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En esta línea, sencilla y útil, los deportistas pueden aprender a tomar sus pulsaciones y
hacerlo antes y justo después de cada ejercicio; pero será mejor, cuando las condiciones
de la actividad lo permitan, utilizar pulsómetro durante todo el entrenamiento o, al menos,
en algunos ejercicios. Las medidas objetivas que proporcionan los pulsómetros, resultan
muy valiosas para evaluar y controlar la intensidad del esfuerzo en cada fase de una
sesión de entrenamiento.
Ahora bien, para poder confiar en estas medidas, es importante que, el entrenador
controle otras variables que podrían influir en ellas; fundamentalmente, la motivación, el
estado de ánimo y el nivel de fatiga de los deportistas. En el caso de la motivación, deben
mantenerse constantes estrategias, como dar explicaciones previas, establecer objetivos,
utilizar programas de contingencias, etc. Respecto al estado de ánimo, también se
recomiendan mantener estrategias apropiadas para mantener un nivel óptimo respecto al
ideal de la competición. Y en lo que concierne al nivel de fatiga, debe controlarse el
momento del entrenamiento y la carga de trabajo acumulada, siendo aconsejable utilizar
escalas de cansancio percibido que indiquen el estado en el que se encuentra el
deportista.
Interés
Controversia
Existe una cierta controversia respecto a si los marcadores bioquímicos son realmente útiles
para el seguimiento del progreso en el entrenamiento y en a la adaptación a este. De hecho,
algunos entrenadores no aplican el análisis de biomarcadores a la hora de preparar la
temporada de entrenamientos. Menos controversia existe en cuanto a la utilidad de los
biomarcadores para identificar situaciones de riesgo como pueden ser el
sobreentrenamiento, deficiencias de nutrientes, etc. Por desgracia, no existe un único
biomarcador estándar para el seguimiento de la mayoría de los procesos fisiopatológicos
del ejercicio y por ello el análisis de varios de ellos es necesario.
Limitaciones
La condición física es un conjunto de atributos que posee o alcanza una persona y que están
relacionados con la capacidad de dicha persona para realizar las diferentes actividades
físicas diarias o práctica de ejercicio sin experimentar fatiga. La condición física no es sólo
un parámetro predictor de morbilidad y mortalidad en relación a las enfermedades
cardiovasculares, sino que está considerada hoy en día como marcador fundamental de
salud ya que su medición abarca la mayor parte de las funciones del organismo (locomotor,
cardiorrespiratoria, hematocirculatorio, psiconeurológico y endocrino-metabólico), las
cuales participan en el desempeño de la actividad física diaria y del ejercicio. La condición
física está en parte determinada genéticamente, pero también puede estar muy influenciada
por factores ambientales, como el ejercicio físico, sedentarismo, estilos de vida
perjudiciales, etc. Las componentes de la condición física se pueden diferenciar entre las
relacionadas directamente con la salud de las relacionadas con el rendimiento físico, siendo
estas primeras más importantes, las componentes relacionadas con la salud de un individuo
incluye la componente cardiorrespiratoria (potencia aeróbica máxima o función cardíaca),
una componente muscular (fuerza, potencia o resistencia muscular), una componente motor
(agilidad, equilibrio o coordinación), una componente morfológica (composición corporal,
densidad ósea o flexibilidad) y una componente metabólica (tolerancia a la glucosa,
metabolismo de lípidos y lipoproteínas u oxidación de sustratos característicos). Hay
numerosas pruebas para medir la condición física que van desde las técnicas sencillas de
autoevaluación con una prueba de campo hasta las pruebas de laboratorio más sofisticadas.
Uno puede optar por emplear una medida diferente en función de los objetivos específicos
de la investigación y de las limitaciones del presupuesto. Se considera el máximo consumo
de oxígeno (VO2máx) como el mejor indicador del estado cardiorrespiratorio y se puede
estimar mediante una prueba máxima o sub-máxima. Con respecto a la componente
muscular, la prueba de fuerza de manos es la prueba de fuerza más utilizada para evaluar la
condición física y su medida sirve como predictor de morbilidad y mortalidad. La agilidad,
el equilibrio, la velocidad o la coordinación están incluidos en el componente motor. La
agilidad es una combinación de velocidad, potencia, equilibrio y coordinación. Para la
medida del equilibrio estático, el equilibrio sobre una sola pierna con los ojos cerrados o
abiertos es una buena alternativa. La flexibilidad es una componente morfológica.
6. Percepción del esfuerzo en los deportes de equipo
La investigación relacionada con la
percepción del esfuerzo se ha llevado a
cabo en las
esfuerzos frecuentemente y por ello deben estar más habituados/as a ajustar sus sensaciones de
familiarizados/as con el esfuerzo prolongado porque las actividades que realizan consisten en
episodios relativamente cortos de esfuerzo físico intenso, lo que difiere del esfuerzo continuo e
individual característico de muchos deportes individuales. Por lo tanto, en esta tesis nos
conceptualización que incluya variables no solo físicas, sino también psicológicas. Dentro de
este contexto, la tesis se propone comprender cómo es la percepción del esfuerzo en los deportes
Para describir la percepción del esfuerzo en los deportes de equipo, nos basamos en el
modelo de las habilidades humanas de Riera (2005), el cual tiene en cuenta la interacción del ser
humano con el mundo que lo rodea y las diferentes formas de relacionarse con él. Este modelo es
útil para comprender los diversos niveles de interacción que experimentan los/as jugadores/as de
de las habilidades humanas en función de los aspectos del entorno a los que se ha de prestar
atención, los objetivos que se han de conseguir y los instrumentos que se han de utilizar. Riera
con estos elementos del entorno y las denomina respectivamente como: básicas, técnicas,
tácticas, estratégicas e interpretativas. En esta tesis consideramos que la percepción del esfuerzo
(sensaciones físicas del cuerpo y habilidades de desplazamiento como correr), pero se desconoce
cómo se da la percepción del esfuerzo en las otras habilidades que propone Riera, como las
habilidades tácticas que describen la interacción entre los miembros de los deportes de equipo
para lograr un objetivo común. Asimismo, nos centramos en las ideas del modelo mental
compartido (SMM, por sus siglas en inglés), las cuales exponen la importancia de la
coordinación dentro del grupo para lograr un fin común (Eccles y Tenenbaum, 2004). De
acuerdo con este modelo, cuando se trabaja en equipo, las acciones de los miembros deben
coordinarse cada vez que los individuos perciben, codifican, almacenan y recuperan información
de forma simultánea. Es decir, que deben tener un modelo mental compartido (SMM) que se
entiende como el grado en el que un grupo de individuos posee una representación cognitiva
de flexibilidad y adaptabilidad cognitiva como es el caso de los deportes de equipo que necesitan
cooperación entre jugadores/as para lograr un objetivo común y que además deben hacerlo frente
a un equipo rival (Reimer, Parque, y Hinsz, 2006). Por lo tanto, los miembros de un equipo
coordinan sus actividades con eficiencia cuando anticipan y prevén las necesidades de cada
uno/a de los/as compañeros/as, e identifican los cambios que realizan los/as otros/as
jugadores/as, tanto de su equipo como del equipo rival, para ajustar sus esfuerzos como sea
De acuerdo con el SMM, la percepción del esfuerzo en los deportes de equipo depende
decir, distribuida) entre los miembros del equipo, de modo que cada jugador/a es responsable de
una tarea en la medida que comparten funciones y prestan atención los/as unos/as a los/as
otros/as teniendo siempre en cuenta lo que hace el resto de compañeros/as (Reimer et al., 2006).
Además, al dividirse las funciones la atención también se divide, los miembros del equipo pueden
centrarse en aquellas señales más relevantes lo que resulta en una mayor anticipación y
una mejor toma de decisiones (Cannon-Bowers y Salas, 2001). Este hecho sugiere que cuando
los/as compañeros/as perciben e interpretan una situación de manera similar es más probable que
ocurra una toma de decisiones precisa, sobre todo en equipos de expertos (Tenenbaum, 2003).
Teniendo en cuenta que el SMM postula que el conocimiento de los/as jugadores/as debe
ser compartido entre los miembros del equipo y este conocimiento contribuye a la integración de
los esfuerzos del equipo, creemos que en un contexto cooperativo en el que se requiere un
esfuerzo compartido, como lo es el de los deportes de equipo, cada miembro del grupo percibe
no sólo su propio esfuerzo, sino también los esfuerzos de otros/as jugadores/as. Por lo tanto, el
concepto de percepción del esfuerzo en los deportes de equipo debe integrar aspectos específicos
que describan cómo los miembros del equipo perciben el esfuerzo compartido y cómo utilizan
Del mismo modo, identificar la motivación con las causas totales de la conducta es un error
común y muy perjudicial a la hora de estudiar la conducta motivada en el deporte. A pesar de que
las variables motivacionales son claves en esta área, tanto para el aprendizaje y formación como
para el desempeño, es necesario admitir que los factores motivacionales no son los únicos que
afectan la conducta y que no todas las variables motivacionales son igualmente fáciles de modificar.
Por otra parte, existen confusiones habituales como la de considerar la motivación, de forma
excluyente, como una variable interna de personalidad o como un factor meramente externo. De
considerar que es una variable simplemente interna, se estaría ignorando, o no valorando
suficientemente, la influencia en ocasiones decisiva que tienen los factores situacionales sobre la
motivación. Del mismo modo, no se puede estimar la incidencia de los factores ambientales sin
considerar las motivaciones individuales de los deportistas, pues estos pueden mantener un nivel
elevado de motivación a pesar de que las circunstancias del entorno no sean las más adecuadas.
Por eso, lo más correcto es considerar la motivación como el producto de la interacción de factores
internos (personales) y externos (ambientales o situacionales).
Entre los retos que se adivinan importantes para el futuro estudio de la motivación están los de
dilucidar la insuficiente o nula diferenciación entre factores desencadenantes y consecuentes de la
conducta motivada, así como el uso generalizado en el ámbito científico de expresiones coloquiales
que parecen indicar que la motivación se tratara de una entidad corpórea localizable
(habitualmente en el "interior" de la persona) que puede perderse.
Existen, por tanto, multitud de temas pendientes y problemas por resolver en el ámbito de la
motivación, y sobre todo en el de la motivación deportiva.
En este trabajo se intentará abordar la motivación desde una perspectiva global, analizando en
primer lugar –y partiendo del concepto de motivación- los distintos tipos de motivación.
Posteriormente, el estudio se centrará en la motivación en el deporte, las razones para incluirla en
los programas no solo de alto rendimiento sino de deporte en general, las formas más adecuadas
de conseguirla y la posible afectación del rendimiento por parte de aquella.
Trabajar la motivación es tarea de los profesores de educación física y de los entrenadores. Sin
embargo, en la mayoría de las ocasiones, la información y formación en esta materia es escasa.
Ello puede provocar que el profesor o entrenador se deje llevar por sus propias motivaciones o
frustraciones, sin tener mucho en cuenta a sus discípulos. Así, en ocasiones, estos profesionales
parecen querer inculcar la victoria deportiva a cualquier precio e incluso se abusa de la agresión
verbal si aquella no se consigue. Este tipo de conductas, lejos de motivar a los niños, producen en
ellos un rechazo visceral y un abandono precoz del deporte.
Aunque las distintas investigaciones realizadas hasta la fecha utilizan muy diversas metodologías
o sistemas de clasificación y recogida de información de grupos muy diferentes, de su conjunto
cabe extraer algunas conclusiones generales respecto de la motivación en el deporte:
en la práctica de un deporte determinado puede haber muy diferentes motivos, si bien
existen motivos relativamente específicos de alguna actividad, por ejemplo, el placer
intrínseco de nadar por nadar
la participación en el deporte parece tener una motivación fundamentalmente intrínseca
la diversión y el placer son dos de los más importantes motivos para el deporte, si bien
otros como la salud, el éxito, la consecución de la excelencia y la compensación de las
cargas del estudio y el trabajo, por ejemplo, juegan asimismo un papel importante
además de los motivos específicos, los restantes son atribuibles en parte a la necesidad
básica de demostrar competencia
las diferencias entre deportistas y no deportistas en cuanto a los motivos para practicar
deporte parecen ser relativamente pequeñas, aunque el motivo de logro o éxito destaca en
mayor medida en los deportistas
en ocasiones intervienen también motivos antagónicos, de los que puede depender la
fuerza de la motivación en un momento dado.
Las múltiples investigaciones sobre la motivación en el deporte han contribuido a que esta lista
de conclusiones sea muy amplia y que puedan señalarse otras varias sobre las que, sin embargo,
hay opiniones contradictorias. En este sentido, por ejemplo, puede citarse la afirmación de que los
deportistas con niveles de motivación de logro elevados prefieren situaciones de riesgo de dificultad
moderada, mientras que los que presentan un bajo nivel tienden a elegir tareas muy fáciles o muy
difíciles.
que la tendencia a evitar el fracaso guarda relación con la ansiedad de los sujetos y a eludir
situaciones de evaluación como las competiciones deportivas
que las recompensas extrínsecas pueden afectar a la motivación intrínseca de dos formas:
disminuyéndola cuando los deportistas perciben un cambio en el locus de control de interno
a externo, o incrementándola cuando proporciona información que permite aumentar el
sentimiento de competencia
que la experiencia de situaciones anteriores afecta significativamente a las atribuciones
causales de los éxitos y fracasos, de tal forma que, si los resultados son consistentes con la
experiencia pasada, las atribuciones tienden a ser estables, lo cual puede abocar a los
sujetos a una situación de indefensión cuando las experiencias de fracaso se repiten, o bien
que las atribuciones de los ganadores suelen ser más internas, estables y controlables que
las de los perdedores.
Se puede señalar que, en la actualidad, la psicología del deporte ha optado claramente por un
enfoque interactivo de la motivación, habiéndose replanteado los conceptos tradicionales sobre la
activación y su relación con variables como el rendimiento deportivo. Como ya se ha mencionado
en la introducción de este trabajo, la activación y la motivación son conceptos independientes y
distintos.
Las investigaciones para determinar el nivel motivacional óptimo han sido asimismo abundantes,
discutiéndose si existe un cierto punto de motivación más allá del cual el rendimiento decrece o si,
por el contrario, el incremento motivacional siempre produce beneficios en la ejecución.
Obviando las diferencias entre todas estas investigaciones y entre los diversos autores, lo que
parece claro es que la motivación es un punto clave no sólo en el alto rendimiento deportivo sino
también en la práctica de cualquier tipo de actividad física.
Se sabe que el ejercicio aporta grandes beneficios a la salud, de ahí el creciente interés por
practicar deporte. Éste, desde el punto de vista metabólico, se divide en aeróbico y
anaeróbico. Con ejercicio físico o trabajo aeróbico se hace referencia a la actividad física
que por su intensidad requiere principalmente oxígeno para su mantenimiento. Cuando la
intensidad requerida para realizar un ejercicio físico es muy elevada y el organismo no
necesita oxígeno, se habla de ejercicio anaeróbico. Al iniciar cualquier actividad física, el
aire que se respira siempre cubre las necesidades del organismo, por lo que empieza siendo
aeróbica. En el caso de que la intensidad se eleve hasta el punto de necesitar más aire del
posible, se convierte en ejercicio anaeróbico, por lo que es preciso disminuir la intensidad e
incluso detenerse para recuperarse. Una vez que ha quedado claro que el ejercicio aeróbico
es aquel que requiere oxígeno, dentro de esa categoría se englobarían actividades como
caminar rápidamente, correr, jugar al fútbol, remar, saltar a la cuerda, nadar, patinar,
montar en bicicleta y bailar, entre las más comunes. En este ejercicio aeróbico, el músculo
del corazón utiliza como combustible principal los ácidos grasos. Lo mismo ocurre para el
resto del organismo: durante el ejercicio aeróbico gastará grasa, y la cantidad gastada
aumentará en la medida en que dure el ejercicio. Es de vital importancia que el ejercicio se
realice con cierta intensidad para que los latidos del corazón aumenten e ingresar así más
aire a los pulmones, con el fin de que el oxígeno sea distribuido por todas las células. No
obstante, si la intensidad aumenta en exceso, deja de ser aeróbico para ser anaeróbico, y se
necesita más aire del que se es capaz de respirar. La forma más fácil de medir la intensidad
del ejercicio aeróbico es a partir del número de pulsaciones cardíacas por minuto; se
considera que la cifra máxima que soporta un corazón sano es de aproximadamente 220.
Para calcular el número de pulsaciones ideal de cada persona se resta a 220 la edad en años
del practicante; por ejemplo, para un hombre de 30 años sería: 220 – 30 = 190. En función
del número de pulsaciones alcanzadas, el ejercicio físico aeróbico se podría categorizar en:
• Suave: si se realiza en el rango del 55-60% de la cifra indicada. • Moderado: si se practica
entre el 60-75%. • Fuerte: si se alcanza el 75-85% de las pulsaciones máximas aconsejadas
en el individuo. Exceder esta cifra implica convertirse en anaeróbico. Como
recomendaciones generales, se puede indicar que para conseguir una mayor resistencia
física y una mejor condición del corazón, lo ideal es ejecutar los ejercicios aeróbicos en un
rango de intensidad fuerte, durante un tiempo moderado (20-30 minutos) un par de veces a
la semana. Si el objetivo es mantener la salud y mejorar el metabolismo (aprovechamiento
y desecho) de las grasas, conviene hacer un trabajo de suave a moderado durante 40
minutos o más y de tres a cinco veces por semana. Los beneficios serán mayores si existe la
posibilidad de hacerlo con más frecuencia. Es de gran importancia recalcar, no obstante,
que antes de realizar ejercicio hay que estar seguro de la salud de cada uno para saber si se
está en condiciones. Para ello es imprescindible hacerse un chequeo médico y
especialmente cardiológico.
Aunque algunos médicos de la segunda mitad del siglo xix se habían interesado ya por las
adaptaciones cardíacas de los deportistas.
Hoy en día, existe un buen número de evidencias científicas que muestran cómo los deportistas de
resistencia de alto nivel (maratonianos, ciclistas, esquiadores de fondo, etc.) presentan una
hipertrofia excéntrica del ventrículo izquierdo: un aumento considerable de su diámetro interno
con un incremento proporcional de las paredes musculares de este ventrículo. Quizá el mejor
ejemplo de esta adaptación lo representen los ciclistas profesionales. Con la práctica frecuente de
deporte, el organismo sufre modificaciones. Algunas son muy apreciables, como el adelgazamiento
o la generación de musculatura en las partes del cuerpo que más soportan el esfuerzo (brazos,
músculos de las piernas, etc.). Pero, además, cuando regularmente se realiza práctica deportiva
(véase la tabla 1), en el músculo cardíaco también se producen modificaciones y adaptaciones. Una
de las más importantes es el descenso de la frecuencia cardíaca (pulsaciones del corazón por
minuto) en reposo y también durante el ejercicio físico. El corazón de un individuo en reposo, sin
entrenamiento, tiene una frecuencia de aproximadamente setenta latidos por minuto, y la
cantidad de sangre que bombea de media es de alrededor de 70 cm3 en cada latido. La
multiplicación de estas dos cifras da un total de 4.900 cm3 de sangre por minuto (esta cifra es
conocida como gasto cardíaco o cantidad de sangre bombeada por el corazón en un minuto). Otra
relevante adaptación que se produce en el corazón cuando se realiza un entrenamiento aeróbico
regular es un alargamiento de la fibra muscular cardíaca, lo que genera un aumento de las
cavidades cardíacas denominado cardiomegalia. La consecuencia del crecimiento del tamaño de
las cavidades cardíacas es que en cada bombeo de sangre el volumen es mayor y, por consiguiente,
también la cantidad de oxígeno que transporta la sangre en cada latido. Otra de las adaptaciones
importantes es la reducción de la frecuencia cardíaca tanto en reposo como en el esfuerzo
submáximo (el 70-75% del máximo). Si se mantiene en esos niveles la frecuencia cardíaca, se evita
la aparición de fatiga. Ante un ejercicio moderado, la persona no entrenada comenzará a cansarse
antes que la que sí lo está, pues ésta, para hacer el mismo esfuerzo y bombear la misma cantidad
de sangre, necesita menos pulsaciones, por lo que desarrolla el mismo nivel de trabajo con menos
esfuerzo. En el esfuerzo máximo, los dos individuos tendrían sus corazones latiendo al máximo. En
estas circunstancias, el entrenado bombeará más sangre que el no entrenado, pudiendo a veces
alcanzar este incremento hasta un 70-80% más de sangre. Como consecuencia, el individuo
entrenado es capaz de realizar esfuerzos más prolongados y duros que quien no lo está. La mejoría
en el consumo de oxígeno máximo es otro parámetro que se relaciona directamente con la
frecuencia, la intensidad y la duración del entrenamiento. Una práctica deportiva tres o cuatro
veces semanales, con intensidades de bajas a moderadas (55-64% de la frecuencia cardíaca
máxima) y una duración de 30 minutos aproximadamente han demostrado aumentos del 10-12%
en el consumo de oxígeno (VO2 ) máximo. La ganancia en VO2 depende no sólo del
entrenamiento, sino también de otros factores, como las características genéticas del deportista.
Es importante considerar que la mejoría en el VO2 depende del volumen del entrenamiento, que
es la resultante de la duración y la intensidad. La frecuencia semanal de entrenamiento para
obtener los beneficios óptimos y los riesgos mínimos se basa en una prescripción de tres a cinco
veces por semana. Todos estos cambios que sufre el corazón ante el entrenamiento dan lugar al
llamado corazón del atleta, que en definitiva es la expresión de una adaptación crónica del corazón
a la demanda continuada en el tiempo de bombear más sangre por una mayor intensidad de
ejercicio.
9. Producción mayor en el remodelado cardíaco y reducción de la respuesta
de estrés oxidativo
El ejercicio físico tiene un reconocido rol en la prevención de las enfermedades cardiovasculares,
evidenciando una relación inversa dosis dependiente entre actividad física y mortalidad. Dicha
reducción en mortalidad es producto de varios mecanismos, entre los cuales destaca un
remodelado cardíaco favorable. Este remodelado se genera por medio de una expresión genómica
que gatilla efectos moleculares, intersticiales y celulares, que a su vez producen modificaciones
estructurales, eléctricas y funcionales en el sistema cardiovascular. Estas modificaciones son
objetivables tempranamente, a meses de iniciado el entrenamiento, y son benignas y reversibles.
Ellas incluyen aumento del diámetro de ambos ventrículos, aumento del grosor parietal del
ventrículo izquierdo, incluso, en ocasiones asociado a mayor trabeculación de este y dilatación
auricular izquierda con función diastólica normal. En el extremo opuesto, existen atletas que, al ser
sometidos a altas cargas de entrenamiento, experimentan un remodelado cardiaco que sobrepasa
la barrera de lo fisiológico y que ha sido asociado a efectos deletéreos, condición denominada
miocardiopatía de “Pheidippides” y que incluye: hipertrofia ventricular izquierda asociada a fibrosis
miocárdica, aumento en la incidencia de fibrilación auricular, aumento de la ateromatosis
coronaria y mayor remodelado ventricular derecho. Este remodelado adverso es un elemento de
aparición relativamente tardía, siendo necesario contar con predictores más precoces de respuesta
frente al ejercicio. En este contexto, se ha estudiado la dinámica de diversos biomarcadores frente
al ejercicio y que podrían ser predictores tempranos de mala adaptación cardíaca al
entrenamiento. Algunos de estos marcadores estudiados carecen de significado patológico, como
son el alza transitoria post ejercicio de las troponinas y del péptido natriurético (pro-BPN), que se
pueden presentar hasta en un tercio de los maratonistas. En tanto que otros marcadores
relacionados a actividad inflamatoria (Interleukina-6) y estrés oxidativo (Malondialdehído) pueden
tener un potencial significado patológico.
Interleukina-6 (Il-6)
Malondialdehído (MDA)
En las últimas dos décadas, los avances en Medicina Deportiva, Biomecánica, Fisiología
y Psicología deportiva han determinado importantes cambios en el mundo del deporte,
particularmente en el deporte de alta competición. Así, se han conseguido establecer
los principales determinantes del rendimiento deportivo y la forma de optimizar los
estímulos que conllevan la mejor adaptación para conseguir metas y récords cada vez
más altos. Entre esos condicionantes se encuentra, lógicamente, una nutrición
adecuada a las características del sujeto, a la actividad física que realiza y a las
condiciones medioambientales en las que se desarrolla la práctica deportiva. Una
adecuada alimentación constituye, en primer lugar, una condición previa para poder
efectuar un esfuerzo físico de cierta intensidad y/o duración. En segundo lugar, tratará
de equilibrar la pérdida hidroelectrolítica y energética durante el ejercicio físico,
mediante el aporte exógeno de nutrientes justo al inicio y a lo largo del mismo,
contribuyendo a preservar el glucógeno muscular en esfuerzos continuos y
prolongados, interválicos, y esfuerzos de corta duración y elevada intensidad (80-
95%). En tercer lugar, una adecuada alimentación asegura una rápida y eficiente
reposición de los sustratos energéticos seleccionados durante el ejercicio y potencia los
procesos anabólicos, lo que nos permite una correcta recuperación y realizar nuevas
sesiones de entrenamiento o competición en las mejores condiciones. A pesar de los
avances científicos registrados, sigue existiendo un importante desfase entre los
conocimientos que hoy día se posee en materia de nutrición deportiva, las
recomendaciones que los deportistas reciben de personas expertas en nutrición o de
los propios entrenadores y las prácticas dietéticas que, en realidad, siguen dichos
deportistas. Consideramos, pues, oportuno y de especial interés práctico disponer de
una revisión que aborde de una manera sencilla y práctica la problemática de la
alimentación del deportista.
Energía
Hidratos de carbono
Los hidratos de carbono son los combustibles más importantes como fuente energética
rápida para el organismo, ya que su oxidación produce 6.3 moles de ATP por mol de
O2 frente a los 5.6 moles de ATP por mol de O2 utilizado para oxidar grasas. La
mayoría de los deportes se realizan a intensidades superiores al 60-70% del VO 2max,
es decir, cerca del límite de la capacidad máxima de absorción de oxígeno del
organismo, por lo que la fuente energética principal son los carbohidratos provenientes
del glucógeno muscular y glucosa sanguínea.
Grasas
Aunque es preciso consumir grasas para asegurar el aporte de ácidos grasos esenciales
y vitaminas liposolubles, no está recomendada una dieta muy rica en grasas. El
metabolismo de las grasas durante el ejercicio depende de varios factores como son:
a) tipo, duración e intensidad del ejercicio (la entrada de ácidos grasos de cadena larga
a la mitocondria se inhibe con altas intensidades de ejercicio, a la vez que se inhibe la
actividad de la acetil-CoA carboxilasa durante el ejercicio)
c) preparación física del individuo (los atletas entrenados oxidan más ácidos grasos
durante el ejercicio
d) composición de la dieta ingerida los días previos al ejercicio (una dieta alta en
grasas incrementa la oxidación de éstas durante el ejercicio. A esto hay que añadir el
status hormonal y el flujo glucolítico (inversamente proporcional a la oxidación de
ácidos grasos de cadena larga. Con el entrenamiento se produce una mayor oxidación
de grasas, debido a una mayor facilitación de entrada de los ácidos grasos libres a la
mitocondria.
Proteínas
Vitaminas y minerales
Las vitaminas y los minerales son importantes reguladores metabólicos, por lo que la
práctica de actividades deportivas va acompañada de un aumento en los
requerimientos de las vitaminas implicadas en el metabolismo energético,
recomendándose ingestas de 0.4, 1.1 y 6.6 mg /1000 kcal de tiamina, riboflavina y
niacina, respectivamente.
Agua
El agua es una prioridad durante el ejercicio. Una pérdida del ~2% del peso corporal,
altera la homeostasis del volumen intracelular y extracelular en el organismo,
provocando un descenso de la funcionalidad celular y de la volemia efectiva. Como
consecuencia de esto último, disminuye la presión arterial media y el gasto cardíaco.
Se reduce así la liberación de O2 a los músculos activos, lo que potencia la activación
de las rutas glucolíticas anaerobias, con la consiguiente formación de lactato
intramuscular y sanguíneo.
Dieta precompetición