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Comentario de texto Adriana Cavarero, Nuria Labari – Francisco Tortajada Villalba

Adriana Cavarero hace un recorrido que empieza en Kant y sigue por Hobbes,
mediante un hobbesiano más actual como es Canetti, para mostrar la visión de la
necesidad de la guerra y la imagen que genera del guerrero. Hace especial hincapié en la
diferencia entre guerra y vulnerabilidad, este último término lo analizaremos después
con más profundidad. Primero vamos a tratar el tema de guerra y como se idealiza la
figura del guerrero. Pedagogía de Kant recoge las pautas para educar a un niño y
guiarlo para conseguir la ansiada autonomía del yo, la tan ansiada por Kant mayoría de
edad. El filósofo de Königsberg critica la posición materna de atención a la queja y el
llanto del pequeño. Esta facultad de inclinación materna es nociva para conseguir esta
deseada autonomía, relaciona la dependencia con la con inclinación. Estas dos
cualidades son relacionadas proporcionalmente, si existe una mayor inclinación, existirá
una mayor dependencia por parte del infante, cosa que nos aleja de la deseada libertad y
autonomía. Aquí podemos empezar a vislumbrar una figura de guerrero, de una figura
que se tiene que imponer a las adversidades sin ayuda, luchando por sí mismo.
Hobbes con anterioridad nos habla de la guerra como algo natural en el ser
humano, el estado de naturaleza es un estado de guerra. Es un lugar en el que debemos
de luchar todas y todos contra todos y todas. Una sangrienta lucha que solo se soluciona
mediante el contrato social y la autoridad del estado. La violencia está tomando una
dimensión fundamental como característica positiva que nos permite sobrevivir, la
supervivencia que como dice Canetti es el momento de poder. No existe el
remordimiento o la culpa, como teoriza Fiódor Dostoyevski en Crimen y castigo. La
sensación de supervivencia que otorga poder, es una de las sensaciones más potentes,
porque precisamente nos libra de la vulnerabilidad. “Se cierne tal vez sobre nuestros
discursos un léxico político que enfatiza el primado de la violencia, la postula como
congénita y subordina cada conceptualización de lo humano, vulnerabilidad incluida, a
la naturalización del sujeto agresivo.”1 El guerrero es la personificación de triunfo, de
logro frente a la vida, la violencia no se encuentra en un plano negativo, es una posición
natural donde al vencedor se le otorga la categoría de héroe.

1
Cavarero, Adriana (2019). «Inclinaciones desequilibradas»; Papeles del CEIC, vol. 2019/2, papel 211,
pp.5. (http://dx.doi.org/10.1387/pceic.20878).
Ahora podemos empezar a ver con más claridad, como señala Cavarero, que la
vulnerabilidad no es tratada hasta Lévinas, esto muestra la importancia de la guerra. La
guerra y la mortalidad han englobado el término vulnerabilidad, se hablaba de guerra y
no de vulnerabilidad. Haciendo una vuelta a Kant y la figura de la madre tenemos la
inclinación como forma de vulnerabilidad, una vulnerabilidad que para Kant no hace
sino acrecentar la del infante. No es casualidad la inclinación como término, debido a la
importancia en la geometría de los sujetos. La reverencias o muestras de sumisión
siempre han sido inclinándose frente a la figura erguida de un líder o un guerrero, un
guerrero que mientras el enemigo cae, él sigue en pie, recto verticalmente. La figura de
la madre inclinándose es una muestra de mala actuación, de vulnerabilidad, por eso se
ha concebido históricamente como algo perjudicial. Empezamos a ver la relación entre
la guerra y vulnerabilidad a lo largo de la historia, la importancia de pelear para no ser
vulnerables. La figura del guerrero como algo idealizada, algo que sigue existiendo
actualmente y no solo en el contexto militar, sino en el económico también. La sociedad
neoliberal que desarrolla la feroz competencia, nos educa en valores de competitividad
y lucha. Lévinas nos introduce la vulnerabilidad como concepto fundamental para
actuar de una manera ética. Importante resaltar la acepción de vulnerabilidad como
sinónimo de desnudez, muestra completa de nuestro cuerpo a la otra persona. Lévinas
no entiende la vulnerabilidad como herida, sino como esta muestra de posicionarnos
frente a lo otra persona en unas condiciones de total despojo de armas ideológicas. Esto
supone un cambio frente a la visión hegemónica de la violencia y lucha, la otra y el otro
suponen una parte fundamental, debemos aislarnos de esa autonomía y permanecer en la
unidad del conjunto. La noción de inclinación en Cavarero tiene un carácter liberador, la
intención de liberarnos frente a ese eje geométrico dominante en la filosofía. Este eje
que siempre se ha articulado en verticalidad y horizontalidad, donde la verticalidad se
utiliza como posición positiva. El estar por encima de la otra persona, sin importar
condiciones, esta es la visión del mundo que se tiene derivada de toda la tradición
filosófica hegemónica en occidente. Un yo agresivo, autónomo, que se caracteriza por el
conflicto y no por el afecto, encargado de sobrevivir, una supervivencia personal
encasillada en la lucha. El otro y la otra no son vistos como personas iguales sino como
adversarios que debo superar, un impedimento para mi realización personal. La
propuesta ético-política de Cavarero pasa por la vulnerabilidad, por la liberación de esta
geometría y sustituirla por la inclinación como el eje dominante. Imaginar lo humano
como nos dice Walter Benjamin desde otra visión geométrica. Este proyecto da una
importancia necesaria a la madre, como figura que responde a la necesidad de una
criatura vulnerable como la criatura infantil. Tenemos aquí pues la contraposición de la
madre con la figura del guerrero. El guerrero siempre en posición vertical y la madre en
inclinación, necesitamos esta figura de la madre para atender las vulnerabilidades de los
seres inermes. “En esta geometría —me importa subrayarlo, también en términos
autocríticos— la inclinación materna no es simplemente un paradigma de altruismo o, si
se quiere, de un cuidado, cuya alternativa especular, siempre posible y execrable, sería
la herida o la violencia sobre el infante. Es más bien el arquetipo postural de una
subjetividad ética ya predispuesta, mejor dicho, dispuesta a responder de la dependencia
y de la exposición de la criatura desnuda e inerme.” 2 La conjunción de la inclinación y
visión de vulnerabilidad, es una propuesta con alto contenido político. Una propuesta
que nos hará cambiar el prisma en el que estamos las personas subsumidas. Un prisma
en el que el personaje heroico, como Nuria Labari explica, se trataría de Penélope y no
de Ulises.
Nuria Labari escribe en un más que interesante artículo de opinión una reflexión
acerca de la utilización de la metáfora de guerra. Algunos, y resalto lo de algunos
usando el masculino, de los líderes de los países más importantes del mundo como
Donald Trump, Emmanuel Macron y Pedro Sánchez usan esta metáfora. ¿por qué usan
esta metáfora de guerra? Federico Aznar, reseñando la obra Filosofía y guerra de José
García Caneiro y Paco Vidarte, expone como la palabra guerra es un término político.
“La guerra, un mal que sabe esconderse entre muchos nombres, en los comienzos del
siglo XXI sigue tan presente como el cáncer en nuestras sociedades.” 3 La frase es
significativa y más analizando los discursos políticos en la crisis provocada por el virus
denominado COVID-19.
Vamos a exponer algunas expresiones para ver de un modo más claro esta
alusión a que estamos en una guerra. El periódico ABC titula un artículo “los físicos se
suman a la guerra contra el coronavirus”. Eduardo López-Collazo en un artículo en el
diario El español, empieza su artículo “La Tercera Guerra Mundial ha llegado y lo ha
hecho como habíamos predicho los científicos.” Frase significadora ya que se trata del
director científico del Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Universitario La
Paz (IdiPAZ), de Madrid. José Miguel Contreras, en un artículo en el periódico El

2
Cavarero, Adriana (2019). «Inclinaciones desequilibradas»; Papeles del CEIC, vol. 2019/2, papel 211,
pp.11. (http://dx.doi.org/10.1387/pceic.20878).

3
Aznar, Federico. “De guerra y pensamiento en España”. Tiempo devorado. Dic. 2016. Pp.547. Impreso.
diario, dice “En primer lugar, asumir la importancia prioritaria de la guerra que apenas
estamos empezando a librar…no hay mejor forma de que entendamos lo que sucede que
la de asumir que vivimos en un estado de guerra. Una guerra contra un enemigo común,
un virus,” Estas son algunas muestras de que la palabra guerra se está usando como
denominador común en esta crisis sanitaria. Aquí empieza mi reflexión personal acerca
de la utilización del término. La idea por parte de los mandatarios generales de los
países es apelar al concepto de heroicidad por parte de la gente. Las personas obedecen
las órdenes de un modo mucho más dócil si están convencidas de estar haciendo lo
correcto. El posicionar a todas y todos en esta guerra nos hace ser luchadores y
luchadoras, instaurar un sentido del deber mediante la alusión de que estamos luchando.
Como bien argumenta Cavarero, seguimos en esa geometría y paradigma de la
violencia. La idea de convertirnos en héroes o heroínas nos hace sentir una especial
sensación. La política que es conocedora de las emociones como arma política usa esta
metáfora intencionadamente, aludiendo a la responsabilidad. Las personas que somos
unos seres fácilmente influenciables atendemos a la llamada de nuestros dirigentes
creyéndonos que estamos en una guerra. En mi opinión es un arma terrible pero
efectiva, citando a Napoleón Bonaparte, “el fin justifica los medios”. Es efectiva como
el arma de politizar el dolor, pero en consonancia con Nuria Labari esto no es una
guerra. Para argumentar esta idea, a parte de Labari, me basaré en otra autora, Susan
Sontag. Esta autora neoyorquina escribió La enfermedad y sus metáforas cuando el
cáncer era un tabú absoluto y cuando la tuberculosis estaba casi erradicada, pero el
ensayo también aludía a la buena fama literaria de esta última enfermedad. La obre
expone que la primera vez que las enfermedades se convirtieron en metáfora militar fue
en 1880, precisamente cuando se observaron las bacterias como agentes patógenos y
cuando se las relacionó con la invasión y la infiltración en el cuerpo humano. Había que
combatirlas. Y transformarlas en un enemigo de connotaciones bélicas cuyo valor
alegórico ha terminado generalizándose. La guerra contra el cáncer es ahora la guerra
contra el coronavirus. Pero esta autora destaca los problemas de hacer esto, pese a
pedirnos alzarnos en armas contra la enfermedad, en este caso el cáncer. El efecto
contradictorio no seria la facilidad para que la extrema derecha gobernara de nuevo o
pudiera salir victoriosa en unas elecciones en las que el electorado está pensando aun en
términos bélicos, como expone Labari. Susan Sontag nos alerta de que se desvirtúa el
valor científico y se degrada a los enfermos. Además de mostrar como el vocabulario
militar hacen florecer el desasosiego y el desánimo de los y las pacientes. Se está
obviando el efecto psicológico por mucho que lo quieran paliar con atención telefónica
que en la mayoría de casos está saturada, un efecto psicológico que está afectando por la
sensación de estar luchando en el frente, mantenerse en la trinchera, sobreviviendo. Este
estado de alarma permanente que debemos mostrar las personas con la pandemia en
nuestro día a día es mucho más devastador a nivel psicológico que cuando se usa la
empatía. Los dirigentes políticos con esta idea de guerra están minando la moral de la
población, en lugar de subirla que es la intención, sobre todo del personal sanitario. Lo
peor de todo es que esta idea de guerra en su mayor parte la hacen para la medalla, para
sentirse victoriosos por ganar una guerra. Poder hablar de triunfo bélico para mantener
el estatus político y en el fondo satisfacer el deseo de victoria sobre otro y otra que
tenemos los hombres de este mundo habitado. La necesidad de imponer nuestra fuerza
para demostrar que somos merecedores de la distinción que ostentamos. Como dice
Labari “Necesitamos una semántica capaz de dar valor a la espera, a la confianza, a los
cuidados, a todo lo que es femenino en esta sociedad, en esta crisis y en este siglo.” 4
Librarnos de la carga de la guerra y volver al afecto a esa inclinación de la madre para
evitar el orden geométrico violento establecido como nos dice Cavarero. Voy a acabar
mostrando dos opiniones escritas en el periódico Público. “María Ángeles Abellán,
Socióloga y antropóloga social de la Universidad de Valencia, propone reformular la
pregunta. Los rasgos femeninos ¿ayudan en la gestión de la pandemia de la covid-19.
"Mi respuesta es afirmativa, porque valoro positivamente las capacidades del liderazgo
femenino, lo que no quiere decir que ser mujer te proporcione carta blanca y sea un
enfoque monolito", explica. "La crisis del coronavirus no es solo una crisis sanitaria,
sino también de confianza y, especialmente, de apaciguar a la ciudadanía para que no
se desborde y se produzca un caos social. Ese es el reto. Los sistemas de comprensión
pública de los riesgos han fallado y los ciudadanos/as se preguntan por qué se han
producido estos fallos. En este contexto, el liderazgo femenino apuesta por un
lenguaje menos beligerante y belicoso; más directo (menos enlatado), incluso más
sincero y mostrando resiliencia", afirma Abellán.” Estas visiones consiguen darse
cuenta de la importancia de la frase de Labari antes citada. Para terminar de concluir
añadiré mi opinión personal de que las mujeres no necesitan colgarse medallas para

4
Labari, Nuria. “Coronavirus: esto no es una guerra”. El país. Opinión. Web. 14/04/2020.
https://elpais.com/elpais/2020/04/02/opinion/1585825945_794954.html
satisfacer un ego interno narcisista como están haciendo los gobernantes, que me
cohibiré de adjetivar, desde Trump a Sánchez.

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