la
manera correcta. Ella se merecía que la sedujeran, la mimaran y la
adoraran. Había sido un tonto al dejar que sus inseguridades lo
empujaran a preparar ese contrato, pero ya estaba hecho.
—Quiero estar contigo, Drake.
Dios, esas palabras eran embriagadoras. Sus propios padres
nunca lo habían querido, creando un ambiente tóxico que dejó
cicatrices permanentes en su psique. Su infancia había sido una
tormenta de golpes, hambre e ira. La mayoría de los días había ido al
colegio sin nada que comer, con la ropa sucia y con mucha rabia.
Culpaba de su comportamiento en la escuela a su hogar
desestructurado, pero estaba asumiendo la responsabilidad ahora
que era un adulto. Drake se negaba a dejar que el pasado lo
controlara y se esforzaba por ser lo mejor que podía ser. Ansiaba el
poder porque siempre se lo habían quitado cuando era niño.
Incluso ahora, era difícil aceptar que podía tener una relación
sin usar su poder. ¿Por qué una mujer lo elegiría si no era por su
estatus o su riqueza? ¿Por qué iban a querer a Drake, el hombre poco
amable? De ahí el contrato con Mira, el que estaba guardado en su
oficina como garantía.
—Nunca te haré daño. —Él recorrió con sus manos ambos lados
de su cuerpo. Ella había estado evitándolo toda la semana, y la
distancia lo estaba afectando. —Voy a casarme contigo y llenarte de
mis bebés.
—¿Esperarás hasta que estemos casados? —preguntó ella.
Él negó con la cabeza. —No, vamos a empezar ahora. La
práctica hace a la perfección. —Drake le ahuecó el culo con ambas
manos, pero ella aún no lo había tocado. —¿Por qué te contienes?
Dijiste que estabas aquí por algo más que Nigel.
—¿Qué quieres que haga?
Drake frunció el ceño. La levantó en sus brazos, amando el
sonido de su chillido femenino de nuevo. La llevó a su dormitorio y la
dejó en el borde del colchón.
—Me tomo el resto del día libre. Quiero hacerte el amor, Mira.
Pero no tiene sentido a menos que tú también lo desees. ¿Qué pasa?
¿No te sientes atraída por mí?
Se arrodilló frente a ella, que estaba sentada en la cama.
—Sólo soy tímida —dijo ella. —Nunca he tocado a un hombre.
Drake no pudo evitar sonreír, ella era tan condenadamente
dulce. —La timidez es buena. Sin embargo, no fuiste muy tímida en
mi escritorio en la oficina.
—Estaba siguiendo instrucciones.
—Bueno, ahora te toca a ti tomar la delantera, Mira.
Ella se mordisqueó el labio inferior, mirándolo. —Bien, quítate
la camisa.
Él hizo exactamente lo que ella le pidió, emocionado de que le
hubiera dado una orden. Cuando sus pequeñas manos recorrieron
círculos suaves y tentativos sobre sus hombros, él cerró los ojos y
saboreó su toque. Cuando ella bajó para probar los músculos de sus
pectorales, su polla se puso dura como el acero. Pero no se atrevió a
actuar. El simple contacto de Mira era el afrodisíaco definitivo.
Drake gimió, profundamente desde su pecho.
—Me encanta tu cuerpo —dijo ella. —Estás tan duro. —¿Alguna
vez ella le había hecho un cumplido? Era una experiencia
embriagadora.
—Soy todo tuyo.
Después de pasarle las uñas por los abdominales, se dirigió a
su cara, delineando sus rasgos con la suave punta de los dedos.
Permanecieron en silencio, y el momento fue vulnerable e íntimo.
—¿Me puedes besar? Bésame como si me amaras.
Eso no sería difícil en absoluto. ¿Amaba a Mira? Ni siquiera
estaba seguro de cómo era el amor sano, pero lo que sentía por su
futura esposa era puro y total.
Se inclinó más cerca, los brazos de ella rodearon su cuello
mientras se acercaba. Tras un suave roce de sus labios, la besó lenta
y profundamente. Esto era más que un beso. Era diferente a todos
los demás. No se le daba bien expresar sus emociones, pero podía
demostrárselo así, con su beso, con su cuerpo.
Ella cerró los ojos, devolviéndole el beso, maullando
suavemente mientras sus dedos se enredaban en su pelo. Empezó a
levantarle la camisa, rompiendo el beso sólo para quitársela por la
cabeza. Le gustaba cada centímetro de su cuerpo. Tantas curvas
suaves para saborear.
—Toma tú la delantera —susurró ella. Mira se inclinó hacia
atrás, llevándolo con ella.
Él obedeció.
Drake se levantó y miró su cuerpo tendido en la cama. El pecho
de ella ya se agitaba en anticipación. Le quitó los pantalones y los tiró
a un lado. —Me vuelves loco. Eres tan jodidamente deliciosa.
—No te voy a detener.
Gruñó, desabrochando y quitándose los pantalones. —¿Quieres
que te coma el coño primero?
Ella se encogió de hombros. ¿Estaba siendo tímida otra vez?
—Mira, sabes que podría vivir entre tus putas piernas. Si te
gusta, tienes que decírmelo.
—Me gusta.
Su polla se sacudió. Saber lo que le gustaba y escucharla
pedirlo era exactamente lo que él quería. Le levantó las rodillas y le
separó los muslos. Tras apartarle las bragas, vio que estaba mojada
y lista para ser follada. Le metió un dedo y su cuerpo se arqueó
inmediatamente.
—Vamos a quitarte esto. —Le bajó las bragas hasta los tobillos
y volvió a abrirle las piernas. Drake usó la parte plana de su lengua
para deslizarse por sus pliegues. Ella gritó y sus manos buscaron
cualquier cosa que la anclara. Él se acomodó para un largo viaje,
completamente adicto a su pequeño y rosado coño. Era toda suya,
ahora y siempre. Suya para disfrutar, para amar, para criar.
Deslizó las manos bajo sus caderas y chupó su clítoris
hinchado. Ella ya estaba madura, su cuerpo era un cable vivo que se
estremecía con cada movimiento de su lengua.
—Me encanta este coño. Dime que es todo mío, Mira. —Para
puntualizar su petición, aceleró el ritmo, frotando su cara y su barba
contra su coño.
—Es tuyo, Drake. Soy tuya.
Las palabras se instalaron en su mente, llenando un vacío.
Continuó complaciendo a su mujer, chupando, lamiendo y
provocando hasta que ella gritó y se corrió contra su cara.
La vio jadear y retorcerse en la cama. —Quítate el sujetador.
Ella ni siquiera se molestó en abrir los ojos mientras movía el
broche y sacaba el material ofensivo de sus preciosas tetas. Se
arrastró por su cuerpo, quitándose los bóxers de una patada
mientras avanzaba.
—Por favor, Drake.
—Paciencia, nena. Déjame disfrutar. —Le cubrió una areola con
la boca, chupándole el pezón y rodeándolo con la lengua. Después de
alternar entre los pechos, le besó el cuello antes de acariciar sus
zonas erógenas. El cuerpo de ella era receptivo, y se movió para darle
mejor acceso mientras él le daba besos cada vez más fuertes.
Sus manos subieron por su espalda, probando sus músculos.
Cuando las piernas de ella rodearon su cintura, animándolo, él se
colocó en su entrada.
—¿Quieres mi polla?
—Sabes que sí, Drake.
—Pídela. Exígela —dijo. —No tengas miedo de ser sucia cuando
esté entre tus piernas.
Ella se retorció bajo él, intentando que la follara. —Por favor,
Drake. Te necesito. Necesito que me llenes con tu polla.
—¿Era tan difícil? —Besó a Mira mientras entraba en ella,
centímetro a centímetro. —Maldita sea, estás tan apretada. Tan
perfecta.
Ella le devolvió el beso, en los labios, en el cuello, incluso
mordiendo su oreja. Sus manos y sus piernas lo rodearon
activamente. Tener a Mira dispuesta y apasionada era el cielo en la
tierra.
Él movió las caderas, empujando con fuerza, y luego entró y
salió de su apretado coño. Una capa de sudor surgió entre ellos.
—Más —gritó ella.
Eran una maraña de miembros, puro deseo sucio, y mucho más
de lo que él admitiría. Se estaba enamorando de su futura esposa.
Eso lo asustaba y lo excitaba simultáneamente.
Le dio a Mira exactamente lo que quería, follándola con fuerza
y rapidez, sacudiendo toda la cama. Ella lo alentó con sus talones,
arqueándose para recibir su empuje.
—Por favor, Drake. Oh, Dios...
Estaba a punto de correrse de nuevo, su cuerpo ya estaba
caliente por su reciente orgasmo. Este era el mejor sexo que había
tenido. Ningún otro encuentro podría compararse. Él aceleró el ritmo,
frotando su clítoris con cada movimiento de sus caderas. Una y otra
vez hasta que ella jadeó y coreó su nombre.
Exhaló cuando se liberó dentro de ella, llenándola con su
semen. Disfrutó del momento, de la intensidad de su orgasmo y de la
visión de Mira embarazada de su hijo. Su vientre hinchado, sus tetas
aún más grandes. No podía esperar a ese día.
Drake quería tener la oportunidad de hacer las cosas bien, de
crear herederos que no estuvieran jodidos de la cabeza como él.
Viviría a través de sus hijos, les daría todo lo que soñaban. Sobre
todo, amor.
Rodó junto a Mira, atrayéndola a su lado. Mientras la miraba,
apartando algunos pelos sueltos de su cara, no podía imaginar una
madre mejor para sus hijos.
—No te arrepentirás, Mira. Te daré todo lo que quieras y más.
Ella se rió. —Todavía no me conoces muy bien, Drake. No
necesito nada para ser feliz. Sólo te quiero a ti.
—Todos estos años, me he equivocado contigo. Te hice daño
hasta el punto de condicionarte como adulto. No te merezco —dijo.
—La gente cambia, Drake. Me niego a seguir viviendo en el
pasado. Estoy lista para seguir adelante... juntos.
Él besó su frente.
—¿Vendrás conmigo a la oficina mañana? Te he echado de
menos toda la semana.
Ella pintó dibujos sobre su pecho con un dedo. —Iré. Y me
aseguraré de no llevar bragas.
Mira miraba fijamente a Drake a través de la oficina mientras
realizaba otra llamada de negocios. Ella ya había hecho su viaje
semanal para ver a su hermano, y Nigel parecía feliz de haberse
quedado solo. No se preocupaba por ella y no le había preguntado
cómo iba todo con Drake. Él le había causado tantos problemas, y
ahora era como si no existiera.
—Puedo escuchar tus pensamientos desde aquí —dijo Drake
sin levantar la vista.
No pudo evitar admirar su ética de trabajo. Teniendo en cuenta
lo que ella recordaba de cuando estaban juntos en la escuela, él había
dado un giro completo a su vida. Atrás había quedado el destructor y
en su lugar estaba el gran trabajador.
—Te estoy admirando.
Esto lo hizo levantar la mirada. —¿Tengo que ponerlo por
escrito?
Ella puso los ojos en blanco y se levantó de su posición en la
silla, caminando hacia su escritorio. Se apoyó en él, con los brazos
cruzados.
—¿Cómo estuvo Nigel? —preguntó.
—Bien.
—Tu hermano no merece tu lealtad, ¿lo sabes?
Lo último de lo que Mira quería hablar era de su hermano. Ya
la había molestado con su total desprecio.
Giró sobre sus talones y volvió a la silla, sentándose en el
extremo. —¿Hay algo que pueda hacer? —Miró a su alrededor para
ver lo ordenado que estaba su despacho. —No soporto ser inútil. Soy
muy trabajadora.
—Sé que lo eres. Nadie podría cuestionar tu compromiso con el
trabajo duro. —Drake se puso de pie y rodeó su escritorio.
Ella no pudo evitar mirar hacia abajo para ver la dura cresta de
su polla presionada contra la parte delantera de sus pantalones. El
contorno se veía claramente, y a ella se le hizo la boca agua para
probarlo. ¿Qué iba a hacer con ella? Su mente ya estaba hundiéndose
en la cuneta.
—Quítate la ropa —dijo él.
Mira no se movió mientras él se inclinaba sobre su escritorio,
diciéndole a su asistente personal que no interrumpiera y que
cancelara todas sus citas. El placer le recorrió la espina dorsal.
—No te estás desnudando.
Se levantó y lo vio dirigirse a las puertas de su despacho,
cerrando la cerradura con un chasquido. Mordiéndose el labio, se
quitó rápidamente el vestido y el sujetador. Había cumplido su
promesa de no llevar ropa interior.
—Siéntate. Tócate el coño. Déjame ver qué haces para mojarte
para mí.
Sin dudarlo, se sentó y abrió las piernas para que él las viera.
Drake ya tenía los pantalones abiertos y la polla en la mano. Trabajó
desde la base hasta la punta y de nuevo hacia abajo, creando un
ritmo constante.
A ella le encantaba su polla. Era tan larga, gruesa, y cada vez
que se sumergía dentro de ella, ella quería más de él.
—No voy a poder durar si sigues mirándome así.
—¿Cómo? —preguntó ella.
—Como si quisieras comerme la polla.
Mira no sabía de dónde había sacado el valor, pero las palabras
salieron de sus labios un segundo después. —¿Y si lo quiero?
Chuparle la polla no era exactamente lo que tenía en mente, y
claramente sorprendió a Drake porque dejó de tocar su erección. —
Ven aquí —dijo. —Quiero que te arrastres hacia mí.
Ella se hundió en el suelo de rodillas y se arrastró lentamente
hacia él, sin importarle su estado de desnudez. Drake tenía un lado
pervertido, y ella no lo admitiría, pero la excitaba.
Su coño estaba muy mojado. Todo lo que quería era a él.
Lamiéndose los labios, lo miró fijamente, esperando.
—¡Joder! No tienes ni idea de lo excitante que ha sido eso.
Mira se puso de rodillas, mirándolo. —¿Qué puedo hacer por ti?
—Volvió a lamerse los labios, esperando parecer seductora y no
asustada.
—Chúpame —dijo él.
Ella rodeó su longitud con los dedos. —No soy muy buena en
esto, señor. Va a tener que enseñarme.
Él gimió, su mano se hundió en su pelo.
Se habían vuelto más cercanos desde el incidente de Katherine.
Drake nunca la perdía de vista, y a Mira le gustaba. Sabía que debería
rogar por su independencia y libertad, pero disfrutaba estando cerca
de Drake. Él lo era todo. Ni siquiera podía pensar en las palabras
adecuadas para describir lo que él le provocaba.
Le pasó el pulgar por los labios. —Lámelo. Pruébalo. Dime que
lo disfrutas.
Con la mirada fija en la de él, deslizó la lengua por su polla,
lamiendo la punta. El pre-semen salado empapó su lengua, y ella
cerró los ojos, succionándolo más profundamente. No se cansaba de
él y estaba hambrienta de más.
Lo recorrió en toda su longitud, cubriéndolo con su saliva,
mirando hacia arriba mientras las maldiciones salían de sus labios.
Él no parecía sentir ningún tipo de dolor mientras ella trabajaba su
polla.
Finalmente, cuando no pudo aguantar más, le cubrió la cabeza
y se la llevó al fondo de la garganta. En el momento en que él golpeó
la parte posterior, ella se retiró, gimiendo. Meneando la cabeza,
aceleró los movimientos, volviéndolo más loco.
La polla de él parecía endurecerse mientras le sujetaba la
cabeza, manteniéndola en su sitio. Le encantaba la forma en que él
tomaba el control.
—Qué boca tan bonita. Joder. No sé si quiero correrme en tu
boca o en tu coño.
Ella apretó las mejillas para él y eso lo decidió. Se corrió en su
boca con un gruñido repentino. El sonido resonó en la habitación y a
ella le encantó verlo. Su semen la tomó por sorpresa mientras le
llenaba la boca. Se lo tragó todo por instinto.
Drake se apartó primero, pero no había terminado. Se arrodilló
y la empujó al suelo.
Ella no tuvo otra opción, ya que él le abrió las piernas y se
ensañó con su clítoris. No fue suave, pero ella no necesitaba que lo
fuera. Dos dedos la penetraron y ella se sacudió contra su boca,
empujando su coño sobre su cara.
Estaba tan cerca.
Se la comió como si fuera una buena comida, y cuando se
corrió, no dejó de hacerlo hasta que le absorbió hasta la última gota
de su orgasmo. Él todavía tenía la mayor parte de su ropa puesta. Su
cara brillaba con su crema.
—Eso fue increíble —dijo ella.
—¿Necesitas una gran boda? —preguntó Drake.
Ella frunció el ceño. —No.
—Entonces, ¿qué te parece la posibilidad de que nos reserve
una habitación y hagamos un viaje a Las Vegas? ¿Estar casados al
final de este fin de semana?
Esto era nuevo para ella. ¿De dónde había salido esto? La idea
debía de estar en su mente desde hacía tiempo para que saliera de
sus labios momentos después de comerle el coño.
Poco a poco había empezado a acostumbrarse al anillo de
compromiso en su dedo. El matrimonio al final de la semana haría
que esto fuera permanente. ¿Realmente quería eso?
En el fondo de su mente, pensaba que él sólo lo utilizaba como
una herramienta para conseguir lo que quería de ella. Si él
adelantaba su boda, no había marcha atrás.
—¿Quieres casarte conmigo? ¿No tienes dudas?
—No tengo ninguna. —Alargó la mano y le colocó un poco de
pelo detrás de la oreja. —¿Y tú?
Ella negó con la cabeza. —No. Creo que no.
—¿Vegas?
—Yo... si es lo que quieres.
—Mira, nena, no estoy sintiendo la emoción que una mujer
debería sentir ante la perspectiva de casarse.
Ella se lamió los labios y le miró el pecho. —Lo estoy, es que, ¿y
si te das cuenta después de que no me quieres? No soy perfecta,
Drake.
—No estoy buscando la perfección. Nunca lo he hecho. —Puso
una mano sobre su estómago. —Estoy en el juego para ti, para mí y
para nuestros bebés. Quiero un montón de ellos contigo. Quiero que
empecemos ahora. No quiero usar un condón cuando esté dentro de
ti. No hay otra mujer para mí.
—Pero la deuda que tiene mi hermano...
—Está todo limpio.
—Me casaré contigo porque quiero —dijo ella. —Espero que lo
sepas. No se trata de otra cosa.
Él le agarró el cuello. —Me casaré contigo porque quiero. —Bajó
sus labios sobre los de ella.
Con el agarre de su cuello, la presionó contra el suelo mientras
se arrastraba entre sus muslos. Ella soltó un gemido cuando él se
deslizó entre ellos, con la polla ya endurecida. Después de colocar la
punta de su polla en su entrada, la introdujo en su interior y jadeó.
Drake rompió el beso, con la mirada puesta en la de ella
mientras reducía la velocidad. Cada centímetro de su polla dentro de
ella era lento, constante y seguro. Se mordisqueó el labio, sabiendo
que había llegado el momento. Drake, el bully de su infancia. Había
derribado sus defensas y no había forma de luchar contra el
sentimiento que despertaba en ella. Ella no quería luchar.
Él se retiró por completo, sólo para volver a entrar en ella, yendo
tan profundo como pudo, y ella le rogó por más.
—Sí, Drake, sí, me casaré contigo este fin de semana. Haré lo
que sea.
Eran palabras que nunca pensó que le diría a este hombre.
Drake gruñó mientras le agarraba las manos, manteniéndola en
su sitio mientras la montaba con fuerza. —Considéralo ya hecho.

La paciencia no era fácil para Drake.


Había ocasiones en las que podía tenerla sin ningún problema.
Un negocio que requería el tiempo necesario. Trabajar con hombres
que trataban de delatarlo, de traicionarlo. Siempre había una razón
para hacer gala de paciencia.
Las mujeres nunca eran una razón suficiente para él. Siempre
había visto a esos hombres en el día de San Valentín, en los
aniversarios, en la Navidad, en todas las ocasiones especiales,
inclinándose por una novia o una esposa, y los creía unos putos
débiles. No valía la pena perder la puta hombría por ninguna mujer.
Había muchas mujeres alrededor para divertirse. Todo lo que él hacía
era jugar.
Por supuesto, nunca pensaba en Mira cuando tenía esos
sentimientos.
Acostado en su habitación de hotel con Mira, desnudo, y con
un anillo de bodas en el dedo, comprendió la impaciencia y las
necesidades de todos esos hombres antes que él. Nunca había
experimentado esa necesidad incesante de reclamar a una mujer. De
marcar cada centímetro de ella para que el mundo viera que le
pertenecía.
Sin embargo, aquí estaba.
Casado.
Contento.
Atado a esta hermosa mujer hasta que la muerte los separara.
Colocó una mano en su espalda, arrastrando los dedos hacia
arriba para apartar su pelo y poder besar su cuello. Se había casado
con ella ayer en una ceremonia muy pequeña. Su hermano no había
sido invitado.
Después de que Mira aceptara casarse con él en Las Vegas, él
había hecho un viaje para ver a Nigel. Nunca se llevarían bien. Drake
le había dejado claro a su hermano que si no se ponía las pilas,
cortaría todos los lazos entre hermano y hermana. Nigel nunca
tendría el poder de utilizar a su hermana o hacerle daño de nuevo.
La sola idea de que otro prestamista negociara con Mira era
suficiente para volver loco a Drake. Otros no habrían sido tan
amables como él, y Nigel lo sabía. Las piernas rotas eran una
bendición para él. Nigel era un actor de primera categoría, que no
parecía preocuparse por su hermana. No le advirtió que la tratara
bien. Sólo que la dejara en paz.
Quería romper las piernas del bastardo de nuevo.
En lugar de eso, se fue.
Ella gimió. —¿Cómo es que sigues despierto?
—Estoy insaciable por ti. —Arrastró sus labios por su brazo,
yendo hacia su espalda, manteniéndola de frente, aunque quería
chuparle las tetas, no era codicioso.
Metió la mano entre sus muslos y le tocó el coño. Todavía estaba
resbaladiza por su último polvo. Sus liberaciones combinadas
cubrían su coño, y él deslizó un dedo dentro de ella, excitándose cada
vez más por lo mojada que estaba para él.
Metió dos dedos y ella empezó a moverse contra él.
Drake tenía una misión en mente. Dejarla embarazada. Criarla
lo antes posible.
La escena que se desarrolló con Katherine y la posterior
distancia que Mira había puesto entre ellos lo habían asustado,
jodidamente.
De ninguna manera quería que Mira se alejara de él. No iba a
correr el riesgo, y todo lo que veía eran formas de atarla a él. A través
del matrimonio, haciendo imposible que se divorciara de él, y luego a
través de los hijos. Si la dejaba embarazada de muchos bebés, no
habría posibilidad de que lo dejara.
Era un plan horrible, quitarle la decisión a ella, pero él estaba
más que feliz de llevarlo a cabo.
Su polla estaba ya muy excitada. Ella gimió su nombre,
empujándose contra él.
Después de retirar sus dedos de su apretado calor, empujó una
almohada debajo de sus caderas, poniéndola en el ángulo correcto.
Alineó la punta de su polla con la entrada de ella y se sumergió
profundamente.
La sujetó por las caderas y la penetró con fuerza. Mira
retrocedió, con su apretado coño apretándolo.
Deslizando una mano por debajo de ella, siguió jugando con su
coño. Ralentizando sus embestidas para que ella disfrutara de cada
embestida.
Drake quería sentir cómo se corría sobre su polla, empapándolo
con su crema. Ella era muy sensible, y él tenía que tomarse su
tiempo, llevándola al borde del orgasmo. Esta vez, no le permitió
retrasarse o tomarse demasiado tiempo. La llevó al borde del éxtasis,
la agarró por las caderas y la folló con fuerza.
Incapaz de negarse a sí mismo el simple placer de verla, la folló
con fuerza y rapidez, saboreando cada apretón mientras ella lo
ordeñaba. —Sí, joder, eso es, toma mi polla.
Estaba tan cerca que la penetró hasta el fondo mientras una ola
tras otra de su orgasmo llenaba su coño. Su semen inundó su vientre.
Pronto, iba a echar raíces. Tenía que hacerlo.
Le besó el hombro, el cuello, y mantuvo su peso sobre ella, y
Mira inclinó la cabeza hacia atrás para mirarlo.
—Vaya —dijo ella.
—No me canso de ti.
Él se apartó de ella y se acomodó cerca mientras ella giraba. Le
apartó el pelo de la cara y le acarició la mejilla. —¿Dónde quieres ir
de luna de miel?
—Drake, esto va muy rápido —dijo ella.
—Lo sé. Sin embargo, no hay nada de malo en hacerlo. Te tengo,
Mira. No va a pasar nada malo.
Ella se lamió los labios. —Lo sé. Te creo cuando dices que me
quieres. Me preocupa más lo nuestro. ¿Me has, tal vez, exagerado en
tu mente para ser algo más de lo que soy?
—¿Qué quieres decir?
—Supongo, piensa en el único regalo que querías de niño pero
que nunca recibiste. Crees que todo sería mejor si sólo tuvieras ese
juguete.
—¿Qué tipo de juguete?
Se rió. —No lo sé. Un frisbee.
—¿De verdad? ¿Un frisbee?
—Estoy hablando en serio, Drake. Por favor, trata de tomarme
en serio.
—Lo hago. En primer lugar, un frisbee es un juguete horrible
con el que compararse, pero lo entiendo. Te preocupa que te haya
construido en mi cabeza y que dentro de unas semanas o meses no
te quiera.
Se encogió de hombros. —No estoy tratando de sonar triste, o
patética, o lo que sea. Trato de arrojar algo de realidad sobre nuestra
situación. —Levantó la mano. —Todavía estamos casados. Apenas
nos conocemos.
—Nos conocemos desde hace años.
—Sí, pero la gente dice eso de los asesinos en serie todo el
tiempo. Era simpático, y no sabía que tenía como hobby de fin de
semana destripar a la gente. —Ella arrugó la nariz. —Ni siquiera sé
si hay un asesino en serie que haga eso. Ya me entiendes.
—Lo entiendo.
—Nosotros... tenemos que tomarnos esto con calma.
Drake pensó en todas las veces que se había corrido dentro de
ella sin condón. Habían sido muchas. El contrato que ella había
firmado originalmente decía que estaba más que feliz de ser la madre
de sus hijos.
No había límite de tiempo para nada de eso.
Ahora la miraba fijamente. —¿Qué quieres saber?
—Conocerte. Comprenderte. Para amarte un poco más.
Esto lo hizo detenerse. —¿Amarme un poco más?
Ella puso los ojos en blanco. —Lo has entendido.
—No es que hayas sido sutil.
Mira ahuecó su nuca y lo besó. La suavidad de sus tetas le
presionaba el pecho. Él le sujetó la cadera y bajó la otra mano hasta
la base de su espalda, manteniéndola en su sitio.
—¿Te estás enamorando de mí? —le preguntó.
—Eres una persona difícil de la que enamorarse, Drake, pero lo
estoy sintiendo. Sé que firmé ese contrato y sí quiero tener hijos
contigo, un montón de ellos, pero quiero conocerte sin bebés
corriendo por ahí.
—Los bebés no corren por ahí.
Ella le dio un ligero golpe en el hombro. —No seas tonto. No
estoy bromeando. Esto no es para divertirse.
—Entiendo lo que dices. ¿No habrá bebés? —preguntó él.
—Todavía no. Tendremos bebés. Montones de ellos, con el
tiempo. —Ella le sonrió. —¿Te importa?
¿Qué le podía decir él? —No, no me importa.
Permitiría que Mira lo conociera. Haría cualquier cosa por ella,
pero esto, iba a dejarla embarazada. Toda su vida conoció el dolor del
rechazo, de las cosas que le eran quitadas. No había llegado a donde
estaba hoy por ser bueno o amable, o por dejar que las cosas malas
sucedieran.
Mira era suya. Ella no necesitaba saber que tenía la intención
de dejarla embarazada. Habría formas de evitarlo.
—Genial. ¿Te importa si organizo una visita al médico para
tomar la píldora? Primero me haré una prueba de embarazo, por si
acaso. Si ya estamos embarazados, no me importa, pero si no, me
gustaría que nos conociéramos mejor.
Era una mujer casada.
Era surrealista. Casi habían cumplido un mes de perfecta
felicidad conyugal.
Mira admiró los dos anillos en su dedo. El precioso anillo de
compromiso de diamantes y ahora la alianza de boda a juego.
Todo había sucedido muy rápido, pero ella no se quejaba.
Cuando las cosas empezaron entre ellos, ella era sólo un juguete.
Ahora Drake quería formar una verdadera familia con ella. Era algo
que suponía que no estaba en las cartas para ella. Se había
conformado con la soltería antes de que Drake entrara en su vida.
Estaba viviendo un sueño y tenía que dejar de esperar que todo
se derrumbara a su alrededor.
Drake tenía un pasado difícil, lo que explicaba muchas cosas,
pero había muchas cosas sobre su marido que aún tenía que
aprender. Si iban a pasar toda la vida juntos, debían consolidar su
amor y su confianza. Habían superado la tercera base desde el
principio. Ahora era el momento de ir más despacio.
Una semana después de su boda, ella había pedido una cita con
el médico. Tenía buena salud y oficialmente no estaba embarazada.
El médico le había recetado un anticonceptivo. Mira esperaba seguir
tomándolo durante un año. Eso les daría el tiempo necesario para
acercarse. Lo último que quería era apresurarse a tener hijos y ver
cómo se desmoronaba su frágil matrimonio.
Era una soleada mañana de sábado después de varios días de
lluvia. Drake le había dicho que se vistiera de forma cómoda e
informal antes de salir corriendo. Dijo que volvería en veinte minutos.
Ella no tenía ni idea de adónde la llevaba, pero él parecía emocionado
y orgulloso de sí mismo.
Mira se sentó fuera, en el banco cercano al vestíbulo, esperando
a que él volviera. No tardó mucho.
Se deslizó en el asiento del pasajero del coche cuando él se
detuvo. —¿Me vas a decir qué pasa?
—Ten paciencia, Mira —dijo él. —Querías empezar de nuevo,
hacer las cosas bien, así que eso es lo que vamos a hacer. —Se alejó
de su lujoso vecindario y se dirigió a la autopista. Fue un viaje largo,
pero poco a poco, las cosas empezaron a ser familiares de nuevo.
—¿Dónde estamos? —preguntó distraídamente. —No, espera,
¿por qué estamos aquí?
Estaban en su antiguo barrio, el lugar donde las pesadillas de
su infancia habían tomado forma. Mira no tenía interés en revivir un
pasado que quería olvidar. Observó algunas calles familiares, casas,
su antiguo buzón y el viejo roble cerca de la escuela.
Se detuvo a un lado de la carretera y apagó el motor.
—¿Qué clase de sorpresa es ésta, Drake?
—Esta no es la sorpresa, pero si quieres que las cosas sean
reales entre nosotros, tenemos que enfrentarnos a nuestros
demonios. Los dos.
Ella tomó aire, sabiendo que él tenía razón, pero todavía
odiando la idea con cada fibra de su ser. —Dije que te perdonaba.
Él negó con la cabeza. —¿Ves allí?
Mira se giró y miró en la dirección a la que él se refería. Había
una vieja casa rodante en ruinas. Dudaba que alguien pudiera vivir
en ella. Parecía que un fuerte viento podría demolerla. —¿Qué pasa
con ella?
—Ahí es donde crecí.
Se encogió internamente, una mezcla de vergüenza por sonar
tan indiferente y tristeza por saber la verdad. —No lo sabía.
Él se encogió de hombros. —No tengo buenos recuerdos de ese
lugar.
—Fuiste duro conmigo, con todo el mundo por aquel entonces.
Ahora entiendo por qué. —Ella ya había escuchado fragmentos de los
abusos a los que se había enfrentado a manos de sus supuestos
padres.
—No es una excusa. Pero quiero que sepas de dónde vengo. No
soy un monstruo.
Permaneció callada, mirando el cascarón de un viejo coche
oxidado junto a la caravana. Cuando las cortinas se movieron, se dio
cuenta de que había un niño pequeño asomándose. Mira se sentó
más erguida.
—¿Siguen...?
—No —dijo él. —No tengo ni idea de dónde están ahora.
Ella se giró para mirarlo. —¿Alguna vez sientes curiosidad por
saber qué les pasó?
—El ADN no lo es todo, Mira. No tengo ningún deseo de volver
a mi pasado. He seguido adelante, he hecho algo de mí mismo y he
trabajado duro para apagar mis emociones.
—No hay nada malo en tener sentimientos.
—Cuando has vivido lo que yo, cerrarte es lo único que puedes
hacer para mantener la cordura —dijo. —Pero las cosas son
diferentes ahora.
—¿Oh?
Su mano se tensó sobre el volante. —Estoy tratando de cambiar.
Tú me has cambiado, Mira.
—No he hecho nada.
Se movió en su asiento y la miró. —Ahora eres mi mujer. Eres
todo lo que me importa.
—No puedo borrar el pasado, Drake. Seguiremos teniendo
problemas. Ninguna relación es perfecta.
—No quiero la perfección.
Toda la existencia de él se basaba en tener lo mejor de todo y
salirse con la suya a toda costa. Ella seguía sintiéndose inferior, como
si Drake pudiera conseguir a alguien mucho mejor. Pero él no era tan
invencible después de todo. Se sostenía con humo y espejos.
—Yo tampoco —dijo ella.
Se inclinó más cerca y se besaron, suave, dulcemente.
—Ahora, vamos a visitar a tu antiguo lugar.
Drake respiró profundamente mientras se alejaban de las
pesadillas de su infancia. Reconoció más y más mientras se detenían
frente a su antigua casa. Las cosas habían cambiado, la pintura, el
paisaje, pero la estructura seguía siendo la misma. Le trajo muchos
recuerdos agridulces. Sobre todo le recordaba que sus padres se
habían ido y que su hermano no valoraba su relación. Sin Drake,
estaba completamente sola en el mundo, un mundo duro.
—Sabes, llegué a casa de la escuela llorando demasiadas veces
para contarlas. Parecía que a todo el mundo le gustaba burlarse de
la chica gorda y disléxica. Aunque he crecido, el dolor todavía se
siente fresco algunos días.
—Fui un bastardo. No te merecías cómo te traté —dijo. —Estaba
enamorado, pero no tenía ni idea de cómo transmitir emociones
sanas.
—¿Un enamoramiento? ¿De mí?
—Uno grande. —Él sonrió.
¿Cómo es posible que el atractivo bully de la escuela secundaria
tuviera algo por ella? Sus acciones ciertamente no lo habían delatado.
—Eso es difícil de creer.
—Porque yo era un bully. Y ya te he dicho que te lo compensaré
el resto de mi vida.
Suspiró, entrelazando sus dedos con los de Drake. Tras echar
otro vistazo a la casa, recordó a su padre y su preciada casa de
empeños. Él era una maravilla para el conocimiento de lo
desconocido. La forma en que se entusiasmaba con cada adquisición
era contagiosa. Lo echaba de menos. Echaba de menos tantas cosas.
—Solía ayudar a mi padre en la casa de empeños.
Catalogábamos sus tesoros y él tarareaba. Todavía puedo oírlo
cuando cierro los ojos y pienso en ello.
—Cariño, no tenemos que dejar esa casa de empeños. La he
salvado y es tuya si la quieres. Sólo pensé que preferirías limpiarte
las manos después de todo lo que pasó.
Ella lo pensó. Su padre le sonreiría si supiera que ella iba a
continuar su legado, pero ¿cómo podía hacer que eso sucediera
ahora?
—Drake, no tengo el dinero para eso. Se ha descuidado durante
demasiado tiempo.
—Estás casada con un hombre con una gran cuenta bancaria.
Puedes hacer lo que quieras. —Le besó los nudillos. —Pero en serio,
Mira, cualquier ayuda que necesites está a tu disposición. Sólo quiero
que seas feliz.
—Hasta ahí llegó mi bully. —Ella soltó una risita cuando él
intentó hacerle cosquillas en el costado.
—Se acabó el bully. Lo único que quiero es protegerte del
mundo.
Ella quería hacerle el amor allí mismo, en el coche, pero se
conformó con otro beso.
—Una parada más —dijo él.
Condujo una corta distancia hasta su antiguo instituto. No
había cambiado gran cosa, algunas vallas nuevas, un par de cabinas
que no estaban allí antes. Normalmente, ella se sentiría perturbada
con sólo ver la escuela, pero su curación ya había comenzado. Drake
había hecho las paces con ella y con el pasado, así que no había
necesidad de seguir reviviendo ese dolor. Ahora era una adulta, y al
igual que su marido, tenía que seguir adelante y abrazar su nueva
vida.
—Ahí está —dijo ella, mirando por la ventana.
—Vamos.
—¿Qué?
Salió del coche antes de que pudiera contestar. Cuando él le
abrió la puerta, ella continuó: —¿Por qué demonios querríamos pasar
un minuto más aquí?
—Tengo algo que mostrarte.
Él le tomó la mano, caminando con ella con orgullo. Era tan
extraño estar en el mismo lugar en un momento diferente cuando
tantas cosas habían cambiado en sus vidas.
Entraron en el edificio y una oleada de recuerdos inundó sus
sentidos. Incluso olía igual. La condujo por los pasillos hasta llegar a
la biblioteca.
—Mira esto —le dijo.
Había una placa de latón frente a las puertas. Decía que la
biblioteca había sido donada por el señor Drake y la señora Mira
Eastwood.
—Las reformas comenzarán este otoño —explicó. —Habrá un
área de recursos de aprendizaje para ayudar a los niños con
problemas de aprendizaje, también.
Sintió que las lágrimas le punzaban los ojos.
—Odias esta escuela tanto como yo —le dijo.
—Éramos niños. Es hora de hacer cambios positivos, ¿no?
Mira asintió. Deseó que le hubieran dado una oportunidad de
ayuda con su dislexia cuando era niña, pero tal vez esta nueva
biblioteca ayudaría a otra niña como ella en el futuro.
—Usted es algo más, Sr. Eastwood. Pensé que siempre lo
odiaría, pero aquí estoy, enamorada.
La acercó y la besó en la cabeza. —Quiero ser un hombre mejor.
—Lo eres, Drake.

El viaje por el carril de los recuerdos había terminado.


Él tenía sus propios demonios a los que enfrentarse, pero la
culpa de haber atormentado a Mira todos aquellos años seguía
pesando sobre él. Tal vez uno de estos gestos ayudaría a compensar
el pasado.
Ahora era el momento de divertirse. Ella quería que la cortejara
como debería haberlo hecho años atrás, así que ahora empezaría a
hacer las cosas bien.
Estacionó en el recinto ferial y apagó el motor.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó ella.
—Es tu sorpresa.
—Estoy confundida.
—Nunca te he traído aquí. Este suele ser uno de los primeros
lugares a los que un chico lleva a su novia. No deberías perderte esa
experiencia.
—Nunca he estado aquí —dijo ella.
—Bueno, venga, vamos a divertirnos.
Salió del coche y tomó la mano de Mira cuando ella salió del
lado del pasajero. Ella ya estaba vestida cómodamente, ya que él
había planeado este día con mucha antelación. Mira era su futuro.
No podía esperar a formar una familia juntos, y eso ocurriría antes
de lo que ella esperaba.
Drake sabía que ella quería retrasar el tener hijos. Ella tenía
tanto miedo como él cuando se trataba del rechazo y de esperar lo
peor de la gente, pero no tenía que preocuparse cuando se trataba de
él. Ahora era un hombre casado y se tomaba en serio el versículo
hasta que la muerte nos separe. Lo último que quería para sus hijos
era un hogar desagradable y roto como del que él provenía.
Entraron en el recinto después de que él pagara sus entradas.
De inmediato, fue bombardeado por el aroma de las palomitas y los
perritos calientes, los gritos y el rugido de la montaña rusa al subir.
El bullicio le dio una sensación de nostalgia, y no estaba seguro de
por qué.
—¿Por dónde deberíamos empezar primero? —preguntó.
Ella miró a su alrededor con un inocente asombro en sus ojos.
—¿La montaña rusa?
Él asintió con la cabeza. —Bueno, ya sé que eres una gritona,
pero vamos a comprobarlo. —Drake le guiñó un ojo cuando ella le dio
un manotazo.
Durante el resto del día, disfrutaron de las atracciones, de
algunos espectáculos en vivo, y luego él se gastó una pequeña fortuna
para ganarle algunos premios de peluche en la zona de juegos.
—¿Te has divertido hoy?
—Ha sido como un sueño —dijo ella.
—Eres muy fácil de complacer, Mira. Es una de las cosas que
me gustan de ti.
Había tenido más que su cuota de mujeres de alto
mantenimiento, buscadoras de oro y reinas del drama para toda la
vida. Mira era real, realista y dulce. Lo inspiraba a ser mejor persona,
a buscar las alegrías sencillas de la vida en lugar de lo que el dinero
podía comprar.
—Me encantó la sorpresa. Fue perfecta. —
—Hay cosas para las que nunca se es demasiado viejo —dijo. —
Y tenemos mucho tiempo que recuperar. —Se detuvo frente a un
vendedor con un carro rojo brillante de dulces. —¿Cuál es tu favorito?
—El algodón de azúcar.
—Buena elección.
Le compró uno rosa y azul, y luego caminaron de la mano, el
sol ya empezaba a bajar en el cielo. Drake nunca se había sentido tan
cómodo con nadie en su vida. Mira era su pasado y su futuro
combinados.
—¿Quieren hacerse una foto? —le preguntó uno de los
empleados del parque.
Asintió con la cabeza, acercando a Mira a su lado.
—Genial, ¿ahora qué tal un beso? —preguntó el chico.
Drake le obedeció, girándose para besar a su novia. Estaban en
un parque de atracciones con público, y su polla seguía
reaccionando.
Después de hacerse las fotos en una cabina cercana, se echaron
unas risas y se dirigieron a la salida. —¿Qué tal si no vamos a casa
esta noche? —sugirió él.
—¿Qué quieres decir?
—Es el fin de semana. Podemos conseguir una habitación de
hotel para pasar la noche, comer demasiado y usar mi lengua
exactamente como te gusta.
Ella mordisqueó su labio inferior, y él apostaría que sus mejillas
estaban rosadas, pero las crecientes sombras le ocultaban el color. —
Suena loco e irresponsable.
—Se llama equilibrio.
—No he traído nada —dijo ella.
—Vamos a improvisar. Pararé en la farmacia de camino para
comprar algunas provisiones. Es sólo una noche. El servicio de
habitaciones se encargará del resto.
Drake conocía un par de hoteles de lujo a poca distancia en
coche. Quería darle a Mira una noche que eclipsara su día.
Se dirigieron a la farmacia y, mientras él se abastecía de
algunos productos esenciales, Mira compró sus artículos de belleza
para la noche. Cuando llegaron al hotel, ya había oscurecido. Cuando
él apagó el motor en el estacionamiento subterráneo, le apretó el
muslo.
El silencio se hizo presente de inmediato.
—Abre un poco las piernas —le dijo.
Ella rara vez lo cuestionaba. Sus deseos eran a veces poco
ortodoxos, pero había aprendido que Mira no era muy diferente a él.
Simplemente no le gustaba tomar la delantera.
Drake se inclinó hacia ella y le tocó el coño por encima de los
pantalones mientras la besaba. Este beso no tenía nada de casto.
Dejó claras sus intenciones mientras la besaba sucia y
apasionadamente. Ella gimió contra sus labios cuando él se retiró.
—Te necesito desnuda.
—Subamos a la habitación antes de que nos eche la seguridad
del hotel —dijo ella.
Él asintió con la cabeza a pesar de que su polla dura le
dificultaba el movimiento.
Se registraron sin problemas, y una vez que las puertas del
ascensor se cerraron detrás de ellos, él estaba sobre ella de nuevo.
No se cansaba de ver a Mira, su inocente atractivo sexual y todas esas
suaves curvas. Era irresistible, y el hecho de que ella no se diera
cuenta de lo jodidamente sexy que era lo excitaba aún más. La
presionó contra la esquina del ascensor, metiendo la mano en su
camisa mientras la acariciaba. Ella no se quejó, cerró los ojos e
inclinó la cabeza hacia un lado para permitirle un mejor acceso.
Demasiado pronto, el botón del ascensor sonó. La levantó en sus
brazos y la llevó por el pasillo hasta llegar a su suite en el ático.
Ella se agarró con fuerza y sus pequeños chillidos de felicidad
lo volvieron loco.
—¡Drake!
La dejó frente a la puerta, sin poder quitarle las manos de
encima. Puede que llevaran casi un mes casados, pero sabía que se
sentiría como un recién casado el resto de su vida.
—Vaya, esto es demasiado, Drake.
En cuanto él abrió la puerta, ella empezó a pasearse por la
amplia suite. Los suelos y paredes de mármol reflejaban la luz de las
lámparas de araña.
—Nada es demasiado bueno para ti, nena. —Se quitó la camisa
y la dejó sobre la mesa de la consola.
Cuando ella se dio la vuelta y lo vio sin camiseta, se quedó
paralizada brevemente y luego se acercó a él. Le recorrió lentamente
el pecho con las uñas y luego enroscó la mano en el cinturón de cuero.
—Voy a refrescarme.
Mientras se alejaba, miró hacia atrás por encima del hombro.
—Bromista —le dijo él.
Se rió para sí mismo. Estaba creando un monstruo. Drake se
pasó una mano por el pelo mientras observaba el bar. Era una bonita
suite. Tendría que tenerlo en cuenta para el futuro.
El lunes ayudaría a Mira con su casa de empeños. Tenía
muchos planes para su vida en común.
Se desabrochó el cinturón mientras miraba por la pared de
ventanas el paisaje nocturno.
—Drake...
Se dio la vuelta y encontró a su mujer parcialmente desnuda.
Drake no pudo evitar gruñir. Se acercó a ella, dispuesto a adorar su
cuerpo.
Antes de que pudiera tocarla, ella levantó un palillo.
Él frunció el ceño. —¿Qué es eso?
Ella lo agitó delante de él. Él la agarró de la muñeca para
detener su mano. Era un test de embarazo.
—¿Qué pasa?
—Lo compré en la farmacia porque me he sentido mal los
últimos días.
—¿Y?
—Drake, es positivo. Estoy embarazada.
Una ráfaga de felicidad casi lo hizo caer. Una parte de él se sintió
aliviado de poder producir un heredero y otra parte sintió que su
relación con Mira finalmente se consolidaba.
Pero ella no parecía feliz.
—¿No es eso algo bueno? —preguntó él.
Le quitó el palillo y lo dejó en el suelo, luego la sujetó de ambos
brazos para llamar su atención.
—Sí, por supuesto, pero estoy tomando la píldora. No quiero
hacerle daño al bebé.
—El bebé está bien.
—¿Cómo lo sabes? Tendremos que ver al médico mañana. No,
está cerrado. Tendremos que esperar hasta el lunes. ¿Será demasiado
tarde? —Ella comenzó a divagar y él sintió que sus nervios
aumentaban.
—Calla, pequeña. —Apretó su cabeza contra el pecho y la
abrazó. —Me acabas de hacer el hombre más feliz del mundo.
Este era el objetivo final, así que no vio ninguna razón para
posponer lo inevitable. Le había cambiado las píldoras
anticonceptivas por placebos el día que volvió del médico después de
su luna de miel. Ella no tenía ni idea.
Su conciencia lo había estado molestando, pero no era tan
fuerte como su inseguridad de que Mira lo abandonara una vez que
tuviera la libertad de hacerlo.
Drake estaba eufórico, pero Mira estaba confundida. Había
seguido exactamente las instrucciones del anticonceptivo. Incluso
había esperado el par de semanas necesarias para que la protección
hiciera efecto, esperando a tener relaciones sexuales en lugar de usar
preservativos. Había marcado el día en el calendario como si fuera un
acontecimiento especial.
Se frotó la sien mientras miraba la suite de su ático. Drake ya
había consultado con un agente inmobiliario sobre una nueva casa
para ellos. Se había sentado con él, sintiéndose entumecida mientras
le daba los requisitos para la casa familiar perfecta.
Poniendo una mano en su estómago, no se sentía diferente.
Estaba de un par de meses. El médico le había prometido que en la
siguiente ecografía le daría una fecha, pero por ahora no tenía nada
en que basarse.
Un par de meses significaba que las píldoras no habían
funcionado.
—Eres un misterio para mí —dijo.
Estaba feliz y aterrorizada. Este bebé, era un gran problema.
Sabía que tener hijos era algo importante. Su padre le había dicho
una vez que el mejor tesoro que había tenido eran sus hijos. Echaba
mucho de menos a su padre. Él habría sabido qué hacer y decir para
ayudarla a sentirse... segura. Sus emociones estaban por todas
partes.
¿Sería una buena madre?
Esta relación con Drake era tan nueva. Tenía miedo de meter la
pata.
—No voy a obtener ninguna respuesta mirando por la ventana.
—Se apartó del cristal y se dirigió a la nevera, sacando varios
pimientos con la intención de hacer una deliciosa menestra de
verduras. Tenía mucha hambre.
Había ido a ver a su hermano por lo de la casa de empeño y él
no había querido saber nada. Le dijo que era una tonta si consideraba
volver allí, como un perro a la mierda. Sus duras palabras le habían
dolido mucho, pero no le hizo caso.
A diferencia de su hermano, ella tenía la intención de hacer
prosperar la tienda. Nigel nunca se había preocupado por el negocio,
así que no entendía por qué le importaba lo que ella hiciera ahora. Él
estaba feliz de estar fuera de ese lugar, aunque todavía se estuviera
recuperando de las piernas rotas.
Con las cebollas, los pimientos y el ajo en la olla, midió sus
especias, dándole al plato aroma y calor, antes de añadir algunos
tomates y caldo. En el momento en que el plato empezó a hervir, lo
bajó a fuego lento y colocó la gran olla de hierro fundido en el horno
para que se guisara. Ya se le hacía la boca agua.
Cortó algunos calabacines y berenjenas, además de escurrir las
judías. Una vez hecho esto, salió de la cocina y se dirigió al cuarto de
baño para refrescarse. No se había duchado en dos días.
Después de quitarse la ropa, se metió bajo el cálido chorro de
agua, dejando que se llevaran todos sus miedos.
Pasara lo que pasara, ella podría manejarlo. No tenía otra
opción.
Los hijos. El matrimonio. Drake. Esta vida con él, mientras
hubiera amor, lo arreglarían.
Se lavó el cuerpo, el pelo, y luego salió, sintiéndose como una
mujer nueva. No había forma de que se dejara vencer por esto. Su
vida era suya, y era una mujer fuerte, enamorada de uno de los
hombres más increíbles, aunque incomprendidos, que había
conocido. No había forma de que nada de esto saliera mal, y
preocuparse por ello era una tontería.
Sintiéndose mucho mejor, se dirigió al lavabo, se cepilló los
dientes y, al darse cuenta de que había que cambiar el cabezal de su
cepillo de dientes eléctrico, se agachó hasta el armario para buscar
un repuesto. Al abrirlo, una pequeña bolsa cayó al suelo, derramando
la maquinilla de afeitar y las cremas de Drake, junto con varias tiras
de pastillas.
Dejó de meter todos los objetos en la bolsa y miró las pastillas.
Al darles la vuelta, no pudo distinguir lo que eran.
Se puso en pie y algo se le revolvió en el estómago cuando se
dirigió al cajón de su lado de la cama y lo abrió. Los paquetes de
anticonceptivos que usaba y que había dejado de tomar eran
exactamente iguales.
Esto no tenía sentido.
¿Por qué Drake tenía sus píldoras?
Revisó el paquete en el que aún le quedaban un par de tiras y,
al sacarlas, vio una ligera diferencia en el envase. Era sólo una
pequeña diferencia, pero supo sin duda que Drake había cambiado
sus pastillas.
Al darse cuenta, las dejó caer.
No.
Esto no podía estar pasando.
Drake no le haría eso. Durante toda su vida, él había hecho que
la gente sacara conclusiones.
Agarró los dos paquetes y se dirigió a su despacho.
El portátil estaba apagado, pero ella lo encendió y se sentó a
esperar, mirando los dos paquetes. Había un desagradable vacío bajo
su pecho, y había empezado a asustarla. Se frotó el punto justo sobre
su corazón.
En el momento en que su portátil estaba encendido, oyó el
sonido de un correo electrónico entrante. El asunto llamó su
atención: Píldoras.
Esta era una madriguera en la que no quería entrar, pero se
encontró haciendo clic en el correo electrónico, y cualquier duda que
tuviera sobre la traición de su marido se borró de una sola lectura.
Drake había pedido las píldoras de placebo. Revisó los correos
electrónicos anteriores y descubrió que él había tomado una foto del
paquete para que fuera una réplica exacta del suyo, y a menos que
los hubiera mirado uno al lado del otro, no lo habría sabido. De
hecho, no lo supo hasta que los vio ahora mismo. Las píldoras
contenían una pequeña dosis de vitaminas, inofensivas en la mayoría
de los casos.
Mira no necesitó mirar más.
De pie, con sólo una toalla, las lágrimas llenaron sus ojos.
La traición era muy profunda. Se sintió enferma y la ira se
arremolinó en su interior. Con las manos apretadas, entró furiosa en
el dormitorio, poniéndose un par de pantalones de deporte y una
camiseta grande.
Drake lo había hecho a propósito. No había escuchado sus
preocupaciones ni había estado dispuesto a esperar. Como tantas
otras veces, hizo lo que quiso sin pensar ni preocuparse por nadie
más.
Ella estaba muy enojada. Furiosa.
Volvió a la cocina, poniendo las verduras y las judías en la olla
del guiso. Comprobando la hora, sabía que Drake volvería en menos
de una hora.
Después de salir de la cocina, volvió al dormitorio. No tenía
ningún otro sitio al que ir, y ahora que estaba embarazada, no podía
precisamente dejarlo. La atención médica era cara. No iba a poder
permitirse el lujo de criar a ese niño por sí sola, ni quería criarlo sola.
Todo estaba muy mal, y todo era porque Drake se había negado
a escuchar. Él simplemente siguió adelante sin pensar en nadie más.
Ella no lo dejaría, pero desde luego no iba a dormir en su cama
ni esta noche ni ninguna otra en un futuro próximo. Él iba a tener
que aprender por las malas. El anillo le pesaba en el dedo, pero no se
lo quitó.
Durante la hora siguiente, trasladó sus pertenencias a la
habitación de invitados, preparó la cama e intentó no ponerse a llorar.
Para cuando Drake llegó, ya tenía la mesa puesta, la cena
preparada y se había tranquilizado lo suficiente como para poder
escucharlo.
Él entró, y mientras él la atraía con un beso como de costumbre,
ella se giró para que él sólo le rozara la mejilla.
—¿Está todo bien? —preguntó Drake.
—Bien. Nunca he estado mejor.
Ella se dirigió a la mesa y le sirvió algo de comida. Con el plato
de él servido, ella puso algo en el suyo, aunque comer era lo último
que tenía en mente ahora.
—¿Qué tal el día? —le preguntó.
—Bien. Pasaron las mismas cosas, sólo que un día diferente. —
Drake levantó un poco de comida y probó un bocado. —Esto está
delicioso.
—Me alegro de que te guste.
—Qué bueno. ¿Cómo fue tu día?
—Hice la cena. Limpié un poco, me di una buena ducha y luego
tuve una epifanía. —Ella sacó la tira de pastillas, cansada de este
juego, y las tiró cerca de su plato. Sus manos se cerraron en puños
mientras lo miraba. —Llámame sorprendida, Drake, pero parece que
me has estado ocultando secretos.
—Mira, no tengo ni idea de qué demonios quieres decir. No sé
lo que son.
Ella resopló. —Sabes, yo pensé lo mismo. Pensaba que estaba
siendo injusta y que te había juzgado mal, pero la imbécil era yo. Yo
era el que esperaba que me tomaras en serio. No sé por qué carajo
pude pensar que me tomarías en serio. —Sacudió la cabeza. —No
intentes mentirme, Drake. He visto los correos electrónicos. Sé que
ordenaste las píldoras para que se parecieran a las mías. Las
cambiaste. Me permitiste tomar una vitamina en lugar de mis
verdaderas píldoras anticonceptivas. Me has mentido. —Las lágrimas
llenaron sus ojos mientras se levantaba.
Él se puso en pie. —Mira, por favor, déjame explicarte.
—¿Qué hay que explicar? ¿Cómo puedes justificar el haberme
mentido? —Apretó los labios. —Me dijiste que eras un hombre
cambiado. Los hombres cambiados no cambian las píldoras
anticonceptivas de su esposa, no cuando ella te pidió que le dieras
algo de tiempo para que esto funcionara. No hemos estado juntos el
tiempo suficiente, y vas y haces algo así.
Ella dio un paso atrás.
—Mira, maldita sea, te amo. De acuerdo, quería... quería tenerte
conmigo. Un bebé significa que eres mía. Siempre serás mía.
—Por el amor de Dios, Drake. Esto no es la Edad Media. Puedo
irme cuando quiera y nada puede detenerme. Ámame. Confía en mí.
Permíteme ver tu verdadero yo. Así es como me mantienes. No así. Ya
estoy atada a ti porque la idea de ir a otro lugar me aterra. Quiero
estar contigo, Drake. Tal y como están las cosas, no me voy a ir. —Se
puso una mano en el estómago. —Pero me he mudado a la habitación
de invitados, y no voy a ir a la búsqueda de casas contigo. Ni siquiera
sé si quiero seguir casada contigo. Me has hecho daño, y no sé qué
sentir al respecto.
Giró sobre sus talones y se dirigió al dormitorio de invitados,
cerrando la puerta en silencio tras ella antes de desplomarse en el
suelo hasta quedar exhausta.

Drake había metido la pata hasta el fondo. No había duda de


ello.
Al intentar mantener a su mujer, la había alejado exitosamente,
y ahora, sentado en su oficina, se odiaba a sí mismo. ¿No se había
odiado siempre? La ciudad parecía tan jodidamente feliz con el sol
brillando. La gente caminando, haciendo su vida. Todo le daba
náuseas. Había pasado un mes desde que Mira descubrió las
píldoras. Un mes en el que él se hundía cada vez más en un pozo de
depresión.
Agarrándose la nuca, apretó la frente contra el cristal. Lo irónico
de su situación era que había planeado contarle a Mira esa noche lo
que había hecho. El sentimiento de culpa lo había corroído,
destrozándolo. Ella tenía tantas preocupaciones en cuanto a la
maternidad y sus inseguridades lo carcomían. Él había provocado
esto.
Sus deseos egoístas y sus viejas inseguridades lo llevaron a
hacer esto, y ahora, ¿dónde estaba él?, durmiendo solo.
Mira ni siquiera comía con él. Su comida siempre estaba
preparada, y era tan deliciosa. Sin embargo, nunca la veía. Para ver
a su mujer, tenía que esperar hasta altas horas de la noche para
escabullirse en su dormitorio y verla dormir.
Cada noche, tenía la tentación de deslizarse detrás de ella,
abrazarla y fingir que nada estaba mal.
Todo estaba mal. Nada había salido bien.
Habían ido al médico y éste le había clavado el cuchillo
confirmando que las pastillas que ella había tomado no hacían efecto
desde el primer día. La había dejado embarazada la primera noche
que tuvieron sexo después de su pausa para asegurarse de que
hicieran efecto.
Lo único que eso había hecho era profundizar el dolor.
La echaba mucho de menos. Amaba a su mujer y ninguna
cantidad de flores, chocolate o joyas iba a arreglar esto.
Tiempo. Él no era un hombre paciente.
Su trabajo se veía afectado por la constante distancia entre
ellos. Si sus enemigos se enteraban, ahora se reirían de él. Una mujer
haciéndolo caer.
Cuando llegaron las cinco, cerró su ordenador, apagó la luz y
salió de su despacho. Aunque pasaba el tiempo solo en casa, estaba
decidido a no llegar nunca tarde a la cena. Llegó a casa a las cinco y
media. La comida estaba en la mesa. Ni rastro de Mira. Sin embargo,
si hacía el suficiente silencio, la oía. A veces, la puerta de su
habitación se quedaba abierta.
Dejó el maletín y se dirigió a la solitaria mesa.
Le esperaba un plato de pasta y un sobre.
Normalmente, sólo lo esperaba la comida, pero el miedo se le
tensó en el fondo de la garganta cuando levantó el sobre, sin saber lo
que ella podría haber dejado para él.
Lo dio vuelta, temiendo lo que podría encontrar.
Dentro había una foto.
Drake la giró y vio que era de la ecografía. En aquel momento,
había habido un fallo técnico, pero el médico había prometido que
tendrían una imagen de su hijo. Su bebé no quería mostrarles si era
niño o niña.
—Ha llegado hoy —dijo Mira. Estaba de pie con una chaqueta
mientras él se ponía en pie.
—¿A dónde vas? —le preguntó.
—Tengo que ir a la farmacia. No es gran cosa. He hablado con
el médico sobre la enfermedad. Estoy perdiendo demasiado peso
debido a las náuseas matutinas. Me dio los detalles de algo para
tomar que me ayudará. Voy a ir a buscarlo.
—Déjame ir contigo.
Ella levantó la mano. —No. Está bien. Come tu cena mientras
está caliente. La he cocinado yo. Espero que te guste.
—Mira, me encanta todo lo que haces. Ya lo sabes. Te amo.
Las lágrimas llenaron sus ojos. —Lo sé, por eso esto es tan
difícil, Drake. Yo... tengo que ir a tomar aire y luego creo que tenemos
que hablar de... el futuro.
—No voy a dejar que te vayas.
—Déjame ir a buscar esto. Realmente necesito aire. Hablaremos
cuando vuelva.
—Te amo, Mira. Por favor, te amo.
—Volveré en diez minutos. Hablaremos. Por favor.
Quiso discutir con ella. Exigirle que lo dejara ir con ella, pero
en lugar de eso, asintió con la cabeza. —Nuestro bebé es precioso.
Ella asintió y no dijo una palabra, sólo salió del ático, y él se
quedó de pie, como un imbécil, roto.
¿Qué podía decir?
¿Qué podía hacer para hacerle ver que la amaba y que
lamentaba lo que había hecho? La amaba tanto, y no parecía haber
una maldita cosa que pudiera hacer al respecto.
Era un hombre que se había construido a sí mismo de la nada,
y ahora mírenlo. No podía averiguar cómo hacer que su esposa lo
perdonara.
No había manera de que aceptara la derrota. Estaban pasando
por una mala racha. Lo superarían.
Con la ecografía en la mano, volvió a la mesa y comió cada
bocado de su cena. Ella la había preparado para él. No iba a permitir
que su mujer llegara a casa y la encontrara en la basura.
Cuando terminó, llevó el plato a la cocina y lo lavó. En lugar de
dejarlo escurrir, lo secó y se dirigió de nuevo al comedor.
Comprobó la hora y vio que había pasado casi media hora. El
miedo le recorrió la columna vertebral mientras miraba
constantemente su reloj.
Justo cuando estaba a punto de perder la cabeza, agarró su
abrigo y salió por la puerta. El ascensor se abrió y se cerró, llevándolo
a la planta principal. Cuando salió del ascensor, sonó su teléfono
móvil.
Sin mirar a la persona en la pantalla, respondió. —Eastwood.
—¿Es el Sr. Drake Eastwood?
—Sí, ¿quién habla?
Se detuvo cuando la mujer en la línea le dijo su nombre, y que
llamaba desde el hospital.
—Tenemos a una Sra. Mira Eastwood...
Drake salió de su edificio. El hospital no estaba muy lejos de
donde él vivía. No había tiempo para llegar al estacionamiento
subterráneo. Dejó de escuchar a la mujer en el teléfono y corrió la
corta distancia hasta el hospital.
Vio varios coches de policía en el exterior del hospital y pasó
corriendo junto a ellos, apartando a la gente de su camino mientras
entraba en el edificio. Había una pequeña cola de gente esperando
para hablar con la recepcionista principal.
Los ignoró a todos, incluso a sus quejas por haber saltado la
fila.
—Señor, voy a tener que pedirle que se ponga...
—Usted me llamó. Me dijo que mi esposa estaba aquí. Mira
Eastwood.
—Señor, no he hecho ninguna llamada de ese tipo.
—Maldita sea, estaba hablando por teléfono con usted. De
alguien de aquí. —Empezó a enfadarse y notó que se acercaban dos
policías. No le importaba que quisieran arrestarlo, no iba a ir a
ninguna parte hasta que no viera a su mujer. La llamada no era una
broma. —Me dijiste que mi mujer estaba aquí. No juegues conmigo.
Te quitaré el puto trabajo, ¿me oyes?
—¡Señor! —dijo uno de los policías, acercándose.
Levantó la mano. —No me hagas llamar a tu puto jefe. Recibí
una llamada de que mi mujer estaba en este hospital, y está
jodidamente embarazada.
—Usted tiene que mantener la calma.
—A la mierda la calma.
—¿Sr. Eastwood?
Se volvió hacia la voz femenina. Una enfermera se acercó y los
dos policías dieron un paso atrás.
—¿Usted me llamó?
Ella asintió. Miró a los policías. —Es el marido de la mujer que
acaban de traer.
Drake miró a los hombres y vio la lástima en su mirada.
—¿Qué demonios ha pasado? ¿Dónde está Mira?
—Su mujer está en el quirófano. Hubo un accidente.
Mira estaba en el quirófano. Drake escuchó, sintiendo que su
mundo empezaba a inclinarse. Mientras Mira estaba en la farmacia,
un adicto había entrado en la tienda. Estaba drogado y tenía una
pistola. Drake no podía creer lo que estaba escuchando.
El adicto se había enojado y había comenzado a disparar en la
tienda. Mira había sido herida.
—La bala está cerca de su corazón. Hemos podido estabilizarla
y el bebé está bien.
—Que se joda el bebé —dijo Drake.
—¿Señor?
—No, escúchame. Cerraré todo este puto hospital si le pasa algo
a mi mujer. Ella es la única persona que importa. ¿Me escuchas? Ella
tiene que vivir. Tiene que... vivir. La amo, joder. Dile a los doctores,
no sé cuánto tiempo les lleve pero tienen que asegurarse de que se
despierte. Ellos... tienen que asegurarse de que se despierte.
—¿Señor?
Drake se agarró el pecho. Todo le daba vueltas. Mira estaba en
la sala de operaciones. Su esposa podría morir. Disparada.
—Respire.
No podía conseguir suficiente aire.
El mundo comenzó a moverse debajo de él. Miró las caras de los
policías mientras el mundo se volvía negro.
—Drake, Drake...
Abrió los ojos ligeramente, gimiendo mientras se movía bajo las
sábanas blancas como el almidón.
—¿Puedes oírme?
Mira le pasó la mano por el pelo. Había sido un caso perdido,
llorando y rezando, reviviendo una y otra vez el poco tiempo que
habían pasado juntos. ¿Por qué había sido tan dura con él? ¿Cómo
iba a criar a un niño ella sola?
—¿Mira?
Él intentó sentarse, pero ella le puso una mano en el pecho para
mantenerlo en la cama. —Descansa, Drake. No quiero que te hagas
daño.
—¿Ya estás en pie caminando? ¿Cómo es posible?
Cuando le agarró la mano como si fuera un salvavidas, la
sorprendió. —¿De qué estás hablando?
—Has salido del quirófano. ¿No deberías estar en la cama? —Se
restregó una mano por la cara. —Gracias a Dios que estás bien.
Entrecerró ligeramente los ojos. —Yo no estaba en el quirófano,
Drake, tú sí. Pero todo va a estar bien. Estarás en casa antes de que
te des cuenta.
Drake negó con la cabeza, acercándola. A pesar de haber estado
dos días inconsciente y de haber sido operado, seguía siendo fuerte.
—Dijeron que había una bala junto a tu corazón. No parecían
esperanzados. ¿El bebé? ¿El bebé está bien?
Estaba hablando como un loco. Tal vez eran los analgésicos los
que le afectaban la cabeza. —No me dispararon. ¿No recuerdas nada
de lo que pasó realmente? —preguntó ella.
Asintió con la cabeza, pero parecía inseguro de sí mismo. —
Fuiste a buscar... algo a la farmacia. Nunca volviste. Me llamaron
para decirme que estabas en el hospital y vine corriendo en unos
minutos. Los policías no me dejaron verte. Dijeron que estabas en
cirugía.
—Drake, el hospital está al menos a 16 kilómetros del
apartamento. No podrías haber corrido hasta aquí. Fue Katherine. Te
disparó en el vestíbulo junto a los ascensores. No recuperaste la
conciencia hasta ahora.
—¿Katherine?
—No te preocupes. Ella está en custodia. Todo quedó en las
cámaras del vestíbulo, y hubo muchos testigos. No volverá a
molestarnos.
Las lágrimas se agolparon en sus ojos. Estos dos últimos días
habían sido una montaña rusa para ella. Había permanecido al lado
de Drake todo el tiempo. Cuando se enteró de que le habían
disparado, una desesperación que nunca había conocido estuvo a
punto de hacerla caer. Se replanteó todo mientras él dormía. Todo lo
que ella necesitaba era una segunda oportunidad.
—¿Molestarnos?
—Siento haber sido tan dura contigo, Drake.
—No, no debería haber mentido. Lo sé. Fue estúpido e infantil.
Pero tienes que creer que no fue nada siniestro. Simplemente... no
confiaba en que pudieras amarme sin una razón.
Ella ahuecó su cara, una barba corta que crecía, pinchando sus
dedos. —Te amo incondicionalmente, Drake Eastwood. Nada que
puedas comprar o hacer cambiará eso. En lo bueno y en lo malo, en
la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad.
Se besaron, un suave y único beso.
Ella odiaba que él tuviera ojeras. Había tenido un aspecto tan
frágil los dos últimos días con los monitores conectados y los líquidos
intravenosos manteniéndolo vivo.
—¿Y cuánto tiempo he estado fuera exactamente?
—Dos días —dijo ella. —Por suerte, Katherine no era buena
tiradora. Sólo recibiste una bala en el hombro. Los médicos dijeron
que estabas inconsciente por el shock.
—¿Y tú estás bien? ¿Estás segura?
Se frotó el vientre. —Sí, los dos estamos bien. Ahora que estás
despierto, probablemente yo también dormiré un par de días.
—Nunca me dejaste, ¿verdad?
—No podía. ¿Qué pasaría si te despertaras solo? Nos
despedimos con una sensación tan mala, que tenía que estar aquí.
—No estoy acostumbrado a que nadie se preocupe tanto por mí.
¿Puedes perdonarme, Mira? ¿Por todo? Parece que sólo hago una
cagada tras otra. No te merezco.
—Eres mi marido, Drake. Superaremos esto juntos.
Tenía que admitir que este trauma los había unido más,
haciendo que sus otros problemas parecieran irrelevantes en
comparación. Iban a tener un bebé y se amaban. Eso era lo único que
importaba.
El médico entró en la habitación. —Sr. Eastwood. Me alegro de
verlo vivo y bien.
—He oído que he estado fuera un par de días.
—Nos tenía a todos un poco preocupados, especialmente a su
esposa. Ella no se apartaba de su lado.
Él tomó su mano de nuevo, dándole un apretón.
—Los puntos de su hombro se disolverán solos. Un disparo
bastante limpio, así que no debería haber ningún daño duradero.
—¿Cuándo puedo ir a casa?
—Sólo tenemos que hacer algunas pruebas y tener listos los
papeles del alta, luego será libre de irse cuando quiera.
—He tenido muchos sueños locos —comentó. —Muy realistas.
—Normal para un traumatismo craneal. La caída lo dejó fuera
de combate. —El médico tomó los signos vitales de Drake, y luego los
dejó solos de nuevo.
—Me alegro de que fuera yo quien recibiera el disparo —dijo él.
—No podría soportar que te pasara algo, Mira. Eres todo lo que tengo.
Todo lo que me importa.
—Bueno, espero que no haya más ex locas buscando venganza.
Una es suficiente para toda la vida.
—De acuerdo.
Él miró bajo la bata del hospital su hombro vendado. Cuando
intentó girarlo, se encogió.
—No te hagas daño.
—Tendrás que cuidarme. —Le hizo un guiño.
—Así es. Tendrás que quedarte en la cama el resto de la
semana. Nada de ir a la oficina.
—Puedo aguantar hasta el lunes.
—Te cocinaré, y te lo llevaré en una bandeja —dijo.
—Tengo otras necesidades que satisfacer.
Miró detrás de ella para asegurarse de que estaban solos. Su
mente estaba en la cuneta, pero la de ella no estaba muy lejos. —
Preocúpate por mejorar.
—Es sólo un rasguño.
—Eres imposible, Drake.
Le agarró un puñado de pelo en la nuca y la bajó para darle otro
beso.

—Estoy enorme —dijo Mira, retorciéndose de un lado a otro


frente al espejo.
Drake hizo una mueca. —Eres adorable. —Le frotó la creciente
barriga, que empezaba a mostrar los signos del embarazo. Sus tetas
eran enormes y sus sujetadores no podían contenerlas. Él no se
quejaba.
—Me veré ridícula con ese vestido. La gente pensará que estoy
gorda.
—No, sabrán que estás embarazada. Ahora, vístete y deja de
preocuparte por lo que piensen los demás.
Ella frunció el ceño pero se movió para tomar el vestido del
borde de la cama, deslizándolo por su curvilíneo cuerpo. Tenían que
estar en la gran inauguración en menos de una hora. Mira era la
estrella del espectáculo, así que no podía llegar tarde.
—Precioso.
—Dijiste que no ibas a mentir más. —Se acercó a la silla donde
él se sentaba. Él rodeó sus muslos con los brazos y la acercó.
—Y no lo he hecho. —Deslizó la mano por debajo del vestido y
las puntas de sus dedos le hicieron cosquillas en el coño a través de
las bragas.
—Vamos a llegar tarde —dijo ella.
Él retiró la mano y se puso de pie, sobresaliendo por encima de
su esposa. Drake ya estaba vestido con un traje completo. En general,
su hombro estaba mucho mejor. Todavía no podía dormir de lado ni
hacer su rutina habitual de flexiones diarias.
Se dirigieron al otro lado de la ciudad. Era una zona que rara
vez visitaban, pero hoy era la gran reapertura de la casa de empeños
de Mira. El título estaba a su nombre, pero la marca seguía siendo la
misma, Tesoros Davencourt, en honor al fundador, su difunto padre.
Las dos últimas semanas habían sido un torbellino. La primera
semana en casa, Mira no lo dejó mover un dedo. Ni siquiera lo dejaba
follar, sólo le chupaba la polla cada noche y no le permitía darle el
mismo placer a cambio.
Una vez fuera de la cama, puso a su equipo a trabajar en la casa
de empeños. Mira aún no la había visto, y él estaba emocionado por
enseñársela.
—¿Estás seguro de que es una buena idea? —preguntó ella. —
No estoy segura de poder llevar un negocio por mi cuenta.
—Te equivocas. Es una gran idea, y vas a delegar. Tienes que
aprender a ser la jefa porque eso es lo que vas a ser.
Ella soltó una risita mientras conducían.
—Algún día podrás enseñar a nuestros hijos los tesoros de la
casa de empeños, como hizo tu padre contigo.
Cuando se giró para comprobar su reacción, ella le sonrió
dulcemente. —Te has acordado.
—Claro que lo recordé. Quiero saberlo todo sobre ti, Mira. Y
tenemos toda una vida para conseguirlo.
Se detuvieron frente a la casa de empeños. Había una multitud
de gente reunida alrededor, que se extendía por la calle. Un equipo
de cámaras de la emisora de noticias local estaba allí para captar el
corte de la cinta. Davencourt Treasures era un punto de referencia
en el antiguo barrio. Una vez rejuvenecida la tienda, dio nueva vida a
la zona.
Drake estacionó y caminó alrededor del coche para ayudar a su
esposa embarazada a salir. Ella se veía impresionante en su vestido
azul. El color hacía juego con sus ojos. El pelo rubio le caía por la
espalda en rizos sueltos. Se tomaron de la mano mientras se
acercaban a la puerta. Los espectadores empezaron a aplaudir.
Uno de sus mejores vendedores pronunció un breve discurso, y
a continuación presentó a Mira. Nunca se había sentido tan orgulloso
cuando la vio cortar la cinta.
Atravesaron juntos las puertas y Mira jadeó, tapándose la boca
con ambas manos mientras entraban.
—¿Cómo has hecho esto en dos semanas? ¿Cómo?
—El dinero habla.
Todo había sido revisado, desde el sistema de puntos de venta
hasta los expositores y la decoración. Era funcional y, con la ayuda
de su equipo, prosperaría.
—Es increíble. Mi padre se desmayaría si viera esto. Es irreal.
—Ella seguía tocando todo, caminando y girando para captar cada
detalle.
—¿Estás contenta?
—Más que feliz. Has hecho realidad todos mis sueños.
La acercó y la besó con fuerza en la boca. Lo que quería era un
rato a solas con su mujer, para comerle el coño y follarla hasta que
pidiera correrse. Ella lo había estado evitando, y él no podía
soportarlo un día más.
Drake susurró contra su cuello. —Tus tetas son jodidamente
grandes. Quiero verlas balancearse mientras cabalgas mi polla.
—Para, Drake. Es demasiado pronto.
—No voy a pasar otro día sin probar ese coño.
Ella frunció el ceño y se cruzó de brazos.
—Prepárate para esta noche, nena. Después de la cena, eres
mía.
Mira se mordió el labio inferior, mirándolo fijamente a los ojos.
Lo deseaba casi tanto como él a ella. Incluso cuando alguien se acercó
a ella con una pregunta, no pudo salir de su burbuja.
—Mira, alguien te está hablando.
Ella se reincorporó al presente y dirigió su atención a la
multitud que se aventuraba en la tienda recién abierta.
Se quedaron una hora más, acostumbrándose a todos los
nuevos aparatos y artículos. La tienda estaría dirigida principalmente
por personal, ya que Drake quería que Mira estuviera a su lado en la
oficina la mayor parte del tiempo. Al estar en una parte menos segura
de la ciudad, Drake tampoco se sentía cómodo con que ella estuviera
demasiado tiempo en la tienda sin él, incluso con toda la seguridad.
Drake había reservado en uno de los restaurantes de primera
categoría del centro. Hoy era un día de celebración. Se sentó frente a
ella, con una vela parpadeando, creando sombras en su rostro.
—Esto es demasiado —dijo ella. —Me estás mimando.
—Te mereces que te mimen.
La miró fijamente, completamente enamorado de esta mujer. —
Tengo algo para ti.
—¿Qué es? —preguntó ella.
Drake sacó el sobre del interior de su solapa y lo deslizó por la
mesa hacia ella. —Ábrelo.
Ella tenía un asombro infantil en sus ojos, una dulce inocencia.
La vio abrir el sobre y sacar el papel que había dentro. Esto no era
fácil para él.
Mira leyó el papel, sin decir una palabra, sin reacción alguna
en sus rasgos.
—Gracias —dijo. —Y no cambia nada.
Volvió a dejarlo sobre la mesa, pero esta vez, él lo agarró y lo
rasgó por el centro dos veces.
—No te mantendré cautiva. No me permitiré vivir con miedo a
perderte. Sólo quiero que sepas que éste es un gran paso para mí.
El contrato que los había unido originalmente estaba ahora
hecho pedazos. Había sido su sensación de seguridad, su póliza de
seguro. No había sido querido por nadie desde que nació, pero podía
comprar lo que necesitaba y sobornar a Mira para que se quedara en
su vida. Pero no era saludable, nada de eso. Ni para él, ni para Mira,
ni para sus hijos. Llevaría tiempo, pero estaba aprendiendo cómo era
el verdadero amor. Tenía que hacer un esfuerzo.
—Sé que lo es, Drake.
—Estoy improvisando. Todo. Pero debes saber que siempre te
daré lo mejor de mí.
Sus ojos parecían llorosos. Y no respondió.
—Seré un mejor padre. Romperé el ciclo, ¿sabes? Lo haremos
juntos —dijo.
—No puedo creer que una vez fuiste mi bully. Y ahora no podría
estar más enamorada.
—Criada por el bully. —Él le sonrió.
—Ya veremos.
Ella estaba coqueteando con él de nuevo mientras su polla
estaba incómodamente dura en sus pantalones.
—No puedo esperar —dijo.
—No te morirás, Drake. Te lo prometo.
—Te sorprenderías —dijo él. —¿Me sigues la corriente?
Le guiñó un ojo mientras se levantaba, haciéndole una señal
para que lo siguiera. Cuando volvió a mirar por encima de su hombro,
ella se estaba levantando de su silla.
Una vez que entró en uno de los baños, esperó. En cuanto ella
entró, cerró la puerta. El interior estaba tranquilo. Tras una rápida
comprobación, se aseguró de que estaban solos.
—Este sí que es un gran baño —dijo ella, con sus tacones bajos
chocando con las baldosas. —Más bonito que cualquiera de mis
apartamentos.
—¿Suficientemente bueno para que te folle en él?
Se encogió de hombros con cuidado para quitarse la chaqueta
y engancharla en una de las sillas de diseño. Luego se desabrochó los
gemelos y se remangó los antebrazos. —Siéntate en la barra y abre
las piernas.
Ella no discutió, y se contoneó sobre el inmaculado mostrador,
con cuidado de no derribar el jarrón con rosas frescas. Mira se quitó
los zapatos y apoyó los pies en el mostrador.
Se desabrochó el cinturón mientras ella se abría a él. Su boca
salivaba, su polla estaba dura contra su cremallera. Ella iba a recibir
una sorpresa esta noche.
Sus tetas ya se derramaban fuera del vestido. Le bajó una de
las copas y se aferró a su pezón, tomando también la mayor parte de
su areola. Estaba hambriento de ella.
Drake le abrió los muslos sin soltar el agarre de su teta. Le
apartó las bragas y empezó a follarla con fuerza con dos dedos. Ya
estaba empapada, su crema cubrió sus dedos en cuestión de
segundos.
—Bien mojada. —Drake se arrodilló y separó sus pliegues,
empalándola con su lengua antes de chupar su clítoris. Ella jadeó,
su cuerpo maduro y vivo. Le comió el coño como una bestia, sin poder
saciarse de ella. Habían esperado demasiado. Ella estaría adolorida
mañana.
Intentó no hacer ruido, mordiéndose el puño mientras se corría
contra su cara, con el coño temblando mientras olas de contracciones
sacudían su cuerpo. En cuanto se calmó, él se levantó y se bajó la
cremallera.
—Tu hombro —gimió ella.
—Al diablo con mi hombro. —Se colocó entre sus piernas y
hundió su gruesa polla en su pequeño y caliente coño. Drake gimió
en voz alta, se sentía tan condenadamente bien. Le encantaba estar
dentro de ella, el placer, la cercanía.
Ella le rodeó el cuello con los brazos, con cuidado de no
presionar su hombro en proceso de curación. Ahora mismo, era lo
último en lo que pensaba. Se folló a su mujer, con fuerza y rapidez,
creando un intenso ritmo. Apretó las caderas, metiéndosela hasta el
fondo una y otra vez.
No duraría mucho. —Nunca tendré suficiente de ti, Mira.
—Oh, Dios, me voy a correr otra vez —gritó ella, con la cabeza
echada hacia atrás.
Era una sirena, capaz de soportar una dura follada y dispuesta
a complacerlo con todas sus fantasías sexuales.
En cuestión de minutos, estaba bombeando su semilla dentro
de ella, su coño palpitando alrededor de su polla. El alivio instantáneo
casi lo hizo marearse de satisfacción. Disminuyó su ritmo y
finalmente se retiró para ayudarla a limpiarse, con el lavabo y las
toallas al lado.
—Tienes suerte de que nadie haya necesitado usar el lavabo —
dijo ella.
—No es mi problema. Tendrían que esperar.
—¿Siempre vamos a ser así? —preguntó ella.
—Sí.
—¿Incluso con niños?
—¿Por qué no? Sólo porque tengamos hijos no significa que
nuestra vida amorosa tenga que cambiar. Te voy a follar hasta que
no se me pare.
—Es usted imposible, Sr. Eastwood.
—Y le encanta cada minuto, ¿verdad, Sra. Eastwood?
Se bajó del mostrador y se ajustó el vestido y el pelo. —Me gusta
tu lado travieso. A veces.
Él enarcó una ceja.
Volvieron a sus asientos. El vino que él había pedido estaba en
hielo en el centro de la mesa. —Puedes brindar por los dos —dijo ella.
—Tonterías.
Drake sirvió sus copas llenas de vino rojo intenso sin alcohol.
—No puedo...
—Es zumo de uva. No creerás que te arriesgaría a ti o al bebé,
¿verdad?. —Él levantó su copa y ella se unió a él. —Por nosotros. Por
nuestro futuro. Y por nuestra creciente familia.
—Por nuevos y mejores recuerdos —añadió ella.
Chocaron sus copas y bebieron un sorbo de vino.
—Gracias por tener fe en mí después de todo lo que te he hecho
pasar.
—Los bullies no nacen, se crean. Pero tú has cambiado, y eso
es lo que importa.
—Te haré sentir orgullosa.
—Ya lo has hecho, Drake. Te amo.
—Y yo te amo. Siempre lo he hecho y siempre lo haré. —Se
inclinó sobre su pequeña mesa y se encontró con ella en el centro
para un beso. Un beso suave y delicado que no tenía nada que ver
con el deseo, sino con el amor irrevocable que sentía por su mujer.

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