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Los Reinos Cristianos: origen y evolución territorial.

1.- Introducción.
En lucha contra los musulmanes del sur de la Península, y a partir de la resistencia de astures,
cántabros y vascos y la intervención carolingia en los Pirineos, se formó un conjunto
fragmentado de reinos cristianos en el norte peninsular que a su vez lucharon entre sí por el
control del territorio.
Su dinámica expansiva se asentó en la repoblación de las tierras que iban conquistando a Al-
Andalus en un proceso que se denominará “La Reconquista”. Asimismo, las continuas disputas
entre los distintos reinos por el control peninsular derivó en un cambiante panorama político de
territorios que se iban independizando o unificando, y que, desde el siglo XII dará lugar a los
cinco grandes reinos cristianos: Castilla, León, Portugal, Navarra y la Corona Catalano-
Aragonesa.
La formación de estos reinos cristianos se produce en dos fases: la primera de creación y
consolidación (hasta el siglo XII) y la segunda de expansión militar, hegemonía política en la
Península y desarrollo económico (hasta la crisis del siglo XIV).
2.- Creación y expansión territorial de los reinos.
El período que transcurrió entre los siglos VIII-XI se caracterizó por la hegemonía de Al-
Andalus en la península. Tan solo el norte quedó fuera del dominio islámico y allí se formaron
los primeros núcleos de resistencia, que se constituyeron en reinos y condados independientes.
En la Cordillera Cantábrica, habitada por vascos, cántabros y astures, se habían refugiado
algunos nobles visigodos que huían del dominio islámico. Uno de ellos, Pelayo, con su victoria
en Covadonga (722), y sus sucesores hasta mediados del siglo IX, crearon el Reino de Asturias
(el primero que se niega a pagar tributo al Emirato). Reivindicaron el principio cristiano y
monárquico como legitimador de su continuidad con la tradición visigoda.
Comienza así lo que los historiadores han calificado como la Reconquista, el proceso de
expansión por el cual los reinos cristianos conquistaron las tierras en poder de los musulmanes.
Fue una manera de legitimar la ocupación como herederos y sucesores de los anteriores
visigodos cristianos.
En la segunda mitad del siglo IX, aprovechando la crisis del emirato, el reino de Asturias ocupa
las tierras entre la Cordillera Cantábrica y el Valle del Duero, una zona despoblada por los
beréberes tras varios años de sequía. Para controlar mejor las nuevas tierras, a principios del
siglo X, la capital se traslada de Oviedo a León y pasó a denominarse Reino de León,
repoblándose con gallegos, cántabros, vascos y mozárabes huidos de Al-Andalus. Además, se
fortificó las tierras del este de la Meseta con la construcción de numerosos castillos y la creación
del condado de Castilla, gobernado por condes nombrados por el rey de León. Uno de ellos,
Fernán González, se declaró independiente en la segunda mitad del siglo X.
El monarca encomendó la repoblación de los territorios despoblados y ocupados a nobles y
eclesiásticos, y a hombres libres (minifundios) y les concedió amplios privilegios a los nuevos
pobladores (repoblación libre o presura). A partir del siglo XI la necesidad de defensa hace que
muchos de estos campesinos busquen la protección de un noble como sus siervos.
En los Pirineos, Carlomagno quería proteger su imperio de los musulmanes y estableció una
franja fuertemente fortificada al sur (Marca Hispánica) que fue dividida en condados
dependientes del emperador. A principios del siglo IX, aragoneses y navarros se independizaron
de los francos dando lugar al condado de Aragón y el Reino de Navarra. A finales del siglo X
lo harían los condados catalanes, de los cuales el de Barcelona sería el más extenso y poderoso.
Con el paso de los siglos, los pequeños condados y reinos fueron haciéndose poderosos con
continuas fusiones y divisiones entre sí, pues la división del reino entre los hijos y los
matrimonios políticos era lo común. Por ejemplo, los reinos de Castilla y de León se unirán y
separarán varias veces hasta su definitiva fusión en 1230 bajo el nombre de Corona de Castilla.
Anteriormente se había independizado de su territorio el Reino de Portugal (1128).
En 1137, la unión del Reino de Aragón y el condado de Barcelona dio lugar al nacimiento de la
Corona de Aragón. Cuando este perdió sus territorios en el lado franco de los Pirineos, centró
su expansión hacia el sur y el Mediterráneo.
Fue a partir de la descomposición del Califato de Córdoba cuando los reinos norteños se vieron
con fuerza para atacar las tierras andalusíes de manera sistemática. Para detener su ataque, los
reinos de Taifas pagaron parias a los cristianos. Durante los siglos XI y XII la Reconquista
avanzó sobre los valles del Tajo y el Ebro.
La conquista militar de Al Andalus fue acompañada de la repoblación de las tierras ocupadas, lo
que influyó en la posterior estructura de la propiedad. En estas zonas donde ya existían
importantes ciudades se extendió la repoblación concejil, mediante la cual se creaban nuevos
municipios (concejos) a los que se asignaba un alfoz y se les concedían importantes privilegios
(fueros y cartas de poblamiento) para atraer a los nuevos pobladores. Se les quitó las casas a los
musulmanes y se les entregó a los repobladores cristianos. Los musulmanes se instalaron en
barrios a las afueras (morerías). Las tierras, unas fueron para los musulmanes y las abandonadas
por los huidos para cristianos repobladores. Los fueros otorgaban determinadas libertades a los
pobladores, así como un solar para la casa y tierras de cultivo, que debían garantizar su propia
defensa. Todo ello estimuló los intereses de muchos campesinos hacia las nuevas zonas, lo que
comportó que la nobleza aumentara la vinculación de los agricultores a la tierra y reforzara los
lazos feudales para frenar su marcha.

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