Está en la página 1de 2

Pastor Jonatán

EL MODELO DE UNA VIDA SUFRIENTE | Hechos 1:3

“a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas
indubitables ” (Hechos 1:3)

Lucas nos habla ahora sobre los padecimientos de Cristo y la gloria de su certísima
resurrección. Nos gozamos en la bendita doctrina de la resurrección de Cristo, y en
saber que con ese mismo poder Dios nos sostiene día con día, y que nos resucitará
con un cuerpo glorificado, para participar de la herencia eterna. Pablo expresó
esta bendita esperanza así: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a
Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará
también vuestros cuerpos mortales” (Ro.8:11).

Sin embargo, muchos no experimentan el mismo entusiasmo cuando se enteran que


Cristo, además de este privilegio, también nos comparte sus padecimientos y
vituperios.

Sabemos muy bien que antes de presentarse como el Mesías victorioso y glorificado,
Jesús se presentó al mundo como el cordero sufriente de Dios. Así que, él nos
imparte ambas cosas: su victoria y sus padecimientos. Ambas cosas deben ser
recibidas y valoradas por igual.

Nuevamente Pablo nos comparte esta verdad al hablar del privilegio que tenemos de
ser participantes del poder de la resurrección de Cristo: “a fin de conocerle, y el
poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser
semejante a él en su muerte,” (Filipenses 3:10). Como verán, son dos elementos
indisolubles: sufrimiento y victoria.

Previamente, al iniciar su carta, Pablo les había dicho a los filipenses que se les
había concedido, como un privilegio, sufrir por Cristo (Fil.1:29). Y en el capítulo
dos les presentó a Cristo mismo como el ejemplo máximo de este sufrimiento:

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual..
se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y
estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Fil.2:5-8). Y sólo entonces podemos ver que
“Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre”
(Fil.2:9).

Todos quieren la exaltación de Cristo, pero no todos están dispuestos a aceptar la


humillación de Cristo.

Ya han olvidado aquello que Jesús comunicó a sus discípulos, que si a él


persiguieron y mataron entonces a ellos también lo harían, pues “no es el siervo
mayor que su Señor” (Juan 15:20). Cristo es el pionero de una vida sufriente,
mientras caminemos en este mundo somos llamados a padecer también como él
(2Ti.3:12; 1Pe.2:21).

EL MODELO DE UNA VIDA SUFRIENTE:


1. Por lo que Cristo padeció puede también entendernos y socorrernos (Heb.2:18;
4:14-16).

Cuando decimos que Jesús nos entiende en el sufrimiento no significa que antes no
tenía la capacidad de hacerlo. Pero sí que ahora existe una nueva manera de
hacerlo, desde la experiencia. Jesús se identifica con el dolor humano, y se hace
parte de éste. Igual nosotros podemos sentir mejor empatía con aquellos que sufren
en base a nuestra experiencia personal (2Co.1:3-5)
2. Por lo que padeció pudo librarnos del poder y de la condenación del pecado.
(Heb.13:12; 1Pe.3:18).

La muerte de Cristo era necesaria y la única aceptable ante Dios. Sin su sangre
simplemente jamás hubiéramos obtenido la expiación de nuestros pecados. Esto nos
enseña a combatir el pecado con valor, para vencerlo hay que estar dispuestos a
sufrir. ¿Cómo lo hacemos? (1) considerarnos muertos al pecado (Ro.6:11); no proveer
para los deseos de la carne (Ro.13:14); resistir el pecado con los ojos puestos en
Jesús (Heb.12:4); armando nuestros pensamientos contra el pecado (1Pe.4:1);
desechando toda malicia sin dejar de desear la leche espiritual (1Ped.2:1-2), y no
amar al mundo (1Jn.2:15-16).

3. Por lo que padeció pudo dejarnos ejemplo del sufrimiento genuino por otros.
(1Pe.2:21; Heb.5:8)

La muerte de Cristo fue una muerte vicaria, es decir que él murió “por” y “en
lugar” del pecador. El sufrimiento es producto del pecado, Jesús no tenía porqué
sufrir en forma alguna. Pero Cristo sufrió por amor a otros. Esto nos enseña a
sufrir igualmente para que otros lleguen a conocer al Salvador. Pablo dijo: “en el
cual sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor; mas la palabra de Dios
no está presa.” (2Ti.2:9). Y también nos enseña a amar sin medida a nuestros
hermanos: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros;
también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.” (1Jn.3:16)

También podría gustarte