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VOCABULARIO
Cerrado: cercado, huerto con valla. En otros sitios pone que se refiere a un convento.
Frascuelo: apodo del célebre torero Salvador Sánchez Povedano que se retiró en 1890 de los
ruedos. La devoción a María es, por supuesto, la de la Virgen.
Lechuzo: noctámbulo.
Tarambana: alocado.
Bolero: chaquetilla de los toreros, bailadores, etc. (véase la nota mordaz de esa imposible
indumentaria).
Tahúr: tramposa.
El tema principal de este poema guarda estrecha relación con uno de los grandes
temas de Campos de Castilla y, en general, de los preferidos por la generación del 98:
es una visión crítica de España.
Pasado, presente y futuro se entrelazan en el poema. El presente con el que Machado
se enfrenta es hijo del pasado “de charanga y pandereta”. El poeta ve el futuro
inmediato con pesimismo (“El vano ayer engendrará un mañana vacío y, ¡por ventura!
pasajero”) pero pone sus esperanzas en un futuro más lejano (en la España de la
rabia y de la idea). El tema principal gira en torno a los dos tipos de Españas que nos
presenta el poeta: una negativa, despreciable, caracterizada por la ausencia de
valores que ocupa la mayoría del poema (desde el comienzo hasta el v. 34); dentro de
esta primera parte llama la atención los 6 primeros versos en los que, a modo de
mínima introducción, el presente español se muestra como bullicioso, juerguista y
católico. Todas las palabras que emplea el poeta para caracterizar a este joven
poseen connotaciones negativas: “lechuzo, tarambana, sayón, especialista en vicio” A
juicio del poeta es una realidad que debe ser sepultada como indican los versos 5 y 6:
“ha de tener su mármol y su día/ su infalible mañana y su poeta”. En los diez versos
siguientes, desde el 15 al 24, la visión se amplía y la invectiva hacia la España caduca
alcanza suma violencia. Para expresarlo utiliza estructuras paralelísticas que
complementan a esa “España inferior”, que igual “ora y bosteza” “que ora y embiste”.
Una España a la que se le atribuyen de manera despectiva connotaciones
anticlericales: “vieja, tahúr, zaragatera, triste, amante de sagradas tradiciones y
formas” donde lo “sagrado” es interpretado con la ironía y la impotencia de la
contemplación de lo inmóvil, de lo intocable. Descubrimos también en estos versos un
tono satírico poco usual en Machado y que aparece con fuerza al describir una España
que sólo es capaz de engendrar hombres amantes de un catolicismo vano y
superficial: “florecerán las barbas apostólicas/ y otras calvas en otras calaveras/
brillarán venerables y católicas”. La ironía y la crítica mordaz hacia la fe folclórica,
aparente y vacía se ponen de manifiesto en estos versos al igual que en otras
composiciones machadianas tan memorables como “La saeta”. Encontremos pues,
otra vez, el tema de las preocupaciones filosóficas y religiosas. La experiencia
religiosa de esta España está acorde con el resto de sus principios. Su religión no es
una creencia en una verdad superior, una vivencia que ennoblezca a la persona que la
siente; esta religión se confunde con el resto de sus diversiones, pues se cree con
igual fervor en la Virgen, aunque sólo como mujer ("María"), que en un torero
("Frascuelo"). Superficial, en esta religión sólo importan las formas, como muestra el
traje del "joven lechuzo": un hábito religioso, "sayón", confeccionado para ir de juerga,
"con hechuras de bolero". Son las apariencias lo que inspira respeto: las "sagradas
tradiciones", las "sagradas formas y maneras", "las calvas venerables y católicas". Y
estas apariencias revelan de nuevo una España que sólo admira lo viejo, las
"tradiciones", las "barbas", "las calaveras", una España en la que no hay diferencia
entre política y religión.
Los versos 25 y 27 desempeñan la función de repetición insistente del poeta sobre ese
futuro inmediato e irremediable pero deseado como algo pasajero; así la exclamación
“¡por ventura, pasajero!” intensifica una vez más esta idea. Del mismo modo la
repetición del “vacuo ayer dará un mañana hueco” que aparece en el verso 29 no hace
sino sintetizar dos pares de versos anteriores (el 7 y 8; y el 25 y 26) construyendo así
un quiasmo “vacuo/ huero; ayer/mañana” donde la perspectiva de un futuro detestable
se hace más explícita si cabe. A través de una comparación desagradable, los cinco
versos siguientes recogen la sensación de rechazo que produce en el poeta el cuadro
contemplado y descrito anteriormente; para ello compara esa realidad con la imagen
caricaturesca del vómito de un borracho o las heces turbias sobre las montañas.
Hasta aquí Machado nos presenta un futuro inmediato nada halagüeño que no desea
para España pero que, advierte con conciencia, es lo que le espera a nuestra patria si
no se produce un cambio urgente en la mentalidad de la sociedad: “aún tendrán
luengo parto de varones/ amantes de sagradas tradiciones”.
La otra España es positiva, abierta a la esperanza, laboriosa, intelectual y
revolucionario que aparece en el texto en los 8 últimos versos. Aa partir del verso 35 y
coincidiendo con la segunda parte de la composición, Machado introduce una
conjunción coordinante adversativa “Mas…” con la que inicia un talante distinto,
regeneracionista, vislumbrando ya otro futuro para España; su actitud progresista
queda presente en estos últimos versos donde el poeta pone la esperanza en el
pueblo, en la España trabajadora, laboriosa, intelectual y revolucionaria ( “España de
la rabia y de la idea”) con la que sí se siente identificado el autor. Por lo tanto, la
confrontación entre las dos Españas, la actual y de futuro inmediato y la posterior,
marcan las dos partes que se encuentran y actúan como elementos antagónicos.
Con respecto al lenguaje empleado por Machado en este poema, se aprecia ya desde
el inicio del poema un estilo depurado, sobrio, austero, ejemplo de escasez
ornamental. Hay una clara voluntad antirretórica, característica del estilo de la
generación del 98. Podemos encontrar en este muchos de los rasgos que caracterizan
el estilo de Machado en Campos de Castilla.
En cuanto a la métrica es una combinación de versos heptasílabos y endecasílabos
con rima consonante. El autor se aleja en Campos de Castilla de la influencia de la
versificación modernista mostrando, como podemos comprobar, una predilección por
formas poéticas más sencillas como es, en este caso, la silva, estrofa escogida por
Machado para volcar sus preocupaciones patrióticas.