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Universidad de Concepción.

Curso Historia del Derecho 2023

CAPÍTULO III
PERIODO VISIGÓTICO

MÓDULO 3: LOS VISIGODOS

MARCO HISTÓRICO GENERAL

El periodo visigótico empezó aproximadamente en el año 476, con la caída


del Imperio Romano de Occidente, al que se identificó como la fecha de término
del período anterior; y se prolongó y hasta el año 711, en el cual los árabes y moros
invadieron España, y derrotaron al último rey visigodo, Rodrigo, en la batalla de
Guadalete, Provincia Bética, poniendo fin de este modo a su reino.

Los godos son una rama del tronco de los pueblos germánicos, oriunda del
sur de la península Escandinava. En el siglo I a.C., como tantos otros bárbaros
(germanos y asiáticos), se desplazaron hacia el centro de Europa.

Eran nómades, no tenían una organización de tipo territorial, sino personal.


La estructura básica social era la “sippe”: parentela, linaje, familia amplia semejante a
la gens romana, cuyo caudillo prestaba fidelidad al jefe común: el príncipe o rey,
manifestación del régimen señorial.

Desde mediados del siglo IV, los godos saquearon Europa central, llegando
hasta el Ática en sus correrías. Finalmente, celebraron un pacto con el Imperio
Romano y se establecieron en la Dacia, donde fueron hostilizados por los hunos.
Aquí se dividieron en dos grupos; los ostrogodos (godos brillantes o godos del este)
y los visigodos (godos sabios o godos del oeste). Los primeros se sometieron a los
invasores asiáticos; los segundos buscaron nuevas tierras en la Tracia.

Enfrentados los visigodos al emperador Valente, le vencieron en


Adrianópolis (Tracia), en el año 378; para posteriormente, en el año 410 saquear
Roma bajo el mando de Alarico I. Sucesivos tratados celebrados con los
emperadores los llevaron a las Galias y a España, tanto para radicarse como para
combatir a otros bárbaros, enemigos del Imperio (vándalos, alanos, suevos).

El tratado o “foedus” definitivo lo suscribieron en el año 418 el rey visigodo


Valia y el general romano Constancio, en nombre del emperador Honorio.
Establecidos en las Galias, a cambio de tierras de las provincias romanas que
recibieron conforme al régimen del acantonamiento militar (hospitalitas), se
comprometieron a luchar como federados del emperador. Adquirieron, luego,

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independencia y soberanía territorial, condición que les fue reconocida en nuevos


tratados. Pese a lo anterior, estos acuerdos con el Imperio dividieron
profundamente a la nobleza visigoda, parte de la cual le era hostil.

La capital del reino galo-visigodo fue la ciudad de Tolosa o Toulouse, en la


Narbonense o Septimania, actual Francia. Este es, el reino visigótico de Tolosa. En
este lugar, su rey, Eurico, se convirtió en el rey más poderoso de Occidente. Este
monarca, aprovechando la crisis paulatina del Imperio, que ya no tiene en España ni
tropas ni funcionarios, avanza con sus ejércitos en territorio peninsular y en el año
476, con la caída del último César, Rómulo Augústulo, queda como soberano
independiente. Pese a lo anterior, durante todo el siglo V, otro pueblo de origen
germánico, los francos, hostigaron el reino visigótico de Tolosa desde el norte, con
la intención de desalojarlos de las Galias.

A principios del siglo VI, siendo rey de los visigodos Alarico II, sucesor de
Eurico; y de los francos Clodoveo, se libró entre ambos la batalla definitiva de
Vogladum (o Vouillé), en el año 507, en la cual murió Alarico, hecho que termina
con el reino tolosano, pasando el poder visigodo a España y adueñándose los
francos de las Galias. Los visigodos, que consiguieron recuperar la Septimania,
gracias a la ayuda de los ostrogodos, se desplazaron masivamente allende los
Pirineos. Durante más de un siglo, los francos amenazaron sin éxito a la
Septimania, que quedó unida al reino visigótico de Toledo. En esta ciudad española,
los reyes instalaron su corte.

El mayor peligro interno del nuevo reino lo construyeron los suevos, que
ocuparon Galicia, y los pueblos del norte, como los cántabros y vascos. Desde el
año 552, se sumó una nueva amenaza, con motivo del desembarco de los
bizantinos, motivada por las campañas de Justiniano destinadas a restaurar la
porción occidental del Imperio y de la conquista que realizaron de la región sudeste
de la península Ibérica. Leovigildo se erigió en el unificador y organizador del reino,
pacificó la región cantábrica y derrotó a los vascos y suevos.

Durante esta época la población aproximada era de nueve millones de


habitantes, de los cuales sólo alrededor de doscientos mil eran visigodos, lo que no
les impidió transformarse en el grupo dominante. Estos dos grupos, visigodos e
hispanorromanos, estaban claramente diferenciados. Legalmente no podían casarse
entre sí, porque se los prohibía una constitución de fines del siglo IV, que seguía
vigente. Además, los visigodos eran de religión arriana 1 (secta cristiana a la cual
fueron convertidos durante su permanencia en la región del Danubio), y los
hispanorromanos, católicos. En su afán de unificar a la población, Leovigildo
presionó a los católicos para que abjuraran de su fe. Uno de sus propios hijos,
Hermenegildo, católico, se rebeló y murió decapitado.

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El arrianismo toma su nombre de Arrio (256-236), sacerdote de Alejandría, quien propagó la idea de la
existencia de una sola persona en Dios, negando la naturaleza divina de Cristo. Las creencias arrianas
fueron condenadas como herejía en el Primer Concilio de Nicea (325) convocado por Constantino.

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Desaparecido Leovigildo, su otro hijo, Recaredo, lo sucedió, y en el año 589


se convirtió oficialmente al catolicismo en el III Concilio de Toledo. La casi
totalidad de la nobleza y el pueblo lo siguieron. En el año 629 fueron expulsados
los bizantinos. La España visigótica quedó unificada territorial, política y
socialmente. Sólo permaneció al margen una minoría de población judía.

Cuando el reino llegó a la plenitud, empezaron a manifestarse síntomas de la


división (entre los descendientes de los reyes Chindasvinto y Wamba) que lo
llevaron a la ruina. La muerte del rey Vitiza en el 710, desencadenó una nueva lucha
por la sucesión del trono entre la facción nobiliaria partidaria de los hijos del
monarca muerto y otra, al parecer mayoritaria, encabezada por Rodrigo. Reinando
Rodrigo, de la familia de Chindasvinto, sus enemigos solicitaron la ayuda de Muza,
gobernador musulmán del norte del África. Así se produjo la invasión, en el año
711, bajo el mando de Tárik, y la destrucción del reino visigótico con la derrota en la
Batalla de Guadalete.

CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL DERECHO EN EL REINO


VISIGODO

1.- DERECHO GERMÁNICO

Antes de profundizar en este tema, se hace necesario efectuar algunos


alcances sobre el derecho visigótico primitivo, considerado como “Derecho
germánico”, distinto del derecho practicado por este pueblo durante su
establecimiento en el occidente europeo, después de un contacto de varios siglos
con la civilización romana.
Las más destacadas fuentes de conocimiento del primitivo derecho
germánico son el Comentario de la Guerra de las Galias de César, escrita en el siglo
I a.C. y la Germania de Tácito, del siglo II d.C.
El derecho germánico no es un conjunto orgánico y uniforme de normas que
realmente hayan existido como tal (como el derecho romano o el derecho indiano)
sino más bien corresponde a una elaboración intelectual de ciertos historiadores
para referirse a ciertos caracteres comunes que se descubren en algunas de las tribus
germánicas más conocidas.
Entre las principales características del primitivo derecho germánico destacan
las siguientes:
a) Derecho consuetudinario: el antiguo derecho germánico fue generado
por la propia comunidad a través de la costumbre, y como tal vivía
arraigado en su conciencia y en sus hábitos. Debido a que ignoraban la
escritura, dichos usos se transmitían oralmente, de generación en
generación, utilizando a menudo refranes o versos. La fijación por escrito
de su derecho aparece recién una vez que se asientan en los territorios del
imperio, y a causa de la influencia romano-cristiana. Sólo entonces

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comienzan a surgir entre los germanos las leyes de creación real en las
cuales se acogen muchos elementos jurídicos romanos, pero sin que ello
haya significado el total abandono de sus propias costumbres ancestrales.

b) Derecho primitivo: las instituciones del derecho germánico presentan


marcados signos de arcaísmo, reflejo en general de su bajo nivel científico
y técnico. Sin embargo, no cabe calificarlo de derecho vulgar, sino de
primitivo (pre-científico). La razón se puede encontrar en el abandono de
la creación jurídica a la propia comunidad, y por lo mismo, a la ausencia
del jurista en su elaboración. Este primitivismo se advierte en varios
aspectos, todos vinculados con la escasa construcción racional de sus
instituciones, por ejemplo: espontaneidad irreflexiva en la solución de
conflictos, numerosas manifestaciones sensibles como elementos de
solemnidad, confusión de lo jurídico con otros elementos como la
religión y valores bélicos.

c) Principio de Personalidad (privilegio tribal): la inexistencia de un


espacio geográfico acotado como sede permanente de asentamiento, hizo
que el primitivo derecho germánico estuviera estrechamente vinculado a
la raza al origen y no al suelo. Las tribus germánicas llevaban consigo su
derecho a todas partes, de ahí la dualidad jurídica que se produce entre su
derecho y el de los provinciales romanos, cuando penetran el imperio.

d) Importancia de la Comunidad (índole asociativa o corporativa): se


puede advertir el predominio que tiene la idea de comunidad en las
estructuras sociales, jurídico políticas y privadas entre los germanos. El
grupo es normalmente la entidad deliberante o actuante, no el individuo.
Sin embargo, careció de la suficiente capacidad de abstracción como para
concebir respecto de ellas un ente distinto de los individuos aislados que
la componen.

Breve referencia a algunas instituciones del Derecho Germánico

1. Ding o asambleas nacionales: el poder político residía en la asamblea nacional


de hombres libres aptos para la guerra, en ellas se elegían a los reyes y
caudillos, se ofrecían sacrificios a los dioses, se acordaban las migraciones
y se decidía la paz y la guerra. Eran convocadas y presididas por los reyes,
a quienes también correspondía ejecutar sus decisiones. Las propuestas se
aprobaban por el ruido de las armas.

2. La Sippe: grupo amplio de parientes unidos por lazos de consanguinidad.


Los vocablos que mejor traducen esta idea son los de estirpe o parentela.
La sippe es el núcleo que articula tanto el régimen político como jurídico
privado entre los germanos primitivos. El conjunto federativo de sippes
da origen a la tribu, que es la base en que se apoya la organización pública
germánica. Todo acto o negocio jurídico que diga relación con uno de sus
miembros compromete a la sippe.

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3. El munt (mundium): potestad privada que ejercía el jefe de familia sobre


todos los libres de la comunidad doméstica. Era vitalicia sobre la mujer,
con respecto a los hijos se mantenía hasta la salida de estos de la casa
paterna.

4. En cuanto al Derecho Penal: los germanos concebían el derecho como la


organización estable de la paz, a diferencia de los romanos, para los que el
derecho era el arte de lo justo. Como consecuencia de este concepto, para
los germanos todo delito producía la ruptura de la paz. Respecto a los
delitos especiales, como la ofensa a los dioses, traición, deserción del
ejército, etc., producen la ruptura de la paz con toda la comunidad. El
culpable pierde su condición de hombre y es denominado lobo. Si está en
manos de la justicia se le aplica la pena de muerte, si está prófugo queda
prohibido auxiliarlo y cualquiera puede darle muerte. Tratándose de
delitos ordinarios, la ruptura de la paz se producía con la familia del
afectado, produciéndose la venganza de la sangre, que autorizaba a la
sippe de la víctima castigar al delincuente o a algunos de miembros de su
sippe. Se podía poner término a la ruptura mediante la composición o
wergeld, que correspondía a una indemnización pecuniaria. A medida que
la autoridad pública toma más importancia entre los germanos, tiende a
desaparecer la venganza privada y se regula el derecho procesal.

5. En el ámbito del Derecho Procesal: los medios de prueba que destacan


encontramos los testigos, el juramento prestado por el acusado con o sin
cojuradores y las ordalías o juicios de dios. Los cojuradores eran un número
variable de miembros de la sippe del acusado, que juraban a voz común
acerca de la confianza o credibilidad que merecía el juramento prestado
por el acusado. Los juicios de dios u ordalías son unas de las expresiones
más claras de la relevancia que la religión tiene entre los germanos
primitivos. Su finalidad era descubrir el juicio divino por medio de señas
que resultaren de las ordalías (del fuego, del agua, del hierro candente) en
relación con la responsabilidad del sospechoso.

2.- DERECHO HISPANO VISIGODO

Dentro de las características esenciales del derecho practicado por los


visigodos en Hispania, en cuanto antecedente inmediato del derecho castellano, se
pueden mencionar los siguientes:

a) Establecimiento de un derecho legislado: los visigodos pasaron de un


sistema de derecho consuetudinario, como era el suyo primitivo, a otro de
derecho legislado, siendo la razón de ser de este cambio su romanización.
En efecto, antiguamente los reyes godos no conocían la función legislativa,
sólo eran jefes militares y administraban justicia según las costumbres. En
esta época, en cambio, a imitación de los emperadores romanos, asumieron

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facultades legislativas, tales como la promulgación de edictos. Esto con


mayor razón desde la caída Roma, al considerarse sucesores del Emperador,
dictando verdaderas leyes. Aunque no perdió la facultad de administrar
justicia, el rey fue definido en el Fuero Juzgo como el “hacedor de la ley”.
Ahora bien, la función legislativa no la ejercía el rey por sí solo. Participaban
en ella el Consejo (hasta el siglo V el Senatus, y desde el siglo VI el Aula
Regia, cuerpo más complejo) y los Concilios de Toledo. El Aula Regia
colaboraba con el rey en la preparación de las leyes, y sus miembros asistían a
su promulgación. Los Concilios de Toledo, desde la conversión de Recaredo,
intervinieron también en la sanción de las leyes. Además de dictar leyes
fundamentales, a propuesta del rey, confirmaban sus edictos, reforzando su
validez con el prestigio de la Iglesia y trazaban las normas morales a que
debía someterse el poder real.

b) Los reyes visigodos estaban sometidos a las leyes: la concepción que


se tenía en la época del poder y de la ley, no era absoluta sino limitada. El rey
no estaba sobre la ley, sino subordinado a ella.
Una ley de Recesvinto establecía que ha de estar “sujeta a la reverencia de la
ley tanto la potestad real como la universalidad de los pueblos” (Líber, II, ii,
1), y San Isidoro de Sevilla (556-636) aclaró lo que se debía entender por ley y
enunció los requisitos que debía reunir. La doctrina de la Iglesia afirmaba que
la potestad regia estaba limitada por la justicia y condenaba a los reyes que
ejercían un poder cruel sobre sus súbditos.

c) Las leyes fueron recopiladas: Lo hicieron los reyes a imitación de los


romanos, adelantándose en esto al resto de los pueblos germánicos. El
propósito que los movía era darle estabilidad al derecho, evitar los cambios
bruscos y facilitar el conocimiento de las leyes. Los modelos fueron los
códigos Teodosiano (438), que ya contenía sólo leyes de emperadores
cristianos, y el de Justiniano (534).

FUENTES DEL DERECHO HISPANO VISIGODO

Antes de tratar el tema de la ley, son necesarias algunas reflexiones sobre la


costumbre y la labor de los juristas.
Respecto a la costumbre, que era la fuente madre del derecho visigodo
primitivo, encontró sus limitaciones en España. En primer lugar, la Iglesia combatió
las costumbres paganas y excesivamente bárbaras, además el Estado se empeñó en
imponer un derecho específico de raíz romana, aun cuando no lograron hacer
desaparecer totalmente ni el derecho germánico ni el derecho romano vulgar.
Los juristas abundaron en la España goda, a juzgar por su rica legislación,
pero no se conocen sus nombres. En un plano más de canonistas y teólogos, se
puede mencionar a San Julián de Toledo, y especialmente a San Isidoro, Obispo de
Sevilla (556-636), figura cultural más excelsa de occidente en la etapa del cruce de la

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Edad Antigua a la Edad Media, y el trasmisor más representativo de la cultura


romana a los nuevos tiempos.

La ley fue civil o secular y canónica, siendo los principales textos legales
visigóticos los siguientes:

a) CÓDIGO DE EURICO

Este monarca dictó un cuerpo de leyes hacia el año 476, promulgado


probablemente en las Galias a la caída del Imperio Romano, por lo que se considera
al rey Eurico como el primer legislador medieval. Sin embargo, no todos los autores
admiten la autoría del código ni coinciden con la fecha de su promulgación, por la
falta de pruebas suficientes. Del texto, sólo se conservan 60 capítulos manuscritos
referentes a materias de derecho privado, de difícil lectura. Parte de estos
fragmentos fueron encontrados a mediados del siglo XVIII por los monjes
benedictinos de Saint German des Pres, de París (palimpsesto de París), y se supone
que el original constaba de 400.

Se ha creído que este texto obedece con mayor exactitud a un Edicto, puesto
que, al desaparecer el último emperador romano de occidente, Eurico vino a ocupar
el vacío dejado por el prefecto romano de Arlés, quien tenía el ius edicendi, facultad
asumida por el rey godo cuando ocupó su lugar y en cuya virtud dicta el edicto.

Correspondiente a la época del reino de Tolosa, recoge el derecho que se


practicaba en el sur de Francia, basado en el romano vulgar, el canónico y en
costumbres visigodas. Su redacción fue obra de juristas romanos y no supuso una
actitud radicalmente innovadora respecto del derecho romano que se practicaba en
su tiempo. Según D´Ors contiene una amplia variedad de materias: normas sobre
procedimiento judicial, delitos y actos ilícitos en general, asilo eclesiástico, médicos y
sus honorarios, hijos abandonados, derechos y deberes de los viajeros, división de
tierras entre romanos y godos, contratos, matrimonios y uniones ilícitas, sucesión
hereditaria, etc.

Discrepan los historiadores sobre su ámbito de su aplicación. Los partidarios


de la tesis personalista (Carlos Zeumer, Hinojosa, Sánchez Albornoz) sostienen la
opinión de que los súbditos godos y los romanos se rigieron, hasta el siglo VII, por
leyes diferentes. Este código sólo se aplicaba, pues, a los godos. En cambio,
quienes se adhieren a la tesis territorialista (García Gallo, Álvaro D´Ors) juzgan que
ya este código romanizado tuvo carácter territorial y estaba dirigido a toda la
población.

B) BREVARIO DE ALARICO II O LEX ROMANA VISIGOTHORUM

Promulgado por el rey Alarico II, hijo y sucesor de Eurico, en el año 506, se
ubica en las postrimerías del reino de Tolosa y se conoce su texto completo. Por

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contener exclusivamente derecho romano es que se lo ha denominado en tiempos


modernos Lex Romana Visigothorum.

Es una compilación elaborada por un grupo muy romanizado de técnicos del


derecho, exclusivamente de las fuentes más importantes del Derecho romano:
- leges extraídas en su mayoría del Código Teodosiano y Novelas Post
Teodosianas. El texto de las leges aparece en su mayor parte seguida de un
comentario o interpretación, obra de las escuelas del sur de las Galias y en menor
medida de los jurisconsultos de la corte, cuya finalidad es reproducir su contenido
con un criterio simplista y trivial para adaptarlo al lenguaje y mentalidad de la época
y como una manera de hacerlo más accesible al lector interesado.
- iura, escritos de los jurisconsultos: Epítome de Gayo, Sentencias de Paulo y
un fragmento de Papiniano.

Aun los partidarios de la tesis territorialista, admiten que no se aplicó a los


godos o –por lo menos- dudan de su aplicación a éstos. Álvaro D´Ors no lo
considera como un texto legal sino doctrinal.
Al ser una compilación casi exclusivamente de derecho romano vulgar, es
probable que haya sido redactado por la monarquía visigótica para atraer a la
población romana y católica en un momento particularmente difícil para la
estabilidad del reino, como lo fue la víspera del avance de los francos sobre la
Aquitania goda. Tuvo larga influencia fuera de España, aun siglos después de haber
cesado su aplicación en ella, siendo en el sur de Francia la principal fuente de
conocimiento del derecho romano hasta la Baja Edad Media. De este modo, de la
misma forma que el Corpus Iuris Civilis fue considerado como del derecho romano
por excelencia en oriente, el Brevario de Alarico II lo fue en occidente, incluso en
Italia, Alemania e Inglaterra.

C) CÓDIGO DE LEOVIGILDO O CODEX REVISUS

Su origen data del año 580. Leovigildo es quien consolida y expande el reino
visigodo de Toledo, aleja las amenazas de otros pueblos germanos francos y suevos
y reduce el ámbito de dominio de los bizantinos al sur de la península. Su texto ha
desaparecido, e incluso hay autores que dudan de su existencia a la cual se refieren
crónicas de la época. Sus disposiciones se conocen sólo a través de algunas leyes
incluidas en el Liber Iudiciorum, que llevan la designación de “antiguas”. Lo más
probable es que se trate de una versión más actualizada del Código de Eurico,
incorporando leyes que faltaban, mejorando leyes insuficientes o incompletas y
suprimiendo otras en desuso o anticuadas.

Según García Gallo, sólo aquí comienza la política legislativa antirromana,


pero no para volver al Derecho germánico, sino para contrarrestar la invasión
bizantina. La actividad legislativa de Leovigildo y de sus sucesores se aparta del
romanismo anterior, y se afirma en un nacionalismo visigodo, que reconoce como
valor supremo a la religión.

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D) LIBER IUDICIORUM (LIBRO DE LOS JUICIOS) O LEX


VISIGOTHORUM (LEY DE LOS VISIGODOS)

Es la obra culminante de la legislación visigoda, comenzada quizá su


redacción bajo el reinado de Chindasvinto, se completó en el de su hijo Recesvinto,
en el año 654. Este último pidió al Concilio VIII de Toledo que preparara un
proyecto de reforma legislativa.

Corresponde a una recopilación de las leyes de los monarcas visigodos,


indicando en cada caso el nombre del rey que las dictó, hasta el propio Recesvinto, y
constituye la mejor fuente para su conocimiento. El grueso del contenido se tomó
con la acumulación de material proveniente de fuentes anteriores, destacándose:
- Código de Eurico y de Leovigildo, ya incorporando sus preceptos en su fiel
contenido anterior (antiquae) o bien corregidas o alteradas (antiquae emendate).
- Nuevas leyes post leovigildanas, principalmente de Chisdasvinto y
Recesvinto.

Influyó en menor medida el Código de Justiniano, conocido en España a


causa de su aplicación por los bizantinos, durante su establecimiento en la península.
En efecto, el Liber consagra definitivamente la unidad jurídica del reino. Ratifica la
derogación de las leyes romanas, pero admite su estudio.
“Permitimos y aceptamos que se investigue en las leyes de otros pueblos para aprovechar su
utilidad, pero la rechazamos y prohibimos en la discusión de los pleitos, pues aunque
brillen por su lenguaje, presentan, no obstante, dificultades. Por lo cual, como para la
plenitud de la justicia, el examen de las razones y el orden debido de las palabras bastan
las leyes que, como se sabe, se contienen en este código, no queremos soportar ya más las
leyes romanas o las instituciones extrañas.”

La dictación posterior de nuevas leyes post leovigildanas obliga a hacer una


revisión del Liber, se introducen algunas modificaciones al texto y se incorporan
otras nuevas, entre ellas ciertas normas muy rigurosas referentes a los judíos.

En reinados posteriores fue objeto de nuevas redacciones oficiales. Sin


perjuicio de ello, y a pesar del monopolio ejercido por los reyes en la labor creadora
del derecho, el texto fue objeto de manipulaciones privadas realizadas por juristas
anónimos, durante los últimos años del reino hispano visigodo o más
probablemente ya en la época de reconquista. Esta versión se conoce con el nombre
de “vulgata”, que incorporaron fragmentos de las Etimologías de San Isidoro de
Sevilla. En ella se introdujeron alteraciones al texto oficial en base a exigencias de la
vida práctica y se le añade un título preliminar sobre algunas materias relativas al
derecho público, como la sucesión al trono. La forma “vulgata” fue la más difundida
en la Alta Edad Media, y de uno de estos textos latinos se hizo la traducción libre al
castellano, a mediados del siglo XIII (1241), por orden de Fernando III el Santo,
dando a luz una obra que se conoce como Fuero Juzgo.

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La sobrevivencia de este texto jurídico a la muerte del reino visigodo es un


aspecto que merece destacarse. Resulta frecuente en la historia del derecho observar
la validez de un texto jurídico más allá de la existencia del órgano político que le dio
nacimiento y lo impuso. En efecto, una vez desaparecida la monarquía goda, dicha
obra tendrá aplicación entre los mozárabes, amén de desempeñar en algún modo la
función de derecho común en ciertas regiones de la geografía peninsular, hasta el
siglo XIII, sin perjuicio de su adaptación al Fuero Juzgo y por esta vía de su
influencia en la formación del derecho castellano y hasta los inicios del movimiento
codificador en el siglo XIX.

ELEMENTOS FORMATIVOS DEL DERECHO VISIGÓTICO

El derecho hispano visigodo se constituye esencialmente por la mezcla de


tres ordenamientos jurídicos principales, a saber:

a) el derecho romano vulgar


b) el derecho germánico o visigodo puro
c) el derecho canónico

Cántabros, vascones, suevos, judíos y bizantinos se rigieron, a su vez por su


derecho respectivo, sin perjuicio que es posible que haya existido también alguna
influencia del derecho romano de Justiniano que desde mediados del siglo VI se
aplicó por ochenta años en el sur de Hispania.

La influencia del derecho romano es indudable en la legislación. Se discute,


en cambio, su arraigo en medio de la población goda. La polémica se centra en
torno de la posible persistencia del antiguo derecho germánico de los visigodos, esto
debido a que tanto el derecho romano como el germánico se regían por el principio
de la personalidad.
La doctrina se divide entre quienes defienden su existencia (teoría
germanista) y quienes la rechazan (teorías no germanistas). Los germanistas
(Hinojosa, Ficker, Menéndez Pidal, Sánchez Albornoz) sostienen que en las
comunidades visigodas subsistieron las costumbres germánicas, a pesar del esfuerzo
que hicieron los reyes para extirparlas, tales como las leyes que prohibían a los jueces
la aplicación de la costumbre y los remitían a la ley. Imaginan una lucha entre el
derecho legislado romanizado y la costumbre popular germánica. La creencia en
que las leyes visigodas sólo se aplicaban entre las clases elevadas, se afirma en la
supuesta vitalidad del derecho consuetudinario, que, al menos, se mantuvo en estado
latente, para reaparecer cuando el poder real se debilitó o desapareció, como sucedió
en la Alta Edad Media.
Para los no germanistas (García Gallo, D´Ors, Tomás y Valiente), no sólo la
nobleza, sino todo el pueblo godo perdió sus caracteres originarios y se romanizó.
Comprobada la romanización de la lengua, debido a la mínima influencia en el habla
posterior de la lengua goda; de la religión, por el abandono del paganismo por el
arrianismo y luego por el catolicismo; del arte románico; estos autores consideran

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improbable que a ella haya escapado el derecho, después de tantos siglos de vida en
el mundo romano.
Con mayor razón se afirman en su tesis, al no haber pruebas directas de que
haya supervivido el antiguo derecho germánico. Tienen en cuenta, también, estos
autores, que la población de origen godo constituía una minoría en el reino (no más
del 5%) y que, sobre todo en el siglo VII, se unió a la mayoría hispanorromana.

La escasez de las fuentes hace difícil, en el estado actual de las


investigaciones, arribar a conclusiones definitivas. Las fórmulas utilizadas por los
visigodos para realizar sus negocios jurídicos, entre las pocas fuentes que se
conservan, están profundamente romanizadas. Para contrarrestarlas, los
germanistas se basan, principalmente, en testimonios altomedievales y, utilizando el
problemático método de las supervivencias, proyectan sus conclusiones sobre el
período anterior. De aquí que su tesis no salga, en realidad, del terreno de las
conjeturas.
Por otra parte, no se debe perder de vista que uno de los ingredientes del
derecho romano vulgar eran los derechos locales; entre estos las costumbres de los
godos, que hacia el año 400, cuando llegaron a las Galias y España, ya estaban en
proceso de romanización. Hay que admitir la hipótesis de que ciertas instituciones
germánicas hayan perdurado, no precisamente a través de la costumbre popular
ancestral, sino a causa de su recepción por el derecho romano vulgar.
Finalmente, mientras los germanistas predican, como característica del
derecho visigótico, a la existencia de una pugna general y permanente entre las leyes
romanizadas y las costumbres germánicas, los partidarios de la tesis opuesta la
niegan o atemperan sustancialmente el hecho.
Otro elemento formativo importante del ordenamiento jurídico del reino, es
el derecho canónico. Además de asuntos religiosos, regulaba materias mixtas:
procesales, penales y de familia.
Hasta el año 589, los sistemas canónicos eran dos: el católico, que observaba
la comunidad hispanorromana, y el arriano, la población visigoda. A partir de la
conversión de Recaredo, el Derecho de la Iglesia Católica no sólo fue el único que
se aplicó, sino que influyó directamente en el derecho secular. Esta influencia se
ejerció por medio de los concilios toledanos y de la acción de los prelados (San
Leandro, San Isidoro) que actuaban como consejeros de los reyes.
Las normas canónicas y reales estaban interrelacionadas. Las primeras
confirmaban a las segundas cuando era necesario, y estas tutelaban la observancia de
aquellas.
La más importante colección canónica hasta el siglo XII es la llamada
Hispana, que data de alrededor del año 600 y se atribuye a los hermanos Leandro e
Isidoro. Fue en su época la mejor colección canónica de la cristiandad y prolongó
su influjo por siglos dentro y fuera de España. Mientras que, en los demás países, en
esos siglos se tendía a la dispersión y al particularismo político y jurídico
(feudalismo), en la España visigoda se intensificó el universalismo del período
anterior, hasta culminar con la formación de esta colección de cánones.

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EL DERECHO POLÍTICO Y ADMINISTRATIVO HISPANO VISIGODO

1.- ORGANIZACIÓN ANTES DEL ESTABLECIMIENTO EN HISPANIA

El estado visigodo surge de una mezcla de principios derivados de los


derechos germánico romano y canónico.
Antes del asentamiento en Hispania, el supremo órgano político fue el
propio pueblo reunido en asamblea nacional o comunidad en armas. Relatan que en
la comunidad germánica había hombres libres, semi libres y esclavos y que el poder
político residía en la asamblea nacional de los hombres libres aptos para la guerra,
con lo que modelan una organización política del tipo democracia tribal-militar o
estado de banda. Estas asambleas elegían los reyes, acordaban migraciones,
concertar la paz, etc. Se reunían periódicamente en fechas fijas o de modo
extraordinario cuando algún motivo grave lo exigía. Eran convocadas y presididas
por los reyes, a quienes correspondía ejecutar sus decisiones.
A la época de su establecimiento en las Galias, el pueblo visigodo contaba ya
con esta organización política propia, a la cabeza de la cual se hallaba un rey elegido
por la asamblea germánica, y cuya autoridad, en consecuencia, arrancaba de un
origen nacional y no de un nombramiento del imperio romano.

2.- ORGANIZACIÓN POLÍTICA VISIGÓTICA DEL REINO DE TOLEDO

Este primer esquema de organización política se altera en la época de su


radicación en Hispania, ya que la importancia de las asambleas populares va
gradualmente desapareciendo al diseminarse el pueblo en vastos territorios, lo que
hacía difícil su reunión. De este modo, el rey empieza a adquirir un acentuado grado
de autonomía y a fortalecer su poder. La idea romana de potestad absoluta, según el
modelo del bajo imperio, influye también en la sustitución de la antigua noción
germánica de monarquía popular.
Sin embargo, políticamente la tendencia absolutista de la realeza visigoda fue
contenida por la acción de los Concilios y el Aula Regia, lo que permite sostener que
no se trataba de una monarquía absoluta.

A) LOS CONCILIOS

Primeramente, la Iglesia estableció que, por encima de la condición de rey,


está la obediencia a la ley civil y moral justa, a la cual el éste debe someterse. La
colaboración de la Iglesia se manifiesta en los Concilios, lugar donde también
intentó regular uno de los puntos más débiles de la monarquía hispanogoda: el
acceso a la corona.

No se puede sostener de una manera general cuál fue el sistema de sucesión


al trono, si sólo electivo o sólo hereditario. En efecto, en un comienzo el rey fue
elegido por el pueblo con el ruido de las armas, de entre los miembros de las
familias nobles; otras veces, se transmite de padres a hijos o hermanos; pero en
reiteradas oportunidades quien detenta el poder supremo lo ha adquirido por haber

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asesinado a su antecesor. La repetición de las conjuras, rebeliones e intrigas


constituye una especie de enfermedad crónica, el llamado “morbo gótico” que
carcomió internamente a la monarquía. Este mal se acentúa desde fines del siglo VI,
cuyo colapso se vio estimulado por las luchas entre los partidarios del rey Vitiza y el
noble don Rodrigo, a raíz de las cuales se abren las puertas del país a Tarik.

La Iglesia adopta diversas medidas para dar un cauce jurídico al mecanismo


de ascensión al trono. Con tal objeto, los Concilios Toledanos no sólo establecen las
condiciones para ser rey, a saber, de estirpe goda, noble, no tonsurado y de buenas
costumbres; sino que además inhiben para reinar a quien haya participado en la
conjuración política. La Iglesia pretendió fijar un sistema electivo con intervención
de los principales del reino, tales como nobles y altos dignatarios eclesiásticos, aun
cuando no siempre operó con eficacia. Igualmente, la exaltación del rey al poder se
acompañó de una serie de formalidades, como la consagración, la unción y el
juramento.

Los Concilios son asambleas de altos dignatarios eclesiásticos convocados


para la definición e interpretación oficial de la doctrina de la Iglesia. La tradición
conciliar se inicia en Nicea en el año 325 y perdura hasta nuestros días.

De especial importancia fueron durante la monarquía hispanogoda,


específicamente después de la conversión al catolicismo del pueblo visigodo, los
concilios nacionales celebrados en un templo de la ciudad de Toledo, donde los
obispos se reunían para tratar materias eclesiásticas y otras también de índole
secular. Asistían también el rey y algunos miembros del Aula Regia designados por
el monarca, quien convocaba al Concilio e inauguraba solemnemente sus sesiones
de trabajo, donde indicaba en un mensaje, denominado Tomo Regio, los puntos
tanto espirituales como temporales que se debían resolver, correspondiéndole la
iniciativa para que se trataran temas seculares. Su esfera de competencia en este
ámbito se refiere preferentemente a materias de derecho político, entre las que
destacaban las relativas a la designación del rey y al ejercicio y límites de su poder.

Los acuerdos de los concilios (cánones conciliares) gozan únicamente de


fuerza canónica, pero el rey puede otorgarles eficacia de ley civil mediante la lex in
confirmatione concilii. Parte importante de los capítulos preliminares del Liber Iudiciorum
fueron cánones conciliares confirmados por el monarca.

La influencia de los Concilios fue importante en la dictación de las leyes,


debido al ascendiente moral del episcopado, entre los que cabe señalar a San
Leandro, San Isidoro, San Braulio y San Julián. De esta manera los monarcas
buscaban un refuerzo moral y social para sus edictos, resultando así el punto de
confluencia entre la potestad real y la autoridad moral de la Iglesia. Cae señalar el
esfuerzo de dichas asambleas para moderar el poder de los reyes y afianzar la
obediencia de los súbditos, para evitar tanto la tiranía como la anarquía. La
expresión más alta de este propósito se da en el IV Concilio de Toledo celebrado en
el año 633, presidido por San Isidoro, hermano y sucesor de San Leandro en la silla
episcopal de Sevilla. Por su iniciativa se unge al monarca Sisenando (631-636) –

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como a los antiguos reyes judíos- y además se dicta anatema contra el súbdito que
quebrante el juramento de fidelidad al rey y contra el rey que se transforma en
tirano.

B) EL AULA REGIA

Era una asamblea permanente conformada por el conjunto de funcionarios


de palacio que asesora y colabora con el monarca en sus funciones de gobierno y
administración del reino. Su existencia sustituyó al Senado, órgano de composición
reducida que estaba integrado por los más ancianos miembros de las estirpes
nobiliarias.

Una vez consolidada en los tiempos de Leovigildo, estaba compuesta por:


- Los miembros del Oficio Palatino, su núcleo inicial y elemento
integrante de mayor importancia. Lo conformaban los jefes o condes de
los distintos servicios del palacio (tesorero real, administración fiscal,
notarios, establos y caballerizas, etc.), el juez de la ciudad de Toledo y un
obispo que se turnaba en la corte real.
- Los gardingos o personas que sin ejercer cargo palatino se hayan
vinculados al monarca, tales como los miembros del séquito real y su
guardia armada.
- Personas que desempeñaban funciones administrativas, como los
delegados reales en los distritos territoriales en que se dividía en reino, los
funcionarios de gobierno para las ciudades, los jefes militares, etc.
- Personas que por su especialidad en ciertas materias eran llamados
directamente por el rey, como, por ejemplo, algunos juristas.
- Algunos magnates que sin ejercer una función palatina residía en la
corte por voluntad del rey.

Se ha sostenido que el Aula Regia tuvo una función puramente consultiva,


por lo que el rey no estaba obligado a acatar sus pareceres ni a someter sus
decisiones a la aprobación previa de la asamblea. Sin embargo, colaboró
estrechamente con el monarca en la preparación de las leyes y la administración de
justicia.

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BIBLIOGRAFÍA:

1.- Eyzaguirre, Jaime. Historia del Derecho, Editorial Universitaria 17°


edición, Santiago, 2003.
2.- Levaggi, Alberto. Manual de Historia del Derecho Argentino, Tomo 1,
parte general, Depalma, Buenos Aires, 1991.
3.- Merello Arecco, Ítalo, Historia del Derecho, Ediciones Universitarias de
Valparaíso de la Universidad Católica de Valparaíso, Tomo 1, segunda edición,
Valparaíso, 1996.
4.- Sánchez-Arcilla Bernal, José. Historia del Derecho Español. Ed. Cálamo,
Segunda Edición, Barcelona 2001.

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