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AUTORREGULACIÓN Y AUTOCONTROL

EXPLORAR, JUGAR, COOPERAR


Es muy importante tener en cuenta que para
que una persona pueda llegar a auto
regularse, debe empezar por unos valores
bien definidos de la mejor manera; donde la
sociedad y nuestra familia juegan un papel
muy importante. La primera en brindarnos
conocimientos hacia la adquisición de los
valores es nuestra propia familia; por que de
aquí donde encontramos esa identidad
cultural que nos identifica unos de otros.
La escuela es otro vital componente de
importancia para llevar una autorregulación y
autocontrol, por que en niño en su estapa de
desarroolo pasa por un momento de
exploración el cual debe ser estimulado de la
mejor manera, que esta explracion balla
encaminada hacia la satisfacion de sus
necesidades como el compartir de la mejor
manera ya se jugando, comportiendo
susconocimientos, e incluso hacer aportes
significativos que con lleven a mejar su
calidad de vida y la de los demás. Por tal
rason nuestra responsabilidad es gran si
queremos cambiar los malos estilos de vida
que actual mente se viene ejecutando en
nuestra socieda

propios “directores” y de las interacciones


cotidianas con los demás, pero que toman
gran sentido cuando se logran de manera
consciente e interpersonal. Luego, es la
escuela y todos sus procedimientos
pedagógicos, la que toma la gran
responsabilidad de seguir alimentando esas
bases para que se consoliden en fuerzas
significativas.
La escuela actuará, enfatizando en el área
de Ed. Física, teniendo presente los
siguientes aspectos:
 El maestro propiciará espacios y
procesos en los que se logre llegar hasta
una autoevaluación personal del propio
alumno.
 Se creará una conciencia de la
responsabilidad que se debe adquirir
sobre las capacidades motrices.
 La práctica de las normas básicas de
seguridad a la hora de realizar actividad
física.
 Afrontar de modo constructivo los
problemas y los conflictos que puedan
surgir en la familia, en la escuela y en la
sociedad. Es una actitud que se trabajará
desde el ambiente escolar.
 Captar la atención de los alumnos a
través de estrategias personales de cada
maestro, para ser uno significativo en
medio de ellos.
Estos aspectos deben ser implementados
para que los discentes las aprendan por
medio de la imitación, como se hace en el
área de Ed. Física, donde la gran parte del
contenido tiene que ver con la capacidad de
captar e imitar los gestos físicos que se
enseñan.
No está de más mencionar las conductas
evolutivas del niño, pues ellas nos permiten
ser asertivos a la hora de actuar en pro de la
consecución de valores en la escuela. Para
llegar hasta un razonamiento moral es
necesario la autorregulación, ésta construida
desde la familia y que comienza con la
conciencia de si mismo.

AUTORREGULACIÓN, INTELIGENCIA
EMOCIONAL Y ESPIRITUALIDAD
Si hablamos de autorregulación como un
proceso, se pueden mencionar las
competencias personales y sociales.
Por lo tanto, la autorregulación tiene que ver
con la capacidad de evaluar actitudes y
sucesos de la cotidianidad, entrar en una
cierta conciencia para poder explicarlos e
intervenir en los hechos familiares, escolares
y sociales, es de esta manera que se logran
las competencias.
Seguidamente, la autoobservación se
constituye en punto de partida para los
diferentes hechos… y la autoevaluación se
convierte en un criterio personal,
desencadenante de la conducta consciente
de sí mismo y de lo que lo rodea, para llegar
finalmente hasta el pensarse como mejor
persona; por lo tanto, a este último se puede
denominar como autorrefuerzo.
Adquirir competencias, también tiene que ver
con el comportamiento en situaciones
cambiantes; las actitudes van teniendo un
cierto matiz correspondiente a la forma de
planificar, a la forma como se supervisan los
actos desarrollados en los diferentes
ambientes y a la dirección que se les quiera
dar.
Hablando un poco sobre las conductas
desadaptivas, se puede hacer referencia a
la falta de autorregulación y por esto a la
falta de competencias personales y sociales.
Las conductas que no tienen planificación,
autoobservación, evaluación y una dirección
consciente, tienden a ser desadaptivas.
Si se menciona la inteligencia emocional
se debe hablar del estado interno y externo
del individuo, para ello se hace referencia a
un proceso llamado “coping” el cual consiste
en la manera como una persona maneja (o
se lleva) el estrés, la pérdida de un ser
querido o ante las dificultades en el trabajo y
en el estudio; es en este sentido como la
automotivación juega un papel muy
importante en las vivencias familiares,
escolares y sociales a través de una
conducta inteligente.
Finalmente, se encuentra el desarrollo
espiritual, en el que se dejan a un lado las
particularidades religiosas y se buscan los
logros para el mantenimiento del estado de
conexión con lo divino o inmaterial. Se logra
entonces, por medio de este actuar, una
introspección que se basa en la comprensión
de uno mismo a través del optimismo ante el
cómo solucionar problemas, regular y
controlar emociones.
LA IMPULSIVIDAD INFANTÍL
Se basa, principalmente, en la forma de
actuar del docente ante las actitudes del
alumno, es en esta parte donde se trata de
explorar y conocer un poco el mundo de los
educandos, especialmente las
particularidades de cada quien, para lograr
una regulación del comportamiento. Es decir,
el tira y afloje en las interacciones maestro-
alumno que tiene como objetivo una
acomodación estable en el ámbito escolar,
tiene como procedimientos asertivos
aquellos que lograran una autoinstrucción en
los alumnos.
Sin lugar a dudas, es en este sentido como
se suceden las prácticas educativas que
fomentan la impulsividad y la prevención de
la impulsividad, sólo es cuestión de que el
maestro se haga consciente del fenómeno y
no se fíe de lo que es superficial, sino que
indague y tenga el tacto requerido a la hora
de actuar.
Claro, hay que tener presente que los padres
tienen gran responsabilidad respecto a este
aspecto, porque así como los docentes son
responsables, en cierta forma, de la
impulsividad en los niños dentro de la
escuela, los padres tienen mucho que ver en
ello dentro del hogar.
CONCLUSIÓN
La autorregulación toca las dimensiones
corporal, espiritual, psicológica y social, pero
tiene una gran importancia el conocimiento
de sí mismo, para que se de la
autoobservación, la autoevaluación, la
reflexividad, la autoinstrucción, la
introspección y la automotivación, todo ello
dentro de la interrelación familiar, escolar y
social, logrando así la adquisición de
competencias y valores.

Buenos días apreciados estudiantes de


Didáctica de la ERE, Ética y Valores!
 
Continuando con nuestra estrategia y con la
temática sobre los lineamientos y estándares
de la Educación Ética y en Valores, les
comparto un texto corto sobre LA
AUTORREGULACIÓN.
 
La idea es que ustedes consulten las
direcciones de internet que les propongo al
final de texto, y desde allí amplien el texto
propuesto por el profesor. Es decir que cada
uno de ustedes intentaran articular sus ideas
y construcciones al texto del profesor; de
esta manera obtendremos un solo texto.
 
Esta estrategía favorece la construcción
colectiva, desarrolla la capacidad
argumentativa, estimula las habilidades
lingusticas y determina las competencias
propositivas
 

LA AUTORREGULACIÓN
 
Una de las dimensiones más importante de
la acción pedagógica en el ámbito de la
educación ética y moral, es la de orientar el
desarrollo de competencias y conductas que
supongan un alto nivel de autorregulación y
autocontrol  en el escolar. El desarrollo de
estas capacidades puede suponer una
mayor coherencia entre juicio y razón, entre
pensamiento y conducta, ya que la finalidad
de las mismas, es que la persona reflexione
sobre su conducta y establezca pautas de
acción para mejorarla
 
La autorregulación se  presenta como una
estructura organizativa fundamental tanto del
desarrollo cognitivo como del desarrollo
social.
 
Algunos autores hacen una diferenciación
entre autocontrol y autorregulación.
Entienden el primero como la capacidad de
cumplir órdenes y directivas cuando las
estructuras de apoyo están ausentes; y el
segundo, como la capacidad de formular un
plan de acción propio, de proyectar, orientar,
y supervisar la conducta personal desde el
interior, y de adaptarla de acuerdo con el
cambio de las circunstancias.
 
Algunas investigaciones ponen de manifiesto
que el incremento del dominio de sí y de la
capacidad de autorregularse, depende en
gran medida de las intervenciones
adecuadas del adulto, que se adaptan al
nivel del niño o de la niña, y a su necesidad
de una asistencia externa.
 
El autocontrol y la autorregulación son
procesos largos y complejos, en los cuales
tiene una función importante la identificación
de  los elementos del medio que ejercen un
control y ayudan en la regulación de los
individuos. Inicialmente cono regulación
externa, algunas instancias y normas
exteriores ejercen un control; luego, poco a
poco, y con la ayuda de los adultos, el niño
entra en un proceso de autorregulación que
debe ser ejercitado mediante diferentes
actividades en el aula y fuera de ella.
 
El maestro y el colectivo académico deben
planear la vida escolar buscando que los
maestros jueguen un papel de mediadores
en el paso de una regulación externa a una
regulación interna. Proceso que se logra
según la forma  como los niños se implican 
en cada una de las actividades académicas,
formativas, culturales, lúdicas, recreativas
que la escuela les propone. (ejemplo:
ejercicios de clarificación de valores y
normas sociales, comunitarias,
institucionales; ejercicios de construcción de
reglas para el trabajo en el área específica).
 
En esta lógica, es necesario la identificación
de los mecanismos que en cada institución
puede facilitar en los alumnos el paso de un
control externo a un control interno. De igual
manera, resaltar que los adultos deben
frenar las tendencias autoritarias que con
frecuencia dificultan o imposibilitan su
proceso de autorregulación. Por último, la
construcción compartida de normas claras,
el empleo del reconocimiento y de las
explicaciones verbales, ayudará a que los
estudiantes se reconozcan como agentes
que intervienen de manera activa y eficaz en
la vida escolar.
AUTORREGULACIÓN, INTELIGENCIA
EMOCIONAL Y ESPIRITUALIDAD.
García Berbén, Ana Belén., Muñoz García,
Antonio., Entrena Castro, José Angel.
Universidad de Granada.
1. INTRODUCCIÓN: LA
AUTORREGULACIÓN COMO PROCESO
La autorregulación es un proceso que
habitualmente consideramos integrado en
el conjunto de competencias que las
personas desarrollamos a medida que
crecemos y
participamos en situaciones educativas y de
interacción social. Su relación con otros
muchos aspectos del desarrollo, en
particular con la personalidad, la ha
convertido en
objeto de interés por parte de investigadores
y de profesionales relacionados con el
ámbito de la educación, que la vienen
considerando como un elemento relacionado
con
las competencias personales y sociales (De
la Fuente, 1999, 2000; Iriarte, Alonso-
Gancedo y Sobrino, 2006), así como con el
éxito en el aprendizaje.
Su incidencia sobre este último se viene
interpretando fundamentalmente a
través de procesos asociados al aprendizaje
estratégico, autorregulado o experto (De la
Fuente, 2004, 2005; De la Fuente, Justicia y
Berbén, 2005a, 2005b; De la Fuente,
Justicia, Cano, Martínez, Pichardo y Berbén,
2005; García, De la Fuente, Justicia y
otros, 2002; Zimmerman, 2002).
Estudios como los citados, entre otros, están
mostrando la importancia de
considerar los procesos de autorregulación a
la hora de evaluar, explicar, e intervenir
para modificar comportamientos que
evocamos las personas en las más variadas
situaciones de la vida.
Desde una perspectiva psicológica el inicio
de la autorregulación comienza para
restaurar una condición que se ha perdido tal
como pérdida del humor, pérdida de peso,
dificultades a la hora de estudiar como
pérdida de la atención, descenso en la
productividad laboral, o descenso en el
poder adquisitivo, aunque también puede
activarse para evitar un resultado que no se
desea como la pérdida de un trabajo, el
descenso en la nota media del expediente
académico, evitar un embarazo no deseado,
etc. (ver Schmeichel y Baumeister, 2004). En
ocasiones también aplicamos procesos de
autorregulación cuando queremos incidir
sobre la probabilidad de que ocurran
determinados resultados (Miller y Brown,
1991).
Para explicar qué hacemos exactamente
cuando queremos modificar nuestro
comportamiento en una determinada
dirección para incrementar las probabilidad
de que
ocurra lo que deseamos, o evitar
consecuencias desagradables, se han
propuesto
modelos teóricos diversos, cuyas
características se modifican en mayor o
menor grado
en función del objeto que activa los procesos
autorregulatorios: estos modelos sugieren
que no es lo mismo evocar conductas
correctoras dirigidas a evitar, reducir, o
modificar
algunas de las conductas vinculadas al
consumo de sustancias adictivas, que
regular
nuestra conducta en situaciones de
aprendizaje.
Así, mientras que Kanfer (1975) propuso un
modelo de la autorregulación que
define este constructo como un
procedimiento auto-corrector que se da ante
discrepancias, índices de peligro inminente o
estados motivacionales conflictivos, que
activan el sistema de observación (Kanfer,
1986). Kanfer (1975) define tres etapas en el
proceso de autorregulación: una primer paso
de autoobservación en el que se observa el
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comportamiento que queremos modificar
llegando en algunos casos incluso a
registrarlo, un segundo momento en que
establecemos citerios que nos sirven para
definir los objetivos que queremos conseguir
a modo de proceso de autoevaluación, así
y luego como criterios de comparación para
saber si la línea en la que se ha modificado
el comportamiento es o no adecuada. El
tercer momento del proceso de
autorregulación,
se denomina como autorrefuerzo y consiste
en que la persona se administre a sí misma
estímulos simbólicos que refuercen las
conductas evocadas en el proceso de
regulación
para modificar el comportamiento en la línea
que se había planificado: consecuencias
positivas en caso de haber igualado o
superado los criterios inicialmente
establecidos, o
bien criterio, o bien negativas en caso de no
haber podido alcanzar las metas
inicialmente establecidas.
Este modelo general fue modificado por
Miller y Brown (1991) para explicar los
procesos de cambio en el caso del consumo
adictivo de sustancias. A diferencia del
modelo de Kanfer, Brown y Miller (1991)
entienden que el proceso de autorregulación
es una capacidad dirigida a “planificar,
supervisar, y dirigir [el] comportamiento en
circunstancias cambiantes” (pág. 62). Este
modelo asume que la autorregulación se
desarrolla siguiendo una secuencia de siete
procesos consecutivos: (1) introducción de
información, (2) auto-evaluación, (3)
propensión al cambio, (4) búsqueda, (5)
planificación del cambio, (6) implementación,
y (7) evaluación.
Las dificultades a la hora de controlar
nuestra adicción podrían venir de
disfunciones a la hora de desarrollar
cualquiera de esos siete procesos de
autorregulación, aunque entre ellos
encontramos diferencias en cuanto a su
finalidad:
mientras que en los tres primeros destaca su
valor motivador para modificar la
conducta, los siguientes en la secuencia
están vinculados a la provocación,
identificación, y resolución de discrepancias
entre el comportamiento real que se va
produciendo y sus resultados, y los objetivos
inicialmente propuestos.
La introducción de información (1) es el
primer proceso, y en este la persona
recibe información de diferentes fuentes de
que algo anda mal, de la existencia de un
comportamiento disfuncional. Esta
información nos permite tener conocimiento
de las
características específicas del problema así
como del impacto que este puede tener
sobre
otros aspectos.
Una vez que tenemos la información el
siguiente paso es realizar una valoración
de la misma. En el proceso de auto-
evaluación (2) la persona analiza la
información
comparando el problema (posible) detectado
en la fase anterior con un criterio interno o
establecido por la propia persona que en
ocasiones se hace tomando como referencia
criterios o normas de tipo social (o externas
a la persona), y en otros momentos se basa
en la propia expectativa ideal que la persona
ha desarrollado a lo largo de su vida a
través de procesos de aprendizaje y
socialización.
Lo habitual es que como consecuencia de
este proceso de comparación se active
un sentimiento positivo o negativo,
evoquemos determinadas conductas y
pensamientos
según consideremos que nuestro
comportamiento coincide con el de la
mayoría o bien
se aleja de la norma. Son precisamente
estas reacciones las que pueden conducir a
la
tercera etapa de propensión al cambio (3).
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Dado que estas reacciones emocionales,
conductuales, y cognitivas están
surgiendo como consecuencia de un
proceso evaluativo, cabe esperar que
cuando el
resultado de dicho proceso muestre una
discrepancia entre el comportamiento que la
persona observa en sí misma y el
idealmente definido, o bien observado en
una mayoría
social reconocida, la persona realice algún
tipo de acción para reducir dichas diferencias
(ver Brown, 1998).
Las tareas para reducir dichas discrepancias
se inician con el cuarto proceso de
búsqueda de soluciones o metas a
conseguir. A continuación se planifican (5)
aspectos
fundamentales para conseguir dichas metas
como el tiempo, las actividades a
desarrollar, los lugares y demás aspectos
que pudieran incidir en su eficacia.
Una vez realizado todo el proceso de
planificación se pondrán en marcha
acciones oportunas dirigidas a conseguir las
metas propuestas y modificar el
comportamiento en la línea deseada en un
proceso denominado de implementación (6).
Finalizadas las acciones destinadas a la
modificación de las conductas
consideradas problemáticas el proceso será
valorado para determinar si la planificación
que habíamos realizado habría sido la
adecuada y si los resultados obtenidos (las
metas
alcanzadas) responden a lo que nosotros
esperábamos. Es lo que se denomina como
evaluación exhaustiva (7).
La existencia de dificultades a la hora de
autorregular el comportamiento tiene
consecuencias importantes sobre el
aprendizaje, pero en este caso quisiéramos
destacar
sus importantes relaciones con otros
aspectos también relevantes para la
educación en
muy diversos contextos y niveles.
Mencionaremos diversas consideraciones en
los
ámbitos de los comportamientos adictivos, la
presencia de la autorregulación con
relación al amplio abanico de dimensiones
que se integran bajo el paraguas más amplio
de la llamada “inteligencia emocional”, y
finalmente un campo más reciente,
prácticamente sin abordar en la literatura
Española pero que será relevante en un
futuro
próximo, como es la regulación en el ámbito
de algunas dimensiones comprendidas en
el “desarrollo espiritual”.
2. AUTORREGULACIÓN Y CONDUCTAS
DESADAPTATIVAS
Se han observado dificultades en
autorregulación en personas que han
manifestado conductas criminales (Hirschi,
2004), así como trastornos adictivos
vinculados al juego (Brown y Newby-Clark,
2005) y consumo de drogas (Madden,
Petry, Badger, y Bickel, 1997), aunque
quizás los estudios más extensos y
frecuentes se
centran en su relación con el consumo de
alcohol (ver Chassin y DeLucia, 1996;
Brown,
Miller, y Lawendowski, 1999; López-
Torrecillas, Godoy, Pérez, Godoy, y
Sánchez-
Barrera, 2000; Carey, Neal y Collins, 2004).
Tanto en el caso del consumo de drogas
como de alcohol se han realizado
estudios empíricos (ver por ejemplo Brown,
Miller, y Lawendowski, 1999) que
muestran su asociación con disfunciones en
la ejecución de los procesos arriba citados,
y también lo contrario, que por ejemplo,
personas con altas puntuaciones en
autocontrol
beben con menos frecuencia y se definen a
sí mismos como abstemios (López-
Torrecillas, Godoy, Pérez, Godoy, y
Sánchez-Barrera, 2000), o incluso que
consumen
preferentemente bebidas de baja graduación
vs. de alta graduación como hacen
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consumidores con baja autorregulación
(Carey y otros, 1990). Algunos
investigadores
mencionan una baja autorregulación como
factor de riesgo para el abuso de alcohol
(Chassin y DeLucia, 1996; Carey y otros,
2004). Patock-Peckham, Cheong, Balhorn, y
Nagoshi (2001) van aún más lejos al señalar
que las habilidades de autorregulación no
solamente inciden en el consumo de
sustancias, alcohol particularmente, sino
también
en las consecuencias negativas, los
comportamientos indeseables, y los
problemas
derivados de un consumo abusivo, aunque
Carey y otros (2004) matizan esta afirmación
sugiriendo que la relación será válida
únicamente cuando concurran factores de
riesgo.
Resulta paradójico que aunque estos
estudios muestren asociaciones entre bajas
habilidades de autorregulación y consumo
de sustancias se haya afirmado que la teoría
es en sí inadecuada para identificar los
mecanismos responsables de los procesos
de
cambio a la hora de abordar la resolución de
los problemas de alcoholismo (ver Carey y
Neal, 2004).
3. LA AUTORREGULACIÓN EN EL
ÁMBITO DE LA INTELIGENCIA
EMOCIONAL
La emoción hace referencia a sentimientos
de significado variable (felicidad, ira,
temor, miedo, etc.) asociadas a sensaciones
susceptibles de categorización en los polos
agradable/desagradable,
activador/tranquilizador, etc., entre otras
sensaciones. Con
estos elementos se relaciona la “inteligencia
emocional”. Esta denominación ha sido
referida las habilidades para percibir
emociones, acceder y general emociones,
así como
asistir al pensamiento en el conocimiento de
las emociones y la regulación reflexiva de
las mismas promoviendo el crecimiento
emocional e intelectual. Es para Mayer y
Salovey (1997) la habilidad de percibir de
forma exacta, e valorar, comprender y
expresar emociones; la habilidad para
acceder y/o generar sentimientos cuando
facilitan
el pensamiento, la habilidad para
comprender la emoción y el conocimiento
emocional,
y también la habilidad para regular las
emociones con el objetivo de promover el
crecimiento moral e intelectual.
También Saarni (1997) define entre las
habilidades emocionales la de darnos cuenta
de que un estado emocional interno no
corresponde con la expresión externa, en
uno
mismo y en los otros, habilidad en la que
constatamos la importancia de la
discrepancia
como destacaba el modelo general de Miller
y Brown (1991) presentado en la
introducción.
También considera Saarni (1997) que esta
habilidad de autorregulación implica
comprender que una conducta expresiva-
emocional puede impactar sobre otros y
tomar
esto en cuenta en las estrategias de
autopresentación de una persona.
Un tercer modo en el que las habilidades de
regulación están presentes para controlar
los estados emocionales es en la regulación
de emociones desagradables, negativas, o
estresantes (Saarni, 1997). Dichas
habilidades tendrán como objetivo reducir la
intensidad o la duración de dichos estados
emocionales.
Y estas habilidades de autorregulación,
enmarcadas en un modelo general que
comprende muchas otras, influyen en
aspectos como la empatía, el control de
impulsos,
la resolución de problemas, el control de la
ira, el reconocimiento de similitudes y
diferencias entre personas, los procesos de
comunicación y relación interpersonales, los
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pensamientos funcionales/disfuncionales, o
procesos de coping o afrontamiento de
situaciones estresantes.
Este modelo al igual que el de Bar-On
(2005), que define la inteligencia
emocional-social como un cruce de
competencias sociales y emocionales
interrelacionadas, habilidades y facilitadores
que determinan el modo en el que nos
expresamos y comprendemos a nosotros
mismos, comprendemos a otros, y nos
relacionamos con ellos, y afrontamos las
demandas de la vida diaria, considera la
autorregulación como una conducta
inteligente, añadiendo incluso una función
explícita
de automotivación. Así, la regulación está
presente para manejar y controlar
emociones
de un modo constructivo y efectivo para
hacer frente al estrés y a los impulsos
incontrolados, en el control de los cambios a
través de la validación objetiva de los
sentimientos y el pensamiento
contrastándolos con la realidad, y resolver
problemas
personales e interpersonales de una manera
efectiva, y también en relación con la
automotivación,
a la hora de ser optimista y feliz, mirando la
parte positiva de la vida y
sintiéndose uno contento de sí mismo, los
demás, y la vida en general,
respectivamente.
4. LA AUTORREGULACIÓN EN EL
CONTEXTO DEL DESARROLLO
ESPIRITUAL
Tradicionalmente la espiritualidad y la
religiosidad han sido tomadas en
consideración como recursos a los que
acuden las personas para afrontar el dolor y
el
sufrimiento ante la enfermedad, así como
dudas existenciales. Sin embargo, también
está relacionada con desarrollos teóricos
recientes en torno al concepto de desarrollo
espiritual: en los últimos años hemos asistido
al reconocimiento académico del
desarrollo espiritual como dimensión
evolutiva específica. Este ha estado ligado,
entre
otras cosas, a la clarificación de las
diferencias entre religión y espiritualidad y
del
concepto de “desarrollo espiritual” y la
especificación de sus contenidos. Aunque la
explicitación de este proceso de separación
conceptual excede la extensión y objetivos
de este discurso sólo mencionaremos que
aunque se ha señalado lo sagrado como
elemento común entre la religiosidad y la
espiritualidad (Pargament, 1997), otros
enfoques han destacado las diferencias, por
ejemplo señalando que mientras la religión
se compone de doctrinas, creencias y ritos,
la espiritualidad está referida a la búsqueda,
logro, y mantenimiento de un estado de
conexión con lo considerado divino o
inmaterial
(Hill y Pargament, 2003; Miller y Thoresen,
2003). Así, separada de la religión, la
espiritualidad llegó a definirse en ausencia
de referencias a lo sagrado o a la
trascendencia, únicamente desde cualidades
humanas (Beck, 1992), aunque ninguna
definición actual e integradora excluirá
elementos religiosos de sus contenidos.
En cualquier caso, afirmada la
independencia entre el desarrollo espiritual y
el
hecho de ser o no religioso la dimensión del
desarrollo espiritual se descubre como una
entre otras inherentes a la evolución humana
desde el nacimiento hasta la muerte
(American Counselling Association, 1995),
identificándose en el desarrollo espiritual, o
la espiritualidad, los siguientes aspectos
(Snyder y López, 2006; Paloutzian y Park,
2005; Roehlkenpartain et al, 2006): la
conciencia de las interrelaciones entre las
personas y otras formas de vida, la
experiencia de misterio y sobrecogimiento,
respeto o
admiración inspirado por la naturaleza, el
logro humano, o lo misterioso, el sentido y el
propósito en la vida, el humor, la esperanza,
el optimismo, la conciencia y aceptación
del presente y el futuro, y la trascendencia
de uno mismo a través de posiciones de
generosidad y gratitud, la honestidad, la
compasión, el perdón, o experiencias/
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creencias, y rituales, que pueden incluir el
sentido de un poder superior (también
religioso), y finalmente, la introspección y la
comprensión de uno mismo.
La presencia y la importancia de las
habilidades de autorregulación están
directamente relacionadas las habilidades
que se requieren para evocar las conductas
que se espera manifiesten personas con un
buen desarrollo de las dimensiones
anteriores, algunas de las cuales estuvieron
presentes en los modelos de inteligencia
emocional que hemos presentado más
arriba: una persona con un buen desarrollo
espiritual se espera que sea optimista, que
sepa afrontar con efectividad las dificultades
que salgan a su encuentro y aprender de
ellas buscando los recursos necesarios para
superarlas. Ha de comprometerse con
aquello que haga, mostrando coraje y
persistencia,
y tener valores, principios y/o creencias,
religiosas o no, que informen su visión de la
vida y su conducta. Manifestará
conocimiento, preocupación y cuidado
respecto a sí
mismo y los demás, y será capaz de
perdonar, sentir compasión, y amar, así
como de
regular y controlar sus emociones. Tendrá
una visión realista y una valoración
equilibrada de sí misma, así como sentido de
unidad con el mundo y con los demás.
Tendrá esperanza, significado, y propósito
en la vida, y será creativa en su modo de
pensar, así como de concebir y superar las
dificultades de la vida diaria (Snyder y
López, 2002; Ofsted, 2004; Roehlkepartain
et al., 2006). Muchas de estas conductas
nos
remiten a los procesos que hemos descrito
más arriba de modo más detallado.
REFERENCIAS
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