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ADQUISICION DE HABITOS EN LA INFANCIA I

La adquisición de hábitos constituye un proceso educativo en el que se parte de unos requisitos


previos y que se realiza a lo largo de una serie de fases, teniendo en cuenta la individualidad
y singularidad de cada niño o niña.
Son muchos los interrogantes y dudas que nos pueden surgir, por eso es primordial tener claros
una serie de conceptos fundamentales.

El concepto de hábito se relaciona estrechamente con el de autonomía.


En el desarrollo evolutivo del niño o de la niña se progresa desde una total dependencia de las
personas adultas, que paulatinamente va disminuyendo, hasta ser capaces de realizar sin
ayuda tareas relacionadas con la satisfacción de sus necesidades: comer solos, vestirse solos,
lavarse solos, controlar esfínteres, etc.

¿Qué es un hábito?
Tal y como señala M.J. Comellas, decimos que “existe un hábito cuando el individuo lleva a
cabo una conducta, que ha aprendido previamente, en el momento oportuno, de forma
adecuada y sin necesidad de control externo”.
Las dos características principales de los hábitos son la constancia y la flexibilidad.

La constancia viene dada por el establecimiento de un patrón general de respuestas a las


situaciones que se nos presentan y la flexibilidad por la capacidad de adaptación a las
características peculiares de cada situación concreta.
Un hábito supone automatizar una respuesta a una determinada situación en función de unos
aprendizajes previos.

¿Qué es una habilidad?


La habilidad es una destreza en la realización de tareas, se relaciona con las capacidades
cognitivas, físicas y motrices que posee el niño o la niña.

¿Cuáles son las diferencias entre hábito y habilidad?


Mientras que las habilidades tienen que ver más con eficacia en realizar una cierta conducta,
los hábitos suponen saber determinar y poner en práctica en el momento adecuado la habilidad
o habilidades necesarias.
El niño o la niña puede poseer una determinada habilidad, pero no tener todavía adquirido el
hábito con el que dicha habilidad se relaciona.

¿Qué entendemos por rutina?


El concepto de rutina tiene que ver con la automatización de las respuestas y con el concepto
de hábito.
Los hábitos se adquieren a través de un proceso de aprendizaje caracterizado por la repetición
sistemática y cotidiana de determinadas acciones.
A esta repetición sistemática de determinadas acciones con un propósito educativo le
denominamos rutina.

¿Cómo definiremos la autonomía personal?


La autonomía personal constituye la meta, el objetivo final del proceso de adquisición de
hábitos.
Entendemos por autonomía la capacidad para resolver situaciones cotidianas sin la ayuda de
otras personas.

¿Cuándo podemos empezar con el proceso de adquisición de hábitos?


Antes de llevar a cabo la enseñanza de un determinado hábito han de tenerse en cuenta unos
requisitos previos.
El niño o niña ha de estar en el momento de desarrollo adecuado para la adquisición del hábito
y debe poseer las habilidades necesarias para llevarlo a cabo.
 Aspectos determinantes.
Para el aprendizaje de los hábitos básicos es necesario que el niño o la niña posean unas
determinadas habilidades. Dentro de ellas vamos a distinguir dos tipos: habilidades de
ejecución y habilidades de planificación.

Habilidades de ejecución.
Dentro de las habilidades de ejecución son especialmente importantes las conductas motoras
básicas necesarias para desarrollar el hábito en el ámbito físico: la motricidad gruesa y la
motricidad fina y el dominio de los instrumentos necesarios para realizar una tarea.
Habilidades de planificación.
En la intervención de la persona adulta que pretende inculcar el hábito se hace necesario
descomponer la actividad que realiza el niño o la niña en diferentes pasos. Como los siguientes:
 Comprensión de la tarea.
 Comprensión de los diferentes momentos o acciones intermedias de la tarea.
 Secuencia-pasos- de su ejecución.
 Aprendizaje de los movimientos específicos necesarios.
Toda esta secuencia supone para la niña o el niño disminuir la complejidad de la tarea a
realizar, ayudándole a comprender que cada acción simple que logra realizar es necesaria para
la siguiente.
Junto con la temporalización de las acciones es necesario tener en cuenta la importancia que
los elementos ambientales y los materiales de que se dispone tienen en el aprendizaje del
hábito.
ADQUISICION DE HABITOS EN LA INFANCIA II

Entendemos por hábito la ejecución de una conducta o un modo de proceder que ha


sido aprendido previamente y se repite de forma cotidiana sin un esfuerzo significativo y
sin la necesidad de motivación extrínseca. Los hábitos se caracterizan por ser
constantes y flexibles. Constantes porque facilitan un marco de actuación a la persona y
una forma de relacionarse con los demás, y flexibles por su posibilidad de adaptación a
distintas situaciones o características del entorno. Así, por ejemplo, se puede tener el
hábito de ducharse todos los días por la mañana, pero si un día nos levantamos tarde o
no funciona el calentador podemos optar por asearnos simplemente.

RECUERDA QUE
El hábito es una conducta aprendida que se realiza a partir de unos criterios, sin
control externo (premios o castigos) y de forma continua. Si el hábito se hace de
forma correcta favorecerá la autonomía.

No hay que confundir hábito con habilidad, que hace referencia al saber hacer del niño
y la niña a partir de las capacidades físicas, cognitivas o motrices que necesita para
realizar una conducta con éxito. Tener habilidad para llevar a cabo una acción no
significa que se tenga el hábito, ya que éste aparecerá cuando dicha acción se realice
sin esfuerzo cada vez que la situación lo exija.

La automatización de los hábitos se obtiene a través de las rutinas, dicho de otra


manera, el proceso repetitivo y rutinario de una acción hace posible la adquisición del
hábito. Así, las rutinas harían referencia al conjunto de actividades que los/as niños/as
realizan diariamente de la misma forma y en el mismo orden, ya que suelen ser
conductas programadas basadas en secuencias fijas. Para los/as niños/as las rutinas
son muy importantes ya que les proporcionan seguridad, pues se convierten en las
primeras referencias espacio-temporales que les permiten prever la secuencia de
acontecimientos diarios, proporcionando un marco estable y seguro de actuación.
Además de servir para estructurar el tiempo y fijar la sucesión de actividades en un
determinado orden, las rutinas también crean relaciones de causalidad, entablan
comunicación con el entorno cercano y aumentan la autoestima de los niños y niñas al
percibirse éstos con mayor autonomía. Por lo tanto, el uso de rutinas facilita el
desarrollo cognitivo, afectivo y social.

3.2.2. Proceso de adquisición de hábitos de autonomía personal en la infancia


El proceso de adquisición de hábitos para alcanzar la autonomía en aspectos
relacionados con la alimentación, el descanso, la higiene, el orden, etc., necesita del
apoyo y control por parte de los adultos, tanto educadores/as como familia, quienes
deberán presentar actividades rutinarias teniendo en cuenta la edad, la existencia de
unas capacidades básicas y el grado de autonomía de los/as niños/as.

Resulta evidente que antes de tratar de desarrollar un hábito debemos asegurarnos que
el niño o la niña poseen las capacidades suficientes para alcanzarlo. De lo contrario, el
proceso de adquisición del hábito sufrirá complicaciones, reduciendo su posibilidad de
éxito y generando desmotivación e inseguridad. En este sentido, existen dos tipos
de habilidades necesarias para iniciar el proceso de adquisición de un hábito:

 Habilidades de ejecución, que son las concernientes a la motricidad fina y a la


motricidad gruesa y que implican las posibilidades de movimientos del niño y la niña, la
fuerza que pueden ejercer, la capacidad manipulativa o la coordinación visomanual. Se
entiende, por tanto, que estas habilidades son fundamentales para poner en marcha el
proceso de adquisición de un hábito, y se irán perfeccionando según se practiquen
dichos hábitos, ganando en precisión y reduciendo el esfuerzo.
 Habilidades de planificación, que hacen referencia a la capacidad cognitiva para
comprender y reconocer las acciones y la secuencia propias del hábito, y saber así
cómo, cuándo, dónde y por qué se ha de realizar la conducta. Hay que tener en cuenta
que no se pretende meramente una repetición automática de acciones, sino que el niño
y la niña doten de sentido al hábito y lo generalicen a los distintos entornos. Por
ejemplo, lavarse las manos antes de comer tanto en casa, como en la escuela, como en
cualquier otro lugar si tiene la posibilidad de ello.

Por otro lado, no sólo se fomenta la adquisición de hábitos con la práctica de los
mismos. También se puede potenciar su adquisición a través de canciones, poesías,
retahílas, juegos, cuentos o programas infantiles educativos que traten sobre el tema
que se quiera trabajar. De este modo, se refuerza la comprensión del hábito y su placer
por llevarlo a cabo.

Además del nivel de capacidad de los/as niños/as, otros aspectos a tener en cuenta a la
hora de desarrollar hábitos son los espacios y recursos de los que disponemos, el nivel
de satisfacción que suponga al niño o la niña, la relación afectiva con los adultos
implicados y la buena elección del momento. Todos ellos los veremos más adelante.

Otro aspecto relevante que no debemos olvidar es que la mera comunicación al niño o
niña de lo que tiene que hacer no es suficiente. La comunicación verbal ha de
acompañarse de una demostración física que sirva de modelo, para que así se puedan
poner en funcionamiento los mecanismos de imitación. En este sentido, el proceso de
modelado será más efectivo cuando la conexión afectiva entre el niño o la niña y el
adulto sea buena y si se presentan las pautas de forma lúdica.

El hábito estará adquirido no solamente cuando el niño o la niña sean capaces de


realizar la conducta, sino cuando además sean capaces de reconocer las situaciones
en las cuales se ha de aplicar dicho hábito y lo hagan sin la exigencia de terceras
personas, es decir, con autonomía. Esto conlleva un proceso de aprendizaje a largo
plazo, pues para consolidar muchos hábitos se necesita bastante tiempo. Por este
motivo, hay que plantear su aprendizaje de forma sistemática, teniendo claros los
objetivos a conseguir, la metodología a utilizar y el tiempo que se le va a dedicar.

RECUERDA QUE
“Háblame y lo olvidaré, muéstrame y lo recordaré, implícame y lo entenderé”.
Confucio (551 a.C. – 479 a.C.) Pensador chino

Programación de hábitos y rutinas


Para enseñar hábitos, aparte de realizar programas específicos, es fundamental
aprovechar las situaciones diarias como la hora de comida o el baño para trabajar los
hábitos que deseamos que los niños y niñas aprendan. Dicha intervención educativa
requiere una programación y una evaluación continua, que a la vez permita adaptarse a
cada niño/a para asegurarse un óptimo avance del aprendizaje, lo que implica la
conveniencia de analizar los distintos factores que pueden incidir de forma directa o
indirecta en la adquisición de los hábitos antes de programar.

Por otro lado, es muy importante, antes de iniciar el aprendizaje de las conductas en
cuestión, analizar el propio proceso y preguntarse acerca del tipo de acciones en las
que se descompone el hábito y el orden que han de seguir, su grado de dificultad, la
frecuencia de su repetición, el tiempo que requiere su consolidación, quiénes van a
participar en el desarrollo de la programación o cómo se va a evaluar el proceso.

A su vez, a la hora de programar, siempre se han de definir los siguientes elementos:


 Objetivos: el hábito que queremos instaurar
 Contenidos: los conceptos, procedimientos y actitudes relacionados con el
hábito.
 Metodología: las técnicas que vamos a utilizar.
 Actividades: acciones que se van a llevar a cabo para conseguir las metas del
programa
 Recursos: medios, tanto humanos como materiales, que se necesitan.
 Temporalización: tiempo y frecuencia que asignaremos a cada una de las
acciones.
 Evaluación: comprobación y seguimiento de los objetivos planteados
Fases del proceso de adquisición de hábitos

El aprendizaje de un hábito pasa por una serie de fases:


1. Fase de preparación, en la cual se definen los elementos del programa a llevar a
cabo y se analizan las posibilidades del niño o niña y la adecuación del entorno.
Además, ésta es la fase en la cual hay que empezar a motivar al niño o la niña
fomentando el interés hacia las conductas objetivadas, facilitando de este modo una
buena predisposición y una relación de confianza.
2. Fase de aprendizaje. Una vez analizados los aspectos que han de posibilitar el
aprendizaje, es el momento de enseñar el hábito. En un primer momento se planteará
como un juego en el que la imitación tomará un papel relevante. El adulto, mediante
una actitud positiva, servirá de guía al niño o la niña, observando sus dificultades,
convirtiéndose en un apoyo en la ejecución y dando tiempo para que aprenda, analice y
corrija los errores.En esta fase se recomienda actividades cortas, para evitar la
fatiga, repetitivas a lo largo de la jornada y que no supongan la retirada brusca de
alguna otra actividad placentera para el niño o la niña, ya que si no el hábito no se
reforzaría positivamente.
3. Fase de automatización. En esta fase la colaboración del adulto para la
realización de la conducta es menos directa, enfocando su intervención hacia la
motivación, la valoración de la ejecución y la potenciación de la autonomía. El niño o la
niña acepta y dota de sentido el hábito que se le está enseñando y lo ejecuta
adecuadamente.
4. Fase de consolidación. Finalmente el niño o la niña realiza la conducta aprendida
de forma autónoma cuando la situación así lo requiere, ya que el hábito se ha
interiorizado.

3.2.3. Valoración de las necesidades infantiles como eje de la actividad educativa.


Temporalización.

La actividad educativa se va a vertebrar en torno a la satisfacción de las necesidades


básicas, de este modo el horario de una jornada de un centro infantil se confecciona
teniendo en cuenta los momentos de descanso, las conductas higiénicas y los distintos
momentos de alimentación.

RECUERDA QUE
Hay que respetar el tiempo que necesita cada niño/a para adquirir el hábito, pues
no todos/as tienen el mismo ritmo o nivel de desarrollo.

Por otro lado, para la adquisición de hábitos y rutinas es muy importante establecer un
espacio temporal dedicado a su aprendizaje, temporalizándose las actividades tanto a
nivel diario como semanal o mensual. En la confección de estos horarios se tendrá en
cuenta:
 El tiempo y la frecuencia que se le dedicará a cada actividad.
 Que no sean actividades mecánicas exactamente iguales para todos los niños y
niñas, pues se deberá considerar los distintos ritmos, nivel de desarrollo y afectos de
cada niño/a.
 La alternancia de periodos de actividad con periodos de descanso
 La alternancia de actividades conducentes a la adquisición de hábitos con
actividades lúdicas y/o académicas.
 Tener en cuenta los periodos de adaptación.
 Flexibilidad, tratando de evitar tanto la excesiva división del tiempo como la
rigidez de la jornada

En términos generales, la división temporal de una jornada en una escuela infantil gira
en torno a una serie de momentos, como son:
 La llegada a la escuela, con sus rutinas de acogida y saludos.
 La asamblea, como primer momento de encuentro entre los/as niños/as.
 La realización de actividades tanto individuales como colectivas en el aula-taller
(psicomotricidad, cuentos, fichas, etc.)
 Desayunos y comidas, donde se trabajan hábitos de alimentación e higiene.
 Rutinas de higiene, tanto de lavado de manos como de utilización del WC.
 Desarrollo de actividades al aire libre, generadoras de mayor actividad.
 Puesta en marcha de actividades de relajación y descanso.
 Juego libre por los diferentes rincones.
 Rutinas de recogida y ordenación de materiales.
 Rutinas de despedida

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