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FILOSOFÍA

TEMA 3. LA REALIDAD. COSMOVISIONES CIENTÍFICAS

Esquema

LA REALIDAD

FILOSOFÍA CIENCIA

METAFÍSICA COSMOVISIONES

Antigua
Características
Medieval
Historia
Moderna

Contemporánea

LA PREGUNTA POR LA REALIDAD

A comienzos del siglo XXI, la ciencia ofrece la imagen generalmente admitida de


eso que llamamos realidad. Pero los descubrimientos y los logros de la ciencia abren la
puerta a enigmas cada vez más complejos.

En la Antigüedad, todo lo que hoy denominamos conocimiento era atribuido a


la filosofía, considerada la máxima forma de saber racional. Pero el progreso científico
hizo que muchos conocimientos siguieran un camino independiente de la filosofía.
Estos conocimientos se convirtieron en ciencias especializadas, y la suma de todas ellas
ofrece una imagen del mundo que nos rodea.

Sin embargo, desde el inicio de la filosofía, los pensadores advirtieron sobre la


gran diferencia que existe entre lo que las cosas parecen y lo que realmente son. Por
ejemplo, el hielo, la nieve, la niebla y el agua parecen cosas muy distintas, aunque
sabemos que en realidad son lo mismo. Cuando usamos la razón nos damos cuenta de
que a pesar de las diferencias, todas esas cosas son manifestaciones variadas de una
misma realidad. Para no dejarse engañar por las apariencias, los filósofos griegos
querían descubrir lo que las cosas verdaderamente son, estando convencidos de que la
auténtica realidad solo puede captarse mediante la razón (logos). En su investigación
los primeros filósofos, los denominados filósofos presocráticos (SVI a. C – S.V a. C),
creyeron que todo lo que hay debería provenir de algún principio más sencillo. Este
principio lo denominaron arjé del cual procedía todo lo que existe. Además de la
realidad primordial era el origen a partir del cual se había desarrollado todas las cosas
que hay a nuestro alrededor. Para ellos, la verdadera realidad no es lo que percibimos
con los sentidos, con su multiplicidad y su cambio constante sino algún tipo de
principio más sencillo al que solo podemos llegar mediante la razón.

Esta distinción entre apariencia y realidad se encuentra en el origen de las


discusiones acerca de la realidad y del conocimiento del mundo exterior. La pregunta
por la realidad es el objeto de estudio de una rama especializada de la filosofía
denominada metafísica.

METAFÍSICA

El peripatético Andrónico de Rodas (siglo I a. C.) al sacar la primera edición de


las obras de Aristóteles ordenó estos libros detrás de los ocho libros sobre física (tà
metà tà physiká). De allí surgió el concepto de «metafísica», que en realidad significa:
aquello que en el estante está después de la física, pero que también de manera
didáctica significa: aquello que sigue a las explicaciones sobre la naturaleza o lo que
viene después de la física, entendiendo física en su acepción antigua que se refería al
estudio de la physis, es decir, de la naturaleza y sus fenómenos, no limitados al plano
material necesariamente.
La metafísica pregunta por los fundamentos últimos del mundo y de todo lo
existente. Su objetivo es lograr una comprensión teórica del mundo y de los principios
últimos generales más elementales de lo que hay, porque tiene como fin conocer la
verdad más profunda de las cosas, por qué son lo que son; y, aún más, por qué son.

Dos de las preguntas fundamentales de la metafísica son:

¿Qué es lo que hay y cuáles son sus rasgos?

¿Por qué hay algo, y no más bien nada?

Aristóteles denominó filosofía primera a este saber de lo que hay, ya que al


estudiar y analizar los principios y causas de todo lo real, el resto de saberes que
estudian parcelas de lo real, el resto de ciencias particulares, deben respetar los
principios de la metafísica como un saber más general y abstracto y son consideradas
como filosofías segundas.

A esta rama general y abstracta de la filosofía también se le denomina


ontología que quiere decir “ciencia del ser” e intenta analizar los rasgos del ser en
cuanto ser (“lo ente”) y quiere identificar sus principios. Para ello debe tener en cuenta
las realidades concretas pero no se acaba en ellas sino que va “más allá” de los
fenómenos naturales trascendiendo sus aspectos particulares. Es por esto que se
considera que es un saber trascendental.

El discurso metafísico es un discurso argumentativo, es decir, se fundamenta en


argumentos racionales que utiliza principios lógicos como el principio de no
contradicción (es imposible que, al mismo tiempo, un ser tenga una propiedad y no la
tenga), el principio de identidad (una cosa es idéntica a sí misma) o el principio de
tercio excluso (una proposición acerca de la realidad o es verdadera o es falsa pero no
hay valores intermedios) que afectan a todo ser y por ende, a toda la realidad.

CARACTERÍSTICAS DE LA METAFÍSICA. DIVERSOS ENFOQUES

Hay una serie de rasgos que caracterizan el saber metafísico:


Es un saber de principios.
Analiza los primeros principios de la realidad, aquellos de los que derivan todos
los demás y que permiten conocer lo que queremos decir cuando pensamos que algo
“es”.
Tiene un carácter radical.
Analiza la “raíz” de la realidad y trata de encontrar lo que constituye el ser
último de las cosas concretas.
Posee una pretensión de totalidad.
Analiza el conjunto de la realidad para encontrar su sentido por lo que va más
allá de las diferencias particulares de los seres. De ahí que las concepciones metafísicas
desemboquen en una imagen del mundo.
Las distintas preguntas acerca de la realidad configuran diversos aspectos o
enfoques que los filósofos han sostenido para contestarlas. Estas preguntas
fundamentales que serán contestadas por las diversas metafísicas a lo largo de la
historia del pensamiento, serían las siguientes:

¿la realidad es múltiple o única?

Según este aspecto puede haber posiciones filosóficas monistas cuando se


afirma que la realidad es única o pluralistas que sostienen que la realidad es múltiple.
Para los primeros, la variedad y multiplicidad de lo que existe es solo una apariencia.
Aunque percibamos gran diversidad de seres, en el fondo todo lo que existe es una
única realidad. Para los segundos, lo real está formado por varios principios
elementales distintos que se combinan entre sí.

¿la realidad última es material o espiritual?

Según este enfoque podemos diferenciar entre posiciones materialistas que


afirman que, en el fondo, todo lo que existe es material o posiciones idealistas que
creen que la realidad última es espiritual y está formada por ideas.

¿la realidad es estática o cambiante?

Dependiendo de la contestación a esta pregunta tendremos una metafísica


estática o dinámica. La primera afirmará que la realidad es en el fondo inmutable, los
cambios son solo aparentes, porque la verdadera realidad es eterna e inalterable. La
segunda sostendrá que el cambio forma parte esencial de la realidad. Para entender el
mundo que nos rodea debemos reconocer que todo cuanto existe se modifica con el
tiempo, cambia y acaba por desaparecer.

LA METAFÍSICA A TRAVÉS DE LA HISTORIA

A lo largo de la historia de la filosofía el saber metafísico se ha concretado en


diferentes sistemas de pensamiento que elaboran diferentes imágenes de la realidad y
del mundo. Su influencia ha sido muy grande en la visión del mundo occidental y entre
los más importantes destacan los siguientes:

METAFÍSICA ANTIGUA

Monismo presocrático

Lo compondrían lo filósofos anteriores a Sócrates que postulaban un único arjé


o principio constitutivo de las cosas, que es lo verdaderamente existente, y que a partir
de él surge la pluralidad por procesos físicos. Entre ellos cabe destacar a Tales de
Mileto que sostenía que el arjé era el agua, Anaximandro que pensaba que el arjé era
un principio indeterminado que denominó apeiron o Anaxímenes que mantuvo como
primer principio el aire.

Pluralismo

El pluralismo afirma que el arjé o principio constitutivo de las cosas es múltiple.


Entre los filósofos pluralistas cabe destacar Empédocles de Agrigento que afirmaba
cuatro raíces básicas de la realidad (aire, fuego, tierra y agua), Anaxágoras que sostenía
que el arjé es una especie de semillas diminutas que forman toda la realidad
(homeomerías) o el planteamiento atomista.

El atomismo fue fundado por Leucipo y Demócrito durante el S. V a. C. Para el


atomismo la realidad material está compuesta de partículas indivisibles y de vacío.
Según Demócrito, lo único que hay son átomos y vacío. El átomo es indivisible y en sí
mismo, inmutable y eterno. Los atomistas defendieron la existencia de movimiento
pues creyeron en la existencia de vacío entre los átomos, con lo que éstos podrían
moverse y enlazarse entre sí de diversos modos. El atomismo presenta una explicación
materialista de lo real: todo es el resultado de la agregación y variada combinación de
los átomos. Los átomos no se diferencian unos de otros por rasgos cualitativos sino por
dimensiones cuantitativas y geométricas. Las diferencias cualitativas que aparecen en
el nivel de los objetos visibles se pueden explicar a partir de diferencias cuantitativas y
geométricas de los átomos que componen dichos objetos.

Platonismo

Platón (S. V‐ IV a. C.) defendió un claro dualismo ontológico, creyendo en la


existencia de dos tipos de realidad: el mundo sensible y el mundo inteligible. En el
mundo sensible encontramos las realidades individuales, materiales, temporales,
espaciales, multiplicidad, cambio, generación y destrucción; es el conjunto de cosas
perceptibles por los sentidos. El mundo Inteligible consta de realidades universales, en
él se da la unidad; es el mundo de las ideas (o "formas"). Las Ideas son inmutables,
eternas, invisibles, inmateriales, atemporales, aespaciales y se conocen por la razón; es
la auténtica realidad. Las Ideas no son conceptos o sucesos psíquicos, son entidades
extramentales, objetivas e independientes del hombre. Las Ideas son causas de las
cosas. Aunque ellas sean el auténtico ser, Platón no negará toda realidad a lo que se da
a los sentidos; el mundo sensible, aunque ontológicamente inferior a las Ideas, posee
también cierto ser, que le vendrá dado por su imitación o participación de las ideas en
sí. El mundo de las Ideas está ordenado jerárquicamente pues hay distintos tipos de
Ideas y no todas son valoradas del mismo modo: Idea de bien, otras ideas morales;
ideas estéticas, ideas de multiplicidad, unidad, identidad, diferencia, Ser, No Ser, ideas
matemáticas y otras ideas (idea de Hombre...). Platón sitúa a la idea de bien en la
cúspide de ese mundo, causa lo real pues la conducta humana se hace con vista a ella y
todo lo real tiende a ella (finalidad intrínseca en la naturaleza).

Aristotelismo

Para el filósofo griego del S. IV a. C Aristóteles, la realidad esencial es la


sustancia. La pregunta por el ser de la realidad se traduce en la pregunta por las
sustancia de cada cosa, por su naturaleza propia que es causa de su movimiento y
evolución. Todos los seres sensibles o perceptibles (los naturales y los artificiales) se
componen de materia y forma (teoría hilemórfica). La materia es la realidad de la que
está hecha una cosa, y, junto con la forma, es un elemento constitutivo de las
sustancias individuales; desde el punto de vista dinámico es aquello susceptible de
alguna determinación o forma, por tanto una realidad potencial. La forma es el
conjunto de rasgos característicos de un objeto: en un primer nivel se identifica con la
figura de un objeto físico; en otro sentido designa la estructura de algo frente a los
elementos o materia que componen ese algo; y, ya en un sentido típicamente
aristotélico, podemos hablar de la forma como los rasgos de un objeto y distinguir las
formas accidentales de la forma substancial: la forma substancial de una cosa es lo
mismo que su esencia y las formas accidentales las determinaciones o propiedades de
las que el sujeto puede prescindir sin sufrir una modificación completa. Así en la
esencia de hombre está el ser racional como uno de sus constitutivos fundamentales
pero no el ser blanco o negro, alto o bajo, que son rasgos accidentales y por tanto
accesorios. Respondemos a la pregunta “¿qué es algo?” con la referencia a su esencia.

METAFÍSICA MEDIEVAL

Agustinismo

El pensamiento de San Agustín (S. V) supone una cristianización de los


principios platónicos. Para el obispo de Hipona, siguiendo el planteamiento cristiano, la
auténtica realidad es Dios que es el auténtico ser y el auténtico bien. El mundo es un
mundo creado formado por seres contingentes, las criaturas, que son una mezcla de
ser y de no‐ser.

Tomismo

Durante el S. XIII Tomás de Aquino parte de una concepción cristiana de la


realidad. Dios es el creador del mundo a partir de la nada y los seres creados se
definen por la contingencia de todo ser finito: la indigencia radical de todo ser finito
exige un ser que sea fundamento de sí mismo y de todo lo real, Dios. Todas las
criaturas tienen una composición metafísica de esencia y existencia (son contingentes,
limitadas) frente al único ser necesario e infinito, Dios, que es la causa de su existencia.
La jerarquización de los seres vendrá dada por su mayor o menor simplicidad y su
mayor cercanía al puro existir de Dios. En la cúspide de la creación están los ángeles
(compuestos de esencia y existencia), después los hombres (con un alma que es su
forma sustancial, unida a una materia). Las sustancias del mundo corpóreo como en la
concepción de Aristóteles están compuestas de materia y forma. En el hombre la
"forma" es su alma y puede existir con independencia del cuerpo; en cambio, los seres
sensitivos ―como los animales― o los puramente vegetativos ―como las plantas―
tienen formas corruptibles y dependientes de la materia. Las formas de los seres
inertes y las formas de los elementos primeros son las más imperfectas. En un grado
inferior están las formas accidentales (que necesitan de las substancias para existir) y
la absoluta potencialidad de la materia prima, que es pura capacidad de ser.

METAFÍSICA MODERNA

Metafísica racionalista

Se forma a partir del siglo XVII por el pensamiento del matemático francés René
Descartes. Para este pensador, considerado el “padre de la Modernidad”, es primordial
hallar una verdad totalmente indubitable a partir de la cual poder deducir el resto de
verdades con seguridad. Esta primera realidad para el pensador francés será el sujeto
pensante (“Cogito ergo sum”) que se corresponde con la primera sustancia. Para el
racionalismo una sustancia es aquello que existe por sí mismo y no necesita de nada
más para existir. La primera sustancia para Descartes, como vemos, es el yo, mi
conciencia mental. Yo soy una sustancia pensante, porque indudablemente existo por
mí mismo. Pero además del yo existen otras realidades: las cosas materiales y Dios. Las
cosas materiales son una sustancia extensa (el pensamiento es inmaterial y no ocupa
espacio, mientras que el atributo fundamental de la materia es la extensión). Dios sería
otra sustancia puesto que existe por sí mismo de manera independiente y tiene como
atributo fundamental la infinitud (es infinitamente perfecto, sabio, bondadoso y
poderoso). Por eso es denominada sustancia infinita. En definitiva, para Descartes la
realidad la compondrían tres sustancias: pensante, extensa e infinita.

Además de Descartes existen otros pensadores racionalistas preocupados por


determinar la sustancia. Para el pensador alemán Wilhelm Leibniz (S.XVII) existirían
infinitas sustancias elementales que llamaron mónadas. Leibniz pensaba que las
mónadas eran puntos de fuerza que, al combinarse entre sí, formaban todo cuanto
existen. Además entre los racionalistas destaca también la posición del filósofo
holandés Baruch Spinoza (S. XVII) que afirma la existencia de una única sustancia que
se correspondía con la totalidad de lo real. Esta sustancia puede identificarse con el
universo entero y también con Dios. Según Spinoza, lo que sucede es que esta
sustancia única tiene muchos atributos o aspectos diferentes. Los seres humanos, sin
embargo, solo somos capaces de diferenciar dos de ellos, que son la extensión y el
pensamiento. Por eso nos parece que la materia y la conciencia son dos cosas distintas.
Pero, en realidad, no son más que dos de las infinitas caras de una única realidad.

Idealismo transcendental

La posibilidad de comprensión racional de la realidad también se ha visto


cuestionada por la filosofía moderna que se pregunta por la posibilidad de tal
conocimiento y que abre una crisis en el pensamiento metafísico que culminará en el
pensamiento contemporáneo. La filosofía kantiana es un ejemplo de tal
cuestionamiento.

Para el pensador alemán Immanuel Kant (S.XVIII) el conocimiento científico no


puede ir más allá de la experiencia, más allá de lo que se ofrece a la percepción, por lo
que la metafísica nunca será posible como ciencia ya que sus objetos son
trascendentes, están más allá de la experiencia. El conocimiento es una síntesis o
reunión de concepto e intuición sensible, y de lo metafísico tenemos concepto pero
nunca podremos tener una intuición o percepción. Por eso, al no apoyarse en los datos
de la experiencia, la metafísica no avanza y sus conocimientos son ilusorios: las
grandes ideas de la metafísica (alma, mundo, dios) son ilusiones de la razón que tienen
validez como guías de la acción humana pero de las cuales nunca podrá haber un
conocimiento científico, por lo tanto, la metafísica nunca será una ciencia.

Admitiendo una concepción idealista para Kant no sabemos cómo puede ser el
mundo independientemente de nuestra experiencia de él; todo objeto del que
tenemos experiencia ha quedado influido por la estructura de nuestro aparato
cognoscitivo. Estas ideas nos llevan a dos conceptos fundamentales del Idealismo
Trascendental: el concepto de noúmeno y el de fenómeno. El noúmeno (o cosa en sí)
es la realidad tal y como pueda ser en sí misma, independientemente de nuestra
experiencia de ella; la filosofía premoderna pensaba que nosotros podíamos conocer
las cosas en sí mismas, aunque cada escuela dijese algo distinto relativo al ser de
dichas cosas; el fenómeno es una realidad dependiente del sujeto trascendental, es la
realidad estructurada por las formas de la sensibilidad y las categorías del
entendimiento; la realidad tal y como la experimentamos. El sujeto cuando conoce no
deja intacta la realidad conocida, la constituye en el propio acto del conocimiento. Por
ello, el Idealismo Trascendental se puede resumir en la afirmación de que sólo
conocemos fenómenos.

Idealismo absoluto

El idealismo absoluto es el último gran movimiento filosófico de la Modernidad.


Según el pensador alemán Georg W. Hegel, su principal representante, el fundamento
absoluto del ser es esencialmente un proceso dinámico e histórico de la racionalidad.
Todo lo real es racional y todo lo racional es real. En esto consiste la afirmación básica
hegeliana de que la realidad y lo verdadero no son substancias (es decir, un ser más o
menos solidificado, como se había creído tradicionalmente en la mayoría de los casos),
sino sujeto, es decir, pensamiento, espíritu.

El carácter dialéctico de lo real significa que cada cosa es lo que es, y sólo llega
a serlo en interna relación, unión y dependencia con otras cosas y, en último término,
con la totalidad de lo real.

La dialéctica de Hegel concibe la realidad como un todo, sin que ello afecte
para nada a la relativa independencia de cada cosa en su singularidad. Es decir, la
realidad, en cuanto dialéctica, no es fija ni determinada de una vez por siempre, sino
que está en un constante proceso de transformación y cambio, cuyo motor es, a la par,
tanto su interna contradicción, limitación y desajuste en relación con su exigencia e
intención de totalidad, infinitud y absoluto, como la interna relación en que está con
otra realidad, que aparece como su contrario (tesis, antítesis, síntesis).

LA CRISIS DE LA METAFÍSICA. EL MUNDO CONTEMPORÁNEO

La posibilidad de comprensión metafísica de la realidad es profundamente


cuestionada por la filosofía contemporánea. El desarrollo científico y técnico
contribuye también a profundizar en dicha crisis. Entre las filosofías más importantes
que cuestionan la posibilidad de la metafísica durante los siglos XIX y XX destacan las
siguientes:

Marxismo

En la segunda mitad del S. XIX el pensador alemán Karl Marx crea un


pensamiento en respuesta al idealismo hegeliano de corte materialista. Para Marx, la
realidad fundamental no es ni razón ni conciencia sino materia. Se establecen tres
presupuestos fundamentales acerca de la realidad:

• Solo existe la materia


• Esta se transforma mediante el trabajo humano
• Las relaciones humanas tienen una evolución histórica
determinada.
El marxismo afirma que la base real de la sociedad es la base económica, los
medios y las fuerzas de producción (la infraestructura); mantendrá también que a
consecuencia de la alienación económica las organizaciones políticas, jurídicas y las
concepciones del mundo (religiones, moral, ciencia, filosofía, arte) (la superestructura)
no responden a una dinámica propia, independiente, sino a los intereses de clase de
los grupos que las han creado. En un sentido general, se llama ideología, al sistema de
representaciones (imágenes, ideas, conceptos, teorías), con el que la sociedad intenta
explicar y describir la realidad. Pero dichas ideas o representaciones pueden hacerlo de
un modo adecuado y verdadero, o, por el contrario, de un modo falso, que es
precisamente lo que ocurrirá en las sociedades de explotación. Así, en Marx el término
"ideología" tiene un significado más restringido y preciso: conjunto de "ideas" que dan
una imagen o representación falseada y falsificadora de la realidad y de las condiciones
en que se desarrolla la vida de los hombres. Para el marxismo, lo que piensan los
hombres, sus representaciones o ideas (su ideología), es un producto de la sociedad en
que viven, es "un producto social"; además, la ideología tiene un sentido básicamente
negativo, en cuanto "ideas" falsas y falsificadoras; finalmente, los contenidos
ideológicos de la conciencia (la religión, la filosofía, la moral, la política, etc.) ni tienen
sustantividad propia ni su propia historia y desarrollo.
Vitalismo

Todo el pensamiento del filósofo alemán F. Nietzsche supone una crítica a los
fundamentos metafísicos occidentales que sustentan la cultura europea de finales del
S.XIX. La historia de la filosofía, desde sus inicios platónicos, presenta una idea del
mundo inadecuada pues lo considera un “cosmos”, una totalidad racional. Supone la
historia de un gran error ya que niega los sentidos y la vida. La invención del mundo
racional trae consigo la invención de los conceptos metafísicos (esencia, sustancia,
alma, Dios, permanencia...). Dado que el mundo que percibimos presenta
características contrarias (cambio, multiplicidad, nacimiento y muerte), los filósofos
acaban postulando el “platonismo”, la escisión de la realidad en dos mundos: un
mundo verdadero, dado a la razón, inmutable, espiritual y objetivo, y un mundo
aparente, dado a los sentidos, cambiante, corpóreo y subjetivo. Platón defendió esta
tesis, y, gracias al cristianismo, se convirtió en la actitud básica de nuestra cultura. Para
Nietzsche la metafísica occidental y el platonismo tienen un origen psicológico: el
instinto de vida decadente y antivital, incapaz de aceptar lo terrible del mundo de los
sentidos, y la influencia del lenguaje: la estructura sujeto‐predicado, el empleo de las
mismas palabras para designar distintos individuos y la primacía del verbo ser,
favorecen una interpretación substancialista de la realidad, la creencia en entidades
con rasgos permanentes y propios, de esencias y naturalezas universales.

De modo contrario la totalidad de la filosofía de Nietzsche es el intento más


radical de hacer de la vida lo absoluto, el fundamento de toda la realidad. La vida no
tiene un fundamento exterior a ella, tiene valor en sí misma. Y debes ser entendida
fundamentalmente en su dimensión biológica, instintiva, irracional. La vida como
creación y destrucción, como ámbito de la alegría y el dolor. Por esta razón, Nietzsche
creyó posible medir el valor de la metafísica, la teoría del conocimiento y la ética a
partir de su oposición o afirmación respecto de la vida. La aceptación de la vida
conlleva el surgimiento de un nuevo tipo de sujeto humano que reconoce el valor de la
vida y la fuerza de la propia voluntad. Este sujeto será el superhombre que no acepta
los antiguos códigos morales ni la necesidad de una seguridad más allá de toda
apariencia.
Positivismo

También en la segunda mitad del S.XIX tiene su origen, en la obra del pensador
francés fundador de la Sociología Augusto Comte, el positivismo. Este movimiento
supone una crítica al pensamiento metafísico ya que lo considera un saber sin
fundamento puesto que no utiliza la observación ni parte de hechos positivos. El
término positivo hace referencia a lo real, es decir, lo fenoménico dado al sujeto. Lo
real se opone a todo tipo de esencialismo, desechando la búsqueda de propiedades
ocultas en lo real. Lo positivo tiene como características el ser útil, cierto, preciso,
constructivo y relativo (no relativista) en el sentido de no aceptar ningún ser absoluto.
La humanidad en su conjunto y el individuo como parte constitutiva, está determinado
a pasar por tres estados sociales diferentes que se corresponden con distintos grados
de desarrollo intelectual: el estado teológico o ficticio, el estado metafísico o abstracto
y el estado científico o positivo.

Este tránsito de un estado a otro constituye una ley del progreso de la


sociedad, necesaria y universal porque emana de la naturaleza propia del espíritu
humano. Según dicha ley, en el estado teológico el hombre busca las causas últimas y
explicativas de la naturaleza en fuerzas sobrenaturales o divinas, primero a través del
fetichismo y, más tarde, del politeísmo y el monoteísmo. A este tipo de conocimientos
le corresponde una sociedad de tipo militar sustentada en las ideas de autoridad y
jerarquía.
En el estado metafísico se cuestiona la racionalidad teológica y lo sobrenatural es
reemplazado por entidades abstractas radicadas en las cosas mismas (formas,
esencias, etc.) que explican su por qué y determinan su naturaleza. La sociedad de los
legistas es propia este estado que es considerado por Comte como una época de
tránsito entre la infancia del espíritu y su madurez, correspondiente ya al estado
positivo. En este estado el hombre no busca saber qué son las cosas, sino que
mediante la experiencia y la observación trata de explicar cómo se comportan,
describiéndolas fenoménicamente e intentando deducir sus leyes generales, útiles
para prever, controlar y dominar la naturaleza (y la sociedad) en provecho de la
humanidad. A este estado de conocimientos le corresponde la sociedad industrial,
capitaneada por científicos y sabios expertos que asegurarán el orden social.
Filosofía analítica

La filosofía analítica surge del pensamiento del filósofo austriaco Ludwig


Wittgenstein en la primera mitad del S. XX. Aceptó las tesis fundamentales del
empirismo clásico: sólo es posible el conocimiento de lo que se ofrece a la percepción,
de los hechos; el único conocimiento, la única forma legítima de conocimiento es la
que corresponde a las ciencias empíricas, y nada más puede añadir la filosofía en
relación a los hechos del mundo. Frente a las pretensiones de la metafísica la filosofía
debe reducirse al análisis del lenguaje. Y es que el lenguaje es la realidad fundamental
humana, y solamente podemos abordar aquello sobre lo que podemos hablar con un
lenguaje con significado, con sentido. Para Wittgenstein los hechos de los que nos
habla la ciencia, el único decir con "sentido", se desenvuelven en un escenario del que
también nos podemos y debemos ocupar: la estructura lógica del conjunto de hechos
al que llamamos mundo. La realidad es aquello que se puede describir con el lenguaje
por eso los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.

COSMOVISIONES CIENTÍFICAS

La expresión cosmovisión deriva del término griego cosmos, que significa


“orden, belleza y armonía”: el orden y la belleza de un universo en el que cada cosa
ocupa un lugar determinado se opone al caos, al desorden, a lo amorfo.
Un sencillo análisis de este término nos permite comprobar que es un
compuesto de cosmos y visión y que por lo tanto se refiere a una visión o
representación de lo que se tiene del universo. En un sentido amplio consideraremos
que una cosmovisión es toda interpretación de la realidad que constituya una forma
coherente y sistemática de ver el mundo y de comprenderlo.
La ciencia y la filosofía ofrecen una explicación, responden por qué ocurren los
fenómenos, y esta explicación genera una imagen del universo coherente con los
fenómenos conocidos, en la que quedan determinados tanto los componentes
esenciales de la realidad como las leyes que la rigen. Estas explicaciones ya se pueden
considerar cosmovisiones científicas.
En la formación de una cosmovisión científica intervienen las teorías propias de
las siguientes disciplinas científicas:
La astronomía: Se ocupa de estudiar las posiciones de los astros y las
leyes que rigen sus movimientos.
La cosmología: Es la parte de la astronomía que trata sobre las leyes
generales que explican el origen (cosmogonía) y el desarrollo del
universo.
La física: Es también una ciencia fundamental en la comprensión del
universo.
La ciencia no ofreció una visión del Universo constante a lo largo de la historia
sino que fue variando en función de los distintos acontecimientos histórico‐sociales
que han sucedido. De ahí que se pueda hablar de tres grandes cosmovisiones:
Cosmovisiones antiguas: Incluyen todas aquellas explicaciones de la realidad
que surgieron en Grecia en el siglo VI a. C con los primeros pensadores
naturalistas, los filósofos de Mileto. Posteriormente, durante el medievo, la
visión de la realidad
Cosmovisión moderna: Es la imagen del mundo que se formó durante la
revolución científica en los siglos XVI y XVII, con el trabajo de científicos como
Galileo Galilei o Isaac Newton.
Cosmovisión actual: Constituye la visión del mundo que es aceptada en la
actualidad por la comunidad científica; surgió a partir de dos ramas nuevas de
la física: la teoría de la realidad y la mecánica cuántica. Además esta visión
queda integrada con las actuales revoluciones biológica y digital.

MUNDO ANTIGUO

Como veíamos más arriba los antiguos estaban convencidos de que la


diversidad de sustancias oculta una explicación sencilla: todas ellas proceden de la
transformación de un elemento o varios que pueden ser considerados los principios de
la realidad. Proliferaron teorías acerca de la naturaleza y del número de estos
principios, pero básicamente podemos resumirlas en estas dos:
El principio básico o elemental (arjé): Los filósofos de Mileto coincidieron en
considerar que las sustancias derivaban de un principio único y natural que
denominaron arjé. Para Tales era el agua, para Anaxímenes era el aire, etc. Un poco
después surgió la teoría de los cuatro elementos: Esta doctrina consiste en afirmar que
todas las cosas se forman a partir de la mezcla de cuatro elementos: tierra, agua, aire y
fuego. Teoría defendida por Empédocles de Agrigento (Sicilia, S. V a.C.).
La forma de la Tierra: La información recibida por los sentidos les hizo creer a
los primeros filósofos que la Tierra era plana y que se encontraba rodeada por el
océano. La escuela pitagórica en el siglo V a. C dedujo que era esférica.
Sin embargo fue Aristóteles (S IV a. C) el que concibió el sistema más aceptado
de la antigüedad. Para Aristóteles, el cosmos es un todo organizado en dos mundos de
naturaleza distinta: el mundo sublunar o terrestre y el mundo supralunar o terrestre. El
mundo sublunar o terrestre es el mundo en el que habita el ser humano: la Tierra.
Según Aristóteles, tiene forma esférica, es muy reducida y ocupa un lugar en el centro
del universo (geocentrismo). Está constituido por los cuatro elementos citados: Tierra,
agua, aire y fuego. El mundo supra lunar o celeste: Es el mundo que está más allá de la
esfera de la Luna y que tiene su límite en la esfera de las estrellas fijas (universo
cerrado). A diferencia del mundo sublunar, el supralunar se compone de un quinto
elemento: el éter .Es un elemento de naturaleza divina: perfecto, puro, inalterable y
sin peso. Por eso, el mundo supralunar es eterno e inmutable. Cada esfera se mueve
con un movimiento circular uniforme que se transmite por rozamiento de unas esferas
a otras, lo que provoca los complicados movimientos de los planetas. ¿Cuál es la causa
del movimiento circular uniforme de las esferas de éter? Para responder a esta
pregunta, Aristóteles postula la existencia de un primer motor inmóvil, causa final de
todo el movimiento que se produce en el universo.
Claudio Ptolomeo (astrónomo, matemático y geógrafo) diseñó en el siglo II d. C,
un sistema que mantenía una gran parte del esquema aristotélico, pero introducía
algunas modificaciones. En su obra “Colección Matemática”, conocida posteriormente
cómo Almagesto (que significa, el más grande), Ptolomeo mantiene que los planetas
dan vueltas alrededor de una tierra que se encuentra ligeramente desplazada del
centro del universo. La esfera que gira alrededor de la Tierra es el deferente y, sobre
esta, el planeta gira alrededor de un centro imaginario (epicentro) dibujando una
segunda órbita circular que llamó epiciclo. La conjunción de ambos los dos
movimientos (del planeta por el epiciclo y por el deferente) permitía explicar por qué
parecía que algunos planetas retrocedían.
MUNDO MEDIEVAL

La cosmovisión aristotélica fue adoptada por todas las civilizaciones que se


interesaron por el conocimiento científico y filosófico desde el siglo IV a. C hasta el XVI.
La teleología cristiana siguió aceptando que la Tierra ocupa el centro del universo,
adaptó este modelo aristotélico‐ptolemaico a su doctrina. Se negaban a la eternidad
que le atribuían los griegos al universo pues era incompatible con el dogma de la
creación. Asimiló el primer motor inmóvil del aristotelismo con Dios y el mundo
supralunar con el cielo. Así se formó la interpretación medieval centrada en Dios de un
mundo sobrenatural (teocentrismo).
Algunas implicaciones filosóficas de los modelos antiguo y medieval serían las
siguientes:
La realidad está perfectamente ordenada. Todas las cosas están organizadas e
integradas en la totalidad del Universo y cada parte tiene una finalidad propia
dentro del todo (teleología).
La realidad es totalmente cognoscible. Utilizando su razón, el ser humano
puede comprender plenamente el funcionamiento del Universo.

MUNDO MODERNO

La cosmovisión moderna se empezó a dar en el siglo XVI, gracias a la


contribución de un grupo de científicos y astrónomos que protagonizaron la revolución
científica y que sentaron las bases de la física clásica, caracterizada por servir tanto de
la experimentación como del formalismo matemático. El nuevo clima intelectual
europeo del nacimiento les permitió a numerosos astrónomos y físicos cuestionar la
cosmovisión heredada y sus dogmas. Esta nueva cosmovisión se formó gracias al
trabajo conjunto de astrónomos y de físicos.
Nicolás Copérnico pensador polaco en la primera mitad del S. XVI se dio cuenta de que
todos los problemas que se referían tanto al movimiento retrógrado de los planetas
como su cambio de brillo podían ser explicados de forma más sencilla, suponiendo que
el Sol se encontraba en el centro del Universo y que el resto de los planetas (incluida la
Tierra) daba vueltas alrededor de él. Por eso propuso un modelo heliocéntrico, en el
cual le atribuyó a la Tierra tres clases de movimiento:
Rotación: La tierra da vueltas sobre si misma.
Translación: En el caso de la Tierra, tiene un período anual y se produce
alrededor del Sol.
Declinación del eje terrestre: La Tierra se mueve de forma semejante a una
peonza que, al mismo tiempo que da vueltas sobre si misma, se inclina en
distintas direcciones, cambiando la dirección de su eje de rotación.
Sin embargo son Galileo Galilei (S.XVI‐ S.XVII) e Isaac Newton (S. XVII‐ S. XVIII)
quienes son considerados los iniciadores de la física moderna; su obra fue fundamental
para que la concepción heliocéntrica sustituyese a la geocéntrica.
Entre las leyes científicas que formularon destacan dos que permiten responder
preguntas fundamentales como: ¿Por qué caen los cuerpos?:
Ley de la inercia: Formulada por primera vez por Galileo, esta ley afirma que
toda partícula continúa en su estado de reposo o de movimiento rectilíneo uniforme
mientras que no actúe ninguna fuerza sobre ella. Esta ley supone una ruptura
definitiva del aristotelismo.
Ley de la gravitación universal: Formulada por Newton. Esta ley no sólo acaba
con la distinción aristotélica entre el mundo sublunar y supralunar, sino que conseguía
lo que sería ideal de la nueva ciencia: el carácter universal y su capacidad predictiva. Se
convertía por eso en el modelo y referente de la nueva ciencia.
La nueva visión moderna tiene distintas implicaciones filosóficas:
Si el cambio experimentado por la ciencia en los siglos XVI y XVII se denominó
revolución o giro copernicano, es porque sus consecuencias trascienden el terreno
puramente científico y dejan una nueva cosmología caracterizada por su:
Mecanicismo: El éxito de la mecánica newtoniana en la explicación de
fenómenos físicos fundamentales tan diversos como el movimiento de los
cuerpos del Sistema Solar, la caída de los cuerpos, las mareas… fue tal que
instituyó como paradigma de explicación científica, y dio la base matemática
que consagraba definitivamente la nueva perspectiva de comprensión de la
realidad: la idea del mundo como una gran máquina perfecta, comparable a un
mecanismo de relojería.
Determinismo: El universo es teóricamente predecible ya que todo fenómeno
en la naturaleza es un proceso mecánico; las leyes newtonianas determinan
completamente su evolución, la cual podemos predecir en la medida en la que
dispongamos de datos exactos y podamos tratar toda la información.
Reducción del papel de Dios en la cosmología: La ciencia resultante del giro
copernicano no niega la existencia de Dios, pero desvincula el estudio del
Universo del estudio de la existencia de la divinidad. Los científicos reducen el
papel de Dios al de creador y diseñador de la máquina del mundo y de sus
leyes.
Importancia de la naturaleza: Desde el momento en el que Dios la creó y le dio
sus leyes, evoluciona en por si de manera autosuficiente sin necesidad de la
intervención divina.
Inseguridad: El ser humano comprende que ocupa un diminuto hueco en un
Universo tal vez infinito. Este universo no tiene de una finalidad global
evidente. La ausencia de una finalidad global evidente causa en las personas un
sentimiento de inseguridad.
Poder de la razón: Se considera que el más alto destino humano es hacer uso
de la razón, que es considerada ilimitada. Esta confianza en el poder de la razón
atenúa el sentimiento de inseguridad ante la inmensidad del universo.

MUNDO CONTEMPORÁNEO

Hasta el siglo XIX la ciencia se desarrollará a partir del esquema conceptual


proporcionado por Galileo y por Newton. El optimismo y la confianza en este modelo
eran tales que numerosos científicos tuvieron la sensación de que estaba cerca del
momento de afirmar que no quedaba ninguna ley relevante por descubrir. Nada hacía
sospechar que dos nuevas ramas de la física iban a transformar completamente
nuestra visión del mundo, en lo referente al macrocosmos (se refiere al universo
entendido como un espacio intergaláctico) y el microcosmos (en la antigüedad se
refería al ser humano, en la actualidad se aplica al mundo subatómico). Fueron la
teoría de la relatividad (Einstein) y la física cuántica.
Albert Einstein, físico americano de origen alemán, publicó la Teoría de la
relatividad especial en 1905. Además de poco intuitiva, esta teoría, echaba por tierra
las convenciones de la física clásica, pues afirmaba que no existen un espacio y un
tiempo absolutos e independientes del sujeto que los experimenta. Espacio y tiempo
son medidas que obtiene un observador y que, entre otras variables, dependen de la
velocidad a la que este se encuentre. De esto se desprende un hecho tan sorprendente
para el sentido común como que el tiempo transcurre de distinta manera para dos
observadores que viajan a distinta velocidad. Además, por motivo de esta realidad del
espacio y del tiempo, para dar una descripción del Universo que sea válida para todos
los observadores, hay que considerar que existe interdependencia entre la dimensión
temporal y la espacial, pues los cambios a una de ellas le afectan inevitablemente a la
otra. Espacio y tiempo forman, pues, un continuo cuadridimensional.
En 1916, Einstein logró generalizar esta teoría y publicó la Teoría general de la
relatividad, de la que se derivan consecuencias revolucionarias para la cosmología y
para la comprensión del universo.
Uno de los principios que sostiene la relatividad es que nada puede ir más
rápido que la luz, ni siquiera la interacción gravitacional. Por lo tanto, era necesario
elaborar de nuevo la teoría de la gravitación teniendo en cuenta este límite. Para
lograrlo, Einstein introdujo la idea de campo gravitacional, según la cual la materia
deforma la geometría del espacio que la rodea e influye sobre los cuerpos que se
encuentran en el. Y es que, en las proximidades de una gran masa (por ejemplo, la de
una estrella como el sol), el espacio está más curvado y el tiempo transcurre más
lentamente (es decir, los relojes se atrasan).
Así, aunque la tendencia natural de los planetas, y en general la de todos los
cuerpos celestes, sea recorrer la distancia que se encuentra entre dos puntos por el
camino más corto (lo que en física se conoce como geodésica), si el espacio en el que
se mueven está curvado, el planeta acabará trazando una órbita a su alrededor. De
esta manera, la teoría de la relatividad explicaba los movimientos orbitales de los
planetas. Pero además se deducen de ella consecuencias imprevistas, como que el
Universo se encuentra en un proceso de expansión.
Fue el astrónomo Edwin Hubble, quién le demostró a Einstein, y al resto de los
científicos, que no había ningún error: efectivamente el Universo se está expandiendo.
En 1924, este científico descubrió que la vía láctea no es la única galaxia del Universo,
como se creía, si no una más entre la infinidad de galaxias repartidas, como islas por el
espacio. Además Hubble se dio cuenta de que las galaxias más alejadas de nuestro
sistema se alejan también más deprisa. Estos descubrimientos obligaban a los
científicos a considerar cuestiones como las dimensiones del universo y su carácter
estático.
La confirmación de la expansión del universo generaba, a su vez, nuevos
interrogantes. Así, si el cosmos no es un sistema estático sino dinámico y, por los
tanto, está afectado por el cambio, entonces ¿cómo era en el pasado? y ¿cómo será en
el futuro?
Si, teóricamente retrocedemos en el tiempo, parece que la expansión del
Universo se invierte en un proceso de contracción de toda su masa en un punto de
máxima densidad. La Teoría del Big Bang considera que el Universo se formo a partir
de una gran explosión que debió ocurrir hace quince mil millones de años. A partir de
esta explosión se pudieron formar los átomos de hidrógeno, de helio, de litio… que
formarían las galaxias que se pueden observar en la actualidad. Esta teoría quedó
confirmada al detectarse desde la Tierra los restos que dejara esta explosión inicial, en
forma de radiación de fondo.
Al mismo tiempo que el universo adquiría nuevas dimensiones y aparecerían
nuevas teorías que podían explicar su formación y su origen, el mundo atómico
empezó a revelar características sorprendentes y paradójicas desde el punto de vista
de la física clásica o newtoniana.
Por otra parte, a partir de las investigaciones de Einstein y del físico alemán
Max Planck, se destruye la oposición tradicional entre materia y energía, puesto que
ambas pueden ser interpretadas y estudiadas atribuyéndoles naturaleza corpuscular y
ondulatoria.
Tradicionalmente se considera que la materia era discontinua y de naturaleza
corpuscular (formada por partículas indivisibles o átomos); la energía, en cambio, se
consideraba continua y de naturaleza ondulatoria. Contrariamente, según la física
cuántica, tanto la materia como la energía se comportan como partículas y como
ondas, hecho profundamente paradójico ya que las propiedades corpusculares y
ondulatorias son incompatibles.
En 1900, Max Planck descubrió que la energía no se emite de manera continua
sino en “paquetes” o cuantos de naturaleza discontinua. Poco después, Einstein
identificaba los cuantos de la luz, a los que denominó fotones. Por otro lado, el físico
francés Louis de Broglie propuso que no solo los fotones, sino también los electrones
se comportan como partículas y como ondas. Experimentos posteriores demostraron
que, de hecho, todas las partículas materiales presentan un comportamiento
ondulatorio.
En este punto, la ciencia abría un inesperado problema filosófico que
solamente se acrecentó aún más: entonces, ¿Cómo es la realidad? El matemático y
físico alemán Max Born respondía que la descripción corpuscular y la ondulatoria
deben considerarse solamente como modos complementarios de imaginar un único
proceso objetivo, pues está más allá de nuestro poder probar que sean realmente
corpúsculos o ondas. De este modo, se cuestionaba, nuestra capacidad para acceder a
la auténtica realidad. De hecho, tiempo después se cuestionaría incluso su existencia.
En consonancia con esta dualidad de la realidad, en el seno de la física cuántica se
elaboraron dos teorías alternativas, pero equivalentes:
La mecánica matricial del físico alemán Werner Heisenberg: Esta formulación
prefiere la interpretación de los procesos físicos, como procesos continuos de
naturaleza corpuscular, ya que así son nuestras observaciones y el conocimiento que
podemos tener de ellas.
La mecánica ondulatoria del físico irlandés de origen austriaco Erwin
Schrödinger: Esta formulación prefiere la interpretación de los procesos físicos
continuos y, por eso, destaca el comportamiento ondulatorio de la materia.
Estas teorías estaban basadas en el principio de incertidumbre y de ellas se
desprendían algunas consecuencias que resultaron desalentadoras, no sólo desde la
perspectiva de la física clásica, sino mismo para científicos como Einstein que se
resistían a aceptar implicaciones filosóficas sobre la realidad que generaba la nueva
física.
La mecánica cuántica no puede establecer, simultáneamente y con precisión, la
posición y la velocidad de una partícula como el electrón. Una de las causas de esta
imposibilidad es la inevitable interrelación entre el observador y el objeto observado,
ya que no puede haber observación sin intervención del observador. Dicho de otro
modo, toda medición implica una interacción entre el observador y el objeto
observado, que altera las condiciones de este último. Esto ocurre en todos los casos:
por ejemplo, al medir la temperatura del agua de una bañera, introducimos un
termómetro que altera precisamente la temperatura que tratamos de medir. Este
hecho, que en procesos cotidianos es imperceptible e irrelevante, se convierte en
problemático cuando hablamos de fenómenos subatómicos, puesto que cualquier
alteración, por mínima que sea, resulta significativa y determinante. Así, por ejemplo,
para conocer exactamente la posición de un electrón, debemos iluminarlo con un
fotón de luz, que al chocar con él modificará de manera imprevisible su velocidad.

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