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Educar en tiempos de ¿pos-pandemia?

La emergencia sanitaria causada por la pandemia mundial de Covid-19 ha


generado una alteración de lo que llamábamos “normalidad” para dar paso
a la oportunidad de reflexionar e interpelar diferentes esferas de la vida
cotidiana, de la dinámica social y el rol de los Estados en la actualidad.

El cierre de las instituciones educativas ha tenido un alto impacto en la


educación. Ello ha llevado a la búsqueda de un replanteamiento rápido
sobre cómo dar continuidad al quehacer educativo. Estos replantamientos
también sirvieron para que los docentes y estudiantes se acerquen a la
virtualidad, sus herramientas y sus alfabetizaciones como también la
visibilización del punto en el que se encuentra la capacitación docente ante
una realidad que caracteriza al siglo XXI: la digitalización de la
comunicación, la producción de contenidos y la circulación de la
información. ¿Cuál es el rol de la escuela en esta situación?

Si las tecnologías educativas venían siendo presentadas como una opción


interesante para potenciar la enseñanza y se animaba a docentes e
instituciones a incluirlas en sus dinámicas presenciales, la virtualización
forzada de las relaciones de enseñanza a la que nos ha enfrentado la
pandemia enfatiza las ventajas y las desventajas que ya existían con
respecto a los medios tecnológicos.

No existen antecedentes en la historia de la humanidad de una biblioteca


tan inmensa y tan disponible como la que se hace accesible a través de la
internet abierta. Las formas de leer y de escribir (en la escuela y en la vida)
se han modificado, y es válido decir que se han ampliado
considerablemente. No es que en la actualidad se lea menos. Sino que las
prácticas de lectura se han modificado. Microlecturas, lecturas no lineales,
lecturas multimediales.

Sin abordar la cuestión desde una perspectiva amplia, en la práctica las


tecnologías traen también bastantes problemas: mercados negros de
powerpoints que nadie hizo y que todos usan, proliferación de plagios y
autoplagios, mercantilización de la docencia, desdibujamiento de las
jornadas laborales, rigidización y estereotipia en las relaciones y los
intercambios (que deben someterse a las reglas de los espacios
cibernéticos), entre muchas otras. En fin, la lista es larga y hace rato que es
una lista conocida por quienes miran a las tecnologías por fuera de esa
mirada marcada por el asombro acrítico.

En esta coyuntura, claro, las tecnologías se convierten en un medio


privilegiado (si acaso no el único) de dar continuidad a las actividades
pedagógicas de las escuelas. Pero no hay que olvidar que son
precisamente eso: un medio. Las oportunidades de las tecnologías
dependerán del criterio de quienes las usan. Sofisticadas plataformas
empleadas de maneras banales, devendrán en prácticas de enseñanza
igualmente banales. Herramientas sencillas en manos creativas,
comprometidas y conscientes, generarán prácticas potentes que fomentarán
aprendizajes genuinos y asincrónicos.

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