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Clase 1:
García de Cortázar: La alta Edad Media
Año 395: el emperador Teodosio le entrega a sus hijos un imperio dividido en dos
partes: Oriente, capital en Constantino (Constantinopla); Occidente, capital en Ravena.
250 años mas tarde aparece el islam con una serie de conquistas en Oriente Próximo y
el norte de África.
Año 750: tres áreas económicas, políticas y sociales: Occidente latino, Imperio Bizancio
y el islam.
Reinos romano-germánicos: 380: El imperio romano se declara cristiano/ 395: Imperio
romano se divide/ 406: Ingresan los pueblos germánicos.
Cierre comienzos del siglo VII con la irrupción del poder islámico y la aparición de unos
cuantos reinos bárbaros.
Villae esclavistas convivieron con un espacio cada vez más laxo e inestable.
Economía: disminución del comercio y fortalecimiento de economía arraigada a
espacio rural local.
Difusión del cristianismo.
5 grandes rasgos de la crisis del Imperio Romano: La pérdida de funciones por parte de
las ciudades; La ruralización de la vida; La debilitación de las relaciones de tipo público
en beneficio de las de tipo privado; El creciente peso de la fiscalidad imperial; y la
difusión de religiones menos cívicas y colectivas y más salvíficas y personales,
particularmente, el cristianismo.
La penetración de los bárbaros en el Imperio romano adoptó dos modalidades:
entradas toleradas e invasiones propiamente dichas.
La entrada de estos godos en el Imperio se produjo en el año 376, cuando cruzaron el
río Danubio en una acción provocada por la presión de los hunos.
Dos años después, los invasores, quejosos de que los romanos no cumplieran sus
promesas de instalarlos, se sublevaron y en 378 aplastaron al ejército imperial en
Adrianópolis. La batalla, con el triunfo de la caballería goda sobre la infantería romana,
inauguró una nueva época en materia de estrategia militar y composición de los
ejércitos. La derrota y la muerte del propio emperador Valente en el campo de batalla
fueron decisivas para que su sucesor, Teodosio, estableciera un pacto con los godos.
Agustín de Hipona y su discípulo Paulo Orosio escribieron, respectivamente, su Ciudad
de Dios y sus Siete libros de historia contra paganos. Para ambos, las invasiones podían
ser tanto un instrumento que permitiera a otros pueblos conocer la verdadera fe como
una prueba que recordara a los cristianos que no debían poner su esperanza en la
ciudad terrena sino en la celeste.
En 476, Odoacro, jefe hérulo, del conglomerado huno, depuso al emperador Rómulo
Augústulo y envió las insignias imperiales a Constantinopla. Con ese gesto desaparecía
el Imperio romano de Occidente. En su lugar, una serie de «reinos» bárbaros parecían
heredar su autoridad y funciones.
Las modalidades de asentamiento de los pueblos germanos en el solar del Imperio de
Occidente habían sido tres. Una, la más antigua, la penetración de inmigrantes en
grupos familiares o fracciones de pueblos que buscaban un lugar para asentarse como
colonizadores. La segunda, la conquista, seguida de expoliación. Y, por fin, la tercera
forma, y más común, la firma de un foedus con el Imperio por el que se aplicaba al
pueblo germano el derecho de hospitalidad. Los germanos eran tratados como aliados
contra otros enemigos y a cambio recibían unos medios de vida, bien en forma de
vales para comida y alojamiento, bien en forma de instalación en un territorio.
Si la población era escasa, el poblamiento resultaba laxo e inestable. Laxo porque la
población había abandonado las ciudades desde el siglo III y se había instalado en el
campo en pequeñas unidades familiares y reducidas aldeas, muchas de ellas
integradas en las Villae o grandes explotaciones. Inestable por las condiciones políticas
y por las propias características de los edificios, construidos con elementos frágiles y
baratos que facilitaban su cambio de ubicación.
Situación de las ciudades: La frágil pervivencia de las ciudades fue, sin duda, uno de los
rasgos de los reinos que sucedieron al Imperio romano. Desde el siglo III, las ciudades
habían ido perdiendo población en beneficio del campo. Y, con la población, perdieron
sus funciones. El viejo sistema que combinaba urbs ordenadora y territorium ordenado
desde ella, que había constituido uno de los pilares de la organización social del
espacio en época imperial, entró decididamente en crisis. En su lugar, apenas se
mantuvieron unas cuantas ciudades, rodeadas por la muralla e invadidas por campos
cultivados y pequeños rebaños de ovejas y cabras, que servían de asiento a algunas
sedes episcopales y que anunciaban el modelo de ciudad altomedieval.
El comercio no sólo disminuyó, sino que, sobre todo, cambió de carácter. Ya no se
trataba, como en la época del Imperio, de abastecer la población de las grandes
ciudades, sino de proveer de objetos pequeños y de mucho valor, joyas, libros,
marfiles, sedas, vestimentas litúrgicas, a una minoría de ricos.
La revalorización del campo como escenario de vida y de la tierra como forma de
riqueza explica la estructuración de la sociedad en función de las propiedades rústicas.
La encomendación al patrocinium, al patronato, de un poderoso constituyó una
segunda fórmula de búsqueda de seguridades reales. Conoció dos modalidades. Por la
primera, que llamaríamos rural, un pequeño propietario se encomendaba al poderoso
y le entregaba sus tierras, de las que, desde ese momento, se convertía en colono. Por
la segunda modalidad, el encomendado se comprometía a prestar un servicio de
armas. Cada terrateniente, cada señor, empezando por el rey, se rodeó así de un
grupo de fieles armados. Eran, con distintos nombres según los reinos, los vassii o
vassallii, los vasallos.
El conjunto de los dos elementos, llevar armas y combatir a caballo, se convirtió en
criterio de jerarquización de la sociedad de los reinos bárbaros y, después, de la
Europa medieval en general.
las ceremonias de entronización y coronación, unas veces, o de sacralización del
monarca por la unción, otras, trataron de presentar al rey como una persona por
encima del resto de los mortales, dotada incluso de poderes sacerdotales. Ello no pudo
evitar que sus competencias (militares, fiscales y judiciales) fueran apropiadas por los
miembros de la aristocracia.
De tales competencias, en lo que toca a las judiciales, los germanos habían aportado
una concepción del derecho cuya práctica a la hora de juzgar a un acusado no se
basaba en las pruebas testificales sino en la credibilidad del reo, que dependía del
escalón que ocupara en la jerarquía social.
REINOS GERMANOS: De un lado, los que dejaron escasas huellas en el espacio en que
se instalaron: vándalos, suevos, ostrogodos y lombardos. De otro, los que
constituyeron el embrión de futuros desarrollos nacionales: francos, anglosajones, o
fijaron una larga memoria de unidad perdida, los visigodos.
CRISTIANDAD: La creación de una Cristiandad germanorromana, que solemos llamar
latina, fue un proceso que culminó en el siglo VIII. Entre los años 451-452, fecha del
Concilio de Calcedonia y de la mediación del papa León I ante Atila, y 754, año de la
muerte de san Bonifacio, evangelizador de los germanos, y de la unción de Pipino el
Breve por el papa Esteban II, se fueron creando las bases de la Cristiandad occidental
de época carolingia y, en general, medieval.
La primacía universal del obispo de Roma, que los germanos no tuvieron
inconveniente en aceptar, fue discutida desde la parte oriental del antiguo Imperio.
Las relaciones entre Roma y Bizancio se vieron, en efecto, comprometidas, entre otros,
por dos series de problemas. De un lado, las aspiraciones del patriarca de
Constantinopla a titularse ecuménico y reivindicar el carácter universal de su
autoridad. De otro, las diferencias entre Roma y Bizancio en relación con la
controversia monofisita, que no habían quedado saldadas en el Concilio de Calcedonia
del año 451.
El hecho sirvió para acelerar la identificación del papa de Roma con el espacio de
Occidente.
El reto asumido por el papado del siglo VI y, en concreto, por Gregorio Magno, en
orden a la conversión de las conciencias, incluía tres grandes grupos de destinatarios:
los bautizados miembros de la Iglesia de Roma, los arrianos y los paganos.
La cristianización de los reinos bárbaros, pese al esfuerzo de obispos, monjes y
misioneros, fue una empresa muy larga. Por expresarlo con palabras de un historiador,
«en Europa, en los siglos V a VIII, se bautizó mucho pero se convirtió muy poco».
Además de la difusión del cristianismo como modelo religioso, en los siglos V a VIII, la
Iglesia de Roma se encontró ante el reto de decidir los rasgos del corpus cultural que
aspiraba a transmitir a los pueblos de Occidente. El debate sobre la composición de
este corpus cultural hundía sus raíces en la disputa sobre si un cristiano debía aceptar
o no la herencia intelectual de un mundo que no había conocido al Dios verdadero,
sobreentendiéndose que esa herencia implicaba dos niveles.
El debate entre las dos posiciones, de acogida y rechazo de una cultura pagana, se fue
saldando con la aceptación de la tradición grecorromana. A comienzos del siglo V se
fijó para siglos el curriculum de las llamadas siete artes liberales, compuestas por el
trivium (gramática, retórica, dialéctica) y el quadrivium (aritmética, geometría, música
y astronomía). La distribución de los contenidos y su base lingüística latina supusieron
a la vez el triunfo del enciclopedismo frente al pensamiento original y la sustitución del
griego como idioma de cultura en Occidente. En poco tiempo, el latín se convirtió en
lengua litúrgica y cultural, y pereció como lengua viva.
Clase 2:
Barbero de Aguilera: Configuración del feudalismo en la Península
Ibérica.
Autores del siglo XVIII y gran parte de los del XIX entendían por feudalismo toda la
organización económica, social y política del “antiguo régimen”, que se expresaba,
por tanto, e un ordenamiento jurídico e institucional feudal.
El tecnicismo jurídico surgido de la escuela histórica del derecho restringe el uso
de la palabra feudal a un sistema de instituciones feudo vasallaticas que solo
tendría vigencia en ciertas partes de Europa entre los siglos X y XIII.
1) La sociedad tardorromana presenta rasgos socioeconómicos que serán luego
característicos de la sociedad feudal. El más importante de ellos consistió, desde
un punto de vista económico, en unir a los trabajadores de la tierra y vincularlos
por medio de relación de tipo personal al prioritario de la misma. Lo fundamental
fue el hecho de que los campesinos de cierto origen y estatus jurídicos quedaron
unificados frente al señor o propietario de la tierra, dominus, y que al mismo
tiempo la extensión del patrocinium identificara al dominus y al patronus en una
única persona. La relación personal que existía en el patrocinium servía ahora para
canalizar prestaciones de claro contenido económico, en tanto que el propietario,
dominus, al ejercer el patrocinium, proporcionaba medios de subsistencia a los
que se encomendaban a él como patrono.
2) En el mundo germánico, la constitución de las clientelas de los jefes militares y
miembros mas notables de la aristocracia gentilicia llevó a una dependencia
personal y económica basad inicialmente en la propiedad privada de bienes
muebles. Al introducirse la propiedad privada de la tierra se acentuó la
diferenciación económica y social, y la nobleza tribal y los jefes militares barbaros
pudieron convertirse en domini y patroni, quedando el resto de la población en
calidad de dependientes unidos a la tierra.
En época visigoda el fundamento de la organización de la sociedad estuviera
constituido por la tenencia de bienes inmuebles a cambio de pago de censos y
prestaciones de servicios.
Hay que destacar la importancia del carácter hereditario, y, por tanto, perpetuo de
las relaciones económicas y extraeconómicas que abarcaba a los hombres libres
encomendados.
En la legislación eclesiástica se acentuaba más la perpetuidad de la propiedad
eminente de la tierra y era muy difícil para los dependientes romper el vinculo con
su patrono. La Iglesia era patrona eterna.
El vínculo público que daba cohesión al Estado se expresaba por medio de la
fidelidad jurada al rey, que representaba una relación de dependencia personal
con connotaciones económicas y religiosas.
Las prestaciones de servicios militares se fueron incorporando a las obligaciones
generales políticas que eran propias de todos los fideles.
En la última época del reino visigodo cobró especial significación la obligación de
prestar el juramento de fidelidad al nuevo rey, que los miembros del reino u oficio
palatino, laicos y eclesiásticos debían de hacer en la presencia regia.
La configuración del feudalismo en la península ibérica se realizó siguiendo por lo
menos dos vías diferentes, las cuales con el tiempo legarían a confluir:
1) La feudalización del reino visigodo se inicio a partir de las realidades históricas
del mundo tardorromano, conservando en su aspecto jurídico e institucional un
viejo vocabulario de origen esclavista, pero dotado ahora de un nuevo contenido
en consonancia con una sociedad cada vez más feudalizada.
2) El norte de la península de feudalizó desde un pasado diferente de carácter
gentilicio, por lo que la primitiva sociedad feudal de esta zona presenta rasgos
propios e independientes de los que se daban en el mundo visigodo.
Ganshof: El feudalismo
Muchas personas tenían necesidad de protección e iban a pedirla a cualquier
personaje poderoso. La contrapartida de tal protección es siempre una forma de
cualquier servicio.
Para los grandes, era casi una necesidad disponer de hombres que se sintieran
personalmente ligados a ellos y de los cuales pudieran usar como guerreros privados.
Hombres libres se constituyeron en esclavos del protector solicitado, y esos hombres
poderosos organizaron guardias armando a sus esclavos.
Importante: numerosos hombres libres se pusieron bajo la protección y al servicio de
otros hombres libres, conservando su estatus de libertad.
Ingenui in obsequio: hombre libres en estado de dependencia.
Comitatus: guerreros libres comprometidos voluntariamente al servicio de un jefe y
combatían con él (práctica franca).
Entre los Ingenui in obsequio, personas de variada condición de hombres libres, bajo
la protección particular y al servicio del propio rey figuraban los Antrustions o
miembros de la Trustis. (Trustis: palabra franca que parece corresponder
a Comitatus, es decir al séquito de los compañeros armados. Antrustions: Guerrero de
élite, dependencia directa con el Rey, socialmente ubicado prescindiendo de su origen,
si lo matan, el asesino deberá pagar a la familia de la víctima el triple de la
composición que se exige por el asesinato de otro hombre libre. Sólo el rey y la reina
poseían Antrustions.
Junto a esa categoría superior, existían otros hombres libres que se hallaban en
in obsequio regis, exclusivamente subordinados al rey, o de otros poderosos.
Gasindus: miembro de séquito armado.
La condición social humilde a veces se ha usado expresiones propias de los
esclavos: Puer- vassus.
Vassus: palabra céltica, Gwas. Significa muchacho joven y servidor.
Su derivado vasallus: parece haberse formado sobre el adjetivo: el que sirve.
La recomendación:
¿Cuál era el acto jurídico por el que un hombre libre entraba en el patrocinium (noción
de protección y autoridad) de alguien?
Este acto era la recomendación o commendatio (verbo commendare, en el sentido de
someterse a la autoridad del otro). El uso aparece atestiguado en la Galia durante el
siglo V por las leyes de Eurico, rey de los visigodos y siglo IV por Gregorio de Tours , la
Historia Francorum.
La parte esencial del acta es la que expresa la voluntad de su autor, clausula penal
que sanciona las obligaciones de las partes del acta jurídica principal que es
la Recomendación.
La narración permite discernir los efectos de la Recomendación, obligaciones que
nacen por el acuerdo de ambas partes.
El señor deberá ayudar y sostener al recomendado en lo que respecta a su
manutención y vestido. Además, promete asegurarle el sostenimiento y protección.
Recomendación, contrato sinalagmático: contrato que genera obligaciones recíprocos
para ambos contratantes desde su origen. (atestiguado en textos de Tours)
El señor podía conceder tierra en concepto de tenencia. Tenencia: tierra cuyo
propietario concede a otra persona, llamada tenedor, el uso y el disfrute durante un
largo período de tiempo, de tal manera que el tenedor ejerce sobre la tierra un poder
inmediato y directo.
La costumbre de las tenencias estaba muy extendida en la monarquía franca, como lo
estuvo en el imperio romano en sus últimos siglos.
Las parcelas llamadas mansus(manso) de los grandes dominios, de las villae, que
estaban cultivadas por colonos, lites, esclavos en provecho propio, a cambio de ciertas
rentas fijas, llamadas census-censo y de prestaciones en trabajo,
constituían tenencias; las tenencias eran casi siempre vitalicias e incluso hereditarias.
Tenencias onerosas: las rentas y prestaciones de trabajo debidas por el tenedor eran
pesadas, de tipo más usual.
Tenencias, favorables para el tenedor: no estaba obligado a entregar al donante
ninguna prestación en trabajo, y no debía pagar otra renta que un módico censo. Y a
veces ni estaba obligado a pagar el censo, ya que el donante podía tener particular
interés en conceder gratuitamente una tierra a una persona determinada. El carácter
ventajoso de estas concesiones justificaba su calificación de beneficium, beneficio.
Beneficio: tenencia poca onerosa incluso gratuita que el tenedor debía a la
benevolencia del donante.
Los beneficios que mejor se conocen de la época merovingia son aquellos cuya
concesión comportaba un contrato de “precario” (precaria).
Precarium: tomaron su nombre de una institución del derecho romano clásico caída en
desuso.
Este contrato confería al beneficiario de la concesión los derechos de usufructo sobre
la tierra concedida. Se componía de un ruego por parte del futuro beneficiario y de
una manifestación del acuerdo del propietario.
La precaria, daba origen a una tenencia: la mayoría de las veces era vitalicia, contra el
pago de un censo poco elevado, y muchas veces sin la obligación por parte del tenedor
de pagar censo alguno.
Las concesiones en “precario” eran hechas sobre todo por las iglesias, a veces por los
reyes o los grandes propietarios laicos, a menudo eran dominios enteros, parcelas de
dominios o agrupaciones de dominio. Razones:
❶ Cultivo de tierras poco o apenas explotadas.
❷ Inducir al precarista a dar a su vez otro bien al donante.
❸ Asegurarse la benevolencia de algún personaje poderoso.
❹ Regularizar una usurpación.
La tenencia nacida de un contrato de precario constituye una especie del género
beneficio.
Teniendo en cuenta los rasgos característicos de la época podemos creer en la
existencia de un acto jurídico que se cumplía oralmente y con gestos rituales de
carácter simbólico.
Los textos son escasos para que permita considerar como muy extendida antes de
mediados del siglo VIII.
Los hombres del rey se llamaban antustruiones. Eran guerreros de elite y solo los
poseían el rey y la reina.
Las tierras que se les daban a los vasallos fueron extraídas de la iglesia. Mas adelante
esto generaría practicas paganas.
El acto que crea el vasallaje es la encomienda y la promesa de ser fiel, confirmada por
un juramento.
Carlomagno obligó a entrar en vasallaje a los condes y a los representantes del poder
público.
3 Ahora bien, esto no deja de ser una superestructura que viene a agravar el proceso de
recuperación, porque las verdaderas causas son otras.
Conjeturas demográficas:
Con la demografía pasa algo parecido, ya que tanto los textos como la arqueología
(enterramientos) al igual que otros métodos, apenas nos revelan datos concluyentes.
2 De lo que sí se puede estar seguro es que a partir del S.II se produjo un importante
descenso demográfico debido a las diferentes oleadas de epidemias (peste bubónica,
malaria, etc.) que se ceban en organismos debilitados, y se acrecentaban con las
guerras.
Los útiles de trabajo:
De los útiles de trabajo poco se nos habla en los textos, y ese poco está sometido a
discrepancias lingüísticas, por otra parte, ni la iconografía, ni la arqueología aclaran el
tema.
2 Por ello hemos de remitirnos a una época posterior (S.XII), donde se nos habla de
instrumentos agrícolas de hierro, aunque no se hace referencia al arado, por lo que
hemos de pensar que este era de madera quemada y echo por el campesino, lo cual
apenas servía para remover la tierra superficialmente.
Su abundancia en las zonas conflictivas era tal que no había campesino, abadía o señor
que no dispusiera de esta fuerza de trabajo.
Los señores:
Este grupo está formado por jefes de poblados, nobles y clérigos, que poseían villas
trabajadas por esclavos, adquiridas en gran parte debido a que gozan del favor real,
que se vale de ellos para mantener su autoridad en dichos territorios.
Junto a esto se produce un movimiento de los hijos la nobleza hacia palacio, de
manera que se forma un entramado de parentesco entorno al monarca, que sirve a
este para seguir perpetuando la situación.
2 La iglesia también se encuentra entre estos señores, de tal manera que, gracias a las
donaciones del monarca, los nobles e incluso gente pobre, acumulan unas enormes
riquezas.
3 Estos territorios no suelen estar cultivados en su totalidad y suele existir entre ellos
una gran movilidad y diversidad:
Estas villas, en las regiones más evolucionadas están divididas en mansos que son
trabajados por colonos (campesinos que conservan su libertad pero que no son
dueños de las tierras que trabajan).
También están ocupadas por esclavos (servii massarii), lo cual era una forma de
economizar gastos ya que su productividad en cautividad era realmente baja, y su
aumento de libertad proporciona un estímulo para la creación de unidades familiares y
por lo tanto para la perpetuación de la mano de obra dentro de los mansos.
3 Además de todo esto, estos grandes señores conseguían aún más poder económico
con los impuestos en razón de peajes y monopolios, lo que hacía que, durante mucho
tiempo, la presión sobre los campesinos fuera casi insoportable.
La sociedad que surge tras la caída del Imperio Romano es una sociedad fuertemente
militarizada basada en la rapiña y el saqueo.
Estos pueblos sometían a sus vecinos a pagar unas rentas en favor de su tranquilidad,
por lo tanto, esta práctica institucionalizada requirió que una parte de la producción se
reservara para ofrecer presentes a los pueblos vecinos.
2 Pero además los poderosos (monasterios o señores) con aquellas riquezas adquiridas
en sus tierras, de los que las trabajan, evitan la pobreza extrema de los mismos, y
compiten entre sí para ver quién es el que hace el mejor presente al monarca, con
cuyos presentes se alimentaban las arcas de palacio.
3 El cúmulo de riquezas alrededor del rey llegó a ser tal que se formaron en la corte
centros culturales, relacionados con las obras que pretendían exaltar la riqueza de un
pueblo reflejada en la suntuosidad de su monarca.
5 Estos campesinos tenían a su vez una serie de supersticiones y ritos alrededor de los
elementos naturales (bosques) que no eran tan gratificantes como las donaciones de
sus amos al monarca, sino que con ellas lo único que conseguían era machacar aun
más su economía, con sacrificios de animales y personas o la inhumación de joyas y
alimentos.
8 Los ocupantes del solar romano, pronto asimilaron las formas de vida de sus
antecesores y se rodearon de los gustos urbanos y la vida apacible de la época clásica,
gracias a lo cual muchas ciudades en decadencia tras un periodo de oscuridad, veían
renacer sus calles, por que en ellas se alojaban las residencias de los monarcas y eran
un centro de referencia para una masa de artesanos y mercaderes atraídos por la
demanda de la corte y sus vasallos.
9 Pero además los señores de las villas también quisieron vincularse con la vida de sus
antepasados y en las zonas no romanizadas se llevó a cabo una labor reparadora de la
red de comunicaciones, constructora y potenciadora, sobre todo de las vías fluviales y
de las plazas a la vera de estas vías.
10 Los encargados de realizar las prácticas comerciales (negociatores) podían ser
independientes o enviados por un patrón, de lo que no hay duda es que eran
profesionales, entre los que se encontraban judíos, y cristianos que iban tomando una
consideración jurídica especial.
12 Por otra parte, la moneda era algo insuficiente, ya que la mayoría de los intercambios
comerciales se seguían haciendo mediante el trueque, porque no existían monedas
fraccionarias y las que estaban en circulación eran de muy alto valor (oro y plata) al
alcance de una minoría solamente.
13 Durante la época clásica, la emisión de moneda era una cuestión propiamente del
estado, y como tal los reyes bárbaros tardaron bastante tiempo en ponerse a la cabeza
de esta práctica, pero pronto se percataron de que la moneda no era únicamente un
instrumento de pago, sino también un símbolo de orden y de prestigio del monarca.
Clase 4:
Primera ponencia:
Modo de producción: Un modo de producción es la forma en que se organiza la
actividad económica en una sociedad, es decir, la producción de bienes y servicios, su
distribución.
Relaciones sociales de producción: conjunto de relaciones económicas que se
establecen entre los individuos, independientemente de su conciencia y de su
voluntad, en el proceso de producción, cambio, distribución y consumo de los bienes
materiales.
Medios de producción: conjunto de medios y objetos de trabajo que participan en el
proceso de producción y que los individuos utilizan para crear los bienes materiales.
Fuerzas productivas: conjunto de los medios de producción y de los individuos que los
emplean para producir bienes materiales (personas / naturaleza / tecnología).
Sociedades entre el esclavismo y el capitalismo:
1) Tienen economías de predominio agrícola: las relaciones sociales de producción
están forjadas en torno a la tierra.
2) Los trabajadores tienen derechos de usufructo y ocupación de la tierra, pero la
“propiedad” de la misma está en manos de una jerarquía de señores con derecho de
recoger prestaciones sobre el producto, fijadas por costumbre.
3) A esta base económica corresponde toda una red de vínculos personales:
vinculación del siervo agrícola a su señor y vinculación de los señores entre sí,
mediante un sistema de deberes (sobre todo militares).
Superestructura política:
Ausencia de un Estado soberano: la autoridad se ejerce de persona a persona.
La justicia la ejerce el soberano sobre sus vasallos y el señor sobre los campesinos.
La explotación de las prestaciones económicas y el aparato jurídico-administrativo se
hallan estrechamente unidos.
Siempre que este conjunto de rasgos determine el funcionamiento de una sociedad,
puede bautizarse como sociedad feudal.
El tipo de relaciones sociales feudales se instaló antes que el feudo.
Relaciones de producción de tipo feudal: Siglo IV al XX (a pesar de no haber
predominado siempre).
Siglo XI a siglo XIV: feudalismo clásico.
Ausencia de un Estado soberano: la autoridad se ejerce de persona a persona.
La justicia la ejerce el soberano sobre sus vasallos y el señor sobre los campesinos.
La explotación de las prestaciones económicas y el aparato jurídico-administrativo se
hallan estrechamente unidos.
Siempre que este conjunto de rasgos determine el funcionamiento de una sociedad,
puede bautizarse como sociedad feudal.
Segunda ponencia:
Periodo de alta edad media: 450-850
El campesinado libre, devastado por guerras, confiscadas sus tierras, no pudiendo
cumplir con el servicio de armas (exigidos por los reyes a sus poblaciones campesinas)
se encomendaron a la protección de un poderoso entregando la propiedad de sus
tierras (antes del ingreso de los germanos lo habían comenzado a hacer los
campesinos romanos) y recibiéndolas gravadas con censos.
Así, el campesino libre mutó a siervo (no es libre, tampoco esclavo), sujeto a
dependencia personal y tributaria. Cambió su estatuto jurídico.
Comunidad de aldea:
Forman parte del modo y de las relaciones de producción del sistema feudal.
Es el único medio de acción con que cuenta el campesino frente al Señor.
La CA fue el medio de la emancipación del siervo como clase: por luchas sociales logró
la limitación de su explotación, y, conservó recursos para sí y a escala social ampliada.
Esta situación está en constante tensión y equilibrio conforme las fuerzas que
disponen en cada momento históricos, señores y campesinos.
Feudalismo en formación: Siglo VI- Siglo X.
Vínculos feudales laxos, se conservan vestigios de una autoridad central (Estado).
Campesinos con distintos estatus.
Feudalismo en ascenso: Siglo XI- Siglo XII
Dislocación poder central y el de los grandes condes.
La unidad es la castellanía y el ban.
Vitalidad demográfica y técnica de las aldeas
Ampliación continua de la bases económica del sistema (roturaciones)
El Señorío se asienta sobre las comunidades de aldea
Inicio del renacimiento del comercio, la circulación monetarias las ciudades y las
“revoluciones urbanas”.
Feudalismo en apogeo: Segunda mitad del Siglo XII- Primer tercio del Siglo XIV.
El sistema alcanza su florecimiento (1170- 1250-1350) , pero las fuerzas productivas,
bajo este régimen, encuentran su límite para crecer, las contradicciones del sistema
obligan a que las instituciones y el derecho se cristalicen y se fijen.
El señor endurece las cargas, dificultades para pagar los censos el campesino, se frena
la expansión agraria.
Desarrollo urbano y crecimiento de fortunas mobiliarias.
las fortunas territoriales se cierran alrededor del rey, este domina la pirámide
jerárquica, el derecho recupera las normas del derecho romano y los reyes encuentran
en las ciudades un nuevo aliado político.
El régimen dominial (s. VII- s. X).
El régimen señorial (s. XI- XIII).
La disgregación del régimen feudal en el campo:
En los siglos XIV y XV, se ha agravado la explotación de las masas campesinas y el
aumento de esa explotación no ha tenido como contrapartida un desarrollo de las
fuerzas productivas, porque los impuestos señoriales se hacen parasitarios, y el
campesino, con rendimientos decrecientes en sus tierras (no puede invertir en
innovaciones técnicas) no puede pagar los censos.
Los señores demandan porque aumentan sus gastos, por las guerras y el lujo propios
de su clase. Conflictos y guerras feudales por: rentas, hombres y tierras y participar en
el poder centralizado de los monarcas tardo feudales, que organizan el Estado
moderno con una fiscalidad centralizada.
Clase 5:
25 La Edad Media es una interrupción en el desarrollo de la cultura: ese fue el veredicto
de los humanistas. Vencer ese prejuicio no es nada fácil. Está claro que, en el intento,
se corre el riesgo de sustituir la vieja «leyenda negra» sobre la Edad Media por una
nueva «leyenda dorada». Lo que hace falta es estudiar la cultura medieval bajo la luz
de su propia lógica e intentar comprenderla desde dentro.
26 El conocimiento histórico representa siempre conciencia de sí: al estudiar la historia de
otra época los hombres no pueden dejar de compararla con su tiempo. Por tal motivo,
se corre el riesgo de aplicar a unas u otras épocas y civilizaciones nuestras propias
categorías de pensamiento.
27 Es necesario ver con claridad el peligro que encierra un procedimiento tal. No
entenderíamos nada de la cultura medieval si nos limitásemos a la consideración de
que en aquella época reinaba la ignorancia y el oscurantismo porque todos creían en
Dios. Si queremos conocer el pasado tal y como era, no podemos dejar de aspirar a
estudiarlo de manera inmanente, revelar su propia estructura interna y evitar
imponerle nuestros criterios modernos de valor.
28 Los actos de los hombres siempre han sido inspirados por los valores e ideales de su
época y de su medio. Estos conforman su visión de mundo. En la Edad Media los
poetas y los pintores prefieren la tipificación a la individualización; parten de la
irreconciliable oposición entre lo sublime y lo vil, situando en las antípodas el bien
absoluto y el mal absoluto.
29 Al estudiar la cultura medieval nos encontramos constantemente con una mezcla
paradójica de nociones contradictorias: lo sublime y lo vil, lo espiritual y lo
groseramente corporal, lo siniestro y lo cómico, la vida y la muerte. Aun estando en las
antípodas, estas nociones se aproximan con frecuencia, invierten sus posiciones y
vuelven luego a distanciarse otra vez. La cultura medieval se presenta constantemente
ante nosotros como una combinación de oposiciones que puede parecernos
imposibles. Todas esas absurdidades e incongruencias necesitan ser explicadas y
comprendidas de manera adecuada.
30 Un «modelo del mundo» constituye una formación bastante estable que determinada
durante un largo período las percepciones humanas y la manera de vivir la realidad por
parte del hombre. En la Edad Media el cuadro general del mundo resultaba
extraordinariamente estable.
31 Es importante examinar los orígenes del mencionado cuadro: el cristianismo y el
sistema de nociones de la época de los bárbaros. En la Antigüedad, la mayoría de los
pueblos de Europa eran todavía bárbaros; aunque con el paso de la Edad Media
comenzaron a iniciarse en el cristianismo y en la cultura grecorromana, la influencia de
la civilización hizo que se borrase su concepción tradicional del mundo. Bajo la
cobertura de los dogmas cristianos persistieron las creencias y las representaciones
arcaicas. Por eso habría que hablar de dos «modelos de mundo»: el de los bárbaros
(principalmente germánico) y el que lo reemplazó, surgido de la potente influencia de
la cultura mediterránea más antigua y desarrollada, incluyendo también aquí al
cristianismo.
32 El «cuadro del mundo» de los bárbaros se ha formado en una sociedad relativamente
homogénea con normas tribales todavía muy vivas. Por eso, también la cultura del
mundo bárbaro tenía una gran homogeneidad y sus valores eran de aplicación
universal en el marco de esa sociedad.
33 El material que ofrecen las diversas fuentes es extremadamente incompleto y
fragmentario. No hay que perder de vista que uno de los rasgos inherentes a la Edad
Media es que en la escritura sólo se manifestaba una pequeña parte de la actividad
creadora de los hombres de aquella época, porque la gran mayoría de la población era
analfabeta y no tenía posibilidades de dejar constancia de sus pensamientos y
sentimientos de otra manera que no fuese la forma oral. Una parte importante de la
información no quedó conservada en la escritura.
34 Por el contrario, la «imagen del mundo» de la Edad Media resulta mucho más
complicada y contradictoria. Esto se explica en primer lugar por la naturaleza social de
la sociedad feudal dividida en clases y estamentos sociales antagónicos. Las «ideas de
la clase dominante» se convierten aquí en «ideas dominantes»; pero estas ideas y
visiones dominantes no desplazan completamente otras formas de conciencia social,
que se conservan en las clases bajas de la sociedad.
35 La tradición libresca de los «doctos», en primer lugar, la de los pertenecientes al clero,
y la tradición folclórica, oral, de los «ignorantes», los «idiotae», constituían los dos
polos de la cultura medieval. En esa cultura predominaban los textos recitados sobre
los que se leían, los textos que se percibían al oído y no de manera visual. Los autores
medievales se dirigían a menudo a oyentes y no a lectores.
36 Finalmente, vale aclarar que el concepto utilizado por nosotros de «hombre de la Edad
Media» es una abstracción. Al tratar de desvelar lo que hay de común en las categorías
culturales utilizadas en aquella época es necesario recordar constantemente que la
sociedad medieval era una sociedad de feudales y campesinos, de habitantes de las
ciudades y de aldeanos, de gente instruida y de analfabetos, de clérigos y de laicos, de
ortodoxos y de herejes. Por esta razón, los puntos de vista de los pensadores más
destacados de la época acerca de determinadas cuestiones nos interesan
fundamentalmente en la medida en que se les puede considerar típicos,
representativos de la sociedad feudal y del sistema de valores que predominaba en
ella.
37 Gurievich considera que la historia se repite.
38 No solo se estudia el pasado para entender el presente.
39 El simbolismo impregna la vida medieval en todos los órdenes.
40 Se percibía lo eterno en lo temporal.
41 El hombre representaba el fin último de la creación.
42 La teología aportaba a la sociedad medieval no solo una suprema generalización, sino
también la sanción, la justificación y la consagración.
43 Clases dominantes=Ideas dominantes. Esto no significa la ausencia de conciencia
social.
Entre los siglos V y X nacen los hábitos de pensar y de sentir, los temas, las obras que
formarán e informarán las futuras estructuras de la mentalidad y la sensibilidad
medievales.
la más evidente novedad de la cultura consiste en las relaciones que se establecen
entre la herencia pagana y la aportación cristiana, suponiendo —lo que está lejos de
ser cierto, como es sabido— que una y otra hayan formado entonces un todo
coherente. Lo que sí es cierto es que ambas, por lo menos en las capas instruidas,
habían llegado a un grado de homogeneidad suficiente como para que podamos
considerarlas compañeras de juego.
Hay que recordar sobre todo que la doble necesidad que sienten los autores de la alta
Edad Media occidental de utilizar el irreemplazable bagaje intelectual del mundo
grecolatino y de fundirlo en moldes cristianos creó, o al menos favoreció hábitos
intelectuales a veces exasperantes: la deformación sistemática del pensamiento de los
autores, el constante anacronismo, la utilización de citas separadas de su contexto. El
pensamiento antiguo sobrevivió a la Edad Media sólo a costa de quedar atomizado,
deformado y humillado por el pensamiento cristiano. El cristianismo, obligado a
recurrir a los servicios de su enemigo vencido, se ve también forzado a hacer que este
esclavo prisionero trabaje para él y borre de su memoria sus propias tradiciones.
Lo que la Edad Media conoció de la cultura antigua le fue legado a través del bajo
Imperio, que había mordisqueado, empobrecido y disecado la literatura, el
pensamiento y el arte grecorromanos de tal forma que la alta Edad Media barbarizada
pudo asimilarlos con facilidad.
Esta época —cosa que se tiende a olvidar— fue también la de las grandes herejías, o
más bien la de las grandes dudas doctrinales, porque la ortodoxia, que nos parece
fijada sólo gracias a una ilusión retrospectiva, estaba lejos de ser algo definido. No se
trata aquí de conjeturar cuáles hubieran sido las consecuencias del triunfo de las
grandes corrientes del arrianismo, del maniqueísmo, del pelagianismo o del
priscilianismo, por no citar más que los movimientos religiosos más conocidos que
vieron la luz en el Occidente de los siglos V y VI. Se puede decir grosso modo que el
éxito de la ortodoxia se logró gracias al éxito de una via media entre el simplismo
arriano o el maniqueo y la sutilidad pelagiana o prisciliana. Todo parece resumirse en
la actitud frente al libre albedrío y la gracia. Si el cristianismo se hubiera inclinado hacia
la estricta doctrina de la predestinación como pretendían los maniqueos, el peso del
determinismo divino habría caído de lleno sobre un Occidente entregado sin
contrapartida a las clases dominantes a quienes hubiera faltado tiempo para erigirse
en intérpretes de esa omnipotencia divina. Si, por el contrario, el pelagianismo
triunfante hubiera instaurado la supremacía de la elección humana e individual, la
anarquía habría sumergido, sin lugar a dudas, a un mundo tan amenazado. Pero está
bien claro que el Occidente carecía de elección.
El aspecto de la civilización no cambia drásticamente con las grandes invasiones. Los
centros tradicionales de la cultura, a pesar de los saqueos y de las destrucciones, dejan
raramente de existir y de difundir su luz de un día a otro. Incluso la gran víctima de la
nueva época, la ciudad, sobrevive durante más o menos tiempo y con mayor o menor
fortuna.
El aspecto de la civilización no cambia drásticamente con las grandes invasiones. Los
centros tradicionales de la cultura, a pesar de los saqueos y de las destrucciones, dejan
raramente de existir y de difundir su luz de un día a otro. Incluso la gran víctima de la
nueva época, la ciudad, sobrevive durante más o menos tiempo y con mayor o menor
fortuna.
Mientras se organiza la nueva sociedad cristiana urbana en torno al obispo y, en mayor
medida, alrededor de las parroquias que se forman lentamente dentro de las diócesis
(las dos palabras han sido probablemente sinónimas durante algún tiempo), mientras
la vida religiosa se instala también en las residencias campestres de la aristocracia rural
y militar, que funda sus capillas privadas de donde nacerá la Eigenkirche feudal, los
monasterios hacen penetrar lentamente el cristianismo y los valores que comporta en
el mundo campesino, hasta entonces poco afectado por la nueva religión, mundo de
largas tradiciones y de las permanencias, pero que se convierte en el mundo esencial
de la sociedad del Medioevo.
Mientras se organiza la nueva sociedad cristiana urbana en torno al obispo y, en mayor
medida, alrededor de las parroquias que se forman lentamente dentro de las diócesis
(las dos palabras han sido probablemente sinónimas durante algún tiempo), mientras
la vida religiosa se instala también en las residencias campestres de la aristocracia rural
y militar, que funda sus capillas privadas de donde nacerá la Eigenkirche feudal, los
monasterios hacen penetrar lentamente el cristianismo y los valores que comporta en
el mundo campesino, hasta entonces poco afectado por la nueva religión, mundo de
largas tradiciones y de las permanencias, pero que se convierte en el mundo esencial
de la sociedad del Medioevo.
La desorganización de las redes de comunicación y de intercambio del mundo antiguo
ha hecho volver a la mayor parte del Occidente al mundo primitivo de las civilizaciones
rurales tradicionales, ancladas en la prehistoria, apenas tocadas por el barniz cristiano.
Reaparecen las viejas costumbres, las viejas técnicas de los iberos, de los celtas, de los
ligures. Donde los monjes creen haber vencido al paganismo grecorromano, resulta
que han favorecido la reaparición de un trasfondo mucho más antiguo, de demonios
más taimados, sometido sólo en apariencia a la ley cristiana. El Occidente ha vuelto al
salvajismo y este salvajismo aflorará, irrumpirá de cuando en cuando a lo largo de toda
la Edad Media. Era menester señalar los límites de la acción monástica. Ahora es
esencial evocar su fuerza y su eficacia.
El renacimiento carolingio fue el punto de convergencia de una serie de pequeños
renacimientos que, después del 680, se manifestaron en Corbie, en San Martín de
Tours, en Saint-Gall, en Fulda, en Bobbio, en York, en Pavía o en Roma. Es un
fenómeno brillante y superficial destinado para satisfacer las necesidades de un
pequeño grupo aristocrático según la voluntad de Carlomagno y sus sucesores y las de
la jerarquía eclesiástica: mejorar la formación de los cuadros laicos y eclesiásticos del
grandioso, aunque frágil edificio carolingio. El renacimiento carolingio, por lo tanto, ha
sido una etapa en la confección del instrumental intelectual y artístico del Occidente
medieval.
Aunque la obra del renacimiento carolingio haya quedado alejada de sus aspiraciones
y de sus pretensiones, transmitirá, no obstante, a los hombres de la Edad Media,
saludables pasiones: el gusto por la calidad, por la corrección textual, por la cultura
humanística incluso frustrada, y la idea de que la instrucción es uno de los deberes
esenciales y una de las fuerzas principales de los Estados y de los príncipes. El
renacimiento carolingio también produjo auténticas obras maestras: esas miniaturas
en las que aparece el realismo, la afición a lo concreto, la libertad del dibujo, la
explosión del color. Al contemplarlas se comprende que, después de haber sido
demasiado indulgentes, tampoco hemos de ser demasiado severos con ese
renacimiento. Lo mismo que el progreso económico de los siglos VIII y IX, el
renacimiento carolingio fue sin duda un despegue fallido o tronchado
prematuramente. Pero, de hecho, es la primera manifestación de un Renacimiento
más largo y profundo, el de los siglos X al XIV.
Clase 6:
Minguez: Las claves del periodo Carolingio (723-879)
S.VIII: Se consolida una fuerza de agresión contra otros clanes aristocráticos y más
tarde contra todas la etnias. PERO FINALMENTE SOBRE ESTAS DEVASTACIONES SE
EDIFICO UN NUEVO IMPERIO. Un inmenso estado que se mantuvo bajo control
durante medio siglo.
Se restaura el uso de la escritura en la administración. Carlomagno quiso enlazarse así
con la tradición romana.
LAS TENDENCIAS DEMOGRÁFICAS:
S IX- Comarcas carolingias. Se redactan polípticos.
Aumento de población: x el alejamiento de las fronteras hostiles.
Espaciamiento de las pestes.
Transformación de la esclavitud
EL NUMERO DE HOMBRES HA AUMENTADO
Se presenta un desequilibrio entre:
Crecimiento de la población.
Marco productivo.
EL GRAN DOMINIO
Según fuentes del S IX:Villas son grandes conjuntos territoriales de muchas centenas
de hectáreas, divididas en múltiples explotaciones, la más amplia se la reservaba el
dueño en cultivo y las demás eran otorgadas a familias campesinas.
MANSO: Es el nombre que recibe la reserva señorial.
CURTIS. Espacio cercado y edificado al cual el manso rodea.
Elementos:
Capilla.
Molinos.
Rodeado de grandes extensiones de tierras de cereal.
CALIFICACIÓN JURÍDICA DE LOS MANSOS: aunque la movilidad de la época haya roto
la coincidencia entre el estatuto del manso y el de los agricultores que lo explotan.
Mansos libres: son ocupados por esclavos
Mansos serviles: son ocupados por colonos
Una de las debilidades más grandes de estas explotaciones es la indiferencia por los
dueños, sin importar su tamaño o productividad todos debían cumplir las mismas
obligaciones.
RENTA: Es lo que el señor espera de los mansos dependientes (huevos, pollos,
corderos, monedas de plata)
No obstante, el propietario antes que rentista es un cultivador de tierras.
A causa de las deficiencias técnicas la reserva exige trabajadores en gran número.
S IX: La esclavitud doméstica sigue siendo muy numerosa, no obstante, esto se
encontraba en declive.
A medida que aumenta la importancia de los cereales y vino, los esclavos se adaptan
mal a las necesidades de la producción de una gran explotación. Hubiera sido ruinoso
para el cultivador mantener todo el año el mismo personal ya que había épocas en el
año en los que se necesitaba mucho y épocas en los que no se necesitaban casi.
ENTONCES SON REEMPLAZADOS POR JORNALEROS.
El régimen señorial estaba organizado en función de una agricultura muy extensiva
cuya productividad no contribuia a mejorar, sino a empeorar el modo de explotación
(con un campesinado famélico desprovisto de lo más elemental).
Rasgos:
Existen posesiones familiares modestas. Entes separados de todo dominio señorial
El régimen señorial varía según las regiones. En las provincias germánicas aparecen
mucho más relajados.
Sin embargo, la agravación de las condiciones entre campesinos libres y esclavos se
redujo, y esto condujo poco a poco de la esclavitud a la servidumbre, se incluye a la
población dependiente en un mismo grupo homogéneo de explotados
El instrumento monetario comienza a generalizarse y penetrar en las poblaciones
campesinas.
LA PRODUCCIÓN ESTA ORIENTADA AL CONSUMO Y NO MAS QUE ESO. El consumo
orienta la producción del dominio, según las necesidades de la alta aristocracia.
El organismo señorial se amplía permanentemente.
El granero del señor permanece lleno cuando los demás están vacíos son la esperanza
de los hambrientos que se agolpan en sus puertas para conseguir granos.
EL RÉGIMEN SEÑORIAL INTERVINO POR ÚLTIMO PARA ACELERAR LOS CAMPOS DE
INTERCAMBIO Y CIRCULACIÓN MONETARIA.
LA CONCENTRACIÓN ECONÓMICA, CUYO AGENTE ERA EL GRAN DOMINIO
CONTRIBUYO A QUE EL FRUTO DEL TRABAJO EN LA TIERRA SE RELACIONARA CON
ACTIVIDADES COMERCIALES.
EL COMERCIO
Surge también como una consecuencia de la restauración monárquica.
Los mercados rurales se multiplican durante el S IX. Al mismo tiempo la monarquía
quiere tener en sus manos el monopolio de las acuñaciones. El renacimiento del
estado había favorecido el desarrollo de la circulación monetaria.
El rey franco impuso en toda Europa el sistema monetario, este fue sin dudas un hecho
político.
El comercio estaba regido y controlado por la autoridad pública.
Se prohibía el comercio de noche (a excepción de provisión de víveres a viajeros)
En especial se controlaba el tráfico a larga distancia.
¿Qué rol cumple el gran dominio en la economía global según Duby?
CRECIMIENTO EXTENSIVO: La alta aristocracia y de ostentación estimula el crecimiento
económico. Pero no se esforzaron por mejorar los dominios. No crecen por mejoras
tecnoproductivas, sino por la incorporación de nuevos mansos absorbiendo el
campesinado independiente.
EL CAMPESINADO: Durante el siglo IX hay cierta libertad para el campesino, pero a
mediados del siglo X se produce un nuevo encuadramiento social bajo los dominios de
grandes propietarios aristocráticos poscarolingios obligados a adaptarse al final de las
conquistas imperiales.
RENACIMIENTO COMERCIAL: Es un comercio de eslavos y productos suntuarios de alto
precio y poco volumen. Sustituye las operaciones de pillaje para adornarse, festejar o
regalar bienes manufacturados. Los primeros beneficios económicos irán a mejorar el
armamento de guerra.
RENACIMIENTO URBANO: Caído el aparato político carolingio, continua el crecimiento.
Pero no hay crecimiento comercial. Las ciudades más importantes eran políticas,
militares y religiosas. El crecimiento es superficial y los intercambios regionales, entre
dominios aristocráticos.
Clase 7:
Gualberto de Brujas: Carlos conde de Flandes
Flandes era una región que había crecido rápidamente entre los siglos IX y X, gracias a
una serie de elementos favorables- geográficos y socioeconómicos y, especialmente,
por el papel desempeñado por los primeros condes de Flandes en lo político y militar.
En esa región, destacaba Brujas cuyo recinto urbano se fue ampliando gracias a una
población numéricamente importante con destacadas actividades económicas, como
la manufactura textil y el comercio. Al mismo tiempo, los condes, se dedicaron
mediante diferentes maniobras -no todas ellas permitidas- a acrecentar sus territorios
y aumentar sus poderes señoriales, aprovechando la situación de debilidad en que se
encontraba la monarquía francesa. Ellos trataron de lograr la autonomía condal y
consiguieron constituir finalmente un principado territorial.
Los condes adquirieron gran prestigio y gracias a la indivisibilidad territorial y la
heredabilidad por línea masculina consolidaron su poderío; de tal manera que su
dependencia vasallática con el rey de Francia era más nominal que real e inclusive se
vio favorecida por el desarrollo económico logrado, especialmente en la industria
textil, sustento de las finanzas condales y de la prosperidad urbana de Gante y sobre
todo Brujas debido a un activo comercio internacional. Esas ciudades contaban con
una población muy numerosa, calculada en 60.000 habitantes para Gante y 30.000
para Brujas en este período. Ellos tenían un gran sentido de independencia, gusto por
la ganancia e inclusive por el riesgo y la aventura, así como la apertura a diversas
influencias provenientes de otros territorios, y conscientes de la importancia de dar
concesiones a los recién llegados- sea en tránsito o en busca de residencia- para
incentivarlos a realizar actividades que fomenten el desarrollo regional.
A lo anterior, se añadían ciertos problemas relacionados con su estructura social y que
desempeñarían papel importante en la crisis que afectó al condado en 1127-1128. Esta
sociedad estaba claramente diferenciada y jerarquizada debido a los criterios jurídicos
heredados del mundo romano que distinguía a los libres de quienes carecían de
libertad. Así, era considerado libre quien dependía únicamente del poder central,
podía desplazarse y contraer enlace sin restricciones, integrar el ejército, es decir,
portar armas, ser ordenado religioso, disponer libremente de sus bienes, no recibir
castigos físicos, dar contribuciones pecuniarias básicamente y poder ser juzgado por
un tribunal de justicia o formar parte de él. Mientras que quienes formaban parte de la
servidumbre y estaban bajo el poder de un señor o dominus carecían de los derechos
mencionados anteriormente, siendo especialmente grave, el estar sometido a las
obligaciones de trabajo manual o corveas ilimitadas y pago de rentas características de
la servidumbre, asimismo cualquier libre que contrajera enlace con un siervo o sierva,
perdía su libertad inclusive si desconocía el estatus jurídico de su pareja.
El condado de Flandes estaba gobernado en 1127 por Carlos el Bueno, nacido hacia
1084. Era nieto de Roberto el Frisón, conde de Flandes, cuya hija Adela contrajo enlace
con el rey Canuto IV de Dinamarca. A raíz del asesinato de su padre, Carlos debió
volver con su madre al condado, convirtiéndose en 1111 en consejero de Balduino VI,
recibiendo una serie de concesiones. Contrajo matrimonio con Margarita de Clermont,
heredera del conde de Amiens y poco tiempo después en junio de 1119, los
representantes de las ciudades lo reconocieron como nuevo conde de Flandes y en los
años siguientes sus destacadas cualidades personales como generosidad, virtud,
justicia, así como sus habilidades en las actividades guerreras lo hicieron muy
apreciado y admirado en la sociedad de la época. Asimismo, se ha insistido mucho en
su profunda piedad cristiana y en el peregrinaje que realizó a Jerusalén, itinerario
fundamental para un cristiano de la época.
El éxito en su gestión hizo posible que se considerara su candidatura tanto a la corona
imperial germana como a la del reino de Jerusalén; sin embargo, motivado por el amor
a sus posesiones y a sus súbditos prefirió rechazarlas y continuar ejerciendo sus tareas
de gobierno, buscando especialmente castigar a los infractores de las normas jurídicas,
sin olvidar ayudar a los más necesitados, especialmente en los momentos de carestías,
repartiendo víveres, dando limosnas y controlando precios de los productos de
primera necesidad.
Deseando restablecer el orden que debía existir en las sociedades flamencas y en las
que era fundamental el respeto a la paz y la justicia, consideró necesario esclarecer el
verdadero estatus jurídico de sus habitantes, especialmente de quienes por diversos
mecanismos ostentaban indebidamente a la condición de libertad. Era una tarea difícil
y necesaria pero también sumamente peligrosa porque justamente entre quienes
habían logrado esa mejora de estatus jurídico se encontraba una poderosa familia, los
Erembaldo, quienes ejercían importantes cargos dentro de la administración condal.
Una serie de circunstancias obligaron a Carlos el Bueno a convocar a una reunión para
dilucidar esta situación y ante la amenaza que significaba la pérdida de su enorme
poder económico y especialmente su status social, el jefe de la familia Erembaldo, el
preboste Bertoldo y algunos de sus integrantes, tramaron un complot que culminó el
día 2 de marzo de 1127 con el asesinato del conde, asestándole un golpe de espada en
la cabeza, mientras rezaba en la capilla de su castillo en Brujas. Este crimen se veía
agravado por una serie de elementos: la víctima era el señor del territorio y por sus
reconocidas cualidades, el lugar sagrado en que se cometió que lo convertía en un
sacrilegio, incluso por ser el tiempo de Cuaresma, así como por los autores del hecho,
quienes siendo dependientes de tipo inferior le debían completa sumisión.
Así, se hicieron presentes graves desórdenes, destrozos, crímenes y violencias
internas, tanto en Brujas como en otras regiones flamencas, acompañados por el
miedo, la angustia y la inseguridad que afectaron a los habitantes ante una situación
tan inaudita. Los problemas sociales existentes previamente se vieron agravados por la
especial situación política, originada por la falta de sucesión al poder condal y más
grave aún, por la relación feudovasallática existente con el reino de Francia y que
permitía intervenir al rey Luis VI el Gordo en los asuntos flamencos, especialmente
porque el sucesor debía convertirse en su vasallo.
La elección recayó en Guillermo de Normandía, llamado Clitón y si bien existían otros
candidatos hubo un cierto consenso para su aceptación entre los miembros de los
grupos de poder urbano. Sin embargo, el nuevo conde no se comportó de acuerdo a lo
prometido, ni estuvo a la altura de la difícil situación que debía manejar en la región y,
más grave aún, los compromisos que habían jurado el monarca y el nuevo conde
fueron violados pocos meses después. Así, quedó claro para los habitantes de la región
y, en especial, a los miembros de los poderes municipales grupos urbano que debían
definir una alternativa favorable a sus intereses, puesto que Guillermo Clitón no
actuaba como era lo convenido. Por ello, a partir de febrero de 1128, Teodorico de
Alsacia, otro pretendiente al condado pudo aprovechar la situación al contar con el
apoyo de las ciudades flamencas en rebeldía, y en julio del mismo año, luego de la
muerte de Clitón fue reconocido como conde de Flandes. A partir de ese momento, el
nuevo conde debía restablecer el orden, imponer la paz y administrar justicia, sin
olvidar en esas tareas el importante apoyo que había recibido de las ciudades para
obtener el gobierno de Flandes.
La violencia es el tema más destacado en la Crónica pero su análisis necesita
considerar una clasificación que tenga en cuenta a los afectados y las formas o
maneras de cometer esas violencias. En cuanto a los afectados, hemos considerado a
las personas que las sufrieron. En primer lugar, el conde de Flandes, reconocido por
sus cualidades personales, religiosas y políticas, subrayando su labor en lo
concerniente a la paz y justicia pero además por las características del crimen:
realizado en un lugar sagrado, en un período tan importante como la Cuaresma y
mientras el conde rezaba lo convertía en un sacrilegio, la forma traicionera y
sumamente sangrienta de la acción y, sobre todo, los autores del crimen eran sus
servidores, quienes debían ser justamente los más leales con su señor. A lo anterior, se
agregaban los crímenes cometidos sin misericordia contra las personas fieles al conde,
incluso algunos en la capilla del castillo.
La ruptura del orden existente no ha quedado sin respuesta de los fieles al conde,
quienes desencadenarán también las terribles acciones represivas contra los traidores
e incluso con personas inocentes de los crímenes, castigos verdaderamente horrendos
contra los conjurados, como se describen en fuentes de la época e incluso son citadas
hoy día para demostrar el “salvajismo medieval”. Esas ejecuciones se ven
acompañadas de castigos religiosos como son la imposibilidad de recibir los últimos
sacramentos o sepultura en lugar sagrado.
En segundo lugar, debemos considerar los bienes o propiedades que se vieron
afectados durante ese período de violencia. Ante todo, el recinto donde se cometió el
crimen, las propiedades del conde y de sus fieles, así como las moradas y diferentes
construcciones en la ciudad de Brujas. Además, debemos agregar las moradas
campesinas, los establos y las granjas e incluso iglesias en ciudades aledañas al
conflicto. Es importante recordar que desde el año 989 en el Concilio de Charroux se
especificaba en el Canon I lo siguiente: “Quien quiera que haya violado una santa
iglesia o le haya arrancado alguna cosa por la fuerza, si no ha venido a dar satisfacción,
sea anatema”.
Gualberto ha reconocido la importancia fundamental que ha tenido la búsqueda de la
paz desde los inicios del gobierno de Carlos el Bueno y se ha manifestado claramente
en lo que describe como reinar con orden y leyes. Esa paz estaba relacionada tanto
con su piedad cristiana como con la existencia de un ordenamiento jurídico y social: la
paz condal (ligada a la paz de Dios) pero también con orden social, es decir, el respeto
a los estatus jurídicos existentes que distinguían a los libres de los carentes de libertad.
Esta concepción de “paz” no implica la ausencia de guerras o de enfrentamientos,
siempre y cuando hayan sido legitimados, casos de la Cruzada o la guerra justa o
incluso reglamentados como los torneos.
La paz como ha sido presentada en diferentes partes de la obra permitía gobernar y
ejercer la justicia de acuerdo con las leyes existentes. Gualberto reconocía que la paz
en Flandes era la que permitía tanto la prosperidad material como la felicidad en la
región, lo que era posible comprobar viendo la situación existente en mercados y
ciudades, especialmente es notoria su insistencia en toda la obra de la búsqueda de la
paz como objetivo central de quien ejerciera el gobierno del condado y que debía
contar con el apoyo del monarca.
Little: La edad media a debate
Para Bloch el elemento clave de la sociedad feudal (por contraste con las antiguas
sociedades esclavistas y con las modernas democracias) era su sistema de
dependencias jerárquicas en el que unos hombres se subordinan a otros.
La elasticidad que adquiere el término en manos de Bloch, le permite hablar de dos
épocas feudales diferenciadas. La primera habría comenzado cuando languideció el
mundo carolingio y los asaltos de húngaros, escandinavos y musulmanes dejaron tras
de si una Europa depauperada, despoblada y rural; la segunda comenzó a mediados
del siglo XI, con el crecimiento de las ciudades y de una economía monetaria.
El joven Georges Duby, en la vanguardia de este movimiento, heredó el tema de Bloch,
la sociedad feudal, pero (siguiendo el rumbo marcado por los historiadores
económicos), lo abordó a través del estudio detallado de una región particular, en su
caso el Maconnais (en Borgoña).
Duby propuso una modificación fundamental del esquema de Bloch. En primer lugar,
tomando como base el material regional, argumentó que las instituciones carolingias
habían persistido hasta bien entrado el siglo X; de esta manera eliminó la primera
época feudal de Bloch. En segundo lugar, apuntó la importancia excepcional de los
“primeros 30 años del siglo XI” como el momento en el que “el sistema simple y
coherente de los carolingios dejó paso a una concepción muy confusa de la función
judicial, enteramente a merced de las relaciones y las consideraciones domesticas”,
años que marcaron la transición al “periodo feudal clásico” (es decir el siglo XII). Se
trata de esa “etapa de la alta edad media en la que se estaba estableciendo la alta
sociedad feudal”.
Rasgos divisorios según Duby:
Antes del año 1000 había instituciones “públicas”, después de esta fecha pasaron a ser
“privadas” y casi “familiares”.
Antes del año 1000, el conde, rodeado de los grandes hombres de la región, tenía
verdadera “jurisdicción territorial” y se sentaba en el tribunal en tanto que “juez”, con
el poder de hacer cumplir sus decisiones; después de este año el conde pasó a ser el
centro de las relaciones personales y empezó a presentarse como “arbitro y
conciliador”, sin mas poder que el que acompaña a las maldiciones, los anatemas y la
expresión de buenas intenciones; y únicamente acudía a su tribunal un grupo reducido
de hombres, los milites armados (“caballeros); mientras que los grandes señores,
protegidos por sus castillos, tenían sus propios tribunales y jurisdicciones.
Alrededor del año 1000 surgieron las primeras protestas contra la imposición de usos
injustos sobre las tierras de otros”. Duby se refería aquí a una modificación en la
naturaleza de los impuestos. Sostenía que los impuestos (que en latín solían llamarse
exactiones) habían sido públicos antes de esta fecha y la imposición había corrido a
cargo de los reyes o sus agentes. Alrededor del año 1000 e vocabulario sufrió una
transformación: los impuestos comenzaron a recibir el nombre de “usos”
(consuetudines) y a menudo el de usos “malos” o “injustos”. Duby vincula este cambio
en el vocabulario y la actitud con los desarrollos sociales y políticos: señores privados,
como los castellanos -hombres que gobernaban desde sus fortificaciones-,
establecieron sus propios impuestos sobre la población de los alrededores, ya fueran
campesinos independientes que poseían sus propias tierras (es decir, campesinos que
poseían sus propios alodios) o gente que vivía en tierras de la iglesia que el señor
consideraba parte de su “señorío banal”. De hecho, el señorío se convirtió en el núcleo
político del nuevo orden: el señor imponía su “ban” (en latín, bannum) – es decir, su
derecho a mandar, obligar, juzgar e imponer sanciones- no solo sobre los hombres y
las mujeres que habitaban en sus propiedades, sino también sobre quienes residían
más allá de ellas o en sus intersticios. Así pues, el señorío banal, no era lo mismo que
el “señorío territorial”: se trataba de una forma de señorío sobre las personas.
Duby esboza las líneas generales del proceso por el cual los grandes señoríos fueron
absorbiendo gradualmente a pequeños y medianos poseedores de alodios del
Maconnais, de tal manera que los mas pobres se vieron reducidos al nivel de siervos
dependientes y los mas ricos y mas poderosos se convirtieron en vasallos.
El cambio a esta “organización feudal” se produjo entre los anos 980 y 1030. Los
múltiples estudios regionales que siguieron la estela de la these de Duby confirmaron
ampliamente este esquema general, aunque, naturalmente, reflejaron ciertas
variaciones locales.
El rey mismo se convirtió en un “señor banal” en el interior de su propio señorío; al
margen de esto, su poder e influencia eran escasos.
El consenso se centraba en la tesis de que el mundo feudal, alumbrado en las décadas
cercanas al año 1000, era una sociedad en la que todos los fenómenos estaban
fuertemente influidos por las relaciones de dependencia y señorío implícitas en el
término.
Sin embargo, tan solo una década mas tarde, un antiguo discípulo de Georges Duby,
Dominique Barthelemy, desafío el punto de vista dominante en dos ámbitos distintos y
de dos maneras muy diferentes. En una reseña de la segunda edición del libro de Poly
y Bournazel, censuraba categóricamente a los historiadores a quienes llamaba
“transformacionistas” -investigadores que sostenían que alrededor del cambio de
milenio había tenido lugar algo así como una revolución-. Aproximadamente al mismo
tiempo, en su these centrada en la región de Vendome, en Francia, Barthelemy
acentuaba la continuidad esencial en todo el periodo que abarcaba del siglo IX a
principios del siglo XII, así como el carácter extremadamente gradual de los cambios
que tuvieron lugar en estos 300 años. Sostiene que los malos usos no eran nada nuevo
y que los hombres que los establecían no siempre eran castellanos. Insiste que la
palabra “alodio”, que los historiadores han considerado como sinónimo de “plena
posesión de tierra” no siempre se diferenciaba de los términos “feudo” o “beneficio”,
que los historiadores entienden como la tenencia de tierras que son propiedad de un
señor; por lo que, desde el punto de vista de Bhartelemy, no esta muy clara la
supuesta transformación de “alodio” en “feudo”. En definitiva, Barthelemy desafió el
consenso.
El enfoque de Brown surge del empirismo angloamericano: “feudalismo” es un
término creado a mediados del siglo XIX basado, en el mejor de los casos, en términos
legales del siglo XVIII; según Brown no es mas que un “constructo mental” que jamás
existió (ni pudo haber existido) en ningún tiempo o lugar.
Morsel: La aristocracia medieval
El periodo poscarolingio cuenta en la Europa continental con una mala reputación,
resumida en general con la etiqueta de “anarquía feudal”. Para Italia, se ha hablado
también, a propósito de los años 875-1024, del fracaso del “estado italiano”. La
anarquía feudal corresponde en efecto a la percepción que tenían y que ofrecían del
periodo medieval los historiadores de la burguesía triunfante del siglo XIX y de la
primera mitad del siglo XX, y que se apoyaba en dos fundamentos: por un lado, la
certidumbre de que la ausencia del estado no puede suponer mas que desorden y
anarquía, y, por tanto, que entre el estado carolingio y el estado monárquico solo
pudo existir un periodo oscuro y sangriento.
Dos posiciones se enfrentan con firmeza entre los medievalistas: algunas pugnan en
favor de una puesta en práctica brutal y rápida (“mutación” o “revolución feudal”);
otros subrayan por el contrario los factores de continuidad en el periodo carolingio y el
llamado “feudal”. Esta oposición descansa en particular sobre que sentido otorgar la
multiplicación de castillos a partir del siglo X y al florecimiento de las menciones de
caballeros: ¿signos de una reestructuración social (caracterizada por una militarización
general) o simples efectos de una evolución documental?
Desde un punto de vista espacio-temporal, los datos actualmente disponibles
muestran una evolución neta, tanto morfológica como numérica, en los siglos X y XI.
La percepción “militarista” de la aristocracia medieval en general y del castillo en
particular ha sido recordada en la introducción. Frente a esta tradición castellológica
romántica y burguesa, alimentada por las fuentes eclesiásticas, se tiende en la
actualidad a relativizar claramente la cuestión militar de la mayor parte de los castillos
medievales: aunque hubieran servido de protección para sus habitantes, ello no
supone que hubieran sido construidos para hacer la guerra. Igualmente, el vínculo
entre la inseguridad ligada a los ataques vikingos o húngaros y la aparición de los
castillos ya no parece tan evidente como se prestaba anteriormente.
La arqueología permite, en efecto, una datación mas precisa que los escritos.
En la mayor parte de los casos, el castillo constituía ante todo un lugar de habitación,
un núcleo de explotación agrícola y artesanal y el centro neurálgico de un conjunto
complejo de derechos señoriales. La fortificación servía así, sobre todo, para proteger
al grupo domestico allí residente contra las agresiones y los golpes de mano; al mismo
tiempo de manifestación de un estatus social particular -separado y superior-. Sin
embargo, esta manifestación se encuentra sin duda mas vinculada a las funciones del
castillo ya mencionadas que al propio estatus social de sus habitantes: el castillo
constituye un símbolo de dominación por ser el centro de un poder señorial, y no
tanto porque en el residen aristócratas.
Decir que el castillo constituye un lugar de residencia aristocrática se encuentra lejos
de ser una banalidad: ya se ha señalado anteriormente la movilidad de la aristocracia
carolingia y su circulación entre dominios cuya escala (pero no el principio) de
dispersión variaba en función del nivel social. Con la disolución de la arquitectura
carolingia, esta aristocracia dejó de circular a escala del Imperio para limitarse a la del
reino, o incluso a la regional.
La residencia aristocrática se refuerza en efecto con la construcción de castillos, es
decir, edificios cuya morfología dista cada vez más del hábitat corriente y de lo que los
habitantes toman finalmente su nombre (desde finales del X en Italia o Cataluña, a
partir del XI en otros lugares); y cambian de nombre cuando cambian de castillo.
En consecuencia, señalar que el castillo constituye una morada aristocrática no debe
hacernos olvidar que constituye también necesariamente un lugar de producción (o
más bien de organización de la producción). Esta dimensión ha sido ignorada durante
mucho tiempo, pero no solo porque se ocultaba: es evidente que en general resulta
poco visible, porque los edificios de explotación agrícola o artesanal instalados cerca
de los castillos (y no en los castillos) han sido con frecuencia destruidos y cubiertos por
construcciones posteriores.
Sea como sea, la arqueología permite apreciar, tanto en la distribución espacial y
cronológica de las formas castrales, como por la relación entre ellas y con otros
lugares, una lenta pero profunda reestructuración de la organización espacial. Esta
conduce a un sistema caracterizado por el arraigo espacial de la aristocracia laica, su
cristalización en torno a los castillos de los que toma el nombre y cuya transmisión por
sucesión se transforma en un elemento fundamental de la reproducción del sistema
social.
Mas que una multiplicación de nobles (es decir, una ampliación de la base
aristocrática), la multiplicación de castillos, remite a un cambio en la intervención de la
aristocracia sobre el suelo. La espacializacion de la antroponimia no supone tanto un
modo de apropiarse de los castillos como de señalar la vinculación con un lugar
determinado; en resumen, es el castillo el que posee a su ocupante… De manera más
general todavía, esta nueva antroponimia, supone precisamente que la organización
parental (filiación y alianza matrimonial) perdió su importancia estructural en
Occidente debido a la espacializacion de las relaciones sociales (y por tanto del poder),
lo que resulta perfectamente congruente con el hecho de que los pretendidos “linajes”
resultaban ser en realidad topolinajes. Hay que considerar por tanto que, entre los
siglos X y XII, se asiste en Europa Occidental al paso de un modo de estructuración
social parental a otro espacializado. Del espacio en tanto que simple variable de la
organización parental (y de ahí la fijación progresiva del hábitat, el anclaje local de la
aristocracia y la sumisión de las relaciones de parentesco a los imperativos de la
transmisión del poder señorial, materializado de forma visible en el castillo.
La naturaleza del vinculo entre el señor del castillo y sus fieles plantea en efecto el
problema de las relaciones feudo-vasallaticas, a las que todos los manuales de historia
medieval consagran una parte más o menos extensa y de las que se afirma que
constituyen la feudalidad. Esta se concibe como un sistema político jurídico cuyo
fundamento se encuentra en el lazo creado entre un superior, llamado señor, y un
inferior (pero noble), llamado vasallo, mediante un ritual de homenaje surgido de la
encomienda carolingia (el vasallo junta sus manos entre las del señor, y después
intercambian un beso) y un juramento de fidelidad; como consecuencia de todo ello,
el vasallo se convierte en el fiel, el hombre de su señor, le promete ayuda militar y
buen consejo, a cambio de la protección militar y judicial por parte del señor y de una
tierra o de derechos señoriales que este le concede en “feudo”; es decir, bajo la forma
de una posesión condicional que se opone particularmente al alodio (en tanto que
“bien propio”), aunque se convierta cada vez más a menudo en hereditaria.
Debe observarse además que estos lazos feudo-vasallaticos se apoyan en una
manipulación de las representaciones de parentesco, es decir, establecen un vínculo
que podría calificarse de “pseudo-parental”, si lo “parental” se redujere al plano carnal
(basadas en la alianza y en la filiación) ya no son “primo-estructurantes” y se prestan
por tanto a un gran número de usos analógicos o metafóricos que, por otra parte,
contribuyen aun mas si cabe a su marginación.
La novedad que puede observarse en el siglo XI no consiste en la estructuración
aristocrática sobre la base de los juramentos de fidelidad o sobre las formas
pseudoparentales; ambos modelos podían encontrarse con anterioridad en diversas
variantes. Lo que cambia ahora es que el castillo se sitúa en el corazón del sistema;
todo el sistema de repartos de poderes se organiza en torno al castillo, por la vía de la
prestación y recepción de juramentos o de homenajes.
Tras el debate sobre el vasallaje se sitúa también la comprensión del estatus social de
los “caballeros” (traducción habitual de milites -plural de miles-) y, por tanto, de la
evolución interna de la aristocracia. La teoría largo tiempo (y todavía) dominante,
señala una oposición inicial entre nobleza y caballería, entre aristócratas de
nacimiento y hombres de guerra (al servicio de los nobles), y su progresivo
acercamiento en el curso del siglo XII debido a la revalorización de la caballería y de las
proezas militares gracias a las cruzadas y los romances épicos.
La militia constituía, en efecto, desde la época carolingia la forma cristianizada de la
función reconocida a la aristocracia, y en particular la función guerrera en lo referente
a la aristocracia laica.
Existía por tanto una estrecha relación entre mantener y armar caballero, y por tanto
entre armar caballero y preparar para el poder.
La entrega de armas convierte explícitamente en caballero en la segunda mitad del
siglo XI y comienzos del XII, sin que exista un ritual institucionalizado; la solemnidad de
esta entrega dependía del rango social de aquellos a los que concernía, y no del ritual
en si mismo (la “colleja” o “palmada” aparece transcurrido el siglo XII, y la Iglesia no se
implica antes de finales de esa centuria).
Baschet: Orden y crecimiento feudal
La referencia al año mil puede servir para marcar el momento en el que se afirma un
movimiento de auge, ya muy visible, y no solamente preparado en secreto, asociado a
un proceso de reorganización social cuyas bases, ciertamente, se sentaron con
anterioridad, pero cuyos resultados se manifiestan sobre todo a partir del siglo XI.
Recientemente, alrededor del año 1000 se llevo a cabo un debate que oponía a los
medievalistas que, después de Georges Duby, asociaban este periodo a una mutación
social de gran alcance y a veces convulsionada, con aquellos que, al advertir contra las
deformaciones de perspectiva debidas a una documentación repentinamente más
abundante, hacían prevalecer la continuidad más allá del cambio de milenio
(Dominique Barthelemy).
En total, existen actualmente tres tesis identificadas. Unos señalan que hacia el año
mil hay indicios serios de que se espera con particular intensidad el fin de los tiempos,
y esto lo interpretan como una reacción popular ante la violencia señorial y las
convulsiones de la mutación feudal. Para otros, los textos no permiten fundar esta
visión de los miedos del año mil renovada por la historia social; aunque si existe un
momento de tensiones sociales exacerbadas por la instauración del nuevo orden
feudal. Por último, otros consideran que alrededor del año mil, incluso si interviene en
fechas y con ritmos diferentes en función de las regiones.
Por otra parte, las tesis “mutacionistas” a veces corren en riesgo de caer en el exceso y
hay que entender bien que las dinámicas de afirmación del feudalismo abarcan largos
siglos, por lo menos desde la época carolingia hasta el siglo XIII. Sin embargo, una fase
aguda y a menudo conflictiva de profunda reestructuración de la sociedad puede
ubicarse en el siglo (o un poco más) que se extiende alrededor del año mil, incluso si
interviene en fechas y con ritmos diferentes en función de las regiones.
Europa renace entonces y, despojándose de lo antiguo que había en ella, se abre a los
horizontes de una historia nueva. Lejos de hundirse en las tinieblas del oscurantismo,
el Occidente del año mil se vuelve luminoso e inaugura un nuevo comienzo.
La presión demográfica: Entre el siglo XI y principios del XIV, la población de Inglaterra
habría pasado de 1.5 a 3.7 millones de habitantes; la del dominio germánico de 4
millones a 10.5 millones; la de Italia de 5 millones a 10 millones; la de Francia de 6
millones a 15 millones. Estos datos bastan para indicar una clara tendencia. En tres
siglos (de hecho, esencialmente entre 1050 y 1250), la población de Europa Occidental
se duplica, y hasta se triplica en ciertas regiones.
Los progresos agrícolas: Proteger (o casi) de la hambruna a una población
multiplicada por dos resulta imposible sin un fuerte incremento de la producción
agrícola. Las deforestaciones y la extensión de las superficies cultivadas (generalmente
llamada rozas es decir claros) son el primer medio de este auge agrícola.
Las otras transformaciones técnicas: En la edad media hay pocas invenciones técnicas
verdaderas, y sin embargo opera en ese tiempo -y resulta decisivo- una difusión de
técnicas conocidas con anterioridad, pero que habían permanecido las mas de las
veces sin aplicación práctica. Entonces el progreso se lleva a cabo en la edad media
menos por acumulación de innovaciones que por el establecimiento, en un contexto
transformado, de un “sistema técnico” nuevo.
La estructura social desempeña un papel determinante en esto, porque si las técnicas
conocidas en la antigüedad se usaban poco en ese momento, esto se debe en pare a
que la esclavitud permitía disponer de una abundante fuente de energía humana, poco
costosa y de uso fácil.
¿Cómo explicar el auge? Para unos, es el aumento de la población lo que permite
producir más: el factor demográfico se considera entonces como la causa principal
(Marc Bloch).
Otros autores otorgan el papel principal al progreso técnico: ya iniciado a finales de la
alta edad media, permite aumentar la producción y por ende alimentar mejor a una
población incrementada (Lynn White).
Pierre Bonassie combina dos factores, que interactúan durante la alta edad media: la
presión del hambre, terrible, incita a aumentar la producción, son el fin de satisfacer la
exigencia de supervivencia de los hombres, mientras que la aplicación de técnicas
nuevas, lentamente difundidas, permite realizar este objetivo explotando suelos más
difíciles.
En cuanto al filón historiográfico que abrió Georges Duby, este pone el acento en una
causalidad de tipo social. La reorganización feudal confiere un mejor asentamiento a
los señores, deseosos en lo sucesivo de obtener mayores dividendos de sus dominios y
capaces de someter a las poblaciones a un control más estricto.
La feudalidad y la organización de la aristocracia: Puede considerarse, en un primer
acercamiento, que la aristocracia, clase dominante en el occidente medieval, se
caracteriza por la conjunción del dominio sobre los hombres, del poder sobre la tierra
y de la actividad guerrera.
Ser noble es ante todo una pretensión para distinguirse de lo común, mediante un
modo de vida, mediante actitudes y mediante signos de ostentación que van de la
vestimenta a las maneras de comportarse en la mesa, pero sobre todo mediante un
prestigio heredado de la ascendencia.
Nobleza y caballería: La formación de la aristocracia medieval es un proceso complejo,
muy discutido entre los historiadores. Se considera comúnmente que la aristocracia,
tal como se observa en los siglos XII y XIII, es el resultado de la convergencia de dos
grupos sociales distintos. Por una parte, podría tratarse de grandes familias que se
remontan a veces a la aristocracia romano-germánica.
Por otra parte, habría que darles un lugar a los milites, en principio simples guerreros
al servicio de los castellanos y que vivían en su entorno.
En una primera etapa, no hay equivalencia entre nobleza y caballería, ya que
numerosos no nobles, son armados caballeros. Pero poco a poco, e incluso si la
superposición nunca es perfecta, puede concluirse que hubo una asimilación
tendencial entre nobleza y caballería.
La aristocracia feudal descansa desde entonces en un doble fundamento discursivo. Se
define primero por el nacimiento, pero a medida que la caballería se vuelve
importante y se identifica con la nobleza, se trata al mismo tiempo de una pertenencia
adquirida, que supone la asimilación de los valores del grupo y de las competencias
físicas que hacen posible recibir el espaldarazo.
La iglesia tuvo un papel importante en la entrega del espaldarazo (armas).
Formas del poder aristocrático: El castillo es el corazón al mismo tiempo practico y
simbólico del poder de la aristocracia, de su dominación sobre la tierra y de los
hombres.
Ética caballeresca y amor cortes: A medida que se profundiza la unificación del grupo
caballeresco, se consolida también su código de valores.
Muy pronto, la iglesia desempeña un papel importante en la estructuración de la
caballería y su unificación alrededor de un mismo ideal. Esto supone distinguir entre
los malos caballeros, saqueadores, tiránicos en impíos, y los que ponen su fuerza y su
valentía al servicio de causas justas, como la protección de la iglesia y la defensa de los
humildes. Así, la iglesia se esfuerza por transmitir a los caballeros los antiguos valores
reales de justicia y paz.
Las relaciones feudovasallaticas y el ritual de homenaje: Se trata de una relación a la
vez muy próxima y jerárquica, que tiene tintes de un valor casi familiar.
El vasallo es el hombre de su señor y se compromete a servirlo conforme a las
obligaciones de la costumbre feudal.
El establecimiento del señorío y la relación de dominium: Debido a que el vasallaje,
limitado a los grupos dominantes, no concierne mas que a una ínfima proporción de
hombres, no podría constituir la relación social principal en el seno del sistema feudal.
Esta debe comprometer lo esencial de la población y definir el marco fundamental en
el que se ejercen la produccion y la reproducción social: por eso, no puede sino
tratarse de la relación entre los señores y los productores que dependen de ellos.
Por un lado, el dominus (amo,señor), y por el otro, a productores ubicados en posición
de dependencia. Estos últimos reciben el apelativo de homines propii (hombres del
señor) o de villanos (villani, es decir, los habitantes del lugar, originariamente la villa.
La base fundamental de esta relación social es, con mucho, de orden espacial: designa
a todos los habitantes de un señorío, los villanos (o aldeanos, si se prefiere) que sufren
la dominación del amo del lugar. Además, al igual que el vínculo vasallatico, esta
relación se enuncia en los mismos términos que la relación del fiel con Dios
(homo/dominus).
La relación de dominium: Siervos mas no esclavos.
Tres marcas principales: capitación o infurción: tributo mediante el cual se compra el
cautiverio. /Mainmorte o nuncio: significaba la incapacidad de propiedad plena sobre
un patrimonio y que imponía la sujeción por parte del amo de una parte de la herencia
transmitida por el siervo. /Formariage u Ossa: tributo pagado en el momento de
contraer matrimonio.
La dinámica del sistema feudal: El auge comercial y urbano:
El dinamismo del señorío implica, desde finales del siglo XI y sobre todo en el siglo XII,
un alza de los intercambios locales. Mercados regulares, semanales o mensuales, en la
aldea misma, en la ciudad próxima, o a menudo también en el patio delantero del
monasterio cercano.
La reafirmación del hecho urbano en la edad media central esta asociada al auge de las
actividades artesanales y comerciales. Pero la función militar y sobre todo la presencia
de una autoridad episcopal, condal o principesca, que suscita el mantenimiento de un
entorno numeroso, son igualmente decisivas.
Si bien las razones y las circunstancias varían, la tendencia es manifiesta: las ciudades
de Occidente tienen un fuerte crecimiento durante la segunda mitad de la edad media.
Auge de las ciudades da lugar al fenómeno de la formación de comunas: presentadas
como resultado de la lucha triunfante de la “burguesía” en “su aspiración
revolucionaria a la libertad”.
La ciudad es también un nuevo estado de ánimo, y si bien resulta anacrónico hacer
que en ella reine un espíritu empresarial, al menos se dejan sentir la omnipresencia del
dinero, la valorización de las labores y la mentalidad contable que enseñan los
manuales de comerciantes y las escuelas de comercio.
La tensión realeza/aristocracia: Los siglos IX a XI están marcados por una diseminación
de la autoridad, que finalmente acapararon los castellanos y los señores. Desde
entonces, son ellos quienes, con algunos condes y duques, comparten lo esencial del
mando sobre los hombres. Como el del emperador, y con importantes diferencias
geográficas, el poder de los reyes no es con mucho sino simbólico. No controlan el
territorio de sus reinos y no disponen mas que de un apoyo administrativo irrisorio.
No obstante, los reyes existen y disfrutan incluso de un prestigio que por lo general no
se cuestiona. Las fuentes de su legitimidad son diversas: la conquista militar,
considerada señal del favor divino; la elección, principio en retroceso, al que se recurre
en ciertos casos de interrupción dinástica; la designación por el rey precedente o la
sucesión dinástica.
Conclusión: Los 3 órdenes del feudalismo: Relación señores/dependientes; distinción
nobles/no nobles; la interdependencia y la oposición ciudades/campo.
Clase 8:
Baschet: La iglesia institución dominante
¿Qué es la Iglesia en la Edad Media? Este término de origen griego (eklesia: asamblea)
designa primero la comunidad de los creyentes; en Bizancio posee este sentido
únicamente, así como en Occidente durante los primeros siglos de la Edad Media.
Posteriormente el vocablo iglesia designa también el edificio donde se reúnen los
fieles y donde se desenvuelve el culto. En la época carolingia los dos aspectos parecen
todavía indisociables. En el siglo XII, los dos sentidos de la palabra se fueron
independizando. Semejante materialización de las realidades espirituales, que inscribe
lo sagrado en los lugares físicos, acompaña al reforzamiento del poder del clero y de la
institución eclesiástica. Además, paralelamente, el termino iglesia asume una nueva
significación, que designa la parte institucional de la comunidad, es decir, el clero.
La misma institución eclesial no es homogénea. Además de las contradicciones de
intereses o de los conflictos doctrinales que pueden oponer en su seno a diferentes
tendencias, existen importantes dualidades institucionales.
Sin embargo, a pesar de las numerosas diferencias internas, la iglesia existe como una
unidad, definida a la vez de forma institucional y de forma litúrgica. La dualidad que
separa a los clérigos y a los laicos es en este sentido fundamental, aun cuando existe
una zona intermedia y relativamente imprecisa en al frontera de estos dos grupos.
En total, el clero constituye un grupo privilegiado, investido en un prestigio sagrado,
que agrupa con toda verosimilitud -incluso si consideramos sus márgenes inferiores -a
mucho menos de una parte de la población medieval-.
El poder material de la Iglesia reposa en primer lugar en su extraordinaria capacidad
para acumular tierras y bienes.
Desde el siglo VIII, la iglesia posee aproximadamente la tercera parte de las tierras
cultivadas en Francia, porcentaje que será idéntico en el siglo XIII (pero que parece
disminuir a menos de 10% en el Norte de Italia). En Inglaterra, la iglesia abarca una
cuarta parte de ella en 1066, y 31% en 1279.
Además de las tierras, es necesario incluir entre los bienes de la iglesia los edificios de
los monasterios, catedrales, dependencias y palacios episcopales. La mayoría posee
muchos objetos preciosos.
Si la iglesia goza de una extraordinaria capacidad para acumular tierras y riquezas, es
porque se le reconoce una fuerza distribuidora todavía mayor; es porque es capaz de
garantizar una circulación generalizada de los beneficios materiales y espirituales.
Es verdad que los aristócratas que donan tierras esperan que este gesto les valga, a
ellos y a sus antepasados, bendiciones espirituales y, en primer lugar, la salvación en el
más allá. Pero más que una lógica del don/contradon, mediante la donación a los
santos y a Dios se pretende realizar una espiritualización de los bienes ofrecidos,
transmutándolos en realidades espirituales más útiles que los bienes materiales.
El don gratuito que se hace a Dios y a los santos es pues una manera preferencial de
integrarse en la red de intercambio generalizado de los bienes y las gracias, de
contribuir a su buen funcionamiento, con la esperanza de que este extenderá al
individuo y a sus parientes algunos de sus beneficios, tanto aquende como en el más
allá.
En el siglo X, la diseminación del poder de mando hace de la iglesia la única institución
susceptible de llamar al orden y a la “paz de Dios”. Al mismo tiempo, el proceso de
encelulamiento y la instalación de los señoríos la obligan a reaccionar con fuerza, para
evitar verse presa en la red señorial, y a fin de ser, por el contrario, su principal
ordenadora.
El proceso que los historiadores se han acostumbrado a llamar “reforma gregoriana”
(del nombre Gregorio VII, Papa entre 1073 y 1085) no se puede reducir a sus aspectos
mas circunstanciados y ruidosos: la lucha entre el papa y el emperador y la reforma
moral del clero: Movimiento mucho mas profundo y de duración mas amplia que la
fase aguda de los años 1049 a 1122, procura una reestructuración global de la
sociedad cristiana, bajo la firme conducción de la institución eclesial. Sus ejes
principales son la refundación de la jerarquía secular bajo la autoridad centralizadora
del papado y el fortalecimiento de la separación jerárquica entre los laicos y los
clérigos. Se trata nada menos que de reafirmar y consolidar la posición dominante de
la iglesia en el seno del mundo feudal.
Entre los siglos XI y XIII no es solamente la iglesia de piedra lo que cambia, sino
también la iglesia como institución. La creación de las ordenes mendicantes es uno de
los aspectos mas notables de estas transformaciones.
Seria imprudente pensar en la ciudad medieval sin considerar la Iglesia: la catedral
gótica es el signo muy visible de la presencia de la institución eclesial; las ordenes
mendicantes son los agentes de una pastoral destinada esencialmente al medio
urbano; la “religión cívica” ofrece a la ciudad sus principales rituales y sus más
preciados símbolos. Pero esta evocación quedaría incompleta si no hiciera mención del
desarrollo de las escuelas urbanas y de las universidades, una de las creaciones mas
extraordinarias de la edad media. En el curso del siglo XII, el marco educativo que
estaba en vigor desde la alta edad media es conmovido por importantes evoluciones.
Mientras que las escuelas monásticas declinan, las escuelas catedralicias, que todavía
se encuentran bajo la responsabilidad de los obispos, conocen un rápido crecimiento.
Desde finales del siglo XIII, la insistencia en ciertas prácticas, ahora reformuladas,
resulta en una configuración inédita en cuyo centro se ubica el tríptico predicación-
confesión-comunión.
El crecimiento de la confesión esta acompañado del de la predicación. La practica de
los sermones y de las homilías ciertamente se remonta a la Antigüedad tardía, pero
durante muchos siglos la predicación permaneció integrada a la misa y se concebía
como un ejercicio sabio que se destinaba principalmente a los clérigos mismos. En el
siglo XII, sin embargo, esta se extiende notablemente y los laicos son cada vez mas los
destinatarios de los sermones de los regulares.
Afirmar que la iglesia es la institución dominante de la sociedad feudal no significa que
no tropiece con ninguna impugnación ni que su poder sea ilimitado. Al contrario,
además de las tensiones internas que la animan, la institución eclesial enfrenta, en su
obra de dominación, sordas hostilidades y francas rebeliones.
En este sentido, no es para nada sorprendente que el proceso de refundación de la
institución eclesial y de acentuación de la cohesión de la sociedad cristiana, en los
siglos XI y XII se ve acompañado de un resurgimiento de la disidencia, sobre todo las
heréticas, y de una intensificación de las formas de exclusión. “Ordenar y excluir-
según la expresión de Dominique Iogna Prat- son las dos caras indisociables de la
misma dinámica.
CONCLUSION: Decir que la iglesia es la institución dominante de la sociedad medieval,
no significa que su poder se impone sin limites ni cuestionamientos. La Iglesia siempre
tiene que enfrentar a los enemigos que ha creado con su propia afirmación y que son
indispensables para la progresión de esta misma: el paganismo de sus márgenes en
proceso de integración a lo largo de la alta edad media; las herejías del siglo XI, y sobre
todo, las de los siglos XII y XIII, que giran en torno al anticlericalismo y la impugnación
parcial o total del poder sacerdotal; “las supersticiones”, fragmentos de una cultura
folclórica que otorga un lugar importante a los rituales de fertilidad y que admite
relaciones con los muertos distintas de las que prevalecen en el sistema eclesial y,
finalmente, la secta de los brujos, anti iglesia satánica cuya mortal amenaza obliga a
los clérigos a una guerra total.
4 ejes principales de tensiones: la exigencia evangélica de la pobreza, las practicas y los
valores de la aristocracia laica, las practicas campesinas que tratan de garantizar la
fertilidad, las expresiones carnavalescas y paródicas de los contravalores.
La iglesia es el pilar fundamental del sistema feudal. Su dominación parece
coextenderse espacial y temporalmente con el feudalismo, y no existe rasgo que
exprese mejor la unidad de la Edad Media, desde la Antigüedad tardía hasta los
tiempos modernos, que la dinámica permanente de afirmación de la institución
eclesial. Son considerables, desde los siglos IV a VI, las tierras que posee, y las
estructuras eclesiásticas, que los obispos dominan, se implantan en el contexto de la
formación de una civilización romano-germánica. En la época carolingia, la
uniformación litúrgica y monárquica, con base en las normas romanas y benedictinas,
acompaña al primer surgimiento de la autoridad pontificia, mientras se da inicio a
importantes evoluciones teológicas, especialmente en lo que respecta a la eucaristía y
el matrimonio. Luego, de los siglos XI a XII se presencia un fortalecimiento decisivo de
la institución eclesial, que puede considerarse una autentica refundación.
Luego, en el siglo XIII, el proceso de centralización romana, que confiere al papa un
poder inédito, y que se extiende en todo el Occidente, alcanza su madurez, mientras
que la iglesia se provee de nuevos medios para perfeccionar su capacidad de control
de las conductas y de las conciencias (ordenes mendicantes, tríptico predicación-
confesión-comunión, inquisición).
Pascua Echegaray: La clase dominante entre la paz de Dios y la reforma
Gregoriana
El largo siglo XI se enmarca entre dos procesos cruciales ocurridos en Europa
occidental: el movimiento de la Paz de Dios y la Reforma gregoriana. Uno pretendió
estructurar el orden social en torno a un pacto en el interior de la cristiandad; el otro
desembocó en una guerra abierta entre el poder espiritual y el poder temporal. El
primero fue producto de la teología política de los monasterios; el segundo, del
pensamiento del episcopado reformista vinculado a Roma desde mediados de la
centuria.
El movimiento de la Paz de Dios tuvo que ver con el ocaso del imperio carolingio y la
emergencia de las castellanías.
La historiografía de la primera mitad del siglo XX califico la situación político social que
se vivía en la Francia del momento como anarquía feudal.
La historiografía de la segunda mitad, no estaba de acuerdo.
Se creo un debate abierto en torno a si hubo una “mutación feudal” que rompió con
los rasgos heredados del mundo antiguo del Imperio carolingio (Guy Bois y Alain
Guerreau) o si se trató de un cambio progresivo de largo recorrido que no permite
hablar de rupturas en torno al año 1000 (Dominique Barthelemy). Por el contrario, el
tema de la reforma gregoriana se ha analizado como un conflicto entre el poder
espiritual y el poder temporal, por definir sus áreas de influencia sobre la sociedad
cristiana; un proceso dramático de desgarramiento institucional entre el pontificado y
el imperio alemán.
En esta centuria se construyeron las imágenes del guerrero a caballo, del caballero de
Dios y del noble, y no todas ellas estaban en armonía.
El movimiento de la paz de Dios tenia precedentes tanto en la tradición romana, como
en la judeocristiana y la germánica, y se situó en el corazón de la forma en la que el
mundo feudal construyó el orden social.
Incluso fue el concepto que fundamentó los dos tipos de vínculos imperantes en toda
la edad media: el matrimonio y el vasallaje.
El periodo de máxima expansión de la paz de Dios se puede fechar entre los años 980 y
1060.
En atmosferas pietistas y milenaristas, eclesiásticos, a veces acompañados por
hombres señalados de la región, siempre por multitud de creyentes, pedían a los
caballeros y campesinos de sus diócesis que se comprometieran ante Dios en
juramentos públicos de paz.
En el año 1041 por primera vez se utilizó la expresión “Tregua de Dios” para designar
los preceptos que limitaban el derramamiento de sangre cristianos en determinadas
fechas del año y en lugares concretos.
La Paz y la tregua de Dios se consolidaron como una institución versátil pues fue un
movimiento en el que participaron grupos muy heterogéneos y que tuvo salidas muy
variadas.
La paz de Dios fue todo eso y mucho más. Sin duda, las treguas y paces fueron
formuladas y divulgadas por un clero experimentado en la construcción de ideología,
por lo que parece razonable pensar que su discurso respondía a intereses de la iglesia.
La Paz tuvo tan amplia divulgación porque no se reducía precisamente a la defensa de
los intereses de la iglesia, sino porque fue capaz de formular un horizonte de utopías
inclusivo que representaba no solo a quienes la postulaban, el clero, sino a toda la
comunidad (comunnitas christiana). La paz prometía un mundo mejor en la Tierra para
todos. El ritual de los procesos de pacificación es expresivo de ello: las asambleas
multitudinarias a cielo abierto creaban la ilusión de una comunidad de iguales ante
Dios.
La ley divina hizo a todos los hombres iguales ante Dios, pero el talante y el rango los
hizo disimiles. Los monjes eran un grupo diferente de los demás: sublimes, superiores,
exclusivamente dedicados a Dios, encargados de velar por las almas de los mortales.
Esa naturaleza obligaba a todos los hombres a someterse a ellos, incluso a los
príncipes.
La fe era una y unía a todos los seres humanos, pero el mundo temporal los separaba
en órdenes.
En el siglo XI aumentó la cantidad de sujetos a los que se llamaba “señores”, lo cual
indica que estamos ante un periodo de movilidad y de creación de nuevas categorías
sociales para denominar a grupos que se percibían como privilegiados.
La competencia militar de la nobleza y la proliferación de castillos obligaba al
mantenimiento huestes, por lo que no extraña la multiplicación de los bellatore.
El miles era un sujeto dependiente de un señor, pues se era “miles de alguien”. Estos
accedían a su condición de caballeros mediante actos públicos certificados por los
propios asistentes a la ceremonia, que los situaba por encima del común de los
productores. Algunos de estos milites recibían una tierra u honor por sus servicios,
mientras otros recibían un estipendio, pago en especie o numerario. Todos ellos vivían
de la generosidad y del éxito militar de su señor, que los protegía como a su familia.
Los estudios histórico-jurídicos hasta el primer tercio del siglo XX definieron el vasallaje
como un contrato sinalagmático, un acuerdo bilateral que comprometía a ciertas
obligaciones a dos hombres libres. El señor daba protección y manutención a cambio
del consejo y la ayuda militar que ofrecía el vasallo, y como pago por ello, el primero
entregaba al segundo un feudo.
El homenaje o vasallaje cristalizo en torno a una ceremonia en la que el vasallo,
desvestido de cinturón y armas, se arrodillaba ante su señor y ponía sus manos unidas
dentro de las de este (inmixtio manuum) en señal de entrega; en otras ocasiones los
implicados se daban un beso (osculum), y para sellar la relación el señor daba un
pescozón o colleja al vasallo que visibilizaba corporalmente su nuevo estado.
Se había perdido la distinción entre la comunidad de los hombres libres y los esclavos
de guerra o por nacimiento y, en su lugar, la sociedad del XI se dividía entre los que
podían ejercer la violencia a caballo y los campesinos dependientes. Esto prueba que
se habían transformado dos niveles: los criterios de pertenencia a la comunidad que
gobernaba, y las formas de extraer el excedente productivo.
En la plena edad media los señores habían dejado de explotar sus reservas con mano
de obra servil. El modelo productivo mas generalizado era el de comunidades de aldea
que gestionaban sus tierras circundantes y pagaban renta en especie o en dinero a sus
señores laicos o eclesiásticos por las tenencias que poseían o por su condición
personal como siervos. La clase dominante no estaba involucrada en el proceso
productivo, ya que habían delegado la gestión de sus tierras en administradores
locales.
En el siglo XI, la gran transformación en las economías señoriales no fue el aumento de
los ingresos de la renta por la tierra, sino el ejercicio del señorío banal por nobles
medios y castellanos. Esto significó la reclamación de muchos mas señores de su
derecho a recaudar renta por el uso de infraestructuras como el molino, el horno o la
prensa -construidas por las aldeas o por los señores- y por el ejercicio de la justicia.
Europa estaba experimentado una expansión de la señorializacion.
Tres procesos característicos de la expansión del siglo XI: la colonización de nuevas
tierras por familias campesinas, la proliferación de núcleos rurales y urbanos, y la
multiplicación de mercados y ferias.
Reformas gregorianas: Varios factores llevaron a la iglesia a desafiar el poder de los
laicos. Por el lado de los laicos, podemos considerar decisiva la persistente
fragmentación y debilidad de las formas de gobierno, el incremento de la actividad
militar y la incapacidad de los aristócratas para construir un ethos moral y social capaz
de integrar a todo el conjunto social. Por el lado de la iglesia se produjo una legislación
que vinculaba progresivamente las posesiones eclesiásticas a la institución y no a sus
miembros, se fue constituyendo un conjunto de rasgos que visibilizaban a los
miembros del “orden” eclesiástico (hábitos, formación intelectual, celibato, funciones),
la iglesia lideró los discursos sobre la paz y el orden y fueron activos en la imposición
de penas de excomunión, anatema y maldición monástica sobre pecadores cristianos.
No olvidemos que una sociedad definida de manera religiosa se vio abocada a dejar
que la iglesia, progresivamente institucionalizada, estableciera los fines últimos de la
sociedad, las normas y reglas de comportamiento, los enemigos y la función de cada
grupo. La idea de que el clero ocupaba una posición superior en la dirección de la
cristiandad fue ganando terreno en un clima reformista que desde el primer tercio del
siglo XI llego al pontificado.
Clase 9:
Bisson: La intrusión de los gobernantes
El autor dedica el quinto capítulo a estudiar la prosperidad y la crisis de los grandes
señoríos y la recuperación de la gobernabilidad de los reinos. Gobernabilidad que se
logra gracias a las medidas impuestas por reyes y príncipes para lograr una
administración más efectiva de sus dominios. En esa dirección, fueron muy
importantes los avances en la contabilidad de los reinos y condados, así como las
mejoras en la fiscalidad, la recuperación del orden público y la mejora y extensión de la
justicia que pasa a codificarse. En esta parte del libro, son objeto de un minucioso
análisis los estados de Inglaterra, Sicilia, Flandes, los condados catalanes y la propia
Iglesia.
García de Cortázar: Manual de Historia Medieval
La sociedad europea se caracterizaba en el siglo XI por una fragmentación de la
autoridad y la existencia de una jerarquía de poderes sobre unos mismos espacios y
unas mismas personas. Ese doble componente, asentado sobre una economía
esencialmente rural y vigorosos vínculos privados entre señores, configuró la sociedad
feudal. Dentro de ella, el argumento de la evolución política entre los años 1050 y
1280 parece marcado por dos tendencias sólo en apariencia contradictorias. La
primera fue el fortalecimiento social y económico de los señoríos, incluidos los
señoríos colectivos urbanos. La segunda fue el paso progresivo de la monarquía feudal
(la que concebía al rey como señor de señores, cima de una pirámide de señores
vinculados por contratos feudovasalláticos) a la monarquía corporativa de base
territorial.
La sociedad europea, pese a su condición pluricelular y particularista, creía que una
autoridad única debía estar al frente de la Cristiandad entendida como conjunto de
tierras y hombres de la Europa católica. Durante los siglos XI a XIII, la sociedad discutió
sobre si esa autoridad debía ser el Sacerdotium o el Imperium.
Querella de las investiduras: Dentro de la querella, las tesis sacerdotalistas justificaban
la superioridad de la Iglesia por el hecho de que se ocupaba de cuestiones espirituales,
más relevantes que las temporales, ya que atañían a la salvación eterna de los fieles.
De ahí, los teóricos deducían la autoridad del papa para juzgar si un príncipe respetaba
las leyes divinas en la interpretación que la Iglesia hacía de ellas. Por su parte, los
defensores de la primacía del Imperium proponían que la Cristiandad estaba
gobernada por dos imágenes de Cristo: el papa y el emperador. El primero
representaba la naturaleza sacerdotal de Cristo; el segundo, su realeza. De las dos, la
primacía debía corresponder a la segunda por ser la más antigua, la originaria, ya que
Cristo era rey desde la eternidad mientras que era sacerdote sólo desde su
encarnación.
La recepción del Derecho romano acabó con las ambigüedades de la teoría política. La
nueva doctrina jurídica se sumó a la filosofía aristotélica para suministrar argumentos
a los defensores de la concepción naturalista del poder político y, por tanto, de la
autonomía del Estado.
El nuevo Derecho (civil y canónico) trajo importantes consecuencias jurídicas, sociales
y políticas. Entre las primeras, sobre todo, tres. La primera, una nueva concepción del
derecho. La correspondiente al ius commune, universal para el humanum genus
redimido por Cristo, y opuesto a los iura propria de los distintos reinos, ciudades,
corporaciones, etc. La segunda, la posibilidad de elaborar conceptos generales, como
aequitas, ius, iustitia. Y la tercera, la transformación del proceso judicial, con la
implantación de una justicia pública, de procedimiento escrito, con prueba testifical,
tendencia a la universalidad de las penas por los mismos delitos y tecnificación de la
función de juez, que exige un profesional.
Entre las consecuencias sociales de la recepción del Derecho, la más importante fue la
consagración de la sociedad estamental. Desde ahora, se caracterizará por: el
reconocimiento de la existencia de un vínculo político entre príncipe y súbdito, la
pérdida del poder de los vasallos a favor de la monarquía.
Por fin, entre las consecuencias políticas de la recepción del Derecho, la más evidente
fue el apoyo a la consolidación de los poderes monárquicos, tanto del Imperio como,
sobre todo, de los reinos. Después de los fracasos del emperador Federico I
Barbarroja, el Imperium dejó de ser definido por su carácter de poder singular y
universal para pasar a serlo por su cualidad de no reconocer ninguna autoridad
superior. Por ello, el rey de cada regnum pasó a disponer de imperium.
La recepción del Derecho romano abrió paso a la idea de que la sociedad política tenía
valor por sí misma, esto es, al naturalismo político. El impulso decisivo lo dio la
recepción del pensamiento aristotélico y su adaptación por obra de santo Tomás de
Aquino. El pensamiento de Aristóteles a este respecto se basaba en una doble idea: la
comunidad política es una creación de la naturaleza; y el hombre es, por naturaleza,
un animal político que sólo interviniendo en la vida de su comunidad puede llegar a
participar en los bienes de la vida.
A partir de estas ideas, Tomás de Aquino rompió con la vieja idea patrística del
gobierno como resultado del mal y el pecado y consideró que la vida política es un
rasgo esencial de la condición originaria del hombre. En ese sentido, la ley humana
era, simplemente, «la ordenación de la razón para el bien común, hecha por el que
tiene cuidado de la comunidad y promulgada». En consecuencia, la noción de «bien
común» se convertía ahora en el criterio que permitía juzgar la validez de la ley.
El espacio político europeo se caracterizaba a mediados del siglo XI por su extrema
fragmentación en múltiples células (pequeños reinos, principados, condados,
señoríos), cada una dotada de su ordenamiento jurídico. A partir de ahí, su número se
redujo en beneficio de construcciones políticas más grandes y centralizadas. A finales
del siglo XIII, dentro de cada una de esas células mayores, se constata la identificación
entre tres elementos (población, territorio y autoridad de un príncipe).
En el siglo XI, sobre la base de múltiples y reducidas células políticas, cada reino se fue
configurando como el espacio en que vivían los vasallos y los vasallos de los vasallos de
un determinado señor, el rey. Entre aquéllos y éste, la relación se regía por las
prácticas feudovasalláticas: fidelidad mutua y prestación de obligaciones resumidas en
el doble concepto de auxilium y consilium. En el curso de los dos siglos siguientes, el
monarca consiguió que el vínculo con sus vasallos llegara a ser universal para todos los
que vivían en el territorio de un reino y que la realización de aquellas obligaciones (de
ayuda financiera, colaboración militar y consejo para administrar justicia) se
institucionalizara a la escala general de cada reino. A facilitar ambos desenlaces
colaboraron tanto la reducción de la diversidad de ordenamientos jurídicos como el
desarrollo de nuevos principios de representación de la comunidad:
El fisco regio.
La fuerza militar de rey.
El ejercicio de la justicia.
La reducción de la diversidad de ordenamientos jurídicos.
La acuñación de nuevas fórmulas de representación de la comunidad.
Pascua Echegaray: Monarquías feudales, ciudades, derecho y nobleza
Los siglos centrales de la plena edad media produjeron dos instituciones formales de
gobierno que eran antiguas -pues se podrían encontrar en el mundo romano e incluso
en todas las formaciones históricas-, pero que manifestaron importantes
especificidades en dicho periodo histórico: la monarquía y la ciudad.
Monarquías medievales y ciudades pleno medievales fueron dos “innovaciones” con
características propias que deberíamos situar en contexto para que adquieran
significado. Su emergencia obligó a las comunidades políticas dominantes a volverse a
organizar sobre nuevas bases.
La constitución de las monarquías feudales de los siglos XII y XIII fue resultado de un
largo y complejo proceso que no respondió solo a la personalidad de los reyes, los
intereses de la iglesia o el consenso de los nobles por hacer más eficiente su
dominación. Los fundamentos de la constitución de las monarquías hay que rastrearlos
en el marco de transformaciones de largo recorrido que ya nos resultan familiares:
guerras, paces y la reforma gregoriana.
Las practicas y los discursos de paz puestos en marcha por la iglesia y otras fuerzas
sociales desde el siglo XI acabaron favoreciendo, en el largo plazo, la consolidación de
reyes, y de ciudades sobre otras fuerzas sociales y políticas. Esta dinámica de acto y la
guerra desencadenada por la separación entre el poder temporal y espiritual durante
la larga querella de las investiduras, son las claves para entender la transición desde el
mundo de los duques, condes y castellanos altomedievales hacia el mundo de los
reyes de los siglos XII-XIII.
La guerra fue el principal factor en la formación de las primeras monarquías
altomedievales; mientras el vasallaje fue el fenómeno inconfundible de pacto que
fundamentó la casa aristocrática, sus parentelas y séquitos.
En el fragor de la lucha por la dirección de la cristiandad, las iglesias regionales tenían
un enemigo a escala local: los nobles de las castellanías.
El discurso eclesiástico presentó al rey cristiano como único representante de la
comunidad política con legitimidad para declarar la inimicitia y limitar la fehde de los
linajes, cabeza de los ejércitos, garante de la justicia, arbitro y defensor de los pobres.
Las cortes medievales fueron organizando sistemas impositivos que permitieron los
desarrollos de burocracias, ejércitos, cancillerías y cortes. Los protocolos diplomáticos
y embajadas se hicieron mas frecuentes. Los reinos constituyeron territorios más
homogéneos y fronteras mejor delimitadas. El rey, como señor feudal, fue pasando a
ser señor natural del reino, y el vasallo se convirtió en súbdito hasta producirse un
proceso que se conoce como de “disciplinamiento de la nobleza”, es decir, un
encuadramiento o domesticación de esta clase social en el ejercito y los aparatos de
gobierno del rey.
Como demostraron Ernst Kantorowicz y Walter Ullman en sus clásicos estudios de
teología política y pensamiento político, las monarquías y las ciudades entraron en una
espiral de producción de conceptos e ideas altamente sofisticadas. Por un lado, se
produjo una distinción clave entre la persona que ejercía el gobierno y la institución,
un camino que, no por casualidad, acababa de recorrer la iglesia. Por otro, legistas y
glosadores al servicio del imperio, del papado y de las comunas italianas definieron la
noción de persona pública como aquella que no persigue su beneficio privado, sino la
defensa de lo común, del reino.
El rey era “señor natural” de todos los habitantes y cabeza visible de un cuerpo, el
reino. Como soberano del territorio, se situó por encima de las propiedades en tierras
y señoríos que tuvieran los grupos nobiliarios o las ciudades, que quedaron bajo su
mandato. Este monarca del siglo XII era representante no tanto de Dios sobre la tierra
-como se afirmaba un siglo antes-, sino de la ley divina en la tierra; era, pues,
administrador de la justicia de Dios.
El beso en la boca, que marcaba horizontalidad y camaradería, dio paso en el siglo XII
al acto de humildad del caballero que se arrodillaba ante su señor y ponía sus manos
entre las de este, o que debía besarle la mano. La significación de subordinación del
rito supuso que importantes nobles se negaran a prestar vasallaje al rey. La ruptura del
compromiso también formalizó su ritual con el lanzamiento público del guante a la
cara del contrincante para expresar una ofensa.
La otra comunidad política que surgió como una gran innovación de la edad media
fueron las comunas. La ciudad medieval se caracterizo por actuar como un señorío
colectivo que ejercía jurisdicción sobre un territorio circundante. Fue también un actor
político reconocido por las monarquías en pide de igualdad con la nobleza. En la
ciudad convivían muchos grupos sociales distintos: mercatores, milites, nobiles,
populares o burgenses, pero su identidad se subsumía en un término que las
englobaba a todas, cives, los miembros de la comuna.
La zona de poblamiento urbano mas importante de la edad media y la que
experimentó los desarrollos más interesantes de gobierno urbano fue la comuna
italiana.
El incremento de la autonomía urbana recurrió a unos resortes muy similares que ya
hemos visto para la monarquía, pero con la diferencia de que lo protagonizo una
communitas colectiva e impersonal a cuya cabeza se puso, en el siglo XII, el consulado
y, en el siglo XIII, el Popolo.
En la misma línea que la historiografía alemana, la francesa ha pasado de conceder
todo el protagonismo a la burguesía mercantil en la conformación del gobierno
urbano, a dar mas peso a los oficiales del rey o de los propios señores laicos o
eclesiásticos de la ciudad.
En los siglos XII y XII, se difundieron ideas y discurso de propaganda, tanto por parte de
las cortes regias como de las ciudades, en contra de la figura del noble. En crónicas y
tratados de teología política, el noble se presentaba como el principal enemigo del
pueblo. Desde los altos nobles a caballeros de huestes señoriales, se les acusaba de ser
belicosos, levantiscos, traidores y protectores de salteadores. Pero la principal
recriminación se refería a su autonomía de acción, a su actitud de insubordinación a la
autoridad del rey.
Pero no había solo contra los grandes señores por su falta de fidelidad y adecuación a
las normas del rey. Gran parte de las criticas del periodo contra los guerreros tienen
que ver con sus acciones violentas contra el campesinado y contra el orden social.
En la plena edad media, el notable avance del poder de los reyes y las ciudades vino
compensado por la aplicación de la misma herramienta que había propulsado a estas
instituciones, el derecho, a dos ámbitos del mundo nobiliario: la construcción de un
estatus jurídico que asociaba privilegios con posición social, y la promulgación de leyes
que garantizaron la posesión de la tierra y su transmisión hereditaria.
Esta transformación fue la que permitió a Marc Bloch a tantos otros historiadores
considerar que estamos ante una cesura en la forma de reproducción de la clase
dominante medieval, y que solo en este momento se puede hablar de “nobleza”,
propiamente dicha, en Europa. Una transformación tan profunda tardó casi en
cristalizar, lo que explica la distancia enorme que separa los recursos, problemas y
comportamientos de la nobleza del siglo XI y la del XIII.
Clase 10:
Hilton: Conflicto de clases y crisis del feudalismo
La constitución interna del campesinado medieval:
Existían sorprendentes similitudes hasta en áreas opuestas. Incluso en periodos o
lugares de urbanización relativamente grande, la economía campesina era ente
todo de subsistencia de sus miembros.
La siguiente cuestión es que la unidad socioeconómica básica era el hogar familiar.
No se conoce suficientemente la estructura de la familia campesina antes de los
siglos XII y XIII, pero en aquel periodo, en que la documentación llega a ser
abundante, cada hogar, por regla general, parece haber incluido a los abuelos, una
pareja casada de la siguiente generación, sus hijos, quizá un tío y/o tía solteros y a
veces un sirviente o dos, según la riqueza del grupo.
La aldea o el pueblo era la unidad de poblamiento en la que vivía la mayoría de la
población. La economía, aunque habitualmente basada en la posesión de tierra
arable de la familia individual, tenía también un componente colectivo de
importancia diversa, derivado de la necesidad de acceso a formas distintas de
derecho común en bosques, pantanos, pastos, canteras, etc.
La división entre campesinos ricos y medianos con equipo (en especial arados) y
tierra suficiente para la subsistencia y campesinos pobres sin tierras o sin
suficientes tierras para subsistir, se encuentra en época muy temprana.
El señor del pueblo controlaba el mercado de la tierra, o que suponía que la
acumulación de propiedades por una alianza de linajes no podía tener lugar,
excepto entre familias libres que poseyeran tierra en alodio.
La división entre campesinos ricos y medianos con equipo (en especial arados) y
tierra suficiente para la subsistencia y campesinos pobres sin tierras o sin
suficientes tierras para subsistir, se encuentra en época muy temprana.
El señor del pueblo controlaba el mercado de la tierra, lo que suponía que la
acumulación de propiedades por una alianza de linajes no podía tener lugar,
excepto entre familias libres que poseyeran tierra en alodio.
Cuando la población creció mas deprisa que la productividad en los siglos XII y XIII,
la separación entre el estrato campesino mas elevado y los sin tierra o casi sin
tierra, se hizo mas profunda. Además, la producción para el mercado exacerbó
estas divisiones.
El que la producción para el mercado desempeñara un papel importante en la
economía campesina y que el campesinado fuera por definición una clase
explotada en el sentido de que otros grupos sociales se apropiaban el excedente
por encima de la subsistencia, plantean la cuestión de la “autonomía” de la
sociedad campesina medieval.
La economía aldeana podía desarrollarse sin las otras clases sociales.
De hecho, la sociedad de los gobernantes era por completo dependiente de la
organización de la producción agrícola, así como de la forma en que los
campesinos reaccionaban al trato que recibían de los terratenientes. La naturaleza
de la aristocracia feudal estaba vinculada al modo en que se relacionaba con la
sociedad campesina, como puede demostrarse por hechos tales como el
desarrollo del Estado y la mayoría de la población.
El concepto del campesinado como una comunidad cerrada en relación a la
sociedad exterior parece un eufemismo para la relación entre explotados y
explotadores.
El mercado era un lugar de reunión muy importante en la Europa medieval, no
simplemente para los vendedores campesinos de productos agrícolas y los
pequeños comerciantes del mercado local, sino para gentes, comerciantes y otros,
que procedían de las grandes ciudades. El mercado local actuaba como un punto
focal donde se reunían ciudad y pueblo.
Desde el siglo XIII en adelante encontramos comunas urbanas en el norte y centro
de Italia usurpando la posición de los terratenientes feudales como explotadores
de los campesinos.
A medida que los estados desarrollaron sus aparatos burocrático y militar, los
impuestos se añadieron al peso de la renta sobre los campesinos.
En esa sociedad dominada por la costumbre, los sentimientos de rebeldía se
generaban muchas veces cuando la costumbre era rota por los grupos dirigentes.
A lo largo de todas las épocas medievales hubo conflictos relativos al nivel de
renta, generalmente una reacción campesina contra intentos de incrementar la
cantidad o variedad de servicios en trabajo, la cantidad de productos exigidos a la
tenencia campesina, o el nivel de renta en dinero donde esta era en forma
monetaria.
El poder que un señor tenia sobre un campesino servil se expresaba habitualmente
en términos jurisdiccionales. Además de las rentas, los señores de siervos y libres
subordinados a ellos les exigían una serie de pagos y obligaciones que dificultaban
el desarrollo de la economía campesina.
Las presiones por una renta mas baja, mas libertad y mas control sobre la propia
economía campesina (incluido el libre acceso al mercado) eran características de
las comunidades campesinas estables frente al poder señorial. Estos movimientos
fueron a veces violentos, a veces se caracterizaron por una presión no violenta.
Frecuentemente lo protagonizaban comunidades individuales, en mas raras
ocasiones tuvieron nivel regional o nacional.
La tarea principal del señor en su relación con los campesinos era conseguir la
renta. A la vista de la capacidad de las comunidades campesinas para bastarse a sí
mismas económicamente, a los señores les era necesario ejercer su capacidad de
coerción para garantizarse el pago de la renta.
Eran las restricciones al movimiento de la población no libre; restricciones al
movimiento de sus bienes muebles; y restricciones a las transferencias de tierra
entre los campesinos no libres. Creadas para garantizar las condiciones bajo las
cuales el excedente campesino o renta pudiera ser apropiado, estas restricciones
se convirtieron en las propias marcas de la servidumbre legal; una clara indicación
de la estrecha relación entre la condición y las obligaciones económicas del
campesinado.
Los campesinos pobres y medios, cuya agricultura se encontraba por encima de los
niveles de subsistencia, en la medida que tenían que vender sus productos para
pagar la renta, resistían las exigencias crecientes a causa de que presionaban a
niveles de vida ya bajos. Los campesinos mas ricos, que acumulaban propiedad de
tierra y bienes muebles tropezaban con todos los aspectos de control señorial
porque encontraban su camino hacia la expansión económica bloqueado en cada
punto por los innumerables mecanismos cuyo objeto era transferir todo el
excedente posible de la tenencia al señor en forma de renta, por los impedimentos
a cualquier movimiento o cualquier progreso que pudiera llevar al campesino o a
su propiedad fuera del alcance del señor. Pero, aunque difirieran las razones para
que estos grupos resistieran a presión señorial, la dirección de sus resistencia era
la misma, y esto explica la extraordinaria fuerza manifestada por una clase en
otros aspectos tan dividida.
Parece que la resistencia campesina a la presión señorial llegó a ser importante en
Inglaterra en el siglo XIII.
Se conoce bien como en el siglo XIII la mayoría de los grandes propietarios laicos y
eclesiásticos extendieron la explotación de su dominio para vender la producción
agrícola en el mercado.
Los servicios en trabajo se incrementaron, incluso se doblaron. Este incremento en
los servicios parece haber sido casi universal (en Inglaterra), y resultaba inevitable
que hubiera resistencia por parte de aquellos a quienes se les exigía más.
La acción colectiva fue la mas perturbador para el orden social e iba a construir el
campo de entrenamiento de la revuelta en amplia escala.
El predominio de actividades colectivas en la rutina ordinaria de las comunidades
rurales medievales tiene que haber hecho fácil y natural la presentación de quejas
a los señores del manor.
La lucha campesina por la libertad y por una reducción de rentas y servicios fue
dirigida tanto ilegalmente como bajo la bandera de los antiguos derechos.
Las razones de que los campesinos que vivían en el nivel de subsistencia o un poco
por encima resistieran las exigencias de rentas y servicios adicionales con
encarnizamiento y violencia, son obvias.
Pero no fueron solo los campesinos pobres y medianos los que tomaron parte en
los movimientos de revuelta. Les acompañaron los granjeros ricos, favorecidos por
la fortuna y las herencias con mas y mejores tierras que sus compañeros. La
participación de estos hombres aportó un elemento diferente, quizá el elemento
de calculo y estrategia, la capacidad para formular programas, como en 1381.
Hubo factores diferentes del desarrollo de la producción de mercancías que con
intensidad diversa desempeñaron en diferentes épocas un papel en la
determinación del grado de desigualdad entre los cultivadores campesinos. Entre
ellos están: abundancia o no de tierra de cultivo, nivel técnico de la producción
agrícola, la tasa de crecimiento o de declive de la población, la estructura de la
familia, incluidas las costumbres de herencia y dote, las costumbres y prácticas de
las comunidades rurales, las exigencias de los no productores, como señores,
sacerdotes, artesanos, comerciantes, reyes y otras autoridades públicas, sobre la
economía campesina.
Una gran divisoria del campesinado medieval fue la que separaba a libres y no
libres.
La estratificación del campesinado fue impulsada también por las presiones
externas de los señores y los recaudadores de impuestos del gobierno, en parte
porque sus exigencias afectaban de forma diferenciada al rico y al pobre. Es
verdad que los muy pobres estaban exentos de impuestos sobre bienes muebles,
aunque hay indicios de que los bastante ricos para sobornar a los recaudadores de
impuestos se deshacían de ellos con facilidad.
Las consecuencias de estos desarrollos para la estratificación interna del
campesinado fueron las que cabía esperar. Se redujo el numero de pequeños
poseedores de modo considerable; se fortaleció el estrato medio, los campesinos
ricos mejoraron también su posición, pero no de forma tan consistente como los
campesinos medios.
Es probable que la reducción de la proporción de pequeños poseedores tuviera la
máxima importancia. Derivo en parte de un incremento general del tamaño de las
tenencias, como consecuencia de la mayor disponibilidad de la tierra, en parte de
una mejora general de todos los grupos.