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HISTORIA MEDIEVAL DE ESPAÑA II

1. LA GRAN EXPANSIÓN CRISTIANA DE LAS CORONAS DE CASTILLA Y ARAGÓN EN EL SIGLO XIII

Durante el siglo XIII se puede considerar que la Reconquista ha terminado. La victoria sobre los
almohades en Las Navas de Tolosa (1212), sirvió para acelerar el proceso de descomposición y de
debilitación del Imperio norteafricano. La anarquía posterior en la que cayeron buena parte de las terras de
Al-Andalus y la unión defnitva de Castlla y León en las manos de Fernando III (1230), son los factores que
explican como, poco a poco, los reyes cristanos van conquistando las terras del Sur.
Con la ocupación de Valencia en 1238, la Corona de Aragón daba por fnaliiadas sus conquistas
peninsulares. Como consecuencia de ellas, la nobleia había ampliado los horiiontes para la expansión de
sus señoríos y la burguesía catalana había creado sólidas plataformas para la intensifcación de sus
actvidades comerciales en el norte de África y Mediterrnneo occidental. Pero lo mns importante sería la
conversión en reino de las terras conquistadas y la creación de una entdad polítco--urídica propia unida
dinnstcamente a la misma corona que Aragón, Cataluña y Mallorca, con autonomía propia y con Cortes
partculares y Fueros.

1.1. La conquista de Andalucía y Murcia


Podemos considerar en la reconquista andaluia tres etapas muy claras:
• La primera desde 1224 a 1236, periodo de formación de los reinos de taifas almohades en el que
Fernando III ocupa algunas poblaciones, recibidas como rehenes o como garanta de los pactos frmados
con los musulmanes. El resultado de esta desunión musulmana fue la conquista de poblaciones como
Tru-illo y Úbeda (1233), ciudad ésta clave para la conquista de la Andalucía Oriental. En 1236 se ocupa
Córdoba, exigiendo Fernando III la entrega de la ciudad intacta y vacía al igual que sucedería
posteriormente con Jaén (1238).
• La segunda de 1244 a 1248, periodo realmente conquistador, durante el cual Fernando III ocupa el
Ba-o Guadalquivir. Ganadas Córdoba y Jaén, Sevilla se convirtó en el ob-etvo inmediato. En 1248, después
de un sito de la ciudad terrestre y marítmo (control del río Guadalquivir y Puente de Triana), Fernando III
entró en la ciudad, obligando a toda la población musulmana a abandonarla en el plaio no inferior a un
mes, aunque podrían llevarse consigo sus bienes muebles.
• La tercera de 1292 a 1492, periodo durante el cual los reyes musulmanes son vasallos de los
castellanos y muy lentamente, a lo largo de los años, se va ocupando las plaias del Estrecho (Tarifa,
Algeciras, Gibraltar), hasta que la reconquista fnaliia con los Reyes Católicos en 1492.
No se puede hablar propiamente de una reconquista de Murcia, sino de su incorporación a la
monarquía castellana. En 1241, sus habitantes, dudosos sobre la persona a quien debían obedecer, se
inclinan por el que parece mns fuerte: el rey de Castlla. Una emba-ada murciana se desplaia a Toledo y
ofrece al infante Alfonso (futuro Alfonso X) la soberanía sobre Murcia y su reino, a excepción de algunos
puntos que seguirían como guarniciones musulmanas. Esta decisión se formaliia con el Tratado de Alcaraz
(1243) por la que se aceptaba la soberanía de Castlla y comprometéndose al pago de ciertas rentas.

1.2. La conquista de Valencia y Mallorca


Por su situación estratégica, Valencia, consttuía la iona natural de expansión de la Corona de Aragón. La
conquista de la región valenciana fue mucho mns complicada y se había iniciado antes de la expedición a
Mallorca. El impulso conquistador parece haber partdo de los afanes expansionistas de la nobleia
aragonesa, pero mns tarde el interés por la región se hiio extensivo a los mercaderes y ciudadanos
catalanes, deseosos de ampliar el control de la costa y el comercio levantno. Jaime I aglutnó en una misma
empresa reconquistadora a la nobleia y a la burguesía tanto aragonesa como catalana. En 1238, tras asedio
de unos meses, Jaime I entra en Valencia. En los años siguientes fueron cayendo localidades importantes
como Denia y Jntva.

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La gran ofensiva castellana sobre Andalucía coincidió con avances similares de la Corona aragonesa
sobre las Baleares y la costa valenciana. Los preparatvos para la conquista de la isla obedecieron al deseo
de facilitar las comunicaciones entre Cataluña y el norte de África, interceptadas por los corsarios y piratas
mallorquines.
Una expedición, formada por 150 naves, partó hacia la isla en septembre de 1229. Tras un largo asedio,
la ciudad de Palma se rindió a fnales de año, y con ella el resto de la isla. Mns tarde, después de la
conquista de Valencia, se conquistaban Ibiia y Menorca. A partr de entonces, las Baleares se integrarían en
la Corona aragonesa.

1.3. La repoblación de Andalucía y Murcia


La repoblación de las terras meridionales fue extremadamente lenta en comparación con las campañas
militares. La polítca seguida por los monarcas castellanos buscaba la completa castellaniiación del
territorio. Tras la ocupación de Al-Andalus, se respetó a la población musulmana “en proporción inversa a la
resistencia militar ofrecida”. Lo usual era que la población musulmana evacuara las grandes ciudades,
permiténdoles salir con sus bienes muebles. Sólo subsistó la población mudé-ar en las ionas rurales.
Los repartos de terra a los nuevos pobladores se realiiaron de forma ordenada según los libros locales.
Para casi toda la cuenca del Guadalquivir se recurrió a la fórmula de los repartmientos. De Sevilla se
conocen los Libros de Repartmiento, registro general de terras y casas distribuidas a los colonos por una
comisión de repartdores. Los lotes suelen estar consttuidos por casa, huerto y una pequeña extensión de
terra, entregada frecuentemente como una concesión a perpetuidad, con la obligación del pago de un
censo anual. Andalucía es repoblada y organiiada según el modelo leonés: concesión por el rey de grandes
señoríos territoriales a los magnates de la corte, la Iglesia y las órdenes militares. Los miembros de la
nobleia reciben donadíos (grandes extensiones de terras) que comprenden varias aldeas o alquerías. El
peso fundamental de la repoblación recayó en el grupo de caballeros hidalgos o de lina-e.
La conquista de Andalucía en el siglo XIII incorporó a Castlla un amplio territorio, poblado por
musulmanes. La mayor parte del antguo territorio de Al-Andalus, en el que proliferaban los centros de
población medianos o pequeños, negoció su rendición con los conquistadores castellanos, por lo que
frmaron pactos con Fernando III, conocidos como pleitos o pleitesías, en los que se ha querido ver cierta
similitud con los tratados de rendición que, contempornneamente Jaime I de Aragón ofreciera a los
musulmanes de Valencia Mallorca, después de su conquista. Todo ello tuvo como resultado inmediato el
nacimiento de un extenso territorio donde los mudé-ares eran los predominantes, mientras que los
cristanos se encontraban en franca minoría.
Pero, muy pronto, se demostró que el primitvo proyecto de Fernando III de una Andalucía en la que
convivieran, sin ningún tpo de problemas, vencedores y vencidos, los cristanos en las ciudades y villas y los
mudé-ares en el campo, habría de resultar una utopía, según demostró la nueva polítca, llena de
ambigüedades, puesta en práctca por su hijo y sucesor Alfonso X, con respecto a los musulmanes que
permanecieron ba-o el dominio cristano. El rey emprendió una nueva y dura ofensiva contra los
musulmanes andaluces, que culminó en 1262, cuando tomó por las armas el reino mudé-ar de Niebla y Éci-a
fue vaciada de moros.
Este cambio de acttud polítca con relación a los mudé-ares por parte de la monarquía castellano-
leonesa provocó un hondo malestar entre musulmanes sometdos, que, ademns, recibían cada vei una
mayor infuencia de las fatwas de los alfaquíes granadinos y magrebíes que les recomendaban su marcha
hacia países musulmanes, en los que pudieran poner en prnctca su ley y su religión sin ningún tpo de
cortapisas. Fue en este contexto donde estalló la terrible revuelta mudéjar de 1264, en la que los
musulmanes andaluces se aliaron con los granadinos y beréberes norteafricanos y que estuvo a punto de
terminar con el dominio cristano en Andalucía y Murcia. Es cierto que Alfonso X, con la colaboración de su
suegro, Jaime I de Aragón, logró reprimirla a duras penas, y también es verdad que esta sublevación tuvo
consecuencias transcendentales para los mudé-ares andaluces. La primera de todas es que supuso el fnal
de una Andalucía densamente poblada por musulmanes, ya que la mayor parte de ellos emigró hacia el
reino de Granada o hacia el norte de África, por lo que, en adelante, las relaciones entre cristanos y

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musulmanes andaluces se habrían de realiiar a través de la frontera. Tras la revuelta mudé-ar de Andalucía
en 1264 muchas terras quedaron vacías y se produ-o un rea-uste agrario. Los benefciarios fueron los
grandes propietarios y este fenómeno acabó infuyendo en el triunfo del latfundismo andaluz.
En cuanto a Murcia, la gran masa de población siguió siendo musulmana, y unos cuantos pobladores
cristanos procedentes de Aragón, Cataluña y Valencia acudieron para asentarse en las terras incorporadas.
Alfonso X completó la repoblación inicial y para evitar la excesiva concentración de poder de la nobleia les
otorgó grandes extensiones de terras en la frontera con Granada, donde la población era muy escasa. Los
nuevos repobladores fueron en su mayoría castellanos y un importante grupo procedente de Aragón.
Igualmente se instalaron extran-eros, partcularmente italianos y franceses.

1.4. La repoblación de Valencia y Mallorca


La incorporación del Reino de Valencia a la Corona de Aragón supuso una ampliación considerable de
terras. En la parte norte o castellonense se otorgaron señoríos a las órdenes militares, sobre todo Temple y
San Juan. Para el resto de la región la fórmula empleada fue la de los repartmientos. La propiedad quedó
bastante repartda. Entre los benefciarios cabe hablar de dos grandes ionas: en el norte y en el interior
predominó la infuencia nobiliaria y aragonesa. El litoral fue poblado por catalanes y la principal referencia
fue el realengo y los modelos forales. Un hecho peculiar fue la pervivencia de la población mudé-ar, que en
muchas comarcas era mayoritaria.
La repoblación de Mallorca fue realiiada mayoritariamente por catalanes. La mitad de las terras a
repartr fueron para el rey, la llamada parte real. De la otra mitad se hicieron cuatro partes, que se
otorgaron a los tres principales magnates que protagoniiaron la conquista y al obispo de Barcelona. Estos
cuatro organiiaron la llegada de colonos y el mantenimiento de los mudé-ares, de manera que coexisteron
grandes y pequeñas explotaciones en la isla.

1.5. Bloqueo navarro: La casa de Champagne y el fuero antguo


El gran problema del últmo gran rey navarro, Sancho VII el Fuerte (1194-1234) fue la falta de heredero.
Al fn de resolverlo propuso a Jaime I de Aragón la idea de que muerto cualquiera de ellos el superviviente
recibiría en herencia el reino del otro. A su muerte, una buena parte de los navarros apoyaron la
candidatura de su sobrino Teobaldo, hi-o de Blanca de Navarra (hi-a de Sancho VI el Sabio) y Teobaldo de
Champagne que fue elegido rey con el nombre de Teobaldo I de Navarra ante el desinterés de Jaime I en
mantener los acuerdos. Ello suponía la independencia de Navarra con respecto a Aragón, pero también su
distanciamiento de Castlla.
Con la incorporación de la dinastía de Champagne, Navarra, hasta su defnitva incorporación a la
Corona de Castlla en 1512, se apartarn del proceso histórico, convirténdose en un apéndice dentro de la
órbita de infuencia francesa. Insttuciones fscales, o de la administración del estado, como el senescal -
lugarteniente regio- fueron importadas de allí. La nobleia Navarra, superada la tensión inicial, consiguió no
ser desplaiada por la francesa y, sobre todo, que el derecho tradicional, el Fuero Antguo de Navarra, fuera
jurado por el monarca, estableciéndose un gran acuerdo entre el rey y la nobleza. También las ciudades y
burgos navarros vieron respetados sus fueron y estatutos locales.

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2. LA CONSOLIDACIÓN DE LAS MONARQUÍAS PENINSULARES EN EL SIGLO XIII

La solidei insttucional de las monarquías del siglo XIII descansa en tres pilares fundamentales: el
derecho romano canónico o ley común; la integración polítca del con-unto social en unas asambleas
representatvas: las Cortes; y la organiiación del territorio mediante una desarrollada administración y
otros cauces de carncter fundamentalmente fscal. Entre 1220 y 1280 se consuma el proceso de
consolidación de las monarquías peninsulares y la proyección exterior de las mismas.

2.1. La afrmación del poder real en Castlla en los reinados de Fernando III y Alfonso X
Los reinados de Fernando III, desde 1230 rey de Castlla y León defnitvamente unidos y, sobre todo, de
su hi-o Alfonso X (1252-1284), resultan de especial trascendencia, por cuanto es a ellos a quien corresponde
la elaboración de un programa polítco capai de crear expectatvas soberanas para la monarquía.
Las característcas de este programa polítco diseñado por la monarquía castellano leonesa y la
imposición de la -urisdicción real quiso ser entendida como un atentado contra las libertades históricas del
Reino cimentadas en los privilegios de los pactos feudales y que llevó a diversas reacciones y revueltas
nobiliarias.
2.1.1. La idea imperial
La idea imperial, desde el siglo X, estuvo siempre asociada a una legitmación del programa
monnrquico. Alfonso VI, el primer monarca que se dio a sí mismo el ttulo de emperador, y Alfonso VII, el
primero que se coronó como tal, rellenaron de contenido polítco un concepto hasta entonces mns
honorífco que efectvo. En el siglo XIII, la monarquía da un paso defnitvo y convirtó la auctoritas
inherente al título imperial en expresión soberana del señorío del rey. Así, Fernando III quiso que su
señorio fuese llamado imperio y no reino, y Alfonso X convirtó su pretensión imperial en cauce ordenador
de su propio proyecto polítco. Ademns se desvincula de la tradición hispnnica y se asocia directamente con
el Sacro Imperio Romano Germnnico cuya corona le fue ofrecida a la muerte de Federico II. Esta candidatura
supuso para Alfonso X el fundamento para un programa de gobierno plenamente autoritario y hegemónico
en el nmbito peninsular. Entre 1256 y 1275 Alfonso X utlizó el título de Rey de Romanos. Su condición de
“emperador electo” era sufciente para legitmar su autoritarismo polítco en Castlla y su pretensión
hegemónica sobre el con-unto peninsular. Jaime I protestó enérgicamente ante los planes de Alfonso X y le
comunicó que cualquier proyecto castellano que contribuyera a imponer la soberanía sobre el con-unto de
la Península, sería rechaiado por Aragón.
2.1.2. Fundamento -urídico: Las Partdas
El Derecho era el pilar efectvo sobre el que se apoyaba la idea imperial. La obra de Alfonso X fue
contnuadora de la de su padre Fernando III y tenía como ob-etvos prioritarios: servir al proyecto
centraliiador de la monarquía y establecer los cauces de una realidad -urídico-territorial de los distntos
reinos de la Corona. A estos fnes fueron dedicadas las grandes codifcaciones del Reino: Fuero Real,
Espéculo y Partdas, ademns de otros mns sistemntcos y específcos.
Su proyecto mns ambicioso fue Las Partdas, obra de carncter doctrinal que supone el mns serio
esfuerio codifcador del derecho común plenomedieval. Estn dividida en siete secciones o partdas:
1ª - Fe cristana, Iglesia y organiiación.
2ª - Todo lo relatvo al Rey, e-ercicio del poder autoridad soberana del emperador, organiiación militar y
estructuración de la Corte.
3ª - Administración de -ustcia.
4ª - Derecho matrimonial y feudal.
5ª - Aspectos mercantles.
6ª - Herencias y testamentos.
7ª - Relación de leyes penales.

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2.1.3. Las Cortes y la visión corporatva del Reino
Según se expresa con claridad en Las Partdas, el Reino consttuye un cuerpo cuya cabeza es el
monarca. Rey y reino tenden a identfcar sus intereses y este últmo es contemplado como un con-unto de
gobernados asociables a un territorio defnido cuya legítma representación corporatva son Las Cortes,
sometdas a la autoridad soberana.
Este sometmiento al poder monnrquico era mns teórico que real. La imposición de la -urisdicción real
quiso ser entendida como un atentado contra las libertades históricas del Reino que llevó a diversas
reacciones y revueltas nobiliarias.
2.1.4. Artculación espacial: administración territorial, fscalidad y frontera
A la integración territorial del Reino van destnadas la mayoría de las medidas que artculan el
programa de la monarquía castellana. Las medidas económicas, y en especial las fscales, ponen de relieve
la expresión del poder soberano del rey. La polítca de la monarquía tendió claramente a monopoliiar, en
medida de lo posible, el cobro de impuestos eliminando abusivas percepciones señoriales y controlando al
mismo tempo el cobro unifcado de tributos a partr de una realidad territorial sobre la base de los grandes
circuitos de trashumancia.
La fscalidad ganadera consttuía un importante apartado en el programa de la monarquía. Aparte del
asociacionismo mestero, otro elemento fscal fue la imposición de aranceles en puntos f-os de la frontera
que, ademns de diseñar una incipiente polítca económica, contribuía a defnir el propio espacio
-urisdiccional del reino.
2.1.5. Dirigismo cultural
La obra cultural, a través de los cauces mns diversos, se puso al servicio del ideario monnrquico. El
protagonismo que en toda ella asume la lengua castellana viene a consumar un proceso iniciado por
Fernando III y que evidencia el uso polítco de la cultura.
Alfonso X, pese a los fracasos y la debilidad de sus últmos años, tuvo realiiaciones muy destacables en
el nmbito cultural. De modo partcular, su obra historiogrnfca -uega un papel decisivo en la emergencia de
un sentdo comunitario. Impulsó la Universidad de Salamanca como centro del saber de nuevo cuño y
destaca su obra literaria las Cantgas de Santa María, así como el impulso dado a una intensa polítca de
traducciones cortesanas, tratados cientfcos (a-edrei, astronomía, ...) y fundamentalmente obra -urídica,
como vimos anteriormente con Las Partdas.

2.2. Las resistencias nobiliarias


La imposición por parte de la corona de un modelo cercano a la soberanía excluyente, no podía sino
suscitar las resistencias de un reino cimentado en los privilegios derivados del pactsmo feudal. Durante el
reinado de Fernando III la oposición apenas de-ó traducir sus resquemores. Con Alfonso X la situación
cambió como consecuencia del fn de la reconquista, los primeros síntomas de recesión económica y la
maduración del autoritarismo monnrquico.
• La revuelta nobiliaria de 1271 estuvo motvada fundamentalmente por los tempranos síntomas de la
depresión ba-omedieval. La rebelión fue liderada por el hermano del rey, el infante Felipe, y su carncter
esencialmente nobiliario no impidió que, en su fase fnal, el conficto se extendiese al resto de los
estamentos del reino. Los ob-etvos principales de la rebelión fueron: exigencia de absoluto respeto a las
tradicionales prerrogatvas -urídico-polítcas de la nobleia; freno a la iniciatva real en materia repobladora;
anulación de las innovaciones fscales y oposición a la polítca exterior de Alfonso X. El resultado de la
rebelión supuso un triunfo de la nobleia pero no se puede considerar un triunfo absoluto.
• La guerra civil (1282-1284) sucedió tras la muerte del primogénito de Alfonso X, Fernando de la
Cerda. El infante Sancho se convirtó en heredero de la corona y quiso blindar su futura herencia
organiiando en torno a sí a los sectores mns representatvos de la oposición a Alfonso X. Una irregular
asamblea convocada por el infante en Valladolid (1282) consttuyó una auténtca declaración de guerra que
durante dos años mantuvo divididos en dos bandos a los hombres y las terras de los reinos de León y

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Castlla. La guerra acabaría con el destronamiento de un Alfonso X, acorralado en Sevilla, y el ascenso al
trono de Sancho IV.

2.3. La pretensión imperial de Alfonso X


Alfonso X, como hijo de Beatriz de Suabia, tenía unos derechos teóricos al trono imperial vacante tras la
muerte del emperador alemnn-siciliano Federico II. Estos derechos le fueron ofrecidos en 1256 por la
ciudad gibelina de Pisa. La herencia de Federico II se la disputan, entre otros, los reyes de Castlla y de
Aragón, que intervienen actvamente en los enfrentamientos entre güelfos y gibelinos, partdarios los
primeros de la hegemonía del pontfce y los segundos del predominio del emperador.
La elección imperial, celebrada en 1257, dio lugar al nombramiento de dos emperadores: Alfonso de
Castlla y Ricardo de Cornualles, hermano del rey de Inglaterra. Ambos aceptaron el nombramiento y
Alfonso X intentó moviliiar las fuerias económicas del reino para hacer efectvo el ttulo imperial, pero su
elección no fue aceptada por el Pontfcado y Castlla se negó a fnanciar las campañas imperiales, pese a lo
cual Alfonso mantuvo sus pretensiones y orientó la polítca exterior del reino hacia la obtención de aliados
que le permiteran convertr en realidad el sueño imperial.
En 1275, el Papa Gregorio X le niega todo derecho a su pretensión imperial, con lo que su entramado
-ustfcatvo, con el que cimentaba su actuación en el interior de Castlla, empieia a desmoronarse. La
malograda aspiración imperial del monarca, pretensión que resultó cara e impopular y obsesionó al
monarca durante años, acentuó dos de los principales problemas internos del reinado: la crisis fscal y
fnanciera y el malestar de la nobleza.

2.4. La Corona de Aragón y el autoritarismo pactsta


A diferencia de Castlla y León, donde desde muy temprano el autoritarismo real revistó connotaciones
centraliiadoras, el desarrollo interno de la Corona de Aragón se vio ralentiado por diversas circunstancias
como fueron, esencialmente: el carácter feudal y pactsta del poder; el nacimiento de conciencias
territoriales específcas dentro de la Corona y, como consecuencia, la lenta artculación de ésta como
realidad insttucional unitaria.
2.4.1 El pactsmo como forma de gobierno
Desde el principio de su reinado, Jaime I vio como la poderosa nobleia aragonesa ponía en
funcionamiento una prnctca de gobierno, limitadora del poder real y sometdo al control feudal de la curia.
La capacidad de maniobra del rey quedaba marcada por la dependencia de la Sede Apostólica y el riguroso
marca-e de la nobleia feudal.
El ambicioso programa de conquistas que siguió le sirvió enseguida para gran-earse la simpata de dos
aliados: el e-ército y, sobre todo, la burguesía del Principado de Cataluña, interesada en la puesta en marcha
de una maquinaria de guerra que le permitera un mayor desarrollo comercial. Frente a este “e-e realista”,
se situó la oposición nobiliaria usando dos mecanismos de reacción como arma de negociación polítca: el
asociacionismo unionista y el auxilium feudal y el pago de bovatge (servicio prestado como reconocimiento
de señorio). El unionismo se mantuvo como fórmula de cohesión nobiliaria durante todo el reinado de
Jaime I. Pero fue ba-o el reinado de su hi-o Pedro III (1276-1285) cuando adquirió caracteres de mayor
presión polítca a través del nacimiento de la Unión por antonomasia, lo que obligó al monarca a -urar el
Privilegio General, que consagrarn el principio pactsta como forma de poder polítco y garantiaba las
“libertades” del Reino, término que escondía la defensa del estatuto privilegiado de los mns poderosos
También la Iglesia de-arn sentr su autoridad con el establecimiento de la Inquisición en parte de los
dominios de la Corona.
2.4.2. Nacimiento de la conciencia territorial
El descubrimiento de una auténtca conciencia territorial en la Corona de Aragón se produce por
separado a través de sus diferentes reinos y dominios. En este descubrimiento actúan dos fuerias distntas:
• Las que desde la propia Corona impulsan la conciencia territorial basada en la normaliiación del
Derecho Común y el feudaliiante Derecho Local. La manifestación mns importante es el Fuero de Aragón.

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• Las que a partr de la estamentaliiada realidad social, convierte las Cortes en insttución reivindicatva
y cohesionadora de la conciencia comunitaria.
El caso de Cataluña es mns comple-o. El triunfo de estas manifestaciones del Derecho Local que son los
Utsages de Barcelona (que podría traducirse como usos o me-or usanias y son los usos y costumbres que
forman la base del derecho catalnn) se debió en buena parte a la protección de la monarquía, que entendió
que el Derecho Común podría deteriorar la seña de identdad comunitaria.
2.4.3. La lenta artculación de la Corona
Los sucesivos testamentos de Jaime I ponen de manifesto las feudaliiantes tendencias
patrimonialiiadoras de la monarquía. Frente a tales cambios y alteraciones la representación estamental de
las Cortes determinó que una comisión estableciera un acuerdo defnitvo. Este acuerdo consistó en que los
reinos de Aragón y Valencia, sin posibilidad de separarse fueran confados al infante Alfonso y el Principado
de Cataluña al infante Pedro que, con el nombre de Pedro III, recibiría en herencia el con-unto de la Corona
a la muerte de su hermanastro.
Habrn que esperar a 1319, durante el reinado de Jaime II, en que las Cortes de Tarragona aprueben el
llamado Privilegio de la Unión, en el que quedaba consagrado el principio de indivisibilidad de los
territorios integrantes de la Corona de Aragón.

2.5. La centralización del poder en Portugal


La vía centralizadora, y no el pactsmo feudal, fue el cauce escogido en el proceso de construcción de la
monarquía portuguesa. Una revolución aristocrntco-eclesinstca destronaba a Sancho II, pero su sucesor, su
hermano Alfonso III, candidato de la nobleia y la Iglesia, sern el primer representante de la centraliiada
monarquía portuguesa.
2.5.1. El reinado de Sancho II (1223-1245)
Sancho II era el hi-o mayor del rey Alfonso II de Portugal y de su esposa, la infanta castellana Urraca de
Castlla. Cuando Sancho II accede al trono no cuenta con el apoyo de la aristocracia laica y del alto clero, que
buscaron el apoyo del hermano del rey, Alfonso.
Su prioridad fue la Reconquista. A partr de 1236, conquistó diversas ciudades en el Algarve y Alentejo,
asegurando la posición portuguesa en la iona. Con su atención centrada en los asuntos militares, se
facilitaron las disputas internas. La nobleia estaba descontenta con la conducta del rey e inició una
conspiración en su contra. Como resultado, el ariobispo de Oporto realiió una que-a formal al Papa,
explicnndole la situación. Gracias al poder de la iglesia en el siglo XIII, el Papa ademns de deponer y
excomulgar al emperador Federico II, excomulgó a Sancho II. El Papa encomendó el gobierno del reino al
hermano de Sancho, Alfonso, que en esos momentos residía en Francia. Alfonso abdicó de sus posesiones
francesas y se dirigió a Portugal adonde llegó en 1246, comeniando la guerra contra su hermano. Sancho II
huyó hacía el exilio en Toledo, ciudad en la que murió en 1248.
5.2 Alfonso III y la restauración del poder monnrquico (1248-1279)
La labor de Alfonso III fue fundamentalmente una obra de restauración. Mantuvo respecto a la Iglesia
una polítca de amistad durante los primeros años de su reinado en los que devolvió los bienes confscados
por Sancho II y pagó con nuevas donaciones los servicios prestados por los eclesinstcos.
Las difcultades económicas del rey y del reino que tenía sus bienes en manos de la nobleia y el clero se
hallan en la base de las primeras Cortes portuguesas conocidas. Su polítca buscaba la colaboración de
nobles y burgueses con el ob-etvo del restablecimiento de la pai. Para ello contaba con un programa de
tres puntos: recuperación económica; restablecimiento del orden y delimitación efectva de los derechos y
atribuciones de la monarquía.
La restauración del orden monnrquico provocó medidas centraliiadoras que no gustaron ni a nobles ni
al alto clero. En 1267, el con-unto del episcopado manifestó abiertamente su descontento y trasladaron sus
que-as a la corte pontfcia. Salvo este suceso, el reinado de Alfonso III supuso el restablecimiento del orden
monárquico y con la ocupación defnitva del Algarve el fn de la reconquista.

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2.6. Navarra: pactsmo y foralidad
En 1237, nobles, caballeros y clérigos impusieron a Teobaldo I la aceptación de las leyes y fueros
tradicionales que una comisión se encargaría de poner por escrito. El Reino de Navarra, a través de un
acuerdo de los estamentos del Reino y del traba-o de redacción de esta comisión -formada por diei
ricoshombres, veinte caballeros y diei eclesinstcos- se otorgó a sí mismo un ordenamiento legal: el Fuero
General de Navarra, una recopilación del derecho tradicional del Reino. Este ordenamiento, llamado
también Fuero Antguo, contene disposiciones sobre la estructura de la monarquía y la sucesión del reino,
así como los derechos de la nobleia en relación con la Corona. Sólo a partr del -uramento de los fueros, los
nuevos monarcas serían proclamados como tales. De este modo, el siglo XIII supone para Navarra la
consttucionalización de la monarquía sobre la base del pactsmo y el escrupuloso respeto a los fueros
tradicionales.

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3. LA EXPANSIÓN MEDITERRÁNEA DE LA CORONA DE ARAGÓN

Podemos considerar el Mediterrnneo entre los años 1276 y 1327 como el verdadero e-e de la actvidad
cultural, económica y polítca. Era el mar donde confuían los intereses de los países ribereños para
aumentar su infuencia polítca y económica, por asegurarse las rutas que llevaban al rico Oriente. Es el
periodo en el que la Corona de Aragón alcanió sus mnximos logros en polítca exterior y cuando se ponen
las bases de la expansión realiiada en los reinados de Pedro III, Alfonso III y Jaime II, con episodios tan
destacados como la incorporación de Sicilia, la expedición de los almognraves a Oriente o la conquista de
Cerdeña.
Las ambiciones de la Corona de Aragón quedaron circunscritas a unos límites muy concretos: el
Mediterrnneo occidental, y es aquí donde se centró el proyecto de expansión. En su búsqueda de
posesiones y enclaves comerciales la Corona tuvo varios enemigos exteriores. Aparte de algunos italianos,
como Génova y Pisa, el gran rival fue la Casa de An-ou, que ambicionaba los mismos ob-etvos.

La expansión mediterrnnea no hubiera sido posible sin el éxito de la Corona de Aragón, fruto de la
unión dinnstca entre Aragón y Cataluña (1137), a la que, en el transcurso de los siglos, se fueron añadiendo
otros reinos: Mallorca, Valencia, Sicilia, Cerdeña, los ducados griegos y, por últmo, Nnpoles en el siglo XV y
que se convirteron en la aportación de Fernando el Católico a la España Moderna.

3.1. La incorporación de Sicilia a la Corona de Aragón


El e-e de la polítca exterior de Pedro III (1276-1285), hi-o de Jaime I, durante su reinado fue la cuestón
siciliana. Estaba casado con Constanza de Hohenstaufen, hija de Manfredo, rey de Sicilia. Muerto éste, la
isla pasó al poder del francés Carlos de Anjou al serle concedida por el Papa en calidad de feudo pontfcio.
Pedro III heredó los derechos al trono por su matrimonio con Constania. Ante el enfrentamiento que se
avecinaba con los An-ou, Pedro III desplegó una gran actvidad diplomntca en busca de apoyos para hacer
valer sus derechos.

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La población siciliana, descontenta del poder angevino, se levantó en 1282 contra Carlos de An-ou, en la
revuelta conocida como las Vísperas Sicilianas. Este levantamiento provocó una gran mortandad entre los
franceses, que fueron desalo-ados de la isla. Pedro III aceptó la corona que le ofrecieron los sicilianos y se
dirigió a la isla donde fue coronado rey. Sicilia -unto a Túnei consttuía la clave que permita el control de las
principales rutas del Mediterrnneo.
Las Vísperas Sicilianas son el momento culminante de la polítca mediterrnnea de la Corona de Aragón.
El paso siguiente fue la guerra entre Aragón y Francia, en base a la excomunión papal de Pedro III y la
donación en 1284 de la Corona de Aragón a Carlos de Valois, hi-o de Felipe III, rey de Francia. Para estmular
la intervención del rey francés, el Papa Martn IV dio a la guerra el carncter de cruiada.
En 1283, ante las necesidades fnancieras para sufragar la guerra, el rey de Aragón tuvo que reconocer
a los nobles el Privilegio General, confrmó los Usatges catalanes (Fuero de Barcelona) y abolió el bovatge
(impuesto para casos excepcionales). Jaime II de Mallorca aprovechó las difcultades del monarca aragonés
para recuperar su independencia y se alió a los enemigos de Pedro III. Un año después, 1285, habían
fallecido todos los protagonistas que habían intervenido de manera actva: el Papa Martn IV, Carlos de
An-ou, Felipe III y Pedro III, poniendo fn a los sueños imperialistas de los An-ou y a los teocrntcos del
Papado.
La cuestón de Sicilia iba a ser el motvo central del nuevo rey de Aragón, Alfonso III (1285-1291) y su
ob-etvo principal que el Papa revocara la donación hecha de sus reinos al rey de Francia. Dirigirn con éxito
la campaña contra el reino de Mallorca, que vuelve de este modo a formar parte de la Corona de Aragón. A
la muerte de Alfonso III (1291) llegó al trono de Aragón Jaime II (1291-1326) hermano del anterior y que
había sido nombrado rey de Sicilia, isla que de-ó a su hermano Federico como regente.
En 1295 el nuevo Papa Bonifacio VII consiguió que aragoneses, franceses y sicilianos llegaran a un
acuerdo, conocido como el Tratado de Anagni. En él se estableció que Jaime II renunciaba la isla de Sicilia,
reconociendo los derechos sobre ella de la Sante Sede y de la Casa de An-ou, debiendo contraer
matrimonio, una vei disueltos sus esponsales con Isabel de Castlla, con la princesa Blanca de An-ou; el rey
de Francia renunciaba a la investdura de la Corona de Aragón y el Papa anulaba la excomunión. También
debía devolver Mallorca a Jaime II, que tra-o una época de buenas relaciones entre ambas coronas.
Agnani es un hito clave en la cuestón siciliana. Para la mayoría de los historiadores este tratado es
muestra de la habilidad polítca de Jaime II, ya que, aunque renunciaba a Sicilia se la entregaba a la Iglesia y
no a los An-ou. Por otra parte obtuvo la investdura de Córcega y Cerdeña, pieias clave de la expansión
mediterrnnea.
Los sicilianos manifestaron su rechaio coronando como rey en 1296 a Federico III, hermano de Jaime II
y que había sido nombrado por él regente de Sicilia, los que les llevó al enfrentamiento contra aragoneses y
angevinos. Jaime II declaró la guerra a su hermano para establecer lo que había frmado en Agnani, pero
después de unas victorias de su almirante Roger de Lauria, no deseando una derrota total de su hermano, y
considerando cumplido su compromiso con la Iglesia, se retró del teatro de la guerra.
La resistencia siciliana y la incapacidad para vencerles del rey de Nnpoles, llevó en 1302 a la frma del
Tratado de Caltabellota, entre Federico III y Carlos de An-ou, por el que se aceptaba la independencia de
Sicilia, pero sin ser el ttulo vitalicio y transmisible, de forma que a la muerte de Federico la isla volvería a los
angevinos, con unas compensaciones para los hi-os de Federico que, en caso de fallar éstas, retendrían el
Reino de Sicilia, como así sucedería.

3.2. La expedición de los almogávares al Imperio de Oriente y la incorporación de los ducados de Atenas y
Neopatria
Los almogávares, soldados de fortuna, que combatan a sueldo y botn, habían aparecido por primera
vei en la conquista de Valencia con Jaime I (1238). Colaboraron con la Corona de Aragón en la guerra contra
los partdarios de los An-ou y apoyaron a Federico III de Sicilia. Tras la frma de la pai de Caltabellota en la
que se resolvía el conficto siciliano las tropas mercenarias de la Compañía Catalana resultaban incómodas
por lo que tendrnn que buscarse una salida.

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Fue su comandante, Roger de Flor, ex templario de origen alemán, quien tomó la iniciatva y en 1303
embarcó con su e-ército rumbo a Constantnopla para proveer de tropas al emperador de Biiancio,
Andrónico II Paleólogo, en su lucha contra los turcos. Siguiendo la ruta de Ale-andro Magno, Roger de Flor,
derrotó a los turcos en Anatolia, tomando las ciudades de Filadelfa y Éfeso. La victoria contra los turcos
hiio que fuera nombrado megaduque por el emperador, despertando los recelos de Miguel, príncipe
heredero, cuya guardia le asesinó -unto a todos los almognvares que se encontraban -unto a él en un
banquete en 1305. Los almognvares se fortfcaron en Gallipoli al mando de Berenguer de Entença y
llevando a cabo desde allí campañas contra Tracia y Macedonia, en lo que se conoce como la Venganza
Catalana, llegando hasta las inmediaciones de Constantnopla.
En 1309 el Duque de Atenas, Gualterio, los contrató a fn de llevar a cabo sus ambiciones de apoderarse
de territorios del imperio. Cuando el duque quiso licenciar a la Compañía, tras haberse servido de ella, los
almognvares se sublevaron derrotnndole y tomando el ducado.
Se colocaron ba-o la soberanía de Manfredo, hijo de Federico III de Sicilia, como era un niño envió
como procurador y tutor a Berenguer Estañol. La presencia catalana en Grecia planteó problemas
internacionales de convivencia, en partcular con Venecia y Génova por motvos comerciales. Tras la muerte
del procurador Estañol, Federico III de Sicilia envió como nuevo canciller a su hi-o Alfonso Federico, que en
1318 se apoderó de la Tesalia consttuyéndose el Ducado de Neopatria, que en adelante estaría unido al de
Atenas. El Ducado de Atenas y Neopatria pasó a Manfredo y posteriormente a sus sucesores. En 1380 se
incorporarían a la Corona de Aragón pero perdiéndose pronto debido a la debilidad y el cambio de
orientación polítca de Juan I, Rey de Aragón.

3.3. La conquista de Cerdeña


Tras el Tratado de Agnani y la pérdida de Sicilia, Cerdeña se convirtó para Jaime II en el centro de la
polítca mediterrnnea de la Corona de Aragón, debido a la importancia de la isla como base estratégica de
primer orden y de apoyo a los buques mercantes catalanes que la frecuentaban, lo que le llevó a un choque
de intereses con las repúblicas de la iona: Génova y Pisa. Ademns de su posición estratégica también se ha
valorado la importancia económica de la isla debido a sus materias primas, pero todo apunta a que Cerdeña
siempre representó un capítulo negatvo en la economía de la Corona y fue considerada mns como un
mercado para los productos catalano-aragoneses que una base de aprovisionamiento agropecuario.
La ocupación de Cerdeña -nunca fue realmente conquistada- la llevó a cabo el infante Alfonso, segundo
hi-o de Jaime II y futuro rey de Aragón con el nombre de Alfonso IV, a partr de 1323. Fue una campaña
larga, dura y muy costosa en recursos humanos y monetarios. Terminó en 1324 tras la derrota naval de Pisa
en Lucocisterna y la capitulación de Cagliari. La frma de la pai no supuso la pacifcación de Cerdeña, sino el
inicio de una larga sucesión de guerras con Génova. Tras la conquista desapareció toda la infuencia pisana
y se produ-o una intensa catalaniiación de las insttuciones públicas y privadas. Esta conquista tra-o la
instalación en la isla del feudalismo importado de Aragón, basado en una red de feudos concedidos a la
nobleia que le había acompañado en la conquista y que rompió el equilibrio económico entre ciudad y
campo. Este feudalismo generó descontentos y revueltas alentadas por Génova.

3.4. La Corona de Aragón y el Norte de África


El norte de África fue desde Jaime I un nrea de gran interés tanto polítco como económico para la
Corona de Aragón. En el Tratado de Monteagudo-Calatayud de 1291 entre los reyes Sancho IV de Castlla y
Jaime II de Aragón se repartan el nrea de infuencia de la respectvas Coronas en el norte de África, de-ando
para los castellanos la parte occidental y la oriental para los aragoneses, con línea divisoria en el río Muluya.
Los aragoneses, mns que pensar en la conquista territorial, consideraban el espacio norteafricano como
bases y escalas navales complementarias de las Islas Baleares, Sicilia y Cerdeña. Al mismo tempo que se
buscaba la hegemonía polítca y comercial.
El Egipto de los mamelucos era la principal potencia polítca, militar y económica del Levante, gracias a
su puerto de Ale-andría, de gran interés para los mercaderes catalanes. Las emba-adas de Jaime II a Egipto

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buscaban obtener préstamos para el rey de Aragón, garantiar la seguridad de los peregrinos que iban a
Tierra Santa y mantener las venta-as conseguidas por los mercaderes catalanes.
Durante los reinados de Pedro III y Alfonso IV, la diplomacia se dirigió preferentemente hacia Túnei, que
-unto con Sicilia eran la llave del Mediterrnneo central y oriental. Los comerciantes catalanes mantuvieron
un interés por instalarse en las ciudades magrebíes, terminal del oro sudanés y de los productos africanos.
La polítca de los reyes de Aragón en el norte de África se basó en el comercio, el tributo y las milicias
cristanas. A principios del siglo XIV los sultanes de Marruecos y Tremecén se declararon vasallos de la
Corona con el pago de un tributo anual.

3.5. La incorporación de Mallorca a la Corona de Aragón


El Reino de Mallorca había sido conquistado por Jaime I en 1229 y por decisión testamentaria lo
convirtó en reino privatvo en 1276, siendo su primer rey Jaime II. El nuevo reino estaba consttuido por una
parte insular (las islas) y otra contnental (entre otros los condados de Rosellón y Cerdaña) ademns de la
ciudad de Montpellier. El rey de Mallorca por el Tratado de Infeudación de Perpiñan de 1279 se declaraba
vasallo del monarca aragonés, comprometéndose a prestar los habituales servicios feudales. Los reyes de
Mallorca no podían desarrollar una polítca exterior propia, estaban sometdos al proteccionismo
económico y se veían obligados a colaborar en las campañas expansionistas de la Corona catalano-
aragonesa sin obtener por ello benefcios.
A partr del Tratado de Agnani la devolución de Mallorca tra-o una etapa de buenas relaciones entre
ambas Coronas. Tras la muerte de Jaime II de Mallorca le sucedió su hi-o Sancho, que al morir sin hi-os
nombró heredero a su sobrino Jaime III. Tras la subida al trono de Pedro IV el Ceremonioso de Aragón las
relaciones entre las dos Coronas dieron un giro. El ob-etvo del rey de Aragón sería encontrar pretextos
legales para procesar a su vasallo y cuñado e incorporar el reino de Mallorca.
En 1341 el rey de Francia intentó apoderarse de Montpellier y Jaime III, como vasallo de Pedro IV
solicitó su ayuda armada, pero el rey de Aragón eludió tal petción y convocó las Cortes. Al no acudir el rey
de Mallorca fue declarado desleal. Para incoar proceso contra él, el rey de Aragón le acusó de circular
moneda francesa y acuñar moneda aragonesa. La historia que sigue es confusa y su resultado fue que
Constanza, esposa de Jaime III y hermana de Pedro IV, fue retenida por su hermano y nunca volvió a ver a
su marido. Jaime III se declaró libre del vasalla-e debido a Pedro IV y ordenó apresar a todos los vasallos de
éste que vivían en sus Estados confscnndoles sus bienes.
Pedro IV siguió el proceso contra su cuñado, siendo éste declarado en la sentencia rebelde y contumai,
por lo que se le condenaba a perder el reino. Era la base -urídica que necesita el rey de Aragón para
emprender la campaña de ocupación de Mallorca. La fora aragonesa desembarcó en la isla en 1343,
decretnndose la anexión de la misma. Asimismo, se anexionó el Rosellón y la Cerdaña en 1345. Los nuevos
territorios fueron incorporados a la Corona de Aragón, siendo declarados inseparables. La reincorporación
de Mallorca, a pesar de los enormes gastos provocados, supuso un incremento importante del patrimonio
real. En 1349, Jaime III vendió sus posesiones francesas e intentó recuperar el reino, pero falleció en la
Batalla de Lluchmayor.

3.6. La expansión comercial de la Corona de Aragón


La expansión polítca y diplomntca de la Corona De Aragón fue pare-a con la mercantl. Esta proyección
comercial fue posible gracias a la prosperidad rural y a la consolidación de la industria en partcular de la
industria de paños, que evitó la importación de paños extran-eros, y produciendo unos te-idos de calidad
que fueron ob-eto de intercambio en todo el nrea del Mediterrnneo.
Con Jaime I, el despliegue mercantl se vio favorecido por el apoyo de la Corona y la conquista de
Mallorca, cuya posición geogrnfca era clave en las rutas al norte de África. El punto de partda estuvo en las
medidas dadas por Jaime I para proteger a los mercaderes y naves catalanas frente a la competencia
extran-era, a lo que se añadió la reglamentación del Derecho marítmo a través del Consolat del Mar,
-urisdicción específca que atendía los asuntos mercantles y marítmos.

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El reinado de Jaime II supuso la culminación de la expansión territorial, en la que Sicilia tenía una
posición privilegiada, al ser la llave de la circulación comercial entre ambas cuencas del Mediterrnneo. La
conquista de Cerdeña permitó a la Corona completar lo que se ha llamado “La ruta de las islas”.
También fue importante el comercio con el mundo islnmico. Con el comercio catalnn-egipcio, debido a
las buenas relaciones con el sultnn de Egipto, se conseguían toda clase de productos orientales y Granada
era una pieia importante de enlace con el mundo magrebí y centroafricano. Mnlaga y Almería fueron los
puertos claves en las relaciones con la Corona de Aragón.
A partr de la segunda mitad del siglo XII es cuando se afrma una nueva orientación polítca y
económica en el Mediterrnneo, protagoniiada por la Corona de Aragón, que confuiría en esta misma nrea
con la economía italiana, lo que generarn contnuos confictos, pero también propiciando un marco de
intercambios ideológicos y experiencias culturales.

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4. LAS TENSIONES POLÍTICO-SOCIALES EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIII Y EN EL PRIMER
CUARTO DEL SIGLO XV

Los años de trnnsito entre el siglo XIII y el XIV sirvieron para pasar de una fase de crecimiento a otra de
crisis. En todas las monarquías peninsulares, una vei concluido prnctcamente el proceso reconquistador, la
nobleia hiio denodados esfuerios para fortalecer su poder a costa de la insttución monnrquica, que pasó
por horas ba-as.

4.1. La confictvidad sociopolítca en Castlla en el tránsito del siglo XIII al XIV


A consecuencia de la muerte en 1275 del infante Fernando de la Cerda, hi-o de Alfonso X, se planteó el
problema sucesorio al trono castellano. Del matrimonio de Fernando con Blanca, hija del rey de Francia
Luis IX, nacieron dos hijos: Alfonso y Fernando de la Cerda. El heredero al trono debía ser Alfonso,
primogénito del infante fallecido o bien Sancho, hi-o segundo de Alfonso X. El Derecho tradicional amparaba
la candidatura del infante don Sancho, pero las Partdas habían introducido el sistema sucesorio de
primogenitura y representación.
En las Cortes de Segovia de 1278, Alfonso X dio un paso decisivo al reconocer a su hijo Sancho como
heredero al trono castellano. Este nombramiento provocó la airada respuesta de Violante, esposa de
Alfonso X. La reina, acompañada de sus nietos, los Infantes de la Cerda y su madre Blanca, huyeron de
Castlla y buscaron refugio en Aragón, cuyo rey, Pedro III, era hermano de Violante. Tras la marcha de los
infantes, surgió un fuerte enfrentamiento entre Alfonso X y su hi-o Sancho. El punto culminante fue la
reunión a modo de Cortes en Valladolid en 1282, donde se entregó al Infante Sancho, que había
conseguido importantes apoyos entre la nobleia y representantes eclesinstcos, descontentos con la polítca
de Alfonso X, el gobierno y la -ustcia del reino, aunque no tomaría el ttulo de rey en vida de su padre.
4.1.1. La sucesión de Alfonso X y el reinado de Sancho IV
La reacción de Alfonso X no se hiio esperar, dictó una dura sentencia desheredando a Sancho y
nombrando heredero a su nieto Alfonso De la Cerda y después de él su hermano don Fernando. Si ambos
morían sin legítmos herederos heredaría el señorío el rey de Francia. El 4 de abril de 1284 murió en Sevilla
Alfonso X. Según la Crónica del reinado poco antes de morir perdonaría a su hi-o. Lo que sucedió realmente
fue que el insólito testamento de Alfonso X no se cumplió y el infante don Sancho fue coronado como
único rey con el nombre de Sancho IV.
A Sancho IV (1284-1295) se le conoce como “el Bravo” por su carncter iracundo. Su acceso al trono fue
muy bien recibido por la nobleia, el clero, las villas y las ciudades. Se casó en segundas nupcias con María
de Molina en 1282, matrimonio califcado de incestuoso por los distntos Papas ya que los contrayentes
eran parientes en tercer grado. Hasta su muerte, el matrimonio luchó por lograr la dispensa papal sin
conseguirla. Tres fueron los grandes problemas a los que Sancho IV tuvo que enfrentarse durante su
reinado: su-eción de la nobleia, conficto con los infantes De la Cerda y lucha contra el Islam.
• Sujeción de la nobleza: Desde mediados del siglo, la paraliiación de la Reconquista había impedido a
los nobles la posibilidad de alcaniar nuevas rentas y benefcios con lo que iniciarn un pulso con la
monarquía a fn de recomponer su poder y sus ingresos. Al frente de la nobleia se sitúa Lope Díaz III de
Haro, señor de Viicaya, lo que llevó a una ruptura total entre él y el monarca, que se consumó con la
muerte del señor de Viicaya a manos del propio rey en 1288. Sancho IV parecía decidido a asumir la
potestad regia sin ningún tpo de limitaciones.
• Conficto con los Infantes De la Cerda: Los infantes de la Cerda, Alfonso y Fernando, no habían
renunciado a sus derechos al trono castellano, encontrando apoyo para su causa en Aragón de la mano de
Pedro III. Sancho IV buscó la aliania con Francia, frmando con Felipe IV un tratado de prohi-amiento para el
caso de que cualquiera de ellos muriera sin descendencia. El rey de Francia retró su amparo a los infantes
De la Cerda, lo que supuso un golpe casi defnitvo para sus intereses.
• Lucha contra el Islam: El control del Estrecho era indispensable para defenderse de cualquier ataque
procedente del norte de África, donde el poder almohade había sido susttuido por el benimerí. Sancho IV

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retomarn la polítca de expansión de Alfonso X, contando con el apoyo de Génova y de Jaime II de Aragón.
En 1292 se apodera de Tarifa e inicia los preparatvos para apoderarse de Algeciras y proceder al control del
Estrecho, pero la campaña se interrumpió por la muerte en 1295 de Sancho IV a causa de la tuberculosis.
4.1.2. Fernando IV
Fernando IV (1295-1312) fue hi-o y sucesor de Sancho IV. Subió al trono a la edad de nueve años. Su
madre, María de Molina, había sido nombrada su tutora por Sancho IV poco antes de morir. En su reinado
podemos distnguir dos etapas, cuya separación estuvo marcada por el año 1304.
• Primera etapa de guerra civil. La minoría de edad del rey, sus discutbles derechos al trono al no
estar legitmado el matrimonio de sus padres, las ambiciones de la nobleia castellana y el apoyo de Jaime II
de Aragón a los infantes De la Cerda llevaron a nueve años de guerra casi constante que terminó en 1304
con el acuerdo entre las Coronas de Castlla, Aragón y el reino de Portugal con la sentencia arbitral de
Torrellas. También Alfonso de la Cerda, a cambio de importantes compensaciones económicas, renunciaba
a sus aspiraciones al trono de Castlla.
• Segunda etapa: se caracteriió por el defnitvo triunfo de la nobleia y la vuelta a la actvidad
reconquistadora. A partr de 1304, Fernando IV se mantene en permanente confrontación con la nobleia. El
rey actuaba constantemente constreñido por la imposibilidad de subordinar a la nobleia a la acción polítca
que trataba de poner en poner en prnctca.
En 1311 llegó en Palencia a un compromiso con los nobles que le dio un cierto margen de maniobra, al
conseguir la pai interior del reino que le era necesaria para contnuar la guerra contra los musulmanes. Al
mismo tempo, a través de las Cortes de Valladolid de 1312 va a tratar de reconstruir la autoridad real y el
prestgio del monarca mediante una serie de reformas. Su prematura muerte impidió que tales proyectos
reformistas se hicieran realidad.
4.1.3. La minoría de Alfonso XI y el movimiento hermandino
Alfonso XI (1295-1325) era fruto del matrimonio entre Fernando IV y Constania de Portugal. Al morir su
padre el heredero contaba con poco mns de un año. Inmediatamente se perflaron dos facciones nobiliarias
encabeiadas, una por la reina María de Molina (esposa de Sancho IV) y su hi-o, el infante don Pedro y otra
por el infante don Juan, hermano de Sancho IV, que pugnan por la tutoría y custodia del monarca. Ante la
anarquía y la inseguridad en las Cortes de Burgos de 1315 se reconoce como tutores a María de Molina y a
los infantes Pedro y Juan.
Paralelamente, resurge con gran fueria el movimiento hermandino, ba-o la protección de María de
Molina, con la partcularidad de que ahora sern estmulado y utliiado por la nobleia para la consecución de
sus ob-etvos polítcos. Estas hermandades habían nacido en 1282. El infante don Sancho, aprovechando el
descontento generado por algunos aspectos de la polítca de Alfonso X, conseguirn la adhesión de las
ciudades, de la nobleia y del clero y estmularn su creación. Entre mayo y -ulio de 1282 se produ-o una gran
foración de hermandades de muy diverso tpo, pero todas prnctcamente con el común denominador de
apoyar sus pretensiones. Estas hermandades fueron suprimidas en 1284 por el propio Sancho IV pues
comprendía que consttuían una amenaia para su poder.
En las Cortes burgalesas las distntas hermandades generales, a excepción de la andaluia, convergieron
en la creación de una única y poderosa Hermandad General y como consecuencia se puso de manifesto la
aliania de los nobles con los conce-os. La Hermandad General fue confrmada por últma vei en las Cortes
de Medina del Campo de 1318. Es importante destacar que en el ordenamiento de las mismas, se señala
claramente cómo las propuestas aprobadas por las Cortes son las que hicieron los representantes de la
hermandad. Da la impresión en este momento que las Cortes van a ser desplaiadas por la Hermandad, pero
nada de esto sucedió. Ciertamente el vigor de la fueria hermandina tenía ya los días contados, a lo que
contribuyó decisivamente un hecho inesperado. En 1319 fueron derrotados y muertos por los musulmanes
los infantes don Pedro y don Juan. Como consecuencia María de Molina quedaba como tutora única. Las
intrigas no se hicieron esperar en torno a la composición de la nueva tutoría de Alfonso XI, lo que provocó la
división de la hermandad en diversas facciones, con lo que perdió la cohesión que le daba fueria.

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En 1325, al cumplir catorce años, Alfonso XI fue declarado mayor de edad. La fragmentación del
movimiento hermandino le proporcionó una excelente ocasión para suprimir las hermandades y así fue
acordado en las Cortes de Valladolid de 1325.

4.2. Repercusiones internas de la polítca mediterránea de la Corona de Aragón


4.2.1. Pedro III el Grande
Pedro III reinó en (1276-1285). Los nobles y algunos conce-os consttuidos en una hermandad, la Unión
Aragonesa, se niegan a colaborar con la Corona en la guerra provocada por la ocupación de Sicilia y culpan
al rey de una aventura que en nada benefcia a Aragón. El precio para colaborar con Pedro III el Grande es el
reconocimiento en 1283 del Privilegio General de la Unión. En el texto del Privilegio se establece, entre
otros artculos:
• Reconoce los privilegios y vigencia del Fuero de Aragón.
• Insttuye una serie de insttuciones -udiciales.
• Determinados cargos no pueden ser ocupados por personas que no sean de Aragón.
• Prohíbe la insttución de nuevos impuestos.
• Inmunidad y amnista así como la devolución de los bienes embargados a aquellos que se hayan
enfrentado con él o su padre.
• Gratuidad de la administración de -ustcia.
• Convocatoria anual de Cortes.
Ese mismo año, Pedro III reunió en Barcelona las Cortes catalanas en las que se aprobaron unas
Consttutons, en sintonía con el privilegio aragonés y que demostraba que la nobleia había fortalecido su
posición polítca, social y económica. En el caso del Reino de Valencia, por medio de un Privilegium
Magnum, confrmó los fueros y privilegios. Estas concesiones permiteron la consolidación de tres espacios
polítcos diferenciados, con sus propias insttuciones, unidos por la persona del monarca, provocando el fn
de la unidad absoluta de los territorios de la Corona.
4.2.2. Alfonso III el franco o el Liberal
Alfonso III (1285-1291) destaca en su reinado por la frma en 1287, ante la acttud reivindicatva de la
Unión aragonesa, de los llamados Privilegios de la Unión. En virtud de los mismos el rey admita la
posibilidad de destronamiento regio y del cambio de dinasta si actuaba contra la Unión. Se comprometa a
celebrar Cortes todos los años en Zaragoia y a aceptar la creación de un Consejo Real para los asuntos de
Aragón.
En 1289, Alfonso III convocó las Cortes Generales de la Corona en Monión. Los estamentos aragoneses,
catalanes y valencianos aprobaron unas consttuciones con las que se pretendía poner solución a los
problemas mns importantes del reino:
• Sanear las estructuras administratvas y fnancieras de la monarquía.
• Afrmación del principio de indivisibilidad de la Corona de Aragón.
• Creación de un Conse-o Real para evitar los abusos de la Corona.
Estas Cortes de Monión marcaron el fn de la rebeldía unionista y la desautoriiación de su programa y
procedimientos de actuación. En 1291 murió Alfonso III. En su testamento legó Aragón, Cataluña, Valencia y
Mallorca a su hermano Jaime y éste debería ceder el reino de Sicilia a su hermano menor Federico.
4.2.3. Jaime II el Justo
La polítca desplegada por Jaime II (1291-1327) en el interior de sus dominios consistó en una forma de
equilibrio, con el establecimiento de un poder compartdo entre el rey y los grupos dominantes: nobleia,
fuerias ciudadanas e Iglesia. En las Cortes de Tarragona de 1319, Jaime II promovió el llamado Privilegio de
Unión, que consagraba el principio de indivisibilidad de los tres estados que integraban la Corona de
Aragón.
A la muerte de Sancho IV de Castlla, el rey aragonés se convirtó en patrocinador de la candidatura a la
corona castellana de Alfonso de la Cerda, lo que llevó a nueve años de guerra casi constante que terminó en
1304 con el acuerdo entre las Coronas de Castlla, Aragón y el reino de Portugal con la sentencia arbitral de
Torrellas.

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4.3. El Reino de Portugal: la obra de Don Dionis (1279-1325)
Era hi-o de Alfonso III y Beatrii de Portugal. Durante su reinado Portugal conoció profundas
transformaciones y un crecimiento que marca un hito decisivo en la historia medieval portuguesa. Contra-o
matrimonio con Isabel, hi-a de Pedro III de Aragón.
Destaca en su reinado el establecimiento de las “inquiriçoes”, investgaciones por las que se pretendía
conocer los abusos y usurpaciones de que habían sido ob-eto los bienes reales, con el fn de que fueran
devueltos.
A partr de 1295, Dionis actuó claramente en los asuntos castellanos, como aliado de Jaime II de Aragón
y de los infantes De la Cerda. En ese contexto hay que situar la frma del Tratado de Alcañices en 1297 entre
Castlla y Portugal que supuso el establecimiento de una frontera prnctcamente defnitva entre los dos
reinos. Con dicho tratado se cierra para Portugal una etapa de expansión, al tempo que se delimita un
espacio nacional. A Dionis se le conoce por el apelatvo de “el rey labrador” al mostrar una gran
preocupación por estmular la me-ora de la producción de los campos que incrementaría las rentas
campesinas y estmularía la exportación de los excedentes.

4.4. Navarra en la órbita francesa


En 1274, tras un breve reinado, murió Enrique I (1270-1274) de-ando planteado un grave problema
sucesorio. Su heredera era su hi-a, la princesa Juana I, que al ser menor de edad quedó ba-o la regencia de
su madre Blanca de Artois. Al mismo tempo se eligió como gobernador al Señor de Cascante -para que se
hiciera cargo del gobierno hasta que Juana cumpliera doce años y pudiera casarse- y una Hermandad para
vigilar el buen hacer del gobernador.
Con el fn de frenar las apetencias de los reinos vecinos: Castlla y Aragón, Blanca de Artois, sin consultar
a los estamentos del reino, concertó el matrimonio de Juana con uno de los hi-os del rey de Francia, Felipe
III, que se haría cargo de la defensa del reino navarro ante posibles ataques de Castlla y Aragón. El
gobernador fue susttuido por uno francés. Pronto surgió una fuerte oposición ante el gobernador
extran-ero, especialmente en Pamplona, donde la población estaba muy dividida y enfrentada entre francos
y naturales. La oposición de la Navarreria (iona de Pamplona próxima a la Catedral, poblada por naturales
navarros) a los decretos del gobernador francés provocó una crisis que fnaliió con la intervención militar
francesa. Navarra quedó sometda al reino francés de Felipe III.
En 1284, Juana I contrajo matrimonio con Felipe IV el Hermoso, que al año siguiente sucedería a su
padre Felipe III como rey y, por tanto, legitmo rey de Francia y de Navarra. Ambos son vistos en Navarra
como unos extraños, surgiendo progresivos movimientos de oposición. Tanto ellos como sus sucesores
e-ercieron el gobierno del Reino de Navarra a distancia, a través de gobernadores provistos de amplios
poderes. En 1328 moriría sin descendencia Carlos el Calvo, lo que facilitaría la separación de Navarra de la
corona de Francia. Las Cortes reunidas en Pamplona aceptaron los derechos al trono que tenía Juana II,
nieta de Juana I y casada con Felipe III de Evreux. Estas Cortes aceptaron que el marido e-erciera el
gobierno en nombre de su mu-er. Terminaba la dinastía Capeto y se inauguraba una nueva dinastía,
llamada de Evreux.

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5. CONFLICTOS POLÍTICOS EN LOS REINOS HISPÁNICOS Y EL TRIUNFO DE LAS MONARQUÍAS EN
LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIV

Tal como estaba sucediendo en el resto del Occidente europeo la crisis del siglo XIV: guerra, hambre,
peste, etc. etc. también afectó al con-unto de la Península Ibérica, aunque los grados de incidencia de la
crisis no fueron homogéneos, sino que variaron de un reino a otro y, a su vei, en el interior de cada uno de
ellos, cada iona se vio afectada de manera diferente. En esta época el feudalismo, como sistema social y
económico, supo capear el temporal de la crisis y experimentó una etapa de crecimiento que permitó su
supervivencia estructural durante siglos.
A pesar de los notables éxitos bélicos y diplomntcos la región peninsular mns per-udicada por la crisis
del siglo XIV fue la Corona de Aragón, ello le llevó a que terminase perdiendo a medio plaio la partda frente
a Castlla como estado hegemónico que, tras decenios de anarquía nobiliaria y urbana de-ó paso a un
afaniamiento del poder monnrquico durante el reinado de Alfonso XI.

5.1. El fortalecimiento de la monarquía en Castlla: el reinado de Alfonso XI


Puede decirse que Alfonso XI fue un decidido partdario del acuerdo con los nobles y en todo momento
intentó atraerlos a su servicio dotnndolos convenientemente. El interés del monarca, por convicción
personal y por necesidad polítca, exige mantener a su servicio a los nobles. Sin embargo, los sueldos y
bienes concedidos por el rey eran insufcientes a causa de las contnuas subidas de precios y que la me-or
forma de incrementar sus benefcios era servir al monarca desde los puestos de gobierno que permitan
actualiiar los ingresos; para lograr este ob-etvo polítco-económico no dudarnn en sublevarse, ni tampoco
en aceptar la autoridad real cuando ésta les ofrece sufcientes compensaciones para poner fn a la violencia.
Alfonso XI (1311-1350) fue un monarca que, combinando la coacción con la persuasión, logró ir poniendo
fn al alto punto de independencia que habían logrado las ciudades y las Cortes y que, igualmente,
consiguió que la nobleia terminara por colaborar en la pacifcación del reino y en la lucha por el dominio de
la orilla norte del Estrecho frente a benimerines y granadinos.
Durante la minoría de edad de Alfonso XI, su reino estuvo dividido entre los tutores del rey, mns
interesados en consolidar su posición personal y la de los nobles que les apoyan que en la consolidación del
reino: el infante Felipe (hermano de Fernando IV), don Juan Manuel (nieto de Fernando III) y don Juan el
Tuerto (hi-o del infante don Juan, hermano de Sancho IV).
5.1.1 Domeñando a la nobleia
A la mayoría de de edad de Alfonso XI (1325), éste se vio obligado a elegir entre los tres grupos
nobiliarios que apoyaban a los tres tutores que se disputaban el poder. Así, Alfonso se apoya en los
partdarios del infante Felipe e intenta atraerse a don Juan Manuel (que se había coaligado con don Juan el
Tuerto contra el monarca) pidiendo en matrimonio a su hi-a Constania Manuel, de nueve años, al tempo
que manda asesinar a don Juan el Tuerto (1326).
Este matrimonio ha sido acordado en momentos de difcultad, para romper la aliania de los nobles,
pero no es aceptable para los nobles que siguen al rey, porque la victoria de don Juan Manuel signifcaría
para ellos la pérdida del favor real. Constania Manuel fue rechaiada y Alfonso XI se casarn con María de
Portugal, con lo que resta a los nobles en su contra el apoyo portugués. Don Juan Manuel, ofendido, buscó
el apoyo de Alfonso IV de Aragón e inició una revuelta. Pero el matrimonio de la hermana de Alfonso XI,
Leonor, con el rey aragonés restablece la pai entre los dos reinos y permite someter a don Juan Manuel e
iniciar una campaña contra Granada (1329), cuyo rey se declara vasallo del castellano.
Fue una tregua transitoria. En 1331, durante la campaña andaluia contra Granada, el rey conoce a
Leonor de Guzmán, por la que abandona a su esposa María de Portugal. Ello provocó un intento de invasión
por parte del rey portugués, al mismo tempo que se sublevaba en Castlla los nobles don Juan Manuel y
don Juan Núñei de Lara. A esta liga se agregó el nuevo rey de Aragón, Pedro IV el Ceremonioso, (cuya
oposición a su madrastra Leonor de Castlla y a sus hi-os era notoria). Alfonso XI, contando con unos
recursos de los que había carecido años atrns afrontó la crisis con determinación. Detuvo la invasión del

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e-ército portugués y derrotó a los dos magnates. En adelante Alfonso XI pudo gobernar sin ninguna
oposición seria por parte de la nobleia.
5.1.2. El dominio sobre las ciudades y las Cortes
Junto a la nobleia, las ciudades reunidas en Hermandad General o en Cortes consttuían la fueria que,
en solitario o en cooperación con el estamento nobiliario podría consttuirse en un obstnculo para que la
insttución monnrquica controlase el Reino. Desde que llega al trono Alfonso XI, inicia una progresiva labor
erosiva con la fnalidad de disminuir el alcance de los fueros y costumbres locales a cambio de ir
imponiendo sus propios representantes. En 1325 dio el golpe de gracia a cualquier resistencia cuando
prohibió la Hermandad General. Tras la sumisión de la nobleia, su cooperación permitó a Alfonso XI
mane-ar prnctcamente a su anto-o a las Cortes. El rey se mostró intransigente en las cuestones esenciales,
es decir, en los intentos de poner límite a su autoridad o en la disminución de los ingresos económicos que
recaudaba. La voluntad del rey era la ley y este poder regio reafrmó el sistema señorial, es decir, la mns
pura organiiación feudal.
Otra clara manifestación del triunfo monnrquico fue la implantación del Código de las Siete Partdas de
Alfonso X que a partr de 1348 fue califcada como norma jurídica para todo el reino. Esta norma sólo
tendría capacidad de aplicación cuando ni las leyes promulgadas por Alfonso XI ni los fueros locales
pudieran dar respuesta a determinados problemas.
5.1.3. La polítca exterior
Hasta 1338 a polítca exterior de Castlla estuvo en buena medida condicionada por los problemas
internos: las alianias o enfrentamientos con Aragón y Portugal tenden a evitar el apoyo de los monarcas a
los nobles rebeldes.
La postura de Castlla estuvo condicionada por las primeras etapas de la Guerra de los Cien Años. El
reino se había convertdo en una potencia ganadera y comercial, por lo que Inglaterra y Francia buscaban la
aliania con Alfonso XI, que no se comprometó demasiado en las hostlidades, obteniendo benefcios de la
situación. Cuando en 1345 la contenda parecía favorecer a Francia, Alfonso XI frmó un tratado con Felipe
IV y cuando en 1346 los franceses fueron derrotados en la batalla de Créçy el panorama cambió y el
monarca dio marcha atrns, llegando a plantear la boda de su hi-o Pedro con Juana de Plantagenet, que
murió de peste durante el via-e a Castlla. Cuando murió el rey, nada se había resuelto respecto a las
alianias exteriores, excepto un punto: las preferencias del tercer estado iban hacia Inglaterra, las del clero y
la nobleia hacia Francia.
5.1.4. La Batalla del Estrecho
Los acuerdos de Alfonso XI con los nobles en 1338 tenen como fnalidad conseguir su colaboración
para poder contrarrestar los ataques benimerines e intentar la recuperación de Gibraltar, tomada por éstos
en 1333.
En 1340, en Tarifa, la fota castellana fue derrotada por los musulmanes. Alfonso XI no duda en pedir
ayuda a los demns reinos y en contratar los servicios de naves y marinos de Portugal, Génova y Aragón. Ante
el peligro musulmnn se alía con Alfonso IV de Portugal y con Pedro IV de Aragón a los que se unieron
algunos contngentes de Inglaterra. Los aliados cristanos derrotaron a los benimerines en la decisiva
Victoria del Salado (1340). Explotando este éxito se apoderó de Algeciras (1344) y murió, a consecuencia
de la Peste Negra, cuando sitaba de nuevo Gibraltar (1350). Fue el único monarca de una Europa afectada
por la peste en morir de esa enfermedad.

5.2. La Corona de Aragón: lucha por el dominio de Cerdeña, la derrota de la Unión y la incorporación
defnitva de Mallorca
A fnales del siglo XIII, la Corona de Aragón comprendía los reinos peninsulares de Aragón y Valencia, el
Principado de Cataluña y los reinos insulares de Mallorca y Sicilia, a los que se unió en el siglo siguiente los
ducados de Neopatria y Atenas, conquistados por los almognvares, y la isla de Cerdeña, ocupada entre 1323
y 1324 tras el Tratado de Agnani. Dominios extensos que no permanecieron unidos.

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Los ob-etvos de los reyes aragoneses Alfonso IV el Benigno y Pedro IV el Ceremonioso fueron mantener
el dominio de Cerdeña ante la agresividad de la república de Génova y la reincorporación de Sicilia y
Mallorca, que signifcaría el dominio del Mediterrnneo occidental.
5.2.1. Lucha por el dominio de Cerdeña
La obsesión por Cerdeña por parte de catalanes y mallorquines se manifestó en la imperiosa necesidad
de proteger el trnfco de mercancías mediterrnneo y de mantener las cuotas de avituallamiento de trigo
procedente de Sicilia y Cerdeña. En 1380, Pedro IV llegó a proclamar que si Cerdeña y Sicilia se perdían,
nada impediría que Mallorca y Barcelona entrasen en crisis y se despoblasen por no recibir provisiones
sufcientes. Cerdeña se encontraba dividida entre los partdarios de los genoveses y los de los aragoneses,
rebelnndose los primeros apoyados por Génova tras lo que se produ-o una dura represión aragonesa que
desató una guerra abierta contra la república genovesa. En 1336 se frmó un acuerdo de pai, aunque los
partdarios de los genoveses en la isla seguían con frecuentes altercados.
Pedro IV, después de terminar con los problemas internos en su reino, decidió que había llegado el
momento de dedicarse en exclusiva a este asunto y así pactó con venecianos y biiantnos, armando una
fota que derrotó en febrero de 1353 a los genoveses ante la misma Constantnopla, volviendo a
derrotarlos en agosto del mismo año en Alghero. Tras la victoria naval Pedro IV se dirigió a la isla,
terminando en 1355 con el últmo foco de resistencia. Entre 1358 y 1368 estallaron nuevas revueltas, pero
las hostlidades con Castlla hicieron a Pedro IV desistr de la intervención en la isla. Para afaniar su poder
en Cerdeña el rey necesitaba reincorporar Sicilia a la corona aragonesa. Para ello recurrió a la polítca
matrimonial: logró la dispensa papal para casar a su hija Constanza con Fadrique de Sicilia. Cuando en
1377, Fadrique murió sin descendencia, Pedro IV fue reconocido como monarca de Sicilia. Fue también
cuando recibió como homena-e los ducados de Neopatria y Atenas.
5.2.2. La derrota de la Unión
Los motvos unionistas aragoneses se fundamentaron en el siglo XIII, cuando se niegan a colaborar con
la Corona en la guerra provocada por la ocupación de Sicilia y culpan al rey de una aventura que en nada
benefcia a Aragón. El precio para colaborar con Pedro III el Grande es el reconocimiento en 1283 del
Privilegio General, que incluye la vigencia del Fuero de Aragón y el control polítco y económico del reino de
Valencia por los nobles aragoneses agrupados en la Unión. La infracción de este Privilegio General en el
reinado del hi-o de Pedro III, Alfonso III, -unto a la soberbia de la nobleia, fueron la causa en 1287 de los
Privilegios de la Unión, que reformaba alguna de las disposiciones e incorporaba otras nuevas, como la
aceptación por el monarca de la posibilidad de destronamiento y del cambio de dinasta si se actuaba
contra la Unión.
Cuando, tras enviudar Alfonso IV el Benigno (hi-o de Jaime II el Justo) contrae en 1329 nuevo
matrimonio con Leonor de Castlla, las élites dominantes se dividen entre los partdarios del monarca y los
seguidores de su primogénito Pedro el Ceremonioso. Al apoyar Aragón a este últmo, la nobleia creyó haber
ganado la partda cuando Pedro alcanió el trono en 1336 a la muerte de su padre. Pero esta nobleia no
tuvo en cuenta que Cataluña era el auténtco músculo económico de la Corona y por lo tanto, Pedro IV
debería inclinarse por los intereses catalanes. Esta decisión avivó el malestar aragonés, al añadirse la
elección de su hi-a Constania como heredera. Los aragoneses se aliaron con los hermanos de Pedro IV,
resucitaron la Unión, la extendieron al reino valenciano e intentaron llevar la revuelta a Mallorca en un claro
intento de aglutnar contra el monarca y sus conse-eros catalanes a los demns territorios de la Corona. Sin
otra salida, Pedro IV aceptó las exigencias de los unionistas, confrmó los Privilegios de la Unión y se vio
obligado a reconocer a Fernando, hi-o de Leonor de Castlla, como heredero en tanto no tuviera hi-os
varones.
Pedro IV -uró destruir la Unión, se enfrentó y derrotó en 1348 a las tropas unionistas al mando del
infante don Fernando. En las Cortes de Zaragoza de octubre de 1348 deroga los Privilegios de la Unión y se
acuerda que el Privilegio General de 1283, -urado por Pedro III el Grande, sea tenido como Fuero.

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5.2.3. La incorporación defnitva de Mallorca
El reino de Mallorca fue independiente por decisión de Jaime I desde 1276. Fue ocupado por su hi-o,
Pedro III el Grande, en 1285, y devuelto a la dinasta mallorquina en 1298 cuando Jaime II se declarara
vasallo del rey aragonés.
Junto a los problemas internos, el reino de Mallorca ocupa los primeros años del reinado de Pedro IV el
Ceremonioso. La excusa del incumplimiento de los deberes de vasalla-e por Jaime III y el permiso dado para
la circulación de moneda catalana en el Rosellón llevó a Pedro IV ocupar la isla en 1343, con el apoyo de
algunos mallorquines partdarios de la unión con la corona aragonesa. Un intento de reconquista en 1349
por parte de Jaime III terminarn con su muerte y la encarcelación de su hi-o Jaime IV.
Desde la muerte de Jaime III, el reino de Mallorca permaneció inalterable, desapareció como estado
independiente y en adelante seguirn unido a la Corona de Aragón y mns concretamente a Cataluña.

5.3. El Reino de Portugal: el reinado de Alfonso IV


En líneas generales, el reinado de Alfonso IV coincidió con el de Alfonso XI. Hemos visto en los apartados
anteriores su apoyo a los rebeldes castellanos, el matrimonio de María de Portugal con Alfonso XI y su
abandono por Leonor de Guimnn, las contendas entre ambos reinos y la colaboración del rey portugués en
la decisiva batalla del Estrecho.
El matrimonio del hijo primogénito de Alfonso IV, Pedro, con la infanta española Constanza Manuel , y
la inclinación posterior del heredero por Inés de Castro, una de las damas que acompañaban a Constania,
hiio que la nobleia portuguesa se dividiera de nuevo en dos bandos enfrentados que confaban en que el
triunfo del partdo elegido redundase en su benefcio personal. Una parte de la nobleia siguió a Pedro y a
sus hi-os ilegítmos y otra, conse-eros de Alfonso IV, optaron por la defensa de los hi-os de Pedro y
Constania Manuel.
Inés de Castro fue asesinada en 1355, estallando la guerra civil entre Pedro y su padre Alfonso IV, con
apoyo para el infante de los Castro de Castlla. Alfonso IV y Pedro se reconciliaron y a la muerte del primero
en 1357 el infante subió al trono con el nombre de Pedro I.

5.4. La independencia de Navarra


Desde el matrimonio de Juana de Champagne (Juana I) y Felipe IV de Francia en 1284 el reino de
Navarra estaba unido de hecho a Francia, manteniendo sin embargo una cierta independencia teórica
reconocida por los monarcas franceses y por los de Castlla y Aragón.
Tras la muerte sin hi-os en 1328 de Carlos IV de Francia y la susttución de los Capeto por los Valois,
permitrn a los navarros recuperar la independencia polítca en la persona de Juana II, la mayor de las
descendientes vivas de Juana de Champagne, y su marido Felipe de Evreux, que fue coronado como rey
consorte con el nombre de Felipe III. Los navarros mantuvieron una polítca de amistad con sus vecinos,
amistad que sólo fue alterada por las disputas con Castlla, disputas que llevaron a los navarros en 1334 a
una guerra corta pero dura. Hecha la pai, Felipe III apoyó a Alfonso XI en el cerco de Algeciras (1344).

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6. UNA ÉPOCA DE AUTORITARISMO EN LOS REINOS PENINSULARES EN EL TERCER CUARTO DEL
SIGLO XIV

Los años que transcurren aproximadamente entre 1350 y 1370 estnn presididos en la Península Ibérica
por una marcada deriva hacia el autoritarismo. Ademns, varios hechos de amplia repercusión consttuyen
el telón de fondo de esta época: el primero de ellos es la epidemia de peste que se cierne sobre Europa
desde 1348 y el segundo problema sern la Guerra de los Cien Años, ya que aunque se trate de un conficto
entre Francia e Inglaterra, otros reinos de Europa van a verse también implicados en cierto modo.
Todo esto sucedern mientras se comienia a evidenciar una crisis del feudalismo perceptble en todas las
monarquías europeas, consecuencia del reforiamiento del poder real, de la crisis económica que la peste y
sus consecuencias produ-eron en las economías señoriales y del creciente protagonismo por parte de los
grupos burgueses.
En esta época hemos de asistr a graves problemas dinnstcos que afectan a la totalidad de las
monarquías hispanas. En ellos se meiclan a menudo cuestones derivadas de la falta de entendimiento
entre los diferentes herederos de un monarca y también, a menudo, la consecuencia de amores ilegítmos.
Por otra parte estn a punto de producirse en toda Europa una imparable serie de cambios dinástcos: en
Francia los Valois, en Castlla los Trastnmara, en Portugal la Casa de Avis, en Inglaterra los Lancaster, incluso
en el Imperio el advenimiento de los Luxemburgo, una dinasta que cedern su puesto a los Habsburgo.

6.1. El reinado de Pedro I de Castlla


El reinado de Pedro I (1350-1369) es uno de los mns polémicos de nuestra Edad Media. El propio
apelatvo que recibió el rey, “el Cruel”, lo demuestra. Probablemente el rey no fue mucho mns cruel que sus
contempornneos, entre los que encontramos persona-es como Pedro I de Portugal y Pedro IV de Aragón.
Es difcil entender este reinado sin conocer previamente algunas circunstancias muy concretas: Pedro I
sube al trono inmediatamente después de desencadenarse la Peste Negra; le toca hacer frente a una época
de crisis demogrnfca, de grandes cambios y transformaciones; el reinado se inicia en el momento mns
nlgido de la primera fase de la Guerra de los Cien Años, respecto a la cual va a ser muy difcil mantenerse
neutral; ...
El nuevo rey subió al trono a la edad de 15 años. Necesitaba el conse-o de personas mns
experimentadas y, de hecho, sus primeros pasos en el gobierno a la sombra de Juan Alfonso de
Alburquerque, recuerdan la minoría de su padre Alfonso XI, y de su abuelo, Fernando IV.
6.1.1. Circunstancias familiares
Tanto el -oven rey como su madre, María de Portugal, habían vivido preteridos (omitdos en la
insttución de herederos a los que son foriosos, sin desheredarlos expresamente en el testamento) y en la
sombra, debido al protagonismo de la amante de su padre Alfonso XI, Leonor de Guimnn, y sus numerosos
hi-os bastardos. Esta acttud, así como los intereses surgidos en torno a Leonor, provocó las mayores
consecuencias para el futuro. Cuando María de Portugal mandó hacer desaparecer a su antgua rival, el
descontento de los bastardos encontró eco en parte de la nobleia y condu-o a un duro enfrentamiento
entre ésta y la monarquía.
6.1.2. Los primeros problemas con la nobleia
Punto esencial de su polítca es el intento de disminuir el poder de la nobleza. En 1350, Pedro I
padeció una grave enfermedad que logró superar, pero el reino se dividió en torno al tema de la sucesión.
De esta división vinieron los primeros confictos, que se recrudecerían mns tarde, para terminar con la
muerte de Leonor de Guimnn en 1351. Esta últma muerte ahondó las diferencias entre el rey y sus
hermanos bastardos, organiinndose por ello revueltas.
El siguiente problema lo consttuirn el proyecto de matrimonio para Pedro I diseñado por
Alburquerque, pues éste últmo iniciarn en territorio francés negociaciones para un futuro matrimonio entre
el monarca castellano y doña Blanca de Borbón, proyecto que sern un fracaso por la relación que el rey
mantenía con María de Padilla, abandonando a su esposa a los dos días de la boda con gran escnndalo.

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6.1.3. El gobierno personal de Pedro I
Los errores cometdos por Juan Alfonso de Alburquerque de-aron el terreno abonado para la
contnuación de los confictos nobiliarios, destacando el antes aludido fracaso de matrimonio entre el
monarca y Blanca de Borbón, que rompía la aliania con Francia. Este hecho desencadenó la caída de
Alburquerque, el cual abandonarn Castlla para refugiarse en Portugal.
El desgraciado destno de Blanca de Borbón, que rechaiada por Pedro I permanecern recluida en
Medina del Campo por orden del monarca, servirn de pretexto para iniciar una rebelión por parte de la
nobleia en contra de las pretensiones del rey. Intentando llegar a un acuerdo, los sublevados se apoderaron
de la persona del rey, el cual, tras ser hecho prisionero y ser sometdo a una serie de vejaciones que
marcarnn un punto de infexión en su carncter como rey, sern liberado en 1355, año en el que se inician las
temibles venganias de Pedro I.
Se pondrn de manifesto a partr de ahora toda su agresividad, patente no sólo en la lucha contra los
nobles, sino también con su propia familia y el enfrentamiento que adquiere el aspecto de un duelo
personal con su hermanastro Enrique de Trastámara. Su propia madre, María de Portugal, termina
refuginndose en su país de origen y, tras quedar defnitvamente rota su aliania con Francia, se iniciarn a
partr de ahora la primera de las campañas contra el Reino de Aragón.

6.2. La Corona de Aragón en el reinado de Pedro IV el Ceremonioso. Las estrategias para la anexión del
reino de Sicilia
Algunos historiadores han caracteriiado la época de Pedro IV (1336-1387) como el momento de
plenitud de la historia de Cataluña, pero considerando, al mismo tempo, el inicio de su decadencia, cuyas
causas son comple-as pero se deben en gran medida a las consecuencias de la epidemia de peste.
El largo reinado de Pedro IV el Ceremonioso es mns dilatado y comple-o que el de sus contempornneos
Pedro I de Castlla y Pedro I de Portugal. Y como el de ellos, el su reinado desempeñan un papel
fundamental los problemas dinnstcos. Por una parte los derivados del segundo matrimonio de su padre,
Alfonso IV El Benigno, con Leonor de Castlla, hermana de Alfonso XI, del que nacieron dos hijos,
Fernando y Juan. Fernando se convirtó en el mns poderoso señor territorial de la Corona de Aragón, lo que
no favoreció las buenas relaciones entre Pedro IV y sus hermanos, debido, en gran medida a la acttud de
Leonor de Castlla, demasiado empeñada en defender los derechos de sus hi-os.
También las tensiones se agudiiaron a consecuencia de la falta de hijos varones que durante mucho
tempo afectó al rey de Aragón. Las malas relaciones de Pedro IV con sus hermanos explican la
partcipación actva de alguno de ellos en los problemas internos del reino. Muertas sus dos primeras
esposas, Pedro IV contra-o su tercer matrimonio con Leonor de Sicilia, madre de sus sucesores inmediatos,
Juan I y Martn el Humano. Cuando se inicia la segunda mitad del siglo XIV, Pedro IV ya había solucionado
una buena parte de los problemas suscitados en los primeros decenios de su reinado.

6.3. El enfrentamiento entre Aragón y Castlla: la Guerra de los Dos Pedros


En 1356, resuelta de momento la revuelta nobiliaria surgida en Castlla, Pedro I inicia la primera de las
guerras contra Aragón. Se conoce esta contenda como la Guerra de los dos Pedros. Los motvos que le
llevarnn a la contenda son numerosos y comple-os. Por una parte, Pedro I, deseaba recuperar los territorios
que Castlla había tenido que ceder en el pasado a Aragón, cercanos ellos a la frontera de Murcia. Ademns
reprochaba al rey aragonés no haberle prestado ayuda contra los nobles rebeldes y el haberles acogido
luego en su reino. Por otro lado, estaba en -uego la hegemonía peninsular entre dos monarcas autoritarios,
la cual era reclamada por Pedro I.Uno de los motvos que llevaron al enfrentamiento a Pedro IV el
Ceremonioso de Aragón, fue la presencia en Castlla de los infantes aragoneses, contrarios a su persona,
perturbando las relaciones entre los dos reinos. En todo caso, la guerra se enmarca a escala internacional,
en el gran conficto de la Guerra de los Cien Años, y también en el contexto de las buenas relaciones que
mantenía Castlla con la República de Génova.
El estallido fue ocasionado por una contenda menor dentro de las tensiones padecidas entre ambos
reinos. Con motvo del apresamiento de unos barcos de Piacenza, aliada de Génova, por una armada

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catalana, Pedro I decretó un embargo de bienes sobre los mercaderes catalanes establecidos en Castlla y
formuló un ultmntum al monarca aragonés, el cual aceptó el reto. Ofcialmente la guerra se inicia con la
toma de Alicante por parte de Pedro I en septembre de 1356.
Por el bando contrario, Enrique de Trastnmara, que había huido a Francia entrarn desde allí en Aragón
frmando un acuerdo de vasalla-e hacia el monarca aragonés plasmado en el Tratado de Pina.
Posteriormente, en mario de 1357, la ofensiva castellana darn como resultado la toma de Taraiona, perdida
posteriormente, al mismo tempo que las tropas leales a Pedro I derrotaban a los sublevados de Andalucía.
Tras estos hechos hubo la Tregua de Tudela, en Navarra, a lo largo de la cual el monarca castellano va a
preparar una nueva ofensiva, esta vei por mar. En este contexto, antes de comeniar el siguiente ataque
tuvieron lugar algunos de los asesinatos más atroces de cuantos mandó cometer Pedro I a lo largo de su
mandato. Entre estas muertes destaca la de su hermano Fadrique, hermano gemelo de Enrique de
Trastnmara, en 1358. Estas muertes violentas consttuirnn la me-or propaganda adversa contra el rey, pues
atraern el odio implacable de sus enemigos, a la vei que va a fomentar el temor y la desconfania entre sus
feles.
6.3.1. La reanudación de las hostlidades
En el verano de 1358 se reanudaron las hostlidades contra Aragón. Pedro I contaba con la aliania de
Portugal y preparó en 1359 una fota, a la que se añadieron algunas naves portuguesas, y cuyo objetvo fue
la ciudad de Barcelona, aunque quedó en una simple demostración de fueria y terminó por retrarse sin
entablar combate con la fota aragonesa. Esta empresa militar fue un completo fracaso, pero ponía de
manifesto las grandes posibilidades de sacar provecho marinero del reino de Castlla, tanto a nivel militar
como comercial.
6.3.2. De Araviana a Nn-era
En 1359, Enrique de Trastnmara se arriesgó a organiiar, por iniciatva propia, una expedición terrestre
contra Castlla. Obtuvo una brillante victoria en Araviana. Tras ella, Enrique quiso aumentar su triunfo con
una operación militar de mayor fuste. En una expedición militar aragonesa ba-o su mando se enfrentó de
nuevo con su hermanastro, Pedro I, en la Batalla de Nájera (1360) donde fue derrotado. Fue la primera de
las dos victorias que Pedro I obtuvo en el mismo lugar sobre su hermano bastardo. Tras la batalla, la alianza
entre Castlla y Portugal se reforzó. Los nobles castellanos huidos a Portugal fueron devueltos a Castlla y
a-ustciados, y como contrapartda, los nobles portugueses que años atrns habían partcipado en el
asesinato de Inés de Castro y habían encontrado refugio en Castlla fueron devueltos a Portugal, sufriendo
ell mismo castgo. Se produ-o a partr de entonces un acercamiento entre Castlla e Inglaterra que
desembocaría en una aliania con el e-ército me-or preparado de Europa, pero a costa de implicarse en la
Guerra de los Cien Años.
6.3.3. La Pai de Terrer
Ante esta situación, a Pedro IV de Aragón le interesaba llegar a un acuerdo con Castlla para establecer
una tregua. A Castlla también le interesaba porque acababa de producirse el destronamiento de de
Muhammad V de Granada, aliado suyo, y el acceso al poder de Muhammad VI del que se esperaba que
fuese aliado de Aragón. No interesaba una guerra para Castlla en dos frentes. El acuerdo con Aragón se
frmó en Terrer, frontera de Soria, en mayo de 1361. Pedro I renunciaba a sus reivindicaciones territoriales;
Pedro IV se comprometa a prescindir de los servicios de Enrique de Tratnmara, que despechado pasó a
Francia para intentar conseguir la colaboración francesa.
La Pai de Terrer se convirtó en una simple tregua de corta duración. Muerto Muhammad VI de
Granada -a manos del propio Pedro I- y reintegrado el trono a su antguo aliado Muhammad V, el rey de
Castlla estaba libre para emprender de nuevo la ofensiva contra Aragón.
6.3.4. La nueva guerra con Aragón
En 1362 estableció Pedro I una defnitva aliania con Inglaterra, iniciando la ofensiva castellana que
llevó a su e-ército a someter diversas plaias aragonesas, entre ellas Calatayud. Pedro IV de Aragón, aliado
con Francia, tuvo que recurrir de nuevo a Enrique de Trastnmara que volvió a Aragón y fue reconocido como
pretendiente al trono de Castlla. Sometda Calatayud, el e-ército castellano se dirigió hacia Valencia, lo que
llevó a Aragón a buscar la pai a cualquier precio. Se frmo en 1363 la Paz de Murviedro (Sagunto).

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Pedro I no respetó los acuerdos, alegando incumplimientos del pacto. Tras una nueva ofensiva obtuvo
el control de la mayor parte del reino de Valencia, llegando incluso a sitar ésta. Aunque pudo levantarse el
sito, la superioridad castellana era manifesta y Enrique de Trastnmara fue consciente de la necesidad de
ampliar sus alianias. Fue entonces cuando en el marco de una aliania con Francia, Aragón y el Papa
consiguió el apoyo económico necesario para contratar a las Compañías Blancas, tropas mercenarias
francesas al mando de Bertrand Du Guesclin. En los meses fnales de 1365 las tropas francesas se
concentraron en el Pirineo dispuestas a intervenir en la Península.

6.4. El Reino de Portugal: el reinado de Pedro I


La actuación de Pedro I de Portugal (1357-1367) también llamado el Cruel, o el Justciero, como su
homónimo el rey de Castlla, estn en la misma línea de autoritarismo característca de la época. Al subir al
trono declaró que su unión con Inés de Castro había sido, realmente, un matrimonio y que los hi-os nacidos
de esa unión eran legítmos. Se vengó de los asesinos de Inés y, según la leyenda, mandó desenterrar su
cadnver para que de forma póstuma y macabra la nobleia del país la acatara como verdadera reina.
Merece especial mención su deseo de promover la -ustcia, cuya administración sufrió una considerable
reforma. Él mismo e-ercern la -ustcia personalmente, practcnndola a menudo con rigor y severidad. En su
reinado avanió de forma considerable la tendencia hacia la creación de una Iglesia nacional en Portugal.

6.5. Navarra en la época de Carlos II el Malo


El reinado de Carlos II de Navarra (1349-1387) es, probablemente, el me-or e-emplo para explicar la
partcipación que los reinos y los monarcas hispnnicos tuvieron en la Guerra de los Cien Años. Carlos, hi-o de
Juana II y Felipe de Evreux descendía de los reyes de Francia. Con motvo de la separación de Navarra de la
Corona francesa, sus padres Juana y Felipe renunciarnn al condado de Champaña y asimismo a sus derechos
a la Corona de Francia, recibiendo a cambio la promesa de recibir varios estados feudales.
Carlos II, al tener derechos sobre esos bienes en territorio francés, la posesión de ciertas terras en
Normandía y estar casado con una hi-a de Juan II de Francia, tuvo un gran protagonismo en la historia de
Francia. Lo veremos actuar en Francia como aliado del rey inglés, luchando contra Juan II por los derechos
sobre Angulema o intentando salvaguardar sus terras en Normandía de la invasión del rey francés.
De-arn en manos de gobernadores la gestón del Reino de Navarra por estar ausente. Su actuación en
España estarn casi siempre relacionada con sus aspiraciones en el reino de Francia, y por tanto, con una
marcada inclinación hacia una aliania con Inglaterra o con los aliados de este reino. Actúa de forma versntl
en la guerra que mantuvieron Pedro I y Enrique de Trastnmara, consciente del importante papel que
desempeñaba para los dos bandos.

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7. LA GUERRA CIVIL Y LA REVOLUCIÓN TRASTÁMARA EN CASTILLA

Entre las intrigas que hubo en el reinado de Pedro I de Castlla (1350-1369), hubo una línea que acabó
siendo especialmente preocupante. Se trataba de la infuencia que tenían en la corte y entre los nobles los
hi-os bastardos de Alfonso XI y Leonor de Guimnn. Enrique, Fadrique, Tello y otros cinco hermanos mns
formaron un frente a la postre vencedor.
Durante el reinado de Enrique II (1369-1379) se llevaron a cabo intensas reformas insttucionales y, mns
importante aún, fue la estrategia de pactos y matrimonios que, en pocas décadas, anudó laios tan
estrechos en todos los reinos hispnnicos que en el siglo XV los Trastnmara lograban reinar en Aragón,
Navarra y Castlla, convirténdose en una de las dinastas mns infuyentes de Europa.

7.1. La Guerra Civil en Castlla


Pedro I de Castlla (1350-1369) sube al trono a la muerte de su padre Alfonso XI. Le toca en suerte hacer
frente a una época difcil de crisis demogrnfca, de grandes cambios y transformaciones. Representa la
imagen de autoritarismo, presente también en otros monarcas contempornneos aunque de manera mns
acusada y nspera. Recibió el apelatvo de “el Cruel”, una denominación que Felipe II mandó se susttuyera
por “el Justciero”. Desde 1366 a 1369 mantuvo un enfrentamiento fratcida con su hermanastro Enrique de
Trastnmara, hi-o bastardo de Alfonso XI y Leonor de Guimnn.
En 1360, Enrique, refugiado en Aragón, invadió Castlla con el apoyo del rey Pedro IV. Enrique había
frmado una aliania con el monarca aragonés, del que recibiría apoyo a cambio de entregar, en su día, el
reino de Murcia y otras ciudades fronteriias. El 24 de abril en la Batalla de Nájera se encontraron ambos
e-ércitos. Pedro I resultó vencedor, foriando a Enrique a exiliarse a Francia.
Una nueva invasión se produ-o en mario 1366. Pero ahora la posición de Enrique era mns favorable
pues contaba con la ayuda de mercenarios curtdos en las lides de la guerra de los Cien Años, las Compañías
Blancas, a cuyo frente se hallaba Bertrand du Guesclin. Enrique de Trastnmara, después de atravesar
Navarra, se proclamó rey en Calahorra. Invadió Castlla por La Rio-a y ocupó Burgos, siendo coronado rey en
el Monasterio de Las Huelgas. El Trastnmara acusaba a su hermanastro de horrendos crímenes, abuso,
in-ustcia y crueldad, al tempo que se difundían rumores sobre el origen de Pedro I, al que hicieron hi-o de
un -udío llamado Pedro Gil. Enrique se presentaba como un libertador de la tranía personal del monarca y
defensor del pueblo cristano frente a los -udíos y contra los musulmanes.
Pedro I marchó por vía marítma al sur de Francia, donde llegó a un acuerdo con el Príncipe de Gales,
heredero de la corona inglesa, mns conocido como el Príncipe Negro, que le ayudaría militarmente a
recuperar el trono, recibiendo como compensación, entre otras donaciones, el señorío de Viicaya. En
febrero de 1367 las tropas anglopetristas llegaron a terras ibéricas con el propósito de enfrentarse a
Enrique de Trastnmara. El choque se produ-o dos meses después, el 3 abril, en la segunda batalla de Nájera.
Los arqueros ingleses decidieron la victoria de Pedro I y sus aliados, Enrique huyó a Francia y Du Guesclin
era hecho prisionero. Pero la situación favorable a Pedro I pronto se fue deteriorando debido en gran parte
a la ruptura con los ingleses ante el incumplimiento de compromisos adquiridos así como la actuación
implacable del rey castellano con los prisioneros vencidos.
Enrique de Trastnmara retornó a Castlla a fnales 1367. Contaba con el apoyo del rey de Francia, Carlos
V y, poco a poco, logró reunir en torno a su bando a numerosas regiones y ciudades de Castlla. A comienios
de 1369 un e-ército francés, mandado nuevamente por Du Guesclin, penetró en Castlla. La guerra fratricida
se prolongó hasta mario 1369 cuando se encontraron los dos hermanastros en las proximidades de
Montel. Pedro I envió un emisario a Du Guesclin solicitando una aliania con él y facilitnndole a cambio
terras y dinero. El condestable francés asintó proponiendo, de acuerdo con Enrique de Trastnmara, una
entrevista en su tenda. En el enfrentamiento que se produ-o entre ambos hermanos, la noche del 22 al 23
de mario, Enrique dio muerte a Pedro e inició, con el nombre de Enrique II rey de Castlla y León, la dinasta
conocida como Trastnmara. Du Guesclin pronunciaría las supuestas palabras “Ni quito ni pongo rey ...”

26
7.2. El fortalecimiento del poder real en el reinado de Enrique II
Enrique II se presentó ante sus súbditos como contnuador de la obra emprendida por su padre,
Alfonso XI, que equivalía a defender, por encima de todo, el fortalecimiento del poder regio. Este
fortalecimiento no era contradictorio con la convocatoria de Cortes, que fueron reunidas en numerosas
ocasiones.
7.2.1. Medidas centraliiadoras
Esta labor se desarrolló entre la época fnal de la guerra fratricida que le enfrentó a Pedro I el Cruel
(1369) y las Cortes reunidas en Toro (1371).
• Consolidación de la Audiencia. En las Cortes de Toro de 1371 se estableció como tribunal superior de
-ustcia de los reinos de Castlla y León, del que sólo estaría por encima el monarca, como indiscutble -uei
supremo.
• Mayor peso, dentro del Consejo Real, a expertos en cuestones jurídicas. Esto pone de relieve el
imparable proceso de tecnifcación que estaban conociendo las insttuciones centrales de gobierno.
• Reformas en la Cancillería. Se aprobó un ordenamiento que regulaba las tasas que debían de
abonarse por la expedición de los documentos emanados de la Cancillería. De esa forma se lograría un
incremento de los ingresos de la hacienda regia, lo que sería positvo para la autoridad real.
• Importantes medidas de carácter económico. En las Cortes de Toro de 1369 se aprobó una
devaluación monetaria así como un ordenamiento de precios y de salarios, con el que se buscaba poner
freno a la infación. Un año después se dio marcha atrns a ambas medidas. Se ponía de relieve la frme
apuesta de Enrique II por la estabiliiación económica.
• Potenciación de la poderosa insttución ganadera de la Mesta. Confrmó privilegios, ba-ó los tributos
y se la defendió frente a poderes locales.
• Elección de los colaboradores del rey entre las gentes de su confanza, la mayoría de ellos integrantes
de la denominada “nobleia de servicio”.
7.2.2. La fuidei de las Cortes
Un rasgo característco de la polítca interior de Enrique II fue la convocatoria frecuente de Cortes. Esta
insttución, representatva de la sociedad de aquella época, permita un dinlogo fuido entre el rey el reino,
pero la facultad legislatva correspondía, en exclusiva, al monarca. Destacan las Cortes de Toro del año 1371,
donde se generaron diversos ordenamientos, entre ellos el ya mencionado relatvo a la administración de
-ustcia. La prnctca de reunir con frecuencia a las Cortes ponía de relieve la voluntad de debate con el reino
y el deseo de alcanzar un equilibrio social.

7.3. Los fundamentos sociales: el auge de la nobleza y el declive de los judíos


Los dos aspectos mns signifcatvos de la polítca social desplegada por Enrique II tenen que ver con la
nobleia, por una parte, y la comunidad -udía, por otra. La nobleia vio fortalecidas sus posiciones y la
comunidad -udía inició una fase de retroceso.
7.3.1. La nobleia en alia
Las concesiones de Enrique II a los magnates nobiliarios que le ayudaron, alcaniaron tales dimensiones
que a dicho monarca se le conoce con el califcatvo de el «de las Mercedes». No obstante, las donaciones
consistan, habitualmente, no tanto en bienes inmuebles sino en señoríos -urisdiccionales, los cuales,
generaban cuantosas rentas para quienes los e-ercían. Las mercedes enriqueñas tuvieron muchos
destnatarios, desde personas del entorno familiar del monarca hasta combatentes extran-eros.
El sector de los parientes del rey, a los que se les terminarn por denominarse “epígonos Trastámara”,
terminó por convertrse en reinados posteriores en un grupo peligroso para el poder real. No obstante, el
núcleo bnsico de los benefciados lo componen aquellos magnates que terminaron por consttuir la llamada
“nobleia de servicio”. La expansión señorial generó, en algunas ocasiones, movimientos de resistencia por
parte de quienes pasaban a ser dependientes de los nuevos señores con la subsiguiente respuesta violenta
por parte de la corona.

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7.3.2. Crisis en la comunidad -udía
A la hora de llevar a cabo un annlisis de la evolución de los -udíos de los reinos cristanos de la Hispania
medieval parece raionable establecer una distnción cronológica. Así las cosas, cabe diferenciar una primera
etapa que comprende los siglos XI al XIII, caracterizada por la convivencia armónica entre cristanos y
judíos, y una segunda, la de los siglos XIV y XV, en la cual esas buenas relaciones se quebraron hasta el
punto que los -udíos terminaron siendo expulsados de España. Europa en el siglo XIV fue testgo, del
despliegue de la violencia contra los -udíos. A ello contribuyeron las catnstrofes de la época, como la Peste
Negra, de cuya propagación se les acusó.
El reinado de Enrique II (1369-1379) marca el comienio del declive de los -udíos. En ello tuvo mucho
que ver la propaganda ant-udía laniada por Enrique de Trastnmara en el transcurso de la guerra fratricida.
Enrique acusaba a Pedro I de ser un protector de los -udíos, al tempo que sus tropas atacaban sin piedad
las -uderías de los territorios por los que pasaban. Un e-emplo fue la localidad burgalesa de Briviesca, donde
en 1366 la -udería fue totalmente aniquilada por los soldados del príncipe.
Asimismo, aparte de la violencia fsica, hay que añadir las elevadas sumas de dinero exigidas por el
primer Trastnmara a las comunidades -udías mns importantes de sus reinos, entre ellas las de Toledo y
Burgos. El clima de ant-udaísmo existente en la corona de Castlla explica la ofensiva laniada en las Cortes
por los procuradores de las ciudades y las villas. La ofensiva ant-udía alcanió su mayor rotundidad en las
Cortes de Toro de 1371, donde se solicitó la aprobación de diferentes medidas antjudías.
Hay que advertr, no obstante, que Enrique II, una vei que se hiio con el trono, intentó amortguar la
hostlidad contra los hebreos, ya que si bien no podía desatender las petciones del tercer estado, tampoco
podía abandonar sin mns a los -udíos, que eran, “servi regis”, lo que quería decir que el poder real estaba
obligado a darles protección. Pero frenar la oleada popular ant-udía resultaba de todo punto imposible y,
en aquellos años fue cobrando cuerpo el odio a la minoría hebrea que se traduciría, unos años después, en
la violenta explosión que estalló en Sevilla en junio del año 1391, cuyo principal instgador fue el clérigo
Ferrán Martínez y que después se propagó al resto de la Península ibérica. Este año, por lo tanto, fue una
fecha clave en la historia de las relaciones cristano--udías, pues marcaba el fnal de la coexistencia que
hasta entonces, con todos los matces que se quiera, había funcionado en los reinos cristanos de Hispania.

7.4. La polítca internacional en el reinado de Enrique II


Enrique II procuró imponer sus criterios a los restantes reinos ibéricos. En polítca internacional, el
rasgo mns característco de su reinado fue la estrecha aliania que mantuvo con la corona francesa.
7.4.1. La vertebración de la polítca peninsular
El panorama que se encontró Enrique II al acceder al trono en lo referente a sus relaciones con los
restantes reinos hispnnicos no era nada afortunado:
• Hostlidad con los naiaríes de Granada, que habían ayudado a Pedro I.
• Enfriamiento de las relaciones con Aragón, al no cumplir Enrique II su promesa de entrega a Pedro IV
el reino de Murcia.
• Portugal era refugio para los partdarios de Pedro I, cuya muerte quería vengar el monarca lusitano
Fernando I.
• El Reino de Navarra, por su parte, mantenía la vie-a reivindicación de plaias a Castlla, entre ellas la de
Vitoria.
En 1370 se consttuyó una coalición antcastellanista, a cuyo frente se encontraba al monarca
aragonés. Pedro IV, que llegó a aceptar las aspiraciones del rey de Portugal Fernando I al trono castellano,
del que se consideraba legítmo heredero. Enrique II, dando muestras de gran habilidad polítca fue capai
de acabar con la coalición. En primer lugar llegó a un acuerdo con los naiaríes granadinos. Después, una
fota castellana derrotó a otra portuguesa en Sanlúcar de Barrameda. A Pedro IV y Fernando I no les quedó
mns remedio que frmar treguas con el rey castellano. Quedó establecido en la Península Ibérica un
auténtco equilibrio.
El ob-etvo ambicioso de Enrique II era lograr la hegemonía de la corona castellana en el concierto
polítco peninsular. En septembre de 1371 apareció un nuevo peligro con Inglaterra. Juan de Gante, duque

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de Lancaster, contra-o matrimonio con Constania, una hi-a del rey Pedro I, y reivindicaba el trono castellano.
Le apoyaban, ademns del monarca inglés, un amplio elenco de exiliados petristas. Para evitar el apoyo de
Portugal, Enrique II entró en dicho país a fnales de 1372, llegando a Lisboa. Fernando I de Portugal no tuvo
mns remedio que frmar la Paz de Santarem, en mario de 1373 que concertaba enlaces matrimoniales
entre las dos casas reales al tempo que se comprometa a expulsar de su reino a los petristas refugiados.
Unos meses mns tarde Enrique II, frmaba con Carlos II de Navarra la Paz de San Vicente, por la que Castlla
recuperaba las ciudades de Vitoria y Logroño.
Las relaciones mns espinosas eran las que mantenía Enrique II con Pedro IV el Ceremonioso. A
comienios de 1375, la situación era muy crítca, dando la impresión del inicio de la guerra. Pero, en abril de
ese año se frmó la Paz de Almazán que supuso la hegemonía de Castlla en el panorama de las relaciones
peninsulares. Pedro IV renunciaba a sus aspiraciones al reino de Murcia, y devolvía a Castlla las plaias
fronteriias de Molina y Requena. Enrique II, por su parte, se comprometa a entregar una importante suma
de dinero. Se acordó el matrimonio del heredero de Castlla, Juan, con la infanta aragonesa Leonor, hi-a de
Pedro IV. Las relaciones castellano-aragonesas habían entrado en una etapa de pai.
7.4.2. Castlla, aliada de Francia
Francia había prestado a Enrique II una ayuda militar decisiva, concretada en las Compañías Blancas
que dirigía Bertrand Du Guesclin. No obstante el paso defnitvo fue la frma en 1368 del Tratado de Toledo.
Allí se pusieron las bases de la aliania que perduraría durante el resto de los tempos medievales. Castlla,
en compensación por el socorro militar, se comprometa a ayudar a Francia en la llamada Guerra de los Cien
Años. Esta colaboración se plasmó principalmente en el terreno naval. En 1372 se produ-o el triunfo franco-
castellano en el ataque al puerto de La Rochela. Tras este éxito, el Canal de la Mancha pasó a ser un espacio
marítmo caracteriiado por la proyección de los marinos de las ionas cnntabra y vasca, quedando así
patente la fortaleia de la marina castellana.
En 1378 se produ-o el denominado Cisma de Occidente, debido a la existencia simultnnea de dos
papas, uno instalado en Roma (Urbano VI) y otro en la ciudad francesa de Avignon (Clemente VII). Enrique II
se mostró muy prudente y, a su muerte, Castlla no se había pronunciado todavía en la cuestón del Cisma.
Pocos años mns tarde terminaría reconociendo al pontfce aviñonense, consecuencia de su aliania con la
monarquía francesa.

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8. LA INTERNACIONALIZACIÓN DE LOS CONFLICTOS: LOS REINOS PENINSULARES EN LAS ÚLTIMAS
DÉCADAS DEL SIGLO XIV

En el panorama general de pai, que se abre desde 1375, Castlla, aunque económicamente
quebrantada, aparece como hegemónica en el panorama peninsular, con la sólida aliania de Francia, que
genera compromisos internacionales.

8.1. El reinado de Juan I y la hegemonía castellana


El reinado de Juan I de Castlla (1379-1390) fue una perfecta contnuidad del anterior. La muerte de
Enrique II no produ-o movimiento alguno en el Reino. Se convocaron las primeras Cortes en Burgos en 1379,
con un contenido esencialmente económico que apuntó a la contención en el gasto, la recuperación de
recursos de la Corona y la negatva a incorporar al Consejo Real representantes de los procuradores de las
ciudades, incrementnndose en cambio la fgura polítca de los universitarios y, muy especialmente, los
eclesinstcos, que desde ahora entran a formar parte de dicho Conse-o.
También se decidió en estas Cortes la apertura de una investgación respecto a la situación de la Iglesia,
gravemente afectada por el Cisma de Occidente, que había provocado la división de la Iglesia y la
Cristandad. En el caso de los cuatro reinos hispanos no hubo una posición común, a pesar de los deseos
hechos públicos de los gobernantes. En los primeros momentos todos los monarcas se declararon
indiferentes, incapaces de defnir su posición hasta disponer de una mayor información. Al mismo tempo
consideraban imprescindible esa neutralidad para no verse involucrados en el conficto que enfrentaba a
Francia e Inglaterra. Sin embargo, Juan I, entendió que la me-or acttud era una posición común de todos los
reinos hispnnicos. Para ello, intentó entrevistarse con su suegro, Pedro IV el Ceremonioso, pero la entrevista
no tuvo lugar, sin duda porque el rey aragonés no estaba dispuesto a modifcar una postura que le daba
tranquilidad internacional.
En 1381, una asamblea del clero castellano reunida en Salamanca hacía público el documento por el
que Castlla reconocía a Clemente VII como legítmo pontífce. Con esta postura se trata de reforiar la
aliania con Francia, frme soporte de Avignon, ante la certeia de un nuevo enfrentamiento con Portugal e
Inglaterra.

8.2. La intervención de Juan I en Portugal y la derrota castellana de Aljubarrota


El problema mns grave con el que tuvo que enfrentarse Juan I de Castlla fue con Portugal. En -ulio de
1380 Fernando I de Portugal y el duque de Lancaster, Juan de Gante, frman un acuerdo en el que se
estpula que tropas inglesas irían a terras lusitanas para, desde allí, invadir Castlla.
Juan I concentró sus tropas en Salamanca, para un ataque por terra, al tempo que su fota castgaba
las costas y bloqueaba el estuario del Ta-o, a pesar de lo cual no pudo evitar el desembarco de tropas
inglesas. Estas tropas eran menos numerosas de lo previsto, e insufribles para la población portuguesa, ya
que se comportaba como un e-ército de ocupación. El descontento creció en Portugal y en agosto de 1382
se frma la Paz de Elvas entre Juan I y Fernando I al margen de los ingleses. Se acuerda el matrimonio de
Beatrii, la heredera portuguesa, con Fernando, segundo hi-o de Juan I.
El fallecimiento de Leonor de Aragón, esposa de Juan I, en 1382 cambió el panorama. El Conse-o Real
de Castlla propuso que Juan I se casara con la infanta portuguesa Beatrii, que contaba con diei años de
edad. El matrimonio se celebró un año después.
Ese mismo año falleció Fernando I de Portugal y su esposa Leonor se puso al frente de la regencia. Juan
I, al tener notcia de la muerte del rey portugués, decidió adoptar el ttulo de rey de Portugal. La regente
Leonor reconoció a su esposa Beatrii como reina del país lusitano. Dio comienio una guerra civil en
Portugal. Una parte de la nobleia apoyaba al rey castellano, mientras que amplios sectores de la burguesía,
aliada con los ingleses, no quería al monarca castellano. En 1385, tras diversos enfrentamientos entre
portugueses y castellanos los primeros proclamaron en una asamblea en la ciudad de Coimbra a Joao de
Avis, Juan I, como rey de Portugal, instaurando una nueva dinasta.

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Joao I concertó una aliania con Ricardo II de Inglaterra, proclamó la obediencia de Portugal a Urbano VI
(el papa de Roma) y prometó ayuda al duque de Lancaster (aspirante petrista al trono de Castlla). Se inician
las hostlidades en mayo de 1385, con una derrota para el e-ército castellano en Trancoso. Juan I de Castlla
tenía dos opciones: o replegarse o laniarse a la batalla decisiva. Al fnal optó por esta últma solución. El
hecho de armas decisivo se produ-o en el mes de agosto, la Batalla de Aljubarrota.
El combate se produce a últmas horas de la tarde (14 de agosto de 1385). Los obstnculos naturales que
encontraron los castellanos contribuyeron, sin duda, al desastre. Fue importante la actuación del caballero
portugués Nun Alvares Pereira. Pero no hay que olvidar el papel decisivo de los arqueros ingleses aliados del
rey portugués. Juan I, enfermo, pudo escapar a duras penas del desastre y se reúne con su fota, hasta llegar
a Sevilla. Las consecuencias fueron importantes: grandes pérdidas humanas, pocos recursos económicos,
una posible reacción Lancaster, y una probable revolución interior que podía hacer peligrar a la dinasta. Se
perdieron todas las posesiones en Portugal. Al-ubarrota se convertrn en el emblema por excelencia del
nacionalismo portugués, partcularmente dirigido contra Castlla y lo castellano.

8.3. La cruzada Lancaster en Castlla


Tras la batalla de Al-ubarrota, desde Inglaterra se percibió cierto optmismo sobre las aspiraciones del
Duque de Lancaster, Juan de Gante, al trono castellano. El Duque reclama el trono en virtud de su
matrimonio con Constanza, hija de Pedro I el Cruel, recibiendo el apoyo del rey Ricardo II de Inglaterra, de
Joao I de Portugal y del Papa Urbano VI, que predicaba la cruiada contra los cismntcos de Castlla.
Las Cortes castellanas, reunidas en Valladolid en diciembre de 1385 hicieron un annlisis de la situación.
Se emprendieron reformas en la organiiación del e-ército y del Conse-o Real. Para asegurar la aliania con
Navarra se frmó el Tratado de Estella en el que se les devolvían a los navarros las plaias ocupadas por los
castellanos excepto Tudela y la propia Estella.
La expedición inglesa desembarcó en La Coruña en -ulio de 1386 ocupando Galicia, coronnndose en
Santago de Compostela e instalando su corte en Orense, pero no pudo penetrar en la Meseta y la fota
castellana le cortó las comunicaciones con Inglaterra. Juan I de Portugal y Juan de Gante acuerdan el
matrimonio del portugués con Felipa, hi-a de Juan, que se celebró en febrero de 1387. En Mario de 1387 se
reanuda el ataque inglés cuyo balance fue un inoperante cerco sobre Benavente y la destrucción de la villa
de Valderas en represalia. El ataque de Juan de Gante no tene éxito debido a la peste, falta de recursos para
contnuar la guerra y a las desavenencias con el rey de Portugal.
Después de arduas y proli-as negociaciones se llegó al Tratado de Bayona, suscrito por ambas partes,
en -ulio de 1388. Las bases del acuerdo son una compensación económica al duque por la renuncia de los
derechos de su mu-er, hi-a de Pedro I, a la Corona de Castlla y el matrimonio del heredero Enrique con
Catalina, hi-a del duque. El clima de pai que se vivía entre Inglaterra y Castlla se trasladó también al
escenario marítmo. Castlla salió notablemente benefciada de las treguas que permitan la apertura del
Canal de la Mancha, pues, libre de piratas, el comercio con Flandes pudo prosperar.

8.4. La paz peninsular y el relevo generacional de las monarquías: Enrique III en Castlla, Juan I de Aragón
y Carlos III en Navarra
Al fnaliiar la década de los ochenta del siglo XIV se inicia una etapa de pai y equilibrio en la situación
peninsular. Esta situación de pai permite a las monarquías abordar importantes reformas económicas,
insttucionales, y de disciplina religiosa.
Frente a la capacidad polítca y la energía desplegada por Pedro el Ceremonioso de Aragón y por Carlos
II de Navarra para engrandecer sus dominios y evitar la integración en la órbita polítca castellana, los
herederos de ambos reinos desarrollaron una polítca de pacifsmo a ultranza y de amistad con Castlla. Por
otro lado, la aristocratiación de la sociedad había dado lugar, tanto en Navarra como en Aragón, a
tensiones sociales que exigían la dedicación de las energías de los dirigentes a los asuntos internos.
8.4.1. Carlos III de Navarra
En 1387 muere Carlos II de Navarra. Su hi-o y sucesor Carlos III (1387-1425) se halla ante una Navarra
arruinada. A pesar de ser un Evreux, harn de su amistad con Castlla, el saneamiento económico de su reino

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y la conservación de la pai, los e-es de su polítca, sin olvidar la recuperación de los importantes derechos
familiares perdidos ante Francia e Inglaterra, eso si, por vía diplomntca. Su posición en el Cisma de
Occidente fue inequívocamente proaviñonesa. El balance económico de su reinado sern excepcionalmente
brillante.
En 1402 concierta el matrimonio de su hija Blanca con Martín el Joven, rey de Sicilia y heredero de la
Corona de Aragón. Martn muere en 1409 víctma de la malaria. De regreso a Navarra, Blanca es -urada por
su padre heredera del reino. Su nueva posición despierta el interés del Reino de Aragón y en 1419 se
acuerda la boda con el Infante de Aragón, Juan, futuro Juan II de Aragón. El reino quedaba así ligado a la
poderosa dinasta de Trastnmara, pero con salvaguardas para su permanencia.
8.4.2. Juan I de Aragón
El largo reinado de Pedro IV de Aragón se cierra con una sensación de profunda crisis. A pesar de su
prolongada lucha contra la Unión y su apoyo a la ba-a nobleia y burguesía. Por el contrario su heredero,
Juan I (1387-1396), se apoyó en la alta nobleia y, al contrario de su padre, era claramente partdario de
Francia y del Pontfce de Aviñón. Su inclinación hacia Francia y Castlla contribuían a reforiar la pacifcación
general, que se abría, por esos meses, con el últmo intento de Juan de Lancaster de ocupar el trono de
Castlla. Aprovechando el ambiente de pai, Juan I realiió una serie de reformas que mostraron su solidei.
Cuatro insttuciones consttuyen su apoyo: Cortes, Consejo, Chancillería y Hermandades. Las Cortes
consttuyeron su apoyo fundamental, pero una voi que no es posible ignorar es la del Conse-o, que asesora
al monarca y actúa como tribunal supremo, mientras que la Chancillería es el tribunal supremo civil. Se
inició la organiiación de las Hermandades, verdadero cuerpo policial proporcionado por los Concejos.
En 1396 moría sin hi-os y le sucedía en el trono de Aragón su hermano Martn I (1396-1410), hasta ese
momento gobernador de Sicilia.
8.4.3. Enrique III en Castlla
En 1390 murió inesperadamente Juan I de Castlla, lo que reabre la lucha polítca por el control de la
regencia, con la consiguiente debilidad del poder central. En este ambiente de lucha polítca se inscribe un
estallido popular, incontrolable: las matanzas de judíos de 1391. Le sucedió su hi-o Enrique III (1390-1406),
hermano mayor de Fernando de Antequera, que luego sería rey de Aragón. En 1388 se había casado con
Catalina de Lancnster, hi-a del duque de Lancaster, y de Constania de Castlla, por lo tanto descendiente de
Pedro I el Cruel; esto permitó solucionar el conficto dinnstco, afaniar la Casa de Trastnmara, y establecer
la pai entre Inglaterra y Castlla. Simultnneamente a su boda recibió el ttulo de Príncipe de Asturias, siendo
el primero en llevar dicho ttulo.
Enrique III pacifcó a la nobleia y restauró el poder real. Derogó privilegios concedidos por sus
predecesores a las Cortes de Castlla, impulsó la fgura de los corregidores en las ciudades, y saneó la
economía del reino. Disminuyó las persecuciones contra los -udíos, promulgando varios edictos contra la
violencia, que había sido partcularmente grave en 1391. Falleció en 1406 cuando preparaba una campaña
contra el Reino de Granada, tras una derrota del e-ército castellano a manos de los granadinos en la Batalla
de Los Collejares.

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9. LOS TRASTÁMARA EN LA CORONA DE ARAGÓN: DEL COMPROMISO DE CASPE AL FINAL DE LA
GUERRA CIVIL CATALANA

9.1. El interregno en la Corona de Aragón


La muerte del rey Martín I el Humano, en mayo de 1410, de-ó a la Corona de Aragón sin heredero del
trono, toda vei que un año antes, en 1409, había fallecido su único hijo, Martn el Joven, rey de Sicilia.
Martn el Humano no había designado sucesor, limitnndose a indicar su plena confania en que los expertos
en cuestones -urídicas de la Corona de Aragón analiiasen cuidadosamente quien era la persona que tenía
mns derechos para ser proclamado rey. Se abrió así una etapa de interregno, que duró dos años.
Tras diversas reuniones de los parlamentos de cada uno de los núcleos polítcos integrantes de la
Corona de Aragón, el 15 de febrero de 1412, en la denominada Concordia de Alcañiz, se establecía que la
elección del rey de Aragón se llevaría a cabo por un con-unto de nueve personas, cuidadosamente
seleccionadas.

9.2. El compromiso de Caspe y sus consecuencias. El debate historiográfco


La importancia del Compromiso de Caspe es que fue una decisión pensando en la utlidad y no en la
legalidad, tanto para la Corona de Aragón como para Castlla. Desde el momento en que las tropas
castellanas controlaban Aragón y Valencia, el único rey posible, el “mns útl” al decir de sus votantes era el
pretendiente castellano. Cualquier otra solución equivalía a la guerra civil o a la ruptura de la unidad de los
territorios de la Corona de Aragón.
9.2.1. Candidatos al trono
Los candidatos, todos ellos con vinculaciones familiares de diversa índole a la casa real aragonesa, eran:
Jaime, conde de Urgell; Alfonso de Gandia; Luis de An-ou, duque de Calabria; Fernando de Antequera y
Fadrique de Aragón, conde de Luna. Hay que decir que antes de la elección falleció Alfonso de Gandia y su
puesto pasó a ser ocupado por su hi-o, Alfonso el Joven.
Los presuntos derechos de los dos primeros, Jaime y Alfonso, procedían por línea masculina, pues
Jaime era nieto de un hermano de Pedro IV el Ceremonioso y Alfonso era nieto de otro monarca aragonés,
Jaime II. La ascendencia de Luis de An-ou y de Fernando de Antequera era femenina: Luis era hi-o de una
hi-a de Juan I de Aragón y Fernando era hi-o de Leonor, a la vei hi-a de Pedro IV el Ceremonioso. Fadrique
de Aragón era nieto (ilegítmo) de Martn I. Los pretendientes a la Corona de Aragón pudieron presentar en
Caspe cuantas alegaciones creyeron oportunas.
9.2.2. Compromisarios de Caspe
Los compromisarios, que iban a celebrar sus reuniones en el castllo de Caspe, procederían a elegir a
uno de los candidatos al trono por mayoría de seis votos, de los que debería obtener al menos uno de los
representantes de cada uno de los reinos. Se reunieron desde el 29 de mario hasta el 29 de -unio de 1412.
En principio se les concedió un plaio de dos meses para que llegaran a una solución, aunque podían
prorrogar dicho plaio, si lo estmaban oportuno, dos meses mns. Durante estos tres meses tuvieron que
dilucidar diversas y comple-as cuestones, de forma muy especial la relatva a la prioridad o no de la línea
dinnstca masculina sobre la femenina en los derechos de sucesión.
Los puntos de partda de la actuación de los nueve designados eran bnsicamente: la elección recaería
en varón; se excluía la ilegitmidad de origen; y era imprescindible el mantenimiento de la integridad de la
Corona de Aragón.
9.2.3. Fernando de Antequera
Vivió en 1380-1416 y era el segundo hi-o de Juan I de Castlla y de Leonor de Aragón, hermana del rey
aragonés Martn el Humano, y nieto, por tanto, del rey Pedro IV el Ceremonioso por vía materna. Fue
elegido rey de de Aragón en 1412 con el nombre de Fernando I y reinó hasta su muerte cuatro años
después. Le sucedió su hi-o Alfonso V el Magnánimo (1416-1458).
La elección de Fernando I de Trastnmara introducía en la Corona de Aragón una nueva dinasta
castellana que tendría que resolver en primera instancia la violenta oposición del Conde de Urgel,

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descendiente por vía directa masculina de Pedro IV el Ceremonioso, cuya proclamación hubiera supuesto la
contnuidad de la dinasta catalana. Fernando contaba con el decidido apoyo del Papa Benedicto XIII (el
Papa Luna de Avignon), interesado en la sucesión puesto que de ella dependía su permanencia en el
pontfcado. Es el últmo de los candidatos en hacer valer sus derechos y va a ser elegido no porque
presentara mns ttulos -urídicos que los otros pretendientes sino porque supo presentarse como el
candidato útl.
9.2.4. El debate historiogrnfco
Utliiando los mismos documentos, historiadores castellanistas y catalanistas han ofrecido visiones
completamente opuestas sobre el Compromiso de Caspe. Unos y otros analiian el Compromiso desde el
punto de vista de un hombre del siglo XX: los catalanistas, como Ferrán Soldevilla, con argumentos que se
resumen en la crítca a la “injustcia de Caspe” y a la castellaniiación impuesta por la nueva dinasta. Los
castellanistas, como Menéndez Pidal, que valora de forma muy positva la sentencia de Caspe por
suponerla un paso decisivo en el proceso de integración de Cataluña en España.
Al margen de las interpretaciones, lo importante es el annlisis de los hechos y de las causas que los
provocaron, para lo que es imprescindible un conocimiento exhaustvo de la -urisprudencia, así como de las
comple-as implicaciones polítcas, religiosas, sociales y económicas que consttuyen el trasfondo de la
cuestón.

9.3. Revolución en cataluña. La nobleza catalana ante la guerra civil


Cataluña conoció, durante el reinado de Alfonso V, graves trastornos sociales. El mns signifcatvo fue el
de los payeses de remensa (campesinos que para poder abandonar el señorío debían pagar una redención
o remensa). El otro gran conficto social, fue el que enfrentó en la ciudad de Barcelona a la Busca y la Biga,
dos plataformas que aglutnaban a grupos sociales diversos. La Busca tenía un carácter más popular, pues
reunía a los sectores ligados a la producción industrial y a los comerciantes de rango medio. La Biga, en
cambio, estaba integrada por los patricios y el sector más rico de los comerciantes y había controlado
tradicionalmente el poder en el gobierno municipal de la ciudad. Frente a ella, la Busca reclamaba la toma
de medidas drnstcas para acabar con la crisis económica de la década 1440-1450.
El fallecimiento sin hi-os legítmos de Alfonso V el Magnnnimo en 1458, permitó que fuera coronado
rey de los territorios que integraban la Corona de Aragón su hermano Juan, el cual se convirtó en Juan II de
Aragón (1458-1479). El nuevo monarca aragonés contaba en su haber con una amplia experiencia polítca.
Su matrimonio con Blanca de Navarra le permitó ser en 1425 rey consorte de aquel territorio y tras el
fallecimiento de su esposa, monarca efectvo. En su testamento Blanca de Navarra de-aba el reino a su hi-o
Carlos, siendo necesario para ello el consentmiento de su padre. Las relaciones entre Juan II y su hi-o
Carlos, Príncipe de Viana, eran tensas. Esta tensión entre padre e hi-o aumentó cuando en 1447 Juan II
tomó como segunda esposa a Juana Enríquei que pronto le da un hi-o, que se convertría en Fernando el
Católico, y que consideró a su hi-astro como un entrometdo. La ruptura defnida entre Juan II y Carlos se
produ-o el 2 de diciembre de 1460 en que el Príncipe de Viana fue detenido, por orden de su padre. En
febrero de 1461 el Consell del Principado, irritado ante la postura adoptada por Juan II de Aragón, proclama
a Carlos de Viana heredero de Cataluña. Este acontecimiento ha sido considerado tradicionalmente como el
que marca el inicio de la revolución catalana.
Un año mns tarde Juan II se ve obligado a frmar la Capitulación de Villafranca del Penedés con la que
culmina el proceso pactsta iniciado en 1283: Juan II no podrn entrar sin permiso en Cataluña en donde el
poder correspondern a su hi-o de forma limitada, ya que la Diputación, el Conse-o de Ciento barcelonés y el
Conse-o del Principado controlan el resto de aquel poder. Cuando muere en 1461 Carlos de Viana, el
príncipe Fernando, su medio hermano, fue -urado heredero de la Corona de Aragón e inicia los contactos
con los aliados monnrquicos buscaires y remensas para establecer el braio real. El Conse-o reacciona
utliiando la violencia contra éstos, y el rey, el 28 de mayo de 1462, rompe el acuerdo y entra en Cataluña.
La guerra civil catalana enfrentó a los nobles y patricios que defendían un programa claramente
pactsta, por una parte, y a los mercaderes buscaris, los menestrales, los payeses sindicalista y la monarquía
por otra. Desde el punto de vista del e-ercicio del poder polítco, esta guerra es un choque entre el

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autoritarismo monárquico y la oligarquía consttucionalista. La declaración de guerra a Juan II permite
aglutnar a todos los catalanes a través de la Diputación del General, aunque lo que buscan no es su
destronamiento sino la imposición de sus puntos de vista, tanto polítcos como socioeconómicos.

9.4. La Guerra Civil catalana y su proyección internacional


La guerra se internacionaliió ya que Juan II buscó el apoyo de Luis XI de Francia (al que le da entre
otras cosas en garanta el Rosellón y la Cerdaña) y Gastón de Foix (promesa de heredar Navarra). El Conse-o
de Cataluña, por su parte, buscarn apoyos interiores y la desartculación de las fuerias opositoras: el partdo
buscari y los remensas. Al no obtener los resultados deseados, el Conse-o comienia a ofrecer el Principado
a candidatos. Se propuso nombrar conde de Barcelona al rey Enrique IV de Castlla si respetaba toda la
partcularidad catalana y la Concordia de Villafranca. Enrique IV acepta el ofrecimiento ante la división de la
nobleia. Las tropas castellanas obligan a levantar el cerco de Barcelona pero Juan II utliia las divisiones de
la nobleia castellana que acabarn foriando a Enrique, por la Sentencia de Bayona con Luis XI de nrbitro, a
renunciar al Principado.
Tras el monarca castellano, la corona se le ofrece a Pedro de Portugal, descendiente de Jaime de Urgell
que, dadas sus limitaciones, se alía con el duque de Borgoña enemigo de Luis XI. Aragoneses, valencianos y
mallorquines, mientras tanto, prestan su apoyo a Juan II, ademns de los buscaris y remensas y algunos
nobles y clérigos.
Muere Pedro de Portugal en 1466 y se le ofrece la corona a Renato de Anjou, Duque de Provenia, lo
que modifcarn el sistema de alianias internacionales. Detrns de él se encontraba, sin duda, el rey de
Francia, Luis XI. Finalmente Juan II busca la aliania con Castlla a través del matrimonio de su hi-o Fernando
y, tras una serie de candidatas, consigue que se case con la infanta Isabel, hermana de Enrique IV.
Pero los triunfos más espectaculares de Juan II se produjeron en el terreno militar. En octubre de
1471 cayó en su poder la ciudad de Girona que había sido ocupada por los angevinos de Juan de Lorena,
hi-o de Renato de An-ou. En los primeros meses del año 1472 las tropas realistas fueron incorporando las
plaias que aún se resistan del norte de Cataluña. Sin apoyos exteriores, los catalanes tenen que rendirse a
la realidad y Barcelona se entrega a los realistas tras un perdón general.

9.5. Cataluña y el príncipe de Viana


El reino navarro presenta en esta época un problema interno, el dualismo que separa a sus habitantes:
los de la montaña con una economía ganadera y los de la llanura de vida campesina; los primeros actuaron
ba-o el caudilla-e de los nobles Beaumont, mientras los demns seguían a los Gramont. La tradicional
oposición de los dos grupos recuperó fueria ba-o el reinado de Blanca, casada con el infante Juan de
Aragón. La muerte de la reina y sobre todo su testamento abrieron una etapa confictva. De-aba como
heredero a su hi-o Carlos, príncipe de Viana, pero una clnusula poco explícita mencionaba la condición de
tener el previo consentmiento de su padre. Como Carlos contaba con la ayuda de los beamonteses más
favorables a Castlla, esto provocó la ira de los agramonteses y en consecuencia su posición favorable al rey
y a Aragón. Atacado el país por los castellanos, Carlos aprovechó la ocasión para pactar con Álvaro de Luna,
pero fracasó y se le consideró traidor.
Navarra fue invadida por los castellanos, con el príncipe acusado de traición y encarcelado. Se llegó por
fn a una precaria reconciliación familiar y a un acuerdo polítco con un pacto según el cual Carlos
recuperaba los bienes y la libertad a cambio de prestar obediencia a su padre. Ya libre, rompió el acuerdo a
instancias de los beamonteses. Parecía posible la pacifcación general como consecuencia del ale-amiento
de Castlla del derrotado Juan de Navarra, pero él culpaba de todo a su hi-o y le castgó desposeyéndole de
la herencia materna que pasó a su hermana Leonor, casada con Gastón de Foix. La guerra civil navarra con
la intervención de Gastón derivó contra Carlos, que tuvo que de-ar el país. Durante esta larga ausencia, su
padre, tomó una grave decisión: Leonor y su marido fueron -urados herederos. Naturalmente con esta
iniciatva el conficto se endureció y perduró durante años.
A la muerte del aragonés Alfonso el Magnnnimo en 1458 le sucedió su hermano Juan II, que ya era rey
de Navarra y se replanteó la polítca peninsular. En Cataluña, el autoritario monarca encontró primero la

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oposición de las insttuciones en manos de una oligarquía. Frente a la oligarquía nobiliaria y urbana, y al
lado de la monarquía sobresale un hombre de la pequeña nobleia, el caballero Galcerán de Requesens,
encumbrado por sus servicios al rey Alfonso sobre todo desde el cargo de gobernador del Principado y el de
infuyente conse-ero de la reina María. Intentó lograr la sumisión del poderoso patriciado barcelonés. Logró
la obtención de contnuos subsidios de los catalanes para gastar en sus designios hegemónicos en el
Mediterrnneo. Requesens se enemistó con el rico patriciado o grupo de la Biga, hasta el punto de proteger
al partdo de la oposición, la Busca, y permitr la creación de un sindicato de los Tres Estamentos.
Estos hechos habían tenido lugar durante una asamblea convocada en Lleida que se había tenido que
suspender por la acttud de los presentes. Los representantes se unieron bajo la dirección de nobles y
burgueses de la “Biga” para lograr la reparación de los agravios y la liberación del príncipe. Votaron una
iniciatva insólita como era la adopción de medidas necesarias para resolver el problema, simboliiando una
auténtca revuelta. Una vei en la capital, los diputados decidieron oponerse al monarca y convocaron una
asamblea reducida dominada por un ambiente patriótco casi revolucionario con un pueblo soliviantado.
Todo el mundo estaba de acuerdo en luchar por la conservación de las leyes en Cataluña y la recuperación
del prisionero. Los regidores “buscaires” fueron desbordados por los acontecimientos, dominados y
dirigidos por la oligarquía.
Otro conficto paralelo es el de los llamados campesinos de “remensa” que deseaban terminar con su
adscripción a la terra mediante el pago de una suma. El rey Alfonso les permitó la formación del Gran
Sindicato Remensa para reunirse y luego negociar con sus señores, que vieron con disgusto la implantación
de tal medida. Los sindicatos serían utliiados por la monarquía como arma contra la oligarquía catalana.
La situación se complicó por la interferencia del príncipe de Viana, enfrentado a su padre Juan por el
tema sucesorio ya que este le había negado la primogenitura y, por lo tanto, la herencia de la Corona. El
príncipe Carlos de Viana acabó siendo encarcelado por una supuesta traición. La reunión del parlamento
fue un grito unnnime contra Juan II y se le mando un ultmntum: la libertad del príncipe y su declaración de
primogenitura, ya que una respuesta negatva supondría la guerra. Se declaró enemigo público a quien
osara enfrentarse a la Generalitat. El rey se asustó y temeroso de una ofensiva castellana capituló en todo y
liberó a su hi-o. Se trató de reorganiiar el país con un nuevo orden consttucional, siendo l punto de
encuentro fue la Concordia de Vilafranca del Penedés. La oligarquía conseguía sus ob-etvos polítcos y la
monarquía conservaba la teórica plena potestad. La oligarquía actuaría contra el campesinado y los
intereses de la pequeña burguesía. El príncipe de Viana murió al cabo de pocos meses, lo que allanó el
camino a Juan II, su padre, quien mandó al príncipe Fernando a Cataluña ya como heredero ba-o la tutela de
su madre. La acción de la reina acabó siendo califcada de conspiración por sus contactos con los buscaires y
los campesinos remensas. La reina se sintó insegura en la capital y tras un conato de resurgimiento de la
“busca” en Barcelona y un aliamiento campesino en Girona, hacia donde huyó la reina.
Ante la sublevación campesina, se tomó la decisión de formar un nuevo e-ército para sofocarla.
Mientras, algunos de los síndicos declararon ba-o tortura la existencia de una conspiración realista. Toda
esta situación acabo en una serie de sentencias de muerte que de-aría en manos de la oligarquía el poder.

9.6. La etapa fnal de la guerra de los catalanes contra Juan II


La larga contenda dirigida por la Generalitat contra el monarca tuvo la ayuda del resto de países de la
Corona de Aragón y se desarrolló en varias etapa durante once años hasta 1472. La primera se caracteriió
por la aliania del rey de Francia con la hipoteca de los condados de Rosellón y Cerdaña. Él fue el libertador
de la reina Juana y el príncipe Fernando sitados en Girona. Así, Juan II pudo entrar en Cataluña, motvo por
el que fue desposeído de la corona y declarado enemigo público, y sitar Barcelona. Pero hubo de retrarse.
Cataluña -uró fdelidad a un nuevo monarca, Enrique IV, quien a través de la diplomacia, acabaría
abandonando la causa catalana.
Un nuevo rey, el portugués llamado Pedro IV (1463-1466) vino a ocupar el lugar pero decepcionó tanto
en el marco internacional como en el aspecto militar lo que contribuyó a que aumentaran las deserciones.
Era un momento propicio para la pai pero la Generalitat estaba en manos de radicales y buscaron un nuevo
monarca en la casa de An-ou. Los e-ércitos de Juan de Lorena llegaron para apoyar al monarca aragonés

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quien comeniaba a ganar la batalla en el campo diplomntco ya que había casado a su hi-o Fernando con la
infanta Isabel de Castlla (1469) quien ademns era la heredera de la corona castellana. Un par de sucesos,
como la muerte de Juan de Lorena, allanaron el camino hacia el asedio de Barcelona que fnalmente cayó
en octubre de 1472. Se frmaron la Capitulaciones de Pedralbes como un auténtco tratado de pai por el
que el rey -uraba respetar las Consttuciones de Cataluña.

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10. LA PUGNA ENTRE NOBLEZA Y MONARQUÍA EN LA CORONA DE CASTILLA EN EL SIGLO XV
(REINADOS DE JUAN II Y ENRIQUE IV). LA GUERRA CIVIL EN NAVARRA

Enrique III dispuso los fundamentos polítcos, militares e insttucionales para el despegue castellano, e
introdu-o las transformaciones que permitrían una mayor afrmación del poder monnrquico y una sólida
consolidación de la dinasta Trastnmara. El panorama durante principios del siglo XV es de un fuerte
crecimiento de la población y de la producción agraria. Burgos es centro por excelencia del comercio de la
lana que se exporta a Flandes. Se multplican las ferias y mercados e intensifca el proceso de urbaniiación.
Se fortalece la nobleia de servicio, pues fue ella la gran benefciaria del ascenso que experimentaron
los magnates y lina-es que prestaron su decisivo apoyo para lograr la consolidación de la dinasta
Trastnmara. Lo que pudo ser un reinado de frme autoridad regia, derivó hacia una situación de inefcacia,
discordias y desmesurados privilegios del poder nobiliario debido fundamentalmente a la dilatada pugna
entre una nueva generación de pariente regios: los Infantes de Aragón y el poder e-ercido por el privado del
monarca, Álvaro de Luna.
El rasgo dominante en la Corona de Castlla fue el desarrollo de un proceso de señorialización sin
precedentes, cuyo gran benefciario fue la alta nobleia, aunque dividida en bandos. Es una época de
pu-ania económica a pesar de la epidemia de peste. En el o-o del huracnn se hallarn siempre Juan de
Navarra, insaciable de ambición y de poder, primero como caudillo de los infantes de Aragón frente a su
primo, el débil Juan II de Castlla. Luego como rey de Navarra enfrentado a su hi-o y por fn como rey de
Aragón combatdo por sus súbditos catalanes durante una larga guerra civil.

10.1. La regencia de Juan II de Castlla: Fernando de Antequera y los infantes de Aragón


El reinado de Juan II (1406-1454) comenió con una prolongada minoridad en la que gobernaron su
madre, Catalina de Lancaster y su tío el infante Fernando que puso todo el aparato insttucional al servicio
de su propia ambición, contando para ello con la plataforma de sus señoríos. Fernando se procuró el
prestgio para lograr sus ob-etvos a través de las campañas contra Granada. Fernando de Antequera contó
con muchos recursos de origen castellano, pero también con gran parte de la clase polítca catalano-
aragonesa y con la aliania del Papa Benedicto XIII para lograr ser designado rey de Aragón en el famoso y
conocido Compromiso de Caspe.
Su nueva vinculación con Aragón no signifcó el fn de sus actuaciones polítcas en Castlla. El de
Antequera contnuó e-erciendo como regente de su sobrino, y proyectó aprovechar los años que el destno
le colocaba al frente de la mns importante monarquía peninsular para introducir a sus hi-os en puestos de
relevancia de tal forma que, en el futuro, fuera imposible gobernar sin ellos. Sus hijos, los Infantes de
Aragón, personalidades muy defnidas, con ambiciones ilimitadas, intervinieron permanentemente en las
disputas polítcas del reinado de Juan II de Castlla.
El origen y ascendencia de los Infantes, es netamente castellana:
- Alfonso. Primogénito. Sucedería a su progenitor en el trono de Aragón extendiendo su reinado a
Nnpoles con el ttulo de Magnnnimo.
- Juan. Destnado por su padre a dirigir la polítca mediterrnnea, sería rey de Navarra por su matrimonio
con Blanca y, posteriormente de Aragón, al suceder a su hermano mayor.
- Enrique. Maestre de la Orden de Santago.
- Sancho. Tenía el Maestraigo de Alcnntara, cargo que pasa con toda la renta e infuencia que
conllevaba a su hermano pequeño.
- Pedro. Murió en el sito de Nnpoles combatendo en el bando de su hermano primogénito, Alfonso V.
En cuanto a las hermanas:
- María. Fue mu-er del rey castellano Juan II.
- Leonor. Esposa de don Duarte de Portugal y madre de Alfonso V el Africano.
En el -uego de las insttuciones ellos iban a convertr el Consejo Real en el organismo supremo del
gobierno, mns alln de la voluntad del monarca. Pero cuando muere Fernando I las primeras divergencias

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surgen entre sus hi-os, con el enfrentamiento entre Juan y Enrique por el lideraigo de la polítca castellana y
la dedicación de Alfonso V a los asuntos mediterrnneos e italianos.
El afaniamiento de Álvaro de Luna tras su llegada como doncel de la cnmara de Juan II, que pronto se
gran-eó la confania del rey niño, impusieron a la reina regente Catalina la necesidad de ale-ar a don Álvaro
de la Corte, expulsión que no consiguió. Don Álvaro logró de su rey no solo poder sino también riqueias y
enemigos pues se enfrentó en multtud de ocasiones con los Infantes.

10.2. El enfrentamiento entre los infantes de Aragón y don Álvaro de Luna por el control de la polítca
castellana de la primera mitad del siglo XV
Algunos nobles cortesanos apartaron al monarca Juan II de la infuencia del ariobispo de Toledo y
establecieron un triple turno anual de equipos conse-eros para dirigir la débil personalidad regia. Con ello se
pretende evidentemente apartar cuanto antes a los infantes de la corte, lo que origina que pronto sur-an
facciones que provocan que se formen dos cabeceras de bandos dirigidos por uno y otro infante.
Don Juan cumplió el compromiso matrimonial que había establecido su padre con la heredera de
Navarra, Blanca. Juan apartó a su hermano Enrique de la -efatura de la polítca castellana arguyendo que al
mayor correspondía la dirección del partdo y éste, colérico, argumentó que un rey de fuera no es persona
indicada para dirigir el Conse-o de otro reino. Don Enrique tramó un osado golpe de mano y se apodera del
rey Juan II, invadiendo con sus parciales el palacio de Tordesillas donde éste dormía protegido por don
Álvaro de Luna. Los seguidores del otro hermano y los leales a Juan II se apresuraron a llamar al Infante
ausente, que liberó al rey y don Álvaro. Don Enrique fue preso y encerrado.
Se inicia así una etapa poco confictva gracias a la intervención de Alfonso V de Aragón, que se mostró
dolido por la acttud del infante don Juan. Tras regresar de Nnpoles, entró en son de guerra en Castlla para
exigir la libertad de don Enrique. Convoca al infante don Juan a su presencia donde éste escucha una fuerte
reprimenda de su hermano mayor, por lo que Don Enrique es liberado -urando previamente que guardaría
obediencia a su señor en Castlla.
Como los infantes de Aragón que dominan el Consejo Real, el condestable salió desterrado de la
corte. Inmediatamente el infante don Enrique se apresuró a cobrar las enormes sumas que reclamaba ,
pero en pocos meses bastan para demostrar el fracaso del movimiento desencadenado por los Infantes de
Aragón, pues, todos los aragoneses y muchos destacados nobles castellanos, forzaron el regreso de don
Álvaro así como la formación de un Conse-o Real mns amplio y le invitaron a volver.
Los Infantes podían vencer, pero no dar a Castlla una forma de gobierno estable. Álvaro logra en poco
tempo atraerse hacia su causa a todos los miembros del mismo. Con el pretexto de rumores de una
próxima invasión musulmana el infante don Enrique fue enviado a la frontera andaluia. Inmediatamente el
rey de Navarra, el infante don Juan, fue invitado por Juan II a abandonar Castlla porque no cabían dos
monarcas en su reino. La expulsión de Juan de Navarra tra-o como consecuencia la guerra con Aragón.
Álvaro de Luna se alía entonces con los principales miembros de la nobleia castellana, mientras que Don
Enrique y Don Pedro se alian en contra. El encuentro se hubiera producido violento de no haberlo impedido
el cardenal de Fox, legado pontfcio en Aragón, y la mediación de la propia esposa de Alfonso V.
La pai quedó restablecida, pero don Enrique es castgado con el secuestro de sus bienes patrimoniales.
Airado por tan grave pérdida y en compañía de su hermano don Pedro recorre las comarcas de Extremadura
pillando y saqueando sus villas. Tras atrapar don Álvaro al infante don Pedro, la pai fnalmente frmada le
impuso al infante don Enrique dos condiciones: la entrega de todas las fortaleias que se hallaban por su
causa y el secuestro de todos sus bienes. Don Pedro fue entregado y ambos hermanos embarcan de viaje a
Italia, donde muere el infante don Pedro. Se consolida un gobierno olignrquico presidido por el
condestable, dominado por una gran nobleia sin laios de sangre con la dinasta real. Son años también de
éxitos en la polítca exterior: guerra contra Granada. Se concertó el matrimonio del príncipe don Enrique,
hi-o de Juan II de Castlla, con Blanca, hi-a del infante de Aragón, Juan II de Navarra. Era la manera de que
este infante de Aragón, y rey de Navarra, se reintegrara a los asuntos polítcos castellanos.
Un importante sector de la nobleia reclamó al rey que limitara el poder de su vnlido. Don Álvaro
respondió persiguiendo a varios nobles y provocando una guerra civil ininterrumpida contra los Infantes y

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contra la nobleia para lograr un dominio personal sobre el país. Don Enrique y su hermano el rey de Navarra
irrumpen de nuevo en Castlla reclamando la devolución de sus bienes. La Liga, formada por los mns
destacados nobles, presentan un mínimo programa de gobierno que se reducía fundamentalmente a dos
puntos:
a) El rey, a quien se reconocía el poderío absoluto, debía e-ercerlo contando siempre con su Conse-o, y
b) Todas las donaciones o mercedes que ena-enaran patrimonio realengo tendrían que ser refrendadas
por este mismo Conse-o.
Los Infantes lograron recuperar su patrimonio, pero, en realidad, los vencedores eran los integrantes
de la Liga. Enrique actuaba preferentemente en Castlla la Nueva, y Juan, en la cuenca del Duero. Se
apoderan del rey con la colaboración de la reina, que ayudaba desde dentro de la corte a sus hermanos, y
del heredero Enrique IV, lo que da al golpe un cierto revestmiento de legalidad.
El condestable sigue recobrando partdarios y defensores de su polítca. El rey de Navarra, rompiendo la
unidad de los nobles, recurrió a un golpe de Estado, y ordena la prisión de un fel defensor del condestable,
a la vei que retene al rey, que se convierte en su verdadero prisionero. Como resultado, el condestable se
pone al frente de una amplia coalición nobiliaria que reclama la libertad de Juan II, a la que se unen
bastantes ciudades.El infante don Enrique intentó lograr la adhesión de nobles y ciudades andaluias, pero
con nulos éxitos.
Juan II huye de su prisión y se alcanza una tregua. Se proponía a los infantes y su partdo que se
acordase el equipo de gobierno y las líneas generales de actuación en la Corona de Castlla, pero las
conversaciones no dieron resultado. Con el rey liberado, la posición de don Álvaro y los nobles coaligados
me-oró decisivamente y deciden confar la suerte defnitva a las armas.

10.3. la Batalla de Olmedo (1445) y el fn de la presencia de los infantes de Aragón en Castlla


Consecuencias que tuvo la batalla: entre los numerosos lesionados se contaba el infante don Enrique,
que falleció poco después. Desaparecía así el mns ambicioso e intrigante de los Infantes de Aragón, que
ademns lo hacía sin descendencia. El infante don Juan sale defnitvamente de Castlla buscando refugio en
Aragón e intentando también mantener alguna clase de dominio sobre Navarra, en donde libra con su
propio hi-o, don Carlos de Aragón, su partcular enfrentamiento. Sus hermanas Leonor, reina de Portugal y
María, reina de Castlla también habían fallecido poco antes que su hermano Enrique. Alfonso V, cuando
recibió en Italia la notcia, se disgustó, pero no quiso modifcar la línea que se había traiado.
Los vencedores de Olmedo habían sido los nobles mns destacados de Castlla y esta vei, como en otras
ocasiones, lograron importantes benefcios. Consolidado el reparto de las prebendas se dicta una amnistía
general para todos los implicados en los acontecimientos, siempre que estuviesen dispuestos a prestar
-uramento de fdelidad a la Corona. Quedaban excluidos el rey de Navarra y los bienes del infante don
Enrique.
La eliminación de los Infantes de su permanente intervención en los asuntos castellanos abre un nuevo
camino en el tradicional enfrentamiento nobleia-monarquía, que se ve agudiiado por la existencia
práctcamente de dos Cortes, la del rey Juan II y su valido, y la del Príncipe de Asturias, el futuro Enrique
IV con sus correspondientes partdos y bandos nobiliarios.

10.4. El fnal del reinado de Juan II de Castlla: ajustciamiento de don Álvaro de Luna. El príncipe
heredero Enrique
La enemistad con Isabel de Portugal, la segunda esposa de Juan II de Castlla, acarreó el fn de la
privania de don Álvaro por la infuencia de la nueva reina sobre el nnimo débil de su esposo. Supuso el
retro del vnlido en 1453 y su entrega a los nobles, siendo condenado a muerte en un -uicio fctcio y
decapitado.
Juan II falleció al cabo de un año y el príncipe heredero fue Enrique IV. Con deformaciones de las
extremidades, que de todos modos se consideraban dentro de la normalidad, se ha apuntado también la
posibilidad de su esquizofrenia y de su homosexualidad. Corpulento, pereioso, de carncter débil,
cambiante y afcionado al lu-o y a la indumentaria morisca, estaba casado con Blanca de Navarra, pero

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consiguió el divorcio a fnes del reinado de su padre mediante una sentencia ba-o el pretexto de su
impotencia en relación con su esposa y no con otras mu-eres. Su divorcio formaba parte del plan favorable a
Portugal.

10.5. La primera parte del reinado de Enrique IV de Castlla. La nobleza en la polítca castellana
10.5.1. La primera parte del reinado de Enrique IV
La pai con la Corona de Aragón permitó iniciar el nuevo reinado con tranquilidad. En las primeras
Cortes quedó patente su desinterés por el gobierno, por las petciones de sus súbditos y por la misma
asamblea, que convocó muy pocas veces. También manifestó tolerancia con los nobles perseguidos durante
el reinado anterior, liberando a algunos de la cnrcel.
Juan de Navarra, que temía la posible aliania de Castlla y Portugal sellada mediante un nuevo
matrimonio del monarca y también el apoyo del mismo a los rebeldes de Navarra y de Cataluña, intentó
impedirlo mediante la actuación de sus parientes. Enrique, con el problema navarro derivado de su
divorcio justo antes de llegar al trono y de la enemistad con su ex suegro, frmó las paces con unas
clnusulas venta-osas. Con la pretensión de aislar mns a Juan de Navarra, pactó con Carlos VII de Francia
contnuando así la tradicional aliania destnada a proteger el comercio y la navegación castellana en el
Atlnntco.
También aceleró las negociaciones de su segundo matrimonio con Juana de Portugal. El aspecto legal
del matrimonio resultó bastante complicado, hasta el punto que durante las luchas por la sucesión los
partdarios de la princesa Isabel, la futura reina Católica, pudieron califcar el enlace de ilegítmo. Se
basaban en las irregularidades de la sentencia de divorcio, y en la dispensa por parentesco de los
contrayentes no otorgada directamente por el papa sino encargada al ariobispo de Toledo. Un aspecto
positvo de la aliania con Portugal fue la solución del antguo problema de las pretensiones lusas sobre las
Islas Canarias gracias al pacto alcaniado. Castlla conservarn las islas a cambio del reconocimiento o cesión
al reino vecino de las costas africanas occidentales ya adquiridas.
Casi al mismo tempo, la leyenda negra del monarca se ampliaba después de la serie de campañas
contra Granada, terminadas con treguas. Su carncter cambiante y su horror a la crueldad le acarrearon la
fama de cobarde y el desprecio de los nobles, mientras su vestmenta morisca y su admiración por todo lo
naiarí le hacían un faco servicio. A pesar de no conseguir ninguna resonante victoria, los resultados fueron
favorables, aunque se esperaba mucho mns del considerable e-ército reunido y de los enormes recursos
procedentes del país gracias a las Cortes.
10.5.2. El papel de la nobleia
La nobleia castellana daba muestras de agresividad frente al descenso de las rentas señoriales. Las
concesiones de los primeros Trastnmara, consttuyeron la base de la expansión del régimen señorial
castellano. La alta nobleia se convirtó en un peligroso competdor de la monarquía provocando numerosos
confictos polítcos hasta llegar a una dura lucha durante el reinado de Juan II.
Como e-emplo del poder de la aristocracia y del crecimiento de su patrimonio puede citarse el del
marqués de Villena, Juan Pacheco. De pa-e llegó a mayordomo mayor de Enrique IV y luego a mariscal de
Castlla, y le dominó de tal modo que fue el inspirador de la polítca real. Durante su encumbramiento,
cuando parecía que el poder de Pacheco podía afaniarse con la obtención del maestraigo de Santago,
equiparnndose a Álvaro de Luna, el monarca, buen conocedor del valimiento de éste durante el reinado de
su padre, se resista a consolidarlo como vnlido y se inclinó por unos -óvenes nobles, entre los que
destacaron Beltrán de la Cueva y Miguel Lucas de Iranzo. Este últmo, acabó enseguida su carrera cortesana
por los celos de Pacheco, siendo asesinado mientras reiaba en la catedral de Jaén cuando ocupaba el
puesto de condestable de castlla.
Como el maestraigo podía ser para Beltrnn, Pacheco decidió impedir la aparición de un vnlido con el
mismo método que derribó a don Álvaro: formar una unión o liga de nobles y por eso se entrevistó con el
rey Juan de Navarra, dispuesto como siempre a una intervención en Castlla. Presionado por Pacheco, el
monarca castellano selló con Juan de Navarra una reconciliación reforiada por una doble aliania
matrimonial, la del infante Alfonso con Juana de Aragón y la de la infanta Isabel con Fernando de Aragón, o

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sea, los hermanastros de Enrique con los hi-os de Juan. La concordia no duró por acaecer poco después la
muerte del rey Alfonso en Nnpoles y la sucesión de su hermano en la Corona de Aragón, lo que favoreció el
aumento de su fueria frente a Castlla.
Reforiado el gobierno de Juan Pacheco con esta aliania, lo compartó con los nobles aliados suyos. El
Conse-o Real, integrado solamente por nobles, comparta el poder e-ecutvo con el monarca, y tenía
bastante o una completa libertad de maniobra por su debilidad. La riqueia señorialles permita pagar
hombres de armas y les servía para arrebatar terras a nobles enemigos, con lo cual provocaban
enfrentamientos endémicos. Ademns, acaparaban los altos cargos, partcipaban en la recaudación de
tributos con unas donaciones que arruinaban la Hacienda Real o disminuían las terras de realengo.
El monarca también sigue el sistema de sus predecesores de concesión de nuevos ttulos nobiliarios. La
insttución del mayorazgo, que solo el rey puede conceder y consolida la fueria de los poderosos, ya que el
ttular dispone de las rentas pero no puede disminuir o ena-enar el patrimonio, que debe pasar
íntegramente al primogénito o al heredero. Así se estructura el lina-e alrededor de una línea, la
primogénita. De este modo, la nobleia laica estabiliia su riqueia hasta convertrse en árbitros de la polítca
castellana, siempre en provecho propio.
10.5.3. Los grandes lina-es
Cada uno de los lina-es se encuentra radicado en un nrea geogrnfca concreta. La mayoría tenían su
origen del norte de España, establecidos en poderosos señoríos desde donde inician su ascenso hacia la
grandeia durante el reinado de Juan II y luchan con su sucesor por el poder. En la segunda parte del siglo XV
mns de la mitad de las terras castellanas estn en manos de la aristocracia laica y eclesinstca. Ademns,
consiguen que un alto porcenta-e de las rentas ingresadas normalmente por la corona. También se permiten
eximir de impuestos a hombres y lugares fuera de su señorío con los llamados excusados, cuya proliferación
per-udica la hacienda real.
Siempre estnn a la defensiva para evitar que ninguno de los suyos se encumbre demasiado por encima
de los demns, y contnúan insatsfechos y cada vei mns distanciados del rey, a quien no comprenden o
desprecian por su misma debilidad en dominarlos, siempre dispuestos a traicionarle. Otros sistemas para
aumentar su infuencia y riqueia se basan en una calculada polítca matrimonial que une diversos lina-es
con fuertes laios de parentesco.

10.6. Guerra civil en Castlla: Enrique IV y el rey Alfonso de Ávila (1465-1468)


El 5 de -unio de 1465 la ciudad de Ávila fue escenario del mayor golpe de estado conocido en la historia
castellana del siglo XV, la Farsa de Ávila, donde el infante Alfonso de once años fue proclamado soberano
por una facción muy importante de la alta nobleia, al tempo que su hermano, el rey Enrique IV, era
depuesto de una manera simbólica durante dicho acto. Daba comienio una guerra civil que iba a durar tres
largos años.
Las causas directas del problema se habían planteado dos años antes, en 1463, cuando Enrique IV
relevó del poder al equipo gobernante de los inicios de su reinado para instaurar otro mns adicto a su
persona con Beltrnn de la Cueva al frente. Los nobles que se vieron apartados del poder iniciaron una
campaña de deslegitmación y plasmaron sus acusaciones en un documento polítco que debía ser cumplido
íntegramente por el rey si deseaba alcaniar la reconciliación con los nobles. Enrique IV no aceptó el
documento, que consagraba el ascenso al trono de su hermano Alfonso en per-uicio de su hi-a Juana. La
respuesta de la alta nobleia rebelde fue llegar al extremo de la proclamación de Ávila.
Todo parecía apuntar a un reino con dos reyes. Alfonso, el rey de Ávila, como a veces se le llama, tuvo
una corte propia que se desplaiaba de manera itnerante para garantiar su seguridad. Desde el comienio
de la rebelión concedió mercedes de todo tpo para ganar o conservar partdarios. Entre él y su hermano
Enrique IV que siguió exactamente la misma polítca de mercedes consiguieron dilapidar el patrimonio real.
La guerra civil fue mns una estrategia de posiciones que un conficto a dilucidar en campo abierto. Cada
región, comarca y a veces ciudad, era el escenario de una pugna permanente por captar la fdelidad de las
personas que aseguraban el dominio local. La guerra fue parca en hechos de armas y rica en pactos ba-o
cuerda en los se intercambiaba obediencia por dinero. Tras diversas treguas, debido a que ninguno de los

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contendientes estaba en condiciones de derrotar al rival, en 1467 se reanudaron las hostlidades en varios
escenarios. Los dos e-ércitos se encontraron en las proximidades de Olmedo, donde se libró la Segunda
Batalla de Olmedo (en la primera en 1445, Juan II derrota a los Infantes de Aragón) con resultado incierto.
Importante fue la toma por sorpresa de Segovia por el bando alfonsino, en cuyo alcniar se custodiaba el
tesoro real y se refugiaba la Infanta Isabel (futura reina Isabel la Católica).
En 1468 murió repentnamente Alfonso. Su muerte puso fn a la guerra civil de una manera brusca. La
legitmidad de Enrique IV como rey era ahora aceptada por todos pero abría un debate por la sucesión tras
la muerte del rey.

10.7. Los últmos años de Enrique IV: debates por la sucesión al trono (1468-1474)
En los años que van desde la muerte de Alfonso hasta la de Enrique IV (1468-1474) se debate la
sucesión al trono a favor de su hi-a Juana o de su hermana Isabel, que provocó intrigas en la corte
castellana. Algunos consideraban que la sucesión masculina era siempre preferente a la femenina: como
Enrique IV no había tenido hi-os varones el único Trastnmara capacitado para ceñir la corona era Fernando
(futuro rey Fernando el Católico), hi-o de Juan II de Aragón. Entre los defensores de la sucesión femenina se
dudaba si la hi-a (Juana) tenía preferencia sobre la hermana (Isabel). El me-or argumento de los isabelinos
consistó en declarar que la ilegitmidad de Juana procedía de la nulidad del matrimonio de sus padres,
Enrique IV y Juana de Portugal, no de la supuesta paternidad de Beltrnn de la Cueva.
Los implicados en el proceso sucesorio pretendían buscar una solución que pacifcase defnitvamente
el reino después de tantos años de lucha. Enrique IV buscó la mediación papal y encomendó a su vie-o
valido, Juan Pacheco, encontrar una solución al problema. Pacheco ideó un plan que cambió la historia de
España, los Pactos de Cebreros y Cadalso que se proclamaron ofcialmente en la venta de los Toros de
Guisando el 19 de septembre de 1468. En el pacto se proclamaba públicamente que Isabel era la heredera
y sucesora, lo cual implicaba necesariamente la ilegitmidad de Juana. Uno de los acuerdos era que Isabel se
casaría con la persona que designase Enrique IV y sus conse-eros, aunque podría libremente aceptar o
rechaiar las propuestas.
Isabel interpretó los acuerdos de Guisando de otra manera. Decidió contraer matrimonio con
Fernando, hijo de Juan II de Aragón, heredero como ella de una corona hispnnica, y sin consultarlo
previamente con Enrique IV. El rey interpretó que aquella decisión vulneraba los acuerdos de Cebreros y por
consiguiente Juana volvía a ser la heredera. La muerte de Enrique IV en diciembre de 1474 fue la señal de
partda de la guerra de sucesión al trono de Castlla.

10.8. La endémica guerra civil en Navarra: de la sucesión del príncipe de Viana a la instalación de la Casa
de Foix en el trono navarro
10.8.1. Blanca de Navarra (1461-1464)
La muerte del Príncipe de Viana en 1461 había convertdo a su hermana Blanca en la reina legítma de
Navarra. Blanca, cuyo matrimonio con Enrique IV había quedado anulado, contaba con la obediencia de una
parte del reino, la de los beamonteses, y con la ayuda de los castellanos y de los catalanes sublevados
contra Juan II de Aragón. Sin embargo, tenía enfrente la hostlidad de los agramonteses y la de su padre,
Juan II de Aragón, que deseaba ver en el trono de Pamplona a su hi-a menor, Leonor, casada con Gastón de
Foix.
Para anular la causa de Blanca, Gastón de Foix pactó con Luis XI de Francia el matrimonio de su
primogénito con la hermana del rey francés, llamada Magdalena. De este modo, los hi-os de este
matrimonio heredarían el reino de Navarra. El proyecto contó con la aprobación de Juan II, pues de este
modo su familia se perpetuaba en el trono navarro.
Enrique IV de Castlla acabó entrando en la contenda a favor de los beamonteses y de los catalanes
sublevados, recibiendo por todo ello la oferta de la corona del Principado de Cataluña. La supremacía
polítca de Luis XI de Francia le llevó a dictar la sentencia arbitral de Bayona (1463) en la que, ademns de
ordenar la retrada castellana de Cataluña y Navarra, a excepción de la merindad de Estella, se disponía la
vuelta a la obediencia de los rebeldes catalanes.

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Desde el punto de vista navarro la sentencia de Bayona era totalmente inaceptable, pues suponía
desmembrar el reino. Los beamonteses de-aron de ser a partr de entonces procastellanos e iniciaron un
lento movimiento de acercamiento a Gastón de Foix, que tampoco estaba dispuesto a cumplir la orden de
desgajar la merindad de Estella en favor de Castlla.
10.8.2. Leonor de Navarra (1464-1479)
La muerte de Blanca de-aba la sucesión en manos de su hermana Leonor, y de su marido el Gastón de
Foix. El matrimonio utliiaba el título de Lugarteniente de Navarra. El verdadero problema durante el
gobierno de Leonor fueron las relaciones con su padre. La ruptura total llegó en diciembre de 1469, cuando
Juan II desttuyó de la lugartenencia de Navarra a Gastón de Foix y Leonor y nombró al hi-o de ambos,
igualmente llamado Gastón y casado con Magdalena, hermana de Luis XI. Gastón V nunca llegó a reinar en
Navarra, y ademns falleció muy pronto. Ni Leonor ni su marido habían aceptado esta designación y
siguieron actuando como si nada hubiese pasado. El difunto había de-ado dos hi-os al cuidado de su madre
en Francia: Francisco Febo y Catalina.
Las cosas me-oraron para Juan II, sobre todo en el frente catalnn, de modo que el alivio de la presión le
convenció de la oportunidad de lograr algún acuerdo con su hi-a Leonor y de su yerno. Juan II siguió siendo
reconocido como rey de Navarra, a cambio de reconocer la lugartenencia y los derechos sucesorios a favor
de Leonor y su marido.
Gastón de Foix murió de-ando una viuda, Leonor, que quedaba al frente de una lugartenencia en
solitario. El reino navarro sufrió una situación de estancamiento hasta que Fernando el Católico, convertdo
ya en rey de Castlla comenió a tener interés por Navarra. Fernando empeió a tomar iniciatvas, sobre todo
para lograr la reconciliación de las facciones y hacer inviable la intervención de Luis XI. Fernando y su padre,
Juan II, acordaron un plan para establecer un protectorado castellano sobre Navarra. Los acuerdos fueron
que la corona navarra correspondía a Juan II y la sucesión correspondía a Leonor y mns tarde a Francisco
Febo. Se promovía la reconciliación entre clanes. La decisión equivalía a eliminar la posibilidad de
intervención francesa y se denominó el “protectorado castellano”.
10.8.3. La Casa de Foix en el trono de Navarra
La muerte de Juan II convirtó a Leonor en reina de Navarra, pero por poco tempo: solo sobrevivió 24
días a su padre. La corona pasaba a su nieto, Francisco Febo (1479-1483) que seguía ba-o la custodia de su
madre Magdalena de Francia. La dinastía de los Foix se entroniiaba en Navarra. La regencia de su madre
Magdalena, tenía que cumplir con los requisitos legales: via-ar a Navarra para -urar los fueros y recibir el
-uramento de las Cortes. El primer error de Magdalena fue quedarse y conformarse con enviar emba-adores
a Navarra. La emba-ada fue recibida con hostlidad y en 1481 Francisco Febo via-ó a Pamplona para la
coronación, pero a comienios de 1482 estaba de vuelta a Francia por presiones de Luis XI.
Luis XI planeaba en estos momentos ofrecer a Juana la Beltrane-a, exiliada en Portugal, el matrimonio
con Francisco Febo, pero este últmo murió inesperadamente. Antes de morir, Francisco había de-ado dicho
en su testamento que su hermana Catalina era la heredera. Fernando e Isabel reconocieron a Catalina y
propusieron nada menos que su matrimonio con el infante heredero de las coronas castellana y aragonesa.
Pero Magdalena, mns atenta a las directrices de Luis XI, casó a su hi-a con Juan de Albret. Este matrimonio
fue la opción auspiciada por Francia y con ello se consolidó la opinión entre los bandos navarros de
beamonteses y agramonteses de que la vinculación a los Albret generaba una francoflia de la corte navarra
que nadie deseaba. Todos estos elementos son importantes para comprender el progresivo giro de la
nobleia en favor de una incorporación a Castlla.

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11. LA ÚLTIMA FORMACIÓN ISLÁMICA PENINSULAR. EL REINO DE GRANADA Y SU DESAPARICIÓN

11.1. El reino nazarí de Granada en los primeros tempos


Unos años después de la victoria hispanocristana en Las Navas de Tolosa (1212), el poderío almohade
en Al Ándalus comenió a desmoronarse ba-o la doble presión de las actvidades militares castellana y de los
aliamientos de poderes locales en todo un país, período conocido como terceras taifas. Dos de éstos han
de retener especialmente nuestra atención: uno, el de Ibn Hud, sublevado contra los africanos en 1227, que
consiguió dominar casi toda la España musulmana ya en el año 1229. El otro, Muhammad Ibn Yusuf Ibn
Nasr(de aquí viene nasrí, nazarí) Ibn al-Ahmar (Muhammad I), señor de Ar-ona, alió su bandera de la
rebelión contra Ibn Hud, proclamnndose sultnn en Ar-ona, al término de la oración del viernes 18 de abril de
1232 y poco después, consiguió asentar su dominio sobre Guadix, Baia y Jaén.
La rivalidad de ambos caudillos va en aumento, cuando Fernando III, rey de Castlla, ataca la ciudad de
Córdoba con la aparente complicidad del naiarí. La caída en manos cristanas de la antgua capital del
califato (1236) plantea a las poblaciones de Andalucía Oriental que todavía reconocen la autoridad de Ibn
Hud, la necesidad de buscar la protección de una fueria militar mns efectva, siendo entonces cuando se
acelera la carrera ascendente de Muhammad. El naiarí no tarda en ser reclamado por la ciudad de Granada
donde se instala a fnes de 1236. Tras la muerte del líder murciano Ibn Hud, Almería y Mnlaga abren sus
puertas al caudillo naiarí.
La principal preocupación del caudillo naiarí era normaliiar sus relaciones con Castlla, cuya acttud era
muy belicosa, y sobre todo tras la terminación de treguas en 1243. Tras el avance cristano sobre Murcia, la
pérdida de Ar-ona y sobre todo el duro asedio cercando la ciudad de Jaen, el naiarí comprendió que había
llegado el momento de ceder algo por la vía diplomntca antes que perderlo todo por la fueria de las armas.
En mario de 1246 se frma el Tratado o Pacto de Jaén, en el cual se entrega la ciudad, su entrada en
vasalla-e, auxilium y consilium y el pago de unas parias que se calcularon en la mitad de todas sus rentas.
Este pacto puede ser considerado como el nacimiento del estado nazarí granadino, que ve asegurada su
supervivencia al aceptar la soberanía feudal castellana, hasta que su últmo rey, Muhammad XI, conocido
como Boabdil el Chico fuera derrocado por los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492.
El reinado de Muhammad I (1232-1273) es de consolidación el poder real dentro del reino:
reestableciendo la seguridad interna; consttuyendo un sistema fscal que garantiara la pai con Castlla; y
organiiando el reino ba-o gestón administratva. Durante este reinado se pone de manifesto la
contradicción y ruptura del pacto en la cuestón de Ceuta, donde se rompe el pacto con Castlla (que no el
vasalla-e), se abre la cuestón del control del Estrecho, y entra en el panorama naiarí la fueria manní: los
benimerines. Ceuta era ob-etvo económico y geopolítco, ademns de la puerta hacia África, y Muhammad
pidió permiso al rey de Castlla para atacar Ceuta. El rey nazarí atacó por cuenta propia en 1262, y fracasó
en su intento, con lo que obtene ademns un enfrentamiento con Castlla. En esta situación apurada, los
benimerines vinieron en su ayuda desde el norte de África en calidad de “combatentes de la fe”, pero no
sirven de nada y ponen al rey en una situación amenaiante con respecto al resto de familias, llegando los
primeros levantamientos internos en Málaga y Guadix.
Muhammad II (1273-1302), hi-o y sucesor del primer rey, su labor puede resumirse en tres puntos:
consolida la aliania con los meriníes de Marruecos; lucha por el control del Estrecho; y refueria el control
militar del reino naiarí. Renovó la tregua con Castlla con el pago de unas parias altsimas (300.000
maravedís al año), con lo que consiguió la pai necesaria. El efecto militar de la presencia meriní resultó
desastroso para Castlla, en especial gracias al bloqueo naval del Estrecho. Muhammad II realiiaba un -uego
diplomntco diferente en cada momento, en un difcil equilibrio entre el ímpetu molesto de su
correligionarios merinies y la potencia aplastante de Castlla. Mientras los naiaríes estaban en pai con todo
el mundo, se libraba una guerra entre castellanos y meriníes. En 1286 terminan doce años de lucha que
serían la primera fase de una larga batalla.
La segunda fase puede fecharse de 1291 a 1310, y coincide en parte con el reinado de Muhammad III
(1302-1309), al que sucede Nasr (1309-1314) e Ismaíl I (1314-1325). Individualmente no hicieron gran cosa,

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pero en con-unto conforman un periodo (1302-1333) en que se vuelve al equilibrio interno y externo de
años anteriores, y cambia la dinámica de sucesión: se desttuye al sultnn Muhammad II por su hermano y
desde ese momento se toma la dinnmica de sucesión foriosa, asesinatos y abdicaciones
Hasta Muhammad IV (1331-1333), que frmó acuerdos con Castlla de 12.00 doblas anuales de parias y
licencia para que los granadinos pudieran comprar cereales, ganado y otros productos de Castlla,
desvelaban la eterna insufciencia de Granada en cuanto a su autoabastecimiento. En 1333, su hermano
Yusuf I (1333-1354) se hiio con el poder apoyado por meriníes, y ayudados por los genoveses. Este periodo
es de acoso castellano, desde el interior y desde la costa. Se pierde Algeciras y se frman nuevos tratos
vasallntcos. En 1340 tene lugar la Batalla del Salado, en la que las fuerias combinadas de Castlla y
Portugal derrotaron decisivamente a los meriníes, dando fn a la guerra del Estrecho.
Se da entonces un proceso de orientaliiación y vuelta al Islam, y suceden reformas como el refuerio de
la seguridad, la reorganiiación territorial y la reorganiiación administratva en Distritos Religiosos. El reinado
de Muhammad V (1354-1391) supuso la época más tranquila del reino, aunque no la mns próspera a pesar
del forecimiento económico. Pero con todo representa la pai mns larga de la que disfrutó el emirato en
toda su agitada existencia, y se debía tanto a la habilidad y la fuerza de los nazaríes cuanto a los
problemas internos y la debilidad de los trastámara castellanos, que ni siquiera estaban en condiciones de
pedir el pago de parias. Con Yusuf II (1391-1392), y el hi-o de éste Muhammad VII (1392-1408),
presenciaron la ruptura de la pai, en que las escaramuias fronteriias comeniaron a ser mns frecuentes y
menor el deseo de mantener la pai. En los últmos meses de su vida, el rey castellano preparaba ya
abiertamente la guerra contra Granada, después de soportar el incremento de las raiiias granadinas.

11.2. Luchas internas por el control del reino


El siglo XIV se cierra con un nuevo impulso castellano, que adopta la ideología de cruzada para -ustfcar
su presión sobre los reyes naiaríes (Yusuf II, Muhammad VII y Yusuf III). Este sentmiento se extende entre
la población castellana gracias a provocaciones naiaríes (ataques) y con iniciatvas individuales por parte de
frailes e iluminados. Va a ser un terreno perfecto para la reanudación ofcial de las hostlidades por parte de
Enrique III (1407-1410). El resultado sern una nueva etapa de parias, de cuarenta años de gran lastre
económico. La conquista de Granada se -ustfca con la conversión de un territorio infel.
A partr de la muerte de Yusuf III (1408-1419), se abre un periodo de lucha entre clanes familiares
(venegas contra abencerra-es) por el control del poder. Muhammad IX (el iiquierdo) va a ser representatvo
por su reinado en un periodo de Guerra Civil. Sube al trono en 1419, y tuvo tres interrupciones por golpes
de Estado a lo largo de su reinado: Muhammad VIII el pequeño (1419-1427); Yusuf IV (1430-1431); Yusuf V
(1432-1445); yMuhammad X (1447-1453). La fueria granadina se debilita y se mina su economía.
El peligro de conquista es tan inminente que Muhammad IX reconcilia a las familias originarias del
conficto a través del nombramiento como sucesor del representante de los venegas: Muhammad XI (el
chiquito). En 1455, sin haberse solucionado el conficto, hay instaurados dos reyes, el ya mencionado y Sad
(1455-1464), que va a ser el que fnalmente se quede con el trono. Los últmos reyes naiaríes fueron los que
siguieron a Sad: Muley Hacen, y su hi-o Boabdil, con quienes se ponen de manifesto las contradicciones
acumuladas a lo largo de la historia del reino, y que ya no permiten la contnuación.
Abu I Hasan Ali (Muley Hacen) 1464-1482 rige durante un empobrecimiento profundo de las arcas del
Estado, cuya solución va a ser una polítca de recuperación patrimonial por parte de la corona, lo que le crea
enemigos y pérdida de popularidad. Se reanudaron las relaciones entre las familias importantes y una
polítca de agresión hacia Castlla que resulta contraproducente por no tener en cuenta la reconciliación de
Castlla y Aragón por el matrimonio de Isabel y Fernando. Ademns, carecen de apoyos en el exterior, y en
últma instancia se suma la presión económica por los bloqueos comerciales y la destrucción de sus
recursos. Así, Muley Hacen es derrocado por su hi-o, apoyado por Castlla. El últmo enfrentamiento entre
venegas y abencerra-es va a ser el cúlmen del reinado de Abu Hasan I, que busca refugio en Mnlaga
mientras Boabdil (Muhammad XII) se erige en el trono. El reino se divide, también territorialmente, entre
los seguidores de Boabdil y los seguidores de su padre. El hermano de Muley Hacen, el Zagal, se
autoproclama sultnn (Muhammad XIII) cuando este muere para agravar el conficto.

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11.3. Los últmos tempos del reino nazarí: conquista y fn del reino de Granada
Cuando terminó la guerra civil castellana en 1480 con el defnitvo asentamiento en el trono de Isabel I,
una nueva época comenió para el reino. El momento no podía ser mns peligroso para Granada, ya que por
primera vei se daban en Castlla todos los supuestos necesarios para realiiar una conquista total, cualquiera
que fuese su precio. Ademns de garantiar la pai en el interior ofreciendo a los nobles una salida a su
belicosidad y una nueva fuente de benefcios, la conquista de Granada acabaría debilitando el comercio
genovés fuertemente asentado en Granada, pondría fn a la piratería granadina y permitría sólidas bases
comerciales con el norte de África, facilitando la navegación por el Estrecho.
Granada fue a la vez guerra medieval y moderna. Los reyes castellanos recogieron de tempos pasados
la -ustfcación ideológica, que preconiiaba la recuperación de terras usurpadas por los musulmanes;
recogiendo a la vei los procedimientos militares de convocatoria, reunión y mantenimiento de las huestes;
así como las ideas para lograr ayuda económica a través del Papa, del clero. Como rasgos modernos
podemos destacar su propia autoridad polítca, así como las me-oras técnicas en la artllería, organiiación
del combate, ..., que sirvieron de experiencia a numerosos militares que comeniaron allí su carrera, como
Gonialo Fernnndei de Córdoba, “Gran Capitnn”.
Durante la guerra con Portugal, los Reyes Católicos, habían concertado con Abu-l-Hasan (Muley Hacén),
el rey de Granada, dos treguas sucesivas, en 1475 y 1478, ésta ya de tres años. Pero en diciembre de 1481,
inexplicablemente, el soberano granadino se apoderó de Zahara, dando a los castellanos el me-or de los
pretextos para poner en marcha su propia campaña.
El 1 de mario de 1482, el marqués de Cádiz, don Rodrigo Ponce de León, con el auxilio de otros nobles
andaluces, acometeron una audai maniobra y tomaron, por sorpresa, Alhama, en el coraión del reino
granadino. El rey don Fernando, al recibir la notcia, de inmediato se desplaió a la frontera, dando a la orden
de conservar el enclave. Los naiaríes hicieron tres intentos por recuperarlo en mario, abril y agosto,
desistendo después. En -ulio, los cristanos fracasan en el asalto de Lo-a y Seteníl, por lo que la campaña se
cerró este primer año sólo con éxito moderado de los castellanos.
El fracaso de Alhama mermó el prestgio de Muley Hacén y propició la sublevación de sus dos hi-os,
Muhammad XII (Boabdil el Chico) y Yusuf, que contaron con el apoyo de los partdarios de su abuelo,
Mahammad X, y del apoderoso bando de los Banu al-Sarray (Abencerrajes). Así, el hermano mayor logró
hacerse con el trono, mientras Muley Hacén se vio obligado a buscar refugio en Mnlaga, residencia de su
hermano Muhammad, el Zagal. Boabdil pasó de inmediato a la ofensiva y corrió los campos de Lucena,
aunque no logró hacerse con la plaia. De regreso, fue sorprendido por don Diego de Córdoba, conde de
Cabra, muriendo Alalar, alcaide de Lo-a y suegro de Boabdil, y quedando este prisionero en la torre de
Porcuna. Mientras, su padre regresaba a Granada y desbancaba del poder a los partdarios de su hi-o.
Los reyes liberan al -oven Boabdil, tras reconocer su soberanía feudal, el pago de parias, la liberación de
cautvos y el compromiso a pelear contra sus parientes. Problemas en el reino de Navarra (muerte de sus
reyes) y en los condados catalanes, dan una pequeña tregua, pero la reina impone su decisión de prioriiar
Granada. La determinación real implicó un cambio en el ritmo de las operaciones, f-ando los ob-etvos y su
propio orden: Mnlaga, Almería y Granada.
En 1485 se conquistó Ronda, mientras que en Granada el Zagal sucede a su hermano moribundo. En
1486 se proyecta romper la línea de defensa que dominaba toda la vega de Granada, conquistando Lo-a.
Boabdil fue nuevamente hecho prisionero y frmó un pacto en el que se admitía la posibilidad de crear un
señorío para el prisionero, que incluiría Guadix, Baia, Vera, Mo-ncar y los dos Vélei (el Banco y el Rubio).
El ob-etvo siguiente fue Mnlaga, el gran bastón de Muhammad (el Zagal), y para ello se reunió una
poderosa fueria. La acometda se inició a mediados de abril de 1487 y El Zagal debió abandonar Mnlaga a su
suerte, no pudo regresar a Granada porque había caído en poder de Boabdil, y buscó refugio en Almería.
Tras un duro cerco que se prolongó todo el verano, en septembre Mnlaga capituló, y se les impuso a todos
los habitantes la expulsión. Cuando comeniaba el cerco de Mnlaga, los reyes suscribieron un tercer tratado
con Boabdil, por el que se le dispensó de la conquista del señorío prometdo. Se estableció en cambio que

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cuando ellos lo tuviesen en su poder, Boabdil tendría que entregar la ciudad de Granada. La campaña de
1488, sucedió sobre las plaias que mantenía el Zagal en Almería, Baia y Almuñécar, que éste mantuvo.
A fnales del mes de mayo de 1488, desde Jaén, se puso en marcha la gran campaña del Baña, que
según el acuerdo de 1487 debía se entregada a Boabdil. Fue la mns costosa y sangrienta, y en noviembre
cayeron Purchena y Almería. A la población se le concedieron condiciones muy generosas: la religión, las
costumbres, la hacienda, la -ustcia y el trnfco mercantl contnuaría como hasta entonces, posiblemente
tratando de aplicar un bnlsamo de suavidad que acelerase la entrega de Boabdil. En 1491, el Zagal se retró
a Tremecén, en África, donde acabó arruinado y ciego.
Los reyes, que creían concluida la guerra, se encontraron con la negatva de Boabdil a cumplir con los
pactos. Pero lo cierto es que Granada, rodeada de enemigos por todas partes, esta condenada a sucumbir.
A comienios de 1490, los reyes pensaban en el rnpido fn de las hostlidades, pero la resistencia de Boabdil
terminó empu-nndoles a la acción. Entre los días 21 y 22 de mayo, las tropas cristanas entraron en la Vega
destruyendo de manera sistemntca las cosechas. Boabdil pretendía unifcar la resistencia musulmana,
sumando a su causa a los antguos partdarios de El Zagal, y abrir un camino hacia el mar desde donde
recibir la ayuda que precisaba. Entre -ulio y agosto logró varios éxitos pero fracasó cuando intentó tomar
Salobreña y abrir un camino al mar por Almuñécar.
El últmo acto se inicia en abril de 1491. La gran hueste real penetra en la Alpu-arra y ba-a hacia la Vega,
donde comienia a levantar una villa, la llamada de Santa Fe, para instalar en ella todos sus servicios de
intendencia y administración. El cerco de Granada quedó cerrado en poco menos de un mes, sin ataques ni
enfrentamientos entre sitadores y sitados. Sí hubo, en cambio, una lenta y discretsima negociación, que
llegó a un acuerdo en noviembre. La población de Granada mantendría su libertad y bienes, aseguraría su
fe, permanecería sometda a la ley cornnica, administrada por sus propios -ueces, y vería respetadas sus
relaciones comerciales con África. Boabdil , en partcular, conservaría su patrimonio, a excepción de la
Alhambra y los palacios de la ciudad, y recibiría incluso un señorío en las Alpu-arras. El 2 de enero de 1492
se entregó la Alhambra, símbolo de la ciudad en una estudiada ceremonia.
11.4. Granada tras la conquista: la revuelta del Albaicín y la sublevación de las Alpujarras. La expulsión de
los mudéjares
El número e importancia de la población mude-ar (mahometanos súbditos de los reyes cristanos) tras
el fn de la Reconquista, planteó problemas serios de integración y convivencia. La única solución era la
conversión, que fue encomendada al gobernador del Reino de Granada y al Obispo de Talavera. Fue un
proceso lento debido al interés por conseguir sólo conversiones sinceras y voluntarias.
11.4.1. La revuelta de Albaicín
En 1499 los Reyes Católicos quedaron sorprendidos durante su visita a Granada del aire musulmnn que
conservaba la ciudad. Ante ello, comisionaron al Cardenal Cisneros que rnpidamente colocó a los
granadinos ante la misma disyuntva que se brindó a los -udíos: el bautsmo o el extrañamiento. Se lograron
las primeras conversiones en masa, sin instrucción alguna.
En enero de 1500 fue muerto un alguacil que traba-aba a las órdenes de Cisneros. De inmediato,
musulmanes y conversos se aliaron en armas apodernndose del barrio del Albaicin y sitando a Cisneros en
su residencia. El conde de Tendillo actuó con rapidei y logró un acuerdo de rendición, ofreciendo el perdón
a cuantos aceptaran el bautsmo y permitó una orden real de amnista para cualquier delito anterior a la
sublevación.
11.4.2. La sublevación de las Alpu-arras
El eco de la sublevación del Albaicin fue enorme y sembró la inquietud entre los musulmanes, que
temieron verse obligados a convertrse. La sublevación prendió rnpidamente en las Alpu-arras y para
someterla acudió Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán). El ataque fue muy violento y tras la
rendición de los sublevados los reyes impusieron el pago de una fuerte multa, aunque admiteron el
mantenimiento de las antguas condiciones pactadas, es decir, la exención de la multa a quienes aceptaran
el bautsmo, precisando que la suma f-ada era globalmente inalterable. Esto signifcaba que cada
conversión incrementaría proporcionalmente la cantdad que deberían abonar los que rechaiaran el
ofrecimiento.

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11.4.3. La expulsión de los musulmanes
A comienios de 1501 la revuelta se reavivó por la serranía de Ronda. La respuesta, con el rey al frente,
se anunció terrible. Ante ello los musulmanes iniciaron la negociación indicando sus deseos de extrañarse a
África. Se les exigió el pago de una cantdad de dinero y se organiió el embarque por Estepona. El 11 de
febrero de 1501 se hiio público el decreto de expulsión y en el mismo se concedía un plaio de poco mns de
dos meses para elegir entre el bautsmo y el desterro.

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12. DE LA UNIFICACIÓN PENINSULAR A LA PROYECCIÓN IMPERIAL: EL REINADO DE LOS REYES
CATÓLICOS

12.1. El largo camino hacia el trono: del Pacto de los Toros de Guisando al fnal de la Guerra de Sucesión
En 1468 Isabel es -urada princesa de Castlla por el pacto de los Toros de Guisando. Con la muerte de
Enrique IV en diciembre de 1474, su hermana Isabel fue proclamada heredera en Segovia. La causa
isabelina acabó aglutnando a todos los que deseaban una monarquía fuerte, produciéndose una
aceptación casi total, pero sin clamor popular. No obstante, entre los partdarios isabelinos pronto se
planteó una cuestón confictva. Los aragoneses entendían que una mu-er por sí misma no podía regir un
estado, con lo que Fernando, su esposo, aparecía como el candidato mns cercano a suceder a Enrique IV. Sin
embargo, la exclusión femenina iba en contra del derecho castellano y se podía convertr en un arma de
doble flo, teniendo en cuenta que en esos momentos los monarcas sólo tenían entonces una hi-a. Esta
cuestón, difcil y delicada, fue encomendada al Cardenal Mendoza y al arzobispo de Toledo Alonso Carrillo.
En Segovia (1475) se dictó la sentencia arbitral relatva a las discutdas atribuciones de los esposos,
donde quedaron defnitvamente defnidos los poderes de cada uno de ellos:
• Los documentos se expedirían a nombre de los dos, pero con el nombre de Fernando primero.
• Juntos administrarían las rentas y frmarían las sentencias -udiciales.
• Sólo a la Reina le correspondería lo relatvo a los homena-es en las fortaleias, etc.
Este acuerdo fue el primer acto de un reinado que ambos deseaban presentar como contnuación del
anterior, confrmando a tantos cargos como ya existan antes, amén de generar algunos nuevos feles a
ambos monarcas. El gobierno con-unto pactado se refe-ó oportunamente en inttulaciones, emblemas y
signos.
También la muerte de Enrique IV afectó a las relaciones internacionales, ya que el vie-o pacto de
amistad con Portugal entró en crisis, debido al alineamiento de la Corona de Aragón con Borgoña e
Inglaterra. Durante algún tempo, diferentes heraldos portugueses buscaron apoyos para la princesa doña
Juana, recluida en Tru-illo, planteando incluso la intención del rey portugués, Alfonso V, de contraer
matrimonio con ella y reclamar la herencia de Enrique IV. Esto desató un clima de revuelta popular
favorable a doña Isabel, pero también fue aprovechado por Alonso Carrillo, ariobispo de Toledo para aliarse
a favor de doña Juana. Ante la imposibilidad de negociar, Isabel tomó Toledo por la fueria.
En mayo de 1475, Alfonso V se decidió a penetrar en Castlla al frente de un e-ército, proclamándose
ese mismo mes, reyes de Castlla él y doña Juana, a pesar de que no habían contraído matrimonio. El rey
portugués, con todo a su favor y en un exceso de prudencia, decidió parar el avance y sitar Toro. En esos
meses los apoyos a doña Juana se multplicaron, mermando el poder de los monarcas en la iona. Durante el
verano el signo del conficto cambió a favor de Fernando e Isabel, utliiando la guerra de desgaste. Ademns
los monarcas reivindicaron sus derechos sobre el trono de Portugal, otorgando licencias a los nobles
portugueses que les apoyaran, lo que desvió parte del interés de Alfonso V hacia su propio reino. La retrada
del rey portugués, permitó a los isabelinos controlar todo el norte del reino al caer Burgos, mientras aquel
esperaba que el conficto se internacionaliiara. El derrumbamiento de la causa portuguesa fue un hecho a
inicios de 1476.
Refugiado en Toro, Alfonso V pidió refuerios que le fueron enviados por su heredero, el príncipe don
Juan. En unas semanas los portugueses ya estaban sobre Zamora, aunque el ataque con-unto de tropas
castellanas y aragonesas le obligó a abandonar esta plaia fuerte y refugiarse de nuevo en Toro, en una
derrota moralmente decisiva. Una ofensiva fulgurante de Fernando llevó a Alfonso V a replegarse
defnitvamente, pactando la devolución de importantes territorios fronteriios. Con Alfonso V ya en
Portugal, Toro se rindió defnitvamente.
Para la pai total hubo que realiiar una paciente labor de concesiones, perdones y conciliaciones,
terminando con el ancestral antagonismo entre nobleza y Monarquía. Se realiiaron pactos
individualiiados que aseguraron un estatus -urídico señorial limitado en sus funciones, para así servir a la
monarquía.

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12.2. Las bases del Estado con los Reyes Católicos
12.2.1. Las Cortes de Madrigal de 1476
Al tempo que se cerraban los primeros acuerdos con la nobleia en 1476, los Reyes Católicos
convocaron las Cortes previstas para los primeros meses de su reinado. Las reuniones se celebraron en
Madrigal, concurriendo a ellas 32 procuradores en representación de las ciudades que poseían este
derecho. Allí -uró doña Isabel y se atendieron principalmente dos cuestones graves: el desequilibrio de la
Hacienda Real, debido a la anarquía polítca y administratva de Enrique IV, y la restauración del orden
público.
Para resolver la primera de las cuestones se reestructuró la Contaduría, que era el organismo
perceptor de las rentas. Esta reforma trataba de frenar la dilapidación de las rentas, hipotecadas a causa de
los muchos -uros concedidos, vendidos o simplemente usurpados. Entre los acuerdos fguraba, la revisión
del Libro de Juros para eliminar de él a todos los que tenían un origen irregular.
12.2.2. Orígenes y consolidación de la Santa Hermandad
Para atender a la cuestón del orden público se puso en marcha la Hermandad desde 1483, concebida a
modo de un cuerpo general de policía y confrmada por los reyes en forma de Ordenamiento. En las villas y
ciudades se sostendrían a su cota cuadrilleros de a pie y a caballo, que muy pronto se convirteron en un
e-ército interior y permanente, cuyos recursos se arbitraron mediante un impuesto sobre las mercancías,
excepto la carne. La actuación de la Hermandad había conseguido paliar sensiblemente los efectos del
bandolerismo y llegó atener una función recaudatoria, aunque en 1498 se suprimió.
12.2.3. Sometmiento y nuevo papel polítco de la nobleia
Respecto a su relación con los nobles, los RR.CC respondían con una generosidad sin límites a
aquellos que se entregaban, mientras quienes se oponían eran contrarrestados con la fueria severa de
la ley, simultaneando entonces el pacto y la concordia con la frmeza. Esta polítca de autoridad fue
complementada con una estrategia matrimonial planifcada para cohesionar la nobleia. Y también en
una tendencia general a fortalecer el mayoraigo para la conservación de los lina-es y sus patrimonios.
En defnitva, se pretendía una nobleza fuerte, pero sometda a la Corona.
12.2.4. La unión de los reinos
Desde el siglo XIV, en Europa se había tendido a unifcar ba-o una misma idea de nación a todos los
reinos peninsulares. Esta idea terminó por germinar en los ambientes polítcos, sobre todo en los
castellanos. En Segovia se pactó el gobierno con-unto, refe-nndose oportunamente en inttulaciones,
emblemas y signos (Yugo y Flechas, Tanto monta, escudo cuartelado de Castlla y León, el nguila
nimbada de San Juan Evangelista, etc.).
Tras la muerte de Juan II de Aragón (1479) se añadió a la herencia de Fernando e Isabel los reinos de
Aragón, Valencia, Mallorca, Sicilia, Cerdeña y los condados catalanes, genernndose un difcil equilibrio entre
unidad y pluralidad. Cada reino o territorio mantuvo sus principales insttuciones y sus principios de
gobierno, pero se crearon órganos comunes, como la Santa Hermandad o el Tribunal de la Inquisición,
poniendo en marcha el sistema polisinodial (organiiación polítca de las monarquías autoritarias basada en
los Conse-os. El mecanismo de funcionamiento bnsico era la elevación de una consulta al monarca, quien
resolvía según su parecer).
12.2.5. Las Cortes de Toledo de 1480
Según diversos historiadores, las Cortes de Toledo fueron contnuadoras de la obra emprendida en las
Cortes de Madrigal de 1476, y el gran acontecimiento central del reinado de los Reyes Católicos. Las Cortes
se reunieron entre octubre de 1479 y mayo de 1480, concurriendo a ellas 34 procuradores procedentes de
17 ciudades y villas que tenían ese derecho.
Los Reyes Católicos establecieron en ellas las grandes líneas de su futura acción de polítca interior,
creando o reformando las insttuciones, la administración de -ustcia, la economía, la hacienda, y dando
disposiciones que abarcaban de lo religioso a lo militar. La primera disposición del famoso cuaderno que
otorgaron las Cortes, el Ordenamiento de Montalvo también conocido como Ordenanzas Reales de

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Castlla, trata de la organiiación del Conse-o Real, insttución que sería desde entonces el e-e de la
monarquía española.
Se tomaron importantes medidas económicas que llevaron a una reforma total del sistema monetario,
que terminó con el confusionismo de la época anterior, pues los frecuentes cambios y alteraciones en la ley
de la moneda era una de las causas fundamentales de la ruina en que se hallaba la economía nacional. Los
reyes sabían lo que signifcaba un sistema monetario bien organiiado, no sólo como base para el desarrollo
de la riqueia en general, sino para el prestgio de su autoridad en el interior y el crédito en el exterior.
También se arbitraron los modos para acabar con las privatiaciones de terras y usos comunales.
Precedió a todo esto el juramento del príncipe Don Juan, de dos años de edad, como heredero del
trono.
12.2.6. La incorporación de las Órdenes Militares a la Corona
En Castlla, las Órdenes de Santago, Calatrava y Oropesa poseían fuerias de caballería poderosas,
arbitrando el panorama polítco castellano. Los reyes ale-aron primero a los grandes de los maestraigos y ya
en 1485 adoptaron la solución defnitva con la supresión de los maestraigos. Se situó al frente de cada
Orden un conse-o de caballeros de nombramiento real y se formó un Conse-o de Órdenes al que se fueron
incorporando las tres hasta 1494.

12.3. Las reformas en Aragón y Cataluña


12.3.1. Aragón
A comienios de 1484, don Fernando intentó en Tarazona la convocatoria en una sola asamblea de los
procuradores de los tres reinos aragoneses. Sólo acudieron aragoneses y valencianos, que protestaron por
ser en suelo extraño, mientras que los catalanes se negaban a asistr, fracasando la posibilidad de aprobar
los subsidios y reformas propuestas.
Tras la toma de Mnlaga, en 1487, los Reyes Católicos decidieron hacer las reformas decisivas en Aragón.
Tras seleccionar a un grupo de adictos, nombró en Zaragoia un nuevo conce-o municipal y se decretó la
obligatoriedad de pertenecer a la Hermandad General, al igual que la Inquisición, que se renovó en los tres
reinos aragoneses ba-o la autoridad de un solo inquisidor general. Las Cortes reunidas en Zaragoza en 1488
sirvieron para que los reyes impusieran sus decisiones sin mayor contestación: se estableció un sistema de
sisas, suspendió el privilegio llamado de manifestación y obtuvo de los procuradores el poder para nombrar
directamente a los miembros de la Diputación.
12.3.2. Cataluña
Los ob-etvos en relación con Cataluña estaban bien defnidos desde hace tempo atrns: el saneamiento
de Hacienda y la consecución de un mayor control regio sobre las mns altas insttuciones catalanas, que
eran la Generalitat y el Consell de Cent barcelonés.
En 1486 al tempo que reformaba la Diputación aragonesa, don Fernando el Católico se decidió a
abordar la reforma de la Generalitat: suspendió el mecanismo consttucional y, acto seguido, designó
directamente un nuevo General, presidido por el abad de Poblet que era castellano. La economía
experimentó cierta recuperación pero el desorden económico amenaiaba el éxito de las reformas. El rey
decidió aplicar los mismos procedimientos anteriores: en 1490 depuso la conselleria y nombró nuevos
consellers. Unos meses después el Consell de Cent aprobaba el plan de reforma de la administración
municipal, que iniciaba la ansiada recuperación.

12.4. La Iglesia y el problema religioso: los conversos y el establecimiento de la Inquisición. La expulsión


de los judíos
Las reformas eclesinstcas llevada a cabo ba-o el auspicio de los Reyes Católicos fueron el resultado de
un madurado programa, encaminado a sanear la vida espiritual y liberar al clero de sus excesivos empeños
temporales. En este contexto se inscriben tres reformas: preeminencia de la justcia real, exclusión de los
extranjeros en la provisión de empleos y dignidades eclesiástcas, y el derecho de presentación o de regio
patronato cuyo precedente había sido el derecho de súplica reconocido por Enrique IV.

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12.4.1. Establecimiento de la Inquisición
Esta insttución había sido concebida para perseguir la here-ía y no a los feles de otras religiones, por lo
que la realidad de los conversos era muy peligrosa. Fue autoriiada por el Papa Sixto IV en 1478 y con ella los
soberanos buscaban un instrumento efcai al servicio de su polítca de unifcación religiosa.
La primera sede estuvo en Sevilla y la primera medida fue la publicación de tres edictos de gracia. A
ellos se acogieron un número elevado de conversos. Pero muy pronto, las e-ecuciones en la hoguera se
hicieron frecuentes. Al cabo de dos años, ante la atmósfera de terror, los conversos recurrieron al Papa, que
revocó la bula y sometó a los inquisidores a la -urisdicción de los respectvos obispos.
12.4.2 La Inquisición en Aragón
Tras la introducción de la Inquisición en Castlla, el rey Fernando el Católico logró en 1483, tras muchos
confictos y desencuentros, que el Papa Sixto IV designara inquisidor general de de Aragón, Cataluña y
Valencia, a fray Tomás de Torquemada, hombre adornado de virtudes pero intolerante. Desde 1484, su
autoridad se extendió también a la Corona de Castlla.
La introducción de la Inquisición encontró gran resistencia en Aragón, sobre todo en las ciudades de
Zaragoia y Teruel, debido principalmente al apego a los Fueros y al temor que inspiraban las notcias de
Castlla. En 1485 fue asesinado en La Seo el inquisidor don Pedro de Arbués lo que llevó a una reacción
popular que se dirigió contra -udíos y conversos (efecto contrario al que pretendían los autores del crimen) y
fue muy difcil evitar su matania. Los autores y sus cómplices fueron capturados y a-ustciados. La
resistencia en Valencia y Cataluña fue mucho menor. En 1487, fray Alonso de Espina, inquisidor nombrado
por el Papa Inocencio VIII hiio entrada en Barcelona. A partr de esa fecha se consolidan los poderes del
organismo y del propio inquisidor general, merced al respaldo del Papa. Entre alguna de sus decisiones
destaca el respaldo a las sentencias inquisitoriales, prohibiendo expresamente a las autoridades
eclesinstcas la posibilidad de contrariarlas.
12.4.3. La expulsión de los -udíos
La unidad de fe excluía la pervivencia de otros credos diferentes, por lo tanto la expulsión de los judíos
fue una consecuencia inevitable. En las Cortes de Madrigal de 1476 se habían resucitado algunas
disposiciones restrictvas en relación con los -udíos. Cuatro años después, en las Cortes de Toledo de 1480,
se dio un nuevo paso disponiendo un plaio de dos años para el traslado de las al-amas (-uderías) a nuevos
emplaiamientos, rodeados de cercas para asegurar la separación entre feles e infeles. En 1483 los
inquisidores prohibieron la residencia de los -udíos en los obispados de Sevilla, Cndii y Córdoba.
El 31 de mario de 1492 los Reyes Católicos dictaron la provisión que concedía a los -udíos un plazo de
cuatro meses para salir de sus dominios y ofrecía una alternatva a la expulsión: abrazar la fe cristana . No
fueron pocos los que optaron por esta vía, pero sin embargo la mayor parte de la comunidad judía se
marchó. A todos se les permitó vender sus bienes y llevar consigo su fortuna, aunque no en bienes
materiales ni dinerarios, sino en letras de cambio. Los per-uicios económicos fueron tremendos.

12.5. Proyectos europeos y polítca internacional de los Reyes Católicos


Los Reyes Católicos heredaron un sistema de alianzas contradictorio. Desde fnales del siglo XIV,
Castlla fguraba como la mns frme aliada de Francia y ello provocaba unas relaciones difciles con
Inglaterra. Por otra parte, las pretensiones en aquel momento de Juan II de Aragón era rodear a Francia
oblignndola a ceder en sus pretensiones mediterrnneas. La guerra de Sucesión supuso un cambio en esta
situación y tras la contenda se frmaron las paces con Portugal (Alcaçobas) y Francia (San Juan de Lui).
Luis XI no cumplió con la devolución del Rosellón y la Cerdaña que poseía como garanta de un
préstamo, incumpliendo los tratados frmados con Fernando. Para obligarle se creó una aliania entre
Fernando, Enrique VII de Inglaterra y Maximiliano de Habsburgo, todos ellos miembros del Toisón de Oro.
Antes de la muerte de Luis XI (1483), éste reconoció la apropiación indebida de los territorios, pero la
regente del nuevo monarca, Carlos VIII, se negó a realiiar la devolución, manteniendo las tensiones entre
ambos reinos. Fernando estuvo a punto de recurrir a las armas para expulsar a los franceses del Rosellón,
pero dentro del plan perfectamente traiado por él y su esposa, Granada tenía prioridad.

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Favorecidos por la fecundidad de su matrimonio (cuatro hi-as y un hi-o) se unieron a las cuatro dinastas
dominantes en Europa (Avis, Tudor, Habsburgo y Trastnmara) que llevaran a Francia a negociar
imponiéndole las condiciones. Esta polítca matrimonial era heredada de los Trastámara, siempre
pendientes de unifcar a las poderosas familias con las que se relacionaban. Comeniaron casando a Isabel,
su primogénita, con Alfonso de Portugal, primero, y tras la muerte de éste con Manuel. Posteriormente se
pactó la boda de Catalina con el heredero de Inglaterra, Arturo, pensando siempre en una aliania
antfrancesa. Juan y Juana, fueron propuestos a Margarita y Felipe, respectvamente, hi-os de Maximiliano
de Habsburgo. Los RR.CC. habían conseguido con estas acciones una amplia extensión por donde comerciar
con sus barcos, desde el sur de la Península Ibérica, hasta el mar del norte.
Con la Guerra de Granada casi concluida, los RR.CC. estaban en disposición de cerrar flas con sus
aliados por la cuestón de la Bretaña. No obstante, tras dos derrotas militares de los aliados, Carlos VIII rey
de Francia se casaba con la duquesa Ana de Bretaña, ian-ando toda discusión sobre una ocupación de
territorios.
Tras esto Fernando estaba resuelto a ocupar el Rosellón a la fueria, pero las reivindicaciones angevinas
de Carlos VIII sobre Nnpoles obligó al rey francés a pactar con los demns pretendientes, los cuales
renunciaron a sus derechos a cambio de compensaciones económicas, excepto Fernando que exigió la
devolución del Rosellón y de la Cerdaña a cambio de renunciar a socorrer a Ferrante de Nnpoles. Los
territorios fueron devueltos el 10 de septembre de 1493. No obstante, Fernando ya había presentado su
candidatura al trono napolitano por ser heredero de Alfonso V, amén de contar con el apoyo de la Santa
Sede, ocupada por el valenciano Ale-andro VI.
Tras la muerte de Carlos VIII y el fervor popular que causó su sucesor, Luis XII, suscitaron que Fernando
tuviera que renunciar a muchas de sus pretensiones. No obstante España conservaba su aliania con
Inglaterra y los Habsburgo y la libertad de comercio por la iona de la Bretaña francesa.
La muerte del Príncipe de Asturias, Juan, (octubre de 1497) el aborto de su viuda Margarita y el
fallecimiento de Isabel (24 de agosto de 1498) dieron al traste con la polítca europea de los RR.CC.,
situando a Felipe y a Juana en los umbrales del trono español, por lo que intentaron reforiar sus alianias
con Portugal e Inglaterra. La muerte de Arturo, Príncipe de Gales, obligó a los RR.CC. a frmar una nueva
aliania matrimonial con Inglaterra, cediendo a Catalina, viuda del Príncipe, al nuevo heredero al trono,
Enrique VIII.
Por otro lado, Nápoles se había perdido, ocupado casi en su totalidad por los franceses, siendo el
propio Felipe el Hermosos quien negoció la salida española, con poderes de su suegro. En esas
negociaciones se aceptaba ceder Nnpoles a Francia, aunque ya estaba en su poder, a cambio de permitr
que la educación de Carlos, nieto de los RR.CC. se produ-era en España. Ante la negatva de Felipe de ceder
ante esta petción de sus suegros, Isabel redactó en su testamento que la reina sería su hi-a y que en caso
de que ésta no pudiera reinar, sería Fernando el regente de Castlla hasta que Carlos estuviera en
condiciones de reinar.
De cualquier manera, la polítca europea desembocaba en un cambio dinástco en España,
desapareciendo los Trastámara y llegando los Habsburgo, circunstancia no prevista 20 años antes.

12.6. El Descubrimiento de América


La posesión de las Canarias por parte del reino de Castlla, confrmada por el tratado de Alcaçobas de
1479 con Portugal, era la prueba del interés castellano por el Atlnntco y por la expansión en el contnente
africano. Pero, por el mismo tratado, la expansión en África o la prosecución de la ruta hacia las Indias
quedaba reservada al reino luso, por lo que el proyecto colombino de seguir la ruta de Occidente hacia las
Indias tuvo buena acogida en la Corte de los RR.CC.
El descubrimiento del Nuevo Mundo es el resultado de un error de Cristóbal Colón. Establecido en
Portugal en 1476-77, llega por intermedio de su mu-er al ambiente de los sabios y de los navegantes. Así se
forma, a partr de los traba-os de Toscanelli, su convicción de una terra mns pequeña que la realidad, de un
contnente euro-asintco mucho mns extenso en longitud y, en consecuencia, de una ruta occidental mucho
mns corta que el lento rodeo del contnente africano.

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En busca de apoyos reales que sustenten su proyecto, Colón obtene una negatva del soberano
portugués (Juan II), quien prefere las seguras empresas en curso. Otros príncipes rechaian la aventura. E
intenta convencer a Isabel de Castlla en 1486. Tras seis años de negociaciones, lo consigue gracias a la
ayuda del valenciano Luis de Santnngel, al día siguiente de la toma de Granada. Las Capitulaciones de Santa
Fe le conferen privilegios exorbitantes sobre las futuras terras a descubrir: almirante, virrey y benefciario
de un 10% de las posibles riqueias.
Cristóbal Colón se instala en Palos (Huelva) y prepara la expedición con el armador Martn Alonso Pinión
y Juan Niño. El 3 de agosto de 1492 parten dos carabelas (La “Pinta” y la “Niña”) y una nave (la Sta. María) y,
después de una escala en las Aiores, ponen rumbo al oeste. El 12 de octubre tocan terra en San Salvador, al
que confunden con el archipiélago -aponés. Después de dos meses de navegación por las Pequeñas Antllas
(la Española, Sto. Domingo, y Cuba) sin descubrir las riqueias descritas por Marco Polo, regresan a Europa.
Antes de su muerte, casi en desgracia (1506) Cristóbal Colón realiió otros tres via-es mns, meiclando los
primeros pasos de la explotación y la coloniiación con la exploración propiamente dicha. En 1493-1494 (su
segundo via-e), precisa la geografa de las Antllas, y en 1498 (tercer via-e) el almirante toca las costas de
Veneiuela antes de establecerse en Sto. Domingo, de donde el gobernador Bobadilla le enviarn como
prisionero en 1500 a España, con la supresión de sus privilegios salvo los ttulos de Virrey y Almirante.
Finalmente, en 1502-04 bordea el istmo americano buscando la ruta de las Indias.
Colón utlizó la ruta de los alisios. La genialidad de Colón, basada en su fe ciega de llegar a las Indias, no
le permitó percatarse que había llegado a una terra nueva, cosa que a la altura del tercer vie-a ya se daba
por supuesto en la Corte y en los círculos informados. Colón creyó tras su segundo via-e que había llegado a
la puerta de las Indias, que Cuba era terra frme asintca y que el descubrimiento de depósitos de perlas
cerca de la Isla Margarita era prueba de la mítca riqueia asintca. Estas falsas creencias fueron el
fundamento de su error, corregido por la Corona cuando rescató de manos de Colón las facultades de
gobernación ante el volumen y total novedad de lo descubierto, de-nndole las facultades de explorador y
almirante.
La Corona tuvo que arbitrar todo un sistema insttucional en España y en América para que hubiera
igualdad de trato a los súbditos de los dos contnentes. Tal labor comenió con la creación de la Casa de
Contratación en Sevilla en 1503, coloniiando las Antllas a partr de la isla de La Española (Hait y República
Dominicana). A su vei Cuba, fue la plataforma para conquistar el contnente por los dos lados: la Florida y la
costa mexicana al Norte de Yucatnn. Las otras grandes conquistas y coloniiaciones consiguientes fueron la
de México y la de Perú. En poco mns de 30 años, los conquistadores habían acabado con las frngiles
civiliiaciones indígenas, lo cual les proporciona unos 3 millones de km2. La expansión por América se asentó
en la transmisión de la soberanía del rey de las Españas a los reinos de las Indias, de los cuales el monarca
español se consideraba heredero. La creación de los virreinatos de Nueva España y del Perú como
delegación suprema del rey responde a esta concepción.
En 1513, fnalmente, Núñez de Balboa atravesaba el istmo de Panamá y descubría el Mar del Sur
(Océano Pacífco). Se constataba así una barrera contnental entre Europa y la India por Occidente, casi al
mismo tempo que los portugueses alcaniaban las islas de las Especias. El descubrimiento de Núñei de
Balboa planteó el problema de hallar un paso marítmo que salvara el obstnculo de América en el camino a
las Indias. En 1520 tras la desafortunada expedición de Solís (1515), el portugués Fernando de Magallanes
encuentra en la ruta del SO. El paso que hoy lleva su nombre, entre el sur de América y Tierra del Fuego. La
expedición contnuó por el Pacífco hasta las Filipinas y las propias islas de las Especias, donde se dieron la
mano marineros lusos e hispanos.

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13. PENSAMIENTO POLÍTICO Y FORMAS DE GOBIERNO EN LA BAJA EDAD MEDIA

Sucedieron tres fenómenos, prnctcamente coincidentes con los tres siglos ba-omedievales.
Por una parte la asimilación del clasicismo del XIII. A partr de la conservación archivístca sin annlisis
de los scriptoria hasta el XII, en el XIII se asimilaron los conocimientos clnsicos del derecho romano para
-ustfcar el pensamiento polítco y se cristaniió la flosofa griega mediante la escolnstca.
Por otra la depresión del XIV, con el cataclismo demogrnfco de la peste negra de 1348, el cinismo, la
eclosión de hnbitos paganiiantes y de movimientos herétcos. El laicismo originarn fnalmente el
humanismo.
Finalmente, la aristocratzación del XV, en el que se busca contener la contaminación de la moral
pagana hacia la cristana, impregnando el emergente humanismo de estoicismo cristaniiante. La literatura
satrica y cínica se susttuye por obras moraliiantes en una vertente general restauradora. En ella triunfa el
proceso señorialiiador, coronando a la aristocracia como arquetpo social e ideológico, especialmente en la
Península. Propulsada en la ganadería y los proyectos polítcos regios, la aristocracia perdió protagonismo
polítco pero logró una relevancia social omnímoda.

13.1. El pensamiento polítco y formas de gobierno en la Baja Edad Media


El papel preponderante de la nobleia en la vida polítca española a lo largo de la Ba-a Edad Media no fue
impedimento para que las monarquías prosiguieran la tarea de perfeccionamiento insttucional iniciada
desde algún tempo antes. Los siglos XIV y XV pueden considerarse, desde el punto de vista del
pensamiento polítco y del desarrollo del aparato administratvo estatal, como un período de transición
entre las Edades Media y Moderna.
Por lo que se refere a la teoría polítca, desde el siglo XIV los conse-eros de la realeia se apoyan en el
Derecho Romano para propugnar los poderes absolutos del monarca. Pero no sern hasta la centuria
siguiente cuando se imponga la concepción renacentsta de la monarquía, que hiio cristaliiar el principio
del absolutsmo regio. La polítca centraliiadora impulsada por los monarcas a lo largo de los siglos XIV y XV
se plasma en la aparición y desarrollo de diversas insttuciones que sirvieron como fundamento para la
monarquía absolutsta de época moderna.
Sin embargo, no hay que perder de vista que los presupuestos que marcaron la evolución insttucional
del reino de Castlla en la Ba-a Edad Media fueron muy distntos de los de la Corona de Aragón, por la mayor
complejidad y compartmentación de la administración central aragonesa. No en vano, cada una de las
entdades histórico-polítcas que integraban la Corona de Aragón poseía sus propias insttuciones de
gobierno y, mns alln de la Corona, no exista ningún vínculo de naturaleia polítca entre aragoneses,
catalanes, valencianos y mallorquines. De ahí que la monarquía aragonesa tuviera grandes difcultades para
reforiar su autoridad y avaniar en el proceso de confguración del Estado moderno, para lo que era
imprescindible una reforma de las insttuciones de gobierno. De este modo, mientras en Castlla triunfaban
las ideas romanistas que conllevaron el desarrollo de un poder ilimitado del monarca, en la Corona de
Aragón se impuso un pactsmo derivado de las ideas contractuales en torno al poder nacidas de la
concepción polítca del feudalismo. Pese a todo, y como tendremos ocasión de comprobar, el entramado
polítco-insttucional de la Corona de Aragón no es sustancialmente distnto del castellano; lo que sí es
diferente es el reparto efectvo del poder y la imposibilidad de la monarquía aragonesa para alterarlo.

13.2. El gobierno
Entendido como entramado insttucional en torno al poder. Desde la recepción del derecho romano a
principios del XIII hasta la crisis trastamarista a mediados del XIV.
13.2.1. La realeia en Castlla y en la Corona de Aragón
Las monarquías castellana y leonesa artcularon tradicionalmente su poder dentro del orden feudal,
dentro de las relaciones feudovasallntcas. A partr de Alfonso X y la conquista de Andalucía, la monarquía se
inspiró en el derecho romano para conseguir la exclusiva del poder legislatvo, el e-ercicio de -urisdicción y la

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efectvidad de la autoridad mediante insttuciones efcaces. Este modelo descansaría sobre tres pivotes: la
superioridad de la realeza afrmada en las Partdas de Alfonso X -ustfcada en el origen divino del poder
regio y fortalecida por la la simbología religiosa; el ejercicio práctco de la autoridad mediante insttuciones
derivadas de las feudovasallntcas anteriores como la Corte, la Chancillería y los cargos directamente
nombrados para controlar la -ustcia y la vida municipal; y fnalmente el diálogo con el reino a través de las
Cortes y de las Hermandades.
En los estados catalano-aragoneses, la expansión territorial del XIII fortaleció igualmente a realeia y
nobleia, reconociendo en 1300 Jaime II en Cortes generales el poder compartdo de la realeia con los
grupos dominantes de nobles, oligarcas urbanos y eclesinstcos, actuando en adelante mediante una acción
pactada. Las tres característcas bnsicas serían: la personalidad nodal de la realeza, identfcada con el
caudilla-e militar y un excesivo carncter contractual por condicionamiento feudal y canónico, donde el rey
carecía de derecho propio y debía asumir la de sus reinos en una fórmula de gobierno estamental; los
ofciales del rey eran los encargados de aplicar y desarrollar las facultades polítcas regias; y el pactsmo del
reino, expresado mediante el Conse-o Real en el que se presta conse-o al rey, la Corte o Curia a partr del
privilegio Real de 1283 que se reunía anualmente, y las Uniones como órganos accidentales de presión al
rey.
13.2.2. La creciente pu-ania de la nobleia
La pugna por el poder enfrenta a una realeia que busca el centralismo y el autoritarismo frente a una
nobleia que esgrime el régimen contractual de gobierno.
En la Corona de Castlla, la Revolución trastamarista fundamentó el autoritarismo sobre cuatro pilares:
el Consejo Real, que pasó de coordinador de los ofcios de la corte a centro de gobernación y -ustcia, en el
que la nobleia del XV conseguirn una nutrida representación; la Cámara como órgano fscal regio, controla
las tropas al servicio directo del rey e incluye a la Chancillería para la expedición de documentos; la
Audiencia como tribunal de apelación y órgano supremo de -ustcia; y las Cortes que aprobaban el pago de
servicios, en decadencia cuando los nobles y eclesinstcos de-aron de asistr. La lucha entre los reyes y los
lina-es apoyados en los mayoraigos y la ganadería, originarían las guerras civiles castellanas.
En la Corona de Aragón, la depresión económica desde mediados del XIV provocó un movimiento
proteccionista catalnn rechaiado por el resto de territorios en las Cortes de Monión de 1362. Ya en 1412 el
Compromiso de Caspe dio pie a que la realeia encauiara el pactsmo con el reino, con las Cortes como
expresión de resistencia, y dentro de ellas la Diputación permanente, con funciones administratvas y
hacendistas de control sobre la realeia. Por ello, pervivió la versión pactsta de la oligarquía con la
conservación de los fueros e insttuciones que garantiaban su preeminencia social. Siempre con el riesgo
de revuelta social entre los sectores desfavorecidos.

13.3. El desarrollo del aparato administratvo del Estado


13.3.1. Los órganos del gobierno central: Conse-o Real, Audiencia o Chancillería. Los delegados territoriales
de la autoridad regia en la Corona de Aragón
En Castlla, la administración central del reino se situaba en la Corte Real, de forma que el séquito de
personas y los servicios que rodeaban al monarca, consttuyendo su Casa y corte, reunían funciones
insttucionales de gran importancia. Pese a que desde el reinado de los Reyes Católicos comenió a haber
una cierta concentración de funciones administratvas en algunas ciudades, como Valladolid y Toledo, la
corte castellana fue itnerante a lo largo de toda la Ba-a Edad Media.
La Casa real castellana, a cuyo frente se encontraba el mayordomo (pero que contaba con otros altos
cargos palatnos honorífcos como el canciller, el almirante o el condestable) disponía de un presupuesto
propio, con cargo a la Hacienda Real, y con el que se atendían los distntos servicios y se pagaba a los
numerosos y diversos ofciales. Aparte de los gastos de la Casa real estaban los de la Cámara real, que
también disponía de ofciales propios y se encargaba del mantenimiento de diversos cortesanos,
generalmente miembros de la nobleia, que recibían asignaciones cuantosas. Los servicios de la corte se
completaban con los aposentadores y mariscales, que se encargaban de gestonar el traslado y hospeda-e,
así como fsicos y botcarios, a cuyo cargo estaba la atención médica de los reyes y del personal de la corte.

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El Consejo Real tene su origen en las reuniones ordinarias de la Curia Regia. En Castlla conoció una
importante reestructuración en el año 1385, en el reinado de Juan I, y desde este momento quedó
integrado por cuatro nobles, cuatro eclesinstcos y cuatro representantes del estado llano. Dos decenios
después, en 1406, Enrique III dictó unas ordenanias que pusieron las bases para la transformación del
Conse-o Real en un organismo de carncter letrado y profesional, lo que tuvo lugar a mediados del siglo XV,
cuando los conse-eros letrados comeniaron a tener un peso cada vei mns importante. Estos conse-eros, de
formación romanista, contribuyeron al reforiamiento teórico y doctrinal del principio de la autoridad
monnrquica. El Conse-o Real atendía todos los asuntos de gobierno, excepto en los privatvos del monarca,
nombramientos y otorgamiento de gracias.
Los Reyes Católicos hicieron del Consejo Real un órgano fundamental de su polítca de centralización
estatal. Rreorganiiado en las Cortes de Toledo de 1480 y en unas ordenanias dictadas en 1489, adquirió un
papel preponderante en la gobernación del reino. Desde entonces quedó integrado por un eclesinstco, que
actuaba de presidente, tres caballeros y ocho o nueve letrados, como prueba mns evidente del triunfo de la
llamada “nobleia de toga”. En tempos de los Reyes Católicos el Conse-o Real asumió, por delegación regia,
numerosas tareas de gobierno, administratvas y judiciales, teniendo ba-o sus órdenes a los corregidores y
actuando como tribunal supremo de apelación.
En la Corona de Aragón, el reinado de Pedro IV (1336-1387) fue fundamental en el proceso de
reforiamiento de la administración central (Ordinacions de 1334), para lo que contó con el apoyo decisivo
de valiosos colaboradores expertos en Derecho Romano. En su reinado quedó estructurado de forma
defnitva el Conse-o Real como un órgano consultvo permanente de gobierno, con una evolución del
Conse-o Real en la Corona de Aragón y en Navarra similar a la de Castlla. Como diferencia cabe resaltar que
se distnguieron antes las funciones de carácter polítco-administratvo respecto de las judiciales, de
forma que el e-ercicio de la -ustcia quedó reservado a órganos específcos como la Curia aragonesa, la
Audiencia catalana o la Cort navarra.
En 1494 los Reyes Católicos establecieron en su corte un nuevo Consejo de Aragón, cuya función
consista en conocer en todos los asuntos de gobierno relatvos a los territorios de la Corona de Aragón. En
Navarra se mantuvo el Conse-o Real tras su incorporación a la Corona castellana en 1512.
En sus orígenes los ofciales reales eran unos ofciales estrechamente vinculados a la persona del rey de
Castlla, que desde mediados del siglo XIV se identfcan con los escribanos de Cnmara. Expedían los
documentos frmados por el rey y se encargaban de la mayor parte de las tareas de la Cancillería Real,
siendo los guardianes del sello del monarca. Los secretarios reales llegaron a ser estrechos auxiliares regios
con competencias polítco-administratvas, convirténdose en colaboradores y asesores privados del rey. En
tempos de los Reyes Católicos eran, probablemente, los persona-es polítcos mns importantes del
momento, el antecedente mns remoto de los ministros de gobierno.
En cuanto al delegado territorial del poder real, en Castlla el cargo de Virrey era conocido desde
mediados del siglo XV, pero aparece sólo de forma ocasional y esporndica, al contrario de lo que sucede en
la Corona de Aragón.
A lo largo de la Ba-a Edad Media se mantuvieron las divisiones territoriales clnsicas de Adelantamientos
y Merindades Mayores, y en tempos de los Reyes Católicos se desarrollaron nuevas fguras insttucionales,
como las de Capitnn General o Gobernador, en territorios nuevos como Granada o Canarias. La autoridad
regia se garantiaba mediante ciertos delegados, como los pesquisidores, que tenían como función dirimir
los confictos con ocasión de enfrentamientos por cuestón de términos y límites municipales, y
especialmente los corregidores, que controlaban de forma habitual la actvidad municipal en las principales
ciudades y villas del reino, y a los que se harn referencia mns adelante.
El carncter confederal de la Corona de Aragón y la diversidad insttucional de los distntos territorios
que formaban parte de la misma obligaban al monarca a delegar su autoridad en aquellos en los que no
estaba presente o, incluso, en el con-unto de la Corona. Esta es la -ustfcación de insttuciones como la de
Gobernador General o la de Lugarteniente General, que fueron ocupadas a lo largo del siglo XV por
diversos primogénitos y herederos del trono, miembros de la familia real y reinas consortes. En Sicilia y

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Cerdeña fue habitual desde fnes del siglo XIV la fgura del Virrey. En Navarra, donde los reyes se
ausentaban con frecuencia, existó también el cargo de Virrey.
Dentro de cada territorio histórico de la Corona de Aragón no se modifcaron los distritos territoriales
en los que la autoridad era e-ercida por un representante del rey, que actuaba simultnneamente como -uei.
Estos distritos son las Veguerías en Cataluña y Mallorca, los Justciaigos en Valencia y las Honores en
Aragón, que eran cedidas a algún noble; por encima de las Honores surgieron en 1260 los distritos de las
Juntas, a cuyo frente estaban los Sobre-unteros, de nombramiento real. En Navarra estos distritos eran las
Merindades.
En cuanto a la justcia, supone un cambio radical con relación a la de siglos anteriores, cuando la
-ustcia era e-ercida directamente por el rey y su curia. Desde mediados del siglo XIII se insttuyeron unos
órganos -udiciales dependientes sólo del rey, caracteriiados por la permanencia y la cualifcación técnica. De
este modo, la realeia se dotaba de un aparato -udicial propio y específco, que tendría un papel
fundamental en la polítca centraliiadora. Los cuadros de ofciales -udiciales fueron cada vei mns
numerosos, comple-os y -erarquiiados,
Las Cortes de Zamora de 1274 son el punto de partda de las alcaldías ordinarias como órganos
judiciales delegados del rey, profesionales, y que actuaban como tribunales unipersonales, limitnndose su
cometdo de forma exclusiva al nmbito -udicial. Actuaban en primera instancia y en vía de apelación de
casos sentenciados previamente por -ueces conce-iles o señoriales. También en 1274 se insttuyó por parte
de Alfonso X un tribunal de alzada, cuyos integrantes, los alcaldes de aliada, se encargaban de fallar
apelaciones de los alcaldes ordinarios, así como en primera instancia ciertos pleitos importantes por el valor
económico o por los litgantes de que se tratara. Desde mediados del siglo XIV, con el desarrollo de la
Audiencia, los alcaldes de aliada perdieron buena parte de sus competencias, quedando limitada su
actuación a las apelaciones de los alcaldes de provincia. Asimismo tenen su origen en la segunda mitad del
siglo XIV los alcaldes de hijosdalgo, que consttuían una -urisdicción privatva de la nobleia, que vino a
susttuir a la Curia Regia altomedieval como tribunal específco de la nobleia. Por últmo, existan también
los alcaldes del rastro, cuya competencia consista en el libramiento de los pleitos criminales acaecidos en
la Corte y rastro del rey (rastro= distrito de la Corte).
En la cúspide de la administración -udicial ordinaria se encontraba la Audiencia Real o Real
Chancillería, que comenió a formarse, con toda probabilidad, en los tempos de Alfonso XI, a mediados del
siglo XIV, si bien quedó reglamentada de forma expresa, por primera vei, en un Ordenamiento sobre
administración de -ustcia promulgado por el rey Enrique II con ocasión de la reunión de Cortes que tuvo
lugar en la ciudad de Toro en 1371. Después del Conse-o Real era el tribunal supremo de -ustcia del reino
de Castlla subordinado al rey, así como tribunal de últma instancia. Este organismo, en el que desde un
principio existó un claro predominio de letrados (oidores), no tuvo residencia f-a hasta el reinado de los
Reyes Católicos que la f-aron en Valladolid, en 1475. Mns tarde, en 1494, crearon una segunda Audiencia
en Ciudad Real para atender los casos ocurridos en la mitad sur del reino, en general al sur del Ta-o, que en
1505 fue trasladada a Granada.
En lo que se refere a la Corona de Aragón, se organiiaron en este momento las Audiencias de Aragón y
Cataluña, que fueron presididas por altos dignatarios de nombramiento regio. En tempos de Fernando el
Católico la Cancillería (órgano mnximo de la administración de -ustcia) se dividió: una parte se adscribió a
los distntos reinos como órgano -udicial, y otra parte se integró en el Conse-o Real de Aragón, quedando a
su cargo el estudio de las disposiciones relatvas a los diferentes territorios de la Corona.
13.3.2. La administración hacendístca
Durante la Ba-a Edad Media se pusieron asimismo las bases de la administración hacendístca de época
moderna. A los tradicionales ingresos de la hacienda regia, desde mediados del siglo XIV se unió un nuevo
impuesto, en principio extraordinario pero que mns tarde adquirió el carncter de permanente, la alcabala,
que gravaba todo tpo de transacciones mercantles en una cuanta de entre el 5 y el 10 por 100 de su valor,
y que generaba entre el 70 y el 80 por 100 del total de ingresos de la Hacienda Real castellana. Le seguían
en importancia los ingresos de las salinas (una de las regalías o prerrogatvas fscales de que goiaba el rey
de Castlla), el servicio y montazgo (gravaba el trnnsito de los ganados trashumantes) y las aduanas

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(principalmente los dieimos y almo-arifaigos, que se cobraban en distntas nreas fronteriias, y que suponían
alrededor del 10 por 100 del total de los ingresos). Otro derecho regio que se convirtó en habitual fue la
moneda forera, que se cobraba cada siete años a todos los vecinos del reino.
Otros ingresos importantes eran los que tenían su origen en una concesión eclesiástca. Entre ellos
destacan las tercias reales, una renta consistente en dos novenas partes del dieimo eclesinstco, y que se
cobraba de forma habitual. En tempos de los Reyes Católicos fue posible fnanciar las costosas operaciones
de la guerra de Granada mediante el recurso a dos impuestos extraordinarios de los que, no obstante, había
precedentes en reinados anteriores: la bula de cruzada y los subsidios, que pagaba el clero con carncter
excepcional, y para cuyo cobro la hacienda regia precisaba de una concesión mediante bula pontfcia.
El ingreso extraordinario por excelencia eran los servicios, que concedían las Cortes a petción del rey,
y que los Reyes Católicos susttuyeron por una contribución especial destnada a mantener la Hermandad
de las ciudades, y por otra que tenía por fn contribuir a los gastos generados por la guerra de Granada, y
que se reparta por vía de Hermandad. En tempos de los Reyes Católicos los ingresos extraordinarios
llegaron a consttuir entre el 60 y el 70 por 100 de los ingresos ordinarios, cuando en los reinados de Juan II
y Enrique IV no eran sino en torno al 30 por 100. Ésta era la única forma de poder afrontar los grandes
gastos generados por su ambiciosa polítca internacional, que recaía de forma casi exclusiva sobre la
hacienda castellana. Para ello impulsaron también una decidida polítca de renovación del sistema fscal
castellano, que tuvo su principal expresión en las declaratorias de mercedes sobre las rentas reales,
aprobadas por las Cortes de Toledo de 1480 con el fn de disminuir el gasto f-o (o situado), debido a que la
percepción de muchas rentas había sido cedida por sus predecesores a persona-es de la nobleia o a
insttuciones eclesinstcas, y ahora se trataba de recuperar para la hacienda regia. Pese a las difcultades
para la aplicación efectva de estas distntas medidas fscales, los ingresos ordinarios se duplicaron entre
1482 y 1504.
En Castlla la cabeia de la Hacienda pública era el Mayordomo Mayor, a quien rendían cuentas todos
los demns ofciales. Los principales órganos hacendístcos eran la Contaduría Mayor de Hacienda, que
controlaba los ingresos y gastos, y la Contaduría Mayor de Cuentas, que fscaliiaba la gestón de los
ofciales y arrendadores.
En la Corona de Aragón, desde la reforma de Pedro IV se encontraba al frente de la administración
hacendístca el Maestre Racional, del que dependían diversos ofciales: los Batlles Generales, que actuaban
como delegados del Maestre Racional en Cataluña, Valencia y Mallorca, y que se correspondían en Aragón
con el Merino Mayor; estos ofciales se hacían cargo del patrimonio real en el correspondiente territorio, y
ostentaban el rango superior de la administración, inmediatamente por deba-o de lugartenientes y
gobernadores generales.
En Navarra la Hacienda regia quedó confgurada en tempo de los monarcas de la casa de Evreux; su
principal organismo era la Cámara de Comptos, cuyos oidores fscaliiaban las cuentas del reino e imponían
penas a quienes cometeran infracciones fnancieras.
Por lo que respecta a los recursos fscales de los monarcas aragoneses y navarros, en su mayor parte
procedían del patrimonio real y de los subsidios extraordinarios que se les concedían a través de las Cortes.
El sistema hacendístco aragonés y navarro había evolucionado mucho menos que el castellano, de forma
que los reyes no habían conseguido disponer libremente de las rentas reales ordinarias, lo que no les
permita actuar con la libertad e independencia de los monarcas castellanos y retrasaba el proceso de
evolución hacia el Estado moderno.
13.3.3. El e-ército
El e-ército consttuía otro de los soportes de la autoridad regia. En Castlla el ejército fue dirigido hasta
el siglo XIV por el Alférez, y por el Condestable a partr de la centuria siguiente. En Aragón el jefe del
ejército era el Senescal.
A lo largo de la Ba-a Edad Media el e-ército siguió siendo tan heterogéneo como en períodos anteriores.
Las unidades militares se formaban, principalmente, con las huestes señoriales, las milicias concejiles y los
caballeros de las Órdenes Militares. En la Corona de Aragón alcaniaron partcular relieve desde la
conquista del reino de Valencia (1233-1245) los almogávares, que consttuían una milicia profesional y

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permanente que combata en pequeños grupos mediante golpes de mano fronteriios, y que desde
principios del siglo XIV se transformaron en mercenarios a sueldo.
Durante el reinado de los Reyes Católicos se organiió e incrementó de forma considerable el ejército
real permanente, lo que requería la dedicación de una cantdad cada vei mns importante de recursos
fscales. Con ellos se pagaban, entre otras unidades: las tropas de caballería encuadradas en las
denominadas capitanías de las Guardas Reales; el cuerpo de los espingarderos, que era la primera unidad
de infantería cuyos integrantes disponían de armas de fuego individuales; las unidades tradicionales de
ballesteros y lanceros; y las tropas de acostamiento, hombres de armas y -inetes a los que se pagaba una
cantdad anual a cambio de que estuviesen dispuestos con caballos, armas y pertrechos para acudir
inmediatamente a los llamamientos regios.
Asimismo la marina de guerra tuvo una importancia creciente. La marina castellana fue impulsada
desde tempos de Fernando III quien, tras la toma de Sevilla en 1248, creó el cargo de Almirante o jefe
supremo de la armada, que con frecuencia estuvo asociado a la familia noble de los Enríquei. Los navíos de
guerra (galeras, carabelas, cocas, leños) eran construidos en las ataraianas de Sevilla y en los astlleros de
los puertos del Cantnbrico. La marina aragonesa, por su parte, se organiiaba de forma similar a la castellana
y era dirigida también por el Almirante. Las naves se construían en las ataraianas de Mallorca, Valencia,
Tortosa, Tarragona y Barcelona, cuyo buen estado fue una preocupación permanente para los monarcas
aragoneses. Pero debido al enorme costo del mantenimiento de fotas de guerra permanentes, lo habitual
era formarlas alquilando navíos y tripulaciones, en los que embarcaban artlleros y tropas regias.
13.3.4. Las Cortes
Las Cortes eran convocadas por el rey, quien las presidía, y estaban formadas por miembros de la
nobleia (ricoshombres e hidalgos o infaniones), por altos dignatarios eclesinstcos y por representantes de
las oligarquías de villas y ciudades. Las leyes aprobadas por las Cortes a petción del rey eran denominadas
Ordenamientos y se incluían en los Cuadernos de Cortes las petciones de los representantes ciudadanos
que resultaban aprobadas. Las funciones principales de las Cortes castellanas eran: refrendar actos de
gobierno y legislatvo; autoriiar el cobro de impuestos extraordinarios (los servicios, principalmente); dar
conse-o a los reyes y llevar a su conocimiento problemas y defciencias; y reconocer y -urar al heredero al
trono. Su capacidad legislatva era limitada, ya que el monarca podía legislar al margen de ellas.
La progresiva pérdida de autonomía municipal en Castlla a lo largo de la Ba-a Edad Media se refe-ó
también en las Cortes, de forma que si a principios del siglo XIV eran casi un centenar las poblaciones que
tenían representación en Cortes, a fnes de esta centuria eran ya sólo la mitad y desde 1480 tan sólo
diecisiete, incorporando después Granada, con dos procuradores por cada ciudad nombrados por los reyes.
Este hecho obedece, en buena medida, a que numerosos lugares de realengo cayeron en la -urisdicción
señorial, arrognndose los señores el derecho de representación. A lo largo del siglo XV las Cortes
castellanas perdieron buena parte de su vigor y durante el reinado de los Reyes Católicos sólo fueron
reunidas en diei ocasiones, generalmente cuando era precisa la votación de nuevos impuestos directos
extraordinarios o cuando hubo que preparar la sucesión al trono. La representación polítca que tenían las
Cortes se realiiaba mediante otras vías, por lo que no hubo que-as porque transcurrieran dieciocho años sin
que fueran convocadas, desde 1480 hasta 1498.
Sin embargo, las Cortes fueron utliiadas por Fernando e Isabel al comienio de su reinado como frme
apoyo a su proyecto de reorganiiación del Estado, frente a las pretensiones nobiliarias. Son partcularmente
importantes en este sentdo las Cortes de Madrigal de 1476, celebradas durante la guerra de sucesión al
trono y a raíi de la victoria de Toro sobre los portugueses, o las Cortes de Toledo de 1480, en las que se
adoptaron importantes medidas encaminadas a reorganiiar el reino tras la guerra.
En la Corona de Aragón las Cortes de cada uno de sus reinos, excepto Mallorca que no las tuvo,
goiaron de gran vitalidad a lo largo de la Ba-a Edad Media y de unos poderes mucho mns extensos y
efectvos que las castellana. Su funcionamiento estaba mucho más reglamentado, especialmente en lo que
se refere a la periodicidad de sus reuniones, cada tres años en Cataluña y Valencia, y cada dos años en
Aragón. La función principal de las Cortes consista en garantiar la observancia de los fueros y privilegios
del reino, controlando la acción del rey para que no fuera contra los mismos. Desde el siglo XIII detentaban

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la plena capacidad legislatva, ya que el monarca aragonés no podía legislar sin ellas. Ademns, votaban los
impuestos, controlaban la actuación del Justcia Mayor y resolvían los agravios o greuges presentados por
los representantes en Cortes contra la administración real. Desde un punto de vista procedimental, sólo
después de resolver los agravios otorgaban las Cortes los servicios pedidos por el rey, organiiando ellas
mismas su percepción. Como en épocas anteriores, se organiiaban en brazos o estamentos (cuatro en las
de Aragón –ricoshombres, caballeros, clero y representantes de ciudades y villas- y tres en las catalanas y
valencianas –nobleia, clero y representantes de ciudades y villas), siendo mayor el peso polítco de ciudades
y villas en Cataluña que en Aragón.
Desde fnales del siglo XIII las Cortes de los reinos de la Corona de Aragón disponían de un organismo
llamado a tener una enorme importancia en el futuro, la Diputación, integrada por varios diputados u
oidores de cada uno de los braios. Su fnalidad consista, en el período intermedio entre dos reuniones de
Cortes, en garantzar el cumplimiento de los acuerdos adoptados y la recaudación de los impuestos
votados. En 1359 la Diputación se convirtó en un organismo permanente que adquirió una gran relevancia
polítca en Cataluña. Así, la Diputació del General de Catalunya o Generalitat intervenía en la toma de
-uramento de fdelidad, tenía competencias en la defensa militar del Principado, supervisaba el
cumplimiento de las leyes y, en circunstancias especiales, podía convocar Cortes. En 1413 la Diputació del
General recibió su estatuto defnitvo, siendo un instrumento fundamental del sistema pactsta. Intervino
actvamente en la rebelión catalana de 1462-1472 contra Juan II, sobreviviendo a la derrota fnal frente a
este monarca. En 1412 se consttuyó la Diputación aragonesa, y en 1419 la valenciana.
En el reino de Aragón, las Cortes reestructuraron entre 1348 y 1493 la fgura del Justcia Mayor, un
antguo -uei de la corte real que tenía como misión resolver los confictos entre el rey y los nobles. En su
nueva función, el Justcia Mayor se convirtó en el guardinn de los fueros y de los privilegios forales de todos
los habitantes del reino, y en una instancia de apelación ante cualquier sentencia de -uei real o señorial.
Durante el reinado de Fernando el Católico las Cortes fueron convocadas en muy pocas ocasiones en
los territorios de la Corona de Aragón (entre 1481 y 1515 sólo siete veces en Aragón, una en Valencia y seis
en Cataluña), por su abierta oposición al gobierno autoritario del monarca.
Las Cortes navarras se organiiaban de forma similar a las del reino de Aragón, y estaban formadas por
tres braios (nobleia, alto clero y estado llano). Durante las luchas de agramonteses y beaumonteses las
Cortes de Navarra perdieron gran parte de su efcacia. En el año 1501 fue creada la Diputación del Reino.
Pero al margen de las Cortes, los reyes de Castlla, mucho mns que los de Aragón, disponían de
capacidad legislatva efectva, lo que es una manifestación evidente de que en este momento la monarquía
era la encarnación del Estado. Impulsaron una importante tarea de recopilación y edición de los principales
textos legislatvos, en la que destaca Alonso Díai de Montalvo, quien editó en 1484 una selección de leyes,
pragmntcas reales, ordenanias y disposiciones de Cortes aprobadas desde tempos de Alfonso XI, reunidas
ba-o el ttulo de Ordenanias Reales de Castlla, mns comúnmente conocidas como Ordenamiento de
Montalvo. En la Corona de Aragón la tarea de recopilación legislatva y edición de textos no tuvo a fnes del
siglo XV la misma importancia que en Castlla, destacando tan sólo dos recopilaciones de leyes valencianas:
la de Riucech, de 1482, y la que impulsó Luis Alanyn en 1515.

13.4. La administración municipal. Las hermandades castellanas


13.4.1. La administración municipal
Durante la Ba-a Edad Media la administración municipal sufrió también los avatares y las crisis propias
de este período, perdiendo buena parte de su antgua autonomía. Los municipios de realengo
administraban territorios y e-ercían sus competencias sobre poblaciones su-etas de forma directa a la
-urisdicción regia, desempeñando ciertas funciones de forma delegada. La mayor parte de los grandes
municipios castellanos e-ercían su -urisdicción no sólo sobre el recinto urbano y su nrea rural inmediata,
sino también sobre un territorio mns amplio, conocido como alfoz, en el que había lugares de población,
aldeas y castllos que también dependían administratvamente del municipio.
La -urisdicción municipal se e-ercía en función del fuero propio, de los ordenamientos regios que lo
completaban y de las ordenanias locales que el municipio había ido aprobando para regular aspectos

62
diversos de la vida ciudadana. En el reino de Castlla el conce-o abierto o asambleas en las que partcipaban
todos los vecinos sólo persista en pequeñas poblaciones de carncter rural. En las ciudades y villas había sido
susttuido por un regimiento o cabildo de regidores, que pretendía representar al con-unto de los vecinos, y
que desde mediados del siglo XIV consttuía un órgano colegiado de gobierno local integrado por un
número variable de miembros o regidores, nombrados por el rey y que pertenecían todos a una reducida
oligarquía de familias de la nobleia local (hidalgos y caballeros) y de la alta burguesía. El cargo de regidor
terminó siendo patrimonialiiado por las familias mns infuyentes de la ciudad, debido a las importantes
venta-as económicas que de ello se derivaban, con control de la vida económica municipal y mayor facilidad
de acceso a los arrendamientos de rentas conce-iles. Los abusos obligaron a los monarcas al envío de
ofciales (pesquisidores, veedores) que fscaliiaran las actuaciones de los regimientos.
Para vigilar el orden público se nombraba un alguacil, que en las ciudades mns importantes solía ser de
designación regia. Los ingresos municipales procedían, principalmente, de los impuestos ordinarios, de las
sisas extraordinarias que gravaban la venta de productos alimentcios (principalmente la carne y el vino) y
de las rentas generadas por los bienes o propios del conce-o.
Los distntos barrios o collaciones que integraban la ciudad disponían de -urados, cuyas funciones
principales consistan en mantener permanentemente actualiiado el padrón de vecinos, tanto para el
encuadramiento militar como para posibilitar el cobro de los impuestos directos. Los -urados solían ser
elegidos por los vecinos de cada barrio, y eran los únicos capaces de controlar el funcionamiento del
regimiento y, en su caso, de denunciar sus abusos.
Los reyes se esforiaron por establecer un control mucho mns directo y efectvo, mediante el envío a los
municipios mns importantes del reino de -ueces especiales, directamente dependientes de la Corona. Si
eran enviados de forma esporndica, serían los pesquisidores, veedores y los jueces de términos, que tenían
como misión fscaliiar la actuación del regimiento. Si se enviaban con voluntad de permanencia, serían los
corregidores, nombrnndose los primeros a mediados del siglo XIV, en tempos de Alfonso XI. Se trata de
unos ofciales delegados de la autoridad regia en los municipios de realengo, que goiaban de amplias
competencias. En tempos de los Reyes Católicos se trataba de un -uei regio,que presidía el regimiento y
promovía el e-ercicio de todas las funciones municipales, principalmente las militares, las -udiciales y las
fscales. El corregidor cobraba su salario con cargo al fsco municipal, y permanecía en el cargo todo el
tempo que el rey considerara oportuno. No modifcaron ni reemplaiaron las insttuciones municipales
propias, sino que su misión consista en garantiar que dichas insttuciones funcionaran sin abusos.
A raíi de las Cortes de Toledo de 1480, los Reyes Católicos promovieron la construcción o
acondicionamiento de casas-ayuntamiento en las que pudieran reunirse los regidores y que sirvieran para
albergar los servicios administratvos y para custodiar los archivos de leyes, privilegios y ordenanias.
También en la Corona de Aragón el municipio conoció algunas transformaciones. Desde mediados del
siglo XV el Consejo de Ciento de Barcelona quedó integrado por 128 miembros (32 por cada uno de los
estamentos de ciudadanos honrados, mercaderes, artstas y menestrales). La tendencia a la
patrimonialización de los cargos municipales y el monopolio de los mismos por parte de las oligarquías
locales fueron rasgos relevantes de la vida municipal en los territorios de la Corona aragonesa en los siglos
XIV y XV. Para ponerle freno, la monarquía insttuyó la insaculación o sorteo, es decir, la designación de las
personas que e-ercerían los cargos municipales mediante sorteo, que susttuyó al anterior sistema electvo.
En todos los municipios exista la fgura del bayle, representante de la autoridad regia o señorial en la
ciudad. En la Corona de Aragón el régimen municipal, las llamadas Universidades o Universitats aragonesas
y catalanas, presentaba unas característcas bastantes similares a las de Castlla.
El rey procedía al nombramiento del ofcial que presidía el municipio y e-ercía la -ustcia, que era
denominado de forma diferente --uei, alcalde, ialmedina o -ustcia- según el territorio de que se tratara, lo
que es una señal evidente de la tradicional menor autonomía de los municipios de la Corona de Aragón en
relación con los castellanos. Asimismo el rey nombraba o intervenía en la designación de los -urados o
consellers, es decir, de los regidores. Sin embargo, no hubo en la Corona aragonesa nada similar a los
corregidores castellanos, dada la mayor limitación de la autoridad regia.

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13.4.2. Las Hermandades castellanas
En ocasiones, los municipios de una región se agrupaban en Comunidades o Hermandades, unas
entdades que permiteron cubrir espacios de la acción polítca, administratva y de orden público que
podían quedar fuera de la atención de los organismos de la administración regia y de la municipal. La
primera hermandad se formó en Burgos en 1282, y a lo largo de la Ba-a Edad Media alcaniaron una gran
relevancia polítca, especialmente en momentos de crisis, como un medio para hacer frente al poder
señorial y a las banderías nobiliarias, para combatr a los malhechores, o para la defensa de los intereses
económicos de las ciudades que la consttuían. El procedimiento persecutorio quedo establecido en una ley
promulgada por las Cortes de Valladolid de 1351, en la que se f-an como casos de Hermandad los robos y
hurtos de bienes, los daños causados de forma intencionada en casas, viñas o terras de labranto, los
delitos contra las personas, principalmente homicidio, heridas, prisión y violación de mu-eres, todo ello
cometdo en despoblado, propios casi todos del bandolerismo rural que campaba sin control.
Las hermandades adquirieron partcular desarrollo en el norte peninsular, especialmente en territorio
vascongado. Asimismo adquirió gran relevancia la Hermandad de las villas de la Marina de Castlla, que
desde fnes del siglo XIII agrupaba a varias villas guipuicoanas, viicaínas, cnntabras y a la ciudad de Vitoria
para la defensa de sus intereses marítmos y mercantles.
Los Reyes Católicos, conscientes del interés que podía tener la renovación y unifcación de las
hermandades anteriores, especialmente de las surgidas entre 1465 y 1473 en Castlla y Galicia, tomaron la
decisión de renovar la Hermandad general de las ciudades castellanas. En las Cortes de Madrigal de 1476
procedieron a la creación de la Santa Hermandad o Hermandad General del reino de Castlla, que tenía su
precedente en la Hermandad de Villacastn de 1473, y que agrupaba a todos los conce-os de Asturias, León
y Castlla ba-o el control directo de la Corona. Cada municipio que contara con una población de mns de
cuarenta familias debía recaudar un impuesto especial para pagar a dos alcaldes o -ueces, uno caballero y el
otro pechero, y mantener una brigada de cuadrilleros (guardas a caballo).
Los gastos de la organiiación general de la Hermandad y de sus capitanías se sufragaban con cargo a una
contribución ordinaria, cuyo monto se f-aba y se reparta en las Juntas Generales que se reunían cada tres
años. Pero la contribución ordinaria y los órganos de gobierno centrales de la Hermandad fueron disueltos
en 1498, por el elevado coste que requería su mantenimiento, y desde entonces sólo dispuso de los
organismos locales (alcaldes y cuadrilleros), pagados con cargo a las rentas reales de cada lugar. A partr de
1498 volvieron a convocarse Cortes en Castlla, que no se reunían desde 1480, lo que vendría a demostrar
que la Hermandad, desde su creación en 1476, había asegurado a la Hacienda real unos ingresos
extraordinarios que fueron destnados, de forma principal, a gastos de naturaleza militar.
La Santa Hermandad se extendió por todo el territorio de la Corona de Castlla, aun cuando respetó
algunas de las hermandades comarcales existentes con anterioridad y que estaban mns consolidadas, como
las de Álava, Viicaya y Guipúicoa, cuyas villas hermanadas siguieron celebrando sus propias Juntas. Es
asimismo de gran relevancia el hecho de que en los territorios norteños del reino de Castlla, cuyos
municipios carecían de representación en Cortes, las Juntas de Hermandad aseguraron algún tpo de
representación colectva del territorio ante las insttuciones del gobierno central.
En defnitva la Santa Hermandad consttuyó un elemento fundamental en la polítca de afaniamiento
del poder real impulsada por los Reyes Católicos. Sirvió para combatr a los malhechores y a los nobles
rebeldes, e intervino actvamente en las operaciones militares de la guerra de Granada, aunque su papel
primordial fue el de policía rural. Los resultados alcaniados fueron muy satsfactorios, ya que se consiguió la
erradicación del bandolerismo, que sólo reaparecería atenuado en los años noventa, cuando la Hermandad
perdió una parte de su vigor inicial.

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14. SOCIEDAD Y ECONOMÍA DE LOS REINOS PENINSULARES EN LA BAJA EDAD MEDIA

14.1. La crisis de la Baja Edad Media


En Historia las crisis se explican como épocas de cambio. La nueva situación que nació en Occidente en
los años sesenta y setenta del siglo XIII ha sido comprendida por diversos autores como un proceso de
“cierre”. El estudio de las crisis y transformaciones de las sociedades europeas de la Ba-a Edad Media se
suelen abordar desde varios puntos de vista. El primero, el socioeconómico¸ se suele centrar en el annlisis
de la renta rural y de sus efectos en las aristocracias en sus relaciones con los campesinos, en la larga fase
de contracción demogrnfca y económica que se extendió durante el siglo XIV.. El segundo, se refere a los
procesos de concentración del poder polítco y perfeccionamiento medios insttucionales, fscales y
militares que desemboca en la consecución de nuevas formas de Estado. El tercero es la crisis de
religiosidad y de las jerarquías eclesiástcas. El cuarto punto alude a los cambios en la sensibilidad y la
novedad de las creaciones intelectuales y artístcas.
Las explicaciones de las grandes líneas han incorporado mayor carga teórica en algunos casos de tpo
maltusiano en otros de tpo marxista dentro de las refexiones sobre la transición del feudalismo al
capitalismo, poniendo el acento en las relaciones sociales establecidas a partr de la economía campesina,
en el enfrentamiento de las clases antagónicas, campesinos y señores.
Una observación amplia de la realidad permite apreciar como las transformaciones polítcas y -urídicas
del siglo XIII y el desarrollo paralelo de nuevos instrumentos monetarios y fscales en manos de los reyes. Tal
sería el caso de Castlla ba-o Alfonso X (1252-1284). El estado moderno no es la sola consecuencia de la
crisis del siglo XIV sino que su origen anterior fue una de las causas de la crisis. La epidemia de 1348 y
cuatro mns en el siglo XIV, las guerras y perturbaciones convirteron la crisis en catnstrofe.

14.2. La población y su reparto


Las cifras de población aparecen sueltas en crónicas y documentos que no siempre son fables. Solo
contamos con las estmadas de censos fscales o militares que no tenían una fnalidad demogrnfca y se
referían solo a una parte de la población (cabeias de familia o varones en edad de combatr).
Se estma que Cataluña pudo superar el medio millón de habitantes pero que en 1358 habría
descendido a 425.000. La perdida contnuó y en 1497 tendría unos 300.000. El Reino de Aragón tendría
unos 200.000 a comienios del siglo XV y 250.000 en 1495. En Valencia muchas ionas rurales contnuaron
perdiendo población y se estma una población de unos 250.00 a fnales del siglo XV. En la Corona de
Castlla no hay padrones antes de 1528-1534, aunque hay alguno de nmbito local. El investgador ha de
apelar a indicadores indirectos. Había unos 4 millones alrededor de 1500 y otros 250.000 en el reino de
Granada.
La distribución del poblamiento rural y urbano se modifcó en los siglos XIV y XV. En las áreas rurales el
fenómeno de los despoblados no obedecía solo a las mortandades provocadas por las epidemias sino
también a la reconversión de las terras agrarias, al éxodo a las ciudades o a la concentración en menor
número de núcleos pro motvos de racionalidad económica.
En lo que se refere a los núcleos urbanos el hecho mns característco en el siglo XV fue el crecimiento
de población, sobre todo cuando el entorno aseguraba un buen avituallamiento, y la acumulación en la
ciudad de rentas de origen rural. En general se considera que las condiciones mínimas de vida urbana
comeniaban con 200 vecinos o fuegos. Ademns, emergían sobre un fondo de población rural que
comprendía al menos el 80% de los habitantes. En Cataluña en el siglo XIV solo 49 núcleos superaba los
1.200 fuegos.
Las mayores concentraciones urbanas se daban en Andalucía, con 20.000 habitantes en Jaén en 1505,
25.000 en Córdoba, 40.000 en Sevilla y una cifra similar en Granada, cifra sólo alcaniada en el resto de
España por Valencia.

65
14.3. La economía
14.3.1. Estructura y tendencias de la economía
La economía agraria da lugar a un alto nivel de autoconsumo, aunque a pesar de ello se multplican los
puntos de economía urbana a partr de la moneda y el mercado.
En Aragón, La economía mercantl catalana se desarrolló en XIV, aunque en 1462 la guerra civil produ-o
su ruina. Mallorca alcanió su esplendor en la primera mitad del XIV y después destacó Valencia como centro
mercantl y fnanciero. En Castlla la recuperación se inició con el XV, y con una breve interrupción en 1460-
1462 por la guerra, siguió creciendo hasta la crisis agraria y demogrnfca de 1503 a 1507.
Las fases pendulares posteriores no originaron una revolución del sistema, sino que solo lo renovaron y
reorganiiaron. No obstante se favorecieron premisas que contribuirían al estancamiento y al arcaísmo a
largo plazo como por e-emplo: las formas de propiedad de la terra; el auge de la ganadería vinculada a la
exportación de materias primas; las limitaciones de la actvidad manufacturera; o la disponibilidad de
metales que favorecía indirectamente el comercio exterior.
14.3.2. Agricultura, ganadería y pesca
Tres factores intervinieron en los cambios en el sector agrario: la crisis poblacional, la integración con
la actvidad comercial y la búsqueda de mejores formas de rentabilidad de la terra. Las respuestas a estos
cambios variaron de unos momentos y regiones a otros.
La crisis produjo despoblados, mortandad, descenso de la demanda, abandono de terras cultvadas,
ascensos de salarios y costos debido a la escasei de la mano de obra. En el siglo XV hubo una tendencia
hacia la reducción de las rentas agrarias y los ttulares buscaron nuevas formas de relación laboral en medio
de tensiones sociales: cesión de usufructo con plaios mns cortos y cuando fue posible se e-ercieron
derechos -urisdiccionales para obtener mns ingresos. Cuando cambia la tendencia en el siglo XV y empieian
a haber notcias de roturaciones y puesta en explotación de terras, invertr en la terra vuelve a ser un buen
negocio. La tendencia a la concentración de la propiedad es un indicador de consolidación de la aristocracia.
En algunas partes se observan pleitos entre propietarios y jornaleros: solariegos y hombres de behetría;
pageses de remença; o las revueltas de los irmandiños gallegos.
Ya no se cultva solo en función del consumo local sino pensando en formas mns benefciosa de
comercialización en los mercados urbanos o exteriores, lo que estmulaba tendencias de especialización de
cultvos. Se invierte en actvidades agrarias a través de préstamos a largo plaio e incluso de antcipos sobre
las cosechas. Por el mismo motvo aumentan las explotaciones ganaderas y el comercio de sus productos.
El gran auge de las trashumancia de ganado ovino en Castlla se debe a la creciente demanda de lana
merina en los mercados de Flandes en el siglo XV. A favorecer los negocios ganaderos confuían intereses
de la Hacienda real, el de los caballeros que dominaban los gobiernos municipales y el de los grandes
propietarios dueños de las terras de pasto. La insttución mns importante fue el Honrado Concejo de la
Mesta que desde tempos de Alfonso X organiiaba los desplaiamientos a los pastos de verano usando la
cañadas protegidas. La trashumancia afectaba en el siglo XV a tres millones de cabeias.
La crisis de abastecimiento de cereales no obedecía a una insufciente extensión de los cultvos sino a
motvos coyunturales o de especulación y a la exportación excesiva.
Los progresos en las técnicas de navegación y dominio del mar permiteron me-or aprovechamientos de
los recursos pesqueros y una expansión del consumo incluso en el interior con pescado seco o salado.
14.3.3. El desarrollo de la economía mercantl
La revolución comercial de los siglos XII y XIII se expandió con: las me-oras en navegación desde XIV; la
proliferación de mercados semanales y ferias semestrales y anuales en XV en Castlla (Medina del Campo,
Medina del Rioseco, Villalón); las lon-as equivalentes en la Corona de Aragón desde XIV; … Se desarrollaron
consulados de mercaderes, o con otros nombres cofradías, hermandades o universidades, debiendo
artcularse un derecho mercantl y marítmo al respecto.
La monetiación desde XII contribuyó a desarrollar la actvidad mercantl, a pesar del uso frecuente de
la moneda de vellón de escasísimo valor intrínseco. Castlla tenía como unidad de cuenta el maravedí, y
Aragón la libra de 20 sueldos o 240 dineros. El desarrollo de las letras de cambio, los cambistas, depósitos y
créditos permitó paliar parcialmente a dependencia del metal.

66
14.3.4. Actvidades comerciales y manufactureras
Un aspecto común sería la importancia que tene la artesanía y el comercio en el abastecimiento de
los núcleos urbanos y da las zonas rurales vinculadas a ellos. Era el principal motor de la actvidad tanto a
nivel local como comarcal, ya que nunca faltaba en ninguna ciudad ni la actvidad artesana ni los servicios
que asegurasen el abastecimiento. La organiiación insttucional del traba-o artesano se desarrolló por
completo a mediados del siglo XII y fnales del XV. El control de los ofcios de cada ramo de actvidad corría
a cargo del poder municipal, herencia de la organiiación andalusí. Cada corporación artesanal autónoma
para f-ar aspectos de disciplina común y resolución de litgios profesionales entre maestros asociados,
ttulares de talleres. En la Corona de Aragón los ofcios proporcionaron los miembros de los consejos
municipales, mientras que en la Corona de Castlla se mantuvieron al margen del poder local.
En el gran comercio los grandes mercaderes controlaban las calidades y precios e imponían sus
intereses. Frecuentemente el proceso productvo se hallaba al margen de las ordenanzas y constricciones
gremiales. El desarrollo del imperio de los mercaderes catalanes se inicia en el siglo XIII y se recuperó en
tempos de Fernando el Católico. Gran parte de la economía catalana se organizó en torno al gran
comercio, con su sede principal en Barcelona. Se fueron haciendo presentes en los puertos del Magreb y
de Grecia y el Próximo Oriente, a través de Sicilia, Cerdeña y Nnpoles. Barcelona se convirtó en el centro
de una compleja red de circuitos comerciales. Al uso de barcos propios se añadía el fete de otros barcos
procedentes de regiones atlnntcas como Viicaya, con sus propios maestres y tripulaciones. Del comercio
con el Magreb se obtenía un saldo positvo procediendo de allí cueros, cera o esclavos, y de Sicilia se
obtenía trigo, aunque el grueso de las importaciones catalanas lo consttuían las especias. Los catalanes
llegaron a tener un alo-amiento propio o fondaco en Ale-andría. Hacia 1440 el comercio italiano y de
Levante representaba la mitad del realiiado por los comerciantes catalanes. También había trnfco hacia o
desde otras terras de la Península Ibérica ya que precisaban productos agrarios y materias primas. También
estuvieron presentes en Bru-as y Londres. En con-unto, el comercio exterior catalnn fue uno de los
fenómenos sobresalientes de la economía hispnnica en la Ba-a Edad Media. No fue el único, ya que Aragón
también comerció, aunque solamente con Castlla y Cataluña.
En el siglo XV, Valencia se convirtó en plaia principal convirténdose en un centro mercantl de gran
orden. La ciudad ofrecía una variada gama de productos y servía de salida natural de los productos
castellanos. Ademns se convirtó en el nexo de comunicación con Sevilla y otros puertos peninsulares
atlnntcos. Valencia fue plaia de almacén, banca y trnfco de dineros, fetes y negocios, pero el control de las
actvidades estuvo a menudo en manos de extran-eros.
La expansión del comercio castellano era ya notable a mediados del siglo XIII, consolidnndose con los
primeros Trastnmara y alcaniando su me-or momento a mediados del siglo XV. Las distntas ionas fueron
integrando sus actvidades mediante la formación de redes de rutas terrestres y el uso de ferias. El contacto
entre las distntas fachadas litorales facilitó el avituallamiento de productos alimentcios. El comercio entre
reinos fronteriio fue intenso, como así lo muestran las aduanas cobradas. El comercio castellano con la
zona del Mar del Norte alcanzó en el siglo XV-XVI su apogeo y estuvo casi por completo en manos de
nacionales. Los marineros castellanos y vascos transportaban casi siempre lana y metales de hierro y traían
pañería famenca y manufacturas de metal. También hacían escalas en sus via-es transportando productos
a-enos de un punto a otro. Flandes era el término principal de aquellos via-es, en especial Bru-as y a fnales
del XV Amberes. Las costas andaluias conocieron en el siglo XV un tempo de esplendor mercantl ya que su
posición de cruce de rutas hacía que recalasen números barcos de diversos países para avituallarse.
Ofrecían una amplia gama de productos africanos y de entre los mercaderes extran-eros destacaron los
genoveses que tuvieron colonia f-a en Sevilla.
La oferta castellana era básicamente de materias primas, como la lana. Su demanda eran
manufacturas y capital mercantl. La insufciencia de manufacturas de Castlla no eran un signo de pobreia
sino el resultado de sus opciones económicas, ya que era un país con notables recursos y excedente
agrícola. El insufciente desarrollo manufacturero per-udicaba a mercaderes artesanos urbanos, y en algún
caso podía dañar intereses generales. Como la manufactura textl en el segundo tercio del siglo XV.

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14.4. La sociedad
14.4.1. Nobleia y aristocracia
En este grupo no solo se integraba la nobleia de sangre sino otras personas que compartan privilegios
y característcas propias del estamento. Las característcas son: percepción de rentas agrarias, partcipación
en la comercialiiación de productos agrícolas y ganaderos, su protagonismo polítco, las rentas procedentes
de la actvidad militar, así como la partcipación en las administraciones municipales y eclesinstcas. A la
percepción de rentas se añaden las exenciones y honras que se les reconocían. La mentalidad aristocrntca
se manifestaba a través de unas pautas de comportamiento propios de la caballería, entendida esta como
una forma de vida.
Los linajes se organizaban de raíz patrilineal para asegurar la solidaridad de grupo, y asignaban
funciones a los varones y las mu-eres que se integraban en él. Buscaban asegurar el poder polítco y
mantener unido por vía hereditaria el con-unto del patrimonio, concentrnndolo en la medida de lo posible
en un solo heredero. El lina-e y clientela en torno suyo era una red de solidaridades que incluía a miembros
de la misma sangre, a criados y vasallos en torno a la autoridad del pariente mayor.
Los grandes de Castlla del siglo XV habían crecido durante la llegada de los Trastámara en los siglos XII
y XIII. La Corona de Aragón y Navarra también renovó la alta nobleia y también consolidó su poderío
-urisdiccional. La media y baja nobleza, -unto a los caballeros, dominaban el poder en las ciudades y las
villas. A través de ellos se artculaba la acción polítca de los reyes, defendiendo los ideales de vida
nobiliarios. Se estma que un 10% de la población eran hidalgos, con mayor proporción en el norte.
14.4.2. Grupos sociales urbanos
Muchas ciudades y villas tenían su-etas a ellas alfoces y terras rurales, en las que se aliaban aldeas y
pueblos. La ciudad no era una isla separada totalmente del campo y en ella vivían grupos dedicados a
actvidades agrarias y aristócratas cuyas rentas procedían del campo. Pero las sociedades urbanas tenían sus
propias característcas: dedicación económica a la artesanía, el comercio y los servicios en espacios
reducidos; mayor peso de la riqueia mueble y de las profesiones en los fenómenos de estratfcación social;
situaciones de marginalidad mns variadas y frecuentes.
Solo un 3% de los vecinos formaba parte de las élites urbanas, eran los llamados caballeros y hombres
buenos en Castlla o ciudadanos honrados en la Corona de Aragón. En torno al 25% disponía de un nivel
medio de riqueia y disponía de una profesión sólida. El resto del 70 % eran artesanos, comerciantes y
asalariados en situación de empleo estable pero sin capacidad de ahorro. Por deba-o de ellos estaban los
que vivían en casa de otros o estaban en los grupos marginales. En la ciudad también habitaba el clero y las
minorías -udías y musulmanas súbditas del rey.
La cúspide de las sociedades urbanas estaba formada por aquellas élites dueñas de casi todo el poder
polítco, de privilegios jurídicos y exenciones de impuestos que les aseme-aban a la pequeña nobleia,
sobre todo en Castlla. En la Corona de Aragón la nobleza había conservado formas de vida rural incluso
cuando vivía en las ciudades. Los patriciados urbanos y los mercaderes principales tenían un tren de vida
aristocrntco y procuraban asimilarse a la nobleia, adquiriendo incluso la condición de rentstas. El resto del
vecindario lo formaba el común de la población, sin ningún tpo de privilegios salvo alguno a ttulo personal
y transitorio. Los grupos medianos formaban parte del común del vecindario pero disponían de cierto nivel
económico, aunque estaban al margen del poder municipal. Fue parte importante en el malestar que
desembocó en elconficto de biga y busca, las revueltas comuneras o las germanías.
Por deba-o de la masa del vecindario estaba la marginalidad y la precariedad. En las ciudades
ba-omedievales se multplicaron los medios de asistencia y control ba-o la forma de pequeños hospitales
municipales y cofradías.
14.4.3. Los campesinos. Tensiones sociales en el campo
El 80% de la población la formaba el campesinado. Los cambios ba-o medievales dieron pie en algunas
ionas a la promoción de grupos campesinos con cierta capacidad económica, propietarios de la terra y
ganados a los que sumaban el arrendamiento de otras fncas, el uso de bienes comunales y el control del
poder local. Las posibilidades que abría el comercio benefció a esta capa de campesinos, pero en general
también aumentó la dependencia de las ciudades.

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Ni siquiera los campesinos privilegiados jurídicamente del norte tenían una buena posición
económica, ya que muchos hidalgos de las ionas cantnbricas vivían en condiciones precarias. Y la situación
era peor para los campesinos no propietarios. Las tensiones sociales debidas al rechaio del poder señorial, y
a veces a las ciudades de realengo, fueron muchas veces protagoniiadas por campesinos propietarios y no
faltaron episodios de violencia ni abusos señoriales. Pero lo común era la situación de avenencia y la
resolución de problemas por la vía -udicial.
En Cataluña vie-a los pagessos de remença, unos 15.000-20.000 hogares, estaban su-etos al pago de
una redimenta. Esta cambiaba a voluntad del señor o según los malos usos. Los litgios contra los señores
comeniaron en 1338 habiendo picos de violencia en 1416 y 1445, también durante la guerra civil. Hasta que
Fernando el Católico limitó la remença a una cantdad f-a, después de la cual el campesino quedaría libre
para siempre del gravamen y que podría pagarse a plaios.
En los señoríos aragoneses los campesinos estaban completamente sujetos a la terra y a la
jurisdicción de los señores en una situación próxima a la “segunda servidumbre” que se observa también
en otras ionas de Europa. Buena parte de las tensiones sociales se descargaron sobre las minorías no
cristanas, y no en los puntos de fractura social. Las líneas de fracturas mns actvas no siempre eran las que
separaban las clases sino las que identfcaban grupos vertcalmente. Los musulmanes no sufrieron
violencia, salvo en Valencia, pero sí formas sociales de represión, cuya salida fue su conversión.
14.4.4. El proceso de señorialiiación y las revueltas populares en Castlla.
Las causas de las violencias señoriales eran las usurpaciones de las rentas reales y las apropiaciones de
-urisdicciones pertenecientes a ciudades y villas del patrimonio real.
Las tomas de rentas eran muy difciles de resolver en tempo de guerra. El problema consista en que
algunos partculares se apropiaban de tributos que en derecho pertenecían a la Hacienda Real a cuenta de
sueldos pendientes, y lo preocupante era que la corona lo permita. La gravedad de las tomas estriba en que
premiaban la fueria y penaba al contribuyente, al que solo le quedaba protestar o rebelarse. Los mismos
males aque-aban las rentas extraordinarias.
Las apropiaciones jurisdiccionales obedecían a circunstancias seme-antes, ya que el rey las autoriiaba
con una carta de privilegio, aunque a veces se hiciera sin pedir permiso a nadie. Con ello, una aldea, villa o
territorio pasaba del patrimonio real a formar parte de un señorío. Las ciudades representadas en Cortes
protestaron enérgicamente pero con escaso éxito.
Las tomas y usurpaciones demuestran que las rentas ordinarias estaban gran parte enajenadas en
manos de terceras personas. También era un problema para la Hacienda los -uros que gravaban estas
rentas, llegnndose al caso de que ninguno de los propietarios de un -uro pudiese cobrar lo que por derecho
le pertenecía ya que había una larga lista de espera. Entre los damnifcados estaban insttuciones
eclesinstcas e hidalgos que quedaban así expuestos a la pobreia. Sin embargo, los grandes siempre solían
cobrar sus -uros. Hubo también decisiones desafortunadas, como la de Enrique IV de pagar servicios de
armas prestados mediante cartas de hidalguía, lo que no solo ascendió a personas poco adecuadas sino que
disminuyó las base contribuyente.
Ante estas corrupciones abundaron las notcias de reacciones de villas y lugares que se negaban a la
llegada de un nuevo señor, como el caso de Fuenteovejuna en 1476. Pero por encima de las reacciones
locales surgió la respuesta colectva a través de las Hermandades. Siguiendo las instrucciones del rey,
muchos conce-os castellanos se hermanaron durante la guerra civil para defender la causa de Enrique IV y
evitar la violencia privada. En ionas ale-adas como Galicia la Hermandad desencadenó un problema de
violencia social con enormes consecuencias (revuelta de los irmandiños 1467-1469). Durante un año, los
nobles vieron atacadas sus fortaleias por un grupo de hermandades dirigidas por miembros segundones de
las familias nobles. Solo la reacción concentrada de los principales lina-es fue capai de derrotar el
movimiento. Ya durante el reinado de los Reyes Católicos la extensión de las hermandades hiio posible la
pacifcación del territorio.
Los problemas de convivencia entre cristanos viejos y nuevos provocaron nuevas dosis de violencia.
También las alteraciones monetarias provocaron desabastecimientos, acaparamiento de bienes y subidas
bruscas de precios, con consecuencias terribles para las capas mns humildes de la población.

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14.4.5. Levantamientos antseñoriales y agitación social en los reinos orientales hispnnicos
La grave crisis económica y social de los diversos reinos españoles afectaba especialmente a Cataluña
con el nombre de desgavell. Dos fenómenos concurrían en el Principado: la opresión de los campesinos y la
crisis económica de la ciudad de Barcelona. La crisis se extendió a toda la Corona de Aragón, excepto
Valencia, permitendo una proliferación del bandolerismo, especialmente en las terras altas de Cataluña
donde el conde de Pallars sostenía la revuelta. En 1480 intentó introducir una Hermandad General como en
Castlla.
Para la recuperación de Aragón bastaba con restablecer el orden y reducir los gastos, pero no ocurría lo
mismo en Cataluña. En las Cortes de Barcelona de 1481 se tomaron alguna tmidas medidas. El conceller en
cap de aquel año defnió un programa de tres puntos aceptado por los Reyes Católicos: la amortiación de
censales, la reducción del salario de los ofciales del Consell de Cent y el establecimiento de una
contribución al clero, hasta entonces exento de cargas. El conceller en cap de 1483 convirtó este programa
en un plan mns detallado en el que se incorporaron la contribución de las localidades del término de la
ciudad y el restablecimiento del antguo impuesto sobre la carne y el vino.
Ninguna solución podía ser efectva mientras el problema de la servidumbre de los campesinos
estuviera vigente. Es por ello que en 1489 Don Fernando dicto una sentencia arbitral por la que se abolían
los seis malos usos señoriales y los payeses alcanzaban la libertad conservando la terra, debían pagar una
indemniiación por la terra a sus señores y por los daños causados por las revueltas.
En 1487, tras la toma de Mnlaga, donde Don Fernando se decidió a realiiar las reformas necesarias de
Aragón: se impuso a los -urados en Zaragoia: nombró por si mismo un conce-o municipal; decretó la
obligatoriedad de pertenecer a la Hermandad General; y renovó la Inquisición en los tres reinos. Cuando en
1488 se reunieron las Cortes en Aragón, el rey ya disponía de los resortes para imponer sus decisiones, en
una auténtca revolución silenciosa ante la que apenas se aliaron voces.
La recuperación en el Principado de Cataluña pasaba por el saneamiento de la Hacienda y la
consecución de un mayor control regio sobre las más altas insttuciones catalanas, la Generalitat y el
Consell de Cent de Barcelona. En 1486, a la par que se reformaba la Diputación aragonesa, designó
directamente un nuevo General, y no hubo protestas sino mns bien aplausos, experimentando la economía
una tmida recuperación.

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15. IGLESIA Y CULTURA EN LA BAJA EDAD MEDIA

15.1. La Iglesia española en los siglos XIV y XV. La reforma del clero impulsada por los Reyes Católicos
Tras el Cisma de occidente planteado en 1378, surgió una sincera aspiración por regenerar la vida
cristana y reformar una iglesia contaminada de la inmoralidad denunciada en las Cantgas de Escarnio, las
Entremaliadures del diable o el Llibre de fra Bernat. Así, en Castlla Juan I (1379-1391) acometó una
reforma que se basaba en dos principios: la regeneración no masiva, inmediata y normatva, sino por
imitación de un espacio modélico de virtudes cristanas; y la supresión de la depresión económica mediante
las rentas ganaderas, que fomentaría la dedicación de los clérigos a una vida contemplatva. Se crearon en
1373 la congregación de los -erónimos, y después llegaron los cartu-os, los benedictnos observantes y los
observantes franciscanos. Y ya a fnales del siglo XV llegaría la Inquisición con los Reyes Católicos.
Castlla dibu-ó una reforma basada en la austeridad rigurosa, una ascétca moraliiante y un mistcismo
contemplatvo, que contagió a sus vecinos peninsulares. Ya con los Reyes Católicos, las reformas estaban
encaminadas a sanear la vida espiritual y liberar al clero de sus excesivos empeños temporales. En este
sentdo consiguieron tres ob-etvos: la preeminencia de la -ustcia real, la exclusión de los extran-eros en la
provisión de empleos y dignidades eclesiales y, muy especialmente, el derecho de presentación o regio de
patronato, que ya tenía un precedente en el derecho de súplica reconocido a Enrique IV.
El protagonista de la reforma fue fray Francisco Jiménez de Cisneros a partr de 1494. primero atacó a
los numerosos y ricos franciscanos caustrales, y iguió después con las restantes órdenes monástcas
(benedictnos y cistercienses) y mendicantes (franciscanos, dominicos y agustnos). Finalmente, quiso
completar la reforma vigoriiando el nivel de estudios, lo que condu-o a la creación de la Universidad de
Alacalá de Henares como contnuación a la labor emprendida por su protector y predecesor en la sede
toledana, el cardenal Mendoia.
Con la creación de la Inquisición, las protestas contra sus abusos no tardaron en llegar a Roma. Sixto IV
censuró en 1482 el rigor de las sentencias, las irregularidades procesales y el expolio de los bienes
confscados, pero no se atrevió a desttuir a los inquisidores y de hecho autoriió a los reyes para nombrar
otros siete inquisidores para el resto del territorio castellano, entre ellos Torquemada. Sixto IV no supo o no
pudo mantener su postura inicial ya que necesitaba la ayuda de los reyes para resolver los asuntos de la
polítca italiana, mientras que Isabel y Fernando se mantuvieron frmes en sus demandas. Hubo fnalmente
una solución de compromiso en 1483, cuando el papa designó al ariobispo de Sevilla, Íñigo Manrique, como
-uei de apelaciones en nombre de la Santa Sede. Torquemada acabó siendo en 1484 inquisidor de las dos
Coronas y hasta su muerte en 1498 levantó la primera estructura insttucional del Santo Ofcio. En 1487 el
reino de Portugal quedó obligado a entregarle todos los fugitvos pendientes de proceso. En ese mismo año
Roma le concedió la potestad de apelación reservada al papa. Durante aquellos años de mnximo poder,
desarrolló una intensa labor organiiatva, nombró inquisidores, creó nuevos tribunales y preparó los
recursos para el sostenimiento de la insttución. La primera instrucción general (de cinco) data de 1484.
Desde ese momento las decisiones se toman de manera colegiada, con lo que se camina hacia la formación
de un conse-o especialiiado. Este modus operandi enca-aba con el sistema polisinodial creado por Isabel y
Fernando, y parece que el origen inmediato del Conse-o de Inquisición se remonta a la reunión de Valladolid
de 1488, cuando se elaboró la tercera instrucción.Las segundas instrucciones se elaboraron en 1485 y en
ellas se diseñó el fundamento económico del tribunal.

15.2. Pensamiento y espiritualidad en la Baja Edad Media


Hasta el siglo XIV los reinos hispnnicos actuaron como laboratorio de los saberes de frontera para la
Cristandad, pero a partr del XV mostrarnn ya un pensamiento mucho mns actvo. Se utliió para ello el
referente clnsico mediante un esfuerio de traducción e interpretación de los textos antguos, para lo cual el
nmbito hispnnico era idóneo por favorecer la comunicación de conocimientos entre culturas. Los reinos
hispnnicos se consttuyeron como scriptoria de la Cristandad, que tuvo su e-emplo con la escuela de
traductores toledana con Jiménei de Rada.

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E-emplos son la versión romance del Liber Iudiciorum en derecho o el moraliiante “Libro de los doce
sabios” con Fernando III. Ya con el esplendor de Alfonso X destacan las Cantgas de Santa María que
exaltaron la piedad popular, y la acción moraliiante con Sancho IV y los Cuentos del Conde Lucanor de su
sobrino don Juan Manuel.
Con el tempo, la cristandad ganó seguridad con el dominio de los instrumentos conceptuales
aristotélicos a pesar de generar movimientos herétcos. Sin embargo, para los -udíos fue negatvo ya que su
corriente místca y pietsta de origen provenial acabaría desembocando en el fn de la cooperación
traductora y de la tolerancia religiosa.
La evangeliiación fue diferente respecto a los -udíos y a los musulmanes. Con los primeros, al no tener
una organiiación polítca, se utliió la controversia espiritual que se abortó en el Concilio de Zamora de
1313 que los declaraba fe a extnguir. Mientras que con los segundos se usó el misionerismo mns popular,
representado en la fgura de Ramón Llul (1232-1316).
15.3. Los saberes
15.3.1. El Derecho
El derecho canónico había hallado una fuente en las decretales pontfcias, que debidamente
compiladas y refrendadas consttuyen auténtcos libros de texto desde fnales del siglo XIII. Durante los
siglos XIV y XV, los canonistas hispanos se ocuparan de la superioridad primacial del pontfce sobre el
Concilio y el emperador, siendo su centro de acción Bolonia.
La unión de Castlla y león en su persona convenció a Fernando III respecto a la necesidad de una
unifcación -urídica como medio de consolidación unitaria de sus estados. Alfonso X, coherente con este
proyecto, publicarn el Fuero Real, redactado por romanistas e inspirado en el Fuero Juzgo para servir de
fuero en las ciudades y de código en los tribunales. Fue la antesala de la irrupción del derecho romano. La
obra legal Alfonsina confería a los monarcas la facultar de legislar, poder que los reyes castellanos del siglo
XIV se aprestaron a asumir..
La evolución -urídica de los reinos hispnnicos orientales tendrn notoriamente un menor protagonismo
regio, y un menor impacto romanista. En Navarra, regida por dinastas francesas se esforió por preservar su
identdad mediante la codifcación altomedieval de sus costumbres hasta editar el Fuero General de
Navarra a mediados del siglo XIII. Aragón gestó su derecho desarrollando el Fuero de Francos concedido en
Jaca en 1063. El Derecho Común penetró pronto en Cataluña por la estrechísima vinculación de estudiantes
y maestros -uristas catalanes con los grandes centros de estudio italianos.
15.3.2. Las Universidades
La cultural medieval había tenido una vocación de analfabetsmo textual, con una cultura de oralidad,
en la que la escritura tene una función de conservación para un saber clnsico considerado eterno,
insuperable y sumamente peligroso por su raíi pagana y sus aportaciones -udías y musulmanas. La
alfabetiación y divulgación de saberes se destna a la minoría de los copistas en los scriptoria y a los
iniciados formados para su correcta comprensión y versión al pensamiento cristano.
Durante el siglo XII, la ciudad experimenta un renacimiento y protagonismo intelectuales, perceptbles
en el auge de la catedral sobre el monasterio dentro de la iglesia. Para este nuevo espacio surgieron las
escuelas catedralicias. Estas escuelas catedralicias carecían en la península de referentes de grandes
escuelas de maestros itnerantes, por lo que no alcaniaron un especial brillo intelectual. En las escuelas se
enseñaba el trívium (gramntca, retórica y dialéctca), -unto con el canto, doctrina cristana y algo de
Derecho canónico.
Las órdenes mendicantes no duraron en fundar en las ciudades sus escuelas conventuales,
generalmente una para cada una de las provincias eclesinstcas, cuyo fn principal fue una sólida formación
de teología entre los mon-es, especialmente entre los dominicos, a causa de la vocación misionera de estas
órdenes. Fueron muy afamadas las escuelas dominicas de Barcelona, Lisboa, Jntva, Zaragoia y Compostela.
Mas tardía y débilmente, los franciscanos también fundarnn escuelas conventuales especialiiadas en
teología, normalmente en ciudades universitarias.
Este ambiente escolar urbano sern el marco originario de las universidades a fnales del siglo XII y
durante el XIII, cuando se consttuya una corporación de maestros y alumnos (universitas), sancionada por

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una autoridad civil o eclesinstca para el libramiento de la licentia docendi. La fundación concreta obedeció a
tres modelos: insttucionaliiación y reglamentación de escuelas monnstcas o conventuales existentes; por
secesión, debido a controversias de principios entre grupos de maestros, durante las que un grupo
abandona el Estudio General para fundar otro; o por iniciatva civil o eclesinstca para reanimar la vida
urbana de una ciudad en declive. Esta insttución de enseñania superior recibía el nombre de Estudio
General, reservando el nombre de universidad para el gremio escolar formado por maestros y discípulos.
Elementos esenciales del Estudio General son: los estudiantes, procedentes de cualquier rincón de la
cristandad; los maestros de las facultades; y el maestrescuela elegido por el monarca que contrataba a los
maestros, daba con becas a los estudiantes pobres, administraba las rentas y diseñaba programas de
estudio y confería la licenta docendi que suponía la autoriiación para enseñar. La licencia comenió a ser
regulada por el papa Alejandro III en el III concilio de Letrán en 1179, determinado su carncter gratuito y su
concesión por los maestros, correspondiendo la maestrescuela solo su sanción. Se multplicaron así los
maestros y proliferaron escuelas, reunidas en el Estudio General. El campus universitario estaba exento de
la capitación fscal y de la administración de -ustcia ordinaria, entre otros privilegios. El sostén económico
universitario, por lo demns, fueron las tasas y benefcios eclesinstcos, -unto con alguna rara donación regia.
En el Estudio General, la mnxima autoridad era el rector, nombrado por la corporación estudiantl. Éste
velaba por la convivencia académica, el respeto a las libertades y privilegios universitarios, sancionaba los
delitos y -uigaba pleitos de la comunidad universitaria. Le auxiliaban los consiliari, estudiantes procedentes
de cada nación presente en el Estudio. En asuntos muy relevantes el rector convocaba a todos los cargos y
representantes en una asamblea denominada claustro pleno. El latn era la lengua vehicular de la
enseñania superior.
La enseñania se organiiaba en torno a las cátedras (enseñania de un conocimiento, del que es experto
el maestro) y las facultades, siendo la menor la de artes, y las mayores las de teología, derecho y fsica. No
todos los Estudios Generales tenían todas las cntedras, sino que se especialiiaban en algunas de ellas:
Salamanca en teología, Lleida en medicina. Tampoco exista una metodología didnctca organiiada, sino que
existan textos bnsicos de aprendiia-e, normalmente procedente de sabios clnsicos o sus traductores
(Aristóteles, Platón, San Agustn, Ptolomeo, Código de Justniano, Hipócrates, Galeno), que el estudiante
debía saber, memoriiar y copiar en partes. Después de tres a seis años de estudio o un cierto tempo de
docencia o incluso un determinado numero de lecciones, el estudiante elegía un maestro y debía mantener
con éxito una disputato, obteniendo el ttulo de bachiller. Logrado este ttulo, tras tres o cinco años de
docencia posterior, un bachiller podría lograr la tutela de un maestro para someterse a un tribunal elegido
por el aiar, al que exponía dos temas asignados el día anterior, durante dos horas, y si tenia éxito lograba el
grado de licenciado. Luego podría optar al título de doctor, ttulo sin especial relevancia por cuanto solo se
requería disponer de recursos para costear la ceremonia de investdura y leer una lección magistral.
La península tuvo un repertorio sufciente de universidades: Salamanca (1218), Valladolid (1250),
Lisboa-Coímbra (1288-1290), Lleida (1300), etc.

15.4. Humanismo y renacimiento


15.4.1. La transformación de la cultura nobiliaria
Tras la guerra civil castellana en 1366-1369, se produ-o la llegada de la dinasta Trastnmara y una
profunda renovación de la nobleia en los ducados y condados, que acabarn consolidnndose con los Reyes
Católicos. La nobleia va susttuyendo gradualmente su función militar por el servicio de estado y la
administración de las posesiones territoriales.
Los nobles, partendo de una base libre de escolastcismo, susttuyen los libros de caballería por los
historiadores clásicos. En ellos intentan encontrar un nuevo patrón de valores, desarrollando
considerablemente su formación intelectual durante el siglo siglo XV.
15.4.2. Los conceptos de Humanismo y Renacimiento
Entre 1350 y 1550 la sociedad europea occidental conoció y vivió una auténtca revolución espiritual,
una crisis de perfles muy nítdos en todos los órdenes de la vida; una profunda transformación del con-unto
de los valores económicos, polítcos, sociales, flosófcos, religiosos y estétcos que habían consttuido la

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vie-a civiliiación medieval, aquella que había sido defnida, con un cierto desprecio, como la edad de las
tnieblas.
El Humanismo es un movimiento intelectual desarrollado en Europa durante los siglos XIV y XV que,
rompiendo las tradiciones escolástcas medievales y exaltando en su totalidad las cualidades propias de la
naturaleza humana, pretendía descubrir al hombre y dar un sentdo racional a la vida tomando como
maestros a los clásicos griegos y latnos, cuyas obras exhumó y estudió con entusiasmo. El Humanismo
instaura una acttud que, sin cuestonar en general lo religioso, impone el reconocimiento de los derechos
terrenales de los humanos. Como consecuencia, los humanistas hablan de la dignidad del hombre,
independiian la flosofa de la teología y desean que la raión actúe en ionas antes reservadas a la fe
revelada.
Burckhardt, hacia 1860, caracteriiaría el Renacimiento como una época de ruptura con el
oscurantsmo medieval, un período de renovación del arte y de las letras, de recuperación y de
acercamiento a los clásicos, de restauración de la antgüedad, de un uso novedoso de la razón en todos
los campos del saber. Asimismo, el período se caracteriia por la aparición de un fuerte proceso de
seculariiación de la vida polítca y por la presencia de una escuela de pensamiento nueva, el Humanismo.
En líneas generales se puede considerar el arte renacentsta como una exaltación del hombre y del mundo,
los dos e-es guiaban el pensamiento humanista de la época. El renacimiento tuvo su origen en Italia en los
siglos XIV y XV, llegando a su apogeo al iniciarse el siglo XVI. De Italia se extende lentamente por Europa
excepto Rusia. A lo largo de los cincuenta años que van desde 1520 a 1570, discurre la madura plenitud del
Renacimiento y también se percibe su ocaso.
Losa factores principales que impulsaron el Humanismo y el Renacimiento fueron: debido a que el
imperio biiantno estaba siendo asediado por los turcos, muchos de los sabios griegos buscaron refugio en
Europa Occidental, especialmente en Italia, llevando con ellos textos grecolatnos, y promoviendo la
difusión de la cultura, los valores y el idioma griego; la invención de la imprenta por Gutemberg permitó el
abaratamiento del costo y la difusión de los libros, y con ello la masiva difusión de ideas humanistas; la
acción de los mecenas, con su protección polítca y económica o con su recopilación de obras (familia de los
Médicis de Florencia, los pontfces romanos Julio II y León X, o Cristna de Suecia); las universidades y
escuelas, que contribuyeron en gran parte a la expansión del Humanismo por toda Europa. En resumen, el
humanismo habla del renacimiento del hombre, mientras que el renacimiento es un movimiento de
renovación cultural
Pero el desarrollo normal de la cultura renacentsta se ve afectada por el hecho simultáneo de las
luchas religiosas derivadas de la revolución protestante. Así, en Alemania, se corto el brote renacentsta, al
igual que en Francia con las guerras civiles de la segunda mitad de quinientos. Ademns en los países
adheridos a las confesiones protestantes, el credo iconoclasta de los nuevos evangelios suprimió la ocasión
de e-ercitar el mecenaigo eclesinstco y, al menos en la pintura y la escultura, suprimió la temntca
abundante de los motvos iconogrnfcos, con la rara salvedad de los temas bíblicos.

15.4.3. Característcas defnitorias del Humanismo


 Se estudiaron las obras de la antgüedad, con la ayuda de príncipes y pontfces.
 Se desarrolló una mentalidad erudita, crítca y apasionada por las artes y las ciencias.
 Llegaron descubrimientos geogrnfcos y técnicos.
 Se creó el orgullo y el individualismo del hombre renacentsta.
 Tuvo un carncter literario.
 Rechaiaba la visión teocrntca del Medioevo, y defendía una antropocéntrica del Universo.
 Era la permanente búsqueda de un ideal de equilibrio y armonía.
 Se inclinó hacia las escuelas neoplatónicas, fltradas por el cristanismo.
 El hombre y la naturaleia se convierten en los dos polos de la cultura y de la vida renacentsta.

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15.4.4. Transformaciones socioculturales asociadas al Humanismo.
Gracias a las nuevas tendencias surgieron importantes adelantos. Uno de los mns relevantes fue la
invención de la imprenta por el alemán Johanes Gutemberg, alrededor del año 1450. Después de arduos
años de traba-o, logró crear letras metnlicas que podían ser colocadas una al lado de la otra para luego
entntarlas y así imprimir muchas copias de un texto. Este invento, que hoy en día nos parece tan obvio,
marcó una gran diferencia en su época. También, la imprenta permitó la rnpida divulgación de los escritos
de Lutero y de las protestantes.

15.5. El proceso de creación de una tradición cultural nacional


Para la creación de la tradición cultural nacional se siguió:
 Control de la información y la imprenta. Los Reyes Católicos favorecieron la difusión de la imprenta
en la Corona de Castlla, atrayendo a los impresores, favoreciendo su establecimiento y
concediéndoles privilegios. Los orígenes de la imprenta en España estnn en manos de alemanes y
hasta 1477 son ellos los que e-ercen el ofcio de imprimir en exclusiva.
 Círculos cortesanos y humanistas castellanos. Esta encabeiado por Alonso de Palencia, secretario
de los príncipes desde el momento de su matrimonio. El primer testmonio de su colaboración con
los impresores es “Lo specchio della croce”.
 Imprenta y las lenguas vernáculas. La tpografa frenó el cambio lingüístco, enriqueció y
estandarizó las lenguas vulgares y abrió el camino para la purifcación y codifcación de las lenguas.
El arraigo patriótco comenió cuando las escuelas de gramntca comeniaron a enseñar a leer
recurriendo a las lenguas vulgares y no al latn.
 Transformación del castellano en español. La imprenta actúa a favor del castellano, que en menos
de un siglo se convierte en español. No se produce unifcación lingüístca de la Península, ya que el
portugués y el catalnn contnúan siendo lenguas de comunicación en sus dominios respectvos.
 Control de la ley y del derecho. Se produce por primera vei la recopilación de los textos legales
entonces vigentes, que habían llegado a formar una masa heterogénea y completa difcilmente
mane-able. La situación desordenada consttuía un importante factor de caos en la administración
de -ustcia. Se comienia a f-ar a través de la imprenta las diferentes disposiciones.
15.5.1. Las traducciones
Las traducciones del griego al latn y de este a las lenguas vernnculas, permiten acercar a alos autores
griegos y latnos. El humanismo catalnn aparece en el periodo de Juan I de Aragón (1387-1395), que se
adapta a la defnición de humanista y manifesta gran interés por el historiador Tito Livio. En Castlla se
extendería el gusto de las traducciones poco después.
15.5.2. El desarrollo de la cultura en las cortes de Juan II de Castlla y Alfonso V de Aragón
La corte de Alfonso el Magnánimo (1416-1458) en Nnpoles actuó como nmbito de convivencia entre
humanistas italianos, catalanes y castellanos. Ambas coronas estaban mns próximas desde el Compromiso
de Caspe de 1412, como se aprecia en las relaciones a caballo entre ambas de los humanistas Enrique de
Villena e Íñigo Lópei de Mendoia (Marqués de Santllana).
Con Juan II (1406-1454) en Castlla surgen importantes representantes del humanismo. Se desplaian los
modelos franceses hacia los italianos con el Marqués de Santllana y se desarrolla el humanismo en lengua
vernácula, con gran infuencia de los humanistas italianos. Ya con los Reyes Católicos (1474-1506) el proceso
cultural se vincula estrechamente al proyecto polítco de los monarcas a través, por e-emplo, del fomento
del latn y la historiografía latna como instrumento propagandístco.

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15.6. Humanismo y Estado moderno en el reinado de los reyes Católicos
15.6.1. La difusión de la imprenta
Los Reyes atra-eron a los impresores, cuyo precedente es Juan Parix de Heilderberg en Segovia en 1472.
Hasta 1477 son todos alemanes, formando después a los impresores natvos. Los llamados incunables (libro
impreso antes de 1500) desde 1453 son libros de esta época.
La tpografía frenó el cambio lingüístco estandarizando las lenguas vulgares, codifcnndolas y
purifcnndolas. A partr de ese momento contribuyó a la consolidación dinnstca y el desarrollo del
nacionalismo. El castellano se convierte en español, prevaleciendo sobre las demns lenguas de forma
espontnnea, dado el peso de Castlla económico y poblacional. En cierta forma, el imperialismo polítco
desembocó en el imperialismo lingüístco y cultural.
Elio Antonio de Nebrija editó en 1492 con impresores anónimos salmantnos la Gramátca castellana,
primera en occidente de una lengua vulgar, defniendo a la lengua española como compañera del imperio.
En imitación de la frase de Lorenio Valla: “dondequiera que domine el latn, allí estn el Imperio romano”.
La imprenta se manifesta extremadamente útl en el campo del Derecho, ya que se consigue la
recopilación y difusión de los textos legales vigentes entre la -udicatura, transmitendo las disposiciones de
los reyes dentro de un decisionismo -urídico acentuado. Sí surgió el Ordenamiento de Montalvo u
Ordenanzas Reales de Castlla, publicado en 1484, y otros posteriores hasta el Fuero Real de 1501, que
uniformizaron los textos legales.
15.6.2. Historiografa y polítca
En la España del XV la historia se pone de moda, venciendo la ancestral tendencia que prefere la acción
a la narración de las propias gestas. Al comienio de la centuria se le concede poca atención en Aragón por la
defección de las clases cultas, mientras sucede una eclosión en Castlla motvada por las luchas polítcas e
intereses de la nobleia. La diversidad de enfoques en las primeras tres cuartas partes del siglo XV darn paso
a una única interpretación legitmadora de la dinastía Trastámara que encuentra su mnxima expresión en
los reyes católicos.
Surge el patriotsmo impulsado por la propia lengua vulgar. Uno de los géneros mns cultvados sern la
biografía del gran señor, susttuyendo los modelos equiparables de la edad Media por los del mundo clnsico
romano, y las acciones heroicas por aspectos de la vida privada como las inclinaciones culturales, el afnn de
riqueia o la capacidad gestora.
El historiador Tate distngue tres rasgos propios de la historiografa con los reyes católicos: la Corona
reconoce su importancia dando muestras de interés; los historiadores ya no son secretarios reales sino
personas con formación académica en el extran-ero; y se les encarga la preparación de obras y la traducción
de otras. Los mns reconocidos historiadores de los reyes católicos de la época serían Hernando de Pulgar,
Alonso de Palencia y Elio Antonio de Nebri-a.

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