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El Derecho de obligaciones y contratos es parte de una categoría más general, conocida como
Derecho Patrimonial Civil, y este de otra aún más amplia, el Derecho Patrimonial Privado. El conjunto de
Derecho Patrimonial Civil, Derecho Mercantil y Derecho del Trabajo conformarían el Derecho Patrimonial
Privado.
En cuanto a la materia de la que se ocupa el Derecho Patrimonial Civil, en relación con los bienes de
todo tipo en un sentido general (es decir, bienes y servicios) hay dos posibles posiciones o actitudes, la de
conservar su titularidad o ejercicio para uno mismo o la de traficar con ellos. Hablamos de posiciones o
actitudes en abstracto, porque en la realidad no se puede disfrutar de la titularidad de un bien sin algún tipo de
tráfico. Por otra parte, para traficar con bienes, se necesita también algún tipo de titularidad, o disponibilidad
de ejercicios propios.
En relación con estas dos posiciones, se suele usar como terminología la de “Derecho Patrimonial
Estático” para el que rige las reglas del disfrute, y la de “Derecho Patrimonial dinámico”, para el que regula la
circulación o tráfico de los bienes. En términos más clásicos, el primero comprende el tratamiento de los
derechos reales, y el segundo, el Derecho de obligaciones y contratos.
Todo lo anterior pone de relieve que el Derecho de obligaciones y contratos en su conjunto, gira
alrededor de una idea de colaboración entre acreedor y deudor, porque para que la relación obligatoria se
cumpla es necesario un comportamiento del deudor que satisfaga el interés del acreedor, el llamado
comportamiento debido.
El Código Civil español contiene en su Libro IV el régimen jurídico de las obligaciones y contratos.
El Título I de este libro comprende un conjunto muy extenso de artículos (arts. 1088 a 1253) que lleva por
rúbrica precisamente “de las obligaciones”. Esta parte del CC conforma lo que se conoce tradicionalmente
como la “teoría general de las obligaciones”. Por otra parte, la Constitución Española contiene también dos
artículos que son el fundamento de nuestro tráfico jurídico, arts. 33 y 38.
ARTÍCULO 33.
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Patricia Romero Sánchez Civil Patrimonial I Universidad Pablo de Olavide
ARTÍCULO 38.
El Código Civil español, aún siendo de 1889, sirve para aplicarse al día a día. Este texto parte como
producto del movimiento liberal burgués de la cuestión fundamental de que las partes contratantes eran
iguales y, por tanto, tenían el mismo poder de negociación. Sin embargo, desde finales del siglo XIX, las
relaciones de poder han cambiado fruto de la industrialización y ahora las partes contratantes no están en
igualdad de condiciones, sino que unas partes tienen mayor poder de negociación que las otras, que se limitan
a aceptar o no el intercambio. Es lo que se denomina relaciones de consumo.
Se conoce a una relación obligatoria como “relación jurídica en la que deudor y acreedor tienen la
obligación de dar, hacer o no hacer algo. El elemento es la prestación y las obligaciones no surgen
espontáneamente, sino que siguen ciertos cauces jurídicos a través de las cuales se crea una relación jurídica”.
Las fuentes de las obligaciones son los cauces jurídicos a través de los cuales los sujetos del tráfico
dan lugar a la constitución de un vínculo obligatorio, esto es, a que surja un derecho de crédito a favor del
acreedor en virtual del cual este puede exigir una prestación a un deudor concreto. Se trata en definitiva, de los
mecanismo o instrumentos de los que se sirven los particulares en dicho tráfico jurídico en orden a la
realización del intercambio de bienes y servicios.
ARTÍCULO 1809 CC
“Las obligaciones nacen de la ley, de los contratos y cuasi-contratos, y de los actos y omisiones
ilícitos o en que intervenga cualquier género de culpa o negligencia”
LEY
Es el presupuesto básico de las fuentes de las obligaciones; tiene una preeminencia incontestable: si el
contrato es fuente de las obligaciones, es sencillamente porque la ley le concede ese valor en virtud del
artículo 1091 CC, y lo mismo ocurre con el resto de las fuentes, porque todas ellas, en última instancia, tienen
su origen en la ley puesta esta es la expresión del poder constitucionalmente establecido y tiene legitimación,
por consiguiente, para fijar los cauces a través de los cuales se crean obligaciones y derechos; en definitiva, la
participación en la trasmisión de bienes y servicios en el mercado. Cuando este precepto hace referencia a la
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ley esta aludiendo a las obligaciones que son impuestas directamente por una norma jurídica, como, por
“Las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre las partes contratantes y
deben cumplirse al tenor de los mismos”.
CONTRATO.
Es una de las principales manifestaciones de la autonomía de la voluntad (art. 1091 CC). La expresión
de que los contratos tiene “fuerza de ley” es solo un recurso con el que se pretende destacar el principio de
que, salvo que exista una causa que exonere al deudor, los contratos deben cumplirse estrictamente y debe
mantenerse la palabra dada (pacta sunt servanda), pero no agota todas las posibilidades de creación de
obligaciones en virtud de la autonomía de la voluntad (otro de los principios que fundamenta la teoría general
de contrato)
Por otra parte, la jurisprudencia ha admitido que se puede considerar a la voluntad unilateral como
fuente de las obligaciones, siendo esta una figura muy reconocida. No está presente ni en el Código Civil ni en
el Derecho histórico. Solamente se admite a las declaraciones unilaterales de voluntad en dos supuestos:
promesa pública de recompensa y concurso con premio (podemos tomar como referencias, los casos prácticos
1 y 2).
La promesa unilateral, por sí sola, no tiene carácter vinculante para la persona que la emite. Nadie
puede quedar obligado por sus propias declaraciones sin que exista un acuerdo, o sin que se hayan establecido
una serie de actuaciones dirigidas a la celebración del contrato (tratos preliminares). Los fundamentos que se
han encontrado para encuadrar la promesa pública de recompensa y el concurso con premio como supuestos
excepcionales en los que la promesa unilateral es fuente de obligaciones son:
- El deber general de comportarse de acuerdo con la buena fe (Art. 7 CC), sería contrario a este
principio que quien emite una promesa con la intención de obligarse luego quiera desvincularse
alegando la ineficacia de su declaración.
- La eficacia normativa de la costumbre (art. 1.3 CC), de modo que puede considerarse que es una
costumbre asentada en la sociedad el cumplir la palabra dada por quien promete recompensar o
dar un premio.
- El reconocimiento por el Derecho de un deber moral de atender a la promesa o al premio que se
ha prometido públicamente.
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Esta tipología de promesa será vinculante para su emitente durante el plazo razonable que dure
mientras no sea revocada, siempre que:
- Exista una divulgación pública, es decir, se dirija a personas indeterminadas (ad incertam
personam)
- No sea revocada por el emitente antes de haberse realizado la actividad o cumplido la condición
por el sujeto beneficiario.
- Es válida sin necesidad de que el beneficiario la acepte, pues si fuera aceptada por un destinatario
concreto entonces se trataría de contrato.
La revocación o la modificación de la promesa pública o del concurso es válida siempre que el sujeto
beneficiario no haya realizado la actividad o cumplido la condición. El emitente no está obligado a mantenerla
durante un plazo concreto, salvo que se haya comprometido a ello, pero no podrá retirarla de manera unilateral
cuando ello sea contrario a la buena fe. Para que la revocación o la modificación sea eficaz deberá hacerse en
la misma forma que la promesa, y públicamente. En cuanto al concurso con premio, la peculiaridad del mismo
reside en que el sujeto participante deberá cumplir las condiciones establecidas en las bases del concurso para
exigir el premio.
CUASICONTRATOS.
Se trata de un comportamiento lícito que no es contrato, lo que, en definitiva, supone que tenga que
definirse en relación con otras dos fuentes, el contrato y la responsabilidad civil extracontractual. Lo único
que tienen en común la gestión de negocios ajenos sin mandato y el cobro de lo indebido, como expresa el
artículo 1887 CC, es que se trata de “hechos ilícitos y puramente voluntarios, de los que resulta obligado su
autor para con un tercero y a veces una obligación recíproca entre los interesados”, pero no se puede ir más
allá de esta descripción. Cada uno de estos supuestos tiene su propio régimen jurídico.
ENRIQUECIMIENTO INJUSTIFICADO.
No se recoge en el Código Civil, pero se puede calificar como una fuente de obligaciones, diferentes
del contrato, de la responsabilidad extracontractual y de los cuasicontratos. El enriquecimiento injustificado es
una regla que permite dar respuestas a supuestos en los que una persona se enriquece a costa del
empobrecimiento de otra, sin que haya causa ni justificación jurídica alguna que lo avale; de ahí que surja para
el primero la obligación de sustituir al segundo.