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PATRYOCANA
1º Grado en Derecho
Facultad de Derecho
Universidad Nacional de Educación a Distancia
1. 1 Los supuestos institucionales del Derecho Civil y las formas históricas del mismo
1. 1.1 Aproximación a los supuestos materiales del Derecho Civil
2. 1.2 Las distintas formas históricas del Derecho Civil: la codificación como punto de
partida metodológico
2. 2 La materia propia del Derecho Civil
1. 2.1 El Derecho Civil como Derecho de la persona
2. 2.2 Contenido material y plan expositivo
Los supuestos institucionales del Derecho Civil y las formas históricas del mismo
Para desentrañar el significado y el contenido actuales del Derecho Civil, debe primar la
consideración o perspectiva histórica (Historicistas: mantienen el apego o la inherencia
del Derecho Civil a la evolución histórica, con lo que, acentúan su característica de
mutabilidad, de cambio o de cambio evolutivo).
Deben entenderse por tales aquellos supuestos de hecho (los problemas, los conflictos,
los litigios o las tenciones sociales) que, aunque de forma variable históricamente,
pueden considerarse como determinantes del nacimiento y desarrollo de las
instituciones que, han ido conformando históricamente con el nombre de Derecho Civil.
Las distintas formas históricas del Derecho Civil: la codificación como punto de
partida metodológico
La aceptación de la formulación elegida como punto de partida no tiene otro sentido que
identificar en ella los supuestos de hecho originadores: las realidades, situaciones,
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litigios o conflictos de intereses regulados que, se han identificado como los supuestos
institucionales del Derecho Civil.
Ello implica hacer hincapié exclusivamente en los problemas materiales que el Derecho
Civil tiende a solventar.
El núcleo central del Derecho Civil viene representado por la PERSONA en sí misma
considerada, en su dimensión FAMILIAR y en sus relaciones PATRIMONIALES,
como revela la mera contemplación del índice sistemático de cualquiera de los Códigos
Civiles.
Las situaciones típicas que pueden configurarse como contenido de las diversas formas
históricas del Derecho Civil han sido tradicionalmente individualizadas en la persona,
en la familia y en el patrimonio:
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Semejante delimitación tradicional se corresponde con realidades y situaciones de
permanente existencia.
Aceptado sin paliativos el carácter social del Derecho, ello supone la constante tensión
existente entre el grupo social políticamente organizado, considerado en su conjunto, y
el individuo o los individuos que lo integran, considerados como personas en sí mismas
dichas.
Al contrastar el referido plan de exposición con el índice sistemático del Código Civil
español se apercibirá de inmediato que entre aquél y éste no existe paralelismo alguno.
La razón de ello es que, doctrinalmente, en nuestro país, ha contado más la elaboración
teórica alemana que la propia atención a los datos normativos patrios. Nuestro Código
debe adscribirse sin duda al plan romano‐ francés.
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1. 1 La codificación en general: las bases históricas e ideológicas del movimiento
codificador
2. 2 La codificación civil española
1. 2.1 El fracasado proyecto de 1851 y la publicación de las leyes especiales
2. 2.2 La elaboración del Código Civil
3. 2.3 La evolución posterior de la legislación civil
3. 3 Las distintas soluciones de la cuestión foral: desde la Ley de Bases hasta las
compilaciones
4. 4 Relaciones entre el Derecho civil general y los derechos civiles forales tras la
Constitución
1. 4.1 El artículo 149.1.8 de la Constitución
Hacia mediados del siglo XVIII, se produce un intento generalizado en toda Europa de
realizar una sistematización del Dº sobre patrones diversos.
Hasta entonces se había calificado como codex o como códice un conjunto de folios en
forma de libro, cosido por el lomo, y que, tenía por objeto recopilar conjuntos muy
heterogéneos de cuestiones o máximas jurídicas sin criterio determinado. La reunión de
materiales se realizaba sencillamente de forma completamente anárquica.
Una vez sentadas tales premisas, se manifiesta con nitidez la posibilidad de delimitación
de sectores normativos con principios propios y característicos, que se ve facilitada
porque el Dº pasa a ser feudo exclusivo del poder legislativo de los diferentes Estados,
interesados claramente en lograr la uniformidad jurídica.
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El bosque de legislaciones históricas superpuestas era de tal naturaleza que el fenómeno
codificador se consideraba como un necesario punto de partida de la construcción de la
España del siglo XIX.
Dicha aspiración resultó relativamente pacífica en relación con algunas materias, como
el Derecho mercantil, que ya tomara cuerpo codificado en 1829. La codificación civil
resultó mucho más problemática, entre otras razones por la tensión existente entre el
Derecho común y los Derechos forales.
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articulado, publicado finalmente en la Gaceta (hoy, BOE) de 25, 26 y 27 de julio de
1889.
Entre las reformas habidas, las fundamentales y más profundas son las debidas a la
necesidad de adecuar el contenido del Código a la Constitución española de 1978.
Las distintas soluciones de la cuestión foral: desde la Ley de Bases hasta las
compilaciones
Durante los siglos XVIII y XIX existía en España una cierta diversidad de regulaciones
civiles, pues Aragón, Navarra, Mallorca y las Provincias Vascongadas mantenían reglas
propias en materia civil (sobre todo en lo referido a la familia y a la herencia).
Dicha falta de uniformidad legislativa era antagónica con las ideas motrices de la
codificación en sentido moderno. Los prohombres del mundo del Dº de los territorios
forales representaban un conservadurismo regionalista o localista, en cuya virtud la
“forma histórica” concreta de cualquier institución foral era contemplada como
intocable. El renacimiento decimonónico de los derechos forales es una “apuesta
política” contraria a los designios modernizadores e igualitarios de la Revolución
burguesa.
El llamado proyecto isabelino pretendió hacer tabla rasa de los derechos forales y, en
consecuencia, exacerbaron de forma justificada los ánimos de los juristas foralistas;
quienes, con toda razón, se enfrentaron al Proyecto de forma numantina.
A finales del siglo XIX, cuando el CC español recibe su impulso final y definitivo, las
posturas fueron demasiado encontradas entre los foralistas y los centralistas.
El dato histórico indiscutible es que dicha transacción no fue posible y que, por
consiguiente, la tensión existente entre las diferentes regulaciones civiles en nuestra
Nación quedó irresuelta.
Nace así la denominada cuestión foral, expresión de valor entendido con la que se
pretende indicar que, una vez aprobado el CC, éste se aplica a la mayor parte del
territorio nacional, mientras que en los territorios forales (Aragón, Navarra, Mallorca,
las Provincias Vascongadas y Galicia) rigen disposiciones de naturaleza civil propias,
pero de muy diferente alcance, extensión y significado.
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Relaciones entre el Derecho civil general y los derechos civiles forales tras la
Constitución
“el Estado tiene competencia exclusiva sobre la legislación civil, sin perjuicio de la
conservación, modificación y desarrollo por las CCAA de los derechos civiles forales o
especiales, allí donde existan. En todo caso, las reglas relativas a la aplicación y eficacia
de las normas jurídicas, relaciones jurídico‐civiles relativas a las formas de matrimonio,
ordenación de los registros e instrumentos públicos, bases de las obligaciones
contractuales, normas para resolver los conflictos de leyes y determinación de las
fuentes del Derecho, con respeto en este último caso, a las normas de Derecho foral o
especial”
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Contenidos
1. 1 La génesis de las normas jurídicas: las fuentes del Ordenamiento Jurídico Español
1. 1.1 El planteamiento civilista y el significado de la expresión “fuentes del Derecho”
2. 1.2 La consideración del tema desde el prisma constitucional
2. 2 Costumbre y sistema de fuentes (la costumbre y los usos)
1. 2.1 Concepto de costumbre
2. 2.2 Caracteres de la costumbre
3. 2.3 Los usos normativos
3. 3 Los principios generales del Derecho
4. 4 La jurisprudencia
La génesis de las normas jurídicas: las fuentes del Ordenamiento Jurídico Español
Art. 1.1 del CC: “Las fuentes del ordenamiento jurídico español son la ley, la costumbre
los principios generales del Derecho”.
Al hablar de fuentes del Derecho se está haciendo referencia al cómo se generan las
normas jurídicas, al modo de producción de las normas jurídicas, en un doble sentido:
• Al preguntarse sobre el por qué último del Dº, se suele hablar de Fuente
legitimadora del mismo, en el sentido de que el Ordenamiento jurídico se asienta
en las ideas comunes sobre la Justicia como último principio inspirador.
• También se habla de fuentes de conocimiento del Derecho para hacer referencia
al instrumental del que se sirven los juristas para identificar el Dº positivo de
una determinada colectividad y un preciso momento histórico.
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Conforme a ella, tanto el Estado central, cuanto las CCAA pueden dictar leyes en sus
respectivos territorios.
De otra parte, resulta que la tensión entre ley y costumbre que planea en el articulado
del CC no es expandible a otros sectores sistemáticos (o “ramas”) del Derecho, en los
que la costumbre no desempeña papel alguno.
Finalmente, hay que tener en cuenta que si el CC tiene una visión “interna” (o nacional)
del sistema normativo y de fuentes del Derecho, la Constitución hace gala de una visión
más “internacional”, dado que había que prever el ingreso en las Comunidades
Europeas.
Concepto de costumbre
Caracteres de la costumbre
No es de extrañar que la costumbre sea una fuente del Derecho de carácter subsidiario.
Esta nota implica dos consecuencias: En primer lugar, las normas consuetudinarias
solamente tienen vigencia cuando no haya ley aplicable al caso (en Navarra, la regla es
la inversa, aplicándose la costumbre preferentemente a la Ley). En segundo lugar, la
subsidiariedad significa que la costumbre es fuente del Derecho porque la Ley así lo
determina. Luego es la propia Ley la que fija y señala los límites y condiciones que la
costumbre debe reunir para generar normas jurídicas.
art. 1.3 CC: “los usos jurídicos que no sean meramente interpretativos de una
declaración de voluntad tendrán la consideración de costumbre”; es decir, que hay
determinados usos que se equiparan a la costumbre, teniendo virtualidad para generar
normas jurídicas como las consuetudinarias.
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Desde hace tiempo, en determinados ámbitos (especialmente en el mundo de los
negocios), se viene reclamando que al modo habitual de proceder en la contratación se
le asigne un cierto valor normativo.
A partir de la reforma del título preliminar del CC de 1974, hay base para sostener que
el modo usual de proceder en el tráfico tiene o puede tener eficacia normativa.
La enumeración de fuentes del art. 1 del CC se cierra con los llamados principios
generales del Derecho, fuente subsidiaria de segundo grado; esto es, que las normas que
se contienen en esos tales principios generales se aplican sólo en defecto de ley o
costumbre aplicables al caso.
La inclusión de estos principios debe ser entendida fundamentalmente como medio para
negar que los Jueces tengan las manos libres a la hora de fallar un pleito. El CC impone
a los Jueces fallar en cualquier caso los pleitos que sean sometidos a su decisión. Pero
ocurre a veces que no hay ley o costumbre aplicables. Por ello, el Juez debe acudir a una
norma que le viene previamente dada –aunque deba él buscarla, encontrarla y adaptarla
al caso‐ que se encuentra en lo que se podría llamar el “limbo de las normas jurídicas”:
los principios generales del Derecho, o principios básicos que inspiran a todo nuestro
Ordenamiento y que se corresponden con nuestro sistema de vida. Ni que decir tiene
que, con todo, la generalidad y vaguedad de tales principios dejan amplio margen al
Juez.
Los principios generales del Derecho se integran, de una parte, por los principios del
Derecho tradicional, por los principios del Derecho natural, por las convicciones ético‐
sociales imperantes en la comunidad y por los llamados principios lógico‐sistemáticos
o, más simplemente, los principios lógicos positivos.
Una buena parte de los principios que tradicionalmente se afirman ser de justicia o de
Derecho naturales tienen un rango normativo especialísimo, al estar recogidos en la
Constitución, aplicándose, pues, como verdaderas supernormas, pero por ser
constitucionales, más que por ser principios generales del Derecho.
La jurisprudencia
El término jurisprudencia se identifica con los criterios sentados por los Jueces y
Tribunales en su cotidiana tarea de interpretación y aplicación del Derecho objetivo a
los litigios que son sometidos a su conocimiento. En sentido estricto, la jurisprudencia
coincide con la doctrina sentada por el Tribunal Supremo. Ello supone que los Jueces, al
igual que cualquier otra autoridad, se encuentran sometidos al imperio de la ley.
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El CC tras imponer que “los Jueces y Tribunales tienen el deber inexcusable de resolver
en todo caso los asuntos de que conozcan”, precisa a continuación que habrán de
hacerlo “ateniéndose al sistema de fuentes establecido”.
Los criterios jurisprudenciales no significan una creación libre del Derecho (como
ocurre en los países anglosajones), sino que han de encontrarse fundamentados en el
propio sistema de fuentes legalmente establecido.
Consideraciones:
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2. 3.2 Condiciones y limitaciones de la analogía (ámbito)
4. 4 La equidad en la aplicación de las normas
5. 5 La interpretación (elementos, clases y métodos) de las normas jurídicas
1. 5.1 Concepto e importancia
2. 5.2 Los criterios interpretativos
1. 5.2.1 La interpretación literal
2. 5.2.2 La interpretación sistemática
3. 5.2.3 La interpretación histórica
4. 5.2.4 La interpretación sociológica
5. 5.2.5 El resultado de la interpretación: la interpretación teleológica
El ordenamiento jurídico está compuesto por un gran conjunto de normas que pretenden
regular la realidad social, señalando los cauces por los que debe discurrir el
comportamiento ordenado de las personas.
Las normas, al menos las del Derecho privado, se encuentran agrupadas por materias.
Estas materias vienen dadas por la reiteración y constancia con que ciertas situaciones
se producen en la vida ordinaria.
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El conjunto de normas pertenecientes a una situación social típica y que la regulan con
afán de coherencia y totalidad componen una institución. A su vez, de las instituciones
se elaboran conceptos y subconceptos que son utilizados para la búsqueda de las normas
reguladoras de una determinada situación.
Por un lado, tenemos, pues, una situación cuyas reglas jurídicas han de ser buscadas;
por otro, se encuentra el ordenamiento estructurado sobre la base de las instituciones. Se
trata ahora de hallar el punto de contacto entre el ordenamiento y la realidad social; para
ello el aplicador del Dº debe decidir en qué categoría de instituciones o conceptos se
debe integrar la situación planteada. Esa labor se conoce con el nombre de calificación.
Pero también, con cierta frecuencia, el aplicador del Dº no encuentra una institución
concreta perfectamente adecuada que recoja la regulación de la situación que se le
plantea. Así sucede cuando el legislador no se adapta a las nuevas necesidades sociales.
Cuando eso sucede, debe buscar soluciones sobre la base de las instituciones jurídicas
existentes, y, así, a una determinada situación nueva, no contemplada específicamente,
se le acabarán aplicando las normas que regulen la institución más parecida y
compatible. Esto se conoce con el nombre de analogía.
Dado que el propio sistema reconoce la existencia de las lagunas de ley, es natural que
el Ordenamiento jurídico suministre al intérprete instrumentos capaces de superar el
vacío normativo apreciado. Ese instrumento se conoce con el nombre de analogía, que
consiste en aplicar al supuesto carente de regulación la solución que el ordenamiento sí
da para otro supuesto similar o análogo.
A cualquiera se le ocurre, p.e. que los mismos motivos que justifican la permisión de las
carreras de carros, sirven para fundamentar la no prohibición de las carreras de
automóviles. A situaciones similares se aplica similar solución.
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Pero también puede ocurrir que ni siquiera se encuentre una norma legal específica que
regule un supuesto tan similar al carente de regulación directa. Cuando ello ocurre, se
puede también emplear la analogía, pero con alguna mayor sofisticación, dando entrada
a los principios generales del Derecho.
Para que una norma determinada pueda ser aplicada analógicamente se precisa que haya
identidad de razón entre el supuesto contemplado por la norma y el supuesto que se
quiere solucionar.
1. Las Normas temporales: parece claro que si una norma se dicta para que afecte a
los sucesos acaecidos en un periodo concreto de tiempo, pasado este la norma
deja de mantener su vigencia, por lo que no resulta lógicamente aplicable.
2. Las leyes penales: la exclusión de la analogía encuentra su fundamento en la
vigencia de los principios de tipicidad y legalidad en materia penal, que imponen
que nadie pueda ser sancionado por observar una conducta que la ley no haya
tipificado como delito o falta.
3. Las normas excepcionales: tales normas se caracterizan por ir en contra, por
suponer excepciones, de los criterios generales mantenidos por el Ordenamiento
para la normalidad de los supuestos.
4. Las normas prohibitivas, limitativas de la capacidad de la persona y limitativas
de los derechos subjetivos individuales.
Los aplicadores del Dº deben aplicar las normas que vienen dadas mediante el sistema
de fuentes. Sin embargo, cabe que se revuelva un conflicto encomendando al juzgador
que resuelva el asunto de acuerdo con los criterios de justicia que a su entender
produzcan la mejor solución.
Cuando se falla un conflicto sobre esta base o intuición de lo justo y bueno que pueda
tener el aplicador del Dº se dice que se está fallando en equidad.
Esta posibilidad, sin embargo, es excepcional en nuestro ordenamiento. Art. 3.2 CC:
“las resoluciones de los Tribunales sólo podrán descansar de manera exclusiva en ella
(en la equidad) cuando la ley expresamente lo permita”.
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También se habla de equidad con otra finalidad, al señalar que “la equidad habrá de
ponderarse en la aplicación de las normas”. En este caso, se emplea, no como criterio de
integración del ordenamiento, sino como instrumento en la aplicación del mismo,
sirviendo para adaptar la generalidad y el rigor de las normas jurídicas a las
circunstancias del caso concreto. El aplicador debe encontrar la norma de acuerdo con
el sistema de fuentes, pero al aplicarla, si se producen resultados desmesurados o
injustos, debe mitigar su rigor; debe ponderarla.
Concepto e importancia
Esta tarea de averiguación del sentido de las palabras que integran la norma, con la
finalidad de aplicarla al caso planteado es la interpretación.
Tales criterios se encuentran acogidos por el art. 3 del Código Civil. Las razones por las
que algunos autores dudan de la utilidad de haberlas insertado en dicho artículo son: que
no hay, propiamente hablando, una jerarquía legal entre los diversos criterios
interpretativos, sino una mera indicación de técnicas interpretativas, y, que la
interpretación de cualquier norma jurídica requiere combinar diversos criterios
interpretativos, si bien en supuestos excepcionales el recurso a uno solo de ellos puede
resultar determinante.
La interpretación literal
La interpretación sistemática
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El mismo término puede tener un significado diferente. Decidir cuándo debe prevalecer
uno u otro sentido viene dado normalmente por el contexto de la norma analizada.
La interpretación histórica
El art. 3.1 CC exige que el intérprete valore también los “antecedentes históricos y
legislativos”.
Los legislativos, porque cuando se trata de una norma de carácter legal, existirán
borradores, proyectos, textos extranjeros que sirvieron de inspiración, actas de la
discusión parlamentaria, etc. Los históricos porque ha de atenderse no sólo a la pequeña
historia de la elaboración de la norma, sino también al momento histórico en que nace y
a la tradición jurídica que la precede.
La interpretación sociológica
Debe atenderse también, al interpretar las normas, a “la realidad social del tiempo en
que han de ser aplicadas”. Si una norma nacida en un contexto histórico determinado se
debe aplicar en un momento diferente, puede producir un resultado indeseable si el
cambio de las circunstancias es lo suficientemente sensible.
No basta con saber por qué y para qué se dictó la norma en concreto, sino también si las
nuevas circunstancias reinantes consienten o no que permanezca invariado el sentido
original.
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consiga un resultado contradictorio con el que la norma pretende con carácter general,
tal interpretación debe ser rechazada.
La publicación
La entrada en vigor
Una vez publicada, la disposición normativa puede entrar en vigor de forma inmediata,
el 1 de enero del año siguiente, a los 3 meses de su publicación. En caso de que la fecha
de publicación no coincida con la entrada en vigor, la tradición impone hablar de
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vacatio legis, para identificar el periodo temporal durante el cual la vigencia o vigor de
la ley publicada se encuentra en suspenso.
Por lo general, las leyes son tendencialmente permanentes, se dictan para el futuro sin
establecer un periodo de vigencia limitado. Sin embargo, existen supuestos en los que la
propia ley se autoestablece un periodo de vigencia determinado (p.e. las Leyes
Generales de Presupuestos, de vigencia anual; Decretos‐ leyes que rigen mientras exista
“situación de necesidad”). En tales casos se habla de leyes temporales.
Derogar, significa dejar sin efecto, sin vigor una ley preexistente por publicarse una
nueva disposición normativa que contempla o regula los mismos supuestos o materias
que la antigua. La derogación depende de cuanto disponga la nueva ley, que puede:
Dictar una nueva ley y derogar la preexistente son cuestiones relativamente claras e
inmediatas, una vez que los poderes constituidos hayan adoptado la decisión política al
respecto. Ahora bien, la nueva ley ¿habrá de regular situaciones jurídicas producidas
con anterioridad o sólo las nacidas con posterioridad a su publicación?
Ejemplo: el RD‐ley 2/1985 contiene una disposición transitoria que se pronuncia sobre
el dilema y resuelve la cuestión; “los contratos de arrendamiento … celebrados con
anterioridad a la entrada en vigor de este RD‐ley, seguirán rigiéndose en su totalidad por
lo dispuesto en el texto refundido de la Ley de Arrendamientos Urbanos y demás
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disposiciones vigentes”. El RD‐ley es irretroactivo; sólo se aplicará a los contratos de
arrendamiento que se celebren tras su entrada en vigor.
Sin embargo, tales disposiciones transitorias no pueden ser infinitas, ni tan detalladas
que afronten cualquier supuesto problemático de Derecho transitorio. Por ello todos los
Ordenamientos contemporáneos contienen una regla general favorable a la
irretroactividad de la ley, como regla de máxima.
En nuestro Derecho, dicho principio se encuentra formulado en el art. 2.3 del CC: “las
leyes no tendrán efecto retroactivo si no dispusieren lo contrario” y en el art. 9.3 de la
CE: “la Constitución garantiza …la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras
no favorables o restrictivas de derechos individuales …”.
La irretroactividad a la que apunta nuestro ordenamiento dista mucho de ser una regla
absoluta:
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La retroactividad resulta de interés general en todas aquellas leyes que traen anejo un
trato más favorable para el ciudadano que la legislación preexistente.
La ignorancia de la ley
Este deber general de respeto, desde un punto de vista exclusivamente lógico, parece
que debiera ir precedido de un previo deber de conocimiento de las normas.
Difícilmente puede respetarse lo que se ignora. Sin embargo, desde el punto de vista
práctico es imposible que un sujeto pueda efectivamente conocer todo el conjunto de
normas que componen el Ordenamiento jurídico.
Las reglas de la lógica general no son las mismas que las reglas de la lógica y el
razonamiento jurídicos.
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Este problema es abordado y resuelto por nuestro sistema jurídico sobre las siguientes
bases: en primer lugar las normas deben ser objeto de publicidad. Esta publicidad
formal implica la teórica posibilidad de que cualquiera pueda tener acceso a la norma en
cuestión. Pero con ello no se resuelve el problema, pues un ciudadano corriente,
enfrentado al BOE tendrá seguramente muchos problemas para averiguar con exactitud
el sentido de una Ley. Por eso, sobre la base de esa publicidad, se establece la regla de
la efectividad del ordenamiento y deber de cumplimiento de las normas, sea conocido o
ignorado su contenido (art. 6.1 del CC: “la ignorancia de las leyes no excusa de su
cumplimiento”).
Por consiguiente, aun sin que exista el deber de conocer las normas y sin que éstas sean
efectivamente conocidas, sí existe el deber general de cumplimiento.
El adecuado entendimiento de esta posibilidad exige poner este asunto en relación con
la distinción entre normas de Derecho imperativo y normas de Derecho dispositivo.
Junto a normas que se imponen absolutamente siempre con o contra la voluntad y
deseos de sus destinatarios (normas de dº imperativo o necesario), es frecuente que las
normas autoricen a los propios interesados a reglamentar las situaciones que les afectan
privadamente.
Son frecuentes las normas dispositivas en el ámbito del Derecho patrimonial privado.
Cuando una norma revista ese carácter, entonces es cuando cabe precisamente que la
norma general pueda ser desplazada por la reglamentación particular creada por los
interesados.
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Las normas jurídicas están dictadas para su acatamiento por parte de las personas, pero
partiendo de la base de que esas personas pueden acomodar su conducta a la norma, o
pueden contravenir el mandato normativo, en el ejercicio de su libertad.
Eso, quiere decir que el sujeto es libre de acatar la norma o desobedecerla, pero no que
las consecuencias de obedecer o desobedecer sean las mismas. Si no se cumplen las
normas, se da pie para la correspondiente reacción del Ordenamiento jurídico, el cual
normalmente prevé la imposición de las oportunas sanciones al infractor.
Lo mismo que las modalidades de conductas contrarias a las normas son diversas, las
modalidades de sanción también lo son.
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actividades (inhabilitación), o imponiéndole una multa que se ingresa en
las arcas del Estado.
o En el Dº PRIVADO también existen penas, p.e. emisión de un cheque
sin provisión de fondos suficiente.
3. Sanciones neutralizantes:
o Pretenden impedir que el autor del acto ilícito consiga el resultado que
pretendía al cometerlo (p.e. la sanción de nulidad).
El art. 6.3 del CC dispone que “los actos contrarios a las normas imperativas y a las
prohibitivas son nulos de pleno derecho, salvo que en ellas se establezca un efecto
distinto para el caso de contravención (falta menos grave que un delito)”.
Este precepto solamente prevé la sanción que corresponda a actos contrarios a norma
imperativa.
Además, salvo que se prevea en la propia disposición infringida una sanción diferente,
la sanción general que se establece es la de la nulidad de pleno derecho.
Esta nulidad es una categoría específica de la ineficacia de los actos jurídicos. Esa
nulidad implica que el propósito perseguido por el infractor del ordenamiento, mediante
su conducta ilícita, es eliminado, o pretende ser eliminado, como si el acto ilícito no se
hubiera efectivamente realizado. Por eso, si un sujeto otorga testamento sin atenerse a
las disposiciones imperativas que reglamentan las formalidades precisas para que el
testamento valga, el resultado que se produce es que ese testamento jurídicamente es
como si no existiera, al ser considerado nulo.
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1. 1 La relación jurídica
1. 1.1 La idea de relación jurídica
2. 1.2 Clasificación de las relaciones jurídicas
3. 1.3 Estructura básica de la relación jurídica
2. 2 El deber jurídico
3. 3 El derecho subjetivo
1. 3.1 La noción de derecho subjetivo
2. 3.2 Las facultades
3. 3.3 Las potestades
La relación jurídica
La llamada relación jurídica consiste en cualquier tipo de relación entre seres humanos
que se encuentra regulada por el Derecho o que, sin estarlo, produce consecuencias
jurídicas. En términos generales, se habla de relación jurídica para referirse a todas
aquellas relaciones o situaciones sociales, de cualquier índole, que son susceptibles de
ser contempladas jurídicamente. Por tanto, puede afirmarse que cuando las relaciones
sociales son contempladas por el Derecho, cabe hablar de relaciones con trascendencia
jurídica o, sencillamente, de relaciones jurídicas.
Pretende resaltar los distintos componentes que pueden analizarse por separado en ella.
Pueden distinguirse:
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1. Los sujetos de la relación jurídica: Dado que los derechos y deberes sólo pueden
atribuirse a las personas, es evidente que en toda relación jurídica el componente
personal es estructuralmente necesario. Las relaciones sociales de trascendencia
jurídica requieren la existencia de un determinado vínculo o lazo entre personas
que ocupan posiciones distintas. La persona que tiene derecho a algo se
denomina sujeto activo. Quien se encuentra obligado a reconocer, satisfacer o
hacer efectivo el derecho de cualquier otra persona, se denomina sujeto pasivo.
2. El objeto de la relación jurídica: La realidad material o social subyacente en la
relación intersubjetiva (En las relaciones obligatorias, el objeto consistiría en la
actividad o conducta propia de la persona obligada al cumplimiento de algo; en
las relaciones jurídico‐reales, el objeto vendría representado por las cosas sobre
las que recaen los derechos reales).
3. El contenido de la relación jurídica: Se entiende por tal el entramado de
derechos y deberes que vinculan a los sujetos o partes de la relación jurídica,
quienes por principio se sitúan bien en una posición de poder o, por el contrario,
de deber.
El deber jurídico
La situación de poder implica que una persona tiene autoridad suficiente para reclamar a
cualesquiera otras una posición de sumisión y respeto del propio derecho. La situación
de deber implica que un determinado sujeto se encuentra vinculado a la realización de
un determinado comportamiento respetuoso del derecho ostentado por cualquier otra
persona.
El derecho subjetivo
El poder que el Ordenamiento otorga o reconoce a los particulares para que satisfagan
sus propios intereses, se conoce técnicamente con el nombre de derecho subjetivo.
El “tener derecho a…” significa ostentar el poder de exigir algo a alguien: el poder de
exigir la observancia de una determinada conducta (activa u omisiva) a alguna otra
persona en concreto o, en general, a todos los demás. Por ello suele definirse al derecho
subjetivo como la situación de poder concreto otorgada por el Ordenamiento jurídico a
un sujeto para que defienda y satisfaga sus propios intereses.
Las facultades
La idea de derecho subjetivo, dentro del poder concreto que otorga, se encuentra
compuesto de una serie de posibilidades de actuación que, muchas veces, son
susceptibles de distinción y de utilización separada por su titular. A tales posibilidades
de actuación, derivadas de un derecho subjetivo, se les conoce como facultades.
Por tanto, las facultades son, de menor amplitud objetiva que el dº subjetivo en el que se
integran y, generalmente, se han de considerar dependientes de la vida o dinámica del
propio dº subjetivo matriz (p.e. el alquiler de cualquier cosa (video, piso, etc) otorga al
arrendatario el dº subjetivo de usar la cosa durante el tiempo previsto y en las
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condiciones pactadas, aunque dicho uso fuera en origen una mera facultad del
propietario de aquélla).
Las potestades
Ejercitar los derechos, bien personalmente por el titular, bien por persona interpuesta,
persigue procurar satisfacción al interés del titular, que es precisamente lo que justifica
el otorgamiento del dº subjetivo de que se trate. Por ello el titular de un dº subjetivo,
para satisfacer su interés, puede ejercitar el conjunto de facultades o poderes concretos
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que forman parte de su derecho. Ahora bien, la satisfacción del propio interés no
autoriza a cualquier acto de ejercicio del derecho, sino que, por el contrario, existen
límites que restringen la posibilidad o las modalidades del ejercicio de los derechos.
Debemos desterrar la idea de que los derechos subjetivos otorguen a su titular una
capacidad de actuación ilimitada o un poder infinito.
Tales mecanismos suelen identificarse con los límites de los derechos, dentro de los
cuales han de distinguirse:
Supuestos típicos:
La colisión de derechos
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• En la pugna entre intereses generales y de carácter privado habrán de primar
aquéllos.
• En caso de conflicto entre derechos fundamentales y otros derechos, se habrán
de considerar preferentes los primeros.
• En el supuesto de que existe oposición entre derechos patrimoniales
prevalecerán, según los casos, los de mayor antigüedad en su constitución, mejor
rango o superior titulación, etc.
Sin embargo, por mucha previsión que tenga el legislador o los interesados, lo cierto es
que la complejidad de la vida social seguirá presentando de continuo situaciones
fácticas de colisión de derechos que habrán de resolverse mediante el recurso a los
principios generales de aplicación de las normas jurídicas.
Art. 7 del Título preliminar del CC: “los derechos deberán ejercitarse conforme a las
exigencias de la buena fe”.
Inicial y aproximativamente, ordena dicho precepto que los derechos (pero, también los
deberes) que se ostentan deben materializarse de conformidad con el modelo de
conducta que socialmente es considerado honesto y adecuado. En consecuencia, no
estaría permitido realizar actos de ejercicio que, aunque quepan dentro de las facultades
teóricas que tenga el titular, se aparten de ese canon de lealtad en las relaciones sociales.
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La buena fe sigue siendo un principio general del Derecho, pero es ahora un principio
normativizado: buena fe en sentido objetivo y como pauta general de conducta en el
ejercicio de los derechos. La indeterminación es inmanente al principio general de la
buena fe y precisamente mantenerla constituye una estrategia del Ordenamiento jurídico
para facilitar constantes adaptaciones a la realidad.
Son numerosísimas las sentencias del TS que recurren a la idea de la doctrina de los
actos propios, rechazando el ejercicio de un derecho cuando resulta incompatible con la
conducta anteriormente observada por su titular respecto del mismo derecho o de las
facultades que lo integran.
La alegación de la doctrina requiere que el sujeto pasivo demuestre que, en relación con
él mismo, el sujeto activo del derecho subjetivo haya desplegado con anterioridad una
conducta que, interpretada de buena fe, demuestra la contradicción o incompatibilidad
de la nueva postura del titular del dº subjetivo; circunstancia que, en definitiva, destruye
la confianza que para el sujeto pasivo comportaba la conducta anterior del sujeto activo.
Por tanto, dicha ruptura de la confianza ha de considerarse contraria a la buena fe, en
cuanto el titular del dº subjetivo no puede adecuar a su antojo y por mero capricho,
jugando con las expectativas de las personas que con él se relacionan.
(proclama el principio general del dº que norma la inadmisibilidad de actuar contra los
propios actos. Constituye un límite del ejercicio de un dº subjetivo como consecuencia
del principio de buena fe, y de la exigencia de observar un comportamiento
consecuente.
EJEMPLOS:
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• El establecimiento que vende alcoholes a una persona, que sufre accidente en
sus dependencias y luego pretende excusarse de su responsabilidad alegando
precisamente la ingesta alcohólica de esa misma persona.)
La fijación de fronteras definidas entre la buena fe y el abuso del derecho resulta tarea
cuasi hercúlea. Por tanto, limitaremos la exposición a cauces orientativos de cierto valor
didáctico.
La doctrina moderna ha elaborado la teoría llamada del abuso del derecho, sancionada
ya en los más recientes ordenamientos legislativos, que consideran ilícito el ejercicio de
los derechos cuando sea abusivo.
Los derechos subjetivos, aparte de sus límites legales, tienen otros de orden moral,
teleológico y social, de modo que incurre en responsabilidad el que traspasa en realidad
los impuestos al mismo por la equidad y la buena fe, con daño para terceros o para la
sociedad.
Art. 7 del Título preliminar del CC: “La Ley no ampara el abuso del derecho o el
ejercicio antisocial del mismo. Todo acto u omisión que por la intención de su autor, por
su objeto o por las circunstancias en que se realice sobrepase manifiestamente los
límites normales del ejercicio de un derecho, con daño para tercero, dará lugar a la
correspondiente indemnización y a la adopción de las medidas judiciales o
administrativas que impidan la persistencia en el abuso”.
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probarse y cuantificarse. El daño puede consistir tanto en la aparición de
consecuencias imprevistas para el tercero cuanto en la agravación de la situación
jurídica en que éste se encuentre, según que exista o no una previa relación
jurídica entre el agente del ejercicio abusivo y el tercero.
No es de extrañar que la invocación por los litigantes o la aplicación por los Tribunales
de la prohibición del abuso del derecho se haya extendido a otras jurisdicciones,
señaladamente a la contencioso‐administrativa y a la laboral. Aunque se haya
normativizado en el Código Civil, la prohibición del abuso del derecho constituye un
principio general del derecho que, por tanto, tiene capacidad expansiva en el conjunto
del Ordenamiento jurídico.
El valor general del principio estudiado no significa que su utilización pueda ser
indiscriminada. Si se atiende a la jurisprudencia más reciente, llama la atención la gran
cantidad de resoluciones judiciales en las que se descarta la aplicación de la regla ante el
abuso existente en la utilización del recurso al abuso del derecho.
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El titular de un derecho tiene la posibilidad de ejercitar los poderes que su derecho le
confiere, bien en un momento concreto (término), bien a lo largo de un periodo de
tiempo (plazo), que lo mismo puede haber quedado determinado que indeterminado en
la relación jurídica de que se trate.
Es justo que la situación de poder que otorga cualquier derecho subjetivo pese sobre los
sujetos pasivos del mismo de forma temporalmente limitada, especialmente por razones
de seguridad en el tráfico económico y jurídico. Si en principio el titular del dº subjetivo
deja pasar un largo período temporal sin hacerlo, puede darse el caso de que termine por
reclamar sus intereses en un momento tan tardío que, razonablemente, el sujeto pasivo
no pensara que tal derecho se encontraba vivo y activo.
La regla fundamental al respecto se encuentra recogida en el art. 5 del CC: “1. Siempre
que no se establezca otra cosa, en los plazos señalados por días, a contar de uno
determinado, quedará éste excluido del cómputo, el cual deberá empezar el día
siguiente; y si los plazos estuvieren fijados por meses o años, se computarán de fecha a
fecha. Cuando en el mes de vencimiento no hubiera día equivalente al inicial del
cómputo, se entenderá que el plazo expira el último del mes. 2. En el cómputo civil de
los plazos no se excluyen los días inhábiles”.
Comentario:
También en esta materia, las disposiciones del CC han desempeñado un claro papel
estelar y han sido aplicables, con carácter general, al conjunto del ordenamiento
jurídico.
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La prescripción
Cuando el transcurso del tiempo acarrea la pérdida o decadencia del ejercicio de los
derechos para su titular se habla sencillamente de prescripción o bien de prescripción
extintiva (porque extingue los derechos de que se trate). Al contrario, cuando el
transcurso del tiempo provoca el nacimiento o la consolidación de un derecho a favor de
una persona, se habla de prescripción adquisitiva o usucapión.
La prescripción suele estudiarse en la parte general del Derecho civil, en cuanto afecta
al ejercicio de los derechos en general; por el contrario, la usucapión se estudia en el
volumen dedicado a la propiedad y demás derechos reales.
Presupuestos de la prescripción
El cómputo del plazo prescriptivo establecido en cada caso se inicia desde el momento
en que el derecho pudo haber sido ejercitado, salvo que se disponga otra cosa diferente.
La expresión “desde el día en que pudieron ejercitarse” los derechos (o las acciones,
según el tenor literal del CC) ha de ser entendida en el sentido de que debe iniciarse el
cómputo del plazo prescriptivo desde que el titular del derecho tuvo conocimiento de
que podía ejercitar el derecho.
El art. 5 excluía del cómputo el día inicial, según dicho precepto el primer día o día
inicial del plazo se tiene por entero (p.e: si cualquier derecho puede ejercitarse a partir
de las 1300 horas del dia 3 de mayo de 1990 y tiene un plazo de prescripción de 3 años,
dado que el dia referido debe computarse desde las cero horas, es evidente que el plazo
finaliza a las 0000 del dia 3 de mayo de 1993. Esto es, el dia final para realizar
cualquier acto de ejercicio en relación con tal derecho es el 2 de mayo de 1993.
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comience una nueva etapa de inactividad. Cuando esto sucede, se dice que la
prescripción ha sido interrumpida.
El acto de ejercicio del dº que provoca la interrupción puede ser de cualquier naturaleza,
el cual admite tanto el ejercicio judicial del derecho cuanto el extrajudicial.
Ejercicio judicial
Aquí deben agruparse los actos de ejercicio del derecho que, promovidos por su titular,
acaban siendo conocidos por los Jueces y Tribunales. Entre dichos actos asume
primordial importancia la interposición de la demanda, en cuya virtud el titular del dº
subjetivo reclama la observancia del mismo al sujeto pasivo.
Ejercicio extrajudicial
Sin embargo, el art. 1.973 no exige forma determinada alguna. Ello no significa que,
problemas de prueba aparte, no valgan como actos interruptivos de la prescripción
cualesquiera otros: cartas, telegramas, envíos por fax, etc.
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radica en que ésta le produce un beneficio, un inesperado provecho, derivado de la
inactividad del titular del dº subjetivo.
Por tal motivo, la ley considera que ese beneficio para el sujeto pasivo debe ser dejado
en manos del propio interesado y le exige que tenga una conducta diligente que, al
menos debe consistir en la alegación de la prescripción frente al titular del derecho en el
caso de que éste finalmente opte por ejercitar su derecho. En consecuencia, la
prescripción operará sólo si el beneficiado por ella la alega; por el contrario, si el
beneficiado por la prescripción no alega que ha transcurrido el plazo para el ejercicio
eficaz del derecho, podrá ser condenado a cumplir, a pesar de la prescripción y a pesar
de que el ejercicio del derecho por su titular sea realmente extemporáneo.
La caducidad
Ante ello, la ley (y también a veces los particulares) considera en numerosas ocasiones
que el ejercicio de determinados derechos y facultades se debe llevar a cabo, necesaria e
inexcusablemente, dentro de un periodo temporal predeterminado. Una vez transcurrido
el plazo marcado, sin posibilidad alguna de suspensión o interrupción, el derecho de que
se trate no podrá ya ser ejercitado por su titular.
Ocurre así, en general, en todos los actos procesales (p.e: quien estime que alguno de
sus derechos fundamentales ha sido vulnerado, perderá su derecho a que el TC conozca
su causa si no presenta el recurso de amparo dentro de los 20 días siguientes a la
notificación de la resolución recaída en el previo proceso judicial).
También en Derecho civil (y en otros sectores del ordenamiento) son frecuentes los
supuestos de caducidad.
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09. La persona
Contenidos
La razón de ello radica sencillamente en que en el mundo jurídico, han de ser tenidos en
cuenta como posibles sujetos de derechos y obligaciones tanto los seres humanos
propiamente dichos, cuanto ciertas entidades, agrupaciones o colectivos a los que el
Derecho ha personificado por razones de distinta índole. Por consiguiente, para referirse
genéricamente a cada uno de tales grupos, se ha impuesto la necesidad de hablar,
respectivamente, de persona natural, de una parte, y, de otra, de persona jurídica.
Por el contrario, las denominadas personas jurídicas son tales sólo en cuanto sean
reguladas y admitidas por el Derecho positivo.
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Sea por la inmanente personalidad del ser humano o por la asimilación al mismo,
mediante la personificación de ciertas entidades o agrupaciones de individuos, el Dº
acaba reconociendo o atribuyendo personalidad tanto a las personas naturales como a
las jurídicas.
El Derecho de la persona
La personalidad
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fundamentalmente ético o socio‐político: colocar a todas las personas en un punto de
partida presidido por la idea de igualdad (ser potencialmente sujeto de todos los
derechos identificados por el ordenamiento jurídico), rechazando discriminaciones: art.
14 CE.
El hecho de que la capacidad de obrar es objeto de regulación por las normas jurídicas,
estableciendo graduaciones de aquélla, lleva a considerar que la descripción de la
capacidad de obrar de determinados grupos de personas requiere acudir a un concepto
genérico para explicarlo. Tal concepto es el de estado civil.
La mayor parte de la doctrina afirma que los estados civiles son situaciones
permanentes (o relativamente estables) o cualidades de la persona que predeterminan la
capacidad de obrar de ésta, debiéndose en consecuencia señalar como estados civiles los
siguientes:
1. La ausencia declarada.
2. Las restricciones de capacidad impuestas al concursado y al quebrado.
3. El desempeño de cargos y funciones, aun en el caso de compartir un
determinado régimen de derechos y obligaciones, como ocurriría en el
desempeño de la patria potestad o en el ejercicio de la representación legal.
El nacimiento
1. Tener figura humana: esto es, estar provisto de conformación somática (corpórea
o material, para diferenciarlo de lo psíquico) común que, evidentemente, no
excluye deformaciones o falta de miembros o extremidades; ni requiere el ser
constrastada con los patrones de la escultura griega.
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2. Vivir 24 horas enteramente desprendido del seno materno:
o El plazo legal de supervivencia referido no significa que hasta su total
transcurso el nacido no sea persona. Al contrario, la personalidad se
adquiere desde el mismo y preciso instante del alumbramiento o parto
(que ha de hacerse constar en el Registro Civil) siempre y cuando el
nacido llegue a vivir extrauterinamente 24 horas.
Pese al tenor literal del CC, hoy en día no existe en Derecho privado un régimen
jurídico especial del primogénito, pues la situación jurídica de los nacidos (hermanos)
es exactamente la misma. Otra cosa es que, en ciertos supuestos, la consideración de la
mayor edad entre hermanos sirva como criterio de elección entre ellos (la
primogenitura), siendo ésta una institución más bien perteneciente al pasado.
Múltiples razones de orden familiar y sucesorio han planteado, ya desde los viejos
tiempos romanos, la necesidad de considerar la situación jurídica de quienes se
encontraban gestándose en el claustro materno, dotándoles de una especial protección
(piénsese, por ejemplo, en que lo hasta ahora dicho excluiría al hijo póstumo de la
herencia del padre, al no ser aquél todavía persona).
Los modernos Códigos destinan una serie de preceptos al nasciturus (el que va a nacer)
para “reservarle” ciertos beneficios o efectos favorables para el caso de que llegue a
nacer y adquirir la capacidad jurídica.
Art. 29 CC “el concebido se tiene por nacido para todos los efectos que le sean
favorables, siempre que nazca con las condiciones que expresa el artículo siguiente”.
Interesa destacar que el tratamiento favorable hacia el nasciturus se encuentra
supeditado a su nacimiento regular y, por tanto, imposibilita afirmar que la personalidad
se puede entender adquirida desde el momento de la concepción.
La expresión latina es habitual para referirse a personas que, pese a no haber sido “aún
concebidas” pueden llegar a nacer (p.e: el hijo mayor de mi nieto). Tales personas, en
principio, no pueden considerarse como titulares de posición jurídica alguna, ni de un
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derecho subjetivo concreto, pues representan un futurible. Sin embargo, existen
mecanismos en cuya virtud la atribución de derechos a los nondum concepti resulta
admisible, como la donación con cláusula de reversión a favor de terceros y la
sustitución fideicomisa.
Art. 32 CC: “la personalidad civil se extingue por la muerte de las personas”, regla
obvia que no requiere explicación alguna.
Las consecuencias de la muerte como hecho físico incontestable que a todos nos ha de
llegar son claras: al extinguirse la personalidad del difunto, todas las situaciones o
relaciones sociales a él pertenecientes habrán de darse igualmente por extinguidas, por
desaparición del sujeto. Su cuerpo pasa a ser cadáver y, por consiguiente, no puede ser
calificado como persona, sino como cosa. Por ello, resulta necesario precisar el
momento del fallecimiento y, en tal sentido, establece la Ley de Registro Civil que la
inscripción de defunción hace fe de la fecha, hora y lugar en que acontece la muerte y
que, para proceder a la inscripción “será necesaria certificación médica de la existencia
de señales inequívocas de muerte” (RD 2070/99, sobre trasplantes de órganos, establece
que la muerte del individuo podrá certificarse tras la confirmación del cese irreversible
de las funciones cardiorrespiratorias o del cese irreversible de las funciones
encefálicas).
La comoriencia
En tales casos, tradicionalmente (desde el Derecho romano, pasando por las Partidas,
hasta la aprobación del CC) se solucionó el tema recurriendo a una serie de
presunciones de forma tal que:
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• Entre progenitores e hijos, dependía de si éstos eran mayores de 14 años o no,
estimándose que en el primer caso fallecerían antes los padres y en el segundo
los descendientes impúberes.
Nuestro CC introdujo, sin embargo, una regla distinta en el art. 33 conforme al cual, en
defecto de prueba en contrario, se reputa que los comorientes han fallecido de forma
simultánea y, por ende, “no tiene lugar la transmisión de derechos de uno a otro“. El
tenor literal de éste art. parte de la base de que los comorientes son herederos entre sí, y,
sin duda, fue redactado atendiendo a una muerte simultánea y por la misma causa
(incendio, terremoto, etc).
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7. 7 Caracterización general de los derechos de la personalidad
1. 7.1 La esencialidad o inherencia a la persona
2. 7.2 La condición de derechos personalísimos
3. 7.3 El deber general de respeto
4. 7.4 La extrapatrimonialidad
8. 8 La lesión de los derechos de la personalidad y la reparación del daño causado
1. 8.1 El daño moral
2. 8.2 La obligación de reparara el daño causado
El derecho a la vida
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El desarrollo legislativo de tal mandato exige atender a la regulación del Código Penal,
aunque resulte obvia: prohibición de homicidio, asesinato, lesiones, inducción al
suicidio, etc. Posteriormente, la LO 11/1995 ha declarado abolida finalmente la pena de
muerte, incluso en tiempo de guerra.
Tanto la vida propiamente dicha cuanto la integridad física son objeto de una específica
protección civil cuando tales derechos han sido conculcados o desconocidos por terceras
personas.
Sin embargo, lo cierto es que dicha consecuencia es contemplada por el Derecho desde
diferentes perspectivas, atendiendo a la causa que la motiva. No es lo mismo
automutilarse para lograr la exención del antiguo servicio militar obligatorio (conducta
tipificada antes como delito por el CP) o cobrar la prima de un seguro, que consentir la
extracción o mutilación de un componente físico o fisiológico para, gratuita y
altruistamente, procurar que el trasplante del órgano subsiguiente permita la mejoría o la
salvación de otra persona.
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Por consiguiente, el requisito establecido legalmente radica en que la persona haya
manifestado expresamente en vida su voluntad contraria a la cesión o extracción. De no
existir oposición expresa, la extracción de órganos es lícita y posible, aunque la persona
en cuestión no hubiera expresado nunca en vida su voluntad favorable a la cesión. Una
vez fallecido, la voluntad de los familiares al respecto resulta intrascendente.
Las libertades
Introducción
El art. 15 CE, junto a la integridad física, considera el derecho que tenemos todos a la
integridad moral, esto es, al reconocimiento de la propia dignidad y al respeto y
consideración por parte de los demás miembros de la comunidad. Tal derecho genérico
se plasma y concreta en la propia Constitución en el art. 18.1: “se garantiza el derecho
al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen”; precepto que, a su
vez, ha sido objeto de desarrollo por la LO 1/1982 de protección civil del derecho al
honor, a la intimidad de las personas y a la propia imagen.
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La LO del Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y a la Propia Imagen se encarga
de subrayar que las ideas sobre el honor, la intimidad y la imagen son contingentes y
variables, dependiendo del momento y de las circunstancias sociales de cada época. A
tal idea responde el art. 2: “la protección civil del honor, de la intimidad y de la propia
imagen quedará delimitada por las leyes y por los usos sociales, atendiendo al ámbito
que, por sus propios actos, mantenga cada persona reservado para sí misma o su
familia".
El derecho a la propia imagen significa que para hacer pública la representación gráfica
de cualquier persona, mediante cualquier procedimiento técnico de reproducción, es
necesario contar con su consentimiento.
La individualidad de la persona
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En España la identificación de la persona se realiza mediante la existencia del nombre
propio o nombre de pila, y los apellidos correspondientes a ambos progenitores.
Con todo, la categoría de los derechos personalísimos es más amplia que la de los
derechos de la personalidad.
Así, pues, todos los derechos de la personalidad son personalísimos, pero no todos éstos
son derechos de la personalidad.
La extrapatrimonialidad
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La lesión de los derechos de la personalidad y la reparación del daño causado
El daño moral
Sin embargo, dicho silogismo hace ya casi un siglo que fue destruido por el TS, con
ocasión de un caso comentadísimo de la época.
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1. 2.1 La adquisición gradual de la capacidad: la Ley 11/1981
2. 2.2 La Ley de protección del menor
3. 3 La emancipación
1. 3.1 Mayoría de edad versus emancipación
2. 3.2 Clases de emancipación
3. 3.3 Efectos de la emancipación
4. 4 La mujer y su actual equiparación con el hombre
1. 4.1 Introducción
2. 4.2 La Constitución de 1978 y su desarrollo en la legislación ordinaria
Llegar a la mayoría de edad significa, de forma automática (por el mero transcurso del
tiempo e inexistencia de enfermedades o deficiencias que impidan a la persona
gobernarse por sí misma), adquirir la plena capacidad de obrar, o posibilidad de ejercitar
por sí misma los derechos u/y obligaciones pertenecientes a la persona.
Art. 315.1 CC: “la mayor edad empieza a los dieciocho años cumplidos”.
La minoría de edad
Dicho planteamiento fue objeto de crítica negando la “incapacidad general” del menor,
y no casa muy bien con la realidad práctica, en la que los menores (al menos cuando
dejan de ser niños, en sentido estricto) se desenvuelven por sí solos con relativa
frecuencia en el tráfico, celebrando contratos de continuo (transacciones elementales:
compra de chucherías y material escolar, transporte urbano) y nadie duda de su
capacidad para entender su alcance y manifestar una voluntad libre y vinculante. A
medida que la edad aumenta hasta aproximarse a los límites de la mayor edad, la gama
de contratos realizados por el menor y su complejidad y cuantía económica aumenta.
La citada Ley, modificó los preceptos del CC relativos al menor, reconociéndole una
cierta capacidad, aunque limitada. El Derecho positivo ha acabado por reconocer que la
adquisición de la capacidad de obrar es gradual y paulatina.
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Recordar que:
1. El menor puede realizar por sí mismo determinados actos, de acuerdo con las
leyes y sus condiciones de madurez.
2. El menor que haya cumplido dieciséis años podrá administrar por sí mismo los
bienes que haya adquirido con su trabajo o industria.
3. Los padres no podrán disponer de los derechos de que sean titulares los hijos, ni
de sus bienes inmuebles, objetos preciosos o valores mobiliarios, salvo que
cuenten con el consentimiento del menor que haya cumplido 16 años (expresado
necesariamente en documento público) o con autorización judicial.
4. Igualmente es necesario el consentimiento del menor que haya cumplido 16 años
cuando sus padres pretendan emanciparle.
5. La alteración del orden de los apellidos de los menores de edad requerirá su
aprobación en expediente registral si tuvieren “suficiente juicio”.
Más profunda es la reforma en relación con una serie de extremos de gran importancia
en relación con el menor, sobre todo desamparo, guarda y acogimiento de menores, así
como la adopción y, en particular, la llamada “adopción internacional”.
La emancipación
Clases de emancipación
La emancipación puede tener lugar por diferentes causas: por matrimonio, por
concesión de los padres o titulares de la patria potestad, con consentimiento del hijo, por
solicitud del Juez por alguna circunstancia prevista en el CC, por desear salir de la
tutela, y por emancipación tácita o vida independiente del menor.
Clases de emancipación:
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1. La emancipación por concesión paterna: Consiste en que los propios
progenitores consideren oportuno conceder al hijo menor de edad la situación de
emancipado, acto que debe instrumentarse en escritura pública o mediante
comparecencia ante el Juez encargado del Registro.
o Es requisito inexcusable que el menor tenga 16 años cumplidos y que
preste su consentimiento a la emancipación (ante el Notario o Juez).
o Tal emancipación sólo podrá inscribirse (como inscripción marginal de
la de nacimiento) en virtud de escritura o de comparecencia ante el
Encargado del Registro.
2. La emancipación por concesión judicial: Son los propios menores, siempre que
hayan cumplido los 16 años, quienes se dirigen al Juez solicitando la concesión
de la emancipación, ya estén sometidos a la patria potestad, ya a tutela. En el
primer caso el CC habla de “conceder la emancipación”, mientras que en el
segundo utiliza el giro de “conceder el beneficio de la mayor edad”.
o Caso de que los menores se encuentren sujetos a tutela el CC no requiere
presupuesto complementario alguno, aunque la solicitud debe ser
fundada. Cuando están sujetos a la patria potestad, requiere que
previamente se haya producido alguno de estos supuestos:
§ 1º Que el progenitor que ejerce la patria potestad contraiga nuevo
matrimonio o conviva de hecho con persona distinta al otro
progenitor.
§ 2º Que los padres vivan separados.
§ 3º Que, por cualquier causa, el ejercicio de la patria potestad se
vea gravemente entorpecido (crisis matrimoniales: separación,
divorcio…)
3. La emancipación por matrimonio:
o Art. 316: “el matrimonio produce de derecho la emancipación”, sin la
necesidad de la concurrencia de requisito complementario alguno.
“Quien por el matrimonio constituye una nueva familia, no ha de seguir
sujeto a otra autoridad familiar”.
4. La emancipación por vida independiente (emancipación de hecho):
o Art. 319: “se reputará para todos los efectos como emancipado al hijo
mayor de 16 años que con el consentimiento de los padres viviere
independientemente de éstos. Los padres podrán revocar este
consentimiento”. La situación de independencia del menor es revocable,
frente al resto de clases de emancipación que tienen naturaleza
irrevocable. Se ahí que, en principio, la legislación del Registro Civil no
considere la inscripción de la emancipación por vida independiente como
posible.
o Es evidente que esta situación requiere al menos una cierta autonomía
económica del menor.
Efectos de la emancipación
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ambos, sin el de su curador (Regla especial: para que el casado menor de edad
pueda hacer algo de esto que sea común, basta si es mayor el otro cónyuge, el
consentimiento de los dos; si también es menor se necesitará, además, el de los
padres o tutores de uno y otro)
Introducción
La gran mayoría piensa hoy que el hombre y la mujer son diferentes; pero no
jerarquizables.
El enfoque actual del tema no puede ocultar algo tan evidente como que, durante siglos
y siglos, la mujer ha desempeñado un papel secundario en la sociedad y que dicha
realidad ha sido siempre objeto de expresa consideración por las normas jurídicas.
• Art 14: “los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer
discriminación alguna por razón de…sexo…o cualquier otra condición o
circunstancia personal o social”.
• Art 32.1: “El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena
igualdad jurídica”
• Art 35.1: “Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo,
a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a
una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia,
sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo”.
En desarrollo del art. 32, se han promulgado dos leyes de gran importancia para la
equiparación efectiva de marido y mujer dentro del matrimonio: la Ley 11/1981 (sobre
filiación, patria potestad y régimen económico del matrimonio) y la Ley 30/1981
(reguladora del sistema matrimonial, popularmente “Ley del divorcio”).
1. 1 La incapacitación
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1. 1.1 La Ley 13/1983, y la nueva redacción del Código Civil (Situación jurídica de
los incapacitados)
2. 1.2 La Ley 41/2003, de protección de las personas con discapacidad (Alcance
personal y patrimonial de la incapacitación)
3. 1.3 La declaración judicial de incapacitación
4. 1.4 El internamiento del presunto incapaz
2. 2 La prodigalidad
3. 3 Los cargos tuitivos o tutelares
1. 3.1 La tutela
2. 3.2 La curatela
3. 3.3 El defensor judicial
La incapacitación
La Ley 13/1983, y la nueva redacción del Código Civil (Situación jurídica de los
incapacitados)
Regula por primera vez la figura de la autotutela, consciente en habilitar a las personas
capaces para adoptar las disposiciones que considere oportunas en previsión de su
propia incapacitación.
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Así, se regulan las facultades parentales respecto de la tutela y se altera el orden de
renuncia de la misma.
La prodigalidad
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Los cargos tuitivos o tutelares
Art. 215 CC: “la guarda y protección de la persona y bienes o solamente de la persona o
de los bienes de los menores o incapacitados, se realizará, mediante: 1º la tutela, 2º la
curatela y 3º el defensor judicial”.
Lo dicho requeriría múltiples precisiones, ya que la Ley 13/1983 se caracteriza por una
enorme ductilidad en la fijación de funciones a los diversos cargos tuitivos o tutelares.
La tutela
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4. A la persona o personas designadas por éstos en sus disposiciones de última
voluntad.
5. Al descendiente, ascendiente o hermano que designe el juez.
La tutela puede ser desempeñada por una sola persona o por varias simultáneamente e
incluso por las personas jurídicas que no tengan finalidad lucrativa y entre cuyos fines
figure la protección de menores e incapacitados.
El interesado que alegue causa de excusa deberá hacerlo dentro del plazo de 15 días a
contar desde que tuviera conocimiento del nombramiento. Sin embargo, si la causa de
excusa fuera sobrevenida, podrá ser alegada en cualquier momento.
La curatela
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El defensor judicial
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Fundamento de las instituciones relativas a la ausencia en sentido amplio
Las cuestiones, pues, que debemos considerar en este capítulo son de extrema gravedad
e importancia, sobre todo en períodos de acusada inestabilidad social (revoluciones,
terremotos, maremotos, guerras, etc.) en los que el cauce de la vida ordinaria queda roto
y acaba por desconocerse la suerte de una serie de personas. En lo fundamental la
redacción actual del CC sobre la ausencia procede de la Ley de 8 de septiembre de
1939.
Tales medidas son calificadas como provisionales: a partir del año de la desaparición o
de las últimas noticias deberían verse sustituidas por las correspondientes a la situación
de ausencia legal.
El nombramiento del defensor no requiere que haya transcurrido plazo alguno desde la
desaparición y carencia de noticias de cualquier persona, pues precisamente basta la
incógnita (aunque se meramente provisional).
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El defensor del desaparecido
El defensor nato del desaparecido será su cónyuge, siempre que sea mayor de edad y
que no haya habido separación legal.
En caso de falta o inexistencia de éste, habrá de ser nombrado el pariente más próximo
hasta el cuarto grado, también mayor de edad.
Podrá pedirla cualquier persona que racionalmente estime tener sobre los bienes del
desaparecido algún derecho ejercitable en vida del mismo o dependiente de su muerte,
al tiempo que el Ministerio Fiscal y los familiares quedan obligados a promoverla.
Las personas que pueden promover una declaración de ausencia legal son:
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• Los parientes consanguíneos hasta el cuarto grado. En la actualidad no debe
excluirse el parentesco adoptivo.
• El Ministerio Fiscal, de oficio o a virtud de denuncia.
• El nombramiento de un representante.
• La patria potestad será ejercida exclusivamente por el cónyuge presente.
• La separación de bienes, lo que puede solicitar el cónyuge presente en caso de
disponer de un régimen de gananciales.
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o El Juez, realmente, más que señalar la cuantía de los productos líquidos,
señalará un determinado porcentaje en concepto de retribución del
representante.
o En caso de representante dativo, conlleva que aquél sólo tiene derecho a
la retribución fijada para el tutor. La cuantía de la retribución se
encuentra establecida entre el 4% y el 20% del rendimiento líquido de
los bienes.
La declaración de fallecimiento
Requisitos exigidos
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• Los herederos no podrán disponer a título gratuito hasta cinco años después de
dichos bienes, aunque sí podrán hacerlo a título oneroso.
• En caso de que el testamento del declarado fallecido se hubiesen instituidos
legados, quedarán igualmente en suspenso durante un período de 5 años,
exceptuándose los “legados píos”.
El vigente art. 85 del CC, establece que “el matrimonio se disuelve… por la muerte o la
declaración de fallecimiento de uno de los cónyuges y por el divorcio”. Una vez
declarado el fallecimiento, el cónyuge presente podrá volver a contraer matrimonio si lo
desea.
Dicha recuperación a favor del reaparecido no tiene carácter retroactivo, pues se parte
de la base de que, durante el periodo en que sus sucesores hayan sido titulares de los
bienes, realmente deberían ser considerados legítimos propietarios de los mismos.
14. La nacionalidad
Contenidos
1. 1 La nacionalidad
1. 1.1 Significado y concepto: nacionalidad y apatridia
2. 1.2 Regulación normativa
3. 1.3 Adquisición originaria y derivativa: la naturalización
2. 2 La nacionalidad de origen
1. 2.1 Ius sanguinis o filiación
2. 2.2 Ius soli o nacimiento en España
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3. 2.3 Adopción de menores extranjeros por españoles
3. 3 La nacionalidad derivativa
1. 3.1 La opción
2. 3.2 La carta de naturaleza
3. 3.3 La naturalización por residencia
4. 3.4 Requisitos comunes a la adquisición derivativa
La nacionalidad
Es frecuente definir la nacionalidad como la condición que tienen las personas que
integran la comunidad nacional española. El autor, personalmente considera preferible
afirmar que la nacionalidad es la integración de la persona en cualquier organización
política de carácter estatal; de tal manera que la persona queda sometida al
ordenamiento jurídico de dicho Estado, mientras que éste queda obligado a reconocer y
respetar los derechos fundamentales y las libertades cívicas de aquélla.
Respecto de los apátridas considera el CC que les será de aplicación, como ley personal,
la ley del lugar de su residencia habitual, denominada técnicamente lex loci.
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Regulación normativa
La nacionalidad de origen
1. El nacimiento en España del hijo de padres extranjeros si, al menos, uno de ellos
hubiere nacido también en nuestro territorio nacional
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2. “los nacidos en España de padres extranjeros, si ambos carecieren de
nacionalidad o si la legislación de ninguno de ellos atribuye al hijo una
nacionalidad”.
o La finalidad del precepto es clara: evitar los supuestos de apatridia.
3. Los nacidos en España cuya filiación no resulte determinada: piénsese en el
recién nacido abandonado en el portal de una casa. Ante el desconocimiento de
su línea familiar, el CC opta por atribuirle la nacionalidad española de origen.
La nacionalidad derivativa
La opción
Los plazos, una vez transcurridos, el eventual optante pierde todo derecho a utilizar
dicha vía. Sin embargo, apenas reviste gravedad, pues podrá naturalizarse mediante el
plazo de residencia de un año.
La carta de naturaleza
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Tales singularidades consisten principalmente en las circunstancias excepcionales del
interesado y en su otorgamiento discrecional (es decir, no reglado).
La cuestión tiene escasa importancia desde el punto de vista práctico, pues esta forma
de atribución de la nacionalidad española es absolutamente inusual.
1. Residencia decenal:
o constituye la regla general.
2. Residencia quinquenal:
o refugiados.
3. Residencia bienal:
o nacionales de origen de países iberoamericanos, Andorra, Filipinas,
Guinea Ecuatorial, Portugal y sefardíes.
4. Residencia anual:
o El que haya nacido en territorio español.
o El que no haya ejercitado la facultad de optar.
o El que haya estado sujeto legalmente a la tutela, guarda o acogimiento de
un ciudadano o institución españoles durante dos años consecutivos.
o El que al tiempo de la solicitud llevare un año casado con español o
española y no estuviere separado legalmente o de hecho.
o El viudo o viuda de español o española, si a la muerte del cónyuge no
existiera separación legal o de hecho.
o El nacido fuera de España de padre o madre, o abuelo o abuela que
originariamente hubieran sido españoles.
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El peticionario que se vea perjudicado y crea reunir los requisitos legalmente fijados
puede recurrir a la jurisdicción contencioso‐administrativa.
1. Que el mayor de 14 años, y capaz de prestar una declaración por sí, jure o
prometa fidelidad al Rey y obediencia a la Constitución y a las Leyes.
2. Que la misma persona declare que renuncia a su anterior nacionalidad.
3. Que la adquisición se inscriba en el Registro Civil español.
Al igual que la nacionalidad permite saber cuál es el ordenamiento estatal aplicable a las
personas, la llamada vecindad civil es un criterio de determinación de la legislación
civil (común o foral) aplicable a los ciudadanos españoles.
Inicialmente pudiera pensarse que tal vecindad civil supone la atribución de un concreto
status jurídico conectado al hecho de residir, de ser vecino, de un determinado territorio
o municipio, en el que la mayoría de los ciudadanos se encuentran sometidos a
cualquiera de los regímenes jurídico‐civiles existentes en España (supongamos el
navarro nacido en Olite, hijo y nieto de navarros, casado con navarra y residente en su
ciudad natal desde su nacimiento). Sin embargo, la cuestión es más complicada, pues
como veremos, la vecindad civil no requiere propiamente residencia, sino básicamente
voluntariedad en la aplicación del sistema o subsistema civil de que se trate (el navarro
de nuestro ejemplo, siendo ya anciano, se traslada definitivamente a Badalona, por
residir allí su única hija, pero desea seguir siendo considerado navarro); y es
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independiente, de una parte, de la condición política que supone la pertenencia a
cualquiera de nuestras CCAA; y, de otra, de la vecindad administrativa propiamente
dicha o pertenencia a un determinado municipio.
Respecto de los hijos, la atribución de vecindad requiere ante todo distinguir entre el
caso en que los padres o progenitores tengan la misma vecindad o, por el contrario, ésta
sea distinta. En caso de igual vecindad, el criterio del ius sanguinis deviene
fundamental. Por el contrario, en caso de que la vecindad de los padres o progenitores
no sea coincidente, el criterio prioritario de atribución corresponderá al lugar de
nacimiento y, subsidiariamente, entrará en juego la vecindad común. No obstante,
ninguno de ambos criterios de atribución tendrá virtualidad alguna en el supuesto de que
los padres atribuyan a los hijos la vecindad civil de cualquiera de ellos.
De otra parte, cualquier menor de edad que haya cumplido 14 años podrá optar por la
vecindad civil del lugar de nacimiento o por la última vecindad de cualquiera de sus
padres.
Art. 14.2 “tienen vecindad civil en territorio de derecho común, o en uno de los de
derecho especial o foral, los nacidos de padres que tengan tal vecindad”.
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La distinta vecindad de padres o progenitores
Art. 14.3: “los padres, o el que de ellos ejerza o le haya sido atribuida la patria potestad,
podrán atribuir al hijo la vecindad civil de cualquiera de ellos en tanto no transcurran los
6 meses siguientes al nacimiento o a la adopción”.
La contemplación del plazo señalado, pretende evitar que los padres jueguen con la
vecindad civil del hijo. El fondo de la cuestión consiste en la necesidad de que los
padres actúen de comúnacuer5do, pues de otra manera podrían originarse supuestos
abusivos en la atribución de la vecindad civil al hijo (básicamente, por el padre, al llevar
a cabo la inscripción del hijo, mientras que la madre se encuentra en la clínica o en la
recuperación postparto). Por tanto, el Encargado del Registro Civil debiera exigir la
actuación conjunta y concorde de los padres en la atribución al hijo de la vecindad civil
de cualquiera de ellos, sea o no coincidente con la del lugar del nacimiento.
Entre el lugar de nacimiento y la vecindad de derecho común, es claro que ésta resulta
aplicable sólo de forma subsidiaria en un doble sentido. En caso de que los padres
hayan sido concordes en atribuir la vecindad civil de cualquiera de ellos al hijo, el lugar
de nacimiento resulta irrelevante; con mayor razón, la vecindad civil de derecho común.
En caso de que el lugar de nacimiento comporte la atribución de una determinada
vecindad (común o foral), la remisión a la vecindad común tampoco tendrá eficacia
alguna: “en caso de duda prevalecerá la vecindad civil que corresponda al lugar de
nacimiento”. Parece, pues, que realmente la entrada en juego de la eficacia subsidiaria
de la regla de imputación de la vecindad común sólo encontrará aplicación en los
supuestos en el que el hijo haya nacido en el extranjero.
Como ya sabemos, uno de los criterios inspiradores de la Ley 11/1990 consiste en que
“el matrimonio no altera la vecindad civil”. Según ello, el matrimonio entre españoles
de diferente vecindad civil puede verse extraordinariamente complicado en cuestiones
de régimen económico patrimonial y hereditarias.
El último párrafo del art. 14.3 permite a los hijos pronunciarse de forma personal acerca
de la vecindad civil que desean ostentar, pues pueden optar tanto por la vecindad civil
correspondiente al lugar de nacimiento, cuanto por la última vecindad de cualquiera de
sus padres, siempre que hayan cumplido 14 años, estén o no emancipados. Sólo que, en
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caso de no estar emancipados, habrán de actuar con la asistencia de su representante
legal.
Una STC considera igualmente exigible la autorización judicial para las entradas o
registros en las habitaciones hoteleras.
La disposición del CC sobre el particular establece que para el ejercicio de los derechos
y el cumplimiento de las obligaciones civiles, el domicilio de las personas naturales es
el lugar de su residencia natural. Semejante enfoque, hace que, la doctrina distinga entre
domicilio real o voluntario y el domicilio legal.
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16. El Registro Civil
Contenidos
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Los modernos Estados, adoradores de la estadística, han mostrado un enorme interés
por contar con un “fichero” de sus ciudadanos, de gran utilidad para las más diversas
cuestiones.
Semejante fichero viene representado por el Registro Civil, un Registro que está
destinado al efecto de que consten en él “los actos concernientes al estado civil de las
personas”. Conviene advertir que, en términos coloquiales (y en impresos y formularios,
incluso oficiales), la expresión estado civil se hace coincidir con el hecho de estar
casado o no (soltero, divorciado o viudo); sin embargo, en términos técnico‐jurídicos, la
significación del estado civil es mucho más amplia. Como sabemos, son estados civiles
de la persona cualesquiera cualidades o circunstancias estables de la misma que, de una
forma u otra, afecten a su capacidad de obrar.
Datos inscribibles
Constituyen objeto del Registro Civil los siguientes datos relativos a las personas:
1. El nacimiento
2. La filiación
3. El nombre y apellidos
4. La emancipación y habilitación de edad
5. Las modificaciones judiciales de la capacidad de las personas o que éstas han
sido declaradas en concurso, quiebra o suspensión de pagos (por mandato
expreso de la LPPD deben constar también en el RC el nombramiento del
administrador del discapacitado)
6. Las declaraciones de ausencia o fallecimiento
7. La nacionalidad y vecindad
8. La patria potestad, tutela y demás representaciones que señala la Ley
9. El matrimonio
10. La defunción
Asimismo, se inscribirán en todo caso los hechos ocurridos fuera de España cuando las
correspondientes inscripciones deban servir de base a inscripciones marginales exigidas
por el Derecho español.
El nombre
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El nombre es el dato identificador inicial y posiblemente principal de toda persona. Tras
la aprobación de la Ley del Registro Civil de 8 de junio de 1957 al dar nombre al nacido
“no podrá consignarse más de un nombre compuesto, ni más de dos simples”.
La Ley 40/1999, por la que se regulan los nombres y apellidos y el orden de los
mismos, tiene especial importancia en cuanto permite sustituir el nombre que obre
inscrito en el RC en castellano por su equivalente en cualquiera de las demás lenguas
españolas.
Los apellidos
Legislación reguladora
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designadas por su nombre y apellidos, correspondientes a ambos progenitores,
que la Ley ampara frente a todos”. Dada la admisión del matrimonio entre
personas del mismo sexo y la necesidad de erradicar el calificativo de paterno y
materno respecto de los apellidos.
• Ley 15/2005, de 8 de julio, en materia de separación y divorcio, modifica el art.
20 LRC.
• Ley 3/2007, reguladora de la rectificación registral en la mención relativa al
sexo de las personas, modificaciones de varios artículos de la LRC.
1. Nacimientos y general.
2. Matrimonios.
3. Defunciones.
4. Tutelas y representaciones legales.
El objeto principal de las inscripciones que han de anotarse endicha Sección viene
representada por el nacimiento, que sin duda alguna constituye el asiento principal no
sólo de la Sección del Registro considerada, sino del RC considerado en su conjunto.
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Igualmente, al margen de la inscripción de nacimiento se pondrá nota de referencia de
las inscripciones de matrimonio, tutela, representación y defunción del nacido.
Tiene por objeto la inscripción del acto del matrimonio y de la fecha, hora y lugar en
que se contrae. Como anotaciones marginales la LRC considera las siguientes:
Tiene por objeto inscribir la muerte de la persona, con indicación de la fecha, hora y
lugar en que acontece.
La representación legal por antonomasia es la ostentada por los padres respecto de los
hijos menores que se encuentran sometidos a la patria potestad. Sin embargo, ésta y sus
modificaciones no quedan sujetas a inscripción. Por tanto “las tutelas y representaciones
legales” quedan circunscritas a la anotación de los cargos tutelares y demás
representaciones legales de personas naturales y sus modificaciones.
La organización territorial
El RC depende del Ministerio de Justicia y dentro de dicho Ministerio todos los asuntos
a él referentes están encomendados a la Dirección General de los Registros y el
Notariado.
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• Registros principales, que serán aquellos Registros Municipales encomendados
directamente al Juez de primera instancia allí donde lo haya.
• Registros subordinados o delegados, los existentes en aquellos municipios en
que únicamente exista Juez de paz, quien actuará con numerosas restricciones:
o carecen prácticamente de competencia en materia de expedientes.
o No existe la Sección 4ª.
o Las certificaciones deben llevar siempre la firma conjunta del Juez de
paz y del Secretario.
Para cada demarcación consular habrá un RC. La finalidad de tales Registros es que los
residentes fuera del territorio nacional puedan inscribir los datos y circunstancias. En
años de emigración laboral, ha sido enormemente frecuente la inscripción de españoles
nacidos en el extranjero. Cualesquiera hechos que afecten a las cualidades personales de
los españoles residentes en el extranjero deben ser anotados o inscritos, a efectos de que
éstos posteriormente, a través del Ministerio de Asuntos Exteriores, den cuenta al
Ministerio de Justicia de tales hechos o circunstancias.
Por esta razón, una de las características principales de las inscripciones realizadas es
que se extenderán por duplicado, con el objeto de que uno de los ejemplares se remita al
Registro Central, mientras que el otro queda depositado en el propio protocolo del
Registro Consular. Un RD ha suprimido la necesidad de remitir los duplicados a través
del Mº de Asuntos Exteriores, permitiendo la comunicación directa entre los Registros
Consulares y el Registro Central, admitiendo al mismo tiempo que los duplicados
puedan ser extendidos por medio de fotografía o procedimiento análogo.
El Registro Central
Igualmente se llevarán en el Registro civil Central los libros formados con los
duplicados de las inscripciones consulares y de las inscripciones de nacimiento
practicadas en los Registros Municipales del domicilio.
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asiento constituye el género de los distintos apuntes que acceden al RC, debiéndose
distinguir después entre las diversas especies de los mismos.
Inscripciones
Una inscripción, aunque se realice marginalmente, tendrá siempre los mismos efectos
que las denominadas principales: la fuerza probatoria privilegiada.
Anotaciones
Las anotaciones registrales representan una serie de asientos caracterizadas por la nota
de la provisionalidad y de mucha menor importancia que las inscripciones tanto en la
teoría cuanto en la práctica. Las anotaciones tienen valor simplemente informativo y en
ningún caso constituirán la prueba que proporciona la inscripción.
Notas marginales
Dada su función, se las denomina también notas de referencia. Así, por ejemplo “al
margen de la inscripción de nacimiento, se pondrá nota de referencia a las de
matrimonio, tutela, representación y defunción del nacido. En estas inscripciones se
hará constar, a su vez, referencia a la de nacimiento”. Incluso el lugar de enterramiento
puede hacerse constar por nota marginal cuando la inscripción de defunción se haya
realizado previamente sin indicarlo.
Indicaciones
Cancelaciones
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registración. Por ende, las cancelaciones son asientos de carácter negativo que conllevan
la anulación de un asiento anterior por ineficacia del acto, inexactitud del contenido u
otra causa.
Realmente los únicos asientos que gozan de un régimen jurídico destacable son las
inscripciones, en cuanto tienen valor probatorio especialmente cualificado.
La mayor parte de las inscripciones del RC, aunque sean obligatorias tienen carácter
declarativo, siendo excepcionales las inscripciones constitutivas. En éstas, la inscripción
en el RC se considera legalmente como un requisito más del acto jurídico que conlleva
una modificación de las circunstancias personales, de forma tal que sin inscripción
dicho acto no produce efectos.
Según establece el art. 2 LRC: “el Registro Civil constituye la prueba de los hechos
inscritos. Sólo en los casos de falta de inscripción o en los que no fuere posible
certificar del asiento, se admitirán otros medios de prueba…”.
De ahí que en los casos en que decae el monopolio probatorio del RC por falta de
inscripción o por impugnación de las inscripciones existentes, la LRC procure la
inmediata restauración de la exactitud de los hechos inscritos:
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• No podrán impugnarse en juicio los hechos inscritos en el Registro sin que a la
vez se inste la rectificación del asiento correspondiente.
La publicidad formal
La expresión publicidad formal es un corolario del carácter público del RC y del hecho
de que su contenido puede ser conocido a través de formas especiales reguladas por la
ley.
• Literales: las que comprenden íntegramente los asientos a que se refieren, con
indicación de las firmas.
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• En extracto y ordinarias: las que contienen los datos de que especialmente hace
fe la inscripción correspondiente.
Hoy día las certificaciones suelen ser comúnmente literales, pues la autorización de
fotocopias de los libros registrales, hace que sea más fácil proporcionar el contenido
íntegro del folio correspondiente que entresacar del mismo algunos datos.
Naturalmente, dichas fotocopias se realizan en papel oficial y con una diligencia de
compulsa autenticada con la firma del Secretario del Juzgado.
El significado del carácter público del RC ha sido perfilado por la propia DGRN en
Resolución referida íntegramente a las certificaciones y no contiene referencia alguna a
las simples notas informativas o al examen directo de los libros registrales, que
literalmente dice:
“El RC, como regla general, tiene carácter público presumiéndose que quien solicita
una certificación tiene interés en conocer los asientos y, por consiguiente, derecho a
obtener la oportuna certificación. Sin embargo, dicha regla general se ve mitigada por
dos razones:
El objeto fundamental del Libro de familia consiste en anotar en el mismo los datos
relativos al matrimonio, nulidad y divorcio, hechos que afecten a la patria potestad y la
defunción de los hijos ocurrida antes de la emancipación. Los asientos del Libro de
familia tienen valor de certificaciones y de ahí su importancia como medio de prueba.
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1. 1 Introducción
2. 2 El fundamento y la admisibilidad de las personas jurídicas
1. 2.1 La persona jurídica como "persona ficta"
2. 2.2 La concepción antropomórfica
3. 2.3 El otorgamiento de la personalidad
3. 3 Las personas jurídicas en el CC
1. 3.1 La estructura básica de asociaciones y fundaciones (clasificación de las
personas jurídicas)
2. 3.2 Las corporaciones: las personas jurídicas públicas
3. 3.3 El interés público de asociaciones y fundaciones
4. 3.4 Asociaciones y sociedades: el interés particular
4. 4 Régimen básico de las personas jurídicas
1. 4.1 Personalidad y capacidad de obrar
2. 4.2 Domicilio de las personas jurídicas
3. 4.3 Nacionalidad de las personas jurídicas
4. 4.4 ¿Vecindad civil de las personas jurídicas?
Introducción
La organización social de nuestros días presupone que existe una enorme y variopinta
serie de entes u organizaciones a los que reconoce autonomía y capacidad de
autoorganización, al tiempo que se les atribuye facultad de relacionarse con los demás
miembros de la colectividad.
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En la época medieval, el ensombrecimiento de la distinción entre el Dº público y el Dº
privado y la aparición de numerosos "entes intermedios" entre la persona y la estructura
política, constituye un caldo de cultivo adecuado para el desarrollo de la personalidad
propia e independiente de aquellos entes.
A partir de ese momento, en cuanto "personae fictae", las agrupaciones o entidades que
se consideran dotadas de una cierto interés público, actúan en el tráfico como personas
independientes de los miembros que las forman, siempre y cuando cuenten con el
debido reconocimiento o autorización del poder secular o eclesiástico correspondiente.
De otra parte, aparecen ya en el s. XVI (en estado embrionario) las sociedades anónimas
que conocen un triunfo sin precedentes.
La concepción antropomórfica
Finales s. XIX: OTTO VON GIERKE publica una obra sobre la materia en la que
propone el abandono de la teoría de la ficción, demostrando que las personas jurídicas
son una serie de organismos o entidades que realmente tienen una innegable presencia
social, una vida propia e independiente de los seres humanos que las conforman. El
Derecho pues, se limita a reconocer su existencia y a establecer el régimen jurídico que
les es aplicable, fijando su ámbito de actuación, pues deben ser consideradas también
sujetos de derechos.
Esta propuesta supone una respuesta más perfilada a la naturaleza de las personas
jurídicas. Desde su formulación se ha enterrado doctrinalmente la teoría de la "persona
ficta" aunque a veces nuestro T. S. recurra a ésta en algunos fallos.
El otorgamiento de la personalidad
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La doctrina más moderna (ya en el s. XX) se ha preocupado de manifestar que el
problema de la persona jurídica debe analizarse considerando las condiciones de
admisibilidad de los distintos tipos de persona jurídica reconocidos por el propio
sistema jurídico. El sustrato antropomórfico es un punto de partida imprescindible pero
es igualmente necesario un acto de reconocimiento legislativo.
Incluso una vez creada la persona jurídica y reconocido su ámbito propio de autonomía,
no puede dejar de pensarse en la posibilidad de controlar la actuación concreta de las
personas jurídicas.
La doctrina del "levantamiento del velo" supone un punto de llegada que, desde la
práctica doctrinal americana ha pasado a Europa. Nuestro T.S. ha considerado
imponible la separación de personas y patrimonios cuando ella se alega de mala fe. La
doctrina jurisprudencial del "levantamiento del velo" concluye que " si la estructura
formal de la persona jurídica se utiliza con una finalidad fraudulenta y de forma
desajustada respecto a la que constituye la justificación de dicha figura, los Tribunales
podrán descartarla con la correlativa separación entre sus respectivos patrimonios".
1. Corporaciones
2. Asociaciones
3. Fundaciones
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La agrupación de personas con un fin común puede encontrar origen o fundamento en
actos de muy diversa naturaleza:
El Código utiliza el término corporaciones para referirse a todas las personas jurídico‐
públicas que deben su nacimiento al propio impulso de la Administración pública y de
los diferentes organismos políticos.
Lo dicho no significa que las asociaciones y las fundaciones dejen de ser personas
jurídico‐privadas en sentido genuino, sino sólo que los fines perseguidos por ellas han
de ser de interés general. En principio, las asociaciones y las fundaciones han de ser
consideradas privadas, en el sentido de que, una vez permitidas legalmente, la iniciativa
de su creación o constitución corresponde, por principio, a los particulares.
Una vez enunciado el requisito del interés público de las asociaciones, el art. 35 del CC,
reconoce como personas jurídicas a las asociaciones de interés particular, complicando
de forma absoluta el panorama.
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Art. 38 del CC: “las personas jurídicas pueden adquirir y poseer bienes de todas clases,
así como contraer obligaciones y ejercitar acciones civiles o criminales”.
“Cuando ni la ley que las haya creado o reconocido, ni los estatutos o las reglas de
fundación fijaren el domicilio de las personas jurídicas, se entenderá que lo tienen en el
lugar en que se halle establecida su representación legal, o donde ejerzan las principales
funciones de su instituto”.
El art. 51 de la LEC establece que “salvo que la ley disponga otra cosa, las personas
jurídicas serán demandadas en el lugar donde la situación o relación jurídica a que se
refiera el litigio haya nacido o deba surtir efectos, siempre que en dicho lugar tengan
establecimiento abierto al público o representante autorizado para actuar en nombre de
la entidad”.
El art. 9.11 del CC dispone que “la ley personal correspondiente a las personas jurídicas
es la determinada por su nacionalidad y regirá en todo lo relativo a capacidad,
constitución, representación, funcionamiento, transformación disolución y extinción”.
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1. 1 Asociaciones y derecho de asociación
2. 2 Legislación aplicable y clases de asociaciones
1. 2.1 La antinomia entre la Ley 191/1964 y la Constitución
2. 2.2 La pluralidad normativa en el momento constituyente
3. 2.3 La situación normativa actual: los tipos particulares de asociaciones
4. 2.4 La LO 1/2002, reguladora del derecho de asociación
3. 3 Constitución de la asociación
1. 3.1 La pluralidad de personas
2. 3.2 El acta fundacional
3. 3.3 Los Estatutos
4. 3.4 La inscripción registral y la adquisición de la personalidad jurídica
4. 4 La condición de socio
1. 4.1 Voluntariedad e intransmisibilidad de la cualidad de socio
2. 4.2 Adquisición de la cualidad de socio
3. 4.3 Pérdida de la condición de socio
4. 4.4 Derechos y deberes de los socios
5. 5 Esquema organizativo y órganos directivos
6. 6 El patrimonio social y la gestión económica
1. 6.1 Patrimonio social y capacidad patrimonial
2. 6.2 Disolución de la asociación y destino del patrimonio
7. 7 La suspensión de las actividades de la asociación
8. 8 La disolución o extinción de la asociación
La asociación puede definirse como un conjunto de personas voluntariamente organizado con vistas a la cons
El explícito reconocimiento constitucional del Dº de asociación (art. 22 CE) es hoy día uno de los contenidos
propios de los regímenes no democráticos. La diferencia fundamental entre unas y otros vendrá dada por el p
evitación de toda agrupación de carácter político.
Ley de Asociaciones de 1964, vigente hasta el comienzo del siglo XXI, evidencia la precaución de cercenam
Los años de la transición conocen una inusitada actividad legislativa en relación con las asociaciones. Se abo
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comienzan los trabajos preparatorios de la legislación de los sindicatos.
Publicada la Constitución, la falta del desarrollo del art. 22 y el formal mantenimiento de la Ley 191/1964, ha
definitiva por considerar que el derecho general de asociación no es óbice para puntuales especificaciones de
Andando el tiempo, la situación ha devenido absolutamente confusa desde el punto de vista normativo, pues
un decenio desde la aprobación de la Constitución.
Parece razonable destacar la aprobación, por fin, de la LO 1/2002, de 22 de marzo reguladora del derecho de
compatible con las modalidades especificas reguladas en leyes especiales, y en las normas que las desarrollan
Vamos a optar por una exposición de carácter muy general, señalando los extremos fundamentales del régim
asociaciones en general y, por tanto, al régimen mínimo y común del que habla la Exposición de Motivos. No
• Real Decreto 1497/2003, de 28 de noviembre por el que se aprueba el Reglamento del Registro Nacio
autonómicos.
Constitución de la asociación
La pluralidad de personas
El presupuesto fundamental del nacimiento de la asociación viene representado por la unión o agrupación de
conseguir alguna finalidad que, por separado, sería imposible o inoportuna.
La constitución no precisa nada al respecto del número mínimo de asociados. Por tanto, bajo su vigencia, seg
personas. No obstante, la Ley orgánica 1/2002 establece que se necesitan como mínimo tres personas, físicas
Resulta, pues, indiscutible que en la actualidad incluso las entidades públicas con carácter general son titulare
Quienes deseen constituir una asociación (o incorporarse a una ya existente) deben tener capacidad de obrar.
Conforme a ello, los menores de edad no podrían formar parte de asociación alguna, por carecer de tal capaci
asociaciones deportivas, culturales, etc., constituidas a propósito para la juventud y los estudiantes.
El acta fundacional
Quienes deseen constituir una asociación, como primer paso, habrán de llevar a cabo un acto dirigido a mani
estatutos que constituyen las reglas internas de funcionamiento. La Ley de Asociaciones habla de acta constit
fundadores que deja constancia de la voluntad común y concorde de los asistentes de constituir una asociació
Puede tratarse de un documento público (acta notarial) cuanto privado (la mayoría) que contenga los siguient
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3. Acuerdo constitutivo con indicación del nombre, domicilio y fines de la misma
4. Aprobación de los estatutos.
5. Apoderamiento a favor de una/varias persona/s para llevar a cabo las gestiones de puesta en marcha d
Los Estatutos
Los estatutos, en cuanto reglas de autorregulación de la asociación, han de comprender los extremos requerid
directivos, etc.). Tienen una gran importancia práctica, ya que sus normas suplen en la mayor parte de las oca
Tanto la ley derogada como la legislación actual establecen un contenido estatutario mínimo:
Actualmente, el párrafo 3 del artículo 22 de la constitución establece que “las asociaciones deberán inscribirs
El art. 5 de la L.O. 1/2002 establece que con el otorgamiento del acta fundacional adquirirá la asociación su p
promotores de asociaciones no inscritas responderán, personalmente de las obligaciones contraídas con terce
presentes y futuros y los asociados no responden personalmente de las deudas de la asociación.
La condición de socio
Nadie puede ser obligado a pertenecer a una asociación (en contra de lo que ocurre respecto de las corporacio
La condición de socio tiene carácter personalísimo y es esencialmente intransmisible, ya sea intervivos o mor
aunque ésta reúna los requisitos exigidos o las condiciones establecidas estatutariamente para pertenecer a la
Sin embargo, los estatutos pueden prever mecanismos de sustitución de socios u otorgar vías preferentes de i
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en los estatutos), no por mera iniciativa o decisión.
La cualidad de socio puede adquirirse desde el propio momento constitutivo, por haber participado en la gene
posterior, por adhesión o incorporación a la asociación ya existente (socios ordinarios).
Estos últimos deben solicitar la incorporación a la asociación cumpliendo los requisitos estatutariamente fijad
que los solicitantes cuenten además con una “carta de presentación” de uno o varios socios, que acrediten la c
Es frecuente que las asociaciones cuenten con patrocinadores, socios honorarios y honoríficos: se trata de per
asociación o le suministran apoyo y patrocinio.
La condición de socio se pierde cuando el interesado manifiesta su voluntad en tal sentido, pues “los asociado
Dicha libertad no puede verse limitada en modo alguno en los estatutos, cuyas previsiones no pueden pasar d
Igualmente se extingue la condición de socio por la muerte o declaración de fallecimiento de este así como p
asociación (ser vecino, por ejemplo). Los estatutos pueden establecer unas razones para causar baja en la aso
Merecen especial atención los que pueden denominarse derechos “políticos” (asistencia a asambleas, voto, et
todos los socios, sin que resulte admisible establecer diferencias entre ellos (entre socios fundadores y ordina
Los deberes consisten en contribuir económicamente, mediante la cuota, al sostenimiento de las actividades a
participación activa en las actividades programadas por la Junta Directiva o el órgano de gobierno que cumpl
1. Asamblea General: órgano supremo; ha de convocarse una vez al año para la aprobación de cuentas y
los Estatutos dispongan otra cosa, el quórum de constitución en 1ª convocatoria es la mayoría de soci
sesión.
2. Junta Directiva: órgano de dirección y gestión de la asociación.
3. Presidente: representa a la asociación frente a terceros y preside tanto la Junta Directiva como la Asam
La vigente Ley sólo habla de un “órgano de representación que gestione y represente los intereses de la asoci
Junta Directiva que Consejo de dirección, Comisión permanente o cualquier giro similar.
El patrimonio social y la gestión económica
La LO 1/2002 habla directamente de “patrimonio inicial”. Esta última expresión sugiere claramente que para
conjunto de bienes y derechos que los socios aportan a la asociación en el momento de su constitución.
Dicho patrimonio inicial puede verse posteriormente incrementado mediante las aportaciones o cuotas que ac
recibir de terceros.
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Hoy día las asociaciones tienen derecho a adquirir y poseer toda clase de bienes y derechos sin necesidad de
Pese a ello, conviene no olvidar que (en contra de cuanto ocurre en las fundaciones) para las asociaciones la d
escasa entidad e incluso prácticamente inexistente en ciertas ocasiones.
La nueva LO 1/2002, considera que el destino del patrimonio “no podrá desvirtuar el carácter no lucrativo de
deberá darse al patrimonio el destino previsto en los Estatutos”.
Así pues, aun siendo cierto que la idea de lucro es extraña al régimen jurídico de las asociaciones y que, por c
enriquecimiento de los asociados, la interpretación generalmente aceptada parece que seguirá siendo prever q
los asociados.
Desde la Constitución, la suspensión de las actividades de la asociación sólo podrá llevarse a efecto mediante
artículo comentado ha dejado de tener vigencia por inconstitucionalidad sobrevenida. Por ello, la LO 1/2002
Únicamente podrán ser disueltas las asociaciones ilícitas que tipifica el art. 173 del Código Penal, que son las
1. Las que tuvieren por objeto cometer algún delito o después de constituidas, promuevan su comisión.
2. Las que aún teniendo por objeto un fin lícito, emplearen medios violentos para su consecución (banda
3. Las organizaciones clandestinas o de carácter paramilitar.
4. Las que promueven la discriminación racial o inciten a ella”.
Además de la disolución por ilicitud, la asociación se extingue por la voluntad de los socios, es decir, por el a
1. 1 Nociones introductorias
2. 2 Tipos de fundaciones y legislación aplicable
1. 2.1 Las fundaciones benéficas
2. 2.2 Las fundaciones laborales
3. 2.3 Las fundaciones culturales privadas
4. 2.4 Referencia a las fundaciones religiosas
5. 2.5 La inexistencia de tipos fundacionales bajo la legislación contemporánea
3. 3 Constitución de la fundación
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1. 3.1 La voluntad del fundador
2. 3.2 La dotación patrimonial
3. 3.3 Los fines de interés general: los beneficiarios
4. 3.4 La forma y la inscripción en el Registro
4. 4 El gobierno de la fundación: el patronato
5. 5 La actividad de la fundación
1. 5.1 El patrimonio fundacional y la aplicación de las rentas
2. 5.2 Las actividades empresariales
6. 6 El protectorado
7. 7 Extinción de las fundaciones
Nociones introductorias
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El RD de 1899 las identificaba en cuanto fundaciones “permanentes dedicadas a la
satisfacción gratuita de necesidades intelectuales o físicas…”., y han generado un buen
número de instituciones sanitarias o asistenciales que cumplieron su cometido durante
bastantes décadas (hospitales, manicomios, asilos, casas cuna, etc.). Actualmente, la
presencia social de éstas es bastante escasa ante la generalización del sistema público de
Seguridad Social.
• Fundaciones de financiación.
• Fundaciones de servicio.
• Fundaciones de promoción.
Dicha subdivisión era innecesaria y criticable, por ser puramente descriptiva, en cuanto
el régimen jurídico con el resto de fundaciones era idéntico.
Desde otro punto de vista, la Ley 50/2002 mantiene el régimen propio de las
fundaciones religiosas de la Iglesia Católica, extendiéndolo a las diversas “Iglesias,
Confesiones y Comunidades Religiosas”, de conformidad con el principio de
aconfesionalidad estatal.
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Constitución de la fundación
Por lo general la constitución o creación de una fundación puede llevarse a cabo tanto
por personas físicas como por personas jurídicas ya sea mediante acto Inter vivos o
mortis causa (en testamento). La voluntad de fundador (o fundadores) asume un
extraordinario protagonismo, ya que la fundación no en absoluto una “estructura
abierta” dependiente de la voluntad de los administradores a la sazón, sino sólo y
exclusivamente dependiente de los designios del fundador. Los Estatutos de la
fundación han de ser interpretados y, en su caso, integrados conforme a la voluntad del
fundador.
Ahora bien, la voluntad del fundador no debe entenderse protegible de forma ilimitada.
Hay un mínimum exigible al pretendido fundador que debe observarse:
La dotación patrimonial
La Ley 50/2002, establece que “la dotación… ha de ser adecuada y suficiente para el
cumplimiento de los fines fundacionales”, presumiéndose “suficiente la dotación cuyo
valor económico alcance los 30.000 euros”.
Consecuencias:
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1. Los fines fundacionales constituyen una de las menciones imprescindibles de los
estatutos de cualquier fundación que, en general, deben someterse al control de
los poderes públicos.
2. Los futuros beneficiarios de las prestaciones de la fundación han de ser,
necesariamente indeterminados.
3. Los fines han de ser lícitos por principio y, en particular, legales.
Los patronos suelen identificarse personalmente al redactar los Estatutos, con vistas a
constituir el primer Patronato; para el futuro, sus componentes se señalan de forma
indirecta (p.e. los tres hijos, nietos o posteriores descendientes del fundador de mayor
edad) o por indicaciones de cargos.
La actividad de la fundación
La Ley 50/2002 tiene como premisa que “el patrimonio de la fundación podrá estar
constituido por toda clase de bienes y derechos susceptibles de valoración económica”.
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Cuestión diferente es que los patronos puedan actuar a su antojo en la admón. y
disposición de los bienes de la dotación patrimonial, pues cualesquiera actos de cierta
entidad deben contar con la preceptiva autorización del Protectorado correspondiente,
para garantizar el mantenimiento del valor económico de dicha dotación.
La Ley 50/2002 establece que deberá ser destinado a la realización de los fines
fundacionales “al menos el 70% de las rentas u otros ingresos netos que obtenga la
Fundación, previa deducción de impuestos, obtenga la fundación debiéndose destinar el
resto, deducidos los gastos de administración, a incrementar la dotación patrimonial”.
Sin embargo, en los últimos tiempos se defiende abiertamente esta posibilidad a fin de
incrementar la rentabilidad de la dotación y procurar el mejor cumplimiento del fin
fundacional. Por lo que, con carácter general, la admisibilidad del desempeño de
actividades empresariales por parte de las fundaciones resulta hoy indiscutible.
El protectorado
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4. Cuando así resulte de la fusión a que se refiere el artículo anterior.
5. Cuando se presente cualquier otra causa prevista en el acto constitutivo o en los
Estatutos.
6. Cuando concurra cualquier otra causa establecida en las leyes.
Tales causas son más teóricas que otra cosa: la “puntilla” de las fundaciones suele venir
representada por la insuficiencia patrimonial la fundación para atender al fin previsto y,
en tales casos, la fundación no se extingue propiamente, sino que se origina la
modificación o fusión de las fundaciones. Es decir, el patrimonio restante se adscribe
aun fin menos ambicioso que el inicialmente previsto; o se procede a acumular o
agregar varios patrimonios fundacionales para seguir cumpliendo la voluntad de los
fundadores, pero adecuada a las nuevas circunstancias temporales.
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1. 5.1 Bienes demaniales y bienes patrimoniales
2. 5.2 Criterios distintivos entre ambas categorías: las pretendidas notas
características exclusivas de los bienes demaniales
3. 5.3 Identidad básica del régimen jurídico de los bienes demaniales y
patrimoniales
6. 6 Los frutos
1. 6.1 Concepto
2. 6.2 Clasificación de los frutos
3. 6.3 Características básicas de los frutos
Ideas generales
Las relaciones jurídicas tienden por lo general a conseguir ahora una cosa determinada,
ahora la prestación de una conducta concreta por parte de cualquier persona. En tal
sentido, resulta lógico hablar del objeto de la relación jurídica, para poner de manifiesto
que cuando los sujetos de Derecho se relacionan unos con otros el fin por ellos
perseguido (una cosa, una conducta concreta) puede identificarse con el elemento
objetivo de la relación entablada.
Dicho elemento objetivo consiste en alguno de los bienes objeto de tráfico económico
que nos resultan necesarios para la cotidiana subsistencia, de ahí que se insista en que el
objeto de la relación jurídica viene representado por las cosas, no sin ciertas precisiones:
ejemplo: supongamos que presto a un amigo un billete de 600 euros y, algún día
después, una acuarela pintada por mí cuando era niño (valor de mercado irrisorio). La
relación jurídica entablada en ambos casos es la misma (un contrato de préstamo) y la
obligación de mi amigo consiste en devolverme lo prestado. Sin embargo, la diferencia
radica en la identidad u originalidad del objeto prestado, pues el billete es fácilmente
sustituible (igual cantidad en monedas); mientras, que la acuarela es insustituible. Para
el CC los objetos prestados se diferencian en que el primer caso es un contrato mutuo y
el segundo un contrato de comodato.
Cosas y bienes
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Las cosas, en principio, son objetos materiales; los bienes, por el contrario, serían
cualesquiera componentes del patrimonio de una persona evaluables económicamente,
tanto si son cosas propiamente dichas, como si son derechos sobre las cosas (derechos
reales) o derechos que tienen por objeto la conducta ajena (derechos de crédito). En
rigor, el término “bien” sería el género, frente al papel de especie desempeñado por las
cosas.
El CC dice en su art. 333 que “todas las cosas que son o pueden ser objeto de
apropiación se consideran como bienes muebles o inmuebles”. El jurista debe ante todo
determinar la naturaleza mobiliaria o inmobiliaria de cualquier bien para determinar
inicialmente las normas jurídicas aplicables al caso.
La línea divisoria entre bienes inmuebles y bienes muebles la fija el CC realizando una
extensa enumeración de bienes inmuebles en el artículo 334, para señalar que los bienes
no comprendidos en ella han de considerarse bienes muebles (art. 335), así como “en
general todos los que se pueden transportar de un punto a otro sin menoscabo de la cosa
inmueble a que estuvieren unidos”. De este modo se pueden distinguir entre bienes
inmuebles por naturaleza, por destino y por analogía:
El bien inmueble por antonomasia es la tierra, en cuanto elemento físico que sirve de
soporte a la existencia de los seres humanos y, por consiguiente todo lo que se
encuentra unido de forma estable a ella, sea de forma natural o de forma artificial (por
incorporación), es considerado por el Código Civil como bien inmueble:
De otra parte, refiriéndose ya no sólo a la tierra, sino a cualquier otro bien inmueble,
considera como tal “todo lo que esté unido a un inmueble de manera fija…”
Esta última referencia hace que algunos autores prefieran subdistinguir entre inmuebles
por naturaleza e inmuebles por incorporación, pues evidentemente cualquier bien
mueble unido establemente a un inmueble (lavabo, grifo, chimenea empotrada, etc.) era,
antes de su incorporación, un bien mueble “por naturaleza”.
El art. 334 requiere que la unión se lleve a cabo “de una manera fija”. La fijeza o
perdurabilidad de la unión la explica el CC en el propio precepto “… de suerte que no
pueda separarse de él sin quebrantamiento de la materia o deterioro del objeto”.
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contemporánea haya pretendido incorporar a nuestro sistema jurídico el concepto de
“parte integrante” (y también el de “pertenencia”).
Los autores que idolatran el BGB han tratado de importar el concepto de “pertenencias”
para explicar nuestro propio sistema. Se considera generalmente “pertenencias” las
cosas muebles, pese a conservar su propia corporeidad y siendo, por tanto,
perfectamente distinguibles, se destinan al servicio duradero o permanente de otra cosa
principal; estableciéndose como requisitos básicos de la categoría normativa alemana
los siguientes:
1. Que exista una subordinación o un destino de una cosa (la accesoria) a otra (la
principal), para que ésta pueda cumplir su propia función económica.
2. Que la destinación de la cosa accesoria a la principal tenga carácter permanente,
o al menos, duradero.
Semejante esquema teórico es, desde luego, aplicable a lo que, son los inmuebles por
destino, pero no porque éstos sean pertenencias, sino sencillamente porque son
conceptos clasificatorios o sistemáticos paralelos, desarrollados en sistemas jurídicos
distintos. Por tanto es innecesaria la importación y el desarrollo de la categoría de las
pertenencias.
Según el art. 334.10 del CC son bienes inmuebles las concesiones administrativas de
obras públicas y las servidumbres y demás derechos reales sobre bienes inmuebles.
Atendiendo a su carácter incorporal, los autores actuales dudan de que los derechos
puedan ser calificados como bienes, mucho más distinguir entre bienes inmuebles y
bienes muebles, atendiendo a la naturaleza del bien sobre el que recae el derecho.
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Bienes muebles
En un buen número de relaciones jurídicas es interesante saber si una cosa puede ser
sustituida por otra sin detrimento de las expectativas de la persona que ,por el título que
sea, ha de recibirlas.
Se denominan cosas fungibles a aquellas que pueden sustituirse por otras en caso de ser
necesario, dado que son entre sí homogéneas o equivalentes y contempladas en atención
a sus características o cualidades genéricas (un libro, el dinero, un coche, cinco litros de
aceite).
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Los bienes infungibles son los que no tienen por qué darse en el resto de los bienes de la
categoría atendiendo a características propias de los mismos (un libro dedicado por su
autor para alguien en concreto).
El dinero, como tal, es una cosa material, representada por papel moneda o por monedas
fraccionadas, de naturaleza absolutamente fungible, y por lo tanto sustituible en las
relaciones jurídicas. En casos excepcionales puede considerarse infungible, cuando por
cualquier circunstancia, la numeración y otros signos alcancen valor de coleccionista (o
como prueba en un juicio).
Cosas simples son aquellas que, una vez formadas (natural o artificialmente) traen
consigo una unidad inescindible, dada la imposibilidad de fragmentar los diversos
elementos de la cosa sin provocar de forma simultánea la destrucción de la propia cosa
simple (una hoja de papel, un pan).
Las cosas compuestas se caracterizan por estar formadas por la adición de una serie de
cosas simples cuya unión persigue conseguir una determinada función, pero que son
susceptibles de separación (automóvil).
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En determinadas ocasiones, es útil considerar agrupadas un conjunto plural de cosas
para facilitar su consideración como objeto de derecho. Por ejemplo, cuando se vende
una biblioteca o una colección filatélica.
1. Los destinados al uso público, como los caminos, canales, ríos, torrentes,
puertos y puentes construidos por el Estado, las riberas, playas, radas y otros
análogos.
2. Los que pertenecen privadamente al Estado, sin ser de uso común, y están
destinados a algún servicio público o al fomento de la riqueza nacional, como
las murallas, fortalezas y demás obras de defensa del territorio, y las minas,
mientras que no se otorgue su concesión.
Son bienes de uso público los caminos provinciales y los vecinales, las plazas, calles,
fuentes y aguas públicas, los paseos y las obras públicas de servicio general, costeadas
por tales pueblos o provincias.
Las entidades púb. también pueden ser titulares de bienes que no estén sometidos al
régimen especial del dominio público: “son bienes de propiedad privada… los
patrimoniales del Estado, de la Provincia, del Municipio y de las CCAA”.
Los bienes y dºs que pertenecen a los entes públicos pueden serlo como:
Legal y doctrinalmente, la frontera entre ambos tipos de bienes se delimita en base a dos
criterios fundamentales:
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Es común resaltar la diferencia entre ambos tipos de bienes subrayando el régimen
jurídico de los bienes de dominio público y dejando en la sombra el régimen propio de
los bienes patrimoniales.
Pese a tal presentación del tema, lo cierto es que, salvo excepciones de no demasiada
importancia, los bienes patrimoniales tampoco pueden ser objeto de embargo.
Otras notas o características predicadas del dominio público están presentes en los
bienes patrimoniales, por ejemplo la recuperación de los bienes de oficio (potestad en
virtud de la cual puede recuperar la posesión de los bienes de que haya sido despojada,
antes del transcurso de un año y un día, por sí misma).
Los frutos
Concepto
En términos jurídicos, fruto es todo rendimiento o producto que genera cualquier cosa,
sin perder su propia individualidad y sustancia. Puede hablarse de bienes (o cosas)
fructíferos y no fructíferos, división que tiene un valor fundamentalmente descriptivo,
pues el problema radica en determinar a quien corresponden los frutos de una cosa; Los
frutos pertenecen al propietario de la cosa principal (o fructífera).
• Los frutos son bienes que llegan a tener independencia y propia autonomía
desde el momento en que son separados de la cosa matriz (las frutas o los
intereses de una cantidad depositada en el banco).
• Sólo se entienden por frutos los beneficios o productos de una cosa que se
generen conservando la cosa matriz su propia sustancia y funcionalidad
económica (el peral sigue siendo tal y la cantidad sigue íntegra).
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• Los frutos tienen evidentemente carácter accesorio respecto de la cosa fructífera,
que en adelante puede seguir produciendo otros frutos si el propietario de la
misma lo considera conveniente y no desea, por ejemplo, donarla o venderla (en
cuyo caso, aunque obtenga un buen precio, no es técnicamente fruto).
• Una cosa potencialmente fructífera producirá o no frutos según la voluntad y
condiciones concretas de su propietario o de quien tenga derecho sobre ella, así
que no se puede exigir a los frutos carácter periódico alguno.
21. El patrimonio
Contenidos
1. 1 La noción de patrimonio
1. 1.1 El patrimonio como pretendido conjunto de derechos
2. 1.2 La contemplación del patrimonio por nuestros textos normativos
2. 2 Los elementos patrimoniales
1. 2.1 Bienes y derechos
2. 2.2 Las deudas
3. 3 El patrimonio personal o general
1. 3.1 El patrimonio como emanación de la personalidad
2. 3.2 Las masas patrimoniales como conjuntos de bienes
4. 4 Los diversos tipos de patrimonio
1. 4.1 Patrimonios separados
2. 4.2 Patrimonios de carácter interino
3. 4.3 Patrimonios de destino
4. 4.4 Patrimonios colectivos
La noción de patrimonio
Sin embargo, para la mayor parte de los juristas la expresión patrimonio no debe
referirse a los bienes en sí mismos consideradas, sino sólo a los derechos que sobre ellos
recaen. En definitiva, el patrimonio habría de identificarse con los derechos (y, en su
caso, obligaciones) que siendo evaluables económicamente o pecuniariamente
apreciables pertenecen a una persona.
Los derechos patrimoniales requieren una significación económica concreta y sólo ellos
pueden integrar el patrimonio. La doctrina, en relación con la posición jurídica de la
persona excluye de la noción de patrimonio a los siguientes derechos de la persona: la
capacidad jurídica y capacidad de obrar, de los derechos de la personalidad, de la
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nacionalidad, de la vecindad civil, del domicilio, etc., en cuanto que son atributos de la
persona que carecen de entidad económica concreta.
Semejante conclusión, casa bastante mal con nuestro sistema normativo, pues el CC
considera a los derechos como bienes, como una especie particular de bienes. Lo cierto
es que la generalización del término patrimonio es fruto de una abstracción motivada
por el nacimiento en el Derecho contemporáneo de la responsabilidad patrimonial
universal, en cuya virtud las personas deben responder frente a los demás de sus deudas
con todos los bienes que tengan o que puedan tener en el futuro (art. 1.911 del CC).
1. Dinero si se encontrare
2. Efectos públicos y títulos valores que se coticen en Bolsa
3. Alhajas de oro, plata o pedrería
4. Créditos realizables en el acto
5. Frutos y rentas de toda especie
6. Bienes muebles o semovientes
7. Bienes inmuebles
8. Sueldos o pensiones
9. Créditos o derechos no realizables en el acto
10. Establecimientos mercantiles e industriales
Bienes y derechos
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En los derechos de crédito (un crédito concreto debido a un préstamo), la valoración
económica de ellos se encuentra incorporada al propio derecho, en unidades monetarias
concretas, que al ser unidades de valor general, permiten que la utilidad patrimonial se
deduzca del propio derecho.
Por el contrario, en el caso de los derechos reales, la cuestión debe ser contemplada de
otro modo; tomemos la propiedad como ejemplo. Si somos propietarios de una casa, el
valor en sí no lo proporciona nuestro derecho de propiedad sobre la misma, sino el
precio (real o presumible) de mercado de ella, con lo cual, la referencia patrimonial del
tema ha de reconducirse necesariamente al propio valor del bien más que al del derecho.
De ahí que, la LEC no hable de embargar el derecho de propiedad, sino lo bienes
muebles o inmuebles objeto de dicho derecho; mientras que, en cambio, pueden ser
objeto de embargo los créditos.
Las deudas
En términos teóricos, lo más razonable es defender que las deudas, aunque sea como
mero elemento pasivo, forman parte del patrimonio y que, por consiguiente, la
determinación de éste requiere distinguir entre patrimonio bruto y patrimonio neto, o lo
que es lo mismo, entre activo y pasivo del conjunto patrimonial.
La cuestión planteada sólo tiene consecuencias prácticas: ¿qué debe ocurrir en el caso
de que se transmita un conjunto patrimonial a otra persona?, ¿se transmiten también las
deudas). La regla general debe ser la respuesta afirmativa.
Sin embargo, la posición que se adopte desde la perspectiva teórica será necesario
contrastarla con las opciones normativas que haya tomado el legislador. Así, en nuestro
derecho:
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deduce directamente de la personalidad, en cuanto es una emanación de la personalidad
y la expresión del poder jurídico de que una persona, en cuanto tal, es investida.
Aubry y Rau formulan una serie de proposiciones: únicamente las personas tienen
patrimonio; toda persona tiene un patrimonio y ninguna persona tiene más de un
patrimonio. Mas estas conclusiones son desechables cuando se contrastan con los datos
normativos.
Patrimonios separados
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• Cuando determinados bienes y dºs pertenecen o son atribuidos al concebido pero
no nacido.
• En los supuestos en que la declaración de ausencia legal respecto de una persona
provoca el bloqueo de su patrimonio hasta que se despeje la incógnita acerca de
su existencia o se realice la declaración de fallecimiento. El ausente puede tener
otro patrimonio en el lugar en que se encuentra, éste sería su verdadero
“patrimonio personal”, pasando su anterior patrimonio a ser uno separado e
interino.
Patrimonios de destino
Patrimonios colectivos
Son las masas patrimoniales pertenecientes a dos o más personas (naturales o jurídicas)
que, en cuanto componentes de un determinado grupo carente de personalidad jurídica,
tendrían acceso a tales bienes.
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ideal sobre el conjunto de la masa de la herencia (un noveno, un tercio, la mitad), pero
no podrán realizar acto de disposición alguno sobre ellos, debiéndose limitar a
administrarlos.
No todos los hechos de la naturaleza son trascendentes para el Derecho. Sin embargo,
son numerosos los hechos que, acaecidos sin dependencia alguna de la voluntad de las
personas, arrojan consecuencias jurídicas. Su mera producción genera derechos u
obligaciones hasta entonces inexistentes y, por tanto, puede afirmarse que, atendiendo a
sus consecuencias cabe hablar de hechos jurídicos. En tal sentido, los hechos jurídicos
consisten en eventos o acaecimientos que constituyen, modifican o extinguen una
relación jurídica cualquiera.
Naturalmente, sólo nos interesan los hechos productores de consecuencias jurídicas que,
precisamente por ello, pueden considerarse supuestos de hecho de la entrada en juego
de una norma jurídica cualquiera, aunque se trate de un mero hecho natural o físico
realizado sin intervención de persona alguna.
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El propio nacimiento o la misma muerte producirán consecuencias jurídicas, aunque en
su realización no haya sido determinante la voluntad del sujeto o de la persona en ellos
implicado.
En caso de que la voluntad humana sea la causa genética de una determinada forma de
proceder por parte de cualquiera, se deja de hablar de hecho, para pasarse a hablar de
acto. Y cuando dichos actos tengan consecuencias jurídicas, se recurre a la expresión
acto jurídico. Serían actos jurídicos las conductas o actuaciones humanas, realizadas de
forma consciente y voluntaria, a las que el Ordenamiento jurídico atribuye cualquier
tipo de efectos o consecuencias.
Así pues, los actos jurídicos constituyen también el supuesto de hecho de la aplicación
de las normas jurídicas correspondientes, al igual que ocurre respecto de los hechos
propiamente dichos.
Dos objeciones:
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Este poder de iniciativa atribuido a los particulares, en cuya virtud pueden establecer las
reglas aplicables para conseguir sus fines, existe y se identifica con el denominado
principio de autonomía privada. Se habla de ésta en cuanto la atribución a los
particulares de la posibilidad de dictar reglas de conducta vinculantes supone en
definitiva un poder de autorregulación o de autogobierno en las relaciones jurídicas
privadas.
El negocio jurídico
Sin embargo, todas las exposiciones generales de Derecho civil dedican amplias páginas
a esta temática. La razón de ello estriba en que la dogmática alemana se vio obligada a
construir una teoría general aplicable a todos los actos y contratos subsumibles en la
idea de la autonomía privada. Esta circunstancia hizo que finalmente el “negocio
jurídico”, hasta entonces un mero concepto organizador o sistemático, fuera consagrado
legislativamente en el BGB de 1.900.
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Calificar, por ejemplo, al testamento de negocio jurídico no añade ni quita nada al
propio régimen jurídico del mismo, pues en definitiva, más que de su denominación o
de su conceptuación teórica, dicho régimen dependerá en exclusiva de las normas
legales existentes sobre el particular.
Son negocios mortis causa aquellos que tienen por objeto regular las relaciones jurídicas
de una persona después de su fallecimiento (el testamento). Son unilaterales y
revocables mientras no se produzca el fallecimiento.
Por contraposición son negocios inter vivos los que regulan las relaciones jurídicas de
una persona (o normalmente, dos o varias), durante su vida (todos los contratos).
Los negocios típicos son aquellos que, al tiempo que gozan de un reconocimiento legal
expreso, se incluyen en un régimen normativo específico (adopción, contrato de
compraventa).
Los negocios atípicos son los que, siendo lícitos y admisibles con carácter general,
como derivación de la autonomía privada, carecen de una regulación institucional, por
no haber sido contemplados expresamente por el legislador (uniones de hecho, contrato
de garaje).
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Los abstractos producirían efectos por la mera voluntad de las partes y sin necesidad de
tener en cuenta el elemento causal. NO PARECEN ADMISIBLES EN NUESTRO
SISTEMA JURÍDICO, por mucho que el BGB sí los permita y regule.
arriendo para que el arrendatario me pague mensualmente, y él me paga para tener una
vivienda. El calificativo oneroso significa carga, por lo que expresa claramente que se
trata de conseguir algo mediante la transferencia a la otra parte de un valor equivalente.
Se califican como bilaterales aquellos contratos que generan obligaciones para ambas
partes, de forma recíproca y correspondiente (el comprador debe pagar el precio
mientras que el vendedor queda obligado a entregar el bien objeto de la venta).
Serían contratos unilaterales los que generan obligaciones para una sola de las partes
contratantes. Por ejemplo, cuando presto a un amigo € 100 es evidente que solo él queda
obligado por mor del contrato de préstamo.
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2. 3.2 La interpretación del contrato
3. 3.3 La interpretación del testamento
4. 4 La voluntad viciada
1. 4.1 El error como vicio de la voluntad o error propio
2. 4.2 La violencia
3. 4.3 La intimidación
4. 4.4 Régimen común de la violencia y la intimidación
5. 4.5 El dolo
1. 4.5.1 Nociones y requisitos
2. 4.5.2 El dolo omisivo
3. 4.5.3 El dolo del tercero
5. 5 Discrepancia entre la voluntad y la declaración: la voluntad oculta o no
declarada
1. 5.1 Declaraciones iocandi causa o docendi causa
2. 5.2 La reserva mental
3. 5.3 La simulación: los negocios simulados
4. 5.4 El error obstativo o error impropio
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Al igual que la conducta activa por parte del sujeto del negocio jurídico, las omisiones o
la conducta omisiva puede tener relevancia a efectos negociales. De ahí que se hable del
valor jurídico del silencio.
Según el valor propio de una declaración, sobre si ha de ser conocida o no por persona
diferente al declarante, las declaraciones pueden ser recepticias y no recepticias:
La voluntad viciada
art. 1266 CC: "para que el error invalide el consentimiento, deberá recaer sobre la
sustancia de la cosa que fuere objeto del contrato, o sobre aquellas condiciones de la
misma que principalmente hubiesen dado motivo a celebrarlo".
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La violencia
art. 1267.1 CC: "hay violencia cuando para arrancar el consentimiento se emplea una
fuerza irresistible".
No es que la voluntad del sujeto actuante se encuentre viciada, sino, en rigor, no hay
voluntad alguna, ya que la manifestación externa del querer individual se debe en
exclusiva a la violencia ejercida sobre quien acaba exteriorizando una voluntad que no
es su propia voluntad.
La intimidación
art. 1267.2 CC: "consiste en inspirar a uno de los contratantes el temor racional y
fundado de sufrir un mal inminente y grave en su persona y bienes, o en la persona o
bienes del cónyuge, descendientes o ascendientes".
art. 1268 CC: "los contratos celebrados bajo violencia o intimidación serán anulables".
Tanto si es causada por la otra parte contratante como si es causada por un tercero que
no interviene en el contrato.
El dolo
Nociones y requisitos
El dolo como vicio del consentimiento consiste en inducir a otro a celebrar un negocio
jurídico mediante engaño o malas artes.
art. 1269 CC: "hay dolo cuando, con palabras o maquinaciones insidiosas de parte de
uno de los contratantes, es inducido el otro a celebrar un contrato que, sin ellas, no
hubiere hecho".
art. 1270 CC: "para que el dolo produzca la nulidad de los contratos, deberá ser grave y
no haber sido empleado por las dos partes contratantes. El dolo incidental sólo obliga al
que lo empleó a indemnizar daños y perjuicios".
El dolo omisivo
Las "maquinaciones insidiosas" del art 1269 pueden lograrse tanto por acción como por
omisión. Además la ocultación atenta el principio de buena fe.
El dolo del tercero
Ha de propugnarse la anulación del negocio jurídico cuando una parte conoce la
actuación insidiosa de un tercero que ha provocado el error de la otra parte, aunque no
haya conspirado con él.
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Discrepancia entre la voluntad y la declaración: la voluntad oculta o no declarada
Existen declaraciones de voluntad que, pese a encontrarse correctamente formadas, se
transmiten o declaran de forma tal que el resultado final provoca una notoria
discrepancia entre la voluntad propiamente dicha y la declaración. Supuestos:
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oBasta el consentimiento de ambos conyuges para poder realizar la venta,
pues Chechenio está emancipado y casado con una mujer mayor de edad.
7. Cuestión sobre documento 20: Díganos si resulta suficiente o no para la válida
constitución de la asociación, el número y tipo de personas que figuran en el acta
de constitución.
o Según L 1/2002 resultan suficientes tres personas, físicas o jurídicas,
como socios iniciales.
o Sobre el tipo de personas, la vigente ley sólo habla de la necesidad de un
órgano de representación que gestione los intereses de la asociación, un
presidente, y el apoderamiento a favor de una o varias personas para
llevar a cabo las gestiones de puesta en marcha de la asociación,
requisitos que se cumplen en los estatutos.
8. Cuestión sobre documento 6: Indique qué clases existen de emancipación
1. por concesión paterna.
2. por concesión judicial.
3. por matrimonio.
4. por vida independiente (de hecho).
9. Cuestión sobre documento 21: Indique cuáles son las causas de extinción de una
Fundación
0. Cuando expire el plazo por el que fue constituida.
1. Cuando se hubiese realizado íntegramente el fin fundacional.
2. Cuando sea imposible la realización del fin fundacional, sin perjuicio de lo
dispuesto en los arts 29 y 30.
3. Cuando así resulte de la fusión a que se refiere el artículo anterior.
4. Cuando se presente cualquier otra causa prevista en el acto constitutivo o en los
Estatutos.
5. Cuando concurra cualquier otra causa establecida en las leyes.
10. Cuestión sobre documento 22: Si Don Juvencio fuera un menor de edad de 16
años, ¿tendría capacidad para prestar el consentimiento en el contrato de
compraventa?
o Don Juvencio podría, igualmente, administrar por sí mismo los bienes
que hubiera adquirido con su trabajo o industria.
o No puede tomar dinero a préstamo. Tampoco puede enajenar bienes sin
el consentimiento de sus padres.
o Pero dado que Don Juvencio es la parte compradora, puede suscribir el
contrato si cumple los requisitos anteriores.
11. Cuestión sobre documento 17: Los padres de los menores Pedro y Jorge Puyol
Cabaña, dado que aunque son andaluces residen en Palafrugell desde hace 20
años, desean cambiar el nombre de sus hijos por Pere y Jordi Puyol Cabanya.
¿Pueden hacerlo?¿Qué trámites habría de seguir y dónde?
o La L 40/1999, permite sustituir el nombre y los apellidos inscritos en el
RC en castellano por su equivalente en cualquiera de las demás lenguas
españolas.
o Debe realizar la solicitud ante el Registro Civil de la ciudad de
nacimiento o en la del domicilio actual.
12. Cuestión doc nº6: A Don Chechenio Harto de Hogares una vez emancipado le
toca en la lotería un millón de euros y se dedica a despilfarrarlo. ¿Qué solución
tienen los padres para evitar que desaparezca el patrimonio del hijo?
o La prodigalidad no constituye causa de incapacitación. Sólo podrán
promover el correspondiente juicio ..., y los ascendientes que por no
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Reservados todos los derechos. No se permite la explotación económica ni la transformación de esta obra. Queda permitida la impresión en su totalidad.
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poder atender su propia subsistencia, perciban alimentos del presunto
pródigo.
o Si tales obligaciones familiares no existen, cada uno es libre de gastar lo
que quiera.
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