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CLASE 1

SOCIEDAD Y DERECHO INTERNACIONAL. LOS ESTADOS

1. SOCIEDAD Y DERECHO INTERNACIONAL


1.1. EL DERECHO DE LA SOCIEDAD INTERNACIONAL

El Derecho internacional puede ser definido como el conjunto de normas jurídicas que regulan las
relaciones entre los sujetos de la sociedad internacional.
El Derecho es una necesidad social, y su configuración depende de la sociedad a la que va dirigido. Así
pues, del mismo modo que la sociedad internacional es distinta a las comunidades estatales, el Derecho
internacional se diferencia de los ordenamientos jurídicos internos de los Estados.
Hay que entender que el DI es una disciplina jurídica problemática, caracterizada por graves carencias
institucionales:
1.- En primer lugar, no existe en la s.i. ningún órgano normativo equiparable al de los Estados. Aunque
existe una organización como Naciones Unidas, y su Asamblea General adopta criterios jurídicos sobre el
comportamiento de los Estados, sus resoluciones no son obligatorias por sí mismas y no son leyes. El DI es
creado por los Estados, que también son sus destinatarios (desdoblamiento funcional del DI). Además, el
orden jurídico internacional puede ser creado por fuentes no convencionales, como la costumbre, con la
consiguiente falta de precisión. Incluso aunque también se genere por tratados, éstos no obligan a todos los
Estados, sino sólo a los que consienten en ser parte de ellos. La consecuencia es el relativismo del DI.
2.- En el plano de la prevención y sanción de las violaciones, también subsiste una clara insuficiencia del
DI. Es cierto que en el seno de la ONU, el Consejo de Seguridad asume la responsabilidad primordial en el
mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, y sus decisiones son obligatorias para los Estados
miembros de la organización universal. Pero la realidad del derecho de veto de los miembros permanentes
de dicho Consejo de Seguridad, y el hecho comprobado de que muchas de las vulneraciones del DI se deben
a ellos o a sus aliados impide al Consejo de Seguridad adoptar medidas eficaces de prevención y sanción de
los actos ilícitos de la fuerza.
3.- En tercer lugar, el sistema de arreglo pacífico de controversias internacionales no es eficaz ni suficiente.
Ciertamente, el DI contemporáneo proclama la obligación de la solución pacífica de las diferencias, pero
ésta es una obligación de comportamiento y no de resultado, porque consagra al mismo tiempo la libre
elección del medio de arreglo por los Estados en disputa.
Con todo, y a pesar de estos defectos, el DI es cumplido en la mayoría de los casos por los sujetos de la
s.i., y además se debe reconocer la diferencia de estructura con respecto a las sociedades estatales, por lo
que no se puede juzgar la validez del DI desde la perspectiva de los derechos internos. Se produce una
observancia espontánea de las normas internacionales, pues el Derecho internacional es utilizado de modo
generalizado en las relaciones internacionales. De hecho, se producen muchas menos violaciones del
Derecho internacional que de los Derechos internos, aunque puedan ser más graves y conocidas.
Como históricamente la s.i. se caracterizaba como una sociedad de Estados soberanos yuxtapuestos, el
DI apareció como un ordenamiento descentralizado y no institucionalizado. Esto ha provocado que algunas
corrientes doctrinales hayan negado el carácter jurídico del DI, considerándolo como la expresión de una
moral internacional, de una política de fuerza o de un derecho imperfecto. Posteriormente, las críticas se han
dirigido hacia la validez social del DI, el índice de su aceptación sociológica.

1.2. CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA DE LA SOCIEDAD INTERNACIONAL

En ésta se ha acometido en los últimos siglos una serie de transformaciones que han provocado el
tránsito del DI clásico al contemporáneo.
Desde el surgimiento de los Estados nacionales en la Edad Moderna nos encontramos con una s.i. de
yuxtaposición de soberanías nacionales. Pero ya en el s.XIX fue reconociéndose la existencia de intereses
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comunes entre los Estados, basados en su creciente interdependencia, como algunos aspectos de la
protección de la persona humana -prohibición de la esclavitud y normas de Derecho internacional
humanitario- o en las comunicaciones, manifestada sobre todo a través de tratados multilaterales. Así
comenzó a surgir el llamado DI de la Cooperación, aún basado en una sociedad interestatal de
yuxtaposición.
Después esta cooperación se institucionalizó, haciendo surgir organizaciones internacionales
diferenciadas: primero las comisiones fluviales internacionales, después uniones administrativas en correos
y telecomunicaciones; y tras la SGM han proliferado las O.I. de todo tipo, cuyo paradigma universal es la
ONU.
Pero, a pesar de la existencia de Naciones Unidas, la s.i. actual no está organizada. Ni todas las
relaciones internacionales han sido absorbidas por ella, ni sus poderes le permiten una organización
completa de la s.i. Su Asamblea General no tiene el poder legislativo; el CSNU, a pesar de la existencia de
los artículos 24 y 25 de la Carta, no se ha podido convertir en el gendarme eficaz previsto, debido a la falta
de acuerdo unánime entre sus m.p. durante los largos años de la guerra fría, y a que después ha seguido los
dictados de una gran potencia. Por otra parte, la sumisión a la jurisdicción de la CIJ es en último extremo
voluntaria, y la triste realidad demuestra que la mayor parte de las controversias internacionales escapan a su
conocimiento.
De todas formas, no debe subestimarse la creciente importancia de la ONU junto con la aparición de
otras O.I., porque no sólo ha aumentado y se ha diversificado el número de sujetos de la s.i., sino que
también se ha creado un cauce de funcionalidad que permite una mayor efectividad del Derecho
internacional.
Por tanto, la s.i. actual continúa siendo en buena medida una sociedad de yuxtaposición de Estados
soberanos, pero también está preocupada por la satisfacción de intereses comunes, se encuentra parcialmente
organizada y en proceso de democratización en sus procedimientos.

1.3. LA UNIVERSALIZACIÓN DE LA SOCIEDAD INTERNACIONAL

Si bien siempre han existido normas jurídicas que regulaban las relaciones internacionales, es en los
s.XV y XVI cuando surgieron los primeros Estados nacionales, que con el tiempo conformarían la llamada
sociedad europea de Estados, consolidada a partir de la Paz de Westfalia (1648).
La s.i. actual es el resultado de la expansión colonial universal de esa sociedad europea y las posteriores
olas descolonizadoras. Así, entre finales del s.XVIII y comienzos del s.XIX se produce la primera
descolonización, en el continente americano, dando lugar al "sistema de Estados de civilización cristiana u
occidental". A mediados del s.XIX, con la apertura de Europa a Oriente, a Turquía (por medio del Tratado
de París de 1856), nos encontramos con la “sociedad de Estados civilizados”.
Tras las guerras mundiales del siglo XX, sobre todo tras la SGM, la concepción eurocéntrica de la
sociedad internacional queda reemplazada por el predominio de dos grandes potencias: Estados Unidos y la
Unión Soviética. Y surge en las siguientes décadas el segundo gran movimiento descolonizador, en Asia y
África, que ha dado lugar a la aparición de una sociedad mundial de Estados (la ONU en su fundación en
1945 tenía 51 EM; hoy son más de 190). Y esta universalización de la s.i. se ha visto acentuada por el
imparable auge de las telecomunicaciones y los medios de transporte, que da cierta sensación de unidad a la
s.i.
Asimismo, los acontecimientos actualmente originados en los diferentes Estados traspasan a menudo las
fronteras nacionales, como los accidentes, las epidemias, el terrorismo o el narcotráfico. Y se han
multiplicado los foros internacionales de discusión, como la AGNU, lo que ayuda a fortalecer la
universalización de la sociedad internacional.
Además, los nuevos Estados han aportado novedosos valores, y su actitud hacia las normas jurídicas
internacionales existentes ha sido selectiva pues han impugnado ciertas normas del DI clásico que reputaban
contrarias a sus intereses. Normalmente, dichos países se han decantado por una política neutralista y no
alineada.
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Hay que recordar que durante la guerra fría se produjo una doble escisión en la sociedad internacional:
este-oeste y norte sur.

La escisión este-oeste

Tras la SGM surgió un clima de profundo enfrentamiento y tensión mundial entre las dos superpotencias
(USA y URSS) y sus aliados, que sin embargo no podía desembocar en una confrontación bélica directa por
el enorme poder destructivo de sus armas nucleares. De este modo, imperó la estrategia de la disuasión, es
decir, la coexistencia de dos grupos de Estados de distinta ideología y con diferentes sistemas políticos,
económicos y sociales. Asimismo, la escisión este-oeste supuso una acentuación del regionalismo sometido
a sendas potencias hegemónicas (OTAN, Pacto de Varsovia).
No obstante, algunos principios comunes para la convivencia internacional aceptados y cumplidos por
todos los Estados no fueron negados en general (más que por una pequeña corriente soviética), y fueron
proclamados por ejemplo en el Acta Final de Helsinki de 1975, que puso broche de oro a la primera
Conferencia para la Seguridad y Cooperación en Europa. No obstante, debe recordarse que este catálogo de
principios básicos compartidos ya había sido recogido en 1970 por la "Declaración sobre los principios de
Derecho internacional que rigen las relaciones de amistad y cooperación entre los Estados"-resolución 2625
(XXV) de la AGNU-: igualdad soberana; abstención de la fuerza armada; inviolabilidad de las fronteras;
integridad territorial de los Estados; arreglo de controversias por medios pacíficos; no intervención en los
asuntos internos; respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales; igualdad de derechos y
libre determinación de los pueblos; cooperación entre los Estados; y cumplimiento de buena fé de las
obligaciones convenidas según el DI.

Escisión norte-sur

Esta escisión viene producida porque los Estados de África y Asia independizados a mediados del siglo
XX no han logrado por lo general superar su estadio de subdesarrollo económico y social. Y la brecha entre
estos países y los desarrollados tiende a aumentar. Por añadidura, los países en desarrollo están cada vez
más poblados y cuentan con menos recursos, lo que genera una situación de injusticia a nivel mundial.
Dichos Estados en desarrollo han reclamado un nuevo orden internacional más justo en diversos foros
internacionales, como se vió en la constitución del Grupo de los 77 en el seno de la primera reunión de la
Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD). De ahí surgió el
denominado Derecho internacional para el desarrollo, mencionado en abundantes resoluciones de la
Asamblea General, entre las que destaca la "Carta de los Derechos y Deberes Económicos de los Estados",
que proclamaba un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI) -res.3281 (XXIX), de 1974-. Las
finalidades de este NOEI no serían tanto mejorar el sistema económico existente, como transformar sus
estructuras para fomentar el desarrollo de los países pobres. Y ello exigiría un mayor grado de control de
estos Estados sobre sus economías (como la soberanía sobre los recursos naturales, trato preferencial, mayor
participación en la adopción de decisiones, etc.). Los Estados nuevos y descolonizados han movilizado la
creación de nuevo derecho al servicio de sus objetivos. No obstante, debe recordarse que, dentro del Sur,
los países en desarrollo son muy diferentes entre sí (existe una escisión sur-sur).
Como sabemos, la guerra fría concluyó con el desmoronamiento y desaparición de la Unión Soviética,
por lo que la escisión este-oeste ha desaparecido y sólo queda la escisión norte-sur, que lejos de desaparecer,
parece agrandarse por momentos.

1.4. LA CONSOLIDACIÓN DEL DERECHO INTERNACIONAL CONTEMPORÁNEO

En 1945, tras la SGM se acentúa la cooperación e institucionalización en la sociedad internacional por la


creciente interdependencia de los Estados en el proceso de transformación del DI clásico en DI
contemporáneo.
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Hasta entonces el DI era clásico, porque sus normas se preocupaban sobre todo de distribuir las
competencias entre los Estados, y regular las relaciones entre ellos (no se preocupaba de los derechos
humanos, ni de los pueblos sometidos a dominación extranjera); también era descentralizado, pues carecía
de instituciones con poder político, y oligocrático ya que fue concebido sobre todo por las Grandes
Potencias para satisfacer sus intereses. Respondía a una s.i. eurocéntrica y homogénea.
Se acudía más a la costumbre, y en los tratados la desigual capacidad negociadora de las partes resultaba
en el cuasi-gobierno de la s.i. por un directorio de Grandes Potencias.
Sin embargo, el DI contemporáneo se caracteriza por ser de carácter social, democrático e
institucionalizado, porque se interesa por el derecho de autodeterminación de los pueblos, la protección del
medio ambiente y, en especial, la protección de los derechos humanos, no sólo en el plano conceptual, sino
también mediante mecanismos procesales para su defensa. Ya el DI no es meramente relacional, sino que
tiende al desarrollo.
Igualmente, el DI contemporáneo prohibe el recurso a la fuerza armada y la fuerza no armada con
pretensión intervencionista (sólo se admite el recurso a la legítima defensa, o a través del CSNU),
intentando implantar un sistema de seguridad colectiva.
Existen numerosas O.I. de todo tipo que facilitan la cooperación interestatal institucionalizada, y cuyas
resoluciones influyen crecientemente en la evolución del DI.
En la actualidad, la fuente principal del DI son los tratados codificadores adoptados en conferencias
diplomáticas multilaterales, destacando en este marco la ingente labor de Naciones Unidas.
Y en la formación de las costumbres internacionales ha adquirido una gran relevancia la opinio iuris, a
menudo expresada en la ONU por la comunidad de Estados en su conjunto a través de declaraciones
solemnes de su Asamblea General. Han surgido en este ámbito obligaciones erga omnes, más allá del poder
dispositivo de los Estados, y en el plano superior nos encontramos con un núcleo de normas imperativas de
Derecho internacional general (o de ius cogens).
En definitiva, este DI responde a una s.i. universal, cosmopolita y heterogénea. En la actualidad, el
proceso de globalización se ha convertido en imparable, aupado tanto por el progreso revolucionario en
campos como la informática, telecomunicaciones, los medios de información y de transporte, como por el
éxito creciente de la ideología liberal, que ha consolidado la universalización del sistema de democracia
liberal, la liberalización de los mercados y la gobernanza en el plano institucional. Junto a los sujetos
tradicionales del Derecho internacional (Estados y O.I.) han surgido multitud de actores con creciente
relevancia, como las ONGs y algunos mecanismos informales de cooperación política a través de grupos de
composición variada.
Ahora bien, aún hoy en día nos encontramos básicamente con una sociedad internacional de
yuxtaposición de soberanías nacionales: el Estado sigue constituyendo la unidad básica de la s.i.,que ha de
mejorar la calidad y responsabilidad de sus instituciones para prestar servicios a sus ciudadanos y satisfacer
el interés general. A su vez, esos Estados democráticos deben cooperar en organismos internacionales
representativos, plurales y eficientes, para impedir que los más poderosos de ellos impongan su voluntad
hegemónica a la legalidad internacional.
También es posible que los Estados que tengan una mayor afinidad establezcan regímenes jurídicos
regionales o particulares para profundizar en su cooperación (como la Unión Europea) o para adaptar las
normas generales al carácter específico de su región (como el DI Americano), lo que es compatible con el
orden jurídico universal mientras cooperen con él y no pretendan convertirse en órdenes paralelos, al
margen del DI general.

1.5. CONCLUSIONES SOBRE LA SOCIEDAD Y EL DERECHO INTERNACIONAL

Como ha señalado el profesor Antonio Remiro, el DI existe como una necesidad social confirmada por
la experiencia histórica, la jurisprudencia internacional y la práctica de los Estados. Mientras que cada
sociedad estatal se caracteriza por ser centralizada, jerarquizada, organizada, con gran concentración de
poder y distinción formal entre por un lado quien hace, ejecuta y juzga las normas, y por otro lado quienes
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son sus destinatarios, por el contrario la s.i. es un conjunto acumulado de soberanos estatales,
descentralizado, relativamente anorgánico, y donde los destinatarios de las normas son los propios Estados
que las han creado. La falta de institucionalización de la s.i. impone el desdoblamiento funcional de sus
miembros. Son los propios Estados quienes crean el DI, lo verifican y aplican.
El acuerdo de los Estados resulta necesario en todo caso para la creación y la ejecución del DI. La
intervención de tribunales y árbitros en el arreglo pacífico de controversias internacionales es frecuente,
pero siempre está sometida al previo consentimiento de las partes. El DI responde a la s.i., que es muy
distinta de las sociedades internas, y por ello el ordenamiento internacional es diferente a los derechos
internos, al ser más imperfecto por su escasa institucionalización y la inadecuación de sus medios a sus
objetivos.
El índice de validez sociológica del DI es bajo, pues las violaciones del DI son más espectaculares, pero
también más escasas. El grado de observancia espontánea del DI es muy elevado, porque constituye la
herramienta cotidiana del tráfico ordinario entre las naciones. El contenido normativo del DI es fruto del
acuerdo, y por ello tiende a ser cumplido de forma voluntaria. Todo Estado pretende justificar sus acciones
–incluso ilícitas- con argumentos jurídicos internacionales, dotarles de cobertura legal, pues es consciente de
que vulnerar el orden internacional perjudica su imagen exterior.
El cumplimiento del DI es mayor cuando la s.i. se dota de regímenes internacionales institucionalizados
que verifican el cumplimiento de las normas internacionales, con mecanismos sancionadores de las
infracciones y procedimientos obligatorios para la solución pacífica de las controversias. Estos regímenes
cubren algunos sectores particulares del DI, y habitualmente operan bajo la cobertura de una O.I.

2. LOS ESTADOS
2.1. OBSERVACIONES SOBRE LA SUBJETIVIDAD INTERNACIONAL

Pueden considerarse sujetos de Derecho internacional a quiénes, además de ser destinatarios de las normas
internacionales, pueden reclamar su cumplimiento e incurrir en responsabilidad internacional si las vulneran
(legitimación activa y pasiva).
Con el tiempo, además de los Estados, han surgido sujetos de DI distintos y con una subjetividad más
limitada, como las organizaciones internacionales –que contribuyen a institucionalizar la sociedad
internacional-; los pueblos coloniales, que están representados por movimientos de liberación nacional hasta
que puedan ejercer su libre determinación; los beligerantes e insurrectos, mientras se encuentren en conflicto; e
incluso el individuo en algunos ámbitos.
Junto a dichos sujetos, en el mundo actual han aparecido múltiples actores, como sociedades
transnacionales, empresas multinacionales y numerosas organizaciones no gubernamentales. Tales actores
componen la llamada sociedad civil internacional, y se encuentran en proceso de tránsito para lograr
subjetividad internacional.
No obstante, el Estado sigue siendo el sujeto por excelencia del DI. Son sujetos primarios y plenos, al ser
los únicos cuya subjetividad internacional no está condicionada ni limitada: son creadores y destinatarios de las
normas internacionales, tienen legitimidad activa y pasiva en caso de incumplimiento de obligaciones
internacionales, y son los únicos titulares plenos de derechos y obligaciones reconocidos jurídicamente por el
DI. A diferencia de los Estados, las O.I. por ejemplo, son sujetos derivados, nacidos de un acuerdo entre
Estados, tienen competencias limitadas y personalidad funcional.
Si bien en la actualidad el pujante multilateralismo en las relaciones internacionales provoca la creciente
interdependencia de los Estados, que cuentan con menos autonomía y poder de decisión en algunos ámbitos, el
Estado se mantiene como la unidad básica e indispensable del sistema internacional, que sigue siendo
básicamente una sociedad de Estados.

2.2. ELEMENTOS DEL ESTADO

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Tradicionalmente, y siguiendo al profesor Antonio Remiro, la existencia del Estado es considerada una
cuestión de hecho que depende de la concurrencia de tres elementos constitutivos: un territorio determinado,
una población permanente y un gobierno o poder público sobre esa población en ese territorio y con capacidad
para entablar relaciones internacionales.
1) Territorio delimitado: es el espacio físico sobre el que el Estado proyecta su soberanía o jurisdicción de
forma plena, exclusiva e inviolable. El Estado siempre ha de contar con un espacio terrestre y aéreo (aunque no
necesariamente marino). No debe entenderse estrictamente, sino de modo flexible: es necesario un territorio
cierto y estable, aunque pueda ser controvertido y no completamente delimitado, pues existen disputas
territoriales entre Estados.
2) Población asentada sobre ese territorio: puede ser mayor o menor, más estable o nómada, más homogénea o
heterogénea (con minorías). No se exige el requisito adicional de la nacionalidad, pues población y
nacionalidad son conceptos distintos y, de hecho, existen Estados con diversas nacionalidades. Cada Estado
define los regímenes de nacionalidad y extranjería de su población, y ejerce competencias sobre todas las
personas situadas en su territorio, nacionales y extranjeras.
3) Gobierno u organización política, capaz de ejercer el monopolio de la fuerza, mantener el orden y participar
en las relaciones internacionales con independencia (acción exterior del Estado). Los Estados soberanos
respetan el territorio y población de otro Estado mientras un poder garantice la estabilidad en el territorio
vecino.
Un Estado persiste aunque su gobierno no esté controlando la población sobre el territorio en un tiempo
concreto, porque por ejemplo se encuentre en guerra y su territorio esté ocupado (principio de la continuidad en
la identidad del Estado). Además, el DI contemporáneo no acepta las adquisiciones territoriales derivadas de la
fuerza armada.
Las características del gobierno estatal son una cuestión interna, y cada Estado tiene derecho a elegir
libremente su sistema político (resolución 2625 AGNU, y sentencia de fondo de la CIJ de 1986 en el caso
Nicaragua, 1986). Los Estados también pueden elegir su estructura administrativa, y ser unitarios o de
estructura compleja (federales, autonómicos, regionales, etc.), lo que sólo tiene trascendencia para el DI si el
régimen interno del Estado permite a sus diversos entes territoriales una cierta acción exterior. Incluso en esos
casos, el sujeto internacional es el Estado, quien es el responsable del cumplimiento de sus obligaciones
internacionales.
En principio, un Estado no es responsable de los actos de un grupo terrorista que opera desde su territorio,
siempre que luche contra ese grupo terrorista. Pero si tal Estado no actúa con diligencia para prevenir, reprimir
y sancionar esos actos terroristas, entonces incurriría en responsabilidad internacional.
En definitiva, el Estado existe cuando hay un gobierno que ejerce un control completo sobre una población
permanente en un territorio determinado.

2.3. DINAMICA DEL ESTADO

Los Estados no son eternos: surgen, desaparecen y experimentan cambios en sus elementos constitutivos a
lo largo del tiempo.
Cuando se modifica alguno de sus elementos surge el problema de determinar si el Estado es idéntico desde
el punto de vista de sus derechos y obligaciones internacionales. El principio básico es el de la continuidad en la
identidad del Estado, principio cuya intensidad depende de los cambios que se produzcan en los elementos del
Estado.
1) Cambios de soberanía en el territorio o en una parte del mismo.
2) Cambios en la población, por modificarse la soberanía en un territorio, o por movimientos migratorios.
3) Cambios en el gobierno, porque se modifique su estructura, su régimen político o sus gobernantes por cauces
no constitucionales. ej. golpe de estado con vulneración de la legalidad establecida: tesis de la continuidad en la
identidad del Estado.
En los casos de ocupación bélica y anexión del territorio de un Estado, la potencia ocupante ejerce de facto
su administración de modo temporal. Pero en DI contemporáneo el territorio de un Estado no puede ser objeto
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de adquisición por otro Estado derivada de un uso o amenaza de la fuerza, por lo que se exige mantener el
reconocimiento del Estado ocupado o anexionado y de su gobierno.

2.4. EL RECONOCIMIENTO DE ESTADOS

Es una institución clásica del DI asentada en el principio del consentimiento como creador de derechos y
obligaciones. El reconocimiento de Estados se define como un acto libre por el que uno o varios Estados
constatan la existencia sobre un territorio determinado de una sociedad humana políticamente organizada,
independiente de cualquier otro Estado existente y capaz de observar las prescripciones del Derecho
Internacional (IDI, 1936). También puede ser realizado por una organización internacional, pero que decida su
admisión como miembro no implica necesariamente el reconocimiento por cada uno de los otros Estados
miembros.
En cuanto a la forma, el reconocimiento de Estados puede ser expreso o implícito (principio de no
formalismo). Por un lado, el reconocimiento expreso puede ser unilateral o mutuo, individual o conjunto. Por
otro lado, el reconocimiento implícito es la consecuencia de determinados actos derivados de la dinámica de las
relaciones internacionales. Por ejemplo, el establecimiento de relaciones diplomáticas entre dos Estados sí
implica reconocimiento entre ellos, pero el establecimiento de relaciones consulares no lo supone
necesariamente; el voto favorable de un Estado miembro de una organización internacional a la admisión de
otro Estado como miembro implica reconocimiento de ese Estado, o la celebración con él de un tratado
bilateral; pero la simple participación de dos Estados en una misma organización internacional o en un tratado
multilateral abierto no implica necesariamente el reconocimiento entre ambos Estados.
El reconocimiento de Estados es un acto libre y discrecional –a menos que un tratado le obligue a ello-,
pero tal discrecionalidad tiene varios límites: debe respetar las normas imperativas de Derecho internacional
(por lo que no puede reconocerse un Estado nacido por la intervención ilícita o el uso de la fuerza de un tercero
-doctrina Stimson-); y ha de verificar la concurrencia real de los elementos del Estado en el sujeto reconocido
(pues, en caso contrario, tal reconocimiento sería un acto de injerencia ilícita en los asuntos internos de otro
Estado).
En ocasiones puede utilizarse el reconocimiento de Estados con el fin de potenciar o retrasar la personalidad
internacional de un Estado. Así, el reconocimiento prematuro se da cuando una realidad dudosa es reconocida
como Estado para intentar adelantar y afianzar el nacimiento de ese nuevo Estado. Y, a la inversa, el
reconocimiento retardado de una realidad estatal efectiva pretende restarle personalidad internacional.

Existen en DI dos teorías sobre los efectos del reconocimiento:

1) Teoría constitutiva: según ella, el reconocimiento es un acto constitutivo del Estado, que no existiría hasta
que es reconocido por la S.I. El reconocimiento se configura como un acto jurídico y obligatorio.
2) Teoría declarativa: para ella, el reconocimiento supone un acto declarativo, tiene efectos declarativos y no
afecta a la existencia del Estado. Así, es un acto político y discrecional, pues un Estado existente puede ser
reconocido o no por los demás Estados.

La segunda teoría es la que se ha impuesto, pues actualmente las realidades se imponen con independencia
del reconocimiento (principio de efectividad).
Pero el reconocimiento de un Estado por los demás Estados y por las organizaciones internacionales es
importante para hacer efectiva la condición soberana del Estado, garantizando el respeto de los derechos que le
atribuye el DI. El reconocimiento tiene efectos jurídicos, pues el Estado que le reconoce se está obligando a
respetarle como tal, puede convertir un conflicto interno en internacional (guerra en la ex Yugoslavia), influye
en la sucesión de Estados, etc.
Reviste especial trascendencia el reconocimiento de Estados por los miembros permanentes del CSNU,
porque para que un Estado pueda ser admitido como nuevo miembro de la ONU se exige la recomendación del
Consejo de Seguridad antes de la votación de la Asamblea General.
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Por lo que se refiere al reconocimiento de gobiernos (de gobierno a gobierno), éste es un acto político y
discrecional producido por afinidad ideológica ante un conflicto civil o una asunción inconstitucional del poder,
y en la práctica se da en tres supuestos:
1.- Reconocimiento de gobiernos locales. ej: insurrecciones armadas.
2.- Reconocimiento de gobiernos en el exilio. ej: reconocimiento de México al gobierno de la República
española.
3.- Reconocimiento de gobiernos que han surgido en violación de la legalidad constitucional de un Estado
(gobiernos de facto).
Un caso de reconocimiento de gobiernos puede convertirse en otro de reconocimiento de Estados cuando
una guerra civil es, o se transforma en separatista.

2.5. SUCESION DE ESTADOS

La sucesión de Estados consiste en la sustitución de un Estado por otro en la responsabilidad de las


relaciones internacionales de un territorio. En la práctica internacional se dan numerosos supuestos en que
cambia el Estado titular de la soberanía sobre un territorio determinado:
1.- Parte del territorio de un Estado pasa a integrar el territorio de otro Estado: Alsacia y Lorena.
2.- Supuestos de Estados nacidos en el proceso descolonizador: Kenia.
3.- Estados que se unifican: Alemania.
4.- Estados que se separan: Checoslovaquia.
Estos cambios provocan grandes problemas con respecto a la responsabilidad internacional, nacionalidad de
los ciudadanos de esos territorios, la titularidad de los bienes públicos, etc., que pretende resolver la
denominada "sucesión de Estados". Los instrumentos normativos de la misma son dos convenciones
internacionales, sobre sucesión de Estados en materia de tratados (1978), y sobre sucesión de Estados en
materia de bienes, archivos y deudas de Estado (1983).
El hecho determinante de la sucesión ha de ser legal: si, por ejemplo, un Estado controla un territorio
gracias al recurso a la fuerza prohibida por el DI, entonces tendrá el estatuto de ocupante, pero no el de sucesor.

2.5.1. Sucesión de Estados en materia de tratados

Está regulada por ciertas normas generales de DI y por la citada Convención de Viena de 1978 (en vigor,
pero con pocos Estados partes). En parte codifica el DI existente en la materia, y en parte supone un desarrollo
progresivo del mismo. Esta Convención se aplicará sólo a la sucesión de Estados en materia de tratados entre
Estados, no a tratados en que son parte otros sujetos. Además, es necesario que la sucesión se haya producido
"de conformidad con el DI" (art.6), y sólo se aplicará a las sucesiones de Estados producidas con posterioridad
a la entrada en vigor de la Convención, salvo acuerdo en contrario (art.7.1).
En cuanto a las normas generales de DI aplicables, existe una norma consuetudinaria sólo en los tratados
constitutivos de regímenes territoriales objetivos, que proclama su continuidad incluso por encima de la libre
determinación de los pueblos -tratados sobre fronteras internacionales, uso del territorio de otro Estado, o de
desmilitarización o neutralización de un territorio-. También existen numerosos defensores de la continuidad de
titularidad en otros tratados, como los de codificación y desarrollo progresivo del DI, sobre derechos humanos
o de DI humanitario, pero la práctica de los nuevos Estados no es uniforme ni homogénea en ese sentido.
Tampoco existe norma general alguna que obligue a los demás Estados partes en un tratado a asumir los
acuerdos de transmisión de derechos y obligaciones entre el Estado predecesor y el sucesor.

Según la Convención de 1978, existen varios supuestos posibles en la sucesión de Estados sobre los
tratados:

1) Sucesión en una parte del territorio (Alsacia, Lorena). Se aplica la norma de la movilidad del ámbito
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territorial del tratado: los tratados celebrados por el Estado sucesor comienzan a aplicarse al territorio
transferido desde la fecha de la sucesión, momento en el que dejan de aplicarse los tratados celebrados por el
Estado predecesor.
2) Sucesión de Estados que dan lugar a nuevos Estados surgidos del proceso descolonizador. Se aplica el
principio de la tabla rasa: los tratados celebrados por el Estado predecesor, la potencia colonial, no obligan al
Estado sucesor, el nuevo Estado. Pero el Estado sucesor tiene derecho –si quiere- a continuar siendo parte en
los tratados multilaterales celebrados por el Estado antecesor, mientras que los tratados bilaterales continúan en
vigor sólo si los Estados interesados lo convienen así de forma expresa o mediante un comportamiento claro al
respecto (arts.16 a 30).
3) Sucesión de Estados que da lugar a nuevos Estados fuera del proceso descolonizador, ya sea por
unificación o separación. El principio general es el de la continuidad de los tratados, salvo acuerdo en contrario
(arts.31, 34 y 35).

La práctica reciente ha aplicado las reglas de la Convención de 1978 en la sucesión descolonizadora, pero
no tanto en los otros supuestos de sucesión; aquí, el principio de la continuidad ha sido confirmado por el
Estado que se considera continuador del Estado predecesor y en los casos de unificación o disolución pacífica,
pero no por los Estados nacientes de una separación o disolución traumática, que actúan de hecho como los
Estados nacidos de la descolonización.
Para la participación de los nuevos Estados en los tratados multilaterales, el Secretario General de NU, en
cuanto depositario de muchos de tales tratados, ha venido exigiendo al nuevo Estado en cada caso un
instrumento formal de sucesión o de específica manifestación del consentimiento.

2.5.2. Sucesión de Estados en materia de bienes, archivos y deudas de Estado

La Convención de Viena de 1983 no ha entrado en vigor.

1) Bienes de Estado. Se aplica el principio de la sucesión. Los bienes del Estado predecesor pasan al Estado
sucesor sin compensación, salvo acuerdo en contrario.
a) En el caso de traspaso de parte del territorio de un Estado a otro (Alsacia), prima el acuerdo de los Estados
interesados.
b) En el supuesto de sucesión de Estados que produce la aparición de nuevos Estados descolonizados, se le
traspasan los bienes situados en su territorio o a cuya creación haya contribuido ese territorio dependiente, sin
que prime el acuerdo entre las partes debido a la desigual posición negociadora de la antigua colonia con
respecto a la metrópoli, y con el objeto de preservar el principio de la soberanía permanente de cada pueblo
sobre sus recursos naturales.
c) En caso de unificación, separación o disolución de un Estado, se aplican las reglas del acuerdo sucesorio, y
en su defecto, se atribuyen a cada nuevo Estado en proporción equitativa (bienes localizados).

2) Archivos de Estado. La norma general es el traspaso de estos archivos del Estado predecesor al sucesor, lo
que tendrá lugar sin compensación, salvo acuerdo en contrario.

3) Deudas de Estado. Es deuda de Estado toda obligación financiera de un Estado para con otro Estado u otro
sujeto de DI, nacida de conformidad con el orden internacional. La regla general es que las deudas de Estado
pasan del Estado predecesor al Estado sucesor o sucesores por medio de acuerdo, y si no hay acuerdo, en
proporción equitativa (deuda localizada). Sin embargo, en los Estados nuevos surgidos del proceso
descolonizador, ninguna deuda del Estado predecesor pasa al sucesor, salvo acuerdo en contrario.

2.5.3. Sucesión de Estados respecto a la nacionalidad de los residentes en el territorio

La práctica generalmente se ha decantado por el principio de que los habitantes del territorio deben seguir la
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nacionalidad del Estado sucesor. A veces se concede un derecho de opción individual ejercitable en un plazo
determinado de tiempo en favor de la nacionalidad del Estado predecesor (Proyecto de artículos de la CDI de
1999 sobre Nacionalidad de las personas naturales en relación con la sucesión de Estados).

2.5.4. Sucesión de Estados en la calidad de miembro en una OI

Depende de las reglas de cada OI. En la práctica, el problema se ha suscitado en Naciones Unidas, que suele
entender que no hay sucesión automática en su membresía, y que el Estado sucesor debe solicitar su admisión
de nuevo a la ONU. Por ejemplo, Bangladesh, separado de Pakistán en 1971. Pero cuando el Estado predecesor
era un antiguo miembro de Naciones Unidas, a veces no se consideró necesaria una nueva admisión. ej: URSS-
Rusia.

3. SOBERANIA E IGUALDAD SOBERANA DE LOS ESTADOS

3.1. LA SOBERANÍA
3.1.1. Consideraciones generales

La soberanía y la igualdad soberana de los Estados son principios proclamados de forma solemne. Un
Estado independiente es soberano, pero esa soberanía estatal no debe entenderse como absoluta. La
soberanía tiene un carácter funcional, y se define como el conjunto de competencias atribuidas al Estado por
el Derecho internacional ejercitables en un plano de independencia e igualdad respecto de los otros Estados.
Se presume que el Estado dispone de los medios necesarios para el cumplimiento de sus deberes
internacionales. Un Estado no es en principio internacionalmente responsable por todos los actos ilícitos que
se cometan en su territorio, pero sí lo será si no los previene o sanciona, a pesar de disponer del control
efectivo sobre el territorio.
La soberanía del Estado tiene un carácter funcional porque se le otorga al Estado para que cumpla unas
determinadas funciones, consistentes en velar por los intereses generales de una comunidad humana
asentada sobre un territorio.
Las competencias estatales pueden ser regladas o discrecionales. Si el DI, que atribuye competencias al
Estado, le impone criterios o límites en el ejercicio de las mismas, esto es, si reglamenta su ejercicio,
estamos entonces ante verdaderos límites a la soberanía del Estado. ej: derecho de paso inocente en su mar
territorial en favor de barcos que enarbolen pabellón de otros Estados.
Sin embargo, aquellas competencias que el Estado ejerce sin límites impuestos por el DI se denominan
discrecionales, exclusivas o asuntos de jurisdicción interna (art.2.7 Carta de Naciones Unidas). La
interdependencia entre los Estados y la creciente institucionalización de la sociedad internacional están
ampliando cada vez más el campo de las competencias regladas y reduciendo el de las discrecionales o
exclusivas.
Las competencias de un Estado pueden ser territoriales o personales. Las competencias territoriales son
aquéllas basadas en su ejercicio en el territorio de un Estado, independientemente de las personas afectadas.
ej: inspector de aduanas que examina el equipaje de quienes pretenden entrar en ese país.
Las competencias personales, por su parte, son las que toman como fundamento para su ejercicio la
condición de nacionales de las personas afectadas, aunque se encuentren fuera del territorio del Estado. ej:
funcionario consular que autoriza el testamento en el extranjero de un ciudadano nacional de su Estado.

3.1.2. La dimensión territorial de la soberanía

Las competencias más importantes tienen base territorial, por lo que su conjunto se denomina soberanía
territorial, que es la más genuina manifestación de la soberanía del Estado. La soberanía territorial es el
derecho de ejercer en el territorio las funciones de un Estado, con exclusión de cualquier otro Estado.
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Con respecto al territorio, la soberanía estatal es plena, exclusiva e inviolable: es plena porque cada
Estado determina el alcance de sus competencias que, en principio, alcanzan todas las materias; es exclusiva
porque ese Estado monopoliza en principio todos los poderes, y si bien puede limitar o ceder el ejercicio de
esos poderes -a otro Estado o a una organización internacional-, le revierten automáticamente cuando esa
limitación o cesión termina (ej: salida del RU de la UE –Brexit-).
Además es inviolable porque la soberanía territorial supone la obligación para los demás Estados de
abstenerse en ese territorio de todo ejercicio de su poder, salvo consentimiento del Estado soberano (aspecto
negativo de la soberanía, confirmado por la CPJI en 1927 en el asunto Lotus). Pero también implica el deber
del Estado soberano de desarrollar con efectividad en ese espacio territorial las funciones mínimas del
Estado (aspecto positivo de la soberanía). Es decir, la soberanía territorial no es absoluta, pues tiene límites
impuestos por el DI: el cumplimiento de las normas consuetudinarias a las que no se opuso y de los tratados
en los que ha consentido en obligarse, la observancia de las normas de ius cogens, en particular el respeto de
los derechos humanos fundamentales, el deber de desarrollar efectivamente las funciones mínimas del
Estado y el de proteger los derechos de los Estados extranjeros.

3.1.3. La dimensión extraterritorial de la soberanía

Un Estado también puede ejercer su soberanía fuera de su territorio -y con ello competencias
legislativas, ejecutivas o judiciales-, pero para ello es necesario que ese Estado ostente un título habilitador:
es decir, que haya un nexo o conexión entre ese Estado y el objeto de su competencia. Y, en todo caso, ese
ejercicio debe ser razonable.
Si no existe ese título habilitador o una norma de DI que lo permita, un Estado no puede ejercer
competencias de forma extraterritorial.
Existen cuatro títulos habilitadores que pueden permitir a un Estado ejercer competencias
extraterritorialmente:
1) Principio de personalidad activa: un Estado es competente para legislar o ejercer actividad judicial
sobre sus nacionales (y, en su caso, residente habitual) situados fuera de su territorio: por ej., si están en
buques y aeronaves situados en espacios internacionales, como el alta mar. Pero si esos nacionales se
encuentran en el territorio de otro Estado, el Estado de su nacionalidad sólo puede ejercer su competencia
con importantes límites: no puede exigir a sus nacionales que tengan conductas contrarias al Derecho
interno del Estado en el que se encuentran. Tampoco se permiten ejercicios extraterritoriales de
competencias de ejecución del Estado, como detener o arrestar a un nacional que está en el territorio de otro
Estado, es decir aplicarle medidas de policía.

2) Principio de personalidad pasiva: habilita a un Estado a ejercer competencias sobre personas


extranjeras situadas en el territorio de otro Estado que han causado perjuicios a los derechos o intereses de
un nacional del Estado que reclama la competencia. A menudo se invoca en la persecución del terrorismo.
Es un principio muy discutido en el DI.

3) Principio de protección: permite otorgar competencia extraterritorial al Estado para salvaguardar sus
símbolos (bandera, escudo nacional) o intereses fundamentales (seguridad nacional, monopolio de emisión
de moneda o timbre). No se discute la licitud del principio de protección, pero es ilícito en caso de empleo
abusivo. Por ello, debe emplearse de modo restrictivo. En España se recoge en el art.23.3 LOPJ.

4) Principio de universalidad (también llamado de justicia universal, o de persecución penal universal):


para servir a la comunidad internacional en su conjunto, este principio habilita al Estado a ejercer su
jurisdicción sobre las personas responsables de crímenes internacionales - como genocidio, crímenes contra
la humanidad y los supuestos más graves de crímenes de guerra-, sea cual sea la nacionalidad de los
responsables o de las víctimas, y el lugar en el que han cometido tales crímenes.
Su origen se encontraba en la lucha contra la piratería y la trata de esclavos, que permitía y permite a
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todo Estado perseguir en espacios internacionales -como la alta mar- a piratas y negreros con independencia
del pabellón (bandera en popa) de los buques sospechosos, así como arrestarlos y juzgarlos.
El Derecho internacional deja a cada Estado plena libertad para incluir o no incluir en su Derecho
interno ese principio de universalidad –el DI ni lo impone ni lo prohíbe-. Un Estado puede incorporarlo a su
legislación si quiere, y puede modular su alcance y poner condiciones a su aplicación.

3.1.4. La dimensión exterior de la soberanía

La soberanía estatal supone hacia el exterior la posibilidad de participar en las relaciones internacionales
en condiciones de independencia e igualdad jurídica. Por ello, un Estado puede participar en la formación de
tratados y de normas consuetudinarias, asumir obligaciones internacionales mediante actos unilaterales,
mantener relaciones diplomáticas y consulares, disfrutar de inmunidades, ser miembro de organizaciones
internacionales, ser sujeto activo y pasivo de responsabilidad internacional, ejercer la protección diplomática
de sus nacionales, obtener el respeto de sus símbolos en el extranjero, acceder libremente a los espacios
internacionales, acudir a los medios de arreglo de controversias reservados a los Estados, aplicar
contramedidas y usar la fuerza en los términos establecidos por el Derecho internacional.

3.2. LA IGUALDAD SOBERANA

El principio de la igualdad soberana se deduce de la coexistencia de un conjunto de Estados muy


diversos (art.2.1 de la Carta de Naciones Unidas, Declaración sobre los Principios de DI –resolución 2625
AGNU-). Pero la igualdad jurídica no significa una total equiparación y reciprocidad de derechos y
obligaciones; supone la libertad para consentir ser tratados de forma desigual en algunas situaciones (ante la
desigualdad real de los Estados). ej: en el CSNU en favor de sus miembros permanentes, en la Unión
Europea en favor de los Estados más poblados, o en el DI del Desarrollo aplicando la desigualdad
compensadora en beneficio de los Estados menos desarrollados.
El principio de igualdad soberana contiene varios elementos de los que vamos a destacar dos:
1.- La integridad territorial y la independencia política del Estado como inviolables.
2.- Cada Estado tiene el derecho a elegir y aplicar libremente su sistema político, social económico y
cultural. Así, existe un deber para los Estados de respetar la personalidad de los demás Estados por el
principio de no intervención.

3.3. EL PRINCIPIO DE NO INTERVENCIÓN


3.3.1. Su consagración como norma de DI

Como consecuencia lógica de la soberanía de los Estados y la igualdad soberana entre ellos, cada Estado
tiene prohibida la intervención o injerencia en los asuntos de jurisdicción doméstica de otro Estado, con el
fin de imponerle un comportamiento determinado (CI en los asuntos del Estrecho de Corfú -1949- y
Nicaragua -1986-).
Este es un principio fundamental del Derecho internacional (recogido por ejemplo, en el art.2.7 de la
Carta de Naciones Unidas, la posterior Declaración sobre la inadmisibilidad de la intervención en los
asuntos domésticos de los Estados y la protección de su independencia y soberanía –resolución AGNU
2131, de 1960-, y en la Declaración sobre los Principios de DI –resolución AGNU 2625-). Además, el
principio de no intervención en los asuntos domésticos de otros Estados es una norma imperativa de
Derecho internacional general (o norma de ius cogens).
Los Estados tratan de influir en los demás, y esa influencia política está permitida en DI, pero está
prohibida la intervención ilícita cuando un Estado trata de imponer a otro Estado asuntos que son de su
jurisdicción doméstica exclusiva: por ejemplo, si trata de imponerle su sistema político, económico, social o
cultural, o cuál debe ser la formulación de su política exterior. En estos casos, estaríamos ante una injerencia
o intervención ilícita en DI.
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Para entender el alcance del principio de no intervención, se consideran violaciones de DI los actos de
Estados y grupos de Estados, directos o indirectos, sea cual sea el motivo y los medios empleados, que
pretendan atentar contra la personalidad o los elementos políticos, económicos y culturales de otro Estado o
para coaccionarlo, a fin de que subordine el ejercicio de sus derechos soberanos. La clave es que el Estado
utilice medios de coerción, que tenga la intención de coaccionar a otro Estado, para forzarle, lo que es muy
difícil de probar.
Estos medios de coacción no se circunscriben al uso o amenaza de fuerza armada, que también están
prohibidos en DI, pero por otra norma distinta –la prohibición de la fuerza armada en las relaciones
internacionales-.
Asimismo, el principio o norma de no intervención tiene una excepción: el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas puede aplicar medidas coercitivas del Capítulo VII de la Carta contra un Estado, y con ello
puede injerirse en los asuntos internos de un Estado si considera que existe una amenaza a la paz,
quebrantamiento de la paz o acto de agresión –lo permite expresamente el art. 2.7 de la Carta de Naciones
Unidas-.

3.3.2. Las esferas de influencia

Una zona o esfera de influencia de un Estado hegemónico en una determinada región es un concepto
principalmente político y sociológico, pero que puede servirse de recursos jurídicos. La AGNU las ha
prohibido expresamente (res.34/103, de 14-12-1979), y no son permitidas por el DI, pero lo cierto es que
existen y son consustanciales a las desigualdades de poder entre los Estados. Las Grandes Potencias, como
Estados Unidos y Rusia, muestran un especial cuidado por hacer respetar sus respectivas zonas
hegemónicas.
Una esfera de influencia supone una extensión de los límites hegemónicos, dentro de los cuales toda
intervención ajena se considera lesiva de esa integridad. La esfera de influencia de un Estado hegemónico
supone una maximalización de sus intereses vitales, por lo que aumenta la posibilidad de intervenciones
unilaterales suyas dentro de esa zona. Un Estado hegemónico predica la integridad territorial y la no
intervención en “su” esfera de influencia.
Para mantener la esfera de influencia se exige la conservación del poder interno por regímenes políticos
que sean leales al Estado hegemónico. Los países que se encuentran situados en una esfera de influencia
tienen una relación de dependencia más o menos intensa con el Estado hegemónico. Para ello, el Estado
hegemón apoya a las clientelas locales, interviene en los asuntos del Estado, asiste militarmente a los
gobiernos leales, etc. Es dudoso que estas técnicas vulneren el DI positivo.
Pero si las fuerzas no leales al Estado hegemónico suben al poder del Estado satélite, y pretenden
separarse de la línea política marcada por la Gran Potencia, entonces el Estado hegemónico emprende una
política de intervención o injerencia de intensidad variable: asistencia a los grupos leales, aislamiento
diplomático o embargo económico, medidas que el Estado hegemón intenta que sean aplicadas también por
otros Estados aliados. Puede llegar a intervenciones armadas indirectas, mediante la financiación de bandas
armadas locales (Guatemala, 1954; Cuba, 1961), además de una utilización sectaria del reconocimiento de
gobiernos. Por fin, el Estado hegemónico puede llegar a una intervención armada directa, como en Hungría
en 1956, Santo Domingo en 1965, Checoslovaquia en 1968, Panamá en 1990, etc.

Toda vez que estas acciones suponen una clara violación de la soberanía del Estado y del principio de no
intervención, las Grandes Potencias las llevan a cabo enmascarándolas en unas técnicas jurídicas
determinadas:
1.- El establecimiento de una organización regional que permita al Estado hegemónico emboscar su
dominación. Estableciendo una O.I. regional de dominación, se otorga a la intervención unilateral del
Estado hegemónico una cobertura plural. ej: OEA. En la OEA, por ejemplo, no existen órganos elitistas,
sino igualdad en el voto. Pero la desigualdad de poder real entre sus Estados miembros convierte a la OEA
en impotente para actuar contra Estados Unidos, o sin su cooperación. En una organización de este tipo, el
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voto mayoritario para la formación de la voluntad orgánica permite al Estado hegemónico extender su
influencia. Así, quien no esté de acuerdo con una determinada política adoptada tendrá que enfrentarse, no
ya sólo a la voluntad única del Estado hegemón, sino a la voluntad jurídica de la organización internacional.

2.- Una ortodoxia ideológico-política común a los países situados dentro de la mencionada esfera de
influencia, y que el Estado hegemón es el encargado de garantizar. En muchas ocasiones, esta ortodoxia
ideológica se recoge en el tratado constitutivo de las organizaciones regionales de dominación (art.5 Carta
de la OEA). La afirmación de esta ortodoxia no es argumento suficiente para atacar la soberanía del Estado,
pero sí que ayuda a justificar intervenciones unilaterales del Estado hegemónico. Proclamar una ortodoxia
ideológica sirve para que el Estado hegemónico plantee la defensa de sus intereses en un plano ideológico.

3.- La justificación de toda intervención propia alegando la intervención previa de un Estado ajeno a la zona
de influencia. La intervención no se puede justificar por la violación por otro Estado de la ortodoxia
ideológica de una esfera de influencia. Por ello, se requiere la excusa de la previa intervención de otros
Estados.

4.- La existencia de un DI particular aplicable a los Estados comprendidos en la esfera de influencia, como
se produjo por ejemplo en la órbita soviética: Derecho internacional socialista. Así, la doctrina Breznev o de
la soberanía limitada, indicativa de la situación en la que se encuentran los Estados de una zona de
influencia, predicaba que la ayuda militar a un Estado de la zona para acabar con la disidencia era una forma
de “cooperación fraterna”.

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