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2.1. Al Ándalus: la conquista musulmana de la Península Ibérica.

Emirato
y califato de Córdoba.
La conquista de la Península Ibérica se inicia en el año 711, en el marco de la expansión territorial
y guerra santa de las autoridades musulmanas del norte de África, y de la crisis interna de la
monarquía visigoda por cuestiones sucesorias. Los musulmanes del norte de África llegan a la
Península Ibérica (que llamaron Al-Ándalus) llamados por los vitizanos (herederos del rey Vitiza,
muerto en710), visigodos enfrentados al nuevo rey don Rodrigo. Los vitizianos pedirán ayuda a los
musulmanes del norte de África.

Desembarcan en Gibraltar (“gabal Tariq”, el monte de Tariq) 7.000 soldados bereberes


(norteafricanos convertidos al Islam) dirigidos por Tariq, lugarteniente de Muza (gobernador del
norte de África) que se enfrentan, en julio de año 711, a los visigodos de don Rodrigo junto al río
Guadalete. Esta batalla terminó con la derrota del ejército visigodo de don Rodrigo. Los
musulmanes aprovechan las divisiones internas de los visigodos (los vitizianos aún pensaban que
los musulmanes eran simples auxiliares) y su debilidad, para ocupar el territorio en pocos años.

Los escasos contingentes fueron distribuidos por la Península: los árabes se instalaron en las
ciudades del sur, con Córdoba como capital. Los bereberes fueron enviados a las tierras más
pobres de la Meseta y del norte de los valles del Duero y el Ebro, convertidos desde el principio en
una zona de frontera más débil.

Algunos nobles visigodos, que se habían refugiado en la zona asturiana, rechazaron un ataque
bereber en Covadonga (722), y los árabes renunciaron a continuar su expansión peninsular.
Continúan su avance por Europa, que queda frenado en el 732 al ser derrotados en Poitiers por
los francos.

La rapidez de la conquista se explica gracias a:


● La debilidad de una sociedad ruralizada
● Los pactos o capitulaciones con la nobleza goda, que les permitió a éstos conservar
sus tierras a cambio del pago de tributos
● La rivalidad entre facciones visigodas
● La tolerancia religiosa hacia cristianos y judíos (“pueblos del libro”)
● La indiferencia de la mayoría de la población. Incluso llegaron a ver a los
conquistadores como “liberadores” de los abusos de la nobleza visigoda
● No se impuso la religión de los conquistadores a los hispanovisigodos

En la invasión participaron muchos pueblos islámicos: árabes y sirios (la élite política y militar),
egipcios, y sobre todo bereberes del norte de África (aproximadamente llegaron unos 40.000
musulmanes frente a 4 millones de hispano-visigodos). Esto derivó en muchos enfrentamientos
entre ellos por el poder (clanes y tribus árabes) o por el control de la tierra (árabes y bereberes).

Hacia el año 750 podemos afirmar que los conquistadores están firmemente asentados, le han
dado un nuevo nombre a la Península, Al-Ándalus, han elegido como capital la ciudad de Córdoba
y ya acuñan monedas propias.

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El dominio musulmán sobre la Península Ibérica pasa por las siguientes etapas:

● Emirato dependiente de Damasco (711-756). Durante este período de asentamiento


inicial, Al-Andalus es una provincia o emirato del imperio islámico con capital en
Damasco y con los Omeyas como califas. La máxima autoridad era un gobernador:
emir o walí puesto por Damasco. Su capital se establece pronto en Córdoba. En estos
años los enfrentamientos entre los bereberes con árabes y sirios fueron muy
frecuentes.

● Emirato independiente de Bagdad (756-929). Tiene su origen en un cambio de dinastía


en Damasco: los Omeyas son asesinados y sustituidos por los Abbasidas (que trasladan
el califato a Bagdad), pero un superviviente Omeya consiguió llegar a Al-Ándalus y se
autoproclamó emir independiente con el nombre de Abd-al-Rahman I, convirtiéndose
en el jefe político pero no religioso (se reconoce al califa de Bagdad). Fue una etapa de
consolidación del poder musulmán estimulándose el desarrollo político,
administrativo, económico y urbanístico. No faltaron las tensiones sociales, no sólo
entre los grupos musulmanes (entre árabes y bereberes), sino también con la
población cristiana (mozárabes -cristianos que vivían en Al-Andalus- y muladíes -
cristianos convertidos al Islam-) y judía.

● Califato de Córdoba (929-1031). Comenzó cuando Abd-al-Rahman III (912-961) se


autoproclamó califa (929), lo que suponía la independencia tanto política como
religiosa de Al-Ándalus del resto del imperio. Pacificó a su pueblo y organizó numerosas
campañas militares contra los reinos cristianos, estableciendo el límite en la línea del
Duero. Hizo de Córdoba la mayor ciudad de Occidente, y construyó el palacio de
Medina Azahara. Con todo ello logró fortalecer la estructura del estado:
o Al ser califa logra la supremacía religiosa además de la política y militar.
o Reorganizó la recaudación fiscal y la centralizó, logrando así grandes recursos
económicos.
o En la administración destacaron los puestos del hachib (primer ministro) y de
los visires (similares a ministros o secretarios); así como la nobleza del palacio
vinculada personalmente al califa.
o Dividió el territorio en 21 coras o provincias dirigidas por un gobernador,
normalmente miembro de la nobleza local.
o Con el dinero de impuestos pagó un gran ejército mercenario formado por
bereberes y eslavos.

Esta prosperidad se prolongó con su sucesor Al-Hakam II, quien mantuvo el dominio
militar sobre los cristianos, y protegió las artes y la cultura y embelleció Córdoba. No
así durante el siguiente reinado de Hixam II, que delegó su poder en Almanzor quien
reorganizó el ejército y emprendió unas 50 expediciones militares contra los cristianos
(razzias, en busca de botín), convirtiendo el califato en una dictadura militar. A la
muerte de Almanzor (1002) empieza la decadencia del califato que, tras la sucesión
de varios califas débiles, se fragmentará en numerosos reinos, los llamados reinos de
taifas (1031).

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2.2. Al-Ándalus: reinos de taifas. Reino nazarí.
A la muerte de Almanzor, se suceden una serie de califas con escaso poder. Las revueltas
internas van minando la hegemonía del Califato, que acaba desapareciendo en el año 1031 (una
rebelión en Córdoba depone al último califa, Hisham III). Al-Ándalus se divide entonces en
pequeños reinos independientes llamados reinos de taifas (1031-1090). Las disputas entre los
diferentes reinos de taifas fueron frecuentes y su elevado número inicial se fue reduciendo, sobre
todo por la incorporación de los más pequeños a otros mayores. Tras una cierta apariencia de
prosperidad económica y cultural, la debilidad política y militar les impidió resistir a los ataques
cristianos. Por ello, muchos gobernantes musulmanes prefirieron pagar parias -tributos- a los
reyes cristianos a cambio de treguas, para no ser conquistados. Esto produjo un flujo de riqueza
hacia los reinos cristianos y su consiguiente reforzamiento militar. Con independencia del pago
de parias, los cristianos continuaron la Reconquista; Alfonso VI de Castilla conquistó Toledo
(1085), trasladando la frontera hasta el Tajo.
Algunos reyes de taifas, alarmados por el avance cristiano, llamaron en su auxilio a los
almorávides, musulmanes ultraortodoxos que habían creado un gran imperio en el norte de
África, quienes unificaron de nuevo Al-Ándalus (1090-1145). Aprovecharon la debilidad de los
reinos de taifas y sus múltiples disputas internas, para asentarse en el territorio y ocuparlo
militarmente, con importantes victorias sobre los cristianos: batallas de Sagrajas (cerca de
Badajoz, en 1086) y Uclés (Cuenca, en 1108).
El aumento de nuevos impuestos para financiar la guerra, y la intolerancia religiosa hacia
cristianos y judíos, provocó numerosas revueltas que acabaron desembocando en unos segundos
reinos de taifas (1145-1170).
La confusión y la fragmentación territorial y política, va a ser aprovechada por los almohades que
acaban controlando el territorio entre 1170-1223 e intentarán unificar de nuevo Al-Ándalus. Su
rigor religioso era mayor aún que el de sus antecesores y no gozaron del apoyo de la población
hispana. Infligieron importantes derrotas a los reyes cristianos, como el desastre de Alarcos
(Ciudad Real) en 1195. Años más tarde, los cristianos unieron sus fuerzas y en la batalla de Las
Navas de Tolosa (1212) derrotaron a los almohades, comenzando así su declive y dejando el
camino libre a los cristianos para conquistar Andalucía, Murcia y Valencia.

Desde mediados del s. XIII solo sobrevive el reino nazarí de Granada (Almería, Granada y
Málaga) que pagaba parias a Castilla y que será conquistado por los Reyes Católicos en 1492. Fue
gobernado por la dinastía de los Banu Nasr o Nazaríes. Gracias a una prudente diplomacia, junto
con el interés económico como fuente de ingresos para los cristianos y sus características
geográficas, permitieron al reino nazarí de Granada existir durante dos siglos y medio.

2.3. Al Ándalus: economía, sociedad y cultura.

La economía de Al-Ándalus es de base agraria aunque destaca su economía urbana y


monetaria, con circulación de monedas de oro (dinar) y plata (dirham) y con una gran importancia
de las ciudades (Córdoba, Sevilla, Toledo, Murcia, etc) desarrollándose la actividad económica en
torno a ellas, en sus mercados (zocos) y barrios artesanos.
La gran mayoría de la población andalusí era campesina, como en las demás sociedades
medievales. La agricultura se basaba en los cultivos mediterráneos tradicionales, pero los árabes

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realizaron importantes innovaciones, tanto en productos como en sistemas de cultivo.
Introdujeron nuevos cultivos: dátiles, naranjas y limones, arroz, caña de azúcar, azafrán, morera
para la industria de la seda, lino y algodón. Buena parte de la riqueza agraria y abundancia de
productos en las ciudades de Al-Ándalus se basó en las técnicas de regadío, como la noria,
acequias, albercas o molinos de agua. También explotan la ganadería lanar, caballar, así como la
minería.

Otro aspecto económico importante fueron los impuestos. El Corán establece dos tipos de
impuestos: La limosna, que equivale al diezmo; y otros que debían pagar los infieles sometidos
(gravando a las personas y a la tierra), lo que favoreció por un lado continuas revueltas populares
y la conversión.

Artesanía: (textil, seda, orfebrería, cuero, cerámica, etc.) era igualmente base de la prosperidad
económica; en los talleres, agrupados en barrios céntricos, se desarrollaba el sector textil,
especialmente la seda, que se vendía por todo el Mediterráneo y reinos cristianos, y otros
productos de lujo como la pedrería, orfebrería, y azulejos decorativos. También destacaban los
trabajos en pieles y cuero y la fabricación de papel. Existía un activo comercio tanto interior como
exterior: el comercio urbano era muy activo en los zocos y bazares de lujo; el comercio
mediterráneo exportaba artesanía de lujo y aceite.

Las ciudades: tenían un papel clave en Al-Andalus, sirven como centros para la organización
política, militar, social, religiosa y económica, ya que eran los centros de una importante
producción artesanal. Se revitalizaron y mejoraron las antiguas ciudades romanas o se crearon
nuevas para aprovechar recursos agrícolas (Murcia) o para controlar puntos estratégicos (Madrid,
Almería). Tuvieron su apogeo en el califato y un periodo de decadencia tras su desaparición.
Estaban concebidas para la vida privada y tenían pocos espacios públicos: la mequita, el Zoco y
una explanada para oraciones fuera de las murallas. No estaban planificadas y el trazado es
irregular y sinuoso.

La estructura social estaba determinada por criterios de carácter religioso que establecían
una división entre musulmanes y no musulmanes. Dentro de los musulmanes existían diferencias
de tipo étnico o económico: había una aristocracia de origen árabe y sirio que controlaba los
cargos políticos y administrativos, le seguían los bereberes -norteafricanos convertidos al Islam- y,
por último, los muladíes o hispanovisigodos convertidos al Islam. Los musulmanes -árabes y
bereberes- desempeñaban todas las funciones públicas, ejercían plenamente sus derechos y
estaban exentos del tributo personal. Por ello, la mayoría de la población se convirtió rápidamente
al Islam, formando el grupo de los muladíes.
Los no musulmanes tenían más restringidos sus derechos, y pagaban impuestos personales. Los
mozárabes (cristianos andalusíes, generalmente humildes) fueron numerosos en los primeros
siglos, pero con las conversiones y la emigración hacia los reinos cristianos se fueron reduciendo
hasta casi desaparecer. Los judíos fueron siempre una minoría que, con una posición económica
preeminente, vivía en sus propios barrios (juderías), se dedicaban al comercio, la artesanía o al
préstamo. Por debajo de ellos estaban los esclavos, que no formaban parte propiamente dicha de
la sociedad, y que fueron importantes en el ejército y en el ámbito doméstico.

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Desde un punto de vista económico se podía dividir en dos grupos: la jassa, formada por ricos
terratenientes y mercaderes; y la amma, la masa popular formada por muladíes y mozárabes que
se dedicaban a la agricultura. Si bien en medio había un grupo intermedio formado por
intelectuales, médicos y comerciantes: la a´yan.

Religión, cultura y arte.


La sociedad y la cultura andalusí estuvieron siempre influenciadas por la religión musulmana,
afectando a todas las actividades, al pensamiento y a la cultura, si bien de una manera más
moderada que en el resto del mundo musulmán. El progreso cultural y científico se debió en
parte a la atmósfera de libertad ideológica, si bien hubo períodos de intolerancia durante el
dominio de los imperios norteafricanos.

Al-Ándalus fue la vía por la que se transmitieron a Europa Occidental los conocimientos y obras
del mundo clásico y de Oriente, como el sistema de numeración actual y otros muchos avances
como el papel, la brújula, la pólvora, etc. El árabe se impuso como lengua oficial lo que permitió la
relación de Al-Ándalus con los centros culturales del próximo Oriente como el Cairo, Damasco o
Bagdad y numerosos vocablos árabes perviven actualmente en nuestro idioma.

En Al-Ándalus existió un elevado desarrollo cultural y científico, partiendo de dos premisas: el uso
del árabe como lengua de creación científica y el respeto por las creencias islámicas. El mayor
esplendor se alcanzó en la época del Califato, convirtiéndose Córdoba en un centro cultual de
primera magnitud. Los califas trajeron a su corte escritores, filósofos, historiadores y doctores de
Oriente; promocionaron la construcción de escuelas y grandes bibliotecas. La literatura alcanzó
un gran desarrollo tanto en verso -destaca Ibn Hazam con “El collar de la paloma”- como en prosa.
Al-Ándalus aportó algunos de los más grandes intelectuales del mundo medieval, como el filósofo
Averroes, responsable de rescatar la filosofía de Aristóteles, o el judío cordobés Maimónides.
También la música con Ibn Arabí.

Pero, sin duda, las principales aportaciones se encuentran en el terreno de la ciencia, cuyo
contraste con el panorama que ofrecía el mundo cristiano era abrumador, destacando en campos
como la astronomía, la medicina (Abulcasis) o las matemáticas. Al-Ándalus fue la vía a través de la
cual se difundió a toda la cristiandad el sistema de numeración de origen indio, sustituyendo a la
numeración romana. Los médicos andalusíes, muchos de origen judío, alcanzaron tal fama que
muchos acabaron trabajando en las cortes cristianas.

La cultura andalusí, tan amplia en el tiempo y tan rica, dejó en España una gran herencia, con
miles de vocablos de origen árabe, costumbres, ritos festivos, música, arte y pautas culturales, que
se han mantenido a lo largo de los siglos.

Las limitaciones para representar imágenes, hizo que la pintura y la escultura tuvieran un escaso
desarrollo y que la arquitectura fuera la principal manifestación artística. El arte andalusí mezcla
elementos constructivos y estéticos visigodos y bizantinos. Utiliza materiales pobres como el
ladrillo que permiten amplias aperturas que dan sensación de ligereza, son edificios de poca
altura, con interiores muy decorados (a base de yeserías y alicatados con motivos geométricos,
vegetales y epigráficos) y exteriores sencillos, con pocas complicaciones técnicas y predominio de
la línea recta a excepción de las cúpulas. También destaca el uso del arco de herradura.

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Entre las mezquitas destaca la de Córdoba, iniciada en el reinado de Abd-al-Rahman I y ampliada
en varias ocasiones, la última en tiempos de Almanzor. En ella destacan la gran variedad de arcos:
lobulados, apuntados, de herradura y las bóvedas de la cubierta. La parte más exuberante se
corresponde con la ampliación llevada a cabo en el reinado de Al-Hakam II, cuando se realiza el
espectacular mihrab. También es importante la mezquita de Bab al-Mardun en Toledo
(convertida después en la iglesia de El Cristo de la Luz) y la mezquita almohade de Sevilla, de la
que tan solo se conserva su alminar -la Giralda- y el patio.

También abundan los palacios, asimétricos y sin planificación que se construían dentro de un
recinto amurallado o alcazaba con zonas públicas y privadas. Destacan el de Medina Azahara en
las afueras de Córdoba, arrasado tras la caída del Califato, y apenas quedan restos de la Aljafería
de Zaragoza o del Alcázar de Sevilla. Se conserva casi intacto el espléndido conjunto nazarí de la
Alhambra de Granada, en el que las estancias se disponen en torno a patios interiores y jardines,
donde destaca la impresionante decoración que cubre techos y muros.

2.4. Los primeros núcleos de resistencia cristiana. Principales etapas de


la Reconquista. Modelos de repoblación.
El periodo comprendido entre los siglos VIII y X se caracterizó por la hegemonía de Al-
Ándalus en la Península. Tras producirse la invasión musulmana, quedaron sin ocupar las tierras
situadas al norte del Duero y del Ebro, donde se fueron configurando una serie de pequeños
reinos cristianos que formaron los primeros núcleos de resistencia e iniciaron el avance hacia el
sur. Este proceso de expansión territorial se conoce con el nombre de Reconquista.

Reinos occidentales:
Reino Astur: En la zona cantábrica se refugiaron algunos nobles visigodos; uno de ellos,
Don Pelayo -proclamado rey en el año 718-, infligió la primera derrota a los musulmanes
en la legendaria batalla de Covadonga (722). El primer monarca de importancia fue Alfonso
I (739-757), quien realizó diversas campañas por la cuenca del Duero y repobló Asturias con
mozárabes procedentes de esta zona. Alfonso II (781-842), transformó el Reino Astur en un
verdadero Estado, con capital en Oviedo, avanzó hacia Galicia donde surge el mito del
Apóstol Santiago (tumba descubierta en Compostela), potenciado por la Corona como
símbolo cristiano de la resistencia.
Sin embargo, la mayor expansión territorial del reino fue obra de Alfonso III (866-910) que
lo extendió hasta alcanzar el Duero (que tuvo en este río la frontera natural con Al–Andalus
entre los siglos X y XI). Para controlar mejor las nuevas tierras se trasladó la capital del
reino a León.

Reino de León: El reino Astur se convirtió en el Reino de León, que abarcaba todo el
noroeste peninsular: las regiones de Asturias, Galicia y León, y las marcas fronterizas de
Portugal y Castilla.
La zona oriental de León se fortificó con la edificación de numerosos castillos surgiendo el
condado de Castilla, gobernado por condes nombrados por el rey de León. Uno de ellos,
Fernán González, consiguió independizarse (s. X). A partir de ese momento se inicia el

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camino hacia la creación del Reino de Castilla (que será reino por primera vez con
Fernando I).
Fernando I (1035-1065) unió el condado de Castilla (herencia de su padre Sancho III el
Mayor) al reino de León. Alfonso VI, en 1072, reunificó Castilla y León que tras la muerte
de Fernando I habían sido repartidos entre sus hijos. Se iniciaba así un proceso de uniones
y separaciones entre ambos reinos, que culminó en 1230 con su unión definitiva bajo
Fernando III el Santo.
Anteriormente, el Reino de Castilla había visto reducido su territorio con la independencia
de Portugal (1128).

Reinos orientales o territorios pirenaicos:


Carlomagno, emperador de los francos, quería proteger su imperio de los musulmanes y
estableció una franja fuertemente fortificada al sur de los Pirineos a la que llamó Marca Hispánica.
Ésta fue dividida en condados que dependían del emperador franco.
A principios del siglo IX, navarros y aragoneses se independizaron simultáneamente de los francos,
mientras que el dominio carolingio en tierras catalanas duró hasta el siglo X.

El Reino de Pamplona o Navarra: Al sur del Pirineo occidental, se encontraba un territorio


habitado por vascones, poco romanizados (batalla en el desfiladero de Roncesvalles contra
las tropas de Roldán en 808). En el siglo IX Iñigo Arista se proclamó rey de Pamplona e
inició una dinastía que va a llegar a su máximo esplendor con Sancho III el Mayor (1004-
1035), cuyo reino ocupaba la actual Navarra, País Vasco, La Rioja, parte de Castilla y de
Aragón. Estos territorios los repartió a su muerte entre sus hijos.
El Reino de Pamplona fue el núcleo originario del futuro Reino de Navarra (siglo XII).

Aragón: En el Pirineo central se formaron condados casi en cada valle (Aragón, Sobrarbe,
Ribagorza), destacando el condado de Aragón, con capital en Jaca. En el X pasó a formar
parte del Reino de Navarra con Sancho III el Mayor que al morir lo hereda su hijo Ramiro I,
convirtiéndose en el Reino de Aragón (1035).

Los condados catalanes: A finales del siglo IX, Vifredo “el Velloso”, conde de Urgell, reunió
bajo su mando los principales condados catalanes, los convirtió en hereditarios y gobernó
con plena autonomía, aunque se mantuvo como vasallo del rey franco. Pero en el año 988,
el conde Borrell II de Barcelona se negó a renovar el juramento de fidelidad al rey franco,
naciendo así los condados catalanes, de los cuales el de Barcelona era el más extenso y
poderoso.
En el año 1137 se produce la unión del Reino de Aragón con los condados catalanes -
consecuencia del matrimonio del conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, con la hija del
rey de Aragón, doña Petronila- surgiendo así la Corona de Aragón, que se trataba de un
reino de base dinástica en el que cada territorio mantenía sus leyes, instituciones, lengua y
costumbres.

Los reinos cristianos hasta el s. XIII: el proceso de reconquista y repoblación.


Se denomina Reconquista al proceso por el que los reinos cristianos del norte peninsular van
conquistando militarmente o por pactos, los territorios musulmanes de la Península entre los
siglos VIII-XV. La expansión territorial de los reinos cristianos fue acompañada normalmente de
la repoblación de los nuevos territorios.

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La Reconquista se debió principalmente al crecimiento demográfico y al proceso de feudalización
que llevaba a la ocupación de tierras y a la búsqueda de botín por parte de los cristianos; los
motivos religiosos (espíritu de cruzada) existieron, pero no fueron decisivos.

Este proceso pasó por varias etapas:

1ª Siglos VIII a X. Los cristianos se limitaron a defenderse y a ocupar territorios casi despoblados
como la cuenca del Duero. Este avance se vio frenado en el siglo X por la creación del Califato de
Córdoba y por la necesidad de repoblar y consolidar las tierras ya conquistadas.

2ª Siglos XI y primera mitad del XII. Con el fin del Califato de Córdoba (1031) y la aparición de los
reinos de taifas, los reinos cristianos toman la iniciativa militar produciéndose un gran avance
reconquistador hasta que la invasión almorávide frena el proceso:
- Valle del Tajo. La Reconquista fue llevada a cabo por Castilla y Portugal. Los hechos más
significativos fueron la conquista de Toledo (1085) por Alfonso VI de Castilla y la de Lisboa (1147)
por Alfonso I Enríquez de Portugal.
- Valle del Ebro. Realizada por aragoneses y catalanes. Conquistaron: Zaragoza (1118) por Alfonso
I de Aragón; Tortosa (1148) y Lérida (1149) por Ramón Berenguer IV de Cataluña.

3ª Segunda mitad del siglo XII. La llegada de los almohades y las disputas entre los reinos
cristianos frenaron el avance conquistador, que se limitó a:
- Ocupación de la Mancha y de la cuenca media del Guadiana (llevada a cabo por castellanos y
leoneses). El reino de León se expandió por Extremadura; el de Castilla por la Submeseta Sur.
-Ocupación de la cuenca del Turia (Teruel) y del Júcar (Cuenca) por la corona de Aragón.
Los dos grandes poderes cristianos, Castilla y León y la Corona de Aragón –Aragón y Cataluña-
delimitaron sus áreas de expansión en el Tratado de Cazola (1179).

4ª Siglo XIII.
-Ocupación de Murcia y valle del Guadalquivir, llevada a cabo por los castellanos.
Alfonso VIII lideró una coalición de reinos cristianos que derrotó a los almohades en la batalla de
las Navas de Tolosa (1212), en Despeñaperros, lo que abrió las puertas de Andalucía para los
castellanos. Se produjo un avance espectacular: Fernando III el Santo conquistó Murcia (1234) y
las principales ciudades andaluzas: Córdoba, Jaén, Sevilla. Alfonso X el Sabio incorporó Cádiz y
Huelva.
-Ocupación de Valencia y Baleares, conquistadas por Jaime I el Conquistador. La ciudad de
Valencia fue tomada en 1238, creando un reino federado con la Corona catalano-aragonesa,
formada desde entonces por los reinos de Aragón, Cataluña y Valencia.
Desde finales del siglo XIII, la Península y Baleares estaban bajo control cristiano, quedando
reducido el territorio musulmán al reino nazarí de Granada (conquistada por los Reyes Católicos
en 1492).

Modelos de repoblación.
La repoblación -proceso de ocupación, reparto de tierras y organización de la explotación de los
territorios arrebatados a los musulmanes- determinó la estructura de la propiedad y las
condiciones de vida de los campesinos. El repoblamiento se produjo de dos formas: en los lugares
despoblados o inseguros (norte) donde había que incentivar a los campesinos, se les otorgaban
tierras en propiedad, derechos y libertades. Allí donde las condiciones eran seguras y las tierras

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fértiles (sur), nobleza e Iglesia se apoderaron de grandes extensiones de tierras y aplicaron desde
el principio la servidumbre feudal.

- Siglos VIII-X: El norte del Duero, alto Ebro y Piedemonte pirenaico -regiones poco pobladas,
territorios de frontera-, se repoblaron mediante el sistema de presura, que implicaba la
adquisición de la propiedad por el hecho de cultivarla. El resultado fue una zona de pequeñas y
medianas propiedades con campesinos libres.
Hacia el siglo X la repoblación se encomendó a monasterios o a señores feudales con colonos
quienes acabaron absorbiendo también a los campesinos libres ante la necesidad de estos de su
protección. Se convirtieron así en siervos (especialmente en Cataluña y en Galicia).

- En los siglo XI y XII, entre los ríos Duero y Tajo y valle medio del Ebro predominó la repoblación
concejil. El territorio era dividido en concejos con grandes extensiones o alfoces, regidos por una
ciudad o villa. Una vez constituido el concejo, los reyes (para limitar el poder nobiliario) otorgaban
fueros o cartas pueblas con privilegios y libertades para atraer a nuevos pobladores. La población
musulmana en estas zonas era numerosa, y en general, se respetaron sus propiedades. El sistema
dio como resultado el predominio de la mediana propiedad y la propiedad comunal.

- En la primera mitad del siglo XIII, entre el Tajo y el valle del Guadiana (Extremadura, La Mancha),
provincia de Teruel y el norte de Castellón. En estas zonas extensas y escasamente pobladas -en
cuya conquista habían destacado las Órdenes Militares (Alcántara, Santiago…)- se dividieron las
nuevas tierras en encomiendas, al frente de las cuales se situaba a un caballero de la Orden con
cargo de comendador. Se formaron así grandes latifundios dedicados a la explotación ganadera.

- En la segunda mitad del siglo XIII se ocuparon las regiones más ricas y pobladas de Andalucía.
Las tierras fueron adjudicadas en grandes lotes – latifundios – a la nobleza e Iglesia, mediante el
sistema de repartimientos en los que se impuso el modelo feudal. En el litoral levantino se siguió
el mismo modelo, si bien se permitió la permanencia de la población musulmana, imprescindible
para las tareas agrícolas.

2.5. Los reinos cristianos en la Edad Media: organización política,


régimen señorial y sociedad estamental.

Organización política
EL rey ocupaba la cima del poder y era el señor del reino y sus habitantes. En la práctica su poder
estaba limitado por los señoríos y privilegios de la nobleza y la Iglesia. Alrededor del rey se formó
la curia regia o corte, formada por personas de confianza que le ayudan en las labores de
gobierno. Este grupo se amplió con consejeros y con cargos especializados (alférez,
mayordomo…).
En el siglo XIII aparecen los primeros Parlamentos o Cortes. Se originan en reuniones
extraordinarias de la corte real, por cuestiones graves, en la que se integraba a representantes
del pueblo llano (de las ciudades), además de nobles y eclesiásticos. Los participantes se
agrupaban en función de su estamento y cada estamento tenía un voto. Su principal función fue
establecer impuestos extraordinarios o peticiones económicas del rey y a cambio este tenía en
cuenta las peticiones de los estamentos.

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Las primeras se reunieron en León en 1188, en Cataluña en 1214, en Aragón en 1247 y en Valencia
en 1283.
Los concejos eran las formas locales de gobierno, con jurisdicción y autonomía propias. Esta
autonomía y libertad la habían recibido de los monarcas a cambio de apoyo económico. Al frente
de los gobiernos municipales estaban los terratenientes y ganaderos, en Castilla, y la alta
burguesía en Aragón.

Sociedad estamental
La sociedad era estamental, pero no tan cerrada como la europea del momento, debido a las
peculiaridades de la reconquista y la repoblación.
- Nobleza y clero eran los grupos privilegiados, con exención de impuestos y leyes
propias, aplicadas en tribunales especiales.
Los nobles, lo eran por nacimiento o por designación real, y se dedicaban a la guerra. Formaron
grandes grupos familiares unidos por lazos de solidaridad. No todos los miembros del estamento
nobiliario gozaban de igual prestigio y fortuna, se dividía en: alta nobleza (disponía de grandes
propiedades y cuantiosas rentas) y baja nobleza (caballeros, infanzones o hidalgos con menos
recursos y fue empobreciéndose). La nobleza afianzó su poder al recibir de los reyes funciones de
gobierno en sus territorios (defensa, cobrar impuestos, administrar justicia…) y por medio de la
creación del mayorazgo, a fines del S XIV.
El clero, dedicados a la oración y a la Iglesia, se dividía en: alto clero (obispos, abades, etc) y bajo
clero (curas, frailes…). Según sus actividades se divide en clero secular (curas, obispos, gestionan
iglesias y parroquias, educan y asisten a los fieles) y clero regular (monjes y monja, viven en
conventos y monasterios)
- El pueblo llano: son los no privilegiados, pagaban impuestos. Se dedicaban a trabajar
para mantener a los otros dos estamentos. Era un grupo muy heterogéneo:
o Campesinos (libres o sometidos a sus señores, constituían la inmensa
mayoría de la población). En el norte existían campesinos libres propietarios
de tierra (pequeñas fincas). En las zonas reconquistadas los campesinos no
eran propietarios de la tierra, que pertenecía a los grandes señoríos
nobiliarios y eclesiásticos.
o Artesanos y pequeños burgueses que vivían en las ciudades. Con la
expansión comercial del s.XIII aumentó el poder económico de las ciudades
y de sus habitantes. Se formó una oligarquía urbana que logró la
representación popular en las Cortes.

El régimen señorial
En los siglos IX y X se inicia la feudalización de la sociedad que finaliza en los siglos XI y XII. Este
proceso se caracterizó por:
- Falta de un poder centralizado: No existe un código legal único ni un ejército estatal.
El Rey solo dispone de las tropas que salgan de sus territorios personales por lo que
precisa de los nobles para forma el ejército. Se sustituyen por un sistema de
relaciones personales (vasallaje)
- Pérdida de poder de los reyes: a consecuencias de ceder privilegios (económicos y
jurídicos) a los nobles a cambio de sus servicios.
- Fortalecimiento de la nobleza: laica y eclesiástica, gracias a las concesiones reales
que se transforman en hereditarias. El rey está lejos física y políticamente de la
población y los nobles son los representantes del Estado en sus dominios. El poder

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sobre la tierra (señoríos solariegos) se completa con el derecho de aplicar justicia y
cobrar impuestos (señoríos jurisdiccionales).

2.6. Organización política de la Corona de Castilla, de la Corona de


Aragón y del Reino de Navarra al final de la Edad Media.

Castilla y Aragón tuvieron modelos de gobierno diferentes:


-Castilla era una monarquía unitaria en la que el rey mantenía la autoridad
debido al escaso poder de las Cortes y a la aceptación del origen divino de la
autoridad.
-La Corona de Aragón era una unión de reinos (Aragón, Cataluña, Baleares y
Valencia), donde el poder del rey estaba limitado por la nobleza a través de
las Cortes, debido al origen pactista de la monarquía.

Corona de Castilla:
Se produjo un fortalecimiento de la autoridad de la monarquía frente a la nobleza y al clero. La
nobleza intentó rebelarse contra esta creciente autoridad, marcando la vida política de los siglos
XIV y XV, las luchas nobiliarias y los intentos por controlar a los reyes castellanos.

La crisis política estuvo marcada por la rebelión continua de la nobleza contra la autoridad
creciente de los monarcas. En Castilla la nobleza se organizaba en bandos enfrentados, mientras la
Corona contaba con el apoyo de las ciudades. En el s. XIV estalló una guerra civil entre Pedro I el
Cruel y su hermanastro Enrique de Trastámara (Enrique II, hijo bastardo de Alfonso XI) quien, con
el apoyo la nobleza y el alto clero, derrotó a Pedro I, iniciándose la dinastía de los Trastámara
(1369). Esta guerra supuso un importante triunfo de la nobleza al recompensar Enrique II de
Trastámara con generosas concesiones a quienes le habían apoyado (creación de nuevos señoríos
jurisdiccionales). En definitiva, los nobles adquirieron tanta fuerza que incurrieron en constantes
abusos de poder, que derivaron en continuos enfrentamientos con la monarquía a lo largo del s.
XV. El reinado de Enrique IV (1454-1474) fue complicado, los principales conflictos tuvieron como
pretexto la cuestión sucesoria que se agravaría a su muerte (entre Juana, apodada la Beltraneja, y
su tía, Isabel la Católica, hermanastra de Enrique IV), que llevaría a otra guerra civil.

Organización Política: Alrededor del rey se creó una corte (nobles al servicio del rey, burócratas,
etc.), que no tenía capital fija, a partir de la cual tuvo lugar el desarrollo institucional y el proceso
de centralización del poder real:
- El Consejo Real, órgano que se ocupaba de asesorar al rey. Estaba formado por
nobles, eclesiásticos y expertos en leyes.
- Las Cortes, órgano de representación estamental, formada por los
representantes de la nobleza, del clero y de las ciudades. Una de sus
competencias era la concesión de impuestos solicitados por la Corona a cambio
de atender las peticiones de sus miembros. Tenían un importante papel
consultivo, aceptan impuestos y juran respetar al heredero.
- La Audiencia, órgano supremo de justicia, solo supeditado al rey. En principio
era itinerante, pero en el s. XV fijó su sede en Valladolid con el nombre de
Chancillería.

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- Se reforzó la Hacienda, con recaudadores encargados de los ingresos fiscales,
principal soporte del fortalecimiento de la monarquía.
El principal instrumento de control de la monarquía sobre los municipios lo representó la figura
del corregidor, cuya función era representar a la Corona en los municipios, aparte de poseer
funciones judiciales y militares.

Corona de Aragón
En la Corona de Aragón también fueron dos siglos de inestabilidad constante, donde la nobleza
era más fuerte y forzaba a la Corona a negociar (pactismo). En el siglo XV una crisis sucesoria (tras
morir Martín I sin descendencia) dio lugar, por el Compromiso de Caspe (1412), a la entrada de la
dinastía Trastámara en la Corona de Aragón, con Fernando I. Durante el reinado de Juan II (1458-
1479) la tensión entre la monarquía y las clases dirigentes de Cataluña desembocó en guerra civil
(1462-1472), quedando la Corona de Aragón y Cataluña, especialmente, arrasadas por la crisis.

Su estructura política difería de la castellana. La Corona de Aragón era una confederación de


territorios, cada uno con leyes e instituciones propias que compartían un mismo rey. Era además
una monarquía pactista, en la que la autoridad del rey se veía limitada por las Cortes de cada
reino y el monarca debía comprometerse a mantener las leyes y a respetar las costumbres de cada
reino antes de tomar posesión del cargo.
Había Cortes en cada uno de los reinos y eran órganos de control de la Corona: el monarca
necesitaba su consentimiento para temas importantes y tenía que reunirlas periódicamente.
Existía una comisión permanente de cada una de las Cortes que se encargaba de supervisar el
cumplimiento de los acuerdos en el periodo en el que estas no estaban reunidas: las Diputaciones
(Generalitat en Cataluña). Con el tiempo fueron adquiriendo mayores competencias.
En el Reino de Aragón se creó el cargo de Justicia de Aragón, que juzgaba las disputas entre los
nobles y el rey y cuya función principal era la defensa de los fueros del reino frente a posibles
pretensiones autoritarias de la monarquía.
La autoridad real estaba representada en los distintos territorios por virreyes que actuaban en su
nombre. Los municipios fueron cayendo progresivamente bajo el control de las oligarquías
urbanas. Así, el gobierno municipal estaba integrado por: un delegado (nombrado por el rey), los
magistrados (funciones ejecutivas, consellers en Barcelona) y una asamblea o consejo municipal
(órgano asesor, Consell de Cent en Barcelona).
Había, como en el reino de Castilla, Consejo Real y Audiencia.

Reino de Navarra
En gran medida prevalece la política pactista en Navarra, aunque también hay aspectos políticos
similares a Castilla.
Las Cortes desempeñaron un importante papel político: tenían capacidad legislativa y exigían la
jura de los fueros al monarca.
La Diputación de los Tres Estados gestionaba la recaudación de subsidios.
El Consejo Real, como en Castilla, asesoraba al monarca.
Cuando en 1515, Navarra quede incorporada a Castilla, seguirá conservando sus propias leyes,
tribunales y Cortes.

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