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Clifford
“Los ensayos que aquí se contienen hacen bien explícito un aserto: la ideologización, en el análisis,
ha claudicado, ha sucumbido. Estos ensayos son el resultado de una observación, de una visión a la
contra, única manera posible de componer un código fiable de representaciones. Se asume, en
este libro, que lo poético y lo político son cosas inseparables; y que lo científico está implícito en
ello, no en sus márgenes. O sea, como en todo proceso histórico y lingüístico. Asumen, estos
ensayos, que las interpretaciones puramente literarias son propicias a la experimentación, a la vez
que rigurosamente éticas. El texto en gestación, la retórica incluso, arrojan buena luz para
construir, siquiera sea artificialmente, una sucesión de eventos culturales. Ello mina ciertas
resoluciones que propenden al autoritarismo interpretativo; ello hace más transparente el sustrato
cultural que se contempla. Así se evita, en definitiva, que la interpretación etnográfica sea, más
que una representación de culturas, una reinvención de las mismas (véase a Wagner). Por todo ello
podemos decir que el problema no radica en la interpretación de unos textos literarios, en su
sentido más tradicional. La mayoría de estos ensayos, apoyados en un empirismo constatable, se
refieren a textos elaborados en contextos de poder, de resistencia, de tensiones institucionales, y
espoleado todo ello por una clara intención renovadora” (Clifford, J. y Marcus, G. E. (1986).
RETÓRICAS DE LA ANTROPOLOGÍA. Ediciones Júcar).
Descola
“Sin embargo, el hecho de que la naturaleza sea socialmente construida plantea una cuestión
impresionante: ¿debemos limitarnos a describir lo mejor posible las concepciones de la naturaleza
que diferentes culturas han producido en diferentes momentos, o debemos buscar principios
generales de orden que nos permitan comparar la diversidad empírica aparentemente infinita de
los complejos de naturaleza y cultura? Yo rehúyo adoptar la posición relativista porque, entre otras
razones, presupone la existencia de lo que es necesario establecer. Si se considera que cada cultura
es un sistema específico de significados que codifican arbitrariamente un mundo natural no
problemático, que en todas partes posee todas las características que nuestra propia cultura les
atribuye, entonces no sólo queda sin cuestionar la causa misma de la división entre naturaleza y
culturas, sino que, a pesar de las declaraciones en contrario, no puede haber escape del privilegio
epistemológico otorgado a la cultura occidental, la única cuya definición de la naturaleza sirve
como medida para todas las demás.” (Descola, P. (1996). Construyendo Naturalezas en P. Descola y
G. Pálsson (Ed.), Naturaleza y sociedad (pp. 101–123). Siglo XXI Editores).
Según el texto, existen tres modos principales de relación entre los seres humanos y el entorno
natural:
Naturalismo: En el naturalismo, las culturas consideran que hay una continuidad entre los seres
humanos y el resto de la naturaleza. Ven a los seres humanos como parte de un todo orgánico y
creen que hay una base biológica compartida entre todos los seres vivos. Esta perspectiva se basa
en la idea de que existen leyes y regularidades naturales que rigen el mundo.
Animismo: En el animismo, las culturas atribuyen una vida o alma a todos los seres, tanto
animados como inanimados. Perciben una agencia y subjetividad en el mundo natural, y creen que
FICHAS DE LECTURA UNIDAD III
Nicolás Felipe Booth Pichuante
hay una interconexión entre los seres humanos, los animales, las plantas y los objetos. Consideran
que el mundo está habitado por espíritus y entidades no humanas.
Cabe destacar que estos modos no son mutuamente excluyentes, y las culturas pueden combinar
elementos de varios modos ontológicos. La teoría de las ontologías múltiples de Descola busca
entender y explicar las diferentes formas en que las culturas humanas se relacionan con la
naturaleza y cómo influyen en la percepción y comprensión del mundo.