Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1 El Paleolítico y el Neolítico
La prehistoria comprende desde el origen del hombre hasta la aparición de la escritura. Durante el Paleolítico
(800.000-8000 a.C) tuvo lugar el proceso de hominización. Los hombres eran nómadas, con una economía
depredadora, una fuerte cohesión social cimentada en vínculos familiares y con creencias mágico-religiosas.
Vivían en cobijos provisionales o cuevas y empleaban la piedra tallada. En este período, el Homo Sapiens trae a
la península las pinturas rupestres de la mano de la Escuela Franco-cantábrica, con grabados y bajorrelieves
policromados relacionados con sus creencias, destaca Altamira.
Con la revolución del Neolítico (8000-4000 a.C), la economía pasa a ser productora, trayendo consigo la
sedentarización y con esta, las poblaciones, la división del trabajo y la diferenciación social; apareciendo
también los megalitos y la piedra pulimentada. La Escuela Levantina asentó el estilo de las pinturas en el
Mesolítico y el Neolítico, representando escenas de carácter narrativo, apareciendo humanos y figuras
estilizadas, esquemáticas y monocromáticas, destaca El Cogul.
Los íberos (s. VI-I a.C), como los turdetanos, de origen norteafricano, habitaron en pueblos fortificados,
ciudades-estado con una aristocracia guerrera. Se asentaron en la costa sur y este, compartían una lengua
similar y una economía agropecuaria y comercial, basada en la triada mediterránea y el uso de la moneda.
Los celtas (s. V-III a.C), como los vacceos, de origen indoeuropeo, habitaron en la Meseta y la costa atlántica en
clanes familiares regidos por un consejo de ancianos. Eran recolectores, ganaderos y primitivos agricultores, y
la metalurgia les brindó ventajas militares. Destacan las culturas de “verracos” y “castros”.
Los celtíberos se ubicaron en la Meseta y destacaron por su afán por la magia, la adivinación y el culto a
divinidades.
En cuanto a los colonizadores, primero llegaron los fenicios (s. VIII a.C), interesados en la fundación de puertos
comerciales como Gades o Malaca, aportaron el torno alfarero, la escritura y generalizaron el uso del hierro.
En el siglo VII a.C llegaron los griegos desde Focia, Anatolia, fundaron Emporion y Rhode e introdujeron la vid,
el olivo y la acuñación de la moneda. Los cartagineses llegaron de Cartago en el siglo VI a.C e hicieron de la
península el centro de sus campañas, fundando Ebussus y Cartago Nova. Cabe mencionar también el reino de
Tartessos (s. VIII-V a.C), considerado el primer estado de la península, gobernado por reyes. Quedan vestigios
escritos y de orfebrería (Tesoro del Carambolo), pero todas las ciudades desaparecieron misteriosamente en el
siglo V a.C.
Entonces, Hispania se convirtió en provincia romana, dividiéndose primero en Hispania Citerior y Ulterior, y
después en Tarraconensis, Gallaecia, Balearica, Cartaginensis, Lusitania y Baetica. Las ciudades como Tarraco,
Emerita Augusta y Cesar Augusta, fueron la base de la romanización y sede de las instituciones. Entre sus
aportaciones destacan la administración provincial, la urbanización, arquitectura y obras públicas como teatros
y acueductos (Mérida y Segovia). También las estructuras económicas y sociales, además del derecho, la
lengua y la religión.
En cuanto a la monarquía, esta era electiva por medio de una asamblea de hombres libres; además el rey
debía contar con el apoyo del clero y nobles a cambio de protección. El monarca ejercía como juez supremo y
legislador, contando con el apoyo del oficio Palatino y el Aula Regia. A partir del reinado de Recaredo destacan
los Concilios de Toledo, inicialmente eclesiásticos, acabaron tratando asuntos tanto políticos como religiosos;
eran convocados por el rey y le permitieron nombrar obispos, reforzando el poder de la iglesia.