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ADMINISTRACION DE LA SOCIEDAD

1. Generalidades

La sociedad como persona jurídica entra en relaciones con sus propios socios y con
terceros. Las relaciones con sus propios socios conciernen fundamentalmente al
régimen de administración para llevar a cabo la consecución del fin social. Las
vinculaciones de la sociedad con los terceros consisten en los actos y contratos que
ella ejecuta o celebra mediante el uso de la razón social y en las consecuencias que
de ellos derivan, esto es, la circunstancia qu8e queda obligada frente a los acreedores
sociales y el hecho que surge la responsabilidad solidaria de los socios colectivos, si
se agota el patrimonio de la compañía sin satisfacer la deuda social.

Recordemos en primer lugar que la estipulación relativa al régimen de


administración de la sociedad colectiva mercantil no es una clausula esencial de la
escritura fundacional de la misma, toda vez que, a falta de convención expresa al
respecto, se aplica el régimen supletorio a que alude el artículo 384 del Código de
Comercio y que regulan los artículos siguientes del mismo cuerpo legal. Sin embargo,
en la práctica los socios estipulan en el contrato social el régimen de la
administración, de manera que el régimen supletorio legal sólo tiene limitada
aplicación.

La administración de la sociedad colectiva comercial puede ser ejercida por todos los
socios a quienes les corresponde de derecho, o bien puede delegarse en uno o más
de ellos o en terceros extraños.

1. EL REGIMEN LEGAL SUPLETORIO

Está regulado en los artículos 385 y siguientes del Código de Comercio y descansa en
los siguientes principios básicos:

a) La administración corresponde de derecho a todos y cada uno de los socios (art.


385);

b) La existencia de un mandato legal que los socios se confieren recíprocamente para


administrar, a falta de nombramiento de administrador en el contrato (art.386);

c) Gracias al mandato legal, cada uno de los socios puede hacer válidamente todos
los actos y contratos comprendidos dentro del giro ordinario de la sociedad o que
sean necesarios o conducentes a la consecución de los fines sociales (art. 387).
d) La existencia de un derecho de oposición a los actos proyectados por otro socio.
Ejercido ese derecho, se suspende la ejecución del acto proyectado hasta que la
mayoría numérica de los socios decida sobre la conveniencia económica de llevarlo
o no a cabo (arts. 388, 389, 390 y 391).

2. EL REGIMEN ESTIPULADO DE ADMINISTRACION DELEGADA

Mediante este régimen se confía la administración de la sociedad, en virtud de una


estipulación del contrato, a ciertos administradores sociales y también a
determinados mandatarios sociales.

a) Los administradores sociales. Se trata de personas naturales o jurídicas a


quienes el contrato les encomienda la administración de la sociedad. Se puede
convenir que los administradores sociales sean todos los socios conjuntamente, que
sean uno o más socios en forma conjunta o separadamente, o por último, que sean
uno o más extraños en forma conjunta o separadamente.

Las res hipótesis indicadas, como requieren convención expresa, pasan a ser parte
integrante del contrato de sociedad, de manera que no pueden alterarse si no es
mediante modificación de dicho contrato. Solo cuando el nombramiento consta en
otra escritura pública distinta de la que contiene el estatuto, no es necesario
modificar la sociedad.

Es posible también que se estipule la administración a cago de un órgano colectivo,


que funciones en forma colegiada previa convocatoria, que se constituye con un
quórum determinado y adopta decisiones por mayoría, al cual se le denomina
Directorio. Tal hipótesis de administración en la sociedad colectiva no tiene
reconocimiento expreso en la ley, pero puede admitirse fundada en la autonomía de
la voluntad manifestada en el contrato de sociedad, en conformidad con la libertad
que confiere el artículo 384 del Código de Comercio para ajustar el régimen de
administración a los pactos previstos en la escritura social. Quienes objetan esta
posibilidad de administración estipulada lo hacen basándose en el carácter de
contrato intuito personae que tienen las sociedades colectivas, con el cual no
concuerda el sistema de acuerdos de mayoría que se aplica en los órganos colectivos.

La principal dificultad que comporta admitir esta alternativa de administración de


la sociedad colectiva radica en la falta de normas supletorias legales para el caso que
el contrato social no contenga estipulación expresa. Todo lo concerniente a la
creación del Directorio como órgano de administración, el nombramiento posterior
de sus miembros, el quórum para constituir las reuniones, las mayorías para adoptar
acuerdos, la duración de las funciones de los miembros del órgano social y la formas
de convocarlo a sesiones, debe quedar totalmente convenido en el contrato de
sociedad. El nombramiento posterior de los integrantes del Directorio habrá de
hacerse mediante escritura pública, en la cual deberán comparecer la totalidad de
los socios o la mayoría que establezcan los estatutos esa escritura se anotará al
margen de la inscripción de la sociedad en el Registro de Comercio.

Por último, la sociedad colectiva puede ser administrada por otras sociedades. Esta
alternativa es posible, sea la sociedad administradora socia o extraña, conforme a las
reglas generales contenidas en el artículo 384 del Código de Comercio.

En cuanto a la renuncia y revocación de los administradores, ello no es posible


cuando su nombramiento se ha hecho en la escritura constitutiva de la sociedad,
porque pasa a ser cláusula esencial que motivó la contratación, y si en el hecho se
produce la renuncia o revocación sin causa legal, se disuelve la sociedad (art. 2072
C. Civil). En cambio, cuando el nombramiento del administrador no proviene del
acto fundacional, son posibles la renuncia y la revocación sin que ello tenga
incidencia en la disolución de la compañía.

Por otra parte, es preciso considerar que la renuncia y revocación están prohibidas
en las sociedades que se han contratado por tiempo fijo o para un negocio de
duración limitada, por las mismas razones señaladas precedentemente. Conforme al
principio de la autonomía de la voluntad, nada impide que los socios estipulen o
reglamenten la renuncia o revocación en el estatuto social. Con todo, esta situación
presenta el inconveniente de dejar incierta la existencia y funcionamiento legal del
órgano de administración, sobre todo en su función de representación frente a
terceros, quienes no podrán imponerse con certeza sobre la situación del actual
administrador y si le están afectando o no las causales que configuren en la realidad
la renuncia o revocación del mismo, con el consiguiente efecto en la vigencia de su
designación. En consecuencia, no es conveniente que la renuncia y revocación de los
administradores sociales queden reguladas por el contrato de sociedad.

Por excepción, en las sociedades de duración ilimitada la renuncia está permitida,


basado en que no es posible mantener a un socio unido a la sociedad toda la vida.

b) Mandatarios sociales. Se trata de personas a las cuales los administradores


les encargan la ejecución de ciertos actos o contratos mediante un mandato general
o especial. Estos son los factores o gerentes, cuya legitimidad proviene del mandato
que le confieren los administradores y no del estatuto social, como ocurre con estos
últimos. Los mandatarios sociales pueden ser revocados y renunciar conforme a las
normas del mandato civil.
Finalmente, en caso de conflicto entre sociedad y gerente o factor, en primer
término, rigen las normas de los artículos 325 y siguientes del Código de Comercio y
subsidiariamente las del Código Civil.

3. Facultades de los administradores

Según lo previsto por el artículo 402 del Código de Comercio, el administrador delegado
por socio o extraño, tiene la competencia que le señala su mandato y en lo que estuviere allí
determinado tiene sólo las facultades comprendidas en el giro de la sociedad, “o que sean
necesarias o conducentes a la consecución de los fines que ésta se hubiere propuesto”
(artículo 387, Código de Comercio).

En consecuencia, el administrador, por regla general, sólo tiene facultades para actuar
dentro del objeto social o giro ordinario de la misma y además tendrá únicamente las
facultades que designe su título (artículos 394 y 397 Código ce Comercio y 2.077 Código
Civil), pero con la limitante en este último caso de que en el ejercicio de sus facultades los
administradores delegados también deben enmarcarse dentro del mismo objeto social o
giro ordinario de la sociedad (artículo 352 número 5 del Código de Comercio), ya que la ley
del ramo dispone que la sociedad no es responsables de los documentos suscritos con la
razón social cuando las obligaciones que los hubieren causado no le conciernan (artículos
370, 374, 393 397 del Código de Comercio).

Las facultades del administrador tienen, por ende, dos límites: uno de ellos está
representado por las facultades que designe su título o mandato, de manera que todo acto
que exceda ese mandato no obliga a la sociedad; y el otro, por el ejercicio de la función
administradora, que siempre debe quedar comprendido dentro de las operaciones que
constituyen el giro ordinario de la sociedad, sea mediante facultades otorgadas o sin ellas.

De ello sigue que al contratar con una sociedad colectiva es preciso examinar atentamente
las facultades contenidas en el poder otorgado al administrador, para comprobar si el acto
o contrato que se trata de ejecutar o celebrar coincide con la facultad específica que a éste
se le ha conferido y, además, si dicho acto o contrato queda comprendido en el objeto social
o que se trata de un acto necesario o conducente a la consecución de los fines sociales. Es
importante definir cuándo un acto está destinado al cumplimiento del objeto social y
cuándo no lo está. Un criterio restrictivo admite que el acto está encaminado a la
consecución del fin social cuando se trata de actos de administración interna, de operación
o de explotación y cuando se trato de actos o contratos ejecutados o celebrados con terceros
que directamente conforman el objeto de la sociedad. En esta concepción restringida no
son actos dirigidos al cumplimiento del objeto social aquellos que son accesorios o
complementarios del objeto social. Una concepción más amplia reconoce que son actos
destinados al cumplimiento del objeto social todo acto que ejecute una sociedad por medio
de sus administradores, a menos que estén expresamente prohibidos, dándose cabida a la
noción de órgano de administración que expresa la voluntad social.

En caso de conflicto, todo se circunscribe a un problema de prueba, de manera que quién


contrata con la sociedad exigirá que el administrador tenga la facultad específica para
celebrar el acto o contrato de que se trata o bien que se extienda el giro social para que éste
quede comprendido dentro de él.

Frente a esta grave dificultad que plantea la administración de las sociedades colectivas
comerciales y en general las sociedades de personas, consistentes en la inoponibilidad del
acto frente a la sociedad y en la posibilidad de que ella misma resulte ineficaz como
estructura jurídica de la empresa colectiva, un autor postula que: “no debería existir
inconveniente a lo menos para extender al régimen de administración de las sociedades
de personas el contenido del artículo 328 del Código de Comercio, que si bien se encuentra
ubicado en el contrato de comisión, en las disposiciones comunes a los factores y
dependientes de comercio la naturaleza de los factores y de los administradores de las
sociedades de personas por una parte, y por otra, la situación que contempla dicha
disposición, son semejantes, destacando que ello es posible, con mayor razón desde el
momento que la misma disposición menciona el establecimiento que administran y
bien sabemos que este último forma parte del objeto social genérico”.

“El artículo 328 señala: “…… se entenderá que los han ajustado (los contratos) por cuenta
de sus comitentes en los casos siguientes:

1º Cuando tal contrato corresponda al giro ordinario del establecimiento que


administran;

2º Si hubiere sido celebrado por orden del comitente, aun cuando no esté
comprendido en el giro ordinario del establecimiento:

3º Si el comitente hubiere ratificado expresa o tácitamente el contrato, aun cuando


se haya celebrado sin su orden;

4º Si el resultado de la negociación se hubiere convertido en provecho del


comitente”.

“De esta manera, dar cabida al artículo 328 del Código de Comercio, sobre todo en los
casos a que se refieren los número 2º, 3º y 4º mencionados, significa ampliar el ámbito
de acción de los administradores de la sociedad, aun concebidos éstos en los términos
clásicos de simples mandatarios de la sociedad”.
Creemos que la solución apropiada en tanto no se legisle sobre la materia dándoles a los
administradores de las sociedades colectivas facultades legales como las que el artículo 40
de la Ley número 18.046 entrega al directorio de la sociedad anónima.

En los textos legales las facultades de los administradores se encuentran en los artículos
2.077 del Código Civil, 395, 396, 397, 398, 400 y 402 del Código de Comercio, a los que hay
que remitirse para mayor detalle.

4. Derechos de los Socios Administradores

Cuando por el contrato de sociedad o por un acto posterior se han designado uno o varios
administradores, los otros socios quedan, por este solo hecho, excluidos de toda injerencia
en la gestión social.

Pero la ley admite que en su gestión el o los administradores puedan ejecutar actos que
adolezcan de vicios o que produzcan perjuicios manifiestos a la masa común. A la primera
situación corresponden los actos y contrato que el administrador programe o contemple
ejecutar o celebrar con fraude, caso en el cual la ley permite a los demás socios no
administradores que se opongan a la consumación del acto o contrato de que se trata
(artículo 400 inciso 1º). La idea de fraude comprende cualquier engaño que implique faltar
a la verdad y que afecte a los socios en cuanto víctimas del mismo.

Cuando la gestión del administrador produce perjuicios manifiestos a la masa común, de


conformidad con lo previsto en al artículo 400 inciso 2º, del Código de Comercio, la
mayoría de los socios podrá nombrarle un coadministrador o solicitar la disolución de la
sociedad. Los perjuicios deben ocasionarse con motivo de la gestión del administrador en
las tareas que le corresponde desempeñar en representación de la sociedad y deben ser
“manifiestos” no sólo en cuanto a que sean reales y efectivos, sino en tanto causen un
deterioro en la situación patrimonial de la compañía, que puede o no reflejarse en los
resultados contables. Por último, los perjuicios tienen que ir dirigidos en contra de la masa
común, esto es, la sociedad misma.

La posibilidad de los socios no administradores de solicitar la disolución de la sociedad es


concordante con la norma del artículo 2.108 del Código Civil, que establece la disolución
por “causa grave”. Siendo así, si el o los administradores incurren en los actos a que se
refiere el artículo 400, inciso 2º del Código de Comercio, puede originarse la disolución de
la sociedad.
5. Carácter Indelegable, Intransmisible e Insustituible de la
Administración

En las sociedades de personas se confunde la propiedad de la empresa con la gestión de la


misma que se encuentran en manos de los socios. Por ser de esta manera, el socio que ha
recibido el cargo de administrar la sociedad no puede delegar su mandato en otro socio o
en otra persona, a menos que el hecho esté expresamente consignado en la escritura social.

Asimismo la facultad de administrar, ejercida por los socios o sus delegados, sena éstos
socios o extraños, es intransmisible a los herederos del administrador. El problema puede
plantearse cuando en conformidad con el artículo 2.013 del Código Civil, la sociedad haya
de continuar por el acto constitutivo entre los socios sobrevivientes y los herederos del
difunto, de manera que si el socio administrador designado en el estatuto social fallece y la
sociedad continúa, no pudiendo ser reemplazado el administrador, o ejercido el cargo por
otros, en virtud de la misma estipulación contractual, la sociedad se disuelve por “grave
motivo”, consistente en “la perdida de un administrador inteligente…..” (Artículo 2.108
Código Civil), salvo que por reforma de los estatutos convenida por todos los socios,
comprendidos los herederos del socio fallecido, se acuerde otra cosa.

Dada la naturaleza intuito personae de la sociedad colectiva que se organiza cuando los
socios se tienen entre sí mucha confianza, se prohíbe hacerse sustituir en el desempeño de
la función de administrador. Tal prohibición está prevista en el artículo 404 número 3 del
Código de Comercio. La dificultad estriba en precisar el alcance de la prohibición frente a la
estipulación contractual que permite al administrador delegar el todo o parte de sus
facultades especialmente otorgadas, sobre todo cuando el administrador delega la totalidad
de sus facultades enumeradas en el contrato. En este caso la delegación importaría
desconocer la prohibición, por cuanto la delegación se transformaría en una sustitución en
el desempeño de las funciones de la administración. Gracias al principio de la autonomía
de la voluntad que informa a todos los contratos y en particular al de sociedad, tal
estipulación tendría valor. Otro argumento a favor del valor de la delegación total de las
facultades de administración se encuentra el artículo 404 número 3º, inciso 2º, del Código
de Comercio, según el cual tal convención no es nula si es autorizada por todos los socios y
tal autorización se encontraría dentro de las facultades otorgadas al administrador
delegante.

Si se considera que el régimen de administración comprende facultades de gobierno,


destinadas a fijar la política general de la empresa; funciones de administración interna,
cuyo fin es el cumplimiento del objeto social; funciones de representación externa, esto es,
de relación de la sociedad con terceros y, por último, funciones de fiscalización, destinadas
al control, sin duda las facultades que pueden ser objeto de delegación total son las
representaciones externas, porque las otras no admiten sustitución, como no sea mediante
una autorización de todos los socios.

La autorización que todos los socios confieren para hacerse sustituir en las funciones de
administración, no requiere reforma del contrato social, porque la ley no la exige
específicamente y porque la cláusula relativa a la gestión social no es de la esencia del acto
fundacional de la compañía. Con todo, para que sea oponible a los terceros creemos que
debe formalizarse a través de escritura pública y anotarse al margen de la inscripción de la
sociedad en el Registro de Comercio.

El principal efecto que trae aparejada la infracción a esta prohibición es la nulidad de la


sustitución (artículo 404 número 3º inciso 2º, Código de Comercio) y por lo mismo, la
sociedad no resulta obligada frente a terceros, toda vez que actúa a través de un
administrador ilegítimo. Otra consecuencia es la responsabilidad de los administradores
delegados frente a los demás socios y la sociedad, que puede constituirse un “grave motivo”
que habilite para pedir la disolución social, fundado en el artículo 2.108 del Código Civil.

6. Responsabilidad de los Administradores

No analizaremos la responsabilidad penal de los administradores por los actos ilícitos


cometidos en perjuicio de la sociedad de los socios o de los terceros, que configuran delitos
tipificados por el Código Penal u otras leyes y de los cuales ellos responden personalmente.
Tampoco nos referiremos a los actos que constituyen infracción a obligaciones legales de
los administradores o a una estipulación contractual, que en virtud del artículo 400 inciso
2º del Código de Comercio, habilitan para nombrar un coadministrador o para solicitar la
disolución de la sociedad. Tal responsabilidad se establece en favor de los socios y la
sociedad, porque se trata de actos ejecutados por los administradores con terceros en
nombre de la sociedad que pueden ser perjudiciales para ella y para los socios, que
legitiman el derecho de estos últimos a ser indemnizados.

Para el análisis de la responsabilidad de los administradores en las sociedades colectivas, es


preciso tener presente que en la actualidad el fin de la sociedad, fuera de la obtención de
utilidades, es “lograr resultados eficientes”, para lo cual se requiere establecer los objetivos
que se tratan de alcanzar, diseñar políticas, metas, estrategias a seguir considerando el
medio económico donde ella se localiza, todo lo cual excede la simple búsqueda de
utilidades, que no deja de ser un elemento importante de los resultados, pero no el único
que deba evaluarse.

En la consecución de los resultados eficientes, los administradores de la sociedad deben


obrar con lealtad y con el cuidado y diligencia que los hombres emplean ordinariamente en
sus propios negocios o con el cuidado y diligencia de un buen hombre de negocios. Siendo
esto así, los administradores que infrinjan dicho deber son responsables, en su caso, por los
daños y perjuicios que resultaren de su acción u omisión. Cuando se exige que los
administradores obren con lealtad y con la diligencia de un hombre de negocios, no se trato
de compararlo con un empresario sabio, sino con un hombre de negocios normal, capaz de
cometer los errores propios e inevitables de una correcta actuación empresarial. Se trata de
la misma conducta que la legislación exige empleando otras expresiones, tales como: “buen
desempeño del mandato” o “diligencia de un gerente ordenado y previsor” o diligencia de
un “ordenado comerciante”. Es el mismo criterio que sigue el artículo 41 de la Ley número
18.046, sobre sociedades anónimas, fundado en la culpa leve propia de los contratos
bilaterales concluidos en interés de ambas partes, establecida en el artículo 44 inciso 2º, del
Código de Civil.

En cuanto a la responsabilidad derivada de los delitos y cuasidelitos, la sociedad en tanto


persona jurídica no es responsable penal mente, pero puede incurrir en infracciones
reglamentarias que implican sanciones tales como multas, clausuras, etc. Las
consecuencias penales de los delitos o cuasidelitos cometidos por los administradores las
deben enfrentar ellos mismo cumpliendo la sanción que se les imponga, pero la sociedad
responderá civilmente en conformidad con los artículos 2.314, 2.320 y 2.329 del Código
Civil.

7. Nombramiento de coadministrador

A veces ni la disolución ni la renuncia pueden ser soluciones convenientes, los socios


pueden querer evitar los perjuicios que acarrearía la disolución, o también a pesar
del fraude, pueden no querer deshacerse del administrador que es muy capaz.
Contemplando estos intereses el artículo 400, inciso segundo, autoriza a los socios
para designar un coadministrador, cuyo asentimiento le será necesario al
administrador para realización de sus actos de administración.

Esta regla no puede aplicarse si es un extraño el designado administrador, pues su


encargo no es más que un mandato. “La administración conferida por acto posterior
al contrato de sociedad, puede renunciarse por el socio administrador y revocarse
por la mayoría de los consocios, según las reglas del mandato ordinario” (art. 2074
Código Civil). Esta regla se aplica con mayor razón si el administrador es un tercero.

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