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1. El fallo que nos proponemos comentar contiene aspectos de indudable interés tanto en
el campo sustantivo del decisorio, como así también en materia procesal constitucional.
Comenzaremos con el tratamiento de esta cuestión, para luego internarnos en las
consecuencias de la decisión en lo que hace al sistema federal de Estado, contemplado en
nuestra constitución. A partir de allí, nos detendremos en la consideración de las materias
de derechos humanos en juego, para por último, extraer algunas conclusiones.
Por demás apropiadas nos parecen las palabras de Bidart Campos, quien ha expresado:
"siempre afirmamos que de poco o nada sirve un buen sistema de derechos y su
correlativo sistema garantista, si la persona que pretende invocarlos y usarlos a su favor
no ve reconocida su legitimación procesal para hacerlo. Siempre ha de quedarle habilitada
para acudir de alguna manera y por alguna ruta procesal apta a un tribunal competente, y
si acaso el sistema le cierra toda posibilidad de acceso, toda vía, deberá haber jueces que,
provocada ante ellos la causa judicial, descalifiquen ese reduccionismo y arbitren -previa
admisión de la legitimación del justiciable- un proceso, tanto superando la previsión legal
como descartando la hipotética prohibición de la ley" ("El amparo constitucional -
Perspectivas y modalidades (art. 43, Constitución Nacional). Depalma, Buenos Aires, 1999,
ps. 15 y 16).
En la especie nos encontramos frente a una acción colectiva interpuesta por una
organización no gubernamental especializada en la defensa de los derechos humanos,
como es el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), quien presentó una acción de
hábeas corpus, en los términos del artículo 43 de la Constitución Nacional, en amparo de
todas las personas privadas de su libertad en jurisdicción de la Provincia de Buenos Aires,
detenidas en establecimientos policiales superpoblados, y de todas aquellas detenidas en
tales lugares, pese a que legal y constitucionalmente su alojamiento debería desarrollarse
en centros de detención especializados.
Para así hacer, el CELS consideró, entre otros motivos, "que la superpoblación y el
consecuente hacinamiento que deben padecer las personas privadas de su libertad es la
nota distintiva de las 340 comisarías que funcionan en el territorio de la provincia de
Buenos Aires. No obstante poseer una capacidad para 3178 detenidos, alojan 6364, según
información del mes de octubre de 2001. La situación se agrava en el conurbano, donde
5080 detenidos ocupan 2068 plazas. Los calabozos se encuentran en un estado deplorable
de conservación e higiene; carecen por lo general de ventilación y luz natural. La humedad
y, en verano, el calor son agobiantes. No cuentan con ningún tipo de mobiliario, por lo
que toda la actividad (comer, dormir, etc.) que desarrollan los internos debe llevarse a
cabo en el piso. Los sanitarios no son suficientes para todos y no se garantiza la
alimentación adecuada de los reclusos. El riesgo de propagación de enfermedades infecto-
contagiosas es, sin dudas, mucho mayor y el aumento de casos de violencia física y sexual
entre los propios internos es más que significativo".
La respuesta del máximo Tribunal es categórica, ya que sostiene que "pese a que la
Constitución Nacional no menciona en forma expresa el hábeas corpus como instrumento
deducible en forma colectiva, tratándose de una pretensión esgrimida a favor de la
totalidad de los detenidos en establecimientos policiales y/o en comisarías superpobladas
de la Provincia de Buenos Aires -en el caso, por estar en riesgo su salud y su vida debido a
las condiciones de higiene-, es lógico suponer que si se reconoce la tutela colectiva de los
derechos citados en el párrafo segundo del art. 43 de la Constitución Nacional, con igual o
mayor razón la Carta Magna otorga las mismas herramientas a un bien jurídico de valor
prioritario y del que se ocupa en especial, no precisamente para reducir o acotar su tutela
sino para privilegiarla."
El doctor Fayt en su disidencia parcial agrega además, que "es procedente la interposición
de un hábeas corpus colectivo en protección de las condiciones de detención de todos los
sujetos privados de libertad en el territorio de la Provincia de Buenos Aires, efectuada por
una persona colectiva distinta de los afectados, ya que la peticionaria pretende la
modificación de una situación en la que se encuentran quienes están detenidos, respecto
del goce de derechos básicos que afectan el respeto a su dignidad humana".
Es de señalar que en esta sentencia se entendió que la afectación a un colectivo -la masa
de ahorristas- permitía fundar la legitimación a pesar de que el derecho de propiedad
evaluado caso por caso no podía habilitar a ello, ya que obviamente nunca podría ser
considerado un derecho de incidencia colectiva.
De resultas de esta decisión se puede afirmar que "la acción de hábeas corpus colectivo
tiene jerarquía constitucional y es aquella que tiene como finalidad la tutela de la libertad
física o los derechos fundamentales de las personas privadas de libertad, cuando la
afectación abarcara a un número determinado o indeterminado de personas" (Basterra,
M., LA LEY, Sup. Derecho Constitucional", 2005/07/25, p. 34).
6. Es nuestro parecer que la Corte de esta manera despeja el camino para la utilización del
instituto, tanto en lo que hace al carácter colectivo que puede presentar cualquiera de los
tres amparos específicos, como así también en relación con la amplitud que se le debe
conceder a la sugestiva expresión "derechos de incidencia colectiva en general" con que
define el constituyente a los derechos de tercera generación. Desde un primer momento
consideramos que esta fórmula al tornar enunciativa la enumeración, concedía un abanico
flexible de posibilidades para la protección de numerosas bienes colectivos. Por caso, la
calidad institucional. Andrés Gil Domínguez afirma que en la materia el constituyente del
94 ha introducido el concepto de bienes colectivos a los que divide en determinados -arts.
41 y 42, Constitución Nacional- e indeterminados, que son los surgen de la expresión
genérica arriba transcripta. Este autor sostiene que "los bienes colectivos se caracterizan
fundamentalmente por la combinación de dos elementos: a) su forma de titularidad o
participación y b) el objeto preciso del interés en cuestión. Las particularidades de su
titularidad determinan que no sea expresado ni pertenezca exclusivamente a una persona
en particular o grupo individualizable. Mientras que desde el punto de vista objetivo, hay
que valorar el bien o valor que motiva el interés, en la medida en que éste trasciende a los
valores puramente individuales y está impregnado de un profundo sentido social"("Bienes
colectivos, cosa juzgada...", en: "Garantías y Procesos constitucionales". Néstor P. Sagüés
editor, Ed. Jurídica Cuyo, Mendoza, 2003, p. 246).
Estos argumentos puntualizan de manera precisa la distancia que media entre la actitud
de un juez que se sustrae al conocimiento de una causa, apoyándose en la doctrina de los
actos políticos no justiciables o en la zona de reserva de la administración, de la de aquél
que como en el caso que nos ocupa, se aplica a fiscalizar el respeto de los derechos
fundamentales en todas las relaciones. Más allá de las bondades de una política si su
aplicación redunda en el desconocimiento de derechos tan fundamentales, como son la
integridad física y la dignidad de la persona humana, es obvio que el control de
constitucionalidad debe analizar esos efectos y de comprobarse que así ocurre, anular los
actos que causan esos efectos o exigir que se tomen las medidas propicias que lleven a la
detención de ese estado de cosas.
Para lograr tan loable propósito propone una solución consensuada y participativa en cuya
construcción deberán intervenir los responsables gubernamentales junto a representantes
de la sociedad civil.