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La fascinante historia de las palabras –664–

AMÍGDALA
Al escuchar la palabra amígdala pensamos en las glándulas que tenemos en el
fondo de la cavidad bucal. Y como se parecen a una almendra, que los griegos
llamaban άμυγδάλη (amigdale), por eso heredamos ese nombre. Aunque en
realidad son muchas las amígdalas o nódulos linfáticos que tenemos en el
cuerpo, todos con forma similar a una semilla alargada y con una función de
alarma.
En ambos hemisferios del cerebro tenemos unas neuronas, también llamadas
amígdalas, que nos alertan frente a los peligros y sirven como ‘instinto de
conservación’. También poseemos amígdalas debajo de la lengua, en la faringe y
en el cerebelo.
Pero queda la pregunta: ¿Por qué los griegos y los latinos tenían otro nombre
para las amígdalas? Los primeros hablaban de ‘paristhmia’ (las de la boca) y los
latinos decían ‘tonsillæ’ (tonsila). La única respuesta posible hasta ahora es que
la palabra griega para almendra la importaron a España los árabes en el siglo XII
en textos médicos y le dieron el sentido fisiológico. Así fue llegando al castellano,
como en este texto del libro ‘Arte cumplida de cirugía’ (1450): “El ferimento delas
venas dela lengua aprovecha ala esquinancia y en la apostema delas amigdales
que son las almendrillas”.
En síntesis: La palabra griega cambió de significado y pasó de lo botánico a lo
anatómico por mediación de los árabes, como se documenta en castellano desde
1493.

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