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Como dice Francisco Sánchez-Verdejo (1966: 8): «Lo gótico condensa múltiples
amenazas, asociadas a las fuerzas naturales y sobrenaturales, los excesos imaginativos,
las desilusiones, la depravación religiosa y humana, la desintegración moral y espiritual
(los monstruos son una clara ejemplificación de estas amenazas y pérdida de valores)».
En este sentido, constituye parte esencial del compendio que establece la
literatura gótica, la variada y abundante profusión de material literario ficcional que,
inspirado en la tradición mitológica y legendaria balcánica y eslava, prodigaron las
novelas, cuentos y demás escritos en torno a la temática del vampiro. El vampiro es,
según describe María Leach (GARZA 2010): «uno de los tipos de los no-muertos;
cadáver viviente y sin alma que sale de su tumba y bebe la sangre de los vivos» 1.
Personaje arquetípicamente europeo, de origen transilvano, basado en la figura del
conde Vlad Tepes o Vlad V de Valaquia, de alias “el empalador” (1456-1476), el
vampiro tiene, por otra parte y en cuanto al tema que nos interesa destacar, escasa
participación en las literaturas del cono sur (al menos en la etapa más temprana de su
acervo literario), y aun menos en la literatura uruguaya. Sin embargo, podríamos leer
cierta temprana aparición en nuestras letras, especialmente en torno a una variante, a
nuestro modo de ver interesante, que se deja pensar y leer como una suerte de linaje
inicial, no exhaustivo, por cierto, aunque sí madrugador.
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One of the types of the undead; a living corpse or soulless body that comes from its burial place and
drinks the blood of the living.
vampiro (como denomina a uno de sus cuentos), pero también la enorme garrapata
chupasangre, hinchada y homicida del “Almohadón de plumas”, se hacen presentes en
la obra de Horacio Quiroga, para conformar este contrapunto de voces orientales con
aliento a sangre, que inicia un camino de oscurantismo gótico, de horror macabro y un
precoz bufar vampiresco de variante local.
Lautréamont
Acabados de completar en el año 1867, Los Cantos de Maldoror son una pieza
clave para iniciar a sospechar una original y novedosa progenie del horror gótico en
clave de succión sanguínea dentro de la literatura uruguaya. Inmerso en un “aire” no
lejano a la narrativa de corte fantástico y de horror del relato de vampiros, aunque con
cierta característica barroca en cuanto al discurso escriturario, la crueldad y abominables
aberraciones que se dan cita en Los Cantos no parecen estar del todo alejados del sino
biográfico que rodea la figura de Isidore Ducasse, conde de Lautréamont.
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Según algunas fuentes (Petit Muñoz, Benítez Pezzolano, Monegal-Perrone Moisés, Ipuche) volvería a
Montevideo en 1867, al parecer a buscar el apoyo financiero de su padre para solventar la publicación de
Los Cantos.
3
1987: 112.
Habiendo elegido definitivamente el francés como su lengua, habiendo decidido entrar a la
literatura como escritor francés, Isidore habría podido omitir ese accidente del nacimiento. Pero él hace
cuestión en señalarlo. Justamente, ese gesto es característico de los autores que pertenecen a una
comunidad minoritaria, a un país aún no reconocido como tal, a una cultura periférica (1995: 95).
El fin del siglo diecinueve verá su poeta […]. Nació en las costas americanas, en la
desembocadura del Plata, donde dos pueblos, rivales antaño, se esfuerzan hoy en superarse por medio del
progreso material y moral (2001: 122).
Oh! comme il est doux d'arracher brutalement de son lit un enfant qui n'a rien encore sur la lèvre
supérieur, et, avec les yeux très ouverts, de faire semblant de passer suavement la main sur son front, en
inclinant en arrière ses beaux cheveux! […]. Ensuite, on boit le sang en léchant les blessures; et, pendant
ce temps, qui devrait durer autant que l'éternité dure, l'enfant pleure. Rien n'est si bon que son sang,
extrait comme je viens de le dire, et tout chaud encore, si ce ne sont ses larmes, amères comme le sel. 4
4
«¡Oh!, qué dulce resulta arrancar brutalmente de su lecho a un niño que nada tiene sobre el labio
superior, y, con los ojos bien abiertos, simular pasar suavemente la mano sobre su frente, echando sus
bellos cabellos hacia atrás. […]. Luego, se bebe la sangre lamiendo las heridas; y durante ese tiempo, que
debiera durar tanto como la eternidad, el niño llora. Nada es mejor que su sangre extraída como acabo de
decir, y caliente aún, salvo sus lágrimas amargas como la sal» (2001: 88).
supuesto las alimañas que representan a estos bebedores, como la sanguijuela, de quien
Maldoror se dice hermano en el mismo canto primero:
En tanto Los Cantos semejan teñirse y hasta dejar adivinar cierto tufo a sangre,
el vampiro se metamorfosea, y parece que decreciera el tamaño de los chupasangres,
pero no es así. Cuando refiere al piojo, por ejemplo, no solo lo agiganta, sino que lo
convierte en una suerte de ácaro tirano, genocida y sangriento:
Il existe un insecte que les hommes nourrissent à leurs frais. Ils ne lui doivent rien; mais, ils le
craignent. Celui-ci, qui n'aime pas le vin, mais qui préfère le sang, si on ne satisfaisait pas à ses besoins
légitimes, serait capable par un pouvoir occulte, de devenir aussi gros qu'un éléphant, d'écraser les
hommes comme des épis.6
Quiroga
Y finalmente:
5
«El hermano de la sanguijuela camino a paso lento por el bosque» (2001: 119).
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«Existe un insecto que los hombres alimentan a su costa. Nada le debe; pero le temen. Este, a quien no
le gusta el vino, y prefiere, en cambio, la sangre, si no se satisficieran sus legítimas necesidades, sería
capaz, por un oculto poder, de convertirse en algo tan grande como un elefante, y aplastar a los hombres
como espigas» (2001: 148).
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca –su
trompa, mejor dicho– a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La
remoción diaria del almohadón sin duda había impedido al principio su desarrollo: pero desde que la
joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había el monstruo
vaciado a Alicia. Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas
condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es
raro hallarlos en los almohadones de pluma (2009: 85).
Conclusión
Bibliografía utilizada