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El recurso fue elevado ante la sala penal de apelaciones, la que programó, luego de
cumplir con el procedimiento respectivo, la audiencia de apelación de sentencias.
En ella participó el fiscal superior e indicó expresamente que estaba conforme con
la sentencia absolutoria, en la medida de que consideraba que no existía una
imputación directa y coherente contra los acusados.
Pese a ello, la sala penal de apelaciones declaró fundada la apelación del actor civil
y, consecuentemente, en aplicación del principio de proporcionalidad e invocando
el control difuso, declaró la nulidad de la sentencia absolutoria de primera
instancia. El control difuso la aplicó en contra de la casación n.o 187-2016, y
dispuso la elevación en consulta a la Sala de Derecho Constitucional y Social de la
Corte Suprema. Ante este pronunciamiento de la sala superior, el fiscal superior
interpuso el recurso de casación y es, precisamente, el que ha originado la casación
bajo comentario.
Pese a que en este resumen se hace referencia a todos los puntos por los que se
pronunció la Sala Penal Transitoria, es necesario aclarar que en adelante solo se
comentará el punto referido a las facultades de la sala penal de apelaciones para
resolver un recurso de apelación interpuesto, únicamente por el actor civil, contra
una sentencia absolutoria.
Así las cosas, la pregunta que debe ser respondida es: ¿el órgano ad quem puede
ingresar a pronunciarse sobre el objeto penal del recurso si el único recurrente es
el actor civil, como ocurrió en este caso? La Corte Suprema, como se ha dicho, ha
respondido a esta cuestión y ha asumido una posición que no comparto y,
precisamente, motiva la elaboración del presente breve reporte.
Ahora bien, uno de los efectos que es consustancial a los recursos –con mayor
razón al recurso de apelación– es el efecto devolutivo, por medio del cual el
recurso se elevará y será resuelto por un órgano superior. Además, este efecto
determina que la competencia para resolver definitivamente la controversia recaiga
en el órgano superior, por lo que, respecto de lo impugnado, el iudex a quo carece
de competencia.
La competencia del iudex ad quem está establecida en el Código Procesal penal de
2004, que prescribe que la impugnación confiere al tribunal “competencia
solamente para resolver la materia impugnada, así como para declarar la nulidad
en caso de nulidades absolutas o sustanciales no advertidas por el impugnante”
(art. 409.1); que la apelación atribuye a la sala superior, “dentro de los límites de la
pretensión impugnatoria, examinar la resolución recurrida tanto en la declaración
de hechos cuanto en la aplicación del derecho” (art. 419.1); y dentro de los límites
del recurso, confirmar o revocar la resolución recurrida (art. 425.3.b).
A partir de ello, considero que lo relevante para dilucidar la facultad del iudex ad
quem se centra en establecer quién impugnó la sentencia absolutoria, ya que los
medios impugnatorios se rigen, conforme la propia Corte Suprema lo reconoce,
por el principio dispositivo y, en consecuencia, “la revisión de la sentencia se ejerce
de acuerdo con la voluntad de las partes impugnantes que delimitan el marco de la
competencia del Tribunal”(2). Es decir, para establecer la competencia del órgano
superior es insoslayable que se recurra a los principios de los medios
impugnatorios y a lo que la propia ley establece.
Así las cosas, en virtud de que en este caso la sentencia absolutoria ha sido
recurrida únicamente por el actor civil, queda claro que solo se impugnó el
extremo civil y, consecuentemente, el ámbito del objeto penal –al no haber sido
impugnado– ha sido consentido y tiene la calidad de firme, de modo que es
inmutable. En efecto, en tanto que el objeto penal de la sentencia absolutoria no
fue impugnado por el sujeto legitimado, la sala superior no puede ingresar a ese
ámbito, tan solo tiene que circunscribirse o limitarse a pronunciarse sobre lo que
fue impugnado por el actor civil. Lo contrario significaría que la sala superior se
pronuncie de oficio incluso sobre un extremo de la resolución que no fue
impugnado, lo que desnaturaliza las reglas de los medios impugnatorios(4).
Distinto sería si el fiscal impugnó solo por unos motivos y la sala superior advierte
que hay otros motivos de nulidad absoluta, en dicho caso sí está legitimado para
pronunciarse, pues es claro que el fiscal no consintió la resolución.
La posición del fiscal superior, que en este caso, además, fue la de estar de acuerdo
con el fiscal provincial, resulta irrelevante para determinar las facultades de la sala
superior, pues si el fiscal provincial no interpuso recurso, aquel no puede introducir
una pretensión impugnatoria en la audiencia de apelación –sea verbal o por
escrito–, pues sostener ello sería desconocer disposiciones expresas del Código
Procesal Penal de 2004, las que establecen que los recursos se interponen ante el
juez que emitió la resolución recurrida (art. 404.1) y deben hacerse por escrito y
dentro del plazo de ley (art. 405.1.b). Es más, ello tendría como consecuencia la
desnaturalización del sistema recursivo. Tan evidente es esto que, para no afectar el
principio de igualdad, tendría que permitírsele lo mismo –introducir una pretensión
impugnatoria en segunda instancia– a las otras partes. Y es que una regla para no
ser arbitraria debe ser universalizable (aplicable para todos los casos).
Del mismo modo, aunque en este caso no se haya empleado este argumento, el
principio de jerarquía bajo ningún supuesto puede reemplazar o subsanar la
ausencia de impugnación, mucho menos puede permitir que una sentencia firme –
en el extremo del objeto penal– pueda ser anulada. Además, el principio de
jerarquía es aplicable para supuestos distintos y están establecidos en la propia ley.
Es el caso, por ejemplo, del forzamiento de la acusación. Es claro que en este
contexto prevalece lo que pueda manifestar el fiscal superior. Otro supuesto sería
el del desistimiento del recurso por parte del fiscal superior, pues no tiene el deber
de seguir con la impugnación realizada por el fiscal provincial. Contrariamente, no
existe un marco normativo que habilite al fiscal superior, en virtud del principio de
jerarquía, a introducir una pretensión en segunda instancia.
Por todo lo expuesto, debe quedar claro que la sala superior, ante la impugnación
del de la sentencia absolutoria solo por el actor civil, tiene competencia para
resolver única y exclusivamente respecto de lo que fue materia de impugnación –el
objeto civil de la resolución–, pues así lo exige el principio de congruencia recursal
(tantum devolutum quantum apellatum)(6); la sala superior no puede arrogarse
competencia para resolver no solo respecto de lo que no fue impugnado –el
ámbito penal de la resolución–, sino lo que ya fue consentido y, por tanto, al tener
la calidad de firme, es inmutable, y ello no puede alterarse bajo el argumento del
derecho a la verdad.
Finalmente, para evitar que una sentencia absolutoria arbitraria quede firme por la
inoperancia del fiscal provincial, se podría plantear algunas alternativas. Una de
ellas puede ser que el fiscal superior se adhiera al recurso del actor civil; sin
embargo, esto no es posible no solo porque la oportunidad legalmente establecida
para adherirse es antes de que se eleve el expediente ante el juez superior, sino
también porque mediante la adherencia a un recurso no se puede crear una
pretensión distinta al del recurrente –en este caso la apelación del actor civil está
circunscrita al objeto civil–. Otra alternativa sería la siguiente: que la decisión de
impugnar la sentencia absolutoria recaiga en el fiscal superior, pero esta alternativa
exigiría que internamente así lo decida el Ministerio Público, pues el Código
Procesal Penal de 2004 no exige que el recurso sea interpuesto por el fiscal
provincial.
4.- Conclusiones
Primera conclusión, lo determinante para fijar la competencia del tribunal superior
para resolver la impugnación sobre la sentencia absolutoria es determinar qué
parte procesal interpuso el recurso. No resulta relevante, en consecuencia, la
posición que asume el fiscal superior en la segunda instancia.
* Fredy Valenzuela es coordinador del Área de Litigio del Estudio Oré Guardia.
Máster en Justicia Criminal por la Universidad Carlos III de Madrid. Máster en
Argumentación Jurídica por la Universidad de Alicante, España. Docente de la
Universidad San Martín de Porres y de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega.
Miembro del Instituto de Ciencia Procesal Penal.
1 Mi opinión sobre estos pronunciamientos de la Corte Suprema puede revisarse
en mi artículo: “La impugnación del auto de sobreseimiento y la sentencia
absolutoria y las facultades del órgano ad quem”, Gaceta Penal & Procesal Penal,
2020/130, pp. 195-206.
2 R. N. 2875-2016, Amazonas (cons. 11). El profesor San Martín Castro afirma, en
cuanto a los alcances del principio dispositivo, que son las partes los que, emitida
una resolución, se adueñan del proceso en tanto que a ellos les corresponde
delimitar las pautas del juego y su voluntad es la que condiciona la etapa de
impugnación. San Martín Castro, César, Derecho procesal penal. Lecciones, Lima
(Inpeccp – Cenales), p. 650.
3 La Corte Suprema, en el Acuerdo Plenario 04-2019, ha manifestado, en su FJ. 26,
que la acción civil ex delicto es ejercitada por el perjudicado o, en su defecto, por el
Ministerio Público, supuesto en el cual este actúa “mediante legitimación derivada
o por sustitución”.
4 Es del mismo parecer el juez superior Mendoza Ayma, Celis, “La legalidad del
proceso impugnatorio, casación n° 413- 2014-Lambayeque”, en Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos, Análisis y comentarios de las principales sentencias
casatorias en materia penal y procesal penal, Lima, 2017, p. 277.
5 Así, en un estudio realizado entre la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos y la Organización de los Estados Americanos sobre el derecho a la
verdad en las américas se pone de manifiesto que “El derecho a la verdad ha
surgido como respuesta frente a la falta de esclarecimiento, investigación,
juzgamiento y sanción de los casos de graves violaciones de derechos humanos e
infracciones al DIH por parte de los
Estados”. http://www.oas.org/es/cidh/expresion/showarticle.asp?artID=156&lID=2
6 Maier, Julio, Derecho procesal penal, tomo I, 2.ª ed., Buenos Aires (Editores del
Puerto), 2004, p. 592.
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