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Comentarios bibliográficos
F. Braudel y E. P. Thompson
Braudel. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II
1
El recorte temporal del autor data del año 1550 al 1600. Braudel aclara que su intención no es
“llegar a una explicación determinista”, sino que esta selección se debe a la escases de fuentes y
datos. Por ello, busca “interpolar y analizar imágenes, paisajes y realidades de otras épocas […]
El resultado de esta acumulación será un marco en el que, a través del tiempo y el espacio, se
desarrolla una historia a cámara lenta que permite descubrir rasgos permanentes” (1996, p.27)
realidades a largo plazo, y a corto plazo las segundas” (1996, p.23). Por ende, es
necesaria una delimitación del campo historiográfico a fin de establecer los parámetros
con los cuales va a estudiar el hecho. Esto no significa que dejemos de lado otras
herramientas que puedan resultar necesarias, sino que hablamos de un claro planteo de
objetivos al iniciar las investigaciones. De lo contrario, el amplio escenario que se nos
presenta a la hora de analizar los sucesos sociales e históricos, conlleva a planteamientos
dispares dentro de un mismo estudio. Simplificando, las diferentes clases de estructuras
y coyunturas pueden y deben coexistir, lo que no debe pasar es que desvíen el foco u
objetivo del historiador.
Ahora bien, retomando lo mencionado hace instantes, Braudel divide su obra en tres
partes, cada cual identificada con un marco metodológico específico. La primera de ellas
se sitúa en la importancia estructural que contiene el factor geográfico para la realidad
humana. Como hemos dicho, la condición sui generis2 que presenta la geografía dentro
de los entramados sociales y culturales la posiciona como un elemento clave al momento
de analizar los hechos. Braudel apunta allí y lo considera fundamental. A esta primera
parte, se le suma otra perspectiva, “la historia de los grupos, de los destinos colectivos,
de los movimientos de conjunto” (Braudel, 1996, p.471). Hablamos de una historia
social3, donde todo análisis comienza a partir de la acción individual del hombre
devenida en colectiva. Es aquí donde surge la contradicción (que funciona como
correlación dentro del análisis) entre estructuras y coyunturas. Las primeras, asociadas
al componente económico y político y sus prolongados cambios a lo largo del tiempo,
y las segundas, adjuntas a las alteraciones constantes que se dan en los mecanismos
sociales gracias a la toma de decisiones de los individuos. Esta complementariedad
resulta interesante y parece ser suficiente para obtener un análisis integral, sin embargo,
Braudel va en busca de una historia total y para ello, suma un tercer apartado,
emparentado con la historiografía tradicional. El autor sustenta esta incorporación
afirmando que “una historia global no se puede limitar solo al estudio de las estructuras
2
El término sociológico introducido por E. Durkheim es de vital importancia para Braudel. Con
él, intenta expresar la cualidad del escenario geográfico, quien funciona como un ente
condicionante de los heterogéneos actos individuales, les da sentido y los ubica dentro de una
atmosfera única y homogénea.
3
S. Bianchi la define como la historia de la sociedad afirmando que “se trata de alcanzar, desde
la perspectiva de sus actores, la percepción de la realidad histórica entendida como un proceso
único, complejo y a la vez coherente y contradictorio” (2005, p.11). Y agrega, en palabras de L.
Febvre “la historia es por definición absolutamente social […], es el estudio científicamente
elaborado de las diversas actividades y de las diversas creaciones de los hombres de otros tiempos,
captadas en su fecha, en el marco de sociedades extremadamente variadas” (p.12)
estables y el lento progreso de la evolución” (1996, p.35), que si bien nos brindan “lo
esencial del pasado de los hombres”, no expresan la totalidad del mismo. Por ello, nos
dice Braudel, todo entramado social, político, económico y geográfico, toma sentido a
partir del acontecimiento. Este acontecimiento, rasgo primordial en la historiografía
rankeana, debe atravesar una serie de juicios y observaciones para poder ser considerado
como un elemento histórico de suma importancia, lo cual se verá influenciado por la
visión subjetiva del historiador. Cuando se decida su eleccion, será el momento donde
podrá ser utilizado como una herramienta más en las observaciones o estudios.
Desde nuestra visión, el trabajo de Braudel es excepcional. No contentado con un
análisis primario de los hechos, circunscrito a su ideología y sus raíces, aplica su dosis
pragmática en detrimento de una historia total. Su exhaustiva labor lo ha encaminado a
realizar una obra de suma riqueza historiográfica, complementando diversas
herramientas hermenéuticas y dejando un gran documento histórico como legado de su
trayectoria profesional.
4
Véase Iggers, G. La ciencia histórica en el siglo XX. De la objetividad científica al desafío
posmoderno. 1999. Cap. 8.
5
El británico refiere al término de manera singular, ya que al pluralizar el concepto se comprende
de manera tal que alude a “un término descriptivo, que elude tanto como define. Pone en el mismo
saco de manera imprecisa un conjunto de fenómenos distintos” (Thompson, 1989, p.27)
una serie de sucesos dispares y aparentemente desconectados. Y aclara, histórico debido
a que la clase no es vista como estructura o categoría, sino por lo contrario, como un
elemento que tiene lugar de hecho en las relaciones humanas. Por consiguiente, como
cualquier otra relación, es un proceso fluido que elude el análisis al intentar detenerlo y
analizar su estructura, debido a que no puede haber una muestra pura de clase. Por eso
mismo, esta relación debe estar encarnada en las sociedades y en un contexto real6.
Ahora bien, como mencionábamos hace instantes, Thompson se enfrenta a un tipo de
marxismo tradicional. El mismo, señala que “la experiencia de clase está ampliamente
determinada por las relaciones de producción en las que los hombres nacen o en las que
entran de manera involuntaria”. Mientras que “la conciencia de clase es la forma en que
se expresan estas experiencias en términos culturales: encarnadas en tradiciones,
sistemas de valores, ideas y formas institucionales. Si bien la experiencia aparece como
algo determinado, la conciencia de clase no lo está” (1989, p.28). Para él, esta surge
constantemente en distintos momentos y lugares, pero nunca de exactamente la misma
forma; por consiguiente, no podemos formular ninguna ley. Del mismo modo, hace
énfasis y resalta los esfuerzos conscientes de los obreros por hacer la historia y atribuirle
un papel fundamental a la clase obrera en su propia formación, es decir, otorgarle voz y
entidad a aquellos sujetos sociales que habían sido excluidos de los relatos históricos.
Es por ello que a raíz de esto surge su crítica al marxismo ortodoxo, en su consideración
de la clase obrera definible de forma predeterminada en tanto los hombres se encuentren
en una relación específica con los medios de producción.
Lo que intenta establecer Thompson es, entonces, una visión dinámica del concepto de
clase, viéndola como un componente de la estructura social, pero sin imponerla de
manera estática como lo hicieran otras historiografías. Estas últimas, le otorgan un peso
significativo a la idea de conciencia a fin de romper con los lazos sociales. Si bien cada
individuo cuenta con un papel social especifico, eso no necesariamente condiciona su
accionar ni modo de vida. El autor afirma que una persona “pertenece a una clase porque
ocupa una posición en una organización social; es decir, la pertenencia de clase se deriva
de la posesión de un papel social“(1989, p.29). Por consiguiente, los problemas a
resolver giran en torno a discernir cómo este individuo llegó a tener ese papel social y
6
“La clase cobra existencia cuando algunos hombres, de resultas de sus experiencias comunes-
heredadas o compartidas-, sienten y articulan la identidad de sus intereses a la vez comunes a
ellos mismos y frente a otros hombres cuyos intereses son distintos- y habitualmente opuestos- a
los suyos.” (1989, p.27)
como la organización social determinada llegó a existir. A esto, el historiador agrega
que “si detenemos la historia en un punto determinado, entonces no hay clases sino
simplemente una multitud de individuos con una multitud de experiencias. Pero si
observamos a esos hombres a lo largo de un período suficiente de cambio social,
observaremos pautas en sus relaciones, sus ideas y sus instituciones. La clase la definen
los hombres mientras viven su propia historia y, al fin y al cabo, esta es su única
definición” (1989, p.29). Por eso mismo, la idea de clase solo puede ser comprendida a
través de una perspectiva que la ubique dentro de una formación social y cultural
constante, considerando procesos continuos y discontinuos a lo largo de todo un trayecto
histórico.
Ahora bien, el propósito de Thompson en este apartado es enmarcar estos conceptos
dentro de un periodo socio histórico determinado, otorgándole un contexto a esta
contraposición historiográfica planteada. El autor señala que “entre 1780-1832 la mayor
parte de la población trabajadora inglesa llegó a sentir una identidad de intereses común
a ella misma y frente a sus gobernantes y patronos. Esta clase gobernante estaba muy
fraccionada, y sólo ganó cohesión porque se superaron ciertos antagonismos frente a
una clase obrera insurgente. En 1832 la presencia de la clase obrera era el factor más
significativo de la vida política británica” (pp. 29-30). Este panorama muestra en parte,
aquellas alternancias e incompatibilidades palpables dentro de un mismo grupo social.
Sin embargo, la constitución y desarrollo del mismo funcionó como herramienta
primaria en la conformación identitaria del proletariado británico.
Creemos, en suma, que todo aquel que pertenezca a un determinado sector o en todo
caso, institución, cuenta con un puñado de valores e intereses afines a los mismos. Esto
no implica que se actué de manera consecuente, ya que debido a un gran número de
variables sociales y culturales, el modo de obrar de los individuos puede sufrir
discrepancias en comparación a su formación. Esto último, cuando se trata de los
sectores más vulnerables de una sociedad, puede acarrear diversas problemáticas, ya
que por imposición del sistema, resulta imposible acceder a los estamentos más altos de
la pirámide social. Sin embargo, establecer conjeturas y pregonar ideales que vayan
acorde a los principios de las clases sociales más poderosas, solo funciona a favor de los
mismos, lo cual acrecienta aún más la brecha económica y cultural, perjudicando a
quienes creen sentirse parte de ese grupo sectorizado.