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Unidad 2 / Escenario 4

Lectura fundamental

Historia económica social y la


renovación historiográfica

Contenido

1 Introducción

2 Annales y la renovación historiográfica

3 Historiadores marxistas y la historia desde abajo

Palabras clave: Annales, marxismo, historia social, historia desde abajo.


1. Introducción
La primera mitad del siglo XX fue testigo de un proceso de renovación historiográfica con un impacto
notable en los enfoques teóricos y las metodologías utilizadas para pensar nuevas aproximaciones al
pasado. La tradición francesa de los Annales y el grupo de historiadores marxistas británicos moldearon,
con evidentes diferencias, una perspectiva particular para investigar el pasado. Estas dos tradiciones
historiográficas fijaron los fundamentos de lo que se conoce como historia económica y social. Como
elemento particular, ambas tradiciones, en escenarios históricos específicos, tomaron distancia de formas
tradicionales de concebir la historia centrada en los fenómenos políticos, en las figuras centrales del Estado
o de una historia narrativa que se presentaba como una sucesión cronológica de fenómenos, rasgos que
caracterizaron al historicismo decimonónico, como vimos en la lectura anterior.
Si pudiéramos agrupar estas dos tradiciones en una perspectiva común, tendríamos como puntos centrales
de sus propuestas la posibilidad de construir una historia totalizante, un énfasis en los fenómenos sociales
y económicos y una disposición a encontrar vasos comunicantes con otras ciencias sociales a partir del
uso de sus preguntas, objetos de estudio o metodologías. Para el caso de Annales, podemos decir que su
aparición recompuso el escenario historiográfico en 1929 con la publicación de la revista Annales de Historia
Económica y Social. Desde allí, sus fundadores, Marc Bloch y Lucien Febvre, combatieron los componentes
centrales de la historia decimonónica agrupada en lo que denominaba François Simiand “los ídolos de
la tribu de los historiadores”: la política, el individuo y la cronología. Asimismo, desarrollaron novedosas
aproximaciones a la historia a partir del estudio de las mentalidades, la exploración de las formas comunes
en que una sociedad recrea los componentes centrales de sus sistemas de creencias, la historia como
problema y la historia en diálogo con las demás ciencias sociales. Por su parte, los historiadores marxistas
británicos incorporaron nuevos sujetos y problemas para pensar el pasado. La teoría marxista de la lucha
de clases fue el eje para pensar la conflictividad en la historia y sirvió como soporte analítico para construir
una interpretación sobre el cambio en las sociedades y el lugar de los sectores subalternos como los
trabajadores, artesanos, mujeres y campesinos como sujetos activos de los fenómenos históricos.

2. Annales y la renovación historiográfica


La primera etapa de Annales se caracterizó por la renovación en la historia a través de la crítica a las
prácticas de investigación tradicional, la defensa de la historia conforme a las prácticas científicas de las
ciencias sociales y las bases empíricas de la investigación. Estas características estuvieron ligadas a la
apropiación de la herencia de las revistas Revue de Synthèse Historique y L’Année Sociologique, en las que se
advertía una apuesta teórica por el diálogo y reflexión epistemológica en el seno de las ciencias sociales.
El principal impulso de este cambio historiográfico lo dieron Marc Bloch y Lucien Frebvre, quienes

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desarrollaron una agitada actividad intelectual para definir los nuevos criterios del desarrollo de la disciplina
historiográfica. Bloch y Febvre compartieron una trayectoria como profesores de la Universidad de
Estrasburgo desde donde empezaron a delinear los criterios de su propuesta de interpretación de la historia.

El momento fundacional de esta tradición se suele ubicar en la creación de la revista Annales de Historia
Económica y Social en 1929. Esta revista concentró cada uno de los elementos innovadores de la propuesta
historiográfica de sus fundadores. En primer lugar, reflejó el esfuerzo por romper el aislamiento de la
historia con las demás disciplinas. Desde la nómina del equipo de redactores hasta los artículos que
componían la revista reflejaban el interés por poner en contacto especialistas de diversas ciencias sociales
para pensar fenómenos históricos concretos. En segundo lugar, una apuesta por el “presentismo”, que
se enmarcaba en una comprensión que partía del presupuesto de que “solo hay historia del presente”.
Esto quiere decir que el historiador interroga al pasado y entra en su contacto a partir de las preguntas
que formula sobre su presente. Aunque esta perspectiva no era una invención propia de Annales, los
fundadores le imprimieron una visión antipositivista de la investigación histórica, en tanto los historiadores
se acercan al pasado para actualizarlo a partir de los interrogantes que surgen de su época. Es decir, que
las preguntas del presente guían al historiador en su manera de aprehender el pasado e interrogarlo. El
presentismo también fue una fórmula que utilizó esta primera generación para interpretar fenómenos de
su contemporaneidad como la crisis de 1929, la economía de la URSS y el nazismo. En otras palabras, los
redactores de la revista consideraban importante construir interpretaciones históricas sobre fenómenos
contemporáneos.

En tercer lugar, se encuentran los estudios relacionados con el problema de las mentalidades. Esta
categoría, que ha sido problemática y difícil de definir, fue utilizada por Bloch y Febvre para construir dos de
sus más importantes obras: Los reyes taumaturgos y El Rabelais o El problema de la incredulidad en el siglo
XVI. Los fundadores de Annales recurrieron a las herramientas analíticas de la sociología y de la psicología
para pensar “el conjunto borroso de imágenes y de certezas no razonadas al cual se refieren todos los
miembros de un mismo grupo”. En este punto crucial de la propuesta de Annales, se pueden identificar
algunas controversias entre sus dos principales figuras. Dichas controversias se inscribían en la recuperación
del legado analítico de Émile Durkheim y Henri Berr. En primer lugar, los enfoques de la sociológica de
Durkheim sugerían la eliminación de la individualidad histórica como objeto principal de la investigación;
por su parte, Berr consideraba que el historiador debía estar atento a las particularidades individuales. Estas
aproximaciones repercutieron directamente en los enfoques interpretativos de los fundadores. Bloch
asumió las sugerencias durkheimnianas en su célebre obra Los reyes taumaturgos para darle prioridad a
los elementos que se encuentran en el inconsciente colectivo. Por su parte, Febvre prefirió reconstruir el
universo mental de una época a partir del estudio de la incredulidad en el siglo XVI tomando como punto de
partida la figura del Rabelais.

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¿Sabía que...?
La tradición historiográfica de los Annales ha pasado por distintos momentos de
su desarrollo. Algunos historiadores que han reconstruido esta trayectoria han
considerado al menos tres etapas centrales:
I. La fundación de la revista de Annales y el impulso renovador de Marc Bloch y
Lucien Febvre.

II. El proceso de institucionalización con Fernand Braudel y su propuesta de


la descomposición del tiempo histórico.

III. Una etapa en que la historia antropológica y la nueva historia cultural definen
los ritmos de las reflexiones historiográficas.

Otro momento importante de la historia social desarrollada por Annales fue el impulso que le dio Fernand
Braudel. El trabajo de Braudel marca un proceso de institucionalización de una forma particular de
concebir la historia y de la práctica historiográfica. Con el impulso de Braudel se crea la sección de estudios
históricos en la Escuela de Altos Estudios en la Universidad de París. Su trabajo El Mediterráneo marcó
el rumbo de una perspectiva sobre las dimensiones del tiempo histórico. Las nociones de larga duración,
coyuntura y acontecimiento envolvieron la reflexiones y prácticas de los historiadores cercanos a esta
tradición. La noción de la larga duración es determinante en esta perspectiva porque permite establecer
las estructuras que definen el movimiento de los fenómenos históricos. Para el historiador François
Dosse, el paso de Braudel por la dirección de Annales constituyó la definición del nuevo paradigma de la
geohistoria. Su propuesta interpretativa hace que los fenómenos físicos dejen de ser un simple escenario
de desenvolvimiento de la historia para cobrar una relevancia significativa. Así, el espacio se convierte en un
factor explicativo de los diversos aspectos de las civilizaciones al punto de que “la temporalidad se tambalea
en la espacialidad hasta desaparecer” (Dosse, 2012, p. 129).

Esta perspectiva geohistórica, además de reiterar el diálogo con otras disciplinas de las ciencias sociales,
permite definir de manera más clara los alcances de la propuesta braudeliana sobre la larga duración. La
geografía como clave de lectura de la sociedad habilita una comprensión sobre el tiempo lento, de un
desgaste poco apresurado y en donde se pueden analizar los elementos estructurantes que definen la
sociedad. En esta perspectiva en que lo espacial se impone por encima de lo temporal, el peso del hombre
en la historia se relativiza, en su remplazo entra el sujeto espacial. Esto se puede ver claramente en el trabajo
de Braudel en el que el Mediterráneo se eleva al rango de sujeto histórico.

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3. Historiadores marxistas y la historia desde abajo
Junto a la propuesta renovadora de la tradición de Annales, en Inglaterra se desarrolló una corriente
historiográfica que construyó una perspectiva particular para pensar los sujetos que hacen la historia, la
conflictividad y una perspectiva sobre el cambio de las sociedades. Los historiadores marxistas británicos
aparecen en un contexto social muy preciso marcado por la Segunda Guerra Mundial y la lucha contra el
fascismo. La mayoría se incorporaron al Partido Comunista Británico como una respuesta a la expansión de
fascismo y nazismo en el mundo. Si bien el partido comunista no era muy grande en el número de afiliados,
sí contaba con cierto prestigio entre los círculos de intelectuales.

La generación de historiadores conformada por Rodney Hilton, Christopher Hill, Eric Hobsbawm y E.
P. Thompson hizo sus primeras incursiones en los problemas de la historia en un contexto marcado por
la militancia política en el Partido Comunista Británico y otras organizaciones socialistas. Esta primera
experiencia política e intelectual moldeó sus inquietudes históricas y sus premisas metodológicas. Para el
historiador Harvey Kaye (1989), existen cuatro problemáticas comunes que permiten definir el contenido
historiográfico de esta tradición:

I. La superación de ciertas lecturas de marxismo que se orientaban hacia el determinismo económico


o la comprensión de la sociedad ligada a la base económica que definía la superestructura jurídica y
política de la sociedad.

II. El estudio del desarrollo del capitalismo como problemática histórica común y de los
problemas asociados a los cambios de un modo de producción a otroUna etapa en que la historia
antropológica y la nueva historia cultural definen los ritmos de las reflexiones historiográficas.

III. Una aproximación al estudio desde el análisis de la lucha de clases y de la conflictividad en la historia.

IV. La comprensión de la historia desde abajo o la historia de abajo-arriba, en la que se ponen como
sujetos centrales de los fenómenos históricos a los campesinos, artesanos, trabajadores, mujeres, en
un proceso de interacción con otras clases sociales.

La influencia de Marx en cada uno de estos problemas teóricos y metodológicos es evidente. El historiador
Eric Hobsbawm ha retratado en algunos de sus ensayos el impacto y la recepción de Marx en esta tradición
historiográfica británica y en la historiografía en general. Hobsbawm (1997) señala que la influencia de Marx
se puede identificar alrededor de una serie de premisas transmitidas a través del “marxismo vulgar” que se
pueden sintetizar de la siguiente manera: la interpretación económica de la historia, el modelo de base y
superestructura, los intereses de clases y la lucha de clases, las leyes históricas, algunos temas específicos
de la investigación como el desarrollo capitalista, la industrialización y el interés por las clases oprimidas o las
revoluciones. Sin embargo, señala el historiador británico que, aunque algunas de estas nociones no estaban

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directamente relacionadas con las opiniones de Marx sobre la historia, es inocultable que algunas de estas,
por ejemplo, la interpretación económica de la historia y la definición de una tendencia en el desarrollo de
los fenómenos históricos, hicieron volar partes importantísimas del edificio teórico de la historia tradicional.
Es decir, constituyeron una importante fuerza liberadora para una nueva generación de historiadores que
buscaban apartarse de la historia tradicional.

Asimismo, esta influencia se puede explicitar en nociones como base y superestructura, que muestran
niveles de interacción en la sociedad, diferenciación de grupos y estructuras sociales. Estos rasgos
nos permiten entender cómo la historia de la humanidad ha pasado de manera sucesiva por distintas
formaciones sociales. A diferencia del estructural-funcionalismo, esta concepción materialista de la historia
evidencia las contradicciones internas en la sociedad y sus mecanismos para el cambio. Hobsbawm insiste
en que la concepción de la historia en Marx es una guía o un programa de investigación que está ligado
a nociones como el concepto de trabajo social, que permite entender el proceso real de la producción y
reproducción de la vida social. Así, la propuesta de Marx nos lleva a plantear el análisis de la sociedad en
el modo de producción, es decir, las relaciones históricamente determinadas que establecen las
personas en la producción. Indudablemente algunos de los historiadores marxistas siguen esta propuesta
metodológica porque se inscribe en un proyecto de la historia de la humanidad en su extensión, es decir,
en una historia total.

Veamos rápidamente los aportes centrales de algunos de estos marxistas británicos a la comprensión
de la historia. El trabajo de Rodney Hilton reconceptualizó el término feudalismo como un orden de
oposición o sociedad de luchas de clases. Aquí la clase campesina desempeña un rol destacado, es decir,
la lucha de clases entre señores y vasallos es considerada como el móvil principal de la sociedad. Esta
reconceptualización de la sociedad feudal buscaba, a su vez, criticar el mito del campesinado pasivo y los
análisis que consideraban que la sociedad feudal se dividía en órdenes y no en clases sociales. De esta
forma, Hilton defiende la tesis según la cual el feudalismo se basó en una fuerte lucha de clases. Por su
parte, Christopher Hill avanzó en los estudios sobre la Revolución inglesa, en particular, en el siglo XVII.
Las tesis más importantes al respecto son las siguientes: i) la Revolución inglesa fue una revolución social y
específicamente burguesa que impulsó el desarrollo del capitalismo; ii) esta Revolución fue democrática,
pero fracasó en este aspecto. La importancia del trabajo de Hill radica en que apunta a desestructurar
el paradigma liberal sobre las causas y los orígenes de la Revolución inglesa centrados en la lucha por las
libertades constitucionales y la revolución puritana. Esta orientación para el estudio de la Revolución
condujo a Hill a mostrar este fenómeno desde la perspectiva del “pueblo llano”, entendido este como un
sector de las clases medias, bajas y grupos radicalizados.

El trabajo de Eric Hobsbawm se ocupó de estudios renovadores sobre la clase obrera que transformaron y
ampliaron el conocimiento sobre este tema y trazaron un camino para aproximarse a este fenómeno. Las
preguntas de Hobsbawm sobre este tema parten de su preocupación por la totalidad de la experiencia de

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la clase obrera, es decir, su constitución y su participación en la lucha de clases. Por otro lado, los estudios
sobre los campesinos o rebeldes primitivos pueden ser considerados como un nuevo tema introducido
por Hobsbawm a la historia social. Estos estudios buscan examinar las formas arcaicas de los movimientos
sociales en las formas precapitalistas o en la formación del capitalismo. Finalmente, sus estudios sobre la
historia mundial conocidos como las “eras” (la era de la revolución, la era del capitalismo, la era del imperio)
son una propuesta por la comprensión total de la sociedad y el mundo contemporáneo y de aquellos
aspectos que definen la sociedad en que vivimos.

Los estudios de E. P Thompson se ocupan de la formación de la clase trabajadora en Inglaterra y plantean


sugerentes debates con algunas variantes del marxismo estructuralista, caracterizadas por su determinismo
económico, que impiden ver la interacción dialéctica entre la conciencia social y el ser social. Así,
Thompson busca apartarse de la definición de clase como estructura o categoría estática o como algo
dado a priori, para considerarla como “un fenómeno histórico que unifica un cierto número de sucesos
dispares y aparentemente inconexos tanto en la materia prima de la experiencia como la conciencia” (Kaye,
1989, p. 161). La experiencia es un elemento clave en el estudio histórico de Thompson, en tanto las clases
sociales son fenómenos históricos que suponen actuación y conciencia, es decir, las clases aparecen en
la lucha. De esta forma, se aparta de los enfoques que buscan explicar el origen de la clase obrera en los
cambios económicos y tecnológicos de la Revolución industrial dando cabida a las explicaciones políticas y
culturales en el origen de la clase obrera y, por este camino, introduce aspectos como la experiencia común
compartida de la clase.

La particularidad de Thompson radica en que a partir de esta perspectiva abre un nuevo camino para
pensar la historia cultural de las clases subalternas. En sus trabajos sobre la cultura plebeya, Thompson
define la costumbre como un campo de cambio y de contienda, o una palestra de intereses opuestos. En
esta misma dirección, considera la cultura popular como un ámbito no homogéneo en el que abundan los
elementos conflictivos. La cultura plebeya se constituye como mecanismo de transmisión e iniciación a la
experiencia social, por ejemplo, los rituales contra la tradición sexual, las cencerradas y en general contra
los transgresores de las costumbres. Aquí Thompson señala que, aunque esta cultura pueda parecer
conservadora en la forma, en tanto se muestra como defensora de las costumbres, no lo es en el contenido
pues no se halla sujeta a la dominación ideológica de los gobernantes.

Estas distintas perspectivas expuestas de manera rápida nos permiten considerar algunos de los
presupuestos centrales de esta tradición historiográfica. En primer lugar, una comprensión más sofisticada
de la conflictividad social y de la lucha de clases como principio dinamizador de la sociedad. Lejos de partir
de definiciones a priori, los historiadores marxistas demuestran con un abundante material empírico la
dinámica del movimiento de las sociedades, el conflicto y las tensiones como factores del cambio. En
segundo lugar, construyeron una perspectiva de la historia desde abajo, que a la vez que enfatiza en los
sectores subalternos como sujetos activos de los procesos históricos construye una perspectiva en que

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interactúan con otros grupos sociales. Esta noción de una historia en la que distintas clases y fenómenos
interactúan resulta un gran aporte para comprender la manera en que distintas instancias de la sociedad
entran en conflicto e interaccionan. En tercer lugar, este grupo de historiadores puso en el escenario
teórico e historiográfico problemas relacionados con los factores decisivos del cambio de una sociedad.
Los debates que marcaron parte de su trayectoria estuvieron ligados a ofrecer alternativas a los modelos
esquemáticos que reducían la historia al movimiento de los fenómenos económicos. Este problema,
aunque no se resolvió del todo, permitió identificar con estudios concretos la importancia de los fenómenos
culturales como una instancia de lucha y de disputa.
En esta lectura nos ocupamos de dos tradiciones historiográficas que renovaron el panorama de la
investigación histórica de la primera mitad del siglo XX. Estas perspectivas, aunque diferentes en sus
trayectorias y enfoques, permiten identificar problemas comunes que articularon una tradición que se
suele agrupar bajo el rótulo de la historia económica y social. En ambos casos recurrieron a otras disciplinas
sociales como la sociología, la geografía o la economía para pensar problemas del pasado. Asimismo,
insistieron en los problemas de las estructuras que definen el funcionamiento de la sociedad: ya sea las
mentalidades, el espacio geográfico o la lucha de clases. Finalmente, ampliaron el conjunto de problemas
de los que se podía ocupar la historia. A diferencia de la historia decimonónica que enfatizó en la historia
política y diplomática, estas tradiciones buscaron problemas que orientaran la comprensión del pasado en
sus distintas dimensiones sociales, económicas y culturales, y en este proceso pensaran en otros sujetos
como actores centrales de la historia.

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Referencias
Burguière, A. (2009). La Escuela de los Annales. Una historia intelectual. Universidad de Valencia.

Dosse, F. (2012). La historia en migajas. Universidad Iberoamericana.

Hobsbawm, E. (1997). Sobre la historia. Crítica.

Kaye, H. (1989). Los historiadores marxistas británicos. Un análisis introductorio. Prensas de la Universidad
de Zaragoza.

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INFORMACIÓN TÉCNICA

Módulo: Teoría de la Historia


Unidad 2: Profesionalización de la historia y la renovación
desde la historia económica y social
Escenario 4: Historia económica social y la renovación
historiográfica

Autor: Edgar Andrés Caro Peralta

Asesor Pedagógico: Claudia Yaneth Mora Villalba


Diseñador Gráfico: Brandon Steven Ramírez Carrero

Este material pertenece al Politécnico Grancolombiano.


Prohibida su reproducción total o parcial.

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