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Introducción:

El esfuerzo físico en los maratonistas es un aspecto fundamental a considerar en


el mundo de las carreras de larga distancia. Los maratones, que abarcan una
distancia de 42.195 kilómetros, representan un desafío extraordinario para los
atletas, quienes se enfrentan a un nivel extremo de exigencia física y mental.

Durante una maratón, los maratonistas experimentan un esfuerzo físico sostenido


y de alto rendimiento. Su sistema cardiovascular, muscular, respiratorio y de
termorregulación se pone a prueba de manera significativa. El corazón trabaja
arduamente para suministrar oxígeno a los músculos en funcionamiento, los
músculos de las piernas se someten a un estrés constante, la respiración se
acelera para satisfacer la demanda de oxígeno y el cuerpo genera calor que debe
ser regulado adecuadamente.

El esfuerzo físico en los maratonistas no solo implica resistencia y capacidad


aeróbica, sino también una preparación adecuada que incluye entrenamiento
riguroso, planificación de la nutrición y estrategias de hidratación. Además, los
maratonistas deben estar preparados para enfrentar la fatiga muscular y mental
que se presenta a lo largo de la carrera.
3. Objetivos:
1. Comprender la naturaleza del esfuerzo físico en los maratonistas: Explorar y
describir detalladamente cómo el cuerpo de un maratonista se enfrenta a un alto
nivel de esfuerzo físico durante una carrera de maratón. Esto implica analizar el
impacto en el sistema cardiovascular, muscular, respiratorio y de termorregulación.

2. Identificar los factores determinantes del rendimiento en maratón: Investigar


cómo el esfuerzo físico influye en el rendimiento de los maratonistas y qué
factores son clave para lograr un desempeño óptimo. Esto puede incluir el análisis
de la resistencia aeróbica, la capacidad muscular, la eficiencia biomecánica y la
estrategia de carrera.

3. Analizar las adaptaciones fisiológicas al entrenamiento: Estudiar cómo el cuerpo


se adapta y se fortalece en respuesta al entrenamiento específico para maratón.
Esto implica examinar los cambios en la capacidad cardiovascular, la fuerza
muscular, la eficiencia respiratoria y otros aspectos relacionados con el esfuerzo
físico.

4. Explorar estrategias de entrenamiento y preparación física: Investigar las


mejores prácticas y enfoques utilizados por los maratonistas para prepararse
físicamente y optimizar su rendimiento. Esto puede incluir la periodización del
entrenamiento, la nutrición adecuada, el descanso y la recuperación, así como la
prevención de lesiones.

5. Analizar los riesgos y desafíos asociados al esfuerzo físico en maratón:


Examinar los posibles efectos negativos del esfuerzo físico extremo en los
maratonistas, como el riesgo de lesiones, el agotamiento, la deshidratación y otros
problemas de salud. También se pueden abordar estrategias para mitigar estos
riesgos.
4. Medición del esfuerzo percibido
La percepción de esfuerzo (PE) corresponde
a la valoración subjetiva causada, en parte, por
los cambios metabólicos durante el ejercicio. A
menudo, esta variable ha sido asociada con la
percepción subjetiva de dificultad respiratoria
(disnea), no obstante, la PE constituye una
configuración de sensaciones que vincula de
manera
integrada (además de la disnea) el estrés y fatiga
del sistema muscular, cardiovascular y respiratorio
durante el ejercicio.

4.1 Evaluación del volumen e intensidad del entrenamiento

4.1.1. Evaluación del volumen

La evaluación del volumen de trabajo en el entrenamiento, puede realizarse, según los


casos, considerando, independientemente, variables como el tiempo de los ejercicios del
entrenamiento, las distancias que los deportistas recorren, el peso que levantan o le
número de repeticiones que hacen; aunque se debe tener en cuenta que algunas
combinaciones entre estas variables (por ejemplo, número de repeticiones y tiempo),
proporcionan una medida de intensidad que también puede ser utilizada. Así, además del
volumen, determinado por alguna de ellas (por ejemplo, el número de repeticiones), se
podrá evaluar la intensidad si se considera la interacción de ambas (por ejemplo, será
más intenso un ejercicio con veinte repeticiones en tres minutos, que otro con las mismas
repeticiones en seis minutos).

En cada deporte y tipo de entrenamiento, el entrenador debe decidir cuál es la medida


que mejor le sirve para evaluar el volumen. Si es el tiempo, podrá registrar el que se haya
dedicado a cada ejercicio y, posteriormente, hallar el total de tiempo de entrenamiento de
cada sesión y periodo concreto. Por ejemplo, un entrenador que utilice instrumentos como
las tablas comparativas de lo previsto y realizado, además de señalar los contenidos
tratados en la sesión de entrenamiento o en el conjunto de un microciclo, podrá añadir el
tiempo empleado en cada contenido y obtener, así, una medida válida del volumen de
entrenamiento.

En la misma línea, el entrenador puede registrar las distancias recorridas, las


repeticiones realizadas u otras medidas de volumen que, en cada caso, resulten
apropiadas. Por ejemplo, en un equipo de baloncesto, la distancia recorrida por cada
jugador en un ejercicio de carrera continua o los tiros a canasta realizados en una sesión
de trabajo específico (en ambos casos, sin límite de tiempo)
4.1.2. Evaluación de la intensidad

Por su parte, según Buceta (1998), la evaluación de la intensidad puede realizarse,


fundamentalmente, por tres vías complementarias que son más o menos apropiadas y
viables, en función de las necesidades y circunstancias de cada deporte y deportista o
grupo de deportistas; son las siguientes:

 La valoración subjetiva que puede hacer el entrenador;

 La valoración objetiva a través de diversas medidas;

 La valoración subjetiva que puede realizar el propio deportista.

4.1.2.1. Valoración del entrenador

En algunos deportes, resulta


apropiado que el entrenador
aprenda a utilizar escalas
subjetivas de 0-5 o 0-10
puntos, para reflejar el grado
de intensidad que, a su juicio
de experto, tienen los distintos
ejercicios del entrenamiento.

Estas escalas, pueden


aplicarse, a nivel retrospectivo,
después de la sesión de
entrenamiento, pero es
preferible que se usen justo
después de cada ejercicio,
para que el entrenador pueda
valorar mejor la intensidad de
cada contenido y evite realizar una evaluación global que podría estar afectada por su
percepción de la intensidad en los ejercicios que más le hayan impactado.

En la tabla siguiente, se expone un ejemplo de hoja de registro que los entrenadores


pueden emplear para realizar, in situ, sus estimaciones sobre la intensidad de los
ejercicios del entrenamiento; y tener, posteriormente, una visión de conjunto del trabajo
desarrollado, relacionando el orden de los ejercicios, a su contenido concreto, el tiempo
empleado en cada caso (o el número de repeticiones realizadas) y la intensidad estimada
del esfuerzo de los deportistas.

4.1.2.2. Valoración objetiva de la intensidad

Una segunda vía para la evaluación de la intensidad, incluye la utilización de


procedimientos que permitan obtener medidas objetivas como la tasa cardiaca, el ácido
láctico u otras que constituyan indicadores válidos. Puesto que el objetivo principal de
esta valoración, es disponer de datos sobre la intensidad del entrenamiento diario, es
importante que estos procedimientos de evaluación puedan aplicarse fácilmente, sin
alterar el funcionamiento normal de los deportistas.

En esta línea, sencilla y útil, los deportistas pueden aprender a tomar sus pulsaciones y
hacerlo antes y justo después de cada ejercicio; pero será mejor, cuando las condiciones
de la actividad lo permitan, utilizar pulsómetro durante todo el entrenamiento o, al menos,
en algunos ejercicios. Las medidas objetivas que proporcionan los pulsómetros, resultan
muy valiosas para evaluar y controlar la intensidad del esfuerzo en cada fase de una
sesión de entrenamiento.

Asimismo, en algunos casos, pueden emplearse medidas objetivas de rendimiento que


permitan valorar la intensidad del esfuerzo: básicamente, manteniendo constantes un
tiempo, una distancia, un peso o un número de repeticiones, y observando otra de estas
variables (sobre todo, cuando la variable constante o la que se observa, es el tiempo).

Por ejemplo, pensando en un deportista que, en el último test, trabajando al máximo de


sus posibilidades en ese momento, ha recorrido una determinada distancia, en un tiempo
concreto; se puede considerar que este tiempo, en esta distancia, corresponde al 100%
de intensidad y que, por tanto, es el punto de partida para establecer una relación entre
los tiempos que se registren en los entrenamientos y la intensidad que correspondería a
cada uno de ellos. Otro ejemplo podría ser este mismo deportista, pero utilizando las
variables tiempo y distancia al revés. En esta ocasión, el tiempo se mantiene constante y
se observa la distancia que el deportista recorre en ese intervalo.

Ahora bien, para poder confiar en estas medidas, es importante que, el entrenador
controle otras variables que podrían influir en ellas; fundamentalmente, la motivación, el
estado de ánimo y el nivel de fatiga de los deportistas. En el caso de la motivación, deben
mantenerse constantes estrategias, como dar explicaciones previas, establecer objetivos,
utilizar programas de contingencias, etc. Respecto al estado de ánimo, también se
recomiendan mantener estrategias apropiadas para mantener un nivel óptimo respecto al
ideal de la competición. Y en lo que concierne al nivel de fatiga, debe controlarse el
momento del entrenamiento y la carga de trabajo acumulada, siendo aconsejable utilizar
escalas de cansancio percibido que indiquen el estado en el que se encuentra el
deportista.

4.1.2.3. Valoración subjetiva del deportista: escalas de esfuerzo percibido

La tercera vía, y en la que está centrada este trabajo, para la evaluación de la


intensidad, es la estimación subjetiva del propio deportista, del esfuerzo que realiza (o que
ha realizado en cada ejercicio del entrenamiento.

Universalmente se acepta a la frecuencia cardiaca (FC) como recurso para determinar la


intensidad del esfuerzo y efectuar el control de las cargas, pero surgió la necesidad de
conocer la opinión del atleta, es decir, cómo valora la repercusión de ésta sobre su
organismo, De ahí la estimación del esfuerzo que tuvo que realizar para cumplir con las
tareas encomendadas. La valoración REP es una descripción del conjunto de
sensaciones que se producen, y que parten de señales fisiológicas periféricas,
cardiorrespiratorias y metabólicas: tensión en músculos y articulaciones, estado de los
sistemas energéticos, concentración percibida del lactato, etc. Se trata de una dimensión
nueva, de carácter psicofisiológico, pero subjetiva, que complementa y enriquece la
información del proceso de entrenamiento. Ella ayuda a la toma de decisiones para
favorecer la adaptación.

5. Biomarcadores de la actividad física y del deporte

Tradicionalmente, los biomarcadores han sido de interés en


las ciencias del deporte para medir el rendimiento, el
progreso en el entrenamiento y para identificar el
sobreentrenamiento. Durante los últimos años, cada vez hay
mayor interés en evaluar los efectos relacionados con la
salud que se producen en el organismo debidos a una
actividad física regular y al deporte. El valor o la concentración de un biomarcador depende
de muchos factores, como el grado de entrenamiento, el grado de fatiga y del tipo, la
intensidad y la duración del ejercicio, aparte de la edad y del sexo. La mayor parte de los
biomarcadores se miden en sangre, orina y saliva. Una de las principales limitaciones que
presentan los biomarcadores bioquímicos es la falta de valores de referencia adaptados
específicamente para deportistas y personas físicamente activas. Las concentraciones
pueden variar considerablemente de los valores de referencia normales. Por lo tanto, es
importante adaptar los valores de referencia siempre y cuando sea posible y controlar a
cada sujeto regularmente, con el fin de establecer su propia escala de referencia. Otros
biomarcadores útiles son la composición corporal (específicamente masa muscular, masa
grasa, peso), la condición física (capacidad cardiorrespiratoria, fuerza, agilidad,
flexibilidad), frecuencia cardíaca y presión arterial. Dependiendo de la finalidad, será
conveniente analizar uno o varios biomarcadores. Para esta revisión, profundizaremos en
los biomarcadores que se emplean para evaluar condición física, fatiga crónica,
sobreentrenamiento, riesgo cardiovascular, estrés oxidativo e inflamación.

Interés

Tradicionalmente, los biomarcadores han sido de un alto interés a la hora de medir el


rendimiento, el progreso del entrenamiento o la existencia de sobreentrenamiento en
deportistas. En estos últimos años, este interés por los biomarcadores se ha ampliado a la
evaluación de la condición física y a sus aspectos relacionados con la salud. Actualmente
las autoridades sanitarias promueven la realización de ejercicio físico, y por ello es
importante que una persona no entrenada pueda conocer la respuesta fisiológica a dicho
ejercicio por parte de su organismo. En esta revisión nos centraremos en algunos de los
biomarcadores comúnmente utilizados para evaluar la condición física y para alertarnos de
un posible estrés físico continuo, sobreentrenamiento, riesgo de eventos cardiovasculares
adversos, estrés oxidativo intenso o inflamación prolongada.

Controversia

Existe una cierta controversia respecto a si los marcadores bioquímicos son realmente útiles
para el seguimiento del progreso en el entrenamiento y en a la adaptación a este. De hecho,
algunos entrenadores no aplican el análisis de biomarcadores a la hora de preparar la
temporada de entrenamientos. Menos controversia existe en cuanto a la utilidad de los
biomarcadores para identificar situaciones de riesgo como pueden ser el
sobreentrenamiento, deficiencias de nutrientes, etc. Por desgracia, no existe un único
biomarcador estándar para el seguimiento de la mayoría de los procesos fisiopatológicos
del ejercicio y por ello el análisis de varios de ellos es necesario.

Limitaciones

No existen valores de referencia de biomarcadores en sangre adaptados específicamente a


sujetos físicamente activos y atletas. Tanto es así que en la mayoría de los casos se utilizan
intervalos de referencia establecidos por el fabricante del ensayo correspondiente y que han
sido obtenidos a partir de adultos sanos. En nuestra opinión, esto puede suponer una
errónea clasificación del sujeto y una malinterpretación de los resultados del análisis
bioquímico. Por ello llevamos tiempo trabajando para establecer unos rangos de referencia
que se adecuen a atletas de diferentes deportes. Hay que tener en mente que ciertas
concentraciones de biomarcadores pueden ser normales para sujetos entrenados o
deportistas de élite, y sin embargo ser patológicos en personas sedentarias o no entrenadas.
Por tanto, es importante establecer rangos de referencia adaptados al ejercicio y realizar un
seguimiento analítico de cada individuo para establecer sus propios valores de normalidad.

Marcadores de condición física

La condición física es un conjunto de atributos que posee o alcanza una persona y que están
relacionados con la capacidad de dicha persona para realizar las diferentes actividades
físicas diarias o práctica de ejercicio sin experimentar fatiga. La condición física no es sólo
un parámetro predictor de morbilidad y mortalidad en relación a las enfermedades
cardiovasculares, sino que está considerada hoy en día como marcador fundamental de
salud ya que su medición abarca la mayor parte de las funciones del organismo (locomotor,
cardiorrespiratoria, hematocirculatorio, psiconeurológico y endocrino-metabólico), las
cuales participan en el desempeño de la actividad física diaria y del ejercicio. La condición
física está en parte determinada genéticamente, pero también puede estar muy influenciada
por factores ambientales, como el ejercicio físico, sedentarismo, estilos de vida
perjudiciales, etc. Las componentes de la condición física se pueden diferenciar entre las
relacionadas directamente con la salud de las relacionadas con el rendimiento físico, siendo
estas primeras más importantes, las componentes relacionadas con la salud de un individuo
incluye la componente cardiorrespiratoria (potencia aeróbica máxima o función cardíaca),
una componente muscular (fuerza, potencia o resistencia muscular), una componente motor
(agilidad, equilibrio o coordinación), una componente morfológica (composición corporal,
densidad ósea o flexibilidad) y una componente metabólica (tolerancia a la glucosa,
metabolismo de lípidos y lipoproteínas u oxidación de sustratos característicos). Hay
numerosas pruebas para medir la condición física que van desde las técnicas sencillas de
autoevaluación con una prueba de campo hasta las pruebas de laboratorio más sofisticadas.
Uno puede optar por emplear una medida diferente en función de los objetivos específicos
de la investigación y de las limitaciones del presupuesto. Se considera el máximo consumo
de oxígeno (VO2máx) como el mejor indicador del estado cardiorrespiratorio y se puede
estimar mediante una prueba máxima o sub-máxima. Con respecto a la componente
muscular, la prueba de fuerza de manos es la prueba de fuerza más utilizada para evaluar la
condición física y su medida sirve como predictor de morbilidad y mortalidad. La agilidad,
el equilibrio, la velocidad o la coordinación están incluidos en el componente motor. La
agilidad es una combinación de velocidad, potencia, equilibrio y coordinación. Para la
medida del equilibrio estático, el equilibrio sobre una sola pierna con los ojos cerrados o
abiertos es una buena alternativa. La flexibilidad es una componente morfológica.
6. Percepción del esfuerzo en los deportes de equipo
La investigación relacionada con la
percepción del esfuerzo se ha llevado a
cabo en las

actividades físicas prolongadas como el


ciclismo, las carreras de atletismo o de
natación, y

también en actividades isométricas como


la halterofilia. Tenenbaum señaló que los
y las

deportistas que pertenecen a deportes


individuales de estas características
deben realizar grandes

esfuerzos frecuentemente y por ello deben estar más habituados/as a ajustar sus sensaciones de

esfuerzo como resultado de la familiarización, acomodación y asimilación de los procesos físicos y

psicológicos. No obstante, en los deportes de equipo los/as jugadores/as están menos

familiarizados/as con el esfuerzo prolongado porque las actividades que realizan consisten en

episodios relativamente cortos de esfuerzo físico intenso, lo que difiere del esfuerzo continuo e

individual característico de muchos deportes individuales. Por lo tanto, en esta tesis nos

preguntamos por la epistemología de la percepción del esfuerzo en los deportes de equipo, y

siguiendo las recomendaciones de Hutchinson y Tenenbaum (2006), tenemos en cuenta una

conceptualización que incluya variables no solo físicas, sino también psicológicas. Dentro de
este contexto, la tesis se propone comprender cómo es la percepción del esfuerzo en los deportes

de equipo y cuáles son sus determinantes.

Para describir la percepción del esfuerzo en los deportes de equipo, nos basamos en el

modelo de las habilidades humanas de Riera (2005), el cual tiene en cuenta la interacción del ser

humano con el mundo que lo rodea y las diferentes formas de relacionarse con él. Este modelo es

útil para comprender los diversos niveles de interacción que experimentan los/as jugadores/as de

equipo en los deportes de cooperación y oposición, ya que explica la localización y clasificación

de las habilidades humanas en función de los aspectos del entorno a los que se ha de prestar

atención, los objetivos que se han de conseguir y los instrumentos que se han de utilizar. Riera

identifica cinco elementos en el entorno humano: medio, objetos, personas, normas y

conocimiento. En consecuencia, clasifica las habilidades humanas en función de las relaciones

con estos elementos del entorno y las denomina respectivamente como: básicas, técnicas,

tácticas, estratégicas e interpretativas. En esta tesis consideramos que la percepción del esfuerzo

se ha centrado en el esfuerzo físico enfocado en la optimización de las habilidades básicas

(sensaciones físicas del cuerpo y habilidades de desplazamiento como correr), pero se desconoce

cómo se da la percepción del esfuerzo en las otras habilidades que propone Riera, como las

habilidades tácticas que describen la interacción entre los miembros de los deportes de equipo

para lograr un objetivo común. Asimismo, nos centramos en las ideas del modelo mental

compartido (SMM, por sus siglas en inglés), las cuales exponen la importancia de la

coordinación dentro del grupo para lograr un fin común (Eccles y Tenenbaum, 2004). De

acuerdo con este modelo, cuando se trabaja en equipo, las acciones de los miembros deben

coordinarse cada vez que los individuos perciben, codifican, almacenan y recuperan información

de forma simultánea. Es decir, que deben tener un modelo mental compartido (SMM) que se

entiende como el grado en el que un grupo de individuos posee una representación cognitiva

similar de alguna situación o fenómeno (Cannon-Bowers y Salas, 2001). Este entendimiento

compartido es especialmente importante en situaciones dinámicas que requieren de altos niveles

de flexibilidad y adaptabilidad cognitiva como es el caso de los deportes de equipo que necesitan

cooperación entre jugadores/as para lograr un objetivo común y que además deben hacerlo frente

a un equipo rival (Reimer, Parque, y Hinsz, 2006). Por lo tanto, los miembros de un equipo
coordinan sus actividades con eficiencia cuando anticipan y prevén las necesidades de cada

uno/a de los/as compañeros/as, e identifican los cambios que realizan los/as otros/as

jugadores/as, tanto de su equipo como del equipo rival, para ajustar sus esfuerzos como sea

necesario (Espevik, Johnsen, y Eid, 2011).

De acuerdo con el SMM, la percepción del esfuerzo en los deportes de equipo depende

de la asignación de diferentes funciones de juego en la cual la carga de trabajo es compartida (es

decir, distribuida) entre los miembros del equipo, de modo que cada jugador/a es responsable de

una tarea en la medida que comparten funciones y prestan atención los/as unos/as a los/as

otros/as teniendo siempre en cuenta lo que hace el resto de compañeros/as (Reimer et al., 2006).

Además, al dividirse las funciones la atención también se divide, los miembros del equipo pueden

centrarse en aquellas señales más relevantes lo que resulta en una mayor anticipación y

una mejor toma de decisiones (Cannon-Bowers y Salas, 2001). Este hecho sugiere que cuando

los/as compañeros/as perciben e interpretan una situación de manera similar es más probable que

ocurra una toma de decisiones precisa, sobre todo en equipos de expertos (Tenenbaum, 2003).

Teniendo en cuenta que el SMM postula que el conocimiento de los/as jugadores/as debe

ser compartido entre los miembros del equipo y este conocimiento contribuye a la integración de

los esfuerzos del equipo, creemos que en un contexto cooperativo en el que se requiere un

esfuerzo compartido, como lo es el de los deportes de equipo, cada miembro del grupo percibe

no sólo su propio esfuerzo, sino también los esfuerzos de otros/as jugadores/as. Por lo tanto, el

concepto de percepción del esfuerzo en los deportes de equipo debe integrar aspectos específicos

que describan cómo los miembros del equipo perciben el esfuerzo compartido y cómo utilizan

esta percepción para la ejecución de las tareas individuales.

7. Motivación y ejercicio físico deportivo

La motivación en la actividad física y el deporte ha sido y


sigue siendo en la actualidad uno de los campos de mayor
interés y con un mayor volumen de publicaciones.

A menudo surge la pregunta sobre cuál es la razón o


razones que llevan a ciertos deportistas a sacrificar gran
parte de su tiempo y dedicar grandes esfuerzos a la
práctica deportiva en lugar de optar por una vida más
sedentaria y, en principio, cómoda. De la misma manera, se plantea la discusión sobre la influencia
de la motivación en el éxito deportivo, y hasta qué punto un atleta puede llegar al más alto nivel
sin la necesaria motivación. En este último sentido, la creciente profesionalización de la práctica de
la actividad físico-deportiva ha tenido un gran impacto en la difusión de las ciencias que estudian la
motivación, entre otras la psicología del deporte.

Por todo ello, la motivación en el deporte se ha convertido en objeto de interés creciente,


intentándose continuamente el desarrollo de estrategias motivacionales que faciliten la intervención
en los dos niveles citados, tanto si se trata de aumentar la adherencia a los diferentes programas
deportivos, como si se pretende una óptima preparación psicológica destinada a alcanzar máximos
niveles de rendimiento en el deporte competitivo.

La mayoría de las investigaciones sobre la motivación en la práctica de la actividad física y el


deporte se ha centrado en el deporte competitivo y de alto rendimiento, individual y por equipos,
así como en el deporte infantil y juvenil. De manera progresiva, se ha ido extendiendo a los
agentes psicosociales que intervienen en el contexto deportivo, las diferencias sexuales y
transculturales y a la actividad física, tanto recreativa como terapéutica, la práctica física y
deportiva como vía de inserción y ajuste social, y sus aplicaciones a la salud y el bienestar, entre
otros.

A veces, erróneamente se ha relacionado la motivación con la activación emocional. Así, algunos


entrenadores han intentado aumentar al máximo los niveles de activación de sus deportistas antes
de los enfrentamientos, incluso con gritos, insultos, etc., considerando que estos tendrían una
repercusión positiva en la motivación, lo cual no sucede en la realidad. Ante esto hay que señalar
que activación y motivación son conceptos diferentes y que no se deben confundir.

Del mismo modo, identificar la motivación con las causas totales de la conducta es un error
común y muy perjudicial a la hora de estudiar la conducta motivada en el deporte. A pesar de que
las variables motivacionales son claves en esta área, tanto para el aprendizaje y formación como
para el desempeño, es necesario admitir que los factores motivacionales no son los únicos que
afectan la conducta y que no todas las variables motivacionales son igualmente fáciles de modificar.

Por otra parte, existen confusiones habituales como la de considerar la motivación, de forma
excluyente, como una variable interna de personalidad o como un factor meramente externo. De
considerar que es una variable simplemente interna, se estaría ignorando, o no valorando
suficientemente, la influencia en ocasiones decisiva que tienen los factores situacionales sobre la
motivación. Del mismo modo, no se puede estimar la incidencia de los factores ambientales sin
considerar las motivaciones individuales de los deportistas, pues estos pueden mantener un nivel
elevado de motivación a pesar de que las circunstancias del entorno no sean las más adecuadas.
Por eso, lo más correcto es considerar la motivación como el producto de la interacción de factores
internos (personales) y externos (ambientales o situacionales).

Entre los retos que se adivinan importantes para el futuro estudio de la motivación están los de
dilucidar la insuficiente o nula diferenciación entre factores desencadenantes y consecuentes de la
conducta motivada, así como el uso generalizado en el ámbito científico de expresiones coloquiales
que parecen indicar que la motivación se tratara de una entidad corpórea localizable
(habitualmente en el "interior" de la persona) que puede perderse.

También ha sido objeto de confusión en esta materia la tendencia a asociar mejoras en el


rendimiento con la mejora motivacional, sin pararse a pensar en que el éxito es subjetivo y que
existen muchas otras variables, además de la consecución del objetivo, que afectan a la percepción
del éxito. Otro aspecto que es necesario esclarecer es el de la relación que guardan entre sí las
distintas variables, como por ejemplo la autoeficacia y otras variables socio-cognitivas como las
atribuciones causales.

Existen, por tanto, multitud de temas pendientes y problemas por resolver en el ámbito de la
motivación, y sobre todo en el de la motivación deportiva.

En este trabajo se intentará abordar la motivación desde una perspectiva global, analizando en
primer lugar –y partiendo del concepto de motivación- los distintos tipos de motivación.
Posteriormente, el estudio se centrará en la motivación en el deporte, las razones para incluirla en
los programas no solo de alto rendimiento sino de deporte en general, las formas más adecuadas
de conseguirla y la posible afectación del rendimiento por parte de aquella.

La motivación cumple un papel fundamental en el aprendizaje y adquisición de habilidades


motrices y, por supuesto en la práctica deportiva y en el rendimiento de los deportistas a todos los
niveles: deporte base, deporte de alto rendimiento, deporte para mayores, etc. Igualmente, tiene
ese papel básico desde todos los puntos de vista de la práctica deportiva, desde el deporte de
competición hasta el deporte salud.

Trabajar la motivación es tarea de los profesores de educación física y de los entrenadores. Sin
embargo, en la mayoría de las ocasiones, la información y formación en esta materia es escasa.
Ello puede provocar que el profesor o entrenador se deje llevar por sus propias motivaciones o
frustraciones, sin tener mucho en cuenta a sus discípulos. Así, en ocasiones, estos profesionales
parecen querer inculcar la victoria deportiva a cualquier precio e incluso se abusa de la agresión
verbal si aquella no se consigue. Este tipo de conductas, lejos de motivar a los niños, producen en
ellos un rechazo visceral y un abandono precoz del deporte.

Un trabajo correcto de la motivación contribuye a dar valor al propio esfuerzo, la perseverancia y


el desarrollo de las propias habilidades como los elementos que pueden facilitar una satisfacción
personal. La suerte deja de ser considerada como un factor influyente y lo más importante pasa a
ser el propio esfuerzo. Al abandonar el concepto de la victoria como única meta en el deporte, se
posibilita la derrota sin consecuencias traumáticas, factor importante ya que, al fin y al cabo, la
persona tiene que enfrentarse muchas veces a lo largo de su vida con eventos no exitosos.

Aunque las distintas investigaciones realizadas hasta la fecha utilizan muy diversas metodologías
o sistemas de clasificación y recogida de información de grupos muy diferentes, de su conjunto
cabe extraer algunas conclusiones generales respecto de la motivación en el deporte:
 en la práctica de un deporte determinado puede haber muy diferentes motivos, si bien
existen motivos relativamente específicos de alguna actividad, por ejemplo, el placer
intrínseco de nadar por nadar
 la participación en el deporte parece tener una motivación fundamentalmente intrínseca
 la diversión y el placer son dos de los más importantes motivos para el deporte, si bien
otros como la salud, el éxito, la consecución de la excelencia y la compensación de las
cargas del estudio y el trabajo, por ejemplo, juegan asimismo un papel importante
 además de los motivos específicos, los restantes son atribuibles en parte a la necesidad
básica de demostrar competencia
 las diferencias entre deportistas y no deportistas en cuanto a los motivos para practicar
deporte parecen ser relativamente pequeñas, aunque el motivo de logro o éxito destaca en
mayor medida en los deportistas
 en ocasiones intervienen también motivos antagónicos, de los que puede depender la
fuerza de la motivación en un momento dado.

Las múltiples investigaciones sobre la motivación en el deporte han contribuido a que esta lista
de conclusiones sea muy amplia y que puedan señalarse otras varias sobre las que, sin embargo,
hay opiniones contradictorias. En este sentido, por ejemplo, puede citarse la afirmación de que los
deportistas con niveles de motivación de logro elevados prefieren situaciones de riesgo de dificultad
moderada, mientras que los que presentan un bajo nivel tienden a elegir tareas muy fáciles o muy
difíciles.

Otras serían, por ejemplo, las siguientes:

 que la tendencia a evitar el fracaso guarda relación con la ansiedad de los sujetos y a eludir
situaciones de evaluación como las competiciones deportivas
 que las recompensas extrínsecas pueden afectar a la motivación intrínseca de dos formas:
disminuyéndola cuando los deportistas perciben un cambio en el locus de control de interno
a externo, o incrementándola cuando proporciona información que permite aumentar el
sentimiento de competencia
 que la experiencia de situaciones anteriores afecta significativamente a las atribuciones
causales de los éxitos y fracasos, de tal forma que, si los resultados son consistentes con la
experiencia pasada, las atribuciones tienden a ser estables, lo cual puede abocar a los
sujetos a una situación de indefensión cuando las experiencias de fracaso se repiten, o bien
que las atribuciones de los ganadores suelen ser más internas, estables y controlables que
las de los perdedores.

Se puede señalar que, en la actualidad, la psicología del deporte ha optado claramente por un
enfoque interactivo de la motivación, habiéndose replanteado los conceptos tradicionales sobre la
activación y su relación con variables como el rendimiento deportivo. Como ya se ha mencionado
en la introducción de este trabajo, la activación y la motivación son conceptos independientes y
distintos.
Las investigaciones para determinar el nivel motivacional óptimo han sido asimismo abundantes,
discutiéndose si existe un cierto punto de motivación más allá del cual el rendimiento decrece o si,
por el contrario, el incremento motivacional siempre produce beneficios en la ejecución.

Obviando las diferencias entre todas estas investigaciones y entre los diversos autores, lo que
parece claro es que la motivación es un punto clave no sólo en el alto rendimiento deportivo sino
también en la práctica de cualquier tipo de actividad física.

8. El corazón del deportista

La estimulación del corazón está regulada por el sistema


nervioso autónomo, que se sirve del sistema nervioso
simpático, aumentando el ritmo y la fuerza de
contracción, y del sistema nervioso parasimpático,
reduciendo el ritmo y la fuerza cardíacos. La secuencia
de las contracciones está producida por la
despolarización del nodo sinusal, o nodo de Keith-Flack,
situado en la pared superior de la aurícula derecha. La
corriente eléctrica producida, de la intensidad del
microvoltio, se transmite a lo largo de las aurículas y
pasa a los ventrículos por el nodo auriculoventricular,
situado en la unión entre los dos ventrículos y formado
por fibras especializadas. El nodo auriculoventricular sirve para filtrar la actividad
demasiado rápida de las aurículas. Desde este nodo se transmite la corriente al haz de His,
que la distribuye a los dos ventrículos. Este sistema de conducción eléctrica explica la
regularidad del ritmo cardíaco y asegura la coordinación de las contracciones
auriculoventriculares.

Deporte aeróbico y anaeróbico

Se sabe que el ejercicio aporta grandes beneficios a la salud, de ahí el creciente interés por
practicar deporte. Éste, desde el punto de vista metabólico, se divide en aeróbico y
anaeróbico. Con ejercicio físico o trabajo aeróbico se hace referencia a la actividad física
que por su intensidad requiere principalmente oxígeno para su mantenimiento. Cuando la
intensidad requerida para realizar un ejercicio físico es muy elevada y el organismo no
necesita oxígeno, se habla de ejercicio anaeróbico. Al iniciar cualquier actividad física, el
aire que se respira siempre cubre las necesidades del organismo, por lo que empieza siendo
aeróbica. En el caso de que la intensidad se eleve hasta el punto de necesitar más aire del
posible, se convierte en ejercicio anaeróbico, por lo que es preciso disminuir la intensidad e
incluso detenerse para recuperarse. Una vez que ha quedado claro que el ejercicio aeróbico
es aquel que requiere oxígeno, dentro de esa categoría se englobarían actividades como
caminar rápidamente, correr, jugar al fútbol, remar, saltar a la cuerda, nadar, patinar,
montar en bicicleta y bailar, entre las más comunes. En este ejercicio aeróbico, el músculo
del corazón utiliza como combustible principal los ácidos grasos. Lo mismo ocurre para el
resto del organismo: durante el ejercicio aeróbico gastará grasa, y la cantidad gastada
aumentará en la medida en que dure el ejercicio. Es de vital importancia que el ejercicio se
realice con cierta intensidad para que los latidos del corazón aumenten e ingresar así más
aire a los pulmones, con el fin de que el oxígeno sea distribuido por todas las células. No
obstante, si la intensidad aumenta en exceso, deja de ser aeróbico para ser anaeróbico, y se
necesita más aire del que se es capaz de respirar. La forma más fácil de medir la intensidad
del ejercicio aeróbico es a partir del número de pulsaciones cardíacas por minuto; se
considera que la cifra máxima que soporta un corazón sano es de aproximadamente 220.
Para calcular el número de pulsaciones ideal de cada persona se resta a 220 la edad en años
del practicante; por ejemplo, para un hombre de 30 años sería: 220 – 30 = 190. En función
del número de pulsaciones alcanzadas, el ejercicio físico aeróbico se podría categorizar en:
• Suave: si se realiza en el rango del 55-60% de la cifra indicada. • Moderado: si se practica
entre el 60-75%. • Fuerte: si se alcanza el 75-85% de las pulsaciones máximas aconsejadas
en el individuo. Exceder esta cifra implica convertirse en anaeróbico. Como
recomendaciones generales, se puede indicar que para conseguir una mayor resistencia
física y una mejor condición del corazón, lo ideal es ejecutar los ejercicios aeróbicos en un
rango de intensidad fuerte, durante un tiempo moderado (20-30 minutos) un par de veces a
la semana. Si el objetivo es mantener la salud y mejorar el metabolismo (aprovechamiento
y desecho) de las grasas, conviene hacer un trabajo de suave a moderado durante 40
minutos o más y de tres a cinco veces por semana. Los beneficios serán mayores si existe la
posibilidad de hacerlo con más frecuencia. Es de gran importancia recalcar, no obstante,
que antes de realizar ejercicio hay que estar seguro de la salud de cada uno para saber si se
está en condiciones. Para ello es imprescindible hacerse un chequeo médico y
especialmente cardiológico.

Adaptación del corazón al ejercicio

Aunque algunos médicos de la segunda mitad del siglo xix se habían interesado ya por las
adaptaciones cardíacas de los deportistas.

Hoy en día, existe un buen número de evidencias científicas que muestran cómo los deportistas de
resistencia de alto nivel (maratonianos, ciclistas, esquiadores de fondo, etc.) presentan una
hipertrofia excéntrica del ventrículo izquierdo: un aumento considerable de su diámetro interno
con un incremento proporcional de las paredes musculares de este ventrículo. Quizá el mejor
ejemplo de esta adaptación lo representen los ciclistas profesionales. Con la práctica frecuente de
deporte, el organismo sufre modificaciones. Algunas son muy apreciables, como el adelgazamiento
o la generación de musculatura en las partes del cuerpo que más soportan el esfuerzo (brazos,
músculos de las piernas, etc.). Pero, además, cuando regularmente se realiza práctica deportiva
(véase la tabla 1), en el músculo cardíaco también se producen modificaciones y adaptaciones. Una
de las más importantes es el descenso de la frecuencia cardíaca (pulsaciones del corazón por
minuto) en reposo y también durante el ejercicio físico. El corazón de un individuo en reposo, sin
entrenamiento, tiene una frecuencia de aproximadamente setenta latidos por minuto, y la
cantidad de sangre que bombea de media es de alrededor de 70 cm3 en cada latido. La
multiplicación de estas dos cifras da un total de 4.900 cm3 de sangre por minuto (esta cifra es
conocida como gasto cardíaco o cantidad de sangre bombeada por el corazón en un minuto). Otra
relevante adaptación que se produce en el corazón cuando se realiza un entrenamiento aeróbico
regular es un alargamiento de la fibra muscular cardíaca, lo que genera un aumento de las
cavidades cardíacas denominado cardiomegalia. La consecuencia del crecimiento del tamaño de
las cavidades cardíacas es que en cada bombeo de sangre el volumen es mayor y, por consiguiente,
también la cantidad de oxígeno que transporta la sangre en cada latido. Otra de las adaptaciones
importantes es la reducción de la frecuencia cardíaca tanto en reposo como en el esfuerzo
submáximo (el 70-75% del máximo). Si se mantiene en esos niveles la frecuencia cardíaca, se evita
la aparición de fatiga. Ante un ejercicio moderado, la persona no entrenada comenzará a cansarse
antes que la que sí lo está, pues ésta, para hacer el mismo esfuerzo y bombear la misma cantidad
de sangre, necesita menos pulsaciones, por lo que desarrolla el mismo nivel de trabajo con menos
esfuerzo. En el esfuerzo máximo, los dos individuos tendrían sus corazones latiendo al máximo. En
estas circunstancias, el entrenado bombeará más sangre que el no entrenado, pudiendo a veces
alcanzar este incremento hasta un 70-80% más de sangre. Como consecuencia, el individuo
entrenado es capaz de realizar esfuerzos más prolongados y duros que quien no lo está. La mejoría
en el consumo de oxígeno máximo es otro parámetro que se relaciona directamente con la
frecuencia, la intensidad y la duración del entrenamiento. Una práctica deportiva tres o cuatro
veces semanales, con intensidades de bajas a moderadas (55-64% de la frecuencia cardíaca
máxima) y una duración de 30 minutos aproximadamente han demostrado aumentos del 10-12%
en el consumo de oxígeno (VO2 ) máximo. La ganancia en VO2 depende no sólo del
entrenamiento, sino también de otros factores, como las características genéticas del deportista.
Es importante considerar que la mejoría en el VO2 depende del volumen del entrenamiento, que
es la resultante de la duración y la intensidad. La frecuencia semanal de entrenamiento para
obtener los beneficios óptimos y los riesgos mínimos se basa en una prescripción de tres a cinco
veces por semana. Todos estos cambios que sufre el corazón ante el entrenamiento dan lugar al
llamado corazón del atleta, que en definitiva es la expresión de una adaptación crónica del corazón
a la demanda continuada en el tiempo de bombear más sangre por una mayor intensidad de
ejercicio.
9. Producción mayor en el remodelado cardíaco y reducción de la respuesta
de estrés oxidativo
El ejercicio físico tiene un reconocido rol en la prevención de las enfermedades cardiovasculares,
evidenciando una relación inversa dosis dependiente entre actividad física y mortalidad. Dicha
reducción en mortalidad es producto de varios mecanismos, entre los cuales destaca un
remodelado cardíaco favorable. Este remodelado se genera por medio de una expresión genómica
que gatilla efectos moleculares, intersticiales y celulares, que a su vez producen modificaciones
estructurales, eléctricas y funcionales en el sistema cardiovascular. Estas modificaciones son
objetivables tempranamente, a meses de iniciado el entrenamiento, y son benignas y reversibles.
Ellas incluyen aumento del diámetro de ambos ventrículos, aumento del grosor parietal del
ventrículo izquierdo, incluso, en ocasiones asociado a mayor trabeculación de este y dilatación
auricular izquierda con función diastólica normal. En el extremo opuesto, existen atletas que, al ser
sometidos a altas cargas de entrenamiento, experimentan un remodelado cardiaco que sobrepasa
la barrera de lo fisiológico y que ha sido asociado a efectos deletéreos, condición denominada
miocardiopatía de “Pheidippides” y que incluye: hipertrofia ventricular izquierda asociada a fibrosis
miocárdica, aumento en la incidencia de fibrilación auricular, aumento de la ateromatosis
coronaria y mayor remodelado ventricular derecho. Este remodelado adverso es un elemento de
aparición relativamente tardía, siendo necesario contar con predictores más precoces de respuesta
frente al ejercicio. En este contexto, se ha estudiado la dinámica de diversos biomarcadores frente
al ejercicio y que podrían ser predictores tempranos de mala adaptación cardíaca al
entrenamiento. Algunos de estos marcadores estudiados carecen de significado patológico, como
son el alza transitoria post ejercicio de las troponinas y del péptido natriurético (pro-BPN), que se
pueden presentar hasta en un tercio de los maratonistas. En tanto que otros marcadores
relacionados a actividad inflamatoria (Interleukina-6) y estrés oxidativo (Malondialdehído) pueden
tener un potencial significado patológico.

Interleukina-6 (Il-6)

La IL-6 es una citokina mediadora de la respuesta de fase aguda


que, además, es sintetizada por el músculo esquelético
contráctil, siendo liberada al intersticio y a la circulación
sistémica. Su concentración plasmática queda determinada por
la intensidad y duración del ejercicio, independiente del tipo de
ejercicio realizado, objetivando un aumento en sus niveles de
hasta 100 veces posterior a una maratón. En cuanto a su
cinética, la IL-6 alcanza un máximo dentro las primeras horas de
iniciado el ejercicio, disminuyendo rápidamente al finalizar la
competencia. Su rol es modular la respuesta inmunológica y
metabólica del organismo frente al esfuerzo, como, por ejemplo,
aumentando la entrega de glucosa por parte del hígado y
estimulando la lipólisis. Ha sido propuesto que el entrenamiento
físico sostenido produce una disminución en los niveles basales de IL-6, además de frenar su alza
post ejercicio, siendo este fenómeno uno de los mecanismos bioquímicos que se ha sugerido como
adaptación en atletas entrenados. Además, se ha propuesto que un alza desmedida, tanto de
forma basal, como post actividad física, puede identificar a sujetos con respuestas “mal
adaptativas” frente al ejercicio.

Malondialdehído (MDA)

La peroxidación lipídica es el proceso de


degradación oxidativa de los lípidos, en el cual los
radicales libres degradan ácidos grasos de la
membrana celular. El estrés oxidativo refleja un
desbalance entre la producción de especies de
oxígeno reactivo y la actividad y cantidad de las
defensas antioxidantes del organismo, que
cuando son sobrepasadas, se produce daño
tisular y celular. El MDA es un producto final de
este proceso y puede ser medido en plasma,
tejidos y orina mediante diversas técnicas. Es el
marcador que con más frecuencia se utiliza para
evaluar el nivel de estrés oxidativo en atletas y al igual que la IL-6 tiene una cinética de liberación
aguda en relación a la actividad física. La relación entre ejercicio y estrés oxidativo es compleja, ya
que varía dependiendo del tipo de ejercicio, su duración, la intensidad, el nivel de entrenamiento
previo y de la capacidad antioxidante total de cada atleta, reportándose que un mayor
entrenamiento físico aumenta la capacidad antioxidante total.

Biomarcadores, Remodelado Cardíaco y Ejercicio

La cinética de estos biomarcadores en relación al ejercicio ha sido estudiada, pero no existe


claridad en cómo la intensidad de entrenamiento previo influye en la magnitud de su alza, ni de la
asociación con el grado de remodelado cardiaco. Aspecto de interés, pues actualmente un
creciente número de atletas realiza actividad física de alta intensidad, existiendo en este grupo
individuos biológicamente susceptibles que presentarán un remodelado cardiaco patológico
asociado a eventos clínicos adversos. Y es aquí donde los biomarcadores descritos pueden tener un
rol en la identificación y estratificación de dichos deportistas.
10. La nutrición en la práctica deportiva

En las últimas dos décadas, los avances en Medicina Deportiva, Biomecánica, Fisiología
y Psicología deportiva han determinado importantes cambios en el mundo del deporte,
particularmente en el deporte de alta competición. Así, se han conseguido establecer
los principales determinantes del rendimiento deportivo y la forma de optimizar los
estímulos que conllevan la mejor adaptación para conseguir metas y récords cada vez
más altos. Entre esos condicionantes se encuentra, lógicamente, una nutrición
adecuada a las características del sujeto, a la actividad física que realiza y a las
condiciones medioambientales en las que se desarrolla la práctica deportiva. Una
adecuada alimentación constituye, en primer lugar, una condición previa para poder
efectuar un esfuerzo físico de cierta intensidad y/o duración. En segundo lugar, tratará
de equilibrar la pérdida hidroelectrolítica y energética durante el ejercicio físico,
mediante el aporte exógeno de nutrientes justo al inicio y a lo largo del mismo,
contribuyendo a preservar el glucógeno muscular en esfuerzos continuos y
prolongados, interválicos, y esfuerzos de corta duración y elevada intensidad (80-
95%). En tercer lugar, una adecuada alimentación asegura una rápida y eficiente
reposición de los sustratos energéticos seleccionados durante el ejercicio y potencia los
procesos anabólicos, lo que nos permite una correcta recuperación y realizar nuevas
sesiones de entrenamiento o competición en las mejores condiciones. A pesar de los
avances científicos registrados, sigue existiendo un importante desfase entre los
conocimientos que hoy día se posee en materia de nutrición deportiva, las
recomendaciones que los deportistas reciben de personas expertas en nutrición o de
los propios entrenadores y las prácticas dietéticas que, en realidad, siguen dichos
deportistas. Consideramos, pues, oportuno y de especial interés práctico disponer de
una revisión que aborde de una manera sencilla y práctica la problemática de la
alimentación del deportista.

Adecuación de la ingesta de energía y nutrientes a la práctica deportiva

La realización regular de ejercicio físico a una intensidad media-alta (60-70% de la


capacidad aeróbica máxima o VO2máx) conduce a una serie de cambios metabólicos y
fisiológicos, que marcan las diferencias nutricionales con respecto a las personas
sedentarias. Estos cambios están influenciados por el tipo, frecuencia, intensidad,
duración del ejercicio y condiciones ambientales en las que se realiza la práctica
deportiva, además de las características propias del atleta como son edad, sexo, peso,
altura, estado de nutrición y entrenamiento. Es preciso tener en cuenta todos estos
factores con el fin de aportar la adecuada cantidad de energía (calorías) y nutrientes
(carbohidratos, proteínas, grasas, vitaminas, minerales y agua), que permitan al
deportista entrenar en óptimas condiciones, obtener los mejores resultados en la
competición y facilitar una pronta y eficaz recuperación tras el esfuerzo.

Energía

La ingesta energética diaria adecuada para un deportista es la que mantiene un peso


corporal adecuado para un óptimo rendimiento y maximiza los efectos del
entrenamiento. Es teóricamente posible considerar unas pautas generales de
incremento calórico que, en comparación con la población sedentaria, es necesario
aportar en función del tipo de actividad realizada y tiempo que se dedica a realizar
dicha actividad. En nuestra opinión, estas pautas resultan de poca utilidad práctica ya
que la cantidad de energía consumida depende en gran medida de las características
del propio deportista (edad, sexo, peso, altura, estado de nutrición y entrenamiento) y
del tipo, frecuencia, intensidad y duración del ejercicio, así como de condiciones
ambientales a las que se realiza dicho ejercicio.

Hidratos de carbono

Los hidratos de carbono son los combustibles más importantes como fuente energética
rápida para el organismo, ya que su oxidación produce 6.3 moles de ATP por mol de
O2 frente a los 5.6 moles de ATP por mol de O2 utilizado para oxidar grasas. La
mayoría de los deportes se realizan a intensidades superiores al 60-70% del VO 2max,
es decir, cerca del límite de la capacidad máxima de absorción de oxígeno del
organismo, por lo que la fuente energética principal son los carbohidratos provenientes
del glucógeno muscular y glucosa sanguínea.

Grasas

Aunque es preciso consumir grasas para asegurar el aporte de ácidos grasos esenciales
y vitaminas liposolubles, no está recomendada una dieta muy rica en grasas. El
metabolismo de las grasas durante el ejercicio depende de varios factores como son:
a) tipo, duración e intensidad del ejercicio (la entrada de ácidos grasos de cadena larga
a la mitocondria se inhibe con altas intensidades de ejercicio, a la vez que se inhibe la
actividad de la acetil-CoA carboxilasa durante el ejercicio)

b) reservas de glucógeno (a menores reservas de glucógeno, mayor oxidación de


ácidos grasos)

c) preparación física del individuo (los atletas entrenados oxidan más ácidos grasos
durante el ejercicio

d) composición de la dieta ingerida los días previos al ejercicio (una dieta alta en
grasas incrementa la oxidación de éstas durante el ejercicio. A esto hay que añadir el
status hormonal y el flujo glucolítico (inversamente proporcional a la oxidación de
ácidos grasos de cadena larga. Con el entrenamiento se produce una mayor oxidación
de grasas, debido a una mayor facilitación de entrada de los ácidos grasos libres a la
mitocondria.

Proteínas

La ingesta proteica adecuada para obtener un óptimo rendimiento deportivo ha sido


tema de discusión de científicos y expertos desde hace más de un siglo. Es obvio que
el ejercicio físico regular incrementa las necesidades de proteínas debido a la
contribución del catabolismo proteico al requerimiento de combustible del ejercicio y al
balance nitrogenado negativo que resulta de la intensificación de los procesos que
liberan energía en el transcurso de la actividad muscular.

Vitaminas y minerales

Las vitaminas y los minerales son importantes reguladores metabólicos, por lo que la
práctica de actividades deportivas va acompañada de un aumento en los
requerimientos de las vitaminas implicadas en el metabolismo energético,
recomendándose ingestas de 0.4, 1.1 y 6.6 mg /1000 kcal de tiamina, riboflavina y
niacina, respectivamente.
Agua

El agua es una prioridad durante el ejercicio. Una pérdida del ~2% del peso corporal,
altera la homeostasis del volumen intracelular y extracelular en el organismo,
provocando un descenso de la funcionalidad celular y de la volemia efectiva. Como
consecuencia de esto último, disminuye la presión arterial media y el gasto cardíaco.
Se reduce así la liberación de O2 a los músculos activos, lo que potencia la activación
de las rutas glucolíticas anaerobias, con la consiguiente formación de lactato
intramuscular y sanguíneo.

Dieta precompetición

Las cantidades relativas de carbohidratos ingeridas durante los días anteriores a la


competición son determinantes de la cantidad de carbohidratos acumulados en el
hígado y en el músculo como glucógeno. En consecuencia, si el glucógeno almacenado
al comienzo del ejercicio es bajo, debido por ejemplo a una insuficiente ingesta de
carbohidratos, se limitará la cantidad de energía disponible para el trabajo muscular
durante el ejercicio por lo que el rendimiento será menor. En este sentido es
importante que la cena previa al día de la competición sea rica en carbohidratos. La
comida previa a la competición tiene como objetivo principal conseguir un
mantenimiento de los depósitos de glucógeno y un óptimo nivel de hidratación. Nunca
se debe acudir a la competición en ayunas.
Conclusión:

En conclusión, el esfuerzo físico en los maratonistas es una parte fundamental de las


carreras de larga distancia. Los maratonistas se enfrentan a un nivel extremo de
exigencia física y mental a lo largo de los 42.195 kilómetros de la carrera. Durante
este desafío, el cuerpo experimenta cambios significativos en el sistema
cardiovascular, muscular, respiratorio y de termorregulación.

El esfuerzo físico en los maratonistas requiere una preparación rigurosa y adecuada.


Los atletas deben enfocarse en desarrollar resistencia aeróbica, fuerza muscular,
eficiencia biomecánica y estrategias de carrera efectivas. Además, es esencial
comprender las adaptaciones fisiológicas que ocurren como resultado del
entrenamiento específico para maratón.
Si bien el esfuerzo físico en los maratonistas puede conducir a un rendimiento
excepcional, también conlleva riesgos y desafíos. La prevención de lesiones, el manejo
adecuado de la hidratación y la nutrición, así como el equilibrio entre el descanso y la
recuperación, son aspectos cruciales para garantizar la salud y el bienestar de los
atletas.

En última instancia, comprender y optimizar el esfuerzo físico en los maratonistas


requiere un enfoque integral que incluya entrenamiento adecuado, planificación de la
carrera, estrategias de recuperación y una atención cuidadosa a la salud y el bienestar
del atleta. Al superar los desafíos físicos y mentales de una maratón, los maratonistas
pueden alcanzar niveles sobresalientes de rendimiento y cumplir sus metas deportivas.

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