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Tema 8 HMedE
Tema 8 HMedE
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En la Casa del Califa había varios grupos de poder o partidos cuyas alianzas se basaban
en apoyos negociados entre grupos de diferente procedencia geográfica y étnica:
beréberes implantados como parte del ejército a partir del Califato de Abd Al – Rahman III,
eslavones que formaban parte de la administración palaciega y andalusíes que formaban
la élite administrativa e intelectual urbana de Córdoba y las demás ciudades del Califato.
Se les unía una facción franca o europea, los castellanos y catalanes que a menudo se
encontraban apoyando a bandos contrarios en la guerra civil (fitna).
Los beréberes eran mercenarios cuyo poder en Córdoba era importante y dependía del
Califa, sin intermediarios. Carecían de apoyo popular en la ciudad y en el resto de Al –
Andalus donde se les veía como extranjeros.
Los eslavones eran un grupo de cortesanos pero no eran muchos en número. Dividían
sus lealtades entre las familias Omeya y Amirí según quien los hubiera introducido en la
administración califal y no consiguieron garantizar un flujo continuo de reclutamiento de
más eslavones como funcionarios del régimen amirí y los Hammudíes no les necesitaban.
En vez de utilizar el poder militar para progresar, se vieron obligados a buscar el apoyo de
la población local, sobre todo en Levante donde tenían buena parte de sus posesiones.
No tenían los vínculos tribales o de sangre que sí mantenían los beréberes. Intentaron
presentarse como modelos de comportamiento religioso y fueron grandes mecenas en
este sentido.
Los andalusíes estaban apartados del ejército por la profesionalización realizada por
Abderramán III y Almanzor. Eran la población civil. Actuaron apoyando las revueltas de la
multitud en Córdoba, pero no tenían capacidad militar para imponer a sus candidatos.
Fueron capaces de frenar los intentos de los beréberes de dominar la capital y se
opusieron a los eslavones que representaban el poder Amirí en la ciudad, por lo que
fueron expulsados. Como autoridades locales en el resto de las provincias del Califato,
tendrían la clave del apoyo de unos u otros gobernantes una vez que la desintegración
territorial fue tomando cuerpo.
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Al ser rechazados intentaron aliarse con tropas cristianas del Conde de Castilla Sancho
García que a cambio de la cesión de algunas fortalezas en la frontera del Duero se avino
a apoyarle. Todos los bandos usarían mercenarios cristianos.
Al – Mahdi tuvo que esconderse cuando entraron en Córdoba y Sulayman fue jurado
Califa. Nombró a su hijo Muhammad como sucesor y comenzó a hacer las acuñaciones
de moneda en nombre de ambos.
Córdoba sufría la peste y graves inundaciones y los beréberes ignoraban las órdenes del
Califa. Las masacres en la ciudad se hicieron habituales. Los cortesanos de Sulayman
procedían del bando beréberer y numerosos eslavones y andalusíes se refugiaron en sus
propiedades en otras zonas o en ciudades donde tuvieran apoyos. El pueblo de Córdoba
se resentía.
Sulayman a partir de 1053 concedió a los Jeques beréberes que le apoyaban el gobierno
de diversas ciudades del Sur de Al – Andalus junto con sus territorios, destacando Elvira a
los Ziríes de la tribu Sinhaya. Las otras tribus eran del grupo Zanata y se instalaron al
Norte de Córdoba, Jaén, Sidonia y Morón ocupando más tarde Carmona, Arcos y Ronda.
Reconoció a los gobiernos andalusíes de las Marcas como a Mundhir Ibn Yasya Al –
Tuyibi de Zaragoza que le había apoyado en la conquista de Córdoba. En la cora de
Santaver, el beréber Ismail Ibn Dhi L-Nun fue reconocido señor de Cuenca.
Surgieron otros dos opositores poderosos, Ali Ibn Hammud había sido nombrado
gobernador de Ceuta por el propio Sulayman después de conquistarla para él y disponía
de los recursos que ponía en sus manos el tráfico comercial y la explotación de las minas
magrebíes. El otro era el eslavón Jayran que se había establecido en Almería y
controlaba desde allí el comercio mediterráneo.
Ali Ibn Hammud cruzó el Estrecho hasta Málaga que ocupó en nombre de Hisham y
Sulayman se preocupaba por otro nuevo Omeya promocionado por el eslavón Muyahid de
Denia, Abd Allah Al – Muayti (1014). Las fuerzas aliadas de Ali Ibn Hammud y Jayran
ocuparon Córdoba en 1016.
En las principales provincias serán los gobernadores nombrados por Almanzor o sus hijos
los que retengan el poder de hecho dando su apoyo o no a los diferentes califas. Muchos
de estos gobernadores eran en la última etapa del poder amirí eslavones procedentes del
funcionariado de palacio, (eunucos o no). Cuando los disturbios en Córdoba se
intensificaron, se hicieron fuertes en las provincias. Es el caso de los primeros gobiernos
de Muyahid en Denia, Jayran y Zuhayr en Almeria y Tudmir, sabur en Badajoz (1022), etc.
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Por su condición no hubo quien los sucediera y el gobierno pasó a alguna de las familias
destacadas de la zona, cadíes o visires.
En varias ciudades un cadí fue el que por su autoridad jurídica y su ascendiente social se
hizo con la máxima autoridad en estas circunstancias.
El Califato no pudo abolirse en 1031 pues no había ninguna autoridad con suficiente
poder para adaptar una medida de ese tipo que afectaba a una institución basada en el
Corán en toda la Península. Las monedas manifiestan la sumisión de los gobernantes de
las taifas a uno u otro Califa o incluso al Califato en forma de un Califa ficticio, hasta la
entrada de los Almorávides, salvo en Córdoba donde no se vuelve a menciona a ninguno.
La clasificación étnica no es clarificadora pues los orígenes étnicos no son más que una
parte de la ecuación, completada con la posición social de los gobernantes, su acceso al
poder militar y el control del poder local, bien como generales de una marca o como
simples terratenientes en una zona del Califato.
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Los hijos Yahya e Idris fueron nombrados gobernadores en Ceuta y Málaga garantizando
los apoyos de la dinastía a ambos lados del Estrecho.
La estrategia de Ali Ibn Hammud tras ser entronizado fue favorecer a los cordobeses. Al
levantarse Abd Al – Rahman IV (1018) gracias al apoyo de Jayran, pasó a favorecer a los
beréberes. El poder Hammudí se concentraba en las ciudades del Sur de Al – Andalus:
Córdoba y Sevilla, los puertos del Estrecho (Málaga y Algeciras) y las ciudades donde
habían ostentado su autoridad previamente (Ceuta, Tánger, Orán y Fez).
Al ser asesinado Ali Ibn Hammud, sus herederos comenzaron a enfrentarse a la vez que
se dividían los apoyos beréberes entre su hermano Al – Qasim, gobernador de Sevilla y el
heredero designado su hijo Yahya.
Los cordobeses acudieron a la elección de una asamblea (shura) para proponer a nuevos
Omeyas en el trono. Esta fórmula fue la utilizada para las designaciones de Abd Al –
Rahman IV y posteriormente Hisham III, hermanos entre sí y descendientes de otra rama
de la familia Omeya. Abderramán IV fue jurado.
El conflicto duró 3 años y terminó con la huida de Al – Qasim de Córdoba a Sevilla. Desde
allí siguió enfrentándose a su sobrino Yahya jurado Califa en la capital hasta su regreso
para un segundo período de gobierno. Su sobrino se había apoderado de Algeciras y
Tánger, controlando el Estrecho y sus rutas comerciales.
Apareció un nuevo Omeya Abd Al – Rahman Ibn Hisham Ibn Al – Yabbar. Cuando Ibn
Abbad de Sevillaç, su antiguo hombre de confianza le traicionó pasándose al bando de su
sobrino Yahuya, Al – Qasim dejó el poder y se recluyó en Jerez. Los Tuyubíes se
mantuvieron fieles.
Yahuya tuvo también dos gobiernos en los que se enfrentaron al nieto de Almanzor,
Muhammad Ibn Abd Al – Malik que se apoderó de la ciudad de Jaén y a su tío Al – Qasim
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Frente a él contaba con la fidelidad de su hermano Idris que le guardaba los territorios
magrebíes desde su sede de gobernador en Ceuta. Cuando dejó Córdoba se instaló en
Málaga como capital, siendo reconocido por Jerez, Almería, Granada, Ceuta y Sevilla y se
expandió hasta Algeciras, su hermano conquistó Cádiz, asegurando su dominio del
Estrecho. Volvió a tener el control de la capital en 1025 pero no se instaló en ella,
dejándola a cargo de uno de sus Visires.
Los eslavones de Levante, Muyahid y Jayran atacarían la ciudad e hicieron una matanza
con lo que los notables cordobeses decidieron dejar de apoyar a los Hammudíes.
La asamblea de notables de Córdoba liderada por el cadí cliente de los Omeyas Ibn
Yahwar decidió dejar la sede del Califato vacante.
Yahya seguía gobernando los territorios que le habían reconocido desde Mälaga y
emitiendo sus monedas con el título de Califa. El Cadí de Sevilla que había apoyado
anteriormente a su tío Al – Qasim, que le había concedido un doble visirato, había
fallecido y traspasado su cargo a su hijo Muhammad Ibn Abbad que presidía la asamblea
de notables de la ciudad. Cuando Yahya intentó imponerse, Ibn Abbad tuvo que dejar a
sus hijos de rehenes y aceptarlo a cambio de ser reconocidos como líder único de la
ciudad.
Ibn Abbad de Sevilla atacó Córdoba y Carmona con la excusa de que no reconocían a
Hisham y las tropas coaligadas no consiguieron vencerle.
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como sus bases principales y cecas donde se emitieron sus monedas, y el apoyo de
Granada hasta la crisis de 1047 – 1048 en que 3 Califas Hammudíes eran invocados a la
vez en las mezquitas de Al – Andalus (Málaga, Algeciras y en Bobastro, Ronda y Ceuta),
además del supuesto Hisham II de Sevilla.
En estas luchas dinásticas, Badis Ibn Habbus de Granada actuó de árbitro apoyando a
unos u otros y llegando varias veces al asesinato político.
Liquidados todos los rivales, Idris II fue reinstituido en Málaga donde hizo una purga entre
las élites y murió de muerte natural (1054 – 1055) dejando como heredero a su hijo del
que no hay constancia que llegase a ser jurado. Sus parientes los Hammudíes de
Algeciras fueron destronados en la misma fecha por Ibn Abbad de Sevilla terminando el
poder de esta dinastía.
Jayran, cliente amirí, apoyó primero a Ali Ibn Hammud, en virtud de su designación por
Hisham II, luego a Al – Murtadá, al que reconoció en Játiva (1018) pero lo hizo cuando no
le sirvió para sus planes. Siempre se resistió al heredero de los Amiríes Abd – Al – Azis,
hijo de Sanchuelo, promocionado por los Tuyibíes a partir de 1021 y que se alineaba en el
entorno de los Hammudíes. Tras involucrarse en el enfrentamiento entre Al – Mahdi y Al
Mustain, Jayran, con sus partidarios beréberes y eslavones logró ocupar Orihuela, Murcia
y Almería frente a las posiciones de las tropas beréberes lideradas por Sulayman.
Consolidó el gobierno de Almería y sus distritos y realizó la ampliación de la mezquita
aljama de la ciudad y de su muralla. Designó gobernador de Murcia a Zuhayr, consiguió
mantener a raya a los diferentes linajes locales que luchaban por el poder en la zona y
murió en su enfrentamiento con Badis de Granada (1038). A su muerte la aljama de
Almeria con uno de sus notables al frente entregó la ciudad al amirí Muhammad Ibn Al
Azis, establecido en Valencia. Este la dejó en manos de sus Visir y su cuñado Man Ibn
Sumadih que consiguió hacerse independiente y establecer una corta dinastía que se
enfrentaría a los Ziriés de Granada.
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Dejó a Labib como delegado en Tortosa una vez que se aseguró la utilización de su
puesto y recursos y se trasladó a Baleares, donde contaba con apoyo del gobernador
Amirí de la isla de Mallorca. Contando con la costa alicantina y Valencia como fuente de
aprovisionamiento, estableció el monopolio sobre la cría de caballos necesarios para sus
ejércitos e incorporada la flota mallorquina a la suya se lanzó a conquistar Cerdeña. El
éxito de su empresa y la fundación de una base de operaciones en la costa peninsular
italiana molestó a las repúblicas de Pisa y Génova e hizo intervenir al Papa
produciéndose un contraataque.
El derrotado Muhayid dejó a su hijo Ali como rehén de los pisanos, regresó a sus bases y
se conformó con establecer su dominio entre Denia y las Baleares, renunciando a tener
su propio Califa y apoyando a Zuhayr de Almería con sus tropas cuando se depuso al
Hammudí Yahya en Córdoba (1026). Ambos eslavones abandonaron después la ciudad
cuando los cortesanos cordobeses nombraron a Hisham III.
Los funcionarios Amiríes Jayra y Muyahid ejercieron algún tipo de patronazgo sobre las
regiones que gobernaban sus homólogos. A su vez los gobernadores de Valencia,
Muzafar y Mubarak compartían el poder desde 1010 – 1011. Ellos, como otros eslavones
sometieron a los súbditos a una fiscalidad abusiva. A su muerte, el Emir Labib de Tortosa
fue el elegido por los valencianos y reclamó a Muyahid para que compartiera, aunque
fuese nominalmente, el poder con él, respaldándole frente a las ambiciones hudíes.
Cuando disputaron entre ellos, Muyahid quedó en Valencia hasta la llegada de Abd el
Aziz, hijo de Sanchuelo (1021) que reconoció al Califa Hammudí. Su enfrentamiento con
Denia no comenzó hasta que se decidió a ocupar las taifas de Almería y Tudmir
basándose en la herencia de Zuhayr que le correspondía debido a su muerte sin
descendientes como cliente de su padre Sanchuelo (1038). Heredó con el territorio el
enfrentamiento con los Ziries de Granada y perdió casi todo, pues las fortalezas de
Tudmir a Jaén traspasaron su fidelidad a Muyahid de Denia y su gobernador de Almería,
Ibn Sumadih, se declaró independiente.
- Abd Al Aziz casó a su hijo con una hija de Al – Mamun de Toledo lo que a la larga
fue el mayor peligro.
Muyahid casó a su hijo con Al – Mutadir de Sevilla que le regaló a su vez una esclava con
ocasión de sus intercambios literarios y de correspondencia.
Cuando murió Muyahid (1044) dejaba a su hijo Ali el control de las rutas viarias desde
Denia y sus puestos adyacentes hasta Córdoba. Por mar tenía acceso a todos los
puestos norteafricanos de Tenes a Argel y hasta Bujía a través de Mallorca y a Alejandría
en última instancia.
El control de pasaje entre otras taifas y Mallorca permitía que Denia se beneficiase de la
situación. Desde allí se podía practicar el corso contra las costas provenzales e italianas.
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Ali Ibn Muyahid entró de lleno en las prácticas mercantiles de los italianos desde Denia.
Había sido formado en Pisa y tenía relaciones con las grandes familias pisanas. Poseía
un navío que enviaba hasta Alejandría, auxiliando con un cargamento de trigo al Califa
fatimí Al – Mustansir de Egipto en un momento de necesidad y mantenía relaciones
diplomáticas con todo aquel a quien le interesaran las materias comerciales. Tuvo
contactos con Ramón Berenguer I, Conde de Barcelona y con el Obispo Guislaberto, con
quienes firmó un pacto (1058) de alianza frente a Al – Muqtadir de Zaragoza que además
les concedía autoridad espiritual y derechos eclesiásticos sobre los cristianos de su reino.
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Los más duraderos y estables fueron Badajoz y Zaragoza donde las dinastías en el poder
eran locales y precedían a los disturbios de la fitna. Las taifas principales y más
influyentes, Badajos, Toledo, Sevilla y Zaragoza estaban gobernadas por andalusíes o
beréberes de primera generación, familias bien asimiladas y asentadas en Al – Andalus.
Las grandes marcas mantuvieron un territorio mayor que las antiguas coras de época
califal donde algunos gobernantes parecen ser señores de territorios pequeños o incluso
tenentes de castillos.
El poder se había ido acumulando en las ciudades. Es lógico que una taifa emergiera a
partir de una ciudad y su territorio. La dimensión podía variar desde el gran espacio de
Badajoz, Zaragoza o Toledo, debido a que eran capitales de Marcas fronterizas poco
pobladas, a las Taifas más pequeñas como Arcos o Alpuente. Las dedicadas al comercio
eran más pequeñas que otras con dedicación agrícola o ganadera como Toledo o
Badajoz. Valencia combinaría ambas.
Ciudades asentadas que constituyen una taifa pequeña fueron Baza, Calatayud,
Calatrava, Jaén y Mértola y no consiguieron tener una importancia real en la dinámica
política de las Taifas.
Las primeras Taifas utilizaron formas de legitimación que podían retrotraerse al Califato
que aun intentaban recuperar. Como primera forma de reconocimiento se valieron de un
juramento muy similar al empleado en la ceremonia de jura del Califa. Es una especie de
contrato entre el pueblo que presta fidelidad y el Emir que se compromete a gobernar
legalmente y por el bien de la umma. Su nombre se pronunciaba en la oración del
Viernes. El título que utilizan es el de Chambelán (háyib). Este se acompaña a menudo de
un sobrenombre honorífico en el que aparece la palabra “dinastía” (dawla).
Posteriormente utilizaron otros términos para defender su poder. Dawla se amplió para
abarcar no sólo la dinastía sino a la entidad política que gobernaban, su administración y
el territorio que le correspondía.
Hacia 1043 – 1044 existían 3 coaliciones de Taifas, dos reconocían a Hisham II, una en
torno a Sulayman Ibn Hud de Zaragoza junto a Tortosa y otra encabezada por Abbad Al –
Mutadid de Sevilla con Denia y Toledo. La tercera estaba formada por los beréberes que
aceptaban el Califato de Idris Ibn Yahya Ibn Ali Ibn Hammud en Málaga.
Los Hammudíes declararon la guerra a este nuevo opositor perdiendo la vida Ibn Abbad y
su hijo Ismail, destinado a sucederle. Accedió al cargo de Chambelán su nieto Abbad Ibn
Muhammad Ibn Abbad (1041 – 1069) (Al Mutadid). El Califa desapareció en un momento
indeterminado.
La aparición de Hisham fue reconocida por Córdoba, Valencia, Denia y Tortosa. Acuñaron
moneda en su nombre y en el del gobernador de la Taifa como delegado del Califa.
Cuando el hudí Sulayman Al Mustain se haga con el poder en Zaragoza (1038) procederá
de la misma manera.
Tras negociar con Al Mamun de Toledo que él se quedaría con Córdoba si permitía la
expansión sevillana, continuó por Morón y Ronda (1065 – 1066) Carmona y Arces (1067).
Al Mamun aprovechó la muerte de Al – Mutamid quien se anexionó la capital (1069),
convirtiendo a Sevilla en una de las Taifas más poderosas y pasando a emitir sus
monedas desde la ceca de la capital Omeya. La lucha de los dos contendientes por
Córdoba continuará 10 años, pero nunca pudo desvincularse de Sevilla. La siguiente en
reconocer a los Abbadíes fue Murcia. En el Sur sólo quedaron Almería y Granada como
Taifas independientes.
El poder de la antigua Marca Superior pasó de los Tuyibíes a una nueva dinastía, la de los
Banu Hud, descendientes de árabes baladíes. Sulayman Al – Moustain se apoderó de
Lérida y Monzón (1039) y desde allí se expandió por Zaragoza, Huesca, Tudela y
Calatayud.
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Reconoció a Hisham II cuando fue reinstaurado por Sevilla y peleó contra los Banu Dhi L
– Nun de Toledo (1043 – 1046), aliado con los cristianos. Su primer enfrentamiento con
Denia y Tortosa para hacerse con una ruta de salida al Mediterráneo tuvo lugar en 1039.
La disposición del gobierno de las distintas ciudades entre sus hijos con el título de
Chambelanes dio lugar a una lucha entre los 5 miembros de la siguiente generación que
emitieron cada uno moneda en su nombre. Ahmad Ibn Sulayman Ibn Hud Al – Mustadir,
heredero de Zaragoza (1049 – 1083) fue venciendo a sus hermanos y apoderándose de
Calatayud, Huesca, Tudela (1051) y finalmente Lérida (1066) que contaba con el apoyo
catalán porque pagaba parias a Ramón Berenguer I. Continuó la política mediterránea de
su padre, extendiendo su territorio con la invasión de Tortosa (1060 – 1062) donde
instauró a su hijo, dándole un magnifico puesto de salida al Mediterráneo.
La Corte Hudí de Zaragoza desde esa fecha conoció un gran desarrollo cultural.
Consiguieron mantenerse independientes hasta que su alianza con los cristianos hizo que
un ejército ocupara Zaragoza (1110). Los almorávides mantuvieron un Hudí en el trono
pero en 1118 el reino cae definitivamente en manos de Alfonso I el Batallador de Aragón.
Su hijo Yahya Ibn Dhi L-Nun (Al Mamun) (1043 – 1075) quien cambió de política para
aceptar al Hisham II sevillano, aliándose a los Abbadíes. Se enfrentaron a causa de
Córdoba y el expansionismo sevillano debió preocuparle por lo que pronto sus monedas
dejan de mencionar al Califa. Las alianzas de Al – Mamun fueron cambiantes por las
diversas amenazas a las que tuvo que hacer frente. Se acercó a Fernando I de Castilla y
León para oponerse a los Hudíes y aprovechando la expedición contra ellos consiguió
imponer su protección a Valencia, apoyó a uno de los posibles Emires Aftasíes frente a su
hermano, pero al morir su candidato quedó entronizado Umar Al – Mutawakkil, enemistad
que a la larga pasará factura a Toledo.
Al fallecer Al – Mamun, su hijo Yahya fue incapaz de hacerse con la situación. Se deshizo
del Visir Al Hadidi, sufrió la presión de los Banu Hud y fue destronado por la población
mientras Valencia se desvinculaba de su gobierno. Al recabar la ayuda de Alfonso VI de
Castilla y León, la suerte de la ciudad quedó sellada siendo conquistada.
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Este esfuerzo hacia el Sur por la costa les permitía controlar todos los puertos atlánticos,
pero supuso que su sucesor, Muhammad Al – Muzaffar (1045 – 1068) perdiera terreno
por el Norte donde Fernando I se apoderaba de Coimbra (1064) y Santarém.
El enfrentamiento de los dos hijos de Muhammad apoyados por Toledo y Sevilla se saldó
con la muerte de Yahya y la sucesión de Umar Al – Mutawakkil, que mantuvo la amistad
con los Abbadies y la situación del reino.
La conquista de Toledo afectó gravemente a ambas dinastías que juntas llamaron a los
Almorávides en su auxilio. Umar presenció la derrota de los cristianos, la de los Ziríes y
los Abbadíes y no consiguió resistirse a los Almorávides, fue hecho prisionero y
ejecutado.
La lucha de los 2 nietos de Badis, los Emires Tamim y Abd Allah es la que marcará el fin
de la dinastía. El primero quedó como gobernador de Málaga y Abd Allah había perdido
casi todo el territorio salvo Granada y su alfoz. La necesidad de luchar a la vez contra
Tamim e Ibn Sumadish de Almería, además de pagar parias a Alfonso VI de Castilla, llevó
a Abd Allah a secundar a los Aftasíes y Abbadíes en su llamada a los Almorávides que
resultó fatal para él. Granada sería conquistada y él enviado al exilio magrebí.
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Los eslavones aislados del resto de la población y sin nuevos efectivos se refugiaron en
una identidad inspirada en modelos abasíes y que reclamaba un lugar en el orden social
islámico equiparable al de los árabes.
La función militar y defensiva de la sociedad es asumida por los beréberes. El otro grupo
con capacidad militar era el de los mercenarios cristianos contratados por los distintos
reyes.
Entre el pueblo sólo podía reclutarse a ciudadanos que rechazaran ataques puntuales.
De la sociedad rural se sabe poco salvo que algunos Emires de las Taifas recaudaron
impuestos abusivos de los campesinos con destino al pago de los ejércitos y las lealtades
necesarias para encumbrar a sus candidatos.
El abandono de tierras por impago o para buscar refugio en las fortificaciones debido a la
inseguridad provocó la modificación de las redes de aldeas y cabezas de comarca, con la
redistribución de la población rural.
Aparecen nuevas almunias y rabales en manos de los gobernantes de Taifas como forma
de ampliar su patrimonio fuera de los límites de la ciudad y también se vendieron tierras
del tesoro público de forma que las élites de las Taifas pudieron enriquecerse aun más. El
mantenimiento de los sistemas de irrigación a nivel estatal pudo decaer, perjudicando la
producción, pero a la vez la puesta en cultivo de nuevas tierras, la elección de nuevos
campos y productos se hizo un tema común en los tratados de agronomía.
Los judíos expanden su actuación durante el S.XI. De unas actividades mercantiles a una
acción política más directa en las pequeñas Cortes en las que podían servir a los
gobernantes de las Taifas, a pesar de las limitaciones establecidas en el desempeño de
los oficios por parte de dhimíes.
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La comunidad judía de Córdoba había sufrido los disturbios que siguieron a la muerte de
los Amiríes y muchos de sus miembros fallecieron en las revueltas urbanas.
El título de Visir fue utilizado ampliamente para designar a oficiales judíos de las Cortes
de las Taifas que ocupaban cargos diversos. Normalmente eran empleados o como
contrapunto a los funcionarios andalusíes y beréberes en constante pugna o porque eran
individuos especializados en saberes requeridos por los gobernantes.
Las fronteras estaban más o menos estabilizadas hasta que comenzaron las campañas
de conquista hacia el 1064 con la toma de Barbastro por Ramiro I de Aragón y la de
Coímbra por Fernando I de León. Se produce por el pago de parias por parte de los
Emires de las Taifas a los poderes cristianos, combinados con una activa política de
tratados comerciales. Los Condes de Barcelona mantenían contacto con Ali Ibn Muhahid
de Denia lo que les permitía mantener la jurisdicción eclesiástica de los cristianos de la
Taifa, comerciar con ellos y oponerse a otros avances, como el del Cid (1090).
La progresiva debilidad de las Taifas permitió que los soberanos cristianos usaran la
diplomacia para imponerles el pago de sumas importantes, para comprar su ayuda o
salvaguardarse de sus ataques, son las parias.
Cuando el oro de las parias afluye a los poderes cristianos éstos pueden emprender
iniciativas en el comercio mediterráneo.
Las parias supusieron un grave deterioro de la imagen de los Emires de las Taifas, que se
vieron obligados a recaudar impuestos no canónicos de sus súbditos para sufragarlas,
con la oposición fomentada por los alfaquíes que los consideraban ilegales.
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Desde Mallorca se practicó el corso en las costas francesas para capturar esclavos para
los mercados peninsulares.
Las Taifas de interior utilizaban los puertos del litoral mediterráneo para dar salida a sus
productos: la cerámica producida en Toledo llegaba por las redes viarias interiores a ser
embarcada en la región de Denia para su distribución a los puertos norteafricanos.
Sevilla embarcaba desde el Guadalquivir su aceite y sus cerámicas de lujo con destino a
Ceuta y los puertos atlánticos marroquíes y hacia Trípoli por el Mediterráneo.
Las Taifas costeras tenían una amplia red de puertos con escalas mediterráneas,
destacando la red establecida desde Denia por Ali Ibn Muyahid transitando por Mallorca.
Los ataifores o bacinas glaseadas andalusíes tenían un excelente mercado en las
repúblicas italianas. Se producían textiles de Lujo en Tudmir que circulaba a través de
este puerto.
El oro de Denia (oro denesco) se utilizó como moneda de cuenta durante un período en
Barcelona. Denia no pagó parias hasta 1076 y Muyahid hizo varias acuñaciones en oro y
plata.
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Toledo se especializó en el trabajo del marfil, realizando cofres con incrustación de figuras
de animales, vegetales e inscripciones. Se mantienen los tejados de seda y la cerámica
verde y manganeso de época califal, con variaciones locales.
La dispersión de los sabios y sus viajes por las Cortes de Taifas dio lugar a una diáspora
desde Córdoba.
En la Corte de Zaragoza también proliferaron los sabios judíos patrocinados por los
notables de su misma religión. El Rey Al – Mutamin tenía una de las mejores bibliotecas
científicas.
Adab es un código general de conducta y una forma de hacer que caracteriza al literato
que prestan funciones de secretarios. Almanzor había impuesto nuevas reglas a sus
funcionarios y clientes que se convirtieron en una élite culta a la vez que un grupo de
poder.
Cuando éstos ocuparon el poder en las Taifas, reprodujeron el mismo modelo. Utilizando
un árabe clásico rico en imágenes y recursos lingüísticos, los escribanos establecían el
estilo de los documentos de cancillería y las cartas que transmitían la grandeza de sus
gobernantes. Lo habitual es que se trasladaran de una Corte a otra, siguiendo las alianzas
políticas, a veces se los encuentra siguiendo a los Califas y Reyes a los campos de
batalla. Cuando la influencia de Córdoba empezó a diluirse, fueron los notables locales
con formación de ulemas los que prestaron estos servicios en las diferentes capitales. Los
mejores escribanos y secretarios podían ser disputados por las Cortes que apreciaban
sus capacidades diplomáticas.
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Los ulemas se afianzan como la élite religiosa de cada Taifa gracias a su arraigo y
autoridad local con un papel importante en las localidades pequeñas que llegan a
convertirse en centros con cierta reputación desde las que mantenían correspondencia
con los cadíes de ciudades más principales. Las diversas escuelas jurídicas tienen
representantes en Al – Andalus en estos momentos. Aparte de los malikíes se menciona a
los shafíes, hanafíes y zahiríes.
Entre las ciencias religiosas destacan la lectura – recitación del Corán por más de un
centenar de almoríes o lectores coránicos que estudiaban las variaciones de la lectura y
su significado. La escuela de Córdoba contaba con sabios magrebíes. El mecenazgo
religioso se concreta en la creación de escuelas para esta práctica.
En la transmisión y estudio del hadiz, destaca Ibn Abd Al – Barr Abu I – Walid Al Bayi fue
el representante de la teología apologética (kalam) que integraba en el Islam las prácticas
de razonamiento lógico filosófico de origen griego practicado ampliamente en Oriente.
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