Está en la página 1de 4

Ciencia e Ideología

René Portuondo

Desde el surgimiento de la especie, las formas de la conciencia humana, religiosas,

morales e ideológicas se dibujaron en la mente de los hombres como reflejos

condicionados por las realidades materiales en las que se desenvolvían y que en

muchos casos trataron de explicar. El hombre moderno es en pocas palabras el

resumen de dichas manifestaciones de la conciencia humana, que a pesar de estar en

estrecha relación con la vida material que las determina, no pueden sino

representársela de una manera distorsionada e irreal.

Por otro lado, en el mismo devenir del desarrollo humano nacieron las ciencias, como

formas de descubrir y representarse el mundo, pero de una manera más racional y

coherente. Las ciencias en tanto ejemplos de un movimiento del pensamiento, crítico y

racional experimentan en su propio desarrollo, momentos de duda y de gran

escepticismo sobre los postulados que dentro de sus respectivos campos se

consideran, verdades naturales e indiscutibles hasta el momento. Este punto, que es el

inicio de nuevos descubrimientos y de profundos análisis, es solo una instancia

rápidamente superada por el propio pensamiento científico, que no puede

contentarse con la crítica y la duda simplista, pues su meta es develar los objetos

(cosas, proceso y fenómenos en dependencia del campo en que se trabaje) en una

realidad cada vez más cercana a lo que realmente son.

Las posturas ideológicas, sin embargo, raramente logran salir de sus propios marcos y

superar la crítica fenoménica de las formas más externas de la realidad. Los heraldos

de una ideología no pretenden mostrar los objetos (el mundo) como realmente son,

sino como sus representaciones incompletas y auto-mutiladas de la realidad les

permiten ver que sea.


Los científicos, solo avanzan al exponer las contradicciones y las incoherencias dentro

de su propio cuerpo de pensamiento. Los ideólogos, por otro lado, viven de disimular

y esconder sus propias contradicciones, sus incoherencias; labor he de decir bastante

inútil, pues solo logran esconderla para aquellos que ya se encuentren dentro de su

mismo marco y que ya se encuentre sesgado por un pensamiento similar. La realidad

es al final del día el peor jurado para ellos.

Las ciencias obtienen coherencia en su pensamiento al acercarse al conocimiento del

objeto que estudian. Las ideologías, si quieren mantener su coherencia deberán

matizar (tergiversar) elementos de la verdad del objeto que le son opuesto y que por

ello le serán siempre ocultos. Al mismo tiempo si, por el contrario, los ideólogos

(representantes y “desarrolladores” de una ideología) tratan de avanzar hacia la

verdad asumiendo en el camino dichos elementos, pues lo que estará en peligro

entonces será la propia coherencia a lo interno de dicho pensamiento ideológico.

Las ideologías no pueden reflejar el mundo en su realidad sin perder su coherencia,

las ciencias no pueden sostener su coherencia si no muestran el mundo en su verdad

más alcanzable (quiero decir lo que es posible alcanzar con los métodos e

instrumentos con que se cuenta en un momento determinado del desarrollo

científico).

Ninguna ideología renuncia a validarse a través conocimiento científico. En este

intento, las ideologías que usualmente suelen acompañar a aquellos que llevan las

riendas del poder político, terminarán por tratar de subordinar a su forma

esquemática y reduccionista de ver el mundo, todo el conocimiento científico

alcanzado, eliminado lo que contradice su propio pensamiento e impulsando aquello

que lo refuerza. Toda ciencia social que se subordine de forma total e inapelable a una

postura ideológica, perderá en gran medida su propia capacidad de hacer ciencia.


Tanto el neoliberalismo como el socialismo real (junto a sus variantes y vástagos),

comparten la idea de mostrarse como visiones científicas y coherentes del mundo,

sustentadas en preceptos científicos que tratan de darles validez y de legitimarlos.

Más cuando se desarrolla una concepción científica solo para validar una postura

política, este sistema teórico está condenado antes de nacer. Solo la ciencia que nace

del estudio sistemático y desprejuiciado de la sociedad puede ser considerada ciencia

social; el estudio del contenido, de lo concreto y no como extensiones de las formas

subliminadas de la conciencia humana.

Quisiera señalar que este texto no se trata de proclamar el fin de las ideologías, eso es

un absurdo en toda su dimensión y nada más alejado de las intenciones del autor.

No se trata de defender aquí una ciencia pura, puesto que eso es imposible, mucho

más en las ciencias sociales, en donde solo el contacto con la realidad permite

conocerla y estudiarla. En este contexto no es descabellado decir que todas las

ciencias sociales, parten de una idea preconcebida de mundo fundada en un criterio

ideológico, una concepción de mundo que no se crea dentro de la ciencia en sí, sino

fuera de esta y que la influye en cada momento de su desarrollo. Y no puede ser de

otra manera, los científicos sociales no son seres de otro planeta, seres abstractos y

ajenos a la realidad que miran el mundo desde un microscopio gigante. Son seres

terrenales, muy terrenales diría yo, que viven y padecen cada día. Como al escribir un

libro el autor se revela en él, al desarrollar una ciencia social el investigador se

imprime en la misma. Su tarea se dificulta aún más cuando ellos mismo se incluyen

muchas veces en la totalidad que estudian.

Lo importante no es defender una ciencia aparte de la ideología, sino saber reconocer

hasta donde llega una y donde comienza la otra, que tanto hay de una y que tanto hay

de la otra en un análisis. Tampoco lo realmente malo es que se entrelacen (esto es en


un esquema lo menos dañino), sino las limitaciones de muchos y el oportunismo de

otros para no lograr ver en donde está el margen.

El buen científico no es aquel que se separa de su ideología para hacer ciencia, sino el

que es capaz de sobre sus propios prejuicios, entender qué es fruto de la lógica

científica y qué es fruto de su propia fe, esta es sin duda uno de los retos más difícil de

cualquier investigador social.

La ciencias sociales en el caso concreto de la Cuba autoproclamada marxista- haciendo

abstracción del dogma- es el arma más afilada que tenemos los revolucionarios para

combatir a los burócratas del pensamiento, esos “intelectuales altos y encumbrados”

que dicen llevar en sí y solo en sí la clave de la luz y del conocimiento.

También podría gustarte