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Tema 7 HMedE
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Capitulo Página
5. EL PAPEL DE LA IGLESIA........................................................................19
5.1 Poder político e Iglesia................................................................................19
5.2 El desarrollo del monacato..........................................................................19
5.3 Cultura escrita y cultura eclesiástica...........................................................20
Sociedades en expansión, poderes en pugna: los espacios cristianos Tema 7 HMedE
(930 -1035)
Castilla, con Fernán González, en 929 – 932, asumió los distintos condados. Fernán
Gonzáles configuró una red política propia cuyo centro principal fue Burgos, ampliando su
territorio incorporando Sepúlveda en 940 ó 946. Su política es de autonomía con respecto
al poder leonés.
Los agentes políticos más relevantes podían usar sus recursos para renegociar sus
relaciones con el monarca. El 943 el Conde de Castilla y Diego Muñoz habían sido
representantes de la familia de los Banu Gómez y fueron encarcelados por el Rey. En el
caso de Fernán González su posición fue asumida por Asur Fernández, miembro de la
familia Ansúrez, pero su dominio duró 2 años, como consecuencia de que el poder de
Fernán González dependía de su capacidad de crear redes con otros magnates y élites
locales y no de una delegación regia.
Fallecido Ramiro II (951) le sucedió su primogénito Ordoño III que tuvo que soportar la
sublevación de su hermano Sancho al que apoyaba Fernán González. En 956 Sancho
llegó al poder al morir Ordoño. El reinado de Sancho I fue un momento de grandes
convulsiones.
El 958 se produjo una amplia revuelta nobiliaria contra él animada por Fernán González
que llevó a su deposición y a la elección de Ordoño IV, hijo de Alfonso IV. Sancho se
dirigió a Córdoba y obtuvo la ayuda de tropas andalusíes para retornar al trono a cambio
de la promesa de sumisión al Califa. Con el apoyo militar andalusí ostentó la corona
asturleonesa y Ordoño IV se retiraba a Córdoba. Sancho I buscó la sumisión de los
magnates a través del pago de tributos lo que le enajenó el favor de muchos de ellos. Se
observa la ausencia de asambleas de eclesiásticos con el fin de evitar la oposición a su
reinado.
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A su muerte el 956 por envenenamiento le sucedió su hijo Ramiro III, un niño de 5 años.
Se produce una debilidad del poder regio a la que se unió el desacuerdo de la aristocracia
occidental del reino (gallega y leonesa). Será esta asistencia la que promoverá el ascenso
al trono de Bermudo II, hijo de Ordoño III. Bermudo se hizo con el control de todo el reino
a la muerte de Ramiro III, contando con el apoyo de las redes eclesiásticas, una alianza
que se mantuvo firme todo el reinado, al tiempo que se casó con la hija del Conde de
Castilla, García Fernández, creando una alianza con la aristocracia oriental.
Estas aceifas no buscaban incrementar el territorio bajo control andalusí sino generar una
hegemonía que fuese reconocida por los poderes cristianos. Fue habitual la participación
de importantes magnates que habían enviado previamente sus embajadas a Córdoba y
llegado a acuerdos con Almanzor. Los andalusíes pudieron promover la llegada al poder
de algunos aristócratas favorables.
En 931, tras la muerte de Jimeno y cuando García sólo contaba con 12 años,, su madre la
reina Toda actuó como la monarca efectiva. La reina acudió a Calahorra donde estaba
Abderramán III que reconoció la autoridad de García Sánchez a cambio del sometimiento
del reino. Se rompió la alianza con el reino asturleonés al comprometerse a abrir el reino a
las tropas califales. Se acordó el pago de tributos a Córdoba y se enviaron embajadas y
regalos a la Corte califal manifestándose el reconocimiento de la hegemonía Omeya.
Fueron frecuentes las rupturas parciales de estos acuerdos que provocaron el envío de
ejércitos califales contra Pamplona. En la batalla de Simancas (939) Ramiro II de León
contó con la colaboración de tropas pamplonesas. Período de paz eran sucedidos por
campañas andalusíes que buscaban castigar el incumplimiento de los pactos y limitar el
alcance de la autonomía Navarra. Llevó a los Omeyas a la conquista de Calahorra el 968
con la esperanza de ejercer desde allí una mayor presión sobre los navarros. Las
campañas de Almanzor forzaron una política de sumisión más activa: una hermana del
Rey Sancho Garcés II (970 – 994) fue enviada a Almanzor, convirtiéndose en su esposa y
el Rey acudió a Córdoba (992) a manifestar su sumisión después de una campaña de
castigo. La intrincada red de alianzas matrimoniales había conseguido que la dinastía
Jimeno estuviese entroncada con la familia real asturiana y con los Condes de Castilla.
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La segunda mujer de Ramiro II de León fue Urraca Sánchez, hermana de García e hija de
Toda. El Conde de Castilla Fernán González casó con Sancha Sánchez, hermana de
Urraca y viuda de Ordoño II de León. Ésta política matrimonial permitió a Toda intervenir
activamente en el reino asturleonés, al mediar entre el Rey y el Conde en el conflicto que
tuvieron entre 943 y 947 y al defender a Sancho I de León que era nieto suyo. García
Sánchez se vio incluido en estas alianzas ya que se casó con una hija de Ramiro II.
Las disputas dinásticas en el seno del reino asturleonés desde la muerte de Alfonso V
(10289 favorecieron la intervención de Sancho III apoyada en el control de los territorios
castellanos.
Se formó un entramado político que agrupaba a buena parte de los reinos cristianos bajo
la égida del mismo Rey aunque no desapareciera la personalidad del cada reino.
La desaparición del Califato permitió a Sancho III reforzar su frontera con las tierras
andalusíes e intervenir en los asuntos de las taifas de Zaragoza y Huesca.
Sancho dirigió su mirada al reino asturleonés. La llegada al trono de Alfonso V (999) con
sólo 5 años obligó a que su madre Elvira García (995 – 1017) ejerciera la regencia. El
equilibrio de poder se basó en el apoyo de la aristocracia gallega y en unas buenas
relaciones con los castellanos, pero se mantuvo el descontento de otros grupos
aristocráticos que se consideraban fuera del círculo real, como fue el caso de los Banu
Gómez.
La llegada al poder de Alfonso V en 1014 trajo consigo un deterioro de las relaciones con
Castilla, frente a los intereses de las aristocracias occidentales del reino. Alfonso V se vio
favorecido por un contexto de debilidad del poder andalusí que a finales del S.X había
amenazado la autonomía del reino a través de aceifas y del apoyo a las rebeliones de
algunos aristócratas. Así pudo afianzar su dominio interno e incluso realizar campañas
militares ambiciosas, como la que llevó a su muerte (1028) asediando Viseo en manos
andalusíes.
La muerte del Conde de Castilla Sancho García (1017) y su sucesión por su hijo García,
de 8 años dio la ocasión a Sancho III para ejercer una tutela sobre Castilla, a pesar del
teórico dominio de Alfonso V de León sobre este espacio, aprovechando las disensiones
generadas entre leoneses y castellanos.
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Se produce el asesinato del Conde García en León (1029) cuando había acudido a
negociar el matrimonio con Sancho, hija del fallecido Alfonso V.
Entre 1033 y 1034 Sancho III ocupó la ciudad de León y ejerció una suerte de
protectorado sobre el área leonesa. Bermudo III se refugiaba en Galicia. En 1035 Sancho
III fallecía.
- Fernando, Castilla.
- Ramiro, Aragón.
Fernando I, hijo de Sancho III, y casado con Sancha, hermana de Bermudo III derrotó en
la batalla de Tamarón (1037) a Bermudo III que murió allí produciéndose el cambio
dinástico.
Las pugnas entre diversos poderes dentro de Al – Andalus detuvieron las campañas
militares contra los espacios cristianos en búsqueda de botín y del afianzamiento de la
autoridad andalusí.
Los cristianos aprovecharon las luchas intestinas para vender sus fuerzas militares como
mercenarios a cambio de sumas de dinero como hizo el Conde de Castilla Sancho
García.
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La sucesión no venía determinada por una decisión de un rey cada vez más lejano, sino
de las propias relaciones de poder establecidas en el ámbito regional.
Se sumó la aceptación de una sucesión dinástica en el cargo tal y como obtuvieron otros
Condes como el de Urgel.
Borrell II, Conde de Barcelona (948 – 992) y nieto de Wifredo El Velloso representa esa
situación. El Conde mantuvo relaciones políticas con el Reino de Pamplona y el
asturleonés, pero también mandó embajador a la Corte otónida además de embajadas a
Córdoba.
El Conde Suñer había gobernado Barcelona, Gerona y Osona (911 – 947) y había
acordado la colaboración de las tropas condales en las expediciones Omeyas en un
contexto de crisis de las relaciones entre Córdoba y Pamplona.
En 950 Borrell II envió una embajada a Córdoba que servía para ratificar la antigua
alianza. La aceifa de 965 obligó al Conde a someterse de nuevo al Califa.
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La llegada al poder de Almanzor y el empleo que realizó de la guerra contra los poderes
cristianos fue una vía para realzar la hegemonía cordobesa y especialmente para
legitimar su poder. En 985 se produjo una campaña contra Barcelona, ciudad que fue
conquistada y saqueada.
Borrell vio confirmada su desvinculación con respecto al poder regio franco por su falta de
apoyo militar y se plegó a la amenaza amirí.
La llegada al trono francés de Hugo Capeto (987) encabezando una nueva dinastía
propició una ruptura definitiva pues Borrell no le prestó fidelidad y mantuvo la alianza con
los cordobeses. Se produjo una ruptura de las relaciones vasalláticas que no implicaba la
existencia de una identidad nacional, ni siquiera política: el espacio catalán seguía
definido por un conjunto de condados que disponían de sus propios mecanismos políticos.
La sucesión de Borrell fallecido el 942 se solventó siguiendo los criterios habituales, con
un reparto de condados entre lo distintos hijos del difunto conde. Las relaciones con Al –
Andalus siguieron siendo tensas pues a pesar del pago de tributos, no fueron infrecuentes
las incursiones andalusíes que pretendían reforzar esa hegemonía.
Los pretendientes al trono califal acudieron a los condes para conseguir su fuerza militar
como mercenarios. Ramón Borrell que había heredado el núcleo fundamental de los
Condados (Barcelona, Gerona y Osona) y su hermano Armengol, Conde de Urgel, fueron
requeridos por Muhammad Al – Mahdi y obtuvieron un botín.
A la muerte de Ramón Borrell le sucede su hijo Berenguer Ramón (1017 – 1035), menor
de edad. Su madre Ermisenda ejerció el poder efectivo en nombre de su hijo y obtuvo de
él la potestad sobre algunos condados.
El núcleo de poder condal en torno a Barcelona era el mas fuerte pero no el único. En la
década de 1020 – 1030 tuvieron que dirimirse los problemas entre los condes de
Cerdaña, Besalú y Ampurias relacionados con disputas territoriales en un momento de
minoría del titular del Condado de Ampurias.
Esos conflictos se vieron alimentados por el poder económico del que disponían los
Condes.
Se trataba de un conjunto de áreas que no estaban sometidas a ningún poder central sino
que se hallaban en manos de sus propios habitantes sin que se hubieran desarrollado
sistemas políticos de escala superior.
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Los distintos condes animaron a la ocupación de esos espacios como nuevas áreas de
expansión política obteniendo un incremento de la escala de la autoridad percibiendo
mayores ingresos y se reforzaba el prestigio de la casa condal.
Destaca Olérdola, antiguo núcleo de población asentado sobre un alto donde se erigió un
poblado amurallado y se construyó una iglesia.
A finales del S.X y principios del S.XI este sistema se consolidó. Las delimitaciones
territoriales tenían como componente esencial los límites de los distintos castillos. Se
observa una continuidad de familias a cargo de los distritos por lo que la intervención
directa de los Condes se fue debilitando. Surgió un espacio socio – político que
contrastaba y complementaba el paisaje al Norte del río Llobregat. Estos espacios
pudieron servir como escenarios de señoríos y los beneficiarios de los mismos fueron
protagonistas de la afirmación de las estructuras feudales.
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Pero es factible pensar que el crecimiento de los poderes aristocráticos pudo haber
incentivado la ampliación de áreas agrarias, sobre todo en el caso de los monasterios. Se
puede llevar a cabo una roturación directa, a través de mano de obra vinculada de alguna
manera con esos monasterios, o de manera indirecta, al exigir censos que motivarían la
necesidad por parte de los campesinos de producir mayores cantidades de excedente.
Esto permitiría una acumulación de capital económico en manos de determinados grupos
que ostentaban una posición dominante en el conjunto de cada espacio político. En
Cataluña ese crecimiento era dirigido y controlado por los propios campesinos.
Los monarcas y condes o bien no poseían suficiente plata para acuñar su propia moneda
o reconocían que existía una autoridad superior capacitada para acuñar.
En las áreas del cuadrante noroccidental los monarcas astur – leoneses no emitieron
moneda. Esta zona estaba débilmente monetarizada. Existía un amplio sector de la
economía que se movía al margen de la moneda, utilizando otros medios de pago
(bueyes, cereales) y los poderes instalados en esos núcleos políticos reconocían la
superioridad de otros poderes superiores, los únicos legitimados para acuñar moneda,
francos o andalusíes. La dificultad para acceder a un flujo constante de plata pudo haber
afectado a la ausencia de acuñaciones propias en el reino asturleonés.
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Este tipo de producciones de cerámicas grises perduró hasta el S.XIII y respondían a las
necesidades específicas de una población rural, relacionadas con la cocina. Una situación
que refleja la preponderancia de la demanda campesina. Esta demanda no era
autosuficiente lo que posibilitó la presencia de algunos mercados e incluso la formación
de unos primeros burgos comerciales. En algunas importantes sedes políticas aparecen
algunos tipos cerámicos algo más estandarizados, producto de talleres especializados
como la gris leonesa. Esta cerámica no alcanza una producción de alto nivel técnico y
tiene su momento álgido el S.XI y sería resultado del incremento de las necesidades de
un mercado urbano en expansión.
Se trataba de aglomeraciones de tamaño más reducido que las urbes andalusíes con un
millar aproximado de habitantes.
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No todas estas iglesias eran parroquias ya que podían encontrarse en manos de familias
e instituciones. Estaríamos contemplando el control del excedente por esos actores.
Las sociedades locales estarían atravesadas por líneas de diferenciación interna. Esta
venía marcada por las desigualdades económicas, las relaciones clientelares que se
podían establecer con poderes externos y el ejercicio de determinadas funciones como en
el caso de los presbíteros o sacerdotes.
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Las parcelas de tierras se hallaban dispersas por el territorio conformando cortes que
podían estar trabajadas por una mano de obra con un cierto grado de dependencia.
Clave en la definición de los grupos aristocráticos era su cercanía al Rey. A través de ella
se beneficiaban de su patronazgo, recibiendo bienes y participando en la vida política. Se
veían favorecidos con la entrega de diversos bienes, destacando las villas en el sentido
de derechos sobre tierras y hombres, y elementos relacionados con el ejercicio del poder
político.
Este ejercicio del poder venía acompañado de la existencia de un conjunto de bienes que
formaban parte del patrimonio del Rey, que servía a su vez para alimentar el patronazgo
de los monarcas.
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En el Reino de Pamplona, los activos económicos de los monarcas fueron muy superiores
a los de una aristocracia con patrimonios mucho más reducidos. Se obtenían así censos
sobre numerosas poblaciones lo que ha generado la hipótesis de un tributo más
regularizado.
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Bajo una definición marxista del feudalismo, se afirmó que las sociedades cristianas
altomedievales habrían entrado en una fase de gentilicio, de origen prerromano, que
habría organizado la vida en los confines del Cantábrico. Este modelo de sociedad tribal
se fue quebrando con el dominio progresivo de la población por parte de una aristocracia
tribal mediante mecanismos como la profiliación.
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Hay otros aspectos, como el impacto en las comunidades campesinas que habrían sufrido
una progresiva introducción de las lógicas aristocráticas (externas a las aldeas) que en
ocasiones se pudo llevar a cabo con violencia. Una situación que se habría producido en
el S.X al calor de la colonización agraria. La implantación de rentas que debían pagarse a
los señores sería la marca de ese nuevo dominio. Algunos autores defienden la existencia
de una propiedad de tipo señorial que funcionaria como el punto de partida mientras otros
recalcan el papel del control jurisdiccional sin necesidad de propiedad.
Debe concederse una mayor capacidad a las propias comunidades, algunos de cuyos
miembros pudieron haber buscado la inserción en redes clientelares señoriales como una
forma de asentar su poder en el ámbito laboral.
Es probable que la creciente presión aristocrática sobre las comunidades sea una
intensificación de tendencias previas favorecida por la presencia de individuos o familias
locales interesadas en favorecer ese desarrollo. El control de los recursos comunales de
las comunidades o la cesión de tierras, a veces debido a problemas de endeudamiento,
pero también por cálculos que beneficiaban a los antiguos propietarios, permitieron una
supeditación creciente de la lógica de las comunidades en beneficio de la imposición de
rentas, que canalizaban el excedente campesino, aunque mediante la implantación de
una pléyade de poderes señoriales, a veces superpuestos dentro de la misma aldea.
Este proceso supuso la progresiva ruptura, sin episodios de violencia concreta, del statu
quo previo
En cuanto a la organización del poder político, había una autoridad pública, sustentada en
la teoría de una potestas pública, sin que de ello se desprenda la existencia de un
entramado administrativo denso y controlado desde el poder central.
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La jurisdicción que hasta entonces habían ostentado por delegación regia hubo tendencia
a hacerla hereditaria.
Es posible interpretar los procesos políticos de la segunda mitad del S. X y comienzos del
S. XI no como un transvase de poder de los reyes a los magnates sino como procesos de
reajuste dentro de la estructura política, una estructura marcada por la necesidad del
patrimonio regio.
Esta posición venía reafirmada por el pago de impuesto por los campesinos libres,
mayoritarios en el conjunto de la población, en beneficio de los condes. La presión
aristocrática se había hecho patente en ciertas áreas de la Cataluña más septentrional,
dando lugar a que los campesinos buscasen nuevas tierras en las que eludir las
obligaciones de los señores. Se trata de tierras obtenidas mediante aprisiones que
implicaban roturaciones y un proceso de expansión y crecimiento agrario que escapaba al
control de los aristócratas. Este proceso desencadenó una serie de transformaciones
cuando la aristocracia de segundo rango buscó el control de esos excedentes
campesinos, protegidos por los intereses del poder público.
A partir de 1030 se produce una situación de extrema violencia dirigida contra los
campesinos que buscaron la protección de la Iglesia.
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A partir del S. XI, entre 1030 y 1080, el objetivo de los aristócratas no fue deshacerse del
Rey ni construir señoríos autónomos sino hacer que el Rey fuese uno más de ellos.
Aprovechándose de las necesidades militares y políticas de los reyes, los aristócratas se
apoderaron del impuesto que convierten en un beneficio patrimonial que puede ser
subdividido y troceado. A partir de ese control sobre los impuestos pagados por los
campesinos, se impuso una dinámica de exigencia de nuevas rentas de base
jurisdiccional: los malos usos. El campesinado quedó sometido al control de los señores
que obtenían buena parte de un excedente campesino creciente.
Se formó una monarquía basada en el contrato, sobre todo a partir del 1076 cuando fue
asesinado el Rey Sancho IV por sus propios barones.
En Aragón hay una mayor relevancia de los mezkinos en el S.X. En el primer tercio del
S.XI se verificaron 3 procesos:
En la antigua Marca Hispánica, los campesinos no eran del todo autónomos antes de
1020 ni estaban completamente sometidos a la servidumbre en 1060. El cambio no debe
verse como una imposición rápida sino como una evolución que sólo puede ser medida
en términos de una larga duración.
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Las sagreres no serían tanto una respuesta a la indefensión campesina como el éxito de
la Iglesia como fuerza social.
Los procesos de feudalización en el ámbito del Nordeste peninsular fueron más tardíos.
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5. EL PAPEL DE LA IGLESIA
5.1 Poder político e Iglesia
La Iglesia como institución alcanzó nuevas cotas de poder. Los reinos cristianos hicieron
de su fe una seña de identidad y el cristianismo entró a formar parte de la construcción
ideológica. Se justificaba así la lucha contra el infiel musulmán como una vía de
legitimación, a pesar de que la fortaleza andalusí durante el Califato propició unas
relaciones más complejas que la mera oposición religiosa. Los acuerdos y el
reconocimiento de la superioridad Omeya limitaron el alcance real de esa ideología.
Los Reyes y Condes se vieron como garantes de la Iglesia y del Cristianismo y tuvieron
que soportar en ocasiones la injerencia de los eclesiásticos, en colaboración con familias
aristocráticas que pedían oponerse a las decisiones regias.
Se multiplican las sedes episcopales. Los monarcas ejercían un fuerte control sobre la
elección de los Obispos. El hecho de que constituyeran una herramienta fundamental
para el ejercicio efectivo del dominio sobre espacios concretos y que pudieran
aprovecharse sus habilidades culturales en la administración los convertía en individuos
cuya relación con el monarca debía cuidarse. Se sumaba la construcción de importantes
dominios que podían incluir el ejercicio de potestades reservadas a los Reyes.
En el caso de los grandes obispados gallegos como Santiago o Mondoñedo ese control
era ejercido en la práctica por las grandes familias de la aristocracia gallega.
En los condados catalanes, la ausencia de una estructura unificada facilitó que la elección
de los obispados estuvieses condicionada por las relaciones entre las distintas familias
aristocráticas. Se fue reforzando el dominio de esas familias condales. Los vizcondes, una
aristocracia de menor nivel, fueron capaces de promover a miembros de sus familias a
ese cargo.
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Es importante el papel desempeñado por las mujeres de las familias regias y condales
como abadesas o donantes. Algunos de estos lugares sirvieron como panteones regios
que salvaguardaban la memoria de las familias regias y condales. Los monarcas
incrementaban con estas donaciones su prestigio y estos monasterios servían para
articular redes de poder en determinados espacios regionales en el contexto de unas
estructuras políticas que disponían de un escaso aparato burocrático. Las grandes
familias aristocráticas no dudaran en continuar esa vía e incluso fundar sus propios
monasterios utilizando sus patrimonios.
Había libros de tipo litúrgico en numerosas iglesias que debían ser producidos en
scriptoria emplazados en los monasterios.
En estos talleres se elaboraron otros ricamente decorados con miniaturas destacando las
copias de los Comentarios sobre el Apocalípsis de Beato de Liébana, conocidos como los
Beatos.
La circulación de textos se incrementó este período. También había libros procedentes del
ámbito andalusí. La llegada de eclesiásticos mozárabes, cristianos arabizados
procedentes de Al – Andalus, pudo favorecer ese tráfico intelectual, como hicieron los
embajadas, donde era frecuente que entre los regalos diplomáticos apareciesen libros.
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Los monasterios en las zonas pirenaicas contaban con un más fácil acceso a los libros
que circulaban por el mundo franco.
Los manuscritos se centraban en aquellos aspectos relacionados con la liturgia y eran los
más frecuentemente citados en las dotaciones de las iglesias locales:
- El comicus, donde se señalaban las lecturas de cada día dentro del año.
La labor de copista formaba parte del trabajo monacal, no sólo incluía la producción de
libros litúrgicos. Se copiaron otros considerados relevantes como la recopilación de leyes
realizada en época de Recesvinto, el Liber Iudiciorum o Liber. El Liber continuaba siendo
una referencia legal y era necesario disponer de copias, sobre todo en las Cortes regias y
condales.
En estas sociedades pervive la cultura de lo escrito, como un medio para fijar derechos. El
papel de los clérigos sigue siendo fundamental.
Los archivos laicos no han podido conservarse, salvo cuando han entrado a formar parte
de archivos eclesiásticos, purgándose aquellos documentos que no eran relevantes para
la memoria de los monasterios e iglesias.
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