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1.

Juego y espacio potencial según Winnicott (Winnicott)


-Promo de lectura como espacio potencial: “habilitar” (Guia de dispositivos RIEPS)
-usar texto de Montes
2. Funciones del jugar en la infancia (Bindler, Rodulfo)
-contar etapas de aberastury
-usar registro de primeras dos promos
3. Funciones del jugar en la pubertad y adolescencia (Rodulfo)
-desarrollar la función de la escritura (Vega Gonzalez, Grunin)
4. El juego en la adultez y la vejez (Investigar). Incorporar otros modos de juego, ej la
lectura.
-articular con registro contando lo q nos dijo una persona sobre la incorporación de
juegos de adultxs: sopa de letras, poesía, memotest
5. Conclusiones

REFLEXIONES: Sirve para ver en qué momento del desarrollo está el niño, pero con que
dejemos que el juego se desarrolle ofreciendo un espacio potencial, alcanzaria; porque el
juego es terapeutico en sí (promo de le tura como espacio transicional)

ATENEO: ¿Quién juega?

Introducción

“Se da por supuesto que la tarea de aceptación de la realidad nunca


queda terminada, que ser humano alguno se encuentra libre de la
tensión de vincular la realidad interna con la exterior, y que el alivio de
esta tensión lo proporciona una zona intermedia de la experiencia que
no es objetivo de ataques (las artes, la religión, etcetera). Dicha zona
es una continuación directa de la zona de juego del ninio pequeño
que “se pierde” en sus juegos” (31)

El objetivo del presente escrito es la articulación entre el dispositivo de “Promoción de


lecturas y juegos”, realizado por el equipo de la RIEPS en el CeSac 38, y la
conceptualización del jugar como actividad constituyente. El marco teórico elegido para
este fin es predominantemente winnicottiano, aunque tomaré aportes de Ricardo Rodulfo,
un psicoanalista local y contemporáneo.
Siguiendo la guía de dispositivos RIEPS, el dispositivo de promoción de lectura consiste en
una estrategia de intervención para promover la expresión y el desarrollo de la creatividad,
que consiste en “espacios donde se realizan acciones dirigidas a acercar a las personas a
las lecturas como práctica cotidiana y fuente de placer, teniendo en cuenta los múltiples
efectos que éstas generan tanto en las dimensiones subjetiva, cognitiva, vincular como
social. Pueden combinar el aspecto lúdico con lo terapéutico” (21: 2022).
Focalizaré esta primera parte en la relación entre lo lúdico y lo terapéutico, para desarrollar
el concepto de zona intermedia de experiencia como base de las diversas formas que
adopta el jugar a lo largo de la vida. Segun Winnicott, el jugar remite a la capacidad
creadora propia de la subjetividad, presente desde el inicio de la vida y en todas las etapas
vitales, ya que, en el adulto, se manifiesta en “la elección de las palabras, en las inflexiones
de la voz y, por cierto, en el sentido del humor” (Winnicott, 1971: 63). Rodulfo agrega que, si
bien está presente toda la vida, su función varía en las diferentes etapas vitales.
Siguiendo a estos autores el jugar es terapéutico en sí, dado que refiere a la posibilidad de
experimentarse existente. En este sentido, cabe distinguir entre juego y jugar: mientras el
juego remite al producto de cierta actividad, con determinados contenidos, la actividad en sí
debe ser marcada por el verbo en infinitivo, que indica su carácter de producción. La acción
de jugar implica un proceso, no un producto terminado. Es por eso que, desde el
psicoanálisis, entendemos al jugar como constituyente y estructurante. De acá se
desprende una paradoja: Si el sujeto se constituye jugando, ¿quién juega? En cuanto ser
permite hacer, también hacer permite, en su misma actividad, la experiencia de ser: ¿Hay
sujeto antes del juego?
El autor plantea que el jugar tiene un espacio y un tiempo: el lugar es el espacio potencial
entre la madre y el bebé, una zona que no es una realidad psíquica interna, dado que está
fuera del individuo, pero no es el mundo exterior. Esto es, al comienzo, la madre se adapta
casi totalmente a las necesidades de su hijo, y le ofrece al bebe la oportunidad de crearse la
ilusión de que su pecho es parte de él, que él crea el pecho y se encuentra bajo su dominio
mágico (omnipotencia). Luego, la” madre suficientemente buena” debe desilusionar al bebe
de forma gradual, en consonancia con la creciente capacidad de su hijo para encarar ese
retroceso. Esta “zona intermedia” de experiencia es una zona de ilusión que se mantiene a
lo largo de toda la vida como un espacio propicio para que el jugar pueda advenir, es un
lugar que no está en disputa y, por ende, puede ser el espacio de “descanso” del sujeto.
Ahora bien, ¿es posible pensar el espacio de promoción de lecturas y juegos como un
espacio potencial que habilita el juego?

Jugar en la infancia

En “El niño y el significante”, Ricardo Rodulfo desarrolla sus tesis sobre el jugar, actividad
que para él es más correcto definir como constituyente que como expresiva. Plantea que no
hay ninguna actividad significativa en el desarrollo de la simbolización del niño que no pase
vertebralmente por el juego.
Propone que la actividad lúdica cumple tres funciones principales en las construcción del
cuerpo en la primera infancia: el trazado e inscripción de una superficie sin agujeros (la
espacialidad es aún bidimensional, no hay ninguna operación sobre el espacio que no sea
una operación sobre su cuerpo), la relación reversible entre contenido y continente (la
formación del cuerpo tubo, una insinuación al pasaje al volumen, en la que todavía no tiene
validez la afirmación de que el continente debe ser mayor al contenido: en esta etapa se
despliegan las fantasías de omnipotencia) y la desaparición simbolizada (el momento del
fort-da, de los juegos de escondite; co-extensiva a la aparición del “no” en el lenguaje).
Estas tres funciones en el armado corporal pueden verse reflejadas en los dibujos de los
niños (del mamarracho a lo figurativo).
Como dije anteriormente, no hay ninguna actividad significativa en el desarrollo de la
simbolización del niño que no pase vertebralmente por el jugar, y es por eso que el
concepto de jugar funciona como el hilo conductor, siendo útil para evaluar el desarrollo
simbólico de un niño. En Padres e Hijos en Tiempos de retirada, Rodulfo realiza una suerte
de clasificación secuencial del contenido de los juegos a lo largo del desarrollo:

1. Juegos interactivos (primer año): se trata de juegos de encuentro entre dos


personas, donde hay una comunión de estados afectivos sin necesidad del rodeo
por la palabra. Predomina la experiencia corporal; los tonos y los ritmos.
2. Juego exploratorio (del primer al tercer año): chupar, examinar, deambular, vaciar
contenido (ya no hay solo superficie, sino un interior, un entubamiento que permite
vaciar y desparramar). Es el momento de explorar y tomar posesión (“mío”). Se
juega a aparecer y desaparecer, y a arrojar los objetos.
3. Juego narrativo ( desde los tres años): ya no se trata de desparramar sino de
seleccionar lo necesario para montar escenas, secuencias, historias. Suele aparecer
el “bueno” y el “malo”, los héroes.
4. Juego reglado (desde los cinco años): hacer trampa en un principio constituye un
logro subjetivo y es esperable.

Quise agregar esta clasificación a modo de guía para detectar en qué proceso subjetivo
anda el niño y que reciba ayuda profesional si es que lo necesita, es decir, no se trata de
“normalidad” sino de los logros esperables a cada edad.

Jugar en la adolescencia
A lo largo del proceso de estructuración, el jugar se va resignificando. En la pubertad el
cuerpo crece de golpe y se requiere un trabajo de representación psíquica de lo nuevo del
cuerpo, por lo que es necesario volver a transitar aquellas funciones del jugar que mencioné
que ocurrían en la primera infancia, aunque el contenido de esta etapa sea otro.
Respecto al armado de superficie, ahora la sensación de continuidad no se lleva a cabo
entre el cuerpo de la madre y el del bebé, sino que se fabrican nuevas “bandas” en relación
al grupo de pares. Es identificándose con el par que se reconocerá en su nuevo cuerpo, se
hace superficie con este: cada uno se ve a sí mismo al mirar al otro, uno cree saberlo todo
del amigo. Según Rodulfo, la operación constituyente del fort/da se replantea sobre sobre el
par familiar/extrafamiliar. Para el adolescente, se trata de desaparecer, no solo en relación a
la familia como entidad concreta, sino respecto de todas las categorías familiares que
organizaban su vida en lo simbólico. Para alejarse de estas, pasan por distintos discursos,
modas, ropas, prácticas. Juega y explora con variadas identificaciones. Desaparece de su
casa por largos periodos de tiempo, muchas veces emprende largos viajes. En este pasaje
de la endogamia a la exogamia, la capacidad del jugar se vuelve fundamental para una
transición saludable. Agujerear aquello que viene impuesto para que eso devenga,
transfigurado, algo propio. El segundo deambulador (asi llama a esta fase exploratoria
haciendo referencia al deambulador de la primera infancia) crea sus propios límites a través
de la exploración, y esto implica correr riesgos.
Quisiera detenerme en la función de la escritura como modo de juego en esta etapa.
Susana Fernandez de la Vega Gonzalez
Grunin y Schlemenson

Dibujos fuera de papel: ligazones y mamarrachos


Libro bindler

Todas las fases del juego de ese libro las tengo en fotos en biblioteca.

La interpretacion ludica
TESIS
:El jugar como actividad constituyente En “Realidad y juego” (1971), Winnicott plantea que
la capacidad de jugar es un logro en el desarrollo emocional: “La satisfacción en el juego
depende del uso de símbolos, aunque, en la base, la moción proviene del instinto” (1971:
79). En el “uso de símbolos” ya hay implicación, actividad. Para que este logro se produzca,
es necesario que haya un ambiente que sea facilitador de aquel desarrollo, y que no sea
intrusivo ni lo interrumpa. El jugar tiene un espacio y un tiempo: el lugar es el espacio
potencial entre la madre y el bebé, una zona que no es una realidad psíquica interna, dado
que está fuera del individuo, pero no es el mundo exterior. Para Winnicott el juego es,
primordialmente, una actividad creadora. Es natural, universal y corresponde a la salud. A
través de este, el niño se ocupa de forma creativa de la realidad externa, lo que produce un
vivir creador, un verdadero self. Sin el juego, el niño se ve arrojado de vuelta al
sometimiento. Es decir, si no crea, si no se produce una diferencia, queda sometido al
objeto, como en el momento de la ilusión, en vez de usarlo. Lo que Winnicott plantea es
que, al comienzo, la madre se adapta casi totalmente a las necesidades de su hijo, y le
ofrece al bebe la oportunidad de crearse la ilusión de que su pecho es parte de él, que él
crea el pecho y se encuentra bajo su dominio mágico (omnipotencia). Luego, la madre
suficientemente buena debe desilusionar al bebe de forma gradual, en consonancia con la
creciente capacidad de su hijo para encarar ese retroceso. Volviendo a lo que se mencionó
más arriba, para la experiencia creadora del jugar es necesario el uso del objeto; para
usarlo debe estar por fuera de los fenómenos subjetivos, debe formar parte de la realidad
compartida y esto al costo de derribar la ilusión de dominio omnipotente. Es de vital
importancia para el presente trabajo, resaltar que este pasaje (de la relación al uso) significa
que el sujeto destruye al objeto. Para esto, se requiere un ambiente facilitador, esto es, que
el objeto sobreviva a la destrucción por parte del sujeto. Dice Winnicott: “gracias a la
supervivencia del objeto, el sujeto puede entonces vivir una vida en el mundo de los
objetos” (1971: 267). Es decir, una vida como un individuo separado. Esto concierne a la
cuestión de la adolescencia: para que el sujeto pueda salir al campo exogámico, debe poder
destruir a los padres en su fantasía. Por eso, la capacidad de jugar se vuelve esencial, ya
que es necesario destruir y así usar a los padres para diferenciarse; la tarea de ellos será
no abdicar, sobrevivir, y así acompañar a su hijo en el proceso. 11 En el mismo libro,
Winnicott dice que, lo característico del juego en la adolescencia es que los juguetes son los
asuntos mundiales (del mundo): juegan a posicionarse en política, juegan a que son padres
y madres manteniendo relaciones amorosas, juegan a la guerra yendo a pelear aunque
queden envueltos en verdaderos riesgos. Una vez planteadas brevemente las ideas de
Winnicott acerca del jugar y, específicamente, de la función de aquel en la adolescencia, se
desarrollarán los planteos posteriores de Rodulfo al respecto. En “El niño y el significante”
(1989), Ricardo Rodulfo sigue la propuesta de Winnicott, al acentuar la distinción que él
hace entre juego y jugar. De este modo, resalta el carácter de práctica significante del jugar:
“… en tanto el juego remite al producto de cierta actividad, a un producto con determinados
contenidos, la actividad en sí debe ser marcada por el verbo en infinitivo, que indica su
carácter de producción” (1989: 120). Además, Rodulfo toma de Winnicott la idea de que el
jugar debe estar si se ha de producir una experiencia. La función del jugar, esencial para la
estructuración subjetiva, varía en los distintos momentos de aquella. Por eso, el concepto
de jugar funciona como el hilo conductor, siendo útil para evaluar el desarrollo simbólico de
un chico, dado que no hay ninguna actividad significativa en el desarrollo de la
simbolización del niño que no pase vertebralmente por aquél. Para Rodulfo, el jugar
involucra activamente el propio cuerpo, de un modo que “es más correcto definir como
constituyente que como expresivo. En efecto ¿qué cuerpo hay antes de jugar? Una “ilusión
del psicólogo”, diría Winnicott (…) En un tiempo ulterior se apodera del habla y se abre la
posibilidad de un juego en otro plano, en el fondo no menos corporal, en el que lo objetos-
juguetes son las palabras, hecho bien literal” (141: 2012). Respecto al concepto de “uso del
objeto”, plantea que el “objeto” como otredad se instala recién cuando este resiste y
sobrevive a la incorporación. Por ende, el jugar comienza cuando empieza un uso del objeto
desligado de la necesidad y, hasta podría extenderse, desligado de lo útil. Según Rodulfo,
no es que jugar tenga un sentido: es un acontecimiento. Para explicarlo, remite a la frase de
Einstein: “Dios no juega a los dados”. Jugar a los dados implica lo incalculable, la
incertidumbre, el azar: “Tiro los dados y se producen acontecimientos que no tienen un
sentido predeterminado. Es muy distinto de la idea de un plan divino o de un plan de la
historia” (2012: 146). Y agrega: “Para poder hablar de juego o de jugar, tiene que haber por
lo menos más de una probabilidad (…) el juego desemboca enseguida 12 en la
problemática de la libertad” (2012: 147). Y una vez que esta implicada la libertad, también lo
está la elección y, por ende, la responsabilidad. Pero, además, hay en el jugar algo inédito
que le da el carácter de espontaneidad, y que tiene que ver con forjar algo que no
preexistía. Es lo que Winnicott denomina “experiencia creadora”: él plantea lo paradojal de
crear lo que ya estaba-ahí aguardando se creado, y no simplemente encontrado. En el
mismo libro, Rodulfo (1989) desarrolla las tres funciones de la actividad lúdica con ejemplos
de la construcción del cuerpo en la primera infancia. Plantea la existencia de funciones del
jugar más tempranas y fundantes que el fort/da. En las primeras dos funciones, ligadas a la
edificación del cuerpo propio, la espacialidad es bidimensional. Esta forma de espacialidad
inconsciente narcisista originaria se denomina espacio de inclusiones reciprocas (Sami Alí):
espacio-tiempo reversible donde ninguna de las polaridades que luego organizan la vida del
psiquismo están vigentes (yo/ no yo, objeto/sujeto, exterior/interior). Es decir, es
bidimensional porque los dos puntos de cualquier polaridad coinciden. Por ejemplo, el
tiempo es reversible porque las categorías pasado/futuro no han empezado a funcionar. La
primera función del jugar es la del trazado e inscripción de una superficie sin volumen y sin
solución de continuidad, es decir, superficie sin agujeros. En este tiempo, cuerpo y espacio
coinciden sin desdoblamiento. Para el niño, no hay ninguna operación sobre el espacio que
no sea una operación sobre su cuerpo. Esto se debe a que, como se mencionó más arriba,
en esta espacialidad bidimensional todavía no están constituidas las polaridades. El niño no
se posee a sí mismo, está demasiado incrustado en el cuerpo del Otro. La segunda función
del jugar es la que refiere a la relación entre contenido y continente. Esta es totalmente
reversible, porque todavía no tiene validez la afirmación de que el continente debe ser
mayor al contenido. Se trata de la formación del cuerpo tubo, una insinuación al pasaje al
volumen. Rodulfo explica que, en este momento, la reversibilidad temporal y espacial
permite el despliegue de fantasías de omnipotencia infantil. La función estructurante de la
omnipotencia temprana es que protege al infans de percatarse tan precozmente de que es
Otro el que lo sostiene y que aquel Otro podría desaparecer. 13 Por último, la tercera
función del jugar es la desaparición simbolizada. Para elaborarla, los niños y niñas de
temprana edad emplean juegos de escondite, con el correspondiente goce en ocultarse. Se
trata de la constitución de la categoría del fort-da y del desprendimiento trascendental de la
mirada del Otro (“Si soy mirado, existo”). En este sentido, algo es real solo en la medida de
que puede desaparecer. Así, a través de esta función hay un viraje de la angustia hacia su
utilización posible como señal. La constitución del fort-da, denegación originaria, es co-
extensiva a la aparición del “no” en el lenguaje verbal: se juega al no. He aquí la separación
del afuera/adentro (creación de este espacio en el tirar el carretel) y el yo/no-yo distinguido,
ya por fuera del espacio de inclusiones recíprocas. Para ampliar la idea de Rodulfo acerca
del jugar como actividad constituyente, se tomaron los aportes de la psicoanalista lacaniana
Silvia Salman (2004). Ella plantea que el juego es un aparato de goce. Basándose en las
formulaciones de Lacan del Seminario 20 acerca del lenguaje, ella plantea que, tanto el
lenguaje como el juego, sirven para producir goce, pero también comparten el estatuto de
semblante, de simbólico que tiende a aprehender lo real. La autora propone al juego como
un modo de tratamiento de lo pulsional, de ligazón de la energía con las representaciones:
le asigna una función de anudamiento del significante y la pulsión. Siguiendo sus
desarrollos, en el Fort-da, la partida de la madre desencadenaría la hiancia, el vacío que
podrá funcionar como lugar de producción del objeto a y la puesta en marcha de la división
del sujeto en el juego de alternancia significante. El juego, en este sentido, puede tomarse
como posibilitador de la separación (la segunda operación fundamental), el punto de partida
para elaborar la escena ficcional; esto es, la posición propia del sujeto respecto a su deseo.
Entonces, el juego operaría, como Lacan plantea respecto al significante, como aparato de
goce, como una maquinaria para producir y soportar el goce. En esta línea, alienación y
separación, las dos operaciones que plantea Lacan en el Seminario 11, pueden compararse
con el recorrido sucesivo de las funciones del jugar que introduce Rodulfo. Desde una
espacialidad bidimensional, una superficie si agujeros (alienación necesaria al Otro); hasta
la separación que posibilita la desaparición simbolizada. Se considera, a partir del Fort da,
la constitución del objeto a como perdida inaugural que produce una hiancia abierta a la
pregunta, al cuestionamiento. Una salida a la fijeza, a la petrificación. 14 Y, en articulación
con las etapas que aquí se investigan, podría formularse: primero el estallido de la pubertad,
que conlleva un trauma en principio irrepresentable y, luego, al lugar de ese vacío, los
objetos sustitutos le darán sustancia a a; vacío en el cual el adolescente producirá sus
propias respuestas. Por eso, los trabajos del adolescente serán la elaboración de los
traumas puberales y la fantasmatización.

El jugar de los niños es en sí mismo terapéutico. Winnicott diferencia


entre play, game y playing. Play, expresión lúdica, al modo kleiniano, juego
a ser interpretado. Game, juego reglado, sigue caminos predeterminados.
Playing, Winnicott utiliza participios sustantivados, para dar la idea de
procesos y no productos terminados.
Promoción de las lecturas
Son espacios donde se realizan acciones dirigidas a acercar a las personas a las lecturas
como práctica cotidiana y fuente de placer, teniendo en cuenta los múltiples efectos que
éstas generan tanto en las dimensiones subjetiva, cognitiva, vincular como social. Pueden
combinar el aspecto lúdico con lo terapéutico.
Existen diversos dispositivos desde los cuales desarrollar una estrategia de promoción de
las lecturas. El dispositivo de promoción de las lecturas se erige como una estrategia de
intervención para promover la expresión y el desarrollo de la creatividad, ampliando los
márgenes de autonomía y reflexividad sobre los procesos colectivos de salud-enfermedad-
atención-cuidado. Nos referimos a lecturas no sólo de textos escritos sino de contextos y
situaciones, que comprenden y trascienden al objeto libro. Al interior de los efectores de
salud, contribuye a generar una forma de vínculo social diferente al históricamente
construido en estas instituciones, promoviendo la grupalidad y un modelo de atención que
tienda a la horizontalidad.

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