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Estos sociólogos culturales contemporáneos pueden conce-

(neo)
¿socIoLoGÍA CULTURAL O SOCIOLOGÍA
birse de manera inexacta como inspirados por un marco DB TA CULTURA? HACIA UN PROGRAMA
o <post> durkheimiano. Con todo, también han arrancado de FUERTE PARA LA SEGUNDA
muy diferentes tradiciones teóricas, no sólo desde el análisis
TENTATTVA DE LA SOCIOLOGÍA
cognitivo de los signos del estructuralismo y del giro lingüfstico,
sino de la antropología simbólica y su insistencia en la relevan- (en colab. con Philip Smith)
cia emocional y moral de los mecanismos delimitadores que
conservan la pureza y alejan el peligro. Estimulados por teóri-
cos literarios como Northrop Frye, Frederik Jameson, Hayden
White, y por teóricos aristotélicos como Ricoeur y Maclntyre,
estos escritores se han preocupado progresivamente por el pa-
pel de las narrativas y el género en las instituciones y la vida
ordinaria. Entre las figuras consolidadas, uno piensa aqul, en
concreto, en los recientes trabajos de Viüana Zelizer, Michéle
Lamont, William Gibson, Barry Schwartz, William Sewell Jr',
Wendy Griswold, Robin Wagner-Pacifici, Margaret Somers,
William Gibson y Steven Seidman' Menos conocida pero igual-
mente significativa es la obra de jóvenes sociólogos como Philip Si la sociología como un todo está modificando sus orien-
Smith, Anne Kane y Mustafa Emirbayer. Yo concibo mis pro- taciones como disciplina y está abriéndose a Lrna segunda ge-
pios estudios teóricos e interpretativos sobre el caso Watergate, neración, esta novedad no sobresale en ningún caso más que
la tecnología y la sociedad civil desde la congruencia con esta en el estudio de la cultura. Razón por la cual el mundo de la
línea de trabajo. cultura ha desplazado enérgicamente su trayectoria hacia la
Es importante destacar que mientras los textos saturados de escena central de la investigación y debate sociológicos. Como
significado ocupan un lugar central en la tendencia postdurkei- todo viraje intelectual, éste ha sido un proceso caracterizado
.n]uru, los contextos no caen en el olvido. Estratificación, domi- por escándalos, por retrocesos y desarrollos desiguales. En el
nación, raza, género y violencia aparecen destacadamente en Reino Unido, por ejemplo, la cultura ha avanzado hasta pri-
estos estudios. No se tratan, sin embargo, como fuerzas en sí meros de los años setenta. En Estados Unidos el progreso co-
mismas, sino como instituciones y procesos que refractan los menzó a verificarse más tarde, a mitad de los años ochenta.
textos culturales de un modo altamente significativo y también Lo que ocurre en la Europa continental es que la cultura real-
como meta-textos culturales por sÍ mismos. El reciente trabajo rrrente nunca desapareció. A pesar de este recLlrrente renaci-
de Roger Friendland y Richard Hecht To ile Jerusalem sumi- miento del interés no existe sino consenso entre los sociólogos
nistra un poderoso ejemplo del tipo de interpretación de texto y especializados en el área respecto a lo que significa el concep-
contexto, de poder y cultura que tengo en mente' to y al modo en que él se relaciona con la disciplina como
El trabajo de estos sociólogos muchos otros a los que no tradicionalmente se la entiende. Estas diferencias de parecer
he mencionado- da lugar a la
-y
posibilidad de que el paulatino pueden explicarse, sólo parcialmente, por referencia a las con-
üraje de la disciplina hacia la cultura conduzca a una sociolo- tingencias geográficas y cronológicas y a las tradiciones na-
gfa genuinamente cultural' La alternativa será únicamente cionales. Cuando analizamos minuciosamente la teoría en sf
ágrelacion de otro subsistema a la división del trabajo de la encontramos que las disputas territoriales superficiales son
disciplina, el cual puede llamarse sociología de la cultura' realmente manifestaciones de profundas contradicciones ün-
culadas a las lógicas axiomáticas y de fundamentos en la

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aproximación a la cultura. En este trabajo exploramos algu- reflexivo. Es, más bien, un recurso ideal que posibilita y constri-
nos de estos argumentos. ñe parcialmente la acción, suministrando rutina y creatiüdad y
Léü-strauss (1974) escribió acertadamente que el estudio permitiendo la reproducción y la transformación de la estructu-
de la cultura debÍa ser como el estudio de la geologla. De acuer- ra (Sewell 1992). De igual modo, una creencia en la posibilidad
do con este dictamen, el análisis debla dar raz6n de la variación de una nsociologla cultural" implica que las instituciones, inde-
en términos de profundos principios generativos, al modo en pendientemente de su carácter impersonal o tecnocrático, tie-
que la geomorfología explica la distribución de las plantas, la nen fundamentos ideales que conforman su organización, obje-
formación de las montañas y los modelos de drenaje provoca- tivos y legitimación. Descrito en el idioma particularista del po-
dos por los ríos en términos de geología subyacente. Aquí verti- sitiüsmo, se podría decir que la idea de sociología cultural gira
mos este principio bajo un modo tanto reflexivo corno de diag- en torno a la intuición de que la cultura opera como una nvaria-
nóstico, atendiendo a la tentativa de la sociologfa cultural con- ble independiente> en la conformación de acciones e institucio-
temporánea. Nuestra pretensión no es tanto la de revisar el ám- nes, disponiendo de inputs cualquier enclave, ya sean las fuer-
bito y documentar su diversidad como comprometerse con un zas ütales como las materiales e intrumentales.
moümiento sismográfico que seguirá una línea defectuosa a lo Vista con una cierta distancia, la "sociologfa de la culturaD
largo de su recorrido. Comprender esta llnea defectuosa y sus ofrece el mismo tipo de paisaje que el de la "sociología cultu-
implicaciones teoréticas nos perrnite, no sólo reducir la comple- ral>. Existe un repertorio conceptual común de términos como
jidad, sino también trascender un modo meramente taxonómi- valores, códigos y discursos. Ambas tradiciones sostienen que la
co del discurso. Ello nos aporta una herramienta solvente para cultura es algo importante en la sociedad, algo que requiere
acceder al corazón de las controversias actuales y comprender atención en el estudio sociológico. Ambas hablan del giro cultu-
los equívocos e inestabilidades que contintlan atormentando al ral como un momento nuclear en la teorla social. Hablar de
núcleo de la cuestión cultural. nsociología de la cultura) supone sugerir que la cultura es algo
Contra Léü-Strauss, nosotros no contemplamos nuestra cues- a explicar - y ser explicado por algo totalmente separado del
tión como un eiercicio cientfficamente desinteresado. Nuestro dominio del significado. Aquí el poder explicativo se extiende en
discurso es abiertamente polémico, nuestro lenguaje ligeramente el estudio de las variables <fuertes> de la estructura social,
coloreado. Más que afectar a la neutralidad nosotros concedemos mientras los asentamientos estructurados de significados deüe-
prioridad a un modo particular de sociología cultural <pro' nen las superestnrcturas e ideologías que están orientadas por
grama ftierteo- como la corriente más importante y -un
prometedo- esas fuerzas sociales más orealeso y tangibles. Desde esta apro-
ra dentro de la usegunda tentativa). ximación, la cultura pasa a definirse como una variable depen-
diente nblandao, cuyo poder explicativo consiste, en el mejor de
los casos, en participar en la re-producción de las relaciones
La línea defectuosa y sus consecuencias sociales.
El único desarrollo de importancia en la sociologla postposi-
La línea defectuosa que transita el corazón de los debates tiüsta de la ciencia había sido el "programa fuerte, de Bloor-
actuales se encuentra entre la "sociología cultural, y la osocio- Barnes. Este sostenía que las ideas cientÍficas son convenciones
logla de la cultura". Creer en la posibilidad de una nsociología tanto como invenciones, reflejos de procesos colectivos y socia-
cultural, supone suscribir la idea de que toda acción, indepen- les de producción de sentido más que un espejo de la naturale-
dientemente de su carácter instrumental, reflexivo o coercitivo za. En este contexto de la sociología de la ciencia, el concepto
respecto a los entornos externos (Alexander 1988a) se materiali- *fuerteo apunta a un desacoplamiento radical entre el conteni-
za en un horizonte emotivo y significativo. Este entorno interno do cognitivo y la determinación natural. Aquí defendemos que
h¿¡ce factible que el actor nunca sea totalmente instrumental o un programa fuerte podría también constituirse en el estudio de

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la cultura en sociología. Semejante iniciativa abogaría por un especlfico como también la de haber encontrado solución a los
radical desacoplamiento entre la cultura y la estructura social. dilemas irresolubles de la libertad y la determinación. Tal y
Sólo una nsociología culturalr, afirmamos, puede ofrecer un como se dice en el mundo de los grandes negocios, la cualidad
programa fuerte semejante en el que el poder de la cultura, se encuentra en el detalle, y mantenemos que sólo resolüendo
consistente en conformar la üda social, se proclame con toda los asuntos de detalle es cómo el análisis cultural puede parecer
su fuerza. Por el contrario, la "sociologfa de la cultura, ofrece plausible a los intrusos realistas, escépticos y empiricistas que
Lrn (programa débil, en el que la cultura es una variable tenue y hablan de continuo del poder de las fuerzas estructurales de la
ambivalente, su influencia se califica normalmente bajo una sociedad.
forma codificada por juegos de lenguaje abstmsos. La idea deunprograma fuerte lleva consigo las indicaciones
El compromiso con una "sociologfa culturalo y la idea de de una agenda. En lo que sigue vamos a hablar de esta agenda.
autonomla cultural es la única cualidad verdaderamente impor- Con la mirada puesta, primeramente, en la historia de la teoría
tante de un programa fuerte. Existen, sin embargo, otros dos social, mostramos cómo esta agenda no acabó de brotar hasta
rasgos que le definen. La especificidad de un programa fuerte los años sesenta. En segundo lugar, exploramos tres tradiciones
radica en la capacidad de reconstruir hermenéuticamente tex- populares contemporáneas en el análisis de la cultura. Defende-
tos sociales de una forma rica y persuasiva. Aqul se necesita mos que, a pesar de las apariencias, cada una de ellas se com-
una geertziana ndescripción densa" de los códigos, narrativas y promete con un (programa débilr, errando a la hora de encon-
slmbolos que constituyen redes de significado, y no tanto una trar, de un modo u otro, una definición de los criterios de un
ndescripción ligera" que reduce el análisis cultural al bosquejo programa fuerte. Concluimos apuntando a una tradición emer-
de descripciones abstractas tales como valores, norrnas, ideolo- gente en la sociologÍa cultural, ampliamente arraigada en Amé-
gía o fetichismo y yerra al llenar estos recipientes vacíos con el rica, que, así lo pensamos, aporta las bases para lo que puede
jugoso üno de la significación. Metodológicamente esto exige ser un programa fuerte continuado.
poner entre paréntesis las omniabarcantes relaciones sociales
mientras fijamos la atención en la reconstrucción del texto so-
cial, en la mapificación de las estructuras culturales (Rambo y La cultura en la primer:a tentativa de la sociología:
Chan 1990) que informan la üda social. Sólo después de com- de los cl¿ísicos a los años sesenta
pletar este paso podríamos intentar desvelar el modo en que la
cultura interactúa con otras fuerzas sociales, poder y razón ins- A lo largo de buena parte de su historia, la sociologla, como
trumental entre ellas, en el mundo social concreto (Kane 1992). teoría y método, ha padecido de insensibilidad respecto al signi-
Esto nos traslada a la tercera característica de un programa ficado. Los eruditos con poca sensibilidad musical han repre-
fuerte. Lejos de mantener la ambigüedad o reserva respecto al sentado la acción humana como groseramente instmmental,
específico modo en que la cultura establece una diferencia, lejos construida sin referencia alguna a evaluaciones internalizadas
de hablar en términos de lógicas sistemáticas abstractas como del bien y mal, y sin referencias a las narrativas omniabarcantes
procesos causales (al modo de Léü-Strauss), afirmamos que un que aportan referencias morales como también teleologías cro-
programa ftierte intenta hacer anclar la causalidad en los acto- nológicas. Atendiendo a las crisis continuas de la modernidad,
res y agencias próximos, especificando detalladamente el modo los fundadores de la disciplina creyeron que la modernidad va-
en que la cultura interfiere con lo que realmente ocurre. Por el ciaba el mundo de significado. Capitalismo, industrialización,
contrario, como E.P. Thompson (1978) puso de manifiesto, los secularización, racionalización, anomía y egolsmo pro-
programas débiles vacilan y tartamudean sobre el asunto. Tien- -estos
cesos nucleares contribuyeron a crear individuos desorientados
den a desarrollar (de)fensas terminológicas elaboradas y abs- y tiranizados, a destruir las posibilidades de un telos significati-
tractas que suministran la ilusión de un mecanismo concreto vo, a eliminar el poder estructurante de lo sagrado y lo profano.

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En este período sólo ocasionalmente asomó una tenue luz de vaban la acción desde el exterior e inducfan la existencia de los
un programa fuerte. La sociologla religiosa de Weber mostró valores orientativos empleando marcos categoriales supuesta'
que la cuestión de la salvación era una necesidad cultural uni- mente generados por la necesidad funcional. Sin un contrapeso
versal cuyas diferentes soluciones han dado lugar forzosamente de descripción densa, nos confrontamos a una posición en la
a dinámicas organizacionales y motivacionales en las civiliza- que la cultura tiene autonomía sólo en un sentido abstracto y
ciones del mundo. lns forvnas elementales de la viáa religiosa de analítico. Cuando üramos hacia el mundo empírico, encontra-
Durkheim también promoüó la idea de que la vida social tiene mos qlle la lógica ftincionalista liga la forma cuhrral con la
un componente espiritual ineluctable. Impregnados de la sinto- función social y las dinámicas institucionales de modo que es
mática ambivalencia causal de un programa débil, los escritos difícil imaginar donde podría ocltpar un emplazamiento con-
del joven Marx sobre las especies también defienden que las creto la autonomía de la cultura. El resultado fue una ingeniosa
fuerzas no-materiales ligan a los humanos en su conjunto a un teoría de sistemas que perrnaneció hermenéuticamente débil,
proyecto y destino comunes. muy distante de la cuestión de la autonomía a la que ofrecer un
Las sacudidas revolucionarias comunistas y fascistas que programa fuerte. La insuficiencia del proyecto funcionalista la
marcaron la primera mitad de este siglo provocaron el enorme reprodujeron las alternativas en grado sumo. El mundo de los
temor de que la modernidad minara la posibilidad de textos años sesenta se caractenzí por el conflicto y la confusión.
saturados de significado. Los pensadores comunistas y fascistas Cuando la guerra fila fue intensificándose, la teorla macro so-
intentaron reconducir lo que veían como códigos estériles de la cial giró hacia el análisis del poder desde una posición unilate-
sociedad ciül burguesa bajo formas nuevas y resacralizadas ral y anticultural. Pensadores con un interés en el proceso ma-
que podrlan acomodar la tecnologla y la razón dentro de am- cro-histórico se aproximaron al significado hablaban
-cuando
plias y envolventes esferas de significado (Smith). En el sosiego de él- a través de sus contextos, tratándolo como un producto
que imperó en el peúodo de la postguerra, Talcott Parsons y sus de cierta fuerza social supuestamente más orealr. Para eruditos
colegas, por el contrario, comenzaron a pensar que la moderni- como Barrington Moore, Charles Tilly, Randal Collins y Mi-
dad, por sí misma, no tendría que entenderse de una forma chael Mann, la cultura podúa pensarse sólo en términos de
corrosiva. Partiendo de una premisa analítica más que escatoló- ideologías, procesos y redes de grupos más que en términos
gica, Parsons teorizó que los .valores, tenfan un protagonismo de textos. En micro-sociología, teóricos como Blumer, Goffrnan
central en las acciones e instituciones siempre que una socie- y Garfinkel destacaron la reflexividad radical de los actores, y
dad fuera capaz de funcionar como un todo coherente. El resul- conürtieron a la cultura en entorno exterior contra la que ellos
tado fue una teorÍa que ha sido objeto de frecuentes críticas por formularon líneas de acción que serÍan nresponsables" o darlan
disponer de una predisposición idealista, por ignorar el sustrato una buena <impresión>. Encontramos muy pocas indicaciones
cultural (Lockwood 1992). Aquí defendemos una lectura total- en estas tradiciones del poder de lo simbólico para desencade-
mente contraria. Desde un punto de vista de un programa fuer- nar las interacciones dentro de é1, como preceptos narrativos o
te, Parsons debería leerse actualmente como portador de insufi- narrativas que acalTean una fuerza rnoral internalizada.
ciencias en lo cultural, como carente de musicalidad' En ausen- En los años sesenta, en el momento en que la aproximación
cia de un momento musical, donde el texto social se reconstru- parcialmente cultural del funcionalismo fue desapareciendo de
ye en slr forma más pura, el trabajo de Parsons carece de una la sociología americana, teorías que hablaban del texto social
dimensión hermenéutica poderosa. Mientras Parsons sostenía comenzaron a ejercer una gran influencia en Francia' A través
que los valores eran importantes, no explicaba la naturaleza de de una errónea interpretación creativa de la linguifstica estruc-
los valores mismos. En lugar de comprometerse con el imagi- tural de Saussure y Jacobson resistieron la influencia (cau-
-y
telosamente oculta) del último Durkheim y M. Mauss'- pen-
nario social, con los febriles códigos y narrativas que constitu-
yen un texto social, él y sus colaboradores funcionalistas obser- sadores como Léü-Strauss, Roland Barthes y el primer Michael

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Foucault dieron lugar a una revolllción en las ciencias humanas mo. En un sentido, por tanto, el trabajo realizado en Birmi¡r-
al insistir en la textualidad de las instituciones y la naturaleza gham podla aproximarse a un (programa fuerte, en su capaci-
discursiva de la acción humana. Cuando se contemplaban tales dad para recrear textos sociales y significados üvidos. Donde
teorías desde una perspectiva contemporánea del prograina yerra, sin embargo, es en el área de la autonomía cultural (Sher-
fuerte, como el funcionalismo de Parcons, eran poco abstractas wood ¿/ al. 1933). A pesar de los intentos de rebasar la posición
y nada especificadoras de dinámicas causales. Sin embargo, marxista clásica, lateonzación neo-gramsciana exhibe las ambi-
aportando recursos hermenéuticos y teóricos y abogando enér- güedades reveladoras del programa débil en referencia al papel
gicamente por la autonomfa de la cultura, constituyeron un de la cultura que se atisban en Ins cuadernos de la cárcel. Con'
punto de cambio hacia la construcción de un programa fuerte. ceptos como narticulación" y "anclaje" aluden a la contingencia
En la siguiente sección tratamos el nrodo en que este proyecto que se desprende como resultado del ejercicio de la cultura. Pero
ha degenerado en una serie de programas débiles que normal- esta contingencia se reduce, a menudo, ala razón instrumental
mente dominan en la investigación de la cultura y la sociedad. (en el caso de élites que narticulan, un discurso para propósitos
hegemónicos) o algun tipo de ambigua causación sistémica o
estructural (en el caso de que los discursos estén <ancladoso en
Tres programas débiles en la segunda tentativa relaciones de poder).
de la sociología Al ignorar los obstáculos inherentes a la validación de la
autonomía cultural, la sociología-de-la-cultura derivada del pro-
Una de las primeras tradiciones de investigación que emplea- yecto del nmarxismo occidental, proyecta una ambigüedad fa-
ron la teorización francesa nouvelle vag.rc fuera del entorno pari- tal sobre el mecanismo a través del cual la cultura se üncula a
sino fue el Centre for Contemporary Cultural Studies, también la estnrctura y acción sociales. No existe un ejemplo más claro
conocido como la Escuela de Birmingham. El golpe maestro de de este írltimo proceso que el de Policing the Crisis. Tras cons-
esta escuela fue verter las ideas sobre textos culturales dentro truir un retrato detallado de la delincuencia y de su concomi-
de una comprensión neo-gramsciana referida al papel de la he- tante alarma social y sLrs resonancias simbólicas, el libro va
gemonía en el mantenimiento de las relaciones sociales. Esto dio dando tumbos en Llna secuencia de torpes indicaciones relati-
pie al despertar de nuevas ideas relativas al funcionamiento de la vas a que al pánico moral está ligado a la lógica económica del
culturra y su aplicación, de manera flexible, sobre una variedad capitalismo y su quiebra incipiente, por tanto, que ftinciona le-
de emplazamientos sin recaer en las reconfortantes üejas ideas gitimando la ley y el orden político en las calles que esconden
sobre la dominación de clase. El resultado fue un análisis de tendencias revolucionarias latentes. Con todo, los mecanismos
de la cultura, que vinculaba las formas culturales a concretos a través de los cuales la crisis incipiente del capitalis-
"sociología
la estmctura social como manifestaciones de "hegemonía" (si a mo (¿ha culminado ya?) toma cuerpo en las decisiones concre-
los analistas no les gustaba lo que tenían ante los ojos) o .resis- tas de los jueces, parlamentarios, editores de periódicos y ofi-
tencia> (si sí les gustaba). En el mejor de los casos, esta modali- ciales de policía, nunca han estado tan cerca de ser detallados.
dad sociológica podría ser notablemente esclarecedora. El estu- El resultado es una teoría que, a pesar de su bagage crítico y
dio etnográfico de Paul Willis sobre los jóvenes escolares perte- sus capacidades hermenéuticas superiores a las del funcionalis-
necientes a las clases trabajadoras fue relevante en su recons- mo clásico, curiosamente recuerda al mismo Parsons en su ten-
trucción del espíritu de la época de los "muchachoso. El estudio dencia a invocar influencias y procesos abstractos como expli-
clásico de Hall et al. (1978) sobre el pánico moral referido a la cación adecuada para las acciones sociales empíricas.
delicuencia en los años setenta en Inglaterra contribuyó brillan- Muy diferente a la Escuela de Birmingham, el trabajo de
temente en sus páginas iniciales a descifrar el discurso del decli- Pierre Bourdieu tiene un enorme mérito. Mientras que mu-
ve urbano y del racismo que consumó la quiebra del autoritaris- chos de los acólitos de aquélla carecían de fundamento en su

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metodología sociológica básica, la obra de Bourdieu se dispo- mar su dominio. De modo que lo que tenemos ante nosotros es
ne, de manera solvente, sobre proyectos de investigación de una üsión cercana al planteamiento de Veblen en la que la cul-
alcance medio de naturaleza cualitativa y cuantitativa. Sin em- tura suministra los recursos estratégicos de los actores, uD €n.
bargo, sus conclusiones y afirmaciones son más modestas, me- torno externo de acción, más que un texto que constituye el
nos tendenciosas. mundo en un proceso inmanente. Las personas se sirven de la
Y en la parte más brillante de su obra, como la descripción cultura pero no se implican directamente en ella.
del hogar Kabyla o de la danza del campesinado francés (Bour- Los trabajos de Michael Foucault y el programa teórico que
dieu 1962, 7976),\a descripción densa de Bourdieu le faculta ellos iniciaron, aporta el tercer programa débil que queríamos
para reconocer la musicalidad y decodificar un texto cultural exponer aquÍ. Una vez más encontramos el cuerpo de un traba-
que, al menos, es igual que el de los etnógrafos de Birmingham. jo atravesado de contradicciones que opta por no hacer frente a
A pesar de estas cualidades, la investigación de Bourdieu puede las dificultades inherentes a un programa fuerte. Por un lado,
describirse mejor como programa débil dedicado a la sociología los grandes textos teóricos de Foucault, In arqueología del saber
de la cultura más que a la sociologfa cultural. IJnavez que han y El orden de las cosas aportan un importante trabajo prelimi-
hecho notar la espesura de la ambigüedad terminológica que nar para un programa fuerte con su afirmación de que los dis-
siempre define un programa débil, los comentaristas üenen a cursos operan a partir de formas arbitrarias para clasificar el
coincidir en que el espacio de la cultura de Bourdieu juega un mundo y constituir el edificio del conocimiento. Las ramifica-
papel más importante en la reproducción de la desigualdad que ciones empíricas de esta teoría son dignas de todo elogio por
en el esfmulo para la innovación (Honneth 1986, Sewell 1992, haber reunido datos históricos de gran riqweza de un modo que
Alexander 1995). En cuanto resultado, la cultura, forjada a tra- se aproxima a la reconstrucción de un texto social. Hasta ahf
vés del habitus, opera más como Lrna variable dependiente que bien. Desafortunadamente no ocurre nada de esto. Lo esencial
como independiente. Es una caja de cambios, no un motor. Con de la cuestión es el método genealógico de Foucaulq su insis-
todo, cuando se apresta a especificar con exactittrd cómo se des- tencia en qlle el poder y el conocimiento se funden en poder/co-
encadena ese proceso de reproducción, Bourdieu es confuso. El nocimiento. El resultado es una línea reduccionista de razona-
habitus produce una sensación de estilo, desenvoltura y aptitud. miento análoga a la del funcionalisrno (Brenner 1994) donde
A pesar de todo urge conocer el modo en que esa estratificación los discursos presentan analogías con las instituciones, flujos de
influyente se conüerte en un estudio detallado de los obstáculos poder y tecnologfas. La contingencia se concreta en el nivel de
en las entrevistas de trabajo y las casas de ptülicidad, las diná- la historia, en el nivel de las colisiones y rLlpturas, no en el nivel
micas en las aulas y los procesos de citación iudicial. del dispositif. Parece haber un pequeño espacio para Lrna con-
La comprensión de Bourdieu de los vínculos de la ctrltura tingencia sincrónicamente organizada que pudiera comprender
con el poder resulta ser insuficiente para ajustarse al modelo de las fracturas entre las culturas y las instituciones, entre el poder
programa fuerte. Para Bourdieu los sistemas de estratificación y sus fundamentos simbólicos textuales, entre los textos y las
emplean estatus culturales que compiten entre sí en diferentes interpretaciones que los actores efectúan de esos textos. Este
ámbitos. El contenido de estas culturas tiene poco que ver con vÍnculo del discurso con la estrLrctura social en el dispositif no
el modo en que se organiza la sociedad un impacto deja espacio para la comprensión de cómo un ámbito cultural
considerable. Mientras Weber afirmaba que -nolastiene
formas de esca- autónomo puede apoyar al actor en la formulación de sus jui-
tología habían determinado los modos en que se organizaba la cios, cútica o provisión de objetivos trascendentales que ofrece
üda social, para Bourdieu el contenido cultural es arbitrario. la textura de la üda social. El mundo de Foucault es aquél don-
En su formulación siempre existirán sistemas de estratificación de la cárcel de lenguaje de Nietzsche encuentra su expresión
definidos por la clase; la cultura se impone porque los grupos material con fuerza tal que no ha quedado espacio alguno para
dominantes pueden emplear los códigos simbólicos para legiti- la autonomía cultural y, por extensión, para la autonomía de la

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acción. En respuesta a este tipo de criticismo, Foucault intentó Iurtrl ctr lns quc se adiünan signos de los que pudieran brotar,
pensar la resistencia en la última parte de su obra. Sin embar- I I t ¡¡r I tr'¡cnte, un pr ograma fu erte auténtico.
go, lo hizo bajo la lbrma de un ad hoc, contemplando los actos C<¡¡¡ el paso de los ochenta a los noventa, vimos el resurgi-
de resistencia corrlo disfunciones azarosas (Brenner 1994: 68) trriettt<¡ de la
en detrimento de un estudio de las trayectorias que los marcos
"cultura, en la sociologfa americana y el ocaso del
¡rttstigio de las formas anti-culturales del pensamiento macro y
culturales puclieran permitir a los <intrusos> para generar y nlicro. Esta línea de trabajo, con sLrs características de un pro.
mantener la oposición al poder.
l{nu¡la luerte en desarrollo, ofrece la mejor expectativa de una
En ln c<¡rriente investigadora actual más influyente que pro- vcrcladera sociologla cultural que, finalmente, pudiera consti-
cede del legado foucaultiano podemos ver que la tensión latente Irrirse como una gran tradición de investigación. Con toda segu-
entrc cl Foucault de Ia Arqueología y su avatar genealógico se rirlad, un buen número de tradiciones organizadas en torno a la
rcsuelve decisivamente en favor de una configuración anti-cul- usociología de la cultura, disponen de un poder considerable en
tural de la teoría. El trabajo sobre la
"mentalidad gubernamen- el contexto de Estados Unidos. Uno piensa, en concreto, en los
talo se centra en el control de las poblaciones (Miller y Rose cstudios de producción, consumo y distribución de la cultura
1990; Rose 1993), pero para ello se sirve de una elaboración del (prc se detiene en los contextos organizacionales más que en el
papel de las técnicas administrativas y sistemas expertos. Sin contenido y en los significados (e.g. Blatr 1989; Peterson 1985).
duda alguna, hay un reconocimiento de que el olenguajeo es lJno también piensa en el trabajo inspirado por la tradición mar-
importante, que el gobierno tiene un <carácter discursivor. Esto xista occidental que pretende üncular el cambio cultural con el
suena de manera conüncente pero, con la a¡ruda de un examen f r-rncionamiento del capital, especialmente en el contexto de la
riguroso, encontramos que el nlenguaje" queda simplificado a ft¡rma urbana (e.g. Daüs 1.992; Gottdeiner 1995). Los neo-insti-
los modos de discurso a través de los cuales los discursos técni- lr.rcionalistas (ver DiMaggio y Powell 1991) ven la cultura como
cos e inexpresivos (gráficos, estadísticos, informativos, etc.) significante, pero sólo como fuerza legitimadora, sólo como un
operan como tecnologías para permitir .evaluación, cálculo, in- cntorno externo de acción, no como un texto viüdo. Y, por su-
tervención> a distancia (Miller y Rose 1990: 7). Hay aqul un puesto, existen numerosos apóstoles norteamericanos de los Es-
pequeño esfuerzo por recuperar la naturaleza textual de los dis-
tudios Culturales Britiínicos (e.g. Fiske 1987) que combinan con
cursos políticos. Ningún esfuerzo por rebasar una <descripción
rnucho ürhrosismo las lecturas hermenéuticas con reduccionis-
tenueD e identificar las poderosas resonancias simbólicas, los
mos cuasi-materialistas. Con todo, es igualmente importante re-
apasionados y afectivos criterios a través de los cuales las políti-
conocer que ha surgido una corriente de trabajo que concede un
cas de control y coordinación se valoran del mismo modo por
l-rgar mucho más destacado a los textos saturados de significado
ciudadanos y élites.
.y autónomos (ver Smith 1998). Estos sociólogos contemporá-
neos son los ohijos" de la primera generación de pensadores cul-
ttrralistas Bellah, Turner y Satrlins son los principales
Hacia r¡n pnograma fuerte -Geertz,
entre ellos- quienes escribieron contra la corriente reduccionis-
ta de los sesenta y setenta e intentaron poner de relieve la textua-
Considerado todo esto, conviene decir que la investigación lidad de la üda social y la autonomía necesaria de las formas
sociológica de la cultura perrnanece dominada por (programas culturales. En la intelectualidad contemporánea constatamos es-
débiles, caractertzados por una inadecuación hermenéutica y fuerzos para alinear estos dos axiomas de un programa fuerte
una ambivalencia respecto a la autonomfa cultural y por meca- con el tercero identifica los mecanismos concretos a tra-
nismos abstractos pobremente especificados para fundamentar -que
vés de los cuales la cultura labra su obra.
la cultura en procesos concretos. En esta sección final, preten- No se han hecho esperar las respuestas a la cuestión de los
demos traer a colación tendencias actuales en la sociología cul- mecanismos de transmisión, en una dirección positiva, gracias

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al pragmatismo americano y las tradiciones empiricistas. La in- antropólogos culturales como Mary Douglas, Victor Turner y
fluencia de la lingüística estmctural sobre la intelectualidad eu- Marshall Sahlins. Postmodernos y postestructuralistas también
ropea sanciona un tipo de teorla cultural que puso la atención han jugado su papel, pero con un mayor sesgo de optimismo.
en la relación entre cultura y acción (cuando no fue atemperada El nudo entre poder y conocimiento, que ha atrofiado los pro-
por los discursos (peligrosamente humanistas" del existencia- gramas débiles europeos, ha sido destacado por teóricos ameri-
lismo o la fenomenología). Simultáneamente, lalbrmación frlo- canos como Steven Seidman (1988). Para teóricos como Ri-
sófica de pensadores como Althusser y Foucault dio pie a un chard Rorty el lenguaje tiende a considerarse como una fuerza
denso y tortuoso tipo de escritura, donde las cuestiones de cau- creativa para el imaginario social más que como una cárcel.
salidad y autonomía podlan girar en torno a infinitas y esquivas Como resultado, los discursos y los actores están provistos de
espirales de palabras. Por el contrario, el pragmatismo america- Lrna gran autonomla respecto al poder en la construcción de las
no ha suministrado el suelo fértil de un discurso donde se pre- identidades. Estas tendencias interdisciplinares son de sobra
mia la claridad, donde rige la creencia de que los juegos del conocidas. Pero también existe un caballo oscuro de la interdis-
lenguaje complejo pueden reducirse a afirmaciones simples, ciplinariedad al que nos gustarfa prestar atención. El aumento
donde arraiga la idea de que los actores deben jugar algún pa- del interés en la teoría sobre la narrativa y el género strgiere que
pel en la traducción de las estructuras culturales a las acciones ésta pudiera convertirse en una fuerza decisiva en el período de
concretas e instituciones. Entretanto, la influencia del pragma- la segunda tentativa. Sociólogos culturales como Robin Wag-
tismo puede encontrarse en la obra de Ann Swilder (198ó), Wil- ner-Pacifici y Barry Schwartz (1991), Margaret Somers (1995),
liam Sewell (1992) o Gary Alan Fine (1.987), donde se realizan Wendy Griswold (1983), Ronald Jacobs (1996) y los autores de
esfuerzos tendentes a üncular la cultura con la acción sin recu- este artículo leen en la actualidad a teóricos como Northrop
rrir al reduccionismo materialista de la teoría de la praxis de Frye y Frederic Jameson, historiadores como Heyden White y
Bourdier.l, filósofos aristotélicos como Ricoeur y Maclntyre. El recurso a
Otras fuerzas también han jugado un importante papel en el esta teoría se encuentra sólo parcialmente en su afinidad con
surgimiento del programa fuerte emergente en la sociologfa una comprensión textual de la üda social. La sutil atracción
cultural americana. Posiblemente lo más sorprendente de éstas que ejerce obedece a que traduce muy bien en modelos forma-
ha sido una vigorosa apreciación del trabajo del último Durk- les lo que puede aplicarse sobre casos en el trabajo comparativo
heim, con su insistencia en los orígenes culturales más que es- e histórico. Un estímulo suplementario para este acercamiento
tructurales de la solidaridad (para una consulta de esta literatu- es el de que la autonomía cultural queda asegurada (en su senti-
ra ver Emirbayer 199ó, Smith y Alexander 1996, Alexander do analítico, véase Kane 1993) por la estructura interna de for-
1986b). Un atinado acoplamiento entre la oposición durkheimi- mas normativas con sus repertorios interpenetrados de caracte-
niana de lo sagrado y lo profano y las teorías estructuralistas de res, líneas de argumentación y las consiguientes evaluaciones
los sistemas de signos ha hecho posible que reflexiones de la morales.
teorÍa francesa pudieran traducirse en un discurso y tradición Es importante destacar que mientras los textos satnrados de
sociológica diferenciada, muy implicada con el impacto de los significado ocupan un lugar central en esta corriente americana
códigos y codificaciones culturales. Numerosos estudios sobre de la sociología del programa ftierte, los grandes contextos no
la preservación del límite, por ejemplo, reflejan esta tendencia se ignoran. Las estructuras objetivas y las luchas üscerales que
(ver Lamont y Fournier L993) y es instructivo contrastarles con caracterizan el mundo social real se encuentran en todo frag-
las alternativas de un programa débil reduccionista respecto a mento de manera tan significativa como en el trabajo de los
los procesos de la nalteridado. programas débiles. Se han realizado contribuciones notables en
Las nuevas inspiraciones del programa fuerte son más inter- áreas tales como la censura y exclusión (Beisel 7993), raza (Ja-
disciplinares. De manera más eüdente ha crecido el interés en cobs 1996), sexualidad (Seidman 1998) y üolencia (Wagner-Pa-

50 51
cifici 1995). Estos contextos se tratan, sin embargo, no como BeIssL, Nicola (1993), nMorals Versus Art>, American Sociological fu-
view,58, 145-162.
fuerzas en sl mismas que determinan en última instancia el
Bnu, Judith (1989), The Shape of Culture, Cambridge, Cambridge Uni-
contenido y la significación de los textos culturales. Con todo,
versity Fress.
son considerados como instituciones y procesos que refractan BouRDEU, Piene (1962), o[,es Relations entre les Sexes dans Ia Societe
los textos culturales de un modo colmado de significado. Son Paysanne,, Izs Temps Modemes,l95: 307-331.
los asideros en los que las fuerzas culturales se combinan o (1977), Outline of a Tlrcory of Practice, Cambridge, Cambridge Uni-
pugnan con las condiciones materiales e intereses racionales - versity Press.
para producir resultados particulares. Y, más allá de esto, son BnsNNsn, Neil (199a), oFoucault's New Functionalismu, Iheory and So-
considerados como metatextos culturales por sí mismos, como ciety , 23 679-709.
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El argumento que hemos utilizado aquí en favor de un pro- Press.
grama fuerte en proceso de formación ha mantenido un tono Frsrr, John (1987), Television Culture, Nueva York, Routledge.
polémico. Esto no significa que despreciamos otras formas de GorrDrEr\ER, Mark (1995), Postmodem Semiotics, Blackr¡vell, Oxford,
acercarse a la cultura. Si la sociología aspira a mantener un Gnrsworo, Wendy (1983), oThe Devil's Techniques: Cultural Legiti-
mation and Social Changer, American Sociological Review, 48,
estado saludable como disciplina, deberÍa ser capaz de soportar
668-ó80.
un pluralismo teórico y un debate abierto. Algunas cuestiones Herl, Stuart,Chas Cp¡rcuen, Tony JEFFERSoN, John Crenxe y Bryan
relativas a la investigación pudieran, incluso, responderse ha- Rosnnrs (197 8), Policine the Crísís, Londres, Macmillan.
ciendo uso de recursos teóricos derivados de los programas dé- Hox¡¡ers, Axel (198ó), oThe Fragmented Worlcl of S¡mbolic Fortnsu,
biles. Mas, es igualmente importante dejar espacio para una Theory, Culture and Society,3: 55-66.
sociologfa cultural. El paso más firme para su consecución es el .Civil Society and Crisis: Culture, Discourse and
JAcoBS, Ronald (1996),
de hablar contra los falsos fdolos, evitar el error de confundir la the Rodney King Beating", Amerban Joumal of Sociologt, l0l,5:
sociología reduccionista de las aproximaciones culturales con 1.238-1.272.
un genuino programa fuerte. Sólo de esta forma la promesa de KeNe, Anne (1992), .Cultural Analysis in Historical Sociolog',, Sociolo-
una sociología cultural puede llevarse a cabo a través de la se- gical Theory, 9, l: 53-69.
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mó que sus estudios sobre <el hombre modernoD (Inkeles y
Smith 1974) ponían de manifiesto que los tránsitos que la per-
sonalidad realiza hacia la autonomfa y la realización eran resul-
tados cruciales y predecibles de la modernización social, que
giraba, en lo básico, en torno a la industrialización de la socie-
dad. No se hicieron esperar reacciones elogiosas a la interven-
ción de Inkeles por parte de los miembros más veteranos del
público, escépticos ante el más joven. Wallerstein respondió a

1. Los borradores de este ensayo fueron presentados en el coloquio organizado por


el Centro para el Análisis Social Comparativo (UCLA); el Comité de Investigación de
Teoría de la Asociación Sociológica Internacional y el Colegio Sueco para el Estudio
en Ciencias Sociales; el Centm para la Teo¡la e Historia Social (UCLA); y los Departa-
mentos de Sociología de las Universidades de Montreal y McGill, Los colegas en cada
uno de estos enclrentros aportaron crfticas muyjugosas. Entre ellos, los comentarios
de Piotr Sztompka y Bjom Wittrock fueron especialmente enriquecedores. Las lectu-
ras crfticas proporcionadas por Donald N. Leüne, Robin Wagner-Pacifici, Hans Joas,
Bernard Barber y Franco Crespi, también ftieron muy valiosas. Reconozco con par-
ticular gratitud a Ron Eyerman, cuyas ideas sob¡e los intelectuales estimularon el pre-
sente trabajo, y a John Lim, cuyo estudio sobre los intelectuales neoyorquinos aportó
una ayuda considerable. Este ensayo está dedicado a Ivan Szelenyi.

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