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NOMBRE/ PARALELO:

CECILIA MARÍA BARCIA MARCILLO ‘‘A’’

CARRERRA:
PSICOLOGÍA ONLINE

TEMA:
TRABAJO AUTONOMO 2

SEMESTRE:
SEGUNDO

MATERIA:
BASES ANTROPOLÓGICAS DE LA PSICOLOGÍA

PERIODO ACADÉMICO:
MAYO 2022 – SEPTIEMBRE 2022
LA CRISIS EN EL CONOCIMIENTO DEL HOMBRE

Somos seres racionales, pero podemos decir que tenemos tres dimensiones: la
racionalidad, la voluntad y la afectividad. El hombre tiene distintas formas de conocer y
para ello debemos realizar un análisis de las mismas. A través de la historia el hombre se
ha preocupado por el conocimiento. Desde épocas tempranas se visualizó el pensar
reflexivamente como una característica esencial del ser humano; esta idea trascendió en
la antigüedad y fue condensada en el famoso cogito ergo sum, de los latinos. Por ello,
considero que el conocimiento ha sido la piedra angular del ser humano.

Como vemos, el conocimiento determina nuestra racionalidad y, por lo tanto,


nuestra esencia. Por esta razón, la teoría del conocimiento formó parte de la filosofía a lo
largo de toda su historia. A lo largo de la historia de la filosofía ha estado presente un
antagonismo irreconciliable en las posturas frente al problema del conocimiento. Por un
lado, se ha partido de una actitud sensualista que coloca la experiencia sensible como la
única fuente de nuestro conocer.

El hombre es capaz de conocer aquello que ve, pero también aquello que no ve
porque profundiza y alcanza a comprender el fondo de las cosas y de las personas. Por
ello, se presenta la crisis en el conocimiento del hombre; pero, ¿Qué es el hombre?, ¿Qué
es la crisis en el conocimiento del hombre? Y ¿Cómo fue manejada esta crisis en el
conocimiento del hombre?

Imagen 1. La crisis en el conocimiento del hombre


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La autognosis

Parece reconocerse en general que la autognosis constituye el propósito supremo


de la indagación filosófica. En todos los conflictos entre las diferentes escuelas este
objetivo ha permanecido invariable e inconmovible: probó ser el punto arquimédico, el
centro fijo e inmutable de todo pensamiento. Tampoco los pensadores más escépticos
negaron la posibilidad y la necesidad del autoconocimiento. Desconfiaban de todos los
principios generales concernientes a la naturaleza de las cosas, pero esta desconfianza se
enderezaba a inaugurar nuevos y más seguros modos de investigación.

En la historia de la filosofía del escepticismo ha sido, muy a menudo, el mero


envés de un humanismo resuelto. Al negar y destruir la certeza objetiva del mundo
exterior, el escéptico espera conducir todos los pensamientos del hombre hacia sí mismo.
El conocimiento propio, declara, es el requisito previo y principal de la realización que
nos conecta con el mundo exterior a fin de gozar de sí mismo.

Nos dice Aristóteles que todo conocimiento tiene su origen en una básica
tendencia de la naturaleza humana, que se manifiesta en las acciones y reacciones más
elementales del hombre. El ámbito entero de la vida de los sentidos se halla determinado
e impregnado por esta tendencia: Todos los hombres desean por naturaleza conocer. Una
prueba de ello la tenemos en el goce que nos proporcionan nuestros sentidos; porque,
aparte de su utilidad, son queridos por sí mismos, y por encima de todos el de la vista.

El hombre

Esta tendencia nueva del pensamiento, aunque en cierto sentido inherente a la


primitiva filosofía griega, no llegó a su plena madurez hasta la época de Sócrates; es,
pues, el problema del hombre lo que separa el pensamiento socrático del presocrático.
Sócrates nunca ataca o critica las teorías de sus predecesores, no pretende introducir una
nueva doctrina filosófica, sin embargo, todos los problemas antiguos son vistos por él a
una nueva luz, porque son referidos a un nuevo foco intelectual; los de la filosofía natural
y de la metafísica se encuentran súbitamente eclipsados por una nueva cuestión que
parece absorber, de aquí en adelante, todo el interés teórico del hombre.
Ya no encontramos una teoría nueva de la naturaleza o una nueva doctrina lógica,
ni una teoría ética coherente y sistemática en el sentido en que fue desarrolla por los
sistemas éticos posteriores; no hay más que una cuestión: Sócrates sostiene y defiende
siempre el ideal de una verdad objetiva, absoluta, universal, pero el único universo que
conoce y al cual se refieren todas sus indagaciones es el universo del hombre. El hombre
tiene distintas formas de conocer:

 Conocimiento espontáneo: lo que se capta por los sentidos externos o el sentido


común. El hombre pide más: de ahí los niños y su constante “por qué”: el hombre
reclama profundidad.

 Conocimiento científico-experimental: capacidad de comprender cómo


funcionan las cosas o cómo es la realidad mediante un método según la ciencia
de la que se trate (biología, historia, química…). Corroborar con la
experimentación las hipótesis y conjeturas que surgen del conocimiento
espontáneo.

 Conocimiento intelectual: capacidad de trascender lo conocido. Formar ideas,


juicios, razonamientos… acercarse a lo esencial de la realidad y no quedarse sólo
en la superficie.

 Conocimiento por testimonio: por relación personal con otro.

 Conocimiento afectivo: empatía: reconocer la bondad o maldad de una


situación cotidiana; o intuir lo que le ocurre a alguien por lo que la conocemos,
por su reacción, por su mirada, por sus gestos.

Imagen 2. El hombre y el conocimiento


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Etapas de la antropología filosófica

Percepción sensible, memoria, experiencia, imaginación y razón se hallan ligadas


entre sí por un vínculo común; no son sino Etapas Diferentes y expresiones diversas de
una y la misma actividad fundamental, que alcanza su perfección suprema en el hombre,
pero en la que de algún modo participan los animales y todas las formas de la vida
orgánica.

Si adoptáramos este punto de vista biológico nos figuraríamos que la primera


etapa del conocimiento humano habría de tratar exclusivamente con el mundo exterior.
Por lo que se refiere a sus necesidades inmediatas y a sus intereses prácticos el hombre
depende de su ambiente físico. No puede vivir sin adaptarse constantemente a las
condiciones del mundo que le rodea. Los primeros pasos hacia la vida intelectual y
cultural pueden describirse como actos que implican una suerte de adaptación mental al
dintorno. Mas en el progreso de la cultura muy pronto tropezamos con una tendencia
opuesta de la vida.

Desde los primeros albores de la conciencia humana vemos que el punto de vista
extravertido se halla acompañado y complementado por una visión introvertida de la vida.
Cuanto más lejos avancemos en el desenvolvimiento de la cultura con respecto a sus
orígenes, la visión introvertida se va adelantando hacia el primer plano. Sólo poco a poco
la curiosidad natural del hombre comienza a cambiar de dirección. Podemos estudiar este
paulatino desarrollo en casi todas las formas de vida cultural. En las primeras
explicaciones míticas del universo encontramos siempre una antropología primitiva al
lado de una cosmología primitiva.

La cuestión del origen del mundo se halla inextricablemente entrelazada con la


cuestión del origen del hombre. La religión no destruye estas primeras explicaciones
mitológicas; por el contrario, preserva la cosmología y la antropología míticas dotándolas
de nueva forma y de mayor profundidad. Por lo tanto, el conocimiento de sí mismo no es
considerado como un interés puramente teórico; no es un simple tema de curiosidad o de
especulación; se reconoce como la obligación fundamental del hombre.
En conclusión, pienso que el conocer es ante todo un punto de vista determinado
por el sujeto, el objeto y la praxis social. Así, de toda esta visión histórica del desarrollo
del conocimiento podemos inferir que, a lo largo de todos estos siglos, el hombre ganó
mucho en comprensión de su propia condición humana, al tener claro que la cualidad que
lo singulariza de toda la creación es su capacidad de reflexión crítica.

El hombre posee la capacidad de conocer intelectualmente, pero esto es apenas


obvio. El hombre tiene también la capacidad de conocer discursivamente. Que el hombre
conoce es un hecho; pero no conoce de cualquier manera: lo hace gradualmente. El
conocimiento es una tarea esencial para el hombre y hace parte del desarrollo integral del
individuo. Si en algo podemos situar la grandeza del ser humano es precisamente en su
capacidad de conocer, en su afán de saber (“Homo naturaliter scire desiderat”, sentenció
Aristóteles).

Por naturaleza el hombre se dirige al mundo que lo rodea, lo interroga, busca


interpretarlo, conocer las leyes que regulan sus procesos. Las cosas despiertan la
admiración y el interés del hombre y frente a ellas el hombre trata de dar respuestas,
aunque no siempre sean adecuadas.

El conocimiento es por tanto obra de la experiencia del hombre, de la forma como


se relaciona con las cosas y de la manera como se interrelaciona con los demás hombres;
por ello, el conocimiento es inconcebible sin el lenguaje; es el producto de la interacción
del hombre con su medio.

Imagen 3. El conocimiento es la gloria y perdición del hombre


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REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

García, J. (2014). Antropología filosófica. Una introducción a la Filosofía del Hombre.


Pamplona: EUNSA.

Gevaert, J., & Ortiz, A. (1976). El problema del hombre (Vol. 993).

Korsback, & Bautista. (2006). La antropología y la psicología. Universidad Autónoma


del estado de México.

Marx, Karl y Friedrich Engels, Escritos sobre el lenguaje, Rodolfo Alonso Editor, Buenos
Aires, 1973.

Winkler, E. (1985). Conocimiento del hombre.

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