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CAPITULO II

MARCO TEORICO

1. ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN

El ordenamiento jurídico español es pionero en la reglamentación de

sistemas seguros de transmisión de datos y de verificación de partícipes por

medios telemáticos, esfuerzo que se ha visto materializado en una

legislación integral sobre firma electrónica y servicios de certificación de firma

electrónica (Real Decreto Ley/14, del 17 de diciembre de 1999), en la Ley/7

del 13 de abril de 1998 sobre Condiciones Generales de Contratación, y el

Real Decreto/1906 del 17 de diciembre de 1999 que establece los términos y

condiciones necesarias para el otorgamiento de contratos celebrados por

medios electrónicos o telemáticos.

Por tal razón, es a través de las investigaciones publicadas por juristas

españoles por donde se inicia el camino en la búsqueda de antecedentes

relacionados con el tema objeto de investigación.

Pierre M. Horna (Universidad de Lima) (Marzo, 2001), en su trabajo “El

uso del Correo Electrónico en la formación del contrato celebrado por medios

electrónicos” tiene como objetivo hacer una breve descripción de lo que es la

doctrina contractual frente al correo electrónico y de qué manera puede influir

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en la formación del contrato. Para ello comienza haciendo una apreciación

de los aspectos que implica la formación del contrato celebrado por medios

electrónicos y el uso explosivo del correo electrónico, luego pasa a definir los

tratos preliminares en el proceso de contratación y la responsabilidad “in

contrahendo”, para fi nalmente plantear los problemas que conlleva la

formación del contrato usando el correo electrónico de acuerdo a la

legislación peruana vigente.

En un artículo publicado en la Revista Electrónica de Derecho Informático

(R.E.D.I.) por Ramón Castilla Fernández-Fabregas (28/01/01) titulado

“España: Consecuencias Jurídicas en el Uso de Internet (I). El Comercio

Electrónico”, el autor hace una descripción general de los principios

establecidos en la Ley sobre Condiciones Generales de Contratación y

analiza los requisitos y condiciones que deberán contemplarse en los

contratos efectuados bajo su ámbito de aplicación.

De igual forma, describe lo referido al contenido y condiciones generales

de la oferta, confirmación de la contratación, derecho de resolución, plazo de

ejecución y pago. El autor concluye su publicación con dos ideas básicas: la

puesta en vigencia de esta Ley contribuye a crear seguridad jurídica, y a su

vez, permite que estas transacciones puedan llevarse a cabo sin pervertir las

estructuras jurídicas tradicionales.

La investigadora de la Universidad del Zulia, Gladys Rodríguez, en el

trabajo titulado “El Comercio Electrónico: Necesidad de una infraestructura

de Seguridad” (2001), persigue mediante un estudio exploratorio-descriptivo,


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definir lo que se entiende por comercio electrónico, sus características,

describir sus áreas de alcance y reconocer los beneficios de la aplicación de

mecanismos de seguridad en las transacciones electrónicas.

Por su parte, el autor José Ramón Pérez de Velasco, socio colaborador

de la Real Academia de la Legislación y la Jurisprudencia Española, en su

publicación “España: La Aplicación de las Condiciones Generales en la

Contratación Electrónica” (de fecha 02/02/00), igualmente realiza una

descripción del Real Decreto 1906, enfocando lo concerniente al ámbito de

aplicación objetiva y territorial de la ley, así como lo referido al deber de

información en todo su contenido (identidad del proveedor, características del

producto, precio, gastos de entrega, forma de pago, modalidad de entrega o

ejecución, plazo de validez de la oferta y ejercicio del derecho de resolución).

Sin embargo, el autor concluye manifestando la necesidad de compaginar

dicha Ley con la normativa existente, tanto nacional (ley de Ordenación del

Comercio Minorista y Ley General para la Defensa de los Consumidores y

Usuarios) como normativa comunitaria, e incluso, proyectos sobre comercio

electrónico de otros países.

2. BASES TEORICAS, LEGALES Y DOCTRINALES

El sustento teórico de la investigación se encuentra básicamente en dos

teorías, a saber: La teoría general del contrato y la teoría de la concurrencia

y la coexistencia de voluntades en los contratos a distancia.

La teoría general del contrato como obra de la voluntad y como tal, mero
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aspecto de la teoría general del negocio jurídico, es obra de los pandectistas

alemanes de los siglos XVIII y XIX.

La expresión “actus jurídicus”, dirigida a caracterizar una acción humana

producida con la finalidad de crear derechos y obligaciones, aparece por

primera vez en Alemania en el siglo XVIII. Trabajando sobre los pandectas

de Justiniano, los juristas se esfuerzan por sistematizar las nociones

fundamentales del Derecho Privado, elaborando al respecto una “parte

general” que precediera y guiara el estudio de las materias particulares:

bienes, derechos reales, obligaciones, derecho de familia y de sucesiones.

De esta forma, este estudio contempla la disciplina general del contrato,

esto es, los principios comunes a todos y cada uno de los contratos.

De igual manera, sobre la cuestión del momento en que un contrato debe

considerarse perfeccionado, han surgido en el plano teórico dos teorías:

Teoría de la Coexistencia de Voluntades y Teoría de la Concurrencia de

Voluntades.

2.1. El Contrato según el Código Civil Venezolano

Establece el artículo 1.133 del Código Civil Venezolano, lo siguiente:

“El contrato es una convención entre dos o más personas para

constituir, reglar, transmitir, modificar o extinguir entre ellas un vínculo

jurídico”.

El contrato es un acuerdo de voluntades que existe desde el momento en

que una o más personas consienten en obligarse para crear, reglar,


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modificar o extinguir bien sea relaciones jurídicas. El contrato representa la

consagración de la autonomía de la voluntad, razón por la cual las partes

pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones que consideren

convenientes, siempre que no sean contarios a las leyes, a la moral y el

orden público. Como consecuencia de ello:

a) Los contratos son obligatorios. Las obligaciones que establecen tienen

fuerza de ley para los contratantes.

b) La obligatoriedad deriva de la voluntad de las partes, reconocida y

amparada por la ley.

c) La obligatoriedad se extiende a todas las consecuencias del contrato,

aún las no expresadas, siempre que deriven de la naturaleza del contrato

conforme a la buena fe, al uso o a la ley.

d) Como consecuencia de la obligatoriedad, la validez y el cumplimiento

del contrato no pueden quedar al arbitrio de uno solo de los contratantes.

e) Sólo las partes del contrato, de común acuerdo y siempre que no se

perjudique a terceros, pueden modificar o anular el contenido de un contrato.

f) Los contratos sólo producen efectos entre las partes que los otorgan y

sus herederos, a menos q ue las obligaciones sean intransmisibles.

De manera que el contrato es un producto de dos o más declaraciones de

voluntad concordantes, tal como lo señala A. Von Tuhr (1934), quien además

agrega :

Lo normal es que el contrato se celebre en varias etapas: la parte


a cuyo cargo corre la iniciativa del contrato es el oferente, y su
declaración constituye la oferta. La de la parte contraria asintiendo
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a ella es la aceptación, que vale a quien la formula el nombre de


aceptante.

El contrato es pues, tal como lo plantea Melich Orsini (1985), un negocio

jurídico bilateral capaz de crear, reglamentar, transmitir, modificar o extinguir

una relación jurídica de cualquier naturaleza entre las partes que concurren a

su celebración, y no sólo es eficaz en lo que se refiere a vínculos de

naturaleza personal (de contenido patrimonial o extrapatrimonial) entre las

partes, esto es, derechos de créditos (lo que se llama eficacia personal del

contrato), sino que también puede afectar el estado de los derechos reales

(la llamada eficacia real del contrato).

2.2. Oferta y Aceptación. Teorías.

2.2.1. Oferta

Antes de la celebración de todo contrato deben transcurrir ciertos

momentos sin los cuales no se materializa la voluntad de las partes para el

perfeccionamiento del contrato. La primera fase viene constituida por la

emisión de la oferta y al efecto puede ser definida de la siguiente manera:

Según el autor A. Von Tuhr ....:

...la oferta es la declaración de voluntad recepticia por medio de la


cual una persona propone a otra la celebración de un contrato, en
términos tales, que para que este quede cerrado basta con que el
destinatario de la oferta la acepte. Esto quiere decir que la oferta
ha de ser lo bastante completa y precisa para que de ella se
derive con la suficiente claridad el contenido del contrato futuro.
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La oferta ha de contener todos los requisitos esenciales del negocio e

indicación de los puntos en que el oferente desee apartarse de las normas

dispositivas del Derecho. El contenido de la oferta se deduce frecuentemente

de las condiciones comerciales establecidas de antemano por cualquiera de

las partes para los contratos del tipo que se celebra, sin embargo, la

propuesta puede dejar en el aire algunos requisitos concretos para que sean

llenados por la parte contraria al aceptarla, siempre y cuando se ajusten a los

límites tratados en la oferta o a la equidad si no existen tales límites.

El oferente por ser quien lleva la iniciativa del contrato, puede en todo

caso:

a) Señalar las modalidades que han de concurrir en la aceptación, el

término, plazo y forma que en ella han de guardarse.

b) Exigir que la aceptación se le comunique a él personalmente o a un

representante suyo.

c) Sujetar la oferta a una condición, siempre y cuando no se confunda

con una oferta de celebración de contrato condicional.

d) Hacer dos ofertas a la vez, bien sea para exigir que sólo se acepte

una de ellas o que se acepten o desechen las dos a la vez.

La oferta como declaración recepticia que es, no empieza a producir

efectos sino a partir del momento en que llega a poder del destinatario,;

hasta entonces, si antes no tuviere el destinatario noticia de ella, puede ser

libremente revocada.
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La oferta caduca si la parte a quien se dirige la desecha o deja de

aceptarla dentro del plazo de validez. Sin embargo, el oferente no puede

revocar la oferta una vez que haya llegado a su destino, ni evitar por

consiguiente que el contrato se celebre, siempre y cuando la aceptación

llegue en momento oportuno. La eficacia vinculatoria de la oferta no impide al

oferente celebrar otro contrato sobre el mismo objeto, pendiente la

aceptación, caso en el cual podrán surgir dos obligaciones a su cargo, de las

cuales sólo podrá cumplir una, indemnizando al otro acreedor.

La oferta no es un “negocio” jurídico unilateral, sino una “declaración”

unilateral de voluntad, la cual, solamente si va seguida de una aceptación

(que también es una declaración unilateral recepticia de voluntad), da lugar a

la formación del negocio jurídico bilateral que es el contrato.

Melich Orsini (1995) indica que la oferta es una proposición unilateral que

una de las partes dirige a la otra para celebrar con ella un contrato. No es un

acto preparatorio del contrato, sino que es una de las declaraciones

contractuales. Así pues, sólo hay oferta cuando el contrato puede quedar

cerrado con la sola aceptación de la otra parte, sin necesidad de una ulterior

declaración del que hizo la oferta.

Para que la oferta pueda tener valor vinculatorio debe haber sido hecha

con la intención de obligarse y debe reunir todos los elementos esenciales

del futuro contrato. No tiene efecto vinculatorio la oferta efectuada

expresamente “sin compromiso” por parte del oferente, sea porque así lo

haya establecido el proponente o porque de las circunstancias mismas se


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desprenda que la propuesta no es vinculatoria (como por ejemplo la

realizada por un intermediario que carece de poder de disposición sobre el

objeto del contrato).

Respecto a la posibilidad de revocar la oferta después de haberla emitido,

se presenta la siguiente situación: la oferta, en principio, mientras no sea

aceptada no obliga al proponente, por tanto es libre de revocarla. Sin

embargo, no puede obviarse la necesidad de atenuar las consecuencias de

tal principio, ya que es conveniente para la buena marcha de las relaciones

entre comerciantes, que el oferente al hacer su oferta señale un plazo al

destinatario de la misma para que éste decida si acepta o no la oferta. Este

plazo se conoce con el nombre de “plazo de opción”.

Existen tres teorías, según Melich Orsini (1995), que tratan de explicar el

fundamento jurídico atribuido a esa obligación de mantener la oferta por un

cierto tiempo:

a) Una primera teoría dice que el carácter obligatorio de la “oferta con

plazo de opción” debe buscarse en que incurre en un hecho ilícito el oferente

que se retracta intempestivamente de una oferta hecha con expresa

concesión de un plazo al destinatario, por cuanto ocasiona un daño a dicho

destinatario, quedando el proponente obligado dentro de los límites del

artículo 1185 del Código Civil Venezolano, el cual contempla: “ El que con

intención, o por negligencia, o por imprudencia, ha causado un daño a

otro, está obligado a repararlo”.

b) Una segunda teoría llamada del antecontrato, explica que la oferta con
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plazo expreso o tácito hay en realidad dos ofertas: una, la oferta de contratar,

que espera para convertirse en contrato el asentimiento del destinatario; otra,

la oferta de obligarse a mantener la primera oferta durante el plazo expreso

(manifestación directa de voluntad) o tácito (manifestación indirecta de

voluntad).

Esta segunda oferta es de tal naturaleza, que se reputa aceptada por el

beneficiario desde que ha llegado a su conocimiento. En efecto, ella está

hecha en exclusivo beneficio del destinatario y se supone que este último

siempre la aceptará, ya que nada le cuesta y le da tiempo para reflexionar.

De este modo, el carácter obligatorio de la oferta con el plazo de opción se

explica como un antecontrato tácito. A esta teoría se la ha criticado su

artificiosidad y el hecho de basarse en voluntades presuntas cuya existencia

real resulta indemostrable.

c) Una tercera teoría fundamenta la fuerza obligatoria de la oferta con

plazo en la declaración unilateral de obligarse. Desde el momento en que se

emite la oferta, ésta se substantiviza y, por tanto, debe considerarse a quien

la hizo, obligado a mantenerla con independencia de toda aceptación de su

destinatario. Al parecer, es esta la teoría que consagró el Proyecto

francoitaliano al formular la disposición que pasó a formar el artículo 1.137

del Código Civil Venezolano, el contempla lo siguiente:

El contrato se forma tan pronto como el autor de la oferta


tiene conocimiento de la aceptación de la otra parte.
La aceptación debe ser recibida por el autor de la oferta en
el plazo fijado por ésta o en el plazo normal exigido por la
naturaleza del negocio.
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El autor de la oferta puede tener por válida la aceptación


tardía y considerar el contrato como perfecto siempre que él
lo haga saber inmediatamente a la otra parte.
El autor de la oferta puede revocarla mientras la
aceptación no haya llegado a su conocimiento. La aceptación
puede ser revocada entre tanto que ella no haya llegado a
conocimiento del autor de la oferta.
Si el autor de la oferta se ha obligado a mantenerla
durante cierto plazo, o si esta obligación resulta de la
naturaleza del negocio, la revocación antes de la expiración
del plazo no es obstáculo para la formación del contrato.
La oferta, la aceptación o la revocación por una cualquiera
de las partes, se presumen conocidas desde el instante en
que ellas llegan a la dirección del destinatario, a menos que
éste pruebe haberse hallado, sin su culpa, en la imposibilidad
de conocerla.
Una aceptación que modifica la oferta, tendrá únicamente
el valor de una nueva oferta.

La oferta que lleva explícita e implícita la promesa del oferente de

mantenerla durante un cierto plazo configuraría un negocio jurídico unilateral

recepticio.

El artículo 1.137 del Código Civil Venezolano eliminó la distinción entre

oferta verbal y escrita, así como entre oferta entre personas presentes y

oferta a ausentes, aclarando además algunas dudas que suscitaba la

redacción adoptada por el Código de Comercio.

De esta manera, el efecto obligatorio de la oferta en firme con plazo de

opción en el ordenamiento venezolano puede puntualizarse de la siguiente

manera:

a) La persona que hace una oferta en firme con la expresa concesión

de un plazo al destinatario de la misma, queda obligada a mantener esa

oferta hasta la expiración de tal plazo. Consecuencia de ello es que si el


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destinatario de esta oferta la aceptó antes de la expiración del plazo de

opción, el contrato se reputa perfeccionado. Esta misma regla se aplica en

aquellas hipótesis en que la oferta se refiere a un negocio que por su

naturaleza haga presumir que quien lo propone deja al destinatario un cierto

plazo para considerar si la acepta o no, y para responder (artículo 1137

Código Civil Venezolano, primer aparte). El artículo 112 de Código de

Comercio Venezolano aplica esta solución a la oferta de contrato bilateral

hecha a una persona ausente, al expresar lo siguiente:

El contrato bilateral entre personas que residen en


distintas plazas no es perfecto, si la aceptación no llega a
conocimiento del proponente en el plazo por él fijado o en el
término necesario al cambio de la propuesta o de la
aceptación, según la naturaleza del contrato y los usos del
comercio.
El proponente puede dar eficacia a un aceptación
extemporánea, dando inmediatamente aviso al aceptante.
Cuando el proponente requiera la ejecución inmediata del
contrato sin exigir respuesta previa de aceptación, y ésta no
sea necesaria por la naturaleza del contrato y según los usos
generales del comercio, el contrato es perfecto al comenzar
la otra parte su ejecución.

El artículo 1.137 del Código Civil Venezolano la generaliza sin exceptuar

el caso de que la oferta sea un contrato unilateral (artículo 112 del Código de

Comercio venezolano, tercer aparte), o que se haga en forma verbal o

escrita, tal como lo prevén los artículos 110 y 111 del Código de Comercio

Venezolano, o que se haga a persona ausente. En este sentido, el Código de

Comercio Venezolano expresa lo siguiente:


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Artículo 110.- Para que la propuesta verbal de un negocio


obligue al proponente, debe necesariamente ser aceptada
inmediatamente por la persona a quien se dirige; y en
defecto de esa aceptación, el proponente queda libre.
Artículo 111.- La propuesta hecha por escrito debe ser
aceptada o desechada dentro de veinte y cuatro horas, si las
partes residieren en la misma plaza.
Vencido este plazo, la proposición se tendrá como no
hecha.

b) Sin embargo estas disposiciones especiales de Código de Comercio

Venezolano no pueden ignorarse en cuanto complementan y aclaran la

solución general del Código Civil Venezolano. En ausencia de un plazo

expreso, la cuestión de si había o no un plazo tácito la resolverá el juez

según las circunstancias del caso, para ello debe tenerse en cuenta para fijar

el plazo probable la intención del oferente, si éste ha enviado una oferta por

telegrama y ha solicitado respuesta por la misma vía, esto indica un deseo

de estar informado sobre la respuesta en un plazo muy breve.

La jurisprudencia francesa toma en cuenta la naturaleza del contrato

propuesto, así por ejemplo no será igual el plazo cuando se trate de

mercancías perecederas que cuando se trate de un inmueble.

c) Vencido el plazo expreso o tácito, no sólo puede revocarse la oferta

(artículo 1.137 Código Civil Venezolano, cuarto aparte), sino que el simple

hecho de la expiración del término hace caducar la oferta (artículo 1.137

ejusdem, apartes primero y segundo, y artículo 112 Código de Comercio,

primer aparte). El lapso opera como una advertencia dirigida al destinatario

de la oferta de que al vencimiento del mismo, la aceptación no será eficaz

para producir el contrato.


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Respecto de la oferta en firme con plazo de opción expreso o tácito, la

solución del artículo 1.137 ejusdem despejó toda duda acerca de la no

admisión de la doctrina de algunos otros sistemas jurídicos que admiten

todavía la posibilidad de la revocación de la oferta hasta el momento de la

aceptación y se limitan a prever la posibilidad de que se indemnice al

destinatario en la eventualidad de la revocación intempestiva.

Esta última solución que parece ser la del artículo 113 del Código de

Comercio Venezolano, está hoy excluida por el explícito texto del artículo

1.137, cuarto aparte, del Código Civil Venezolano. El artículo 113 del Código

de Comercio al decidir en forma contraria al Código Civil el problema de los

efectos de la revocación de la oferta con plazo antes de la formación del

contrato, parece acoger un principio distinto al de la declaración unilateral de

voluntad, y en lugar de decir que la revocación de la oferta no impide la

formación del contrato, dice que lo impide y sólo acuerda una indemnización

al destinatario de la oferta que hubiera iniciado la ejecución del contrato,

siempre y cuando antes de comenzarla no hubiera tenido noticias de la

revocación.

d) Por ser la oferta con plazo de opción un negocio unilateral recepticio, es

decir, que deriva de la declaración unilateral de voluntad del oferente, pero

cuyo efecto jurídico está supeditado a la comunicación a su destinatario, se

comprende que pueda ser revocada aún después de su emisión, si se

emplea un medio más rápido para comunicar la revocación a aquel que se

hubiere empleado para comunicar la oferta.


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e) Aún cuando la expiración del plazo expreso o tácito de opción

concedido al destinatario produce la caducidad de la oferta, es necesario

advertir que esta caducidad de la eficacia de la oferta no es indefectible. La

aceptación que arriba tardíamente crea en el oferente un derecho potestativo

de validar o no dicha aceptación como eficaz para considerar formado el

contrato y solo pone a su cargo el deber de dar aviso inmediatamente a la

otra parte (artículo 1.137 del Código Civil Venezolano, segundo aparte, en

concordancia con el artículo 112 del Código de Comercio Venezolano,

primer aparte).

Así, si el oferente no está interesado ya en el contrato no tiene ningún

deber de notificar al aceptante tardío la ineficacia de su declaración. Sólo si

por el contrario, tiene todavía interés en el contrato está sujeto a la carga de

emitir el aviso.

Si así lo hace, la formación del contrato no se difiere hasta la

comunicación del aviso, el cual puede perderse y no llegar jamás a

conocimiento del aceptante, sin perjuicio de que el contrato deba reputarse

formado desde la llegada de la aceptación tardía al conocimiento del

oferente, según los criterios generales del artículo 1.137 ejusdem. En caso

de extravío o no arribo fortuito del aviso a su destinatario, se ha sugerido

como sanción a la no comunicación al aceptante la eventual responsabilidad

civil del oferente obligado a darlo.

e) Entendiendo el plazo de opción como una advertencia al destinatario

de la oferta de que la aceptación llegada fuera del plazo se considerará


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ineficaz por el proponente, una aceptación que se hubiere emitido en tiempo

útil pero que llegare al oferente después del plazo de opción, debe reputarse

tardía y habría que aplicarse lo indicado en el artículo 1.137, segundo aparte,

ejusdem.

2.2.2. Aceptación

La aceptación es, por lo general, lo mismo que la oferta, una declaración

de carácter recepticio, que puede ser libremente revocada mientras no llega

al poder del oferente. El contenido de la aceptación debe ser congruente con

la oferta, y completarla, si el oferente dejase una parte en blanco para que la

llene el aceptante.

Ahora bien, plantea el autor A. Von Tuhr (1934) lo siguiente:

... el aceptar ampliando la oferta, restringiéndola o introduciendo


en ella modificaciones, equivale por lo general, a desechar la
oferta, uniendo la negativa una nueva presunción de contrato; en
ciertos casos puede consistir también en una aceptación,
combinada con una enmienda o propuesta de modificación de
contrato.

La aceptación no necesita ser expresa. Puede consistir en un acto por

medio del cual el aceptante le de a entender al oferente que la acepta.

La oferta y la aceptación deben ser congruentes. Este consenso será

manifiesto cuando las partes lo conozcan, sabiendo por tanto, que el contrato

no ha llegado a realizarse si este permanece latente u oculto.

Tanto el consenso como el disenso se refieren exclusivamente a las


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declaraciones de voluntad, pero no a la voluntad interna. Si coincidiendo las

declaraciones, cualquiera de ellas o ambas no corresponden a la verdadera

voluntad de la parte que las formula, el contrato existe y surte efectos,

aunque la parte que padeció el error pueda impugnarlo. El consenso debe

abarcar, por regla general, todos los puntos sobre los cuales haya de recaer

el acuerdo, según la declaración de ambas partes o una cualquiera de ellas.

Sin embargo, tal como lo explica en su obra A. Von Tuhr (1934):

... puede ocurrir que las partes, concordes ya en cuanto a los


puntos capitales del contrato, dejen para un acuerdo ulterior los
puntos secundarios, estableciéndose en ese caso la presunción
de que el contrato existe y surte efectos aún cuando no llegue a
cerrarse ese acuerdo futuro.

Este acuerdo sobre aspectos secundarios puede versar por ejemplo,

sobre el lugar o el momento de la prestación, o la cuantía de los intereses.

No obstante, esta presunción de existencia del contrato quedaría destruida si

cualquiera de las partes contratantes ha hecho de este acuerdo futuro una

condición del contrato.

Respecto a la aceptación, Melich Orsini (1995) plantea lo siguiente:

...debe ser libre en el sentido de que el destinatario de la oferta


pueda darla o negarla. Ni siquiera por falta de contestación
quedaría obligado el destinatario a indemnizar al oferente de los
gastos hechos. Solamente en el caso de que el comportamiento
del destinatario de la oferta implique una ruptura injustificada de
las negociaciones podría plantearse una eventual reclamación de
indemnización contra el destinatario de la oferta.
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2.2.3. El principio de la Autonomía de la Voluntad y los Contratos

Atípicos.

Según Melich Orsini (1995), por autonomía de la voluntad debe

entenderse, el poder que el artículo 1.159 de Código Civil Venezolano

reconoce a las voluntades particulares de reglamentar por sí mismas el

contenido y modalidades de las obligaciones que se imponen. En tal sentido,

dispone el citado artículo: “Los contratos tienen fuerza de Ley entre las

partes. No pueden revocarse sino por mutuo consentimiento o por las

causas autorizadas por la Ley”.

De esta manera, las partes contratantes determinan libremente y sin

intervención de la ley, pero con una eficacia que el propio legislador compara

con la de la ley, los contratos que ellas celebran según sus intereses

particulares, sin tener que sujetarse a las reglas del Código Civil en cuanto a

los tipos de contratos que allí se prevén, ni en cuanto a las normas

específicas que éste trae para cada contrato particular.

En tal sentido, debe entenderse la autonomía de la voluntad como un

principio en materia contractual según el cual la mayor parte de las

disposiciones legales son supletorias de la voluntad de las partes, es decir,

dirigidas a suplir el silencio o la insuficiencia de la previsión de las partes.

Como consecuencia de ello las partes pueden:

a) Hacer cuantas convenciones se les ocurran, por cuanto el Código Civil

Venezolano sólo ha reglamentado aquellos contratos más usuales; pero


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junto a estos coexisten una infinidad de contratos posibles no reglamentados,

que son los llamados contratos innominados o atípicos. Por tal razón, el

artículo 1.140 ejusdem, dispone:

Todos los contratos, tengan o no denominación especial,


están sometidos a las reglas generales establecidas en este
Título, sin perjuicio de las que se establezcan especialmente
en los Títulos respectivos para algunos de ellos en particular,
en el Código de Comercio sobre las transacciones
mercantiles y en las demás leyes especiales.

b) Derogar en sus convenciones las reglas, aún orgánicas, de los

contratos previstos por el Código Civil o de Comercio y aún las reglas del

mismo sobre las obligaciones en general.

c) Modificar la estructura del contrato, por ejemplo, previendo el

cumplimiento de alguna formalidad para un contrato previsto por el Código

Civil o de Comercio como estrictamente consensual.

Sin embargo, esta potestad de las partes para constituir normas

destinadas a regular las relaciones jurídicas entre ellas y que se ha

denominado “autonomía” no debe confundirse con la idea de “soberanía”,

pues tal poder no es absoluto e incondicionado. El límite a este principio está

contenido en el artículo 6 del Código Civil Venezolano, el cual expresa: “No

pueden renunciarse ni relajarse por convenios particulares las leyes en

cuya observancia estén interesados el orden público o las buenas

costumbres”.

En este sentido, el autor Parellada (2002) expresa lo siguiente:


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... la libertad contractual tiene su máxima expresión en los


contratos no regulados por el Derecho, que son producto de la
creación de sus autores a fin de realizar operaciones jurídico-
económicas que no están previstas dentro de los tradicionales
tipos contractuales, que en su mayor parte, hemos heredado del
Derecho Romano.

La contratación atípica es muy frecuente, ya que los particulares y

empresarios no se atienen, al pensar sus negocios, a los moldes jurídicos

tradicionales sino que generan nuevas operaciones y modos de contratación

que no encuadran en los que el legislador ha previsto. Por tal motivo, plantea

Parellada (2002), que la circunstancia que un contrato sea típico o atípico es

totalmente contingente y relativa, pues normalmente un negocio comienza a

celebrarse en el mercado, y termina siendo regulado por el Legislador,

pasando de la atipicidad a la tipicidad, lo que origina entonces que dichos

conceptos resulten relativos, pues se miden en función del contenido que en

cada momento posee un ordenamiento jurídico.

2.2.4. Requisitos de Validez del Contrato Atípico

Los contratos atípicos, desde el punto de vista legislativo, se diferencian

de los contratos típicos, previstos y regulados por las normas del

ordenamiento jurídico, sea en el Código Civil, de Comercio o en diversas

leyes, porque precisamente no son formas jurídicas modeladas por la ley,

sino combinaciones de ellas o estructuras convencionales totalmente

novedosas. Tal es el caso de los contratos electrónicos.

Esta falta de regulación normativa particular hace necesario buscar


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normas supletorias de la voluntad contractual que entrarán a regir el contrato

en defecto de específicas previsiones de las partes. También la doctrina

suele plantearse como uno de los problemas de la atipicidad, el de la

admisibilidad y validez, a partir de la consideración de que la función

económico-social del negocio sea tutelable por el Derecho.

Sobre este aspecto expresa Parellada (2002) :

... subyace una idea de desconfianza respecto de las


convenciones atípicas que no coinciden con las ideas que
campean en la actualidad en materia contractual, porque tipicidad
no va necesariamente de la mano con licitud ni moralidad, ni
atipicidad con ilicitud o falta de conformidad con las pautas de la
moral social. Lo que asegura el merecimiento del amparo del
Derecho de una convención entre particulares es el marco o límite
de la autonomía de la voluntad que es el mismo para los contratos
típicos que para los atípicos.

El contrato atípico no tiene entonces ningún requisito específico de

validez, sino los generales de todo contrato, sin embargo, requiere de un

sistema a través del cual encontrar normas que rijan la convención no

disciplinada legalmente para resolver los conflictos que se puedan suscitar

entre la partes. Se conocen tres orientaciones fundamentales al respecto:

a) La Teoría de la Absorción: Según esta teoría, expresa López

de Zavalía (1975), ante un negocio con causas concurrentes el intérprete

debe tratar de encontrar cuál es la predominante, y regular el negocio por

analogía con la disciplina que regula tal causa en un negocio típico. La causa

predominante del negocio absorbería a las demás.

b) La Teoría de la Extensión Analógica: Es una variante de la


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anterior que pretende, como explica López de Zavalía (1975), que todo

contrato innominado quede regulado por todas las normas del contrato típico

más parecido. Se le critica, al igual que la teoría anterior, en virtud que

ambas parten de la suposición (no siempre comprobable) de que existe un

factor prevalente y que su aplicación, en algunas oportunidades, menoscaba

las peculiaridades efectivamente queridas por la partes.

c) La Teoría de la Combinación: De acuerdo a esta postulación,

explica Messineo (1955), hay que atenerse al carácter autónomo de la

creación de la voluntad de los particulares. Por ello se despreocupa de

buscar cualquier analogía global, y en su lugar se dedica a buscar el sentido

teleológico de la contratación y regula el negocio conforme a las disciplinas

que se combinen, ateniéndose a cada uno de los elementos que componen

la negociación. Sin embargo se le critica esta dificultad de recomposición y

combinación coherente del espectro normativo que rige cada elemento.

Básicamente cada teoría tiene su mérito, pero ante todo, debe enfocarse

el propósito perseguido por los contratantes, así como la finalidad

económica del contrato.

2.2.5. El Contrato Electrónico como Contrato Atípico

Para poder definir lo que debe considerarse como un contrato electrónico,

se hace necesario en primer lugar, comenzar por definir lo que debe

entenderse por INTERNET.

Internet puede ser definida como un conjunto de redes que utilizan un


36

mismo protocolo (o lenguaje de comunicación entre terminales) de

transferencia. En 1990 fue creada la World Wide Web (WWW) en el

laboratorio de física de partículas CERN en Ginebra (con Mosaic, el

predecesor de Netscape), para la transmisión simultánea de textos e

imágenes a través de Internet. Le llevó dos años a Mosaic penetrar en

Internet y otros dos años antes de que las empresas y el público en general

se dieran cuenta de su potencial. Así, la parte cliente-servidor ha abierto una

nueva era combinando el carácter abierto de Internet, con protocolos

ampliamente conocidos por ser éstos del dominio público (y por ello de

escasa seguridad), con un interfaz de usuario sencillo.

Un estudio realizado en 1998 por la Organización Mundial del Comercio

(OMC), distingue varios tipos de instrumentos electrónicos de comercio:

teléfono, fax, televisión, sistemas de pago electrónico, EDI (Intercambio

Electrónico de Datos), TEDI (Transferencia Electrónica de Datos), TEDIFACT

(Transfer Electronic Data Interchange For Administration Commerce and

Transport) e Internet.

El programa E.D.I. constituye un sistema de intercambio electrónico de

datos para transacciones entre empresas que permite transferir datos en

tiempo real “on line” eliminando el soporte en papel y aumentando la

seguridad, simplificando los procedimientos, ahorrando tiempo y suprimiendo

los intermediarios. Requiere solamente como hardware: un PC, una línea

telefónica, un móden y un interface para transformar sus datos.

La Transferencia Electrónica de Datos (T.E.D.I) es un sistema que se


37

compone de un gramática, una sintaxis, reglas de estructuración de términos

y de los datos a transmitir, así como de un glosario de términos, repertorio de

los términos de la información transmitida, de los segmentos y los mensajes.

El sistema TEDIFACT creado por el grupo UN-JEDI (United Nation’s Joint

EDI), es un lenguaje normalizado que unifica el contenido de los documentos

para que pueda existir una comunicación y una compatibilización

internacional de los sistemas, potenciando la transferencia de datos

informáticos a través de la teleinformática-electrónica, permitiendo

transacciones internacionales con desmaterialización de los documentos.

Ahora bien, la Contratación Electrónica o por medios electrónicos, la

define el autor Miguel Angel Davara (1997), como aquella que con

independencia de cuál sea su objeto, se realiza a través o con ayuda de los

medios electrónicos, que no tienen por qué ser siempre ordenadores.

En este mismo sentido, si bien con terminología diferente y en sentido

más restringido, Carlos Saltor, citado en la obra “Los Contratos Electrónicos

e Informáticos” (1999), se refiere a contratos telemáticos, como aquellos que

se caracterizan, no por el objeto sobre el cual recaen (como es el caso de los

contratos informáticos), sino por la forma de perfeccionamiento por medio de

un sistema telemático.

Puede decirse entonces que el contrato electrónico es aquel que permite

el intercambio y manifestación de voluntades contractuales, así como el

perfeccionamiento de transacciones mediante el uso de una infraestructura

digital. Es decir, es la generación de derechos y obligaciones contractuales a


38

través de la emisión de las declaraciones de voluntad que concurren a formar

el consentimiento, con la implementación de redes telemáticas.

La Telemática ha minimizado la importancia de la distancia física en la

contratación entre personas y la utilización de ciertos medios electrónicos

tiene una incidencia real y directa sobre la contratación y sus consecuencias.

Esto constituye una realidad evidente en la actividad negocial, que llega a

tener una mayor incidencia en la formulación y cumplimiento de los contratos,

tanto en la fase precontractual (estudio previo de los contratantes en cuanto

a la conveniencia del contrato) como en el perfeccionamiento y ejecución de

los mismos, sin obviar que el documento escrito sigue siendo la base de la

contratación.

2.2.6. Características y Principios fundamentales del Contrato

Electrónico.

El contrato electrónico es aquel que se realiza mediante la utilización de

algún elemento electrónico cuando éste tiene o puede tener una incidencia

real y directa sobre la formación de la voluntad o el desarrollo de la

interpretación futura del acuerdo. Es preciso entonces examinar las

características particulares del mismo y los principios fundamentales que le

otorgan validez.

A) Características Generales

Dentro de las características más resaltantes del contrato electrónico se


39

encuentran las siguientes:

a) Surge dentro de la llamada cultura del espacio cibernético, consistente

en una realidad virtual a través de la cual los seres humanos están en

condiciones de controlar a través de la computación otros espacios y tiempos

diferentes a los reales.

b) Presupone la ausencia de relación física entre las partes intervinientes

en la contratación, siendo este uno de los pilares básicos para el desarrollo

de las relaciones comerciales realizadas a través de redes telemáticas. En

este sentido, existen dos polos bien marcados dentro del espectro de las

transacciones que tienen lugar dentro de este sistema: por un lado se

encuentran las transacciones en que las partes se conocen mutuamente y

donde los costos de la transacción generalmente son bajos, y por otro lado,

las transacciones que se realiza n entre desconocidos en las cuales los

costos son marcadamente más elevados

c) La información resulta su aspecto básico y fundamental, así como la

comunicación a distancia. La verdadera promesa de Internet radica en la

venta de información ya que permite su distribución de una manera

expedita, instantánea, a menor costo y socialmente mucho más eficaz que el

procedimiento clásico.

d) El contrato electrónico es interactivo y dinámico, lo que implica que, por

una parte produce y crea información, y por otra parte a


l incorpora, sea

aplicando disposiciones nuevas al texto contractual, o bien impidiendo la

aplicación de normas derogadas.


40

e) Es un contrato de actuación a distancia, con lo cual se produce un

cambio en lo relativo a la formación del consentimiento, debido a la realidad

virtual en la cual se desarrolla.

f) En el contrato electrónico desaparece la unidad del acto (unidad

témporo-espacial) tanto material, que implica simultaneidad en la

exteriorización de las voluntades, como formal o simultaneidad entre las

voluntades de las partes y aquella del funcionario público autorizante.

g) Por ser interactivo y dinámico, en el contrato electrónico se producen

cambios permanentes que deben ser interpretados, constituyéndose ellos

mismos en verdaderas fuentes de interpretación.

h) En cuanto a su naturaleza jurídica, el contrato electrónico constituye

una nueva forma surgida al amparo de las modernas técnicas de

computación, al cual le es perfectamente asimilable toda la teoría civil y

comercial de la contratación, con adaptaciones obvias, que deben ser

generadas por la vía legislativa.

B) Principios Fundamentales

Conjuntamente a estas características generales se encuentran cuatro

principios fundamentales cuya aplicación debe garantizarse en la utilización

de los contratos electrónicos, como son:

a) Autenticidad: Es la posibilidad real y efectiva para las partes

involucradas en una transacción, de poder verificar de forma rápida y mutua


41

sus identidades mediante la utilización de claves públicas o privadas,

evitándose de esta forma uno de los problemas más habituales en el

comercio electrónico como lo es el uso de identidades falsas por las partes

contratantes.

Este principio se fundamente en la presunción de que la firma electrónica

pertenece efectivamente a la persona que realizó la firma digital. Esta

garantía es necesaria para dar a cada parte la certeza de que la otra es

realmente quien dice ser, mediante la implementación de protocolos de

seguridad

b) Confidencialidad: Al haberse cifrado la información transmitida, se

debe garantizar que la misma no pueda ser interferida por un tercero

mientras viaja por la red, permitiendo sólo la lectura a los destinatarios del

mismo.

c) Integridad: Mediante el encriptado de mensajes se debe garantizar

que la información recibida no ha sido violada ni modificada por cualquier

tercero.

Este principio se sustenta en la presunción de que los datos no han sido

alterados desde el momento en que la firma electrónica fue añadida a ellos.

Ello garantiza que los elementos básicos del negocio, como el precio, la

cantidad y las características de lo contratado, entre otros, se consideren

válidos, salvo que la parte en desacuerdo demuestre que efectivamente han

sido alterados o se han incumplido las normas de seguridad establecidas par

garantizar la integridad de la información.


42

d) No Repudio: Una vez recibido y aceptado el mensaje por el

destinatario del mismo, éste no podrá repudiarlo.

Este principio se encuentra cimentado en la presunción de que la firma

electrónica fue añadida por el oferente o aceptante con la intención de firmar

los datos, y por lo tanto, dio su pleno consentimiento sobre el contenido de la

transacción.

2.2.7. Acuerdo de Voluntades y la Utilización de Medios Electrónicos

en la Contratación.

Los modernos medios de comunicación suponen un evidente cambio de

ciertos aspectos de la contratación ordinaria, modificando indudablemente

aspectos de significativa importancia, como el lugar de perfeccionamiento del

contrato, e incluso el propio consentimiento sobre el cual recaerá el acuerdo.

Por tal razón, para determinar la influencia de los medios electrónicos en

las condiciones de la oferta y la aceptación, es necesario partir de una

interpretación la Teoría General de las Obligaciones y del Contrato,

intentando adaptarla al problema planteado.

2.8.1. La voluntad como Base del Contrato.

Etimológicamente, el contrato procede de “cum” y “traho”, venir en uno,

ligarse, aunarse, siendo por tanto un acto de voluntades. Por ello la

autonomía de la voluntad se ha constituido como el centro y base de la

contratación, posibilitando la flexibilización de las formas contractuales, hasta


43

el punto que hoy se puede llegar a contratar a través de medios como un

ordenador y reducir la aceptación a una mera pulsación de “enter”.

El contrato pertenece de una manera dominante a la esfera del derecho

voluntario, regido por la autonomía de la voluntad, aunque si bien esta

pertenencia no pueda considerarse absoluta, ya que el legislador como

creador del Derecho Objetivo, establece una serie de normas generales de la

contratación en un intento de garantizar, en la medida de lo posible, la

justicia y la buena fe.

Así lo establece el artículo 1.160 del Código Civil Venezolano: Los

contratos deben ejecutarse de buena fe y obligan no solamente a

cumplir lo expresado en ellos, sino a todas las consecuencias que se

derivan de los mismos contratos, según la equidad, el uso o la ley.

Hay que reconocer, sin embargo, que la legislación civil y mercantil tienen

un excesivo respeto a las convenciones privadas, en detrimento de la

equidad y la buena fe, por lo que, si bien pueden plantearse inconvenientes

por este excesivo respeto a la autonomía de la voluntad en la contratación

ordinaria, con mucha más razón ha de tratarse de forma exquisita en los

contratos en que las partes utilizan un medio electrónico. Se plantea así la

cuestión de la trascendentalidad de la decisión privada en cuanto a los

medios a utilizar para perfeccionar un contrato.

En primer lugar, las partes deben ponerse de acuerdo, previamente, en la

utilización de estas modernas técnicas para contratar, dejando bien sentado

el alcance que el ordenador va a tener en esa contratación. Tal facultad la


44

prevé el artículo 15 de la Ley de Mensajes de Datos y Firmas Electrónicas:

En la formación de los contratos, las partes podrán acordar que la

oferta y la aceptación se realicen por medio de Mensajes de Datos.

En todo caso, la formación de la voluntad ha de ser libre, y una vez

formada, no hay inconveniente en que se manifieste a través de un

ordenador, o dicho de otro modo, se cumplirían todos los requisitos que la

legislación civil exige para la contratación, cuando dos partes acuerdan y

deciden que sus futuros negocios se realicen a través de una vía informática.

El Código Civil Venezolano prescinde de la forma como requisito para la

validez de los contratos, tal como se deduce del artículo 1.137 ejusdem.

Si teóricamente el acuerdo de voluntades de los comerciantes puede

determinar de una forma absolutamente libre, la utilización de medios

electrónicos para realizar sus negocios, en la práctica esa libre voluntad

podría verse mediatizada por los contratos de adhesión.

2.2.9. El consentimiento contractual y las modernas tecnologías.

Las condiciones necesarias para que un contrato quede formado

válidamente se encuentran enunciadas en el artículo 1.141 del Código Civil

Venezolano, y se refieren a: consentimiento, objeto y causa de una

obligación. De esta manera, dicho artículo contempla lo siguiente:

Las condiciones requeridas para la existencia del contrato


son:
1.- Consentimiento de las partes;
2.- Objeto que pueda ser materia de contrato; y
45

3.- Causa lícita.

Dado que la complicada teoría de la causa, en ningún momento se va a

ver afectada de modo esencial por la utilización de un medio electrónico, se

analizará muy someramente, haciendo énfasis más bien en la influencia de

los medios electrónicos sobre el consentimiento, y más concretamente en su

manifestación y en la certidumbre del objeto del contrato.

Dejando a un lado el caso del contrato impuesto, no hay contrato sin la

voluntad de quien se obliga y de aquel con quien se adquiere el compromiso.

Sobre el consentimiento, expresa Christian Larroumet (1993) lo siguiente:

...primera condición de existencia de una relación contractual, es


la voluntad de cada uno de los contratantes para obligarse con el
otro en virtud del contrato. No hay contrato sin consentimiento,
porque el contrato es producto de la voluntad, salvo que la técnica
contractual se utilice para un fin distinto de la satisfacción de la
voluntad.

Sin embargo, la teoría de la apariencia puede permitir fundarse sobre un

consentimiento que no existe sino en apariencia, en los casos en que quien

es víctima de un error legítimo o invencible tiene derecho a confiar en la

situación aparente, descartando en relación con él la oponibilidad de la

situación real.

Al respecto, Christian Larroumet (1993), opina lo siguiente:

... en este caso, no obstante la falta de voluntad de concluir un


contrato, una persona se obligará sobre el fundamento de la
creencia legítima del que confió en la apariencia. Desde el
momento en que la teoría de la apariencia puede legitimar un
46

mandato que no existe, no hay razón en manera alguna para no


admitir en otros casos, así sean excepcionales, la confianza
otorgada al consentimiento aparente .

Colocándose fuera de la teoría de la apariencia, no es posible obligar por

contrato a una persona que no haya dado su consentimiento en la

celebración de aquel.

La formación regular del contrato supone que las voluntades libres e

ilustradas de los contratantes se hayan puesto de acuerdo sobre el objeto

que forma la materia del contrato. En este sentido, expresa Larroumet:

...es menester, por una parte que haya habido acuerdo de


voluntades, y por otra, que el consentimiento de cada contratante
se haya expresado libremente y de manera clara, es decir, con
conocimiento de causa, lo que supone la protección del
consentimiento” y agrega lo siguiente: “... el derecho no se
preocupa de la motivación de la voluntad sino mediante la teoría
de la causa.

Para que haya coincidencia de las voluntades de los contratantes es

necesario que cada uno haya conocido la voluntad del otro, lo cual supone

que dichas voluntades hayan sido manifestadas, esto es, exteriorizadas y no

hayan permanecido en el fuero interno de cada una de las partes. Sobre este

aspecto Larroumet expresa lo siguiente:

La manifestación de los consentimientos de las partes se efectúa


por medio de una oferta de contrato hecha a la otra parte que la
acepta. Por consiguiente, es la coincidencia de la oferta y de la
aceptación lo que constituye la celebración del contrato.

En el Derecho Venezolano, la regla general es el contrato consensual,


47

conforme a los artículos 1.137 y 1.161 del Código Civil. Así los contratos se

perfeccionan por el mero consentimiento, que siendo la fuente verdadera de

los mismos, se puede expresar de una forma u otra.

Como consecuencia de ello, sólo la intención de las partes que han

constituido el contrato, puede dar un criterio positivo para resolver las

dificultades y dudas que puedan surgir. Pero esta teoría, de indudable

validez en la actualidad ha de estudiarse desde una realidad mucho más

complicada. La capacidad de los contratantes, e incluso la identificación de

los mismos, adquiere una complejidad inusitada al pretender que los

modernos medios de comunicación faciliten el tráfico jurídico.

La calidad en el diálogo de los contratantes se ve afectada e incluso

dificultada, en cierto modo, por los medios técnicos que se utilicen. Los vicios

del consentimiento, sobre todo el error, se ven caracterizados por estos

nuevos instrumentos de contratación, pudiendo aparecer en distintos

momentos o fases de la misma.

Si el perfeccionamiento del contrato se llevó a cabo mediante un acuerdo

de voluntades, la contratación es indiscutible y no acarrearía ningún

problema cuando las partes están presentes en el momento de la oferta y la

aceptación.

La perfección en el derecho moderno, y en lo referido a los contratos

consensuales, se determina por la simple concurrencia del consentimiento, y

éste se produce de ordinario, por el concurso de la oferta y la aceptación,

esto es, por una coincidencia de voluntades, tal como lo prevé el artículo
48

1.137 del Código Civil Venezolano.

La propuesta del contrato ha de ser emitida con la intención de obligarse.

El oferente -contratante ha de ser preciso en cuanto a la oferta, que

contendrá todos los elementos esenciales para que la contratación se lleve a

efecto, y por último, ha de ser dirigida a la persona con la que se quiere

contratar.

Si bien esto admite excepciones en la moderna vida negocial, como son

las ofertas dirigidas al público o a personas indeterminadas, pero

ordinariamente son invitaciones para comprar o vender mediante un anuncio

de cualquier forma.

Por otra parte, la aceptación debe ser pura, y corresponder exactamente a

la propuesta, debiendo hacerse dentro del plazo que expresa o tácitamente

conlleve la oferta, siendo de aplicación lo dispuesto en los artículos 1.137

(segundo aparte) del Código Civil Venezolano y 110 y 111 del Código de

Comercio Venezolano, dado que en otro caso, sería una contraoferta o

nueva propuesta, y evidentemente, ha de ir dirigida al oferente con el

propósito serio de celebrar el contrato, tal como lo dispone el artículo 1.137

(último aparte) del Código Civil y el 114 del Código de Comercio.

El problema de utilizar medios electrónicos en la contratación, es la

calidad del diálogo, imprescindible en la celebración de un contrato. Es cierto

que la utilización de estas nuevas técnicas agiliza los trámites contractuales,

pero esta “rapidez” puede llevar a determinar la formación de la voluntad de

una de las partes.


49

Es pues de aplicación el artículo 1.146 del Código Civil Venezolano, en

cuanto a los vicios del consentimiento: Aquel cuyo consentimiento haya

sido dado a consecuencia de un error excusable, o arrancado por

violencia o sorprendido por dolo, puede pedir la nulidad del contrato .

Sin embargo, en todo caso, deberá ser sometido a examen previamente, en

los contratos sobre objetos determinados, el acuerdo de la voluntad dirigido a

la utilización de medios informáticos para esta contratación, dado que el vicio

de la voluntad se puede encontrar en ese acuerdo previo.

En la contratación electrónica, la voluntad se forma o manifiesta según el

sector doctrinal que sea seguido, en dos o incluso en tres fases diferentes:

en la primera de ellas, las partes acuerdan utilizar estos instrumentos para la

conclusión de sus contratos, en ese mismo momento o con

posterioridad, se elaborará y aceptará el programa que contendrá la

llamada voluntad potencial, referente al modus operandi de la

contratación; y por último la ejecución de ese programa que supone la

expresión de la voluntad que perfecciona un contrato dete rminado.

No obstante, ha de reconocerse que si se garantiza la libre voluntad

de los contratantes en cuanto al uso de estos medios, y el objeto del

contrato es una materia perfectamente determinada, invariable y que

los contratantes conocen, los problemas de contratación se reducirían

a garantizar la identidad de los contratantes, y la seguridad de los

datos recibidos.
50

2.2.10. Objeto del Contrato.

En cuanto al objeto del contrato, evidentemente, la utilización de un medio

informático, no varía en absoluto los requisitos legales establecidos en el

artículo 1.155 de Código Civil Venezolano, por lo que es necesario que sea

un objeto real o posible, que sea lícito, y que sea determinado o susceptible

de determinación.

Sin embargo, la utilización de medios informáticos puede dificultar la

determinación del objeto de los contratos, cuando estos elementos sean algo

más que unos simples nexos de comunicación. Por ello, la determinación

que se presenta como un requisito incuestionable de todo objeto de contrato,

ha de ser mucho más precisa en estos casos.

2.2.11. Causa del Contrato

La Teoría de la Causa es una de las cuestiones más complicadas y

debatidas por la doctrina moderna, llegándose a poner en duda, no

solamente su ámbito, sino incluso su propia existencia.

El Código Civil Venezolano no define la causa en ninguna parte, con lo

que la noción de causa resulta abandonada a los diversos usos que se le

han dado a lo largo de la historia y a las especulaciones de los teóricos.

Desde Domat, como padre de la teoría de la causa hasta las modernas

concepciones objetivistas, e incluso las teorías anticausalistas, puede

observarse una amplia gama de opiniones en cuanto a esta razón de ser de


51

los contratos, que es la causa.

Un antiguo civilista, Oudot , señalaba en este sentido que “para diferenciar

la “causa” del “objeto” de la obligación, bastaba reflexionar que la “causa”

responde a la pregunta ¿por qué nos obligamos?, en tanto que el “objeto”

respondería a la pregunta ¿a qué nos obligamos?”.

El motivo es un elemento subjetivo y personal que obra en el ánimo

singular de cada uno de los emisores de las declaraciones de voluntad que

concurren a formar el consentimiento. Como elemento subjetivo, los motivos

son variables de sujeto a sujeto y hasta de tiempo en tiempo, por eso se

predica que es algo contingente y no necesario.

En contraposición al motivo, la causa debe ser caracterizada como algo

objetivo, que por no depender de la voluntad de uno sólo de los contratantes

es constante en cada tipo de contrato.

Los iusnaturalistas a la par que afirmaban el principio del puro

consensualismo como fuente de la virtualidad obligatoria de los nudos

pactos, debían reconocer en la práctica que en el derecho positivo de su

tiempo no era posible llevar a sus extremas consecuencias esa sugestiva

idea de que para la formación de un contrato pudiera bastar el simple

acuerdo de voluntades sobre una materia que pudiese ser objeto de contrato.

Fue Domat con su teoría clásica de la causa quien sentó las bases de la

doctrina de la causa que consagra el Código Civil Venezolano al plantear que

todas las convenciones tengan o no tengan nombre, producen siempre su

efecto y obligan a lo que se ha concertado, por cuanto la obligación de cada


52

una de las partes es el fundamento de la otra.

La tesis anticausalista sostenida por Planiol, Dabin y Giorgi entre otros,

pretende hacer resaltar la falsedad y la inutilidad de esta noción, por cuanto

la causa precede al efecto, de manera que una obligación no podría ser a un

mismo tiempo causa de la otra y efecto suyo.

Así, considerar la causa como la razón económico-jurídica del negocio o

como la finalidad concreta perseguida por las partes, incorporada al acto

como elemento determinante de la declaración de voluntad, son meras

disquisiciones doctrinales que en ningún momento pueden variar las

exigencias que los artículos 1.157 y 1.158 del Código Civil Venezolano

establecen en cuanto a este elemento:

Artículo 1.157.- La obligación sin causa, o fundada en un


causa falsa o ilícita, no tiene ningún efecto.
La causa es ilícita cuando es contraria a la Ley, a las
buenas costumbres o al orden público.
Artículo 1.158.- El contrato es válido aunque la causa no
se exprese.
La causa se presume que existe mientras no se pruebe lo
contrario.

Con todo, es necesario definir de una forma más precisa la causa, como

el propósito de alcanzar un determinado resultado empírico con el negocio.

Si la utilización de un medio electrónico se reduce al mero nexo entre las

partes, este resultado empírico debe estar totalmente objetivizado en el

programa, no pudiendo verse afectado por un querer interno variable del

contratante.
53

2.3. Perfeccionamiento del contrato entre personas ausentes o

distantes

Sobre la cuestión del momento en que un contrato debe considerarse

perfeccionado, han surgido en el plano teórico dos teorías:

1. Teoría de la Coexistencia de Voluntades: Cuyo argumento es el

siguiente: Si bien es cierto que el Derecho no puede tomar en cuenta la

voluntad interna no manifestada, sin embargo, desde el instante en que esta

ha sido exteriorizada, declarada, debe considerarse que hay el acuerdo de

voluntades suficiente para que se forme el consentimiento. Basta solo con

que las voluntades del oferente y del aceptante coexistan, y en nada puede

influir en la formación del contrato el momento en que el oferente conozca la

aceptación, puesto que la oferta existe y es una cuestión meramente

probatoria establecer cuándo existió también la aceptación.

2. Teoría de la Concurrencia de Voluntades: Fija como momento de

formación del contrato, tanto la fase de información como la fase de

recepción. Sostiene que para que exista efectiva y propiamente

consentimiento no basta con que las voluntades coexistan, sino que es

necesario además que concurran, lo que supone que el oferente debe

conocer la aceptación de la propuesta por parte de su destinatario, de modo

que las dos declaraciones se integren.

En esencia, es la falta de intercambio inmediato de declaraciones de

voluntad lo que determina la ausencia o distancia en la contratación.


54

En este sentido, se han propuesto cuatro etapas en las que podría fijarse

el momento y lugar del perfeccionamiento de los contratos entre personas

lejanas, que son:

a) La manifestación de la aceptación, es decir, el instante en que el

destinatario de la oferta manifiesta su aceptación, aunque no se haya

desposeído del documento que contenga la declaración de aceptación.

b) La expedición o emisión del documento de aceptación, fase que

supondría la desposesión de la declaración de aceptación por parte del

declarante. Según este sistema, el contrato queda concluido en el momento

y en el lugar donde el destinatario de la oferta da su respuesta de

aceptación. Por tanto, es la emisión o expresión de la voluntad del

destinatario de la oferta lo que permite pensar que el contrato quedó

celebrado definitivamente. La prueba de la aceptación en este caso es la

expedición, considerándose que el contrato se celebró en el domicilio del

aceptante y en el momento en el cual envió su respuesta de aceptación.

c) La recepción o llegada del instrumento que contiene la

aceptación al oferente. Según esta variante el contrato se concluye en el

momento en que el oferente recibe la respuesta del aceptante, aun cuando

no la consulte inmediatamente.

d) El conocimiento o información efectiva por parte del oferente, de

la aceptación del destinatario. Según este sistema, el contrato queda

concluido en el momento en que el oferente se informa de la respuesta del

aceptante, ya que hasta ese momento las dos voluntades no están en


55

presencia una de otra. No hay contrato sino cuando hay acuerdo de

voluntades y, por consiguiente, es preciso que el oferente conozca la

respuesta del aceptante.

Ahora bien, el Código Civil Venezolano consagró el sistema de la

información efectiva, pero con una modalidad consistente en establecer una

presunción iuris tantum de conocimiento, a partir del instante en que el

instrumento que contiene la aceptación llega a la dirección del destinatario de

la misma.

Esta presunción, plantea Melich Orsini (1985), se basa en la idea de que

un buen padre de familia suele tomar prontamente conocimiento de los

documentos que llegan a su domicilio, por lo cual, solamente en el caso de

que el destinatario se hubiera encontrado en la imposibilidad de tomar

conocimiento de la aceptación sería decisiva la fase del conocimiento

efectivo.

El Código Civil establece esta solución en el artículo 1.137, parágrafos

primero y sexto, que dicen: “El contrato se forma tan pronto como el

autor de la oferta tiene conocimiento de la aceptación de la otra parte” y

el paragráfo sexto prevé a su vez:“La oferta, la aceptación o la revocación

por una cualquiera de las partes, se presumen conocidas desde el

instante en que ellas llegan a la dirección del destinatario, a menos que

este pruebe haberse hallado, sin su culpa, en la imposibilidad de

conocerla”.

El artículo 115 del Código de Comercio Venezolano acoge también el


56

sistema de la información efectiva al establecer :

Cuando las partes residan en distintas plazas, se entenderá


celebrado el contrato para todos los efectos legales, en la
plaza de la residencia del que hubiere hecho la promesa
primitiva o la propuesta modificada y en el momento en que
la aceptación hubiere llegado a conocimiento del mismo.

Más sin embargo, el citado artículo no establece la atenuación que hace

el aparte sexto del artículo 1.137 del Código Civil Venezolano. No obstante,

expresa Melich Orsini (1985), no es difícil aplicar hoy tal correctivo, ya que no

contradice la solución del legislador mercantil, tan sólo la complementa.

El interés práctico de saber cuál es el momento preciso en el cual se

forma el contrato en un determinado sistema positivo, permite determinar la

solución de algunos problemas, como pueden ser:

a)Si entre el momento de la manifestación y el de la notificación de la

aceptación han sobrevenido modificaciones legislativas, y dado que el

contrato debe regirse por la ley vigente al tiempo de su formación, debe

determinarse cuál será la ley aplicable.

a) La decisión de la eficacia que puedan tener la revocación de la oferta

o de la aceptación recaída en algún instante entre estos dos momentos

extremos a los fines de impedir la formación del contrato.

b) La decisión sobre la jurisdicción territorial competente para conocer de

los litigios que surjan con ocasión del contrato.

c) La decisión sobre la capacidad de los contratantes y las

consecuencias que puedan tener la muerte o la incapacidad sobrevenida del


57

oferente y del destinatario.

d) La determinación de cuál sea el precio de venta o el que deba pagarse

por la obra o la rata de interés aplicable cuando las partes o la ley señalen

que deba pagarse el de la plaza en el día de perfeccionamiento del contrato.

e) La determinación de la fecha a partir de la cual deba comenzarse el

cómputo de eventua les lapsos de caducidad o de prescripción.

f) La atribución de los riesgos, cuando estos estén a cargo del

adquirente.

g) La solución del problema de derecho internacional privado sobre cuál

sea la legislación aplicable para juzgar sobre los requisitos de fondo del

contrato.

2.4. Fases de la Contratación

Una vez celebrado el acuerdo previo en que las partes toman la decisión

de contratar por medios informáticos, el contrato que se perfecciona con

estos medios tiene una serie de fases que vienen a coincidir con las etapas

del contrato ordinario, que son las siguientes:

A) Primera Fase, Fase de Generación o Precontrato: Comprende

toda la actividad que desarrollan los contratantes para el estudio de las

posibilidades de la contratación, esto es, el futuro aceptante examina de

forma detallada las condiciones de la oferta, no sólo respecto a los

caracteres del objeto, sino también todas las condiciones y cláusulas que el

futuro contrato va a tener. De esta manera, mediante contactos entre los


58

comerciantes, ambos estudiarían los pros y los contras de la negociación en

concreto.

La utilización de los medios electrónicos en esta fase, y especialmente los

ordenadores, puede ser muy amplia, si bien en la mayoría de los casos, se

presentan exclusivamente como nexos. El ordenador puede responder a

unos impulsos exteriores si previamente se le ha programado a tal efecto,

para aceptar o rechazar una oferta, incluso puede ser el propio origen de la

oferta, pero todo ello, o bien no supone más que un mero medio de

comunicación, o si por el contrario, se le concede cierto carácter “decisorio”,

no es que tenga la posibilidad de decidir, strictu sensu, sino que el ordenador

en cuyo programa se hayan introducido una serie de exigencias para emitir la

aceptación, lo único que podrá hacerse en esta primera fase de generación,

será emitir su disconformidad por no reunir los requisitos almacenados, pero

las discusiones propias del precontrato no podrán ser llevadas a cabo por

una computadora.

Por tanto, esta fase de generación es predominantemente humana. El

hombre será el que estudie las ventajas e inconvenientes de un contrato

determinado, pudiendo comunicarse por los más variados medios técnicos,

que en este caso no vendrían a ser más que simples enlaces.

Por supuesto, toda la información que las partes reciban en esta fase,

deberá ser confirmada, para evitar las intromisiones exteriores que pudieran

distorsionar la información básica en el futuro perfeccionamiento del contrato,

para lo cual, con base a es previo acuerdo de contratar por medios


59

informáticos, pueden establecerse claves secretas únicamente conocidas por

los futuros contratantes, o cualquier otro medio de autentificación electrónica

que pueda ser previamente pactado.

En cualquier caso, la fase precontractual exige por su propia naturaleza,

el pensamiento y decisión del hombre, sin que el ordenador pueda ir más allá

de la negativa o aceptación de los datos suministrados respecto a la

información introducida en el propio programa.

El Proyecto de Ley de Comercio Electrónico no contiene disposiciones de

ningún tipo que estén dirigidas a regular la etapa precontractual en la

contratación electrónica. Sin embargo, en este sentido, la legislación

española como pionera en la regulación legal de este tipo, cuenta con una

amplia normativa que debe servir como guía al momento de establecer las

condiciones generales de la contratación.

En efecto, dentro de los cuerpos legales españoles más resaltantes en

este aspecto se encuentra el Real Decreto 1906 (del año 1999), el cual

regula condiciones generales de contratación en contratos celebrados vía

telefónica, electrónica o telemática.

Uno de los principios fundamentales que rige la etapa de la

precontratación en este cuerpo normativo es precisamente el deber de

información sobre las condiciones generales de contratación con el cual debe

cumplir el oferente. Dispone el Real Decreto que antes de la celebración del

contrato y con la antelación mínima necesaria (a tal efecto se señala el

mínimo de tres días continuos) el oferente deberá facilitar al cliente,


60

consumidor o usuario, información veraz sobre todas y cada una de las

cláusulas del contrato. Correlativamente surge para el cliente, consumidor o

usuario el respectivo derecho a informarse sobre los términos del contrato

ofertado; derecho de información que en ningún caso podrá considerarse por

el oferente como consentimiento.

Este deber de información implica especificar clara e inequívoca todas y

cada una de las condiciones del contrato, haciendo resaltar que se trata de

una propuesta comercial y que la utilización de una técnica de comunicación

a distancia tiene carácter oneroso, salvo que sea evidente.

B) Fase de Perfeccionamiento: En esta fase, los medios informáticos

pueden llegar a adquirir una importancia básica. A diferencia de la fase

anterior, aquí el ordenador no sólo puede ser utilizado como medio de

comunicación y enlace, pudiendo perfeccionarse el contrato mediante la

pulsación de “enter”, previo el cumplimiento de una serie de garantías de

seguridad; sino que, al menos de una forma teórica, puedan llegarse a

perfeccionar los contratos mediante una comunicación entre computadoras,

respondiendo a unos programas que emitan ofertas y aceptaciones, sin que

la mano del hombre vaya más allá de la formación de los programas.

Claro está que esta forma de contratación no parece imaginable más que

en las grandes empresas, y su utilización exige de una innumerable serie de

garantías y claves de seguridad para evitar importantes trastornos

económicos, siendo imprescindible en estos casos un previo acuerdo de


61

voluntades en que se establezcan las condiciones para esta forma de

contratación, de manera muy precisa, dado el riesgo no sólo de

incumplimiento por parte de uno de los contratantes, sino incluso la

intromisión por parte de extraños en la contratación.

Asimismo, al hablar de la forma en la contratación cuando esta se

produce entre ausentes, se plantean problemas a la hora de determinar el

lugar y el tiempo de perfeccionamiento del contrato.

Ahora bien, el Código Civil Venezolano no establece nada respecto a los

contratantes que se encuentran ausentes, sólo expresa en el artículo 1.137

que el contrato se forma tan pronto como el autor de la oferta tiene

conocimiento de la aceptación de la otra parte. En este sentido el Código

Civil Venezolano sigue la teoría del conocimiento por el oferente, de igual

manera como la sigue el Código de Comercio Venezolano en el artículo 112

para el caso de contratación entre personas que residen en distintas plazas.

Característica fundamental de la contratación electrónica es la ausencia

de las partes en la perfección del negocio. Los contratantes no están

presentes en la conclusión del contrato, pero, a diferencia de la tradicional

contratación entre ausentes por correspondencia, en la contratación

electrónica puede hablarse, aunque no en términos absolutos, de

contratación entre ausentes en tiempo real.

Sea que se trate de un contrato de naturaleza civil o mercantil, de acuerdo

con lo expuesto, el contrato electrónico se perfeccionaría desde la recepción

del mensaje de aceptación por el oferente. En ambos supuestos, el tiempo


62

transcurrido entre la oferta y la aceptación puede convertirse en irrisorio (por

ejemplo, compra por catálogo en página web); motivo por el cual el contrato

electrónico estaría más cerca de la contratación entre presentes que entre

ausentes.

Pero esto no siempre ocurre así, pues el intervalo temporal entre oferta y

aceptación puede ser despreciable a efectos de prueba, pero puede ser que

se alargue y que exista intervalo temporal.

Así por ejemplo puede darse el caso de una empresa que ofrece a sus

clientes habituales, vía correo electrónico, una serie de condiciones sobre

sus productos. En este caso, la respuesta no tiene por qué ser inmediata,

sino que la empresa-cliente, a pesar de recibir la oferta casi en tiempo real, s

puede retrasarse en la aceptación. Bajo estas circunstancias se estaría más

cerca de la contratación entre ausentes.

Pero puede darse el caso de un particular que rellena un formulario de

una página web, adhiriéndose a las condiciones de la empresa oferente

sobre el producto y enviando los datos. Entre la oferta recibida y la

aceptación no hay intervalo temporal, sino que se fusionan en el tiempo,

ubicándose más cerca de la contratación entre presentes.

B.1. Lugar de Perfeccionamiento del Contrato: El artículo 115 del

Código de Comercio Venezolano dispone para los casos en que las partes

residan en distintas plazas, se entenderá celebrado el contrato para todos los

efectos legales, en la plaza de la residencia del que hubiere hecho la

promesa primitiva o la propuesta modificada.


63

Por su parte, el artículo 12 de la Ley de Mensajes de Datos y Firmas

Electrónicas dispone que, salvo prueba en contrario, el mensaje de datos se

tendrá por emitido en el lugar donde el emisor tenga su domicilio.

En este sentido, el artículo 15, numeral 4 del Proyecto de Ley de Comercio

Electrónico dispone que, de no pactarse otra cosa, el mensaje de datos se

tendrá por expedido en el lugar donde el emisor tenga su establecimiento y

por recibido en el lugar donde el destinatario tenga el suyo. A tales fines, si el

emisor o el destinatario tienen más de un establecimiento, su establecimiento

será el que guarde una relación más estrecha con la operación subyacente

o, de no haber una operación subyacente, su establecimiento principal. Si el

emisor o el destinatario no tienen establecimiento, se tendrá en cuenta su

lugar de residencia habitual.

Tal respuesta que ha de ser de aplicación a aquellos contratos en que la

Informática influye de forma determinante, de tal manera que si el ordenador

oferente se encuentra ubicado en una capital determinada del territorio

nacional, será dicha capital donde debe presumirse celebrado el contrato.

Todo ello lleva a entender que las grandes empresas pueden centralizar

todas sus operaciones en un único lugar, con independencia del número de

sucursales que tengan.

Lo importante para fijar el lugar de contratación a través de ordenadores u

otros medios electrónicos sería ubicar el ordenador con quien se ha

entablado la comunicación.

Se plantea la cuestión de la contratación realizada con una sucursal de


64

una empresa ¿dónde se presume celebrado el contrato? ¿en la sede

principal donde está ubicada la central informática, o en la sucursal

conectada con dicha central? Evidentemente la respuesta a estas

interrogantes vendría determinada por la organización interna de esa red

informática empresarial. Organización interna que tendría que ponerse en

conocimiento de la persona que con ellos contrata, dado que una falta de

información podría llevar a un error, viciando la contratación.

Si es la sede central la contratante, se estarían considerando las

sucursales como meros enlaces informáticos, sin capacidad contractual

autónoma, lo que va en contra del concepto de sucursal, que entiende que si

bien está subordinada económicamente al establecimiento principal, puede

concluir los mismos negocios que forman el objeto fundamental de la

empresa.

Desde esta perspectiva, o bien la contratación mediante ordenador se

realiza directamente con el establecimiento principal o sede de la empresa y

la sucursal perdería su naturaleza; o de celebrarse con una sucursal, se

entiende celebrado en el lugar que esta se encuentre.

La solución al problema podría llevar a que la contratación se realice

siempre en el lugar donde está la sede social, desapareciendo en las

empresas informatizadas el concepto de sucursal, que se verían reducidas a

simples cauces de información.

Todo ello siempre que las empresas hayan asumido este tipo de

contratación y estén perfectamente informadas del lugar donde, legalmente,


65

se está celebrando el contrato.

B.2. Momento de Perfeccionamiento del Contrato: El segundo

problema de la contratación entre ausentes, es el momento en que se

entiende concluido el contrato.

A este respecto existen dos grandes tesis doctrinales: la teoría de la

emisión o manifestación, que entiende que el vínculo se perfecciona en el

momento de la declaración de la aceptación; y la teoría de la cognición o

información, que exige que el oferente tome conocimiento de dicha

aceptación.

El Código de Comercio Español se inclina por la teoría de la emisión, dado

que en su artículo 54 establece que los contratos que se celebren por

correspondencia, quedarán perfeccionados desde que se conteste

aceptando la propuesta o las condiciones con que esta fue modificada.

El Código de Comercio Venezolano, por su parte, adopta la teoría de la

cognición o información, por cuanto el artículo 115 dispone que el contrato se

entiende concluido en el momento en que la aceptación hubiere llegado a

conocimiento del oferente.

Por su parte, el artículo 15, numeral 2 del Proyecto de Ley de Comercio

Electrónico dispone que un mensaje de datos se entiende expedido cuando

entre en un sistema de información que no esté bajo el control del emisor o

de la persona que envió el mensaje de datos en nombre del emisor.

Seguidamente el numeral 2 expresa cuándo un mensaje da datos se

entiende recibido, según se trate de uno de los casos siguientes:


66

a) Que el destinatario haya designado un sistema de información para la

recepción de mensajes: En tal caso la recepción tendrá lugar en el momento

en que entre el mensaje de datos en el sistema de información designado.

Pero si el mensaje es enviado a un sistema de información distinto a aquel

señalado por el destinatario, se entenderá recibido en el momento en que el

destinatario recupere el mensaje de datos.

b) Que el destinatario no haya designado un sistema de información: Ante

tal situación, el mensaje se entenderá recibido al entrar a un sistema de

información del destinatario.

Sobre la base de estos principios es que deberá aplicarse lo previsto por

el artículo 1.137 del Código Civil Venezolano, específicamente en lo que se

refiere al momento en que se entiende perfeccionado el contrato, que no es

otro que aquel en que el oferente emisor del mensaje electrónico tenga

conocimiento de la aceptación efectuada a través de un mensaje electrónico.

B.3. Conclusión o Pago: Una vez perfeccionado el contrato por haber

coincidido oferta y aceptación, se llega a la fase de consumación del mismo,

en que han de realizarse las prestaciones derivadas de dicho acuerdo. Esta

fase de ejecución o cumplimento del contrato viene seguida por la extinción

del vínculo contractual.

Los efectos de un contrato perfeccionado por medios electrónicos pueden

ser comunes (que se producen en todos los contratos), y especiales (con

características propias), todo ello dependiendo de su naturaleza y contenido.

A este respecto debe señalarse que los contratos, cualquiera que sea el
67

medio que se haya utilizado para su perfección, son obligatorios entre las

partes, y las obligaciones que nacen de los mismos tienen fuerza de ley entre

los contratantes, tal y como señalan los artículos 1.159 y 1.160 del Código

Civil Venezolano.

Esta obligatoriedad deriva de la propia voluntad, siendo extensiva a todas

las consecuencias que, aún no expresadas, se deduzcan de la naturaleza del

contrato, no pudiendo dejarse al arbitrio de uno de los contratantes, sin

olvidar que precisamente en este tipo de contratación ha de tenerse un

especial cuidado en cuanto a la interpretación y posible abuso de derecho,

dado que la situación predominante de una de las partes puede anular la

libre voluntad, imprescindible en toda contratación.

Respecto a la contratación realizada por teléfono o por videoconferencia,

en la cual ambas partes mantienen un diálogo con capacidad de modificación

y tratamiento dinámico sin influir en el tiempo, debe ser considerada, a juicio

del profesor Miguel Angel Davara, como una aceptación entre presentes,

pero que por el contrario, la aceptación por fax o por correo electrónico,

debido a los problemas de interoperatividad de las redes y de compatibilidad

de sistemas, debe entenderse como una aceptación realizada por

correspondencia, y por tanto, de aplicación la normativa sobre la contratación

entre ausentes.

Para Carlos Saltor, la contratación telefónica y la recibida por un operador

informático al otro lado de la línea, deben ser consideradas como

contratación entre presentes, mientras que la recibida por un banco de datos


68

supone únicamente la autorización para la autocontratación, como ocurre en

el caso de las máquinas expendedoras o los cajeros automáticos, en los que

hay declaración de voluntad entre ausentes, pero la declaración del

aceptante y conclusión tiene lugar entre presentes.

2.5. Principio de equivalencia funcional

La equivalencia funcional es el principio jurídico consistente en dotar de la

misma validez jurídica a los negocios y contratos realizados

electrónicamente, como si se hubieren realizado en el mundo legal real

utilizando medios tradicionales de papel y tinta.

Respecto a este principio de equivalencia funcional, el autor Rafael

Illescas Ortiz, expresa lo siguiente:

El significado de la regla de la equivalencia funcional puede


formularse de la siguiente manera: la función jurídica que cumple
la instrumentación escrita y autógrafa respecto de todo acto
jurídico – o su expresión oral- la cumple igualmente la
instrumentación electrónica a través de un mensaje de datos, con
independencia del contenido, extensión alcance y finalidad del
acto así instrumentado.

La equivalencia funcional implica aplicar a los mensajes de datos un

principio de no discriminación respecto de las declaraciones de voluntad,

independientemente de la forma en que hayan sido expresadas, en este

sentido, los efectos jurídicos deseados por el emisor de la declaración deben

producirse con independencia del soporte en papel o electrónico donde


69

conste la declaración.

La sólida afirmación de la regla de la equivalencia funcional de los actos

jurídicos electrónicos respecto a los actos jurídicos escritos o autógrafos-

manuales en general-, e incluso orales, constituye el núcleo del Derecho de

la Contratación Electrónica y de gran importancia en el Derecho Informático

en general.

La expresión utilizada de equivalencia funcional de los actos jurídicos

electrónicos ha sido utilizada en el ámbito de las reuniones de expertos para

la elaboración de la Ley modelo del Comercio Electrónico del Consejo de

Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional (CNUDMI), en el

sentido " que los mensajes de datos no deben ser objeto de discriminación,

es decir que estos mensajes deberán ser tratados sin disparidad alguna

respecto a los documentos consignados sobre papel.

Este principio debe ser aplicable aun cuando la ley exija la presentación

de un escrito o de un original. Por tanto este principio busca la validez y

eficacia jurídica de los actos jurídicos electrónicos y de los documentos

digitales que los contienen equivalente al que tendrían si fueran realizados

por medios convencionales.

Aplicando el principio de equivalencia funcional se trataría de actos

jurídicos que tendrían la misma validez y eficacia jurídica que los celebrados

por medios convencionales y es en este sentido que pueden denominarse

actos jurídicos electrónicos, afirmando que la voluntad es en última instancia

humana que puede estar expresada en instrucciones del programa


70

informático o del elaborador electrónico.

El Derecho Informático permite la solución de los problemas jurídicos que

plantea la informática en forma coherente e integral. El principio de

equivalencia funcional contribuye a esa finalidad evitando la discriminación

de actos y contratos electrónicos con respecto a los actos y contratos

celebrados por medios convencionales.

La regla de la equivalencia funcional de los actos jurídicos electrónicos

respecto de los actos jurídicos escritos o autógrafos, e incluso orales,

constituye el núcleo del derecho aplicable al comercio electrónico.

2.6. La Figura Jurídica del No Repudio

Entre las múltiples características que pueden destacarse de las

transacciones vía on-line cabe destacar una nueva figura jurídica surgida en

el derecho americano. Se trata de la figura jurídica del “No Repudio” (Non

Repudiation), a través de la cual una determinada comunicación o mensaje

electrónico adquiere fuerza vinculante o efectos jurídicos, ante el posible

rechazo o reclamación de su no existencia.

Dicha figura se ha encontrado tradicionalmente asociada a los contratos.

En un determinado contexto contractual se hace referencia al repudio cuando

una de las partes de la contratación tiene el derecho legítimo a negar la

validez o fuerza vinculante de un contrato. A sensu contrario, se hace

referencia al “no repudio” cuando una de las partes de la contratación queda

vinculada por el negocio contractual de tal forma que no puede negar la


71

existencia o validez de dicho contrato u obligación.

La figura del no repudio puede ser definida entonces como una cualidad o

característica de una determinada comunicación, a través de la cual se

protege a las partes intervinientes frente a la negación de que dicha

comunicación haya ocurrido.

Correlativamente puede afirmarse que existe no repudio cuando se

produce el efecto legal o práctico de dicho atributo o característica.

La autenticación aporta seguridad en la identificación de alguien, como

puede ser la persona que está al final de la comunicación o la persona que

origina el mensaje. Por otro lado, la integridad de los datos evita que estos

sean cambiados durante el trasiego telemático o modificados para cumplir los

fines ilícitos de una de las partes. A pesar de que no se puede conseguir el

no repudio sin la autenticación y la integridad de los datos, el no repudio

consiste en algo más que la autenticidad o integridad de los datos, es la

capacidad de probar a una tercera persona que una específica comunicación

ha sido originada, admitida y enviada a una determinada persona.

Tradicionalmente la firma manuscrita ha permitido certificar el

reconocimiento, la conformidad o el acuerdo de voluntades sobre un

documento por parte de cada firmante, aspecto de gran importancia desde el

punto de vista legal. Además tiene un reconocimiento particularmente alto

pese a que puede ser falsificada, por cuanto tiene peculiaridades que la

hacen fácil de realizar, de comprobar y de vincular a quien la realiza.

A diferencia de lo anterior, el no repudio consiste en la capacidad de


72

probar a una tercera parte que una específica comunicación ha sido

realizada, admitida y enviada a una determinada persona.

Las comunicaciones, ya sean bilaterales o multilaterales, abarcan

generalmente dos tipos de partes, el emisor y el receptor, de igual forma, el

no repudio podría dividirse en dos formas o tipos: No repudio en el origen y

No repudio en el envío:

1. El No Repudio en el origen evita o resuelve posibles conflictos sobre la

creación o no por una parte (el emisor) de un correcto mensaje en un

momento determinado: Este tipo de no repudio concede a los receptores de

los mensajes una validez probatoria suficiente como para resolver futuros

conflictos, como por ejemplo, que el emisor niegue haber enviado un

mensaje, o que el mensaje recibido por el receptor es diferente de lo que el

emisor dice haber enviado, así como la discrepancia entre la fecha y hora del

envío.

La solución de éstos casos puede ser bien que una de las dos partes está

mintiendo, o ha existido un error en el trasiego telemático o bien ha habido

una intromisión de un tercero que ha modificado el mensaje original.

Trasladado al mundo real puede darse el caso en el que una empresa “X”

ofrece sus productos a través de una página web en Internet, recibe un

mensaje de un cliente en el que se le pide una cantidad muy abultada de

sus productos. Realizado el pedido y llegado el momento del pago, el cliente

ha encontrado otra empresa que ofrece precios más bajos por los mismos

productos, rechazando entonces el envío inicial. Ante el rechazo del envío la


73

empresa ofertante se propone demandarle, pero no tiene más prueba que la

del mensaje original, el cual no es vinculante ni tiene validez probatoria

suficiente como para ganar el juicio y ser resarcida por daños y perjuicios en

el cumplimiento contractual.

2. El No Repudio en el Envío evita o resuelve posibles conflictos con

relación a la recepción de un determinado mensaje con un particular

contenido y en un momento determinado. Por tanto, lo que se hace es

proteger al emisor otorgándole un valor probatorio frente a posibles

reclamaciones futuras, como por ejemplo que el receptor niegue la

recepción del mensaje, o el contenido del mismo, o la fecha y hora del envío.

De igual forma que en el caso anterior, la solución de estos conflictos se

encuentra en la mentira de una de las partes, en el error en el trasiego

telemático o en la intromisión de un tercero.

Un ejemplo en el mundo real sería el de aquella persona que envía una

oferta de compra on-line a una determinada empresa, y una vez aceptada

por ésta no se la envía por haber sido proporcionada posteriormente a otra

persona que ofrecía más dinero por los mismos productos. Se estaría

nuevamente frente a dos sujetos atados por un mensaje no firmado de

aceptación de la empresa, ya que, el comprador no puede demostrar

fehacientemente que se produjo en ese momento esa aceptación, perdiendo

en caso de demanda, su correspondiente petición de daños y perjuicios y

todo derecho a resarcimiento por no obtener un valor probatorio adecuado

que pueda conseguir el convencimiento del juez.


74

3. Categorías de Análisis

Las categorías de análisis de este estudio estuvieron conformadas por

aspectos específicos en la contratación electrónica, tales como: El principio

de equivalencia funcional, la oferta y la aceptación y el mecanismo previsto

de no repudio.

Entre los aspectos específicos investigados estuvieron: La aplicación del

Principio de Equivalencia Funcional en las transacciones electrónicas, los

requisitos generales que deben cumplir la oferta y la aceptación para el

perfeccionamiento del contrato electrónico, especificando uno por uno cada

requisito, así como los mecanismos previstos para probar la emisión de los

mensajes de datos, distinguiendo entre el no repudio en el origen y el no

repudio en el envío.
CUADRO 1
Matriz de análisis, según modelo de Aldana (2003)

Objetivo: Analizar los requisitos generales que deben reunir la oferta y la aceptación dentro del marco de las
transacciones electrónicas para que adquieran validez y fuerza obligatoria desde el punto de vista jurídico.

Objetivos Específicos Categorías Sub – categorías Unidad de Análisis

1.- Determinar la aplicación del Principio de Equivalencia Doctrina.


principio de Equivalencia Funcional Convención Interamericana sobre
Derecho aplicable a los contratos
Funcional en las transacciones internacionales.
Ley de Mensaje de datos y
electrónicas.
firmas electrónicas.

2.-Determinar los requisitos Requisitos legales de la


• Precisión.
Código Civil Venezolano.
legales que debe reunir la oferta Oferta. • Completa. Código de Comercio
electrónica para ser considerada • Plazo de duración. Ley Modelo de la Comisión de las
• Plazo de ejecución. Naciones Unidas para el Derecho
Como valida. • Modalidad de entrega. Mercantil Internacional.
• Formas de pago. Ley de Protección al Consumidor y
• Gastos de transporte. al Usuario.
• Precios. Ley de Arbitraje Comercial.
• Características especiales de Ley de Derecho Internacional
los productos. Privado.
• Identidad del proveedor. Proyecto de Ley de Comercio
• Servicio post – venta. Electrónico.
• Responsabilidad Civil. Ley de Mensaje de datos y firmas
• Garantías comerciales. electrónicas.
• Firma Digital.
• Seguridad.
• Acuse de recibo.
• Legislación aplicable
• Arbitraje y competencia
jurisdiccional

75
Cuadro 1 (Continuación)
Matriz de análisis, según modelo de Aldana (2003)

Objetivo: Analizar los requisitos generales que deben reunir la oferta y la aceptación dentro del marco de las
transacciones electrónicas para que adquieran validez y fuerza obligatoria desde el punto de vista jurídico.

Unidad de Análisis
Objetivos Específicos Categorías Sub - categorías
3.- Determinar los requisitos legales que Requisitos legales de la • Congruencia Código Civil Venezolano.
debe reunir la aceptación electrónica para aceptación. • Expresa Código de Comercio
• Tacita Ley Modelo de la Comisión de las
ser considerada como valida desde el punto • Plazo Naciones Unidas para el Derecho
de vista jurídico. • Demostración de Mercantil Internacional.
lectura. Ley de Arbitraje Comercial.
• Previa del contrato. Ley de Derecho Internacional Privado.
• Declaración de la Proyecto de Ley de Comercio
aceptación. Electrónico.
Decreto con fuerza de Ley de
• Contrato de Adhesión.
Registro y del Notariado
Ley de Mensaje de datos y firmas
electrónicas.

Ley de Mensaje de datos y firmas


4.- Precisar el mecanismo previsto para • No repudio en el origen.
Mecanismo de no repudio electrónicas.
probar la emisión de la oferta y la aceptación • No repudio en el envío.

a los fines de su validez.

Fuente: Aldana (2003)

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