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1. CONCEPTO
Además debemos situar la identidad visual dentro del marco más amplio del corporate de
una organización. Esto significa que debe ser contextualizada junto a las otras variables
corporativas que, cuando están correctamente gestionadas, contribuyen sinérgicamente a
proyectar una imagen positiva de dicha organización.
Contemplar la identidad visual desde esta perspectiva global ofrece dos ventajas añadidas.
En primer lugar, facilita su comprensión, descubriendo todas sus implicaciones con otros
factores involucrados en el desarrollo corporativo de la organización. Pero también, y esto
quizá sea lo más importante, permite llevar a cabo una gestión eficaz de la identidad visual
en la medida en que tanto su concepción como las posibles disfunciones que en ésta
puedan darse dependerán de factores, como puede ser el proyecto empresarial, que la
trascienden pero que constituyen el eje de la gestión corporativa globalmente considerada y,
en este sentido, de la propia identidad visual.
El símbolo es una imagen visual que simboliza la identidad corporativa (la estrella de
Mió es el símbolo corporativo de La Caixa)
Los colores corporativos son los colores que el programa permite utilizar en la
identidad visual. En algunos programas se usan dos tipos de colores corporativos:
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o Colores principales, que normalmente son los que se emplean para
diseñar el logosímbolo.
o Colores complementarios, que se utilizan en algunas aplicaciones y en
versiones secundarias de dicho logosímbolo.
Existe una gran diversidad de logosímbolos, no sólo desde el aspecto formal, sino en cuanto
a la relación existente entre sus dos elementos constitutivos, el símbolo y el logotipo. En este
sentido, en algunas identidades visuales no existe un símbolo, en tanto elemento visual
diferenciado del logotipo, sino que el propio diseño tipográfico de la marca constituye lo que
en las identidades más comunes denomino <<logosímbolo>>. Este es el caso, por ejemplo,
de Coca cola.
Los antecedentes remotos de la identidad visual pueden remontarse a la época del Imperio
Romano, en la que han llegado a contabilizarse varios millares de marcas diferentes de
alfareros que utilizaban determinados elementos gráficos para firmar e identificar sus
trabajos. Posteriormente, y durante casi toda la era cristiana, se emplearon diversos modos
para <<marcar>> objetos, animales o para indicar, a través de un elemento visual o
tipográfico, simplemente la identidad o la firma de una persona.
Pero son las <<marcas de corporación>> surgidas durante la alta Edad Media los
antecedentes próximos de identidad visual moderna. Se trataba de unas estampillas que
certificaban que el producto que las poseía cumplía los requisitos establecidos por cada una
de las corporaciones.
Algunos proveedores de las casas reales tuvieron derecho a comunicar esta distinción
mediante lo que se denominó <<marcas honorables>>. Así por ejemplo, la maca <<Rioja>>
data del siglo XVI, cuando la monarquía española les concedió a los productores vinícolas
de esa región ese privilegio.
No obstante, la concepción actual que tenemos del diseño de identidad es un producto del
siglo XX, a lo largo del cual ha ido evolucionando, como lo hicieron los sistemas productivos
y de comunicación. Con la saturación de los mercados y la multiplicidad de oportunidades
que los medios de comunicación ofrecen para la difusión de sus productos y servicios, el
valor de las marcas se eleva, al sustituir los elementos referenciales de tales productos por
otros de carácter simbólico. Las marcas ya no tienen por qué parecerse a esos productos, ni
siquiera a las empresas que los fabrican; simplemente tienen que poseer otras cualidades,
más intangibles, que se hagan atractivas a los ojos de los consumidores.
En Europa en general, pero sobre todo en España, en las últimas dos décadas se puede
decir que el diseño de identidad ha estado dominado por dos estilos hegemónicos que
personalmente denomino <<informalismo cromático>> (La Caixa, Banesto,…) y <<estilo
estructural>> (Deutsche Bank, Citibank).
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La naturaleza y las principales características del informalismo cromático, que en España
ha hecho furor en los ochenta y los noventa, pueden resumirse esquemáticamente así:
En torno a estos dos estilos, sin entrar a valor cual es mejor o peor, sí podemos analizar los
elementos visuales empleados en ambos estilos a la luz de los postulados más elementales
de la teoría general de la imagen y de la teoría de la Gestalt.
Una identidad visual debe asegurar prioritariamente que la organización que la utiliza sea
identificada y diferenciada de otras de la manera más sencilla y rápida posible. Resulta
incuestionable, de acuerdo con las teorías citadas, que esos fines se logran mejor utilizando
estructuras visuales simples, pregnantes, como dirían los gestaltistas, que con otras más
complejas, que plantean mas dificultad para su percepción, es decir, que requieren más
tiempo para ser percibidas (aunque la diferencia sea infinitesimal) y se recuerdan pero
(porque el ser más complejas necesitan almacenar una mayor número de rasgos o
elementos estructurales).
La actual lozanía de las identidades gráficas de estas dos entidades financieras que se
remontan ya a los años 1980 y 1987 respectivamente puede resultar contradictoria con esa
supuesta obsolescencia y banalidad que le atribuimos al estilo informalista. Sin embargo, no
hay que olvidar que la gran inversión publicitaria de ambas entidades, que asegura una
presencia permanente de sus logosímbolos en piezas de prensa, cierres de spots,
promociones en oficinas…, garantiza un contacto permanente con esos logosímbolos, los
cuales tienen asegurada su identificación y su diferenciación de esa pléyade multicromática
de formas gráficas de identidad que se confunden constantemente entre sí.
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4. PRINCIPIOS DE LA IDENTIDAD CORPORATIVA
Existen dos principios generales, inherentes a la identidad visual, que son su carácter
normativo e integrador. El primero de éstos fundamenta las normas que regularán la
aplicación de la identidad visual a todo tipo de soportes. El segundo asegura que la
multiplicidad de elementos que constituyen la identidad visual no sea un conjunto
desestructurado sino homogéneo en su diversidad.
De estos principios genéricos derivan los siguientes cuatro principios particulares que un
programa de identidad visual corporativa tendrá que satisfacer para ser eficaz:
Las imágenes simbólicas son imágenes que tienen un doble referente: uno visual,
como las representaciones, y otro estrictamente simbólico, el que constituyen
aquellas propiedades ontológicas que se le atribuyen por consenso a esa imagen
hasta convertirla en un símbolo. Si la traducción simbólica que implica la creación de
un logosímbolo se hace correctamente –naturalizando esa convención gráfica que es
el logosímbolo-, la imagen resultante puede entenderse como un símbolo en la
medida en que es portadora de los atributos y propiedades que definen la identidad
corporativa de esa organización.
Aplicando este principio a la identidad visual, puede decirse que ésta será más simple
y satisfará el principio estructural en función de:
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El principio sinérgico se refiere a la necesaria armonía que debe existir entre la
identidad visual y el resto de los programas que tratan de configurar una personalidad
pública bien definida de la compañía.
La identidad visual sirve dentro del corporate de una organización para configurar la
personalidad corporativa, esto es, para proyectar una imagen intencional de la organización,
identificada con su posicionamiento estratégico, que contribuya a alcanzar tal
posicionamiento. Las funciones de una buena identidad visual para contribuir a esta función
más general son:
Función de diferenciación tiene que ver con que la identidad visual no sólo debe
identificar a la empresa sino además diferenciarla del resto. Esta función de
diferenciación puede basarse en la capacidad prescriptiva que muchas identidades
visuales han tenido en su momento (el más emblemático en España puede ser el
caso de la Caixa).
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o La simplicidad estructural del logosímbolo, que hace que los más simples se
recuerden mejor tal, como postulan la teoría de la Gestalt y la teoría general
de la imagen.
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6. ADECUACIÓN DE LA IDENTIDAD VISUAL A LA ESTRUCTURA CORPORATIVA
Sin duda alguna entre una de las tareas más complejas dentro de la estrategia de identidad
visual que decida acometer una empresa está lo que los anglosajones denominan branding,
es decir, la adecuación de la identidad visual a la estructura corporativa de la entidad.
En España existen compañías como Telefónica o el BBV que tienen más de cien marcas y
denominaciones corporativas, que deben ser ordenadas orgánica y comunicativamente en
función de la relación que mantengan con la matriz o con el tipo de dependencia que quiera
comunicarse respecto a ésta (porque no siempre la estructura real entre una empresa y la
matiz y la estructura comunicada son la misma). En estos casos es cuando hay que optar
por algún tipo de criterio o estrategia de adecuación entre la identidad visual y la estructura
corporativa. Las tres estrategias más comunes son:
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Bibliografía:
Barquero Cabrero, J.D. y Barquero Cabrero, M. (2002) El libro de oro de las Relaciones
Públicas. Barcelona: Gestión 2000.
Gruning, J. y Hunt, T (2000) Dirección de Relaciones Públicas. Barcelona :Gestión 2000
Villafañe, J. (2004) La gestión de la imagen corporativa. Madrid : Pirámide