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2021
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INDICE
Una de las clasificaciones de los actos jurídicos es aquella que distingue entre actos
jurídicos unilaterales y actos jurídicos bilaterales, atendiéndose para efectuar esta
clasificación al número de partes necesarias para que el acto nazca a la vida del derecho.
Esta concepción del contrato no es otra cosa que una consecuencia de la doctrina
de la autonomía de la voluntad, y es justamente en base a esto que un fuerte sector de la
doctrina niega al matrimonio el carácter de contrato, no obstante que el Art. 102 define al
matrimonio precisamente como un contrato. Se le niega el carácter contractual porque la
voluntad de las personas de los contrayentes solamente tiene intervención en el acto inicial
de la formación del matrimonio. Pero todos los derechos y obligaciones que surgen del
matrimonio no emanan de la voluntad de las partes, sino que se encuentran establecidos
por el legislador.
Por otro lado, una vez creada la relación jurídica, esto es, el contrato, como estructura
jurídica y económica, juegan en él dos principios fundamentales: la fuerza obligatoria del
contrato y el efecto relativo del mismo, principios éstos que también corresponden a la
doctrina de la autonomía de la voluntad.
Hasta tal punto juega la voluntad en materia contractual que, en caso de duda sobre
el alcance de un contrato, sobre las consecuencias que éste produce, o dudas sobre la
extensión de sus efectos, el juez va a tener que buscar cuál fue la intención que las partes
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tuvieron al momento de celebrar el contrato, porque al buscar esa intención, está tratando
de buscar cuál era la voluntad al contratar (Art. 1560).
Concepto de Contrato
El Art. 1437 parte señalando que las obligaciones nacen, entre otras fuentes: "...del
concurso real de las voluntades de dos o más personas, como en los contratos o
convenciones...". Por su parte, el Art. 1438 da una definición de contrato, la cual es criticada
por la doctrina desde dos puntos de vista:
La regla aquí es que todo contrato es una convención, pero no toda convención es
un contrato. Así por ejemplo, el pago es una convención, mas no un contrato, pues está
destinado a extinguir obligaciones; la tradición es una convención, pero no un contrato.
2.- La crítica más de fondo es la que se refiere a la redacción misma del Art. 1438.
La realidad de las cosas es que el objeto del contrato son las obligaciones que él genera;
pero, a su vez, estas obligaciones tienen por objeto una o más cosas que se tratan de dar,
hacer o no hacer (Art. 1460).
De tal manera que cuando el legislador nos dice en el Art. 1438 que en el contrato
"una parte se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa", se está saltando
en realidad una parte de la figura, porque alude a la prestación de dar, hacer o no hacer
como objeto del contrato, no obstante que esa prestación no es objeto del contrato, sino de
la obligación.
ü Funciones económicas.
ü Funciones sociales.
Pero, con el desarrollo actual, incluso hay contratos que se celebran ya no con la
intervención de dos seres humanos, sino que de un ser humano y una máquina automática.
Sea el contrato sumamente simple o complejo, éste cumple una función de carácter
económico, porque el principal vínculo de las relaciones económicas entre las personas es
el contrato. La circulación de la riqueza, el intercambio de bienes y servicios, se efectúa
primordialmente a través de la celebración de contratos, hasta tal punto que el mundo de
los negocios y buena parte de la actividad económica no puede concebirse sin la noción o
injerencia del contrato. Es hasta tal punto importante por su injerencia económica el
contrato, que la vida de todas las personas está plena de contratos que celebran
permanentemente, y en muchas situaciones sin siquiera percatarse de ello.
La importancia que el contrato tiene subsiste cualquiera que sea la naturaleza del
régimen económico que esté vigente. Puede suceder que alguno de los principios que
informan el contrato sufra algunas alteraciones como consecuencia del régimen económico
que esté vigente en un determinado momento, pero su esencia básica subsiste como
fenómeno social y económico. Así, en caso de mayor intervención estatal se va a ver
restringida la autonomía de la voluntad en relación con un sistema que no contemple dicha
intervención.
Esta función social del contrato se hace patente principalmente a contar del siglo 20,
porque durante el siglo 19 la aplicación irrestricta y sin contrapeso del principio de la
autonomía de la voluntad permitía que el contratante más fuerte impusiera sus condiciones
al contratante más débil, lo cual motivó la intervención del legislador, el que dictó normas
para regular los principales efectos de los contratos que socialmente tenían más
importancia.
Desde otro punto de vista, la función social del contrato también se cumple por la
aplicación del principio de la buena fe, que impone a cada una de las partes el deber de
lealtad y de corrección frente a la otra durante todo el proceso contractual, es decir, durante
las conversaciones preliminares hasta el cumplimiento mismo de las obligaciones
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contractuales. Según esto, cada parte debe cumplir fielmente todo aquello a lo cual se
obligó.
Pero, así como hay una función social y económica, partiendo de estas dos grandes
funciones, se pueden encontrar subfunciones del contrato:
B) Función de crédito:
C) Función de garantía:
D) Función de custodia:
E) Función laboral:
F) Función de previsión:
G) Función de recreación:
Son numerosos los contratos que intervienen en el cumplimiento de esta función, por
ejemplo: el contrato de transporte para fines turísticos, el contrato de hotelería. Hay veces
que se combinan varios de estos en uno solo, como sucede cuando se contrata un tour.
H) Función de cooperación:
Hay autores que sostienen que no basta este acuerdo de voluntades creador de
obligaciones, sino que los intereses de las partes tienen que ser contrapuestos. Pero, se
argumenta en contra que ello no es así, pues en la sociedad, que es un contrato, los
intereses de los socios no son contrapuestos. Puede que sean intereses distintos, pero no
contrapuestos, sino que por el contrario, son coincidentes, porque todos los socios buscan
la utilidad que el negocio va a producir.
Así, hay algunos que encuentran este fundamento en una exigencia de la vida social
y consideran que ésta es la razón de la obligatoriedad de los contratos, porque la
contratación es un imperativo de la vida social ya que a través del contrato se realizan los
diversos cambios de bienes que están destinados a satisfacer las distintas necesidades de
los seres humanos.
Otros autores, recurren a la idea de interés o utilidad individual. Sostienen que lo que
lleva a la persona a dar cumplimiento a lo que promete es una razón de interés o utilidad
individual, de suerte que quienes contratan se sienten obligados por el contrato y dan
cumplimiento a las obligaciones emanadas de él porque es útil para ellos realizar ese
cumplimiento, ya que si una persona no cumple las obligaciones emanadas del contrato que
celebra, corre el riesgo de que nadie quiera contratar con ella, quedando así marginada o
excluida de la actividad económica y jurídica. Posiblemente esta explicación pudiera ser
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Otros buscan este fundamento en la limitación que la persona que contrata impone a
su propia voluntad. Señalan que al celebrar un contrato se van a originar derechos
personales o créditos y que cada uno de los que resulten obligados está por este hecho
renunciando o limitando su propia libertad y, en la parte que renuncia o limita su libertad,
queda sometido al otro contratante. Esta renuncia no es amplia ni absoluta, sino que dice
relación solamente con los determinados actos que celebre la persona. Esta renuncia se
hace exclusivamente en favor del otro contratante, de tal suerte que solamente él va a poder
penetrar y accionar en la esfera no libre del deudor.
El Consentimiento
Todo contrato, sin excepción alguna, cualquiera que sea su naturaleza o calificación,
cualquiera que sea la obligación u obligaciones que genere, sea que obligue a una o ambas
partes, supone siempre el consentimiento de éstas, porque el contrato nace del acuerdo de
voluntades. Si no hay acuerdo de voluntades, esto es, si no hay consentimiento, no hay
contrato. En doctrina, la falta de consentimiento produce la inexistencia del contrato.
a) Los derechos y obligaciones que nacen del contrato sólo afectan a quienes
han concurrido con su voluntad a la celebración. En otras palabras, sólo las partes
contratantes se ven beneficiadas por los derechos que surgen del contrato o afectadas por
las obligaciones que emanan de él (es lo que dice el Art. 1545). De tal modo que, todos
aquellos que no han consentido en la celebración del contrato son terceros ajenos a él y,
por consiguiente, no pueden invocar los derechos que nacen del contrato, pero tampoco les
afectan las obligaciones que él impone.
Esta es la regla general, pero no tiene carácter absoluto, porque hay ciertos casos en
que la ley, por consideraciones de interés público o general, admite que ciertos contratos
puedan afectar a personas que no han concurrido con su voluntad a su celebración. Esta
situación excepcional se presenta en los llamados "contratos colectivos", definidos como
aquellos que afectan y obligan a todos los miembros de un grupo o colectividad
determinada, aunque no hayan consentido en el contrato, por el hecho de formar parte de
dicho grupo o colectividad.
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Esta no es la única excepción que se plantea al principio del Art. 1545, ya que sucede
lo mismo en el convenio judicial de acreedores, en que prima la voluntad de la mayoría por
sobre la de la minoría. Pero, la regla general sigue siendo que el contrato sólo obliga a
quienes concurrieron a su celebración.
Son aquellos a los cuales se refiere el Art. 1444, distinguiéndose entre elementos
esenciales, de la naturaleza del contrato y accidentales.
a) Son esenciales de un contrato, aquellas cosas sin las cuales o no produce efecto
alguno, o degenera en otro contrato diferente. Ejemplo, el precio en la compraventa,
la gratuidad del contrato de comodato, la renta en el arrendamiento, etc.
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Esta no es una clasificación de orden público y las partes pueden darle libremente al
contrato el carácter de uni o bilateral. En realidad, esta opinión de la doctrina parece factible
en los contratos unilaterales, pero no es posible en los contratos bilaterales, porque éstos
son bilaterales por su propia naturaleza. Luego, las partes no podrían alterar este carácter,
pero si podrían darle a un contrato unilateral el carácter de bilateral. Así, por ejemplo, al
contrato de mandato que normalmente es unilateral, podrían darle el carácter de bilateral si
lo hacen remunerado (si no se establece remuneración, el contrato será unilateral, así lo
dispone el Art. 2117).
Estos contratos que al nacer imponen obligaciones para una sola de las partes y que
en el transcurso del mismo hacen surgir obligaciones para la otra parte, se llaman "contratos
sinalagmáticos o bilaterales imperfectos".
Esta clasificación presenta un interés práctico porque hay reglas distintas para ellos
en muchos casos. Así, según la teoría clásica, en los contratos bilaterales la causa de la
obligación de una de las partes es la obligación de la contraparte, lo cual no se presenta
en los contratos unilaterales, por su misma naturaleza (en éstos la causa tiene otra
orientación, ya que por ejemplo en el comodato o mutuo una parte se obliga porque la otra
parte le ha hecho antes la prestación de una cosa o suma de dinero, y esa entrega anterior
es la causa de la obligación que surge del contrato).
aplicable a los contratos bilaterales. Lo mismo sucede con la condición resolutoria tácita del
Art. 1489, la que se entiende exclusiva de los contratos bilaterales.
Si bien es cierto que los contratos bilaterales son onerosos, no ocurre igual con los
unilaterales. Ello es así porque el carácter de oneroso no es de la esencia del contrato. Lo
que sucede es que las partes, en virtud del principio de la autonomía de la voluntad, pueden
darle uno u otro carácter.
Sin embargo, ésta no es una regla absoluta, porque hay ciertos casos de contratos
que por su esencia misma son gratuitos, razón por la cual las partes no pueden alterar su
estructura. Es lo que sucede, por ejemplo, con el comodato, ya que si se altera su gratuidad,
se transformaría en un contrato diferente. Pero, la regla general, es que las partes pueden
alterar el carácter del contrato, salvo situaciones excepcionales.
Son contratos gratuitos porque una sola de las partes reporta utilidad, pero la
contraparte no reporta una disminución de su patrimonio, porque en esos contratos no hay
una transferencia de bienes. Así, por ejemplo, en el mandato gratuito es evidente que se
produce una utilidad para el mandante y no existe disminución patrimonial alguna para el
mandatario. Lo mismo acontece en el mutuo sin intereses o en el comodato.
De ahí que habrá que atender a las relaciones preexistentes o futuras entre las
partes. Así, por ejemplo, tratándose de prendas e hipotecas, cuando es el propio deudor el
que las constituye, estamos ante contratos onerosos, porque persiguen la utilidad de ambas
partes. Pero, el problema se nos plantea cuando estas cauciones son constituidas por
terceros: si no hay ninguna clase de remuneración para ese tercero, la constitución de la
caución va a ser un contrato gratuito, porque el tercero no va a reportar utilidad alguna de
él, sino que solamente lo hará la otra parte.
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También hay una diferencia para los efectos de determinar la responsabilidad del
deudor, en caso de incumplimiento de las obligaciones (Art. 1547). Así, en cuanto a la
determinación del grado de culpa de que responde el deudor, hay que distinguir:
Por otra parte, tenemos que los contratantes pueden darle el carácter de aleatorio a
un contrato que naturalmente no lo es, lo que constituye una clara aplicación del principio
de la autonomía de la voluntad. Un ejemplo de esta posibilidad lo encontramos en el contrato
de compraventa (Art. 1813).
La regla general en esta materia es que los contratos sean principales; la excepción
la constituyen los accesorios.
Es lo que sucede con las capitulaciones matrimoniales, las que pueden celebrarse
antes del matrimonio por los contrayentes. Estas capitulaciones tienen existencia jurídica
desde el momento mismo en que se celebran, pero sus efectos sólo se van a producir desde
el momento de la celebración del matrimonio.
La regla general es que el contrato sea consensual. Los contratos son reales o
solemnes sólo en los casos expresamente señalados por la ley. Si la ley no señala que el
contrato es real o solemne, el contrato va a ser consensual.
En los contratos consensuales, para que haya contrato es necesario que las partes
se hayan puesto de acuerdo en los elementos esenciales de ese contrato.
Cuando la ley dice que el contrato es consensual, no está diciendo que se perfecciona
por el consentimiento de las partes, ya que en todo contrato se requiere el consentimiento,
sea este real, solemne o consensual. Lo que la ley nos dice es que en el contrato consensual
basta con el solo consentimiento, es decir, que no se necesita ningún otro elemento para el
perfeccionamiento del mismo.
Por su parte, contrato solemne es aquel que además del consentimiento, requiere
por disposición de la ley de la observancia de ciertas formalidades, de tal modo que si no
se da cumplimiento a esas formalidades, el contrato no produce ningún efecto civil. Lo que
sucede es que en estos contratos no se producen los efectos que le son inherentes mientras
el consentimiento no se preste por las partes en la forma que la ley prescribe, porque la ley
entiende que si no se da cumplimiento a las solemnidades, el consentimiento no se produce.
ü instrumento público.
ü escrituración.
ü presencia de un funcionario.
Hay que tener presente que no todas las formas externas son solemnidades, porque
lo son solamente aquellas que la ley prescribe en consideración a la naturaleza misma del
acto o contrato. Si la solemnidad se exige atendiendo al estado o calidad de las partes, no
es una solemnidad propiamente tal, sino una formalidad habilitante o de protección a ciertas
personas. Por eso, no siempre que estamos en presencia de una formalidad el contrato es
solemne, porque las formalidades pueden ser de distinta naturaleza:
Pero no es lo mismo un contrato solemne por disposición de la ley que uno solemne
por acuerdo de las partes, porque si la ley así lo dispone y se omiten las solemnidades, el
contrato va a ser nulo absolutamente; en cambio, si el contrato es solemne por la sola
voluntad de las partes, dicho contrato va a poder producir efectos aún cuando la solemnidad
no se cumpla en la forma convenida (Art. 1802 y 1921).
El Art. 1443 dice que es solemne el contrato cuando está sujeto a la observancia de
ciertas formalidades especiales, de manera que sin ellas no produce ningún efecto civil.
Este es, junto con el Art. 1701, uno de los artículos en los cuales se basa Claro Solar para
sustentar la teoría de la inexistencia.
El contrato es real cuando para que sea perfecto es necesaria la tradición de la cosa
a que se refiere. Se señala por la doctrina que aquí hay una impropiedad en el lenguaje,
porque el contrato real se perfecciona por la entrega, concepto éste que es más amplio y
genérico que el de tradición, ya que la tradición es solo una forma de entrega que sirve para
transferir el dominio.
Si bien es cierto que la mayor parte de los contratos reales se perfeccionan por la
entrega de cosa, hace excepción a esta regla el contrato de mutuo, ya que este contrato se
perfecciona expresamente por la tradición de la cosa (Art. 2197). Pero, los contratos de
comodato, depósito y prenda se perfeccionan por la entrega. En estos casos, si no hay
entrega, el legislador considera que no ha habido consentimiento y, por consiguiente, no ha
habido contrato.
Es justamente ésta la gran crítica que se le hace a la concepción del contrato real,
pues es un absurdo el celebrar un contrato con el único objeto de que la persona que reciba
la cosa, tenga la obligación de restituirla.
El CC reglamenta ciertos y determinados contratos a partir del Art. 1793. Pero, estos
contratos que trata el CC no son los únicos que existen, pues también hay otros contratos
reglamentados en el Código de Comercio y en leyes especiales dispersas. Aún más, existen
muchos otros contratos cuya fuente es la autonomía de la voluntad y en la cual no hay
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Estos contratos innominados son numerosos. No puede decirse cuántos son, porque
ellos dependen de la imaginación del ser humano. Ejemplos son el franchising (forma de
comercialización y distribución de productos y servicios), el know how (transferencia de
tecnología), el contrato de transferencia de futbolistas, etc.
2) también se van a aplicar las normas generales a todo contrato, sobre formación del
consentimiento, causa y objeto lícito, etc.
3) si aplicando las normas generales del contrato y las estipulaciones de las partes nos
encontramos con un vacío, se recurre al contrato nominado más semejante, siempre
que sus normas sean posibles de aplicar al contrato innominado.
Ahora, es muy frecuente que un mismo contrato se forme por la reunión de 2 o más
contratos nominados, cada uno de los cuales conserva su individualidad y está, por
consiguiente, sometido a sus propias reglas: es el llamado "contrato mixto o complejo".
El contrato de libre discusión es aquel en que las partes estipulan libremente las
distintas cláusulas del contrato por su propia voluntad. Esta es la regla general, de acuerdo
con el principio de la autonomía de la voluntad.
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El contrato de adhesión es aquel que se forma por la aceptación por una de las
partes de las condiciones que señala otra.
Mientras en el contrato de libre discusión hay una discusión efectiva de las partes
sobre las condiciones del contrato hasta que se produce el acuerdo, en los contratos de
adhesión no existe dicha discusión, sino que es una de las partes la que impone a la otra
las condiciones del contrato y ésta última sólo se limita a aceptar o rechazar esas
condiciones.
Lo que caracteriza al contrato colectivo es que afecta a las personas que no han
consentido ni concurrido a su celebración. En tanto que en el contrato individual todas las
partes tienen que consentir, de tal forma que este contrato sólo afectará a quienes han
prestado su consentimiento.
De modo entonces que contrato individual es aquel que se celebra por la unanimidad
de las partes, y contrato colectivo es el que se celebra por la mayoría de los interesados. La
regla general es el contrato individual y la excepción el contrato colectivo. Ejemplo de estos
últimos son los contratos colectivos de trabajo, los convenios judiciales en una quiebra, los
acuerdos de asambleas de copropietarios, etc.
b) En materia de pérdida fortuita del objeto debido (en cuanto a sus efectos o
consecuencias): En los contratos de ejecución instantánea la pérdida fortuita de la cosa
debida produce como consecuencia que el deudor quede relevado de su obligación
(entregar la cosa), no sucediendo lo mismo con la contraparte. En los contratos de tracto
sucesivo, como las obligaciones que de ellos emanan se desarrollan a través del tiempo y
la obligación de una de las partes supone la obligación de la otra, la extinción de la obligación
de una de estas o la imposibilidad de su ejecución produce la extinción del contrato, o bien,
su suspensión mientras dure el impedimento, según sea el caso.
Tanto en la doctrina como en la jurisprudencia, en los países que aceptan esta teoría,
sostienen que ella sólo es aplicable a los contratos de tracto sucesivo, porque sólo en ellos
es posible que las transformaciones económicas hagan más onerosa su ejecución o
cumplimiento; de tal suerte que la teoría de la imprevisión no se admite en los contratos de
ejecución instantánea.
Ø Autonomía de la voluntad
Ø Consensualismo contractual
Ø Libertad contractual
Ø Fuerza obligatoria de los contratos
Ø Buena fe contractual
Ø Efecto relativo de los contratos
La voluntad está limitada por la ley sólo en casos excepcionales y con el fin de
proteger los intereses de los incapaces o de cautelar el orden público o la moral. Esta
facultad de las partes que les permite determinar a su entera voluntad y sin mayores
restricciones el alcance y efecto de los contratos, constituye la autonomía de la voluntad,
definida como "la libre facultad de los particulares para celebrar el contrato que les plazca y
determinar su contenido, efectos y duración".
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Es en virtud de este principio que los particulares pueden celebrar el contrato que
más convenga a sus intereses, no importando la circunstancia de si está o no reglamentado
por la ley. Incluso, las partes pueden atribuirle a sus contratos efectos distintos de los
señalados por la ley y, aún más, en virtud de este principio pueden llegar a modificar la
estructura jurídica del contrato. Así, las partes pueden darle el carácter de solemne a un
contrato que naturalmente es consensual, facultad que está expresamente establecida por
el legislador en los Art. 1802 (compraventa) y 1921 (arrendamiento).
Es también en aplicación de este principio que las partes pueden modificar las
normas legales relativas a un contrato determinado, pudiendo por ejemplo suprimir
elementos de ese contrato o alterar su contenido, efectos, duración o los derechos y
obligaciones que él genera.
Es en virtud del imperio de este principio que las leyes en materia contractual son
supletorias de la voluntad de las partes y entran a aplicarse única y exclusivamente cuando
éstas no han reglamentado determinadas materias: la ley en materia contractual se aplica
sólo en silencio de las partes.
Pero, si bien este principio es sumamente amplio, ello no significa que no tenga
algunas restricciones o limitaciones, es decir, no es una libertad irrestricta. Entre las
limitaciones establecidas por el legislador encontramos las siguientes:
Hay autores que han extremado esta teoría de la autonomía de la voluntad llegando
a sostener que muchas disposiciones legales no son otra cosa que la interpretación que
hace el legislador de la presunta voluntad de los individuos, así por ejemplo: algunos dicen
que la sociedad conyugal como régimen matrimonial nace a falta de otra estipulación,
porque esa ha sido en el fondo la voluntad de los contratantes. También dicen que al
establecerse en materia de sucesión intestada los órdenes sucesorios, el legislador no hace
otra cosa que interpretar y exponer cuál habría sido la voluntad del causante.
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En realidad, esto que parece una verdadera exageración del principio y la aplicación
irrestricta del mismo, ha creado problemas hasta tal punto que algunos le han negado a la
voluntad toda fuerza creadora de obligaciones.
Se señala, entre otras críticas, que este principio parte del supuesto de que quienes
contratan se encuentran en un mismo plano de igualdad, lo cual puede ser efectivo desde
un punto de vista jurídico, pero puede haber desigualdad en otros aspectos que provoquen
como consecuencia que una de las partes imponga sus condiciones a la otra, con lo cual se
estaría desvirtuando uno de los fundamentos de este principio y, es justamente por esta
razón, que se ha producido la intervención del legislador en materias contractuales,
estableciendo limitaciones a la voluntad de los contratantes y, así, han surgido figuras como
el contrato dirigido y el contrato forzoso (existe un mandato de la autoridad que exige
contratar, como por ejemplo el seguro obligatorio de responsabilidad civil de los vehículos
motorizados), entre otros.
Pero, no obstante las críticas y defectos que pueda presentar, este principio sigue
inspirando toda la estructura contractual.
El Autocontrato:
Es una figura jurídica que se presenta cuando una misma persona interviene en un
negocio jurídico invistiendo dos o más calidades jurídicas distintas.
1) Cuando una persona actúa por sí misma y, a la vez, como representante legal o
convencional de otra.
2) Cuando esa persona concurre en el mismo acto o contrato como representante legal
o convencional de dos o más personas naturales o jurídicas.
a) Que el autocontrato no esté prohibido expresamente por la ley. Así por ejemplo,
se prohíbe a los curadores celebrar ciertos contratos en que tengan interés ellos mismos o
ciertos parientes suyos (Art. 412).
Por consiguiente, se estima que en aquellos casos en que no hay una norma legal
que prohíba o permita la autocontratación, ella es procedente siempre y cuando no haya
contraposición de intereses.
Otros dicen que en realidad esto no es así, porque en ella concurren dos o más
voluntades, sólo que están representadas por una misma persona. Más que un vínculo
jurídico entre personas distintas, se trata de un vínculo entre patrimonios distintos, que se
ven afectados por obra de una sola persona; pero sería un verdadero contrato.
a) Libertad de contratar: Las partes son libres de contratar o no, para decidir con quién
contratar, cuándo contratar y qué contratar.
ü Las partes no pueden alterar el orden público, la moral o las buenas costumbres.
Existen dos instituciones jurídicas que buscan que exista siempre un equilibrio entre
las partes. Estas instituciones son la lesión enorme, ya vista, y la teoría de la imprevisión,
que será estudiada más adelante.
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En virtud del Art. 1545, todo contrato válidamente celebrado es una ley para las
partes, y debe cumplirse de la forma estipulada.
A veces este principio choca con la equidad moral en la contratación, por lo que debe
limitarse. Por ello, en ciertas ocasiones la ley entra a regular la celebración de ciertos
contratos. Pero, en estos casos, ¿qué pasa con los contratos celebrados con anterioridad a
la modificación legal?
Ø Si cambian las normas relativas a las penas para el caso de infracción a lo estipulado
en el contrato, se estará a legislación vigente al momento de que se cometa la
infracción.
Entonces, este principio de la fuerza obligatoria de los contratos debe limitarse. Para
cumplir esa limitación, se ha elaborado la Teoría de la Imprevisión.
Esta teoría faculta a resolver, modificar o revisar el contrato, cuando cambian las
circunstancias existentes al momento de celebración del contrato. Esto se ha discutido
mucho.
Esta teoría se hace efectiva solicitando al juez que resuelva o modifique las
condiciones estipuladas en el contrato. Es, en la práctica, muy difícil que se resuelva un
contrato, por lo que, en el mejor de los casos, sólo se suspenderá su aplicación.
a) En el tema de los alimentos, cuando los alimentos se conceden hasta que duren las
circunstancias que originaron su necesidad (Art. 332). Es la llamada “cosa juzgada
provisional”.
a) Buena fe subjetiva:
b) Buena fe objetiva:
La mejor expresión de la buena fe objetiva está en el Art. 1546, que establece que
los contratos deben ejecutarse de buena fe, y, por lo tanto, obligan no sólo a lo que en ellos
se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la
obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella.
La buena fe debe estar presente en todo momento del contrato, esto es en la fase de
negociación, en la redacción y en su ejecución.
Sin embargo, es en la ejecución donde toma más fuerza el Art. 1546, porque las
partes, al ejecutar un contrato, no se obligan sólo a lo dispuesto en el contrato, sino que
también a todo aquello que se entiende incorporado en ellos por la naturaleza o la
costumbre.
Consiste en que los efectos del contrato sólo afectan a las partes que lo han
celebrado. En determinados casos, también afectan a los terceros relativos. Por eso, se
debe distinguir entre las partes y los terceros; tema que veremos a continuación.
1) Las partes.
2) Respecto de terceros. Acá, a su vez, hay que subdistinguir:
a) Terceros absolutos.
b) Terceros relativos.
Los efectos que produce el contrato entre las partes se encuentran señalados en el
Art. 1545, que consagra el principio de la autonomía de la voluntad; que plantea un
problema respecto de aquella parte que señala "...es una ley para los contratantes...". Al
respecto, hay dos posiciones en la doctrina:
Ø Algunos estiman que el legislador señala que la obligatoriedad del contrato constituye
una verdadera asimilación a la ley.
Ø Otra posición es la que niega esa asimilación total. Esta posición sostiene que el
contrato es una ley para los contratantes porque no puede ser invalidado sólo por la
voluntad de una de las partes, al igual que una ley no puede ser derogada por la
voluntad de un individuo. Se afirma que sólo en este aspecto el contrato sería una
ley, pero que en su esencia no es tal.
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Otros señalan que la voluntad de las partes es la ley del contrato que éstas se
dan a sí mismas, y que va a producir una limitación de la libertad en que cada una de las
partes se encontraba antes de celebrar el contrato. Es esa voluntad la que ha sido elevada
a la categoría de ley, de tal suerte que la violación de la misma tiene que ser sancionada al
igual que la infracción de cualquier ley a que estén sometidos esos convenios de los
contratantes.
Se señala que hay una verdadera razón de orden público y de interés social en este
aspecto, ya que a través de él se obtiene el fiel cumplimiento de las convenciones, y es
justamente este aspecto el que motiva al legislador a señalar que los contratos son una ley
para los contratantes y que no pueden ser invalidados sino por su consentimiento mutuo o
por causas legales.
El Art. 1545 habla de "contratantes", entendiéndose por tales a las personas que han
concurrido a la celebración del contrato contrayendo derechos y obligaciones, sea que
concurran personalmente o representadas.
Ahora, en materia contractual existe un principio fundamental que consiste en que los
contratos deben ejecutarse de buena fe, principio éste que está consagrado en el Art. 1546,
y que ha ido adquiriendo cada vez mayor desarrollo.
Son terceros todos los que no han concurrido a la celebración del contrato. Todo el
que no es parte es tercero. Dentro de estos terceros hay que hacer una distinción entre
ellos:
a) Terceros absolutos, que son aquellos que nunca están en relación jurídica con
las partes.
b) Terceros relativos, que son aquellos que con posterioridad a la celebración del
contrato entran en relación jurídica con alguna de las partes, siendo afectados por el
contrato.
b.1) Sucesores a título universal son los herederos (Art. 1097). Los herederos son
los continuadores de la persona del causante, y como tales entran a ocupar el lugar que
éste tenía. Representan al causante en todos sus derechos y obligaciones transmisibles.
De aquí viene aquel adagio que dice que "quien contrata lo hace para sí y para sus
herederos".
De modo entonces que la regla general es que el contrato produce efectos respecto
de los herederos. Pero, esta regla tiene excepciones:
Lo mismo sucede en el caso de la persona que compra un bien raíz gravado con
hipoteca. En este caso, el comprador no concurrió a la celebración del contrato de hipoteca,
pero se va a ver afectado por dicho contrato.
A los terceros absolutos, esto es, a aquellos que no concurren a la celebración del
contrato, y que con posterioridad no entran en relación jurídica con las partes, no les puede
afectar el contrato. A ellos no alcanzan los derechos ni las obligaciones que surjan del
contrato.
Sin embargo, a este respecto, también hay EXCEPCIONES a este principio del
efecto relativo de los contratos:
Un caso típico de estipulación en favor de otro, es aquel en que una persona (marido)
celebra un contrato (seguro de vida) con una compañía de seguros, en beneficio de un
tercero (cónyuge). La situación excepcional que se plantea en el contrato de seguro es
precisamente que el contrato se celebra entre la compañía y la persona que concurre a él,
pero la prestación que emana de ese contrato no puede ser demandada por el contratante,
sino que por la persona a quien se pretende beneficiar con el seguro, la cual no ha sido
parte en el contrato.
ü El estipulante (marido).
ü El promitente (compañía).
ü El tercero beneficiario (cónyuge).
Los requisitos se analizan en relación con las partes que intervienen en esta figura
jurídica:
Tiene que ser capaz para celebrar el contrato objeto de la estipulación. Por
consiguiente, para analizar la capacidad del estipulante habrá que ver en cada caso cuál es
el contrato que ha sido objeto de la estipulación, y, en base a ese contrato, determinar si el
estipulante es o no capaz para su celebración.
Pero, hay un aspecto que se esboza en la ley, y que es indispensable para que exista
la estipulación: el estipulante no debe ser mandatario, representante legal, ni gestor de
negocios del tercero beneficiario, porque si se contrata en virtud de un mandato o de una
gestión de negocios ya no vamos a estar en el campo de la estipulación en favor de otro,
sino que vamos a estar en el ámbito del mandato o de la agencia oficiosa. Justamente a
esto se debe la redacción del Art. 1449, al señalar "...aunque no tenga derecho para
representarla...".
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También debe tener capacidad para celebrar el contrato prometido, y además tiene
que tener la intención de crear el derecho en favor del tercero.
En relación con los requisitos que deben concurrir en el tercero beneficiario, hay que
tener presente la especial situación en que éste se encuentra, porque dicho tercero no tiene
injerencia o intervención en la celebración del contrato, ya que éste se celebra
exclusivamente entre el promitente y el estipulante.
Esto tiene especial importancia en relación con la capacidad que debe reunir el
tercero beneficiario, porque no se requiere que éste tenga capacidad para contratar, ya que,
como señalábamos, él no interviene en la celebración del contrato; entonces, no requiere
capacidad de ejercicio, bastando que tenga capacidad de goce. De ahí que lo más
frecuente, tratándose del contrato de seguro, por ejemplo, es que éste se celebre en favor
de personas que son absolutamente incapaces (como un hijo impúber).
Pero, no obstante esto, el tercero beneficiario tiene que estar en la situación jurídica
de poder adquirir el derecho establecido en su favor, siendo esto de suma importancia, y
algo que frecuentemente se olvida o se pretende olvidar.
Ello tiene importancia en relación con las prohibiciones que establece la ley para
ciertas personas de celebrar determinados actos y contratos, que podrían eludirse a través
de la estipulación a favor de otro.
Otro aspecto que se ha discutido bastante, es si el tercero beneficiario tiene que ser
una persona determinada o no. En tiempos pasados, la doctrina no aceptaba la estipulación
en favor de persona indeterminada, como tampoco en favor de personas futuras (esto es,
que no existen al momento de estipularse en favor de ellas). Actualmente, la tendencia es
inversa, ya que se acepta la estipulación en favor de persona indeterminada o de persona
futura. Lo que se exige es que al momento de reclamarse el derecho, esa persona esté
determinada y exista.
Esto es muy frecuente en materia de contrato de seguro, porque ocurre que una
persona puede contratar un seguro de vida en favor de los herederos que tenga al tiempo
de su fallecimiento, caso en el cual el seguro va a beneficiar a todos los que tengan la
calidad de herederos al momento de fallecer el estipulante, y no solamente a aquellos que
existían cuando se realizó la estipulación.
Uno de los problemas que plantea la estipulación en favor de otro, es determinar cuál
es su naturaleza jurídica. Existen tres doctrinas o teorías principales que tratan de explicarla:
a) La doctrina de la oferta:
ü por otro lado, si el derecho se integra al patrimonio del estipulante, queda sometido
a las contingencias de ese patrimonio; y así, si el estipulante tiene muchos
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acreedores, éstos podrían hacer valer su derecho sobre ese patrimonio, al cual, a su
vez, se ha incorporado el derecho que nace de la estipulación.
Para esta doctrina, el estipulante no sería más que un gestor de negocios con
respecto al tercero, y, en conformidad a esto, la aceptación a que se refiere el Art. 1449 (que
tiene que dar el beneficiario para la adquisición del derecho) no sería otra cosa que la
ratificación que hace el beneficiario de la gestión que el estipulante realizó en su favor.
Ø Si fueran lo mismo, no habría razón alguna para que el legislador las hubiere tratado
separadamente.
Señalan los autores que esta teoría de la acción tiene plena aplicación entre nosotros,
por lo dispuesto en el Art. 1449, que señala "...pero sólo esta tercera persona podrá
demandar lo estipulado...".
los derivados de todo contrato, pero con ciertas características propias de la estipulación en
favor de otro, que son justamente las que le dan una fisonomía especial:
El Art. 1536 inciso 3° dice que en caso que el promitente no cumpla lo que se ha
convenido en favor del tercero beneficiario, la pena es válida, aunque la obligación principal
no tenga efecto. Se plantea aquí una situación excepcional, porque si bien el estipulante no
puede demandar el cumplimiento, sucede que en caso de no cumplir el promitente su
obligación para con el tercero beneficiario, nace el derecho para el estipulante de demandar
la pena que se ha establecido. De modo que, al establecerse una cláusula penal, el
estipulante, que normalmente no tiene ningún derecho, pasa a tenerlo en virtud del
incumplimiento.
Esta situación tiene una contrapartida contemplada en el propio Art. 1449, y consiste
en que mientras no se produzca la aceptación del beneficiario, puede el estipulante y
promitente revocar la estipulación, es decir, dejarla sin efecto. Esta facultad pueden ejercerla
solamente mientras no se haya producido la aceptación del tercero beneficiario, la cual
puede ser expresa o tácita.
Esta facultad que confiere el Art. 1449 no es otra cosa que una aplicación de la regla
general que nos da el Art. 1567 inciso 1°, cuando consagra como modo de extinguir las
obligaciones a la resciliación.
El principal efecto que se produce es que sólo el tercero beneficiario puede demandar
lo que se ha estipulado, y, en este aspecto, es justamente donde también tiene importancia
la aceptación del tercero, porque mientras éste no intervenga, las partes que concurrieron
a la celebración del contrato pueden revocarlo.
Debe tenerse en claro que la aceptación del tercero no crea el derecho, sino que éste
se creó con la celebración del contrato entre el promitente y el estipulante, radicándose ese
derecho de inmediato en el patrimonio del tercero beneficiario, según la teoría de la acción.
El Art. 1449 nos dice que la aceptación del tercero beneficiario puede ser:
ü tácita, constituyendo tal aceptación los actos que el tercero sólo puede ejecutar en
virtud del contrato que han celebrado el promitente y el estipulante.
Ahora, no obstante que no forma parte del contrato, el promitente puede oponer al
tercero beneficiario las mismas excepciones que podría haber hecho valer en contra del
estipulante.
Entre ellos, no se producen efectos derivados del acto o contrato. Ello, porque de
acuerdo con la teoría mayoritariamente aceptada, el derecho emanado del contrato
celebrado entre promitente y estipulante, se radica de inmediato en el patrimonio del tercero,
y por consiguiente, ese derecho no ha existido en el patrimonio del estipulante.
En este caso, no hay una excepción a la regla general en materia contractual (efecto
relativo del contrato). Se distinguen de la estipulación en favor de otro, porque en ésta, en
virtud de un contrato, un tercero adquiere un derecho; en cambio, en la promesa de hecho
ajeno, el tercero no adquiere derecho ni contrae obligación alguna. Por lo demás, lo dice así
expresamente el Art. 1450.
Con la promesa de hecho ajeno, resulta obligado aquel que se comprometió a que el
tercero daría, haría o no haría alguna cosa.
2) En cuanto al tercero, para que éste resulte obligado tendrá que cumplir las
exigencias de la ratificación. Pero, si miramos el Art. 1450, veremos que el legislador se
limita a señalar que el tercero debe ratificar para resultar obligado, y no señala las
condiciones o requisitos que esa ratificación debe reunir.
Ante esta situación, los tribunales han resuelto que la expresión "ratificación" tiene
que tomarse en su sentido natural y obvio, y que van a constituir ratificación todos aquellos
actos del tercero que signifiquen que se atribuye la calidad de deudor que se le ha otorgado
en el contrato celebrado entre el promitente y el acreedor.
La única exigencia que han hecho los tribunales a este respecto, es que si la promesa
dice relación con bienes raíces o con derechos reales constituidos en ellos, la ratificación
tiene que hacerse por escritura pública.
Para estudiar esta materia, hay que distinguir las relaciones de las diferentes partes
que intervienen:
a) Entre el promitente y el tercero, no resulta ningún efecto, salvo que entre ellos se
hubiera convenido que el tercero va a otorgar su ratificación.
El Art. 1450 dice que esta obligación puede ser de dar, hacer o no hacer. Lo
importante es que una vez que el tercero ha prestado su ratificación, tiene la calidad de
deudor, y queda obligado como cualquier otro deudor, de forma tal que si no cumple
voluntariamente su obligación, procede en su contra la ejecución forzada, e incluso la
indemnización de perjuicios en caso de incumplimiento.
Puede suceder (ya que la ley lo permite) que el monto de estos perjuicios que el
acreedor puede demandar al promitente, para el caso que el tercero no ratifique, sea
prefijado por las partes a través de una cláusula penal (recordar que la cláusula penal es
una avaluación convencional y anticipada de los perjuicios, además de ser una pena). Se
refiere expresamente a ello el Art. 1536 inciso 2°.
En realidad, lo que sucede, y así lo entiende la doctrina, es que hay dos distintas
situaciones:
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La primera, es aquella en que el promitente se sujeta a una pena para el caso que el
tercero no ratifique la obligación prometida por él. Esta cláusula penal es perfectamente
válida, y no tiene nada de excepcional o de anormal, porque accede a una obligación
principal (la cual tiene existencia), y es justamente la que el Art. 1450 impone al promitente
(la de obtener que el tercero ratifique). El incumplimiento de la obligación del promitente
obliga a éste a la pena.
En segundo término, se señala con razón que el Art. 1536 no se refiere a una
situación como la descrita anteriormente, porque ello es lo normal en cualquier cláusula
penal. Lo que sucede es que la situación que prevé el Art. 1536 es distinta, ya que se refiere
al caso en que la pena se ha impuesto para el evento de que se incumpla la obligación del
tercero. Aquí, el promitente está garantizando, más que la ratificación, el cumplimiento de la
obligación por el tercero.
Lo que sucede es que la redacción del Art. 1536 es imprecisa, porque el inciso 2°
aparece como una excepción a lo establecido en el inciso 1°, en el cual estamos ante un
caso de nulidad; en tanto que en el inciso 2° no hay nulidad, sino que una obligación que no
alcanzó a nacer por falta de ratificación del tercero.
LA INOPONIBILIDAD
Las normas sobre inoponibilidad se aplican a los sucesores a título singular, esto es,
a aquellos terceros que después de la celebración del contrato entran en relación jurídica
con las partes contratantes.
Por consiguiente, se excluyen los terceros absolutos, los terceros sucesores a título
universal, y los propios contratantes.
Hay que distinguir en cuanto al contrato mismo y en cuanto a los efectos que éste
produce, porque la inoponibilidad no afecta al contrato en sí: el contrato inoponible es un
acto jurídico plenamente válido en sí, esto es, no le faltan los requisitos de existencia o de
validez.
Lo que sucede es que los efectos emanados de ese contrato no pueden oponerse a
terceros, y ésta es justamente la gran diferencia que existe entre la nulidad y la
inoponibilidad. Cuando un contrato es declarado nulo por sentencia judicial, ese contrato se
extingue entre las partes y también respecto de terceros, y se considera como si ese
contrato no se hubiere celebrado jamás; en cambio, cuando hay inoponibilidad no se ataca
la validez del contrato, produciendo éste todos sus efectos entre las partes; lo que sucede
es que se priva al contrato de sus efectos respecto de terceros, por haberse omitido ciertos
requisitos.
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Si se cumple con estas formalidades, ese acto o contrato va a afectar a esos terceros;
en caso contrario, el legislador protege a esos terceros estableciendo en su favor la
inoponibilidad, mientras no se cumpla con las formalidades de publicidad.
a) Art. 1707 inciso 2°: Está referido a las contraescrituras públicas, las cuales, para
producir efectos respecto de terceros, deben cumplir con ciertas formalidades de publicidad:
b) Art. 2513: la sentencia que declara la prescripción adquisitiva del dominio u otro
derecho real tiene que inscribirse en el Registro del Conservador; en caso contrario, no
produce efectos respecto de terceros. La inscripción aquí no juega el rol de tradición del
derecho, sino de formalidad de publicidad.
Puede presentarse por diversas circunstancias, siendo las más frecuentes aquellas
que derivan de:
de cosa ajena vale, pero ese contrato es inoponible al dueño (él no concurrió con su
voluntad a la celebración de ese contrato). En este caso, el dueño podrá intentar la acción
reivindicatoria en contra del comprador.
Puede suceder que se constituya una determinada situación jurídica entre las partes,
la cual afecte a terceros, y que, con posterioridad, dicha situación jurídica sea dejada sin
efecto, y, al ser así, se produzca un daño o perjuicio para un tercero.
Es la situación que nos plantea la nulidad judicialmente declarada, la cual opera con
efecto retroactivo, volviendo las partes al estado anterior al de la celebración del acto o
contrato, y da derecho en contra de terceros que hubieren estado en relación jurídica con
las partes después del acto o contrato nulo.
b) Art. 2508: la nulidad del contrato de sociedad no perjudica a las acciones que
corresponden a terceros de buena fe, contra todos y cada uno de los asociados, por las
operaciones de la sociedad, si existiere de hecho.
Efectos de la inoponibilidad
1) Efectos respecto de las partes: el acto o contrato, aun cuando sea inoponible,
produce todos sus efectos entre las partes.
Así, por ejemplo, si en la venta de cosa ajena el dueño reivindica la cosa vendida, y
el comprador se ve ante la amenaza de ser privado de todo o parte de la cosa por una
sentencia judicial, éste va a poder hacer valer la "acción de garantía" que emana del contrato
de compraventa, y, entonces, podrá citar de evicción al vendedor para que éste comparezca
en juicio y le indemnice de la evicción, si ésta se produjere. En este caso, evidentemente la
inoponibilidad que se hace valer respecto del tercero va a producir una consecuencia en las
relaciones entre los contratantes.
a) Como acción, reclamando del acto inoponible. Así sucede, por ejemplo, en la
venta de cosa ajena cuando el verdadero dueño hace valer la acción reivindicatoria.
Extinción de la inoponibilidad
No es posible establecer reglas generales en esta materia, esto es, establecer reglas
que abarquen todas las situaciones posibles, en cuanto a la extinción de la inoponibilidad.
Pero, podemos decir que la inoponibilidad por falta de publicidad se sanea por el
cumplimiento de las formalidades que se omitieron en su oportunidad.
Pero, a este respecto, hay que tener muy en cuenta la situación que se plantea
respecto de la inoponibilidad por falta de concurrencia, porque ella deriva de que una
persona no concurrió con su voluntad al acto o contrato y, por consiguiente, sólo esa
persona puede invocar la inoponibilidad. En este caso, el acto se sanea totalmente, tomando
la renuncia el nombre de "ratificación".
2.- Sistema subjetivo o de la voluntad real: Este sistema considera la voluntad real
existente tras la declaración de las partes, porque esa declaración puede haberse hecho
con una mayor o menor coincidencia con la voluntad real. La verdadera voluntad, a juicio de
este sistema, es la que está en el fuero interno de la persona.
Estas normas están contenidas en los Art. 1560 a 1566. El legislador siguió el sistema
de fijar las reglas sobre la interpretación de los contratos. En otros países, no es este el
sistema que se sigue, sino que se deja al juez en la más amplia libertad para la interpretación
contractual.
Se dice por los autores que esto es así porque el CC parte de la premisa que el
legislador sabe expresarse en términos que reflejen claramente su pensamiento, en tanto
que en materia contractual se parte de la premisa de que las partes contratantes muchas
veces son personas que no tienen un absoluto dominio del idioma, y, por consiguiente, lo
que expresan a veces no guarda total relación con su intención.
• Tercera regla: Dice relación con el sentido efectivo y el sentido inefectivo de las
relaciones contractuales, Art. 1562. El legislador parte del supuesto de que en un contrato
hay una cláusula que es susceptible de dos interpretaciones:
Señala la ley que, en esta circunstancia, debe preferirse aquella interpretación que
permite que la cláusula produzca algún efecto; ello, porque supone el legislador que si las
partes incorporaron esa cláusula en el contrato, es porque su voluntad es que ella produzca
alguna consecuencia, y, siendo así, es lógico interpretarla en tal sentido.
• Cuarta regla: Está contenida en el Art. 1563 inciso 1°, según el cual, salvo que
aparezca la intención contraria, las cláusulas de un contrato tienen que interpretarse de
acuerdo con la naturaleza de éste.
• Quinta regla: Las cláusulas de uso común se presumen, aun cuando ellas no
se expresen (Art. 1563 inciso 2°). Así, por ejemplo, en el contrato de compraventa es de uso
común la cláusula en virtud de la cual el vendedor se obliga al saneamiento de la cosa
vendida, obligación que comprende tanto al saneamiento de la evicción como al de los vicios
redhibitorios. Conforme a la regla en análisis, aún cuando en dicho contrato no se incorpore
esta cláusula, por ser de uso común se presume.
• Sexta regla: Art. 1564 inciso 1°, según el cual las cláusulas de un contrato tienen
que interpretarse de manera que entre ellas exista la debida correspondencia y armonía.
• Séptima regla: Art. 1564 inciso 2°. En este inciso se contempla la regla de
interpretación por analogía, situación que se da cuando entre las mismas partes de un
contrato se han celebrado otros contratos. En este caso, el Art. 1564 inciso 2° permite que
las cláusulas de un contrato sean interpretadas por las de otro contrato celebrado por las
mismas partes y sobre la misma materia.
• Octava regla: Art. 1564 inciso final. Se contempla aquí la regla de interpretación
por la aplicación práctica que las partes hayan hecho de las cláusulas contractuales.
• Novena regla: Art. 1565. Esta regla permite interpretar el contrato a través de los
ejemplos que en él se contienen.
• Décima regla: El Art. 1566 establece una norma para la interpretación de las
cláusulas ambiguas, señalando que no pudiendo aplicarse ninguna de las reglas
precedentes de interpretación, se interpretarán las cláusulas ambiguas a favor del deudor.
En este análisis, no tiene relevancia la calificación jurídica que las partes hayan dado
al contrato, porque dicha calificación se hace atendiendo a la voluntad real de las partes, tal
como ella se desprende de la interpretación de las distintas cláusulas del contrato.
a) Algunos consideran que el juez tiene que sujetarse a las normas de interpretación
contenidas en el CC; de tal forma que si las viola, la Corte Suprema podría enmendar el
fallo por haberse dictado con infracción de ley.
b) En cambio, otros sostienen que las normas de interpretación son obligatorias sólo
en cuanto ordenan que para interpretar el contrato hay que estarse a la intención de los
contratantes; pero, no son obligatorias en cuanto a señalar los elementos que pueden servir
como medios para interpretar el contrato.
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Ahora, si B acepta comprar en el precio fijado y al cabo del plazo que se señaló,
ambas partes se han obligado recíprocamente, A a vender y B a comprar. En este segundo
caso, pese a que las partes están acordes en la cosa y en el precio, no hay compraventa,
porque el contrato versa sobre bienes raíces, y requiere, por lo tanto, el otorgamiento de
una escritura pública. Este contrato es una promesa bilateral de compraventa.
ello. En este caso, como no se puede enajenar directamente dicho bien, se celebra un
contrato de promesa de compraventa, pudiendo celebrarse el contrato prometido cuando se
haya alzado el embargo.
Algunas definiciones
1) Fernando Fueyo: "es el contrato preparatorio general, por el cual una o ambas partes
se obligan a celebrar otro contrato, que ha de ser legalmente eficaz, y que se
especifica por lo menos en sus elementos esenciales, estipulándose al mismo tiempo
un plazo y/o una condición que fije su futuridad, y concediendo la ley los medios
judiciales eficientes para su ejecución forzada".
2) La jurisprudencia: "es aquel contrato por el que las partes se obligan a celebrar otro
contrato determinado, en cierto plazo o en el evento de cierta condición" (Revista de
Derecho y Jurisprudencia).
Este es uno de los problemas que plantea el contrato de promesa. Sobre el particular,
hay dos opiniones:
Pero este razonamiento, según Claro Solar, no es correcto, ya que el Art. 1478 se
refiere a una condición que consiste en la mera voluntad de la persona que se obliga; y en
la promesa unilateral de celebrar un contrato bilateral, el único que se obliga es el promisor
(el que promete vender), y lo hace desde que se celebra el contrato de promesa. En tanto,
el presunto comprador no contrae obligación alguna que dependa de su voluntad, sino que
él se reserva el derecho de decidir si compra o no.
Finalmente, cabe señalar que toda esta doctrina discurre en relación con el contrato
de promesa unilateral de celebrar contrato de compraventa, pero que sus argumentos son
aplicables a cualquier otro contrato bilateral.
2.- Es válida:
a) Se hacen cargo de la posición que estima que este contrato no es posible en virtud
de lo dispuesto en el Art. 1554 Nº 4, porque si bien esa disposición exige la "especificación"
del contrato prometido, esto no significa que la promesa deba tener la misma esencia y
naturaleza del contrato que se pretende celebrar. De ser así, no sería posible, por ejemplo,
en una promesa bilateral prometer la celebración de un contrato unilateral, como el mutuo,
lo cual sin duda puede hacerse.
b) No existe disposición legal alguna que exija que en la promesa las partes se
obliguen recíprocamente.
ü El Art. 1438, al definir el contrato, no exige una obligación sobre ambas partes.
ü Por su parte, el Art. 1439 indica que los contratos pueden ser unilaterales o
bilaterales.
e) Otra razón está en la historia fidedigna de la ley. Dicen que atendiendo los
precedentes en los cuales se basó el legislador chileno para la elaboración del CC, se llega
a la conclusión de la validez de la promesa unilateral de celebrar un contrato bilateral, ya
que nuestra fuente más importante, el CC francés, acepta tal figura.
Análisis particular
a) El Art. 1801 inciso 2º es una norma especial en cuanto a la naturaleza del contrato
y el bien de que se trata. La especialidad de esta norma supera la del Art. 1554, disposición
que para el efecto tendría carácter general.
En realidad, lo que aquí sucedía, era que quienes así opinaban estaban confundiendo
dos contratos distintos, pero sucesivos en el tiempo, conteniendo uno de ellos (la promesa)
las bases de la celebración del otro (el prometido).
Hoy en día, hay consenso en que el contrato de promesa basta que conste "por
escrito". Las razones en este sentido son:
a) Por la separación entre ambos contratos, cada uno de los cuales tiene
individualidad propia, estructura y efectos distintos, de tal modo que no podrían aplicarse a
uno las normas del otro; es decir, las normas de la compraventa de bienes raíces a la
promesa de éste.
b) El Art. 1554 Nº 1 es claro, en cuanto a que lo único que exige es que la promesa
conste por escrito. Cuando el sentido de la ley es claro...
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c) Por último, cuando el contrato prometido es a su vez solemne, la misma ley nos
señala cuándo debe cumplirse con esa solemnidad (Art. 1554 Nº 4).
2.- Que el contrato prometido no sea de aquellos que la ley declara ineficaces
(Art. 1554 Nº 2):
El problema que se plantea en este punto es determinar en qué momento hay que
considerar la eficacia o ineficacia del contrato prometido:
Otro problema que se plantea con este requisito, y que vamos a analizar en relación
con un ejemplo, es el siguiente: ¿qué sucede en la promesa de venta o hipoteca de un
inmueble perteneciente a un incapaz? ¿Habría que cumplir ya en el contrato de promesa
con las autorizaciones que la ley exige para la celebración del contrato prometido?
Tomemos como ejemplo las siguientes disposiciones:
a) El Art. 254 señala que "no se podrán enajenar ni gravar en caso alguno los bienes
raíces del hijo, aun pertenecientes a su peculio profesional…". Si se promete vender un
inmueble perteneciente al hijo de familia, ¿habrá que obtener la autorización judicial al
celebrar la promesa, o podrá esperarse la celebración del contrato prometido para obtener
dicha autorización?
b) El Art. 1754 señala que "no se podrán enajenar ni gravar los bienes raíces de la
mujer, sino con su voluntad". Si el marido promete enajenar un bien raíz de la mujer,
¿necesita contar con la autorización referida al momento de celebrar la promesa o habrá de
obtener dicha autorización cuando celebre el contrato prometido?
b) Las formalidades son de derecho estricto, y el Art. 1554 no las ha exigido para el
contrato de promesa, sino que otras disposiciones las requieren para el acto de enajenación
o gravamen, que es distinto del contrato de promesa.
La fijación de la época de celebración del contrato prometido debe hacerse por medio
del establecimiento de un plazo o de una condición en el contrato de promesa, no existiendo
ningún impedimento para que concurran ambas clases de modalidades en la promesa, esto
es, que se establezca un plazo y una condición a la vez, para que en defecto de la condición
pueda celebrarse de todas maneras el contrato prometido, ya que la condición puede fallar.
Veamos cada una de estas formas de determinar la época de celebración del contrato
prometido:
Algunos sostienen que la condición debe ser determinada, esto es, aquella en que
de producirse el hecho futuro e incierto se sabe cuando ocurrirá. Si para el cumplimiento del
hecho incierto constitutivo de la condición, no se fija época o plazo, estaríamos en presencia
de una condición indeterminada, y quienes participan de la opinión en comento, afirman que
en este caso no puede darse el valor de promesa a una convención celebrada bajo una
condición de esta especie.
comprador una operación de crédito hipotecario. Aquí, evidentemente hay una condición,
pero es indeterminada, pues en caso de producirse este hecho futuro o incierto, no se sabe
cuándo se va a producir.
Los que se inclinan por la validez del contrato de promesa celebrado bajo una
condición indeterminada, señalan que la intención del legislador fue no mantener las
condiciones por un plazo indeterminado, ya que todas ellas caducan transcurrido cierto
lapso, y el hecho que el legislador no lo haya dicho en forma expresa en el Nº 3, no es
obstáculo para que se aplique la regla general; sobre el plazo de caducidad de las
condiciones.
Lo que la ley exige, es que pueda saberse con certeza cuándo o en qué fecha el
acreedor podrá hacer efectiva la obligación que emana de la promesa, o bien, cuándo podrá
establecerse en forma cierta que no se verificará, ya sea porque venció el plazo estipulado,
ya sea porque la condición no se cumplirá. Indican, además, que en lo que dice relación
específicamente con la condición que se refiere a la aprobación de un préstamo hipotecario,
ella no es indeterminada, ya que es claro que cualquiera de las partes podrá requerir el
pronunciamiento respecto de si se otorga o no el préstamo.
Lo que sucede es que, en este aspecto, el plazo debe entenderse en relación con la
exigibilidad de las obligaciones y con la mora. Así, si el plazo es suspensivo, el cumplimiento
de la obligación sólo va a poder exigirse una vez vencido. En cambio, si el plazo es extintivo,
se puede exigir ese cumplimiento en cualquier momento antes de su vencimiento, no
pudiendo hacerse una vez vencido, ya que ahí se extingue el derecho.
a) Especificar significa identificar las estipulaciones de dicho contrato, esto es, que
nada de lo que ha de convenirse en el contrato prometido puede faltar en la promesa.
Incluso, señalan que debe estar presente el consentimiento de obligarse, propio del contrato
prometido.
Señala esta opinión que los elementos de la naturaleza los presume la ley, y se
entienden incorporados en el contrato sin necesidad de cláusula especial. En cuanto a los
elementos accidentales, ellos son expresión de la autonomía de la voluntad, y, por lo tanto,
dependen exclusivamente de lo que las partes establezcan al respecto. De tal suerte, estos
elementos nacerán sólo si las partes desean incorporarlos al contrato, y si éstas nada dicen,
dichos elementos no formarán parte del respectivo contrato. Siendo así, no puede
entenderse que la falta de estos elementos de carácter accidental, significa que el contrato
prometido no está debidamente especificado, porque dicho contrato queda especificado con
aquellos elementos que le dan su propia fisonomía, y éstos son los elementos esenciales.
Si el contrato de promesa cumple con todos los requisitos que indica el Art. 1554,
surge de él una obligación de hacer, que consiste en la celebración del contrato prometido.
Es esto a lo que se refiere el inciso final del Art. 1554.
Como consecuencia, los efectos del contrato de promesa son generalmente distintos
de los efectos que produce el contrato prometido. Así, en la promesa de celebrar un contrato
de compraventa el efecto de ésta es una obligación de hacer: la de celebrar el contrato
prometido. En tanto que en la compraventa (contrato prometido) surgen obligaciones de dar.
Ahora, si hay un incumplimiento del contrato de promesa, el Art. 1554 nos remite al
Art. 1553, que se refiere precisamente a las obligaciones de hacer, disposición que nos
señala también qué actitud puede adoptar el acreedor cuando el deudor de la obligación de
hacer se constituye en mora, porque nos dice que junto con la indemnización de la mora
podrá pedir el acreedor, a elección suya, cualquiera de las tres cosas que en dicha
disposición se señala. Pero, de los tres números que contempla el Art. 1553, sólo dos de
ellos son aplicables en el caso de haber incumplimiento del contrato de promesa: los Nº 1 y
3.
Pero, esta norma debe complementarse con aquellas del Código de Procedimiento
Civil, relativas al juicio ejecutivo en las obligaciones de hacer, específicamente con la del
Art. 532, que señala que "si el hecho debido consiste en la suscripción de un instrumento o
en la constitución de una obligación por parte del deudor, podrá proceder a su nombre el
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juez que conozca del litigio, si, requerido aquél, no lo hace dentro del plazo que le señale el
tribunal".
Pudiera no entenderse así, por la remisión que el legislador hace en el Art. 1554 a
las normas del Art. 1553, pero lo que sucede es que esta última norma reglamenta los
derechos que la ley otorga al acreedor de la obligación de hacer, para exigir forzadamente
su cumplimiento al deudor. Es decir, la remisión del Art. 1554 al Art. 1553 sólo tiene por
objeto destacar el tipo de obligación que genera el contrato de promesa, que como
obligación de hacer que es, debe cumplirse forzadamente de acuerdo a lo señalado en el
Art. 1553 (aplicándose en este caso sólo los Nº 1 y 3).
De manera que esta remisión no implica una alteración de la regla general contenida
en el Art. 1489, aplicable en el caso de incumplimiento de un contrato bilateral. Por
consiguiente, respecto del contrato de promesa bilateral, existe para el acreedor la
alternativa que le confiere el Art. 1489, es decir:
ü Puede demandar el cumplimiento del contrato. Si opta por este camino, tendrá que
recurrir a lo dispuesto en el Art.1553.
Es un contrato en que una de las partes se obliga a dar una cosa, y la otra a pagarla
en dinero (Art. 1793). El contrato de compraventa supone para su existencia
necesariamente dos partes: una, que se obliga a dar una cosa (vendedor), y la otra que se
obliga a pagarla en dinero (comprador).
Naturaleza o clasificación
c) Contrato consensual, por regla general. Esto se desprende del Art. 1801 inciso
1º, y por excepción es solemne en los casos a que se refiere el inciso 2º del citado artículo.
e) Contrato principal, porque subsiste por sí mismo, sin necesidad de otro contrato.
El contrato de compraventa no está destinado a asegurar el cumplimiento de una obligación
principal.
Aspectos a destacar
Pero, a este respecto, hay que tener presente que, tratándose del contrato de
compraventa de bienes raíces celebrado por ciertas instituciones (específicamente el
Serviu), la Ley 14.171, en su Art. 67, suprimió la solemnidad de la escritura pública en los
casos a que se refiere, y estableció un procedimiento especial de otorgamiento de
instrumento privado (Art. 68). Así, las ventas que hace el Serviu se efectúan por instrumento
privado firmado ante notario, y debidamente protocolizado en el plazo de treinta días,
contado desde la fecha de su suscripción. Hecho lo anterior, queda perfecto el contrato de
compraventa, y desde la fecha de su protocolización el instrumento privado se considera
escritura pública para todos los efectos legales.
En Chile, para que opere la adquisición del dominio, además del contrato de
compraventa, se requiere que se realice la tradición de la cosa. Esta se hará por el Art. 684
(muebles) o por el Art. 686 (inmuebles). En esto, el CC presenta una diferencia fundamental
con el sistema francés, ya que en éste el derecho de dominio se adquiere por la celebración
del solo contrato de compraventa, no siendo necesario la tradición. Es por eso que
disposiciones como el Art. 1550 (teoría del riesgo) no encuadran dentro de nuestro sistema,
pero sí en el francés, fuente del nuestro.
emplea, señala que una de las partes se obliga a dar una cosa (el vendedor), frase que
puede ser comprensiva de la real obligación de esa parte, porque de acuerdo con el Art.
1548 la obligación de dar contiene la de entregar la cosa. Pero, ambas obligaciones
significan y producen cosas distintas, a saber:
a) La obligación de dar, por definición, es aquella que tiene por objeto transferir el
dominio o constituir un derecho real. Es una obligación que puede ser contraída solamente
por el dueño de la cosa.
Alessandri señala que el sistema jurídico chileno no está obligado a hacer propietario
al comprador, sino que el vendedor se obliga a proporcionar la cosa al comprador. La
obligación que realmente contrae el vendedor es la de entregar la cosa, lo cual se desprende
de numerosas disposiciones del CC, como el Art. 1815, que reconoce la validez de la venta
de cosa ajena. Sostienen algunos autores que aquí hubo un error del legislador, al emplear
la expresión "dar" en el Art. 1793, y que en realidad debió haber hablado de "entregar",
término que habría expresado con mayor propiedad el carácter que la obligación del
vendedor tiene en nuestra legislación.
ü Tiene que estar presente la tradición, que es el modo de adquirir el dominio, y que
es el medio para cumplir la obligación que nace del contrato de compraventa.
Debe cumplir los requisitos comunes a todo contrato, esto es, consentimiento,
capacidad, objeto y causa. Pero, fuera de estos requisitos generales a todo contrato, la
50
compraventa debe reunir también ciertos requisitos esenciales, que son precisamente los
que le dan su fisonomía propia a este contrato. Estos elementos esenciales son:
Ø La cosa vendida,
Ø El precio.
Es el objeto de la obligación del vendedor, y por tal razón ella no puede faltar, ya que
si falta no habría obligación del vendedor, pues ella carecería de objeto, y además la
obligación del comprador carecería de causa, según la teoría clásica de la causa, en virtud
de la cual la causa de la obligación de una de las partes es la obligación de la contraparte.
Por eso, si no hay cosa vendida no hay contrato de compraventa. La cosa vendida puede
ser corporal o incorporal, y para que el contrato de compraventa sea válido, debe reunir los
siguientes requisitos:
Sólo pueden ser objeto del contrato de compraventa las cosas comerciables,
entendiéndose por tales aquellas cuya enajenación no esté prohibida por la ley. Es decir,
son cosas comerciables aquellas que pueden constituir un objeto lícito al enajenarse, siendo
incomerciables aquellas que al enajenarse constituyen un objeto ilícito.
En relación con este punto, según el Art. 1810 "pueden venderse todas las cosas
corporales o incorporales, cuya enajenación no esté prohibida por ley". Si se vende una
cosa cuya enajenación está prohibida por ley nos encontraremos en presencia de un
contrato que la ley prohíbe, el cual por consiguiente adolece de objeto ilícito (Art. 1466), y
su sanción va a ser la nulidad absoluta (Art. 1682). Ejemplos de cosas cuya enajenación
está prohibida por la ley:
Esto significa que la cosa vendida tiene que existir efectivamente al tiempo de
celebrarse el contrato de compraventa, ya que si así no fuere, dicho contrato carecería de
objeto, y por consiguiente adolecería de nulidad absoluta (Art. 1461 y 1814). Pero, no
solamente las cosas que existen al momento de la celebración del contrato pueden ser
objeto de éste, sino que también aquellas que no existen, pero se espera que existan, es
decir, las llamadas "cosas futuras". En este caso, la venta se va a perfeccionar una vez que
la cosa que se espera que exista adquiera existencia material.
Se dice que "cosa futura" es aquella que no tiene existencia real al momento de
prestar el consentimiento. Esta cosa existirá posteriormente y entonces se formará la venta
definitiva, y si no llega a existir, el contrato de compraventa será nulo absolutamente por
falta de objeto. Sin embargo, hay casos en que la venta de cosa futura es válida, aunque la
cosa no llegue a existir: es lo que sucede cuando lo que se vende es la suerte o la
esperanza.
En síntesis, pueden existir dos especies de venta de cosa futura, según sea que se
venda la cosa misma que va a existir, o bien la esperanza o la suerte de que pueda
realizarse un hecho o producirse una cosa. Cuando lo que se vende es la cosa misma que
va a existir, la venta es condicional, porque se entiende hecha bajo la condición de que la
cosa llegue a existir; en tanto que, cuando se vende la esperanza o la suerte de que pueda
51
Ø que las partes hayan expresado en el propio contrato de compraventa que tiene
carácter aleatorio;
Ø que el carácter aleatorio del contrato se desprenda de su propia naturaleza.
Sólo existiendo esta prueba contra la presunción, el juez puede declarar que el
contrato es aleatorio y no condicional, lo que significa establecer que no es un contrato cuya
existencia dependa de que la cosa vendida llegue a existir, sino que es un contrato puro y
simple.
Que sea determinada indica que ella tiene que consistir en una especie o cuerpo
cierto, o bien en una cantidad determinada o determinable de un género también
determinado (Art. 1461). La cosa vendida también puede consistir en una cuota de un
derecho que se tiene sobre la cosa, conjuntamente con otras personas; es decir puede
consistir en una cuota de un derecho pro indiviso (Art. 1812).
Esto está expresamente dicho por el legislador, en el Art. 1816. El hecho que el
legislador establezca claramente que la venta de cosa propia no vale, se debe a que ésta
carecería de causa, pues no se ve cuál sería el motivo jurídico o sicológico que pudiera
inducir a una persona a comprar una cosa que ya le pertenece.
Dentro del ámbito de la cosa vendida, y de acuerdo al Art. 1815, en Chile la venta de
cosa ajena es válida, lo que es una consecuencia del carácter que nuestra legislación le da
al contrato de compraventa.
Ø Cuando el verdadero dueño ha ratificado la venta hecha por quien no era dueño de
la cosa. Así, la ratificación va a producir plenos efectos. Aún más, el comprador va a
tener, en este caso, su derecho desde la fecha de celebración del contrato de
compraventa, y no desde la fecha de la ratificación (Art. 1818).
53
Ø Que el verdadero dueño reivindique la cosa vendida de manos del vendedor. En este
caso, si el verdadero dueño reivindica la cosa y el vendedor es desposeído de ella,
el comprador va a poder demandar la resolución del contrato, con la correspondiente
indemnización de perjuicios (Art. 1489).
Caso en que la venta de cosa ajena produce plenos efectos, como si fuera venta de
cosa propia:
De acuerdo al Art. 1819, vendida y entregada a otro una cosa ajena, si el vendedor
adquiere después el dominio de ella, se mirará al comprador como verdadero dueño desde
la fecha de la tradición. La disposición concuerda con el Art. 682, si el tradente adquiere
después el dominio, se entenderá transferido desde el momento de la tradición.
El inciso 2º del Art. 1819 señala una consecuencia lógica: "Por consiguiente, si el
vendedor la vendiere a otra persona después de adquirido el dominio, subsistirá el dominio
de ella en el primer comprador".
2.- El precio
Esto significa que el precio tiene que ser fijado de tal manera que quede de manifiesto
que el acreedor (vendedor) tiene derecho a exigirlo, y que el deudor (comprador) tiene la
obligación de pagarlo. Bajo estos términos, no será precio real el simulado, ni tampoco el
irrisorio o ridículo, entendiéndose por tal aquel que no guarda ninguna proporcionalidad con
el valor de la cosa vendida, de tal forma que queda de manifiesto que no hay un propósito
serio entre las partes.
Si bien el precio tiene que ser real, no es requisito que tenga equivalencia con el valor
de la cosa vendida, porque la falta de equivalencia entre los valores y el precio cobra
importancia jurídica solamente cuando da origen a la lesión enorme, en materia de
compraventa de bienes raíces (Art. 1889 y 1891).
Significa que debe conocerse la cantidad precisa de dinero que constituye el precio.
Esa cantidad puede estar precisamente establecida en el contrato, o bien, puede ser
54
determinada por reglas o datos contenidos en el contrato (Art. 1461). Así por ejemplo, la
venta de cosa fungible al precio corriente de plaza, es una venta con precio determinable
en su cantidad por los datos que contiene el contrato de compraventa. En este caso se
aplica la regla del Art. 1808.
Puede darse como alternativa también que las partes convengan un precio que va a
consistir parte en dinero y parte en especie. En este caso, se discute si estamos ante una
compraventa o ante una permuta. La ley da la solución al problema, señalando en el Art.
1794 que "se entenderá permuta si la cosa vale más que el dinero; y venta en el caso
contrario".
El hecho de que las solemnidades se establezcan por ley o por la voluntad de las
partes, tiene importancia por las consecuencias que se derivan en uno y otro caso, pues no
es lo mismo una solemnidad establecida por ley, que una impuesta por voluntad de las
partes.
55
Entonces:
En relación con esto, es menester considerar la situación que se plantea con respecto
a los inmuebles por adherencia y por destinación. Si el contrato de compraventa versa sólo
sobre estos inmuebles, es decir, si la venta de estos bienes se efectúa separadamente del
predio a que acceden, estamos en presencia de una venta de cosas muebles, en calidad
de muebles por anticipación. Por el contrario, si la venta comprende conjuntamente el
inmueble por naturaleza y los inmuebles por adherencia o destinación, estaremos en
presencia de un contrato de compraventa sobre inmuebles.
En lo que dice relación con la compraventa de bienes raíces, hay una excepción, en
virtud de la cual no es necesario que dicho contrato se otorgue por escritura pública,
conservando no obstante el carácter de solemne, pues la escritura pública es reemplazada
por otra solemnidad. Es lo que sucede con las ventas y constitución de gravámenes
efectuados por el Servicio de Vivienda y Urbanización (actual SERVIU), pues los contratos
de compraventa celebrados por el Servicio de Vivienda y Urbanización pueden otorgarse
por instrumento privado firmado ante notario, debiendo éste protocolizar de oficio esa
escritura, dentro de los 30 días siguientes. Mientras no se efectúe esa protocolización, el
instrumento privado no produce efecto alguno. Así, la no protocolización oportuna hace que
el documento carezca de toda efectividad legal, sin necesidad de que su nulidad o ineficacia
sea declarada por sentencia judicial.
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Algunos han estimado que éstas son solemnidades legales especiales. Pero, la
verdad es que no tienen este carácter, sino que son formalidades exigidas en consideración
a la calidad o estado del dueño del bien que se vende.
Entre las solemnidades legales y estas formalidades legales hay notoria diferencia,
porque la omisión de la escritura pública --solemnidad legal en el contrato de compraventa
de bienes raíces-- produce como consecuencia la nulidad absoluta de este contrato; en
cambio, la omisión de la formalidad legal tiene como sanción la nulidad relativa del contrato
de compraventa.
Lo importante es que en estos casos la omisión del instrumento convenido por las
partes no produce la nulidad del contrato, ya que sigue siendo consensual.
Entre esta clase de ventas y las ventas voluntarias existen dos diferencias:
La razón de la nulidad absoluta de este contrato es que, aún cuando los cónyuges
estén casados en régimen de separación de bienes, y con mayor razón si lo están en el de
sociedad conyugal, ellos viven juntos, y existe la posibilidad de que el marido ejerza cierta
forma de presión sobre la mujer para inducirla a celebrar un contrato de compraventa que
le sea desfavorable. Además, existe otro riesgo, cual es que los cónyuges celebren
contratos de compraventa entre sí, en perjuicio de terceros acreedores.
Mención especial requiere la situación que se plantea cuando el hijo menor adulto
ejerce un empleo, oficio, profesión o industria, pues de conformidad al Art. 251, se mirará
como mayor de edad para la administración y goce de su peculio profesional o industrial. Es
decir, para estos efectos se le considera como emancipado. Luego, el contrato de
compraventa entre el padre o madre y el hijo que tiene peculio profesional es válido, en
relación con ese peculio profesional.
Cabe hacer referencia a la situación de la venta realizada por un partidor, dentro del
juicio de partición y como mandatario de los comuneros, en caso que dicha venta se haga
a quien reviste la calidad de procurador de una de las partes en dicho juicio particional. El
problema que se plantea es si esa venta cae dentro de la prohibición del Art. 1798. Al
respecto, la jurisprudencia se ha inclinado en ambos sentidos, habiendo fallos que hacen
aplicable el Art. 1798 a esta situación, declarando la nulidad absoluta de la venta. Por otro
lado, hay otros que han resuelto que esta venta es plenamente válida, sobre la base de que
la partición no es un juicio.
Otra situación es el pacto de cuota litis: Está permitido a los abogados y procuradores
este pacto, esto es, aquél en virtud del cual el cliente cede parte de sus derechos litigiosos
en pago de la defensa y servicios que aquellos se obligan a prestar. Lo único que se exige
es que la participación del abogado o procurador tiene que ser menor a la del cliente.
Ø Tratándose de bienes muebles del pupilo, el tutor o curador podrá comprarlos, pero
con la autorización de los demás guardadores, o del juez en subsidio. Esta
autorización es un requisito exigido en consideración a la calidad o estado del pupilo,
y, por consiguiente, si ella se omite, la sanción va a ser la nulidad relativa del
respectivo contrato (Art. 412 inciso 1º).
Ø Tratándose de bienes raíces del pupilo, el Art. 412 inciso 2º establece una
prohibición absoluta, en virtud de la cual el tutor o curador y demás personas ahí
designadas no pueden adquirir bienes raíces del pupilo, aunque tengan autorización
judicial o de los otros guardadores. Si se infringe esta norma, la sanción será la
nulidad absoluta del contrato, porque se trata de la infracción a una norma prohibitiva.
En relación con los albaceas (Art. 1270), se plantea un problema. Hay una remisión
que hace el Art. 1800 al Art. 2144; y por su parte, el Art. 1294 señala que lo dispuesto en el
artículo 412 se extenderá a los albaceas. A la luz del Art. 2144, y tratándose de inmuebles,
el albacea podría comprarlos, requiriéndose para estos efectos autorización expresa del
causante. Pero, si aplicamos el Art. 412, no podría comprar el albacea bienes inmuebles del
causante, bajo ningún respecto, y si lo hiciere la sanción sería la nulidad absoluta del
respectivo contrato.
es la del Art. 412, que es una norma de carácter especial, en tanto que los Art. 1800 y 2144
son de carácter general.
En general, los efectos de un contrato son los derechos y obligaciones que de ese
contrato emanan. Así, una vez perfeccionado el contrato de compraventa, esto es, una vez
que entre las partes ha habido acuerdo en la cosa y en el precio, nacen para ambas partes
derechos y obligaciones, y son precisamente los que el contrato estaba destinado a
producir. Estos derechos y obligaciones pueden provenir de la ley, o de la voluntad de las
partes.
Ø Pagar el precio,
Ø Recibir la cosa comprada.
Las obligaciones propias del vendedor, que nacen del contrato de compraventa por
el solo hecho de su celebración, sin necesidad de estipulación de las partes, vale decir,
aquellas obligaciones que establece la ley, son dos:
Sin perjuicio de lo anterior, las partes pueden agregar otras obligaciones, o bien,
modificar o atenuar las obligaciones señaladas, debiendo existir eso sí un convenio expreso,
porque, a falta de convenio, el vendedor sólo tiene las obligaciones que establece la ley, y
dentro de la extensión que a ellas corresponde (Art. 1824).
De acuerdo con las reglas generales, si la cosa vendida es una especie o cuerpo
cierto, el vendedor no solamente tiene la obligación de entregar la cosa, sino que además
pesa sobre él la obligación de conservarla hasta su entrega (Art. 1548). Es decir, tratándose
de una especie o cuerpo cierto, se comprenden dos obligaciones:
60
Cabe considerar que la responsabilidad del vendedor se extiende hasta la culpa leve,
si la pérdida o deterioro de la cosa es culpable (Art. 1547). En caso que la pérdida o deterioro
de la cosa no sea por culpa del deudor, se aplica el Art. 1590, lo mismo en caso de que la
cosa se destruya después que el comprador se ha constituido en mora de recibir. En tal
caso, el acreedor (comprador) debe recibir la cosa en el estado en que se encuentra.
Pero, en los casos en que la tradición se efectúa mediante la inscripción del título en
el Registro Conservatorio de Bienes Raíces, no basta que el vendedor haga esta tradición,
porque al efectuarse ésta el vendedor va a estar confiriendo al comprador tan solo la
posesión legal de la cosa, y sobre él también recae la obligación de conferir la posesión
material de la misma.
decir, lo va a citar para que ese vendedor asuma su defensa en el juicio correspondiente.
Sólo en el evento que el comprador sea privado de todo o parte de la cosa por sentencia
judicial, si ha citado de evicción al vendedor, va a poder exigir a éste la restitución del precio
o de la parte que corresponda en caso de que la evicción sea parcial, más las
indemnizaciones que establezca la ley.
ü Si la cosa ha sido entregada a una sola de esas personas, en este caso es la venta
celebrada con esa persona la que prevalece.
ü Si la cosa ha sido entregada a dos o más personas, prevalece la venta celebrada con
aquella a quien se le entregó primero la cosa.
ü Si no ha habido entrega a ninguno de los dos o más compradores, va a prevalecer el
título más antiguo; y ello se refiere a la fecha del contrato de compraventa (así lo ha
resuelto la jurisprudencia).
Hay que estarse a las estipulaciones que las partes hayan hecho en el contrato.
Tratándose de bienes inmuebles, el Art. 1830 señala que la venta de un inmueble por
62
naturaleza comprende también la de los inmuebles por adherencia o por destinación; pero
éstos pueden ser excluidos de la compraventa por acuerdo de las partes.
La regla general es que se vendan como especie o cuerpo cierto, siendo la excepción
la venta de los mismos con relación a su cabida (Art. 1831 inciso final).
A) Que la cabida real sea menor que la declarada (Art. 1832 inciso 2º).
extensión que falta para completar la cabida declarada no excede un 10 por ciento del valor
de ésta; ya que la extensión faltante = 5 hectáreas a $1000 c/u = $5000, y el 10 por ciento
de la cabida declarada = $10.000. En este caso, el valor de la extensión que falta para
completar la cabida declarada no excede de un 10 por ciento del valor de ésta, y el vendedor
está obligado a completar la cabida declarada, o tendrá que rebajar proporcionalmente el
precio.
Ejemplo: cabida declarada = 100 hectáreas = $1.000 c/u. En lugar de entregar las
100 hectáreas, el vendedor sólo entrega 50. La extensión faltante tiene un valor de $50.000.
El 10 por ciento de la cabida declarada es de $10.000. En este caso, el valor de la extensión
que falta para completar la cabida declarada, excede el 10 por ciento del valor de la cabida
declarada.
B) Que la cabida real sea mayor que la declarada (Art. 1832 inciso 1º).
En este caso, lo que se entrega es una superficie más grande que aquella que se
señaló en el contrato de compraventa, y, de conformidad al Art. 1832 inciso 1º, también
tenemos que hacer una distinción:
1) Si el precio de la cabida que sobra excede el 10 por ciento del precio de la cabida
real.
Ejemplo: se venden 100 hectáreas a $1000 c/u, pero en realidad se entregan 130
hectáreas (cabida real). En consecuencia, la extensión sobrante es de 30 hectáreas, con un
valor de $30.000, y el 10 por ciento del valor de la cabida real es de $13.000. En este caso,
el precio de las hectáreas dadas en exceso es superior al 10 por ciento del precio de la
cabida real (que en total es de $130.000).
2) Si el precio de la cabida que sobra no excede del 10 por ciento del precio de la
cabida real.
La otra forma en que puede venderse un predio rústico, y que constituye la regla
general, es como especie o cuerpo cierto. Se produce esta forma de venta siempre que en
el contrato de compraventa no se exprese la cabida, o bien, cuando expresándose ésta se
declara que no va a alterar el precio, aun cuando haya diferencia entre la cabida real y la
declarada (Art. 1831 inciso final).
Esta es la forma usual de venta de un predio rústico como especie o cuerpo cierto.
En este caso, el vendedor está obligado a entregar toda la extensión o superficie
comprendida en los deslindes. En caso que no pudiera hacerlo, se aplica la misma regla del
Art. 1832 inciso 2º, es decir, habrá que ver si el precio de la extensión que falta excede o no
de un 10 por ciento del precio de la superficie comprendida en los linderos.
Sea que la venta del predio rústico se haga en relación con la cabida o como especie
o cuerpo cierto, las acciones dadas en los Art. 1832 y 1833 prescriben en el plazo de 1 año,
contado desde la entrega (Art. 1834). Se ha discutido si el Art. 1834 se refiere a la entrega
material o a la entrega legal (que se efectúa mediante la correspondiente inscripción del
título en el Conservador de Bienes Raíces). Los tribunales han entendido que este plazo de
un año se cuenta desde la entrega real o material, porque solamente así el comprador puede
comprobar la verdadera cabida o superficie que se le ha entregado.
Gastos de la entrega:
Los gastos en que se debe incurrir para la entrega de la cosa vendida al comprador
son de cargo del vendedor, a menos que en el contrato se haya estipulado otra cosa (Art.
1806 y 1825).
Por el hecho de ser la compraventa un contrato bilateral que no se puede dejar sin
efecto por la voluntad de una de las partes, este incumplimiento por parte del vendedor no
produce por sí solo la extinción del contrato de compraventa. Muy por el contrario, el contrato
65
Ø Otra, que persigue la resolución del contrato, esto es, poner término al contrato de
compraventa.
Estas dos acciones se encuentran establecidas en el Art. 1826 inciso 2º, norma que
no hace otra cosa que repetir lo establecido en el Art. 1489.
Por ello, y considerando que los Art. 1826 inciso 2º y 1489 establecen que el
comprador podrá ejercer cualquiera de las dos acciones mencionadas, en caso que el
vendedor no cumpla su obligación de entregar, cabe concluir que el incumplimiento de
cualquiera de aquellas partes que conforman la obligación de entregar, da derecho al
comprador para demandar el cumplimiento o la resolución del contrato, con la
correspondiente indemnización de perjuicios.
Además, reafirma esta opinión el hecho que el Art. 1489 establece "lo pactado"; y lo
pactado en el caso de la compraventa se refiere tanto a la entrega de la cosa en sí misma
como a la de sus frutos y accesorios, en el lugar y tiempo convenido. Por consiguiente, el
incumplimiento del vendedor de cualquiera de estos aspectos coloca al comprador en la
posibilidad de ejercer cualquiera de las dos acciones mencionadas.
Derecho de retención:
Es justamente a estos dos aspectos a los cuales se refiere el Art. 1837, al establecer
que la obligación de saneamiento comprende dos objetos:
A) El saneamiento de la evicción:
Requisitos de la evicción:
Se entenderá que esto sucede, no solo cuando se quita el todo o una parte de la cosa
que le fue vendida, sino también cuando por sentencia judicial se declara en favor de un
tercero la existencia de un derecho anterior sobre la cosa, que limite de cualquier modo el
dominio del comprador.
Así, habrá privación total cuando se vende una cosa ajena y después el verdadero
dueño de ella ejerce la acción reivindicatoria contra el comprador para privarlo de la cosa
vendida, y se ordena la restitución de la cosa a su verdadero dueño.
c) Que la privación del todo o parte de la cosa sea por sentencia judicial.
Es decir, para que haya evicción es necesario que un tercero inicie un juicio en contra
del comprador, y, aún más, que en dicho juicio se dicte sentencia en contra del comprador,
que lo condene a entregar la cosa al demandante, o a reconocer en su favor un derecho
real limitativo del dominio.
Ø Una vez producida la evicción, es decir, después que el comprador ha sido privado
del todo o parte de la cosa vendida, el vendedor va a tener que pagar las
indemnizaciones que correspondan.
Si por un tercero que pretende tener derechos sobre la cosa vendida, se intenta una
acción en contra del comprador (como la reivindicatoria, por ejemplo), puede suceder, y
normalmente así será, que el vendedor no tenga conocimiento de las pretensiones de ese
tercero, y es por ello que la ley exige que el comprador cite de evicción al vendedor, por
medio de un procedimiento especial establecido en el Código de Procedimiento Civil (Art.
1843).
Ø No comparece al juicio,
Ø Comparece al juicio.
Pero, puede suceder que el comprador desee continuar adelante con el juicio, lo cual
puede hacer perfectamente, pues es un derecho que le corresponde. Si adopta esta actitud,
y pierde el litigio, no va a poder demandar al vendedor el pago de las costas del juicio ni el
valor de los frutos con que hubo de satisfacer al tercero (Art. 1845).
ü El vendedor gana el litigio: Esto significa que la acción intentada por el tercero no
prosperó. En tal caso, de conformidad al Art. 1855, el vendedor no tiene ninguna
responsabilidad, no será obligado a la indemnización de los perjuicios que la
69
b) La indemnización de las costas legales del contrato de venta que hubieren sido
satisfechas por el comprador: Esta indemnización no comprende cualquier gasto en que
haya incurrido el comprador, sino aquellos en que por ley ha tenido que incurrir para el
perfeccionamiento de la venta, como por ejemplo, impuestos, gastos de escritura, etc.
c) La indemnización del valor de los frutos, que el comprador hubiere sido obligado a
restituir al dueño (al tercero que obtuvo en el juicio). Pero esta obligación tiene una
limitación: El vendedor no debe el valor de los frutos percibidos durante el juicio cuando
habiendo allanado a la demanda, el comprador decida continuar adelante con el juicio (Art.
1845). Es lógico que en este caso no se responda, porque el juicio se siguió en contra de
su opinión.
d) Indemnización de las costas del juicio: Esta obligación también tiene una limitación,
que es la misma que en el caso anterior, esto es, el vendedor no debe las costas del juicio
si estuvo por aceptar la demanda, y el comprador decidió seguir adelante con el litigio.
e) La indemnización del aumento del valor que la cosa evicta haya tomado en poder
del comprador, aun por causas naturales o por el mero transcurso del tiempo.
Esta indemnización se rige por reglas distintas, según cual sea la causa del aumento
del valor de la cosa evicta. El legislador reglamenta la forma de indemnizar este aumento
de valor en los Art. 1849 y 1850, distinguiendo las siguientes situaciones:
que puede suceder que el tercero demandante haya sido condenado al pago
de esas mejoras por concepto de prestaciones mutuas (Art. 1849).
ü Si estaba de mala fe, esto es, conocía las causas de la evicción al celebrar la
compraventa, tiene que indemnizar al comprador todo aumento de valor que
haya experimentado la cosa por concepto de mejoras, incluido el reembolso
de las mejoras voluptuarias.
ü Si el vendedor estaba de mala fe, tiene que indemnizar todo aumento que
experimente la cosa por causas naturales o por el transcurso del tiempo, sin
limitación alguna (Art. 1850).
Evicción parcial:
Si la parte evicta es de tal magnitud que, faltando ella, el comprador habría celebrado
el contrato de todas maneras, en ese caso, éste sólo tiene derecho a pedir el saneamiento
de la evicción parcial, y nada más (Art. 1854). El establecer la magnitud de la parte evicta,
esto es, el determinar si fue o no relevante en la celebración de la compraventa, es una
situación de hecho.
a) Prescripción:
obligación de saneamiento de la evicción, pero sólo después que ésta se haya producido,
es decir, una vez que se ha dictado la sentencia que priva al comprador de todo o parte de
la cosa.
ü si hay sentencia que privó al comprador de todo o parte de la cosa, el plazo corre
desde la fecha de esa sentencia que produce la evicción (Art. 1856 inciso 2°).
b) Renuncia:
Ø Cuando el comprador compró la cosa a sabiendas de que era ajena (Art. 1852 inciso
3°).
Este es el otro aspecto que comprende la obligación de saneamiento que pesa sobre
el vendedor. La obligación de saneamiento de los vicios redhibitorios tiene por finalidad
garantizar al comprador la posesión útil de la cosa, en el sentido de que el comprador va a
poder utilizar la cosa en su beneficio. Esta posesión útil de la cosa va a desaparecer cuando
se presenta algún vicio oculto o redhibitorio.
En otro punto, el legislador autoriza expresamente que las partes, en el contrato, den
a un vicio el carácter de redhibitorio, aun cuando no lo sea naturalmente (Art. 1863).
Los efectos son los derechos que tiene el comprador, ante un vicio de esta
naturaleza, y se traducen en dos acciones que el comprador puede intentar en contra del
vendedor:
ü La acción redhibitoria,
ü La acción estimatoria o cuanti minoris.
La regla general es que el comprador tiene un derecho de opción entre estas dos
acciones. Sin embargo, esta regla tiene excepciones, es decir, hay casos en que el
comprador está privado de este derecho de opción, pudiendo solamente ejercer la acción
estimatoria. Estos casos son los siguientes:
El legislador ha considerado también la situación del vendedor que sabía del vicio
redhibitorio y guardó silencio al respecto (no lo hizo presente al comprador). En este caso,
el vendedor queda obligado no sólo a la restitución de la cosa o a la rebaja del precio, sino
que también debe indemnizar perjuicios en favor del comprador (Art. 1861).
Tratándose de las ventas forzadas, el legislador da una regla especial en el Art. 1865,
señalando que la acción redhibitoria no tiene lugar en ellas, salvo que el vendedor no
pudiendo o no debiendo ignorar los vicios de la cosa vendida, no los hubiera declarado.
a) Por renuncia:
b) Por prescripción:
En ambos casos, con una particularidad muy especial: estos plazos pueden
ampliarse o restringirse por voluntad de los contratantes. Se presenta una distinción con el
plazo de prescripción del pacto comisorio en materia de compraventa por no pago del precio
al tiempo convenido, pues en este caso la ley fija un plazo máximo de prescripción, y las
partes sólo pueden fijar uno menor, pero no ampliarlo. El plazo de prescripción de la acción
redhibitoria se cuenta desde la entrega real de la cosa.
Por su parte, la acción estimatoria prescribe en el plazo de un año para los muebles
y 18 meses para los inmuebles (Art. 1869). Este plazo también se cuenta desde la entrega
real. El Art. 1869 nada dice sobre la posibilidad de ampliar o restringir estos plazos,
tratándose de la acción estimatoria. Sin embargo, Alessandri sostiene que también las
partes pueden ampliar o restringir este plazo, porque si no tuvieran esta facultad podría
darse la situación de que la acción estimatoria prescriba antes que la acción redhibitoria, en
el caso que las partes, haciendo uso del derecho que la ley les confiere, hubieran ampliado
el plazo de prescripción de esta última.
Estas obligaciones están establecidas en los Art. 1793, 1827 y 1871. La principal de
estas obligaciones es la de pagar el precio.
Esta obligación del comprador de recibir la cosa que el compró no es más que la
lógica consecuencia de la obligación del vendedor de entregar la cosa vendida.
En lo que dice relación con el tiempo y lugar de pago del precio, hay que estarse a lo
estipulado por las partes. De modo que, si para el pago del precio las partes han fijado un
plazo o una condición, habría que atenerse a ese plazo o condición. Si nada han dicho las
partes, se aplican las reglas generales indicadas en el Art. 1872. Hay que tener presente
que el pago del precio no puede hacerse por parcialidades (Art. 1591). Si de parte del
vendedor hay resistencia de recibir el pago, se puede pagar por consignación.
c) Si hubiese habido arras, la resolución del contrato de compraventa por no pago del
precio faculta al vendedor para retenerlas si las hubiera recibido, o para exigirlas dobladas
si las hubiera dado (Art. 1875). Cabe decir que arras, significa dar una cosa en prenda, o
garantía, de la celebración o ejecución del contrato (Art. 1803).
d) En el Art. 1876 inciso 1° se señala que la resolución por el no pago del precio,
respecto a los efectos que produce en relación con los terceros poseedores, se rige por los
Art. 1490 y 1491. Este inciso 1° del Art. 1876 es totalmente inoficioso, porque aún cuando
nada hubiere dicho, de todos modos se hubieran aplicado los artículos señalados. Pero,
tiene importancia el Art. 1876 por lo dispuesto en su inciso 2°, ya que establece un resguardo
en favor del tercero, consagrando una inadmisibilidad probatoria amplia en su favor, cuando
en la escritura se dice que se pagó el precio, ya que en tal caso se admiten solamente dos
pruebas en contrario:
Ø la de la nulidad de la escritura,
Ø la de la falsificación de la escritura.
Este resguardo es solo respecto de terceros, de tal manera que entre las partes podrá
probarse que no hubo pago del precio de la compraventa, aun cuando en la escritura se
diga lo contrario, y las únicas limitaciones son las de la prueba testimonial de acuerdo con
el valor de la cosa (Art. 1708 y 1709). Si llega a probarse que no hubo pago del precio, no
obstante diga haberse pagado, se va a poder pedir la resolución del contrato, o que se
declare simulado.
de los contratos unilaterales, toda vez que la condición resolutoria tácita solamente procede
en los contratos bilaterales.
a) Tiene que estipularse al momento del contrato. El Art. 1881 dice que "por el pacto
de retroventa el vendedor se reserva la facultad de...", redacción que indica que ello debe
hacerse en el momento mismo de la celebración del contrato, y no con posterioridad.
b) Debe estipularse un precio, que el vendedor va a tener que pagar por la cosa
cuando vuelva a comprarla. En caso que nada se diga a este respecto, ese precio será el
mismo de la compraventa.
c) Debe señalarse un plazo, dentro del cual el vendedor va a poder recuperar la cosa
que ha vendido (Art. 1885). Las partes tienen una relativa libertad para fijar este plazo,
porque ellas pueden estipular el plazo que deseen, siempre que no exceda de 4 años.
Encontramos aquí una situación similar a la que se presenta en el pacto comisorio por
incumplimiento de la obligación de pagar el precio de la compraventa, en el cual las partes
pueden fijar el plazo de prescripción, siempre que no exceda de 4 años.
Ø Efectos respecto de terceros: El problema que puede presentarse dice relación con
los terceros que pudieran haber obtenido algún derecho sobre la cosa. La ley dice
que respecto de terceros se aplica lo dispuesto en los Art. 1490 y 1491 (Art. 1882),
tema que se analiza al estudiar las Obligaciones.
Se trata de una venta sujeta a una condición resolutoria que consiste en que, si dentro
de cierto plazo, que no puede pasar de un año, se presenta un tercero como comprador,
ofreciendo un mejor precio que el que se estipuló en la compraventa, se va a producir la
resolución de ésta, a menos que el comprador primitivo o su adquirente mejore el precio en
los mismos términos.
Una vez producida la resolución en virtud del pacto de retracto, se aplican las mismas
reglas del pacto de retroventa (Art. 1886).
Ø Para el vendedor: Cuando el precio que recibe es inferior a la mitad del justo precio
de la cosa vendida.
La regla del Art. 1889 parte de una misma base para el comprador y para el vendedor:
La lesión resulta de la comparación del verdadero precio de la cosa con el precio que
efectivamente se paga por ella. El problema es establecer ¿cuál es el justo precio?: El Art.
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1889 inciso 2º dice que el justo precio se refiere al tiempo del contrato. Siendo así, en el
evento que se celebre un contrato de promesa de celebrar un contrato de compraventa, el
justo precio se mira al momento de la compraventa, y no al de la promesa.
No toda compraventa puede rescindirse por lesión enorme, sino que solamente la de
inmuebles, por el trato más preferente y resguardado que el legislador da a los inmuebles,
por sobre los muebles. El que la lesión enorme se admita sólo sobre los inmuebles tiene
además como razón, la de que los muebles cambian de valor con mayor facilidad.
Tratándose de inmuebles, hay que tener presente que la lesión enorme no se aplica
a la venta que se hace por el ministerio de la justicia (Art. 1891). La razón es que en esas
ventas hay una intervención del poder judicial y además porque el precio se determina en
pública subasta, con lo cual se excluye toda posibilidad de lesión o abuso por parte del
comprador.
La parte que sufre los efectos de la lesión, sólo puede accionar en contra de la
contraparte, pidiendo la rescisión de la venta. Es decir, que se deje sin efecto y que se
proceda a las restituciones mutuas, como ocurre para el caso de la nulidad. En cambio, el
culpable de la lesión puede solicitar que se le rebaje el precio o bien se le complete éste
(según sea comprador o vendedor). Esto, porque este derecho de hacer subsistir el contrato
devolviendo el exceso o pagando la diferencia, se lo confiere la ley solamente al culpable
de la lesión. Y aún más, este derecho puede ejercitarlo sólo una vez que se ha dictado la
sentencia que declara la rescisión (Art. 1890 inciso 1º).
Declarada la rescisión de la venta por lesión enorme por sentencia judicial, la parte a
quien le es imputable la lesión (culpable), tiene un derecho opcional:
Ø Imputable al vendedor: Este tiene que restituir el exceso de precio recibido. Es decir,
va a tener que pagar una diferencia, y para determinarla, se aumenta el justo precio
en un 10 por ciento. Ejemplo: El justo precio es $1000, el comprador ha pagado
$2500, debemos aumentar el justo precio en un 10 por ciento, lo que nos da $1100.
El exceso, entonces, que debe restituir es de sólo $1400.
ü Las partes no se reembolsan los gastos ordinarios por la celebración del contrato
(Art. 1890 inciso 2º).
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ü Los derechos reales con que el comprador haya gravado la cosa antes de la
rescisión, no caducan de pleno derecho por la sola declaración de rescisión, sino
que el comprador va a tener que cancelar esos gravámenes para devolver la cosa
sin ellos al vendedor (Art. 1895).
a) Por la destrucción de la cosa (Art. 1893). Esto es así, porque producida la extinción
de la cosa, ya no es posible su restitución, y la restitución es el efecto propio de la rescisión
del contrato.
CONTRATO DE PERMUTA
a) El Art. 1898 dispone que el contrato de permuta, por regla general, será consensual,
salvo que una de las cosas permutadas o ambas sean bienes raíces o derechos
hereditarios, en cuyo caso se requiere escritura pública.
b) Del Art. 1899 se desprende que pueden permutarse las cosas que pueden
venderse.
c) Del Art. 1899 inciso 2º se desprende que son hábiles para celebrar el contrato de
permuta las mismas personas que son hábiles para celebrar el contrato de
compraventa.
d) El Art. 1900 establece la regla general, cual es que las disposiciones relativas a la
compraventa son aplicables a la permuta, en lo que no sean contrarias a la
naturaleza de ésta. Cada permutante será considerado como vendedor de la cosa
que da.
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CESIÓN DE DERECHOS
De este modo, la denominación del Título no es exacta, pues sugiere que se trata de
un modo general la cesión de todo tipo de derechos. En verdad, se ocupa de ciertos créditos
o derechos personales; no trata la cesión de los derechos reales sino sólo del de herencia,
y de la cesión de derechos litigiosos que, naturalmente, pueden ser reales o personales.
Tipos de créditos
En principio, todos los créditos son transferibles, excepto aquellos que tienen un
carácter personalísimo. Pero, la manera de efectuar la cesión varía según la forma del título
en que consta el crédito. Desde este punto de vista, los créditos pueden ser:
Ø Nominativos: aquellos en que se indica con precisión la persona del acreedor, y que
no son pagaderos sino a la persona designada. Tal es, por ejemplo, el crédito del
vendedor contra el comprador, por el precio.
ü Por de pronto, el Art. 1901 establece la forma como se perfecciona la cesión, entre
cedente y cesionario, “a cualquier título que se haga”. La disposición deja en claro
que la cesión requiere de un titulo, y que éste puede adoptar diversas formas. Un
crédito puede cederse, en efecto, a titulo de compraventa, de permuta, de donación,
de aporte en sociedad.
ü El Art. 1901 reproduce el Art. 699: la tradición de los derechos personales se verifica
por la entrega del título, hecha por el cedente al cesionario.
Formalidades de la cesión
Las formas requeridas para la eficacia de la cesión deben ser enfocadas desde un
doble ángulo: entre las partes y respecto de terceros. Perfecta la cesión entre las partes,
puede no estarlo respecto del deudor y de terceros.
La entrega del título supone que el crédito cedido conste por escrito. Así, ¿la
imposibilidad de efectuar la entrega supone que no pueden cederse los créditos que no
constan por escrito?
Una respuesta afirmativa excluye del comercio una apreciable cantidad de derechos
personales, contrariando el espíritu general de la legislación. En tal caso, la escritura de
cesión, en que se especifique el crédito, servirá de título que habrá de entregarse al
cesionario.
La entrega del título deja perfecta la cesión entre las partes, esto es, entre el cedente
y cesionario. Para que la cesión se perfeccione respecto del deudor cedido y de terceros,
es menester que se notifique al deudor o éste acepte la cesión. Mientras no intervenga la
notificación o aceptación, para el deudor y terceros el titular del crédito continua siendo el
cedente.
El Art. 1905 establece que, en general, se considerará existir el crédito en manos del
cedente, respecto del deudor y terceros. La misma disposición señala dos consecuencias
de este principio general:
ü La notificación del deudor debe ser judicial. Debe efectuarse personalmente, previa
resolución judicial. El Art. 47 del Código de Procedimiento Civil previene que esta
forma de notificación se utilizará siempre que la ley disponga que se notifique a una
persona para la validez de ciertos actos.
De este modo, puede ocurrir que el deudor deba considerar como su acreedor al
cesionario, mientras los terceros pueden continuar reputando al cedente. Nuestro Código
se ha apartado del Código francés, que si exige que la aceptación del deudor conste de un
acto auténtico.
Efectos de la cesión:
El Art. 1906 establece que la cesión de un crédito comprende sus fianzas, privilegios
e hipotecas; pero no traspasa las excepciones personales del cedente. En suma, el
83
cesionario gozará del crédito en los mismos términos que el cedente; pero la cesión no
transfiere las excepciones personales del cedente. Se exceptúa la nulidad relativa, que, de
acuerdo con el Art. 1684, pueden invocar las personas en cuyo favor la establece la ley y
sus cesionarios.
De este modo, por el solo hecho de la cesión onerosa y sin necesidad de especial
estipulación, el cedente responde que era efectivamente acreedor al tiempo de efectuarse
la cesión. Sólo se requiere un pacto especial para que el cedente sea responsable de la
solvencia del deudor. A falta de esta estipulación expresa, el cesionario debe soportar los
riesgos de la insolvencia del deudor cedido.
Las reglas del Párrafo 2º del Título “De la cesión de derechos” son aplicables sólo
cuando falte la especificación de los efectos que integran la herencia o legado. No se hace
cuestión de los bienes que forman la herencia o legado; se transfiere el derecho de suceder
a titulo de heredero o legatario.
Efectos de la cesión:
Por efectos de la cesión, el cesionario adquiere todos los derechos y contrae todas
las responsabilidades del cedente. El Código señala algunas consecuencias que derivan de
la calidad de heredero o legatario de que el cesionario queda investido, desde el momento
de la apertura de la sucesión:
Ø Debe el cedente al cesionario, igualmente, los frutos que haya percibido, los créditos
que haya cobrado, los precios recibidos por la enajenación de bienes sucesorios, etc.
El Art. 1910 inciso 1º dispone que si el heredero se hubiere aprovechado de los frutos
o percibido créditos o vendido efectos hereditarios, será obligado a rembolsar su valor
al cesionario.
Ø El cesionario se beneficia del derecho de acrecer. El Art. 1910 inciso 3º señala que
cediéndose una cuota hereditaria se entenderá cederse al mismo tiempo las cuotas
hereditarias que por el derecho de acrecer sobrevengan a ella, salvo que se haya
estipulado otra cosa.
Quienes siguen esta teoría agregan que el Art. 686 es inaplicable, porque se refiere
a la tradición del dominio y otros derechos reales que menciona, entre los cuales no se
cuenta la herencia, y ésta, aunque en doctrina puede mirarse como una forma de dominio,
en nuestro derecho positivo no puede seguirse tal criterio porque considera la herencia en
forma autónoma o independiente del derecho de dominio (Art. 577 y 1268).
La herencia es, pues, una cosa cuyo carácter depende de los bienes o especies que
la componen:
86
Se llaman derechos litigiosos aquellos derechos que son objeto de una controversia
judicial, cuya existencia es discutida en juicio. El Código se ha cuidado de precisar, con toda
exactitud, que un derecho tiene el carácter de litigioso desde que se notifica judicialmente
la demanda (Art. 1911 inciso 2º).
La cesión de derechos litigiosos supone que el derecho sea objeto de una contienda
judicial. Pero, no importa cesión de derechos litigiosos la transferencia del derecho que se
discute en juicio. La cesión de un derecho litigioso no tiene por objeto el derecho mismo,
sino la pretensión, bien o mal fundada, de obtener una determinada ventaja, que el cedente
cree conseguir en un litigio. En otros términos, la cesión de derechos litigiosos versa sobre
la expectativa del cedente de ganar o perder el pleito.
El Art. 1911 inciso 1º no deja dudas al respecto al señalar que se cede un derecho
litigioso cuando el objeto directo de la cesión es el evento incierto de la litis, del que no se
hace responsable el cedente. Esta cesión, por lo tanto, tiene un carácter aleatorio
eminentemente, pues el equivalente de la prestación que suministra el cesionario envuelve
una contingencia incierta de ganancia o pérdida.
Los derechos sobre los cuales se litiga pueden ser reales o personales. La ley no
establece ninguna distinción.
ü El Art. 1913 concede el derecho de rescate al deudor, esto es, al demandado. Fluye
de ello que el demandante es el cedente de los derechos litigiosos.
ü El Art. 1912, por su parte, declara que es indiferente que sea el cedente o el
cesionario el que persiga el derecho. Pero, en todo caso, ha de ser el demandante
en el juicio.
Título de la cesión:
Efectos de la cesión:
No debe el cedente al cesionario ninguna garantía por la suerte del juicio; así lo
dispone expresamente el Art. 1911. El cesionario ha adquirido un derecho dudoso, y ha
aceptado las contingencias del litigio.
Aquí surge el derecho de rescate o retracto litigioso. Este puede definirse como la
facultad del demandado de liberarse de la prestación a que ha sido condenado en el juicio,
reembolsando al cesionario lo que éste hubiere pagado al cedente como precio de la cesión.
La facultad de rescate persigue la doble finalidad de impedir la especulación de los
adquirentes de litigios y de disminuir el número de pleitos.
Ø En las cesiones que se hacen por ministerio de la justicia. En tal caso, al decir de
Pothier, el cesionario no procede como un especulador de litigios porque, en cierto
modo, la justicia le ha invitado a adquirir el derecho (Art. 1913 inciso 2º).
Ø En la cesión que se hace al que goza de un inmueble como poseedor de buena fe,
usufructuario o arrendatario, cuando el derecho cedido es necesario para el goce
tranquilo y seguro del inmueble. El cesionario, de este modo, logra poner fin a un
juicio que amenaza su posesión o impide su goce seguro y tranquilo (Art. 1913 Nº 3).
89
Ø Por la norma del Art. 1962 es importante que el contrato conste en escritura pública
si se refiere a bienes raíces, para hacerlo oponible al tercero adquirente. Además, si
se inscribe en el Registro de Hipotecas y Gravámenes, es oponible al acreedor
hipotecario, siempre que dicha inscripción sea anterior a la inscripción hipotecaria.
En el ejercicio de la autonomía de la voluntad, las partes son libres para convenir las
solemnidades que estimen convenientes, y dar al contrato el carácter de solemne. Si se
convino escritura, su no otorgamiento da derecho para retractarse del contrato hasta antes
del otorgamiento de la misma o hasta antes de la entrega de la cosa arrendada (Art. 1921).
2) Es un contrato bilateral, por ende las obligaciones que de él nacen ligan a ambas
partes recíprocamente. El arrendador debe proporcionar el goce de la cosa, realizar la
ejecución de la obra o la prestación de un servicio, y el arrendatario debe pagar por este
goce, obra o servicio un precio determinado. Al ser bilateral, tiene importancia la condición
resolutoria tácita en virtud de la cual si uno de los contratantes deja de cumplir lo pactado,
el diligente podrá solicitar la terminación o el cumplimiento del contrato, con indemnización
de perjuicios.
6) Es un contrato entre vivos, porque está destinado a producir sus efectos en vida
de sus autores, y sus obligaciones son transmisibles, por lo que continúan produciéndose
sus efectos aun después de la muerte de cualquiera de las partes, lo que ha confirmado
reiteradamente la doctrina y la jurisprudencia. Ello, cuando se trata del contrato de
arrendamiento de cosas, pues no ocurre lo mismo, según veremos, en el arrendamiento de
servicios y en la ejecución de una obra.
1.- El consentimiento:
que tan sólo contactan a las partes interesadas en el negocio o contrato, siendo sus
voluntades las que perfeccionan el contrato.
Existe una limitación análoga, en cuanto a los plazos, para los guardadores que dan
en arriendo bienes raíces de las personas a su cargo, en el Art. 407, norma que también se
aplica a la administración de los bienes de los hijos de familia, por expresa disposición del
Art. 255. Fuera de la limitación indicada, en todo caso el arriendo tiene un tope natural, cual
es que no podrá extenderse por más años que los que falten al pupilo para cumplir 18 años.
La sanción legal a la omisión de las antedichas autorizaciones es la inoponibilidad del
arrendamiento, en lo que excede a los plazos legales o el autorizado por el juez en su caso,
conforme lo establecen las normas citadas.
Otra situación que debemos considerar es la establecida en el Art. 142 inciso 1º, el
cual establece que una vez que un bien raíz ha sido declarado bien familiar no se podrá
enajenar o gravar voluntariamente, ni prometer enajenar o gravar, sino concurriendo la
voluntad de ambos cónyuges. Lo mismo regirá para la celebración de contratos que, como
el arrendamiento, sólo conceden derechos personales de uso o de goce sobre algún bien
familiar. La sanción si se celebra un contrato de arrendamiento sin la autorización del
cónyuge no propietario, es la nulidad relativa.
Debe reunir los requisitos generales del objeto de toda declaración de voluntad, ser
lícito, determinado, existir o esperar que exista, y no debe ser consumible dada la naturaleza
del contrato. El Art. 1916 indica la regla general en esta materia, al disponer que son
susceptibles de arrendamiento todas las cosas corporales e incorporales, que pueden
usarse sin consumirse, excepto aquellas que la ley prohíbe arrendar, y los derechos
estrictamente personales, como los de habitación y uso.
Debe ser real, serio y determinado. La cantidad pactada puede ser incierta con tal
que en el contrato se fijen normas o se contengan datos que sirvan para determinarlo. El
precio puede consistir en dinero y también en frutos naturales de la cosa arrendada. Si el
pago es con frutos, puede fijarse una cantidad determinada o una cuota o parte alicuota de
92
cada cosecha. Esta última forma de pago recibe el nombre de aparcería, siendo común en
el arrendamiento de predios rústicos.
El Art. 1917 se refiere al precio, y señala que el precio puede consistir ya en dinero
ya en frutos naturales de la cosa arrendada, y en este segundo caso puede pactarse una
cantidad determinada o una cuota de los frutos de cada cosecha. Se llama renta cuando se
paga periódicamente. Agrega el Art. 1918 que el precio podrá determinarse de los mismos
modos que en el contrato de venta, esto es, por los contratantes de común acuerdo, por
cualesquiera medios o indicaciones que lo fijen, o al arbitrio de un tercero, y si este tercero
no lo determinare, podrá hacerlo por él cualquiera otra persona en que convinieren los
contratantes. En ningún caso podrá dejarse el precio al arbitrio de uno de los contratantes.
El arrendatario paga un precio por el goce temporal de la cosa, por lo que debe
entregarse en el estado de servir para el fin para el que fue arrendada. Si la cosa presenta
vicios, el arrendador debe responder de la siguiente manera:
a) Si el mal estado o la mala calidad impide hacer el uso para que ha sido arrendada,
el arrendatario puede pedir el término del contrato (Art. 1932).
2.- Mantener la cosa en estado de servir para el fin que ha sido arrendada:
No basta con que la cosa arrendada sea al principio apta, sino que el arrendador
debe procurar al arrendatario el goce de la cosa, prolongado en el tiempo, hasta el término
del arriendo (Art. 1927).
Son las indispensables para mantener la cosa en el estado de servir para el uso a
que ha sido arrendada. Sin esas reparaciones, la cosa se destruye, o desaparece o no sirve
para su fin. Puede, en determinadas circunstancias, efectuarlas el arrendatario, pero el
arrendador debe reembolsarle, siempre que concurran los presupuestos que señala el Art.
1935, esto es:
b) Las mejoras voluptuarias, definidas en el Art. 911, son aquellas que sólo
consisten en objetos de lujo y recreo, como jardines, miradores, fuentes, cascadas
artificiales, y generalmente aquellas que no aumentan el valor venal de la cosa, en el
mercado general, o sólo lo aumentan en una proporción insignificante. Estas mejoras, en el
contrato de arrendamiento jamás se indemnizan. El arrendatario podrá llevárselas en
conformidad a las reglas generales.
El goce que proporciona el arrendador de la cosa debe ser tranquilo y pacífico, por
eso se exige por la ley que el arrendador garantice al arrendatario que lo librará de toda
perturbación de que sea víctima por parte de terceros, y debe abstenerse él mismo de
perturbar al arrendatario. Existe, entonces, una doble obligación:
Ø Si las reparaciones provienen de una causa que ya existía al tiempo del contrato,
desconocida del arrendatario, que el arrendador conoció o era tal que tuviere
antecedentes para temerla, o por su profesión debiese conocerla.
Ø Si las reparaciones han de dificultar el goce por mucho tiempo, de manera que no
pueda subsistir el contrato de arrendamiento sin grave molestia o perjuicio del
arrendatario.
b) Las turbaciones de derecho, en cambio, implican que hay un tercero que pretende
tener un derecho sobre la cosa arrendada, por ejemplo, reclama un usufructo o servidumbre,
o bien deduce una acción reivindicatoria para reclamar el todo o parte de la cosa. Como se
ve afectado el derecho del arrendador, éste debe necesariamente intervenir. En
conformidad al Art. 1931, esta acción debe dirigirse en contra del arrendador, y el
arrendatario tiene la obligación de notificarle toda turbación o molestia, y si lo omitiere o
dilatare culpablemente, abonará los perjuicios que de ello se sigan al arrendador.
Se le concede este derecho para seguridad del pago del precio o renta y de las
indemnizaciones que el arrendatario adeude. En consecuencia, puede hacer uso de este
derecho en los siguientes casos:
El Art. 1942 dispone que el arrendatario es obligado al pago del precio o renta. Podrá
el arrendador, para seguridad de este pago, y de las indemnizaciones a que tenga derecho,
retener todos los frutos existentes de la cosa arrendada, y todos los objetos con que el
arrendatario la haya amoblado, guarnecido o provisto, a menos de prueba contraria.
Por su parte, el Art. 598 del Código de Procedimiento Civil otorga un derecho especial
al arrendador, en caso de que se pretenda burlar el derecho de retención, y podrá solicitar
el auxilio de la policía para impedir que los objetos sobre los cuales puede recaer la retención
sean extraídos de la propiedad arrendada.
El Art. 1942 señala en su inciso 1º que el arrendatario es obligado al pago del precio
o renta. No hay contrato si las partes no llegan a un acuerdo en el precio. Sin embargo,
puede ocurrir que exista disputa en cuanto al monto o canon del arriendo después que se
haya efectuado la entrega de la cosa arrendada; en este caso, se estará al precio que fijen
peritos, y los costos de este peritaje se dividirán entre el arrendador y el arrendatario por
partes iguales (Art. 1943).
Sin perjuicio de lo anterior, la Ley 18.101, en bienes raíces urbanos, ante un contrato
verbal, presume que la renta es la que declara el arrendatario, debiendo el arrendador
probar que ella no corresponde a la realidad.
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ü Si se refiere a una cosa mueble o semoviente que se arrienda por cierto número de
años, meses o días, cada renta periódica se debe inmediatamente después de la
expiración del respectivo día, mes o año.
ü Si se arrienda por una sola suma, se debe luego que termine el arrendamiento. Este
es el caso de las casas de veraneo, en que se acostumbra pagar por adelantado, o
la mitad al inicio y la otra al término del contrato.
Sin embargo, el Art. 1945 dispone que el arrendatario podrá eximirse de este pago
proporcionando, bajo su responsabilidad, una persona idónea que lo sustituya por el tiempo
que falta, y prestando al efecto fianza u otra seguridad competente. Este es un caso de
subrogación personal, que importaría una suerte de novación por cambio de deudor.
También podría asimilarse a una cesión de contrato, pero con la particularidad de que habría
una obligación legal de caucionar la responsabilidad de un tercero, esto es, el cesionario.
En caso de controversia, toca al juez decidir cuál es el destino que debe dar el
arrendatario a la cosa, tomando en consideración las circunstancias del caso particular.
Como puede apreciarse, en materia de arrendamiento normalmente el legislador recurre a
la costumbre, teniendo importancia esta fuente del derecho en este tipo de contratos.
relación con el Art. 2320, que señala que toda persona es responsable no sólo de sus
propias acciones, sino del hecho de aquellos que estuvieren a su cuidado.
La cesión y subarriendo:
Son reparaciones locativas las que tienen por objeto subsanar aquellos deterioros
que son una consecuencia normal del goce que el arrendatario tiene sobre la cosa, y por
supuesto, corresponde solventarlas al arrendatario, determinándose por la costumbre del
lugar (Art. 1927 y 1940).
El goce del arrendatario es esencialmente temporal, y por tanto, debe restituir la cosa
al término del arriendo. Así lo dispone el Art. 1947, al señalar que el arrendatario es obligado
a restituir la cosa al fin del arrendamiento.
Con motivo del arrendamiento, pueden producirse perjuicios al arrendatario, los que
dan origen a indemnizaciones. Para seguridad del pago de dichas indemnizaciones, la ley
otorga al arrendatario el derecho legal de retención sobre la cosa arrendada, mientras no
se le pague lo que se le debe, o se le asegure debidamente el pago.
Instituciones de importancia
El Art. 1950 señala que el arrendamiento de cosas expira de los mismos modos que
los otros contratos, y especialmente:
Para que la destrucción ponga término al contrato de arrendamiento, ésta debe ser
total, quedando liberado el arrendatario de pagar el precio, pues su obligación deja de tener
causa y objeto. Si la destrucción se debe al hecho o culpa del arrendatario o de las personas
que éste llama al goce de la cosa, también se extingue el contrato, pero se debe indemnizar
perjuicios.
En tales casos, la llegada del término pone fin automáticamente o “ipso jure” al
contrato, sin que sea menester un aviso previo o una declaración de voluntad de las partes,
según lo dispone el artículo 1954.
El artículo 1951 señala que si no se ha fijado tiempo para la duración del arriendo, o
si el tiempo no es determinado por el servicio especial a que se destina la cosa arrendada
o por la costumbre, ninguna de las dos partes podrá hacerlo cesar sino desahuciando a la
otra, esto es, notificándola anticipadamente.
El artículo 1953 se pone en el caso de que una sola de las partes tenga un plazo
obligatorio, estableciendo que si se ha fijado tiempo forzoso para una de las partes y
voluntario para la otra, se observará lo estipulado, y la parte que puede hacer cesar el
arriendo a su voluntad, estará sin embargo sujeta a dar noticia anticipada.
Como dice Meza Barros, el desahucio es el aviso anticipado que una de las partes
da a la otra de su voluntad de poner fin al contrato. Es un acto unilateral que puede ser
judicial o extrajudicial (Art. 588 Código de Procedimiento Civil). El extrajudicial puede ser
verbal o escrito. Actualmente, el desahucio extrajudicial que emana del arrendador sólo
tiene cabida tratándose de cosas muebles. El desahucio de los bienes raíces, por iniciativa
101
del arrendador, es siempre judicial y se practica por intermedio de los tribunales de justicia,
a través de la correspondiente notificación. El Art. 588 del C.P.C. dispone que el desahucio
judicial se efectuará notificando al arrendador o arrendatario el decreto con que el juez
manda poner en conocimiento de uno o de otro la noticia anticipada a que se refiere el Art.
1951.
Si se arrienda a tanto por día, semana o mes, el desahucio será respectivamente con
antelación de un día, de una semana, de un mes (Art. 1951). El desahucio empezará a
correr al mismo tiempo que el próximo período.
Las causas que hacen expirar el derecho del arrendador pueden ser varias, y tener
lugar con ocasión de una fuerza mayor o caso fortuito, o bien por hecho o culpa del
arrendador, lo que tiene importancia para determinar la posible indemnización de perjuicios.
El legislador distingue entre la buena y la mala fe del arrendador, señalando que sólo
indemniza el de mala fe; es decir, aquel arrendador que sabe incierta la duración de su
derecho, por ejemplo aquel que conoce la existencia de un fideicomiso o una condición
resolutoria que lo afecta. El Art. 1959 prescribe que cuando el arrendador ha contratado en
una calidad particular que hace incierta la duración de su derecho, como la de usufructuario
o la de propietario fiduciario, y en todos los casos en que su derecho esté sujeto a una
condición resolutoria, no habrá lugar a la indemnización de perjuicios por la cesación del
arriendo en virtud de la resolución del derecho. Pero, si teniendo una calidad de esa especie,
hubiere arrendado como propietario absoluto, será obligado a indemnizar al arrendatario,
salvo que éste haya contratado a sabiendas de que el arrendador no era propietario
absoluto.
El Art. 1960 se pone en el caso de que la causa de expiración del derecho del
arrendador sea una expropiación. En este caso, para que el contrato expire, la expropiación
102
debe ser total; la parcial sólo autoriza al arrendatario para pedir la terminación del contrato
cuando sea de presumir que sin la parte que falta no habría contratado.
1) Todo aquel a quien se transfiere el derecho del arrendador por un título lucrativo.
Título lucrativo es sinónimo de título gratuito, y por ello en este número se comprende
al heredero, al legatario y al donatario. El heredero es el continuador de la persona del
causante, y como tal es un tercero relativo, el que se verá afectado por los contratos
celebrados por el causante, ya que le sucede en todos sus derechos y obligaciones
transmisibles, dentro de los cuales están los que emanan del arriendo (Art. 1097). El
legatario también es un tercero relativo, ya que está recibiendo un legado, en este caso, la
cosa arrendada en el estado y con las cargas que tiene. Por su parte, el donatario no ha
efectuado contraprestación alguna, y si no estuviese obligado a respetar el contrato
originaría una responsabilidad de indemnización para el donante, lo que no se concilia con
el carácter gratuito de su acto. Además, si fuera de un modo diferente, en la práctica se
podría prestar para burlar los derechos de terceros.
a) La sentencia judicial de término del contrato (Art. 1950 Nº 4). Esta forma de
terminación tendrá lugar cuando arrendador o arrendatario reclamen el término del mismo,
por incumplimiento de cualquiera de las obligaciones contraídas.
El arrendamiento de bienes raíces urbanos está sometido a las normas generales del
arrendamiento de cosas, y a las especiales que se consignan en el párrafo 5° del Título
XXVI, Art. 1970 a 1977 (“Reglas particulares relativas al arrendamiento de casas, almacenes
u otros edificios”). Sin embargo, en especial rige la Ley 18.101, de 1982. En lo no regulado
por la Ley 18.101, y por aplicación del principio de supletoriedad contenido en el Art. 4º del
Código Civil, se aplican las normas generales ya citadas.
VER los Art. 1° y 2° de la Ley 18.101. Hay que tener presente que dentro de los
bienes raíces urbanos a los que no se aplica esta ley, el año 2003 se agregaron las viviendas
que se arriendan con promesa de compraventa, las que se encuentran regidas por la Ley
19.281.
El Art. 12 del Código Civil establece que pueden renunciarse los derechos conferidos
por las leyes, con tal que sólo miren al interés individual del renunciante, y que no esté
104
prohibida su renuncia. Por ello, el Art. 19 de la Ley 18.101 es excepcional, en el sentido que
consagra la irrenunciabilidad de los derechos del arrendatario.
En este caso, procede no el desahucio, sino la restitución del inmueble, por expiración
del tiempo estipulado para la duración del arriendo, y se aplica el Art. 4° de la Ley 18.101.
También se modifica la regla general del Art. 1955.
La Ley 18.101 no señala norma especial, salvo el Art. 5°, relativo a la facultad del
arrendatario de subarrendar el inmueble. Se deberá judicialmente solicitar la restitución del
inmueble, por expiración del tiempo estipulado para la duración del arriendo, pero en este
caso no se otorga un plazo al arrendatario para restituir.
8) Procedimiento aplicable
Para los efectos del artículo 1942, que consagra este derecho, a los contratos de
arrendamiento regidos por la Ley 18.101 les será aplicable lo dispuesto en el artículo 598
del Código de Procedimiento Civil (referido al auxilio de la policía).
Si las partes estipularen una garantía que exceda lo señalado, se sanciona dicha
convención con la nulidad absoluta, y las sumas que el arrendador hubiere percibido con
infracción de la ley, deberá devolverlas con el interés corriente desde la fecha de su
respectiva percepción (Art. 2º transitorio de la Ley 18.101, número 8).
El D.L. 993 se aplica al arrendamiento de predios rústicos que tenga por objeto su
explotación por terceros, así como también a las medierías o aparcerías (Art. 1 y 12 del D.L.
993). Para estos efectos, se entiende por predio rústico todo inmueble susceptible de uso
agrícola, ganadero o forestal, esté comprendido en zonas rurales o urbanas.
tributarios (Art. 5º). Si el arrendador no cumple con esta obligación se le sanciona con la
imposibilidad de hacer valer el contrato ante las autoridades judiciales y administrativas, y
no tendrá mérito ejecutivo mientras no se acredite mediante escritura complementaria la
constancia de la declaración referida.
Incapacidad especial
El Art. 3º establece una incapacidad especial para celebrar este contrato, la que
constituye una prohibición en atención a la seguridad nacional. En efecto, la citada
disposición prescribe que en las zonas fronterizas, no podrán celebrarse los contratos a que
se refiere el presente decreto ley, con personas naturales o jurídicas extranjeras. Esta
disposición constituye una excepción al Art. 57 del Código Civil, relativo a la igualdad de las
personas, que señala que la ley no reconoce diferencias entre chilenos y extranjeros en
cuanto a la adquisición y goce de los derechos civiles.
pago de una cantidad de dinero, de una parte de los beneficios o frutos o de otra forma de
compensación.
El Art. 8º del D.L. 993 agrega que el arrendatario es obligado a dar cumplimiento a
todas las obligaciones contractuales, legales o reglamentarias, sobre protección y
conservación de los recursos naturales existentes dentro del predio objeto del contrato, y de
todos aquellos que sirvan para su explotación. Esta norma es de gran importancia,
destacándose en ella la preocupación que el legislador tiene por la ecología. Además, el
Art. 9º da facultad al arrendador para solicitar la terminación anticipada del contrato, si el
arrendatario infringiere estas normas.
Por su parte, el Art. 1982 vela también por el derecho del arrendador al disponer que
el colono cuidará de que no se usurpe ninguna parte del terreno arrendado, y será
responsable de su omisión en avisar al arrendador, siempre que le hayan sido conocidos la
extensión y linderos de la heredad.
En este tipo de arrendamiento se produce una figura análoga a la del cuasi usufructo,
porque el arrendatario se hace dueño de los animales y asume el riesgo. En relación al
ganado, este arrendamiento es un título traslaticio de dominio, por lo que procede aplicar en
este contrato, en el caso del riesgo, el aforismo romano que dice: “las cosas perecen para
su dueño”.
Por su parte, el Art. 1981 reglamenta que la facultad que tenga el colono para sembrar
o plantar, no incluye la de derribar los árboles para aprovecharse del lugar ocupado por
ellos; salvo que así se haya expresado en el contrato. Los Art. 8º y 9º del D.L. 993, también
se preocupan de esta problemática.
108
Esta causal de extinción está reglada en el Art. 10 D.L. 993, que señala que si el
arrendador vendiere o transfiriere a cualquier título el predio arrendado, el nuevo propietario
estará obligado a mantener los términos del contrato de arriendo, salvo acuerdo de éste con
el arrendatario. A diferencia de los arrendamientos de predios urbanos, este D.L. no
distingue si la extinción del derecho fue a título gratuito u oneroso, y no señala ningún
requisito para que el adquirente deba respetar el arriendo. Sin embargo, es indispensable
que el contrato de arrendamiento tenga, respecto de terceros, una fecha cierta y anterior a
la enajenación.
De acuerdo con el Art. 1915, el arrendamiento puede tener por objeto “ejecutar una
obra”; de ahí que el contrato de arrendamiento para la confección de una obra material se
puede definir como “aquel en que las partes se obligan mutuamente, la una a ejecutar una
obra material, y la otra a pagar por ella un precio determinado”. La persona que toma a su
cargo la ejecución de la obra se llama artífice.
• La pérdida de la materia recae sobre su dueño, esto es, sobre quien ordenó la
obra, pero el artífice es responsable cuando la materia perece por su culpa o por la de las
personas que le sirven (Art. 2000).
• El riesgo es íntegramente del que encargó la obra, esto es, pierde los materiales
y debe pagar el precio por el trabajo realizado en los siguientes casos:
El problema se suscita sólo ante el silencio de las partes, pues si lo han pactado se
estará a esta determinación, la que normalmente será un precio fijo por la obra terminada o
un precio especial por cada una de las partes de la obra. El Art. 1997 señala que si no se
ha fijado precio se presumirá que las partes han convenido en el que ordinariamente se
paga por la misma especie de obra, y a falta de éste por el que se estimare equitativo a
juicio de peritos. Es decir, para que se someta a la decisión de peritos es menester que las
partes no hayan acordado un precio y que frente al silencio no sea posible recurrir a normas
consuetudinarias. Nos encontramos entonces frente a un caso en que la ley se remite a la
costumbre, la que tiene bastante aplicación tratándose del arrendamiento. Las partes
también pueden confiarle a un tercero la fijación del precio (Art. 1998).
2. Si el incumplimiento es del que encargó la obra, debe resarcir al artífice todos los
costos, dándole además lo que valga el trabajo hecho, y lo que hubiera podido ganar en la
obra (Art. 1999).
b) Muerte del artífice (Art. 2005). Este contrato es intuito personae sólo para una de
las partes: el artífice o empresario, porque su prestación no es fungible; en cambio, quien
encargó la obra contrae una obligación de dar una cosa genérica: el precio en dinero.
• El precio no variará, según el Art. 2003 regla 1ª, por haberse encarecido los
materiales o los jornales, o por haberse hecho agregaciones o modificaciones en el plan
primitivo; salvo que se haya ajustado un precio particular por dichas agregaciones.
• La responsabilidad del artífice, por regla general, cesa cuando termina la obra y
ésta ha sido reconocida y aprobada. Pero la ley ha establecido una responsabilidad especial
para el constructor cuando la construcción adolece de desperfectos que atañen a su solidez
y estabilidad, la que debe hacerse efectiva dentro del plazo de 5 años contados desde la
entrega (Art. 2003 regla 3ª); y que se refiere a:
En todo caso, OJO, pues esta norma debe ser complementada con las que al
respecto establece la Ley General de Urbanismo y Construcciones, y su Ordenanza.
EL ARRENDAMIENTO DE SERVICIOS
b) Servicios que consisten en una larga serie de actos (Art. 2007). Sin embargo,
muchos de los casos mencionados por el legislador civil, quedan hoy regulados por la
legislación laboral, por la naturaleza de sus prestaciones.
111
c) Servicios prestados por los profesionales independientes (Art. 2012). Es decir, los
servicios de las profesiones y carreras que suponen largos estudios, unido a la facultad de
representar y obligar a otras personas respecto de terceros, como abogados, constituyen
un verdadero mandato; y estos servicios se sujetan primero a las reglas del mandato, y
subsidiariamente, al arrendamiento de servicios.
El Art. 2013 lo define como un contrato en que una parte se compromete, mediante
cierto flete o precio, a transportar o hacer transportar una persona o cosa de un paraje a
otro. El que se encarga de transportar se llama generalmente acarreador y toma los
nombres de arriero, carretero, barquero, naviero, según el modo de hacer el transporte. El
que ejerce la industria de hacer ejecutar transportes de personas o cargas se llama
empresario de transportes. La persona que envía o despacha la carga se llama consignante,
y la persona a quien se envía, consignatario.
El Art. 2116 lo define como "contrato en que una persona confía la gestión de uno o
más negocios a otra, que se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo de la primera".
• Mandato y representación
Por regla general, el mandatario es representante del mandante y, por ello, los
efectos del mandato se producen para el mandante y no para el mandatario. Sin embargo,
esta característica de llevar envuelta la representación no es de su esencia, porque el
mandatario puede perfectamente contratar a nombre propio y no a nombre del mandante
(Art. 2151). En estas circunstancias, queda obligado el mandatario y no el mandante. Lo
que sucede es que la representación es un elemento de la naturaleza del mandato, pero no
de su esencia, con las consecuencias inherentes a ello. Así, puede haber mandato sin
representación (Art. 2151), y representación sin mandato (Art. 1448).
Si bien en ambos contratos una persona encarga una función a otra, son varias las
diferencias:
112
3. El mandato puede ser gratuito, mientras que el contrato de trabajo jamás será
gratuito.
1.- Puede ser gratuito o remunerado (Art. 2117). La importancia de establecer uno u
otro carácter radica en la determinación de la responsabilidad del mandatario, que será
mayor cuando el mandato sea remunerado.
Los tribunales han resuelto que el mandato es remunerado, salvo que las partes
hayan estipulado lo contrario. Desprenden esta conclusión del Art. 2158 Nº 3, que establece
entre las obligaciones del mandante la de "pagar la remuneración estipulada o usual". El
pago de la remuneración usual se ha entendido que se aplica cuando las partes no han
estipulado una remuneración, lo cual lleva a concluir que el mandato es, por lo general,
remunerado.
3.- Por regla general, es un contrato consensual (Art. 2123 y 2124). Algunos
sostienen que el Art. 2124 es una norma superflua, porque el mandato en cuanto contrato
tiene que perfeccionarse por el acuerdo de voluntades. Pero, tiene importancia esta norma
porque contiene una regla especial, cual es que aún después de perfeccionado el mandato,
el mandatario puede retractarse, siempre que el mandante esté en condiciones de ejecutar
por sí mismo el encargo o de cometerlo a otra persona.
En relación con el mandato y con la formación del consentimiento del mismo, cabe
tener presente que aquí se presenta uno de los casos en que se ha indicado que el silencio
constituye manifestación de voluntad (Art. 2125).
a) Hay quienes sostienen que el mandato debe revestir las mismas solemnidades
que el contrato encomendado. Se fundan para ello en que si bien el mandato es
regularmente consensual, de acuerdo con lo dispuesto en el Art. 2123, la misma norma
establece que se exceptúa el caso en que debe constar de instrumento auténtico, y no vale,
en tal evento, la escritura privada.
113
6.- Es un contrato de confianza. Por ser intuito personae, el error en la persona vicia
el consentimiento, terminando o pudiendo terminar por voluntad del mandante o del
mandatario. Los derechos y obligaciones de las partes no se transmiten (Art. 2163 Nº 5).
7.- Puede ser civil, judicial o comercial, rigiéndose el último por el Código de
Comercio.
1.- Mandante.
Puede ser una persona natural o jurídica, de hecho las personas jurídicas son
representadas por mandatarios. Un punto de tradicional discusión es si es o no necesario
el interés personal del mandante en el negocio que encomienda. La mayoría de la doctrina
estima que no, pues la ley así no lo exige. Eso sí, el mandante debe asumir los riesgos del
mandato (Art. 2116).
El Código Civil no señala normas especiales, cabe aplicar por tanto las reglas
generales. Así, se aplica el Art. 1445; y si el mandante es incapaz, hay nulidad absoluta o
relativa, según la situación.
No lo dice la ley, pero el mandante debe ser plenamente capaz de celebrar el acto
por sí mismo, incluso si faculta al mandatario para obrar a su propio nombre.
La doctrina en general señala que el acto sería nulo; pero se establecen una serie de
distinciones:
114
2.- Mandatario.
Es la persona que acepta el encargo. Puede ser una persona natural o jurídica. El
mandatario por regla general carece de interés directo en el negocio que se encomienda.
Se pueden dar varias situaciones, según a quien interesa el negocio:
De acuerdo con el Art. 2128, el mandatario puede ser un incapaz relativo, y la razón
es que la incapacidad relativa se encuentra establecida para proteger el patrimonio del
incapaz, y cuando hay mandato los actos del mandatario no comprometen su patrimonio,
sino el del mandante. Si una persona confía una gestión de negocios a un relativamente
incapaz, es porque tiene confianza en lo que él puede hacer. Por su parte, el legislador
adopta medidas para proteger a los incapaces en su patrimonio, pero no para proteger a
quien tiene plena capacidad.
Pluralidad de mandatarios
El Art. 2126 lo permite, y el Art. 2127 señala que si son varios mandatarios puede
que el mandante divida la gestión, o bien que no lo haga. En el último caso, los mandatarios
pueden dividirse la gestión, a menos que el mandante lo prohíba. Si puede dividirse, cada
uno es responsable de su gestión ante el mandante. Si los mandatarios se ponen de
acuerdo en no cumplir el mandato, o si lo cumplen erróneamente, son todos solidariamente
responsables (Art. 2317).
Una vez aceptado el encargo, debe cumplirlo, pero puede renunciar siempre que no
haya comenzado el encargo, y si el mandante puede cumplir por sí mismo el encargo o
encomendarlo a otra persona (Art. 2167).
Es importante distinguir entre uno y otro, porque las facultades del mandatario serán
distintas según la especie de mandato de que se trate:
a) El mandato es general cuando se otorga para todos los negocios del mandante, o
bien, para todos ellos con una o más excepciones (Art. 2130). Las facultades del mandatario
general están indicadas en el Art. 2132, disposición que señala que el mandatario general
puede ejecutar actos de administración y de conservación, haciendo una enumeración no
taxativa de los actos de administración.
La regla general es el Art. 2131: Hay que ceñirse a los términos del mandato. Así,
por regla general, debe ejecutarse el mandato con los medios que el mandante determine
116
(Art. 2134). La jurisprudencia ha dicho que determinar las facultades del mandatario es un
problema de interpretación del contrato, y determinar estas facultades corresponde al
tribunal competente.
Esta regla general del Art. 2131, en cuanto a ceñirse rigurosamente a los términos
del mandato, tiene excepciones:
ü Art. 2134 inciso 2º: No se cumple rigurosamente el mandato, pues no se tienen los
medios que impone el mandato. Se utilizan medios equivalentes, si la necesidad
obliga a ello, y se obtiene completamente el objeto del mandato.
ü Art. 2147 inciso 1º: Puede el mandatario alterar el mandato, para que sea más
beneficioso o menos gravoso al mandante.
ü Art. 2148: Se acepta que el mandatario interprete con mayor latitud el mandato,
cuando no está en condición de consultar al mandante.
ü Art. 2150: El mandatario que se haya en la imposibilidad de cumplir en las
condiciones expresadas en el mandato, por caso fortuito o fuerza mayor, deberá
tomar el partido que mejor convenga al negocio y se acerque a las instrucciones.
ü Art. 2149: El mandatario debe abstenerse de cumplir el mandato, si la ejecución es
manifiestamente perniciosa al mandante.
El Art. 2132 es supletorio de la voluntad de las partes, por tanto ellos pueden alterar
estas facultades. Este mandatario tiene dos limitaciones:
No por ello se entenderá autorizado para alterar la esencia del mandato, ni para los
actos que exigen poder o cláusula especial. Deberá el mandatario regirse por los medios
que el mandante indica.
117
Sólo pueden realizarse aquellos actos que la ley establece que pueden desarrollarse
bajo esta cláusula. Por ejemplo: Art. 1629 y 1580.
4) Mandato especial
El mandatario que delega opera, en principio, dentro de sus facultades. En todo caso,
este mandatario no delega la responsabilidad de que el encargo se cumpla, por eso
responde de los hechos del delegado como de los suyos propios.
b) Si el mandatario delega a nombre del mandante, éste tiene acción directa contra el
delegado, y el delegado responde ante el mandante.
delegar. Así, si delega cumple su gestión, y se produce un nuevo mandato entre el mandante
y el delegado.
• Que no se le indique al mandatario la persona del delegado (Art. 2135 inciso 2º).
En este caso, si el delegado es notoriamente incapaz o insolvente, responde el mandatario,
igual que cuando no se autoriza expresamente.
b) Art. 2144: No puede comprar las cosas que se le indica vender, ni vender cosas
propias que se le ordena comprar, salvo que se le autorice. La sanción es la nulidad relativa.
c) Art. 2145 y 2146: Puede prestar o tomar dineros sólo bajo ciertas condiciones.
La ratificación es un acto unilateral en virtud del cual una persona acepta como suyas
las declaraciones de voluntad hechas en su nombre por otra persona que carecía de poder
suficiente. Puede ser expresa o tácita, es un acto jurídico irrevocable, pudiendo darse en
cualquier tiempo.
2. Está obligado a actuar dentro de los límites y facultades con que se le haya
otorgado el mandato (Art. 2131). Es decir, el mandatario tiene que ceñirse rigurosamente a
los términos del mandato, salvo en el caso que las leyes le autoricen para obrar de otro
modo.
Puede acontecer que los medios por los cuales el mandante ha deseado que se lleve
a efecto el mandato no pudieren emplearse; en ese caso, el mandatario va a poder usar
otros medios equivalentes, si la necesidad le obligare a ello, pero siempre que de este modo
obtuviere completamente el objeto del mandato (Art. 2134 inciso 2).
constituirse en agente oficioso, pero pesa sobre él la obligación de adoptar las providencias
conservativas que requieran las circunstancias. Además, como no puede dejar al mandante
expuesto a sufrir perjuicios por no haberse previsto oportunamente los medios de que debe
hacer uso el mandatario, éste en tal caso deberá actuar en la forma que más se acerque a
sus instrucciones y que más convenga al negocio (Art. 2150).
3. Rendir cuenta. Entre las obligaciones del mandatario está la de rendir cuenta de
su gestión (Art. 2155), y esto distingue al mandato del arrendamiento de servicios, porque
en éste el arrendatario no tiene la obligación de rendir cuenta.
La acción del mandante para exigir la rendición de cuentas es personal, porque deriva
del contrato de mandato, y sólo se puede dirigir en contra del mandatario, y en contra de
sus herederos. La acción de rendición de cuentas prescribe en cinco años como acción
ordinaria y tres años como ejecutiva, según el Art. 2515, contado desde que la obligación
se hizo exigible.
El mandatario deberá los intereses de los dineros que hubiere empleado en su propia
utilidad. Debe asimismo intereses del saldo que resulte en contra de él, desde que se
constituya en mora.
b) Debe devolverle al mandatario los anticipos de dinero que éste hubiere hecho, y con
el interés corriente. Si el mandatario ha empleado dineros propios en beneficio del
mandato, está obligado el mandante a devolvérselos, más el interés corriente. Esto
es consecuencia lógica del Art. 2156, que obliga al mandatario a devolver al
mandante sus dineros con el interés corriente; y el Art. 2158 impone la misma
obligación al mandante.
Agrega la parte final del Art. 2158 que no puede negarse el mandante a cumplir estas
obligaciones, alegando que el negocio no le resultó eficaz. Es decir, si el mandato
encomendado resulta un fracaso, no importa; siempre tiene estas obligaciones el mandante.
Salvo que de parte del mandatario hubiere existido culpa.
Esta disposición no contiene una obligación del mandante, sino más bien el efecto
del mandato. Si sabemos que en virtud del mandato los efectos del acto celebrado se
radican en el mandante, es lógico que éste cumpla con las obligaciones contraídas, porque
se encuentra ligado con el tercero. De ello se desprende que las obligaciones que ha
contraído el mandatario excediéndose de los límites del mandato, no está obligado el
mandante a cumplirlas con respecto a terceros. Ejemplo: el mandatario estaba facultado
para hipotecar y vende. Como se ha excedido, el mandante no está obligado a cumplir lo
que ha pactado el mandatario y si el tercero va a exigir al mandante el cumplimiento, éste
puede oponer la excepción de inoponibilidad: el acto no le afecta, porque el mandatario no
actuó dentro de sus facultades (inoponibilidad de fondo, por falta de concurrencia).
El Art. 2154 dice que el mandatario que se extralimita de sus facultades, es sólo
responsable al mandante; y no es responsable a terceros, sino:
121
• A su propio nombre.
El mandato se extingue por causas normales, y por el cumplimiento del encargo. Hay
algunas causales específicas señaladas en el Art. 2163:
Es una causa interesante del mandato, porque la revocación es un acto arbitrario del
mandante; lo dice el Art. 2165. La revocación puede ser expresa o tácita. Hay revocación
tácita cuando se confía la gestión del negocio a otra persona. Este es uno de los pocos
casos en que un contrato se deshace por la sola voluntad de una de las partes.
a) Que, no tiene ninguna responsabilidad el mandatario, por los actos que hubiere
ejecutado con posterioridad a la revocación del mandato, siempre que no hubiere
tenido conocimiento de la revocación.
b) Que, aun en el caso de poner la revocación en conocimiento del mandatario, queda
el mandante obligado por los actos posteriores a la revocación, con respecto a los
122
terceros de buena fe, que ignoran la revocación. El mandante tiene que cumplir con
las obligaciones que contrae el mandatario con terceros de buena fe.
c) Que, si el mandante hace pública la revocación, por medio de avisos y carteles,
queda al arbitrio del juez eximir de responsabilidad al mandante; esto es, desligarlo
de responsabilidad por los actos que pudiera ejecutar el mandatario a nombre del
mandante.
La revocación del mandato no libera al mandante de pagar los perjuicios que hubiere
sufrido el mandatario, porque entonces el mandante se libraría siempre mediante la
revocación.
A la cual se refiere en especial el Art. 2167. Pero, en este caso, el mandatario está
obligado a continuar atendiendo los negocios del mandante mientras éste se haga cargo del
mandato, so pena de indemnizarle los perjuicios; a menos que el mandatario esté en la
imposibilidad de administrar por enfermedad u otra causa, o sin grave perjuicio de sus
intereses propios. Esta facultad del mandatario es una consecuencia de la facultad del
mandante de revocar el mandato.
Sin embargo, hay un caso en que el mandato no se extingue por la muerte del
mandante; está contemplado en el Art. 2169, y se refiere al mandato que debe ejecutarse
después del fallecido el mandante, como sucede con el albacea, que es mandatario del
testador. Y no se extingue, porque precisamente el albacea va a ejercitar sus funciones
cuando muera el testador.
En este punto, antes el Código hacía alusión a la quiebra o insolvencia del mandante
o del mandatario, como un hecho que pone fin a la confianza recíproca que debe presidir
las relaciones de ambos. Pues bien, la Ley N° 20.720, del año 2014, que sustituye el
régimen concursal vigente por una ley de reorganización y liquidación de empresas y
personas, y perfecciona el rol de la Superintendencia del ramo, reemplaza el numeral sexto
del Art. 2163, estableciendo ahora como causal de término del mandato, el tener la calidad
de deudor en un procedimiento concursal de liquidación, el mandante o el mandatario.
De acuerdo con el Art. 2172, si son dos o más los mandatarios y por la constitución
del mandato están obligados a obrar conjuntamente, la falta de uno de ellos por cualquiera
de las causas antedichas, pondrá fin al mandato.
En general, todas las veces que el mandato expira por causa ignorada por el
mandatario, lo que éste hizo después de terminado el mandato será válido, dando derecho
a los terceros en contra del mandante. Esto es lo que se denomina “mandato aparente” (Art.
2173). Si el mandatario sabía que terminó el contrato, es responsable frente a terceros y al
mandante.
Contrato en que dos o más personas estipulan poner algo en común con la mira de
repartir entre sí los beneficios de que ello provenga. La sociedad forma una persona jurídica
distinta de los socios individualmente considerados (Art. 2053).
Elementos de la Sociedad
ü El aporte que cada socio se obliga a efectuar debe ser susceptible de apreciación
pecuniaria o apreciable en dinero (Art. 2055).
ü El aporte debe ser asimismo a título singular, esto es, deben especificarse las cosas
que se aportan (Art. 2056).
ü Pueden ser objeto de aporte todas las cosas que existen en el comercio, inclusive el
trabajo o industrias particulares. Cuando el aporte es una cosa, importa una
verdadera enajenación, pues la sociedad se hace dueña de los bienes aportados; y
por tal razón el contrato de sociedad es título traslaticio de dominio.
Reunidos los requisitos anteriores, se forma la sociedad, que es una persona jurídica
distinta de los socios individualmente considerados, un nuevo sujeto de derechos y
obligaciones, con vida, patrimonio y voluntad propias. La sociedad no es una simple reunión
de personas, sino un ser jurídico. Por ello:
Ø La sociedad tiene patrimonio propio: Los bienes que los socios aportan a la sociedad
dejan de pertenecerles y pasan a ser de dominio de ésta; de ahí que los socios no
responden de sus deudas personales con los bienes que han aportado, sin perjuicio
del derecho de los acreedores sobre lo que corresponda al deudor en las utilidades
sociales, y del que les asiste para reclamar el aporte una vez disuelta la sociedad
(Art. 2096).
Clases de Sociedades
Ø Sociedades comerciales: son las que se forman para negocios que la ley califica de
actos de comercio (Art. 3 Código de Comercio y Art. 2059).
Ø Sociedades civiles: son aquellas que se forman para efectuar actos civiles.
125
A) Sociedad colectiva: Según el Art. 2061 “es sociedad colectiva aquella en que
todos los socios administran por sí o por un mandatario elegido de común acuerdo”. Pueden
ser civiles o comerciales.
Características esenciales:
Características esenciales:
Características esenciales:
ü Son Gestores: los que administran la sociedad y responden con todos sus bienes de
las obligaciones sociales (Art. 2063).
ü Son Comanditarios: los que aportan un capital determinado, y no responden de las
obligaciones sociales sino hasta concurrencia de su aporte, y carecen de derecho
para administrar; aun más, les está prohibido incluir sus nombres en la razón social
(Art. 2097).
b) Razón Social: los comanditarios no tienen derecho para incluir sus nombres en la
firma o razón social, si toleran la inclusión de su nombre en la razón social, se hacen
responsables igual que los socios gestores, es decir, solidariamente (Art. 2062).
Características esenciales:
c) La razón o firma social puede contener el nombre de uno o más de los socios, o una
referencia al objeto de la sociedad; pero en todo caso debe terminar con la palabra
“limitada”, sin lo cual todos los socios quedan solidariamente responsables de las
obligaciones sociales.
d) En lo no previsto por la Ley 3.918, o por la escritura social, las sociedades de
responsabilidad limitada se rigen por las reglas de la sociedad colectiva.
e) Finalmente, estas sociedades no pueden tener por objeto negocios bancarios, y el
número de sus socios no puede exceder de cincuenta.
los valores que cada socio ha puesto en el fondo social, y la división de las pérdidas a
prorrata de la división de los beneficios (Art. 2068). Los contratantes pueden encomendar
la división de los beneficios y pérdidas a un tercero (Art. 2067). Si uno de los socios
contribuye solamente con su industria, servicio o trabajo, y no hubiese estipulación que
determine su cuota en los beneficios sociales, se fijará esta cuota en caso necesario por el
juez (Art. 2069).
El socio administrador tiene en primer término las facultades que se le han conferido
en el contrato. Para determinarlas, debemos distinguir dos casos:
ü Si la administración ha sido confiada a dos o más: sea por el contrato social o por
convención posterior, cada uno de los administradores podrá ejecutar por sí solo
cualquier acto administrativo, y esta libertad no tiene otras limitaciones que las que
se hayan acordado en el título en que conste el mandato (Art. 2076).
A pesar de esta amplia libertad de que gozan los administradores, la propia ley se ha
encargado de establecer que sólo obligarán a la sociedad los actos que el administrador
ejecute y que queden comprendidos en el giro ordinario de ella (Art. 2077).
Puede suceder que para cumplir la obligación de conservar los bienes sociales que
pesa sobre el administrador, sea indispensable hacer en ellos modificaciones. Puede aquél
efectuar por sí y ante sí esas alteraciones, siempre que se cumplan las condiciones
128
siguientes: que las alteraciones hayan sido urgentes y que esta urgencia no hubiere dado
tiempo al administrador para consultar a los consocios.
ü Cada socio podrá servirse para su uso personal de las cosas pertenecientes al haber
social, con tal que las emplee según su destino ordinario, siempre que con ello no
perjudique a la sociedad o impida el justo uso que sus demás consocios tienen
derecho a hacer de esas mismas cosas;
ü Cada socio tendrá el derecho de obligar a los otros a que hagan con él las expensas
necesarias para la conservación de las cosas sociales;
ü Ninguno de los socios podrá hacer innovaciones en los inmuebles que dependan de
la sociedad, sin el consentimiento de los otros.
Las normas de las sociedades colectivas son muy importantes pues se aplican, en lo
que no estuviere previsto, a las sociedades colectivas comerciales y a las sociedades de
responsabilidad limitada.
A fin de cumplir esta obligación primordial de los socios, deberán efectuar el aporte
en el lugar y época señalados en el contrato, entregando la cosa misma que se convino, y
no otra, ni en cantidad inferior o superior a la estipulada. A ningún socio podrá obligarse a
que efectúe un aporte más considerable que aquel a que se haya obligado.
Ø Si las cosas aportadas lo han sido en dominio, el peligro será para la sociedad
conforme a las reglas generales, y la sociedad queda exenta de la obligación de
restituirlas en especie (Art. 2084).
Ø Si las cosas han sido aportadas en usufructo, la pérdida o deterioro que sufran
pertenecerán al dueño de ellas, que hubiere efectuado el aporte, a menos que esas
pérdidas o deterioros pudieren ser imputables a culpa de la sociedad.
Cada socio responde de los perjuicios que por su hecho o culpa se hubieren
ocasionado a la sociedad, y en esta materia su responsabilidad se extiende hasta la culpa
leve. Todo socio es responsable, asimismo, de los perjuicios que, aun por culpa leve, haya
causado a la sociedad, y no podrá oponer en compensación los provechos que su industria
haya procurado a la sociedad en otros negocios, sino cuando esta industria no perteneciere
al fondo social (Art. 2083 y 2093).
1. Reembolso y pago de perjuicios por la sociedad al socio: Cada uno de los socios
tendrá derecho a que la sociedad le reembolse las sumas que él hubiere adelantado con
conocimiento de ella, por las obligaciones que para los negocios sociales hubiere contraído
legítimamente y de buena fe (Art. 2089).
a) El socio contrata con poder suficiente: Como en este caso el socio obra en carácter
de mandatario de la sociedad, los actos por él ejecutados la obligan.
b) El socio contrata sin poder suficiente: En tal caso, la responsabilidad de la sociedad
no es directa, sino subsidiaria y limitada; en primer término, responde por las
obligaciones el socio que las contrajo, y en subsidio la sociedad, pero la
responsabilidad de ésta queda limitada al beneficio que ella hubiere reportado del
negocio.
130
Si bien los socios son personal e indefinidamente responsables por las obligaciones
sociales, no lo son solidariamente, a menos que así se estipule; pero no pasa lo mismo en
las sociedades colectivas comerciales, en las cuales es de su esencia que los socios sean
indefinida y solidariamente responsables de las obligaciones sociales (Art. 370 Código de
Comercio).
Sin embargo, los acreedores personales de los socios tienen los derechos que señala
el Art. 2096, norma que debe relacionarse con el Art. 2089.
Disolución de la sociedad
Las causas por las cuales se disuelve la sociedad son las siguientes:
La sociedad se disuelve por la finalización del negocio para que fue contraída, pero
si se ha prefijado un día cierto para que termine la sociedad, y llegado ese día antes de
finalizarse el negocio no se prorroga, se disuelve la sociedad (Art. 2099).
3. Insolvencia de la sociedad:
Ø Cuando por disposición de la ley la sociedad deba continuar con los herederos del
socio fallecido, lo que sucede en las sociedades que se forman para el arrendamiento
de un inmueble, o para el laboreo de minas, y en las sociedades anónimas (Art.
2104).
Esto sucede, por ejemplo, si uno de los socios es declarado en interdicción (Art.
2106).
Si uno de los socios no realiza el aporte convenido, los demás consocios podrán pedir
la resolución del contrato (Art. 2101).
Ø Cuando la sociedad ha expirado por la llegada del día cierto prefijado para su
terminación en el contrato.
Ø Cuando se ha dado aviso de la disolución.
Ø Cuando se pruebe que el tercero ha tenido noticia de la disolución por
cualquier medio.
Disolución y liquidación
Disuelta la sociedad, se produce entre los socios una situación de hecho, una
comunidad que es menester liquidar; esta liquidación se efectuará según la forma estipulada
en el contrato, o si nada se hubiese establecido sobre el particular, conforme a las reglas
establecidas para la partición de los bienes hereditarios.
b) Poder para transigir: Requiere de poder especial, con especificación de los bienes,
derechos y acciones sobre que se quiera transigir. Esta especificación no es necesaria
cuando el poder se confiere en juicio, ya que se encuentran individualizados en el mismo
proceso (Art. 2448).
Objeto de la transacción
c) La acción de estado civil no es transigible: Art. 2450, pero sí son objeto de transacción
las consecuencias patrimoniales derivadas del estado civil.
e) No son objeto de transacción los derechos ajenos o los derechos que no existen: Si
no existen, no hay objeto de transacción (Art. 2452). Si son ajenos, es inoponible al
verdadero dueño.
A) Por reglas generales a todos los contratos: por faltar requisitos de existencia o de
validez.
2) Error:
3) Título nulo (Art. 2454): Es nula en todas sus partes la transacción celebrada en
consideración a un título nulo, a menos que las partes hayan tratado expresamente sobre
la nulidad del título. Para estos efectos, el título es el acto del que emana el derecho sobre
que se transige, y no el documento en que consta.
134
Ø Es nula la transacción obtenida por títulos falsificados (Art. 2453), aquí se trata del
documento que consigna el derecho.
Ø Es nula la transacción celebrada cuando existe fallo con autoridad de cosa juzgada
(Art. 2455).
Si constare por títulos auténticos que una de las partes no tenía derecho alguno al
objeto sobre que se ha transigido, y estos títulos al tiempo de la transacción eran
desconocidos de la parte cuyos derechos favorecen, podrá la transacción rescindirse (Art.
2459).
Efectos de la transacción
Consecuencias:
Consecuencias:
a) Si recae sobre uno o más objetos específicos, la renuncia general de todo derecho,
acción o pretensión debe entenderse relativa al objeto u objetos sobre que se transige (Art.
2462). Se trata más bien de una norma de interpretación.
Del Art. 1443 se desprende que los contratos, según su perfeccionamiento, pueden
clasificarse en consensuales, solemnes o reales. Son contratos reales aquellos para cuya
formación se exige la entrega de la cosa sobre la que versa el acto jurídico. Sin entrega no
hay contrato. Lo que caracteriza esencialmente al contrato real es la imprescindible entrega
con la cual nace el contrato, y quien entrega la cosa se constituye en acreedor de la típica
obligación restitutoria que nace en estos casos. Quien recibe la cosa es el deudor de esta
obligación.
De lo anterior, se puede deducir que la redacción utilizada por el Art. 1443 no es del
todo precisa, pues la entrega de la cosa no siempre constituye tradición, sino tan sólo
tratándose del mutuo.
EL PRÉSTAMO
El préstamo, en general, es un contrato en que una de las partes entrega una cosa a
otra, confiriéndole el derecho a servirse de ella con cargo a restitución. Dependiendo si el
uso de la cosa implica su destrucción, estaremos en presencia de un préstamo de consumo
o MUTUO, o un préstamo de uso o COMODATO. En el primer caso, el contrato constituye
un título traslaticio de dominio (pues por el uso de la cosa se destruye, y debe restituirse
otra de igual género y calidad), y en el segundo caso será un título de mera tenencia, y el
que recibe la cosa debe restituirla en especie.
Características:
Pueden darse en comodato todas las cosas, muebles o inmuebles, siempre que no
sean fungibles ni consumibles (recordar que la fungibilidad puede enfrentarse desde un
punto de vista subjetivo). En teoría, cabe el comodato respecto de cosas consumibles, en
la medida que se restituya la misma especie, como si se presta dinero y se devuelve el
mismo dinero.
Finalmente, pueden darse en comodato tanto las cosas propias como las ajenas: el
comodato sobre cosa ajena vale, sin perjuicio de los derechos del dueño según las reglas
generales. Pero, el comodatario no tendrá en contra del comodante acción de evicción, pues
ésta es una acción propia de los contratos onerosos, y el comodato es un contrato gratuito
(Art. 2188).
Según el Art. 2175, el comodato puede probarse mediante testigos, cualquiera sea
el valor de la cosa prestada. De este modo, no rigen a este respecto las limitaciones a la
prueba testimonial contenidas en los Art. 1708 y 1709.
1) Conservar la cosa:
3) Restituir la cosa:
El Art. 2180 dispone que "el comodatario es obligado a restituir la cosa prestada en
el tiempo convenido; o a falta de convención, después del uso para que ha sido prestada".
Excepcionalmente, el comodante podrá reclamar anticipadamente la restitución, en los
casos previstos en los Art. 2180 y 2177 inciso 2°.
a) Para la seguridad de las indemnizaciones que pueda deberle el comodante (Art. 2182
y 2193): derecho legal de retención.
c) Cuando la cosa ha sido perdida, hurtada o robada, el comodatario debe dar aviso al
propietario, y suspender mientras tanto la restitución (Art. 2183 inciso 2°).
Ø La acción de restitución propia del comodato, que es una acción personal, y, por lo
mismo, sólo puede entablarse en contra del comodatario.
Cuando la cosa ha salido del poder del comodatario, y pasa a terceras personas, la
acción reivindicatoria será la única acción que podrá ejercer el comodante. Finalmente, cabe
señalar que si los comodatarios son muchos, y al ser la obligación de restituir una obligación
indivisible (Art. 1526 N° 2), la cosa podrá reclamarse de manos de aquel de los comodatarios
que la detente.
138
Ø Que la condición o mala calidad de la cosa haya sido conocida y no declarada por el
comodante.
Ø Que la condición o mala calidad de la cosa sea de tal naturaleza que fuere probable
que hubiese de ocasionar perjuicios.
Ø Que el comodatario no haya podido con mediano cuidado conocer la condición o
mala calidad de la cosa o precaver los perjuicios.
Los derechos y obligaciones que emanan del contrato son transmisibles a los
herederos de las partes (Art. 2186). El comodato NO se extingue por el fallecimiento del
comodante (Art. 2190). Pero SÍ se extingue por el fallecimiento del comodatario puesto que
se trata de un contrato intuito personae, salvo que la cosa haya sido prestada para un
servicio en particular que no puede suspenderse ni diferirse (Art. 2180 N° 1), y los herederos
del comodatario quedan sujetos a las mismas obligaciones, y tendrán todos los derechos
derivados del comodato.
COMODATO PRECARIO
El Art. 2194 dispone que "el comodato toma el título de precario si el comodante se
reserva la facultad de pedir la restitución de la cosa prestada en cualquier tiempo". También
toma el título de precario el comodato en el cual la cosa no se ha prestado para un servicio
particular ni se fija tiempo para su restitución (Art. 2195).
La ley asimila al comodato precario una situación de hecho, que consiste en el goce
gratuito de una cosa ajena, sin ningún título que lo legitime, sea tolerado por el dueño o por
ignorancia suya. Esta situación se denomina simplemente "precario". El Art. 2195 inciso 2°
establece que "Constituye también precario la tenencia de una cosa ajena, sin previo
contrato y por ignorancia o mera tolerancia del dueño". El dueño puede recobrar la tenencia
de la cosa, en cualquier tiempo, debiendo acreditar:
Ø Que es dueño, y
Ø Que el demandado tiene o detenta la cosa de que se trata.
139
El Art. 2196 lo define. Las partes que intervienen se denominan mutuante y mutuario.
Características
c) Contrato naturalmente gratuito, según las normas del Código Civil, pero es un
contrato naturalmente oneroso cuando constituye una operación de crédito de dinero:
La obligación de pagar intereses en el mutuo, para el Código Civil, puede pactarse,
pero requiere de estipulación expresa. Si nada se dice, el mutuo no devengará
intereses. Cuando el mutuo constituye una operación de crédito de dinero, entran a
regir las normas de la Ley 18.010, y del Art. 12 de la misma se desprende que el
mutuo es un contrato naturalmente oneroso: si nada se dice se deberán los intereses
corrientes.
Debe tratarse de cosas fungibles, que son aquellas que presentan una relación de
equivalencia con otras de su mismo género, por lo que poseen el mismo valor liberatorio.
Dado que el mutuario debe restituir otras tantas cosas de igual género y calidad, es lógico
que una cosa, para ser susceptible de ser dada en mutuo, deba poder reemplazarse con
otra cosa.
El mutuante debe ser capaz de enajenar y ser dueño de las cosas dadas en mutuo.
Si el mutuante es incapaz de enajenar, el contrato adolecerá de un vicio de nulidad. Y si no
es dueño, el mutuo no transferirá el dominio de las cosas, conservando el dominio el
verdadero dueño.
El Art. 2202 dispone que "si hubiere prestado el que no tenía derecho de enajenar,
se podrán reivindicar las especies, mientras conste su identidad". Desaparecida la identidad,
se hace imposible el ejercicio de la acción reivindicatoria, y se aplicará la norma prevista en
el Art. 2202 inciso 2°.
El mutuario debe ser capaz de obligarse, so pena de nulidad del contrato de mutuo.
140
El mutuario asume la única obligación de restituir otras tantas cosas de igual género
y calidad. Para determinar la forma en que debe efectuarse la restitución, es preciso
distinguir si las cosas dadas en mutuo consisten en dinero o en otras cosas fungibles:
Se aplican las normas de la Ley 18.010 y no las del Código Civil. Antiguamente, se
aplicaba el Art. 2199 del Código Civil que disponía que debía restituirse la misma suma
prestada (criterio nominalista del Código). Dicha regla fue derogada en 1974 por el D.L. 455,
que reguló hasta 1981 las operaciones de crédito de dinero. Actualmente, rige la Ley 18.010,
de 1981, y la restitución de la cantidad prestada se rige por las siguientes reglas:
a) Son operaciones de crédito de dinero aquéllas por las cuales una de las partes
entrega o se obliga a entregar una cantidad de dinero y la otra a pagarla en un
momento distinto de aquel en que se celebra la convención (Art. 1°). Como dice la
norma, una de las partes entrega o se obliga a entregar dinero, con lo cual se
desprende que el contrato podría ser real o consensual.
d) Puede pactarse cualquier forma de reajuste (Art. 3°), antes sólo podía pactarse en
U.F.
e) El interés máximo convencional, Art. 6°, equivale a un interés que excede un 50% al
corriente que rija al momento de la convención. Sobre este límite de interés, se aplica
la sanción del Art. 8°: se tiene por no escrito y el interés se reduce al interés corriente
que rija al momento de la convención.
Rige el Código Civil. Según el Art. 2198, debe restituirse igual cantidad de cosas del
mismo género y calidad. Si no es posible, deberá pagarse lo que valgan las cosas al tiempo
en que deba hacerse el pago (se paga su equivalente en dinero).
¿Puede anticiparse el pago? Según el Art. 2204 es posible, siempre que no se hayan
pactado intereses. Ello, por cuanto si se ha pactado interés, el plazo en el mutuo es un
beneficio establecido en favor de ambas partes.
El interés se define como "el provecho o remuneración que obtiene el mutuante como
precio del capital entregado al mutuario". Son, jurídicamente, frutos civiles de la cosa
prestada (Art. 647), y se devengan según el tiempo que se haya pactado el préstamo. De
este modo, si se anticipa el pago, la cantidad de intereses será menor, y por ello la
anticipación perjudicaría al mutuante.
El anatocismo
3.- DEPÓSITO:
Se encuentra definido en el Art. 2211. La expresión depósito designa tanto el acto o
contrato como la cosa misma depositada. La persona que efectúa el depósito se llama
depositante y quien la recibe se llama depositario.
Características
Clasificación:
1) Depósito voluntario:
Lo define el Art. 2215 como aquel contrato en que una de las partes entrega a la otra
una cosa corporal y mueble, para que la guarde y restituya en especie a voluntad del
depositante. La cosa depositada ha de reunir dos requisitos: ser cosa corporal y ser cosa
mueble. De este modo, el depósito propiamente tal no puede recaer sobre inmuebles, a
diferencia de lo que ocurre con el secuestro.
Debe constar por escrito cuando la cosa depositada sea de un valor superior a dos
unidades tributarias. La omisión de este requisito hace inadmisible la prueba testimonial,
pero, a falta de acto escrito, será creído el depositario sobre su palabra, sea en orden al
hecho del depósito, sea en cuanto a la cosa depositada, o al hecho de la restitución (Art.
2217).
b) Restituir el depósito: El Art. 2215 dice que la restitución debe verificarse en especie
(Art. 2228 y 2229), y a voluntad del depositante, o sea, cuando el depositante la
reclame (Art. 2215 y 2226 inciso 1°).
Depósito irregular
Ø Pagar al depositario los gastos de conservación de la cosa en que haya incurrido (Art.
2235).
Ø Indemnizar al depositario los perjuicios que le haya ocasionado la tenencia de la
cosa.
2) Depósito necesario:
B) SECUESTRO:
Clasificación
Puede ser:
Regulación
Se rige por las mismas reglas del depósito, con algunas normas especiales (Art.
2250):
LAS CAUCIONES
Había entonces que precaver la eventual insolvencia del deudor y evitar los posibles
riesgos originados en la improcedencia de la acción pauliana. Así, el legislador, para
asegurarse de todos estos riesgos, estableció que el acreedor podría recurrir a las
cauciones, las que se encuentran definidas en el Art. 46.
CONTRATO DE FIANZA
Art. 2335: “La fianza es una obligación accesoria, en virtud de la cual una o más
personas responden de una obligación ajena, comprometiéndose para con el acreedor a
cumplirla en todo o parte, si el deudor principal no la cumple”.
La fianza en realidad no es una obligación como dice el Art. 2335, sino que es un
contrato accesorio, que se celebra entre el acreedor y el fiador (el deudor aquí no tiene
participación). Ahora, si el fiador resulta obligado a pagar la obligación principal total o
parcialmente, es como consecuencia de la celebración del contrato de fianza, porque es ese
justamente el efecto del contrato: que el fiador quede obligado en subsidio del deudor
principal.
Características de la fianza:
b) Es un contrato unilateral porque se obliga una parte. Del Art. 2335 queda claro que
resulta obligado el fiador para con el acreedor, obligación que consiste en que el
fiador va a cumplir la obligación principal, en caso de que ella no sea cumplida por el
deudor principal.
c) Es un contrato gratuito, porque tiene por objeto la utilidad de una sola parte: el
acreedor, sufriendo el fiador el gravamen.
e) Es un contrato patrimonial, por ello la fianza se transmite a los herederos (Art. 2352).
Como contrato, la fianza debe reunir los requisitos comunes a ellos, requiriendo sí
una obligación principal, por su carácter de accesorio:
b) Capacidad: El fiador debe tener capacidad para obligarse como tal. El Art. 2342 da
una norma sobre la capacidad que deben reunir ciertas personas para obligarse
como fiadores.
c) Objeto de la fianza: La obligación principal puede ser de dar, hacer o no hacer; pero
la obligación que emana de la fianza es siempre una obligación de dar, y, aún más,
de dar una suma de dinero (Art. 2343 incisos 2° y 4°). Así, si la obligación principal
es de hacer, el fiador no se obliga a realizar la prestación, sino que se obliga
garantizando el pago de los perjuicios que el incumplimiento le cause al acreedor.
a) La fianza debe consistir siempre en que el fiador pague una suma de dinero (Art.
2343 inciso final). Si una persona se obliga a entregar una especie o cuerpo cierto, o
a ejecutar un hecho determinado, para el caso de que el deudor principal no cumpla
su obligación, no se está ante un contrato de fianza, sino ante un contrato
innominado, o ante una cláusula penal.
Clasificación de la fianza:
a) Convencional.
b) Judicial (Art. 932, 1292, 1315).
c) Legal (Art. 89, 374, 775).
Ø De acuerdo al Art. 2337 inciso 2°, la fianza legal y la judicial pueden suplirse con una
prenda o hipoteca. La convencional no puede suplirse contra la voluntad del
acreedor.
Ø En la fianza judicial, el fiador no dispone del beneficio de excusión (Art. 2358 Nº 4).
Si es solidaria con relación a los otros fiadores, su efecto es que impide oponer el
beneficio de división (que permite que estos fiadores pidan que se les persiga sólo por su
cuota). Si es solidaria respecto del deudor, ello implica una renuncia del beneficio de
excusión.
En las otras dos fianzas, además de obligarse el fiador como tal, constituye prenda o
hipoteca para asegurar su obligación. En estos casos, el acreedor, además de la acción
personal emanada de la fianza, va a disponer de la acción real que emana de la prenda o
hipoteca.
147
a) Fianza simple:
Es aquella que está sometida únicamente a los textos que el Código Civil dedica a la
fianza por sí sola considerada.
b) Fianza solidaria:
Distinta posición del fiador codeudor solidario frente al acreedor y a los demás
codeudores:
Ø El fiador codeudor solidario puede asumir una obligación más gravosa que la del
deudor principal, pero no el fiador solidario;
Por regla general, el deudor tiene libertad para constituir fianza. Sin embargo, el
deudor está obligado a constituir fianza, a petición del acreedor, en los casos siguientes:
a) Cuando así se hubiere estipulado entre acreedor y deudor (Art. 2348 Nº 1).
b) Cuando la fortuna del deudor, es decir su poder de pago y capacidad económica, ha
disminuido en términos tales que haga temer el no cumplimiento de sus obligaciones
(Art. 2348 Nº 2).
c) Cuando hay motivos para temer que el deudor se ausente del país con ánimo de
establecerse en otra parte, mientras no deje bienes suficientes para la seguridad de
sus obligaciones (Art. 2348 Nº 3).
d) Cuando el fiador del deudor cae en insolvencia (Art. 2349).
El Art. 2350 señala cuáles son los bienes que se consideran y los que no se
consideran para estos efectos (la regla general es que para calificar la suficiencia de los
bienes sólo se toman en cuenta los inmuebles).
Efectos de la Fianza:
Puede el fiador pagar la deuda en los mismos términos que el deudor principal (Art.
2353). Pero, si el fiador paga la deuda antes que ella se haya hecho exigible, no va a poder
repetir contra el deudor principal, sino una vez se hiciere exigible esa obligación (Art. 2373).
Cuando se ha hecho exigible la deuda, lo normal es que el fiador espere que el deudor
principal tome la iniciativa, y, por ello, de acuerdo al Art. 2356, el fiador puede requerir al
acreedor, desde que sea exigible la deuda, para que proceda de inmediato contra el deudor
principal. Si no obstante el requerimiento, el acreedor no lo hace (lo retarda), no será
responsable el fiador de la insolvencia posterior del deudor principal.
Para que el acreedor demande al fiador se requiere que la obligación sea exigible.
Demandado el fiador, dispone de cuatro derechos o defensas, que son:
Ø El beneficio de excusión.
Ø El beneficio de división.
Ø La excepción de subrogación.
Ø Las excepciones reales.
Consiste en el derecho que le asiste al fiador para pedir que la obligación se persiga
primero en los bienes del deudor principal, y en las prendas e hipotecas constituidas para
garantizar dicha obligación (Art. 2357). Este beneficio de excusión es facultativo para el
fiador. Pero, hay ciertos casos en que el fiador no puede oponer este beneficio, y hay otros
en que el acreedor está obligado a practicar la excusión, aún cuando el fiador no la haga
valer.
c) Que el fiador señale al acreedor los bienes del deudor, para perseguir el cumplimiento
de la obligación (Art. 2358 Nº 6). Al respecto, hay que considerar que:
ü No se tomarán en cuenta para la excusión los bienes a que se refiere el Art. 2359.
ü Por otro lado, no es indispensable que los bienes sean en tal cantidad que permitan
el pago total de la obligación (Art. 2364). Pero si deben ser de tal cantidad que
permitan obtener un resultado serio y apreciable.
En el derecho, la regla general es que habiendo varios obligados a una misma deuda,
cada uno debe pagar su parte o cuota, salvo que la obligación sea solidaria o indivisible (Art.
1511). La misma regla se aplica en materia de fianza: si hay varios fiadores de una misma
deuda, cada uno está obligado a pagar la parte o cuota que le corresponde (Art. 2367). La
división de la deuda entre los cofiadores se produce de pleno derecho.
Forma de la división:
En cuanto a la división de la deuda, la regla general es que sea por partes iguales,
salvo dos situaciones:
Cuando el fiador paga al acreedor, se subroga en los derechos de éste (Art. 1610 Nº
3). Pero, puede ocurrir que el acreedor haya puesto al fiador en el caso de no poder
151
subrogarse en sus acciones contra el deudor. En este caso, el fiador tiene derecho a que
se rebaje de la demanda del acreedor todo lo que hubiere podido obtener del deudor
principal u otros fiadores por medio de subrogación legal (Art. 2355). Tal sería el caso, por
ejemplo, del acreedor que acepta el alzamiento de una hipoteca constituida por el deudor.
Si por hecho o culpa del acreedor se pierden las acciones que el fiador pudiera tener
contra el deudor, la fianza se extingue totalmente (Art. 2381 Nº 2).
Hay que distinguir la situación antes y después que el fiador haya hecho el pago:
Si el deudor paga sin dar aviso al fiador, será responsable para con éste de lo que,
por ignorar que la obligación estaba extinguida, pagare de nuevo. Pero, en este caso, el
deudor tendrá acción contra el acreedor por el pago indebido (el deudor debe reembolsar al
fiador y puede repetir contra el acreedor, Art. 2376).
Si el fiador paga sin dar aviso al deudor, se produce una doble consecuencia:
Ø En caso que el deudor pague la deuda por su parte, no tendrá el fiador recurso alguno
contra él, pero podrá intentar contra el acreedor la acción del deudor por el pago
indebido (Art. 2377 inciso 2°).
Ø El pago precipitado del fiador puede privar al deudor de las excepciones que pudo
oponer al acreedor. Dichas excepciones puede oponerlas al fiador, cuando éste
intente las acciones encaminadas al reembolso (Art. 2377 inciso 1°).
1) Acción de reembolso:
Esta es una acción propia del fiador, llamada también acción personal, a diferencia
de la acción subrogatoria. Cuando el fiador paga la deuda al acreedor, tiene derecho a que
el deudor le reembolse lo pagado, más intereses y gastos; pudiendo comprender el
reembolso la indemnización de perjuicios que se le hubiere causado al fiador.
a) Que el fiador haya extinguido la obligación por un medio oneroso, como el pago u
otro medio equivalente que implique una disminución patrimonial para el fiador. En caso
contrario, no tiene acción de reembolso (Art. 2374).
152
b) Que el pago del fiador sea un pago útil, es decir, que produzca la extinción de la
deuda (Art. 2375 Nº 3).
Cuando son varios los fiadores, la deuda se divide entre ellos de pleno derecho y en
cuotas iguales. La división de la deuda en partes iguales no tiene lugar:
cofiadores”. Supóngase que la cuota del fiador es de $100.000 y paga $250.000. Por el
exceso de $150.000 se subroga en los derechos del acreedor contra los demás fiadores.
En cuanto a su cuota, podrá obtener su reintegro del deudor principal, por medio del
ejercicio de la acción personal o de la acción subrogatoria. En caso de insolvencia del fiador,
la acción respectiva podrá intentarse contra el subfiador (Art. 2380).
Extinción de la fianza:
2) Por vía principal: La fianza se extingue por vía directa por los modos generales de
extinguirse las obligaciones (Art. 1567 y 2381), y además:
ü Por relevo de la fianza, concedido por el acreedor al fiador.
ü Cuando el acreedor, por hecho o culpa suya, ha perdido las acciones a que el fiador
tenía derecho de subrogarse.-
Se encuentra definido en el Art. 2384 inciso 1°: “Por el contrato de empeño o prenda
se entrega una cosa mueble a un acreedor para la seguridad de su crédito”. Somarriva dice
que esta definición es incompleta, porque no da una idea clara de la garantía que constituye
en realidad la prenda, estimando que esta definición hay que completarla agregando:
“dándosele la facultad de venderla y pagarse preferentemente con el producto de la venta,
si el deudor no cumple su obligación”.
El problema que plantea la prenda del derecho civil, es que se trata de un contrato
real, y como tal, se perfecciona por la entrega de la cosa, lo cual haría prácticamente
imposible que en determinadas actividades se pudiera emplear la prenda como caución
(ejemplo: en la actividad industrial). De ahí que hayan surgido las prendas especiales, entre
las cuales encontramos la prenda sobre valores mobiliarios en favor de los Bancos (regulada
en la antigua Ley Nº 4.287, del año 1928) y fundamentalmente la prenda sin desplazamiento,
cuyas nuevas normas fueron establecidas por la Ley Nº 20.190, del año 2007, que además
crea el Registro de prendas sin desplazamiento.
Cabe agregar que esta Ley Nº 20.190, derogó las antiguas leyes que regulaban la
prenda agraria, la prenda industrial y la prenda de la ley de compraventa de cosas muebles
a plazo; y por cierto derogó la Ley Nº 18.112, del año 1982, que fue la primera ley sobre
prendas sin desplazamiento.
La prenda civil es un contrato real y como tal se perfecciona por la entrega de la cosa.
En cambio, en las prendas especiales no hay desplazamiento de la cosa, que queda en
poder del constituyente. Por ello su denominación: prenda sin desplazamiento. Estas
prendas especiales como contratos son solemnes, y en el caso de la nueva ley sobre prenda
sin desplazamiento, la solemnidad consiste en su constitución por escritura pública, o bien
por instrumento privado autorizado y protocolizado ante notario (Art. 2º Ley 20.190).
154
2) En cuanto a la entrega:
Esta Ley de prenda sin desplazamiento tiene otro aspecto importante, porque en su
Art. 1 inciso 2° dice que “en lo no previsto por la presente ley, se aplicarán las disposiciones
del contrato de prenda del Código Civil”; lo que implica una aplicación supletoria del Código
Civil.
Características de la prenda:
1) Es un contrato:
Así lo dicen los Arts. 2384 y 2392, al establecer estas disposiciones que tiene que
haber acuerdo de voluntades, y al existir éste, hay un contrato. Como contrato, presenta a
su vez las siguientes características:
a) Es unilateral. Solamente resulta obligada una parte (el acreedor prendario, esto es,
la persona que recibe la cosa empeñada). Este acreedor prendario resulta obligado
a conservar la cosa empeñada, a no usarla, y a restituirla cuando corresponda, esto
es, cuando el deudor haya cumplido la obligación. La obligación fundamental del
contrato de prenda es la de restituir la cosa.
b) Puede ser gratuito u oneroso. Ello, según quién o cómo se constituye la prenda. Si
la constituye el propio deudor, será oneroso. Si la constituye un tercero, será gratuito
(Art. 2388).
c) En el sistema del Código Civil es real, pues se perfecciona por la entrega de la cosa
constituida en prenda por el deudor o un tercero al acreedor (Art. 2386). En las
prendas especiales, el contrato es solemne y la tradición se hace por medio de
inscripción o escritura pública, en el caso de la prenda sin desplazamiento.
2) Es un derecho real:
El Art. 577 la señala entre los derechos reales, y la eficacia de la prenda como caución
deriva precisamente del hecho de ser un derecho real, ya que le confiere al acreedor
prendario el derecho de perseguir la cosa de manos de quien se encuentre.
155
Pero, conjuntamente con eso, es dueño y titular del derecho real de prenda.
6) La prenda es indivisible.
Puede caucionarse con prenda toda clase de obligaciones, incluso las naturales.
Pero, en relación con estas últimas, hay que hacer una distinción:
ü Si el deudor cauciona una obligación civil con prenda y esa obligación civil después
se transforma en natural. La prenda en este caso también se transforma en natural,
y por lo tanto no habría acción para hacerla efectiva.
ü Distinta es la situación en que existe una obligación natural. Ella puede ser
caucionada con prenda (Art. 1472), pero con una característica bastante especial:
tiene que ser contraída por un tercero para que produzca acción. Aquí estamos ante
una situación curiosa, pues la obligación principal (obligación caucionada con la
prenda) no contiene acción para exigir su cumplimiento, en cambio la obligación
accesoria (prenda), por estar constituida por un tercero, sí confiere acción para exigir
su cumplimiento.
Requisitos de la prenda:
La prenda, por su carácter de contrato, tiene que cumplir con todos los requisitos de
validez que la ley exige para todo contrato, es decir, los que establece el Art. 1444. Pero,
además, debe cumplir con sus requisitos especiales, que son:
La prenda puede ser contraída por el deudor o por un tercero (Art. 2388). Pero tanto
uno como el otro deben tener capacidad para enajenar (Art. 2387). Luego, el constituyente
de la prenda, sea el deudor o un tercero, requiere algo más que capacidad de ejercicio, ya
156
que necesita además la capacidad de enajenar. Tratándose de los pupilos, la ley exige
formalidades especiales para la constitución de la prenda (Art. 393).
Los Arts. 2384 y 2386, entre otras disposiciones, exigen, para que se perfeccione el
contrato de prenda, la entrega de la cosa empeñada; debiendo tratarse de una entrega real
y no ficta o simbólica. Las razones para concluir que la entrega tiene que ser real son:
a) La ley habla de “entregar”, expresión que hay que tomar en su sentido natural y obvio.
Así, entregar significa poner una cosa en manos de otra persona.
También se puede dar en prenda un crédito, pero en este caso no basta con la
entrega, sino que para constituir un crédito en prenda deben concurrir dos requisitos:
La regla en esta materia es que pueden darse en prenda todas las cosas muebles,
sean corporales o incorporales. Pero, esta regla tiene ciertas excepciones, ya que hay
muebles que no pueden darse en prenda, sino que ellos se hipotecan, y son:
También puede darse en prenda el dinero, caso en el cual el acreedor se hace dueño
del dinero que el deudor le ha entregado en prenda, pudiendo hacer uso de él, restituyendo
al deudor, cuando cumpla la obligación principal, la misma cantidad recibida (Art. 2395 en
relación con el 2221). Esta prenda en dinero se asemeja al llamado “depósito irregular”, que
es precisamente el que permite hacer uso de la cosa depositada.
No cabe duda que solamente pueden darse en prenda los bienes presentes y no los
futuros, porque tratándose de estos últimos, no habría posibilidad de entregar, y por lo
mismo, no se podría perfeccionar el contrato de prenda. Pero, respecto de los bienes
futuros, podría perfectamente celebrarse una promesa de prenda, que se transformaría en
prenda cuando la cosa llegue a existir.
157
La especialidad de la prenda:
2) Por otro lado, la ley también exige que la obligación principal, esto es, aquella a la
cual accede la prenda, esté especificada, es decir, tiene que tratarse de una obligación
existente y cierta. Aquí se plantea el problema de establecer si pueden caucionarse con
prenda obligaciones futuras, materia en la cual la doctrina se encuentra dividida.
Hay autores que sostienen que no pueden caucionarse con prenda obligaciones
futuras, y para sustentar su posición dan los siguientes argumentos:
a) El Código Civil al tratar la fianza permite afianzar obligaciones futuras (Art. 2339).
También hace lo mismo respecto de la hipoteca, en el Art. 2419. En cambio, en la prenda
no hay ninguna disposición que lo permita; de lo que debe desprenderse que si lo admitió
expresamente en cauciones como la fianza y la hipoteca, y no lo hizo en el caso de la
prenda, es porque la intención del legislador era no permitir que se caucionaran con prenda
obligaciones futuras.
b) También se fundamentan en la letra del Art. 2385, que dice “...siempre...”. Esta
disposición es especial para la prenda, y no se encuentra una similar en materia de fianza
o de hipoteca.
Cabe preguntarse ¿Por qué existe esta diferencia entre la hipoteca y la fianza, por un
lado, y la prenda por otro? Los autores sostienen que la razón de esta distinción radica en
la forma de perfeccionar estas cauciones. La prenda se perfecciona por la entrega de la
cosa dada en prenda al acreedor prendario, de tal suerte que el constituyente va a quedar
privado del uso y goce de la cosa, y no parece lógico que una persona quede privada del
uso y goce de la cosa para asegurar el cumplimiento de una obligación que puede no llegar
a existir nunca, situación ésta que no se presenta en la hipoteca, porque en ella no hay
desplazamiento de bienes de manos del constituyente al acreedor.
Esta es la tesis que han aceptado los tribunales, especialmente tomando como base
lo dispuesto en el Art. 2385, en orden a que el contrato de prenda supone “siempre” una
obligación principal a la que accede.
La otra posición sostiene que puede caucionarse con prenda obligaciones futuras.
Dicen que el hecho que el legislador no haya contemplado expresamente esta posibilidad,
no justifica que ello no sea posible, porque se trata aquí de una materia contemplada en el
Libro IV del Código Civil, que está inspirado totalmente en el principio de la autonomía de la
158
voluntad, de modo que las disposiciones contenidas en dicho libro son supletorias de la
voluntad de las partes, y por consiguiente, éstas pueden hacer en estas materias no sólo
aquello que el legislador permite, sino todo lo que no se encuentra prohibido por éste, y en
el Código Civil no hay ninguna norma que prohíba constituir prenda para caucionar una
obligación futura.
Además, indican que la circunstancia de que leyes como la citada 7.612, o la antigua
Ley 5.687 de 1935 (de prenda industrial) y otras, admitan que se caucionen con prenda
obligaciones futuras, implica que ello no tiene nada de ilícito, ni de contrario a los principios
legales. En este punto, cabe agregar hoy día que la Ley 20.190 (Art. 4) también lo admite.
Por último, argumentan con la “prenda tácita”, contemplada en el Art. 2401, y que es
una institución que permite al acreedor retener la prenda que garantiza una obligación
determinada, aun cuando esta obligación haya sido extinguida, siempre que el acreedor
tenga otros créditos en contra del mismo deudor, que reúnan los requisitos que la ley
establece.
Esta cláusula consistiría en constituir una prenda a favor de cierto acreedor, de tal
suerte que ella no va a garantizar una determinada obligación, sino que el cumplimiento de
todas las obligaciones presentes y futuras que ese deudor tenga para con el mismo
acreedor.
a) Derecho de retención,
b) Derecho de persecución,
c) Derecho de venta,
d) Derecho de preferencia,
e) Derecho a indemnización de perjuicios.
a) Derecho de retención:
Ø Cuando el juez autoriza al deudor para reemplazar la cosa dada en prenda, si de ello
no se sigue perjuicio para el acreedor.
ü La prenda tiene que haberse constituido por el deudor, no siendo posible cuando ésta
ha sido constituida por un tercero. No lo dice expresamente el legislador, pero no
cabe concluir otra cosa, porque si la prenda fue constituida por un tercero, éste se
obligó solamente a aquello que declaró expresamente y no es posible hacerlo
responsable de otras obligaciones posteriores, nacidas entre el mismo acreedor y el
mismo deudor.
ü Que los créditos sean ciertos y líquidos. Esto significa que los nuevos créditos no
deben estar sujetos a condición o plazo.
ü Que los nuevos créditos se hayan contraído con posterioridad al que estaba
garantizado con la prenda.
ü Que esos créditos se hagan exigibles antes del pago de la obligación anterior.
160
Ø El inciso 2° del Art. 2404 señala que “igual derecho se concede a la persona a quien
el deudor hubiere conferido un título oneroso para el goce o tenencia de la prenda”.
Esta persona tiene derecho para pedir al acreedor la entrega de la cosa empeñada,
estando obligado el acreedor a su restitución. El inciso final del Art. 2404 establece
que en ninguno de los dos casos podrá el acreedor excusarse de la restitución
alegando otros créditos, aún con los requisitos enumerados en el Art. 2401.
b) Derecho de persecución:
Hay que hacer una distinción entre la cosa dada en prenda y el derecho de prenda
en sí mismo. Respecto de la cosa dada en prenda, el acreedor prendario solamente es mero
tenedor, pero también es dueño y titular del derecho real de prenda, y precisamente en su
calidad en tal, está premunido de la acción reivindicatoria (acción de dominio).
Además, hay que recordar que el Art. 891 indica que pueden reivindicarse todos los
derechos reales, excepto el derecho real de herencia, el cual está amparado por la acción
de petición de herencia. Entonces, el acreedor prendario va a poder reivindicar su derecho,
incluso en contra del propio deudor, si es que la cosa ha llegado a manos de éste (Art.
2393).
Cuando hay un crédito o una obligación garantizada con prenda, el acreedor tiene
dos acciones:
d) Derecho de preferencia:
e) Derecho de indemnización:
Puede suceder que por el hecho de haber tenido la cosa en su poder, el acreedor
prendario haya incurrido en gastos para su conservación, o ello le haya ocasionado algún
daño o perjuicio. En tal caso, la ley le confiere al acreedor derecho para que el deudor le
pague los gastos en que ha incurrido o los perjuicios que hubiere sufrido, confiriéndole
además un derecho de retención (Art. 2396 inciso 1°).
ü Puede reemplazar la cosa, siempre que con ello no le cause perjuicio al acreedor.
ü Puede vender la cosa empeñada, aun cuando se encuentre en poder del acreedor.
La prenda es un contrato unilateral, y como tal resulta obligada sólo una de las partes:
el acreedor prendario, quien resulta obligado a restituir la cosa dada en prenda, una vez
extinguida la obligación caucionada. No hay por consiguiente obligación alguna para el
deudor prendario.
162
Extinción de la prenda
ü Cuando operan los modos de extinguir (Art. 1567), sólo respecto de la prenda.
ü Cuando el acreedor pasa a ser dueño de la cosa dada en prenda (Art. 2406).
ü Dice que la hipoteca recae sobre inmuebles, con lo cual establece ya una diferencia
con la prenda.
ü Señala que estos inmuebles no dejan por la hipoteca de estar en poder del deudor,
con lo cual está indicando otra característica propia de la hipoteca, y distintiva de la
prenda.
Somarriva: “es un derecho real que recae sobre un inmueble, pero permaneciendo
en poder del que lo constituye, y que da derecho al acreedor para perseguirlo de manos de
quien se encuentre, y de pagarse preferentemente con el producto de la subasta”.
163
Características:
Presenta una característica especial, que hace que se diferencie de los demás: en
los demás derechos reales hay una relación directa entre el titular del derecho y la cosa
sobre la cual ese derecho se ejerce (todos los derechos reales se ejercen mediante el uso
o la tenencia de la cosa). Pero, en la hipoteca eso no sucede, porque en ella el ejercicio del
derecho del acreedor se traduce en la facultad de pedir la venta de la cosa hipotecada en
caso de que el deudor no cumpla la obligación garantizada con hipoteca. Es por eso que
hay autores, como Planiol, que sostienen que el acreedor hipotecario tiene un derecho real
de segundo grado, y lo denominan así porque en éste no hay una relación directa entre el
titular del derecho y la cosa en que recae, a diferencia de los de primer grado en que tal
relación existe.
Por el hecho de ser la hipoteca un derecho real, se ejerce sobre la cosa sin respecto
de determinada persona, y es por ello que este derecho confiere al acreedor hipotecario el
derecho de persecución, que le permite perseguir la finca hipotecada de manos de quien
se encuentre, no importando el título a que esa persona lo adquirió (Art. 2428).
Sin embargo, hay ciertas hipotecas que recaen sobre bienes muebles, que son:
3) Es un derecho accesorio:
ü Un derecho principal, que es el crédito que tiene en contra del deudor (de carácter
mueble).
ü Un derecho accesorio, que es un derecho real e inmueble: la hipoteca.
Ø La obligación principal tiene que ser válida, en caso contrario, la hipoteca tampoco lo
será.
a) La ley hace expresa alusión a ello en los Art. 2427 y 2431. Incluso, en esta última
disposición dice que la hipoteca puede limitarse a una suma determinada, con tal que así
se exprese inequívocamente. A contrario sensu, esa norma lleva a la conclusión de que
164
b) Por otra parte, de acuerdo al Art. 376 la fianza que deben rendir los guardadores
para entrar en el desempeño de su cargo puede ser sustituida por la hipoteca, la cual debe
constituirse “con anterioridad” al ejercicio de sus funciones. Pues bien, en este caso, la
hipoteca va a caucionar una obligación indeterminada en cuanto a su monto, porque el
objeto de estas cauciones es garantizar el buen desempeño del guardador en el ejercicio
de su cargo, y al comenzar éste a ejercer sus funciones, no podemos saber cómo va a ser
su desempeño, pudiendo incluso darse la situación que no resulte ninguna obligación para
el guardador, o bien, que efectivamente surjan obligaciones para él como resultado de su
gestión. Siendo incierta la existencia de obligaciones, más incierto aún será saber su monto.
En conclusión, aquí el legislador admite constituir hipoteca para garantizar sólo una
obligación posible.
c) Se argumenta con el Art. 81 Nº 4 del Reglamento del Conservador, que dice: “La
inscripción de la hipoteca contendrá la suma determinada a que se extienda la hipoteca en
el caso de haberse limitado a determinada cantidad”. Este es un requisito que sólo tiene
aplicación cuando se ha limitado la hipoteca en cuanto a su monto a determinada cantidad,
por ende no tendría aplicación este requisito cuando la hipoteca es ilimitada.
a) Hay que aplicar los principios generales del derecho, por los cuales el objeto de
los actos jurídicos tiene que ser determinado, y sucede que tratándose de estas cláusulas
ello no ocurre, por lo tanto, serían nulas. Hay que tener presente que el Art. 1461 exige que
el objeto esté determinado “a lo menos en cuanto a su género”, cosa que tampoco sucede.
Esta argumentación adolece de un error, pues confunde el objeto del contrato principal con
el objeto de la hipoteca. Sucede que el objeto de la hipoteca no es la suma o sumas que
ella garantiza, sino que es el inmueble sobre el cual ella recae.
b) El Art. 2431 inciso 1° dice que la hipoteca puede limitarse a una cantidad
determinada con tal que así se exprese inequívocamente; de modo que podría entenderse
que esa cantidad puede ser indeterminada. Pero, la misma norma agrega que “no se
extenderá en ningún caso a más del duplo del importe conocido o presunto de la obligación
principal, aunque así se haya estipulado”. Al prohibir dicha extensión, queda claro que es
una ley prohibitiva.
del Art. 2432 debe interpretarse en el sentido que hay que dar cumplimiento a las menciones
indicadas, cuando el contrato a que accede la hipoteca se celebró antes o coetáneamente
a ella. Pero esa exigencia no es procedente cuando se trata de un contrato futuro.
b) José Fabres: Sostiene que ésta es una norma de carácter prohibitivo, ya que está
vedado que la hipoteca se extienda en caso alguno a más del duplo del importe conocido o
presunto de la obligación principal. Señala que el duplo del importe de la obligación principal
es una garantía más que suficiente para cualquier tipo de obligación, y si hubiera
circunstancias especiales que requirieran una garantía superior, ellas no fueron
consideradas por el legislador ni pudieron serlo, porque éste debe mirar sólo lo general y lo
normal.
Sin embargo, Somarriva tiene una interpretación distinta. Sostiene que en el caso
que la hipoteca exceda del duplo del mencionado límite, el deudor tiene derecho a solicitar
que se reduzca la hipoteca y que, reducida ésta, deba hacerse una nueva inscripción con
166
cargo al deudor. El efecto que ello tendría es que la primera inscripción no tendría eficacia
sino hasta el monto señalado en la segunda. Afirma que esto es aplicable sólo a las
obligaciones indeterminadas, porque en las determinadas, en cuanto a su monto, las partes
sabían perfectamente a cuánto ascendía la obligación al momento de la constitución de la
hipoteca, de tal modo que el deudor al constituir la hipoteca lo hizo teniendo clara conciencia
de hasta donde se extendía su responsabilidad, y si afectó un inmueble determinado para
garantizar esa obligación, lo hizo en consideración al monto de ello, situación que no se da
en las obligaciones indeterminadas.
Si bien es cierto que el Art. 732 no lo señala, no cabe duda de este carácter, porque
una vez constituida, el constituyente va a ver limitadas las facultades que el dominio le
confiere, desde el momento en que no va a poder ejercerlas en forma que perjudique los
derechos del acreedor hipotecario. Si así lo hiciere, se aplica el Art. 2427.
Como caución, no sería perfecta si no diese lugar a una preferencia. El Art. 2477
señala entre los créditos de tercera clase a los hipotecarios. La hipoteca es una preferencia
especial, es decir, dice relación sólo con el bien hipotecado, de modo que si la deuda no se
cubre con el bien, el saldo es valista. Ahora, como un inmueble puede estar afectado por
varias hipotecas, la ley señala que ellas prefieren según el orden de sus fechas; y a igual
fecha, según el orden material de inscripción.
Que tenga este carácter significa que cada una de las cosas hipotecadas, y cada
parte de ellas, responde del total de la obligación. Del mismo modo, toda la deuda y cada
parte de ella está garantizada por la hipoteca. Este carácter es elemento de la naturaleza
del contrato hipotecario, y puede ser renunciado por las partes, expresamente. Lo que
importa es que, consentida la división de la hipoteca respecto de una parte del inmueble, el
resto continúa siendo indivisible.
4) Puede ser gratuito u oneroso: Este es un aspecto que no es de fácil solución, hasta
el punto que los autores ni siquiera entran en análisis del problema. Es así, porque una u
otra calificación es un aspecto de importancia puramente doctrinaria, ya que el único caso
en que podría tener relevancia es en el de la acción pauliana. Pero, en esta acción, el
legislador solucionó directamente el problema, asimilando la hipoteca a los contratos
onerosos (Art. 2468).
a) El Art. 2410 dice que la hipoteca deberá además ser inscrita en el Registro
Conservatorio y sin este requisito no tendrá valor alguno. Aquí justamente la posición de
Alessandri incurre en un error, porque esta norma no se está refiriendo al contrato de
hipoteca, sino que al derecho real de hipoteca. No cabe duda que para que exista el derecho
real de hipoteca tiene que hacerse la tradición del derecho real de hipoteca, lo que se hace
mediante la inscripción de la hipoteca en el Registro Conservatorio. La misma ley, al definir
la hipoteca, lo hace señalando que ella es un derecho real; por ello, está fuera de discusión
que el Art. 2410 se refiere al derecho real de hipoteca (el Art. 2409 se refiere al contrato de
hipoteca).
c) También está el Art. 2419, que dice que la hipoteca sobre bienes futuros es válida
y que da derecho a hacerla inscribir a medida que ellos se adquieran. Esta norma demuestra
que hay contrato válido de hipoteca sobre bienes futuros; que existe y que es válida desde
el momento en que da derecho a exigir la inscripción. Si se otorga derecho de exigir la
inscripción al acreedor, es porque existe contrato de hipoteca.
3.- La capacidad: Se siguen las reglas generales, debiendo tener presente el Art.
2414. La ley da algunas normas especiales:
1) Los inmuebles que se posean en propiedad (Art. 2418). Los que pueden hipotecarse
son los inmuebles por naturaleza, y quedan comprendidos en la hipoteca los
inmuebles por adherencia y por destinación (Art. 2420). Pero, estos últimos
inmuebles no pueden hipotecarse separadamente del inmueble a que acceden,
porque al constituirse un derecho real sobre ellos recuperan su calidad de muebles,
pasando a ser muebles por anticipación. Puede hipotecarse la propiedad plena, la
nuda y la fiduciaria, ya que el Art. 2418 no distingue. Si se hipoteca la nuda propiedad,
y vigente la hipoteca se produce la extinción del usufructo, la hipoteca se extenderá
a la propiedad plena, porque de acuerdo con el Art. 2421 la hipoteca se extiende a
todos los aumentos y mejoras que reciba la cosa hipotecada. La hipoteca de la
propiedad fiduciaria está reglamentada en el Art. 757.
2) Los inmuebles que se posean en usufructo. Esta disposición, al decir que pueden
hipotecarse los inmuebles que se poseen en usufructo, induce a error, porque
pareciera indicar que lo que se hipoteca es el inmueble, cuando en verdad lo
hipotecado es el derecho real de usufructo. La constitución de la hipoteca sobre el
usufructo no significa que por este solo hecho el usufructuario deje de percibir los
frutos, y pase a percibirlos el acreedor. El acreedor va a poder percibir los frutos sólo
cuando ejerza su calidad de tal, y embargue el usufructo.
6) De acuerdo al Art. 2416, también pueden hipotecarse los bienes sobre los cuales se
tiene un derecho eventual, limitado o rescindible. En este caso, esos bienes se
entienden hipotecados con las mismas condiciones y limitaciones a que está sujeto
el derecho. Esta disposición es clara aplicación del principio de que nadie puede
transferir más derechos de los que tiene. Por otra parte, el mismo Art. 2416 inciso 2°
dice que si el derecho está sujeto a una condición resolutoria, tendrá lugar lo
dispuesto en el Art. 1491. Esto significa que si se produce la resolución del contrato
se va a extinguir la hipoteca, perjudicando al tercero sólo si la condición constaba en
el título respectivo, inscrito y otorgado por escritura pública.
No obstante que entre nosotros la regla general es la validez de los contratos sobre
cosa ajena, se discute si la hipoteca de cosa ajena es válida, fundando la negativa en los
siguientes argumentos:
a) El Art. 2414 establece que puede constituir hipoteca sobre sus bienes la persona
que sea capaz de enajenarlos. Al utilizar la expresión “sus bienes”, la ley nos estaría
indicando que el constituyente debe tener el derecho de dominio de los bienes hipotecados.
b) El Art. 2418 dice que pueden hipotecarse los bienes que se posean en propiedad
o en usufructo.
Ø Sería un título de aquellos que habilitan para adquirir por prescripción el derecho real
de hipoteca (Art. 2512).
Ø Para el dueño del inmueble, la hipoteca es inoponible, de modo que podrá demandar
la cancelación de la misma.
170
La hipoteca de cuota:
El Art. 2417 dice que un comunero puede hipotecar su cuota antes de la partición, es
decir, durante la comunidad; y para ver qué efectos se derivan de ello, hay que atender al
resultado de la partición, porque si en la partición se adjudica al comunero el bien que se
hipotecó, la hipoteca subsiste.
ü Tradición,
ü Prescripción,
ü Sucesión por causa de muerte,
ü Cesión,
ü Subrogación en el crédito hipotecario.
2.- Prescripción: Hemos visto que la hipoteca de cosa ajena es válida, pudiendo
adquirirse por prescripción (Art. 2512, 2513). La sentencia que declara la prescripción
también debe inscribirse en el Registro Conservatorio para que produzca efectos respecto
de terceros (Art. 52 del Reglamento).
3.- Por sucesión por causa de muerte: La hipoteca tiene carácter accesorio a un
crédito y los herederos del acreedor que ha fallecido van a adquirir el crédito de dicho
acreedor (lo principal) por sucesión por causa de muerte y, conjuntamente con éste,
adquirirán el derecho accesorio que lo garantiza (hipoteca). Los herederos adquieren estos
derechos ipso jure, sin necesidad de inscripción en el Registro.
4.- Cesión del crédito hipotecario: La cesión de un crédito comprende también las
cauciones que lo garantizan; consecuencialmente, si el crédito estaba garantizado con
hipoteca, también la va a comprender (Art. 1906). Esta es una aplicación del principio de
que lo accesorio sigue la suerte de lo principal.
La mayor parte de la doctrina piensa que la hipoteca pasa del cedente al cesionario
por el solo hecho de la cesión del crédito, sin necesidad de practicar una nueva inscripción.
Sin embargo, otros no comparten esta opinión, estimando que debe hacerse una nueva
inscripción a nombre del nuevo acreedor. Sostienen que es claro que la cesión de un crédito
comprende también la de sus accesorios, pero señalan que sus accesorios deben
necesariamente cumplir con los estatutos que les son propios y, por lo tanto, si el crédito
está caucionado con hipoteca, ésta debe cumplir con su estatuto jurídico, el cual exige la
inscripción para la tradición del derecho real de hipoteca. Sostienen que el hecho de que
un derecho sea accesorio no le hace perder su naturaleza propia, y dicen que el crédito (lo
171
Efectos de la hipoteca:
Ahora, la pregunta es: ¿Por qué el legislador admite en el Art. 2415 que se puedan
enajenar o gravar los bienes gravados con hipoteca, no obstante cualquier estipulación en
contrario?
Desde otro punto de vista, el acreedor hipotecario está obligado a respetar los
arrendamientos que afecten al inmueble hipotecado, siempre que los contratos de
arrendamiento cumplan dos condiciones (Art. 1962 Nº 3):
Antes que el acreedor ejerza la acción hipotecaria, el propietario dispone de todas las
facultades inherentes al dominio. Pero, sólo puede ejercitarlas en términos tales que ello no
implique un menoscabo de la garantía, porque si el ejercicio del derecho por parte del dueño
implicare un menoscabo de la garantía, la ley confiere ciertos derechos al acreedor (Art.
2427). Esta norma se aplica cuando el inmueble se pierde o deteriora, lo que puede deberse
a hecho o culpa e incluso a caso fortuito.
Ø Derecho de venta.
Ø Derecho de persecución.
Ø Derecho de preferencia.
172
1) Derecho de venta:
El acreedor hipotecario tiene sobre la cosa hipotecada los mismos derechos que el
acreedor prendario sobre la prenda (Art. 2424); y el Art. 2397 da este derecho al acreedor
prendario, que en realidad dispone de dos acciones:
a) Una acción personal en contra del deudor. Esta se hace valer sobre todos los
bienes del deudor, es decir, sobre todo su patrimonio.
b) Una acción hipotecaria, que se hace valer sólo respecto del inmueble gravado con
hipoteca.
Cuando la acción hipotecaria se dirige en contra del deudor propiamente tal, ella se
confunde con la acción personal. Se presenta la diferencia entre ambas acciones cuando la
acción hipotecaria se hace valer contra el tercer poseedor de la finca hipotecada.
Para realizar el inmueble hay que sacarlo a remate. Con el producto del remate se le
paga al acreedor. Se produce una especie de subrogación entre lo obtenido en el remate y
la finca hipotecada. Así, el producto del remate reemplaza al inmueble y se paga al acreedor.
Para establecer una base de valor del inmueble en el remate, debe tasarse. La tasación es
el avalúo fiscal para la contribución de los bienes raíces, salvo que se solicite que se efectúe
por peritos. El precio del remate normalmente se paga al contado, salvo lo estipulado en las
bases del remate al respecto. Si no hay posturas en el remate, el inmueble se le puede
adjudicar al acreedor, quien puede optar entre esta adjudicación o que se saque
nuevamente a remate, pero con un precio inferior.
2) Derecho de persecución:
Así, son terceros poseedores todos aquellos que tienen el dominio o posesión del
inmueble hipotecado, sin haberse obligado personalmente al cumplimiento de la obligación.
El caso más claro es el del tercero que adquiere el inmueble gravado con hipoteca.
En cuanto a la persona que hipoteca un inmueble propio para garantizar una deuda
ajena, puede encontrarse en dos situaciones, según si se ha obligado o no personalmente
a la deuda:
Acción de Desposeimiento:
Es la acción hipotecaria cuando se dirige en contra del tercero poseedor del inmueble
hipotecado. El procedimiento usado para entablar la acción de desposeimiento es el
siguiente: El acreedor tiene que notificar al tercero poseedor de la finca hipotecada. Luego,
éste tiene un plazo de 10 días para pagar la deuda, abandonar la finca o no hacer nada:
3) Derecho de preferencia:
Extinción de la hipoteca:
Puede ocurrir que un inmueble esté gravado con varias hipotecas, y que, al
rematarse, no alcance para pagar a todos los acreedores hipotecarios. Los acreedores
hipotecarios que alcanzaron a pagarse con el producto del remate, verán extinguidas las
hipotecas, pero en este caso la causal de extinción es precisamente el haberse pagado la
obligación que caucionaban. Pero, los acreedores hipotecarios que no alcanzaron a pagarse
con el producto del remate, también verán extinguidas las hipotecas, y respecto de ellos se
produce la purga de la hipoteca (Art. 2428); pero estos acreedores mantienen una acción
personal contra sus deudores. La purga de la hipoteca opera a favor del rematante
(adquirente).
Requisitos de la Purga:
Conforme a la norma citada, una de las cosas que puede solicitar el acreedor, en
caso de no presentarse postores, es que se le adjudique el bien objeto del remate. En esta
situación, el problema que se puede presentar es que quien pida la adjudicación no sea el
primer acreedor hipotecario, sino uno de grado posterior. La pregunta es ¿qué sucede con
las hipotecas de grado superior?, ¿se produce o no la purga de la hipoteca?
Es importante señalar que debe notificarse a todos los acreedores, tanto de grado
anterior como posterior a aquel que produce el remate. Puede suceder que sacada la finca
a remate, éste no se produzca, lo que puede deberse a distintas razones (como la falta de
postores). En este caso, si vuelve a sacarse a remate el inmueble, fijándose día y hora al
efecto, habrá que citar nuevamente a los acreedores hipotecarios. Sin embargo, en este
caso no es necesario que sea citación personal ya que puede ser por cédula o por el estado
diario (más usado).
pues parece que se refiere a que entre la notificación y la fecha de la subasta debe
transcurrirse un término “igual” al de emplazamiento. Se refiere al del juicio ordinario.
La parte que subastó el inmueble, se subroga en los derechos de los acreedores (Art.
1610 Nº 2), de tal suerte que si se saca nuevamente a remate por los acreedores
hipotecarios no pagados, el subastador se va a pagar con el precio de ese remate; perderá
el inmueble pero no el precio pagado por él.
En esta materia de purga de hipoteca, el C.P.C., en su Art. 492, modifica el Art. 2428
(ver el C.P.C.). Esta norma no altera el que deba citarse a todos los acreedores hipotecarios,
porque la modificación consiste en que los acreedores de grado preferente pueden optar:
entre pagarse de sus créditos con el producto de la subasta, o conservar sus hipotecas.
Esta facultad no le corresponde a los acreedores de grado posterior, a quienes se paga con
el producto del remate. Para ejercer este derecho de opción, los acreedores de grado
preferente deben manifestar su voluntad, si nada dicen se estima que optan por pagarse
con el precio de la subasta.
Para que tenga aplicación esta norma y para que proceda este derecho de opción,
deben concurrir 2 condiciones:
ü Que se persiga la finca contra el deudor personal que la posea. Ello no tiene lugar si
se persigue en contra de un tercero poseedor.
ü Que los créditos no sean exigibles. Los acreedores de grado preferente pueden optar
por conservar sus hipotecas siempre que sus créditos no sean exigibles; pues si lo
son, sólo pueden demandar el pago con el producto de la subasta.
Cancelación de la hipoteca:
Posposición de la hipoteca:
Concepto:
En los contratos a título oneroso existe una subdivisión que comprende a los
conmutativos y a los aleatorios. Como dice el autor español Clemente de Diego, lo esencial
y característico de los contratos aleatorios es que, teniendo las partes un interés pecuniario
en el contrato, no se halla, sin embargo, determinado en el momento de la perfección y
celebración del contrato. Un acontecimiento incierto pesa sobre el contrato, no sobre su
perfección sino sobre su ejecución, y en consecuencia la prestación de una de las partes o
de las dos, no puede ser justamente valuada hasta el momento en que se realice.
ü El contrato de seguros;
ü El préstamo a la gruesa ventura;
ü El juego;
ü La apuesta;
ü La constitución de renta vitalicia; y
ü La constitución del censo vitalicio.
Definiciones:
La palabra juego viene del latín jactus, que significa diversión o entretenimiento. Si
bien hay discrepancias sobre los conceptos de juego y apuesta, podemos definir el primero
como un contrato en virtud del cual cada jugador se compromete, en caso de que pierda, a
pagar al ganador cierta suma de dinero, u otra cosa que constituye el premio de la partida.
La apuesta es un contrato por el que dos personas, que tienen concepto distinto de un
suceso pasado o futuro y determinado, se comprometen a pagar una cantidad o especie
una a otra, según se realice o se haya realizado o no dicho suceso.
Estas definiciones se basan en la teoría clásica romana, que funda la distinción entre
el juego y la apuesta en la intervención de las partes en el acontecimiento que determina la
ganancia o pérdida: si es activa, juego; si es pasiva, apuesta. La historia de la ley nos prueba
que este es el criterio de nuestro legislador.
Tanto las leyes civiles como penales no se ocupan del juego en cuanto simple
pasatiempo, esparcimiento o entretención, sino en cuanto puede ser motivo de ganancias o
pérdidas, o sea, como fuente de lucro.
Según el Derecho Civil, los juegos pueden ser lícitos o ilícitos. Son contratos ilícitos
los de juego de azar o de suerte (Art. 2259), o sea, aquellos en que el factor determinante
en la contingencia de ganancia o de pérdida es la suerte, la casualidad, el caso fortuito, el
azar, y no la habilidad o destreza de los jugadores. Son juegos lícitos los demás, esto es:
ü Los de fuerza o destreza corporal, como los de armas, carreras a pie o a caballo,
pelota, bolas y otros semejantes; y
En cuanto a los contratos de apuesta, el Art. 2259 se limita a establecer que los hay
lícitos e ilícitos, toda vez que se encarga de expresar literalmente que los artículos que
siguen son relativos a los juegos y apuestas lícitas. Y si bien, tratándose del juego declaró
expresamente que eran ilícitos los de azar, y nada dijo sobre las apuestas ilícitas, el silencio
del legislador no autoriza para estimar lícitas todas las apuestas, porque ello importaría
contrariar el texto expreso del inciso 2° del Art. 2259.
Esta diversidad se explica dado que la clasificación que el Código hace de los juegos,
para determinar su licitud o ilicitud, no podía servir con respecto a las apuestas, por la
naturaleza misma de éstas; pero nada se opone a que las apuestas se rijan por las reglas
generales que determinan que es causa lícita, en un contrato, la prohibida por la ley o
contraria a las buenas costumbres o al orden público (Art. 1467). El mismo principio de
interés social o público que impone la prohibición de ciertos juegos por ser contrarios a las
buenas costumbres o a la moral, se deja sentir con igual intensidad respecto de las
apuestas. En efecto, si la ley prohíbe los juegos de azar es porque la ganancia que se
alcanza mediante ellos no es el fruto ni el producto del trabajo, que es la base del orden
social, sino del capricho de la suerte, y porque esa ganancia así adquirida crea hábitos de
ociosidad que es fuente de todos los vicios. Entonces, las apuestas que dependen del mero
azar deben encontrarse ante la ley civil en iguales condiciones que los juegos de suerte, y
no pueden contar con su amparo.
La apuesta lícita no produce acción, sino solamente excepción. El que gana no puede
exigir el pago; pero si el que pierde paga, no puede repetir lo pagado, a menos que se haya
ganado con dolo, y lo hay si el que hace la apuesta sabe que se ha de verificar o se ha
verificado el hecho de que se trata (Art. 2260 y 2261). También se puede repetir lo pagado
por personas que no tienen la libre administración de sus bienes, por los respectivos padres
de familia, tutores o curadores (Art. 2262).
178
Concepto:
En este contrato, una de las partes se obliga a pagar a la otra una renta o pensión
periódica, durante la vida de cualquiera de ellas, o de un tercero determinado (Art. 2264 y
2266).
Requisitos:
a) Que sea a título oneroso, pudiendo consistir el precio en dinero o en cosas raíces o
muebles; pero la pensión debe ser en dinero. La ley no señala límite ni proporción
alguna entre la pensión y el precio. Si se constituye gratuitamente, no hay contrato
aleatorio, y se sujeta a las reglas de las donaciones y legados (Art. 2267, 2268 y
2278).
Caracteres:
a) Por la muerte de la persona de cuya vida dependa. El acreedor que muere transmite
su derecho a los herederos, sin perjuicio del derecho de acrecer, y lo que se haya
estipulado cuando la duración de la renta pende de la existencia de un tercero que le
sobrevive (Art. 2274).
Campo de aplicación:
Observaciones generales:
a) El legislador no impone una obligación legal sino cuando hay una causa suficiente
que justifique el imponerla; en otros términos, la ley procede a crear la obligación
legal cuando hay motivos de bastante peso que así lo aconsejen.
b) Con respecto a las obligaciones que impone la ley la capacidad no juega ningún
papel; de manera que por la ley van a resultar obligados indistintamente capaces
e incapaces. Ello se explica porque se trata de obligaciones en que no tiene
importancia el elemento voluntad, por cuando son impuestas imperativamente y
por la sola autoridad de la ley. Así, la obligación de pagar las contribuciones sobre
bienes raíces, pesan tanto sobre un mayor de edad como sobre un niño o un loco.
Pero, hay casos en que por la naturaleza misma de la obligación impuesta se
exige cierta capacidad, como, por ejemplo, para ejercer la guarda de un menor.
Dicho está que la categoría especial de los cuasicontratos, lo mismo que la de los
cuasidelitos, es producto de una confusión de los tratadistas. Esto explica las dificultades
que siempre existieron para precisar su concepto, y el que hoy se halle en crisis esta
180
fuente de las obligaciones, por considerar muchos autores que no tiene razón de ser, y
que se trata de un concepto equivocado que se confunde con otros.
Para caracterizar el cuasicontrato se han valido los autores de los elementos que
proporciona el Código cuando se refiere a él. Y se ha dicho que el cuasicontrato es un
acto voluntario, lícito y no convencional, que produce obligaciones. Se dice que es un
acto voluntario con el fin de distinguirlo de la ley, porque cuando la ley es fuente de
obligaciones, éstas nacen totalmente independientes de la voluntad de las partes. Se
agrega que el lícito para distinguirlo de los delitos y cuasidelitos, donde trata el legislador
de castigar la ilicitud de un hecho. Y se agrega que no es convencional para distinguirlo
de los contratos, porque el contrato precisamente es convencional. En esta forma, se
pretende distinguir el cuasicontrato de las otras fuentes de las obligaciones.
Pero esta caracterización ha merecido críticas a los autores, sobre todo a Planiol.
Sostiene, con bastante razón, que no puede considerarse que el cuasicontrato sea un
acto voluntario, porque normalmente por el cuasicontrato va a resultar obligada una
persona sin que para ello haya intervenido en nada su voluntad. En efecto, pongamos
los dos ejemplos más típicos de cuasicontrato, cuales son el pago de lo no debido y la
gestión de negocios ajenos. En el primero, si yo pago a Pedro 100 en la creencia de que
se los debo, cuando en realidad estoy en un error, Pedro tiene la obligación de
devolvérmelos; y es evidente que en este caso, de parte de Pedro, no ha habido voluntad
para proceder a la devolución; por el contrario, si él recibió mi dinero fue porque quiso
quedarse con él. Esto se hace más palpable en la agencia oficiosa, que consiste en
administrar los negocios de otra persona sin mandato. En ciertos casos, la persona
cuyos negocios se administra resulta obligada, naturalmente sin que haya habido de su
parte ninguna manifestación de voluntad. De ahí que no pueda sostenerse que el
cuasicontrato sea un acto voluntario. Los cuasicontratos, explica Planiol, no son hechos
voluntarios, porque no es el autor del hecho el que resulta obligado, sino la otra persona
que, en virtud de tal hecho, se enriquece. La persona deudora, en virtud de un
cuasicontrato, no es deudora porque haya querido serlo, y, por lo tanto, no puede
explicarse su obligación más que considerándola como una obligación legal.
Además, dice, no son hechos lícitos. No es que el acto originario del cuasicontrato
sea en sí ilícito, pero el enriquecimiento sin causa que produce es ilícito, precisamente
porque es sin causa, y de él deriva la obligación de la persona que lo obtiene, que es la
obligada por el cuasicontrato y no el autor del acto que le da origen.
Fundamento:
Otros creen que se funda en un consentimiento o voluntad tácita del que se obliga.
A esta doctrina se puede hacer la misma crítica anterior: se toparía con idéntica dificultad
en el caso de los incapaces. Y se puede agregar que, si fuera consentimiento tácito, ya
en realidad habría contrato, por cuanto por regla general, salvo en los actos solemnes,
el consentimiento puede pactarse en forma expresa o tácita.
Otros creen que, en este caso del cuasicontrato, la obligación nace de la ley; es
la ley la que impone la obligación. Esta explicación también es verídica, pero al mismo
tiempo tiene igual defecto que la anterior, porque en el fondo la ley es fuente de todas
las obligaciones. Estrechando el círculo, la ley es la única fuente de obligaciones. Por
eso esta explicación tampoco es satisfactoria.
La explicación más verídica del cuasicontrato parece estar en decir que, por regla
general, él está basado en el principio del enriquecimiento sin causa. El legislador crea
los cuasicontratos en su mayor parte y número porque trata de evitar un enriquecimiento
ilegítimo. Esta es, por lo menos en la mayoría de los casos, la explicación más certera
del cuasicontrato.
Precisamente por esta oscuridad de la noción del cuasicontrato, que proviene más
que todo por el origen errado que tuvo al ser creada por los glosadores del Derecho
Romano, ha resultado que Códigos modernos lo han suprimido de raíz. El Código
Alemán, el Suizo, el Proyecto de Código Franco-Italiano de las obligaciones, ya no lo
contemplan. Por eso puede decirse que ha desaparecido el cuasicontrato como fuente
de obligaciones.
El Art. 2285 dice que los principales cuasicontratos son la agencia oficiosa, el
pago de lo no debido y la comunidad.
Generalidades
Como todo pago, supone la existencia previa de una deuda; y el que por error
paga lo que no debía, tiene derecho a repetir lo pagado. Entre el que recibe el pago y el
que lo hace surge una obligación, basada en el cuasicontrato: quien recibió el pago debe
devolverlo para subsanar el empobrecimiento sin causa producido al que paga, como
también el enriquecimiento sin causa operado a favor del que recibe el pago. Por eso se
concede al primero una acción contra el segundo, la llamada por los romanos y los
tratadistas condictio indebiti, que era una de las varias acciones que tendían a corregir
el enriquecimiento injusto. Como se ve, por lo dicho, el pago de lo no debido es una de
las tantas hipótesis en que existe un enriquecimiento sin causa.
182
Son tres:
ü Realización de un pago.
ü Inexistencia de la deuda.
ü Realización del pago por error.
a) El pago:
b) Inexistencia de la deuda:
Muchos son los casos en que la deuda no existe. Así, se considera inexistente
una obligación sujeta a condición; todo lo que se ha pagado antes de efectuarse la
condición suspensiva, puede repetirse mientras no se cumpla (Art. 1485). Pero no ocurre
lo mismo con el plazo: lo que se paga antes de cumplirse éste, no está sujeto a
restitución (Art. 1495). Tampoco se puede repetir lo que se ha pagado para cumplir una
obligación puramente natural de las enumeradas en el Art. 1470 (Art. 2296).
Es requisito indispensable del cuasicontrato en examen el error por parte del que
paga; si no hay error, se estima el pago donación, y no hay derecho a repetir. Pero la
donación no se presume. Por eso dice el Art. 2299: “Del que da lo que no debe no se
presume que lo dona, a menos de probarse que tuvo perfecto conocimiento de lo que
hacía, tanto en el hecho como en el derecho.
Si alguien cree que es deudor de otro y paga, tiene derecho a pedir la devolución
de lo pagado. Sin embargo, si una persona a consecuencia de un error suyo paga una
deuda ajena, la ley le niega el derecho de repetición contra el que a consecuencia del
pago ha suprimido o cancelado un título necesario para el cobro de su crédito, porque
la situación desmedrada en que queda esta última persona, no se debe a ella misma
sino al error del que paga. Pero éste puede intentar contra el deudor las acciones del
acreedor (Art. 2295).
El que pagó lo que no debía, no puede perseguir la especie poseída por un tercero
de buena fe a título oneroso; pero tendrá derecho para que el tercero que la tiene por
cualquier título lucrativo se la restituya, si la especie es reivindicable, y existe en su
183
poder. Las obligaciones del donatario que restituye son las mismas que las de su autor,
según el Art. 2301 (Art. 2303).
Concepto:
Este cuasicontrato tratado en los Art. 2286 a 2294, que se llama comúnmente
gestión de negocios, consiste en administrar los negocios de alguna persona sin su
mandato, con cuyo hecho se obliga para con ésta, y la obliga en ciertos casos.
Quedan, pues, eliminadas las gestiones impuestas como obligaciones por la ley
(como la tutela y curatela) o las que se efectúan a requerimiento del interesado, caso
este último en que no hay agencia oficiosa, sino mandato.
Por otra parte, las circunstancias pueden demostrar que no hay mandato, como
por ejemplo, cuando el interesado es incapaz. Sólo hay mandato cuando las
circunstancias hacen presumir la intención del dueño del negocio de dar mandato, o si
hay el deber de hablar para oponerse a la gestión y así no se hace. El Art. 2123
considera mandato “aún la aquiescencia tácita de una persona a la gestión de sus
negocios por otra”. Y según el Diccionario de la Lengua aquiescencia es sinónimo de
consentimiento, y éste dista mucho de ser simple conocimiento de algo.
Desde la antigüedad hasta hoy los juristas han discutido los efectos de la gestión
realizada exitosamente a pesar de la prohibición del interesado: algunos le niegan toda
acción al gestor; otros dicen que sólo puede ejercer la acción de in rem verso; y,
finalmente, otros hacen ciertas distinciones para determinar qué puede pedir el gestor
al interesado.
184
Nuestro legislador siguió en este punto a Pothier, quien consideraba que en este
caso no había gestión, pero sí derecho a reclamar la utilidad obtenida por el interesado
(ver el Art. 2291).
Como del interesado ningún acto o declaración de voluntad se exige, puede ser
incapaz, para obligarle basta con el elemento objetivo de la utilidad de la gestión.
El agente oficioso o gerente tiene las mismas obligaciones del mandatario; pero
su responsabilidad es mayor o menor según las circunstancias que le hayan
determinado a la gestión; y así, si lo hace por salvar de un peligro inminente los intereses
ajenos, responde sólo de la culpa grave; si se ha ofrecido a la gestión, impidiendo que
otros la hiciesen, responde de la levísima; y en los demás casos, u ordinariamente,
responde de la culpa leve. La gestión debe durar hasta que el interesado pueda tomarla
o encargarla a otro, o hasta que los herederos dispongan, si el interesado fallece. Si el
gerente falta a sus obligaciones, responde de los perjuicios.
Debe también el gerente rendir cuenta de la gestión (Art. 2288, 2289, 2290 inciso
final y 2294).
El interesado no está obligado a contestar acción alguna del gerente sin que le
rinda antes la cuenta justificada a que es obligado (Art. 2294).
3.- COMUNIDAD:
Concepto:
En varias de sus disposiciones alude a este concepto. Así, los Art. 851 y
siguientes se ocupan de la medianería de los predios colindantes, y hablan de los
condueños.
Varias son las causas que originan la comunidad. Puede ser la voluntad de dos o
más personas, las cuales acuerdan poner algo en común con la mira de repartir entre sí
los beneficios que de ello provengan: se da entonces la comunidad de los socios, basada
en el contrato de sociedad (Art. 2053). También pueden dar origen a la comunidad
ciertos hechos, como cuando varias personas son llamadas a heredar al difunto
(comunidad hereditaria), o cuando las paredes divisorias de dos predios pertenecen en
común a los dos dueños vecinos.
Clasificaciones:
Hagamos presente que, entre nosotros, cuando se habla de comunidad, sin mayor
especificación, se contrapone dicha palabra a la sociedad. Por eso nos referiremos sólo
a toda comunidad que no nazca del contrato de sociedad. Cabe observar también que
la clasificación de comunidades incidentales y provenientes del contrato de sociedad no
agrupa a todas las indivisiones, porque hay algunas que son queridas por los
comuneros, y no tienen su causa en un contrato de sociedad, como ocurre, por ejemplo,
cuando dos personas compran una cosa en común.
Las comunidades pueden ser ordinarias o forzosas, según tengan los comuneros
el derecho a pedir la división de la comunidad. Esta facultad corresponde de ordinario a
los copartícipes y el pacto de indivisión es mirado desfavorablemente por la ley, que lo
considera sin valor; pero hay casos en que por disposición de la ley o por el destino de
la cosas, según su naturaleza, no es admisible la división y se habla de comunidad
forzada.
a) Indivisiones legales:
b) Indivisiones judiciales:
Tienen su origen en una resolución del juez, aunque facultado por una norma
legal, como ocurrió antiguamente, por ejemplo, con la Ley Nº 5950, que creó la Caja de
la Habitación Popular, en 1936, que dispuso que si entre los descendientes del causante
hubiere uno o más menores, cualquiera de los interesados o el Defensor de Menores
podía pedir al Juez de Letras que decrete la indivisión del inmueble hereditario, que
duraba hasta que todos los herederos hayan llegado a los dieciocho años, y entretanto
todos tenían derecho a habitar el inmueble común.
c) Indivisiones contractuales:
Son aquéllas cuyo origen se encuentra en un estatuto previo, establecido por las
partes o por el fundador. Quedan comprendidas aquí las sociedades, en todas sus
formas, las fundaciones, los sindicatos, y las comunidades contractuales en sentido
estricto, o sea, aquéllas que no emanan de una sociedad, corporación o fundación.
Comunidad contractual:
d) Indivisiones cuasicontractuales:
Son las que tienen su origen, no en un contrato o en una disposición legal, sino
en un hecho. Esta es su característica esencial. En general, hay comunidad
cuasicontractual cuando una cosa pertenece a varias personas sin que medie entre ellas
convención alguna. Las relaciones de estos comuneros se regirán por las normas del
cuasicontrato de comunidad. La comunidad cuasicontractual es también, en último
término, legal; pero su origen próximo es un hecho. De ahí la consideración separada
que nos merece.
Esta es una de sus diferencias más importantes son la sociedad. Del hecho que
la comunidad no sea una persona jurídica se deducen diversas consecuencias, entre
otras, las siguientes:
En atención a todos estos hechos nuestro legislador establece que ninguno de los
coasignatarios de una cosa universal o singular será obligado a permanecer en
indivisión: la partición podrá siempre pedirse, con tal que no hayan estipulado lo
contrario. No puede estipularse proindivisión por más de cinco años, pero cumplido este
término podrá renovarse el pacto (Art. 1317).
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