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CONTENIDO __________________ 3 23 ___________________________230
SINOPSIS ______________________ 4 24 ___________________________239
PRÓLOGO _____________________ 6 25 ___________________________249
1 _____________________________ 8 26 ___________________________260
2 ____________________________ 16 27 ___________________________269
3 ____________________________ 23 28 ___________________________278
4 ____________________________ 31 29 ___________________________289
5 ____________________________ 43 30 ___________________________300
6 ____________________________ 52 31 ___________________________308
7 ____________________________ 62 32 ___________________________314
8 ____________________________ 74 33 ___________________________321
9 ____________________________ 84 34 ___________________________328 3
10 ___________________________ 94 35 ___________________________332
11 __________________________ 102 36 ___________________________344
12 __________________________ 113 37 ___________________________351
13 __________________________ 127 38 ___________________________355
14 __________________________ 138 39 ___________________________362
15 __________________________ 147 40 ___________________________371
16 __________________________ 164 41 ___________________________378
17 __________________________ 174 42 ___________________________382
18 __________________________ 185 43 ___________________________392
19 __________________________ 194 44 ___________________________402
20 __________________________ 206 45 ___________________________410
21 __________________________ 212 46 ___________________________420
22 __________________________ 219
SOBRE LA AUTORA ___________426
Aurora Scuderi pasó su infancia y adolescencia haciendo
una cosa: amar a Nevio.
Hasta que, en un momento fatídico, le rompe el corazón sin pensarlo dos
veces. Dejando a Aurora con el corazón roto sangrando en sus manos. Huir de Las
Vegas es la única manera de que Aurora se recupere: olvidarse de Nevio y de esa
noche. Pero un hombre como Nevio no puede dejarse de lado tan fácilmente. El
cazador que había en él despertó.

Nevio Falcone es oscuridad.


Se filtra por sus poros. Es donde su monstruo sale a jugar para satisfacer sus
antojos. Hasta que empieza a desear algo más que una masacre: la única mujer a
la que no debería perseguir: Aurora.
Lo que Nevio anhela, lo arruina.

Le dijo que mantuviera la distancia. Ahora es demasiado tarde 4

para .

con las consecuencias.


5
El odio y el amor están relacionados estrechamente.
Ambos pueden dejarte sin aliento e inmovilizarte con su intensidad.
Representan lo último de las emociones humanas. Deberían ser completamente
opuestos, divididos por un abismo vasto de otras emociones menos poderosas, pero
no siempre lo son, y en lo que respecta a Nevio, definitivamente no lo eran por mí.
En mi caso, el amor y el odio eran como amantes tóxicos, bailando su tango
destructivo dentro de mi cuerpo.
No pensé que pudieran existir uno al lado del otro. Aun así, lo hacían. El
amor y el odio jugaban un tira y afloja en las fibras de mi corazón, drenándome 6
con la reacción constante que sentía.
Amé a Nevio Falcone durante casi la mitad de mi infancia y adolescencia
hasta que me di cuenta de que necesitaba aprender a odiarlo si quería salir ilesa.
Aunque esa ya ni siquiera era una opción.
Ni físicamente. Ni mentalmente.
Nevio podía hacerme mucho más daño del que ya me había hecho. Y sabía
que tenía que detenerlo.
Pero no estaba segura de poder hacerlo.
¿Lo peor? Una parte de mí ni siquiera quería intentarlo. Una parte de mí
quería arriesgarse a sufrir angustia y dolor solo para estar con él. Una parte de mí
era tan adicta a nuestra montaña rusa de odio y amor como él a sus cacerías
nocturnas.
Quizás ese era el poder especial de Nevio, hacerte añorar algo que
seguramente podía destruirte.
Estaba enamorada, pero no estaba ciega.
Nevio encarnaba la destrucción pura y, me convertí en el daño colateral en
algún momento del camino.

A veces quería lastimar a todos, pero había ciertas personas a las que
siempre quería salvar un poco más de lo que quería lastimarlas. Salvarlas de mí.
El problema era que, cada día estaba un poco menos seguro de quién llevaba las
riendas, si el monstruo o yo. Un monstruo que apestaba a sangre y buscaba
masacre.
Quizás me estaba engañando cuando pensé que había una diferencia entre
el monstruo y yo.

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Diecinueve años

No estoy seguro de quién empezó a llamarnos a Massimo, Alessio y a mí la


Trinidad Impía. Quizás Savio. Tenía un talento astuto para inventar apodos. Desde
que tengo uso de razón, mi gemela Greta había sido Muñequita y yo había sido
DEC (un dolor en el culo, por supuesto). Y eso fue mucho antes de que cumpliera
con el nombre y tomara analmente a la primera chica.
Supongo que el apodo era apropiado, aunque cualquier comparación con 8
cualquier cosa relacionada con la iglesia era ciertamente una blasfemia clasificada,
considerando lo que estábamos haciendo los tres por la noche.
Música sonaba a todo volumen por los parlantes de mi Dodge Ram
completamente negra. Todo negro como nuestra ropa, desde nuestras botas con
punta de acero hasta pantalones cargo negros, chaquetas de cuero, pañuelos,
pasamontañas y nuestras armas, incluso hasta los cuchillos.
Todos negros como nuestras almas. Aunque me encantaba el destello de una
hoja plateada y cómo en ocasiones reflejaba el pánico de nuestras víctimas.
El interior brillaba en rojo desde el tablero y los pequeños LED en la consola
central y las puertas. Incluso mis faros tenían un tinte rojo.
El rojo por la sangre que pronto mancharía nuestra piel y ropa. Mi pulso se
aceleró de impaciencia, pensando en el aroma y la textura suave.
Massimo a menudo ponía los ojos en blanco ante el simbolismo excesivo,
como él lo llamaba, algo que atribuía a la iglesia institucional como una forma de
hipnotizar a las masas. Aun así, nunca había vestido nada más que negro en
nuestras redadas, y ciertamente no era por presión de grupo. No era receptivo a esa
mierda.
Salí de la carretera asfaltada y entré en un largo camino de tierra. Nos daban
la bienvenida carteles enormes que decían «Prohibido el paso», «Respuesta
armada» y «Armas de resorte». Mierda, sí.
Massimo arrojó su pasamontañas en el asiento trasero. Su cabello castaño
oscuro, varios tonos más claro que el mío, estaba presionado contra su frente. Le
dio un tirón rápido para que cayera más libremente. Reprimí una carcajada. Nada
vanidoso, mi culo.
—Creo que, aquí fuera, no necesitaremos esconder la cara —dijo.
Mi propio pasamontañas estaba sobre mi cabeza, manteniendo el cabello
fuera de mi cara. A diferencia de Massimo, odiaba tener mechones en los putos
ojos, por eso los mantenía más cortos que los suyos, aunque ambos manteníamos
nuestros costados y la parte de atrás recortados.
—No es una cuestión de necesidad sino de diversión. La gente se asusta
cuando no nos ve la cara.
—Se asustan cuando ven tu cara. Grita loco hijo de puta asesino. Eso no
deja a nadie indiferente —dijo Alessio desde su lugar a mi lado. Una de sus piernas
estaba apoyada en mi cabecera. Su cabello era tan largo como el de Massimo, pero
debido a las ondas en el suyo, siempre lo llevaba recogido sobre la cabeza al estilo
de un jodido surfista. Como si el chico emo alguna vez fuera a usar una tabla de
surf, excepto quizás para aplastarle la cabeza a alguien con ella—. ¿Quién toca
9
esta noche?
Alessio tenía complejo de Robin Hood. Si bien le gustaba cazar y matar,
necesitaba una razón para hacer las paces con su conciencia. Siempre se mostraba
cauteloso cuando era mi turno de elegir nuestros objetivos, aunque sobre todo me
aseguraba de que tuvieran un historial.
—Matarlos te dará todos los sentimientos acogedores que necesitas. No te
preocupes.
—Una casa de metanfetamina —dijo Alessio al momento en que estacioné
el auto frente a la cabaña. En realidad, ya no era más que eso. A través de las
ventanas abiertas, el hedor a orina de gato y huevos podridos era un claro indicio
de lo que estaban haciendo los ocupantes de la casa.
Una de las contraventanas medio arrancadas de la ventana de la izquierda
se movió. Pisé el acelerador, y el auto avanzó bruscamente. Una ráfaga de disparos
alcanzó la plataforma de mi camioneta y, por lo que parece, fueron perdigones.
Reparar eso costaría una fortuna.
Apreté los dientes.
—La próxima vez que visitemos adictos a la metanfetamina, llevaremos su
auto. Las buenas víctimas no intentan destrozar tu auto cuando les haces una visita.
Alessio me puso los ojos en blanco antes de apuntar fuera del vehículo y
disparar algunos tiros con su semiautomática. No había venido aquí para dispararle
a alguien por accidente. La diversión terminaba demasiado rápido.
Las armas tenían su momento y su lugar, pero no durante nuestras
incursiones nocturnas. Eso era sensación pura. Necesitaba sentir y oler la sangre,
no la maldita pólvora.
Estacioné el auto en la esquina, abrí la puerta y salí. Con la cabeza agachada
y el pasamontañas aún encima, corrí a lo largo de la pared del edificio hasta llegar
a una puerta trasera. Una mirada por encima del hombro confirmó que Alessio y
Massimo me pisaban los talones. Ambos tenían sus armas en mano, pero yo solo
tenía mi cuchillo de combate de dientes de sierra en la mano. Era mi compra más
reciente y estaba ansioso por probarla. Pateé la puerta trasera. El sigilo ya no tenía
sentido.
Ahora, había que divertirse al máximo.
Entré a una cocina asquerosa donde nadie había cocinado nada en mucho
tiempo, considerando las ollas sucias amontonadas sobre la estufa. Pan de
sándwich mohoso y queso procesado eran los únicos alimentos en el lugar, y tenía
la sensación de que estos imbéciles aún se los comían. Como estaban drogados, el
moho probablemente era la menor de sus preocupaciones. El hedor era una
molestia; basura, moho, algo dulcemente podrido. Probablemente tendría que
arrastrar afuera a estos imbéciles para torturarlos, o ni siquiera olería su sangre 10
sucia.
Algo crujió a mi derecha, y se abrió una puerta estrecha que daba a una
cámara de almacenamiento. Lo que parecía un zombi al que le faltaban dientes y
decolorado cabello rizado se tambaleó hacia mí con un hacha. Sonriendo, me
agaché bajo el lúgubre movimiento del hacha, luego clavé mi cuchillo en la caja
torácica de mi atacante y lo arranqué después de un giro de mi muñeca para causar
el máximo daño. Sangre brotó y retrocedí para evitarla (había sangre buena y mala,
y esta era la última), pero las gotas aún me golpearon la garganta y el pecho. El
cuerpo se tambaleó hacia mí en su lucha a muerte. Me puse de pie y lo aparté de
mí. Se tambaleó hacia atrás y cayó al suelo con el sonido de huesos aplastados y
de una tetera sibilante.
Ahora que no estaba en movimiento, pude ver que mi atacante era una
mujer, su edad era difícil de adivinar debido al estado en el que se encontraba su
cuerpo por años de consumo de drogas. Su bata de baño se abrió de par en par,
dejándola desnuda. Sus tetas y labios vaginales parecían las orejas caídas de un
basset hound, y la mayor parte de su piel estaba cubierta de ampollas que supuse
que eran algún tipo de enfermedad de transmisión sexual.
—Mierda —murmuré y me moví rápidamente hacia el fregadero para
lavarme la sangre de la garganta. Aún no tenía ninguna herida abierta y no había
tocado sus ampollas, pero no quería correr ningún riesgo. Luego corrí hacia la
puerta, que conducía a un pasillo con una escalera llevando a un sótano oscuro.
—Herpes genital y sífilis. No la toques —dijo Massimo.
—Gracias por el consejo —murmuré y señalé la sangre por toda mi ropa.
El tío Nino tendría que hacerme el análisis de sangre más tarde. De nuevo.
Se necesitaría mucho derramamiento de sangre adicional para ponerme de
humor para el sexo después de la tortura, que era una tradición establecida desde
hace mucho tiempo de la que odiaría separarme solo por las tetas caídas de una
puta adicta al crack.
—Me refiero a Alessio.
Alessio nos mostró el dedo medio a ambos antes de cubrir su cuerpo con la
alfombra. Sacudí la cabeza, pero no hice comentarios. Ya estaba acostumbrado a
esto. Si comenzaba a rezar por nuestras víctimas, podía seguir matando en
solitario.
—No deberías haberla matado. Probablemente sea víctima de las
circunstancias.
Resoplé.
—Estaba intentando partirme el cráneo con un hacha. Cada perpetrador
tiene una historia triste en su pasado, así que vete a llorarle a otro. Maldita sea, 11
probablemente incluso yo soy víctima de las circunstancias. Prométeme que si me
matan no me cubrirás con una alfombra sucia. —Alessio miraba el cuerpo
fijamente—. Y es demasiado joven para ser la puta drogadicta que quieres
encontrar.
Massimo me lanzó una mirada cautelosa. Desde que Alessio descubrió que
Kiara y Nino no eran sus padres biológicos, había estado mirando a cada
drogadicta como si pudiera ser su madre. Supuse que se estaba pudriendo en algún
lugar del desierto.
Una bala de escopeta arrancó pedazos del marco de madera de la puerta con
un ruido ensordecedor justo a mi lado. Massimo y yo caímos de rodillas, y Alessio
se arrojó dentro de la cámara de almacenamiento. Al menos tuvo el suficiente
sentido común como para no arrojarse sobre el cadáver. A Kiara no le
impresionaría que contrajera sífilis.
—Ahora deja de llorar por la puta y ayúdanos a atrapar a estos imbéciles
para que pueda comenzar la diversión —gruñí, perdiendo mi jodida paciencia.
Siempre había sido más compasivo que Massimo y yo, pero la noticia sobre la puta
que lo empujó fuera de su vagina en realidad lo desestabilizó.
Me arrastré hacia el marco de la puerta y asomé la cabeza al pasillo. El
disparo no pudo provenir del sótano, incluso si la búsqueda sugería que había gente
allí abajo. Una cabeza se asomó por la puerta frente a nosotros. Un pelirrojo feo
con las mismas ampollas en toda la cara que la puta muerta. En serio, esperaba que
estos idiotas no se hubieran reproducido como malditos conejos. Si todos tenían
sífilis, tendría que usar un condón de cuerpo entero para torturarlos. ¡Qué pérdida
de oportunidad!
Ese era el problema si elegías víctimas a la escoria más baja de la sociedad.
Que se joda la conciencia de Alessio. La próxima vez buscaríamos a alguien que
conociera las reglas básicas de higiene.
Quería sentir sangre en mi piel y no oler a pato de goma durante horas.
Alessio pasó rápidamente a nuestro lado. Intenté alcanzar su pierna para detener
su movimiento maníaco (ésos normalmente eran mi especialidad), pero no lo logré.
El pelirrojo salió y le apuntó con una escopeta. Alessio le arrojó su cuchillo ciclón
al tipo, que le atravesó el globo ocular. Se inclinó hacia atrás y disparó un tiro que
abrió un agujero en el techo. Nos llovieron más astillas.
—Alessio, no jodas. Ese es uno menos para torturar. No pienso compartir
una víctima. Tú y Massimo pueden hacerlo —gruñí.
—Vete a llorarle a otro —dijo Alessio entre risas—. ¿No fue eso lo que
dijiste?
12
Me puse de pie y revisé al tipo, pero, por supuesto, definitivamente estaba
muerto. Alessio sacó su cuchillo, y sangre salió disparada de la cavidad del ojo.
Ruidos metálicos procedentes del piso de abajo me distrajeron de mi decepción.
Massimo, Alessio y yo nos apiñamos alrededor de la escalera empinada que
conducía al sótano. A juzgar por las paredes rugosas, alguien que no era profesional
la había clavado al suelo.
—Parece una tumba —dijo Alessio.
Massimo puso su cara de pensador.
—Podría ser una trampa. Y nos estamos haciendo vulnerables al bajar la
escalera.
—Podríamos intentar expulsarlos con gases lacrimógenos —sugirió
Alessio—. Aún hay algo en el maletero.
—No sabemos si hay una segunda salida. Podría haber una puerta abatible,
y podrían escapar —dije.
—¿Qué sugieres? —preguntó Massimo con cautela.
Miré hacia el sótano. La escalera era tan empinada que, prácticamente
parecía una escalera de mano, y el suelo no estaba demasiado abajo.
—No… —comenzó Massimo, pero no lo dejé terminar. Me agaché y salté
al sótano.
Aterricé de pie con un gruñido, levantando tierra. Dos tipos me miraron
estupefactos, las mismas caras feas que el tipo de arriba. Habían estado ocupados
empacando sus drogas. Lancé mi cuchillo más pequeño al que estaba más cerca de
mí y empalé su mano derecha, que había estado apuntando al arma que estaba en
la mesa frente a él. Luego me puse de pie y corrí hacia ellos, chocando con el
segundo. Escuché otro ruido sordo que sugería que Massimo o Alessio había
saltado detrás de mí. Noqueé al tipo y escuché otro gruñido detrás de mí. Massimo
había noqueado al otro tipo.
Una conmoción en la parte trasera del sótano me puso en movimiento. Una
tercera víctima. Esta noche era la noche de suerte de Alessio. No tendría que
compartir.
Cuando llegué al final del sótano, vi unas piernas largas desaparecer por una
puerta abatible y luego la escalera de cuerda también desapareció. Aceleré y me
catapulté hasta que mis dedos agarraron el marco de madera de la puerta abatible.
Otro pelirrojo feo me miró con los ojos muy abiertos y atónitos.
Definitivamente todos esos estúpidos hermanos se habían follado a Zombi-Coño-
Flácido. Agarró la escalera de cuerda con sus manos llenas de ampollas y luego su
mirada se posó en la escopeta que tenía a sus pies.
13
—Ensarté a la perra fea de arriba. Espero que no fuera tu pareja. —Levantó
la cabeza de golpe, y le di mi sonrisa más maníaca.
Tomó el arma y yo me levanté. Al momento en que estuve en la superficie,
apunté una patada hacia arriba. La escopeta salió volando de la mano del patán y
un disparo falló su cabeza por poco.
Uf.
Me miró en pánico, con la boca entreabierta.
—Corre.
Se tambaleó hacia atrás, casi tropezó con la escalera, antes de dejarla caer y
huir. Sacudí la cabeza. La próxima vez, elegiría víctimas decentes. Estos hijos de
puta eran tan lamentables. ¿Dónde estaba el desafío?
—¿Qué estás haciendo? —llamó Massimo desde abajo, sus cejas oscuras
fruncidas en señal de desaprobación.
—Intentando divertirme un poco.
—No lo dejes escapar. Hay trampas explosivas aquí abajo. Podría activarlas
desde lejos. —Suspiré, pero corrí detrás del tipo. Lo alcancé en un minuto. Ningún
maldito desafío. Lo pateé al suelo y arrastré su trasero mareado de regreso a la
casucha de metanfetamina. Alessio y Massimo ya esperaban delante de la casa con
los otros dos imbéciles a sus pies.
—Los torturaremos aquí. No quiero sus cadáveres enfermos en mi auto —
dije.
Dos horas más tarde, obtuve el resultado previsto. Cortarlos no fue nada
divertido. Y ante la insistencia de Massimo, nos cubrimos con trajes protectores.
Cuando terminamos, me senté en la plataforma de la camioneta y fumé mi
cigarrillo habitual después de la tortura. No tuvo el efecto deseado. Aún me sentía
inquieto.
—No te desanimes —dijo Massimo.
Fruncí el ceño.
—Esto fue un desastre. No soy un puto limpiador de escenas de crímenes.
—Señalé el traje protector cubierto de sangre que había arrojado al suelo.
—Vamos por unos tacos. Me muero de hambre —dijo Alessio.
Arrojé el cigarrillo al suelo y lo apagué.
—No sé ustedes, pero lo único de lo que estoy hambriento es de una muerte
decente. Pueden enterrar sus caras en guacamole si quieren, pero voy a buscar otro
hijo de puta a quien matar.
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Alessio y Massimo intercambiaron una mirada exasperada.
—Tienes que aprender cuando es suficiente —dijo Massimo, sonando como
nuestros padres.
—No en esta vida. Quiero sangre, y la conseguiré. Pueden venir conmigo o
los dejaré en Taco Bell. Me importa una mierda.
Subí al auto. Sabía a dónde iría. De todos modos, había tenido una muerte
de respaldo en la lista de esta noche porque había anticipado este festival de
muertes miserable.
Puse la dirección en el GPS mientras Massimo y Alessio discutían. Cuando
subieron al auto, supe que vendrían conmigo.
—Iremos contigo —espetó Massimo. Alessio parecía enojado.
—Será divertido. Es un exboxeador convertido en abogado que anda
causando problemas a la Camorra.
—No estamos aquí por diversión, sino porque Massimo quiere mantenerte
bajo control. Somos tus niñeras.
Sonreí.
—Buena suerte.

15
La noche había sido dura, más dura de lo habitual. Nuestra víctima había
escapado porque tenía una afición enfermiza por la caza y lo había dejado correr.
Casi no lo habíamos encontrado.
Massimo me lanzó una mirada de desaprobación. Incluso con gafas de sol
cubriéndole los ojos, supe que era eso por la inclinación de su boca hacia abajo y
los contornos aún más definidos de sus mejillas. Estaba soberanamente enojado
conmigo. Nunca se arriesgaría a que uno de nuestros objetivos escapara. No porque
la policía nos arrestara (nuestros padres nos sacarían de inmediato) sino porque a
nuestros padres no les gustaban nuestras aventuras nocturnas. Sobre todo, si las
víctimas no fueron aprobadas previamente. 16

Cuando papá nos atrapó la última vez, amenazó con separarnos a Alessio,
Massimo y a mí y enviarnos a trabajar para subjefes en estados diferentes.
Sin embargo, la caza había sido divertida, aunque duró hasta las primeras
horas de la mañana.
—¿Sabes que te está mirando otra vez? —preguntó Alessio en tono
aburrido. Al igual que Massimo, estaba tumbado en el sillón junto al mío, con gafas
oscuras sobre los ojos.
—¿Quién?
—Aurora.
Miré por encima del hombro hacia el lugar donde Carlotta y Aurora se
bronceaban en una tumbona al otro extremo de la piscina. De hecho, Aurora estaba
mirando en mi dirección, con un vaso en una mano, pero giró la cabeza
rápidamente, luego miró casualmente de vuelta y me dio una sonrisa forzada. No
notó que su vaso se volcó y derramó su contenido helado por todo su frente. Dejó
escapar un grito de sorpresa y dejó caer el vaso (por fortuna irrompible gracias a
la naturaleza sobreprotectora de Kiara) al suelo, de modo que el contenido restante
se derramó por todos lados. Su bebida era roja (probablemente algún brebaje de
frutas terriblemente dulce) y dejó manchas rojas por todo su bikini blanco. Era la
primera vez que la veía en bikini. Hasta ese momento, había usado trajes de baño
enteros o bañadores y camisetas sin mangas.
Por supuesto, sería así.
Aurora saltó de su tumbona, probablemente para limpiarse. Sus tetas
rebotaron de arriba abajo en el top triangular del bikini. Lo llenaba bastante bien,
y el jugo rojo corriendo por el valle entre sus pechos me recordó a la sangre, lo que
hizo que la vista fuera aún más atractiva. Aparté los ojos antes de que mis
pensamientos se dejaran llevar. Anoche derramé sangre, y Rory estaba fuera de los
límites.
—Parece que recibiste la visita de la tía Regla —se rio Davide, su hermano
menor, señalando su trasero. La parte de atrás de la braguita de su bikini estaba de
hecho roja de una manera muy comprometedora.
Aurora miró en mi dirección, y su rostro se puso rojo como una remolacha.
A pesar de su bronceado, su piel naturalmente pálida se sonrojaba con facilidad y
con mucha frecuencia. Se giró, apretando los labios, su coleta rubia azotando el
aire antes de correr hacia la casa murmurando:
—Traeré un trapeador.
Carlotta, que había observado todo con mirada preocupada, la siguió, como
era de esperar. 17

Massimo la vio irse con intenso interés. No llevaba bikini. Por supuesto que
no. Aun así, el traje de baño modesto no pareció disminuir en lo más mínimo la
fascinación de Massimo.
—No volverán pronto. Aurora probablemente llorará, y Carlotta le dará una
charla de ánimo. Quizás una hora —dije.
Aurora era increíble con la patineta y sus habilidades atléticas en general,
pero tenía un talento horrible que la hacía una completa tonta cuando estaba
conmigo. Greta pensaba que era porque estaba enamorada de mí. Sabía que ese
era el caso. El problema era que, a Aurora le gustaba una versión mía que era
prácticamente solo la versión PG. Pero el verdadero Nevio ni siquiera tenía
clasificación R. Una película sobre mí sería prohibida por exceso de violencia y
locura.
Massimo frunció el ceño.
—No me importa si regresan.
Alessio resopló.
—No estaba hablando de ellas.
—Ojalá hubiera sido sangre lo que hubiera elevado una exhibición
lamentable a una ligeramente entretenida —murmuré a medida que me estiraba de
nuevo con los brazos cruzados debajo de la cabeza.
Alessio soltó un suspiro.
—No lo arruines.
Le arqueé una ceja.
—No tengo absolutamente ningún interés en Rory. Apesta a inocencia. Su
torpeza incluso activa mi lado protector. No es sexy. No me follo a nadie por
lástima.
—No sientes lástima por nada —murmuró Alessio—. Mientras ella no caiga
accidentalmente en tu polla, todo estará bien.
—Imbécil, es más probable que te folle por el culo accidentalmente, ¿de
acuerdo?
—Entonces mi cuchillo ciclón te va a empalar.
Me encogí de hombros.
—Eso solo me hará correr antes. Dolor y placer, nada supera eso.
Massimo se levantó de su silla sacudiendo la cabeza.
18
—Necesito aclarar mi cabeza. Cada segundo de ustedes diciendo esas
tonterías me hace sentir más tonto.
—Deberías esperar con tu espectáculo acuático hasta que regrese Lotti.
Estoy seguro de que apreciará cómo brillan tus músculos cuando están mojados —
dije.
Me mostró el dedo, y luego se sumergió en el agua en perfecta forma.

Subí a mi habitación a toda prisa, completamente furiosa conmigo misma.


Me siguieron pasos suaves.
No paré hasta que estuve en mi habitación. Cuando Carlotta cerró la puerta,
comencé a quitarme el bikini del cuerpo. El jugo rojo sobre la tela blanca en
realidad hacía que pareciera que tenía mi período. Mis ojos ardían de
mortificación, incluso si no era el caso. Pasé días reuniendo el coraje para usar un
bikini. No porque fuera tímida con respecto a mi cuerpo, sino porque simplemente
no era mi estilo habitual, de modo que era un hecho que todos lo notarían.
Quería que Nevio lo notara, pero no así.
—Deberíamos regresar. No le des tanta importancia. Si le restas importancia
a la situación, a los chicos no les importará. Probablemente no lo hagan de ninguna
manera. No se avergüenzan como nosotras —dijo Carlotta con su voz razonable.
Era una que tenía que usar a menudo cuando se trataba de Nevio.
Asentí, incluso si en realidad no quería volver allí. No era la primera vez
que actuaba como una vaca torpe cerca de Nevio, pero eso no lo hacía más fácil.
—¿Por qué soy así? —pregunté enojada.
Carlotta se encogió de hombros.
Tomé un traje de baño deportivo que me resultaba familiar de un cajón.
—Ponte otro bikini —dijo Carlotta.
Levanté una ceja.
19
—Lotta, ¿estás intentando convertirme en una pecadora?
A veces me burlaba de ella por sus trajes de baño y ropa de gimnasia
mojigatos.
—No es pecado. Simplemente me siento más cómoda si mis áreas más
privadas están cubiertas. Pero llamaría aún más la atención si volvieras a tu antiguo
estilo solo por un pequeño accidente.
Tomé el segundo bikini que tenía, una pieza turquesa que resaltaba el azul
de mis ojos, según Carlotta.
Carlotta me levantó el pulgar, y luego miró su propio reflejo. Su traje de
baño era modesto y tenía un escote alto, aunque sabía que era principalmente para
tapar su cicatriz. Aun así se las arreglaba para lucir sexy sin esfuerzo.
Tomó mi mano, y bajamos las escaleras. Fingiendo que no pasaba nada, nos
dirigimos directamente a la piscina y saltamos. El agua fría me aclaró la cabeza.
Cuando salimos, tanto Carlotta como yo nos reíamos.
Davide apareció justo a mi lado, sorprendiéndome y trató de hundirme. A
pesar de que era tres años menor que yo, ya era más fuerte y alto, y logró empujar
mi cabeza bajo el agua. Carlotta fue víctima de Giulio, el hermano menor de Nevio,
que solo tenía siete pero era una fuerza a tener en cuenta.
Farfullé cuando logré resurgir después de casi un minuto.
Carlotta tosió detrás de mí, y luego volvió a chillar.
Con la visión borrosa, vi a Nevio y Massimo sumergirse en la piscina. Poco
después, Nevio estaba a mi lado y sumergió a mi hermano con una sonrisa
diabólica.
Massimo ayudó a Carlotta, pero su intervención pareció menos divertida.
Agarró a Giulio por el cuello y lo empujó.
—Ten cuidado. Carlotta tiene una enfermedad cardíaca.
Giulio se frotó la garganta y le sacó la lengua a su primo, luego salió
corriendo y empezó a salpicar a Alessio, que se había quedado en el sillón.
Davide hizo lo mismo, y me dejó con Nevio.
—¿Todo bien? —preguntó, luego sus ojos bajaron. Miré hacia abajo y me
sonrojé. Una pequeña porción de mi pezón se asomaba. Me puse el bikini
rápidamente en su lugar. Algo en el rostro de Nevio me hizo sentir calor y no de
vergüenza.
—Estoy bien, de verdad. No tendré un paro cardíaco por jugar un poco con
20
el agua —dijo Carlotta, pareciendo avergonzada. Massimo parecía no estar de
acuerdo, a juzgar por la expresión severa de su rostro.
—El amor joven debe ser dulce —murmuró Nevio.
—Sí —coincidí. Nuestros ojos se encontraron, y el calor en mis mejillas se
intensificó. Nevio buscó mis ojos, y no pude apartar la mirada. No tenía esperanzas
de que él no pudiera ver mi estúpido flechazo en mi cara.
Alessio se arrojó al agua como una bomba, mojando a Davide y Giulio.
El agua también nos salpicó la cara a Nevio y a mí.
—¡Guerra de agua! —gritó Nevio.
Antes de darme cuenta de lo que estaba pasando, Nevio me levantó sobre
sus hombros y mis muslos abrazaron su cuello. Aturdida, miré su coronilla negra.
—Deberías esperar afuera —le dijo Massimo a Carlotta, quien se acercó al
borde de mala gana y se salió de la piscina. Le envié una sonrisa de disculpa, pero
ella solo me levantó el pulgar.
—¡Quiero pelear con ella! —gritó Davide.
Le envié una mirada oscura. Había estado muy molesto recientemente.
Mamá dijo que estaba pasando por cambios hormonales, pero ¿y qué? Yo también
lo he hecho durante los últimos años, y nunca fui tan molesta.
—Patea su trasero, ¿de acuerdo? Cuento contigo —dijo Nevio, mirándome
desde abajo, con sus dientes blancos a la vista en una sonrisa desafiante. Mi
corazón se aceleró, y sonreí a mi vez.
—Ah, lo haré.
Davide se subió a los hombros de Alessio a medida que Massimo hacía de
árbitro.
—Sin tirones de pelo —le dijo Massimo a mi hermano con severidad, quien
definitivamente intentaría ese movimiento—. Alessio, Nevio, pueden dar patadas
y puñetazos. No hay áreas prohibidas.
—Finalmente, una buena noticia —dijo Nevio.
Alessio le apuntó con los dedos como si fueran pistolas.
—Será mejor que cuides tus pelotas.
Massimo soltó un silbido, y comenzó la batalla.
Al final, me quedé sin aliento y decidimos empatar después de que Davide
y yo aterrizáramos en el agua unas dos docenas de veces. Me dejé caer junto a
21
Carlotta, que me pasó una toalla. Mi pecho se agitaba con cada respiración que
tomaba.
Nevio me envió otra sonrisa desde la piscina.
—Buen trabajo, Rory.
Le devolví la sonrisa y asentí.
—Ahora mírame —murmuró Carlotta, y lo hice. Ella sonrió—. Ves, puedes
actuar con normalidad con Nevio. Este es un buen comienzo.
—Fue divertido. —Entonces, me puse seria—. Lamento que hayas tenido
que quedarte al margen.
—No lo hagas. Ya estoy acostumbrada. Diego es incluso peor que Massimo.
—Massimo en realidad se preocupa por tu salud —dije en broma,
observándolo. Estaba charlando con Nevio y Alessio en la piscina. Mis ojos se
detuvieron en Nevio, quien se pasó los dedos por el cabello mojado antes de salir
de la piscina, con los bíceps flexionados y su característica sonrisa en el rostro. No
era una que te hiciera querer sonreír porque te dabas cuenta de que algo se escondía
detrás.
Carlotta me dio un codazo en el costado. Aparté mis ojos rápidamente de él.
No estaba segura de por qué me costaba tanto ignorar a Nevio. La atracción
magnética que ejercía sobre mí era aterradora a veces.

22
Mi decimosexto cumpleaños estaba a la vuelta de la esquina, pero mamá
me acunaba a su costado como si fuera una niña, y no protesté. Esto se sentía como
los últimos momentos de nuestras vidas. El miedo obstruía mi garganta, y mi
corazón latía salvajemente en mi pecho. Mamá besó mi sien, sus brazos alrededor
de mi cuerpo apretándose aún más cuando unas ruedas chirriaron ante nosotras y
sonó un choque metálico. A través del parabrisas, vi el auto con Remo, Nino y sus
familias aplastados contra un contenedor de transporte.
Me estremecí, y el agarre de mamá sobre mí se volvió doloroso.
Estábamos en una zona portuaria industrial de Nueva York, no estaba segura 23
de dónde exactamente. A pesar de mis pocas visitas a Nueva York a lo largo de los
años, nunca entendí en realidad el movimiento de la ciudad. Nos sacudimos contra
nuestros cinturones cuando papá pisó el freno.
—Mantengan las cabezas abajo —gritó antes de salir del auto con su arma
en la mano. Se escucharon disparos, y se escuchó otro choque.
—Salgan del auto —dijo Adamo mientras salía y mantenía la puerta abierta
para nosotros. Su esposa Dinara, que estaba sentada a mi lado, salió primero y sacó
el arma que llevaba. Me alegré de que hubieran decidido dejar a su pequeño hijo
Roman con su abuelo para este viaje. De esa manera al menos estaba a salvo.
Mamá y yo estábamos desarmadas. Sabía que mamá había practicado tiro
con papá, pero nunca la había visto con un arma aparte de eso, y solo había
empuñado una pistola una o dos veces. Nunca había habido un momento en el que
me hubiera sentido insegura en Las Vegas. Nunca me había gustado la sensación
de un arma en mi mano y considerando el temblor en mi cuerpo dudaba que mi
puntería hubiera sido buena en una situación como esta.
Nos escondimos detrás de una furgoneta volcada. Un rastro de sangre
rodeaba el lugar donde papá se había llevado al conductor.
A lo lejos pude ver más vehículos acercándose, limusinas negras.
Probablemente refuerzo para la Famiglia que nos estaba atacando. Aún no podía
entenderlo. Estos hombres que nos disparaban estaban casados con mis tías.
Habíamos estado aquí para una boda. ¿Cómo podían hacer esto?
Me sentí mal al ver a mi familia desmoronarse. No había visto muy a
menudo a mis tías y primos en Nueva York, pero desde que perdí a mi abuela, la
única abuela que había conocido, había sido la única familia extendida que tenía.
Ahora también desaparecerían de mi vida si sobrevivíamos a esto.
Considerando la cantidad de autos de la Famiglia dirigiéndose hacia
nosotros, no tenía muchas esperanzas para nosotros. No había considerado morir.
A veces me preocupaba por la vida de papá cuando no regresaba a tiempo y la
preocupación de mamá había alimentado la mía, pero siempre me había sentido
segura.
¿Y si estos fueran los últimos minutos de mi vida?
—Todo va a estar bien —susurró mamá—. Estaremos a salvo de cualquier
manera. No hacen daño a las mujeres. —Mientras lo decía, la mirada de mamá se
dirigió a papá, y el miedo se apoderó de su rostro.
Tal vez estábamos a salvo, o tan seguras como podría estarlo una mujer en
nuestro mundo, pero papá y los otros hombres definitivamente morirían.
Una imagen de Nevio pasó por mi cabeza. Se había quedado en casa con el 24
resto de la Trinidad Impía, al igual que Savio y su familia, y mi hermano Davide.
Una furgoneta se acercó a nosotros y se detuvo con un chirrido de
neumáticos. Las puertas corredizas se abrieron de golpe, haciendo que mi cuerpo
se tensara de temor. ¿Cuántos soldados más de la Famiglia nos tenderían una
emboscada? Pero lo que vi no fue una cara desconocida. Nevio salió de la
furgoneta. Mis ojos se abrieron por completo con alivio, luego total sorpresa
cuando noté a la mujer en sus brazos. Estaba presionando un cuchillo contra su
garganta. Incluso desde lejos, reconocí inmediatamente a mi tía Gianna. Parecía
asustada. Solo la conocía como una mujer luchadora y ruidosa, así que verla así de
hecho me hizo comprender la gravedad de la situación.
No podía creer que Nevio estuviera amenazando su vida, pero claro, tal vez
esta fuera nuestra única oportunidad de salir de aquí con vida.
—¡Deténgase! —rugió Matteo. La Famiglia dejó de disparar y también
nuestro bando.
—Sorpresa, hijos de puta —gritó Nevio con una sonrisa amplia. Había visto
varias versiones de su sonrisa, pero esta noche, iluminado por varios faros de una
manera inquietante, pude vislumbrar cómo se sentía la gente que se aterrorizaba
por él. Había algo desquiciado, salvaje y hambriento en él. No estaba segura si le
importaría que Gianna fuera una mujer.
Jaló a Gianna mientras caminaba hacia Remo, Nino, Adamo y papá. Ella
luchó contra su agarre, pero fue inútil. Una mirada al rostro de Remo me dijo que
no sabía que Nevio estaba aquí. Nevio siempre había sido malo siguiendo las
reglas, incluso cuando venían de su padre, el Capo de la Camorra.
Massimo saltó tras él, y luego Alessio con mi prima Isabella en sus manos.
La melena de Isabella ya salvaje estaba por todos lados, sus gafas estaban rotas y
parecía como si hubiera llorado. Intenté mirarla a los ojos, tal vez mostrarle de
alguna manera que todo iba a estar bien, incluso si era la última persona que tenía
control sobre el resultado de esta noche, pero ella nunca miró en mi dirección. Por
la forma en que estábamos escondidos detrás de la camioneta, probablemente ni
siquiera podía vernos.
—Si tocaste un solo cabello en sus cabezas, haré que te arrepientas del día
en que naciste —gruñó Matteo. Solo lo conocía como el tranquilo marido divertido
de Gianna. Siempre me encantaron sus chistes. De repente, era difícil verlo como
el enemigo.
Aún sentía lástima por él por tener que ver cómo se llevaban a Gianna e
Isabella, y me sentía culpable porque una parte de mí se sentía aliviada.
Nevio le mostró los dientes a Matteo y tocó brevemente el cabello de
25
Gianna. Ella intentó escapar de su agarre, pero él empujó una vez más el cuchillo
contra su garganta como advertencia.
—Aún no me arrepiento de nada.
Nunca había visto a Nevio ni a mi padre en acción como mafioso. Solo
conocía su lado doméstico. Era fácil olvidar que solo era una parte pequeña de
ellos.
—Isabella, Gianna, ¿están bien? —llamó Amo. Miré brevemente en su
dirección. Él era la razón por la que estábamos aquí, la razón por la que las cosas
se intensificaron. Luego mi mirada se dirigió a Greta. Sus ojos estaban fijos en él
con una mirada que podía sentir en lo profundo de mis entrañas y de mi corazón.
Su rostro expresaba lo que a veces sentía cuando miraba a Nevio. Anhelo y
nostalgia.
Sus sentimientos por Amo, y los de él por los de ella habían llevado al
conflicto entre la Famiglia y la Camorra. El amor podía ser una fuerza destructiva.
De repente, Matteo se lanzó hacia Nevio y tuvo que ser detenido por Luca.
—¡Ese hijo de puta te golpeó!
Mis ojos registraron el hematoma en el rostro de Gianna. Respiré
bruscamente, pero simplemente no podía imaginarme a Nevio abofeteando a mi
tía. No era su estilo...
—Me temo que eso no es cierto —dijo Nevio a medida que caminaba hacia
su padre—. Papá, lo siento. Te desobedecí, pero simplemente no pude resistirme a
arruinar una boda. Si hubiera sabido que llegaría a esto… —Se rio entre dientes e
intercambió una mirada con Massimo y Alessio, luciendo como si esta fuera la
mejor noche de su vida. No estaba en absoluto asustado. Había caminado hacia el
peligro como si no significara nada, como si su vida no significara nada, como si
la muerte y el dolor no significaran nada.
—Están yendo demasiado lejos —dijo Matteo en voz baja.
—¿Demasiado lejos? —gruñó Remo—. Nos atacan a mi familia y a mí
mientras somos invitados en tu territorio. Nunca me vuelvas a hablar de honor.
Vitiello, soy un maestro jugando sucio. Acaban de abrir la puta caja de Pandora.
Nevio miró a Gianna y respiró hondo.
—Huelo a guerra. —Se rio como si fuera una buena noticia. Guerra.
—Deja mi territorio. Estamos a mano. Y deja que Gianna e Isabella se vayan
ahora mismo —dijo Luca.
Remo resopló.
26
—¿A mano? Luca, se derramará mucha sangre de la Famiglia antes de que
nos considere a mano.
—Creo que Alessio le tomó gusto a tu hija —siguió provocando Nevio.
Dejé de escuchar su juego de poder. Agarré la mano de mamá, deseando que
pudiéramos hacer algo para detener a los hombres. Era demasiado tarde para
detener una guerra, incluso yo lo sabía, pero hoy todos podríamos salir con vida.
No quería que murieran personas que conocía. No quería tener que verlos morir.
Quizás eso era egoísta, pero la idea me desgarraba. Sobre todo, si consideraba que
alguien a quien amaba podría matar a alguien que me importaba.
Se escuchó un grito ahogado en alguna parte y de repente Greta corría hacia
el agua. Su rostro lucía decidido. No había señales de miedo incluso cuando se
arrojó al Hudson y desapareció bajo la superficie negra.
—¡Greta! —Se escucharon varios gritos y la gente empezó a correr. Nevio
soltó a Gianna y corrió hacia el agua para salvar a su gemela.
Nevio se arrojó al agua segundos después y Amo lo siguió después de
revisar la superficie del agua en busca de Greta. Ambos estaban dispuestos a
arriesgarlo todo por Greta. Remo y Serafina también corrieron hacia el borde,
gritando el nombre de Greta.
Mamá me rodeó con sus brazos como si le preocupara que yo también
corriera allí. Estaba demasiado congelada para moverme por todo lo que había
sucedido. Los disparos habían cesado.
Papá y Adamo se quedaron cerca de nosotras mientras Nino y Remo corrían
hacia la orilla del agua.
Amo sacó a Greta del agua y comenzó la RCP, poco después abrió los ojos.
Nevio observó todo con el pecho agitado y una expresión tormentosa desde un
lado, empapado.
Incluso desde la distancia pude ver su lucha, su miedo por la vida de su
gemelo, su odio por Amo. Mamá me apartó algunos mechones de la cara. Podía
sentirla temblar, lo cual era sorprendente porque mi propio cuerpo estaba
destrozado por los temblores.
No estaba segura de cuánto tiempo pasó, pero pronto papá nos llevó a mamá
y a mí hacia una camioneta. Entramos todos. Greta estaba envuelta en una toalla
blanca y esponjosa, y acurrucada contra su madre Serafina. El viaje fue duro.
Aunque la Famiglia nos había permitido irnos, aún temía otro ataque.
Siempre sentí que tenía todo el tiempo del mundo. Todo el mundo siempre
me había dicho que aún era joven y que tenía toda la vida por delante, pero hoy me
había mostrado lo rápido que pueden cambiar las cosas, lo inesperado que puede
terminar una vida. Aún había tantas cosas que quería hacer en mi vida, tantas cosas
27
que aún no había experimentado, que estaba aterrorizada de no tener nunca la
oportunidad.
Cuando bajamos del auto estábamos en un aeropuerto y nos esperaba un jet
privado. Contuve la respiración hasta que estuvimos en el aire.
En el avión reinó el silencio, excepto por los murmullos bajos de los
miembros masculinos de nuestra familia. Sus rostros eran una mezcla de ira y
determinación, y supe que ya estaban discutiendo planes de venganza. Se
derramaría más sangre. La vida tal como la conocía se había acabado. Todo por
culpa de dos personas que se amaron en secreto. Pensé que era romántico, ahora
me daba cuenta de que era trágico.
Alcancé mi collar con el dije dorado de una patineta. Carlotta lo había
descubierto en el escaparate de una joyería de segunda mano hacía unos años. Lo
compré y desde entonces lo sentí como un símbolo, algo que siempre llevaba
conmigo sin importar a dónde fuera. Pero mi mano quedó vacía. Miré hacia abajo.
Mi cuello estaba desnudo y estaba en mi pijama cómodo. El único momento en
que me quitaba el collar era de noche y lo dejaba en mi mesita de noche. Debo
haberlo dejado allí en la habitación del hotel cuando huimos de la emboscada.
Tragué pesado.
No había manera de que pudiera recuperarlo. Mi maleta con mi ropa
también se perdió, pero como tenía que vestirme para impresionar en la boda, no
empaqué nada que fuera preciado para mí excepto el collar.
Mi corazón se sintió pesado. A lo largo de los años, siempre lo había tocado
cuando necesitaba aliento o un poco de suerte.
Apoyé las piernas contra el pecho y bajé la barbilla en las rodillas. Me ardían
los ojos y se me tapó la garganta. No estaba segura si se trataba solo del collar.
Luché contra las emociones crudas que intentaban salir de mí.
Greta casi se había ahogado, había perdido al hombre que amaba, pero no
lloraba. Parecía serena, al estilo típico y distante de Greta. Y Kiara, que tenía la
cabeza vendada por una herida en la cabeza, tampoco estaba sumida en la
autocompasión. Estaba charlando tranquilamente con Alessio y Massimo,
asegurándose de que estuvieran bien en su típica manera maternal. Dudaba que
sufrieran pesadillas por esto. Conociéndolos, pronto empezarían a hacer planes
para vengarse.
No quería ser yo quien hiciera una escena.
Volví la cara hacia la ventana, con la esperanza de ocultar mis lágrimas si
no lograba reprimirlas. Registré un movimiento en mi visión periférica, pero no
me giré, esperando a mamá. Tenía miedo de que me abrazara y consolara porque
entonces las lágrimas definitivamente fluirían libremente.
28
—La peor boda de todos los tiempos, ¿no crees? —preguntó Nevio, su voz
llena de sarcasmo.
Resoplé y me aclaré la garganta.
—Definitivamente. —La boda se había sentido mal desde el principio, no
porque me hubiera dado cuenta de algún peligro, sino porque era obvio que Amo
no se iba a casar con la persona que quería. Por suerte, pude evitar por una vez
decir algo vergonzoso y no mencioné mis observaciones sobre el amor a Nevio—
. Pero hará historia.
La boca de Nevio se torció de ira.
—Ah, lo hará. Pero si hubiera planeado una emboscada como esa, la habría
hecho correctamente. No después de una boda sino en la fiesta. Las bodas
sangrientas son mucho mejores que las habituales.
Lo miré fijamente.
—Algunos piensan que las bodas y los funerales deberían ser sagrados.
—Rory, ya nada es sagrado. —Miró hacia Greta, algo oscuro pasando por
su rostro antes de volver a mirarme. Nunca había hablado de eso con Nevio, pero
era obvio desde el principio que no quería que Greta sintiera algo por Amo.
Asentí lentamente.
—Pensé que se suponía que te quedarías en Las Vegas. —Su padre le había
prohibido a Nevio unirse a las festividades para evitar una escena. Y Nevio
efectivamente provocó una escena, pero una que nos salvó.
Una sonrisa apareció en sus labios. Sus ojos reflejaban una emoción más
oscura que no coincidía con la casualidad torcida de su boca.
—Supongo que es bueno que sea malo siguiendo las reglas.
—¿Crees que tu papá va a castigarte?
—Será mejor que no. Salvamos el día.
En realidad, lo hicieron. Me preguntaba cómo se sentirían Gianna e Isabella.
Después de que Greta saltó al agua, estalló el caos y perdí de vista a mi tía y a mi
prima.
—¿Pero por qué estabas en Nueva York? No era posible que supieras que
habría una emboscada. ¿Querías colarte en la boda?
—Nunca. Amo merece estar casado con esa bruja. Pero esperaba un poco
de entretenimiento después. Nueva York está llena de oportunidades.
Le di una mirada dudosa.
—Eso habría causado problemas. 29

—Los problemas nos encontraron sin mi ayuda.


—Nos salvaste esta noche, pero tengo que admitir que tenía mucho miedo
por Gianna e Isabella. Me preocupaba que les hicieras daño.
—Cierto. Estás emparentada con ellas.
Asentí.
—Supongo que no las veré más.
—Son sangre, pero la sangre no significa una mierda si tu familia intenta
matarte.
Me mordí el labio. Por supuesto, eso era cierto, pero dudaba que Gianna e
Isabella, o cualquiera de las otras mujeres de la Famiglia, hubieran sabido sobre
los planes de la emboscada.
—La Famiglia jugó sucio y nosotros también.
Imaginé cómo debieron haberse sentido Gianna e Isabella.
—¿De verdad les habrías hecho daño? —Quería creer que Nevio, Massimo
y Alessio solo habían montado un espectáculo, que no habrían lastimado a Gianna
e Isabella sin importar lo que hubiera pasado.
La sonrisa de Nevio se endureció y sus ojos me dieron una respuesta antes
de que su boca lo hiciera:
—Si vas a la guerra como jugador, debes estar dispuesto a jugarla hasta el
final. Un farol es un riesgo, sobre todo si hay tanto en juego.
Asentí. No era la respuesta que quería, pero era la respuesta que esperaba.
Sabía que papá también habría hecho cualquier cosa para protegernos a mamá y a
mí.
—Me alegra que no hayas seguido las reglas. Fue realmente aterrador.
Pensé que todos moriríamos.
Nevio negó con la cabeza.
—Este fue un buen recordatorio para mantenernos alerta. No volverá a
suceder. Rory, no tienes que preocuparte.
Le creí, por la forma en que me miró con absoluta convicción.
—Es trágico. Esto debe ser difícil para Greta.
—Eso es lo que pasa cuando dejas que las emociones gobiernen tu vida.
30
Había pasado una semana desde la boda desastrosa. Revivía la persecución
en auto todas las noches, el pánico y el miedo, pero mi pesadilla siempre terminaba
con Nevio apareciendo como un caballero oscuro y salvándonos. Bueno, en mis
sueños él me salvó, me llevó en sus brazos y luego me besó.
Carlotta me miró divertida.
—Otra vez estás soñando despierta. Solo tú puedes convertir un
acontecimiento de pesadilla en una historia de antihéroe.
—¿Antihéroe? —pregunté. Mis mejillas ardieron cuando una vez más me
arrepentí de haberle contado a Carlotta sobre mi sueño, incluso si por lo general 31
compartíamos todo. Carlotta no estaba enamorada de nadie y, en realidad, nunca
lo había estado. Tal vez por eso no podía entender mi incapacidad para actuar como
un ser humano capaz al momento en que Nevio estaba cerca.
Abrió mucho los ojos, como si sus grandes ojos verdes de muñeca no fueran
ya lo suficientemente llamativos.
—Rory, él no es el héroe de esta historia, ni de ninguna otra, incluso si tus
sueños dicen lo contrario.
—Shhh —siseé, mirando por encima de mi espalda a los chicos. Nevio,
Alessio y Massimo estaban sentados sobre la barandilla en lo alto de la media
tubería y observaban cómo mi hermano bajaba por la tubería con un aullido. Luego
lo siguió Giulio, como de costumbre haciendo un truco que aún le resultaba
demasiado difícil y estrellándose contra la tubería. Parecía ver a Davide como su
modelo a seguir, olvidando a menudo que mi hermano era mucho mayor que él.
Giulio se raspó la rodilla y el codo, pero se levantó con una sonrisa como si
nada hubiera pasado. Nevio le levantó el pulgar. Y entonces, nuestras miradas se
encontraron, él poniendo los ojos en blanco hacia su propio hermano. Sonreí y me
encogí de hombros, y luego miré a Carlotta rápidamente.
Ella apretó los labios y me lanzó una mirada que decía «contrólate». Estar
cerca de Nevio solía ser más fácil. No estoy exactamente segura de cuándo se
convirtió en un gran esfuerzo para mí no quedar en ridículo. La primera vez que
comprendí de verdad que estaba irremediable y vergonzosamente enamorada de él
fue en la noche del decimoctavo cumpleaños de Greta y Nevio, cuando ella se coló
en mi baño y Nevio la siguió después. Incluso Greta lo notó esa noche y eso decía
mucho sobre mi incapacidad para relajarme con él considerando que Greta no era
demasiado perceptiva cuando se trataba de emociones.
Desde entonces, tuve que prestar especial atención para actuar con
normalidad con Nevio, y obviamente había fallado una vez más a juzgar por la
expresión de Carlotta.
Agarré mi patineta y subí por la tubería. El patinaje siempre me aclaraba la
cabeza. Y sin importar lo estúpida que actuara con Nevio, eso nunca afectaba mi
patinaje. Estaba fresca como un pepino cuando me lancé por la rampa.
Alcancé mi collar, y luego me di cuenta de que ya no estaba allí. Hoy era la
primera vez que patinaba desde que lo dejé en Nueva York. El primer día que
parecía casi normal desde que la guerra se había convertido en nuestra nueva
normalidad. Bajé la mano y solté un suspiro pequeño. La normalidad nunca había
sido tan difícil de alcanzar.
Tomé nota mental de hablar hoy con Greta. Había quedado atrapada en mi
propio trauma y, conociendo su tendencia a lidiar con los problemas por sí misma, 32
no había querido presionarla a una charla de chicas que probablemente ni siquiera
quería.
Capté brevemente la mirada de Nevio, quien ya no estaba en una
conversación profunda con los otros chicos, sino que me observaba atentamente.
Esta era la primera vez que salíamos juntos desde ese día. Él también parecía
extrañamente normal.
Asentí brevemente y luego me concentré en mi patineta y la rampa. Me dejé
caer, con los pies firmemente apoyados en la tabla. El aire agitó mi coleta y
camiseta, tirando de mis pantalones. Corrí hasta el otro extremo de la rampa e hice
uno de mis trucos favoritos, uno que siempre acertaba sin importar lo malo que
hubiera sido el día que había tenido: un nosepick con giro reverso.
Hice algunos otros trucos en los que era muy buena. Hoy era un día para
mis trucos de consuelo. Prefería trabajar en los trucos más avanzados en los días
en que me sentía bien o con menos gente alrededor, sobre todo el noseblunt que
me estaba dando grandes problemas, así que necesitaba tener la mentalidad
adecuada para ello. Tenía la sensación de que me llevaría algunas semanas volver
a alcanzar esa mentalidad.
Cuando terminé mi rutina sin ningún contratiempo, Nevio soltó un silbido
y aplaudió.
—Presumida —murmuró Davide, pero su expresión me dijo que en realidad
estaba orgulloso de mí.
Me encogí un poco de hombros. No había sido mi intención alardear. Esta
no era una rutina difícil para mí, pero no pude evitar sonreír ante sus elogios.
Me tomó mucho tiempo sentirme cómoda en una patineta, pero más
importante en un parque de patinaje. Había sido la primera chica en nuestros
círculos interesada en el patinaje y siempre me sentí como la extraña cuando me
unía a los chicos. Muchos habían hecho comentarios burlones, como si el hecho
de que fuera una chica hiciera imposible ser bueno patinando. Los chicos de
nuestro círculo a menudo quedaban atrapados en la Edad Media con esos
pensamientos. Sin embargo, Nevio nunca había dado mucha importancia a que yo
hiciera skate. Por lo que he oído, trataba a hombres y mujeres de la misma manera,
incluso cuando se trataba de sus asesinatos. Era un pensamiento en el que no me
gustaba detenerme.
Quizás Nevio tenía esa opinión porque su papá siempre decía «las mujeres
deberían dejar de pensar y actuar como el sexo débil si no quieren ser tratadas así».
Carlotta sonrió ampliamente. Se unía a mí en el parque de patinaje la
mayoría de los días, incluso si ella misma no patinaba. Su hermano Diego lo
33
consideraba demasiado arriesgado por su problema cardíaco, aunque hacía mucho
tiempo que no tenía ningún problema. De todos modos, pensaba que Carlotta no
estaba muy triste por eso. Era una chica femenina que prefería el arte, el baile y la
música a la mayoría de los deportes.
Me senté de nuevo en la barandilla junto a ella.
—Así es como se impresiona a un hombre —murmuró y me dio un empujón
en el hombro.
—Porque sabes mucho de los hombres —murmuré con una risita.
Pero tenía un chico observándola absorto todo el tiempo. Como ahora. La
mirada de Massimo estaba clavada en ella. No parecía que estuviera babeando por
ella o locamente enamorado, sino que en realidad dudaba que Massimo fuera capaz
de esa expresión, pero su observación intensa lo decía todo. Carlotta ni siquiera
había coqueteado nunca con él. Hablaban mucho, o más bien discutían sobre casi
todos los temas bajo el sol porque sus puntos de vista estaban en extremos opuestos
del espectro, pero eso pareció hacer lo mismo.
Tal vez darle la espalda a Nevio o incluso pelear con él en ocasiones también
sería útil para mí, pero hasta ahora no había logrado la compostura necesaria a su
alrededor. Ni siquiera era que me estuviera arrojando sobre él o coqueteando, solo
estaba siendo una torpe vergonzosa.
De hecho, no era sorprendente que a Nevio no le gustara eso. Suponía que,
pocas personas se sentían atraídas por la torpeza.
No estaba segura de cuál era el tipo de Nevio. Nunca lo había visto con una
chica, pero los rumores decían que se juntaba con ellas frecuentemente en las
fiestas. Carlotta y yo aún no habíamos ido a ninguna. En realidad, nada me había
hecho querer ir

Era una cálida tarde de verano, unas dos semanas después del ataque en
Nueva York y del estallido de la guerra entre la Camorra y la Famiglia.
El ambiente era extraño en casa y aún peor en la mansión Falcone. 34
Guardé mis gafas de sol y un traje de baño adicional en mi bolso de playa.
Pasaría la noche en la piscina con los Falcone. Davide ya había ido allí hacía una
hora para pasar el rato con Giulio. A excepción de Greta, hoy sería la única chica
allí, y ella y yo nunca habíamos sido amigas cercanas. Ahora que las cosas con
Amo habían ido cuesta abajo, estaba aún más cerrada. Ni siquiera había logrado
hablar con ella. Sin mencionar que, no le gustaba el agua.
Cuando entré a la cocina, mamá comía sushi con un tenedor, aún sin
dominar los palitos, pinchando cada rollo como si la hubiera ofendido mientras
leía un informe policial sobre el arresto de uno de sus clientes. Papá estaría
trabajando toda la noche y yo comería pizza con los Falcone, así tendría la noche
para ella sola, lo que por lo general implicaba trabajo si no tenía una noche de
chicas con Serafina, Gemma y Kiara.
Una línea de preocupación perpetua se había apoderado de la frente de
mamá desde la declaración de guerra.
Me hundí frente a ella y dejé mi bolso en el suelo. Había escuchado a mamá
y papá hablar en voz baja en la sala de estar casi todas las noches durante las
últimas dos semanas, pero ninguno de los dos había compartido conmigo sus
preocupaciones.
Quizás no era una adulta, pero sabía escuchar.
Mamá levantó la vista del informe y miró su reloj, una preciosa pieza de
Cartier que papá le había regalado para Navidad.
—¿No vas a reunirte con los otros niños?
—No les importará si llego tarde. —Me estremecí por dentro ante lo
amargada que sonaba. Me encantaba salir con la Trinidad Impía y los otros
Falcone, pero siempre me sentía un poco como la quinta rueda si Carlotta no se
unía a mí. Giulio y Davide salían juntos incluso si no tenían la misma edad, y de
todos modos, la Trinidad Impía era una unidad muy unida. Luego estaba Greta.
Charlábamos cuando estaba allí, pero podía sentir que se sentía cómoda sola y por
eso siempre me preocupaba que solo estuviera conmigo porque de lo contrario me
sentiría sola.
Mamá frunció los labios.
—¿Quieres que llame a tu papá y le pida que hable con Diego para
permitirle ir a Carlotta? —Papá era el jefe de Diego, quien trabajaba como Ejecutor
bajo sus órdenes.
—No, no lo hagas. Diego está más sobreprotector que nunca por la guerra.
Se calmará en una o dos semanas. Estoy bien.
Mamá asintió lentamente, pero pude ver su preocupación. No me había
35
sentado a hablar de mí y cambié de tema rápidamente.
—¿Qué hay de papá, es difícil para él no poder volver a ver a sus hermanas?
Cuando papá se unió en un principio a la Camorra, no se hablaba con sus
hermanas, porque las tres se habían casado con miembros de la Famiglia. Los
Scuderi, el resto de su familia, aún estaban en Chicago, donde había nacido papá,
pero nunca hablaba de ellos. Me entristecía que nuestra familia fuera tan pequeña,
incluso si los Falcone se sentían un poco como una familia extendida. Era
diferente. Siempre me encantó ver a mis tías y primos en Nueva York. Ahora eso
ya no sería posible.
—Tu padre está muy concentrado en este momento en garantizar nuestra
seguridad. Él y los Falcone tienen que implementar nuevas medidas de seguridad
ahora que los ataques pueden ocurrir en cualquier momento.
No me sentía en peligro. Las Vegas siempre había sido un fuerte, el lugar
más seguro, y aún no podía imaginar que la Famiglia nos atacaría aquí.
—No tiene tiempo para pensar en lo que eso significa para sus hermanas y
él.
Le di una mirada dudosa.
Ella sonrió.
—Siempre olvido lo madura que eres. Tu padre tiene unos muros altos
alrededor de su corazón, como la mayoría de los hombres en este mundo, y nunca
los ha bajado del todo por sus hermanas después de su reencuentro. Creo que eso
le facilita manejar la situación, pero aun así no es fácil.
Asentí.
—A veces desearía ser como papá en ese sentido, poder proteger mi corazón
tan fácilmente.
—Aurora, no es malo si tienes un gran corazón. Eres una persona muy
cariñosa, no dejes que nadie te quite eso. Me encanta eso de ti.
Puse los ojos en blanco, pero al mismo tiempo mi corazón se hinchó un
poco.
Mamá me observó de cerca.
—¿Estás triste porque ya no puedes ver a tus tías y primos?
Me encogí de hombros, de repente emocionada.
—¿Y tú?
Mamá se llevaba muy bien con mis tías Aria, Liliana y Gianna, y
considerando que ya no tenía familia propia, solo podía imaginar lo difícil que 36
debía ser esto para ella.
—Los extrañaré —respondió suavemente, dándome una sonrisa triste—. Sé
que fue difícil para ti cuando murió la abuela, y ahora estás perdiendo aún más
personas que te importan.
Miré hacia mis pies. A papá nunca le había gustado la abuela por sus
problemas con las drogas y lo poca madre que había sido para mamá, pero más
que nada sentía lástima por ella y disfruté pasar tiempo con ella en los días buenos.
—Está bien. Voy a estar bien. Tenemos a los Falcone. Es casi como tener
una gran familia.
Mamá asintió, pero pude ver la vacilación en sus ojos.
—Tu papá los ve como una familia, bueno, más o menos, pero creo que tú
y yo tenemos una mirada más matizada. ¿O piensas en Nevio como algo así como
tu primo o hermano?
Mis ojos se abrieron alarmados.
—No —respondí, disgustada por la sola idea. Mis sentimientos
definitivamente no estaban ni cerca de ser fraternales.
Mamá sonrió con complicidad, y me sonrojé. Me puse de pie. No quería
hablar de Nevio con mamá ni con nadie excepto con Carlotta.
—Enamorarse de chicos que son inalcanzables es una buena y segura
manera de descubrir tus emociones —dijo mamá.
Mi boca se abrió, y mi cara ardió aún más.
—Mamá, sé que no soy el tipo de Nevio. Gracias por recordármelo.
Mamá tomó mi mano.
—Cariño, eso no es lo que quise decir, pero Nevio y tú obviamente no
sucederán. Creo que lo sabes, ¿verdad? Eres dulce, cariñosa y tienes un gran
corazón, pero Nevio… —Mamá se calló—. Digamos que tu papá y yo estaríamos
terriblemente preocupados si existiera la posibilidad de que Nevio y tú se vieran.
Saqué mi mano de su agarre.
—Como dijiste, solo es un enamoramiento tonto. Nevio me ve como una
hermana pequeña y estúpida, no más, así que no te preocupes.
Agarré mi bolso y me fui rápidamente antes de que mamá pudiera decir más
que me molestara.
—¿Qué pasa? Parece que vas a llorar —dijo Davide al momento en que
llegué a la piscina.
37
Lo miré furiosa y me dejé caer en una tumbona vacía. Nevio flotaba en una
cama inflable, con gafas de sol sobre los ojos, mientras Alessio y Massimo jugaban
al waterpolo.
Por suerte ninguno de ellos prestó atención al comentario de mi hermano ni
al mío. La única persona que pareció darse cuenta de mi angustia fue Greta. Se
sentaba en una silla debajo de una sombrilla a la izquierda, y estaba leyendo un
libro. O lo había estado haciendo. Ahora sus ojos oscuros estaban fijos en los míos.
Me dio una pequeña sonrisa tensa antes de volver a mirar el libro, pero era
obvio que en realidad no estaba leyendo.
Me puse de pie y caminé hacia ella.
—¿Está bien si me siento aquí? —Señalé la silla vacía frente a ella.
Dejó su libro sobre la mesa y asintió. Su perro Momo, una bola de pelos
blanca, estaba acurrucado en su regazo. Su Oso Rottweiler no estaba presente.
—¿Dónde está Oso?
—Últimamente ha sido aún más protector conmigo, así que lo mantendré
en mi habitación cuando otros están en el jardín.
—Te refieres a cuando Nevio está cerca —añadió Alessio cuando pasó junto
a nosotras.
—No le agrada ninguno de ustedes —dijo Greta con suavidad, pero con
firmeza.
—Una vez leí que los perros dominantes tienen problemas con otros alfa.
Los ve como depredadores rivales en su territorio —intervino Davide.
Fruncí los labios, y luego me volví hacia Greta.
—Los perros son sensibles a las emociones. Probablemente siente tu
angustia —me aseguré de decir esto en un susurro para que los entrometidos no
escucharan también esta parte de la conversación.
Greta acarició el pelaje de Momo, sus ojos oscuros brillando con nostalgia,
incluso dolor. Hasta ahora solo había lidiado con el amor no correspondido, lo cual
ya era difícil, pero el amor de Greta hacia Amo había sido correspondido y luego
arrebatado. Imaginaba que eso era mil veces más difícil, sobre todo si tenías que
ver a la persona que amaba casarse con otra.
—Nevio ve toda esta situación como una confirmación de algo que siempre
ha creído: que el amor es estupidez. Una emoción que te debilita, mientras que el
odio te hace más fuerte —susurró Greta. La forma en que me miró me hizo un
nudo en la garganta.
38
Me encogí de hombros como si no importara.
—Entonces, incluso si Nevio tuviera sentimientos por ti, lo cual no sé
porque no es algo que él admitiría ni siquiera ante mí, lucharía contra ellos como
si fuera una debilidad.
Me mordí el labio, y mis ojos se dirigieron hacia Nevio, quien seguía
lanzando miradas en nuestra dirección a pesar de estar en un partido contra
Massimo.
Greta se fue a la cama temprano, sin comer pizza, pero los demás nos
sentamos en el césped frente a los enormes árboles donde Massimo y Nino habían
colocado un lienzo para que pudiéramos ver una película afuera. Me estremecí.
Esta noche hacía frío y mi cabello aún húmedo solo intensificó la sensación.
—Rory —llamó Nevio, quitándose el suéter por la cabeza y arrojándolo
hacia mí.
Lo atrapé antes de que pudiera golpearme en la cara. Me lo puse sin
protestar, intentando no oler la tela.
—Asqueroso —comentó Giulio—. No querría el sudor de Nevio sobre mí.
—Tienes suerte de que sea demasiado maduro para frotarte la cara por toda
mi verga —dijo Nevio, enseñando los dientes.
Reprimí la risa ante la expresión de disgusto en el rostro de Giulio.
—Alessio hizo eso una vez.
—Porque estabas oliendo mis cosas personales.
Sonreí. Y vi la película, acurrucada en el suéter de Nevio. Ya era pasada la
medianoche cuando Davide y yo finalmente nos dirigimos a casa.
—Espera —llamó Nevio.
Me detuve y me volví para verlo corriendo detrás de nosotros. 39
Probablemente quería recuperar su sudadera, que aún llevaba puesta. Davide se
acercó a mí como mi guardaespaldas personal y casi puse los ojos en blanco. No
pude evitar preguntarme si papá le había dado una misión secreta para vigilarnos
a Nevio y a mí.
Nevio se detuvo a nuestro lado y le dirigió a Davide una mirada inquisitiva.
—Adelántate. No creo que Rory necesite un guardaespaldas en nuestras
instalaciones.
—Se supone que no debe estar sola con los chicos.
Nevio resopló.
—Piérdete.
—Ve —dije con firmeza—. No seas ridículo.
Davide hizo una mueca, pero finalmente se alejó. Con trece, aún alternaba
a menudo entre un comportamiento completamente infantil y un comportamiento
sorprendentemente adulto.
—Lo siento —dije con una risa vergonzosa.
Nevio miró fijamente el lugar donde había estado Davide con una mirada
oscura, luego sacudió la cabeza y me dedicó una sonrisa sardónica.
—Apuesto a que tu mamá le dijo que me vigilara.
—De ninguna manera. —Mi voz sonó completamente falsa.
La sonrisa de Nevio se amplió.
—Sé que soy la bomba de tiempo aquí. Todos quieren asegurarse de que no
estés cerca de mí cuando estalle.
—Eso no es cierto. —Señalé su suéter—. Olvidé devolverte esto. —
Comencé a pasármelo por la cabeza, pero sentí que arrastró mi camisa hacia arriba.
Por supuesto que lograría enredarme en un suéter. Una mano cálida rozó mi piel y
tiró de mi camiseta, manteniéndola en su lugar a medida que me pasaba el suéter
por la cabeza. Mis mejillas ardieron por el tiempo dentro del suéter y la vergüenza
cuando encontré la mirada de Nevio. Aún sostenía mi camiseta. Miré su mano.
Soltó la tela. Le entregué su suéter para romper el silencio—. Toma.
—No es por eso que corrí detrás de ti —dijo con una sonrisa.
—Ah, ¿no?
Se metió la mano en los pantalones y sacó algo que no pude distinguir
porque estaba escondido en su puño. Me lo tendió y estiró los dedos.
40
Mis ojos se abrieron con sorpresa. Era un collar de patineta, muy similar al
que había perdido.
—Debes haberlo dejado en Nueva York.
Tragué con fuerza.
—Sí. Todo fue tan rápido… lo dejé en mi mesita de noche. —Me aclaré la
garganta mientras los acontecimientos de esa noche inundaban mis recuerdos—.
No pensé que prestabas atención a mis joyas.
—Era una pieza de joyería extraña, difícil de notar —dijo con una risita.
Asentí. Llevar una patineta alrededor del cuello y amar el deporte me había
dado el sello de marimacho, aunque amaba las cosas «femeninas» tanto como
arrojarme por un rampa.
—Los acontecimientos de esa noche ya no te molestarán más con el tiempo
—dijo Nevio.
—¿Te molestan?
Nevio sonrió apenas.
—El caos y la destrucción corren por mis venas. No me importa el
derramamiento de sangre y las peleas.
—Lo sé —dije—. Pero esa pelea fue diferente. Greta estaba allí. Saltó al
océano.
Algo oscuro pasó por los ojos de Nevio.
—Sí, eso puso un freno a la noche.
Me froté los brazos. Esta vez el frío exterior no fue el responsable de los
escalofríos que recorrieron mi cuerpo. Los latidos de mi corazón se aceleraron al
recordar el miedo que había sentido ese día.
—Estás a salvo en Las Vegas. La guerra no nos alcanzará aquí. Y recuerda,
siempre estaré ahí para salvar el día con un truco loco.
No pude evitar sonreír.
Nevio acercó su mano con el collar hacia mí.
—Tómalo. Es para ti si eso no era obvio. Te veo intentando agarrar la cosa
todo el tiempo. Obviamente estás apegada a los objetos inanimados.
Tragué pesado y lo tomé con cautela.
—¿Por qué?
41
—No sé por qué estás apegada a las cosas. No estoy apegado
emocionalmente a las joyas.
—Eso no es lo que quiero decir. ¿Por qué…?
¿Por qué lo compraste? Era algo tan dulce que mi corazón quería darle más
significado al gesto del que probablemente merecía.
—Sé lo que quieres decir. —Nevio se encogió de hombros—. Es extraño.
No eres tú sin él.
Me mordí el labio. Entonces, ¿me encontraba rara?
—Gracias. Eso es muy amable de tu parte.
Nevio chasqueó la lengua.
—No difundas historias falsas. Nadie te creerá si dices que estoy siendo
amable.
Ladeé la cabeza, y contemplé su rostro en la oscuridad.
—¿Puedes ponérmelo?
Nevio tomó el collar y lo pasó por mi cuello. Se me puso la piel de gallina
cuando sus dedos tocaron mi piel. Estábamos muy cerca. Este era el momento
perfecto para besarse. Era casi demasiado perfecto, como en mis fantasías, y de
hecho, romántico. Nevio dejó caer las manos y se inclinó hacia mi oreja.
—Rory, este es un regalo entre amigos. Recuerda las advertencias que tu
madre te dice de mí. El instinto de una madre rara vez miente.
Dio un paso atrás y se dio la vuelta sin decir una palabra más, alejándose.
Me quedé allí estupefacta durante varios minutos.

42
Un año después

No estaba seguro de quién me había comparado primero con un agujero


negro que se tragaba incluso la luz más brillante. Probablemente Massimo, que
siempre sabía ese tipo de cosas y las usaba para enojarme.
Greta era inherentemente buena. Ayudaba a los animales, nunca usaba la
violencia. Mierda, ni siquiera comía carne, huevos, leche o puta miel. Miel. Porque
las pobres abejas fueron explotadas o algo así de ridículo. 43

Sin embargo, la noche anterior había prendido fuego a un hombre. Siempre


habíamos sido cercanos, pero durante el último año desde que Amo se casó con
esa perra de Cressida y la guerra cayó sobre nosotros, ella había pasado aún más
tiempo conmigo. Parecía a menudo distante, pero había estado a mi lado y lo había
tomado como una buena señal.
Maldita sea. Obviamente, estar cerca de mí finalmente había surtido efecto.
Nunca hubiera pensado que Greta fuera capaz de lastimar a alguien.
Me senté en una silla junto a nuestra piscina en el crepúsculo a las primeras
horas de la mañana, fumando y tratando de entender cómo mi pacífica gemela pudo
haber quemado vivo a alguien. Eso era algo que yo haría, algo que ya había hecho.
Pasé una mano por mi cabello. Aún olía a humo y a carne quemada. Era uno de los
olores más difíciles de eliminar. Tampoco era mi favorito. Prefería el frescor de la
sangre al olor a carbón. Si quisiera una barbacoa, podría arrojar algunos filetes a
la parrilla.
El sonido de una ventana al abrirse me llamó la atención en la mansión
Scuderi. Aurora se asomó por la ventana y me saludó con la mano, su cabello rubio
como un halo en la oscuridad.
Aurora significaba luz y, al igual que mi hermana, Aurora también era
buena. Siempre preguntaba a los demás cómo se sentían, se preocupaba de verdad
por sus emociones, y me miraba preocupada cuando pensaba que estaba sufriendo,
incluso si ese nunca fuera el caso.
Aurora había buscado mi cercanía. Siempre la había mantenido a distancia,
sobre todo porque parecía demasiado joven, demasiado inocente para lo que tenía
en mente. El último año había estado ocupado con la guerra, con Greta, intentando
controlar mi necesidad profunda de mutilar y matar a Amo Vitiello, por lo que
ignorar su enamoramiento por mí había sido fácil. Pero recientemente me había
sorprendido pensando en Aurora, maldita sea, incluso soñando con ella. Con su
sonrisa. Con cómo se arrojaba por la rampa. Con cómo hacía que incluso los
overoles parecieran una opción de moda válida.
Pero era un jodido agujero negro, que atraía cualquier fuente de luz con mi
atracción irresistible, solo para extinguirla y teñirla de oscuridad.
Solo podía imaginar lo que diría Massimo de mi análisis, de mi abundancia
de simbolismo. Pero maldita sea, tenía razón.
Había arruinado a Greta incluso si hubiera tenido años para volverse inmune
a ello. Al final la arrastré hacia mi agujero negro.
Con Aurora pasaría lo mismo. Ya tenía a Greta en mi conciencia, si se podía
llamar así a mi brújula moral inestable, no quería agregar a Aurora a esa lista.
44
Había tantas mujeres por ahí que me importaban un carajo, lo suficiente
como para pasar varias vidas follando. Definitivamente no consideraría a uno de
los pocos a los que me importaba lastimar.
Reprimí un gemido cuando la puerta del patio se abrió y Aurora salió con
una bata de baño blanca. Hablando de simbolismo...
Se dirigió directamente hacia mí, probablemente pensando que necesitaba
compañía y consuelo. Lo único que me consolaría por un rato ahora mismo sería
una buena sesión de tortura, de preferencia Amo, y luego una follada de venganza
enojado con una mujer de la Famiglia.
—Oye, te vi sentado ahí desde mi ventana —dijo Aurora innecesariamente.
Asentí y di otra calada profunda.
Se rodeó con sus brazos e inclinó la cabeza como si estuviera intentando ver
a través de mi capa protectora.
—Mamá y papá se negaron a contarme lo que pasó, pero deduje que era
algo relacionado con Greta. ¿Cómo está?
Hice una mueca y arrojé mi cigarrillo al suelo, y luego lo pisoteé con mi
bota.
—Le prendió fuego a un tipo. Ahora está en su habitación, intentando
aceptarlo.
Los ojos de Aurora se abrieron por completo y se dejó caer en el sillón a mi
lado. Me miró como si esperara que retirara las palabras.
—Ella nunca haría eso. Simplemente no puedo creerlo.
Me reí sardónicamente.
—Eso es lo que pasa si estás conmigo con demasiada frecuencia. Mi
oscuridad se te pega. Es más contagiosa que la sífilis.
Ella sacudió su cabeza.
—Así no es cómo funciona. Y no eres oscuro.
Levanté una ceja.
—Rory, la ignorancia puede ser una bendición, pero también puede ser
peligrosa.
Se mordió el labio, y un ceño profundo frunció su frente.
—No se trata de ti. Se trata de lo que pasó el año pasado, con la pérdida de
Amo y todo eso. No te culpes.
Mis labios se curvaron con desprecio al escuchar ese nombre detestable.
45
Definitivamente él también era responsable del espectáculo de mierda, y pagaría
por ello en algún momento, pero eso no significaba que no tuviera la culpa.
—Solo salí para decirte que estoy aquí si necesitas hablar con alguien.
Puede que Alessio y Massimo no siempre sean la mejor opción para todos los
temas. Sabes, puedo guardar un secreto. —Su voz fue suave y tentadora, y puso su
palma vacilante sobre mi mano. Podía sentirla temblar ligeramente. Fruncí el ceño
ante eso, por la intimidad, por la forma en que en realidad no me importaba. La
dejé allí por un momento, cálida y suave contra mi mano fría por la noche.
Luego la aparté, construyendo una barrera entre nosotros.
—Estoy bien. Esto no es nada que una buena sesión de matanza no pueda
curar.
—Todo el mundo tiene momentos de debilidad.
Resoplé.
—Aurora, deja de intentar normalizarme. No soy como la mayoría de la
gente. Nunca seré una víctima en ningún escenario. Soy alguien que convierte a
otras personas en víctimas. Si quieres salvar a alguien, hazte un favor y no finjas
que no me entiendes y que no soy jodidamente malo.
Aurora asintió y se levantó, metiendo las manos en los bolsillos de su bata
de baño.
—Mi oferta sigue vigente —dijo en voz baja antes de darse la vuelta y
caminar de regreso a la mansión Scuderi.
No solía mostrar ese lado conmigo, pero podía ser terca. Me gustaba ese
lado de ella.

Casi dieciocho. Aproximadamente otro


año después
46
Era la primera vez que regresaba a Nueva York en dos años. La última vez
asistimos todos a la boda de mi primo Amo Vitiello con una mujer que más tarde
había sido asesinada por Nevio por lastimar a Greta, su gemela. No había sido una
boda agradable. Aún tenía pesadillas sobre cómo la Famiglia nos había atraído a
todos a una trampa y nos había atacado.
Despertaba a menudo con el sonido de disparos. Había sido mi primer
encuentro personal con la violencia, la primera vez que temía en realidad por mi
vida. También había sido el día en que mi flechazo por Nevio se había convertido
en algo aún más, algo que era difícil de expresar con palabras.
Nevio nos había salvado ese día, a su manera. Despiadado y brutal, así lo
percibía la mayoría de la gente, pero aparte del ansia de violencia, ese día había
visto algo más en sus ojos: amor y preocupación. No por mí, por su gemela Greta,
pero ver esas cosas me había hecho anhelar ver las mismas emociones en sus ojos
algún día. Lo sé, tonto.
Ahora Greta y Amo estaban casados. De nuevo había paz entre la Camorra
y la Famiglia. La guerra no había durado mucho, pero sus efectos aún persistían
en la desconfianza profunda y animosidad que ambos bandos sentían entre sí.
Greta era una novia hermosa y su felicidad por casarse con Amo era obvia.
Pero lo que en realidad me hizo llorar fue la mirada en los ojos de Amo cuando la
veía. En ellos brillaba una pura adoración desenfrenada. Estaba obviamente
enamorado de ella. Nadie podría dudar de sus sentimientos después de mirarlo. Me
preguntaba si alguien alguna vez me miraría así.
Mi mirada se deslizó hacia Nevio en la primera fila junto a sus padres y su
hermano menor. Parecía como si éste fuera uno de los peores días de su vida. Dejar
ir a su gemela era difícil. Nevio parecía tan lleno de oscuridad y necesidad de
destrucción que muchos pensaban que no le importaba nadie, pero le costaba dejar
ir a las personas que le importaban. Greta estaba en lo más alto de esta lista.

Hasta el momento había asistido a varias bodas en mi vida. Como hija del 47
Ejecutor en jefe, era parte de mis deberes sociales. Pero esta era la segunda boda
más tensa de mi vida. La primera había terminado en guerra, y ésta acabaría con
la guerra para siempre. Pero la sospecha y la cautela saturaban el aire. Hacía mucho
tiempo que no veía a mi tía y a mis primos y aún no había tenido la oportunidad
de hablar con ellos. Sus rostros reflejaban una alegría forzada, pero debajo podía
ver la misma tensión que sentía. Una boda apenas unos meses después del tratado
de paz no podía ser tan libre y alegre como justificaba una celebración como esa.
Sobre todo Isabella era alguien con quien quería hablar. Ella y yo siempre
nos habíamos llevado bien, y de verdad esperaba que siguiera siendo así. Por
suerte, ella se sentó en mi mesa. Los padres del novio y la novia tuvieron que
compartir mesa, lo que provocó bastantes miradas intensas entre Luca y Remo, y
me alegré de no estar sentada en la mesa. No ayudó a la tensión entre esos dos que
Nevio pareciera listo para meterse en problemas. Odiaba que Greta se casara con
Amo, pero hasta ahora se había portado bien.
En nuestra mesa estaban mis tías Gianna y Liliana con sus familias, y
siguiendo la etiqueta, Nino y su familia deberían haberse sentado también allí, pero
Matteo había amenazado con apuñalar a Massimo y Alessio con un «maldito»
cuchillo de mantequilla, como decía el rumor, y así se habían hecho otros arreglos.
Tenía que admitir que me sentí aliviada por Isabella. Solo podía imaginar lo que le
haría pasar una noche entera en una mesa con las mismas personas que la habían
secuestrado y amenazado su vida.
Nino y su familia ahora compartían mesa con Adamo y Savio y sus familias.
Estaba bastante segura de que Kiara había tenido una conversación seria con
Massimo y Alessio antes de la boda porque hasta ahora ambos habían hecho todo
lo posible por evitar cualquier contacto, incluso visual, con Isabella y Gianna,
aunque esta última parecía lista para iniciar una guerra nueva.
Me incliné hacia Isabella que estaba sentada a mi lado. Sus rizos granates
enmarcaban su rostro salvajemente y noté que se aseguraba de usar la cortina de
su cabello para protegerse de la mesa a nuestra derecha, donde estaban sentados
Alessio y Massimo. Aún no habíamos tenido la oportunidad de hablar, salvo
algunas bromas breves por el calendario de la boda.
Cuando Nevio secuestró a Gianna e Isa para salvarnos, me sentí aliviada y
admiré su movimiento audaz. Había evitado pensar en lo que esto le había hecho
a Isa. Para mí Alessio, Massimo y Nevio no representaban un peligro, y no les tenía
miedo, pero Isa no los conocía muy bien, y si era honesta, conociendo su
reputación, no estaba segura si no le habrían hecho daño para transmitir su
mensaje.
Mamá comenzó a charlar con Liliana y Gianna sobre cosas mundanas como
el yoga en un intento de evitar cualquier tema delicado, y la lista era muy larga...
48
Aun así, el ambiente fue difícil. Matteo no estaba realmente interesado en
conversar con papá, y estaba ocupado mirando alternativamente a Massimo y
Alessio, o Nevio, quien aparentemente no había recibido el memorando de Kiara
para mantener la cabeza gacha. Por fortuna, Maximus y papá parecían llevarse bien
y charlaron sobre los diversos tatuajes de Maximus en todo su cuerpo. Sobre todo
el interés de Davide por los numerosos tatuajes encendió la conversación. Davide,
por supuesto, no tuvo más remedio que lucir su recién adquirido tatuaje de la
Camorra. Papá había insistido en que lo admitieran en su decimocuarto
cumpleaños a pesar de las protestas de mamá, y Davide había corrido como el rey
del mundo desde entonces.
—¿Irás a la universidad? —pregunté a Isabella cuándo finalmente
comenzaron las conversaciones durante la cena. Pronto cumpliría diecinueve, de
modo que debió haber terminado la escuela secundaria el año pasado.
Ella se volvió hacia mí.
—No, aún tengo que terminar la secundaria. Me tomé un descanso después
de ciertos eventos.
Me sonrojé. Tanto sobre evitar meter la pata. Mamá me lanzó una mirada
preocupada y Gianna no pareció muy contenta con nuestra conversación. Nadie
me había dicho que la universidad estaba en la lista de temas prohibidos.
—Uhh… lo siento. Yo…
—Pero este otoño asistiré a la Universidad de Columbia. Me inscribiré en
Escritura Creativa. Creo que ayudará a mi carrera como escritora —dijo con
firmeza, ignorando por completo mis disculpas y las miradas preocupadas de
nuestras madres. Se subió las gafas por la nariz, y se encogió un poco de hombros.
—Guau. ¿Escritura creativa? Eso es realmente genial. ¿Ya te aceptaron en
Columbia?
Dejó escapar una risita pequeña.
—No, la ventana de solicitud aún ni siquiera está abierta. Pero seamos
honestas, seré aceptada. —Miró a Matteo—. Soy una Vitiello. —Fue difícil leer
sus emociones.
—Es cierto —dije—. ¿Cuánto tiempo llevas escribiendo? Nunca lo
mencionaste.
—Bueno, nuestro contacto ha sido escaso en los últimos años. —Frunció
los labios y abrió mucho los ojos.
Me reí.
—Esa es una forma de decirlo.
—Pero he escrito cuentos prácticamente toda mi vida. Nunca pensé en
49
tomarme en serio mi escritura, pero después de que estalló la guerra, comencé a
escribir cuentos y novelas, y es lo que quiero hacer.
—Son muy buenos —intervino Sara. La miré sorprendida. Había charlado
tranquilamente con sus dos hermanas menores mientras su hermano Flavio se
sumaba a la conversación de los hombres.
Isabella arrugó la cara cómicamente.
—Los llamaste inquietantemente oscuros.
Las mejillas de Sara se pusieron rojas. Parecía pálida y delgada. Recordé
cómo había sido antes de la guerra, antes de que algo sucediera y se casara con
Maximus en lugar del hombre al que la habían prometido originalmente. Si no
hubiera sabido que esos dos eran marido y mujer, no lo habría adivinado. Sara más
que nada inclinaba su cuerpo lejos de Maximus, y él obviamente también tenía
cuidado de mantener la distancia. Parecían extraños. No, no extraños, porque
obviamente ambos llevaban un equipaje que concernía al otro. Le pregunté a papá
al respecto, pero él se negó a hablar conmigo de ello. No podía imaginar que
Maximus fuera violento con Sara, incluso si parecía absolutamente capaz de
hacerlo con sus músculos y tatuajes, y considerando su trabajo, definitivamente
también era capaz de ejercer violencia excesiva. Romero, el papá de Sara, nunca
lo habría tolerado.
Apuesto a que Nevio sabía de esto. Me había evitado como a la peste, desde
que le ofrecí mi ayuda si alguna vez necesitaba a alguien con quien hablar. No lo
presioné después de eso porque no quería parecer pegajosa y, honestamente, ya lo
había superado. Intentar entender a Nevio era un trabajo de 24 horas al día, 7 días
a la semana en el que no quería perder el tiempo en este momento.
—Son oscuros y conmovedores. A la gente le encantarán.
—Pero a ti no —dijo Isabella, sin parecer ofendida o acusadora.
—Prefiero una literatura más edificante, pero eso es un gusto personal y no
dice nada de la calidad de tu trabajo.
—Tienes que dejarme leer uno de tus libros —le dije—. Puedo manejar la
oscuridad.
Davide resopló.
—¿Desde cuándo?
—Deja de escuchar a escondidas. —Le puse los ojos en blanco y luego me
volví hacia Isabella—. Ignóralo. Está siendo intolerable desde que se hizo
camorrista.
Su sonrisa fue un poco más rígida que antes.
—Estoy segura de que puedes manejar la oscuridad. Después de todo, pasas
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mucho tiempo con la Trinidad Impía.
No estaba segura de qué decir a eso. Sentí una disculpa en la punta de mi
lengua, pero dudaba que quisiera una de mí.

Después de bailar con papá y Davide, quien, molestamente, ya era más alto
que yo, miré a mi alrededor en busca de una señal de Nevio. Me encantaría mucho
bailar con él, pero no lo vi por ningún lado. Alessio tomó el lugar de Davide como
mi compañero de baile, como si preferiría estar en otro lugar.
—No tienes que bailar conmigo si no quieres —le dije a medida que ponía
una mano en mi espalda baja.
—Algunas cosas son inevitables —respondió.
Levanté las cejas.
—Gracias.
Me dio una sonrisa tensa.
—Estoy seguro de que preferirías bailar con otra persona, incluso si esa
elección es tan problemática.
—No sé de qué estás hablando —dije a la defensiva.
—Rory, sabes que no me gusta involucrarme, pero tengo un consejo para ti
que deberías considerar. Saca a Nevio de tu maldita cabeza. Cuanto más rápido,
mejor. En sus días buenos Nevio es un imbécil psicótico, en sus días malos haría
que tus peores pesadillas parecieran pan comido.
Intenté terminar el baile, pero Alessio me sujetó con fuerza.
—Me pregunto qué le diría a uno de sus mejores amigos hablando así de él.
—Estaría de acuerdo conmigo. Nevio sabe lo que es, y no tiene intención
de convertirse en una mejor versión de sí mismo, créeme.
—Gracias por tu consejo, pero no soy una niña.
—¿Dónde está Isabella? —preguntó Alessio de repente.
51
—¿Por qué?
—No es asunto tuyo.
—Entonces, no lo sé.
Alessio me miró fijamente, pero luego Valerio tomó el control, y nuestra
conversación terminó abruptamente. Poco después, ya no volví a ver a Alessio.
Esperaba que supiera lo que estaba haciendo. Dudaba que Isabella quisiera hablar
con él. Logré escabullirme de la festividad y comencé a vagar por los pasillos del
hotel. Todo el lugar había sido alquilado para la ocasión, por lo que las únicas
personas que encontré fueron otros invitados a la boda o empleados del hotel. No
vi a Alessio ni a Isabella por ninguna parte, pero finalmente vi a Nevio en el suelo,
fumando. Parecía como si estuviera listo para derribar el lugar. Quizás Alessio
tuviera razón. Quizás lo mejor para mí era mantenerme alejada de Nevio. Pero esto
no se trataba de mi enamoramiento. Se trataba de un amigo ayudando a otro, y hoy
Nevio parecía como si definitivamente necesitara ayuda.
No me molesté en recordarle la política de no fumar del lugar. Él sabía.
Su cuerpo se tensó brevemente, luego me lanzó una mirada dura, pero al
menos se relajó.
—¿Estás bien? —pregunté.
Se quitó la corbata, la atravesó con su cuchillo y la empaló en el suelo de
madera. Su chaqueta había sido arrojada al suelo junto a él. Tenía las mangas
arremangadas hasta los codos, dejando al descubierto sus brazos musculosos y el
tatuaje de la Camorra.
52
—Vine aquí para evitar iniciar una boda sangrienta. Aunque, eso habría sido
una mejora.
Me detuve a su lado, sin saber si debía sentarme o quedarme donde estaba.
¿Nevio siquiera me quería cerca?
—Greta parece feliz.
Nevio se sacó el cigarrillo de la boca y se lo llevó al antebrazo. Siseó cuando
la punta brillante tocó su piel.
Caí de rodillas.
—¡No! —Alcancé el cigarrillo y jadeé cuando la punta de mi dedo tocó la
punta aún caliente. Me aparté bruscamente. Nevio apagó el cigarrillo, luego me
agarró la mano y me inspeccionó la yema del dedo, que empezó a ampollarse.
Hundí mis dientes en mi labio inferior por la sensación de ardor.
Se puso de pie y también me levantó. Después de tomar su cuchillo y
guardarlo en una funda en su cinturón, tomó mi mano nuevamente y me llevó lejos.
No estaba segura de adónde me llevaba.
—Hay un dispensador de hielo —gruñí entre dientes cuando pasábamos por
una habitación con uno.
—Muy frío. El agua solo debe estar un poco más fría que la temperatura
ambiente.
Llegamos al spa, y Nevio abrió el grifo del vestuario de mujeres. Tan pronto
como el agua fría tocó mi dedo, sentí un momento de alivio, pero luego el ardor
volvió.
—¿Qué hay de ti? —pregunté, señalando la ampolla en su antebrazo. Debe
doler más que mi herida, considerando que había tocado el lugar con el cigarrillo
durante mucho más tiempo.
—Creo que esta es solo la tercera vez que te veo en vestido —reflexionó
Nevio. Había optado por un vestido largo con cuello en V de color verde azulado.
Mostraba un poco de escote, pero aún era modesto. De lo contrario, papá no me
habría dejado usarlo. Me encogí de hombros.
—Es una boda. Ni siquiera yo uso overoles en las bodas.
Nevio soltó mi mano.
—Aún te dolerá durante unos días. La próxima vez, no te interpongas entre
un cigarrillo y yo.
—No deberías hacerte daño.
Nevio me dio una sonrisa desafiante.
53
—¿Por qué no? Pensé que podría divertirme un poco en esta boda.
—¿Quemarte es tu versión de diversión?
Su sonrisa se volvió más oscura, y mi vientre cayó de la manera más
inesperada, mi cuerpo inundándose de calor. ¿Por qué un vistazo al lado siniestro
de Nevio tenía tanto efecto en mí?
—Rory, tengo diferentes versiones de diversión. Ninguna de ellas es factible
en esta boda. Mi padre fue muy claro al respecto.
—¿No puedes simplemente divertirte como los demás? —pregunté,
estremeciéndome por lo santurrona que sonaba. El arco de cejas de Nevio lo
confirmó. Me indicó que lo siguiera a través de una puerta blanca que decía
«piscina».
La mantuvo abierta para mí, sus ojos sobre mí todo el tiempo mientras
pasaba junto a él con mi vestido, e incluso cuando me encontraba en la enorme
área de la piscina cubierta del hotel, aún pude sentir su mirada descansando en mi
espalda. La mirada en sus ojos no era una que hubiera visto antes, y no podía
descifrar lo que significaba.
—Entonces, divirtámonos como gente normal. Tal vez puedas enseñarme
un par de cosas al respecto. No puedo esperar —dijo en voz baja a medida que
pasaba a mi alrededor, sus brazos haciendo un movimiento amplio como un
maestro de ceremonias entregando la arena al siguiente acto del espectáculo.
Parpadeé hacia él, sintiéndome en el lugar. Nevio solo era tres años mayor
que yo, pero muy a menudo me sentía como una niña estúpida cerca de él. Un
mundo de experiencia y oscuridad se extendía entre nosotros.
—Podríamos… —Miré a mi alrededor y mis ojos finalmente se posaron en
la serena superficie del agua—. Podríamos ir a nadar.
La diversión cruzó el rostro de Nevio.
—¿Escondes un traje de baño debajo de tu vestido? —Bajó aún más la voz,
y un atisbo de condescendencia entró en su tono—. Porque dudo que te refieras a
nadar desnudos.
¿Nadar desnuda con Nevio? El mero pensamiento me hizo sonrojar y sudar.
Muchas veces había fantaseado con esto, pero ahora que se había presentado una
opción, el nerviosismo me venció.
Nevio rio entre dientes.
—Rory, estoy bromeando. No retuerzas tus bragas de algodón virginal.
La vergüenza y la ira se mezclaron en mi cuerpo.
—Alguien podría entrar. Podríamos nadar en ropa interior. —Me encogí de
54
hombros como si no fuera gran cosa. Eso era muy parecido a estar en traje de baño,
¿verdad?
Nevio levantó una ceja y dio un paso atrás, comenzando a desabotonarse la
camisa, revelando un cuerpo que había aparecido en mis fantasías más oscuras.
Músculos y cicatrices, tanta fuerza. Nevio no se limitaba a las apariencias, no como
muchos posadores y modelos fitness en las redes sociales. Cada pedazo de músculo
tenía un propósito. Impresionar a los demás solo era la guinda del pastel. Lo sabía
por los entrenamientos de lucha que había visto. Aun así, hasta ahora no me habían
permitido ver una pelea real en jaula.
Me quité los tacones altos. Luego busqué la cremallera del costado de mi
vestido. Mi vientre dio un vuelco cuando lo bajé y me quité las correas de los
hombros. Tirando del vestido, apareció a la vista mi bralette sin tirantes, casi del
mismo color que mi vestido y adornado con encaje. Me alegré de haber convencido
a mamá de ir a comprar ropa interior conmigo para la boda porque mi cajón de
ropa interior estaba lleno de las bragas virginales de algodón blanco antes
mencionadas. No habría querido confirmar las sospechas de Nevio. Quería
sorprenderlo, mostrarle que era más que Rory la marimacho. Era una mujer que
sabía lo que quería, incluso si le costaba demostrarlo de una manera que no fuera
embarazosa.
Nevio me observó a medida que se abría el cinturón. Esperaba que no
pudiera ver mis dedos temblar mientras me bajaba el vestido por completo,
dejando al descubierto las bragas de encaje floral de color verde azulado. El encaje
en realidad no era transparente, pero de repente me preocupé por cuánto podría ver
Nevio de mí. ¿Se notaría mi vello púbico? Me lo había recortado y era rubio
oscuro, así que tal vez no fuera así.
Me enderecé incluso cuando mi cuerpo se inundó de calor y el deseo de salir
corriendo se disparó. Nevio ya solo vestía unos ajustados calzoncillos negros.
Señalé la piscina, esperando que mi piel no estuviera tan roja como se sentía.
—¿Listo para saltar? —Mi voz sonó extraña a mis propios oídos, un poco
áspera y ronca.
Nevio se acercó a mí, y no estuve segura de qué hacer con mis brazos. Los
crucé holgadamente sobre mi vientre, completamente abrumada por la situación.
¿Por qué estaba actuando así? Había estado en una piscina con Nevio innumerables
veces antes. Mi traje de baño en realidad no cubría mucho más que esto. Pero había
sido diferente. Nunca habíamos estado solos, y la ropa interior simplemente tenía
un nivel diferente de intimidad.
Nevio se lanzó de cabeza a la piscina en perfecta forma, apenas agitando la
superficie tranquila. Me acerqué al borde y temblé cuando los dedos de mis pies
tocaron el agua. Hacía más frío de lo esperado, e inmediatamente se me erizó la
piel de gallina. Observé el paisaje elegante de la piscina con las columnas de piedra 55
blanca y la vista de Nueva York.
La cabeza de Nevio emergió del agua y la echó hacia atrás, haciendo volar
gotas de agua. Unos cuantos mechones negros y húmedos cayeron sobre su rostro.
Sus ojos oscuros me observaron, y deseé saber lo que pasaba por su cabeza.
—Tu cuerpo se acostumbrará al frío.
Me hundí en el borde y metí las piernas hasta las rodillas en el agua. Era
una chica del tipo de agua tibia. Para mí no hay duchas frías ni baños de hielo que
valgan.
Nevio nadó hacia mí y me preparé, temiendo que me arrastrara hacia
adentro. En cambio, se agarró al borde y se impulsó hacia arriba, tomándome
completamente desprevenida.
—En serio estaba considerando matar a un imbécil de la Famiglia cuando
me encontraste. Rory, como siempre enorgulleces tu nombre, portadora de luz en
la oscuridad. —Sus bíceps se flexionaron mientras se empujaba hacia arriba un
poco más hasta que su cara estuvo al nivel de la mía. Mi corazón se detuvo, solo
para golpear con más fuerza un momento después. Riachuelos de agua corrían por
su frente y sus mejillas, sobre la curva de su boca sonriente. ¿Me besaría?
Pero sus labios pasaron por mi nariz, y me dio un beso en la frente. Exhaló
antes de volver a caer al agua con un chapoteo. Gotas frías golpearon mi cara. No
ayudaron con el calor en mis mejillas.
Un beso en la frente.
Quise gritar de total frustración. ¿Y portadora de luz? Sabía que papá
también me veía como algo intrínsecamente bueno, una luz en su mundo oscuro,
razón por la cual mamá y él habían elegido mi nombre, pero no me gustaba que
me vieran así. Estar a la altura de sus expectativas suponía una carga enorme sobre
mis hombros.
—No sabía que íbamos a celebrar una fiesta en el agua —dijo Alessio.
Mi cabeza giró hacia donde él estaba parado en la puerta. Sus ojos se
encontraron con los míos, y levantó una ceja. Me empujé por el borde y me sumergí
en el agua. Necesitaba calmarme. Si no me hubiera arruinado el peinado, también
me habría mojado la cabeza, pero eso sería difícil de explicarles a mis padres.
—¿Qué te pasó? —preguntó Nevio, nadando hacia el lugar donde Alessio
se detuvo cerca del borde de la piscina.
No me había dado cuenta antes, pero Nevio tenía razón. Alessio parecía
alterado. Su cabello rubio oscuro estaba totalmente despeinado. Su camisa estaba
mal abotonada, le faltaban algunos botones. Y su cremallera estaba abierta. No se
veía así cuando bailamos. 56

—Uhh —comencé, pero Nevio fue más rápido.


—No sueltes el kraken sobre nosotros, ¿de acuerdo?
Alessio miró hacia abajo, pero no pareció en lo más mínimo avergonzado
por su situación. Le dio a Nevio una mirada penetrante.
—Mientras mantengas a tu kraken bajo control, estaremos bien. —Abrió el
botón, luego se bajó los pantalones y se quitó la camisa antes de saltar también a
la piscina, sin molestarse en tener cuidado.
El agua voló por todas partes y apenas falló mi cabello. Definitivamente me
metería en problemas con mis padres esta noche. Podía sentirlo. Aunque tal vez
podría decir que fue mi manera de mantener la boda en paz. Nadie podría
argumentar que una boda sin Nevio y Alessio era muy probable que se
intensificara.
Los chicos intercambiaron una mirada que dejó en claro que cualquier cosa
que le había sucedido a Alessio no sería discutido conmigo presente.
Nadé hacia la escalera más cercana.
—¿Adónde vas? —preguntó Nevio.
—Probablemente debería volver a la fiesta. Mamá y papá se preguntarán
dónde estoy. No quiero meterme en problemas.
Salí, agarré mi vestido del suelo y corrí al vestuario rápidamente. Me
encerré, y luego dejé escapar un suspiro estremecido. Un beso en la frente, como
si tuviera diez. Tenía casi dieciocho, pero Nevio me trataba como a su hermanita.
Dios, ¿en serio me veía como su hermanita? Cerré mis ojos. Respiré
entrecortadamente y me abrí el sujetador. Estaba demasiado mojado. No había
manera de que pudiera usarlo debajo de mi vestido. La tela de mi vestido caía
ondulando sobre mi pecho, por lo que no debería ser demasiado obvio que no
llevaba nada debajo.
También me quité las bragas, pero las escurrí y luego me las volví a poner,
incluso si la sensación del frío material húmedo era horrible. Simplemente no
podía imaginarme regresar a la boda sin bragas. La tela se me pegó de forma
incómoda, pero aun así me puse el vestido.
Cuando salí del vestuario, Nevio estaba esperando frente a él. Me llevé una
mano al corazón.
—Estás goteando —dijo, con los ojos en el suelo.
Seguí su mirada. De hecho, algunas gotas de agua se acumulaban a mis pies.
Las bragas aún estaban demasiado mojadas.
—Tu vestido se empapará tan pronto como te sientes. 57

Me estremecí. Parecería como si me hubiera orinado. Nevio se acercó a mí.


—Solo quítate las bragas. Nadie sabrá. Tu vestido es largo. Sería
sospechoso si gotearas agua por todo el suelo debajo del vestido.
Regresé al vestuario y también me quité las bragas, luego regresé a Nevio
con el sujetador y las bragas en la mano. Había dejado mi bolso en la mesa, así que
no había ningún lugar donde pudiera poner mi ropa interior.
—Ven, déjame tomar esto. Puedo deshacerme de ellos más tarde.
Nevio me quitó el sujetador y las bragas, tomándome por sorpresa.
Tragué pesado, incapaz de superar el hecho de que Nevio estaba
sosteniendo mis bragas. Una vez más, había soñado varias veces con ese momento,
pero nunca así. Ni siquiera cerca. Una risa histérica se agolpó en mi garganta.
Alessio apareció a nuestro lado en ese momento. Sabía que nos interrumpió
a propósito. ¿Qué pasaba con su complejo de salvador? ¿Desde cuándo le
preocupaba tanto que estuviera cerca de Nevio?
Miró mi ropa interior en la mano de Nevio y luego a mi cara.
—Te das cuenta de cómo reaccionaría tu padre si viera a Nevio con tu ropa
interior.
—Papá no sabe qué tipo de ropa interior tengo —murmuré, molesta.
Nevio me guiñó un ojo antes de regresar a la piscina con mi ropa interior.
—Eres terrible siguiendo consejos —murmuró Alessio en mi oído.
Nevio nos contempló con los ojos entrecerrados a medida que se hundía en
el borde de la piscina y dejaba mi ropa interior en el suelo junto a él.
—Solo soy terrible siguiendo malos consejos.
Salí rápidamente del área de la piscina, y luego de recuperar el aliento en el
pasillo por un momento, decidí regresar a la fiesta. Cuando entré al salón donde se
desarrollaban las festividades me sentí en el lugar, aunque nadie me prestó mucha
atención. Solo saber que no estaba usando ropa interior era suficiente para
convertirme en un desastre.
Corrí a nuestra mesa y me senté junto a Isabella, quien garabateaba en una
libreta pequeña, pero la guardó en su bolso cuando me notó.
—Pareces agitada —dijo con curiosidad.
—Tú también. —Tenía las mejillas sonrojadas, y sus pecas resaltaban más
de lo habitual, además su cabello ya no estaba recogido.
58
Nos miramos fijamente durante unos instantes antes de que ambas
decidiéramos cambiar de tema de forma no verbal y pasar a mis planes de trabajar
como enfermera.
Obviamente ambas teníamos secretos que no queríamos compartir.

—Espero que no estés pensando en quedarte con eso —dijo Alessio con un
gesto hacia la ropa interior de Rory mientras caminaba hacia mí.
—Para alguien que parece haber tenido una follada de boda, estás
terriblemente de mal humor.
—Y para alguien que ve a Rory como casi una hermana, estás
tremendamente interesado en sus bragas.
—Para alguien que finge verla de la misma manera, estás tremendamente
interesado en su posible vida sexual. —Me puse de pie y lo miré directamente a
los ojos—. Tal vez tu preocupación provenga de un deseo carnal, amigo mío.
Alessio se rio.
—No me vengas con esto. Ambos sabemos que no veo a Rory de esa
manera.
—Yo tampoco —dije encogiéndome de hombros.
—Solías mentir mejor. Necesitas trabajar en eso antes de convertirte en
Capo.
—Suenas como un Consigliere —me burlé.
—Pero no lo soy, y no lo seré. Algunas cosas no están destinadas a ser. No
soy apto para ser Consigliere. Conozco mis límites. Quizás deberías empezar a
considerar el tuyo.
—Los límites están para romperse.
Alessio negó con la cabeza.
—No todos los límites. Vale la pena respetar algunos límites, sobre todo si 59
están destinados a proteger a las personas que merecen nuestra protección.
Puse los ojos en blanco.
—Me portaré bien, pero no finjas que estás en contra de convertirte en
Consigliere porque quieres proteger a los demás. Estás siendo remilgado por
circunstancias completamente irrelevantes.
—La sangre no es irrelevante.
—El único momento en que me importa la sangre es cuando corre por mis
manos y llena el aire con su aroma metálico.
Alessio rio entre dientes.
—Eres el hijo de puta más loco de este planeta.
—No estoy tan loco como para hacerlo en una boda de la Famiglia. Ya sabes
que honran a sus vírgenes.
Alessio no dijo nada.
Dejé escapar un silbido.
—¿No me digas que en serio te follaste a una virgen?
Aún nada. Alessio tenía buena cara de póquer si quería.
—Estás siendo terriblemente reservado con esto.
—Volvamos a la fiesta.
Sacudí la cabeza con una risita. Conociendo a Alessio, probablemente se
había follado a alguna MILF abandonada, no a una virgen honrada. Siempre
trabajando en su karma.
Me vestí, y luego agarré la ropa interior de Rory. Bajo una mirada atenta,
arrojé su sujetador, esperando que él no se hubiera dado cuenta de cómo había
metido sus bragas en el bolsillo de mi pantalón. Hacía mucho que había renunciado
a descubrir el razonamiento detrás de mis acciones, así que esta vez ni siquiera lo
intenté.

60
Eran las tres de la mañana cuando finalmente dejé de intentar dormir y
decidí salir del hotel antes de matar accidentalmente a un soldado de la Famiglia y
provocar otra guerra. Necesitaba desahogarme. En particular, necesitaba mantener
mi mente ocupada y lo más alejada de lo que Amo y Greta estaban haciendo
actualmente.
Hice un cortocircuito en una moto que encontré en el estacionamiento
subterráneo del hotel y salí del recinto con los neumáticos echando humo. No me
importaba si ésta era una de las motocicletas de la Famiglia. Había una alta
probabilidad de que perteneciera a Matteo, Maximus o al chico motociclista de
Marcella, a todos ellos personas a las que me encantaba cabrear de cualquier
manera que pudiera. Robar un aventón para pasar la noche era una de las
transgresiones menores que podía cometer, considerando la rabia que estaba
sintiendo. Compré una botella de vodka barato de camino a una parte de la ciudad
donde la mayoría de la gente no quería quedarse varada por la noche. Por lo
general, esos eran los lugares donde se podía tener la mayor diversión. Dudaba que
Luca se enojara si mataba a la escoria de su ciudad. Y si lo hiciera. Ah, bueno.
Dos horas más tarde, me senté en un charco de sangre caliente en el suelo
sucio de una reunión de motociclistas. A mi lado, en el suelo, un motociclista dio
su último suspiro, mientras la sangre brotaba de las heridas de su pecho y garganta.
Dejé caer mi teléfono al suelo después de decirle a Fabiano que me recogiera. Su
voz aún resonaba en los altavoces, pero no estaba escuchando.
Intenté contar cuántos había matado, pero era un desastre. Contemplé la
espada samurái con aprecio. Era la primera vez que usaba una. Probablemente
debería agradecer al dueño del pub por tenerla en su pared. Pero sospechaba que
estaba entre los cuerpos despedazados que me rodeaban.
La mayoría de los acontecimientos después de que entré al establecimiento
estaban borrosos o confusos. A veces, cuando mi furia alcanzaba su cúspide y mi
sed de sangre se apoderaba de mí, me ponía demasiado frenético para recordar los
detalles.
61
Bajé la cabeza, el alcohol de hecho estaba haciendo efecto ahora que mi
adrenalina y mi sed de sangre habían disminuido. Estaba luchando contra la
inconsciencia. Maldita sea. El sonido de las sirenas de la policía me puso tenso.
—Puta mierda —murmuró Fabiano a medida que entraba, empujando una
pantorrilla cortada fuera del camino con la parte inferior de la puerta.
Levanté la cabeza para encontrar su mirada, incluso si la sentía demasiado
pesada.
Fabiano se detuvo en medio del bar, aún con su traje de boda, y pareció
soberanamente enojado.
Sonreí torcidamente mientras Fabiano se giraba para ver todo el alcance del
desastre.
—Pensé que traerías a Luca. ¿No lo dicta el honor?
Fabiano miró de reojo por encima del hombro, haciendo una mueca.
—Luca es el padre del novio. No debería tener que lidiar esta noche con
esto.
—¿Viniste sin un perro guardián de la Famiglia? —pregunté.
—Vino conmigo —respondió Matteo a medida que se acercaba a Fabiano, 62
con su maníaca sonrisa de tiburón.
Fabiano se acercó a mí, intentando no mancharse de sangre sus zapatos de
cuero beige. No tendría suerte.
—Deberías haber usado otros zapatos —dije, señalando mis zapatos de
vestir negros. Probablemente también estaban arruinados, considerando lo blando
que se sentía el interior, pero no se podía ver a simple vista.
—Gracias por el consejo. No sé por qué pensé que actuarías medio humano
en una noche como ésta.
—¿Te refieres a la noche en que el puto Amo Vitiello nos quita a Greta?
—Probablemente también le quitará la virginidad —dijo Matteo con una
sonrisa dura.
Apreté con más fuerza la espada samurái y estaba a punto de ponerme de
pie. Pero Fabiano golpeó la espada con el talón en un ángulo que rompió la hoja.
Ahora, tenía una espada corta en zigzag en mis manos.
—Aún puedo matarlo con esto, probablemente incluso crear un resultado
más desastroso y doloroso.
—¿Más desastroso que este maldito espectáculo? —gruñó Fabiano, como
si quisiera apuñalarme con la espada samurái. Ahora que lo pienso, parecía incluso
más asesino que Matteo. Me agarró el brazo con fuerza y me levantó bruscamente.
Lo dejé porque estaba jodidamente cansado y solo quería tomar una siesta—.
Suelta la espada —siseó, e hice incluso eso.
Comenzó a palparme y sacó unas bragas verdes de mis bolsillos. Sus cejas
se alzaron. Consideré por un momento preguntarle si sabía a quién pertenecían,
pero ya me había divertido bastante esta noche.
—Si te follaste a una de nuestras mujeres, en realidad disfrutaré cortándote
en trocitos —dijo Matteo, quien se mantuvo alejado de mí, probablemente porque
le preocupaba estrangularme de verdad con sus propias manos si se acercaba,
aunque ese movimiento era más del estilo de Luca.
—La única diversión que tuve esta noche fue esta. —Hice un gesto a mi
alrededor—. Pero estaría dispuesto a echar un polvo después de matar si tienes a
alguien en mente.
—Nadie querría follarte en el estado en el que te encuentras —gruñó
Fabiano, arrastrándome hacia la salida. Una vez más, un comentario estúpido sobre
folladas estuvo en la punta de mi lengua. Sin embargo, no fue la autoconservación
lo que me detuvo. Curiosamente, no quería hablar así de Rory, aunque fuera en
broma.
63
—Puedes agradecerme más tarde por deshacerme de la policía —dijo
Matteo cuando pasamos a su lado.
—Gracias. Para eso está la familia. Si alguna vez tienes ganas de provocar
un baño de sangre en Las Vegas, pregúntame. Conozco los mejores lugares.
—Probablemente intentarías matarme en tu maníaca sed de sangre, así que
no, gracias.
No podía prometer que no sucedería, así que no dije nada.
Fabiano me arrastró hacia una limusina negra y me empujó hacia el asiento
del pasajero. Se sentó detrás del volante y no dijo nada durante un par de minutos
antes de que estallara.
—¿Qué carajo te pasa? Todos pensábamos que dejarías esta mierda con el
tiempo.
Me reí.
—¿Cómo dejas de ser un asesino?
Fabiano me miró de reojo.
—Te controlará si siempre cedes así. Como Capo y hombre con una familia
cariñosa, debes tener el control de ello.
—Por eso nunca tendré mi propia familia, porque no quiero controlarlo.
—¿No quieres o no puedes?
Miré por la ventana. Maldita sea, no tenía ni idea.
—Si no puedes, entonces deberías ceñirte a tus palabras y seguir siendo un
lobo solitario.

A la mañana siguiente, durante el desayuno, Nevio pareció haber tenido una


noche difícil. No sabía los detalles de lo que había sucedido, solo que papá tuvo
que salir en algún momento en medio de la noche para recoger a Nevio, y que
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estaba de mal humor cuando regresó.
Sin embargo, la expresión oscura de Nevio probablemente no era el
resultado de una noche difícil. El próximo espectáculo de las sábanas sangrientas
definitivamente también tenía algo que ver con eso.
La Famiglia había establecido recientemente su tradición de mostrar las
sábanas ensangrentadas después de una noche de bodas, principalmente para
apaciguar a sus miembros más conservadores. Nunca había presenciado una
presentación de sábanas ensangrentadas. Mamá siempre se había asegurado de que
estuviéramos en otro lugar si ocurría algo después de una boda a la que habíamos
asistido, pero en la Camorra rara vez sucedía.
Hoy, había decidido estar presente. Tenía que admitir que tenía un poco de
curiosidad sobre cómo se manejaban estas cosas, y quería ver cómo lo manejaba
Nevio.
Finalmente, Amo y Greta entraron en la habitación de la mano y algunas
mujeres de la Famiglia presentaron las sábanas. La vergüenza subió por mi cuello
cuando vi el rojo sobre blanco. Me alegré infinitamente de que la Camorra no
siguiera esta tradición.
—Es una tradición barbárica —dijo mamá, con las mejillas rojas y el
disgusto torciendo sus labios.
—Esa es la Famiglia —dijo papá.
En realidad, no estaba segura si papá tenía motivos para criticar a la
Famiglia. La Camorra era barbárica a su manera, y sabía que muchos de los
conservadores de nuestro círculo también esperaban sábanas sangrientas, incluso
si no contaba con la aprobación oficial del Capo.
De repente, un cuchillo con una servilleta en llamas cruzó la habitación y
atravesó las sábanas, que se incendiaron inmediatamente. Unos segundos más
tarde, estaban completamente en llamas y se activó la alarma de incendio. Agua
fría nos cayó encima a nosotros y a todos los que nos rodeaban.
Respiré profundamente, y mi pulso se aceleró. El sonido de una risa me hizo
girar la cabeza hacia donde obviamente Nevio, Alessio y Massimo estaban
celebrando. Los ojos de Nevio se encontraron con los míos, y me guiñó un ojo.
Esto me recordó ayer, cuando simplemente me había quitado las bragas. ¿Las
habría tirado?
¿Por qué se las quedaría?

65

Habíamos regresado a casa en Las Vegas durante una semana, pero esta
noche era la primera vez que volvería a pasar tiempo con la Trinidad Impía.
Le envié mensajes a Greta un par de veces, y ella parecía feliz, pero Nevio
había sido imposible de captar, así que no estaba segura de cómo estaba manejando
la separación de su gemela.
A Carlotta se le permitió pasar la noche en mi casa, así que ella y yo fuimos
a las instalaciones de los Falcone aproximadamente a la hora de nuestra reunión
acordada. Se suponía que íbamos a tener una noche de cine en el antiguo estudio
de ballet de Greta, que ahora se había transformado en un cine y una sala de juegos
con mesa de billar, diana y una máquina de pinball retro. Los chicos ya estaban
dentro cuando llegamos, tumbados en los sillones cómodos frente al televisor.
Carlotta y yo compartimos el sofá de dos plazas. Nevio se reía de algo que había
dicho Alessio. A primera vista, parecía perfectamente tranquilo, pero algo en sus
ojos me dijo que esa no era toda la historia.
Como siempre, vimos una película de acción. A pesar de múltiples
discusiones, se negaron a ver cualquier cosa que tuviera un indicio de profundidad
emocional.
Por lo general, Diego recogía a Carlotta a más tardar a las diez. Era estricto
con el toque de queda, pero hoy se le permitió pasar la noche en mi casa. En algún
momento de la película, debí quedarme dormida porque lo siguiente que supe fue
que estaba acostada casi en la oscuridad con el televisor apagado y sin Carlotta a
mi lado.
Una sombra cayó sobre mí. Mi ritmo cardíaco se aceleró.
—Te perdiste la mejor parte de la película —dijo Nevio encima de mí.
Lo miré con los ojos entrecerrados. Estaba medio inclinado sobre mí como
si estuviera a punto de levantarme.
Éramos las únicas personas que aún estábamos en la habitación.
—¿Dónde está Carlotta? —pregunté, sentándome en modo de total
preocupación. Habría golpeado mi frente contra la de Nevio si él no hubiera
retrocedido rápidamente. El tic divertido de su boca me hizo maldecirme
66
internamente. Éste habría sido el momento perfecto para un beso, ¿verdad? Y lo
arruiné. Bien hecho, Rory, estúpida torpe.
—Massimo la está llevando a tu casa. No quería perturbar su sueño de
belleza.
—Ah —dije vacilante. ¿Estaría bien para Carlotta? Diego definitivamente
se enfadaría si se enterara.
Nevio se levantó.
—Está a salvo, no te preocupes.
Extendió su mano y me puso de pie, acercándonos una vez más. Y
nuevamente me vino a la cabeza la comprensión de que estábamos solos en el
estudio.
Su cara pensativa estaba cerca de la mía y se transformó en una expresión
traviesa lentamente.
—Tu papá encontró tus bragas en mi bolsillo cuando me recogió la noche
de la boda.
—¿Qué? —Me invadió un horror absoluto mezclado con mortificación—.
¿Le dijiste que eran mías?
Nevio arqueó una ceja, al borde de la risa a juzgar por el movimiento de su
boca.
Por supuesto que no. No estaríamos aquí si lo hubiera hecho.
—Te habría pateado el trasero.
Nevio sonrió.
—Habría intentado matarme. De todos modos, estaba enojado conmigo.
Asentí, aun intentando no enloquecer por el hecho de que papá había
encontrado mis bragas en el bolsillo de Nevio. Entonces, me asaltó otro
pensamiento.
—De todos modos, ¿por qué las tenías contigo? Se suponía que debías
tirarlas.
—Debo haberlo olvidado, después de todo fue una noche ocupada —dijo
encogiéndose de hombros, como si fuera una actividad cotidiana llevar mis bragas
en el bolsillo, y asintió hacia la puerta—. Vamos. Te llevaré a casa.
Intenté averiguar si había dicho la verdad, pero no quería darle más
importancia a esto. Nevio probablemente había visto cientos de bragas en su vida.
¿Por qué le importaría las mías?
—Camino sola por nuestras instalaciones todo el tiempo —dije, y luego
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quise patearme. Si Nevio quería pasar más tiempo a solas conmigo, debería ser la
última persona en discutir.
—Todo el tiempo suceden cosas extrañas —dijo Nevio siniestramente.
Salimos juntos del estudio y caminamos por el césped hacia mi casa. Dos
ventanas aún estaban iluminadas, la sala de estar donde probablemente papá o
mamá aún estaban esperando mi regreso, y la otra era la ventana de mi dormitorio.
—¿Saldrán esta noche? —pregunté con curiosidad. Ni siquiera era
medianoche, así que sospechaba que aún tendrían algo más entretenido que hacer
que mirar chicas dormidas.
Nevio miró hacia el cielo nocturno con una sonrisa maliciosa.
—Creo que la noche está llena de oportunidades, así que sí.
Me pregunté si eso significaba que se dirigirían a un club o participarían en
una de sus redadas. La primera vez que comprendí lo que hacían por la noche, o
los conceptos básicos de lo que hacían, quedé completamente devastada y
conmocionada, aunque ni siquiera estaba segura de por qué. Papá siempre me
había dicho que la Trinidad Impía era peligrosa (no para mí, gracias a Dios) y que
no debía dejar que me metieran en sus problemas. Seguí la mirada de Nevio hacia
el cielo, preguntándome qué era exactamente lo que lo atraía a la noche, a la
oscuridad.
—Me gusta lo tranquilas que son las noches —dije en voz baja.
Nevio sonrió.
—Por supuesto que sí, Rory. —Respiró profundamente como si estuviera
olfateando el aire en busca de un rastro—. Me gusta el potencial del caos que
encierra la oscuridad. El mismo cielo nocturno, dos perspectivas tan diferentes.
No supe qué decir a eso, así que asentí. Una vez más, sentí como si un
sencillo intento de conversación nos hubiera distanciado aún más. La puerta trasera
de nuestro patio se abrió, y papá esperó en la entrada.
Nevio inclinó un sombrero invisible.
—¿Dónde está Massimo?
—En tu mansión —respondió papá, y me indicó que entrara. Me detuve
junto a él.
—Gracias por acompañarme a casa.
Papá miró entre Nevio y yo.
—Siempre un caballero —comentó secamente.
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Nevio le sonrió, me saludó con la mano y se fue. Pronto, su alta figura
desapareció en las sombras.
—Carlotta está en tu habitación con tu mamá.
—Está bien —dije con una sonrisa cansada.
Papá me estaba observando de una manera que no podía identificar, y estaba
demasiado cansada para intentarlo. Intentar no avergonzarme delante de Nevio me
había costado bastante.
Cuando llegué a mi puerta, mamá simplemente la cerró.
—Ahí estás. Carlotta se está preparando para dormir.
Mamá me dio un beso en la mejilla, y entré en mi habitación. Apagué la luz
principal en favor de mi luz nocturna atenuada, y luego me senté en el alféizar de
la ventana. No pasó mucho tiempo hasta que tres sombras se movieron por el
césped, vestidas de negro. Llevaban mochilas, y Alessio llevaba un pasamontañas
negro. Un escalofrío recorrió mi columna.
—No sé por qué tienen que hacer esto por la noche cuando ya están
haciendo tanto por la Camorra durante el día —murmuró Carlotta cuando se acercó
detrás de mí.
También me había hecho esa pregunta muchas veces.
—Tal vez sea la emoción de lo prohibido.
—Me pregunto si esto es más obra de Nevio, y Alessio y Massimo
simplemente se unen a él por solidaridad.
Fruncí los labios.
—Alessio y Massimo tampoco son espectadores inocentes.
—Lo sé —dijo Carlotta en voz baja, pero pude escuchar que no estaba de
acuerdo.

Me sorprendió cuando mamá y papá aceptaron dejarme ir a la Arena de 69


Roger en una noche de pelea. Durante mucho tiempo, incluso mi argumento de
que a Davide se le había permitido ir por un tiempo parecía inválido en
comparación con su necesidad de protegerme. Papá era demasiado protector
conmigo, pero en este caso, estaba segura de que mamá había sido quien más se
había opuesto. Detestaba las peleas en jaula y estaba ansiosa semanas antes de las
peleas de papá. Se habían vuelto menos frecuentes en los últimos años, pero en
ocasiones, él y los hermanos Falcone aún mostraban su fuerza en las jaulas.
—¿Estás segura de que no quieres viajar con nosotros? —volvió a preguntar
mamá a medida que me ponía mis zapatillas blancas favoritas en el vestíbulo de
entrada.
—Leona, estará bien —dijo papá con una pizca de diversión—. Déjala
empaparse de la atmósfera previa a la pelea con el trío.
Mamá se hundió los dientes en el labio inferior.
—Solo me preocupa que ya estén demasiado atrapados en su modo de pelea
y sean imprudentes.
—Es un viaje corto, y estoy seguro de que Massimo será el que conduzca.
—Papá se acercó a mamá y la agarró por los hombros, frotándolos ligeramente—
. Relájate. Estás más tensa que en mis noches de pelea.
Me reí.
—Mamá, ¿te das cuenta de que no estaré en la jaula esta noche, verdad?
Mamá resopló.
—Ustedes dos no deberían unirse contra mí. Y créeme, Aurora, ver una
pelea en pantalla y verla en vivo son dos cosas muy diferentes.
Hace un par de días solo había visto una pelea grabada. Había sido una de
las viejas peleas de papá, y me había puesto aprensiva. No por la sangre; no tenía
ningún problema con eso, sino que la brutalidad con la que papá había actuado me
había inquietado. Solo conocía una versión diferente de él. Solo podía imaginar lo
impresionante que sería ver una pelea en vivo, sobre todo porque había escuchado
historias de lo brutales que eran las peleas del trío.
Mi teléfono sonó con un mensaje.
Carlotta: Estoy en camino.
Sonreí aliviada. Me preocupaba que Carlotta se echar atrás. No le gustaba
mucho la sangre y definitivamente no disfrutaba pelear tanto como su hermana,
Gemma, quien había recibido entrenamiento de pelea cuando tenía nuestra edad. 70
Sin embargo, Diego la llevaría a la pelea. Estaba en la arena más que cualquier
otro camorrista gracias a su esposa, Antonia, que había heredado el bar de su padre,
Roger.
Me levanté y me miré críticamente en el espejo. Probablemente me había
tomado demasiado tiempo decidir qué ponerme para un evento donde nadie estaría
bien vestido ni prestaría atención a lo que llevaba puesto. Al final, me decidí por
unos jeans negros ajustados y un top corto color burdeos con hombros
descubiertos.
—Hace frío dentro de la arena. Deberías ponerte una chaqueta —dijo papá
intencionadamente.
Mamá puso los ojos en blanco.
—Hace un calor sofocante allí. Estará bien.
Me mordí el labio, a punto de reírme. Sonó el timbre, y papá abrió después
de mirar a la cámara. Nevio se paraba frente a la puerta. Era la primera vez que
alguien que no fuera Carlotta me recogía en mi puerta. Por lo general, iba a la
mansión Falcone cuando pasaba tiempo con el trío. Esto se sentía extrañamente
como una cita, incluso si sabía que definitivamente no lo era.
Nevio estaba vestido con pantalones, camiseta y zapatillas negras, nada
fuera de lo común, y su sonrisa no era tan tensa como hubiera esperado en la noche
de una pelea.
Papá apareció detrás de mí y puso una mano en mi hombro. Su expresión
era hostil. Actuó como si Nevio y yo tuviéramos una cita, y tuviera que asustarlo
para que se portara bien. Mis mejillas se calentaron, y le di un codazo en el costado
discretamente. ¿Cuál era su problema? Podía ver a Alessio y Massimo en el auto
frente a nuestra casa. Esta definitivamente no era una cita.
—Lleva a Aurora a la arena de forma segura.
Nevio no pareció demasiado preocupado por el tono amenazador de papá.
—Massimo conduce, y no necesito conducir como loco para ponerme de
humor para una pelea sangrienta.
Papá sacudió la cabeza, y una comisura de su boca se levantó de una manera
que sugería que lo sabía.
—Vamos, Rory, antes de que tu padre suelte algunas amenazas más que
aprendió en las películas para chicas. —Con una risita sofocada, me acerqué a
Nevio y lo seguí hasta el auto. Me abrió la puerta trasera para que pudiera entrar.
Ahora esto en realidad se sentía como una cita. Una cita con sus dos mejores
amigos…
71
—Llegaremos poco después de ti —dijo papá a modo de despedida,
haciendo que pareciera más una advertencia que una simple información.
—No si Massimo se pasa todos los semáforos en rojo en el camino —gritó
Nevio a medida que cerraba mi puerta, y luego saltaba al asiento del pasajero. Papá
le lanzó una mirada que sugería que esa noche se uniría a su oponente en la jaula
y le daría una paliza.
Nevio saludó con la mano y, con un chirrido de neumáticos, Massimo alejó
el auto del camino de entrada.
Miré hacia atrás para ver a papá aun observando nuestra partida. Estaba
enojado.
Nevio subió el volumen de la música, algo sobre «una pelvis en llamas», lo
que me hizo hacer una mueca, por la letra y la melodía.
—Es una buena noche para pelear —reflexionó Nevio, con el brazo
apoyado en la ventanilla bajada mientras el viento le azotaba el cabello.
Nevio no parecía estar en modo pelea. Estaba relajado y de humor bromista,
como si nos dirigiéramos a una fiesta.
Me sorprendía que no se tomara en serio esta pelea. Massimo estaba en
silencio y concentrado. Tal vez era porque estaba conduciendo, pero tenía la
sensación de que tenía más que ver con su pelea, y Alessio tenía los auriculares
puestos y los ojos cerrados. Así era como me imaginaba a alguien que estaba a
punto de entrar en una pelea potencialmente mortal. Sucedía varias veces al año
que la gente moría en la jaula, y en los últimos años el número había aumentado.
Por lo que escuché, era principalmente por las peleas de Nevio.
Massimo estacionó en uno de los lugares designados frente a la Arena de
Roger. Tenía que admitir que estaba nerviosa por esta noche. No quería
avergonzarme delante de todos. Salté del auto, y Nevio se unió a mí, paseándose
como si esto fuera lo de siempre. Algunos clientes estaban afuera del bar para
fumar, y nos miraron con curiosidad cuando pasamos junto a ellos.
—¿Nerviosa? —preguntó Nevio a medida que nos dirigíamos hacia la
puerta de acero de la Arena. Nunca había estado dentro, pero Carlotta me había
contado muchas historias porque había acompañado a Diego allí durante las horas
de cierre en alguna ocasión para visitar a Antonia.
Le di una sonrisa avergonzada.
—¿No debería hacerte esa pregunta? No voy a entrar en una jaula para una
pelea brutal.
Nevio me dedicó una sonrisa llena de entusiasmo.
72
—¿Estás nerviosa antes de subirte a tu patineta?
—No, pero no es lo mismo.
—¿Por qué? Pelear está en mi sangre. Cuando te subes a la patineta, también
pones en riesgo tu salud.
—El riesgo es bajo. Sabes que te lastimarás cuando entres a la jaula. Es
inevitable. Si realizo bien un truco, definitivamente ni siquiera sufriré un moretón.
—Había tenido algunas caídas más fuertes en el pasado, pero nada grave, ni
siquiera un hueso roto hasta ahora. Mi hermano, aunque llevaba menos años
patinando, ya se había roto un brazo y una costilla. Por supuesto, a veces actuaba
como un lunático, lo que hacía que los accidentes fueran más probables.
—No me importa lastimarme, y sé que mi oponente estará mucho peor que
yo.
No había ningún portero en la puerta. Supongo que si entrabas a la arena
con la intención de causar problemas, habría muchos participantes dispuestos a
enseñarte una lección que no olvidarías pronto.
—Es más inquietante para los espectadores ver pelear a Nevio que para él
hacerlo —murmuró Alessio cuando se acercó a nosotros. Era la primera vez que
se quitaba los auriculares, pero aún lo rodeaba un aire de concentración.
Nevio me abrió la puerta y le guiñó un ojo a Alessio.
—Así es como me gusta.

73
Mi respiración se detuvo cuando entramos. El bar estaba repleto de
invitados, en su mayoría hombres. Todas las mesas estaban ocupadas e incluso la
cabina a lo largo de las paredes de concreto. Personas que no habían encontrado
un lugar para sentarse también se pararon contra las paredes para observar el
espectáculo. La pared junto a la barra estaba decorada con tubos de neón rojos
rodeados de alambre de púas que decían palabras como Sangre, Sudor y Coraje.
El hedor a humo, sudor y alcohol flotaba en el aire. Algunos invitados fumaban
adentro, así que no estaba segura de por qué los demás habían salido para hacerlo.
Mis ojos se dirigieron a la enorme jaula de pelea en el centro. La malla parecía
alambre de gallinero, pero sabía que era mucho más resistente para soportar los 74
impactos. Dos hombres y un árbitro estaban dentro ya que la primera pelea de la
noche estaba a punto de comenzar.
Nevio pasó su brazo por mis hombros con una sonrisa burlona y respiró
hondo. Su cercanía me sorprendió por un momento, sobre todo en un lugar tan
público. Aunque se tratara de un gesto puramente amistoso, a la gente de nuestro
círculo le encantaba sacar conclusiones equivocadas y difundir rumores falsos.
—Este es el aroma de la adrenalina pura. ¿No es embriagador? —preguntó
Nevio en voz baja y convincente.
Respiré otra vez, un poco más profundo, y una vez más me golpeó el olor a
sudor y alcohol. Le di a Nevio una mirada dudosa.
Vi a Carlotta en un reservado con Diego. Antonia también estaba en su
mesa, pero por su expresión estresada se notaba que estaba a punto de volver a
trabajar detrás de la barra. Sus cócteles eran famosos, por lo que definitivamente
la necesitaban allí.
Carlotta me vio, sus ojos moviéndose entre Nevio y yo, luego su brazo
alrededor de mí, antes de hacerme señas hacia ellos.
—¿Tienen que cambiarse? —les pregunté a los chicos.
—Aún no —respondió Nevio. Todos nos dirigimos hacia Diego y Carlotta.
Decenas de miradas nos siguieron, y pude ver que muchas de ellas se detuvieron
en Nevio y en mí. Los rumores definitivamente circularían pronto. Justo lo que
necesitaba para quitarme de encima a papá.
—Te das cuenta de que la gente pensará que estás reclamando tu derecho
sobre Aurora, ¿verdad? —dijo Carlotta al momento en que los chicos y yo
llegamos a la mesa.
Le di una mirada sorprendida. Por lo general, era una persona muy
tranquila, pero Nevio en realidad sacaba el tigre que había en ella.
Nevio enseñó los dientes.
—Que saquen las conclusiones que quieran. Ese no es mi problema.
—Pero es de Aurora. Si los chicos piensan que es tuya, nadie se acercará a
sus padres para pedirles la mano.
Nevio soltó una carcajada.
—¿Qué tal si te preocupas por tu propia condición de intocable, porque se
está reafirmando? —Miró a Massimo, que tenía sus ojos puestos en Carlotta con
una mirada que todos a su alrededor entenderían como posesiva.
Carlotta se sonrojó a medida que miraba a su hermano Diego de reojo, que
había escuchado todo con sumo interés. 75

—Nadie está reclamando nada, ¿entendido? —les gruñó él a los chicos,


luego me sonrió brevemente antes de darles otra mirada severa—. Voy a hablar
con algunas personas. Supongo que estarán aquí hasta sus peleas.
—Por supuesto —dijo Nevio, acercándome a su lado. Sabía que era un gesto
amistoso, pero bajo la atención de todos, aún me sonrojé como si me hubiera
besado. Diego no hizo ningún comentario, solo se fue sacudiendo la cabeza. Se
sentía bien estar presionada así contra el cuerpo musculoso de Nevio. La parte
posterior de mi cabeza tocaba su pectoral, y sus dedos se sentían calientes contra
la piel desnuda de mi hombro.
Todos nos metimos en la cabina y pedimos bebidas, pero me distrajo el
silbido del árbitro que anunció el inicio de la primera pelea. Observé con los labios
entreabiertos cómo ambos oponentes se atacaban como rinocerontes locos y
comenzaban a golpearse con los puños. Sangre brotó de la boca del hombre de la
izquierda, pero eso no lo detuvo, ni siquiera cuando escupió algo en el suelo.
—Ese era su diente frontal —dijo Nevio asintiendo. Mis labios se curvaron
con disgusto.
—Nada mal —añadió Alessio.
Carlotta me lanzó una mirada ligeramente asqueada. Le di una sonrisa
temblorosa. Peores que la visión de la sangre y la brutalidad fueron los sonidos de
un puño o un pie golpeando a otra persona. La primera pelea terminó en quince
minutos. El ganador sonrió con su sonrisa desdentada a las masas, cubierto de
sangre y sudor. Su oponente necesitó el apoyo de un amigo para salir de la jaula.
Sacudió la cabeza hacia la enfermera que se ofreció a revisarlo. La Camorra
empleaba a varios médicos y enfermeras para las peleas y los mafiosos que
resultaban heridos en el servicio.
—Una pelea no debería terminar antes de que uno de los luchadores no
pueda mantenerse en pie —murmuró Nevio con una mueca de disgusto en la boca.
—Si cada pelea terminara fatalmente o con heridas graves, Antonia ya no
encontraría peleadores para las peleas —dije. Papá había mencionado lo difícil que
era encontrar personas que aceptaran luchar contra Nevio.
—Subestimas la cantidad de almas desesperadas que hay por ahí —dijo
Alessio.
Tal vez. Recordé cómo había sido la abuela en sus días malos, cuando
necesitaba más drogas de las que papá le había racionado, cuando la desesperación
brotaba de cada poro de ella. Probablemente ella también habría entrado en una
jaula si eso le prometiera alivio.
Dos horas más tarde le llegó el turno a Nevio. No se molestó en entrar al
76
vestuario. Simplemente se levantó y se sacó la camiseta por la cabeza justo a mi
lado. Mis ojos hicieron su rutina habitual de escanear sus abdominales, pectorales,
bíceps y, por supuesto, mi interior se calentó al verlo.
En realidad, nunca había prestado mucha atención al tatuaje en su espalda.
Por supuesto, era imposible no mirarlo. la grotesca sonrisa del Joker (solo la boca,
no el resto de su rostro), el «¿Por qué tan serio?» en letras rojas borrosas, seguido
de una larga cadena de HAHAHAHA tachado. Estaba bastante segura de que había
menos jajaja tachados la última vez que vi a Nevio sin camiseta. Alessio se inclinó
hacia mí.
—Es su lista de conteo.
Fruncí los labios.
—¿De peleas ganadas? —pregunté, pero no recordaba ninguna pelea desde
la última vez que vi su espalda. ¿Quizás también contaba las peleas de prueba? El
número de H y A parecía demasiado bajo para eso, considerando la frecuencia con
la que Nevio había entrenado para pelear con Massimo, Alessio y los otros
hombres de su familia. Por otro lado, siempre tuvo oponentes fuertes, por lo que
incluso siendo alguien con su talento, no siempre podía ganar.
Nevio caminó hacia la jaula a un ritmo relajado, cada músculo de su espalda
flexionándose de la manera más tentadora, y aunque sus pantalones cortos de pelea
eran sueltos, se podía ver su firme trasero en ellos. Algunas personas señalaron el
tatuaje en su espalda, y sus expresiones variaron de impresionadas a preocupadas.
—No del todo —dijo Alessio—. Es la cantidad de personas que mató. Solo
se hizo el tatuaje este año, pero recordaba cada puto asesinato en su vida. Nada
mal para alguien que no recuerda la última fiesta.
Parpadeé, tragué pesado, mi mirada moviéndose entre la espalda de Nevio
y el rostro divertido de Alessio. ¿Me estaba tomando el pelo?
—No estoy bromeando —dijo. Su expresión sugería que necesitaba una
revisión de la realidad.
—No lo hace —dijo Massimo con total naturalidad. Mi mirada encontró a
Nevio nuevamente, pero desde la distancia, y en mi ángulo actual, no tenía forma
de contar cuántas letras tachadas había.
—¿Cuántas letras hay? —pregunté en voz baja.
—Cada línea vertical de cada letra representa una muerte. Así que, una H
equivale a dos muertes.
—¿Qué hay de la línea horizontal? —pregunté un poco sin tono. Como si
importara. Había muchas letras en la espalda de Nevio, incluso más líneas
77
verticales. Demasiadas.
—Nada, solo son por diversión —respondió Alessio—. Probablemente no
deberías contar la próxima vez que lo veas de cerca. —Sonrió extrañamente—. O
tal vez deberías hacerlo.
Carlotta sacudió la cabeza con expresión de disgusto, y luego entrecerró los
ojos hacia Massimo.
—¿También tienes una lista de conteo?
Alessio rio entre dientes y sacudió la cabeza.
—No necesito una —contestó Massimo con una expresión que sugería que
no estaba seguro de por qué Carlotta siquiera lo preguntaría.
—Tiene una mental.
—¿Y tú? —Levanté una ceja—. Siempre salen juntos. Dudo que te quedes
sentado mientras Nevio y Massimo matan gente. —Bajé la voz durante la última
parte como si alguien en esta arena no supiera que eran asesinos. El nivel de ruido
había aumentado a dimensiones dolorosas cuando Nevio subió los escalones de la
jaula, así que de todos modos dudaba que alguien pudiera escuchar a escondidas.
—Ah, no soy mejor ni peor que esos dos, pero no soy yo quien se besa con
ustedes.
Massimo le dirigió una mirada exasperada.
La puerta del vestuario se abrió, y salió el oponente de Nevio. Era más
robusto que Nevio, muy musculoso pero no tan definido. Un poco de grasa se había
acumulado alrededor de su estómago. Tenía una corona de espinas incrustada en
su cráneo calvo y una calavera enorme con Jesús en el pecho. Las marcas de la
estaca también estaban tatuadas en sus muñecas y tobillos, y su sonrisa estaba al
borde de la locura.
—Parece loco —susurró Carlotta, horrorizada.
—Clínicamente, está loco —comentó Massimo encogiéndose de hombros
casualmente a medida que se recostaba en la cabina.
—Entonces, ¿siquiera debería estar aquí? No puede tomar decisiones
racionales en su estado.
Massimo contempló a Carlotta con el ceño fruncido.
—Los combatientes no tienen que estar cuerdos.
Alessio rio entre dientes.
—Según los estándares de la sociedad, ninguno de nosotros está cuerdo
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considerando nuestras tendencias asesinas.
Carlotta parecía verdaderamente preocupada. Tocó ligeramente el antebrazo
de Massimo.
—Aun así. Lo siento por él.
—Cree que es la encarnación de Jesús, y atacó a un par de sacerdotes porque
su sermón sugería lo contrario —dijo Massimo.
Los ojos de Carlotta se abrieron del todo y miró al hombre, que ya había
llegado a la jaula.
—Guau.
—¿Preferirías salir conmigo mientras pelea Nevio? —preguntó Massimo
en voz baja.
Intercambié una mirada con Alessio, quien puso los ojos en blanco con una
risita seca.
—Estaré bien —respondió Carlotta con una sonrisa temblorosa.
—Solo dime si necesitas salir.
Me volví hacia la jaula, reprimiendo una risa, mi estómago retorciéndose
por los nervios. El oponente de Nevio estaba loco, y la locura podía ser peligrosa.
La gente desarrollaba una fuerza increíble si se dejaba llevar por la locura. Cuando
el hombre entró en la jaula, me di cuenta de lo mucho más alto y ancho que era
Nevio. Era media cabeza más alto que Nevio, que ya medía un metro noventa y
tres, y probablemente pesaba al menos treinta kilos más, aunque las apariencias
engañan. Nevio era todo músculos, y esos pesaban más que la grasa. Aun así, el
miedo me invadió cuando vi al hombre santiguarse con una sonrisa demasiado
amplia.
Nevio se apoyó contra la jaula con los brazos cruzados y contempló a su
oponente con condescendencia. No parecía preocupado en lo más mínimo.
—Esta será una pelea larga —murmuró Alessio, apoyándose en los codos y
exhalando un suspiro largo.
—¿Crees que el tipo puede vencer a Nevio? —susurré.
Massimo negó con la cabeza.
—No. Pero Nevio suele jugar con este tipo de oponentes.
Su postura relajada cambió al momento en que el árbitro salió de la jaula y
cerró la puerta. Aún no podía detectar ningún signo de nerviosismo. Parecía
hambriento y letal, sus ojos oscuros se fijaron en su oponente con una
determinación mortal que me provocó un escalofrío. Luego una comisura de su 79
boca se levantó, pero esta sonrisa (si es que se le puede llamar así) me recordó
tanto a la sonrisa del Joker en su espalda que mi vientre se agitó ansiosamente.
—Soy una divinidad. ¡Inclínate ante mi grandeza! —gritó el hombre.
Nevio se alejó de la jaula.
—Primero, te haré callar. —El hombre se lanzó hacia él con un fervor que
hizo que toda la jaula vibrara y temblara bajo la fuerza de sus pasos pesados. Nevio
esquivó el ataque y apuntó una patada a la espalda del hombre, enviándolo volando
contra la jaula. Se giró, le sangraba una herida en la cabeza, y el pie descalzo de
Nevio lo golpeó debajo de la mandíbula. El crujido del hueso resonó en la arena.
Carlotta levantó las manos frente a su cara, pero yo no podía apartar los ojos
de la exhibición brutal y grotesca a la vez.
Massimo y Alessio tenían razón. De hecho, Nevio jugó con su oponente,
pateándolo y golpeándolo con fuerza, estrangulándolo, solo para ceder y darle
tiempo para respirar y recuperarse para otro ataque inútil. En lugar de quedarse en
el suelo y hacerse el muerto como lo habría hecho cualquier persona en su sano
juicio, el tipo atacó a Nevio cada vez, murmurando cosas poco inteligentes
mientras lo hacía.
Después de casi cuarenta minutos, pude ver que Nevio se aburría, así que le
propinó una patada brutal en la cabeza. Cayó hacia atrás, haciendo temblar toda la
jaula cuando chocó con el suelo y sangre se esparció debajo de él.
Carlotta se levantó de un salto, pasó a mi lado y salió corriendo, seguida por
Massimo, quien le hizo a Diego una señal de que él se encargaría de la situación.
Sin embargo, como era de esperar, Diego aún los siguió afuera.
El árbitro levantó el brazo de Nevio por encima de su cabeza mientras Nevio
observaba a su oponente tendido a sus pies con una mirada que dejaba claro que
quería acabar con él. Para ser honesta, no estaba segura si ya lo había logrado. Un
médico y una enfermera entraron corriendo a la jaula y comenzaron a tratar al
hombre.
—Tal vez no lo creas, pero esta sigue siendo la versión mansa del monstruo
de Nevio —murmuró Alessio.
Aparté mis ojos de la jaula para encontrar la mirada de Alessio.
—¿Aún no tienes dudas?
Fruncí los labios. Él rio entre dientes y se encogió de hombros.
El ruido metálico de la puerta de la jaula atrajo mi atención hacia la jaula
donde Nevio estaba bajando las escaleras. Pero no volvió al vestuario. En cambio,
se dirigió directamente a la puerta de entrada y salió. El médico y la enfermera le
80
administraron RCP al hombre, y luego se detuvieron.
—Otro más para la lista de conteo —dijo Alessio.
—Iré a ver a Nevio —dije disculpándome—. ¿Estás bien aquí solo?
Alessio me dio una sonrisa.
—No te preocupes por mí.

Pasé junto a Massimo y Diego, que intentaban consolar a una Carlotta de


aspecto angustiado. ¿Qué había esperado? Apuesto a que Diego le había contado
suficientes historias de terror para que esta pelea no pudiera haber sido una
sorpresa. No estaba de humor para esta mierda.
No me detuve hasta llegar a la parte trasera del edificio donde estaban los
contenedores de basura, lejos de las damiselas en apuros. Allí me apoyé contra la
pared y miré al cielo nocturno. En realidad, nunca oscurecía en la ciudad. Las luces
enmascaraban la verdadera negrura del cielo, haciéndolo parecer menos
absorbente de lo que era.
Me reí entre dientes y pasé una mano por mi cabello sudoroso. Mi ritmo
cardíaco ya había disminuido. Peleas como ésta rara vez mantenían mi adrenalina
por mucho tiempo.
No eran satisfactorias. Me gustaba la emoción de la caza, el pánico de una
víctima desprevenida, la libertad de torturar a alguien hasta la muerte por cualquier
medio que se me ocurriera ese día. Las peleas en jaula eran un entretenimiento
manso para las masas. No eran lo que anhelaba. Eran como una pequeña
provocación, un entrante minúsculo que solo te daba hambre de más.
Maldita sea, quería mutilar y matar. Esperaba que Alessio y Massimo aún
estuvieran de humor para una redada después de sus peleas.
Sonaron pasos suaves. Mi cabeza giró, el cazador saltando ante la
posibilidad de tener una dosis rápida, pero mis ojos se posaron en Aurora. Se quedó
cerca de la esquina del edificio y me miró con ojos llenos de preocupación.
81
—¿Estás bien?
Otra necesidad carnal asomó su cabeza, una que nunca había sentido cerca
de Rory. Una que nunca me había permitido cerca de ella. Dio unos pasos hacia
mí. Mis ojos se fijaron en sus hombros elegantes, su cintura estrecha y su vientre
definido. Luego arrastré mi mirada hacia su rostro.
Mierda, estaba tan lleno de preocupación inocente por mí que me controlé.
En serio, necesitaba salir a cazar.
—¿Está muerto? —pregunté.
—Sí. Intentaron reanimarlo, pero fue inútil —respondió Aurora en voz baja.
No hubo juicio en su voz, ni drama, tampoco lástima.
Asentí. Sabía que la última patada lo mataría. Esperaba que me diera una
mayor sensación de satisfacción, pero no.
Aurora se acercó y se detuvo frente a mí, tendiéndome un pañuelo.
—Olvidé recoger una toalla en el camino. Pero esto servirá para su sangre
en tu cara.
—No veo dónde está —dije. No es que me importara si tenía su sangre en
mi piel. Ya había estado antes cubierto de sangre de gente de pies a cabeza. Era la
mitad de la diversión de la tortura.
—¿Quieres que te limpie la cara? —preguntó Aurora, levantando el
pañuelo.
—Seguro. —La observé de cerca a medida que presionaba el pañuelo
suavemente en mi mejilla, luego en mi barbilla y mi frente.
—¿Tengo algo en la cara? —preguntó con una risa nerviosa, sus ojos azules
buscando los míos.
—Siempre la emoción equivocada.
Sus cejas se fruncieron. Bajó la mano con el pañuelo. Sacudí la cabeza con
una risa oscura y me levanté de la pared, acercándonos a Aurora y a mí.
—Siempre compasión, comprensión, preocupación… —Me detuve porque
las otras emociones que a veces captaba en su rostro eran aún más peligrosas.
Toqué su mejilla con dos dedos y me incliné hasta que nuestros labios casi
se tocaron. Aurora se quedó helada, abrió mucho los ojos y entreabrió los labios.
La esperanza se reflejó en su rostro. ¿Esperanza de qué? Lo único que podía darle
era una follada dura contra esta pared con mis dedos alrededor de su garganta. Mi
pulso se aceleró, mi corazón latiendo más rápido que durante cualquier momento
82
de mi pelea de esta noche.
—Rory, un día, habrá odio en tu cara cuando me mires, y esa será la
emoción correcta.
Besé su mejilla justo en la comisura de su boca. El aroma de su brillo de
labios, como el de mi masa para galletas favorita, llenó mi nariz. Me retiré. Los
ojos de Rory recorrieron mi rostro en total confusión.
Alguien se aclaró la garganta, y me alejé de Aurora, luego me dirigí hacia
Diego, quien me observaba con cansancio. Cuando intenté pasarlo, me agarró del
antebrazo.
—Podría haber sido Fabiano.
—Supongo que tenemos suerte de que no fuera así —murmuré con una
sonrisa hambrienta. Porque esta noche no estaba seguro de haber contenido al
monstruo incluso contra alguien a quien había conocido toda mi vida. Diego negó
con la cabeza y me soltó. Miró a Rory, que aún estaba de pie junto a los
contenedores de basura, y nos observó confundido.
Diego tenía el aspecto de alguien que se ha visto obligado a presenciar a un
bulldog de cuarenta kilos lamer a un bebé porque los padres pensaban que la bestia
podía ser domada.
Me di la vuelta y me dirigí hacia la noche. No esperaría a Alessio y
Massimo. Necesitaba cazar. Ahora.

83
Con Nevio, siempre sentí como si estuviera dando un paso hacia adelante,
solo para que él me hiciera retroceder dos pasos. No había hablado con Carlotta de
las palabras crípticas de Nevio después de la pelea. Tampoco habría hablado con
nadie más, pero Diego le había mencionado a mi padre lo que había visto. Por
supuesto que sí. Siempre fue protector con Carlotta y pareció pensar que también
podía meterse en mis asuntos.
Mamá y papá me habían confrontado después de regresar a casa después de
la pelea.
—Diego compartió algo que presenció esta noche —había dicho papá con 84
severidad, como si estuviera hablando de un crimen imperdonable.
Aún no había procesado mi encuentro extraño con Nevio, por lo que ser
confrontada por mis padres fue una gran conmoción.
—Siéntate —dijo mamá, señalando la silla de la cocina frente a ellos.
Me hundí, intentando mantener mi rostro bajo control. Fue casi un milagro
que me permitieran asistir a la pelea. Si daba las respuestas equivocadas ahora,
nunca se me permitiría ir a ningún lugar divertido, y definitivamente quería asistir
a una próxima fiesta que la Trinidad Impía había mencionado.
—Diego tiene una imaginación hiperactiva. Me sorprende que no obligue
a Carlotta a usar un cinturón de castidad. —Me sentí un poco culpable por hablar
de él de esa manera. Era un chico bueno y estaba intentando criar a Carlotta lo
mejor que podía con sus padres muertos.
Papá me miró entrecerrando los ojos.
—Te atrapó en el callejón con Nevio. Y cito: sus labios casi tocaron los de
ella cuando los encontré.
—Casi —dije con no poco desprecio. Por un lado, estaba realmente
enojada. Enojada con Nevio por este beso ridículo. Después del beso en mi frente
en la boda, esperaba que la próxima vez fuera un beso decente, boca a boca—.
Nevio me besó en la mejilla porque le había limpiado la cara con un pañuelo. Si
sus labios se acercaron a los míos, entonces fue porque estaba oscuro.
Papá levantó una ceja.
—No estaba demasiado oscuro para que Diego lo viera.
—¿Qué quieres de mí? No pasó nada entre Nevio y yo, ni pasará nada. Besó
mi mejilla. Eso es todo. Siempre piensas lo peor de Nevio. Pareces conocerlo
mejor que yo, así que ¿en serio crees que solo me besaría la mejilla como un chico
bueno si estuviera interesado en mí? —Esa última frase me dolió un poco porque
me preguntaba lo mismo.
—Tiene razón en eso —dijo mamá, y podría haberla abrazado.
—Tal vez. Pero aún quiero que tengas cuidado con él. Si creo que algo está
pasando entre ustedes dos, venderé este maldito lugar y nos mudaremos a otra
ciudad. Le pediré a Remo que me deje trabajar como ejecutor en Los Ángeles o
San Francisco.
Puse los ojos en blanco.
—Papá, por favor. Nunca pasará nada entre Nevio y yo.

85

—¿Es demasiado? —pregunté a medida que me giraba para mostrarle a


Carlotta cada ángulo de mi atuendo para la fiesta.
—No diría que hay ninguna parte de este conjunto que sea demasiado...
además de tela —dijo Carlotta, luego se rio de su propia broma.
Me miré por encima. Este atuendo era el más sexy que jamás hubiera tenido.
Había optado por una blusa blanca que me había anudado para dejar mi vientre al
descubierto. Los botones superiores de la camisa también estaban abiertos para
mostrar un pequeño escote, y llevaba una minifalda de cuero que encontré en la
parte trasera de la cómoda de mamá. Desearía poder preguntarle cuándo la había
usado, pero eso probablemente sería demasiado sospechoso. Mejor esperar hasta
después de la fiesta.
—¿Es demasiado sexy? —pregunté.
Si bien Carlotta había elegido un vestido corto de verano para la ocasión
que mostraba muchas curvas y piernas, le quedaba lindo y no demasiado sexy. Me
preocupó que pareciera que me estaba esforzando demasiado.
Frunció los labios.
—Deberías sentirte sexy. Ese es el objetivo principal.
—¿El objetivo principal? Massimo te ha contagiado.
Se pasó un mechón detrás de la oreja.
—Lo usa en ocasiones cuando discutimos nuestros diferentes puntos de
vista.
Puse los ojos en blanco. Esos dos coqueteaban de la manera más extraña.
¿Pero quién era yo para juzgar?
—Me siento sexy, pero también un poco como si no fuera yo. Lo cual es
bueno si quiero captar la atención de Nevio, ya que la buena de mí no está
funcionando. —Si me besara en la frente, la mejilla o la mano esta noche, en serio
perdería la paciencia con él por primera vez en mi vida. Ya terminé con esto.
86
—Aurora, no deberías tener que ser otra persona para atraer a alguien.
Me encogí de hombros.
—En este momento, parece ser mi única opción.
—No, no lo es. Podrías mostrarle a Nevio cada versión de ti. En los últimos
años, te has convertido en alguien diferente a su alrededor. No muestras ningún
descaro ni le respondes. Te quedas muda frente a él. Ese es el problema.
Suspiré porque sabía que Carlotta tenía razón. En realidad, no estaba segura
de qué hacer al respecto, ya que mi mente parecía quedarse en blanco con él cerca.
—Comenzaré con este conjunto, y tal vez mi cerebro y mi lengua se
recuperen esta noche.
Sonó un golpe, y Gemma asomó la cabeza. Mi corazón casi se sale del
pecho, pensando que era mamá. Si me veía con este atuendo, probablemente no
me permitiría asistir a la fiesta. Había luchado demasiado por el permiso de mis
padres como para perderlo ahora. Ella entró, y abrió mucho los ojos.
—De ninguna manera puedes salir así.
—¿Estás canalizando tu Diego interior? —preguntó Carlotta
intencionadamente.
Gemma le dirigió una mirada molesta.
—Solo estoy siendo realista. Si Fabiano ve a Aurora así, no la dejará ir.
¿Debería preocuparme por a quién quieres impresionar? —Gemma me miró
entrecerrando los ojos.
—Gemma, hoy en día, las chicas pueden vestirse sexy por sí mismas. Ya no
necesitamos ni queremos impresionar a los chicos —dijo Carlotta.
—Actúas como si tuviera sesenta —dijo Gemma, luego arqueó las cejas—
. ¿Desde cuándo es tan discutidora?
—Desde que discute a diario con Massimo.
Gemma ladeó la cabeza con curiosidad, y Carlotta me dirigió una mirada
de silencio. Normalmente compartía todo con Gemma, así que me sorprendía que
no le hubiera mencionado a su hermana sus interminables discusiones con él.
—Sus puntos de vista son imposibles. Tengo que discutir con él —dijo
encogiéndose de hombros. Era buena haciendo que esto pareciera nada. Su
indiferencia era impresionante, y necesitaba aprender de ella.
—Está bien —dijo Gemma lentamente—. Haz lo que quieras, pero será
mejor que te pongas uno de tus overoles como cobertura antes de salir de esta 87
habitación.
Mi overol. Todos siempre fingían que los usaba todo el tiempo. Tenía mucha
ropa diferente en mi armario. ¡Y definitivamente no iría a una fiesta con ellos!
Agarré uno de mis vestidos overoles, lo puse sobre mi ropa de fiesta y me bajé la
blusa para cubrir mi abdomen.
—Si se supone que debo maquillarlas y peinarlas, tenemos que darnos prisa
—nos recordó Gemma.
Quince minutos después salimos de mi habitación. Papá aún no estaba en
casa, lo cual era bueno porque aún esperaba que retirara su permiso en cualquier
momento. Mamá solo revisó mi ropa brevemente y me dijo que tuviera cuidado.
Carlotta y yo seguimos a Gemma hasta el ala de la mansión donde estaban Savio
y ella. Gemma había preparado una mesa con mucho maquillaje y una silla frente
a ella. También había bocadillos. Casi deseaba que nos quedáramos a pasar una
noche de chicas. En realidad, no era una chica fiestera, probablemente por eso
nunca había estado en una. Me gustaba bailar, pero prefería hacerlo en un ambiente
diferente. Las fiestas relajadas en la pista de carreras, cuando cuidaba a Roman
para Adamo y Dinara, eran agradables y tranquilas, pero no me echaría atrás ahora
y me arriesgaría a parecer la mayor santurrona de la historia frente a Nevio y los
otros chicos.
Carlotta se metió unas papas fritas en la boca mientras Gemma empezaba a
maquillarme.
—¿Quieres pestañas postizas? —preguntó Gemma en algún momento,
levantando una variedad de pestañas.
Sacudí la cabeza rápidamente. Una vez usé pestañas postizas, y me
volvieron completamente loca.
Cuando Gemma terminó de maquillarnos, ya era hora de irnos.
—Tengan cuidado, ¿de acuerdo? —dijo con firmeza.
—Massimo, Nevio y Alessio nos vigilarán. Nadie nos molestará con ellos
como nuestros guardaespaldas.
—Perdónenme si no estoy convencida de que esos tres las mantendrán fuera
de problemas.
—Gemma, me estás rompiendo el corazón —dijo Nevio desde su lugar en
la puerta del patio.
Todos saltamos al no haberlo oído acercarse.
—Bájale al factor espeluznante, ¿quieres? —murmuró Gemma, haciendo
que la sonrisa de Nevio se ampliara—. Y no tienes un corazón que pueda romper.
Nevio miró de Gemma, a Carlotta y luego a mí. 88

—¿Por qué parece que Gemma está a punto de ir a una fiesta, y una de
ustedes parece estar asistiendo a un picnic en un parque, y la otra parece estar
yendo a patinar?
Me sonrojé inmediatamente. Luego me di una patada en el trasero porque
quería seguir el consejo de Carlotta y no ser un maldito saco de boxeo con Nevio.
—¿Cómo se llama tu estilo de moda? ¿Fuera de la morgue?
Nevio arqueó una ceja, y su sonrisa en respuesta me provocó palpitaciones.
Dejó que su mirada recorriera su cuerpo, y mis ojos lo siguieron como atraídos por
una fuerza invisible. Llevaba una camiseta negra ajustada con una chaqueta de
cuero negra y pantalones cargo negros que le quedaban lo suficiente ajustados
como para mostrar su cuerpo tonificado, sobre todo su trasero. Lo sabía porque
había usado antes estos pantalones conmigo. Botas negras complementaban el
conjunto.
Nevio señaló su reloj, que también era de un negro carbón sobre una esfera
roja.
—Hora de irse. Vamos, chicas.
Carlotta y yo lo seguimos hasta el sótano. Nos guio por los pasillos hasta
que perdí la orientación. De todos modos, rara vez bajaba aquí, pero tenía la
sensación de que la mayoría de la gente ya habría perdido la orientación.
—¿Por qué estamos aquí abajo?
—¡Porque queremos llevarte a tu primera fiesta con estilo!
Pasamos por una puerta oculta detrás de un estante y finalmente llegamos a
una puerta de acero. Nevio ingresó un código en el teclado y se abrió con un
gemido. Detrás había un túnel. La puerta de acero se cerró detrás de nosotros al
momento en que entramos. Una enorme puerta de acero estaba frente a nosotros
ahora, separándonos del resto del túnel. Olía a humedad y como si alguien hubiera
vaciado su vejiga cerca. Una motocicleta estaba apoyada contra la pared dentro de
la puerta.
—¿Qué es este lugar? —preguntó Carlotta con la nariz arrugada.
Grafitis cubrían las paredes, y charcos cubrían el suelo. El túnel tenía una
especie de forma ovalada, y no era muy alto en esta parte. Había tal vez tres manos
de ancho entre la cabeza de Nevio y el techo.
—Hay un laberinto de túneles debajo de Las Vegas. Allí viven más de mil
personas sin hogar. Por supuesto, también es un centro de actividad criminal.
—¿Dirigido por la Camorra? —pregunté.
89
—No. Esta parte del inframundo no está controlada directamente por
nosotros, por lo que algunos individuos vienen aquí con la esperanza de quedarse
con sus ganancias.
—Entonces, ¿a tu papá no le importa?
—Mientras no sea una gran parte del negocio, cree que las personas que
viven como ratas deberían ser tratadas como tal. La única vez que intervino la
Camorra fue cuando tu abuela intentó comprar drogas aquí lejos de la mirada atenta
de tu padre.
Tragué fuerte. Papá y mamá nunca habían mencionado nada. Era
desconcertante que Nevio supiera más de mi familia que yo.
—¿Es peligroso aquí abajo? —preguntó Carlotta, frotándose los brazos.
—Definitivamente. Durante las inundaciones repentinas, es necesario
buscar un lugar alto o ahogarse. Si te refieres a la gente que vive aquí abajo, no
nos molestarán.
Nevio agarró la motocicleta e ingresó un número en otro teclado, por lo que
las puertas frente a nosotros se abrieron.
—Chicas, elijan su lugar —dijo, señalando la motocicleta. Se sentó lo más
cerca posible del manillar, dejándonos poco espacio. De hecho, tendríamos que
apretujarnos.
Carlotta pareció horrorizada.
—Sé que has andado antes en moto con Massimo, pero supongo que tienes
menor tolerancia a sentir mis abdominales que los suyos —reflexionó Nevio, luego
señaló con el pulgar el lugar justo detrás de él—. Entonces, ese es tu lugar. —Me
mostró los dientes—. Puedes abrazar a Rory.
No estaba segura si estaba insinuando que no me importaba tocar sus
abdominales. Si era así, tenía razón, aunque no era así como lo imaginé. Me subí
a la motocicleta detrás de él.
—¿Qué se supone que debo hacer con mis piernas?
—Mantenlas alejadas del suelo —respondió Nevio.
Tuve que presionar mi entrepierna contra el trasero de Nevio y presionar mi
frente contra su espalda para que Carlotta tuviera suficiente espacio para sentarse.
Rodeé a Nevio con mis brazos y presioné mis palmas contra su estómago. Mis
mejillas ardieron, y el calor inundó el resto de mi cuerpo ante nuestra cercanía.
Podía sentir las duras crestas de sus abdominales a través de su camiseta fina. Cada
parte de Nevio era duro. Bueno, casi cada parte de él. La idea hizo que mis mejillas
se calentaran furiosamente. Había soñado a menudo con pasar las yemas de mis 90
dedos por sus abdominales y bajar hasta la V deliciosa que veía a menudo cuando
entrenaba o cuando estábamos juntos en la piscina.
Carlotta rodeó mi cintura con más fuerza cuando Nevio encendió el motor.
El sonido se transmitió por el túnel y se amplificó hasta que mis oídos zumbaron
por el rugido.
Carlotta dejó escapar un pequeño chillido cuando nos lanzamos hacia
adelante, y luego no escuché nada más que el viento soplando en mis oídos y el
rugido furioso de la motocicleta a medida que Nevio zigzagueaba entre charcos
sucios a un ritmo enloquecedor. No estaba segura de cómo sabía siquiera adónde
ir o cómo podía ver algo delante de nosotros en la oscuridad inquietante de los
túneles, que los pequeños faros apenas podían atravesar. Supuse que él y el resto
de la Trinidad Impía habían pasado mucho tiempo aquí abajo a lo largo de los años,
lo cual era fácilmente tan inquietante como los propios túneles.
En ocasiones, vislumbré vida en una de las ramificaciones del túnel,
linternas o fogatas, tiendas de campaña y sombras en movimiento. Faros a lo lejos
me pusieron tensa. Pero comprendí que no nos estaban apuntando directamente ni
se movían. Un auto esperaba en la entrada del túnel. Subimos una pendiente y
finalmente salimos al aire libre. Nevio pisó el freno y nos detuvo junto al vehículo:
su Dodge Ram.
Carlotta aún se aferraba a mí incluso cuando Nevio apagó el motor.
Massimo saltó del auto. Alessio permaneció sentado atrás con el brazo
apoyado en la ventana abierta.
—Es todo un jodido caballero —me dijo Nevio en voz baja cuando
Massimo ayudó a Carlotta a bajar de la motocicleta—. Aunque el rollo de la
damisela en apuros nunca había funcionado con él.
Me reí.
—Creo que Lotta no tiene estómago para carreras como estas. Fue intenso.
—Pero tú sí, patinadora —dijo Nevio. ¿Parecía impresionado?
Carlotta se acercó tambaleándose al auto y, por un momento, estuve segura
de que vomitaría, pero luego cuadró los hombros y se subió al asiento trasero con
Massimo.
—Tienes que ir delante conmigo. Parece que Massimo tiene que hacer de
médico.
Me bajé de la moto, intentando no mostrar que mis piernas también se
sentían como de goma. De hecho, había disfrutado el viaje más de lo que pensaba,
pero no estaba acostumbrada a la velocidad en combinación con el hedor de las
aguas residuales.
91
Nevio me abrió la puerta en un raro acto de caballerosidad y me tendió la
mano con la palma hacia arriba en un gesto burlón de caballero. Reprimí una
sonrisa y tomé su mano, luego me subí al asiento del pasajero.
Me volví hacia Carlotta. Aún parecía pálida y, de repente, me preocupé por
su corazón.
—¿Estás bien?
Me dio una sonrisa pequeña.
—Sí. Solo un poco de náuseas.
Asentí, luego me di vuelta y bajé los tirantes de mi overol antes de deslizarlo
por mi cuerpo. Por fortuna, la RAM era un vehículo bestial, de modo que tuve
suficiente espacio para moverme. Al final, me lo quité y me anudé la blusa sobre
el pecho, luego abrí los tres botones superiores.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Nevio, y noté su mirada fija en mí.
Aún no había arrancado el motor.
—Este es mi traje de fiesta. El overol solo era mi disfraz.
—Te hace preguntarte qué más escondes bajo esa dulce actitud de
marimacho —reflexionó Nevio.
—¿Este viaje despegará pronto? —preguntó Alessio con impaciencia.
Nevio apartó sus ojos de mí con aire de molestia y puso el auto en marcha.
Como antes con la moto, volvió a correr.
—Las provisiones están en la consola central.
Abrí la consola y encontré una serie de pequeñas botellas en su interior.
Todo, desde vodka con Jim Beam hasta Jaegermeister. La única opción sin alcohol
era Red Bull.
—Jaegerbomb para que mi sangre bombee —dijo Nevio.
—Y para mí —dijo Alessio.
—Jim Beam —dijo Massimo.
—Nevio, tú conduces —dijo Carlotta—. ¿Y si provocas un accidente?
Nevio hizo un gesto a Massimo.
—Le envío esta pregunta a mi defensor legal. —Me miró—. Jaegerbomb.
Massimo se volvió hacia Lotta.
—Teniendo en cuenta la alta tolerancia de Nevio al alcohol debido a años
de consumo, es muy poco probable que una bebida, sobre todo mezclada con una
bebida energética, influya negativamente en sus habilidades de conducción. Su
92
estilo de conducción es peligroso bajo cualquier circunstancia.
—Gracias —dijo Nevio secamente. Le abrí la pequeña botella de
Jaegermeister y la lata de Red Bull.
—Toma un trago de la lata —dijo Nevio.
Lo hice sin pensar en ello a pesar de que odiaba las bebidas energéticas.
Fruncí el ceño.
—Ahora debería haber espacio para el Jaegermeister. —Vertí el alcohol en
la bebida, y luego se la entregué a Nevio.
En el asiento trasero, Massimo y Carlotta discutían sobre los peligros de
conducir en estado de ebriedad.
—Pasemos ahora a la segunda parte de tu declaración. Las consecuencias
de un accidente automovilístico serían menores para nosotros. Nuestro vehículo es
enorme, y es poco probable que haya consecuencias legales.
—Pero otras personas podrían resultar heridas.
La expresión de Massimo dejó claro que eso no era de su incumbencia.
—Es poco probable que choquemos con una familia a esta hora de la noche.
Carlotta sacudió la cabeza, dándose cuenta, con suerte, de la inutilidad de
discutir sobre conciencia con Massimo.
—Sigue siendo irresponsable.
—¿Sabes qué? Que sea un Jaegermeister doble sin la bomba. Necesito
emborracharme lo antes posible —dijo Alessio arrastrando las palabras. Contuve
una risa. Escuchar a Massimo y Carlotta podía resultar agotador. Le entregué dos
botellas, y luego tomé una para mí. Nunca había probado el Jaegermeister. Rara
vez bebía alcohol.
—No te emborraches durante mi turno —advirtió Nevio—. Tengo toda la
intención de no recordar nada mañana por la mañana, así que debes mantenerte
sobria.
—No estoy aquí para cuidarte —dije indignada, felicitándome internamente
por el toque de descaro en mi voz.
—Se supone que debes mantenernos a salvo —añadió Carlotta.
Nevio resopló.
—Lotta, todo el mundo sabe que estás aquí con nosotros. Estarás a salvo,
incluso si los tres terminamos desmayados en nuestro propio vómito al final de la
noche.
Carlotta le dirigió a Massimo una mirada crítica. 93

—Eso no sucederá —le dijo—. No tengo por costumbre emborracharme ni


drogarme. Ese es trabajo de Nevio.
—Alessio también se emborracha —dijo Nevio mientras estacionaba en el
césped frente a una mansión enorme. Ni siquiera sabía de quién era la fiesta. Un
chico rico de Las Vegas que probablemente compraba drogas a la Camorra.
Todos bajaron del auto, pero Nevio me detuvo cuando yo también quise
bajar.
—Si te veo bebiendo demasiado, haré que Massimo te lleve a ti y a Carlotta
a casa. Fin de la historia.
Mis ojos se abrieron con sorpresa.
—¿Qué?
Abrió la puerta y saltó antes de enfrentarme nuevamente.
—Rory, me escuchaste, y hablo en serio, así que sé una buena chica.
Esta era la primera vez que Carlotta y yo salíamos con la Trinidad Impía y
esperaba que fuera una experiencia memorable. Los chicos nos dejaron entrar
primero al edificio. El vestíbulo de mármol blanco ya estaba abarrotado, la gente
bebía, reía y charlaba. Aunque era ruidoso, la fuente de la música ensordecedora
procedía de la sala de estar, donde la gente bailaba y se apiñaba como sardinas. A
pesar de ser una casa enorme, la cantidad de personas que asistían a esta fiesta
superaba incluso sus capacidades.
Si bien la entrada de Carlotta y mía fue recibida con una curiosidad leve o
miradas evaluativas de las chicas, y miradas apreciativas o incluso de coqueteo de
los chicos, la atmósfera cambió al momento en que Massimo, Alessio y Nevio se 94
acercaron detrás de nosotras. Nos volvimos invisibles para los chicos, sobre todo
cuando Nevio me acercó a él para murmurar:
—Recuerda comportarte. Massimo las vigilará a ti y a Carlotta. —Presionó
un beso contra mi sien y se fue.
¡Otro de esos molestos besos amistosos!
Una vez más, me dejó un poco estupefacta, y antes de que pudiera replicar:
—Solo si tú lo haces.
Nevio avanzó directamente a una habitación al final del gran vestíbulo, una
cocina por lo que parecía, y las miradas de admiración y nerviosas de casi todas
las chicas lo siguieron.
Alessio rio secamente, aún a mi lado al igual que Massimo y Carlotta.
—Es como un agujero negro.
Le di una mirada en blanco, mi cerebro sin ponerse al día, sobre todo porque
el zumbido del bajo hacía difícil tener pensamientos claros.
—Se refiere a la fuerte gravedad de un agujero negro.
—Ni siquiera la luz tiene suficiente energía para escapar de su atracción. —
Alessio me dirigió una mirada significativa, y luego siguió a Nevio. Quizás no se
daba cuenta, pero su atracción no era mucho peor.
Massimo se quedó con nosotras y nos condujo entre las masas boquiabiertas
hacia la cocina. Cuando llegamos, Nevio y Alessio ya se habían ido,
probablemente con provisiones alcohólicas, de las cuales la cocina tenía una
variedad casi ilimitada. Massimo se acercó a uno de los refrigeradores que debían
haber sido instalados para esta ocasión ya que bloqueaban parte de las encimeras
de la cocina y sacó una lata de 7up para Lotta y una lata de Mountain Dew para mí
antes de tomar una Corona de una canasta llena de hielo para él mismo.
Carlotta nunca bebía, por su corazón. Una vez había probado un sorbo de
champán en una boda, y Diego se había vuelto completamente loco. Desde
entonces, se mantuvo alejada de ello. Normalmente tampoco bebía porque
simplemente no me gustaba el sabor y no toleraba mucho, pero supuse que eso
tenía más que ver con mi falta de entrenamiento en lo que respecta al alcohol que
con mi gusto general.
Quité la lata de manos de Massimo, y tomé un trago. Tal vez más tarde
tomaría un trago, pero para empezar, probablemente era una buena idea mantener
la cabeza fría. Primero, quería tener una idea de la fiesta antes de arriesgarme a
emborracharme.
Las otras personas en la sala nos miraron con curiosidad, sobre todo la 95
presencia de Massimo como nuestra sombra enorme. Él los ignoró y bebió
estoicamente su cerveza. Su polo negra dejaba al descubierto los tatuajes en sus
brazos, que parecían estar en desacuerdo con su naturaleza. Por otra parte, no era
así.
—No tienes que hacer de nuestro guardaespaldas si prefieres pasar el rato
con Nevio y Alessio, o con alguien más —dijo Carlotta.
Me apoyé contra la encimera, permitiendo que el ritmo me llenara y
observando la interacción de mi amiga con Massimo. La forma en que había dicho
«alguien más» había dejado claro que se refería a alguien mujer, al menos para mí.
Massimo entrecerró ligeramente los ojos y miró hacia la sala de estar, que
se podía ver a través del arco de medio punto conectando las dos habitaciones.
—Conozco a la mayoría de estas personas, pero no quiero pasar tiempo con
ninguna de ellas, ni aprecian mi compañía. Alessio y Nevio pueden entretenerse
por su cuenta y normalmente lo hacen de forma molesta.
Carlotta señaló con la cabeza a un grupo de chicas observándonos, y sobre
todo a Massimo, a través de las puertas francesas abiertas de la cocina.
—Parecen interesadas en tu compañía.
Me distraje con algo en la sala, así que dejé de escuchar su conversación,
que de todos modos probablemente terminaría pronto en una discusión. Nevio
charlaba con dos chicas, bebiendo de una botella de vodka. Parecía completamente
aburrido, pero las chicas definitivamente estaban interesadas. Alessio bailaba con
una chica, aunque ella bailaba la mayor parte, y él más que nada asentía con la
música. No estaba segura de cómo no estaba sufriendo un golpe de calor con su
sudadera con capucha.
Tal vez podría conseguir que Nevio bailara conmigo ya que incluso Alessio
estaba en la pista de baile, haciendo lo que podría etiquetarse generosamente como
bailando.
Miré a Carlotta, mis ojos dirigiéndose a Nevio, y ella respondió con un
asentimiento pequeño, conociendo mi plan, incluso si probablemente lo
desaprobaba, considerando su desconfianza hacia Nevio. Me alejé de la encimera.
—¿Adónde vas? —preguntó Massimo.
Puse los ojos en blanco.
—A la sala a bailar. La gente me vio entrar contigo a la fiesta, así que dudo
que alguien me moleste, y si lo hacen, Alessio y Nevio están ahí para protegerme.
—No contaría con Nevio. Ya se ha bebido un tercio de la botella, y se la
terminará a medianoche.
96
—¿Siempre bebe tanto? —pregunté.
—Sí, en las fiestas, sobre todo desde que Greta se mudó a Nueva York. Estar
rodeado de tanta gente lo convierte en un asesino bastante rápido, y el alcohol lo
tranquiliza.
Asentí como si esto tuviera sentido. Había visto en ocasiones detrás de la
máscara de sonrisa satisfecha de Nevio y había visto lo mucho que extrañaba a su
gemela. Tenía corazón, pero estaba bien resguardado. Me dirigí a la sala de estar.
La música resonó en mis oídos, y tuve que resistir la tentación de taparlos con las
palmas. Alessio bailó hacia mí, bloqueándome el paso y sin dejarme más opción
que participar en un baile rápido con él, aunque por supuesto, solo fue por
apariencia.
—Aurora, no es una buena idea.
—¿Cuál es tu problema?
—¿Recuerdas el agujero negro?
—Los conozco a Nevio y a ti de toda la vida. Actúas como si fuera una
espectadora inconsciente que se sorprenderá al ver los esqueletos en el armario de
Nevio.
Alessio sonrió condescendientemente.
—Nos conoces de día.
—Ya está oscuro afuera —murmuré, mirando más allá de él hacía Nevio,
quien estaba sentado en el respaldo de un largo sofá de cuero mientras ambas
chicas estaban de pie frente a él.
Alessio sacudió la cabeza y luego bailó hacia atrás, levantando las manos
brevemente con las palmas hacia afuera para señalar la derrota. Lo rodeé y avancé
directamente hacia Nevio, incluso si mi corazón latía lo suficientemente fuerte
como para causarme un daño duradero en las costillas.
Ahora deseaba haber bebido algo de alcohol para aumentar mi confianza y
silenciar mis dudas. Antes de que pudiera pensar de verdad en qué decirle, ya
estaba junto a Nevio, y las dos chicas que me dieron sus mejores expresiones de
chicas malas.
—Tres es demasiado —dijo la chica de rizos oscuros.
Pensé que dos chicas ya eran demasiadas, pero Nevio probablemente no
estaba de acuerdo. No era tan ingenua como para pensar que no había hecho casi
todo lo que se podía hacer sexualmente, incluso un trío con dos chicas. Saqué la
idea de mi cabeza.
Nevio pasó un brazo alrededor de mis hombros, y una comisura de su boca
97
se levantó.
—Rory siempre es bienvenida, y chicas, no hay motivo para estar celosas.
Solo está aquí para charlar con un buen amigo. ¿Cierto, Rory?
No estaba aquí para una charla de buenos amigos. Estaba aquí para salir de
la zona de amigos. Tres pares de ojos me contemplaron expectantes.
Tragué pesado, intentando decir lo que había venido a decir. En cambio,
murmuré: «Cierto» y les di una sonrisa tensa. Dudaba que las chicas lo creyeran,
y no estaba segura si Nevio tampoco lo hizo. Tomé un sorbo de mi bebida, y luego
tomé la botella de vodka de Nevio. Me observó de cerca a medida que la llevaba a
mis labios y tomaba el más mínimo sorbo. Y mierda, quemó todo. Intenté reprimir
la tos, pero fue inútil. Se me llenaron los ojos de lágrimas, y tosí un poco.
Nevio me quitó la botella.
—Deberías mantenerte alejada de las cosas duras. —La forma en que lo
dijo me hizo creer que no se refería solo al vodka. Me retiré, molesta conmigo
misma y con Nevio. Para entonces, Massimo y Carlotta ya habían encontrado un
lugar en un sofá en un rincón. No quería acercarme a ellos.
En lugar de eso, salí al jardín, que no estaba tan lleno como el interior pero
tampoco tan desierto como me hubiera gustado en mi estado de ánimo actual.
Respiré hondo pero solo percibí un olor a humo y algo más dulce, probablemente
marihuana. Mi vientre se tensó. Habiendo visto lo que las drogas le hicieron a mi
abuela, nunca me había sentido tentada por los porros, y mucho menos por cosas
más fuertes. Probablemente papá me habría encerrado en mi habitación hasta los
treinta si alguna vez hubiera sospechado que consumía drogas.
—Te lo advertí —dijo Alessio, casi provocándome un infarto cuando
apareció justo detrás de mí. Tenía un porro en la mano.
Le di una mirada dura.
—No deberías fumar eso.
—Estoy trabajando en mi profecía autocumplida. Todo es parte del plan.
—Eso no tiene sentido —dije.
Me dio una sonrisa oscura y tomó una calada rápida de su porro.
—Lo sé. Supongo que estoy intentando canalizar el pasado.
Esperaba que se diera cuenta de que sonaba loco. Se rio entre dientes y tiró
el porro, luego lo aplastó con la bota.
—La autodestrucción se presenta de diferentes formas. Tienes a tu Nevio.
Tengo a mi porro.
—Cállate. 98

Se puso serio.
—Rory, escucha, esta mierda emocional no es lo mío, pero si en serio
sientes que necesitas arruinarte con Nevio, entonces al menos elige un lugar y un
momento diferentes. Nevio en las fiestas es como una pipa de crack. El subidón es
corto y no vale la pena los estragos que te causará.
—¿Por qué insistes en protegerme? ¿No veo que adviertas a Carlotta de
Massimo?
Alessio resopló.
—Carlotta tiene a Dios, y Massimo tiene la lógica. Estarán bien.
Tomé una respiración profunda.
—Estaré bien, ¿de acuerdo? Nevio no quiere nada de mí. Solo somos
buenos amigos, así que puedes relajarte.
La expresión de Alessio despertó mi curiosidad.
—¿Cierto? —pregunté.
Alessio retrocedió.
—Rory, déjalo hacer algo noble por una vez. No seas estúpida. No tientes a
algo que no puedes controlar.
Dio media vuelta y desapareció dentro de la casa. Si había planeado
mantenerme alejada de Nevio, su táctica había resultado contraproducente.
Entré, incluso más decidida que antes. Si Nevio me alejaba porque pensaba
que estaba siendo noble, le demostraría que no necesitaba protección, y menos de
él.
Era una Scuderi. No era una extraña que lloraría hasta quedarse dormida
por todos los horrores de su pasado y presente. Papá era un Ejecutor, y aunque no
me gustaba insistir en los detalles de su trabajo diario, sabía que era cruel y brutal.
Aun así lo amaba, y mamá también.
Nevio no estaba en la sala cuando entré. Sin embargo, Massimo y Carlotta
aún estaban en el lugar donde los había visto por última vez. Ella me miró
inquisitivamente e hizo un movimiento como si quisiera acercarse a mí. Sacudí la
cabeza. Estaba bien. Pareció dudosa, pero volví a negar con la cabeza.
Me dirigí a la cocina, pero Nevio tampoco estaba allí, así que avancé a la
escalera amplia conduciendo al segundo piso. ¿Y si estaba ahí arriba con las
chicas? En realidad, no quería pillarlo en el acto. Una cosa era saber qué estaba
haciendo. Un asunto muy diferente era verlo.
Dudé al pie de las escaleras. ¿Qué haría si lo encontrara con las dos chicas? 99
¿Saltar entre ellos? ¿Arrastrarlo?
—¿Estás perdida? —preguntó un chico con cabello rubio oscuro, una
camisa polo con cuello levantado y una cicatriz en la mejilla que sugería que estaba
en una de las fraternidades pasadas de moda.
A veces lo sentía. Le di una sonrisa firme.
—No, estoy bien.
Él se acercó.
—¿Estás sola?
—No, vine con unos amigos —respondí—. Umm, ¿hay algo más que
necesites? —Esperaba que recibiera el memorándum. No estaba interesada en su
coqueteo. Tal vez poner celoso a Nevio hubiera sido una opción, pero no quería
empezar a jugar este tipo de juegos, y si Nevio no estaba interesado en mí, los celos
difícilmente estaban en el menú.
Vi a Alessio en la puerta de la cocina, observando con leve interés. No
quería provocar una escena, por lo cual la Trinidad Impía era famosa, y entrecerré
los ojos hacia él. Se quedó donde estaba y no intervino.
El chico siguió mi mirada, luego hizo una mueca y se fue sin decir una
palabra más.
Alessio pasó junto a mí, luciendo satisfecho de sí mismo.
—Nevio no se pone celoso…
Suspiré y subí las escaleras antes de que me involucrara en otra de sus
advertencias siniestras.
Mi corazón se aceleró cuando llegué al rellano del primer piso. No había
nadie en el pasillo, pero podía escuchar voces y risitas desde un par de habitaciones
y desde la esquina al final del pasillo. Caminé lentamente por el pasillo hacia la
esquina.
La voz de una chica se elevó enojada, y una voz masculina profunda dijo
algo a su vez. No podía oír lo que decían, pero me di cuenta de que no era agradable
solo por el tono. Definitivamente era la voz de Nevio.
Me detuve justo antes de la esquina, preocupada por lo que encontraría.
Sonó una bofetada que me hizo saltar. Doblé la esquina cuando Nevio agarró a una
chica por el cuello y la empujó contra la pared, su barbilla y mejilla inferior
izquierda poniéndose rojas, y sus ojos tan aterradores que incluso yo le tuve un
poco de miedo. La chica parecía realmente fuera de sí por el miedo.
—Nunca más —gruñó Nevio, luego sus ojos se dirigieron hacia mí, parada
100
congelada en el pasillo. Soltó a la chica inmediatamente y dio un paso atrás. Con
una sonrisa dura, retrocedió hasta la pared y se apoyó contra ella. Su cremallera
estaba abierta y sus bóxers debajo torcidos. Ni siquiera llevaba camisa, solo su
chaqueta de cuero.
La chica se apartó de la pared y pasó corriendo a mi lado.
—Puedes quedártelo. Diviértete chupándole la polla —siseó mientras lo
hacía.
La vi irse con los labios entreabiertos. No estaba segura de lo que había
pasado. Por el rabillo del ojo, vi a Nevio arreglarse los bóxers y subirse la
cremallera. Obviamente no esperaba que yo hiciera lo que la chica había sugerido,
aunque debió haberla escuchado. Sacó un cigarrillo del bolsillo de su pantalón, lo
encendió y luego dio una calada profunda.
Nos quedamos así por un tiempo, sin decir nada.
Estaba apoyado contra la pared, con la cabeza gacha, su cabello cayendo
sobre su rostro, y ocultándome su expresión. La botella de vodka medio vacía
estaba junto a él, en el suelo. No podía creer que ya se hubiera bebido la mitad. El
cigarrillo colgaba de su boca y la punta brillaba siniestramente. Mis ojos
recorrieron sus brazos musculosos, sus abdominales pronunciados y la curvatura
estrecha de sus caderas, odiando la idea de que la chica hubiera sentido esta parte
de él, que hubiera pasado sus manos sobre él como yo quería hacerlo. Conocía a
Nevio de toda mi vida, lo había visto sin camisa innumerables veces, pero en los
últimos años, esa visión había tenido un impacto diferente en mí. Quería tocarlo,
sentir su cuerpo contra el mío, apoyar mi nariz en su cuello y olerlo: sándalo y
almizcle, a veces un toque de cobre, en el que nunca permití que mi mente se
detuviera.
Mi piel se calentó, luego más caliente cuando seguí el indicio de vellos
oscuros en sus jeans negros. Su cinturón de cuero ya estaba medio desabrochado.
Me dolía el pecho al pensar en lo que casi había escuchado. Aunque, eso no hizo
que lo deseara menos. Cada parte de mí deseaba a Nevio.
No era saludable ni aconsejable, pero era un hecho, como le gustaba decir
a Massimo, y en consecuencia, también a Carlotta. Debería estar con ella ahora,
no aquí arriba, sobre todo no aquí con Nevio. Pero Carlotta estaba a salvo. Mucho
más segura que yo en todos los sentidos de la palabra.
Tenía la sensación de que esta era mi oportunidad. Quizás la única. La
guardia de Nevio estaba baja. Podría… ¿qué podría hacer de verdad? Hablar con
él estaba fuera de discusión en el estado en el que se encontraba. Había visto cuánto
había bebido, sin mencionar la marihuana que había fumado, que podía oler
incluso desde la distancia. Tal vez podría… besarlo. Mostrarle que no era uno de
los chicos. No había mirado en mi dirección de la manera que esperaba esta noche 101
a pesar de mi atuendo, no de la manera en que me miraban otros chicos, incluso si
era tan diferente a cualquier cosa que usara por lo general. Era aire para él. No
estaba segura de qué más hacer para llamar su atención.
—No deberías estar aquí —dijo con el cigarrillo entre los dientes, aún sin
levantar la vista.
—Necesitaba un descanso de la fiesta y pensé que aquí estaría tranquilo.
—No deberías estar en esta fiesta —aclaró y levantó la cara, sus ojos
oscuros golpeándome.
Entonces, eso era lo que pensaba.
Me sonrojé, primero por sus palabras duras, luego por su expresión de
enojo. Sin embargo, algo en sus ojos iluminó mis entrañas de una manera que no
tenía nada que ver con la vergüenza por sus palabras. Mi mirada se deslizó hacia
abajo. El lado izquierdo de su mandíbula y la parte inferior de su mejilla estaban
rojos.
Me acerqué a él y toqué el lugar.
—Está hinchado.
Su mano se elevó, apretando sus dedos alrededor de mi muñeca. Me congelé
y tragué fuerte porque sus ojos eran como brasas, y mi cuerpo se incendió. Su 102
agarre alrededor de mi muñeca me dolió mucho.
—Nevio —susurré, y él aflojó su agarre, dejando caer mi muñeca como si
le quemara.
Se enderezó, acercándonos. Incliné la cabeza hacia atrás para mirarlo. La
forma en que aún me observaba me hizo querer correr. Podía decir que esto podría
terminar de muy mala manera.
¿Cómo podría no ser así? Olía a hierba, cigarrillos y alcohol, no eran olores
que me gustaran, pero debajo estaba el propio aroma almizclado y herbáceo de
Nevio que me atrapó en su trampa. Me lamí los labios. Nevio dio un paso más y
me agarró la barbilla, pero no de manera gentil.
—¿Te vestiste así para alguien especial?
Su voz me hizo querer huir de él y acercarme a él al mismo tiempo. Algo
estaba completamente mal en mí.
—¿No lo sabes? —susurré. Él debe saberlo.
—Rory, lo que sé es que esta casa está llena de gente mala, y yo soy el peor.
—Se inclinó para que nuestros ojos se encontraran—. Aléjate de nuestras fiestas.
Aléjate de mí. —Tomó mi blusa y abotonó los botones superiores, luego deshizo
el nudo sobre mi ombligo y tiró del dobladillo hacia abajo para que cubriera mi
vientre—. Esa eres tú.
Hice una mueca, mis mejillas ardiendo ferozmente por la aguda
mortificación. No dije nada porque me quedé sin palabras, como me pasaba a
menudo con Nevio.
—Ahora baja las escaleras, agarra a Lotti, lárgate de aquí y vuelve a tu
cómoda cama. Dile a Massimo que las lleve, y si te veo por ahí cuando baje las
escaleras, me las pagarás en grande.
Mis labios se abrieron, y sentí el ardor traicionero de las lágrimas en mis
ojos. Respiré por la nariz, decidida a no llorar delante de Nevio.
Examinó mis ojos, demasiado observador pero cruel, enseñó los dientes y
dio un paso atrás.
—Rory, vuelve a casa. Estás en mi camino. Necesito encontrar una perra
que me la chupe.
Quería gritar y enojarme, decirle algo realmente desagradable, pero, como
siempre, nada salió de mis labios. Me di la vuelta y bajé las escaleras a
trompicones. Unas cuantas lágrimas corrieron por mis mejillas, pero las sequé
antes de que alguien pudiera verlas. Carlotta sentada en el reposabrazos del sofá,
Massimo estaba a su lado y una de sus piernas estaba presionada contra la de él. 103
Me di cuenta de que estaban atrapados en una de sus discusiones más comunes
sobre lo que creían o, en el caso de Massimo, lo que no creían.
No quise interrumpirlos. Me escabullí a la cocina con la esperanza de
encontrar una bebida alcohólica que pudiera tolerar. Odiaba el sabor de la mayoría
de ellas. Pero ahora quería emborracharme o al menos embotarme para olvidar mi
conversación con Nevio. Una parte de mí quería volver arriba para confrontarlo y
decirle lo que pensaba por primera vez en la vida, pero eso habría requerido un
nivel de ebriedad que definitivamente no adquiriría esta noche. A veces odiaba ser
tan santurrona. Me congelé en la puerta de la cocina. Alessio estaba besando a una
chica. Se alejó de ella inmediatamente, alerta como siempre, y me miró a los ojos.
Me sonrojé furiosamente y tartamudeé una disculpa, luego hui del lugar como si
los hubiera pillado desnudos haciendo el rodeo. Si ni siquiera podía soportar ver a
alguien besándose, ¿cómo se suponía que iba a hacer un movimiento hacia Nevio?
Aunque, de todos modos, después de esta noche eso era un sueño lejano.
Quizás mi reacción ante las muestras públicas de afecto era la razón por la
que Nevio no me veía como una mujer sino como una niña. Si no podía soportar
ver algo tan inofensivo como un beso, ¿cómo iba a ser parte de los actos obscenos
que sin duda Nevio estaba haciendo? No estaba segura de estar preparada para el
nivel de Nevio, pero quería estarlo.
Finalmente, me conformé con un poco de vodka con jugo, aunque el jugo
de naranja apenas enmascaró el sabor del alcohol. Después de unos sorbos, mi
mirada se cruzó con la de Carlotta. Se levantó del reposabrazos y se dirigió hacia
mí rápidamente. La mirada intensa de Massimo la siguió durante todo el camino
como si la hubieran pegado a su espalda. Deseaba que Nevio me mirara con ese
nivel de interés, aunque Massimo siempre me asustaba un poco.
Carlotta frunció los labios a medida que contempló mi bebida.
—La última vez que probaste vodka, vomitaste detrás de un arbusto.
Hice una mueca al recordar la diversión de Nevio por el incidente. Ese había
sido uno de mis muchos momentos embarazosos con él. Era un desastre.
—¿Cómo sabes que no solo es jugo de naranja?
Carlotta me lanzó una mirada penetrante.
—Porque tu expresión me dice que necesitas algo más fuerte.
Solté una carcajada. Me conocía demasiado bien. Me encogí un poco de
hombros.
—Tú y Massimo parecían bastante acogedores.
—Solo estábamos hablando. —Las cejas oscuras de Carlotta se fruncieron
y sus ojos volvieron a donde Massimo estaba sentado en el sofá, ahora conversando
104
con un chico que no conocía. Pero él la miró directamente como si pudiera sentir
su mirada. Ella sonrió y saludó con la mano. Él asintió.
Resoplé.
—Quiere hacer más que hablar.
Carlotta sacudió la cabeza lentamente y se volvió hacia mí.
—¿Qué hay de ti y Nevio? Pensé que querías hablar con él.
Tomé otro sorbo de mi bebida y casi me atraganté.
—Tal vez sea mejor que las cosas entre Nevio y tú no funcionen. Es el
monstruo debajo de tu cama —dijo Carlotta como si no lo supiera.
—No tiene intención de acercarse a mi cama, así que no tienes que
preocuparte. Estás más cerca que yo de tener un monstruo debajo de tu cama.
La mirada de Carlotta volvió a Massimo y sus mejillas se sonrojaron.
Suspiré.
—Vuelve con tu monstruo.
—Él no es…
No estaba segura de lo que quería negar. Que era un monstruo. O que era
suyo. Ninguno de los dos habría sido convincente, así que fue bueno que se hubiera
detenido.
—Debería quedarme contigo. O mejor aún, deberíamos ir a casa y ver una
película en lugar de quedarnos aquí. Estoy segura de que Massimo nos llevaría a
casa si se lo pidiera.
Recordé que Nevio había ordenado lo mismo, y mi cuerpo se erizó ante la
idea.
—No —dije con firmeza—. Ve con Massimo, y yo hablaré con Alessio. Lo
vi en la cocina.
Carlotta agarró mi mano.
—Vienes conmigo. Le agradas a Massimo. Estará feliz de hablar con
nosotras dos.
—No quiero ser la quinta rueda —murmuré. Tenía demasiada práctica con
el papel. La mayor parte de nuestras vidas, Carlotta y yo habíamos sido una especie
de quinta rueda cuando merodeábamos por la mansión Falcone. Nevio, Massimo
y Alessio siempre habían tenido un vínculo inseparable, e incluso Greta de alguna
manera había sido parte de él.
—No lo harás —dijo con firmeza.
105
—Aurora —me saludó Massimo neutralmente cuando me detuve en el sofá.
Le di una sonrisa de disculpa, pero sus cejas se fruncieron como si no
entendiera por qué, así que en su lugar tomé un trago de mi bebida. Dejé que mi
mirada recorriera la enorme sala de estar. Ni siquiera estaba segura de a quién
pertenecía. Muchas caras me resultaban familiares, como las de los hijos e hijas de
los camorristas o personas que conocía de la escuela. La mayoría eran mayores, en
edad universitaria, como Alessio, Nevio y Massimo.
Aún me resultaba extraño considerar que estaría en la universidad este
otoño. Si el estado de Nevada me aceptaba para su programa de enfermería, lo cual
era muy probable considerando quién era mi padre. Una parte de mí no estaba
segura de que fuera la decisión correcta. Tomaría el lugar de alguien que necesitaba
un título para trabajar. Podría trabajar como enfermera o médico si dejaba que los
médicos y enfermeras de la Camorra me enseñaran lo que saben. De todos modos,
nunca me permitirían trabajar en un hospital que no fuera de la mafia.
—¿Por qué no estás en la universidad? Eres un genio —le dije a Massimo
cuando me di cuenta de que había permanecido allí como una columna de sal
durante demasiado tiempo.
Massimo ladeó la cabeza y se encogió de hombros.
—No veo que eso haga una diferencia. Lo que quiero aprender se puede
encontrar en recursos en línea.
Supuse que tenía razón. Un título tampoco tendría sentido para él.
—¿Por qué la escuela de enfermería? —preguntó Massimo.
Salté.
—Me gusta cuidar de la gente. Quiero ayudarlos a sanar.
—Podrías haberte convertido en médico.
Lo había pensado, pero quería estar aún más cerca de los pacientes. Por
ahora, el programa de enfermería parecía la manera perfecta de dedicarme a mis
intereses.
Carlotta sonrió amablemente.
—Aún recuerdo a las amables enfermeras que me cuidaron cuando estuve
en el hospital durante la larga recuperación después de mi cirugía cardíaca.
Hicieron soportables los tiempos difíciles. En realidad, no recuerdo los nombres
de los médicos.
—La Camorra siempre necesita personas que sepan cómo tratar las heridas,
por lo que es un título útil —dijo Massimo.
Asentí. Preferiría trabajar en la UCIN para bebés prematuros más adelante, 106
pero sabía que tal vez eso no sería posible.
Carlotta dijo algo más, pero mi atención estaba puesta en Nevio, que salió
de la cocina con una botella de tequila. Alessio estaba justo detrás de él, sacudiendo
la cabeza con expresión de exasperación.
Massimo se puso de pie, y entrecerró los ojos cuando Nevio se detuvo en
medio de la habitación. Un grupo de chicos en edad universitaria, todos con cara
de ebrios, formaron un semicírculo alrededor de Nevio.
Nevio señaló con la botella a uno de los chicos, el más alto y, por la
dinámica del grupo, su líder. También era el tipo que me había hablado en el
vestíbulo.
—A este señor le gustan las apuestas —gritó Nevio.
Massimo soltó un suspiro.
—Piensa que estoy fanfarroneando y no me cortaría la muñeca. —La
sonrisa de Nevio se hizo más amplia, toda dientes—. Si gano, disparará fuegos
artificiales desde su trasero.
Me quedé helada.
—No lo hará, ¿verdad?
La mirada de Massimo me dio pocas esperanzas. Nevio sacó un cuchillo
largo de una funda que llevaba en la pantorrilla.
Los ojos del chico se abrieron como platos. ¿En serio era una coincidencia
que Nevio y el chico que había intentado coquetear conmigo estuvieran en eso?
Nevio se volvió hacia una chica a su derecha.
—Sostén mi botella por mí. —Ella la tomó con una risita.
Un sabor amargo se extendió por mi boca.
Un silencio se apoderó de la multitud cuando Nevio pasó la hoja por su
muñeca.
—¡Maldita sea, estás enfermo! ¿Qué clase de psicópata eres? —gritó el tipo,
pareciendo al borde del pánico.
Mi vientre se contrajo al ver la sangre goteando del corte de Nevio. Dejé mi
bebida sobre una mesa y corrí hacia él. Cuando llegué a su lado, simplemente
aceptó la botella de la chica que parecía a punto de vomitar sobre sus zapatos y
tomó un sorbo antes de arrojar la mitad de la botella sobre su cuchillo y herida.
Luego Nevio brindó con el grupo de universitarios.
—Hora de los fuegos artificiales. 107

—¡Alguien necesita llamar a una ambulancia! —llegó un grito de la


multitud.
—Tonterías —dijo Massimo bruscamente a medida que se abría paso entre
la multitud para alcanzarnos a Nevio y a mí—. No se preocupen. Me ocuparé de
ello.
Alcancé la muñeca de Nevio, aunque mis conocimientos médicos aún se
limitaban a poner tiritas en las rodillas o los codos de Roman cuando lo cuidaba.
Massimo me hizo a un lado.
—Este es mi trabajo.
Alessio le arrojó un botiquín médico a Massimo.
Di un paso atrás mientras observaba a Massimo envolver la muñeca de
Nevio a medida que la mirada atenta de Nevio seguía a los chicos universitarios
intentando abandonar la fiesta.
—Es hora de cobrar las deudas —gruñó, arrancando su brazo del agarre de
Massimo. El extremo del vendaje ondeó detrás de él cuando persiguió a los chicos.
Pronto, estalló una pelea, que terminó con dos de los chicos desmayados en
el suelo y su líder retenido entre Alessio y Massimo mientras Nevio metía el palo
de un cohete entre las nalgas a medida que seguía gritando obscenidades.
—Será mejor que te calles y te alegres de que te haya metido el palo entre
las nalgas y no te haya follado con él —murmuró Nevio.
Cuando activó su encendedor, me volví en busca de Carlotta, que se había
quedado en la casa. No quería ver cómo Nevio encendía la mecha.
Quince minutos después, la multitud volvió a entrar y Massimo se sentó
junto a Carlotta y a mí en el sofá.
—Solo sufrió quemaduras menores en las nalgas, en caso de que estés
preocupada por el idiota.
—¿Por qué hace estas cosas?
—Es la forma de entretenimiento de Nevio. Y es mucho más tranquilo de
lo que suele hacer —dijo Alessio a medida que se sentaba en el reposabrazos a mi
izquierda.
—Ha sido un desastre desde que Greta se fue en marzo a Nueva York.
Por supuesto que lo sabía.
Nevio se acercó a nosotros con una botella nueva de tequila y lo que parecía
108
un porro colgando de sus labios. Su vendaje se había empapado, y la sangre
goteaba por su mano. Se detuvo justo frente a nosotros, frunció el ceño mientras
me observaba y, por un momento, pareció más sobrio que en toda la noche.
—Deberías estar en casa. —Miró a Massimo—. Llévala a su casa.
—¿Y quién te curará cuando te vuelvas a cortar? —preguntó Massimo
secamente. Agarró el brazo de Nevio y apretó el vendaje una vez más.
Nevio le entregó el porro a Alessio, quien también dio una calada y luego
se lo ofreció a Massimo. Sacudió la cabeza, lo que hizo que el alivio se reflejara
en el rostro de Carlotta.
—Me gusta la cantidad de neuronas que tengo.
—Tienes demasiadas. No hace daño perder algunas para llegar a nuestro
nivel —dijo Alessio.
—Eso requeriría que Nevio y tú dejaran de consumir.
Nevio me dirigió una mirada dura.
—Ve a casa. —Luego se inclinó y nos acercó—. De ahora en adelante, las
cosas solo empeorarán. —La mirada en sus ojos hizo que se abriera un agujero en
mi pecho.
—Puedo cuidar de mí misma —dije en voz baja.
Nevio se enderezó, tomó el porro de manos de Alessio y le hizo un gesto a
Massimo.
—Llévala a su casa. —Después se giró sin volverme a mirar y entró en la
cocina.
—Dentro de una hora habrá vaciado la botella —predijo Alessio.
—¡Es una nueva! —dije indignada.
Alessio y Massimo intercambiaron una mirada que me hizo sentir estúpida.
—Tal vez deberíamos volver a casa —susurró Carlotta.
—Deberían —dijo Massimo, poniéndose de pie—. Voy a llevarlas.
—No —gruñí entre dientes—. No voy a irme solo porque Nevio lo ordenó.
No es mi jefe.
—Tal vez deberías considerar hablarle así a la cara —dijo Alessio, y luego
él también se alejó.
Lo fulminé con la mirada.
—No podría hacer nada incluso si lo hiciera.
—Ese no es el punto que intentaba transmitir —dijo Massimo—. Tienen 109
otra hora, luego las llevaré a casa. No se metan en problemas. —Persiguió a sus
amigos.
Carlotta se encogió de hombros. Alguien subió el volumen de la música.
—Vamos a bailar, ¿de acuerdo? —pregunté.
Carlotta vaciló, pero cuando me levanté y le tendí la mano, ella la tomó y
me dejó llevarla al centro de la habitación, donde decenas de huellas de pies
bailando habían embarrado por todas partes la sangre de Nevio. Decía mucho de
los invitados a la fiesta que a casi nadie pareciera importarle.
Carlotta y yo bailamos, y logré olvidarme de Nevio por un rato largo. Pero
unos cinco minutos antes del toque de queda impuesto por Massimo, Nevio se
arrastró escaleras arriba. Estaba solo. Ninguna chica se aferraba a él.
Me quedé helada.
—No es una buena idea —advirtió Carlotta.
—Déjame hablar con él. En realidad, estoy preocupada por él. Debería irse
a casa con nosotros.
Massimo apareció en la puerta de la cocina.
—Distráelo, ¿de acuerdo? Necesito aprovechar mi oportunidad para hablar
con Nevio cuando está con la guardia baja.
Carlotta asintió, pero era obvio que no le gustaba la idea.
—Solo asegúrate de no lastimarte en el proceso. No todos pueden salvarse.
Le di una sonrisa tranquilizadora y ella se acercó a Massimo, que pareció
sospechoso.
Aproveché mi oportunidad y seguí a Nevio escaleras arriba. Por desgracia,
todas las puertas estaban cerradas cuando llegué allí, así que tuve que revisar una
habitación tras otra. Lo encontré en el tercer dormitorio que revisé. Estaba estirado
sobre la cama, con las piernas colgando a un lado, y simplemente miraba al techo
como si contuviera las respuestas a todas las preguntas. Su expresión parecía
perdida, desolada, más vulnerable de lo que jamás la hubiera visto. Su chaqueta de
cuero estaba en el suelo, dejando la parte superior de su cuerpo desnuda.
Su rostro se endureció como si hubieran accionado un interruptor. No dejó
de mirar al techo cuando gruñó:
—Vete. Si te quedas, será mejor que me folles o me chupes.
Mis labios se abrieron en total conmoción. No había bebido lo suficiente
como para tener alucinaciones, pero no podía creer que Nevio en realidad me
hubiera hablado así.
110
—Estoy aquí para hablar contigo.
Se rio entre dientes y el sonido me desgarró por dentro. Fue crudo, pero
también oscuro y cruel.
Mi pulso se aceleró, mi mente diciéndome que me fuera, pero no podía.
Simplemente no podía dejarlo aquí así. La botella de tequila que hacía una hora
estaba llena yacía vacía a su lado sobre la cama. Esperaba que hubiera derramado
la mayor parte. Tragué pesado, y cerré la puerta.
Con cada paso que di hacia la cama, mi pulso se aceleró. Me detuve justo
al lado de su cabeza y miré su forma estirada. Incluso el apestoso y borracho Nevio
era magnífico, y deseé no haberlo notado. Sus brazos extendidos estaban
musculosos por el Parcour y las peleas en jaula. Cicatrices cubrían su fuerte cuerpo.
Mis ojos se detuvieron en el tatuaje de la Camorra en su antebrazo. La Camorra
exigía mucho de sus soldados, y aún más de su futuro Capo. Tenía el cinturón
desabrochado y el botón de los jeans abierto.
La cabeza de Nevio giró, sus ojos ahora al nivel de mis muslos. Sus dedos
agarraron la parte posterior de mi muslo y me acercaron hasta que mis rodillas
chocaron con la cama.
—No estaba bromeando —gruñó.
No estaba segura de por qué, pero extendí la mano y pasé mis dedos
suavemente por su cabello negro, deseando una conexión. Me levantó y, de
repente, estaba a horcajadas sobre su vientre desnudo.
Dejé escapar un grito de sorpresa, luego tragué pesado cuando comprendí
la poca tela que había entre mi área más privada y la piel de Nevio. Me sonrojé de
calor, y mi núcleo desarrolló su propio pulso. Había tenido innumerables sueños
sobre Nevio y yo en una cama juntos, pero no era exactamente así como lo había
imaginado.
La mirada de Nevio me golpeó. Estaba desenfocada y nunca llegó a mis
ojos, siempre deambulando como si no pudiera concentrarse en un solo lugar.
Luego su mirada se posó en mis pechos, y sus dedos se clavaron en mis caderas a
medida que me empujaba más hacia atrás hasta que algo duro presionó contra mí
a través de mis bragas. Miré hacia abajo, atónita por el bulto en sus pantalones.
Toqué su abdomen, mis dedos amando la sensación de las crestas duras. Me mordí
el labio cuando el calor entre mis piernas se intensificó. Mecí mis caderas y tragué
un gemido por la sensación.
—Deja de follarme en seco.
Me sonrojé, mis manos aún contra su piel. Nevio se levantó y me agarró del
cuello, su lengua recorriendo mi punto de pulso hasta llegar a mi oreja. Mi cuerpo
se aceleró por la sensación, completamente abrumada.
111
El aliento de Nevio golpeó mi oreja.
—Última advertencia, niña bonita. Si te quedas aquí, te follaré y no será
bonito.
Pasé mi mano por su espalda, mi mente gritándome que retrocediera y me
fuera.
—He estado esperando tanto tiempo para que me notes —susurré contra su
clavícula y le di un beso.
—Te noté justo cuando entraste. Ahora, deja de hablar, niña —dijo, con un
atisbo de insulto rompiendo las palabras.
Cerré los ojos contra su piel, y comprendí que no sabía quién era yo. Estaba
demasiado borracho, demasiado drogado. Solo era una falda cualquiera que estaba
persiguiendo: un coño rápido, como siempre las llamaba.
Me levantó, y me arrodillé encima de él a medida que se bajaba los
pantalones. No miré su erección. Solo miré su rostro, pero estaba cerrado y distante
como si estuviera solo a medias aquí.
—¿Lista?
El sarcasmo recubrió sus palabras. Lo miré y asentí. Ni siquiera estaba
segura de por qué. Tal vez porque estaba harta de mis sentimientos por él. Tal vez
porque esperaba que esto acabaría con ellos. Tal vez porque esperaba que Nevio
luego se odiara a sí mismo por hacer esto, como a menudo me odiaba a mí misma
porque simplemente no podía detener mi enamoramiento. Nevio nos dio la vuelta,
separó mis piernas y levantó mis tobillos sobre sus hombros. Lo miré fijamente.
Recé para poder contener mi ira por esto y enfrentarlo con los hombros erguidos
cuando se diera cuenta. Escupió en su palma y se recubrió, luego se balanceó
brevemente como si fuera a caer de la cama (y de mí) antes de que todo su cuerpo
se tensara, y recuperara el equilibrio.
Sentí como si ni siquiera estuviera en mi cuerpo, como si estuviera
observando cómo se desarrollaban las cosas desde arriba. Sangre ya había
empapado todo su vendaje, y su piel estaba más pálida de lo habitual.
La preocupación me llenó. Entonces, Nevio empujó mis bragas a un lado y
se hundió en mí con un fuerte empujón. Habría gritado de agonía si el vodka con
jugo no hubiera sido más rápido. Volví la cabeza y vomité la cena y la bebida.
—¡Mierda! —gritó Nevio.
No dije nada. Lágrimas ardieron en mis ojos, y la mortificación y el dolor
florecieron en mi pecho, no ira ni odio. Nevio se alejó y salió de mí, haciéndome
temblar.
112
El silencio llenó la habitación. No me moví por un rato, esperando que
Nevio se fuera o dijera algo. Cualquier cosa. Tragué pesado y casi vomité de nuevo,
esta vez por el sabor a bilis en mi boca. Después de un rato, acerqué mi mano poco
a poco a mi falda y la empujé hacia abajo para conservar la dignidad que me
quedaba, que era casi nula. Haciendo acopio de valor, volví la cabeza para mirar a
Nevio. Pero él yacía con los brazos extendidos a mi lado, totalmente desmayado.
Por alguna razón, esto me hizo llorar más fuerte, aunque me alegré de no tener que
enfrentarlo ni hablar con él. No estaba segura de poder o querer enfrentarlo nunca
más.
Me senté a pesar del dolor entre las piernas. Me pasé el dorso de la mano
por los ojos, secándome las lágrimas que no podía contener. La puerta se abrió, y
me quedé helada.
Un dolor de cabeza me golpeó el cráneo, y un sabor a algodón de azúcar
podrido llenó mi boca. Me moví. Un frío acero envolvía mis muñecas. Mis brazos
estaban estirados hacia atrás sobre una silla de madera.
Cualquier sensación de embriaguez desapareció, y mi cuerpo se puso en
alerta máxima cuando mis ojos se abrieron con un dolor cegador a medida que la
luz golpeaba mis iris sensibles. Una silla de madera no me detendría, sobre todo
porque no tenía las piernas atadas. Podría usar las patas rotas de la silla para
arponear a los cabrones que me habían capturado.
¿Cómo carajo era posible? 113
Intenté recordar la noche anterior, pero no se me ocurrió nada.
—¿Tuviste un sueño reparador? —La voz de Alessio se filtró en mi cerebro.
Mi cabeza giró y encontré a Alessio y Massimo apoyados contra la pared de un
sótano decrépito. Una nueva ola de dolor recorrió mi cabeza y bajó por mi
columna. Mierda. No me importaba el dolor en particular, pero en combinación
con los mareos restantes por el alcohol y la sensación de náuseas en mi estómago,
era un espectáculo de mierda.
Mis amigos aún estaban con la ropa de ayer. Al mirar mi cuerpo, me di
cuenta de que solo estaba en bóxers. Levanté la cabeza con una sonrisa.
—¿Qué está pasando? ¿Es un nuevo desafío enfermizo al que quieren
hacerme pasar? Pensé que también me quitarían mis bóxers.
—Estaban limpios. No había necesidad de deshacerse de ellos —zanjó
Massimo. Algo en su lenguaje corporal me dijo que esto no era por diversión, y los
ojos de Alessio tampoco reflejaban su alegría habitual.
Me recliné, jodidamente confundido.
—¿Qué carajo está pasando?
—Tenías vómito en los pantalones, y ya no tenías la camisa.
No podía imaginar que hubiera vomitado. Nunca había vomitado, por
mucho que hubiera consumido. Prefería mantener el control de mi cuerpo, aunque
ayer hubiera sido una gran excepción. Bueno, no una excepción, sino un hecho
poco común.
Tiré de las esposas de metal.
—Quítenmelas. No estoy de humor para este juego absurdo.
Massimo se apartó de la pared.
—La chica con la que estabas vomitó, y una parte te cayó encima.
Hice una mueca. Necesitaba mejorar mis estándares cuando llegara el
momento de mi próxima dosis de coño.
—Te desmayaste junto a ella.
Sacudí la cabeza.
—Imposible. Nunca perdería el conocimiento junto a una extraña.
Alessio negó con la cabeza y una expresión de molestia pasó por su rostro.
—Saldré a fumar. No estoy de humor para él en este momento.
Massimo se detuvo justo delante de mí y su expresión me cabreó. 114

—No era una extraña.


No entendí qué carajo quería decir. Consideraba a todos los que estaban
fuera de nuestro círculo íntimo como extraños.
—Me estás jodiendo…
Una imagen de un rostro familiar manchado de lágrimas apareció ante mis
ojos. Parpadeé, seguro de que mi cerebro borracho y drogado me estaba jugando
una mala pasada. Nino y Massimo me habían advertido muchas veces de los
riesgos de la marihuana. Quizás era eso. Tan rápido como apareció la cara,
desapareció hasta que no estuve seguro de que hubiera estado allí en primer lugar.
Entrecerré los ojos hacia Massimo.
—No lo recuerdo.
Massimo sacudió la cabeza como si lo hubiera decepcionado por completo.
—Por lo general, reconoces tus errores.
—¿Qué error? —gruñí, mis entrañas hervían peligrosamente. A pesar del
ángulo incómodo al que la silla obligaba a estar mis brazos, me puse de pie. ¿Por
qué se estaba haciendo el justo ahora? Ambos sabíamos que él tampoco era un
caballero de brillante armadura, incluso si le gustaba actuar como tal con
Carlotta—. Me follé a una chica que quería ser follada.
Una vez más, el rostro apareció ante mí. Elegí ignorarlo. Mi mente me
estaba jodiendo. Fin de la historia.
—Ambos sabemos que Aurora quiere muchas cosas de ti. Una follada
rápida y decepcionante, no lo creo.
Retrocedí bruscamente, estrellando la silla contra la pared. Me dolieron los
brazos y las muñecas por el impacto. Massimo me observó, sin impresionarse.
—Jamás… —Me callé—. Quítame estas malditas esposas. Ahora.
Massimo sacó las llaves de su bolsillo y abrió las esposas sin decir palabra.
—¿Te dijo que me la follé?
—No.
—¿Me viste follándola?
—No.
Puse los ojos en blanco.
—Imbécil. Ser un genio no significa que lo sepas todo.
—Sé lo que pasó porque no estaba jodidamente ebrio y puedo leer una 115
situación.
Lo desestimé, harto de sus mierdas.
—¿Dónde está? Tengo que hablar con ella.
—Pasó la noche en casa de Carlotta, lo que probablemente fue lo mejor,
considerando su estado. Si Fabiano la hubiera visto, las cosas se habrían puesto
muy desagradables.
—Llévame allí.
—No. Necesitas una ducha. Y Diego no te dejará entrar medio desnudo.
Llamará a tu papá, y no queremos eso.
En realidad, en este momento no me importaban Diego ni papá. Quería
escuchar la historia de anoche de boca de Rory. No exageraría las cosas ni las
inventaría. Podría confiar en su relato, siempre y cuando mi memoria fuera una
jodida diva esquiva.
—Te llevaré a casa ahora, y luego podrás intentar hablar con ella más tarde,
si te deja.
Le di una mirada. Aurora nunca se había negado a hablar conmigo. No lo
haría ahora. Cualquier cosa que Massimo hubiera pensado que había visto estaba
mal.
¿Y qué si Aurora se hubiera acostado a mi lado en la cama? Había estado
vestida, y yo probablemente estaba desnudo porque me había follado a otra
persona. No tenía ni puta idea de por qué había llorado. Tal vez porque se había
avergonzado al vomitar. Tenía tendencia a ser torpe conmigo.
Seguí a Massimo hasta su auto y me subí. Alessio ya no estaba por allí.
Massimo no dio más detalles y simplemente aceleró el motor y pisó el acelerador.
La mansión aún estaba en silencio cuando entramos. Sin embargo, eso no
significaba que no hubiera nadie despierto. Eran más de las ocho, así que Nino
definitivamente estaba despierto para nadar por la mañana. Massimo desapareció
en el ala de su familia, y yo corrí hacia mi habitación. Ahora no estaba de humor
para una confrontación con papá. Aunque dudaba que hiciera preguntas solo
porque estaba medio desnudo y apestando a vómito. Estaba acostumbrado a mucho
de mí. Probablemente ya nada lo desconcertaba cuando se trataba de mí.
Entré a mi baño y me bajé los bóxers. Un olor familiar me golpeó. Siempre
había sido sensible a ciertos olores. Me llamaban la atención y hablaban con una
parte de mí que asustaba a muchos. Alessio bromeaba diciendo que probablemente
era un fenómeno de la naturaleza con ADN de tiburón. Pero simplemente amaba
el olor a sangre. No solo el olor. La textura, la calidez cuando salía de un cuerpo. 116
El color, tanto fresco como oxidado.
Y ahora olía sangre. Miré mi cuerpo y encontré mi polla cubierta por una
fina capa de sangre oxidada. Mis fosas nasales se dilataron y, debajo de los dos
olores dominantes de vómito y sangre, otro olor llamó mi atención. Me hundí en
el borde de la bañera, mirando mi cuerpo.
Aurora.
Siempre olía a luz. Casi me atragantaba con mi evaluación, pero eso era lo
único en lo que podía pensar al recordar el olor de Aurora. Era ligero, puro, bueno,
inocente.
Pasé una mano por mi cabello, y luego tiré con fuerza. Necesitaba recuperar
mi maldita memoria. ¿Qué carajo había pasado anoche? Mierda.
Me duché durante mucho tiempo, pero mi memoria siguió siendo un agujero
negro. Ese pensamiento solo me recordó la comparación favorita de Alessio, y eso
desanimó aún más mi estado de ánimo. Finalmente, tropecé hacia mi cama y caí
de bruces encima de ella. Entonces, todo volvió a ponerse negro.
La siguiente vez que desperté era por la tarde. Mi dolor de cabeza seguía
ahí y también la pérdida de mi memoria.
Miré al techo. Quizás debería llamar a Greta. Todas las demás mujeres de
esta casa me harían sentir culpable, pero Greta nunca lo hacía. También necesitaba
hablar con Aurora. Cerré los ojos de nuevo. No era cobarde. No huía de nada, ni
siquiera de los problemas. Era el cazador y lo prefería así, pero esa maldita cosa
con Aurora era algo de lo que quería huir. El problema era que, cosas así no
desaparecían en el aire. Se pudrían.
Mi puerta crujió. Antes de que pudiera sentarme y abrir los ojos (nunca
volvería a beber ni fumar tanto), algo se estrelló contra mi cara, y agua fría se
derramó sobre mí.
Me desperté completamente de inmediato y me catapulté fuera de la cama. 117
Giulio soltó una risita, su cara comemierda iluminada de alegría. Maldita sea,
odiaba a los niños y él ya ni siquiera era un niño pequeño. Arranqué un Ninjutsu
de la pared a mi lado (docenas de estrellas puntiagudas decoraban mi habitación,
algunas de ellas de varios cientos de años) y se lo lancé a mi hermano. Sus ojos se
abrieron del todo a medida que se alejaba corriendo. Las púas se clavaron en el
marco de la puerta después de cortarle la piel de la parte superior del brazo.
Agarrando tres Ninjutsus más, perseguí a Giulio.
—¡Puedes correr, pero no puedes esconderte! —grité cuando bajó corriendo
las escaleras. No era un pollito, así que no acudiría a mamá o papá en busca de
ayuda. Ése era uno de los pocos rasgos positivos del pequeño idiota.
Cuando volví a verlo (era jodidamente rápido, y aún estaba incapacitado),
le lancé dos estrellas más en sucesión rápida.
Mi puntería también estaba un poco desequilibrada, considerando que mi
visión aún no estaba al cien por ciento, pero una estrella dejó otro corte en la parte
superior de su brazo, y la segunda le abrió un agujero en los pantalones y le cortó
una de las nalgas. Gritó pero no dejó de correr. Gotas de sangre cubrieron el suelo,
dejando un rastro como migas de pan.
—¡Si me matas, mamá y papá se enojarán! —gritó Giulio.
—Lo superarán.
Salió corriendo de nuestra parte del ala y atravesó la sala común donde
Kiara, mamá y Gemma estaban sentadas en los sofás con Luna y Caterina, las hijas
de Savio y Gemma.
—¡Giulio está sangrando! —gritó una de ellas. Sonaban demasiado
parecidas para distinguir sus voces quejumbrosas.
—¡Nevio! ¡Detente ahora mismo! —gritó mamá.
Me detuve de golpe y catapulté mi último Ninjutsu a Giulio, cortándole
también el otro brazo.
La estrella acabó en el armario de madera que había detrás de mi hermano.
Él también se detuvo. Tenía ambas mangas rasgadas y arruinadas por la sangre, y
sus pantalones tampoco se veían mucho mejor. Yo goteaba agua por todo el suelo.
El rostro de mamá estaba morado de furia. Se tambaleó hacia mí con una
mirada de total incredulidad.
—¿Has perdido la cabeza? Podrías haber matado a tu hermano con esas
estrellas. ¿Y si lo hubieras golpeado en la garganta? ¿O una arteria en su pierna?
—No apunté a su muslo sino a su trasero, y sus brazos están lo
suficientemente lejos de su garganta. Simplemente le di una pequeña lección.
118
—¿Y cuál sería esa? —siseó mamá furiosa.
Kiara y Gemma estaban revisando las heridas de Giulio, quien se retorcía
bajo sus cuidados insistentes.
—Que no debería arrojarme cosas si no quiere que le arrojen cosas a él.
Mamá escaneó mi estado empapado.
—Lo que hizo fue una broma estúpida. Lo que hiciste fue una estupidez
arriesgada.
Le dediqué una sonrisa incluso cuando el compromiso de tantos músculos
faciales envió una punzada nueva de dolor a través de mi cráneo.
—Estoy bien —se quejó Giulio cuando Kiara llamó a Nino con su celular.
—¿Qué hice para merecer esto? —Mamá suspiró.
—Te enamoraste de tu secuestrador, lo cual nunca es aconsejable —le
ofrecí.
Mamá me lanzó una mirada que sugería que no se oponía tanto a la violencia
como le gustaba fingir. Nunca había levantado la mano contra Giulio o contra mí,
incluso si le habíamos dado muchas razones para darnos una paliza. La admiraba
por eso. Ni siquiera podía imaginar cuánto autocontrol requería eso. Papá al menos
podía patearme el culo cuando entrenábamos.
Nino entró en la habitación, seguido por Massimo. Miraron de Giulio a mí,
a la estrella del gabinete y luego de nuevo a Giulio.
Nino no hizo comentarios, pero la tensión de sus labios sugirió que no tenía
interés en conocer los detalles.
Massimo se acercó al gabinete y sacó mi Ninjutsu después de algunas
sacudidas. Lo inspeccionó de cerca y sacudió la cabeza.
—Esta obra maestra sobrevivió quinientos años sin un rasguño, la tienes
menos de un año y ahora necesita restauración.
—Me cortó con eso —dijo Giulio indignado.
—Qué desperdicio de una hermosa obra de arte —dijo Massimo secamente.
—¿Es demasiado pronto para el vino? —preguntó mamá a medida que se
hundía en el apoyabrazos.
Nino tocó los cortes de mi hermano y sacudió la cabeza.
—Si tu intención era causarle a tu hermano un dolor duradero, tu puntería
es miserable. Ninguno de estos necesita puntos.
—Mira su trasero. Puse más esfuerzo en ese —dije. 119

Giulio retrocedió.
—No voy a mostrar mi trasero delante de todos.
—Todo el tiempo te la pasas exhibiéndote. ¿Desde cuándo tienes
vergüenza? —murmuró Caterina. Ella y Luna aún jugaban a un ridículo juego de
mesa con muchos rosas y unicornios.
—Ven a la enfermería, y lo miraré más de cerca —dijo Nino con una voz
cortante que hizo que Giulio lo siguiera sin protestar.
—Mantenme informado —llamé, luego me dirigí a la cocina. Necesitaba
un café con una dosis doble de expreso y tal vez algunas bebidas energéticas para
desayunar.
Pasos me siguieron. No tuve que girarme para saber que era Massimo.
Mamá no tenía la paciencia para lidiar ahora conmigo. Y Kiara hacía mucho que
había abandonado su actitud acaramelada conmigo.
—Espera con tu sermón hasta que tenga cafeína —gruñí y me serví un café,
luego dos tragos de nuestra máquina de café automática—. ¿Preparaste todo esto
con mi hermano? —pregunté después de terminar la taza, señalando mi estado
húmedo.
Massimo levantó una ceja.
—Alessio le dijo que necesitabas un duro despertar.
—¿Qué tal si Alessio y tú se mantienen al margen de mis malditos asuntos?
—No si tus asuntos ponen en peligro la solidaridad de las familias Scuderi-
Falcone.
Puse los ojos en blanco y me arrepentí de inmediato.
—No exageres.
Massimo entrecerró los ojos.
—Nevio, esto es serio. Esto podría salirse de control. Fabiano y Leona no
se lo tomarán muy bien si descubren lo que hiciste.
—No recuerdo ni puta mierda —murmuré—. Estaba totalmente borracho.
—Dudo que sea una excusa que alguien vaya a escuchar. Intenta aclarar las
cosas con Aurora.
—¿Cómo se supone que voy a hacer eso? —Él lo sabía todo. Quizás
también tenía una jodida solución para este problema.
—No seas idiota —dijo Massimo.
Me serví otro café. 120

—Aurora quiere algo que no puedo darle. Quizás ahora se dé cuenta de lo


imbécil que soy. Quizás sea la solución a todo.
Massimo no hizo ningún comentario, y me alegré de que se guardara su
opinión para sí mismo por una vez.

Rara vez tenía problemas para conciliar el sueño. Mi conciencia no me


atormentaba, y muchas de mis actividades nocturnas consumían suficiente energía
para dejarme dormir como una maldita piedra. Sin embargo, esta noche me
encontré mirando al techo. Solo el rayo de luz de la luna asomándose a través de
las cortinas me permitía ver los esquemas en mi habitación. Intenté recordar
detalles de anoche. Presionando mis palmas contra mis sienes, repasé lo que
recordaba. Mi conversación con Aurora donde le dije que se alejara de mí y se
fuera a casa. Obviamente eso no había funcionado.
Una imagen nueva surgió a través de la oscuridad. Una imagen de unas
piernas largas junto a mi cabeza. De mechones rubios dorados sobre una funda de
almohada gris. Luego otro destello y unos ojos azules se fijaban en los míos.
Maldición, la mirada en ellos. ¿Me había mirado de esa manera? Y ni siquiera me
había dado cuenta de que era ella. O tal vez sí, y el alcohol solo había dejado actuar
a la parte podrida en mí. Otro destello, aún esos ojos azules, pero esta vez llenos
de lágrimas y dolor. Mi memoria se volvió negra. Probablemente fue entonces
cuando me desmayé.
Recordar sus ojos fue lo peor.

121

—¿Cómo te sientes? —preguntó Carlotta cuando entré a la cocina por la


mañana. Estábamos solas. Probablemente Diego ya se había ido a alguna misión
de la Camorra, por lo que me alegré infinitamente. Me haría preguntas que no
tendría intención de responder.
Carlotta y yo habíamos sido mejores amigas toda nuestra vida. No podía
imaginar que alguna vez sentiría que no podía enfrentar o compartir mis
sentimientos con ella. Probablemente este era hasta ahora el punto más bajo en mi
vida, por lo que era lógico que estuviera a mi lado después.
—No lo sé —respondí honestamente a medida que caminaba hacia ella.
Estaba preparando huevos revueltos en una sartén grande. Suficiente para diez
personas, no solo para nosotras dos. Bajó el fuego y dejó a un lado la espátula,
luego inclinó su cuerpo hacia mí con expresión compasiva.
—Lamento que esto haya sucedido.
Asentí porque yo también lo hacía. Debí haber dejado la fiesta antes y
mantenerme alejada de Nevio. Mi vientre se desplomó solo de pensar en él. La
angustia, la vergüenza y la ira me invadieron. Anoche había sido la peor noche de
mi vida. Tragué fuerte y envolví mis brazos alrededor de mi pecho. El profundo
vacío que sentía allí era peor que el ardor entre mis piernas.
Esto último probablemente me recordaría mis malas decisiones en los días
venideros cada vez que tuviera que orinar.
—Massimo no se lo dirá a nadie. —Fue muy apropiado que limitara su
declaración a ese respecto porque, en el caso de Massimo, no era improbable que
compartiera información durante una autopsia. La fascinación de la Trinidad Impía
y sobre todo su fascinación por los cadáveres y la morgue era infame.
Mis mejillas aún ardían al pensar en cómo me había encontrado Massimo.

No estaba segura de cuánto tiempo había pasado, pero estaba empezando 122
a sentirme mal otra vez. Tal vez porque la habitación apestaba a mi vómito, o
porque me dolía mucho la vagina, o porque me sentía como la idiota más grande
de este planeta. Nevio aún no se había movido de donde estaba tendido a mi lado,
respirando uniformemente, felizmente dormido. También deseé desmayarme.
Aunque en realidad no quería que me encontraran en mi situación actual.
Nuestro círculo era un pozo negro de chismes, y este rumor equivaldría a una
bomba atómica.
La puerta se abrió, y Massimo apareció antes de que pudiera sentarme o
descubrir qué estaba pasando. Me alegré de haberme cubierto con la falda, pero
la situación aún era comprometedora, y Massimo era demasiado inteligente.
Sus ojos penetrantes captaron la escena y probablemente descubrieron
cada pequeño detalle de mi mortificación.
El rostro de Carlotta enmarcado por sus rizos oscuros se asomó más allá
del amplio cuerpo de Massimo. Sus ojos se abrieron del todo, pasó junto a
Massimo y entró corriendo en la habitación. Massimo cerró la puerta, lo cual
agradecí. No necesitaba que nadie más me viera así.
—Rory, ¿qué pasó? —preguntó Carlotta después de mirar despectivamente
a Nevio, que aún no se había movido. Nunca lo había visto tan fuera de sí.
Probablemente no recordaría nada mañana. Casi me ahogo de la risa. ¿De verdad
había pensado que esta noche terminaría con una epifanía para él?
Me senté, y fruncí los labios cuando me di cuenta de que tenía salpicaduras
de vómito en el brazo y la pierna. Mi camisa tampoco terminó ilesa. Me estremecí.
—Veré si el baño está despejado para que puedas ayudar a Aurora a
limpiarse. Una vez que hayan terminado, bajen a mi auto. Estaré allí en un
momento —dijo Massimo. Apenas me miró mientras se dirigía hacia Nevio, ya
levantando su teléfono, probablemente para llamar a Alessio para pedir
refuerzos—. Tienes que subir, el segundo dormitorio a la izquierda.
Colgó y pasó junto a nosotras hacia el pasillo. Golpeó la puerta del baño y
ahuyentó a un par de chicas que no conocía.
—Gracias —dijo Carlotta a medida que me llevaba al interior.
Él asintió brevemente, luego cerró la puerta del baño y Carlotta la cerró
con llave. Me hundí en el borde de la bañera, y las lágrimas empezaron a fluir
libremente otra vez.
Carlotta mojó una toallita en agua, luego se hundió a mi lado y empezó a
limpiarme la cara, los brazos y las piernas.
123
—Rory, ¿qué hizo?
El trasfondo de miedo e ira en su voz me dijo que estaba pensando en algo
equivocado.
—No es lo que piensas. No me obligó.
Me detuve porque ni siquiera yo podía describir lo que había sucedido entre
nosotros.
—¿Se acostaron?
Cerré mis ojos.
—Se desmayó al momento en que estuvo dentro de mí. —Me estremecí
cuando las palabras me abandonaron. Había fantaseado con tener mi primera vez
con Nevio. Esto ni siquiera estaba en el mismo hemisferio que mi fantasía. Abrí
los ojos y vi la vergüenza y compasión reflejadas en el rostro de Carlotta. Rara vez
hablábamos de sexo ya que ninguna de las dos se sentía en realidad cómoda con
el tema, pero necesitaba desahogarme y ella era la única con quien podía hablar
de esto—. Ahora puedes decir que me lo dijiste.
Carlotta sacudió la cabeza con expresión de molestia.
—No así, no ahora. —Me frotó la espalda—. ¿Se lo dirás a alguien?
Sacudí la cabeza porque eso no cambiaría nada. Solo empeoraría la
situación diez veces más.
—Quiero fingir que esto nunca sucedió y seguir adelante. —Después de
mirar el rostro dudoso de Carlotta, agregué—: Sé que será difícil seguir adelante.
—Ves a Nevio todos los días. Tus sentimientos no desaparecerán
mágicamente porque actuó como un imbécil. Ha estado haciendo eso durante
años, y aun así caíste.
—Auch —susurré.
—Rory, en serio pareces un desastre.
—¿Puedo quedarme esta noche en tu casa? —pregunté, preocupada de que
papá o mamá se dieran cuenta de algo, y entonces tendría que pagar un infierno.
A papá le encantaban los Falcone, pero esto lo arruinaría todo. No sería
responsable de un declive como ese.
—Por supuesto —dijo Carlotta en voz baja—. Pero tu papá no estará feliz
si no vuelves a casa esta noche.
—Massimo puede decirle una mentira y, si quiere confirmar que estoy
contigo, papá puede llamar a tu hermano.
Carlotta asintió. Cuando bajamos las escaleras, nadie nos prestó mucha
atención. Una amiga acompañando a otra amiga que había bebido demasiado y 124
parecía una mierda no valía la pena ni ver.
De camino al auto de Massimo, vi a Alessio y Massimo con Nevio entre
ellos, arrastrándolo por la acera. Abrieron el maletero de la camioneta y metieron
a Nevio dentro.
Me alegré de no tener que ver la cara de Nevio mientras Massimo nos
llevaba a la casa de Carlotta. No estaba segura de poder volver a enfrentarlo otra
vez.
—¿Crees que Nevio se acuerda? —pregunté miserablemente. No estaba
segura de qué opción prefería.
Carlotta soltó un resoplido.
—Estoy segura de que Massimo hablará con él. Estaba furioso.
No era la única que se engañaba cuando se trataba del otro sexo. Si Massimo
estaba enojado, entonces era porque Nevio no tenía control de sí mismo. No por
mi culpa.
—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó Carlotta mientras nos sentábamos a
la mesa, cada una con una porción gigante de huevos revueltos. De hecho, no tenía
hambre, sobre todo cuando recordé el sabor de mi hamburguesa a medida que la
vomitaba, pero no quería que los esfuerzos de Carlotta se desperdiciaran. Me metí
un bocado de huevos en la boca—. Tienes que superarlo.
Le di una sonrisa sardónica.
—Lo sé, créeme, y estoy en camino. —Luego me corregí—. Estoy al
principio de un camino largo. —Suspiré y pinché otro trozo de huevo, deseando
que fueran las partes íntimas de Nevio—. Creo que necesito algo de espacio. No
puedo quedarme aquí.
Carlotta asintió.
—¿Quieres volver a cuidar a Roman? 125

Había acordado viajar nuevamente con el circo de carreras durante dos


semanas este verano para cuidar a Roman. Me encantaba la sensación de libertad
que ofrecía ese estilo de vida.
—Ese era el plan, pero dos semanas no son suficientes. Necesito más
tiempo, más espacio. Estaba pensando en preguntarle a tía Aria si puedo pasar el
verano con ellos y tal vez hacer una pasantía con el médico de la Famiglia.
Incluso si originalmente había planeado ir a la universidad para obtener un
título en enfermería, mi plan de respaldo había sido realizar una pasantía con
nuestro médico en la Camorra, pero el médico de la Famiglia también era una
opción válida.
Los ojos de Carlotta se abrieron por completo.
—¿De verdad crees que tu papá lo permitirá?
Papá me protegía demasiado, pero mamá no era tan estricta. Y papá
confiaba en mí. Sabía que no era una alborotadora, lo cual era otra razón por la que
no podía enterarse de lo de anoche. Estaría castigada por la eternidad. A nadie en
la Camorra le importaría que fuera prácticamente una adulta.
—Si digo lo correcto…
—¿No te preocupa que sospeche?
—Nunca podrá descubrirlo. Nadie puede hacerlo.
Carlotta se mordió el labio.
—Si alguna vez te casas…
Por supuesto el pensamiento de Carlotta iría en esa dirección. Para ella,
contraer matrimonio siendo virgen era de suma importancia. Me sonrojé.
—No tengo planes de casarme pronto. —Aún no podía imaginarme estar
con nadie más que con Nevio, y era exactamente por eso que necesitaba alejarme
lo más posible, lo antes posible.
—Rory, ¿usó protección?
Me quedé helada.
—No. Quiero decir... no lo creo. En realidad, no presté atención. —Tragué
pesado—. Pero como dije, se desmayó justo…
Carlotta aun así pareció preocupada, y yo también. Aunque las posibilidades
eran muy escasas, estaban ahí. Sabía lo suficiente sobre la concepción y la
anticoncepción para darme cuenta de que el embarazo podía ocurrir sin que el
hombre tuviera un orgasmo real.
—¿Cuándo te viene el período? 126

—En unos diez o doce días.


Mi estómago se apretó. Ni siquiera quería considerar que, por algún golpe
de mala suerte, mi miserable primera vez (si es que calificaba como tal) tendría
consecuencias para toda la vida en la forma de un hijo. El hijo de Nevio.
Esto definitivamente terminaría con el vínculo estrecho de papá con los
Falcone.
Tacha eso. Terminaría en varias muertes…
Mamá me recogió en casa de Carlotta a primera hora de la tarde, después
de una reunión con un cliente, un soldado de la Camorra, que estaba en problemas
en la comisaría local.
Sus ojos prácticamente me estaban tomando rayos X cuando entré al auto,
pero me duché durante casi una hora, me puse mucho maquillaje para cubrir mi
tono enfermizo de piel y me decidí por un vestido colorido del guardarropa de
Carlotta. Me veía absolutamente adorable.
—Te ves bien —le dije, no solo para apaciguarla sino porque me gustaba el
estilo profesional de mamá, con vestidos ajustados y blazers con zapatos de tacón 127
a juego. Se veía muy diferente de la mamá tranquila que veía en casa.
Mamá sonrió levemente y esperó a que me abrochara el cinturón antes de
alejarse.
—Tu padre no está contento de que hayas pasado la noche en casa de
Carlotta sin previo aviso.
—Llamé anoche.
Mamá asintió.
—Lo hiciste, y lo apreciamos, pero aun así hubiera sido bueno si hubieras
decidido tus pijamadas con anticipación de modo que papá pueda asegurarse de
que haya seguridad.
No pude evitar poner los ojos en blanco.
—Mamá, estaba en casa de Carlotta, y su hermano estaba allí. Papá sabe
que Diego puede protegernos.
Mamá asintió de nuevo, concentrada en el tráfico mientras conducía el
todoterreno BMW.
—Aun así, el cambio de planes repentino le hizo preguntarse si ocurrió algo
que llevó a esa decisión. —Mamá se detuvo en un semáforo en rojo y me lanzó
una mirada que probablemente también usaba con sus clientes. Severa y
profunda—. ¿Pasó algo en la fiesta que deba saber?
No me perdí que no incluyó a papá. Mamá sabía que papá, como muchos
mafiosos, podía ser sobreprotector.
—¿Qué pudo haber pasado? Todo el mundo sabe quién soy, y la Trinidad
Impía le habría pateado el culo a cualquiera.
—Cuida tu lenguaje —me regañó suavemente, lo que siempre me pareció
gracioso porque a veces lo olvidaba y maldecía mucho peor cuando conducía.
—Mi vida transcurre terriblemente sin incidentes, tal como le gusta a papá
—dije. Sentí la piel cálida y hormigueante incluso cuando las mentiras escaparon
fácilmente de mis labios. Aún podía sentir las sospechas de mamá y decidí rociar
mi mentira con algo de verdad para quitármela de encima—. Tomé un par de
cervezas y vomité. Fue realmente vergonzoso. Carlotta tuvo que sujetarme el
cabello, y me manché un poco el vestido y a mí. No quería volver a casa así. Sabes
lo que habría dicho papá.
Mamá frunció los labios.
—No deberías beber.
128
—Todo el mundo lo hace, y solo fueron dos botellas de cerveza, pero mi
cuerpo simplemente no lo toleró. No se lo cuentes a papá. Le dará mucha
importancia y de alguna manera comparará la situación con lo que pasó con la
abuela, como si tomar una copa en una fiesta como cualquier adolescente me
llevara a convertirme en una drogadicta.
La abuela era el punto débil de mamá. Sabía que ella y papá habían peleado
por su culpa en el pasado, así que me sentí un poco culpable de estar usándola para
salvar mi trasero, pero la situación era demasiado grave.
—No le diremos a tu papá. Pero tienes que prometerme que no volverás a
beber.
—¿Nunca más? —bromeé, casi sintiéndome yo misma por un momento.
Mamá siempre me hacía sentir mejor simplemente por estar ahí y comprenderme.
—No en fiestas, y no a corto plazo —dijo con firmeza.
—Gracias, mamá. Me alegra que esto permanezca como un secreto entre
nosotras.
Un atisbo de culpa cruzó el rostro de mamá.
—Tu papá quiere protegerte, así que no deberíamos acostumbrarnos a
ocultarle cosas. Está arraigado en cada hombre de este mundo desde su nacimiento.
—Como si no lo supiera. Incluso Davide ya era desagradablemente protector, y
actuaba como si en realidad fuera el hermano mayor.
—Hace un tiempo que quería hablar contigo de otra cosa…
Mamá se detuvo en nuestro camino de entrada.
—De acuerdo…
Esperé a que estacionara junto a la limusina BMW de papá antes de volver
a hablar.
—Sabes que quiero adquirir algo de experiencia antes de comprometerme
con un título universitario en enfermería o medicina.
—Sí, mencionaste hacer una pasantía con el médico —dijo mamá,
inclinando su cuerpo para brindarme toda su atención.
Me mordí el labio inferior y le di una sonrisa vacilante.
—Tengo muchas ganas de pasar el verano en Nueva York y hacer prácticas
con el doctor de la Famiglia.
El rostro de mamá se volvió instantáneamente preocupado.
—Aurora, es muy lejos, y sabes que la paz no tiene ni un año. 129

—Mamá, hubo paz durante mucho tiempo antes, y ahora que Amo y Greta
están casados, ni Luca ni Remo se arriesgarán a otra guerra. Tengo muchas ganas
de pasar algún tiempo con nuestra familia en Nueva York. En realidad, extraño ver
a mis tías y primos. No tenemos familia aquí, lo que me entristece. Sé que nunca
podré ver a la familia de papá en Chicago, pero quiero estar con la familia con la
que no estamos en guerra.
Mamá suspiró.
—Esto es mucho para digerir. Es mayo, así que nos estás contando esto un
poco tarde. Me preocupa que esta decisión se base en algo que debería saber.
—Simplemente siento que necesito pasar algo de tiempo con otras personas.
Carlotta visitará a su familia en Los Ángeles, y no quiero pasar el verano con la
Trinidad Impía, ni con mi hermanito.
Mamá asintió lentamente.
—También preferiría que no pasaras el verano con el trío.
Si tan solo supieras…
Los recuerdos de anoche aparecieron sin ser invitados.
—¿Me dejarás pasar el verano en Nueva York? —Pude ver la vacilación en
el rostro de mamá—. Te necesito de mi lado para esto. Papá no estará de acuerdo
si dudas.
—Llamaré a Aria esta noche. Primero, déjame arreglar las cosas con ella.
Si tengo un buen presentimiento después de mi charla con ella, tendrás que usar tu
encanto con él, y luego hablaré con él para romper sus últimas defensas.
La abracé.
—Gracias, mamá.
—Primero tengo que charlar con Aria. Aún no me he decidido.
Dudaba que Aria dijera algo que pudiera intensificar la vacilación de mamá.
Aria quería que nuestra familia estuviera unida. Extrañaba a papá, y estaría
encantada de tenerme con ellos. Ahora solo tenía que sobrevivir las semanas hasta
poder irme. Ni siquiera mamá me permitiría ir a Nueva York dentro de diez días
antes de mi cumpleaños.

130

Una vez en casa, me fui a mi habitación y no salí de ella excepto para cenar
esa noche. Podía escuchar risas provenientes de la piscina en las instalaciones de
los Falcone. No podía verlo desde mi ventana, pero podía imaginarme al trío
divirtiéndose.
Apreté mis labios. Nevio probablemente siguió su día como si nada hubiera
pasado. Respiré profundo cuando una ola de ira mezclada con un dolor profundo
brotó en mí. Si esto no era una prueba de que no le importaba a Nevio, no sabía
qué era.
Cuadré mis hombros. Estaba harta. Terminé con esto. De una vez por todas.
Tuve mi fiesta de lástima la noche anterior y esta mañana. Ya me había
avergonzado lo suficiente para toda la vida. Simplemente dejaría esto atrás como
lo había hecho Nevio. No iba a deprimirme y llorar de nuevo.
Me senté en el alféizar de la ventana y saqué mi teléfono. Desde la boda,
volví a tener el número de Isa, así que le envié un mensaje de texto.
Yo: ¿Qué harás este verano?
Isa: Escribir algunos ensayos en preparación para mis cursos. Y, con
suerte, escapar del calor de Nueva York y pasar unas semanas en los Hampton.
Yo: Los Hampton suenan perfectos. Ojalá pudiera pasar el verano contigo.
Isa: Hazlo.
Sonreí.
Yo: Necesito la aprobación de mis padres. Mamá va a hablar con Aria esta
noche.
Isa: ¿Vendrás sola?
Yo: Solo yo.
Isa: Genial. Mantenme informada. Si quieres, puedo hablar con mi madre.
Yo: Eso sería estupendo. Necesito todo el apoyo que pueda conseguir.
Isa: Hecho. Tendremos el verano de nuestras vidas.
Dejé escapar un suspiro. Ser tan positiva no era propio de Isa, pero tal vez
necesitaba un gran verano tanto como yo. Ella misma había pasado por algunas 131
cosas, así que ambas podíamos patearnos el trasero si terminábamos deprimidas.
Me sentí mejor, más ligera, como si, por primera vez en mucho tiempo,
fuera dueña de mi propia vida, de mi felicidad. Había dependido tanto de las
emociones de Nevio que me sentía impotente. Ahora que me había roto el corazón
y había caído tan profundo como podía, podía empezar de nuevo.

Al día siguiente me sentí ligeramente mejor. Mis pensamientos giraron en


torno a la conversación de mamá con Aria, que había tenido después de cenar
anoche, pero ella y papá tenían que trabajar hoy temprano, por lo que no habían
estado en la mesa del desayuno.
Después de un desayuno apresurado para evitar las preguntas molestas de
Davide sobre la fiesta, regresé a mi habitación para ver algunos de mis YouTubers
de skate favoritos.
Alguien llamó a mi puerta, y mi actitud positiva se fue por la ventana. ¿Y si
era Nevio? Estaba lista para seguir adelante, pero aún no lo había hecho, y una
confrontación con él me quitaría mucho esfuerzo. No quería llorar. No quería ser
vulnerable frente a él.
Quería mostrarle el dedo medio, patearle las pelotas y despedirlo. Intenté
canalizar esta versión de Aurora cuando me dirigí a mi puerta y la abrí con fuerza.
Davide arqueó las cejas.
—¿Por qué estás frunciendo el ceño?
—Porque quiero un poco de paz y tranquilidad, y no lo consigo.
Hizo una mueca como si no pudiera molestarse por mis emociones.
—Da igual. Voy a la piscina. ¿Quieres venir?
Hacía un calor sofocante, y me habría encantado darme un chapuzón en la
piscina, pero de ninguna manera iría hoy a casa de los Falcone. Con un poco de
132
suerte, evitaría a Nevio hasta que, con suerte, me fuera a Nueva York.
Las salpicaduras y las risas volvieron a retumbar a través de mi ventana
como para burlarse de mí.
—No, gracias. Me quedaré en casa.
—Hace como cuarenta grados. Te derretirás.
—Entonces, encenderé el aire acondicionado.
Se encogió de hombros y se volvió.
—Nevio preguntó cuándo irías, solo para que lo sepas.
Se me hizo un nudo en la garganta.
—Puedes decirle que no iré.
Cerré mi puerta.
Diez minutos más tarde, hubo otro golpe. Dios, ¿y ahora qué? Caminé hacia
la puerta y la abrí bruscamente.
El suelo pareció caer bajo mis pies cuando vi a Nevio.
Lo miré fijamente. No podía recordar la última vez que se molestó en venir.
De repente, como si recordara lo sucedido, sentí el dolor entre mis piernas que
había ignorado con éxito durante todo el día. Todos los sentimientos de
mortificación y dolor habían regresado.
—Vete —gruñí entre dientes. Empecé a cerrar la puerta, pero Nevio la abrió
con el hombro, entró en mi habitación y cerró la puerta—. Fuera —dije con voz
aún más tensa. Maldita sea, podía sentir el calor detrás de mis ojos. No lloraría
delante de él.
Nevio estaba en bañador, pero al menos tuvo la decencia de ponerse una
camiseta encima. Si hubiera aparecido en mi habitación medio desnudo, me habría
perdido por completo.
—Rory, tenemos que hablar.
Rory.
Rory.
No quería que me llamara más Rory. Siempre había significado algo para
mí. Ahora, solo significaba que había sido estúpida.
—No, no tenemos.
Nevio me contempló como si no me entendiera, pero quisiera hacerlo.
Sombras oscuras jugaban bajo sus ojos. Esperaba que hubiera tenido la resaca de 133
su vida.
—No me iré hasta que hayamos hablado de esto.
Esto.
—¿Siquiera recuerdas lo que pasó? —susurré con dureza.
Su expresión me dijo que no. Massimo debió haberle contado todo lo que
había reunido, y darse cuenta de ello empeoró todo diez veces más.
Me di la vuelta y caminé hacia mi ventana. Ni siquiera podía mirarlo.
Parecía casi indiferente. Tal vez debería llamar a papá y pedirle que eche a Nevio.
Las cosas terminarían entonces, pero al menos me ahorraría esta conversación
dolorosa.
—No lo hago —respondió—. Rory, escucha.
Otra vez, Rory.
Clavé mis dientes en mi labio inferior.
—Massimo cree que nos acostamos. Las cosas no se veían bien cuando nos
encontró a ti y a mí en una habitación.
¿Esta era toda la esencia de nuestra historia?
—Quiero tu versión.
Tragué pesado, y luego estalló de mí. Todo lo que había sucedido
simplemente salió de mis labios, incluso la parte en la que vomité por todo el suelo.
Quería que él lo supiera, y no me importaba.
Se quedó en silencio por un momento, y me alegré de no tener que ver su
cara. Su mano cayó sobre mi hombro.
Me estremecí y tropecé hacia mi escritorio.
—¡No me toques!
No es que hubiera hecho mucho de eso la noche anterior. ¿Qué clase de
primera vez tan lamentable he tenido? Quizás Carlotta tenía razón al querer esperar
hasta el matrimonio.
—¿No estás exagerando? —preguntó—. Parece que apenas pasó algo. Tal
vez incluso tu himen aún esté intacto porque dudo que en realidad estuviera del
todo dentro de ti.
Me volví hacia él.
¿Exagerando?
No podía creer que de verdad dijera eso. ¿Siquiera podía imaginar lo difícil 134
que era para mí enfrentarlo ahora mismo?
—¿Apenas pasó algo? —pronuncié con voz temblorosa—. ¿De verdad
crees que esto se trata de mi... mi estúpido himen?
Sus ojos oscuros buscaron los míos. Se pasó una mano por el cabello,
obviamente ya cansado de esta conversación.
—Escucha…
—¡No, tú escucha! —siseé, tan jodidamente harta de él y de su incapacidad
para ver el problema—. No quiero volver a verte. Ya he terminado contigo. Déjame
en paz, o le contaré todo esto a mi padre.
La expresión de Nevio parpadeó con dureza ante mi amenaza. Asintió una
vez, se miró las manos y luego sus hombros se movieron como si respirara
profundamente. La dureza había desaparecido cuando volvió a levantar la vista, y
la actitud indiferente volvió.
—Como diría Massimo, era el que estaba non compos mentis, y no podía
consentir en nada. Así que, creo que yo debería estar enojado contigo. Apuesto a
que tu papá también lo verá de esa manera. —Sonrió como si esto fuera gracioso.
Él de verdad sonrió. ¿Era tan ajeno a las emociones de otras personas, tan
insensible? ¿Por qué incluso me sorprendía?
Me volví hacia mi escritorio, lejos de él.
Por primera vez en mi vida, la ira hacia Nevio ocultó mi poderoso
enamoramiento. Apenas podía respirar, podía sentirlo en el palpitar de mis venas,
en el martilleo de mi corazón, en el silbido en mis oídos.
Agarré lo primero que pude de mi escritorio, una perforadora pesada, me di
la vuelta y se la lancé a Nevio. Estaba más cerca de lo esperado. Como de
costumbre, no lo había oído moverse. Voló hacia su cabeza, justo a su sien. Me
congelé, y mis ojos se abrieron como platos. Su brazo se levantó, bloqueando el
objeto pesado. Golpeó la parte inferior de su brazo, justo debajo de su muñeca.
Su rostro reflejó dolor por un segundo, reemplazado pronto por una furia
aterradora y algo que nunca había visto en sus ojos. Asesinato. Hambre pura de
sangre y matanza.
Dio un paso atrás, cerró los ojos y respiró hondo. Cuando volvió a abrir los
ojos, tenía el control, y su capacidad para hacerlo tan fácilmente cuando yo apenas
podía mantener un nivel inferior de control a su alrededor me enojó aún más.
Agarré un libro y se lo lancé, luego otro. Las advertencias de papá sobre la
falta de control de Nevio pasaron volando rápidamente a mi alrededor.
135
Nevio se acercó a mí, me agarró de la muñeca y tiró de mí hacia él para que
nuestros pechos chocaran.
Le fruncí el ceño.
—Eres todo lo malo y podrido que la gente me advirtió. Te odio. No creo
haber odiado a nadie tanto como te odio a ti —siseé, incluso cuando mis ojos se
llenaron de lágrimas.
A través de ellas, pude ver el rostro duro de Nevio y su sonrisa amarga.
—Como deberías. Por fin, algo de sentido común.
—Suéltame. No quiero volver a hablar contigo nunca más. Me voy a Nueva
York a pasar el verano, tal vez más. No quiero verte.
Una pizca de confusión cambió en sus ojos. Nevio tomó mi barbilla con su
mano ya hinchada. Retrocedí, pero él no cedió.
—Perteneces a Las Vegas, y lo sabes.
Me soltó y dio un paso atrás, luego salió de la habitación. Tragué fuerte,
luchando por mantener la compostura, pero entonces las lágrimas brotaron y no
pude contenerlas.
Tenía que irme. Le rogaría a papá de rodillas si era necesario, pero no me
quedaría aquí.

Massimo inspeccionó mi brazo con intensa curiosidad.


—El hematoma sugiere una lesión defensiva contra un objeto, no una
extremidad.
Alessio me contempló sin pausa.
—Dejaste que Aurora te rompiera el brazo.
—Su cúbito —corrigió Massimo, aun hurgando mi brazo sin piedad.
—Como carajo se llame. Los hechos interesantes no son tus habilidades en
anatomía, sino el hecho de que Nevio dejó que Aurora le rompiera un hueso en el 136
cuerpo, muy probablemente a propósito, y apuesto a que ella aún luce bastante
ilesa, y él ni siquiera parece estar enojado.
Massimo me miró a la cara.
—No tomaría represalias si una mujer de nuestra familia o de la familia de
Fabi me lastimara por razones comprensibles.
—¿Qué pasó exactamente entre Aurora y tú esa noche? ¿Y qué le dijiste hoy
para sacar a relucir su lado violento inexistente? —preguntó Alessio, entrecerrando
los ojos en esa forma de leer la mente que a veces tenía.
Enseñé los dientes.
—Nada que necesites saber. Tuvimos una pequeña discusión por los detalles
de anoche.
Alessio resopló.
—Todos sabemos que Aurora está demasiado enamorada de ti como para
decir lo que piensa.
Me puse de pie.
—Maldita sea, déjame en paz o desataré parte de mi ira sobre ti. Aurora no
es asunto tuyo.
—Tampoco tuyo —dijo Massimo.
Salí furioso. En serio, no estaba de humor para que me analizaran. Su
historial con las chicas tampoco era muy impresionante.
Bajé las escaleras en busca de Nino. Tenía más experiencia en el tratamiento
de lesiones y, más importante aún, era menos probable que me irritara. Sabía
menos de Aurora.
Por supuesto, Nino repitió el mismo monólogo aburrido que Massimo sobre
mi lesión.
—Tres semanas con yeso, y necesitas descansar el brazo durante cuatro a
seis semanas.
—Se curará más rápido.
Nino me dio una mirada condescendiente. Nadie podía lograrlo como él.
—Tu cuerpo aún está sujeto a las reglas de la biología, incluso si tu mente
en ocasiones rompe los límites.
Me reí. Nino aún daba los mejores golpes, y no me refiero a sus puños.
137
Mi enfrentamiento con Nevio solo había cimentado mi decisión de
abandonar Las Vegas lo antes posible. Ni siquiera me importaba perderme mi fiesta
de graduación. En primer lugar, nunca me había entusiasmado ir. Nadie se había
atrevido a invitarnos a mí o a Carlotta al baile. Una parte tonta de mí había esperado
que Nevio lo hiciera. Ahora ese sueño se había ido por la ventana. Incluso si me lo
pidiera, le diría que no y tal vez le arrojaría otro objeto pesado. Hacerle daño había
sido extrañamente satisfactorio.
Busqué a mamá y la encontré en su oficina, inclinada sobre unas carpetas.
Levantó la vista cuando entré.
138
—¿Hablaste con Aria?
Sabía que dijo que lo haría, y mamá normalmente cumplía su palabra.
Mamá me dio una mirada divertida.
—Por supuesto lo hice. De hecho, estaba a punto de ir a tu habitación y
hablar contigo sobre eso antes de que irrumpieras sin llamar.
—Lo siento —dije, avanzado al escritorio de mamá—. ¿Y? ¿Qué dijo?
Mamá se reclinó en su silla. Unos cuantos mechones se habían caído de su
coleta y enmarcaban desordenadamente su rostro pecoso. Debió haber pasado los
dedos por él con agitación. Esperaba que no fuera por la llamada.
—Fue muy positiva al respecto. Aria cree que sería fantástico volvernos
más unidos como familia, y le encantaría tener otra vez una chica bajo su techo. Si
esto funciona, veo muchos viajes de compras en el futuro.
Ni mamá ni yo éramos grandes reinas de las compras. Solo íbamos de
compras cuando necesitábamos algo y siempre éramos rápidas. Pero soportaría
horas de compras si eso significara ir a Nueva York.
—Entonces, ¿dijo que sí?
—Aria dijo que sí.
—¿Y tú qué dices? —pregunté a medida que me sentaba en el borde del
escritorio de mamá con una pequeña sonrisa suplicante.
—Aún me preocupa por qué quieres ir, pero también siento que tienes edad
suficiente para extender un poco las alas. Te hará bien estar lejos de Las Vegas,
incluso si las reglas de Nueva York tampoco te permiten mucha libertad.
No me preocupaba mi nivel de libertad. Estaba acostumbrada a estar
vigilada en todo momento.
—Mamá, gracias.
Mamá hizo un movimiento con la mano que sugirió que necesitaba reducir
la velocidad.
—Aria aún tiene que hablar con Luca de esto. Estaba segura de que él estaría
de acuerdo, ya que no eres un problema de seguridad ni siquiera según sus
opiniones estrictas.
Resoplé, aunque por supuesto, tenía razón. Si uno de los chicos hubiera
pedido pasar unos meses en Nueva York como lo había hecho Adamo hace muchos
años, la respuesta en este momento probablemente sería no.
—Y luego está papá —dijo mamá, frunciendo los labios. Se levantó de la
silla y tomó mi hombro—. Creo que podemos estar de acuerdo en que será el hueso 139
más difícil de roer. Pero deberíamos tener una buena oportunidad si ambas
hablamos con él. Deberías hablar primero con él, y luego me uniré y compartiré
mi opinión.
—¿Qué debería decir?
—No digas que quieres extender tus alas o disfrutar de la libertad ni nada
por el estilo. Y tampoco digas nada sobre querer irte de Las Vegas. Intentará
encontrar la fuente de por qué quieres irte en lugar de dejarte ir, y supongo que eso
no es algo que quieras.
—No —dije rápidamente. Incluso si hubiera amenazado a Nevio con
contárselo a papá, eso sería lo último que haría.
—¿Qué tal si hablas ahora con él, y es mi turno durante la cena?
Le di un beso a mamá, y salí. Como papá no estaba fuera por trabajo, eso
significaba que por lo general hacía ejercicio.
Encontré a papá abajo en nuestro gimnasio, haciendo estiramientos.
—Papá, necesito hablar contigo.
Papá levantó la vista de la colchoneta, y entrecerró los ojos con
preocupación instantánea. Me había asegurado de que mi voz fuera ligera y mi
rostro serio, pero papá tenía una habilidad exasperante para leer a las personas.
Guardar secretos en esta casa hacía que fuera una tarea ardua.
—Está bien. —Se puso de pie y caminó hacia el banco—. Esto suena serio.
Lo era, en muchos niveles. Me hundí a su lado y le di una sonrisa vacilante.
Al ver su expresión preocupada, mis esperanzas de un «sí» fácil disminuyeron.
Me aclaré la garganta.
—Quiero pasar el verano en Nueva York con tía Aria.
Su expresión decayó.
—¿Qué pasó? —El tono duro de su voz me dijo que estaba listo para
emprender una venganza.
Crucé las piernas casualmente y puse los ojos en blanco. Si revelara algo,
esto tomaría un giro realmente malo.
—Nada. Solo necesito un cambio de escenario.
Papá me apretó el hombro y sus ojos azules prácticamente me tomaron una
radiografía.
—Aurora, necesito saber si pasó algo. Siempre que hablabas de este verano, 140
planeabas pasarlo con Carlotta y cuidando a Roman durante un par de semanas.
Nunca mencionaste Nueva York. ¿Qué hay de los cursos de verano que necesitas
como preparación para tu programa de enfermería?
Mi pulso se aceleró como siempre lo hacía cuando me ponía en apuros. Me
encogí de hombros.
—Cambié de opinión. Quiero pasar algún tiempo con la otra parte de
nuestra familia. Tendré que pasar el resto de mi vida en Las Vegas, así que quiero
aprovechar esta oportunidad para ver algo nuevo. También quiero hacer pasantías
más largas antes de comprometerme con el programa de enfermería. Es un trabajo
responsable, y quiero asegurarme de estar preparada para ello antes de ocupar el
lugar de otra persona en el programa. Podría hacer prácticas con el doctor de la
Famiglia mientras viva en Nueva York.
—Haces que parezca que vivir en Las Vegas es un castigo.
Nunca se había sentido así, pero ahora, con la perspectiva de tener que estar
cerca de Nevio y sus futuras conquistas, Las Vegas parecía un castigo.
—¿Qué pasó en la fiesta a la que asististe? ¿Tu cambio de opinión repentino
respecto al verano está relacionado con tu deseo espontáneo de pasar la noche en
casa de Carlotta?
Los ojos de papá parecieron hurgar en mi cerebro, intentando extraer la
información que quería. Incluso si odiaba mentirle, esta verdad era demasiado
destructible para compartirla. Papá intentaría matar a Nevio. Ambos terminarían
gravemente heridos, y su conexión con los hermanos Falcone quedaría
irrevocablemente dañada. No sería responsable de eso.
—Papá —dije con un dejo de molestia—. ¿Alguna vez has considerado que
preguntarte al último momento es una táctica para no analizar demasiado todo?
Papá frunció el ceño.
—Soy responsable de tu seguridad, y me tomo ese trabajo muy en serio.
—Lo sé —dije con un resoplido—. Pero con Greta en Nueva York, estoy
perfectamente a salvo. De hecho, extrañé a mis tías y primos durante la guerra y
quiero pasar más tiempo con ellos. ¿No los extrañas?
La expresión de papá permaneció estoica. No le gustaba hablar de esto. Tal
vez porque en realidad los extrañaba demasiado.
—Primero tendré que hablar con tu madre, pero tengo la sensación de que
ya lo hiciste y ustedes dos van a confabularse contra mí.
Puse una expresión inocente.
—Sabes que mamá es muy buena para ver los pros y los contras de una
situación. Nunca se pondría de mi lado a menos que fuera realmente la mejor 141
opción.
Papá se rio entre dientes y me revolvió el cabello como si fuera una niña.
—Cierto. No tomaré una decisión antes de haber hablado con Luca y luego
con Remo. Estar en Nueva York es un riesgo potencial para la seguridad que debe
discutirse con el Capo.
—Su propia hija está allí. Si ella está a salvo, dudo que él considere que la
situación es demasiado arriesgada para mí.
Me di cuenta de que papá parecía pensar lo mismo y en realidad no le gustó
mucho.
Me quedé mirando el vendaje alrededor de mi muñeca. El hueso roto limitó
mi rango de movimiento y me recordó mi confrontación con Rory. No es que
necesitara uno.
Desde nuestra conversación de ayer, mis pensamientos giraron en torno a
ella.
Escuchar su relato de lo que había sucedido entre nosotros en la fiesta me
dejó un mal sabor de boca. En realidad, había intentado mantenerme alejado de
ella durante el último año. Por supuesto que tenía que terminar así. Estaba
perdiendo el control y cometiendo errores peores de lo previsto.
No estaba seguro de cómo me sentía con lo que había sucedido. ¿Era culpa
la sensación de opresión en mi pecho? No estaba lo suficientemente familiarizado
con la emoción como para estar cien por ciento seguro. Lo que definitivamente
sentía era arrepentimiento. Aunque no exactamente de la manera que debería
sentirlo. Lamentaba no poder recordar nada. Teniendo en cuenta lo miserable que
había sido el polvo, probablemente era lo mejor, pero no podía evitar querer repetir
una actuación que recordara y sirviera como una mejor primera vez para ella que
el espectáculo de mierda en la fiesta.
Maldición, estos pensamientos no eran buenos. Nada bueno en lo más
mínimo. El diablo estaba sobre mi hombro, dándome ideas que no debería
142
considerar. Aurora quería espacio, y debería dárselo. ¿Dejarla ir a Nueva York? No
creía que pudiera aceptar eso.
La puerta del antiguo estudio de ballet se abrió. Papá, seguido de Nino,
entró, luciendo como si fuera un traidor con el que tenía que lidiar.
Nino me miró entrecerrando los ojos a medida que cerraba la puerta.
Me recosté en la silla que había estado ocupando durante casi una hora
mientras reflexionaba sobre mi próximo movimiento.
—¿Qué ocurre?
Papá acercó una silla frente a mí.
—Fabi me informó que Aurora ha pedido pasar el verano en Nueva York,
probablemente incluso más. Mis instintos me dicen que esto tiene algo que ver
contigo. Dime que estoy equivocado.
Reprimí la avalancha de emoción que sus palabras causaron en mí. Papá me
estaba observando de cerca, con furia arremolinándose en sus ojos. Pensé que la
mención de Nueva York por parte de Aurora había sido una amenaza vacía para
llamar mi atención, pero al parecer estaba equivocado.
—¿Estás escuchando una maldita palabra de lo que acabo de decir? Dime
que me equivoco, y que esto no tiene nada que ver contigo.
—¿Por qué tengo que ser yo?
—Porque Alessio y Massimo tienen demasiado sentido común para meterse
con la hija de Fabi.
Casi mencioné el interés de Massimo por Carlotta, pero en lugar de eso
apreté los dientes. Simplemente le devolví la mirada a papá. Cualquier cosa que
dijera solo empeoraría la situación, y ya era jodidamente mala.
Papá agarró mi camisa y me acercó más a él, haciendo que mi brazo
vendado golpeara contra el apoyabrazos. Siseé entre dientes.
Nino se aclaró la garganta.
—Su cúbito está roto.
—Puede soportar el dolor —dijo papá. Estaba enojado, realmente enojado,
y dudaba que de verdad supiera lo que había sucedido, o me habría roto la muñeca
y también todos los dedos.
Sonreí.
—Papá, me excita como a ti.
—Cuidado. 143

—¿Aurora te rompió el cúbito? —preguntó Nino con calma como si la


situación no estuviera a punto de detonar. Teniendo en cuenta lo enojados que
estaban Alessio y Massimo, me sorprendía que no hubieran corrido hacia su padre
y me hubieran delatado.
—¿Crees que ella podría?
—¿Si te refieres a mentalmente? La mayoría de las personas son capaces de
cometer actos violentos si se les da el incentivo adecuado, y eres muy hábil para
llevar a las personas al borde del abismo. Desde un punto de vista físico,
obviamente no tendría ninguna posibilidad contra ti, pero en la situación correcta,
Kiara podría lastimarme.
No me gustó la comparación. Carecía de una base comparable, lo que en
realidad no era el estilo de Nino.
—Morirías antes de lastimar a Kiara.
Nino señaló mi vendaje.
—¿Qué tal el brazo?
Papá, que había estado escuchando atentamente, tiró de mi camisa y
devolvió mi atención a él.
—No lastimarías a un miembro de esta familia, y cuento a la familia de
Fabiano en ella.
Menos mal que no estábamos relacionados por sangre...
No me perdí el más mínimo indicio de incertidumbre en su voz, y tuve que
admitir que dolió.
Aunque no tenía ninguna jodida razón para irritarme. Después de todo,
había lastimado a Aurora.
—No a propósito —admití, tan honesto como rara vez lo era.
Papá me soltó y se puso de pie. Respiró hondo por la nariz. Su rabia inundó
la habitación. Mucha gente pensaba que era una copia al carbón de papá, y aunque
físicamente eso podría estar cerca de la verdad, estaba mucho más desquiciado que
él.
—Me dirás lo que hiciste, o te juro por esta familia que te lo sacaré por
cualquier medio que sea necesario —gruñó. Mi mirada se posó en el cuchillo curvo
que llevaba en la cintura. Me preguntaba a menudo cómo se sentiría su cuchillo,
cómo me compararía con el talento de papá o Nino. ¿Cómo se sentiría bañarme en
mi propia sangre por una vez?—. Siempre temí cómo mis genes entrarían en juego
144
en un niño, y tú superaste todos los miedos que tenía.
Mi corazón latió brevemente con más fuerza, pero solo me encogí de
hombros en reacción a las palabras de papá. No necesitaba que me recordaran que
había heredado cada gramo de oscuridad que él albergaba.
—Remo —dijo Nino.
—No tienes que ponerte de mi lado. Sus palabras no me duelen. Nada lo
hace.
—Espero por tu bien que algún día veas que ese no es el caso. —Papá se
volvió hacia la puerta—. No puedo obligarte a decir las palabras, pero puedo hablar
con Aurora. Su respeto por mí es demasiado grande. Revelará tus secretos.
Me puse de pie.
—Mantente jodidamente lejos de ella.
—Soy el Capo, y será mejor que cuides tu boca —gruñó.
Intenté acercarme a papá, listo para el siguiente paso. Nino agarró con
fuerza mi brazo herido, y me detuve con un gruñido.
—Puedes ahorrarle una conversación a Aurora si le cuentas a tu padre lo
que quiere saber.
Me solté de su agarre.
—No está en mi naturaleza ser considerado con nadie. ¿Cierto, papá? —
Respiré profundamente, mi pecho pesado. El silencio llenó la habitación. Papá y
Nino simplemente me miraron. Mierda. A veces los odiaba—. Me follé a Aurora
en la última fiesta, ¿de acuerdo?
Ni Nino ni papá pudieron ocultar su sorpresa. No estaba seguro de por qué
estaban siendo tan moralistas, sobre todo papá. Había secuestrado a mamá. Mi
transgresión no era tan mala.
Pude ver una pregunta en los ojos de papá que dolió aún más que su
cuchillo. Era un monstruo, y las atrocidades eran algo que amaba en mi corazón,
pero cuando se trataba de Aurora, la mayoría de ellas no estaban en el menú.
—Estaba muy borracho. Apenas podía caminar, y solo recuerdo fragmentos
de la noche, pero Aurora vino hacia mí. No la obligué.
—Entonces, ¿por qué carajo está huyendo de Las Vegas como si el diablo
la persiguiera?
No me había detenido en la cuestión hasta el momento. Era incómodo de
una forma que no conocía.
145
—Quería algo más de mí, algo que no puedo darle ni a ella ni a nadie.
—Solo querías follártela, y ella pensó que era más.
—Ni siquiera me di cuenta de que era ella. —No mencioné la forma
vergonzosa en que terminé la noche. Esa era una parte de mis recuerdos que no
quería recuperar.
El labio de papá se crispó.
—Hijo, esto es inaceptable, incluso para ti. ¿Te das cuenta siquiera de lo
mal que la cagaste esta vez?
—Si Fabiano se entera, las cosas se pondrán muy desagradables —dijo
Nino.
Sonreí sardónicamente. Ese era el eufemismo del año.
—Supongo que saqué el talento de tratar a las damas directamente de ti,
papá. El secuestro de mamá fue un muy buen ejemplo para mí.
Papá apretó los puños. Podía imaginar lo difícil que era para él controlar su
ira en este momento.
—Debería mandarte lejos. Aurora no debería tener que huir de tu idiotez.
—Si me envías a Nueva York, puedes despedirte de la paz.
Papá sacudió la cabeza, su cuerpo rígido de furia.
—Hoy no tengo la paciencia para lidiar con él. El único castigo que me
viene a la mente por lo que hizo... —Se volvió hacia la puerta y la pateó. Aterrizó
con un golpe ensordecedor en la pequeña terraza, lanzando astillas volando por
todas partes. Se alejó sin decir una palabra más.
Nino soltó un suspiro pequeño.
Un par de minutos más tarde, Kiara asomó la cabeza, con el ceño fruncido
por la preocupación.
—¿Qué está pasando?
—Créeme, no quieres saberlo —murmuré.
—Él tiene razón.
Kiara miró de Nino a mí con los labios fruncidos.
—Las cosas han estado tensas últimamente.
—Y tienen el potencial de empeorar mucho más, así que por favor no
intentes averiguar más —dijo Nino.
Kiara asintió lentamente. Pero sabía que su naturaleza maternal y afectuosa
146
la enviaría pronto a mi habitación. La optimista empedernida que había en ella aún
pensaba que necesitaba apoyo mental.
—¿Supongo que papá no hablará con Fabiano de esto? —le pregunté
cuando se fue Kiara.
Nino negó con la cabeza.
—Guardar un secreto de esta proporción podría parecerle una traición a
Fabiano, pero contárselo podría tener consecuencias que ni siquiera queremos
considerar. Solo nos queda esperar que Aurora no se lo diga y que el polvo se
asiente sobre todo esto.
Dudaba que Aurora fuera a soltar la sopa. No era así, incluso si me hubiera
amenazado con contárselo a su padre.
—Supongo que sabes que debes mantenerte alejado de Aurora hasta nuevo
aviso —dijo Nino en voz baja.
—Seguro.
No era la primera vez que pasaba tiempo fuera de casa. Los dos veranos
anteriores, había pasado un par de semanas con Adamo y Dinara en la pista de
carreras para cuidar a su hijo Roman mientras se ocupaban de sus asuntos.
Pero esta vez estaría fuera más tiempo. Quizás solo durante dos meses
durante el verano, o quizás más. No estaba segura de cuánto tiempo necesitaría mi
corazón para sanar, cuánto tiempo me tomaría aceptar el hecho de que Nevio y yo
éramos una mala idea que nunca sucedería. Quería convertir el amor en odio,
quería proteger mi corazón con desprecio puro por el hombre que me había
ignorado la mayor parte de mi vida y luego me había quitado la virginidad sin
siquiera darse cuenta de que era yo, como si fuera tan intrascendente para él que 147
ni siquiera entonces hubiera registrado mi presencia.
Estaba nerviosa cuando aterricé en Nueva York. Ni siquiera estaba sola.
Papá había insistido en acompañarme. Supuse que quería asegurarse de que
estuviera bien protegida de verdad. Las cosas entre la Camorra y la Famiglia aún
estaban algo inestables a pesar del matrimonio de Greta con Amo.
Había considerado por un momento vivir con ellos, pero eran recién
casados, por lo que mi presencia probablemente los molestaría. Sin mencionar que
Greta era demasiado cercana a Nevio. Parecía una idea terriblemente mala.
Papá y yo tomamos un taxi hasta la casa donde vivía mi tía Aria con su
familia. Mi primo Valerio tenía más o menos mi edad, pero no lo había visto muy
a menudo debido a la distancia física entre nosotros y la guerra.
A papá le preocupaba más que nada que estuviera bajo el techo de Luca, y
gobernara durante mi estancia. Luca era el Capo de la familia y, según las peroratas
frecuentes de papá, un loco demasiado confiado.
Nunca mencioné que Remo tampoco tenía la mejor reputación.
Cuando nos detuvimos frente a su casa, sentí una pizca de nerviosismo. La
puerta se abrió cuando papá y yo nos acercamos a las escaleras conduciendo a la
entrada.
Aria, seguida de cerca por Luca, estaba en la puerta. Su expresión radiante
calmó mi ansiedad. Luca pareció menos entusiasmado, aunque lo atribuí a ver a
papá. Esos dos se habían enfrentado en el pasado, y la mirada que intercambiaron
me hizo preocuparme que papá pudiera cambiar de opinión. Después del alivio
total que sentí al salir de Las Vegas, no podía imaginarme regresar de inmediato.
Aria debe haber visto la preocupación en mi expresión porque me abrazó a
modo de saludo y susurró:
—Todo estará bien.
Le di una sonrisa agradecida, y la seguí a la sala de estar. Era pura Aria: luz,
colores brillantes y un aire cálido. Me sentí inmediatamente bienvenida, casi como
en casa.
Nos sentamos a la mesa del comedor y poco después una criada llevó ollas
y cuencos con comida a la habitación. Suficiente para alimentar a un ejército.
—¿Quién más viene? ¿Has planeado otra emboscada sorpresa? —preguntó
papá en un tono sarcástico que me hizo ahogarme con el agua.
Aria se aclaró la garganta después de mirar a Luca y luego dijo con
148
severidad:
—Greta y Amo llegan tarde, y también Valerio.
—Siempre lo hace —dijo Luca, pero sus ojos estaban puestos en papá.
La tensión pareció alcanzar dimensiones abrumadoras cuando se abrió la
puerta principal. Valerio, Greta y Amo aparecieron en la sala poco después. Estaba
extrañamente nerviosa por encontrarme con Greta, lo cual era ridículo. Amo se
mantuvo cerca de Greta, con un brazo alrededor de su cintura en un gesto protector.
Parecía frágil, como una muñeca, pero había sobrevivido a cosas que pocas
personas habían logrado. La admiraba por su fuerza.
—Llegan tarde —dijo Aria con los ojos entrecerrados a Amo y Valerio antes
de enviarle una sonrisa a Greta y abrazarla. Greta se sentó a mi otro lado y me
dedicó una sonrisa pequeña. Intenté no analizar demasiado cada gesto. Greta
siempre había sido una persona comedida.
Amo asintió y Valerio me envió una sonrisa que permitió que parte de la
tensión desapareciera. Greta actuó tranquilamente durante la cena, su expresión sin
sugerir que sabía algo de lo que pasó entre Nevio y yo.
No estaba segura si eso era porque ya no eran tan cercanos como solían ser,
o si Nevio se dio cuenta de que esto era algo que no podía compartir con nadie.
Gracias a Aria y Valerio las conversaciones se mantuvieron en terreno seguro.
Después de cenar, Greta me pidió que la acompañara al jardín, lo que solo
podía significar que lo sabía.
A papá no le importó, así que me alejé de la mesa del comedor.
Al momento en que estuvimos solas afuera, Greta me dio una pequeña
sonrisa triste que hizo que se me revolviera el estómago.
—Lamento que Nevio te haya lastimado.
No dije nada y esperé que mi cara no revelara tampoco nada. Sus palabras
dejaron espacio para mucha interpretación, y no quise revelar más de lo necesario.
Juré que tendría más cuidado.
Asintió lentamente como si mi reacción tuviera sentido y miró hacia el cielo
nocturno.
—Antes de Amo, nunca perdía el tiempo pensando en el amor o en las almas
gemelas, y aún no estoy del todo segura de creer en esto último. Ahora que tengo
a Amo, quiero lo mismo para Nevio. Quiero a alguien que le hable a su alma y
equilibre su oscuridad.
Me reí. 149

—Nevio no tiene alma, y si sabes lo que pasó, entonces también sabrás que
no soy esa persona que quieres para él. Dudo que exista alguien así. Al menos, no
en la Tierra.
Quizás en el infierno.
Greta juntó las manos delante de su vientre.
—Nevio me llamó. Creo que está muy molesto porque te fuiste por lo que
hizo. Aurora, se preocupa por ti, y muy pocas personas pueden decir eso de sí
mismas.
Nevio ciertamente tenía una manera extraña de mostrarme cuánto se
preocupaba por mí.
—Estás entendiendo algo mal. No le importo a Nevio, no así.
Probablemente solo esté enojado porque no obedecí su orden de quedarme en Las
Vegas. Actúa como un Capo, incluso cuando no lo es.
Greta ladeó la cabeza, y entrecerró los ojos a medida que pensaba.
—No creo que tengas razón. Para algunos de nosotros, no es fácil
comprender y actuar según nuestros sentimientos.
—Eso requeriría que Nevio tuviera sentimientos más allá de la ira y el odio
—murmuré.
Me dio una sonrisa pequeña, pero me di cuenta de que lo hizo porque no
quería discutir conmigo, no porque estuviera de acuerdo. Tal vez Nevio podría
sentir más por alguien, pero no sería yo quien atravesaría capa tras capa de
cualquier oscuridad desastrosa que lo cubriera para descubrirlo. Ya terminé con él.
Me había comportado como una tonta y no seguiría haciéndolo. Cuando
regresamos al comedor, solo Aria estaba allí. Mi vientre se tensó.
—¿Dónde está papá?
—Está hablando con Luca, Valerio y Amo en la oficina.
Me estremecí al considerar lo que papá les diría. Apuesto a que tenía una
larga lista de reglas. Antes de que mi preocupación pudiera volverme loca, los tres
salieron de la oficina. Una mirada al rostro de papá me dijo que estaba listo para
irse. Vino hacia mí, y me agarró por los hombros.
—Debería regresar al hotel para dormir un poco antes de mi vuelo
temprano. ¿De acuerdo?
Asentí con una sonrisa tranquilizadora. Podía decir que aún tenía miedo de
dejarme.
—Llámame si necesitas algo. Y si cambias de opinión, puedes volver a casa
150
en cualquier momento.
—Estaré bien.
Dio un paso atrás y asintió, pero sus ojos siguieron preocupados.
Aria pasó un brazo alrededor de mis hombros.
—Fabiano, no tienes ningún motivo para preocuparte. Aurora estará
perfectamente segura aquí.
Los tres nos dirigimos hacia la puerta principal. Di un paso adelante una vez
más, y abracé a papá con fuerza.
—Escribirás todos los días y llamarás a tu madre cada dos días, ¿entendido?
—Sí, papá —dije exasperada. Me había dicho lo mismo una docena de
veces. Retrocedió, luego dio un paso atrás antes de girar y dirigirse hacia el auto
que esperaba.
Me pregunté qué tipo de instrucciones les había dado papá. Probablemente
todas ellas sobre chicos. Saludé con la mano mientras se alejaba, y luego solté un
suspiro profundo. Me sentía aliviada de estar lejos de Las Vegas y de los ojos
vigilantes de mi familia, pero al mismo tiempo, también estaba muy nerviosa. Si
bien me entusiasmaba pasar tiempo con Isa y mis otros primos, extrañaba mis
charlas con mamá y Carlotta. Las llamadas telefónicas ya no eran lo mismo.
—Aurora, me gustaría hablar contigo —dijo Luca.
Me congelé, no esperaba eso.
—Uhh, claro.
Aria le frunció el ceño a su marido, obviamente tan sorprendida por esto
como yo.
—Estoy segura de que esto se puede hacer aquí mismo. Aurora debe estar
cansada.
Luca asintió brevemente antes de mirarme una vez más a los ojos.
—No me importa cómo se manejan las cosas en Las Vegas, pero en mi
territorio no te permitiré ver a ningún chico.
—No estoy aquí para ver chicos —dije con una sonrisa avergonzada. Estaba
aquí para huir de uno.
Aunque llamar «chico» a Nevio parecía terriblemente incorrecto. Nada en
él transmitía la inocencia necesaria para justificar esa etiqueta. La mirada curiosa
de Greta me puso aún más nerviosa que Luca.
Luca asintió satisfecho, pero su expresión permaneció severa. 151

—Valerio se hará cargo de la mayor parte de tu protección, y te acompañará


a donde quiera que vayas. Si no está disponible, tu primo Flavio ocupará su lugar.
Asentí porque eso era lo que obviamente esperaba Luca. No estaba
preocupada por nada de esto. Los chicos eran lo último que tenía en mente en este
momento.
—La vigilaré de cerca —dijo Valerio, guiñándome un ojo. No estaba segura
si esto significaba que no lo haría o si simplemente quería tranquilizarme. Le di
una sonrisa. Su naturaleza tranquila me ayudó a calmarme. Amo era más cerrado,
al menos en los últimos años. Lo recordaba más relajado.
—Regresaremos a casa. Ya habrá mucho tiempo para que Greta y Aurora
pasen juntas en las próximas semanas —le dijo Amo a su padre antes de volverse
hacia Greta y extenderle la mano. Ella me dedicó una sonrisa tensa pero
tranquilizadora, que le devolví antes de que se fueran.
—Vamos. Te mostraré tu habitación —dijo Valerio y agarró mi maleta, que
papá había dejado junto a la puerta del guardarropa.
Cuando ni Aria ni Luca protestaron, seguí a mi primo escaleras arriba. Su
cabello rubio era del mismo tono que el de Davide, más claro que el de papá, pero
según mamá, el suyo también había sido así cuando era niño. Mamá siempre decía
que era el rubio Scuderi.
Valerio abrió la segunda puerta a la derecha.
—Mi habitación también está en este piso, pero mis padres tienen sus
habitaciones en el piso de arriba. La biblioteca está en la planta baja. No tenemos
gimnasio porque mamá siempre va al gimnasio de Gianna, y papá y yo vamos al
complejo de entrenamiento de la Famiglia.
—Iré al gimnasio de Gianna si tengo ganas de hacer ejercicio —dije, aunque
dudaba que llegara el momento. Me encantaba andar en patineta, esquiar y hacer
snowboard, pero todos los demás deportes no eran para mí. El yoga parecía inducir
positivamente el sueño, pero lo haría si Aria o Gianna me invitaran a unirme a
ellas. Valerio me indicó que entrara. La habitación era luminosa, con una paleta de
colores grises suaves y menta. La ventana daba al patio. La mayoría de las casas
tenían patios estrechos sin nada verde, pero esta era la casa más grande de la calle,
y el patio tenía el tamaño correspondiente, no solo un espacio cuadrado de concreto
sino con césped y árboles reales.
—Isa sugirió que desayunemos mañana por la mañana —dijo Valerio,
inclinándose en la puerta con los brazos cruzados. A través de su camiseta blanca,
pude ver el contorno del tatuaje de la Famiglia sobre su corazón. Era extraño pensar
que mientras estaba visitando a mi familia, estaba en otra familia de la mafia, lo
que siempre había y pondría las cosas un poco tensas, aunque Valerio ciertamente 152
no era la razón.
Sonreí.
—Suena genial.
—Odio levantarme temprano, así que no aceptaré ninguna cita antes de las
diez.
—¿Qué haces cuando tienes deberes de la Famiglia antes de las diez? —
pregunté divertida.
Sonrió.
—Bebo cantidades increíbles de café y estoy de mal humor.
—No puedo imaginarte alguna vez estando de mal humor.
—Ves, este tiempo de unión familiar te brindará conocimientos nuevos. —
Miró su reloj—. Tengo una cita. ¿Estarás bien? —Sus ojos azules mostraban
interés sincero.
—Seguro. Estoy exhausta, así que me iré a dormir. Diviértete con tu cita.
—Me pregunté qué cita empezaba a las diez en punto, pero no expresé mis
pensamientos. Valerio se giró y cerró la puerta.
Una cosa era igual en la Camorra y la Famiglia. Los chicos podían tener
citas como quisieran, pero las chicas no.
Desempaqué mi ropa en el armario, y luego me desnudé para darme una
ducha. Después de un vuelo, siempre me sentía un poco repugnante y necesitaba
lavarme el día. Cuando estaba a punto de entrar a la ducha del baño de mi suite,
sonó mi teléfono. Ya había respondido mensajes de texto de mamá, Carlotta, Kiara,
papá e incluso de Davide, pero este mensaje no era de ninguno de ellos. Cuando
vi el nombre en la pantalla, mi estómago se desplomó.
Nevio.
La relajación que había empezado a sentir se evaporó. Odiaba haber
permitido que alguien tuviera este poder sobre mí. Sin mirar el mensaje, bloqueé
el contacto de modo que Nevio no pudiera volver a comunicarse conmigo. Sabía
que probablemente encontraría otras formas de enviarme mensajes, pero por ahora,
este gesto se sentía como si estuviera tomando el poder y tomando el control de mi
felicidad.

153

Disfruté el tiempo con Isa, Flavio y Valerio al día siguiente. A pesar de su


presencia, algo mantuvo mis pensamientos arraigados en el pasado. Dos semanas
después de mi noche con Nevio, comencé a sentirme inquieta. Mi período pasó
hace dos días. Mi ciclo era bastante irregular, así que esto no era nada inusual. Pero
considerando lo que había sucedido, mi retraso me puso nerviosa. Si mi ciclo fuera
particularmente largo esta vez, aún podrían pasar hasta cuatro días antes de que me
llegara el período, si es que llegaba. No podía esperar tanto. El problema era cómo
conseguir una prueba de embarazo. No tuve un momento para preguntarle a Isa
mientras estábamos con los chicos, así que pospuse la pregunta hasta el día
siguiente, cuando me reuní con Isa en el estudio de yoga de su madre. Queríamos
pasar el día juntas sin los chicos, que de todos modos tenían que trabajar.
Valerio me llevó allí y me dejó en la recepción donde trabajaba Cara. Tenía
unos cuarenta pero no lo parecía, una verdadera MILF como había dicho Nevio
una vez, y era la esposa de Growl, el medio hermano de Remo a quien odiaba
furiosamente. Estaba vestida con ropa deportiva, lo que revelaba lo en forma que
estaba, y su cabello castaño recogido en un moño prolijo.
El guardaespaldas de Isa se haría cargo del resto del día, por lo que Valerio
se fue de inmediato.
—Isa está en la oficina de Gianna —dijo Cara, señalando la puerta a su
espalda, que se abrió en ese momento.
—¿Oficina? Más bien un basurero. —Vislumbré el caos de material de
entrenamiento, ropa y papeleo detrás de Isa y tuve que estar de acuerdo con su
evaluación de la sala. Me sonrió, rodeó el mostrador de recepción y me abrazó—.
Parece que no has dormido mucho. ¿Nostálgica?
Resoplé.
—No precisamente. Pero no dormí mucho, eso es cierto. —Miré de reojo a
Cara, que estaba hablando por teléfono con alguien y revisando algo en la
computadora portátil. Isa tomó mi mano y me llevó a un estudio de yoga vacío.
—¿Qué pasa? —preguntó, ajustándose las gafas como si eso le permitiera
una mirada más profunda a mi alma.
Confiar en ella era un riesgo. No pensé que alguna vez compartiría mis
secretos, pero aún estaba preocupada. Por otro lado, necesitaba ayuda
desesperadamente si quería comprar una prueba e Isa seguía siendo mi mejor
154
opción. No podía preguntarles a mis tías Aria o Liliana. Ambas eran del tipo
demasiado maternal, y podrían sentir que era su responsabilidad contárselo a mi
mamá.
Gianna era una rebelde, por lo que probablemente no se lo contaría a nadie.
—Necesito una prueba de embarazo —susurré de modo que tuvo que
inclinarse más cerca para escucharme.
Isa se echó hacia atrás ligeramente, con un toque de sorpresa en su rostro,
pero definitivamente no la cantidad de shock que muchos habrían mostrado ante
la solicitud. Asintió simplemente como si esto no fuera gran cosa.
—Seguro. Tengo algunas en mi bolso en mi casillero aquí.
—¿En serio? —pregunté, completamente atónita.
Isa se encogió de hombros, y me llevó a un casillero en el vestidor. Sacó su
bolsa de gimnasia y me indicó que entrara a uno de los vestuarios. Entré, ella me
siguió y luego abrió su bolso. De hecho, dentro había tres pruebas de embarazo.
—Mamá me compró un montón hace un tiempo —dijo y me tendió una—.
Las mantenía aquí para que papá no las encuentre por accidente.
Me reí.
—A mi papá tampoco le haría mucha gracia encontrar una prueba de
embarazo en mi bolso.
Isa buscó mis ojos.
—Si quieres hablar de eso, estoy aquí, ¿de acuerdo? Y si estás embarazada
y necesitas encontrar una solución, mi madre te lo puede contar todo.
Hice una pausa, preguntándome qué quería decir con eso, pero el toque de
amargura en su tono me impidió preguntar.
—Gracias, Isa. En serio, lo aprecio. No espero que esto salga positivo
pero… —Me detuve. Era difícil explicar la situación y las escasas posibilidades de
que estuviera embarazada sin revelar más de la noche vergonzosa que quería
olvidar.
—Es una prueba muy sensible, por lo que es casi cien por ciento segura si
te llega el período.
Asentí de nuevo, y metí la prueba en mi bolso.
—La usaré mañana por la mañana. —Esperar tanto tiempo requeriría un
control inconmensurable, pero quería que esta prueba fuera lo más precisa posible.
—No dejes que Luca la encuentre —dijo Isa con los ojos muy abiertos
cómicamente.
155
Me reí.
—Seré cuidadosa.
Pasamos el día juntas en un parque de patinaje. Isa no era patinadora, pero
su novela actual trataba sobre una patinadora drogadicta con todo tipo de
problemas. Quería que le mostrara algunos trucos en detalle de modo que pudiera
entender mejor al escribir desde su perspectiva. Gracias a las miradas vergonzosas
que nuestros guardaespaldas enviaron a todos los demás, teníamos la rampa para
nosotras solas.
Fue muy divertido mostrarle a Isa lo que podía hacer, y dejarme olvidar la
prueba en mi bolso hasta que me senté a la mesa del comedor con Luca, Aria y
Valerio, e Isa, Matteo y Gianna. Liliana y su familia vendrían a cenar mañana y
todos nos iríamos a los Hampton en una semana.
Isa y yo fuimos a mi habitación después de cenar, seguidas por Valerio. Él,
Isa y Flavio eran amigos cercanos, un poco como la Trinidad Impía, pero sin la
brutalidad y las redadas nocturnas. Me gustaba Valerio, sobre todo su estilo de
humor, pero prefería charlar con Isa a solas ya que estaba considerando seriamente
hacer la prueba ahora.
Hablamos de nuestro día en el parque de patinaje por un tiempo, pero Isa y
yo seguimos intercambiando miradas y, finalmente, Valerio se dio cuenta. Se
levantó y alzó los brazos en señal de rendición.
—Sé cuándo no soy bienvenido.
—No es por ti. Es tu cromosoma Y. —Isa sonrió.
—Muchas chicas llorarían amargamente si no tuviera un cromosoma Y.
—Todo un regalo de Dios para la feminidad —dijo Isa poniendo los ojos en
blanco—. Es una pena que no apreciemos el regalo porque somos parientes.
Valerio asintió sabiamente, pero luego salió y nos dejó solas.
—Es uno de los mafiosos más tranquilos que conozco. No puedo creer que
esté relacionado con Luca.
—Créeme, es como su padre cuando importa, pero es bueno ocultándolo —
dijo Isa. Luego entrecerró los ojos mientras pensaba—. ¿Quieres hacer la prueba
ahora?
Suspiré.
—Sí. Probablemente debería esperar hasta mañana, pero no creo que pueda.
—Hazlo. Tengo más pruebas, y mamá comprará más si las necesitas.
156
El tiempo pasó a paso de tortuga mientras esperaba el resultado. Cuando la
prueba finalmente dejó de parpadear, contuve la respiración y luego la solté con
un silbido.
Negativo.
No estaba embarazada.
Sostuve mi pecho y cerré los ojos con fuerza, el alivio me inundó. Ahora en
realidad podría seguir adelante.

Cerré los dedos alrededor del collar de la patineta en el bolsillo de mis jeans.
Aurora le había pedido a Carlotta que me lo devolviera después de que se fuera a
Nueva York. También me había devuelto su regalo de cumpleaños sin abrir, que
ahora esperaba en el maldito cajón de mi mesita de noche. Durante los últimos
años, Alessio, Massimo, Greta y yo siempre le habíamos dado a Aurora un regalo
de cumpleaños grupal, pero este año, después de la jodida fiesta, también le había
comprado aretes de patineta a juego con el collar. Según palabras de Carlotta, el
perdón de Aurora no se podía comprar. Quizás ese había sido el plan. No estaba
jodidamente seguro de por qué había pensado que comprarle joyas era una buena
idea. Lo único que sabía era que, Aurora se había puesto cómoda en mi cabeza.
Era enloquecedor.
En realidad, había huido de Las Vegas lo más rápido que pudo y había
dejado aquí lo que podía recordarle a mí.
—Has estado desanimado desde que Aurora se fue —comentó Alessio
mientras estábamos sentados en la oscuridad del antiguo estudio de ballet de Greta
después de una noche con algunos traficantes de drogas que habían actuado a
espaldas de la Camorra.
No dije nada a medida que sacaba mi mano del bolsillo (sin el collar) y
giraba mi brazo pensando. De vez en cuando aún se sentía un poco rígido por la
fractura. De hecho, me gustaba el dolor sordo, me gustaba cómo me recordaba a
Aurora, a su ira. Había sido hermoso ver este lado de ella, y debido a este maldito
pensamiento loco, no debería estar cerca de ella. Aurora no era una persona
vengativa y enojada, pero yo la hice así. 157
—Es lo mejor. La distancia permitirá que Aurora te saque de su mente. Eso
reducirá el riesgo de dramas futuros —dijo Massimo.
La distancia tal vez le permitiría a Aurora sacarme de su mente, pero ella
era un martilleo constante en mi cráneo. No podía quitármela de encima.
—Si quisiera terapia, acudiría a un psiquiatra.
—No existe ningún psiquiatra que pueda soportar tu tipo de locura —
murmuró Alessio, y luego soltó una carcajada como si hubiera hecho la broma más
grande de todos los tiempos.
Massimo me miró atentamente, aunque en realidad no sabía cómo podía
distinguir mucho en la oscuridad del estudio.
—Estás tramando algo, y tengo la sensación de que causará más problemas.
Deberías alegrarte de que Aurora se haya ido por unas semanas para que las cosas
se calmen. Te das cuenta de eso, ¿verdad?
Me daba cuenta de que su ausencia minimizaría el riesgo de que Fabiano se
enterara de nuestra noche juntos. También me daba cuenta de que su ausencia no
me sentaba bien. No me gustaba que estuviera fuera de nuestro territorio, lo que
significaba fuera de mi alcance y vista.
—Nevio —advirtió Massimo en voz baja.
Levanté las palmas.
—Estoy aquí y me porto bien, ¿qué quieres?
—Que por una vez no sigas tu primer impulso.

Me sentí desnudo viajando sin armas, pero considerando que se trataba de


un vuelo chárter estándar y no de nuestro jet de la Camorra, tuve que dejarlo todo
en casa. Tendría que comprar algunas cosas una vez que estuviera en Nueva York.
Massimo probablemente insistiría en que su advertencia me había disparado
como a un niño de dos años pasando por los terribles dos, pero prácticamente tomé
mi decisión de volar a Nueva York para comprobar cómo estaba Aurora y dejar
claro mi punto de vista al momento en que escuché que se había ido. 158

Después de aterrizar en Nueva York, fui a uno de los vendedores de armas


que encontré en la red oscura y compré lo necesario como dos cuchillos y dos
pistolas. Conociendo la actitud protectora dominante de Luca, tuve que
mantenerme alerta mientras caminaba por el barrio de la casa Vitiello. Aún no
conocía el horario de Aurora, así que eso planteaba un problema. Cuando
finalmente, después de muchas horas de espera, vi el rostro de Aurora en un auto,
estaba acompañada por Valerio. Era difícil calificar a los hombres Vitiello en mi
tabla personal de disgusto, pero probablemente estaba en la cima con Amo
simplemente por su personalidad irritantemente alegre que parecía engañar a
algunas personas haciéndoles creer que no era el engendro sediento de sangre de
Luca. Ese tipo era un lobo con piel de oveja.
Reconocía un error cuando lo veía.
Seguí el auto en un Prius barato que había comprado para la ocasión. Los
vehículos de alquiler siempre atraían más la atención. El auto de Valerio
desapareció en el garaje subterráneo vigilado del complejo de edificios que
albergaba el gimnasio de la Famiglia, incluido el estudio de yoga de Gianna.
Mi teléfono vibró en mi bolsillo con los mensajes de texto entrantes. Supuse
que Massimo y Alessio ya habrían notado mi ausencia.
Saqué mi teléfono a medida que miraba el edificio de reojo.
Los primeros mensajes fueron de los chicos, pero luego hubo uno de Greta.
Me escribía todos los días, en su mayoría cosas mundanas, pero sin haber abierto
su mensaje, tuve la sensación de que este no era simplemente uno de esos mensajes
de actualización.
Greta: ¿Dónde estás? Alessio y Massimo están preocupados.
Por supuesto, esos dos tuvieron que contarle a Greta de mi desaparición.
Me conocían demasiado bien. Por eso los verdaderos asesinos en serie nunca
tenían amigos cercanos.
Greta: Hablé con Aurora.
Eso captó mi interés. Marqué el número de mi hermana, y contestó después
del segundo timbre.
—Deberíamos vernos. No quiero hablar de esto por teléfono.
Greta soltó un suspiro pequeño que me recordó a Nino. Contenía un
mensaje tranquilo pero firme y lleno de desaprobación.
—¿Estás aquí?
—¿Dónde podemos encontrarnos sin tu marido? Espero que no le digas
nada.
159
—Ahora mismo estoy sola en casa. Puedo irme y podemos encontrarnos en
un parque o en un café.
—Te recogeré. No quiero que andes por ahí sola.
—Estoy a salvo.
Era extraño pensar que se suponía que su seguridad ya no era mi
preocupación. ¿Y ahora se suponía que también tendría que tragarme la amarga
píldora de que Aurora encontrara un nuevo hogar en Nueva York? Maldición.
Colgué después de que hubiéramos planeado encontrarnos en un parque
cerca del apartamento de Greta. Por supuesto, no me dirigí allí. En lugar de eso,
conduje directamente al apartamento. Ella salió del edificio cuando llegué. Sus
ojos se dirigieron de inmediato a mi auto. Lo ignoró y caminó por la acera,
alejándose de las cámaras de vigilancia del edificio. El más mínimo obstáculo en
su camino debido a las heridas que había sufrido hizo que una ira nueva hirviera
dentro de mí, pero no estaba aquí para revisar mis fracasos del pasado. Bueno, no
cómo le fallé a mi hermana. Sonreí sardónicamente. La seguí lentamente hasta que
finalmente se detuvo, y se subió a mi auto. Me abrazó con fuerza.
—Me preocupo por ti.
—No soy yo quien está casada con un loco y lejos de mi familia.
Greta se apartó con el ceño fruncido. La preocupación en sus ojos oscuros
no me sentó bien.
Soltó otro suspiro silencioso, y luego se reclinó. Puse en marcha el auto para
alejarnos más de su casa, y de posibles miradas indiscretas. Me imagino cómo
reaccionaría Amo si supiera que estoy en Nueva York.
El viaje hasta el parque no tomó mucho tiempo. Mientras tanto, Greta
permaneció en silencio, lo cual no era demasiado inusual en ella, pero me
observaba de una manera que sugería que su silencio tenía un significado más
profundo.
Al momento en que estacioné y me volví hacia ella, Greta negó con la
cabeza.
—No creo que deberías estar aquí.
—¿Porque tu marido no confía en mí en su ciudad? —Amo y yo aún no
éramos amigos, ciertamente no familia. Nos tolerábamos mutuamente gracias a
Greta, y aun así apenas. Quizás pensaba que estaba aquí para causar estragos en su
ciudad. O tal vez Greta aún no se lo había dicho.
—Amo aún no sabe nada de esto. Está en el trabajo.
—Podrías haberle enviado un mensaje al momento en que descubriste que 160
estaba en la ciudad. —No estaba seguro de por qué aún pensaba que era inteligente
poner a prueba las lealtades de Greta. Se había casado con Amo y se había ido de
Las Vegas, la respuesta era clara.
—Esto no se trata de Amo. Se trata de Aurora. No quiere verte. Vino a
Nueva York por eso.
—¿Quién dice que estoy aquí para ver a Aurora?
Greta dejó escapar un suspiro pequeño, y curvó las piernas debajo del
cuerpo.
—Nevio, la lastimaste. Física y emocionalmente.
La decepción en los ojos de Greta fue un cuchillo en mi pecho.
—¿Qué te ha dicho? —No estaba seguro de querer saber cuánto sabía Greta.
—Nos encontramos en la casa de Aria y Luca hace un par de días, y me
contó algunas cosas, al menos, más que tú. Aún creo que no es todo, pero sí lo
suficiente como para preocuparme de verdad por ti. ¿Cómo pudiste perder el
control de esa manera?
—Soy un desastre. No sé por qué te sorprende —dije con una sonrisa
torcida. Mi sonrisa se apagó después de un momento—. ¿Qué se supone que debo
hacer ahora?
—No sé. Creo que Aurora tiene el corazón roto y, a menos que quieras estar
con ella, no creo que haya nada que puedas hacer. Ni siquiera estoy segura de que
eso sea suficiente. Aurora está intentando olvidarte, y creo que podría ser lo mejor.
—Nunca la vi así. Es como uno de nosotros, no alguien a quien me follaría.
Ni siquiera es mi tipo. Es demasiado buena, demasiado amable, todo lo que no soy.
—Pero lo hiciste, Nevio, y la tomaste primero sin cuidado ni consideración.
—Greta abrió la puerta, salió y me dejó sentado en el auto. Las chicas y sus
primeras veces, qué mierda. Ni siquiera me di cuenta de que era Aurora.
También salí y la seguí hasta el parque. Mis ojos escanearon nuestro entorno
en busca de amenazas, pero no detecté nada. Aun así, nunca me relajé del todo.
Estar en un territorio diferente siempre me parecía mal.
Greta se sentó en un banco, y me hundí a su lado.
—¿Cómo te sientes con lo que pasó?
Sentimientos. Mi tema favorito. En el pasado, Greta era tan cautelosa con
las emociones como yo, pero Amo tuvo que venir y arruinarlo.
Rara vez me sentía culpable a menos que se tratara de Greta o mamá, pero 161
ahora una sensación incómoda llenaba mi pecho. No quería lastimar a Aurora,
incluso si me gustaba lastimar a la gente. La gente adecuada, no mi gente. Y Aurora
era mi gente.
—¿Crees que está en camino de olvidarme? —pregunté, reflexionando en
las palabras de mi hermana en el auto.
Volvió la cabeza hacia mí y sus ojos buscaron los míos.
—Aún no, pero pronto.
Le bajé las gafas de sol que tenía puestas en la cabeza y cubrí su mirada
penetrante con ellas.
Greta no hizo ningún comentario, pero apretó los labios.
Metí las manos en los bolsillos y miré el horizonte de Nueva York. No me
gustaba la idea de que Aurora me superara. Si eso no me convertía en un imbécil
después de todo lo que había pasado, no sabía qué lo haría.
—Entonces, lo que pensó que sentía por mí no puede ser tan serio.
—¿Cómo sabrías? —preguntó Greta con curiosidad—. ¿Has estado
enamorado?
Hice una mueca y, al reflejarse en las gafas de Greta, mi rostro adquirió una
apariencia grotescamente monstruosa, lo cual, supuse, era muy apropiado. No creía
que Aurora estuviera enamorada de mí. Vio algo en mí, y se sintió atraída por la
proyección.
—Sabes la respuesta.
—No pensé que podría enamorarme antes de conocer a Amo.
Reprimí un comentario sarcástico sobre él. Cada vez que Greta mencionaba
sus sentimientos por Amo, su puto marido, quería frotarme el cuerpo con un cepillo
de acero.
—Hay una diferencia. Conozco a Aurora desde siempre.
—No todo amor es amor a primera vista.
—No estoy enamorado, y no lo estaré. No está en mi naturaleza.
—Entonces, deberías permitir que Aurora te supere. Regresa a casa y dale
la oportunidad de seguir adelante, de encontrar ese amor en el que no crees. Es lo
correcto.
Miré al cielo. Si inclinaba la cabeza completamente hacia atrás, parecía
como si ni un solo rascacielos nos rodeara.
—Lo correcto…
162
Era típico de Greta pensar que hacer lo correcto era algo que formaba parte
de mi programa.
Una parte pequeña de mí quería hacer lo correcto por Aurora, pero la parte
mucho más grande y oscura aún no podía dejar ir a Aurora.

Acechar a Aurora fue un trabajo de tiempo completo y requirió mucho más


sigilo de lo que había previsto porque Valerio había asumido el trabajo de su
guardaespaldas personal. Seguí su auto hasta una cafetería y los vi entrar. Para
tener una mejor vista, salí de mi auto y me acerqué a la tienda hasta que vi a Rory
detrás del mostrador. Su rostro se iluminó con una sonrisa, pero no fue una broma
de Valerio lo que hizo que su rostro brillara como una decoración navideña. ¿Qué
carajo?
El chico detrás del mostrador le sonrió ampliamente y se inclinó hacia ella
como si quisiera saltar sobre el mostrador para acercarse aún más a ella.
Mi pecho se contrajo y apreté los puños. No estaba seguro de por qué la
vista me puso tan lívido. Mierda, nunca había sentido tanta rabia surgir tan rápido,
y eso significaba mucho viniendo de mí. Me había sentido asesino por muchas
razones en mi vida, pero esta vez, un sentimiento con el que no estaba
completamente familiarizado había sido el detonante. Me tomó varios segundos
antes de poder definir la sensación y luego aún más para llegar a un acuerdo con
ella:
Estaba celoso.

163
—Primero tomemos un café. —Valerio estacionó frente a una cafetería
pequeña en la esquina—. Este es mi lugar favorito para tomar cafeína mientras
viajo. A Isa también le encanta escribir aquí.
—Genial —dije a medida que lo seguía dentro del lugar acogedor. Del techo
colgaban macetas, y en los alféizares bajos había cojines mullidos y coloridos que
podían usarse para sentarse. Los muebles eran del tipo «mezclar y combinar».
Emitía una vibra muy boho/hippie, que definitivamente encajaba con Isa, pero no
con Valerio. Sin embargo, supuse que a él no le importaba tanto el diseño.
Valerio asintió a una morena bonita que lo saludaba desde su lugar en una 164
de las mesas altas.
—¿Puedes pedirme un americano?
—Claro —respondí con curiosidad, pero Valerio no dio más detalles a
medida que se dirigía hacia la chica.
De hecho, no era asunto mío. Ni siquiera estaba segura si Valerio estaba
prometido a alguien. Esperé mi turno pacientemente en la fila, intentando no
prestar atención a Valerio y la chica.
—Cuando te vi entrar con Valerio, pensé que ustedes dos eran pareja, pero
supongo que me equivoqué —dijo el barista antes de que pudiera decir algo.
Me reí, un poco sorprendida.
—Es mi primo.
—Ahhh —dijo, sonriendo—. Soy Marcos. Encantado de conocerte, prima
de Valerio.
Era algo lindo en la forma de un chico normal. Amables ojos marrones,
cabello castaño ondulado, sin cicatrices ni tatuajes visibles.
—Soy Aurora. Estoy aquí para visitar a la familia. Soy de Las Vegas.
Hizo una mueca de asombro.
—No pareces una chica de Las Vegas.
Levanté las cejas.
—¿Cómo es una chica de Las Vegas?
—No sé. Nunca he estado ahí. ¿Más llamativa y con más maquillaje y ropa
brillante?
Resoplé.
—Eso no es cierto.
Pareció un poco avergonzado.
—Prefiero tu apariencia. Eres muy linda.
—Ehhh, ¿gracias? —Nunca había recibido un cumplido de un chico.
Se rio y se frotó la nuca.
—Está bien, esto es incómodo. La próxima vez que vengas aquí, seré más
sutil, ¿de acuerdo?
—¿Está bien? —dije, aún un poco insegura de qué hacer con esto.
—Tu primo nos está mirando, así que probablemente ahora debería tomar
165
tu pedido.
Miré por encima del hombro a Valerio, quien efectivamente había dejado
de conversar con la chica y nos observaba atentamente.
Suspiré.
—Un americano para mi primo, y un café con leche helado para mí.
—¿Estás segura de que no quieres algo con espuma encima?
—¿Por qué quieres agregar un mensaje? —bromeé.
Se sonrojó.
—Touché. La próxima vez seré más sutil, lo prometo.
—Ya dijiste eso. —Me reí.
Se giró y comenzó a preparar nuestros pedidos, y Valerio apareció a mi lado.
—¿Todo bien?
—Claro —respondí.
Asintió, pero no se fue. Marcos solo sonrió cuando nos entregó nuestro
pedido, probablemente por la presencia de Valerio.
Valerio y yo salimos juntos.
El coqueteo torpe de Marcos me había levantado el ánimo
considerablemente, aunque no estaba interesada en absoluto. No era ni
remotamente mi tipo, incluso si no quería preguntarme por qué era así.
Probablemente, huiría gritando si supiera mis antecedentes familiares. Aunque
debía saber quién era Valerio.
—Podemos caminar hasta el hospital desde aquí. No está lejos. De esa
manera podremos tomar nuestro café.
—Excelente. —Con una sonrisa, de hecho, me sentí mejor que en mucho
tiempo.
Doblamos una esquina y nuestro entorno se volvió un poco menos bohemio
y más… incompleto. Se me erizaron los pelos del cuello. Miré de reojo por encima
del hombro, buscando en la calle.
Valerio siguió mi ejemplo y luego levantó una ceja.
—¿Qué pasa?
Miré hacia el frente rápidamente.
—Nada. Simplemente pensé que había alguien… —Me detuve. No era una
simple suposición o paranoia, incluso si la expresión de Valerio sugería lo segundo.
Era un presentimiento, uno que siempre tenía con una sola persona. Era una mezcla 166
de ansiedad, muy similar a la sensación de estar demasiado cerca de un depredador
que podría matarte con un golpe de su enorme pata, y emoción.
Solo una persona hacía que mi cuerpo reaccionara así. Valerio caminaba
completamente a sus anchas. Me humedecí los labios, sin saber qué hacer ahora.
¿Nevio de verdad podría estar aquí? Nadie me había mencionado nada. Ya llevaba
cinco días en Nueva York y, hasta el momento, mi rutina diaria se había centrado
en reunirme con mis primos y tías, ir de compras y simplemente relajarme. Pero
hoy sería mi primer día con el equipo médico de la Famiglia.
Miré de nuevo por encima del hombro. Y por una fracción de segundo, un
rostro familiar se asomó detrás de un automóvil al otro lado de la calle. Mi corazón
dejó de latir. Parpadeé y desapareció como si nunca hubiera estado allí. Miré hacia
el frente rápidamente antes de tropezar con mis propios pies. Mis instintos habían
sido correctos. Deseaba tanto que no lo fueran.
¿O era mi subconsciente jugándome una mala pasada?
E incluso si Nevio estuviera aquí, tal vez fuera como parte de un trabajo de
la Camorra para asegurarse de que yo estuviera a salvo. Aun así, no podía imaginar
que papá o Remo hubieran elegido a Nevio para la tarea, considerando el potencial
de caos. Nada de esto tenía sentido.
Valerio se interpuso en mi camino y se cruzó de brazos frente a su pecho.
—Bueno. ¿Qué está sucediendo? —Sus ojos azules buscaron la calle, pero
dudaba que viera a Nevio mientras éste no quisiera ser visto. De todas formas, no
quería arriesgar nada. Valerio era un mafioso, y el hijo de Luca Vitiello. Muchos
lo subestimaban por su exhibición alegre, pero no estaría entre ellos. Sus ojos
vigilantes escanearon meticulosamente nuestro entorno.
Agarré su brazo.
—Vamos. No quiero llegar tarde a mi primer día. He oído que el médico es
severo.
Valerio me permitió arrastrarlo.
—Es misógino y gruñón. Probablemente encontrará fallas en todo, sin
importar lo que hagas. —Sus ojos se desviaron una vez más hacia donde había
estado Nevio—. ¿Crees que alguien te persigue?
Sacudí la cabeza con una risa que sonó un poco falsa en mis oídos, pero
Valerio no me conocía tan bien, así que esperaba que pasara su escrutinio.
—Anoche tuve una pesadilla en la que alguien me acosaba, así que hoy
estoy un poco nerviosa.
Me lanzó una mirada inquisitiva como si supiera que estaba mintiendo, pero
no insistió en el asunto. Quizás porque llegamos al almacén donde se encontraba 167
el hospital de la Famiglia.
Valerio ingresó un código en un teclado junto a la puerta de acero, que se
abrió con un zumbido suave. La abrió, y me hizo un gesto para que entrara. Sus
ojos escanearon nuestros alrededores otra vez antes de seguirme al interior del
edificio.
Tuvo razón en su valoración del médico de la Famiglia. Tenía alrededor de
sesenta años, y sus comentarios a lo largo del día dejaron claro que pensaba que
las mujeres eran menos capaces que los hombres. Quizás esa era la razón por la
que los otros dos médicos que trabajaban con él eran hombres.
Estaba acostumbrada a la naturaleza dominada por los hombres del mundo
de la mafia, y mantuve la boca cerrada cuando él escupió sus opiniones arcaicas.
El día no fue movido, con solo dos pacientes que habían sufrido quemaduras de
tercer grado en los brazos y el pecho en un incendio reciente. Pero las enfermeras
me mostraron el lugar y me mantuvieron lo suficientemente ocupada como para
olvidarme del avistamiento de Nevio esta mañana.
Para mi hora de almuerzo, Valerio me sorprendió trayendo a Isa y Flavio.
Flavio no era tan extrovertido como Valerio. Era más reflexivo y
observador, pero al igual que Valerio, siempre me hizo sentir bienvenida. Fuimos
a un pequeño local italiano a la vuelta de la esquina del hospital. Valerio y Flavio
saludaron con la cabeza a los propietarios y a varios clientes, por lo que supuse
que la turba lo frecuentaba.
Elegimos un puesto cerca de la ventana y mis ojos escanearon la acera frente
al restaurante para ver una aparición de Nevio. No podía imaginarlo siendo tan
irracional como para seguirme a un restaurante de la mafia.
Isa me dio un codazo en el costado, haciéndome saltar.
—¿Qué ocurre? —Siguió mi mirada, y también los chicos.
Sonreí torpemente. Probablemente pensaban que estaba paranoica.
—Aurora cree que tiene un acosador —dijo Valerio con una sonrisa burlona.
Fruncí los labios.
—No es cierto.
—¿Quieres que camine por la zona y eche un vistazo? —preguntó Flavio,
acercándose ya al borde del banco.
—No, no es nada. Valerio malinterpretó mis palabras a propósito. —Los
ojos marrones de Flavio se movieron de un lado a otro entre Valerio y yo.
—Vamos a comer, ¿de acuerdo? Siempre hay un peligro potencial
acechando a la vuelta de la esquina esperando matarnos a todos, pero me muero de 168
hambre y preferiría morir con el estómago lleno —murmuró Isa.
Mis ojos se abrieron de par en par y apreté los labios, dividida entre el deseo
de reír y la preocupación por las palabras amargas de Isa.
—Dicho como una verdadera pesimista —anunció Valerio.
—No soy pesimista.
—Flavio y yo estamos aquí para asegurarnos de que puedas torturarnos con
tu actitud hambrienta en los años venideros.
—He estado bien protegida toda mi vida. Eso no significa que esté a salvo,
y eso es realismo, no pesimismo.
Flavio y Valerio intercambiaron una mirada que hablaba de una culpa
enterrada. Sabía en qué incidente estaban pensando todos, por eso era importante
que Nevio abandonara Nueva York lo antes posible.
Una hora más tarde, Valerio me devolvió al hospital mientras Flavio llevaba
a Isa de regreso al gimnasio de Gianna. Una vez más, pensé que había visto
brevemente el reflejo de Nevio en el escaparate de una tienda al otro lado de la
calle, pero estaba empezando a dudar de mi propia percepción.
—Te recogeré en unas dos horas, ¿de acuerdo? Hay tres guardias en el local,
así que no te preocupes.
—No lo estoy —insistí, al menos no por mi seguridad.
Mi sanidad. Paz. Mi corazón. Por esos, definitivamente lo estaba.

Como era de esperar, mi paranoia se intensificó durante la noche, y cuando


Valerio y yo entramos a la cafetería para tomar nuestra dosis de cafeína, no podía
dejar de mirar por encima del hombro. Pero no vi a nadie siguiéndome hasta que
me dejó en la clínica, donde vi a Nevio nuevamente justo antes de entrar.
Esto tenía que parar. El problema era que, no sabía cómo sacármelo de
encima antes de que esto terminara en un gran desastre. Además, necesitaba que
se fuera por mi propio bien. Quería olvidarlo, y su acoso no me daba la oportunidad 169
de hacerlo.
Estuve nerviosa toda la mañana, intentando idear un plan para enfrentar a
Nevio, incluso si era lo último que quería. Por desgracia, el hospital estaba
estrechamente vigilado por cámaras de seguridad, de modo que los guardias
registraban y veían cada uno de mis movimientos. No podía salir del lugar sin que
alguien se diera cuenta y luego me detendrían. Definitivamente a Luca no le
impresionaría si escapaba de su protección.
Estaba ayudando a una de las enfermeras a cambiar los vendajes de uno de
los pacientes cuando una alarma estridente llenó el vasto interior del edificio. Cerré
mis oídos con fuerza, mis ojos se arrugaron de dolor y mi pulso latió enloquecido
en mis venas.
—¿Qué pasa? —grité a la enfermera.
—Es la alarma de incendio —gritó ella, pero sus palabras fueron ahogadas
por el ruido insoportable. Finalmente se apagó—. Tenemos que salir del edificio
—me dijo.
Los pacientes, enfermeras y médicos, así como los guardias, se reunieron
frente al edificio.
—Tenemos que encontrar el origen del incendio —explicó uno de los
guardias. Un segundo estaba hablando por teléfono. Miré a mi alrededor. Esta era
una gran coincidencia. Un día después de comenzar a hacer prácticas en este lugar,
se produjo un incendio.
En medio de la confusión y la conmoción general, nadie me prestó atención.
Sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que llegaran más guardias. Me alejé
corriendo, fuera del callejón trasero donde estaba la entrada del hospital. Esta área
no era una en la que normalmente me gustaría pasar tiempo sola. Mucha gente de
aspecto extraño caminaba por ahí, pero estaba segura de que no estaba sola a
medida que corría por la acera. Un brazo se extendió y me agarró, empujándome
hacia un callejón estrecho sin salida.
Mi pulso se aceleró. Me presionaron contra una pared rugosa, y me encontré
cara a cara con Nevio.
No me sorprendió, pero sentí incredulidad e indignación por su presencia.
Miré su cara demasiado complacida. Como de costumbre, estaba vestido
completamente de negro (camiseta, chaqueta, pantalones cargo y botas), pero tenía
una gorra de béisbol en la cabeza, que era nueva. Probablemente para ocultar su
identidad.
—No sé qué crees que estás haciendo —dije con dificultad.
Nevio inclinó la cabeza mientras me miraba de pies a cabeza, con las manos 170
metidas casualmente en los bolsillos. Su actitud indiferente en realidad me cabreó.
—Me decepciona que no estés vestida de enfermera.
Apreté los puños, incapaz de creer su audacia.
—¿Por qué estás aquí? No quiero verte, hablar contigo, ni siquiera pensar
en ti.
—Rory, no puedes ignorarme para siempre.
Me sobresalté.
—No te estoy ignorando, o no estaría aquí hablando contigo, que en caso
de que no te hayas dado cuenta, es lo último que quiero hacer. Y si no recuerdo
mal, lograste ignorarme durante dieciocho años.
—Nunca te ignoré. Y al huir a Nueva York, me estás ignorando o intentando
hacerlo. Pero es muy difícil ignorarme.
Resoplé. Asentí hacia su muñeca, que ya no estaba vendada, aunque mi
ataque solo había ocurrido hacía unas tres semanas.
—¿Cómo está tu muñeca? —Probablemente aún estaba sensible.
Tal vez podría volver a romperla para pagarle por aparecer aquí. No me
gustaban mis nuevas tendencias violentas, y me habría preocupado mucho si no
aparecieran solo alrededor de Nevio.
La sonrisa de Nevio se volvió más oscura y se acercó. Con la pared a mi
espalda, no tenía forma de escapar.
—Rory, estoy acostumbrado al dolor. En cualquier forma y tamaño. No
puedes disuadirme con eso.
La forma en que Nevio dijo «dolor» me puso la piel de gallina.
—No deberías estar aquí. Dudo que tu papá sepa de esto. Luca se enfadaría.
Es su territorio, y solo soy una invitada.
—No deberías estar aquí —gruñó Nevio, presionando la palma de su brazo
herido contra la pared junto a mi cabeza. Su olor me envolvió mientras lo hacía,
pero mi ira me impidió caer en su trampa. Aun así, los ojos oscuros de Nevio casi
me hicieron ceder ante su intensidad. Había algo en ellos que nunca había estado
allí en todos estos años. Como si de repente me hubiera convertido en su presa—.
Perteneces a Las Vegas.
—Tal vez ya no lo haga. Quizás mi futuro esté aquí. Lejos de Las Vegas.
Lejos de ti.
—No lo es.
171
Se me escapó una risa indignada.
—¿Según quién?
—Según yo, y ese es el fin de la historia.
—No puedes decirme qué hacer. Ahora menos que nunca. No después de lo
que pasó. —Mi voz aún temblaba cuando mencionaba esa noche y sentía el
corazón demasiado pesado en la caja torácica.
Nevio apoyó su otro brazo a mi lado. Me desplomé contra la pared. Tenía
miedo de su cercanía por lo que aún le hacía a mi cuerpo, a mi mente, a cada parte
de mí.
—Creo que después de lo que pasó, puedo decirte que perteneces a Las
Vegas.
—¿Por qué? ¿Necesitas otra aventura decepcionante de una noche
borracha? No estoy preparada para el trabajo, en caso de que te lo preguntes.
Encuentra a alguien más, como lo hiciste en el pasado.
—No eres una aventura de una noche —gruñó.
—¿No lo soy? Por favor, enséñame que no soy una aventura de una noche
si me follas una vez y luego te deshaces de mí como lo haces con todas las chicas.
—Aurora. —El borde de su voz erizó los vellos pequeños de mi antebrazo.
Sus ojos oscuros ardían de ira y frustración—. No eres como todas las chicas. Si
lo fueras, no parpadearía dos veces para matarte, pero puedo decirte que eres una
de las pocas personas en mi lista de «Dudo que pueda matar».
Esto habría sido una broma en el momento equivocado para cualquier otra
persona, pero sabía que Nevio no estaba bromeando.
—¿Se supone que eso debería provocarme sentimientos?
—No sé qué te provoque, pero es la verdad.
—Me quedaré en Nueva York. En este momento, nada en Las Vegas me
hace querer volver.
—No creas que estar fuera de mi territorio me impedirá hacer lo necesario
para protegerte.
—Es territorio de tu padre, no tuyo, y estoy bien protegida en Nueva York.
Nevio sonrió de una manera que hizo que un escalofrío recorriera mi
espalda.
—Luca no te dejará matar en su territorio —susurré. Tenía que atravesar el
172
grueso cráneo de Nevio. El problema era que, Nevio no estaba ciego a la verdad.
Simplemente no le importaban las consecuencias.
—Entonces, no te metas en problemas.
—¿Qué se supone que significa eso? —pregunté.
Se movió, acercándonos pero sin tocarme, tal vez porque me tensé o porque
no ansiaba un toque como el mío.
—No confío en los demás chicos que te rodean. Mantente alejada de ellos.
Parpadeé. Antes de que pudiera decir algo, aunque no estaba segura de que
hubiera transmitido el rencor necesario, Nevio dio un paso atrás, se dio la vuelta y
desapareció en las sombras como si ese fuera su lugar desde el principio. No podía
creerlo. ¿En serio me acababa de advertir que me alejara de otros chicos? ¿Qué era
esto? ¿Alguna extraña veta posesiva?
¿Celos? Casi me reí. Fuera lo que fuese, no me inclinaría ante ello. Nevio
ya no tenía ningún poder sobre mí. No dejaría que me arruinara este viaje. Si era
necesario, llamaría a su madre y entonces Remo definitivamente movería todo para
sacar a Nevio de Nueva York. Si Nevio decidía jugar sucio, yo también.
Agarré la correa de mi bolso, respiré hondo y salí del callejón.
Probablemente ya habría un grupo de búsqueda en camino. Regresé al hospital
lentamente.
Flavio corrió hacia mí a mitad del camino, luciendo estresado.
—¡Aurora! —exclamó. Recogió su teléfono—. La encontré. Está bien. —
Se metió el teléfono en el bolsillo trasero, y me agarró por los hombros—. ¿Por
qué escapaste? Algo podría haberte pasado.
Me pregunté por un segundo si Nevio ya consideraba a Flavio como uno de
los chicos con los que se suponía que no debía estar, pero considerando que era mi
primo, lo dudaba. Odiaba que el comentario de Nevio tuviera el poder de orientar
mis acciones. No tenía absolutamente ningún derecho a decirme qué hacer.
—¿Aurora?
Parpadeé y luego le di a Flavio una sonrisa tranquilizadora.
—Estoy bien. Lamento haber escapado, pero la alarma de incendio y todo
el alboroto me dieron ansiedad. Me trajo malos recuerdos de… ya sabes… —Dejé
que Flavio sacara sus propias conclusiones.
Él asintió con severidad. La noche de la emboscada probablemente
perseguía a bastantes personas de la Famiglia y la Camorra.
—Aun así, no deberías arriesgarte. Esto fue peligroso. Tienes que estar con 173
un guardaespaldas en todo momento —dijo mientras me guiaba de regreso al
hospital. Nunca había estado en peligro. Desde el momento en que me di cuenta
de que Nevio estaba en Nueva York y siguiendo mi rastro, estuve a salvo. Él me
protegería a su manera retorcida.
Valerio me llevó al trabajo, como todas las mañanas. Hoy mi ánimo estaba
particularmente agitado porque no había visto a Nevio en los últimos dos días.
Quizás en realidad escuchó y regresó a Las Vegas. Además, mi pasantía con el
médico de la Familia era muy divertida, incluso si no me permitían estar presente
durante todo. No tanto porque les preocupara que no pudiera soportarlo, sino
porque aún podía sentirme cansada a pesar del nuevo tratado de paz entre la
Camorra y la Famiglia.
Y como cada mañana, paramos en la cafetería favorita de Valerio. A mí me
gustaba el café, pero Valerio era absolutamente adicto a él. Dudaba que lo
necesitara para despertarse por la mañana porque era una de las personas 174
mañaneras más asquerosamente alegres que jamás hubiera conocido. Sus palabras
sobre estar de mal humor por las mañanas nunca habían resultado ciertas. O tal vez
simplemente en el fondo estaba de mal humor.
Bajamos de su Porsche 911 rojo, que había estacionado junto a la acera,
justo delante de la tienda. Al momento en que entramos a la tienda, noté que
Marcos no estaba detrás del mostrador. Esta era la primera vez que no tomaba
nuestras órdenes. Valerio le dio nuestras órdenes habituales a la chica detrás del
mostrador. Algo en su cara me dijo que algo estaba pasando. Tenía la piel con
manchas y los ojos llorosos como si hubiera llorado recientemente.
—¿Dónde está Marcos? —pregunté casualmente, sin querer que Valerio
sacara conclusiones equivocadas. No estaba interesada en el barista. Simplemente
me gustaba su coqueteo porque elevaba mi ego.
Valerio me miró de reojo, con los ojos azules entrecerrados en
consideración. Si había pensado que tendría más libertad fuera de casa, estaba
completamente equivocada. La Famiglia tenía reglas estrictas a las que incluso el
tolerante Valerio prestaba atención.
La chica palideció. Se giró hacia donde su gerente estaba hablando con
alguien por teléfono, luciendo molesta.
—Anoche lo encontraron muerto en un callejón. Por eso no se presentó a
trabajar esta mañana. La policía estuvo aquí para interrogarnos incluso antes de
que abriéramos la tienda.
Tragué fuerte. ¿Esto era una coincidencia? ¿Y si Nevio aún estaba en Nueva
York?
Tal vez había decidido que Marcos me había mirado de manera equivocada
y, de repente, estaba muerto.
Me sentí enferma. Incluso sin ninguna prueba, mis instintos me decían que
Nevio había estado involucrado en esto. Por mí. No entendía nada de esto. ¿Qué
era esto para él? ¿Un juego enfermizo?
—¿Saben lo que pasó? —pregunté, intentando sonar comprensiva y no tan
asustada como estaba. Considerando la expresión tan intensa de Valerio,
probablemente no estaba haciendo un muy buen trabajo.
La chica volvió a mirar a su gerente y luego susurró:
—La policía cree que fue un atraco. Lo apuñalaron y su billetera estaba en
el suelo, a su lado.
—¿Lo apuñalaron? ¿Solo una vez o tuvo otras heridas?
Conociendo la incapacidad de Nevio para controlarse, una sola puñalada
parecía extraña, pero tal vez esa había sido su intención. Tal vez esta matanza 175
controlada demostraba que él en realidad no se preocupaba por mí, que no estaba
profundamente involucrado emocionalmente, sino que actuaba con un enfermizo
sentido de posesividad.
La chica pareció incómoda. No era normal hacer este tipo de preguntas
siendo un espectador. Mañana probablemente la policía querrá interrogarme por
mi comportamiento sospechoso, pero necesitaba saber más.
—Creo que lo apuñalaron una vez, pero no pedí detalles. —La forma en que
lo dijo dejó claro que yo tampoco debería haber preguntado—. Probablemente
debería... ehhh… tomar sus pedidos antes de que mi gerente se dé cuenta de la
larga fila —dijo rápidamente, luego giró sobre sus talones y comenzó a trabajar en
nuestras bebidas.
Valerio levantó una ceja rubia.
—¿Qué fue eso?
Me encogí de hombros.
—Solo curiosa. Parecía un buen tipo. Es horrible que lo hayan matado.
—Horrible —repitió Valerio como si no le importara nada, lo cual
probablemente era cierto considerando que era hijo de Luca Vitiello y había
matado a una buena cantidad de personas en su vida.
La barista regresó con nuestros pedidos y nos fuimos. Cuando subimos al
Porsche, Valerio no arrancó el motor.
Fingí estar ocupada con mi americano. Desde que Valerio me lo presentó,
desarrollé mi propia adicción al brebaje.
—Preguntaré de nuevo. ¿De qué se trató ese interrogatorio? —Su voz
careció de su alegría y ligereza habitual, y me dio una idea de otro lado más serio
y peligroso de él.
Fruncí el ceño.
—Solo estaba siendo compasiva. La chica debe sentirse mal después de una
noticia tan horrible.
—Horrible —repitió Valerio con un dejo de sarcasmo—. Incluso yo me di
cuenta de que la chica estaba asustada por tus preguntas. Ciertamente no recibió
vibras compasivas de tu parte.
—Tal vez estaba enamorada de él —murmuré, sintiéndome a la defensiva.
Mis pensamientos eran un lío, y solo era cuestión de tiempo antes de que se me
escapara algo.
176
—No me dio la sensación de que estuvieras enamorada de él. Sin duda
estaba loco por ti, pero a ti no te gustaba. Tengo la sensación de que no se trata de
que solo te preocupes por eso.
Tomé un sorbo de mi café, esperando que Valerio dejara de insistir. Por otro
lado, tal vez involucrarlo a él y, en consecuencia, a Luca haría que Nevio se
retirara.
Sin embargo, la paz seguía siendo una construcción frágil. ¿Y si las acciones
de Nevio provocaban una ruptura nueva que conducía a la guerra? Con Greta en
Nueva York, las cosas se complicarían aún más. ¿De verdad podría arriesgarme a
esto por una sospecha infundada?
Valerio inclinó su cuerpo en mi dirección, con la espalda contra la puerta y
un codo apoyado en el volante.
—Es extraño. Te pierdes cuando se produce un incendio en el hospital, y
Flavio te encuentra completamente nerviosa. Sigues revisando nuestro entorno
como si supieras que alguien te persigue. Mis instintos me dicen que alguien nos
ha estado observando. Alguien que es realmente bueno para permanecer en las
sombras, alguien que está acostumbrado a acechar a los demás, a cazarlos. Y ahora
un chico al que le gustabas está muerto.
—La gente es asaltada y asesinada todo el tiempo.
—Claro que sí —dijo—. Aun así, encuentro extraña la serie de
acontecimientos. ¿Estás prometida a alguien en Las Vegas?
—Sabes que no lo estoy.
—¿Alguien cree que le perteneces?
—No soy una mascota. No pertenezco a nadie.
Valerio solo sonrió como si hubiera dicho algo gracioso. Lo había
subestimado. Su naturaleza divertida te hacía olvidar lo que era en el fondo de su
ser. Un mafioso y el hijo de Luca Vitiello.
—Seguro. Si la mentira te hace sentir mejor.
Finalmente, puso el auto en marcha y se alejó de la acera. En realidad,
esperaba que dejara el asunto. No podía hacerlo. Necesitaba saber más de la muerte
de Marcos. El problema era cómo hacerlo sin que la policía o los Vitiello
sospecharan.

177

Por fortuna, Greta y Amo fueron invitados nuevamente esta noche y


aproveché la oportunidad para tener una charla privada con Greta justo después de
la cena.
Nos instalamos en el columpio de Hollywood en el patio trasero, lejos de
miradas y oídos curiosos.
—¿Nevio aún está en Nueva York? —pregunté en un susurro.
—No ha estado en contacto conmigo en más de veinticuatro horas, así que
supongo que ha regresado a Las Vegas.
—O está pasando desapercibido a su manera —murmuré, y luego le conté
a Greta lo que había descubierto hoy. Mi pulso se aceleró con solo hablar de ello,
y mis ojos ardieron como lo habían hecho cada vez que había considerado mi papel
en la brutal muerte de un inocente.
Ella no dijo nada, solo pareció pensativa. Nadie conocía a Nevio mejor que
Greta, aunque muchas veces hubiera deseado que fuera yo. Ahora ya no estaba tan
segura.
—¿Greta?
Pasó sus dedos elegantes por su falda, sus cejas oscuras curvándose en una
contemplación profunda.
—Te dije que se preocupa por ti.
—¿Y esa es su forma de demostrarlo? Mató a un hombre inocente porque
no le gustó que hablara con él.
Aún no quería creerlo. No estaba segura de que mi conciencia pudiera
soportarlo. ¿Cómo podría arriesgarme a volver a hablar con un hombre si eso
significara arriesgar su vida? ¿No era exactamente ese miedo lo que Nevio quería
evocar en mí para poder controlarme? Pero rebelarme no suponía ningún riesgo
para mi seguridad. Estaba jugando con la vida de otras personas, y no podía hacer
eso.
—Por favor, ¿puedes hablar con él? Tiene que detener esto. No somos
pareja. Nunca me ha dado ninguna indicación de que quisiera tener una relación
conmigo. No puede decidir con quién salgo. Quiero que regrese a Las Vegas y se
mantenga fuera de mi vida. No estamos saliendo. No somos nada, ni siquiera
amigos después de todo lo que hizo. No quiero tener nada que ver con él nunca 178
más.
Greta suspiró.
—Aurora…
—No intentes hacerme comprenderlo, ni siquiera sentir simpatía por él. Está
fuera de lugar. Ya terminé con él.
Greta se mordió el labio.
—Veré si puedo comunicarme con él, y luego se lo haré saber. Pero no
puedo prometer que me escuchará. Nevio es impredecible.
Las puertas corredizas nos hicieron a ambas quedarnos en silencio. Luca
estaba en la puerta y se me hizo un nudo en el estómago. Algo en su cara me dijo
que estaba en problemas.
—Aurora, necesito hablar contigo.
Me levanté del columpio. Greta me miró preocupada. ¿Le preocupaba que
expusiera a Nevio?
Si la guerra no estuviera en el horizonte, si hubiera tenido el valor, podría
haberlo hecho. Merecía castigo. Sus acciones nunca habían tenido consecuencias
durante toda su vida, y ahora un inocente tuvo que pagar el precio.
Seguí a Luca a su oficina donde estaban esperando Matteo, que también
había estado en la cena con Gianna e Isabella, y Valerio. Supuse que Amo intentaría
sacarle información a Greta mientras tanto.
Les di una sonrisa vacilante.
—¿Hice algo malo?
—Siéntate —dijo Luca, señalando el sillón a la izquierda frente a ellos,
como si estuviera enfrentando una inquisición.
Los nervios me retorcieron el estómago mientras me hundía. No estaba
preocupada por mí. Lo peor que me podía pasar era que Luca me enviara de regreso
a Las Vegas y, aunque todavía no estaba preparada para eso, no sería horrible.
—Valerio nos habló del asesinato de un hombre con el que estuviste en
contacto.
Me sonrojé.
—Compraba mi café en la cafetería donde él trabajaba, y siempre estaban
Valerio o Flavio también.
179
—No sugerí que estuvieras involucrada con este hombre, pero él parecía
interesado en ti. Flavio y Valerio son buenos ocultando su naturaleza, por lo que
no sorprende que no haya recibido el mensaje de que estabas fuera de sus límites.
Parece que alguien más le transmitió el mensaje de una manera muy obvia.
—La policía cree que se trata de un atraco que salió mal.
—Por supuesto que sí —dijo Matteo con un resoplido.
—¿Qué crees que pasó? —Miré a Luca a los ojos pero bajé la mirada
rápidamente, incapaz de soportar la suya.
—Lo mataron con un cuchillo de sierra.
Matteo me arqueó una ceja.
—¿A quién conoces que tenga un cuchillo de dientes de sierra como
mascota?
Era el cuchillo favorito de Nevio. Todo el mundo lo sabía.
—Mucha gente usa cuchillos de sierra, ¿verdad? —Intenté parecer lo más
inocente posible.
—Pura mierda. Nuestro asesino psicótico favorito tiene ese cuchillo.
Maldición, probablemente incluso duerma en una cama con él y lo use para follarse
a los suyos...
—Matteo… —La voz de Luca resonó por la habitación, haciéndome
estremecer.
Matteo lo desestimó.
—Al vivir bajo el mismo techo con los Falcone, probablemente haya visto
y oído cosas peores.
—Pero no lo hará bajo mi techo. Apenas es mayor de edad, e inocente.
Quiero que recuerdes eso.
—Luca, los rubios de ojos azules siempre te hacen creer en la inocencia.
—Soy la personificación de la inocencia —dijo Valerio con una sonrisa.
—Mi punto —dijo Matteo.
Apreté los labios, sin estar segura de qué decir o hacer. Si Nevio de verdad
hubiera querido cubrir sus huellas, habría hecho un mejor trabajo. Este asesinato
probablemente sirvió para dos propósitos: controlarme y provocar a la Famiglia.
Temía que lograría ambas cosas.
—Acepté que viniera a Nueva York para masacrar a los responsables del 180
ataque de Greta, incluso acepté que estuviera aquí para la boda, pero no quiero a
ese hijo de puta en nuestra ciudad cuando le plazca. Aún me encantaría cortarle la
garganta por lo que les hizo a Isa y Gianna, y si se cruza en mi camino en los
próximos días, estoy jodidamente seguro de que le mostraré mi cuchillo favorito
—dijo Matteo.
Aria se aclaró la garganta, y todos nos volvimos hacia la puerta abierta.
Parecía furiosa.
Era una de las pocas personas que conocía que aún lograba verse hermosa
en cualquier circunstancia. Tenía los puños apoyados en las caderas.
—Le prometimos a Fabiano mantener a salvo a Aurora, pero ahora la estás
interrogando y diciéndole todas estas cosas inapropiadas. Esto es inaceptable.
Luca suspiró.
—También es inaceptable que Nevio esté desenfrenado en mi ciudad.
—¿Sabemos que es él? —preguntó.
—Lo sospechamos.
—¿Por qué estaría aquí?
Todos los ojos se volvieron una vez más hacia mí.
—¿Por qué querías irte de Las Vegas? —preguntó Luca.
—Tal vez había alguien allí que la hacía sentir incómoda. No quiere ser la
pobre mujer en la que Nevio pone su mirada —dijo Matteo.
—Nevio no ha puesto su mirada en mí. A Nevio solo le importa la Camorra
y la violencia.
Matteo me dio una sonrisa de tiburón.
—Eso es lo que todos también decían de su padre, y luego secuestró a una
pobre mujer, y ahora viven felices para siempre.
La historia de cómo Serafina y Remo se convirtieron en pareja aún me
sorprendía, aunque ya lo sabía desde hacía un tiempo. ¿Cómo podías enamorarte
de alguien que te secuestró para destruir a tu familia?
—De tal palo tal astilla. A ambos les gustan las rubias —dijo Matteo.
Me sonrojé.
—No está…
—¿Hizo algo? ¿Te está amenazando? —preguntó Aria en tono maternal
mientras cruzaba la habitación y tocaba mi hombro suavemente. Aprecié su apoyo,
pero al mismo tiempo me hizo sentir aún más culpable por haberles traído 181
problemas—. Podemos protegerte de todo, y Fabiano tampoco se detendría ante
nada para protegerte. Estaba dispuesto a romper con la Camorra por tu madre.
Eso era exactamente lo que temía. Si papá se enteraba, su vínculo con los
Falcone se resentiría o incluso se rompería.
Nevio me había hecho daño. Ni siquiera estaba tan preocupada por el
aspecto físico, incluso si odiaba cómo había perdido mi virginidad con él, cómo él
ni siquiera lo recordaba. Pero Nevio no había tenido la intención de lastimarme, al
menos no físicamente, porque no se había dado cuenta de que era yo.
Aún lo odiaba por esa noche, y por todo lo que vino después. Pero no
intentaría vengarme de él a través de mi padre o Luca. No arriesgaría la seguridad
de todos porque había sido lo suficientemente estúpida como para enamorarme de
alguien como Nevio.
Sabía qué clase de persona era.
—No necesito protección —dije con firmeza, y ni siquiera era mentira.
Nevio no quería lastimarme, solo a todos los demás.
Valerio o Flavio y, en algunas ocasiones, incluso Luca hizo de mi
guardaespaldas aunque la presencia de este último resultó un poco desconcertante.
No era que no estuviera acostumbrada a la intensidad de un Capo (después de todo,
había crecido con Remo), pero nunca había estado a solas con él. Me sentí
incómoda y también estresada porque sabía por qué el propio Capo había decidido
mantenerme a salvo. Aunque, ni siquiera estaba segura de que se tratara de mi
seguridad. Ninguno de ellos podía creer que Nevio fuera un peligro para mí.
Querían capturarlo en su territorio, y yo era el cebo.
En serio esperaba que Nevio no fuera lo suficientemente arrogante como
para arriesgarse a contactarme nuevamente mientras estuviera bajo vigilancia
estrecha. Tal vez me estaba preocupando por nada, y él en realidad había regresado
a Las Vegas. Greta me había asegurado que le había enviado un mensaje, pero no
estaba segura si había seguido su consejo. También mencionó que su padre, Remo, 182
estaba furioso desde que Luca le contó sobre los acontecimientos extraños en
Nueva York. Tal vez encontraría una manera de detener a su hijo.

—Nevio, escucha, no tengo ni idea de lo que pasa por tu cabeza, pero tu


padre está a punto de explotar. Luca llamó para preguntar por ti, y tu papá mintió
diciendo que estabas aquí. Tienes que volver —murmuró Alessio.
—Volveré mañana —dije, y luego colgué. Después de una semana en Nueva
York, mi trabajo aquí estaba hecho. Aurora entendió que hablaba muy en serio. No
dejaría que ningún imbécil coqueteara con ella sin consecuencias.
Sin mencionar que Luca había aumentado su protección para Aurora.
Mañana todo el clan Vitiello iría a los Hampton a pasar unas semanas.
Regresar a casa definitivamente provocaría un gran conflicto con papá.
Ignoré todos sus mensajes, y lo mismo ocurrió con los mensajes de casi todos los
demás.
Cuando salí del aeropuerto al día siguiente, papá ya me estaba esperando.
Su expresión dejó claro que estaba dispuesto a matarme. No era la primera vez,
pero tenía la sensación de que estaba más cerca que nunca del final de su paciencia.
Me subí a su auto sin decir una palabra. Evadir su explosión solo empeoraría
las cosas, aunque tenía la sensación de que sería bastante malo. ¿Me importaba?
No precisamente.
—¿Qué carajo te pasa? —gruñó al momento en que se cerró mi puerta.
—Ambos sabemos que la lista es larga.
Papá agarró el volante con fuerza, y sus nudillos se volvieron más blancos
que la cocaína que los yonquis nos arrancaban de las manos.
—¿Estabas en Nueva York?
Asentí porque papá lo sabía y solo quería ponerme a prueba.
—Le mentí a Luca y le dije que estabas aquí. Mierda, al momento en que
183
desapareciste, tuve inmediatamente la sensación de que era por esta puta mierda.
¿Qué carajo te pasa?
La respuesta seguía siendo la misma, pero no me molesté en señalarlo.
Tampoco mencioné que había sido conocido por sus movimientos locos cuando
era más joven, secuestrando a una novia, por ejemplo, y solo se había calmado un
poco desde que tenía familia.
—¿Mataste a ese tipo? Porque Luca cree que fuiste tú, y tengo que estar de
acuerdo con su instinto.
—Eligió a la chica equivocada.
—Aurora se fue de Las Vegas porque quería alejarse de ti. ¿Qué pasa con
este mensaje que no recibiste?
—Tú secuestraste a mamá. No es que seas un brillante ejemplo de cómo
tratar a una mujer.
Papá me agarró por la garganta. Me sorprendió que le hubiera tomado tanto
tiempo ponerse violento porque su ira debía haberse acumulado en los últimos
días. Demonios, las últimas semanas.
—Maldita sea, esto no se trata de tu madre y de mí. Por cierto, ella no sabe
nada de tu error. Le mentí, le dije que te había enviado a una misión especial, para
que no se preocupe. Mierda, también tuve que mentirle a Fabiano. Estoy
acumulando demasiadas mentiras por culpa de tus estupideces.
—Hice cabrear a Luca. ¿Esa no es una misión que puedes respaldar? —
pregunté, sonriendo a pesar de mi falta de oxígeno. Los dedos de papá se
flexionaron, pero me soltó, se dio la vuelta y arrancó el auto como si necesitara
ocuparse del tráfico para asegurarse de no asfixiarme hasta la muerte.
—Nevio, necesitamos la paz por el bien de Greta. ¿Eso no es algo que
incluso tu cerebro debería poder entender? —gritó, temblando de ira con cada
palabra.
Me recosté. Este era un tema que no tenía ningún interés en discutir. Si
hubiera estado interesado en la guerra con la Famiglia, mi semana allí habría sido
diferente. A Luca le importaba un carajo ese forastero muerto, y definitivamente
no comenzaría una guerra por él.
—Solo dame una razón para esta gran cagada. Una jodida razón sensata que
tal vez me haga querer matarte un poco menos.
—Quería mostrarle a Aurora que no la abandonaría solo porque escapó.
Me miró, su falta de comprensión tan clara como el día en su rostro.
184
—¿Qué quieres de ella? Y si tu respuesta es algo menos que casarte con
ella, entonces no digas nada y, maldita sea, deja en paz a esa chica. Es la hija de
Fabiano. Si quieres alterar la vida de una chica, elige otra. Nevio, ésta es mi última
advertencia. No me arriesgaré a perder a Fabiano porque se te metió en la puta
cabeza perseguirla simplemente porque empezó a correr.
Mantuve la boca cerrada porque no tenía ni puta idea de lo que quería con
Aurora. No podía dejarla ir. Lo sabía, ¿y las consecuencias? Maldita sea, con suerte
valdrían la pena.
Después de seis semanas en Nueva York, regresé al territorio de la Camorra
con temor. Mi breve encuentro con Nevio en Nueva York no había sido propicio
para olvidarlo y lo que había sucedido entre nosotros.
Si la intención de Nevio había sido perturbarme, lo había conseguido.
Quizás esto se había convertido en un juego enfermizo para él. No jugaría. Aun
así, la muerte de Marcos pesó mucho en mi conciencia. Por supuesto, no podía
estar segura de que hubiera sido Nevio. Nada apuntaba hacia él. No estaba
familiarizada con su estilo de matar. Toda mi vida había hecho todo lo posible por
no insistir en lo que él hacía no solo para la Camorra sino también para divertirse
por la noche. Marcos no había sido torturado. La policía aún pensaba que se trataba 185
de un atraco que salió mal. Pero las sospechas de Luca habían confirmado las mías.
Mamá, papá y Davide me habían recogido ellos mismos en Nueva York y
habíamos pasado dos días en la ciudad como familia porque no regresaría de
inmediato a Las Vegas. Pasaría unas semanas más en el circuito de carreras. Me
entusiasmó la oportunidad de volver a ver a Roman, Adamo y Dinara y de hecho,
pasar tiempo con ellos, ya que sus visitas a Las Vegas solían ser breves.
Dinara me abrazó cuando salí del auto de Adamo. Roman se arrojó a mis
brazos y lo levanté con un resoplido.
—¡Te has vuelto pesado!
Sentí como si hubiera crecido varios centímetros desde la última vez que lo
vi.
—Estamos muy contentos de que te unas a nosotros por un tiempo —dijo
Dinara con una sonrisa.
—Estás feliz de tenerme como niñera —bromeé.
Dinara se echó hacia atrás su cabello rojo, luciendo indignada.
—Sabes que nos encanta tenerte. Pero Roman te extrañó, así que
definitivamente querrá pasar tiempo contigo. —Sonrió y yo me reí.
—Yo también lo extrañé. —Lo abracé aún más fuerte hasta que empezó a
retorcerse y tuve que dejarlo en el suelo.
—Esta vez te conseguimos tu propio tráiler, para que tengas privacidad —
dijo Adamo que me llevó hacia una caravana que estaba justo al lado de su casa
móvil, que era enorme en comparación con la mayoría de los remolques, caravanas
y autobuses VW que muchos de los conductores usaban como hogar durante las
carreras. Por supuesto, la mayoría de ellos no viajaban con una familia.
—¿Y en serio quieres ayudar a nuestro doctor y no unirte a las carreras? —
preguntó Dinara mientras nos sentábamos frente a su casa rodante un poco más
tarde para cenar bistec a la parrilla y una deliciosa ensalada rusa de papas.
Sacudí la cabeza.
—No creo que las carreras estén realmente en mi sangre. Me encanta sentir
el viento en el cabello cuando me lanzo por la rampa, pero atravesar el desierto a
240 kilómetros por hora no me parece muy atractivo.
—Si cambias de opinión, te daré un curso intensivo y estoy segura de que
podremos encontrar un auto muy rápido para ti —dijo.
—Dinara ha estado intentando reclutar chicas para las carreras durante años,
186
y eres una de sus mejores opciones. A ella le encantaría tenerte cerca más a
menudo.
Sonreí. En realidad, me gustaba la libertad que me daba vivir con Adamo y
Dinara, pero a la larga extrañaría a mi familia y al loco clan Falcone.
Ya era pasada la medianoche cuando Dinara miró su reloj con un suspiro
profundo.
—Mañana es una carrera de clasificación. Probablemente deberíamos irnos
a la cama.
De todos modos, estaba ridículamente cansada. Me quedé dormida al
momento en que mi cabeza tocó la almohada.
El aire estaba cargado de energía nerviosa cuando salí de mi caravana a la
mañana siguiente. La gente andaba por ahí haciendo reparaciones de última hora
en sus autos. Adamo y Dinara estaban listos para la carrera de mañana, por lo que
no tuvieron que unirse a la carrera de clasificación. Como organizadores, su carga
de trabajo aún era enorme, así que pasaría el día con Roman hasta que comenzara
la clasificación.
—¡Mira! —gritó Roman emocionado, señalando un auto que se detuvo en
la fila de autos participantes. Era un Ford Mustang negro con faros rojos. Incluso
antes de mirar dentro, sabía a quién vería.
Mis labios aún se abrieron cuando lo vi detrás del volante, con un brazo
casualmente apoyado en la ventanilla baja: Nevio.
Roman dejó escapar un grito y saludó a su primo. Sin embargo, mi vientre
estaba tan apretado que me preocupaba vomitar mi desayuno. Esta vez, Nevio no
estaba solo. Alessio y Massimo estaban con él en el auto. Sabía que esos dos
difícilmente impedirían que Nevio cometiera cualquier locura que hubiera
planeado ahora.
—¡Papá! —le gritó Roman a Adamo, que estaba a solo unos pasos de
distancia y estaba discutiendo algo con uno de los pilotos. Levantó la vista y siguió 187
el dedo que señalaba Roman. Sus cejas oscuras se arquearon en confusión. Caminé
hacia él mientras Roman corría hacia el Mustang.
—¿Alguna vez se ha unido a una carrera? —le pregunté a Adamo cuando
llegué a su lado, haciendo lo mejor que pude para sonar levemente interesada y no
mostrar cuán ansiosa me ponía de verdad la aparición de Nevio. Adamo negó con
la cabeza.
—Pensé que el motocross era lo suyo. Tal vez necesite un pasatiempo nuevo
para no meterse en problemas. Pero Massimo, Alessio y él han visitado las carreras
antes para pasar el rato conmigo.
Tenía la sensación de que Nevio no estaba aquí para no meterse en
problemas. Estaba aquí para causarlos. Por mí.
Cuando nuestros ojos se encontraron y él me dio una sonrisa maliciosa, supe
que tenía razón.
Ese día se unió a la carrera de clasificación. Por supuesto como hijo del
Capo, no tuvo problemas para conseguir un lugar, y conociendo a Nevio,
probablemente se habría deshecho de cualquiera que se interpusiera en su camino.
Roman y yo acompañamos la carrera en uno de los autos cámara. Conocía
al piloto desde mi última vez en las carreras. Gigimo me dio una sonrisa amplia
cuando me deslicé en el asiento trasero con mi primo pequeño.
—¿Alguna apuesta sobre quién ganará la clasificación? —preguntó.
Me encogí de hombros. Nevio probablemente jugaría sucio, por lo que sus
posibilidades no eran tan malas, aunque dudaba seriamente que su incentivo para
venir aquí fuera ganar carreras.
Intenté disfrutar de la atmósfera y la emoción de la carrera, pero cada vez
que vislumbré el Mustang negro con los espeluznantes faros rojos, mi estómago
volvió a caer en picada. Una parte pequeña de mí, una parte realmente loca que
intenté ignorar, se sintió emocionada por el interés repentino de Nevio en mí.
Aunque interés parecía una palabra extraña para su obsesión mortal.
—Parece ansioso por llamar tu atención —dijo Gigimo aproximadamente a
mitad de la carrera. Corríamos junto al grupo líder de autos, pero los perdimos a
medida que sus maniobras se volvieron más arriesgadas.
Seguí su mirada afuera. El Mustang negro se acercó a nosotros. Nevio tenía
la ventanilla bajada, el brazo apoyado en la puerta y conducía el auto con una mano
a pesar de la velocidad vertiginosa. Le envié un ceño que no pudo malinterpretar.
La comisura de su boca se inclinó en una media sonrisa, luego apartó sus ojos de
mí para evaluar brevemente a Gigimo de una manera que me preocupó antes de
188
concentrarse en la pista y sus oponentes.
Nevio quedó en tercer lugar, lo cual fue sorprendentemente bueno,
considerando que nunca se había unido a una carrera y había estado ocupado
molestándome durante toda la carrera.
Al momento en que Gigimo estacionó el auto cámara en el campamento,
abrí la puerta y salí. Quería poner distancia entre él y yo antes de que Nevio juzgara
mal algo. Por supuesto, Roman tenía otros planes y charló con Gigimo sobre cada
detalle de la carrera de hoy. Esperé afuera, pero justo cuando Nevio entró en el
campamento, Gigimo se unió a mí con una sonrisa amistosa.
—¿Disfrutaste la carrera de hoy? —preguntó a medida que apoyaba un
brazo casualmente contra su auto, acercándonos.
—Fue genial.
Sabía que era de mala educación, pero tomé la mano de Roman y me alejé
con una despedida breve. Gigimo era un tipo bastante agradable. Cuando lo conocí
por primera vez en las carreras, era un conductor que se escondía de la policía por
robar una gasolinera. La mayoría de las personas que formaban parte del circuito
de carreras eran parte de la mafia o tenían antecedentes penales por otras razones.
Me escondí en la casa móvil de Adamo y Dinara a pesar de las protestas de
Roman y mi enfado. No quería tener que esconderme. Me entusiasmaba pasar
tiempo en las carreras. Me encantaba el ambiente, la gente loca y la sensación de
libertad. No quería que Nevio me quitara esto. Al final, prevalecieron las súplicas
de Roman y mi propio enfado.
Cuando muchos de los corredores se reunían alrededor de la hoguera, que
era tradición después de cada carrera, finalmente también salí. Me senté junto a
Dinara en un tronco. Adamo compartió otro tronco con la Trinidad Impía, y Roman
también corrió hacia allí.
Mis ojos se encontraron brevemente con los de Alessio. Parecía casi
comprensivo, pero también había un indicio de te lo dije en su expresión. Y me
había advertido sobre Nevio. Me gustaría pensar que me habría alejado mucho
antes si hubiera sabido a qué me llevaría mi enamoramiento, pero si fuera honesta,
no podía estar segura.
Dinara me dedicó una sonrisa extraña, sus ojos penetrantes.
—¿Todo bien? Has estado actuando extraño desde que aparecieron esos
tres.
Me encogí un poco de hombros. No quería mentir, pero tampoco podía decir
la verdad. Tenía que volver a llamar a Carlotta mañana, incluso si sabía lo que
diría, lo mismo que había dicho cuando le conté cómo Nevio me había acosado en
189
Nueva York, menos la parte del asesinato, porque estaba preocupada por el FBI o
que alguien más estuviera escuchando a escondidas. Quería que se lo contara al
resto, que hablara con Remo y, si todo lo demás fallaba, incluso con mi padre. Pero
simplemente no podía hacerlo.
—Tuve una discusión con ellos, así que prefiero no verlos.
Por la expresión de Dinara me di cuenta de que no me creía.
—Mmm.
—Oye, ¿puedo acompañarlas? —preguntó Gigimo y se sentó con las
piernas cruzadas en el suelo sucio frente a nosotras antes de que pudiéramos decir
algo.
Dinara se inclinó hacia mí.
—¿Quieres estar a solas con él?
—No —presioné rápidamente. Ni siquiera lo quería cerca.
Gigimo sabía quién era yo y quién era mi padre, pero no era parte de la
mafia, así que tal vez no entendía lo que significaba. Además, no sabía nada de mi
loco acosador.
Miré hacia el tronco con la trinidad y, por supuesto, los ojos de Nevio
estaban puestos en nosotros.
No estaba segura de qué hacer. Estaba harta de que me dijera qué hacer. Si
quería charlar con alguien del otro sexo, era asunto mío, no suyo. Probablemente
aún se follaba a todas las chicas que quería.
—¿Son pareja? —preguntó Gigimo en voz baja, inclinándose más cerca de
modo que pudiera escucharlo por encima de la música country a todo volumen y
el crepitar del fuego. Su brazo chocó con mi espinilla.
—No —respondí, sorprendida de que pensara eso.
Dinara vació su cerveza con una risita. Al parecer, la situación le parecía
entretenida. No podía culparla. Probablemente parecía un ciervo ante los faros.
Al igual que el animal, simplemente quería huir pero no podía.
—Creo que me iré a la cama —dije finalmente y me puse de pie.
—¿Quieres que te acompañe hasta tu remolque? —preguntó Gigimo e hizo
un movimiento como para levantarse del suelo. Eso era absolutamente lo último
que necesitaba.
Dinara se puso de pie.
—Yo la llevaré. De todos modos, tenemos cosas de chicas que discutir.
190
Le di una sonrisa agradecida cuando estuvimos fuera del alcance del oído y
de la vista de Gigimo. Dinara no era una mujer que hablara de asuntos de chicas,
pero me había salvado de una situación incómoda.
—Puedes hablar de todo conmigo, lo sabes, ¿no? No estoy obligada a
compartir ninguna información con la Camorra.
Asentí. A menudo olvidaba que Dinara se sentaba entre las sillas
importantes ya que su padre había sido el Pakhan de la mafia rusa en el área de
Chicago antes de que sus medio hermanos tomaran el poder.
Llegamos a mi caravana y el sensor de movimiento arrojó su tenue brillo
sobre nosotras.
—Si no te sientes segura por algún motivo, te ayudaré a resolver algo, ¿de
acuerdo?
—Nadie está más segura que Rory. —La voz baja de Nevio vino desde la
oscuridad, casi provocándome un infarto.
Dinara y yo nos giramos para encontrar a Nevio unos pasos detrás de
nosotras. Su talento para acechar era inquietante, aunque no sorprendente,
sobresaliente.
—¡Por Dios, Nevio, casi me haces orinar en los pantalones! —siseó Dinara.
Nevio se acercó a nosotras hacia la luz, con las manos casualmente metidas
en los bolsillos.
—Necesito hablar con Aurora.
Dinara le frunció el ceño, y luego miró en mi dirección. Asentí porque en
algún momento tendría que hablar con él. Estaba aquí por mi culpa y no se iría.
—Estaré junto a la hoguera si cambias de opinión con ir a la cama. —Dinara
le dio a Nevio una mirada severa, que él ignoró antes de que ella se alejara y
desapareciera detrás de otro remolque. Ahora Nevio y yo estábamos solos y fuera
de la vista de miradas indiscretas, lo que hizo que mi pulso se acelerara. No le tenía
miedo a Nevio, no del modo en que mucha gente le tenía miedo. Quizás ese fuera
mi principal problema.
Nevio recogió la lámpara y la giró en la otra dirección para que ya no
estuviéramos en su luz directa, luego se apoyó contra mi caravana.
—Gigimo parecía bastante acogedor a tu lado.
—Me conoce desde los últimos dos veranos cuando cuidé a Roman. —
Estaba orgullosa de lo controlada y fría que sonó mi voz a pesar de la locura que
sacudía mis entrañas.
—¿Entonces cree que ustedes dos tienen historia? 191

Miré fijamente a los ojos oscuros de Nevio, preguntándome qué diablos


pasaba detrás de ellos.
—Si cuentas eso como historia, tengo historia con al menos la mitad del
circuito de carreras, ¿de acuerdo?
Sonrió de forma extraña y, con las sombras jugando en su rostro, pareció
siniestro.
—Estás intentando protegerlo.
—¿Estás celoso? —pregunté mordazmente.
La sonrisa de Nevio me provocó un escalofrío en la espalda.
—Rory, no me pongo celoso. Me pongo asesino.
—No puedes matar a todos los que hablan conmigo.
—¿Quién va a detenerme?
—Tu padre tendrá suficiente en algún momento. La gente hará preguntas e
incluso un Capo tiene que responder a sus soldados en algún momento.
—Ah, se enojará conmigo. Querrá patearme el trasero. Pero él no es un
santo. Tiene su propia larga lista de asesinatos difícilmente justificados. Y siempre
me respaldará frente a los demás, así que no deberías contar con él para detenerme.
Sacudí la cabeza. Respiré profundamente e hice una pregunta que había
evitado por miedo a lo que me haría.
—Fuiste tú, ¿verdad? Mataste a Marcos por mi culpa.
Los ojos de Nevio no tenían ni una pizca de arrepentimiento. Se acercó y su
mirada se deslizó sobre mí como una ducha fría.
—Estaba demasiado interesado en tus pedidos de café.
Me alejé un paso de él y choqué con los escalones laterales.
—Era un tipo normal. Solo estaba coqueteando. No hizo nada, ciertamente
nada para merecer su muerte. ¿Qué sucede contigo?
—La lista es muy larga. Rory, te advertí que te alejaras de mí. En realidad,
intenté mantenerte fuera de mi cabeza. Quería a la chica equivocada, y no
comparto.
Tragué fuerte.
—Ni siquiera era parte de nuestro mundo. Podrías simplemente haberlo
asustado. No tenías que matarlo. ¿Te das cuenta siquiera de lo que esto me hizo?
192
¿Cómo me ha estado carcomiendo la culpa? ¿Quieres romperme?
Nevio tomó mi mano y la presionó contra su pecho.
—No me importa él ni casi toda la población mundial, con algunas
excepciones. No siento lástima y me encanta herir a los demás. Pero ¿crees que lo
despediría con una pequeña advertencia como un tipo normal? —Sintiendo su
corazón latir tranquilamente contra mi palma, una ola de ira mezclada con
desesperación me invadió porque aún deseaba que su corazón latiera por mí. ¿Lo
hacía? ¿Asesinar a alguien para que él no pudiera decirlo, o simplemente mostraba
lo arruinado que estaba Nevio y que había convertido lo que fuera que había entre
nosotros en un juego enfermizo, una aventura nueva que llenaría sus noches?
Aparté mi mano de su agarre y me alejé de él, sintiendo mis ojos arder con
lágrimas no derramadas. Ni siquiera sabía si Marcos tenía familia. Tal vez podría
enviarles una disculpa anónima y algo de dinero para aliviar algo de la culpa que
aún sentía.
—Rory, no llores por él. Si te hace sentir mejor, no era el buen tipo que
pensabas. Su última novia obtuvo una orden de restricción en su contra porque
siguió irrumpiendo en su apartamento y siguiéndola después de que ella rompió
con él. Incluso puso pájaros muertos en su puerta.
—Estás inventando eso para hacerme sentir mejor —grité. En realidad,
deseaba que me lo hubiera dicho antes porque mi conciencia había sido un
completo desastre estas últimas semanas, pero supuse que Nevio simplemente no
entendía cómo una persona podía sufrir porque alguien que apenas conocía había
muerto. E incluso si Marcos también estuviera un poco arruinado, ¿eso lo hacía
merecedor de la muerte? No, pero tal vez decía mucho de mí y me hizo sentir
mejor, tal como pretendía Nevio.
Nevio sacudió la cabeza lentamente, algunos mechones cayeron por su
frente.
—¿No acabo de dejar claro que no siento lástima?
Le lancé una mirada.
—También dejaste claro que no te importan los demás. ¿Qué hay de mí?
Nevio me miró de una manera que me cortó la respiración. Fue una mirada
íntima que se deslizó bajo mi piel, calentando cada centímetro de mi cuerpo.
—Creo que es una pregunta que puedes responder por tu cuenta.
Resoplé.
—Y tu justificación de por qué estaba bien matarlo ni siquiera tiene sentido
viniendo de ti, ya que también eres un acosador. Probablemente podría conseguir
una orden de restricción contra ti si no fuéramos parte del mundo de la mafia. 193

Se rio entre dientes, obviamente divertido por mi enojo.


—Rory, no necesito justificación para matar. Solo te lo dije para tu
beneficio. Mataría a un puto sacerdote o a un premio Nobel de la Paz si se acercara
a ti.
—Ya basta —se enfureció Aurora.
Su ira salía de ella en oleadas, pero eso no cambiaría nada. No podría, no
podía detener esto. Mientras no estuviera seguro de lo que Aurora me había hecho,
mientras mis propias emociones y mi mente fueran un desastre, me aseguraría de
que nadie se acercara a ella. Maldición, ni siquiera tenía intención de seguir a
Aurora a las carreras cuando me enteré. No era del tipo celoso y, en primer lugar,
ni siquiera entendía el razonamiento detrás de esto. Pero la noche anterior al
traslado de Aurora al circuito de carreras, no pude conciliar el sueño. Pensé en el
imbécil que había matado en Nueva York, había pensado en cuántos imbéciles más
habría en las carreras. Imbéciles que se atreverían a hacer sonreír a Rory, a hacerla 194
reír, a tocarla. Ese pensamiento se había enconado dentro de mí y hacía que me
picara la piel como si miles de hormigas estuvieran cavando túneles debajo de ella.
Por lo general, este tipo de locura inquieta solo se apoderaba de mí cuando hacía
mucho tiempo que no mataba. Ahora la idea de no estar cerca de Rory también la
causaba. Que espectáculo de mierda.
Cuando volví a la hoguera un poco más tarde, sentí de nuevo el picor bajo
la piel.
—No me gusta la expresión de tu cara —dijo Alessio cuando me hundí junto
a ellos.
Saqué mi cuchillo, medio tentado de abrirme la puta piel para deshacerme
de la picazón, pero no funcionaba de esa manera. Solo sabía una cosa que calmaba
la sensación…
Mis ojos se dirigieron a Gigimo, que bebía una cerveza con un par de chicos.
Solo mirar su estúpida cara me hacía volverme desquiciado. Vació su cerveza y se
disculpó, probablemente para orinar. Me puse de pie.
—Huelo problemas —murmuró Alessio.
—Adamo no estará contento —añadió Massimo. Los desestimé y seguí a
Gigimo.

Al día siguiente, entré en la tienda de campaña improvisada del hospital


donde Aurora ayudaba.
Levantó la vista del escritorio plegable. Sacudió la cabeza de inmediato y
se puso de pie, corriendo alrededor de la mesa y hacia mí.
—No te quiero aquí —dijo mientras se detenía justo frente a mí con los
puños apoyados contra las caderas y la furia en sus ojos azules.
Una comisura de mi boca se arrastró hacia arriba ante su lucha. Unos
cuantos mechones rebeldes se habían caído de su coleta, acentuando la mirada 195
salvaje en sus ojos. Este lado salvaje de ella era uno que apreciaba mucho.
—Este hospital es para todos, ¿verdad? —dije, mirando a mi alrededor. Solo
una cama estaba cerrada con cortinas. Supuse que ahí era donde encontraría a
Gigimo.
—No estás herido.
—Estoy seguro de que puedes cambiar eso —dije divertido.
Cambié mi peso pero la mano de Aurora se topó con mi pecho para evitar
que me acercara a la cama de Gigimo. Pero la dejó caer rápidamente como si no
pudiera soportar tocarme y levantó el dedo delante de mí como una profesora
regañando a un alumno.
—Ni un paso más, o…
Mis ojos se encontraron con los de ella y mi sonrisa se amplió.
—¿O qué, Rory?
Era adorable que pensara que podía detenerme. Tal vez incluso la dejaría.
Pero ambos sabíamos que esto sería solo porque estaba siendo inusualmente
caritativo.
Apretó los labios.
—No me harás daño.
Incliné la cabeza.
—Pensé que ya lo había hecho.
Un rubor se extendió por sus mejillas y alegró los latidos de mi corazón casi
tanto como lo hacía la tortura.
—Detente. Le rompiste la mitad de los huesos del cuerpo —susurró con
dureza.
Esa fue una gran exageración. De hecho, me contuve tanto como era capaz
de hacer.
—No lo maté. —Si tan solo supiera lo mucho que deseé cortarle el cuello,
lo difícil que aún era resistirme. Un corte de mi cuchillo y el estúpido cabrón
derramaría su sangre caliente sobre mis manos. En cambio, inundaba su inútil
cuerpo, un desperdicio de sangre perfectamente fina.
—¿Esperas que te lo agradezca?
Pasé junto a ella, esquivando su débil intento de bloquear mi camino. Sus
intentos de detenerme agarrándome del brazo también fueron inútiles.
—Lo hice por ti. Le habría roto el resto de los huesos y luego lo habría 196
degollado, pero sabía que eso te molestaría, así que, como muestra de buena
voluntad, lo dejé con vida.
Llegué a las cortinas cerradas y las abrí. Gigimo, cubierto de vendas, yacía
en la estrecha cama de hospital. Aurora estaba hablando con alguien por teléfono,
pero no le presté atención. Estaba en modo cazador.
El miedo en sus ojos me dio una sacudida enfermiza, y mi cuerpo pidió más
sangre, una llamada que habría respondido con gusto si no fuera por mi razón
inicial para venir aquí.
Aurora se apretó frente a mí, su aroma puro inundó mi nariz.
—Llamé a Adamo. Estará aquí en cualquier momento.
Estaba al menos a diez minutos en auto, tiempo suficiente para que pudiera
librarme de Gigimo y de la mitad del campamento. Bajé la mirada del rostro
aterrorizado de Gigimo.
Aurora me miró fijamente.
—¿Escuchaste lo que dije?
—Cada palabra. Rory, no te preocupes, no vine para matar a Gigimo. Estoy
aquí para transmitir mi mensaje.
—Creo que entendió el mensaje que le dijiste cuando lo golpeaste —se
enfureció Aurora. Le dediqué una sonrisa dura.
—Estoy seguro de que él sí, pero tú no, y por eso estoy aquí.
Sus cejas se arquearon con confusión y una pizca de ansiedad. La agarré
por la cintura, la levanté del suelo y la cargué unos pasos hasta la cama de al lado,
donde la dejé.
Cerré las cortinas de un tirón. Si bien quería que Gigimo también recibiera
el mensaje, no quería que nos viera a Aurora y a mí. Ese era nuestro momento.
—Fui el primero dentro de ti y seré el último. —Hasta que las palabras
salieron disparadas de mi boca, ni siquiera habían estado en mi mente. No había
dejado mucho espacio para pensamientos sobre el futuro, había vivido el momento,
pero ahora sabía que estas palabras eran ciertas. Quería ser el último de Aurora y
sin importar lo brutal que tuviera que ser, me aseguraría de serlo. Pero maldita sea,
¿cómo podría ser su último cuando iba en contra de mis creencias fundamentales,
cuando sabía que nunca podría ser suyo de la manera que ella quería?
No importaba.
La piel de Aurora se puso aún más roja. Era difícil decir si su ira o su
197
vergüenza estaban a la cabeza esta vez.
—¿Por qué me quieres? ¿A qué se debe todo esto? El acoso, los celos, el
asesinato. ¿Por qué el cambio de parecer?
No me gustó esa frase. Prefería verlo como una necesidad más primitiva de
reclamar lo que ya sentía como mío. Mi cabeza ya era un desastre suficiente. No
necesitaba que las emociones se interpusieran en mi camino.
Agarré su cuello. La inquietud llenó sus ojos, pero hubo anhelo debajo de
ellos, una emoción que conocía bien en mis víctimas. Anhelo por mí, el mismo
anhelo que ahora palpitaba en mis venas como un tambor. Le había quitado la
virginidad, pero no lo recordaba. Había muchas más primicias que reclamar y
nunca volvería a olvidar ninguna de ellas. Me incliné sobre ella, acercándonos. Se
dejó caer en el catre con mi brazo debajo de su espalda baja y sus palmas contra
mi pecho. Bajé la cabeza y empujé mis labios contra los de ella, queriendo
probarlos. Sus ojos se abrieron de par en par y su boca se apretó. Mi lengua trazó
la línea dura de sus labios. Los separó, pero solo para cortarme el labio inferior con
los dientes, haciéndome sangrar.
Mi agarre en su cuello se hizo más fuerte a medida que retrocedía un par de
centímetros. Ella respiraba con dificultad, su pecho palpitaba feroz debajo de mí.
Un sabor cobrizo floreció en mi lengua cuando gotas de sangre cayeron del
pequeño corte.
—No mereces ninguna parte de mí —gruñó.
—Mierda, es por eso que siempre te dije que te mantuvieras alejada de mí,
pero no me escuchaste, y ahora es demasiado tarde, Rory. Estás en mi maldita
cabeza, y no hay forma de escapar de allí.
Sus labios se separaron, sus cejas se fruncieron en tanto sus ojos recorrían
mi rostro. Estaba intentando entenderme, pero eso era algo que nunca haría. Ni
siquiera yo lo hacía.
—Ahora tendré que lastimar a todos los que se acerquen demasiado a ti.
Sacudió la cabeza lentamente.
—Porque aunque sigo pensando que deberías alejarte de mí, por desgracia,
no puedo alejarme de ti. E incluso si no merezco ninguna parte de ti, cada parte
solo me pertenece a mí.
Me incliné de nuevo para que nuestros labios se rozaran. Ella no se movió
esta vez, incluso cuando cubrí su boca de un rojo tentador con mi sangre.
—Y ambos sabemos que en el fondo aún quieres pertenecerme. Cada parte
de ti.
198
Me estiré entre nosotros y tiré de su pezón endurecido a través de su
camiseta, luego presioné mi palma plana contra su coño vestido con jeans,
asegurándome de aumentar de verdad la presión con mi dedo medio para que ella
lo sintiera profundamente en su núcleo.
Se tensó, pero no me apartó. Pude ver la pelea en sus ojos. La furia, no solo
hacia mí sino también hacia ella misma. La resolución llenó su rostro y me agarró
por los hombros como para alejarme.
Unos pasos sonaron fuera de la tienda. Los ojos de Aurora se abrieron como
platos. Quité mi mano de su entrepierna pero me quedé inclinado sobre ella.
—Quise decir lo que dije. Es mejor que todo chico que quiera una parte de
ti esté dispuesto a perder al menos una parte de sí mismo.
La solapa de la tienda se movió y Adamo entró, frunciendo el ceño ante la
escena que creábamos. Me alejé de Aurora y di un paso atrás.
—Hola, tío.
Adamo entró y se dirigió hacia Aurora, que estaba sentada con el rostro rojo
intenso y los labios cubiertos de sangre.
—¿Estás bien?
Ella asintió bruscamente.
—Estoy bien.
Adamo se detuvo frente a ella, obviamente no convencido. Me miró por
encima del hombro con sospecha y desaprobación.
—Nevio, necesito hablar contigo.
Sonreí y salí de la tienda. El calor azotó mi cuerpo y el sol me golpeó.
Después de encontrar un lugar en las sombras, metí las manos en los bolsillos y
cerré los ojos, absorbiendo los sonidos a mi alrededor. El zumbido de los motores,
las risas, el cierre de una puerta, el murmullo de demasiadas voces. La voz de
Adamo era una de ellas, pero no pude captar lo que dijo, incluso si la fina tela de
la tienda apenas servía como barrera. Un par de minutos más tarde, unos pasos
crujieron en el suelo seco y abrí los ojos cuando Adamo se unió a mí afuera. La ira
se reflejaba en su rostro.
—Si viniste aquí para causarnos problemas a Aurora, a mí o a otros
miembros de este circuito de carreras, entonces tendrás grandes problemas
conmigo. ¿Entendido? No me quedaré quieto viendo cómo arruinas todo. Y estoy
seguro de que no me echaré atrás si acosas a la hija de Fabiano.
—¿Dijo que la estoy acosando? —pregunté, en realidad, para nada
preocupado. Papá sabía que estaba aquí. No estaba seguro de por qué había
accedido a dejarme ir. Tal vez pensó que era mejor si lo hacía bajo su supervisión 199
que por mi cuenta como en Nueva York. Aún no había matado a nadie, así que
tenía razón.
—No dijo mucho. Lo extraño es que ni siquiera creo que sea porque te tiene
miedo. No sé qué está pasando, y realmente no estoy seguro de querer saberlo,
pero tal vez deberías considerar las consecuencias de tus acciones por una vez.
Esta no es cualquiera. Es Aurora Scuderi, y su papá es como nuestra familia.
Considera lo que corres el riesgo de destruir y pregúntate si vale la pena.
Mi sonrisa se había vuelto más difícil de mantener. Sabía lo que estaba en
juego. También sabía que eso no me detendría.
Esa noche, me escabullí en la caravana de Aurora. Estaba cerrada con llave,
pero solo me llevó unos segundos forzar la cerradura y entrar. Las ventanas estaban
abiertas, dejando entrar el aire fresco de la noche, pero el interior aún olía a Aurora.
Dulce y ligero pero también con un toque de almizcle. Me acerqué a la cama.
Incluso en la oscuridad, pude ver que Aurora llevaba auriculares y una máscara
para dormir. Esperaba mantener a raya la ansiedad de esa manera. La hacía más
vulnerable. Tenía suerte de estar tan segura como estaba.
Encendí mi linterna en el nivel más bajo. El sueño de Rory era irregular.
Estaba murmurando en voz baja y girando y girando. ¿Una pesadilla, tal vez sobre
mí?
Se hundió los dientes en el labio inferior y su respiración fue demasiado
profunda para ser una pesadilla. Uno de sus brazos estaba debajo de las sábanas.
Tiré de ellas y encontré su mano entre sus piernas, pero no estaba haciendo nada
excepto apretarla entre sus muslos.
—Ah Rory, espero que no estés soñando con el pobre Gigimo, o tendré que
terminar con su miserable vida esta noche.
Sus piernas apretaron aún más su muñeca, obviamente buscando fricción y
persiguiendo el mismo placer que estaba experimentando en su sueño.
Dirigí el rayo de luz a su pecho. Sus pezones asomaban de su camiseta fina. 200
Levantó un brazo por encima de su cabeza, casi frustrada, abrió los labios y luego
dijo una palabra que salvó una vida, al menos por ahora.
—Nevio.
Escucharla gemir mi nombre fue mi jodida perdición, y me dio una
satisfacción enfermiza saber que ella no podía escapar de mí ni siquiera en sus
sueños. Alumbré sus muslos con la luz y los acaricié, luego los separé ligeramente
hasta que mi mano estuvo entre ellos. Metí la linterna entre mis dientes y usé mi
mano ahora libre para quitarle el brazo de entre sus piernas. Su respiración cambió,
pero aún no estaba despierta. Sus pantalones cortos de pijama estaban encajados
entre los labios de su coño y empujé mi pulgar en el pliegue. Pronto, Aurora separó
las piernas y le masajeé el clítoris y la raja, de arriba abajo, hasta que su respiración
se aceleró y la tela de sus nalgas quedó empapada por sus jugos.
Sentir su calor y excitación a través de su pijama llenó mi propio cuerpo
con un deseo ardiente. Mi atracción por Aurora había ido creciendo día a día, y
hoy parecía alcanzar un pico casi insoportable. Se estremeció mientras dormía a
medida que frotaba su pequeño clítoris y sucumbió al orgasmo. Terminó
demasiado pronto y no fue nada en comparación con los orgasmos que quería darle
cuando estuviera despierta.
Dejé la linterna y me incliné hacia su coño para poder inhalar su aroma.
Mierda. Esto era una tortura pura. Mi polla se endureció en mis pantalones cortos.
Saqué mi lengua, no pude resistirme y la metí en el pliegue, saboreándola a través
de la tela. Se estremeció de nuevo. Me retiré, luego deslicé mi mano en la pernera
de sus pantalones cortos y froté mi pulgar sobre su coño goteante, recogiendo la
mayor cantidad de jugo que pude. Quité mi mano y presioné mi dedo recubierto
en sus labios entreabiertos, luego lo deslicé con cuidado en su boca, frotando mi
almohadilla sobre su lengua. Quería matar mi estúpido trasero por no recordar
cómo mi polla había sido engullida por las paredes de su coño.
Me aparté y me levanté. Mi polla estaba dura como una roca y no quería
nada más que follarme a Rory hasta dejarla sin sentido. Pero eso definitivamente
la despertaría, y sabía que su terquedad le impediría disfrutar de mi toque tanto
como acababa de hacerlo.
Un día, cada una de sus primeras veces sería mía.

201

Desperté antes de que sonara la alarma. Tenía la piel sudorosa y, para mi


mortificación, mis sueños me habían dejado un impacto visible. Mis pantalones
cortos se pegaban a mi coño. Estaban completamente mojados, casi como si me
hubiera orinado, pero sabía que no era eso. Me corrí mientras dormía. Mi sueño
había sido increíblemente intenso. Por supuesto, Nevio había estado en ello. Me
acechaba por la noche y luego me llevaba contra la pared de una casa. Después de
todo lo que me había hecho pasar, uno pensaría que mi cuerpo dejaría de desearlo.
Lamentablemente, eso estaba lejos de la verdad.
Estaba increíblemente molesta y furiosa incluso por su acoso, pero mi
subconsciente parecía tejer todo tipo de fantasías eróticas a su alrededor. La más
inquietante había sido una hace unas noches en la que Nevio se había colado en mi
habitación, me tapó la boca con la mano para que no pudiera gritar y luego me
folló por detrás, su cuerpo presionándome contra el colchón. Ni siquiera me había
pedido permiso ni se había asegurado de que estuviera mojada. Simplemente me
había empujado brutalmente y eso me había excitado.
Me froté los ojos, sin estar segura de qué me pasaba.
Me puse unos pantalones cortos limpios rápidamente y luego me puse una
bata de baño antes de correr a la casa rodante con los baños. Necesitaba limpiar mi
cuerpo y mi mente de las fantasías de anoche. Por desgracia, Nevio también estaba
allí. Solo estaba vestido con bóxers y tenía el cabello mojado por la ducha.
Subí las escaleras pisando fuerte, enviándole una mueca.
—Buenos días, Rory. ¿Cómo estuvo tu noche? —La forma en que sonrió
hizo que mis mejillas se calentaran.
—Tuve una pesadilla contigo —respondí, intentando entrar al único cuarto
de baño libre, pero Nevio se abrió paso.
—Una pesadilla, ¿estás segura? No huelo miedo en ti, solo excitación.
Mis ojos se abrieron de par en par con mortificación e indignación mientras
hacía un rápido escaneo de nuestro entorno para asegurarme de que nadie hubiera
escuchado las palabras de Nevio. Las duchas en los cuartos de baño ocupados
estaban abiertas y las otras personas que se mezclaban estaban demasiado lejos.
—¿Ahora eres un perro?
Sonrió.
—Estoy muy en sintonía con tu aroma.
Sacudí la cabeza con una mirada de disgusto.
202
—Para.
Dio un paso atrás y entré furiosamente en la ducha, luego la cerré y puse la
cerradura. Me tomé mi tiempo para ducharme, incluso si las reglas limitaban el
tiempo de ducha a cinco minutos. Necesitaba borrar cualquier pensamiento sobre
Nevio. Cuando salí, Nevio ya no estaba alrededor, al igual que mis pantalones
cortos empapados cuando regresé a mi caravana. Sabía que los había dejado sobre
el montón de ropa sucia en el cesto de la esquina, y ahora no estaban allí. Debería
haber cerrado la puerta con llave, pero dudaba que eso hubiera detenido a Nevio.
Salí furiosa de mi caravana y corrí hacia la que compartían Nevio, Alessio
y Massimo. Golpeé la puerta y luego entré furiosa. Nevio se apoyaba en la pequeña
cocina del remolque con una taza de café humeante en la mano. Tenía casi la
intención de derramarlo en sus partes privadas.
Alessio se hallaba sentado en el banco de la esquina y se levantó antes de
que pudiera decir algo. Solo estaba en bóxers, sus numerosos tatuajes y un piercing
en el pezón a la vista.
—No quiero saberlo. Te lo advertí, y ahora ustedes dos tienen que lidiar
entre sí. Le haré saber a Massimo que la caravana está prohibida por ahora. —
Agarró una camiseta y salió de la caravana.
—¡Esto no tomará mucho tiempo! —grité, pero la puerta ya se había
cerrado—. Devuélvemelo —gruñí, volviéndome hacia Nevio.
Los ojos oscuros de Nevio sostuvieron los míos, la alegría bailando en su
rostro.
—Rory, temo que las cosas no funcionan así. Lo que se fue, se fue.
Me sonrojé cuando me di cuenta de que no se refería a los pantalones cortos.
—Odio que lo hayas tomado —susurré con dureza, a punto de llorar, lo que
me hizo odiarlo aún más en ese momento.
—No te quité la virginidad. Tú me la diste. Y lo único que odio es no
recordar cada segundo.
Me tambaleé hacia él. Mantuvo el café fuera de mi alcance, obviamente
anticipando mi necesidad de violencia. Lo empujé y un poco del líquido caliente
se derramó sobre su pecho. Siseó y luego sonrió.
—Esto y el olor de tus pantalones cortos empapados harán que me corra en
poco tiempo.
—¿Has perdido la jodida cabeza? —Que pregunta tan estúpida—. Dame
mis pantalones cortos de pijama. No sabía que eras un cretino que roba ropa
interior femenina.
203
—Rory, solo robo la tuya, y definitivamente soy un cretino.
Sacudí la cabeza. Tal vez dejaría de decir tonterías si yo dejara de reaccionar
como una loca. Necesitaba aprender a ignorar a Nevio, pero era incapaz de hacerlo.
Me encogí de hombros.
—Entonces, consérvalos. No me importa.
Su sonrisa de respuesta fue aún más exasperante.
—Aún tengo tus bragas de la boda. Creo que huelen a ti, pero no tan intenso
como las de anoche.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—Prometiste tirarlas.
Su sonrisa sucia me volvió loca.
—No podía separarme de ellas. Sabía que pasaría un tiempo antes de que
tuviera la oportunidad de acercarme a tu coño.
No podía creer que las hubiera conservado. Una parte de mí estaba
repugnantemente eufórica por la noticia cuando en realidad debería sentirme
molesta y repelida. Todo lo que hacía Nevio era una provocación.
—Tíralas. De todos modos, solo huelen a cloro. Estaban mojadas cuando
las tomaste.
Lamenté mi elección de palabras cuando vi la sonrisa de respuesta de Nevio.
Esta vez fue lo suficientemente oscura y atrevida como para mojarme las bragas
por razones completamente diferentes, y odiaba que mi cuerpo aún reaccionara así
ante él.
—Tal vez las tire ahora que tengo los pantalones cortos con tu lujuria sobre
ellos.
—Tu sentido del olfato obviamente está mal —murmuré, incluso cuando
mis mejillas ardían.
—No finjas que no te duermes todas las noches imaginando que soy yo,
Rory. Prácticamente puedo oler tu excitación cada vez que estamos cerca. Y
anoche fui testigo de tus pesadillas húmedas.
Me congelé y tragué fuerte. ¿Me había visto dormir? ¿Me había visto
tocarme? No estaba segura de lo que había hecho durante mi sueño muy caliente
pero, a juzgar por el estado de mis pantalones cortos esta mañana, es posible que
me hubiera tocado.
Una parte de mí quería dar media vuelta y huir. La necesidad de escapar de
la situación era insoportablemente fuerte, pero no quería darle esa satisfacción. Él
era el que estaba equivocado. ¡Nunca debería haber estado en mi caravana de 204
noche!
—Apuesto a que tú también estás teniendo sueños húmedos conmigo.
—No lo negaré. No solo de noche. Pienso en cómo será enterrar mi polla
dentro de ti todo el tiempo.
Me encogí de hombros, casi como si no importara, aunque mi corazón
todavía latía furiosamente.
—Estuviste dentro de mí.
—Eso no cuenta. La próxima vez, recordaré cada centímetro de mi polla
reclamando tu apretado coño, memorizaré el olor de tu excitación, lo lameré
después de hacerte correr sobre mis manos y mi cara después de lamer tu coño y
tu culo.
Parpadeé hacia él, intentando determinar si en realidad lo había dicho. Tal
vez estaba dormida otra vez. Porque a veces decía cosas similares en sueños, pero
nunca cuando estaba realmente despierta. El silencio se extendió entre nosotros y
me di cuenta de que Nevio disfrutaba dejándome otra vez sin palabras.
Fruncí el ceño.
—Eres todo palabras y estoy harta de ellas.
Nevio dejó la taza de café en el fregadero, me agarró por las caderas y tiró
de mí hacia él. Respiré con dificultad, sintiendo una oleada de rabia pero también
de deseo por el hombre que tenía delante. Antes de que pudiera elegir cualquiera
de las dos cosas, los labios de Nevio se presionaron contra los míos. Fueron más
suaves de lo que esperaba. Clavé mis uñas en su hombro, decidida a alejarlo y tal
vez morderlo de nuevo, solo que esta vez con más fuerza, pero en lugar de eso,
empujé el beso, dejando que mi ira me consumiera.
Nevio nos dio la vuelta para que mi espalda se presionara contra la encimera
y me besó aún más fuerte. Su calor estaba en todas partes, y sabía y se sentía tan
bien, como a tentación y oscuridad.
Un beso lleno de rabia no era lo que había imaginado para mi primer beso
real. Se sentía bien, adictivo, pero también como si me empujaran en una dirección
que no era yo. Aparté mis labios y empujé el brazo de Nevio hasta que lo retiró
para poder alejarme de él. No quería que la ira o el odio me alimentaran.
Obviamente, Nevio prosperaba con estas emociones destructivas, las buscaba
como un adicto y pude ver cómo podían volverse adictivas en situaciones como
ésta. Eran más fáciles de procesar que emociones como el amor y el afecto, que
desnudaban tu alma y te hacían vulnerable.
Quería ser vulnerable con la persona que besaba, no impulsada por el
instinto como un animal. 205

—Creo que me diste otra de tus primeras veces —dijo. No lo miré. No le


daría una reacción, no cuando obviamente se trataba de un juego que lo elevaba
más alto que cualquier droga.
—Quédate con mi ropa interior. No me importa. No puedo seguir tus reglas.
No lo haré. —Dejé su caravana sin mirar atrás. Una parte de mí estaba satisfecha
con estos efectos, incluso si estaban alimentados por la negatividad. No tenía
intención de dejar que esa parte ganara.
Aurora me ignoró por completo durante los dos días siguientes. Le había
jurado a papá que no pasaría más de una semana en el circuito de carreras, así que
mi tiempo estaba llegando a su fin. Me di cuenta de que Massimo estaba cada vez
más inquieto con ese estilo de vida. Necesitaba una tarea y probablemente echaba
de menos sus discusiones con Carlotta.
También extrañaba Las Vegas, sobre todo por nuestras redadas. No matar a
nadie en una semana en realidad me provocó picazón.
Aun así, tenía toda la intención de quedarme hasta la carrera de mañana e
intentar conseguir un ascenso más y, con suerte, lograr un orgasmo de Aurora. 206
La tarde antes del día de la carrera, Massimo, Alessio y yo nos sentábamos
en sillas plegables frente al remolque que compartíamos. Otra cosa que irritaba los
nervios de Massimo. Prefería la privacidad, sobre todo de noche.
Adamo se acercó a nuestro remolque. Les dio a Massimo y Alessio una
sonrisa antes de entrecerrar los ojos hacia mí. Aún estaba enojado por culpa de
Gigimo. Era un secreto a voces en el campamento que lo había atacado por culpa
de Aurora. Desde entonces nadie se había atrevido a mirarla dos veces. Incluso la
esposa de Adamo, Dinara, me había mirado mal desde el incidente.
—Nevio, hoy vino a verme una mujer. Me dijo que necesita verte. Es de
suma importancia.
—¿Ahora qué hiciste? —preguntó Alessio, con sus Converse negras
apoyadas en la mesa plegable frente a nosotros—. Estamos en medio del desierto
y los problemas aún te encuentran.
—¿Cómo se veía? —pregunté, sin mucho interés en el asunto. Si era una
groupie que quería tener sexo… bueno, estaba fuera del negocio del sexo con
chicas al azar. Y si era una chica del pasado… era un duro pase de mi parte.
Adamo me dio una mirada que dejó claro que no quería involucrarse en lo
que sucediera.
—Alta, cabello oscuro, acento francés.
Fruncí el ceño.
—No recuerdo a ninguna chica francesa…
—Hasta ahora has tenido dos chicas francesas. Una el año pasado, otra el
año anterior —dijo Massimo, sin siquiera levantar la vista de su teléfono donde
probablemente estaba leyendo el último Science Weekly o lo que sea que le
interesara en ese momento.
Adamo dejó escapar un suspiro largo.
—Cada vez que estoy cerca de ustedes tres, me doy cuenta de por qué Remo
estaba constantemente enojado conmigo cuando era un adolescente. Son una
molestia. ¿No tienen algún plan para regresar a Las Vegas? ¿Quizás esta noche?
Massimo sacudió la cabeza ligeramente.
—Técnicamente, apenas soy un adolescente, si nos guiamos estrictamente
por los números y no por el intelecto y el nivel de desarrollo.
—Tío Adamo —dije con falso dolor—. Somos familia. Este es nuestro
momento de unión.
207
—Tu versión de unión me causa demasiados problemas.
Me reí. Adamo suspiró de nuevo.
—La chica parecía realmente asustada, y creo que es urgente. Así que tal
vez deberías hablar con ella antes de que perturbe la carrera de mañana. Me
enojaría mucho si eso sucediera. Es una carrera importante. Tenemos el descanso
por lo que nos inundarán nuevas apuestas. Se puede ganar mucho dinero.
Bajé los pies desde donde los había apoyado en una silla vacía.
—Está bien. ¿Dónde está la chica misteriosa?
—Quiere encontrarse contigo en el cementerio de autos. Parece compartir
tu nivel de morbosidad.
—Y su nivel de locura si se encuentra con Nevio en un lugar donde podría
arrojar su cuerpo a un agujero —agregó Alessio.
Adamo me dio una mirada dura.
—Sin cadáveres. Lo que le hiciste a Gigimo fue suficiente. Nevio, ésta es
mi última advertencia.
—Vivirá —dije mientras extendía los brazos—. No veo cómo podría
enojarme lo suficiente como para hacerme querer matarla.
—Quieres matar a casi todo el mundo —dijo Alessio—. ¿Necesitas apoyo
moral? —Respondí a su sonrisa burlona con mi dedo medio.
Me levanté de la silla después de bostezar y estirarme, caminé hacia mi auto
y entré. Extrañaba la comodidad de mi RAM. La dura suspensión del Mustang era
una molestia.

El viaje hasta el cementerio me llevó treinta minutos. Intenté recordar a


alguna chica francesa de mi pasado, pero mi mente se quedó en blanco. Sin
embargo, no era sorprendente, considerando que incluso había olvidado mi noche 208
con Rory, quien eclipsaba a todas las demás chicas de mi pasado.
Un Toyota Yaris de alquiler esperaba en el estacionamiento de grava junto
al cementerio de autos. A lo largo de los años, Adamo y otros corredores habían
enterrado los restos de sus autos en el suelo polvoriento. Ahora surgían del suelo
decenas de autos como fichas de dominó.
Me detuve con el parachoques frente al parachoques del otro auto y salí.
Pude ver a una mujer sentada detrás del volante. No parecía feliz de verme.
Quizás esto terminaría en una diatriba. Quién sabía lo que había hecho
después de follármela. Debe haber sido malo si me persiguió más de un año
después para decirme lo que pensaba. Esto podría ser divertido.
Finalmente, la puerta del conductor se abrió y ella salió. Adamo tenía razón.
Era alta y tenía buenas curvas, pero definitivamente hoy no estaba vestida para
impresionar. Llevaba unos jeans sencillos y una camiseta ajustada, además de
chanclas, y sin maquillaje. Esperaba que no hubiera renunciado a pintarse la cara
porque planeaba llorar de forma fea. Pronto se daría cuenta de que llorar no
funcionaba conmigo.
No había sacado las llaves del encendido así que se estaba preparando para
escapar rápidamente. Eso despertó mi interés. Su rostro no evocaba ningún
recuerdo. Ni siquiera podía decir si era mi tipo. Había sido un malhumorado. Una
noche, elegía a la modelo alta que llamaba la atención de todos, y otra noche, a la
alhelí que te hacía la mamada de tu vida, arriesgándose a sufrir daños duraderos en
la garganta en agradecimiento por elegirla.
Ella se detuvo en seco y me miró, su expresión llena de ansiedad.
—No me recuerdas, ¿verdad?
Metí las manos en los bolsillos.
—No, en absoluto.
—Me lo imaginé —dijo, sus ojos se dirigieron rápidamente a su auto. Tenía
la sensación de que había alguien allí.
¿Trajo a su nuevo amante para que la apoyara?
Entrecerrando los ojos, caminé hacia la puerta trasera y la abrí. Ella no me
detuvo, solo miró.
Me quedé helado cuando vi a un niño pequeño en un asiento infantil sucio
en el asiento trasero. Solo estaba en pañal, lo cual probablemente era suficiente
con el calor abrasador del exterior, pero no con el aire acondicionado del interior
del auto. 209

Di un paso atrás y miré a la mujer.


—Quiero una puta explicación, y la quiero lo antes posible, o esto se
convertirá en una experiencia muy desagradable para ti.
Vino hacia nosotros y levantó al niño, un bebé, supongo por sus rasgos
faciales, del asiento. Lo abrazó como si fuera un perro callejero sucio que había
encontrado en la calle y no podía esperar a dejarlo en un refugio.
Tuve un jodido mal presentimiento sobre esto.
Me lo tendió en sus brazos extendidos. El niño me miró con los ojos muy
abiertos.
Maldita sea.
—Es tuyo. —Intentó entregármelo de nuevo. Di un paso atrás, mirando al
niño, y luego a la mujer.
Lo dejó en el suelo caliente del desierto y él se arrastró hacia sus piernas,
intentando que lo levantaran nuevamente. Probablemente el suelo estaba
abrasador.
—Pon esa maldita toalla debajo de él o levántalo —gruñí.
Agarró la toalla sucia del suelo, la arrojó al piso y lo dejó sobre ella.
—Quédate —dijo impaciente como si fuera un perro desobediente.
Encontró mi mirada—. Es tu hijo.
Sacudí la cabeza. ¿Mi hijo? ¿Qué carajo? En ocasiones anteriores me había
olvidado un condón.
¿En serio esto estaba volviendo ahora a morderme el trasero?
—¿Cómo sé que es mío?
Me fulminó con la mirada.
—Normalmente uso condón. Fuiste el único con el que no usé protección.
—Si fuiste a pelo conmigo, es probable que también te follaras a otros
chicos sin nada.
—¡Él es tuyo! Puedes hacer una jodida prueba de ADN si no me crees.
No quería creer ni una puta palabra de su boca. Pero no necesitaba una
prueba de ADN para saber que era mío. Jodidamente mío. Tenía mis ojos, y algo
en él simplemente gritaba Falcone. No podía explicarlo.
—No me lo llevaré conmigo —dijo como si estuviéramos hablando de un
mueble, no de un niño. ¿Las mujeres no solían tener sentimientos maternales hacia
sus hijos? Mi madre se habría hecho pedazos antes de abandonarnos, pero, por 210
supuesto, conocía las historias de mi abuela loca que intentó matar a mi padre y a
sus hermanos. ¿No era apropiado que hubiera elegido a una perra loca para
follarme?—. No voy a llevármelo conmigo —repitió como si no la hubiera
escuchado la primera vez.
—¡Yo tampoco lo quiero! —rugí, jodidamente furioso y también
jodidamente abrumado tal vez por primera vez en mi vida. Lo había sacado de su
vagina y se había ocupado, más o menos, de él desde entonces. Lo estaba viendo
por primera vez. Si ella no tenía sentimientos por el niño, ¿de verdad esperaba que
yo los tuviera? Mierda, los sentimientos y yo no nos llamábamos por nuestro
primer nombre.
Era un niño, sí, y tenía parte de mi ADN, pero no me sentía padre. No sentía
nada más que absoluta confusión y rabia.
Ella se encogió de hombros.
—Entonces, abandónalo en el desierto o déjalo frente a un hospital, o haz
lo que haces de noche. Todo el mundo sabe lo que eres.
¿Hablaba jodidamente en serio? ¿De verdad estaba sugiriendo que matara a
ese niño? Maldición, era un hijo de puta psicótico, de eso no hay duda, pero incluso
yo tenía ciertos límites.
Agarré su garganta con tanta fuerza que mis dedos se clavaron en su piel y
la estampé contra el costado del auto. Sus ojos se desorbitaron y su rostro se puso
rojo. Quería hablar, pero no podía. No estaba seguro de cuánto había entendido el
niño de sus palabras crueles, pero como no había buscado su cercanía desde que
lo dejó caer sobre la toalla, supuse que no estaba acostumbrado a su afecto.
Lo más probable es que la hubiera matado si el niño no hubiera empezado
a llorar. Lágrimas gordas rodaron por sus mejillas regordetas y su rostro se puso
rojo oscuro. La solté y ella salió disparada, perdiendo una chancla mientras
rodeaba el capó de su vehículo alquilado, y luego se arrojó dentro. El auto se
sacudió cuando ella dio marcha atrás, luego lo giró hacia un lado y se alejó
corriendo, raspando el costado de mi parachoques con el de ella en el proceso.
Dejó un rastro de polvo detrás… y al niño.

211
Vi el auto desaparecer en el horizonte, levantando polvo. Maldita sea.
Lentamente, volví a mirar al niño sentado en la toalla sucia. Estaba cubierto
por una fina capa de mugre, que se adhería a él porque había sudado después de
ser sacado del frío del interior del vehículo al calor exterior.
Tenía el cabello oscuro que se rizaba sobre sus sienes y en la nuca. Solo
Adamo tenía rizos en nuestra familia. Pero tal vez esta era herencia de ella. Ella no
parecía originaria de Francia, sino más bien del norte de África o quizás del Medio
Oriente.
Ni siquiera sabía cuántos años tenía el niño. Maldita sea, no recordaba 212
mucho de las noches de fiesta. En realidad, se veía pequeño, definitivamente
menor de un año.
Mi cabeza parecía que iba a explotar, y no solo porque el niño no dejaba de
llorar. No estaba seguro si lloraba porque su madre se había ido sin siquiera volver
a mirarlo de nuevo, aunque apenas podía imaginar que ella mereciera ser extrañada
por él. O porque le daba miedo.
Miré de reojo mi propio auto, medio tentado a irme también. ¿Qué se
suponía que debía hacer con un niño? Suspiré y me froté la nuca. Parecía que cada
minuto hacía más calor, y el sudor goteaba por mi nuca. A un cuerpo pequeño
probablemente se le haría más dificultoso el sol.
Me acerqué al niño, y lloró más fuerte. Me agaché como se supone que
debes hacer con los animales asustados, pero el niño lloró aún más fuerte. No es
que esperara algo diferente. La mayoría de la gente lloraba cuando yo fingía ser
compasivo.
—Shhh —dije. Pero el niño ni siquiera reaccionó. Por lo general, yo hacía
«shhh» en un contexto muy diferente, principalmente para burlarme de mis
víctimas.
Agarré mi teléfono y llamé a la primera persona que se me vino a la mente
para salvar el día en una situación como esta.
—¿No es suficiente con que me sigas a todas partes? —No estaba seguro si
siquiera respondería, pero confiaba en que Rory tenía un corazón demasiado
grande incluso cuando intentaba odiarme.
—Rory, necesito que vengas al depósito de autos abandonados.
Se escuchó un silencio al otro lado.
—No voy a encontrarme contigo en medio de la nada.
Sonreí. Tal vez finalmente entendió que debía mantenerse alejada de mí. Un
poco tarde.
—¿Qué es ese sonido de fondo? —preguntó, su voz cargada con
preocupación y desconfianza.
Mi hijo llorando. Maldita sea, no podía creerlo.
—Necesito tu ayuda. Esto es serio. No puedo llamar a nadie más. Estoy
jodidamente desesperado.
—¿Qué…?
Colgué. Tal vez si pensaba que estaba tirado en el desierto desangrándome
hasta la muerte, vendría corriendo. Aunque tenía todas las razones para que no le 213
importara. Conociendo a Rory, me ayudaría. Era demasiado buena.
Guardé mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón y bajé la mirada hacia el
niño que seguía llorando, aunque su volumen había disminuido
considerablemente. Su voz se estaba volviendo ronca, y su respiración entrecortada
causaba más pausas en sus llantos.
—Escucha, amigo —comencé, pero el niño solo miraba sus pies sucios y
seguía llorando.
¿A quién quería engañar? Nada de lo que dijera calmaría al niño. Me agaché,
lo agarré por debajo de los brazos y lo levanté del suelo caliente. Se quedó inmóvil
en mi agarre como una gacela bebé justo antes de que el león le rompa el cuello.
Sin mediar palabra, llevé al niño a mi auto y lo puse en el asiento trasero.
Encendí el aire acondicionado pero me aseguré de que no estuviera demasiado frío
y cerré la puerta. Me habría encantado sentarme dentro también, pero sus llantos
empezaban a crisparme los nervios. Pensé que ya estaba acostumbrado a los gritos
humanos a estas alturas, pero los suyos me molestaban. Quizás porque no tenía
forma de detenerlos. Bueno, no estaba dispuesto a usar los métodos que
normalmente empleaba para hacer que la gente se callara.
Me apoyé contra el costado de mi auto, esperando que el síndrome de
ayudar de Rory la trajera aquí rápidamente. Si no aparecía… Maldita sea, no
tendría más opción que llamar a Alessio y Massimo, pero luego ¿qué? Alessio
probablemente insistiría en encontrar a la madre del niño, y Massimo insistiría en
llevarlo a Las Vegas. Ni en sueños iba a hacer alguna de las dos cosas.
Rory no decepcionó. Treinta minutos después, su auto se detuvo. Vaciló un
momento antes de bajarse. El alivio que sentí cuando se bajó fue alarmante.
Ella siempre me había parecido un faro de luz, pero hoy, superaba incluso
a la aurora boreal.

No estaba seguro de por qué estaba aquí, por qué después de todo, me dirigía
a Nevio porque supuestamente necesitaba ayuda. Tal vez esta era una nueva faceta
214
de su juego. Tal vez después de semanas de acecharme a pesar de mi rechazo más
o menos claro, quería un cambio. Verme correr hacia él de nuevo.
Casi me había convencido de dar la vuelta cuando llegué al cementerio de
autos donde los maleteros y capós de los autos asomaban de la tierra como si fueran
no muertos, a punto de levantarse de nuevo. Nevio se encontraba apoyado contra
su auto. No había nadie más alrededor, y volví a preguntarme de quién habían sido
los llantos que había escuchado antes. Había tirado de mi fibra sensible de una
manera que no podía explicar del todo. Si Nevio me había llamado aquí para
ayudarlo a deshacerse de alguien, lo atropellaría con mi auto y finalmente sería
libre. Aunque conociendo a Nevio, encontraría alguna manera de atormentarme
desde el más allá igual.
Con un suspiro colosal, salí del auto y me puse mis gafas de sol. Siempre
era más fácil lidiar con Nevio si no podía mirarme a los ojos. De todas maneras no
era inmune a su poder. Besarlo definitivamente no había ayudado, aunque no había
cambiado mis sentimientos, solo mi nivel de deseo.
Sus ojos contenían una cierta cantidad de poder que siempre te sujetaba por
la garganta. Sabía que no era la única que tenía problemas para resistirse a sus ojos,
pero para la mayoría de la gente, su miedo y su instinto primario de huir se
interponían en sentir algún tipo de atracción real hacia él.
Me acerqué. Se enderezó, y el alivio en su rostro me sorprendió.
—¿Por qué estoy aquí? —Me felicité silenciosamente por mi tono duro. Por
suerte, estaba furiosa.
Atropellarlo con mi auto seguía siendo una de las opciones que consideraba.
—Porque quieres ayudarme —dijo Nevio con una curva en su boca que no
hizo más que avivar mi enojo.
—Ya acabé —gruñí, tan enojada conmigo misma que me sentía un poco
asqueada. Di media vuelta para regresar a mi auto. Una mano se aferró a mi
muñeca.
—No te vayas —dijo Nevio firmemente. Luego un poco más suave—. En
verdad necesito tu ayuda con esto, Rory.
Apreté los ojos. Parte de esto era curiosidad, pero la otra parte
definitivamente implicaba que no podía decirle que no a Nevio, ni siquiera ahora.
Suspiré y me di la vuelta, luego zafé mi mano de su agarre.
—Si esto es un truco…
—No lo es. —Señaló hacia su auto—. Te lo mostraré. —Quizás en realidad
necesitaba ayuda para enterrar a alguien.
—No te ayudaré a deshacerte de un cadáver.
215
Nevio soltó una carcajada.
—Llamaría a Massimo o a Alessio si necesitara ayuda con eso.
Me llevó hacia la puerta trasera y la abrió. Dudé brevemente, aun
desconfiando de su motivo, pero luego una nueva oleada de llantos me impactó.
Miré dentro y di un paso hacia atrás atónita. En el asiento trasero había un niño
pequeño de cabello oscuro, ligeramente rizado, solo vestido con un pañal. Le
chorreaban mocos por la nariz de tanto llorar, y por el sonido de sus lamentos, un
poco roncos y entrecortados, llevaba un buen rato haciéndolo. Mi corazón dio un
vuelco.
—¿Dónde están sus padres? —exigí. Un presentimiento me dijo que Nevio
los había matado y luego notó al pequeño. Solo podía esperar que el niño no tuviera
que verlo.
—No los maté si es lo que estás insinuando.
Me acerqué al niño.
—Shhh, está bien. —El niño me miró brevemente con una mirada que
dejaba claro que sabía que no estaba diciendo la verdad. Me quedé paralizada
porque algo en los ojos del niño e incluso en sus rasgos me resultaba familiar. No
eran tan pronunciados como los del hombre a mi lado, pero no había duda en mi
mente de que este niño frente a mí estaba relacionado con Nevio.
Tragué saliva, luego miré a Nevio.
—Es tuyo.
—Massimo diría que un ser humano no puede ser legalmente posesión de
nadie. —Le lancé una mirada enfadada.
—¿Te acostaste con la madre?
—Es una posibilidad.
—¿No lo recuerdas? —Me reí y negué con la cabeza. Tampoco recordó
haberse acostado conmigo, así que ¿por qué me sorprendía? Ignorando al hombre
exasperante a mi lado, me incliné en el auto y tomé en brazos al niño llorando. No
dejó de llorar y apenas reaccionó a mi presencia, pero seguí meciéndolo, esperando
calmarlo en algún momento. Me volví a mirar a Nevio, que me observaba con las
manos en sus bolsillos.
—¿Cuántos hijos más engendraste?
—Mierda, ¿crees que lo sé? Sabes cómo salía de fiesta.
—… y follabas —agregué, incluso mientras la palabra hacía que mis
mejillas se sonrojaran.
216
Salía a divertirse mucho y follaba aún más, su lema característico, uno que
nunca había entendido de verdad hasta esa noche.
—Ya no lo hago —dijo, pero ignoré su comentario. No quería saber qué
hacía cuando no intentaba hacerme sentir miserable.
—¿Y la madre? ¿Dónde está?
—Se escapó.
—¿Y su nombre?
—No pregunté.
—Y supongo que no tienes forma de encontrar a su madre y preguntarle,
¿verdad?
—Probablemente esté a mitad de camino a México en este momento. Puede
que intentara matarla un poco.
—¿Cómo puedes matar a alguien un poco?
—Aún está viva.
Contuve un comentario desagradable y respiré hondo.
—Necesita un nombre.
—Llámalo Niño, o elige el nombre que creas que le queda bien.
Pasé una mano por mi cabello, dividida entre querer ayudar a este niño (y
una parte estúpida de mí, incluso a Nevio) y querer dejar que él sintiera las
consecuencias de sus acciones por una vez.
Acuné al pequeño niño suavemente contra mi pecho, mi corazón doliendo
por él, por lo que había pasado y lo que le esperaba. Apoyó su mejilla contra mi
pecho y soltó un suspiro tembloroso como si hubiera estado esperando el momento
en que pudiera dejar su desconfianza. Acaricié su espalda. Su cuerpo estaba sucio
y empapado de sudor y, por el olor, de orina.
Al menos, se veía bien alimentado, así que tal vez su estado sin lavar tenía
más que ver con estar aquí en el desierto que con cómo lo habían tratado desde el
nacimiento. Eso esperaba.
—Necesita ver a un médico para asegurarse de que está bien.
—Quieres ser enfermera, ¿no? ¿No puedes revisarlo? No veo ninguna
lesión obvia. —Miré con enfado a Nevio. Le habría gritado si no estuviera
sosteniendo al, obviamente, conmocionado niño—. Hice dos pasantías. No he
tomado cursos, y aunque lo hubiera hecho, la mayoría de ellos no cubren a los
niños pequeños. Sus cuerpos manejan muchas cosas de manera diferente a la
nuestra. Necesita ver a un pediatra. No me importa si esto te complica las cosas, 217
Nevio.
Nevio frunció el ceño, probablemente por mi tono, que aún era suave en
comparación con el tono que realmente quería usar en este momento, y asintió.
—Te llevaré a un pediatra. Pero no puede estar vinculado a la Camorra, así
que tendré que investigar.
—¿Quieres mantener a tu hijo en secreto?
La expresión de Nevio se detuvo cuando dije «hijo», como si no se hubiera
permitido pensar en el niño como tal. Nevio ciertamente no era la persona más
empática del planeta. No era que no entendiera las emociones de los demás.
Simplemente no le importaba, pero esto, ver a su propio hijo, debía provocarle
algo. Al menos, eso esperaba.
—No quiero que mi padre ni el resto de mi familia lo sepan.
Ya lo había supuesto o no estaría aquí. Había guardado secretos antes.
—Entonces, ¿me llamaste? ¿En serio crees que te ayudaré?
Nevio miró al niño y luego me miró.
—¿Qué se supone que debo hacer con el niño?
—¿Cuántos años tiene?
Me miró inexpresivo.
—Pensé que lo sabrías. Solías cuidar al hijo de Adamo.
—¿Solo por verlo? Es tu hijo. ¿Cuándo dormiste con su madre? —Me reí,
dándome cuenta de lo ridícula que era la pregunta—. No importa.
Miré más detenidamente al niño. Era obvio que aún no caminaba, pero
podía sentarse por sí solo. Aunque había cuidado a Roman, no era experta en niños
pequeños. Habría supuesto que tenía entre ocho meses y un año, pero solo un
médico podría decirlo. A menos que Nevio encontrara a la madre y averiguara el
cumpleaños del niño.
—Entonces, ¿cuál es tu plan? ¿Cómo esperas que te ayude en esta
situación? No piensas darlo en adopción, ¿verdad?
—No —dijo de inmediato—. No confío en los extraños.
—Entonces, ¿qué? —pregunté. Si no quería ayuda de su familia, que
definitivamente estaría encantada de criar al niño, entonces ¿qué quedaba por
hacer? Miró fijamente al niño durante un largo rato, con las cejas fruncidas y luego
me miró. Nunca lo había visto así, un poco perdido y casi asustado del pequeño
niño que colgaba flojamente en mis brazos.
Entonces me di cuenta. 218

—¿Esperas que cuide de él? ¿Como una madre? ¿Te volviste loco?
Me quedé mirando al hombre al que esperaba pasar mi edad adulta odiando,
el hombre al que había pasado mi niñez y adolescencia amando con tal abandono
que había pasado por alto sus muchos defectos, el hombre que aún amaba y odiaba
a partes iguales.
Nevio me había roto el corazón sin importarle y dudaba que alguna vez
estuviera dispuesto o preparado para repararlo. A pesar de todo esto, quería que yo
cuidara de su hijo.
Ya confía bastante en ti con su hijo, corrigió una vocecita. Pero callé esa
voz inmediatamente porque era la misma que me había hecho enamorarme de él 219
en primer lugar.
—No será por mucho tiempo, solo hasta que resuelva algo. Pronto te
mudarás a tu propia casa. Será más fácil esconder al niño allí que en mi habitación
de la mansión.
Se acercó, demasiado. Incliné la cabeza hacia atrás para encontrar su
mirada. Sus ojos oscuros me capturaron como siempre lo hacían.
Lo odio. Lo odio.
Pero una parte de mí lo amaba, cada parte retorcida y psicótica de él. Nevio
era una causa perdida. Todos lo sabían.
—Rory, necesito tu ayuda y él también. Tu pasantía con nuestro médico te
dará tiempo suficiente para cuidar de él.
—No —gruñí—. No juegues la carta emocional ni la carta de los mejores
amigos. Perdiste cualquiera de los dos privilegios.
—¡Entonces no me ayudes! Lo dejaré frente a un hospital como debería
haber hecho de inmediato. Estará mejor sin mí.
—Quieres decir que estarás mejor sin él. Sé honesto, no quieres asumir la
responsabilidad.
Ambos respiramos con dificultad. Tragué, intentando controlar mis
emociones. No estaba segura de cuánto podía entender un niño de esa edad, pero
definitivamente captaría nuestras voces elevadas.
—¿Qué pasa con todas las veces que trabajo en la clínica? Él no es un perro.
No puedes dejarlo solo por unas horas. Necesita atención constante.
¿Por qué estaba discutiendo esto? No podía cuidar a un niño pequeño. Yo
tenía dieciocho años. No estaba preparada para este nivel de responsabilidad. Era
responsabilidad de Nevio, no mía.
Nevio se encogió de hombros.
—Podría cuidarlo de vez en cuando.
—¿De vez en cuando? ¡Es tu hijo! —El chico se estremeció contra mí y me
aclaré la garganta—. Si te ayudo, espero que des un paso adelante y en realidad
hagas un esfuerzo para cuidarlo. Y esto solo puede ser algo temporal. Tendrás que
encontrar una manera de decírselo a tus padres. Necesitarás su ayuda con esto.
Nevio miró brevemente al chico, su reticencia era obvia.
—Si eso es lo que hace falta. Puedo dormir en tu casa de vez en cuando para
ayudarte con él. De todos modos, tenía toda la intención de cuidarlo de cerca. 220

La furia corrió por mis venas.


—Carlotta estará allí. Tendré que decírselo. Necesito su ayuda para esto.
Dios, ¿en serio iba a aceptar este sinsentido? Tenía que estar loca. Y dejar
que Nevio se quedara a dormir definitivamente era una muy mala idea. El chico se
estremeció contra mí y me concentré en él. Su bienestar era la máxima prioridad
en este momento. Todo lo demás podría esperar.
—Deberíamos llevarlo a un médico ahora.
Nevio abrió la puerta trasera de su auto. Miré la camioneta de Dinara, que
había conducido hasta aquí.
—Le diré a Massimo o Alessio que lo recojan.
Asintiendo, me senté atrás con el niño en mi regazo mientras Nevio buscaba
pediatras en Google. El chico estaba en silencio y quieto contra mi pecho,
respirando muy bajo.
—¿Está dormido? —pregunté cuando Nevio se puso al volante.
Miró por encima de su hombro.
—No, solo está mirando al frente. Pero parece que pronto se quedará
dormido.
—Conduce con cuidado. No está en un asiento para niños.
Nevio conducía con más consideración que su estilo habitual, pero mi
corazón latía con fuerza en mi pecho cuando finalmente nos detuvimos frente a un
consultorio pediátrico. Había sido un viaje más largo de lo que me hubiera gustado,
más de una hora.
Habían pasado dos minutos de la hora de cierre y pude ver a una enfermera
cerrando la puerta.
—Déjame entrar primero. Te daré una señal cuando puedas entrar —dijo
Nevio y salió del auto antes de que pudiera discutir. Solo había una razón por la
que no me quería dentro con él de inmediato. Iba a amenazar al médico y a las
enfermeras y, conociendo a Nevio, lo conseguiría.
Quince minutos después, Nevio volvió a abrir la puerta y me hizo señas para
que entrara. Salir de un auto con un niño en brazos fue más difícil de lo que
pensaba. Nevio corrió hacia mí y me agarró del brazo para estabilizarme. Cuando
estuve a salvo en el suelo con mis propios pies, me solté de su agarre y me dirigí
al consultorio. Nevio permaneció a mi lado.
En el interior nos esperaba un médico de mediana edad y cabello entrecano.
Detrás de él había una enfermera mayor, obviamente aterrorizada. El médico 221
también parecía aprensivo, pero mantenía mejor la compostura, por lo que tuve
que aplaudirlo, considerando el talento de Nevio para las tácticas de miedo.
El niño se aferró a mí cuando entramos en una de las salas de tratamiento.
—¿Cómo se llama? —preguntó.
Miré a Nevio. Esto era un desastre. El niño necesitaba un nombre,
preferiblemente su nombre real, si es que tenía uno. La situación era horrible.
Quizás su madre biológica nunca se había molestado en ponerle nombre. Mis ojos
ardieron al considerar la posibilidad.
—Battista —dije el primer nombre que apareció en mi cabeza. Nevio
levantó una ceja pero no discutió.
Por supuesto, el niño no reaccionó cuando el médico lo llamó por ese
nombre. Se tomó su tiempo pesando y midiendo al niño, revisando su cuerpo en
busca de lesiones y cuántos dientes tenía.
Battista estuvo tranquilo durante todo el proceso. Quizás ya había llorado
todas sus lágrimas antes. Me quedé a su lado, esperando que mi presencia lo
calmara aunque no me conociera. Nevio, sentado en el borde del escritorio del
médico, observaba todo con los brazos cruzados.
Mi ira hacia él había pasado a un segundo plano, no porque aún no estuviera
furiosa, sino porque mi cerebro estaba ocupado intentando descubrir cómo iba a
cuidar a un niño sin que nadie descubriera la verdad. Tendría que inventar una
buena historia. Mi futuro estaría lleno de mentiras, todo a causa de Nevio.
Ya podía imaginarme lo que diría Carlotta. Habíamos luchado muy duro
para salir de nuestros hogares y compartir un apartamento, por este pedazo de
libertad. Cuidar a un bebé definitivamente nos alejaría de la vida que habíamos
imaginado.
—Su peso está en la parte inferior de la tabla, pero aún está bien. Aunque
está deshidratado. Necesitas conseguirle fórmula. Tiene alrededor de nueve meses,
por lo que sigue siendo su mejor forma de hidratación. —Nueve meses. Aún un
bebé. Probablemente aún se despertaba por la noche para tomar el biberón. Mi vida
daría un vuelco completo en los próximos meses. No creía en el destino, pero era
extraño que hubiera decidido posponer la universidad para tener más tiempo para
descubrir lo que quería en el futuro, y ahora tuviera un pequeño trabajo humano
de tiempo completo—. El sarpullido en su trasero desaparecerá si le cambia los
pañales con regularidad.
Asentí.
—¿Ya terminó? —preguntó Nevio.
El médico asintió, pero pude ver que tenía un sinfín de preguntas que no
222
hacía. Nevio sacó un fajo de billetes de su bolsillo trasero y se lo entregó al médico.
Éste comenzó a negar con la cabeza, pero Nevio simplemente lo empujó contra él.
Le puse un pañal limpio a Battista. Por suerte, tenían una provisión en la
habitación, pero seguía sin tener ropa. O cualquier otra cosa para cuidar a un niño
pequeño. Podría habérselo pedido a Dinara. Probablemente se había quedado con
algunas cosas, pero eso habría planteado preguntas que no podía responder. Mi
salida anticipada del circo de carreras ya sería recibida con sorpresa.
Nevio y yo salimos del consultorio con Battista en brazos. Y por primera
vez, la pregunta «¿y ahora qué?» realmente me asaltó. ¿Cómo podríamos regresar
al campamento de carreras? Incluso si tuviera mi propia pequeña casa móvil, todo
estaba muy cerca y la gente podría darse cuenta si intentaba colar a un niño. Sin
mencionar que el llanto de un bebé definitivamente alertaría a la gente.
Roman era el único otro niño allí y ya no era tan pequeño.
—Esto no funcionará —dije. Esto era demasiado grande para mí—. No
podemos volver al circo de las carreras, ni siquiera por una noche, y aún no puedo
mudarme al apartamento. Papá tiene los códigos para todo y aún no tengo nada
allí… —Respiré hondo, abrumada.
Las cejas de Nevio se juntaron mientras miraba al frente, obviamente
perdido en sus pensamientos.
—Podríamos buscarte un motel para pasar la noche. Y mañana podríamos
inventar una mentira sobre por qué tienes que regresar a Las Vegas y mudarte antes
a tu departamento.
—La gente hará preguntas —dije. Mamá y papá, en particular, aunque
probablemente se alegraran de que regresara a Las Vegas. Aun así, otro cambio de
planes. Mamá continuaba insistiendo, insistiendo en que la angustia emocional era
un catalizador de mis repentinos cambios de comportamiento. Por supuesto, no se
equivocaba. Odiaba la idea de tener que agregar aún más mentiras a mi lista de
mentiras recientes ya larga. Amaba a mis padres y no quería engañarlos.
—Se supone que debo cenar con Adamo, Roman y Dinara. Se preguntarán
dónde estoy.
—Estás conmigo. Cenando con un amigo.
La forma en que dijo amigo dejó en claro que no creía que eso fuera lo que
pensaba que era, un amigo. Y tenía razón, no habíamos sido amigos desde esa
noche. A veces nos habíamos sentido como si fuéramos enemigos.
—Entonces, ami-enemigo —dije encogiéndome de hombros como si no me
importara.
223
Nevio tocó la parte baja de mi espalda, sorprendiéndome.
—Rory, no somos enemigos. Tampoco amigos. Los amigos no quieren
hacer lo que yo quiero hacerte.
El calor subió por mi cuello.
—Cómeme y hazme mirar. —Lo dije en el sentido de Hannibal Lecter, pero
la sonrisa de satisfacción de Nevio dijo que no.
—Toda la noche —murmuró. Se me puso la piel de gallina por todo el
cuerpo y me alejé un paso de él para que su mano cayera de mi espalda.
—Tenemos que comprar cosas para Battista. Se hace tarde y necesita comer
y dormir.
Me miró con una expresión que hizo que el sudor corriera por mi nuca antes
de asentir.
—Entonces, ¿ahora es Battista?
—Es el único nombre que se me ocurrió con poca antelación. Pero es tu
elección. Es tu hijo. —Algo pasó por su rostro, pero desapareció demasiado rápido
para que yo pudiera captarlo—. Entonces, vayamos de compras y busquemos un
motel para nosotros.
—¿Nosotros?
—Rory, no dejaré que te quedes sola en un puto motel en medio de la nada.
Fin de la discusión. Ahora súbete al auto.
—Te das cuenta de que estás actuando como si fueras tú quien me ayuda
cuando no es así.
—Entra —dijo con voz más suave.
Subí al auto. Battista se estaba chupando el dedo. Ahora que no lloraba,
estaba terriblemente callado.
—Si mis padres descubren que pasamos la noche juntos, aunque sea de
manera platónica, las consecuencias serán enormes.
—Nuestras familias piensan que somos demasiado cercanos, como
hermano y hermana, para que no sospechen de ningún acto sucio.
No todos. Estaba segura de que Kiara había observado nuestras
interacciones con preocupación en ocasiones. Después de nuestro viaje de compras
y otros treinta minutos de viaje, Nevio finalmente se detuvo frente a un motel. A
estas alturas, había perdido completamente la orientación. No estaba segura si
estábamos en Arizona, Utah o Nevada.
Battista estaba dormido. Le di un biberón grande con fórmula en el auto, le
puse otro pañal limpio y lo vestí con un lindo mameluco, y se quedó dormido 224
inmediatamente.
Nevio y yo entramos al edificio de recepción del motel. El tipo detrás del
escritorio miró de mí, a Battista y luego a Nevio.
Él asintió hacia mí.
—¿Ella es legal?
No estaba segura si se refería a si era mayor de edad o si era prostituta.
Nevio le mostró los dientes.
—Una habitación para nosotros.
El hombre miró a Nevio durante varios segundos antes de asentir
lentamente, obviamente decidiendo que no quería problemas. Teniendo en cuenta
que este lugar no era muy acogedor, probablemente tenía clientes que parecían
sospechosos a diario.
—¿Tiene una cama para el bebé?
El hombre me lanzó una mirada que sugería que era estúpido por mi parte
preguntar. Algo en los ojos de Nevio me dijo que no le importaría tener una charla
privada con el hombre, pero no deseaba más problemas de los que ya teníamos.
Agarré su brazo.
—Vamos.
Nevio finalmente recogió las llaves y nos dirigimos hacia nuestra
habitación. En cuanto entramos, mi estómago dio un vuelco por los nervios. Solo
había una cama en la habitación del motel. Ni siquiera era de tamaño matrimonial.
La última vez que había pasado en una cama con Nevio se había grabado a fuego
en mi cerebro y no estaba interesada en repetir la experiencia. Así no.
En absoluto.
—¿Dónde vas a dormir? —pregunté cuando me acerqué a la cama. El olor
de un fuerte limpiador flotaba en el aire, lo cual no era lo peor porque me daba
esperanzas de que este lugar se limpiara con regularidad.
—En la cama como tú —dijo Nevio, levantando una ceja de manera
desafiante—. Ambos somos adultos, creo que podemos manejarlo.
—Tus acciones del pasado y de hoy sugieren lo contrario —murmuré.
Nevio era muchas cosas pero no digno de confianza, al menos no en ese aspecto.
Se sentó en la cama y sacó su teléfono.
—Les avisaré a Alessio y Massimo para que puedan avisar a Adamo.
225
Dejé a Battista en medio de la cama para que no se cayera accidentalmente
y se lastimara. La cama no era muy alta, pero si aterrizaba sobre su cabeza… no
quería arriesgarme.
—¿Supongo que no les dirás la verdad?
Las cejas oscuras de Nevio se juntaron. Él y sus primos eran cercanos. Más
que cercanos. Los secretos que compartían eran más de lo que un humano
promedio podría soportar. Pero tenía la sensación de que Nevio no quería que nadie
supiera de su hijo, ni siquiera sus mejores amigos. Esto me hizo sentir especial,
incluso si sabía que había sido la elección más conveniente. Alessio y Massimo no
eran material para niñeras.
Apreté los dientes, mi molestia por Nevio aumentó una vez más.
—Aún no. Necesito asimilar todo —dijo Nevio en voz baja,
sorprendentemente reflexivo y razonable.
—¿Qué les vas a decir? Todos se preguntarán por qué nos hemos ido los
dos. —Mis mejillas se calentaron cuando pensé en cómo se vería esto—. Después
de la escena en la tienda del hospital, Adamo definitivamente sospechará.
Una sonrisa maliciosa apareció en la boca de Nevio.
—No compartirá sus sospechas con nuestras familias. Hay una razón por la
que prefiere quedarse en las carreras. Una familia controladora es condenadamente
molesta.
Podría serlo, pero la mayor parte del tiempo no me importaba las maneras
protectoras de papá. Por supuesto, había ocasiones en las que resultaban muy
inconvenientes.
—Adamo hará preguntas.
—Nos ocuparemos de él mañana. —Nevio se puso de pie y se sacó la
camiseta por la cabeza.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté después de que mis ojos escanearan
rápidamente el maravilloso cuerpo de Nevio, como siempre hacían. Era imposible
para mí no mirarlo, pero me aseguré de solo rozar el tatuaje en su espalda porque
simplemente no quería verlo crecer.
—Me voy a dar una ducha rápida. —La forma en que lo dijo hizo que el
calor subiera a mis mejillas.
—Podrías dormir en el baño. Quizás haya espacio en la bañera.
Nevio entró al baño con una risita baja.
—Rory, ¿tienes miedo de compartir la cama conmigo? —Me lanzó una
mirada por encima de su hombro, sus ojos oscuros llenos de desafío. 226

Sostuve su mirada.
—No —dije con firmeza—. Simplemente no quiero. —No era la verdad.
Una parte de mí tenía miedo de estar en la cama con Nevio, no por lo que él pudiera
hacer (no importaba lo que Nevio fuera, siempre respetaría mi no), sino por lo que
yo podría querer que hiciera. No quería volver a caer en esa madriguera del conejo.
Sentí que finalmente estaba haciendo progresos con mis emociones y no quería
arruinarlo todo. Nevio desapareció en el baño pero dejó la puerta abierta unos
centímetros.
No estaba segura si lo hizo porque estaba alerta o como otra forma de
perturbarme.
Me dejé caer en la cama, repentinamente cansada. Battista se dio la vuelta
mientras dormía, pero no se movió más allá de eso. Definitivamente tendría que
dormir entre Nevio y yo para no caerse de la cama y también para actuar como una
barrera entre nosotros.
Saqué mi teléfono de mi bolso, cosa que no había hecho en casi dos horas.
Había recibido ocho mensajes de texto. Tres de Carlotta, uno de Adamo, uno de
Alessio, dos de mamá y uno de papá.
Le respondí primero a papá porque él era quien enviaría la caballería si no
lo hacía. Al igual que mamá, generalmente preguntaba cómo estaba como lo hacía
todos los días. Los mensajes de texto de Adamo y Alessio llegaron después del
mensaje de Nevio. Y a Carlotta le preocupaba que Nevio hubiera hecho algo
porque no había respondido a su primer mensaje de hacía casi dos horas.
Me preguntaba cuánto debería compartir con ella, pero un mensaje o incluso
una llamada telefónica me parecían demasiado arriesgados para la noticia. Con el
tiempo, ella lo descubriría y sabía que no la impresionaría. Simplemente le envié
un mensaje diciéndole que estaba bien pero que necesitaba hablar con ella
urgentemente mañana sobre nuestra mudanza a nuestro departamento compartido
y luego dejé mi teléfono en la mesa de noche.
No tenía ropa de repuesto para cambiarme. Estaban todas en la caravana y
no había manera de que fuera a dormir en ropa interior junto a Nevio, ni siquiera
con un bebé entre nosotros.
No iba a pasar…
Como solo había una manta y Battista estaba acostado encima,
probablemente también dormiría con la ropa de hoy encima. Supuse que no sería
una noche de descanso. No estaba segura de cuál era el ritmo de Battista, pero
supuse que se despertaría para tomar un biberón al menos una vez por la noche.
Sin mencionar que Nevio estaba en la cama conmigo.
227
Me quité las zapatillas y luego me estiré junto a Battista. Esto me pareció
surrealista de una manera que difícilmente podría describir. Cuando pensé que
podría estar embarazada, me aterrorizaba la responsabilidad de criar a un niño.
Ahora me encontraba en la misma situación, solo que era hijo de otra mujer.
Volví la cabeza hacia Battista, que tenía sus mejillas regordetas vueltas
hacia mí mientras dormía boca abajo. Era difícil creer que Nevio fuera padre. Él
era el responsable de este niño. Aún no creía que entendiera de verdad lo que eso
significaba.
Cerré los ojos, permitiéndome descansar a pesar de que mis nervios estaban
demasiado crispados para conciliar el sueño de inmediato. El crujido de la puerta
me dijo que Nevio había terminado de ducharse y había entrado nuevamente al
dormitorio.
—En verdad espero que estés decente —murmuré, manteniendo los ojos
cerrados por si acaso.
—Rory, soy muchas cosas, pero no decente —dijo, y por su voz, me di
cuenta de que se estaba acercando. Mi pulso se aceleró como siempre ocurría
cuando él estaba cerca.
—No hay nada que no hayas visto ya.
—Para tu información, en realidad no le presté mucha atención a esa parte
de ti.
—Esa es una gran pérdida.
—Tu borrachera y tu carácter desagradable distraían un poco.
La cama se hundió. Definitivamente de mi lado y sentí una ligera presión
contra mi cadera donde una parte de él me tocaba.
—Entonces, ¿por qué tuviste sexo conmigo?
Mis mejillas ardieron. Me había hecho esa pregunta cientos de veces desde
esa noche. Ni siquiera era mi plan acostarme con él. No esa noche. Siempre quise
tener una relación con Nevio y dar un paso tras otro. Abrí los ojos y lo miré con
enfado.
—Porque pensé…
Nevio se sentó en el borde en bóxers y nada más. Su espalda musculosa
estaba vuelta hacia mí y se giró para mirarme. Sus ojos oscuros no eran burlones
como sugería su tono. Tenían curiosidad.
—¿Pensaste?
—No importa —dije sacudiendo la cabeza.
Nevio apoyó un brazo al lado de mi otra cadera, medio inclinándose sobre 228
mí.
—Si querías pasar un buen rato, podrías haberlo preguntado.
Fruncí los labios.
—Nunca me habrías tocado si hubieras sabido que era yo esa noche. Y lo
que pasamos estuvo lejos de ser simplemente pasarlo bien, así que no, gracias.
Nevio soltó una carcajada.
—Tienes razón. Estabas fuera de los límites. Y normalmente lo paso muy
bien.
Me pregunté si su uso de la palabra «estabas» significaba que ya no estaba
fuera de los límites en su mente, y si tendría relaciones sexuales conmigo si se lo
pidiera. ¿Qué había cambiado?
—¿Por qué estaba fuera de los límites y ya no lo estoy? ¿Es esto algún tipo
de regalo que ya fue abierto y ahora ya no importa?
Odiaba la idea de que fuera así. No habría catalogado a Nevio como un tipo
anticuado, pero tal vez simplemente me estaba engañando cuando se trataba de él.
Las cejas de Nevio se juntaron y su boca formó una línea dura.
—Qué sarta de tonterías. —Se inclinó para que su cara quedara justo encima
de la mía. Me quedé helada—. Aparte del hecho de que dudo que realmente haya
abierto tu regalo esa noche, considerando que me desmayé al primer empujón,
estabas fuera de los límites por una infinidad de razones que no tenían nada que
ver con el estado de tu himen.
Tenía esa franqueza de Massimo, y aún me desconcertaba cada vez.
No dije que considerando lo mucho que me había dolido, dudaba que el
regalo no hubiera sido abierto.
—Nombra una —lo desafié.
—Eres la hija de Fabiano.
Puse los ojos en blanco porque era la más obvia, pero por alguna razón
dudaba que fuera la principal.
—No eres alguien que deja que las reglas o convenciones sociales le
impidan lograr algo que quiere. Yo solo era uno más para ti. Eso es todo.
Nevio no me contradijo.
—No creo que ahora seas uno más.
Tragué con fuerza.
—Es irrelevante. Nunca quise y aún no quiero nada casual. Quiero una 229
relación seria.
—Entonces elegiste al tipo equivocado.
—Entonces ya puedes dejar de acosarme, dado que ambos estamos de
acuerdo en que nunca habrá nada entre nosotros. Debería tener la libertad de buscar
a alguien que quiera tener una relación seria conmigo.
La mirada amenazante en sus ojos me dio una respuesta antes que su boca.
La ira me invadió. De ninguna manera iba a permitir que nadie tocara a
Aurora. Quizás no era material para una relación. Demonios, la mayoría de los días
ni siquiera era material para las interacciones humanas mínimas, pero no podía
dejar que Rory fuera libre. Sentía que era mía de alguna manera extraña que no
podía explicar. Tal vez siempre la había sentido un poco como mía, pero en el
pasado, nunca había tenido que preocuparme de que se alejara. Ella había sido una
constante en mi vida, su adoración por mí una presencia familiar. Hasta que lo
arruiné esa noche.
Para ella, esa noche terminó su obsesión conmigo y comenzó la mía con
ella. Quería volver a cómo había sido. El niño dejó escapar un pequeño llanto, 230
destruyendo el momento. Retrocedí para que Aurora pudiera girarse hacia él. Ella
le acarició ligeramente la espalda a Battista y emitió un suave sonido de arrullo,
que pareció funcionar ya que sus ojos permanecieron cerrados. Me puse de pie.
Era extraño ver a Aurora consolando a Battista. No porque nunca la hubiera visto
consolar a alguien. Tenía un gran corazón, así que naturalmente, era la consoladora
en nuestro gran grupo de amigos y familiares. Esto era extraño porque ella estaba
consolando a mi hijo (demonios, mi hijo), como si fuera suyo. Cariñosa y amorosa
como había nacido.
Mis instintos eran de naturaleza muy diferente.
No sabría qué hacer con el niño si comenzaba a llorar. Aún no podía
entender cómo estaba aquí y era mío. ¿Qué se suponía que debía hacer con un
niño?
No quería ese tipo de responsabilidad, y sin importar a quién le preguntaras,
te dirían que no era una persona a la que deberían confiarle este tipo de
responsabilidad. Aurora también lo sabía, lo cual probablemente era otra razón por
la que accedió rápidamente a cuidarlo. Probablemente estaba preocupada de que
lo encerrara en un sótano si lloraba demasiado fuerte.
Aparté los ojos de Rory y mi hijo, odiando lo confuso que me dejaba la
vista, cómo me recordaba mis deficiencias. Deficiencias que usualmente usaba a
mi favor, pero en una situación como esta, eran simplemente eso: deficiencias.
Pasé una mano por mi cabello, intentando volver a enfocarme. Miré el
trasero de Rory para tener otra mentalidad. Llevaba shorts de jean de tiro alto, lo
que me permitía ver la curva de sus glúteos y muslos de la manera en que estaba
estirada.
Rory aclaró su garganta, y le devolví una sonrisa pícara.
—Battista dormirá entre nosotros esta noche para que no pueda caerse —
dijo con énfasis.
Rodeé la cama y me estiré al otro lado. No esperaba que hubiera ninguna
acción esta noche.
Ella quería que me redimiera al menos un poco. Pero el camino hacia la
redención estaba cerrado para mí.
Tal vez eso cambiaría si Rory y yo comenzábamos a tener relaciones, o tal
vez no. Quizás ese tipo de vínculo emocional siempre me eludiría. Rory no quería
arriesgarse, y una parte de mí estaba contenta porque eso la protegía de mí. Pero
la otra parte, que lamentablemente estaba creciendo día a día, la quería, sin
importar el precio.
231
—¿Puedes apagar las luces?
—¿No te preocupa estar a oscuras conmigo? —Solo estaba medio
bromeando.
—¿Hace alguna diferencia? —Sonaba cansada.
En la oscuridad, el monstruo siempre estaba más cerca de la superficie, más
difícil de controlar y encerrar. Pero Rory tenía razón, ese monstruo no gritaba por
ella.
Esperaba que nunca lo hiciera.
No dormí nada esa noche. No solo porque el niño se despertó tres veces
gritando desesperadamente hasta que Aurora le daba un biberón y lo mecía en sus
brazos.
Ella y yo no hablamos mientras cuidaba de él. Ella, porque estaba exhausta
y enojada conmigo, y yo, porque estaba maravillado con ella y aún trataba de
averiguar cómo afrontar las próximas semanas. Demonios, incluso los próximos
días.
Aurora y yo necesitaríamos una buena excusa para explicar por qué no nos
quedamos para la carrera, por qué regresaríamos a Las Vegas y haríamos que ella
se mudara al apartamento antes de lo planeado. La gente esperaba ese tipo de
comportamiento errático de mí, pero no de Rory, aunque había sido impredecible
desde nuestra noche juntos.
Recibí varios mensajes de Massimo y Alessio esa noche, y especialmente
este último dejó claro lo que pensaba de que estuviera en algún lugar con Aurora.
Fue antes del amanecer cuando finalmente me levanté y me vestí. Acostado
en esta cama apolillada y mirando el techo salpicado de mierda de mosca, mi pulso
parecía retumbar en mis oídos y mi corazón martillar un agujero en mi caja
torácica.
Me sentía inquieto, errático, como un adicto que necesitaba una dosis. Si no 232
fuera por Rory y el niño, habría salido en busca de alguien a quien matar, pero este
parecía el peor momento posible para hacerlo.
Aurora me necesitaba; ambos me necesitaban aquí. Acerqué una silla al lado
de la cama, me hundí en ella y apoyé los pies en el colchón. Las cortinas no
bloqueaban la lámpara frente a nuestra habitación, así que pude ver el rostro de
Rory mientras dormía.
Esta noche, no tuvo sueños traviesos pero de todos modos, su sueño era
inquieto. Battista se movió alrededor de las cinco de la mañana, y los ojos de Rory
se abrieron lentamente, luego se abrieron de par en par cuando me vio mirándolos.
Frunció el ceño y se levantó lentamente. Su cabello era un desastre
alborotado y sus ojos estaban un poco hinchados. Aun así era la chica más hermosa
que había visto, y ese pensamiento me hizo querer levantarme y huir como un
maldito cobarde.
No me gustaba la dirección que a menudo tomaban mis pensamientos
cuando miraba a Rory, especialmente en las últimas semanas, y sentía que las
últimas veinticuatro horas habían empeorado la situación.
—¿Cuánto tiempo llevas mirándome? En serio, es inquietante —dijo con
voz ronca por el sueño mientras acariciaba la cabeza de Battista. Dudaba que
volviera a quedarse dormido.
—Quizás dos horas. No pude volver a dormir.
Aurora levantó a Battista en su brazo.
—¿Puedes calentar su avena de la mañana en el microondas? —Me levanté
y tomé uno de los frascos de comida etiquetados como comida para el desayuno,
luego lo metí en el microondas.
Aurora se levantó.
—¿Puedes alimentarlo para que yo pueda darme una ducha rápida?
Arqueó las cejas expectante. En realidad, no quería estar solo con el niño,
mucho menos darle de comer, pero me senté en la silla y dejé que Aurora lo pusiera
en mi regazo. Battista intentó aferrarse a Aurora, obviamente tan contrario a estar
solos como yo. Finalmente logró bajarlo.
—Tú puedes hacerlo.
Battista y yo observamos cómo Aurora desaparecía en el baño.
Con un suspiro, tomé la cuchara y la sumergí en la comida. Battista me
permitió alimentarlo, incluso si sus ojos seguían moviéndose hacia la puerta del
233
baño, esperando el regreso de Aurora.
—Tú y yo, amigo —murmuré.
Aurora
Al día siguiente, después de convencer a mis padres de mi mudanza
anticipada, llamé a Carlotta para decirle que me mudaría a nuestro apartamento
hoy y no en dos semanas como había sido mi plan original. Ella sospechó de
inmediato, queriendo saber por qué y si Nevio había hecho algo. Mentí diciendo
que ya no podía soportar su molesta presencia en el circo de carreras por más
tiempo y le pregunté si ella también podía mudarse antes. Diego le había prohibido
que se mudara al apartamento sola, aunque fuera por unas semanas.
Cuando Nevio y yo llegamos a Las Vegas a primera hora de la tarde, le
advertí otra vez:
—Debes pasar el día con él hasta que todo esté despejado. Te llamaré
cuando puedas traerlo a mi casa esta noche.
Nevio se quedó mirando al niño, que agitaba un sonajero con ojos enormes
y chupaba rápidamente su nuevo chupete. Dudaba que alguna vez hubiera tenido
un sonajero considerando lo fascinado que parecía por la cosa.
—¿Qué se supone que debo hacer con él?
—No sé. Llévalo a un parque y da un paseo con él en su cochecito. Preparé
sus porciones de leche y puse suficiente comida para bebés en biberón en la bolsa
de lactancia para que dure una semana.
—No puedo cuidarlo por más de unas pocas horas, Rory, confía en mí.
Apreté los dientes.
—Ya lo has dicho antes, y trataré de deshacerme de todos excepto de Lotta
lo antes posible, pero hasta entonces, tu hijo es tu responsabilidad. De todos
modos, mis padres ya están sospechando. Probablemente piensen que estoy a
punto de tener un colapso mental pronto.
Si las cosas seguían avanzando así, tal vez lo haría.
Él asintió lentamente, pero pude ver que no le gustaba. Él podía lidiar con
eso. Salí del auto y caminé hacia la puerta de seguridad de la mansión de mi
familia. Se abrió cuando llegué frente a ella, y Nevio se alejó cuando papá apareció
frente a mí.
—¿De qué se trata eso? —preguntó papá mientras veía a Nevio alejarse
corriendo.
Encogí los hombros.
234
—Creo que quiere regresar a la carrera. O tal vez está de humor para matar
a alguien. Con Nevio, nunca se sabe.
Papá entrecerró sus ojos.
—¿Qué sucede, Aurora?
Suspiré, ganando tiempo para inventar una respuesta.
—Cuando ayudaba en el cuidado de adicciones, me acordé de Nevio. No es
adicto a las drogas, pero sí a la emoción de matar, y pensé que podía ayudarlo con
eso. Pero es incorregible, y estoy harta de sus payasadas. Quiero ayudar a personas
que quieran de verdad y necesiten mi ayuda.
Papá asintió, pero su sospecha permaneció.
—Podría habértelo dicho antes. La disposición de Nevio es permanente y
probablemente lo convertirá en un Capo temido algún día. Si logra controlarse en
ocasiones, tal vez incluso en uno respetado. Pero debes cuidarte a ti misma, no a
él. Tu mamá y yo estamos preocupados. Cambiar los planes de repente no es tu
estilo, Aurora.
—Siento que mi vida está en el aire. Hasta ahora, cada paso a seguir estaba
claro, pero ahora que terminé la escuela, la incertidumbre ha entrado en la escena.
Es difícil para mí porque quiero saber qué me depara el futuro, pero no lo sé. —Ni
siquiera era una mentira. Nada parecía decidido aún. No estaba segura de qué haría
en el futuro, pero al mismo tiempo, mis opciones eran limitadas como hija de un
mafioso de alto rango.
Papá asintió y luego arqueó una ceja.
—Podríamos concertar un matrimonio, entonces una cosa sería segura.
Podía notar que no hablaba en serio.
—Te costaría más trabajo dar mi mano en matrimonio que a mí.
Se rio.
—Es cierto, y no conozco a ningún hombre que sea digno de ti. —Sonreí.
—Supongo que tendría que ser un Camorrista de alto rango.
Papá negó con la cabeza.
—Tendría que ser un buen hombre dispuesto a tratarte como una reina, y un
Camorrista.
—Lo que significa que nunca me casaré —murmuré. Aunque Nevio
encajaba perfectamente en el último punto como futuro Capo, definitivamente no
era un buen hombre, ni siquiera según los estándares de mi papá, y estaba a años
luz de tratarme como una reina. 235

Papá pasó un brazo por mis hombros y me llevó hacia nuestra casa. Mamá
ya nos estaba esperando en la entrada.
—Tu mamá quiere hablar contigo sobre tu mudanza nuevamente. —
Después de un intento inicial de hacer que me quedara con ellos unas semanas
más, logré que aceptaran que me mudara a mi casa hoy. Principalmente porque
fingí que Carlotta estaría desconsolada si la abandonaba ahora.
Solo tenía que empacar mi ropa y productos de cuidado personal, ya que el
apartamento ya estaba equipado con todo lo demás que pudiéramos necesitar. Papá
ingresó el código de seguridad en el ascensor para que comenzara a moverse hacia
el piso donde estaba el apartamento de Carlotta y yo. Solo había otro apartamento
en el piso, pero estaba vacío. Tenía la sensación de que eso no era una coincidencia
porque los apartamentos en todos los demás pisos estaban ocupados. La
normalidad era difícil si tu padre era Ejecutor para la Camorra.
Diego y Carlotta ya estaban en el apartamento cuando llegamos. Abracé a
Carlotta, emocionada de compartir el lugar con ella, pero al mismo tiempo, la
ansiedad por tener que cuidar a Battista disminuyó mi emoción. Carlotta ni siquiera
lo sabía aún, y solo podía imaginar cómo reaccionaría. Me miró detenidamente,
estrechando los ojos.
—¿Está todo bien? —susurró.
—Después —vocalicé. No quería que papá pensara que mi preocupación
estaba relacionada con vivir sola. Se subiría al auto sin dudarlo y en su lugar,
insistiría en que viviera en casa.
Papá y Diego recorrieron cada habitación del apartamento: dos dormitorios,
un baño compartido y una sala de estar con cocina abierta, para comprobar
nuevamente si había algún problema de seguridad. Cada centímetro de todo el
complejo ya había sido revisado por ellos en las semanas anteriores. Los guardias
de seguridad probablemente ya estaban hartos de las críticas de papá y sus
sugerencias de mejora.
Mamá entró conmigo a mi habitación. Me ayudó a poner sábanas y colgar
algunas fotos de nuestra familia, de Carlotta y yo. Una vez que todo estuvo en su
lugar, excepto mi ropa, que quería ordenar en mi armario más tarde, mamá suspiró.
—Cielos, esto en serio me afecta más de lo que pensaba. —Las lágrimas
brillaban en sus ojos.
Me acerqué a ella y la abracé.
—Estoy a solo diez minutos en auto, y aún tienes a Davide.
Mamá asintió, pero pude notar que no estaba realmente consolada. Yo
también me sentía un poco triste, pero simplemente quería tener mi propio lugar
236
con Carlotta. Quería ser responsable de cocinar, de las tareas del hogar… y ahora
de un niño.
Papá entró. Pasó un brazo por los hombros de mamá, y ella se apoyó contra
él.
—Leona, está a salvo.
—Dudo que mamá esté llorando por motivos de seguridad —dije con una
risa.
Mamá también rio, pero sonó un poco entrecortada. Papá frunció el ceño, y
ella le dio un golpecito ligero en el brazo.
—Estoy bien. Ponte a darle el sermón que seguramente tienes en mente.
—Aurora, el edificio está muy bien vigilado. No des los códigos de
seguridad a nadie.
Era por eso que Nevio introduciría clandestinamente a Battista en el
apartamento y luego el pobre niño probablemente tendría que quedarse adentro por
un tiempo hasta que él y yo ideáramos un plan para sacarlo sin que nadie lo notara,
o hasta que encontráramos una explicación para que un niño me visitara, o mejor
aún, hasta que Nevio le contara a sus padres y ellos encontraran una solución final
para el niño. Necesitaba un hogar permanente, una familia para siempre, y eso solo
podía ser los Falcone.
—Lo sé, papá. Conozco cada botón de emergencia en este edificio. Conozco
los nombres y caras de cada guardia de seguridad en las instalaciones…
Me detuve al ver la expresión en el rostro de papá.
—Voy a estar bien.
Quince minutos después, Carlotta y yo finalmente logramos sacar a su
hermano y a mis padres del apartamento. En cuanto la puerta se cerró, Carlotta
suspiró, sonrió y corrió hacia el sofá, donde se dejó caer con los brazos abiertos.
—¡Libertad!
Sonreí.
—No del todo, pero mejor que nada. —Rápidamente le envié un mensaje a
Nevio de que el camino estaba despejado. Como hijo del Capo, ningún guardia le
impediría entrar en las instalaciones. Solo me preguntaba cómo llevaría a Battista
al apartamento.
Me senté junto a Carlotta, intentando encontrar la manera más gentil de
darle la noticia de nuestro nuevo huésped.
—¿Vas a invitar a Massimo ahora que tu hermano no está respirando en tu
237
cuello? —pregunté en su lugar.
Carlotta frunció los labios.
—Solo somos amigos.
Le di una mirada escéptica.
Se encogió de hombros.
—¿Por qué vendría solo? Tal vez el trío venga para una noche de películas
o algo así, pero ¿de verdad quieres a Nevio aquí? Pensé que estabas intentando
poner distancia entre tú y él.
Eso estaba funcionando espléndidamente, ahora que había aceptado cuidar
a su hijo. ¿Por qué era tan pusilánime con las personas que necesitaban ayuda?
Mi teléfono sonó con un mensaje de Nevio, en el que me informaba que ya
estaba en el ascensor. Me levanté rápidamente del sofá.
Carlotta aún estaba tumbada boca arriba en el sofá, con sus rizos castaños
esparcidos a su alrededor, e hizo una mueca que expresaba su preocupación por mi
cordura.
—¿Qué pasa?
Me mordí el labio cuando sonó un golpe.
—Es Nevio.
—¿Nevio? —Se sentó y dejó caer las piernas. Le di una sonrisa de disculpa
y luego me apresuré a la puerta. Nevio debió haber estado esperando con Battista
justo en la esquina para estar aquí tan rápido después de que todos se fueron.
Abrí la puerta, y mis ojos se abrieron con sorpresa. Nevio esperaba frente a
ella, sin sorpresas allí, pero en lugar de Battista, llevaba una enorme caja de cartón.
¿Había dejado al niño en el auto y había decidido subir primero sus cosas?

238
—Esto se está poniendo pesado —dijo con una ceja levantada. Retrocedí y
abrí más la puerta. Pasó junto a mí, y cerré la puerta después de no encontrar nada
ni a nadie más en el pasillo.
Puso la caja lentamente en el suelo y abrió la tapa. Mis ojos se abrieron con
sorpresa. Dentro estaba Battista en su portabebés, profundamente dormido.
—¿Lo pusiste en una caja? —pregunté.
Nevio señaló los agujeros que había hecho en el cartón como si fuera para
un gato o un conejo.
239
—Fue solo por unos minutos. Lo puse allí en el estacionamiento al otro lado
de la calle y luego caminé hasta aquí. No quería arriesgar nada en las instalaciones.
Carlotta se acercó a nosotros con evidente curiosidad y miró dentro de la
caja como yo aún lo hacía.
Sus ojos se abrieron de manera cómica, y lentamente giró la cabeza hacia
mí.
—Hay un bebé en la caja.
—Gracias por el aviso —dijo Nevio, pero su voz era menos arrogante de lo
habitual. Su cabello estaba alborotado y sudoroso. Parecía que estar solo con un
niño de nueve meses era demasiado para él.
Carlotta seguía mirándome, sus ojos se abrieron aún más.
—Hay. Un. Bebé. En. La. Caja.
Me agaché y levanté cuidadosamente a Battista. Se removió brevemente
pero nunca abrió los ojos mientras lo presionaba contra mi pecho.
—¿Qué sucede? —preguntó Carlotta, estrechando los ojos hacia Nevio,
quien metió las manos en sus bolsillos como si no fuera su trabajo explicar la
situación. Si pensaba que su trabajo había terminado aquí, estaba muy equivocado.
Lo ayudaría a él y a Battista, pero él sería parte de esto. No seguiría viviendo como
si nada hubiera cambiado.
—Tengo otra caja con sus cosas en el auto. Las recogeré —dijo y salió del
apartamento sin decir una palabra más, dejándome sola con una Carlotta muy
molesta.
Ella levantó los brazos.
—¡Aurora! ¿Qué ocurre? Eres mi mejor amiga, pero si Nevio secuestró a
este niño, no me quedaré de brazos cruzados.
—Lotta, no lo secuestró, lo juro. —Suspiré.
Carlotta miró al pequeño niño y negó con la cabeza.
—No puedes contarle a nadie sobre esto —le dije—. Ni siquiera a nuestras
familias. Nadie.
—No es tuyo, eso es seguro —dijo, y apretó sus labios—. Solo conozco a
una persona que cometería un error así y luego te pediría ayuda. Encaja que sea él
quien lo traiga aquí en una caja de cartón.
Me encogí de hombros. Por supuesto, solo había un sospechoso posible en
este caso.
240
Se acercó y miró la manita de Battista, a quien sostenía en mis brazos para
que su rostro tranquilo estuviera a la vista.
—Es el hijo de Nevio, ¿verdad?
Asentí porque no quería mentirle a Carlotta. Necesitaba su ayuda con esto.
—Sí. Se enteró de él ayer. Su madre biológica lo dejó con Nevio porque no
quiere cuidarlo.
La expresión de Carlotta se retorció con desprecio.
—Nunca entenderé cómo una madre puede abandonar a su hijo.
Me encogí de hombros. No conocía las circunstancias exactas. Lo que me
enojaba más que el hecho de que la mujer había decidido regalar a su hijo era el
hecho de que no había cuidado muy bien de él antes de eso.
—¿Y entregarlo a un loco como Nevio? —Carlotta sacudió la cabeza y
resopló—. Es la última persona a la que le confiaría la tarea de cuidar a un niño
indefenso.
—No es tan malo.
—Lo es. Y es un irresponsable.
Eso era cierto. Nevio vivía por la emoción. Por supuesto, asumía la
responsabilidad cuando se trataba de la Camorra, pero muchas de sus tareas
estaban directamente vinculadas a actividades que amaba: tortura y asesinato.
Carlotta tocó ligeramente la pequeña mano de Battista y su expresión se suavizó.
Ella amaba a los niños y definitivamente me ayudaría con él. Cuando volvió a
mirarme, su expresión era menos gentil.
—¿Por qué está aquí?
Hice una mueca.
Carlotta levantó los brazos de nuevo.
—¡Rory!
—Nevio no quiere que su familia sepa de esto. Ni siquiera les dijo a
Massimo y Alessio. No tiene a dónde llevarlo. Y sabe que estará seguro conmigo.
Solo hasta que haya encontrado otra solución.
Carlotta presionó la palma de su mano contra su frente, sacudiendo
lentamente la cabeza.
—Rory, deberías delatarlo. Sé que crees que tienes que ayudarlo para liberar
su humanidad, pero ambas sabemos que eso no funcionará. Es un desastre, y
deberías mantenerte alejada de él.
—Nunca lo dijiste así antes. 241

—Porque no quería herir tus sentimientos, pero esto va más allá de tus
sentimientos, Rory. Este niño necesita una familia.
—Lo sé —dije—. Pero ya perdió a su madre. No quiero privarlo de la
oportunidad de tener un padre. Si le cuento a los Falcone de esto, Nino y Kiara, o
Remo y Serafina lo adoptarán. Será fácil para Nevio fingir que esto no es su
problema, dejar que otros se conviertan en cuidadores de su hijo, pero si yo cuido
al niño por un tiempo, Nevio siempre sabrá que es solo una solución temporal, y…
tendrá que asumir en algún momento y aceptar sus responsabilidades.
Carlotta negó con la cabeza. Parecía incapaz de parar. Mi incredulidad sobre
la situación aún era fuerte, así que la entendía demasiado bien.
—Conoces a Nevio, ¿en serio crees que eso sucederá? ¿Cómo va a
funcionar esto? Comenzarás tu pasantía con el médico en unos días, pero un bebé
necesita supervisión las veinticuatro horas del día. Si no quieres decirle a nadie,
eso nos deja solo a nosotras. Ni siquiera voy a tener en cuenta a Nevio.
Me mordí el labio.
—Mi trabajo en la clínica de la Camorra me permite tener un horario
flexible. Intentaré trabajar turnos por la noche o por la tarde. Y aún tengo dos
semanas antes de que deba comenzar a trabajar allí.
—Pero él no puede estar solo.
—Lo sé —dije—. Nevio puede cuidarlo de vez en cuando, y… —Le di una
sonrisa tímida. Carlotta frunció los labios.
—¿Y puedo cuidarlo cuando Nevio no pueda, o sea, siempre?
Le envié una sonrisa de disculpa. Sabía que estaba pidiendo mucho.
—Intentaré hacer todo el trabajo, y solo será por unas semanas. Le daré una
paliza a Nevio tan a menudo como sea posible.
Ella cerró los ojos y respiró hondo.
—Puedo vigilarlo algunas noches cuando trabajes.
La abracé. Otro golpe sonó y Carlotta se separó y se dirigió hacia la puerta.
La abrió con un poco más de fuerza de la necesaria y le lanzó a Nevio una
de las miradas más oscuras que jamás había visto en su rostro. A juzgar por su
expresión imperturbable, no le afectó en lo más mínimo.
—¿Tienes una habitación donde pueda poner sus cosas? —preguntó Nevio,
dirigido a mí. 242

—Supongo que mi habitación. No tenemos un cuarto de niños porque no


pensábamos tenerlos aquí —dije, dejando traslucir mi propio fastidio. Le hice un
gesto para que me siguiera mientras me dirigía a mi habitación. Era de tamaño
moderado. Carlotta y yo queríamos un apartamento pequeño, pero aun así era más
grande que la mayoría de las habitaciones en el campus.
Nevio comenzó a desempacar todo, luego armó la cuna. La posicionó al
lado de mi cama una vez que estuvo lista. Dejé escapar un suspiro bajo a medida
que la realidad se asentaba. Si bien tenía experiencia cuidando a Roman, nunca
había sido la única responsable de un bebé. Sus padres siempre estaban a una
llamada de distancia si tenía preguntas o necesitaba ayuda. Esto era diferente.
Nevio pasó una mano por su cabello oscuro, sus ojos se posaron en el bebé
aún dormido en mis brazos. Me balanceaba suavemente sobre mis talones porque
era un movimiento que a Roman siempre le había encantado, y parecía calmar
también a Battista.
—Se te da bien —murmuró—. Eres buena con él. —La mirada de Nevio se
clavó en mí, cálida y apreciativa de una manera que rara vez había visto.
—También puedes serlo si quieres —dije firmemente. No quería que
convirtiera esto en un asunto de instinto maternal natural y lo usara como su salida
de la responsabilidad.
Los labios de Nevio se curvaron en una sonrisa sardónica, pero no
respondió.
—¿Dónde quieres el resto de sus cosas?
—Todo para sus biberones en la cocina y la estación de cambio en el baño.
Caminé lentamente hacia la cocina y encontré a Carlotta. Mis padres habían
abastecido nuestra nevera con todo lo que podríamos necesitar en los próximos
días. Ella miraba dentro de la nevera pero no sacaba nada. Su ceño fruncido sugería
que el interior del dispositivo la había insultado personalmente. Sus dedos
retorcían la antigua cruz alrededor de su cuello, que había sido de su abuela.
Battista se removió en mis brazos y soltó un breve llanto cuando abrió los
ojos. Entonces, su suave protesta se convirtió en llantos agudos. Nevio entró desde
el baño donde había instalado la estación de cambio, luciendo alarmado.
—¿Qué pasa?
—Tal vez tiene hambre —dije, intensificando mi balanceo, lo que solo hizo
que Battista se retorciera y llorara más fuerte.
—Puedes prepararle un biberón. Los brazos de Aurora están ocupados — 243
dijo Carlotta con una sonrisa muy tensa, la cruz en su mano se volvió hacia Nevio
como si estuviera intentando alejar su mal. Dudaba que se diera cuenta. Nevio
encogió los hombros y se acercó a la fórmula que habíamos comprado. Levantó la
caja y leyó la descripción mientras el nivel de ruido en la cocina alcanzaba niveles
que provocaban dolor de cabeza.
Maldijo cuando derramó agua caliente sobre la encimera, luego derribó la
fórmula y esparció el polvo sobre sí mismo y el suelo. Le lancé a Carlotta una
mirada suplicante. Sabía que Nevio tenía que aprender a hacer esto. Necesitaba
asumir la responsabilidad, pero había tenido un largo día y los llantos de Battista
eran demasiado. Ella se acercó al lado de Nevio y le quitó la caja. Después de una
rápida lectura de las instrucciones, ensambló el biberón en un minuto, y se lo di a
Battista, quien inmediatamente se calmó.
Nevio se apoyó contra la encimera con una mirada sombría y me lanzó una
mirada de «te lo dije». Negué con la cabeza.
—Esto no significa nada. La mayoría de los padres tienen que aprender
cómo cuidar a un bebé. No viene naturalmente. En unas pocas semanas, prepararás
un biberón con los ojos cerrados.
En realidad, esperaba que sus padres estuvieran involucrados para entonces.
—¿No debería comer sólidos en algún momento? —preguntó Nevio,
echándole un breve vistazo a Battista, quien aún chupaba felizmente su biberón.
—No puedes darle pizza si eso es lo que piensas —dije, luego bostecé.
Nevio miró su reloj. Eran las siete y media, y mi estómago gruñó, lo que me
indicó que Battista no era el único que necesitaba alimentarse.
—Voy a pedir pizza para nosotros —dijo Nevio—. Pero no para Battista.
Asentí, y Carlotta se acercó a mí, sin pronunciar protesta alguna.
Cuando nos sentamos en la mesa del comedor, ella se volvió hacia Nevio.
—¿En verdad crees que puedes mantener esto en secreto de todos?
Especialmente de Massimo y Alessio, que prácticamente están pegados a tu cadera.
En algún momento sospecharán.
—Si no se te escapa algo a Massimo, deberíamos estar bien. No será la
primera vez que me ausente unas horas o una noche.
Battista me miraba comer la pizza con interés, alcanzándola varias veces.
Finalmente, lo puse en el suelo porque parecía ansioso por moverse, pero una vez
allí, se limitó a quedarse sentado y observó todo con ojos curiosos.
El teléfono de Nevio se iluminó con una llamada. Era Massimo. Rechazó la
llamada. Segundos después, apareció un mensaje.
244
—¿Qué pasa? —pregunté, esperando medio que de alguna manera se
hubieran enterado de Battista.
—Volvieron a Las Vegas y quieren saber dónde estoy.
—Está en la cámara de seguridad, así que con el tiempo, alguien sabrá que
estás aquí —le recordé, aunque estaba segura de que lo había tenido en cuenta. Si
Nevio nos visitaba con frecuencia en las próximas semanas, papá definitivamente
se preguntaría por qué. Sacaría conclusiones equivocadas.
Nevio se encogió de hombros.
—Definitivamente no pensarán que estoy aquí porque tengo un hijo.
—Porque es una locura —dijo Carlotta.
El teléfono de Nevio volvió a sonar. Puso los ojos en blanco.
—No pueden estar sin mí.
—Bueno, tendrán que aprender a arreglárselas ahora que tienes más
responsabilidades lejos de ellos —dije.
Battista comenzó a retorcerse de nuevo y a frotarse los ojos.
—Creo que necesita irse a la cama —dije.
Nevio se levantó.
—Te dejaré encargarte de eso. Es mejor que vaya con Alessio y Massimo
antes de que empiecen a buscarme aquí.
—¿No vas a ayudarme a ponerlo en la cama? —pregunté con énfasis.
—Dudo que él quiera eso. Aún me mira como si fuera a comérmelo.
Efectivamente, Battista observaba a Nevio con recelo.
—La mayoría de los niños desconfían de los hombres desconocidos. Si
pasas más tiempo con él, eso cambiará.
Nevio se quedó, pero se veía más incómodo de lo que nunca lo había visto.
Desafortunadamente, Battista demostró su punto y seguía despertándose del sueño
para mirar a Nevio con desconfianza. Finalmente, le dije a Nevio que se fuera, y
lo hizo sin dudarlo.
Battista se quedó dormido poco después de que Nevio se fuera. Me quedé a
su lado durante unos minutos más antes de salir de la habitación. Con Roman, a
veces había tomado más de una hora hacerlo dormir, pero Battista obviamente
estaba acostumbrado a quedarse dormido solo.
Para mi sorpresa, Nevio aún estaba frente a la puerta. Habría pensado que
245
ya se había ido a encontrarse con Alessio y Massimo. Sin embargo, no me
sorprendió que no hubiera vuelto a la cocina para pasar tiempo con Carlotta. Su
tolerancia hacia Nevio era muy baja hoy.
Simplemente se apoyaba contra la pared, con la cara inclinada hacia
adelante, mechones oscuros cayendo sobre sus ojos. A menudo me había
preguntado cómo se sentiría correr mis dedos por ellos, tirar de él hacia mí y sentir
sus propios dedos peinando mi cabello. Me detuve con la mano aún en el pomo de
la puerta, pero ahora la vista me recordaba la noche en que todo había cambiado.
Mi vientre se tensó como siempre lo hacía cuando pensaba en ello, pero las
emociones no eran tan intensas como solían serlo. Tal vez esto era una señal.
—Está dormido —dije en voz baja.
Nevio levantó la vista, estrechando los ojos mientras se posaban en los míos.
Asintió lentamente, aún con la misma expresión confundida y pensativa en su
rostro. Nevio se apartó de la pared y se acercó a mí. Contuve la respiración, ni
siquiera segura de por qué.
Nevio se detuvo frente a mí, se pasó una mano por el cabello y luego se
agarró los mechones oscuros.
Su rostro se retorció con emociones conflictivas.
—Rory, escucha. Sé que puedo ser un imbécil.
Le di una mirada de sigue adelante porque ciertamente no iba a
contradecirlo en ese punto. Sus dedos se hundieron más profundamente en su
cabello, y su expresión se volvió aún más dolorida.
—Nunca olvidaré lo que estás haciendo por mí y por él. —Señaló hacia la
puerta—. Eres la persona más amable que conozco, condenadamente amable para
este mundo. —Sonrió extrañamente—. Tienes todas las razones para odiarme, y
sé que realmente estás intentándolo, pero aun así estás aquí. Gracias. —La última
palabra sonó como si hubiera tenido que presionarla para atravesar la metralla.
Supuse que decir gracias no estaba en su repertorio estándar.
Acunó mi cabeza, y me tensé, mis dedos alrededor del pomo de la puerta se
adormecieron por el apretón.
Por un momento, permanecimos así. No quería ser besada por Nevio, hoy
no, no mientras mis emociones y pensamientos fueran un lío. Nevio tocó
brevemente su frente con la mía, lo que se sintió aún más íntimo que un simple
beso y me tomó completamente por sorpresa.
Se alejó y soltó mi cabeza con una extraña sonrisa.
—Me iré ahora. Duerme bien. —Se dirigió hacia nuestra puerta principal,
la abrió y luego se detuvo en el marco de la puerta—. Volveré mañana. —La larga
pausa antes de pronunciar esas palabras me dijo que no eran lo que había tenido 246
en mente. Desapareció de mi vista, y la puerta se cerró suavemente.
Solté el pomo de la puerta, mis dedos hormigueaban mientras la sangre
volvía a ellos.
Carlotta apareció en la puerta de la cocina. No estaba segura de cuánto
tiempo había estado parada así.
—Nuestra primera noche en nuestro propio apartamento —dije. No quería
hablar de Nevio. Aparté la mirada de donde Nevio había estado momentos antes y
me dirigí hacia Carlotta, que seguía parada en la entrada de la cocina—. ¿Cuántas
veces te ha mandado mensajes Diego hasta ahora?
El teléfono de Carlotta sonó como si estuviera programado, y ella lo revisó
después de poner los ojos en blanco.
—Seis veces desde que se fue, y Antonia dos. Incluso Massimo mandó
mensaje.
—Cualquiera diría que nos mudamos al otro extremo del mundo —comenté
con una risa. Quería que la tensión desapareciera. Quería que esta noche fuera
sobre nosotras y nuestros tontos sueños de libertad—. Relajémonos en el sofá y
veamos un poco de televisión.
—Deberías revisar tu teléfono primero. Mientras ponías a Battista a dormir,
recibiste como una docena de mensajes. Tu papá estará de vuelta en poco tiempo
si no respondes pronto, y entonces tendremos problemas para explicarle la
situación de Battista.
Me reí.
—Definitivamente un niño de nueve meses no es algo que espere encontrar
en mi habitación. —Agarré mi teléfono de la mesa de la cocina. Carlotta tenía
razón. No podíamos arriesgarnos a que alguien viniera sin avisar. Carlotta me
siguió al salón, y nos sentamos en el sofá. Comencé a responder todos los
mensajes.
Carlotta estaba callada, probablemente aún cavilando sobre nuestra
situación. Me sentía culpable por haberla metido en esto.
—¿Qué pasa con Battista? ¿Lo escucharemos? —preguntó Carlotta después
de encender el televisor. Nuestro apartamento no era muy grande, así que pensé
que sus llantos nos llegarían.
Ambas escuchamos por un momento, pero estaba completamente en
silencio. Nos apoyamos una contra la otra y miramos un rato. Tenía problemas para
concentrarme en algo, así que elegimos alguna basura televisiva que no requería
ningún tipo de concentración.
Quizás cuarenta minutos después, el llanto de Battista me hizo dar un 247
respingo. Me levanté y me apresuré hacia mi habitación. Estaba sentado en su
cama, llorando. Su chupete había caído y estaba en el suelo. Lo recogí y se lo puse
de nuevo en la boca, haciendo ruidos de calma todo el tiempo. Pero no dejaba de
llorar. Lo levanté y comencé a mecerlo cuando Carlotta entró con un biberón de
leche. Le mostré una sonrisa agradecida. Battista solo tomó unos sorbos de la
botella antes de comenzar a llorar de nuevo. No estaba segura de lo que quería. No
era comida ni su chupete, y su pañal tampoco estaba sucio.
—Quizás solo está confundido porque está en un lugar nuevo.
Asentí.
—Ojalá supiera más de su pasado.
—Espero que su futuro sea menos dramático que su pasado —dijo Carlotta.
Suspiré y acaricié el suave cabello de Battista. Se calmó un poco pero aún
sonaba angustiado.
—Tal vez debería irme a la cama para que no esté solo. De todos modos,
estoy cansada.
—Puedo sostenerlo mientras te preparas para dormir —dijo Carlotta. Le di
una sonrisa agradecida y le entregué a Battista. Ella comenzó a cantarle con su
hermosa voz, pero incluso eso lo dejó en silencio solo brevemente.
Agarré mis pijamas y corrí hacia el baño. Después de diez minutos, regresé.
Me estiré en mi cama con Battista a mi lado. Carlotta movió su cama contra el
colchón para que no pudiera caerse de la cama durante la noche.
—Sigo pensando que estás loca por hacer esto, pero me alegra saber que
estarías a mi lado si alguna vez quedara embarazada por accidente —dijo Carlotta
con un toque de ironía.
—Definitivamente te ayudaría si alguna vez durmieras accidentalmente con
Massimo y quedaras embarazada —dije con una pequeña risa.
Carlotta hizo una mueca y cerró la puerta, envolviendo a Battista y a mí en
la oscuridad. Le froté la espalda durante mucho tiempo, y en algún momento, se
quedó en silencio. Ya no estaba cansada. Me sentía demasiado ansiosa.
¿Qué me calificaba para convertirme en la principal cuidadora de un niño
posiblemente traumatizado?
—¿Por qué estoy haciendo esto? —murmuré, luego miré al niño indefenso
a mi lado. Su suave respiración era reconfortante. Él necesitaba que lo hiciera lo
mejor posible mientras no hubiera una mejor solución. Esperaba que Nevio
resolviera algo rápido. Cuanto más tiempo pasara Battista conmigo, más se 248
acostumbraría a mi presencia y luego sería arrancado de nuevo. Mi teléfono se
iluminó con un mensaje. Me alegré de haberlo silenciado.
Por supuesto, era Nevio. Nadie más me enviaría mensajes tan tarde.
Nevio: Pienso en ti. Te llevaré el desayuno por la mañana. Duerme bien.
Habría encontrado su mensaje dulce en circunstancias diferentes. Estaba
bastante segura de que algunas de mis fantasías del pasado incluían mensajes de
texto nocturnos con mensajes similares.
Yo: No puedo dormir. Estoy enojada contigo.
Apagué mi teléfono. No quería chatear con él ahora. Probablemente estaba
conduciendo por ahí con Massimo y Alessio, buscando nuevas víctimas para poder
ampliar su tatuaje de la espalda, y yo estaba aquí con su hijo.
Apenas había dormido y no había tenido tiempo de vestirme cuando Nevio
apareció en el apartamento a la mañana siguiente. Estaba demasiado agotada para
preocuparme por estar solo en bragas y una camiseta de tirantes, las prendas que
me había puesto a mitad de la noche después de que Battista me escupiera encima.
Battista se había vuelto a dormir alrededor de las seis y media, tres horas después
de despertarme con su vómito. Desafortunadamente, mi cuerpo se negó a hacer lo
mismo y recuperar el sueño.
Estaba en mi segunda taza de café pero no me sentía más lista para el día.
Una infusión directa de cafeína era probablemente mi única oportunidad de
sobrevivir el día en este punto. Carlotta ya se había ido a una cita médica. Debido 249
a su corazón, ella las tenía regularmente.
Después de asegurarme de que Nevio estaba frente a la puerta, se la abrí
pero me quedé escondida detrás de la puerta, sin querer ser capturada en cámara
en mi estado medio desvestido.
Nevio me escudriñó de pies a cabeza cuando entró en el apartamento.
Estaba demasiado cansada para sentirme avergonzada. Nevio parecía como si no
hubiera dormido mucho esa noche tampoco, aunque sospechaba que por razones
muy diferentes. Me llenó de molestia imaginarme cómo probablemente se habría
divertido con Massimo y Alessio.
Nevio levantó una bolsa de papel con el nombre de una de mis tiendas de
donas favoritas.
—Traje el desayuno.
La tienda de donas no estaba de camino de la mansión al apartamento. Me
preguntaba si eso significaba que Nevio había dormido en otro lugar o si se había
desviado para traerme el desayuno. No pregunté. Quizás era mejor si no lo sabía.
No tenía suficiente energía para una posible discusión.
Asentí y volví a la cocina, donde había dejado mi café. Me dejé caer en la
mesa de la cocina, sostuve mi taza de café y traté de no dejar que mi enojo me
quitara la poca energía que me quedaba en el cuerpo.
—¿Noche difícil? —preguntó Nevio mientras ponía la bolsa sobre la mesa
frente a mí. Le dirigí una mirada hostil.
—¿Y tú?
Nevio abrió la bolsa de papel y me mostró la selección de seis donas que
había traído, luego se sentó frente a mí.
—Tuve que desahogarme un poco.
Dejé mi taza de café con fuerza sobre la mesa.
—¿Así es como va a ser? ¿Voy a cuidar a tu hijo para que tú no tengas que
hacerlo, y me quedaré soltera el resto de mi vida para que no sientas la necesidad
de matar a nadie, y tú sigas viviendo tu mejor vida acostándote con chicas y
matando gente por diversión?
Nevio miró el café derramado, luego levantó la vista hacia mi rostro.
—No me he estado con una chica desde que te visité en Nueva York. Lo
intenté después de nuestra noche en la fiesta, pero como dije, estás metida en mi
cabeza, y tengo la sensación de que será imposible sacarte.
250
La sorpresa se apoderó de mí, pero no permití que mi respuesta inicial se
mostrara. Aún sospechaba, y Nevio necesitaba saberlo.
—¿No has estado con ninguna chica en tres meses?
—Solo mi mano y yo.
Miré su mano y, por supuesto, me sonrojé pensando en cómo se tocaba.
¿Pensaba en mí cuando lo hacía? Lo mencionó una vez, pero aún era difícil de
creer. Después de años de deseo, de repente estaba interesado en mí.
Me levanté, intentando no dejar que mi mente cansada se desbocara.
Necesitaba mantener la calma y el control. Agarré un paño de cocina y limpié la
mancha de café para ganar algo de tiempo.
Cuando volví a sentarme, me sentí más tranquila.
—¿Por qué? ¿Qué quieres de mí? Obviamente no una relación.
Nevio inclinó la cabeza, dejando que su mirada recorriera mi rostro. No
podía imaginar que yo fuera una vista atractiva en este momento.
—Diablos si lo sé. Quizás una relación. Pero no crea que sea material para
tener una.
Negué con la cabeza.
—¿Así que crees que acosarme por meses y amenazar a todo el que me mira
es una buena forma de conquistarme?
—¿Tengo que conquistarte?
Lo miré con enfado.
—Puede que me gustaras, pero lo que pasó entre nosotros me abrió los ojos.
Sin mencionar que tener un hijo y no querer asumirlo es otra señal de que
simplemente no estás listo para comprometerte con nada.
—Mi cerebro es un desastre, Rory. A veces siento que tú podrías ser la única
que puede evitar que me descarrile. A veces estoy seguro de que es inevitable, y
simplemente te arrasaré en el proceso.
Se me hizo un nudo en la garganta. ¿Pensaba que yo tenía ese poder sobre
él? No quería dejar que sus palabras me atrajeran. Suspiré.
—Tal vez tomaste demasiadas drogas en las fiestas, y ahora tu cerebro no
funciona correctamente.
—Créeme, mi cerebro no era un lugar ordenado mucho antes de tomar mi
primer vaso de alcohol o fumar marihuana.
—No quiero ser tu parche temporal, aquel al que recurres cuando estás
251
desesperado. Quiero estar en una relación real, con compromiso y emociones
honestas, con alguien que sea confiable y responsable.
Nevio negó con la cabeza.
—Esas no son cualidades que nadie en su sano juicio asociaría conmigo.
Dirigí mi mirada de enojo a mi café.
—Pero es lo que quiero.
—Entonces, Rory, en serio elegiste al chico equivocado. Me conoces de
toda mi vida.
—Sí. —Tenía un punto válido. Me había enamorado del Nevio que conocí,
pero ¿era alguien con quien en realidad me podía imaginar saliendo tal como
actuaba ahora?—. Se llama madurar —dije tiempo después.
—¿Qué quieres, Rory?
Era una pregunta capciosa. Me levanté y volví a llenar mi taza para ordenar
mis pensamientos.
—Quiero que cuides a Battista como un padre y dejes de jugar conmigo.
Quiero que seas serio acerca de lo nuestro. Quiero pasar tiempo contigo sin que
intentes constantemente meterte en mis pantalones y sin el loco acoso.
Escuché a la silla de Nevio arrastrarse cuando se levantó y se acercó a mí.
Agarró la encimera a ambos lados de mis caderas.
—Voy en serio contigo. Pero aún quiero meterme en tus pantalones, y
maldición, no dejaré de acosarte si eso significa mantener a otros tipos alejados de
ti. —Su sonrisa era retorcida—. Sigo siendo yo, aún soy un hombre de la mafia y
un asesino sediento de sangre, Rory, y eso no cambiará. Enamorarse de alguien así
tiene un precio, y deberías saberlo.
Acercó nuestros rostros.
—Y deja de pretender que solo soy yo quien quiere meterse en tus
pantalones. ¿Qué tiene de malo disfrutar el uno del otro mientras nos ponemos
serios?
La mano de Nevio acarició mi hombro y clavícula, luego más abajo hasta
que sus dedos se deslizaron bajo el borde de mi camiseta, empujándola hacia abajo
en el proceso. Mi piel se calentó cuando mi pecho se asomó, y sus dedos rodearon
mi pezón. Una sensación pesada se instaló en mi núcleo, cálida y húmeda. Nevio
siguió tirando de mi pezón, y me quedé mirándolo mientras mi respiración se
aceleraba. Se inclinó, sus labios deslizándose sobre los míos mientras su mano
252
recorría mi vientre. Mi vagina se contrajo cuando se acercó, ansiosa por un toque
con el que había soñado innumerables veces.
El llanto de Battista estalló mi burbuja. Me tensé y rápidamente dejé mi
taza, luego empujé el pecho de Nevio. Él retrocedió con una expresión de
frustración en su rostro.
Estaba aliviada por esta dosis de realidad y me apresuré a mi habitación,
donde el llanto de Battista solo aumentó de volumen.
Nevio
—Mierda —gruñí. Agarré la encimera con fuerza. Aurora había huido como
si el diablo estuviera detrás de ella. Ella quería emociones. Yo quería que se diera
cuenta de que no podía darle las emociones que deseaba. O tal vez esperaba
ocultarle este hecho porque no podía imaginar perderla en este momento. Ella
estaba intentando alejarse, y no iba a dejarla. Un movimiento de idiota.
Y exactamente mi estilo.
Respiré hondo y me alejé de la encimera, intentando eliminar la tensión
persistente en mi cuerpo.
Aurora regresó a la cocina con Battista. Aún no podía procesar que fuera
mío. Apenas tenía control sobre mi propia vida, así que definitivamente no estaba
preparado para cuidar de un niño indefenso.
Aurora se acercó a mí, pero evitó intencionalmente mis ojos. Por la firmeza
de su boca, podía decir que estaba molesta, y dudaba que fuera por Battista.
—Ten, ¿qué tal si lo sostienes un rato? —preguntó, entregándome al niño.
Battista no parecía convencido, y yo tampoco.
»Nevio —dijo ella con exasperación cuando no hice ningún movimiento
para tomarlo—. Estoy de acuerdo en ayudarte, pero eso significa que también
tienes que ayudar. —Finalmente lo tomé y lo sostuve en mis brazos. Por supuesto,
comenzó a llorar. Qué maldita sorpresa. Inmediatamente se lo entregué a Aurora,
pero ella negó con la cabeza.
—Háblale. Intenta mostrarle que no eres un peligro, que te importa.
¿Cómo se suponía que iba a hacer eso, cuando ninguna de las dos cosas era
cierta? Yo era un peligro para todos y no conocía al niño. No había desarrollado
mágicamente emociones paternales solo porque compartía sangre conmigo.
Aurora soltó un suspiro y me lo quitó. Frunció el ceño hacia mí. No parecía
enojada, solo decepcionada. Preferiría su enojo.
—Si es así como lo intentas, entonces en serio tenemos un problema, y
253
tienes que hablar con tus padres cuanto antes. Y en realidad, creo que solo deberías
venir cuando Carlotta esté aquí en el futuro.
Auch. Asentí lentamente.
—Te lo dije. Creo que el problema es que te dices a ti mismo que no puedes
hacerlo, cuando simplemente no quieres.
Podía ver y sentir cómo Aurora se alejaba de mí, pero era como si
estuviéramos conectados por una cuerda invisible, y cuanto más intentaba alejarse,
más quería arrastrarla hacia mí.
—Mierda, lo estoy intentando, Rory. Esto no es fácil para mí tampoco. No
he estado con nadie en meses. Estoy aquí contigo y Battista cuando probablemente
debería dormir un poco. Dame un poco de tiempo.
Ella suspiró.
—De acuerdo. Entonces desayunemos juntos.
Asentí y volví a sentarme en la mesa. Aurora puso a Battista en su silla alta
antes de preparar su desayuno matutino. Battista observaba las donas coloridas con
interés. Se las acerqué. Sus ojos se abrieron de par en par, y agarró el rosado más
cercano y lo apretó con fuerza hasta que el relleno salió disparado. Golpeó su
palma en la crema blanca con una risita y se lo llevó a la boca. Sus ojos se
agrandaron aún más cuando probó el relleno azucarado, y comenzó a lamerlo
ávidamente de sus manos.
Aurora levantó las cejas.
—Supongo que mantener el azúcar fuera de su plan de comidas es un
fracaso.
El teléfono de Aurora sonó. Mis ojos automáticamente revisaron quién le
había enviado un mensaje. Por supuesto, Aurora lo notó y me lanzó una mirada
enfadada. Era de su madre.
Aurora revisó el mensaje con el ceño fruncido.
—Mamá me pide que vaya a cenar esta noche. Al parecer, planea un gran
festín Falcone-Scuderi. Kiara se ha esforzado al máximo. —Ella y yo miramos a
Battista—. Carlotta puede cuidarlo, ¿verdad?
Aurora asintió, pero su vacilación era evidente en su rostro.
—Tengo que preguntarle. No puedo esperar que cuide al bebé cada vez que
surge algo. —Se mordió el labio—. Esta noche sería una buena oportunidad para
contárselo a tu familia.
—No —dije inmediatamente—. No voy a decirles antes de haberlo resuelto
yo mismo. Esto no se trata de una noticia cualquiera. Es una noticia muy 254
importante.

Cuando regresé a la mansión después, me sentía errático, como si el asalto


de la noche anterior no hubiera ocurrido. Tal vez podría convencer a Massimo y
Alessio para ir en otra cacería conmigo esta noche.
Mamá estaba sentada en el sofá, leyendo una revista cuando entré en el área
común. Me acerqué a ella y me senté. Guardó su revista. Esa era mamá. Siempre
encontraba tiempo para nosotros, no importaba lo molestos que estuviéramos. Sus
ojos azules recorrieron mi rostro, y sus cejas se fruncieron con preocupación.
—¿Estás bien?
—Claro —mentí casualmente—. Solo falta de sueño, eso es todo.
Mamá nunca preguntaba sobre los detalles de mis cacerías nocturnas. La
única vez que había sido testigo de mi depravación fue en mi duodécimo
cumpleaños cuando me encontró torturando a un tipo que papá me había regalado.
Ella sabía lo que era yo. Intentaba fingir que no lo era.
—Te amo pase lo que pase. Lo sabes, ¿verdad?
Asentí concisamente. Mamá había convertido en hábito amar a monstruos.
—Es porque soy tu hijo. No tienes elección.
El ceño de mamá se profundizó.
—Eso es absurdo. Te amo por quien eres, por el hombre en el que sé que te
convertirás.
—Mamá, deberías bajar tus expectativas si no quieres decepcionarte. —
Podía ver que iba a discutir conmigo, así que cambié de tema—. ¿Creíste que papá
sería un buen padre? ¿O te preocupaba que se equivocara por ser como es?
—Me preocupé, pero no debería haberlo hecho. Es un buen padre.
Asentí. Lo era. Tal vez no en el sentido convencional. Mi regalo de
cumpleaños número doce probablemente sería mal visto por la mayoría de las 255
personas.
Mamá me observó atentamente, con una preocupación clara en su rostro. A
menudo se preocupaba por mí.
—Puedo ver que algo no está bien.
Por un segundo, consideré contárselo, pero en su lugar, le di una palmadita
en la mano y me levanté.

Savio se acercó a mí.


—Mi psicópata favorito. —Me dio una palmada en el hombro—. Y la razón
por la que estoy feliz de ser padre de niñas.
—Estoy seguro de que cambiarás de opinión una vez que empiecen a salir
con chicos.
—No lo harán. Dispararé a quien se les acerque. ¿Escuché que estás
intentando que Fabiano haga lo mismo contigo? —La alegría y la curiosidad
bailaban en sus ojos marrones.
—Aurora y yo somos amigos.
—También lo éramos Gemma y yo.
—No tengo un toro en mis pantalones —dije con una sonrisa—. Solo una
lista en tu espalda. Y está creciendo.
Savio puso los ojos en blanco.
—Tu papá quiere hablar contigo en su oficina.
Sonreí.
—¿Estoy en problemas?
—¿Alguna vez no lo estuviste? —Me dio una palmada en el hombro y luego
se alejó.
256
Papá y yo nos habíamos estado evitando tanto como fuera posible.
Probablemente estaba preocupado de que lo estrangulara si pasábamos demasiado
tiempo juntos. ¿Y yo? Tal vez lo evitaba porque ver su decepción me recordaba
que estaba cruzando líneas que ni siquiera yo debería cruzar. Que quisiera hablar
conmigo solo podía significar que había metido la pata de nuevo. ¿Y si la madre
de Battista había informado a mi familia sobre su existencia?
Sabía que Rory no lo habría hecho. Estaba enojada, decepcionada y
desesperada por odiarme, pero también era leal hasta la médula. Confiaba en ella.
Papá estaba golpeando su saco de boxeo cuando entré en su oficina. Fabiano
y Nino también estaban allí. La mirada cautelosa en el rostro de Fabiano me dijo
que no sabía qué había pasado entre su hija y yo.
—Fabiano revisó las imágenes de seguridad del complejo de apartamentos
y te vio visitando anoche y de nuevo esta mañana.
Me encogí de hombros.
—Habría entendido una reunión si me hubiera quedado a pasar la noche,
pero como dijiste, me fui anoche y volví esta mañana.
Papá me lanzó una mirada de advertencia.
—Esto no tiene gracia.
—¿Qué estabas haciendo en casa de Aurora? —preguntó Fabiano con
firmeza.
—Comimos pizza juntos, Aurora, Carlotta y yo. Eso es lo que hacen los
amigos.
Fabiano entrecerró los ojos.
—Eso es lo que hacen las personas normales. No es algo que normalmente
hagas tú. ¿Dónde estaban Alessio y Massimo?
—Comemos pizza todo el tiempo. No me informaron que a los psicópatas
se les prohíbe disfrutar del pepperoni y queso sobre una base de carbohidratos.
Fabiano se puso de pie. Podía decir que quería golpearme.
—Y Alessio, Massimo y yo no pasamos cada segundo del día juntos.
Fuimos a una redada anoche, así que tuvimos suficiente tiempo de chicos.
—Todo esto es una mierda —murmuró Fabiano—. Cuando llamé a Aurora
esta mañana, confirmó la historia de comer pizza entre amigos.
Arqueé una ceja.
—Entonces no veo el problema.
257
—Porque Aurora no te delataría. Sé que la seguiste hasta Nueva York y al
circuito de carreras. No sé qué quieres de ella. Lo que sé es que Aurora es una
buena chica con un gran corazón, y deberías mantenerte alejado de ella. Destruye
la vida de alguien más, no la de mi hija.
Ni papá ni Nino salieron en mi defensa, y honestamente no tenían razón
para hacerlo.
—¿Por qué tengo que ser el villano en esto? Tal vez sea el bueno por una
vez. Tal vez intento proteger a Aurora para evitar una repetición de lo que le
sucedió a Greta.
El arrepentimiento pasó por la expresión de papá. Lo entendía. Yo también
me culpaba por la noche del ataque a Greta. Debería haber estado protegida. Si
papá o yo hubiéramos estado presentes, esto no habría pasado.
—Soy responsable de su protección, y ten por seguro que cuando piense
que eres un peligro, no dudaré en protegerla de ti, sin importar el costo.
—Nevio solo quiere ser un buen amigo para Aurora. Ella es como familia
para él —dijo papá firmemente, con los ojos en mí.
Fabiano soltó un largo suspiro y asintió lentamente. Con una última mirada
de advertencia, se fue. Papá sacudió la cabeza, las duras líneas alrededor de su
boca me indicaron que esta conversación estaba lejos de terminar.
—Por tu culpa, tengo que mentirle a Fabiano —soltó finalmente papá con
rabia.
—Nunca te pedí que lo hicieras. No lo haces por mí. Lo haces para mantener
la paz entre Fabiano y nuestra familia.
—Te mataría si supiera la verdad —dijo Nino. Papá parecía luchar con su
ira—. Lo intentaría y no tendría éxito.
Papá se levantó de golpe.
—Hubo una pelea a muerte entre nuestras familias una vez, maldita sea.
Juré no dejar que llegara tan lejos de nuevo. ¿No tienes límites que no cruzarías?
—No lo atacaría. Solo me defendería.
Papá se acercó a mí.
—Tienes que aprender a controlarte. Vas a arruinarlo todo si no lo haces.
¿Es eso lo que quieres?
No dije nada. Los escombros eran más divertidos para jugar, pero no quería
lastimar a nuestra familia.
258
—Soy como tú, papá. No sé por qué te sorprendes.
—Cuando tenía tu edad, había estado en guerra por nuestro territorio.
—Lo haces sonar como si fuera algo malo. Pudiste dar rienda suelta a tus
demonios internos durante años. Me habría encantado estar en tu lugar. Matar o
morir. Cada día una batalla de voluntades.
—No fue por diversión.
—Pero apuesto a que disfrutaste muchos aspectos de ello.
—Lo hice, pero también supe cuándo fue suficiente, cuándo tuve que
contenerme por el bien de mi familia. ¿Habrías logrado cuidar de Adamo y Savio
como lo hice yo?
Ni siquiera podía cuidar de Battista, y no estaba en una guerra para
convertirme en Capo.
—Te habrías perdido en el frenesí de matar y habrías olvidado todo lo demás
—gruñó papá. Temía que no estuviera equivocado.
—Estoy inquieto —dije simplemente porque era verdad—. Una guerra así
finalmente habría saciado mi sed de sangre.
—O te habría vuelto adicto —dijo Nino.
—No está en nuestra naturaleza sentarnos como un gato doméstico y
esperar a ser alimentados. Necesitamos cazar.
—Vas a redadas con Alessio y Massimo todo el tiempo, y tienes trabajos
para la Camorra. No tienes que restringirte muy a menudo —dijo Nino.
Papá frunció el ceño.
—Si estás tan desesperado por la guerra, ve a Italia y ayuda a la Camorra
allí. —Eso despertó mi interés. Sabía que la Camorra estaba siendo atacada desde
todos los frentes en Italia. La policía y las otras familias de la mafia italiana y los
clanes de otros países como Albania o Serbia.
—Tu padre no lo dijo en serio —dijo Nino—. Y tu madre nunca lo
perdonaría si te mandara allí.
Papá agarró mi hombro, su expresión dura, pero sus ojos eran suplicantes,
casi gentiles.
—Cálmate de una puta vez, Nevio. Por el bien de nuestra familia, y si eso
no es suficiente, por el bien de Aurora.

259
Después de una cena tensa, intenté hablar con Aurora a solas, lo que resultó
difícil, con Fabiano y papá mirándonos como halcones. Pero había estado nerviosa
durante toda la cena y alguien se daría cuenta si seguía así.
Finalmente, Massimo, Alessio, Aurora y yo nos dirigimos al jardín y
aproveché mi oportunidad para arrinconar a Rory.
—Tienes que dejar de actuar de forma sospechosa —murmuré.
Entrecerró los ojos.
—No me gusta mentirle a todo el mundo. Estoy acumulando mentiras por 260
ti y lo odio. Sin mencionar que Carlotta está enojada conmigo porque ahora
también tiene que cuidar a tu hijo. Esta casa de mentiras se derrumbará sobre
nosotros.
—No si tenemos cuidado.
Sacudió la cabeza con un suspiro.
—Todos se enojarán cuando se enteren porque les mentimos.
Pasé una mano por mi cabello.
—Lo resolveré.
—¿De qué están hablando ustedes dos? —preguntó Alessio desde dónde él
y Massimo se relajaban en el sofá. No pudo haber oído nada—. ¿Tal vez el deseo
de Nevio es volar a Italia para jugar allí la guerra para la Camorra?
Le envié una mueca. Estúpido. La mirada sorprendida de Aurora se estrelló
contra mí.
—¿Qué?
—Está lleno de mierda.
—¿Lo está? —murmuró.
—Papá sugirió que podía ir allí para desahogarme, pero nunca acepté.
—¡No puedes estar de acuerdo porque tienes un maldito hijo que cuidar!
Fue la primera vez que escuché a Rory maldecir así.
—Si me dejas aquí con él, sin contarle a tu familia sobre él, estás muerto
para mí.
—Y si les dijera y luego me fuera, ¿estarías feliz de estar libre de mí?
Aurora tragó y miró hacia otro lado.
—Tienes que decírselo. Asumir la responsabilidad.
Giró sobre sus talones y caminó hacia la casa.
—Debería volver al apartamento. No quiero dejar a Carlotta sola con esto.
Me dirigí hacia Alessio y Massimo.
—Si te vas a Italia, Aurora seguirá adelante. Encontrará a alguien nuevo y,
si es inteligente, será alguien de la Camorra.
Papá no me permitiría matar a uno de nuestros hombres por esto. Sería un
mal ejemplo, especialmente porque Rory no era mía oficialmente. Ella era
absolutamente mía en mi cabeza, pero nunca la había reclamado como mía de 261
ninguna manera que hiciera que nuestros círculos se dieran cuenta. Éramos
amigos, punto.
Massimo negó con la cabeza.
—Ni siquiera deberías considerarlo. Matar a ese barista fue estúpido pero
no realmente relevante en el gran esquema de las cosas, pero atacar a alguien del
equipo de carreras de la Camorra fue aún más estúpido, pero aun así no causó
grandes consecuencias. Pero si empiezas a matar a nuestros propios hombres, eso
no pasará desapercibido. Nuestros soldados exigirán una explicación y me temo
que no tendrás una que sea aceptable para nadie sin tu carácter errático. Entonces,
si te vas, debes aceptar que Rory podría seguir adelante con alguien de nuestro
mundo y no podrás hacer nada contra eso.
No dije nada porque a Massimo no le hubiera gustado mi respuesta. Quizás
él también lo sabía porque sus ojos estaban llenos de advertencia.
Al día siguiente, Massimo, Alessio y yo tuvimos que visitar dos de nuestros
laboratorios de drogas menos productivos para aumentar su motivación.
Después de terminar nuestro trabajo alrededor de las ocho de la noche,
decidí cenar y dirigirme a lo de Aurora.
—¿Adónde vas? —preguntó Massimo cuando los dejé a él y a Alessio en la
mansión, pero no salí.
—A lo de Aurora, ¿dónde más? —dijo Alessio.
Sería inútil negarlo ya que de todos modos sería captado por la cámara.
—Simplemente les llevo la cena y me aseguro de que estén a salvo.
—Podríamos acompañarte —dijo Massimo.
—Han estado pegados a mi cadera todo el día. Necesito algo de tiempo para 262
mí lejos de ustedes, cabrones.
—Claro, de eso se trata. —Alessio puso los ojos en blanco, luego se encogió
de hombros y encendió un cigarrillo—. No es que tenga ningún interés en ir allí.
Mamá hizo lasaña, así que comeré y luego me voy a relajar en mi habitación.
—Cuando le pregunté a Carlotta si debía ir a verla para asegurarme de que
todo estaba bien, me dijo que ella y Aurora no necesitaban ayuda. Entonces, ¿por
qué te necesitan?
—¿Celoso? —pregunté riendo. Massimo no era del tipo celoso, pero nunca
había tenido algo en lo que invertir. Lotta parecía haberse metido bajo su piel de
una manera que no había creído posible.
—Carlotta desaprueba tu acción y no le gusta tu personalidad, así que no.
—Gracias por el aviso. No voy a ir allí por Lotti. Tengo cosas que discutir
con Rory. —Cerré la puerta y salí marcha atrás del camino de entrada. Massimo,
Alessio y yo nunca habíamos tenido secretos. No disfrutaba engañarlos, pero no
tenía otra opción en este momento.
Después de comprar comida asiática para llevar, fui al apartamento de
Aurora. Pensé que esperaba que la visitara todos los días, así que me quedé
estupefacto al ver su cara de enojo cuando me abrió la puerta. Tenía el cabello
despeinado como si aún no hubiera tenido tiempo de cepillarlo. Aún se veía
hermosa. Llevaba pantalones cortos deportivos y una camiseta blanca. Para mi
decepción, debajo llevaba un sujetador deportivo blanco.
Levanté la bolsa con comida china para llevar.
—Traigo la cena. —Si las miradas mataran, sería cenizas.
—Son las nueve en punto —dijo intencionadamente.
—¿No me dejarás entrar? —le pregunté cuando no hizo ningún movimiento
para abrir más la puerta.
Soltó un suspiro y dio un paso atrás para que yo pudiera entrar.
—¿Le dijiste que son las nueve en punto? —gritó Carlotta desde algún lugar
del apartamento. Su voz sonó tan acogedora como lo parecía el rostro de Aurora.
No estaba seguro de cuál era su problema con las nueve en punto. Tal vez
era un código de chica para algo de lo que no estaba consciente.
Me dirigí a la cocina, encendí la luz y dejé la bolsa sobre la mesa. Aurora
no me siguió, así que regresé al pasillo, y al no encontrarla aquí tampoco, me dirigí
a su dormitorio. Ella estaba dentro y sacando a Battista de su cuna. Estaba llorando
suavemente, no con los chillidos a todo volumen en los que algunos bebés eran
maestros. 263

—Ya cenamos —dijo Aurora cuando se giró hacia mí con él en su cadera—


. Estaba intentando hacerlo dormir cuando tocas el timbre y lo despiertas de su casi
letargo, arruinando cuarenta minutos de mis esfuerzos de cantar y mecerme.
—Tal vez deberías darle un Valium.
Me fulminó con la mirada y pasó a mi lado.
—Muy divertido. Por si no lo sabes, la hora de cenar con un bebé no son las
nueve. Comimos a las siete y desde entonces he estado ocupada preparándolo para
ir a dormir. Ha estado inquieto todo el día. Creo que le están saliendo los dientes.
Pero, por supuesto, no sabrías nada de esto ya que no has preguntado por él desde
que nos visitaste para desayunar ayer por la mañana.
—Nos vimos anoche. Estoy seguro de que me lo habrías dicho si le pasara
algo.
—Deberías preguntar por él. Es tu hijo. Incluso ahora, no creo que estés
aquí porque quieras verlo.
Ella tenía razón. Estaba aquí porque quería ver a Rory.
—Estoy aquí. Eso es lo que cuenta.
Sacudió la cabeza, acunándolo, pero él parecía completamente despierto
mientras me miraba.
—Prometiste que intentarías asumir la responsabilidad. Pero no veo eso.
—¿Qué deseas?
—Tengo que empezar a trabajar en dos días y mi primer turno empieza a
las seis de la mañana. Carlotta tiene cursos, así que no puedo pedirle que lo cuide.
—Me quedaré a dormir mañana y luego podré cuidarlo por ti —dije, incluso
si dudaba que fuera una buena idea. Nunca había tenido un efecto calmante en los
niños y parecía extenderse también a mi propio hijo.
Aurora asintió lentamente, pero eso tampoco parecía hacerla muy feliz.
—Me voy a la cama ahora. Tengo que levantarme temprano —dijo Carlotta
desde la puerta de la cocina. Estaba en una bata de baño mullida.
—Que duermas bien —dijo Aurora con una sonrisa tensa. Después de una
mirada mordaz, Carlotta se fue—. Ella está enojada contigo.
—No lo habría adivinado —dije secamente.
—¿Quieres abrazarlo un poco? Tal vez se quede dormido en tus brazos.
Me quedé mirando al niño que parecía perfectamente cómodo presionado
contra los pechos de Aurora. Yo también lo habría estado. 264

—Si quieres que tenga pesadillas, claro. —Miré mi camiseta negra—. No


puedo prometer que no habrá sangre en mi camiseta.
Aurora exhaló aire.
—Bien. Entonces no lo hagas. Me dirijo a mi habitación para que duerma.
Ya sabes dónde está la puerta de entrada.
—¡Rory!
Se alejó, apagó la luz de la cocina y se encerró en su dormitorio. Me senté
en la mesa de la cocina y desempaqué las cajas de comida para llevar. Abrí la
primera caja, chow mein, y comencé a comerla con los palillos de plástico bajo la
tenue luz que entraba por la ventana.
Seguí escuchando los llantos de Battista por un rato, pero luego el silencio
se apoderó del departamento. Unos minutos más tarde, se giró una cerradura y se
oyeron unas suaves pisadas.
—Te dije que te fueras —murmuró Aurora mientras se sentaba en la silla
frente a mí.
—Dijiste que sé dónde está la puerta de entrada.
—¿Tienes pollo General Tso? —preguntó. Incluso en la penumbra, me di
cuenta de lo agotada que parecía.
—Sí. —Le empujé una de las cajas y los palillos—. Sé que es tu favorito.
Asintió y en silencio comenzó a comer con una cuchara de plástico que
también había estado dentro de la bolsa.
—Adentro hay palos y hasta un tenedor. Dar de comer al niño con cuchara
parece que se te ha contagiado.
Se metió otra cucharada de pollo en la boca y masticó pensativamente
mientras me miraba. Desde nuestra noche complicada en la fiesta, su
comportamiento hacia mí había cambiado. Podía mirarme sin sonrojarse ni hacer
el ridículo. Giró la cuchara y, después de tragarla, dijo:
—No confío en mí misma con objetos puntiagudos a tu alrededor esta
noche. He fantaseado con apuñalarte con palillos mientras estoy tumbada junto a
Battista en la oscuridad.
Sonreí.
—También podrías matarme con una cuchara.
—¿Alguna vez has matado a alguien con una cuchara?
Me recosté en la silla.
265
—Aún no. Nunca pensé en ello. Lo pondré en la lista.
Aurora comió otra cucharada de pollo.
—No debería estar ayudándote. Aún no me has dado ninguna razón para
creer que cambiarás pronto.
—Te dije que lo cuidaré mañana.
Se levantó y tomó un vaso de agua. Se apoyó contra la encimera de la cocina
con expresión preocupada.
—Es tu hijo. Verlo una vez no será suficiente. A veces me pregunto si no se
lo estás contando a nadie para poder unirme a ti. No puedo evitarte mientras cuide
a tu hijo.
Me puse de pie y caminé hacia ella. Se tensó pero no se movió.
—Te dije antes que estás en mi cabeza y que no hay forma de escapar de
allí. Con o sin Battista, te resultaría muy difícil evitarme.
—Ni siquiera puedo expresar con palabras lo furiosa que me pones —
susurró cuando me detuve justo frente a ella.
Tomé sus mejillas y le metí los dedos en el cabello mientras la contemplaba.
—Puedo ver la furia en tus ojos y es jodidamente sexy.
Golpeó el vaso contra el mostrador y me agarró los antebrazos, pero no me
apartó.
—No me gusta la persona en la que me convierto contigo. No quiero ser
ella. No quiero dejarme consumir por la ira.
—Entonces déjate consumir por la lujuria.
Me miró fijamente. La batalla estaba clara en sus ojos. Golpeé mis labios
con los de ella antes de que la razón se impusiera. La besé como había querido
hacerlo desde hacía tiempo, como había soñado. Le robé el aliento, destrocé su
boca, mis dedos en su cabello la mantuvieron bajo mi control. Sus uñas se clavaron
en mis antebrazos como si estuviera a punto de alejarme, pero sus labios se
movieron contra los míos, su lengua tan ansiosa como la mía. Incluso su cuerpo
estaba desgarrado por diferentes emociones.
Solté mis manos de sus sedosos mechones, la agarré por las caderas y la
levanté sobre el mostrador, sin detener nunca nuestro beso. En el momento en que
rompiera nuestra conexión, la perdería, lo sabía. Aurora empujó sus palmas contra
mi pecho en una ligera resistencia, pero no fue convincente.
Me presioné contra ella, mi cuerpo cobró vida con un hambre con la que no
estaba familiarizado cuando se trataba de algo que no fuera matar.
266
Aurora se separó de nuestro beso y se reclinó sobre sus brazos para poner
más distancia entre nosotros.
—Vete —exhaló. El fuego en sus ojos solo encendió los míos. Empujó mi
pecho—. Vete. Estoy tan enojada contigo y conmigo misma.
Di un paso atrás, incluso si era lo último que quería.
—¿Por qué estás luchando contra esto?
—Porque no seré tu niñera con beneficios o lo que sea que tengas en mente
para mí.
—No sería el único que obtendría beneficios, créeme —dije con una
sonrisa. Provocar a Rory, cuando sus reacciones eran tan entretenidas y seductoras,
era imposible de detener.
Algo en sus ojos se quebró, su expresión estalló de rabia pero también de
desesperación.
—¿Qué es lo que quieres, Nevio? ¿Quieres follarme por segunda vez?
¿Perderás entonces el interés? Entonces fóllame. Estoy aquí, haz lo que quieras
conmigo. Una vez me quedé llorando debajo de ti. ¡Puedo hacerlo otra vez!
Mi pecho se agitaba y sentía la garganta en carne viva por las palabras que
habían brotado de ella.
Los ojos de Nevio ardían con una emoción que no podía leer. Me atrajo
hacia él, apartó mis pantalones cortos y mis bragas y deslizó su dedo índice sobre
mi coño, encontrándome aún mojada por nuestro beso. Mi cuerpo cobró vida ante
el contacto incluso cuando mi cerebro me gritaba advertencias e insultos.
—No llorarías esta vez, excepto por correrte tan fuerte. Me estarías rogando
por más.
Agarré su muñeca. Una parte de mí quería mantenerlo allí y cumplir sus
palabras, pero la otra recordó la última vez y lo que vino después, recordó los
últimos meses de su acoso, su brutalidad para asegurarse de que nadie se acercara
a mí y ahora su irresponsabilidad cuando se trataba de su hijo.
267
Aparté su mano, pero él se resistió. Su mirada me golpeó, un desafío, una
provocación.
—No quiero tu toque.
Sonrió.
—Si no aceptas mis límites, entonces lo que quede de nuestra amistad estará
muerto.
Bajó la mano y dio un paso atrás.
—Pensé que nuestra amistad había muerto la noche que descubrí tu
inocencia. —La forma en que dijo inocencia, como si yo no entendiera nada,
despertó mi furia.
Es lo que le dije. Y pensé que era cierto en ese entonces, pero luego me
llamó para ayudarlo con su hijo, y de alguna manera esto me hizo sentir especial,
como si fuera su confidente, cuando probablemente yo era la única persona lo
suficientemente estúpida como para decirle que sí a su petición de ayuda.
—Te ayudé con Battista. Si nuestra amistad estuviera muerta, no lo habría
hecho, ¿verdad?
Nevio sonrió de la manera más extraña.
—Eres una persona amable. Siempre ayudas a la gente si puedes. Pensé que
me ayudaste por el bien de Battista.
—Por él y por ti.
—¿Es tan malo que te desee, Rory? Pensé que eso era lo que querías desde
el principio.
—Quieres mi cuerpo. Quieres perseguir el próximo máximo, sin importar
el precio. Quiero más. No quiero un viaje loco que nunca termine. Quiero
confianza, firmeza, compromiso. —Sacudí la cabeza ante la expresión del rostro
de Nevio como si no pudiera entender lo que quería decir. Miré el reloj de la cocina.
11:00 pm. No pasaría mucho tiempo antes de que Battista se despertara para tomar
su biberón.
—Necesito dormir.
Nevio no me detuvo cuando salté del mostrador y pasé junto a él. Mi cuerpo
anhelaba su toque, dispuesto a tomar lo que él pudiera darme incluso si eso nunca
saciaba mi corazón y mi alma.
—No vengas mañana si tienes intención de tocarme otra vez. Ven a ser un
padre para Battista y un amigo que cumpla su promesa.
No esperé su respuesta. Sin mirar atrás, fui a mi habitación y cerré la puerta.
Me apoyé contra ella y escuché con gran expectación. No me atreví a respirar de
268
nuevo hasta que escuché que la puerta principal se cerraba y se cerraba la cerradura
a través del panel de códigos afuera.
Este acuerdo no podía durar para siempre, no así. Nevio aprovecharía cada
oportunidad que tuviera para tocarme, para seducirme, porque le prometí ser el
subidón que necesitaba. Una vez que me tuviera, perseguiría al siguiente.
Quizás ese fuera el truco. Solo necesitaba dejar que me tuviera y recordarlo
para que pudiera seguir adelante.
Darle a Nevio lo que quería. Esa idea había estado dando vueltas en mi
cabeza toda la noche. Parecía la solución más fácil, una en la que se podría salvar
parte de mi corazón.
Por desgracia para mí, aún no… me atrevía a considerar esa opción. Quería
creer que esto era para que tuviera más tiempo para desarrollar sentimientos
paternales por su hijo porque sospechaba que no intentaría formar un vínculo si yo
no lo estaba presionando.
Carlotta notó mi mal humor, pero por una vez, no le conté la sesión de besos
de anoche. Me sentía avergonzada de mis acciones, avergonzada de mi falta de 269
control.
No salí del apartamento en todo el día. El pobre Battista no había salido de
allí desde que Nevio lo trajo aquí.
No quería volver a sacarlo a escondidas en una caja de cartón y no tenía
idea de otra forma de hacerlo. Cuando no estaba ocupada entreteniendo a Battista,
intentaba leer un libro que hubiera sido parte de mi plan de estudios de enfermería.
Nevio llegó puntual por una vez, a las siete, con comida india para llevar.
Carlotta cenó con nosotros, lo que me permitió relajarme ya que no corría peligro
inmediato de volver a sucumbir a mis deseos. Battista estaba en su cuna,
mordisqueando un mordedor. Nevio apenas lo miró durante la cena como si
pudiera fingir que no era padre.
Carlotta se fue a su habitación después de cenar para estudiar para los cursos
de mañana.
—Entonces, ¿podrías darme un resumen de lo que tengo que hacer? —
preguntó asintiendo con la cabeza hacia su hijo.
—Podrías empezar sacándolo de su cuna. No lo has abrazado por un tiempo.
Nevio se levantó y se frotó las piernas con las palmas de las manos como si
estuvieran sudorosas por los nervios, lo cual no podía imaginar, considerando todo
lo que Nevio había experimentado. Un bebé no era algo a lo que temer. Sin
embargo, tuve que admitir que algunos de los ataques de llanto de Battista también
me hacían sudar.
Nevio se acercó a la cuna y lo miró con el ceño fruncido. Entonces sus ojos
se inclinaron hacia mí.
—¿Crees que será como yo?
Me puse de pie y me moví a su lado, incluso si su proximidad siempre
representaba un riesgo. Me preguntaba qué quería decir exactamente Nevio con
esto. Battista tenía los ojos de Nevio y compartía algunos de sus rasgos faciales.
Solo que su cabello era unos tonos más claro.
—Necesita un hogar amoroso, entonces todo estará bien.
Nevio sacudió la cabeza y sus ojos oscuros perforaron los míos.
—Tenía un hogar amoroso, la mejor familia que uno podría desear en
nuestro mundo y más allá, pero nada está bien, créanme.
—Tal vez simplemente te dices a ti mismo que no es porque sea más fácil
que trabajar en ti mismo.
—Tal vez —murmuró, pero me di cuenta de que no creía que ese fuera el 270
caso.
Battista había dejado de morder su anillo y ahora nos miraba con interés. Le
sonreí y él me devolvió la sonrisa. Hasta ahora solo tenía dos dientes, los incisivos
superiores.
—Va a llorar si lo levanto.
—Nunca reaccionará de otra manera si no formas un vínculo con él.
Nevio metió la mano en la cuna y sacó a Battista. Durante unos segundos,
Battista solo lo miró fijamente, luego su labio inferior comenzó a temblar y un
grito salió de su interior. Nevio inmediatamente se volvió hacia mí como si quisiera
entregarme a su hijo.
Di un paso atrás y levanté las palmas.
—Prometiste cuidar de él. Si siempre te rindes inmediatamente, eso no
funcionará.
Asintió.
—Ve a dormir. Yo me encargaré de él. Supongo que tengo que dormir en el
sofá. ¿O compartirás tu cama conmigo?
Le di una media sonrisa.
—El sofá es cómodo. Puedes encontrar todo lo necesario para sus botellas
en el mostrador. Suele despertarse tres veces por la noche para tomar el biberón. A
veces quiere jugar un poco antes de volverse a dormir, sobre todo después del
último biberón.
Me di vuelta, incluso cuando los gritos de Battista tiraron de mi corazón.
Cuando la puerta de mi habitación se cerró detrás de mí, respiré profundamente.
Tenía que levantarme a las cinco a más tardar, pero no estaba segura de poder
dormir si Battista seguía llorando así. Nevio necesitaba hablar con él y demostrarle
a Battista que estaba a salvo. ¿Será capaz de hacerlo?
No estaba segura. Me preparé para ir a la cama y me acosté. Battista siguió
llorando durante otros quince minutos, pero luego se calmó. Finalmente me quedé
dormida.
Me despertaron unos gritos en mitad de la noche. Por lo general, Battista
señalaba su hambre con maullidos y suaves gritos. Para que llorara tan fuerte,
Nevio debió haber ignorado esas primeras señales. Me levanté y me deslicé hacia
la sala de estar. Las luces estaban encendidas. En la mesa de café había una
Nintendo Switch con un disparador. Battista aún estaba en su cuna, pero Nevio no
estaba. Lo saqué y seguí la luz hasta la cocina, donde Nevio estaba preparando una
botella. Estaba solo en ropa interior, mostrando los músculos de la parte superior
del cuerpo y las piernas, pero esta vez algo más llamó mi atención. Llevaba 271
auriculares y podía escuchar el heavy metal a todo volumen en los altavoces
incluso a unos pocos pasos de distancia. No era de extrañar que no hubiera
escuchado a Battista si los había tenido puestos todo el tiempo y había estado
ocupado jugando juegos de computadora.
Nevio se dio vuelta con la botella. Sus ojos me escanearon de pies a cabeza
con una lenta sonrisa. Mi pulso se aceleró por la ira. No tomé la botella. En lugar
de eso, le entregué a Battista, luego le saqué los auriculares de las orejas y los
arrojé sobre la mesa. Ni siquiera pude decir una palabra. Estaba tan enojada con
él.
Me di la vuelta y regresé a mi habitación. Estaba tan agitada que dudaba
que pudiera conciliar el sueño pronto. Al menos, los gritos de Battista cesaron casi
instantáneamente.
Miré al techo oscuro, preguntándome por qué no debería ir con Remo y
Serafina mañana y decirles la verdad. Nada apuntaba a que Nevio se convirtiera
pronto en un padre responsable. No podría hacer esto sola. No era mi
responsabilidad. En el poco tiempo que estuve cuidando a Battista, él ya me había
caído bien, pero yo solo tenía dieciocho. No podía convertirme en madre adoptiva.
Mi puerta crujió y Nevio apareció en la penumbra del pasillo.
—Si crees que voy a besarme contigo ahora, estás loco —susurré con
dureza.
Caminó hacia mí y se dejó caer en mi colchón. Estaba decidido a abofetearlo
si hacía algún movimiento.
—¿Dónde está Battista?
—Se quedó dormido en su cuna después de tomar el biberón. El llanto debe
haberlo agotado.
—No es así como se suponía que iba a ser esta noche.
—Rory —murmuró mientras se inclinaba sobre mí. Me preparé para
abofetearlo, pero como si anticipara el movimiento, sus dedos agarraron mi
muñeca, fijando mi mano contra la almohada mientras su pulgar recorría mi
palma—. Quieres una versión mansa de mí que no existe.
—Se quién eres. Te conozco de toda la vida y eres más que el monstruo al
que te gusta interpretar. Puedes ser divertido, cariñoso y leal. Puedes ser mucho
más de lo que te limitas a ser.
Se acercó aún más hasta que sentí su aliento contra mis labios, pero a
excepción de sus dedos que aún sostenían mi muñeca, no me estaba tocando.
—No estoy jugando al monstruo. El único momento en el que en realidad
me siento yo mismo es por la noche, cuando cazo y mato. Eso es lo que soy. 272

—Tal vez sea más fácil ser él, pero al final, no te hará feliz.
Se rio entre dientes sin humor.
—Si estás tan seguro de que solo eres un monstruo, ¿por qué estás aquí?
¿Por qué no les das tu hijo a tus padres para que puedan criarlo?
—Tal vez quiero jugar a la familia con la única chica que alguna vez se
metió debajo de la piel antes de sucumbir a la oscuridad.
Me burlé.
—Esto no es jugar a la familia. Esta soy yo siendo la niñera y tú el padre
irresponsable. Creo que no puedes soportar el hecho de que no recuerdas haberme
tenido y ahora no pararás hasta tenerme otra vez para sacarme de tu sistema.
—Ojalá fuera tan fácil como eso. Maldita sea, ojalá supiera cómo sacarte
de mi cuerpo. Ojalá fuera tan fácil como desangrarte. Si la sangría fuera la
solución, me habría cortado las venas hace mucho tiempo. Te quiero fuera de mi
sistema, pero ahí estás, la luz cegadora en el fondo de mi oscuridad. —Soltó un
suspiro—. Tal vez deberías ir con mis padres. Sería el colmo para mi padre. Te
librarías de mí de una forma u otra. Si eso es lo que quieres, entonces debes decirles
la verdad porque nunca te dejaré libre.
Se puso de pie y se fue.
No había manera de que me volviera a quedar dormida ahora.

Los días siguientes fueron un infierno. Levantarse temprano para mi


pasantía con nuestro equipo médico resultó casi imposible después de estar
despierta la mayoría de las noches con Battista. Después de la primera noche en la
que Nevio cuidó a Battista, decidí que no volviera a pasar la noche. No había sido
de mucha ayuda. En cambio, venía por la mañana cuando Carlotta no tenía tiempo
de cuidar a Battista. Poco a poco fui encontrando un ritmo tentativo con Battista
pero eso no hizo que la situación fuera más fácil.
Carlotta y yo nos sentamos en el suelo con Battista mientras él jugaba en su 273
manta en el suelo. Su juguete favorito era un batidor y un espejo.
Acaricié su mejilla cuando accidentalmente se golpeó la frente con el
batidor, luciendo dividido entre el llanto y el desconcierto. Me dio una sonrisa.
—Cada día que pasa aquí hace que sea más difícil decirle adiós —dijo
Carlotta—. Hay que poner fin a esto pronto. Nevio no se convertirá en el padre que
necesita ser. No pronto. Tal vez nunca. Battista debería ser criado por su familia.
Esperar un milagro no te ayudará ni a ti ni a él.
—Dice la chica que va a la iglesia todos los domingos.
Carlotta frunció los labios.
—No creo que ninguna de las acciones de Nevio sea obra de Dios.
—Definitivamente no. Soy el diablo, Lotta —dijo Nevio.
Dejé escapar un chillido de sorpresa al no haberlo oído entrar. Battista me
miró con los ojos muy abiertos, el batidor cubierto de saliva mientras lo presionaba
contra su boca.
—El hecho de que tengas una llave no significa que debas entrar sin previo
aviso —expresó Carlotta mis pensamientos.
Se puso de pie y se alisó la falda.
—Antonia me recogerá en cinco minutos. Debería bajar.
Pasó junto a Nevio, agarró su bolso y se fue. Se había vuelto cada vez más
difícil evitar las visitas de nuestros familiares. Solo era cuestión de tiempo antes
de que sospecharan y vinieran sin previo aviso. No estaba segura de cómo les
ocultaríamos la existencia de Battista en ese momento.
Nevio se puso en cuclillas junto a Battista y le entregó el batidor que se le
había caído. Después de un momento de vacilación, Battista lo tomó y se lo metió
de nuevo en la boca. Se veía increíblemente lindo y mi corazón se calentó. Carlota
tenía razón. Solo se volvería más difícil cuanto más lo cuidara.
—Creo que necesitamos hablar de Battista nuevamente. No podemos seguir
así.
La mirada de Nevio me golpeó.
—Lo sé.
Su respuesta me sorprendió y un poco sospeché.
—Necesito saber cuándo hablarás con tus padres. Este no puede ser un
acuerdo sin fin.
Asintió de nuevo.
274
—Sería mejor si mis padres lo adoptaran, o tal vez Kiara y Nino.
—¿No quieres ser un padre para él? —pregunté, mi corazón se sentía
pesado. Battista me miró como si entendiera lo que estaba diciendo.
—No —dijo con firmeza—. Por él, voy a tomar la decisión correcta.
Lo miré, no convencida.
—Simplemente no quieres la responsabilidad. Se honesto. —Se encogió de
hombros—. Tengo veintiún años y ese ni siquiera es el problema principal.
—Tengo dieciocho años y lo he estado cuidando por ti. No es una cuestión
de edad.
—Él estará mejor sin mí como su padre, Rory. Nadie va a contradecirme en
ese punto.
—Yo también estaría mejor sin ti, pero eso no te importa.
Battista empezó a quejarse y su labio inferior temblaba. No deberíamos
tener esta discusión con él en la sala. Solo era un bebé, pero podía darse cuenta de
nuestra agitación.
La expresión de Nevio se volvió dura, luego sus labios se dibujaron en una
sonrisa aguda.
—Contigo, no estoy haciendo algo noble. Te deseo demasiado para eso.
Sacudí la cabeza, molesta pero también exasperantemente halagada, lo que
me enojó aún más. No quería caer en la trampa de la manipulación de Nevio.
Levanté a Battista, me puse de pie y me dirigí a la puerta.
—Lo estoy preparando para ir a dormir ahora. Puedes irte.
Me volví, esperando que se hubiera ido cuando regresara a la sala de estar.

Me tomó casi dos horas lograr que Battista se durmiera. Probablemente


debería haber intentado dormir un poco también, pero aún estaba demasiado
agitada por la discusión y mi gusto por lo dulce me pedía un capricho. 275

Salí de mi habitación, pasé por la sala de estar, afortunadamente vacía, y


entré a la cocina, donde me congelé. Nevio se encontraba sentado a la mesa, con
los pies apoyados en otra silla, mirando algo en su teléfono mientras comía Nutella
directamente del frasco con una cuchara. Ese debería haber sido mi regalo.
Lo perdí en ese momento, ahí mismo, por un poco de crema de avellanas.
Me tambaleé hacia él y le arranqué el recipiente de la mano. Estaba medio lleno la
última vez que lo revisé. Ahora solo quedaba otra cucharada.
—¿Por qué no puedes simplemente dejarme en paz? En lugar de eso, haces
mi vida más miserable cada día. Aún no has hecho nada bueno por mí.
Me di vuelta y tomé una cuchara del cajón, luego me comí los restos de
Nutella, mirando las encimeras de la cocina.
—¿Quién hubiera pensado que Nutella sería el colmo?
Su sarcasmo solo alimentó mi ira. —Era lo único que podría haber mejorado
una velada de mierda, y tú la arruinaste.
No era razonable estar tan enojada por la comida, pero Nevio había estado
poniendo a prueba mi paciencia durante demasiado tiempo.
La silla chirrió sobre el suelo y sus pasos sonaron detrás de mí. Me volví
hacia él.
—Hay Nutella en tu cara —murmuró, alcanzando la comisura de mi boca.
Le grité y le mordí el dedo. Su sonrisa se volvió salvaje mientras me limpiaba con
calma antes de lamerse el pulgar—. Podría hacer que esta noche fuera mejor,
mucho mejor que un frasco de Nutella.
—La historia dice lo contrario —murmuré, pero algo en sus ojos me llamó.
Agarró mi cuello y me atrajo hacia su cuerpo.
—Déjame demostrártelo. —Sus labios reclamaron los míos. Tenía toda la
intención de alejarlo, pero sabía a Nutella, a pecado y oscuras promesas, y le
devolví el beso. Todo mi cuerpo estaba en llamas. Nevio era un maestro pirómano
y yo estaba demasiado dispuesta a que él me prendiera fuego.
Sus palmas trazaron mi espalda, luego agarraron mis caderas y me
levantaron sobre el mostrador. Detuvo nuestro beso, para mi total sorpresa. Su
pecho palpitaba, al igual que el mío, y el deseo nadaba en sus ojos oscuros, por lo
que terminar nuestro beso tenía aún menos sentido.
—Esta vez, no escaparás de mí. No te daré tiempo para correr. —No entendí
lo que quería decir.
Nevio cayó de rodillas, tomándome por sorpresa. Lo llevó a la altura de mis
rodillas y, por lo tanto, de mi área más privada. Alarmada, abrí la boca para 276
protestar, pero él separó mis piernas lo más que pudo y metió un dedo debajo de la
entrepierna de mis pantalones cortos de pijama, apartándolo. Nunca usaba ropa
interior debajo del pijama, así que estaba completamente desnuda ante sus ojos.
Mi coño brillaba con los primeros indicios de excitación, un hecho que me hizo
sentir avergonzada.
—Siempre me recordarás. Mi lengua en tu coño.
Empujé mi palma contra su cabeza a pesar de la profunda necesidad que
surgía por mi cuerpo.
Me había jurado a mí misma no volver a acostarme con Nevio. Por
supuesto, también me había jurado a mí misma nunca tener ningún contacto físico
con él, y había fallado constantemente en esto último. Me preocupaba fracasar en
lo primero porque a pesar de mi ansiedad cuando pensé en nuestra primera noche
juntos, no solo el dolor sino también la agitación emocional, aún quería estar con
Nevio en todos los sentidos. Mi cuerpo anhelaba su cercanía.
—Rory, te voy a lamer. Ambos lo queremos.
Tragué porque mi núcleo se apretó cuando imaginé la lengua y los labios de
Nevio sobre mí. Los músculos de mis brazos se suavizaron, permitiendo a Nevio
moverse, y no necesitó otra invitación.
Empujó entre mis piernas, sus hombros presionaron mis muslos y se
zambulló justo entre los labios de mi coño, pasando por mis nalgas, mi abertura y
hasta mi clítoris.
Mi boca se abrió y agarré el cabello de Nevio. No estaba segura de a dónde
llevaría esto. No era nada bueno, pero no pude resistirme.

277
Al momento en que Rory dejó de empujar mi cabeza, aproveché mi
oportunidad y separé sus piernas aún más. Lo asimilé todo. Sus nalgas redondas,
su hermosa abertura y sus labios rosados, su pequeño clítoris. Lamí a lo largo de
su raja. Quería probar cada centímetro de ella. Quería hacerla correrse con tanta
fuerza esta noche que chorrearía por toda la encimera. Esta era la única forma de
redención que podía ofrecerle.
Rory tiró de mi cabello y gimió. Esto era solo el principio. Enrosqué mis
brazos alrededor de sus muslos y la acerqué al borde, luego me concentré en su
clítoris. Lo provoqué con mi lengua, lamida tras lamida, y giro tras giro, y se asomó
más. Rory tenía los ojos cerrados, su pecho palpitaba y respiraba con dificultad. 278
Esto no funcionaba.
—Abre los ojos, Rory, y mírame comerte.
Abrió los ojos y se sonrojó aún más.
Presioné mi mejilla contra la parte interna de su muslo y froté su pequeño
clítoris con mi pulgar, esparciendo mi saliva y la excitación de Rory.
—Observarás cada segundo, ¿entendido? Quiero que me veas lamiéndote,
haciéndote gotear y correrte.
—Como si alguna vez pudiera olvidar que fuiste tú —susurró con un dejo
de reproche.
Sonreí porque después de esta noche ella definitivamente nunca olvidaría
lo que era estar conmigo. Con mi mejilla aún presionada contra la parte interna de
su muslo, acaricié la punta de mi lengua a lo largo de los labios hinchados de su
coño, separándolos suavemente para hacer girar su clítoris antes de volver a bajar.
El rostro de Aurora estaba sonrojado mientras me miraba con los labios
entreabiertos. Empujé contra su otro muslo, separando más sus piernas y revelando
más de su coño. Mi lengua se sumergió nuevamente entre sus labios, rozando su
suave pero apretada abertura. Su excitación cubrió mi lengua. Tarareé y comencé
a rodear ese pequeño y perfecto agujero que me había dado la bienvenida una vez
antes.
La tiré sobre mi cara, chupando su clítoris. Gritó de sorpresa y placer
mientras me la comía desordenadamente, untando sus jugos por toda mi barbilla y
mejillas. Se apoyó contra el mostrador, con ambas manos en mi cabello, con los
ojos muy abiertos e incrédulos en tanto mi boca y mi lengua saboreaban sus labios,
su clítoris y su apertura.
Su excitación ya no era una pequeña llovizna. Cubrió mi lengua a medida
que acariciaba su abertura. Sus muslos se tensaron, su coño se apretó y su rostro
se contrajo de placer, luego un fuerte gemido cayó de sus labios entreabiertos.
Agarré sus nalgas, mis dedos se clavaron mientras presionaba su coño con más
fuerza contra mi cara. Ella se estremeció y sus uñas arañaron mi cuero cabelludo.
Su olor se intensificó. Gemí y metí mi lengua en su estrecha abertura. Su excitación
cubrió mi lengua y la lamí con entusiasmo mientras la follaba con mi lengua.
Quería reclamar cada parte de ella, con mi lengua, mis dedos, mi polla, incluso mi
puto cuchillo favorito. Quería grabarme en el cuerpo y la mente de Rory.
—No puedo. No más —jadeó después de un rato. Le saqué la lengua. Mi
barbilla y mi boca estaban cubiertas por su lujuria. Se lamió el labio, con expresión
de asombro y vergüenza. Después de bajarle los pantalones del pijama ahora
empapados, agarré sus caderas y la levanté de nuevo sobre el mostrador, luego
empujé entre sus piernas. Mi polla se tensó contra mis pantalones, pero tenía la 279
sensación de que no tendría su turno esta noche.
—¿Qué...? —Los ojos de Rory se abrieron de par en par cuando empujé mi
dedo medio en su abertura. Se tensó, esperando dolor, pero a pesar de lo apretada
que estaba, y estaba increíblemente apretada, estaba tan empapada que me deslicé
fácilmente. Miré mi dedo mientras separaba su coño rosado, brillando con su
excitación. Doblé la punta de mi dedo y presioné la palma de mi mano firmemente
contra el clítoris hinchado de Rory, luego dejé de moverme.
—Qué apretado —dije triunfalmente—. Nadie ha estado en ese coño desde
yo, y nadie lo hará jamás.
—Te odio —susurró. Pero sus ojos no trasmitían odio, al menos no solo
odio. Ella me odiaba, por una buena razón, y probablemente también a ella misma.
Estaba familiarizado con el odio, con su ambigüedad. Era la emoción más querida
para mi corazón. También era una emoción que nunca podría manejar por Rory.
—Lo sé —murmuré y bajé la cabeza. Bajé la mirada de los ojos ardientes
de Rory a mi dedo aún enterrado profundamente. Abrí mi mano para que mi palma
ya no presionara contra su clítoris y saqué mi lengua para acariciarlo, luego bajé y
lamí alrededor de mi dedo, provocando su carne sensible.
Tiró más fuerte de mi cabello. Tal vez odiaba este poder que yo tenía sobre
su cuerpo, pero no lo suficiente como para detenerme. Si supiera cuánto poder
tiene su existencia sobre mi cuerpo y mi mente, se daría cuenta de que yo soy el
condenado en esto.
Podría haberla observado por siempre, el sutil balanceo de sus caderas
cuando se encontraron con los empujes de mi dedo y mi lengua provocadora. Sus
pantalones, la agitación de su pecho y el estado sonrojado de su rostro.
Pronto, tembló con su segundo orgasmo. Ella habría estado tan lista para
que la follara.
—Necesito estar dentro de ti.
—Estás loco —dijo.
Más loco de lo que pensaba.
—Te lastimé.
—Lo hiciste —confirmó.
—Por eso no me acercaré a ti con mi polla. —No esta noche.
Frunció el ceño, la desconfianza luchando contra la curiosidad en su rostro.
—Pero necesito reclamarte. Mierda, es todo en lo que puedo pensar. Sabes
que eres mía. Ni siquiera recuerdo bien nuestra primera noche y quiero 280
compensarlo. Esta noche, quiero ser yo quien sangre y sufra mientras te reclamo.
Su confusión no hizo más que aumentar. No podía culparla y no estaba
seguro de que no huiría gritando si descubría lo que tenía en mente. Maldita sea,
ni siquiera la culparía, pero esta idea no me abandonaba desde que había soñado
con ella hace unas semanas. Era la manera perfecta de darle placer a Rory y dolor
a mí, y reclamarla con una parte de mí que no era parte de mi cuerpo.
Desenvainé mi cuchillo.
Los ojos de Rory se abrieron alarmados.
Lancé el cuchillo al aire y atrapé la hoja. Mi agarre aún estaba flojo, pero la
hoja afilada ya me arañaba la piel. Mis callos por las peleas y el Parkour no cedían
fácilmente, pero hoy sí lo harían.
—Esto es una locura —susurró, pero no se había movido. Si estaba
congelada por el shock o la anticipación también estaba en la mezcla, era difícil
saberlo. Solo me miró con total sorpresa. Lamí su muslo y luego levanté el
intrincado mango de cuero de mi cuchillo hacia su coño.
—Esto es cuero de becerro. Es suave y el relieve masajeará tus paredes
internas. Es más pequeño que mi polla, así que será perfecto. —Deslicé el extremo
redondo del mango sobre la abertura de Rory, cubriéndola con sus jugos antes de
separarla y frotarla sobre su clítoris.
Rory se quedó congelada mientras miraba. Froté una y otra vez su clítoris,
observando su rostro, amando la lujuria y el miedo allí. No temor de mí. Miedo a
lo que le hacía desear. Miedo a lo prohibido. Pero maldita sea, la fruta prohibida
siempre fue la más dulce.
—Te llevaré al infierno conmigo, Rory. Te lo advertí, pero no escuchaste.
Ahora es demasiado tarde.
Deslicé el mango de cuero hacia abajo y lo presioné contra su abertura.
Hubo un indicio de resistencia antes de que sus paredes cedieran y permitieran el
primer centímetro dentro de su coño.
—Maldición —gemí mientras observaba el rosa del coño de Rory contra el
cuero negro de mi cuchillo.
Rory sacudió la cabeza, aún conmocionada.
—Estás sangrando —jadeó.
Bajé los ojos de su rostro a mi mano que agarraba la cuchilla. Una gota de
sangre serpenteó sobre mi muñeca, y el indicio de ardor me dijo que mi cuchillo
había cortado la gruesa capa de mis callos.
—Si te duele, debería dolerme a mí también —dije con voz áspera mientras 281
movía el mango hacia arriba y hacia abajo, aún a solo unos centímetros de
distancia.
—Eso es una locura —susurró—. Y ni siquiera duele. Simplemente me
estira.
—La última vez te dolió. No te preocupes por mí, Rory. Simplemente
relájate y siente. Siente realmente el cuero dentro de ti.
Sacudió la cabeza pero no protestó. Empujé un poco más profundo y me
incliné hacia adelante para lamer su clítoris. Jadeó mientras yo rodeaba el mango
de mi cuchillo y su carne sensible.
Había enterrado esta cuchilla, y muchas otras cuchillas, en tanta gente, había
disfrutado de sus gritos, pero reclamar a Rory con el mango de mi cuchillo, dándole
placer con aquello que solo causaba dolor a los demás, y recibiendo dolor a través
de mi propia hoja mientras le daba placer, eso sería un momento destacado en mi
vida.
Me iría al infierno por esto. No hay duda.
No estaba segura de por qué no gritaba y salía corriendo. Por qué estaba
sentada aquí, viendo cómo Nevio me follaba con su cuchillo.
No debería sentirse bien. Pero así era. La forma en que Nevio me miraba
con absorta atención y pura hambre envió picos de lujuria a través de mi cuerpo
que nunca había experimentado.
Pasó el mango redondeado a lo largo de mi costura de un lado a otro.
—Estás muy callada. Lo tomo como una buena señal —reflexionó—. Ahora
que tu cuerpo ha soportado el primer shock, te voy a follar adecuadamente con mi
cuchillo para que bañes mi mango y mi boca con tu lujuria.
Agarró la hoja con más fuerza y empujó el mango más dentro de mí.
282
—¿Es un sí?
Jadeé pero no respondí. No podía aceptar esto. Tampoco pude alejarlo.
Estaba perdida entre mi deseo de permitir que esto sucediera y mi conciencia me
decía que lo detuviera.
Empujó lentamente hasta que el mango estuvo a mitad de camino dentro de
mí y se volvió más grueso, luego cerró su boca sobre mi clítoris nuevamente. Me
relajé cuando el placer surgió a través de mí debido al trabajo mágico de su lengua.
Me encantaba su suave sensación, el calor del aliento de Nevio en mi coño. Mis
paredes internas estaban muy sensibles por mi orgasmo, y la suavidad del cuero
las calmaba y provocaba al mismo tiempo.
—Más —murmuró, y yo siseé mientras empujaba más profundamente, mi
abertura se extendía alrededor de la creciente circunferencia del mango. No había
sido penetrada por más que mi propio dedo y la lengua y el dedo de Nevio desde
que Nevio me quitó la virginidad.
Mi pecho se apretó con los recuerdos de la noche y la culpa por lo que estaba
sucediendo ahora.
La lengua de Nevio rodeó mi clítoris, luego acarició mi abertura y mi parte
inferior. Mis ojos se pusieron en blanco y la lujuria superó la culpa. Tragué
pesadamente, a medida que el estiramiento se convertía en un dolor sutil cuando
el mango conquistó más de mi coño.
—Rory.
Bajé la cabeza.
Sus ojos oscuros me golpearon.
—No luches contra el dolor. Saboréalo. Relájate. Acéptalo.
Intenté hacer lo que me dijo y, cuando el mango estuvo completamente
dentro de mí, exhalé. Nevio se inclinó ligeramente hacia atrás, su barbilla brillaba
con mis jugos, y observó mi coño. Su puño se cerró alrededor de la hoja,
presionando contra mi coño. Estiró los dedos. Estaban cubiertos de sangre y
también la hoja.
Cerré mis ojos. No podía reconocer la realidad, lo bien que se sentía el cuero
dentro de mí, lo sexy que me hacía sentir la reacción de Nevio.
—Maldita sea, Rory, ver mi cuchillo saliendo de tu apretado coño me pone
muy cachondo. Puedes odiarme todo lo que quieras.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
—¿Quieres correrte sobre mi cuchillo, Rory? —preguntó en voz baja y
tensa.
283
—No.
—¿No? —murmuró. Comenzó a follarme lentamente con la empuñadura.
Dentro y fuera, lenta y suavemente. El cuero me acarició, el extremo rozó un punto
dulce en lo más profundo de mí y luego la lengua de Nevio rozó mi clítoris. Mi
respiración se aceleró.
La lujuria goteó de mí en tanto mi cuerpo sonaba de dulce placer. Me estaba
acercando.
Puse mi mano sobre la cabeza de Nevio, queriendo alejarlo, pero sus labios
se cerraron alrededor de mi clítoris y comenzaron a chupar, y no lo hice.
Tragué más fuerte. Odiándome a mí misma, odiándolo por lo que me hacía
desear.
—Rory, mírame.
Abrí los ojos y me estremecí con otra oleada de excitación. La intensidad
de la mirada de Nevio, la fricción del cuero dentro de mí y sus labios masajeando
mi clítoris fueron demasiado. Mis caderas se balancearon contra el cuchillo, contra
la boca de Nevio, queriendo más aunque ya fuera demasiado.
—Ya casi llegamos —gruñó. Me agarré al mostrador mientras mis talones
presionaban el gabinete y los dedos de mis pies se curvaban. Mi coño empezó a
contraerse alrededor del cuchillo. Nevio se echó hacia atrás y frotó mi clítoris con
el pulgar, con la cara aún cerca de mi carne dolorida.
Llegué, mi cuerpo convulsionando incontrolablemente. La lujuria goteó de
mí, corrió por mi trasero y se acumuló debajo de mí. Nevio me miró con una
sonrisa que me hizo estremecer. Se inclinó hacia delante y su lengua siguió los
rastros de mi excitación. Me estremecí más fuerte cuando otra ola de placer me
capturó.
Mi pecho palpitaba y me congelé. Lentamente, Nevio me sacó la
empuñadura, haciéndome temblar nuevamente. Miró el mango con absoluto
triunfo. El cuero estaba cubierto con mis jugos y un toque de algo más oscuro.
Nevio sacó la lengua y lamió el rosa.
—Un toque de sangre.
Sacudí la cabeza pero no pude decir nada. Luego se puso de pie y acercó la
empuñadura a mi boca.
—Prueba tu coño. —Separé los labios, incapaz de resistir el tono autoritario
de Nevio. El aroma picante de mi excitación golpeó mi lengua. La mirada de Nevio
se volvió absorbente, haciendo que mi núcleo se contrajera nuevamente, incluso si
me hubiera corrido duro—. Chúpalo hasta dejarlo limpio como has estado soñando
284
con hacer con mi polla.
Mis ojos crecieron de indignación. Por supuesto, había soñado con Nevio,
y solo muy pocos de esos sueños habían sido pesadillas.
—Vamos, Rory. Muéstrame lo que me harías.
Cerré mis labios alrededor del mango, tomé más en mi boca y ahuequé mis
mejillas mientras lo chupaba. Lo di todo bajo la atenta mirada de Nevio. Haciendo
girar mi lengua por la punta del mango, luego succionándola en mi boca. ¿Cómo
había llevado mi furia a esto?
La erección de Nevio presionó contra sus pantalones y no pude evitar
sonreír triunfalmente alrededor del asa. Nevio me agarró el cuello y se inclinó, sus
labios rozaron mi oreja.
—Rory, eso es lo que me haces —dijo con voz áspera.
Retrocedió y lentamente sacó el mango del cuchillo de mi boca, luego lo
llevó a mi coño una vez más. Lo deslizó suavemente hasta el fondo y solté un
suspiro tembloroso porque no podía aguantar más, incluso si se sentía bien. Lo
extrajo una vez más y miró el cuero una vez más cubierto por mi liberación.
El brillo del ascensor en nuestro piso hizo que mi ritmo cardíaco se
disparara.
—¡Carlotta!
Nevio dio un paso atrás y me levantó del mostrador, luego con calma
devolvió el cuchillo a su funda.
Intenté alisar mi ropa y encontrar mis pantalones cortos. Las llaves rayaron
la cerradura cuando finalmente logré ponérmelos. Nevio se apoyó en el mostrador
y me miró, con los pantalones aún abultados.
—¿Qué le vas a decir a Carlotta cuando vea esto? —Señaló el pequeño
charco de mi liberación en el mostrador.
—Oh, Dios. —Corrí hacia el armario con los artículos de limpieza, tomé un
limpiador higiénico y vacié la mitad en el mostrador, luego comencé a frotarlo
fervientemente con un trapo que definitivamente tiraría más tarde.
—¡Ya estoy de vuelta! —llamó Carlotta. Ella nunca hacía eso, así que tal
vez sospechaba que podría ver algo que no quería ver. Mi cara ardía de
mortificación.
No me di vuelta cuando vi a Carlotta entrar a la habitación en mi visión
periférica. Solo podía esperar que la erección de Nevio ya no fuera obvia, o que
Carlotta no se diera cuenta.
285
—¿Todo está bien? —preguntó con recelo.
Me aclaré la garganta.
—Seguro. —Mi voz era demasiado alta y ronca.
—Espléndido —dijo Nevio con calma.
Cuando me sentí feliz por el estado del mostrador, me volví hacia Carlotta
con una sonrisa forzada.
—Derramé un poco de...
—Jugo —finalizó Nevio, y podría haberlo matado con ese estúpido cuchillo
suyo. Aunque ese probablemente habría sido su sueño.
Carlotta miró entre Nevio y yo, sus ojos se detuvieron en la mano
ensangrentada de Nevio y suspiró.
—¿Supongo que Battista está dormido?
Asentí.
—Has vuelto temprano. —Ni siquiera estaba segura de qué hora era, pero
definitivamente aún no la esperaba.
Carlotta frunció los labios.
—Es casi medianoche. La cena con Diego y Antonia no suele durar toda la
noche. La próxima vez llamaré. Creo que iré a mi habitación hasta que terminen
con lo que sea que estén haciendo.
—Hemos terminado —dije con firmeza. Carlotta definitivamente se sintió
ofendida y no podía culparla. Primero dejé que un bebé se mudara con nosotras y
ahora Nevio estaba aquí todo el tiempo.
Nevio no hizo comentarios. Solo me dio una mirada que me hizo sentir toda
caliente.
—Nevio tiene que irse.
Caminé hacia el pasillo, solo queriendo salir de la cocina. ¿Podías oler el
sexo en una habitación? Por suerte, Carlotta era completamente inocente, así que
probablemente no tenía de qué preocuparme.
Me estaba yendo al infierno. Nevio me siguió de cerca y un escalofrío
recorrió mi espalda. Me preguntaba qué estaría pasando por la cabeza de Nevio en
ese momento. Me detuve en la puerta y la abrí. Nevio se quedó en la puerta como
si supiera que yo habría cerrado la puerta justo en frente de su cara si hubiera salido
al pasillo. Justo en este momento, solo quería que se fuera. No quería reconocer lo
que habíamos hecho. Necesitaba más tiempo para entenderlo.
286
Aparté la mirada de su mirada penetrante, pero mis ojos solo se fijaron en
el cuchillo en su funda de cuero. Rara vez lo usaba tan abiertamente. El calor subió
por mi cuello y mi núcleo se tensó una vez más. Casi aún podía sentir el cuero
sedoso dentro de mí. Bajé la mirada y luego fruncí el ceño ante las gotas de sangre
en el suelo. Mi mirada siguió su rastro de regreso a la cocina. Nevio debe haberse
cortado más profundamente de lo que pensaba.
Tomé su mano y la giré. El corte en su palma era largo pero no demasiado
profundo, pero definitivamente necesitaba puntos, sobre todo porque sabía que no
sería fácil con él.
Probablemente ya estaría peleando en jaula mañana por la tarde.
—Eso necesita un tratamiento adecuado.
—Valió la pena —dijo Nevio en voz baja, acercándose. Nuestros ojos se
encontraron y exhalé, sintiendo el tirón que era casi imposible resistir—. Y me
cortaría aún más si eso significara verte venir con mi cuchillo otra vez.
Miré por encima del hombro para asegurarme de que Carlotta no estuviera
cerca.
—¿Quieres que te ponga una venda?
—Creo que necesitas un poco de tiempo a solas, Rory. No dejes que tu
conciencia arruine esto.
No era mi conciencia lo que me preocupaba sino mi corazón. Nevio
finalmente dio un paso atrás. Se acercó y me besó en la mejilla como lo haría un
amigo, un espectáculo para las cámaras en el pasillo, porque aún podía olerme en
él. Se dio vuelta y se alejó.
Cerré la puerta y me apoyé en ella.
—¿Debería preocuparme? —preguntó Carlotta desde su lugar en la puerta
de la cocina.
Levanté las cejas.
—¿Escuchaste a escondidas?
Hizo una mueca de horror como si eso fuera lo último que haría.
—Estoy demasiado preocupada por lo que podría escuchar.
Me reí amargamente.
—Sí.
Se acercó a mí lentamente, su rostro brillando con disgusto mientras
registraba la sangre en el suelo.
287
—Lo limpiaré —dije.
Carlotta se apoyó contra la puerta a mi lado, su hombro tocando el mío.
Estudió mi cara.
—¿Estás bien?
Dudé. No estaba realmente segura de lo que sentía en ese momento.
—Aún no estoy segura.
Sus cejas se juntaron.
—¿Te acostaste con Nevio?
—No —dije, luego me mordí el labio, mi piel ardía—. No fue así. —¿O lo
que tuvimos cuenta como sexo? Era una forma de sexo, pero Carlotta
probablemente se refería a la versión clásica, no a la retorcida y pervertida que
Nevio tenía en mente.
—Mirándote a la cara, no creo que quiera detalles.
—Definitivamente no los quieres. —Carlotta necesitaría una cita inmediata
para confesarse si le contaba lo que acababa de pasar, y probablemente también
pediría una cocina nueva.
—¿Estás de acuerdo con lo que pasó?
—Una parte de mí lo está. Una parte de mí definitivamente no lo está.
Battista dejó escapar un grito y me alegré por la distracción.
—Es casi como si Nevio pudiera sentir cuando Battista está despierto y
siempre se va antes —dijo.
—Eso no es posible —dije mientras caminaba hacia mi habitación, donde
Battista había estado durmiendo todo el tiempo. Entendí lo que quería decir
Carlotta. Hasta ahora las interacciones de Nevio con Battista habían sido pocas y
espaciadas. Aún no habían establecido una conexión y después de nuestra
conversación de hoy, supe que Nevio lo prefería así. Sabía que a algunos padres
les resultaba difícil construir un vínculo con niños pequeños, incluso si los habían
visto crecer desde que nacieron, pero no estaba segura de que ese fuera el caso de
Nevio o si algo más profundo y oscuro lo detenía.
Levanté a Battista y lo presioné contra mi pecho. Curiosamente, no tuve
ningún problema en establecer una conexión con este pequeño niño. Al igual que
su padre, había capturado mi corazón.

288
Pocas cosas elevaban mi ritmo cardíaco, pero Rory lo hizo, y follarla con
mi cuchillo… Los latidos de mi corazón habían establecido un récord.
No podía dejar de sonreír mientras me dirigía al entrenamiento de pelea. Ya
llegaba tarde porque había estado despierto toda la noche, pero no podría
importarme menos. En realidad, necesitaba desahogarme. Solo pensar en el coño
rosado de Rory y mi cuchillo me puso duro otra vez.
Cuando entré al casino abandonado que la Camorra usaba como gimnasio,
ya podía escuchar el sonido de los puños impactando y los gruñidos bajos de dolor
reprimido. Al entrar al amplio salón con la jaula de pelea en el centro, vi a Alessio 289
y Nino entrenando allí.
Massimo, Giulio, Fabiano y Davide observaban y calentaban saltando la
cuerda. Por supuesto, Massimo notó inmediatamente el corte en mi mano. Aún no
me había molestado en vendarlo. Dejó de saltar, arrojó la cuerda sobre un banco y
se acercó a mí.
—¿Qué hiciste?
La forma en que lo expresó hizo que sonara como si no hubiera hecho nada
bueno, lo cual era, por supuesto, la verdad.
—Solo un inocente juego de cuchillos —dije.
Massimo me lanzó una mirada que sugería que estaba lleno de tonterías.
—Muéstrame.
—¿Mi juego con el cuchillo?
Extendió su mano con una expresión sensata y yo la giré para que pudiera
ver mi palma. La empujó sin piedad, pero el dolor me trajo lindos recuerdos de lo
que había sucedido, así que no protesté. Confirmó que no había soñado esto.
Dejó caer mi mano y se dirigió hacia el gabinete con el botiquín de primeros
auxilios. La situación ya había llamado más la atención y Davide y Giulio llegaron
corriendo.
—¿Qué pasó? —preguntó Davide emocionado—. No estabas en la cama
esta mañana cuando intenté despertarte para el entrenamiento de pelea.
Había estado afuera, vagando por la ciudad, inquieto pero al mismo tiempo
extrañamente satisfecho.
—Me metí en una pelea con cuchillos y tuve que defenderme.
—¿Sujetando tu cuchillo de manera incorrecta? Lo dudo—murmuró
Massimo—. Esto no es una reducción de defenderse contra una puñalada.
—¿Eh? —Davide y Giulio intercambiaron una mirada. Para entonces,
Fabiano también se había unido a nosotros. Solo Nino y Alessio seguían peleando.
Por supuesto, Massimo tuvo que seguir derramando sus amplios
conocimientos médicos.
—Agarró una hoja y el corte sugiere que era un cuchillo de dientes de sierra
como el suyo. Parece una coincidencia demasiado grande. —Le envié a Massimo
una mirada que le decía que se callara. Si bien no tenía ningún problema con que
él conociera los detalles de mi aventura, definitivamente no necesitaba que Fabiano
se enterara. Las cosas se pondrían muy, muy tensas entre los Scuderi y los Falcone
290
si él supiera lo que estoy haciendo con su hija. Mierda, incluso podría intentar
poner fin a esto, y Aurora probablemente incluso seguiría su decisión.
No necesitaba la complicación adicional de tener que descubrir cómo
deshacerme de Fabi.
Fabiano levantó una ceja.
—¿Qué carajo hiciste ahora?
Sonreí.
—No puedo decírtelo con los niños alrededor. Digamos que un poco de
dolor me hace disparar fuegos artificiales mucho más rápido.
Que piensen que necesitaba cortarme la palma para librarme.
Fabiano suspiró y sacudió la cabeza antes de volver a saltar la cuerda,
obviamente cansado de mis payasadas.
Davide y Giulio lo siguieron al cabo de un momento. Ya habían visto a
Massimo coserme antes, así que no era tan emocionante.
—Si Fabiano descubre que te estás metiendo con Aurora, las cosas se
pondrán muy complicadas —dijo Massimo en voz baja mientras sacaba una botella
con un líquido transparente del botiquín de primeros auxilios.
—¿No escuchaste? Estuve involucrado en una pelea.
—Escucho tus tonterías todo el tiempo —dijo, vertiendo la mitad del líquido
sobre mi mano. Ardía como el infierno y apreté los dientes con molestia. Había
muchos desinfectantes que no picaban, pero papá insistió en que usáramos los
antiguos como castigo adicional por lastimarnos en primer lugar.
—Mi cuchillo estaba limpio, no era necesario desinfectar la herida.
—Hueles a coño, así que deja de tonterías y déjame hacer mi trabajo — dijo
Massimo.
—¿Te convertiste en un sabueso desde que te privaron del olor a coño?
Me ignoró y sacó aguja e hilo. Hacía mucho tiempo que no veía a Massimo
con una chica y, conociendo la postura de Carlotta sobre el sexo antes del
matrimonio, dudaba que se hubiera acercado a su santo grial. Antes de Aurora,
habría dicho que no valía la pena esperar por ningún coño.
Alessio corrió hacia nosotros, cubierto de sudor y luciendo un gran
hematoma en la mejilla.
—¿Cómo la cagaste esta vez? 291

—No estoy seguro de poder manejar la verdad. Has estado un poco


susceptible últimamente.
—Que te jodan —murmuró—. El hecho de que no sea tan psicópata como
ustedes dos no significa que esté siendo susceptible.
Massimo me pinchó con la aguja. Le enseñé los dientes.
—Tu condición se define como sociopatía, lo cual no es mucho más
deseable —le dijo Massimo a Alessio, sin impresionarse.
—¿Aurora intentó apuñalarte porque no podía soportar tu molesto acoso?
Solo sonreí, pero en realidad no quería compartir ningún detalle.
Alessio miró a Massimo y luego a mí.
—Probablemente no quiero saber qué mierda pervertida estabas haciendo.
Corrió de regreso hacia Nino. Massimo me miró fijamente.
—Definitivamente algo está pasando, y no creo que sean las tonterías
habituales. No he visto a Carlotta y Aurora juntas desde que se mudaron al
apartamento. Solían ser inseparables. Y de repente, estás con ellas todo el tiempo.
—Creo que has estado leyendo demasiadas teorías de conspiración.
Entrecerró los ojos.
—Alessio, tú y yo hemos superado muchos obstáculos juntos. Me hace
preguntarme qué es tan malo que nos lo ocultas.
Metí las manos en los bolsillos. Quizás debería confiar en ellos. Massimo
tenía razón. Alessio y Massimo eran mi viaje o muerte.
Pasé una mano por mi cabello.
—¿Qué tal si mueves tu trasero a la jaula y peleas conmigo? —llamó
Fabiano.
Levanté mi mano herida, eso nunca me había detenido. Su expresión de que
transmitía «qué mierda» no me importaba.
—Seré suave contigo.
—No, no lo harás —dije mientras me quitaba la camisa por la cabeza. Me
bajé los pantalones, dejándome en mis pantalones cortos de boxeo, y me volví
hacia Massimo—. La muchacha francesa es la madre de mi hijo y lo dejó conmigo.
No sabía qué hacer con un bebé, así que llamé a Aurora y ella lo ha estado cuidando
desde que se mudó al departamento.
Massimo me miró como si pensara que finalmente había perdido la cabeza,
292
pero no le di la oportunidad de interrogarme. Me encogí de hombros y me di la
vuelta.
—Puedes decírselo a Alessio. —Corrí hacia la jaula y entré.
Fabiano y yo habíamos peleado entre nosotros en el pasado, pero su
expresión hoy me dijo que tenía algo que discutir conmigo. Esto se pondría
interesante.
—¿Por qué esa expresión tensa? —pregunté mientras lo enfrentaba en la
jaula.
Su boca se apretó.
—Has estado visitando el apartamento todos los días.
—Como dije, soy un buen amigo. Estoy seguro de que Aurora te dijo lo
mismo. Deberías conocer a tu hija. Es una buena chica y no te mentiría.
—Lo es, y en circunstancias normales, no lo haría a menos que alguien la
obligara a hacerlo.
—Y supongo que ese alguien sería yo.
Fabiano solo me miró fijamente con las cejas arqueadas.
—Dejemos de charlar y comencemos esta pelea.
Las palabras apenas habían salido de su boca cuando cargó hacia mí. Pronto
nos vimos envueltos en una acalorada pelea. A Fabiano lo alimentaba la ira, que
compensaba su edad.
—¡Es suficiente! —La voz de papá retumbó por todo el casino. Fabiano dio
un paso atrás, jadeando. Dejé caer los brazos y mi propio pecho se agitaba. Estaba
cubierto de sudor y sangre. Parte era mía, parte era de Fabiano. Sangraba por la
nariz y tenía un corte en la ceja. Mi boca se llenó de sangre y mi mano volvió a
sangrar profusamente.
Fabiano se pasó el antebrazo por la ceja, manchando de sangre por todas
partes.
Escupí sangre y luego me volví hacia papá con una sonrisa. Se paró frente
a la jaula con una expresión atronadora.
—¿Qué te pasa, papá? ¿Pensé que querías que nos tomáramos en serio el
entrenamiento de pelea?
—Esto parecía demasiado serio para mi gusto —murmuró.
Miré a Fabiano, que había renunciado a detener el flujo de sangre de su ceja.
A mí también me dolían las costillas y, por los rígidos movimientos de Fabiano,
sospeché que a él le pasaba lo mismo. Fabiano caminó hacia mí.
293
—Buena pelea —dijo, menos tenso que antes de la pelea. Tal vez había
sacado su ira de su sistema con nuestra pelea. Para mí, ese truco nunca funcionó—
. Pero esto no tiene nada que ver con cómo voy a patearte el trasero si descubro
que te estás metiendo con Aurora.
—Voy a ser Capo. A muchos padres les encantaría darme a sus hijas.
—No soy uno de ellos —dijo mientras salía de la jaula. Lo seguí. Papá me
lanzó una mirada dura, como si esto fuera solo obra mía.
Agarrando una toalla, me dirigí hacia el vestuario donde Alessio y Massimo
habían desaparecido hacía un par de minutos.
Se sentaron uno frente al otro, a horcajadas en el banco.
Alessio se inclinó un sombrero imaginario.
—Cada vez que pienso que no puedes cagarla más, mejoras tu juego.
Felicitaciones por aún lograr sorprenderme después de haberte visto usar la cabeza
de un cadáver como marioneta de mano.
Massimo me hizo un gesto para que avanzara y me agarró la mano.
—No sé por qué me molesto en tratar tus heridas.
—Fabiano quería la pelea.
—¿Un niño, en serio? ¿Has oído hablar alguna vez de los condones? —
preguntó Alessio.
—¿Por qué no gritas un poco más fuerte para que todos puedan oírlo?
Massimo se levantó.
—Deberías decírselo. Este no es un pequeño secreto. Este es un niño.
Necesitas ayuda con esto. No estás preparado para cuidar a un niño.
—Créanme, lo sé, por eso le pedí ayuda a Aurora.
—Maldita sea, ¿qué le pasa a la chica que no puede decirte que no? —
preguntó Alessio, poniéndose de pie.
—Pregúntale —dije encogiéndome de hombros. Entonces me puse serio—
. No puedes contarles esto a mis padres ni a nadie más.
Massimo y Alessio intercambiaron una mirada.
—No puedes mantenerlo en secreto por mucho tiempo. Aurora no podrá
hacer de niñera para siempre. Tu padre te arrancará la cabeza si descubre que le
ocultaste un hijo.
—Me arrancará la cabeza de cualquier manera. —En este caso, mamá
probablemente también recurriría a la violencia. Tener un hijo con una mujer con 294
la que me había acostado una vez definitivamente no era algo que ella aceptaría.
—Esto es serio —dijo Alessio.
Fruncí el ceño.
—Mierda, lo sé.
—Lo dudo seriamente, o se lo habrías dicho a nuestras familias de
inmediato. Probablemente esta sea tu manera de vincular a Aurora contigo. La
chica estaba intentando escapar, pero no podías dejarla —murmuró Alessio.
—Conozco tu postura sobre Aurora y yo.
—¿Por qué no nos muestras a tu hijo? —preguntó Massimo.
—Dame un segundo para ducharme. —Entré en la ducha después de decirle
a Aurora que iríamos.
Treinta minutos después, Alessio, Massimo y yo llamamos a la puerta del
apartamento. Estaba bastante seguro de que el interés de Massimo por mi hijo era
solo una excusa para ver a Carlotta.
Aurora abrió la puerta, luciendo un poco desaliñada y con las mejillas
sonrojadas. La dejé en un estado similar ayer y el recuerdo me hizo sonreír. Aurora
evitó mis ojos cuando nos dejó entrar.
—Carlotta y Battista están en la sala de estar.
La seguimos al interior y encontramos a Carlotta y Battista en el suelo sobre
una manta, jugando con todo tipo de utensilios de cocina.
—Así que finalmente decidiste contárselo a alguien —dijo Aurora mientras
se detenía a mi lado mientras Alessio y Massimo se sentaban en el sofá junto a
Carlotta. Ella no me miró, sin embargo, mantuvo sus ojos firmemente fijos en los
demás.
—Alessio y Massimo son leales. Debería haber confiado en ellos desde el
principio —dije.
—Supongo que debería sentirme honrada de que me consideres lo
suficientemente digna de confianza como para confiar en mí.
—En realidad, deberías —dije honestamente.
—Pero supongo que no ayudarán con el cuidado del niño.
—Podrían. —No estaba seguro de querer que esos dos cuidaran de mi hijo.
Me incliné más cerca de Aurora para susurrar—: ¿No quieres mirarme?
295
Se volvió hacia mí con los ojos entrecerrados, pero el rubor en sus mejillas
era exactamente lo que quería ver.
—No eres el único que está ahí.
Se acercó al sofá y se dejó caer junto a Alessio. Su cabello estaba recogido
en una coleta alta, dejando al descubierto su hermoso cuello que quería marcar
como mío. Nunca le había dejado un chupetón a nadie, pero con Aurora, no podía
esperar para cambiar eso. Me hubiera encantado burlarme de ella un poco más
sobre nuestra aventura en la cocina de ayer, pero tenía la sensación de que evitaría
estar a solas conmigo.
Massimo se levantó y se acercó a mí con expresión analítica. Cruzó los
brazos sobre el pecho.
—Ni siquiera te acercaste al niño y él apenas reaccionó a tu presencia, así
que supongo que ustedes dos aún no se han unido.
—No estoy seguro si es una buena idea vincularme con él.
—¿No quieres ser parte de su vida? Entonces ¿por qué mantenerlo aquí?
¿Por qué no contarles a tus padres sobre él y dejar que ellos o mis padres lo
adopten?
—No creo que deba ser padre y no creo que quiera serlo. Si les digo, me
harán elegir de inmediato, pero quiero más tiempo para considerar mis opciones.
—O más tiempo para pasar con Aurora.
Aurora miró en nuestra dirección como si hubiera escuchado nuestra
conversación. La visitaba todos los días por ella, no por mi hijo. Tal vez en algún
momento me gustara. Ella apartó la vista de nuevo.
La mirada de Massimo pasó de Aurora a Carlotta.
—Siempre dices que no crees en deidades —murmuré.
La mirada de Massimo se inclinó hacia mí de nuevo y arqueó una ceja en
una mezcla de molestia y aburrimiento.
—¿No dejaste las drogas?
Puse los ojos en blanco.
—No crees en nada. El sexo es simplemente una salida corporal para ti. Y
desprecias la religión y las opiniones conservadoras, pero consideras a Lotti como
si fuera la diosa más venerada en tu altar.
Sus cejas se fruncieron y su mandíbula se tensó.
—Simplemente admiro los ángulos perfectos de su rostro. Es raro que la
naturaleza siga los patrones geométricos perfectos para crear algo tan agradable a 296
la vista.
Podría admitir que Carlotta era bonita, pero Aurora estaba en otra liga.
Mientras Carlotta era dulce, Aurora era deslumbrante de una manera memorable.
—Lo que sea. No puedes follarla antes del matrimonio y tendrás que casarte
por la iglesia si quieres perforar su himen, así que será mejor que busques a otra
persona con buenos patrones geométricos.
—En la mayoría de los casos, el himen no se puede perforar...
Se interrumpió al ver mi expresión.
—No es lógico posponer el sexo hasta el matrimonio.
—No tienes que decírmelo. —No quería nada más que acostarme con
Aurora, pero una parte de mí se preguntaba si no estaba empeorando las cosas. No
podía salir con Aurora. Este compromiso de venir a diario ya se sentía como si
estuviera atado. La Camorra y mi familia ya limitaban mi libertad. No estaba
seguro si mi cerebro frenético podría soportar más.
En los cinco días que siguieron a la visita sorpresa de Massimo y Alessio,
rápidamente me di cuenta de que no había cambiado mucho. Me las arreglé para
evitar estar a solas con Nevio la única vez que vino a ayudar con Battista. Aunque
su ayuda en realidad solo consistió en comprar todo lo que Battista necesitaba y
traer comida para llevar.
Cuando me invitaron a cenar con mi familia a lo de los Falcones al tercer
día, consideré decírselo, pero simplemente no me atreví a romper la confianza de
Nevio, lo cual ni siquiera tenía sentido, considerando todo el alboroto que había
en él. Se había extendido en mi vida desde nuestra noche en la fiesta.
Tanto papá como Nevio aún tenían moretones. Alessio había insinuado que
su pelea de entrenamiento se había vuelto demasiado entusiasta. Pero papá no me
había vuelto a preguntar sobre Nevio. Solo mamá había vuelto a enfatizar que
podía hablar con ella sobre todo, lo que me hizo sentir aún más horrible por
297
mentirles.
Durante la cena, ignoré deliberadamente a Nevio, aunque él intentó mirarme
a los ojos varias veces. Apenas podía dejar de sonrojarme de mortificación cuando
pensaba en lo que habíamos hecho, y mirarlo solo habría empeorado mi reacción.
No necesitaba darle a papá más motivos para sospechar.
Deseé que mi cuerpo no siempre se calentara de anhelo cada vez que
pensaba en cómo Nevio me había reclamado con el mango de su cuchillo. Incluso
solo pensar en ello de nuevo hizo que mis muslos se tensaran y mi núcleo se
tensara.
Cuando Kiara y Serafina se levantaron para limpiar los platos y llevarlos a
la cocina, yo también lo hice. Me alegré por la distracción mientras las ayudaba.
Cargué el lavavajillas mientras Kiara llenaba el fregadero con agua caliente
para limpiar las cacerolas.
—Amo a mi hijo, pero sé que es bastante difícil, y eso es ser sutil —dijo
Serafina de repente detrás de mí, casi provocándome un ataque al corazón.
Me enderecé con una sonrisa tensa.
—Lo conozco de toda mi vida. Sé quién es. —Sin embargo, tuve que
admitir que parte de mi percepción anterior de Nevio se había basado en un
enamoramiento. A diferencia de mi fantasía, Nevio no se había convertido
milagrosamente en un novio cariñoso y considerado. Se había convertido en el
cazador insistente y obsesionado más apropiado para su personalidad.
Kiara se secó las manos y se acercó a Serafina, ambas regalándome sonrisas
comprensivas.
—Sabemos que sí. Solo queremos asegurarnos de que sepas que no te
juzgaremos si quieres distanciarte un poco de Nevio.
Tragué fuerte, preguntándome si sabían lo que había sucedido. Serafina me
tocó el hombro. Asentí.
—Estoy bien, de verdad. —Me concentré en los platos una vez más.
Probablemente no me juzgarían tan amablemente si descubrieran que había
ayudado a Nevio a ocultarles a su hijo durante semanas o posiblemente meses.
Después de la conversación, me alegré cuando mis padres, mi hermano y
yo salimos de la mansión Falcone. Cruzamos las instalaciones porque no había una
valla entre nuestra tierra y la de ellos, pero aún estaba demasiado agitada para
entrar.
—Me gustaría quedarme afuera por un tiempo —dije.
298
Papá miró su reloj.
—Se está haciendo tarde. Deberías quedarte a pasar la noche y te llevaré a
tu casa por la mañana.
No podía hacerle eso a Carlotta. El patrón de sueño de Battista seguía siendo
errático.
—No, le prometí a Carlotta que estaría en casa. Aún duda un poco en pasar
la noche sola en el apartamento.
—Podría llamar a Diego.
—No, por favor no lo hagas. Ya es sobreprotector. Carlota me mataría. —
Definitivamente lo haría porque no tenía ningún problema en quedarse sola en el
apartamento.
Mamá me dio una sonrisa.
—No me importa llevarte a tu apartamento más tarde. Tómate el tiempo que
necesites.
Papá le lanzó una mirada que dejaba claro que no lo permitiría.
—No te dejaré conducir sola por la ciudad de noche.
—Todo el mundo conoce mi auto y a mí. Dudo mucho que alguien vaya a
causarme problemas.
—Siempre hay una primera vez para todo. —Se volvió hacia mí—. Te
llevaré a casa en una hora.
—Gracias, papá —dije con una sonrisa y me puse de puntillas para darle un
beso en la mejilla—. Tú y tu mamá me tienen entre sus dedos.
Davide puso los ojos en blanco.
—¿Podemos entrar ahora? Pausé mi juego para cenar y quiero terminar esto
antes de la medianoche.
—Tienes suerte de que no te confisque tu Switch.
Papá y Davide se movieron a la casa, discutiendo sobre los juegos estúpidos
que disfrutaba mi hermano, mientras mamá se quedaba conmigo. Tocó mi mejilla.
—En serio, desearía que confiaras en mí. Puedo decir que algo te está
molestando.
Lo que me estaba molestando en ese momento definitivamente no era algo
de lo que hablaría con mamá.
—Lo siento, mamá.
Asintió y entró también. Me dirigí hacia la piscina y me hundí en una de las 299
tumbonas, contemplando la luminosa superficie del agua. Me perdí en
pensamientos sobre mi retorcida relación con Nevio, la infinidad de mentiras que
tenía que recordar y mis crecientes sentimientos por el niño que había aceptado
cuidar.
La siguiente vez que miré mi reloj, habían pasado cuarenta minutos. Me
levanté de la silla y me dirigí a la casa de mis padres cuando una ramita se rompió
detrás de mí. Sabía quién me seguía. ¿Me había estado observando en la piscina?
Caminé más rápido, desesperada por entrar a la casa antes de que él me alcanzara.
Dudaba que Nevio me siguiera adentro. Incluso él debía tener un sentido de
autoconservación porque mi padre lo mataría si nos encontraba en una situación
comprometida. Cuando casi había llegado a nuestra terraza, los dedos se curvaron
alrededor de mi muñeca y fui empujada hacia atrás y arrastrada. Mi entorno se
desdibujó brevemente ante mí, luego mi espalda chocó con la pared de la casa y
Nevio tomó forma ante mí.
Con la espalda presionada contra la pared por el cuerpo de Nevio, estiré la
cabeza hacia atrás para mirar su rostro. Estábamos en el lado oscuro de la casa. La
luz solo nos llegaba desde la vuelta de la esquina, donde iluminaba el patio y la
sala de estar.
El rostro de Nevio parecía aprensivo, enojado incluso en las sombras
retorcidas.
—Me has estado evitando.
Él estaba en lo correcto. Después del incidente con el cuchillo, que aún me
provocaba la misma cantidad de vergüenza y deseo, ya no podía estar cerca de él. 300
Nuestra relación no iba en la dirección que yo había imaginado en mis fantasías y
me preocupaba perderme a mí misma y perder lo que en realidad quería en el
camino.
—Necesitaba tiempo para pensar. Aún lo hago —dije.
Se agachó, acercándonos aún más. Olía bien, a pecado y tentación.
Almizclado y fresco. No llevaba camisa, solo pantalones deportivos escotados.
Debía haber ido camino al gimnasio cuando me vio afuera. Mis noches habían
estado llenas de fantasías sobre Nevio, cosas que quería hacerle y que él me hiciera
a mí, todo lo que intentaba reprimir durante el día.
—No puedes escapar de tu deseo ni de mí —gruñó en mi oído. Los
pequeños pelos de mi nuca se erizaron cuando su cálido aliento golpeó mi piel.
Esta noche estaba de un humor extraño, errático y nervioso. Sus labios presionaron
la piel debajo de mi oreja y luego raspó el mismo lugar con los dientes, haciéndome
estremecer.
Presioné mis palmas contra su pecho, queriendo alejarlo antes de que dejara
un chupetón. Se sintió perfecto. Fuerte, sus músculos firmes y calientes debajo de
mí.
—Rory, no puedo dejar de pensar en ti, en lo mojada que estabas, en cómo
se veía mi cuchillo en tu coño.
No quería que él expresara lo que había sucedido. Lo hacía demasiado real
y envió una nueva ola de mortificación a través de mí.
—Si no te detienes, alguien lo descubrirá —espeté, pero aún no había
quitado mis manos del pecho de Nevio. Me tomó el cuello y puso el pulgar en mi
pulso—. Lo de nosotros —agregué un poco sin aliento.
La intensa mirada de Nevio tenía poco que ver con la preocupación de ser
atrapado. A lo lejos, pude escuchar a Gemma y Kiara reír, seguidas pronto por
mamá y Serafina.
—Nevio —presioné, intentando pasar a su lado, pero sus labios cayeron
sobre los míos. Su lengua encontró la mía y sus dedos alrededor de mi garganta se
cerraron posesivamente. Le devolví el beso, mis manos bajaron hasta sus
abdominales con mente propia, sintiendo su calor y fuerza, creciendo en lo alto.
Mi cuerpo cobró vida violentamente, mi núcleo latía con una necesidad
aterradora que mis propios dedos nunca podrían saciar.
El beso de Nevio exigía una entrega total. Me perdí, perdí la noción del
tiempo y de nuestro entorno. Su mano se deslizó debajo de mi blusa y ahuecó mi
pecho, sus dedos tiraron con fuerza de mis pezones erectos. Me besó aún más
fuerte, luego se separó de mis labios y me subió la camiseta para revelar mis pechos 301
desnudos. La tela se rasgó y luego sus labios se agarraron a mi pezón,
succionándolo con fuerza. Jadeé, cerré los ojos mientras intentaba mantener bajos
mis sonidos. El pulgar de Nevio acarició mi garganta y mordisqueó mi pezón,
haciéndome saltar del dolor. Agarré su cabeza para alejarlo y chupó mi pezón
lentamente, enviando ahora picos de lujuria a través de mi cuerpo, hasta el punto
ya húmedo entre mis piernas. ¿Quién hubiera sabido que las terminaciones
nerviosas de mis senos estaban tan estrechamente relacionadas con mi coño? Clavé
mis dientes en mi labio inferior. Yo quería esto; no había cómo negarlo. Que yo
también quisiera más parecía intrascendente para mi cuerpo.
Necesitaba alejarlo. Necesitaba detener esto, fuera cual fuera la locura.
Nevio lamió, mordió y chupó mi pezón al tiempo que una de sus manos giraba y
provocaba el otro.
Pronto, no estaba segura si estaba intentando arrastrarlo lejos o mantenerlo
en su lugar. Cayó de rodillas y me atrajo hacia él con una mano mientras con la
otra me arrancaba las bragas, dejándome desnuda debajo de la falda. Su boca me
cubrió, su lengua se metió entre los labios de mi coño y me lamió. Mis piernas
temblaron, así que las enganchó sobre sus hombros hasta que solo me mantuvo en
pie mi espalda presionada contra la pared y los hombros de Nevio. Su rostro estaba
enterrado en mi regazo, su lengua alternaba entre provocar mi abertura y acariciar
mi clítoris.
Apenas podía respirar, mis respiraciones eran demasiado rápidas, mi cuerpo
palpitaba con un placer que nunca creí posible. Mi corazón latía locamente en mi
pecho, de placer pero también de miedo de ser atrapada. Sostuve la cabeza de
Nevio, mi núcleo comenzaba a tensarse en una señal de aviso... cuando escuché
las voces de mamá y papá mientras salían.
Un miedo frío se apoderó de mí. Nevio también debió haberlo oído. Él era
el cazador, después de todo, pero solo presionó más fuerte contra mi coño y golpeó
su lengua en mi abertura mientras su pulgar frotaba mi clítoris. Tiré de su cabello
con fuerza para que se detuviera. No me atreví a decir nada por miedo a que papá
me escuchara.
Esa sería la catástrofe definitiva.
Unos pasos crujieron en el patio. Mamá y papá estaban a la vuelta de la
esquina.
Abrí la boca para decirle a Nevio que se detuviera en ese momento, incluso
si eso implicaba el riesgo de que me escucharan. Entonces tal vez aún tengamos
tiempo de separarnos y tal vez podría volver a poner mi ropa en su lugar. Todo era
mejor que ser pillada con la lengua de Nevio dentro de mi coño. Antes de que
pudiera emitir un sonido, la mano de Nevio me tapó la boca. Sus labios se cerraron
302
alrededor de mi clítoris y dos dedos tomaron el lugar de su lengua, acariciándome.
Mi cuerpo comenzó a tener espasmos, mi orgasmo era imparable a pesar de
la situación. Tiré del cabello de Nevio, mis labios se separaron contra sus palmas,
mis ojos se cerraron con fuerza y luego el placer golpeó mi clítoris, mi centro, por
todo mi cuerpo. Mis paredes temblaron alrededor de los dedos de Nevio, y él siguió
bombeando dentro de mí y chupando mi clítoris, intensificando mi orgasmo.
—¿Crees que debería ver cómo está? —preguntó mamá—. Parecía molesta
cuando me fui.
—Obviamente no quiere compartir lo que le molesta. Iré a la piscina y veré
si está allí. Si quiere volver a su casa, debemos irnos pronto.
—Está bien —dijo mamá en voz baja—. Te esperaré adentro. —Sonó la
puerta corredera y se oyeron pasos. Entonces pude ver la espalda de papá mientras
se dirigía hacia la parte Falcone del enorme jardín.
Nevio mantuvo su mano en mi boca mientras lentamente bajaba de mi
altura, los músculos de mis muslos temblaban. Nevio me dejó en el suelo y me
mordió el interior del muslo, luego calmó el lugar con su lengua antes de volver a
lamer mi coño. Me estremecí ante el nuevo ataque. Aflojé mi agarre sobre su
cabello, un poco conmocionada. Mantenerse alejada de Nevio no iba bien.
Sonreí contra el coño de Aurora al tiempo que probaba los restos de su
excitación. Mi propia necesidad golpeaba furiosamente en mis pantalones. Esto
solo fue el comienzo.
Me puse de pie, mi mano aún presionada contra su boca. La bajé y sonreí
ante su rostro atónito, pero luego la besé. No podía dejar de besarla.
—Si mi familia se entera, me obligarán a volver a vivir con ellos para
mantenerme alejada de ti, entonces ya no podré cuidar a Battista por ti.
—No queda suficiente sangre en mi cerebro para preocuparme —dije—.
Este es el tercer orgasmo que te doy y aún no me has devuelto el favor. —La idea
de que Rory me la chupara detrás de la casa de sus padres hizo que mi polla se
endureciera aún más.
303
Aurora empujó mi pecho.
—Es justo después de mi primera vez de mierda, y nunca te pedí que
hicieras eso.
Ni siquiera podía expresar con palabras lo que había sucedido. Adorable.
—Tengo que entrar antes de que papá venga a buscarme aquí. Esto no es un
juego —siseó—. Devuélveme mis bragas.
Con una sonrisa, me incliné, disfrutando de la vista de su coño reluciente
bajo el dobladillo de su falda mientras recogía los restos de sus bragas. Se las tendí.
Las recogió con dos dedos y sus ojos se abrieron de par en par al darse
cuenta.
—Las arruinaste.
Me incliné hacia ella.
—Me encanta arruinar tu ropa interior de todas las formas posibles. Pero lo
que amo aún más es arruinar cada fragmento de tu inocencia, dulce Rory.
Me arrojó las bragas y se escabulló. Esta vez, no la perseguí y le permití
escapar a la casa de sus padres.
Metí sus bragas rotas en mi bolsillo (las agregaría a mi colección) y me alejé
de la mansión Scuderi.
Quiso la suerte que Fabiano se cruzara en mi camino.
Me cerró el paso, con una expresión que habría aumentado mi hambre de
violencia con un extraño.
—¿Dónde está Aurora? —preguntó en tono hostil.
—Estuve haciendo ejercicio toda la noche. No he visto a Rory —mentí
fácilmente.
—¿Y tu entrenamiento te llevó a mi jardín?
—No sabía que no se me permitía entrar a tus instalaciones.
Se acercó. Tenía casi la intención de mostrarle las bragas rotas de Rory.
Estaba jodidamente cansado de su obvia aversión hacia que yo estuviera cerca de
ella. Claro, era una mala noticia, pero eso no significaba que tuviera alguna
intención de lastimar a Rory.
—No me importa si estás en mis instalaciones, pero es extraño encontrarte
aquí cuando no puedo encontrar a Aurora por ningún lado.
—¿Papá? —llamó Rory desde el patio.
—Ves, tu hija está sana y salva. 304

Fabiano miró entre Aurora y yo.


—Si no te importa, me gustaría hacer mi entrenamiento ahora —dije
sarcásticamente.
Fabiano asintió brevemente antes de dirigirse hacia Aurora, probablemente
con la misión de interrogarla. Como era de esperar, Aurora me ignoró, pero su
rostro sonrojado compensó su falta de reconocimiento.
Me dirigí a la piscina para realizar un ejercicio de natación no planificado,
que también me serviría para refrescarme después de otro encuentro con Rory que
me dejó con un caso de pelotas azules.
Rory pensó que perdería el interés una vez que la hubiera follado, pero cada
encuentro con ella solo me dejaba con hambre de más. Rory quería más; ella quería
partes de mí que yo no quería compartir con nadie, pero me preguntaba si tal vez
en realidad tendríamos una oportunidad si me esforzaba lo suficiente. Tal vez
seguir a mis demonios en realidad fue solo que yo elegí el camino fácil.
Alessio vino a la piscina cuando hice mi última vuelta y se acuclilló junto
al borde, con un cigarrillo colgando de la boca.
—Massimo y yo nos preguntamos cuándo quieres salir esta noche.
—Creo que pasaré esta noche.
Arqueó una ceja.
—No hicimos redadas durante dos noches porque los negocios nos
mantuvieron ocupados, ¿y quieres pasar otra noche sin hacer nada?
Nadé hacia él.
—Suenas como si fuera adicto.
—Tus acciones indican que lo eres. Eres adicto a los efectos que te produce.
La emoción de la caza y la tortura es tu droga.
—No soy un puto marica. Puedo controlar mis impulsos. No me controlan.
—Esa es probablemente una frase que diría un adicto —dijo. Se puso de pie
y apagó el cigarrillo con su bota con punta de acero. Es cierto que ver los zapatos
que siempre usaba durante nuestras incursiones me hizo sentir muchas ganas de ir
a cazar.
—¿Este es tu intento de mejorar para Aurora? Si es así, te felicito por
siquiera intentarlo. —Su tono dejó claro que no lo conseguiría.

305

Me senté con un rugido ronco, cubierto de sudor y con el cuchillo en el


puño. ¿Dónde estaba? Me puse de pie y encendí la luz, buscando en mi entorno
señales de la horrible escena que vi desarrollarse apenas unos momentos antes.
Mi habitación no estaba cubierta de sangre, ni una sola gota. Me pasé una
mano por el cabello húmedo y el corazón me golpeó la caja torácica.
—Maldición —exhalé y me miré las manos, girándolas. Por supuesto, no
estaban manchados de sangre y mi cuchillo tampoco, pero no era difícil imaginar
que lo estuvieran. Había perdido la cuenta de las veces que mi piel había estado
pegajosa por la sangre. Pero la imagen de la sangre de Aurora y Battista impactó
de manera diferente.
Sonó un golpe y, un segundo después, papá asomó la cabeza con una
expresión de cansancio en el rostro.
—Escuché tu grito.
¿Había rugido tan fuerte? Mierda. Qué maldita pesadilla. No creía en las
premoniciones. Si un adivino intentara decirme mi futuro, acabaría con el suyo.
Aun así, no podía dejar de mirarme las manos.
—¿Nevio? —preguntó papá a medida que entraba a la habitación. Él
también llevaba un cuchillo en la mano. Mi grito realmente debió preocuparlo.
Me sacudí y le di una sonrisa torcida.
—Supongo que todos los asesinatos me están afectando.
Papá vino hacia mí.
—Estás pálido. ¿Necesitas que te saque de tus tareas actuales?
Había pasado un tiempo desde que papá no me miraba con ira en los ojos.
Su honesta preocupación fue una agradable sorpresa. Por supuesto, no lo merecía,
considerando la naturaleza de mi sueño.
¿Me ayudaría a dejar de matar? ¿O solo conduciría a una frenética ola de
asesinatos que no podría controlar? La última vez que había tenido un sueño vívido
como este había sido en los meses previos a mi duodécimo cumpleaños, antes de
306
mi primer asesinato. Mis sueños estaban llenos de imágenes de matanza, y cuando
se lo conté a papá, él decidió regalarme una víctima para mi cumpleaños.
—Estoy bien. Quería matar mucho antes de que lo hicieras parte de mi deber
como mafioso.
Me miró con los ojos entrecerrados, como si pudiera extraerme la verdadera
naturaleza de mi sueño.
—Tal vez deberías pasar más noches durmiendo en lugar de crear caos con
Alessio y Massimo.
—Dormir es una pérdida de tiempo.
—La falta de sueño vuelve loca incluso a la persona más cuerda.
—Eso es algo muy propio de Nino.
—Ve a dormir. —Se giró y se fue, pero pude sentir su preocupación irradiar
en oleadas.
Y maldita sea, ni siquiera yo compartía su preocupación. Este había sido un
gran sueño, una pesadilla.
Sangre por todas partes. Carcajadas. Mi corazón late con fuerza, mi pulso
se acelera. Sed de sangre, entusiasmo, la emoción de la caza.
Pero al final, las dos personas en el charco de sangre habían congelado mis
venas: Aurora y Battista.
No sabía si los había matado, pero estaba casi seguro de haberlo hecho.
¿Qué quería decirme mi subconsciente con esta mierda de sueño? ¿Que en el fondo
la parte loca de mí quería matarlos a ellos y a todos los que me importaban? ¿O
era mi subconsciente el que manifestaba mi mayor miedo?
No estaba seguro. Salí de mi habitación y caminé por la casa silenciosa y
oscura. Eran las tres de la mañana y todos estaban dormidos o al menos en sus
camas, incluso papá, con suerte, también. Conocía cada rincón de nuestra casa, así
que me deslicé por los pasillos oscuros, preguntándome cuándo dejaría de latir mi
corazón.
Me pregunté si papá alguna vez había experimentado pesadillas como esa
cuando su vida se vio turbulenta después de descubrir que tenía dos hijos. Deseaba
poder hablar con él, pero las cosas habían estado demasiado tensas entre nosotros
en los últimos meses, y mi sueño probablemente solo confirmaría sus peores
preocupaciones: que yo era una bomba de tiempo a punto de destrozar a esta
familia, posiblemente en el futuro en sentido literal.

307
Mi teléfono iluminó la habitación, alertándome del timbre, que siempre
silenciaba por la noche. Me deslicé de la cama y caminé de puntillas hacia la puerta
principal. Era media noche y nadie visitaba a esa hora.
Miré a través de la mirilla, con los dedos agarrando mi teléfono, lista para
marcar rápidamente a Nevio para que pudiera venir y ahuyentar a quien esperara
frente a la puerta.
Mis pulmones se desinflaron, los latidos de mi corazón se triplicaron y por
un momento no pude moverme. Desbloqueé la puerta y la abrí.
Nevio se hallaba de pie frente a mí. Tenía una gorra de béisbol calada hasta 308
la cara y vestía un abrigo largo negro que ocultaba la mayor parte de su cuerpo,
algo bueno considerando lo que vi debajo.
Estaba cubierto de sangre, de pies a cabeza. Incluso sus pestañas estaban
llenas de sangre. No llevaba camisa ni zapatos, y su piel y la ropa que llevaba
también estaban cubiertas de sangre, aunque su color negro hacía difícil verlo.
Manchas de sangre ahora también cubrían mi puerta blanca y huellas de
sangre conducían desde el ascensor hasta mi puerta. Si papá viera esto en la cámara
de seguridad, estaríamos en un montón de problemas.
—¿Qué pasó? —susurré. No pude ver ninguna herida obvia, nada que
pudiera explicar la cantidad de sangre, excepto un par de moretones aquí y allá.
Esta noche no había sido una pelea en jaula.
El hedor a sangre rápidamente se volvió opresivo en el estrecho pasillo.
Considerando mi línea de trabajo, no era sensible a la sangre, pero esto era más de
lo habitual.
—Me daré una ducha —dijo, y yo simplemente asentí, preguntándome por
qué estaba aquí. Quizás debería haberlo despedido. Tenía que estar nerviosa. Esto
fue obra suya, sin duda. Había masacrado a una o más personas esa noche y ahora
estaba aquí. Tal vez debería haber tenido miedo, tal vez tenía motivos para tenerlo,
pero después del shock inicial, mi pulso ya se estaba desacelerando. Pasé junto a
él y le abrí la puerta del baño para que no tuviera que tocarla, luego hice lo mismo
con la ducha. Nevio entró y se desabrochó el cinturón. No esperó a que me fuera.
Simplemente se bajó los pantalones y yo simplemente me quedé en medio del
baño, sintiéndome un poco perdida. Cuando se quitó los bóxers, no me sonrojé
como solía hacer.
La sangre había corrido hasta su pene. Se había acumulado en las crestas de
su paquete de seis.
Nevio entró en la ducha y la abrió. Pronto, el agua lavó las primeras capas
de sangre. Retrocedí, pero no me fui. Cerré la puerta por si Carlotta se despertaba.
Si Battista empezara a gritar, lo oiría. Me alegré de que fuera demasiado pequeño
para levantarse solo y vagar por el apartamento. No necesitaba ver la sangre,
aunque probablemente pensara que era pintura. Nevio se lavó el cabello, pero sus
ojos estaban fijos en mí mientras yo me apoyaba contra la puerta. El vapor llenó
lentamente la habitación, creando una barrera visible además de la que podía sentir
entre nosotros esta noche. Siempre había habido un tira y afloja entre nosotros
desde esa noche, pero no importaba lo fuerte que había empujado, la atracción
siempre había sido más fuerte. Esta noche se sintió diferente. Sentí como si
estuviéramos al borde de un empujón que nos separaría más que nunca, y no pensé
que el empujón vendría de mí.
309
Tal vez debería, tal vez ver a Nevio cubierto con la sangre de sus víctimas
debería haber sido la gota que colmó el vaso, y tal vez en uno o dos días lo sería,
cuando lo hubiera asimilado, pero justo en ese momento, me sentí atraída por él.
Me atraía alguien a quien mucha gente llamaría monstruo, y temía que fuera su
lado monstruoso el que formaba parte de su atractivo.
En menos de diez minutos de ducha, no quedó ningún rastro de la matanza.
Nevio estaba limpio y cerró el agua, luego salió de la ducha completamente
desnudo.
Gotas de agua serpenteaban a lo largo de sus músculos, atrapadas en ellos
y en las cicatrices que cubrían su pecho y estómago. Una gota descarriada viajó
más abajo y quedó atrapada en su vello púbico recortado.
Nevio no se molestó en secarse. Caminó directamente hacia mí. Su cabello
goteaba por su rostro, haciendo que pareciera como si estuviera llorando, pero
nunca había visto a Nevio derramar una lágrima, y dudaba que alguien más lo
hubiera hecho tampoco. No estaba segura si él era capaz de hacerlo. Nevio se
detuvo cerca de mí.
—Eres pura luz —gruñó. No dije nada.
Las lágrimas llenaron mis ojos. Nevio pasó sus pulgares por mis mejillas,
atrapando las gotas.
—No sé por qué estoy llorando —susurré.
Sus labios se dibujaron en una sonrisa amarga.
—Rory, creo que sí.
Me mordí el labio inferior y las lágrimas ahora se hicieron más fuertes.
La oscuridad de Nevio era impenetrable.
Siempre supe que Nevio tenía mucha oscuridad. No se podía conocer a
Nevio y no saberlo. Pero siempre pensé que la oscuridad era una pequeña parte de
él. Sin embargo, durante el año pasado, quedó claro que el Nevio que amaba era
parte de una oscuridad que ni siquiera él podía controlar. O tal vez simplemente no
quería controlarlo. La oscuridad significaba libertad para él. No intentaba controlar
su naturaleza, la vivía.
—No estoy hecho para tener compañía. Estoy mejor solo, libre para irme a
dormir por la noche.
Sacudí la cabeza.
—Eso no es cierto. Mira tu vínculo con Alessio y Massimo. Han sido
mejores amigos toda su vida.
310
—Se unieron a mí en la oscuridad, pero nunca lo necesitaron tanto como
yo.
—Nevio…
Sus labios cayeron sobre los míos. Me abrí. No quería ningún juego, ningún
tira y afloja, no esta noche, no cuando esto parecía horriblemente el final. Ni
siquiera estaba segura de por qué lo sabía y por qué esto me entristecía tanto. Había
intentado sacar a Nevio de mi camino durante meses, y ahora que sentía que podría
retroceder, me aplastó el corazón.
Sus dedos aún sostenían ligeramente mis mejillas mientras nos besábamos,
un beso lento y suave que acentuaba la finalidad de este momento. Nevio
retrocedió unos centímetros. El agua de su cabello goteaba sobre mi cara y escote,
las gotas se perseguían por el valle entre mis pechos y empapaban mi camisola. La
tela se pegó a mis pechos y mis pezones se endurecieron.
—Rory. —La palabra era oscura, casi agonizante. Nevio agarró el
dobladillo de mi camisola y la levantó. Levanté los brazos para que pudiera pasarla
por encima de mi cabeza. La arrojó al suelo, luego tomó mi mejilla y presionó sus
labios contra los míos nuevamente.
Sus ojos estaban fijos en los míos como si buscara una conexión que lo
conectara a tierra. Más agua goteó sobre mí y se me puso la piel de gallina. Nevio
se echó hacia atrás y bajó su rostro hacia mi pecho, su cálida lengua persiguió las
gotas a lo largo de la curvatura de mis senos y luego sobre mis pezones.
Me arqueé, mi mano agarró la parte posterior de su cabeza y mis dedos se
enredaron en el cabello mojado. Su lengua lamió meticulosamente cada gota de
agua de mi pecho. Cada vez que rozaba mi pezón, mi núcleo se contraía. Me sentí
nerviosa, hipersensible de una manera que nunca había experimentado. Unas gotas
de agua se escaparon por mi vientre y la lengua de Nevio las persiguió. Cuando la
punta de su lengua pasó por mi ombligo, me tensé y mis dedos se flexionaron
contra su cuero cabelludo. Sabía que esto no terminaría donde habían terminado
nuestros últimos encuentros. Esta vez, le daría aún más de mí a Nevio, física y
mentalmente, y temía que eso me arruinaría para siempre.
Nevio miró hacia arriba, parte de sus ojos cubiertos por su cabello mojado.
Una sonrisa apareció en sus labios, recordándome a mi Nevio, al hombre que aún
quería a mi lado.
Para entonces, varias gotas se habían deslizado por mis muslos y sobre mi
hueso púbico, algunas atrapadas en mi cabello recortado, otras descansando entre
los labios de mi vagina o en la cresta entre mis labios y muslo.
Mi cuerpo estaba tan tenso como un arco, listo para que Nevio también
atrapara esas gotas descarriadas, lleno de deseo y anhelo pero también de 311
aprensión. Arrodillándose frente a mí, deslizó su lengua a lo largo del surco entre
mi muslo y el hueso púbico, luego a lo largo de la parte externa del muslo y hacia
adentro. Sus ojos se encontraron con los míos nuevamente mientras sumergía su
lengua entre los labios de mi coño para atrapar el agua que se había acumulado
allí. Su cabello seguía goteando y lamió cada gota que caía en mi coño.
—El agua nunca sabe tan dulce —dijo con voz ronca. Separó mis pliegues
con sus pulgares y se inclinó sobre mi coño para que más agua fría goteara sobre
mi carne caliente. Cada gota contra mi clítoris me dejó en shock y desesperada por
más. Nevio cubrió mi coño con su boca y de hecho, se zambulló. Sus lamidas se
volvieron casi salvajes mientras recogía algo más que agua. Mis mejillas se
calentaron por la lujuria y la vergüenza a medida que lo veía devorar mi coño.
Estaba cerca; mis piernas se tensaron pero Nevio se apartó.
Intenté empujarle la cabeza de regreso, pero era demasiado fuerte. Sus ojos
me hicieron temblar de lujuria. Uno de sus dedos trazó el surco de mi coño, lejos
de mi clítoris.
—¿Alguna vez has fantaseado con la sensación de mi cuchillo? ¿Cómo
reclamó la parte de tu inocencia que mi polla no había hecho?
Más calor subió a mi cara como siempre ocurría cuando recordaba ese
incidente. Aún no podía creer que en realidad hubiera sucedido y lo había
disfrutado.
Nevio sonrió cuando no respondí. Agarró mi muslo y lo movió hacia un
lado, luego empujó dos dedos dentro de mí. Dejé caer la cabeza hacia atrás pero la
mantuve inclinada hacia abajo para poder mirar. Su frente presionó contra mi bajo
vientre, el frío fue un shock para mi sistema. Me tocó más rápido y más
profundamente, y sus labios se cerraron sobre mi clítoris. Me corrí con un violento
estremecimiento, mis labios se apretaron para evitar emitir un sonido. Se puso de
pie y acunó mi rostro, sus ojos oscuros llenos de necesidad.
—Rory.
Fue todo lo que dijo, pero incluso esa palabra transmitía su deseo. Encontré
sus labios, dejando que mi propia necesidad se hiciera cargo.
Me levantó del suelo y mis piernas rodearon su cintura. Caminó hacia atrás
y luego se dejó caer en el suelo con la espalda apoyada en la bañera y yo a
horcajadas sobre su vientre. Con sus ojos fijos en los míos, agarró mis caderas y
me guio para que su punta presionara contra mi abertura.
—Rory, tómame todo. Quiero ver tu cara. Quiero ver la lujuria, el placer, el
dolor mientras mi polla toma cualquier inocencia que quede.
Empecé a bajarme. El mango del cuchillo era mucho más pequeño y el 312
recuerdo de esa primera noche ya se había desvanecido. Esta noche parecía como
si fuera nuestra primera vez. Nevio agarró mi cuello, su pulgar en mi garganta en
tanto su otra mano presionaba mi cadera. Me hundí a pesar de la intensa sensación
de estiramiento, mis labios se abrieron cuando el aire salió de mis pulmones.
—Ver el dolor mezclado con el placer en tu cara es lo que más excitante que
he tenido. Nada se compara con esto y, en este momento, quiero creer que podría
ser suficiente.
Me hundí hasta que nuestros huesos púbicos se tocaron. Mis párpados se
cerraron por la intensa plenitud y el dolor sordo que sentí. No quería pensar en sus
palabras, no ahora.
Nevio me atrajo hacia él, sus labios reclamando los míos. Su mano se movió
desde mi cadera hasta mi trasero, sus dedos se clavaron en mi nalga. El beso fue
pausado, pero podía sentir la creciente necesidad en Nevio, y mi propio cuerpo
pedía más, aunque todavía dolía.
Roté mis caderas, permitiendo que su polla se deslizara hasta la mitad solo
para hundirse completamente otra vez. Nevio pasó su pulgar por mis labios y su
intensa mirada me hizo estremecer. Quería, necesitaba, más.
Me moví más rápido mientras nos abrazábamos, mientras sus labios se
deslizaban sobre los míos y el corazón de Nevio latía con fuerza contra mi pecho.
Más lento que el mío, y me pregunté si los horrores de esta noche habían hecho
que su corazón latiera más rápido.
Pronto, sus dedos se clavaron con más fuerza en mi carne y sus caderas se
sacudieron hacia arriba, hundiendo su polla más profundamente en mí. Mi núcleo
se tensó cuando las primeras chispas de mi orgasmo iluminaron mi cuerpo hasta
que un fuego artificial de placer se apoderó de mí. Clavé mis dientes en el hombro
de Nevio para contener mi grito y él dejó escapar un áspero gemido. Su propia
liberación estaba cerca.
Incluso cuando aún me inundaban oleadas de placer, con mi cuerpo aún
lleno de dopamina, las primeras nubes oscuras de arrepentimiento e incluso
vergüenza me invadieron. Me había jurado a mí misma no convertirme en la niñera
con beneficios de Nevio, amiga con beneficios, como quisieras llamarlo, pero me
había dejado meter en ese molde, y no tenía forma de escapar de él.
Necesitaba poner fin a esto, necesitaba establecer límites firmes. No quería
perder de vista mi propia felicidad y, en algún momento, la de mí misma, pero el
camino que Nevio y yo estábamos siguiendo ahora conduciría finalmente a ese
resultado. Tenía que parar ahora.

313
Alguna parte primitiva y loca consideró derramar mi semen dentro del coño
de Aurora y dejarla embarazada. Tener a Rory cargando a mi hijo hizo que mi polla
se endureciera aún más y mi pecho se hinchara. Mierda. Ya tenía a Battista y apenas
sabía qué hacer con él. No podía hacerle esto a Rory, incluso si quisiera reclamarla
de todas las formas posibles antes de tener que tomar una decisión difícil. Me lancé
hacia ella aún más fuerte, desesperadamente. El cálido aliento de Aurora golpeó
mi hombro antes de que sus dientes volvieran a hundirse en mi carne, aumentando
mi placer.
Se vino a mi alrededor con un grito áspero, su coño apretando mi polla con
tanta fuerza que vi estrellas y necesité cada gramo de mi autocontrol para no 314
dispararle mi carga. La levanté, mi polla se deslizó hacia afuera y la dejé
nuevamente en el suelo. Rory había perdido todo sentido de nuestro entorno.
Estaba perdida en el placer, como yo estaba perdido en ella. Golpeé mis labios
contra los de ella, besándola llena de necesidad.
—Rory —gemí. Necesitaba venirme. Maldita sea, estaba ardiendo de
necesidad desde que la follé con mi cuchillo. No podía soportar mucho más.
Enroscó sus dedos alrededor de mi polla y comenzó a frotarme. Envolví mi mano
alrededor de la de ella para aumentar la presión. Presioné mis labios contra su
oreja—. Quiero entrar dentro de ti.
Sus labios presionaron contra mi pecho y luego bajaron por mis pectorales.
Mierda. No podía soportarlo. Necesitaba aún más. Finalmente cayó de rodillas.
Agarré su cuello y la empujé más cerca de mi polla. Tal vez un buen chico le habría
dado tiempo para explorar, pero necesitaba follarle la boca ahora o perdería mi
última pizca de cordura. Sus labios se separaron alrededor de mi polla y eché la
cabeza hacia atrás con un gemido cuando su boca y lengua calientes me
envolvieron. Me vine duro.
Mi pecho estaba agitado, mi polla aún palpitaba dentro de Aurora. Luego
ella me miró.
Mierda. Algo estaba pasando y no estaba bien.
Aurora quería hablar de emociones (su expresión no dejaba dudas al
respecto), pero después de la pesadilla de anoche y el frenesí de esta noche, yo no
podía ser lo que ella necesitaba. La puse de pie, la agarré por el cuello y la besé
con fuerza.
—No.
No estaba seguro si ella sabía lo que quería decir, pero la terquedad tensó
su rostro, mezclándose con los primeros rastros de arrepentimiento.
La gente a menudo se arrepentía de haberme conocido. Naturalmente,
Aurora no sería diferente.
—Aurora, estoy a punto de explotar —gruñí. Mi agarre en su cuello se
apretó aún más y ella hizo una mueca, pero la terquedad permaneció en sus ojos.
Mierda, necesitaba dejar de tener esperanzas. Deseaba que ella pudiera ver mi
cerebro solo por un día para darse cuenta de que no estaba bromeando.
—Lucha contra ello, lucha contra lo que sea. Lucha por mí, por tu familia,
por Greta, por tu hijo —susurró. Deseé que no hubiera pronunciado esas palabras
porque me hacían querer intentarlo, pero intentarlo heriría a las personas que me
importaban. Lo sentí en lo más profundo de mis huesos.
La besé, sonriendo amargamente contra sus labios.
315
—Si conocieras el caos en mi cabeza, me abandonarías.
—Como lo haces tan fácilmente conmigo porque soy intrascendente para ti.
—Su voz era áspera y estaba intentando que su rostro pareciera también así. Rory
era muchas cosas, pero dura no era una de ellas. Tampoco era una buena mentirosa,
lo que hacía aún peor que la obligara a mentir constantemente.
—Rory, no eres intrascendente para mí —dije con dureza. Si lo fuera, no
estaría ni una mierda de miedo por lo que podría hacer.
—Tus acciones hablan más que tus palabras.
Se alejó, pero no la dejé. La apreté con más fuerza.
—¿Qué quieres que haga?
—Quiero que lo intentes. Ni siquiera lo estás intentando. Simplemente
sigues tus impulsos. No intentas ser un padre para Battista y no intentas darnos una
oportunidad. —Sus labios se estrecharon como si se arrepintiera de sus propias
palabras.
Apoyé mi frente contra la de ella.
—No deberías pedirme eso.
—¿Por qué no? —preguntó enojada.
—Porque por ti, podría hacerlo. Por ti, lo intentaré.

Ni siquiera veinticuatro horas después de haberle prometido a Aurora


intentarlo por ella, permitir que algo floreciera entre nosotros, asumir la
responsabilidad no solo de Battista sino también de mis emociones y de ella, había
emprendido una de las mayores matanzas de mi vida. Quizás había sido inevitable.
Era como si mi lado monstruoso hubiera temido ser enjaulado y
desenfrenado para demostrar quién aún dirigía el espectáculo, y definitivamente
era un lado mío que no era apto para una relación de ningún tipo.
Battista y Aurora merecían algo mejor. Mi familia merecía algo mejor. 316
Demonios, incluso la Camorra merecía algo mejor.
Estaba cubierta de sangre de pies a cabeza, podía sentirla pegarse a mi cara,
a mis párpados, a mis pestañas. El mundo a mi alrededor estaba envuelto en una
niebla rosada porque la sangre incluso cubría mis malditos globos oculares.
Observé las gotas de sangre que goteaban de mis pantalones empapados y
caían al suelo.
Un policía se acercó a la celda. Joven. Sobre motivado. Arrogante. Quizás
un poco sádico. Lo miré por el rabillo del ojo. La policía me había detenido en el
lugar de la matanza. Me senté entre los cadáveres y permití que la policía me
llevara con ellos. Tenía mucha adrenalina. Si podías sufrir una sobredosis de sed
de sangre, entonces definitivamente ese había sido el momento, pero aparte de las
drogas, no había muerto. Al menos no mi cuerpo. Quizás una parte de mí sí lo
había hecho. ¿Quién podría decirlo de verdad? Mi cerebro aún estaba demasiado
desordenado para analizar algo.
—Deberíamos darle un manguerazo —dijo el joven oficial—. Sacarle esa
ropa y darle una larga ducha fría. —La emoción en su voz era inconfundible.
—No entraré allí —dijo el oficial mayor. Me había evitado como si fuera el
diablo. Probablemente pensaban que estaba poseído—. Y será mejor que tú
tampoco.
—Vamos. Nosotros estamos armados y él no. Es un mocoso mimado, pero
sin su padre aquí, ¿qué puede hacer? Está a nuestra merced.
Observé su interacción con los ojos medio cerrados.
—Bernie, necesitas aprender un par de cosas. Eres nuevo.
Bernie se burló.
—¿Te refieres a inclinarte ante la mafia?
El oficial mayor suspiró.
—Simplemente no entres allí. —Se dio la vuelta y salió del bloque de
celdas, dejando al joven e ingenuo Bernie solo conmigo y un par de borrachos en
las celdas vecinas. Bernie se acercó a los barrotes con una sonrisa desagradable.
No me moví y me quedé mirando mis manos cubiertas de sangre.
—¿Ya no eres tan hablador? —se burló. No recuerdo haber sido hablador.
Por lo general, era silencioso y letal.
—Deberías escuchar a tu colega —murmuré.
Agarró las llaves y sacó la pistola Taser. Al abrir la puerta, me apuntó con 317
la pistola Taser y entró en la celda. Sin previo aviso, me disparó el Taser. El alambre
salió disparado y los dos dardos alcanzaron mi hombro. Mis músculos se
flexionaron incontrolablemente mientras la electricidad recorría mi cuerpo. Mis
dientes chocaron y el sabor metálico de la sangre llenó mi boca mientras intentaba
recuperar el control sobre mi cuerpo. Mi respiración se entrecortaba a medida que
luchaba por permanecer en el banco y no caerme.
Con un gruñido, levanté un brazo y arranqué los dardos de mi cuerpo. Uno
de ellos no había penetrado completamente mi piel, probablemente por eso podía
moverme y no tuve que esperar a que cesaran los impulsos eléctricos.
Me puse de pie y tiré del cable. Bernie tropezó hacia adelante antes de que
el cable se rompiera. En dos pasos estuve a su lado, lo agarré del brazo y de la
cabeza y lo lancé hacia la pared. El omóplato y el mentón chocaron con un
satisfactorio crujido contra el cemento. Su rugido de dolor en respuesta me hizo
sonreír. Sacudí su cabeza hacia atrás para que sus ojos afligidos por la agonía se
encontraran con los míos.
—Hijo de puta, es hora de jugar.
Se oyeron unos pasos y el primer oficial salió corriendo al pasillo.
Cerré la puerta de mi celda de una patada alta y la cerradura hizo clic en su
lugar. Dos agentes más entraron corriendo. El primero jugueteó con sus llaves
mientras yo agarraba a Bernie una vez más y le enrollaba el cable Taser alrededor
de su garganta. Lo apreté, pero después de unos segundos de jadeo por parte de
Bernie, el cable se rompió nuevamente.
—Qué vergüenza —dije arrastrando las palabras. Él farfulló y arañó mis
manos.
Le sonreí y golpeé mi frente contra su nariz, haciendo que la sangre brotara
de sus fosas nasales. Lloró con voz ronca.
Las armas me apuntaron y un dedo nervioso apretó el gatillo. Usé a Bernie
como escudo y la bala le dio en el muslo. Gritó de nuevo.
—Eso estaba cerca de su arteria. —Chasqueé—. Si quieres matar a Bernie,
tendrás que intentarlo de nuevo.
Finalmente, la puerta de mi celda se abrió y otro oficial entró
tambaleándose. Empujé al pobre Bernie hacia él. Chocaron y salté hacia ellos con
otra patada, enviándolos a ambos volando al piso. Aterricé junto a ellos y, en un
instante, sostuve sus armas y les apunté a la cabeza. La prisión se llenó de más y
más oficiales, y a todos les preocupaba que mi dedo en el gatillo fuera mejor que
el de ellos, por una buena razón. Les enseñé los dientes a los oficiales que estaban
a mis pies.
318
—Bernie, la próxima vez, será mejor que escuches a tus colegas.
—Suficiente —rugió alguien.
Me quedé paralizado cuando entraron papá, Nino y Savio. Los policías se
separaron.
—Abajo todas las armas —ordenó papá.
Los policías no dudaron y yo hice lo mismo.
Lentamente, me enderecé y tiré las armas.
—Él viene conmigo. No se metan con mi familia.
Ni papá ni mis tíos dijeron una palabra cuando me llevaron a su auto. De
repente me sentí exhausto. Apoyé la cabeza contra la ventana y debí quedarme
dormido porque cuando volví a mirar a mi alrededor, estaba en una habitación con
las paredes desnudas y sin ventanas. Nino se apoyaba contra la pared frente a mí,
directamente en mi línea de visión. Me miró de pies a cabeza sin decir palabra. Su
expresión estaba en blanco y, a veces, incluso a mí se me ponía la piel de gallina
por culpa de mi tío.
—Te falta control —dijo arrastrando las palabras.
—Le falta más que eso —murmuró Savio quien apareció al lado de Nino—
. Empatía, moderación, razón. Lo único que le sobra es locura.
Le mostré una sonrisa. Sacudió la cabeza, por una vez no estaba de humor
para bromas.
—Hablaré con él a solas —dijo papá en voz baja. Mis ojos lo buscaron. Se
apoyó contra la pared a mi derecha.
Nino tocó el hombro de papá e intercambiaron una mirada que me recordó
a Massimo y Alessio. Algo pasó entre ellos de lo que se suponía que yo no debía
estar al tanto.
319
—Hombre, contrólate —murmuró Savio mientras se acercaba a mí, sus
dedos clavándose en mi hombro, sus ojos implorantes.
Enseñé los dientes.
—Nunca me viste perder el control.
—Eso es lo que tememos —dijo Nino. Buscó mis ojos, luego solo asintió y
salió con Savio.
Miré a mi alrededor y me di cuenta de dónde estábamos. Aquí era donde
llevaban a enemigos y traidores para torturarlos y matarlos.
Levanté una ceja hacia papá.
—¿De verdad crees que puedes? —Fue pensado como una provocación y
una broma.
Papá me miró a los ojos y mi sonrisa murió. Me reí entre dientes y luego
asentí. Caminó hacia mí y me agarró la cara, apoyando nuestras frentes una contra
la otra, sus ojos ardiendo en los míos.
A veces veía en ellos la misma locura y hambre de destrucción que siempre
ardía dentro de mí.
—Te amo más que a mi vida. Pero a veces pienso que eres un castigo por
mis pecados, una forma de devolverme mis propias faltas. Nunca supe lo que tuvo
que soportar Nino hasta que llegaste a mi vida.
No me dolieron sus palabras. Muy pocas cosas en mi vida me hacen daño,
física o emocionalmente. Eran ciertas.
—Greta consiguió todo lo bueno que mamá y tú tenían para dar, y yo heredé
todo lo malo. Así es. Eso es el yin y el yang para ti.
—No es gracioso —rugió.
—No, es mi vida —gruñí—. Es lo que soy, papá. Tú, a diferencia de los
demás, nunca me pediste que cambiara ni que me controlara. Solo me pediste que
lo canalizara.
—Porque sé que no puedes controlarlo.
Sonreí amargamente.
Papá arrastró una silla por la habitación y se sentó frente a mí, mirándome
como a un perro rabioso al que su dueño no podía sacrificar aunque sabía que el
monstruo volvería a matar.
—Las Vegas está bajo mi control. La costa oeste lo está. Pero en algún
momento, ni siquiera mi control será suficiente. Incluso el imperio más fuerte
puede caer si el rey no se asegura de que sus súbditos se sientan seguros. —Su voz 320
tembló con moderación. Quería matarme y sabía que debía hacerlo—. ¿Alguien
está a salvo, Nevio? ¿Existe un límite de lo que eres capaz de hacer? Porque
últimamente me temo que no lo hay.
Debería haber mentido, pero no quise.
—No sé. Ojalá lo hiciera, pero no lo hago, al menos al cien por cien. —Me
encogí de hombros—. ¿Estás absolutamente seguro de que nunca lastimarías a las
personas que amabas?
—Sí —dijo con firmeza. Me pregunté si su certeza en realidad provenía de
la convicción o porque pensó que al decirlo en voz alta se convertiría en realidad.
—Papá, si pensara que alguna vez podría lastimar a nuestra familia, me iría
y nunca volvería —dije finalmente, porque era verdad.
—Será mejor que lo hagas —murmuró. Sus ojos reflejaban dolor—. No
fuerces mi maldita mano. Mataría a tu mamá. Mataría a Greta. —Tragó pesado, su
agarre en mi garganta apretándose—. Me mataría.
—Papá, sabes lo bueno que soy matando —dije.
Miré mi reloj una vez más pero aún no había señales de Nevio. Estaba
retrasado. Treinta minutos tarde, para ser exactos. Yo tenía que irme a trabajar en
unos veinte minutos y Carlotta en unos diez minutos para ir a la universidad. Diego
la estaba recogiendo como de costumbre y llevándola allí.
—Ni siquiera ha recibido mi mensaje de texto —murmuré, mirando mi
teléfono.
Una parte estúpida de mí temía que algo le hubiera sucedido que le
impidiera llegar a tiempo, cuando sabía que simplemente era Nevio siendo Nevio.
Pude ver desvanecerse su promesa de darnos una oportunidad real. No estaba 321
segura si no podía hacerlo o si no quería. Probablemente fuera una combinación
de los dos. Me dolía el corazón y sentía el estómago vacío al considerar lo que esto
significaba. Le había dejado muy claros mis límites a Nevio y esta vez no cedería.
No me importaba si mi cuerpo ardía por su toque o si mis sueños repetían el placer
que él me había dado. No me importaba si esto significaba renunciar a Nevio y a
mí para siempre porque la otra opción significaba renunciar a mí. Yo no haría eso,
ni siquiera por Nevio. No había hecho nada para merecerlo, y dudaba que alguna
vez hubiera un momento en el que alguien realmente valiera la pena para renunciar
a todo lo que te hace ser.
Carlotta dejó su mochila sobre el mostrador con un suspiro silencioso.
—Tal vez esto es lo que temías, que él esté retrocediendo por completo, que
se arrepintió después de prometerte progreso. Tal vez que te engañe sea en realidad
la señal que necesitas.
—No necesito otra señal para saber que una relación entre Nevio y yo no
va a funcionar. Necesito a alguien que vigile a Battista, y ese alguien debería ser
su padre.
Carlotta asintió con expresión compasiva, pero me di cuenta de que ella
también pensaba que era en parte culpa mía. Y ella tenía razón. Debería haber
cumplido mi promesa después de la fiesta. En cambio, había caído presa de la
seducción de Nevio. ¿Quién hubiera imaginado que acecharme y llevarme al borde
del abismo me excitaría?
Apreté los labios y luego asentí.
—Tienes razón. Le puse excusas durante demasiado tiempo. Le permití
seguir siendo irresponsable porque me tenía para sus responsabilidades.
Carlotta se acercó a mí y me abrazó.
—Si no aparece hoy y no tiene una buena excusa, debes contarles a sus
padres sobre Battista.
Asentí y Carlotta se apartó. Besó mi mejilla.
—En realidad tengo que irme o Diego subirá. Ya sospecha por qué nunca lo
invito a entrar.
—Lo sé. Y gracias por apoyarme siempre.
Carlotta sonrió, luego se giró y se acercó a Battista en su parque para besarle
la frente antes de tomar su mochila e irse. Battista se puso de pie muy inestable y
me miró esperanzado. Fui hacia él y lo levanté, luego resoplé en su mejilla
regordeta, lo que hizo que se riera incontrolablemente. Llegaría tarde a mi pasantía
y Doc Gentile no quedaría impresionado en absoluto. Dejé a Battista en el suelo a
pesar de sus protestas y recogí mi teléfono para llamar al hospital. Después de 322
cerrar la puerta de la cocina para evitar que Battista me molestara, llamé para
reportarme enferma.
Pude oír que pensaba que estaba fingiendo y, por supuesto, tenía razón.
Regresé a la cocina donde Battista había empezado a llorar porque lo había dejado
solo. Se detuvo una vez que lo levanté de nuevo. Cantando «Wheels on the Bus»,
intenté llamar nuevamente a Nevio, pero la llamada no prosperó.
Battista balbuceaba junto con la canción, un poco de baba corriendo por su
barbilla gracias a la dentición.
—Tu padre es un idiota —murmuré.
Battista se rio como si le hubiera contado un chiste, lo cual
desafortunadamente no fue el caso. Mi teléfono sonó y mis ojos se abrieron de par
en par pensando que era Nevio. En cambio, «Papá» apareció en mi pantalla. Oh,
no.
—Hola, papá…
—¿Estás bien? El médico me llamó.
Me mordí el labio. Debería haber sabido que papá se enteraría, pero esto fue
más rápido de lo que pensaba.
—Estoy bien, solo me duele la cabeza.
—Voy para allá. Algo pasa.
—Papá…
—No —dijo con firmeza—. Después de la última visita de Nevio, dejé de
creer que las cosas están bien.
Por supuesto, que Nevio dejara huellas sangrientas y pareciera muerto había
dejado a papá muy preocupado. Nevio me estaba causando demasiados problemas.
—Si no hubiera desaparecido de la faz de la tierra, le habría sacado la verdad
a golpes.
—¿Se fue?
—No es la primera vez que se va, y probablemente tampoco será la última.
Tal vez Remo tenga que salvar su lamentable trasero de otra celda policial otra vez.
Me sacudí.
—¿Puedes enviar a mamá? Por favor.
Silencio al otro lado.
—Aurora, ¿qué está pasando? ¿Puedes hablar libremente?
—Papá, no estoy en una situación de rehenes —dije—. Solo necesito a 323
mamá.
—Mierda. Ahora en serio me tienes preocupado. Llevaré a tu mamá, pero
iré con ella. De ninguna manera voy a dejarla ir sola mientras no sepa lo que está
pasando.
Colgó.
Miré a Battista.
—Todo estará bien.
De repente, mi corazón se sintió pesado al pensar en tener que dejarlo ir.
Nos habíamos convertido en un buen equipo y él estaba muy apegado a mí.
Cuando sonó la puerta, devolví a Battista a su parque para abrirla. Mamá y
papá esperaban frente a la puerta. Papá sostenía un arma en la mano como si
estuviera listo para la guerra. Mamá parecía molesta y preocupada.
Ya estaba en bata. Papá me escaneó de pies a cabeza.
—No estoy herida —dije, abriendo más la puerta para que pudiera ver que
no había nadie detrás de mí.
—¿Hay alguien contigo? —preguntó papá.
Dudé. Porque técnicamente lo había, pero no en el sentido que papá quería
decir. Pero mi vacilación fue demasiado para papá. Me empujó suavemente a un
lado y entró corriendo al apartamento, revisando una habitación tras otra hasta que
lo oí maldecir.
La expresión de mamá se tensó.
—Aurora, ¿qué está pasando?
Le indiqué que me siguiera y una vez dentro de la cocina, ella también soltó
una maldición de sorpresa al ver a Battista. Había empezado a llorar cuando papá
entró en la habitación. Lo levanté y lo tranquilicé con palabras amables.
Mamá y papá me miraron horrorizados.
—¿Qué demonios? ¿Cuándo pasó esto? ¿Cómo nos ocultaste esto? Es de
Nevio. Solo tengo que mirar esos ojos. Voy a matarlo por tocarte.
Me tomó un momento darme cuenta de que papá pensaba que Battista era
en realidad mi hijo.
—Aurora no estaba embarazada —dijo mamá, pero pude escuchar un leve
indicio de vacilación en su voz.
—¿Cómo pude haber ocultado un embarazo? Me veían en bikini todo el
tiempo —dije riendo.
324
Ni mamá ni papá se rieron, pero parecieron aliviados cuando se dieron
cuenta de que había dicho la verdad.
—Entonces, no es tuyo —dijo papá.
—No es mío. Nevio me pidió que lo cuidara.
—Por supuesto que lo hizo —dijo papá. Caminó por la cocina, con el arma
aún en la mano, como si esperara que Nevio apareciera.
—Por favor, ¿puedes calmarte? Estás asustando a Battista.
Papá se detuvo abruptamente, pero no parecía nada tranquilo. Sus ojos
azules ardían de furia. Mamá vino hacia mí.
—Has estado cuidando de él desde que te mudaste aquí, ¿verdad? Por eso
querías mudarte tan rápido. Cuatro semanas. Es mucho tiempo para alguien tan
joven como tú.
—Muchas mujeres en nuestros círculos no son mucho mayores cuando dan
a luz —dije. Battista miró a mamá con la boca abierta.
—Lo sé. —Mamá asintió, mirándome con admiración que poco a poco se
transformó en reproche—. Nos has mentido.
Papá se burló.
—Nevio la obligó a hacerlo. Ese es su talento especial. —Se acercó pero se
detuvo cuando Battista empezó a llorar de nuevo.
—Shhh, está bien —susurró mamá, pero Battista presionó su cara contra mi
pecho y le froté la espalda hasta que se calmó.
Papá me clavó una mirada dura.
—Contéstame una pregunta, ¿por qué?
Me encogí de hombros. Ni siquiera yo tenía en realidad una respuesta a esa
pregunta.
—Supongo que quería ayudar a Nevio.
—¿Te ha tocado?
—Papá... —Me sonrojé.
—No me digas «papá» ahora. Responde a mi pregunta. ¿Te ha tocado?
—Fabiano, de verdad no creo que sea asunto nuestro —dijo mamá
amablemente, pero apuesto a que me habría hecho la misma pregunta si
estuviéramos solo nosotras dos.
Papá se acercó y esta vez no se detuvo cuando Battista comenzó a llorar.
325
—Aurora, quiero una respuesta. Si no me respondes, tomaré tu sonrojo
como un maldito sí y lo perseguiré.
—Probablemente se está sonrojando porque es una pregunta muy personal.
Tragué. Que mamá me defendiera me hizo sentir aún peor, pero tenía razón.
Mi vida sexual no era asunto de papá.
—Nada pasó en contra de mi voluntad —dije.
Papá dejó escapar un rugido y pateó una de las sillas que voló por la
habitación y se estrelló contra la pared, perdiendo una pierna.
—Voy a arrancarle las pelotas.
—¡Fabiano! —dijo mamá, con los ojos muy abiertos.
—No, no lo harás. Lo que pasó entre Nevio y yo es solo asunto mío.
La cabeza de papá estaba casi morada por la furia.
—¡Es asunto mío si te obliga a tener sexo con él!
—Tuviste relaciones sexuales con mamá antes del matrimonio, si se trata
de tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. —Mis mejillas ardieron. Hablar
de sexo con papá era lo último que quería, pero él no me dejó otra opción.
—No se trata de una visión conservadora del mundo —dijo—. Se trata de
que estés con el maldito Nevio Falcone. No es alguien con quien deberías estar
cerca. Y tenía intenciones serias con tu madre. ¿Qué hay de él?
No dije nada porque no estaba segura de las intenciones de Nevio. Dudaba
que incluso él lo supiera.
—No estabas seguro de nosotros cuando empezaste a perseguirme. Tal vez
sea lo mismo con Nevio —dijo mamá, tocando la parte superior del brazo de papá
en un gesto calmante.
Se encontró con la mirada de mamá y, por una vez, ella no logró
comunicarse con él.
—Espero que no. No lo quiero con Aurora. No lo permitiré.
—Estoy aquí, ¿sabes? Y no tengo intención de estar con Nevio —dije. Esta
era mi vida, y aunque había admitido que había tomado algunas decisiones muy
malas con respecto a Nevio, ahora tenía una nueva determinación de expulsarlo de
mi vida de una vez por todas.
Papá sacó su teléfono del bolsillo.
326
—Necesito llamar a Remo. Ahora.
Di un paso adelante.
—Espera.
Papá frunció el ceño.
—Es su nieto. Necesita saberlo para poder arrancarle a Nevio uno nuevo.
Me mordí el labio. No estaba seguro de por qué de repente tenía tanto miedo
de contarle a la familia de Nevio sobre Battista. Tenían derecho a saberlo. Después
de todo, eran su familia. Mamá me dio una sonrisa tranquilizadora.
—Estará todo bien. Remo no se enfadará contigo por ayudar a Nevio a
mantener este secreto.
—Él se enojará como debería y yo estoy como el infierno —dijo papá,
mirándome con severidad—. Mentir sobre todo, eso no es lo que te criamos para
hacer.
—Me enseñaste la importancia de la lealtad. No siempre estás de acuerdo
con las decisiones de Remo, pero lo respaldas.
—Él es mi capo.
Mamá lo miró pero no lo contradijo.
—Él es tu amigo primero —dije. Aunque «amigo» en realidad no era el
término correcto. Fabiano consideraba a Remo casi como su hermano, pero yo no
podía ver a los Falcone como una familia, especialmente ahora que me había
acostado con uno de ellos. Eso sería demasiado extraño.
—Por eso voy a llamarlo ahora. Los secretos terminan ahora.
No todos esos.
—Tal vez deberíamos decírselo a Remo en persona —dijo mamá con su voz
de abogada—. De esa manera, no podrá acumular su ira.
—Tendrá más que suficiente si se lo contamos en persona, pero esta podría
ser una noticia que es mejor contarle directamente. —Papá se llevó el teléfono a la
oreja. Después de algunos tonos, Remo contestó—. Necesito ir a hablar contigo.
Es importante. —Pausa—. Preferiría no decírtelo por teléfono. —Pausa—. Sí, está
vinculado a Nevio. —Papá bajó el teléfono y luego me miró a los ojos.
Tragué con fuerza.
—Esto no va a salir bien.

327
Nunca pensé que me iría de Las Vegas, ni por mucho tiempo, ni sin una
fecha de regreso definida. Sin embargo, hoy había comprado un billete de ida a
Nápoles.
No había hablado con nadie sobre eso, ni siquiera con Greta o Aurora. Ya
había suficiente conmoción en mi cerebro. Nadie podía quitarme esta decisión
porque nadie sabía cuán confusos estaban mis pensamientos en este momento.
Necesitaba tiempo para recuperarme, para crecer, como lo llamaría papá. Quizás
eso también. Pero, ¿quién había oído hablar de un asesino en serie que surgiera de
sus impulsos asesinos?
328
El problema ni siquiera era esto último: ser un buen asesino y amarlo era la
mejor condición para ser un mafioso. Todo el lado masculino de mi familia eran
asesinos. A algunos les gustaba más que a otros, pero a todos se nos daba bien. El
problema era que se había convertido en una adicción. Después de una matanza,
ya tenía sed de la próxima matanza. Vivía para mis cacerías nocturnas y necesitaba
controlarme.
Quería. Quería manejar mi lado oscuro como lo hacían papá y Nino, algo
que nunca les admitiría. Los admiraba por cómo manejaban la vida familiar y la
oscuridad que albergaban.
A veces quería lastimar a todos, pero había ciertas personas a las que
siempre quise salvar un poco más de lo que quería lastimarlas. Salvarlas de mí. El
problema era que cada día estaba un poco menos seguro de quién llevaba las
riendas, si el monstruo o yo.
Cuando salí de la mansión Falcone por la mañana, no estaba seguro de
cuándo regresaría o si regresaría. Podría morir ayudando a la Camorra en Italia.
Podría decidir que mi oscuridad simplemente no era controlable.
Lo más difícil fue no despedirse, especialmente de Aurora. Ella no me
perdonaría por esto y tenía todo el derecho a odiarme. Pero ella podría entregar a
Battista a mis padres, y ellos cuidarían mejor de mi hijo que yo.

Mi primera parada después de aterrizar en Nápoles no fue la sede local de


la Camorra ni la villa de mi tío abuelo en las afueras de la ciudad.
Fui al mejor estudio de tatuajes de Nápoles. Cuando mi plan de irme se
formó en mi cabeza, supe que quería llevarme a Battista y Aurora conmigo de
cualquier manera que pudiera, así que decidí tatuarlos en mi piel. Aurora por los
sentimientos que tenía por ella, y Battista por los sentimientos que debería tener
por él.
329
No tenía cita pero logré entrar de todos modos. Le mostré al tatuador una
imagen de una aurora boreal. El nombre de Aurora no podría haber sido más
apropiado para cómo la veía. Una luz brillante contra el cielo oscuro. Su luz incluso
lograba iluminar la oscuridad dentro de mí. Tal vez algún día alcanzaría mi
equinoccio personal, y tal vez algún día mi oscuridad y mi luz serían pareja. La
aurora boreal siempre brilla más en la noche del equinoccio. Mientras mi oscuridad
pesara más que el bien dentro de mí, la luz de Aurora siempre ardería un poco
menos en mi presencia. Yo no quería eso.
El tatuador creó algunos dibujos rápidos de tatuajes de auroras boreales. No
quería un fondo de bosque o montañas. Quería que el foco estuviera únicamente
en la aurora boreal y el cielo nocturno detrás de ellas. Elegí un cielo nocturno negro
como fondo y luces verdes y turquesas brillantes. No tenía muchos tatuajes, no
tantos como Alessio y Massimo, solo dos hasta ahora: el tatuaje de la Camorra del
ojo y el cuchillo, luego un tatuaje del Joker en mi espalda con su sonrisa y ¿Por
qué tan serio? en rojo sangre debajo seguido de una cadena de JAJAJAJAJAJAJA.
Las A no cerradas completamente en la cima porque cada trazo vertical
representaba una vida quitada, como una lista de conteo. Había muchos jaja a estas
alturas, volviéndose cada vez más pequeños a medida que serpenteaban por mi
espalda. Tenía la sensación de que en algún momento tendría que dejar de llevar la
cuenta. Ambos tatuajes estaban realizados en negro y rojo. Apreciaba ambos
colores por su significado más profundo para mí. Ahora se agregaría el primer
toque de color a la lista.
—¿Dónde quieres el tatuaje? —me preguntó el tatuador después de haber
elegido el diseño. Hice un gesto hacia el centro de mi pecho, luego ligeramente
hacia la izquierda.
—Quiero las luces sobre mi corazón —dije.
El tatuador asintió pero no hizo comentarios. Bien por él. Me pasé la
camiseta por la cabeza.
—Gran obra de arte —dijo cuando le di la espalda. Nino había hecho un
trabajo fabuloso con el tatuaje del Joker y la sangrienta lista de conteo. Le mostré
al chico que el tatuaje de la Camorra en mi muñeca era igual de bueno.
—Mi tío los hizo.
—Impresionante. ¿Por qué no lo elegiste para estos tatuajes?
—No quería. ¿Te preocupa que tu arte no sea tan bueno como el suyo? —
Le levanté las cejas—. Porque confío en ti y estos tatuajes son muy importantes
para mí.
Tragó pesado.
—Va a ser mi mejor trabajo.
330
Me estiré en la silla y le tendí el antebrazo.
—Empecemos con la letra. —El tatuaje de Battista sería sencillo. Una B
roja sobre mi muñeca porque él era mi sangre. Quería elegir un tatuaje con un
significado más profundo como había hecho con Aurora, pero simplemente no lo
conocía lo suficiente. Esperaba que, si alguna vez tuviera la oportunidad de
hacerlo, pudiera agregar más detalles al tatuaje. Por ahora, llevaría su inicial
conmigo como un recordatorio constante de que Aurora no era la única que me
necesitaba para enfrentar a mis demonios y encadenarlos. Después de menos de
una hora, la B roja adornaba mi piel. En el momento en que el tatuador tocó mi
pecho con la aguja, cerré los ojos y dejé que la quemadura invadiera mi cuerpo.
Sentí como si casi tocara mi corazón, como si la tinta se hubiera enterrado lo
suficientemente profundamente como para llegar a esa parte de mí, tal como lo
había hecho Aurora.
Después de tres horas, el zumbido de la aguja se apagó por última vez. Abrí
los ojos y miré al tatuador.
Tenía la frente sudorosa, probablemente no solo porque había trabajado tres
horas seguidas.
Agarró el espejo de su estación de trabajo y me lo tendió para que pudiera
ver su trabajo. El negro del cielo nocturno sobre mi corazón hacía que pareciera
que solo había un agujero negro en mi caja torácica, lo cual encajaba, pero estaba
iluminado por trazos de luz serpenteantes en verde y turquesa.
Asentí concisamente. Era como lo había imaginado. Bajé las piernas de la
silla y me levanté.
—Lo hiciste bien —le dije. Quería irme, sentía la necesidad de estar a solas
con las extrañas sensaciones que creaba esta manifestación de Aurora en mi
cuerpo.
Agarré mi camisa y me la puse, luego, al salir, arrojé un fajo de billetes en
el mostrador de recepción, demasiado para su trabajo, y nuevamente, no. No esperé
a que lo contara.
El corazón me latía con fuerza en el pecho y me sentía inquieto, perseguido.
Esperaba una reacción al tatuaje, que fue una de las razones por las que no elegí a
Nino para el tatuaje. Habría visto algo en mis ojos o en mi cara, algo que no quería
compartir con la gente que me conocía. Solo podía imaginar lo que dirían Alessio
y Massimo si vieran el tatuaje. El sabelotodo Massimo sumaría dos y dos.
Definitivamente sabía lo que mostraba el tatuaje. Aurora boreal.
Aurora.
La maldita luz de mi vida. 331
—Tengo un jodido mal presentimiento —murmuré.
Nino entrecerró los ojos mientras pensaba.
—¿Crees que él sabe sobre el incidente de la fiesta?
—Maldita sea, no lo sé. Parecía enojado.
—Tal vez deberíamos decirle que conocemos el incidente desde hace un
tiempo —sugirió Savio encogiéndose de hombros—. Es mejor que seguir con la
mentira y que nos explote en la cara más tarde. —Dejó escapar una risita—. Quién
hubiera pensado que Nevio sería quien provocaría un escándalo sexual. Debería 332
haber sido yo.
—Aún podrías causar uno, pero Gemma te haría uno nuevo y yo la ayudaría
—le dije. Nunca pensé que Savio pudiera serle fiel en absoluto, pero Gemma
parecía ser lo que necesitaba.
—El único escándalo sexual al que estoy dispuesta es que me pillen
teniendo sexo en público con Gemma.
—¿Qué tal si volvemos al asunto que nos ocupa? —preguntó Nino.
Asentí concisamente.
—Dile a tus hijos que vengan aquí. Quizás sepan más. O han tenido noticias
de Nevio. Serafina está empezando a preocuparse y yo me estoy enojando.
—¿No lo estabas antes? —preguntó Savio con una ceja arqueada.
No recordaba la última vez que no estuve enojado con Nevio. Tenía un
talento asombroso para causar problemas. De hecho, esperaba que desapareciera
pronto. Necesitaba ser más responsable si algún día quería convertirse en Capo.
Massimo y Alessio entraron a la habitación después de Nino unos minutos
más tarde, ambos con expresiones ilegibles. No me estaba engañando al creer que
su lealtad hacia mí superaba su lealtad hacia Nevio. Estos tres normalmente
estaban unidos por la cadera.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó Massimo, mirando de Nino a mí.
—Nevio está en problemas y, por lo tanto, ustedes dos probablemente
también lo estén —dijo Savio. Alessio y Massimo intercambiaron una mirada, una
que no pude descifrar.
—Sospechamos que Fabiano se enteró del incidente de la fiesta —dijo
Nino, mirando de cerca a su hijo—. ¿O hay algo más que podría molestar a
Fabiano?
—Estoy bastante seguro de que nada podría molestar más a Fabiano que
Nevio quitando la inocencia a Aurora. ¿No es suficiente? —preguntó Alessio con
una risa sarcástica.
Nevio siempre encontraba maneras de empeorar una situación que ya era
mala. Vivía para el caos.
—¿Entonces ustedes dos desconocen otros acontecimientos que podrían
causarnos problemas? —Otra mirada pasó entre ellos. A veces me recordaban a los
gemelos. Nevio y Greta también habían compartido miradas que nadie más que
ellos podían leer.
—Estoy a punto de perder la cabeza. Si Fabiano me dice algo sobre lo que
333
ustedes dos deberían haberme advertido, entonces habrá mucho que pagar.
—Su lealtad hacia Nevio es admirable, pero ante todo, su lealtad debe ser
con Remo.
La puerta se abrió y Giulio entró pisando fuerte.
—Fabiano está aquí con Aurora y Leona, y un bebé que se parece a Nevio
cuando era pequeño. —Su voz era ansiosa, como si pudiera oler que los problemas
estaban a flote. Él también vivía para ello. Mis genes en serio habían colaborado
con mis hijos.
Entonces sus palabras se registraron y mi corazón comenzó a latir con
fuerza en mi pecho.
—¿Un bebé?
Giulio asintió con una sonrisa.
—Como un pequeño Nevio.
—Puta mierda —gruñí. Definitivamente no había sido padre de un hijo, así
que eso dejaba una conclusión. Mi hijo había dejado embarazada a alguien—. ¡No
me digan que Nevio embarazó a Aurora!
—Si su primera interacción sexual hubiera sido en la fiesta, ella no podría
haber tenido su hijo —dijo Nino, como si yo no supiera hacer matemáticas.
—¡Quién sabe si no tuvieron relaciones sexuales antes! —Caminé hacia
Massimo y Alessio mirando uno al otro.
—No es el hijo de Aurora —dijo Massimo, luciendo tranquilo y sereno.
Tenía casi la intención de agarrar su garganta, pero era el hijo de Nino, así
que controlé mi primer impulso.
—¿Cuánto tiempo hace que saben?
Unos rápidos pasos femeninos se acercaron y Serafina apareció en la puerta,
con los ojos muy abiertos por la sorpresa y el rostro enrojecido.
Pasé una mano por mi cabello. En realidad, deseaba haberle ocultado esto,
pero una mirada a ella me dijo que acababa de ver al pequeño de Nevio.
—Creo que todos deberíamos hablar con Fabiano ahora.
—Remo —dijo Fina lentamente.
Toqué su espalda baja.
—No sé más que tú.
Cuando entramos a la sala común, Fabiano caminaba de un lado a otro con
334
una expresión de agitación en su rostro. Leona estaba sentada al lado de Aurora en
el sofá, y esta última tenía un bebé en su regazo. Cabello y ojos oscuros. Y las
características típicas de Falcone.
—¡Puta mierda! —gruñí, haciendo que el bebé rompiera a llorar.
—Aún lo tienes —dijo Savio con una sonrisa mientras pasaba junto a mí
para ver más de cerca al hijo de Nevio. Dejó escapar un silbido.
Le hice un gesto a Aurora y al bebé.
—¿A alguien le importaría explicar qué diablos estoy viendo aquí?
Fabiano se detuvo y estiró los brazos a ambos lados con una risa amarga.
—Al parecer, tu hijo dejó embarazada a una chica, quien luego dejó al niño
y él decidió que era una buena idea dejar que Aurora cuidara al bebé durante
semanas.
Gemma entró con expresión confusa.
—¿Qué está sucediendo?
Giulio se sentó en el respaldo con una sonrisa diabólica.
—¡Nevio está en problemas!
Gemma miró al bebé y dejó escapar un suspiro antes de caminar hacia
Savio. Sacudí la cabeza.
—Tal vez alguien debería buscar a Kiara para que pueda participar en la
diversión —dijo Savio riendo.
—¡Esto no es gracioso! —gruñí.
—Tal vez no para ti, abuelo —dijo Savio. Tenía casi la intención de patearle
el trasero. Aún recordaba los momentos en que me volvía loco con sus payasadas,
pero en comparación con Nevio, había sido un santo.
—Tal vez deberíamos permitir que Aurora cuente la historia ya que parece
ser ella quien conoce los detalles —dijo Nino en su forma lógica habitual.
Le hice un gesto a Aurora para que comenzara. Tragó, aún meciendo al niño
sobre sus muslos. Las palabras de lo que había sucedido desde que la madre del
niño lo abandonó salieron de ella. No mencionó la fiesta, ni si había habido otros
encuentros similares entre Nevio y ella, pero tuve la sensación de que la fiesta no
había sido el final. Sin embargo, esa no era mi principal preocupación en este
momento. Me sentí jodidamente aliviado de que Fabiano aún no supiera eso.
—Entonces, ¿cuidaste de Battista durante seis semanas? —preguntó
Serafina en voz baja y se acercó al sofá. Se hundió junto a Aurora, pero Battista
tenía el rostro enterrado contra su pecho.
335
—Deberías habérselo dicho a alguien —grité. Estaba dividido entre la ira
por ese gran secreto que le había guardado a Nevio y la admiración por cuidar de
un bebé que ni siquiera era suyo, cuando solo tenía dieciocho. Esa niña era una
mejor figura materna que muchas mujeres mucho mayores, como la verdadera
madre del niño—. ¿Sabes dónde está Nevio? —pregunté.
Sacudió la cabeza con expresión de ira.
—Se suponía que debía vigilar a Battista hoy, pero nunca apareció.
—¿Supongo que te dejó la mayor parte del trabajo de cuidar al bebé?
Asintió.
—Él intentó estar ahí para nosotros, pero le costó aceptar que era padre.
Carlotta me ayudó con el cuidado del niño.
¿Em serio estaba defendiéndolo? Después de toda la mierda que hizo.
Cuando descubrí que tenía hijos, supe una cosa con certeza: que los
cuidaría, que asumiría todas las responsabilidades y que sus necesidades
superarían las mías.
El niño me miró y volvió a golpearme como un maldito mazo.
—¡Que se joda! —gruñí.
—Remo —dijo Serafina con reproche porque Battista había empezado a
llorar de nuevo. Ella le frotó la espalda, pero él se acercó más a Aurora.
Obviamente estaba muy apegado a ella—. El pobre bebé ha pasado por muchas
cosas —murmuró. Pude ver sus instintos maternos resurgir de nuevo, pero este
niño no era nuestro hijo. Era de Nevio.
Aun así, ya podía sentir que mi propia actitud protectora aumentaba. Este
niño ahora era parte de nuestra familia. Me volví hacia Massimo y Alessio.
—¿Dónde está Nevio? No más mentiras. Esto es demasiado serio para sus
tonterías sobre la lealtad.
—No lo sabemos —dijo Alessio encogiéndose de hombros.
—Desapareció sin decir una palabra. No lo hemos visto ni hablado con él
en más de veinticuatro horas. Tal vez esté en una redada para aclarar su mente.
Lo dudaba.
Nuestra última conversación pasó por mi mente.
Me iré si alguna vez tengo miedo de romper mi promesa. ¿Fue este el caso?
—Revisen su habitación. ¿Se ha llevado ropa?
Massimo y Alessio se marcharon. 336

—¿Crees que estará fuera por más tiempo? —preguntó Fina en voz baja,
con los ojos muy abiertos por la preocupación.
—Huyendo de su responsabilidad —dijo Fabiano con burla.
No le había contado a Fina sobre mi conversación con Nevio. Solo haría
que se preocupara más.
—Él estará de vuelta. —No sentí la misma convicción que transmitía mi
voz.
—¿Hace cuánto que sabes de esto? —Le pregunté a Fabiano.
—Hoy. Si lo hubiera sabido antes, te lo habría dicho y le habría dado una
patada en el trasero a Nevio por cargar a Aurora con una tarea como esa. Ella
misma es prácticamente una niña.
—Soy mayor de edad. Y he estado cuidando bien a Battista.
—Nadie lo duda —dijo Nino—. Pero no debería haber recaído sobre ti
cuidar del hijo de Nevio.
—Exactamente —dijo Fabiano, luego sus ojos se encontraron con los
míos—. ¿Sabías que Aurora y Nevio tuvieron relaciones sexuales?
—¡Papá! —gritó Aurora, sus mejillas se sonrojaron furiosamente—. Yo
nunca dije eso.
—¿Crees que nací ayer? Una mirada a tu cara y sé que es verdad —gruñó
Fabiano—. He interrogado a demasiadas personas como para no poder leer
expresiones.
—Preferiría la tortura a esta mortificación —murmuró, evitando las miradas
de todos. Leona le dio unas palmaditas en la rodilla.
Fabiano cruzó la habitación y se detuvo frente a mí.
—¿Sabías?
—Sí —admití, incluso si eso dañaría la confianza de Fabiano en mí. Pero si
seguía mintiendo, solo empeoraría las cosas.
—¿Qué pasa con la promesa que hicimos después de nuestra batalla a
muerte? Lo tomé en serio. Obviamente no lo hiciste.
—La vida sexual de nuestros hijos es un asunto privado, así que supongo
que Remo no quería romper la confianza de Nevio —dijo Leona.
Fabiano se burló.
—Sí, estoy seguro de que eso es lo que pasó. ¿Cuántos más de ustedes lo
sabían? —Miró a su alrededor—. ¡Excelente! ¿Entonces todos lo sabían menos
337
yo?
—¡No lo sabía! —dijo Giulio rápidamente.
—¿Tú también lo sabías? —Fabiano se volvió hacia Leona, quien le dirigió
una mirada severa.
—No lo sabía. Pero si Aurora me hubiera confiado algo así, no habría
traicionado su confianza contándotelo. Pero no lo hizo. —Le dio una mirada a
Aurora, lo que hizo que esta se hundiera aún más en los cojines.
—¡El único sexo que me importa es el que creó ese bebé! —murmuré, pero
una mirada al rostro de Fabiano me dijo que definitivamente no lo dejaría caer
fácilmente.
—No sé nada sobre la madre, excepto que ella no es de Estados Unidos y
probablemente ya huyó del país —dijo Aurora rápidamente, obviamente contenta
por el cambio de tema.
—Figúrate —murmuré.
Alessio y Massimo regresaron.
—Parte de su ropa ha desaparecido, pero ninguna de sus armas —dijo
Massimo.
—¿Qué significa eso? —preguntó Fina, con un toque de pánico en su voz.
Se puso de pie y se acercó a mí.
—Que está tomando un vuelo —dije.
Fina me agarró los brazos.
—¿Pero adónde podría ir?
—Lo encontraremos —dije con firmeza, besando su boca y luego
apartándola suavemente.
—Deberíamos llamar a Adamo en caso de que Nevio aparezca allí a pesar
de que la evidencia sugiere otro escenario —dijo Nino.
Dudaba que ese fuera el caso, pero Nino tenía razón y Adamo necesitaba
saberlo de todos modos.
—Haz eso. —Nino sacó su teléfono y se acercó a un rincón de la habitación
para tener silencio.
—Tal vez esté con Greta —dijo Fina—. La llamaré.
—No digas nada sobre el niño.
Ella asintió lentamente. Greta no podía tener hijos debido a sus heridas y
Nevio tenía un hijo que obviamente no quería.
338
Fijé a Aurora con mis ojos. El bebé se había quedado dormido en sus brazos,
con una de sus manos agarrando su pulgar derecho.
—Battista ha perdido demasiado en las últimas semanas. Si me lo quitas
ahora, será demasiado para él. Todos son desconocidos para él.
Asentí. Me di cuenta de que Battista y Aurora habían formado un vínculo y
que el niño necesitaba a alguien en quien confiar por ahora.
—No puedes volver al apartamento. Mientras busco a Nevio y me aseguro
de que lo controle, quiero que sigas cuidando al bebé como lo has hecho hasta
ahora.
Aurora vaciló.
—Pero si me mudo, Diego insistirá en que Carlotta también regrese a su
casa.
Ese no era mi problema.
—No tendré a mi nieto en ningún otro lugar que no sea dentro de esta
mansión.
Asintió. Y traté de entender el hecho de que era un maldito abuelo. Que
desastre. No me sentía viejo y aún podía patearle el trasero a cualquiera, pero ahora
tenía un nieto. Greta y Amo habían hablado de tener hijos, y Fina incluso había
accedido a ayudarlos una vez que se sintieran preparados, pero yo no había
pensado que me convertiría en abuelo tan pronto.
—Ella no se mudará a la mansión Falcone. Su casa es nuestra casa —dijo
Fabiano con firmeza. Su postura era agresiva y me di cuenta de que no cedería en
esto. Por lo general, esto me habría hecho enojar absolutamente, pero tenía algo
que compensarle. Sin mencionar que nuestras dos mansiones estaban muy juntas.
—La dejaré vivir contigo —le dije—. Pero tiene que venir con Battista
todos los días.
—Tampoco está con Greta —dijo Fina una vez que regresó de su llamada
con Greta.
No esperaba que lo estuviera. Nevio se sentía volátil, e incluso él sabía que
entrar en territorio de Luca cuando se sentía inestable no era la mejor idea.
Mi teléfono sonó. Era el jefe de la Camorra italiana. Mi primer impulso fue
ignorar su llamada. Probablemente necesitaba ayuda y dinero otra vez, pero luego
tuve una sospecha.
—Alvize, ¿qué necesitas?
—Remo, tu hijo mayor apareció hoy en mi puerta. ¿Lo enviaste a
ayudarnos?
339
Por supuesto, Nevio iría allí. La Camorra de Campania estaba en guerra en
varios frentes. Este era el lugar perfecto para alguien como mi hijo.

La oveja negra de la familia.


Quizás cada puta familia tenía uno. Quizás algunos considerarían a Nevio
nuestra oveja negra. Quizás él también lo hacía.
Era una tontería. La familia Falcone era un rebaño de ovejas negras, con
algunas grises y aún menos blancas en el medio. Nevio pensaba que era el lobo
con piel de cordero, un riesgo para nosotros, pero no lo era. Podría encajar si
realmente lo intentara, pero no quería.
Prefirió la emoción de una Camorra devastada por la guerra a las
responsabilidades que se acumulaban en Las Vegas. Y exactamente eso le diría una
vez que lo viera en Campania. Había abordado un vuelo a Nápoles dos días después
de enterarme del asunto de Battista y Nevio.
Nápoles era el lugar donde el jefe de la Camorra en Italia había residido
durante más de un siglo y donde aún se realizaban la mayoría de sus negocios, pero
Alvize, el capo de más de setenta años, se escondía en una finca en el campo de
Campania, y Nevio estaba allí ahora mismo.

Estaba enojado. Jodidamente furioso.


No había estado en Italia ni en la Camorra desde hacía mucho tiempo. Yo
tampoco vi una razón. Claro, era de donde alguna vez vinieron mis antepasados.
Pero la Camorra en Italia en este momento era un desastre, peleando entre sí, 340
luchando con la policía italiana y Europol. Era un pozo negro de intriga y envidia.
No nos habían mirado dos veces cuando la Camorra en Estados Unidos
estaba luchando y débil. Ahora que éramos fuertes, más fuertes de lo que ellos
podrían siquiera soñar en este momento, vinieron corriendo, esperando ayuda,
esperando dinero. Que se jodan.
Y aún me dirigía hacia allí. Para patearle el trasero a mi hijo. El hijo que
tuvo un hijo. No podía entenderlo.
Nunca me había sentido preparado para ser padre, pero en el momento en
que Greta y Nevio entraron en mi vida, lo estuve. Había asumido la responsabilidad
por las pelotas.
Nevio había huido. Él era más joven que yo cuando me encontré con la
paternidad, pero no mucho. Estaba menos controlado y lo que importaba de verdad
era que no tenía a la madre del niño a su lado.
Serafina había sido una madre leona. Ella había sido un faro brillante. La
admiraba por eso y quería ser una madre igualmente digna. La madre de Battista
fue una puta que lo abandonó.
Ya había cuidado de mis hermanos, había luchado por un territorio y había
ganado. Me había faltado control, cierto, pero había sido mejor canalizando mi
violencia porque años de responsabilidad me habían enseñado a hacerlo.
Nevio siempre había tenido la libertad de seguir sus deseos violentos y
vivirlos tan libremente como nuestro estilo de vida lo permitiera.
Tal vez debería haberlo obligado a contenerse, dándole más
responsabilidades y un propósito.
Convertirse en Capo estaba en su futuro, pero estaba demasiado lejos como
para aferrarse a él como incentivo para convertirse en una versión más contenida
de sí mismo.

No le envié un mensaje de texto a Serafina ni a Aurora sobre el resultado de 341


mi conversación con Nevio. Esto era algo que debía decirse en persona.
Por supuesto, las palabras no hicieron falta cuando entré a la mansión sin
Nevio a mi lado. Mi cara probablemente también lo delataba. Sentí ganas de
explotar.
Serafina cerró los ojos, pero cuando los abrió, una nueva resolución
apareció en su expresión.
—Nuestra principal preocupación debería ser Battista en este momento.
Necesita una familia y amor. —Ella y Kiara intercambiaron una mirada, con una
preocupación maternal llenando sus rostros. Lo que probablemente ninguna de los
dos notó fue cómo los brazos de Aurora se apretaron alrededor del niño.
No estaba seguro de por qué había aceptado ayudar a Nevio con una tarea
como ésta, pero por la forma en que el niño buscaba su cercanía, había hecho un
buen trabajo.
—Aurora, ¿qué piensas al respecto? —pregunté. Era extraño pensar que
después de conocer a mis hijos varios meses después de su nacimiento debido a
las circunstancias, ahora también pasaba lo mismo con mi nieto. Mierda. Nunca
pensé que sería abuelo a mi edad. Tenía muchas ganas de patearle el puto trasero
a Nevio.
La sorpresa cruzó el rostro de Aurora. Tragó y cuadró los hombros.
—Battista perdió su principal figura de apego hace solo dos meses y tuvo
que acostumbrarse a Nevio y a mí como sus nuevos cuidadores. Ahora Nevio
también se fue. No quiero que Battista pierda a otra persona en su vida. En este
momento, soy la única a la que tiene apego, así que quitarle eso sería cruel.
Dudaba seriamente que la madre del niño hubiera sido algún tipo de figura
de apego. En todo caso, probablemente le había causado problemas de apego al
niño de por vida. Estaba mejor sin ella. Pero que se joda Nevio por no estar a la
altura de ser lo que el chico necesitaba.
—¿Entiendo correctamente que quieres seguir cuidando al niño por ahora?
Fabiano caminaba de un lado a otro de la habitación, con el rostro al borde
de un estallido. Lo entendía. Debe estar enojado por la situación. Sus ojos se
inclinaron hacia mí y pude ver en ellos la misma ira que cinco días antes. No podía
culparlo. Nino y yo le habíamos ocultado cosas, información importante sobre su
hija. Me alegré de que aún no hubiera hecho las maletas. Que aún estuviera aquí y
dispuesto a trabajar en una solución para una maldita situación de pesadilla
demostraba lo leal que era.
—Esto es una locura. Tienes dieciocho. Tienes toda la vida por delante. Este
ni siquiera es tu hijo, e incluso si lo fuera, nadie te culparía si le dejaras su cuidado
a otra persona. Tú también eres casi una niña. Debes vivir la vida al máximo, no
342
estar sujeta a esta responsabilidad.
—Papá, no soy una niña. Crecer en nuestro mundo hace que sea imposible
seguir siendo un niño por mucho tiempo, no solo los niños que se convierten en
mafiosos.
Leona se sentó allí en silencio. Por lo general, participaba más
silenciosamente cuando surgían discusiones entre nuestras familias, lo que rara vez
había sucedido.
—Estoy seguro de que Serafina y Remo cuidarían con gusto de Battista
como si fueran sus abuelos. De esa manera podrías regresar a tu apartamento.
Fina asintió con entusiasmo. Ya había comprado ropa, juguetes y muebles
para el niño.
—Por supuesto, lo criaremos hasta que Nevio regrese.
Fabiano se burló.
—Si regresa. Y seamos honestos, entonces aún no será material de padre.
Es un puto desastre. Tiene suerte de que aún no haya comprado un billete a Nápoles
para acabar con su lamentable trasero por lo que le hizo a Aurora.
Apreté los dientes. Amenazar a mi hijo, el futuro Capo, era algo que no me
sentaba bien, pero maldita sea, Fabiano tenía todos los motivos para odiar a Nevio
en estos momentos. Como su padre, ni siquiera yo estaba contento con nada de
esto. Había cometido un gran error y no estaba seguro de que alguna vez se
redimiría.
—En última instancia, es tu decisión como cabeza de familia si estás
dispuesto a que Battista permanezca bajo tu techo, pero como dijo Aurora, el niño
necesita coherencia. Ella puede vivir aquí.
—Sabes muy bien que esto no se trata del chico que vive bajo mi techo. Se
trata de Aurora. Nevio no ha hecho nada para merecer el sacrificio de Aurora.
Asentí. No estaba ciego a los muchos defectos de Nevio. Me encontré con
la mirada de Aurora.
—Creo que todos podemos estar de acuerdo en que él no te merece.
—Lo sé —dijo—. Tal vez algún día lo haga.
—¿En serio piensas eso? —gruñó Fabiano—. Eres demasiado inteligente
para ser tonta.
—En primer lugar, estoy haciendo esto por Battista, no por Nevio, así que
no importa —dijo a la defensiva.
Aurora me recordó a Fina en algunos aspectos. Al igual que yo, Nevio 343
parecía sentirse atraído por la luz cuando se trataba de mujeres. Y al igual que yo,
Nevio había renunciado a dicha mujer. Fina había regresado a mí y yo la había
recuperado. Esperaba que Nevio lograra hacer lo mismo.
Cinco días antes

Después de mi cita para tatuarme, decidí dirigirme a la finca de Alvize en


el campo. No quería anunciar mi visita a uno de sus tres capitanes en Nápoles,
todos los cuales estaban casados con sus hijas y esperaban convertirse en el
próximo Capo a falta de un hijo.
Su mansión estaba cerca del parque nacional del Vesuv, y el premonitorio
cono del volcán se alzaba en el horizonte. Unas enormes puertas de hierro fundido 344
y un viejo muro de piedra me impedían el acceso al recinto. Salí de mi auto de
alquiler y me acerqué a las puertas. En lo alto había una cámara de seguridad.
Levanté la vista para que quienquiera que viera las imágenes pudiera verme bien
a la cara.
—Soy Nevio Falcone y estoy aquí para apoyar a mi tío abuelo.
Durante un tiempo no pasó nada. Agarré las barras de acero y miré dentro.
Este lado del jardín estaba lleno de arbustos con flores rosadas, enormes olivos e
higueras y extensos arbustos de romero. Más arriba pude ver las tejas rojas y el
último piso blanco de una villa.
Los pasos crujían sobre el asfalto, que estaba desgarrado allí donde el sol
implacable había desgastado el material. Aparecieron dos guardias con
ametralladoras. Me gritaron en italiano con dialecto napolitano.
—Pon las manos detrás de la cabeza y arrodíllate.
Qué cálida bienvenida, pero hice lo que me dijeron. Si los matara, Alvize
podría estar menos dispuesto a dejarme quedarme.
El sol había calentado el suelo hasta tal punto que tuve que contener un
silbido cuando mi pecho presionó contra la superficie. Mi tatuaje aún estaba fresco.
Tal vez el papel de aluminio que le había puesto el tatuador se me quemaría en la
piel.
Uno de los dos me cacheó en busca de armas mientras el otro me apuntaba
a la cabeza con el cañón de su ametralladora.
—Todo despejado. —Los dos hombres me agarraron por los brazos y las
piernas y luego me llevaron adentro. Me relajé en su agarre.
Alvize estaba en el último escalón de la escalera de piedra que conducía a
las puertas dobles de madera de su villa. Era un hombre gordo, aunque dudaba que
alguien se atreviera a describirlo como tal. Probablemente lo llamaran robusto o
imponente. ¿Y qué carajos le pasaba a su cabello? Apenas le quedaba nada excepto
algo que parecía una tonsura. Vestía traje, gafas de sol, sombrero y zapatos de
punta. Tuve problemas para detener un comentario sarcástico. Era como una
caricatura de un mafioso. Pero este era su reino, e incluso si era un rey miserable,
tenía que mostrarle respeto si quería jugar aquí.
Sus hombres me dejaron al pie de las escaleras. Les envié una sonrisa dura.
—¿Nevio Falcone? —preguntó dubitativo.
Me enderecé.
—El único. Pensé que mi bienvenida aquí sería más cálida.
Bajó el último escalón. 345

—Verdad. Mis hombres pueden ser demasiado cautelosos. Son tiempos


peligrosos.
—En efecto —dije. Los dos babuinos permanecieron cerca como si
pensaran que había venido aquí para matar a mi tío abuelo. ¿Creían que quería su
lugar? Podría convertirme en Capo de un imperio en funcionamiento, no
necesitaba uno que estuviera en ruinas.
—¿Te envió tu padre? ¿Estás aquí para ayudar? Pensé que enviaría algunos
soldados más, no solo uno.
—Créeme, valgo más que un solo hombre. —Ignoré su pregunta sobre papá.
Por un lado, habría hecho que papá pareciera débil si hubiera ido sin su permiso, y
podría haber llevado a que me enviara de regreso.
—He oído las historias. —Hizo un gesto hacia la puerta—. ¿Por qué no
vienes a tomar una copa y llamaré a tu padre para agradecerle?
Asentí, sin pestañear. Papá no admitiría que había ido sin preguntarle. Los
dos guardias nos siguieron al interior. Les arqueé una ceja. Obviamente, Alvize
tenía miedo de estar a solas conmigo. Eso no era algo bueno para un Capo. Papá
era capaz de defenderse como debería hacerlo cualquier Capo.
—Somos familia —dije.
Alvize se rio.
—Eso no significa mucho, ¿verdad?
—Para mi familia, sí lo es.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? ¿No deberías ayudar a tu familia en Las
Vegas?
Mi pecho se apretó con una sensación desconocida.
—No necesitan ayuda.
Sin embargo, supe en ese momento que haría cualquier cosa para regresar
con ellos lo más rápido posible, especialmente con Aurora y Battista, incluso si
ambos probablemente ni siquiera querían que lo hiciera.

346

Alvize me pidió que me quedara en su villa un par de días antes de partir


hacia Nápoles para meterme en el meollo de las cosas.
Sabía que papá se enojaría mucho cuando se enterara, pero no esperaba que
cruzara medio mundo. Cuando Alvize me dijo que mi padre iba camino a la villa
desde el aeropuerto, me costó ocultar mi sorpresa.
Papá rara vez se molestaba en ocultar sus emociones, especialmente su ira.
A veces bajaba el tono para beneficio de mamá, pero cuando entró a la sala de la
villa con Alvize a su lado, solo sus ojos revelaban su furia. Su rostro era una
máscara de control mientras Alvize hablaba una y otra vez sobre el estado actual
de la Camorra en Campania.
A papá no le agradaba el tipo, así que sabía que le costaría un esfuerzo extra
contenerse.
—Necesito hablar un rato a solas con mi hijo —dijo papá.
Alvize asintió.
—Pueden quedarse aquí y les daré algo de privacidad.
—Iremos a los jardines a tomar un poco de aire fresco —dijo papá y me
indicó que lo llevara afuera. Tampoco me habría quedado dentro de estas paredes
para una conversación privada. Apuesto a que Alvize tenía ojos y oídos en todas
partes.
En el momento en que papá y yo estuvimos afuera, escondidos entre los
enormes olivos, su máscara controlada desapareció.
—Ni siquiera sé qué decirte.
Esa era la primera vez.
—Te dije que me iría cuando sentí que estaba perdiendo el control. Venir
aquí y ayudar a la Camorra en otro lugar me pareció una buena elección. No te
pedí permiso porque no habría cambiado nada.
—Ni siquiera es por eso que quiero golpearte contra este maldito árbol —
gruñó papá.
Asentí.
—Ah. ¿Se trata de Aurora?
Me enfrentó.
—¡Se trata del maldito hijo del que no te molestaste en hablarme! 347

No estaba enojado con Aurora por contárselo a mi familia. Les había fallado
a ella y a Battista. Ya no tenía motivos para cuidarlo por mí. Quería recuperar su
libertad y su vida.
—Sé de él desde hace solo dos meses.
—¡Entonces deberías habérmelo dicho hace dos meses! En cambio,
descubrí que hiciste que Aurora cuidara de tu hijo mientras nos mentías a todos.
Fabiano está enojado, y eso es quedarse corto. Yo no le daría la espalda si fuera tú.
—Necesitaba resolver las cosas por mí mismo antes de decírtelo.
—¿Y así es como te das cuenta de ser padre? —Hizo un gesto a nuestro
alrededor—. ¿Huir a Italia?
—Créeme, todos están mejor conmigo aquí. Necesito controlarme antes de
regresar.
—Seguro que te controlarás. Yo lo hice y tú también puedes hacerlo.
Lo fulminé con la mirada.
—¡Pero yo no soy tú, papá! Tengo que resolver las cosas por mí mismo.
—Y mientras resuelves las cosas, esperas que todos los demás asuman tus
responsabilidades.
—Apuesto a que a mamá y Kiara les encanta cuidar de Battista mientras yo
no estoy, y todas las demás tareas las pueden hacer Massimo y Alessio ahora que
vuelven a tener un sueño reparador por la noche.
—Creo que Aurora quiere seguir cuidando a tu hijo. No sé qué le hiciste a
la cabeza de esa chica, pero obviamente está dispuesta a sacrificar mucho por ti.
Me quedé perplejo. No esperaba que Aurora siguiera cuidando a Battista.
Siempre pensé que ella se lo entregaría a mis padres en el momento en que tuviera
la oportunidad. Tuve que admitir que mi corazón se duplicó de tamaño al pensar
en ello. Toqué el tatuaje sin pensar en ello.
Papá agarró mi camisa y la subió, dejando al descubierto el tatuaje de la
aurora boreal. Lo escaneó brevemente antes de entrecerrar los ojos hacia mí.
—¿Esto es lo que creo que es?
—No soy bueno leyendo tus pensamientos.
—Si te preocupas por Aurora, huir y abandonarla ciertamente envía el
mensaje equivocado.
—Enviaste a mamá de regreso a la Organización, a pesar de que te
preocupabas por ella. Eso fue aún más estúpido. Podría haberse casado con su 348
prometido y nunca la habrías vuelto a ver.
Me agarró del hombro.
—Como te gusta señalar, tú no eres yo. ¿Podrás ver a Aurora seguir
adelante? ¿Qué pasa si ella está con otra persona cuando regreses?
—Ella no lo estará —dije con firmeza, la posesividad ardiendo a través de
mí. La mera idea de que alguien tocara a Aurora me hacía querer mutilarlos y
matarlos.
—Teniendo en cuenta tus acciones del pasado, sería estúpida si no siguiera
adelante.
—Mamá no siguió adelante, a pesar de que tus acciones fueron incluso
peores que las mías. —No había secuestrado a Aurora ni había intentado destruir
a las personas que ella amaba, así que en realidad no estaba seguro de por qué papá
estaba tan enojado conmigo.
—Tu madre estaba ocupada estando embarazada y criando gemelos —dijo.
—Pero no lo sabías cuando la despediste. No puedo imaginar que estés de
acuerdo con que alguien más esté con mamá.
—Sabía que ella no seguiría adelante con otra persona —dijo—. Y si lo
hubiera hecho.
Su rostro me dio una respuesta.
—Ves, y yo haría lo mismo. Solo porque esté aquí no significa que no me
enteraré si un chico hace un movimiento hacia ella y luego retrocederá
rápidamente.
—Tal vez Aurora merezca seguir adelante, especialmente si te vas por años.
Me burlé.
—Por favor, no pretendas que tienes la capacidad de ser noble, yo
ciertamente no. Soy un imbécil asesino y posesivo y Aurora lo sabía cuando se
enamoró de mí. Ahora que está en mi cabeza, debe saber lo que eso significa.
—Y aparentemente no solo en tu cabeza —dijo con un gesto a mi pecho.
No comenté. Mis sentimientos eran volátiles y esquivos, prefería no insistir
en ellos.
—¿Greta lo sabe? —pregunté, cambiando de tema. Había reducido mi
contacto con ella al mínimo desde que descubrí lo de Battista. Quizás fuera culpa.
Si bien ella quería tener hijos pero no podía tenerlos fácilmente, un hijo había sido
arrojado a mi regazo y yo ni siquiera lo quería.
349
—Tu madre aún no le mencionó a Battista, pero no es algo que podamos
ocultárselo por mucho tiempo.
Asentí.
—Estará triste porque se lo ocultamos. —Metí las manos en los bolsillos—
. Necesito quedarme aquí. Necesito resolver las cosas y luchar contra mis
demonios.
—Deberías resolverlos con la ayuda de personas que se preocupan por ti.
—¿Eso te incluye a ti? —pregunté, preparándome para la respuesta.
Sus dedos sobre mi hombro se apretaron.
—Lo hace, pero eso no significa que no quiera estrangularte por el dolor
que le estás causando a tu mamá y a todos los demás. Tu fuerza, tu dedicación a la
Camorra y tus habilidades de lucha me han hecho sentir increíblemente orgulloso
en el pasado, pero nada me enorgullecería más que verte convertirte en un buen
padre para tu hijo y un buen hombre para Aurora.
Regresamos adentro después de eso, y papá se fue al día siguiente sin mí,
dejándome solo con el peso de sus palabras. Sin embargo, me alegré de que las
hubiera dicho porque me habían demostrado que aún creía en mí, y seguro que
quería convertirme en ambas cosas: un buen padre para Battista y un buen hombre
para Aurora.

350
La ira de papá llenó la habitación mientras nos sentábamos a la mesa del
desayuno. Habían pasado cinco días desde que se enteró de Battista, desde que me
mudé de nuevo con mis padres, pero aún apenas me hablaba. La mayor parte de su
ira estaba dirigida a Nevio, pero una pequeña parte también era hacia mí. Se sintió
traicionado, no solo por Remo y Nino, sino también por mí. Les había mentido a
él y a mamá, tantas mentiras. Nevio no volvería, no en el corto plazo. Remo no
había podido traerlo de regreso. Nevio no quería estar aquí, y dudaba que alguien,
ni siquiera Remo, pudiera obligarlo.
Mecí a Battista en mi regazo. Ya llevaba dos meses cuidándolo. Dos meses
pasando cada momento de vigilia uniéndome a él y esperando que Nevio también 351
encontrara un vínculo con su hijo.
No lo había hecho. En lugar de eso, había decidido alejarse por completo
no solo de la vida de Battista, sino también de la mía. Remo había dicho que lo
hizo porque estaba a punto de perder el control, que era demasiado errático,
demasiado volátil, demasiado necesitado de la emoción de matar para asumir
cualquier tipo de responsabilidad.
Quizás algún día lo sería. Me preocupaba que fuera demasiado tarde para
Battista y estaba segura de que sería demasiado tarde para nosotros. No haría una
pausa en mi vida por Nevio, no esta vez. Tenía que seguir adelante porque
obviamente él lo hizo. Incluso si me rompiera el corazón por mi tonto yo más joven
que había soñado con un futuro con Nevio, por el niño en mi regazo que merecía
un padre.
Estaba furiosa con Nevio por dejarme lidiar con esto por mi cuenta. Debería
haber sido él quien les contara a sus padres sobre su hijo y no decírmelo a mí.
—Lo siento, mamá —dije cuando vi su expresión. Ya le había pedido
disculpas a Carlotta varias veces y ella siempre respondía con un «No lo estés», lo
que me había hecho sentir aún peor porque su comprensión me hacía sentir como
una amiga miserable. Ella también tuvo que regresar a casa por mi culpa. Nuestro
breve sabor de la libertad y la edad adulta rápidamente fue arrebatado nuevamente.
Mamá me dio unas palmaditas en la mano que no sostenía a Battista.
—Admiro tu fuerza pero, al mismo tiempo, me preocupo por ti más de lo
que puedo expresar con palabras.
Papá nos miró sin decir palabra. Desde que Remo había regresado de Italia
la noche anterior, su estado de ánimo se había deteriorado aún más. Apenas había
hablado conmigo más que unas pocas palabras. Lo entendía. Esto no fue una
simple mentira y tomaría tiempo restablecer la confianza entre nosotros.
Davide se volvió hacia papá, con la boca llena de copos de maíz a medio
masticar.
—¿Vas a desafiar a Nevio a una pelea a muerte ahora?
—No lo hará —dijimos mamá y yo simultáneamente.
—Preferiría simplemente matarlo. Ha perdido mi respeto, así que no veo
por qué debería mostrarle respeto ofreciéndole la misma oportunidad que alguna
vez tuvo su padre.
—Probablemente no regresará de todos modos —dije, sin estar segura si
eso era lo que quería de verdad.
352

Como padre, siempre esperas criar hijos que sean buenas personas. Bueno,
supuse que los deseos de Fabiano para Davide eran de otro tipo, pero más allá de
su vida como parte de nuestro mundo cruel, quería que tanto mi hija como mi hijo
tuvieran un buen corazón.
Aurora albergaba una gran bondad y un corazón tan increíblemente grande
que tomó bajo su protección a un niño que ni siquiera era suyo cuando ella solo
tenía dieciocho años.
Aún era una niña a mis ojos, mi bebé, mi primogénita, que necesitaba mi
protección, pero aquí estaba ella meciendo a un bebé en su regazo y emitiendo
sonidos tranquilizadores. Parecía adulta en ese momento y fue difícil entenderlo.
Cuando notó que la estaba mirando, su sonrisa se hizo más tensa, de
disculpa. Nos había mentido durante meses. Ayudar a Nevio con su hijo no fue el
comienzo. Tenía la sensación de que la raíz del problema se debía a la época de la
fiesta, cuando ella había insistido en quedarse a dormir en casa de Carlotta. Me
pregunté si había fallado como madre porque ella no confiaba en mí. Fabiano
decidió concentrarse en su enojo, lo cual supuse que era más fácil en algunos
aspectos, pero yo simplemente no sentía suficiente enojo hacia Aurora para hacer
eso.
Esperaba que se sintiera aliviado de parte de su ira una vez que regresara
del gimnasio con Davide. También me alegré del tiempo a solas con Aurora que
me brindó su viaje.
—No me mires así —dijo Aurora en voz baja—. Te dije que lo siento.
—¿Cómo te estoy mirando?
—Llena de tristeza y decepción.
—Solo me pregunto si soy una mala madre.
Los ojos de Aurora se abrieron como platos.
—¿Cómo pudiste pensar eso? Quiero ser una buena madre como tú algún
día.
Mis ojos se calentaron. 353

—Creo que ya lo eres. —Le hice un gesto a Battista, que se había quedado
dormido contra su pecho, con la boca abierta y goteando baba en su camisa. Los
ojos de Aurora se dirigieron hacia él, luego se levantó y lo metió con cuidado
dentro de su moisés.
—Pero no soy su madre y no sé lo que estoy haciendo.
—Oh, no sabía lo que estaba haciendo cuando me hiciste madre. Creo que
pocas personas saben en realidad cuándo se convierten en padres. Lo descubres
sobre la marcha y el hecho de que lo cuidas aunque no sea tuyo lo hace aún más
especial.
Aurora se encogió de hombros.
—Al principio lo hice principalmente para ayudar a Nevio. Ni siquiera sé
por qué.
—Creo que sí —dije suavemente. No estaba segura de por qué se había
enamorado de él. Remo me asustaba en ocasiones, aunque había aprendido a
manejarlo a lo largo de los años, pero no estaba segura si alguna vez me
acostumbraría al tipo de oscuridad de Nevio. Era uno que se sentía mucho más
volátil que el de su padre—. ¿Lo perdonarás una vez que regrese?
—No quiero perdonarlo —dijo—. Quiero seguir adelante. Tal vez encuentre
a alguien más, alguien que no me aceche y mate a cualquier tipo que muestre
interés en mí.
Levanté las cejas. No había escuchado ese dato antes, pero no podría decir
que me sorprendió.
—Si quieres seguir adelante, cuidar al hijo de Nevio parece
contraproducente.
Aurora se mordió el labio.
—Tal vez. No sé. En este momento, aún estoy demasiado absorta en todo
lo que pasó como para considerar volver a tener citas. —Se acercó a mi lado—.
¿Crees que debería seguir adelante?
—Quiero que seas feliz, eso es todo lo que deseo. No sé si podrás ser feliz
con Nevio.
—No sé si puedo ser feliz sin él —susurró, sonando casi asustada.
Me levanté y la envolví en un fuerte abrazo.
—Mereces felicidad y por eso sé que te encontrará en cualquier forma que
necesites. Tienes una familia que te ama más que a nada y te respaldamos sin
importar lo que elijas hacer.
354
—Dudo que papá esté a favor de que perdone a Nevio.
—No lo está, pero incluso él lo aceptará con el tiempo, si Nevio demuestra
ser digno, lo cual no ha hecho hasta ahora. Deberías hacer que se redima. Tiene
mucho que compensar una vez que regrese.
Asintió contra mi hombro.
—Gracias, mamá. Significa mucho para mí que me permitas tomar mis
propias decisiones, y prometo que no le daré a Nevio otra oportunidad a menos
que encuentre una manera de compensarnos a Battista y a mí, lo cual dudo que sea
capaz de hacer.
La abracé con más fuerza. Quería protegerla de cualquier daño, pero sabía
que darle libertad era igualmente importante. No estaba segura de qué desear. ¿El
regreso de Nevio? O que se quedara en Italia. Una cosa era segura: seguiría
recordándole a Aurora su promesa de ponérselo difícil.
Las primeras semanas en Italia transcurrieron borrosas. En realidad, me
lancé a cada batalla y trabajo que Alvize tenía para mí, sin importar cuán riesgoso
fuera. Matar se convirtió en un trabajo que me consumía todo, que me llenaba de
emoción y satisfacción, pero una voz molesta permanecía en el fondo de mi cabeza.
Una voz que pedía la cercanía de Aurora, de mi familia, incluso de Battista.
¿Me sentía listo para regresar? No.
Había evitado todas las llamadas de mi familia, incluso de Greta en las
semanas desde que papá se fue. Necesitaba este tiempo para resolver las cosas,
para ver si podía ser alguien digno de Aurora y Battista. Hoy decidí responder al 355
llamado de Greta. Podría ser terca si quisiera y no se daría por vencida hasta que
finalmente hablara con ella.
—Hola, Greta —dije.
—Nevio. —El alivio en su voz era inconfundible—. Había perdido la
esperanza de que alguna vez respondieras mis llamadas.
No dije nada porque no tenía ninguna razón para evitarla excepto la maldita
cobardía. Su decepción siempre me golpeó fuerte. Tenía la sensación de que ella
ya sabía sobre Battista, lo que me hizo sentir aún menos ansioso por hablar con
ella.
—Extraño hablar contigo —dijo en voz baja.
—Tú te escapaste primero.
—No hui, en todo caso corrí hacia Amo. ¿De qué huiste?
—Yo mismo —dije con una risa oscura.
—Eso es imposible.
—Tal vez. Pero hui de la parte de mí que se suponía que debía ser.
—Mmm —murmuró—. Deberías estar con nuestra familia.
—Tú también.
Suspiró.
—Amo a nuestra familia, pero ahora Amo también es mi familia. Y ahora
también tienes tu propia pequeña familia.
—¿Battista? —pregunté con cautela.
—Él y Aurora si encuentras una manera de hacer que ella te perdone.
—¿Algún consejo? No es que vaya a regresar pronto. Necesito más tiempo
aquí para arreglar mis cosas.
—Sé lo que se siente sucumbir a la oscuridad, pero también sé que se siente
mejor elegir la luz.
—Compararnos no funciona, Greta. Pero quiero correr hacia la luz,
créanme. —Aurora era mi luz al final del túnel, hacia la que estaba intentando
correr, si no hacía que las paredes a mi alrededor se derrumbaran antes.
—Tal vez no lo creas, pero sé que puedes ser un buen padre. Lo que te
distingue de hombres como Luca, papá o Nino es simplemente que aún no has
elegido ser un buen padre.
¿Estaba más loco que cualquiera de esos tres? Considerando lo que Luca 356
les había hecho a los motociclistas, cómo papá había masacrado a sus enemigos y
lo que Nino le había hecho al abusador de Kiara, parecía poco probable.
—¿Has hablado con Aurora en las últimas semanas?
—Una vez. Parece muy cercana a Battista. Pude escuchar cuánto se
preocupaba por él.
Ese era Rory para ti, ser mejor mamá que la mamá real y asumir mi trabajo
como papá también.
—¿Hablaron de mí?
—Lo hicimos, pero eso es confidencial. No quiero romper su confianza.
Hice una mueca.
—Le enviaré un hermoso regalo para Navidad.
—No creo que ella quiera regalos tuyos. Quiere que estés ahí para Battista
y le demuestres que realmente te preocupas por ella.
—¿Eso es lo que ella dijo?
—Eso es lo que cualquier mujer esperaría de un hombre.
Aurora nunca reaccionó al regalo que le envié. Tuve la sensación de que lo
había tirado sin abrir o lo había guardado en el fondo de su armario.
Probablemente Greta tenía razón. Lo que Aurora quería de mí no se podía
pagar con un expreso americano negro.
Tal vez una parte jodidamente idiota de mí incluso había esperado que ella
me llamara. En cambio, Fabiano sí.
Sus palabras se repitieron en mi cabeza desde entonces.
—No vuelvas si eres el mismo hijo de puta loco e irresponsable que eres
ahora. Aurora no necesita que le arruines la vida más de lo que ya lo has hecho.
No todos necesitamos que revuelvas mierda como solías hacerlo. El hombre que
eres ahora no es digno de convertirse en Capo de la Camorra, así que a menos 357
que te conviertas en un hombre más digno, cosa que dudo, entonces quédate allí,
no vuelvas a Las Vegas. Tu padre luchó contra los mismos demonios, tal vez
incluso peores que tú, pero asumió la jodida tarea de criar a sus hermanos,
reclamar su territorio e incluso convertirse en un mejor padre de lo que cualquiera
podría esperar. Es el Capo de la Camorra. Tú no lo eres y no veo que eso cambie.
Si tienes una pizca de decencia, déjala ir.
Sus palabras habían dado en el blanco. Había expresado algunos de mis
propios pensamientos de los últimos meses. Pero dejar ir a Aurora simplemente no
era una opción. Incluso desde Italia, Alessio y Massimo me mantenían informado
sobre su vida, a pesar de sus protestas iniciales.
No estaba segura de lo que esperaba cuando Nevio se fue. ¿Que volvería en
Navidad? Pero dos meses después de su huida a Italia, aún estaba allí. Me aseguré
de no prestar atención cuando Alessio y Massimo discutieron lo que estaba
haciendo. No quería oír hablar de posibles conquistas femeninas o de cómo se lo
pasaba genial matando para la Camorra allí.
La mañana de Navidad, miré con furia el regalo que Massimo me tendía.
Había sido lo suficientemente inteligente como para entregármelo antes de que mi
familia y yo nos reuniéramos con los Falcone para nuestro tradicional intercambio
de regalos y desayuno. Aunque entregar no era el término correcto ya que me
negué a aceptar el pequeño paquete envuelto en un costoso papel de regalo azul.
—Es para ti. —Massimo lo acercó más a mí. Battista, a quien sostenía en
mi cadera, hizo un movimiento para agarrarlo. Había cumplido un año hace unas
semanas. Había elegido una fecha para él por no saber su verdadero cumpleaños.
Nevio incluso le había enviado un regalo también. Apuesto a que Serafina le había
dicho qué comprar y Battista estaba entusiasmado con el auto Ferrari. Pero
definitivamente no quería un regalo de Nevio.
—No lo quiero —dije. Podía escuchar a mamá y papá hablando arriba y
sonaba como si estuvieran a punto de bajar. Si papá viera el presente, su estado de
ánimo empeoraría. Solo mencionar a Nevio usualmente hacía aflorar su enojo—.
¿No debería haber comprado algo para su hijo?
—Eso está debajo del árbol de Navidad en la sala común como todos los 358
demás regalos, pero pensé que sería prudente ocultar el regalo de Nevio a nuestras
familias, ya que podría causar algunas agresiones.
Resoplé, lo que hizo que los ojos de Battista se iluminaran y se riera.
¿Por qué Nevio pensó siquiera que quería un regalo de él? Solo me puso
furiosa.
Estaba intentando con todas mis fuerzas no pensar en él. Una tarea que se
hacía casi imposible por el pequeño que cada día se parecía más a él.
—No voy a llevármelo de vuelta —dijo simplemente Massimo—. Puedo
dejarlo aquí en el patio o te lo puedo dar.
Se lo arranqué de la mano.
—Está bien. Pero no lo miraré.
—¿Puedes darle esto a Carlotta? No puedo visitarla en el hospital. —Me
tendió otro paquete.
—Claro —dije en un tono menos hostil—. Ella estará muy feliz por eso.
Carlotta había estado luchando con su salud en los últimos días y había
empeorado tanto que pasaría la Navidad en el hospital para controlar de cerca su
saturación de oxígeno. Papá y mamá entraron a la cocina en ese momento.
—Espero que no sea un regalo de Nevio —gruñó papá.
Le di una mirada molesta.
—Es de Massimo para Carlotta.
—Oh, eso es lindo— ,dijo mamá con una sonrisa a Massimo, quien parecía
como si preferiría estar en otro lugar.
La ira de papá desapareció. Por supuesto, luego vio al otro presente.
—¿Y qué pasa con ese?
—Eso es de Nevio, pero no lo abriré si eso te hace feliz.
—¿Feliz? No. Sería feliz si dejara de molestarte. —Papá caminó hacia
Massimo—. No deberías apoyar sus tonterías. Deberías saberlo mejor.
Massimo arqueó una ceja.
—Le estoy haciendo un favor a un amigo. No me corresponde a mí juzgar
la moralidad de esto. Y tampoco me importa, si soy honesto. Echó un vistazo a su
reloj—. El intercambio de regalos comienza en cinco minutos. Los niños no
estarán contentos si llegamos tarde—. .e dio la vuelta y cruzó el jardín hacia la 359
mansión Falcone.
—¿Quieres que lo tire? — preguntó papá, recogiendo el regalo de Nevio—
. Podría quemarlo.
Le entrecerré los ojos.
—Puedo manejarlo yo misma. Déjalo aquí.
—Vamos, Fabiano. No lleguemos tarde —dijo mamá. Puso su mano sobre
su brazo y él finalmente dejó el regalo—. Es Navidad.
Juntos avanzamos hacia la mansión Falcone. Mamá y papá charlaron en voz
baja y pronto el rostro de papá se volvió menos enojado. Gemma nos abrió la
puerta de cristal del área común. Llevaba un suéter navideño increíblemente feo
sobre mallas deportivas. Enormes pompones rojos estaban colocados justo sobre
sus pechos y se movían cuando ella se movía. Al ver mi expresión, puso los ojos
en blanco.
—Savio lo eligió para mí. Las chicas querían hacer de los suéteres feos una
tradición para Navidad. —Su sonrisa se volvió malvada—. Pero también encontré
un buen suéter para él.
Miré a Savio, quien observaba cómo sus hijas buscaban las etiquetas con
sus nombres en los regalos.
Su suéter mostraba la espalda de Papá Noel, quien se bajaba los pantalones
y mostraba su pálido trasero a todos.
—Buena —dije. Gemma le hizo muecas a Battista que lo hicieron temblar
de risa.
—¿Estás pensando en tener otro? —le preguntó papá a Gemma cuando
entramos a la casa.
—No creo que quiera dar a luz por tercera vez —dijo con una mueca.
Kiara vino hacia mí, sonriendo. Extendió los brazos y le entregué a Battista.
Ella había cuidado a Battista a menudo cuando yo no podía y Serafina estaba
ocupada con Giulio. Ahora que Kiara estaba mimando a Battista, me acerqué a
Amo y Greta que estaban conversando con Serafina.
Greta me dio una cálida sonrisa. No estaba segura de cuándo había hablado
por última vez con Nevio y estuve casi tentada de preguntar, pero decidí no hacerlo
por mi cordura.
—Se parece a Nevio —dijo asintiendo con la cabeza hacia Battista, a quien
Kiara le estaba mostrando los adornos rojos en el árbol. Caterina y Luna pronto se
unieron a ella para entretenerlo también.
360
Intenté mantener mi rostro neutral. La Navidad no era el momento para
hablar mal de alguien, y ahora mismo solo tenía cosas malas que decir sobre él.
—Él debería estar aquí con nosotros en Navidad —dijo Serafina
pesadamente—. No debería pasar ese día solo.
Me pregunté si estaba solo. Tal vez había encontrado una chica a quien follar
o estaba ocupado torturando a una pobre alma.
—¡Es hora de abrir los regalos! —anunció Kiara. Giulio y Roman, que
habían estado jugando al ajedrez con Nino, corrieron hacia el árbol. Davide puso
los ojos en blanco y se cruzó de brazos como si estuviera por encima de semejantes
exhibiciones infantiles cuando él también había sido así uno o dos años antes.
Caterina, Luna, Battista, Roman y Giulio eran los Falcone más jóvenes, y
todos aún creían en Papá Noel, aunque con casi nueve años Giulio había empezado
a hacer preguntas difíciles. Serafina se acercó a Kiara y juntas ayudaron a Battista
a desenvolver sus regalos.
—Creo que deberíamos hacer de los suéteres feos una tradición navideña
de Falcone —dijo Savio en voz alta, señalando su suéter.
—Sobre mi cadáver —dijo Alessio. Él y Massimo se tumbaron en el sofá.
Savio se encogió de hombros.
—Eso puede ser organizado.
—Es Navidad. No se aceptan pensamientos violentos —dijo Serafina.
—Entonces tienes que echar a tu marido. Dudaba que alguna vez no se
hubiera sentido violento en mi presencia —dijo Amo.
Remo no lo contradijo, solo mostró una sonrisa oscura. Greta resopló.
Pronto nos sentamos todos alrededor de la mesa del comedor, que estaba
repleta de guisos para el desayuno, embutidos, tablas de quesos, panettone y
muchas más delicias.
Capté los ojos de Greta al otro lado de la mesa. En los de ella pude ver un
atisbo de tristeza. Nevio debería haber estado aquí. Una parte de mí se sintió
aliviada de que no lo estuviera, pero la otra no.

361
Seis meses después

Perseguí a Battista por el césped. Era sorprendentemente rápido con sus


piernas cortas. Tropezó con un bache en el suelo y salió volando. No lloró, solo me
miró con expresión de perplejidad.
—No tan rápido —dije con una sonrisa mientras lo levantaba, le quitaba el
polvo y lo ponía de nuevo en pie.
362
Mis ojos se inclinaron ante el movimiento en el patio frente a la mansión
Falcone. Era un domingo temprano y normalmente las únicas personas despiertas
a esa hora eran Massimo y Nino para nadar por la mañana. Pero no fueron ellos.
Nevio estaba en el patio con pantalones cortos de baño y una camiseta negra
que se pegaba a su piel mojada.
Me quedé helada, nadie me había avisado que volvería, que estaba aquí
mismo en Las Vegas.
¿Cuándo había regresado? Había pasado el día anterior con Carlotta en el
hospital mientras se recuperaba de una neumonía, así que no había estado en la
mansión Falcone. Serafina había cuidado a Battista todo el día y mamá lo había
recogido por la noche por mí.
Hacía nueve meses que no veía a Nevio ni hablaba con él. No estaba segura
de qué había estado haciendo exactamente durante todo este tiempo mientras yo
cuidaba de Battista como una madre. Probablemente se había abierto camino a
través de las chicas italianas.
Nunca le había preguntado a Remo. No había querido saberlo. Nevio había
decidido sustraerse de mi vida, de la vida de Battista, y yo había decidido hacer lo
mismo con él hasta donde mi subconsciente me lo permitiera, porque mis sueños
y pesadillas aún estaban llenos de él.
Y ahora estaba de regreso.
Sus ojos se inclinaron hacia mí. Algo había cambiado en él. Parecía aún más
alto, más adulto, más duro en cierto sentido pero también más serio.
Seguí caminando, siguiendo a Battista, que se dirigió directamente al
arenero. No iba a darle mucha importancia a su apariencia. No quería que así fuera.
Había trabajado con todas mis fuerzas para olvidarlo. Sabía que tendría que
interactuar con él por Battista, si Nevio quería ver a su hijo, lo cual esperaba de
verdad, incluso si una parte de mí temía lo cerca que eso nos acercaría a Nevio y a
mí nuevamente. Una parte de mí estaba incluso asustada. ¿Y si Nevio hubiera
encontrado a alguien? Una linda chica italiana con quien casarse y quería criar a
Battista con ella. No era mi hijo, pero lo sentía así y me aterraba perderlo. Pocas
personas entendían por qué me había adaptado tan fácilmente a una vida llena de
responsabilidades a mi edad, pero nunca había sido una chica fiestera.
Pasos me siguieron y respiré hondo, sabiendo lo que vendría. Me había
preparado para este momento durante meses, había repetido lo que diría, pero
ahora su repentina aparición me desconcertó por completo.
—Rory, espera —la voz de Nevio sonó más profunda, más adulta. ¿Cómo
era posible eso en menos de un año?
363
Battista había llegado al arenero y jugaba con los moldes de arena. Me volví
lentamente, manteniendo mi expresión neutral. Nevio se detuvo justo frente a mí.
Tenía una nueva cicatriz en la barbilla, una línea blanca en su rostro, por lo demás
bronceado. Debió haber pasado mucho tiempo disfrutando del sol del sur de Italia.
—Has vuelto —dije, sonando sorprendentemente impasible. Fue bueno que
Nevio no pudiera ver mi corazón, porque ese era un completo desastre.
Los ojos de Nevio recorrieron todo mi cuerpo. Gotas de agua caían por su
rostro. Su short se pegaba a su cuerpo, acentuando cada centímetro de sus
abdominales.
—Te ves incluso más hermosa de lo que soñé.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar esas palabras. Nunca había dicho algo
así. En lugar de dejar que sus elogios me apaciguaran, me burlé.
—¿En serio? Nunca llamaste ni una sola vez, y probablemente lo hiciste
con innumerables chicas, y ahora que has vuelto, quieres que crea que soñaste
conmigo. Lo siento, tal vez la Aurora del pasado fue así de estúpida, pero yo no lo
soy y no voy a volver a ser como ella.
Nevio asintió y se acercó un paso más.
—Rory, nunca te mentí. Y no empezaré ahora. Si te digo que soñé contigo
todas las malditas noches, entonces esa es la verdad absoluta. —Su voz tenía un
ligero gruñido que envió un escalofrío por todo mi cuerpo. Me recordó encuentros
pasados que una parte de mí quería revivir desesperadamente, pero esta vez no
dejaría que esa parte de mí ganara—. Y sobre cómo me follo a innumerables
chicas… eres la última chica a la que me follé y si lo consigo, seguirás siendo la
última chica hasta que muera.
No permití que sus palabras, palabras que tanto deseaba escuchar hace un
año, debilitaran mi resolución.
—¿Entonces piensas permanecer en abstinencia por el resto de tu vida? —
Me felicité en silencio por lo dura y sarcástica que soné. Una rápida mirada a
Battista mostró que estaba tan inmerso en su juego de arena que no nos prestaba
atención. No reconoció a Nevio, eso estaba claro.
Una comisura de la boca de Nevio se alzó en una sonrisa maliciosa y se rio
entre dientes.
—Supongo que me lo merezco.
—Ah no, te mereces algo mucho peor por la mierda que me has hecho pasar
y algo peor, por Battista. —Y no estaba bromeando—. No dormiré contigo. Causó
un desastre la última vez y volverá a causarlo. No quiero eso. No necesito eso en
mi vida.
364
Sus ojos brillaron con amargura.
—Ah, Rory, sé que no me necesitas ni a mí ni al jodido desastre que era, y
probablemente aún lo soy en algunos aspectos. Eres dura como el acero por la
forma en que cuidaste a Battista. La forma en que manejaste todo. ¿Pero sabes
qué? —Se inclinó para que estuviéramos casi a la altura de los ojos. Me tensé, lista
para alejarlo si intentaba besarme. No lo hizo—. Te necesito. Te deseo. Y no me
detendré ante nada hasta conseguirte. Hasta que te haya demostrado que te
merezco. Por absolutamente nada.
Sus ojos se dirigieron a Battista.
—Y demostraré que también puedo ser un buen padre para mi hijo.
—¿Qué te hace pensar que aún estoy disponible? Te fuiste por un año. ¿Qué
pasa si seguí adelante y estoy saliendo con alguien?
Negó con la cabeza.
—Quieres sacarme de tu cabeza, pero sigo ahí. Lo puedo ver en tus ojos. Y
sé que no habrías pasado a otra persona tan rápido, especialmente cuando tenías
que cuidar a Battista.
Lo fulminé con la mirada. Él estaba en lo correcto. No había tenido tiempo
ni ánimo para ver a nadie. Battista, mi trabajo en el hospital de la Camorra, donde
había empezado a aprender todo lo necesario para trabajar como enfermera, y los
problemas de salud de Carlotta me habían mantenido ocupada.
—Probablemente hiciste que Massimo y Alessio te dieran actualizaciones
sobre mi vida amorosa de todos modos, para que pudieras volar y arruinarla si te
apeteciera.
—No soy un buen tipo. Soy un tipo muy, muy malo, que intento ser una
versión un poco menos mala de mí mismo. Me temo que dejar que la chica que
quiero más que nada en el mundo vea a otros chicos no es parte de mi estrategia
de superación personal. Así que sí, si hubiera descubierto que un chico se habría
acercado a ti, me habría asegurado de que se arrepintiera.
En realidad, no me sorprendió. Ni siquiera estaba tan molesta como debería
haber estado. Una parte de mí amaba a Nevio exactamente por esa razón, sin
importar lo loco que sonara. Quizás estaba en mis genes. Mamá se había
enamorado de papá, a pesar de que ni siquiera había crecido en el mundo de la
mafia, a pesar de que sabía que él era una mala noticia e incluso después de que
mató a su padre. Enamorarse de hombres malos parecía mi destino. ¿Podías evadir
el destino?
—Battista quiere jugar un rato en la arena. ¿Puedo llevarlo una vez que te
hayas puesto ropa seca para que puedas pasar un tiempo con él, si eso es parte de 365
tu estrategia de superación personal? —Levanté una ceja como a él le gustaba
hacer.
Aparte de mi enojo por cómo me había tratado, estaba aún más furiosa por
cómo simplemente abandonó a Battista, su propio hijo, cuando más lo necesitaba.
No estaba segura de cómo siquiera quería compensarlo. Battista aún era joven, no
tenía ni dos años, tal vez en algún momento olvidaría que su padre se había perdido
gran parte de sus primeros años de vida.
—Voy a dar un paso al frente ahora, Rory. No voy a volver a hacerlo a
medias. Estoy aquí para quedarme, aquí para asumir la responsabilidad de mi hijo,
de ti.
—No tienes ninguna responsabilidad conmigo, Nevio. No somos una
pareja. Te fuiste. Seguiste adelante. —Sonreí tensamente—. Pero me alegra que
hayas decidido finalmente ser padre de tu hijo. Se merece un buen padre.
Battista levantó brevemente la vista de la arena, probablemente debido a mi
voz tensa, pero después de una sonrisa mía, se centró en el castillo de arena frente
a él.
—Por lo que he oído, ya tiene una buena madre —dijo, suavizando sus ojos
oscuros.
Tragué fuerte.
—Alguien tenía que cuidarlo. Ha sido abandonado bastantes veces en su
corta vida.
—No era necesario. Podrías haberle entregado esa responsabilidad a mis
padres. No habrían esperado que los ayudaras.
—Esa responsabilidad la tiene un niño pequeño que ya perdió a su mamá y
luego a su papá porque ambos no lo querían. Cuando te fuiste, Battista había
formado un vínculo conmigo. Entregarlo a tus padres habría sido otro duro golpe
en su corta vida. No pude hacer eso. No antes de estar segura de que no sufriría.
—Aún no lo has hecho. Aún estás cuidándolo y papá dijo que empezó a
llamarte mamá. —Mi corazón se hinchó al pensar en ello. Me sorprendió
profundamente cuando Battista me llamó mamá una mañana cuando se despertó a
mi lado en la cama, y había seguido haciéndolo desde entonces.
—Yo no lo hice. Él simplemente lo empezó.
—Porque actúas como debería hacerlo una madre.
No dije nada a eso. Me sentía como la mamá de Battista, lo cual era extraño
porque en realidad nunca tuve la intención de permitir que eso sucediera. Lo que
había sido pensado como una solución temporal, se había convertido en algo que
no quería perder. Battista se había convertido en parte de mi vida. Supuse que lo
366
que él y su padre tenían en común. Ambos se habían metido en mi corazón y
simplemente no se iban.
Señaló mi ropa.
—Incluso usan trajes a juego. —Battista y yo llevábamos unos petos cortos
de mezclilla, lo cual había sucedido por accidente.
—Cuando traigas a Battista, pensé que los tres podríamos pasar un tiempo
juntos —dijo Nevio.
Mi primer instinto fue decir que no. No quería pasar tiempo con Nevio. Pero
también me preocupaba cómo reaccionaría Battista si Nevio intentara pasar tiempo
con él, pero asentí. Cuadré mis hombros y entrecerré los ojos.
—Battista fue abandonado dos veces. Una vez por su madre biológica y otra
por ti. Espero que estés cien por ciento seguro de que has venido para quedarte y
no volver a huir, porque estoy harta de recoger los pedazos detrás de ti. No quiero
que Battista vuelva a conocerte, que pase tiempo contigo otra vez, solo para que
se lo quiten una vez más.
Nevio me dio una sonrisa extraña.
—Esta es exactamente la razón por la que no pararé hasta que seas mía, la
razón por la que dejé a Battista a tu cuidado. No hay mejor persona en este mundo
podrido que tú. —Besó mi mejilla, sorprendiéndome—. No correré. Me quedaré,
por Battista, por ti. —Retrocedió. Retrocedí unos pasos y me aclaré la garganta.
—Probablemente deberías entrar antes de que te resfríes, y estoy segura de
que tu familia quiere hablar contigo.
—A excepción de papá, nadie sabe que he vuelto, y él solo se enteró anoche
cuando se cruzó conmigo en la sala común. Pero ahora te daré algo de tiempo para
ti. —Se dirigió al patio y desapareció dentro. Dejé escapar un suspiro tembloroso
y caminé hacia Battista. Me mostró lo que había construido hasta ahora y sonreí
en respuesta, incluso si me costara. Mis pensamientos eran un desastre. Necesitaba
tiempo para entenderlo.

367

Mi decisión de regresar a casa había sido espontánea. Me sentí listo durante


algunas semanas, pero un día simplemente supe que era el momento. Aún era un
hijo de puta arruinado, pero sentía que ya no me atormentaba esa irresistible
necesidad de matar. Me sentía más centrado.
Veinticuatro horas después de mi decisión, ya estaba en un avión de regreso
a casa. No se lo había dicho a nadie, excepto por un mensaje de texto a Alvize
antes de abordar.
Cuando ingresé el código de la mansión Falcone después de medianoche,
sentí una sensación de pertenencia que no había tenido en mucho tiempo. Esta era
mi casa y la ciudad era mi hogar. Extrañaba a ambos, pero especialmente a las
personas que hacían que este lugar fuera especial. Mi familia y Aurora por
supuesto.
La casa estaba en silencio cuando entré y me dirigí a la sala común.
Me hundí en el cómodo sofá y crucé los brazos detrás de la cabeza, dejando
escapar un suspiro. Maldición, esto se sentía bien.
Sonaron pasos. Pasos pesados y masculinos.
—Será mejor que seas un ladrón porque si este es quien creo que es, tendré
que patearle el trasero para volver a correr en solitario —murmuró papá.
Abrí los ojos con una sonrisa cansada. Él se alzaba sobre mí, en pantalones
de pijama y con una mirada severa. Pero no estaba realmente enojado. Conocía
todas sus expresiones de enojo, y ésta no era una.
—Es bueno estar de vuelta.
Papá no dijo nada durante un rato y luego preguntó:
—¿Has vuelto para siempre?
—Lo estoy —dije—. Aquí es donde pertenezco.
—Te tomó mucho tiempo darte cuenta. Tu mamá estará encantada de tenerte
de regreso.
Me puse de pie.
—¿Y tú?
Me acercó a él y me dio unas palmaditas en la espalda con fuerza.
—Perteneces aquí. —Retrocedió—. Creo que sabes que no todo el mundo
estará entusiasmado con tu regreso.
—Aurora.
368
—Y Fabiano. Aún está enojado contigo.
—Hablaré con él. Estoy seguro de que puedo hacerle entrar en razón.
—No eres la persona que elegiría para hacer entrar en razón a alguien sin
tortura.
Sonreí.
—He pasado por algunas mejoras personales.
—Espero que esas actualizaciones sean mejores que las de mi teléfono
porque me están volviendo asesino.
—Probablemente debería irme a la cama. Quiero vencer el desfase horario
y levantarme temprano.
Mañana sería un día ajetreado y con muchos altibajos emocionales.
Me pasé una mano por el cabello cuando entré a la mansión después de
nadar por la mañana, después de haberme reencontrado con Aurora.
No esperaba verla. Solo eran las siete de la mañana. Fui a la cocina a tomar
un café y un batido de proteínas. La ropa seca podría esperar.
Ni siquiera había terminado mi primer café cuando la voz de mamá me hizo
saltar.
—¡Nevio! —Me giré, solo para que ella cayera en mis brazos y me abrazara
con fuerza. Apoyé la barbilla en la cabeza de mamá y esperé a que se calmara.
Cuando se apartó, me dio una fuerte palmada en el pecho—. No te atrevas a irte
de nuevo.
—No lo haré. 369
Miró su bata de baño ahora mojada y luego me miró a mí.
—Estás goteando agua por todo el suelo.
—Lo que más extrañé fueron tus quejas matutinas.
Volvió a golpearme el pecho.
—Al menos quítate la camisa, si no quieres subir y cambiarte.
Me subí la camisa por la cabeza y la coloqué sobre una silla. Los ojos de
mamá inmediatamente registraron el tatuaje en mi pecho.
—¿Qué…? —Se quedó en silencio, la comprensión se posó en su rostro—
. Tienes mucho trabajo por delante si quieres ganártela.
—Lo sé.
La puerta se abrió de nuevo y entraron Alessio y Massimo. Ambos notaron
el tatuaje, por supuesto.
—Veo que volvió a causar problemas —dijo Alessio sacudiendo la cabeza
y me dio una palmada en la mano antes de abrazarme brevemente. Luego fue el
turno de Massimo. Su expresión permaneció tensa. Supuse que lo de Carlotta le
preocupaba.
—Buen trabajo —dijo—. Ni siquiera papá podría haber hecho un mejor
trabajo.
—Habría intentado disuadirlo de esta demostración emocional —dijo Nino
mientras entraba seguido de Kiara. Mi regreso debe haber circulado.
—Tienes tatuajes emocionales —le recordé, lo que él ignoró
deliberadamente.
—No lo detuviste cuando desfiguró sus partes íntimas con un toro —
murmuró Gemma desde la puerta con un movimiento de cabeza hacia Savio detrás
de ella.
Maldición, cómo había echado de menos las bromas Falcone. Siempre
demasiado honesto. Con un aullido, Giulio entró corriendo en la cocina y se arrojó
sobre mí. Gruñí por el impacto y me reí entre dientes por su emoción. Ese pequeño
imbécil me sacaba de mis casillas la mayoría de las veces, pero él era mi favorito
para hacerlo.
—Ya veo, echaste de menos a tu víctima de broma favorita.
Me sonrió. Probablemente sería víctima de él a menudo en los próximos
días.
370
Reunirme con mi familia me hizo darme cuenta de por qué a menudo sentía
ese vacío en el pecho mientras estaba fuera. Ya casi había desaparecido, y lo que
quedaba solo podía llenarlo con Aurora y Battista.
Después de su siesta del mediodía, me acurruqué con Battista más tiempo
de lo habitual. Tal vez estaba exagerando, pero en realidad me preocupaba que los
Falcone decidieran quitármelo para poder vivir con Nevio bajo un techo. Al final,
no pude posponer más el encuentro de Nevio con su hijo, y en el fondo sabía que
era lo único correcto, darles a estos dos la oportunidad de formar un vínculo. Hasta
el momento en su corta vida, Battista apenas había pasado tiempo con su padre y
en serio esperaba que eso cambiara ahora. Papá era una parte muy importante de
mi vida. No podía imaginarme estar sin él.
Battista estaba bien de pie, así que él y yo caminamos hacia la mansión
Falcone, con su pequeña mano asegurada en la mía. Se me hizo un nudo en el 371
estómago cuando me deslicé por las ventanas francesas abiertas hacia la sala
común donde Nevio nos estaba esperando. Se sentó en el sofá, inclinado hacia
adelante, con los brazos apoyados sobre los muslos, con expresión pensativa. Este
lado de Nevio era nuevo y sorprendente. De hecho, espero que haya significado
que haya crecido.
Levantó la vista y sonrió honestamente, luego se puso de pie.
—Hola, Battista.
Battista no lo recordaba, lo cual no era sorprendente ya que había pasado
muy poco tiempo con Nevio en su vida y no lo había visto en mucho tiempo. Ante
la atención de Nevio, Battista se presionó contra mí y tiró de mi ropa, pidiendo que
lo recogieran. Me agaché y lo levanté en mis brazos. Presionó su mejilla contra mi
pecho y miró a Nevio desde allí.
Nevio no intentó acercarse a nosotros.
—No me recuerdas, ¿verdad?
Battista se limitó a mirar. No era un conversador, solo podía decir unas
veinte palabras y nunca cuando esperabas que lo hiciera. Sus habilidades motoras
eran definitivamente su punto fuerte.
No estaba exactamente segura de qué decir. ¿Debería presentar a Nevio
como su padre o eso confundiría a Battista en este punto y empeoraría todo? A
menudo le contaba historias sobre su padre, que tuvo que irse por un tiempo (algo
que siempre esperé) para ser un héroe. Una mentira piadosa porque Battista
necesitaba un héroe en su vida, y aunque Nevio no hubiera ido a luchar por una
buena causa. Había ido a ayudar a la Camorra en Italia. También huyó, pero eso
era algo que Battista no necesitaba saber.
Nevio señaló algo al lado del apoyabrazos del sofá, un bobbycar que se
parecía un poco a su RAM.
—Espero que te gusten los autos.
Battista levantó la cabeza de mi hombro, definitivamente interesado.
—Le encantan los autos, las excavadoras, los tractores, los montacargas, los
camiones... —Le sonreí a Battista. Nunca hubiera pensado que pasaría tanto
tiempo mirando imágenes de vehículos de construcción y dinosaurios...
Cuando levanté la vista, encontré a Nevio mirándome.
—¿Quieres montarlo? —preguntó después de un momento.
Battista asintió levemente y lo dejé en el suelo. Agarró mi mano y tiró de
mí hacia el auto. Una vez allí, lo montó y comenzó a correr por la sala común con
él. Chocó con casi todos los muebles, pero eso solo pareció hacerlo más feliz a
372
juzgar por su risa escandalosa.
—Eso me recuerda a ti cuando eras niño —dijo Serafina desde la puerta.
No la había notado antes. Se apoyó contra el marco de la puerta con una
suave sonrisa mientras observaba a Battista correr. Llevaba un vestido largo y
fluido que ocultaba su vientre hinchado. Había comenzado a tomar hormonas para
poder tener los bebés de Greta en algún momento.
—Nunca tuviste esa sonrisa angelical en tu rostro cuando me estrellaba
contra los muebles —dijo Nevio con una burla.
—Es diferente —dijo encogiéndose de hombros, y sus ojos se encontraron
con los míos. Me di cuenta de que ella se sentía tan emocionada como yo. Serafina
y Remo se habían convertido en familia para Battista desde el momento en que
supieron de él. Me habían apoyado sin dudarlo. Remo apareció detrás de su esposa
y también observó la escena que se desarrollaba en la sala común. Me pregunté si
esperaban que me fuera para que los cuatro pudieran compartir un momento. No
era parte del clan Falcone, pero no podía dejar a Battista.
Dio un giro demasiado brusco alrededor del sofá y se cayó con el bobbycar,
de modo que su frente chocó con una pata de la mesa auxiliar. Inmediatamente
rompió a llorar y sus ojos buscaron los míos.
—¡Mamá! ¡Mamá!
Corrí hacia él y me arrodillé a su lado. Lo levanté y soplé el hematoma que
ya se estaba formando. No era tan malo, más bien un shock que cualquier otra cosa,
pero seguí soplando hasta que sus gritos disminuyeron y él solo sorbió, mientras
ya miraba de reojo al bobbycar.
—¿Listo para intentarlo de nuevo? —pregunté riendo.
Asintió con entusiasmo, así que lo ayudé a enderezar el auto y acomodarse
en él. Nevio se acercó un poco más y animó a Battista, quien se relajó visiblemente
con el tiempo.
—Prepararé bocadillos para Battista —dijo Serafina con una sonrisa.
¿Quería que me uniera a ella para que Nevio pudiera estar a solas con Battista?
Asentí.
—Te ayudaré.
Remo se acercó a Nevio para observar a Battista mientras yo me dirigía
hacia Serafina, a pesar de la desgana que sentía. Fue estúpido de mi parte estar tan
apegada. Remo y Serafina, y también Kiara, Nino, Gemma y Savio habían cuidado
a Battista sin mí antes. Incluso Massimo y Alessio habían vigilado a Battista
durante algún tiempo.
—¡Mamá! —llamó Battista. 373

Giré. Dejó de correr y me vio partir con ojos grandes.


—¡No vayas!
Levanté los brazos en señal de rendición y el alivio me invadió.
—Me quedaré.
—Ayudaré a Fina —dijo Remo y salió con ella. Me concentré en Battista,
no en Nevio, aún sin estar segura de lo que sentía sobre su regreso. Me alegré por
las constantes visitas de otros Falcones, especialmente cuando Massimo y Alessio
aparecieron y se acomodaron en el sofá para jugar bloques con Battista. Nos
impidió a Nevio y a mí tener otra conversación privada.
Battista no se apartó de mi lado mientras él y yo pasamos unas horas con
Nevio. Serafina y Remo vinieron dos veces más para ver cómo estábamos,
obviamente curiosos de cómo iban las cosas, e incluso Kiara nos trajo galletas
después de que Battista terminó su plato de frutas y verduras. Me pregunté si el
regreso de Nevio significaba que su familia insistiría en que Battista se mudara a
la mansión Falcone. No podía imaginarme separarme de él, pero ¿qué podría hacer
si ellos decidieran que eso era lo que debía pasar?
Lo que mi hija Greta deseaba tan desesperadamente (un niño) había sido
arrojado al regazo de Nevio, pero él no había estado dispuesto ni era capaz de
aceptar la responsabilidad que conllevaba.
Verlo ahora, intentando formar un vínculo con su hijo que ya ni siquiera lo
recordaba, me desgarró el corazón. Aún no estaba segura de que estuviera
preparado para la tarea, de que estuviera cien por ciento dispuesto a hacer lo que
había que hacer para ser padre. El sacrificio y la consideración venían con la tarea.
Aún quería proteger a Nevio. Él era mi hijo y siempre sentiría un profundo
sentimiento de protección maternal hacia él. Pero me sentí aún más protector con
Battista porque él necesitaba mi protección más que su padre, porque estaba
indefenso y necesitaba amor.
Me preocupaba que Nevio sintiera que yo no estaba de su lado, lo cual no
era cierto, porque en el fondo sabía que algún día se daría cuenta de que proteger 374
a su hijo también lo protegía de un mundo de culpa y arrepentimiento.
Había pasado una hora de la hora de dormir de Battista cuando me dirigí a
la mansión Scuderi. Esta noche había visto preocupación y miedo en los ojos de
Aurora. A través de la puerta del patio pude ver a Leona sentada a la mesa del
comedor con una bata de seda, inclinada sobre el papeleo. Llamé a la ventana
francesa y ella miró hacia arriba desorientada. Cuando me vio, se levantó con
expresión preocupada y me abrió la puerta.
—Hola, Fina, ¿qué pasa?
—Me gustaría hablar con Aurora, si está despierta.
Leona me miró con creciente preocupación y con una actitud protectora que
yo conocía demasiado bien.
—Battista tardó mucho en conciliar el sueño esta noche. Ella está en la cinta
ahora. Hoy hubo mucho que asimilar para Battista y Aurora. Ha estado dando todo
por este niño desde el primer día.
Sonreí comprensivamente.
—No estoy aquí para quitarle nada a Aurora. Ella es como su madre y nada
en este mundo me haría separar a un niño de una madre amorosa.
Leona asintió y finalmente dio un paso atrás, permitiéndome entrar.
Habíamos sido amigas durante mucho tiempo y no la culpé en lo más mínimo por
cómo acababa de actuar. Yo habría hecho lo mismo y la aprecio aún más por ello.
—¿Fabiano sigue trabajando? —pregunté. Había estado fuera todo el día,
lo que probablemente era lo mejor considerando su furia hacia Nevio, pero en
algún momento esos dos tendrían que resolver su desacuerdo.
Dejó escapar un suspiro.
—No está listo para volver a casa sabiendo que Nevio está aquí. Guarda
rencor.
Ambas sabíamos que ese era el eufemismo del año. Fabiano estaba furioso,
y si Nevio no fuera el hijo de Remo, estaba segura de que habría intentado matarlo.
Aurora no nos había dado ningún detalle pero todos nos dimos cuenta de que algo
había pasado entre Nevio y ella, y estaba bastante claro que Nevio le había roto el
corazón. Nuevamente no podía culpar a Fabiano por sentirse asesino. Si alguien le
hubiera roto el corazón a Greta… me habría convertido en un dragón escupe fuego.
Y me gustaba Aurora. Tacha eso, la adoraba. Era amable, dura y responsable
a pesar de su corta edad. Era alguien a quien deseaba estar al lado de Nevio.
Aunque no estaba segura de desearle que ella estuviera con él. Amaba a mi hijo,
pero no estaba ciega. Aurora merecía algo mejor. ¿Nevio había cambiado lo
suficiente como para merecerla? Hoy había intentado vincularse con Battista y le
375
había dado a Aurora el espacio que obviamente necesitaba. Pero no era estúpida.
Lo que sucediera cuando esos dos estuvieran solos determinaría sus posibilidades.
Finalmente encontré a Aurora en el gimnasio. Tenía los auriculares puestos,
pero aún podía escuchar el ritmo rápido de la música mientras corría en la cinta a
lo que debía haber sido a toda velocidad. Ella no estaba haciendo ejercicio porque
sí.
Me vio, la sorpresa y luego la preocupación revolotearon por su rostro rojo
y sudoroso. Saludé y sonreí, esperando asegurarle que vine en paz.
Redujo la velocidad de la cinta hasta detenerla, luego se secó la cara y se
quitó los auriculares antes de bajar.
—Serafina —dijo vacilante—. ¿Qué ocurre?
—Quiero hablar contigo sobre Battista.
Pude ver sus paredes levantarse, pude ver su cuerpo tensarse, su boca
formando una delgada línea. Ella se estaba preparando para una confrontación, y
si hubiera venido aquí para quitárselo, ella habría presentado resistencia. Reprimí
una sonrisa. En realidad, se había convertido en una verdadera madre para este
pobre niño. Mi conversación con Kiara resonó en mis oídos, lo rápido que se había
sentido como la madre de Alessio, y me di cuenta de que era lo mismo para Aurora
incluso si sus historias eran muy diferentes. Aurora no estaba preparada para tener
un hijo. Había estado a punto de descubrir su propia vida, pero la dejó en suspenso
e hizo de Battista el centro de su vida.
—Nevio quiere ser el padre de Battista. Aún le queda un largo camino por
delante. Hoy lo demostró. Pero quiero que sepas que incluso si el vínculo de Nevio
con su hijo crece, eso no cambia el hecho de que eres la madre de Battista. Nadie
en mi familia consideraría jamás quitarte al niño. Quiero que Nevio vea a su hijo,
pero a menos que tú y él se muden juntos, nunca sugeriría que Battista viva con él.
El niño siempre deberá vivir contigo como lo hace desde que Nevio te lo entregó.
Remo y yo estamos de acuerdo en esto, así que no te preocupes de que alguien
pueda dudar de tu derecho a tener este niño.
Aurora me miró fijamente y tragó saliva. Asintió brevemente, luego caminó
hacia un banco y se dejó caer. Enterró su rostro en una toalla y sus hombros
comenzaron a temblar a medida que sucumbía a los sollozos.
Corrí hacia ella, me dejé caer a su lado y la rodeé con un brazo.
—Lamento que esto te haya pesado tanto. Pensé que sabías que Remo nunca
consideraría quitarte a Battista.
Aurora se frotó la cara con la toalla y luego me miró con los ojos hinchados.
—Es un Falcone. En papel y en sangre.
376
—Y de corazón es tuyo —dije suavemente—. Con mucho gusto soy su
abuela, aunque todavía me resulta difícil digerir que tengo edad suficiente para
serlo.
Sobre todo, porque pronto estaría intentando tener un hijo para Greta.
Aurora se rio conmigo.
—No lo pareces si eso te sirve de consuelo.
Suspiré.
—Sé que probablemente no tengas motivos para creerlo, pero Nevio te ama.
Lo veo en sus ojos, y aunque probablemente no debería hablarte de ello, me lo
admitió cuando regresó por primera vez. Sé que es más de lo que la mayoría puede
soportar. Sé que tiene muchos defectos. A los ojos de muchas personas, él está más
allá de la redención, pero también lo estaba su padre. Aún lo está a los ojos de la
mayoría de la gente. Lo odié por un tiempo, luego lo odié y lo amé, luego quise
odiarlo y, finalmente, simplemente lo amé. No siempre ha sido fácil, pero nunca
me arrepentí de haberme convertido en la esposa de Remo, ni de haber aceptado
su amor, ni quién era y será siempre.
—Para ser honesta, nunca pude entender cómo lo perdonaste por
secuestrarte.
Me reí.
—Para ser honesta, yo tampoco lo hago, pero lo hice, y no solo por Nevio
y Greta. Es difícil de explicar, pero supongo que el amor siempre lo es. Sé que
Nevio también te lastimó, aunque no sé qué hizo exactamente, y no te estoy
diciendo que lo perdones. Solo te pido que escuches tu corazón. Sé que eres la
persona que Nevio necesita a su lado. Sé que tenerte a ti y a Battista en su vida le
facilitaría convertirse en una versión aún mejor de sí mismo. Pero quiero que sepas
que no te culparé si no le das o no puedes darle otra oportunidad.
Me levanté y apreté el hombro de Aurora.
—Que duermas bien. —Me di la vuelta y me fui. Había dicho lo que quería
decir y ahora las cosas estaban fuera de mi control. No estaba segura si Aurora le
daría a Nevio otra oportunidad.
Remo estaba en la cama cuando entré al dormitorio. Su expresión se tensó
con preocupación al verme.
—Espero que Nevio no haya hecho nada para provocar esta mirada.
Estaba enfadado. Nunca había entendido por qué Nevio se había ido. Para
él, Nevio debería haber luchado más para mantener el control y asumir la
responsabilidad. Ver lo cauteloso que era Battista con Nevio había despertado su
ira nuevamente.
377
—Hablé con Aurora.
—Espero que no hayas intentado convencerla de que perdone a nuestro hijo.
Porque no estoy seguro de que no vuelva a cagarla.
Le lancé una mirada severa mientras me ponía el camisón.
—No lo hará, Remo. Hablé con él. Está decidido a recuperarla, a ser un
padre para Battista y a asumir más responsabilidades en la Camorra.
—Solo le llevó un año. Un año que no volverá con su hijo. Siempre lamenté
no haber podido experimentar muchas cosas primero con los gemelos y él
simplemente desperdició la oportunidad.
—Lo hizo, pero creo que lo hizo por responsabilidad. Sabía que estaba al
borde de algo malo y no quería que Battista y Aurora se vieran afectados por ello.
—Él y yo, todos los hombres Falcone, siempre estamos potencialmente al
borde de algo malo. Está en nuestra sangre, en nuestra naturaleza. No siempre
puede correr. Tendrá que enfrentarse a sus demonios y encadenarlos.
Después de terminar con dos deudores de alto perfil a primera hora de la
tarde, llamé a Diego para decirle que me haría cargo de algunos de sus clientes. Se
alegró por el tiempo libre que le dio para poder visitar a su hermana. No podía
regresar a casa ahora mismo, sin saber que Nevio había regresado, que sería muy
fácil patearle el lamentable trasero. Necesitaba más tiempo y necesitaba
deshacerme de parte de la violencia que llenaba cada fibra de mi ser.
Le envié un mensaje corto a Leona para que no se preocupara, aunque
probablemente lo haría de todos modos, luego conduje hasta la primera dirección
que Diego me había dado.
378
No me sentí menos violento cuando finalmente entré a nuestra mansión
poco antes de la medianoche. Leona se había quedado dormida en la mesa de la
cocina con la cabeza entre sus carpetas de trabajo. Su cabello granate estaba
desordenado, se le había caído de la cola de caballo. Aún tenía un bolígrafo entre
los dedos. Se lo quité suavemente y luego la levanté en brazos. Se movió pero la
hice callar y la llevé escaleras arriba. Después de acostarla en nuestra cama, fui a
cerrar las cortinas, pero vi luz en el antiguo estudio de ballet en las instalaciones
Falcone. Nevio, sin duda. Cerré las cortinas y salí furioso.
—¿Fabiano? —llamó Leona adormilada pero no me detuve.
Cuando llegué al estudio de ballet y abrí la puerta, no solo era Nevio quien
estaba dentro. Por supuesto que no. La Trinidad Impía finalmente se reunió y
nuevamente no tramaba nada bueno. Se encontraban sentados en el suelo. Alessio
fumaba un cigarrillo mientras Nevio y Massimo bebían cerveza.
—Fabiano —dijo Nevio con una sonrisa tensa. Sus ojos estaban atentos.
Verlo de regreso en este lugar, luciendo como si nunca se hubiera ido en primer
lugar, solo multiplicó mi ira.
—Espero que no estés borracho. Patearte el trasero será menos divertido si
estás ebrio.
Massimo dejó su cerveza y se levantó abriendo los brazos en un gesto
desarmante.
—Fabiano, esto es algo que Aurora y Nevio tienen que resolver.
—No interfieras. Esto no es asunto tuyo.
—Ustedes dos pueden irse. Fabiano y yo hablaremos de esto como adultos
—dijo Nevio mientras dejaba su cerveza y se ponía de pie también.
—¿Ahora estás intentando ser un adulto razonable? —gruñí.
Alessio y Massimo abandonaron el estudio. Esperaba que no huyeran con
su padre.
Nevio se metió las manos en los bolsillos. Caminé hacia él, pero él
permaneció así, como si no le importara nada en el mundo.
—La única razón por la que no te mataré es que tienes un hijo que te
necesita, aunque solo sea para mostrarle cómo no comportarse, y porque soy leal
a tu padre.
Nevio asintió y sonrió tensamente.
—La razón por la que no me matarás es porque no te lo permitiré.
Algo incorrecto que decir. Estampé mi puño contra la barbilla de Nevio. Su
comportamiento comedido se vaporizó como sabía que sucedería. Se sintió bien 379
patearle el trasero. No estaba seguro de cuánto tiempo pasó antes de que la voz de
Leona sonara y luego fuertes brazos rodearan mi pecho y me arrastraran hacia
atrás, mientras Alessio hacía lo mismo con Nevio. Nevio sangraba por la nariz y
tenía un corte en la línea del cabello. Mi boca también se llenó rápidamente de
sangre y cada centímetro de mi cuerpo se sentía magullado. Definitivamente tenía
una o dos costillas rotas y esperaba que a Nevio le pasara lo mismo.
—¿Qué sucede contigo? —Leona estaba furiosa cuando se interpuso entre
nosotros, aún en bata.
—La lista es larga. Incluso si le gusta pensar lo contrario, Fabiano es un
asesino arruinado como yo —dijo Nevio, limpiándose la nariz con el antebrazo y
untándose la mejilla con sangre.
—¿Entonces eso es lo que fue esto? ¿Estaban intentando matarse unos a
otros? —preguntó, con sus ojos muy abiertos moviéndose entre Nevio y yo.
—Si tuvieran la intención de matarse entre sí, habrían sacado sus cuchillos
—dijo Massimo señalando el cuchillo de Nevio en su cadera. Había considerado
brevemente sacar mi cuchillo. Pero si lo hubiera hecho, podría haberle quitado algo
a Aurora que no tenía derecho a quitarle. Tenía que arreglar las cosas con Nevio,
como Leona nunca se cansaba de recalcar. Además, sinceramente, no estaba seguro
de poder vencer a Nevio. Probablemente yo también moriría en una pelea cada vez
mayor, y no podría hacerles eso a Leona y a mis hijos. Una vez hice que Leona
viera una pelea a muerte y ella a menudo me decía lo aterrorizada que había estado.
—Aún necesito hablar con él —dije, y luego escupí un poco de sangre en
el suelo.
Leona negó con la cabeza.
—No los dejaré solos. Esto es una locura.
—No volveremos a pelear —dijo Nevio con firmeza—. Pero Fabiano tiene
razón, tenemos que hablar.
—Nos quedaremos frente a la puerta —dijo Leona, dándome una mirada de
advertencia. Ella, Massimo y Alessio salieron de la habitación y cerraron la puerta
de cristal.
—Así que ahora charlemos —dije.
Nevio asintió. La sangre había comenzado a salir de su nariz nuevamente y
mi boca también se llenó. Escupí una vez más.
—¿Cuáles son tus intenciones hacia Aurora y Battista?
No solo me sentía protector con Aurora, también me preocupaba el niño que
había vivido debajo de mi techo durante casi un año.
380
—Quiero ser un padre decente para Battista. Quiero recuperar el tiempo
perdido y quiero demostrarle a Aurora que la merezco. Quiero estar con ella.
Quiero que todos sepan que ella es mía.
—Y qué eres de ella. No te veré engañar a mi hija.
—He sido suyo por un tiempo. —Se levantó la camisa, dejando al
descubierto un tatuaje que me costó entender en la penumbra, pero luego me di
cuenta de lo que estaba viendo. La aurora boreal justo sobre el corazón de Nevio.
—Los grandes gestos son bastante justos, especialmente para impresionar a
una mujer, pero no significa nada si tus acciones no coinciden.
Se bajó la camisa con un gesto de reconocimiento.
—Lo sé y mis acciones mostrarán la verdad detrás del gesto y las palabras.
—¿Aurora ya ha visto el tatuaje?
—No. Todavía no era el momento adecuado.
Conocía a Nevio de toda la vida y encontraba divertidas muchas de sus
travesuras. Me recordaba a Remo cuando lo conocí por primera vez, e incluso a la
imprudencia de mi yo más joven. Remo y yo habíamos crecido. Quería darle a
Nevio el beneficio de la duda, que él también había crecido lo suficiente como para
compensar sus errores pasados.
Nevio se acercó, con expresión seria, sin signos de la sonrisa característica.
—Hablo en serio con Aurora. No me detendré ante nada para demostrarle
que estoy listo para comprometerme, que la quiero a ella y a nadie más.
—Será mejor que tengas éxito. Si vuelves a equivocarte, no puedo
prometerte que no intentaré matarte, incluso si eso significa que ambos moriremos.
—Si vuelvo a equivocarme, mis padres serán los primeros en matarme.
Aman a Aurora.
—¿Y tú? —pregunté. No estaba seguro si Nevio era capaz de amar, pero
había pensado lo mismo sobre Nino y Remo, y ambos me habían demostrado que
estaba equivocado.
Su expresión era dura.
—Creo que ya he dicho suficiente. El resto solo es para los oídos de Aurora.
Te respeto, Fabiano, pero eso no significa que te abriré mi corazón.
—Aún no estoy convencido de que tengas uno —dije, pero la mayor parte
de mi enojo había desaparecido.
—Durante mucho tiempo, yo tampoco lo supe.
381
Mi boca se abrió por la sorpresa al ver la cara de papá cuando entré a la
cocina. Estaba sentado a la mesa de la cocina y bebía café con el labio inferior
hinchado. Un moretón apareció en su sien y sus movimientos rígidos sugirieron
que tenía más heridas.
La expresión molesta de mamá me dijo que no estaba impresionada.
—¿Necesitas que revise tus heridas? —pregunté, lista para entregarle a
Battista a mamá.
—Estoy bien —dijo papá.
382
—Seguro. —Tomé una taza de café y me senté junto a mamá—. Déjame
adivinar, te encontraste a Nevio. ¿Él está bien?
Papá sacudió la cabeza con el ceño fruncido.
—Me alegra que estés preocupada por su salud.
—A mí también me preocupa la tuya, pero veo que no estás gravemente
herido.
El humor de papá mejoró obviamente.
—¿Entonces crees que le pateé el trasero?
Dudaba que papá pudiera vencer a Nevio en una pelea, pero me guardé mis
pensamientos.
Mamá resopló y dejó su taza con fuerza.
—Alessio y Massimo tuvieron que separarlos.
—No necesitas castigar a Nevio en mi nombre, papá. Puedo manejarlo, ¿de
acuerdo?
Tomé algunos panqueques de la pila del medio y puse uno en el plato de
Battista con algunas bayas frescas y yogur.
—¿Puedo patearle el trasero también? —preguntó Davide desde la puerta
donde no lo había notado antes. Había empezado a peinarse el cabello rubio con
gomina, lo que siempre le hacía llegar tarde a todo.
—Él limpiará el piso contigo —murmuré.
—Ella está en lo correcto. Aún necesitas mejorar tus habilidades de lucha si
quieres ser rival para Nevio —dijo papá.
Mamá suspiró.
—¿Podemos no hablar de violencia en la mesa del desayuno?
Papá y Fabiano intercambiaron una mirada. Probablemente irían al
gimnasio a entrenar más tarde. Papá probablemente debería haberse tomado el día
libre, considerando sus lesiones, pero habría sido inútil decírselo.
No tenía que trabajar hoy, así que quería disfrutar del clima cálido en la
piscina. Después del desayuno, me puse un bikini y luego me cubrí con un vestido
de playa rosa antes de vestir a Battista con su lindo bañador de tiburón antes de
salir.
Con la mano de Battista en la mía, me acerqué a la piscina (a él le
encantaban nuestros baños casi diarios), pero me quedé helada cuando vi a Nevio, 383
Alessio y Massimo en el agua. Dejé escapar un pequeño suspiro. Si giraba sobre
mis talones ahora y regresaba adentro como quería hacer para evitar a Nevio,
Battista haría un ataque. Actualmente estaba descubriendo sus emociones y tenía
rabietas por las cosas más pequeñas, como cortar un plátano de manera incorrecta
o elegir el color equivocado para su cuchara. Cancelar nuestro nado equivaldría a
gritar de rabia.
Cuadrando mis hombros, seguí caminando hacia la piscina. No permitiría
que el regreso de Nevio arruinara mi vida. Me costó un esfuerzo considerable
establecer una rutina y entender mi vida cuando me dejó con su hijo.
Estaba de espaldas a mí, presentando la sonrisa retorcida del Joker que aún
me daba escalofríos. Su lista de conteo no había crecido, lo cual me sorprendió. Lo
que había leído en las noticias sobre las guerras entre mafias en Italia y lo que había
oído discutir a papá y a los Falcone era que el número de muertos había sido
enorme. No creí ni por un segundo que Nevio no hubiera sido responsable de
algunos de esos asesinatos. Tal vez había esperado a regresar a casa para que Nino
pudiera tatuarlo. Sin embargo, en algún momento el espacio en su espalda se
acabaría.
Massimo señaló con la barbilla en mi dirección y le dijo algo a Nevio, quien
se giró a medio camino. Su expresión era difícil de leer, casi ansiosa. No era una
expresión que se viera a menudo en su rostro. Alessio le dio una palmada en el
hombro a Nevio y ambos se marcharon. Casi los llamé para que regresaran.
¿Parecía que quería pasar tiempo a solas con Nevio?
Fue muy tarde. Ya estaban camino a la mansión. Le di a Nevio una sonrisa
tensa y me concentré en ponerle los flotadores a Battista. Me quedé con mi vestido
de playa por el momento, no queriendo exponerme frente a Nevio. Lo había visto
todo. Demonios, había estado dentro de mí con sus dedos, lengua, polla e incluso
cuchillo. Aun así, se sentía como un extraño después de nuestro tiempo separados.
Yo había cambiado y por los pequeños destellos de él que había tenido, él también.
Aún no estaba segura si era para mejor.
Dejé a Battista en el suelo y él corrió hacia la parte poco profunda de la
piscina para jugar con sus juguetes. Nevio se acercó a mí.
—Puedo ir a la piscina con Battista si quieres tomar el sol un rato.
Mi atención estaba en el tatuaje en su pecho y él me permitió verlo bien
mientras esperaba frente a mí en silencio. Me tomó un tiempo darme cuenta de lo
que estaba viendo y aun así me costaba creerlo. La aurora boreal. Aurora boreal.
Mi corazón se aceleró y mi garganta se apretó, reacciones no deseadas que
quería reprimir.
Nevio siguió mi mirada y luego levantó la cabeza para mirarme con
intensidad. 384

—¿Sabes lo que es eso?


—¿Un hermoso fenómeno? —No quería considerar por qué se había
tatuado dicho fenómeno que me dio nombre en su pecho.
—No podría haberlo dicho mejor —dijo en voz baja que me puso la piel de
gallina por todo el cuerpo.
—¿Los visitaste mientras pasabas tiempo en el extranjero? —Mi voz era
extrañamente ronca. Nevio no era del tipo que se hacía tatuajes de bonitos destinos
de viaje.
Sacudió la cabeza, su intensa mirada aún sobre mí.
—No. Y si alguna vez lo hago, la mujer que inspiró este tatuaje estará
conmigo.
—Tal vez la conozca algún día —dije.
Sonrió extrañamente y se acercó aún más. Mis ojos se dirigieron a Battista,
que estaba sentado sobre su trasero y jugaba tranquilamente. ¿Por qué no podía
causar problemas cuando lo necesitaba?
—Sabes que este tatuaje te representa —dijo. Estaba lo suficientemente
cerca como para que pudiera haber tocado los vibrantes remolinos de la aurora
boreal en su pecho. El tatuaje en su pecho era aún más hermoso en este primer
plano. Nunca había visto una combinación de colores más hermosa para las luces.
Entonces mis ojos se fijaron en algo en su muñeca, un tatuaje de una B roja. Tragué
fuerte.
Giró su brazo, mostrándome el tatuaje.
—Una vez que conozca mejor a Battista, quiero agregar detalles que lo
representen.
Tragué.
—No es tan fácil como hacerse un tatuaje. Huiste porque tenías miedo de
la responsabilidad. Ahora tienes que demostrar tu valía.
—No me asustaban las responsabilidades, Rory. Estaba jodidamente
asustado de mí mismo o de lo que era capaz de hacer.
Estudié su rostro. Todo en él era honesto.
—Entonces huir no tenía mucho sentido, ¿verdad? No puedes huir de ti
mismo y, mirando los titulares en Italia, seguiste allí donde lo dejaste aquí.
—Sabía que no podía huir de mí mismo. Ese no era el punto.
385
—¿Qué fue entonces? —Tuve problemas para mantener la voz baja y
uniforme. No quería que Battista se diera cuenta de la tensión entre su padre y yo.
—El punto fue que dejé atrás a las personas que quería proteger de mí
mismo. No me importaban los daños colaterales que dejé en Campania.
—¿Entonces matar a más personas sin responsabilidades en Campania te
hizo cambiar? —pregunté dubitativa. Parecía que había alimentado a sus
demonios, no los había matado de hambre.
Sacudió la cabeza lentamente y se bajó el bañador unos centímetros. Me
puse tensa.
—Solo quería mostrarte algo.
Me mantuve cautelosa hasta que aparecieron dos cicatrices redondas y rojas
al lado del hueso de la cadera y sobre el hueso púbico.
—Casi morir me cambió. Hace aproximadamente un mes me alcanzaron
dos balas. Me atendieron bien y casi me desangro antes de llegar al hospital.
—¿Cómo es que tu padre no se lo contó a nadie? —¿O simplemente me lo
ocultaron?
—Él no lo sabe. Nadie lo hace. Alvize estaba demasiado asustado por la
reacción de papá, así que estuvo feliz de mantenerlo en secreto cuando se lo pedí.
Cuando yací allí sobre mi propia sangre, me di cuenta de que había perdido muchas
oportunidades, no de matar y torturar, sino de pasar tiempo contigo y Battista, para
mostrarte lo que significas para mí, y me di cuenta de que necesitaba hacerlo. Venir
a casa contigo y mi familia.
Lamí mis labios nerviosamente. Sus palabras me impactaron directamente,
pero no quería disolverme en un charco emocional.
Nevio señaló el tatuaje de las luces y luego la B.
—No me hice estos tatuajes para impresionarte y hacer que me perdones.
Los conseguí porque eran mi única manera de llevaros a ti y a Battista conmigo de
forma segura. Para recordarme por qué estaba intentando controlar mis demonios.
—Battista esperaba junto a la piscina, mirándonos expectante. Me alegré por su
presencia, por la distracción que ofrecía, porque una parte de mí quería hundirme
en los fuertes brazos de Nevio por sus palabras.
Nevio se acercó.
—Si pudiera haberte tatuado en mi corazón, lo habría hecho. Me habría
abierto la caja torácica para que el tatuador pudiera alcanzarlo — murmuró, luego
se echó hacia atrás y se acercó a Battista, dejándome allí para recuperar el aliento.
—¿Necesitas mi ayuda con los flotadores, amigo? —preguntó Nevio 386
mientras se agachaba junto a Battista, quien me lanzó una mirada inquisitiva. Se
había quitado los flotadores como hacía a menudo. Le sonreí, luego asentí y él le
entregó a Nevio sus flotadores en respuesta. Les di la espalda, intentando calmar
mi corazón acelerado.
No tenía ningún tatuaje de Nevio o Battista en mi piel, pero los llevaba
conmigo de todos modos.
—Te atraparé, no te preocupes —dijo Nevio, seguido de un fuerte chapoteo
y la risa aguda de Battista.
Miré por encima del hombro. Nunca permitía que Battista saltara a la
piscina. Todos los hombres de la casa Falcone y Scuderi siempre bromeaban sobre
que me parecía demasiado a una mamá gallina. Mi primer instinto fue decirle algo
a Nevio, dejarle claro mi punto de vista sobre la seguridad en el agua, pero Battista
era su hijo y si realmente quería dar un paso al frente y ser un verdadero padre,
necesitaba darle espacio para hacerlo.
Me hundí en la tumbona y los miré mientras jugaban salvajemente en el
agua. Parecían disfrutar de las mismas actividades bulliciosas.
Las palabras de Nevio seguían resonando en mi cabeza. Había jurado que
no lo perdonaría. Pero al pensar en cómo casi había muerto, sentí un nudo en la
garganta. No quería vivir sin él. Eso no significaba que lo perdonaría fácilmente
pero le daría la oportunidad de demostrar su valía por última vez.

La paciencia no era mi fuerte y nunca lo sería. Ardía de deseo por Aurora,


no quería nada más que enterrarme en ella de nuevo, pero ella quería ver si en
realidad estaba dispuesto a comprometerme, y saltar sobre ella como un
adolescente cachondo, aunque me sintiera como tal, no enviaría el mensaje
correcto. Tendría que vivir con mis pelotas azules por un tiempo más.
Le concedí unos días para aceptar mi regreso y aproveché el tiempo para
retomar mi puesto en la Camorra y demostrarle a papá que estaba preparado para
cualquier tarea que tuviera en mente para mí. Pasé tiempo con Battista todos los
días, primero bajo la atenta mirada de Aurora; obviamente aún no confiaba en mí,
pero hoy tuve la oportunidad de estar solo con él por primera vez. Aurora tenía que 387
trabajar en nuestro hospital, donde había comenzado su formación como
enfermera. Me alegré de que hubiera elegido permanecer en nuestro mundo y no
empezar la universidad para obtener un título en enfermería.
—¿Estás seguro de que estarás bien? —Me había preguntado alrededor de
media docena de veces antes de que finalmente me dejara con Battista.
Estaba nervioso. No es que no tuviera experiencia en estar con niños
pequeños. Había vigilado a mis sobrinas Luna y Caterina, y a mi hermano Giulio
cuando eran pequeños todo el tiempo, pero nunca los había cuidado. Supongo que
mamá y papá, Savio y Gemma nunca me habían considerado una opción válida.
No es que alguna vez hubiera querido ser niñera. Y ahora me sentaba en el suelo
junto a mi hijo de casi dieciocho meses y jugaba con camiones de bomberos y
tractores de juguete.
Organicé un choque entre dos tractores con muchos efectos de sonido, lo
que provocó que Battista se riera antes de ponerse serio mientras hacía rodar los
camiones de bomberos hacia la escena del accidente.
—¿Alguna vez has viajado en un camión de bomberos? —pregunté.
Battista levantó la vista de los carritos de juguete con curiosidad. No estaba
seguro si entendió lo que quería decir. Probablemente aún era demasiado joven
para conseguirlo.
—¿Quieres viajar en un camión de bomberos? —pregunté en su lugar.
Asintió con entusiasmo. Eso fue suficiente para mí, incluso si aún no estaba
seguro de que entendiera lo que quería decir.
Saqué mi teléfono y llamé a los bomberos. Al principio, pensaron que era
una persona que llamaba en broma. Tuve que repetir mi nombre varias veces antes
de que me dijeran que podía venir. Me levanté y le tendí la mano.
—Vamos, vamos a montar en un camión de bomberos.
Battista levantó la vista de sus juguetes y luego se puso de pie, con un
camión bajo el brazo.
Recogí las llaves del auto al salir y luego me detuve porque casi me olvido
del asiento para niños. Después de tomar el asiento para niños del auto de mamá y
colocarlo en el mío, Battista y yo finalmente pudimos salir.
Llevábamos quince minutos en el camino cuando Battista señaló que tenía
hambre y sed. Por supuesto, no había empacado nada. Ni siquiera había pensado
en empacar su bolsa de pañales. Haciendo una mueca, me dirigí hacia Wholefoods
porque eso era lo que Aurora hubiera querido y le compré a Battista sandía, bolsitas
388
de fruta y una botella de agua, además de un sándwich de queso.
Diez minutos después, Battista estaba satisfecho y su ropa arruinada con
jugo de sandía, manchas de moras y migas de pan. La mitad del agua también había
empapado mi camisa.
—Está bien. Supongo que tenemos que ir a comprar ropa.
Le envié a Aurora una foto de Battista y le pregunté dónde podía comprarle
ropa.
Llamó inmediatamente.
—¿Eso es sangre?
Puse los ojos en blanco.
—Es sandía y mora.
—Oh —dijo, sonando avergonzada.
—Sé que he sido un padre horrible hasta ahora, pero ¿en serio crees que
dejaría a Battista cubierto de sangre la primera vez que lo cuido solo?
Se aclaró la garganta.
—Hay ropa de repuesto en su bolsa de pañales. ¿Y por qué no estás en casa?
La preocupación en su voz era inconfundible.
—Olvidé la bolsa y nos dirigimos al departamento de bomberos para vigilar
y montar en los camiones de bomberos.
Silencio al otro lado. Podía imaginar la preocupación en el rostro de Aurora.
Supuse que eso no era algo que ella hubiera hecho con Battista.
—Bueno, entonces tendrás que comprar ropa, supongo, también una gorra
para el sol, protector solar, pañales, crema para la irritación del pañal… —Se
interrumpió—. Las sirenas pueden ser demasiado fuertes para Battista y no puede
encenderlas.
—¿Dónde está la diversión en eso?
—Sus oídos son sensibles.
—Está bien, Rory. Me aseguraré de que Battista esté sano y salvo cuando
vuelvas a casa esta noche. No te preocupes.
—Nevio, ¿de verdad crees que es una buena idea? Podrías ir a un parque
infantil con él. Hay uno…
—Todo estará bien —dije, y luego colgué. Rory necesitaba ver que yo no
hacía cosas como ella pero que aun así podía hacerlas bien.
389
Después de una visita rápida a dos tiendas más para comprar todo lo que
Rory había dicho más protectores para los oídos, Battista y yo finalmente llegamos
frente al departamento de bomberos.
—Ya llegamos, amigo —dije, volteándome en mi asiento, solo para
encontrar a Battista profundamente dormido. Una mirada al reloj en mi tablero
mostró que era su hora de siesta.
Apoyé mi cabeza contra el respaldo con una sonrisa. Mi teléfono vibró en
mi bolsillo. Era mamá. Antes de que pudiera decir algo, dije:
—¿Aurora te ha pedido que llamaras para esto? Battista está bien.
Mamá soltó una carcajada.
—Bueno. Pero si necesitas algo, llámame.
—¡Estaré bien! —murmuré. Mierda. A continuación, probablemente papá
aparecería aquí para ayudar.
—Diviértete —dijo mamá con un toque de diversión.
Agarré una bolsita de fruta, la vacié y luego me comí la segunda mitad del
sándwich de Battista. Me había olvidado de buscar comida para mí.
—Guau —desde el asiento trasero me hizo darme la vuelta. Battista miraba
por la ventana al departamento de bomberos con ojos enormes. En la enorme
entrada estaban estacionados dos camiones de bomberos.
Salí y agarré a Battista. Uno de los bomberos era hijo ilegítimo de un
camorrista. Él fue quien nos mostró a Battista y a mí el camión de bomberos. Tomé
algunas fotos de Battista detrás del volante y luego se las envié a Aurora, antes de
salir con la camioneta con las sirenas a todo volumen. Battista se sentó en mi
regazo y aplaudió emocionado.
Gracias a los protectores auditivos, Battista pudo escuchar las sirenas de
forma segura y pasó el mejor momento de su joven vida. Y tengo que admitir que
también me divertí. Pensé que pasar tiempo con un niño pequeño sería jodidamente
aburrido, pero había muchas cosas divertidas que hacer, y verlo tan emocionado
era una ventaja. Le envié a Aurora un video de Battista gritando de alegría mientras
conducíamos con las sirenas.
Ella me devolvió una sonrisa con el pulgar hacia arriba, lo cual fue una
jodida decepción. Tal vez aún desaprobaba que yo hiciera esto, pero no iba a hacer
una mierda aburrida de repente. Este era mi hijo y si se pareciera en algo a mí,
pronto querría hacer cosas locas como montar camiones de bomberos por capricho.
Cuando regresamos a casa al final de la tarde después de una breve parada
en Shake Shack para tomar una hamburguesa y unas papas fritas, Battista parecía
listo para quedarse dormido. Y yo también me sentía cansado. 390

—No le cuentes a tu mamá sobre las papas fritas —le dije a Battista con un
guiño cuando lo levanté. Sin embargo, considerando que olía como si se hubiera
caído en un balde lleno de papas fritas, sería difícil mantenerlo en secreto. No me
atrevía a bañarlo sin ayuda.
Mamá estaba sentada en la sala común frente a la máquina de coser. Había
empezado a coser un par de años atrás, después de que Gemma le enseñara cómo
hacerlo, y ahora cosía ella misma la mayoría de sus vestidos y, a veces, hacía piezas
personalizadas para las mujeres de nuestra familia.
Levantó un mono con pequeños camiones de bomberos por todas partes.
Battista corrió hacia ella con una gran sonrisa y ella lo abrazó con fuerza.
—Huelo papas fritas.
Sacudí la cabeza.
—¿Puedes ayudarme a bañarlo antes de que regrese Aurora?
—Ella no se enojará porque le diste comida rápida.
—En este momento le gusta estar enojada conmigo —dije.
Mamá no dijo nada pero su expresión me dijo que estaba del lado de Aurora
en esto. Pero me ayudó a darle un baño rápido a Battista antes de sentarme en mi
cama con Battista para leerle un libro.
Quería mostrarle a Aurora que estaba listo para asumir la responsabilidad y
sentí que lo había hecho hoy incluso si ella no aprobaba mis métodos. Maldita sea,
esperaba que Aurora también lo viera.

391
Gioele, el médico más nuevo que trabajaba para la Camorra, me dejó frente
a mi casa. Lo había hecho varias veces porque estaba en camino y no quería que
papá me recogiera como a un niño pequeño todo el tiempo.
En el momento en que estuve dentro busqué a Battista y Nevio, pero no
estaban allí. Quizás aún estuvieran en las instalaciones de los Falcone. Me dirigí
allí. Prácticamente yo también vivía allí.
Sin embargo, Nevio no estaba en la sala común. Serafina estaba allí,
inclinada sobre su máquina de coser con expresión concentrada. Estaba trabajando
en una falda y atando encaje al dobladillo. Siempre creaba hermosas prendas de 392
estilo boho. Quizás si alguna vez me casara le pediría que me cosiera un vestido.
—¿Dónde está Nevio?
—Él y Battista están en la habitación de Nevio porque Battista estaba
cansado.
Fruncí el ceño.
—¿Está todo bien? —Aún era temprano para que Battista se fuera a la cama.
Serafina me dio una sonrisa comprensiva.
—Fue un día emocionante para ambos.
Asentí.
—¿Puedo ir allí?
—Ésta también es prácticamente tu casa.
Me mordí el labio. A pesar de pasar tanto tiempo aquí con Battista, no me
atrevía a entrar al ala de Remo sin permiso.
Cuando un poco más tarde llamé a la puerta de Nevio, nadie respondió.
Preocupada, abrí la puerta y me quedé inmóvil.
Nevio estaba tumbado en su cama con Battista acurrucado contra su
costado, con un pequeño brazo sobre el pecho de Nevio. Un libro descansaba sobre
el estómago de Nevio y uno de sus brazos rodeaba a Battista protectoramente. Sus
ojos se abrieron cuando entré. Le di una pequeña sonrisa, sintiéndome culpable
por haber estado tan preocupada, pero dadas las escapadas pasadas de Nevio no
pude evitarlo.
Nevio se separó de Battista y se levantó. Salimos al pasillo. El cabello de
Nevio estaba alborotado.
—¿Quieres comprobarlo para ver si tiene pulso? —preguntó con un gesto
sarcástico en la boca.
Me sonrojé.
—Esta era la primera vez que estabas a solas con él y elegiste hacer un viaje
completo, por supuesto que estaba preocupada.
—Todo salió bien.
—Excepto por la ropa arruinada, los pañales perdidos, la falta de refrigerios
saludables y la rutina arruinada a la hora de dormir.
Dio un paso más cerca, apoyándome contra la pared.
—Excepto por eso, sí —dijo en voz baja—. Pero dudo que a Battista le
importara alguna de esas cosas. No recordará que olvidé hacer la maleta, recordará 393
montar en un puto camión de bomberos y pasar un buen rato conmigo.
Para mi sorpresa, detecté un atisbo de dolor en los ojos de Nevio.
—Tienes razón —admití de mala gana—. Pero ser padre no se trata solo de
hacer cosas divertidas.
—Mierda, Rory. Lo sé y estoy haciendo lo mejor que puedo. Tal vez aún no
esté a la altura de tus altos estándares, y tal vez nunca lo esté, pero nunca seré como
tú. Siempre seré solo el padre que pueda ser. Tal vez no haga las cosas como tú las
habrías hecho, pero eso no significa que haré un mal trabajo.
—Battista parecía feliz en las fotos que me enviaste. Gracias por pensar en
mí —dije como una especie de oferta de paz. En realidad, pedirle perdón a Nevio
no era una opción en este momento.
Sus ojos parecieron agarrarme por el cuello.
—Siempre lo hago.
Aparté la mirada y me aclaré la garganta.
La mirada de Nevio recorrió mi cuerpo.
—Me gustas en ambo. Te quedan sexys.
Me encogí de hombros, fingiendo que no me importaba incluso cuando mi
cuerpo se calentaba.
—Son funcionales. —Me escabullí para poner más distancia entre
nosotros—. Necesito encontrar una manera de llevarlo a su cama.
—Puedo cargarlo.
—Necesito cambiarlo y ponerle el pijama.
—En realidad está en pijama. Lo cambié después de que llegamos.
La sorpresa se apoderó de mí, seguida de la sospecha.
—¿Qué le lavaste?
Nevio suspiró. Me agarró la muñeca y me acercó más.
—Eres muy buena haciéndome pasar un rato difícil.
—Esta no soy yo haciéndote pasar un mal rato.
Sonrió.
—De acuerdo entonces. ¿Qué tal si tenemos una cita los dos?
Empecé a negar con la cabeza, pero Nevio siguió hablando.
—Una cita inocente, sin juegos con cuchillos ni otras cosas pervertidas. Y
394
tampoco hay otras actividades divertidas que involucren a nuestras regiones
inferiores, a menos que así lo desees.
—No…
—Le quité el olor a papas fritas, ¿de acuerdo? Cenamos en Shake Shack y
después me olvidé de cepillarle los dientes.
No pude evitar reírme.
—¿Y crees que eso me hará decir sí a una cita?
—Pensé que la honestidad lo haría —dijo. Su sonrisa aún prometía
problemas y tenía serias dudas de que Nevio pudiera lograr una cita completa sin
intentar seducirme, pero sentí que asentía.
—Está bien, pero nada de travesuras.
—No nos divertiremos, si eso es lo que quieres —dijo con una sonrisa
descarada. Suspiré. En realidad, esperaba no arrepentirme de esto.
Nevio llevó a Battista a mi casa. Estaba tan agotado que ni siquiera se movió
cuando lo acosté en su cama. Acompañé a Nevio escaleras abajo donde nos
encontramos con papá. Su expresión era furiosa.
—¿Qué estabas haciendo arriba? —La sonrisa de respuesta de Nevio
prometía problemas.
—Nevio cargó a Battista por mí —dije rápidamente antes de que las cosas
se intensificaran.
Papá se relajó, pero aun así miró a Nevio con dureza.
—¿Gioele condujo con cuidado cuando te trajo a casa hoy?
Fruncí los labios.
—Por supuesto, ¿por qué...? —Entonces entendí por qué papá había
mencionado a Gioele. La intensa mirada de Nevio se posó en mí. Le envié a papá
una mirada furiosa antes de empujar a Nevio afuera, lejos de la provocación de
papá.
—¿Quién es Gioele?
Puse los ojos en blanco.
—Es médico en el hospital y de vez en cuando me deja viajar con él para
que papá no tenga que recogerme.
—Qué amable de su parte. —La voz de Nevio era dura y sus ojos prometían
violencia.
—Parece que algunas cosas no han cambiado... 395

—Sigo siendo yo, Aurora. El imbécil asesino del que te enamoraste. No me


he convertido en un puto gato doméstico domesticado, así que si algún imbécil
cree que puede intentar algo contigo, más vale que sepa las consecuencias. No te
comparto.
Mi corazón se aceleró.
—No puedes compartirme porque no soy tuya.
No dijo nada pero su cara dejaba muy clara una cosa: yo era suya.
—Gioele está casado, así que no tienes que lastimarlo.
—Como si el matrimonio alguna vez hubiera detenido a alguien.
—Él no ha hecho nada, ¡así que, por favor, detente!
—Lo detendré y ni siquiera le patearé el trasero, si me dejas recogerte en el
futuro.
—¿Y si estás ocupado?
—Entonces enviaré a alguien en quien confío.
Resoplé. No podía creer su audacia pero al mismo tiempo sentí una emoción
enfermiza al saber que Nevio estaba celoso.
—No estamos saliendo —le recordé.
—Pero haré todo lo que esté en mi poder para cambiar eso. Compensaré la
mierda que hice en el pasado hasta que sea digno de llamarte mía.
Se giró y se alejó, dejándome con el corazón latiendo con fuerza en el pecho.
Nevio seguía tan intenso como antes de irse a pesar de los cambios notables que
no podía negar. Incluso si nunca se lo hubiera admitido, me alegré de que no
hubiera cambiado por completo. Ese hecho probablemente me volvía tan loca
como él. Pensando en nuestra próxima cita, mi vientre revoloteó con mariposas.
Nunca había tenido una cita. Lo que Nevio y yo habíamos hecho en el pasado
difícilmente calificaba como tal.

396

Recogí a Aurora en el hospital al día siguiente. Fabiano la había llevado allí


por la mañana. Como tuve que visitar un par de casinos para la Camorra, mamá
había vigilado a Battista hasta primera hora de la tarde y yo me había hecho cargo
después de eso. Para entonces, el hombrecito se había acostumbrado a mí y cada
momento que pasaba con él también me gustaba más.
—Gioele no estuvo en el trabajo hoy. Al menos no como médico. Ingresó
anoche como paciente porque al parecer alguien lo atropelló con un auto.
Enseñé los dientes.
—Es un mundo peligroso.
Aurora entrecerró los ojos.
—Fuiste tú.
Me encogí de hombros.
—Sigo siendo yo, Rory. Me pongo mi máscara civil más a menudo para ti,
pero debajo de ella aún hay un monstruo sediento de sangre, especialmente cuando
los hombres no mantienen la distancia contigo.
Aurora negó con la cabeza.
—¡Podrías haberlo matado!
—Lo atropellé con mi auto para no sentirme tentado a matarlo porque si
hubiera sentido su sangre en mi piel, le habría arrancado el corazón.
Aurora parpadeó y lentamente se giró hacia Battista como si recordara su
presencia en ese momento.
—¿Te divertiste hoy?
Él asintió con entusiasmo. Su cabello oscuro y rizado ondeaba por todas
partes.
—Él y yo nos dimos un chapuzón rápido en la piscina.
Aurora me dio una pequeña sonrisa. Me di cuenta de que aún estaba un poco
enojada, pero sabía en lo que se estaba metiendo.
—¿Estás segura de que quieres un perfil bajo?
Le había dado a elegir entre elegante y discreto para nuestra cita y, por
supuesto, Aurora siendo Aurora había elegido lo último.
—Definitivamente. Sin disfraces ni ambientes rígidos.
—Nada será rígido, lo prometo —dije con una sonrisa diabólica. Aurora me
397
lanzó una mirada de advertencia, como si Battista entendiera mi insinuación.
Los dejé en la mansión de Fabiano para que Aurora pudiera cambiarse su
bata médica (aunque en realidad me gustaba que la usara y me hubiera encantado
quitársela yo mismo) y llevar a Battista a la cama antes de recogerla para nuestra
cita.
Dos horas más tarde llamé al timbre. Por supuesto, Fabiano abrió la puerta.
Bloqueó la entrada con expresión dura, con los brazos cruzados frente al pecho.
Parecía un portero.
—No creo que tenga que decir nada.
—Me comportaré y la traeré de regreso antes del toque de queda —dije con
la mejor voz querida de todos—. Lo prometo, señor.
—No sé por qué una chica inteligente y agradable como Aurora elige a
alguien como tú —murmuró.
—Los chicos malos lo hacen mejor.
Por suerte, Leona y Aurora aparecieron detrás de Fabiano en ese momento
o me hubiera dado un puñetazo en la cara. Y aunque siempre estaba ansioso por un
poco de entrenamiento, tenía muchas ganas de mi cita con Aurora. Solo eso
demostraba cómo Aurora me había cambiado. Aurora llevaba un vestido corto de
peto negro con una camiseta blanca debajo y sus Converse blancas favoritas.
Sonreí. Esta era Aurora y esperaba que nunca cambiara.
Le dio unos golpecitos a Fabiano en el hombro hasta que finalmente él dio
un paso atrás para dejarla pasar. Ella escaneó mi camiseta con las cejas levantadas.
Llevaba una camiseta negra con el logo de la banda KISS, pantalones cargo negros
y Converse negras.
—¿Desde cuándo te gusta KISS?
—Comencé a escucharlos en Italia.
—Vuelve a las diez —nos interrumpió Fabiano.
—La medianoche está bien —dijo Leona.
—Soy mayor de edad.
Fabiano me frunció el ceño a mí, no a ella.
—Y vives bajo nuestro techo, por lo que sigues nuestras reglas. —Aurora
suspiró mientras me seguía hasta mi auto. Toqué su espalda baja, pero ella se alejó
y mi mano se deslizó. Me parece bien. Aún tenía mucho trabajo por hacer antes de
que me perdonara. La llevé a mi RAM y le abrí la puerta, luego le tendí la mano
para ayudarla a entrar. La tomó con un murmullo de agradecimiento y entró. La
visión de sus hermosas piernas inmediatamente aceleró mi pulso, pero con el 398
mayor esfuerzo me guardé un comentario para mí. Aurora quería la versión de
chico bueno de mí hoy y yo intentaría dársela.
Cuando me senté detrás del volante, dije:
—Esta es mi primera cita.
—Lo sé.
—No —dije con firmeza—. Nunca he tenido una cita con una chica.
La sorpresa brilló en sus ojos y una pequeña sonrisa apareció en su rostro,
haciéndola aún más hermosa y haciéndome diez veces más difícil no inclinarme y
besarla.
—Supongo que entonces tenemos que hacer que valga la pena.
—Estoy haciendo lo mejor que puedo —dije en tanto arrancaba el motor y
me alejaba. Por el espejo retrovisor pude ver a Fabiano aún en el umbral. Tuve que
admitir que había estado seguro de que me habría metido una bala en la cabeza,
pero que realmente me permitiera llevar a Aurora a una cita me hizo querer
demostrarle a él y a todos los demás que incluso si estaba jodido como el infierno,
estaba en mí para ser lo que Aurora merecía.
—¿A dónde me llevas?
—Kiss minigolf mundial.
Aurora se rio.
—¿En serio? —Sus ojos azules brillaron de diversión—. ¿Es por eso que
estás usando la camiseta?
—Sí. Intentando ponerme en tono. —Dejé que mi mirada viajara sobre
ella—. Y en serio me gusta que nuestra ropa combine sin siquiera intentarlo.
Tenía las manos apoyadas en su regazo y jugaba con los dedos. Puse mi
mano en la consola central, con la palma hacia arriba. Por lo general, simplemente
habría tomado su mano sin preguntar, pero en realidad quería darle el tiempo que
necesitaba, incluso si iba en contra de mi naturaleza.
Su mirada se dirigió a mi mano pero no la tomó.
Reprimiendo mi decepción, mantuve la palma donde estaba por si cambiaba
de opinión.
Los ojos de Aurora se iluminaron cuando entramos al minigolf con temática
de KISS. Brillaba en la oscuridad con colores neón.
—Ni siquiera recuerdo la última vez que jugué al minigolf —dijo.
—Creo que fue hace unos tres años con Carlotta, Greta, Massimo, Alessio 399
y yo.
Asintió pensativamente.
—Cierto. Massimo nos ganó a todos, pero tú quedaste segundo.
—Esta noche ganaré.
—Ya veremos —dijo con una sonrisa descarada.
Aurora dejó escapar un suspiro cuando volvió a fallar el agujero. La pelota
tenía que enrollar la lengua roja de una figura de Gene Simmons, pero Aurora usó
demasiada fuerza o muy poca, y se frustró.
—¿Déjame ayudar? —Me acerqué detrás de ella y asintió levemente.
Presionando mi frente contra su espalda, puse mis manos sobre las de ella, mis
brazos la rodearon—. Necesitas la cantidad adecuada de fuerza —le dije cerca de
su oído para que me escucharan por encima de la música—. No demasiado duro,
pero tampoco demasiado suave.
Aurora se estremeció bajo mi agarre y luego juntos nos movimos y
golpeamos la pelota con el palo de golf. La pelota subió por la lengua roja y cayó
en el hoyo.
Aurora sonrió.
—Déjame intentarlo por mi cuenta.
Di un paso atrás incluso si era lo último que quería. Detrás de nosotros un
par de personas estaban esperando, pero una mirada mía y retrocedieron.
Aurora se sonrojó.
—Lo siento. ¡Solo un intento más!
—Tómate todo el tiempo que necesites —dije con firmeza.
400
Pero esta vez golpeó la pelota con la cantidad adecuada de fuerza en el
primer intento y acertó en el hoyo. Se levantó de un salto con una gran sonrisa y
me abrazó. Mis brazos la rodearon de inmediato, sosteniéndola contra mí. Me
sonrió y luego sonó la canción de KISS que se había repetido en mi auto cuando
estuve en Italia.
Fui hecho para amarte.
Me incliné.
—Rory, tú fuiste hecha para mí y yo fui hecho para ti. —Nuestros ojos se
encontraron y Rory tragó pesado. Me obligué a alejarme para darle el espacio que
había solicitado, luego asentí hacia el siguiente agujero. Aurora me siguió sin decir
una palabra mientras sonaba la siguiente canción.
Después de eso, compramos hamburguesas In-N-Out y helado suave de
vainilla y lo comimos en el auto en una colina con vistas a Las Vegas. Aurora había
solicitado el lugar y entendí por qué.
—¿Esto es lo suficientemente discreto para ti? —pregunté una vez que
terminamos el helado suave.
Asintió y se hundió en el asiento con una sonrisa de satisfacción. Maldición,
se veía perfecta en ese momento, especialmente por una mancha de helado en su
mejilla. Era tan jodidamente Rory.
Me acerqué y limpié el helado.
—¿Lista para ir a casa? —Eran las once y media y en realidad quería
entregar a Rory dentro del plazo que Leona me había dado. Esto era una novedad
para mí, pero si eso significaba que Aurora se daba cuenta de que hablaba en serio
con ella, entonces yo sería el buen chico por una vez.
La sorpresa brilló en sus ojos. Siguió un momento de vacilación antes de
que ella dijera:
—Sí.
Encendí el motor y, como había hecho en el camino al comienzo de nuestra
cita, puse mi mano en el medio. Rory la miró y luego puso su palma en la mía y
yo cerré mis dedos alrededor de los suyos.
Jodida perfección.
Antes de dejarla, me volví hacia ella, nuestras manos aún unidas.
—No creo que alguna vez haya disfrutado de una noche que no involucrara
más sangre que esta.
401
—También disfruté nuestra cita —admitió.
—¿Entonces volverás a salir conmigo?
—Sí.
—Probablemente esto sea romper el protocolo, pero no me importa.
Necesito hacer esto. —La acerqué hacia mí y la besé, luego, con un esfuerzo
monumental, me aparté.
—Gracias —dijo en voz baja mientras se acercaba a la puerta principal.
—Gracias por darme una oportunidad que no merecía.
Nevio me había sorprendido con nuestra cita. Lo había logrado. Tal vez
algunas mujeres querían un restaurante elegante y todo eso, pero para mí la
discreción era lo que me hacía sentir como yo misma.
Al besarme, Nevio había roto mi regla de no ser físico, pero el beso había
sido tan dulce y casto, tan anti-Nevio, que ni siquiera podía enojarme con él,
especialmente porque casi había perdido el control y había profundizado el beso
yo misma.
Pero esta vez quería hacer las cosas bien y no permitir que mi deseo por
Nevio se apoderara de todo lo demás. 402
Nevio y yo tuvimos dos citas más que planeó, otra velada divertida en el
Play Playground con juegos para adultos como un juego de médico y la segunda
vez incluso me llevó a un museo que una vez le mencioné y que definitivamente
no era de su gusto.
Aprecié la consideración de las citas, especialmente porque cada una
demostró que conocía mis gustos mejor de lo que jamás hubiera creído posible.
Decidí organizar nuestra cuarta cita, una noche de cine en el departamento
con tacos caseros y la cerveza agria favorita de Nevio.
—¿Estás pensando en volver aquí? —preguntó a medida que nos
acomodábamos en el sofá con nuestros tacos. Encendí la televisión para ver el
clásico de terror Nosferatu que amaba a Nevio. No era una gran admiradora de las
películas en blanco y negro, pero ocasionalmente disfrutaba de alguna obra
maestra del pasado, y esta era una de ellas.
Miré alrededor de la pequeña y acogedora sala de estar. Me había sentido
bien vivir aquí con Carlotta, pero con su complicada situación de salud y yo
cuidando de Battista, no parecía inteligente mudarme de mi casa en el corto plazo.
El apoyo de mis padres y los Falcone hicieron que la vida diaria con Battista fuera
mucho más fácil. Por supuesto, ahora que Nevio había regresado, todos tendríamos
que idear una nueva rutina.
—No me parece. No me gustaría vivir aquí sola. De hecho, aprecio el apoyo
de todos. —Nevio asintió. Él y yo nos sentamos muy cerca, nuestros hombros se
tocaban.
—Podría mudarme contigo. —Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Quieres mudarte de la mansión Falcone, lejos de Alessio y Massimo,
para vivir en este pequeño lugar? ¿Por qué?
Sus ojos estaban serios y aún era extraño verlo tan responsable y pensativo.
—Lo haría por ti. Y así podríamos descubrir cómo ser una familia con
Battista.
Se me hizo un nudo en la garganta y sentí como si el pecho fuera a astillarse
por la fuerza de los latidos de mi corazón. Me aclaré la garganta, intentando
encontrar las palabras.
—¿No deberíamos descubrir cómo ser pareja antes de vivir juntos y tratar
de ser una familia?
—¿No vamos por buen camino?
Se sentía como si lo estuviéramos.
403
—Aún es demasiado pronto para decirlo. —Pude ver la decepción, tal vez
incluso la frustración en los ojos de Nevio. Lo entendí. Yo también quería acelerar
las cosas, lanzarme de cabeza a esto, pero el pasado me había enseñado a tener
precaución, especialmente cuando se trataba del bienestar de Battista.
—No quiero darle a Battista una familia que podría perder.
—Él no se perderá, Rory. Te quiero y haré todo lo posible para que esto
suceda. Sé que podemos ser una familia para Battista. Quizás no la que ves en los
comerciales cursis. Siempre seremos una familia poco convencional, pero poco
convencional no significa malo. Mi familia es un grupo de bichos raros y me
encantó crecer entre ellos. Maldita sea, no podría haber deseado una familia mejor.
Me reí.
—Son geniales y les hiciste pasar momentos difíciles a lo largo de los años.
—Lo hice, pero lo manejaron lo mejor que pudieron. Y si Battista se parece
en algo a mí, necesitará una familia que lo respalde.
—Quiero que seamos una familia —admití—. Trabajemos un poco más en
nosotros, antes de pensar en incluir a Battista, ¿de acuerdo?
Asintió lentamente. Encendí la televisión. Después de un rato, Nevio me
pasó el brazo por el hombro. Me acurruqué contra él, permitiendo la cercanía
porque mi cuerpo la anhelaba más de lo que podía expresar con palabras.
—Creo que abriré tus regalos mañana —susurré. Tanto su regalo de
Navidad como el de cumpleaños que me hizo estaban escondidos en el fondo de
mi armario. No había tenido el valor de tirarlos a la basura, y ahora que Nevio y
yo parecíamos estar trabajando en nuestra relación me alegré por ello.
Nevio se echó hacia atrás un poco para mirarme a la cara.
—Me preocupaba que los hubieras tirado.
Una pequeña sonrisa apareció en mis labios.
—Quería. Bueno, una parte de mí lo hizo, pero no me atreví a hacerlo a
pesar de que te lo merecías.
Su expresión se volvió más intensa y sus ojos se dirigieron a mis labios.
—Te besaré ahora, y no será el beso casto de la última vez, así que, si en
realidad no lo quieres, deberías correr. Ahora.
Debería haber corrido. Sus labios chocaron con los míos, siguiendo su
advertencia y arrastrándome hacia un torbellino de sensaciones. Había echado de
menos esto, el fuego que solo Nevio podía encender en mí. Solo que esta vez la ira
no era la emoción dominante y se sentía aún mejor. Nevio me arrastró más cerca 404
hasta que casi me recosté encima de él, con su brazo envuelto posesivamente
alrededor de mi espalda. Su palma acarició mi espalda, sobre mi sensible cuello y
más arriba hasta que sus dedos se enredaron en mi cabello, sus dedos contra mi
cuero cabelludo. Gemí durante el beso, desesperada por más.
A pesar de la ardiente necesidad en mi cuerpo, me aparté.
—Nos estamos perdiendo la película.
Nevio dejó caer la cabeza hacia atrás y cerró los ojos con fuerza.
—Me importa un carajo Nosferatu en este momento.
Sonreí ante la tensión en su voz y besé su mejilla antes de sentarme a su
lado. Fingí no notar el bulto en sus pantalones, pero verlo me dio una gran
satisfacción. Si Nevio me hubiera quitado los pantalones, también habría
encontrado los resultados de nuestra sesión de besos.
—Veamos la película —dije con firmeza.
Agarró el último taco, que ya debía estar frío, se lo metió en la boca y luego
lo regó con unos tragos de cerveza.
Después de unos minutos, se relajó contra mí y pudimos seguir viendo la
película. Cerca del final, se inclinó hacia mi oído.
—Sentarme a tu lado, saber que estás mojada y no poder hacer nada al
respecto es pura tortura, y la gente me llama cruel. Aún no te han conocido.
Puse los ojos en blanco.
Cuando Nevio me llevó a casa esa noche, me dio otro casto beso. Mi cuerpo
quería más y me preguntaba si me estaba castigando a mí misma tanto como
castigaba a Nevio. Battista se había quedado dormido junto a Serafina así que tuve
la noche libre. Era extraño estar sola en mi dormitorio. Fui a mi armario y recogí
los dos paquetes. Sentada en mi cama, abrí primero el de Navidad. Era un hermoso
colgante que brillaba como la aurora boreal. Mi paquete de cumpleaños tenía
dentro la pulsera a juego. Ambos eran increíblemente hermosos.
Con un suspiro, me dejé caer en mi cama y miré al techo. Mi celular sonó
con un mensaje. Cuando vi que era de Nevio, lo agarré.
Nevio: Esta noche fue genial. Disfruté cada una de nuestras citas. Rory,
nunca me aburres. Que duermas bien. Voy a soñar contigo.
Yo: No creo que pueda dormir. Estoy reviviendo nuestro beso.
Nevio: Podrías repetir la actuación y más. Una palabra tuya y estoy ahí
para darte todo lo que quieras.
405
Me mordí el labio.
Yo: Tendrías que colarte en nuestra casa.
No hubo respuesta. Me sentí decepcionada. ¿Tal vez esperaba algo de
sexting? Aunque eso habría supuesto el riesgo de que alguien leyera nuestros
mensajes. Me levanté y fui al baño para prepararme. Quince minutos más tarde,
regresé a mi habitación en camisón, me metí debajo de las sábanas y luego apagué
las luces. Tan pronto como cerré los ojos, el beso se repitió vívidamente ante mi
ojo interior. Mi núcleo se tensó con anhelo.
Con un suspiro de resignación, deslicé mi mano por mi cuerpo para aliviar
algo de tensión. Una mano se cerró alrededor de mi muñeca a través de las mantas
mientras que otra mano cubrió mi boca para contener mi grito de sorpresa, luego
un aliento caliente se abanicaba sobre mi oreja.
—Ese es mi trabajo, Rory.
Me relajé y mis ojos aún muy abiertos observaron el contorno de Nevio
mientras se enfocaba en la oscuridad. Bajó la palma de mi boca. Me lamí los labios
y de repente se me secó la garganta.
—¿Cómo llegaste aquí?
—A través del sótano. De la misma manera que lo hizo Greta una vez. Por
supuesto, los códigos ya cambiaron, pero como el futuro Capo, tengo acceso a toda
la información de seguridad relevante.
Podía escuchar la presunción en su voz pero también un entusiasmo que
solo encendió el mío.
—Papá te matará si te encuentra en mi habitación.
—Estoy seguro de que eso es lo que le gustaría hacer —murmuró, su rostro
aún justo sobre el mío—. Pero él no se enterará, porque te quedarás en silencio
cuando te haga venir, ¿no?
Mis muslos se contrajeron con anticipación y el calor entre mis piernas
había alcanzado dimensiones insoportables.
—Pensé que te gustaría que hiciera ruido.
—Oh, lo hago, y habrá muchas oportunidades para hacerte gritar, pero hoy
serás una chica buena y tranquila.
Me estremecí. Sus labios rozaron los míos, llenos de promesas y casi le
rogué que me tocara donde me dolía. En lugar de eso, observé con anticipación
cómo encendía la lámpara de mi mesa de noche, proyectándonos en un suave
resplandor.
—Necesito verte cuando te reclame esta noche. 406

Me quitó las mantas. Mi mano aún descansaba sobre mi hueso púbico.


Nevio la apartó y se subió encima de mí para darme otro beso abrasador. Sus labios
sobre los míos, sus manos recorrieron mi cuerpo, tirando de mis pezones a través
de la fina tela de mi camisón. Me arqueé hacia él, mis propias manos trazaron su
fuerte espalda donde la prueba de su depravación estaba grabada en su piel. Sus
dedos se cerraron sobre mi cadera cuando me arqueé de nuevo, cada vez más
impaciente. Para entonces mis bragas estaban empapadas y necesitaba a Nevio
para aliviar la insoportable tensión.
Se rio entre dientes, un sonido siniestro que solo me hizo estar más húmeda.
—Paciencia, Rory. ¿No fuiste tú quien quiso esperar con la parte física de
nuestra relación?
Hundí mis dientes en su labio inferior, rasgándole la piel.
—Cállate.
Se rio de nuevo pero esta vez su mano finalmente se movió hacia abajo
donde lo necesitaba. Sus dedos se deslizaron debajo de mis bragas y su gruñido de
respuesta cuando sintió cuánto lo necesitaba me hizo sonreír. Sus dedos
juguetearon con mi clítoris y sus labios sobre los míos atenuaron mis gemidos. Ya
estaba demasiado tensa, lista para estallar después de meses de fantasear solo con
este momento. Me estaba acercando más y más, mi respiración era errática, y
cuando él empujó dos dedos dentro de mí, exploté con un grito ahogado que Nevio
se tragó y dio un beso que todo lo consumía. Nevio no me dio tiempo a recuperar
el aliento.
Se puso de pie y se pasó la camisa por la cabeza, revelando un cuerpo con
el que había soñado en mis pesadillas más oscuras y mis fantasías más lujuriosas.
La visión del tatuaje de la aurora boreal hizo que mi corazón latiera aún más fuerte
en mi pecho. Nevio siguió mi mirada y presionó brevemente su palma sobre el
tatuaje, sus ojos transmitiendo un mensaje que apenas me atrevía a descifrar. Luego
desapareció y fue reemplazado por un deseo ardiente. Con movimientos
apresurados se bajó los pantalones y la ropa interior y luego se los quitó.
Medio cayó encima de mí, separando mis piernas con sus muslos, sus ojos
oscuros como los de un cazador mientras golpeaba sus labios contra los míos.
Toqué sus mejillas y sus ojos volvieron a los míos. El frenesí en ellos disminuyó y
él disminuyó la velocidad. Su beso se volvió más suave. Con nuestras miradas
cruzadas, entró en mí hasta que se instaló completamente dentro de mí. Mis ojos
se cerraron, sintiéndolo de verdad. Se sintió perfecto.
Sus labios rozaron mi oreja, su voz áspera.
—Esto se siente como un maldito renacimiento.
407

Nada se había sentido mejor que estar dentro de Aurora, estar conectado con
ella de una manera tan profunda. No solo en el sentido físico, porque con una
mirada suya sentí como si tuviera mi corazón en la mano.
Con cada embestida, se sentía más mía. Que yo fuera suyo ya ni siquiera
era una cuestión. Ella vivía en mi cabeza, mi corazón, incluso mi alma negra. Era
la voz en el fondo de mi mente que me mantenía arraigado.
La besé como si fuera mi salvación, tal vez lo era. Comenzó a temblar, sus
paredes se apretaron alrededor de mi polla hasta que las estrellas bailaron ante mis
ojos, y luego ambos explotamos al mismo tiempo. Nuestros labios fusionados se
tragaron nuestros gemidos.
Finalmente me aparté y nuestra respiración entrecortada llenó la habitación.
Que incluso pudiera escucharse por encima de los latidos de mi corazón fue un
milagro.
Los ojos azules de Aurora atravesaron los míos, llenos de preguntas y
esperanzas.
—Sabes lo que quiero —susurró—. Quiero compromiso. Quiero amor y
fidelidad. Quiero para siempre.
—Quiero lo mismo, Rory. Eres mi para siempre.—
—¿Lo soy?
Presioné sus dedos sobre el tatuaje de la aurora boreal.
—Quiero ser la persona que te mereces.
Mierda. No quería nada más que ser esa persona para Aurora. Pero yo era
un monstruo. Lo sabía. Lo disfrutaba, pero en ocasiones canalizaba a mi monstruo.
La mayoría de los días me gustaba ser un monstruo. Rara vez no lo hacía. La
mayoría de estas ocasiones involucraron a mamá o Greta y Aurora. Las únicas
veces que me sentí culpable por ser un monstruo fueron cuando Greta, Aurora o
mamá no fueron lo suficientemente rápidas para ocultarme su miedo. Miedo, no a
lo que les haría, porque sabían que moriría antes de lastimar a las personas que me
importaban. Miedo a perderme en la oscuridad y a lo que podría hacerles a los
408
demás. Quizás mi oscuridad las asustaba más que la de papá porque la mía no había
nacido de un trauma infantil. Había nacido monstruo. Estaba en mis genes.
—Pero soy un monstruo y eso nunca cambiará.
Aurora asintió.
—Lo sé. Te conozco de toda mi vida y desde el momento en que escuché a
papá contarle a mamá cómo mataste a un hombre en tu duodécimo cumpleaños,
supe que eras un monstruo, pero eso nunca cambió lo que sentía por ti...
Alessio y Massimo conocían a mi monstruo, pero no les importaba,
Massimo porque él también era un monstruo, de un tipo diferente, pero un
monstruo al fin y al cabo, y Alessio porque quería ser un monstruo para silenciar
los demonios que acechaban en sus pesadillas. Mamá y Greta lo sabían, pero
prefirieron ignorarlo y fingir que yo podía ser mejor. Papá y mi tío sabían todo
acerca de mi monstruo, pero ellos también eran demasiado monstruosos para
preocuparse: un monstruo era útil en nuestro mundo.
Aurora, sin embargo, conocía a mi monstruo, pero no lo ignoró, no le gustó,
no lo usó. Ella lo aceptó porque me amaba.
Pude ver el amor en su rostro y en sus ojos. Durante mucho tiempo, no había
estado seguro si mi cerebro desordenado podía sentir una emoción pura como el
amor. Pero si este sentimiento que tenía por Aurora no era amor, entonces ¿qué
era? Cuando estaba con Aurora deseaba ser mejor. Nunca nadie me había hecho
sentir así.
Había estado drogada con alcohol, adrenalina, ira, lujuria y dolor.
Hoy estaba drogado con Aurora.
No estaba seguro si era suficiente. Si pudiera ayudarme a superar las
tormentas que a veces asolaban mi cerebro. Durante mucho tiempo, demasiado
tiempo, se había alejado de Aurora, esperando un momento de certeza. Pero
¿cuándo hubo alguna vez certeza absoluta en la vida?
Lo único de lo que estaba seguro eran mis sentimientos por Aurora en este
momento.
—¿Qué dice de ti que hiciste que un monstruo se enamorara de ti?
Los ojos de Aurora se abrieron un poco y su respiración se detuvo. Tragó
ruidosamente y una pequeña sonrisa apareció en sus hermosos labios.
—¿Qué dice de mí que me enamoré de un monstruo?
Tomé sus mejillas y la besé.
—Si supieras lo loco que estoy por ti, huirías, Rory.
—Creo que sí, lo sé. Mataste a un hombre porque coqueteó conmigo. 409

—Y lo haré de nuevo. Tienes mi puto corazón y ese tipo de regalo de mierda


viene con mucho equipaje.
Se rio. La besé de nuevo.
—¿Sabes qué es lo peor de amarte? —Sacudió la cabeza, con los ojos muy
abiertos y expectantes—. Por primera vez en mi vida temo a la muerte porque
significaría perderte.
—Entonces será mejor que intentes que no te maten en una de tus locas
aventuras.
—¿Cómo está? —le pregunté a Diego mientras lo seguía escaleras arriba
hasta la habitación de Carlotta. No creí su insistencia de que estaba bien.
—Su corazón nos da motivos para preocuparnos. Probablemente necesite
otro trasplante.
Asentí lentamente. Temía que ese fuera el caso. Quizás contarle sobre Nevio
y yo no fuera la mejor idea, pero ella era mi mejor amiga y quería que lo supiera.
Llamé a su puerta y entré. Estaba sentada en su escritorio, probablemente
estudiando para sus clases universitarias. Parecía pálida, incluso sus labios
generalmente rosados estaban pálidos como si les hubieran quitado el color. 410

Me acerqué a ella.
—¿Cómo te sientes?
Le envió a Diego un ceño fruncido.
—Espero que no haya exagerado. Estoy bien. —Se volvió hacia mí con el
mismo ceño fruncido—. No parezcas tan preocupada.
Intenté relajar los músculos faciales pero fue difícil. Cuando Diego cerró la
puerta, le dije:
—Vine aquí para decirte algo, pero ahora no estoy segura de debería
hacerlo.
Empujó mi pierna.
—Para. —Escaneó mi cara—. Tú y Nevio, ¿verdad?
Asentí.
—Estamos saliendo. Sé que no te agrada…
Carlotta se puso de pie y puso sus manos sobre mis hombros.
—No me gusta cómo te trató.
—Lotta, ha cambiado. En realidad, me demostró que quiere estar conmigo.
—Si sigue tratándote como te mereces, entonces estoy bien con él.
Sonreí y la abracé.
—Ahora solo tengo que decírselo a mis padres…
Carlota se rio entre dientes.
—Buena suerte. Tu papá es el hueso más duro de roer.
—No, esa eres tú.
Ambas nos reímos.

411

—¿Puedo hablar con ustedes? —pregunté a medida que entraba a la cocina


con Battista en mi cadera donde mamá, papá y Davide me esperaban para
desayunar. Habían pasado dos semanas desde que Nevio admitió sus sentimientos
por mí, y desde entonces se había colado en mi habitación casi todas las noches.
Nadie sabía nada. Pensaban que solo pasábamos tiempo juntos durante el día con
Battista.
Davide se reclinó con los brazos cruzados sobre el pecho. Por primera vez
me di cuenta de lo mucho que había crecido y de lo mucho que se parecía a papá.
Si tan solo no fuera un dolor de cabeza para mí.
—Esto va a ser divertido. Parece jodidamente culpable.
—Lenguaje —amonestó mamá mientras tomaba a Battista y lo ponía en su
silla alta. Me dejé caer a su lado. Quería la aprobación de mamá y papá, pero
dudaba que la obtendría, especialmente de papá.
Papá tomó un sorbo de su café y arqueó una ceja rubia.
—¿Sí?
Mamá me dio una sonrisa alentadora. Quizás debería haber empezado con
ella y contarle sobre mi relación con Nevio.
—¿Café? —preguntó mamá mientras levantaba el termo.
Asentí concisamente.
—Saben que los amo y aún me siento culpable por haberlo hecho a sus
espaldas…
—¿Entonces elegiste ir a nuestras espaldas otra vez? —preguntó papá con
los ojos entrecerrados.
Me sobresalté.
—¡No! Quiero decir… en realidad no fui a sus espaldas. —¿Sabían de las
visitas nocturnas de Nevio? No podía imaginarme a papá tan tranquilo si ese fuera
el caso.
—Tu papá y yo sabemos que estás saliendo con Nevio —dijo mamá.
Papá hizo una mueca.
—Mi peor pesadilla hecha realidad.
Davide se rio, evidentemente encantado.
—¿Cómo? —pregunté.
412
—Davide te vio besando a Nevio en el jardín hace unos días.
Miré a mi hermano.
—¿Y no tenías nada mejor que hacer que delatarme?
—Podría haberle pateado el trasero a Nevio por tocarte, pero me gusta. Y
fui con mamá primero. Si quisiera causarte problemas, habría acudido a papá.
Entonces mamá no podría haberlo controlado.
Papá frunció el ceño.
—Tu mamá no me controla.
Davide y yo intercambiamos una mirada, porque ella definitivamente lo
hacía. Mamá se aclaró la garganta, intentando ocultar una sonrisa.
—Sabemos que estás saliendo con Nevio, pero hubiéramos deseado que nos
lo hubieras dicho de inmediato esta vez.
—Nevio y yo necesitábamos resolver las cosas primero —dije—. ¿Van a
estar de acuerdo con eso? De verdad, necesito su apoyo.
—Siempre cuentas con nuestro apoyo —dijo mamá.
Miré a papá. Él era el que realmente me preocupaba.
Asintió y tomó mi mano.
—Siempre te apoyaré, incluso si no estoy exactamente contento con tu
decisión.
—Pero te gusta Nevio, ¿verdad?
—Me gustaba más antes de que comenzara algo contigo.
Me reí.
—Ha estado esforzándose mucho por hacerme feliz desde que regresó de
Italia.
—Me impresionaré si continúa así dentro de un año. De hecho, espero que
hable en serio contigo.
Sonreí.
—Lo hace. Me pidió que vivamos juntos para que podamos convertirnos en
una familia para Battista.
Mamá y papá se miraron con evidente sorpresa.
—¿Te vas a mudar? —preguntó mamá—. ¿De vuelta al apartamento?
Sacudí la cabeza. 413

—Nevio y yo estuvimos de acuerdo en que lo mejor sería vivir con nuestras


familias. Ambos somos jóvenes y necesitamos toda la ayuda que podamos
conseguir con Battista, y queremos que él experimente el mismo gran apoyo
familiar y la misma locura que tuvimos nosotros.

Fui a buscar a mis padres y los encontré a ambos en la habitación de Giulio,


haciendo los deberes con él. Si ambos unían fuerzas, entonces Giulio estaba en
serios problemas. Nadie podía jugar al policía bueno y al policía malo mejor que
mamá y papá. Cuando se trataba de tareas escolares, mamá solía ser la policía
mala. Probablemente papá no veía el valor del cálculo una vez que Giulio se
convirtiera en un mafioso.
Levantaron la vista cuando entré. El rostro de Giulio brilló de alivio.
—Necesito hablar con ustedes —dije. Ya le había contado a Greta sobre mi
relación con Aurora y ella se había alegrado por mí. Probablemente pensó que era
el destino. Desde que conoció a Amo, creer en el destino era su rasgo de carácter
más molesto. Aunque una parte de mí tuvo que admitir que Aurora se sentía como
mi compañera predestinada. Mierda.
Giulio se levantó de un salto de la silla de su escritorio.
—Les daré privacidad.
Papá lo agarró del hombro y lo empujó hacia abajo.
—Tú quédate donde estás. Otra suspensión y no tendremos más remedio
que educarte en casa, y créeme cuando digo que nadie en esta casa quiere eso.
Giulio hizo un puchero pero no volvió a protestar. Mamá y papá me
siguieron afuera y cerraron la puerta.
Una vez que estuvimos en el pasillo, dije:
—Estoy saliendo con Aurora y quiero que todos lo sepan.
—Eso es maravilloso —exclamó mamá, abrazándome como si hubiera 414
ganado un Premio Nobel. Rory valía mucho más que el trofeo sueco.
Papá me dio una palmada en el hombro con expresión dura.
—No arruines esto. Encontrar una buena mujer es como ganarse la lotería,
especialmente para hombres como nosotros.
—Lo sé, papá, no te preocupes. Por eso quiero mostrarle a Aurora que estoy
100% involucrado. Decidimos mudarnos junto con Battista.
—¿Dónde? —preguntó mamá. Probablemente le preocupaba perder a su
nieto y a su hijo al mismo tiempo.
—La parte de la casa de Adamo está vacía. Es suficiente espacio para
Aurora, Battista y para mí.
—Y aún más niños en el futuro —añadió mamá.
—Intentemos mantener a Giulio bajo control antes de planear más
descendencia con mi sangre.
—Esa no es tu decisión, papá. —Me reí—. Entonces, ¿podemos quedarnos
con las antiguas habitaciones de Adamo?
—¡Por supuesto! —Mamá sonrió.
—Excelente.
Papá soltó un suspiro.
—Gobierno sobre Occidente, pero aparentemente mi gobierno no se
extiende a mi propio hogar.
Mamá tocó el brazo de papá con una sonrisa.
Mi teléfono sonó con un mensaje de Aurora. Inmediatamente hice clic en él
y solté un suspiro de alivio cuando leí que sus padres estaban de acuerdo con
nosotros.

—No puedo creer que te estés volviendo tan doméstico con nosotros —dijo 415
Alessio cuando pintamos una de las habitaciones en azul claro y crema. Se
convertiría en la guardería de Battista. Carlotta, que era buena pintando, ayudó a
Nino a dibujar globos, nubes y animales en una pared como decoración. Massimo
rondaba alrededor de ellos la mitad del tiempo en lugar de ayudarnos.
—Soy padre y quiero estar con Aurora, así que esta es la elección lógica. —
Massimo miró en mi dirección al escuchar una de sus frases favoritas. Inclinó la
cabeza en señal de acuerdo.
—No podría imaginarme ser padre en este momento.
—No era mi plan, pero quiero que Battista tenga un padre al que pueda
admirar. —Alessio me dio una mirada de aprobación.
—No pensé que lo tuvieras en ti.
—No te preocupes. Sigo siendo el mismo jodido cuando se trata de nuestras
redadas nocturnas. No los abandonaré por completo.
—No pensé que lo harías —dijo Massimo cuando se unió a nosotros.
Aurora entró con Battista de la mano. Sus ojos se iluminaron cuando vio los
dibujos en la pared.
—¡Es hermoso! —dijo Aurora.
—No es obra mía. Tienes que agradecer a Carlotta y Nino por eso.
Battista corrió hacia mí y lo levanté y luego lo llevé hacia el arte de la pared.
—Esta es tu nueva habitación.
Aurora se acercó a mí con una sonrisa de satisfacción.
—Esto es muy emocionante.

Dos días después, Aurora y yo pasamos nuestra primera noche en nuestra


habitación. Battista estaba en su cuna al lado de la cama porque a Aurora le
preocupaba que la pintura de su habitación aún estuviera demasiado fresca. No me 416
hubiera importado tener relaciones sexuales una vez que él estuviera dormido, pero
Aurora no lo estaba haciendo y por eso estaba acurrucada a mi lado, con la cabeza
apoyada en mi hombro.
—No puedo creer que tengamos nuestro propio lugar. —Hizo una pausa—
. Bueno, más o menos. Se siente como si tuviéramos nuestro propio lugar.
—Menos las tareas de cocina porque a Kiara y Gemma les encanta hacer
eso.
Aurora se rio.
—Deberíamos ayudarlas más.
—Dudo que alguien quiera probar lo que cocino.
—Podrías limpiar los platos.
Gruñí.
—Si hubiera sabido que esto era parte del trato, lo habría rechazado.
Me dio una fuerte palmada en el pecho. Nos di la vuelta hasta que estuve
encima de ella.
—La gente ha perdido la vida por menos que golpearme.
Puso los ojos en blanco. Luego se puso seria.
—¿Estás preocupado por esto? ¿Acerca de que vivamos juntos?
—No —dije, y era la verdad absoluta—. Te conozco, me conoces.
—Nos conocemos como amigos y nos conocemos como pareja, pero ser
una familia es un nuevo desafío.
—Me gustan los desafíos y sé que los dominaremos.
Sonrió.
—Lo haremos. —Pasó su mano por mi omóplato y luego por mi espalda de
una manera que me distrajo mucho—. Los conservadores definitivamente
cotillearán sobre nuestras nuevas condiciones de vida.
—Déjalos hablar. Nadie se atreverá a decirte nada en la cara, créeme. —
Busqué sus ojos. Las cosas entre nosotros aún estaban frescas, pero en mi mente,
no había duda de que Aurora y yo envejeceríamos juntos, si no me dejaba matar
antes de esa fecha. ¿Quizás ella quería que yo hiciera la pregunta? En realidad, no
veía la necesidad del matrimonio. Siempre le había parecido un arreglo superfluo.
¿Por qué alguien necesitaba un certificado de matrimonio para ser feliz?
Pero si Aurora quisiera que lo hiciéramos oficial de esa manera.
417
—Podríamos casarnos si eso te hiciera sentir mejor.
Su rostro se contrajo por la sorpresa, pero no del tipo bueno.
—No quiero casarme por presión social o porque crees que lo quiero.
Quiero que nos casemos porque ambos lo queremos.
—Entonces tal vez nunca nos casemos porque simplemente no veo una
razón para los matrimonios.
Aurora tragó, pero el brillo testarudo permaneció en sus ojos.
—Entonces estaré bien con eso. ¡Quiero que nos casemos por las razones
correctas y quiero una propuesta real!
Me reí.
—Te lo prometo, si alguna vez encuentro una buena razón para casarme,
entonces te dejaré boquiabierta con mi propuesta.
Llegué a nuestra reunión de negocios semanal diez minutos antes. La
sorpresa en los rostros de papá, Fabiano y Nino que ya estaban allí dejó claro que
aún no se habían acostumbrado a mi lado responsable. No solo era Rory quien
necesitaba ver que era más que un asesino loco, papá necesitaba darse cuenta de
que algún día sería un buen Capo y no causaría que la Camorra implosionara con
mi locura.
Me hundí en el sillón frente a Fabiano. Los dos teníamos una especie de
tregua, pero definitivamente le agrado un poco menos desde que comencé a salir
con su hija.
—Probablemente debería advertirte que algún día podría pedirle la mano a
Rory.
Las palabras se me escaparon antes de que pudiera pensar en ellas. Aún no 418
estaba seguro acerca del matrimonio. La expresión de Fabiano se torció por la
confusión, no por la sorpresa que esperaba.
—¿Y me lo estás diciendo ahora?
—Para que puedas hacer las paces con la idea —dije con una sonrisa.
Papá y Nino intercambiaron una mirada que demostraba que estaban más
sorprendidos que Fabiano.
—Si no hubiera hecho las paces contigo y mi hija, ya lo sabrías. Y siempre
esperé que hablaras en serio con ella, así que ¿por qué tendría que acostumbrarme
a la idea del matrimonio?
—Hablo en serio con ella. Pero eso no significa que todo tenga que terminar
en matrimonio. Las personas pueden amarse sin estar casadas.
Fabiano entrecerró los ojos.
—No en mi mundo.
Me reí.
—No veo por qué deberíamos casarnos sin una buena razón.
—Entonces encuentra una razón.
Papá puso los ojos en blanco.
—Te tomó un tiempo encontrar una razón para pedirle la mano a Leona.
—Pero encontré una, así que es irrelevante.
Nino abrió la boca. Él era tan escéptico sobre el matrimonio como yo.
Fabiano levantó la palma de la mano.
—No te molestes. He escuchado todos tus argumentos lógicos y ya los
superé. Nevio encontrará una razón para casarse con Aurora.
Reprimí una risa. Las tácticas de miedo de Fabiano estaban dirigidas a la
persona equivocada, pero no tenía ninguna duda de que Rory me haría querer
casarme algún día.

419
Escaneé el suelo debajo de nosotros. Mientras que el paisaje había estado
brillantemente iluminado cuando nuestro vuelo despegó, ahora la oscuridad se
extendía debajo de nosotros mientras nuestro avión descendía lentamente para
aterrizar. A lo lejos pude distinguir un destello de luz. Al menos, parecía haber
algún tipo de civilización a donde Nevio me llevaba.
—¿No me dirás adónde vamos? Al final lo descubriré —dije. Le había
preguntado a Nevio innumerables veces desde que prácticamente me había
secuestrado de la mesa del desayuno esta mañana.
Solo tuve tiempo de despedirme de Battista antes de que Nevio y yo nos 420
dirigiéramos al aeropuerto donde nos esperaba el jet privado de la Camorra. Nevio
incluso había hecho las maletas, que era una de mis principales preocupaciones en
estos momentos. Dudaba que Nevio tuviera idea de qué tipo de ropa necesitaría.
Esperaba que al menos le hubiera pedido ayuda a una miembro femenina de la
familia con el neceser. Mi otra preocupación era cómo le iría a Battista. Esta era la
primera vez que me ausentaba por más de unas pocas horas. Este año cumpliría
cuatro años y le encantaba pasar tiempo con sus abuelos y su tío Giulio, por lo que
mi preocupación era completamente infundada.
Nevio cruzó los brazos detrás de la cabeza con una sonrisa de satisfacción.
—¿No puedes adivinarlo?
—Bueno, considerando nuestro tiempo de vuelo y el paisaje debajo,
supongo que estamos en algún lugar de Europa, probablemente en el norte.
—Buen trabajo de detective, Sherlock.
Me acerqué a él y me senté en su regazo.
—Se supone que debemos permanecer abrochados —dijo con las cejas
levantadas, pero sus manos agarraron mis caderas mientras me sentaba a
horcajadas sobre sus muslos.
—Entonces deberías considerar decírmelo o arriesgar mi salud.
—Me gustas en mi regazo. ¿Qué es la vida sin un poco de peligro? —Me
besó y sus dedos se enredaron en mi cabello.
Me hundí en el beso cuando el cartel de abrocharse el cinturón volvió a
aparecer. Nevio retrocedió con un suspiro. Regresé a mi asiento con expresión
expectante.
—Está bien. Laponia.
Mis ojos se abrieron.
—¿Estamos aquí para ver la aurora boreal?
Debido a la obsesión de Nevio con las luces, comencé a investigarlas y las
fotos que había visto me hicieron querer experimentarlas en la vida real.
—Pensé que sería la manera perfecta de pasar nuestro segundo día de San
Valentín como pareja.
—¡Lo es!

421

El hotel que Nevio había elegido para nosotros estaba en el norte de Laponia
y consistía en pequeñas cabañas redondas con un techo de cristal sobre las camas.
Nuestra cabaña incluso tenía un jacuzzi en el patio. Todo estaba cubierto de nieve,
lo que hacía que la zona pareciera aún más mágica. Habiendo pasado la mayor
parte de mi vida en Las Vegas, las temperaturas fueron un shock para mi sistema,
pero Nevio nos había comprado ropa de nieve para los dos como preparación para
el viaje.
—Admítelo, recibiste ayuda con mi ropa.
Ni siquiera intentó negarlo.
—Kiara me ayudó.
A pesar del desfase horario y el cansancio, le rogué a Nevio que montara en
un trineo tirado por perros por el paisaje nevado. Con mis gruesas capas de ropa,
no podría haber caminado mucho tiempo por la zona sin caerme como un hombre
Michelin.
El adiestrador de perros nos mostró cómo conducir el trineo, pero los perros
se pusieron nerviosos cerca de Nevio, sus aullidos y ladridos se elevaban por
encima de las copas de los abetos que nos rodeaban. Los entendí demasiado bien.
Nevio era una fuerza de la naturaleza, un depredador por derecho propio, uno que
había perseguido mis noches durante mucho tiempo: pesadillas y sueños, ambos
igualmente llenos de pasión. Cuando Nevio y yo nos posicionamos en el trineo,
con los brazos de Nevio presionando contra los míos mientras sosteníamos el asa,
Nevio dejó escapar la llamada que decía a los perros que corrieran. Me habría caído
hacia atrás si Nevio no hubiera estado detrás de mí. Los perros corrían entre los
árboles, levantando nieve, como si el diablo los persiguiera.
Fue increíble y no podía dejar de reír de absoluta alegría.

422

Esa noche y las siguientes, Nevio y yo miramos la aurora boreal desde


nuestra cama, abrazados, y la vista nunca se volvió aburrida. Cuando pensaba que
ya había visto todas las combinaciones de colores, la naturaleza me sorprendía
nuevamente. El cielo nocturno resplandecía con ondas luminosas, turquesa y azul
pálido, rosa y naranja intenso. Mi respiración se detuvo mientras observaba con
asombro cómo la oscuridad se iluminaba sobre nuestras cabezas. Fue una
exhibición fascinante, una que nunca había soñado presenciar, pero aquí estaba yo
con un hombre que no me había dejado huir de él. Sentí la mirada de Nevio sobre
mí, como si yo fuera más interesante que la aurora boreal.
Las coloridas luces de la aurora boreal se reflejaban en los ojos de Aurora,
iluminaban su cabello y su rostro asombrado.
—¡Debes mirar las luces, no a mí! ¡Puedes mirarme todo el tiempo! —dijo
indignada, sin quitar nunca la vista del cielo.
Lo entendía. Era difícil apartar la mirada de algo tan hermoso. Para mí, el
cielo solo quedaba en segundo lugar. Aun así, finalmente incliné la cabeza hacia
atrás para observar el espectáculo de la naturaleza. Aurora presionó su cabeza
contra mi hombro y soltó una pequeña sonrisa de satisfacción.
Me incliné hacia la mesa de noche y saqué la caja que había llevado
conmigo desde que salimos de Las Vegas. Ahora era el momento perfecto para
dárselo a Aurora.
Finalmente, bajó la mirada del cielo y me sonrió.
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—Esto es simplemente increíble. Nunca olvidaré este momento. Gracias
por traerme aquí.
—Tenía que hacerlo —dije con brusquedad. Las cejas de Aurora se
juntaron—. Tuve que hacerlo porque quería que entendieras cómo me siento
cuando te miro. Quiero que entiendas lo que me haces. Este cielo nórdico no es
nada comparado con la oscuridad que hay dentro de mí, pero aun así logras
iluminarme con tu luz de una manera mucho más impresionante que la aurora
boreal.
—Nevio —susurró, su respiración creando pequeñas bocanadas entre
nosotros.
Mis dedos alrededor de la caja se apretaron y la levanté para que Aurora
pudiera verla.
Sus ojos bajaron a mi mano y se abrieron de par en par antes de volver a
mirar mi cara con incredulidad.
—¿Nevio?
Me desenredé de nuestro cálido nido y caminé alrededor de la cama, luego
me arrodillé al lado de Aurora y abrí la caja. Las luces se volvieron particularmente
brillantes en ese momento como si quisieran hacer juego con el anillo que le mostré
a Aurora. Una joya que había pasado mucho tiempo buscando, hasta que encargué
a un orfebre que me la creara. La piedra parecía como si hubiera condensado la
aurora boreal en su interior.
Aurora se sentó lentamente y sus labios formaron una O, sus ojos brillaban
con lágrimas que solo magnificaban el brillo de la aurora boreal en ellos. Ella me
dejaba sin aliento. Los últimos días con ella aquí, estaba jodidamente contento. No
necesitaba la emoción de matar, de cazar, de sangre y tortura. Con Aurora mis
impulsos destructivos podrían descansar un poco. Sabía que siempre estarían ahí,
y estas breves pausas siempre serían solo eso, breves pausas en mi naturaleza
oscura, pero era más de lo que me consideraba capaz de hacer.
Tomé su mano.
—Te lo dije antes, pero sé que debería hacerlo más a menudo. Te amo. Mi
lado luminoso, que nunca pensé que existía, pero también mis rincones más
oscuros y depravados, te amo, Aurora, cada puta cosa de ti. Sobre todo, cómo
sigues brillando intensamente sin importar la oscuridad que te arroje. No puedo
dejarte ir. No te dejaré ir. Quiero que seas mía para siempre, porque en mi corazón,
en mi cabeza, incluso en mi alma maldita si tengo algo así, siempre serás mía.
Cásate conmigo.
¿Mis palabras le dejaron a Aurora otra opción? No estaba seguro de que ella
tuviera una. Esperaba que no necesitara una. Esperaba que ella sintiera el mismo 424
doloroso deseo de pasar su vida conmigo hasta el último suspiro que tomara.
Porque será mejor que me sobreviva. No viviría ni un solo momento sin ella.
Aurora se mordió el labio con una suave sonrisa mientras asentía.
—¡Por supuesto que me casaré contigo!
Antes de que pudiera ponerme de pie, Aurora se deslizó de la cama y cayó
en mi regazo, con sus brazos alrededor de mi cuello y sus labios contra los míos.
Se aferró a mí a medida que yo me hundía completamente en la cálida piel de oveja
y la abrazaba, devolviéndole el beso con cada pedacito de amor que sentía.
Pronto sus lágrimas mojaron mi cara y me aparté para secarlas.
La idea de las lágrimas de felicidad siempre había sido un misterio para mí.
Demonios, ni siquiera había llorado lágrimas de tristeza hasta donde podía
recordar, pero al ver la obvia alegría de Aurora, finalmente entendí las lágrimas de
felicidad, incluso si yo nunca las lloraría.
—¿Supongo que no estás enojado conmigo por hacerte llorar esta vez?
Dejó escapar una risa ahogada.
—¡No! —Tomé su mano y deslicé el anillo en su dedo. Aurora negó con la
cabeza como si no pudiera creerlo.
—¿Qué te hizo cambiar de opinión sobre el matrimonio?
—Todos los días que pasé contigo lo hicieron. Quizás el matrimonio no sea
necesario, pero muchas cosas en la vida no lo son. Solo quería llamarte mi esposa.
Es tan simple como eso. Y tu nombre sonará fabuloso. Aurora Falcone.
La besé nuevamente y luego le hice el amor bajo el luminoso cielo nocturno.

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Cora Reilly es autora de Born in Blood Mafia Series, e Camorra Chronicles
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y muchos otros libros, la mayoría de ellos con chicos malos peligrosamente sexis. Le
gustan los hombres como sus martinis: indecentes y fuertes.
Cora vive en Alemania con un lindo pero loco Bearded Collie, así como con el
lindo pero loco hombre a su lado. En 2021, dio a luz a una hija maravillosa. Cuando
no pasa sus días soñando con libros ardientes, planea su próxima aventura de viaje o
cocinando platos demasiado picantes de todo el mundo.

Sins of the Fathers Series:


1. By Sin I Rise: Part One
2. By Sin I Rise: Part Two
3. By Virtue I Fall
4. By Fate I Conquer
5. By Frenzy I Ruin
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