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CONTENIDO __________________ 3 23 ___________________________230
SINOPSIS ______________________ 4 24 ___________________________239
PRÓLOGO _____________________ 6 25 ___________________________249
1 _____________________________ 8 26 ___________________________260
2 ____________________________ 16 27 ___________________________269
3 ____________________________ 23 28 ___________________________278
4 ____________________________ 31 29 ___________________________289
5 ____________________________ 43 30 ___________________________300
6 ____________________________ 52 31 ___________________________308
7 ____________________________ 62 32 ___________________________314
8 ____________________________ 74 33 ___________________________321
9 ____________________________ 84 34 ___________________________328 3
10 ___________________________ 94 35 ___________________________332
11 __________________________ 102 36 ___________________________344
12 __________________________ 113 37 ___________________________351
13 __________________________ 127 38 ___________________________355
14 __________________________ 138 39 ___________________________362
15 __________________________ 147 40 ___________________________371
16 __________________________ 164 41 ___________________________378
17 __________________________ 174 42 ___________________________382
18 __________________________ 185 43 ___________________________392
19 __________________________ 194 44 ___________________________402
20 __________________________ 206 45 ___________________________410
21 __________________________ 212 46 ___________________________420
22 __________________________ 219
SOBRE LA AUTORA ___________426
Aurora Scuderi pasó su infancia y adolescencia haciendo
una cosa: amar a Nevio.
Hasta que, en un momento fatídico, le rompe el corazón sin pensarlo dos
veces. Dejando a Aurora con el corazón roto sangrando en sus manos. Huir de Las
Vegas es la única manera de que Aurora se recupere: olvidarse de Nevio y de esa
noche. Pero un hombre como Nevio no puede dejarse de lado tan fácilmente. El
cazador que había en él despertó.
para .
A veces quería lastimar a todos, pero había ciertas personas a las que
siempre quería salvar un poco más de lo que quería lastimarlas. Salvarlas de mí.
El problema era que, cada día estaba un poco menos seguro de quién llevaba las
riendas, si el monstruo o yo. Un monstruo que apestaba a sangre y buscaba
masacre.
Quizás me estaba engañando cuando pensé que había una diferencia entre
el monstruo y yo.
7
Diecinueve años
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La noche había sido dura, más dura de lo habitual. Nuestra víctima había
escapado porque tenía una afición enfermiza por la caza y lo había dejado correr.
Casi no lo habíamos encontrado.
Massimo me lanzó una mirada de desaprobación. Incluso con gafas de sol
cubriéndole los ojos, supe que era eso por la inclinación de su boca hacia abajo y
los contornos aún más definidos de sus mejillas. Estaba soberanamente enojado
conmigo. Nunca se arriesgaría a que uno de nuestros objetivos escapara. No porque
la policía nos arrestara (nuestros padres nos sacarían de inmediato) sino porque a
nuestros padres no les gustaban nuestras aventuras nocturnas. Sobre todo, si las
víctimas no fueron aprobadas previamente. 16
Cuando papá nos atrapó la última vez, amenazó con separarnos a Alessio,
Massimo y a mí y enviarnos a trabajar para subjefes en estados diferentes.
Sin embargo, la caza había sido divertida, aunque duró hasta las primeras
horas de la mañana.
—¿Sabes que te está mirando otra vez? —preguntó Alessio en tono
aburrido. Al igual que Massimo, estaba tumbado en el sillón junto al mío, con gafas
oscuras sobre los ojos.
—¿Quién?
—Aurora.
Miré por encima del hombro hacia el lugar donde Carlotta y Aurora se
bronceaban en una tumbona al otro extremo de la piscina. De hecho, Aurora estaba
mirando en mi dirección, con un vaso en una mano, pero giró la cabeza
rápidamente, luego miró casualmente de vuelta y me dio una sonrisa forzada. No
notó que su vaso se volcó y derramó su contenido helado por todo su frente. Dejó
escapar un grito de sorpresa y dejó caer el vaso (por fortuna irrompible gracias a
la naturaleza sobreprotectora de Kiara) al suelo, de modo que el contenido restante
se derramó por todos lados. Su bebida era roja (probablemente algún brebaje de
frutas terriblemente dulce) y dejó manchas rojas por todo su bikini blanco. Era la
primera vez que la veía en bikini. Hasta ese momento, había usado trajes de baño
enteros o bañadores y camisetas sin mangas.
Por supuesto, sería así.
Aurora saltó de su tumbona, probablemente para limpiarse. Sus tetas
rebotaron de arriba abajo en el top triangular del bikini. Lo llenaba bastante bien,
y el jugo rojo corriendo por el valle entre sus pechos me recordó a la sangre, lo que
hizo que la vista fuera aún más atractiva. Aparté los ojos antes de que mis
pensamientos se dejaran llevar. Anoche derramé sangre, y Rory estaba fuera de los
límites.
—Parece que recibiste la visita de la tía Regla —se rio Davide, su hermano
menor, señalando su trasero. La parte de atrás de la braguita de su bikini estaba de
hecho roja de una manera muy comprometedora.
Aurora miró en mi dirección, y su rostro se puso rojo como una remolacha.
A pesar de su bronceado, su piel naturalmente pálida se sonrojaba con facilidad y
con mucha frecuencia. Se giró, apretando los labios, su coleta rubia azotando el
aire antes de correr hacia la casa murmurando:
—Traeré un trapeador.
Carlotta, que había observado todo con mirada preocupada, la siguió, como
era de esperar. 17
Massimo la vio irse con intenso interés. No llevaba bikini. Por supuesto que
no. Aun así, el traje de baño modesto no pareció disminuir en lo más mínimo la
fascinación de Massimo.
—No volverán pronto. Aurora probablemente llorará, y Carlotta le dará una
charla de ánimo. Quizás una hora —dije.
Aurora era increíble con la patineta y sus habilidades atléticas en general,
pero tenía un talento horrible que la hacía una completa tonta cuando estaba
conmigo. Greta pensaba que era porque estaba enamorada de mí. Sabía que ese
era el caso. El problema era que, a Aurora le gustaba una versión mía que era
prácticamente solo la versión PG. Pero el verdadero Nevio ni siquiera tenía
clasificación R. Una película sobre mí sería prohibida por exceso de violencia y
locura.
Massimo frunció el ceño.
—No me importa si regresan.
Alessio resopló.
—No estaba hablando de ellas.
—Ojalá hubiera sido sangre lo que hubiera elevado una exhibición
lamentable a una ligeramente entretenida —murmuré a medida que me estiraba de
nuevo con los brazos cruzados debajo de la cabeza.
Alessio soltó un suspiro.
—No lo arruines.
Le arqueé una ceja.
—No tengo absolutamente ningún interés en Rory. Apesta a inocencia. Su
torpeza incluso activa mi lado protector. No es sexy. No me follo a nadie por
lástima.
—No sientes lástima por nada —murmuró Alessio—. Mientras ella no caiga
accidentalmente en tu polla, todo estará bien.
—Imbécil, es más probable que te folle por el culo accidentalmente, ¿de
acuerdo?
—Entonces mi cuchillo ciclón te va a empalar.
Me encogí de hombros.
—Eso solo me hará correr antes. Dolor y placer, nada supera eso.
Massimo se levantó de su silla sacudiendo la cabeza.
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—Necesito aclarar mi cabeza. Cada segundo de ustedes diciendo esas
tonterías me hace sentir más tonto.
—Deberías esperar con tu espectáculo acuático hasta que regrese Lotti.
Estoy seguro de que apreciará cómo brillan tus músculos cuando están mojados —
dije.
Me mostró el dedo, y luego se sumergió en el agua en perfecta forma.
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Mi decimosexto cumpleaños estaba a la vuelta de la esquina, pero mamá
me acunaba a su costado como si fuera una niña, y no protesté. Esto se sentía como
los últimos momentos de nuestras vidas. El miedo obstruía mi garganta, y mi
corazón latía salvajemente en mi pecho. Mamá besó mi sien, sus brazos alrededor
de mi cuerpo apretándose aún más cuando unas ruedas chirriaron ante nosotras y
sonó un choque metálico. A través del parabrisas, vi el auto con Remo, Nino y sus
familias aplastados contra un contenedor de transporte.
Me estremecí, y el agarre de mamá sobre mí se volvió doloroso.
Estábamos en una zona portuaria industrial de Nueva York, no estaba segura 23
de dónde exactamente. A pesar de mis pocas visitas a Nueva York a lo largo de los
años, nunca entendí en realidad el movimiento de la ciudad. Nos sacudimos contra
nuestros cinturones cuando papá pisó el freno.
—Mantengan las cabezas abajo —gritó antes de salir del auto con su arma
en la mano. Se escucharon disparos, y se escuchó otro choque.
—Salgan del auto —dijo Adamo mientras salía y mantenía la puerta abierta
para nosotros. Su esposa Dinara, que estaba sentada a mi lado, salió primero y sacó
el arma que llevaba. Me alegré de que hubieran decidido dejar a su pequeño hijo
Roman con su abuelo para este viaje. De esa manera al menos estaba a salvo.
Mamá y yo estábamos desarmadas. Sabía que mamá había practicado tiro
con papá, pero nunca la había visto con un arma aparte de eso, y solo había
empuñado una pistola una o dos veces. Nunca había habido un momento en el que
me hubiera sentido insegura en Las Vegas. Nunca me había gustado la sensación
de un arma en mi mano y considerando el temblor en mi cuerpo dudaba que mi
puntería hubiera sido buena en una situación como esta.
Nos escondimos detrás de una furgoneta volcada. Un rastro de sangre
rodeaba el lugar donde papá se había llevado al conductor.
A lo lejos pude ver más vehículos acercándose, limusinas negras.
Probablemente refuerzo para la Famiglia que nos estaba atacando. Aún no podía
entenderlo. Estos hombres que nos disparaban estaban casados con mis tías.
Habíamos estado aquí para una boda. ¿Cómo podían hacer esto?
Me sentí mal al ver a mi familia desmoronarse. No había visto muy a
menudo a mis tías y primos en Nueva York, pero desde que perdí a mi abuela, la
única abuela que había conocido, había sido la única familia extendida que tenía.
Ahora también desaparecerían de mi vida si sobrevivíamos a esto.
Considerando la cantidad de autos de la Famiglia dirigiéndose hacia
nosotros, no tenía muchas esperanzas para nosotros. No había considerado morir.
A veces me preocupaba por la vida de papá cuando no regresaba a tiempo y la
preocupación de mamá había alimentado la mía, pero siempre me había sentido
segura.
¿Y si estos fueran los últimos minutos de mi vida?
—Todo va a estar bien —susurró mamá—. Estaremos a salvo de cualquier
manera. No hacen daño a las mujeres. —Mientras lo decía, la mirada de mamá se
dirigió a papá, y el miedo se apoderó de su rostro.
Tal vez estábamos a salvo, o tan seguras como podría estarlo una mujer en
nuestro mundo, pero papá y los otros hombres definitivamente morirían.
Una imagen de Nevio pasó por mi cabeza. Se había quedado en casa con el 24
resto de la Trinidad Impía, al igual que Savio y su familia, y mi hermano Davide.
Una furgoneta se acercó a nosotros y se detuvo con un chirrido de
neumáticos. Las puertas corredizas se abrieron de golpe, haciendo que mi cuerpo
se tensara de temor. ¿Cuántos soldados más de la Famiglia nos tenderían una
emboscada? Pero lo que vi no fue una cara desconocida. Nevio salió de la
furgoneta. Mis ojos se abrieron por completo con alivio, luego total sorpresa
cuando noté a la mujer en sus brazos. Estaba presionando un cuchillo contra su
garganta. Incluso desde lejos, reconocí inmediatamente a mi tía Gianna. Parecía
asustada. Solo la conocía como una mujer luchadora y ruidosa, así que verla así de
hecho me hizo comprender la gravedad de la situación.
No podía creer que Nevio estuviera amenazando su vida, pero claro, tal vez
esta fuera nuestra única oportunidad de salir de aquí con vida.
—¡Deténgase! —rugió Matteo. La Famiglia dejó de disparar y también
nuestro bando.
—Sorpresa, hijos de puta —gritó Nevio con una sonrisa amplia. Había visto
varias versiones de su sonrisa, pero esta noche, iluminado por varios faros de una
manera inquietante, pude vislumbrar cómo se sentía la gente que se aterrorizaba
por él. Había algo desquiciado, salvaje y hambriento en él. No estaba segura si le
importaría que Gianna fuera una mujer.
Jaló a Gianna mientras caminaba hacia Remo, Nino, Adamo y papá. Ella
luchó contra su agarre, pero fue inútil. Una mirada al rostro de Remo me dijo que
no sabía que Nevio estaba aquí. Nevio siempre había sido malo siguiendo las
reglas, incluso cuando venían de su padre, el Capo de la Camorra.
Massimo saltó tras él, y luego Alessio con mi prima Isabella en sus manos.
La melena de Isabella ya salvaje estaba por todos lados, sus gafas estaban rotas y
parecía como si hubiera llorado. Intenté mirarla a los ojos, tal vez mostrarle de
alguna manera que todo iba a estar bien, incluso si era la última persona que tenía
control sobre el resultado de esta noche, pero ella nunca miró en mi dirección. Por
la forma en que estábamos escondidos detrás de la camioneta, probablemente ni
siquiera podía vernos.
—Si tocaste un solo cabello en sus cabezas, haré que te arrepientas del día
en que naciste —gruñó Matteo. Solo lo conocía como el tranquilo marido divertido
de Gianna. Siempre me encantaron sus chistes. De repente, era difícil verlo como
el enemigo.
Aún sentía lástima por él por tener que ver cómo se llevaban a Gianna e
Isabella, y me sentía culpable porque una parte de mí se sentía aliviada.
Nevio le mostró los dientes a Matteo y tocó brevemente el cabello de
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Gianna. Ella intentó escapar de su agarre, pero él empujó una vez más el cuchillo
contra su garganta como advertencia.
—Aún no me arrepiento de nada.
Nunca había visto a Nevio ni a mi padre en acción como mafioso. Solo
conocía su lado doméstico. Era fácil olvidar que solo era una parte pequeña de
ellos.
—Isabella, Gianna, ¿están bien? —llamó Amo. Miré brevemente en su
dirección. Él era la razón por la que estábamos aquí, la razón por la que las cosas
se intensificaron. Luego mi mirada se dirigió a Greta. Sus ojos estaban fijos en él
con una mirada que podía sentir en lo profundo de mis entrañas y de mi corazón.
Su rostro expresaba lo que a veces sentía cuando miraba a Nevio. Anhelo y
nostalgia.
Sus sentimientos por Amo, y los de él por los de ella habían llevado al
conflicto entre la Famiglia y la Camorra. El amor podía ser una fuerza destructiva.
De repente, Matteo se lanzó hacia Nevio y tuvo que ser detenido por Luca.
—¡Ese hijo de puta te golpeó!
Mis ojos registraron el hematoma en el rostro de Gianna. Respiré
bruscamente, pero simplemente no podía imaginarme a Nevio abofeteando a mi
tía. No era su estilo...
—Me temo que eso no es cierto —dijo Nevio a medida que caminaba hacia
su padre—. Papá, lo siento. Te desobedecí, pero simplemente no pude resistirme a
arruinar una boda. Si hubiera sabido que llegaría a esto… —Se rio entre dientes e
intercambió una mirada con Massimo y Alessio, luciendo como si esta fuera la
mejor noche de su vida. No estaba en absoluto asustado. Había caminado hacia el
peligro como si no significara nada, como si su vida no significara nada, como si
la muerte y el dolor no significaran nada.
—Están yendo demasiado lejos —dijo Matteo en voz baja.
—¿Demasiado lejos? —gruñó Remo—. Nos atacan a mi familia y a mí
mientras somos invitados en tu territorio. Nunca me vuelvas a hablar de honor.
Vitiello, soy un maestro jugando sucio. Acaban de abrir la puta caja de Pandora.
Nevio miró a Gianna y respiró hondo.
—Huelo a guerra. —Se rio como si fuera una buena noticia. Guerra.
—Deja mi territorio. Estamos a mano. Y deja que Gianna e Isabella se vayan
ahora mismo —dijo Luca.
Remo resopló.
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—¿A mano? Luca, se derramará mucha sangre de la Famiglia antes de que
nos considere a mano.
—Creo que Alessio le tomó gusto a tu hija —siguió provocando Nevio.
Dejé de escuchar su juego de poder. Agarré la mano de mamá, deseando que
pudiéramos hacer algo para detener a los hombres. Era demasiado tarde para
detener una guerra, incluso yo lo sabía, pero hoy todos podríamos salir con vida.
No quería que murieran personas que conocía. No quería tener que verlos morir.
Quizás eso era egoísta, pero la idea me desgarraba. Sobre todo, si consideraba que
alguien a quien amaba podría matar a alguien que me importaba.
Se escuchó un grito ahogado en alguna parte y de repente Greta corría hacia
el agua. Su rostro lucía decidido. No había señales de miedo incluso cuando se
arrojó al Hudson y desapareció bajo la superficie negra.
—¡Greta! —Se escucharon varios gritos y la gente empezó a correr. Nevio
soltó a Gianna y corrió hacia el agua para salvar a su gemela.
Nevio se arrojó al agua segundos después y Amo lo siguió después de
revisar la superficie del agua en busca de Greta. Ambos estaban dispuestos a
arriesgarlo todo por Greta. Remo y Serafina también corrieron hacia el borde,
gritando el nombre de Greta.
Mamá me rodeó con sus brazos como si le preocupara que yo también
corriera allí. Estaba demasiado congelada para moverme por todo lo que había
sucedido. Los disparos habían cesado.
Papá y Adamo se quedaron cerca de nosotras mientras Nino y Remo corrían
hacia la orilla del agua.
Amo sacó a Greta del agua y comenzó la RCP, poco después abrió los ojos.
Nevio observó todo con el pecho agitado y una expresión tormentosa desde un
lado, empapado.
Incluso desde la distancia pude ver su lucha, su miedo por la vida de su
gemelo, su odio por Amo. Mamá me apartó algunos mechones de la cara. Podía
sentirla temblar, lo cual era sorprendente porque mi propio cuerpo estaba
destrozado por los temblores.
No estaba segura de cuánto tiempo pasó, pero pronto papá nos llevó a mamá
y a mí hacia una camioneta. Entramos todos. Greta estaba envuelta en una toalla
blanca y esponjosa, y acurrucada contra su madre Serafina. El viaje fue duro.
Aunque la Famiglia nos había permitido irnos, aún temía otro ataque.
Siempre sentí que tenía todo el tiempo del mundo. Todo el mundo siempre
me había dicho que aún era joven y que tenía toda la vida por delante, pero hoy me
había mostrado lo rápido que pueden cambiar las cosas, lo inesperado que puede
terminar una vida. Aún había tantas cosas que quería hacer en mi vida, tantas cosas
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que aún no había experimentado, que estaba aterrorizada de no tener nunca la
oportunidad.
Cuando bajamos del auto estábamos en un aeropuerto y nos esperaba un jet
privado. Contuve la respiración hasta que estuvimos en el aire.
En el avión reinó el silencio, excepto por los murmullos bajos de los
miembros masculinos de nuestra familia. Sus rostros eran una mezcla de ira y
determinación, y supe que ya estaban discutiendo planes de venganza. Se
derramaría más sangre. La vida tal como la conocía se había acabado. Todo por
culpa de dos personas que se amaron en secreto. Pensé que era romántico, ahora
me daba cuenta de que era trágico.
Alcancé mi collar con el dije dorado de una patineta. Carlotta lo había
descubierto en el escaparate de una joyería de segunda mano hacía unos años. Lo
compré y desde entonces lo sentí como un símbolo, algo que siempre llevaba
conmigo sin importar a dónde fuera. Pero mi mano quedó vacía. Miré hacia abajo.
Mi cuello estaba desnudo y estaba en mi pijama cómodo. El único momento en
que me quitaba el collar era de noche y lo dejaba en mi mesita de noche. Debo
haberlo dejado allí en la habitación del hotel cuando huimos de la emboscada.
Tragué pesado.
No había manera de que pudiera recuperarlo. Mi maleta con mi ropa
también se perdió, pero como tenía que vestirme para impresionar en la boda, no
empaqué nada que fuera preciado para mí excepto el collar.
Mi corazón se sintió pesado. A lo largo de los años, siempre lo había tocado
cuando necesitaba aliento o un poco de suerte.
Apoyé las piernas contra el pecho y bajé la barbilla en las rodillas. Me ardían
los ojos y se me tapó la garganta. No estaba segura si se trataba solo del collar.
Luché contra las emociones crudas que intentaban salir de mí.
Greta casi se había ahogado, había perdido al hombre que amaba, pero no
lloraba. Parecía serena, al estilo típico y distante de Greta. Y Kiara, que tenía la
cabeza vendada por una herida en la cabeza, tampoco estaba sumida en la
autocompasión. Estaba charlando tranquilamente con Alessio y Massimo,
asegurándose de que estuvieran bien en su típica manera maternal. Dudaba que
sufrieran pesadillas por esto. Conociéndolos, pronto empezarían a hacer planes
para vengarse.
No quería ser yo quien hiciera una escena.
Volví la cara hacia la ventana, con la esperanza de ocultar mis lágrimas si
no lograba reprimirlas. Registré un movimiento en mi visión periférica, pero no
me giré, esperando a mamá. Tenía miedo de que me abrazara y consolara porque
entonces las lágrimas definitivamente fluirían libremente.
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—La peor boda de todos los tiempos, ¿no crees? —preguntó Nevio, su voz
llena de sarcasmo.
Resoplé y me aclaré la garganta.
—Definitivamente. —La boda se había sentido mal desde el principio, no
porque me hubiera dado cuenta de algún peligro, sino porque era obvio que Amo
no se iba a casar con la persona que quería. Por suerte, pude evitar por una vez
decir algo vergonzoso y no mencioné mis observaciones sobre el amor a Nevio—
. Pero hará historia.
La boca de Nevio se torció de ira.
—Ah, lo hará. Pero si hubiera planeado una emboscada como esa, la habría
hecho correctamente. No después de una boda sino en la fiesta. Las bodas
sangrientas son mucho mejores que las habituales.
Lo miré fijamente.
—Algunos piensan que las bodas y los funerales deberían ser sagrados.
—Rory, ya nada es sagrado. —Miró hacia Greta, algo oscuro pasando por
su rostro antes de volver a mirarme. Nunca había hablado de eso con Nevio, pero
era obvio desde el principio que no quería que Greta sintiera algo por Amo.
Asentí lentamente.
—Pensé que se suponía que te quedarías en Las Vegas. —Su padre le había
prohibido a Nevio unirse a las festividades para evitar una escena. Y Nevio
efectivamente provocó una escena, pero una que nos salvó.
Una sonrisa apareció en sus labios. Sus ojos reflejaban una emoción más
oscura que no coincidía con la casualidad torcida de su boca.
—Supongo que es bueno que sea malo siguiendo las reglas.
—¿Crees que tu papá va a castigarte?
—Será mejor que no. Salvamos el día.
En realidad, lo hicieron. Me preguntaba cómo se sentirían Gianna e Isabella.
Después de que Greta saltó al agua, estalló el caos y perdí de vista a mi tía y a mi
prima.
—¿Pero por qué estabas en Nueva York? No era posible que supieras que
habría una emboscada. ¿Querías colarte en la boda?
—Nunca. Amo merece estar casado con esa bruja. Pero esperaba un poco
de entretenimiento después. Nueva York está llena de oportunidades.
Le di una mirada dudosa.
—Eso habría causado problemas. 29
Era una cálida tarde de verano, unas dos semanas después del ataque en
Nueva York y del estallido de la guerra entre la Camorra y la Famiglia.
El ambiente era extraño en casa y aún peor en la mansión Falcone. 34
Guardé mis gafas de sol y un traje de baño adicional en mi bolso de playa.
Pasaría la noche en la piscina con los Falcone. Davide ya había ido allí hacía una
hora para pasar el rato con Giulio. A excepción de Greta, hoy sería la única chica
allí, y ella y yo nunca habíamos sido amigas cercanas. Ahora que las cosas con
Amo habían ido cuesta abajo, estaba aún más cerrada. Ni siquiera había logrado
hablar con ella. Sin mencionar que, no le gustaba el agua.
Cuando entré a la cocina, mamá comía sushi con un tenedor, aún sin
dominar los palitos, pinchando cada rollo como si la hubiera ofendido mientras
leía un informe policial sobre el arresto de uno de sus clientes. Papá estaría
trabajando toda la noche y yo comería pizza con los Falcone, así tendría la noche
para ella sola, lo que por lo general implicaba trabajo si no tenía una noche de
chicas con Serafina, Gemma y Kiara.
Una línea de preocupación perpetua se había apoderado de la frente de
mamá desde la declaración de guerra.
Me hundí frente a ella y dejé mi bolso en el suelo. Había escuchado a mamá
y papá hablar en voz baja en la sala de estar casi todas las noches durante las
últimas dos semanas, pero ninguno de los dos había compartido conmigo sus
preocupaciones.
Quizás no era una adulta, pero sabía escuchar.
Mamá levantó la vista del informe y miró su reloj, una preciosa pieza de
Cartier que papá le había regalado para Navidad.
—¿No vas a reunirte con los otros niños?
—No les importará si llego tarde. —Me estremecí por dentro ante lo
amargada que sonaba. Me encantaba salir con la Trinidad Impía y los otros
Falcone, pero siempre me sentía un poco como la quinta rueda si Carlotta no se
unía a mí. Giulio y Davide salían juntos incluso si no tenían la misma edad, y de
todos modos, la Trinidad Impía era una unidad muy unida. Luego estaba Greta.
Charlábamos cuando estaba allí, pero podía sentir que se sentía cómoda sola y por
eso siempre me preocupaba que solo estuviera conmigo porque de lo contrario me
sentiría sola.
Mamá frunció los labios.
—¿Quieres que llame a tu papá y le pida que hable con Diego para
permitirle ir a Carlotta? —Papá era el jefe de Diego, quien trabajaba como Ejecutor
bajo sus órdenes.
—No, no lo hagas. Diego está más sobreprotector que nunca por la guerra.
Se calmará en una o dos semanas. Estoy bien.
Mamá asintió lentamente, pero pude ver su preocupación. No me había
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sentado a hablar de mí y cambié de tema rápidamente.
—¿Qué hay de papá, es difícil para él no poder volver a ver a sus hermanas?
Cuando papá se unió en un principio a la Camorra, no se hablaba con sus
hermanas, porque las tres se habían casado con miembros de la Famiglia. Los
Scuderi, el resto de su familia, aún estaban en Chicago, donde había nacido papá,
pero nunca hablaba de ellos. Me entristecía que nuestra familia fuera tan pequeña,
incluso si los Falcone se sentían un poco como una familia extendida. Era
diferente. Siempre me encantó ver a mis tías y primos en Nueva York. Ahora eso
ya no sería posible.
—Tu padre está muy concentrado en este momento en garantizar nuestra
seguridad. Él y los Falcone tienen que implementar nuevas medidas de seguridad
ahora que los ataques pueden ocurrir en cualquier momento.
No me sentía en peligro. Las Vegas siempre había sido un fuerte, el lugar
más seguro, y aún no podía imaginar que la Famiglia nos atacaría aquí.
—No tiene tiempo para pensar en lo que eso significa para sus hermanas y
él.
Le di una mirada dudosa.
Ella sonrió.
—Siempre olvido lo madura que eres. Tu padre tiene unos muros altos
alrededor de su corazón, como la mayoría de los hombres en este mundo, y nunca
los ha bajado del todo por sus hermanas después de su reencuentro. Creo que eso
le facilita manejar la situación, pero aun así no es fácil.
Asentí.
—A veces desearía ser como papá en ese sentido, poder proteger mi corazón
tan fácilmente.
—Aurora, no es malo si tienes un gran corazón. Eres una persona muy
cariñosa, no dejes que nadie te quite eso. Me encanta eso de ti.
Puse los ojos en blanco, pero al mismo tiempo mi corazón se hinchó un
poco.
Mamá me observó de cerca.
—¿Estás triste porque ya no puedes ver a tus tías y primos?
Me encogí de hombros, de repente emocionada.
—¿Y tú?
Mamá se llevaba muy bien con mis tías Aria, Liliana y Gianna, y
considerando que ya no tenía familia propia, solo podía imaginar lo difícil que 36
debía ser esto para ella.
—Los extrañaré —respondió suavemente, dándome una sonrisa triste—. Sé
que fue difícil para ti cuando murió la abuela, y ahora estás perdiendo aún más
personas que te importan.
Miré hacia mis pies. A papá nunca le había gustado la abuela por sus
problemas con las drogas y lo poca madre que había sido para mamá, pero más
que nada sentía lástima por ella y disfruté pasar tiempo con ella en los días buenos.
—Está bien. Voy a estar bien. Tenemos a los Falcone. Es casi como tener
una gran familia.
Mamá asintió, pero pude ver la vacilación en sus ojos.
—Tu papá los ve como una familia, bueno, más o menos, pero creo que tú
y yo tenemos una mirada más matizada. ¿O piensas en Nevio como algo así como
tu primo o hermano?
Mis ojos se abrieron alarmados.
—No —respondí, disgustada por la sola idea. Mis sentimientos
definitivamente no estaban ni cerca de ser fraternales.
Mamá sonrió con complicidad, y me sonrojé. Me puse de pie. No quería
hablar de Nevio con mamá ni con nadie excepto con Carlotta.
—Enamorarse de chicos que son inalcanzables es una buena y segura
manera de descubrir tus emociones —dijo mamá.
Mi boca se abrió, y mi cara ardió aún más.
—Mamá, sé que no soy el tipo de Nevio. Gracias por recordármelo.
Mamá tomó mi mano.
—Cariño, eso no es lo que quise decir, pero Nevio y tú obviamente no
sucederán. Creo que lo sabes, ¿verdad? Eres dulce, cariñosa y tienes un gran
corazón, pero Nevio… —Mamá se calló—. Digamos que tu papá y yo estaríamos
terriblemente preocupados si existiera la posibilidad de que Nevio y tú se vieran.
Saqué mi mano de su agarre.
—Como dijiste, solo es un enamoramiento tonto. Nevio me ve como una
hermana pequeña y estúpida, no más, así que no te preocupes.
Agarré mi bolso y me fui rápidamente antes de que mamá pudiera decir más
que me molestara.
—¿Qué pasa? Parece que vas a llorar —dijo Davide al momento en que
llegué a la piscina.
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Lo miré furiosa y me dejé caer en una tumbona vacía. Nevio flotaba en una
cama inflable, con gafas de sol sobre los ojos, mientras Alessio y Massimo jugaban
al waterpolo.
Por suerte ninguno de ellos prestó atención al comentario de mi hermano ni
al mío. La única persona que pareció darse cuenta de mi angustia fue Greta. Se
sentaba en una silla debajo de una sombrilla a la izquierda, y estaba leyendo un
libro. O lo había estado haciendo. Ahora sus ojos oscuros estaban fijos en los míos.
Me dio una pequeña sonrisa tensa antes de volver a mirar el libro, pero era
obvio que en realidad no estaba leyendo.
Me puse de pie y caminé hacia ella.
—¿Está bien si me siento aquí? —Señalé la silla vacía frente a ella.
Dejó su libro sobre la mesa y asintió. Su perro Momo, una bola de pelos
blanca, estaba acurrucado en su regazo. Su Oso Rottweiler no estaba presente.
—¿Dónde está Oso?
—Últimamente ha sido aún más protector conmigo, así que lo mantendré
en mi habitación cuando otros están en el jardín.
—Te refieres a cuando Nevio está cerca —añadió Alessio cuando pasó junto
a nosotras.
—No le agrada ninguno de ustedes —dijo Greta con suavidad, pero con
firmeza.
—Una vez leí que los perros dominantes tienen problemas con otros alfa.
Los ve como depredadores rivales en su territorio —intervino Davide.
Fruncí los labios, y luego me volví hacia Greta.
—Los perros son sensibles a las emociones. Probablemente siente tu
angustia —me aseguré de decir esto en un susurro para que los entrometidos no
escucharan también esta parte de la conversación.
Greta acarició el pelaje de Momo, sus ojos oscuros brillando con nostalgia,
incluso dolor. Hasta ahora solo había lidiado con el amor no correspondido, lo cual
ya era difícil, pero el amor de Greta hacia Amo había sido correspondido y luego
arrebatado. Imaginaba que eso era mil veces más difícil, sobre todo si tenías que
ver a la persona que amaba casarse con otra.
—Nevio ve toda esta situación como una confirmación de algo que siempre
ha creído: que el amor es estupidez. Una emoción que te debilita, mientras que el
odio te hace más fuerte —susurró Greta. La forma en que me miró me hizo un
nudo en la garganta.
38
Me encogí de hombros como si no importara.
—Entonces, incluso si Nevio tuviera sentimientos por ti, lo cual no sé
porque no es algo que él admitiría ni siquiera ante mí, lucharía contra ellos como
si fuera una debilidad.
Me mordí el labio, y mis ojos se dirigieron hacia Nevio, quien seguía
lanzando miradas en nuestra dirección a pesar de estar en un partido contra
Massimo.
Greta se fue a la cama temprano, sin comer pizza, pero los demás nos
sentamos en el césped frente a los enormes árboles donde Massimo y Nino habían
colocado un lienzo para que pudiéramos ver una película afuera. Me estremecí.
Esta noche hacía frío y mi cabello aún húmedo solo intensificó la sensación.
—Rory —llamó Nevio, quitándose el suéter por la cabeza y arrojándolo
hacia mí.
Lo atrapé antes de que pudiera golpearme en la cara. Me lo puse sin
protestar, intentando no oler la tela.
—Asqueroso —comentó Giulio—. No querría el sudor de Nevio sobre mí.
—Tienes suerte de que sea demasiado maduro para frotarte la cara por toda
mi verga —dijo Nevio, enseñando los dientes.
Reprimí la risa ante la expresión de disgusto en el rostro de Giulio.
—Alessio hizo eso una vez.
—Porque estabas oliendo mis cosas personales.
Sonreí. Y vi la película, acurrucada en el suéter de Nevio. Ya era pasada la
medianoche cuando Davide y yo finalmente nos dirigimos a casa.
—Espera —llamó Nevio.
Me detuve y me volví para verlo corriendo detrás de nosotros. 39
Probablemente quería recuperar su sudadera, que aún llevaba puesta. Davide se
acercó a mí como mi guardaespaldas personal y casi puse los ojos en blanco. No
pude evitar preguntarme si papá le había dado una misión secreta para vigilarnos
a Nevio y a mí.
Nevio se detuvo a nuestro lado y le dirigió a Davide una mirada inquisitiva.
—Adelántate. No creo que Rory necesite un guardaespaldas en nuestras
instalaciones.
—Se supone que no debe estar sola con los chicos.
Nevio resopló.
—Piérdete.
—Ve —dije con firmeza—. No seas ridículo.
Davide hizo una mueca, pero finalmente se alejó. Con trece, aún alternaba
a menudo entre un comportamiento completamente infantil y un comportamiento
sorprendentemente adulto.
—Lo siento —dije con una risa vergonzosa.
Nevio miró fijamente el lugar donde había estado Davide con una mirada
oscura, luego sacudió la cabeza y me dedicó una sonrisa sardónica.
—Apuesto a que tu mamá le dijo que me vigilara.
—De ninguna manera. —Mi voz sonó completamente falsa.
La sonrisa de Nevio se amplió.
—Sé que soy la bomba de tiempo aquí. Todos quieren asegurarse de que no
estés cerca de mí cuando estalle.
—Eso no es cierto. —Señalé su suéter—. Olvidé devolverte esto. —
Comencé a pasármelo por la cabeza, pero sentí que arrastró mi camisa hacia arriba.
Por supuesto que lograría enredarme en un suéter. Una mano cálida rozó mi piel y
tiró de mi camiseta, manteniéndola en su lugar a medida que me pasaba el suéter
por la cabeza. Mis mejillas ardieron por el tiempo dentro del suéter y la vergüenza
cuando encontré la mirada de Nevio. Aún sostenía mi camiseta. Miré su mano.
Soltó la tela. Le entregué su suéter para romper el silencio—. Toma.
—No es por eso que corrí detrás de ti —dijo con una sonrisa.
—Ah, ¿no?
Se metió la mano en los pantalones y sacó algo que no pude distinguir
porque estaba escondido en su puño. Me lo tendió y estiró los dedos.
40
Mis ojos se abrieron con sorpresa. Era un collar de patineta, muy similar al
que había perdido.
—Debes haberlo dejado en Nueva York.
Tragué con fuerza.
—Sí. Todo fue tan rápido… lo dejé en mi mesita de noche. —Me aclaré la
garganta mientras los acontecimientos de esa noche inundaban mis recuerdos—.
No pensé que prestabas atención a mis joyas.
—Era una pieza de joyería extraña, difícil de notar —dijo con una risita.
Asentí. Llevar una patineta alrededor del cuello y amar el deporte me había
dado el sello de marimacho, aunque amaba las cosas «femeninas» tanto como
arrojarme por un rampa.
—Los acontecimientos de esa noche ya no te molestarán más con el tiempo
—dijo Nevio.
—¿Te molestan?
Nevio sonrió apenas.
—El caos y la destrucción corren por mis venas. No me importa el
derramamiento de sangre y las peleas.
—Lo sé —dije—. Pero esa pelea fue diferente. Greta estaba allí. Saltó al
océano.
Algo oscuro pasó por los ojos de Nevio.
—Sí, eso puso un freno a la noche.
Me froté los brazos. Esta vez el frío exterior no fue el responsable de los
escalofríos que recorrieron mi cuerpo. Los latidos de mi corazón se aceleraron al
recordar el miedo que había sentido ese día.
—Estás a salvo en Las Vegas. La guerra no nos alcanzará aquí. Y recuerda,
siempre estaré ahí para salvar el día con un truco loco.
No pude evitar sonreír.
Nevio acercó su mano con el collar hacia mí.
—Tómalo. Es para ti si eso no era obvio. Te veo intentando agarrar la cosa
todo el tiempo. Obviamente estás apegada a los objetos inanimados.
Tragué pesado y lo tomé con cautela.
—¿Por qué?
41
—No sé por qué estás apegada a las cosas. No estoy apegado
emocionalmente a las joyas.
—Eso no es lo que quiero decir. ¿Por qué…?
¿Por qué lo compraste? Era algo tan dulce que mi corazón quería darle más
significado al gesto del que probablemente merecía.
—Sé lo que quieres decir. —Nevio se encogió de hombros—. Es extraño.
No eres tú sin él.
Me mordí el labio. Entonces, ¿me encontraba rara?
—Gracias. Eso es muy amable de tu parte.
Nevio chasqueó la lengua.
—No difundas historias falsas. Nadie te creerá si dices que estoy siendo
amable.
Ladeé la cabeza, y contemplé su rostro en la oscuridad.
—¿Puedes ponérmelo?
Nevio tomó el collar y lo pasó por mi cuello. Se me puso la piel de gallina
cuando sus dedos tocaron mi piel. Estábamos muy cerca. Este era el momento
perfecto para besarse. Era casi demasiado perfecto, como en mis fantasías, y de
hecho, romántico. Nevio dejó caer las manos y se inclinó hacia mi oreja.
—Rory, este es un regalo entre amigos. Recuerda las advertencias que tu
madre te dice de mí. El instinto de una madre rara vez miente.
Dio un paso atrás y se dio la vuelta sin decir una palabra más, alejándose.
Me quedé allí estupefacta durante varios minutos.
42
Un año después
Hasta el momento había asistido a varias bodas en mi vida. Como hija del 47
Ejecutor en jefe, era parte de mis deberes sociales. Pero esta era la segunda boda
más tensa de mi vida. La primera había terminado en guerra, y ésta acabaría con
la guerra para siempre. Pero la sospecha y la cautela saturaban el aire. Hacía mucho
tiempo que no veía a mi tía y a mis primos y aún no había tenido la oportunidad
de hablar con ellos. Sus rostros reflejaban una alegría forzada, pero debajo podía
ver la misma tensión que sentía. Una boda apenas unos meses después del tratado
de paz no podía ser tan libre y alegre como justificaba una celebración como esa.
Sobre todo Isabella era alguien con quien quería hablar. Ella y yo siempre
nos habíamos llevado bien, y de verdad esperaba que siguiera siendo así. Por
suerte, ella se sentó en mi mesa. Los padres del novio y la novia tuvieron que
compartir mesa, lo que provocó bastantes miradas intensas entre Luca y Remo, y
me alegré de no estar sentada en la mesa. No ayudó a la tensión entre esos dos que
Nevio pareciera listo para meterse en problemas. Odiaba que Greta se casara con
Amo, pero hasta ahora se había portado bien.
En nuestra mesa estaban mis tías Gianna y Liliana con sus familias, y
siguiendo la etiqueta, Nino y su familia deberían haberse sentado también allí, pero
Matteo había amenazado con apuñalar a Massimo y Alessio con un «maldito»
cuchillo de mantequilla, como decía el rumor, y así se habían hecho otros arreglos.
Tenía que admitir que me sentí aliviada por Isabella. Solo podía imaginar lo que le
haría pasar una noche entera en una mesa con las mismas personas que la habían
secuestrado y amenazado su vida.
Nino y su familia ahora compartían mesa con Adamo y Savio y sus familias.
Estaba bastante segura de que Kiara había tenido una conversación seria con
Massimo y Alessio antes de la boda porque hasta ahora ambos habían hecho todo
lo posible por evitar cualquier contacto, incluso visual, con Isabella y Gianna,
aunque esta última parecía lista para iniciar una guerra nueva.
Me incliné hacia Isabella que estaba sentada a mi lado. Sus rizos granates
enmarcaban su rostro salvajemente y noté que se aseguraba de usar la cortina de
su cabello para protegerse de la mesa a nuestra derecha, donde estaban sentados
Alessio y Massimo. Aún no habíamos tenido la oportunidad de hablar, salvo
algunas bromas breves por el calendario de la boda.
Cuando Nevio secuestró a Gianna e Isa para salvarnos, me sentí aliviada y
admiré su movimiento audaz. Había evitado pensar en lo que esto le había hecho
a Isa. Para mí Alessio, Massimo y Nevio no representaban un peligro, y no les tenía
miedo, pero Isa no los conocía muy bien, y si era honesta, conociendo su
reputación, no estaba segura si no le habrían hecho daño para transmitir su
mensaje.
Mamá comenzó a charlar con Liliana y Gianna sobre cosas mundanas como
el yoga en un intento de evitar cualquier tema delicado, y la lista era muy larga...
48
Aun así, el ambiente fue difícil. Matteo no estaba realmente interesado en
conversar con papá, y estaba ocupado mirando alternativamente a Massimo y
Alessio, o Nevio, quien aparentemente no había recibido el memorando de Kiara
para mantener la cabeza gacha. Por fortuna, Maximus y papá parecían llevarse bien
y charlaron sobre los diversos tatuajes de Maximus en todo su cuerpo. Sobre todo
el interés de Davide por los numerosos tatuajes encendió la conversación. Davide,
por supuesto, no tuvo más remedio que lucir su recién adquirido tatuaje de la
Camorra. Papá había insistido en que lo admitieran en su decimocuarto
cumpleaños a pesar de las protestas de mamá, y Davide había corrido como el rey
del mundo desde entonces.
—¿Irás a la universidad? —pregunté a Isabella cuándo finalmente
comenzaron las conversaciones durante la cena. Pronto cumpliría diecinueve, de
modo que debió haber terminado la escuela secundaria el año pasado.
Ella se volvió hacia mí.
—No, aún tengo que terminar la secundaria. Me tomé un descanso después
de ciertos eventos.
Me sonrojé. Tanto sobre evitar meter la pata. Mamá me lanzó una mirada
preocupada y Gianna no pareció muy contenta con nuestra conversación. Nadie
me había dicho que la universidad estaba en la lista de temas prohibidos.
—Uhh… lo siento. Yo…
—Pero este otoño asistiré a la Universidad de Columbia. Me inscribiré en
Escritura Creativa. Creo que ayudará a mi carrera como escritora —dijo con
firmeza, ignorando por completo mis disculpas y las miradas preocupadas de
nuestras madres. Se subió las gafas por la nariz, y se encogió un poco de hombros.
—Guau. ¿Escritura creativa? Eso es realmente genial. ¿Ya te aceptaron en
Columbia?
Dejó escapar una risita pequeña.
—No, la ventana de solicitud aún ni siquiera está abierta. Pero seamos
honestas, seré aceptada. —Miró a Matteo—. Soy una Vitiello. —Fue difícil leer
sus emociones.
—Es cierto —dije—. ¿Cuánto tiempo llevas escribiendo? Nunca lo
mencionaste.
—Bueno, nuestro contacto ha sido escaso en los últimos años. —Frunció
los labios y abrió mucho los ojos.
Me reí.
—Esa es una forma de decirlo.
—Pero he escrito cuentos prácticamente toda mi vida. Nunca pensé en
49
tomarme en serio mi escritura, pero después de que estalló la guerra, comencé a
escribir cuentos y novelas, y es lo que quiero hacer.
—Son muy buenos —intervino Sara. La miré sorprendida. Había charlado
tranquilamente con sus dos hermanas menores mientras su hermano Flavio se
sumaba a la conversación de los hombres.
Isabella arrugó la cara cómicamente.
—Los llamaste inquietantemente oscuros.
Las mejillas de Sara se pusieron rojas. Parecía pálida y delgada. Recordé
cómo había sido antes de la guerra, antes de que algo sucediera y se casara con
Maximus en lugar del hombre al que la habían prometido originalmente. Si no
hubiera sabido que esos dos eran marido y mujer, no lo habría adivinado. Sara más
que nada inclinaba su cuerpo lejos de Maximus, y él obviamente también tenía
cuidado de mantener la distancia. Parecían extraños. No, no extraños, porque
obviamente ambos llevaban un equipaje que concernía al otro. Le pregunté a papá
al respecto, pero él se negó a hablar conmigo de ello. No podía imaginar que
Maximus fuera violento con Sara, incluso si parecía absolutamente capaz de
hacerlo con sus músculos y tatuajes, y considerando su trabajo, definitivamente
también era capaz de ejercer violencia excesiva. Romero, el papá de Sara, nunca
lo habría tolerado.
Apuesto a que Nevio sabía de esto. Me había evitado como a la peste, desde
que le ofrecí mi ayuda si alguna vez necesitaba a alguien con quien hablar. No lo
presioné después de eso porque no quería parecer pegajosa y, honestamente, ya lo
había superado. Intentar entender a Nevio era un trabajo de 24 horas al día, 7 días
a la semana en el que no quería perder el tiempo en este momento.
—Son oscuros y conmovedores. A la gente le encantarán.
—Pero a ti no —dijo Isabella, sin parecer ofendida o acusadora.
—Prefiero una literatura más edificante, pero eso es un gusto personal y no
dice nada de la calidad de tu trabajo.
—Tienes que dejarme leer uno de tus libros —le dije—. Puedo manejar la
oscuridad.
Davide resopló.
—¿Desde cuándo?
—Deja de escuchar a escondidas. —Le puse los ojos en blanco y luego me
volví hacia Isabella—. Ignóralo. Está siendo intolerable desde que se hizo
camorrista.
Su sonrisa fue un poco más rígida que antes.
—Estoy segura de que puedes manejar la oscuridad. Después de todo, pasas
50
mucho tiempo con la Trinidad Impía.
No estaba segura de qué decir a eso. Sentí una disculpa en la punta de mi
lengua, pero dudaba que quisiera una de mí.
Después de bailar con papá y Davide, quien, molestamente, ya era más alto
que yo, miré a mi alrededor en busca de una señal de Nevio. Me encantaría mucho
bailar con él, pero no lo vi por ningún lado. Alessio tomó el lugar de Davide como
mi compañero de baile, como si preferiría estar en otro lugar.
—No tienes que bailar conmigo si no quieres —le dije a medida que ponía
una mano en mi espalda baja.
—Algunas cosas son inevitables —respondió.
Levanté las cejas.
—Gracias.
Me dio una sonrisa tensa.
—Estoy seguro de que preferirías bailar con otra persona, incluso si esa
elección es tan problemática.
—No sé de qué estás hablando —dije a la defensiva.
—Rory, sabes que no me gusta involucrarme, pero tengo un consejo para ti
que deberías considerar. Saca a Nevio de tu maldita cabeza. Cuanto más rápido,
mejor. En sus días buenos Nevio es un imbécil psicótico, en sus días malos haría
que tus peores pesadillas parecieran pan comido.
Intenté terminar el baile, pero Alessio me sujetó con fuerza.
—Me pregunto qué le diría a uno de sus mejores amigos hablando así de él.
—Estaría de acuerdo conmigo. Nevio sabe lo que es, y no tiene intención
de convertirse en una mejor versión de sí mismo, créeme.
—Gracias por tu consejo, pero no soy una niña.
—¿Dónde está Isabella? —preguntó Alessio de repente.
51
—¿Por qué?
—No es asunto tuyo.
—Entonces, no lo sé.
Alessio me miró fijamente, pero luego Valerio tomó el control, y nuestra
conversación terminó abruptamente. Poco después, ya no volví a ver a Alessio.
Esperaba que supiera lo que estaba haciendo. Dudaba que Isabella quisiera hablar
con él. Logré escabullirme de la festividad y comencé a vagar por los pasillos del
hotel. Todo el lugar había sido alquilado para la ocasión, por lo que las únicas
personas que encontré fueron otros invitados a la boda o empleados del hotel. No
vi a Alessio ni a Isabella por ninguna parte, pero finalmente vi a Nevio en el suelo,
fumando. Parecía como si estuviera listo para derribar el lugar. Quizás Alessio
tuviera razón. Quizás lo mejor para mí era mantenerme alejada de Nevio. Pero esto
no se trataba de mi enamoramiento. Se trataba de un amigo ayudando a otro, y hoy
Nevio parecía como si definitivamente necesitara ayuda.
No me molesté en recordarle la política de no fumar del lugar. Él sabía.
Su cuerpo se tensó brevemente, luego me lanzó una mirada dura, pero al
menos se relajó.
—¿Estás bien? —pregunté.
Se quitó la corbata, la atravesó con su cuchillo y la empaló en el suelo de
madera. Su chaqueta había sido arrojada al suelo junto a él. Tenía las mangas
arremangadas hasta los codos, dejando al descubierto sus brazos musculosos y el
tatuaje de la Camorra.
52
—Vine aquí para evitar iniciar una boda sangrienta. Aunque, eso habría sido
una mejora.
Me detuve a su lado, sin saber si debía sentarme o quedarme donde estaba.
¿Nevio siquiera me quería cerca?
—Greta parece feliz.
Nevio se sacó el cigarrillo de la boca y se lo llevó al antebrazo. Siseó cuando
la punta brillante tocó su piel.
Caí de rodillas.
—¡No! —Alcancé el cigarrillo y jadeé cuando la punta de mi dedo tocó la
punta aún caliente. Me aparté bruscamente. Nevio apagó el cigarrillo, luego me
agarró la mano y me inspeccionó la yema del dedo, que empezó a ampollarse.
Hundí mis dientes en mi labio inferior por la sensación de ardor.
Se puso de pie y también me levantó. Después de tomar su cuchillo y
guardarlo en una funda en su cinturón, tomó mi mano nuevamente y me llevó lejos.
No estaba segura de adónde me llevaba.
—Hay un dispensador de hielo —gruñí entre dientes cuando pasábamos por
una habitación con uno.
—Muy frío. El agua solo debe estar un poco más fría que la temperatura
ambiente.
Llegamos al spa, y Nevio abrió el grifo del vestuario de mujeres. Tan pronto
como el agua fría tocó mi dedo, sentí un momento de alivio, pero luego el ardor
volvió.
—¿Qué hay de ti? —pregunté, señalando la ampolla en su antebrazo. Debe
doler más que mi herida, considerando que había tocado el lugar con el cigarrillo
durante mucho más tiempo.
—Creo que esta es solo la tercera vez que te veo en vestido —reflexionó
Nevio. Había optado por un vestido largo con cuello en V de color verde azulado.
Mostraba un poco de escote, pero aún era modesto. De lo contrario, papá no me
habría dejado usarlo. Me encogí de hombros.
—Es una boda. Ni siquiera yo uso overoles en las bodas.
Nevio soltó mi mano.
—Aún te dolerá durante unos días. La próxima vez, no te interpongas entre
un cigarrillo y yo.
—No deberías hacerte daño.
Nevio me dio una sonrisa desafiante.
53
—¿Por qué no? Pensé que podría divertirme un poco en esta boda.
—¿Quemarte es tu versión de diversión?
Su sonrisa se volvió más oscura, y mi vientre cayó de la manera más
inesperada, mi cuerpo inundándose de calor. ¿Por qué un vistazo al lado siniestro
de Nevio tenía tanto efecto en mí?
—Rory, tengo diferentes versiones de diversión. Ninguna de ellas es factible
en esta boda. Mi padre fue muy claro al respecto.
—¿No puedes simplemente divertirte como los demás? —pregunté,
estremeciéndome por lo santurrona que sonaba. El arco de cejas de Nevio lo
confirmó. Me indicó que lo siguiera a través de una puerta blanca que decía
«piscina».
La mantuvo abierta para mí, sus ojos sobre mí todo el tiempo mientras
pasaba junto a él con mi vestido, e incluso cuando me encontraba en la enorme
área de la piscina cubierta del hotel, aún pude sentir su mirada descansando en mi
espalda. La mirada en sus ojos no era una que hubiera visto antes, y no podía
descifrar lo que significaba.
—Entonces, divirtámonos como gente normal. Tal vez puedas enseñarme
un par de cosas al respecto. No puedo esperar —dijo en voz baja a medida que
pasaba a mi alrededor, sus brazos haciendo un movimiento amplio como un
maestro de ceremonias entregando la arena al siguiente acto del espectáculo.
Parpadeé hacia él, sintiéndome en el lugar. Nevio solo era tres años mayor
que yo, pero muy a menudo me sentía como una niña estúpida cerca de él. Un
mundo de experiencia y oscuridad se extendía entre nosotros.
—Podríamos… —Miré a mi alrededor y mis ojos finalmente se posaron en
la serena superficie del agua—. Podríamos ir a nadar.
La diversión cruzó el rostro de Nevio.
—¿Escondes un traje de baño debajo de tu vestido? —Bajó aún más la voz,
y un atisbo de condescendencia entró en su tono—. Porque dudo que te refieras a
nadar desnudos.
¿Nadar desnuda con Nevio? El mero pensamiento me hizo sonrojar y sudar.
Muchas veces había fantaseado con esto, pero ahora que se había presentado una
opción, el nerviosismo me venció.
Nevio rio entre dientes.
—Rory, estoy bromeando. No retuerzas tus bragas de algodón virginal.
La vergüenza y la ira se mezclaron en mi cuerpo.
—Alguien podría entrar. Podríamos nadar en ropa interior. —Me encogí de
54
hombros como si no fuera gran cosa. Eso era muy parecido a estar en traje de baño,
¿verdad?
Nevio levantó una ceja y dio un paso atrás, comenzando a desabotonarse la
camisa, revelando un cuerpo que había aparecido en mis fantasías más oscuras.
Músculos y cicatrices, tanta fuerza. Nevio no se limitaba a las apariencias, no como
muchos posadores y modelos fitness en las redes sociales. Cada pedazo de músculo
tenía un propósito. Impresionar a los demás solo era la guinda del pastel. Lo sabía
por los entrenamientos de lucha que había visto. Aun así, hasta ahora no me habían
permitido ver una pelea real en jaula.
Me quité los tacones altos. Luego busqué la cremallera del costado de mi
vestido. Mi vientre dio un vuelco cuando lo bajé y me quité las correas de los
hombros. Tirando del vestido, apareció a la vista mi bralette sin tirantes, casi del
mismo color que mi vestido y adornado con encaje. Me alegré de haber convencido
a mamá de ir a comprar ropa interior conmigo para la boda porque mi cajón de
ropa interior estaba lleno de las bragas virginales de algodón blanco antes
mencionadas. No habría querido confirmar las sospechas de Nevio. Quería
sorprenderlo, mostrarle que era más que Rory la marimacho. Era una mujer que
sabía lo que quería, incluso si le costaba demostrarlo de una manera que no fuera
embarazosa.
Nevio me observó a medida que se abría el cinturón. Esperaba que no
pudiera ver mis dedos temblar mientras me bajaba el vestido por completo,
dejando al descubierto las bragas de encaje floral de color verde azulado. El encaje
en realidad no era transparente, pero de repente me preocupé por cuánto podría ver
Nevio de mí. ¿Se notaría mi vello púbico? Me lo había recortado y era rubio
oscuro, así que tal vez no fuera así.
Me enderecé incluso cuando mi cuerpo se inundó de calor y el deseo de salir
corriendo se disparó. Nevio ya solo vestía unos ajustados calzoncillos negros.
Señalé la piscina, esperando que mi piel no estuviera tan roja como se sentía.
—¿Listo para saltar? —Mi voz sonó extraña a mis propios oídos, un poco
áspera y ronca.
Nevio se acercó a mí, y no estuve segura de qué hacer con mis brazos. Los
crucé holgadamente sobre mi vientre, completamente abrumada por la situación.
¿Por qué estaba actuando así? Había estado en una piscina con Nevio innumerables
veces antes. Mi traje de baño en realidad no cubría mucho más que esto. Pero había
sido diferente. Nunca habíamos estado solos, y la ropa interior simplemente tenía
un nivel diferente de intimidad.
Nevio se lanzó de cabeza a la piscina en perfecta forma, apenas agitando la
superficie tranquila. Me acerqué al borde y temblé cuando los dedos de mis pies
tocaron el agua. Hacía más frío de lo esperado, e inmediatamente se me erizó la
piel de gallina. Observé el paisaje elegante de la piscina con las columnas de piedra 55
blanca y la vista de Nueva York.
La cabeza de Nevio emergió del agua y la echó hacia atrás, haciendo volar
gotas de agua. Unos cuantos mechones negros y húmedos cayeron sobre su rostro.
Sus ojos oscuros me observaron, y deseé saber lo que pasaba por su cabeza.
—Tu cuerpo se acostumbrará al frío.
Me hundí en el borde y metí las piernas hasta las rodillas en el agua. Era
una chica del tipo de agua tibia. Para mí no hay duchas frías ni baños de hielo que
valgan.
Nevio nadó hacia mí y me preparé, temiendo que me arrastrara hacia
adentro. En cambio, se agarró al borde y se impulsó hacia arriba, tomándome
completamente desprevenida.
—En serio estaba considerando matar a un imbécil de la Famiglia cuando
me encontraste. Rory, como siempre enorgulleces tu nombre, portadora de luz en
la oscuridad. —Sus bíceps se flexionaron mientras se empujaba hacia arriba un
poco más hasta que su cara estuvo al nivel de la mía. Mi corazón se detuvo, solo
para golpear con más fuerza un momento después. Riachuelos de agua corrían por
su frente y sus mejillas, sobre la curva de su boca sonriente. ¿Me besaría?
Pero sus labios pasaron por mi nariz, y me dio un beso en la frente. Exhaló
antes de volver a caer al agua con un chapoteo. Gotas frías golpearon mi cara. No
ayudaron con el calor en mis mejillas.
Un beso en la frente.
Quise gritar de total frustración. ¿Y portadora de luz? Sabía que papá
también me veía como algo intrínsecamente bueno, una luz en su mundo oscuro,
razón por la cual mamá y él habían elegido mi nombre, pero no me gustaba que
me vieran así. Estar a la altura de sus expectativas suponía una carga enorme sobre
mis hombros.
—No sabía que íbamos a celebrar una fiesta en el agua —dijo Alessio.
Mi cabeza giró hacia donde él estaba parado en la puerta. Sus ojos se
encontraron con los míos, y levantó una ceja. Me empujé por el borde y me sumergí
en el agua. Necesitaba calmarme. Si no me hubiera arruinado el peinado, también
me habría mojado la cabeza, pero eso sería difícil de explicarles a mis padres.
—¿Qué te pasó? —preguntó Nevio, nadando hacia el lugar donde Alessio
se detuvo cerca del borde de la piscina.
No me había dado cuenta antes, pero Nevio tenía razón. Alessio parecía
alterado. Su cabello rubio oscuro estaba totalmente despeinado. Su camisa estaba
mal abotonada, le faltaban algunos botones. Y su cremallera estaba abierta. No se
veía así cuando bailamos. 56
—Espero que no estés pensando en quedarte con eso —dijo Alessio con un
gesto hacia la ropa interior de Rory mientras caminaba hacia mí.
—Para alguien que parece haber tenido una follada de boda, estás
terriblemente de mal humor.
—Y para alguien que ve a Rory como casi una hermana, estás
tremendamente interesado en sus bragas.
—Para alguien que finge verla de la misma manera, estás tremendamente
interesado en su posible vida sexual. —Me puse de pie y lo miré directamente a
los ojos—. Tal vez tu preocupación provenga de un deseo carnal, amigo mío.
Alessio se rio.
—No me vengas con esto. Ambos sabemos que no veo a Rory de esa
manera.
—Yo tampoco —dije encogiéndome de hombros.
—Solías mentir mejor. Necesitas trabajar en eso antes de convertirte en
Capo.
—Suenas como un Consigliere —me burlé.
—Pero no lo soy, y no lo seré. Algunas cosas no están destinadas a ser. No
soy apto para ser Consigliere. Conozco mis límites. Quizás deberías empezar a
considerar el tuyo.
—Los límites están para romperse.
Alessio negó con la cabeza.
—No todos los límites. Vale la pena respetar algunos límites, sobre todo si 59
están destinados a proteger a las personas que merecen nuestra protección.
Puse los ojos en blanco.
—Me portaré bien, pero no finjas que estás en contra de convertirte en
Consigliere porque quieres proteger a los demás. Estás siendo remilgado por
circunstancias completamente irrelevantes.
—La sangre no es irrelevante.
—El único momento en que me importa la sangre es cuando corre por mis
manos y llena el aire con su aroma metálico.
Alessio rio entre dientes.
—Eres el hijo de puta más loco de este planeta.
—No estoy tan loco como para hacerlo en una boda de la Famiglia. Ya sabes
que honran a sus vírgenes.
Alessio no dijo nada.
Dejé escapar un silbido.
—¿No me digas que en serio te follaste a una virgen?
Aún nada. Alessio tenía buena cara de póquer si quería.
—Estás siendo terriblemente reservado con esto.
—Volvamos a la fiesta.
Sacudí la cabeza con una risita. Conociendo a Alessio, probablemente se
había follado a alguna MILF abandonada, no a una virgen honrada. Siempre
trabajando en su karma.
Me vestí, y luego agarré la ropa interior de Rory. Bajo una mirada atenta,
arrojé su sujetador, esperando que él no se hubiera dado cuenta de cómo había
metido sus bragas en el bolsillo de mi pantalón. Hacía mucho que había renunciado
a descubrir el razonamiento detrás de mis acciones, así que esta vez ni siquiera lo
intenté.
60
Eran las tres de la mañana cuando finalmente dejé de intentar dormir y
decidí salir del hotel antes de matar accidentalmente a un soldado de la Famiglia y
provocar otra guerra. Necesitaba desahogarme. En particular, necesitaba mantener
mi mente ocupada y lo más alejada de lo que Amo y Greta estaban haciendo
actualmente.
Hice un cortocircuito en una moto que encontré en el estacionamiento
subterráneo del hotel y salí del recinto con los neumáticos echando humo. No me
importaba si ésta era una de las motocicletas de la Famiglia. Había una alta
probabilidad de que perteneciera a Matteo, Maximus o al chico motociclista de
Marcella, a todos ellos personas a las que me encantaba cabrear de cualquier
manera que pudiera. Robar un aventón para pasar la noche era una de las
transgresiones menores que podía cometer, considerando la rabia que estaba
sintiendo. Compré una botella de vodka barato de camino a una parte de la ciudad
donde la mayoría de la gente no quería quedarse varada por la noche. Por lo
general, esos eran los lugares donde se podía tener la mayor diversión. Dudaba que
Luca se enojara si mataba a la escoria de su ciudad. Y si lo hiciera. Ah, bueno.
Dos horas más tarde, me senté en un charco de sangre caliente en el suelo
sucio de una reunión de motociclistas. A mi lado, en el suelo, un motociclista dio
su último suspiro, mientras la sangre brotaba de las heridas de su pecho y garganta.
Dejé caer mi teléfono al suelo después de decirle a Fabiano que me recogiera. Su
voz aún resonaba en los altavoces, pero no estaba escuchando.
Intenté contar cuántos había matado, pero era un desastre. Contemplé la
espada samurái con aprecio. Era la primera vez que usaba una. Probablemente
debería agradecer al dueño del pub por tenerla en su pared. Pero sospechaba que
estaba entre los cuerpos despedazados que me rodeaban.
La mayoría de los acontecimientos después de que entré al establecimiento
estaban borrosos o confusos. A veces, cuando mi furia alcanzaba su cúspide y mi
sed de sangre se apoderaba de mí, me ponía demasiado frenético para recordar los
detalles.
61
Bajé la cabeza, el alcohol de hecho estaba haciendo efecto ahora que mi
adrenalina y mi sed de sangre habían disminuido. Estaba luchando contra la
inconsciencia. Maldita sea. El sonido de las sirenas de la policía me puso tenso.
—Puta mierda —murmuró Fabiano a medida que entraba, empujando una
pantorrilla cortada fuera del camino con la parte inferior de la puerta.
Levanté la cabeza para encontrar su mirada, incluso si la sentía demasiado
pesada.
Fabiano se detuvo en medio del bar, aún con su traje de boda, y pareció
soberanamente enojado.
Sonreí torcidamente mientras Fabiano se giraba para ver todo el alcance del
desastre.
—Pensé que traerías a Luca. ¿No lo dicta el honor?
Fabiano miró de reojo por encima del hombro, haciendo una mueca.
—Luca es el padre del novio. No debería tener que lidiar esta noche con
esto.
—¿Viniste sin un perro guardián de la Famiglia? —pregunté.
—Vino conmigo —respondió Matteo a medida que se acercaba a Fabiano, 62
con su maníaca sonrisa de tiburón.
Fabiano se acercó a mí, intentando no mancharse de sangre sus zapatos de
cuero beige. No tendría suerte.
—Deberías haber usado otros zapatos —dije, señalando mis zapatos de
vestir negros. Probablemente también estaban arruinados, considerando lo blando
que se sentía el interior, pero no se podía ver a simple vista.
—Gracias por el consejo. No sé por qué pensé que actuarías medio humano
en una noche como ésta.
—¿Te refieres a la noche en que el puto Amo Vitiello nos quita a Greta?
—Probablemente también le quitará la virginidad —dijo Matteo con una
sonrisa dura.
Apreté con más fuerza la espada samurái y estaba a punto de ponerme de
pie. Pero Fabiano golpeó la espada con el talón en un ángulo que rompió la hoja.
Ahora, tenía una espada corta en zigzag en mis manos.
—Aún puedo matarlo con esto, probablemente incluso crear un resultado
más desastroso y doloroso.
—¿Más desastroso que este maldito espectáculo? —gruñó Fabiano, como
si quisiera apuñalarme con la espada samurái. Ahora que lo pienso, parecía incluso
más asesino que Matteo. Me agarró el brazo con fuerza y me levantó bruscamente.
Lo dejé porque estaba jodidamente cansado y solo quería tomar una siesta—.
Suelta la espada —siseó, e hice incluso eso.
Comenzó a palparme y sacó unas bragas verdes de mis bolsillos. Sus cejas
se alzaron. Consideré por un momento preguntarle si sabía a quién pertenecían,
pero ya me había divertido bastante esta noche.
—Si te follaste a una de nuestras mujeres, en realidad disfrutaré cortándote
en trocitos —dijo Matteo, quien se mantuvo alejado de mí, probablemente porque
le preocupaba estrangularme de verdad con sus propias manos si se acercaba,
aunque ese movimiento era más del estilo de Luca.
—La única diversión que tuve esta noche fue esta. —Hice un gesto a mi
alrededor—. Pero estaría dispuesto a echar un polvo después de matar si tienes a
alguien en mente.
—Nadie querría follarte en el estado en el que te encuentras —gruñó
Fabiano, arrastrándome hacia la salida. Una vez más, un comentario estúpido sobre
folladas estuvo en la punta de mi lengua. Sin embargo, no fue la autoconservación
lo que me detuvo. Curiosamente, no quería hablar así de Rory, aunque fuera en
broma.
63
—Puedes agradecerme más tarde por deshacerme de la policía —dijo
Matteo cuando pasamos a su lado.
—Gracias. Para eso está la familia. Si alguna vez tienes ganas de provocar
un baño de sangre en Las Vegas, pregúntame. Conozco los mejores lugares.
—Probablemente intentarías matarme en tu maníaca sed de sangre, así que
no, gracias.
No podía prometer que no sucedería, así que no dije nada.
Fabiano me arrastró hacia una limusina negra y me empujó hacia el asiento
del pasajero. Se sentó detrás del volante y no dijo nada durante un par de minutos
antes de que estallara.
—¿Qué carajo te pasa? Todos pensábamos que dejarías esta mierda con el
tiempo.
Me reí.
—¿Cómo dejas de ser un asesino?
Fabiano me miró de reojo.
—Te controlará si siempre cedes así. Como Capo y hombre con una familia
cariñosa, debes tener el control de ello.
—Por eso nunca tendré mi propia familia, porque no quiero controlarlo.
—¿No quieres o no puedes?
Miré por la ventana. Maldita sea, no tenía ni idea.
—Si no puedes, entonces deberías ceñirte a tus palabras y seguir siendo un
lobo solitario.
65
Habíamos regresado a casa en Las Vegas durante una semana, pero esta
noche era la primera vez que volvería a pasar tiempo con la Trinidad Impía.
Le envié mensajes a Greta un par de veces, y ella parecía feliz, pero Nevio
había sido imposible de captar, así que no estaba segura de cómo estaba manejando
la separación de su gemela.
A Carlotta se le permitió pasar la noche en mi casa, así que ella y yo fuimos
a las instalaciones de los Falcone aproximadamente a la hora de nuestra reunión
acordada. Se suponía que íbamos a tener una noche de cine en el antiguo estudio
de ballet de Greta, que ahora se había transformado en un cine y una sala de juegos
con mesa de billar, diana y una máquina de pinball retro. Los chicos ya estaban
dentro cuando llegamos, tumbados en los sillones cómodos frente al televisor.
Carlotta y yo compartimos el sofá de dos plazas. Nevio se reía de algo que había
dicho Alessio. A primera vista, parecía perfectamente tranquilo, pero algo en sus
ojos me dijo que esa no era toda la historia.
Como siempre, vimos una película de acción. A pesar de múltiples
discusiones, se negaron a ver cualquier cosa que tuviera un indicio de profundidad
emocional.
Por lo general, Diego recogía a Carlotta a más tardar a las diez. Era estricto
con el toque de queda, pero hoy se le permitió pasar la noche en mi casa. En algún
momento de la película, debí quedarme dormida porque lo siguiente que supe fue
que estaba acostada casi en la oscuridad con el televisor apagado y sin Carlotta a
mi lado.
Una sombra cayó sobre mí. Mi ritmo cardíaco se aceleró.
—Te perdiste la mejor parte de la película —dijo Nevio encima de mí.
Lo miré con los ojos entrecerrados. Estaba medio inclinado sobre mí como
si estuviera a punto de levantarme.
Éramos las únicas personas que aún estábamos en la habitación.
—¿Dónde está Carlotta? —pregunté, sentándome en modo de total
preocupación. Habría golpeado mi frente contra la de Nevio si él no hubiera
retrocedido rápidamente. El tic divertido de su boca me hizo maldecirme
66
internamente. Éste habría sido el momento perfecto para un beso, ¿verdad? Y lo
arruiné. Bien hecho, Rory, estúpida torpe.
—Massimo la está llevando a tu casa. No quería perturbar su sueño de
belleza.
—Ah —dije vacilante. ¿Estaría bien para Carlotta? Diego definitivamente
se enfadaría si se enterara.
Nevio se levantó.
—Está a salvo, no te preocupes.
Extendió su mano y me puso de pie, acercándonos una vez más. Y
nuevamente me vino a la cabeza la comprensión de que estábamos solos en el
estudio.
Su cara pensativa estaba cerca de la mía y se transformó en una expresión
traviesa lentamente.
—Tu papá encontró tus bragas en mi bolsillo cuando me recogió la noche
de la boda.
—¿Qué? —Me invadió un horror absoluto mezclado con mortificación—.
¿Le dijiste que eran mías?
Nevio arqueó una ceja, al borde de la risa a juzgar por el movimiento de su
boca.
Por supuesto que no. No estaríamos aquí si lo hubiera hecho.
—Te habría pateado el trasero.
Nevio sonrió.
—Habría intentado matarme. De todos modos, estaba enojado conmigo.
Asentí, aun intentando no enloquecer por el hecho de que papá había
encontrado mis bragas en el bolsillo de Nevio. Entonces, me asaltó otro
pensamiento.
—De todos modos, ¿por qué las tenías contigo? Se suponía que debías
tirarlas.
—Debo haberlo olvidado, después de todo fue una noche ocupada —dijo
encogiéndose de hombros, como si fuera una actividad cotidiana llevar mis bragas
en el bolsillo, y asintió hacia la puerta—. Vamos. Te llevaré a casa.
Intenté averiguar si había dicho la verdad, pero no quería darle más
importancia a esto. Nevio probablemente había visto cientos de bragas en su vida.
¿Por qué le importaría las mías?
—Camino sola por nuestras instalaciones todo el tiempo —dije, y luego
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quise patearme. Si Nevio quería pasar más tiempo a solas conmigo, debería ser la
última persona en discutir.
—Todo el tiempo suceden cosas extrañas —dijo Nevio siniestramente.
Salimos juntos del estudio y caminamos por el césped hacia mi casa. Dos
ventanas aún estaban iluminadas, la sala de estar donde probablemente papá o
mamá aún estaban esperando mi regreso, y la otra era la ventana de mi dormitorio.
—¿Saldrán esta noche? —pregunté con curiosidad. Ni siquiera era
medianoche, así que sospechaba que aún tendrían algo más entretenido que hacer
que mirar chicas dormidas.
Nevio miró hacia el cielo nocturno con una sonrisa maliciosa.
—Creo que la noche está llena de oportunidades, así que sí.
Me pregunté si eso significaba que se dirigirían a un club o participarían en
una de sus redadas. La primera vez que comprendí lo que hacían por la noche, o
los conceptos básicos de lo que hacían, quedé completamente devastada y
conmocionada, aunque ni siquiera estaba segura de por qué. Papá siempre me
había dicho que la Trinidad Impía era peligrosa (no para mí, gracias a Dios) y que
no debía dejar que me metieran en sus problemas. Seguí la mirada de Nevio hacia
el cielo, preguntándome qué era exactamente lo que lo atraía a la noche, a la
oscuridad.
—Me gusta lo tranquilas que son las noches —dije en voz baja.
Nevio sonrió.
—Por supuesto que sí, Rory. —Respiró profundamente como si estuviera
olfateando el aire en busca de un rastro—. Me gusta el potencial del caos que
encierra la oscuridad. El mismo cielo nocturno, dos perspectivas tan diferentes.
No supe qué decir a eso, así que asentí. Una vez más, sentí como si un
sencillo intento de conversación nos hubiera distanciado aún más. La puerta trasera
de nuestro patio se abrió, y papá esperó en la entrada.
Nevio inclinó un sombrero invisible.
—¿Dónde está Massimo?
—En tu mansión —respondió papá, y me indicó que entrara. Me detuve
junto a él.
—Gracias por acompañarme a casa.
Papá miró entre Nevio y yo.
—Siempre un caballero —comentó secamente.
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Nevio le sonrió, me saludó con la mano y se fue. Pronto, su alta figura
desapareció en las sombras.
—Carlotta está en tu habitación con tu mamá.
—Está bien —dije con una sonrisa cansada.
Papá me estaba observando de una manera que no podía identificar, y estaba
demasiado cansada para intentarlo. Intentar no avergonzarme delante de Nevio me
había costado bastante.
Cuando llegué a mi puerta, mamá simplemente la cerró.
—Ahí estás. Carlotta se está preparando para dormir.
Mamá me dio un beso en la mejilla, y entré en mi habitación. Apagué la luz
principal en favor de mi luz nocturna atenuada, y luego me senté en el alféizar de
la ventana. No pasó mucho tiempo hasta que tres sombras se movieron por el
césped, vestidas de negro. Llevaban mochilas, y Alessio llevaba un pasamontañas
negro. Un escalofrío recorrió mi columna.
—No sé por qué tienen que hacer esto por la noche cuando ya están
haciendo tanto por la Camorra durante el día —murmuró Carlotta cuando se acercó
detrás de mí.
También me había hecho esa pregunta muchas veces.
—Tal vez sea la emoción de lo prohibido.
—Me pregunto si esto es más obra de Nevio, y Alessio y Massimo
simplemente se unen a él por solidaridad.
Fruncí los labios.
—Alessio y Massimo tampoco son espectadores inocentes.
—Lo sé —dijo Carlotta en voz baja, pero pude escuchar que no estaba de
acuerdo.
73
Mi respiración se detuvo cuando entramos. El bar estaba repleto de
invitados, en su mayoría hombres. Todas las mesas estaban ocupadas e incluso la
cabina a lo largo de las paredes de concreto. Personas que no habían encontrado
un lugar para sentarse también se pararon contra las paredes para observar el
espectáculo. La pared junto a la barra estaba decorada con tubos de neón rojos
rodeados de alambre de púas que decían palabras como Sangre, Sudor y Coraje.
El hedor a humo, sudor y alcohol flotaba en el aire. Algunos invitados fumaban
adentro, así que no estaba segura de por qué los demás habían salido para hacerlo.
Mis ojos se dirigieron a la enorme jaula de pelea en el centro. La malla parecía
alambre de gallinero, pero sabía que era mucho más resistente para soportar los 74
impactos. Dos hombres y un árbitro estaban dentro ya que la primera pelea de la
noche estaba a punto de comenzar.
Nevio pasó su brazo por mis hombros con una sonrisa burlona y respiró
hondo. Su cercanía me sorprendió por un momento, sobre todo en un lugar tan
público. Aunque se tratara de un gesto puramente amistoso, a la gente de nuestro
círculo le encantaba sacar conclusiones equivocadas y difundir rumores falsos.
—Este es el aroma de la adrenalina pura. ¿No es embriagador? —preguntó
Nevio en voz baja y convincente.
Respiré otra vez, un poco más profundo, y una vez más me golpeó el olor a
sudor y alcohol. Le di a Nevio una mirada dudosa.
Vi a Carlotta en un reservado con Diego. Antonia también estaba en su
mesa, pero por su expresión estresada se notaba que estaba a punto de volver a
trabajar detrás de la barra. Sus cócteles eran famosos, por lo que definitivamente
la necesitaban allí.
Carlotta me vio, sus ojos moviéndose entre Nevio y yo, luego su brazo
alrededor de mí, antes de hacerme señas hacia ellos.
—¿Tienen que cambiarse? —les pregunté a los chicos.
—Aún no —respondió Nevio. Todos nos dirigimos hacia Diego y Carlotta.
Decenas de miradas nos siguieron, y pude ver que muchas de ellas se detuvieron
en Nevio y en mí. Los rumores definitivamente circularían pronto. Justo lo que
necesitaba para quitarme de encima a papá.
—Te das cuenta de que la gente pensará que estás reclamando tu derecho
sobre Aurora, ¿verdad? —dijo Carlotta al momento en que los chicos y yo
llegamos a la mesa.
Le di una mirada sorprendida. Por lo general, era una persona muy
tranquila, pero Nevio en realidad sacaba el tigre que había en ella.
Nevio enseñó los dientes.
—Que saquen las conclusiones que quieran. Ese no es mi problema.
—Pero es de Aurora. Si los chicos piensan que es tuya, nadie se acercará a
sus padres para pedirles la mano.
Nevio soltó una carcajada.
—¿Qué tal si te preocupas por tu propia condición de intocable, porque se
está reafirmando? —Miró a Massimo, que tenía sus ojos puestos en Carlotta con
una mirada que todos a su alrededor entenderían como posesiva.
Carlotta se sonrojó a medida que miraba a su hermano Diego de reojo, que
había escuchado todo con sumo interés. 75
83
Con Nevio, siempre sentí como si estuviera dando un paso hacia adelante,
solo para que él me hiciera retroceder dos pasos. No había hablado con Carlotta de
las palabras crípticas de Nevio después de la pelea. Tampoco habría hablado con
nadie más, pero Diego le había mencionado a mi padre lo que había visto. Por
supuesto que sí. Siempre fue protector con Carlotta y pareció pensar que también
podía meterse en mis asuntos.
Mamá y papá me habían confrontado después de regresar a casa después de
la pelea.
—Diego compartió algo que presenció esta noche —había dicho papá con 84
severidad, como si estuviera hablando de un crimen imperdonable.
Aún no había procesado mi encuentro extraño con Nevio, por lo que ser
confrontada por mis padres fue una gran conmoción.
—Siéntate —dijo mamá, señalando la silla de la cocina frente a ellos.
Me hundí, intentando mantener mi rostro bajo control. Fue casi un milagro
que me permitieran asistir a la pelea. Si daba las respuestas equivocadas ahora,
nunca se me permitiría ir a ningún lugar divertido, y definitivamente quería asistir
a una próxima fiesta que la Trinidad Impía había mencionado.
—Diego tiene una imaginación hiperactiva. Me sorprende que no obligue
a Carlotta a usar un cinturón de castidad. —Me sentí un poco culpable por hablar
de él de esa manera. Era un chico bueno y estaba intentando criar a Carlotta lo
mejor que podía con sus padres muertos.
Papá me miró entrecerrando los ojos.
—Te atrapó en el callejón con Nevio. Y cito: sus labios casi tocaron los de
ella cuando los encontré.
—Casi —dije con no poco desprecio. Por un lado, estaba realmente
enojada. Enojada con Nevio por este beso ridículo. Después del beso en mi frente
en la boda, esperaba que la próxima vez fuera un beso decente, boca a boca—.
Nevio me besó en la mejilla porque le había limpiado la cara con un pañuelo. Si
sus labios se acercaron a los míos, entonces fue porque estaba oscuro.
Papá levantó una ceja.
—No estaba demasiado oscuro para que Diego lo viera.
—¿Qué quieres de mí? No pasó nada entre Nevio y yo, ni pasará nada. Besó
mi mejilla. Eso es todo. Siempre piensas lo peor de Nevio. Pareces conocerlo
mejor que yo, así que ¿en serio crees que solo me besaría la mejilla como un chico
bueno si estuviera interesado en mí? —Esa última frase me dolió un poco porque
me preguntaba lo mismo.
—Tiene razón en eso —dijo mamá, y podría haberla abrazado.
—Tal vez. Pero aún quiero que tengas cuidado con él. Si creo que algo está
pasando entre ustedes dos, venderé este maldito lugar y nos mudaremos a otra
ciudad. Le pediré a Remo que me deje trabajar como ejecutor en Los Ángeles o
San Francisco.
Puse los ojos en blanco.
—Papá, por favor. Nunca pasará nada entre Nevio y yo.
85
—¿Por qué parece que Gemma está a punto de ir a una fiesta, y una de
ustedes parece estar asistiendo a un picnic en un parque, y la otra parece estar
yendo a patinar?
Me sonrojé inmediatamente. Luego me di una patada en el trasero porque
quería seguir el consejo de Carlotta y no ser un maldito saco de boxeo con Nevio.
—¿Cómo se llama tu estilo de moda? ¿Fuera de la morgue?
Nevio arqueó una ceja, y su sonrisa en respuesta me provocó palpitaciones.
Dejó que su mirada recorriera su cuerpo, y mis ojos lo siguieron como atraídos por
una fuerza invisible. Llevaba una camiseta negra ajustada con una chaqueta de
cuero negra y pantalones cargo negros que le quedaban lo suficiente ajustados
como para mostrar su cuerpo tonificado, sobre todo su trasero. Lo sabía porque
había usado antes estos pantalones conmigo. Botas negras complementaban el
conjunto.
Nevio señaló su reloj, que también era de un negro carbón sobre una esfera
roja.
—Hora de irse. Vamos, chicas.
Carlotta y yo lo seguimos hasta el sótano. Nos guio por los pasillos hasta
que perdí la orientación. De todos modos, rara vez bajaba aquí, pero tenía la
sensación de que la mayoría de la gente ya habría perdido la orientación.
—¿Por qué estamos aquí abajo?
—¡Porque queremos llevarte a tu primera fiesta con estilo!
Pasamos por una puerta oculta detrás de un estante y finalmente llegamos a
una puerta de acero. Nevio ingresó un código en el teclado y se abrió con un
gemido. Detrás había un túnel. La puerta de acero se cerró detrás de nosotros al
momento en que entramos. Una enorme puerta de acero estaba frente a nosotros
ahora, separándonos del resto del túnel. Olía a humedad y como si alguien hubiera
vaciado su vejiga cerca. Una motocicleta estaba apoyada contra la pared dentro de
la puerta.
—¿Qué es este lugar? —preguntó Carlotta con la nariz arrugada.
Grafitis cubrían las paredes, y charcos cubrían el suelo. El túnel tenía una
especie de forma ovalada, y no era muy alto en esta parte. Había tal vez tres manos
de ancho entre la cabeza de Nevio y el techo.
—Hay un laberinto de túneles debajo de Las Vegas. Allí viven más de mil
personas sin hogar. Por supuesto, también es un centro de actividad criminal.
—¿Dirigido por la Camorra? —pregunté.
89
—No. Esta parte del inframundo no está controlada directamente por
nosotros, por lo que algunos individuos vienen aquí con la esperanza de quedarse
con sus ganancias.
—Entonces, ¿a tu papá no le importa?
—Mientras no sea una gran parte del negocio, cree que las personas que
viven como ratas deberían ser tratadas como tal. La única vez que intervino la
Camorra fue cuando tu abuela intentó comprar drogas aquí lejos de la mirada atenta
de tu padre.
Tragué fuerte. Papá y mamá nunca habían mencionado nada. Era
desconcertante que Nevio supiera más de mi familia que yo.
—¿Es peligroso aquí abajo? —preguntó Carlotta, frotándose los brazos.
—Definitivamente. Durante las inundaciones repentinas, es necesario
buscar un lugar alto o ahogarse. Si te refieres a la gente que vive aquí abajo, no
nos molestarán.
Nevio agarró la motocicleta e ingresó un número en otro teclado, por lo que
las puertas frente a nosotros se abrieron.
—Chicas, elijan su lugar —dijo, señalando la motocicleta. Se sentó lo más
cerca posible del manillar, dejándonos poco espacio. De hecho, tendríamos que
apretujarnos.
Carlotta pareció horrorizada.
—Sé que has andado antes en moto con Massimo, pero supongo que tienes
menor tolerancia a sentir mis abdominales que los suyos —reflexionó Nevio, luego
señaló con el pulgar el lugar justo detrás de él—. Entonces, ese es tu lugar. —Me
mostró los dientes—. Puedes abrazar a Rory.
No estaba segura si estaba insinuando que no me importaba tocar sus
abdominales. Si era así, tenía razón, aunque no era así como lo imaginé. Me subí
a la motocicleta detrás de él.
—¿Qué se supone que debo hacer con mis piernas?
—Mantenlas alejadas del suelo —respondió Nevio.
Tuve que presionar mi entrepierna contra el trasero de Nevio y presionar mi
frente contra su espalda para que Carlotta tuviera suficiente espacio para sentarse.
Rodeé a Nevio con mis brazos y presioné mis palmas contra su estómago. Mis
mejillas ardieron, y el calor inundó el resto de mi cuerpo ante nuestra cercanía.
Podía sentir las duras crestas de sus abdominales a través de su camiseta fina. Cada
parte de Nevio era duro. Bueno, casi cada parte de él. La idea hizo que mis mejillas
se calentaran furiosamente. Había soñado a menudo con pasar las yemas de mis 90
dedos por sus abdominales y bajar hasta la V deliciosa que veía a menudo cuando
entrenaba o cuando estábamos juntos en la piscina.
Carlotta rodeó mi cintura con más fuerza cuando Nevio encendió el motor.
El sonido se transmitió por el túnel y se amplificó hasta que mis oídos zumbaron
por el rugido.
Carlotta dejó escapar un pequeño chillido cuando nos lanzamos hacia
adelante, y luego no escuché nada más que el viento soplando en mis oídos y el
rugido furioso de la motocicleta a medida que Nevio zigzagueaba entre charcos
sucios a un ritmo enloquecedor. No estaba segura de cómo sabía siquiera adónde
ir o cómo podía ver algo delante de nosotros en la oscuridad inquietante de los
túneles, que los pequeños faros apenas podían atravesar. Supuse que él y el resto
de la Trinidad Impía habían pasado mucho tiempo aquí abajo a lo largo de los años,
lo cual era fácilmente tan inquietante como los propios túneles.
En ocasiones, vislumbré vida en una de las ramificaciones del túnel,
linternas o fogatas, tiendas de campaña y sombras en movimiento. Faros a lo lejos
me pusieron tensa. Pero comprendí que no nos estaban apuntando directamente ni
se movían. Un auto esperaba en la entrada del túnel. Subimos una pendiente y
finalmente salimos al aire libre. Nevio pisó el freno y nos detuvo junto al vehículo:
su Dodge Ram.
Carlotta aún se aferraba a mí incluso cuando Nevio apagó el motor.
Massimo saltó del auto. Alessio permaneció sentado atrás con el brazo
apoyado en la ventana abierta.
—Es todo un jodido caballero —me dijo Nevio en voz baja cuando
Massimo ayudó a Carlotta a bajar de la motocicleta—. Aunque el rollo de la
damisela en apuros nunca había funcionado con él.
Me reí.
—Creo que Lotta no tiene estómago para carreras como estas. Fue intenso.
—Pero tú sí, patinadora —dijo Nevio. ¿Parecía impresionado?
Carlotta se acercó tambaleándose al auto y, por un momento, estuve segura
de que vomitaría, pero luego cuadró los hombros y se subió al asiento trasero con
Massimo.
—Tienes que ir delante conmigo. Parece que Massimo tiene que hacer de
médico.
Me bajé de la moto, intentando no mostrar que mis piernas también se
sentían como de goma. De hecho, había disfrutado el viaje más de lo que pensaba,
pero no estaba acostumbrada a la velocidad en combinación con el hedor de las
aguas residuales.
91
Nevio me abrió la puerta en un raro acto de caballerosidad y me tendió la
mano con la palma hacia arriba en un gesto burlón de caballero. Reprimí una
sonrisa y tomé su mano, luego me subí al asiento del pasajero.
Me volví hacia Carlotta. Aún parecía pálida y, de repente, me preocupé por
su corazón.
—¿Estás bien?
Me dio una sonrisa pequeña.
—Sí. Solo un poco de náuseas.
Asentí, luego me di vuelta y bajé los tirantes de mi overol antes de deslizarlo
por mi cuerpo. Por fortuna, la RAM era un vehículo bestial, de modo que tuve
suficiente espacio para moverme. Al final, me lo quité y me anudé la blusa sobre
el pecho, luego abrí los tres botones superiores.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Nevio, y noté su mirada fija en mí.
Aún no había arrancado el motor.
—Este es mi traje de fiesta. El overol solo era mi disfraz.
—Te hace preguntarte qué más escondes bajo esa dulce actitud de
marimacho —reflexionó Nevio.
—¿Este viaje despegará pronto? —preguntó Alessio con impaciencia.
Nevio apartó sus ojos de mí con aire de molestia y puso el auto en marcha.
Como antes con la moto, volvió a correr.
—Las provisiones están en la consola central.
Abrí la consola y encontré una serie de pequeñas botellas en su interior.
Todo, desde vodka con Jim Beam hasta Jaegermeister. La única opción sin alcohol
era Red Bull.
—Jaegerbomb para que mi sangre bombee —dijo Nevio.
—Y para mí —dijo Alessio.
—Jim Beam —dijo Massimo.
—Nevio, tú conduces —dijo Carlotta—. ¿Y si provocas un accidente?
Nevio hizo un gesto a Massimo.
—Le envío esta pregunta a mi defensor legal. —Me miró—. Jaegerbomb.
Massimo se volvió hacia Lotta.
—Teniendo en cuenta la alta tolerancia de Nevio al alcohol debido a años
de consumo, es muy poco probable que una bebida, sobre todo mezclada con una
bebida energética, influya negativamente en sus habilidades de conducción. Su
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estilo de conducción es peligroso bajo cualquier circunstancia.
—Gracias —dijo Nevio secamente. Le abrí la pequeña botella de
Jaegermeister y la lata de Red Bull.
—Toma un trago de la lata —dijo Nevio.
Lo hice sin pensar en ello a pesar de que odiaba las bebidas energéticas.
Fruncí el ceño.
—Ahora debería haber espacio para el Jaegermeister. —Vertí el alcohol en
la bebida, y luego se la entregué a Nevio.
En el asiento trasero, Massimo y Carlotta discutían sobre los peligros de
conducir en estado de ebriedad.
—Pasemos ahora a la segunda parte de tu declaración. Las consecuencias
de un accidente automovilístico serían menores para nosotros. Nuestro vehículo es
enorme, y es poco probable que haya consecuencias legales.
—Pero otras personas podrían resultar heridas.
La expresión de Massimo dejó claro que eso no era de su incumbencia.
—Es poco probable que choquemos con una familia a esta hora de la noche.
Carlotta sacudió la cabeza, dándose cuenta, con suerte, de la inutilidad de
discutir sobre conciencia con Massimo.
—Sigue siendo irresponsable.
—¿Sabes qué? Que sea un Jaegermeister doble sin la bomba. Necesito
emborracharme lo antes posible —dijo Alessio arrastrando las palabras. Contuve
una risa. Escuchar a Massimo y Carlotta podía resultar agotador. Le entregué dos
botellas, y luego tomé una para mí. Nunca había probado el Jaegermeister. Rara
vez bebía alcohol.
—No te emborraches durante mi turno —advirtió Nevio—. Tengo toda la
intención de no recordar nada mañana por la mañana, así que debes mantenerte
sobria.
—No estoy aquí para cuidarte —dije indignada, felicitándome internamente
por el toque de descaro en mi voz.
—Se supone que debes mantenernos a salvo —añadió Carlotta.
Nevio resopló.
—Lotta, todo el mundo sabe que estás aquí con nosotros. Estarás a salvo,
incluso si los tres terminamos desmayados en nuestro propio vómito al final de la
noche.
Carlotta le dirigió a Massimo una mirada crítica. 93
Se puso serio.
—Rory, escucha, esta mierda emocional no es lo mío, pero si en serio
sientes que necesitas arruinarte con Nevio, entonces al menos elige un lugar y un
momento diferentes. Nevio en las fiestas es como una pipa de crack. El subidón es
corto y no vale la pena los estragos que te causará.
—¿Por qué insistes en protegerme? ¿No veo que adviertas a Carlotta de
Massimo?
Alessio resopló.
—Carlotta tiene a Dios, y Massimo tiene la lógica. Estarán bien.
Tomé una respiración profunda.
—Estaré bien, ¿de acuerdo? Nevio no quiere nada de mí. Solo somos
buenos amigos, así que puedes relajarte.
La expresión de Alessio despertó mi curiosidad.
—¿Cierto? —pregunté.
Alessio retrocedió.
—Rory, déjalo hacer algo noble por una vez. No seas estúpida. No tientes a
algo que no puedes controlar.
Dio media vuelta y desapareció dentro de la casa. Si había planeado
mantenerme alejada de Nevio, su táctica había resultado contraproducente.
Entré, incluso más decidida que antes. Si Nevio me alejaba porque pensaba
que estaba siendo noble, le demostraría que no necesitaba protección, y menos de
él.
Era una Scuderi. No era una extraña que lloraría hasta quedarse dormida
por todos los horrores de su pasado y presente. Papá era un Ejecutor, y aunque no
me gustaba insistir en los detalles de su trabajo diario, sabía que era cruel y brutal.
Aun así lo amaba, y mamá también.
Nevio no estaba en la sala cuando entré. Sin embargo, Massimo y Carlotta
aún estaban en el lugar donde los había visto por última vez. Ella me miró
inquisitivamente e hizo un movimiento como si quisiera acercarse a mí. Sacudí la
cabeza. Estaba bien. Pareció dudosa, pero volví a negar con la cabeza.
Me dirigí a la cocina, pero Nevio tampoco estaba allí, así que avancé a la
escalera amplia conduciendo al segundo piso. ¿Y si estaba ahí arriba con las
chicas? En realidad, no quería pillarlo en el acto. Una cosa era saber qué estaba
haciendo. Un asunto muy diferente era verlo.
Dudé al pie de las escaleras. ¿Qué haría si lo encontrara con las dos chicas? 99
¿Saltar entre ellos? ¿Arrastrarlo?
—¿Estás perdida? —preguntó un chico con cabello rubio oscuro, una
camisa polo con cuello levantado y una cicatriz en la mejilla que sugería que estaba
en una de las fraternidades pasadas de moda.
A veces lo sentía. Le di una sonrisa firme.
—No, estoy bien.
Él se acercó.
—¿Estás sola?
—No, vine con unos amigos —respondí—. Umm, ¿hay algo más que
necesites? —Esperaba que recibiera el memorándum. No estaba interesada en su
coqueteo. Tal vez poner celoso a Nevio hubiera sido una opción, pero no quería
empezar a jugar este tipo de juegos, y si Nevio no estaba interesado en mí, los celos
difícilmente estaban en el menú.
Vi a Alessio en la puerta de la cocina, observando con leve interés. No
quería provocar una escena, por lo cual la Trinidad Impía era famosa, y entrecerré
los ojos hacia él. Se quedó donde estaba y no intervino.
El chico siguió mi mirada, luego hizo una mueca y se fue sin decir una
palabra más.
Alessio pasó junto a mí, luciendo satisfecho de sí mismo.
—Nevio no se pone celoso…
Suspiré y subí las escaleras antes de que me involucrara en otra de sus
advertencias siniestras.
Mi corazón se aceleró cuando llegué al rellano del primer piso. No había
nadie en el pasillo, pero podía escuchar voces y risitas desde un par de habitaciones
y desde la esquina al final del pasillo. Caminé lentamente por el pasillo hacia la
esquina.
La voz de una chica se elevó enojada, y una voz masculina profunda dijo
algo a su vez. No podía oír lo que decían, pero me di cuenta de que no era agradable
solo por el tono. Definitivamente era la voz de Nevio.
Me detuve justo antes de la esquina, preocupada por lo que encontraría.
Sonó una bofetada que me hizo saltar. Doblé la esquina cuando Nevio agarró a una
chica por el cuello y la empujó contra la pared, su barbilla y mejilla inferior
izquierda poniéndose rojas, y sus ojos tan aterradores que incluso yo le tuve un
poco de miedo. La chica parecía realmente fuera de sí por el miedo.
—Nunca más —gruñó Nevio, luego sus ojos se dirigieron hacia mí, parada
100
congelada en el pasillo. Soltó a la chica inmediatamente y dio un paso atrás. Con
una sonrisa dura, retrocedió hasta la pared y se apoyó contra ella. Su cremallera
estaba abierta y sus bóxers debajo torcidos. Ni siquiera llevaba camisa, solo su
chaqueta de cuero.
La chica se apartó de la pared y pasó corriendo a mi lado.
—Puedes quedártelo. Diviértete chupándole la polla —siseó mientras lo
hacía.
La vi irse con los labios entreabiertos. No estaba segura de lo que había
pasado. Por el rabillo del ojo, vi a Nevio arreglarse los bóxers y subirse la
cremallera. Obviamente no esperaba que yo hiciera lo que la chica había sugerido,
aunque debió haberla escuchado. Sacó un cigarrillo del bolsillo de su pantalón, lo
encendió y luego dio una calada profunda.
Nos quedamos así por un tiempo, sin decir nada.
Estaba apoyado contra la pared, con la cabeza gacha, su cabello cayendo
sobre su rostro, y ocultándome su expresión. La botella de vodka medio vacía
estaba junto a él, en el suelo. No podía creer que ya se hubiera bebido la mitad. El
cigarrillo colgaba de su boca y la punta brillaba siniestramente. Mis ojos
recorrieron sus brazos musculosos, sus abdominales pronunciados y la curvatura
estrecha de sus caderas, odiando la idea de que la chica hubiera sentido esta parte
de él, que hubiera pasado sus manos sobre él como yo quería hacerlo. Conocía a
Nevio de toda mi vida, lo había visto sin camisa innumerables veces, pero en los
últimos años, esa visión había tenido un impacto diferente en mí. Quería tocarlo,
sentir su cuerpo contra el mío, apoyar mi nariz en su cuello y olerlo: sándalo y
almizcle, a veces un toque de cobre, en el que nunca permití que mi mente se
detuviera.
Mi piel se calentó, luego más caliente cuando seguí el indicio de vellos
oscuros en sus jeans negros. Su cinturón de cuero ya estaba medio desabrochado.
Me dolía el pecho al pensar en lo que casi había escuchado. Aunque, eso no hizo
que lo deseara menos. Cada parte de mí deseaba a Nevio.
No era saludable ni aconsejable, pero era un hecho, como le gustaba decir
a Massimo, y en consecuencia, también a Carlotta. Debería estar con ella ahora,
no aquí arriba, sobre todo no aquí con Nevio. Pero Carlotta estaba a salvo. Mucho
más segura que yo en todos los sentidos de la palabra.
Tenía la sensación de que esta era mi oportunidad. Quizás la única. La
guardia de Nevio estaba baja. Podría… ¿qué podría hacer de verdad? Hablar con
él estaba fuera de discusión en el estado en el que se encontraba. Había visto cuánto
había bebido, sin mencionar la marihuana que había fumado, que podía oler
incluso desde la distancia. Tal vez podría… besarlo. Mostrarle que no era uno de
los chicos. No había mirado en mi dirección de la manera que esperaba esta noche 101
a pesar de mi atuendo, no de la manera en que me miraban otros chicos, incluso si
era tan diferente a cualquier cosa que usara por lo general. Era aire para él. No
estaba segura de qué más hacer para llamar su atención.
—No deberías estar aquí —dijo con el cigarrillo entre los dientes, aún sin
levantar la vista.
—Necesitaba un descanso de la fiesta y pensé que aquí estaría tranquilo.
—No deberías estar en esta fiesta —aclaró y levantó la cara, sus ojos
oscuros golpeándome.
Entonces, eso era lo que pensaba.
Me sonrojé, primero por sus palabras duras, luego por su expresión de
enojo. Sin embargo, algo en sus ojos iluminó mis entrañas de una manera que no
tenía nada que ver con la vergüenza por sus palabras. Mi mirada se deslizó hacia
abajo. El lado izquierdo de su mandíbula y la parte inferior de su mejilla estaban
rojos.
Me acerqué a él y toqué el lugar.
—Está hinchado.
Su mano se elevó, apretando sus dedos alrededor de mi muñeca. Me congelé
y tragué fuerte porque sus ojos eran como brasas, y mi cuerpo se incendió. Su 102
agarre alrededor de mi muñeca me dolió mucho.
—Nevio —susurré, y él aflojó su agarre, dejando caer mi muñeca como si
le quemara.
Se enderezó, acercándonos. Incliné la cabeza hacia atrás para mirarlo. La
forma en que aún me observaba me hizo querer correr. Podía decir que esto podría
terminar de muy mala manera.
¿Cómo podría no ser así? Olía a hierba, cigarrillos y alcohol, no eran olores
que me gustaran, pero debajo estaba el propio aroma almizclado y herbáceo de
Nevio que me atrapó en su trampa. Me lamí los labios. Nevio dio un paso más y
me agarró la barbilla, pero no de manera gentil.
—¿Te vestiste así para alguien especial?
Su voz me hizo querer huir de él y acercarme a él al mismo tiempo. Algo
estaba completamente mal en mí.
—¿No lo sabes? —susurré. Él debe saberlo.
—Rory, lo que sé es que esta casa está llena de gente mala, y yo soy el peor.
—Se inclinó para que nuestros ojos se encontraran—. Aléjate de nuestras fiestas.
Aléjate de mí. —Tomó mi blusa y abotonó los botones superiores, luego deshizo
el nudo sobre mi ombligo y tiró del dobladillo hacia abajo para que cubriera mi
vientre—. Esa eres tú.
Hice una mueca, mis mejillas ardiendo ferozmente por la aguda
mortificación. No dije nada porque me quedé sin palabras, como me pasaba a
menudo con Nevio.
—Ahora baja las escaleras, agarra a Lotti, lárgate de aquí y vuelve a tu
cómoda cama. Dile a Massimo que las lleve, y si te veo por ahí cuando baje las
escaleras, me las pagarás en grande.
Mis labios se abrieron, y sentí el ardor traicionero de las lágrimas en mis
ojos. Respiré por la nariz, decidida a no llorar delante de Nevio.
Examinó mis ojos, demasiado observador pero cruel, enseñó los dientes y
dio un paso atrás.
—Rory, vuelve a casa. Estás en mi camino. Necesito encontrar una perra
que me la chupe.
Quería gritar y enojarme, decirle algo realmente desagradable, pero, como
siempre, nada salió de mis labios. Me di la vuelta y bajé las escaleras a
trompicones. Unas cuantas lágrimas corrieron por mis mejillas, pero las sequé
antes de que alguien pudiera verlas. Carlotta sentada en el reposabrazos del sofá,
Massimo estaba a su lado y una de sus piernas estaba presionada contra la de él. 103
Me di cuenta de que estaban atrapados en una de sus discusiones más comunes
sobre lo que creían o, en el caso de Massimo, lo que no creían.
No quise interrumpirlos. Me escabullí a la cocina con la esperanza de
encontrar una bebida alcohólica que pudiera tolerar. Odiaba el sabor de la mayoría
de ellas. Pero ahora quería emborracharme o al menos embotarme para olvidar mi
conversación con Nevio. Una parte de mí quería volver arriba para confrontarlo y
decirle lo que pensaba por primera vez en la vida, pero eso habría requerido un
nivel de ebriedad que definitivamente no adquiriría esta noche. A veces odiaba ser
tan santurrona. Me congelé en la puerta de la cocina. Alessio estaba besando a una
chica. Se alejó de ella inmediatamente, alerta como siempre, y me miró a los ojos.
Me sonrojé furiosamente y tartamudeé una disculpa, luego hui del lugar como si
los hubiera pillado desnudos haciendo el rodeo. Si ni siquiera podía soportar ver a
alguien besándose, ¿cómo se suponía que iba a hacer un movimiento hacia Nevio?
Aunque, de todos modos, después de esta noche eso era un sueño lejano.
Quizás mi reacción ante las muestras públicas de afecto era la razón por la
que Nevio no me veía como una mujer sino como una niña. Si no podía soportar
ver algo tan inofensivo como un beso, ¿cómo iba a ser parte de los actos obscenos
que sin duda Nevio estaba haciendo? No estaba segura de estar preparada para el
nivel de Nevio, pero quería estarlo.
Finalmente, me conformé con un poco de vodka con jugo, aunque el jugo
de naranja apenas enmascaró el sabor del alcohol. Después de unos sorbos, mi
mirada se cruzó con la de Carlotta. Se levantó del reposabrazos y se dirigió hacia
mí rápidamente. La mirada intensa de Massimo la siguió durante todo el camino
como si la hubieran pegado a su espalda. Deseaba que Nevio me mirara con ese
nivel de interés, aunque Massimo siempre me asustaba un poco.
Carlotta frunció los labios a medida que contempló mi bebida.
—La última vez que probaste vodka, vomitaste detrás de un arbusto.
Hice una mueca al recordar la diversión de Nevio por el incidente. Ese había
sido uno de mis muchos momentos embarazosos con él. Era un desastre.
—¿Cómo sabes que no solo es jugo de naranja?
Carlotta me lanzó una mirada penetrante.
—Porque tu expresión me dice que necesitas algo más fuerte.
Solté una carcajada. Me conocía demasiado bien. Me encogí un poco de
hombros.
—Tú y Massimo parecían bastante acogedores.
—Solo estábamos hablando. —Las cejas oscuras de Carlotta se fruncieron
y sus ojos volvieron a donde Massimo estaba sentado en el sofá, ahora conversando
104
con un chico que no conocía. Pero él la miró directamente como si pudiera sentir
su mirada. Ella sonrió y saludó con la mano. Él asintió.
Resoplé.
—Quiere hacer más que hablar.
Carlotta sacudió la cabeza lentamente y se volvió hacia mí.
—¿Qué hay de ti y Nevio? Pensé que querías hablar con él.
Tomé otro sorbo de mi bebida y casi me atraganté.
—Tal vez sea mejor que las cosas entre Nevio y tú no funcionen. Es el
monstruo debajo de tu cama —dijo Carlotta como si no lo supiera.
—No tiene intención de acercarse a mi cama, así que no tienes que
preocuparte. Estás más cerca que yo de tener un monstruo debajo de tu cama.
La mirada de Carlotta volvió a Massimo y sus mejillas se sonrojaron.
Suspiré.
—Vuelve con tu monstruo.
—Él no es…
No estaba segura de lo que quería negar. Que era un monstruo. O que era
suyo. Ninguno de los dos habría sido convincente, así que fue bueno que se hubiera
detenido.
—Debería quedarme contigo. O mejor aún, deberíamos ir a casa y ver una
película en lugar de quedarnos aquí. Estoy segura de que Massimo nos llevaría a
casa si se lo pidiera.
Recordé que Nevio había ordenado lo mismo, y mi cuerpo se erizó ante la
idea.
—No —dije con firmeza—. Ve con Massimo, y yo hablaré con Alessio. Lo
vi en la cocina.
Carlotta agarró mi mano.
—Vienes conmigo. Le agradas a Massimo. Estará feliz de hablar con
nosotras dos.
—No quiero ser la quinta rueda —murmuré. Tenía demasiada práctica con
el papel. La mayor parte de nuestras vidas, Carlotta y yo habíamos sido una especie
de quinta rueda cuando merodeábamos por la mansión Falcone. Nevio, Massimo
y Alessio siempre habían tenido un vínculo inseparable, e incluso Greta de alguna
manera había sido parte de él.
—No lo harás —dijo con firmeza.
105
—Aurora —me saludó Massimo neutralmente cuando me detuve en el sofá.
Le di una sonrisa de disculpa, pero sus cejas se fruncieron como si no
entendiera por qué, así que en su lugar tomé un trago de mi bebida. Dejé que mi
mirada recorriera la enorme sala de estar. Ni siquiera estaba segura de a quién
pertenecía. Muchas caras me resultaban familiares, como las de los hijos e hijas de
los camorristas o personas que conocía de la escuela. La mayoría eran mayores, en
edad universitaria, como Alessio, Nevio y Massimo.
Aún me resultaba extraño considerar que estaría en la universidad este
otoño. Si el estado de Nevada me aceptaba para su programa de enfermería, lo cual
era muy probable considerando quién era mi padre. Una parte de mí no estaba
segura de que fuera la decisión correcta. Tomaría el lugar de alguien que necesitaba
un título para trabajar. Podría trabajar como enfermera o médico si dejaba que los
médicos y enfermeras de la Camorra me enseñaran lo que saben. De todos modos,
nunca me permitirían trabajar en un hospital que no fuera de la mafia.
—¿Por qué no estás en la universidad? Eres un genio —le dije a Massimo
cuando me di cuenta de que había permanecido allí como una columna de sal
durante demasiado tiempo.
Massimo ladeó la cabeza y se encogió de hombros.
—No veo que eso haga una diferencia. Lo que quiero aprender se puede
encontrar en recursos en línea.
Supuse que tenía razón. Un título tampoco tendría sentido para él.
—¿Por qué la escuela de enfermería? —preguntó Massimo.
Salté.
—Me gusta cuidar de la gente. Quiero ayudarlos a sanar.
—Podrías haberte convertido en médico.
Lo había pensado, pero quería estar aún más cerca de los pacientes. Por
ahora, el programa de enfermería parecía la manera perfecta de dedicarme a mis
intereses.
Carlotta sonrió amablemente.
—Aún recuerdo a las amables enfermeras que me cuidaron cuando estuve
en el hospital durante la larga recuperación después de mi cirugía cardíaca.
Hicieron soportables los tiempos difíciles. En realidad, no recuerdo los nombres
de los médicos.
—La Camorra siempre necesita personas que sepan cómo tratar las heridas,
por lo que es un título útil —dijo Massimo.
Asentí. Preferiría trabajar en la UCIN para bebés prematuros más adelante, 106
pero sabía que tal vez eso no sería posible.
Carlotta dijo algo más, pero mi atención estaba puesta en Nevio, que salió
de la cocina con una botella de tequila. Alessio estaba justo detrás de él, sacudiendo
la cabeza con expresión de exasperación.
Massimo se puso de pie, y entrecerró los ojos cuando Nevio se detuvo en
medio de la habitación. Un grupo de chicos en edad universitaria, todos con cara
de ebrios, formaron un semicírculo alrededor de Nevio.
Nevio señaló con la botella a uno de los chicos, el más alto y, por la
dinámica del grupo, su líder. También era el tipo que me había hablado en el
vestíbulo.
—A este señor le gustan las apuestas —gritó Nevio.
Massimo soltó un suspiro.
—Piensa que estoy fanfarroneando y no me cortaría la muñeca. —La
sonrisa de Nevio se hizo más amplia, toda dientes—. Si gano, disparará fuegos
artificiales desde su trasero.
Me quedé helada.
—No lo hará, ¿verdad?
La mirada de Massimo me dio pocas esperanzas. Nevio sacó un cuchillo
largo de una funda que llevaba en la pantorrilla.
Los ojos del chico se abrieron como platos. ¿En serio era una coincidencia
que Nevio y el chico que había intentado coquetear conmigo estuvieran en eso?
Nevio se volvió hacia una chica a su derecha.
—Sostén mi botella por mí. —Ella la tomó con una risita.
Un sabor amargo se extendió por mi boca.
Un silencio se apoderó de la multitud cuando Nevio pasó la hoja por su
muñeca.
—¡Maldita sea, estás enfermo! ¿Qué clase de psicópata eres? —gritó el tipo,
pareciendo al borde del pánico.
Mi vientre se contrajo al ver la sangre goteando del corte de Nevio. Dejé mi
bebida sobre una mesa y corrí hacia él. Cuando llegué a su lado, simplemente
aceptó la botella de la chica que parecía a punto de vomitar sobre sus zapatos y
tomó un sorbo antes de arrojar la mitad de la botella sobre su cuchillo y herida.
Luego Nevio brindó con el grupo de universitarios.
—Hora de los fuegos artificiales. 107
Giulio retrocedió.
—No voy a mostrar mi trasero delante de todos.
—Todo el tiempo te la pasas exhibiéndote. ¿Desde cuándo tienes
vergüenza? —murmuró Caterina. Ella y Luna aún jugaban a un ridículo juego de
mesa con muchos rosas y unicornios.
—Ven a la enfermería, y lo miraré más de cerca —dijo Nino con una voz
cortante que hizo que Giulio lo siguiera sin protestar.
—Mantenme informado —llamé, luego me dirigí a la cocina. Necesitaba
un café con una dosis doble de expreso y tal vez algunas bebidas energéticas para
desayunar.
Pasos me siguieron. No tuve que girarme para saber que era Massimo.
Mamá no tenía la paciencia para lidiar ahora conmigo. Y Kiara hacía mucho que
había abandonado su actitud acaramelada conmigo.
—Espera con tu sermón hasta que tenga cafeína —gruñí y me serví un café,
luego dos tragos de nuestra máquina de café automática—. ¿Preparaste todo esto
con mi hermano? —pregunté después de terminar la taza, señalando mi estado
húmedo.
Massimo levantó una ceja.
—Alessio le dijo que necesitabas un duro despertar.
—¿Qué tal si Alessio y tú se mantienen al margen de mis malditos asuntos?
—No si tus asuntos ponen en peligro la solidaridad de las familias Scuderi-
Falcone.
Puse los ojos en blanco y me arrepentí de inmediato.
—No exageres.
Massimo entrecerró los ojos.
—Nevio, esto es serio. Esto podría salirse de control. Fabiano y Leona no
se lo tomarán muy bien si descubren lo que hiciste.
—No recuerdo ni puta mierda —murmuré—. Estaba totalmente borracho.
—Dudo que sea una excusa que alguien vaya a escuchar. Intenta aclarar las
cosas con Aurora.
—¿Cómo se supone que voy a hacer eso? —Él lo sabía todo. Quizás
también tenía una jodida solución para este problema.
—No seas idiota —dijo Massimo.
Me serví otro café. 120
121
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado, pero estaba empezando 122
a sentirme mal otra vez. Tal vez porque la habitación apestaba a mi vómito, o
porque me dolía mucho la vagina, o porque me sentía como la idiota más grande
de este planeta. Nevio aún no se había movido de donde estaba tendido a mi lado,
respirando uniformemente, felizmente dormido. También deseé desmayarme.
Aunque en realidad no quería que me encontraran en mi situación actual.
Nuestro círculo era un pozo negro de chismes, y este rumor equivaldría a una
bomba atómica.
La puerta se abrió, y Massimo apareció antes de que pudiera sentarme o
descubrir qué estaba pasando. Me alegré de haberme cubierto con la falda, pero
la situación aún era comprometedora, y Massimo era demasiado inteligente.
Sus ojos penetrantes captaron la escena y probablemente descubrieron
cada pequeño detalle de mi mortificación.
El rostro de Carlotta enmarcado por sus rizos oscuros se asomó más allá
del amplio cuerpo de Massimo. Sus ojos se abrieron del todo, pasó junto a
Massimo y entró corriendo en la habitación. Massimo cerró la puerta, lo cual
agradecí. No necesitaba que nadie más me viera así.
—Rory, ¿qué pasó? —preguntó Carlotta después de mirar despectivamente
a Nevio, que aún no se había movido. Nunca lo había visto tan fuera de sí.
Probablemente no recordaría nada mañana. Casi me ahogo de la risa. ¿De verdad
había pensado que esta noche terminaría con una epifanía para él?
Me senté, y fruncí los labios cuando me di cuenta de que tenía salpicaduras
de vómito en el brazo y la pierna. Mi camisa tampoco terminó ilesa. Me estremecí.
—Veré si el baño está despejado para que puedas ayudar a Aurora a
limpiarse. Una vez que hayan terminado, bajen a mi auto. Estaré allí en un
momento —dijo Massimo. Apenas me miró mientras se dirigía hacia Nevio, ya
levantando su teléfono, probablemente para llamar a Alessio para pedir
refuerzos—. Tienes que subir, el segundo dormitorio a la izquierda.
Colgó y pasó junto a nosotras hacia el pasillo. Golpeó la puerta del baño y
ahuyentó a un par de chicas que no conocía.
—Gracias —dijo Carlotta a medida que me llevaba al interior.
Él asintió brevemente, luego cerró la puerta del baño y Carlotta la cerró
con llave. Me hundí en el borde de la bañera, y las lágrimas empezaron a fluir
libremente otra vez.
Carlotta mojó una toallita en agua, luego se hundió a mi lado y empezó a
limpiarme la cara, los brazos y las piernas.
123
—Rory, ¿qué hizo?
El trasfondo de miedo e ira en su voz me dijo que estaba pensando en algo
equivocado.
—No es lo que piensas. No me obligó.
Me detuve porque ni siquiera yo podía describir lo que había sucedido entre
nosotros.
—¿Se acostaron?
Cerré mis ojos.
—Se desmayó al momento en que estuvo dentro de mí. —Me estremecí
cuando las palabras me abandonaron. Había fantaseado con tener mi primera vez
con Nevio. Esto ni siquiera estaba en el mismo hemisferio que mi fantasía. Abrí
los ojos y vi la vergüenza y compasión reflejadas en el rostro de Carlotta. Rara vez
hablábamos de sexo ya que ninguna de las dos se sentía en realidad cómoda con
el tema, pero necesitaba desahogarme y ella era la única con quien podía hablar
de esto—. Ahora puedes decir que me lo dijiste.
Carlotta sacudió la cabeza con expresión de molestia.
—No así, no ahora. —Me frotó la espalda—. ¿Se lo dirás a alguien?
Sacudí la cabeza porque eso no cambiaría nada. Solo empeoraría la
situación diez veces más.
—Quiero fingir que esto nunca sucedió y seguir adelante. —Después de
mirar el rostro dudoso de Carlotta, agregué—: Sé que será difícil seguir adelante.
—Ves a Nevio todos los días. Tus sentimientos no desaparecerán
mágicamente porque actuó como un imbécil. Ha estado haciendo eso durante
años, y aun así caíste.
—Auch —susurré.
—Rory, en serio pareces un desastre.
—¿Puedo quedarme esta noche en tu casa? —pregunté, preocupada de que
papá o mamá se dieran cuenta de algo, y entonces tendría que pagar un infierno.
A papá le encantaban los Falcone, pero esto lo arruinaría todo. No sería
responsable de un declive como ese.
—Por supuesto —dijo Carlotta en voz baja—. Pero tu papá no estará feliz
si no vuelves a casa esta noche.
—Massimo puede decirle una mentira y, si quiere confirmar que estoy
contigo, papá puede llamar a tu hermano.
Carlotta asintió. Cuando bajamos las escaleras, nadie nos prestó mucha
atención. Una amiga acompañando a otra amiga que había bebido demasiado y 124
parecía una mierda no valía la pena ni ver.
De camino al auto de Massimo, vi a Alessio y Massimo con Nevio entre
ellos, arrastrándolo por la acera. Abrieron el maletero de la camioneta y metieron
a Nevio dentro.
Me alegré de no tener que ver la cara de Nevio mientras Massimo nos
llevaba a la casa de Carlotta. No estaba segura de poder volver a enfrentarlo otra
vez.
—¿Crees que Nevio se acuerda? —pregunté miserablemente. No estaba
segura de qué opción prefería.
Carlotta soltó un resoplido.
—Estoy segura de que Massimo hablará con él. Estaba furioso.
No era la única que se engañaba cuando se trataba del otro sexo. Si Massimo
estaba enojado, entonces era porque Nevio no tenía control de sí mismo. No por
mi culpa.
—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó Carlotta mientras nos sentábamos a
la mesa, cada una con una porción gigante de huevos revueltos. De hecho, no tenía
hambre, sobre todo cuando recordé el sabor de mi hamburguesa a medida que la
vomitaba, pero no quería que los esfuerzos de Carlotta se desperdiciaran. Me metí
un bocado de huevos en la boca—. Tienes que superarlo.
Le di una sonrisa sardónica.
—Lo sé, créeme, y estoy en camino. —Luego me corregí—. Estoy al
principio de un camino largo. —Suspiré y pinché otro trozo de huevo, deseando
que fueran las partes íntimas de Nevio—. Creo que necesito algo de espacio. No
puedo quedarme aquí.
Carlotta asintió.
—¿Quieres volver a cuidar a Roman? 125
—Mamá, hubo paz durante mucho tiempo antes, y ahora que Amo y Greta
están casados, ni Luca ni Remo se arriesgarán a otra guerra. Tengo muchas ganas
de pasar algún tiempo con nuestra familia en Nueva York. En realidad, extraño ver
a mis tías y primos. No tenemos familia aquí, lo que me entristece. Sé que nunca
podré ver a la familia de papá en Chicago, pero quiero estar con la familia con la
que no estamos en guerra.
Mamá suspiró.
—Esto es mucho para digerir. Es mayo, así que nos estás contando esto un
poco tarde. Me preocupa que esta decisión se base en algo que debería saber.
—Simplemente siento que necesito pasar algo de tiempo con otras personas.
Carlotta visitará a su familia en Los Ángeles, y no quiero pasar el verano con la
Trinidad Impía, ni con mi hermanito.
Mamá asintió lentamente.
—También preferiría que no pasaras el verano con el trío.
Si tan solo supieras…
Los recuerdos de anoche aparecieron sin ser invitados.
—¿Me dejarás pasar el verano en Nueva York? —Pude ver la vacilación en
el rostro de mamá—. Te necesito de mi lado para esto. Papá no estará de acuerdo
si dudas.
—Llamaré a Aria esta noche. Primero, déjame arreglar las cosas con ella.
Si tengo un buen presentimiento después de mi charla con ella, tendrás que usar tu
encanto con él, y luego hablaré con él para romper sus últimas defensas.
La abracé.
—Gracias, mamá.
—Primero tengo que charlar con Aria. Aún no me he decidido.
Dudaba que Aria dijera algo que pudiera intensificar la vacilación de mamá.
Aria quería que nuestra familia estuviera unida. Extrañaba a papá, y estaría
encantada de tenerme con ellos. Ahora solo tenía que sobrevivir las semanas hasta
poder irme. Ni siquiera mamá me permitiría ir a Nueva York dentro de diez días
antes de mi cumpleaños.
130
Una vez en casa, me fui a mi habitación y no salí de ella excepto para cenar
esa noche. Podía escuchar risas provenientes de la piscina en las instalaciones de
los Falcone. No podía verlo desde mi ventana, pero podía imaginarme al trío
divirtiéndose.
Apreté mis labios. Nevio probablemente siguió su día como si nada hubiera
pasado. Respiré profundo cuando una ola de ira mezclada con un dolor profundo
brotó en mí. Si esto no era una prueba de que no le importaba a Nevio, no sabía
qué era.
Cuadré mis hombros. Estaba harta. Terminé con esto. De una vez por todas.
Tuve mi fiesta de lástima la noche anterior y esta mañana. Ya me había
avergonzado lo suficiente para toda la vida. Simplemente dejaría esto atrás como
lo había hecho Nevio. No iba a deprimirme y llorar de nuevo.
Me senté en el alféizar de la ventana y saqué mi teléfono. Desde la boda,
volví a tener el número de Isa, así que le envié un mensaje de texto.
Yo: ¿Qué harás este verano?
Isa: Escribir algunos ensayos en preparación para mis cursos. Y, con
suerte, escapar del calor de Nueva York y pasar unas semanas en los Hampton.
Yo: Los Hampton suenan perfectos. Ojalá pudiera pasar el verano contigo.
Isa: Hazlo.
Sonreí.
Yo: Necesito la aprobación de mis padres. Mamá va a hablar con Aria esta
noche.
Isa: ¿Vendrás sola?
Yo: Solo yo.
Isa: Genial. Mantenme informada. Si quieres, puedo hablar con mi madre.
Yo: Eso sería estupendo. Necesito todo el apoyo que pueda conseguir.
Isa: Hecho. Tendremos el verano de nuestras vidas.
Dejé escapar un suspiro. Ser tan positiva no era propio de Isa, pero tal vez
necesitaba un gran verano tanto como yo. Ella misma había pasado por algunas 131
cosas, así que ambas podíamos patearnos el trasero si terminábamos deprimidas.
Me sentí mejor, más ligera, como si, por primera vez en mucho tiempo,
fuera dueña de mi propia vida, de mi felicidad. Había dependido tanto de las
emociones de Nevio que me sentía impotente. Ahora que me había roto el corazón
y había caído tan profundo como podía, podía empezar de nuevo.
—Nevio no tiene alma, y si sabes lo que pasó, entonces también sabrás que
no soy esa persona que quieres para él. Dudo que exista alguien así. Al menos, no
en la Tierra.
Quizás en el infierno.
Greta juntó las manos delante de su vientre.
—Nevio me llamó. Creo que está muy molesto porque te fuiste por lo que
hizo. Aurora, se preocupa por ti, y muy pocas personas pueden decir eso de sí
mismas.
Nevio ciertamente tenía una manera extraña de mostrarme cuánto se
preocupaba por mí.
—Estás entendiendo algo mal. No le importo a Nevio, no así.
Probablemente solo esté enojado porque no obedecí su orden de quedarme en Las
Vegas. Actúa como un Capo, incluso cuando no lo es.
Greta ladeó la cabeza, y entrecerró los ojos a medida que pensaba.
—No creo que tengas razón. Para algunos de nosotros, no es fácil
comprender y actuar según nuestros sentimientos.
—Eso requeriría que Nevio tuviera sentimientos más allá de la ira y el odio
—murmuré.
Me dio una sonrisa pequeña, pero me di cuenta de que lo hizo porque no
quería discutir conmigo, no porque estuviera de acuerdo. Tal vez Nevio podría
sentir más por alguien, pero no sería yo quien atravesaría capa tras capa de
cualquier oscuridad desastrosa que lo cubriera para descubrirlo. Ya terminé con él.
Me había comportado como una tonta y no seguiría haciéndolo. Cuando
regresamos al comedor, solo Aria estaba allí. Mi vientre se tensó.
—¿Dónde está papá?
—Está hablando con Luca, Valerio y Amo en la oficina.
Me estremecí al considerar lo que papá les diría. Apuesto a que tenía una
larga lista de reglas. Antes de que mi preocupación pudiera volverme loca, los tres
salieron de la oficina. Una mirada al rostro de papá me dijo que estaba listo para
irse. Vino hacia mí, y me agarró por los hombros.
—Debería regresar al hotel para dormir un poco antes de mi vuelo
temprano. ¿De acuerdo?
Asentí con una sonrisa tranquilizadora. Podía decir que aún tenía miedo de
dejarme.
—Llámame si necesitas algo. Y si cambias de opinión, puedes volver a casa
150
en cualquier momento.
—Estaré bien.
Dio un paso atrás y asintió, pero sus ojos siguieron preocupados.
Aria pasó un brazo alrededor de mis hombros.
—Fabiano, no tienes ningún motivo para preocuparte. Aurora estará
perfectamente segura aquí.
Los tres nos dirigimos hacia la puerta principal. Di un paso adelante una vez
más, y abracé a papá con fuerza.
—Escribirás todos los días y llamarás a tu madre cada dos días, ¿entendido?
—Sí, papá —dije exasperada. Me había dicho lo mismo una docena de
veces. Retrocedió, luego dio un paso atrás antes de girar y dirigirse hacia el auto
que esperaba.
Me pregunté qué tipo de instrucciones les había dado papá. Probablemente
todas ellas sobre chicos. Saludé con la mano mientras se alejaba, y luego solté un
suspiro profundo. Me sentía aliviada de estar lejos de Las Vegas y de los ojos
vigilantes de mi familia, pero al mismo tiempo, también estaba muy nerviosa. Si
bien me entusiasmaba pasar tiempo con Isa y mis otros primos, extrañaba mis
charlas con mamá y Carlotta. Las llamadas telefónicas ya no eran lo mismo.
—Aurora, me gustaría hablar contigo —dijo Luca.
Me congelé, no esperaba eso.
—Uhh, claro.
Aria le frunció el ceño a su marido, obviamente tan sorprendida por esto
como yo.
—Estoy segura de que esto se puede hacer aquí mismo. Aurora debe estar
cansada.
Luca asintió brevemente antes de mirarme una vez más a los ojos.
—No me importa cómo se manejan las cosas en Las Vegas, pero en mi
territorio no te permitiré ver a ningún chico.
—No estoy aquí para ver chicos —dije con una sonrisa avergonzada. Estaba
aquí para huir de uno.
Aunque llamar «chico» a Nevio parecía terriblemente incorrecto. Nada en
él transmitía la inocencia necesaria para justificar esa etiqueta. La mirada curiosa
de Greta me puso aún más nerviosa que Luca.
Luca asintió satisfecho, pero su expresión permaneció severa. 151
153
Cerré los dedos alrededor del collar de la patineta en el bolsillo de mis jeans.
Aurora le había pedido a Carlotta que me lo devolviera después de que se fuera a
Nueva York. También me había devuelto su regalo de cumpleaños sin abrir, que
ahora esperaba en el maldito cajón de mi mesita de noche. Durante los últimos
años, Alessio, Massimo, Greta y yo siempre le habíamos dado a Aurora un regalo
de cumpleaños grupal, pero este año, después de la jodida fiesta, también le había
comprado aretes de patineta a juego con el collar. Según palabras de Carlotta, el
perdón de Aurora no se podía comprar. Quizás ese había sido el plan. No estaba
jodidamente seguro de por qué había pensado que comprarle joyas era una buena
idea. Lo único que sabía era que, Aurora se había puesto cómoda en mi cabeza.
Era enloquecedor.
En realidad, había huido de Las Vegas lo más rápido que pudo y había
dejado aquí lo que podía recordarle a mí.
—Has estado desanimado desde que Aurora se fue —comentó Alessio
mientras estábamos sentados en la oscuridad del antiguo estudio de ballet de Greta
después de una noche con algunos traficantes de drogas que habían actuado a
espaldas de la Camorra.
No dije nada a medida que sacaba mi mano del bolsillo (sin el collar) y
giraba mi brazo pensando. De vez en cuando aún se sentía un poco rígido por la
fractura. De hecho, me gustaba el dolor sordo, me gustaba cómo me recordaba a
Aurora, a su ira. Había sido hermoso ver este lado de ella, y debido a este maldito
pensamiento loco, no debería estar cerca de ella. Aurora no era una persona
vengativa y enojada, pero yo la hice así. 157
—Es lo mejor. La distancia permitirá que Aurora te saque de su mente. Eso
reducirá el riesgo de dramas futuros —dijo Massimo.
La distancia tal vez le permitiría a Aurora sacarme de su mente, pero ella
era un martilleo constante en mi cráneo. No podía quitármela de encima.
—Si quisiera terapia, acudiría a un psiquiatra.
—No existe ningún psiquiatra que pueda soportar tu tipo de locura —
murmuró Alessio, y luego soltó una carcajada como si hubiera hecho la broma más
grande de todos los tiempos.
Massimo me miró atentamente, aunque en realidad no sabía cómo podía
distinguir mucho en la oscuridad del estudio.
—Estás tramando algo, y tengo la sensación de que causará más problemas.
Deberías alegrarte de que Aurora se haya ido por unas semanas para que las cosas
se calmen. Te das cuenta de eso, ¿verdad?
Me daba cuenta de que su ausencia minimizaría el riesgo de que Fabiano se
enterara de nuestra noche juntos. También me daba cuenta de que su ausencia no
me sentaba bien. No me gustaba que estuviera fuera de nuestro territorio, lo que
significaba fuera de mi alcance y vista.
—Nevio —advirtió Massimo en voz baja.
Levanté las palmas.
—Estoy aquí y me porto bien, ¿qué quieres?
—Que por una vez no sigas tu primer impulso.
163
—Primero tomemos un café. —Valerio estacionó frente a una cafetería
pequeña en la esquina—. Este es mi lugar favorito para tomar cafeína mientras
viajo. A Isa también le encanta escribir aquí.
—Genial —dije a medida que lo seguía dentro del lugar acogedor. Del techo
colgaban macetas, y en los alféizares bajos había cojines mullidos y coloridos que
podían usarse para sentarse. Los muebles eran del tipo «mezclar y combinar».
Emitía una vibra muy boho/hippie, que definitivamente encajaba con Isa, pero no
con Valerio. Sin embargo, supuse que a él no le importaba tanto el diseño.
Valerio asintió a una morena bonita que lo saludaba desde su lugar en una 164
de las mesas altas.
—¿Puedes pedirme un americano?
—Claro —respondí con curiosidad, pero Valerio no dio más detalles a
medida que se dirigía hacia la chica.
De hecho, no era asunto mío. Ni siquiera estaba segura si Valerio estaba
prometido a alguien. Esperé mi turno pacientemente en la fila, intentando no
prestar atención a Valerio y la chica.
—Cuando te vi entrar con Valerio, pensé que ustedes dos eran pareja, pero
supongo que me equivoqué —dijo el barista antes de que pudiera decir algo.
Me reí, un poco sorprendida.
—Es mi primo.
—Ahhh —dijo, sonriendo—. Soy Marcos. Encantado de conocerte, prima
de Valerio.
Era algo lindo en la forma de un chico normal. Amables ojos marrones,
cabello castaño ondulado, sin cicatrices ni tatuajes visibles.
—Soy Aurora. Estoy aquí para visitar a la familia. Soy de Las Vegas.
Hizo una mueca de asombro.
—No pareces una chica de Las Vegas.
Levanté las cejas.
—¿Cómo es una chica de Las Vegas?
—No sé. Nunca he estado ahí. ¿Más llamativa y con más maquillaje y ropa
brillante?
Resoplé.
—Eso no es cierto.
Pareció un poco avergonzado.
—Prefiero tu apariencia. Eres muy linda.
—Ehhh, ¿gracias? —Nunca había recibido un cumplido de un chico.
Se rio y se frotó la nuca.
—Está bien, esto es incómodo. La próxima vez que vengas aquí, seré más
sutil, ¿de acuerdo?
—¿Está bien? —dije, aún un poco insegura de qué hacer con esto.
—Tu primo nos está mirando, así que probablemente ahora debería tomar
165
tu pedido.
Miré por encima del hombro a Valerio, quien efectivamente había dejado
de conversar con la chica y nos observaba atentamente.
Suspiré.
—Un americano para mi primo, y un café con leche helado para mí.
—¿Estás segura de que no quieres algo con espuma encima?
—¿Por qué quieres agregar un mensaje? —bromeé.
Se sonrojó.
—Touché. La próxima vez seré más sutil, lo prometo.
—Ya dijiste eso. —Me reí.
Se giró y comenzó a preparar nuestros pedidos, y Valerio apareció a mi lado.
—¿Todo bien?
—Claro —respondí.
Asintió, pero no se fue. Marcos solo sonrió cuando nos entregó nuestro
pedido, probablemente por la presencia de Valerio.
Valerio y yo salimos juntos.
El coqueteo torpe de Marcos me había levantado el ánimo
considerablemente, aunque no estaba interesada en absoluto. No era ni
remotamente mi tipo, incluso si no quería preguntarme por qué era así.
Probablemente, huiría gritando si supiera mis antecedentes familiares. Aunque
debía saber quién era Valerio.
—Podemos caminar hasta el hospital desde aquí. No está lejos. De esa
manera podremos tomar nuestro café.
—Excelente. —Con una sonrisa, de hecho, me sentí mejor que en mucho
tiempo.
Doblamos una esquina y nuestro entorno se volvió un poco menos bohemio
y más… incompleto. Se me erizaron los pelos del cuello. Miré de reojo por encima
del hombro, buscando en la calle.
Valerio siguió mi ejemplo y luego levantó una ceja.
—¿Qué pasa?
Miré hacia el frente rápidamente.
—Nada. Simplemente pensé que había alguien… —Me detuve. No era una
simple suposición o paranoia, incluso si la expresión de Valerio sugería lo segundo.
Era un presentimiento, uno que siempre tenía con una sola persona. Era una mezcla 166
de ansiedad, muy similar a la sensación de estar demasiado cerca de un depredador
que podría matarte con un golpe de su enorme pata, y emoción.
Solo una persona hacía que mi cuerpo reaccionara así. Valerio caminaba
completamente a sus anchas. Me humedecí los labios, sin saber qué hacer ahora.
¿Nevio de verdad podría estar aquí? Nadie me había mencionado nada. Ya llevaba
cinco días en Nueva York y, hasta el momento, mi rutina diaria se había centrado
en reunirme con mis primos y tías, ir de compras y simplemente relajarme. Pero
hoy sería mi primer día con el equipo médico de la Famiglia.
Miré de nuevo por encima del hombro. Y por una fracción de segundo, un
rostro familiar se asomó detrás de un automóvil al otro lado de la calle. Mi corazón
dejó de latir. Parpadeé y desapareció como si nunca hubiera estado allí. Miré hacia
el frente rápidamente antes de tropezar con mis propios pies. Mis instintos habían
sido correctos. Deseaba tanto que no lo fueran.
¿O era mi subconsciente jugándome una mala pasada?
E incluso si Nevio estuviera aquí, tal vez fuera como parte de un trabajo de
la Camorra para asegurarse de que yo estuviera a salvo. Aun así, no podía imaginar
que papá o Remo hubieran elegido a Nevio para la tarea, considerando el potencial
de caos. Nada de esto tenía sentido.
Valerio se interpuso en mi camino y se cruzó de brazos frente a su pecho.
—Bueno. ¿Qué está sucediendo? —Sus ojos azules buscaron la calle, pero
dudaba que viera a Nevio mientras éste no quisiera ser visto. De todas formas, no
quería arriesgar nada. Valerio era un mafioso, y el hijo de Luca Vitiello. Muchos
lo subestimaban por su exhibición alegre, pero no estaría entre ellos. Sus ojos
vigilantes escanearon meticulosamente nuestro entorno.
Agarré su brazo.
—Vamos. No quiero llegar tarde a mi primer día. He oído que el médico es
severo.
Valerio me permitió arrastrarlo.
—Es misógino y gruñón. Probablemente encontrará fallas en todo, sin
importar lo que hagas. —Sus ojos se desviaron una vez más hacia donde había
estado Nevio—. ¿Crees que alguien te persigue?
Sacudí la cabeza con una risa que sonó un poco falsa en mis oídos, pero
Valerio no me conocía tan bien, así que esperaba que pasara su escrutinio.
—Anoche tuve una pesadilla en la que alguien me acosaba, así que hoy
estoy un poco nerviosa.
Me lanzó una mirada inquisitiva como si supiera que estaba mintiendo, pero
no insistió en el asunto. Quizás porque llegamos al almacén donde se encontraba 167
el hospital de la Famiglia.
Valerio ingresó un código en un teclado junto a la puerta de acero, que se
abrió con un zumbido suave. La abrió, y me hizo un gesto para que entrara. Sus
ojos escanearon nuestros alrededores otra vez antes de seguirme al interior del
edificio.
Tuvo razón en su valoración del médico de la Famiglia. Tenía alrededor de
sesenta años, y sus comentarios a lo largo del día dejaron claro que pensaba que
las mujeres eran menos capaces que los hombres. Quizás esa era la razón por la
que los otros dos médicos que trabajaban con él eran hombres.
Estaba acostumbrada a la naturaleza dominada por los hombres del mundo
de la mafia, y mantuve la boca cerrada cuando él escupió sus opiniones arcaicas.
El día no fue movido, con solo dos pacientes que habían sufrido quemaduras de
tercer grado en los brazos y el pecho en un incendio reciente. Pero las enfermeras
me mostraron el lugar y me mantuvieron lo suficientemente ocupada como para
olvidarme del avistamiento de Nevio esta mañana.
Para mi hora de almuerzo, Valerio me sorprendió trayendo a Isa y Flavio.
Flavio no era tan extrovertido como Valerio. Era más reflexivo y
observador, pero al igual que Valerio, siempre me hizo sentir bienvenida. Fuimos
a un pequeño local italiano a la vuelta de la esquina del hospital. Valerio y Flavio
saludaron con la cabeza a los propietarios y a varios clientes, por lo que supuse
que la turba lo frecuentaba.
Elegimos un puesto cerca de la ventana y mis ojos escanearon la acera frente
al restaurante para ver una aparición de Nevio. No podía imaginarlo siendo tan
irracional como para seguirme a un restaurante de la mafia.
Isa me dio un codazo en el costado, haciéndome saltar.
—¿Qué ocurre? —Siguió mi mirada, y también los chicos.
Sonreí torpemente. Probablemente pensaban que estaba paranoica.
—Aurora cree que tiene un acosador —dijo Valerio con una sonrisa burlona.
Fruncí los labios.
—No es cierto.
—¿Quieres que camine por la zona y eche un vistazo? —preguntó Flavio,
acercándose ya al borde del banco.
—No, no es nada. Valerio malinterpretó mis palabras a propósito. —Los
ojos marrones de Flavio se movieron de un lado a otro entre Valerio y yo.
—Vamos a comer, ¿de acuerdo? Siempre hay un peligro potencial
acechando a la vuelta de la esquina esperando matarnos a todos, pero me muero de 168
hambre y preferiría morir con el estómago lleno —murmuró Isa.
Mis ojos se abrieron de par en par y apreté los labios, dividida entre el deseo
de reír y la preocupación por las palabras amargas de Isa.
—Dicho como una verdadera pesimista —anunció Valerio.
—No soy pesimista.
—Flavio y yo estamos aquí para asegurarnos de que puedas torturarnos con
tu actitud hambrienta en los años venideros.
—He estado bien protegida toda mi vida. Eso no significa que esté a salvo,
y eso es realismo, no pesimismo.
Flavio y Valerio intercambiaron una mirada que hablaba de una culpa
enterrada. Sabía en qué incidente estaban pensando todos, por eso era importante
que Nevio abandonara Nueva York lo antes posible.
Una hora más tarde, Valerio me devolvió al hospital mientras Flavio llevaba
a Isa de regreso al gimnasio de Gianna. Una vez más, pensé que había visto
brevemente el reflejo de Nevio en el escaparate de una tienda al otro lado de la
calle, pero estaba empezando a dudar de mi propia percepción.
—Te recogeré en unas dos horas, ¿de acuerdo? Hay tres guardias en el local,
así que no te preocupes.
—No lo estoy —insistí, al menos no por mi seguridad.
Mi sanidad. Paz. Mi corazón. Por esos, definitivamente lo estaba.
177
201
211
Vi el auto desaparecer en el horizonte, levantando polvo. Maldita sea.
Lentamente, volví a mirar al niño sentado en la toalla sucia. Estaba cubierto
por una fina capa de mugre, que se adhería a él porque había sudado después de
ser sacado del frío del interior del vehículo al calor exterior.
Tenía el cabello oscuro que se rizaba sobre sus sienes y en la nuca. Solo
Adamo tenía rizos en nuestra familia. Pero tal vez esta era herencia de ella. Ella no
parecía originaria de Francia, sino más bien del norte de África o quizás del Medio
Oriente.
Ni siquiera sabía cuántos años tenía el niño. Maldita sea, no recordaba 212
mucho de las noches de fiesta. En realidad, se veía pequeño, definitivamente
menor de un año.
Mi cabeza parecía que iba a explotar, y no solo porque el niño no dejaba de
llorar. No estaba seguro si lloraba porque su madre se había ido sin siquiera volver
a mirarlo de nuevo, aunque apenas podía imaginar que ella mereciera ser extrañada
por él. O porque le daba miedo.
Miré de reojo mi propio auto, medio tentado a irme también. ¿Qué se
suponía que debía hacer con un niño? Suspiré y me froté la nuca. Parecía que cada
minuto hacía más calor, y el sudor goteaba por mi nuca. A un cuerpo pequeño
probablemente se le haría más dificultoso el sol.
Me acerqué al niño, y lloró más fuerte. Me agaché como se supone que
debes hacer con los animales asustados, pero el niño lloró aún más fuerte. No es
que esperara algo diferente. La mayoría de la gente lloraba cuando yo fingía ser
compasivo.
—Shhh —dije. Pero el niño ni siquiera reaccionó. Por lo general, yo hacía
«shhh» en un contexto muy diferente, principalmente para burlarme de mis
víctimas.
Agarré mi teléfono y llamé a la primera persona que se me vino a la mente
para salvar el día en una situación como esta.
—¿No es suficiente con que me sigas a todas partes? —No estaba seguro si
siquiera respondería, pero confiaba en que Rory tenía un corazón demasiado
grande incluso cuando intentaba odiarme.
—Rory, necesito que vengas al depósito de autos abandonados.
Se escuchó un silencio al otro lado.
—No voy a encontrarme contigo en medio de la nada.
Sonreí. Tal vez finalmente entendió que debía mantenerse alejada de mí. Un
poco tarde.
—¿Qué es ese sonido de fondo? —preguntó, su voz cargada con
preocupación y desconfianza.
Mi hijo llorando. Maldita sea, no podía creerlo.
—Necesito tu ayuda. Esto es serio. No puedo llamar a nadie más. Estoy
jodidamente desesperado.
—¿Qué…?
Colgué. Tal vez si pensaba que estaba tirado en el desierto desangrándome
hasta la muerte, vendría corriendo. Aunque tenía todas las razones para que no le 213
importara. Conociendo a Rory, me ayudaría. Era demasiado buena.
Guardé mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón y bajé la mirada hacia el
niño que seguía llorando, aunque su volumen había disminuido
considerablemente. Su voz se estaba volviendo ronca, y su respiración entrecortada
causaba más pausas en sus llantos.
—Escucha, amigo —comencé, pero el niño solo miraba sus pies sucios y
seguía llorando.
¿A quién quería engañar? Nada de lo que dijera calmaría al niño. Me agaché,
lo agarré por debajo de los brazos y lo levanté del suelo caliente. Se quedó inmóvil
en mi agarre como una gacela bebé justo antes de que el león le rompa el cuello.
Sin mediar palabra, llevé al niño a mi auto y lo puse en el asiento trasero.
Encendí el aire acondicionado pero me aseguré de que no estuviera demasiado frío
y cerré la puerta. Me habría encantado sentarme dentro también, pero sus llantos
empezaban a crisparme los nervios. Pensé que ya estaba acostumbrado a los gritos
humanos a estas alturas, pero los suyos me molestaban. Quizás porque no tenía
forma de detenerlos. Bueno, no estaba dispuesto a usar los métodos que
normalmente empleaba para hacer que la gente se callara.
Me apoyé contra el costado de mi auto, esperando que el síndrome de
ayudar de Rory la trajera aquí rápidamente. Si no aparecía… Maldita sea, no
tendría más opción que llamar a Alessio y Massimo, pero luego ¿qué? Alessio
probablemente insistiría en encontrar a la madre del niño, y Massimo insistiría en
llevarlo a Las Vegas. Ni en sueños iba a hacer alguna de las dos cosas.
Rory no decepcionó. Treinta minutos después, su auto se detuvo. Vaciló un
momento antes de bajarse. El alivio que sentí cuando se bajó fue alarmante.
Ella siempre me había parecido un faro de luz, pero hoy, superaba incluso
a la aurora boreal.
No estaba seguro de por qué estaba aquí, por qué después de todo, me dirigía
a Nevio porque supuestamente necesitaba ayuda. Tal vez esta era una nueva faceta
214
de su juego. Tal vez después de semanas de acecharme a pesar de mi rechazo más
o menos claro, quería un cambio. Verme correr hacia él de nuevo.
Casi me había convencido de dar la vuelta cuando llegué al cementerio de
autos donde los maleteros y capós de los autos asomaban de la tierra como si fueran
no muertos, a punto de levantarse de nuevo. Nevio se encontraba apoyado contra
su auto. No había nadie más alrededor, y volví a preguntarme de quién habían sido
los llantos que había escuchado antes. Había tirado de mi fibra sensible de una
manera que no podía explicar del todo. Si Nevio me había llamado aquí para
ayudarlo a deshacerse de alguien, lo atropellaría con mi auto y finalmente sería
libre. Aunque conociendo a Nevio, encontraría alguna manera de atormentarme
desde el más allá igual.
Con un suspiro colosal, salí del auto y me puse mis gafas de sol. Siempre
era más fácil lidiar con Nevio si no podía mirarme a los ojos. De todas maneras no
era inmune a su poder. Besarlo definitivamente no había ayudado, aunque no había
cambiado mis sentimientos, solo mi nivel de deseo.
Sus ojos contenían una cierta cantidad de poder que siempre te sujetaba por
la garganta. Sabía que no era la única que tenía problemas para resistirse a sus ojos,
pero para la mayoría de la gente, su miedo y su instinto primario de huir se
interponían en sentir algún tipo de atracción real hacia él.
Me acerqué. Se enderezó, y el alivio en su rostro me sorprendió.
—¿Por qué estoy aquí? —Me felicité silenciosamente por mi tono duro. Por
suerte, estaba furiosa.
Atropellarlo con mi auto seguía siendo una de las opciones que consideraba.
—Porque quieres ayudarme —dijo Nevio con una curva en su boca que no
hizo más que avivar mi enojo.
—Ya acabé —gruñí, tan enojada conmigo misma que me sentía un poco
asqueada. Di media vuelta para regresar a mi auto. Una mano se aferró a mi
muñeca.
—No te vayas —dijo Nevio firmemente. Luego un poco más suave—. En
verdad necesito tu ayuda con esto, Rory.
Apreté los ojos. Parte de esto era curiosidad, pero la otra parte
definitivamente implicaba que no podía decirle que no a Nevio, ni siquiera ahora.
Suspiré y me di la vuelta, luego zafé mi mano de su agarre.
—Si esto es un truco…
—No lo es. —Señaló hacia su auto—. Te lo mostraré. —Quizás en realidad
necesitaba ayuda para enterrar a alguien.
—No te ayudaré a deshacerte de un cadáver.
215
Nevio soltó una carcajada.
—Llamaría a Massimo o a Alessio si necesitara ayuda con eso.
Me llevó hacia la puerta trasera y la abrió. Dudé brevemente, aun
desconfiando de su motivo, pero luego una nueva oleada de llantos me impactó.
Miré dentro y di un paso hacia atrás atónita. En el asiento trasero había un niño
pequeño de cabello oscuro, ligeramente rizado, solo vestido con un pañal. Le
chorreaban mocos por la nariz de tanto llorar, y por el sonido de sus lamentos, un
poco roncos y entrecortados, llevaba un buen rato haciéndolo. Mi corazón dio un
vuelco.
—¿Dónde están sus padres? —exigí. Un presentimiento me dijo que Nevio
los había matado y luego notó al pequeño. Solo podía esperar que el niño no tuviera
que verlo.
—No los maté si es lo que estás insinuando.
Me acerqué al niño.
—Shhh, está bien. —El niño me miró brevemente con una mirada que
dejaba claro que sabía que no estaba diciendo la verdad. Me quedé paralizada
porque algo en los ojos del niño e incluso en sus rasgos me resultaba familiar. No
eran tan pronunciados como los del hombre a mi lado, pero no había duda en mi
mente de que este niño frente a mí estaba relacionado con Nevio.
Tragué saliva, luego miré a Nevio.
—Es tuyo.
—Massimo diría que un ser humano no puede ser legalmente posesión de
nadie. —Le lancé una mirada enfadada.
—¿Te acostaste con la madre?
—Es una posibilidad.
—¿No lo recuerdas? —Me reí y negué con la cabeza. Tampoco recordó
haberse acostado conmigo, así que ¿por qué me sorprendía? Ignorando al hombre
exasperante a mi lado, me incliné en el auto y tomé en brazos al niño llorando. No
dejó de llorar y apenas reaccionó a mi presencia, pero seguí meciéndolo, esperando
calmarlo en algún momento. Me volví a mirar a Nevio, que me observaba con las
manos en sus bolsillos.
—¿Cuántos hijos más engendraste?
—Mierda, ¿crees que lo sé? Sabes cómo salía de fiesta.
—… y follabas —agregué, incluso mientras la palabra hacía que mis
mejillas se sonrojaran.
216
Salía a divertirse mucho y follaba aún más, su lema característico, uno que
nunca había entendido de verdad hasta esa noche.
—Ya no lo hago —dijo, pero ignoré su comentario. No quería saber qué
hacía cuando no intentaba hacerme sentir miserable.
—¿Y la madre? ¿Dónde está?
—Se escapó.
—¿Y su nombre?
—No pregunté.
—Y supongo que no tienes forma de encontrar a su madre y preguntarle,
¿verdad?
—Probablemente esté a mitad de camino a México en este momento. Puede
que intentara matarla un poco.
—¿Cómo puedes matar a alguien un poco?
—Aún está viva.
Contuve un comentario desagradable y respiré hondo.
—Necesita un nombre.
—Llámalo Niño, o elige el nombre que creas que le queda bien.
Pasé una mano por mi cabello, dividida entre querer ayudar a este niño (y
una parte estúpida de mí, incluso a Nevio) y querer dejar que él sintiera las
consecuencias de sus acciones por una vez.
Acuné al pequeño niño suavemente contra mi pecho, mi corazón doliendo
por él, por lo que había pasado y lo que le esperaba. Apoyó su mejilla contra mi
pecho y soltó un suspiro tembloroso como si hubiera estado esperando el momento
en que pudiera dejar su desconfianza. Acaricié su espalda. Su cuerpo estaba sucio
y empapado de sudor y, por el olor, de orina.
Al menos, se veía bien alimentado, así que tal vez su estado sin lavar tenía
más que ver con estar aquí en el desierto que con cómo lo habían tratado desde el
nacimiento. Eso esperaba.
—Necesita ver a un médico para asegurarse de que está bien.
—Quieres ser enfermera, ¿no? ¿No puedes revisarlo? No veo ninguna
lesión obvia. —Miré con enfado a Nevio. Le habría gritado si no estuviera
sosteniendo al, obviamente, conmocionado niño—. Hice dos pasantías. No he
tomado cursos, y aunque lo hubiera hecho, la mayoría de ellos no cubren a los
niños pequeños. Sus cuerpos manejan muchas cosas de manera diferente a la
nuestra. Necesita ver a un pediatra. No me importa si esto te complica las cosas, 217
Nevio.
Nevio frunció el ceño, probablemente por mi tono, que aún era suave en
comparación con el tono que realmente quería usar en este momento, y asintió.
—Te llevaré a un pediatra. Pero no puede estar vinculado a la Camorra, así
que tendré que investigar.
—¿Quieres mantener a tu hijo en secreto?
La expresión de Nevio se detuvo cuando dije «hijo», como si no se hubiera
permitido pensar en el niño como tal. Nevio ciertamente no era la persona más
empática del planeta. No era que no entendiera las emociones de los demás.
Simplemente no le importaba, pero esto, ver a su propio hijo, debía provocarle
algo. Al menos, eso esperaba.
—No quiero que mi padre ni el resto de mi familia lo sepan.
Ya lo había supuesto o no estaría aquí. Había guardado secretos antes.
—Entonces, ¿me llamaste? ¿En serio crees que te ayudaré?
Nevio miró al niño y luego me miró.
—¿Qué se supone que debo hacer con el niño?
—¿Cuántos años tiene?
Me miró inexpresivo.
—Pensé que lo sabrías. Solías cuidar al hijo de Adamo.
—¿Solo por verlo? Es tu hijo. ¿Cuándo dormiste con su madre? —Me reí,
dándome cuenta de lo ridícula que era la pregunta—. No importa.
Miré más detenidamente al niño. Era obvio que aún no caminaba, pero
podía sentarse por sí solo. Aunque había cuidado a Roman, no era experta en niños
pequeños. Habría supuesto que tenía entre ocho meses y un año, pero solo un
médico podría decirlo. A menos que Nevio encontrara a la madre y averiguara el
cumpleaños del niño.
—Entonces, ¿cuál es tu plan? ¿Cómo esperas que te ayude en esta
situación? No piensas darlo en adopción, ¿verdad?
—No —dijo de inmediato—. No confío en los extraños.
—Entonces, ¿qué? —pregunté. Si no quería ayuda de su familia, que
definitivamente estaría encantada de criar al niño, entonces ¿qué quedaba por
hacer? Miró fijamente al niño durante un largo rato, con las cejas fruncidas y luego
me miró. Nunca lo había visto así, un poco perdido y casi asustado del pequeño
niño que colgaba flojamente en mis brazos.
Entonces me di cuenta. 218
—¿Esperas que cuide de él? ¿Como una madre? ¿Te volviste loco?
Me quedé mirando al hombre al que esperaba pasar mi edad adulta odiando,
el hombre al que había pasado mi niñez y adolescencia amando con tal abandono
que había pasado por alto sus muchos defectos, el hombre que aún amaba y odiaba
a partes iguales.
Nevio me había roto el corazón sin importarle y dudaba que alguna vez
estuviera dispuesto o preparado para repararlo. A pesar de todo esto, quería que yo
cuidara de su hijo.
Ya confía bastante en ti con su hijo, corrigió una vocecita. Pero callé esa
voz inmediatamente porque era la misma que me había hecho enamorarme de él 219
en primer lugar.
—No será por mucho tiempo, solo hasta que resuelva algo. Pronto te
mudarás a tu propia casa. Será más fácil esconder al niño allí que en mi habitación
de la mansión.
Se acercó, demasiado. Incliné la cabeza hacia atrás para encontrar su
mirada. Sus ojos oscuros me capturaron como siempre lo hacían.
Lo odio. Lo odio.
Pero una parte de mí lo amaba, cada parte retorcida y psicótica de él. Nevio
era una causa perdida. Todos lo sabían.
—Rory, necesito tu ayuda y él también. Tu pasantía con nuestro médico te
dará tiempo suficiente para cuidar de él.
—No —gruñí—. No juegues la carta emocional ni la carta de los mejores
amigos. Perdiste cualquiera de los dos privilegios.
—¡Entonces no me ayudes! Lo dejaré frente a un hospital como debería
haber hecho de inmediato. Estará mejor sin mí.
—Quieres decir que estarás mejor sin él. Sé honesto, no quieres asumir la
responsabilidad.
Ambos respiramos con dificultad. Tragué, intentando controlar mis
emociones. No estaba segura de cuánto podía entender un niño de esa edad, pero
definitivamente captaría nuestras voces elevadas.
—¿Qué pasa con todas las veces que trabajo en la clínica? Él no es un perro.
No puedes dejarlo solo por unas horas. Necesita atención constante.
¿Por qué estaba discutiendo esto? No podía cuidar a un niño pequeño. Yo
tenía dieciocho años. No estaba preparada para este nivel de responsabilidad. Era
responsabilidad de Nevio, no mía.
Nevio se encogió de hombros.
—Podría cuidarlo de vez en cuando.
—¿De vez en cuando? ¡Es tu hijo! —El chico se estremeció contra mí y me
aclaré la garganta—. Si te ayudo, espero que des un paso adelante y en realidad
hagas un esfuerzo para cuidarlo. Y esto solo puede ser algo temporal. Tendrás que
encontrar una manera de decírselo a tus padres. Necesitarás su ayuda con esto.
Nevio miró brevemente al chico, su reticencia era obvia.
—Si eso es lo que hace falta. Puedo dormir en tu casa de vez en cuando para
ayudarte con él. De todos modos, tenía toda la intención de cuidarlo de cerca. 220
Sostuve su mirada.
—No —dije con firmeza—. Simplemente no quiero. —No era la verdad.
Una parte de mí tenía miedo de estar en la cama con Nevio, no por lo que él pudiera
hacer (no importaba lo que Nevio fuera, siempre respetaría mi no), sino por lo que
yo podría querer que hiciera. No quería volver a caer en esa madriguera del conejo.
Sentí que finalmente estaba haciendo progresos con mis emociones y no quería
arruinarlo todo. Nevio desapareció en el baño pero dejó la puerta abierta unos
centímetros.
No estaba segura si lo hizo porque estaba alerta o como otra forma de
perturbarme.
Me dejé caer en la cama, repentinamente cansada. Battista se dio la vuelta
mientras dormía, pero no se movió más allá de eso. Definitivamente tendría que
dormir entre Nevio y yo para no caerse de la cama y también para actuar como una
barrera entre nosotros.
Saqué mi teléfono de mi bolso, cosa que no había hecho en casi dos horas.
Había recibido ocho mensajes de texto. Tres de Carlotta, uno de Adamo, uno de
Alessio, dos de mamá y uno de papá.
Le respondí primero a papá porque él era quien enviaría la caballería si no
lo hacía. Al igual que mamá, generalmente preguntaba cómo estaba como lo hacía
todos los días. Los mensajes de texto de Adamo y Alessio llegaron después del
mensaje de Nevio. Y a Carlotta le preocupaba que Nevio hubiera hecho algo
porque no había respondido a su primer mensaje de hacía casi dos horas.
Me preguntaba cuánto debería compartir con ella, pero un mensaje o incluso
una llamada telefónica me parecían demasiado arriesgados para la noticia. Con el
tiempo, ella lo descubriría y sabía que no la impresionaría. Simplemente le envié
un mensaje diciéndole que estaba bien pero que necesitaba hablar con ella
urgentemente mañana sobre nuestra mudanza a nuestro departamento compartido
y luego dejé mi teléfono en la mesa de noche.
No tenía ropa de repuesto para cambiarme. Estaban todas en la caravana y
no había manera de que fuera a dormir en ropa interior junto a Nevio, ni siquiera
con un bebé entre nosotros.
No iba a pasar…
Como solo había una manta y Battista estaba acostado encima,
probablemente también dormiría con la ropa de hoy encima. Supuse que no sería
una noche de descanso. No estaba segura de cuál era el ritmo de Battista, pero
supuse que se despertaría para tomar un biberón al menos una vez por la noche.
Sin mencionar que Nevio estaba en la cama conmigo.
227
Me quité las zapatillas y luego me estiré junto a Battista. Esto me pareció
surrealista de una manera que difícilmente podría describir. Cuando pensé que
podría estar embarazada, me aterrorizaba la responsabilidad de criar a un niño.
Ahora me encontraba en la misma situación, solo que era hijo de otra mujer.
Volví la cabeza hacia Battista, que tenía sus mejillas regordetas vueltas
hacia mí mientras dormía boca abajo. Era difícil creer que Nevio fuera padre. Él
era el responsable de este niño. Aún no creía que entendiera de verdad lo que eso
significaba.
Cerré los ojos, permitiéndome descansar a pesar de que mis nervios estaban
demasiado crispados para conciliar el sueño de inmediato. El crujido de la puerta
me dijo que Nevio había terminado de ducharse y había entrado nuevamente al
dormitorio.
—En verdad espero que estés decente —murmuré, manteniendo los ojos
cerrados por si acaso.
—Rory, soy muchas cosas, pero no decente —dijo, y por su voz, me di
cuenta de que se estaba acercando. Mi pulso se aceleró como siempre ocurría
cuando él estaba cerca.
—No hay nada que no hayas visto ya.
—Para tu información, en realidad no le presté mucha atención a esa parte
de ti.
—Esa es una gran pérdida.
—Tu borrachera y tu carácter desagradable distraían un poco.
La cama se hundió. Definitivamente de mi lado y sentí una ligera presión
contra mi cadera donde una parte de él me tocaba.
—Entonces, ¿por qué tuviste sexo conmigo?
Mis mejillas ardieron. Me había hecho esa pregunta cientos de veces desde
esa noche. Ni siquiera era mi plan acostarme con él. No esa noche. Siempre quise
tener una relación con Nevio y dar un paso tras otro. Abrí los ojos y lo miré con
enfado.
—Porque pensé…
Nevio se sentó en el borde en bóxers y nada más. Su espalda musculosa
estaba vuelta hacia mí y se giró para mirarme. Sus ojos oscuros no eran burlones
como sugería su tono. Tenían curiosidad.
—¿Pensaste?
—No importa —dije sacudiendo la cabeza.
Nevio apoyó un brazo al lado de mi otra cadera, medio inclinándose sobre 228
mí.
—Si querías pasar un buen rato, podrías haberlo preguntado.
Fruncí los labios.
—Nunca me habrías tocado si hubieras sabido que era yo esa noche. Y lo
que pasamos estuvo lejos de ser simplemente pasarlo bien, así que no, gracias.
Nevio soltó una carcajada.
—Tienes razón. Estabas fuera de los límites. Y normalmente lo paso muy
bien.
Me pregunté si su uso de la palabra «estabas» significaba que ya no estaba
fuera de los límites en su mente, y si tendría relaciones sexuales conmigo si se lo
pidiera. ¿Qué había cambiado?
—¿Por qué estaba fuera de los límites y ya no lo estoy? ¿Es esto algún tipo
de regalo que ya fue abierto y ahora ya no importa?
Odiaba la idea de que fuera así. No habría catalogado a Nevio como un tipo
anticuado, pero tal vez simplemente me estaba engañando cuando se trataba de él.
Las cejas de Nevio se juntaron y su boca formó una línea dura.
—Qué sarta de tonterías. —Se inclinó para que su cara quedara justo encima
de la mía. Me quedé helada—. Aparte del hecho de que dudo que realmente haya
abierto tu regalo esa noche, considerando que me desmayé al primer empujón,
estabas fuera de los límites por una infinidad de razones que no tenían nada que
ver con el estado de tu himen.
Tenía esa franqueza de Massimo, y aún me desconcertaba cada vez.
No dije que considerando lo mucho que me había dolido, dudaba que el
regalo no hubiera sido abierto.
—Nombra una —lo desafié.
—Eres la hija de Fabiano.
Puse los ojos en blanco porque era la más obvia, pero por alguna razón
dudaba que fuera la principal.
—No eres alguien que deja que las reglas o convenciones sociales le
impidan lograr algo que quiere. Yo solo era uno más para ti. Eso es todo.
Nevio no me contradijo.
—No creo que ahora seas uno más.
Tragué con fuerza.
—Es irrelevante. Nunca quise y aún no quiero nada casual. Quiero una 229
relación seria.
—Entonces elegiste al tipo equivocado.
—Entonces ya puedes dejar de acosarme, dado que ambos estamos de
acuerdo en que nunca habrá nada entre nosotros. Debería tener la libertad de buscar
a alguien que quiera tener una relación seria conmigo.
La mirada amenazante en sus ojos me dio una respuesta antes que su boca.
La ira me invadió. De ninguna manera iba a permitir que nadie tocara a
Aurora. Quizás no era material para una relación. Demonios, la mayoría de los días
ni siquiera era material para las interacciones humanas mínimas, pero no podía
dejar que Rory fuera libre. Sentía que era mía de alguna manera extraña que no
podía explicar. Tal vez siempre la había sentido un poco como mía, pero en el
pasado, nunca había tenido que preocuparme de que se alejara. Ella había sido una
constante en mi vida, su adoración por mí una presencia familiar. Hasta que lo
arruiné esa noche.
Para ella, esa noche terminó su obsesión conmigo y comenzó la mía con
ella. Quería volver a cómo había sido. El niño dejó escapar un pequeño llanto, 230
destruyendo el momento. Retrocedí para que Aurora pudiera girarse hacia él. Ella
le acarició ligeramente la espalda a Battista y emitió un suave sonido de arrullo,
que pareció funcionar ya que sus ojos permanecieron cerrados. Me puse de pie.
Era extraño ver a Aurora consolando a Battista. No porque nunca la hubiera visto
consolar a alguien. Tenía un gran corazón, así que naturalmente, era la consoladora
en nuestro gran grupo de amigos y familiares. Esto era extraño porque ella estaba
consolando a mi hijo (demonios, mi hijo), como si fuera suyo. Cariñosa y amorosa
como había nacido.
Mis instintos eran de naturaleza muy diferente.
No sabría qué hacer con el niño si comenzaba a llorar. Aún no podía
entender cómo estaba aquí y era mío. ¿Qué se suponía que debía hacer con un
niño?
No quería ese tipo de responsabilidad, y sin importar a quién le preguntaras,
te dirían que no era una persona a la que deberían confiarle este tipo de
responsabilidad. Aurora también lo sabía, lo cual probablemente era otra razón por
la que accedió rápidamente a cuidarlo. Probablemente estaba preocupada de que
lo encerrara en un sótano si lloraba demasiado fuerte.
Aparté los ojos de Rory y mi hijo, odiando lo confuso que me dejaba la
vista, cómo me recordaba mis deficiencias. Deficiencias que usualmente usaba a
mi favor, pero en una situación como esta, eran simplemente eso: deficiencias.
Pasé una mano por mi cabello, intentando volver a enfocarme. Miré el
trasero de Rory para tener otra mentalidad. Llevaba shorts de jean de tiro alto, lo
que me permitía ver la curva de sus glúteos y muslos de la manera en que estaba
estirada.
Rory aclaró su garganta, y le devolví una sonrisa pícara.
—Battista dormirá entre nosotros esta noche para que no pueda caerse —
dijo con énfasis.
Rodeé la cama y me estiré al otro lado. No esperaba que hubiera ninguna
acción esta noche.
Ella quería que me redimiera al menos un poco. Pero el camino hacia la
redención estaba cerrado para mí.
Tal vez eso cambiaría si Rory y yo comenzábamos a tener relaciones, o tal
vez no. Quizás ese tipo de vínculo emocional siempre me eludiría. Rory no quería
arriesgarse, y una parte de mí estaba contenta porque eso la protegía de mí. Pero
la otra parte, que lamentablemente estaba creciendo día a día, la quería, sin
importar el precio.
231
—¿Puedes apagar las luces?
—¿No te preocupa estar a oscuras conmigo? —Solo estaba medio
bromeando.
—¿Hace alguna diferencia? —Sonaba cansada.
En la oscuridad, el monstruo siempre estaba más cerca de la superficie, más
difícil de controlar y encerrar. Pero Rory tenía razón, ese monstruo no gritaba por
ella.
Esperaba que nunca lo hiciera.
No dormí nada esa noche. No solo porque el niño se despertó tres veces
gritando desesperadamente hasta que Aurora le daba un biberón y lo mecía en sus
brazos.
Ella y yo no hablamos mientras cuidaba de él. Ella, porque estaba exhausta
y enojada conmigo, y yo, porque estaba maravillado con ella y aún trataba de
averiguar cómo afrontar las próximas semanas. Demonios, incluso los próximos
días.
Aurora y yo necesitaríamos una buena excusa para explicar por qué no nos
quedamos para la carrera, por qué regresaríamos a Las Vegas y haríamos que ella
se mudara al apartamento antes de lo planeado. La gente esperaba ese tipo de
comportamiento errático de mí, pero no de Rory, aunque había sido impredecible
desde nuestra noche juntos.
Recibí varios mensajes de Massimo y Alessio esa noche, y especialmente
este último dejó claro lo que pensaba de que estuviera en algún lugar con Aurora.
Fue antes del amanecer cuando finalmente me levanté y me vestí. Acostado
en esta cama apolillada y mirando el techo salpicado de mierda de mosca, mi pulso
parecía retumbar en mis oídos y mi corazón martillar un agujero en mi caja
torácica.
Me sentía inquieto, errático, como un adicto que necesitaba una dosis. Si no 232
fuera por Rory y el niño, habría salido en busca de alguien a quien matar, pero este
parecía el peor momento posible para hacerlo.
Aurora me necesitaba; ambos me necesitaban aquí. Acerqué una silla al lado
de la cama, me hundí en ella y apoyé los pies en el colchón. Las cortinas no
bloqueaban la lámpara frente a nuestra habitación, así que pude ver el rostro de
Rory mientras dormía.
Esta noche, no tuvo sueños traviesos pero de todos modos, su sueño era
inquieto. Battista se movió alrededor de las cinco de la mañana, y los ojos de Rory
se abrieron lentamente, luego se abrieron de par en par cuando me vio mirándolos.
Frunció el ceño y se levantó lentamente. Su cabello era un desastre
alborotado y sus ojos estaban un poco hinchados. Aun así era la chica más hermosa
que había visto, y ese pensamiento me hizo querer levantarme y huir como un
maldito cobarde.
No me gustaba la dirección que a menudo tomaban mis pensamientos
cuando miraba a Rory, especialmente en las últimas semanas, y sentía que las
últimas veinticuatro horas habían empeorado la situación.
—¿Cuánto tiempo llevas mirándome? En serio, es inquietante —dijo con
voz ronca por el sueño mientras acariciaba la cabeza de Battista. Dudaba que
volviera a quedarse dormido.
—Quizás dos horas. No pude volver a dormir.
Aurora levantó a Battista en su brazo.
—¿Puedes calentar su avena de la mañana en el microondas? —Me levanté
y tomé uno de los frascos de comida etiquetados como comida para el desayuno,
luego lo metí en el microondas.
Aurora se levantó.
—¿Puedes alimentarlo para que yo pueda darme una ducha rápida?
Arqueó las cejas expectante. En realidad, no quería estar solo con el niño,
mucho menos darle de comer, pero me senté en la silla y dejé que Aurora lo pusiera
en mi regazo. Battista intentó aferrarse a Aurora, obviamente tan contrario a estar
solos como yo. Finalmente logró bajarlo.
—Tú puedes hacerlo.
Battista y yo observamos cómo Aurora desaparecía en el baño.
Con un suspiro, tomé la cuchara y la sumergí en la comida. Battista me
permitió alimentarlo, incluso si sus ojos seguían moviéndose hacia la puerta del
233
baño, esperando el regreso de Aurora.
—Tú y yo, amigo —murmuré.
Aurora
Al día siguiente, después de convencer a mis padres de mi mudanza
anticipada, llamé a Carlotta para decirle que me mudaría a nuestro apartamento
hoy y no en dos semanas como había sido mi plan original. Ella sospechó de
inmediato, queriendo saber por qué y si Nevio había hecho algo. Mentí diciendo
que ya no podía soportar su molesta presencia en el circo de carreras por más
tiempo y le pregunté si ella también podía mudarse antes. Diego le había prohibido
que se mudara al apartamento sola, aunque fuera por unas semanas.
Cuando Nevio y yo llegamos a Las Vegas a primera hora de la tarde, le
advertí otra vez:
—Debes pasar el día con él hasta que todo esté despejado. Te llamaré
cuando puedas traerlo a mi casa esta noche.
Nevio se quedó mirando al niño, que agitaba un sonajero con ojos enormes
y chupaba rápidamente su nuevo chupete. Dudaba que alguna vez hubiera tenido
un sonajero considerando lo fascinado que parecía por la cosa.
—¿Qué se supone que debo hacer con él?
—No sé. Llévalo a un parque y da un paseo con él en su cochecito. Preparé
sus porciones de leche y puse suficiente comida para bebés en biberón en la bolsa
de lactancia para que dure una semana.
—No puedo cuidarlo por más de unas pocas horas, Rory, confía en mí.
Apreté los dientes.
—Ya lo has dicho antes, y trataré de deshacerme de todos excepto de Lotta
lo antes posible, pero hasta entonces, tu hijo es tu responsabilidad. De todos
modos, mis padres ya están sospechando. Probablemente piensen que estoy a
punto de tener un colapso mental pronto.
Si las cosas seguían avanzando así, tal vez lo haría.
Él asintió lentamente, pero pude ver que no le gustaba. Él podía lidiar con
eso. Salí del auto y caminé hacia la puerta de seguridad de la mansión de mi
familia. Se abrió cuando llegué frente a ella, y Nevio se alejó cuando papá apareció
frente a mí.
—¿De qué se trata eso? —preguntó papá mientras veía a Nevio alejarse
corriendo.
Encogí los hombros.
234
—Creo que quiere regresar a la carrera. O tal vez está de humor para matar
a alguien. Con Nevio, nunca se sabe.
Papá entrecerró sus ojos.
—¿Qué sucede, Aurora?
Suspiré, ganando tiempo para inventar una respuesta.
—Cuando ayudaba en el cuidado de adicciones, me acordé de Nevio. No es
adicto a las drogas, pero sí a la emoción de matar, y pensé que podía ayudarlo con
eso. Pero es incorregible, y estoy harta de sus payasadas. Quiero ayudar a personas
que quieran de verdad y necesiten mi ayuda.
Papá asintió, pero su sospecha permaneció.
—Podría habértelo dicho antes. La disposición de Nevio es permanente y
probablemente lo convertirá en un Capo temido algún día. Si logra controlarse en
ocasiones, tal vez incluso en uno respetado. Pero debes cuidarte a ti misma, no a
él. Tu mamá y yo estamos preocupados. Cambiar los planes de repente no es tu
estilo, Aurora.
—Siento que mi vida está en el aire. Hasta ahora, cada paso a seguir estaba
claro, pero ahora que terminé la escuela, la incertidumbre ha entrado en la escena.
Es difícil para mí porque quiero saber qué me depara el futuro, pero no lo sé. —Ni
siquiera era una mentira. Nada parecía decidido aún. No estaba segura de qué haría
en el futuro, pero al mismo tiempo, mis opciones eran limitadas como hija de un
mafioso de alto rango.
Papá asintió y luego arqueó una ceja.
—Podríamos concertar un matrimonio, entonces una cosa sería segura.
Podía notar que no hablaba en serio.
—Te costaría más trabajo dar mi mano en matrimonio que a mí.
Se rio.
—Es cierto, y no conozco a ningún hombre que sea digno de ti. —Sonreí.
—Supongo que tendría que ser un Camorrista de alto rango.
Papá negó con la cabeza.
—Tendría que ser un buen hombre dispuesto a tratarte como una reina, y un
Camorrista.
—Lo que significa que nunca me casaré —murmuré. Aunque Nevio
encajaba perfectamente en el último punto como futuro Capo, definitivamente no
era un buen hombre, ni siquiera según los estándares de mi papá, y estaba a años
luz de tratarme como una reina. 235
Papá pasó un brazo por mis hombros y me llevó hacia nuestra casa. Mamá
ya nos estaba esperando en la entrada.
—Tu mamá quiere hablar contigo sobre tu mudanza nuevamente. —
Después de un intento inicial de hacer que me quedara con ellos unas semanas
más, logré que aceptaran que me mudara a mi casa hoy. Principalmente porque
fingí que Carlotta estaría desconsolada si la abandonaba ahora.
Solo tenía que empacar mi ropa y productos de cuidado personal, ya que el
apartamento ya estaba equipado con todo lo demás que pudiéramos necesitar. Papá
ingresó el código de seguridad en el ascensor para que comenzara a moverse hacia
el piso donde estaba el apartamento de Carlotta y yo. Solo había otro apartamento
en el piso, pero estaba vacío. Tenía la sensación de que eso no era una coincidencia
porque los apartamentos en todos los demás pisos estaban ocupados. La
normalidad era difícil si tu padre era Ejecutor para la Camorra.
Diego y Carlotta ya estaban en el apartamento cuando llegamos. Abracé a
Carlotta, emocionada de compartir el lugar con ella, pero al mismo tiempo, la
ansiedad por tener que cuidar a Battista disminuyó mi emoción. Carlotta ni siquiera
lo sabía aún, y solo podía imaginar cómo reaccionaría. Me miró detenidamente,
estrechando los ojos.
—¿Está todo bien? —susurró.
—Después —vocalicé. No quería que papá pensara que mi preocupación
estaba relacionada con vivir sola. Se subiría al auto sin dudarlo y en su lugar,
insistiría en que viviera en casa.
Papá y Diego recorrieron cada habitación del apartamento: dos dormitorios,
un baño compartido y una sala de estar con cocina abierta, para comprobar
nuevamente si había algún problema de seguridad. Cada centímetro de todo el
complejo ya había sido revisado por ellos en las semanas anteriores. Los guardias
de seguridad probablemente ya estaban hartos de las críticas de papá y sus
sugerencias de mejora.
Mamá entró conmigo a mi habitación. Me ayudó a poner sábanas y colgar
algunas fotos de nuestra familia, de Carlotta y yo. Una vez que todo estuvo en su
lugar, excepto mi ropa, que quería ordenar en mi armario más tarde, mamá suspiró.
—Cielos, esto en serio me afecta más de lo que pensaba. —Las lágrimas
brillaban en sus ojos.
Me acerqué a ella y la abracé.
—Estoy a solo diez minutos en auto, y aún tienes a Davide.
Mamá asintió, pero pude notar que no estaba realmente consolada. Yo
también me sentía un poco triste, pero simplemente quería tener mi propio lugar
236
con Carlotta. Quería ser responsable de cocinar, de las tareas del hogar… y ahora
de un niño.
Papá entró. Pasó un brazo por los hombros de mamá, y ella se apoyó contra
él.
—Leona, está a salvo.
—Dudo que mamá esté llorando por motivos de seguridad —dije con una
risa.
Mamá también rio, pero sonó un poco entrecortada. Papá frunció el ceño, y
ella le dio un golpecito ligero en el brazo.
—Estoy bien. Ponte a darle el sermón que seguramente tienes en mente.
—Aurora, el edificio está muy bien vigilado. No des los códigos de
seguridad a nadie.
Era por eso que Nevio introduciría clandestinamente a Battista en el
apartamento y luego el pobre niño probablemente tendría que quedarse adentro por
un tiempo hasta que él y yo ideáramos un plan para sacarlo sin que nadie lo notara,
o hasta que encontráramos una explicación para que un niño me visitara, o mejor
aún, hasta que Nevio le contara a sus padres y ellos encontraran una solución final
para el niño. Necesitaba un hogar permanente, una familia para siempre, y eso solo
podía ser los Falcone.
—Lo sé, papá. Conozco cada botón de emergencia en este edificio. Conozco
los nombres y caras de cada guardia de seguridad en las instalaciones…
Me detuve al ver la expresión en el rostro de papá.
—Voy a estar bien.
Quince minutos después, Carlotta y yo finalmente logramos sacar a su
hermano y a mis padres del apartamento. En cuanto la puerta se cerró, Carlotta
suspiró, sonrió y corrió hacia el sofá, donde se dejó caer con los brazos abiertos.
—¡Libertad!
Sonreí.
—No del todo, pero mejor que nada. —Rápidamente le envié un mensaje a
Nevio de que el camino estaba despejado. Como hijo del Capo, ningún guardia le
impediría entrar en las instalaciones. Solo me preguntaba cómo llevaría a Battista
al apartamento.
Me senté junto a Carlotta, intentando encontrar la manera más gentil de
darle la noticia de nuestro nuevo huésped.
—¿Vas a invitar a Massimo ahora que tu hermano no está respirando en tu
237
cuello? —pregunté en su lugar.
Carlotta frunció los labios.
—Solo somos amigos.
Le di una mirada escéptica.
Se encogió de hombros.
—¿Por qué vendría solo? Tal vez el trío venga para una noche de películas
o algo así, pero ¿de verdad quieres a Nevio aquí? Pensé que estabas intentando
poner distancia entre tú y él.
Eso estaba funcionando espléndidamente, ahora que había aceptado cuidar
a su hijo. ¿Por qué era tan pusilánime con las personas que necesitaban ayuda?
Mi teléfono sonó con un mensaje de Nevio, en el que me informaba que ya
estaba en el ascensor. Me levanté rápidamente del sofá.
Carlotta aún estaba tumbada boca arriba en el sofá, con sus rizos castaños
esparcidos a su alrededor, e hizo una mueca que expresaba su preocupación por mi
cordura.
—¿Qué pasa?
Me mordí el labio cuando sonó un golpe.
—Es Nevio.
—¿Nevio? —Se sentó y dejó caer las piernas. Le di una sonrisa de disculpa
y luego me apresuré a la puerta. Nevio debió haber estado esperando con Battista
justo en la esquina para estar aquí tan rápido después de que todos se fueron.
Abrí la puerta, y mis ojos se abrieron con sorpresa. Nevio esperaba frente a
ella, sin sorpresas allí, pero en lugar de Battista, llevaba una enorme caja de cartón.
¿Había dejado al niño en el auto y había decidido subir primero sus cosas?
238
—Esto se está poniendo pesado —dijo con una ceja levantada. Retrocedí y
abrí más la puerta. Pasó junto a mí, y cerré la puerta después de no encontrar nada
ni a nadie más en el pasillo.
Puso la caja lentamente en el suelo y abrió la tapa. Mis ojos se abrieron con
sorpresa. Dentro estaba Battista en su portabebés, profundamente dormido.
—¿Lo pusiste en una caja? —pregunté.
Nevio señaló los agujeros que había hecho en el cartón como si fuera para
un gato o un conejo.
239
—Fue solo por unos minutos. Lo puse allí en el estacionamiento al otro lado
de la calle y luego caminé hasta aquí. No quería arriesgar nada en las instalaciones.
Carlotta se acercó a nosotros con evidente curiosidad y miró dentro de la
caja como yo aún lo hacía.
Sus ojos se abrieron de manera cómica, y lentamente giró la cabeza hacia
mí.
—Hay un bebé en la caja.
—Gracias por el aviso —dijo Nevio, pero su voz era menos arrogante de lo
habitual. Su cabello estaba alborotado y sudoroso. Parecía que estar solo con un
niño de nueve meses era demasiado para él.
Carlotta seguía mirándome, sus ojos se abrieron aún más.
—Hay. Un. Bebé. En. La. Caja.
Me agaché y levanté cuidadosamente a Battista. Se removió brevemente
pero nunca abrió los ojos mientras lo presionaba contra mi pecho.
—¿Qué sucede? —preguntó Carlotta, estrechando los ojos hacia Nevio,
quien metió las manos en sus bolsillos como si no fuera su trabajo explicar la
situación. Si pensaba que su trabajo había terminado aquí, estaba muy equivocado.
Lo ayudaría a él y a Battista, pero él sería parte de esto. No seguiría viviendo como
si nada hubiera cambiado.
—Tengo otra caja con sus cosas en el auto. Las recogeré —dijo y salió del
apartamento sin decir una palabra más, dejándome sola con una Carlotta muy
molesta.
Ella levantó los brazos.
—¡Aurora! ¿Qué ocurre? Eres mi mejor amiga, pero si Nevio secuestró a
este niño, no me quedaré de brazos cruzados.
—Lotta, no lo secuestró, lo juro. —Suspiré.
Carlotta miró al pequeño niño y negó con la cabeza.
—No puedes contarle a nadie sobre esto —le dije—. Ni siquiera a nuestras
familias. Nadie.
—No es tuyo, eso es seguro —dijo, y apretó sus labios—. Solo conozco a
una persona que cometería un error así y luego te pediría ayuda. Encaja que sea él
quien lo traiga aquí en una caja de cartón.
Me encogí de hombros. Por supuesto, solo había un sospechoso posible en
este caso.
240
Se acercó y miró la manita de Battista, a quien sostenía en mis brazos para
que su rostro tranquilo estuviera a la vista.
—Es el hijo de Nevio, ¿verdad?
Asentí porque no quería mentirle a Carlotta. Necesitaba su ayuda con esto.
—Sí. Se enteró de él ayer. Su madre biológica lo dejó con Nevio porque no
quiere cuidarlo.
La expresión de Carlotta se retorció con desprecio.
—Nunca entenderé cómo una madre puede abandonar a su hijo.
Me encogí de hombros. No conocía las circunstancias exactas. Lo que me
enojaba más que el hecho de que la mujer había decidido regalar a su hijo era el
hecho de que no había cuidado muy bien de él antes de eso.
—¿Y entregarlo a un loco como Nevio? —Carlotta sacudió la cabeza y
resopló—. Es la última persona a la que le confiaría la tarea de cuidar a un niño
indefenso.
—No es tan malo.
—Lo es. Y es un irresponsable.
Eso era cierto. Nevio vivía por la emoción. Por supuesto, asumía la
responsabilidad cuando se trataba de la Camorra, pero muchas de sus tareas
estaban directamente vinculadas a actividades que amaba: tortura y asesinato.
Carlotta tocó ligeramente la pequeña mano de Battista y su expresión se suavizó.
Ella amaba a los niños y definitivamente me ayudaría con él. Cuando volvió a
mirarme, su expresión era menos gentil.
—¿Por qué está aquí?
Hice una mueca.
Carlotta levantó los brazos de nuevo.
—¡Rory!
—Nevio no quiere que su familia sepa de esto. Ni siquiera les dijo a
Massimo y Alessio. No tiene a dónde llevarlo. Y sabe que estará seguro conmigo.
Solo hasta que haya encontrado otra solución.
Carlotta presionó la palma de su mano contra su frente, sacudiendo
lentamente la cabeza.
—Rory, deberías delatarlo. Sé que crees que tienes que ayudarlo para liberar
su humanidad, pero ambas sabemos que eso no funcionará. Es un desastre, y
deberías mantenerte alejada de él.
—Nunca lo dijiste así antes. 241
—Porque no quería herir tus sentimientos, pero esto va más allá de tus
sentimientos, Rory. Este niño necesita una familia.
—Lo sé —dije—. Pero ya perdió a su madre. No quiero privarlo de la
oportunidad de tener un padre. Si le cuento a los Falcone de esto, Nino y Kiara, o
Remo y Serafina lo adoptarán. Será fácil para Nevio fingir que esto no es su
problema, dejar que otros se conviertan en cuidadores de su hijo, pero si yo cuido
al niño por un tiempo, Nevio siempre sabrá que es solo una solución temporal, y…
tendrá que asumir en algún momento y aceptar sus responsabilidades.
Carlotta negó con la cabeza. Parecía incapaz de parar. Mi incredulidad sobre
la situación aún era fuerte, así que la entendía demasiado bien.
—Conoces a Nevio, ¿en serio crees que eso sucederá? ¿Cómo va a
funcionar esto? Comenzarás tu pasantía con el médico en unos días, pero un bebé
necesita supervisión las veinticuatro horas del día. Si no quieres decirle a nadie,
eso nos deja solo a nosotras. Ni siquiera voy a tener en cuenta a Nevio.
Me mordí el labio.
—Mi trabajo en la clínica de la Camorra me permite tener un horario
flexible. Intentaré trabajar turnos por la noche o por la tarde. Y aún tengo dos
semanas antes de que deba comenzar a trabajar allí.
—Pero él no puede estar solo.
—Lo sé —dije—. Nevio puede cuidarlo de vez en cuando, y… —Le di una
sonrisa tímida. Carlotta frunció los labios.
—¿Y puedo cuidarlo cuando Nevio no pueda, o sea, siempre?
Le envié una sonrisa de disculpa. Sabía que estaba pidiendo mucho.
—Intentaré hacer todo el trabajo, y solo será por unas semanas. Le daré una
paliza a Nevio tan a menudo como sea posible.
Ella cerró los ojos y respiró hondo.
—Puedo vigilarlo algunas noches cuando trabajes.
La abracé. Otro golpe sonó y Carlotta se separó y se dirigió hacia la puerta.
La abrió con un poco más de fuerza de la necesaria y le lanzó a Nevio una
de las miradas más oscuras que jamás había visto en su rostro. A juzgar por su
expresión imperturbable, no le afectó en lo más mínimo.
—¿Tienes una habitación donde pueda poner sus cosas? —preguntó Nevio,
dirigido a mí. 242
259
Después de una cena tensa, intenté hablar con Aurora a solas, lo que resultó
difícil, con Fabiano y papá mirándonos como halcones. Pero había estado nerviosa
durante toda la cena y alguien se daría cuenta si seguía así.
Finalmente, Massimo, Alessio, Aurora y yo nos dirigimos al jardín y
aproveché mi oportunidad para arrinconar a Rory.
—Tienes que dejar de actuar de forma sospechosa —murmuré.
Entrecerró los ojos.
—No me gusta mentirle a todo el mundo. Estoy acumulando mentiras por 260
ti y lo odio. Sin mencionar que Carlotta está enojada conmigo porque ahora
también tiene que cuidar a tu hijo. Esta casa de mentiras se derrumbará sobre
nosotros.
—No si tenemos cuidado.
Sacudió la cabeza con un suspiro.
—Todos se enojarán cuando se enteren porque les mentimos.
Pasé una mano por mi cabello.
—Lo resolveré.
—¿De qué están hablando ustedes dos? —preguntó Alessio desde dónde él
y Massimo se relajaban en el sofá. No pudo haber oído nada—. ¿Tal vez el deseo
de Nevio es volar a Italia para jugar allí la guerra para la Camorra?
Le envié una mueca. Estúpido. La mirada sorprendida de Aurora se estrelló
contra mí.
—¿Qué?
—Está lleno de mierda.
—¿Lo está? —murmuró.
—Papá sugirió que podía ir allí para desahogarme, pero nunca acepté.
—¡No puedes estar de acuerdo porque tienes un maldito hijo que cuidar!
Fue la primera vez que escuché a Rory maldecir así.
—Si me dejas aquí con él, sin contarle a tu familia sobre él, estás muerto
para mí.
—Y si les dijera y luego me fuera, ¿estarías feliz de estar libre de mí?
Aurora tragó y miró hacia otro lado.
—Tienes que decírselo. Asumir la responsabilidad.
Giró sobre sus talones y caminó hacia la casa.
—Debería volver al apartamento. No quiero dejar a Carlotta sola con esto.
Me dirigí hacia Alessio y Massimo.
—Si te vas a Italia, Aurora seguirá adelante. Encontrará a alguien nuevo y,
si es inteligente, será alguien de la Camorra.
Papá no me permitiría matar a uno de nuestros hombres por esto. Sería un
mal ejemplo, especialmente porque Rory no era mía oficialmente. Ella era
absolutamente mía en mi cabeza, pero nunca la había reclamado como mía de 261
ninguna manera que hiciera que nuestros círculos se dieran cuenta. Éramos
amigos, punto.
Massimo negó con la cabeza.
—Ni siquiera deberías considerarlo. Matar a ese barista fue estúpido pero
no realmente relevante en el gran esquema de las cosas, pero atacar a alguien del
equipo de carreras de la Camorra fue aún más estúpido, pero aun así no causó
grandes consecuencias. Pero si empiezas a matar a nuestros propios hombres, eso
no pasará desapercibido. Nuestros soldados exigirán una explicación y me temo
que no tendrás una que sea aceptable para nadie sin tu carácter errático. Entonces,
si te vas, debes aceptar que Rory podría seguir adelante con alguien de nuestro
mundo y no podrás hacer nada contra eso.
No dije nada porque a Massimo no le hubiera gustado mi respuesta. Quizás
él también lo sabía porque sus ojos estaban llenos de advertencia.
Al día siguiente, Massimo, Alessio y yo tuvimos que visitar dos de nuestros
laboratorios de drogas menos productivos para aumentar su motivación.
Después de terminar nuestro trabajo alrededor de las ocho de la noche,
decidí cenar y dirigirme a lo de Aurora.
—¿Adónde vas? —preguntó Massimo cuando los dejé a él y a Alessio en la
mansión, pero no salí.
—A lo de Aurora, ¿dónde más? —dijo Alessio.
Sería inútil negarlo ya que de todos modos sería captado por la cámara.
—Simplemente les llevo la cena y me aseguro de que estén a salvo.
—Podríamos acompañarte —dijo Massimo.
—Han estado pegados a mi cadera todo el día. Necesito algo de tiempo para 262
mí lejos de ustedes, cabrones.
—Claro, de eso se trata. —Alessio puso los ojos en blanco, luego se encogió
de hombros y encendió un cigarrillo—. No es que tenga ningún interés en ir allí.
Mamá hizo lasaña, así que comeré y luego me voy a relajar en mi habitación.
—Cuando le pregunté a Carlotta si debía ir a verla para asegurarme de que
todo estaba bien, me dijo que ella y Aurora no necesitaban ayuda. Entonces, ¿por
qué te necesitan?
—¿Celoso? —pregunté riendo. Massimo no era del tipo celoso, pero nunca
había tenido algo en lo que invertir. Lotta parecía haberse metido bajo su piel de
una manera que no había creído posible.
—Carlotta desaprueba tu acción y no le gusta tu personalidad, así que no.
—Gracias por el aviso. No voy a ir allí por Lotti. Tengo cosas que discutir
con Rory. —Cerré la puerta y salí marcha atrás del camino de entrada. Massimo,
Alessio y yo nunca habíamos tenido secretos. No disfrutaba engañarlos, pero no
tenía otra opción en este momento.
Después de comprar comida asiática para llevar, fui al apartamento de
Aurora. Pensé que esperaba que la visitara todos los días, así que me quedé
estupefacto al ver su cara de enojo cuando me abrió la puerta. Tenía el cabello
despeinado como si aún no hubiera tenido tiempo de cepillarlo. Aún se veía
hermosa. Llevaba pantalones cortos deportivos y una camiseta blanca. Para mi
decepción, debajo llevaba un sujetador deportivo blanco.
Levanté la bolsa con comida china para llevar.
—Traigo la cena. —Si las miradas mataran, sería cenizas.
—Son las nueve en punto —dijo intencionadamente.
—¿No me dejarás entrar? —le pregunté cuando no hizo ningún movimiento
para abrir más la puerta.
Soltó un suspiro y dio un paso atrás para que yo pudiera entrar.
—¿Le dijiste que son las nueve en punto? —gritó Carlotta desde algún lugar
del apartamento. Su voz sonó tan acogedora como lo parecía el rostro de Aurora.
No estaba seguro de cuál era su problema con las nueve en punto. Tal vez
era un código de chica para algo de lo que no estaba consciente.
Me dirigí a la cocina, encendí la luz y dejé la bolsa sobre la mesa. Aurora
no me siguió, así que regresé al pasillo, y al no encontrarla aquí tampoco, me dirigí
a su dormitorio. Ella estaba dentro y sacando a Battista de su cuna. Estaba llorando
suavemente, no con los chillidos a todo volumen en los que algunos bebés eran
maestros. 263
—Tal vez sea más fácil ser él, pero al final, no te hará feliz.
Se rio entre dientes sin humor.
—Si estás tan seguro de que solo eres un monstruo, ¿por qué estás aquí?
¿Por qué no les das tu hijo a tus padres para que puedan criarlo?
—Tal vez quiero jugar a la familia con la única chica que alguna vez se
metió debajo de la piel antes de sucumbir a la oscuridad.
Me burlé.
—Esto no es jugar a la familia. Esta soy yo siendo la niñera y tú el padre
irresponsable. Creo que no puedes soportar el hecho de que no recuerdas haberme
tenido y ahora no pararás hasta tenerme otra vez para sacarme de tu sistema.
—Ojalá fuera tan fácil como eso. Maldita sea, ojalá supiera cómo sacarte
de mi cuerpo. Ojalá fuera tan fácil como desangrarte. Si la sangría fuera la
solución, me habría cortado las venas hace mucho tiempo. Te quiero fuera de mi
sistema, pero ahí estás, la luz cegadora en el fondo de mi oscuridad. —Soltó un
suspiro—. Tal vez deberías ir con mis padres. Sería el colmo para mi padre. Te
librarías de mí de una forma u otra. Si eso es lo que quieres, entonces debes decirles
la verdad porque nunca te dejaré libre.
Se puso de pie y se fue.
No había manera de que me volviera a quedar dormida ahora.
277
Al momento en que Rory dejó de empujar mi cabeza, aproveché mi
oportunidad y separé sus piernas aún más. Lo asimilé todo. Sus nalgas redondas,
su hermosa abertura y sus labios rosados, su pequeño clítoris. Lamí a lo largo de
su raja. Quería probar cada centímetro de ella. Quería hacerla correrse con tanta
fuerza esta noche que chorrearía por toda la encimera. Esta era la única forma de
redención que podía ofrecerle.
Rory tiró de mi cabello y gimió. Esto era solo el principio. Enrosqué mis
brazos alrededor de sus muslos y la acerqué al borde, luego me concentré en su
clítoris. Lo provoqué con mi lengua, lamida tras lamida, y giro tras giro, y se asomó
más. Rory tenía los ojos cerrados, su pecho palpitaba y respiraba con dificultad. 278
Esto no funcionaba.
—Abre los ojos, Rory, y mírame comerte.
Abrió los ojos y se sonrojó aún más.
Presioné mi mejilla contra la parte interna de su muslo y froté su pequeño
clítoris con mi pulgar, esparciendo mi saliva y la excitación de Rory.
—Observarás cada segundo, ¿entendido? Quiero que me veas lamiéndote,
haciéndote gotear y correrte.
—Como si alguna vez pudiera olvidar que fuiste tú —susurró con un dejo
de reproche.
Sonreí porque después de esta noche ella definitivamente nunca olvidaría
lo que era estar conmigo. Con mi mejilla aún presionada contra la parte interna de
su muslo, acaricié la punta de mi lengua a lo largo de los labios hinchados de su
coño, separándolos suavemente para hacer girar su clítoris antes de volver a bajar.
El rostro de Aurora estaba sonrojado mientras me miraba con los labios
entreabiertos. Empujé contra su otro muslo, separando más sus piernas y revelando
más de su coño. Mi lengua se sumergió nuevamente entre sus labios, rozando su
suave pero apretada abertura. Su excitación cubrió mi lengua. Tarareé y comencé
a rodear ese pequeño y perfecto agujero que me había dado la bienvenida una vez
antes.
La tiré sobre mi cara, chupando su clítoris. Gritó de sorpresa y placer
mientras me la comía desordenadamente, untando sus jugos por toda mi barbilla y
mejillas. Se apoyó contra el mostrador, con ambas manos en mi cabello, con los
ojos muy abiertos e incrédulos en tanto mi boca y mi lengua saboreaban sus labios,
su clítoris y su apertura.
Su excitación ya no era una pequeña llovizna. Cubrió mi lengua a medida
que acariciaba su abertura. Sus muslos se tensaron, su coño se apretó y su rostro
se contrajo de placer, luego un fuerte gemido cayó de sus labios entreabiertos.
Agarré sus nalgas, mis dedos se clavaron mientras presionaba su coño con más
fuerza contra mi cara. Ella se estremeció y sus uñas arañaron mi cuero cabelludo.
Su olor se intensificó. Gemí y metí mi lengua en su estrecha abertura. Su excitación
cubrió mi lengua y la lamí con entusiasmo mientras la follaba con mi lengua.
Quería reclamar cada parte de ella, con mi lengua, mis dedos, mi polla, incluso mi
puto cuchillo favorito. Quería grabarme en el cuerpo y la mente de Rory.
—No puedo. No más —jadeó después de un rato. Le saqué la lengua. Mi
barbilla y mi boca estaban cubiertas por su lujuria. Se lamió el labio, con expresión
de asombro y vergüenza. Después de bajarle los pantalones del pijama ahora
empapados, agarré sus caderas y la levanté de nuevo sobre el mostrador, luego
empujé entre sus piernas. Mi polla se tensó contra mis pantalones, pero tenía la 279
sensación de que no tendría su turno esta noche.
—¿Qué...? —Los ojos de Rory se abrieron de par en par cuando empujé mi
dedo medio en su abertura. Se tensó, esperando dolor, pero a pesar de lo apretada
que estaba, y estaba increíblemente apretada, estaba tan empapada que me deslicé
fácilmente. Miré mi dedo mientras separaba su coño rosado, brillando con su
excitación. Doblé la punta de mi dedo y presioné la palma de mi mano firmemente
contra el clítoris hinchado de Rory, luego dejé de moverme.
—Qué apretado —dije triunfalmente—. Nadie ha estado en ese coño desde
yo, y nadie lo hará jamás.
—Te odio —susurró. Pero sus ojos no trasmitían odio, al menos no solo
odio. Ella me odiaba, por una buena razón, y probablemente también a ella misma.
Estaba familiarizado con el odio, con su ambigüedad. Era la emoción más querida
para mi corazón. También era una emoción que nunca podría manejar por Rory.
—Lo sé —murmuré y bajé la cabeza. Bajé la mirada de los ojos ardientes
de Rory a mi dedo aún enterrado profundamente. Abrí mi mano para que mi palma
ya no presionara contra su clítoris y saqué mi lengua para acariciarlo, luego bajé y
lamí alrededor de mi dedo, provocando su carne sensible.
Tiró más fuerte de mi cabello. Tal vez odiaba este poder que yo tenía sobre
su cuerpo, pero no lo suficiente como para detenerme. Si supiera cuánto poder
tiene su existencia sobre mi cuerpo y mi mente, se daría cuenta de que yo soy el
condenado en esto.
Podría haberla observado por siempre, el sutil balanceo de sus caderas
cuando se encontraron con los empujes de mi dedo y mi lengua provocadora. Sus
pantalones, la agitación de su pecho y el estado sonrojado de su rostro.
Pronto, tembló con su segundo orgasmo. Ella habría estado tan lista para
que la follara.
—Necesito estar dentro de ti.
—Estás loco —dijo.
Más loco de lo que pensaba.
—Te lastimé.
—Lo hiciste —confirmó.
—Por eso no me acercaré a ti con mi polla. —No esta noche.
Frunció el ceño, la desconfianza luchando contra la curiosidad en su rostro.
—Pero necesito reclamarte. Mierda, es todo en lo que puedo pensar. Sabes
que eres mía. Ni siquiera recuerdo bien nuestra primera noche y quiero 280
compensarlo. Esta noche, quiero ser yo quien sangre y sufra mientras te reclamo.
Su confusión no hizo más que aumentar. No podía culparla y no estaba
seguro de que no huiría gritando si descubría lo que tenía en mente. Maldita sea,
ni siquiera la culparía, pero esta idea no me abandonaba desde que había soñado
con ella hace unas semanas. Era la manera perfecta de darle placer a Rory y dolor
a mí, y reclamarla con una parte de mí que no era parte de mi cuerpo.
Desenvainé mi cuchillo.
Los ojos de Rory se abrieron alarmados.
Lancé el cuchillo al aire y atrapé la hoja. Mi agarre aún estaba flojo, pero la
hoja afilada ya me arañaba la piel. Mis callos por las peleas y el Parkour no cedían
fácilmente, pero hoy sí lo harían.
—Esto es una locura —susurró, pero no se había movido. Si estaba
congelada por el shock o la anticipación también estaba en la mezcla, era difícil
saberlo. Solo me miró con total sorpresa. Lamí su muslo y luego levanté el
intrincado mango de cuero de mi cuchillo hacia su coño.
—Esto es cuero de becerro. Es suave y el relieve masajeará tus paredes
internas. Es más pequeño que mi polla, así que será perfecto. —Deslicé el extremo
redondo del mango sobre la abertura de Rory, cubriéndola con sus jugos antes de
separarla y frotarla sobre su clítoris.
Rory se quedó congelada mientras miraba. Froté una y otra vez su clítoris,
observando su rostro, amando la lujuria y el miedo allí. No temor de mí. Miedo a
lo que le hacía desear. Miedo a lo prohibido. Pero maldita sea, la fruta prohibida
siempre fue la más dulce.
—Te llevaré al infierno conmigo, Rory. Te lo advertí, pero no escuchaste.
Ahora es demasiado tarde.
Deslicé el mango de cuero hacia abajo y lo presioné contra su abertura.
Hubo un indicio de resistencia antes de que sus paredes cedieran y permitieran el
primer centímetro dentro de su coño.
—Maldición —gemí mientras observaba el rosa del coño de Rory contra el
cuero negro de mi cuchillo.
Rory sacudió la cabeza, aún conmocionada.
—Estás sangrando —jadeó.
Bajé los ojos de su rostro a mi mano que agarraba la cuchilla. Una gota de
sangre serpenteó sobre mi muñeca, y el indicio de ardor me dijo que mi cuchillo
había cortado la gruesa capa de mis callos.
—Si te duele, debería dolerme a mí también —dije con voz áspera mientras 281
movía el mango hacia arriba y hacia abajo, aún a solo unos centímetros de
distancia.
—Eso es una locura —susurró—. Y ni siquiera duele. Simplemente me
estira.
—La última vez te dolió. No te preocupes por mí, Rory. Simplemente
relájate y siente. Siente realmente el cuero dentro de ti.
Sacudió la cabeza pero no protestó. Empujé un poco más profundo y me
incliné hacia adelante para lamer su clítoris. Jadeó mientras yo rodeaba el mango
de mi cuchillo y su carne sensible.
Había enterrado esta cuchilla, y muchas otras cuchillas, en tanta gente, había
disfrutado de sus gritos, pero reclamar a Rory con el mango de mi cuchillo, dándole
placer con aquello que solo causaba dolor a los demás, y recibiendo dolor a través
de mi propia hoja mientras le daba placer, eso sería un momento destacado en mi
vida.
Me iría al infierno por esto. No hay duda.
No estaba segura de por qué no gritaba y salía corriendo. Por qué estaba
sentada aquí, viendo cómo Nevio me follaba con su cuchillo.
No debería sentirse bien. Pero así era. La forma en que Nevio me miraba
con absorta atención y pura hambre envió picos de lujuria a través de mi cuerpo
que nunca había experimentado.
Pasó el mango redondeado a lo largo de mi costura de un lado a otro.
—Estás muy callada. Lo tomo como una buena señal —reflexionó—. Ahora
que tu cuerpo ha soportado el primer shock, te voy a follar adecuadamente con mi
cuchillo para que bañes mi mango y mi boca con tu lujuria.
Agarró la hoja con más fuerza y empujó el mango más dentro de mí.
282
—¿Es un sí?
Jadeé pero no respondí. No podía aceptar esto. Tampoco pude alejarlo.
Estaba perdida entre mi deseo de permitir que esto sucediera y mi conciencia me
decía que lo detuviera.
Empujó lentamente hasta que el mango estuvo a mitad de camino dentro de
mí y se volvió más grueso, luego cerró su boca sobre mi clítoris nuevamente. Me
relajé cuando el placer surgió a través de mí debido al trabajo mágico de su lengua.
Me encantaba su suave sensación, el calor del aliento de Nevio en mi coño. Mis
paredes internas estaban muy sensibles por mi orgasmo, y la suavidad del cuero
las calmaba y provocaba al mismo tiempo.
—Más —murmuró, y yo siseé mientras empujaba más profundamente, mi
abertura se extendía alrededor de la creciente circunferencia del mango. No había
sido penetrada por más que mi propio dedo y la lengua y el dedo de Nevio desde
que Nevio me quitó la virginidad.
Mi pecho se apretó con los recuerdos de la noche y la culpa por lo que estaba
sucediendo ahora.
La lengua de Nevio rodeó mi clítoris, luego acarició mi abertura y mi parte
inferior. Mis ojos se pusieron en blanco y la lujuria superó la culpa. Tragué
pesadamente, a medida que el estiramiento se convertía en un dolor sutil cuando
el mango conquistó más de mi coño.
—Rory.
Bajé la cabeza.
Sus ojos oscuros me golpearon.
—No luches contra el dolor. Saboréalo. Relájate. Acéptalo.
Intenté hacer lo que me dijo y, cuando el mango estuvo completamente
dentro de mí, exhalé. Nevio se inclinó ligeramente hacia atrás, su barbilla brillaba
con mis jugos, y observó mi coño. Su puño se cerró alrededor de la hoja,
presionando contra mi coño. Estiró los dedos. Estaban cubiertos de sangre y
también la hoja.
Cerré mis ojos. No podía reconocer la realidad, lo bien que se sentía el cuero
dentro de mí, lo sexy que me hacía sentir la reacción de Nevio.
—Maldita sea, Rory, ver mi cuchillo saliendo de tu apretado coño me pone
muy cachondo. Puedes odiarme todo lo que quieras.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
—¿Quieres correrte sobre mi cuchillo, Rory? —preguntó en voz baja y
tensa.
283
—No.
—¿No? —murmuró. Comenzó a follarme lentamente con la empuñadura.
Dentro y fuera, lenta y suavemente. El cuero me acarició, el extremo rozó un punto
dulce en lo más profundo de mí y luego la lengua de Nevio rozó mi clítoris. Mi
respiración se aceleró.
La lujuria goteó de mí en tanto mi cuerpo sonaba de dulce placer. Me estaba
acercando.
Puse mi mano sobre la cabeza de Nevio, queriendo alejarlo, pero sus labios
se cerraron alrededor de mi clítoris y comenzaron a chupar, y no lo hice.
Tragué más fuerte. Odiándome a mí misma, odiándolo por lo que me hacía
desear.
—Rory, mírame.
Abrí los ojos y me estremecí con otra oleada de excitación. La intensidad
de la mirada de Nevio, la fricción del cuero dentro de mí y sus labios masajeando
mi clítoris fueron demasiado. Mis caderas se balancearon contra el cuchillo, contra
la boca de Nevio, queriendo más aunque ya fuera demasiado.
—Ya casi llegamos —gruñó. Me agarré al mostrador mientras mis talones
presionaban el gabinete y los dedos de mis pies se curvaban. Mi coño empezó a
contraerse alrededor del cuchillo. Nevio se echó hacia atrás y frotó mi clítoris con
el pulgar, con la cara aún cerca de mi carne dolorida.
Llegué, mi cuerpo convulsionando incontrolablemente. La lujuria goteó de
mí, corrió por mi trasero y se acumuló debajo de mí. Nevio me miró con una
sonrisa que me hizo estremecer. Se inclinó hacia delante y su lengua siguió los
rastros de mi excitación. Me estremecí más fuerte cuando otra ola de placer me
capturó.
Mi pecho palpitaba y me congelé. Lentamente, Nevio me sacó la
empuñadura, haciéndome temblar nuevamente. Miró el mango con absoluto
triunfo. El cuero estaba cubierto con mis jugos y un toque de algo más oscuro.
Nevio sacó la lengua y lamió el rosa.
—Un toque de sangre.
Sacudí la cabeza pero no pude decir nada. Luego se puso de pie y acercó la
empuñadura a mi boca.
—Prueba tu coño. —Separé los labios, incapaz de resistir el tono autoritario
de Nevio. El aroma picante de mi excitación golpeó mi lengua. La mirada de Nevio
se volvió absorbente, haciendo que mi núcleo se contrajera nuevamente, incluso si
me hubiera corrido duro—. Chúpalo hasta dejarlo limpio como has estado soñando
284
con hacer con mi polla.
Mis ojos crecieron de indignación. Por supuesto, había soñado con Nevio,
y solo muy pocos de esos sueños habían sido pesadillas.
—Vamos, Rory. Muéstrame lo que me harías.
Cerré mis labios alrededor del mango, tomé más en mi boca y ahuequé mis
mejillas mientras lo chupaba. Lo di todo bajo la atenta mirada de Nevio. Haciendo
girar mi lengua por la punta del mango, luego succionándola en mi boca. ¿Cómo
había llevado mi furia a esto?
La erección de Nevio presionó contra sus pantalones y no pude evitar
sonreír triunfalmente alrededor del asa. Nevio me agarró el cuello y se inclinó, sus
labios rozaron mi oreja.
—Rory, eso es lo que me haces —dijo con voz áspera.
Retrocedió y lentamente sacó el mango del cuchillo de mi boca, luego lo
llevó a mi coño una vez más. Lo deslizó suavemente hasta el fondo y solté un
suspiro tembloroso porque no podía aguantar más, incluso si se sentía bien. Lo
extrajo una vez más y miró el cuero una vez más cubierto por mi liberación.
El brillo del ascensor en nuestro piso hizo que mi ritmo cardíaco se
disparara.
—¡Carlotta!
Nevio dio un paso atrás y me levantó del mostrador, luego con calma
devolvió el cuchillo a su funda.
Intenté alisar mi ropa y encontrar mis pantalones cortos. Las llaves rayaron
la cerradura cuando finalmente logré ponérmelos. Nevio se apoyó en el mostrador
y me miró, con los pantalones aún abultados.
—¿Qué le vas a decir a Carlotta cuando vea esto? —Señaló el pequeño
charco de mi liberación en el mostrador.
—Oh, Dios. —Corrí hacia el armario con los artículos de limpieza, tomé un
limpiador higiénico y vacié la mitad en el mostrador, luego comencé a frotarlo
fervientemente con un trapo que definitivamente tiraría más tarde.
—¡Ya estoy de vuelta! —llamó Carlotta. Ella nunca hacía eso, así que tal
vez sospechaba que podría ver algo que no quería ver. Mi cara ardía de
mortificación.
No me di vuelta cuando vi a Carlotta entrar a la habitación en mi visión
periférica. Solo podía esperar que la erección de Nevio ya no fuera obvia, o que
Carlotta no se diera cuenta.
285
—¿Todo está bien? —preguntó con recelo.
Me aclaré la garganta.
—Seguro. —Mi voz era demasiado alta y ronca.
—Espléndido —dijo Nevio con calma.
Cuando me sentí feliz por el estado del mostrador, me volví hacia Carlotta
con una sonrisa forzada.
—Derramé un poco de...
—Jugo —finalizó Nevio, y podría haberlo matado con ese estúpido cuchillo
suyo. Aunque ese probablemente habría sido su sueño.
Carlotta miró entre Nevio y yo, sus ojos se detuvieron en la mano
ensangrentada de Nevio y suspiró.
—¿Supongo que Battista está dormido?
Asentí.
—Has vuelto temprano. —Ni siquiera estaba segura de qué hora era, pero
definitivamente aún no la esperaba.
Carlotta frunció los labios.
—Es casi medianoche. La cena con Diego y Antonia no suele durar toda la
noche. La próxima vez llamaré. Creo que iré a mi habitación hasta que terminen
con lo que sea que estén haciendo.
—Hemos terminado —dije con firmeza. Carlotta definitivamente se sintió
ofendida y no podía culparla. Primero dejé que un bebé se mudara con nosotras y
ahora Nevio estaba aquí todo el tiempo.
Nevio no hizo comentarios. Solo me dio una mirada que me hizo sentir toda
caliente.
—Nevio tiene que irse.
Caminé hacia el pasillo, solo queriendo salir de la cocina. ¿Podías oler el
sexo en una habitación? Por suerte, Carlotta era completamente inocente, así que
probablemente no tenía de qué preocuparme.
Me estaba yendo al infierno. Nevio me siguió de cerca y un escalofrío
recorrió mi espalda. Me preguntaba qué estaría pasando por la cabeza de Nevio en
ese momento. Me detuve en la puerta y la abrí. Nevio se quedó en la puerta como
si supiera que yo habría cerrado la puerta justo en frente de su cara si hubiera salido
al pasillo. Justo en este momento, solo quería que se fuera. No quería reconocer lo
que habíamos hecho. Necesitaba más tiempo para entenderlo.
286
Aparté la mirada de su mirada penetrante, pero mis ojos solo se fijaron en
el cuchillo en su funda de cuero. Rara vez lo usaba tan abiertamente. El calor subió
por mi cuello y mi núcleo se tensó una vez más. Casi aún podía sentir el cuero
sedoso dentro de mí. Bajé la mirada y luego fruncí el ceño ante las gotas de sangre
en el suelo. Mi mirada siguió su rastro de regreso a la cocina. Nevio debe haberse
cortado más profundamente de lo que pensaba.
Tomé su mano y la giré. El corte en su palma era largo pero no demasiado
profundo, pero definitivamente necesitaba puntos, sobre todo porque sabía que no
sería fácil con él.
Probablemente ya estaría peleando en jaula mañana por la tarde.
—Eso necesita un tratamiento adecuado.
—Valió la pena —dijo Nevio en voz baja, acercándose. Nuestros ojos se
encontraron y exhalé, sintiendo el tirón que era casi imposible resistir—. Y me
cortaría aún más si eso significara verte venir con mi cuchillo otra vez.
Miré por encima del hombro para asegurarme de que Carlotta no estuviera
cerca.
—¿Quieres que te ponga una venda?
—Creo que necesitas un poco de tiempo a solas, Rory. No dejes que tu
conciencia arruine esto.
No era mi conciencia lo que me preocupaba sino mi corazón. Nevio
finalmente dio un paso atrás. Se acercó y me besó en la mejilla como lo haría un
amigo, un espectáculo para las cámaras en el pasillo, porque aún podía olerme en
él. Se dio vuelta y se alejó.
Cerré la puerta y me apoyé en ella.
—¿Debería preocuparme? —preguntó Carlotta desde su lugar en la puerta
de la cocina.
Levanté las cejas.
—¿Escuchaste a escondidas?
Hizo una mueca de horror como si eso fuera lo último que haría.
—Estoy demasiado preocupada por lo que podría escuchar.
Me reí amargamente.
—Sí.
Se acercó a mí lentamente, su rostro brillando con disgusto mientras
registraba la sangre en el suelo.
287
—Lo limpiaré —dije.
Carlotta se apoyó contra la puerta a mi lado, su hombro tocando el mío.
Estudió mi cara.
—¿Estás bien?
Dudé. No estaba realmente segura de lo que sentía en ese momento.
—Aún no estoy segura.
Sus cejas se juntaron.
—¿Te acostaste con Nevio?
—No —dije, luego me mordí el labio, mi piel ardía—. No fue así. —¿O lo
que tuvimos cuenta como sexo? Era una forma de sexo, pero Carlotta
probablemente se refería a la versión clásica, no a la retorcida y pervertida que
Nevio tenía en mente.
—Mirándote a la cara, no creo que quiera detalles.
—Definitivamente no los quieres. —Carlotta necesitaría una cita inmediata
para confesarse si le contaba lo que acababa de pasar, y probablemente también
pediría una cocina nueva.
—¿Estás de acuerdo con lo que pasó?
—Una parte de mí lo está. Una parte de mí definitivamente no lo está.
Battista dejó escapar un grito y me alegré por la distracción.
—Es casi como si Nevio pudiera sentir cuando Battista está despierto y
siempre se va antes —dijo.
—Eso no es posible —dije mientras caminaba hacia mi habitación, donde
Battista había estado durmiendo todo el tiempo. Entendí lo que quería decir
Carlotta. Hasta ahora las interacciones de Nevio con Battista habían sido pocas y
espaciadas. Aún no habían establecido una conexión y después de nuestra
conversación de hoy, supe que Nevio lo prefería así. Sabía que a algunos padres
les resultaba difícil construir un vínculo con niños pequeños, incluso si los habían
visto crecer desde que nacieron, pero no estaba segura de que ese fuera el caso de
Nevio o si algo más profundo y oscuro lo detenía.
Levanté a Battista y lo presioné contra mi pecho. Curiosamente, no tuve
ningún problema en establecer una conexión con este pequeño niño. Al igual que
su padre, había capturado mi corazón.
288
Pocas cosas elevaban mi ritmo cardíaco, pero Rory lo hizo, y follarla con
mi cuchillo… Los latidos de mi corazón habían establecido un récord.
No podía dejar de sonreír mientras me dirigía al entrenamiento de pelea. Ya
llegaba tarde porque había estado despierto toda la noche, pero no podría
importarme menos. En realidad, necesitaba desahogarme. Solo pensar en el coño
rosado de Rory y mi cuchillo me puso duro otra vez.
Cuando entré al casino abandonado que la Camorra usaba como gimnasio,
ya podía escuchar el sonido de los puños impactando y los gruñidos bajos de dolor
reprimido. Al entrar al amplio salón con la jaula de pelea en el centro, vi a Alessio 289
y Nino entrenando allí.
Massimo, Giulio, Fabiano y Davide observaban y calentaban saltando la
cuerda. Por supuesto, Massimo notó inmediatamente el corte en mi mano. Aún no
me había molestado en vendarlo. Dejó de saltar, arrojó la cuerda sobre un banco y
se acercó a mí.
—¿Qué hiciste?
La forma en que lo expresó hizo que sonara como si no hubiera hecho nada
bueno, lo cual era, por supuesto, la verdad.
—Solo un inocente juego de cuchillos —dije.
Massimo me lanzó una mirada que sugería que estaba lleno de tonterías.
—Muéstrame.
—¿Mi juego con el cuchillo?
Extendió su mano con una expresión sensata y yo la giré para que pudiera
ver mi palma. La empujó sin piedad, pero el dolor me trajo lindos recuerdos de lo
que había sucedido, así que no protesté. Confirmó que no había soñado esto.
Dejó caer mi mano y se dirigió hacia el gabinete con el botiquín de primeros
auxilios. La situación ya había llamado más la atención y Davide y Giulio llegaron
corriendo.
—¿Qué pasó? —preguntó Davide emocionado—. No estabas en la cama
esta mañana cuando intenté despertarte para el entrenamiento de pelea.
Había estado afuera, vagando por la ciudad, inquieto pero al mismo tiempo
extrañamente satisfecho.
—Me metí en una pelea con cuchillos y tuve que defenderme.
—¿Sujetando tu cuchillo de manera incorrecta? Lo dudo—murmuró
Massimo—. Esto no es una reducción de defenderse contra una puñalada.
—¿Eh? —Davide y Giulio intercambiaron una mirada. Para entonces,
Fabiano también se había unido a nosotros. Solo Nino y Alessio seguían peleando.
Por supuesto, Massimo tuvo que seguir derramando sus amplios
conocimientos médicos.
—Agarró una hoja y el corte sugiere que era un cuchillo de dientes de sierra
como el suyo. Parece una coincidencia demasiado grande. —Le envié a Massimo
una mirada que le decía que se callara. Si bien no tenía ningún problema con que
él conociera los detalles de mi aventura, definitivamente no necesitaba que Fabiano
se enterara. Las cosas se pondrían muy, muy tensas entre los Scuderi y los Falcone
290
si él supiera lo que estoy haciendo con su hija. Mierda, incluso podría intentar
poner fin a esto, y Aurora probablemente incluso seguiría su decisión.
No necesitaba la complicación adicional de tener que descubrir cómo
deshacerme de Fabi.
Fabiano levantó una ceja.
—¿Qué carajo hiciste ahora?
Sonreí.
—No puedo decírtelo con los niños alrededor. Digamos que un poco de
dolor me hace disparar fuegos artificiales mucho más rápido.
Que piensen que necesitaba cortarme la palma para librarme.
Fabiano suspiró y sacudió la cabeza antes de volver a saltar la cuerda,
obviamente cansado de mis payasadas.
Davide y Giulio lo siguieron al cabo de un momento. Ya habían visto a
Massimo coserme antes, así que no era tan emocionante.
—Si Fabiano descubre que te estás metiendo con Aurora, las cosas se
pondrán muy complicadas —dijo Massimo en voz baja mientras sacaba una botella
con un líquido transparente del botiquín de primeros auxilios.
—¿No escuchaste? Estuve involucrado en una pelea.
—Escucho tus tonterías todo el tiempo —dijo, vertiendo la mitad del líquido
sobre mi mano. Ardía como el infierno y apreté los dientes con molestia. Había
muchos desinfectantes que no picaban, pero papá insistió en que usáramos los
antiguos como castigo adicional por lastimarnos en primer lugar.
—Mi cuchillo estaba limpio, no era necesario desinfectar la herida.
—Hueles a coño, así que deja de tonterías y déjame hacer mi trabajo — dijo
Massimo.
—¿Te convertiste en un sabueso desde que te privaron del olor a coño?
Me ignoró y sacó aguja e hilo. Hacía mucho tiempo que no veía a Massimo
con una chica y, conociendo la postura de Carlotta sobre el sexo antes del
matrimonio, dudaba que se hubiera acercado a su santo grial. Antes de Aurora,
habría dicho que no valía la pena esperar por ningún coño.
Alessio corrió hacia nosotros, cubierto de sudor y luciendo un gran
hematoma en la mejilla.
—¿Cómo la cagaste esta vez? 291
305
307
Mi teléfono iluminó la habitación, alertándome del timbre, que siempre
silenciaba por la noche. Me deslicé de la cama y caminé de puntillas hacia la puerta
principal. Era media noche y nadie visitaba a esa hora.
Miré a través de la mirilla, con los dedos agarrando mi teléfono, lista para
marcar rápidamente a Nevio para que pudiera venir y ahuyentar a quien esperara
frente a la puerta.
Mis pulmones se desinflaron, los latidos de mi corazón se triplicaron y por
un momento no pude moverme. Desbloqueé la puerta y la abrí.
Nevio se hallaba de pie frente a mí. Tenía una gorra de béisbol calada hasta 308
la cara y vestía un abrigo largo negro que ocultaba la mayor parte de su cuerpo,
algo bueno considerando lo que vi debajo.
Estaba cubierto de sangre, de pies a cabeza. Incluso sus pestañas estaban
llenas de sangre. No llevaba camisa ni zapatos, y su piel y la ropa que llevaba
también estaban cubiertas de sangre, aunque su color negro hacía difícil verlo.
Manchas de sangre ahora también cubrían mi puerta blanca y huellas de
sangre conducían desde el ascensor hasta mi puerta. Si papá viera esto en la cámara
de seguridad, estaríamos en un montón de problemas.
—¿Qué pasó? —susurré. No pude ver ninguna herida obvia, nada que
pudiera explicar la cantidad de sangre, excepto un par de moretones aquí y allá.
Esta noche no había sido una pelea en jaula.
El hedor a sangre rápidamente se volvió opresivo en el estrecho pasillo.
Considerando mi línea de trabajo, no era sensible a la sangre, pero esto era más de
lo habitual.
—Me daré una ducha —dijo, y yo simplemente asentí, preguntándome por
qué estaba aquí. Quizás debería haberlo despedido. Tenía que estar nerviosa. Esto
fue obra suya, sin duda. Había masacrado a una o más personas esa noche y ahora
estaba aquí. Tal vez debería haber tenido miedo, tal vez tenía motivos para tenerlo,
pero después del shock inicial, mi pulso ya se estaba desacelerando. Pasé junto a
él y le abrí la puerta del baño para que no tuviera que tocarla, luego hice lo mismo
con la ducha. Nevio entró y se desabrochó el cinturón. No esperó a que me fuera.
Simplemente se bajó los pantalones y yo simplemente me quedé en medio del
baño, sintiéndome un poco perdida. Cuando se quitó los bóxers, no me sonrojé
como solía hacer.
La sangre había corrido hasta su pene. Se había acumulado en las crestas de
su paquete de seis.
Nevio entró en la ducha y la abrió. Pronto, el agua lavó las primeras capas
de sangre. Retrocedí, pero no me fui. Cerré la puerta por si Carlotta se despertaba.
Si Battista empezara a gritar, lo oiría. Me alegré de que fuera demasiado pequeño
para levantarse solo y vagar por el apartamento. No necesitaba ver la sangre,
aunque probablemente pensara que era pintura. Nevio se lavó el cabello, pero sus
ojos estaban fijos en mí mientras yo me apoyaba contra la puerta. El vapor llenó
lentamente la habitación, creando una barrera visible además de la que podía sentir
entre nosotros esta noche. Siempre había habido un tira y afloja entre nosotros
desde esa noche, pero no importaba lo fuerte que había empujado, la atracción
siempre había sido más fuerte. Esta noche se sintió diferente. Sentí como si
estuviéramos al borde de un empujón que nos separaría más que nunca, y no pensé
que el empujón vendría de mí.
309
Tal vez debería, tal vez ver a Nevio cubierto con la sangre de sus víctimas
debería haber sido la gota que colmó el vaso, y tal vez en uno o dos días lo sería,
cuando lo hubiera asimilado, pero justo en ese momento, me sentí atraída por él.
Me atraía alguien a quien mucha gente llamaría monstruo, y temía que fuera su
lado monstruoso el que formaba parte de su atractivo.
En menos de diez minutos de ducha, no quedó ningún rastro de la matanza.
Nevio estaba limpio y cerró el agua, luego salió de la ducha completamente
desnudo.
Gotas de agua serpenteaban a lo largo de sus músculos, atrapadas en ellos
y en las cicatrices que cubrían su pecho y estómago. Una gota descarriada viajó
más abajo y quedó atrapada en su vello púbico recortado.
Nevio no se molestó en secarse. Caminó directamente hacia mí. Su cabello
goteaba por su rostro, haciendo que pareciera como si estuviera llorando, pero
nunca había visto a Nevio derramar una lágrima, y dudaba que alguien más lo
hubiera hecho tampoco. No estaba segura si él era capaz de hacerlo. Nevio se
detuvo cerca de mí.
—Eres pura luz —gruñó. No dije nada.
Las lágrimas llenaron mis ojos. Nevio pasó sus pulgares por mis mejillas,
atrapando las gotas.
—No sé por qué estoy llorando —susurré.
Sus labios se dibujaron en una sonrisa amarga.
—Rory, creo que sí.
Me mordí el labio inferior y las lágrimas ahora se hicieron más fuertes.
La oscuridad de Nevio era impenetrable.
Siempre supe que Nevio tenía mucha oscuridad. No se podía conocer a
Nevio y no saberlo. Pero siempre pensé que la oscuridad era una pequeña parte de
él. Sin embargo, durante el año pasado, quedó claro que el Nevio que amaba era
parte de una oscuridad que ni siquiera él podía controlar. O tal vez simplemente no
quería controlarlo. La oscuridad significaba libertad para él. No intentaba controlar
su naturaleza, la vivía.
—No estoy hecho para tener compañía. Estoy mejor solo, libre para irme a
dormir por la noche.
Sacudí la cabeza.
—Eso no es cierto. Mira tu vínculo con Alessio y Massimo. Han sido
mejores amigos toda su vida.
310
—Se unieron a mí en la oscuridad, pero nunca lo necesitaron tanto como
yo.
—Nevio…
Sus labios cayeron sobre los míos. Me abrí. No quería ningún juego, ningún
tira y afloja, no esta noche, no cuando esto parecía horriblemente el final. Ni
siquiera estaba segura de por qué lo sabía y por qué esto me entristecía tanto. Había
intentado sacar a Nevio de mi camino durante meses, y ahora que sentía que podría
retroceder, me aplastó el corazón.
Sus dedos aún sostenían ligeramente mis mejillas mientras nos besábamos,
un beso lento y suave que acentuaba la finalidad de este momento. Nevio
retrocedió unos centímetros. El agua de su cabello goteaba sobre mi cara y escote,
las gotas se perseguían por el valle entre mis pechos y empapaban mi camisola. La
tela se pegó a mis pechos y mis pezones se endurecieron.
—Rory. —La palabra era oscura, casi agonizante. Nevio agarró el
dobladillo de mi camisola y la levantó. Levanté los brazos para que pudiera pasarla
por encima de mi cabeza. La arrojó al suelo, luego tomó mi mejilla y presionó sus
labios contra los míos nuevamente.
Sus ojos estaban fijos en los míos como si buscara una conexión que lo
conectara a tierra. Más agua goteó sobre mí y se me puso la piel de gallina. Nevio
se echó hacia atrás y bajó su rostro hacia mi pecho, su cálida lengua persiguió las
gotas a lo largo de la curvatura de mis senos y luego sobre mis pezones.
Me arqueé, mi mano agarró la parte posterior de su cabeza y mis dedos se
enredaron en el cabello mojado. Su lengua lamió meticulosamente cada gota de
agua de mi pecho. Cada vez que rozaba mi pezón, mi núcleo se contraía. Me sentí
nerviosa, hipersensible de una manera que nunca había experimentado. Unas gotas
de agua se escaparon por mi vientre y la lengua de Nevio las persiguió. Cuando la
punta de su lengua pasó por mi ombligo, me tensé y mis dedos se flexionaron
contra su cuero cabelludo. Sabía que esto no terminaría donde habían terminado
nuestros últimos encuentros. Esta vez, le daría aún más de mí a Nevio, física y
mentalmente, y temía que eso me arruinaría para siempre.
Nevio miró hacia arriba, parte de sus ojos cubiertos por su cabello mojado.
Una sonrisa apareció en sus labios, recordándome a mi Nevio, al hombre que aún
quería a mi lado.
Para entonces, varias gotas se habían deslizado por mis muslos y sobre mi
hueso púbico, algunas atrapadas en mi cabello recortado, otras descansando entre
los labios de mi vagina o en la cresta entre mis labios y muslo.
Mi cuerpo estaba tan tenso como un arco, listo para que Nevio también
atrapara esas gotas descarriadas, lleno de deseo y anhelo pero también de 311
aprensión. Arrodillándose frente a mí, deslizó su lengua a lo largo del surco entre
mi muslo y el hueso púbico, luego a lo largo de la parte externa del muslo y hacia
adentro. Sus ojos se encontraron con los míos nuevamente mientras sumergía su
lengua entre los labios de mi coño para atrapar el agua que se había acumulado
allí. Su cabello seguía goteando y lamió cada gota que caía en mi coño.
—El agua nunca sabe tan dulce —dijo con voz ronca. Separó mis pliegues
con sus pulgares y se inclinó sobre mi coño para que más agua fría goteara sobre
mi carne caliente. Cada gota contra mi clítoris me dejó en shock y desesperada por
más. Nevio cubrió mi coño con su boca y de hecho, se zambulló. Sus lamidas se
volvieron casi salvajes mientras recogía algo más que agua. Mis mejillas se
calentaron por la lujuria y la vergüenza a medida que lo veía devorar mi coño.
Estaba cerca; mis piernas se tensaron pero Nevio se apartó.
Intenté empujarle la cabeza de regreso, pero era demasiado fuerte. Sus ojos
me hicieron temblar de lujuria. Uno de sus dedos trazó el surco de mi coño, lejos
de mi clítoris.
—¿Alguna vez has fantaseado con la sensación de mi cuchillo? ¿Cómo
reclamó la parte de tu inocencia que mi polla no había hecho?
Más calor subió a mi cara como siempre ocurría cuando recordaba ese
incidente. Aún no podía creer que en realidad hubiera sucedido y lo había
disfrutado.
Nevio sonrió cuando no respondí. Agarró mi muslo y lo movió hacia un
lado, luego empujó dos dedos dentro de mí. Dejé caer la cabeza hacia atrás pero la
mantuve inclinada hacia abajo para poder mirar. Su frente presionó contra mi bajo
vientre, el frío fue un shock para mi sistema. Me tocó más rápido y más
profundamente, y sus labios se cerraron sobre mi clítoris. Me corrí con un violento
estremecimiento, mis labios se apretaron para evitar emitir un sonido. Se puso de
pie y acunó mi rostro, sus ojos oscuros llenos de necesidad.
—Rory.
Fue todo lo que dijo, pero incluso esa palabra transmitía su deseo. Encontré
sus labios, dejando que mi propia necesidad se hiciera cargo.
Me levantó del suelo y mis piernas rodearon su cintura. Caminó hacia atrás
y luego se dejó caer en el suelo con la espalda apoyada en la bañera y yo a
horcajadas sobre su vientre. Con sus ojos fijos en los míos, agarró mis caderas y
me guio para que su punta presionara contra mi abertura.
—Rory, tómame todo. Quiero ver tu cara. Quiero ver la lujuria, el placer, el
dolor mientras mi polla toma cualquier inocencia que quede.
Empecé a bajarme. El mango del cuchillo era mucho más pequeño y el 312
recuerdo de esa primera noche ya se había desvanecido. Esta noche parecía como
si fuera nuestra primera vez. Nevio agarró mi cuello, su pulgar en mi garganta en
tanto su otra mano presionaba mi cadera. Me hundí a pesar de la intensa sensación
de estiramiento, mis labios se abrieron cuando el aire salió de mis pulmones.
—Ver el dolor mezclado con el placer en tu cara es lo que más excitante que
he tenido. Nada se compara con esto y, en este momento, quiero creer que podría
ser suficiente.
Me hundí hasta que nuestros huesos púbicos se tocaron. Mis párpados se
cerraron por la intensa plenitud y el dolor sordo que sentí. No quería pensar en sus
palabras, no ahora.
Nevio me atrajo hacia él, sus labios reclamando los míos. Su mano se movió
desde mi cadera hasta mi trasero, sus dedos se clavaron en mi nalga. El beso fue
pausado, pero podía sentir la creciente necesidad en Nevio, y mi propio cuerpo
pedía más, aunque todavía dolía.
Roté mis caderas, permitiendo que su polla se deslizara hasta la mitad solo
para hundirse completamente otra vez. Nevio pasó su pulgar por mis labios y su
intensa mirada me hizo estremecer. Quería, necesitaba, más.
Me moví más rápido mientras nos abrazábamos, mientras sus labios se
deslizaban sobre los míos y el corazón de Nevio latía con fuerza contra mi pecho.
Más lento que el mío, y me pregunté si los horrores de esta noche habían hecho
que su corazón latiera más rápido.
Pronto, sus dedos se clavaron con más fuerza en mi carne y sus caderas se
sacudieron hacia arriba, hundiendo su polla más profundamente en mí. Mi núcleo
se tensó cuando las primeras chispas de mi orgasmo iluminaron mi cuerpo hasta
que un fuego artificial de placer se apoderó de mí. Clavé mis dientes en el hombro
de Nevio para contener mi grito y él dejó escapar un áspero gemido. Su propia
liberación estaba cerca.
Incluso cuando aún me inundaban oleadas de placer, con mi cuerpo aún
lleno de dopamina, las primeras nubes oscuras de arrepentimiento e incluso
vergüenza me invadieron. Me había jurado a mí misma no convertirme en la niñera
con beneficios de Nevio, amiga con beneficios, como quisieras llamarlo, pero me
había dejado meter en ese molde, y no tenía forma de escapar de él.
Necesitaba poner fin a esto, necesitaba establecer límites firmes. No quería
perder de vista mi propia felicidad y, en algún momento, la de mí misma, pero el
camino que Nevio y yo estábamos siguiendo ahora conduciría finalmente a ese
resultado. Tenía que parar ahora.
313
Alguna parte primitiva y loca consideró derramar mi semen dentro del coño
de Aurora y dejarla embarazada. Tener a Rory cargando a mi hijo hizo que mi polla
se endureciera aún más y mi pecho se hinchara. Mierda. Ya tenía a Battista y apenas
sabía qué hacer con él. No podía hacerle esto a Rory, incluso si quisiera reclamarla
de todas las formas posibles antes de tener que tomar una decisión difícil. Me lancé
hacia ella aún más fuerte, desesperadamente. El cálido aliento de Aurora golpeó
mi hombro antes de que sus dientes volvieran a hundirse en mi carne, aumentando
mi placer.
Se vino a mi alrededor con un grito áspero, su coño apretando mi polla con
tanta fuerza que vi estrellas y necesité cada gramo de mi autocontrol para no 314
dispararle mi carga. La levanté, mi polla se deslizó hacia afuera y la dejé
nuevamente en el suelo. Rory había perdido todo sentido de nuestro entorno.
Estaba perdida en el placer, como yo estaba perdido en ella. Golpeé mis labios
contra los de ella, besándola llena de necesidad.
—Rory —gemí. Necesitaba venirme. Maldita sea, estaba ardiendo de
necesidad desde que la follé con mi cuchillo. No podía soportar mucho más.
Enroscó sus dedos alrededor de mi polla y comenzó a frotarme. Envolví mi mano
alrededor de la de ella para aumentar la presión. Presioné mis labios contra su
oreja—. Quiero entrar dentro de ti.
Sus labios presionaron contra mi pecho y luego bajaron por mis pectorales.
Mierda. No podía soportarlo. Necesitaba aún más. Finalmente cayó de rodillas.
Agarré su cuello y la empujé más cerca de mi polla. Tal vez un buen chico le habría
dado tiempo para explorar, pero necesitaba follarle la boca ahora o perdería mi
última pizca de cordura. Sus labios se separaron alrededor de mi polla y eché la
cabeza hacia atrás con un gemido cuando su boca y lengua calientes me
envolvieron. Me vine duro.
Mi pecho estaba agitado, mi polla aún palpitaba dentro de Aurora. Luego
ella me miró.
Mierda. Algo estaba pasando y no estaba bien.
Aurora quería hablar de emociones (su expresión no dejaba dudas al
respecto), pero después de la pesadilla de anoche y el frenesí de esta noche, yo no
podía ser lo que ella necesitaba. La puse de pie, la agarré por el cuello y la besé
con fuerza.
—No.
No estaba seguro si ella sabía lo que quería decir, pero la terquedad tensó
su rostro, mezclándose con los primeros rastros de arrepentimiento.
La gente a menudo se arrepentía de haberme conocido. Naturalmente,
Aurora no sería diferente.
—Aurora, estoy a punto de explotar —gruñí. Mi agarre en su cuello se
apretó aún más y ella hizo una mueca, pero la terquedad permaneció en sus ojos.
Mierda, necesitaba dejar de tener esperanzas. Deseaba que ella pudiera ver mi
cerebro solo por un día para darse cuenta de que no estaba bromeando.
—Lucha contra ello, lucha contra lo que sea. Lucha por mí, por tu familia,
por Greta, por tu hijo —susurró. Deseé que no hubiera pronunciado esas palabras
porque me hacían querer intentarlo, pero intentarlo heriría a las personas que me
importaban. Lo sentí en lo más profundo de mis huesos.
La besé, sonriendo amargamente contra sus labios.
315
—Si conocieras el caos en mi cabeza, me abandonarías.
—Como lo haces tan fácilmente conmigo porque soy intrascendente para ti.
—Su voz era áspera y estaba intentando que su rostro pareciera también así. Rory
era muchas cosas, pero dura no era una de ellas. Tampoco era una buena mentirosa,
lo que hacía aún peor que la obligara a mentir constantemente.
—Rory, no eres intrascendente para mí —dije con dureza. Si lo fuera, no
estaría ni una mierda de miedo por lo que podría hacer.
—Tus acciones hablan más que tus palabras.
Se alejó, pero no la dejé. La apreté con más fuerza.
—¿Qué quieres que haga?
—Quiero que lo intentes. Ni siquiera lo estás intentando. Simplemente
sigues tus impulsos. No intentas ser un padre para Battista y no intentas darnos una
oportunidad. —Sus labios se estrecharon como si se arrepintiera de sus propias
palabras.
Apoyé mi frente contra la de ella.
—No deberías pedirme eso.
—¿Por qué no? —preguntó enojada.
—Porque por ti, podría hacerlo. Por ti, lo intentaré.
327
Nunca pensé que me iría de Las Vegas, ni por mucho tiempo, ni sin una
fecha de regreso definida. Sin embargo, hoy había comprado un billete de ida a
Nápoles.
No había hablado con nadie sobre eso, ni siquiera con Greta o Aurora. Ya
había suficiente conmoción en mi cerebro. Nadie podía quitarme esta decisión
porque nadie sabía cuán confusos estaban mis pensamientos en este momento.
Necesitaba tiempo para recuperarme, para crecer, como lo llamaría papá. Quizás
eso también. Pero, ¿quién había oído hablar de un asesino en serie que surgiera de
sus impulsos asesinos?
328
El problema ni siquiera era esto último: ser un buen asesino y amarlo era la
mejor condición para ser un mafioso. Todo el lado masculino de mi familia eran
asesinos. A algunos les gustaba más que a otros, pero a todos se nos daba bien. El
problema era que se había convertido en una adicción. Después de una matanza,
ya tenía sed de la próxima matanza. Vivía para mis cacerías nocturnas y necesitaba
controlarme.
Quería. Quería manejar mi lado oscuro como lo hacían papá y Nino, algo
que nunca les admitiría. Los admiraba por cómo manejaban la vida familiar y la
oscuridad que albergaban.
A veces quería lastimar a todos, pero había ciertas personas a las que
siempre quise salvar un poco más de lo que quería lastimarlas. Salvarlas de mí. El
problema era que cada día estaba un poco menos seguro de quién llevaba las
riendas, si el monstruo o yo.
Cuando salí de la mansión Falcone por la mañana, no estaba seguro de
cuándo regresaría o si regresaría. Podría morir ayudando a la Camorra en Italia.
Podría decidir que mi oscuridad simplemente no era controlable.
Lo más difícil fue no despedirse, especialmente de Aurora. Ella no me
perdonaría por esto y tenía todo el derecho a odiarme. Pero ella podría entregar a
Battista a mis padres, y ellos cuidarían mejor de mi hijo que yo.
—¿Crees que estará fuera por más tiempo? —preguntó Fina en voz baja,
con los ojos muy abiertos por la preocupación.
—Huyendo de su responsabilidad —dijo Fabiano con burla.
No le había contado a Fina sobre mi conversación con Nevio. Solo haría
que se preocupara más.
—Él estará de vuelta. —No sentí la misma convicción que transmitía mi
voz.
—¿Hace cuánto que sabes de esto? —Le pregunté a Fabiano.
—Hoy. Si lo hubiera sabido antes, te lo habría dicho y le habría dado una
patada en el trasero a Nevio por cargar a Aurora con una tarea como esa. Ella
misma es prácticamente una niña.
—Soy mayor de edad. Y he estado cuidando bien a Battista.
—Nadie lo duda —dijo Nino—. Pero no debería haber recaído sobre ti
cuidar del hijo de Nevio.
—Exactamente —dijo Fabiano, luego sus ojos se encontraron con los
míos—. ¿Sabías que Aurora y Nevio tuvieron relaciones sexuales?
—¡Papá! —gritó Aurora, sus mejillas se sonrojaron furiosamente—. Yo
nunca dije eso.
—¿Crees que nací ayer? Una mirada a tu cara y sé que es verdad —gruñó
Fabiano—. He interrogado a demasiadas personas como para no poder leer
expresiones.
—Preferiría la tortura a esta mortificación —murmuró, evitando las miradas
de todos. Leona le dio unas palmaditas en la rodilla.
Fabiano cruzó la habitación y se detuvo frente a mí.
—¿Sabías?
—Sí —admití, incluso si eso dañaría la confianza de Fabiano en mí. Pero si
seguía mintiendo, solo empeoraría las cosas.
—¿Qué pasa con la promesa que hicimos después de nuestra batalla a
muerte? Lo tomé en serio. Obviamente no lo hiciste.
—La vida sexual de nuestros hijos es un asunto privado, así que supongo
que Remo no quería romper la confianza de Nevio —dijo Leona.
Fabiano se burló.
—Sí, estoy seguro de que eso es lo que pasó. ¿Cuántos más de ustedes lo
sabían? —Miró a su alrededor—. ¡Excelente! ¿Entonces todos lo sabían menos
337
yo?
—¡No lo sabía! —dijo Giulio rápidamente.
—¿Tú también lo sabías? —Fabiano se volvió hacia Leona, quien le dirigió
una mirada severa.
—No lo sabía. Pero si Aurora me hubiera confiado algo así, no habría
traicionado su confianza contándotelo. Pero no lo hizo. —Le dio una mirada a
Aurora, lo que hizo que esta se hundiera aún más en los cojines.
—¡El único sexo que me importa es el que creó ese bebé! —murmuré, pero
una mirada al rostro de Fabiano me dijo que definitivamente no lo dejaría caer
fácilmente.
—No sé nada sobre la madre, excepto que ella no es de Estados Unidos y
probablemente ya huyó del país —dijo Aurora rápidamente, obviamente contenta
por el cambio de tema.
—Figúrate —murmuré.
Alessio y Massimo regresaron.
—Parte de su ropa ha desaparecido, pero ninguna de sus armas —dijo
Massimo.
—¿Qué significa eso? —preguntó Fina, con un toque de pánico en su voz.
Se puso de pie y se acercó a mí.
—Que está tomando un vuelo —dije.
Fina me agarró los brazos.
—¿Pero adónde podría ir?
—Lo encontraremos —dije con firmeza, besando su boca y luego
apartándola suavemente.
—Deberíamos llamar a Adamo en caso de que Nevio aparezca allí a pesar
de que la evidencia sugiere otro escenario —dijo Nino.
Dudaba que ese fuera el caso, pero Nino tenía razón y Adamo necesitaba
saberlo de todos modos.
—Haz eso. —Nino sacó su teléfono y se acercó a un rincón de la habitación
para tener silencio.
—Tal vez esté con Greta —dijo Fina—. La llamaré.
—No digas nada sobre el niño.
Ella asintió lentamente. Greta no podía tener hijos debido a sus heridas y
Nevio tenía un hijo que obviamente no quería.
338
Fijé a Aurora con mis ojos. El bebé se había quedado dormido en sus brazos,
con una de sus manos agarrando su pulgar derecho.
—Battista ha perdido demasiado en las últimas semanas. Si me lo quitas
ahora, será demasiado para él. Todos son desconocidos para él.
Asentí. Me di cuenta de que Battista y Aurora habían formado un vínculo y
que el niño necesitaba a alguien en quien confiar por ahora.
—No puedes volver al apartamento. Mientras busco a Nevio y me aseguro
de que lo controle, quiero que sigas cuidando al bebé como lo has hecho hasta
ahora.
Aurora vaciló.
—Pero si me mudo, Diego insistirá en que Carlotta también regrese a su
casa.
Ese no era mi problema.
—No tendré a mi nieto en ningún otro lugar que no sea dentro de esta
mansión.
Asintió. Y traté de entender el hecho de que era un maldito abuelo. Que
desastre. No me sentía viejo y aún podía patearle el trasero a cualquiera, pero ahora
tenía un nieto. Greta y Amo habían hablado de tener hijos, y Fina incluso había
accedido a ayudarlos una vez que se sintieran preparados, pero yo no había
pensado que me convertiría en abuelo tan pronto.
—Ella no se mudará a la mansión Falcone. Su casa es nuestra casa —dijo
Fabiano con firmeza. Su postura era agresiva y me di cuenta de que no cedería en
esto. Por lo general, esto me habría hecho enojar absolutamente, pero tenía algo
que compensarle. Sin mencionar que nuestras dos mansiones estaban muy juntas.
—La dejaré vivir contigo —le dije—. Pero tiene que venir con Battista
todos los días.
—Tampoco está con Greta —dijo Fina una vez que regresó de su llamada
con Greta.
No esperaba que lo estuviera. Nevio se sentía volátil, e incluso él sabía que
entrar en territorio de Luca cuando se sentía inestable no era la mejor idea.
Mi teléfono sonó. Era el jefe de la Camorra italiana. Mi primer impulso fue
ignorar su llamada. Probablemente necesitaba ayuda y dinero otra vez, pero luego
tuve una sospecha.
—Alvize, ¿qué necesitas?
—Remo, tu hijo mayor apareció hoy en mi puerta. ¿Lo enviaste a
ayudarnos?
339
Por supuesto, Nevio iría allí. La Camorra de Campania estaba en guerra en
varios frentes. Este era el lugar perfecto para alguien como mi hijo.
346
No estaba enojado con Aurora por contárselo a mi familia. Les había fallado
a ella y a Battista. Ya no tenía motivos para cuidarlo por mí. Quería recuperar su
libertad y su vida.
—Sé de él desde hace solo dos meses.
—¡Entonces deberías habérmelo dicho hace dos meses! En cambio,
descubrí que hiciste que Aurora cuidara de tu hijo mientras nos mentías a todos.
Fabiano está enojado, y eso es quedarse corto. Yo no le daría la espalda si fuera tú.
—Necesitaba resolver las cosas por mí mismo antes de decírtelo.
—¿Y así es como te das cuenta de ser padre? —Hizo un gesto a nuestro
alrededor—. ¿Huir a Italia?
—Créeme, todos están mejor conmigo aquí. Necesito controlarme antes de
regresar.
—Seguro que te controlarás. Yo lo hice y tú también puedes hacerlo.
Lo fulminé con la mirada.
—¡Pero yo no soy tú, papá! Tengo que resolver las cosas por mí mismo.
—Y mientras resuelves las cosas, esperas que todos los demás asuman tus
responsabilidades.
—Apuesto a que a mamá y Kiara les encanta cuidar de Battista mientras yo
no estoy, y todas las demás tareas las pueden hacer Massimo y Alessio ahora que
vuelven a tener un sueño reparador por la noche.
—Creo que Aurora quiere seguir cuidando a tu hijo. No sé qué le hiciste a
la cabeza de esa chica, pero obviamente está dispuesta a sacrificar mucho por ti.
Me quedé perplejo. No esperaba que Aurora siguiera cuidando a Battista.
Siempre pensé que ella se lo entregaría a mis padres en el momento en que tuviera
la oportunidad. Tuve que admitir que mi corazón se duplicó de tamaño al pensar
en ello. Toqué el tatuaje sin pensar en ello.
Papá agarró mi camisa y la subió, dejando al descubierto el tatuaje de la
aurora boreal. Lo escaneó brevemente antes de entrecerrar los ojos hacia mí.
—¿Esto es lo que creo que es?
—No soy bueno leyendo tus pensamientos.
—Si te preocupas por Aurora, huir y abandonarla ciertamente envía el
mensaje equivocado.
—Enviaste a mamá de regreso a la Organización, a pesar de que te
preocupabas por ella. Eso fue aún más estúpido. Podría haberse casado con su 348
prometido y nunca la habrías vuelto a ver.
Me agarró del hombro.
—Como te gusta señalar, tú no eres yo. ¿Podrás ver a Aurora seguir
adelante? ¿Qué pasa si ella está con otra persona cuando regreses?
—Ella no lo estará —dije con firmeza, la posesividad ardiendo a través de
mí. La mera idea de que alguien tocara a Aurora me hacía querer mutilarlos y
matarlos.
—Teniendo en cuenta tus acciones del pasado, sería estúpida si no siguiera
adelante.
—Mamá no siguió adelante, a pesar de que tus acciones fueron incluso
peores que las mías. —No había secuestrado a Aurora ni había intentado destruir
a las personas que ella amaba, así que en realidad no estaba seguro de por qué papá
estaba tan enojado conmigo.
—Tu madre estaba ocupada estando embarazada y criando gemelos —dijo.
—Pero no lo sabías cuando la despediste. No puedo imaginar que estés de
acuerdo con que alguien más esté con mamá.
—Sabía que ella no seguiría adelante con otra persona —dijo—. Y si lo
hubiera hecho.
Su rostro me dio una respuesta.
—Ves, y yo haría lo mismo. Solo porque esté aquí no significa que no me
enteraré si un chico hace un movimiento hacia ella y luego retrocederá
rápidamente.
—Tal vez Aurora merezca seguir adelante, especialmente si te vas por años.
Me burlé.
—Por favor, no pretendas que tienes la capacidad de ser noble, yo
ciertamente no. Soy un imbécil asesino y posesivo y Aurora lo sabía cuando se
enamoró de mí. Ahora que está en mi cabeza, debe saber lo que eso significa.
—Y aparentemente no solo en tu cabeza —dijo con un gesto a mi pecho.
No comenté. Mis sentimientos eran volátiles y esquivos, prefería no insistir
en ellos.
—¿Greta lo sabe? —pregunté, cambiando de tema. Había reducido mi
contacto con ella al mínimo desde que descubrí lo de Battista. Quizás fuera culpa.
Si bien ella quería tener hijos pero no podía tenerlos fácilmente, un hijo había sido
arrojado a mi regazo y yo ni siquiera lo quería.
349
—Tu madre aún no le mencionó a Battista, pero no es algo que podamos
ocultárselo por mucho tiempo.
Asentí.
—Estará triste porque se lo ocultamos. —Metí las manos en los bolsillos—
. Necesito quedarme aquí. Necesito resolver las cosas y luchar contra mis
demonios.
—Deberías resolverlos con la ayuda de personas que se preocupan por ti.
—¿Eso te incluye a ti? —pregunté, preparándome para la respuesta.
Sus dedos sobre mi hombro se apretaron.
—Lo hace, pero eso no significa que no quiera estrangularte por el dolor
que le estás causando a tu mamá y a todos los demás. Tu fuerza, tu dedicación a la
Camorra y tus habilidades de lucha me han hecho sentir increíblemente orgulloso
en el pasado, pero nada me enorgullecería más que verte convertirte en un buen
padre para tu hijo y un buen hombre para Aurora.
Regresamos adentro después de eso, y papá se fue al día siguiente sin mí,
dejándome solo con el peso de sus palabras. Sin embargo, me alegré de que las
hubiera dicho porque me habían demostrado que aún creía en mí, y seguro que
quería convertirme en ambas cosas: un buen padre para Battista y un buen hombre
para Aurora.
350
La ira de papá llenó la habitación mientras nos sentábamos a la mesa del
desayuno. Habían pasado cinco días desde que se enteró de Battista, desde que me
mudé de nuevo con mis padres, pero aún apenas me hablaba. La mayor parte de su
ira estaba dirigida a Nevio, pero una pequeña parte también era hacia mí. Se sintió
traicionado, no solo por Remo y Nino, sino también por mí. Les había mentido a
él y a mamá, tantas mentiras. Nevio no volvería, no en el corto plazo. Remo no
había podido traerlo de regreso. Nevio no quería estar aquí, y dudaba que alguien,
ni siquiera Remo, pudiera obligarlo.
Mecí a Battista en mi regazo. Ya llevaba dos meses cuidándolo. Dos meses
pasando cada momento de vigilia uniéndome a él y esperando que Nevio también 351
encontrara un vínculo con su hijo.
No lo había hecho. En lugar de eso, había decidido alejarse por completo
no solo de la vida de Battista, sino también de la mía. Remo había dicho que lo
hizo porque estaba a punto de perder el control, que era demasiado errático,
demasiado volátil, demasiado necesitado de la emoción de matar para asumir
cualquier tipo de responsabilidad.
Quizás algún día lo sería. Me preocupaba que fuera demasiado tarde para
Battista y estaba segura de que sería demasiado tarde para nosotros. No haría una
pausa en mi vida por Nevio, no esta vez. Tenía que seguir adelante porque
obviamente él lo hizo. Incluso si me rompiera el corazón por mi tonto yo más joven
que había soñado con un futuro con Nevio, por el niño en mi regazo que merecía
un padre.
Estaba furiosa con Nevio por dejarme lidiar con esto por mi cuenta. Debería
haber sido él quien les contara a sus padres sobre su hijo y no decírmelo a mí.
—Lo siento, mamá —dije cuando vi su expresión. Ya le había pedido
disculpas a Carlotta varias veces y ella siempre respondía con un «No lo estés», lo
que me había hecho sentir aún peor porque su comprensión me hacía sentir como
una amiga miserable. Ella también tuvo que regresar a casa por mi culpa. Nuestro
breve sabor de la libertad y la edad adulta rápidamente fue arrebatado nuevamente.
Mamá me dio unas palmaditas en la mano que no sostenía a Battista.
—Admiro tu fuerza pero, al mismo tiempo, me preocupo por ti más de lo
que puedo expresar con palabras.
Papá nos miró sin decir palabra. Desde que Remo había regresado de Italia
la noche anterior, su estado de ánimo se había deteriorado aún más. Apenas había
hablado conmigo más que unas pocas palabras. Lo entendía. Esto no fue una
simple mentira y tomaría tiempo restablecer la confianza entre nosotros.
Davide se volvió hacia papá, con la boca llena de copos de maíz a medio
masticar.
—¿Vas a desafiar a Nevio a una pelea a muerte ahora?
—No lo hará —dijimos mamá y yo simultáneamente.
—Preferiría simplemente matarlo. Ha perdido mi respeto, así que no veo
por qué debería mostrarle respeto ofreciéndole la misma oportunidad que alguna
vez tuvo su padre.
—Probablemente no regresará de todos modos —dije, sin estar segura si
eso era lo que quería de verdad.
352
Como padre, siempre esperas criar hijos que sean buenas personas. Bueno,
supuse que los deseos de Fabiano para Davide eran de otro tipo, pero más allá de
su vida como parte de nuestro mundo cruel, quería que tanto mi hija como mi hijo
tuvieran un buen corazón.
Aurora albergaba una gran bondad y un corazón tan increíblemente grande
que tomó bajo su protección a un niño que ni siquiera era suyo cuando ella solo
tenía dieciocho años.
Aún era una niña a mis ojos, mi bebé, mi primogénita, que necesitaba mi
protección, pero aquí estaba ella meciendo a un bebé en su regazo y emitiendo
sonidos tranquilizadores. Parecía adulta en ese momento y fue difícil entenderlo.
Cuando notó que la estaba mirando, su sonrisa se hizo más tensa, de
disculpa. Nos había mentido durante meses. Ayudar a Nevio con su hijo no fue el
comienzo. Tenía la sensación de que la raíz del problema se debía a la época de la
fiesta, cuando ella había insistido en quedarse a dormir en casa de Carlotta. Me
pregunté si había fallado como madre porque ella no confiaba en mí. Fabiano
decidió concentrarse en su enojo, lo cual supuse que era más fácil en algunos
aspectos, pero yo simplemente no sentía suficiente enojo hacia Aurora para hacer
eso.
Esperaba que se sintiera aliviado de parte de su ira una vez que regresara
del gimnasio con Davide. También me alegré del tiempo a solas con Aurora que
me brindó su viaje.
—No me mires así —dijo Aurora en voz baja—. Te dije que lo siento.
—¿Cómo te estoy mirando?
—Llena de tristeza y decepción.
—Solo me pregunto si soy una mala madre.
Los ojos de Aurora se abrieron como platos.
—¿Cómo pudiste pensar eso? Quiero ser una buena madre como tú algún
día.
Mis ojos se calentaron. 353
—Creo que ya lo eres. —Le hice un gesto a Battista, que se había quedado
dormido contra su pecho, con la boca abierta y goteando baba en su camisa. Los
ojos de Aurora se dirigieron hacia él, luego se levantó y lo metió con cuidado
dentro de su moisés.
—Pero no soy su madre y no sé lo que estoy haciendo.
—Oh, no sabía lo que estaba haciendo cuando me hiciste madre. Creo que
pocas personas saben en realidad cuándo se convierten en padres. Lo descubres
sobre la marcha y el hecho de que lo cuidas aunque no sea tuyo lo hace aún más
especial.
Aurora se encogió de hombros.
—Al principio lo hice principalmente para ayudar a Nevio. Ni siquiera sé
por qué.
—Creo que sí —dije suavemente. No estaba segura de por qué se había
enamorado de él. Remo me asustaba en ocasiones, aunque había aprendido a
manejarlo a lo largo de los años, pero no estaba segura si alguna vez me
acostumbraría al tipo de oscuridad de Nevio. Era uno que se sentía mucho más
volátil que el de su padre—. ¿Lo perdonarás una vez que regrese?
—No quiero perdonarlo —dijo—. Quiero seguir adelante. Tal vez encuentre
a alguien más, alguien que no me aceche y mate a cualquier tipo que muestre
interés en mí.
Levanté las cejas. No había escuchado ese dato antes, pero no podría decir
que me sorprendió.
—Si quieres seguir adelante, cuidar al hijo de Nevio parece
contraproducente.
Aurora se mordió el labio.
—Tal vez. No sé. En este momento, aún estoy demasiado absorta en todo
lo que pasó como para considerar volver a tener citas. —Se acercó a mi lado—.
¿Crees que debería seguir adelante?
—Quiero que seas feliz, eso es todo lo que deseo. No sé si podrás ser feliz
con Nevio.
—No sé si puedo ser feliz sin él —susurró, sonando casi asustada.
Me levanté y la envolví en un fuerte abrazo.
—Mereces felicidad y por eso sé que te encontrará en cualquier forma que
necesites. Tienes una familia que te ama más que a nada y te respaldamos sin
importar lo que elijas hacer.
354
—Dudo que papá esté a favor de que perdone a Nevio.
—No lo está, pero incluso él lo aceptará con el tiempo, si Nevio demuestra
ser digno, lo cual no ha hecho hasta ahora. Deberías hacer que se redima. Tiene
mucho que compensar una vez que regrese.
Asintió contra mi hombro.
—Gracias, mamá. Significa mucho para mí que me permitas tomar mis
propias decisiones, y prometo que no le daré a Nevio otra oportunidad a menos
que encuentre una manera de compensarnos a Battista y a mí, lo cual dudo que sea
capaz de hacer.
La abracé con más fuerza. Quería protegerla de cualquier daño, pero sabía
que darle libertad era igualmente importante. No estaba segura de qué desear. ¿El
regreso de Nevio? O que se quedara en Italia. Una cosa era segura: seguiría
recordándole a Aurora su promesa de ponérselo difícil.
Las primeras semanas en Italia transcurrieron borrosas. En realidad, me
lancé a cada batalla y trabajo que Alvize tenía para mí, sin importar cuán riesgoso
fuera. Matar se convirtió en un trabajo que me consumía todo, que me llenaba de
emoción y satisfacción, pero una voz molesta permanecía en el fondo de mi cabeza.
Una voz que pedía la cercanía de Aurora, de mi familia, incluso de Battista.
¿Me sentía listo para regresar? No.
Había evitado todas las llamadas de mi familia, incluso de Greta en las
semanas desde que papá se fue. Necesitaba este tiempo para resolver las cosas,
para ver si podía ser alguien digno de Aurora y Battista. Hoy decidí responder al 355
llamado de Greta. Podría ser terca si quisiera y no se daría por vencida hasta que
finalmente hablara con ella.
—Hola, Greta —dije.
—Nevio. —El alivio en su voz era inconfundible—. Había perdido la
esperanza de que alguna vez respondieras mis llamadas.
No dije nada porque no tenía ninguna razón para evitarla excepto la maldita
cobardía. Su decepción siempre me golpeó fuerte. Tenía la sensación de que ella
ya sabía sobre Battista, lo que me hizo sentir aún menos ansioso por hablar con
ella.
—Extraño hablar contigo —dijo en voz baja.
—Tú te escapaste primero.
—No hui, en todo caso corrí hacia Amo. ¿De qué huiste?
—Yo mismo —dije con una risa oscura.
—Eso es imposible.
—Tal vez. Pero hui de la parte de mí que se suponía que debía ser.
—Mmm —murmuró—. Deberías estar con nuestra familia.
—Tú también.
Suspiró.
—Amo a nuestra familia, pero ahora Amo también es mi familia. Y ahora
también tienes tu propia pequeña familia.
—¿Battista? —pregunté con cautela.
—Él y Aurora si encuentras una manera de hacer que ella te perdone.
—¿Algún consejo? No es que vaya a regresar pronto. Necesito más tiempo
aquí para arreglar mis cosas.
—Sé lo que se siente sucumbir a la oscuridad, pero también sé que se siente
mejor elegir la luz.
—Compararnos no funciona, Greta. Pero quiero correr hacia la luz,
créanme. —Aurora era mi luz al final del túnel, hacia la que estaba intentando
correr, si no hacía que las paredes a mi alrededor se derrumbaran antes.
—Tal vez no lo creas, pero sé que puedes ser un buen padre. Lo que te
distingue de hombres como Luca, papá o Nino es simplemente que aún no has
elegido ser un buen padre.
¿Estaba más loco que cualquiera de esos tres? Considerando lo que Luca 356
les había hecho a los motociclistas, cómo papá había masacrado a sus enemigos y
lo que Nino le había hecho al abusador de Kiara, parecía poco probable.
—¿Has hablado con Aurora en las últimas semanas?
—Una vez. Parece muy cercana a Battista. Pude escuchar cuánto se
preocupaba por él.
Ese era Rory para ti, ser mejor mamá que la mamá real y asumir mi trabajo
como papá también.
—¿Hablaron de mí?
—Lo hicimos, pero eso es confidencial. No quiero romper su confianza.
Hice una mueca.
—Le enviaré un hermoso regalo para Navidad.
—No creo que ella quiera regalos tuyos. Quiere que estés ahí para Battista
y le demuestres que realmente te preocupas por ella.
—¿Eso es lo que ella dijo?
—Eso es lo que cualquier mujer esperaría de un hombre.
Aurora nunca reaccionó al regalo que le envié. Tuve la sensación de que lo
había tirado sin abrir o lo había guardado en el fondo de su armario.
Probablemente Greta tenía razón. Lo que Aurora quería de mí no se podía
pagar con un expreso americano negro.
Tal vez una parte jodidamente idiota de mí incluso había esperado que ella
me llamara. En cambio, Fabiano sí.
Sus palabras se repitieron en mi cabeza desde entonces.
—No vuelvas si eres el mismo hijo de puta loco e irresponsable que eres
ahora. Aurora no necesita que le arruines la vida más de lo que ya lo has hecho.
No todos necesitamos que revuelvas mierda como solías hacerlo. El hombre que
eres ahora no es digno de convertirse en Capo de la Camorra, así que a menos 357
que te conviertas en un hombre más digno, cosa que dudo, entonces quédate allí,
no vuelvas a Las Vegas. Tu padre luchó contra los mismos demonios, tal vez
incluso peores que tú, pero asumió la jodida tarea de criar a sus hermanos,
reclamar su territorio e incluso convertirse en un mejor padre de lo que cualquiera
podría esperar. Es el Capo de la Camorra. Tú no lo eres y no veo que eso cambie.
Si tienes una pizca de decencia, déjala ir.
Sus palabras habían dado en el blanco. Había expresado algunos de mis
propios pensamientos de los últimos meses. Pero dejar ir a Aurora simplemente no
era una opción. Incluso desde Italia, Alessio y Massimo me mantenían informado
sobre su vida, a pesar de sus protestas iniciales.
No estaba segura de lo que esperaba cuando Nevio se fue. ¿Que volvería en
Navidad? Pero dos meses después de su huida a Italia, aún estaba allí. Me aseguré
de no prestar atención cuando Alessio y Massimo discutieron lo que estaba
haciendo. No quería oír hablar de posibles conquistas femeninas o de cómo se lo
pasaba genial matando para la Camorra allí.
La mañana de Navidad, miré con furia el regalo que Massimo me tendía.
Había sido lo suficientemente inteligente como para entregármelo antes de que mi
familia y yo nos reuniéramos con los Falcone para nuestro tradicional intercambio
de regalos y desayuno. Aunque entregar no era el término correcto ya que me
negué a aceptar el pequeño paquete envuelto en un costoso papel de regalo azul.
—Es para ti. —Massimo lo acercó más a mí. Battista, a quien sostenía en
mi cadera, hizo un movimiento para agarrarlo. Había cumplido un año hace unas
semanas. Había elegido una fecha para él por no saber su verdadero cumpleaños.
Nevio incluso le había enviado un regalo también. Apuesto a que Serafina le había
dicho qué comprar y Battista estaba entusiasmado con el auto Ferrari. Pero
definitivamente no quería un regalo de Nevio.
—No lo quiero —dije. Podía escuchar a mamá y papá hablando arriba y
sonaba como si estuvieran a punto de bajar. Si papá viera el presente, su estado de
ánimo empeoraría. Solo mencionar a Nevio usualmente hacía aflorar su enojo—.
¿No debería haber comprado algo para su hijo?
—Eso está debajo del árbol de Navidad en la sala común como todos los 358
demás regalos, pero pensé que sería prudente ocultar el regalo de Nevio a nuestras
familias, ya que podría causar algunas agresiones.
Resoplé, lo que hizo que los ojos de Battista se iluminaran y se riera.
¿Por qué Nevio pensó siquiera que quería un regalo de él? Solo me puso
furiosa.
Estaba intentando con todas mis fuerzas no pensar en él. Una tarea que se
hacía casi imposible por el pequeño que cada día se parecía más a él.
—No voy a llevármelo de vuelta —dijo simplemente Massimo—. Puedo
dejarlo aquí en el patio o te lo puedo dar.
Se lo arranqué de la mano.
—Está bien. Pero no lo miraré.
—¿Puedes darle esto a Carlotta? No puedo visitarla en el hospital. —Me
tendió otro paquete.
—Claro —dije en un tono menos hostil—. Ella estará muy feliz por eso.
Carlotta había estado luchando con su salud en los últimos días y había
empeorado tanto que pasaría la Navidad en el hospital para controlar de cerca su
saturación de oxígeno. Papá y mamá entraron a la cocina en ese momento.
—Espero que no sea un regalo de Nevio —gruñó papá.
Le di una mirada molesta.
—Es de Massimo para Carlotta.
—Oh, eso es lindo— ,dijo mamá con una sonrisa a Massimo, quien parecía
como si preferiría estar en otro lugar.
La ira de papá desapareció. Por supuesto, luego vio al otro presente.
—¿Y qué pasa con ese?
—Eso es de Nevio, pero no lo abriré si eso te hace feliz.
—¿Feliz? No. Sería feliz si dejara de molestarte. —Papá caminó hacia
Massimo—. No deberías apoyar sus tonterías. Deberías saberlo mejor.
Massimo arqueó una ceja.
—Le estoy haciendo un favor a un amigo. No me corresponde a mí juzgar
la moralidad de esto. Y tampoco me importa, si soy honesto. Echó un vistazo a su
reloj—. El intercambio de regalos comienza en cinco minutos. Los niños no
estarán contentos si llegamos tarde—. .e dio la vuelta y cruzó el jardín hacia la 359
mansión Falcone.
—¿Quieres que lo tire? — preguntó papá, recogiendo el regalo de Nevio—
. Podría quemarlo.
Le entrecerré los ojos.
—Puedo manejarlo yo misma. Déjalo aquí.
—Vamos, Fabiano. No lleguemos tarde —dijo mamá. Puso su mano sobre
su brazo y él finalmente dejó el regalo—. Es Navidad.
Juntos avanzamos hacia la mansión Falcone. Mamá y papá charlaron en voz
baja y pronto el rostro de papá se volvió menos enojado. Gemma nos abrió la
puerta de cristal del área común. Llevaba un suéter navideño increíblemente feo
sobre mallas deportivas. Enormes pompones rojos estaban colocados justo sobre
sus pechos y se movían cuando ella se movía. Al ver mi expresión, puso los ojos
en blanco.
—Savio lo eligió para mí. Las chicas querían hacer de los suéteres feos una
tradición para Navidad. —Su sonrisa se volvió malvada—. Pero también encontré
un buen suéter para él.
Miré a Savio, quien observaba cómo sus hijas buscaban las etiquetas con
sus nombres en los regalos.
Su suéter mostraba la espalda de Papá Noel, quien se bajaba los pantalones
y mostraba su pálido trasero a todos.
—Buena —dije. Gemma le hizo muecas a Battista que lo hicieron temblar
de risa.
—¿Estás pensando en tener otro? —le preguntó papá a Gemma cuando
entramos a la casa.
—No creo que quiera dar a luz por tercera vez —dijo con una mueca.
Kiara vino hacia mí, sonriendo. Extendió los brazos y le entregué a Battista.
Ella había cuidado a Battista a menudo cuando yo no podía y Serafina estaba
ocupada con Giulio. Ahora que Kiara estaba mimando a Battista, me acerqué a
Amo y Greta que estaban conversando con Serafina.
Greta me dio una cálida sonrisa. No estaba segura de cuándo había hablado
por última vez con Nevio y estuve casi tentada de preguntar, pero decidí no hacerlo
por mi cordura.
—Se parece a Nevio —dijo asintiendo con la cabeza hacia Battista, a quien
Kiara le estaba mostrando los adornos rojos en el árbol. Caterina y Luna pronto se
unieron a ella para entretenerlo también.
360
Intenté mantener mi rostro neutral. La Navidad no era el momento para
hablar mal de alguien, y ahora mismo solo tenía cosas malas que decir sobre él.
—Él debería estar aquí con nosotros en Navidad —dijo Serafina
pesadamente—. No debería pasar ese día solo.
Me pregunté si estaba solo. Tal vez había encontrado una chica a quien follar
o estaba ocupado torturando a una pobre alma.
—¡Es hora de abrir los regalos! —anunció Kiara. Giulio y Roman, que
habían estado jugando al ajedrez con Nino, corrieron hacia el árbol. Davide puso
los ojos en blanco y se cruzó de brazos como si estuviera por encima de semejantes
exhibiciones infantiles cuando él también había sido así uno o dos años antes.
Caterina, Luna, Battista, Roman y Giulio eran los Falcone más jóvenes, y
todos aún creían en Papá Noel, aunque con casi nueve años Giulio había empezado
a hacer preguntas difíciles. Serafina se acercó a Kiara y juntas ayudaron a Battista
a desenvolver sus regalos.
—Creo que deberíamos hacer de los suéteres feos una tradición navideña
de Falcone —dijo Savio en voz alta, señalando su suéter.
—Sobre mi cadáver —dijo Alessio. Él y Massimo se tumbaron en el sofá.
Savio se encogió de hombros.
—Eso puede ser organizado.
—Es Navidad. No se aceptan pensamientos violentos —dijo Serafina.
—Entonces tienes que echar a tu marido. Dudaba que alguna vez no se
hubiera sentido violento en mi presencia —dijo Amo.
Remo no lo contradijo, solo mostró una sonrisa oscura. Greta resopló.
Pronto nos sentamos todos alrededor de la mesa del comedor, que estaba
repleta de guisos para el desayuno, embutidos, tablas de quesos, panettone y
muchas más delicias.
Capté los ojos de Greta al otro lado de la mesa. En los de ella pude ver un
atisbo de tristeza. Nevio debería haber estado aquí. Una parte de mí se sintió
aliviada de que no lo estuviera, pero la otra no.
361
Seis meses después
367
—No le cuentes a tu mamá sobre las papas fritas —le dije a Battista con un
guiño cuando lo levanté. Sin embargo, considerando que olía como si se hubiera
caído en un balde lleno de papas fritas, sería difícil mantenerlo en secreto. No me
atrevía a bañarlo sin ayuda.
Mamá estaba sentada en la sala común frente a la máquina de coser. Había
empezado a coser un par de años atrás, después de que Gemma le enseñara cómo
hacerlo, y ahora cosía ella misma la mayoría de sus vestidos y, a veces, hacía piezas
personalizadas para las mujeres de nuestra familia.
Levantó un mono con pequeños camiones de bomberos por todas partes.
Battista corrió hacia ella con una gran sonrisa y ella lo abrazó con fuerza.
—Huelo papas fritas.
Sacudí la cabeza.
—¿Puedes ayudarme a bañarlo antes de que regrese Aurora?
—Ella no se enojará porque le diste comida rápida.
—En este momento le gusta estar enojada conmigo —dije.
Mamá no dijo nada pero su expresión me dijo que estaba del lado de Aurora
en esto. Pero me ayudó a darle un baño rápido a Battista antes de sentarme en mi
cama con Battista para leerle un libro.
Quería mostrarle a Aurora que estaba listo para asumir la responsabilidad y
sentí que lo había hecho hoy incluso si ella no aprobaba mis métodos. Maldita sea,
esperaba que Aurora también lo viera.
391
Gioele, el médico más nuevo que trabajaba para la Camorra, me dejó frente
a mi casa. Lo había hecho varias veces porque estaba en camino y no quería que
papá me recogiera como a un niño pequeño todo el tiempo.
En el momento en que estuve dentro busqué a Battista y Nevio, pero no
estaban allí. Quizás aún estuvieran en las instalaciones de los Falcone. Me dirigí
allí. Prácticamente yo también vivía allí.
Sin embargo, Nevio no estaba en la sala común. Serafina estaba allí,
inclinada sobre su máquina de coser con expresión concentrada. Estaba trabajando
en una falda y atando encaje al dobladillo. Siempre creaba hermosas prendas de 392
estilo boho. Quizás si alguna vez me casara le pediría que me cosiera un vestido.
—¿Dónde está Nevio?
—Él y Battista están en la habitación de Nevio porque Battista estaba
cansado.
Fruncí el ceño.
—¿Está todo bien? —Aún era temprano para que Battista se fuera a la cama.
Serafina me dio una sonrisa comprensiva.
—Fue un día emocionante para ambos.
Asentí.
—¿Puedo ir allí?
—Ésta también es prácticamente tu casa.
Me mordí el labio. A pesar de pasar tanto tiempo aquí con Battista, no me
atrevía a entrar al ala de Remo sin permiso.
Cuando un poco más tarde llamé a la puerta de Nevio, nadie respondió.
Preocupada, abrí la puerta y me quedé inmóvil.
Nevio estaba tumbado en su cama con Battista acurrucado contra su
costado, con un pequeño brazo sobre el pecho de Nevio. Un libro descansaba sobre
el estómago de Nevio y uno de sus brazos rodeaba a Battista protectoramente. Sus
ojos se abrieron cuando entré. Le di una pequeña sonrisa, sintiéndome culpable
por haber estado tan preocupada, pero dadas las escapadas pasadas de Nevio no
pude evitarlo.
Nevio se separó de Battista y se levantó. Salimos al pasillo. El cabello de
Nevio estaba alborotado.
—¿Quieres comprobarlo para ver si tiene pulso? —preguntó con un gesto
sarcástico en la boca.
Me sonrojé.
—Esta era la primera vez que estabas a solas con él y elegiste hacer un viaje
completo, por supuesto que estaba preocupada.
—Todo salió bien.
—Excepto por la ropa arruinada, los pañales perdidos, la falta de refrigerios
saludables y la rutina arruinada a la hora de dormir.
Dio un paso más cerca, apoyándome contra la pared.
—Excepto por eso, sí —dijo en voz baja—. Pero dudo que a Battista le
importara alguna de esas cosas. No recordará que olvidé hacer la maleta, recordará 393
montar en un puto camión de bomberos y pasar un buen rato conmigo.
Para mi sorpresa, detecté un atisbo de dolor en los ojos de Nevio.
—Tienes razón —admití de mala gana—. Pero ser padre no se trata solo de
hacer cosas divertidas.
—Mierda, Rory. Lo sé y estoy haciendo lo mejor que puedo. Tal vez aún no
esté a la altura de tus altos estándares, y tal vez nunca lo esté, pero nunca seré como
tú. Siempre seré solo el padre que pueda ser. Tal vez no haga las cosas como tú las
habrías hecho, pero eso no significa que haré un mal trabajo.
—Battista parecía feliz en las fotos que me enviaste. Gracias por pensar en
mí —dije como una especie de oferta de paz. En realidad, pedirle perdón a Nevio
no era una opción en este momento.
Sus ojos parecieron agarrarme por el cuello.
—Siempre lo hago.
Aparté la mirada y me aclaré la garganta.
La mirada de Nevio recorrió mi cuerpo.
—Me gustas en ambo. Te quedan sexys.
Me encogí de hombros, fingiendo que no me importaba incluso cuando mi
cuerpo se calentaba.
—Son funcionales. —Me escabullí para poner más distancia entre
nosotros—. Necesito encontrar una manera de llevarlo a su cama.
—Puedo cargarlo.
—Necesito cambiarlo y ponerle el pijama.
—En realidad está en pijama. Lo cambié después de que llegamos.
La sorpresa se apoderó de mí, seguida de la sospecha.
—¿Qué le lavaste?
Nevio suspiró. Me agarró la muñeca y me acercó más.
—Eres muy buena haciéndome pasar un rato difícil.
—Esta no soy yo haciéndote pasar un mal rato.
Sonrió.
—De acuerdo entonces. ¿Qué tal si tenemos una cita los dos?
Empecé a negar con la cabeza, pero Nevio siguió hablando.
—Una cita inocente, sin juegos con cuchillos ni otras cosas pervertidas. Y
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tampoco hay otras actividades divertidas que involucren a nuestras regiones
inferiores, a menos que así lo desees.
—No…
—Le quité el olor a papas fritas, ¿de acuerdo? Cenamos en Shake Shack y
después me olvidé de cepillarle los dientes.
No pude evitar reírme.
—¿Y crees que eso me hará decir sí a una cita?
—Pensé que la honestidad lo haría —dijo. Su sonrisa aún prometía
problemas y tenía serias dudas de que Nevio pudiera lograr una cita completa sin
intentar seducirme, pero sentí que asentía.
—Está bien, pero nada de travesuras.
—No nos divertiremos, si eso es lo que quieres —dijo con una sonrisa
descarada. Suspiré. En realidad, esperaba no arrepentirme de esto.
Nevio llevó a Battista a mi casa. Estaba tan agotado que ni siquiera se movió
cuando lo acosté en su cama. Acompañé a Nevio escaleras abajo donde nos
encontramos con papá. Su expresión era furiosa.
—¿Qué estabas haciendo arriba? —La sonrisa de respuesta de Nevio
prometía problemas.
—Nevio cargó a Battista por mí —dije rápidamente antes de que las cosas
se intensificaran.
Papá se relajó, pero aun así miró a Nevio con dureza.
—¿Gioele condujo con cuidado cuando te trajo a casa hoy?
Fruncí los labios.
—Por supuesto, ¿por qué...? —Entonces entendí por qué papá había
mencionado a Gioele. La intensa mirada de Nevio se posó en mí. Le envié a papá
una mirada furiosa antes de empujar a Nevio afuera, lejos de la provocación de
papá.
—¿Quién es Gioele?
Puse los ojos en blanco.
—Es médico en el hospital y de vez en cuando me deja viajar con él para
que papá no tenga que recogerme.
—Qué amable de su parte. —La voz de Nevio era dura y sus ojos prometían
violencia.
—Parece que algunas cosas no han cambiado... 395
396
Nada se había sentido mejor que estar dentro de Aurora, estar conectado con
ella de una manera tan profunda. No solo en el sentido físico, porque con una
mirada suya sentí como si tuviera mi corazón en la mano.
Con cada embestida, se sentía más mía. Que yo fuera suyo ya ni siquiera
era una cuestión. Ella vivía en mi cabeza, mi corazón, incluso mi alma negra. Era
la voz en el fondo de mi mente que me mantenía arraigado.
La besé como si fuera mi salvación, tal vez lo era. Comenzó a temblar, sus
paredes se apretaron alrededor de mi polla hasta que las estrellas bailaron ante mis
ojos, y luego ambos explotamos al mismo tiempo. Nuestros labios fusionados se
tragaron nuestros gemidos.
Finalmente me aparté y nuestra respiración entrecortada llenó la habitación.
Que incluso pudiera escucharse por encima de los latidos de mi corazón fue un
milagro.
Los ojos azules de Aurora atravesaron los míos, llenos de preguntas y
esperanzas.
—Sabes lo que quiero —susurró—. Quiero compromiso. Quiero amor y
fidelidad. Quiero para siempre.
—Quiero lo mismo, Rory. Eres mi para siempre.—
—¿Lo soy?
Presioné sus dedos sobre el tatuaje de la aurora boreal.
—Quiero ser la persona que te mereces.
Mierda. No quería nada más que ser esa persona para Aurora. Pero yo era
un monstruo. Lo sabía. Lo disfrutaba, pero en ocasiones canalizaba a mi monstruo.
La mayoría de los días me gustaba ser un monstruo. Rara vez no lo hacía. La
mayoría de estas ocasiones involucraron a mamá o Greta y Aurora. Las únicas
veces que me sentí culpable por ser un monstruo fueron cuando Greta, Aurora o
mamá no fueron lo suficientemente rápidas para ocultarme su miedo. Miedo, no a
lo que les haría, porque sabían que moriría antes de lastimar a las personas que me
importaban. Miedo a perderme en la oscuridad y a lo que podría hacerles a los
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demás. Quizás mi oscuridad las asustaba más que la de papá porque la mía no había
nacido de un trauma infantil. Había nacido monstruo. Estaba en mis genes.
—Pero soy un monstruo y eso nunca cambiará.
Aurora asintió.
—Lo sé. Te conozco de toda mi vida y desde el momento en que escuché a
papá contarle a mamá cómo mataste a un hombre en tu duodécimo cumpleaños,
supe que eras un monstruo, pero eso nunca cambió lo que sentía por ti...
Alessio y Massimo conocían a mi monstruo, pero no les importaba,
Massimo porque él también era un monstruo, de un tipo diferente, pero un
monstruo al fin y al cabo, y Alessio porque quería ser un monstruo para silenciar
los demonios que acechaban en sus pesadillas. Mamá y Greta lo sabían, pero
prefirieron ignorarlo y fingir que yo podía ser mejor. Papá y mi tío sabían todo
acerca de mi monstruo, pero ellos también eran demasiado monstruosos para
preocuparse: un monstruo era útil en nuestro mundo.
Aurora, sin embargo, conocía a mi monstruo, pero no lo ignoró, no le gustó,
no lo usó. Ella lo aceptó porque me amaba.
Pude ver el amor en su rostro y en sus ojos. Durante mucho tiempo, no había
estado seguro si mi cerebro desordenado podía sentir una emoción pura como el
amor. Pero si este sentimiento que tenía por Aurora no era amor, entonces ¿qué
era? Cuando estaba con Aurora deseaba ser mejor. Nunca nadie me había hecho
sentir así.
Había estado drogada con alcohol, adrenalina, ira, lujuria y dolor.
Hoy estaba drogado con Aurora.
No estaba seguro si era suficiente. Si pudiera ayudarme a superar las
tormentas que a veces asolaban mi cerebro. Durante mucho tiempo, demasiado
tiempo, se había alejado de Aurora, esperando un momento de certeza. Pero
¿cuándo hubo alguna vez certeza absoluta en la vida?
Lo único de lo que estaba seguro eran mis sentimientos por Aurora en este
momento.
—¿Qué dice de ti que hiciste que un monstruo se enamorara de ti?
Los ojos de Aurora se abrieron un poco y su respiración se detuvo. Tragó
ruidosamente y una pequeña sonrisa apareció en sus hermosos labios.
—¿Qué dice de mí que me enamoré de un monstruo?
Tomé sus mejillas y la besé.
—Si supieras lo loco que estoy por ti, huirías, Rory.
—Creo que sí, lo sé. Mataste a un hombre porque coqueteó conmigo. 409
Me acerqué a ella.
—¿Cómo te sientes?
Le envió a Diego un ceño fruncido.
—Espero que no haya exagerado. Estoy bien. —Se volvió hacia mí con el
mismo ceño fruncido—. No parezcas tan preocupada.
Intenté relajar los músculos faciales pero fue difícil. Cuando Diego cerró la
puerta, le dije:
—Vine aquí para decirte algo, pero ahora no estoy segura de debería
hacerlo.
Empujó mi pierna.
—Para. —Escaneó mi cara—. Tú y Nevio, ¿verdad?
Asentí.
—Estamos saliendo. Sé que no te agrada…
Carlotta se puso de pie y puso sus manos sobre mis hombros.
—No me gusta cómo te trató.
—Lotta, ha cambiado. En realidad, me demostró que quiere estar conmigo.
—Si sigue tratándote como te mereces, entonces estoy bien con él.
Sonreí y la abracé.
—Ahora solo tengo que decírselo a mis padres…
Carlota se rio entre dientes.
—Buena suerte. Tu papá es el hueso más duro de roer.
—No, esa eres tú.
Ambas nos reímos.
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—No puedo creer que te estés volviendo tan doméstico con nosotros —dijo 415
Alessio cuando pintamos una de las habitaciones en azul claro y crema. Se
convertiría en la guardería de Battista. Carlotta, que era buena pintando, ayudó a
Nino a dibujar globos, nubes y animales en una pared como decoración. Massimo
rondaba alrededor de ellos la mitad del tiempo en lugar de ayudarnos.
—Soy padre y quiero estar con Aurora, así que esta es la elección lógica. —
Massimo miró en mi dirección al escuchar una de sus frases favoritas. Inclinó la
cabeza en señal de acuerdo.
—No podría imaginarme ser padre en este momento.
—No era mi plan, pero quiero que Battista tenga un padre al que pueda
admirar. —Alessio me dio una mirada de aprobación.
—No pensé que lo tuvieras en ti.
—No te preocupes. Sigo siendo el mismo jodido cuando se trata de nuestras
redadas nocturnas. No los abandonaré por completo.
—No pensé que lo harías —dijo Massimo cuando se unió a nosotros.
Aurora entró con Battista de la mano. Sus ojos se iluminaron cuando vio los
dibujos en la pared.
—¡Es hermoso! —dijo Aurora.
—No es obra mía. Tienes que agradecer a Carlotta y Nino por eso.
Battista corrió hacia mí y lo levanté y luego lo llevé hacia el arte de la pared.
—Esta es tu nueva habitación.
Aurora se acercó a mí con una sonrisa de satisfacción.
—Esto es muy emocionante.
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Escaneé el suelo debajo de nosotros. Mientras que el paisaje había estado
brillantemente iluminado cuando nuestro vuelo despegó, ahora la oscuridad se
extendía debajo de nosotros mientras nuestro avión descendía lentamente para
aterrizar. A lo lejos pude distinguir un destello de luz. Al menos, parecía haber
algún tipo de civilización a donde Nevio me llevaba.
—¿No me dirás adónde vamos? Al final lo descubriré —dije. Le había
preguntado a Nevio innumerables veces desde que prácticamente me había
secuestrado de la mesa del desayuno esta mañana.
Solo tuve tiempo de despedirme de Battista antes de que Nevio y yo nos 420
dirigiéramos al aeropuerto donde nos esperaba el jet privado de la Camorra. Nevio
incluso había hecho las maletas, que era una de mis principales preocupaciones en
estos momentos. Dudaba que Nevio tuviera idea de qué tipo de ropa necesitaría.
Esperaba que al menos le hubiera pedido ayuda a una miembro femenina de la
familia con el neceser. Mi otra preocupación era cómo le iría a Battista. Esta era la
primera vez que me ausentaba por más de unas pocas horas. Este año cumpliría
cuatro años y le encantaba pasar tiempo con sus abuelos y su tío Giulio, por lo que
mi preocupación era completamente infundada.
Nevio cruzó los brazos detrás de la cabeza con una sonrisa de satisfacción.
—¿No puedes adivinarlo?
—Bueno, considerando nuestro tiempo de vuelo y el paisaje debajo,
supongo que estamos en algún lugar de Europa, probablemente en el norte.
—Buen trabajo de detective, Sherlock.
Me acerqué a él y me senté en su regazo.
—Se supone que debemos permanecer abrochados —dijo con las cejas
levantadas, pero sus manos agarraron mis caderas mientras me sentaba a
horcajadas sobre sus muslos.
—Entonces deberías considerar decírmelo o arriesgar mi salud.
—Me gustas en mi regazo. ¿Qué es la vida sin un poco de peligro? —Me
besó y sus dedos se enredaron en mi cabello.
Me hundí en el beso cuando el cartel de abrocharse el cinturón volvió a
aparecer. Nevio retrocedió con un suspiro. Regresé a mi asiento con expresión
expectante.
—Está bien. Laponia.
Mis ojos se abrieron.
—¿Estamos aquí para ver la aurora boreal?
Debido a la obsesión de Nevio con las luces, comencé a investigarlas y las
fotos que había visto me hicieron querer experimentarlas en la vida real.
—Pensé que sería la manera perfecta de pasar nuestro segundo día de San
Valentín como pareja.
—¡Lo es!
421
El hotel que Nevio había elegido para nosotros estaba en el norte de Laponia
y consistía en pequeñas cabañas redondas con un techo de cristal sobre las camas.
Nuestra cabaña incluso tenía un jacuzzi en el patio. Todo estaba cubierto de nieve,
lo que hacía que la zona pareciera aún más mágica. Habiendo pasado la mayor
parte de mi vida en Las Vegas, las temperaturas fueron un shock para mi sistema,
pero Nevio nos había comprado ropa de nieve para los dos como preparación para
el viaje.
—Admítelo, recibiste ayuda con mi ropa.
Ni siquiera intentó negarlo.
—Kiara me ayudó.
A pesar del desfase horario y el cansancio, le rogué a Nevio que montara en
un trineo tirado por perros por el paisaje nevado. Con mis gruesas capas de ropa,
no podría haber caminado mucho tiempo por la zona sin caerme como un hombre
Michelin.
El adiestrador de perros nos mostró cómo conducir el trineo, pero los perros
se pusieron nerviosos cerca de Nevio, sus aullidos y ladridos se elevaban por
encima de las copas de los abetos que nos rodeaban. Los entendí demasiado bien.
Nevio era una fuerza de la naturaleza, un depredador por derecho propio, uno que
había perseguido mis noches durante mucho tiempo: pesadillas y sueños, ambos
igualmente llenos de pasión. Cuando Nevio y yo nos posicionamos en el trineo,
con los brazos de Nevio presionando contra los míos mientras sosteníamos el asa,
Nevio dejó escapar la llamada que decía a los perros que corrieran. Me habría caído
hacia atrás si Nevio no hubiera estado detrás de mí. Los perros corrían entre los
árboles, levantando nieve, como si el diablo los persiguiera.
Fue increíble y no podía dejar de reír de absoluta alegría.
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Cora Reilly es autora de Born in Blood Mafia Series, e Camorra Chronicles
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y muchos otros libros, la mayoría de ellos con chicos malos peligrosamente sexis. Le
gustan los hombres como sus martinis: indecentes y fuertes.
Cora vive en Alemania con un lindo pero loco Bearded Collie, así como con el
lindo pero loco hombre a su lado. En 2021, dio a luz a una hija maravillosa. Cuando
no pasa sus días soñando con libros ardientes, planea su próxima aventura de viaje o
cocinando platos demasiado picantes de todo el mundo.