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FORMACIÓN HISTÓRICA

Capítulo I
Derecho, sociedad y cultura entre la Antigüedad y el
Medievo (siglos III-X)

EPÍGRAFE I. CRISIS Y DECADENCIA DE LA VIDA CIVIL (SIGLOS III-V)

1. Ciudad y derecho
Una serie de hechos ocurridos en el orbe romano durante el siglo III d. C. daban
cuenta del inicio de un nuevo momento en la cultura jurídica occidental, cuyos
caracteres se configuraría en un proceso que, con sus continuidades y quiebres,
mantuvo muchas de sus líneas básicas hasta el siglo X.

Ciudad y derecho (civitas-ius) habían sido, hasta el siglo III, dos nociones
inseparables, como lo anticipa la propia expresión ‘derecho civil’ (ius civile). No
podía concebirse a la una sin la otra, pues la ciudad no era entendida como un
simple espacio físico (urbe) sino, ante todo, como un espacio cultural.En Roma
obraba el derecho, en cuanto que una serie de reglas, definidas por juristas
privados, sobre lo justo debido a cada uno de aquellos que la formaban. El derecho
no tocaba, pues, a las posiciones públicas, porque en éstas el poder instituía una
diferencia entre quien lo ejerce y quien no.Roma, en cuanto que ciudad, aparecía
como una construcción “privada”.

La concepción de la ciudad, como espacio propio del derecho, explicaba que


quedarán fuera de ella y de él los dioses y los brutos, pero también quienes no
formaban parte de “la ciudad” la civitas era percibida por los romanos como una
construcción cultural llamada a confundirse con el mismo orbe.Tales claves
culturales acerca de la vida civil,experimentaron una serie de transformaciones que
se volvieron cada vez más evidentes a partir del siglo III prolongándose durante los
últimos siglos del Imperio. Este es el momento en el que se sitúa el comienzo de
esta historia.La concesión general de ciudadanía por Caracalla en el 212, coincidió,
en términos generales, con una serie de fenómenos que acabaron por modificar
radicalmente el ámbito de creación cultural del derecho hasta la misma disolución
del Imperio en Occidente durante el curso del siglo V y cuyas consecuencias se
proyectaron en los siglos posteriores.
Dos fueron las principales consecuencias de todos estos fenómenos en el campo de
la cultura jurídica durante la última época imperial: por una parte la extensión de su

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campo operativo a cuestiones públicas y criminales y, por otra, la pérdida de su


delimitación, como espacio social de creación cultural relativamente autónomo.

2. Los municipios y la crisis y decadencia de la vida civil en el orbis terrae


Durante el siglo III la vida civil en los municipios del orbe hizo crisis y comenzó su
decadencia, acompañada de la paulatina disolución del Imperio. Los municipios
habían cimentado su desarrollo en las aristocracias locales,
cuyos miembros eran los que accedían a las magistraturas y a la curia de las
ciudades.En el siglo III era claro que estas aristocracias comenzaban a
arruinarse,como consecuencia del creciente deterioro económico que afectaba al
Imperio y,también, de la presión imperial que se proyectaba en todos los ámbitos de
la vida de los súbditos.La actitud del Imperio frente a esta situación fue la de una
permanente actuación dirigida, ante todo, a sanear el problema fiscal en los
municipios.

El poder público,además, convirtió a la curia, hasta entonces una institución


municipal similar al Senado romano, en un verdadero agente fiscal,las magistraturas
municipales y los cargos de curiales, tradicionalmente apetecidos por las minorías
rectoras ciudadanas, en cuanto que significaban un honor, pasaron a convertirse en
verdaderas cargas.La reticencia ciudadana a ingresar a la curia municipal,
institución clave en la política fiscal del Imperio, fue enfrentada a través de una serie
de medidas, todas ellas marcadas por la intervención imperial.

La creciente actuación imperial, que eliminó la autonomía municipal, acompañada


de la crisis económica, condujo a las arruinadas aristocracias locales a abandonar
progresivamente las ciudades y a refugiarse en sus posesiones rurales (villae),
proceso que tendió a consolidar la existencia de grandes latifundios.En Hispania la
crisis y decadencia del régimen municipal se produjo, en términos generales, dentro
de ese amplio panorama occidental, de modo que desde finales del siglo III
comenzaron a observarse en ella los mismos fenómenos que anunciaban el
deterioro de la vida civil y el progresivo desplazamiento de los ciudadanos a los
campos.

Durante el mismo siglo IV la presión fiscal del imperio también se hizo sentir en
Hispania,el siglo V comenzó para Hispania con la invasión de los vándalos y
alanos.En este nuevo ambiente los invasores abandonaron su economía guerrera y
se establecieron en los campos,incrementándose así una ya generalizada
ruralización y unas nuevas relaciones de dependencia entre hombres libres, de las
que daban cuenta todas las fuentes de la época.

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3. El Imperio y el derecho en una época de crisis y decadencia


Como natural consecuencia del nuevo orden político instaurado con el
Imperio,comenzó el príncipe a intervenir en la generación de una serie de
ordenaciones fundadas en su autoridad y potestad, a través de una amplia gama de
decisiones suyas que acabaron englobando bajo la genérica denominación de
constitutiones principum,entre las que se hallaban los edicta, decreta, epistulae y
mandata.Fue el siglo III el que vio a los juristas ceder su lugar, como principal centro
creador del derecho, ante esta nueva legislación imperial que incluso se esforzó en
regular el recurso al antiguo ius civile elaborado por los prudentes, y se tendió a
identificar el derecho con las constituciones imperiales.

El derecho, ahora, se configuraba como un espacio social en el que solamente


cabía el emperador como supremo definidor de sus contenidos pues sólo tocaba al
emperador crear el derecho a través de las leges, porque desde Diocleciano
prevalecieron las formas de rescripta y edicta, y desde Constantino (306-337) la
voluntad del emperador se constituyó en origen exclusivo del derecho,La creciente
importancia de los rescripta hasta tiempos de Constantino y la proliferación de
diversas formas de constituciones imperiales hicieron surgir la necesidad de
reunirse en un texto,tarea que asumieron, inicialmente, particulares bajo el formato
de codex, es decir, de hojas cosidas por el lomo, cuya fortuna fue tal que la palabra
Codex acabó por significar,precisamente, colección de constituciones imperiales. La
primera de ellas fue obra de Gregoriano.

Teodosio II promulgó,una colección oficial de leyes dadas desde Constantino hasta


el mismo Teodosio II (codex).Su texto no nos ha llegado directamente, sino a través
de obras posteriores, como el Breviario de Alaricoque, en las primeras décadas del
siglo VI, el emperador Justiniano concibiera y concluye una obra de fijación del ius y
de las leges, que al cabo de los siglos se constituirá en una de las piedras miliares
de la cultura jurídica occidental.Las obras justinianeas en las que se concretó esta
labor de fijación de las leges y los iura, fueron:

1ª) Codex Iustinianus: código de constituciones


2ª) Digesto o Pandectas: una colección del ius
3ª) Instituciones
4ª) Novellae: nuevas leyes
Finalmente, en esta redefinición del campo de lo jurídico se operaba la consagración
oficial del principio conforme al cual sólo tocaba al emperador la
creación e interpretación del derecho.

4. La nueva fuerza de la costumbre


Las costumbres de los provinciales asumieron una nueva posición al extenderse a
todos ellos el derecho civil con el edicto de Caracalla del 212, pues ahora, en el
contexto de la vida civil en provincias, se podía advertir la presencia del ius

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tradicional junto a la costumbre de cada comunidad local. Ello fue lo que movió,sin
duda, a que los juristas de los primeros decenios del siglo III la reconocieran con un
papel supletorio e integrador,el propio derecho imperial hubo de admitirse.Tal
proceso de “vulgarización” no fue homogéneo e igual en todas las provincias
imperiales, debido al distinto nivel de romanización de cada una de ellas y a las
diversas prácticas y usos locales que actuaron sobre el derecho romano. Aunque sí
puede advertirse que se dio con mayor fuerza en la parte occidental.

En este “derecho romano vulgar” de las provincias, cuya principal manifestación se


hallaba en la costumbre, se apreciaban ciertas notas características,tales como: una
tendencia simplificadora, tendencia práctica y tendencia naturalista.El derecho
romano en estos últimos siglos se mostraba como una compleja masa de legislación
imperial que convive con la fuerza incontrolable de la costumbre.

5. El cristianismo y la iglesia en un escenario de crisis


En el convulso ambiente político y social de los últimos siglos de un Imperio
que flaqueaba, circularon,con mayor o menor fortuna, diversas religiones de
salvación y misterio y, entre ellas, el cristianismo.El éxito del cristianismo fue tal, que
en tres siglos pasó de ser un culto primero ignorado y luego perseguido por el
Imperio.Introdujo el cristianismo una serie de novedades en el orden social, al hilo
de sus esfuerzos por organizarse, y así adoptó una drástica separación entre los
laicos y el clero.

En estos siglos, las iglesias diocesanas actuaban con autonomía,Sólo a partir del
siglo V, gracias al prestigio de obispos romanos como León I y Gelasio I,
emprendieron los papas la tarea de imponer su supremacía sobre los restantes
obispos. El cristianismo difundió también nuevos modelos de vida como la
monástica.El advenimiento del cristianismo afirma la distinción entre la sociedad
temporal y la sociedad espiritual, cada una con su propio poder y con su propio
derecho.

En el Imperio ya cristianizado,la influencia de la nueva fe sobre el derecho crecía en


la misma medida de su propagación,desde el siglo IV en adelante la iglesia,vio
incrementar sus reglas (cánones), las que fueron situándose en la posición de un
derecho peculiar,diverso del civil de los romanos.Este derecho se fijó a lo largo de
los siglos como obra,por una parte, dio pie a que surgieran reglas propias y
peculiares para las iglesias y, por otra, generó una progresiva dispersión de los
cánones.

6. La disolución de la vida civil y unas nuevas posiciones personales


En los últimos siglos del Imperio comenzaron a imponerse unas nuevas claves para
definir la posición de las personas en la sociedad y ante el derecho, las que se

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hallaban estrechamente ligadas a los más amplios cambios que afectan a todo el
espacio social,En el discurso religioso del cristianismo surgió, muy ligado a la
apologética,una primera distinción entre christiani y pagani.

Esta distinción implicaba unas posiciones diferenciadas para cristianos y


paganos.Después de la destrucción del Templo de Jerusalén, muchos judíos habían
sido reducidos a la esclavitud. Sin embargo, durante el alto Imperio se tendió a
respetar a las comunidades judías y después del año 212 gozaron de la civitas,
como los demás habitantes del orbe.El cristianismo también dotó de una nueva
connotación a la palabra haeresis Esta nueva connotación de la herejía (haeresis)
llevó a la aparición de las palabras necesarias para definir a aquellos que adherían a
tales doctrinas erradas,y así surgieron las voces todas ellas opuestas a la palabra
christianus.Desde la última época republicana podía comprobarse la presencia de
una distinción social entre los honestiores y los humiliores,Los honestiores lo eran o
por su rango social o por su riqueza, o por ambos a la vez.

En la época final del Imperio se produjo el ingreso de los barbari en el todavía.La


presencia de estas nuevas gentes impuso la necesidad de situarlas dentro del
campo del derecho. Algunos de estos nuevos barbari fueron incorporados,el Imperio
acordaba con ellos un foedus.Diversos de los foederati eran los laeti.La amenaza de
los bárbaros, naturalmente, significó que se adoptaran una serie de medidas para
evitar su ingreso al suelo imperial.

7. La ampliación del campo operativo del derecho


El derecho, que había sido entendido tradicionalmente como un espacio privado
ligado a los bienes, extenderá su campo operativo durante los últimos siglos
imperiales en dos grandes direcciones: el ámbito de lo público y el ámbito de la
familia.Esta nueva concepción de la distinción entre ius privatum y ius publicum
aparecía en un “famoso” pasaje de Ulpiano.En él se señalaba que el estudio del
derecho tenía dos posiciones: público y privado, e inmediatamente agregaba que
era ius publicum el que tocaba al estado de la cosa pública romana, mientras que
ius privatum era el que miraba a la utilidad de los particulares.

Todos los factores que significaron el deterioro y la práctica disolución de la vida


civil, influyeron también en la redefinición de sus problemas tradicionales y en la
delimitación de unas nuevas cuestiones.En el ámbito del derecho de las personas
se produjo una redefinición de las propias concepciones de quienes se hallaban
dentro del campo del derecho.En el espacio del derecho de las cosas, el derecho
asume una clara tendencia a la disciplina pública, exigida.En el campo del derecho
de obligaciones se observaba, también, una significativa reducción,Un importante
sector incluido en el ámbito jurídico fue el de la religión y constitución de la iglesia.

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8. El derecho y la lucha contra la debilidad e incerteza


La legislación imperial daba cuenta de la realidad de temor e inseguridad y del
quebrantamiento de la libertad de las personas,Esta actitud de la legislación imperial
frente a lo que se hubiera obrado o actuado movido por la violencia o por el miedo
constituía una novedad en relación con los criterios de la jurisprudencia clásica.La
búsqueda de la seguridad no sólo operaba mediante la privación de firmeza de
aquellos actos extraídos por miedos y violencias, sino que también se perseguía a
través del intento de la legislación imperial por dotar de ella a los actos celebrados
sin extorsión alguna.

Desde el siglo III en adelante se apreciaba en la legislación imperial la frecuente


declaración de firmeza para ciertos actos o para la conservación de la posesión,Esta
tendencia de la legislación imperial va a ser mantenida en las leyes dictadas en
suelo romano desde el siglo V, y se convirtió en una constante del derecho y de su
práctica en la Europa posterior a la disolución del orbe romano.

EPÍGRAFE II. LA REORDENACIÓN DE LA VIDA EN UN ESCENARIO DE


INCERTEZAS (SIGLOS V-X)

1. Unos tiempos de cambio


Entre los escritores del siglo V tendió a generalizarse una visión de los tiempos que
vivían como de vejez y senescencia del mundo romano.Si bien la escasez de
fuentes jurídicas escritas es una de las constantes de los cinco siglos posteriores al
V,destaca en todas ellas una aguda percepción de “cambio”.Esa advertida distancia,
entre los “tiempos presentes” y el derecho que procedía de la época anterior.En esa
actividad de fijación del derecho
vigente la actitud asumida frente a la tradición jurídica romana no fue de ruptura,
sino la de una cierta continuidad.

Esas nuevas realidades, advertidas con una claridad cada vez mayor a partir del
siglo V,,definieron y delimitaron, material y culturalmente, de un modo nuevo el
occidente europeo hasta el siglo XI.En ese occidente de reinos cristianos inclinados
al espacio del campo se forjó una cultura jurídica que,, compartió una serie de
caracteres comunes, y en la que el derecho y las instituciones asumieron unas
posiciones nuevas.

2. Occidente como un espacio de reinos cristianos


En el largo curso de las migraciones se produjo la formación, social e
institucional,de diversos pueblos (gentes) bárbaros, en los que adquirió una
creciente centralidad un estamento rector de grandes señores, “príncipes”.Estos
príncipes, caudillos guerreros, eran los que conducían el desplazamiento de sus

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pueblos,Las propias migraciones contribuyeron a marcar la preeminencia social de


las familias de tales caudillos militares exitosos sobre las restantes, pero también
dieron pie a que entre tales familias de príncipes comenzara a prevalecer alguna o
algunas.
Durante el siglo V, ya en suelo imperial, varias de estas gentes bárbaras aparecían
conducidas por un rey de modo que el pueblo se presentaba dirigido por un rey,
cuya posición dependía de la fidelidad y de los lazos personales que les unían, para
constituir, así, un“reino sobre gentes.Fueron estos “reinos sobre pueblos” los que se
asentaron en las antiguas provincias imperiales,La historia de estos reinos tuvo, en
líneas generales, dos grandes momentos,cuya cesura puede situarse en el curso
del siglo VIII, pues durante él se produjeron dos hechos de profunda significación
cultural, social y política: la restauración del imperiO y) la invasión musulmana de la
Península Ibérica en el 711.

Hubo, así, reinos que no sobrevivieron al siglo VI,Una vida más larga tuvo el reino
de los godos,La inestabilidad política fue uno de los caracteres que marcaron la
historia del reino de los godó,En tal escenario los reyes se esforzaron, con un éxito
muy relativo, por fortalecer su posición y dignidad.Poco más perduró el reino de los
longobardos.Caso singular fue el de los francos,hay dos notas que interesa
destacar: Por un lado, la actitud que asumieron frente a las antiguas estructuras que
aún perduraban del gobierno romano y, de otro, su conversión a la fe
cristiana.Destacó, igualmente, la temprana conversión de sus reyes y pueblos a la fe
cristiana

Durante la primera mitad del siglo VIII el reino de los longobardos se había
convertido en una poderosa amenaza para Roma,En ese contexto, el papa Esteban
II solicitó en el 753 el auxilio de los francos y, a principios del año siguiente,su rey
Pipino se comprometía a actuar en Italia en defensa de la sede de Pedro,La
expansión del reino de los francos hacia Italia estuvo precedida por la que Pipino
llevó a cabo hacia Hispania.

La ya larga tradición de colaboración entre el rey de los francos y el papa culminó en


la navidad del año 800, cuando el papa León III coronó en Roma a Carlo Magno
como “emperador de romanos,Por ello no debe extrañar que, en ese contexto, se
pretendiera justificar la restauración del imperio en occidente por la cancillería
pontificia, mediante un recurso.Tal recurso fue la llamada donación de constantino.

3. Occidente como un espacio cristiano de tradición latina


En un ambiente de creciente cristianización cultural de la sociedad en occiden
te,continuó la iglesia, a lo largo de las centurias que siguieron al siglo V, en la
pesada tarea de la definición de sus dogmas.La originaria autonomía de los obispos
en el gobierno de sus sedes y en la definición de la fe de los cristianos que les
estaban sujetos, generó diversas interpretaciones contradictorias del mensaje

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evangélico.El concilio de Constantinopla, que reunió a los obispos bizantinos en el


año 692, incrementó el distanciamiento con la iglesia romana de occidente.

El papa Sergio I se negó a firmar las actas de dicho concilio. En tiempos de su


sucesor Gregorio II la condena de la doctrina iconoclasta abrió unas nuevas
distancias,Si en oriente la iglesia del obispo de Roma no logró que se reconociera
su primacía de potestad, tampoco le fue fácil avanzar en ella en occidente,los
obispos, eran, en principio, elegidos por sus propias comunidades de laicos,pero
hubo, igualmente,una activa intervención de los reyes en las elecciones episcopale.

Con todo, la progresiva, afirmación del obispo de Roma en


occidente estuvo ligada a tres factores principales: el uno, la personalidad y
prestigio de algunos de sus obispos,otro fue la posición cardinal de su sede en y el
otro factor fue la centralidad que cobró la figura del obispo de Roma.

4. Occidente como un espacio rural


La población de estos nuevos reinos desarrolló su vida especialmente en el
campo, pero ese paisaje rural poco tiene que ver con la imagen actual de la
campiña.La lectura de la generalidad de las leyes dictadas por los reyes germanos
muestra, que las principales cuestiones de la vida cotidiana estaban ligadas a un
escenario rural.

La vida en un escenario como el insinuado en las líneas anteriores, con una


marcada centralidad de la tierra y del uso y aprovechamiento que de ella podía
hacerse, dio origen a una serie de relaciones y de cuestiones que poco tenían que
ver con las de la antigua vida en ciudad.

5. El derecho y el orden natural del mundo


Ya en los dos últimos siglos del Imperio se advertía una tendencia
moralizante,influida en un primer momento por la segunda stoa y, luego, por el
cristianismo,Así, al término derectum se le atribuyó la función de señalar o de
ordenar un cierto camino recto en el obrar de modo que en el bajo latín la voz
derectum recluyó casi al olvido a la tradicional ius.Ese desplazamiento de la voz ius
por la de derecho era sólo un signo de un proceso más amplio y más
profundo.Había, pues, un orden natural de las cosas, que era el querido por Dios,
cuya voluntad era la misma justicia y el derecho.

El éxito de esta idea de orden natural del mundo no sólo estuvo ligado al de
una monopólica prédica cristiana en el medievo, sino también a que ella constituía
un dispositivo que prestaba certezas en medio de una vida cotidiana asaltada por la
inseguridad.El derecho, en suma, en estos siglos medievales, no sólo se volvió un

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elemento cultural indisponible,, sino también se tornó un campo que amplió sus
fronteras en una línea ya anunciada en los últimos siglos romanos.

6. La reordenación de la sociedad y el poder


Las diversas fuentes, desde el siglo V en adelante, daban cuenta de la existencia de
una sociedad medieval en la que aparecía, como constante, una gran
distinción:poderosos y débiles.Así, una generalidad de la población, habitante de los
campos y dedicada a cultivar las tierras de sus señores y, en algunos casos, las
pequeñas que conservaban,se hallaban sujetas, en lo cotidiano, a los poderes de
sus señores.

En ese escenario social se produjo, durante los cinco primeros siglos del medievo,la
instalación de la figura del rey y la consiguiente noción del reino,un rey y un reino
que avanzaría.La visión cristiana que, desde tiempos apostólicos, había afirmado la
existencia del poder temporal, situó a los reyes dentro del orden natural de las cosas
de este mundo,Esta concepción se expresaría,compendiosamente, en la frase Dei
gratia, para indicar que el rey lo era “por gracia de Dios”.

Los reyes durante los primeros siglos del medievo, se movieron sobre dos puntos de
legitimación de cara a sus pueblos: de un lado, la pertenencia a una cierta familia
dominante y, de otro, una determinada relación de consenso con el orden de los
nobles de sus reinos.
En ese contexto, en los últimos decenios del siglo X comenzaron a advertirse
ciertos hechos, usos y costumbres novedosas en algunas regiones de la cristiandad
occidental, que empezaban a redefinir las relaciones personales entre los reyes y
los nobles y, como consecuencia de ello, a modificar la situación de la masa de la
población de los reinos.

7. El derecho, las costumbres y las leyes


Que el derecho de la cristiandad europea medieval estuviera, al menos, hasta el
siglo X constituido por leyes y costumbres, no supone que aquellas y que estas se
hallaran a la par y que ocuparan un igual espacio.Los reyes de las gentes bárbaras
asumieron, desde mediados del siglo V, la,para ellos y sus pueblos, novedosa
técnica imperial romana de la legislación.Esta nueva potestad de los reyes, que no
abandonarían en los siglos siguientes, la legitiman en el consenso de sus propios
pueblos.

La participación del orden rector y superior del reino en la actividad legislativa


de los reyes medievales fue una constante desde sus primeras manifestaciones.El
examen de las leyes dictadas por los reyes en los primeros siglos medievales deja
en claro que ellas, en mayor o menor grado, recibían las costumbres de sus propias
poblaciones.Las señales que la costumbre dejó en las leyes de los diversos reinos

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medievales,constituyen un mínimo reflejo de una realidad en la que el derecho


surgía de una población enfrentada en lo cotidiano a unos hechos nuevos,Por otra
parte, al acercarse el siglo XI un incipiente renacer de núcleos urbanos generó un
nuevo escenario para el surgimiento y desarrollo de usos y costumbres locales.

En ese ambiente, reyes y señores seculares y eclesiásticos, para incentivar la


repoblación, comenzaron a otorgar diversos privilegios a quienes concurran a
repoblar.

EPÍGRAFE III. EPÍLOGO. SIGNOS DE CAMBIO AL ACABAR EL PRIMER


MILENIO.

La visión de la cristiandad europea al acercarse el término del primer milenio era la


de una iglesia romana, en la que el papa comenzaba a dar muestras de una mayor
fuerza y control sobre los obispos y el clero.El paisaje campesino comenzaba a
reorientarse en función de la aparición de los castillos.Junto a la oralidad, que había
sido una constante marca cultural de estos siglos medievales, se advertían
muestras de un mayor uso de la escritura, documentada en fórmulas y actas
notariales y, en algunas regiones, comenzaban a aparecer referencias a textos
jurídicos romanos.

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