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ENTRE EL MUNDO ANTIGUO Y LA PRIMERA EDAD MEDIEVAL

España durante la última fase del Imperio Romano


Lectura introductoria
A partir del siglo III el Imperio Romano empieza a mostrar claros síntomas de
crisis que se acentuarán en los siglos posteriores. Desde el siglo XIX la historiografía ha
tenido interés por demostrar las causas de la decadencia y desaparición de la estructura
imperial de Occidente. Se han barajado numerosas hipótesis para explicar esta situación:
cambios climáticos que habrían provocado una desertización de las tierras con un lento
proceso de despoblación; degeneración racial debida al mestizaje con elementos
semíticos y germánicos; crisis política; crisis moral; crisis económica; conflictos
sociales y también las invasiones de los pueblos germánicos. En realidad, el fenómeno
se explica como un conjunto de crisis (política, económica, social, religiosa), es la
combinación de múltiples factores que operaron de forma diferente en las distintas
partes del Imperio.
Por lo que se refiere a la organización administrativa y militar del Imperio va a
operarse una profunda transformación con Diocleciano. La forma de gobierno mediante
la que se consiguió superar la profunda crisis política del siglo III es denominada por la
historiografía actual como ‘Tetrarquía’. El término nos sitúa ante cuatro personas que
ostentan determinadas atribuciones sobre las que recae el peso del gobierno: dos
Augustos y dos Césares, organización novedosa y original que va a suponer el
asentamiento de la monarquía dioclecianea. También, y de la mano de los emperadores
Diocleciano y Constantino, el Imperio va a recibir una nueva delimitación
administrativa que culminará en praefecturae y dioceses.
Resulta complicado analizar y describir los poderes del Príncipe, que se nos
presenta como absoluto y emanado de la divinidad (dominus, dominus et deus, dominus
et princeps) en este período.
El proceso de la romanización jurídica en el Imperio se cierra en el año 212 en el
que el emperador Caracalla concede, a través de la Constitutio Antoniniana, a todos los
habitantes del Imperio, a excepción de los ‘dediticios’, la ciudadanía romana. Culmina
de esta forma el proceso de territorialización del derecho romano. Suponía, en principio,
la desaparición de los ordenamientos jurídicos indígenas existentes en todas las
provincias del Imperio y la aplicación inmediata del ius civile. La puesta en práctica de
esta disposición no fue tarea fácil. Hay que tener en cuenta distintos elementos:
diferente grado de romanización de las provincias, diferente grado de cultura de las
mismas, imposibilidad de conocimiento total de las normas del ius civile, la crisis
generalizada que se desencadena a partir del siglo III. El nuevo escenario jurídico ha
sido calificado por la historiografía actual como ‘derecho romano vulgar’.

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