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Resumen
La escritora de origen ruso Lou Andreas-Salomé es considerada una figura legendaria
por la controvertida relació n que mantuvo en su juventud con el filó sofo Friedrich
Nietzsche.
Tal vez sea menos conocido el hecho de que Salomé constituyó una presencia
destacada en el desarrollo del movimiento psicoanalítico. Desde comienzos del siglo
XX y hasta su muerte en 1937 mantuvo un estrecho vínculo con Sigmund Freud. El
maestro vienés la consideró con agudeza “una entendedora par excellence”, cualidad
que explica el efecto estimulante que causaba sobre el pensamiento de sus
interlocutores.
Abstract
The Russian-born writer Lou Andreas-Salome is considered a legendary figure
because of the controversial relationship she had in his youth with the philosopher
Friedrich Nietzsche.
Perhaps less well known is the fact that Salome was a personality in the development
of the psychoanalytic movement. Since the early twentieth century until his death in
1937 she maintained a close relationship with Sigmund Freud. The Viennese master
found her “an understander par excellence”, quality that explains the stimulating
effect on the thinking of its partners.
The study of the psychoanalytic work of Salome and her intellectual counterpoint to
Freud provides an insider's perspective on the importance that monistic metaphysical
thought, originated in Romanticism, took in the work of the latter. The simple
consistency of Salome at this point is a mirror that reflects the complex and dramatic
character of Freud's thought, always in tension due to a double metaphysical
inspiration.
Palabras clave
Historia de la Psicología, Filosofías, Salomé, Freud, Teoría psicoanalítica, Narcisismo,
Amor.
Keywords
History of Psychology, Philosophies, Salomé, Freud, Psychoanalytic theory,
Narcissism, Love.
Michel Foucault daba la razó n a Cleménce Ramnoux en 1964, acerca de que la relació n
entre Freud y Nietzsche constituía un auténtico misterio, del que poco se sabía, y cuya
clave tal vez residiera en la figura de Lou Andreas-Salomé1.
¿Quién fue Lou Andreas-Salomé? ¿Una célebre, hoy día olvidada, literata de finales del
siglo XIX? ¿La filó sofa rusa que se dio el lujo de rechazar amorosamente a Nietzsche? o
¿la intelectual excéntrica que decidió , un buen día, de buenas a primeras, dejar de
escribir novelas y dedicarse al psicoaná lisis? Lou Andreas-Salomé era algo de eso y
mucho má s. Louise von Salomé tuvo un papel destacado dentro y en la conformació n
del psicoaná lisis: ocupo un lugar muy cercano a Freud, quien la consideraba una
interlocutora sagaz y una amiga entrañ able. Sin embargo, es má s conocida como la
musa inspiradora de dos de los hombres má s influyentes del siglo XIX y XX: Nietzsche
y Freud.
Salomé, la “entendedora”
En una carta de 1916, Freud elogiaba a Salomé llamá ndola “una ‛entendedora’ par
excellence”5. En diá logo con ella, los reconocidos pensadores que frecuentaron su
amistad a lo largo de su vida se sintieron “forzados” a ser coherentes y profundos.
Salomé tuvo una particular sensibilidad para descubrir y reunir los rasgos de una
opció n metafísica monista dispersos en el pensamiento de un autor, aunque no dejó
de reconocer con lucidez las objeciones propias de una postura personalista. Se
resistía con perseverancia a los discursos eclécticos producidos por una reflexió n
descuidada o superficial. Tal vez la obra de Salomé no haya sido tan importante en sí
misma como lo fue el efecto que causó en sus interlocutores.
La “entendedora” de Nietzsche
Enero de 1882 fue para Nietzsche el comienzo de un tiempo de esperanza que duraría
unos cuantos meses. En Génova, rodeado de un clima benigno favorable a su delicada
salud, escribe su conocido Sanctus Januarius, incluido en el Libro Cuarto de La gaya
ciencia:
“Roto el hielo de su alma”, Nietzsche sintió que la realidad no atentaba contra él -como
correspondería a una concepció n monista, en la cual el individuo siempre se
encuentra amenazado por el Todo- sino que podía confiar en una especie de
Providencia -aunque, paradó jicamente, impersonal-, que no quitaba “libertad” sino
que brindaba una “sujeció n amable”. Experimentaba en aquellos días que, “en
ocasiones, [el amable azar] nos lleva de la mano y la má s sabia Providencia no podría
imaginar una mú sica má s bella”7.
Este añ o volví a estar cerca de los <hombres> con verdadero anhelo; creía
tener derecho a un poco de amor y respeto. Encontré el desprecio, la suspicacia
y una indiferencia llena de ironía… Por un azar desgraciado viví las cosas de la
forma má s cruel. 13
¿Cuá l fue el factor que decidió este cambio en el á nimo de Nietzsche, conforme al cual
renunciara a su optimismo có smico y sentimental? Sin duda, se trató de Lou Andreas-
Salomé, la entendedora17.
Afirma Safranski que “lo insoportable para Nietzsche” fue “pensar que [Salomé] lo
entendiera tan profundamente y luego… lo abandonara y lo dejara atrá s como un
estadio de su proceso de formació n”18. Cabría agregar que el dramatismo del caso no
radica só lo en la situació n de orgullo herido de un Nietzsche despechado, sino sobre
todo en que Salomé lo enfrenta con agudeza a las consecuencias de su propio
pensamiento. Nietzsche pretendía una relació n en la que su filosofía fuera vivida
hondamente por ambos. Salomé acepta esa filosofía y la encarna durante toda su vida.
Ahora bien, la consecuencia de esa actitud era, inevitablemente, la renuncia a una
relació n personal permanente. Esta “frialdad” de Salomé, que tanto hizo sufrir a
muchos de sus amantes, era coherente con sus principios filosó ficos.
El hecho de separarse de personas a las que han estado unidos no tiene por qué
ser considerado necesariamente como un abandono, puede muy bien ser un
gesto de respeto que les devuelve a la totalidad (…)
Desde ese momento, afirma Nietzsche con trá gica lucidez, “mi vida consiste… en el
deseo de que las cosas sean en realidad distintas de como yo las veo, y de que alguien
demuestre que son increíbles mis <verdades>”25. Salomé supo captar con
agudeza el sentido de la encrucijada atravesada por su amigo durante ese añ o.
Nietzsche se veía en sus días de entusiasmo como Cristó bal Coló n, navegando audaz y
esperanzado hacia una nueva tierra, en compañ ía de “Victoria” -así llamaba a Salomé-
26. Salomé desenmascara esta ilusió n en su obra acerca de Nietzsche:
El gran poeta Rainer María Rilke fue uno de los amantes de Salomé posteriores al
casamiento de ésta con el filó logo Friedrich Carl Andreas. Estuvieron unidos en una
relació n de añ os, durante los cuales el incremento progresivo de la dependencia
afectiva experimentada por Rilke era proporcional al alejamiento de Salomé.
Qué esplendores sabe descubrir esta mujer, qué provecho saca del encuentro
en su momento justo con los hombres y con los libros: su comprensió n es una
maravilla; la inteligencia del amor le hace penetrar intrépida, en los misterios
má s ardientes, y éstos, lejos de hacerle dañ o alguno, la iluminan con su puro
resplandor. Nuestro primer encuentro, hace ya muchos añ os, fue para mí
decisivo: no conocía entonces ni he conocido luego a nadie que tenga hasta este
punto la vida de su parte y que, tanto en la calma como en el horror, sepa
reconocer la ú nica fuerza que se transforma tal vez, pero que no cesa de querer
dar, aun cuando mata.
La coherencia y valentía de Salomé para enfrentarse a “la ú nica fuerza … que no cesa
de querer dar, aun cuando mata”, la fuerza del Todo, de una “vida” que “parecía tener
de su parte”, sorprendió tanto a Nietzsche, como a Rilke y a Freud. Cabe preguntarse si
el talante optimista de Salomé no menos coherente con su visió n metafísica que el
sombrío pesimismo al que arribaron sus interlocutores. Tal vez la admiració n de éstos
procedió de su incapacidad para unir un á nimo positivo a tal visió n filosó fica. El tema
del optimismo y del pesimismo fue central en el contrapunto que mantuvieron Salomé
y Freud a lo largo del tiempo.
La carta de despedida definitiva de Salomé a Rilke que aquella tituló “Ú ltima llamada”
constituye un testimonio elocuente y terminante de esta lucidez monista de la
escritora rusa. Téngase presente que se trata de una respuesta de Salomé a los
continuos y desesperados reclamos de un Rilke sufriente que se sabía abandonado. El
siguiente es su pasaje má s significativo:
Es notoria aquí la relació n entre la apuntada frialdad de Salomé y su sustento teó rico.
Salomé debió “seguir creciendo” hacia su “juventud”. En distintos pasajes, identifica
juventud e inocencia con el todo indiferenciado originario, en el que no había
conflictos. Para ser fiel a ese fondo, debe dejar atrá s a los seres individuales, que
deben “diluirse” pues constituirían só lo escalones del proceso de retorno al Todo, al
“oscuro Dios”.
Entendiendo a Freud
Existen testimonios de que Salomé conoció a Freud en Viena en 1895 32. En cualquier
caso, el inicio de la prolongada relació n de amistad y discipulado entre Salomé y Freud
comienza en 1911, en oportunidad del Congreso Psicoanalítico de Weimar. Salomé
declara que se sentía atraída por el psicoaná lisis por sospechar el vínculo existente
entre sus ideas previas y las de éste33. Freud la acoge con deferencia en el círculo má s
íntimo de su movimiento naciente, complacido por la fama literaria de Salomé y su
relació n con Nietzsche y Rilke34. Inclusive, Salomé recibe la autorizació n exclusiva de
asistir tanto a las reuniones del grupo dirigido por Alfred Adler como al de Freud35.
Salomé fue tal vez una de las tres mujeres a las que Freud valoró mucho
intelectualmente. También integran ese selecto grupo su hija Anna y Marie Bonaparte.
La relació n de Freud con Salomé excede en mucho la condescendencia y simpatía para
con una mujer que intentaba abrirse camino en un á mbito propio de los hombres36
-como parece ser la opinió n, por ejemplo, de Paul Roazen37.
Es posible reconstruir en parte la historia de esta relació n. Como está dicho, esta tarea
podría echar luz sobre los elementos en tensió n en el equilibrio dramá tico y diná mico
propio del pensamiento de Freud. Sin dudas, ademá s, ese impulso a la coherencia
metafísica que la relació n con Salomé brindó , de forma má s bien existencial, a autores
como Nietzsche y Rilke, gravitó significativamente, a nivel en particular teó rico, en la
obra de Freud. Sin considerar este contrapunto con Salomé, el estudio de Freud
adolecería de mayores misterios, como apuntaba Foucault.
“Nos hemos entendido bien y somos de la misma opinió n”, afirma Freud. Pero, acota,
la suya es una relació n armó nica, una especie de contrapunto. La ú ltima oració n de
este pasaje debería entenderse en el sentido de que en Freud conviven, en equilibrio
inestable, muchas opiniones, porque no se decide a unificarlas todas en un monismo
de fondo, como le sugiere Salomé. Tal vez a partir de 1920 haya dado un paso adelante
en esa direcció n.
El realismo clínico de Freud le impide ver como positiva “la entrega de los límites del
ego”. Esta declaració n podría leerse como una suerte de protesta existencialista.
Por estos motivos, es muy relevante el invariable aprecio de Freud por las ideas de
Salomé. Las valora sin considerarlas anticientíficas41, sabiendo que constituyen el
trasfondo de su doctrina y que unen “lo que había sido aislado”.
A su vez, Salomé se siente segura con la cientificidad de Freud y considera que otros
discípulos -por ejemplo, Adler, Jung, Rank- se extraviaron persiguiendo espejismos
filosó ficos.
Cuando Thomas Mann dicta una conferencia sobre Freud en 1929 (Freud’s Position in
the Intelectual World of Today), Salomé no la valora positivamente42. Freud, en
cambio, modera su opinió n y apunta, con agudeza, que cree que Mann tenía preparado
de antemano un ensayo sobre el Romanticismo y que lo ha aplicado a él. Pero,
concluye Freud, “cuando Thomas Mann dice algo, debe tener real sustancia”43.
Pesimismo y optimismo
Tal vez el apuntado realismo clínico de Freud haga comprensible que, para él, el
monismo metafísico profesado por Salomé haya constituido una amarga e inevitable
realidad y no una gozosa verdad, como lo era para su discípula.
Para Freud, en cambio, el monismo metafísico fue tanto un destino teó rico inevitable
-al que se resistió en ocasiones- como una amenaza existencial. Aceptaba las ideas
monistas desde su juventud45. Siempre estuvieron combinadas con el elemento
clínico que les era contrario. En su período intermedio, que podría ubicarse entre
1910 y 1920, y que coincide con una serie de obras de cará cter má s clínico, el
contrapeso realista fue mayor. El cambio teó rico de 1920, con Má s allá del principio
del placer, no supuso la entrada en escena de nuevas ideas, sino la acentuació n de uno
de los elementos originarios de su pensamiento. Este desarrollo coincidió con la
redacció n de obras má s teó ricas y menos clínicas. Tal vez su punto culminante haya
sido El malestar en la cultura, en 1930.
No es objetivo de estas líneas exponer en detalle las ideas de Freud sobre este
particular, sino só lo focalizar en los aspectos que pueden ser iluminados por el
intercambio con Salomé.
Una vez, …había caído en … [las] manos [de Freud] el Himno a la vida de
Nietzsche: mi Oració n a la vida…, a la que Nietzsche había puesto mú sica con
algunas modificaciones… Alegre y amistosamente, en el mejor de los humores,
leyó en voz alta los ú ltimos versos… Plegó la hoja, golpeó con ella el respaldo
del silló n y dijo: “¡No! Sabe usted, por ahí no pasaría ¡Me basta y me sobra un
buen catarro cró nico para curarme de semejantes deseos!”46.47
Himno a la vida
Como el amigo ama al amigo
yo te amo, vida enigmá tica
haya exultado en ti, o haya llorado,
dolor o dicha me hayas dado.
Freud, con sentido comú n realista, se negó a aceptar con el heroísmo gozoso que
proponía Salomé el dolor que la vida proponía. “¡No! Sabe usted, por ahí no pasaría”.
Su simpatía por el ser particular, su rechazo a “la entrega de los límites del ego” 51 le
impedía esa claudicació n.
Sin embargo, con el paso del tiempo, fue aceptando el monismo como un punto de
llegada inexorable, tanto a nivel teó rico (con el cambio de 1920) como existencial.
Puede rastrearse este paralelismo entre teoría y vivencia personal en sus obras y,
particularmente, en su correspondencia con Salomé.
En 1919, mientras redactaba Má s allá del principio del placer, se dirigía a Salomé
relacionando el contenido de esta obra con su situació n vital y con la filosofía de
Schopenhauer:
Por mi avanzada edad he elegido el tema de la muerte… Sé que debo leer
todo tipo de cosas relacionadas con él, por ejemplo Schopenhauer, por
primera vez. Freud a Salomé, 1º de agosto de 1919 53 .54
Salomé revestía de un cará cter religioso, de estilo oriental, este deber de entregarnos
confiadamente al Todo. Freud, que en ocasiones también analizó la salida oriental
-para luego rechazarla-61 opinaba resignadamente:
Freud introduce en sus obras la figura del narcisismo por motivos clínicos. Si bien
existen antecedentes importantes, tal vez “el caso Scheber” (1910) constituya el
comienzo de una etapa del pensamiento freudiano que tuvo como temas centrales al
narcisismo y al “yo-persona”64. El descubrimiento de una pulsió n sexual -en sentido
amplio- dirigida hacia sí mismo implica un cambio metafísico.
En efecto, hasta esta nueva perspectiva, Freud sostenía que existían dos pulsiones
bá sicas, la pulsió n sexual y la de autoconservació n. La primera representaba los
intereses del todo, mientras que la segunda se ocupaba del individuo. Las neurosis y
las psicosis, que derivaban del conflicto entre ambas pulsiones eran, en el fondo, el
resultado del inevitable conflicto metafísico entre el todo y el individuo. Conforme a
una cosmovisió n monista, el individuo no podía ser má s que un “rodeo” provisorio,
siempre amenazado y condenado de antemano. En sus Lecciones introductorias…
(1915-1917), Freud afirma que las neurosis de transferencia se reducen “al conflicto
entre los instintos sexuales y los derivados del instinto de conservació n” o, en
“términos bioló gicos”, “al conflicto entre el yo como ser individual e independiente y
el yo considerado como miembro de una serie de generaciones”. Es que el ser
individual, “para el que lo primero y má s importante es su propia persona, y que no ve
en su sexualidad sino un medio de satisfacció n”, es, en realidad, “una efímera
excrecencia de un protoplasma virtualmente inmortal y el usufructuario de un
fideicomiso destinado a sobrevivirle” (p. 2380). Puede apreciarse también la
inspiració n romá ntica de estas ideas en el hecho de que el ú nico ser que puede sufrir
por este peso del infinito es el hombre, porque “este desdoblamiento no existe sino en
el hombre, siendo éste, por tanto, el ú nico ser que ofrece un terreno abonado a la
neurosis”.65
É sta existencia individual no es má s que “un pobre residuo”, ya que hemos sido
“expulsados” y hemos caído, por lo tanto, “del Todo a la Nada”. Sin embargo, por algú n
motivo queremos “salvar” este resto de ser. Nuestra situació n metafísica, entonces, es
inestable e incierta: “en el principio, reinaba la ambivalencia”68.
El proceso reflexivo de Freud sobre el narcisismo, que, como está dicho, comienza con
El caso Schreber -u Observaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia
(“dementia paranoides”)- (1910), pasa luego por Tó tem y Tabú (1912), La disposició n
a la neurosis obsesiva (1913), Introducció n al narcisismo (1914), Duelo y melancolía
(1915) y Lecciones introductorias al psicoaná lisis (1915-1917).
En estas obras, las disquisiciones teó ricas de Freud implican una cierta simpatía para
con el ser particular, y, en algunos casos, son incompatibles con los postulados
metafísicos monistas. Recuérdese, en ese sentido, la anécdota referida por Salomé
acerca del rechazo de Freud al contenido de su “Himno a la vida”. Sin embargo, como
se verá , esta postura de Freud no es definitiva. La modificará en 1920. Salomé no
tendrá poca influencia en esta decisió n.
Las siguientes son algunas tesis freudianas sobre el narcisismo propuestas en este
período intermedio:
-En las personas normales, debe haber una armonía entre el amor a sí mismo, el amor
objetal y la instancia moral o ideal del yo. Los neuró ticos carecen de esa armonía.
Salomé y el narcisismo
En su Carta abierta a Freud (1931/1994), Salomé refiere que el tema del narcisismo,
que su maestro le expuso “de viva voz” en 1912 y luego desarrolló en Introducció n al
narcisismo, es “decisivo”. “Sin embargo”, apunta, “yo he tenido constantemente la
impresió n de que jamá s se ha sacado de él un partido suficiente, por la buena razó n de
que nuestros autores, la mayor parte de las veces, definen de manera demasiado
aproximativa el narcisismo como <amor de sí>”70.
Puntualiza Salomé:
Como yo me quejé, tú me hiciste una concesió n: quizá s, me has escrito, no se haga una
distinció n demasiado precisa entre amor de sí consciente e inconsciente. Pero,
justamente, ¿no es tocar allí el punto en el que el “sí” se convierte en su contrario? Es
decir, el punto donde el amor de sí, aú n indiferenciado, es englobado en un todo
original, al que está unido, como el embrió n, por un cordó n umbilical. Esta relació n
indestructible, en la que los efectos persisten en el plano posterior de nuestras
estimulaciones pulsionales conscientes…, ha vuelto necesaria la introducció n del
término narcisismo. 71
La metá fora del “cordó n umbilical”, conforme a la cual cada uno estaría
indisolublemente ligado a su origen, es recurrente en Salomé.
Salomé, “entendedora” de Freud, siempre consideró que sus críticas no iban contra la
ortodoxia freudiana, sino que, por el contrario, aspiraban a que el mismo Freud fuera
coherente con su inspiració n y principios filosó ficos. Una referencia indirecta de este
hecho fue la situació n planteada en torno a la publicació n de El trauma del nacimiento
por Otto Rank en 1924. Rank había ido apartá ndose de Freud en los añ os anteriores.
Freud mantiene sus reservas con respecto a la obra citada. El nacimiento, escribe
Rank, es el trauma fundamental porque supone la pérdida de la unidad anterior. Es
revelador el motivo de las fuertes críticas de Andreas-Salomé, cuyas ideas en realidad
tenían una cierta afinidad con las de Rank: éste se equivocaba en pretender haber
hecho un descubrimiento que lo independizaba de Freud; má s bien, manteniéndose
fiel al maestro podría haber profundizado con mayor seguridad en esta línea de
pensamiento.73
¿Es posible interpretar el relato de Narciso en el sentido propuesto por Salomé? ¿Hay
lugar en él para una doble direcció n del narcisismo? ¿Aparece en su contenido la idea
de que la vuelta al todo indiferenciado es la tendencia humana má s profunda?
Salomé transcribe el manuscrito del poema “Narciso”, de Rilke, que expresa de forma
notable su intuició n:
…el ser má s evolucionado puede haber despreciado este acceso, estimando esta vía
perjudicial para el cumplimiento de su destino, modelado por la razó n y por la acció n.
Contentá ndose con utilizar las fuerzas que nos son comunes a todos y con
combinarlas conscientemente, en lugar de abandonarse a su propia naturaleza
profunda, él aparece como un ser amputado de una parte importante de sí mismo, a
pesar de todos los éxitos de fachada.80
“Poesía es la continuació n de aquello que el niñ o aú n llegó a vivir y que tuvo que
sacrificar a la persona en desarrollo para su prá ctica existencial: la poesía es el
recuerdo que ha alcanzado su perfecció n.” 86
“…es decisivo que no aludamos a nuestro yo individual tal como se refiere a sí mismo
conscientemente, sino a aquella base comú n a todos, a la infancia esencial de todos,
donde só lo puede basarse también el gozo artístico.” 87
El arte, por lo tanto, también tiene, como el narcisismo, una doble cara. Nos vivifica,
por un lado, pero nos destruye, por otro. Salomé ilustra estas propiedades con un
texto de Rilke:
Pues la belleza no es má s
es má s si la soportamos
fríamente destruirnos.88
Cada vez que se ama a otra persona, la “intromisió n” del narcisismo en este amor hace
que, “en este proceso, el objeto se juegue finalmente la vida”. Mediante la referida
“sustitució n simbó lica”, el otro “se volatiliza tanto má s en su constitució n real cuanto
má s celebrado se presenta. Las típicas decepciones amorosas tienen su ú ltima e
ineludible causa en esto…Cuanto má s se intensifica el éxtasis amoroso, enriqueciendo
sin ahorrar su objeto con creciente exuberancia, tanto má s diluido y desnutrido queda
el objeto detrá s de su simbolismo: cuanto má s ardiente es nuestra exaltació n, tanto
má s se enfría esta confusió n hasta llegar a sentir, a la altura adecuada, el fuego y el frío
como algo casi idéntico”91. Es que, “desde un punto de vista libidinoso, ninguna carga
de objeto posee otra realidad que ésta simbó lica…” (Andreas-Salomé, 1921/1982. P.
136)
En este contexto, la auténtica y plena sexualidad no sería, como para Freud, la propia
de la “libido genital madura, que toma má s en serio las realidades” (Andreas-Salomé,
1921/1982. P. 140), sino una sexualidad genérica y difusa, que Salomé identifica con
lo femenino (Andreas-Salomé, 1921/1982. P. 138).
Esta “propia tendencia a la destrucció n”, propuesta por Freud desde Má s allá del
principio del placer (1920), no deviene de “la voluntad de afirmació n y de expansió n
de sí”, sino que es el “resultado de querer-ser-todo y de querer-tener-todo”, má s allá
de los límites particulares que coartan al hombre.
Consideraciones conclusivas
Lou Andreas-Salomé ocupa un lugar muy destacado entre los interlocutores de Freud.
Fue para éste la memoria viva de los principios metafísicos monistas, de origen
romá ntico y positivista, que había asumido y a los que no siempre fue fiel.
Juan Pablo Roldá n. Licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Cató lica
Argentina “Santa María de los Buenos Aires”. Profesor, en dicha Universidad, del
Seminario de Integració n Filosó fico-Psicoló gico. Profesor e investigador en la
Universidad del Norte Santo Tomá s de Aquino.
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1 El diá logo entre ambos filó sofos tuvo lugar luego de la ponencia de Foucault
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dedicado a Nietzsche, que tuvo lugar en julio de 1964 en París. Cfr. Nietzche, Cahiers
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6 Nietzsche, F. (1984). La gaya ciencia. Madrid: Sarpe. Die frö liche Wissenschaft, 1882.
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7 Nietzsche, F. (1984). La gaya ciencia. Madrid: Sarpe. Die frö liche Wissenschaft, 1882.
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9 Nietzsche, F., von Salomé, L., y Rée, P. (1970) Die Dokumente irher Begegnung.
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Barcelona: Laertes, 1982. P. 101.
10Nietzsche, F., von Salomé, L., y Rée, P. (1970) Die Dokumente irher Begegnung.
Frankfurt: Insel. Trad. castellana por A.M. Doménech. Documentos de un encuentro.
Barcelona: Laertes, 1982. P. 102.
12 Nietzsche, F., von Salomé, L., y Rée, P. (1970) Die Dokumente irher Begegnung.
Frankfurt: Insel. Trad. castellana por A.M. Doménech. Documentos de un encuentro.
Barcelona: Laertes, 1982. P. 107.
13 Nietzsche, F., von Salomé, L., y Rée, P. (1970) Die Dokumente irher Begegnung.
Frankfurt: Insel. Trad. castellana por A.M. Doménech. Documentos de un encuentro.
Barcelona: Laertes, 1982. P. 187.
14 Nietzsche, F., von Salomé, L., y Rée, P. (1970) Die Dokumente irher Begegnung.
Frankfurt: Insel. Trad. castellana por A.M. Doménech. Documentos de un encuentro.
Barcelona: Laertes, 1982. P. 211.
19 (1958) In der Schule bei Freud. Tagebuch eines Jahres 1912/1913. Zü rich: Max
Niehans, 1958. Trad. cast. por L. Lalucat y J. Vehil. Aprendiendo con Freud. Diario de
un añ o, 1912-1913. Barcelona: Laertes, 2001. P. 113.
24 Nietzsche, F., von Salomé, L., y Rée, P. (1970) Die Dokumente irher Begegnung.
Frankfurt: Insel. Trad. castellana por A.M. Doménech. Documentos de un encuentro.
Barcelona: Laertes, 1982. P. 241.
ya má s en un genovés!
Y unido a ti ganaré
El Dorado y América.
También:
en mí y en mi buena mano.
30 Michaud, S. (2000). Lou Andreas- Salomé. L´allié de la vie. Paris: É ditions du Seuil.
(Trad. cast. por María Pons Irazazá bal. Barcelona: Ares y Mares, 2001. P. 7).
31Giroud, F. (2004). Lou. Historia de una mujer libre. Barcelona: Paidó s. Lou. Histoire
d’une femme libre. Paris, 2002. Pp. 120-121.
34 En la nota necroló gica escrita por Freud cuando Salomé fallece en 1937, aquel
califica de “honor” el hecho de que “se uniera a las filas “de sus “colaboradores”.
Ademá s, considera su incorporació n “como una renovada garantía de la verdad de las
teorías del aná lisis”, puesto que el psicoaná lisis recibía la confirmació n de la filosofía.
Freu(1937). Lou Andreas-Salomé. En Obras Completas. Trad. de Luis Ló pez-
Ballesteros y de Torres. Bs. As.: El Ateneo, 2003. P. 3338.
36 Cfr: “En prueba de su estimació n, Freud regaló a Lou uno de los cinco anillos que
mandó hacer para sus má s fieles amigos y calificó su libro [Mi agradecimiento a Freud,
1931/1994] de prueba de su <superioridad sobre nosotros>” Peters, E. (1962). My
sister, my spouse. A biography of Lou Andreas-Salomé. New York: The Norton Library.
Trad. castellana por Ana Ma. de la Fuente. Lou Andreas-Salomé. Mi hermana, mi
esposa. Una biografía. Barcelona, Bs. As, México: Paidó s, 1995. P. 303.
37 Roazen, P. (1969). Brother animal: the Story of Freud and Tausk. New York: Alfred
A. Knopf. Trad. Cast. Gabriela D’Angelo. Hermano Animal. La historia de Freud y
Tausk. Buenos Aires: Acme-agalma, 1994.
41 Como hace con las ideas de exdiscípulos como Jung o Adler, por considerar que
abusan de la filosofía.
44 Tal vez la ú nica ocasió n en la que Salomé se atrevió a manifestar una duda acerca
de su optimismo haya sido a instancias de Freud: “El profesor Freud, que tenía en el
frente a tres hijos y a un yerno, me escribió una vez, haciendo alusió n a mi buena
opinió n de los hombres en general: <¿Qué me dice usted ahora de los hermanos? ¿Y
podrá usted, con su jovial confianza, volver en adelante a estar alguna vez
completamente alegre?>. Desgarrada entre los pueblos en lucha, en conflicto conmigo
misma y en la má s profunda soledad, só lo pude responderle: <No>.” Andreas-Salome
(1951) Lebensrü ckblick. Grundriss einiger Lebenserinnerungen. Zü rich/Wiesbaden:
Insel-Verlag. Trad. cast. por Alejandro Venegas. Mirada retrospectiva. Compendio de
algunos recuerdos de la vida. Madrid: Alianza, 2005. P. 198.
47 Cfr. Andreas-Salomé (1958) In der Schule bei Freud. Tagebuch eines Jahres
1912/1913. Zü rich: Max Niehans, 1958. Trad. cast. por L. Lalucat y J. Vehil.
Aprendiendo con Freud. Diario de un añ o, 1912-1913. Barcelona: Laertes, 2001. P. 94.
50 Nietzsche, F., von Salomé, L., y Rée, P. (1970) Die Dokumente irher Begegnung.
Frankfurt: Insel. Trad. castellana por A.M. Doménech. Documentos de un encuentro.
Barcelona: Laertes, 1982. P. 241.
51 La idea de los “límites del yo” había sido discutida en sus seminarios, sobre todo a
iniciativa de Viktor Tausk, amante de Salomé en esa época. Cfr. Roazen, P. (1969).
Brother animal: the Story of Freud and Tausk. New York: Alfred A. Knopf. Trad. Cast.
Gabriela D’Angelo. Hermano Animal. La historia de Freud y Tausk. Buenos Aires:
Acme-agalma, 1994. En esta obra se considera a Tausk un antecesor de la Psicología
del Yo.
53 Se trata de la misma carta en la que Freud habla con dureza y frialdad de V. Tausk,
luego del suicidio de éste.
60 (1951/2005, p. 185)
63 Para el tema del narcisismo en Freud, véase Roldá n, J.P. (2006). “Consideraciones
filosó ficas sobre el amor a sí mismo en la obra de Freud”: Revista de Psicología. Vol. 2
N 4. Pp. 75-110. Para el tema del narcisismo en el postfreudismo, véase Roldá n, J.P.
(2008). “Apuntes filosó ficos sobre el amor a sí mismo en la obra de Heinz Kohut”:
Revista de Psicología. Vol. 4 N 7. Pp. 75-104.
64 Cfr. Roldá n, J.P. (2006). “Consideraciones filosó ficas sobre el amor a sí mismo en la
obra de Freud”: Revista de Psicología. Vol. 2 N 4. P. 86: “Freud declara en reiteradas
oportunidades no só lo que el estudio de la <libido del yo> ha permitido <hallar una
explicació n diná mica> de las neurosis narcisistas, y, al mismo tiempo, ampliar
<nuestro conocimiento de la vida psíquica por una má s profunda comprensió n del
yo> (1915-1917, p. 2386), sino también que, gracias a él pudo darse cuenta de que el
yo no era só lo <una instancia represora, censora y capacitada para la constitució n de
dispositivos protectores y formaciones reaccionales> (1920, p. 2534)”.
73 Cfr. Michaud, S. (2000). Lou Andreas- Salomé. L´allié de la vie. Paris: É ditions du
Seuil. Trad. cast. por María Pons Irazazá bal. Barcelona: Ares y Mares, 2001. P. 286.
81 Así lo expresa Groddeck con su particular estilo: “Si ordenamos un poco todo esto
la vida acaba por antojá rsenos ser un baile de má scaras para el que nos disfrazamos;
para el que acaso nos disfrazamos diez, doce, o cien veces pero al que, pese a todo,
concurrimos tales como somos y continuamos siendo debajo del disfraz, confundidos
con todas las demá s má scaras y del que luego nos retiramos exactamente tal como
hemos llegado.” Groddeck, G. (1968). El libro del Ello. Cartas psicoanalíticas a una
amiga. Buenos Aires: Sudamericana. Das Buch vom Es. Psychoanalytische Briefe an
eine Freundin. 1923. P. 25. En palabras de Salomé: “… el estado de origen, tanto como
el término, es lo inorgá nico, el sueñ o de la muerte para todo esto que, recorriendo el
ciclo de un desarrollo orgá nico, quizá s por el efecto de una cierta necesidad, ha sido
obligado a realizar un rodeo entre la muerte y la muerte, a animarse, por así decirlo,
de una vida ficticia, a ingresar a una suerte de danza macabra a la que concurren las
pulsiones eró ticas.” Andreas-Salome(1931) “Mein Dank an Freud. Offener Brief an
Professor Sigmund Freud, zu seinen 75 Geburstag”. Internationaler Psychoanlytischer
Verlag. Trad. francesa por Dominique Miermont y Anne Lagny. Lettre ouverte à Freud.
Préface de Marie Moscovici. Paris: Ed. du Seuil, 1994. P. 68.
84 Herbert Marcuse debatió con Erich Fromm acerca de estas alternativas, que
pueden ser llamadas “izquierda” y “derecha freudianas”, y sobre la posibilidad de
superarlas. Cfr. Marcuse, H. (1971). La vejez del psicoaná lisis. Buenos Aires: Proceso.
85 Recuérdese que Salomé pensó que una eventual mejoría psicoló gica de Rilke
atentaría contra su creatividad artística.